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RESEÑAS 321 perspectiva del atleta como sujeto soriante y de la materia deportiva como objeto del suerio, con numerosas alusiones a Artemidoro de Daldis. Finalmente, dos pruebas tangibles y concretas de la actitud del vencedor con ocasión del triunfo deportivo nos las presentan L. Moretti (pp. 219-220) y J. Ebert (pp. 221-226), mediante la descripción del disco de bronce que el discóbolo Exoidas dedicó a Zeus, y el halté'r de piedra que el pentatleta Acmi- tida de Esparta dedicó a los Dioscuros, ambos con sendas inscripciones. La elección de cada uno de los trabajos presentados y la aportación de A. P. Bernardini ponen de manifiesto la complejidad del mundo del deporte en Grecia, y sirven para darnos una amplia información de su evolución. M. a CARMEN BARRIGÓN James J. Murphy. Sinopsis histórica de la retórica clásica. Madrid 1989. (vers. española de A. R. Bocanegra del inglés: Synoptic History of Classical Rhe- toric). Ed. Gredos. Este libro, como se dice en el prólogo, tiene el propósito de «proporcionar en un solo volumen una visión clara y completa de las teorías retóricas perte- necientes a las viejas culturas de Grecia y Roma». Para ello se ha preferido presentar esta visión seleccionando los autores más representativos: Platón, Aristóteles, Hermágoras de Temnos y Rhetorica ad Herennium, Cicerón, Quintiliano y Agustín. Evidentemente tal selección ocasiona determinadas la- gunas tales como la importancia de Catón el Censor, la trascendencia Séneca el filósofo, la significación del Dialogus de oratoribus, la actitud de la Iglesia antes de Agustin sobre la retórica, etc. De tal limitación es consciente el editor y así adjunta un apéndice complementario titulado: «Guión para un estudio más completo del tema». Esta obra al ser desarrollada por diferentes autores presenta las virtudes y defectos de tal circunstancia: entre las virtudes conviene serialar la riqueza de puntos de vista y entre los defectos las reiteraciones y, a veces, la disparidad de criterios. Conviene destacar que la incorporación de textos seleccionados al final de cada capítulo responde al objetivo de facilitarle al lector el acceso a tales fuentes literarias, aun cuando se echa de menos la correlación de con- ceptos expuestos con dichos textos. Entrando ya en la valoración de la obra debemos señalar que no siempre se puede estar de acuerdo con las interpretaciones dadas por los diversos colaboradores. En relación con el capítulo dedicado a Cicerón no es posible suscribir la opinión del autor cuando dice que «Ia retórica en manos de Cicerón fue un fin en sí misma». Simplemente con leer el De oratore o èl Orator se advierte todo lo contrario: la retórica es un instrumento más y no el más importante en la formación del orador ideal. Precisamente en el De oratore se expone la histo-

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retorica y estilistica, lenguaje

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  • RESEAS 321

    perspectiva del atleta como sujeto soriante y de la materia deportiva comoobjeto del suerio, con numerosas alusiones a Artemidoro de Daldis.

    Finalmente, dos pruebas tangibles y concretas de la actitud del vencedorcon ocasin del triunfo deportivo nos las presentan L. Moretti (pp. 219-220)y J. Ebert (pp. 221-226), mediante la descripcin del disco de bronce que eldiscbolo Exoidas dedic a Zeus, y el halt'r de piedra que el pentatleta Acmi-tida de Esparta dedic a los Dioscuros, ambos con sendas inscripciones.

    La eleccin de cada uno de los trabajos presentados y la aportacin de A.P. Bernardini ponen de manifiesto la complejidad del mundo del deporte enGrecia, y sirven para darnos una amplia informacin de su evolucin.

    M. a CARMEN BARRIGN

    James J. Murphy. Sinopsis histrica de la retrica clsica. Madrid 1989. (vers.espaola de A. R. Bocanegra del ingls: Synoptic History of Classical Rhe-toric). Ed. Gredos.

    Este libro, como se dice en el prlogo, tiene el propsito de proporcionaren un solo volumen una visin clara y completa de las teoras retricas perte-necientes a las viejas culturas de Grecia y Roma. Para ello se ha preferidopresentar esta visin seleccionando los autores ms representativos: Platn,Aristteles, Hermgoras de Temnos y Rhetorica ad Herennium, Cicern,Quintiliano y Agustn. Evidentemente tal seleccin ocasiona determinadas la-gunas tales como la importancia de Catn el Censor, la trascendencia Snecael filsofo, la significacin del Dialogus de oratoribus, la actitud de la Iglesiaantes de Agustin sobre la retrica, etc. De tal limitacin es consciente eleditor y as adjunta un apndice complementario titulado: Guin para unestudio ms completo del tema.

    Esta obra al ser desarrollada por diferentes autores presenta las virtudes ydefectos de tal circunstancia: entre las virtudes conviene serialar la riqueza depuntos de vista y entre los defectos las reiteraciones y, a veces, la disparidadde criterios. Conviene destacar que la incorporacin de textos seleccionadosal final de cada captulo responde al objetivo de facilitarle al lector el accesoa tales fuentes literarias, aun cuando se echa de menos la correlacin de con-ceptos expuestos con dichos textos.

