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Julia Navarro Dime quien sos 1 Julia Navarro Dime quién soy

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  • Julia Navarro Dime quien sos

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    Julia Navarro

    Dime quin soy

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    Para mi madre, sin ella no habra llegado hasta aqu. Para mis abuelos Teresa y Jernimo,

    por su cario y generosidad, y por lo mucho que he aprendido de ellos.

    Y para mi querida amiga Susana Olmo, por las muchas risas compartidas..

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    NDICE

    RESUMEN .............................................................................................................. 4 GUILLERMO5 SANTIAGO..38 PIERRE..100 ALBERT272 MAX. .......................................................................... 463 FIEDRICH734 EPLOGO ............................................................................................................. 818

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    RRESUMENESUMEN

    La esperada nueva novela de Julia Navarro es el magnfico retrato de quienes vivieron intensa y apasionadamente un siglo turbulento. Ideologa y compromiso en estado puro, amores y desamores desgarrados, aventura e historia de un siglo hecho pedazos.

    Una periodista recibe una propuesta para investigar la azarosa vida de su bisabuela, una mujer de la que slo se sabe que huy de Espaa abandonando a su marido y a su hijo poco antes de que estallara la Guerra Civil. Para rescatarla del olvido deber reconstruir su historia desde los cimientos, siguiendo los pasos de su biografa y encajando, una a una, todas las piezas del inmenso y extraordinario puzzle de su existencia.

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    GUGUILLERMOILLERMO

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    Eres un fracasado. Soy una persona decente.

    Mi ta levant la vista del folio que tena en las manos. Lo haba estado leyendo como si el contenido del escrito fuera una novedad para ella. Pero no lo era. En aquel currculo estaba resumida mi breve y desastrosa vida profesional.

    Me mir con curiosidad y sigui leyendo, aunque yo saba que no haba mucho ms que leer. Me haba llamado fracasado no con nimo de ofenderme, sino como quien afirma algo evidente.

    El despacho de mi ta resultaba agobiante. En realidad lo que me incomodaba era su actitud altiva y distante, como si por haber triunfado en la vida le estuviera permitido mirarnos al resto de la familia por encima del hombro.

    Me caa mal, pero yo tampoco haba sido nunca su sobrino favorito, por eso me sorprendi cuando mi madre me dijo que su hermana quera verme con urgencia.

    La ta Marta se haba convertido en la matriarca de la familia, incluso dominaba a sus otros dos hermanos, el to Gaspar y el to Fabin.

    Se le consultaba todo, y nadie tomaba una decisin sin haber recibido su visto bueno. A decir verdad, yo era el nico que la evitaba y quien, al contrario que el resto de mis primos, nunca buscaba su aprobacin. Pero all estaba ella, orgullosa de haber salvado y triplicado el patrimonio familiar, un negocio dedicado a la compraventa y reparacin de maquinaria, gracias, entre otras razones, a su oportuno matrimonio con el bueno de su marido, el to Miguel, por quien yo senta una secreta simpata.

    El to Miguel haba heredado un par de edificios en el centro de Madrid, cuyos inquilinos le reportaban buenas rentas todos los meses. Ms all de reunirse con el administrador de los edificios una vez al mes, nunca haba trabajado. Su nica preocupacin consista en coleccionar libros raros, jugar al golf y escapar con la menor excusa de la mirada vigilante de mi ta Marta, a quien haba cedido gustoso esas reuniones mensuales con el administrador sabiendo que ella tena la inteligencia y la pasin necesarias para acertar en todo cuanto haca.

    As que t al fracaso lo llamas ser una persona decente. Entonces, crees que todos los que triunfan son indecentes?

    Estuve a punto de decir que s, pero eso me habra supuesto tener un disgusto con mi madre, de manera que decid dar una respuesta ms matizada.

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    Vers, en mi profesin ser decente suele conducir a que te quedes sin empleo. No sabes cmo est el periodismo en este pas. O ests alineado con la derecha o lo ests con la izquierda. No eres ms que una correa de transmisin de las consignas de uno o de otro. Pero intentar contar simplemente lo que pasa y opinar honradamente, te lleva a la marginacin y al paro.

    Siempre te haba tenido por un chico de izquierdas dijo mi ta con cierta sorna. Y ahora gobierna la izquierda...

    Ya, pero el gobierno quiere que los periodistas afines cierren los ojos y la boca ante sus errores. Criticarlos significa el extraamiento. Dejan de considerarte uno de los suyos y, claro, como tampoco eres de los otros, te quedas en tierra de nadie, o sea en el paro, como estoy yo.

    En tu currculo pone que ahora trabajas en un peridico digital. Cuntos aos tienes?

    Me fastidi la pregunta. Ella saba perfectamente que estaba en la treintena, que era el mayor de los primos. Pero era su forma de demostrarme el desinters que senta por m. As que decid no decirle cuntos aos tena puesto que era evidente que ella ya lo saba.

    S, hago crtica literaria en un peridico de internet. No he encontrado otra cosa, pero al menos no tengo que pedir dinero a mi madre para comprar tabaco.

    Mi ta Marta me mir de arriba abajo, como si fuera la primera vez que me vea, y pareci vacilar antes de decidirse a hacerme su propuesta.

    Bien, te voy a ofrecer un trabajo y adems bien pagado. Confo en que ests a la altura de lo que esperamos de ti.

    No s lo que quieres ofrecerme pero mi respuesta es no; aborrezco los gabinetes de prensa de las empresas. Si he venido a verte es porque me lo ha pedido mi madre.

    No pienso ofrecerte ningn puesto en la empresa respondi como si fuera una locura el que yo pudiera trabajar en la empresa familiar.

    Entonces...

    Entonces quiero hacerte un encargo para la familia, algo ms personal; en realidad, algo privado.

    Mi ta continuaba mirndome sin estar segura de si no estara equivocndose con su propuesta.

    Se trata de que investigues una vieja historia familiar: una historia relacionada con tu bisabuela, mi abuela.

    Me qued sin saber qu decir. La bisabuela era tema tab en la familia. No se hablaba de ella; y mis primos y yo apenas habamos logrado saber algo del misterioso personaje, de quien estaba prohibido preguntar y de quien no exista ni una sola fotografa.

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    La bisabuela? Y qu es lo que hay que investigar?

    Ya sabes que soy yo quien tiene casi todas las fotos de la familia, y haba pensado hacer un regalo a mis hermanos las prximas Navidades. Por eso empec a seleccionar fotografas antiguas para encargar copias. Tambin busqu entre los papeles y documentos de mi padre, porque recordaba haber visto alguna ms entre sus cosas y, efectivamente, encontr algunas y... bueno, entre los papeles haba un sobre cerrado, lo abr y all estaba esta foto...

    Mi ta se volvi hacia la mesa de despacho y cogi un sobre del que sac una fotografa. Me la dio vacilando, como si temiese que yo fuera un manazas y aquella imagen no fuera a estar segura en mis manos.

    El retrato tena los bordes rotos y el paso del tiempo lo haba impregnado de una ptina amarillenta, pero aun as resultaba fascinante la imagen de una joven sonriente vestida de novia y con un ramo de flores.

    Quines?

    No lo s. Bueno, creemos que puede ser nuestra abuela, tu bisabuela... Se la ense a tu madre y a mis hermanos y todos coincidimos en que nuestro padre se pareca a ella. El caso es que hemos decidido que ha llegado la hora de indagar qu pas con nuestra abuela.

    As, de repente? Nunca nos habis querido decir nada sobre ella. Y ahora t encuentras una foto que crees que puede ser de nuestra antepasada y decides que hay que averiguar qu pas.

    Tu madre te habr contado algo sobre ella...

    Mi madre me ha contado lo mismo que t has contado a tus hijos: prcticamente nada.

    No es que nosotros sepamos demasiado; nuestro padre nunca hablaba de ella, ni siquiera el paso del tiempo le mitig el dolor de su prdida.

    Por lo que s, no la conoci. No lo abandon cuando era un recin nacido?

    Mi ta Marta pareca dudar entre contarme todo lo que saba o despedirme de inmediato. Supongo que pensaba que a lo mejor yo no era la persona adecuada para abordar el asunto que se traa entre manos.

    Lo que sabemos respondi es que nuestro abuelo, o sea, tu bisabuelo, se dedicaba a la importacin y venta de maquinaria, sobre todo de Alemania. Viajaba mucho, y no sola decir ni cundo se iba ni, menos an, cundo pensaba regresar, lo que, como puedes suponer, no deba de gustar nada a su mujer.

    Es imposible que ella no se enterara. Si l haca la maleta, supongo que ella le deba de preguntar a donde iba; en fin, esas cosas son las normales.

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    No, l no actuaba as. Tu bisabuelo deca que l llevaba la maleta en la cartera, es decir, le bastaba con el dinero que llevaba encima. De manera que no le haca falta preparar nada, iba comprando lo que necesitaba. No s por qu actuaba as. Pero imagino que eso debi de ser una fuente de conflictos en el matrimonio. Como te digo, tu bisabuelo era muy emprendedor y ampli el negocio, no slo a la venta de mquinas industriales sino tambin a su reparacin, y en ese momento en Espaa se necesitaba de todo. Un da l se march en uno de sus viajes. Durante su ausencia ella haca la vida que en aquella poca acostumbraban las chicas de su posicin. Por lo que sabemos, ella acudi a casa de unos amigos, ya sabes que antes las visitas eran un entretenimiento inocente y sobre todo barato. Uno iba a visitar a unos amigos o familiares una tarde, ellos te la devolvan das despus, y los salones de las casas se convertan, de esa manera, en lugares de encuentro. En uno de esos encuentros ella conoci a un hombre, desconocemos quin era ni a qu se dedicaba. Una vez omos que era marino de la Armada argentina. Parece ser que ella se enamor y huy con l.

    Pero ya haba nacido el abuelo, ya tena un hijo.

    S, y de muy corta edad. Lo dej al cuidado del ama, gueda, la mujer que tu abuelo crey que era su madre hasta que, ya mayor, se enter de la verdad. Tu bisabuelo se amanceb con gueda y tuvo una hija con ella, la ta Paloma, hermanastra de tu abuelo; ya conoces esa rama de la familia.

    En realidad no, nunca habis tenido demasiado inters en que nos conozcamos, slo los he visto en algn entierro respond con cierta insolencia, para provocarla.

    Pero mi ta no era de las que respondan a una provocacin si no le interesaba hacerlo, as que me observ con un destello de irritacin y decidi seguir hablando como si no me hubiera escuchado.

    Tu abuelo decidi cambiarse el apellido de su madre, por eso se llamaba Fernndez de segundo. Cuando se cambia de apellido, hay que elegir uno que sea frecuente.

