F O T O G R A F Í A S D E J A V I E R C Á M A R A Y S A N T I A G O S E G U R A

U N A P E L Í C U L A D I R I G I D A P O R F E R N A N D O T R U E B A

DIARIO DE RODAJEde

L A R E I N A D E E S PA Ñ A

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Notas sobre dos tipos generosos, divertidos, enormes

Fernando Trueba

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mejorarla. Su sentido del gag y del ritmo, aprendidos en la escuela americana del Saturday Night Live, son impecables. Pero además tiene un estilo propio. Santiago es probablemente lo contrario de la imagen que mucha gente se ha hecho de él. La gente no sabe que la saga de Torrente es cine de autor, el enorme éxito les impide verlo. Pero los que le conocemos desde años antes y le vimos cocinar el guión de la primera lentamente, gag a gag, escena a escena –a veces pensábamos que nunca lo acabaría...– sabemos hasta qué punto es la obra de un humorista, más profundo que gamberro, con una visión negra oscura del género humano, deprimente hasta la carcajada. Torrente se convirtió en un exorcismo, una terapia nacional, que algunos desde un lado y otros desde el contrario leyeron solo en su primer nivel, sin ir más allá, creando dos equívocos gemelos desde trincheras opuestas. Pero bueno, a estas alturas, ya no vamos a preocuparnos de eso.

Javier es un torrente de alegría y entusiasmo, buen rollo desbordado. Siempre he pensado que aun siendo un actor tremendamente «moderno», pertenece a la estirpe de lo mejor del cine español clásico, la estirpe de los José Luis Ozores, Pepe Isbert, Manolo Morán, López Vázquez... Es enormemente realista, cuidadoso del detalle, manosea cada escena y cada diálogo hasta sacarle toda la verdad y nada más que la verdad. En pocos años se ha convertido en un imprescindible de nuestro cine y cada vez más empieza a serlo también fuera de nuestras fronteras, porque acepta nuevos retos, aventuras, idiomas, personajes, con una apertura mental, una valentía y una energía inimaginables. Después de verle, más de cerca, en Vivir es fácil con los ojos cerrados, de mi hermano

Trabajar con Javier Cámara y Santiago Segura es una de las mejores cosas que pueden sucederle a un director. Si la película es una comedia, con más razón. Ambos son divertidos, eficaces, entusiastas, generosos... No están pendientes de «lo suyo» unicamente sino que, cada uno a su manera, llevan la película en su cabeza.

Rodando La Reina de España, recuerdo un día en particular. Era la última escena del día. Y ninguno de los dos estaba en ella. Es decir, podían estar en el hotel, de compras, en el cine, qué sé yo... Pero los dos estaban allí, detrás de mí, pendientes del rodaje, mirando la pantalla («mi» pantalla) por encima de mi hombro. Los dos sabían que esa era una escena delicada, divertida pero peligrosa. Y allí estaban vigilantes, preocupados... como también lo estaba yo. De vez en cuando, con total discreción, para que yo no me molestara, y para que no fuera público, me hacían comentarios al oído, en voz baja, por separado.... Tal vez a otros directores esto pueda molestarles. A mí, que soy el tipo más egoísta que conozco, en absoluto. Me confirmaba que aquellos dos «estaban por la película», que estaban de mi lado, es decir, del lado de la película, porque ese es el fin supremo, para el que todos trabajamos. Gracias por estar allí, Javier y Santiago.

Santiago es rápido como el rayo, agudo, divertido hasta la crueldad, sobre todo divertido. Cuando ruedo con él nunca digo corten hasta que Santiago ha soltado su última «morcilla», que nos hace estallar en carcajadas a todos. La mayoría son para divertir al equipo, pero alguna que otra acaba quedando en la película, siempre para

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David, me daba cuenta de que quería absolutamente trabajar con él. Le propuse el Pepe de La Reina de España, un personaje a medio hacer, porque ¿cómo se puede escribir sobre un ayudante de dirección? Pero Javier le dotó de la velocidad, el estrés, el nervio que el personaje necesitaba, y se insertó en la troupe de tal manera que nunca tuvimos la sensación de que acabara de incorporarse, sino de que siempre había estado allí.

Javier Cámara y Santiago Segura son dos auténticos leones de la interpretación, de la comedia, del humor, de la vida... Cuando toman al asalto un plató, este se convierte en una fiesta, en un musical.

El teléfono móvil ha sido un milagro y una maldición para el cine. Como para la vida misma del resto de los mortales. Pero en las manos de Santiago y Javier es un juguete mágico que me ha regalado momentos del rodaje de mi última película que de otra manera nunca habría conocido. Les estoy agradecido por este regalo, una muestra más de esa generosidad imparable, de ese sentido lúdico de la vida que ambos comparten y a todos transmiten.

Lo que tienes en tus manos son algunas de las fotos que estos dos actores tomaron con sus móviles durante el rodaje de La Reina de España para divertirse, para fijar en un lugar más fiable que la memoria sus recuerdos. Estas imágenes nos introducen donde ningún fotógrafo puede llegar, en el centro mismo del rodaje, porque son obra de dos de sus protagonistas.

— FERNANDO TRUEBA

D I A R I O D E R O D A J E

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«Todo empezó como una diversión, como la celebración de una aventura que se prometía irrepetible. El viaje a alguna

parte de una película que ya nacía clásica. En el festín estético de La Reina de España, me encontraba tan cerca

del núcleo de ignición que no podía evitar que me saltaran chispas por dentro, mientras intentaba guardar cuantos

momentos y anécdotas me salían al paso. Todo, con el único objetivo de fijar en el recuerdo lo que el tiempo y mi

heredada mala memoria se llevarán inexorablemente».*

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«Instantáneas, un buen nombre también para las fotografías hechas con el teléfono móvil. Captan el instante y las

tienes al instante... para revisar, retocar, aplicar filtros o directamente borrarlas e intentarlo de nuevo».

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«Los actores expertos te recordaban siempre que al llegar a un rodaje te encargaras de tener cerca una silla y un libro (Michael Caine le dedicó un libro al arte de comportarse en un rodaje). Pero nosotros pensamos que en un set también hay mucho donde mirar. Y si tienes libertad por parte del

director, miel sobre hojuelas. Santiago y yo nos quedábamos cerca mientras el director de fotografía, José Luis Alcaine,

y su equipo iluminaban la escena. Y de vez en cuando, él mismo te señalaba los rostros de tus compañeros recortados

a través de sus claroscuros. No había más que esperar».*

———— CÁMARA ————