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SALUD COLECTIVA, Buenos Aires, 6(3):357-369, Septiembre - Diciembre, 2010 357 DIÁLOGOS / DIALOGUES RESUMEN Salud Colectiva convocó a un diálogo entre Philippe Bourgois y Cristian Alarcón. El antropólogo y el cronista ofrecen aquí una excursión al backstage de dos libros innovadores, polémicos y desafiantes. En busca de respeto, de Bourgois, recientemente publicado en español, construye un relato sobre la trama cotidiana de los vendedores de crack en Harlem, Nueva York. Si me querés, quereme transa, de Alarcón, ingresa en el universo de los traficantes de cocaína y "pasta base" en Buenos Aires. En ambos, vemos la forma en que tanto la investigación periodís- tica como la etnográfica devienen un proceso de aprendizaje, totalmente despojado de la sober- bia del descubridor en territorios extraños. Alarcón y Bourgois tuvieron que transformarse ellos mismos, aprender un habitus que les era completamente ajeno, para poder construir relaciones afectivas con traficantes ("transas" y puertorriqueños vendedores de crack). Esos afectos apare- cen posicionados como condición de posibilidad del tipo de investigación cualitativa que ellos defienden. PALABRAS CLAVE Drogas; Violencia; Etnografía; América Latina. ABSTRACT Salud Colectiva initiated a dialogue between anthropologist Philippe Bourgois and journalist Cristian Alarcón. They offer here a backstage introduction to two daring, controversial and innovative books. Bourgois' In search of respect, recently published in Spanish, recounts the daily lives of crack dealers in Harlem, New York. The book Si me querés, quereme transa (If you love me, love me as a transa), by Alarcón, enters into the world of cocaine and "pasta base" (base paste) dealers in Buenos Aires. In the two works we see how both journalistic and ethnographic researches evolve into learning processes completely devoid of the typical arrogance of an explorer in strange territories. Alarcon and Bourgois had to undergo transformations and learn a habitus completely unfamiliar to them in order to build connections with Buenos Aires "transas" and Puerto Rican crack dealers. Such bonds are presented as necessary conditions for the kind of qualitative investigation they defend. KEY WORDS Drugs; Violence; Ethnography; Latin America. Narrar el mundo narco: diálogo con Cristian Alarcón y Philippe Bourgois Narrating the narco world: a dialogue with Cristian Alarcón and Philippe Bourgois Cristian Alarcón 1 , Philippe Bourgois 2 1 Licenciado en Comunicación Social. Director Académico del Programa "Narcotráfico, Ciudad y Violencia en América Latina", Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. [email protected] 2 Doctor en Antropología. Profesor, Departments of Anthropology and Family Medicine and Community Practice, University of Pennsylvania. [email protected] Diálogos

diálogo con Cristian Alarcón Diálogos y Philippe BourgoisBonaerense. Publicó en el año 2003 Cuando me muera quiero que me toquen cumbia (6), un libro en el que sigue la saga de

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RESUMEN Salud Colectiva convocó a un diálogo entre Philippe Bourgois y Cristian Alarcón. Elantropólogo y el cronista ofrecen aquí una excursión al backstage de dos libros innovadores,polémicos y desafiantes. En busca de respeto, de Bourgois, recientemente publicado en español,construye un relato sobre la trama cotidiana de los vendedores de crack en Harlem, Nueva York.Si me querés, quereme transa, de Alarcón, ingresa en el universo de los traficantes de cocaína y"pasta base" en Buenos Aires. En ambos, vemos la forma en que tanto la investigación periodís-tica como la etnográfica devienen un proceso de aprendizaje, totalmente despojado de la sober-bia del descubridor en territorios extraños. Alarcón y Bourgois tuvieron que transformarse ellosmismos, aprender un habitus que les era completamente ajeno, para poder construir relacionesafectivas con traficantes ("transas" y puertorriqueños vendedores de crack). Esos afectos apare-cen posicionados como condición de posibilidad del tipo de investigación cualitativa que ellosdefienden. PALABRAS CLAVE Drogas; Violencia; Etnografía; América Latina.

ABSTRACT Salud Colectiva initiated a dialogue between anthropologist Philippe Bourgois andjournalist Cristian Alarcón. They offer here a backstage introduction to two daring, controversialand innovative books. Bourgois' In search of respect, recently published in Spanish, recountsthe daily lives of crack dealers in Harlem, New York. The book Si me querés, quereme transa(If you love me, love me as a transa), by Alarcón, enters into the world of cocaine and "pastabase" (base paste) dealers in Buenos Aires. In the two works we see how both journalistic andethnographic researches evolve into learning processes completely devoid of the typical arroganceof an explorer in strange territories. Alarcon and Bourgois had to undergo transformations andlearn a habitus completely unfamiliar to them in order to build connections with Buenos Aires"transas" and Puerto Rican crack dealers. Such bonds are presented as necessary conditionsfor the kind of qualitative investigation they defend. KEY WORDS Drugs; Violence; Ethnography; Latin America.

Narrar el mundo narco: diálogo con Cristian Alarcón y Philippe Bourgois

Narrating the narco world:a dialogue with Cristian Alarcón andPhilippe Bourgois

Cristian Alarcón1, Philippe Bourgois2

1Licenciado en Comunicación Social. Director Académico del Programa "Narcotráfico, Ciudad y Violencia en AméricaLatina", Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. [email protected]

2Doctor en Antropología. Profesor, Departments of Anthropology and Family Medicine and Community Practice,University of Pennsylvania. [email protected]

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PRESENTACIÓN

Cristian Alarcón y Philippe Bourgois yase habían conocido antes de sentarse juntos paraeste diálogo. La primera vez fue en el año 2009,en la ciudad de México, más exactamente en elauditorio del Museo "Rufino Tamayo" dentro delbosque de Chapultepec. Allí, la FundaciónNuevo Periodismo Iberoamericano que presideGabriel García Márquez organizó una conferen-cia sobre narcotráfico y violencia en AméricaLatina. La idea era reunir en un mismo lugar a ungrupo de periodistas, sociólogos, antropólogos,cronistas, escritores de ficción y hasta guionistasde telenovelas. La discusión sobre las formas denarrar la violencia, y en particular aquella entre-lazada con el narcotráfico, viene ocupando unlugar substancial en la agenda académica. Para elmundo periodístico la pregunta no es solamentecómo narrar la violencia, sino también cómocubrirla. Y es una cuestión urgente: pocos temasse han cobrado la vida de tantos periodistas y noes casual que la conferencia haya sido en una delas ciudades que detenta las peores cifras.

