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Dimensión misionera de la Orden
Profetas en el mundo de la salud
ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
DIMENSIÓN MISIONERA
DE LA
ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
Profetas en el mundo de la salud
ROMA, 1997
ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
DIMENSIÓN MISIONERA
DE LA
ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
Profetas en el mundo de la salud
ROMA, 1997
ÍNDICE GENERAL
Pág.
Siglas y abreviaturas principales
Presentación
Introducción
I. PARTE - NUESTRA MISIÓN EN LA IGLESIA: ANUNCIAR Y HACER
PRESENTE EL EVANGELIO DE LA MISERICORDIA.
Capítulo I. Dimensión evangelizadora de la Iglesia
1. Jesús de Nazaret. Sentido de la vida del hombre
2. Experiencia de fe y anuncio del mensaje de salvación
3. Compromiso de la Iglesia en la evangelización
4. La fuerza evangelizadora y pastoral del Concilio Vaticano II
5. Exigencias evangelizadoras presentadas por el Magisterio:
Evangelii nuntiandi y Redemptoris missio
6. Respuestas misioneras de la Iglesia. La nueva evangelización
7. La Vida Consagrada en el misterio y misión de la Iglesia
Capítulo II. Juan de Dios: Hermano-Siervo para la salvación de todos
1. Seducido por la misericordia de Dios
2. Testigo de la Hospitalidad de Dios
3. Contagió el amor al prójimo
4. Los primeros compañeros
5. Signos proféticos y evangelizadores de su vida
II PARTE. ELEGIDOS PARA EVANGELIZAR A LOS POBRES Y ENFERMOS.
PANORÁMICA HISTÓRICA
Capítulo III. La Orden Hospitalaria hasta mediados del S. XIX
1. De la muerte de Juan de Dios hasta la división de la Orden en dos Congregaciones
2. División de la Orden en dos Congregaciones
2.1. Congregación Española
2.2. La Congregación Italiana
3. La Orden en América hasta finales del siglo XIX
4. Presencia de los Hermanos en Asia, África y Oceanía
5. Valores de la Hospitalidad y factores que influyeron en la difusión de la Orden
6. Fieles a la Hospitalidad hasta el martirio
Capítulo IV. Respuesta apostólico-misionera de la Orden desde mediados del S.
XIX
hasta nuestros días
1. Extinción de la Congregación Española
2. Decadencia de la Congregación Italiana
3. Decadencia y desaparición de la Orden en las Provincia ultramarinas
III PARTE. COMPROMETIDOS EN LA HOSPITALIDAD
Capítulo V. Doctrina de la Orden sobre la evangelización
1. Principios sobre la evangelización recogidos en las Constituciones
2, La dimensión apostólico-misionera en los escritos de nuestros Hermanos
3. La acción misionera según el pensamiento de nuestros misioneros
Capítulo VI. Organismos de la Orden al servicio de la evangelización
1. Organismos de la Curia General al servicio de las misiones
2. Organismos Interprovinciales o Provinciales.
IV PARTE. EL HOY DE LA HOSPITALIDAD
Capítulo VII. Nueva difusión de la Hospitalidad
1. Europa: fuerza dinamizadora de la presencia de la Orden
2. El hoy de la Orden en América
3. África: savia nueva en el árbol de la Hospitalidad
4. Asia: presencia de la Orden en un mundo de contrastes
5. Oceanía: nuevos horizontes de la Hospitalidad
Capítulo VII. Exigencias misioneras actuales para la vida de la Orden
1. La vocación del Hermano de San Juan de Dios vivida con espíritu misionero
2. La animación misionera, un desafío para nuestras comunidades
3. La Carta de la Animación Misionera
4. Principios desde los que se quiere trabajar
5. Nueva hospitalidad : nueva evangelización en clave juandediana
Documentación y bibliografía
Siglas y abreviaturas principales
AG AD GENTES. Concilio Vaticano II
Decreto sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas
AGFR Archivo Curia Generalizia Fatebenefratelli en Roma
AIP Archivo Interprovincial Pisas en Granada
Celam IV IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano
Santo Domingo (12-28 de octubre de 1992)
Const. Constituciones de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios
DS Carta de Juan de Dios a la Duquesa de Sessa
DV DEI VERBUM Concilio Vaticano II
Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación
EA Ecclesia in Africa
EE.GG. Estatutos Generales de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios
EN EVANGELII NUNTIANDI. Exhortación apostólica de Pablo VI
La evangelización del mundo contemporáneo
GL Carta de Juan de Dios a Gutierre Lasso
GS GAUDIUM ET SPES. Concilio Vaticano II
Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual
LB Carta de Juan de Dios a Luis Bautista
LG LUMEN GENTIUM. Concilio Vaticano II
Constitución Dogmática sobre la Iglesia
NA NOSTRA AETATE. Concilio Vaticano II
Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia
PC PERFECTAE CARITATIS. Concilio Vaticano II
Decreto sobre la renovación y adaptación de la vida religiosa
POE Presencia de la Orden en España. Madrid, 1986
RMi REDEMPTORIS MISSIO. Carta encíclica de Juan Pablo II
Sobre la permanente validez del mandato misionero
CIAL.OH Secretariado Interprovincial de América Latina de la Orden Hospitalaria
SC SACROSANCTUM CONCILIUM. Concilio Vaticano II
Constitución sobre la Sagrada Liturgia
SD SALVIFICI DOLORIS. Carta apostólica de Juan Pablo II
El sufrimiento humano.
SELARE Secretariado Latinoamericano de la Renovación
VC VITA CONSECRATA Exhortación apostólica de Juan Pablo II
La vida consagrada. Exhortación apostólica de Juan Pablo II
Cartas de san Juan de Dios. La edición de las Cartas de san Juan de Dios
utilizada es: Regla de San Agustín. Cartas de San Juan de Dios. Madrid,
1984.
PRESENTACIÓN
La Dimensión misionera de la Orden Hospitalaria, documento que ahora llega a
vuestras manos, es una reflexión que viene a llenar un vacío bibliográfico en la Orden.
Es el resultado de un largo proceso de elaboración, que resumo brevemente:
En la reunión de la Comisión General de Animación del 11 al 13 de marzo de 1992,
se vio la necesidad de realizar un estudio sobre la “Dimensión Misionera de la
Orden”. Sin llegar a definir el título, se precisó que el documento debía referirse al
pasado y al presente de la acción apostólica de la Orden en tierras de misión, al
tiempo que debería trazar las líneas de futuro en este campo.
En la siguiente reunión, 16 al 18 de octubre del mismo año se vuelve a insistir en el
tema y se sugiere que la celebración del V Centenario del nacimiento de San Juan
de Dios era una buena oportunidad para ofrecer a la Orden un documento que
reavivase el sentido apostólico en los Hermanos y Colaboradores.
La Comisión General de Animación, en la reunión del 26 y 27 de mayo de 1993,
recibió un esquema de lo que se pensaba que fueran las puntos fundamentales del
documento para que lo estudiara y, si se creía oportuno, lo aprobara. Con algunas
modificaciones, el esquema fue aprobado por la Comisión General de Animación.
Se nombró una Comisión, formada por los Hermanos. Pascual Piles, entonces
primer Consejero General, Jesús A. Labarta, Maestro de Novicios de África, Jesús
Etayo y Ubaldo Feito, que se distribuyeron el trabajo a realizar, contando con la
colaboración de otros Hermanos de la Orden.
La Comisión General de Animación, en la reunión del 18 al 20 de mayo de 1994,
insistió en la oportunidad de publicar el documento durante el V Centenario del
nacimiento de San Juan de Dios.
A pesar de los esfuerzos realizados por la Comisión para realizar el servicio que se
le había encomendado, en el Capítulo General de 1994 se manifestó la
imposibilidad de finalizar el documento en el tiempo previsto.
En el Programa de Gobierno para el sexenio 1994-2000 se incluyó finalizar y
publicar el documento en el curso 1996-1997, contando con los mismos Hermanos
que componían la Comisión antes del Capítulo, incluido el Hno. General.
