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    limbo

    Nm. 31, 2011, pp. 97-117issn: 0210-1602

    Santayana entre pragmatistas: animalario1

    Ramn del Castillo

    Resumen

    En el artculo analizo el contraste entre los fi lsofos pragmatistas y Santa-yana de una forma indirecta. Partiendo de la distincin entre zorras y eri-zos tal cual la usaron I. Berlin y S. Gould, pero sobre todo Rorty, compa-ro primero el carcter intelectual de James y el de Dewey, sugiriendo otros modelos como el del camalen. Luego comparo esos tipos intelectuales con la personalidad y pensamiento de Santayana, bsicamente a travs de las fi -guras del rinoceronte y el unicornio. Finalmente, explico la predileccin de Santayana por seres mitolgicos como el tritn, mitad humano, mitad pez.

    Palabras clave: Santayana, James, Dewey, Rorty, tipos intelectuales, ani-males, fi losofa.

    Abstract

    In this paper, I contrast the pragmatist philosophers and Santayana in an indirect way. I start from the distinction between foxes and hedgehogs as it was used by I. Berlin, S. Gould and particularly by Rorty in order to compare the diverse intellectual characters of James and Dewey, suggest-ing some alternative models as the chameleon. Later, I compare those in-tellectual types with the personality and thinking of Santayana, basically using the imagery of the rhinoceros and the unicorn. Finally, I try to ex-plain Santayanas preference for classical mythological beings as the Tri-ton, half a human being, half a fi sh.

    Key words: Santayana, James, Dewey, Rorty, intellectual types, animals, philosophy.

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    Proverbios y fbulas

    Empezar por un distincin que se hizo popular gracias a un pequeo libro que Isaiah Berlin escribi en 1953 sobre Tolstoi, Th e Hedgehog and Th e Fox, que arrancaba con un enigmtico verso de Arquloco (La zorra sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una im-portante) y luego esbozaba una clasifi cacin de intelectuales y de artistas en dos grupos, los unos ms erizos, los otros ms zorras. Es difcil saber deca Berlin qu dio a entender exactamente Ar-quloco, quizs que pese a sus trucos y astucias, la zorra acabar dn-dose por vencida ante la nica, pero obstinada defensa del erizo. Sea como sea aada Berlinel contraste entre los dos animales po-dra marcar una diferencia profunda entre escritores y pensadores

    pues hay un gran abismo entre, por un lado, quienes relacionan todo con una nica visin central, con un sistema ms o menos congruente o integrado, en funcin del cual comprenden, piensan y sienten un principio nico universal y organizador que por si solo da signifi cado a cuanto son y dicen, y, por otro, quienes persiguen muchos fi nes dis-tintos, a menudo, inconexos, y hasta contradictorios, ligados si acaso por alguna razn de facto, alguna causa psicolgica y fi siolgica, sin in-tervencin de ningn principio moral ni esttico. Estos ltimos llevan vidas, realizan acciones y sostienen ideas centrfugas ms que centrpe-tas; su pensamiento est desperdigado, es difuso, ocupa muchos planos a la vez, capta el meollo de una vasta variedad de experiencia y objetos segn sus particularidades, sin pretender integrarlos ni no integrarlos, consciente o inconscientemente, en una nica visin interna, inmuta-ble y globalizadora. Visin que, a veces, es contradictoria, incompleta y hasta fantica. Los erizos tienen la personalidad intelectual y artsti-ca de los primeros. La zorra, la de los segundos. Sin hacer una clasifi ca-cin en exceso rgida, pero tambin sin demasiado miedo a equivocar-nos, podramos decir que Dante pertenece a la primera categora, y Shakespeare a la segunda; Platn, Lucrecio, Pascal, Hegel, Dostoievski, Nietzsche, Ibsen y Proust son, en distintos grados, erizos. Herodoto,

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    Simposio sobre Santayana y el pragmatismo

    Aristteles, Montaigne, Erasmo, Molire, Goethe, Puskhin, Balzac y Joyce, son zorras [Berlin (1998), p. 36].

    Evidentemente aada Berlin las clasifi caciones de este ti-po acaban resultando un tanto artifi ciales y se prestan a todo tipo de simplifi caciones. Con todo, no son ni superfi ciales, ni absurdas. Cap-tan algo de verdad, y proporcionan buenos puntos de partida para refl exiones ms precisas. El propio Berlin, por ejemplo, la usaba no slo para entender el antagonismo entre Puskhin y Dostoievski, sino para analizar un caso nico: Tolstoi, un animal verdaderamente con-fl ictivo que no parece cuadrar en el reparto de papeles, una zorra por naturaleza propuso Berlin que, sin embargo, crea ser un erizo.

    No s si un caso como el de Tolstoi (el de un erizo y una zorra conviviendo en la misma persona) tiene parangn en el mundo de la fi losofa (aunque se me ocurren algunos candidatos), pero aqu no discutir eso. Tampoco quiero debatir el reparto exacto de pa-peles que hace Berln entre grandes nombres de la fi losofa, ni plan-tear por qu, despus de Hegel, a la fi losofa ya no la pueden repre-sentar animales como la lechuza de Minerva. S que veo interesante, sin embargo, sealar algunas cosas:

    Primero, que tal como interpreta Berlin la distincin, es posible imaginar los extremos a los que pueden llegar zorras y erizos. Las zorras son fl exibles, toman y dispersan ideas, generan perspectivas mltiples, pero pueden llegar a resultar frvolas y hasta oportunis-tas. Los erizos son tenaces y profundos, defi enden con tozudez sus ideas, y persiguen ideas globales, pero pueden volverse totalizadores y reductores. Las zorras pueden acabar fomentando el escepticismo. Los erizos pueden acabar impulsando el fanatismo2.

