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Diario de un médico. Tomo I - Inicio - Ateneo de Madrid · «Por la honra y felicidad de este pueblo, ... Terminó el banquete despues de haber apurado las bote llas y consumido

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N.

DIMItO.

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ORRIO

CON LOS HECHOS MAS NOTABLES

OCURRIDOS

DURANTE LA ULTIMA GUERRA CIVIL

EN LS PROVINCIAS

Ut por pl licenciado en medicina y cirujia

», 3YLXI3YXO 4LI O3•

Je¿Lomo rintero.

IADRIfl, 1sg’gImprenta de T. Au*do;

at/e de a Encomienda, ndan. *1.

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Jsta obra es propiedad de su au—tür, quien perseguirá ante las leyes

quien la reimprima sin su permiso.

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DE DIC ATORIA

á Los Pr.fe%ore de Iedicina y Cirujía.

Recibid este DIARIO queridos compañeros, como unaofrenda de reconocimiento los servicios y consuelos queprestais Ii la humanidad enferma.

Vosotros, que dais vista al ciego y oido Ii muchos sordos;que curais las luxaciones y fracturas, restableciendo el usode miembros perdidos; que conteneis las hemorragias, quetanto comprometen la existencia del hombre; que salvais convuestras hábiles y arriesgadas operaciones la vida de innu—

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merables criaturas al tiempo de nacer, no menos que lade sus madres: vosotros en fin que curais la demencia, las pul

monías, las tercianas y tantas otras dolencias de gravedad, que

al hombre de continuo aquejan, siendo en las incurables convuestros consejos el lenitivo mas eficaz para sohre1le’arlas,recibid, pues, este pequeño trabajo de mi sincero afecto, yel que dedico á la noble clase á que tengo el orgullo depertenecer.

M.G.L.

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Al emprender en los primeros años de nuestra prácticaeste DIARIO no tuvimos la pretension de que un cha viese laluz publica; empero las proporciones que a reune, y el deseo de contribuir, segun nuestras cortas luces, al mejoramiento y dignidad de la numerosa y distinguida clase médica, nos impulsa hoy ti la narracion de hechos históricos in—timamente enlazados con circunstancias y sucesos sobrevenidos en el ejercicio de tan difícil prof esion.

Los jóvenes profesores que tan lisonjeros resultados seprometen al ensa ar por primera vez sus covocinhientoscientíficos, hallarán en las pájinas de nuestro rnuuo un

estudio ventajoso, y con las lecciones de la esperíencia, sabrán eludir cuanto en la práctica pudiera serles perjudicial 6desagradable.

Los ancianos recordarán con la lectura de las escenasque describimos, otças idénticas, sirviéndoles quizás de dulcedistraccion la memoria de los primeros años de su práctica.

Como quiera que el ejercicio médico es tan vasto, nuestra descricion abraza cuanto tui sido posible con el fin depresentar ti los profesores los principahes escollos que debenhuir para no separarse jamas de la senda de sus deberes.

Las costumbres, las preocupaciones y la ignorancia, sonlos enemigos contra quienes lucha la profesion, y siendo yaconocidos, será mas fácil encerlos

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Para realzar en cierto modo los hechos históricos masnotables que se narran en el curso de nuestra obra,los hemosdado un jiro novelesco, pues alpaso c;ue impresionan mas sivamente, se hace mas interesante y amena s lectura.

En el drama que describirnos el protagonista esel profesor, lanzado en medio de descrnisn1adras escenas, lueliand

siempre contra los eternos disgustos, propios de su escabrosacuanto noble carrera.

Cumple á nuestro deber antes de concluir rendirtributo de gratitud, á nombre de la clase para quien escri-himos, al ilustrado catedrático de medicina legal 1). PedroMata, que con distinguida erudicion redacta en el periódico LA FACULTAD la biografía de un médico, y al profesor D. N. Rawos, que tambien escribe el Boletin de M. C.y F. algunas escenas médicas interesantes, no menos quelas del Sr. de Luengos en el Regenerador y los Anales decirujia.

Deseosos de secundar tan ‘audables esfuerzos, publicamos nuestra mARIO, cuyo mérito principal tal vez no seaotro, que el noble firs con que le escribimos.

Endulugencia, carísimos lectores, y nuestras tareas se verán reconpensadas, y nuestra ambicion cumplidamente satisfecha.

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CANTLLO PIIPJERO.

1.

ntrduociou,

Lucía un hermoso dia de primavera del año de t83hora feliz en que me hallé admitido y escriturado en el primer partido.

Era una de aquellas mañanas que convidan con su claridad y calma é gozar de una consoladora esperanza, de unestado de tranquilidad dichosa.

Tan esplendente y bello lució para mi aquel ansiado dia,que aseguro, no he gozado jamés otro igual en mi vida.

El céfiro fresco y suave reanimaba el verdor de los ér—beles y plantas: el trino y acompasado gorgeo de las aves,tan numerosas en aquellos montuosos amenos sitios, celebraban con su dulce melodia la hermosa estacion de los placeres y de los amores.

Los ganados apacentaban esparcidos por las laderas delas elevadas sierras que cercan á Hoyo de Pnores, (pee—

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1 O—blo de mí primer partido), y su vista ofrecia un nuevo yagradable panorama á nuestra imaginacion llena de ilusio—

sonreicla por la lisonjera idea de un porvenir delicioso.

El canto de las sencillas aldeanas, y las monótonas voces de lo labriegos al conducir sus ganados A las tierrasque cultivaban, herian dulce y melancólicamente las fibras.de un coraon todavia jóven, en el cual se despertaban losinocentes y gratos recuerdos de la infancia.

Estasiado mi espíritu contemplaba el cuadro encantador de la naturaleza en toda su lozania!

¡Objetos dulces y hechizeros de la naturaleza;. quemociones tan plAcidas ocasionais al que os contempla fib—sóficamente!!!

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II.

El banquete.

Era costumbre antiquísima en aquel pueblo la de celebrar la admision del facultativo con un banquete, siendo por lo tanto forzoso respetarla y acceder sin restricciones, 6 pasar plaza de un misero innovador en funcionesgastronómicas.

Se acordó el programa de aquella funcion, en casa delalcalde, y alli se consumó al sacrificio de mi exaustopeculio.

Se celebró el banquete reinando en él la mas cordialfranquez&

Presidió el alcalde, y mi puesto fue entre este y el secretario de ayuntamiento, ti cuya corporacion se dirijiaaquel frugal obsequio.

Siendo el primer pueblo que yo habia visto desde quedejé el mio para ir ti estudiar ti la córte, y como por otraparte aun me era desconocido el corazon humano, todo loque oia y observaba en mis compañeros de mesa, 14 juzgabahonradez y llaneza.

Imaginé mi poca esperiencia que en las aldeas y pue—

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bios no babia la corrupcion y dolo que en las grandesciudades.

—Aquí sí que reina la sinceridad y franqueza, deciaen mi interior, en tanto que los concejales devoraban á doscarrillos sendos pedazos de cabrito asado.

—No hay duda, repetia, lii córte se ha hecho para losque tienen doblez en el corazon, y para losque saben fingiry medrar á costa de la inocencia y credulidad de los hom-bres honrados.

En los pueblos se goza y vive con jente sencilla, incapazde engañar, y su natural nobleza vale mas que la pompa yorgullo 1e los cortesanos.

En este soliloquio me hallaba entretenid&- cuando un¡bomba! dado por el alcalde me interrumpió tan filosóficameditacion.

Brindo, esclamó aquel teniendo el vaso levantado,porque tenga buen acierto con los enfermos el u uevo facultativo que nos obsequia.

Así sea! gritaron todos con estrepitosas voces y earcajadas.

—Siga la bomba! dijo uno de los Regidores, que estanoche todos hemos de brindar.

Brindo, esclamó otro de los convidados, porque eutre con buen pié en su partido el nuevo pro fecor.

—Dios lo quiera; contestó la Sra. aicaldesa, que estabaIi mi deecha, junto u su marido. -----A1elante! prorrumpió el procurador sindico.

—Señor escribano; ó V. le toca.Tomó el vaso, con la importancia que se dá en los

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1 3=pueblos esta clase de hombres ó funcionarios públicos esclamó:«Por la honra y felicidad de este pueblo, por quien tanto meintereso, y porque sea pagada religiosamente la dotacionque se le ha señalado á nuestro nuevo Galeno.»

Terminó el banquete despues de haber apurado las botellas y consumido los restos delas perdices y cabritos sacrificados á la voraz glotoneria de tan dignos comensales.

El tio Faelles, alguacil del concejo, y nuestro servidor

óGaninn el festin, me acompañó al siguiente 4lia enla visita general que hicimos por el pueblo.

Las calles de este se hallaban sucias, desempedradas como en lo general lo están casi todas las poblaciones de España, gracias al descuido con que se mira la higiene públi.ca, ó policia urbana.

Cuando un facultativo es nuevo enun pnoblo, causa tal novedad en los vecinos, que por algunos dias es el objeto de lainvestigacion mas curiosa, y á veces de una crítica intolerante.

Me despedí del introductor de mídicos en aquella villa,en una palabra, del célebre alguacil tío Fuelles, y me retiréLi casa un tanto amostazado y corrido de las escudriñadorasmiradas de las alegres y maliciosas lugareñas.

_—,Viene V. cansado? me preguntó la alcaldesa.—No señora, pero amiga mia, paso un sofoco y un dis

gusto con la impertinente curiosidad de vuestros convecinos’que me hacen sudar, y

—No haga V. caso; tranquilícese Y., me interrumpió laalcaldesa: la murmuraciOn es la comidilla de los lugares:mas despues se cansan, y se olvida todo.

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Continué por espacio de dos ó tres dias haciendo la visita general, ó la visita gorda como vulgarmente se dice, yuna mañana pasando por frente de cierta pobre y humildecasa,salió una muger á mi encuentro y me dijo: ¿Quiere V.hacer el favor de pasar it ver it un desgraciado, que hacetiempo se encuentra enfermo de gravedad?

—Con mucho gusto, la respondí: para eso he venido alpueblo.

—Ciertamente, replicó la desconsolada muger; pero como su antecesor se incomodaba tanto cuando se le llamabaen la calle

—Pues para mí no es una ofensa el que se me avisedonde quiera que se me vea, y menos todavia pasandopor la casa de un enfermo, porque estoy convencido deque por esto no se rebaja la dignidad y decoro de un profesor.

Entramos en un cuarto donde habia infinidad de parientes, amigos y curiosos.

La habitacion era, como generalmente lo son todaslas de aquel pueblo, lóbregas y mal ventiladas. El enfermoocupaba una cama sencilla pero aseada.

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1IT.

El veterano.

El e(Iadro que se presenta mi ista proílujo en mi al—ftil ULID sensacion profunda.

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Una escuálida anciana rnuger se hallaba junto á lacabecera, teniendo aiilicada sobre la frente del enfermo sutrémula mano ahogando en silencio tas abundantes lgri —

mas que corrian p’ sus arrugadas y secas mejillas.A los pies de la cama habia uiia joven, morena, de ojos

negros, á cuyas gracias daba realze el sencillo trage de serra—rin, escitando un vivo interes su apastura melancólica, y unmirar triste que revelaba las amargas penas que su coraronsu fr ja.

Eran hija ‘ madre que esperaban impacientes mi llegada deseosas de algun consuelo.

Sobre aquel humilde lecho ‘i postrado á un hombre anciano, de tez morena, delgado, de una estatura regular, y con

una larga y blanca barba, que le daba un aspecto venerable.Despues que le hube saludado, se suscitó este breve diá

logo.—Cuánto tiempo lleva V. padeciendo?—Muchos años.

—Y á qué causa atribuye Y. el desarrollo de su do—leticia?

—A muchas, y muy poderosas.—Yqué eslo que enla actualidad masle molesta?—Todos los dias tengo calentura con escalofrios: despues

me devora una sed rabiosa y se me aumenta lafatiga latos;hasta que sudo no espectoro con facilidad.

Una fiebre lenta consuntiva martirizaba á aquel desgra—

e iado.Mis dedos aplicados sobre la arteria radial, notaban blan

(las y débiles pulsaciones, el mador pegajoso, que de su piel

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se desprendia, daba indicios del estado de atonia en que sucombatida méquina se hallaba.

—Si no le sirvieseáV. de molestia, le dije, seria muy-onveniente me refiriese las causas á que atribuye su enfermedad, y el tic npo que lleva padeciendo, cori las circuns—tencias mas notables que haya observado, pues de este modoformaré un juicio mas esacto de su dolencia, y podré aplí—carie mejor el remedio.

—Con mucho gusto lo haré, contesté el enfermo; peroes necesario tenga Y. mucha paciencia, porque mi enfermedad es tan larga como mi historia, y no puedo referir la unasin reseñar la otra.

Antes que el veterano diese principio la narracion delas causas de su dolencia y de los principales sucesos de suvida, examiné las cavidades del vientre y del pecho, y en ambas encontré lesiones profundas, que amenazaban desórdenes cercanos.

Concluida esta operacion pidió e enfermo un poco deagua; la bebió con gusto, y despues de exalar un prolongado suspiro empezó de esta metiera:

—eTengo h4 años: naci y me crié en este pueblo ycasa que fué de mis mayores.

Mi nombre es Benito, la edad de 26 años me tocóla suerte de solddo

Fui con destino é un cuerpo de caballería, y ti poco tiempo me incorporé A la division ausiliar del Norte ti las órdenes del marqués de la Romana.

Necesitaba Napoleon tropas valientes y sufridas paraadelantar sus conquistas en el Norte, y como el célebre

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Godoy, era la sazon dueño del palacio y por consiguientepel gobierno, le concedió lo parte de refuerzo que pedia, nosin mengua y grave daño de nuestra patria.

Nos hallábamos en equellos remotos climas cuando supi

mos la invasion de los franceses, noticia que nos produjo el

mas amargo y noble despecho. Inmediatamente nuestro digno jeneral ardiendo en deseos de engar nuestra nacionalidadultrajada, dió las disposiciones mas terminantes para nuestro

regreso A España, y con elausilio de la Inglaterra nos embarcamos en aquellos lejanos mares.

Volvamos la vista atrás y oiga V. los trabajos que allí

sufrimos.Molesto por demos seria referir A V. uno por uno los dis—

gUstos que pasamos hasta llegará Dinamarca, tanto por marcomo por tierra; pero baste decir A V. para que forme un

esacto jweio (le mis padecimientos, que fui acometido diferentes eces de catarros pulmonares.

En algunos de estos ataques arrojaba sangre, y tuvieron

que hacerme alguna sangría; pero en otros que sufrí, no hicecaso de ellos, con un ponche caliente solían desaparecer,aunque no la tós, que me molestaba por mucho tiempo.

La causa de estos catarros, ol decir A los médicos, eraiidebidas á las influencias atmosféricas, á la variacion del climay á las marchas largas y precipitadas que continuamente se

hacian por paises hulmedos y fijos como eran las regiones que

atravesábamos.Despues de algunos meses de permanencia en aquellos

paises septentrionales regresamos á nuestra querida y hermOSa patria, con la circunstancia de traernos muy pocos

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‘ai)ailos, pues los que no murieron ile frio, hubo que ma—milos para que el cargamento de los buque.s no fuera tanccesivamente ?esado

A mi caballo, que era muy brioso, por lo que tenia elnombre de «Arrogante» le dió muerte un carnarada pues

no tuve alor para hacerlo.Melabia conducido mas de dos mil leguas, habiendo com—

partido con élen diferente’ ocasioocsla raelon y los peligros,‘ esto era caisa da que o la mirase can particulal’ cariño.

La imponderable alegría de regresar nuestra patriame hizo olvidar por entonces la pérdida de mi «Arrogante»

un perro de aguas, llamado nPersegwdo» mitigaba encierto modo el mal huimo,, que la muerte de aquel me babia producido

Llegamos Epaña, DO sin haber pasado por mil ries—os y compromisos, pues corno Francia estaba en guerra conla mayor parte de has naciones de Europa, en muchos cruceros de los mares babia buques que nos espiaban

Arribamos ñ España, y por cierto bien cercenado elnumero de los que compusimos aquella famosa espediciozi,‘ á poco tiempo de nuestra llegada contribuimos contener la dorrota que eljoneral Bloque sufriu en Espinosa delos Moirteros por las tropas francesas.

Despues de este reñidísimo combate atravesamos la España en medio de un estio abrasador, y como la naturalezanotase aquel cambio viniendo de paises frios, fuí atacadode un tabardillo pintado (1), que estuvo en poco en no Ile.narme la trampa.

() Fiebre pútrida: tifoidea segun os modernos.

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Aquí la voz del enfermo, mudé de totio, articuléalgunas palabras guturate broncas, que ratificaron el jui—cm que habia formado de una lesion pulmonal.

Despues de uiia bres e pausa y de haber pedido á su hija una cucharada de lamedor, prosiguió el veterano de estamanera:

»Po,teriortnente é mi enfermedad hice toda la campaña de

Ja independencia, siendo herido dos eces y prisionero otrasdos, con la desgracia (le haber perdido á mi Perseguido en

la batalla de Ocaña, donde caí la primera vez herido y prisionero.

Aquella derrota nos ocasionó la pérdida de una infinidad de miles de hombres, que prisioneros, hambrientos y

transidos de frio por la desnudez y el rigor de la estacionnos vió Madrid atravesar sus calles cubiertos de harapos ypedazos de esteva en el año de 1809.

Un incidente bien raro faoreció mi fuga, la (leotros degrac indos, habiendo tenido la dicha de incorporarnos al ejército para combatir contra los usurpadores de los

fueros de Castilla, en defensa de nuestra gloriosa i,jde

pendencio.

»No aspiraba ¡i empleos, ni distinciones de títulos ycruces. Mi ambicion se cifraba en destruir enemigos: miglarin en prestar aquellos servicios mi querida patria.

¡Con qué furor desesperado me batia’¡Qué ansiedadpor entrar en accion cuando recordaba que nuestros ad

versarios eran estraijeros, que pretendian oprimirnos ultrajando nuestra nacionalidad sagrada!...

Apartaté la ista de aquellas escenas, Sr. médico, por—

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que al recordarlas me afecto en tales términos, que mi ra—zon se estravia, y mi dolencia se agrava estraordinariamente..

El enfermo hizo otra. p’ porque se sentia fatigado.Los órganos de la foxacion sufrieron como la vez anterior

irna alteracion notable: tres ó cuatro golpes de tosdieronporresultado la espuicion de una materia tuberculosa de un tinte amarillento opaco.

Su cariñosa hija le dió otraciicharadadejarave,le hm—pió la boca y la frente, le arregló la ropa de la cama, y últimamente le estampó sobre su respetable y cadavérica faz un

ósculo tan tierno, que eonmovió á los circunstantes.Tan sencible y franca norracion tenia ñ todos en una

espectacion curiosa, y en mí escitaba un interés mas vivo,porque de aquel modo podia graduar por los diferentes fenómanos que observaba en los cambios y modulaciones del tonode su voz, los desórdenes y anchas cabern as, que presajiibadebian existir eixel pulinon.

Desde el tiempo referido, prosiguió el enfer mo datanmis males, Sr. médico.

Ya veré Y. por la continuacion de mi relato el premoque nos dió el gobierno á los que nos hallamos en todos lohorrores de aquella célebre campaña, de aquella época memorable por los sor rificios y noble desinterés con qsie los españoles se lanzaron defender sus derechos y la dignidad yrenombre de su patria, que intentaron escarnecer los estranjaros, enemigos obcecados, eteruos riales de nuestras gb—rias

Hace años oí decir á mi padre, que tambien fué militar,que los estraneros meditati la ruina y reparticion d.c la fér—

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tu España, como Lo hicieron on La desgraciada Potonia fas n*

cione del norteeBien antigua y vulga.r es aquella cophlia 1ue dice:

EL rey de Epaña eti en Francia,y el de Francia en su retiro:de Francia ser!i la España..el tiempo doy por testigo.

)-)No seria Lego en política el autor íle est versos, es—clamES aquel desgraciado veterana, digno de mejor fortuna.

Quiso proseguir, mas la respiraeiol se hizoentreortaday el ruido estertoroso, que le oí, me ímprts6 í suplicarlesuspendiese tan larga é interesante hisloria.

Dej& encargado el tratamiento conveniente, y me despe-.di hasta la tarde.

No bien babia salido del cuarto del enfermo cuanciesentí que por la espalda rae tocaban en el hombro: volví Laista, era la affigida muger, que enademansu1ica.nte mepreguntaba por el estado de su esposo.

Una mirada triste y compasiva que la dirigí la huzacom—prender lo poco que podia esperar de los recursos de la medicina: arrepentido de aquella confesion franca inocente,propia de un profesor bisoño, la consolé de la manera massatisfactoria, dándola seguridades de poner en accion cuan—

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Lo estuviese á mis alcaiices para conseguir su curaciOn, ó al

menos atenuar sus padecimientos.Concluida la visita me retiré é casa, y una carta que ha

llé sobre el butfete rna noticiaba la próxima llegada de mi familia.

Mi corazon se alborozó con nueva tan agradable, yolidé por un momento los males del infeliz vete—rallo.

Comí con gusto saliendo en seguida á esperar á mi con

sorte.

Aíortunadbiflerlte la encontré muy cerca del pueblo: regresamos ó él, y por el camino la hice una pintura de lafeliL acojida que de todos habia merecido, las ofertas que algunos particulares me habian hecho, asegurando como la suertenos deparaba uti porvenir lisonjero en aquella Insula que rn

sida estudiantina me habia retratado tan galanamente en susdorados ensueños.

La primera diligencia que hice al llegar á casa fue la Uepreguntar por los instrumentos quirúrgicos. Era para ver un

ostetóscopo con el cual me prometía auscultarel pecho delmilitar enfermo.

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lv.

III ama de gobIerno.

A poco rato de nuestra llegada empezaron á ofrecer susservicios, mas bien por curiosidad que por deseos de compla—cernos, algunas de nuestras convecinas, y como una de ellasmanifestase uu vivo interés de quedar al cuidado de la familiainterin se proporcionaba una criada; fue elegida mi ama degobierno.

Muy pronto verlin nuestros lectores lo diestramente quemi nuevo mentor me aconsejaba respecto de las costumbresde los pueblos, que es indispensable conocer para evitai dis -

gustos y compromisos.Ya estás en tu ansiado partido, me decia mi esposa

mientras se iban colocando los baules y otros enseres de casaen un gran portalon, que parecia descargadero de posada.

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_6==r

iQuiera Dios que ese espIendoroo porvenir que teimaginas sea una realidad! ¡Plegne el cielo quelia an llegado ásu término tus afanesmas sospecho ocurra todo lo contrario de 1) que piensas: porque oi decir muchas eces á mipadre, q ie tambien fué facultativo, que la pro fesion mdi—ca en los pueblos era una facultad muy dtflcil y coinprome—tida.

¡Gautela! que tú eres un principiante y los lugareños con

su gramática parda son capaces de dar lecciones á los riiasconsumados cor1eanos.

Se acercó fi nosotros el ama de gobierno, con el aireadulador é insinuante, que acostumbra esta clase de gentesempezó á exagerar el mérito del corto ajuar de casa que miesposa llevaba de la córte.

¡Caramba! esclamó aquella. Qué muebles tan bonitos!¡Qué silleria! ¡Qué tocador! Me alegro, que tengan VV. tanbuen gusto; porque silos vieran con pocos trastos y malaropa, corno por aqui se dce, habian de criticar mafiana lamuchas fisgonas y murmuradoras, que hay en este lugar, yasegurarian que habian venido VV. desnudos.

Si yo fuera que VV. me habia deponer todo lo mejorci_to en estos primeros dias para que vieran su buen porte yposicion, p de lo conti ario dirán lo que de su antecesor.

—Ya lo oyes, me advirtió mi costilla: del enemigo elconsejo.

—No hagas caso, la repliqué )Ó, esas son hablillas dejente ociosa y despreciable.

—Sí.... hablillas...., esclamó el ama de gobierno. SiV. supiera lo que del otrohan hablado, se escandalizaria,

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• __

Para ivir en los pueblos se necesita mucha precaucion, entiende T.? Porque, no es oro todo lo que reluce: los seráT• estidos d paño pardo, y tienen mas política que un

ministro.Aprecié en su justo valor las preenciones de aquella

buena mujer, y llevando el instrumento arriba dicho, medirijíá casadel enfermo qie es objeto de este capítulo.

Despues de las observaciones de costumbre, le apliquéel ostetóscopo á las diferentes regiones del pecho, y aunqueno mu acostuml)Fado mi oido á esta operacion, noté en diferentes puntos resonancias macizas y estertores húmedosen otros que parecian demostrar grandes y profundas

caberrias.Un amargo disgusto sentí despues de hecha tau atenta

esploracion.Me miraba el enfermo con ojo escudriñador, queriendo

traslucir por mi semblante indicios que reelasen su fatalestado.

Recordé mi anterior lijereza, y con la ma or serenidadhube de manifestarle el interés que me tomaba en su cura—cion prolongando una existencia que me era apreciable.

Le propiné para aquella noche un calmante, y al despedirnos quedamos en que al dia siguiente continuaria sucomenzada historia.

Un deseo vehemente inc animaba de mejorar la suertede aquel desgraciado, y tal era mi fe en los primeros ensayosde mi práctica que creia que todas las enfermedades se curabancuando se Fonian con oportunidad y perseverancia en juegolos poderosos medios terapéuticos con quecuenta la medicina.

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=28=¡Pero qué terribles desengaños ofrece la caprichosa na

turaleza! Muchas veces en casos desespeiado favorece os—tensiblerneute las virtudes medicinales y salva la víctima&desahuciadas de la mano del hombre; y en otras, ¡qué contraste! manifestando benignidal en los síntomas, burla ysorprende los planes mejor combinados, los remedios maseficaces.

Distraido en estas sombrías meditaciones llegué á mi ca

sa y en ella encontré ocupadas en arreglar los muebles á mi

esposa ama de gobierno, cuyos consejos y diestras observaciones se hace preciso que escuchen nuestros lectores.

Mientras servia una sabrosa y abundante cena, la tiaGorriona, que por tal apodo era conocida en el pueblo, nos

amenizó aquella con la siguiente plática:—No lo dude Y., señor: conviene presentarse estos

dias con toda la decencia posible para eitar la murmuracionde estas jentes.

Y es tan cierto lo que digo, que al pobre D. Prudenciosu antecesor, porque el infeliz vino con pocos medios y luegocon su ahorro y economías prosperó alguna cosa, no le dejaron hueso sano en su cuerpo. Cualquiera defecto ó descuido casual era bastante motivo para echarle en rostro la miseria con que se presentó en este pueblo.

Persona hubo que hasta en su misma cara le insultabacuando se le veia estrenar alguna ropa ó se presentaba conla decencia propia de su clase.

Puede verse una intolerancia igual! la interrumpí llenode ira al escuchar semejantes y necias preocupaciones.

—Qué tiene de particular que aquel vistiera segun su

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rango y las utilidades que le pudiese reportar su penosa pro—fesion?

—Vaya, saya, voy convenciéndome de que no son lospueblos lo que me figuraba respecto é su proverbial honradez y llaneza.

—No lo son, no señor: decia la parlera Gorriona: AD. prudencio lesucedia ni principio lo que It Y.; los juzga—ha sencillos y deco rosos; mas luego que los conoció, fué reti—rñndoe de su trato, porque la mucha satísfaccion.... pues,y solo iba á su negocio, es decir, é visitar enfermos y A cobrar su salario.

Se hizo despues tan especulador, que con tal de cobrarbasta en patatas, leña y piñones lo hacia. Por este medioConsiguió ahorrar sus cuartejos, y puso la casa como unacolmena.

¿Con que segun eso, tia Corriona, la dije, convendrAronducirse A lo D. Prudencio?

»Déjese Y. guiar por mis consejos, me contestó la astutalugareña, y todo le saldré A las mil maravillas. Aunque notengo grandes luce para dar consejos ni amaestrar Ii nadie,y menos á una persona instruida, sin embargo en obsequiode VV. y por agradecimiento A sus bondades, le diré parasu gobierno lo que laesperiencia nos ha enseñado sobre esteparticular; sin peijuicio de que Y. haga de mis advertenciasla aplicacion que guste.

Ya he dicho que es necesario sepa Y. conducírse conlos paletos, y particularmente con el escribano. Estos sonsiempre los caciques de los pueblos, y el alma de los A un—tamientos. No estando bien con el secretario é poca costa

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le armará una zancadilla, que le echará por tierra.Examitie con escrupulosidad la escritura de contrato:

vea V. si está legalmente otorgada, y si no lo estuviese ase—gúrela bieii, porque hemos isto mas de una ez dejar enella un flanco por donde sea fácil hacer aire al facultativo,

Verdad es que siempre tienen Ma mano medios parafastidiarle, y hacerle saltar, pues con solo no pagarle sus ho—norarios le obligan á que desocupe el pueblo.

Ahora que está V. recieri venido debe caminar con piesde plomo; no famihiarizarse con ciertas gentes, ni ser tanorgulloso, que lo crean un Quijote; porque si lo primero, lesucederá á V. lo que dice el refran: el hombre que se hacede miel, las moscas le comen: y si lo segundo, se grangearáodios y enemigos, que se vengarán á su tiempo.

Debe V. procurar, si es posible, que le eximan de ciertas gavelas como contribuciones, bagajes y alojamientos,pues de esta suerte se ocuparia V. imnicamente de su estuWode sus enfermos sin tener que luchar contra tantas importunickídes y compromisos como suele ocasionar la mala fóy cksordenada administracion de los aIcaldes.

No juzgo oportuno pretender el goze de semejantes pri—vihelios, dije it la Gorriona, porque los principios de igualdad que o profeso, se oponen ásemejanteséinjustas exenciones. Una cosa es que el médico sea en los pueblos debidamente considerado, y otra el que se halle revestido de fuerosque ofenden it la razon y it la justicia, pues todos debemoscontribuir con nuestros recursos al mejor servicio del estado.

Sí, si, esclamó mi ama de gobierno, ándaeV. con es—

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=3 1—cripulos. No torne Y. mis consejos, que algun dia se ha deacordar de la pobre Gorriona.

Los 3 años que por m desgracia cuento, y lo queaprendi con una señora ama de un cura; me han hecho conocerlo que es elmundo, y por eso, aunque humilde lugareña, me atrevo idecirle mi parecer.

Aqui llegaba la bucna Gorriona, y ya espiraban los iíltimos restos de la cena cuando sentirnos una voz infantil quedesde el patio esclamó: ¡Ave Maria! ¿Quién esta aqui? ¿Noresponden? Salió inmediatamente la criada, y á poco ratoconducia á m presencia un muchacho como de tinos(lOCO aflO.

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La cuferiua de peI1ro.

Venia el chiquillo descalzo, en mangas de camisa,con unos calzoncillos de paño con mil remiendos y portirante un pedazo de orillo. No traia sombrero ysu cabeza estaba tan limpia como una calabaza. ¿Qué tese ofrece niño? le dije.

—Vengo, contestó asustado y vergonzoso, buscar alseñor médico para que venga Li ver á mi madre que está espiran do

Sorprendido con semejante nueva, y creyendo que realmente me encontraria con una moribunda, marché apresurado en seguimiento del chiquillo sin atender la advertencia que quis l1icerín la Gorrioua, incansable en prodigar consejso.

Esta habladora sempiterna, decia yo por el camino, reTOMO T. 3

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vela por su natural y juicioso criterio un gran fondo y biienos sentimientos.

No vá descaminada en lo que dice: todavia conservo enla memoria las sabias máximas de moral médica, que o es—plicaralgunaseces al digno catedrático de clínica(1); y aun

recuerdo las observaciones de ancianos facultativos, y todascoinciden con los consejos de esta sencilla y despejadamujer.

Llegamos á la casa de la enferma de peligro, y cuál fué

mi sorpresa mezclada de indignacion al ver tendida sobre

un pedazo de estera manchada con residuos de un vómito

agrio y achocolatado, á una muger ébria y furiosa, que cia—

vó en mí sus centellantes ojos como el tigre fija los suyosen la víctima, que está próxima á sus sangrientas

garras.—1,Qué siente V. ha Torcida? preguntéála infeliz, cu

yo ombre se hallaba en armonia con sus hechos.—jQué he de tener? si no está ciego, Y. lo verá.

No conce Y. que tengo un eólico bien malo que espor cierto... porque he sentido unos dolores y unos vai—

dos...!! está Y. enterado?—Ya lo estoy, si señora, y bien que lo estoy.A juzgar por su relato no parecia tener tal borrachera;

solo aque!los residuos asquerosos y su actitud centellante

mirada me confirmaron su crapuloso y lamentableestado.

(4) El difunto é ilustrado catedrAtico Sr. HernandezMorejon.

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—Debe Y. recojerse en su cama, añadí, torndr unos de agua fresca, dormir mañana se hallará V.

buena—,Cou que es decir que yo estoy borracha, y debo

dormir la turca?

Para esitar la nube de desvergüenzas ciue estaba xima fi estallar en sus inmundos lavios la interrumpí diciendo, y. misma adivinó su verdadero estado, y me estraña

mucho llame al facultativo para que sea testigo de

la situacion en que se vé á consecuencia de sus es—ceses y icios, haciéndole jugaete de ellos y privándolede ratos que necesita emplear en el estudio ó en el des

canso.

No vuelva Y. á llamarme para eso, porque no soy médico que se sujeta á los caprichos de personas como y.

—,Qué es lo que Y. dice? esclamó furiosa. Yo estoy

mala... muy mala... y si no lo estoy ahora le llamo paracuando lo esté, porque jiara eso le pago; y si no le pagaré,

que es lo mismo.

Miren VV. qué buen médico será cuando ho conoce mi

enfermedad! Ya se vé, como es tan jóven... no es estrañoque entienda poco.

Lo peor será que echará antes que sepa algo un sueló

al nuevo cementerio.Me salí de su casa indignado al oir el cinismo y desca

ro con que aquella malvada mujer hablaba.

¿Qué mal vino tiene la tia esta, decia para mi en elca—

mino, cuando ahora se esplica así, ¿qué será cuando se pon

ga áhilar con otras en las solanas de las calles? estoy segu—

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— 3Gib que entonces no dejará hueso sano al que pase por

delante.Cuando llegué á mi casa me preguntó la Gorrwna co

mo en tono de confianza, qué tal está la tia Torcida? Un

poco mas que ladeada se halla la buena mujer, la contesté

bastante incomodado, pero ya se guardará de oherme államar para que pre.eneie el resultaílo d 45S libaciones

hijas de su inmoralidad y falta de educacion. Yo soy

facultativo dispuesto á sers ir y complacer á todo el pue

blo, pero uo quiero que jueguen conmigo ni ser testigoocular de sus icios.

Nose impaciente ni incomode añadió la Gorriona, ten—gaV. calma, haga la vista gorda, que para iir en los

pueblos es menester saber gramática, mucha gramática,pero parda y refinada.

El pobre II. Prudencio su antecesor de Y. ¡no tambien

desde el colejio; era este el primer partido, como su nombre

tambieu era su comportamiento... Amable, candoroso, jo‘ial,esacto, cuantos nobles dotes puede tener un buen caba

llero... pues, á este señor le sucedió io que Ii Y. como jóven, lleno de porvenir y de amor propio, principió it

echar de bolin it bolau, y en poco tiempo se adquirió el

odio del pueblo... y cuidado, que cuando en lo, pueblos

principia el tole... tole, con un sujeto hasta que lo sacrifi.can como it .ísatcristo no paran.

Ya estaba si se marchaba del pueblo cuando fui llamada

á su casa para aitir en ella unos das; hablamos de su asunto, le dije lo que babia de hacer, tomó mis consejos y solvióá pocotiempo it catraren la gracia de alguno de los cacique

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37pero el pueblo.que ya estaba prevenido contra él, tardó mu—

eho en su induljeneia.Sin embargo el tiempo, la índole de su carácter

apacible, su reser a, su aplícacion y economía, le fueron ha-riendo lugar poco ir poco, y ya casi todos se habian olvidadode sus primitivas lijerezas cuando otro golpe fatal le priv6del aura y favor de los tales caciques.

Una boda fúe la que le privó de la gracia de ellos, y irnosotros de tan buen facultativo.

Sí señor, era escelente médico... y romo ya nos cono—cia las naturalezas y losvicios.y males de que adoleciaruos,y era tan práctico, hasta desde su casa mandaba las medicinas.

Impertinente parecerá la narra’ion de cosas tan triviales, pero como para llegar ir los hechos mas importantes sehace preciso describir aquellas circunstanciadamente: estrañarán nuestros lectores nos detengamos algunas vecesen tan sencillos pormenores.

Era llegada la hora de recojerse y la vocinglera Gorriona aplazó para otro dia. la contin.uacion de su re—lato

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___*

la eC$ollçracjoui de un wédlcø

A la mañana siguiente mientras torn(ibamos et choclate, prosiguió la Girriona de esta manera

—Habia dichoá Y. que una boda fuéia causa de la despedida del pobreJJ. Prudencio: pues bien: este bueu señor,comprometido para acompañar al novio, que iba ó pedir p—va esposa á la hija del tio Fidel, hizo los oficios de amigoy ofreció como de costumbre una cantidad regular paraayudar ‘os consortes á preparar su ajuar en los primeros.dias de su nuevo estado.

Estas donaciones hechas por los panentes y amigosdelús novios constituyen juntamente con las del novio ylos padres de la novia la dote de lamuger: mas volviendoal asunto, fue el caso, que despues de haber otorgado lanovia su Consentimiento, tanto por el escesivo amor que profesaba á su Adonis, cuanto por la cantidad de 1560 rs. que

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3.9

este la donaba, se opuso el padre á ella solo porque ñollegaba á los 1600.

El novio que vi6la obcecacion del padre,ó mas bien, elapego á lo intereses, consultó con D. Prudencio.

Este con la franqueza que le distsnguia, no pudo menosde afear la conducta del padre,. pero le aconsejó no reparase en la tnezquiua diferencia rs... sí quena é la noviabien, puesto que despues de enlazados habia de ser de losdos todo el capital..

El novio obcecado. testarudo como el presunto suegrono quiso tampoco subir un maracdi de lo ofrecido, porque se figuraba no se hacia la boda por cariño, y sí por unaestudiada especulacion.

Se salieron de la casa 11 Prudencio y el novio, y aunqueapiel ofreció dar ese déficit á mas de lo prometido, contal de que se arreglara., ni por esas logró cediese ci ob,..stindo novio..

Al dia siguiente se dijo por el pueblo que la boda de’la hija del uo Fidel se habia deshecho por la miseria del noS—vio y sujeridapor los malos consejos del médico..

Como no era la primera vez que esto sucedia, la jenteno hizo caso, y o merlos que he presenciado ajustes de bodas deshechas por la diferencia de medio duro: pues vamosal caso, el pobreD. Prudencio cargó con la culpa, y desde aquel dio, fué el blanco de las iras del tio Fidel yde la tia Torcida, que era parienta cercaua, y de otromagnate que ahoia no recuerdo,

Para engarse de él, fulminaron injustamente una acuacion ante el ayuntamiento diciendo que no asistia á los en

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=40=termos, que era .un abandonado y vicioso, y que por esas

perosas razones se le debia despedir.Al toque de campana unió el alcalde el concejo,

acudieron los demandantes y algunos parciales suyos, y elinfeliz profesor fué exonerado de la plaza de titular.

En vano protestó contra tan arbitraria ó injusta medida; se hicieron sordos, y aunque acudió it las autoridades superiores, como estas pidieron informe al ayuntamiento, siendo juez y parte (costumbre fatal en nuestraEspaña) se despachó it su gusto, y D. Prudencio it pesar desu inocencia é ilustracion, se tuvo que marchar y dejarnosen el mayor desconsuelo.

—Desde entonces el pueblo está muy disgustado; peronadie se atreve it decir esta boca es mm porque no los recarguen en contribuciones que es la eterna pesadilla de lospueblos

Los caciques siguen inpertérritos la marcha trazada de sus antecesores, que es la de humillar y abatiral infeliz facultativo, sin guardarle consideracion alguna,aunque sea mas sabio que Hipócrates, Galeno, Aviccna,Dioscorides

—iCalle! Qué diablos está Y. diciendo tia Gorriona;¿tambien Y. conoce los nombres de esos varones ilustres?

—Y tanto como los conozco, me contestó.Muchas veces oí decir it D. Prudencio que esos va

rones nombrados los debiéramos bendecir, y hacer que losniños aprendiesen sus nombres de memoria, para que lesrindiesen veneracion.

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Esos son hornbre decia, quienes la humanidad enteraes debe Un eterno reconocimiento, respeto y admiracion:hombres que hasta debieran erijirles templos, y rendirles

los maores homenajes.Aqui llegaba la tia Gorriona, cuando concluimos el de

sayuno; me atavié, y salí muy temprano á ‘er mis enfermos.

El infeliz veterano habia conciliado el sueño aquellanoche, á beneticio del calmante que el dia anterior le habiapropinado.

Dejémosle tambien gozar de esa calma pasajera, quemas adelante continuaremo3 su comenzada historia.

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La aIudadoj•a.

Llegaba a muy cerca de mí casa de vuelta de la isi—ta cuando se acercóá mí una mujer como de unos O años

Sus pelos blancos y desgreñados, su cara arrugada ymorena y un tumor voluminoso que pendia de la parte

anterior de su cuello, la daban á la erdad un aspecto

repugnante.Estaba en mangas de camisa y descalza, cubriendo solo

su cuerpo con un miserable zagalejo de bayeta.

En su primitivo orijen. debió ser este encarnado, ájuz—

gar por loquese vela de los pliegues que salian de la cinturadeél, pues lo restante tenia tanto remiendo y de tan di%er—

sos colores que parecia el vestido de un arlequin, ó si seme permite la comparacion, era como el célebre Naeio de

Teseo que no conservaba resto alguno de su primitiva cons

truccion.Un pañuelo de algodon de colores, sucio y andrajoso

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=

ubriasutostad0 y arrugado pecho, dejando ver por su parteanterior la cuentas de un gruesa rosario, de los que ha—man de Jerusalen

Este era negro y estaba engarzado con un alambre

dorado, dejando en medio un espacio para un corchete delque pendia una crucecita.

Las mangas de la camisa descendian hasta la muñeca-corno las de los hombres, rematando en un puño enramadoque parecia tener honores de bordado.

—Tenga Y. buenos dias, Sr. ruédico, inc dijo, vengoé ofrecer á Y. mis sericios,y como le he visto á Y. enirle estoy esperando.

—Gracias por su ateucion, 1e1’o estimaria me dijese quéclase de servicios son esos, porque como no la conozco, nosé en qué se ocupa, ni qué habilidades pueda tener.

Pues señor, ohió á decir aquella, yo poseo una

-gracia particular para curar la rabia, porque corno habléen el vientre de mi madre, quiso Dios dotarme con estedon precioso, y me señaló con esta cruz de Caravacaque tengo en el paladar, distintivo para diferenciarnosde los muchos embusteros que se quieren abrogar nuestro derecho y gracia.

Mire V., mire Y. mi paladar y la será, añadió, acer—-cándose á mí y abriendo una descomunal boca con algunosdicutes tan largos y descarriados, que parecian badajos decampanillas. Acerquéme á ella haciendo el disimulado, y no

vi absolutamente nada de lo que decia, siseesceptuan algu

nos lijeros repliegues que forma el velo palatino hácia suparte anterior, como jeneralmente tenernos todos, y un olor

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deprndido de su pestífero aliento, que no me dejó ganas

de volverme Ii aproximar.—Bien, pues si tiene V. esa gracia, la contesté, use Y.

de ella en buena hora, queo,gracias é Dios no lanecesito.—Esque mi habilidad, ,oivió á decir, se ha de usar en

todos indistintamente antes que sean mordidos de algunanimal rabioso, porque es un preserativoqiie Dios ha legadoal hombre por medio de nosotros para que se libre de esaenfrmedad.