La Comisión General de Animación, reunida los días 26-27 de junio de 1996, pensó
que un momento adecuado para presentar el documento sería la Asamblea General a
celebrarse en octubre de 1997.
Después del trabajo de elaboración y redacción, realizado por cada miembro de la
Comisión y posteriormente contrastado para evitar inútiles repeticiones, finalmente,
en la reunión del 5-6 de junio de 1997, se presentó a la Comisión General de
Animación el documento que ahora se entrega a las Provincia de la Orden.
Consideramos que hemos realizado el servicio que la Orden requería. En el
documento, además de tener en cuenta la esencia de la misión de la Iglesia, la
evangelización, y las aportaciones de la vida consagrada a la misma, nos hemos
detenido especialmente en el análisis histórico de la acción apostólico-misionera de la
Orden y en la obra evangelizadora que actualmente realizan nuestros Hermanos,
deteniéndonos particularmente en los países en vías de desarrollo, valorando y
agradeciendo su testimonio. Teniendo en cuenta la sugerencia de la Comisión General
de Animación en la lejana reunión de marzo de 1992, se tiene en cuenta también la
proyección de futuro de la dimensión apostólico-misionera de la Orden.
Me siento gozoso de poder ofrecer a la Orden esta reflexión, seguro de que ha de
contribuir al crecimiento espiritual y apostólico de los Hermanos y de los
Colaboradores.
Fra Pascual Piles, OH
Superior General
Roma, 12 de octubre de 1997.
INTRODUCCIÓN
La dimensión misionera ha constituido una de las características fundamentales de nuestra
Orden en el ejercicio de su apostolado a lo largo de su historia. Ese espíritu misionero
sigue vivo como un signo más de que la misericordia de Dios desea llegar a todos los
hombres por medio de la caridad cristiana, al estilo de San Juan de Dios y de otros tantos
santos, hombres y mujeres, de ayer, hoy y mañana que, sintiendo el amor de Dios en sí
mismos, se decidieron a transmitirlo a los demás.
El documento se divide en cuatro partes. La primera, dividida en dos capítulos, lleva como
título Nuestra misión en la Iglesia: anunciar el Evangelio de la misericordia. El primer
capítulo se refiere a la dimensión evangelizadora de la Iglesia, a partir del nuevo sentido de
la vida del hombre inaugurado en Jesús de Nazaret, que antes de subir al cielo encomendó
a sus discípulos continuar en el mundo la obra de la salvación. De ellos heredó la
comunidad eclesial, inaugurada en Pentecostés, la misión de testimoniar y anunciar el
Evangelio como la tarea más importante a realizar en el mundo. Recordamos
especialmente la dimensión misionera de la Iglesia a partir del Vaticano II, y la dimensión
evangelizadora como esencia y sentido de la Vida Consagrada.
El segundo capítulo se refiere a la figura de nuestro Fundador que, transformado y
cautivado por el amor misericordioso de Dios, siente la urgente necesidad de comunicarla
a los enfermos y necesitados con unos gestos que se convierten en signos proféticos y
evangelizadores. En Juan de Dios tiene origen nuestra Familia religiosa; con él y en él
participamos de la misión universal de la Iglesia.
La segunda parte, Elegidos para evangelizar a los pobres y enfermos, refiere la trayectoria
histórica de la Orden desde los orígenes hasta finales del siglo XIX. A la luz de los dos
capítulos que integran esta parte se puede apreciar el impulso apostólico y misionero que
animó y alentó a nuestros Hermanos en la difusión de la Orden, a veces con la ofrenda
cruenta de su vida, capítulo tercero, y cómo supieron recuperar el sentido una vez superada
la crisis que vivió la Iglesia y, en consecuencia la Orden, durante gran parte de la segunda
mitad del llamado Siglo de las luces, capítulo cuarto.
Los dos capítulos que compone la tercera parte, Comprometidos en la
Hospitalidad, ofrecen una visión de conjunto sobre los medios de que la Orden dispone y
ofrece para mantener vivo el espíritu apostólico de los Hermanos y apoyar estructural y
económicamente su misión en el mundo de la salud. Se hace referencia a la doctrina de
documentos oficiales de la Orden, Constituciones y Cartas circulares de algunos
Superiores Generales, y se da especial importancia al testimonio escrito de Hermanos que
se han distinguido por su vida, San Ricardo Pampuri, o por su servicio a la Hospitalidad en
la misión “ad gentes”, capítulo quinto, ofreciendo en el sexto una breve descripción de los
organismos de la Orden al servicio de la evangelización.
En la cuarta parte, El hoy de la Hospitalidad, se ofrece una visión de cómo la fuerza del
carisma de la Orden vivido por nuestros Hermanos, ha sido capaz de realizar una segunda
difusión de la Hospitalidad durante el presente siglo; merced a ella la Orden hoy hace
presente el Evangelio de la misericordia en los cinco continentes, capítulo séptimo,
superando las graves dificultades sociales y políticas que ha vivido la sociedad.
El último capítulo trata de las exigencias misioneras actuales para la Orden, y cómo la
vocación del Hermano de San Juan de Dios debe ser vivida con espíritu apostólico-
misionero en nuestras comunidades para realizar y transmitir la nueva hospitalidad,
expresión juandediana de la nueva evangelización.
Va dirigido a todos los que hoy trabajamos en la Orden para hacer realidad la nueva
hospitalidad, Hermanos y Colaboradores, y a las futuras generaciones de Hospitalarios, a
los que ofrecemos toda la riqueza espiritual que la Orden ha ido acumulando con su
dimensión apostólico-misionera, en fidelidad al Espíritu, a la Iglesia, a San Juan de Dios y
al hombre que sufre, para que también ellos se sientan animados a continuar anunciando y
extendiendo el mensaje de Cristo por el mundo.
Con esta reflexión recordamos a cuantos Hermanos nos precedieron en la evangelización,
muy especialmente, a los que se entregaron y siguen dedicados a la misión “ad gentes”. Es
una sencilla aportación que espera ser completada. Si cada Provincia realiza el esfuerzo de
adentrarse en la propia historia para recabar de ella el testimonio de la vida de los
Hermanos que han hecho posible la realidad actual, las próximas generaciones, además de
admirar el entusiasmo y sacrificio que los animó en su acción apostólica, encontrarán
motivaciones que las estimulen a vivir y manifestar con renovado vigor el carisma que
hemos heredado de Juan de Dios.
I. PARTE
NUESTRA MISIÓN EN LA IGLESIA:
ANUNCIAR Y HACER PRESENTE EL
EVANGELIO DE LA MISERICORDIA
Capítulo primero
DIMENSIÓN EVANGELIZADORA DE LA IGLESIA
1. Jesús de Nazaret. Sentido de la vida del hombre
La dimensión evangelizadora de la Iglesia consiste en transmitir la salvación de Jesús, que
vino para hacernos partícipes del designio amoroso de Dios Padre sobre los hombres desde
la creación.
El Padre nos creó por amor y bondad, para compartir con nosotros su naturaleza
divina: “En el principio, Dios creó el cielo y la tierra” (Gn 1,1); y “Dios creó al hombre a
su imagen, a imagen de Dios los creó” (Gn 1, 27). Lo creó todo por el Verbo Eterno, su
Hijo amado: “En él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra ... todo fue
creado por él y para él”. (Col 1,16-17)
Dios deseó, desde siempre, hacernos “hijos adoptivos, por medio de Jesucristo, según el
beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia” (Ef 1,5-
6); “procurando al mismo tiempo su gloria y nuestra felicidad”. (AG 2)
Por Jesús sabemos que el Padre se manifiesta en el Hijo y los dos en el Espíritu Santo. En
este amor trinitario tiene origen la creación del hombre como “única criatura terrestre a la
que Dios ha amado por sí misma” (GS 24), pues sólo el hombre está llamado a participar
de la vida de Dios. Para este fin fuimos creados y esta es la razón fundamental de nuestra
existencia.