Un año más tarde vuelven a encontrar-se en Buenos Aires para la presentación de la edi-ción en español de In search of respect: sellingcrack in El Barrio (1). Todo un recorrido hizo eselibro, desde que Bourgois tomó la decisión deirse a vivir a East Harlem. A mediados de los años'80 se mudó con su mujer y su hijo a un departa-mento próximo a uno de los puntos de venta decrack y allí transcurrieron cinco años de trabajode campo. Los vendedores eran, en su inmensamayoría, nuyoricans, es decir, puertorriqueños, odescendientes de puertorriqueños, que viven enNueva York. Para entrar en ese territorio, jugó asu favor el conocimiento del idioma en sus mane-ras centroamericanas. Ya había pasado otros dosaños viviendo con trabajadores de las plantacio-nes de bananas en la frontera entre Costa Rica yPanamá. A esa investigación se debe su libroEthnicity at work: divided labor on a CentralAmerican banana plantation (2), publicado en1989 y traducido al español como Banano, etniay lucha social en Centro América (3), por la edi-torial del Departamento Ecuménico deInvestigaciones en Costa Rica. Ahora, Bourgois esprofesor en la Universidad de Pennsylvania. Sus

publicaciones más recientes están basadas en untrabajo de observación participante con consumi-dores de heroína en San Francisco y sobre violen-cia juvenil en North Philadelphia (4). En un lugary en otro, Bourgois insiste en marcar que el res-peto, como valor social, atraviesa las relacionesentre los vendedores de crack. Todo su libro Enbusca de respeto puede entenderse como unintento de reconstruir las lógicas que regulanesos intercambios, sin "faltarle el respeto" a ladignidad de los protagonistas.

En una tónica muy parecida estaba tra-bajando Cristian Alarcón con narcotraficantesde Argentina; muchos inmigrantes –o hijos deinmigrantes– de otros países latinoamericanos.Poco tiempo antes de la llegada de Bourgois,Alarcón había presentado en la Feria del Librode Buenos Aires Si me querés, quereme transa(5). También existe todo un camino recorridopara llegar a ese libro. Mientras cubría notascomo periodista del diario Página/12, inició untrabajo verdaderamente etnográfico en las"villas", barrios populares de la CiudadAutónoma de Buenos Aires y del ConurbanoBonaerense. Publicó en el año 2003 Cuandome muera quiero que me toquen cumbia (6),un libro en el que sigue la saga de un grupo dejóvenes que rinden culto a un "pibe chorro"asesinado por la policía. En ese libro aparecíael "transa" (palabra del argot villero que aludea los traficantes de drogas) como una figuradenostada por los ladrones, quienes sosteníansu propia épica del robo. Fiel al escrutinio insa-ciable del cronista, Alarcón no se conformócon el relato que hacían los pibes chorros sobrelos transas y que él mismo difundía en el libro.

Para ir más allá de ese relato, la nuevainvestigación comenzó con un proyecto de entre-vistas a transas, a esos sujetos que los ladrones til-daban de gente sin códigos, traicioneros. Intentóhacerlo con un abordaje más alejado de la villa.Pero, según confiesa, el territorio volvió a absor-berlo. El resultado final es un libro inclasificable,que se torna fascinante cuando Alarcón recons-truye la voz de los protagonistas en primera per-sona, recurso que alterna con dosis eficaces deinformación erudita y apariciones esporádicasdel cronista. Si me querés, quereme transa, com-parte con el libro de Bourgois un mismo compro-miso con los protagonistas de la historia. De

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hecho, Alarcón les inventa seudónimos y asegu-ra haber utilizado la estrategia de fusionar variaspersonas en un único personaje y desdoblar unaen dos o más personajes diferentes. Todo ellopara preservarles la identidad ante eventualesusos policiales y judiciales de la información.

Una etnografía y un libro de crónicas.Este diálogo parte de la reflexión de sus autoressobre los significados de esas dos formas de pro-ducir un relato sobre el narcotráfico y termina enuna suerte de refutación de cualquier hipótesisque sostenga diferencias profundas e irreconcilia-bles. Alarcón y Bourgois defienden el uso de laamistad como compromiso vital con la investiga-ción. Se muestran ellos mismos amigos, distendi-dos en el living de un departamento de SanTelmo. La amistad empapa la textura de la charla.Alarcón lo llama "Felipe", como le decían Primo,César y el resto de los puertorriqueños protagonis-tas del libro. Philippe, que para nosotros fueFelipe por dos horas, hablaba un buen español,definitivamente centroamericano. CuandoAlarcón reproducía sus diálogos con peruanos,sacaba a relucir dialectos andinos. Se refería a loscolombianos de Medellín, usando un acento

paisa impecable. Y cuando relataba sus diálogoscon una transa paraguaya, todo se tornaba perfor-mático y aparecía la risa colectiva. Bourgois yAlarcón cuestionan las aproximaciones asépticas,distantes y todo resabio de neutralidad valorativa.Afirman la centralidad y la complejidad de traba-jar en un territorio. Defienden el compromisoético con los protagonistas de sus libros, el princi-pio innegociable de no vulnerar su dignidad y lanecesidad de construir con ellos lazos afectivos.Y, sobre todas las cosas, destilan una indisimula-ble pasión por lo que hacen.