—iYa! con que es decir que Y. es saludaaora, ¿no esverdad?

—Cierto, tengo mis documentos y certificaciones ycuanto Y. quiera del prior de los monjes jerónimos del monasterio de Guisando

—Pues bien, la repliqué por último, guarde Y. su gracia y documentos para cuando le hagan falta y abur, queno me puedo detener mas.

—Espérese Y. un poco, y veré como saludo á ese mo—zalvete que viene por aquí.

Con efecto, llegó el jóven y le dijo: ¿chico, tó no estéssaludado lié? no señora, contesté aquel, lleno de turbacioual yerme.

—Pues acércate que en un momento vas á estarlo.Sacó una cruz de carabaca de su pecho: esta era de

bronce dorado ytenia una inscripcion con estas tres letras:G. D. S. iniciales que por de pronto no pude comprenderlo que significaban.

Le mandé abrir la boca, la colocó en el paladar del

mancebo á quien le encargó la sostuviese con un dedo,

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principió á recitar un versículo misterioso por lo bajo quetrnpoco comprendi, hizo la señal de la cruz en la boca de

aquel con su mano, y pronunció estas notables palabras en elnombre del Padre) del Hijo etc. y concluyó la ceremoniadando un soplo en la misma boca del saludado, en cuyo

tiempo volvió é coger la cruz, y se la guardó en su seno.

—Lástima es la dije al fin, despees que el mozo se marchó tan rontento creyéndose libre para siempre de esamortal enfermedad, que no se estienda su gracia á curaresos tumores que tan frecuentes son en este pueblo enlas mujeres, y fuera ademas preservativo de las muelas dientes que tan prematuramente se pierdeti aqui tambien.Es que como esas afecciones dependen segun he oido á‘arios médicos, de la crudeza de las aguas que se filtran deesas sierras cuando las nieves se derriten , del uso del pande centeno, y de los inconstantes aires que en esta tier—ra ieinan todo lo mas del año, no puede mi gracia es—tenderse ó ellas, y solo se limita ó la rabia, que es unmal de los que llamaba don Prudencio maravillae rndicas.

—Pues bien, la repliqué, siga Y. con su buena suertecurando preservando de ella á todos, que o me doypor satisfecho y saludado, con solo mirar el sitio donde su

pone tener la cruz.

Cuando me hnbe separado de la saludadora asaltaron

mi imajinacion tan tristes ideas al considerar la estupidezé ignorancia con que las clases pobres sostienen esascias preocupaciones, aprendidas quiza con la mejor fé, en

la escuela de la hipocresia, que principié á desconfiar delporvenir dichoso que yo esperaba.

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-6—La falta de instruccion 1 el al)uo que el partido teo

crático ha hecho de su posicion, dice un célebre escritor,son las fuentes fecundas, de donde han manado y manantantos absurdos y patrañas, tanta ignorancia y supersti—clon.

Eran las doce en punto cuando llegué á mi casa, hora señalada para comer en los pueblos á la española y reparar las fuerzas perdidas.

La mesa se preparaba para la comida y la Gorrionaque me atisvó con su ojo de linze desde la puerta de la calle oi que por lo bajo decia á mi costilla: El señor llega, to—do está corriente para la comida.

—Mas á tiempo en la sida, dije al entrar en el comedor.Nos sentamos á la mesa, y la lista Gorriona pnincipi

con sus chistes graciosos y picarescos á asistirnos con la ma—or soltura y amabilidad.

—Si supiera la tia Gorriona el encuentro que he tenidoal regresar á casa, la dije, se habia de reir un poco si le rcíi—

riese le que he presenciado.—No me tiene V. que decir nada porque desde la sen—

tana que dáá la calle de la Corredera, le he visto hablar conla saludadora y desde luego me presumo lo que con ella le11al)rh pasado.

—Y qué le parece é V. de esa gracia quedice lienedesde antes de salir al mundo?

—Qué tengo de decir que Y. no comprenda sepa?

Que esa pobre mujer es una fatua, llena de supersticion, buscada por los especuladores (le la creduliJad pública, como instrumeiito ciego de sus miras ambiciosas, que el mejor

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uedio de sustraerse de sus cargantes y ranciosos conjuros, es huir de ella y dejarla corno una loca con sus monjas.

—Eso es cabalmente lo que yo hice, sin eiibargo de

haber tenido la humorada de presenciar un saludo...Una estrepitosa carcajada dió la Gorriona que creí

fuese de otra loca co io la anterior, pero al fin se serenóun poco y prineipió á ensartar tantos cuentecillos de la forastera saludadora, que sirnpalicamente se hizo la risa general.

Se couclnyó la sopa, trajo el cocido y como una cotorra comenzó á hablar de la crítica tan comun de los pueblos,las envidias, manejos y monopolios de algunos caciques, delos motes ó sobrenombres mas chocantes y la esplicacio

orijen del suyo que u la verdad era apropiado.Su injenioso decir la enseñó un medio acomodado para

manifestar la analojia de su nombre con los gorriones por serunas avecillas que abundan en todas partes y por do quierahacen patria comun con su descaro, picoteo guirigai, siendo la señora ama del cura que sirvió,la que la bautizó conuu seuddnimo que tan bien la cuadraba.

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-

VII.

Uo Regalos.

En tan grata con versacion nos hallaba mes cuando oimosdar un fuerte golpe á la puertu de la calle.

Será dijo h Garriona, algun aviso nuevo porque la horaes ti propósito para el caso.

Salió á la puerta y fi poco la vimos volver acompañadade una mujer regordeta que con la cabeza cubierta con suguardapies ocultaba en él un bulto.

No hay duda, dije para mí al verla, un gran regalo nosaguarda.

La buena mujer nos saludó con el mayor desembarazo,echó á la espalda su zagalejo, y llena de satisfaccion habló dee-ta manera.

—Traigo áV. de parte de mi amo F. T. un buen frasco de vino para que lo beban en su nombre, pues como está

baroto y se fe avinagra muy á menudo, tiene gusto queVV. lo beban.

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=

—-‘Esti muy bien, señora, dele V. de mi parte las gra—das; cojió la Gorriona el fraseo y lo desocupó en otro en uiontiamefl.

La graLifiqu media peseta y se marchó muy alegre la re—codera

Mi mentora que había wjido al vuelo las palabras deavinagrarse y barato estaba reventando por desembuchar,hablando vulgarmente.

—,FIa oido V. las espresiones que esa mujer ha dicho?— Sí señora, pero en mi concepto nada sigiiiflan por

que las ha proferido con sencillez.—jQué alma tan cndida tiene V.., añadió la Gorriona:

bien se conoce que no acaba de conocer á esta jente, baratoy aoinaqrarse... me gusta la condicion del regalo

—jYaa un obsequio espléndidol cuando tasado en sujusto valor no pasa de cuatro cuartos.

—Estos regalos, señor, son (por;reglagenera) con particulares miras, que á sutiempo las iré conociendo: tenga V.presente mi advertencia para lo futuro, y cuente que á laJenerosidad que usan los que vienen de Madrid, la llamanellos tonteria, y á la prudencia y caridad cobardia.

Aquí llegaba la Gorriona, y nosotros concluiamos lacoinida, cuando otro golpe dado é la puerta la hizo Luspendersu eterno hablar.

—Salió á ella regresó con un chiquillo. Vengo, señormédico, de parte derni tio Lucero é traer é Y. esta docenade huevos Irescos, para que se los almuerce en su nombre.

—Toma, chico, lo dije, alargéndote otra media peseta,dale las gracias de mi parte.

TOMO 1. 4

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—Y vá una, señor, dijo mi ama de gobierno, á ese paso la vida es un soplo...

Otro golpe se sintió en la puerta que me hizo estremecer y al que se signióla pregunta siguiente ¿está elmédico?

—Si señor, contestó la Gorriona, pero está comiendo.—No importa, es preciso que inmediatamente vaya á

ver al tio Pirgatorio que le han traido muerto de un accidente, que le dió en su huerta.

Pues si está muerto, replicó aquella ¿para qué ha

de ir corriendo?—Quiero decir, mujer, añadió el mensajro, que es

tá medio muerto. Qué material es esta tia.... en todaspartes se introduce, de todo entiende, y con todos los médicos tiene entrada.

Mejor para mí, señal que les doy gusto, y los sirvo bien.

Señor, dijo la Gorriona entrando en la cocina, aquíbuscan é Y. para que vaya á ver al tio Purgatorio, quedicen está medio muerto, y es uno (le los caciques delpueblo y amigo inseparable del escribano.

—Vamos allá, dije levantándome del asiento, el médico se debe á sus enfermo3, y es preciso sacrificarlo todoen su obsequio.

Me puse en marcha para su casa, cuando llegué encentré el enfermo cercado de una multitud de parientes,amigos y curiosos, que lejos de aprovechar molestan é incomodan; pero esta es una costumbre rncia en los pueblosque no se puede desechar.

Por fortuna el mal del tio Purgatorio se corrijió pron—

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Lo; el sincope que e acometió fué debido á la falta de ah-.mentacionpues su miseria y ambicion, le conducia htratarse de esa maiiera

Me despedí del enfermo que se mona.... y al tiem

po de salir de su habitacion le ej decir: qué bueno es esteiacultatio: este sí que es un hombre de fundamento, vaya

cs un pozo de ciencia,A otro perro con ese hueso, dije para mi, 6 este tio es

un fatuo ó un adulador hipócrita.

Pasaron dias y algunos meses, y nuestro pobre Veterano no mejoraba de su dolencia: ni mi asidua asistencia, ni

el empeño decidido que habia hecho por salvarlo podianconseguir nada mas que paliar su mal y mitigar con calmantes y leches, aquella tos penosa que tanto le aque

jaba.

Ansiaba saber la conclusiun de su bistot’ia, y como estaba aplazada para un dia que estuviese mejor, me impa

cientaba al ver que este no llegaba, y que facilmente podíasucumbir y dejarnos sin el gusto de saberla.

Sr. Benito, le dije un dia que le encontré sosegado ynnimoso: quisiera me hiciera el obsequio de continuar refiriendo su historia, porque estoy deseoso de saber todos

los azares de su vida.La penetracion y talento natural de tan honrado vetera

no era estraordinaria, y fuese por complacerme, 6 bienporque conociese los progresos de la dolencia, me miróy sonrió un poco, y con aquella bondad del hombre justo

sne dijo: el he’ roe de esa historia, toca ya el término desu carrera: necesario le es descansar en paz, á ver si

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puede cojer en la otra vida el premio que no le han dadoios hombres en esta.

Se enterneció, y o senti una fuerte emocion al vercorrer sus lágrimas; me alargó su mano y añadió: un dicde estos inrnedatos, satisfaré su deseo; le dí gracias des—pues de disponerle un loe pectoral me despedí.

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í-.GL.

1

yíji

La terctana

Nos Eiali.bamos ya en el rigor el estío: los calores, elescesivo trabajo de sus naturales para la recoleccion de susansiados frutos, el uso del pan de centeno, y el abuso quehacian de las frutas junto con la situacion topográfica del

pueblo, eran causas abonadas para el desarrollo casi repentino de una epidemia.

La ma or parte de los años se hacian epidémicas lastercianas, y á pesar de que estas arrebatan á vecesbastantes víctimas, jamas las autoridades trataron de correj.ir las causas que las desarrollan.

Aigunos facultativos antecesores á mí habian hechepresente ya diferentes veces lo perjudicial que era el quelos vecinos arrojasen productos vejetales á los arroyos que.

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cFllzan el pueblo, como ya se dirá; lo conveníente de darmas ventilacion y luz á las easa, pues la mayor parte están construidas como se dice y ulgarmeute á lo morunas, ylo necesario y urgente tic evitar la nociva costumbre de quehabiten las personas y animales juntos, aunque esto, castno. se vé mas que entre la jente mas pobre de la pobia—cien.

Tambien secundé yo estas ideas muchas eces, pero indolencia y falta de voluntad, han sido lo des móviles, quesiempre han impedido hacer perfectamente sano un puebloque tiene en su seno elementos para ser felir y recreativoal forastero.

Para que se formen nuestros lectores un juicio de estepueblo, describiré aunque sucintamente su siruacon topográfica. ¡Joyo de Pznares es de unos vecinos, pertenece á la provincia de Avila, y al juzgado de Cebreros, dedonde dista una legua, tiene una parroquia on fa advoca

Cion de S. Miguel.Está situado este pueblo propiamente en un hoyo cerca

do de elevadas sierras, donde se crían muchos pinos de di—ferentes clases, y sin duda de aquí se deriva su nombre.

Su figura es casi la de un triángulo imperfecto: está dividido en tres secciones 6 pueblecitos por las cortaduras quehacen dos nrroyosque descienden de lo alto de las montañas, formando unas cascadas tan sorprendentes, naturalesy hermosas que recrean agradablemente cuando las llu-.sias las hacen correr.

Luego que estos pman el pueblo se juntan, y recojiendolas aguas de diferentes puntos llegan eees á foirrar un

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=r5 5=.arroyo respetable que despues desemboca en el rio A1—

berche.Para el tránsito de los vecinos de unos puntos á otros

del mismo, tiene construidos tres puentes, dos bastante sólidos, espaciosos y labrados, y otro endeble parael arroyo mas pequeño que frecuentemente tienen que estar reparando: tiene tres plazas, la principal reden construida, la antigua que era mas bien un corralon para losganados y carretas, y la plazuela del Sol que está inmediataá la iglesia, al Surde ella.

En uno de sus estremos hay dos grandes átamos negros, cu os gruesos y carcomidos troncos maniffestan laautigüedad de su plantacion.

A. su sombra se guarecen en tiempo de verano los mo—zaletes y curiosos para ver entrar en la iglesia á las serra—nas mientras ci sacristan tañe las horas enteras las campanasdando tiempo á que el pueblo se reuna á ver la única misa

del arciprestazgo que en todo lo mas del año suele cele—brarse.

Las casas de piedra con poca luz y ventilacion, dan unaspecto tétrico ‘ sombrio á las calles quecomoya seba dichoson desiguales, sucias y mal empedradas. Se crian buenospastos en las praderas señaladas para ellos, pero se escondeacutre sus verdes )erbas muchas vivoras que á eces hacenmortal su mordedura.

Con estos pastos se alimentan infinidad de gauados, particularmente el cabrio y lanar fino y ordinario que dan esce—lentes leches y lanas.

Las aguas delgadas y frias: frutas escelentes: se cose

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poco trigo, bastante centeno, y la industria principal eonsiste en el cultivo de lino y en la recoleecion de piones,que es de propiedad jeneral, no siéndolu así lasmaderaa quepertenecen á los propios.

No se consume otra carne que la de cabra: se cojepoca aceituna; para el alimbrada usan las tea 6 raIa depino.

Los ganados vacuno y elde cerda andan sueltos por lascalles, circunstancia que motiva la suciedad é inmundicia queya hemos referido.

Los naturales son sencillos y dóciles, hallán—dose la propiedad muy distribuida, así es, que rara vez se ha visto impetrar la caridad pública á ningunvecino.

Con elementos tan poderosos, se desarrollan en el verano las intermitentes, con una intensidad tal, que muehos

sucumben á impulsos de su malignidad; una atmósfera viciada por la descomposicion de los ejetales, en contactode las aguas de los arroyos, y por las demos causasreferidas, precisamente han de desarrollar miasmas nocivos, ycon ellos producir fiebres epidémicas. Por nii desgra—cia, una de las primeras que las contrajo fué mi tierna apasionada hija; sus 18 meses de edad, la denticion, y ladisposicion atmosférica contribu3 eron á ponerla al borde del sepulcro, pero afortunadamente desaparecieron

despues de 20 dios, pasaron algunos mas, y las contrajo mi esposa, en términos de resistirse al tratamiento febri-fugo, mejor combinado, por cuya razon laspadeció hasta la primavera del año inmediato, en cu-.

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=

a época fui o acometido tambien: dejemos esto parasulugar, y volvamos la vista por un rato, hécia los distintGsenfermos que hay distribuidos por el pueblo, que alli encontraremos sucesos que sirvan al complemento de estas eseenas.

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lx.

(ontlnha$IooIk de la hI.torla del Weterano.

Era a preciso ver terminada la historia del veterano;sus padecimientos se habian hecho insufribles, la gravedad de los síntomas era cada vez ma alarmante, y el infeliz ansiaba el momento de depositar sus penas en unhombre que las compadeciese. ¿Qué tal se encuentra Y.hoy? le dije un dia que medesocipé de la visita mastemprano de lo de costumbre. Eto bieu, muy bien...me contestó con una conformidad y calma edificante, pero ini corazon oprimido largos años y lacerado profundamente con mis trabajos y enfermedades, espera con serenidad y confianza el momento en que la muerte pongatérmino h tanto sufrimiento... No la temo, como buenmilitar, que mas de una vez ha luchado con ella, perosiento dejar en este mundo de miserias ñ esos dos pedazosde mi carazon. . . sin apoyo, sin guia, y sin recursos

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—r9-—-para el preciso sustento. Este recuerdo, me atormente,me fatiga y pone en angustiosa tortura los cortos dias queme quedan de vida... Si señor, el bien que antes he manifestado, es una ajitacion interior, una incomodidad pieno sé á qué compararla, pero dejemos esto It un lado,para mas adelante, y sigamos la ilacion de mis acontecimientos.

Terminada la guerra con Napoleou, y pasados algunos años, nos concedieron las licencias absolutas, y con ellasme retiré It mi pueblo clespues de 14 años de ausencia,desnudo y sin recursos para principiar á vivir.

Esta fue la recompensa á nuestros servicios, y gracias que logramos volver al hogar paterno... Porquotros españoles recibieron por premio It su lealtad y servicío*la proscripcion, la cárcel y el patíbulo... Ese fué el premio que en lo jeneral conceiió el suspirado Fernando al quemas sacrificios hizo por su trono y la independencia denuestro pais. Cuando recuerdo la injusticia y la ingratitudcon que se premiaron esas hazañas, y sangre vertida, meestremezco, y lleno de indignacion, porque soy francio, como buen militar que fui, y como castellano viejo que soy,siempre he tenido por lo mas feo y horrendo que pueda abri-.gar el hombre, la injusticia y la ingratitud... Restituido ¡mi casa, no tuve mas amparo, que dedicarme al trabajo delcampo, que era el oficio que antes babia tenido•, y It pocotiempo de dedicarme á estas tareas, recordé y aprendí lo quel estruendo de la guerra me babia hecho olvidar. Pocosmeses llevaba en el pueblo, cuando tuse la suerte de c.onocer Li mi esposa... Dios me deparé una tierna y sen

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—60—sible compañera que desde que oó leer un dia, en mi li—cencia los sericios que habia hecho y combates en que mehabla hallado, me tomó cariño y é poco tiempo nos desposamos.

Transcurrieron algunos años, y aunque llenos de trabajos por la pobreza con que nos unimos, nuestro matrimonio fué envidiado de todos; conjeniámos en una palabray nos llevamos como dos ánjeles; y únicamente faltabapara completar nuestra dicha y comuri felicidad el que lasuerte nos favoreciese con algunos interreses, para comprazalguna finca que poder cultivar, y hacerla producir....Parece que Dios oyó nuestros votos; las inmortales y jus

tas córtes del año de 180 al 3, decretaron en justacompensaciofl ñ nuestros servicioS, una ley paia que Aca—da licenciado, del ejército de aquella época, se les dieseel importe de unos 000 rs. en los terrenos aldios ¿lengos de sus respectivos pueblos. Con este terreno principié á dedicarme á la agricultura, y é fuerza de fatigas,trabajos y vijilias logré con el auxilio de las manos de miadorada esposa, allanar aquel terreno inculto lleno de malezas y pedregales, que en dos años converti en un jardinde esperanzas y delicias, viendo crecer los arbolitos pormi mano plantados en tan poco tiempo, que daba alborozo su hermosura y precoz desarrollo; ya se vé, una tierra virjen y descansada, hubiera hecho en tres años la fe—hicidad nuestra. Este placer fué bien pasajero por desgracia: la terrible reaccion del ‘23 nos privó de una propiedad que la nacion reunida en córtes nos diera, dejéndonosen el mayor desamparo... Desde entonces data mi enfer

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—61—medad... Una sombria tristeza se apoderó de mi ánimo, yen tal situaciOU ni mi esposa, ni mi tierna Maria, que entonces tenia tres años, era bastante á consolarme de lapérdida de una posesion con tantos sudores y afanes adquirida. Un despojo tan tirénico y arbitrario como este, nopodia menos de causar un trastorno en mi naturaleza, como mi pecho tantas veces babia padecido, se resintió denuevo; y de unos males en otros, á manera de los eslabones que unen una cadena, me pusieron en muy mal estadoy redujeron la desesperacion.

Me dediqué al trabajo, ‘ como era tan escesio, mereprodujo los ataques al pecho, perdí las fuerzas, y hacetres años, que arrastro la vida mas miserable y penosa...El inieo consueto, el solo placer que me anima, en medio de tantos padecimientos, es cuando voy á ver mi perdida poseiO11 entonces, es cuando mi pecho se dilata y res—pira con libertad.

—A ! amigo, qué dulces emociones esperimenta mie.oraZOfl cuando veo aquellos sitios que fueron tan frecuen—tados por mi esposa y por mi hija! Aquellos sitios... que conmi mano y azada allané siendo tan escabrosos y desiguales;illí fué, donde sudando y remando en perenne trabajo pasamos los primeros años de nue4tro matrimonio. Cuando todo era amor... y porvenir; cuando cruzo de parte u parteesta posesion reparo en una ospacosa lancha donde ias,

de cuatro veces comí conversé con su antecesor don Prudencio, me aflijo en tales términos, que no puedo menos

dellorar... Por esta razon y por lo mucho qe le apreciaba lapaseeInoinhredel0aflta. A1i vi dar los primeros ‘aci—

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lantes pasos á mi hija, á mi tierna María. Estos recuerdos,

eñor médico, son para un padre, que se mira cercano á latumba, el tormento mas deorador de su corazon...

—Estas circunstancias me obligan á suplicarle con elmaor eneareeimieuto, con la franqueza de un verdaderoamigo... me manifieste en qué estado me encuentro y cuánto podré vivir, porque quiero arreglar mis asuntos domésticos, despedirme de mi familia, y recibir los consuelos es—pirituales: como buen cristiano, á nadie he hecho daño... comosoldado español, queme debia á mi patria, me sacrifiquépor ella..., como esposo he cumplidocon losdeberes que impone la relijion y la sociedad áeste estado, y como padre....

(aquí derramé una tierna lágrima) he educadoá mi adoradaMaría... sin preocupacion ni egoismo, en el santo temor deDios. Mi edad, mis trabajos, acha u enfermedades, mehan hecho reflecsivo y cauto, y esto me ha dado paz enel matrimonio, y aprecio entre mis convecinos y parientes.Con que por Dios, señot médico, no me hable V. con el lenguaje embozado que manifiestan á los enfermos cuando corren peligro; á mi con lisura, con sinceridad.... algun sarcrificio ha de merecer de V. un desgraciado veterano.

El ministerio que ejerzo, le contesté, es de proteccion ycorsuelo, y casi nos está vedado revelar á los mismos en—flrmos los arcanos del pronóstico porque se acibaran f a—cilmente lts males, y una declaracion imprudente pudieraempeorar su estado, y quizá precipitarle su muerte.

—Ya he dicho á V., señor médico, que estoy tranquilo sereno, que veo acercarse la hora de dar cuenta á Dios

con la calma y confianza.... mas grande; o miro lamuer

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te ya, como ‘una consecuencia precisa de la naturaleza;mis órganos gastados y destruidos no pueden ya rejerlerarse, ni por la mano de Y. ni por la de ningun hombre....Esta conviccion profunda, es la que me tranquiliza, y áellay á la bondad de V apelo, ‘para que esplícita y terminantemente me confiese lo que le pido..

—-Pues si está animado de esa conformidad santa, si supenetracion natural ha conocido la gravedad de su estado,y quiere arreglar sus asuntos temporales y relijiosos, desdeluego lo puede hacer..,. pues por mas doloroso que ue seamanifestarlo.

Su mal por desgracia ha echado hondas roces, y noakanza la mano débil del hombre, como Y. ha dichomu bien, á correj irle.

__Otra mano mas potente y oste nsible es a que podráconsolarle y aliviarle en sus padecimientos.... Esa mano, tioBenito, que Y. venera y todos debemos reverenciar..., alláarriba está. Sí, á ella acude el hombre en sus msyores tribulaciones ,.... á ella acudimos todos en las aflicciones yangustias de la vida prestando aliento consuelo á la criatu—i’a que con fé y perseverancia la. invoca.

_Venga esa mano, me dijo en un arrebato relijioso,V. me hatraido el bálsamo de consuelo, para que con resignacion calma abrace mi cruz, pues bien, la acojo de co—razon, me abrazará á sus aras y así llorará mis culpas....

Sí, esas palabras de amor evanjélico, vertidas prn unmédico jóen, áquienes el vulgo injusto é ignorante acusa de insensible é irrelijioso, me hace concebir las ideasmas sublimes de su alto y elevado ministerio.... Quedo tran—

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=fi’é-quilo porque me voy al otro mundo, Persuadido que su no

ble coraon le c)uiacir á mirar por esos dos pedazos de

mis entrañas.... En este momento aquellos dos seres desgraciados aparecieron en la estancia con la espresion mas marcada de aíliccion.... ¡Qué escena mas patética se presentó mi vista! ¡toda mi vida la coris3rvar en mi memoria.porque era la primera vez que habia ejercido la mision importante de m&lco moralista. ... y la primera de esas escenas.... qiedjin un sello indeleble en el corazon.... Si,amigo lector, disimila mi pesadez, si me entretengo mas delo que debia en describir este tierno cuadro.... pero las pa

!abras solemnes.... que aquel veterano espresó al despedir—se de su desconsolada esposa é hija, merecen alguna indul—jencia: todavia resuenan en mis oidos con la triste y melancó—‘ica emocion con qae se escuchan las palabras de un rn ori -

hundo.Aclios, esposa mia, la dijo con bronca.... pues la

fonacion estaba cj:nj sie upre conturbada: mi hora seacerca.... Te suplico me perdones.... si como hombre yesposo, te he podido ofender.... Ten serenidad y resig—note conla suerte; vise como hasta aqui en la virtud... y e’trabajo..., continua dando á mi hija esa edueacion santahumana que has sabido grhar en su corazon, sé caritativa

con el desgraciado; y si algona ez pasais por la lancha dela amistad, acordaos del que la puso tan justo nombre....Dos gruesas lagrimas, surcaron p01’ aquellas rugosas mejillas.... hubo un momento de ollozosy despuescontinuó.Hija ma, si’ como basta aliora,el dechado detu sexo & consuelo de tu madre... ‘ recibe la hencicion de un padre... en el

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mmento cj:iiz de hallarse prÓcsirnl d.ir cuenta Dios: Acuérdate, hija mia, de tu padre y de sus consejos,

si algun dia mudas de estado, y el cielo te concedesucesion, le pondrás mi nombre í alguna de tus hijos....concluó, y haciéndome una seña para que me aprocsima

me apretó fuerte y cordialmente la mano. ¿Puedo conLar con la honradez y proteccion de un médico, no es verdad?

—,Lo duda Y. tío Benito? le contesté.— No señor, jamás puse en duda su probidad; pero en

este solemne momento quiero manifestarle la gratitud de tUL

padre desgra.iado... Un segundo apreton volvió á darme,y. lleno de pena y tristeza, salí de entre aquella desgra—ciada familia.

Recibió los divinos auxilios, y cuatro dias despues, yadescansaba a 1uel valiente veterano en la mansion de losmuertos.

Con el corazon traspasado de sentimiento por la escenaque acababa de presenciar, llegué á mi casa, pensando soloenla posi cian triste el que iba á quedar aueIla familia, ylo poco que habian servido mi esmerada asistencia y asiduo cuidado ea las seis meses, sin haberle podido salvarla vida.

—Ni mi esposa, ni las caricias de mi apasionada hija,ni las chanzonetas picantes de la Gorriona pudieron sacarme de aquella especie de abatimiento que al médico le sobreviene el dic que se le desgracia un enfenno; porque esteesun eterno dia de luto que alcanza á todos los profesores.

Pasaron bastantes dias, sin que sobreviniera ningunacontecimiento especial mas que la rebeldia de las calen—

TOMO 1.

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tures de mi esposa, que como á otros, no podia lograr hacerla desaparecer; y la falta de pagos en mis honorarios, que cada vez estaban mas rebeldes en soltar los rejidores encargados. Esta injusta omision me incomodabatanto mas, cuanto que mientras mas ecsijentes eran losenfermos en su asistencia, menos trataban los encargadosde la cobranza en llenar sus deberes.

Me presenté al ayuntamiento; reclamé mis honorariosatrasados, y como siempre quiebra la cuerda por lo masdelgado, hube de conformarme con una pequeña parte deI deuda, que á remolque y como si fuera una limosna concedieron; tal es el estado de abyecion á que llegan los facultativos en los pueblos.

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,

la quinta.

En aquella época, no se celebraban estas todos los OfioScomo ahora. El i’eernplazo del ejército estaba sujeto á otraley antigua llena de vicios.

Una de las grandes reformas que ha hecho nuestta re—volucion, ha sido la ley de reemplazos, que aunque tambienadolece de vicios y defectos, á juicio de profundos crticos,es sin embargo obra mas perfecta en comparacion de aque—ila. Por esta ley habia ocasiones en que un pueblo celebraba cuatro ó seis sorteos en un año, particularmente en elreemplazo de milicias provinciales.

Para uno de estos sorteos fui llamando á los pocosdias de ocurrida la muerte del pobre tío Benéto.... Eratambien la primera vez que asistia como médico lejista unacto de gravedad y trascendencia. Es una contribucion deangre importada pocos siglos hace, de allende que arreha-’te u los padres la prenda de mas yaba, la prenda que es

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= 68=fruto de sus amores, el arca de testamento, se puede decir así, donde quedan archivadas herencias y recuerdos quesirvan un día para perpetuar su memoria....

Preciso era pues para desempeñar esta mision delicadarevestirse de imparcialidad, no dar oidos á sujestiones deninguna clase, y marchar con serenidad imperturbable porJa senda del deber: pero ¡ah! en este ramo de la cienciamédica, de suyo oscuro y dificil, es donde el profesor tienema compromISOS, doade se pone é prueba su integridad ypericia.

Ea aquel tiempo se ejercía con rna; rie4go y menosacierto esta parte de la medicina, porque entonces no exis—tia un reglamento para las eenciones corno en la actualidad (1), aunque tambien adolece de muchos defectos. Ha—bia tantos yacios en este ramo, que aun cuando el profesorse atuviese á los deberes que estrictamente le imponianaquellas leyes, nunca dejaba indemne su responsabilidadsi las autoridades encargadas en llevar efecto estas, querían ecsijirsela.

Si, repetimos una y mil veces, entonces como ahora silas autoridades que intervienen en estos actos por mala féé ignorancia quieren fastidiar al falcultativo, lo ejecutaná mansalva, y aunque este acuda al tribunal de PoncioPitatos, seame permitida esta frase, jamás consigue se leoiga en justicia.

(4) La medicina legal espaiola es deudora á la rejenciadel 1). de la V. de esa reglamento de esencionos que tanta falta hacia.

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Un ejemplo de esta verdad voy á consignar en estaspájinas.

Asistí por primera vez como ya he dicho, al sorteo

celebrado en aquel pueblo.Entonces Los reconocimientos de los mozos que alega

ban esencion, la verificaban antes de entrar la mano en cántaro ó en suerte.

No habia reglamento fi que atenerse para la esen—cion, como ya queda referido, ni en fin habia diputacionesó consejos provinciales....

Ecsistia sí, empero una famosa junta, que llamabande agravios en las capitales de provincia, que desempeñaba las funciones que ahora competen á los consejos referidos. . . -

Esta memorable junta que dejó en sus fastos recuerdos de agravios fi mas de cuatro proferores, se constituiaen árbitra dispensadora del bien ó del mal en los perjuiciosque se irrogaban á los sorteados, y ella fi su antojo y capricho sin entender en esta materia, imponia castigos, multaba á los profesores que por descuidos, malevolenciaó ignorancia, no llenaban sus deberes Principiante yoen este ramo, sin práctica ni guia á qué atenerme para Jaesencion referida, zozobré en lucha abierta mi espíritu alconsiderar la reata que pudiera traer fi una familia una de—claracion indiscreta, consulté los mejores autores que hastaentonces habian escrito de esta materia, y el célebre Fode

y el Belloc fueron los que me parecia llenaban mejor elcuadro de las esenciones y particularmente el iltimo, como obra didáctica, destinada por entonces para testo de

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=70=la enseñanza; como una de las enfermedades que ecsiiniapara el servicio de las armas eran las hernias inquinales

completas ! irreducb les, y la que tenia el mozo J. T.

era incompleta, me pareció prudente y justo declararloútil al servicio, y así lo hice, apoyado en que el mal era

incipiente y no de la clase de hernias que el testual manifestaba. Declarado soldado, se presentó en la capital deAvila, y allí fué reconocido nuevamente por los facultativos, quienes pensando de distinto modo que yo, le declararon inútil.

Ita controversia llamó la atencion de la junta de agravios, que la componiari, el intendente, el comandante de armas, un seerta río y otros cuantos que no recuerdo, y creyéndome cómplice en alguna injusticia, me conminaron enveinte y cinco ducados de multa.

Me presenté á la referida junta, y en plena sesion mani—festé mi inocencia de una manera franca y esplicita, puesto que me habia diríj ido, por lo que enseñaba en semejantes casos la obra de Belloc, loco citato. Mis razones nofueron oidas; la Junta llevó adelante su providencia, y porgracia del Intendente á quien fui recomendado, conseguíque la multa fuese la mitad de la primitivamente impuesta; la satisfice á la fuerza, y me volví al pueblo indignadode tal proceder.

Son los actos de las quintas de positiva y grave trascendencia, y en ellos debe’ el profesor manifestarse con

toda la dignidad posible, no dando entrada en su pecho Ii loefectos de compasion y de ternura, rechazando el sóbornoy las amenazas de todo género.

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.7 jEn semejantes actos el profesor es buscado y favore

cido con ofertas, y el que antepone á todo su deber, merece bien dela ciencia, de lajnsticiay dela sociedad entera.

En los diferentes pueblos en donde hemos ejercidonuestra honrosa profesion, hemos tenido lugar de asistir Iimutitud de sorteos en calidad de Médicos legistas, y aunqueen todos hemos presenciado las mas patéticas escenas deamor paternal, ninguna tan sentida como la que presenciéen este pueblo con un desgraciado padre que para libertarLi su hijo, presentó una csencion á todas luces atendible y justa.

Consistia aquella en su edad seesajenaria, y en unadeforme joroba, producida por el golpe que un grueso tronco de pino hubo de darle al tiempo de hacer el corte con ehacha.

Poseía empero aquel buen padre suficientes bienes parasostener un criado y mantenerse con el producto de aquellos, y aunque declarado por el reconocimiento que le hiceen absoluta imposibilidad, los dembs interesados pidieron aayuntamiento que no hubiese lugar á la demanda del padre, puesto que tenía bienes bastantes para atender Li susubsistencia.

La municipali.ad tomó en consideracion aquella peticioa,y el infliz jorobado vió su hijo soldado, y sufriendo el pesar mas profundo que puede imajinarse: con él conmoviJ á los concurrentes, y o mismo tuve que retirar mivista de aquel hombre anegado en llanto que con suencorba—do cuerpo salió de aquel sitio apoyado en su véculo, dejandoseñales marcadas en el rostro de los espectadores de la profunda emocion que seutian.

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Y‘J

XL

El brujo.

Se concluó el sorteo y me retiré 11 rasa deseoso decalmar tan visas emociones y distraerme con los chistes de‘a Gorriona, á quien no sin sorpresa habia visto triste ysilenciosa en aquellos dias.

—i,Qué tiene Y.? la dije mientras me preparaba unaso de limon para refrescar.

¿Se quiere V. poner tambien enferma?—No por cierto, me contestó, pero veo á laSra.

eiiferma despues del peligro que corrió la niña, veo lonial que el ayuntamiento cumple con Y. sus contratos,

observo en fin su constante trabajo, y estoy á la verdadinquieta y disgustada, porque siguiendo así, Y. se aburriráy el mejor dia nos abandonará como lo hizo su antecesordon Prudencio.

—Ciertamente que estoy cercado de disgustos al verel descuido con que mira el ayuntamiento mis servicios, la

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poca salud que goza mi familia, y el escesivo trabajo quetengo, mas.... ¡cómo ha de ser! por cualquier parte que el

hombre se dirija, rara será la vez que no halle una legua demal camino.

En cierto modo esta reflecsion me fortalece y consuela y me hace esperar el dia en que el ayuntamiento se ar

repienta de su falta y trate de repararla.

—No se Ile V., señor, reclame á tiempo sus honorarios,y no deje Y. pasar esta época que esta mejor para la cobranza, porque á Dios rogando y con el mazo dando.

—Doy á V. gracias por tanto interés, la contesté, perome es tan repugnante andar todos los dias molestando, queprefiero la indijencia it esa humillacion servil con que pare—tese recrean los concejales, haciendo pasaral médico porel juguete de su ignorancia ó de su intencion perversa.

—Los mismos pasos que V. sigue y por las mismasafrentas pasó don Prudencio. Abusando de su bondad lecomprometieron it tener que adoptar una medida vergonzo—sa, cual fué la de salir it cobrar de puerta en puerta acompañado del alguacil del concejo.

Todo consiste en la desigualdad con que en esta villa sehace el reparto,pues lo mismocarganalinfeliz jornalero queal vecino mas acomodado, y de aqii nace la resistencia que elpueblo manifiesta para el pago que debiera realizar el ayuntamiento y no esponer al facultativo it una afrenta como esa.

Niogun ayuntamiento trata de reinediar esta grave fa!—tapor no alterar las prácticas establecidas, y vea Y. una injusticia que se vii perpetuando tradicionalmente con daño delprofesor y mucho mas de tos vecinos pobres, sujetos siem

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pre la tiranía de los ricos, Ii quienes no tiene cuenta el cor—rejir tan criminales abusos.

Aquí llegaba la oportuna y retlecsiva Gorriona,

cuando se me presentó un tercianario acompañado de sumujer.

—Venimos, dijo esta, it que vea Y. Ii mi marido,it quien hoy ha dado una fuerte calentura y un frio tan es—traordinario, que por poco se muere. La tic Calva nos hadicho que debe ir it las Navas del Marqués it que le cure elbrujo, porque de lo contrario nunca se pondrá bueno.

—1E1 brujo! esclamé con la mayor sorpresa.—Sí señor, el brujo, replicó aquella pobre mujer: un

hombre que hace milagros con sus letanías y oraciones,pero es tan rato algunas veces, que como no le regalenbien, no quiere curarlos.

—Con qnie es tan interasado? ¿Y qué hace con losenfermos?

—En cierta ocasion fui yo con una vecina, la pidió unaliga y un poco de pelo de junto it la oreja izquierda, lo quemótodo, y con una mezcla de sebo de lobo y huesos demuerto, hizo un ungüento y empezó it darle tantas frotaciones pon4 todo el vientre, que en poco tiempo se puso buena.

No pude continuar o endo tanta estupidez y fanatismo,y hube de decir it la interlocutora en un momento de enojocuanto me pareció oportuno para combatir aquellas fatalespreocupaciones.

—True Y., la dije, por último, tome Y. esa receta,viti aY. it la botica que con ella la darán una iedicina, que nodejará de producir mas alivio que las oscuras frases y ridí—

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culas ceremonias de un impostor que vye y esplota su minafi costa de la credulidad de los ignorontes, abusando denuestra paciencia y de la tolerancia de las autoridades.

Se marcharon aquellos importunos huéspedes, y cuandome quedé solo con la Gorriona la dije: ¿ Qué clase de persona es el tal brujo?

—Un hombre ordinario, de aspecto grosero, tuerto,delgado y como de unos cincuenta años, pero lien o de suspicacia y maldad, pues como ha corrido mucho mundo segundicen, ha conocido el carácter sencillo de la jente de estepais, y con sus farsas y engaños, ha logrado una celebridad estupenda.

No hay enfermo de alguna duracion que no consultecon él.

El pobre don Prucencin se aburria con el fanatismo queestas jentes tienen con el tal brujo, y aunque se valió delascendiente y amistad del Sr. cura arcipreste, que como V.sabe es un hombre de talento y honrado, para que ecsor—taseenloS sermones á los vecinos á fin de que no creyeranlas imposturas de ese tio pícaro, nada pudo conseguir; el Sr. cura predicó en desierto y don Prudencio secansó y los dejó por imposibles de conquistar.

—Pues estamos frescos con el tal brujo, dije o ú laGorriona, no seria desacertado dar cuenta fi la autoi dadsuperior de la provincia para que le castigaran y....

—NoseaV. niño, no hap V. tal, pues ademas de noconseguir entaja alguna, porque en lo que menos piensan estas es en correjir esos abusos y mirar por lasalud pública, se haria V. poco favor en hacer mé-.

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rito de un hombre tan desprecabte, y tal ve la necedad y maldad de las jentes, le espondrian ti unlance pesado.

—Tieiie Y. razon, Gorriona, dice Y. muy bien,mejor es mirailo con desprecio, que el tiempo los desengañará de su error.

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-

XII.

UI aIIda do Uoyo.I’Inarea.

Se aproesimaba el invierno, las intermitentes que hasta entonces no habian podido ser curadas, tomaban con elfrio tal rebeldia que casi era de esperar no se corrijiesen hasta la primavera inmediata, á no ser que alguna rareza ódisparate las hiciera desaparecer, como muchos profesores habrán tenido ocasion de observar en el curso de supráctica.

Pues entre los enfermos acometidos de estas fiebres detipo intermitente rebelde, ocupaba un lugar mi querida esposa. Enferma y disgustada con el pésimo proceder delayuntamiento en cuanto á nuestras pagas, viendo por otraparte la esposiciofl que yo corria para contraerlaS, habitando en un pueblu por cuyo ambiente revolteaba el jermen

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de ellas, contrajo una melancolia, que en bien poco estuvohacerla sucumbir.

Por aquel tiempo se desarrollaba en algunos pueblos dela provincia y particularmente en Cebreros una enfermeriadgrave de carácter contajioso que hacia infinidad de víctimas.

-—Esta era la fiebre tífoidea que tomando el carácteigástrico nervioso ó pútrido, acometia indistintamente.

No respetaba clases, edades, ni secsos, pero lo que seobservó casi constantemente (histórico) era ver acometidoscon mas frecuencia, fi los que asistian ó manejaban á losenfermos que la padecian.

Dos profesores de medicina murieron de esta dolenciaen la citada ilta, ! otros varios estuvieron á punto de fa—llecer en otros, siendo uno de los que mas peligro corrieron, el ilustrado profesor de S. Bartolomé de Pinares flquien yo asisti, y el no menos reernendabie de Navalpe—ral, que ho se halla de titular en el pueblo de que es objeto este Diario

Pues bien, siguiendo esta enfermedad, que en logeneral se denominó fiebre gastro atáxfca, un itinerario anómalo, la vimos aparecer en el pueblo donde oestaba.

A mis muchos enfermos anteriores, se agregaron unainfinidad de los iiivadidos de la enfermedad referida.