    Segundo, que la distincin de Berlin ha acabado siendo ms po-pular en ciertos crculos que algunas exgesis fascinantes del prover-bio original que se prestan a ms refl exiones y que, quizs, deberan tenerse ms en cuenta. Hasta donde s, fue un admirador de Berlin, Stephen Jay Gould quien en su libro Th e Hedgehog, Th e Fox, and the Magisters Pox3 trajo a colacin la exgesis que Erasmo de Rot-

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    terdam hizo del proverbio en sus Adagia de 1550, as como las ilus-traciones de la zorra y los erizos en la Historia animalium de 1551, de Konrad Gesner. Como recuerda Gould, la enciclopedia de Gesner no era una enciclopedia cientfi ca en el sentido moderno, sino un compendio que inclua no slo informacin descriptiva, sino fbu-las, relatos, proverbios y muchas cosas que moralistas y observado-res habran dicho sobre los animales, incluyendo, sobre todo, a los autores griegos y romanos.

    En esa enciclopedia de Gesner, la zorra como recuerda Gould tiene cara de avispada. Est erguida, con las orejas enhies-tas, y el pelo erizado. Parece lista y preparada para lo que sea, y su sonrisa es enigmtica. El erizo, en cambio, est extendido, y sus pe-queos pies se pegan a tierra4. Tiene expresin de confi anza, pero tambin de alerta. Parece reservado, tmido, pero se le nota atento. En su exgesis del proverbio (transcrito al latn como multa novit culpes, verum echinus unum magnum). Erasmo aade cosas muy interesantes. Y Gould las cuenta muy bien, pero para nuestros pro-psitos la ms interesante es que aparecen otros animales: perros de presa, jauras. La zorra dice Erasmo se defi ende de los cazado-res usando muchos trucos (escondindose, arrastrndose, trepan-do, colndose por agujeros, imaginamos). El erizo, en cambio, em-plea un nico truco: se enrolla sobre s mismo como una bola. Los perros pueden zarandearlo, y hasta morderlo, pero sin resultado. La zorra sobrevive porque logra escapar, si tiene suerte; pero el erizo so-brevive porque es abandonado. Con todo, el erizo, recuerda Erasmo remontndose hasta Plinio y Eliano, puede verse en apuros, y recu-rrir a otro truco: orinarse sobre s mismo. Lo cual puede tener tres consecuencias: la orina huele tan mal que los perros y los cazado-res pierden inters por l y lo dejan. Las pas se le caen y aprovecha el desconcierto para huir, o si tiene peor suerte, es capturado pero disfruta de la venganza, porque sin pas, ya no es til como cepillo.

    Todos estos proverbios y relatos, en realidad, se prestan a ms re-fl exiones: ambos, zorras y erizos, son perseguidos por otros anima-les. Podemos imaginar un encuentro entre la zorra y el erizo, pero

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    Simposio sobre Santayana y el pragmatismo

    no parece que entre ellos las cosas acaben mal. Puede que la zorra d unos manotazos a la bola del erizo, pero al rato, cada uno seguir su propio camino. Sin embargo, a ambos se les da caza. Los dos son presas, y son cazados por otros animales. Una cuestin curiosa sera: Qu clase de personalidades, intelectuales o artsticas, correspon-deran a esas jauras caninas y sus amos?

    Como el propio Erasmo recuerda, la zorra acaba apresada ms frecuentemente. Por ejemplo, en un dilogo entre la zorra y el gato con el que acaba su exgesis, la zorra acaba rodeada de perros despus de jactarse de sus trucos, mientras que el gato pega uno de sus tpi-cos brincos y se salva en un rbol. El erizo, en cambio, puede quedar magullado y aturdido, pero suele salir ileso. No se jacta de nada, no se expone sin necesidad, pero sabe cmo aferrarse a su verdad cuan-do llega el momento. Gould lleva esta moraleja, creo, demasiado le-jos. Berlin colocaba a Erasmo en la lista de las zorras, pero Gould le cambia de lado: Erasmo alaba las muchas argucias de la zorra pero est a favor del erizo en un punto crucial: por lo general los zorros se las suelen apaar muy bien, pero cuando la suerte est echada in extremis, hay que mirar dentro de uno y serle fi el a aquello singular e inevitable que exige tu corazn y el alma de tu ser nada supera a una brjula moral inmutable en los momentos de mayor peligro de modo que los intelectuales de toda ndole y tendencia deberan mantener esa integridad fundamental de no comprometerse con la moda o (mucho peor) con las adulaciones malfi cas del poder. Siem-pre hemos sido, y siempre seremos, una minora. Pero si nos enrolla-mos en una bola ante los golpes, mantenemos los bros de nuestra in-tegridad y colocamos enhiestas nuestras pas, no podemos perder [Gould (2004), pp. 8-9].

    Ms arriba suger que las zorras podan fomentar la tolerancia, en vez del escepticismo, y los erizos resistir la tentacin del fanatis-mo, pero mirado como lo hace Gould las cosas son diferentes: las zorras nunca son de fi ar, pues les acaba perdiendo la tentacin de lu-cirse ante los dems, mientras que los erizos saben ser fi eles a s mis-mos, pero sin que se note5. En otras palabras: las zorras son las que

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    pueden sucumbir a las adulaciones del poder, mientras que los eri-zos encarnan las virtudes de la independencia intelectual6. En defi -nitiva: segn Gould habra zorras de distinto pelaje, mientras que los erizos seran ms ntegros. Visin tpica de erizo. Pero como el debate nos llevara demasiado lejos, lo dejo para otra ocasin, y pa-so a lo que ms nos concierne.