La humanidad, a causa de sus limitaciones, empezó a moverse en un mundo ambiguo de
sentimientos hacia Dios. Recordemos la historia de Israel, prototipo de las contradicciones
vividas por el hombre. El pueblo elegido vivía el amor y la fe, alternando con momentos
de infidelidad e idolatría.
En esta ambigüedad nos hemos movido los hombres desde siempre, haciéndonos las
preguntas sobre los enigmas de la vida, a las que han intentado responder, sin éxito, todas
las corrientes de pensamiento. Los grandes interrogantes sobre el sentido de la vida, del
dolor y de la muerte pueden inducir a dudar del amor misericordioso del Padre,
manifestado en la creación.
Dios, por medio de la Alianza, mantuvo la relación con sus criaturas y fue
progresivamente manifestando su amor y su bondad, hasta que finalmente se nos reveló en
su Hijo Jesucristo: “De muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por
medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien
instituyó heredero de todo”. (Hb 1, 1-2)
Jesús, enviado por el Padre con la fuerza del Espíritu, se convierte para nosotros en camino
de liberación y salvación, dando sentido pleno y definitivo a la humanidad, porque “Dios
quiere que todos los hombres se salven” (1 Tim 2,4), pues vino para cumplir el plan de
salvación anunciado por los profetas.
Toda la vida y actuación de Jesús se fundamenta en esta misión, como aparece en el
evangelio de san Juan: “El Padre mismo que me ha enviado, es quien me mandó lo que he
de decir y hablar”. (Jn 12, 49; RMi 5)
Jesús es el único camino que nos reconduce a Dios. Su misión se concreta en organizar
todo según los designios de la creación. El es la revelación máxima del amor del
Padre: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie se acerca al Padre, sino por mí; si me
conocéis a mí conoceréis también a mi Padre”. (Jn 14,6-9) Jesús proclama la buena
noticia de Dios que nos invita a reconocerlo como Padre y a orientar nuestra vida hacia El
cumpliendo su voluntad.
La Constitución conciliar sobre la Divina Revelación nos recuerda que “Jesucristo con su
presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su
muerte y gloriosa resurrección, con el envío del espíritu de la verdad, lleva a plenitud toda
la revelación y la confirma con testimonio divino, a saber, que Dios está con nosotros
para librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y para hacernos resucitar a una
vida eterna”. (DV 4)
Entrar en comunión con Dios por Jesús y bajo la acción del Espíritu, significa ir
construyendo una nueva sociedad en fraternidad y solidaridad, favoreciendo especialmente
al débil y marginado al estilo de Jesús, como anticipo del Reino de Dios; proclamar que
Dios es Padre de todos y, por tanto, que todos los hombres somos hermanos y estamos
llamados a caminar unidos hacia el mismo destino y a construir un mundo que alcanzará su
culminación cuando Dios sea todo en todas las cosas, representa un profundo cambio en
las relaciones humanas.
2. Experiencia de fe y anuncio del mensaje de salvación
Jesús, después de presentarse como enviado del Padre, se rodeó de seguidores, al estilo de
los antiguos maestros que reunían a sus discípulos, para compartir con ellos su palabra y su
vida.
En momentos sucesivos eligió apóstoles y discípulos (cf Lc 5, 10-11; 10, 1; Mc 3, 14). Así
va formándose en torno a Jesús la primitiva comunidad cristiana que originará la Iglesia de
Cristo. Además de los mencionados en los evangelios, otros muchos escucharon su palabra
y empezaron a vivir una fe que les fue transformando radicalmente.
A partir de la experiencia pascual surge la Iglesia. Una realidad nueva formada por Jesús y
sus discípulos, expresión del designio de Dios sobre el mundo. Después de la
Resurrección, el Señor envía a los Apóstoles a comunicar la experiencia que han
vivido: “Id por todo el mundo y proclamad el evangelio a toda criatura”. (Mc 16,15; cf
Mt 28, 19; Jn 20,21)
El día de Pentecostés recibieron el Espíritu Santo y comenzaron a anunciar a Aquel que
había llenado su vida de esperanza y alegría. Con la fuerza del Espíritu Santo, la primitiva
comunidad empezó a proclamar y difundir el mensaje de salvación por todo el
mundo: “Cristo envió de parte del Padre al Espíritu Santo, para que llevara a cabo
interiormente su obra salvífica e impulsara a la Iglesia a extenderse a sí misma”. (AG 4)
La Iglesia ha encontrado siempre en este primer grupo de discípulos de Jesús el modelo de
referencia para la comunidad cristiana y para su misión en el mundo: “Compartían
asiduamente la enseñanza de los Apóstoles, la comunión de los bienes, la fracción del pan,
las oraciones” (He 2,42), porque “Tenían un solo corazón y una sola alma”.(He 4,32)
Luego aparecieron comunidades en Samaria, Cesarea, Siria, Asia Menor y Europa. Es
fácil adivinar que no hubieran podido subsistir sin una fuerte vivencia comunitaria, y no
hubieran podido expandirse sin un convencido sentido misionero.
Destaca la fundación de la iglesia de Antioquía (cf He 11,19-30), modelo de actividad
misionera. Sus fundadores procedían de la comunidad de Jerusalén. Llegados a Antioquía,
movidos por el Espíritu decidieron dedicarse a la evangelización, haciendo de la misión un
estilo de vida enraizada en la fe. Comienza, así, la labor misionera de la Iglesia hasta
nuestros días.
3. Compromiso de la Iglesia en la evangelización
La evangelización es para la Iglesia la expresión de la comunión con Cristo: “ (...) la
actividad misionera brota íntimamente de la naturaleza misma de la Iglesia, cuya fe
salvífica propaga, cuya unidad católica perfecciona al dilatarla, sobre cuya apostolicidad
se sustenta, cuyo sentido colegial de la Jerarquía ejercita, cuya santidad testifica, difunde
y promueve.”. (AG 6)
A lo largo de su historia, la Iglesia ha manifestado su identidad en la tarea evangelizadora
: “Nosotros queremos confirmar, una vez más, que la tarea de la evangelización de todos
los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia”; una tarea y misión que los
cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes.
Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad
más profunda. Ella existe para evangelizar”. (EN 14)
El mensaje evangélico ha llegado a innumerables lugares del mundo, pero se constata que
el número de los evangelizados representa actualmente sólo una tercera parte de la
humanidad: “Mientras se aproxima el final del segundo milenio de la redención,
es cada vez más evidente que las gentes que todavía no han recibido el primer anuncio de
Cristo son la mayoría de la humanidad.” (RMi 40)
Un aspecto significativo son los movimientos alternantes de expansión y retroceso en la
acción evangelizadora (cf AG 6).Las épocas de expansión de la Iglesia coincidieron con
los tiempos de los descubrimientos y conquistas, originando la denominada “era de la
cristiandad”, que comenzó con la caída del Imperio romano y las posteriores conversiones
de los pueblos de Europa. El “descubrimiento” de América, y las misiones en Asia y
África marcaron momentos importantes en la historia de la evangelización.
La Iglesia ha tenido que superar numerosos obstáculos en el ejercicio de su misión. Entre
ellos destacan: las resistencias de muchas culturas para aceptar la fe, la oposición de
sistemas políticos, los efectos derivados de una deficiente inculturación, la difícil
convivencia con otras religiones, las persecuciones antirreligiosas, etc. Estos obstáculos se
han superado con el convencimiento y la fortaleza que el Espíritu Santo otorga a la Iglesia.
Algunos de ellos han producido momentos de profunda revitalización y testimonio
martirial.
En los últimos tiempos han aparecido otras dificultades que están influyendo en nuestros
días y que han ido conformando una cultura que desvirtúa el designio de Dios sobre el
mundo.
La sociedad entera ha vivido un cambio muy profundo y la Iglesia, en razón de su propia
misión, ha tenido que replantearse su posición ante las nuevas situaciones. En este
contexto surge el Concilio Vaticano II para orientar la labor de la evangelización.