Ya se deja conocer cómo un jóven profesor cual o eraentonces se encontraria en los primeros años de su práctica, con un trabajo tan ímprobo, agobiado de disgustos y

en un pais estraño, haciendo uso de alimentos ú que no

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estaba acostumbrado y respirandG un aire tan nocivo

la salud.Si alguno de nuestros lectores ha pasado por estas prue

bas, que haga el favor de cotejarlas y verá qué amargaposicion seria entonces la mia.

Tenia que luchr ademas de las causas que dejo referidas, con otras de tanto ó mas vulto, de tanto ó mas pesoy gravedad.

No habia en el pueblo botica, distaba esta una legua,y el surtido que se hacian los enfermos de ella, era poi¿gualas, contrato penoso para el farmacéutico en un caso escepcional de epidemia como este, de compromiso para el facultativo que habia de recetar.... y de prueba paracualquier que estimara en algo su reputacion.

Si recetaba pues mucho el médico, el furmacéutico se

perdia; si no recetaba por consideraciones á este, la humanidad se veia amenazada: ¿qué hacer en este caso? cualquie

ra y yo el primero botana por el segundo estremo; pero, y

ntonces aun haciendo la justiia que se merece al profesorde farmacia y dado caso que fuese despachada la receta como se pide; mientras van y vienen por la medicina ¿cuántospeligros puede haber corrido el enferm? y si el farmacéutico se encuentra ya con una pérdida exorbitante, seguirá estrictamente despachando las medicinas que el médico le pida?será tan justo y rij ido que prefiera su ruina á faltar al contrato y fi su deber? asi parece que debiera hacerlo, porqueal abrazar esos contratos que debieran estar proscritos,tácitamente convino en despachar las medicinas que losigualados necesitaren.

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Para probar hasta ddnde llega el abaudon de la saludpiblica en los pueblos y en la poca estima que en algunos tienen los instrumentos y cosas necesarias para corre—

jir enfermedades repentinas, como cólicos, apoplejas, etc.,baste saber A nuestros lectores, que en esta poblacion de masde 250 vecinos no habia siquiera una lavativa.... y masde cuatro veces, si por fortuna no la hnbiese tenido el facul-.tativo, hubieran perecido los enfermos.

A peticion A instancias mias logré que el ayuntamiento se hiciera con una, y como jeringa de Villa andaba tannecesario instrumento de una parte A otra todo el dic.

Quizá hayamos disgustado á nuestros lectores, con laprolijidad de estas menudencias, pero como nuestro Animoal emprender este Dzario es probar hasta la evídencia todoslos estremos, todos los lances y compromisos con que hayque luchar en nuestra amarga profesion, nos ha parecidnconveniente aiadir estas pájinas impetrando por ello la in—duljencsa de nuestros lectores.

Volvamos á seguir trazando aunque brevemente los percances relativos á la epidemia y á mi critica posicion.

Un trabajo knprobo, las vijilias que pasé durante lafuerza de ella y otras causas que omito por sabidas, habiande producir en mi méquina aunque robusta alguna al—teracion.

Así fué por mi desgracia: acometido de una fiebre decarécter inflamatorio un dia que habia hecho la visita porotro facultativo en un pueblo inmediato., no tuve mas arbitrio conociendo la gravedad do mi estado, que hacermepor mi misma mano dos copiosas sangrias (no habia por en-

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.=g itonces quien las hiciera, logiaido suspendev la mnrchade un violento ataque celebral, que por los sntomas co—

nocí me amenazaba.

Los facultativos de los pueblos inmediatos me asistieron con un celo y cariño fraternal; séame permitido con—signarles una pájina por mi eterna gratitud.

Pasé tan aguda indisposicion, pero dejando en pos las-malditas tercianas que tanto me molestaron en los diez y

ocho meses que las padecí.No terminó con este ataque nuestro penar; era preciso

pagar el año de noviciadí, era necesrio sufrir todos lostormentos y angustias imajinables para que desapareciera

de mí todo resto de halagüeña esperanza y porenir, figurada en mis ensueños, era prtciso en una palabra, red—hir de la suerte el último golpe mas sensible, para poner

fi prueba nuestro sutrimiento,

Nuestra única y apasionada hija que con sus caricias

mitigaba los eternos disgustos que continuamente se suce—dian en aquellos dias de tristeza, nos de oraron, falleci6

victima de una gistrica fulminante, dejándonos ademas

de enfermos, con el dolor mas acerbo.Pasó mas de un año despues de este triste aconteci

miento sin que nuestra estrella nos presentara en lontananza ráfaga alguna de claridad.

Familiarizados con el peligro, la desgracia y abandono

del ayuntamiento, no teriiamos mas consuelo que la compañia de la pobre Gorriona, que como criada fiel, babiapasado por los mismostrasportesde dolor que sus amos..

Por fin despues de purgados suficientemente de tanTOMO S. 6

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tos males, pareció que el cielo propicio nos miraba con masconskleracion.

Mi esposa se puso buena de sus largas calenturas,

gracias á la mudanza de aires y clima, y yo con un

dispara fr ó mas bien con un deseo instintivo de un manjar estimulante que satisfice, recuperé las salud por tantotiempo perdida, con asombro de los facultati os que measistieron.

Aunque ajeno al estado de tristeza y poco gusto enque nos encontramos en un pueblo en donde tan adversase mostró la suerte, no queremos dejar en silencio unafuncion popular que se celebró en dicho pueblo por elaniversario de san Sebastian, y por la desaparicion de laepidemia referida, porque estamos seguros no desagradaráá nuestros lectores.

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9--

XIII.

La funelon popular.

Hay en muchos pueblos de España la costumbre de fes

tejar el aniversario de S. Sebatian como abogado é intercesor en las epidemias, dando con esto una prueba de ve—

neracion al santo valiente militar que batió en diferentes acciones ‘ encuentros s los enemigos delemperador Diocleciano, que le mandó despues asaetear,

en premio u su virtud y ser icios, sufriendo por lo tanto el

martirio.

La alegria que reinaba en los vecinos por adesapariciori de la fiebre tifoidea y la procsimidad

del 20 de enero, hizo recordar is todos la memoria deaquel, y reuniéndose esponténeamente trataron de solem

nizar su dia’

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El programa de la fiesta era una solemne funcion de

iglesia con sermon, su procesion, y despues una dania al

estilo antiguo.Los directores de esta, eran dos ancianos que a

en otras ocisiones habian deempeñado este papel, y cada

uno se encargó en dirijir é instruir su respectiva com

parsa.En pocos dias llenaron su cometido, llegado el dia se

ñalado se presentaron las dos compañías á la puerta de la

iglesia donde esperaban principiar sus evoluciones, tanpronto como las campanas anunciasen la salida de la pro—

cesion.

Las dos comparsas eran distintas, pues cada una te—nia su representacion y significado.

La primera La componian varios jóvenes vestidos demoros, que precisamente eran los que habian de preceder

ñ la prcesioo, bailanio al compás de los palillos que cada

individuo llevase.La otra comparsa vestida á la antigua española bailando

en los mismos términos que la anterior babia de salir de la

iglesia al compas de la rndsica de la dulzaina tamboril,

ejecutando figuras pantomímicas por delante de la 1,roce—sion, que demostrasen el triunfo obtenido sobre losmoros.

Nunca habia visto á las serranas mas aseadas, peripuestas y limpias, que en aquel dia.

Adornadas de pañuelos de colores y zagalejos de ba e—

ta cortos, redondos y ahuecados, eran capaces, como

suele decirse, de echar ó tierra de un ríbetazo una muralla.

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Anirnacion, solaz aegria presentaba aquella silla entan solemne fiesta; los males y sustos sufridos con la epi

demia se olvidaron, el [rio de la estacion no impresionaba á sus naturales, solo regocijo ‘ hulla se veia por doquieren los semblantes.

El estampido de algunos cohetes, y el repique de lascampanas fué la señal para dar principio ti la procesion.

El tambor y la chillona dulzaina sonaba fuera de laiglesia, armando un guirigai tan confuso como desagradable ti los oidos.

Principié ti desfilar la procesion, y formando los concurrentes las dos filas de costumbre, caminaban con lentospasos precediendo ti estas la comparsa de moros.

Hacia esta con sus palos infinidad de figuras, contor -

siones y movimientos con los brazos, tan bien ejecutadosy graciosos por sus jestos y pantomímicas acciones, queentreteflian y recreaban ti los espectadores

Representaban ti veces batallas ti campo descubierto,y otras formsndo con sus cuerpos improvisados castillosdesafiaban con sus palos y acciones el valor de los cristianos.

Estos que veian el desafio, imitaban otros iguales, yadmitiendo el reto de los moros, se introducian entre susfilas, y dando palos y mas palos unos y otros sin perder el

menor sonido, hacian una visualidad curiosa y entretenida,ti la par de agradable y entusiasmadora.

Esta escena guerrera., duraba mientras la procesionhacia alto en alguno de los puntos señalados al efecto, ydespues aparentando ser vencidos los moros, marchaban

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en precipitada fuga, cori el mismo compás, á su primitivopuesto.

Los españoles como dueños del campo espresaban consus alegres movimientos el triunfo obtentdo sobre sus enemigos, y por delante de la imAgen seguían haciendo susçvoluciones.

Ya se dijo que calo una de estas comparsas habia deser dirjida por un maestro de ceremonias, que llevando elcompás con un gran báculo, y haciendo oficios de facis—ter en el suelo con los golpes indicaba los tiempos y varia-clones del baile.

Al ver aquella ajilidad y soltura me pareci6 ver á losdiscipolos de Bebci, Aque habian sido instruidos óinspirado por el Dios de la danza Terpsícore.

Regresó la procesion, y la música y los danzantes des—pues de aeompifiar al señar cura y ayuutaziiento A sus casas, marcharon con los mayordomos del santo á tomar elrefrijerio de costumbre.

Llegó la tarde, se celebraron las vísperas con la misma solemnidad, despues se formó un espacioso círculo debancos en la plazuela del Sol, y las dos comparsas al sonde ks instrimeutos referidos repitieron las distintas figuras de la mañana, y en las que tomando parte el bellosecso, acompañaba A moros y cristianos en sus alegresy festivos movimientos.

Un inmenso jentío rodeaba A los danzantes, recreando su imajinacion tanto tiempo abatida, con baiIs nacionales que alegran y deleitan mas que todas las galops,polcas y mazurcas de los estranjeros.

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—87—En el centro del círcnlo se hallaba un banco destinado

para el ayuntamiento que presidia la funcion, y como unamuestra de particular predileccion, tuvo el alcalde latencion de convidarme y ceder un asiento en aquel distinguido puesto desde donde presencié tan sorprendentey sencillo festejo.

Una cancion que el tamborilero repetia cada instante

1ara reanimar la danza llamó particularmente mi atencion,‘ aunque mi curiosidad preguntó á varias personas á qupodria aludir ó qué significacion tendria, ninguna satisfizo

mi deseo mas acertadamente que el tio Peralo que pasaba por hombre entendido en materia de danzas: oi decirfi mi abuelo, me dijo, que á consecuencia de la victoria conseguida sobre los moros por el emperador don Al.fonso 7.° de Castilla, se celebraron en España solemnesfunciones y torneos, y en los pueblos se cantaron en loorde tan señaladas victorias versos y canciones á su memoria,siendo sin duda aquella una de tantas, que se habria idoconservando tradicionalmente..

La caricion constante del tamborilero era esta;

Al rey don AlfonsoAl rey mi señor,La España le aclamaPor emperador.

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Esta canciun histórica se hacia ridícula con la conehision entonada á coro, pues ninguna analojía guardaba

aquella.

Este era el coro;

Tu te la llevarás

Ieiiquito la Bartola,Tú te la llevarás,Pero no está sela.

Figuren nuestros lectores qué significacion se habiade dar á un estrivillo tan raro.

Mi curiosidad que no ha enccnitrado límites, se impacientaba y revolvia por hallar quien ilustrara mi deseo

y diera solucion categórica á tan estrambótico verso.El tio Pepino, que era otro de los inteligentes, me di

jo: ese coro, es independiente á la cancion del rey, pueshace años oí decir que se compuso para un vecino

del pueblo, por haber casado con una muchacha quetuvo un descuidillo.

Satisfecha mi indagacion, terminó la funcion bieiientrada la noche; yo me retirá á casa, y dos dias des—

pues nos hallábamos en marcha para nuestro segundo

partido, donde conduciremos á nuestros lectores

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CAPITULO SEGUPO.

1.

liii nacional rubilado.

JUNIO 30 » 1834.

INTRODUCCION.

Ya dejo consignado en mi anterior relato, el triste desengaño que llevó mi credulidad y buena fé, ó mejor dicho,mis pocos años con la halagüeña idea forjada en mi imajina—cion sobre la suerte porvenir de mi primer partido.

Ni era de esperar otra cosa de un pueblo dirijido por

autoridades de tan poco celo , que dormidas en brazosde la indolencia y pésima costumbre, no buscaban lasmejoras que reclama la culta sociedad, las buenas reglas

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de hijiene pdblica, y el cumplimiento de los deberes quecontraen al escriturar á los profesores.

Si a que tan sagrtdos deberes se conculcan y desatienden de esa manera por las autoridades, los facultativos por su parte estudiaran las costumbres, la situaciontopogréfica, la buena ó pésima salubridad del puebloque solicitan, y si despues de agraciados cada profesoren particular, escribiese un memorandum en donde anotase los ‘icios de que adolecen, sus preocupaciones y todo lo que es anejo á estas, encontrarian los enideros fa—cultatios en ese gran libro histórico del ejercicio medicosuficiente materia para huir y despreciar esos partidos, queanunciados con pompoas dotaciones no son mas que anzuelos tendidos á nuestra numerosa clase, para cojer á losincautos profesores.

—-,Pero cómo hacer ese niernorandurn histórico? seme diré. ¿De qué modo se ha de llevar é cima , y cómohacerlo entender ú los facultativos?

— Dos medios muy poderosos se pueden escojitar, si

ti ellos con asiduidad y preseverancia nos queremos en—regar.

El primero es la historia que cada profesor hiciera delpueblo donde estuviese colocado, anotando en ella todolo concerniente al arreglo futuro de los profesores que lesubsigan, vistos y anotados a esos vicios y males eternos que tanto molestan y rebajan la dignidad facu1tatia.

Esta historia redactada con sencillez, presicion yerdad, debia legarse voluntariamente por el profesor quesale de un pueblo al nuevo agraciado que entra.

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Debiera esta donacion hacerse forzosa por la utilidadque á todos reportaria, y nuestros futuros compañerostendrian allanado el camino para su mejor posicion y felicidad.

Nadie puede negar que la historia es la escuela delmundo donde están consignados los acontecimientos pasados que ponen á la ista los estravios de los pueblos enjeneral, y los vicios y virtudes de los hombres en particular: pues bien, si en las pájinas de ese gran libro encuentran el político y los gobiernos lecciones que le sirven de gula para vaticinar 1 que puede suceder á unanacion, con tal 6 cual marcha, con tal ó cual sistema degobierno, ¿con cuánta mas razon no aprenderia el profesor,siendo una cosa mas sencilla, á vivir en un pueblo corto,si es qtie lo acomodaba abrazar las buenas ó malas cir

cunstancias porque babia pasado su antecesor?Dificultadés se me objetará, puéden presentarse para es

te pensamientO pero á la olintad casi nada resiste, les con -

testaré: en encer lo difici et el mérito, decia un sabio:queramos hacerlo uná vez, en obsequio de nuestra des

graciada clase, y saIvaemos todos los escollos que se pre

senten.

—En las columnas de los periódicos cientifleos que denuestra facultad se publican, creo á no dudar, que enc’on—

trarian cabida las reflecsiones que los profesores de lospueblos hicieran, sobre la verdad ó ecsageracion de los

anuncios de vacantes, ai como cuanto se supiera del buenoó mal tratamiento que el facultativo hubiese recibido: este

es el segundo medio que proponia.

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-

Los pueblos nos dan un ejemplo que debemos imitar:

se informan de nuestra conducta, de la pericia, y de cuanto pueda contribuir al mejor acierto en su eleccion; estánen su derecho para hacerlo; nosotros tambien lo estamospara estampar en las columnas de los reki idos periódicos con la mesura y urbanidad de hombres honra—dos cuanto se sepa sobre las• cualídades del pueblo enunciado.

De este modo llega á conocimiento de todos tosprofesore y así como los pueblos huyen de un profesor que tenga malos antecedentes, asi nosotros detestaremos á los que cumplen mal sus promesas y contratos,

y entonces quizá logremos sea menos amargo el pan queen los partidos come el facultativo.

Sujiérenme estas re[lecsiones el triste cuadro quese me presentó eii el primer partido; con otros datos,y con alguna mas esperiencia, no hubiera quizá adoptadoel nombramiento de titular, que á tanta costa disfruté, dejándome recuerdos que deploraré toda mi vida.

Mas de dos años fué el tiempo que pasé desempeñando la plaza de único profesor de aquella villa, y aunqueen zoología se presenta al hombre cosmopolita ó habitantede todos los paises, sin embargo, no se puede negar quela aclimatacion de él en algunos pueblos es dura, sensibley hasta mortal.

Así como á un enfermo la variacion de clima, deaires, de alitnento, le devuelven la salud, cuando estos estan en condiciones acomodadas á su naturaleza,del mismo modo le soii nocivas estas mismas condicio—

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nOs á un hombre sano, si el clima no estí ei relacioncn sus hábitos y con su jénero de vida.

Estas cualiiades fieron sin duda las que pudieronobrar en mi robusta salud, y por ellas padecí y toda lafamilia la variacion del país.

Circunstancias son estas , que debieran estudiar—se muy detenidamente, porque ellas pueden acarrearta infelicidad y desgracia de muchas familias. iCuáiiprovechoso es el estudio de la Geografía al hombre, ycuántos bienes reporta á la medicina!

El facultativo para vivir él, y lara mandar á sus enfermos á tonar aires nuevos como vulgarmente se dice, debe poseerla con la mayor perfeccion, ¿porquecuánta responsabilidad no gravitaria sobre él, si por mandará un enfermo á un punto sano, le mandase por ignoranciaá otro mas perjudicial?

Fastidiados con los males desgracias con que la suerte nos babia sitiaio en el primer partido, esperando mejorar de uno y otro, nos trasluiamos á Carmena enla provincia de Toledo.

Se halli esta villa en un llano bastante espacioso, yaunque está dividida en dos mitades por un arro o quepor medio de aquella asa, no deja materiales en corrup—cion, ni priva el libre tránsito de los vecinos de una

parte á otra. Sus calles anchas, la mayor parte empedrada y b!anqueadas sus paredes con cal, dan una alegre y her

mosa perspectiva á la poblacion.Tiene una espaciosa plaza cuadrada, y en ella se ha

llan las casas consistoriales con soportales y piso bajo

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principal, donde celebra sus sesiones el ay untamiento.Tiene una hermosa iglesia con su elevada tcrre, y de

bajo del Altar mayor hay una capilla donde está coIocada la imájen del Santíséno Crt.sto de la Cueva, al quetienen sus naturales una particular devocion.

Al mediodia del pueblo, hay una gran fuente, coridos caños de agua, uno dulce para el consumo de la personas, y otro de mala calidad para las caballerías y ganados que beben en un gran pilon ó estanque, donde se deposita su remanente. El agua de uno y otro caño es poco po.table por lo gruesa, áspera y salobre. Cria muchas sangui—uelas que no tienen uso en medicina.

Tiene cárcel, pósito y escuela dotada, que dé una

regular educacion.En su feraz término, se crian elevadas y escelentes

olivas y vides que dan frutos esquisitos.Se cria abundante trigo) cebada y muchos y sabro

sos garbanzos, que es uno de los principales articulos dela riqueza de los labradores.

Los habitantes de este 1)1eblo,tanto varones como hembras, son bien parecidos, aseados y visten con muchadecencia. El pueblo consta de mas de trecientos ecinos ypertenece al juzgado de Torrijos, distando de Toledoseis leguas, y otras seis de Talavera.

Esta reseña topográfica, basta para formar una ideadel cambio favorable que debiamos esperimentar en unpueblo que por tantos títulos superaba al anterior; peroen este como en todos, hay hombres.... y donde estosha se encuentran miserias, debilidades é intrigas.

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Por la serie de acontecimientos que se vayan presen

tando, juzgará el lector si ecsajero, 6 manifiesto la

verdad.Despues de un viaje penoso con caballerias cargadas

de muebles, que se rompian á cada paso, por los áridos yespesos montes del Hoyo, Cebreros, Cadalso etc., llegamosel dia 1.0 de junio de 183 i, á la citada villa.

Instalados ya en nuestro nueo partido, y dado prineipiá la asistencia de los enfermos, preciso será , para contimiar narrando los acontecimientos que mas han afectadomi vida , describirlos con imparcialidad, presentándolos tal

coma realnente han pasado ó sucedido.

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II

11.’ ia1onaI tniIIado.

Uno de los muchos , portentosos y estraños sucesosque se me han presentado durante mi larga práctica, fuéel siguiente, que no dejará de causar admiracion á nuestros lectores.

Era el de agosto de 183, cuando se supo en lavilla ya referida la aprocsimacion de la faccion acaudilladapor el cabecilla Santiago el de la Torre, compuesta deunos cien hombres.

La consternacion y sobresalto e apoderé de los pocoscomprometidos que por la causa de nuestra reina Isabelhabia en aquel pueblo, tanto por el escaso número de sus

defensores, que se hallaban desorganizados y sin armas.cuanto por la débil defensa que podia hacer un puebloinerme sin fortificar, una faccion respetabld, queinauguraba su bandera cori el terror.

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—97—

Vacilando (1) entre el temor de ser sorprendido yasesinado sin defensa en ci seno de su familia por serimo de 1)s mas comprometidos, é indeciso en adoptarla idea de salvarse en algun pueblo limítrofe que le ofreciese

alguna mas seguridad, optó por lo ditimo, y sijilosa—

mente en la madrugada del dio referido,salió de su ca

sa armado de escopeta y canana, por caminos y sendasincógnitas, en direccion al pueblo de Valde Saneo Doinin—

go, que distaba una legua larga.Quiso su mala estrella cuando estaba a en medio

del camino, que su imajinacion zozobrosa é irresuelta

le pintase el peligro en colores tan vivos y fatídicos si

por casualidad daba con el enemigo; (en una cañada plan—tala de espesos olivos quetenia que atravesar), que mudó

(le pensamiento y direccion. ¡Tal es el innato instinto deconser acion del hombre!

Un largo rodeo tenia que dar marchando por el pue

blo de Alcabon, pero este lo rreia compensado al retlec•sionar, su regular ecindario y la circunstancia de te

ner algunos amigos y parientes, que en caso de peli—

gro le favorecerían con la hospitalidad y protecciondebida.

¡Cálculos é ilusiones de un raciocinio estraviado por

el miedo y el peligro que fácilmente se engaña el coraion noble y jeneroso, creyendo que los demas hombres

piensan con igual honradez!!

¡Mas qué tristes y desgarradoras crueldades se espe—

(1) Histórico.TOMO 1. 7

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—98--—perimentan en la lucha fatal de las opiniones políticas...! ¡A cuántos desastres conduce el espíritu de parlido!

En las guerras ci ¡les y en las relijiosas, segunLo atestigua la historia de todos tiempos, el padre sehace enemigo del hijo, el hermano contrario de su hermano, y el amigo de infancia que en sus pueriles años habiaparticipado de los juegos dulces é inocentes de esta edadque siempre conserva recuerdos gratos, se olvida de ellosy llega una época como l que nos ocupa, que s con%ier

te en un mortal y encarnizado enemigo: ¿qué metamórfosis ha podido borrar aquel cariño entrañable que fuera de estos casos la mayor parte de los hombres conservan hasta la decrepitud? ¡Ah! forzoso esdecirlo, la opinion.

Este derecho, este libre alvedrio con que el hombrefué dotado por el criador, del que hace un uso tau

contrario al que se propuso el hacedor supremo, coiiduce á olvidar aquellas afecciones tan tiernas y epansivasembriagado con la idea de su opillion, no se acuerda de los deberes para con el autor de su s dias, ni loqun disfrutó en el seno de una misma madre para

con su hermano... . triste, tristísimo, es el (cedro que

presenta la historia de las guerras civiles.... y bien pronto se verá confirmada e4a verdad en la tiarracion quenos ocupa.

Decidido ya á ariar de rumbo, se dirijió icta epueblo citado, triste y pensatio, en traje (le paiano,cn su cucarda ó escarapela en el sombrero calañés y

iado como queda referido.Preciso es hacer antes uaa reseña del carácter de

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---9 9-

este hombre estraordinario por su ator y sufrimiento;para comprender mejor lo desastroso del lance la rna—rasilla que su robusta constitucion obró en él.

Se me dirá quizá que cometió una imprudencia al

alir en aquella apostura, armado, solo, casi la vistade un inminente peligro, pero eii su salvedad se halla la

aficion que profesaba á la caza y la costumbre de ile—var siempre que salia fuera del pueblo su ecopeta.

Yo no dudo que uii mal entendido é imprudente

alor no le ofuscase tambien; no, porque bastante co—noei despees á donde le conducia muchas cee s ee vabr indiscreto....

Pero si á esto agregamos su abierta opinion en favor

de una causa ansiada por los españoles liberales que

les presajiaha un porenir de felicidad y esperanza.... nohay duda, que seremos mas induljentes persuadidos deque él deseaba el triunfo de su causa, como le desean todos los partidos, y como entonces habla pocas armas, cre ó de suma necesidad llevar la suya para de-.

fenderse en el pueblo donde se iba á guarecer.

E-tas fueron sus ideas cuando salió de Carmena se—

gun me manifestó depues, y así parece que una buenalójica lo deja con cer; pero dejemos estas reflecsiones It

un lado para hacer brevemente su biografía.

Prtenecia el nacional que nos ocupa, Ii una de lafamilias nobles antiguas de Carmona.

Poseia un regular ma orazgo y estaba enlazado

con una señora del pueblo, á donde se marchaba árefup ar.

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= 100=

Tenia tres hijos, y era jeneralmente estimado (le suse onveemos.

Su edad era de 3 años, robusto, de buen color, tem

peramento sanguíneo en una palabra, y su estatura de

cinco pies.Impetuoso unas eces, y dócil en demasía otras) no

gozaba de aquella poicou y prestijio, que une su clase

(lebia ocupar entre los magnates del pueblo, pero eraestimado de sus amigos políticos.

Sen icial, benéfico, pero fiéjil y demasiado fianco en

la emision de sus pensamientos, se hacia poco lugar en

tre los que gustan (le incienso adulacion.l)otes apreciables por un lado, y desmerecimiento por

otro....!¡Condicion huinaua caprichosa, con que diferentes atri -

butos adornas nuestra naturaleza!En la década constitucional del año 1 83 sufrió en

compañia de otros honrados vecinos del referido pueblo,

mil vejámenes y persecuciones siendo conducido preso conellos á la ciudad de Toledo, donde estuo enc erado al

gunos meses, sufriendo á la entrada de la imperial captal

y patria de los Padillas..., pedradas é insultos del partido realista.

Las pasiones desenfrenadas de los partidos, dan la latitud

mas ciega é su triunfo, cuando las reacciones se suceden.Así este honrado ciudadano, víctima como sus com

pañeros de infortunio, de la mas cínica calumnia, fuéencausado por delacion de otros ecinos de su pueblo,llegando la osadía é imprudencia de estos, al escanda—

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=101=

loso estremo de acusarlos de Áíeos con otros delitos tan

injustos como despreciables, inventadós por resentimientosparticulares.

¡Qué espantosa y trascendental impostuta. . .1

Despreciados, perseguidos y encarcelados permanecie

ron esperando la solucion y sentencia de una causa que

por mas esfuerzos que hicieron en sostener sus adversarios, triunfaron de ella y fueron al fin absueltos.

Cuando las pasiones estuvieron mas en calma, regresaron al seno de sus familias entre el jóbilo y lgrima5

de sus honrados convecinos, que sabian la monstruosa

calumnie que se les habia forjado.

¿Y cómo no manifestar ese regocijo, si veian re

gresar al tipo de la relijion y honradez al hombre anciano y benéfico, que tanto socorria las necesidades de los

pobres, al seior Laureano.... en una palabra.

Este era uno de los bárbaramente calumniados con

el nacional referido, por los mismos á quienes habia

prodigado muchos beneficios.Séame permitido rendir este tributo de justicia á

las cenizas de un hombre digno del aprecio de cuantos

le conocieron.

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- -

__._*

*

hL

Carácter do un labrador.

Era este caballero un anciano ‘venerable, labradorrico é instruido, y como tal se hallaba en posicionde hacer bien, y de recrearse con la lectura de los papelespúblicos, que en aquella época salian á luz.

Su proverbial naturalidad y aquiescencia, le haciangeneroso y leal, estando su casa abierta siempre alaflijido y necesitado.

Esta franqueza y generosidad, no le pmitia de—jar le diesen el pomposo nombre de don Laureano.

Jamás consintió recibir de ninguna persona mas dictadoque el de señor, que otros con menos títulos y capitallo ánsian y saborean.

Nunca, (pues señor, este era el modo de espresarsede este caballero) consentiré, (pues señor) que se me

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dé un don que no me pertenece, porque no tengo

(pues señor) heredada ninguna ejecutoria, ni tampoan(pues señor) ejerzo ninguna profesion científica.

Usaba á cada palabra ese paréntesis, que lejos d— ser fastidioso, era agradable al que lo escuchaba.

Pues este hombre singular, dechado de prudencia yrelijion, fue uno de tos compañeros cabmniados conAlarcon, sin mas motivo que la lectura de los peri&—dicos, el juego lícito de la malilla y mediator.

Estas inofensi as distracciones fueran pérfidamenteinterpretadas por la enemistad y la hipocresía...!

Con dichas aclaraciones, podré el lector juzgar maiacertadamente acerca de los compromisos contraidos por

Alarcori, y el placer entusiasmo que tendria al vertriunfante su partido.

Continúa la narr&teloII de n hitorfa.

No bien se babia aeercad& al pueblo de Alcabony dado vista é la fuente que esté é su entrada por elcamino que llevaba, cuando observ& unos hombres desmontados, que daban de beber é los caballos; sin reparar, ni creer que aquellos fueran enemigos suyos, saprocsimó hasta que confrontó con ellos.

Al ver aquel hombre armado y con escarapela, lapreguntaron quién era, y ad&ndese dirijia.

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Con la franqueza que le era natural y creyendohablar á contrabandistas, les contestó, ser un urbanode Carmeia, que huyendo de los facciosos, se marchaba

á incorporar con los comprometidos de Valde santo Do—in ingo.

No bien hubo acabado estas palabras, cuando le

cercaron por todas partes, poniéndole unos las bocas

de las pistolas sobre el pecho y amenazándole otrospasar á estocadas si se movia.

Aturdido anonadado con sorpresa tan inesperada,

no tuvo mas arbitrio que rendirse á discrecion y entre—gar sus armas.

¡Pícaro negro! decia uno, huias de nosotros y has

caido en u itras manos, ahora las pagarás todasjuntas.—iAl pilon para que se refresque! ¿Qué piba, ni

ocho cuartos? contestó otro, ¡á fusilarlo! y habrá un pícaro menos....

—jMueran los negros! gritaba un grupo que se iba

aprocsimando despues de haber cojiJo de las casas el bo—

tin,. á pretesto de armas y monturas. ¡Mueran! con

testaron los que tenian cercado al desgraciado.En medio de aquella turba fué conducido el infe

liz á la vista de un pueblo que con indiferencia mi-.

raba su prócsimo sacrificio.—Que lo lleven á presencia del comandante, dijo un

faccioso que sin duda habia ido á darle parte de la

ocurrencia. ¡Corriente! al jeneral con él, volvieron gritar todos, que pronto irá á reupirse al otro mun

do con otros camaradas suyos.

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Poseido de la mas fuerte emocion, y sintiendo todoel peso de su desventura, les suplicaba con las mas vivasiiisaucias le dejaran con sida.

—Soy padre.... tengo tres hijos, decia, coneedédmela

siquiera por ellos..., por 1)ios, señores, respeten VV. mi

desgracia.... ¿no hay entre VV. alguno que se honre con

ese título dulce de padre.... y conozca mis terribles angustias?

Se hicieron todos sordos á sus suplicas, y le condu

jeron á presencia de su titulado jeneral (1).¡Cómo se impresisan y crean fajas, entorchados y

títulos en tiempos de turbulencia y anarquía.

—Aquí tiene su merced, dijo uno de los aprehensores,

el liberal mas malo de estos contornos que venia soloá perseguirnos.

—Sí señor, mi general, decía otro, marchaba á in—corporarse con otros para hostilizarrios.

Basta, contestó el que ncmbraban jeneral, á lasafueras del pueblo, que se le peguen cualro t#’ros.

Un consejo de guerra verbal mas pronto ejecutado,

creo no haber oido jamás un ahuso de autoridad y defuerza, sí, porque repetidos ejemplos de esta tristeverdad se verán comprobados en el curso de este

diario, tanto por n partido como por otro.

(1) Este titulado cowandaiit’e 6 jenera 1, cia un escribano dela torre de la P, de T.

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‘-

o2t.J e .,

IV.

El fusliatulcuto.

Como lobos htiinbrientos que se apoderan do los despojos de su víctima se lanzaron sobre aquel deven—

turado.Le despojaron con la mayor precipitacion de su ves

tido, menos del pantalon y camisa, le sujetaron fuertemente los brazos y manos con un atadero de esparto, le pusieron entre dos filas, y sin concederle el au—silio espiritual que al bandido mas feroz jamás ;se niega,le condujeron al sitio de la ejecucion.

Viendo el desdichado tan cercana su muerte, y queno hahia medios de evadirse de una sentencia tan precipitada é injusta, gritaba con la emocion mas via desu alma. ¡Confesion.... por Dios., quiero morir comocristiano!...

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=107=No hay conksiou para los judíos ni para Los negros,

le decian; ¡muera! gritaban todos Ii la ez.

Llegaron al sitio del suplicio que era en el camino queconduce á Maqueda, y como unos cien pasos del pueblo

junto á unas olias, le mandaron hincar de rodillas.

---—Di el credo, que vas á morir; dijo uno de los masfuriosos.

El desgraciado, el infeliz A. solo, ahogado de sentimiento y sin que una alma sensible intei-pusiera en su favor, iii sacerdote que confortara su espíritu en mo—

, :‘•

FlVT JI4

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=108=meatos tan críticos gritó con la mas ferviente dcvociOfty arrebato ¡ Creo en Dios padre, todo poderoso!

—iFuego, muchachos, fuego en él, que parece que semofa de nuestra santa fé!

Azorados y sedientos de sangre, le descargaron unainfinidad de tiros quema-ropa caendoen el acto sobre latierra.

Tendido ya por muerto no creyeron con esto saciadasu saña y venganza, pues con las bayonetas y sables le dieron una infinidad de estocadas en todo su cuerpo, llesan—do las armas empapadas en su sangre, como en trofeode su hazaña.

Infinitos vecinos tieron espectadores de esta trjicaescena.

CompadecuJos unos le rezaron por muerto, y otros hasta Le movieron Las piernas para cerciorarse de la verdad.

Así permaneció un rato sin dar indicios de iiida, ypor delante de la víctima desfilaron los insurjentes cuando se marchaban.

Muchos de estos al pasar cometieron tambien la inhumanidad de herirlo para añadir sin duda, algun blason ála victoria alcanzada sobre 1111 hombre inerme.

Mas la Providencia velaba por aquel desgraciado....va que los hombres tan b’rbara y desapiadadamente letrataban, porque esta es el arca santa del refajio dondeacoje y deposita las ofrendas de los que de corazon le llaman, invocando su infinita misericordia.

Vive, desgraciado Alarcon! Dios ha oido tus súplicas,ha entendido tus congojas, y te devuelve la vida quizá

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=109==

rara que constantemente le bendigas y mires por tus apasionados Eiijos esposa.

Volvió en sí aquel desventurado cuando aun se hallaban

muy cerca los que en tal estado le habian puesto.

—.-1Socorro...! gritó el infeliz; ¿no hay quien me favo

rezca? Agua...! por Dios...! agila...!A la vista de una resurreccion tan increihle é irrespera—

a, muchos de los espectadores huyeron precipitadamente,

y otros mos idos de compasion le suplicaron estu ese quieto haciendo el inaerto.

—No puedo, decía, une abraso...! desatarme en caridad! y haciendo un violento esfuerzo para leantarse,

rompió la ligadura que le sujetaba.

Se levantó como le fué posible sin ayuda de nadie, y

con vacilantes y automáticos pasos, se dirijió Ii la sombra

4e una oliva que estaba prócsima.

Caó antes de llegar ella ¿ impulso de tanta sangre

perdida, y esta easuaJ circunstancia. le valió para no con—emir de morir á manos de dos rezagados que se habian

qudado en el pueblo.

—Hgase V. el muerto, p )r:Dio, le dijo en tono bajo una

buena mujer que se hallaba presente,rque vienen otros dos.Sufriendo los dolores mas horrorosos, el desdichado

permanif por algunos minutos sobre la quemante tierca,casi calcinada con los rayos deun sol abrasador....

No estaba aun apurada la copa de su amargura, eranecesario que consumiera las heces de la desdicha para po—.

ner á prueba todo el valor y resistencia deque es suscepti

ble el hombre.

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—110—Sintió en medio de su trastorno aOnia el trote de do

caballos o endo claramente cuando llegaron á donde él estaba decir Li uno.

—Chíco! aquí está ese bribon.. .. voy á tirarle un

tiro por sino está bien muerto; al concluir la frase, osómartillar una pistola.

—Déjalo a, hombre, lecoritestó el otro, que bastan—te tiene encima.

—Pues que tenga nias, solvió á repetir, descargando

sobre él un pistoletazo.¡Ah mónstruos... aun no estais satisfechos de uestra

inhumana obra, que todasía insultais la inerte naturaleza.¡Bárbaros, respetad la desgracia el cadá er, a que

no habeis respetado la inocencia...!

Asi les hubiera dicho cualquiera hombre de un inedia—

no corazon.Dejó la pistola aquel criminal en su sitio, tiró de la

espada, y desde el caballo le descargó en la cabezui unainfinidad (le estocadas y sablazos, y entonces los espectadores le creyeron en realidad muerto.

Transcurrió un gran rato, sin que diese el menor indicio

de sida, pero en este tiernp), algunas personaspiadosas en

el ji ichlo rogalo i Li li ju4icia tecojiese el cacláser para darle sepultura.

Vino esta al fin, al lugar sangriento, acompañada de uti

sacerdote cuatro hombres que coudueian la caja de lo, di

funtos.Al remos er el cuerpo para colocarle en el féretro

le notaron un leve estremecimiento.

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!1 1—Toda%ia ive, gritaron algunos.

Vayan VV. It llamar al facultativo, y que se trtiausolando el Santo Oleo, dijo el sacerdote ó dos hom—bre4 que se hallaban presentes.

Un mar de sangre, medio cougulaia, inundaba el lugardel sacrificio, y de algIua liariíla d » la cabeLa salia aun conabundancia.

Contu’icron aquel flujo ci)!! un H p:Lfí ielo, le

pusieron sobre el atahud.Mandó el alcalde conducirlo al a untamiento, al

gunas co1npasias mujeres que se hallaban alli, partie

ron en busca de vendajes, trapos, vinagre, etc.Con aquella filantropía ‘ celo que distingue al fa

cultativo se presentó acto continuo en el paraje señalado.Recibe, pues, por tan loable comportamiento ilustre

profesor, la memoria de un compañero que nunca olvida al que obra bien y desempeña con prontitud y pe

ricia su elevado ministerio.

Al observar el profesor la postracion y debilidad queacompañaba al herid) mandó le ad!nnitraran la Estre —

ma uncion antes de empren lar tm arriesgada cura.

En aquel momento un sacerdote revestido de las in

signias para este acto, entraba por la puerta del local y en

breve tiempo se la suministraron.

El facultativo preparó mientras duró el sacramentolos apósitos y medicamentus corresponWente, el alcalde

ofició á Carnena dmio parte ó la justica de tan de.agra_

dable ocurrencia, se principió.

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(‘ f?*- J(

y.

La curaeout.

lerplejo por un rato se halló el eficaz cuanto ilustra

do profesor sin saber par donde comenzar tan penosa ydificil cura, porque todo su cuerp se hallaba hecho una

crba como vulgarmente se dice.Con la pericia y fino tacto de un buen príictic fué

reconociendo poco poco las heridas y cur(indolas por

primera vez, logrando contener el flujo de sangre que

por ellas manaba, y que en tan grave riesgo le po—

fian.

Larga y craenta fu esta operacion, pero la fué conllevando con el ausilio de los anti-espasmódicos pues é

la previsora inteligencia de aquel, no se ocultó el buen resultado que podria obtener del uso de medicamentos

tan indicados en cto caso4 para hacer desaparecer e’

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—-t 13—

estupor é insensibilidad que íi esta clase de heridas generalmente acompaña.

—Me muero! fué la primera palabra que habló con

acento desfallecido: ¡que me confiesen por Dios! %olvióó decir en el tono mas suplicante y sentimental.

Pues bien, caballero, le dijo el sacerdote, que perma—

necia constantemente á su lado; recoja V. tinos momentos su espíritu, y sin molestarse recorra su memoria

para su eón n, que si soy digno de su con íian,a, es

toy á su disposicion, y piede satisfacer ese precepto

cristiano.Se salieroii fuera de la estancia todas las personas,

y quedaron solos confesor penitente: un momentoclespues babia desahogado su conciencia aquel mori

bundo.

Coiirluido este acto relijioso y recibido los ausilios

espirituales, hizo su testamento, y dejando arreglado todo

lo relativo al alma, se resignó á sufrir todos los tormen

tos del cuerpo.

La esposa y anciana madre de este, supieron bienpronto la desgracia, por que las malas nuevas se estienden á largas distancias en poco tiempo, desesperadas y llenas de la maor afliccion salieron á pié de su pueblo,

sin saber lo que hacian, en busca de un objeto tan querido é infortunado.

Llegaron en fin aquellas señoras al pueblo, teatro de

sus angustias, sofocadas de calor, de sed y cansancio,acompañadas de un hermano del herido de uno de los

niños mayores de este.

TOMO i. 8

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= 114=

—Dios mio! decian una y otra ¡será posible que tengamos aun la dicha de verlo vivo...!

Entraron en la plaza, sitio donde se hallaba elayuntamiento, al conocerlas algunas personas las aconsejaron se contuvieran hasta hacérselo saber gradual-.mente al herido, para evitar una irnpresion que puíhera serle fatal.

¿Qué diques pueden contener los afectos tan íntimosde madre ‘ e-poa? ¿Qué torrente precipitado conselocidad en las entrañas de la tierra puede compararsecon l uifipeti] amoroso, tierno y aflictivo con que sehubieran precipitado sobre aquel cuerpo, si el temor deagravar su estado no las sujetara?

Sin poder resistir empero ese impulso natural éinstintivo, se ariojaron al techo donde estaba el objetoquerido.

¡Qué vivo, qué animado esparisivo era el cuadroque presentaban!!! Abrazados todos y sintiendo la masehemente emocion, permanecieron un buen rato sin articular una palabra, formando el grupo mas interesante ypatético.

¡Lenguaje mudo que habla é los corazones mas altoque las brillantes frases de la elocuencia.!

Si el pincel de un Rafael, de un Murillo, de un Ru—bens, y dd tant’s otros célebres pintores se hubieranhallado en el niomentode precipitarse en los brazos tancaros objetos, qué cuadro tan sublime hubieran fornía—do de aquella espansion de amor y de sentimiento!