    Animales pragmatistas

    Me gustara imaginar cmo aplicar este tipo de clasifi caciones al caso de Santayana, sobre todo al Santayana que se movi entre animales pragmatistas. Empezar, entonces, por los viejos animales pragmatistas, y luego probar con el animal Santayana. No es fcil, y slo har algunas sugerencias que los especialistas podrn matizar o desestimar.

    Fue Rorty, creo, el nico que mencion a la zorra y al erizo para caracterizar a distintos tipos de pragmatistas, viejos y nuevos7. Ror-ty fue bastante propenso a las clasifi caciones de fi lsofos, lo he con-tado en otro lugar [Del Castillo (2010), pp. 197-224], pero cuando en Deweys Methaphysics, califi c a Dewey de erizo, no entr en muchos detalles8. Debimos suponer, por ejemplo, que si Dewey era el gran erizo del pragmatismo, entonces James deba ser su zorra ms astuta9. No s qu virtud del erizo tena Rorty en mente cuando cla-sifi c as a Dewey. En cierto modo, Dewey fue una personalidad de gran tenacidad. Se defendi de una forma sobria, sin aspavientos, aunque no tengo claro si estaba tan seguro de su victoria cuando le acosaban perros de izquierdas y de derechas, marxistas y positivistas. S es cierto que intent forjar una gran visin fi losfi ca, pero compa-rada con otras del sigloxx no resulta tan ambiciosa (comprese con la de Marx, pero tambin con la de Russell). Rorty exager demasia-do cuando dijo que Dewey tena ms de erizo que de zorra; pues pas su vida intentado articular y reformar una nica visin [Rorty (1986), p. 146]. Rorty crea que esa visin era una especie de metaf-sica de la experiencia, y en parte tiene razn, pero se le olvid decir

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    Simposio sobre Santayana y el pragmatismo

    que pocos fi lsofos del sigloxx han tenido la capacidad de Dewey para moverse de un lado a otro, y exponerse a mltiples infl uencias10. Quizs no era una zorra, ni una zorra que quera ser erizo (no se per-cibe en l, la tensin o contradiccin de un loco genial como Tols-toi). Pero s trataba de adaptarse permanentemente a los cambios, y a las situaciones.

    Lo cierto es que Dewey mismo nunca se consider ni erizo ni zo-rra, sino otro animal que tambin fi gura en el catlogo de Gesner:

    Hasta cierto punto, envidio a todos aquellos que pueden escribir su biografa intelectual siguiendo un patrn nico, urdido con unos po-cos hilos discernibles de intereses e infl uencias. Por el contrario, re-sulto inestable, como el camalen; cedo a las infl uencias ms diversas y contradictorias, tratando de asimilar algo de cada una y de llevarlas adelante de un modo que sea lgicamente compatible con las que he recibido antes. En general los factores que han infl uido sobre m pro-vienen de personas y situaciones ms que de libros, lo cual no quiere decir que no haya aprendido muchsimo en mis lecturas fi losfi cas. Pe-ro lo que he aprendido de ellas tiene un carcter ms tcnico en com-paracin con todo lo que he tenido que pensar a causa de las experien-cias en las que me he visto envuelto. Por esa razn no puedo decir con candor que envidie del todo, o ms all de lo debido, a todos esos a los que me he referido. Prefi ero creer, aunque sea slo como reaccin defensiva que los obstculos con los que tropec en mi camino estn compensados por el hecho de que mi pensamiento no fue inmune a la experiencia, una experiencia que ni siquiera un fi lsofo debera con-siderar como germen de una enfermedad contra la cual fuera necesa-rio crear defensas [Dewey (1949), pp. 22-23, modifi co la traduccin].

    Si lo entiendo bien, hasta cierto punto, Dewey pretenda escapar del choque entre los erizos y las zorras, algo sobre lo que Rorty qui-zs no llam sufi cientemente la atencin. Y sin embargo, tampoco me queda claro que un camalen sirva para simbolizar ni la perso-nalidad ni la obra de Dewey (no volver ni a Gesner ni a Erasmo).

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    Creo que el propio Dewey lo saba. De hecho, el camalen puede representar algunos vicios que Dewey detestaba, y no slo virtudes (como ahora veremos).

    Sea como sea, incluso si logrramos clasifi car a Dewey, nos que-dara pendiente decidir si James fue realmente la zorra del pragma-tismo, y si se puede hacer justicia a su extraordinaria personalidad centrfuga imaginando la vida de una zorra, o si, por el contrario, deberamos buscar en el libro de Gesner, o en otros bestiarios, has-ta dar con otro animal. Solo dir que no se hace justicia a la visin de James, cuando slo se subrayan sus idas y venidas, sus oscilacio-nes, sus mltiples transformaciones, y sus cambios de personalidad y de ideas. Quizs hay formas de tener una visin general, y al mis-mo tiempo, fomentar la pluralidad. James, creo, lo intent. Y aun-que admiraba profundamente a Tolstoi, tampoco creo que fuera una zorra que se crea erizo. Pero explicarlo me llevara demasiado lejos, y Santayana sigue esperando.

    Animales raros

    Ignoro el tipo de animal que Dewey le record a Santayana. Sos-pecho que uno demasiado americano, muy gregario, y un tanto manso [Del Castillo (2011a)]. Pero s s qu animal le vino a Dewey a la cabeza cuando Santayana le acab sacando de sus casillas.