EL ANTROPÓLOGO Y EL CRONISTA

Diego Galeano: Desde el punto de vista de lec-tor, uno se encuentra con dos libros de largoaliento, que llevaron muchos años de trabajo enun territorio. Y me parece que se nota en la lec-tura una distancia entre el inicio del proyecto yese producto final que es el libro, una especie deutopía compartida por el autor y por los propiospersonajes.

Phillippe Bourgois. Buenos Aires, 2010. Foto: Carolina Soler.

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Phillippe Bourgois: Para mí era la única mane-ra de hacerlo. Tuve que salir del territorio paraescribir. Disfrutaba la escena demasiado, eradivertido, me gustaba pasar por ahí y hacer amis-tad con esos muchachos que operaban en laspuertas de mi casa. Casi no podía parar la etno-grafía para empezar a escribir. La verdad que fuecasi un vicio para mí, no podía parar el trabajo decampo. Quería parar, lo necesitaba, pero meencontraba cada noche saliendo a las nueve yvolviendo a casa a las cuatro de la madrugada.Me quedaba hablando con ellos, porque cadanoche aparecía un drama tan fuerte... Por esouno termina pensando que no puede parar. Yoestaba capturado por el soap opera de la reali-dad, por el drama del sufrimiento y también porese deseo de ser importantes que tienen ellos,ese deseo de tener alguna razón para estar aquíen la tierra. Había firmado un contrato para ter-minar el libro en un año. El año pasó y no habíaterminado el trabajo de campo. El editor me pre-sionaba, entonces le envié algo así como cin-cuenta páginas. Era realmente problemático y nopude escribir hasta que me fui de la ciudad.Antes, hacia el final de la investigación de campoque duró más de cuatro años, había buscado otrodepartamento para salir del barrio. Pero volvíalos fines de semana y pasaba lunes, martes, miér-coles escribiendo notas de campo en lugar deescribir algún capítulo. No paraba. Y me estabaregañando mi editor, era terrible.

Cristian Alarcón: A mí también los editores medieron un año. Yo hacía reportes cada dos o tresmeses a la editorial y logré convencerlos de queera un libro extraordinariamente importante, paraque me dieran más dinero. Y me dieron másdinero. Fue increíble porque –de verdad– noquería escribir una historia tan complicada. Noquería pasar tanto tiempo trabajando en el terri-torio. Para mi anterior libro había dedicado tresaños y medio de investigación (6). Demasiadotiempo. Entonces decía: "no, nunca más". Ycuando pasaron los tres años y medio, todavíaestaba en la mitad. Llegó un momento en que yano me importaba más el tiempo. Me importóhasta la mitad, cuando todavía pensaba cosascomo: "este año lo termino", "el próximo mescierro la investigación", "a fin de año es lo últimoque hago". Siempre a fin de año, porque acá se

para todo en enero. Pero regresaba en febrero ytodo volvía a empezar. Es un poco esa vitalidadextrema de la que habla Felipe. Es lo que a unolo tiene atrapado, porque todos los días hay unincidente nuevo. Y todos los incidentes terminanen tragedia. Por eso el tiempo fue una limitaciónsolamente al comienzo. En tanto y en cuanto,para mí, como cronista, cuando uno hace unlibro de trama, pierde el control de la cosa.Porque mientras vos tengas una estructura plani-ficada, más o menos gobernable, podés cumplircon ciertos tiempos editoriales. Es el problema delo etnográfico para cualquier cronista. En laFacultad de Periodismo y Comunicación de laUniversidad Nacional de La Plata, donde estudiéa comienzo de los años noventa, teníamos unacátedra de antropología realmente muy buena.Tuve grandes maestros en esa cátedra y teníacierta noción de antropología. Pero no sabía loque era la técnica etnográfica, ni la menor idea.Pero bueno, la cuestión es que quedás atrapadoen la trama. Esto significa quedar atrapado en laforma en que se ordenan los hechos. En estecaso, quince años de historias de narcos. El des-afío es que eso sea efectivo en una narración yque cuando el lector lea el libro no te abandonenunca. Cuando le perdí el respeto al tiempo,todo fue más fácil.

PB: Yo diría que nosotros los antropólogos,supuestamente entrenados en metodología etno-gráfica, realmente no entendemos del todo loque significa hacer etnografía. Uno siente unaansiedad constante cuando piensa: ¿en qué estoyenfocando la atención?, ¿estaré demasiado tiem-po con este tipo y no lo suficiente con el otro?,¿cómo voy a documentar la historia y las estruc-turas sociales? Tenemos poco entrenamiento for-mal, dentro de la academia, para hacer todo eso.Creo que parte del problema es que uno convivecon esa ansiedad. Solo al final uno se terminadando cuenta que tiene demasiado material, queno puede utilizar todo, que le sobra información,es decir, que el problema es al revés de lo queuno creía. Entonces te das cuenta que hicistedemasiadas grabaciones, tomaste demasiadasnotas, hiciste muchas amistades e incluso tienesque sacar algunos personajes. Y ahí comienzas asufrir: ¡Ay, este personaje que era tan formidable!Te resistes a cortarlo, porque pasaste un mes per-

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siguiendo a esa persona, estableciendo amistad,teniendo miedo de él o lo que sea. Y de repente:¡pum! Desaparece del texto. Pero no sabemosrealmente cómo hacer esto sistemáticamente. Esuna experiencia de crisis, entrega, goce. Unaartesanía arbitraria, sinceramente.

DG: En el proceso de escritura de sus libros sepresenta este problema del tránsito hacia el per-sonaje. Ustedes entablaron una amistad y uncierto compromiso con los vendedores de cracky los transas. Incluso cuentan que les terminaronleyendo capítulos sobre ellos.