    Tampoco nunca he conseguido saber cmo se llamaba de verdad respond, harto de la conversacin.

    No lo sabemos, nunca lo hemos sabido. El tono de voz de mi ta Marta pareca sincero.

    Y a qu viene ahora ese inters por la historia de vuestra abuela?

    Esta foto que te he enseado nos ha llevado a tomar la decisin. He hecho copias; te dar una porque puede servirte para la investigacin. Creemos que es ella, pero si no lo es da lo mismo: ha llegado la hora de saber.

    De saber qu? Me diverta intentar irritarla.

    De saber quines somos respondi mi ta.

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    A m no me importa lo que fue de esa bisabuela, me trae sin cuidado, yo s quin soy y eso no lo va a cambiar lo que hiciera esa mujer tantos aos atrs.

    Y a m no me importa que a ti no te importe. Si te encargo este trabajo es porque no sabemos qu nos vamos a encontrar, y los trapos sucios, si es que los hay, prefiero que se queden en familia. Por eso no contrato a un detective. De manera que no te estoy pidiendo ningn favor, te estoy ofreciendo un trabajo. Eres periodista, sabrs cmo investigar. Te pagar tres mil euros al mes y todos los gastos aparte.

    Me qued en silencio. Mi ta me haba hecho una oferta que saba que no podra rechazar. Nunca haba ganado tres mil euros, ni siquiera cuando trabaj como reportero en televisin. Y ahora que estaba en una situacin profesional lamentable, malviviendo con la crtica literaria para un peridico de la red cuyo sueldo no alcanzaba los quinientos euros al mes, apareca ella como la serpiente que tent a Eva. Quera decirle que no, que se guardara su dinero donde quisiera, pero pens en mi madre, en cmo mes tras mes tena que prestarme para el recibo de la hipoteca del piso que haba comprado y no poda pagar. Bueno, en realidad, me consol dicindome que no haba nada de deshonroso en indagar el pasado de mi bisabuela y, encima, que me pagaran por ello. Peor habra sido aceptar un trabajo a cambio de contar y cantar alabanzas al poltico de turno.

    Creo que con un par de meses tendrs suficiente, no? quiso saber ta Marta.

    No te preocupes, no creo que tarde tanto en averiguar algo sobre esa buena seora. Para mi desgracia, lo mismo dentro de unos das he terminado la investigacin.

    Pero quiero algo ms dijo mi ta en tono conminatorio.

    Qu? pregunt con desconfianza, como si de repente hubiera despertado de un sueo: nadie paga tres mil euros al mes por saber qu fue de su abuelita.

    Tendrs que escribir la historia de mi abuela. Hazlo como si fuera una novela, o como t quieras, pero escrbela. La encuadernaremos y se ser el regalo que har a la familia la prxima Navidad.

    Somet a mi madre a un exhaustivo interrogatorio para que recordara cuanto pudiera de su padre, o sea, de mi abuelo. La buena mujer dedic un rato a adornarle con todas las virtudes intentando revolver en mi memoria. Yo lo recordaba alto, delgado, muy erguido, poco hablador. Un da me dijeron que el abuelo haba sufrido un accidente de coche que lo dej impedido en una silla de ruedas hasta que muri.

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    Todos los domingos, cuando yo era un nio, acuda con mi madre a la casa del abuelo. All participbamos de una comida familiar con largas sobremesas en las que me aburra enormemente.

    El abuelo nos observaba a todos mientras coma en silencio, y slo de vez en cuando intervena.

    La ta Marta era la menor de los hermanos. Por entonces estaba soltera y viva con l, y por eso se haba hecho cargo de la empresa de mi abuelo, de la misma manera que haba asumido el control de aquella casa enorme y oscura. As que no guardaba nada en mis recuerdos que me diera una pista sobre la madre del abuelo, la misteriosa seora que un da desapareci abandonndolo en manos del ama de cra.

    Tengo que confesar que comenc la investigacin con desgana, supongo que por lo poco que me importaba lo que pudiera haber hecho una antepasada.

    Empec a indagar por el lugar obvio: acud a la oficina del Registro Civil para solicitar una partida de nacimiento de mi abuelo.

    Evidentemente, en las partidas de nacimiento figura siempre el nombre de los progenitores del inscrito, as que era la mejor manera de averiguar cmo se llamaba la madre de mi abuelo. Me preguntaba por qu no lo habra hecho la ta Marta en vez de pagarme tres mil euros por ir al registro.

    Una amabilsima funcionarla dio al traste con mis expectativas de xito al decirme que no poda entregar una partida de nacimiento de alguien que haba muerto.

    Y para qu quiere usted una partida de nacimiento de don Javier Carranza Fernndez?

    Es que es mi abuelo, bueno, era mi abuelo, ya le he dicho que falleci hace quince aos.

    Ya, por eso le pregunto que para qu quiere usted su partida de nacimiento.

    Estoy haciendo el rbol genealgico de la familia y precisamente el lo est en que mi abuelo se cambi el apellido materno por un problema familiar. En realidad, no se llamaba Fernndez de segundo apellido, y eso es lo que yo trato de averiguar.

    Ah, pues no puede hacerlo!

    Y por qu no?

    Porque si, como usted asegura, su abuelo se cambi el apellido, entonces su expediente est en el Registro Especial, y slo se puede consultar cualquier dato de ese registro si lo solicita el propio interesado o hay una orden judicial.

    Est claro que el interesado no puede solicitar nada respond de malhumor.

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    S, eso est claro.

    Oiga, era mi abuelo, se apellidaba Fernndez y no s por qu. No cree que tengo derecho a saber cmo se llamaba mi bisabuela?

    Mire usted, desconozco cules son sus problemas familiares y adems no me interesan. Yo solamente cumplo con mi obligacin y no puedo darle ninguna partida de nacimiento original de su abuelo. Y ahora, si no le importa, tengo mucho trabajo...

    Cuando se lo cont a mi madre, me di cuenta de que no le sorprenda nada la escena con la funcionarla. Pero tengo que reconocer que me dio una pista que poda servirme para empezar. Al abuelo, lo mismo que a nosotros y tambin a vosotros, sus nietos, lo bautizaron en la iglesia de San Juan Bautista. All se cas, y all nos hemos casado nosotros y espero que algn da tambin t te cases en esa iglesia.

    No respond que por el momento mi nico compromiso serio era con el banco que me haba concedido el prstamo para comprarme un apartamento. Haba firmado una hipoteca a pagar durante los siguientes treinta aos.

    La iglesia de San Juan Bautista necesitaba con urgencia una reparacin de la cpula; as me lo cont don Antonio, el viejo prroco, que se lamentaba de la desidia de los feligreses ante el estado del edificio.

    La gente da cada vez menos limosnas. Antes siempre encontrabas un benefactor para hacer frente a estos problemas, pero ahora... ahora los ricos prefieren poner en marcha fundaciones para desgravar impuestos y defraudar al fisco, y no dan un duro para estas cosas.

    Lo escuch pacientemente porque el pobre anciano me caa bien. Me haba bautizado, dado la primera comunin, y, si por mi madre fuera, tambin me casara, aunque la verdad es que lo encontraba muy mayor para tan larga espera.

    Don Antonio se quej durante un buen rato antes de preguntarme qu quera.

    Me gustara ver la partida de bautismo de mi abuelo Javier.

    Tu abuelo don Javier s que se port bien con esta parroquia record don Antonio. Y para qu quieres su partida de bautismo?

    Mi ta Marta quiere que escriba una historia familiar y necesito saber algunas cosas. Decid responder diciendo casi toda la verdad.

    Pues no creo que sea fcil.

    Porqu?

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    Porque todos los documentos antiguos estn en los archivos del stano; durante la guerra se revolvieron los registros parroquiales y ahora estn desordenados. Tendramos que volver a ordenar todo lo que hay abajo, pero el obispo no me quiere mandar un cura joven que sepa de archivos y yo ya no tengo edad para poner en orden tantos papeles y documentos; y, claro, tampoco te voy a dejar que andes mirando sin ton ni son.

    No le prometo nada, pero puedo hablar con mi ta Marta para ver si quiere ayudar a la parroquia contratando a una bibliotecaria o archivera que le ayude a usted a poner orden...

    Eso estara muy bien, pero no creo que a tu ta Marta le importe mucho el estado de los documentos de esta parroquia. Adems, apenas la vemos por aqu.

    De todos modos, se lo voy a pedir, por intentarlo no perdemos nada.

    Don Antonio me mir con agradecimiento. Era un pedazo de pan, uno de esos curas que con su bondad justifican a la Iglesia catlica.

    Que Dios te ayude! exclam.

    Pero mientras tanto me gustara que me dejara buscar la partida de bautismo de mi abuelo. Le prometo que no voy a curiosear en ningn papel ni documento que no tenga que ver con lo que busco.

    El viejo sacerdote me mir fijamente intentando leer en mis ojos la verdad de mis intenciones. Sostuve la mirada mientras compona la mejor de mis sonrisas.

    De acuerdo, te dejar entrar en el stano, pero me dars tu palabra de que slo buscars la partida de bautismo de tu abuelo y no te dedicars a curiosear... confo en ti.

    Gracias! Es usted un cura estupendo, el mejor que he conocido nunca exclam lleno de agradecimiento.

    No creo que conozcas a muchos curas, t tampoco vienes demasiado a la iglesia, de manera que la estadstica me favorece respondi don Antonio con irona.

    Cogi las llaves del stano y me gui a travs de una escalera oculta tras una trampilla situada en la sacrista. Una bombilla sujeta a un cable que se balanceaba era la nica luz de aquel lugar lleno de humedad que, al igual que la cpula de la iglesia, tambin necesitaba una buena reforma. Ola a cerrado y haca fro.

    Me tendr que indicar usted por dnde tengo que buscar.

    Aqu hay un poco de desorden... En qu fecha naci tu abuelo?

    Creo que en 1935...

    Pobrecillo! En vsperas de la guerra civil. Mal momento para nacer.

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    En realidad, ningn momento es bueno respond yo por decir algo, aunque inmediatamente me di cuenta de que haba dicho una estupidez porque don Antonio me mir con severidad.

    No digas eso! Precisamente t! Los jvenes de hoy en tita no sois conscientes de los privilegios que tenis, os parece natural tener de todo... por eso no apreciis nada refunfu.

    Tiene usted razn... He dicho una tontera.

    Pues s, hijo, s, has dicho una tontera.

    Don Antonio iba de un lado a otro mirando archivadores, revolviendo entre cajas alineadas contra la pared, abriendo arquetas... Yo lo dejaba rebuscar a la espera de que me dijera qu hacer. Por fin, seal tres archivadores.