El Concilio ilumina la eclesiología de la misión desde un sentido cristocéntrico de
encarnación como punto de referencia fundamental, al cual en todo momento debemos
acudir: “La misión, pues, de la Iglesia se cumple por aquella operación por la que,
obedeciendo al mandato de Cristo y movida por la gracia y la caridad del Espíritu Santo,
se hace presente a todos los hombres y pueblos, para llevarlos, por el ejemplo de su vida y
la predicación, los sacramentos y los demás medios de gracia, a la fe, la libertad y la paz
de Cristo, de forma que se les abra un camino libre y firme para participar plenamente en
el misterio de Cristo”. (AG 5)
La Iglesia no niega los elementos de verdad que existen en el mundo y en otras creencias
(cf NA 2), pero afirma que“Es necesaria para la salvación. Porque solamente Cristo es el
mediador y el camino de salvación”. (LG 14) Todo esto debe ser aplicado en sentido
amplio y desde el designio salvífico de Dios en la creación.
Finalizado el Concilio y cuando la teología de la misión parecía más adaptada para
responder a las necesidades que el mundo planteaba, han surgido dentro de la Iglesia
algunas tendencias que han afectado, incluso, a los contenidos de la enseñanza conciliar.
Los fenómenos relacionados con la liberación, la teología política, la salvación de los no
cristianos, la promoción de la justicia y de la paz, y las distintas formas de testimonio y
cooperación misionera, han sido vividos con enfoques distintos en la interpretación
posconciliar.
Las distintas líneas de pensamiento sobre la interpretación de estos temas hicieron
progresar los diversos aspectos pastorales de la misión, a veces con estilos y experiencias
variadas, para conseguir la finalidad de la misma.
La exhortación apostólica Evangelii nuntiandi y la encíclica Redemptoris missio han
venido a armonizar los distintos aspectos de la misión, superando las interpretaciones que
tuvieron lugar en la etapa posconcilar.
4. La fuerza evangelizadora y pastoral del Concilio Vaticano II
El Concilio Vaticano II no fue, exclusivamente, una original iniciativa de Juan XXIII; más
bien se puede considerar como el resultado de una situación que se estaba viviendo desde
cien años antes. La Iglesia quería defender su postura ante los profundos y acelerados
cambios que se estaban produciendo en el mundo como resultado de la filosofía moderna,
pero no podía afrontar estos nuevos retos apoyando su misión en categorías del pasado.
Había que buscar nuevas soluciones, porque la Iglesia necesitaba anunciar con claridad la
esencia de su propio ser y actuar en el mundo como sacramento y misión, para testimoniar
el amor de Dios revelado en Jesucristo. Esta concepción sería la aportación más relevante
del Vaticano II, de donde partirá toda su fuerza evangelizadora y pastoral.
Muchas fueron las novedades que trajo consigo el Concilio. Reseñamos las que han tenido
mayor repercusión.
a) La relación de la Iglesia con el mundo
El Concilio propone una nueva forma de relación entre la Iglesia y el mundo, basada en
una oferta de fe y no en el dominio de lo religioso sobre el ámbito secular. Este nuevo
estilo vivido desde la libertad y el convencimiento personal, facilita a los creyentes su
presencia en el mundo, con el objeto de ir construyendo el Pueblo de Dios desde la fe y la
caridad. Reconoce todo lo positivo que la modernidad aporta a la dignidad humana y, por
tanto, a las relaciones con Dios, promoviendo los valores de una sociedad justa y solidaria,
iluminados desde la Revelación.
Asimismo, el Concilio supera la perspectiva individualista de pertenencia al Pueblo de
Dios al declarar a la Iglesia como sacramento de Cristo y comunión en la fe, lo que origina
una concepción de la misma como sacramento de comunión, que queda reflejada en todos
los documentos conciliares, especialmente en Lumen gentium y Gaudium et spes.
b) Iglesia, comunión y misión
El Concilio relaciona paralelamente el misterio de la Iglesia comunión con el de la Iglesia-
misión. La misión manifiesta y realiza la comunión y, a su vez, ésta es el origen y el
horizonte de la misión.
Esta misión se enraíza en el misterio de la comunión con Dios y, al estilo de Jesús, consiste
en anunciar y construir el Reino con obras y palabras, que es el objetivo de la
evangelización.
La definición de la Iglesia como sacramento de salvación representa una nueva categoría
en la que convergen la comunión eclesial y la misión hacia el mundo.
c) La reforma litúrgica
Fue una de las innovaciones del Concilio de mayor repercusión pastoral. Supone para los
creyentes superar actitudes religiosas de talante individualista porque, como miembros del
Pueblo de Dios, celebran la fe de manera comunitaria.
El uso de las lenguas vernáculas facilita la comprensión de los signos y su proyección en el
compromiso de la realidad cotidiana. La liturgia, compartida en el seno de la comunidad,
debe revitalizar e interpretar esos signos a la luz de la vida.
d) Otros temas que influyeron en el dinamismo pastoral y evangelizador del Concilio son:
lo relacionado al sacerdocio común de los fieles; el reconocimiento de la importancia de
los laicos y sus carismas en la consagración del mundo; la relación con los no cristianos y
con los no creyentes; la colegialidad episcopal; la restauración del diaconado permanente;
el concepto de Iglesia que camina hacia la plenitud de la verdad y la declaración de libertad
religiosa. Sobre la Virgen María, se desarrolla toda una doctrina que la sitúa en el mismo
ser de la Iglesia y como mediadora en la obra redentora de Cristo.
e) Sobre la actividad misionera el Concilio expresa su doctrina en el decreto Ad gentes,
aportando las líneas de acción de la tarea evangelizadora, en base a los siguientes
contenidos de las Constituciones conciliares:
La Iglesia como “sacramento de salvación” y motivos para la evangelización universal
(cf LG 48).
La Iglesia que custodia y transmite la Revelación de Dios a toda la humanidad (cf DV
1).
La reforma litúrgica como un impulso eficaz a la evangelización (cf SC 2).
La solidaridad de la Iglesia con el género humano y su historia, por lo que es urgente la
misión universal (cf GS 1).
El decreto Ad gentes supuso el inicio de varios planteamientos y aportaciones que nos han
ayudado a profundizar en la evangelización hasta nuestros días.
5 Exigencias evangelizadoras presentadas por el Magisterio:
Evangelii nuntiandi y Redemptoris missio
A) Evangelii nuntiandi
La exhortación apostólica Evangelii nuntiandi de Pablo VI fue publicada el 8 de diciembre
de 1.975, a los diez años de la clausura del Concilio Vaticano II.
Su objetivo fundamental, enunciado en el mismo título, es “la evangelización del mundo
contemporáneo”, para “hacer a la Iglesia del siglo XX más apta todavía para anunciar el
evangelio a la humanidad de este siglo” (EN 2), siguiendo la línea del Decreto sobre la
actividad misionera de la Iglesia (Ad gentes) y recogiendo el contenido sobre la
evangelización del Sínodo de Obispos de 1.974.
La gran aportación de la Evangelii nuntiandi consiste en la ampliación del término
“evangelización”. La misma exhortación lo expresa muy gráficamente: “¡A todo el
mundo! ¡A toda criatura! ¡Hasta los confines de la tierra!... como una llamada a no
encadenar el anuncio evangélico limitándolo a un sector de la humanidad o a una clase de
hombres o a un solo tipo de cultura”. (EN 50)
La evangelización va dirigida al mundo moderno en su totalidad. Aparecen aspectos
referidos a la justicia, al desarrollo, a la promoción humana, a la liberación y la paz que
deben ser iluminados y promovidos por la Iglesia: “Las condiciones de la sociedad nos
obligan, por tanto, a revisar métodos, a buscar por todos los medios, el modo de llevar al
hombre moderno el mensaje cristiano, en el cual únicamente podrá hallar la respuesta a
sus interrogantes y la fuerza para su empeño de solidaridad humana”. (EN 3) En este
sentido añade nuevos elementos sobre los enunciados en el decretoAd gentes,
universalizando el campo de la evangelización.