    A decir verdad, el Sr. Santayana se toma la vida de la mejor forma, pero normalmente, interpreta a los fi lsofos, a los telogos y a los cientfi cos de la peor forma. Las perspectivas que resultan peligrosamente similares a la suya son enrgicamente criticadas, sobre todo cuando provienen de mbitos sospechosos para l. El lector, menos predispuesto a hacer dis-tinciones tan sutiles como las que hace l, acaba acusndole de falta de coherencia y de visin unifi cada. Su estilo clsico, acadmico, cuasi-matemtico en sus formas externas agudiza esa impresin; inapela-ble y a la vez complaciente, propio casi de un camalen por su evasiva adaptacin al asunto que est en cuestin. Todo fl uye en l, pero nada

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    Simposio sobre Santayana y el pragmatismo

    se proyecta. Es vibrante, pero no resonante. Su secreto es, sospecho, una inteligencia de fcil simpata unida a una simpata que no siempre acaba siendo inteligente. El mtodo de Santayana a veces me recuerda lo que en cierta ocasin Manzini dijo de la actitud de Carlyle hacia la reforma social: era un profundo creyente en ella, dado que ningn reformador se tomaba la menor molestia en llevarla a efecto. El Sr. Santayana es enor-memente sensible a los diversos aspectos de la experiencia, excepto si al-gn otro fi lsofo los ha formulado [Dewey (1907-1909), pp. 230-231]11.

    Ciertamente, Santayana siempre mantuvo distancias con sus cr-ticos y evit confrontaciones abiertas y directas. Pero muchas veces, como dice Dewey, se camufl y hasta salpic venenos (no mortales, pero desde luego irritantes). El mimetismo tiene su lado bueno, pe-ro en el caso de Santayana su capacidad de adaptacin siempre des-pert sospechas.

    A otros, sin embargo, fue su solidez, casi ptrea, lo que ms les impresion. James le consideraba un dbil y afeminado, pero Santa-yana demostr que gozaba de una fortaleza a prueba de bombas, y que el verdaderamente dbil en muchos sentidos era James. El pro-blema es que su tipo de solidez no cuadra con parbolas de erizos. Por mucho que algunos de sus favoritos estn en listas de erizos (Pla-tn, Lucrecio) su resistencia parece evocar otro tipo de coraza, ms bestial. No es extrao, entonces, que James recurriera a la fi gura del rinoceronte, que manej Royce para describir la contumacia de su mejor discpulo12. El problema, creo, es que el rinoceronte represen-ta bien la soledad, pero se defi ende con el embiste, y no con el em-buste. Su acometida es brutal, de un solo cuerno, pero resulta un tan-to pesada, y hasta demasiado sincera13.

    Bien es cierto que el rinoceronte pas por un animal extrao, siendo de lo ms comn, y hasta pudo ser confundido con un uni-cornio, ser mitolgico que, como Daniel Moreno me ha recordado, s que podra cuadrar con el exquisito gusto de Santayana. En Soli-loquios, desde luego, los comentarios sobre el escudo britnico nos brindan numerosos elementos para especular. La verdad es que, an-

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    te la brillantez con la que Santayana elucubra sobre el len y el uni-cornio, las exgesis de erizos y zorras resultan un tanto pedestres. El len es un animal real, el unicornio una quimera [Santayana (2009) p. 52], e Inglaterra parece sostenerse en las dos cosas, en el realismo, pero tambin en las ilusiones. El len representa ms exactamente la realeza domesticada, encerrada en la jaula de una Constitucin y vi-gilada por los guardianes del Parlamento. El terrible len, en efecto

    se somete a todas las leyes que hacen para l, gruendo slo cuando an-da escaso de carne cruda. Los miembros ms jvenes de la nobleza y de la alta burguesa pueden montarse a sus espaldas y l deja atentamente colgar su rabo fuera de los barrotes para que puedan retorcerlo los in-signifi cantes americanos y los insignifi cantes irlandeses y los insignifi -cantes bolcheviques cuando vienen a mofarse de l. Aunque, cuando el anciano colega sale a pasear, cmo huyen todos los polluelos caseros y extranjeros! Saben que puede saltar, su fuerza cuando se levanta es com-pletamente sorprendente e inexplicable, nunca parece preocupado por los golpes y su coraje es terrible. El ganado, viendo que la huida no es segura, se rene en manada cuando aparece en el horizonte y trata de parecer ajeno; las hienas se ponen a gruir a distancia; las guilas y las serpientes aseguran despus que estaban dormidas. Incluso los insectos que zumban en sus odos, y los mismos parsitos de su piel, lo tienen por el rey de los animales.

    Pero por qu habra de ser el unicornio el otro sostn del escudo de armas britnico? Cules son las implicaciones msticas de tener un slo cuerno? No puede ser el monstruo del que se habla en las Escri-turas, del que sera blasfemo investigar la razn de su existencia, si era el rinoceronte de la fi losofa natural o el descuido de alguna inspirada pluma. Ese unicornio es una criatura de la fantasa medieval, un caba-llo rampante plateado, slo que con algo raro en su cabeza, como si un mazo de croquet se le hubiera clavado all, o como si llevara un gorro de bufn muy alto y delgado. Estara muy trado por los pelos ver en ese ornamento una alusin a maridos engaados, como si en Inglaterra la referida ofensa no mereciera nunca dos cuernos o como si el divorcio

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    Simposio sobre Santayana y el pragmatismo

    y los escndalos hubieran eliminado pronto uno de ellos. Ms plausi-ble es la consideracin de que, as como el len representa obviamente el carcter britnico, el unicornio representa de un modo ms sutil el intelecto britnico [Santayana (2009) p. 51]14.

    S, pero la cuestin sera por qu el len debera preocuparse de los sueos del unicornio, ms que por los del ruiseor o los de la araa? [Santayana (2009) p. 52]. Acaso Inglaterra no ha sabido desentenderse con rudeza de sueos y fantasas, y hacer valer su valor leonino? Quizs, pero para Santayana, Inglaterra tambin ha sido siempre, ms que ningn otro pas, la tierra de la poesa y del hombre interior, una nacin que siempre se aferra a sus sagrados engaos, que ha sabido respetar lo no existente, y cuya cultura (fi losofa, re-ligin, leyes y vida domstica) no puede vivir sin fi ngir. De ah, dice Santayana, la naturalidad de su quimera:

    Un poni blanco como la leche, elegantemente rabe, con crines como espuma del mar y una cola como un pequeo cometa plateado, sensi-bles narices, encendidos ojos de reconocimiento, un corcel tal como Fe-bo bien podra abrevar en aquellas fuentes que hay en los clices de las fl ores, smbolo a la vez de impetuosidad y de obediencia, imagen he-rldica de la delicadeza de Ariel y de la pureza de Galahad [Santayana (2009) p. 53].