    Me parece que ah est el libro de bautismos de esos aos. Vers, hubo nios a los que bautizaron mucho tiempo despus de nacer, no s si sera el caso de tu abuelo. Si no lo encuentras ah, tendremos que buscar en las cajas.

    Espero tener suerte y encontrarlo...

    Cundo vas a empezar?

    Ahora mismo, si no le importa.

    Bueno, yo tengo que preparar la misa de doce. Cuando termine, bajar para ver cmo vas.

    Me qued solo en aquel stano lgubre pensando en que los tres mil euros de la ta Marta me los iba a ganar con creces.

    Pas toda la maana y parte de la tarde dejndome la vista en el libro de bautismo, descolorido por el transcurso del tiempo, pero sin encontrar nada de mi abuelo Javier.

    A las cinco de la tarde ya no soportaba el picor en los ojos; el hambre golpeaba mi estmago con tal insistencia que no pude ignorarlo por ms tiempo. Regres a la sacrista y pregunt por don Antonio a una beata que estaba doblando los manteles de misa.

    Est en la rectora, descansando, hasta las ocho no hay misa. Me ha dicho que si apareca usted, se lo dijera. Si quiere verlo, salga por ese pasillo y llame a una puerta que encontrar. Comunica la iglesia con la vivienda de don Antonio.

    Le agradec las indicaciones aunque conoca perfectamente el camino. Encontr al sacerdote con un libro en las manos, pero pareca estar

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    dormitando. Lo despert para darle cuenta del fracaso de mis pesquisas, y le ped permiso para regresar al da siguiente temprano. Don Antonio me cit a las siete y media, antes de la primera misa de la jornada.

    Por la noche llam a mi ta Marta para pedirle que hiciera alguna donacin a la iglesia de San Juan Bautista. Se enfad conmigo por la peticin, recriminndome que no tuviera ms consideracin por el modo de gastar el dinero de la familia. La enga dicindole que don Antonio era fundamental para la investigacin que estaba llevando a cabo y que en mi opinin, debamos tenerle contento para que colaborara. Pens que el pobre cura se habra llevado un disgusto si me hubiera escuchado hablar as de l, pero a mi ta Marta no la habra convencido de otra manera. A ella poco le importaba la bondad de don Antonio y sus dificultades para sacar adelante su iglesia. As que la convenc de que al menos hiciera una donacin en metlico para ayudar a la reparacin de la cpula.

    No fue hasta cuatro das despus cuando encontr la ansiada partida de bautismo de mi abuelo. Me puse nervioso, porque al principio no estaba seguro de que fuera la que buscaba.

    Teniendo en cuenta que mi abuelo haba repudiado el apellido de su madre, cambindoselo por otro ms corriente, el de Fernndez, tard en comprender que aquel Javier Carranza era quien buscaba.

    Bien es verdad que los apellidos Carranza y Garayoa no son muy corrientes, y menos en Madrid, pero aun as se me pas por alto por el Garayoa. S, ahora saba que la madre de mi abuelo se llamaba Amelia Garayoa Cun.

    Me sorprendi que tuviera un apellido vasco y otro cataln. Curiosa mezcla, pens.

    Extraje del sobre la foto que me haba dado la ta Marta como si la imagen de la joven pudiera confirmarme que, efectivamente, ella era aquella Amelia Garayoa Cun que en la partida de bautismo de mi abuelo apareca como su madre.

    Realmente aquella joven de la fotografa debi de ser muy atractiva, o acaso me lo pareca a m porque ya haba decidido que realmente era mi bisabuela.

    Le el registro del bautismo varias veces hasta convencerme de que era el que buscaba.

    Javier Carranza Garayoa, hijo de don Santiago Carranza Velarde y doa Amelia Garayoa Cun. Bautizado el 18 de noviembre de 1935 en Madrid.S, no haba lugar a dudas, aqul era mi abuelo y la tal doa Amelia Garayoa su madre, que haba abandonado al marido y al hijo para fugarse, al parecer, con un marino.

    Me sent satisfecho de m mismo dicindome que me estaba ganando los primeros tres mil euros prometidos por mi ta.

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    Ahora tena que decidir si la haca partcipe de mi hallazgo o si continuaba investigando antes de desvelarle el nombre de nuestra antepasada.

    Le ped a don Antonio que me permitiera fotocopiar la pgina donde apareca registrado el bautismo de mi abuelo, y tras jurar solemnemente que le devolvera el libro intacto y a la mayor brevedad, me march.

    Hice varias copias. Despus fui yo quien insisti a don Antonio que guardara aquel libro original bajo siete llaves, pero que lo tuviera a mano por si volva a necesitarlo.

    Ya saba cmo se llamaba mi bisabuela: Amelia Garayoa Cun. Ahora tena que encontrar alguna pista sobre ella y pens que lo primero era buscar algn miembro de su familia. Habra tenido hermanos? Primos? Sobrinos?

    No tena ni idea de si el apellido Garayoa era muy comn en el Pas Vasco, pero convena que viajara all cuanto antes. Llamara a todos los Garayoa que encontrara en los listines telefnicos, aunque an no haba decidido qu iba a decir a mis interlocutores... si es que me cogan el telfono.

    Pero antes de irme de viaje, pens en echar una ojeada al listn telefnico de Madrid. Al fin y al cabo, mi bisabuela haba vivido aqu, se haba casado con un madrileo. Quiz tena algn familiar...

    No esperaba hallar nada, pero para mi sorpresa encontr dos familias Garayoa en la gua de Madrid. Apunt los telfonos y las direcciones mientras pensaba cmo deba proceder. O bien les llamaba, o bien me presentaba directamente a ver qu pasaba. Me inclin por lo segundo y decid que al da siguiente probara suerte con la primera direccin.

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    El edificio estaba situado en el barrio de Salamanca, la zona rica de Madrid. Estuve un rato paseando por la calle intentando fijar en la retina cada detalle de la finca y sobre todo ver quines entraban y salan, pero al final lo nico que consegu fue llamar la atencin del portero.

    Espera a alguien? me pregunt mosqueado.

    Pues no... o mejor dicho s. Bueno, ver, es que no s si en esta casa vive la familia Garayoa.

    Y usted quin es? quiso saber, y con su pregunta me di cuenta de que efectivamente all haba algn Garayoa.

    Pues un familiar lejano. Podra decirme quin de los Garayoa vive aqu?

    El portero me mir de arriba abajo intentando convencerse de que yo era una persona a la que se poda dar esa informacin, pero no terminaba de despejar sus dudas, de manera que le ense mi carnet de identidad. El hombre lo mir y me lo devolvi de inmediato.

    Pero usted no se llama Garayoa...

    Garayoa era mi bisabuela, Amelia Garayoa... Mire. Si le parece, usted consulta a los Garayoa que vivan en esta casa y si me permiten subir a visitarlos, subo, y si no, me marcho.

    Espere aqu me orden, y por su tono de voz deduje que no quera que entrara en el portal.

    Impaciente, aguard en la calle, preguntndome quin vivira en esa casa, si alguna vieja sobrina de mi bisabuela, o primos, o sencillamente unos Garayoa que no tuvieran nada que ver con mi familia. A lo mejor, me dije, el apellido Garayoa era tan comn en el Pas Vasco como el Fernndez lo era en el resto de Espaa.

    Por fin el portero sali en mi busca.

    La seora dice que suba usted me anunci sin tenerlas todas consigo.

    Ahora? pregunt, aturdido, porque en realidad no esperaba que nadie me recibiera sino, al contraro, que el portero me mandara desaparecer.

    S, ahora. Suba usted al tercero.

    Tercero derecha o izquierda?

    La casa de las seoras ocupa toda la planta.

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    Decid subir por la escalera, en vez de coger el ascensor, para que me diera tiempo a pensar qu iba a decir a los que vivan en aquella casa, pero mi decisin aument la desconfianza del portero.

    Por qu no coge el ascensor?

    Porque me gusta hacer ejercicio respond, desapareciendo del campo de visin de su mirada inquisidora.

    Una mujer aguardaba ante la puerta abierta; de mediana edad, con traje gris y el cabello corto. Not que me miraba con ms desconfianza que el portero.

    Las seoras lo recibirn ahora. Pase, por favor.

    Y usted quin es? pregunt con curiosidad.

    Ella me mir como si mi pregunta hubiera violado su intimidad. Me observ con disgusto antes de responder.

    Soy el ama de llaves, me encargo de todas las cosas de la casa. Cuido de las seoras. Esperar en la biblioteca.

    Al igual que el portero, hablaba de las seoras, lo que me haca suponer lo evidente: que all vivan dos o ms mujeres.

    Me condujo hasta una sala espaciosa, con vetustos muebles tic caoba y las paredes recubiertas de libros. Un sof de piel de color marrn oscuro junto a otros dos sillones ocupaban un extremo de la estancia.

    Sintese, avisar a las seoras de que est usted aqu.

    No me sent, sino que me puse a curiosear los libros perfectamente encuadernados en piel. Me llam la atencin que, salvo libros, no hubiera ningn otro objeto en la biblioteca, ni un adorno, ni un cuadro, nada.

    Le interesan los libros?

    Me volv avergonzado, como un nio al que pillan metiendo la mano en el tarro de la mermelada. Balbuce un s mientras miraba a la mujer que me haba hablado. Su aspecto no delataba una edad concreta: podra tener cincuenta o sesenta aos.

    Alta, delgada y de cabello castao oscuro, vesta con elegancia un traje de chaqueta y pantaln y, como nicos adornos, llevaba unos pendientes y una alianza de brillantes.

    Perdone que la haya molestado, me llamo Guillermo Albi.

    S, eso ha dicho el portero, s que le ha mostrado el carnet de identidad.

    Era para que no desconfiara, en fin, para que viera que no soy un loco.

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    Bueno, un poco raro s que es que se presente usted en esta casa preguntando si vive aqu alguien de la familia Garayoa, y afirmando que su bisabuela era Amelia Garayoa...

    Pues aunque parezca raro es la verdad. Soy bisnieto, o eso creo, de Amelia Garayoa. Sabe usted quin es?

    La mujer esboz una sonrisa amplia y me mir divertida antes de responder.

    S, s quin es Amelia Garayoa. En realidad soy yo, y es evidente que no soy su bisabuela.

    Me qued sin saber qu decir. De manera que aquella mujer, que de repente se me antoj que se pareca a mi ta Marta, era Amelia Garayoa, y, efectivamente, dada su edad no poda ser mi bisabuela.

    Se llama usted Amelia Garayoa?

    S, le parece mal? me pregunt con irona.

    No, no, en absoluto; perdone, es que... en fin, todo esto es un lo.