Entre otros aspectos significativos, destacamos los siguientes:
La Iglesia necesita constantemente evangelizarse a sí misma mediante la conversión y
la renovación que le ayuden a conservar su impulso y fuerza para anunciar el evangelio.
La evangelización se presenta como una realidad rica, compleja y dinámica que
engloba todos los elementos señalados en las Constituciones conciliares y en el
decreto Ad gentes, y que deben ser abordados globalmente.
El medio más eficaz para la evangelización es el testimonio coherente de una vida
auténticamente cristiana.
Entre los destinatarios de la misión se encuentran los que todavía no conocen a Cristo,
los bautizados que viven descristianizados, y aquellos que profesan otras religiones,
aunque posean elementos de salvación.
El acto de evangelizar reviste un carácter profundamente eclesial, porque se hace en
unión con la misión de la Iglesia y en su nombre.
Los agentes de la evangelización son todos los miembros de la Iglesia.
La Vida Consagrada asume una función primordial en la evangelización, porque con la
donación total a Dios y al servicio del Reino interpela al mundo y a la misma Iglesia.
Se presenta una nueva visión de la espiritualidad misionera basada en el testimonio de
la unidad, la búsqueda de la verdad y el fervor de los grandes evangelizadores.
La Evangelii nuntiandi ha sido, sin duda, uno de los documentos de mayor repercusión del
magisterio postconciliar. Ha supuesto un gran impulso a la evangelización, a la Iglesia en
general y a nuestra Orden. Sus enseñanzas nos han ayudado a orientar nuestra respuesta
evangelizadora en todo momento.
B) Redemptoris missio
La Carta encíclica Redemptoris missio de Juan Pablo II fue publicada el 7 de diciembre de
1.990, a los veinticinco años del Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia (Ad
gentes).
Es la primera encíclica específicamente misionera después del Concilio, profundizando y
concretando la enseñanza sobre la evangelización recogida en la Evangelii nuntiandi.
Nos recuerda la “misión del Redentor” y la “permanente validez del mandato misionero”
como llamada urgente a la evangelización universal, con renovado impulso y nuevo
entusiasmo. Presenta una visión dinámica de los valores del Concilio y de las posiciones
de la Iglesia en la actualidad: “Pero lo que más me mueve a proclamar la urgencia de la
evangelización universal es que ésta constituye el primer servicio que la Iglesia puede
prestar a cada hombre y a la humanidad entera en el mundo actual, el cual está
conociendo grandes conquistas, pero parece haber perdido el sentido de las realidades
últimas y de la misma existencia”. (RMi 2)
Entre otros aspectos significativos, destacamos los siguientes:
Recoge la teología trinitaria del Vaticano II y la reflexión postconciliar sobre la misión,
animándonos a profundizar en el estudio de los diversos aspectos de la misión.
Insiste en el compromiso por la promoción humana, el respeto a la libertad, el diálogo
interreligioso y la inculturación eclesial.
Recuerda el carácter misionero de la Iglesia en todas sus manifestaciones, valorando lo
realizado desde que finalizó el Concilio.
Distingue tres situaciones en la actividad misionera de la Iglesia: dimensión Ad gentes,
la atención pastoral a los creyentes y la evangelización del mundo descristianizado.
Define los distintos ámbitos de la misión Ad gentes: territoriales, fenómenos sociales
nuevos, y áreas culturales o areópagos modernos.
Interrelación y complementariedad de las distintas actividades misioneras, porque los
horizontes de la misión son ilimitados.
Compromiso misionero de las Iglesias jóvenes para alcanzar su madurez y la plena
comunión con la Iglesia universal.
Insiste en el cultivo y la promoción de las vocaciones misioneras “ad vitam”.
Profundiza en la espiritualidad misionera como exigencia que asocia la misión con la
vocación a la santidad.
La encíclica Redemptoris missio ha establecido las bases para la evangelización del tercer
milenio. Vincula la reflexión teológica a la pastoral concreta con una clara proyección de
futuro.
6. Respuestas misioneras de la Iglesia. La nueva evangelización
Las respuestas misioneras de la Iglesia son las formas con que la evangelización ilumina
las necesidades de los hombres para hacerles llegar el mensaje de Dios revelado en Cristo;
han estado condicionadas por la manera de entender la evangelización y su desarrollo ante
los retos que el mundo plantea. Recordamos brevemente esta evolución:
El decreto Ad gentes interpreta la actividad misionera y la evangelización,
preferentemente, como anuncio del evangelio e implantación de la Iglesia, y la
distingue de la habitual acción pastoral con los fieles: “El fin propio de esta actividad
misionera es la evangelización e implantación de la Iglesia en los pueblos o grupos
humanos en los cuales todavía no está enraizada... Así, pues, la actividad misionera
entre los gentiles difiere tanto de la actividad pastoral entre los fieles cuanto de los
medios que hay que emplear para rehacer la unidad entre los cristianos”. (AG 6)
La Evangelii nuntiandi considera la evangelización desde una perspectiva muy amplia,
como ya se ha recordado anteriormente. Desarrolla aspectos que se apuntaban en el
decreto Ad gentes y afirma que es una actividad muy compleja que conlleva pluralidad
de factores que trascienden al solo anuncio del evangelio que deben ser integrados en su
totalidad: “La evangelización es un paso complejo con elementos variados: renovación
de la humanidad, testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la
comunidad, acogida de los signos, iniciativa del apostolado...”. (EN 24)
En el momento actual, Juan Pablo II centra toda la acción misionera de la Iglesia en la
denominada “nueva evangelización”, expresión utilizada por primera vez en la
Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Haití el 9 de Marzo de 1.983: “La
conmemoración del medio milenio de evangelización tendrá su significado pleno si es un
compromiso vuestro como Obispos junto con vuestro presbiterio y fieles; compromiso no
de evangelización, pero sí de una nueva evangelización. Nueva en su ardor, en sus
métodos y en su expresión.”
El documento de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Celam IV.
Santo Domingo, 1.992) recoge las ideas fundamentales sobre la “nueva evangelización”:
la define (Celam IV 24; cf VC 81),
indica quién es el destinatario ( ibídem. 25; Cf VC 79.80), la finalidad (Ibídem. 26;
RMi 33) y el contenido (Ibídem 27).
“Esta evangelización tendrá fuerza renovadora en la fidelidad a la Palabra de Dios, su
lugar de acogida en la comunidad eclesial, su aliento creador en el Espíritu Santo, que
crea en la unidad y en la diversidad, alimenta la riqueza carismática y ministerial y se
proyecta al mundo mediante el compromiso misionero.”. (Celam IV 27)
La “nueva evangelización” se ha convertido en la consigna preferente de Juan Pablo II.
Después de ser proclamada por primera vez en América Latina, se ha aplicado a Europa y
a los países cristianizados inmersos en procesos de secularización.
En varias ocasiones, el mismo Papa ha animado a la Iglesia a una reflexión continua sobre
los aspectos que entraña este nuevo desafío pastoral, para aclarar sus contenidos y buscar
las fórmulas más adecuadas para llevarlo a efecto, insistiendo en que debe ser: “ nueva en
su ardor, en sus métodos y en su expresión.”
Indicamos los contenidos básicos de la nueva evangelización:
Expresión clara del mensaje evangélico que anuncia el designio salvífico de Dios
manifestado en Jesús, como salvación integral del hombre.
Un estilo netamente testimonial en clave de radicalismo evangélico, como fruto de
conversión personal y de un proceso de autoevangelización.
Opción por los pobres y los que sufren, como prioridad en cualquier planteamiento de
nuestra vida.
Compromiso en el desarrollo humano, la justicia y la solidaridad que promuevan la
dignidad del hombre deseada por Dios.
Responsabilidad de todos los miembros de la Iglesia como agentes evangelizadores en
los distintos sectores y ámbitos donde se encuentren.