PB: La primera vez que lo hice fue como por lamitad del trabajo de campo. Les había dado lasponencias que había hecho para los encuentrosanuales de la American AnthropologicalAssociation. Eran textos de unas doce páginas. Ycomo buenos puertorriqueños que muestranmucho respeto hacia los amigos, se daban cuen-ta que esos papeles eran importantes para mí.Agradecían mucho lo que les daba, lo ponían enla mochila y a la noche veía los papeles tirados

en el suelo. No tenían ninguna realidad paraellos, no iban a leer eso. Algunos eran analfabe-tos, pero técnicamente la mayoría sabía leer. Loque sucedía es que no sabían leer un libro, nosabían leer un artículo siquiera. Después tuveuna idea. En ese momento estaba en ascensotodo el fenómeno del hip hop y muchos de elloshacían música en casetes. Todavía era la épocadel walkman, no había Ipod, nada de eso. Percibíque ellos se intercambiaban casetes: "mira, yohice esto ayer, escúchamelo". Entonces me dicuenta que la única manera en que iba a hacer-los escuchar lo que yo escribía y discutirlo conellos desde el punto de vista intelectual, comouna cosa que merece ser criticada, era dárselosen casetes. Grabé algo y se los pasé. Se lo di pri-mero a César, que era el más vivo, un hombrerealmente inteligente. Lo llevó a su casa, lo pusoen su walkman y lo escuchó. Volvió al otro díapara burlarse de mí, con una crítica que me hizocambiar el enfoque del análisis o al menos lapolítica de representación. Me criticó diciéndo-me: "¡Acho, Felipe, nos haces quedar como jose-adores [traficantes] tan sensibles!" Me decía:

Cristian Alarcón. Buenos Aires, 2010. Foto: Carolina Soler.

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"mira, Felipe, yo soy un hijo de puta, soy duro,me tienes miedo". Entonces me di cuenta que nose estaban reconociendo en mi texto, por las pro-pias preocupaciones mías de hacerlos demasiadobuenos. Abrí más espacio a la parte más fea desus vidas y a sus contradicciones. Ellos mismosme dieron lugar para hacerlo, porque queríanverse más reales en las páginas. No querían unaversión edulcorada o una idealización. En el pri-mer año de notas de campo estaba cayendo en latrampa de tratar de buscar cosas buenas, accio-nes buenas, en definitiva de construirlos comoactores morales. De hecho a veces lo son, perotambién a veces son horribles. Es la ambigüedadde cualquier ser humano.

CA: Yo le leí un capítulo a Alcira acá, en esesillón que está ahí (a). Le leí durante toda lanoche. Fue una escena afectivamente muy pare-cida a la que narra Felipe, ¡es gracioso que separezcan tanto estando tan lejos!. Yo tomabawhisky, ella tomaba vino y así nos emborracha-mos hasta las seis de la mañana. Ella ha venidopocas veces a esta casa, casi siempre voy yo a lade ella. Y lo que me dijo al final fue algo hermo-so: "compadre, esa que está ahí soy más yo que

yo". Fue todo lo que dijo. Pero durante la inves-tigación lo que hacía era advertirlos todo el tiem-po sobre mi condición de periodista. Es que larelación llegaba a ser tan cercana que muchasveces daba la sensación de que se olvidaban yme contaban cosas terribles: que mandaron amatar, que hacían cosas tremendas, o que leshicieron cosas tremendas. Entonces volvía a con-firmarles que, además de ser amistoso, empáticoo simpático, era periodista. Cuando estaba escri-biendo llamaba por teléfono para chequear algu-na información. Por ejemplo, hay una escena enla que su hijo mayor la traiciona, la entrega aotros narcotraficantes para que le roben la merca-dería, como una especie de venganza. Me pare-cía terrible eso. Entonces la llamaba y le decía:"estoy escribiendo la escena en la que su hijo…tal cosa y tal cosa". Pedía detalles y le volvía apreguntar si estaba segura que quería que locuente. Y me lo confirmaba: "sí, claro, si se loconté es porque quiero que lo cuente". Lo mismopasó con otros personajes. Pero con cada uno larelación fue diferente. Hay un personaje que enel libro se llama María Buena, que es una delega-da paraguaya, testigo de la masacre del Señor delos Milagros (b). Testigo de todo. Negocia con el

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Estado, negocia con los narcotraficantes, entierralos cuerpos de los muertos. Ella administra unconventillo de cuarenta habitaciones, gobiernauna cooperativa de viviendas, tiene un montónde dinero. Pero en este caso fue más difícilencontrarla para leerle lo que escribí. Losencuentros con ella eran totalmente undercover.Siempre estaba reunida con los narcos o con fun-cionarios, todo el tiempo, entonces me bautizó"Lupe". Cuando la llamaba, como no podíadecirme "hola Cristian", porque se iban a darcuenta de que hablaba conmigo, entonces un díame dijo: "sabés lo que pasa, yo a vos te rebauti-cé, viste, como siempre vos venís de México, tevoy a poner Lupe". Y me dice Lupe. Varios de lospersonajes tienen algunas fantasías sobre lo queiba a ser el libro. A ella no la he podido encon-trar porque cambia mucho los teléfonos y no hetenido el coraje para ir al barrio con el libro en lamano a llevárselo.

DG: ¿Y qué significa para estas personas devenirpersonajes de un libro?

CA: Ella me decía: "vos conmigo estás haciendoel Libro Gordo de Petete". Hay personajes queson tremendamente colaborativos, quieren estaren el libro, entonces vos llegás y te cuentan todo.En cambio otros son más difíciles, en el caso demi libro fueron los capos. Por eso terminéhaciendo un libro sobre estos otros, los transas,los que están en el medio y tienen un rol quenunca va a ser reconocido. Esa mujer paraguayaes tan importante como criticada, porque manejapoder, discrimina, decide quién tiene una casa,quién no la tiene, a quién le abren una calle. Ellatraiciona, negocia con uno, con otro, es brillante.¿Pero quién reconoce su trabajo? Nadie, sola-mente lo puede hacer una especie de periodistajusticiero que llega a escribir su vida con otronombre. Y realmente lo que está en el libro es undécimo de todo lo que me contó. Hubo momen-tos en que nos veíamos todas las semanas. Ytodas las semanas desaparecía, cambiaba el celu-lar, hasta que me llamaba y me daba el nuevoteléfono. ¡Nos veíamos en cada lugar! Todoslugares extrañísimos, unos shoppings, unos baresallá lejos, porque tenía que ser fuera del barrio. Aveces me reunía con ella y escuchaba cosassabiendo que no iba a usar esa información. Pero

nunca quise romper la ilusión de que todo lo queme decía era importante. A veces uno hacemuchas entrevistas sabiendo que nunca las va ausar. Se trata simplemente de sostener el vínculo.