    Para empezar, me gustara saber a qu se refiere cuando dice todo esto es un lo y, en segundo lugar, quin es usted? Qu quiere?

    El ama de llaves entr en la biblioteca antes de que yo pudiera responder y anunci solemnemente:

    Las seoras los esperan en la sala.

    Amelia Garayoa me mir dudando si deba o no conducirme a esa sala donde al parecer otras seoras esperaban.

    Mis tas son muy mayores, pasan de los noventa aos cada una, y no me gustara que turbara su tranquilidad...

    No, no lo har, no es esa mi intencin, yo... me gustara explicarles por qu estoy aqu.

    S, convendra que nos lo explicara respondi con sequedad.

    Sali de la biblioteca y yo la segu azorado. Me senta un intruso a punto de hacer el ridculo.

    La sala era espaciosa, con dos amplios miradores. Pero lo que ms llamaba la atencin era una imponente chimenea de mrmol en la que crepitaba la lea. A cada lado de la chimenea haba un silln orejero, y frente al fuego un sof de piel negro.

    Dos ancianas que parecan gemelas ocupaban los sillones. Tenan el pelo blanco y lo llevaban recogido en forma de moo. Vestan idnticas faldas de color negro. Una luca un jersey de color blanco y la otra de color gris.

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    Ambas me observaban con curiosidad sin decir nada.

    Le presento a mis tas abuelas dijo Amelia. Este joven se llama Guillermo Albi.

    Buenas tardes; perdonen mi irrupcin, son ustedes muy amables al recibirme.

    Sintese me orden la ms anciana, la que llevaba jersey blanco.

    Le hemos recibido porque mis tas as lo han decidido, yo no era partidaria de hablar con un extrao cort Amelia dejando claro que, si por ella fuera, me despedira sin ms.

    Lo entiendo, ya s que no es muy habitual presentarse en una casa diciendo que uno tuvo una bisabuela que se apellidaba Garayoa y preguntar si saben ustedes algo de ella. Les pido disculpas y espero no molestarlas demasiado.

    Qu es lo que quiere? me pregunt la anciana del jersey gris.

    Antes que nada, quiz sea mejor decirles quin soy... Mi familia tiene una pequea fbrica, Mquinas Carranza, que dirige mi ta Marta; les voy a dar la direccin y los telfonos, as ustedes pueden indagar sobre m, y yo regreso cuando ustedes sepan que soy una persona de bien y que no hay nada raro en mi visita...

    S dijo Amelia, usted me va a dejar todas sus direcciones, es lo mejor, y su telfono, y...

    No seas impaciente, Amelia interrumpi la anciana del jersey gris, y usted, joven, dganos de una vez qu quiere y a quin busca y cmo ha dado con esta casa.

    Me llamo Guillermo Albi, y al parecer tuve una bisabuela que se llamaba Amelia Garayoa. Digo al parecer porque esa bisabuela es un misterio, sabemos poco o casi nada de ella. En realidad, no hemos descubierto cmo se llamaba hasta ayer, cuando encontr la partida de bautismo de mi abuelo, y all figuraba el nombre de su madre.

    Extraje del bolsillo de la chaqueta una fotocopia de la partida de bautismo de mi abuelo y se la acerqu a la anciana del jersey blanco. Cogi unas gafas que tena sobre la mesa y ley con avidez el documento, me clav una mirada acerada y sent que estaba leyendo hasta mis pensamientos ms ocultos.

    No pude sostener aquella mirada, de manera que desvi la vista hacia la chimenea. Ella le entreg el documento a la anciana del jersey gris, quien tambin lo ley detenidamente.

    As que usted es nieto de Javier afirm la anciana del jersey gris.

    S, lo conoci usted? pregunt.

    Y cmo se llama la esposa de Javier? aadi la anciana del jersey gris sin responder a mi pregunta.

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    Mi abuela materna se llamaba Jimena.

    Siga con su historia terci la anciana del jersey blanco.

    Vern, mi ta Marta, que es la hermana de mi madre, encontr hace poco una foto y pens que poda ser de su misteriosa abuela desaparecida. Como yo soy periodista y ahora estoy pasando una mala racha, prcticamente estoy en el paro, se le ocurri ponerme a investigar qu sucedi con Amelia Garayoa. En realidad, ni mi madre ni mis tos supieron hasta ayer cmo se llamaba su abuela. Su padre se cambi el apellido Garayoa por el de Fernndez, y parece que nunca hablaba de su madre; en la familia era un tema tab. Durante un tiempo crey que su madre era gueda, el ama de cra, con la que mi bisabuelo tuvo otra hija. Supongo que debi de ser muy duro enterarse de que su madre lo haba abandonado. Ninguno de sus hijos se atrevi nunca a preguntarle qu haba sucedido, de manera que en la familia no tenemos ninguna informacin.

    Y por qu quiere su ta Marta saber qu fue de la madre de su padre? pregunt Amelia Garayoa, la sobrina nieta de las dos ancianas.

    Pues, porque, como les he dicho, encontr una foto y pens que poda tratarse de esa Amelia Garayoa, y se le ocurri que yo podra escribir una historia, la historia de esa mujer. Mi ta quiere regalar el relato a sus hermanos las prximas Navidades. Ser un regalo sorpresa. Y no quiero engaarlas: a m poco me importa lo que mi bisabuela hizo y las razones que la llevaron a ello, pero ya les he comentado que estoy pasando por un mal momento profesional y mi ta me va a recompensar generosamente por esta historia. Tengo una hipoteca que pagar y, la verdad, es que me da vergenza seguir pidiendo dinero a mi madre.

    Las tres mujeres me observaban en silencio. Ca en la cuenta de que llevaba ms de media hora en aquella casa y que no haba parado de hablar, de explicarles quin era, mientras que segua sin saber nada de ellas. Tonto de m, me haba sincerado hasta el ridculo, como si fuera un adolescente cogido en falta.

    Tiene esa foto que encontr su ta? pregunt la anciana del jersey blanco con voz temblorosa.

    S, he trado una copia respond, y la extraje del bolsillo de la chaqueta.

    La anciana esboz una amplia sonrisa al contemplar la imagen de aquella joven vestida de novia.

    Las otras dos mujeres se acercaron para mirar la imagen. Ninguna deca nada, y su silencio me pona nervioso.

    La conocen? Conocen a la muchacha del retrato?

    Joven, ahora nos gustara quedarnos a solas. Usted quiere saber si conocemos a esa Amelia Garayoa que al parecer fue familiar suyo... Puede ser, aunque el apellido Garayoa tampoco es que sea infrecuente en el Pas

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    Vasco. Si nos deja esa fotocopia de la partida de bautismo y la foto... nos sera de gran ayuda dijo la anciana del jersey gris.

    S, no tengo inconveniente. Creen que puede ser un familiar de ustedes?

    Qu le parece si nos deja su telfono? Nosotras nos pondremos en contacto con usted continu hablando la anciana del jersey gris, sin responder a mi pregunta.

    Asent. No poda hacer otra cosa. Amelia Garayoa se levant del sof para despedirme. Inclin la cabeza ante las dos ancianas, murmur un gracias y segu a la mujer elegante que me haba guiado hasta el saln.

    Lo que s es una casualidad es que se llame usted como mi bisabuela me atrev a decirle a modo de despedida.

    No lo crea, en mi familia hay muchas Amelias; tengo tas, primas y sobrinas con ese nombre. Mi hija tambin se llama Amelia Mara, como yo.

    Amelia Mara?

    S, para distinguirnos unas Amelias de las otras, unas se llaman simplemente Amelia y otras, Amelia Mara.

    Y estas dos seoras ha dicho usted que son sus tas abuelas?

    Amelia dud si deba responder a mi pregunta. Finalmente habl.

    S. Esta es la casa familiar; cuando me qued viuda, me vine a vivir con ellas, son muy mayores. Mi hija vive en Estados Unidos. Somos una familia muy unida; tas, sobrinas, nietos... en fin, nos queremos y cuidamos los unos de los otros.

    Eso est muy bien respond por decir algo.

    Son muy mayores insisti. Las dos pasan de los noventa, aunque tienen buena salud. Le llamaremos dijo mientras me cerraba la puerta.

    Cuando llegu a la calle tena la sensacin de estar noqueado. La escena vivida me pareca surrealista, aunque en realidad tambin lo era el encargo de ta Marta y mi desfachatez presentndome en una casa ajena para preguntar a unas desconocidas si saban algo de mi bisabuela.

    Decid no comentarle nada a mi ta, al menos quera esperar a ver si las seoras decidan llamarme y volver a verme o si, por el contrario, me cerraban su puerta para siempre.

    Pas varios das pendiente del telfono, y cuanto ms pensaba en aquellas mujeres, ms seguro estaba de que haba encontrado una pista; lo que no saba es adonde poda llevarme.

    Guillermo Albi? Buenos das, soy Amelia Mara Garayoa.

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    An no me haba levantado, eran las ocho de la maana, y el sonido del telfono me produjo un sobresalto, pero mucho mayor fue el escuchar la voz de aquella Amelia Garayoa.

    Buenos das balbuce sin saber qu decir.

    Le he despertado?

    No... no... bueno, en realidad s, anoche estuve leyendo hasta tarde...

    Ya. Bueno, da lo mismo. Mis tas quieren verle, han decidido hablar con usted. Puede venir esta tarde?

    S! Claro que s!

    Bien, si le parece lo esperamos en casa a las cinco.

    All estar.

    No colg el telfono. Pareca dudar antes de seguir hablando. Oa su respiracin al otro lado de la lnea. Por fin habl. Su voz haba cambiado de tono.

    Si por m fuera usted no volvera a pisar nuestra casa, creo que slo nos va a traer problemas, pero mis tas han tomado la decisin y yo no puedo ms que respetarla. Ahora bien, le aseguro que si intenta perjudicarnos, acabar con usted.

    Cmo dice? pregunt sobresaltado por la amenaza.

    S quin es usted, un periodista sin fortuna, un individuo conflictivo que ha tenido problemas en todos los medios en los que ha trabajado. Y le aseguro que si su comportamiento excede lo que yo creo razonable, har lo imposible porque no pueda volver a encontrar trabajo el resto de su vida.

    Colg el telfono sin darme tiempo a replicar. Por lo pronto, ya saba que la tal Amelia Mara Garayoa haba estado investigndome, mientras que yo haba cometido el error de quedarme sentado a la espera de una llamada en lugar de haber indagado en la vida de aquellas extraas mujeres. Me dije a m mismo que como periodista de investigacin estaba resultando un autntico desastre, aunque como procuro ser benevolente con mis defectos, tambin me dije que lo mo nunca haba sido la investigacin, sino la crnica poltica.