Promoción del encuentro y diálogo entre cultura y fe, para responder a las profundas
expectativas del hombre.
Al margen de la evolución en la reflexión teológica, la Iglesia siempre ha estado presente
en todas las necesidades de los hombres para iluminarlas desde el evangelio. Está presente
en la educación, en el mundo de la salud, en la acción social, la familia, la infancia y
juventud, la tercera edad, la marginación, los inmigrantes, los medios de comunicación
social, el voluntariado. en los países en desarrollo atendiendo necesidades primarias,
campos de refugiados, promoción de las Organizaciones no gubernamentales,
etc. Cualquier ámbito humano es adecuado para llevar a cabo la “nueva evangelización”.
7. La Vida Consagrada en el misterio y misión de la Iglesia
“La vida consagrada está en el corazón mismo de la Iglesia como elemento decisivo para
su misión, ya que “indica la naturaleza íntima de la vocación cristiana”. (VC 3; cf AG 18)
Nuestro estilo de vida y la actividad apostólica al servicio del hombre han sido las dos
aportaciones primordiales a la evangelización: “También ellos, como los Apóstoles, han
dejado todo para estar con El, al servicio de Dios y de los hermanos. De este modo han
contribuido a manifestar el misterio y la misión de la Iglesia con los múltiples carismas de
vida espiritual y apostólica que les distribuía el Espíritu Santo, y por ello han
cooperado también a renovar la sociedad.”(VC 1)
Recordamos algunas características que relacionan la Vida Consagrada con la misión
universal de la Iglesia.
La Vida Consagrada es un don de Dios concedido a su Iglesia (cf LG 43; VC 3).
Está inspirada por el Espíritu Santo (cf PC 1; VC 5, 19).
Se encuentra inmersa en lo más profundo de la Iglesia y expresa la misión salvífica de
la misma (cf LG 43. 44; VC 3.5.29).
Posibilita, con manifestaciones diversas, la labor apostólica universal (cf PC 1; VC 25,
72).
El consagrado/a es un testigo que anuncia el Reino de Dios, en donación permanente,
gratuidad y esperanza. Desde la conversión continua, la vivencia de los consejos
evangélicos y el servicio a la Iglesia establece una nueva relación entre Dios y el hombre,
para ir realizando el proyecto de una humanidad salvada y reconciliada en Cristo:
“Como expresión de la santidad de la Iglesia, se debe reconocer una excelencia
objetiva a la vida consagrada, que refleja el mismo modo de vivir de Cristo.
Precisamente por esto, ella es una manifestación particularmente rica de los bienes
evangélicos y una realización más completa del fin de la Iglesia que es la santificación
de la humanidad”.(VC 32)
El anuncio del Evangelio es una prioridad de la vida consagrada y en ésta encontramos a
muchos de sus agentes más representativos y carismáticos. Ha contribuido a la
evangelización con las respuestas que las familias religiosas han ido dando a los distintos
retos históricos. En la vida y obra de los fundadores, y en su capacidad de interpretar los
signos de los tiempos, encontramos su aportación más significativa según los distintos
carismas.
En la actualidad cabe destacar el testimonio de vida de religiosos y religiosas en pro de la
promoción de la dignidad humana, de la justicia y la paz en países como El Salvador,
Argelia, Ruanda, Liberia, Sierra Leona, Zaire...En ocasiones, es un testimonio martirial,
presente en todas las épocas, que constituye una de las formas más evidentes de la
evangelización.
Nuestra Orden Hospitalaria nace del Evangelio de la misericordia, vivido en plenitud por
Juan de Dios, su Fundador.“Nuestro carisma en la Iglesia, don del Espíritu que nos lleva a
configurarnos con el Cristo compasivo y misericordioso del Evangelio” (Const. 1984, 2a),
nos inserta en la misión de Jesús: somos enviados al mundo y “proclamamos la grandeza
del amor de Dios y mostramos a los hombres que El sigue preocupándose de su vida y de
sus necesidades.”(Const. 1984, 8).
Los Hermanos de San Juan de Dios asumimos la tarea evangelizadora como experiencia y
anuncio de la fe en Jesús: “El mandato de anunciar el Evangelio a todas las gentes, que la
Iglesia ha recibido de su Señor nos alcanza también a nosotros, como Hospitalarios.
Conscientes de nuestra responsabilidad en la difusión de la Buena Nueva, mantenemos
siempre vivo el espíritu misionero.” (Const. 1984, 48ab)
La historia de nuestra Orden está repleta del testimonio de muchos Hermanos que hicieron
presente el mensaje liberador de Cristo a los pobres y marginados, mediante el ejercicio de
un apostolado plenamente evangélico, para proclamar la misericordia de Dios hacia el
enfermo y necesitado.
Capítulo segundo
JUAN DE DIOS
HERMANO-SIERVO PARA LA SALVACIÓN DE TODOS
1. Seducido por la misericordia de Dios
Juan de Dios se identificó íntimamente con Jesús de Nazaret en sus actitudes y gestos de
misericordia y solidaridad con los pobres: se vació progresivamente de cuanto significaba
egoísmo y tendencia a vivir un cristianismo cómodo, hizo una lectura de la situación de los
pobres y enfermos de Granada en clave de fe y misericordia y, animado por la experiencia
de Dios como Padre misericordioso imitó a Jesucristo en la entrega radical al servicio de
los necesitados de su época para manifestarles el amor de Dios, hacerles partícipes de su
misma experiencia y anunciarles la salvación (cf Const. 1984, 1).
Aunque el momento clave de su encuentro con Dios hay que situarlo en la ermita de los
Mártires de Granada, al escuchar el sermón del Maestro Ávila en la fiesta de San
Sebastián, la luz definitiva que iluminó el camino por el que el Espíritu le conducía a
seguir en pobreza radical a Cristo pobre le inundó la vida durante su estancia en el Hospital
Real de Granada. Al ver cómo eran tratados sus compañeros, no pudo menos que
exclamar:
“¡Oh traidores enemigos de virtud! ¿porqué tratáis tan mal y con tanta crueldad a
estos pobres miserables y hermanos míos, que están en esta casa de Dios en mi
compañía? ¿No sería mejor que os compadeciésedes dellos y de sus trabajos, y los
limpiásedes y diésedes de comer con más caridad y amor que lo hacéis; pues los
Reyes Católicos dexaron para ello cumplidamente la renta que era menester?”.[i]
El Hospital Real fue como el noviciado donde el Espíritu le ayudó a soportar la
humillación y el sufrimiento como experiencia de comunión con el Cristo humillado y
ultrajado. La contemplación del misterio de la encarnación del Verbo, que se le mostraba
transfigurado en el rostro de los pobres enfermos, sus compañeros, le ayudó a discernir
cómo corresponder a su amor infinito:
“Y viendo castigar los enfermos que estaban locos con él, decía: Iesu-Cristo me
traiga a tiempo y me dé gracia para que yo tenga un hospital, donde pueda recoger
los pobres desamparados y faltos de juicio, y servirles como yo deseo.”[ii]
Así consiguió Juan desentrañar el contenido de la inquietud que no le permitió continuar
de pastor en Oropesa ni aceptar la invitación de su tío a quedarse en Montemor cuando a la
vuelta de Viena fue a su pueblo natal en busca de familiares:
“Señor tío, pues Dios fue servido de llevarse a mis padres, mi voluntad es de no
quedar en esta tierra, sino de buscar a donde sirva a nuestro Señor fuera de mi
natural, como mi padre lo hizo, y dello me dexó tan buen exemplo; y pues he sido
tan malo y pecador, razón es que, pues el Señor me ha dado vida, que la que fuere la
emplee en hacer penitencia y serville; que yo confío en mi señor Iesu-Cristo que me
dará su gracia para que este deseo le ponga muy de veras en execución”.[iii]
En el Hospital Real Juan Ciudad, recogió el fruto de la entrega generosa a la familia
Almeida, durante su estancia en Ceuta; allí tuvo la respuesta a su confesión general y
a su incesante súplica al Señor en Gibraltar, a la vuelta de Ceuta:
“tengáis por bien de enseñarme el camino por donde tengo de entrar a serviros y
ser para siempre vuestro esclavo, y dad ya paz y quietud a esta alma, en que halle lo
que tanto desea y con tanta razón”.[iv]
Dios le mostró el camino y Juan se dispuso a realizarlo con todo el amor que el mismo
Dios depositó en su corazón: nunca más abandonó este camino. Y consiguió la paz y
quietud que anhelaba, porque descubrió el “tesoro” por el que podía consumir su vida:
hacerse esclavo, cautivo, por sólo Jesucristo, dedicándose a amar y servir a sus hermanos y
prójimos (cf 2 GL 7.8).