DG: Esta relación con los personajes interpela allugar del antropólogo y al lugar del cronista. Haycomo una relación crítica de ustedes con reglasdel oficio que suponen cierta mirada desde afue-ra y neutralidad emocional. Me parece que lejosde esconderlo, ustedes hacen de eso un posicio-namiento político y vital en relación a cómomanejarse en un territorio.

CA: Me sorprende gratamente escuchar eso.Incluso, para mí fue muy importante saber queexistía Felipe. Nos presentó un amigo en común,Javier Auyero. Primero hablamos por teléfono,después busqué desesperadamente sus textos, loleí y entendí su visión. Fue como un alivio enor-me. Me había arriesgado, desde una apuesta lite-raria y periodística, a romper con ciertos esque-mas del periodismo y del lugar de la literatura enel periodismo. Sabía que el horizonte podía sercomplejo, que las discusiones con periodistas,con maestros del periodismo, fundamentalmentenorteamericanos, iban a ser complicadas. El añopasado me encontré con Jon Lee Anderson enRío de Janeiro, cuando él estaba haciendo un tra-bajo sobre una favela para el New Yorker (c).Después de confesarle toda la investigación yexplicarle cómo había convertido tres sicarios enun sicario para proteger la identidad de los perso-najes, pasó de sugerir que quería presentarme uneditor a decirme: "¡tú en los Estados Unidos eresun impostor!". Hay un prejuicio que va más alláde la comunidad periodística o de la comunidadacadémica. Es un prejuicio pequeñoburgués quesupone que está mal construir una relación afec-tiva con una persona del underclass. Les parecealgo inconcebible. Si estás haciendo una investi-gación sobre millonarios y te hacés amigo de uno(de un banquero, por ejemplo), todos van a feste-jar tu amistad ¿A quién se le puede ocurrir feste-jar la amistad con un desesperado, con un adic-to, con un traficante? El primer prejuicio es el delos amigos. Me reía porque a Felipe le pasó exac-tamente lo mismo. Le cuestionaban eso. ¿Cómote vas a ir vivir con tu mujer y tu hijo a Harlem?¡Loco! ¡Irresponsable!

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PB: Sabes que hace poco salió una etnografía enColombia, hecha por un joven antropólogo deMedellín, César Tapias (8). Un libro muy bueno.Él estudia la familia de su tía, que maneja lo quellaman una olla, un sitio de venta de drogas. Semetió a vivir con sus primos y la etnografía es lahistoria de estar allí con su familia. Y de repente,ellos lo obligaban a participar hasta en la venta.Claro, él está ahí como parte de la familia y comoes el único que no consume cocaína le dan elcontrol del dinero, porque pueden confiar en él,suponen que él no lo va a robar. Entonces paraayudar a sus primos, guarda el dinero. Realmenteél empuja las fronteras de la etnografía un pocomás allá de este quiebre con las reglas y límitesde la participación orgánica del que estamoshablando. Y hay que decir que en Colombia hayespacio para hacerlo, porque es una sociedad, almenos comparada con EE.UU., mucho menosmoralizante.

DG: En los prólogos y agradecimientos de loslibros, uno se entera de una cosa importante: queel narrador sobrevivió. De alguna forma el libroestá ahí como testimonio. Pero hay una tensiónnarrativa constante, en la que uno se preguntatodo el tiempo cuándo le van a pegar un tiro enla pierna. Entonces como lector me preguntabacómo manejaron el miedo, si es que existió.

PB: En mi caso, en gran parte lo negaba, porqueme sentía confortable con ellos. Me iba dandocuenta que cuando caminaba por la calle la gentetenía más miedo de nosotros que cualquiermiedo que yo pudiera tener en esa situación. Porotra parte, lo que hacía mucho más fácil mi traba-jo es que no debía caminar solo demasiado lejosde la cuadra. Estaba en un universo de cinco cua-dras: había una casa de venta en la calle 115 y elmismo dueño tenía otra casa en la calle 110.Cada noche íbamos de un local al otro. Dentrode ese territorio uno tenía que sentirse fuerte.Ellos estaban un poco preocupados porque sedaban cuenta que yo no era violento, que notenía una manera de interacción agresiva correc-ta. De hecho, al principio creían que yo erahomosexual. Fue mucho más tarde que entendíque ellos tenían esa ansiedad. Hasta la mamá delpersonaje principal, Primo, estaba preocupada.Le decía a Primo: "¿Quién es este profesor? ¿Es

pato o qué? ¿Por qué te quiere tanto? Si tú eres unsinvergüenza, nunca me das dinero, no cumplesen la casa. ¡Cómo un profesor va a ser tu amigo!".Ella estaba con miedo de que su hijo se estuvierayendo en una relación naíf, sin darse cuenta de loque iba a pasar. Era claro que yo no entendía laviolencia. Incluso era claro para ellos que yo notenía ese habitus y la manera de imponerme queellos sí tenían. Entonces me cuidaban, en ciertomodo tenían miedo de dejarme ir y que me pasa-ra algo. Querían darme asesoramiento, pues noquerían que algo malo me pasara. Por eso mesentía bien, me sentía bastante cuidado. Por otraparte, era mejor no pensar en el miedo, porqueuno termina quedándose en su casa y no sale. Dehecho, mucha gente en el barrio se quedaba enla casa y no participaba en nada. Se quedandeprimidos, enojados con el lugar. Yo no queríacaer en eso. Además hay que aclarar que la reali-dad es diferente a la de algunos países latinoame-ricanos. No es tan peligroso. Nos matamosmucho en EE.UU., pero no son esas cifras tanaltas de tantos países de Centro y Sudamérica. Latasa de asesinatos es alta en relación a Europa,aunque no es comparable con muchos países deAmérica Latina. Crece un poco cuando aparecenpleitos de pandillas, pero en los lugares donde yoandaba eso no existía, no había pandillas forma-les, no se veía esa imagen cinematográfica de uncarro pasando a toda velocidad y disparando conametralladora. No existía en Harlem y tampocoexiste ahora en Filadelfia donde estoy viviendo,aunque el mes pasado atacaron con una AK-47 aun hombre de nuestra cuadra. Pero cuando semata, es por una razón muy específica. Se mataporque hay una estafa de dinero, algún pleito deamor, por faltas de respeto. Parece que se matanpor poco, pero es por algún motivo concreto.