    Fui a comer a casa de mi madre, con la que termin discutiendo a propsito de mi futuro inmediato. A mi madre no le pareca mal que hubiese aceptado el encargo de ta Marta, puesto que eso significaba ganar tres mil euros al mes, pero me record que ese sueldo tena fecha de caducidad, que en cuanto averiguara cuatro cosas sobre la bisabuela y escribiera el relato, debera volver a vivir de mi profesin, y segn ella, no

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    estaba buscando ningn trabajo mejor que el de crtico literario en un peridico digital.

    Mi madre consideraba que un peridico digital era igual a nada, puesto que a ella jams se le ocurrira encender el ordenador para leer el diario en la red; de manera que lo que yo haca le pareca irrelevante. Razn no le faltaba, pero yo estaba demasiado nervioso para escuchar sus quejas, y tampoco quera sincerarme contndole que iba a visitar esa misma tarde a las ancianas. Estaba seguro de que no me habra guardado el secreto y se lo habra contado a ta Marta.

    A las cinco menos cinco entraba en el portal de la casa de las Garayoa. Esta vez el portero no me puso inconvenientes.

    Abri la puerta el ama de llaves, quien, con un breve buenas tardes seguido de pase, las seoras le esperan, me acompa hasta el saln de la chimenea, all donde haba estado la vez anterior.

    Las dos ancianas me recibieron con gesto serio. Me sorprendi no ver a su sobrina nieta, Amelia Mara, as que pregunt por ella.

    Est trabajando, suele terminar tarde. Es broker, y a estas horas suele tener mucha tarea pendiente de la Bolsa de Nueva York me explic una de las ancianas.

    En esta ocasin, la que pareca ms mayor vesta con un traje negro, mientras que la otra, que haba vuelto a optar por un jersey de color gris, ms oscuro que el anterior, tambin luca un collar de perlas.

    Le explicaremos por qu hemos decidido hablar con usted dijo la anciana de negro.

    Yo se lo agradezco respond.

    Amelia Garayoa es... bueno, mejor dicho, era familiar nuestro. Sufri mucho cuando tuvo que separarse de su hijo Javier. Nunca se lo perdon a s misma. No se puede volver sobre el pasado para deshacerlo, pero ella siempre sinti esa deuda. Jams pudo pagarla, no supo cmo. S le podemos decir que no hubo ni un momento de su vida en que no pensara en Javier.

    Pareci dudar antes de proseguir.

    Le ayudaremos.

    Escuch con asombro las palabras de la anciana vestida de negro. Hablaba con voz cansina, como si le costara decir aquellas palabras, y no s por qu, pero sent que remover el pasado iba a provocarles un enorme dolor.

    La anciana de negro se haba quedado en silencio, observndome, como buscando fuerzas para proseguir.

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    Les estoy muy agradecido por haber decidido ayudarme... dije, sin saber muy bien qu ms aadir.

    No, no nos lo agradezca; usted es el nieto de Javier, y adems le pondremos condiciones replic la anciana de gris.

    Me di cuenta de que su sobrina nieta, Amelia Garayoa, no me haba dicho sus nombres; en realidad no me las haba presentado, y por eso yo mentalmente las identificaba por el color de la ropa. No me atreva a preguntarles cmo se llamaban dada la solemnidad que estaban imprimiendo a aquel momento.

    Adems, no le va a resultar nada fcil enterarse de la historia de su bisabuela intervino de nuevo la anciana de negro.

    Estas ltimas palabras me dejaron perplejo. Primero me decan que me iban a relatar la historia de mi antepasada y luego me anunciaban que ese conocimiento no estara exento de dificultad, pero por qu?

    Nosotras no podemos contar lo que no sabemos, pero s orientarle. Lo mejor ser que rescate usted del pasado a Amelia Garayoa, que siga todos y cada uno de sus pasos, que visite a algunas personas que la conocieron, si es que an viven, que reconstruya su vida desde los cimientos. Slo as podr escribir su historia.

    Quien hablaba ahora era la anciana de gris. Tena la impresin de estar convirtindome en un ttere de las dos mujeres. Ellas movan los hilos, ellas iban a dictar las condiciones para permitir asomarme a la vida de mi antepasada, y no me daran ninguna otra opcin que no fuera la de atenerme a sus deseos.

    De acuerdo dije a regaadientes, qu tengo que hacer?

    Paso a paso, iremos paso a paso continu hablando la anciana de gris. Antes de empezar, tiene que comprometerse a algunas cosas.

    A qu quieren que me comprometa?

    En primer lugar, a que seguir nuestras indicaciones sin rechistar; somos muy mayores y no tenemos ganas, ni tampoco tiempo, para convencerlo de nada, de manera que usted siga nuestras instrucciones y as llegar a saber qu sucedi. En segundo lugar, a asumir que nos reservamos el derecho de decidir qu puede o no hacer con el texto que escriba.

    Pero eso no lo puedo aceptar! Qu sentido tiene que ustedes me ayuden a investigar la historia de Amelia Garayoa si luego deciden no permitirme que lo que escriba se lo entregue a mi familia?

    Ella no fue una santa, pero tampoco un monstruo murmur la anciana de negro.

    Yo no tengo ninguna intencin de juzgarla. Puede que para ustedes resulte tremendo que hace ms de setenta aos una mujer se marchara de casa dejando a su hijo en manos de su marido, pero hoy en da eso no

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    resulta nada extraordinario. No considero que una mujer pueda ser tachada de monstruo por abandonar a su familia protest.

    Son nuestras condiciones insisti la anciana de gris.

    No me dan muchas opciones...

    Lo que le pedimos no es tan difcil...

    Bien, acepto, pero ahora me gustara que ustedes respondieran a algunas preguntas. Qu relacin tuvieron con Amelia Garayoa? La conocieron? Y por otro lado, quines son ustedes? Ni siquiera s sus nombres... dije en tono de protesta.

    Ver, joven, nosotras pertenecemos a una poca en que la palabra dada tena valor de ley; de manera que nos da su palabra de que acepta nuestras condiciones? insisti la anciana de gris.

    Ya les he dicho que s.

    En cuanto a quines somos... como usted ya habr intuido, somos familia directa de Amelia Garayoa y, por lo tanto, indirectamente familia de usted. En el pasado compartimos con ella sus inquietudes, sus decisiones, sus errores, sus penas... Se podra decir que somos las albaceas de su memoria. Su vida transcurri paralela a la nuestra. Lo importante no es quines somos nosotras sino quin fue ella, y le vamos a ayudar a que lo descubra afirm con rotundidad la anciana de negro.

    En cuanto a nuestros nombres... Llmeme doa Laura y a ella dijo la anciana de gris sealando a la otra anciana doa Amelia.

    Amelia? pregunt desconcertado.

    Ya le dijo mi sobrina que en nuestra familia hay muchas Amelias... respondi doa Laura.

    Puedo saber por qu esa aficin al nombre de Amelia?

    Antes era comn poner a las hijas el nombre de la madre, o el de la abuela, o el de la madrina, as que en nuestra familia encontrar unas cuantas Amelias y Amelia Maras. Precisamente a mi hermana le pusieron Amelia Mara, aunque siempre la hemos llamado Melita para distinguirla de mi prima Amelia, verdad? dijo doa Laura mirando a la otra anciana.

    Por lo menos ya saba cmo se llamaban las dos ancianas, que por lo que entenda eran hermanas.

    Perdonen que insista, pero me gustara saber exactamente el grado de parentesco que tenan ustedes con mi bisabuela. Deduzco que eran sus primas...

    S, y estbamos muy unidas, eso tngalo por seguro respondi doa Laura.

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    Bien, ahora que hemos llegado a un acuerdo, lo mejor es que usted se ponga a trabajar. Le vamos a entregar un diario, le servir para empezar a conocer a su bisabuela afirm la anciana de negro.

    Un diario? De Amelia? dije extraado.

    S, de Amelia. Lo empez a escribir siendo una adolescente. Su madre se lo regal cuando cumpli catorce aos, y ella estaba feliz, porque entre otras cosas, soaba con ser escritora.

    La anciana de negro sonrea mientras evocaba el recuerdo del diario de Amelia.

    Escritora? En aquella poca? pregunt yo con sorpresa.

    Joven, imagino que sabe que siempre ha habido mujeres que han escrito, y cuando se refiere a aquella poca no lo haga como si fuera la Prehistoria intervino doa Laura con aire de enfado.

    Entonces, Amelia, mi bisabuela, quera ser escritora...

    Y actriz, y pintora, y cantante... Tena unas enormes ganas de vivir y cierto talento para el arte. El diario fue el mejor regalo de cuantos recibi en aquel cumpleaos afirm doa Melita, pero ya le hemos dicho que tiene usted que ir descubrindola poco a poco. De manera que lea este diario, y cuando lo termine, venga a vernos y le indicaremos el siguiente paso.

    S, pero antes de que lea el diario deberamos de explicarle algo de cmo era la familia, cmo vivan... indic doa Laura.

    Perdonen, para aclararme, usted es doa Laura y a usted debo llamarla doa Amelia Mara como a su sobrina nieta o doa Melita? pregunt interrumpiendo a doa Laura.

    Como quiera, eso no es importante. Lo que queremos es que lea el diario protest doa Melita. En cualquier caso, joven, la nuestra era una familia acomodada de empresarios e industriales. Gente educada y culta.

    Es necesario que pueda contextualizar lo que pas insisti, irritada, doa Laura.

    No se preocupen, sabr hacerlo...

    Amelia naci en 1917, un perodo convulso de la historia, el ao en que triunf la Revolucin sovitica, cuando an no haba terminado la Primera Guerra Mundial. En Espaa haba un gobierno de concentracin, y reinaba Alfonso XIII.

    S, s lo que sucedi en 1917... Tema que doa Laura se empeara en darme una leccin de historia.

    Joven, no se impaciente, la vida de las personas tiene sentido si se explica en su contexto, de lo contrario es difcil que usted entienda nada. Como le deca, Amelia, y yo misma, crecimos en los aos de la dictadura

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    de Primo de Rivera, asistimos a la victoria republicana en las elecciones municipales de 1931 con la consabida proclamacin de la Repblica y la marcha de Alfonso XIII al exilio. Luego vinieron los gobiernos de centro-izquierda, y en 1932 la aprobacin del Estatuto de Catalua, el intento de golpe de Estado de San Jurjo, en 1933 el triunfo de las derechas agrupadas en la CEDA, la huelga general revolucionaria de 1934...

    Me hago cargo de que vivieron momentos difciles dije intentando cortar el discurso de la anciana.

    En ese momento entr en el saln Amelia Mara, la sobrina nieta de las dos ancianas. La verdad es que me haca un lo con tanta Amelia. Apenas me mir, bes a sus tas y les pregunt qu tal haban pasado el da.