Los carisejos y amonestaciones del sacerdote y faculta—

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ivo, fueron calmando aquella efervescencia sentimentaly cariñosa couvirtindose desunes en el mas asiduo cuidado.

Todo lo que ha:ta aquí vá relacionado, me fué referido por tetigos presenciales, y por el herido des—pues que se pUSO bueno.

Desde ahora como testigo ocalar narraré mis ob—servaciunes.

Unas cinco horas habian transcurrido, cuando porcasualidad acerté á pasar por el pueblo, teatro de estaocurrencia, acompañado de mi querido y a difunto padre.

La jornada que traiarnos aquel dia era larga porcierto, sin embargo de no distar para el términode ella mas que una legua, nos fué preciso entrar enla posada de este pueblo y dar algun descanso á lascaballerías que montábamos.

Salió á nosotros el posadero y despues de saludar—nosy ofrecídose Ii servirnos, nos preguntó con algunasorpresa.

—,No han visto VV. á los facciosos?—Si señor, le contesté yo; cuando nosotros, entrá-.

hamos por un estremo de Maqueda ellos salian porotro, por cierto que nos estuvie ron mirando largo rato, pero hemos tenido la fortuna de que nada nos hayan dicho.

Pues no es poca á la verdad, añadió e! posadero,porque aquí no la ha tenido tan feliz, un pícaro urbano de Cai’mena.

—,De Carnzena? contesté admirado, ¿y sabe y.quién es y qué le ha sucedtdo?

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1I6—Si señor, uno y otro sé, y todo lo que le ha pasado;

pero bien empleado le está y á cuantos defiendan á esa....

—Pero vamos, le repliqué sin delarle concluir lafrase.

—Qué ha sucedido? ‘o soy el facultativo de su pue

blo y quizá le conozca y pueda socorrer.

—Pues señor, repitió con la maor tierna, el sujeto que ha sido fusilado esta maiiana, se llama don

A. AlarcouEs posible! esclamé ¡Qué lástima!

—Léstirna, dijo irónicamente el mesonero; apuestoá que Y. es tan bueua púa.... como él.

—Yo, le dije con la mayor indignacion y desprecio,soy un profesor sensible, que compadece y respeta la

desgracia, y jarns me alegro de los males del pró

jimo.

— ¡Ya! pues en ese caso, añadió corno queriendo sin—

cerar sus imprudentes palabras, puede Y. ir al a unta—miento porque o tarnl)iefl me compadezco.... aunque

haa dicho otra cosa.

—En e1 momento le volví la espalda, encargandoantes Ii mi padre, tuviese la bondad de esperar hasta

mi regreso.

_-Afortunadarneute llegué en ocasion de estar allíel facultativo que le habia curado, el sacerdote un

coronel retirado venido de América.I)espucs de saludarlos les dije:

—LEs a1ui donde se halla el herido?—Si seilor, contestó el médico.

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—Si VV. me permitieran estimaria se dignasen de—júrmelo ver, porque soy el facultativo de su pueblo,que la casualidad me trae por aquí y he sabido su desgracia, y quisiera ofrecerle mis servicios.

—Al oir mi voz, se levantó de junto al herido su

esposa y cn los brazos abiertos se vino hacia mi escla—mando. ;A yT dou I. da mi alma! ¡QLIé desgracia lanuestra! ú mi esposo! á su amigo Alare en le han fusi

lado! y se deshacía abrazándonie en un mar de lágrimas....Enternecido y afectado en estremo, me encontré

por un rato sin poder articular una sola palabra.—Depues de un breve silencio, la consolé como

me fié PostbIe y la pobre madre que tambien vino árcibirme, me apretaba fuertemente la mano como que

riendo significar un desastre funesto.——Nos fuimo4 l)o !1 poro aproesimando á la cama,

y cuando llegamos cerca, noté que el desgraciado ha—cicndo un esfuerzo, sacaba la ensangrentada mano por en -

tre la ropa para cojer la mia.Se la alargué con el mayor cariño, y entonces fué

cuando el infeliz rompiendo en un copioso llanto pa

reció salir (le aquel estupor que acompaña á esta clase de heridas.

—jAnirno, amigo mio! le dije, que ya se pondrá bueno

con el favor de t)ios, la buena asistencia de estosSeñores

—Dios se lo pague á todos, me contestó, en vozlanguida y apagada.

Se hallaba echado horizontalmente con la espalda

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un poco elevada, sobre Oria regu’ar cama, que elcaballero COLO11I le babia facili;ado.

Ecsami,c su scrnbhiule pulso y me pareció hallarseen muy hen estado.

Como la 1uimera cura estaba recientemente hecha,n COU ema tocarla, ni O poWa pronosticar del resultado de las (meri(ta, y babo de atenerme, al juicio

que hiciese el digno comprolesor.Dejé al herido, y inc luí hácia donde se hallaba el ci

rujano y otros ‘ecinos.

El caballero coronel, demasiado fino y obsequioso,

nos suplicó con las mas vivas instancias, tuviésemos labondad de pasar á su casa para hablar sobre el estado del herido, obsequio que aceptamos todos gus—

tosaniente.Era la casa de este coronel construida de nueva

planta, y corno propiedad de un caballero bien acomodado,era de las mejores y decentes del pueblo.

Pasamos á un gabinete bien amueblado y espacioso qutenia vistas á la plaza y allí nos sirvieron un buenrefresco.

—Es demasiado favor el que V. nos dispensa, caballero,‘e dije al coronel.

—No es mas que el que VV. se merecen, contestó:veo el interés que se toman por el alivio de ese infeliz

quien no he podido salvar por ignorar su desgraciahasta despues que consumaron el atentado esos cobardes,ni yo pude evadirme de sus garras, sino Li costa dedesembolsos y de presenciar el saqueo mas completo decuanto hahia en mi casa.

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—No siento lo que me han robado, lo que deploro es lo que lo hayan cometido á la vista y pacienciade un pueblo de mil almas.

Se agolpó á la puerta un ndmero crecido de facciosos con ademanes hostiles é insultantes, y aunque solo,me babia decidido á hacerles fuego desde las ventanas,pero las súplicas de mi madre política y esposa, que sehallaba en cinta, me contuvieron y dejé correr mi suerte fi la ventura.

Un criado abrió ta puerta tic la calle por órden míay la casa fué allanada en mil direcciones.

Unos me pedian el caballo, las armas el uniforme, y otros granos dinero.

—Al presenciar aquel desórden no pude contenermecon oz firme y resuelta les dije: señores, ¿no respe

tan VV. la casa de un caballero militar?Sordos á los deberes de la disciplina, como una turba

de hombres sin subordinacion, se llearon los efectos quequisieron llenóndorne de insultos é improperios.

Sacaron á mi presencia el caballo y montura, y otrostuvieron la insolencia de pedirme la escopeta y espada,todo, les conteste, daré menos esta última prenda que heganado con honor en el campo de batalla á costa de m’sangre.

—Pues la dará V., añadió uno de los mas osados, sino va nos verémos las caras.

—A vista de tamaño insulto tiré de ella en unmomento de arrebato y les repliqué: pues va que no serespeta mi graduacion, como á caballero desafio uno por

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1 O—

uno á cuantos veueu, siempre que sea con igualesairnaS.

Todos bajaron sus ojos como unos cobardes ! salieron de la casa sin hablar una palabra.

Yo quena salir á la plaza donde se hallaba su jefe‘ manifestarle el atropello que habian cometido, peromi allijida familia tanto me suplicó para que no lo hiciera por evitar mas compromisos, que hube de accederbien á pesar mio ásus ruegos.

Así permanecí hasta que por esa entana alcancéver al herido cuando le traían, y una porcion de

jente que le acompañaba.Presumiendo hubiese ocurrido alguna desgracia, salí

y me quede petrificado al oir referir la ocurrencia.Ofrecí al alcalde cuantos ausilios necesitase para

socorrar al infeliz, y desde entonces no me he separa-do un momento de su lecho.

—Los oficios de Y., son los de un buen caballero,le dije, y no puedo menos de darle íi nombre del herido y su familia con quienes me une la mas estrechaamistad, las mas rendidas y encarecidas gracias.

Manifesté en seguida é el facultativo el deseo de saber qué clase de heridas, y qué número de ellas tenia,cori el juicio que hubiese formado acerca de su gravedad, me satisfizo de la manera siguiente.

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VL

Las heridas.

—Infinitas son las que tiene por todo su cuerpo, perolas que me hacen desconfiar de su buen écsito, son dosbalazos que le atraviesan de parte á parte.

El uno tiene la entrada por la parte tateral derechade los lomos, y la salida por el vacio del lado opuesto.

El otro esth entre la quinta y sesta costilla de la par—¿e superior izquierda de la espalda, y la salidapor entre la novena y décima del lado derecho, en su parte anterior.

Las he reconocido detenidamente, y de ellas he estrai—do una porcion de tacos y ropa.

Ambas, como he dicho, son penetrantes, y por la delpecho respira, y sale aire con sangre roja y espumosa,síntomas que como Y. sabe, hacen creer esté heridogravemente el pulmon.

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-

Tieu3 ademas otras cinco heridas punzantes, muy pro—fundas, 9ue todas penetran eii ambas cabidades.

Como htce tOLla a poco tiempo, 01111 no se presentan

signos que hagan conocer las partes interesadas.

En la pieraas aa/gas, tiene una porciori de estocadas de poca conideracion.

La cabeza esta toda sajada como si (le esprofesrl lahubieran disidido como una naranja hecha pedazos: pero nohay fractura en los huesos del crñneo.

Una oreja esté enteramente dividida, se la he mii

do creo ‘oleré é adherirse completamente.Todas estén curadas del mejor modo posible; ahora

no sal)emos los fenómenos que se desarrollarán, si bien

es presumible sobres enga una reaccion violenta, consecuencia precisa ti indispensable de tantas heridas, y de su robusto temperamento; en cu’o cao, si no hay drrameinterior ó lesien de entranas de consideracion, seráfactible triunfemos coflhl)atiéndOlaS segun las reglas dela ciencia.

Las señoras, continuo, me han manifestado el deseo detrasladarlo /x su pueblo, pero o he creido oportunono acceder á su peticion asta que transcurran lo menostreinta ó cuarenta horas, porque moverlo en este instantesería un imprudencia que pudiera costarle la vida.

—Soy del mismo parecer, le contesté; supuesto se hallaY. al cuidado, o me retiro, porque se vá haciendo tarde; mañana volveré y vertimos si se le puede trasladar.

—Pues bien, añadió, quedamos conformes.Nos despedimos de tan obsequioso personaje, y mani—

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1 23===festéndole nuestro agradecimiento por su agasajo y buena acojida, marcha os en seguida á er al herido.

Estaba este en la misma posicion en que le dejamos, con la respiracion algo fatigosa, pero en las deinas

funciones no se notaba alteracion particular.En aquel esta do dejé al pobre Atarean1ie despedí de n familia, del facultatio y demas

circunstantes, y me dirijí á la posada donde con la ma ocimpacencia me esperaba mi respetable padre.

—Retirérnonos, hombre, me dijo luego que me aproe—

simé, que ya es tarde, y no quiero oir hablar mas

este posadero tan falto de humanidad.Sacaron las caballerías, se pagó el pienso, y salimos

con las bridas en la mano, hasta estramuros del pueblo

donde montamos.Principiamos Ii caminar con algun cuidado, porque

era ya entrada la noche y teuiamos que atravesar unos

espesos olivares.

Despues de marchar largo rato en el sileticio mas

profundo hablé mi padre de esta manera:

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7 ‘f-_e, -

VII.

La coiirersaoion.

— ¿Sabe Y. que ha sido un lance bien triste, el ocurrido á ese desgraciado?

—Y tanto como ha sido, hijo mio; Dios quieraque sea el último, pero se presajian muchas desgraciasal través de esta guerra.

—Ese lance provocará á unos y á otros á venganzasy quien mira este caso en pequeño, lo verá despues en

grande.—Sí, hijo, sí, me volvió á decir con aquel tono pro

fético con que solia hablarme cuando nuestras conversaciones recaian sobre materias que su natural despejoy largos años le hacian comprender.

Esta clase de guerras son la calamnidad de lasnaciones.

Ninguna por poderosa que haya sido, se ha sos—

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tenido mucho tiempo, si no se ha coaligado con algunaotra potencia.

Todas han sucumbido mas tarde ó mas temprano

impulsos las mas veces del desórden y anarquía que in

troducen en todos los ramos de la administracion los par

tidos que se suceden en el mando.

Si Ii gaerra se enciende como es presumibleverás hijo mio, que estragos y miserias se presentaránen nuestra patria.

Tú lo veras, tal vez, porque eres jóven; o aun

que por desgracia vea alguna cosa, será bien poco, porque ya me siento en el último tercio de mi vida, y

esta cIae de guerras suelen durar muchos años segunlo confirma la historia de todos tiempos y paises.

—Pues yo creo, padre mio, que no sea tan larga por

que i mi er la causa de nuestra reina as muy justa, y

la justicia le he oido á V. muchas veces, que es amparada y protejida por Dios, y por los hombres.

—Así debiera ser, me contestó, pero J)ios deja obrar

los hombres, supuesto les dió sentidos para que se apro

vechen del bien, y como por lo regular en estos no vemosmas que injusticias, envidias y miserias, es la razon por lacual las mas veces, no triunfa aquella y si alguna vezconsigue ese triunfo mu fugaz, es muy pasagero y despue

de haber superado mil dificultades y corrido arroyos desangre.

—Me hace Y. estremecer con esas sentenciosas palabras, pero por otra parte estoy convencido, de que los

partidarios de la justicia de esa causa triunfarán, por

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que os la que abre los pueblos un porvenir deilustracion felicidad, e ta dos hermosas circunstancias, están en contradicion con los que quieren

imponer 1 eclaviLud y la tiran la.

¡Ah! inocente....! me voIió á contestar mi querido padre, esa buena fé que á tí te arrastra á esepartído, llevará en pos de si á otros muchos, muchí

simos incautos como td; y de esa ciega confianzaabusarán los que se encaramen al poder, para adquirir

honores y riquezas....

I)espnes que veais muchos desengaños, y haya corrido la sangre mezclada de hermanos con la de her

manos, de unos amigos con otros, y de padres con

hijos, entonces, cuando se haan saciado en destruir, vendrán los tristes y desgarradores desengaños,

‘‘ entonces repito, os acordaréis de los que ahoraOS dan consejos y que vosotros por esa razon, los acu

sareis de desleales á vu estra bandera.En esta interesante, y para mí inolvidable conversa—

cien caminábamos, cuando una de las caballerias se empezó

Ii inquietar y aguzar las orejas en ademan de sentir

lgiina persona cercana.

Yo me sobresalté, y por lo bajo le dije á mi pa—

dre. ¿Si saldremos al fin con felicidad de este viaje? es—

tamos prócsimus á casa, y todavia estoy con zozobra.

—No tengas cuidado, hijo, contestó; a te dijecunndo nos aisaron esta mañana, de que tal ez, nos

encontrariamos ú la faccion, que no tuvieras miedo

que mi corazon no me presajiaba nada malo.

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—Si, pero muchas veces, le contesté, tambien engañael coraron esa confianza puede costar cara.

—No lo creas, cuando la conciencia esta tranquila, no

predice nada malo el corazon.

—Qué cosas tiene Y., padre, le repliqué: hay ocasio

nes, en que de nada sire el que se halle tranquila nuestra conciencia, porque los hombre....

—Ya.... con que los hombres...! pues esos son

replicó, los que buscan y alegan derechos, donde no

los hay, y los que los destruyen y quitan donde losha en realidad.

Pasamos aquel mal trecho de camino, y llega—mos un sitio claro y espacioso, que dejaba entreverlas mieses que trillaban en las eras y la torre de

Carmena.

A pocos momentos estábamos desmontando á lapuerta de nuestra casa.

¡Qué recuerdos tan gratos me dejó esta memorable conversacionerimtid queridos lectores, consagreesta pájina y una lágrima..., fi los mares de un pa

dre por tntos títulos, para mí apreciado.

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)vr

U

VIII.

flereso del herido á U e&I.

Se sucedió í aquel dia y noche tormentosos, otros

de tranquilidad y bonanza.Amaneció sereno y fresco, cual si fuera de pri

mavera; parecia que Dios la naturaleza querian favorecer la vuelta del desgraciado, injuriado por la inhumanidad de los liombres

A la manera que un veuto suave, impele en altamar la mole inmensa de las naves, diriliéndelas á pueitiY desalvaci&n despue de una fuerte tormenta, ó corno latierna avecilla cruza el espacio cerniendo con sus

alas la alegria que en su corazon rebosa, manifest!m—dolo con su trino y gorjeo, asi pareció prcsentarseaquella hermosa maona á todos los amigos y pa

rientes del desgraciado Alarcon, que Ii porfía dsputahan la palma de ser los primeros en solar i susocorro.

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_19Apra (Ct1ind0 la fi escuía de tan epleidoroo ia,

aImo coa todo3 103 útil uce3arios para conducir conla mejor comodidad po ible al herido.

Una de mis principales dilijencias, llego que llega—

tno& al p teblo, fié avistarme con el compañero fa—

cultativo y preguntar por el estado de nuestro en—i’e r mo

Satifiio mi curiosidad de una manera ha!agüeña,

pues nada perjudicial babia notado durante la ñodheconenin1os cii el modo y hora en que le hablarnos

de lIes ar nos dirijirvioa al sitio donde etaha.

Le saLidA tierna y cordialmente, le animé con Ii—sonjeras esperanza3, ec4aminé ctsidadosamente su estado n i pfciií ning in sgn ‘1 que pudiera alarmar

mi cariñoso celo; su inconsolable y enferma esposa y su

madre, desconfiando de su curacion, me pregunta—han con las mas visas instancias, les re elase su mejo—

ría ó peligro.

—Nada puedo decir A VT., señoras, porque niaun síntomas de reaccion se han presentado toda—ia, y iinicamente lo que sí aseguro, es que á la horapresente no se nota alteracion particular.

Nos dirijimos los dos facultativos en casa del ca

ballero coronel, y antes de llegar A ella salió á nuestro encuentro é recibirnos,

Pasamos é su casa entramos en el gabinete deldía anterior.

—Cómo hallan VV. A nuestro herido? nos dijo

luego no’ sentam(H.TO’iO i. 9

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-=130—A juzgar por los síntomas que hata ahora se pre.

sentan, no podernos pronosticar tristementeIremos siendo y obserando hasta que pasando cua

tro ó cinco dios se le haga la segunda curacion.Sa killaba la rn ‘si preparada cuando entramos; ha—

man dado las doce dii dia era hora de comer é laespañola.

Nos 5upliS le ac )mpañlsCmos cori las mas ii a instan—

mas: acept unos tinto honor olsequio comimos juntoson el ma or apetito.

Recayó la coniersacion sobre el herido, como eranatural, y el coronel manifestó el sentimiento y disgus

to que le había causado saber que las autoridades nohabian dado paso alguno para sal arle.

Punible es ó la verdad, le contesté, esa indiferenciaque revela falta de caridad, porque aun cuando no hu

biesen conseguido evitar la catéstrofe, al menos llenabanlos deberes de hombres (le autoridades.

Si digna de con ira es esta conducta de las autoridades, añadió mi compañero profesor, es mas censurable en los muchos imigoS y parientes que tieue en este

pueblo, que todos son personas de iutluencia arraigo.,Qué quieren TV.? volvió é decir el coronel, todo

el mundo se azoró y metió en su concha Como ulgar—meiitc se dice, y nadie penó mas que en su comer—

acion.Ahí tienen VV. en bosquejo lo que SOD esta clase

de guerras.No ha parientes ni amigos en ellas, aun cuan—

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iai =

do los ha a, si son de distinta opinion, suelen coner—

tirse ea los peores enemigos.

En íL, djen esto un Isio, y diganos V. (dir—jiéndose é ini), por qué cas.jabdad se encontró en estaiiIa tan críticamente, proporcnonándono el gusto de

conocerlo.

—Á id erdad, que el gusto es singularisimo paramí, snipwto desean sibr por qué incidente me hallé

a4ui, le r(eriré si tienen la bondad de escucharme la

historia de ini viaje.Regresaba u Carinena en connpañia de mi padre

de vuelta de una espedicion en recaudo de un os honorarios que me adeudaba la justicia del pueblo donde

antes babia estado de partido.Son tantas las amarguras que sufren los facultativos

en los pueblos, por tantos conceptos, que seria u nu

ca acabar, si hubiera de referirlas una por una.—Pues a que estamos despacio, y de sobre mesa,

tóínese Y. la molestia de continuar su nar rac ion, dijo el

coronel, sacando al mismo tiempo de una famosa petaca de plata afiligranada, unos bnienós cigarros habanos,

dándonos á cada uno el suyo.

Los encendimo, principiamos i fumar con el mayor

placer despties añadió: En ninguna parle he visto tratar á los facultatios con tanta consideracion como enAmérica. Allí jeneralmente son respetados y admira

dos sus ser icio, jauis he oído quejarse u ninguri profesor, esto en ini concepto es inherente á la civihizaciori desus naturales, y é la protecci on de tan subios gobiernos

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.—1 ‘3 —

Mandó traer unas copas de licor, las bebimos y volvió decirme: tengo interés en saber los abusos que se co

meten con VV. en los pueblos, porque es sensible

oir continuamente quejarse de ese mal tratamiento, y

debiera serlo (; todos los hombres que aprecian su vida

porque, ¿dónde ha mayor consuelo para un enfermo,que ver junto á la cama d su médico? Indudablemente

mi posicion arraio me han de hacer alguna vezocupar un asiento en lo; escaños del ayuntamiento co

mo ya me ha scedi’lo, entonces aseguro que se

ha de mirar al profesor con las consideraciones que tannoble y útil ciencia merece.

Le dí gracias por aquel celo tan poco coflhlin con

tinué mi narracion de esta manera:

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é”

lx.

La ¡utrlga.

Ya he dicho como iegresaba de hacer una cobranza del pueblo donde habia estado ejerciendo, y al tránsito por este, me encontré con la desgraciada ocurren

cia del pobre Á1arcoi. Pues bien, hace unos dos mesesqne me agraciaron con la plaza de Carrnena, despues depr’ceder loc informes de costumbre y de haber interpuesto su mElojo varios vecinos principales del pueblo, fi—guraudo en primera tinca el escribano, y el desgraciadoherido: ad tieie Y. una razon poderosa, porque me

intereso de una manera estraordinaria en su curacion, pordeber, gratitud y amistad.

Luego que tuve el nombramiento de esta plaza, mepresenté al alcalde, reclamando lo que me adeudaba,porque %a no me era posible detener la marcha, y nece—

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sitaba mis intereses para trasladarme con la familia equipase.

Este señor nin contestó con evasi-vas mas 6 me-

nos atentas, que la baria presente ó la corporacion é finde que fuese satisfecho.

Descansé en esta palabra hasta la ispera de mi par—ticla, que vol i ó presentarme

—Señor alcalde, le dije, mañana me marcho, y en

go: er si ya se rna tiene reunida la cantidad que seme debe.

—Pues señor, me contestó, siento decirselo, pero no te

hemos podido reunir un maraedí, porque como estamosó principios de verano y los vecinos ahora no tienen

dinero hasta que hagan la rec0leccion, no se les puedepedir ni apremiar.

——Diga V., señor atenue, le volvi ‘ decir bastante

incomodado, ¿y esos vecinos, no me han apremiado todas horas i mi para que tos asista en sus enfermedades?

—Sí señor, ¿pero qué quiere V. hacerlo? hay quedisimular ó los pobres hasta que hagan la siega y recojansus frutos, que tantos sudores afanes cuestan....

—-Ya se lo he dicho al esciihano, (la erdad) se ha

encojido de hombros y ha contestado que n era po—

sible dar á V. un cuarto.

—,Con que el escribano es el ayuntamiento, y el qu

por sí ha decretado un acuerdo tan injusta y terminante?no sabia yo que ese señor reasumiera todas las atribuciones de VV., ni que tan débil fuera una corporacion

municipal que se dejara lle%1r de las sujestiones de u!k

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135=-

fiel de fechos, seguramente que se hacen VV. un granhonor, con permitir ese abuso de confianza.

—Qué quiere Y., señor, añadió el alcalde, como ellosson los que lo manejan todo, y los únicos c1ue entienden

estas tramoyas concejales, ha que dejarlos, ó de lo

contrario nos pierden siles acomoda.— -jQué vergüenza! repetí, que asi falten á sus de—

heres las corporaciones, guiadas por el miedo que inspira

la pérdida de algunos intereses, y el no caer de la graciade todo uit escribano.

—Señor alcalde, añadí, me es iaposible diferir mimarcha, tengo empaquetado ajustado el viaje, y no

cuenta con mas capital para cubrir los gastos de traslacion

dernas urjencias que se me ocurran que esa cantidad ganadacon tantos afanes y sudores, la necesito y es preciso ha—

gan VV. un esfuerzo en obsequio de la justicia; de lo

contrario me ver en li dura prucision de dernand:irlosante el juez del partido.

—Homhre, por Dios! mire V. lo que hace queyo volveré á hablar al escribano, s le diré que es necesario solventarle, (porque aquí para tos dos, añadió

en tono bajo, inrando á todas partes manifestando miedo) él tiene dinero uiatro, y si quiere puede V. ir corn—

pletamente pagado.

—Bueno, mejor, con eso me l)teseiltaré á él, y le hablaré con carácter.

——Pero por Dios, señor doti M. repuso el alcalde in

terrumpiéndome; no diga Y. nada de lo que yo te he

dicho, porque es un diablillo, si se pone de malas con—

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migo, ne 1atede fastidiar en hts cuentas del ayunta

miento, y siempre he mdo decir, en tu pleito bueno ó ina—lo ten de parte al escribano.

—Vergüenza dé, repito, que haya hombres tan déhi—

ls que no conozcan sus deberes y se dejen arrastrar tanservilmente hácia un funcionario que debe estar sometidoestrictamente á lo que el ayuntamiento disponga.

Me despedí del alcalde muy resentido de sus injus—as evasivas, y me presenté al escriL ano.

—Vengo, le dije despues de saludarle, í& que V. co

u influencia haga se me pague lo que debe el ayuntamien

to,, porque ademas de ser justo, lo manife,té cuando presenté la díniision del partido, y entonces se me dió solern—n palabra de satisfacer la deuda

—Cierto que es así, conte.tó coin mucha calma, sea—

tado en una silla poltrona antigua, y fuméndose un cigar-.ro, pero ahora no se puede acceder é su justa deman

da, porque a sabe, nales son los apuros de los vecinos en

este tiempo.

—No sé o cuando no estén apurados, le contestérevistiéndome de prudencia serenidad, porque llevo.

mas de do añas de titular, y é pesar de que en la es—critu.ra otorgada se estipuló se me pagariasenianalmente, enalgunas (le ellas, me han llevado los rejidores solo diez

reales, como si fuera uua limosna (1).(‘1) Llega d ts punto la mise, la y degradacion de los

facultativos en los pu-bios, que tienen que Ir de puerta

en pttetta ó a las eras cii el ver no, ColI su costalillo alhombro como si fuer, no perdiosero, cobrando su salarlo.Generalinetite esta cobranza I hace en. granos, escatimado

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_,Qué quiere Y? los vecinos estún atrasados, cr—gados de tributos y gahels, no les ha sido posibleotra cosa.

— Pues si estan así, añadí hacen VV. miii nial en traerfacultativo; engañados cori oferta; que no cumplen, y corn—prometiéndoles incautamente.

Ese paso fl) merecen lo que tan bien sirven á VV.,siendo cada vez mas ecsijentes en su servicio.

¿Y por qué causa no se han de satisfacer religiosamente mis honorarios? soy acaso de peor condicion que

los guardas de campo, alguaciles y otros dependiente

(corno VV. llaman) del ayuntamiento que les pagan conpuntualidad cuando le place?

¿Es ese el fruto que debia esperar de un pueblo

que por tantos meses ha sufrido una epidemia terrible,consagrando fi los acometidos de ella, ini salud y des

canso, espomén(iorne de noche y cha á un inminente con

tagio y peligro?

Condicion desgraciada es la de un profesor, de—

cia para mi mientras el escribano se levantaba del asidto para recibir al señor cura del pueblo que en aquel

mismo instante entraba.Despues que consume sus mejores años, en una

gruñido y de lo peor. i’aritl tativ os couoCO, qtto el tilitue—

ro de Laneges pulque eCLi coiitratado, e tan módico quenl te aiea u ¿a pi re el pree se susto ti tu. Pue bios hay dond ele cobian za do estos amL(culos se reelimpiaLa con patatas,lejia, cebollas, guimiddias y otr is hwtaiisas No es ecsae—r ado el c uadio.

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1 :3S-r

carrera tan penosa cara, coja luego por fruto de sus desetivolsos y desvelos en los pueblos la ingratitud y la ignominia.

De e4udiaute sujeto ít la disciplina escolásticamas severa, y despues que derrite ea s i carrera lite

raria su patrimonio, sucumbe de profesor á los contratos

siempre ouerosos de un miserable partido.—Pies señor, rep so oor tiltima vez el escribano

con la misma flema; a le he dícho é V. que no se te

puede pagar y por ello tome la determinacion que quiera.—Mi determinaejon es acudir á la autoridad cur

respondiente y cuando se ha’a penetrado cte mi jus

ta reclanaciori creo It no dudar cumplirá con su deber

y no se mofarán VV. ma3 de la debilidad en que sus ecsi

jencias colocan al profesor.El señor cura que escuchó en silencio mis razones,

tomó pat-te en la demanda, y como buen pól-roco y esce—lente mediador, irltet-% mo con su persuasiva é níluencia á

(ransijir una pat-te (le la deuda que como por gracia se

me concedió, dejando lo restante aplaiado para el (hade Santiago inmediato.

Accedió el escribano It estu transaccion po la media-clon del señor cura; yo no podia sin faltar á la palabra

en mi nuevo partido, detener un momento la murcha,

y aunque disgustado por no llevar por delante mi capi

tal, tm e que acceder y darme por mlv satisfecho.

Transcurrido el tiempo (le este aplazamiento, volví aquel pueblo en hisca do mis habat-es, ¿y saben

VV. qué inti-iga me urdieron pal-a eludir el pago? pues var

It oirla si tienen un toco mas de paciencia.

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Corno abian que en uno de aquellos dias debia volver cobrar lo que me restaban, y corno muchos pueblos

se habian ncomnnicado con los que estaban invadidosdel cólera ó declarados sospeclioo, dieron órden á loscentinelas colocados en las entradas de él, para que enel momento de presentarme, se me detuviera, y nodejdrau pasar adelante, por venr de puntos sospe

chosos.

Asi lo hicieron en efecto; llegué al anochecer u laorilla del pueblo; mi corazon se (illató con la mas pla

centera alegria al ver a el término de un viaje solitario

y penoso que me proporcionaba el descanso que tanto ne

cesitaba, despues de un eterno dia de calor y del pesadoy troton movimiento de mi cabalgadura.

Un ¿quién vive? dado con fuerza, y como si fueren campo militar rae sacó de aquel éstasis en que mi imaji—

riacion se hallaba pensando emi la sorjd’esa agradable queiban á tener mi querido padre y los amigos en cuya

cornpañia babia quedado desde que nos marchamos.Me serené un poco, y espoleando con faena la pesada

caballería, anduve algunos pasos, pero otra voz masimperiosa mandó detener mi nvn’cha, anenazanda hacer fuego si la desohedeci.a.

Me d Ii como Ci po: mi noare, ‘‘ de ningitu nod.o

se me permitió aprocsimar con cien pasos al centi—miela.. pues ya que no me permite V. entrar en elpueblo, le dije It voces, tenga V. la boedad al menos(le noticiarlo é mi padre que se liplla en casa del

señor R. M.

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Accedieron Li ini peticion, y en el entretanto, apeándome del rn ib, rn. seaLé sobre oria piedra, lleno de tristeza, quedando en la mas profunda rneditacion.

—No pueden VV. figurarse el sentimiento que se

apoderó de mí al ver cerradas las puertas de un pueblo que me apreciaba, y que yo miraba con particu—lar cariño aunque tan malos ratos habia pasado en él,

tanto porque era el primer partido donde babia ensayado mis conocimicutos médicos, cuanto porque en

él tenia atnigo qua miraban cori entrañable afecto, y

en particular Li la pobre ha Gorriona (1), y ljmilia del ve —

terano.En el instante que ini padre y amigos ttu teron no

ticia de mi llegada, volaron adonde 30 estaba, y sin

poderncs contener, llorarnos todos coii la efusiori del

mayor sentimiento.

—No te aflijas hijo mio, me dijo aquel padre adu-.raJo, conozco que lo trano estLi urdida para no pagarte:

ten calma hasta mañana, que 30 te acompañaré esta noche.—y nos otros tainlieni, añadieron mis amigos, vamos Li

dar órdenes para que nos traigan cena y unos colchones, y

despues consultaremos lo que conviene hacer.No fué mas pronto saberse en el pueblo mi llegada

iue muchos vecinos se me presentaron ofreciéndomesus servicios.

Casi toda la noche la pasé con unos y con otros

(1) Ciuco días atits Iiabi,t fa lec ido la IIlewora lije Go,-—rioiur ‘%ÍC ti u a de cuis 1 u tcriiiitejilcs pe LO1CIOSSS.

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sintiendo todos se me hubiesedado un desprecio tan mme—re’ido é injusto

Al fin amaneció, traté con mi mejor consejero, con

mi padre.... lo que delio hacer, y fué de dictAmen

marchara A Cebreros y diese parte de la ocurrencia aljuez de aquel partido.

Me presenté y despues que oó la demanda y se

penetró de la intrigo, dispuso acompañarme en personaal mismo puebo, para hacer respetar el derecho de hos

pitalidad pagasen lo que debian.Llamó el juez luego que llegarnos al alcalde escri

bano, les afeó su accion, y mandó se me soiventara enel acto.

Al dia siguiente a estaba reintegrado de mis ma—

r a e is.Di las mas encarecijas gracias é aquel pundonoroso é

incorruptible jiez; al dio siguiente salimos del pueblo en donde encontré autoridades poco celosas, situe

amigos mu apreciables.

Esta es la causa de hallarme hoy entre TV. yla que me ha prporciouado el honor y complacencia

de conocerlos.Todos manifestaron al concluir mi relato el mas gran

de disgusto por semejante procedimiento.

Nos levantamos de la mea y iios fuimos á ver al

Ii en ci o.Aprovechando la frescura del día que seguia como

la mañana y el estado de tranquilidad de aquel, se dis

puso del mejor modo su salida y conduccion, y al de.

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—1 7r2 —

dinar la tardi, salitno del pueblo teatro del suce—503 llegando (armeoL sin novedad bien entrada la

noche.Transcurrieron cinco dias sin tener la menor al—

terncon, y al fin de ellos determiné hacer la e—gunda.

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)<a€s * eçs *a -

x.

I ,eun(Ia curaclon.

No e posible trazar en un leve bosquejo los pade—cumentos que este desgraciado sufrió en esta curativa

y en las qae le subsiguieron, porque ademas de entris

tecer á nuestros lectores con el cuadro de una narracionlastimosa necesitábamos mucho papel y tiempo para des

cribir uno por un) su torncntos; bste saber, que aldesCul)rir aquel e er)o oradado por tantas partes, me hor

rorizó tan triste espectáculo.Nada ecsajeró por cierto el mi nero de las heridas

mi compañero facultativo, dije entre mi, porque todo su

cuerpo era una llaga. ¡Qeé paciencia tan ad nirable! ¡qué

sufrimiento tan estóico el de este hombre!!

Al descubrir las partes afectas, la porcion resinosa de losbálsamos con que estaban curadas se habiani adherido tanfuertemente al bello, que producian un daño insoportable y

todo lo sufría con la impaihilidad mas heróica.

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Ma d hora y niedia duró esta cruenta operacioh,y despues de terminada suplicó con el mayor encarecimiento le reconociese los brazos, pnes sentia segun

espresion su a una incomodidad insufrible.

¡Qué sorpresa tan grande recibí al ecsamiriar en ellosunas quemaduras de tercera especie, de estension considerable que amagaban con la gangrena esfacelar todos

los tejidos!!

Esto únicamente faltaba al pobre A. para sentir to—cias las formas del dolor y la desdicha, despue de ha

ber pasado pm el trance mas amargo y horrible.

Las leiones de esta naturaleza, son de suyo largas s’ dolorosas, é indudablemente habia de sufrir conellas mas tormentos que con todas las heridas juntas.

Asi fué por desgracia, la gangrena se desarrolló hor

riblemente, hubo que separar con el bisturí una por—

cion de tejidos musculares, que estaban enteramente

muertos, desbridar otros, y en fin, despues de milpadecimientos y de un tratamento curativo constante

apropiado, tuve el placer de serle restablecido de todaslas heridas á los dos meses del suceso, sin quedarle

la mas leve lesion en su cuerpo.Esta es la verídica historia del valiente singular

Alareon it quien la providencia salró de tantos peligrosgozando ru la actualidad de una robusta salud.

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CP1TLLO TERCEItO.

1

El e.1l.ra rnorh

28 1E STIEMBIt1 fl 1’34.

‘Si hay fuertes emociones en la vida social del hombre, si hay épocas y diasen que esta3 emocioneS se grabanen el cora/on con recuerdos y sellos indelebles, son sinduda alguna arjielbs en que juega el compromiso de lasida, 4 en la que el temDr de perder esa eLsisteflcia tanamada, despierta en el corazon sensaciones peiiosasque la fatalidad evoca para comprometerla y ame—nazarla.

TOMO i. fO

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La cruel y devastadora epidemia del cólera m.rvo hdejado en pos de sí recuerdos que no se olvidarán jam6s ájos que la presenciaron.

La tempestad que estalló en algunos pueblos de ia provincia (le Toledo el 8 de setiembre de 1834 como precursora de esa mortífera epidemia, será suceso que no seborrará jamás de mi rnpmnria.

Quedó biefl impresa en mi imajinacion aquella tormenta para que se olvide.

Era la avanzada que esa invasora y terrible dolenciaenviaba á los pueblos como itinerario de su aposentacion...

Lleno de animacion, de satisfaccion y vida salí muyde mafiana de casa á hacer la visita diaria ú mis enfermos.

Unos veinte minutos habrian transcurrido cuando principié á sentir una pesadez de cabeza acompañada de soñolencia que hizo llamar mi atencion considerablemente.

—Este malestar que siento, decia o, debe ser efectodel aumento de electricidad atmosférica, porque en lo demás de mi cuerpo no percibo novedad alguna.

Reparé al cielo y ví densos y negros nubarrones que secruzaban de Norte ti Sud.

El.ol reflejaba por entre los celajes de aquellas encapotadas nubes rayos luminisos que desprendun un çalórbrasador sofocante é irresistible.

Continué mi visita hasta las nueve, observandosiempre creciente la mutacion y trastorno de la at—mfera.

Todos los enfermos se me quejaron aquel dia dela misma pesadez, y aun algunos amigos que me sa

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= 147=ludarop en la calle espresaban la isma jnispoeion.

Regresé ti mi casa, y mi esposa y criados se nequejaron de lo mismo.

Una circunstancia, un fenómeno curioso ‘ digno dereferir, se presentó ti mi vista en aquel momento.

Las gallinas otras aves, que en m espacioso cor—ralon de la casa se cuidaban, manifestaban can su grq—tesco é incómodo cacareo, una inquietud estraor4inaria.

Se agolpaban con la mas precipita&1 ansiedad, picoabicrto, y alas estendidas solre el babadero que con—tenia el agua, quedando muertos en pocos instantes u’aporcion de estos animalitos,

I1ata los cerdos y gatos de dtrÓs casas, supe despuehabian estado cii la misma inquietud, pereciendo mchos de tos últimos.

¿Qué motivos, qué circustaneis y condiciones pu’dieron desarrollarsse para hacer sucumbir ti estos animales? ¿Es la atmósfera enrarecida por la electricidady el calórico, 6 es la disposiimt particular individua’, løque ha podido súbitamente privar de la vida ti seres taninocentes...? Cuestion era esta mu’ larga para dilupi—darla: dejemos estas teorías ti otras plumas mas eruditas, y sigamos ti la naturaleza en sus efectos, que ellanos lo irá demostrando.

Un viento fuerte y caluroso, se principió ti sentir.Dos brillantes y deslumbradores relámpagos, fueron

preludio de una detonacion estrepitosa.Otros y otros relámpagos y truenos fueron supedién—

¿ose sin interrupcion, y principiaron ti caer unas gotas de

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agúa tan grandes y calientes, que aumentaban ¡a confusioiy el espanto.

Estas fueron creciendo y menudeando con unlo impetuoso, que en breve tiempo; inundaron las ca

Ues de agua.Pasajera corno nube de verano, fué la tormenta, pero

us huellas quedaron bien inipresas en los arbolados yedificios.

Luego que cesó la lluvia y el aire, todos los vecinostneron saliendo ñ las puertas de sus casas ver ladireccion de la nobe, manifestando en su seniblante lafuerte impresion que les había ocasionado.

Como las jentes de los pueblos en lo jeneral sonsupersticiosas, efecto de la ignorancia, cada cual comentaba la tempestad íi su modo. Unos dcian que habiancaido ecsalaciones, otros que con las gotas de agua primeris, venian mezclados ciertos animaLlios que pareciansapos, y otros en fin que se habian destrozado las viñas yolivos.

Una vecina labradora que se fué aprocsimando fs lapuerta donde oestaba con mi esposa nos saludó principióñcontarnos tantos disparates que no pude menos de reirmeal oirtos; pero cuando a llegó Ii decirme, que el que no

temia íi las nubes no temia ñ Dios, me serené un poco y lahablé procurando persuadirla de esta manera.

—Señora, el hombre ilustrado vé en el Hacedor Supre—nw, autor (le tolas las cosas, hechos sublimes é impenetra -

bIes, ycomo todo lo que ha salido de siobra es grande y mag.nifico, lo admira, lo respeta y venera. . .. pero cuando cye

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as sandeces de VV. no puede menos de reinas ya qUe ñ4las puede rechazar con razones, porque veces es imtu semejante trabajo, y muy diüel sustraerloS de sus

errores (1)La persona instruida que les habla ti VV. con racion’a

lidad,’y les quiere esplicar la causa de estos fenómenosnaturales, la rechazan y mofan, y el mejor dictado quesuelen darle, es el de hereje y ateo.

—No señor, contestó la labradora3 desgteñando uncopo de lana de una rueca que tenia puesta en la cintura,

no digo nada de eso pero lo que si aseguro, es quedesde que manda este gobierno que ha decretado SO

hagan cementerios fuera de la poblacion, y que no toquen la campanas ti tente nublado y otraa cosas quehan suced,do en Madrid con los pobres frailes..., esruando Dios nos envia en castigo, tormentaS guerras ycóleras.

—Despacio, señora, la dije) si V. tuviera, la mstrucCiO1 suficiente para conocer lo provechosas que sonesta:s determnaciofls que ha tomado el gobierno, nole injiriaría de esa manera; pero ti veces nos metemos ácensores de operaeioues que no eutendemos esto es

(1) La instrüccian úbliea en nüctra España, v haciendo mejoras, y en tiuchos pueblos, se COICU y palpSli losój.imos t’rutos de ella, gracias al celo y conocimientos queadornan . os autores de esos nuevOS planes cia enseñanza,

y 1 a que han fundado los estabtecitfljehltoS normales, dedonde salen profesores de ,nor,,liclad ,de ilustraciOu y C3tC

ter, pero fa’ta todavía un vacio jflfflefl$O que Ilenai’.