    Que Santayana se sintiera bien en Inglaterra, dice mucho. Prefe-ra, sin duda, un pas representado por dos animales, uno real, otro fi cticio, que un pas representado por uno slo, como el guila del escudo americano15. El gusto por lo impar, por lo singular, no sig-nifi ca, en el caso britnico, un deseo de reunin en pos de algo ms grande. El carcter ingls gusta de lo bizarro, pero no necesita com-prenderlo. El carcter americano, en cambio, trata de reunir lo ml-tiple (E Pluribus Unum, reza el emblema que sostiene el guila), y promueve su integracin. El ingls se re abiertamente de lo diferen-te, pero deja vivir. El americano se lo toma en serio, y trata de centri-

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    fugarlo en el melting pot. Los fi lsofos pragmatistas, probablemente, se avergonzaron muchas veces de la carne que asomaba en el pico de su guila, pero tenan algn animal alternativo? Qu animal ha-bra representado la Amrica de James? Un caballo mesteo? Y la de Dewey? Un oso escolarizado?

    Sea como sea, algunas cualidades del unicornio pueden asociarse con Santayana, que no era ingls, pero al menos se sinti bien en In-glaterra: Tener dos cuernos a veces no es tan til, pues los animales de dos cuernos acaban embistiendo de lado, de modo oblicuo y biz-co16. El unicornio, en cambio tiene un solo cuerno recto que puede atravesar al enemigo como una lanza. De algn modo, esa es la clave. Un cuerno representa la capacidad para apuntar directamente a al-go, para revelar un tema con agudeza, o para desinfl arlo17. Ni trucos ni pas: un cuerno.

    Acabaremos, de hecho, hablando de algo parecido a un cuerno. Una caracola.

    Waterland

    Santayana, desde luego, debi inspirar comparaciones exticas, suscitadas probablemente por su esteticismo. Muchas de ellas de-bieron ser corteses, y algunas debieron tener que ver con su sexua-lidad (desconozco si alguien le compar con una mariposa). Segu-ro que algunos de sus coetneos fueron un poco groseros y crueles. Con todo, ponerse a la altura de las mariposas puede resultar exqui-sito y apasionante (que se lo digan a Nabokov), si las comparamos con otros bichos que saltan desde el suelo hasta los mamferos. Por ejemplo, incluso despus de dejar claro que Santayana no era ningn esteta diletante, Lionell Trilling evocaba su visin del mundo como un anfi trin, y la de s mismo como un husped, y subrayaba el do-ble sentido de la palabra husped (guest): invitado, pero tambin pa-rasito [Trilling (2010), p. 79]. Pero qu clase de parsito?

    Se ha insistido poco en la cantidad de veces que James y Santa-yana se retrataron, el uno al otro, usando imgenes de animales. Pe-

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    Simposio sobre Santayana y el pragmatismo

    ro creo que nos dan una pista interesante. En varios de sus retratos Santayana califi c a James como un pjaro de vuelo truncado, y Ja-mes, por su parte, pint a Santayana como un pez de elegante na-dar un pez de sangre fra el ms extrao espectador de la vida como si no tuviera ningn inters por nada [Del Castillo (2011b), p. 309]. Probablemente, invirtiendo los ejemplos, James podra ha-ber califi cado a Santayana de pavo real y Santayana poda retratar a James como un pez jadeante fuera del agua (justamente, como Henry James describi a Emerson).18

    Creo que James saba lo que deca, y que Santayana estara feliz de que le asociaran con el agua. Habra redo con la comparacin de James, pues al menos le colocaba ms cerca de un medio que le fascinaba. No era, adems, comparado con el pez narkn, el del Me-nn, demasiado dialctico y socrtico, sino con un pez suntuoso y escurridizo. Lo cierto es que James tena una mente ms terrena, y ms romntica, poblada por praderas de hierba, pero tambin por escarpadas montaas19. Santayana, en cambio, gozaba con la inhu-manidad de los ocanos y se senta a gusto en el agua salada.

    ramos una familia de mar; nuestro mundo era el de los funciona-rios coloniales y los grandes comerciantes: desde el principio aprend a pensar en la tierra como un globo con su superfi cie principalmen-te de agua salada, un yermo estril traicionero y difcil de trabajar pa-ra la humanidad, pero tentador, hermoso, y plagado de animales pri-mitivos imposibles de domesticar o humanizar, pero a veces buenos para comerlos abr los ojos al mundo con la conviccin de que era inhumano: no destinado para el hombre pero habitable para l, y po-sible de explotar, con prudencia, de innumerables maneras Haba una particularidad comn a todas esas satisfacciones posibles: apor-taban algo perfecto, consumado, fi nal. El mar, despus de no impor-taba qu tormentas, volva a su equilibrio y placidez la inmensidad y la violencia de la naturaleza, desafi ando y a veces diezmando a la humanidad, no tienen ningn modo de deshumanizarla [Santayana (2002), pp. 567-568].

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    Si mantuviramos las reservas de Dewey, diramos que Santaya-na ech tinta tras de s, como los calamares, y se mimetiz con los fondos de la fi losofa. Pero resulta demasiado sencillo. Y por fi n, tocamos con el punto principal. Hasta ahora, he asociado el mun-do de los pragmatistas con animales de este mundo. Pero Santaya-na fue un dualista, recurdese. Y los conductos por los que respira-ba le unan al mundo clsico. Podramos pintarle, de hecho, como un animal anfi bio, pero nos quedaramos cortos.