CA: Me encanta porque la misma conformidadque encuentra Felipe pensado en la diferenciaentre Harlem y América Latina, la encuentro yopensando en mis incursiones a El Salvador,Guatemala, México, Lima o Río de Janeiro.Lugares realmente mucho más duros que BuenosAires. También pasa algo así en Buenos Aires. Esdecir, está tan exacerbado el discurso securitarioen la Argentina que todos realmente creen que esun territorio peligroso. Y no lo es. No lo es,excepto en lugares puntuales donde el peligro

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puede ser que te roben o, a lo sumo, que tengasmucha mala suerte, como pasa en algunos casos,y que un tiro se escape en un forcejeo. No hayfusilamientos. No hay, en ese sentido, "irraciona-lidad". Es bastante racional el crimen, está muyregulada la violencia. Se mata exactamente poruna razón. Eso no quiere decir que puedas andarpor cualquier lado. En mi caso, por ejemplo, lasinvestigaciones que hice para Cuando me mueray para el libro sobre transas, fueron muy diferen-tes. En el primero estaba todo el tiempo en lavilla. En esta última investigación fue entrar espe-cíficamente para algunas cosas y sacar a la gentede la villa, porque la villa estaba controlada porel ejército narco. Pero uno siempre está con suguía. Yo hablo de la figura del "lenguaraz", quetomo un poco del análisis que María Morenohace sobre Una excursión a los indios ranqueles.Cuando el Coronel Mansilla fue a ver a los indiosranqueles, el lenguaraz era el que le traducía elidioma mapuche. Pero después Mansilla se con-vierte en compadre de su lenguaraz. Por esoMaría Moreno hace un paralelo entre el lengua-raz y el compadrazgo. El guía, el lenguaraz, esquien te protege, quien te dice por dónde cami-nar, por dónde no podés caminar. Un día podéscruzar ese pasillo y al día siguiente no. Por eso lainformación es tan importante cuando estás

adentro del territorio. Se trata de mucha microin-formación sobre conflictos personales. Todo pasapor los cuernos que le metió el marido a unamujer o la deuda que no le pagó fulano a menga-no. La falta de respeto. Es la falta de respeto loque produce muertes. Y es muy fuerte sentirseseguro con los personajes que a uno lo cuidan,porque la lealtad que profesan ellos hacia uno esextraordinaria. Realmente sentís que van a defen-der más tu propia vida que la vida de ellos.

PB: Lo trágico es que ellos mismos se trampean eneso. Tienen que entrar en pleitos de violencia paraapoyar a su amigo. Aun si saben que su amigohizo algo malo, incluso si no están de acuerdo conlo que hizo, tienen que defenderlo. Se encuentranparticipando en líos violentos en los cuales nisiquiera quieren participar. Pero están inmersos enuna economía moral de intercambios y de apoyosde violencia que los lleva a eso. Si no participan,entonces se quedan afuera, quedan marginados ynadie los quiere. Y, al mismo tiempo, no se sien-ten legítimamente hombres o no se sienten legíti-mamente mujeres, porque las mujeres tambiénparticipan en la violencia.

DG: Felipe utiliza el concepto de "apartheidurbano" para explicar la segregación territorial

Phillippe Bourgois, Cristian Alarcón y Diego Galeano. Buenos Aires, 2010. Foto: Carolina Soler.

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en las ciudades norteamericanas. ¿Hasta quépunto te parece, Cristian, que puede ser usadopara el caso de Buenos Aires?

CA: También hay un apartheid urbano. Al menosen las villas que tienen control territorial de ventade tráfico, es igual. Están más organizados, por-que en el caso de los peruanos ellos tienen laexperiencia de Sendero Luminoso, o sea un nivelde organización casi político. Es todo un entra-mado: tienen esos sistemas de alarma por los quese avisan. En un momento determinado ya noeran más silbidos, se usaban timbres para avisarcuando entraba un supuesto policía o alguienajeno. Por eso para mí era muy difícil hacer lainvestigación ahí, no podía entrar así nomás. Loque hice fue elegir un personaje que estuvieraafuera aunque completamente relacionado conesta historia. Alcira, la protagonista, es la viudadel líder que mató a los capos anteriores y losconoce a todos. Pero salió. Ella realmente es uncaso excepcional por muchos motivos, funda-mentalmente porque entendió lógicas que los

demás no entendían. Por eso se mueve, se va dela villa porque ahí no puede competir con lasarmas. Ya le habían matado a su marido que erael killer de los capos. No tiene alternativa. Y ade-más tiene una visión clasista y racista. Ella es tre-mendamente xenófoba, odia a los peruanos, escomo un insulto para ella. "Peruano" es lo peorque te puede decir. A su nuevo marido lo ator-menta diciéndole inservible, inútil, hijo de puta yperuano, una y otra vez. Ella odia a los villeros yodia a los peruanos. A los bolivianos los quieremucho porque su madre era boliviana. Ella endefinitiva es de sangre boliviana y tiene una cosaétnica furiosa. Cuando toma mucha cerveza,empieza a hablar de su tierra. Nació acá, pero seemborracha y habla de Cochabamba en un dis-curso encendido, como muy andino: "por estasvenas corre sangre india".