Francisco de Castro, su primer biógrafo, lo presenta embriagado por el vino de la caridad:
“Era tanta y tan grande la caridad de que nuestro Señor había dotado a su siervo, y
las obras tan peregrinas que della procedían, que algunos, juzgándolo con espíritu
vano, lo tenían por pródigo y disipador, no entendiendo cómo le había el Señor
metido en la bodega del vino, y allí ordenado con él su caridad, y de tal manera se
había embriagado en su amor, que ninguna cosa negaba que por él se le
pidiese”.[v]
2. Testigo de la Hospitalidad de Dios
El vivir de Juan a partir de su entrega definitiva al Señor consistió en dejarse invadir por la
hospitalidad de Dios. La Hospitalidad, con mayúsculas, significó para él sentirse invadido
de la acogida misericordiosa de Dios, de su benevolencia y perdón. Se sintió acogido
“hospitalariamente” por Dios Padre, se sintió gozosamente hijo de Dios, y todo su esfuerzo
consistió en manifestar la filiación viviendo como Jesús: en plena docilidad al querer del
Padre, y en total dedicación a crear espacios y relaciones de fraternidad.
Comenzó su misión de servicio a los pobres y enfermos en Granada con la ayuda de Dios,
sin un ducado en el bolsillo y la entrega incondicional de su existencia, sin medir esfuerzos
ni restar horas al día y a la noche. La gente de Granada, al principio, pensó que se trataba
de un modo extraño de “locura”. Poco a poco descubrieron que, realmente, se trataba de
una auténtica “locura”: la locura que había revolucionado sus entrañas y movilizado su
corazón, contagiado de la “locura de Amor” manifestada por Dios en su Hijo Jesús, que se
hizo pobre para comunicarnos su riqueza, se hizo esclavo para devolvernos la libertad y
entregó su vida en servicio de todos para que todos tuviéramos vida en El.
Juan de Dios fue un pobre desconcertante, en una época en la que la mendicidad era una
“profesión” bastante socorrida. Desconcertó a los habitantes de Granada cuando él, que
decidió seguir a Cristo pobre abandonando su pequeño negocio de librero y entregando lo
poco que tenía a los pobres, se propuso organizar un lugar donde acoger, dar de comer y
asistir a los pobres enfermos de Granada. Despertó curiosidad cuando una tarde-noche
comenzó a gritar: “Hacéos bien, Hermanos, a vosotros mismos, dando limosna a los
pobres”. Y le daban limosna, muchas limosnas. Con ellas pudo organizar un pequeño
albergue, primero, luego un minúsculo hospital, más tarde adquirir un viejo convento para
organizar lo que se ha considerado el primer hospital de Juan de Dios, en la Cuesta de
Gomeles, en el que dice él mismo que recibían asistencia y ayuda más de 140 personas,
entre enfermos, pobres y peregrinos.
En su hospital eran acogidos y servidos como hermanos los pobres y enfermos, las
prostitutas decididas cambiar de vida, los bienhechores que le ayudaban a realizar el bien,
los compañeros que deseaban vivir como él. Sin pretender crear “escuela”, el testimonio de
la vida de Juan contagió a cuantos lo rodeaban, de manera que su Hospital se convirtió en
un lugar en el que se vivía, se transmitía y se experimentaba la hospitalidad.
Aunque ponía en el hospital los mejores y mayores esfuerzos de su entrega caritativa,
ninguna miseria dejaba indiferente el corazón de Juan. En el rostro de los pobres
contemplaba el de su Señor y el corazón no le permitía pasar de largo sin intentar remediar
sus necesidades. Él, tan pobre como el que más, sabía convencer a quienes podían
colaborar en su apostolado. Escribe a la Duquesa de Sessa:
“... el otro día, cuando estuve en Córdoba, encontré una casa con grandísima
necesidad: vivían allí dos muchachas, con el padre y la madre enfermos en la cama,
paralíticos hacía diez años; tan pobres y mal cuidados los vi, que me despedazaron
el corazón... Me han escrito una carta y me han roto el corazón con lo que me dicen:
yo estoy en tanta necesidad que el día que tengo que pagar a los que trabajan se
quedan algunos sin comer... buena Duquesa, yo quiero, si Dios fuera servido, que
ganéis vos esta limosna”. (1 DS 15-17).
Y a Gutierre Lasso:
“...viendo padecer a tantos pobres, hermanos y prójimos míos, y con tantas
necesidades, tanto corporales como espirituales, al no poder socorrerlos, quedo
muy triste... (...) Hermano mío en Jesucristo, mucho descanso en escribiros, porque
hago cuenta que estoy hablando con vos; y os doy parte de mis trabajos porque sé
que lo sentís... Nuestro Señor Jesucristo os lo pague en el cielo por la buena obra
que por Jesucristo y por los pobres y por mí hicisteis,” (2 GL 8.13).
3. Contagió el amor al prójimo
Juan de Dios se llamaba a sí mismo “el hermano de todos”. Es, probablemente, una de las
mejores definiciones que se pueden dar de él, pues vivió y manifestó la fraternidad hacia
los pobres y enfermos, los ricos venidos a menos, los soldados que se sentían en dificultad,
las prostitutas y hacia los “señores” de Andalucía y Castilla que, con sus limosnas, le
ayudaban a realizar su apostolado de caridad.
En los habitantes de Granada se fue realizando un cambio radical sobre la imagen de Juan
de Dios. Así lo describe Castro:
“porque la gente en común siempre juzgaba que era ramo de locura cuanto le veían
hacer, hasta que después vieron bien aquel grano, enterrado y podrido, cuánto fruto
y qué bueno vino a dar.”[vi]
Como aparece en el texto, poco a poco la gente cambió de criterio ante la coherencia de su
vida, su entrega desinteresada, su constancia, su espíritu de sacrificio, su forma de pedir y
la universalidad de su amor. Se puede afirmar que Granada entera pasó de la duda sobre su
persona a la identificación total con Juan de Dios, mediante un proceso que podría ser
como sigue:
La admiración. El primer sentimiento positivo respecto a su persona fue la sorpresa.
“¿Es éste el mismo que vimos loco? Pues, ¡ cuánto ha cambiado!” Efectivamente, su
vida demostraba el cambio que en él se había dado; más que cambio, se manifestó
quién era verdaderamente Juan de Dios.
El reconocimiento. A la admiración siguió el reconocimiento: Juan de Dios empezó a
ser querido por todos. Hacía lo que nadie hacía y en su casa se acogía a todo tipo de
personas: enfermos, pobres, peregrinos, etc.. No era un loco, sino cuerdo, y muy cuerdo.
Le amaban y bendecían los pobres, los poderosos, las autoridades civiles y
eclesiásticas...
La colaboración. Con el reconocimiento vino la colaboración; la obra de Juan de Dios
pasó a ser la obra de Granada entera, que llegó a sentirla como suya. El pueblo
colaboraba en especies, en dinero, en entrega personal, en promoción de ayudas entre
compañeros y amigos. Todos, gradualmente, se sintieron protagonistas del hospital del
bendito Juan de Dios. Más que colaboración fue identificación con la obra de Juan.