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n’tal y ya en todas partes, si Y. tuviera la bondad de pasarcasa un ratito, la informaría de la poco que sobre este

asunto he aprendido.—No seüor, no señor, no quiero oírla, qu me parecen

herejías.—No hay tal cosa, séñora, en la jeneral todo el mmi—

do sabe ya lo perjudicial que es 11 la salud ptblica sepultar á ls difuntos en las iglesias, lo primero porque losmiasmas que se desprenden de los cuerpos cuando principia la putrefaccioti, inficionan el aire, y lo segundo quemezciadós con los que ecsalan los vivos, que concurrená las funciones relijiosas, lo enrarecen y e hace periii—cioso á la respiracion, alemas esa sitio consagrado alculto de Dios, debe ser limpio y esento de todo daño, porque no quiere ni permite que en SU casa, se forme el jer—men de enfermedades que aflijan al hombre, á ese qunsacó ti su imajen y semejanza.

En cuanto ti suprimir el tafido de las campanas cuando hay tempestad, es muy bien hecho, pues lejos de serprovechoso es perjudicialisimo, ti causa de que los metales, tienen la propiedad de atraer las nubes.

Esta afinidad ó esa ley de atraccion, es física y natural, y cuando las nubes estén cargadas de fluido eléclrico que no es otra cosa que una sustancia imisbley sutilísima, que acumulada en un cuerpo se inilama)estalla, conmüeve, y ti veces destru e todo lo quetoca.

Este fluido se fija principalmente en el vidrio, en laresma, en la tierra en el aire.

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Cuando las nubes están cargadas de dicho fluido eléctrico, tiende este 4 desprenderse de ellas, y esa es la razon porque si se tocan las campanas, facilmerite las vibraciones de sus sonidos, las acercan i aprocsiman, yentonces pueden descargar ó desprender el rayo, el trueno y relámpago, que siendo todo uno, es lo que formala ecsalacion.

Cuando el espresado fluido está contenido en doscnerpos en cantidades desiguales, y de modo diferentespropende á distribuirse en partes iguales, sobre cada unode ellos, y cuando ambos están puestos en contacto, severifica este fenómeno sin ninguna señal esterior.

Pero si los dos cuerpos están algo distantes, pasaentonces el fluido eléctrico al través del aire, y se des—argael que tiene mas sobre el que tiene manos, causandouna esplosion acompañada de luz, calor y estrépito, serne—jando ti las armas de fuego.

Este es el modo de formarse el rayo que no es masque la desearga de dicho fluido de una nube sobre otra 6 sobre la tierra.

Cuando el estallido del rayo ocurre ti poca distanciade nosotros, ver el relá:npago y sentir el trueno, es obrade un instante, pero cuando está lejos, se vé antes elrelámpago, oyéndose el trueno despues d algunos se—gundos.

Esto sucede así, porque la luz corre con mas velocidad la distancia que la que necesita el sonido pnrallegar k nuestros oidos.

Es por lo tanto una ridiculéz tener miedo ti los

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troénos y relámpagos porque cuando se vé este ya ha caidoel rayo.

El ruido prolongado de lo truenos es un efectodel eco, 6 mas bien ua rpereusiQn del sonido al través del aire.

Esta es la razon porque he dicho, es perjudicialel toque de las campanas, y lo es tambien el guare—cerse cuando hay tempestad, al abrigo de os árboles ácausa de que las numerosas puntas de las ramas, atraen elfluido referido.

—,Con que V. me quiere decir, replicó la tia Juana,que así se llamaba la labradora, que los truenos y lasnubes no son formadas por Dios para castigar nuestrasculpas, y para avisarnos de vez en cuando, que estáarriba y nos ha de tomar cuenta el día del juicio?

—Señora, por Dios, la contesté, no interprete Y. malmis palabras, c1u yo no he dicha semejante absurdo. Hequerido dar á entender á Y. sí que las tempestades, sonfenómenos naturales que sobrevienen 6 consecuencia dela sequedad, de los calores escesivos y de otras causas,

pero no niego que Dios con su poder ir finito, sea elautor de ellas, ni que con estas quiera castigar al horn—

bre por us estrvios.Dios, es l sumo bien, la suma bondad, y no quiere

mas que la felicidad de sus criaturas; pero en estas nohay por desgracia Id suficiente iritelijencia para conocery bendecir su obra.

¡Ah! ¡si conoiese el hombre su verdadera mision en mundo...!

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Si comprendiese sus deberes, y apreciase su dignidad...! entonces, no habria asesinatos, rObOS ni nialda—des de ulugun jénero....

Sí señora, coritiuné diciéndo!a, Dios hizo al hom—bre á su iuijen y semejanza, y depositó en él cincoaLrilutos 6 sentido, para que hacieido buen uso deellos, se aparte de lo que le sea nocivo ó perjudicial;pero este ser tan perfecto, no lo es tanto é veces, que nose estravie y abuse de esos sentidos.

Este abnso, lejos de proporcionarle goces, le oca—siona enfermedades, y otras miserias humanas....

Pero en medio de tantas causas y continjencmS co

mo de continuo asedian é este hombre, que tanto suele abusar de ellos, su iiitelijencia, le remonta hasta lasnubes, calcule la distan&a qu hay entre estas y la tierra, sabe de qué se componen y en qué consiste el tiuenoy el relérnpago, y en fin, previior con esa suprema yomnímoda intelijencia, sujeta el rao y lo dirije pordferente rumbo, de donde él se encaminaba....

—iesus! ¡ lesus! dij.i la tia Juana, toda asustada, y haciendo cruces: ¿qué de herejias esté V. diciendo? ¿Cómo no hemos de tener teirpestades, gcerras, y cóteras

morbos? si los hombres quieren saber en estos malditostiempo4, ma que l).os, les santos y los conlesores, y masque.... ¡‘.aa! ¡aa!

Jeus...! re;dtió, me vos’, porque no q&ero oirtanta herejía, ¡sujetar al ra o, y darle direccion! Vamo,loqueo digo, quieren quitarle el saber ti Dios... y la in—tercesion ti santa Brhara.

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- --.Oiga Y., lía Juana: tenga Y. la bondad de acerecurse, no se retire de mí, que no soy hereje, ni estoycontaminado de ateismo; lome Y. la molestia de pasarun rato A casa, hablaremos despacio que estoy seguroha de quedar convencida de mis razones4 Mi esposa la hizovarias instancias, y aunque remisa por sus preocupacio—nos accedió al fin; pasó A ella, y se sentó en una silla.que habia junto A mi bufete en el cuarto de estudio.

—Venga V. acá, buena mujer, la dije luego que Lo—do nos habiamos sentado en sus repetivos sitios;, ¿ignora V. acaso, que hay un poderoso preservativo paralas viruelas, por medio de la vacuno, y que este berié—fico descubrimiento se debe á un célebre médico inglés?

—No señor, no lo ignoro, porque se lo he oidode.civ mil veces A mi confesor y á otros mélicos, que hetrataAD, y por cierto que dosJe que envacunan no mueren tantos niños de viruelas, ni quedan tan desfigurados.

—Pues bien, la contesté,, me alegro que conozcaesa verdaJ porque así comprenderá, poco A poco los misterios, que encierra la nat-uraleza y sus portentosos ar—‘anos.

.—No sabe Y. tambien, que La quira cura las ter—çiarias...?

.—.Vaa! sí señor, corno que A mt se me han cor—todo tinas calenturas con ella.

—Sin estendenisos A mas, hia Juana, con esas -doscomparaciones, que están á su alcance,, puede Y. comprender cqmo tainbien puede ser dado al hombre la facultad de sujetar y dirijir el ra3o, y ¡ojala a queha

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dado disposiciones tan benéficas el gobierno sobrc ls ce—rnenterios y otras cosas, las diera pura qua en todaslas poblaciones se pusieran pararayos en mayor ó menor número, sogun el vecindario, y sobre todo entorres al lado de las campanas.

—1iesus! ¡Je.us! esclamó aquella buena mujer; luego dicen que no hay brujas.... pues va creo firmemente, que todo lo que Y. ha dicho es pura brujería y quelos hombres estudian con Satanás, porque de otro modono es creible que p ¡eran inventar diabluras serÍejautes.

Pues rio debe el hombre sus inventos ñ Satanás,

la contesté, se los debe al Hacedor Supremo, que le dotó con órganos y sentidos para que se apro eche delbien y hua del mal3 y vea V. porque gaza de esafacultad tau ostensible en su intelijencia.

El hombre para resguardarse y defeoderse de SUS

enemigos, inventó armas, para tratisportarse con velocidad de un punto ó otro, inventó carr:laje, dlijencias,caminos de hierro, y buqie de vapor; allana móntes,surca los mares en busca de productos comerciales otla4 cosas, peiietra en la; entraña; de la tierra, y laarrebata sus mas preciosos metales, dama las fieras, din—je al fogos’) caballo, eleva p:ilaeos, ea fin, y en ellos habi

tan los potentados y lo,; re es.—Yaya! ¡aa! señor médico, el diantre es Y.,, no

ereia yo aleauzae tanto su saber: ahora sí quO meeonvene, porque á la verdad, vemos cosas tan sorprendentes que si se hubiesen ito hace veihte años, bu—bi&amos dicho qne eran brujerías.

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, 1 56El otro dio llegó de Madrid un vecino de este puc4

blo, el tio Ricopelo, y trajo una cosa que llaman fór—foro 6 fórmoro con solo restregar con los dedos salió una llama que á todos los que allí estábamos nosasustó ‘ le hizimos veinte mil cruces.

Pues no digo nada lo que hizo con una navaja tocada Ii la piedra irnun; tods las agujas de coser ami-que fuesen mil se las lla aba para sí, cuando se las aproesi—maban, ¡diantre de navaja!

—Pues ahí tiene Y. t:a Juana, esplicado el niecariis—mo de los para-rayos y el objeto para que sonpuestos.

—Asi será, señor, como Y. dice, pero como sono entendía lo que son para—rayos, ni como atraen háeiasi las ecsalaciones, por eso....

— Pue bien, para que comprenda algo de tan interesante descubrimiento le diré alguna cosa acerca deellos.

El célebre Franklin americano fué el autor de tantaj! descubrimiento.

El mecanismo del para-rayos consiste en colocar encualquiera edficio unas barras de hierro bastante largas de fiwa cilíndrica, terminadas por una punta deplatino para que no se ocside.

La parte inferior de la barra se une á la cadenade ala ubre, tauibien barnizada de platina con el mismo objeto, y un cabo de esta cadena se introduce enun pozo unido á un hierro (IUC está sumerjido en el agua

La electricidad de los nubes de que ya he habla—

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do 4 Y., es atraida por la punta metálica que tam—bien la tiene en abundancia, y siguiendo la cadena se introduce en el agua dnde se apaga.

Vea V. ahí un descubrimiento sencillo y utilísimoque hace á su autor inmortal y á lo que. llamaba V.brujeria.

—Seguramente que me deja V. absorta con su esplicacion; de hoy nia le aseguro, que tengo de hacerque mis co npañeras de rueca le miren como á un oráculo.

—Gracias, tia Jaana, la contenté, par. último, no merezco título tan honroso; ese debe estar reserado ItIo hombres eminentes y 4 los que hacen bien 4 lahumanidad, pordue en hacer este bien consiste Ja ‘.erdadera reljion, y si no acuérdese V. de lo que dice eldecálogo ó diez mandamientos; ama al prjirnó corno áa mismo; y yo creo que e! mejor modo de amarlo, es:procurar su bien y, felicidad por medio de su ilustracion socorriéndole en su necesidades, y descubriendocosas útiles á su servicio.

Persuadida y llena de, conformidad se despedia lahonrada labradora, cuando entró un mozo 4 toda priesa preguntando por el facultativo.

Luego que me hube informado de su mensaje, salíprecipitadamente de casa, hallé ene era Ja enfermapara quien se me lb naba, la mujer de un pobre jornalerode linos cincuenta y cincu años de edad

El cielo que babia quedado despejado despues de aquella borrasca manifestaba a! sol destellando sus perpendi—ulares s’ abrasodores rayos.

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=í58=Al entrar en el aposento donde estaba la enferma,

no pude apreciar al pronto los objetos que en aquellaestancia habla, sin embargo de tener bastante claridad.

Era un fenómeno isuat debido al Lrónsit repenti

no &elo hw.Por algunos segundos estuve ó oscuras, y con Is

ojos crradoferinanecí un momento: ¡TflCS qué sorpresa n terrille fu para mí, cuando diriji la vista huiciasu lccho!

¡u ‘lia tin pr1’tmda habia dejado impresa ensuvíeisna la ervfrriedad!!

Se1lada en su iLenmía la indeleble marca del cóleranzo’rbo, se presentó 4 mi imajinacion con el aspecto mastétrico y liorrile.

Aquel .eraeI primer caso en que desgraciadamentese presentaba ó mi observacion tan destructora dolencia.

Estaba tan al vivo pintado en su semblaute el padecimiento etraordinario del cólera, que no me dejó duda sudiagnóstico.

Aquella cara que media hora antes hibia gozado detoda su lozanía, manifetaba el deórdvii mas profundo.Los ojos hund.dos y tristes, daban un aspecto siniestro áu fisonomía. La voz apagada, (alónca) no dejabaproaunciar ó la enferma mas palabra que la de ¡agua...!¡agua...! y cuyo lí1uido no eri hatante mitigar la sedardente que la devoraba. Sus brazos lívidos como todo su

cuerpo, estaban acompañados de un frío glacial. Sacadosde entre la ropa, los ajitaba autométicameiite de continuomoviéndolos al compius de esta esclamacion.:

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--—Agua! ¡mc abraso!

La lengua fria y seca se acompañaba tarnbien dc un

respiracion anhelosa y el aire de su aliento era iguahnentefrio como su cuerpo.

Un hipo molesto suspendia su incómoda casi mortalseñal, Fara quejarse con amargura de alarubres dolorvsosep sus estrernidades.

Los vómitos mas ó menos repMidos escitaban las screclones albuminosas ventrales, que menudo le acometian.

Señor don I%L, me dijo utia hija que It su lado ahogoten silencio tristes y prolongados suspiros: mi madre ha so—mitado mucho, los cursos que pasan de s’eint, son blancos,;‘qo no sé qué mal es este: ¡por Dios, señor! méndela Y. aliuna iiie4cina para que cese taito padecimiento.

Crítica, apremiante era la justa ecsijencia de la interesada. No debia vacilar un momento, quizíi se nie prese1n—tabo elocasio preceps del grande Hipócrates, y ero llegado el momento de obrar; pues bien, l contest&, es preciso,urjentsimo sangrarla.

Sin esperar al encargadode esta operocimi, le abr unavena del brazo, pero ni una sola gota de sangre salió; repetí en otra la cisura, y una corta cantidad de sangrerastrera, (permitaseme la esiresion) negra y epesa comola tinta, fué el resultado de esta segunda tentativa.

Coji el otro brazo, hice igual operacion y todo fuéen vano.

En vista de tan infructuosas tentativas, le ordené tresdocenas de sanguijue!as al sintre, revulibos cuténeos,

las estrcmidades y espinazo, bebidas heladas y todo oque—

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16O

lb que creí indicado segun la gravedad con que los sin—tornas’ se presentaban.

Viendopuesque estosnocedian y quelas lipotimiasy e1hipo amenazaban poner fin por monentos é su ecsisten—cia, la mandé sumitiitrar la Estrema Uncion, ‘ á pocos instantes de recd)ida espird en los braos de su hija.

Sali de la casa, con el ánimo conturbado, y me di—riji en busca del alcalde, decidido á darle parte de novedad tan gIave. Este que con el escribano y otros vecinos. del pueblo ya habian sospechado fuese el cólera tante por la súbita muerte de la enferma, que a babia sidoanunciada con el toque ( tránsito de la campana, cuanto por lo ‘que decian los que habian presenciado niis esfuerzos para salarla, venia con direccion fi la referida casa cdii la idea de aloptar las medidas de precaucion masoportunas.

—Se hace preciso, le dije al alcalde, convoque ayuntamiento lo mas pronto posible, para dar cuenta conformeestfl mandado, de la muerte repentina y sospechosa de esadesrciada ue acaba de fallecer..

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i9 jjJ-eee

11.

Una seslon d ayuntanilen$o.

A la media hora se hallaba el ayuntmiento en se—sioíi, asociado de mayores contribuyentes y personasnotables, con inclusion de los dos profesores del pueblo.

—Estienda V. acta, señor secretario, (dijo el alcalde)de lo que los señores espongan, acerca de lo particular y estraordinario que hayan notado en la enfermedad de F. T. que acaba de morir.

Así lo ejedutó el escribano, y como el compañeroprofesor me cediese la palabra, luego que tomé la venia de la corporacion, hice las siguientes observaciones.

—.Señores, nos hallamos en el triste deber de manifestar, franca y terminantemente las vehementes sospechas que tenemos para creer se halla invadida la po—blacion del cólera morbo asiático.

La enferma que acaba de sucumbir, ha sido la priTOMO 1. 11

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mera víctima sacrificada por tan destructora epidemiaHa sido uno de aquellos casos fulminantes que

nos describen las monografias qne hasta ahora se hanescrito.

Apresurémonos pues á adoptar las medidas que secrean necesarias al bien procomunal; socorramos contodas nuestras fuerzas á los coléricos que vayan sucediéndose, no olvidando dar parte al señor gobernador chil(jefe político ahora.)

Yo creo, contestó el alcalde, que un caso aisladono sea suficiente motivo para declarar abiertamente ha—llarse invadida esta villa.

Lo mejor ser adoptar el rigor mas estricto paraque no eutre en ella ninguna persona que venga de sitios infectos ó sospechosos.

Debemos cercar todo el pueblo de paredes paraaislarnos completamente, encender hogueras con arbustosy plantas aromáticas, que desinfeccionen el aire, y abstenerse de comer hortalizas, que melior est precavere cuamcurare.

El preservativo mejor y mas eseelente, añadió el síndíco echándola de ititelijente, es el alcanfor y un espíritu que trae de Madrid mi hijo, llamado de los cuatroladrones, llevándole consigo como él hace, y Dios so•bre todo.

No pude menos de reirme al escuchar un modo deespresar tan inocente y rutinario, y para convencerlosde lo iniltil de semejantes precauciones, hablé á la asamblea de esta manera.

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=I63—

—No es mi ónimo oponerme iiio que VV. manfiestan, pero sí hacer aunque de paso, algunas lijerasaclaraciones con el objeto de que vean como esos medioscoercitivos no son suficientes para detener el aire y re—servarse de esa enfermedad.

El veneno miasmático del cólera reside en el aire, y para este, de nada sir en las precauciones, barreras ni murallas.

Los cordones sanitarios, lararetos y cuarentenas, soncasi inútiles, y mas en pueblo como este, dondé no esposible inpedir una absoluta incomunicacion, con los quevienen de sitios infectos.

Un ejemplo de esta verdad le tenemos n el hijodel señor sindico.

Este señor fué uno de los mas acérrimoS defensoresde las cuarentenas cuando se celebró la primera sesionestraordinaria con este objeto, y ahora ha sido el primero en quebrantar sus mismos acuerdos.

Para mí esas cuarentenas no son mas que plataformas que nada pueden evitar i se verifican como aquí:pero ya que las han establecido VV , respétenlas y no conviertan en farsa sus deliveraciones, consintiendo la comunicacion con el que la sufre.

Si ese que esta pasando la cuarentena en despoblado y en una ‘miserable choza, infructuosamente hubieravenido contajiado: cuuinto tiempo ha que hubiera comunicado el contajio á su familia y amigos que le han visitado?

Y It mi, que le he abrazado y curado la herida quetrae, contestó el sindico, ¡pues no faltaba mas! que nohubiera ido á ver It tui hijo, despues de la ausencia

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t64=

y peligros que ha corrido en Madrid, en el conven—Ío de santo Tomás: por esta circunstancia, y la de serhij9 mio, debia levantarse la cuarentena.

La justicia debe ser igual para todos, contestó elescribano, y cuando peligra la salud pública, no dcbehaber distinciones.

—Cíillese el fiel de fechos! contestó el síndico incomodado; Y. no es mas que un mero sirviente del ayuntamiento, y no tiene voz ni voto en nuestras delive-.raciones..

—Siempre han sido VV. unos parlanchines amigosde entrometerse en todo, pero juro it hnos (dando unafuerte palmada en el bufete) que no ha de suceder esto,mientras yo me halle sentado en este banco.

— ¡La justicia igual para todos (con tinuó diciendoel procurador síndico) ironicamente! ¿la conoce Y. pori’entura, señor escribano? díganlo los litigantes: pero vase vé, ¿qué iotivos han de tener para saber lo quees justicia? si estos hombres no estudian mas que conJi4rrabds, para enredar y hacerse amos y dueños detodo.... ¡justcia los escribanos...! ¡justicia! esa ladan VV. al que mas interés ofrece; ese es su ídolo, y itél sacrifican h fé pública, entregada it manos de hom—bres venales como son VV. en lo general.

¿Qué moralidad han de tener, continuó el síndico, nicónio han de obrar de otro modo, siles falta los estudios,y la buena educacion que se aprende en las cátedras (1)?

(1) Algunos años despues de esta ÓcurI’eltCia fu cuan—

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==165=Emborronando papeles, haciendo embrollos, con

otro escribano de igual instruccion y moralidad, es como aprenden: despees se ecsamitlan y así se perpetuatradicionalmente su mal proceder, su soberbia y tiranía,ecsijiendo derechos ecsorbitantes.

Ya se vé, una carrera adquirida ti tanta costa.... preciso es hacerla valer....

—Ha concluido V., señor síndico? dijo el escribanocon mucha soma, apaúentando hipócrita tranquilidad.

-Concluir! esclamó el procurador, no concluiría jamás, porque hablando de escribanos se ocurre tanto,tanto....

—Señor síndico, dijo el presidente, despues de tocarfuertemente la campanilla, me veo en la precision. dellamar ti V. al órden, y absténgase de continuar unapolémica insustancial y fuera de caso.

—Vamos ti la cuestion, y dejémonos de personalidades que son para otro lugar.

—,Para otro Ingar? volvió ti decir el procurador, en

do el gobierno conoció el descuido en que estaba esa pro—fesion honrosi, que tiene a su cargo la fá pública, y en silmano la suerte de los hornhres: por una real órden, se mandó que los que se dedicasen en lo sucesivo á esta profe—

sion habian de cursar dos años literarios, y presentar cer—tificaion de otros dos de práctica para recibirse de escri—Janos: esta iledida aunque no lIana completamente los deseos y adelantos de la época, los aprocsilna d la gran reforma que debe haber en ella ceo el tiempo: de este modo senivelarán con otras profesiones y ocuparán en la sociedad el

puesto que les corresponde.

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ningun sitio. mejor que en este, pueden decirse las verdades t esta raza maldita y dominadora, que todo loinvade y á nadie respeta.

—Al órden, prorrumpió el presidente, dando un recio golpe con la campanilla: ¿respetan VV. mi autori-.dad, ó es cosa que ha de ollarse por los que mas robus—ez y respeto debe merecerles?

A este sitio se viene í discutir puntos de interés comun y cosas perentorias, y no á reñir y hablar de todo menos del asunto principal, como por lo regular sucede casi siempre, y yo juro por lo mas sagrado, queno ha ser mientras yo empuñe esta, (enseñando la varade la justicia.)

Era efectivamente el alcalde, hombre de entereza,fino, y de una regular instruccion, y quena con fundamento desterrar la pésima costumbre (que allí como enlo general de Los pueblos ecsiste) de tratar en los ayuntamientos asuntos triviales, desatendiendo los principalesy de interés piblico.

..Volvamos al asunto, señor fisico, se halla V. en

el uso de la palabra, dijo el alcalde dirijiéndose It mí.—Decia pues señores, que las cuarentenas que aquí

se han establecido, eran plataformas, ó mas bien farsas, porque no se ha evitado el trato 6 roce con laspersonas que la sufrian, y ya he dicho antes, que iara elcólera, segun lo que be aprendido, no hay murallas ni preservativos capaces de oponerse á su mortífero influjo.

Ecsistindo el veneno miasmático colérico en el airecomo célebres autores lo confirman, de nada sirven las

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=167=cuarentenas, antes perjudican y son contrarias á la. hospitalidad y derecho de jentes; lo primero, porque el periodo de incubacion ordinario, de cualquiera enfermedadpestilencial, no pasa de ocho ó diez dias, y siendo así¿á qué hacerlos sufrir cuarenta? ¿Cuántos perjuicios nose irrogan con semejante medida? Lo segundo, quesi el aire se halla inficionado como es de creer, y elsujeto que lo respira tiene en si ese fornes peculiar ypredisponente para contraerlo, todo es inútil....

Introducido en nuestros órganos, produce una into_licacion general, un envenenamiento minsmático, queobrando sobre los tejidos, los inflama, altera la sangrey la maor parte de veces produce la muerte.

Siendo esto así, y respetando la autoridad y opinionede los que sobre esta materia han escrito ¿á qué cansarnos en discusiones quc nada sirven para contener la marcha de un mal que ya tenemos encima?

Nosotros debemos adoptar con enerjia los mas eficaces.medios para que no falten los alimentos en la poblacion,que la oficina de farmacia esté bien surtida de medicamentos, que se levante la cuarentena que está sufriendoese relijioso, y se nombre una jutita de beneficenciaque cuide de todo esto: estamos sobre un volcan, señores,y esas ráfagas de fuego que ya se han presentado, amenazan indistintamente á todos, y con otra chispa, la esplosionserá inevitable.

No habia concluido de hablar cuando se presentaronen busca de un facultativo.

— Que venga á toda priesa, decia una pobre anciana

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que jadeando de susto y de cansancio, entraba por el

ayuntamiento, que coria, que se muere en la calle delPrado, el tio Ricopelo.

Salió mi compañero en el momento deseoso de observar lo que aun no habia visto; pasó á aquella casa, ycuando llegó á ella, el desgraciado paciente ya no ecsistia.

Al informarse de los síntomas que hubiesen notado enel enfermo, supo por las personas asistentes, que habiavomitado muchas veces, y padecido fuertes dolores devientre, con abundantes evacuaciones por la climara acompañados de calambres.

Asi lo manifestó é hizo presente á la corporacioncuando volvió It dar cuenta de lo sucedido, no dejandola menor duda de la terrible aparicion del cólera.

Declarado que fué el mal, se levantó la sesion despuesde nombrada la junta de beneficencia.

En un mare magnun se transformó la poblacion: semarchaban unos al campo creyendo de este modo sustraerse de tan mortífero mal, y en el camino eran acometidos.

Otros privaban ti sus hijos y criados que saliesen decasa y ttviesen roce con las personas contajiadas, y aque-.lbs solian ser mas pronto invadidos.

Unos haciendo disparates y escesos no eran atacados,y otros guardando el mas esmerado método la su—frian.

Tan pronto acometía al pobre como al rico, It lamujer como al hombre, ti los barrios y pueblos insalabres como ti los mas ventilados y sanos.

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Destruia en ocasiones it una famila entera, y sudestructora guadaña, ni aun perdonaba it ls animalesdomésticos.

Saltaba dos ó tres casas y dejaba ciertas fami—¡las ilesas, mientras en otras cebaba con la mayor furiasu saña.

Era un verdadero proteo en su itinerario, y modode acometer y presentarse: una de aquellas enfermedades que no estaba sujeta it la marcha, periodos y ter—ininaciones de las ordinarias, todo era en ella estraor—dinario.

Siete fueron atacados del cólera en el primer dia;todos fallecieron: tan fulminantes y bruscos fueron sus ataques, que no dieron tiempo para administrar casi ningunsocorro.

Uaa jóven m.ertdiga fué invadida instantáneamente enla calle: todas las vecinas y jentes que pasaban inmediatas,huian de ella: nadie queFia aprocsimarse.

Estaba tendida en el suelo muy cerca de mi casa,mi esposa compasiva can los desgraciados at oir tos ayesy lamentos de la infeIi, no puda eontenr sus impnlsosfilantrópicos.

Se aprocsimó adonde estaba, y sin embargo de lo asqueroso y repugnante de su rostro y traje, la limpia y ar—ropó con una manta que mando llevar it la criada.

La dió friegas y algunas tazas de té caliente.La madre de aquella desgraciada, voló it su socor

ro en el momento que supo la ocurrencia, pero qué no ar—rostra una madre por sus hijos!

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= 170=

Venia de impetrar la caridad pública de 1111 pueblo lim’rtrofe, cansada y llena de sudor, llegó al sitio donde estaba su hija moribunda, la prodigó mil caricias, se la cargó á cuestas, y sobre sus espaldas la llevaba cuando la alcancé á ver.

Me aproesimé á tan desgraciado grupo la pulseé y ya noatian sus arterias: la desgraciada espiró á la puerta desu casa, eti brazosde su allijida madre.

L1

Qué escenas tan aflicti as se presentarorv cuando elcólera.

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171=Un padre gozando hoy de las dulzuras y caricias de

-sus hijos veia mañana perdidas aquellas delicias y esperanzas.

Ahora un esposo en brazos de su consorte, gozaba delas ilusiones del mas tierno amor con ugal, y Ii las dos horas, eia ajada y marchita aquella flor lozana que tantosencantos le prodigaba.

Allí una tierna y amorosa madre tenia en su regazo alfruto de sus entrañas, haciéndole las mas vivas caricias, y itlas pocas horas la anjehcal criatura, bagaba en brazos dealguna compasiva amiga, implorando con sus lamentos, lacaridad cristiana: habia perdido it su madre.

¡Qué sensibles cuadros estampaba tan mortífero malen las familias! Qué vivamente reflejaba en algunas el colorido de esta pintura.

Cuitntos de mis lectores no presenciarian con horrortan repugnantes escenas...!

Dejemos por un rato el recuerdo de esa destructoraenfermedad y tolvamos it continuar las infinitas ocurrenciasy percances que al profesor le cercan diariamente, enla visita jeneral de sus enfermos, porque si bien es uithecho incontestable de que cuando se padece una epidemia en una poblacion, todas las enfermedades tomanel carácter mas ó menos pronunciado de ella, tambienes cierto que hay casos y particularmente los quirúr-j.cos, en que no tienen ninguna conecsion, pero que talfl

bien alarman al vulgo, siempre amigo de lo maravillosoy estraño, cuando son estraordiuarios, é no están al alcancede su intelijencia.

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LII.

El botczo fatal.

Un caso que confirma esta verdad voy Ii consignarsucintamente, que por la sorpresa y chiste con que se verificó, merece una particular mencion.

Habíase levantado de dormir la siesta la mujer deun pobre labriego sirviente, y principiado á trajinaren los quehaceres domésticos, como se dice jeneralmente:

Se engolfó mas de lo que ella pensaba en su trabajo,y sintiéndpse cansada con tau escesiva tarea, se sentó en.una silla descansar un momento.

Como sucede siempre que el cuerpo ha sufrido masfatiga de lo que puede soportar, el sobrevenir bostezos,It mi pobre dienta la acometió uno tan fuerte y ad—recalcandum en la letra ááá que impensadameute se la dislocó la mandíbula inferior.

Este acontecimiento inesperado no pudn menos desorprenderla.

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Asustada Sin poder cerrar la boca, y con fuertes dolo.res ea los condillos de la quijada, salió de su casa, parala de una vecina inmediata implorando ausilio.

Cuando esta la vió entrar de aquella manera y haciendo ademanes y jestos pantomímicos, se asustó tam.bien creyéndola acometida de la rabia, del cólera ó decualquiera otra cosa que ella no c omprendia.

Sin hacer caso de las súplicas y ademanes que con losbrazos la señalaba por no poder articular palabra, sesalió corriendo de su casa, dejéndola sola y casi desesperada.

Como la pobre mujer tenia la boca abierta, y babeaba en abundancia, no se atrevia á salir á demandar socorro, porque no la viesen en tan grotesco y risibleestado.

Se resignó á volver y esperar la llegada de su marido, que á las pocas horas debia estarde vuelta de sus tra

bajos agrícolas.No bien habia salido Ii la puerta de la calle cuan

do se encontró ti la vecina que con otras dos ó tres estaba conversando.

Al verlas pareció ti la infeliz, tener el cielo abiertocreyendo que la precipitada ausencia de aquella habria sidoen demanda de las otras con objeto de socorrerla.

¡ Mas qué terrible desengaño! todas ellas en el momento de verla la volvieron las espaldas, se metieron dentro de una casa y la dejaron en la calle, oprimida por elmas cruel desconsuelo.

Era la calle del Prado donde vivia esta mujer , calle

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—174—q’e la ma or parte etá habitada pr jente pobre, jonia—

lera y sirvientes.Como en estas clases se halla tan atrasada la ms—’

truccion, las preocupaciones son infinitas y no se des..arraigarán en mucho tiempo tan fatales tradiciones, si elgobierno no manda con toda la fuerza de las leyes ábis autuiidude Jo lo pueblos, con inclusion del cura

párroco, á que velen incesantemente por la educacion dela infancia.

Estando al frente de esta enseñanza profesores de

carrera y moralidad, las clases menesterosas mejoraránen ilustracion y se desengañarán de los errores que quizáuna mano tenebrosa sembró algun dia, con ulterioresideas....

—Volvamos á nuestra calle del Prado.La mijer resignada á sufrir sus dolores eperó con

ansiedad la llegada de su consorte.Vino por fin este : estupefacto, sorprendido y asustado

se quedó tan buen hombre al verla de tal conformidad:¿qué tieiie? la dijo despue de haberse serenado: ¿quéte ha sucedido?

Como la allijida mujer no podia articulai palabra,le hacia señas para manifestar su padecimiento.

Este, que por natraleza era medio simplon, cada vez.se sorprendia mas de tan estraño acontecimiento.

Una rellecsion empero sencilla, le sujirió su imajina—cion, y la adopté.

—Ten paciencia, la dijo, que voy A llanar á un

facultativo.

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=17

Llena de regocijo quedó en su interior al conside

rar que pronto saldría de tan cruel ansiedad sufrimiento.

La vecina que huyó asustada cuando esta la pidió

socorro, se hallaba en la calle cuchicheando, como vul—

garinente se dice, con otras del barrio, cuando pasó

en mi busca su marido.tiene tu mujer, Talego? (así era su apodo)le

preguntaron.

—No sé, chicas, contestó: lo que si puedo decirosque 1)0 he visto cosa fi la semclitú en mi vida, ni á naide se la huguido.

—Qué tontas sois, añadió la primera en tono bajo

cuando este a continuaba su camino, ¿, no conoceis que

ese debe ser un cdlera rabioso?El babeo, la boca abidrta, las cosas que hace

con las manos, son pruebas de que es ese mal , ó está

endiablada: Jesus! ¡Jesus! Dio.s nos libre! hizo un movimiento de horripilacion y en aquel instante volvía ta

cabeza Talego.Alguna cosa comprendió este de lo que las muje

res decian, pero amostazado y pensativo, continiló con

direccion é mi casa.—Señor don M., me dijo cuando se me presentó:

quiere V. vinir á ve! fl mi mujel, que sigun dicen

padece un vtlera rabioso?__1llombre! ¿qué ha dicho Y.? le contesté admi

rado y conclu endo de sorver los jíltimos restos de una

jícara de chocolate. ¿Quién le ha sujerido semejantedisparate?

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= 176=Las vecinas estaban diiéndoIn, y coma está ‘cotv

la boca abierta de par en par y no habla, y babea áchorros, llora desesperada, y yo estoy confuso y presumo sea ese maldito mal.

—Vaya, UCS vamos, vamos á verla, le conteste, tomando el baston, que si todos los cóleras fueran comeese, desde ahora le aseguraba, que no moriria ninguuo de éL

Por la simple esplicacion que me liabia hecho,comprendí ser el padecimiento una luxacion de la mandíbula inferior.

Llegados que fuimos fi la presencia de la desconsolada mujer, que su hermosura y fresca fisonomia !hacian interesante, la dije:

—Gonsuélese Y. que pronto saldrá esta jeilte desu error.

Al entrar nosotros en la casa, se habian agolpado(como casi siempre sucede en los pueblos) una multi

tud de curiosas atraidas por la novedad, para ver loque se hacia.

—El cólera rabioso, añadí para inspirar á fa enferma confianza y al marido tranquilidad, lo curo yo haciendo la mamola.

No le pareció agradable mi espresion á su esposo, aljuzgar por la mirada que me dirij,ió, pues como la costillatenía tan buena presencia, sin duda picado de esa frajili—dad humana, (los celos) hubo de creer ofensiva mi es—presion.

—No se sorprenda Y., que ahora verá como sostengo mi dicho sin ofender su honor.

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= 115=

Coloqué en una silla á su mujer, la mandé alzar a ca—leza y recojer la lengua para que no fuera mordida, yapartándome de las reglas que el arte enseña en tales casos, la di un suave go’pe con el puño de mi mano derechaea el menton de la barba, y en un instante, fué reducidala quijada, dando un (nerte chasquido al colocarse en susitio.

Todos quedaron admirados de la prontitud de Lma Operacion hecha por un método impensado y nuevo, y que yoadopté ya, por la lijera franqueza de mi espresion, quitandocon esto el recelo que su marido hubiera formado al oirla..

—Gracias á Dios esclamó la mujer, ¡al fin puedo hablar!! ¡Cuánto he sufrido con vuestras burlas y disparates!dijo álas vecinas que estaban presentes, ¡ignorante ¡cuánta malicia y perversidad encerrais con esa hipócrita apa—rielicia! ¡esa es la caridad que teneis del prójimo!

Al oir tan justas reconvenciones, se salieron avergonzadas, y quedamos solos los tres, refiriéndome entonces todo lo que ya dejo manifestado.

La encargué no volviese á hacer grandes esfuerzos altiempo de bo3tezar, que no partiese cuerpos duros, yune hablase poco.

Con estas advertencias, me salí de la casa lleno de satisfaccion, dejando tan complacidos á los consortes, que deagradecidos me querian abrazar.

En todo su apojeo se hallaba el cdlera en aquel tiempo.Los avisos para asistir á nuevos invadidos se sucedian sininterrupcion, un momento no teniamos los facultativos detranquilidad; y aunque este ímprobo trabajo nos esponia it

TOMO 1.

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176=contraerla facilmente, la ocupacion moral en que se encon—

iró de continuo nuestro ánimo, fué el mejor preservativo ennuestro concepto, para libertarnos de ella.

Cosas y fenómenos raros hubo tiempo de observaren la enfermedad que nos ocupa, pues al paso que se •veianacometidos individuos robustos y bien constituidos, los achacosos, entecos, y los que padecian males crónicos, se liber—taban de él.

Observé á mujeres embarazadas y aun paridas, salir ilesas de ese estado, y otras regladas y lozanas sucumbir en poco tiempo.

Vi curarse á muchos con escesos y disparates viendo en pocos momentos perecer á otros, sometidos ¡i un método racional y conducente.

Dejemos ya estas reflecsiones, que por sabidas se hacen pesadas, y continuemos refiriendo los’ percances que lavisita de otros enfermos, ofrece Ii cada momento.

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,-Q

lv.

flstora ¿le un re1iIoe.

Recordarlin nuestros lectores como sufriS por algunos dias la cuarentena el hijo del procurador síndico,elzíoso dominico procedente de Madrid, de dondefué lanzado por los tristes acontecimientos que tuvieronlugar en los dias 17 y 18 de julio de 1834.

Llamado para visitarlo, me hallé con un jéven estudiante, de grave aspecto, moreno, de ojos abultados, yen cuyo rostro se veia pintado el padecimiento de sucima.

Sentados ambos ála presencia de sus padres y herma*os entablé el diélogo siguiente:

_-Con que V. es el relijioso que ha venido de Madrid, y sufrido la cuarentena, impuesta por el ayun—tamiento?

—Servidor deV

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1 78==en qué sitio tiene la herida?

—En una pierna.—.--Y con qué arma se la hicieron?—Si he de juzger por lo profunda y estrecha, pre-

sumo fuese con un estolue ó bayoneta..—6Y hace mucho tiempo que la recibió?—El día 11 de julio de este año, á las seis y media de

la tarde.—Y tan rebelde es, que en mas de dos meses trans

curridos no se ha podido curar?—Yo creo que es tan rebelde, contestó dando un

profundo suspiro y perdiendo stíbitamente el color,como los asesinos cusas impías manos la ocasionaron.

—Pero en todo ese tiempo, no se ha aplicado V.ningun remedio para curarla?

—Sí señor, pero sea que no he podido cuidarla con

esmero, sea que esté sostenida por la falta de tranquilidadde ánimo, ó sea por loque quiera, ello es cierto, que llevopadeciendo vivos dolores mas de dos meses, y no puedoandar con libertad.

—Pues en ese caso, ma permitirá ecsaminarla con de—tencion, para aplicar el oportuno remedio, en vista de loque su estado presente.

La reconocí en efecto, y hallé uiia herida punzante enla parte media del tendon de Aquiles, ó sea en la parte posterior de la pierna, en el sitio que vulgarmente se nombracaña del p.

—La herida, dije al relijioso despues qne la hube cesa—nínado, por razon del sitio, es de bastante duracion, se

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!79necesita quietud y constancia en las medicinas, si ha dcurarse, é impedir se quede lisiado ó cojo.

—jY tendria V. la bondad de decirme, añadí, cómofu el recibir la herida en ese sitio? porque ciertamente, no adivino qué posicion ocupaba el agresor, respecto de la de Y., para herirlo en un sitio tan bajo dla estremidad.

—Satisfaré con brevedad V. por no desairarlo, puespara referir estensamente todo lo que ocurrió en miconvento, en ese nefando dia, era preciso invertir muchotiempo, y este es para Y. en la actualidad muy precisoy necesario.

—Cierto que lo es, pero ahora, no hago falta, porque conclyo de recorrer los coléricos, y si algunnuevo caso ocurre, saben en casa, que he venidoaquí.

El calumnioso pretesto del envenenamiento de lasfuentes públicas de la córte, fué el punto de la partidade donde se valieron nuestros adversarios para cometer el mas inaudito de los crímenes, el asesinato, el roboy saqueo de las iglesias.

La confusion, el desórden, y la ansiedad que presentaba el pueblo con motivo do la aparicion del cólera,era estremada, y esta ajitacion y disgusto general, lasupieron esplotar esos carives que armados de puñales,pistolas y fusiles, cebaron su inmoralidad y saña en losinermes relijiosos.

En las calles, plazuelas, é iglesias, fué el escenario donde sufrieran el martirio, mas de ochenta relijiosos.

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==18O==.Rumores corrieron en aq.ue[ dia por nuestra como—

nidad del disgusto en que se encontraba Madrid, y delriesgo que corriamos permaneciendo en el convento....

La tranquilidad de nuestra conciencia no podia pre—sumir ni reniotamente, que se consumase un hecho sa—crilego, inaudito, que hará época en la horzir, y horrorizará á las jeueracjones venideras.

Escudados con nuestra inocencia, y sin dar crédito tan siniestros rumores, permaneció la comunidad, entregada á sus prácticas devotas.... mi rumor lejano pereibimos al salir de los ejercicios de la tarde... -

Las campanas de algunos conventos que demandahan socorro á las autoridades las voces y el estruendo dealgunos disparos, tios pusieron á Lodos ea la mayorCOflSteraac ion.

Nuestro prelado quena permaneciésemos en oraciorsperpetua, esperando con resignacion la suerte que el cielo nos tuviese destinada, pero el deseo de conservacioLinos desvandó á todos, y cada uno buscaba en Los sitios

mas recónditos de aquel magnífico edificio, el asilo yamparo que le negaban los hombres.

A. lo golpes y gritos escandalosos proferidos por lasturbas que nos buscaban, se siguió un terror pánico, ymuchos infelices relijiosos, víctimas de su poca serenidad, fueron sacrificados inhumanamente en el instante dequererse refujiar.