PB: Pero mira, esa cuestión del apartheid en laArgentina es realmente interesante. Para alguienque llega de afuera, lo llamativo de Buenos Aireses que existe una infraestructura muy buena.

Phillippe Bourgois y Cristian Alarcón. Buenos Aires, 2010. Foto: Carolina Soler.

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Cuando uno recorre la ciudad burguesa, es todolindísimo. Entonces uno se pregunta dónde estála miseria. Está totalmente invisibilizada, perosabemos que existe ese inmenso cordón en laperiferia. La gente burguesa de Buenos Aires va ala universidad, al trabajo, toma taxis, va al cine ypuede hacer todo eso sin pensar ni darse cuentade la existencia de esos barrios grandes de mise-ria que se mantienen invisibles.

AC: Es que así como los burgueses no van a losbarrios de los sectores populares, la gente de lossectores populares no va a los barrios burgueses.Va para trabajar en el servicio doméstico o en lasempresas de seguridad privada. El trabajo invisi-ble de la ciudad lo hacen las personas que vivenen las villas. Los demás no tienen casi movilidad.Son muy visibles y es probable que les pidandocumentos. Pero tampoco tienen el ímpetu.Aquí detrás del Riachuelo está la Isla Maciel, unenclave muy pobre que fue el prostíbulo de laciudad de Buenos Aires durante décadas. La cri-sis que vino con el neoliberalismo de los noven-ta acabó hasta con los cabarets y las prostitutas.Después, hace más o menos unos ocho años,llegó el paco. Nosotros con la Asociación MiguelBru, una organización de derechos humanos quecreamos con compañeros de la universidad, tra-bajamos ahí con talleres culturales para los jóve-nes. Una de las cosas que hacíamos era sacarlos.Viven a diez minutos de la ciudad y nunca vie-nen al centro. Fuimos a pasar el día del estudian-te a los lagos de Palermo y fue la gran excursión.No salen, están totalmente apartados.

DG: Otra cuestión tiene que ver con una ciertaambigüedad en la relación de estos personajescon la cultura dominante. Por un lado, un recha-zo que se expresa, por ejemplo, en la construcciónde estéticas alternativas en torno a la cumbia o elhip hop. Pero, al mismo tiempo, aparecen idealesy aspiraciones compartidas. En el caso del libro deFelipe, este tema del énfasis en la responsabilidadindividual y en el "self-made man".

PB: Sí, en ese sentido son "all-American".

AC: Es que son complejos. A mí me interesómucho una frase del libro de Felipe, donde dicealgo así como que el único límite que uno no

puede sobrepasar cuando habla de estos "otros"es vulnerar su dignidad. Hay algo del orden deentenderlos profundamente que tiene que verprecisamente con la dignidad. Cuando ellos seofrecen transparentes y ofrecen sus historias tandescarnadamente como lo hacen, no pretendenser leídos como seres angelicales. Todo lo contra-rio: pretenden ser leídos en su complejidad. Esesueño hace que ellos y nosotros (como periodis-tas, etnógrafos, cronistas) establezcamos estasrelaciones a lo largo del tiempo. Uno debe tenerla voluntad suficiente para trabajar todo el tiem-po que sea necesario y además todo el tiempoque sea necesario para escucharlos hasta en elmás mínimo detalle. Esos detalles son más impor-tantes que saber cuántos kilos de cocaína entranpor semana al Harlem, si creció o disminuyó eltráfico o cómo son las rutas... esas preguntas feti-chistas que se hace generalmente el periodismo.En algún sentido, tiene que ver con algo que dijoCarlos Monsiváis: en América Latina solo se sos-tiene una escritura sobre la violencia, solo seencuentra una manera digna de explicarla, en elmelodrama.

DG: Me parece además que eso remite a la nece-sidad de pensar continuamente los flujos entre laliteratura –de ficción o de no ficción– y la infor-mación que producen las ciencias sociales. Porcierto, un diálogo como este, entre un antropólo-go y un cronista, no es tan frecuente. Hay prejui-cios de ambos lados. Sin embargo aquí parecehaber un cronista con visos de antropólogo y unantropólogo que se disfraza de un gran narrador.Algo que me preguntaba cuando leía "En buscadel respeto", Felipe, era cuáles serían tus lecturasmás allá del mundo académico.

PB: Yo crecí leyendo la literatura nuyorican,cuyo libro más clásico es el de Piri Thomas, elautor del poema con que se inicia mi libro. Éltiene una estupenda autobiografía escrita a fina-les de los años sesenta (9). Leí ese libro como alos trece años y caí en un encantamiento tal quequería saber más de ese tipo. Yo vivía a siete cua-dras de la frontera con Harlem y todo el tiempoestaba el imaginario de ese gran barrio al que eraprohibido ir. Además, cuando iba a la escuela,era la época de las riots, de las protestas en lasque se quemaba todo. Cerca de mi casa salían los