    Entrando ya en la valoracin de la obra debemos sealar que no siemprese puede estar de acuerdo con las interpretaciones dadas por los diversoscolaboradores.

    En relacin con el captulo dedicado a Cicern no es posible suscribir laopinin del autor cuando dice que Ia retrica en manos de Cicern fue un finen s misma. Simplemente con leer el De oratore o l Orator se advierte todolo contrario: la retrica es un instrumento ms y no el ms importante en laformacin del orador ideal. Precisamente en el De oratore se expone la histo-

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    ria sobre los distintos puntos de vista adoptados por escuelas filosficas yretricas sobre la importancia de tal disciplina y, evidentemente, Cicern,representado por Craso, se aproxima a la idea socrtico-platnica bastantedisplicente con relacin a dicho arte. Cicern habla de la elocuencia como finy del uir elquens como objetivo, no ocultando su desprecio hacia las escuelasretricas. No es aceptable, como se observa en este captulo, atribuirle a Cice-rn los criterios retricos de Quintiliano, puesto que entre ambos media unagran diferencia de criterios: Quintiliano era un rtor y basaba en la enserianzade la retrica la formacin del orador. Cicern, por el contrario, criticaba alos rtores y despreciaba a la retrica como arte autosuficiente. De ah queafirmara en el Orat. 12 que si algo era como orador se lo deba a la Academiay no a las escuelas retricas. Concretamente en Brutus describe su formacincomo orador sin mostrar reconocimiento alguno a las escuelas retricas, mien-tras destaca su deuda con determinados filsofos, como era el caso de Diodo-to: en este sentido, cuando el autor habla de Dionisio el estoico como maestrode Cicern, creemos que se trata de un lapsus calami. Recordemos, por otrolado, cmo Cicern deja que Craso, su portavoz en el De oratore, les llame atales escuelas retricas ludus .impudentiae.

    Dentro de este mismo captulo conviene serialar que el neologismo deriva-do del trmino griego stasis, esttico, al hablar de la doctrina esttica, noresulta muy grato al odo castellano y difcilmente comprensible para el queno sea especialista en la materia: evidentemente de tal cultismo y neologismo,a la vez, deber responder el traductor. Se trata, en definitiva, de la doctrinade los status quaestionis.

    Dentro del captulo dedicado a Quintiliano me atrevera a hacer, una vezms, algunas observaciones. En primer lugar, la declamatio en Cicern era laactividad propia del declamator, a quien ste le Ilamaba clamator y lo asociabaal rhabula: tena, por tanto, una connotacin negativa. Cicern reconoca elvalor propedutico de las exercitationes al lado no de un declamator o rhetorsino de un filsofo. Por tanto, cuando l comenta haber realizado puertasadentro declamaciones, esto no quiere decir que tal actividad constituyerauna preparacin oratoria, sino simplemente un ludus o entretenimiento inte-lectual. Por el contrario, la declamatio para el rhetor era su oficio docente ytal oficio era criticado por Cicern por carecer del rigor filosfico necesario.

    En segundo lugar, no se puede afirmar con total rotundidad, que Tcitofuera discpulo de Quintiliano. En Tcito no hay mencin al respecto, comoocurre, en cambio, con Plinio el Joven, amigo, por otra parte, de Tcito. Loque s parece seguro es que Tcito conoca la doctrina retrica de Quintiliano:una serie de aspectos, como la rectificacin que Tcito hace de la interpreta-cin tergiversada de Quintiliano sobre el pasaje Orat. 12 (fateor me oratorem...non ex rhetorum officirtis, sed ex Academiae spatiis exstitisse), como se pue-de ver en dial. 32 frente a inst. XII 2,6; como la crtica de poner al nirio enmanos de una nodriza y adems griega (dial. 35), frente a la exigencia de

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    Quintiliano de seleccionar una buena nutrix y procurar que el alumno apren-diera ya de nio el griego (inst. I 1,1 y ss.); como la desestimacin de lasescuelas retricas por vivir ajenas al foro (dial. 35), frente al reconocimientoexplcito de las mismas (inst. II 10,1-2); as como ciertos trminos y expresio-nes comunes abogan en defensa de tal conocimiento, pero no necesariamentede que haya sido discpulo.

    En tercer lugar, tampoco se puede sostener lo que dice el autor de estecap. en p. 221: La rectitud moral por parte del orador es lo que distingue lacontribucin de Quintillano a la retrica clsica. Dicha idea volver a repetir-la en p. 240. Debemos recordar que el concepto de uir bonus es de cuoestoico. Si Catn el Censor fija la definicin del orador a travs de la senten-cia, uir bonus, dicendi peritus, es por su vinculacin a la doctrina estoica,vinculacin que se observa tambin en Ennio y Lucilio. En Cicern veremosel intento de unir esta figura del hombre filosficamente honrado con la delhombre retricamente formado para crear el uir eloquens. La insistencia deQuintiliano sobre la necesidad de que el orador sea un uir bonus es el contra-punto a la importancia que l le va a dar a la retrica y escuelas retricas.