En medio de la iglesia, en los claustros y celdasfueron barbaramente inmolados doce ó trece de nuestros Compañeros

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181Yo me hallé en el mas apurado conflicto; estaba

preparándome á entrar en un nicho donde a se habianocultado cuatro de mis compañeros estudiantes; uno deestos, tiraba de mi brazo para ayudarme It subir It él, ycuando ya tenia medio cuerpo escondido, penetraron conel mayor esttépito tina porcion de hombres y mujeres.

¡Tirarle! gritó una de aquellas malvadas! ¡que seescapa! Hizo mi compañero el uultimo esfuerzo para acabar de subirme á aquel boardillori sin escalera, y al tiempode hacer este esfuerzo, sentí tina fuerte estocada enla pierna que me dejó sin sentido.

Subí al fin, trepamos por aquellos inmensos y espaciososdesvanes, ‘ por una ventana, que daba It un tejado, nossalimos con la mayor esposicion, y ocultos tras de untejadillo de otra boardilla, esperamos el momento quelos asesinos fuesen en nuestra persecucion, y nos precipitaran It la calle.

Felizmente nos libertó Dios de tan inminente peligro, pues los asesinos al vernos escapar de aquel modo, y no teniendo escalera por donde poder trepar yperseguirnos, desistieron de su empresa, marchando Itsaciar su saña en los ornamentos y vasos sagrados.

Anocheció, y algunas caritativas personas que nos

habian visto huir del peligro, nos socorrieron dándo

nos asilo y vestidos para mudar de traje.

Yo, como me hallaba herido y con el cerquillo recien hecho, no pude salir á la calle en bastantes dias, ycuando las cosas habian calmado, y las autoridades restablecieron el órden, salí de aquel asilo que jamás olvidaré,

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y tomando un carruaje, me dirijt 1* este pueblo á incorpo

rarme con mis.amados padres.Llego él ; sabe la justicia que babia ve

nido de un punto coutajiado, me hacen salir en el mometito de casa, y en el campo durmiendo y velandoen una mala choza, he permanecido once dias, guardando la cuarentena que me impusieron.

Tanto ea la casa donde estuve escondido como aquf,en ninguna parte he podido cuidar de la herida, comose debia, y esa es la razon porque se ha hecho tanrebelde.

Los padres que habian estado escuchando la triste relacion de su hijo, lloraban como dos niños, loshermanos hacian lo mismo, y yo horrorizado del suceso, y deseando curar tan iric&moda herida, le propiné las medicinas que creí oportunas, teniendo la satisfaccion despuesde algun tiempo, de verlo curado radicalmente.

Esta es la historia sencilla que me hizo aquel ,jóvené ilustrado relijioso.

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) •

‘7..

CoNtifluaclen ¿el cóLor*.

Acababa su narracion éste, cuando entraron en la casa precipitadamente preguntando por mí: salí sin detenerme con el mensajero que me buscaba.

—,Qué sucede it V., le dije, buen hombre?—1,Qué ha de suceder? señor, contestó con la mayor

alliccion, en mi casa han sido acometidos del cólera, It un

mismo tiempo, mi mujer y dos hijos, no tengo quienlos asista, ni poseo otros recursos para medicinarlos quemi mezquino jQrnal, y si este falta, moriremos todos dehambre.

—No se aflija V. que yo daré parte it la juntade beneficencia para que le suministre,i cuantos ausiliosean necesarios.

—Llegamos it la casa, y la desgraciada mujer estaba espirando.

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184=—Los niños fueren salvados despues de pasar tainbieii

por el mas eminente peligro.Ni un momento teníamos de descanso, sudando unas

veces y percibiendo el sereno y la frialdad de las mañanas, batallamos á brazo partido contra tan destructoradolencia, esperando á nuestra vez ser atacados y vencidos

por ella: mas quiso Dios al fin, reservarnos de su mortíferoestrago.

La junta de beneficencia desernpeñó esactamente su cometido, pero no pudo eitar descendiescn al sepulcro

antes de espirar algunos coléricos, efecto de la precipi—tacion de los sepultureros y el desórden que por doquierreinaba: ¡qué horroroso espectáculo era éste y qué repetidos ejemplos de esta verdad se vieron en muchos pueblos...!

No se me olvidará jamas el día de nuestra seáoradel Rosario del año de 1834.

El vecindario en masa, consternado y lleno de fervor,se reunió en la parroquia para solemnizar como de costumbre el aniversario de esta imújeil y pedir su divino ausilio en tan criticas circunstancias.

Las lágrimas, las plegarias y los cánticos sagradosresonaban en las bóvedas del templo, y el pueblo arrodillado á la presencia de la escelsa virjen imploraba su amparo, para que desapareciera tan desastrosaepidemia.

Yo vi con el fervor mas santo, cargar 4 varios vecinos sobre s:is hombros las andas donde estaba colocada tan inmaculada irnajen, salir de la iglesia en pro—

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—185cesíon la mas devota, cantando una salve y tetania tanespansiva y melancólica, que arrancaba suspiros y lágrimas Li lo circunstantes.

Cruzando una calle que conducia á la casa de uncolérico, vi á una anciana y venerable muler postradade rodillas, esperando pasase la procesion, recitar con elfervor mas edificante estas notables palabras: abogai_da nuestra, vuelvé á nosotros esos tus ojos misericordiosos....

¡Misericordia! gritaban todos los que acompañabaná la virjen con la mas viva emocion.

¡Misericordia, señora!En todo su apojeo se hallaba entonces la epi

demia.Fatigado y lleno de fl4ertes y melancólicas emocio—

ites, continué la visita de los coléricos, teniendo que

atravesar por varios puntos, y en distintas direcciones la procesion, que no se concluyú hasta muy entradala noche.

Acoje los votos de tu aflijiclo pueblo, virjen santísima, esclamé con la mas profunda devocion: ¡oye súplicas..., compadeced su desgracia.... It tu Lijida se aco..je un pueblo lleno de luto y desconsuelo: atiéndele,señora, y no os olvideis de los pobres facultativosque sacrifican su vida por la de sus semejantes.

Regresaba la procesion Li la iglesia cuando me volví Liincorporar con ella, despues de visitar los coléricos. Cantaban entonces la letania, y así como en la salve, haytambien en esta palabras de tanto consuelo, de tanta

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=186==meditacion, y son’ tan significativas, que al oir ci salu¿nfirmorum refujium peccatorum, se estremeció mi knimoy prorrumpí en un amargo llanto. Lo confieso, mi débil espíritu, mi acongojado ánimo, saturado de tantopadecer moralmente, no pudo resistir el desahogode un corazon sensible, afectado con una emocion tanrelijiosa.

Concluida la ceremonia, m retiré mi casa: lafrugal cena estaba preparada, comí muy poco, y antes de concluir, un nuevo aviso ecsijia imperiosamentemi asistencia.

Era el enfermo para quien me llamaban, un carpintero, que media hora antes llorando y en la actitud mas edificante, iba en la procesion, siendo uno delos que condiician las andas de la Virjen.

¡ Qué mudanza tan notable en aquel semblante! Quéalteracion en aquella voz que momentos antes habiallenado con su mélaicólico y sonoro canto , las calles ylas bóvedas de la iglesia. Qué señal mas profunda de-

en mi corazon la vista de aquel desdichado!!!Se ajitaba este infeliz en la cama con la mas viva

ansiedad pidiendo jagua! y clemencia á la virjen! pero el desgraciado espíró siñ alcanzarle ningun ausiliohumano.

Otros varios vecinos que tambien estuvierou enaquella procésiOn solemne fueron acometidos, muchos delos cuales se salvaron felizmente.

Quince días duró la furia de la epidemia, pero quéquince días tan fatales!!

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t811Ciiántas cruces y entorchados, no se hubieran con

cedido á un jeneral, que ese tiempo invirtiera Luchandocontra los hombres...!

Al militar, al diplomático, y empleados de ca—tegoria, se les conceden titulos, cruces y ascensos. Alprimero por haber derramado sangre humana, con masó menos apariencia de justicia, al segundo por habercoucluido un tratado, que las mas veces es oneroso úsu patria, y á los otros porque saben quemar servilincienso á sus superiores....

Al facultativo que devuelve á su patria millares dehijos que el plomo destructor ha puesto fuera de combate, ni se le oye, ni se le atiende y hasta se le desprecia...

Al facultativo que arrostra los peligros y azaresde una epidemia con serenidad y valentía, devolviendo infinitos individuos á la sociedad, ni aun se le concedelo cue las órdenes ofrecen para los que se distinganen semejantes y aciagos dias, en aquellos momentos deterrible y dolorosa pruei)a.

¿ De dónde puede nacer tanta postergacion y abandono...? ¿Será que la mas útil y necesaria de las ciencias, esté condenada á sufrir la ingratitud de los hoinbres por su beneficencia, como jeneralmente sucede enel mundo social al hombre pródigo, que con mano filantrépica, derrama beneficios, y cuje por premio deellos, la ingratitud y el desengaño, ó será que la profe—sion médica esté condenada por el destino ñ sufrir eneste miserable mundo, para cojer el premio de sus ser—

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=188=vicios en el otro? Dejemos estas sombrias reflecsiones: peropermítansenOs al menos en justa compensaeion de tan tristes realidades.

Ejemplos vivos de esta certe7a tenemos de la época á que me refiero: pocos ascensos, pensiones y cruces se concedieron á los que. con asiduidad, con celo yfilantropía se distingoieron en tan interesante servicio, ysi alguw logró esta recompensa, seria tal vez por elacaso 6 por cubrir el espendiente.

Pasó aquella ráfaga pestilencial como una furiosa tormenta que despues de haber devastado las campiñas masfertiles, lleva en pos de si todavia el jérmen de nuevos daños.

No permita el cielo reaparezca en mi querida patria‘ina enfermedad tan destructora y terrible.

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. -1

CAPITULO CUARTO.

1.

La Tarántula.

JULIO 10 DE 1837.

INTROBUCCION.

Mas de tres años permanecí de titular en Ca,ena,y hubiera quiz1 estado toda mi vida, si la fatalidad nohubiea hecho inasequibles mis peticiones, para quecon relijiosidad y í tiempo se pagara el honorario queganaba, porque si bien la administracion del puebloestaba regularmente dirijida por la autoridad municipal,descuidaba como todas, la suerte del profesor.

Encargada la cobranza de nuestro salario, á manosde regidores, aunque estos hicieran esactamente el recaudo á los vecinos, como ni alcaldes ni comision alguna

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=19Oael ayuntamiento les tomaba cuenta) ni revisabanias hijuelas cobratorias, con objeto de balancear lo cobrado, con loque entregaban á los facultativos, coma debieran hacerlo, y descansando estos en descuido tan punible,si querian comerciar con el importe de lo que elloscobraban (1), lo hacian impunemente, y al profesor se lepagaba tarde.... en mala moneda, y como por graciaparticular.

Lus co:npro:’nisos políticos, inherentes al facultativo en

los pueblos, me habian acarreado disgustos sin cuento: entregado con fó en brazos de un partido que ercia in—pecable, llevó sus ecsijencias é un grado, que mi juventud y buena fé, no alcanzó á preveer, siendo envueltobien á pesar mio, en circunstancias personales, y resentimientos de interés, q te tarde conocí a londe me ha—bian conducido.

Ardiendo la guerra con encarnizamiento por todos

los ángulos de España, y hallándose este pueblo sin fortifi

car, preciso era buscar asilo en otro que ofreciera mas seguridad, y donde desengañado ya, de errores politicos y del abuso que los hombres hacen deellos, mirase las cosas por un prisma mas elaro, maspatente y verdadero.

Pero ¡ah! qué dificilmente consigue el facultativo

la neutralidad en los pueblos: por grado ó por fuerzaha de tonir paftido.... los caciques son ecsijerites

(1) lu Ii ti ¡ tos eje ripios se podria n citar en co rrohoiaclon de estas verdades, ue par efectivas esflainos....

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191 =

ño sen en el proíeor un médico destinado á curar en’fermos solamente, ven si tambien en él, Ii un hombre, áun ciudadano.... y esta circunstancia que tampoco debe perder de vista el profesor, porque es un derecho que‘todos los demas hombres y profesiones tienen, hace queparticipe de compromisos, y por mas que quiera eludir—los, es imposible los resista, y menos en cirdunstaiicjasanormales, como las de aquella época, y como las que aunpor desgracia atravesarnos.

Digo esto, porque decidido como salí de Carinena áno volver i torsar parte activa ni pasiva en negocios deesa clase, no pude, por mas que hice, resistir ellos, yhube de abrazarlos nuevamente, por mas que los rehuí ytraté de vencer.

Por un antiguo amigo supe se hallaba vacante Madn—dejos; por mediacion suya preteudi, y por su influeticiafui admitido.

Mi admision en este pueblo fué con una condicioñbien dura por cierto, pues no habia de entrar en el goce

de titular hasta el L° del año inmediato; faltaban mas decinco meses, y todo este tiempo habiamos de vivir denuestro corto peculio, porque pensar que un pueMo acostumbrado a las igualas de tiempo inmemorial, habia depagar por visitas aquellos meses, era pensau un disparate,y este era tan conocido, cuanto que las ualas del vecinomejor acomodado, nunca liabian pasado de diez realeanuales.

Al fin sallmos de Carmenuz en tan críticas circunstan-.cias, sin reparar efl el inminente peligro que’ podia.mns

TOMO 1. 13

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=192=orrer en una travesi de O leguas infestadas de facciones.

t deseo de aprocsimarme al pueblo que mevió nacer,y vivir ei el pais natal, era pura mí un incentivo poderosino. Es tan grato y heriniso el recuerdo da la aura na—a1, cuando el ho ubre se encuentra auserte de su pai, quealbnroza el corazon, y los duIce ree:ierds de la infancia•q atrae, hacen mas grata esta ilusion.

1 na voz secreta é instintiva me llamaba ít mi país,un impulso irresistible me dirijia él, preciso era se—giiey ceder al dstino.

y estamos en mrcha en rnedio.de un estío abrasadr, sufriendo los lloros é impertinencias de dos niñospeqneños que nos concedió el cib, x caminando porpueblos y parajes peligrosos, creyendo á cada instantevernos despojados de nuestros cortos y ambulantesbienes.

Afortunadamente hicimos con felicidad esta largatravesía; parecia que una mano oculta y poderosa fa—vorecia nuestra marcha: ¡cosa estraña entonces, pero ciertalcuando nosotros entrabamos en un pueblo, hacia pocashoras que la faccion habia salido de allí, y viceversasucedia otras.

Era ci dia 10 de julio de 1837 cuando llegamos áMadridejos, año de hambre, de miseria y desolacioncon la guerra, para la Mancha; año que produjo mas victimas por estas dos circunstancias, que la terrible epide—mía del cólera.

Establecidos ya en el tercer partido, continuaremosnarrando los sucesos en nuestro Diario.

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JulÁo 8 DEL AÑO UI’ SUPRA

Por las fechas pueden ver nuestros lectores el tiempoque transcurrió sin presentarse escenas y percances quellamaron nuestra atencion; destinado sin duda por la suerte á sufrir penosos acontecimientos en mi profesion, preciso era no transcurriese mucho tiempo sin poner á pruebamis mas íntimas y caras afecciones.

Cuando por mi triste y pobre imajinacion, repaso elrecuerdo de la escena que voy á describir, surje en misensible corazon una devoradora melancolia, tanto porel suceso estraño que aconteció á los personajes qnefiguran, cuanto por lo que á mi profesion corresponde.

Son tantos y tan variados los sucesos, que cercan alfacultativo desempeñando su ministerio5 que si hubierande escribirse todos, jamás se verian concluidos.

Desde la humilde cabaña y aldea, principia el escenario vasto y espinoso del profesor, y desde la inmensa dis—tancia que las separan de los palacios de los potentados yreyes, se halla colocado el espacioso teatro donde continuamente representa cI facultati so el papel ¿le protagonista.

Si la declamacion es un arte de imitacion, laprofesion médica es ciencia y arte á la vez, y estaúltima parte de la facultad, es la qne enseña al profesor el modo de conducirse en su práctica con los di-

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1 94

versos personajes, que figuran en ese largo escenario.Representando ea unas escenas el lenguaje del mas

rudo pastor y labriego, aparece en otras, ostentaudo subuen dir’ con la elegancia de un hombre de carreray con la (laura da un caballero cortesano.

A tojos tiene q:ie hablar conforme á su clase ycategoría, y fi todos, á pesar de esta diferencia, tiende unamano de consuelo.

A todos y fl cada uno en particular, tiene que di•rijir sus esploradoras investigaciones, para adquirir co—nocitniento de sus hbbitos, de su jénero de vida, de susfrajilidades, y hasta de sus inclinaciones. Todo le es necesario al nidico íilósofo para penetrar y conocer lo quepasa en ese laberinto individul,qoe tanto estudio:necesita,descenlienlode;paes tambien al conocimiento de las afee—ciones que auiejau á los órganos y funciones del cuerpohumano.

La adquiicion de estos conocimientos conducen despuesel buen jai io del facultativo fi la curacion de sus dolencias,pero por una fatalidai, no es siempre feliz en esta parte....hay una ley natural, eterna, inmutable, que deshace yapaga los mejores cfilculos y combinaciones del hombre.

Esta suprema y tiránica ley, es la muerte, y fiella todo ser viviente sucumbe, y le paga su tributo.

Luchando sin cesar el profesor con esta ley tanomnipotente, no puede á veces arrancarla las víctimasque su guadañe tiene asidas, porque la destruccion de losórganos, y la descomposicion material y universal de lostejidos y humores, solo las puede arreglar y compo

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mj95c

ner la mano del lejislador supremo que las formó.Con la proteecion de tan poderoso médico, el pro

fesor corrije transformaciones morbosas de tanta magnitud, que sorprende y admira al hombre prudente y observador.

En el ma or número de casos, la benéfica y santa medicina devuelve al seno de desconsoladas familiaslas víctimas que la tenebrosa parca tenia al borde dela tumba.

El padre abraza tierna y cariñosamente al hijosano, que pocos momentos antes veia espirar, bendiciendo en su frenétivo y espansivo delirio de consuelo, lamano que se le salvó.

La esposa que por luengos años, ha vivido y participado de goces é incomodidades con su consorte,llora de gratitud y regocijo, cuando torna é abrazar ileso al que antes veia agonizar.

En tan satisfactorios transportes, bendice la medicina, y el médico, es en aquellos momentos á sucorazon la persona mas querida del inundo.

Estas dulces emociones, esos transportes de vene—racion que en casos dados nos tributan el agradecimiento, son los que nos hacen ohidar la continua zozobra, la ingratitud de los hombres, y los amargos ratos quepor la humanidad se pasan.

Si, esta tranquilidad del alma, unida ti la conciencia del bien obrar, es el único placer que en suazarosa vida distruta el médico, y con el que no se compara ningun tesoro.

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==196==Ese es el único pago, el especial ascenso que le

adorne en su carrera, y si no fuera por este consuelomoral, ¿qué profesor podria con ánimo tranquilo ejercer la medicina?

El que pasa por estas escenas y por estos lances tristesy melancólicos, es el que sabe y puede apreciar el valorde mis razones.

El vulgo que ios cree habituados a ver padecer, ynos considera insensibles é incapaces de apreciar snmales y miserias, que lea este Diario con rellecsion, yotros que á él acompañan, y verá si los facultativosse muestran insensibles á los males del prójimo.

Las guerras intestinas provocan á los mas atorcesdelitos; esta verdad por desgracia, se ve confirmada en lahistoria de todos los paises.

La suscitada en nuestra patria al subir al trononuestra reina, legará á las jeneraciones venideras, pájinas de horror y de espanto, péjinas que harán dudar á los que nos sobrevivan, la veracidad de tansangrienta lucha.

En la historia siguiente verán nuestros lectores confirmadas tan ciertas y positivas realidades.

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, *� v ‘Jy

ti.

L. •.rpre.*

Atravesaba en la dilijencia una distinguida familia,las áridas y estensas llanuras de la Mancha, acompaña

da de algunos otros viajeros que se dirijian ti las Anda—lucias.

Asaltados brusca y repentinamente por una partida facciosa, no tuvieron tiempo de sentir el amago,siendo el ataque tan de sorpresa, que de todos seapoderó la consternacion, el miedo y el espanto.

Los que mas sintieron el peso de tan estraño suc—so, fueron el padre y madre de dos jóvenes, fruto del. Ñacendrado amor con ugal.

Estos dos infelices esposos, reunian á sus compro—misos políticos, la mas esquisita sensibilidad y delkadezay el mas tierno y apasionado cariño ti sus hijos.

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—198Esta circuntancia era por CieLO la que mas ha

eia sentir el pesa de su desgracia, y ella les impelia presajiar finiestas consecuencias, pero cuando llegó ást colmo -el temor, fué el momento en que aquellafuerza, mandó echar á tierra el equipaje donde seencontraba el uniforme militar, y algunos papeles que deduraban su carrera y graduacion.

¿Qué será de nosotros, :d entre sí el padre, sipor casualidad dan con el despacho de coronel, que medeclara en activo servicio?

Apenas habían bajado de la dilijencia, el cabecillaque mandaba la turbas ordenó con imperiso tono,echar por delante fi todos los pasajeros.

La fuerza insurjente desenvainó sus sables, y colocando á los prisioneros entre dos filas, principiaron ácaminar en direccion fi las sierras.

Mas de media legua anduvieron, atravesando terre.nos intransitable, en medio de un estío abrasador yseco, sin que á tan distinguida familia se la tuvierala mas leve consideracion.

La hija de este caballero coronel, que era una niñafina y accesible la mas leve impresion, cansada y muerta de fatiga prorrumpió en. un triste y amargollanto.

—Qué tieies, hija mia? le dijo su tierna y descon.solada madre.

- —Qué quiere V.. que tenga, mamá mia, contestóen el tono mas dulce y afectuoso: estoy ya tan cansada.... que si estos hombres no hacen alto para

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refrescnrnos Un poco, nos ahogaremos sin remedio.—Ten ánimo, anjel mio, añadió la madre mirando

l mismo tiempo á uno de los facciosos, que estos señores pronto harán alto y descansaremos.

si por cierto, contestó aquel, y descanso será... el que

los demos VV. corno el que á nosotros nos conceden esosmalditos liberales cuando por nuestra desgracia caemosen su poder.

Al oir tales palabras acompañadas de un torbo yamenazador ceño, el ánimo de los desgraciados prisioneros que juntos y en tropel silenciosamente caminaban, estuvo á punto de fallecer de terror, pero el sonido deun clarin que hacia la señal de alto, los sacó de tan angustiosopenar

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III.

El roJI.tro.

Todo el mundo tierra, gritó con imponente vorel cabecilla: ¿Sarjento, coloque V. las centinelas decostumbre en esas alturas que doainan al camino real,y á rejistrar á esta jente, ti ver si alguno es militar,nacional ó demonio, porque hoy es menester hacer unescarmiento.

Un frio glacial se apoderó de los prisioneros alescuchar las amenazadoras frases.

La infeliz y delicada Amalia, que así se llamabala interesante niña, ca ó defullecida sobre un haz damies que junto ti una retama habia.

Sus desconsolados padres y hermanos precipitadamente se fueron ti ella para prodigarla aIg un socorrey consuelo, pero inmediatamente lo separaron man-

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dando el cabecilla con tosca voz echar á todos voca

abajo.Quieto toda el mundo, dijo uno de !os insurjentes,

de fionomia siniestra y de una talla descomunal: el

que levante la cabeza, le vuelo la tapa de los sesos....

ya es tiempo de que se acaben los contemplacionesmi comandante, con nosotros no las tienen los de—fensores de esa calda.... de esa.... de este modo seespresaba aquel brutal hombre ó fiera, mientraslos demas hacian en las maletas, el espurgo mas escrupuloso, ronpiendo lo que á ellos no les podía ser

útil.Qué terrible momento fué para el padre, al oir

decir á uno de los facciosos: un despacho de coronel

mi comandante, he hallado aquí.Venga, contestó este con sarcástica sonrisa, mientras

leia, pronto tendremos cecina: ¿Quién de entre VV. esD. P. F. coronel del rejirniento T.? preguntó el cabecillacon un tono aterrador.

Todos guardaron silencio, sola la esposa del coronel lloraba con la mayor amargura.

¿Nadie responde? añadió otra vez el jefe, pues bien,todos los hombres prisioneros, que sean fusilados eael acto.

Un grito de terror arrancado de lo mas profundo delsorazon, se oyó por todas partes.

La señorita se revolcaba por el suelo, atacada de lasnias atroces convulsiones.

La madre en el transporte de la mas fuerte conmocioit

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cayó instantáneamente á tierra. El hijo de estos sefiores

que se hallaba junto adonde estaba su padre convulsoy fuera de s, arrancaba hondos suspiros, y los otros dospasajeros aterrados por tau fuerte atnenaa esclarnaron:

nosotros no somos militares, somos dos paisanos amigosque m&charnos á Sevilla unirnos á nuestras familias.

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111111 fi

iv,

La ameuaan.

.—,Dónde estan los documentos que lo comprueben?dijo el cabecilla.

Sacaron SU pasaportes, los leyó, á poco rato añadió: ese caballero que estó junto al jóven, debe ser elcoronel, ¡que muera en el acto...!

Un sóbito y espontóneo movimiento ejecutado con lamayor velocidad, pIISO en la actitud mas suplicante alhijo y esposa.

— Por Dios, señor, gritó con la mas tierna emocion,no mate V. á mi padre!! Mi esposo es inocente, añasiia la atlijida señora, aun no ha tomado armas en favor ni en contra de nadie! Por Dios, repetian los dos

formando el grupo mas compasivo, no derramen VV.inutilmente la sangre de un hombre de bien, de un

padre que vive para sus hijos y esposa: alhajas, dinero,

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cuanto poseamos.... pondremos á disposicion de VY.si se apiadan de nosotros....

— .jNada, no hay compasion que valga, guerra sin

tregua, y muerte sin compasion..!! decia el cabec11a.Prócsimos á descargar las armas que tenian preparadas

se hallaban tres ó cuatro de los facciosos, cuando su esforzado y valiente hijo por un impulso instintivo, se pre—cipitó sobre su padre diciendo:

—Yo moriré con mi querido padre tambien, asesinos! saciad vuestra sed de sangre en nuestras inermes personas, pero respetad it mi madre y hermana, os lo suplico

por lo mas santo s’ sagrado....

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G-. 4

La *p1Ica.

Al oir la sensible Amalia las palabras suplicatites de su

hermano, volvió del ataque epléetico que le acometó, ylanzando un agudo y penetrante lamento de cariño filial,se levantó del suelo y se arrojé á los pies del hombre Ferozque mandaba una ejecucion inhumana y bárbara.

—Por Dios, decia estrechando fuertemente las rodillas de aquel hombre sanguinario. ¿No penetran en vuestro corazon las lagrimas de dos mujeres? las de una madre y una hija.... ¡desventurada!... ¡respetad las vidasde esos infelices, por Dios, repetia la sensibte Amaliacon la efusion mas tierna, haya compasion una vez si—quiera! No mancheis vuestras manos, con la sangre dedos ¡nocentes!...

Una tregua siquiera por algunos dias, añadia la madre

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dirijiendo las manos al comandaite y al eiel&.... oprometo, señor, proporcionaros indulto y cuantas riquezas yo posea, aunque tenga que andar mendigando...¡por Dios! repetia con la mas sentimental emocion, lavida de dos víctimas mas, no mejoran vuestra causaPiedad, señor comandante, compadeceros de esta infelizfamilia , 7Ø os viiré hasta la muerte agradecida, aña—dio la apreciable é interesante niña.

Al escuchar lamentos tan tiernos ‘ sensibles, capaces de ablandar un bronce, el comandante mandó suspender su funesto órden, pero con la dura condicion,,de entregar cuatro mil durs por su rescate.

—Esta bien, dijo el padre levantándose del suelo,.os doy gracias porque me perdonaís la vida y

aseguro con mi palabra de honor, çue osa cantidadle será á Y entregada.

No hay mas palabra ni mas honor, contestó el coman—&mte en tono duro, que el dinero..., con él, es el honi—bre caballero, noble, sabio, pródigo, y cuanto se quiera.....

Ocho dios se le conceden á V. de término para que los mande traer, y si finan estos, y el me—táloe no se ha entregado, son VV. dos fusilados.

En marcha, añadió dirijiéndose á uno de los facciosos que parecia subalterno, adonde está el rancho,que alli acordaremos con nuestro suprior, qu& seha de hacer; pocos minutos despues a marchabantodos en direccion á la sierra.

Bespues de dos horas de un penoso camino,por entre áridos terrenos y espesos matorrales,

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dieron vista al suspirado sitio donde s rijian.—Ya está cerca, señorita, dijo uno de los faccio—

sos>. el sitio donde vamas, y ah descansará V.,ánimo!

— Si, hija mia, le añadió la madre, pronto descansarás.

—1Ay mamá mia! qué mala mc encuentro! yo no sélo que pasa por mí..,. siento un etremecimieritoque me orripila y pone convulsa.... y un impulso yconmociori interior autouLica:netite me dirije: de

otro modo, a hubiera cuido de5fallecida de cansancio.En este tiempo se oó un ¿quién ive? de un centi

nela faccioso del rancho, que interrumpi4 y sorprendióá las señoras: ¡alto! gritó el mismo centinela, ¡cabode guardia, á reconocer! salió el que figuraba ser cabo, sestido á lo contrabandista, y d pésiwa trazas,con otros ocho de los suos.

Avanzó cF comandante que conducia os prisione dió su santo y seña, y un ¡adelante! que él mis

mo dió á los suyos, lo puso todo Qtra vez en movimiento.

TO1O 1. 14

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Un cainptunento 1acCioO.

A poco rato, a estaban todos en medio de’ unapoblacion ambulante, donde tenian infinidad de tiendasde; campaiia, y chozas, habitadas’ por mujeres’ y fami-.lis.de los insurjentes.

Varias mujeres salían de aquellas madrigueras conlas. caras tan tostadas, como sus compañeros de selva, atraidas por la curiosidad.

—Rico belen (1) hemos echado, ¡muchachas1di—jo uno de los facciosos conductores: aviar la comida,y sacarnos un trago para hacer boca, porque venimossedientos y con buenas ganas de...

—Pues toma la bota, chico, le contestó una de lasmujeres, que esto es de lo mas esquisito de Valdepeñascojido a’er ( un carretero.

(1.) Llamaban los facciosos manchegos belen. I asaltosy sorpresas en que sacaban un rico bonn.

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Venga, buena moza, jA tu salud...! A la de

huestro rey, añadió la dulcinea que le obsequiaba:¿qué rey iii ocho cuartos? á k nuestt’A y á la de lasmuchachas bellas, que partki1ian en to5 bosques, denuestros compromisos y peligros, repitió otro, arrebatando la bota que el primero empinabas

— ¡Bien, bienl replicarois otros que se ibail apr’ocsi-’mando á remojar la palabra, ¡viva el belnt

Asi celebraban su llegada todos los que compo—nian aquel lugar selvático, mientras que los desgraciados viajeros; se miraban estáticos unos á otros, sinatrever á mover sus labios.

—Siéntense por ahí, les dijo el omndante prini—pal del ranton de montaña, mientras se dispone loque se ha de hacer con VV

Asi lo hicieron, pero la pobr ¡uña, que habíallegado tan fatigada, cayó en los brazos de su aflijidamadre en un estado de eretismo nervioso, rijidezmuscular, que parecia amagada de otro atacjue epílé—Lico como el anterior. Por unos momentos pasó n—tre esta desconsolada familia la escená mas tierna muda que se puede haber presenciado. Unos y otros e.miraban, todos comprendian la esteñsion de sü desgrhcia, y ninguno se determinaba á implorar socótrcspara tan adorable jóven, teffiiendo s onvirtira en daño de todos.

La desconsolada madre, estrechando entre sus brazos á su hija, derramaba en silencio copiosas lgrimas;y por uno de aquellos impulsos mateinales se deci—

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¿J 4 impetrar el auxilio de urt de las mujeces ques hallaban presentes.

tuviera V. la carilad, la dijo, de darme un poco agii pira e,ta d3graciJda niñi? ¡CuQt() se Ip agra—

decena á Y..!!Con mucho gusto, la contestó en un tono CGtfl

os qorrienlo Ii traerla, señora , ‘ toril) cuantoY. quieray se le ofrezca, siempre que lo tengamos aqui.

A los pocos momentos , volvió con un, puchero ile—n 4 agua, y un limon para hacerla oler su aroma.

—racias, buena mujer, la dijeron todos los de lafamilia, jamas ohidaremos tn singular favor.... ¡Quénsuelo esperirnenta un corazon aflijido, cuando en unasituacion triste y grave corno esta, halla quien le tienda una mano amiga: jah! sola el que haa pasadopor trances semejantes, puede apreciar el valor que daieta fa;nilia á un favor que no esperaba.

C’on el agnaque contenia el sucio cacharro, refreseA, con una tijera aspersion el rostro pálido de su irrfclz y el lirnn aplicado k sufina nariz, la hizovolver 4e ta penoso de mayo.

_,Dóade, estanios 1mamó mia? decia la pobre niña:

khan marehad? ¿nos han dejado solos? ¿quóes de mipapé y hernano...?

—EStOTnos it tu tado hija mia, la cimtetaron, y. pronto estare nos en libeltll.l.. .. tea itaju) y trsquilízut.....

No puedo, itoy rnal , muy mala, siento en e tapiertu un e umeciment,o y unas sacudidas neriosrse Lodo mi cuerpo; que parece estoy magnetizada.... yo

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no sé é qué atribuir esta novedad.... fi’gutque algan insecto me picé cuando estuve echada juit& la reta.na. La niñi dió un fierta súspiro) y volvi6 cocren una especie de colapsus sincopal que la crey

ron 103 padres muerta....—jSri posible, Dios mio? deia la madre; soIo

to nos f.iltabi ea mementos tan críticos y en un sitio eaisto de todo recurso medicinaL..! No permitael ciuI q te ss cierto, psr ua ú eso caso ¿ qué váá ser de esta infeliL si etó mordida do ulguna vívoraú otro animal euenoso?

En tea apLlradJs mmenLos principié it sentir lajó—ven nigastia aaisdad eoíttiuua y contracciones interihl—Lentes ea sus miembros

i Socor»u! priuiió ti gritar la madre, socOrro pá’Dios, para esta irlfeliL inerdida de oigan animal venenést’

El padre y hermano no sabiati qué hacersé, ni dequé medios ni aixihos echar mano, ea un sitio donede no ha!) a humano socorro.

Etd solo les estaba rcservaJe para poner ti prueba suiaciencia y alor.

r, decia drijión’lose al jefe facioso aquel ptlñ—doíiroso nl litar, prétadme vuestro apoO en esté coÜ—ficto, olsidemos por un momento las difencia5 4Úéen p.slítiea y en posicicO nos separen, y socorramos

esta hija, ti este anjel, y luego dispóngé V. lo ququiera de mí.

En este sitio no hay ocorro alguno médico, contest6 el atroz comandante on la mas glacial indiferéni:

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el que cae mato de nosotros, ó se cura çomo las caballenas ó regularmente muere con que tened pacien—ciay haced por ahí 1ç que buenamente se pueda, y noe olvi4e Y. de que solo se le cQnceden ochu dias.para pracLicar las dilijencia del dinero coisabido; pasados estos, nq habr4 remedio..,. mis leyes y decretosjamas se revocan, y smi mas terminantes, mas claras ymas verdaderas que las que lejislan y discuten esas cortesrevotz4cionarias.... ¿lo entiende Y.?

Un suspiro melanclicQ fué lo único que se le 0316 aldesgraciado padre.

Pues bien, dijo entonces el hija dirijiendo la pala—ba al inecsorabie juez y jefe, pçrmitid 4 mi queridopadre vaya en busca de esa cantidad, y nosotros que—daremos en rehenes, piles, en el eatretanto; de otro modon,o es posible cumplir nuestra palabra.

—Está bien, si se conforma, qe vaya á buscarla; seenderá el pase y ei seguida pqede marchar, volvió ádecir el comandante.

—--,Lo ois, padre mio? dijo con la maor ansiedad ylijereza su apasionado hijo. Volad, querido padre, hacedçiantas dilijencias y jestiones sean necesarias para reuniresa cantidad, que yo estaré constantemente a lado de miadorada madre y hermana y....

—Acepto, señor çomaidante, que se me estienda epase y marchré en el momento, pero un favor, uno solo,ecsijo de Y., repuso el padre.

—,Y cu4l es? contestó aquel çn el tono grave y secode siempre.

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-.—El que se respete el estado y seeso de estas infelices.... y se me conceda un guia, que me conduzca hastasalir it camino llano, porque yo no conozco estos parajes,dicen que todoestá inundado de fieras carnívoras ypodriandevorarme, y en ese caso, jamiis vendria el rescate de mifamilia.

En cuanto it lo primero, yo no puedo responder por.que hay hijos en la compañia de muchas madres.... yen cuanto it lo segundo, no puedo consentir que unosolo de mis subordinados salga acompañitndolo, porquelas tropas se cruzan de una parte it otra, y no es cosa de comprometer it un hombre para que caiga ensus garras, y garras que no se deshacen con dinero como nosotros hacemos, no, ellos nos hacen una guerrait muerte, aunque nosotros tampoco nos descuidamos, pero con alguna predileccion al metitlico, porque este eel mejor medio de sostenemos y de aumentar nuestras filas.

—Aqui estú el pase, señor comandante,, dijo uno delos facciosos que parecia hacer de secretario.

—Lea T•, repuso el comandante.Abrió el pase que traia doblado, y leyó en alta

voz: campo del honor, ejército real de don Cár los, escuadronde operaciones de la Mancha: Concedo seguro pase, itdon F. P. para que ‘ia recta pase it la corte it proporcionarse recursos para rescatar it su familia que sehalla prisionera de guerra etc. etc.

Volvió it cojer el pase el caballero, tomó la vistaal grupo que formaba u esposa it hijos, y una tierna ymelancólica mirada, era la señal de su despedida.

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&ii halle iinprol.aiIu

Uno de los faccinns que se liabia aprocsimado poreurio.;idad, adonde estaba la jóeti señorita con algunøotros espectadores de la compañia, viéndola con s’in—tomas tan particulares, gritó con un reocijO al parecer diabólico, ¡pronto la curaré o, señ res, no hayque ausLurse, que a he curado ti otros en mi pueblo con el mismo remedio.

—,Con cuAl, mocito? dijo con la mas vi a impacienciala pobre madre.

——Guii cuAl? con la guitarra, contestó, bailando sequita el fijo.... soy por ell:I, y manos A la abra, y averáui VV. qué curacion tan maravillosa hago o conmi guitarra....

Se feé á su choza, y A pocos instantes re.grcsaba.

‘ti.

co clla

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=215Por Dios, le dijo el padre viendo que llevaba ade

lante su praecto, no nos martirice V. ahora con la música,tenga V. compasion de nosotros, en situacion tantriste....

¡Toma! pues porque tengo cornpas ion voy íi curará su hija.... contestó el milsino dando principio i tem—piar su instrumento.

Ahora verui V. lo que hace su hija cuano principie1a música....

No bien habian sonado las primeras vibraciones delinstrumento al tiempo de Lemdarle, cuando la jóvenenferma sintió unas violentas sacudLdas que lo notaron todos los circunstantes.

Los lijeros movimientos de contraccion y relajacionde sus miembros, manifestaban una escitacioa jeneral delsistema ner ioso.

El improvisado músico se sentó en un pcñasco quehabla junto á la e.ifcrna , principó á tocar grad Sal—mente en un tono acompasado, era la inúca de la ¿aranlela que figuraba una especie de guaracha afondan—gada.

Al oir la jóven el sonido del instrumento, abrió su5rasgados y hermosos ojos negros, se eshernecó, un súbito rno imiento que hizo, la sustrajo de los brazos de sumadre, donde estaba. rednada.

Se puo de 1ué á pesar de su abatimiento y debilidad,y sin hablar una sola palabra a coinpá de tan monótona y desarreglada música, principó á bailar con bastanteprecipitacion y ajilidad.

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Con su cabeza baja y abatida, semblante animado ycongojoso, manifestaba ó sus desconsolados y sorprendidospadres, una maravilla fatídica y misteriosa que no alcanzaban á comprender.

—Quóes esto, Dios Rijo? deflia la pobre madre.La tarántula, contestó el jóven másico, sin dejar de

tocar ni perder un momento el compós, ó la tarantelacomodicen en mi pueblo, que ha picado ti su hija deY.,y con el baile se cura.

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==217=Siga la milsica, muchacho, gritó uno de ‘los 1com—

pañeros del tocador, sin saber qué clase de baile era,para que vean estos señores, la vida alegre que pasamos en estas soledades: aquí no hay penas, ¡viva ese

cuerpo sandunguero! ,jhuí qué sandunga!!¿Calla bárbaro, le dijo otro, no ves que ese baile

no es como los nuestros? ese parece un baile deldiablo.

No es del diablo, contestó el padre de la desg?a—

ciada jóen que se hallaba en mudo .silencio contemplando la escena; es el de la picadura de ese insecto

venenoso.... y espero de VV. si aun conservan restosde hnmanidad, se compadezcan de s’i desgracia, y no

anuden el dogal de la pena A esta iníelíz familia.

Dice bien el señor, añadió la mujer que antes habia

llevado el agua, vuestras imprudencias’ pueden agravar suestado, y costarle la vida siendo una jóven tan bonita é

interesante.Yo voy á traerle una buena taza de caldo ,para que

recupere las fuerzas y sude, porque he oido decir almédico de mi pueblo muchas veces, que por el sudor sale

la ponzoña ó el veneno de ese animal.A poco rato volvió con su caldo, paró la música

-y como si un rayo la hubiese herido, cayó precipitadamente en los brazos de su angustiada madre, que observaba con la mayor ansiedad sus menores movimientos.

Un sudor copioso bañaba su cuerpo, la arroparon

lo mejor que fué posible despues de haber tomad su

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aldo á instancias de tan buena mujr, se 1 traslad64 oria de las chozas inmediatas.

—Yo tengo buena porcion de flores cordiales, seüoradijo la misma mujer otra vez á la madre, si V4 quierepondré una olhi de agua cocer, echaremos las tic—res, y de ella puede bebet á pasto, .pGrque ya sabe V.que SOR bueiius para udur.

—Hógalo V. por Dios, buena mujer, contestó la ha4re que tal vez llegue un ‘dia en que o pueda remunerartantas bondades....

La noche se acercaba, y el orizonte se cabria d uegras y densas nubes: el tiempo solab4i, Lehauda combatiendo entre encontrados afectos, tau tierno padre y e•sposo, se deeidi por fin á marc’bar.

Tendió su cariñosa mano su desconsolada csbsaen ‘señal de despedida, arazó ñ su hijo cürdialmente, y sc’dir ijió al comandante.

Ya estoy en marcha, sñr, pronto con el farde Dios, ‘ ‘tornoré ñ jentarmc con mi querida fa—milia

Ai lo espero, contestó a’1uel, si no es así irraffii—sihlemnte taus serai decapitadas al ciunpiir los oehdia:s.

Casi defallecid da harnbru y da cansancio, cipió caminar por entre brañas y rscos tan delicndo caballero, tounando pc guin da su cunino la torr deMadridejos, que desde lo alto de tan elevada serra se ‘des.ubria: pero era incierta y poco duradera esta señal,porque la oscuridad se acercaba, teniO que cruzar va—

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cerros elevadísimos, y estas circunstancias eiubs

razabaii mas so esperanza.¿Cómo saLr de un laberinto como este? ¿á dónde

d:rjrá sus inccrtos pasos tan noble caballero? haytanto que andar para llegar á ese pueblo..., hay tanto que suplicar y vener cuando llegue fi él, para enontrar cuatro mil duros....