    Despus de un intercambio de generalidades al que asist atento y en silencio, Amelia Mara se dign hablarme.

    Y a usted, cmo le va?

    Bien, y muy agradecido por la decisin de sus tas de ayudarme. He aceptado todas sus condiciones respond con cierta irona.

    Estupendo, y ahora, si le parece, mis tas deberan descansar, el ama de llaves me ha dicho que lleva usted aqu ms de dos horas.

    Me fastidi la manera expeditiva de echarme, pero no me atrev a contrariarla. Me levant e inclin la cabeza ante las dos ancianas. Fue en ese momento cuando doa Melita me tendi dos cuadernos con tapas de tela de color cereza, desgastadas por el paso del tiempo.

    stos son dos de los diarios de Amelia me explic mientras me los entregaba. Trtelos con mucho cuidado, y en cuanto los lea, venga a vernos.

    As lo har, y, repito, muchas gracias.

    Sal de la casa exhausto, y no saba por qu. Aquellas ancianas, a pesar de su aparente imperturbabilidad, me transmitan una tensin extraa, y en cuanto a su sobrina nieta, Amelia Mara, no disimulaba su animadversin hacia m, seguramente por su convencimiento de que estaba perturbando la tranquilidad de sus tas.

    Cuando llegu a mi apartamento, apagu el telfono mvil para no tener que responder a ninguna llamada. Estaba ansioso por enfrascarme en la lectura de los diarios de mi bisabuela.

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    3

    Soy feliz! La fiesta de mi cumpleaos ha sido un xito. Mam es nica cuando organiza festejos, y adems me ha hecho el mejor regalo: este diario. Pap me ha regalado una pluma y mi hermana, unos guantes. Pero adems de stos he tenido otros muchos regalos, de los abuelos, de los tos, y mis amigas tambin han sido muy generosas.

    Mi abuela Margot ha insistido a pap para que Antonietta y yo vayamos a pasar con ella el verano a Biarritz. Me encantara! Sobre todo porque me ha dicho que tambin ha invitado a Laura, que es mi prima favorita. No es que me lleve mal con mi hermana Antonietta, pero tengo tanta confianza con Laura...

    Laura dice que tenemos mucha suerte de tener una abuela francesa, porque a ella le divierte tanto como a m pasar el verano en Biarritz. Yo creo que la suerte es tener una familia como la nuestra. Tiemblo al pensar que hubiera podido nacer en otra familia. Pap le ha dicho a la abuela que iremos a pasar parte de las vacaciones con ella.

    Ahora estoy cansada, hoy ha sido un da lleno de emociones, continuar maana...

    El diario de Amelia era el de una adolescente de familia acomodada. Al parecer, el padre de Amelia, o sea, mi tatarabuelo, era vasco por parte de padre y vasco francs por parte de madre. Se dedicaba al comercio y viajaba por toda Europa y tambin por Amrica del Norte. Tena un hermano abogado, Armando, padre de Melita, Laura y Jess, los primos de mi bisabuela.

    A Amelia y a su hermana Antonietta las cuidaba una niera inglesa, aunque su hada protectora era su ama de cra, Amaya, una guipuzcoana por la que sentan gran devocin, y que continu realizando otras labores al servicio de la familia.

    Mi bisabuela haba sido una estudiante aplicada. Al parecer, lo que ms le gustaba era la pintura y el piano; soaba con ser una artista famosa en cualquiera de las dos disciplinas, y tena un talento innato para los idiomas. Era con su prima Laura con quien comparta sus secretos de adolescentes. Su hermana Antonietta era dos aos menor que ella, pero para Amelia eso era una eternidad.

    Por lo visto, el padre de Amelia insista en que sus dos hijas estudiaran y obtuvieran una buena formacin. Ambas iban a las teresianas, y reciban clases de francs y de piano.

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    Mi tatarabuelo debi de ser un personaje un tanto especial porque de vez en cuando viajaba con su familia fuera de Espaa. Amelia contaba en su diario sus impresiones sobre Mnich, Berln, Roma, Pars... relatos de una nia llena de ganas de vivir.

    En realidad aquel diario me result aburrido. No me interesaba nada la vida cotidiana de Amelia y, salvo el descubrimiento de que su prima favorita se llamaba Laura y de que una de sus abuelas era francesa, el resto era un relato almibarado que resultaba tedioso. Por eso decid volver a encender el mvil, llamar a una amiga y salir a tomar una copa para distraerme. El segundo diario lo dej para el da siguiente.

    Tengo tuberculosis. Desde hace das guardo cama y el mdico no permite que tenga visitas. Laura ha venido esta maana aprovechando que pap est de viaje en Alemania y que mam a las nueve siempre va a misa. Laura me ha trado como regalo un diario como aquel que me regal mam cuando cumpl los catorce.

    No he permitido que se acerque a la cama, pero su visita me ha proporcionado una gran alegra. Para m Laura es ms que una prima: es como una hermana, me comprende mejor que nadie, mucho ms que Antonietta. Y me ha conmovido su regalo: este diario. Me ha dicho que as me aburrir menos y se me pasar el tiempo ms rpido. Pero qu voy a contar si no puedo moverme?

    Ha venido el mdico a verme, y reconozco que me fastidia que me trate como si fuera una nia. Ha dicho que debo continuar descansando, aunque es conveniente que respire aire puro. Mam ha decidido mandarme al campo, a casa del ama Amaya. Haban pensado mandarme a casa de la abuela Margot en Biarritz, pero la abuela lleva una temporada con resfriados que no se terminan de curar, o sea que no est bien para cuidar a una enferma de tuberculosis. Adems, don Gabriel ha dicho que es mejor que respire el aire puro de la montaa.

    Mam est preparando todo para que nos vayamos al casero de la familia del ama. El ama Amaya me cuidar, mam tiene que quedarse con Antonietta y esperar a que pap regrese de Alemania, pero vendr a verme de vez en cuando. Prefiero marcharme a seguir encerrada en esta habitacin; si no fuera por las visitas de Laura, me volvera loca. Aunque temo que al final pueda contagiar a mi prima. Nadie sabe que viene a verme, slo el ama, pero ella no dice nada.

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    El ama Amaya deja que me levante. No me obliga a estar en la cama. Dice que si me siento con fuerzas, lo mejor es que salga a respirar aire puro como dijo don Gabriel. Aqu, en la montaa, lo que sobra es aire puro.

    Los padres del ama son mayores, me cuesta entenderlos, porque todo el tiempo hablan vasco, pero el hijo mayor de Amaya, Aitor, me est enseando. Pap dice que tengo un don especial para las lenguas, y la verdad es que aprendo rpido.

    Me llevo bien con Aitor, y tambin he congeniado con Edurne, la otra hija del ama que tiene mi misma edad... bueno, unos meses ms. Aitor y Edurne son muy diferentes, les pasa como a Antonietta y a m. El ama quiere que Edurne nos acompae a Madrid, a servir en nuestra casa. Le he prometido que convencer a mam. Edurne es muy silenciosa, pero siempre sonre, y procura estar atenta al menor de mis deseos.

    Pap recomend a Aitor para que trabajara en una casa del PNV en San Sebastin. Pasa all toda la semana. Dice que est muy contento con el trabajo, hace recados, est atento a los visitantes y tambin le encargan algunos pequeos trabajos de oficina, como escribir sobres. Aitor me lleva tres aos, pero no me trata como a una cra.

    El ama est muy pendiente de l, se siente muy orgullosa de su hijo. La pobrecita casi no ha vivido con ellos, vino a nuestra casa cuando yo nac, y ahora me doy cuenta de que ha debido de ser muy duro criarnos a nosotras en vez de a sus hijos. Les ha tenido que echar tanto de menos!

    Hemos ido a San Sebastin para llamar a la abuela Margot; est un poco mejor y ha prometido venir a verme.

    A Aitor le sorprende que hable en francs con mi abuela, pero es que siempre hemos hablado en francs. La abuela Margot tambin habla en francs con pap. Slo habla en espaol con mam, pero es que a mam no se le dan muy bien los idiomas, y aunque sabe hablar francs, slo lo habla cuando vamos a Biarritz.

    He ido con Aitor a pasear por la montaa. El ama le ha dicho que no me canse, sin embargo yo me siento mejor, y le he insistido en que si trepbamos un poco hacia la cumbre, podramos ver Francia.

    Pienso en la abuela Margot. Me gustara verla, pero an estoy convaleciente. En cuanto est mejor ir a verla a Biarritz.

    Aitor conoce un camino para entrar en Francia sin necesidad de pasar el control de la aduana. Bueno, me ha dicho que hay

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    muchos senderos que llevan a Francia y que la gente de aqu los conoce, sobre todo los pastores. Su abuelo se los ha enseado. Al parecer, su abuelo y otros pastores alguna vez se han ganado algunas pesetas con el contrabando. Aitor me ha hecho prometer que no se lo dir a nadie y no lo har, no quiero pensar en lo que dira mi padre.

    Aitor me ha contado que no quiere quedarse para siempre en el casero. Estudia por las noches, cuando regresa del trabajo. Me lleva slo tres aos. Adems, ahora est aprendiendo francs; se lo enseo yo a cambio de que l me siga enseando vasco.

    Aitor dice que yo tambin soy vasca. Y lo dice como si eso fuera ser especial. Pero yo no me siento especial, me da lo mismo ser vasca o de cualquier otro lugar. No logro sentir lo mismo que l, dice que es porque no vivo en esta tierra. No s. Me siento orgullosa de llamarme Garayoa, pero porque es el apellido de pap, no porque sea un apellido vasco. No, por ms que Aitor me diga, no logro sentir nada especial por el hecho de ser medio vasca.

    Ahora hablo en vasco con Aitor y tambin con el ama Amaya y con sus padres. Me divierte hacerlo. La gente de los caseros habla en vasco y se asombra al escucharme. No lo hago del todo mal. Aitor ha adelantado mucho en francs. Su madre dice que no le va a servir de nada, que mejor sera que aprendiera bien a ordear, pero Aitor no se quedar aqu, lo tiene decidido. Cuando regresa de San Sebastin, trae el peridico. Nos cuenta que la situacin poltica est mal. Mam suele decir que desde que se fue el rey vamos de mal en peor, pero pap no opina lo mismo, es simpatizante de Accin Republicana, el partido de don Manuel Azaa. Aitor tampoco parece sentir ninguna simpata por Alfonso XIII. Claro que Aitor suea con una patria vasca. Yo le pregunto qu hara con quienes no son vascos, y me responde que no me preocupe, que soy una Garayoa.