    Lo que se observa en Quintiliano es la recuperacin de las tesis esttico-li-terarias del Arpinate frente a aquellas otras defendidas por Sneca el Filsofo,quien desde el punto de vista estoico haba ejercido la crtica contra la elo-cuencia de Cicern. Ahora bien, tal defensa de la elocuencia ciceroniana lahace traicionando los propios criterios de aqul, pues Quintiliano, en definiti-va, prestaba un reconocimiento a la retrica y al rhetor que Cicern nunca leshubiera prestado. Aqu radica, en esencia, la diferencia de criterios entre elArpinate y Quintiliano: mientras aqul basaba la formacin del orador en lafilosofa para completarla con todas las dems artes liberales, Quintiliano cen-traba la formacin de aqul en las escuelas retricas encargadas no slo deformarlo retricamente sino tambin filosficamente; mientras Cicern habla-ba de un orador ideal desde el punto de vista platnico y, por tanto nuncarealizable, Quintiliano hablaba del modelo de la elocuencia como realidadtangible y alcanzable; mientras Cicern consideraba que las condiciones natu-rales son premisa ineludible para ser un hombre elocuente, Quintiliano seala-ba que el ser humano podra alcanzar dicha elocuencia gracias al arte retrico.

    En relacin con el cap. La 2 a Sofstica y S. Agustn, tal vez conduzca aconfusin el hecho de que el autor trate por igual la produccin retrica griegay latina, sin especificar diferencia alguna, puesto que el pblico al que ibadestinada eia diferente. De igual modo podra llevar a confusin la cita deSneca el Filsofo (epist. 106, 12: quemadmodum omnium rerum, sic littera-rum quoque intemperantia laboramus; non uitae sed sccholae discimus) que elautor atribuye a Sneca el rtor.

    Tal cita es precisamente reveladora de la diferente opinin que sobre laretrica tenan rtores y estoicos: mientras stos tenan como norte de su vidala virtud y todo aquello que no condujese a la misma debera ser desechado,

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    los rtores tenan como fin enseriar la retrica sin compromiso de naturalezafilosfica y, por tanto, sin compromiso de proyeccin tica sobre la vida delfuturo orador. De ah la protesta de Sneca el filsofo contra un tipo deenserianza que no se orienta hacia la tica, esto es, hacia las normas de viday se reduce a juegos de saln, a pasatiempos ldicos, como podran ser lasdeclamaciones.

    Sera deseable incorporar en este captulo las opiniones de Plinio el jovensobre la retrica as como aquellas otras de autores cristianos radicalmenteopuestas a dicho arte.

    Con relacin a la divisin de las obras ciceronianas que figura en el Apn-dice A no creo que debiera considerarse como obra menor el Brutus: general-mente se suele incluir en la triloga de la rethorica maior junto con los otrostratados De oratore y Orator.

    Esta crtica no merma la gran utilidad de este trabajo colectivo, pues, auncuando hayamos considerado necesario expresar nuestras discrepancias, debe-mos reconocer que el valor general de la misma es apreciable, especialmentesi tenemos en cuenta su carcter divulgador: es este sentido son singularmenteprovechosos algunos captulos por su carcter sinttico y claro.

    ANTONIO ALBERTE

    Chronica Hispana saeculi XII, edicin de E. Falque, Juan Gil y A. Maya,Corpus Christianorum, Continuatio mediaevalis, vol. LXXI, Brepols 1990.

    No deja de ser sorprendente que los vol menes DOC, DOCI y LXXII delCC sean obra de fillogos esparioles, aunque su temtica hispnica as lo pi-diera. Este es un gran honor que corresponde a un grupo de profesores de laUniversidad de Sevilla dirigidos por el prof. Juan Gil. As ahora, despus dela edicin de la Historia Compostellana y de la Historia de rebus Hispanie, seeditan un conjunto de Crnicas latinas de la Reconquista (s. XII).

    Se recogen aqu, en efecto, las biografas del Cid (t 1099) y de AlfonsoVII (t 1157), adems del Carmen Campidoctoris y del Prefatio de Almariaque las complementan.

    La annima Historia Roderici se debe al trabajo de E. Falque, que yahaba estrenado armas, filolgicas en este caso, con la Historia Compostellanaen esta misma coleccin. Ambas obras tienen en comn no slo ciertas estruc-turas peculiares, como la biografa de personajes no reales en medio de unabultado conjunto de crnicas de reyes, sino tambin un nivel linkristico lite-rario ms elevado de lo habitual. Para ello tuvo que superar la edicin de estaobra que haba sido realizada por R. Menndez Pidal en 1929 gracias a unarelectura atenta de los manuscritos y la aplicacin de los progresos crticos delos ltimos afios.

    Tambin mejora sensiblemente la edicin que en 1950 habia hecho L. Sn-chez Belda de la Chronica Aldelfonsi imperatoris el meticuloso trabajo de