    Quienes conocen bien a Santayana, no tienen dudas y siempre nos arrojan a un mar mitolgico, y no slo a uno biolgico, algo que parece confi rmar la enorme distancia entre el naturalismo de los pragmatistas y el naturalismo de Santayana. Por qu los fi lso-fos deberan compararse con animales?

    Como se sabe, Santayana decidi usar el mtico Tritn, mi-tad pez, mitad hombre, como smbolo de la edicin que Scribner public de sus obras desde 1936. Lo que le sugiri esa idea se-gn cont es que las ventanas de su habitacin del hotel Bris-tol, en Roma, daban a la fuente del Tritn de Bernini. Probable-mente, saba que Urbano VIII tuvo presente el pasaje dedicado al Tritn en el libro primero de Las metamorfosis de Ovidio cuan-do le encarg la fuente a Bernini, pero l prefi ri asociarlo a dos versos del soneto de Wordsworth, Th e World Is Too Much with Us (1807): a pagan suckled in a creed outworn (un pagano criado en una fe gastada) y Hear old Triton blow his wreathd horn (Os al viejo Tritn soplar su cuerno engalanado) [Santayana (2003), p. 351].

    En clave de Wordsworth, quizs todo resultaba un poco ms nostlgico. Pero no nos engaemos. Santayana era un maestro de la irona, y saba que el Tritn era hijo de Poseidn, y escoltaba a gran-des dioses, y posea cierta sabidura, y hasta tena el don de adivinar. Tambin saba que el Tritn era astuto y saba engaar, y saba bra-mar con su caracola hasta asustar a seres ms poderosos y gigantes (La leyenda de los Tritones, por cierto pas a travs de Plinio has-ta Gesner, y resulta curioso encontrarlos, junto a las hidras, en la

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    Simposio sobre Santayana y el pragmatismo

    Historium Animalium. Gesner era, de hecho, totalmente escptico acerca de su existencia, pero tampoco tena pruebas para refutarla).

    Que los especialistas en Santayana se resistan a incluirlo en un corral fi losfi co es comprensible20. Durante su estancia en Estados Unidos siempre tuvo en la mente su evasin de la granja americana. Nadie se deba haber llamado a engao. Y tampoco parece fcil in-troducirlo dentro de fbulas fi losfi cas, ni en parbolas morales, ni en juegos dialcticos. Es natural, pues, que su dualismo quedara fi -nalmente mejor expresado por un ser mtico que por una herldica britnica que an se prestaba a cierta dialctica.

    No tengo claro que todas las peculiaridades fi losfi cas de San-tayana se puedan representar con un ser mtico, mitad pez y mitad hombre. Me da la impresin de que una cosa es lo que Santayana pretendi, y otra muy distinta lo que logr. Est claro que se senta entre dos mundos, y prefera aceptar las fantasas como lo que son, sin ms. Dicen que la leyenda de las sirenas y los tritones pudo estar inspirada por el avistamiento de focas. A Santayana le habra dado igual semejante base en los hechos, y hasta le habra hecho gracia comparar a un ser mtico con un animal que acabara siendo atrac-cin de circo. Las focas, por lo dems, son mamferos, y l era co-mo bien dijo James un ser de sangre fra o, al menos, una de sus mitades, de cintura para abajo.

    Insisto: no s qu cualidades de Santayana, aparte de su insis-tente dualismo, quedan mejor retratadas con el Tritn de la anti-gedad. Como todos los bestiarios, este slo debe tomarse como un punto de partida. Quizs otros puedan aclararlo. Creo, eso s, que a James y a Dewey, el aspecto de tritn les habra parecido un atuendo ms propio de un baile de disfraces que de una gran em-presa moral. Los profetas americanos eran as. Y Santayana era, co-mo era. Nadie es perfecto.

    Dpt. de Filosofa, Humanidades, unedPaseo Senda del Rey 7, Madrid, 20040E-mail: [email protected]

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    Notas

    1 Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigacin: Esfera pblica, confl icto de valores y experiencia social: una perspectiva pragmatis-ta (ffi2008-03310/fiso), fi nanciado por el Ministerio de Ciencia e Innovacin. Agradezco a Daniel Moreno las sugerencias que me brind cuando empec a pen-sar en este trabajo, as como sus posteriores comentarios y correcciones. Y a ngel Faerna sus mejoras y oportunas referencias.

    2 En abstracto, el erizo encarna virtudes como la tenacidad y la zorra, en cam-bio, la habilidad para improvisar o la capacidad de apartarse del camino trillado. Pe-ro en concreto, todo es ms complicado. Como deca Vargas Llosa, en su presenta-cin del libro de I. Berlin, quien cree haber encontrado una explicacin ltima del mundo termina por acuartelarse en ella y negarse a saber nada de las otras. Quien es incapaz de concebir una explicacin de este gnero, termina, tarde o temprano, por poner en duda que ella pueda existir. Gracias a los erizos se han llevado a cabo extraordinarias hazaas descubrimientos, conquistas, revoluciones pues para este gnero de empresas se requiere casi inevitablemente ese celo y herosmo que suele inspirar a sus adeptos la visin centrpeta y fi nalista, como la de los cristianos y los marxistas. Gracias a las zorras ha mejorado la calidad de vida, pues las no-ciones de tolerancia, respeto mutuo, permisibilidad y libertad, son ms fciles de aceptar y en muchos casos, ms necesarias para poder vivir en aquellos que, incapaces de percibir un orden nico, y singular en la vida, admiten tcitamente que hay varios y dismiles. Vargas Llosa sugiere que hay campos donde prevalecen erizos, y campos donde prevalecen zorras. La poltica, por ejemplo, es campo de erizos. En artes y literatura, en cambio, las zorras son ms numerosas. En ciencia, son minora. [Vargas Llosa (1998), pp. 18-19]. Y dnde colocara a los fi lsofos?