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camiones de bomberos. En ese momento leí ellibro de Piri Thomas, luego el de Malcom X y unmontón de libros de gente que contaba cómo eracrecer en Harlem. Yo quería conocer y entrar aese mundo. Siempre les digo a mis estudiantes ya colegas que nosotros los antropólogos debería-mos estar celosos de los cronistas. ¿Por qué elmejor libro sobre la cárcel en los últimos diezaños fue hecho por un cronista, no por un antro-pólogo? En un año, este cronista escribió un libroestupendo contando su experiencia de trabajarcomo guardia en una cárcel (10). Un libro repletode sutilezas sobre cómo se transformó su persona-lidad. Hacia el final del libro llega a estar enojadocon los presos, precisamente él que era un hombreprogresista, porque al ingresar como guardia la ins-titución lo transforma. ¡Y es un cronista! Tomó elriesgo de mentirle a la institución para poderentrar, entrenarse como guardia y pasar un año.Hay montones de esos ejemplos de cronistas queterminan escribiendo etnografías más sutiles, máspotentes y, por supuesto, mejor escritas que las demuchos antropólogos. El milagro es la capacidadque tienen ciertos cronistas de no esencializarlotodo, sin necesidad del lenguaje preciso pero ena-jenado de la academia, destacar las sutilezas de larealidad con los juegos de palabras, con una escri-tura que levanta las ambigüedades de las emocio-nes de los personajes y que no esencializa la cul-tura ni cae en moralismos. Es verdad que los antro-pólogos tenemos alguna experiencia a nivel de lateoría, pero eso muchas veces confunde y entorpe-ce la escritura. En el caso mío, el reto era metertodo eso en un escenario con personajes que sedesarrollan, con principio y fin. Es complejo escri-bir sobre un personaje, uno tiene que conocerbien a la persona y hacerla vivir a través de la escri-tura. ¡Y tener la suerte de contar con buenos per-sonajes! En ese sentido yo tuve mucha suerte.César y Candy eran una maravilla. Se expresabanbien y eran muy inteligentes. No tenía que traba-jar en eso, casi no necesitaba editar sus palabras.Eran tan bonitas como las decían, y tuve la suerteque Primo, el personaje principal, era verdadera-mente buena gente.

AC: A mí la vida me dio un regalo maravilloso.Después de mucho tiempo de dar una pelea

dentro de la Fundación Nuevo PeriodismoIberoamericano, que dirige Gabriel GarcíaMárquez, pude acercarme cada vez más a aca-démicos de las ciencias sociales. Aunque soybastante ignorante respecto de los grandes clá-sicos de la sociología y la antropología, por estevicio de buscar respuestas sobre el narcotráficoque no encontraba en el periodismo, ni tampo-co en la literatura, me fui vinculando conmuchos autores contemporáneos. Después detoda esa tozudez, el premio que tuve fue haberconocido personas maravillosas, sumamenteabiertas, que están muy lejos del estereotipo deacadémico que combaten los viejos maestrosdel periodismo: sospechosamente circunspec-tos, tremendamente prejuiciosos con todo loque no sea "la academia". Y además muchos deellos escriben realmente bien. En general, losque escriben bien son aquellos que tambiénson lectores, que saben leer. El académico estáen un grave problema si solo lee literatura de suespecialidad. Tenemos que hacer el esfuerzode leer periodismo, literatura y también textosque plantean problemas teóricos. Pero nos esta-mos acercando muchísimo. De hecho, Felipeparticipó de un encuentro sobre el narcotráficoque organicé en la ciudad de México. Este"amantazgo" entre la crónica y la academia haestado muy mal visto por los periodistas másclásicos, como si fuera algo inconveniente.Finalmente, el narcotráfico parece un tema queviene a redimir ese enorme equívoco sobrenuestras profundas diferencias y supuesta irre-conciliabilidad, porque este tema en su com-plejidad exige otra cosa. El narcotráfico tieneuna textura tan épica que un libro antropológi-co como el que hizo Felipe termina siendo unanarración maravillosa.

PB: ¡Es que yo quería ser escritor!

CA: ¡Y yo quería ser antropólogo!

Alarcón no puede evitar una risa quecontagia a Bourgois, al entrevistador y a la fotó-grafa. Así termina el diálogo. Entre carcajadas.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Bourgois P. En busca de respeto: vendiendocrack en Harlem. Buenos Aires: Siglo XXI Editores;2010.

2. Bourgois P. Ethnicity at work: divided labor ona Central American Banana Plantation Baltimore:Johns Hopkins University Press; 1989.

3. Bourgois P. Banano, etnia y lucha social enCentro América. San José de Costa Rica: Dei; 1994.

4. Bourgois P, Schonberg J. Righteous Dopefiend:homelessness, addiction, and poverty in urbanAmerica. Berkeley: University of California Press;2009.

5. Alarcón C. Si me querés, quereme transa.Buenos Aires: Grupo Editorial Norma; 2010.

6. Alarcón C. Cuando me muera quiero que metoquen cumbia. Vida de pibes chorros. BuenosAires: Grupo Editorial Norma; 2003.

7. Anderson JL. El dictador, los demonios y otrascrónicas. Barcelona: Anagrama; 2009.

8. Tapias C. Fumando mañas: construcción delsentido de la realidad social en un contexto deilegalidad. Bogotá: Editorial de la Universidad delRosario; 2010.

9. Thomas P. Down these mean streets. NuevaYork: Knopf; 1967.

10. Conover T. Newjack: Guarding Sing Sing.Nueva York: Random House; 2000.

AGRADECIMIENTOS

Salud Colectiva agradece a la antropóloga y fotógrafa Carolina Soler por la colaboración en el registroaudiovisual y fotográfico del encuentro. También queremos reconocer la colaboración de VictoriaDarraidou en la desgrabación y edición del texto final. Asimismo, Philippe Bourgois agradece alNational Institute on Drug Abuse y a Fernando Montero Castrillo por su ayuda en la revisión del texto.

NOTAS FINALES

a. Alcira es el nombre de la protagonista del últi-mo libro de Alarcón. Es –más precisamente–quien pronuncia la frase que le da el título: "si mequeres, quereme transa", es el reclamo que le hacea su pareja. Él, desde la identidad de ladrón, lecuestiona todo el tiempo su condición de transa.

b. En Argentina se conoce como la "masacre delSeñor de los Milagros" a cinco asesinatos que se

produjeron en el 2005. Fue en la villa 1.11.14,en el barrio del Bajo Flores de la ciudad deBuenos Aires. Los crímenes fueron provocadospor una balacera durante una procesión en tri-buto al santo peruano (Señor de los Milagros),en el marco de una guerra entre dos grupos denarcotraficantes.

c. Ese texto se publicó bajo el título El dictador,los demonios y otras crónicas (7).

FORMA DE CITAR

Bourgois P, Alarcón C. Narrar el mundo narco: diálogo con Cristian Alarcón y Philippe Bourgois. Salud Colectiva.

2010;6(3):357-369.