    A la hora de la cena nos ha contado que se form una coalicin de derechas que se llama CEDA y que se presentaron a las elecciones. Yo, la verdad, no s si eso es bueno o malo, se lo preguntar a mis padres cuando dentro de unos das vengan a verme. Les echo tanto de menos! Antonietta no vendr porque an no estoy curada del todo.

    Me ha costado mucho volver a separarme de mis padres. Cuando el coche se ha puesto en marcha me he puesto a llorar como una nia pequea. Don Gabriel ha dicho que an no estoy curada del todo y tendr que quedarme en casa del ama un tiempo ms, pero cunto? No me lo dicen y eso me desespera.

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    He convencido a mam para que permita que Edurne venga con nosotros a Madrid; le he dicho que puede ser una buena doncella, y que se lo debemos al ama Amaya por habernos cuidado tan bien a Antonietta y a m. Al principio se ha resistido, pero luego ha aceptado, y me ha dado una gran alegra porque me ha dicho que pondr a Edurne a ocuparse de Antonietta y de m.

    Pap ha regresado preocupado de Alemania, nos ha hablado del nuevo canciller, se llama Adolfo Hitler. Segn pap, Hitler hace unos discursos que encienden a la gente, pero a mi padre le inquieta, no se fa de l. Seguramente es porque a Hitler no le gustan los judos y el socio de pap, herr Itzhak Wassermann, es judo. Al parecer, los judos han empezado a tener problemas. Pap le ha ofrecido a herr Itzhak que se establezca en Espaa, pero el hombre asegura que es un buen alemn y no debe temer nada. Herr Itzhak est casado y tiene tres hijas, son muy simpticas, Yla es de mi edad. Han pasado algunos veranos con nosotras en la casa de Biarritz, y Antonietta y yo tambin hemos ido invitadas a su casa en Berln. Espero que a ese Hitler se le pase su aversin por los judos. Despus de Laura, Yla es mi mejor amiga.

    Mis padres han regresado y hemos ido a San Sebastin. Estbamos invitados a merendar en casa de un amigo de pap, es un dirigente del PNV, y pap y l se han pasado la tarde hablando de poltica.

    Mi padre ha dicho que de seguir las cosas tan revueltas, el presidente Alcal Zamora terminar convocando elecciones anticipadas. Pap ha explicado que las derechas estn asustadas por las decisiones que toma el gobierno, y las izquierdas creen que no se estn llevando a cabo las transformaciones sociales que esperaban.

    No me he movido en toda la tarde para escuchar a mi padre, y eso que mam y nuestra anfitriona han insistido para que charlara con ellas en otro saln, pero me interesaba ms lo que hablaban mi padre y su amigo. No entiendo mucho, pero me gusta la poltica.Amaya tiene una amiga de la infancia casada con un pescador. Es una suerte, porque algn sbado nos invitan a salir en el barco. Es pequeo, pero el marido de la amiga del ama Amaya lo maneja con destreza. Llevamos bocadillos y comemos en alta mar. Nos remos mucho porque siempre nos metemos en aguas francesas. Pero es que en el mar no hay fronteras. El pescador nos ha enseado a Aitor y a m a llevar el barco. Su hijo Patxi, que es de la edad de Aitor, es pescador como l, y le acompaa todos los das cuando sale a pescar al

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    amanecer. Creo que si no estudiara me gustara ser pescadora. Me siento tan bien en el mar!

    Llevaba toda la maana leyendo el segundo diario de mi bisabuela y debo confesar que este segundo relato me entretena ms que el primero. Por el diario supe que Amelia estuvo viviendo en el casero de su ama casi seis meses antes de ser dada de alta, y aunque tena muchos deseos de regresar a su casa, le cost decir adis a Aitor.

    El joven le hablaba de poltica, intentaba contagiarle con entusiasmo su amor por la patria vasca, le hablaba de un pasado idlico y de un futuro en que los vascos tendran su propio Estado.

    A mi bisabuela tanto le daba lo que fuera del Pas Vasco; a ella lo que le importaba era la compaa de Aitor.

    No ha sido fcil despedirnos. Aitor ha pedido el da libre y lo hemos pasado andando por el monte. Ya conozco cuatro senderos distintos para entrar en Francia; alguno de estos senderos los utilizan los contrabandistas. Pero aqu todos se conocen y nadie denuncia a sus vecinos hagan lo que hagan.

    Me pregunto si regresar pronto y, sobre todo, qu har Aitor ahora que me marcho. Supongo que conocer a alguna chica y se casar, es lo que esperan sus abuelos. Lo han educado para que se haga cargo del casero.

    Aunque l no lo dice, lo que de verdad le gustara es dedicarse a la poltica; cada da est ms metido en las cosas de su partido, y sus jefes tienen confianza en l.

    Hace unos das acompa a Amaya y a Edurne a San Sebastin, fuimos a hacer algunas compras y luego pasamos por la sede del PNV donde Aitor trabaja. Amaya se sinti muy orgullosa al ver la consideracin que todos tienen por su hijo, sus jefes lo elogiaron mucho, y dijeron que tiene un gran porvenir.

    Me alegro por l, pero... bueno, lo confesar: s que yo no estar en ese porvenir, y eso me duele.Me voy maana temprano. Aitor nos llevar a la estacin de San Sebastin.

    Amaya est triste. Si por ella fuera se quedara en el casero, pero dice que tiene que seguir trabajando para ayudar a sus padres y a sus hijos. Suea con que Aitor se haga poltico y que Edurne encaje con nuestra familia y se quede como doncella, pero entonces, quin se hara cargo del casero? Creo que lo que Amaya quiere es que Edurne ocupe su lugar y ser ella quien regrese junto a sus padres.

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    Los abuelos de Aitor nunca han salido de estas montaas, lo ms lejos que han ido es a San Sebastin. Dicen que no tienen inters en conocer nada, que todo su mundo est aqu y que ste es el mejor de los mundos.

    Pap suele decir que hay dos clases de vascos, los que salen a conquistar el mundo y los que creen que no hay mundo detrs de las montaas. l es de los primeros; los abuelos de Aitor, de los segundos. Pero son buenas personas. Al principio me parecan adustos y reservados; eso es porque desconfan de los que venimos de fuera. Sin embargo, cuando vencen su timidez, te das cuenta de que son muy sentimentales.

    Algunas noches, despus de la cena, nos sentbamos junto a la chimenea y el abuelo cantaba canciones que al principio yo no entenda, pero que imaginaba nostlgicas. Ahora yo tambin las s cantar, y s que pap se va a sorprender cuando me escuche hablar en vasco.

    Se acaban las pginas del diario, no s si volver a escribir otro. Ya lo he dicho: maana regreso a casa, y creo que durante mi estancia aqu me he hecho mayor. Me siento como si tuviera mil aos.Cumpl con lo pactado y telefone a las ancianas para decirles que ya haba ledo los dos diarios y preguntarles cundo poda visitarlas de nuevo. Pensaba en qu podan haberme preparado para continuar mi aprendizaje sobre la vida de mi bisabuela.

    No pude hablar con ellas directamente, pero el ama de llaves me cit para tres das despus. Decid dedicar ese tiempo a esbozar el primer relato de la vida de mi bisabuela, aunque, hasta el momento no haba encontrado nada extraordinario.

    Doa Melita y doa Laura se asemejaban a dos estatuas. Siempre sentadas en los mismos sillones, pulcramente vestidas de negro y de gris, peinadas con moo, con perlas o brillantes en las orejas y una aparente fragilidad que no se corresponda con el vigor con que me manipulaban.

    Aquel da estaban acompaadas por otra mujer tan anciana como ellas. Pens que era una amiga o algn familiar. No me la presentaron, pero me acerqu a ella para estrecharle la mano, y la sent temblorosa.

    La mujer, tambin vestida de negro, pero con el rostro ms arrugado, y sin joya alguna, pareca nerviosa. Pens que era mayor que doa Laura y doa Melita, si es que an se puede ser ms mayor una vez cumplidos los noventa.

    Observ que doa Melita le coga la mano con afecto y se la apretaba como intentando darle nimos.

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    Me preguntaron por los diarios, que les entregu sin demora, queran saber qu pensaba de Amelia.

    Pues la verdad es que no me parece nada especial, supongo que era la tpica chica de familia acomodada de aquella poca.

    Nada ms? quiso saber doa Melita.

    Nada ms respond pensando qu se me poda haber escapado, que fuera especial, de aquellos dos relatos juveniles.

    Bien, ahora ya tiene una idea de cmo era Amelia en la adolescencia, y ha llegado el momento de que sepa cmo y porqu se cas explic doa Laura al tiempo que miraba de reojo a doa Melita. Y lo mejor es que se lo cuente alguien que estuvo viviendo con ella, sin despegarse de su lado, durante unos aos cruciales en su vida. Alguien que la lleg a conocer muy bien continu diciendo doa Laura mientras miraba a la anciana que no me haban presentado y que adems no haba despegado los labios. Edurne, ste es el bisnieto de Amelia y don Santiago dijo doa Laura dirigindose a la anciana.

    Me sobresalt. Edurne? Sera la Edurne hija del ama, de Amaya? Me dije que no era posible tanta suerte.

    La anciana a la que llamaban Edurne clav sus ojos cansados en los mos y le en ellos cierto temor. Se la notaba incmoda. Su aspecto era mortecino, como de alguien que, adems de tener muchos aos, estuviera enferma.

    Usted es la hija del ama, de Amaya? le pregunt, ansioso por escuchar su respuesta.

    S murmur.

    Me alegro de conocerla! exclam con sinceridad.

    Sepa que Edurne va a hacer un gran esfuerzo hablando con usted. Tiene los recuerdos frescos, como si todo hubiera sucedido ayer, pero... en fin, est enferma... tenemos una edad en que nos salen goteras por todas partes. De manera que escchela y no la canse mucho orden doa Laura.

    Puedo preguntar?

    S, claro, pero no pierda el tiempo con preguntas, lo importante es lo que Edurne puede contarle respondi otra vez doa Laura. Y ahora, por favor, vyanse a la biblioteca, all estarn ms tranquilos para hablar.

    Asent. Edurne mir a las ancianas, y stas hicieron un gesto casi imperceptible como animndola a hablar conmigo.

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    La anciana caminaba con dificultades apoyndose en un bastn; pasito a pasito, la segu hasta la biblioteca.

    Edurne comenz a desgranar sus recuerdos...

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    SANTIAGOSANTIAGO

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    Cuando llegamos a Madrid, doa Teresa me explic que a partir de ese momento deba ocuparme de sus dos hijas, de la seorita Amelia y la seorita Antonietta.