    3 rase una vez el zorro y el erizo. Las humanidades y la ciencia. El ttulo espaol elimina la gracia del original, que introduce un personaje mediador, the Magisters Pox. Gould, por su parte, toma una posicin diferente en su libro: no asocia los eri-zos con las ciencias, ni las zorras con las humanidades. Ms bien cree que ninguna de las dos actitudes puede bastar, ni debera prevalecer, en ninguno de los dos ban-dos [Gould (2004) pp. 3, 6-7]. Sus observaciones creo que son muy interesantes, pero pierden fuerza cuando acaba recurriendo al lema estadounidense e pluribus unum para defender una cultura comn donde el amor al conocimiento sea el gran fi n de los erizos, y donde exista una diversidad de estrategias mayor que la que pro-mueven las zorras [Gould (2004) p. 313]. Gould, creo, es un erizo, aunque a veces tenga la creatividad de una zorra. Recurdese que uno de sus libros se llamaba, An Urich in the Store (urich signifi ca erizo en ingls britnico).

    4 No confundir este erizo herbvoro con el puercoespn que Gesner tam-bin incluy y que es roedor.

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    5 Excepto en el dilogo de la zorra con un gran felino que se re de ella por-que su piel no est tan bellamente decorada como la suya a lo que la zorra con-testa que es mejor estar decorada en la mente que en la piel (Erasmo, citado por Gould [Gould (2004) p. 9]).

    6 La parbola ms asombrosa que se ha escrito sobre un fi lsofo que fue de-masiado zorro (Heidegger) la escribi Hanna Arendt, pero comentarla aqu, me llevara demasiado lejos [Arendt (2005), pp. 435-436].

    7 Doy por supuestas algunas cosas: Qu clase de animales son los fi lso-fos desde fi nales del xix? Qu clase de animales son los fi lsofos de Estados Unidos? Hay especies nicas del Nuevo Mundo? Otras: Qu espacio habi-tan? Espacios abiertos? Zoolgicos? Reservas? Zonas urbanas? o Habita-ciones humanas? Son los fi lsofos animales salvajes o domesticados? O ani-males de compaa? Y los pragmatistas qu clase de bichos son? Nmadas o territoriales?

    8 Rorty siempre apreci la soledad, y los zorros, a diferencia de otros cni-dos, no son animales de manada, sino solitarios. Sin embargo, siempre se consi-der a s mismo como un fi lsofo con pas: soy un erizo que, a pesar del aluvin de alusiones y lotes de nombres que vuelco sobre mi lector, en realidad slo tie-ne una idea: la necesidad de ir ms all del representacionalismo, en pos de un mundo intelectual en el que los seres humanos slo son responsables los unos de los otros [Rorty (2004), p. 4]. (Agradezco a Robert Westbrook que me lla-mara la atencin sobre este pasaje). Supongo que Rorty tambin se sinti erizo por la forma en la que se defenda cuando le atacaban. En cualquier caso, como saba de pjaros ms que de ningn otro animal (y hasta ms que de orqudeas) supongo que se reira de todos nosotros, y secretamente, se identifi cara con al-gn pjaro verdaderamente singular.

    Bernstein, por su parte, prefi ri representarse como una zorra, y durante un tiempo hasta trat de incluir a Rorty entre las fi las de las zorras: Como Gad-amer, Habermas, Rorty y Arednt quiero llamar la atencin sobre el peligro de ese tipo de crtica totalizadora seductora para el pensamiento segn la cual las fuerzas en accin en la sociedad contempornea son tan poderosas e intrinca-das que no hay posibilidad de alcanzar una vida comunal basada en algn tipo de comunicacin, dilogo, juicio comn, o persuasin racional que no estn vi-ciados. Lo que necesitamos desesperadamente es aprender a pensar y a actuar ms como una zorra que como un erizo sacar provecho de esas experiencias y luchas en las que todava alumbran destellos de solidaridad y la promesa de co-munidades dialgicas con participacin mutua, y donde la cortesa recproca y la persuasin pueden prevalecer [Bernstein (1983), p. 228. (Debo esta referen-cia a Carlos Th iebaut. Desgraciadamente, la imagen de la zorra tambin puede servir para caracterizar al pensamiento totalizador (vase ms arriba nota 6)].

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    9 Pero entonces Dnde quedaba Peirce? Lo dejo para otra ocasin. Creo que ni el carcter multifactico de las zorras ni la fi rmeza de los erizos son sufi cientes para explicar la variedad de temas que toc y, al mismo tiempo, la visin general, pero enormemente barroca que persigui toda su vida.

    10 Ver mi Travelling Minds: Dewey and Russell in China (en prensa).11 Es su resea de La vida de la razn.12 Supe por primera vez de la carta de James en la que ste explicaba por qu

    Santayana dej su ctedra, en la introduccin de Manuel Garrido a Interpretacio-nes de poesa y religin, donde tambin alude al eplogo de Personas y lugares (p. 543 [Santayana (2002), p. 573]) donde Santayana dice que el verdadero inters de un hombre no es poseer tales cosas [casa, familia, trabajo], sino vagar solitaria-mente como el rinoceronte [Garrido, (1993), p. 14, nota].

    13 Por cierto, Royce mencion el rinoceronte teniendo en cuenta recetas bu-distas, vase su Th e Religious Aspect of Philosophy, donde dice que aunque el bu-dismo se asocia con la auto-negacin, y la severa auto-extincin, tambin, gracias a un extrao giro de dialctica moral, da cabida a un individualismo tenaz y he-roico. Entonces cita los versos del Sutta Nipata donde, una y otra vez, se entona: dejadle pasear slo como el rinoceronte.