Ca ninando aitomáticanente se hacia esas tristes re-.flecsioues, s paraba y escuchaba á cada paso fi veisi lorabi oir alun viviente que le acompaara y di—rijiera.

Todo era en vano, la poblacion distaba mas de tres’leguas, la ri )clIe lóbrega ya, le presentaba de continuo ob—jetas fantásticos que le •orripilaban y hacian estremecer.

Vo1ia á parar otro rato,se refrescaba, reflersionaba ladura y apremiante posiciotide su familia, desaparecian de suacal&rada irnajinacion las fatídicas alucinaciones con quocon’)ata y cm Li elocdad del gamo einpreiidia denne—va su carnina, por inedia (la tan ásperas y arriesgadassoledades.

Así anduvo mas de hora y media sin que ningirnini,nte interrmunpera smi irl1)ertnrbable ánimo y re—soluee.n. pero un recuerdo vago de su familia, volviafi contristar su epirti, y sin dejar de caminar siem

pre en mlirccion norte, mjUe era ci punto de la torre,prillc3pó ñ iiterr)garse ó sí prop:o de esta mancra: ¿Quéserá de e;’;s íimla si la 5 marte no me es propicia, enla reamen de ea enorme cantidad? la muerte.. . la sufrirán sin remedio, y yo entonces, peregrinante por el

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mundo, la buscaré y desafiaré tambien para reunirme

con ella....Oh Dios mio! concededme la gracia de volverla á

ver; y hágase despues tu suprema voluntad.Esta pequeña plegaria dirijió con la mayor fé y sin—

ceridad al cielo, ¡ pero qué sobresalto en aquel mo— »

mento..!!Dos horribles y grandes lobos, cruzaban por de

lante castañeteando sus carnívoros dientes.—Soy perdido sin remedio, dijo hablando fuerte-

mente, me van á devorar (1), á Dios esperanzas é ilusiones, mi familia perecerá sin remedio.

El ruido de estas inopinadas palabras, alejó á losanimales con mas velocidad, y el pobre coronel tomando nuevos alientos, aceleró su marcha, y despues de masde cuatro horas de penoso camino, salió á un sitio llanoque por la claridad que rellejaba y lo trillado del terreno, manifestaba no estar lejano algun caserio ó po—blacion.

Anduvo otro buen trecho, y descubrió desde un ¿errolas eras donde trillaban las mieses, y la estensa y numerosa poblacion de Madridejos.

De entre una parva de mies salió un chiquillo quele preguntó á quién buscaba á tales horas; busco un niñocomo tí, le dijo el coronel, para que me enseñe el pue—

(1) En los aíos3 y ±838, en que Tloapaccntalian losga

nados en estas sierras, por el temor de las Cacciones, catoscartiivores animales devoraron b:stantcs vktitnas humanas.

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blo y en casa de un facultativo, porque traigo unas Iieri

asenios pies y quiero que me las cure.—Pues yo le enseñaré á V. en un instan.e, por—

que está ya muy cerquita, y D. M. que es el cirujno,

vive ó la entrada del pueblo, junto á la puerta deConsuegra; yo le conozco mucho, juego con sus ni—

ños.... y los quiero tanto....—Pues bien; hijo mio, hazme ese favor, y toma esos

cuartos para que juegues..Los recibió el chico, y un cuarto de hora despues

de esta conversacion, llamaban con fuertes golpes á laventana de la sala donde yo dormia.

—i,Quién llama? pregunté desde mi cama, mientrsfi tientas buscaba la ropa para vestir.

— Un servidor, contestó unavoz fina, clara y pene—trate.

—U.u servidor, dije para mí, ese modo de contestar noes de jeiite lugareña: vanos, ¿qué aventura será esta?añadí dirijiéndome fi la ventana descaTzo y poniendo elpantalon.

Abrí un vntanillo, y observé á un caballero bienportado vestido con un levitin de verano, pautalon claroysombrero de copa en la cabeza, que se apoyaba cón

mano á los estremos de la reja.—,Qué tiene Y. que mandar, caballero? le dije luego

que me miró y yo le vi.—Señoi, me contestó con el acento massuplicante y

con mo ido.—Soy un jasajero que viajaba para las Andahicias,

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—22—nos han, sorprendido los facciosos, mi familia queda presa

en rehenes, mientra5 o proporciono rnedos pai’a su rescatetraigo mas de tres leguas andadas, vengo herido de lospies y me atrevo 1 suplicarle tenga la bondad de curarme.

--—Sin embargo de que no teno el honor de cono-cerio, le contesté,, guiado de un impulso de humanidad, y que la hora es inlempestiva por el peligro

que puedo correr estando las cosas tan delicadas, dóndote asilo en ini caa, voy ó complacerlo, confiido enque V. será un caballero, que bajo su palabra dehonor.

Sí, por Dios, añadió con una ernocion de alegriaindecible, confio Y. en ella, que no le pesaríi hacr unbien tan singular.

Mi esposa en el entretanto habia encendido luz,abrí la puerta y entró el cabalero en mi des. achodonde couuci liJr sus modales ser persona distinguida.

Le hice senVar, me conel d de vestir, y el descouocido continuó dr esta manera.

—Soy un caballero coronel, vengo como veró Y.’ poreste pase (le eneñ4) en busca de dinero para el rescate de mi familia, y como no estoy acostumbrado andar por tan Asperos itius, vea Y. como traigo los lies.

Se quitó unas chineta de badana de color, que llevabapuestas, y vi con efecto una purcion de heridas ensangrentadas.

Me hizo referencia de todo la que v(i descrito, y en elentretanto que preparó la criada una jícara de chocolate, le curé las heridas con agua y vinagre y me

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quedé absorto por un momento mirando su noble y aflic

tivo semblante.Desgracia es, y harto sensible por cierto, la de T•,

vaballero, y es tanto mas, cuanto que en este pueblocomo de poco comercio y jiro, no será factible hallar

quien le proporcione esa crecida cantidad.

—No obstante, torne V. el chocolate, recójase y. un

rato á descansar que por la mañana temprano, pasaremos á casa de un comerciante amigo, que es esce1ene

sujeto, y veremos lo que nos dice

Lágrimas de gratitud vertia en abundancia; no es

peraba o otra cosa de V., me dijo, conozco la estension

Lumana de su profesion, y desde luego pensé valerme

de ella, para encontrar lo qir puede salvar A mi queridafamilia y hacerla feliz,

Entraron el chocolate, se bebió tres vasos de agua, yfué preciso hacerle vivas instancias para que aceptara la ca

ma, que le ofrecí con la mayor entrañabili dad.

Lo dejé recojido, ¡qué lágrimas, qué espresivas y sig—nificantes para el hombre que penetra las emociones

y los transportes que sufre un corazon agoviado dedolor..

Dejémosle descansar si puede, de una escena tan

borrascosa, y esperemos el dia inmediato para poner enpráctica su pro ecto.

Amaneció por fin tan suspirado dia, se levantó, ycon el semblante pálido y desencajado por el desórden

en que batallaba su alma, le vi vestirse con la mayor

precipitacion.TOMO 5. ib

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¡Qué noche tan larga para un padre que los mo

mentos le parecen siglos, me dijo cuando me vió: porDios marchemos á ver á ese comerciante, para si nole es fácil anticipar esa cantidad, tomar asiento en el

correo y llegar ti Madrid cuanto antes.Nos desayunamos y pasamos despues á la casa del

comerciante.

Se acababa de levantar de la cama, estaba lavándosela cara cuando entramos en su casa

Cuando me vid tan temprano y acompañado de un

desconocido, me preguntó con la conflauza y agasajoque desde niño babia usado conmigo:

—Qué trae mi médico á estas horas?

—Este caballero que tengo el honor de presentarú Y. le informará del objeto de nuestra visita, le con

testé.

Sea en buena hora, añadió, haciendo una cortes in-clinacion con su cuerpo al caballero acompañante.

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vjgF II I

VIL

La pet1eio.

Concluyó de lavarse y pasamos la sa’a.Los tres tomamos asiento, miró al desconocido como

con intencion de reconocerle, dijo:—Caballero, cualquiera que sea el objeto de su

mensaje, puede con franqueza manifestarlo.Tomó la palabra el coronel, le hizo una relacion

sucinta de todo lo ocurrido, le pintó con los coloresmas animados el suceso, le manifestó su corazon y la

urjente necesidad de salvar su desgraciada familia, si

quiera por el estado aflictivo en que quedaba su hij a.En Y., caballero, añadió el coronel, en Y. está mi

suerte, mi vida la de mi desconsolada familia.., por Dios,

compadózcase Y. de un padre desgraciado.... no ten—o por garantia de la crecida cautidad de cuatro mil

duros que necesito, mas que mi nombre y tui palabra d ehonor, que no se ha empeñado jamas en valde, sin perjuicio

de que hoy mismo puede Y. escribir á Madrid é iii—

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rorrnarse de la compañia de T. establecida en la calle (leCarretas, de la que compongo parte.

V. por casualidad, dijo el comerciante, e’

coronel D. F. P.?—El mismo y su servidor, contestó el coronel.—Pues yo soy P., amigo inseparable del hermano

de Y. F. en su juventud, y con quien estoy en relaciones comerciales. Por el correo de ayer, se jiróuna letra bastante crecida en favor de la casa. Qué fatalidad! contestó el coronel con la niayor sorpresa.

—No se aflija V., añadió el comerciante, aunque lacantidad que necesita es crecida, y ayer se jiró esa letra,

veremos como se pnede reunir en todo el dia paraque al anochecer vuelva V. con un sujeto de toda mi confianza á las sierras, con el importe de su libertad.

—Se necesita sijilo y precaucion, tanto poriie lasautoridades militares tienen prohibido injustamente esosrescates(t), cuanto por evitar llegue noticia de otros facciosos que pudieran salir i quitarlo.

Mientras el comerciante babia estado hablando, tuve la atencion de observar las diferentes formas quepresentaba la fisonomia del coronel; alegre, placenteray llena de dignidad me parecia unas veces, triste, an

gustiosa pero llena de reconocimiento y admiracion otras;1oh! espejo sin empañar del alma, cómo manifiestas alvivo las emociones del corazon, los rasgos snl)limes y

(1) Despues de este suceso se vió muchas veces escoltar laIropa el importe de estos rescates y ser los conductores de e1os.

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=227_—

las maldades del hombre. .! si tu estudio se profundizara y perfeccionara mas, ¡qué de ventajas se sacarianen la práctica de la ‘ida social..!!

Embargada la palabra del coronel al escuchar unaoferta de tanta magnitud, de un hombre que no le CO—

itocia, no acertaba como principiar sus conceptos, y eamudo silencio, se precipitó en los brazos del comer

ciante con estas .Iacónicas palabras: V. es el salvadorde mi familia, V. es mi bienhechor.

Hubo otro momento de silencio interrumpido únicamente por los sollozos de los tres.

Abrazados así estaban, cuando entró una criada ápreguntar si quena el comerciante el chocolate, y la escena quedó así.

Nos despedimos hasta la tarde, y regresamos á casa.Volví á instarle para que se acostara nuevamente, lo

aceptó, y yo me marché it hacer la visita

Eran las once del dia cuando la concluí, me fui porla casa del comerciante, como tenia de costumbre, y nole

hallé; me dirijí it la mia, y sentado junto it la cabecera dela cama del coronel, encontré it los dos en la mas satisfactoria conversacion.

Cuando entré en el aposento, me alargó cariñosamente la mano diciendo al mismo tiempo:

— ¡Cuántas gracias tengo que dar it VV.! ¿con’ qué

pudré pagar tamaños obsequios?Mis lágrimas no son bastantes it manifestar mi pro

fundo reconocimiento.... it VV. deberá la dicha de tenerlibre it mi esposa y amados hijos. ¡Con qué júbilo abraz&

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—228—-rtrn fi su padre! ¡Hija rula! ¿qué será de tu etado? ¿qué se

rá de tu herida, Ámaha de mi vida? ¡Cuántas gracias darás fi nuestro bienhechor! ¡Qué sorpresa tan grata paraellos, yerme tan pronto regresar con el precio de su rescatet!

G-racias, amigos, permitid este desahogo, porque mi corazoriébrio de placer y agradecimiento, no tiene para mani

festar su gratitud otro estilo que llorar...—Sosiéguese V. por IJios, le dijo aquel, o no

hago mas que seguir los impulsos del mio; estoyamaestrado por la desgracia, he pasado tambien una vida

borrascosa, trabajos, compromisos y cuanto un hombre

puede sufrir, y esa poderosa razon, me ha hecho comprender mas pronto la estension de los suyos... pero no hayque tratar mas de esto, lo que importa es arreglar lo necesario al clandestino siaje de esta noche, pronto tendremos el placer de ver regresar é V. con su familia.

Tengo tomadas las disposiciones oportunas para qu

le acompañe á Y. persona de confianza, añadió, fi fin deque te conduzcan por sitios donde no puedan dar con otrosenemigos, porque seria una fatalidad, se maloguara nuestro

intento, y se perdiera tan crecida suma.IJespues de quedar convenidos en la hora de la sali

da, se despidió el comerciante y nosotros nos fuimos á la

mesa que ya se hallaba preparada para la comida.Por mas instancias que hice á este caballero para que

comiera y se reanimara, todo fué nu vano; su alimentano pasó de una escasa friolera, la amargura del corazon eramuy grande....

Despues que nos le’antamos de la mesa, le rogué se

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recojiera un rato mas á descansar, puesto que la noche fahahia de pasar mala, pero siguiendo siempre su acento tétrico, y dando rienda suelta á sus congojas se espresó deesta manera:

—No crea Y., amigo mio, que no acepto de corazousus ofertas, tendré tanto las de V. como las de ese caballerograbadas en el alma toda mi vida, pero la cama en estosmomentos no me servirá de otra cosa que de inquietud

deselo, porque el recuerdo de mi familia, me tiene

en un alucinamiento tan perpetuo como penoso; me retira el sueño y no me deja reposar un instante.

Tengo á la vista el agravante estado de mi hija.... ylas tiernas lágrimas que surcaban de las mejillas de mi es

posa cuando me despedí, y el compromiso en que dejabaá mi apasionado hijo, si la impudencia y cinismo de esos

hombres trataran de mancillar su honor, y este cuidado metiene trastornado el juicio,

—Muy poderosas son las razones que V. alega, le repliqué, para estar impaciente, pero no por eso se ha de de

jar conducir tan fuertemente por el dolor, porque ademasde no conseguir mejorar su suerte con tales cavilosidades,.

estoy convencido de que su regreso se han de remediar

los males de su hija, y Y. tendrá dias de satisfaccion.— ¿Será pesibie lo que V. me dice? me contestó con

la maor ansiedad.—Y tanto como lo es, añadí; si la enfermedad de su

niña es la picadura de la tarántula, casualmente yo sétocar esa música, vendrán VV. á parar á casa, tengo guitarra, y sin que nadie ea ni entienda nada, podemos

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con otros ausilios médicos, mejorarla indudablemente.—Qué halagüeña es la perspectiva que V. me dibuja,

me volvió á decir, me parece un sueño. que no se ha dever realizado....

—Sí se verá, sí señor, tengamos fé pcrseeranciaque va verá Y como todo se arregla...

¿Si á Y. le hubieran dicho ayer que en todo el dia dehoy babia de encontrar esa crecida suma cii un paisdonde no le conocen, y que en ese mismo día se habia dever libre con su familia, lo hubiera Y. creide?

—No señor, contestó precipitadamente, tan perdidastenia las esperanzas, que creí era el óltim dia de todosnosotros....

Aquí llegábamos cuando vinios entrar otra vez aLcomerciante.

‘—Traigo á Y. los cuatro mi! duros: á las nueve enpunto de la noche saldrá Y. acompañado de nuestro médico en direccion al puente viejo, allí estaré yo con etque ha de acompañar á Y. Esta es la cantidad, puedenVV. contarla, el dinero es para eso, la formalidad principal.

—Con que este es el codiciado metal, dijo entoncesel coronel, que me ha dedevoler mi esposa é hijos? ¡Diosmio, Dios mio! yo te doy gracias, añadió con la mayoremocion alzando los brazos al cielo.... Con esta cantidadtengo vida, esposa é hijos, ¿con qué podré pagaros, cabaitero, tan señalado servicio? ¡ah! mi corazon se embriaga de

placer y gratitud, cuando recuerda la desgraciada posicion

de que arranca á una familia, que de continuo verterá lá_

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=23!—

grimas de reconocimiento.... no mc avergüenzo de verter

las mies á torrentes, no, son hijas del corazon....El comerciante participaba de la mas viva emocion,

lloraba, ‘ o fuertemente conmoido, no podia articular palabra.

JJespues de un momento de silencio, le oí decir alcomerciante:

Tarnbien o he participado en este mundo de milesde infortunios, he pasado por lances espinosos, y enuna ocasion debí tambien la salvacion de mi honor corn—prometido á la accion noble de un hombre desconocido.... accion que vive en mi pecho, y la que nilos años, vii la muerte de aquel hombre jeneroso, hanpodido jamas borrar; ñnimo, y hasta la noche, añadió estrechando la mano del coronel, y saliendo dela sala.

A las nueve de la misma noche tres hombres inontados en unos malos jumentillos, pasaban el puente vie

jo con direccion íi las sierras en silenciosos pasos: eranel coronel y dos guias de confianza, que de antemano sehabian preparado como acompañantes.

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VIII.

La vuelta á la sIerra

Despues de andar la mayor parte de la noche entre bre—

ña y matorrales, sin camino ni direccion fija, haciendo devez en cuando escuchas para evitar tropiezos de algunaotra partida que indudablemente les hubiera despojado

de cuanto llevaban, como íi otros les habia sucedido en iguales casos, pagando por dos ó tres veces los rescates, llegaron ámuycorta distancia del sitio donde estaba el rancho y prisioieros.

Era la una de la noche, todo estaba en silencio:

Dios mio, decia el padre, creyendo que aun estaban muylejos del sitio, ¿si los habrán asesinado? ¿si lo habrán

trasladado á otro punto? hace bastantes horas que caminamos, o no tardé tanto tiempo en llegar al pue

blo.Un tiro dispara lo á corta li t uici a, sorprendió

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=233—y aterró á toios. Era la consigna que las avanzadas enemigas tenian para avisar sus compañeros la llega—da de alguna jente.

En un momento se vieron cercados de hombres que

se multiplical)afl y aparecian sin cesar por entre las matas.

—Quién vive? ¿Quién va allá? ¡Alto! ¡todo el

mundo á tierra..!!Estas eran las palabras que salian de la boca de los

aparecidos.Señores, esclamó el guia principal, haciéndose entender

por cierto silvido prolongado, soy F. T. que viene acompañando á un caballero que aer noche salió de entre

VV. en busca del rescate para su familia.

—tYa! dijo uno de ellos aprocsimándose, será el padrede la señorita enferma.

—Sí señor, yo soy, le contestó, vengo á cumplir mipalabra.

—Pues me alegro haya V. venida tan á tiempo,iepitió otro acercándose, porque si se descuida un diamas, no la vé viva, porque está muy rematada la po

bre jóven.

—áEs cierto lo que V. me dice? preguntó el padreen tono melancólico.

—Tan cierto que á pesar de haber estado todo el dia

y parte de la noche tocando la Guitarra y suministrandoaguas cocidas, cada vez me parece peor, en fin, vamos

allá y y. se desengañará.Llegamos en un momento: salió el comandante de su

choza, se dirijió al coronel y dijo:

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—,Y qué, viene ya ese recado, ó será cosa de jugar al

blanco con su cabeza.-—Y. podrá hacer lo qne guste, como hombre qne tiene

la fuerza, pero yo se cumpiir como caballero, con las palabras solemnes que empeño, contestó el coronel.

——Pues siendo asi, mejor, porque nos evitará el trabajode fusilarlo y gastar pólvora; vamos, adelante, y á contar eLdinero, en faltando un ochavo, no hay nada de lotratado.

Sin ver á su desconsolada familia, y con aquellosmodales rudos y bárbaros, el padre fué introducido eu

la choza de tan atroz comandante, y á la luz de unfarol contó onza por onza, los cuatro mil duros consabidos.

La alegria y ambicion mas marcada, brillaba en eLsemblante de aquel inhumano hombre.

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-y> )-“ f-’ 3-

Ix.

El asesinato.

El cabecilla que hizo los prisioneros, entró en el mis

mo instante en la choza, y en términos duros y atrevi—dos, se espresó asi:

—Estraño mucho no ha a Y. contado conmigo, y

con los demas jefes que se halaron en el belen, para perci

bir el dinero....—Yo no tengo que dar cuenta á nadie de esta

cantidad, ni de mis disposiciones: soy el jefe superiorde este distrito, .y VV. deben obedecer ciegamente misti r d enes.

Las órdenes que van dirijidas á la usira y monopolio, no se respetan por hombres que esponen sus vidas

de continuo por un botin como este, y asi venga ese

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dinero, añadió el cabecilla, y si no ahora mismo ardeTroya.

¿Cómo se entiende? replicó el comandante: secre

tario, dijo é uno que se hallaba alli tambien, inmediatamente que sea arrestado este caballero que parece quiere echarlas de guapo.... y se insuhordina contra mi au

toridad.Un pistoletazo descargado repentinamente por el cabe—

cilla, dió fin ñ la existencia del comandante.

Asustado y lleno de terror se salió el coronel de aque

lla portatil habitacion, acudiendo al estruendo del tiro infi—tildad de facciosos armados.

—Qué es esto, qué sucede? gritaban todos llenos decon fusion.

—La muerte de ese infame, contestó el cabecilla,

que á nuestra vista y paciencia, quena aprovecharse éldel dinero que ese caballero ha traido, siendo ganado por

nosotros en el asalto....—Bien muerto esté, decian muchos, y el que sea

partidario suyo muera tambien.

Una escena confusa, sangrienta aterradora se presentó en acuel acto, algunos parciales del muerto tomaron

su defensa, y las estocadas, los tiros el bullicio figuraban una horrorosa matanza.

El coronel á tientas, tropezando y cayendo por la oscuridad, se tendió sobre un risco que hacia de parapeto;

todo el mundo gritaba, todo era desórden y confusioh.

Mas de media hora duró tan funesto drama, y sudesenlace hubiera sido mas sangriento, si á uno de

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=37 —

los corneta4 no se le hubiera oeirid la ¡dei de tocarllamada.

Al sorprendente sonido de esta, todos dejaron la con

tienda, y cada uno se preparó y fué al sitio de reunion,

cre endo ser acometidos por las tropas.

A poco se dejó oir la oz atronadora del cabecilla quedecia á sus camaradas:

—Compañeros, baste de sangre, todos seamos uno&,que esta querella no sea causa de desórden, unámonos parasiempre y odiemos á los ambiciosos tiranos, ha a huma

nidad con los pr:soneros, y á ivir.

Este lenguaje lacónico y sencillo dió algun consuelo u aquel desventurado padre: se alzó del suelo y

se dirijió al cabecilla con la mayor timidez.—Señor, le dijo: ¿me será permitido ver á mi fami

lia para arreglar nuestra marcha?

—Sí señor, aproveche Y. los momentos, no seaque algun otro jefe se pesente y se le antoje sacar igual

cantidad.

—Gracias, caballero, si algun dia necesitase del apoyo é inutilidad del coronel F. P., en él encontrará un

fiel servidor.

Se marchó el padre donde estaba la hija, encontran

do á la esposa con el sobresalto anterior, desfallecida, al hijo aterrado, y la iiiveeute Amalia parecia ao—niza nte.

Animo, hijos mios, les gritó el padre, y a estamoslibres: he traido tres caballerías, en una conducirá yo á laniña, y cada uno de vosotros ireis en la suya.

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Todos se reanimaron al oir noticia tan inesperada.—Aprovechemos los momentos, esposa mia, volvió

de’ir el padre, no hay que reparar en nada.Los dos hombres que llevó el coronci de guias, al

tiroteo se habian retirado i escondido; pero á una voz

su a volaron á su socorro.Media hora despues se hallaban reLradús un cuarto de

legua de sitio tan fatal.

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‘4

El lIbre regrCO.

Arboleaba el dia, los cre1dscnlns de la mañana daban una brisa fresca al ambiente que convidaba á caminar..

n los brazos del padre iba recostado el cuerpo de suhija sin dar mas señales de vida que los movimientos dela respitacion pulsos

—Mozo, dijo el coronel á uno de los guias: en unabotellita echó á prevencion una bebida corroborantenuestro amigo el médico, y algunos comestibles, haga Vel favor de sacarla, ílaremo á esta niña un poro de esamedicina para ver si vuelve en sí.

—Cabalmente es lo único que h quedado, contestó elguía, porque de todo se hicieron dueños los facciosos, mien—trae V. contaba el dinero con el comandante muerto; e’

TOMO 1. 16

x.

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pan, vino y cigarros devoraron en un santi—amen, y solopude ocultar en el bolsillo de la chaqueta una libra de choeolate y una buena porciori de gallina asada que aqui tengo.

Sacó la botellita que contenia la medicina, hicieronun poco de alto, y bebió dos ó tres bocanadas la jóvenenferma.

La madre é hijo hicieron lo mismo, comiendo ademasel chocolate crudo y la gallina, pues hacia veinte y cuatrohoras que nada habian probado, y principiaron otra vezfi caminar: fi las ocho de la mañana entraban por la puerta de mi casa.

Pificil es esplicar la escena que tuvo lugar en ella entre padres, hijos y comerciante, que se hallaba allí cuando llegaron; todos lloraban, todos nos abrazaban, y aquellanoble familia besaba la mano salvadora que los babia sacado de tantos trabajos.

La niña fué colocada en una decente cama, y desdeentonces fué objeto de mi observacion.

Si hubiera de hacer una descripcion poética de taupreciosa jóven, pintaria é una Hébe en juventud y hermosura, pues sus diez y seis años, su 2ecsibilidad y esbeltez de talle, daban un aspecto de majestad y dulzurafi su semblante, viendo en su tez fina tersa la pureza deuiia virjen.

Su respiracion tarda, con pulso desigual y raro,indicaban la atonía ó estrema debilidad que la aquejaba.

Los ojos cerrados y hundidos señalaban su profundopadecer, y la piel madorosa, manifestaba el camino pordonde la naturaleza intentaba hacer su saludable crisis.

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—244—Al observar estos síntomas, me sent en una silla que

estaba junto á la cabecera de so cama, é hiceé todos señüpara que guardaran el mas profundo silencio.

Todo quedó en calma, solo se oia la lenta respiracionde la enferma.

Una hora habia transcurrido ya en aquel estado silen-.cioso, cuando la jóven Ár,a1ia dispertándose completamente dió un grito agudo y penetrante acompañado de unfuerte sacudimiento de las estremidades

—.—,Dónde estoy? ¿qué es lo que á m ne pasa;Dios mio?

—Estás á mi lado, hija mia, contestó la marc, tran—quilízate, que estando en compañia de tus padres, y eñla casa de amigos tan bondadosos, no te puedo pasar niocurrir nada.

—Sosiégate, y está segura de tu curacion, estamos encasa del mismo médico, que hace una hora observa tus maspequeños movimientos, y no descansará hasta ponertebuena....

—Así es, señorita, la dije yo entonces, si sOy dignode su bondad y si merezco su confianza, pondré en juegolos muchos recursos, con que cuenta la medicina para combatir su mal.

Un suspiro arrancado tristemente, fué su imnica con—testacion.

A este siguieron laesitudes, esperezos, lijeros saltosde tendones, movimientos irregulares de brazos y piernas yuna inquietud jeneral.

Impacientes los padres con semejante alteracion, m

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miraban confusos, creyendo que semejante estado la quita—ria la vida.

Los tranquilizó asegurándoles, que aquellos síntomaseran todavia efecto de la intosicacion ó envenenamiento de la tarántula.

Una infusion caliente de llores diaforéticas y unacucharada de una simple mixtura anti..espasmódica ladi en el acto.

Se descubrió la parte herida, y noté en el ter cjeinferior de la pierna izquierda un tumorcito de la magnitud de tina lenteja, amoratado y con lijeras flicteníllas,tøda la estremidad entumecida y fria, bastante abultada, ysegun espresion de la enferma, parecia la clavaban espinasen ella.

En aquel mismo instante observé, que la respiracionse ajitaba, el pulso latia con mas velocidad, la cara seponia encendida, y su vista triste brillaba cono un diamante.

Todo me hacia presajiar un nuevo acceso nervioso,y que aun se podian obtener ventajas con la música de latarantela.

Pedí en seguida la guitarra, la empecé á tañir conprecaucion, por si semejante medio era infructuoso, yen el momento que la oyó tocar, se escitarori las cuerdas nerviosas de la enferma, y un movimiento rápido éinstantáneo la sacó de la cama.

Entonces di á la música toda la fuerza, toda la flecsi—bilidad y cadencia de que es susceptible su monótono so

‘do, y la euferma escitada con este particular y mis—

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terioso sonido, siguió por mas de una hora bailando á

su ajitado compas, hasta que la provocó un copiosísimosudor.

Disminuí gradualmente la música, despues mandé qué

la sostuvieran, y con el último golpe dado en las cuerdasde la guitarra, concluyó el convulsivo baile de la enferma.

Por cuatro veces con intervalos de algunas horas,repetí esta música, y las ochenta y dos (le la picaduradel insecto, dejó de ser escitada la enferma por lamúsica, quedando tan debilitada por bastantes dias,que aun casi tenia fuerzas para moverse y hablar.

Despues que pasó algun tiempo, y cuando la enferma se hallaba muy prócsima á su curacion, me mstó el padre y comerciante para que les refiriese las particularidades de la taráiuula, el descubrimiento de su música (1) y como puede obrar esta un efecto tan maravilloso.

(1) Por tradicion se rtfiere en Ja Mancha el descubri—miento de la mósica de la tarantela de esta manera: llamadoque fué un facultativo á ver un enfermo tarantulado, le prescribió el plan curativo que le pareció, al despedirse del herido,diz que vió una famosa guitarra colgada en la pared, y comoaficionado, la miró ó hizo un lijero rasgueo en las cuerdas porprobar sus voces; aquel impensado sonido esctó fuertementeal tarantulado en términos de llamar )a atencion de los espectadores. Se lo hicieron presente al facultativo, y como buenobservador, priuclpióá tocar esa sonata que despues ha cunfir..inado la esperiencia ser el antídoto mas poderoso de ese veneno

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Con el deseo de complacerlos y de agradar á nuestroslectores, que creo no dejarAn de oir con interes la historianatural de este insecto, diré lo que acerca do esto tengo

aprendido.

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-‘

(

XI.

Jlescrlpcion de la tarántula.

La tarántula se llama así porque son muy coniu—nes en Tarento, una de las ciudades de Italia; perteneceIi la clase de arañas y al jénero Licosa de Cuvier.

Se diferencian no obstante de las demas arañas,en sus ocho ojos desiguales entre si, fórmando un para—lelógramo que se cruza por delante y por detras del pecho, formado de tres lineas transversas casi iguales ensu lonjitud: en la primera se notan cuatro ojos y cadauno de los pares restantes está incluido en las otrasdos líneas. Sus mandíbulas son rectas, mas altas que largas y ensanchadas hácia el medio: las patas en míme—ro de ocho, son largas y fuertes, el cuarto par mas largo que los otros, siguiendo á este el primero en lonjitud.

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y luego el segundo, de forma que el tercero es el mas cortoe todos.

La que se cria en nuestra Espa?sa tiene el pechoagrisado, abdomen azul oscuro, y el dorso está marcado con seis manchas negras dispuestas de dos en dosy con rayas finas transversales negras hácia la estre—midad posterior, circunstancia que hace al vulgo, siempre amigo de lo maravilloso, creer son las cuerdasde la guitarra que tiene pintada la tarántula.

Para que nuestros lectores formen un esacto jui—cio de estos animales damos las dos que las repre-.entan.

IIEMBRA

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Son muy prédigas en su fecundaciofi, Mr. Rosiicontó en un soto ovario 621 huevecillos, y Mr. Saraovió hasta 825, los huevos son de un color amarillento.

Sgun Valetta nacen las tarántulas, en los meses deagosto y setiembre, y en cuanto nacen, montan sobre eldorso de la madre que las lleva grandes distancias.

Estos animales juntan sus jenitales para la cópulaen el mes de junio, segun lo confirman muchos AA.entre ellos el célebre Aristótetes.

El nido de la tariitula se parece it un embudo deunas doce it catorce lineas de diámetro, siendo la profundidad de cerca de una cuarta.

En el término de Villa Rubia de los Ojos, donde sonmuy frecuentes, las he visto fuera de sus nidos, y siendomuchacho, vi heridos en diferentes veranos it segadores y espigaderas, curados cori esa milsica suijeneris de la tarantela.

Tambien vi cuando mozuelo unas tarántulas encerradas en una botella vacía, moverse en diferentes direcciones y adherirse unas it otras, hasta destruirse, y estacircunstancia hostil de ellas creian las jentes del puebloreferido, era porque bailaban tambien con el taran—tulado, pero no son otra cosa mas que riñas que estosinsectos forman para devorarse.

Se alimentan de insectillos, como las arañas.Las tarántulas son mas venenosas durante la canícula

que en lo restante del año, y su veneno lo colocan losmas célebres autores, en la clase de los sépticos, porquetiende it debilitar y deprimir las propiedades vitales.

El remedio principal para curar la picadura de este

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animal es sin disputa iilguna, la música de la tarantela (1).No pareció quedar aun satisfecha la curiosidad de

estos dos caballeros; porque hubieron de preguntarme,que no comprendian como siendo de naturaleza debilitante el veneno, se escitaba tan vivamente el taran—tulado con la mísica.

Siendo misteriosa la naturaleza en esta maravillamédica, en esta dolencia que desarrolla fenómenos diversos, no es fácil dar una categórica contestacion,les dije, no obstante la observacion del caso presente y las que he visto de muchacho, infinidad de veces,no me dejan duda de que la parte picada entr-a enaccion, en el instante que principia la miísica, y estaescitacion se comunica convulsivamente en mas ó menos tiempo Ii lo restante del cuerpo, siendo despuesinstantánea la escitacion jeneral, pues los vemos lan—zarse con ímpetu al baile, y entonces se anima la fisonomia, los ojos se ponen brillantes y una sardónicasonrisa, manifiesta el placer de los tarantulados por esLa danza, si bien por otra parte contrasta con los prolongados suspiros que á cada instante se le oyen, y con laslágrimas que derraman muchas veces mezcladas deplacer y tristeia.

La respiracion y el círculo sanguíneo se aceleran,la transpiracion se aumenta y por el abundaute sudorque ecsala se elimina sin disputa su veneno.

(1) Si nuestros lectores desean mas detalles sobre estadolencia y SUS fen6nienos, pueden consultar la eFudita y c ‘.rioSa memoria del Sr. Mestre y Marzal.

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Z9

Todos estos fenómenos que se desarrollan á consecuencia de la milsica, prueban que esta obra escitandola parte afecta, Y esta simpáticamente escita los centrosnerviosos, hasta provocar Ja convulsion general y el baile.

Pasaron algunos dias, la enferma se principió restablecer y los cuidados y desvelos de su familia, nomenos que mi asidua asistencia, lograron despues de20 dias, curarla radicalmente y en disposicion de caminary marchar á su país natal.

En este tiempo se reintegró el comerciante del dineroanticipado, toda la familia se repuso de sus penasy achaques, y en medio de una gratitud sinceray el reconocimiento mas tierno, se despidieron denosotros (y unidos A un convoy) marcharon A las An—dalucías, y donde viven con la mas completa salud,

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CAPITULO. QUINTO.

1.

El uIcldlO d• un aloMde.

NOVJMRE 25 jg !83.

No trato de presentar ti mis lectores las historiaslargas difusas con que se suelen redactar las de las en—frmedades, mS: mi objeto es bosquejar fielmente las ecenas que mas han afectado mi nimo en el curso de miiarga putictica., y he aquí una de la muchas que pordesgracia he p.tesenciado.

Cansado y disgustado me retiraba ti mi casa despuesde hecha la visita ordinaria de a mañana ti los muchosenfermos que habia en la poblacion, en mo de los lti-’

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dias del mes de noviembre del año de 1 838, yluego que hube entrado en tella, me entregaron un ofi—eio del alcalde 1.0

Le abrí, pues, y ¡cuál fuá mi sorpresa al leer su

contenido!

((La desgraciada ocurrencia que ha tenido lugar hoydia de la fecha, en la villa de Urda con el suicidio in

tentado por el alcalde en su misma persona (este era elcontenido del oficio), me hace recurrir A V. para que en

vista del parte que acaba de comunicarme el comandante

de armasde aquel canton, se disponga á salir á curarlo inmediatamente, pues en ello, ademas de interesarse elservicio público, hará un singular obsequio A su familia y

á cuantos conocian á tan noble caballero.Un piquete de caballería de la M. N. de esta villa

escoltará á V hasta el punto donde salga la tropa á reci

birlo.»Así terminaba el contenido de este, devolví al algua

cil, que era su conductor, el sobre, y le advertí dijese Asu amo quedaba conforme y enterado.

Con tan sorprendente noticia se me quitó la gana de

comer, y lo poco que de aquella comida entró en mi cuerpo, ftié como dicen las tias, A regaña-dientes.

Tomé la bolsa portatil de los instrumentos, y des—

pues de hechas las advertencias de siempre á la familia, para que diese cuenta de los enfermos que dejaba

anotados al otro profesor1 que en ausencia y enfermedadesnos sustituiamos como buenos compañeros, marché est

cissa del alcalde. •

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-

—Estoy á su disposicion, señor aleaWe, ledie5 si

st la escolta preparada, y el vagaje que he de cabalgar,corriente, podemos marchar al momento.

—Si señor, me contestó, yo creo que esté todo aire

glado porque he dado las órdenes oportunas, y cuantas

disposiciones son necesarias al efecto.—Alguacil, dijo el alcalde, dando un fuerte grito, vaya

Y. á ver si están los nacionales juntos, y SL flÓ, haga Y. de

mi órden, que se reunan inmediatamente, porque el ofi...cio del comandante de armas de ese pueblo, es amenazador

y apremiante, y no quiero -esponerme á una repulsa ó castigo del comandaute jeneral, por la mas leve morosidad ó

neglijencia.Esa çs una razon muy poderosa, le repuse,. pero

hay otra mas fuerte y perentoria, en mi concepto, y es la

bei’ida tan grave que el desgraciado alcaldu.tiene y el mismo jefe del cantan manifiesta en su oficio; por otra

parte, ese pueblo dista tres leguas, los dias son cortos, yel camino es iniy espuesto por lo frecuentado que se ha—

JIa de las partidas insurjentes.En este instante volvió á entrar el alguacil, y le,

manifestó á su ano se hallaba todo preparado para nues

tra marcha.

—Cuando Y. guste, señor D. M., me dijo el alcaldedirijiéndose á mí: á estramuros del paeblo, espera Ii Y. elvagaje la escolta.

Gracias, señor alcalde, hasta la vuelta, buen viaje,

abur, me contestó el alcalde alargando la mano.Mc diriji al sitio señalado, y allí encontré el acom—

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pahaatiento, que no constaba mas que de cinco hombresmontados.

-—Despues que los saludé, los pregunté sorprendido:¿qué no va mas fuerza que la de VV...? A. esta pregunta contestaron afirmativamente, y que ademas sequedaban preparando para salir, otros cuatro ó cinco quenos alconzarian en el camino.

—Indeciso me hallé por un rato, sin saber qué partido tomar, pues me parecia mas prudente esperará que se reuniesen aqúellos, que marchar solos espuestos é las continjencias que la fatalidad pudiera de—

vararnos.—1,Qué hacemos, señor don M.? me preguntó el

que mandaba en jefe la pequeña fuerza, ¿marchamos ónó? parece que tiene V. miedo, dijo otro de los nacionales: no tenga Y. cuidado, que aunque somos pocos, le hemos de defender á Y. hasta morir y escarmentar tambiensi salen, á esos valentones de Palillos.

— No tengo miedo por mi, le contesté., porque estoy acostumbrado á arrostrar peligros y compromisos,pero la fuerza es muy escasa y no quisiera esponerla áun riesgo seguro é ínminente.

—Saben VV. muy bieii que ese camino es quebrado y cercado de sierras que casi desamparan esosenemigos implacables que no perdonan á nadie.

—.4 caballo, gritó el jefe, ya viene por allí otro, losdomas saldrán pocoá poco, y si no vienen, tampoco hacenfalta....

— Me alegro llevar en mi compaiía jente tan va!ien—

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te y decidida) afíadí yo entonces, marchemos cuandogusten.

Principiamos á caminar, y los nacionales, con aquellasoluntad y alegria que siempre les acompañaba en ss espediciones, principiaron it entonar un himno patriótico.¡Inocentes y entusiastas des,ihoos de lo corazones libres.... ¡con cuán poco olvidais vuestros compromisos yfatigas..!! ¡abandonais vuestros hogares y familias, espo—niendo vuestras vidas con la mayor jenerosidad por la patria que tan mal suele pagar! ¡ ah! ¡ quiera el cielo conservaros pura y eterna esa libertad que con tanto afan y constanci quereis conquistar!!!

Asi relleesioné P°’ un rato en el camino, y absorto entales meditaciones hubiera andado muchas leguas, si no mehubieran distraido de ellas, las voces de los nacionales queme decian: D. M. ya viene otro de los nuestros.

Pasamos por Consuegra y atravesamos sus calles tortuosas, viendo desde ellas el arruinado castillo, que tantosrecuerdos históricos encierra.

Hicimos un poco de alto, y mientras los nacionales be—l)ian y echaban un cigarro, estuve contemplando las al-menas derruidas de ese castillo, que con su numerosoy rico pueblo perteneció al célebre conde don Julían,siendo por lo tanto feudatario suyo. Tambien aqui estovo, decia entre mí, de alcaíde de ese alcázar el padredel no menos célebre D. Rodrigo Calderon, decapitadoen la plaza mayor de Madrid, por instigaciones del político y vengativo conde duque de Olzvares.

Principiamos otra vez it caminar, y cuando concluye.-TOMO 1. 17

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iÓn de arrojar. al aire el humo del tabaco, quetan insensiblemente disipa el dinero, volvieron Ii entonar la cantinelaanterior, repitiéndola tantas veces, que el coro qued6 tangrabado en mi mente, que se la vamos Ii comunicar nuestros lectores, en obsequío á la milicia nacional deEspaña.

Este era el coro.Para ser de las leyes escudoEstas armas la patria nos dió.Mientras ellas peligren juremosEupuñarlas con noble teson.

No repetimos la restante cancion, por ser jeneralmente sabida, y porque no corresponde é• este lugar; peroséanos permitido al menos consagrarla este recuerdo;en prueba del aprecio que nos merecen sus eminentes ser—vicios

Llegamos sin ningun obstécul al sitio en donde estaba esperando la escolta, que debia relevar á los nacio—nales; nos preguntaron el quién vive, despues de taeonocidos, continuamos la marcha.

—Pueden VV. retirarse, señores, les dije Ii los nacionales, porque yahan cumplido su servicio, y por el cualles, doy las mas rendidas gracias.

—Nosotros no dejamos Y., me contestó el jefe, aun.que vaya al fin del mundo; mis compañeros me autorizanpara ello, tanto por la poca tropa que ha salido, cuantopor lo que falta que andar y lo avanzado de la tarde.

—Pues bien, señores, si VV. son gustosos, adelante.,doble motivo tendré de agradecimiento.

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Muy entrada nra ya la noche, cuando llegamos 4 Ir-da; las puertas de la fortificacion estaban cerradas, dieronparte al comandante de armis de nuestra llegada, y A poco rato entramos en la poblacion.