    Mi trabajo consista en cuidar de la ropa de las seoritas, ordenarles la habitacin, ayudarlas a vestirse, acompaarlas a hacer visitas... Mi madre me fue enseando cmo encargarme de sus cosas. Al principio lo pas mal, a pesar de tener la inmensa suerte de compartir techo con ella.

    Doa Teresa me instal en el cuarto de mi madre, donde meti otra cama. Aunque la casa era grande, ramos las nicas que vivamos con la familia, el resto del servicio se alojaba en las buhardillas. Supongo que tenamos ese privilegio porque al haber sido mi madre el ama de las nias, siempre deba estar cerca para darles de mamar. Luego, cuando las destetaron, ella sigui conservando el cuarto y se qued de sirvienta para todo. Lo mismo limpiaba que ayudaba en la cocina; haca cuantas tareas le encomendaban.

    Mi madre quera que yo aprendiera el oficio de doncella, dejarme bien situada en la casa, y poder ella regresar al casero a pasar junto a sus padres sus ltimos aos.

    Yo nunca haba visto una casa como aqulla, con tantos salones y dormitorios, y tantos objetos de valor. Tema romper algo, y sola sujetarme la falda y el delantal para, al pasar, no rozar los muebles.

    Conocer a la seorita Amelia hizo que el trabajo no me resultase tan difcil. Aunque la situacin haba cambiado, cuando ella estuvo en el casero era una ms, pero en aquella casa yo no me atreva a llamarla por su nombre, por ms que me insista en que me olvidara del seorita.

    Lo que s le gustaba es que hablramos en vasco. Su intencin era fastidiar a su hermana, aunque a m me aseguraba que era para no olvidarlo. Don Juan no quera que hablramos en vasco, y la reprenda; le deca que sa era lengua de campesinos, pero ella no obedeca.

    Por las maanas sola acompaar a la seorita Antonietta al colegio. La seorita Amelia reciba clases en casa porque an estaba convaleciente. Por las tardes, cuando regresaba la seorita Antonietta, me permitan estar sentada en un rincn de la sala de estudios mientras una profesora que les ayudaba en sus tareas les haca hablar en francs y tocar el piano. Me gustaba escuchar las lecciones porque me permitan aprender. En cuanto se recuper la seorita Amelia empez a estudiar para maestra, lo mismo que la seorita Laura.

    El ao 1934 no fue un buen ao. Al seor le empezaron a ir mal los negocios. Herr Itzhak Wassermann, su socio en Alemania, estaba sufriendo el acoso de Hitler contra los judos, un trabajo del que se encargaban los hombres de las SA. El negocio iba de mal en peor, y en

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    varias ocasiones haban amanecido con los cristales de la tienda rotos por aquellos energmenos. Viajar a Alemania era cada vez ms complicado, sobre todo para quienes como el seor aborrecan a Hitler y no le importaba decirlo en alto. Don Juan empez a adelgazar, y doa Teresa estaba cada da ms preocupada por l.

    Creo que pap se est arruinando me dijo un da la seorita Amelia.

    Por qu dice eso? le pregunt asustada, pensando que si el seor se arruinaba yo tendra que regresar al casero.

    Tiene deudas en Alemania, y aqu las cosas no van muy bien. Mi madre dice que es por culpa de las izquierdas...

    Doa Teresa era una mujer muy catlica, de orden, monrquica, y senta pavor ante los disturbios que provocaban algunos partidos y sindicatos de izquierda. Ella era buena persona y trataba con afecto y respeto a todos los que servamos en la casa, pero era incapaz de entender que la gente pasaba muchas necesidades y que las derechas que gobernaban no saban hacer frente a los problemas de aquella Espaa. Practicaba la caridad, pero ignoraba lo que era la justicia social, que era lo que reclamaban los obreros y campesinos.

    Y qu haremos mi madre y yo? quise saber.

    Nada, os quedaris con nosotros. No quiero que os vayis.

    Amelia se carteaba con Aitor. Mi hermano siempre que nos escriba a madre y a m meta un sobre cerrado con una carta para Amelia. Ella le responda del mismo modo, entregndonos un sobre cerrado que nosotras metamos a su vez en nuestro sobre.

    Yo saba que mi hermano estaba enamorado de Amelia, aunque nunca se atrevera a decrselo, y tambin saba que Aitor a ella no le era indiferente.

    Un lunes por la tarde, don Juan regres a casa antes de lo habitual y se encerr en el despacho con doa Teresa. Estuvieron hablando hasta bien entrada la noche, sin permitir que las seoritas los interrumpieran. Aquella noche Amelia y Antonietta cenaron solas en la sala de estudios, preguntndose qu estara pasando.

    A la maana siguiente, doa Teresa convoc a todo el servicio y nos orden que limpiramos la casa a fondo. La familia iba a celebrar una cena durante el fin de semana, con invitados importantes, y quera que la casa reluciera.

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    Las seoritas estaban entusiasmadas. Salieron con su madre de compras y regresaron cargadas de paquetes. Iban a estrenar vestidos.

    El sbado, doa Teresa pareca nerviosa. Quera que todo estuviera perfecto, y ella, siempre tan afable, se impacientaba si algo no estaba a su gusto.

    Una peluquera vino a casa a peinar a la madre y a las hijas, y por la tarde yo las ayud a vestirse.

    Amelia llevaba un vestido rojo y Antonietta uno azul. Estaban preciosas.

    Haca tanto tiempo que no recibamos! exclam mientras la peluquera le ordenaba los cabellos en tirabuzones recogidos en la nuca con un pasador.

    No exageres, todas las semanas tenemos visitas respondi Antonietta.

    Ya, pero a merendar, no para una cena.

    Bueno, es que antes no nos dejaban asistir porque ramos pequeas. Mam dice que vendrn algunos amigos de pap con sus hijos.

    Y no los conocemos! Son amigos nuevos de pap... Qu emocin!

    No entiendo cmo te puede gustar conocer a gente nueva. Ser un aburrimiento, y mam estar vigilndonos para que nos comportemos correctamente. La cena es muy importante para pap, necesita nuevos socios para la empresa...

    A m me encanta conocer gente nueva! A lo mejor habr entre ellos algn joven guapo... Lo mismo te sale novio, Antonietta.

    O a ti, eres mayor que yo, de manera que tienes que casarte antes. Como no te des prisa te vas a quedar para vestir santos.

    Me casar cuando quiera y con quien quiera!

    S, pero hazlo pronto.

    Ninguna de las dos sospechaba lo que iba a pasar aquella noche.

    A las ocho llegaron los invitados. Tres matrimonios con sus hijos. En total, catorce personas que se sentaran a la mesa ovalada primorosamente decorada con flores y candelabros de plata.

    Los seores de Garca, con su hijo Hermenegildo. Los seores de Lpez-Agudo, don Francisco y doa Carmen, con sus hijas Elena y Pilar. Y los seores de Carranza, don Manuel y doa Blanca, con su hijo Santiago.

    Antonietta fue la primera en fijarse en Santiago. Era el ms guapo de los invitados. Alto, delgado, con el cabello castao claro, casi rubio, y los ojos verdes, muy elegantemente vestido; era imposible no fijarse en l. Yo tambin lo miraba escondida entre las cortinas.

    En aquel entonces deba de contar casi los treinta aos y se le vea seguro de s mismo.

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    A su alrededor revoloteaban las otras seoritas invitadas. Yo conoca bien a Amelia y saba de sus tcticas para hacerse notar.

    Salud con amabilidad a los invitados de sus padres y se situ junto a su madre escuchando a las seoras invitadas como si le interesara cuanto decan. Era la nica de las jvenes presentes que pareca inmune al magnetismo de Santiago, al que ni siquiera miraba.

    La seorita Antonietta, junto a las seoritas Elena y Pilar Lpez-Agudo, intentaba acaparar la atencin de Santiago, que se haba convertido en el centro de la conversacin de los jvenes invitados. No slo porque era el mayor, sino tambin por su simpata. Yo no poda escuchar desde donde estaba lo que decan, pero tena a las seoritas embobadas.

    Las doncellas sirvieron los aperitivos y a m me enviaron a la cocina a ayudar a mi madre y a las cocineras, pero en cuanto poda regresaba a mi escondite, desde donde contemplar aquella fiesta que llenaba mis sentidos del olor a perfume y cigarrillos que desprendan a partes iguales las seoras y los caballeros.

    Me preguntaba cul sera el siguiente paso de Amelia para llamar la atencin de Santiago. l se haba dado cuenta de que la nica que no participaba de la conversacin de los jvenes en la mesa era la hija mayor de los anfitriones, y empez a mirarla de reojo.

    Doa Teresa haba colocado en la mesa una tarjeta con el nombre de cada invitado, y Amelia estaba sentada junto a Santiago.

    Se la vea tan guapa... Al principio ella no prestaba atencin a Santiago, hablaba con el joven Hermenegildo, al que haban situado a su izquierda.

    No fue hasta mediada la cena cuando Santiago no pudo aguantar ms la indiferencia manifiesta de Amelia y se empe en iniciar una conversacin en la que ella pareca participar con cierta desgana.

    Cuando terminaron de cenar, para m era evidente que Amelia haba logrado su objetivo: echar un lazo al cuello de Santiago.

    Una vez se fueron los invitados, los seores se quedaron en el saln con sus hijas para comentar cmo haba transcurrido la velada.

    Doa Teresa estaba exhausta, tanta era la tensin que haba acumulado durante la semana en su empeo de que todo resultara perfecto. Mi madre deca que nunca la haba visto tan nerviosa, y le extraaba porque doa Teresa estaba acostumbrada a recibir invitados.

    Don Juan pareca ms relajado; la velada haba servido a sus propsitos segn supimos despus: estaba intentando asociarse con el seor Carranza para salvar su negocio. Aunque en realidad quien salv la situacin de la familia fue Amelia.

    Les escuch hablar, por ms que doa Teresa les peda que bajaran la voz.

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    Si Manuel Carranza se interesa, como parece, por el negocio, estaramos salvados...

    Pero, pap, tan mal nos van las cosas? pregunt Amelia.

    S, hija, ya sois mayores y debis saber la verdad. El negocio en Alemania no va bien y temo por mi buen amigo y socio herr Itzhak. El almacn donde guardbamos la mercanca, la maquinaria comprada para traer a Espaa, lo han sellado los nazis, no me han permitido acceder a l. Y all estaba nuestro dinero, invertido en las mquinas. Tambin han confiscado las cuentas del banco. El empleado que tenamos, el bueno de herr Helmut Keller, est preocupado. Haber trabajado con un judo lo convierte en sospechoso, pero es un hombre valiente, y me aconseja que espere; me asegura que intentar salvar lo que pueda del negocio. Le he dado todo el dinero que he conseguido, que no es mucho dadas las circun