    14 Vase tambin: Si, por alguna razn, nosotros sospechamos que la cria-tura potica es de sagacidad ligera, al austero len de enfrente le parece, sin em-bargo, un compaero sensible y animado, como al Rey Lear le pareca su exqui-sito Bufn. Un Pegaso tal no puede ser un caballo normal; l fue engendrado en una nube y alguna inexorable deidad irnica le clav en su nacimiento un mazo de croquet en su mollera y le coloc una delgada corona, muy parecida al gorro de un bufn, entre sus asustadas orejas [Santayana (2009), p. 53].

    15 Con todo, no nos engaemos: Santayana no se mezcl con los ingleses y mantuvo una reservada distancia: me senta perfectamente feliz en el clima ingls y con la forma de vida inglesa. Suponan un alivio contra Amrica en delicadeza y dignidad, y frente al continente en comodidad e intimidad. Sin embargo, una fuerza contraria y algo misteriosa me impeda [asentarme all] el conocimiento de gente variada y distinguida, que Londres me hubiera propiciado, no me tenta-ba en lo ms mnimo. El ambiente intelectual de mi poca me ofenda intelectual-mente. Era una Babel de falsos principios y caprichos ciegos, un zoolgico mental, y yo no tena deseo alguno de ser uno de los animales. Quera seguir siendo visitan-te, observar el interior de las jaulas, y eso poda hacerse mejor leyendo libros que frecuentando la compaa de sus autores [Santayana (2002) p. 315, cursiva ma].

    16 En consecuencia, el toro no sale bien parado: las armas curvas y dobles son intiles y absurdas. Slo se puede usar con efectividad un cuerno, aunque se tengan dos, pero de un modo oblicuo y bizco; de lo contrario la vctima se insta-la sencillamente en el medio, donde ni el ojo pueda verla ni el cuerno sondearla

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    [Santayana (2009), p. 52]. Como . Faerna me sugiere, dado que el toro bravo es smbolo espaol, no parece que Santayana pudiera asociar su espaolidad con semejante bvido. Quizs vea en el toro espaol una degeneracin de un ser de un solo ojo, el Minotaturo, pero lo desconozco. Vase lo que, en otro contexto, dice Santayana sobre el toro de lidia en El egotismo en la fi losofa alemana [Santayana (1942), p. 160]. (Debo esta referencia a Germn Cano, [Cano (2008), p. 126-127]).

    17 Igual que caminar con dos pies, que es simple tambaleo y, como deca Schopenhauer, una cada perpetuamente detenida. Es un compromiso inestable entre ir a cuatro patas, si uno quiere estar seguro, y apoyarse en una sola pierna, como el exquisito fl amenco, si uno aspira a ser elegante y espiritualmente sensible. En realidad, no hay en la naturaleza ningn bpedo excepto el ridculo hombre, como si el unicornio con sus cabriolas hubiera acertado al estar siempre rampan-te; las criaturas con pluma son bpedas slo en ciertas ocasiones y en sus peores momentos; son esencialmente seres alados, sus patas les sirven slo para sostener-se cuando descansan, como el apoyo de la motocicleta que soltamos cuando se de-tiene [Santayana (2009), p. 52].

    18 Aunque incisivo, James era de respiracin corta argumentando [Santaya-na (2002), p. 265]. Analic con ms detalle este fuego cruzado de caricaturas en Del Castillo (2004), y en (2007), p. 125. Vase tambin Del Castillo 2011b, pa-ra la diferencia entre actuar como un americano accidental y sentirse un america-no accidentado.

    19 Aunque habl de la permanente huella de la serpiente humana en la rea-lidad, no creo que se identifi cara con reptiles (por mucho que cambien de piel). Quizs James habra preferido ser comparado simplemente con un perro. Recur-dese la cantidad de veces que James recurri a la mirada extraada de un perro den-tro de una biblioteca humana para explicar la sensacin del hombre en el cosmos.

    20 El problema que le vea Santayana a muchos fi lsofos nos sugiere ngel Faerna es que muchos de ellos jams han visto animales de verdad: Los fi l-sofos, que necesariamente tienen que usar el lenguaje, son como naturalistas que slo pudieran estudiar zoologa en un corral: la selva los desconcertara [Santa-yana (2011), cap. xxi]. No s si Santayana realmente puso los pies en alguna selva. Yo dira que no. William James s, la de Brasil, en la expedicin de Agassiz, y di-buj animales y a nativos. Por mucho que elogie la visin directa de la selva, creo que l prefera las vistas desde una cubierta, o desde el porche de una residencia colonial. En A General Confession deca: mi imaginacin vivi desde la ni-ez ocupada por grandes espacios ocenicos, islas de cocoteros, ingenuos mala-yos, y enormes continentes en los que pululaban esos chinos a la vez corteses e in-dustriosos, fi losfi cos y obscenos Mis viajes me han llevado, no rara vez, ms all de las fronteras del mundo cristiano principalmente de uno al otro lado del At-lntico Septentrional. As hice treinta y ocho ajetreadas travesas. Pero en mi inte-

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    rior no he dejado nunca de ver esas cosas sobre un fondo irnico, enormemente vaco, desperdigado en pedazos como la Polinesia, en nidos de humanida-des multicolor e ingenua [Santayana (1940), p.4]. (Vanse ms comentarios en del Castillo 2010b).

    La visin colonial, por ende, implica un naturalismo, entendido como viaje, exotismo, libros, leyendas, mitos, catlogos, y colecciones, algo muy distinto al na-turalismo de expedicin que vivi William James.

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