Mandó el referido comandante alojar 4 los nacionalesen la posada mas segura y decente, y yo me diriji onaquel A casa del alcalde que es objeto de esta historia.

No esperen nuestros lectores hallar en ella, ni 4 unfilósofo que discute, ni 4 un médico que diserta, perosi 4 un hombre interesado cii los males del prójimo, 4 imobservador de sus padecimientos y virtudes, que se dedi—ca 4 bosquejar algunos de sus mas vivos recuerdos.

Estas escenas aisladas escritas segun se mo han pre—seMad, frierin recojidas en la época de la guerra civil,solo con el objeto de legarlas A mis hiios, para que tuvieran siempre presenta tas einoeione y trabajos de su

padi’é; despues que algunos amigos vieron estos apuntes,me animaron A su publicacion, porque los acibaradostrances que sufrí por las consecuencias de una luchatan desesperada, son dignos de transmitir á la poste-aridad.

Aquí estA el fisico, dijo el comandante de af4maS 4seficra anciana que salió A nuestro encuentro: graciaS ADios! contestó la buena mujer, pasen VV., pasen VV. y verán la catástrofe.

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) (ra ó-

) I (

TI.

lina herida espantosa.

—Pasamos la alcoba donde estaba el herido: sehallaba en cama en posicion supina (boca arriba) y con

la cabeza bastante elevada, si bien inclinada hácia adelante. Lleno de tristeza y abatimiento, me miró langui—damente.

—j,Qué es eso, señor alcalde, quéha sucedido é¿merezco su confianza como facultativo para curar sus heridas? nada respondió, ni dió señales de oirlo.

Viendo aquella glacial indiferencia, le putse s’ unfrio martnoreo jeneral, casi dejaba percibir el lento y déidi movimiento de las arterias.

Reconocida la herida, encontré transversalmente divi—di4a la larinje, por entre el cartilago tiróides (bocadode Ádanj y el cricoides; el ecsófago completamente dividido los misculos de la parte, con algunos vasos y ner

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r259vios. Un destrozo tal. precisamente, habia de abolirñeramente la audicion, la voz palabra,. pues los órganos dé

la fonacion, estaban casi todos destrozados..

Viéndole en tan aaentable. estado, mandé le suministrarau el santo oteo mientras preparaban lo necesariapara la cura.

Al observar la gravedad de la herida, la. ofensa detantos tejidos, y el conjunto de síntomas que se presentaban,, no pude menos de presajiar un funesto resultado.

No obstante, alcnfado con el deseo de hacer bien

me dispuse é curarlo del modo mas posible y sencillo.Estaba desfallecido, las grandes pérdidas de sangre

sufridas le tenían en un estado de atonia jeneral que pormomentos parecia.espirar.

—Le propiné despues de hecha la cura, algunos reparos tónicos, lavativas de la misma clase, y encargué el mas estricto reposo y quietud, con todas las de—mas advertencias propias á esta clase.de heridas;. despuesnos retiramos ti otro aposento.

Allí estaba la. allijida esposa del: alcalde, fa. saludécon la mayor cortesía, y aunque absorta y anonadada con el peso de su desgracia, me respondió con lamas fma urbanidad.. 1

¿Son mortales las heridas de mi esposo, señor médico? (me dijo vertiendo sentidas 1égrimas)

—Por desgracia lo son, señora, la contesté, y aunque es cierto, que algunas se han solido curar,.míl aircunstanciaS encuentro en el estado de su esposo que

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oblígani dsconFiar por mos que Ie sea aoloroso coÑfe—arlo; no obstante,he puesto todo el esmero posible parareunir las partes tan fuertemente divididas, á beneficio de

puntos de sutura: un buen vendaje sujeta y mantiene lacabeza y cuello en la posicion convenierte; esto y el esmerado celo y asistencia de VV., tal vez nos den alguna esperanza, si se rehacen las fuerzas vitales, que ahora se encnntra tan abatidas.

—1,Y cuánto tiempo podrá tardar en venir esa reaccion?

Ay, señora mía, no es fácil satisfacer á su ansiadapregunta, porque en medicina, si bien hay reglas fijas yseguras en algunas enferniedades, en otras todo es anómalo é insidiosç, y lo mas está en relacion de la dispo—sicion orgánica del individuo y de otras mil circunstancias partieulaes, qu seria pesado referir.

Por otra parte., al comeLer este caballero semejanteatentado, debieron reu&rsele mil incidentes quizá fatidico,y estos sin duda se conjuraron en rededor suyo deuna manera espantosa, para atentar contra la vida; deotro medo, ti concibo, ni puedo esplicar el enigma de suatrevido pensamiento, á no ser que estuviese afectado deenajenaon mental.

Recuerdo cuando estuve hace tres 6 cuatro meses, alreOnocirnienLo de los mozos en el sorteo, que me consultósobre una quemadura, que tenia tiempo hacia en un pie.

Con una razon sana al parecer , y juicio recto,presidié. aquel acto olemne, bablandó y discutiendo pun—*os que el asesor, que era primo mio, de bastante iln—

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trcion, admiró y acojió con la 1nayor Esta conversacion fue interrumpida por un •or4enanza

del comandante de armas, que entró á llamarlo á causa

de haber aparecido un grupo de facciosos en las iumediaçciones del pueblo.

Se despidió este, y nos dejó solos

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ye,y

Hl.

La iuInuaI,i del suceso.

¡Ay Señor médico, me dijo entonces la señora cojiendomi mino, y regándola eon sus ardientes lágrimas. Tiempohace que yo tenia vaticinado esta catástrofe.

Pues qué, señora, la contesté interrumpiéndola ¿ha iii-.tentando otras veces el suicidio?

En varias ocasiones lo ha intentado; pero mi celo, micuidado y vijilancia, lo han impedido...

¿Pues cómo ha sucedido esta desgracia ahora, señora?De una manera muy premeditada en mi concepto, 6

al menos así se deja conocer, porque lo ha hecho con unanavaja de afeitar, encerrado en la sala del ayuntamiento.

¿Ya, con que no ha sido en casa?No señor, es necesario que sepa V. sus padecimientos

y ompromisos para que conozca si llevo razon en lo quehedcho antes, porque de otro modo, no puede nadie com

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prender, como un hombre de su carcter, honradez yprobidad ha podido cometer ee crimen.

Pues señora, si á V. no le sirve de molestia, agradeceríame refiriese lo que sobre este punto haya, porque con esospreliminares podríamos juzgar u priori del estado de su cerebro.

El toque de jenerala y el sonido é smaten ó arrebatode las campanas de la iglesia, nos asustó, y detuvo, la con—versacion, circunstancia qne aproveché para dar una, vueltaal herido.

Como era bastante abanzada la noche, se empeñaronen hacerme cenar,. y por cierto fue bien parca esta, puesel sobresalto de la alarma me babia quitado el apetito;esperé un rato, hasta saber el resultado del somaten, y conlas seguridades que me dieron, de que este seria uno de losmuchos que continuamente presenciaban, me retiré tranquilo á descansar, (estaba rendido del camino) con laesperanza, de que al dia siguiente me referiria la señorala historia desu marido.

Desasosegada é inquieta fue aquella noche para mi,tanto por el peligro que cercaba al enfermo, cuanto por elque podria correr yo, si por, una casualidad penetraban losinserjentes en la poblacion.

Si este hombre . sucumbe esta noche me voy . á verprivado del gusto de saber su historia,, decia.para mí, porque ¿cómo esta buena señora ha de tener valor y tiempopara referírmela? majadero de mí, que haya dejado perdertan oportuna ocasion!

Asi discurria en la cama, dando vueltas y mas vueltas

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=264buscando una posicion cómoda que me iranquitizase ytrajera el sueño, pero todo era inútil, mi desvelo •era tangrande, que IL duras pelias pude conciliarlo á la madrugada.

Al fin morféo cerró mis p&rpados, y hasta que entró un criado de la casa á despertarme, disfruté de eseapacible sueño que tanto repara las pérdidas que sufre elcuerpo durante el dia.

Me vestí en un momento, y fui al cuarto del herido, le pulseé y observé detenidamente y nada satisfactorionoté en los síntomas. Continuaba frio, su languidez eraestremada, la pulsacion casi nula, y estos fenómenos confir—maron cada vez masmis tristes vaticinios.

Pasé al cuarto donde la noche antes habia conversadocon la señora de la casa, me sirvieron el chocolate, y ápoco rato se presentó ésta.

Tenga V. buenos dias, caballero, me dijo con un es—

tÑmado abatimiento, pero lleno de espresion, ¿ha descansado y.? me volvió á pregunta; antes de contestarla yo.

Felices, señora, he descansado regularmente; á Y. creono le ‘haya sucedido lo mismo, si he de juzgar por el-colorajado y triste de su semblante.

Así, así, un momento he podido dar unas cuantas cabe—radas al lado de la cama de mi esposo.

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Iv

Carácter de la alca1dea.

Era esta señora como de unos cuarenta y cuatro años,1elgada, morena, y de cutis fino un tanto arrugado; algunas canas diseminadas por su hermosa cabellera ,co—jida en una gran trenze doblada, formando ci moño lugareño, manifestaban una vejez prematura.

Su buena estatura y marcha majestuosa,indicab,an consus maneras finas, pertenecer á una familia distinguida delpueblo.

Senta4a á mi lado y llena de unaresignacioi relijiosa admiré por u rato su señoril apostura, y e noble continen.—te de su fisonomia.

¿Conque nohay remelio, me dijo,para aquel desgracia—1o? jinfeliz! victima de su pundonor y cejo, bajará tija tumba, y quedarán impunes los causantes de su desgracia, de

jándonos ti nosotros en el mayor desconsuelo.Un raudal de lágrimas corria por sus mejillas.

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Sosiéguese Y., amable señora, la dije, un alma granedeé instruida como la deV. debe fortalec.rse y estar preparada en las borrascas de la vida para los contratiempos y hasta para el iltimo golpe.

Fortaleza sí, la necesito, y muy grande, pero no, mcaben ya en mi pecho tantos reveses y golpes, y pormas que un corazon sea valiente y osado, sucumbe temprano ó tarde ú los golpes y vaivenes de la fortuna....fracasaron a para mi todos los consuelos de este mundo..., me quedo sin esposo, sin mi tierno compañero.... los faccioso, me han saqueado la casa por tres veces, y las tropas

Un mar de lágrimas inundaba otra vez su aflictivorostro

Tranquilícese Y., señora, la volví á decir por dltimavez, sosiéguese Y. y de todo el ensanche, toda la latitud

su corazon, si me cree digno de confianza; porque aun

cuando no pueda remediar sus quebrantos, posea al menos un corazon sensible que ni la práctica del mundo,ni la costumbre de ver padecer han podido endure—cene.

Despues de un large silencio interrumpido inicarnen—te por algtrn sollozo, me habló de este modo: Por masque me sea doloroso recordar escenas que despedazanmi, alma, voy ti informar’ ti Y. como le ofrecí de la historia de mi desventurado esposo.

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_ -

y

Ul*itora de alcalde.

hace años que nos casaron: mi esposo que me He—va doce de edad, pertenece á una de las casas mas no—Iíes y antiguas de este pueblo:: un pingüe y saneadoaudat llevó á nuestro matrimonio, y mis padres que

tambien pertenecian é la clase noble, por no ser menos, me señalaron un decente dote, formando con ambas donaciones una casa respetable.

Largos años vivimos tranquilos, colmados de placeres ysalud, concediéndonos Dios en tan venturosa, época, treshijos, que hacian nuéstro encanto y comun felicidad, pe—ró principiaron é escasear las cosechas por falta de HUL

‘vms, y como nuestra principal riqueza consistia en la lBbor,decayó esta, os ganados fueron acometidos de enfermedades epidémicas, y murieron infinidad de reses lanares ycabrio.

Entró mi esposo por .prim’era vez de rejidor en el.

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ayruitamiento, ‘ corno jóven todavia y sin iutriiccion

ra comitoi.r& en ese maldito laverinto, le eost el ensas o masde treinta mil, reales.

Desde entonces datan los males en esta casa, y no

pare sino que alguti maléfico la persigue, y conjurado

contra ella, porque de otro modo parecia imposible quehubiera perdido en tan poco tiempo, tanto de su capitál.

Asi seguimos unos cuantos años con alternativas ad—vrsas y prósperas en nuestra hacienda, peto siempre no

tando decremento en ella.Fué despues algunos años alcalde, y ó pesar de des

empeñar con jeneral aceptacion esa carga odiosa é incómoda, le atrajo disgustos al fin pérdidas considerables.

Cuando principió esta guerra, emigraron del pueblovarios VéCiLLOS notables, y mi esposo demasiado apasionado ó él y á sus intereses, se mantuvo quieto, r estainmovilidad le ha oasionado su eompleta perdicion.

Hubo elecciones municipales, y como me presumia su-’cedió, le nombraron alcalde otra vez el año 37., no porlas fórmulas que previene la ley electoral, sino por la yo—Imitad esplícita y caprichosa de los caciques escribatio,que se coligaron para su nombramiento, haciendo risible: un. acto sagrado que se empeñan en desacreditar.

Yo que conoci la iniriga, llamé algunos electoçes, leshice presente la ilegalidad del nombramiento y la coaccion,,pero. todos bajaron sus cabezas, y lo. que dnicamente con—

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testaron fu, que sin saber ellos nada, habian urdido esa

farsa los hoTnbres enredadóres de siempre, que aprove—chndose de la docilidad éignorancia de los vecinos, los ha.bia conducido corno burros de reata á las urnas electorales.

Les afeé su conducta, les dije qne iba á reclamar aljefe politico la nulidad de las elecciones, que eran unosidiotas, que no sabian hacer uso de ese derecho san

to y grande; en fin, les dije tanto, con el objeto decomprometerlos á que ayudasen mi reclarnacion, quecasi casi los tuve inclinados en mi favor ;, pero lasamenazas de una mujer y sus ruegos, valen tan poco en

estos caso., (mácime si es cosa de muchos) que enel momento que me volvieron la espalda, se olvidaron ypor poco me desespero.

4 mi esposo le dije lo mismo, regañé, me desesperé, yel din que tomó posesion de la vara, le eché en cara su pu—

silanimidaci y su decantada delicadeza.Le pronostiqué los disgustos y compromisos porque

habia de pasar,.y una triste fatalidad ha hecho ver convertidas en realidades mis predicciones.

Un dia que estaba tranquilo y yo para ello como jeneral—mente se dice, no pude menos de hacerle esta retlecsion:ves como nuestros, convecinos han sabido eludir el compromiso que tó tienes encima, ves como echando elhombro fuera y comprometiendo é los cinco ó seis jefesque acaudillan al pueblo en las elecciones, se han sustraidoellos y logrado nombrar concejales á su gusto? Si tú hubieras hecho otro tanto, no te verjas ahora cercado de tantosdisgustos, y ellos como siempre han manifestado en esta

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iiitriga su refinado saber; conocen el estado de la cosas,

ven una guerra sangrienta encima y las ‘inclinaciones éinstintos de este pueblo; y conociendo que con un testaferro al frente, estan salvos, te han buscado como instrumento suplefaltas (le SflS manejos.

No contestó mi esposo á estas reconvenciones, eipero

una terrible mirada que me lanzó habló mas é mi corazon

que sus palabras.A.qui llegaba’ la señora, cuando se presentó tina criada

toda sobresaltada y me dijo: Señor, el enfermo no me gus

ta, eslé muy ajitado, saca los brazos de entre la ropa y ha intentado ‘arias veces arrojarse de la cama.

Pasamos ti la alcoba donde estaba el herido, y efecti

vamente se hallaba en ese estado de inquietud que acomn—

paña al hombre enajenado, despues que pasan los intér—ralos lucidos, cuando el recuerdo de la idea dominante

gle su monomanía, le retrotrae al pensamiento el objetoque la provoca.

Observé en su semblante animnacion, ví sus ojosrelucientes y espantados, pulseé las arterias, y el círculo calor estaban bastantemente desarrollados, hahia re—

accion, pero era para un nuevo acceso de locura.

Mi presencia contuvo el que se tirase de la cama

arrojara el apósito y ligaduras, le hablé con cariño, le

exorté á. la quietud y tranquilidad, me ‘miró, y conin si

temiera encontrar mi vista amenazante; retiró la suy acon velocidad apretándome la ruano con una especie deespasmo convulsivo.

Un secreto presentimnient& me hacia entrever st

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funesto fin hice salir á la señora de aquel aposento cas de

muerte y nos dirijimos en seguida ti la habitacion de dondehabiamos salido.

—Si Dios quisiera, señor D. M., me dijo la amable señora, si su bondad infinita permitiera su curacion, citintasgracias le daria.

—Todo puede ser, señora, la contesté; para ese sabio yomnipotente médico, no hay incurable ninguna dolencia, y

cuando le invocarnos y pedimos con constancia y fervor,acoje nustros votos y oye nuestros ayes con la dulzura ybenignidad de un padre celestial.

—Asi e, señor médico, tengo tanta fé y tanta esperanza, volvió ti decir la señora, en su misericordia, que seme figura ha de cnrar..,

Vsi por una casualidad fatal nosiiccedieraasi, la dije yoentonces, no hay que desesperarse; la vidala tenemos prestada, y cuando la reclame el que nos la concedió, tenernos que someternos ti sus decretos, y pagarle ese terrible tributo.

Hubo un momento de silencio, y como retrayendo ti‘a memoria los sucesos, permaneció por algunos minutosla señora, con la mono puesta en la frente.

—Ya dije ti Y. que bajo las formas constitucionales,fué nombrado alcalde el año pasado, y aunque con trabajo

riesgo sobrellevó su carga, esperanzado con la idea deser relevado en las prócsimas elecciones, pero ¡ah! esta esperanza consoladora y halagüeña se convirtió en el mayortormento, llegando ti su colmo el disgusto y la desespera

ion, cuando vino la época de aquellas y no se verificaron.TOMO 1. 18

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Mii obstáculos se oponian. á su realizacion, lo prime,—ro porque no habia sujetos de quien echar mano en elpueblo, por no estar en actitud legal y ser deudores. á Eahacienda; lo segundo por la ausencia ó emigracion de losprincipales, y lo tercero porque todo el, mundo huia de uncompromiso tan trascendental.

Tuvo la desgracia además, de tener un compañero desegundo alcalde de tan escasas luces y alcances, si bien tod un buen hombre, que de nada le servia ni ayudaba.

Cualquiera comision del ayuntamiento que tuviese ásu cargo, era involucrada y echada Li. perder, de conformidad que en riada absolutamente podia descuidar mi po -

br.e esposo.—En fin, para que se forme Y. una idea de la inep—

titudde.ese buen hombre, referiré á Y. un caso qne prueba su incapacidad y poca disposicion..

Como su oficio es el de sastre, fué, llamado un dia Licortar unos calzones para el marido de una pobre mujer,que con mil afanes habia reunido para comprar el paño:pues mi buen compañero, tan desgraciado ea su ojo parael,oíieio corno para la alcaldia; echó la tijera, hizo mangas y’ capirotes como vulgarmente se dice de dicho paño,y’ despues. de emplear medio dic en el corte, sacó las doshpjas para un muslo; figúrese Y. el disgusto que ocasio—nerja Li la pobre labriega su maldita tijera, pateé, regañó,y le dijo mil cosas; pero él tan fresco como unas pascuasde,nyidad la. contestó: toma, el, mejor escribano echa unb,orron..

1or este pequeño relato aunque ajeno de mi asunto,

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273rpuede V. cdnipreuder el consuelo y descuido que podría te -

ner con él.Se concluyó el año, y como la renovacion de conceja

les no se verificaba segun la ley prevenia, mandó sudimi—sion al jeje político, y este que sabia que ningun otro vecino de los que habian quedado podio desempeñar tanelevado y comprometido puesto, no solo no se la admitió,sino que hasta le conminó con multas, y aun le amenazócon formacjnn de causa si se resistía(t).

Por este tiempo las facciones fueron tomando incremento; de este pueblo se marcharon muchísimos á ella,unós por miseria, y otros por su inclinacion, saliendo deentre estos los tres hermanos Marrajos que tan célebresse ha hecho entre lo Palillos,

Invadieron el pueblo infinidad de veces, sacaron laarmas, raciones, dinero y cuanto podía acomodarles, ydesde entonces multas y apercibimientos es el fruto que hsacado mi desgraciado esposo de las autoridades de la reina.

Dsde aquella época, una serie de disgustos le hancercado por todas partes; no ha habido noche ni dia cue‘os enemigos hayan dejado de saquea las casas principales del pueblo.

Los unos con achaque de liberales, y los otros por seradictos á la causa del pretendiente, todos han sufrido losconsecuencias de esta lucha.

(i) Este abuso de la autoridad es digno de la mayor eensnra,

pero en aquellos tiempos suced croo infinitos casos semejantes, yaun la autoridad militar quitaba los ayuntamientos cuando mejor le piada, y lo volvia á reponer á su antojo y capricho.

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Entraban en el pueblo un dia los facciosos , insultabany abofeteaban al alcalde porque no los proporcionaba ra

ciones y todo el dinero qi pediau, y ñ pocas horas de

marcharse estos, entraban las tropas ó columnas que losperseguian , y al alcalde, palos, multas y atropellos, deforma, que era el blanco de todos. En un pueblo de suyo

ignorante y por consecuencia y posicion adicto é D. Cár—los , abierto y sin fortificacion, ¿qué habia de hacer

aquel infeliz? Desesperarse y maldecir y llorar en secretosu. triste suerte.

Muchas veces hizo presente á las autoridades de laprovincia la necesidad de fortificar y dar ausilios al pueblopara defenderse de los enemigos, pero siempre se hicie-ron sordas fi sus insinuaciones. y lo que unicamente so—han mandar, era que organizase la milicia.... FigiireseV. qué organizacion babia de dar á esta, cuando en lo

jeneral todos son trabajadores del campo, ocupados ensus faenas agrícolas.

Asi luchó con unos y con otros alternativamente:mientras tuvo de donde sacar, mal que bien , fué saliendo

de sus apuros y angustias; pero cuando llegó fi su colmoel compromiso, fué un dia en que habiendo cojido los facciosos un parte que dirijia al comandante jeneral con unvecino del pueblo, vieron que estaba en connivencia con él.

Sin hacerse cargo estos del deber en que estaba mimarido con las autoridades, trataron de fusilar al conductor del parte, pero suspendieron este castigo conmutén—dolo conel de cortarle una oreja (1).

(i) Esta hazaña era muy frecuente e» aiuel tiempo

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Con ella en la mano sepresentó el pobre paisano, ylleno de la mayor atliccion refirió al alcalde estas palabras:que los facciosos le habian dicho: diga V. al que le enviaque ya fre?nos á hacer pedazos su autoridad y persona.

Mi pobre, mi desgraciado marido, vino á contarmela ocurrencia ; o la acoji con el niaor sobresalto, laaconsejé se evadiera por cualquier medio, de tan inminente riesgo, pero anonadado, indeciso y sin saber quepartido tomar, lloraba y se desesperaba. ¿A dónde voy?me decia, si en el pueblo no tengo ninguna casa deconfianza para ocultarme, si hasta mis parientes y cuantos se vendiau por amigos me han vuelto la espalda ydeclarado contrarios.

Los que tieneti que estar de vijias en la torre para ver si se aproesiman los enemigos maldicen mi ecsis—tencia.

Los paisanos que llevan partes ú oficios á las autoridades me odian y ansian mi esterminio, porque creenque soy el causante de todo.

Los que pagan contribuciones, hacen bagajes y sufren alojamientos, me llaman mal alcalde, dilapidador,y cuanto malo puede decirse ¿á dónde iré yo, Dios mio?

jiqué será de ini sin tu ayuda!!..Si salgo del pueblo huyendo, (continnaba) me espoago

á caer en manos de los facciosos y ser fusilado: si doy

de crueldad: testígos de tales esccsos fueron Consuegra,Madridejos y otros pueblos d6 la taucba. El castigo tjue irn—ponia la faccion al pab;ino qtee a Nesaba ti con algunt parte d-

dido la autoridad, era coi’tare una 6 dos orejas.

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.eon• las tropas harlu.i otro tanto. ¡p:sede ‘erse posi—cien mas triste y desesperada!

Válgame Dios; le dije yo entonces: ¿es posible quete ciegue de esa manera tu abatimiento? no fuera mejor te ocultaras ahora en cualquier punto, y saliendo á lanoche disfrazado, buir hasta que la guerra termine?

En tal conversacion estábamos, cuando súbitamente cercaron la casa los facciosos y nos sorprendieron.

Le sacaron de ella y se le llevaron on las nayoresamenazas.

Yo con el sobresalto me quedé desmayada y mediomuerta.

Le montaron en un burro, le pasearon por las caliedándole palos y bofetones, y despues de sufrir la befay escaznio de esa jente soez é inmoral, le dejaron casimuerto, y la poca vida que le quedó la debe á lassíplicas y lágrimas de algunas personas que se empeñaronen su favor.

Estuvo una porcion de tiempo enfermo de aquellas resultas, y siempre sobresaltado y acometido de frecuentesconvulsiones.

Vinieron despues las tropas, y cuando creíamos encontrar algun lenitio y consuelo Ii nuestros disgustosy desgracias, ne hallamos mas qne agrias y despóticas reconvenciones.

Un término perentorio le concedieron esta vez parareunir una cantidad crecida de dinero, á cuenta de lascoitrihuciones, le exijieron ademas raciones, y una por—cion de vagajes: figúrese V., señor médico, como se ha—

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277bia de componer ese infeliz para satisfacer uba ó’rditan apremiante del jefe de la columia, cuando los ve—

.oinosexaustos de todo, no tenianya mas que ojos para llo

rar su miseria.

Los malos años de cosechas, las esacciones que nnbsy otros habian hecho á todos los vecinos sin perdonar

los productos de los ramos estancados ten ian en esqaletola poblacion.

El alcalde que veia la imposibilidad en que se hallaba de reunir lo que pedian, se presentó al jefe y lemanifestó ser absolutameitte imposible hacer aquella entrega, y por consecuencia que tomara la determinacionque quisiera, tanto del pueblo como de su persona.

El sefior jefe le llenó de insultos, y le amenazócon llevarle atado ó la cola de su caballo presenciadel jeneral, en fin seria nunca acabar, si refiriera tantocomo á ese desgraciado le ha pasado: basta lo dicho, paÑque comprende .las alternativas y disgustos con que haluchado por tanto tiempo.

Estos repetidos sustos y sucesos le pusieron comoalelado ; no hacia cosa con cosa ; siempre estaba triste ytaciturno, y sus sueños eran ajitados y llenos de pesadillas melancólicas.

De noche y de dia estaba en el ayuntamiento, y allí.,

para no faltar un instante It sus deberes, y para acudir átiempo á todo cuanto interesaba al servicio, fijó su residencia, y en compañia unicamente del alguacil, ha estado por mucho tiempo , hasta que cometió ese atentado. Varias veces me babia dicho que estaba desesperado

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y cúnsado de vivit ; pero ‘o le conteriiacQn luis nsejoy le ecsortaba ¿la paciencia.

Se le concluyó esta por último, y un dia, un dia..que recuerdo con estremecimiento,. me llamó y me dijodesesperado, ó me mato, ó me echo esta olla de agua hirviendo en el pie: ¿qué quieres mejor? inc repitió con lavista centellante como la de un furioso leon , teniendo lafatal vasija en la mano.

Figúresé V. qué situacion seria la mia: crucé las manos, y én ademan suplicante le pedia por Dios mirase loque hacia.

Está resuelto, e! agua.... al menos con ella me im—posibilitaré por algun tiempo y me libraré de compromi—sos: frenético y como fuera de sí, se arrojó el líquidohirvieudo sobre una pierna, y sin.dar la menor muestrade sensibilidad, sufrió aquella cruenta quemadura que áy. consultó : pero ni por esas se libertó el infeliz de loscompromisos de la alcaldía....

Yo le afeé con los colores mas vivos su bárbara re—solucion.

—Tan desesperado estoy, me contestó, á los cargos que3’O le dirijia, que si nne instigas y sofoaas mas, pongo finá esta desesperada existencia que tanto tiempo hace aborrezco y me atormenta; palabras Lan llenas de resolucioniy fatídicas, no podian menos de aterrarme y llenar devonsternacion, y desde entonces me constituí en centinela avanzada de sus menores raptos y acciones, era continuo fiscal y vijilante espia que sigue acechando al que quiere traspasar la valla del órden.

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Algunas veces me oía con docilidad tristeza; á veces

derramaba una lágrima.... y á ella acompañaba una sar—cíLstica risotada.

Le anatematizaba con prudencia estos estravios derazon, en uno de estos sin duda completó la obra de susterminio.

Las mas vivas instancias habia hecho el alcalde al co—mandante y jefe politico en diferentes ocasiones paraque fortificaran el pueblo, y lo pusieran en estado de d—fensa por ser punto interesante para los movimientos dlas columnas; al fin despues de mucho tiempo logró quesus clamores fueran oidos, pero estos fueron para él comoel canto del cisne....

Con una actividad indecible, se fortificó y amurallóel pueblo, padeciendo y sufriendo bastantes vecinos las dermoliciones de sus casas á titulo de dar mas seguridad ála fortificacion.; y fueron tan desgraciados algunos de estos, que hasta con.sus propias manos tuvieron que contribui,rá derribar los edificios donde habian nacido.... y dondetenian su albergue y esperanzas.... tal es el miedo y te—

.mor que estos habitantes tienen ,á las omniniodas factilta—des del comandante de armas.

Abusando este de su posicion, y de esas facultadesque se ha abrogado., ha ido de exijencia en exijencia apo—derndose de todas las atribuciones civiles, y ya no hay enel pueblo mas autoridad que la suya (1.).

(1) irsLes ejempiosde estos criminales abusos se han vistoorepetidos, durante la guerra civil ea muchos pueblos de España.

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28ÓEl hace juicios de conciliacion en su casa, y n tan

decisivos que el que no los obedece ciegamente les 1nn-da dar cincuenta palos sobre un tambor,haciendo á todo elmundo callar con e! terror.

Por estas arbitrariedades y desenfreno sensual....fi’é reconvenido por mi esposo, (pues pesar de su t.rus—torno cerebral, ea ciertos casos conservuba un raeiociniopuro) mandándole se abstuviese en lo sucesivo de intei’nir en asuntos ‘iviles ni gubernativos que no estaban nsus atribuciones, ó de lo coutraria dria arte da un *—o de autoridad tan escari4oloso.

Con reconvenciones tan justas, debió aquel bst—nerse en sus dernasas y atropellos: pero todo aleen—trario : con ese despotismo »i1itar tan pesado y odioso,amenazó de muerte al alcalde, y Sin duda alguna, estacircunstancia, unida á tantas Otras que han gravitado ‘sobreel infeliz , despertó en so cerebro las ideas del suicidio,

(que tanto tiempo haoa le atormentaban) . consumd u

obra.Antes de aer tuso, segun he sabido, coO el tal o

mandante otro altercado, á la noche signieuto aprovechándose de la ausencia del alguacil, cerró la puerta ‘pordentro de donde estaba, y se degolló.

Madridejos tonsuegra, Villarubia, Fuente ci Fresno, Malagóny otros han visto diferen te y óces co uduc ir empi amadas á dife

rentes muieres prostitutas montadas en burros, á son de tambory entre una soldadesca desenfrenada, sin mas formacion de causaque la suprema voluntad de estos comandantes que á títulodeimpedia’lu propagacion del nial s’endieo, la dabón ese .astido

y despues ¡as espulsoban de la poblaeion.

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—281—

Cuando volvió el aiguacil y vió que é pesar de &

ces y golpes la puerta no contestaba , llamó jente, ladescerrajaron , y le encontraron tendido en el suelo ba—

fiado en su sangre....

Me le trajeron á casa, se dispuso que fueran por V.

al momento , y esa es toda la historia del desventurado al

calde, víctima sacrificada al furor de los partidos de esta

fratricida guerra.

Desgraciado.... todo es tarde para ti: te hallas al bor

de de la tumba , y en su rededor anda tambien tu allijida

esposa....Así concluyó su triste narracion aquella apreciable

señora , dejímdome absorto su natural intelijencia , su po

netracion en los asuntos, y su acendrado amor conyugal.

Nos levantamos del asiento, conforté su espíritu cori

mis palabras y consejos, y nos encaminamos á ver al he

rido, que cada vez seguia ofreciendo menos esperanzasde vida.

Hecho este reconocimiento, me despedí de la señora

por un rato, y me diriji en busca de los nacionales que

me habian acompañado. Los vi en efecto, y despues que

m j’efirieron la alarma de la noche anterior, en la, qqe

tani bieti tomaron la defensiva, los di para refrescar y unoscigarros, y marché para la casa del segundo alcalde..

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VI.

H peticlon

Habitaba este señor una pequeña y humilde casa enuno de los estremos meridionales del pueblo.

El ajuar y mal arreglo de los mugrientos y carcomidos asientos de madera que babia en la cocina, manifestaban la pobreza en que se hallaba.

A una muchachuelo que estaba arrimaba al fogon dela chimenea, la pregunté por el señor alcalde. Estaba esta descalzo, con el rostro mugriento y los pelos de colorde rata encrespados, acurrucadita junto ó la lumbre: ayerme se levantó mas lista que una ardilla, y con una solturaque rayaba en descaro, me contestó: voy corriendo álla—marIe, y le diré que un señor pregunta por su merced.

Se salió como un cohete y me dejó solo en aquellalóbrega y humilde cocina.

Por fortuna fué corta esta soledad, pues á poco rato

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entró el alcalde con la nieta; que le. fué fi buscar, de

la mano.Tenga V. hueno íflas, seño médico , me dijo qui—

tándose una montera de la cabeza, llena de pringue y contres ó cuatro parche de greda blancos en ella. ¿Qué tal

lo ha posado Y. desde nuestra dltima vista?Muy bien, le contesté , para servirle.Gracias, gracias, añadió : aprecio el obsequio : si ser

puede, no quiero servicios de médicos. ¡Caramba! y qué

tontos son los hombres que se motan por frioleras. Ahítiene Y. al majadero de ini compañero.... á mí con esas.¡qive si quieres como que me voy á aburrir yo por futesas,

y quitarme la pellica ; ‘a , sa, no por cierto; yo sigo la

contraria ; mi [)elIsaIniento es 1á vivir! y vengan penas.y atrás viene el que las endereza, y el que venga atrás

que arree, y dame pan y llámame perro.

Asi principió á ensartar tanta porcion de disparates,

que no pude contener la risa, en la que tambien tomó su

buena parte el mismo a!calde y la chica, de forma queaquello fue una alegria improvisada , pudiendo decir de

nosstros lo del refran ¿de qué te ries, tonto?Era el alcalde un pobre viejo, pequeño y delgado de

cuerpo. Su cara arrugada le hacia una bóca musa y hundido por la falta de dientes y muelas; su larga nariz des

tilaba un líquido de color café, que causaba risa mirar

lo. Vestia calzon corto, chaqueta de paño pardo, y cuyo

cuello alto y angosto cubria sus orejas. El chaleco era

de pana azul, como los que usan !o. panaderos de Vargas,y sus medias azules licuas de puntos terminaban dentro

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=SIt==

de unes zapatos iejos, sujtos con ui;os covdoncitos’ de.

lana negra.Su jenial alegre y festivo permitia á cualquiera que le

trataba tomar una confianza; y como me chocase su traza,los:chistes y la destilacion de la nariz, no pude menos de

preguntarle despues de concluida la risa , ¿toma V. polvo

de rapé, señor alcalde? Rapé, no señor, pero polvo de

color de ladrillo, sí., y mucho que tuviera , porque estospolvos me dan la vida : sacó un funguciro ó cachucho desu volsillo, se lo aplicó á la nariz , y d ió un fuerte sor—vi ton.

Buen provecho, le dije entonces sin poder contener

la risa.

¿Furna Y. tambien, señor alcalde? le volví ó preguntar : ¿que si fumo? torna..., yo hago pluma y d pelo,

para que el diablo no tenga por donde: desecharme.

Asi estuvimos un rato chanceándonos , rncntras fu—mébamos un cigarro al suave calor de la lumbre que ha—

hin en el fogon. IJespues que pasó la alegría, mudé de to

no y le hablé de esta manera Ya sabe y., señor alcalde,

que se me deben los honorarios de la asistencia que hice

al sortieo.Sí señor, y tanto como lo’ sé, como que tampoco se

pagó al asesor que vino con Y.

Pues yo estimaré tenga la bondad de pagarme uno y

otro, pues traigo una carta del pr; mo asesor que reclama sutrabajo tambien , y seutiré, si no le satisfacen, tenga

que acudir á la autoridad superior correspondiente.No señor, no, contestó: voy ahora mismo á ver al

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1fr

tUC , pOfq:ue

Bepnts

deJ com4 ‘i4 ‘,

Veng bdscará ‘ ?estedspue5de saludarnos,oa jud”rne r chocojae.

«‘•‘ Gracias, amigo mio, te me he des

ii’nnad fero no. obstaute tendré el isto de pasar. *tasa, y mientras V. le toma, echaremos una parleta,did0 de ese modo tiempo é estos señores para que re.—n’n la cantidad que me deben.

¡Cómo! esclamó aquel haciendo un movimiento de sor—

:psa, le deben á V. honorarios, y no se los abonan se—‘ñor alcalde, dijo,. media hora tienen VV. de término para

reunirlos, y no estando pagado al final de ese tiempo,mando dar cincuenta palos sobre un tambor, al que tengala culpa: ¿lo ha oido Y? añadió con una mirada pe hizo

estremecer al pobre alcalde.Ya le le dicho al escrióaíio, respondió el alcalde con

un miedo cerval, que traiga lo que’ se debe nl señor,pues le es ya vergonzoso al ayuntamiento

Gracias doy á VV. dos, dije o entonces, pero si ótanta costa se me ha de entregar, desde luego renuncio

la deuda, porque no tengo coraron para sufrir, ni presen—

ciar castigos por intereses que á inI me correspondan, nijamas consentiria que semejacte atropello se cometiera por

mi causa.—No señor, volvió á contestar el comandante, es me—

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nester enseñar úta jflte .a. 1rír crwtar 1 osDíl a iona clon 4een os pnebo os

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qef.ecto que S 8S ?ué lesquiere V. oIcornpaader bien

su .gnoiçm( lolt.ipi c d r 114

esa dependen co que quicreir encadenar en Ips pue.

bios á los funcionarioa, y en particular é los facttativ .)es injusta, porque en la sociedad, Lodo esta enlaz de una manera reciproca, siendo por consecueiicia tlepedientes los unos de los otros, y es muy raroque se puede llamar con propiedad independiente.

Nos dirijimos fi casa del comandante que habitahajunto la plaza y fuerte principal, y mientras tomó choeolate, me refirió la ocurrencia ó zaragata de la noche anterior con los facciosos.

Salimos de su casa y me fué enseñando las fortificaciones construidas fi espensas del pobre pueblo; despuespasamos Li ver la célebre ermita del santo Cristo de Urda (1), tan concurrida de los manchegos, y deseando evadirme de las maneras despóticas é imperantes de aquel jefe,me despedí con evasivas urbanas dirijiéndome é casa del

alcalde herido.

(1) iei’tenecia esta villa al i’au priorato de S. Juco; es dela provincia de Toledo. tieñe 00 vecinos ha]]ndose en los confines de esta prov’ncia y lindando con 15 de Ciudad. Real: e

pueblo sano y su situaCion esen la falda de un cerro que tienc varios inolines de viento.

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=87Los síntomas que presentaba este,, eran cada vez mas

alarmantes: á la violenta reaccion anterior sucedió uncolapsus 6 aplanamiento de fuerzas, tan esraordina—rio, que por momentos aquella vida azarosa se desvanecia como el humo.

Se hallaba en un estado de agonia; y de su lado meseparé para dirijirme al cuarto donde estaba su esposa.

La preparé para el lance que á su marido esperabapor momentos, y un profundo y ahogado suspiro dado por

ésta, se confnndió con el último aliento de aquel desventura -

do alcalde que dejó de exirtir victima perseguida por uno yotro partido.

Me salí de aquella funesta casa, y despues de arreglarcon los nacionales y tropa mi marcha, y cobrado los derechos que se me debiari, salimos de tan memorable pueblo, llegando al nuestro sin la menor novedad ni contratiempo.

FIN DEL TOMO PRIMERO,

TOMO i. 19

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tIDItUI*

LE LAS MATERIAS CÓÑTENIDAS EN ESTE TOiflO.

DEDICATORIA

PROLO&0

CAPITULO L

INTRODUCCION.

ARTICUTO II. El banquete. . . . . .

ART. III. El veteranoART. 1V. El ama de gobiernoART. Y. La enferma de peligro-.

ART. VI. Ecsoneracion de un médico.ART. VII. La saludadoraART. VIII. Los regalosART. IX. Las tercianasART. X. Continuacion de la historia del ve—

teranoXI. La quintaXII. El brujoXIII. Mi salida de Hoyo-Pinares.XIV. La fuiicion popu’ar.

.pj. 68

4012

33384248

ART.

ART.

ART.

ART.

58• . 67

• 72• . . 77

83

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• . 161• . . 172• . . 177• . . 183

• . 189• . 197• . 200• . 2O3

CAPITULO II.

1. 1NTROflUCtø89II. Un nacional fusilado96UI., Carácter de un labrador102

Contimía la narracion de su historia • 103IV. El fusilamTiento. . . 106V. La curacion112Vi. Las heridas121VII. La conversacion124VIII. Regreso del herido su casa. . . 128IX. La intriga133X La segunda curacion143

CAPITULO III.

ÁflT.

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ART.

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AiT.

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A LIT.

1. El cólera morbo1!. Una sesion de ayuntamiento.III. El bostezo fataí.1V. Historia de un relijioso.V. Continuacion del cólera.

CAPITULO IV

1. LA TARANTUTA, INTROIDUCCION.

II. La sorpresaIII. El rejistro1V. La amenaza

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ART.ART.

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A LIT.

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• . • 205

O9214225

• . . 232235239245

231258

• . . ‘26• . . 265

267282

Y. La súplica

VI. Un campamento faccioso.VII. Un baile improvisado.VIII. La rpeticionIX. La vuelta ála sierraX. El asesinatoXI El libre regresoXII. Descripcion de la tarántula.

CÁPITULO Y.

1. El suicidio de un alcalde.II. Una herida espantosa. .

III. La insinuacion del suceso.IV. Caruicter de la alcaldesa.Y. Historia del alcaldeVI.. Mi ‘peticion

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FE DE ERRATAS.¡‘dg. Linee. Dice. Lénse.—

9 14 ci Boietiñ, en el Boletin.21 4 foxacion, fonaciori.27 9 ostetoscopo, estetoscopo.33 7 esustado, asustado.37 16 estrañarán no estrañarán.53 10 astantes, bastantes.id. id. correr, correjir.75 15 Prucencio, Prudencio.93 8 fa, la.94 22 trecientos, trescientos.98 25 e, el.

107 4 unos, á unos.113 29 este aquel.12 24 un, una.129 23 en, á.140 10 miraban miraba.146 1 morvo, morbo.id. luminisos, luminosos.

167 11 intolicacion, intoxicacion.id. 14 opinione, opiniones.

168 17 magnun magnum.170 ,6 no atian, no latian,172. 13 ad, at.173 2 condillos, condilos.174 24 natraleza, naturaleza.178 4 juzger, juzgar.195 12 frenétivo, frenético.205 2. epiléctico, epiléptico.206 6 compadeceros, compadeceos.239 7 arboleaba, alborcaba.242 4 intosicacion, intoxicacion.

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