La veneración. Juan no podía morir del todo. Su amor permanece vivo en cada calle y
rincón de la ciudad del Darro. Su entierro constituyó una gran manifestación de cariño y
veneración. Dice Castro:
“A su cuerpo se le hizo el más sumptuoso y honrado enterramiento que jamás se
hizo a príncipe, emperador, ni monarca de el mundo”.[vii]
El espíritu de Juan de Dios continuó vivo en sus Hermanos, que lo perpetuaron en Granada
y extendieron su obra por los cinco continentes, de manera que Juan de Dios es no sólo un
personaje histórico, sino que sigue vivo entre nosotros.
4. Los primeros compañeros
Juan de Dios fascinó a cuantos lo conocieron. Gracias a Francisco de Castro sabemos que
durante algún tiempo él solo se ocupaba de todos los quehaceres de su obra, luego se le
unieron voluntarios, enfermeros a sueldo, amigos que como Juan de Ávila, al que el Santo
llama familiarmente Angulo, que le ayudaban y acompañaban en sus trabajos y viajes.
Todos ellos se sintieron contagiados por la integridad de su vida y la capacidad que tenía
para transmitir la exigencia cristiana de vivir la caridad y el servicio en favor de los pobres.
Los primeros Hermanos de Juan de Dios son también fruto de su gran caridad. Por una de
sus cartas sabemos que el Santo tenía muy claro que su modo de vivir exigía unas actitudes
personales que se debían manifestar en la entrega total a las cosas de Dios, en el desvelo
por el cuidado de los pobres y en una integridad de vida, fundamentada en la gracia de
Dios, en el cultivo de la oración y la práctica de los sacramentos (cf LB passim). A la hora
de elegirlos, no se deja conducir por prejuicios ni deslumbrar por lo externo, pues tiene
experiencia de que la misericordia de Dios es capaz de transformar el corazón del hombre
que se deja seducir por su misericordia.
Los primeros compañeros de Juan de Dios, en general, son personas alejadas de Dios, con
vida más o menos desorientada, a los que su entrega, su palabra, su testimonio, animó a
cambiar de actitudes y, sobre todo, los decidió a compartir con él la misión, dando origen a
nueva familia religiosa.
La historia de Antón Martín y Pedro Velasco es bien conocida por todos. Está expuesta por
testigos en el proceso de beatificación. Dos enemigos, ya que Pedro había asesinado al
hermano de Antón, por lo que éste se quería vengar. La caridad y el celo apostólico de
Juan de Dios les transforma,, primero en verdaderos hermanos, luego en colaboradores de
su obra y, por fin, en sus primeros compañeros.
A Simón de Ávila lo presenta la historia como un detractor de Juan de Dios; lo
desacreditaba y seguía los pasos del santo en sus visitas a las viudas pobres y a las
doncellas necesitadas. La constancia en seguir los pasos de Juan, con la intención de
desenmascarar lo que él sospechaba como falsa caridad, le conduce a adquirir un
conocimiento de su vida que le transforma de detractor en gran admirador suyo. Movido
por la gracia de Dios, se sintió atraído por su estilo de vida y entró a formar parte de sus
compañeros.
Dominico Piola fue un comerciante que había adquirido grandes riquezas. El contacto con
el santo fue también poco a poco transformando su vida; se fue identificando con él y
pensó en dejar las cosas del mundo y unirse a él, imitando sus acciones. Antes de ingresar
Juan de Dios le pidió que pusiera en orden sus negocios, viviendo posteriormente con
grande edificación de cuantos le conocían.
De la vida de Juan García sabemos pocas cosas antes de ser compañero de nuestro
santo. Animado por el testimonio de Juan de Dios se unió a él para trabajar en su hospital.
Su gran caridad e inclinación a servir a los enfermos le llevó a permanecer prácticamente
siempre junto a ellos en el hospital..
5. Signos proféticos y evangelizadores de su vida
Es difícil resumir los rasgos del espíritu profético y evangelizador de la vida de Juan de
Dios. A modo de síntesis, resaltamos los siguientes, sin pretender ser exhaustivos:
5.1. Íntima relación con Dios
Como resultado de la experiencia de sentirse amado misericordiosamente por el Padre,
Juan desarrolló progresivamente la comunión con Dios, manifestada en una relación
personal con El que le animó a vivir el amor como adhesión filial a su voluntad, en cuya
aceptación pone de manifiesto que ha descubierto en Jesús, y de El lo ha aprendido, que
para mantenerse en el amor del Padre hay que cumplir su voluntad. (Cfr. Jn 15, 9-10; 14,
31)
Desde su conversión, Juan desarrolló las actitudes de fe, caridad y esperanza de manera tal,
que su querer fue el querer de Dios.
5.2. La fe
La fe le condujo a aceptar en su vida la presencia salvífica de Dios con tal profundidad,
que era El quien la conducía. El mismo sobrenombre “de Dios”, lo pone de manifiesto.
Juan ya no se pertenece a sí mismo, sino a Dios. Ya no vive para sí, sino para Dios y su
Reino.
Desde esta experiencia de la fe, entendida como aceptación voluntaria de la presencia y de
la salvación de Dios en la propia existencia, Juan hizo suyas las actitudes que luego
recomendará en sus cartas:
“Dios delante sobre todas las cosas del mundo”. (Comienzo de las Cartas)
“...todo ha de ser por Dios pasado... todo esto por amor de Dios; por todo habéis de
dar muchas gracias a Dios”. (LB 9)
“...porque todos los bienes que los hombres hacen no son suyos, sino de Dios. A Dios
la honra, la gloria y la alabanza, que todo es suyo de Dios”. (1 GL, 11)
5.3. La caridad
Juan de Dios es el Santo de la Caridad. El amor a Dios y al prójimo es el móvil y la meta
de su vida. La caridad, para él, es:
la manifestación de la comunión con Dios: “Tened siempre caridad, porque donde no
hay caridad no hay Dios, aunque Dios en todo lugar está”. (LB 15)
“la madre de todas las virtudes”. (1 DS 16)
la prueba del amor a Jesucristo: “... se que amáis a Jesucristo y os compadecéis de sus
hijos, los pobres”. (2 GL 10)
la garantía del perdón de los pecados: “...como el agua apaga el fuego, así la caridad
borra el pecado”. (1 DS 13)
es el “alma” de la compasión y de la entrega a los demás: “Viendo padecer a tantos
pobres, Hermanos y prójimos míos, y con tantas necesidades, tanto espirituales como
corporales, al no poder socorrerlos, quedo muy triste”. (2 GL 8) “... me empeñé en tres
ducados para socorrer a ciertos pobres muy necesitados”. 1 DS 3)
El amor a los demás llega a ser el “alma” que anima su vida: vive el cristianismo a
imitación Jesucristo, amando siempre a los demás aunque su amor no sea correspondido.
Llega a vivir el amor cristiano en su exigencia más desconcertante, el amor a los enemigos,
en hacer el bien a “buenos y malos”. Francisco de Castro refiere un hecho precioso a este
respecto. Personas bienintencionadas, sin duda, informaron al Arzobispo Guerrero de
que Juan de Dios recibía gente de mal vivir en su hospital que, según ellas, eran motivo de
descrédito. El Arzobispo lo llamó y le invitó a no recibir a quienes no fueran “dignos”:
“Ioan de Dios estuvo muy atento a cuanto el perlado le dixo, y con mucha humildad
y mansedumbre le dixo: Padre mío y buen perlado, yo solo soy el malo y el
incorregible y sin provecho, y que merezco ser echado de la casa de Dios; y los
pobres que están en el hospital son buenos, y yo no conozco vicio en ninguno dellos;
y pues Dios sufre a malos y buenos, y sobre todos tiende su sol cada día, no será
razón echar a los desamparados y afligidos de su propia casa”[viii].
Por amor de Dios, soporta grandes afrentas con paciencia y las acepta como una forma de
sufrir por Jesucristo y se identifica con él que, “al mal que le hacían, respondía con el
bien” (cf LB 10). Sabe que donde no hay caridad no está Dios (cf LB 15) y lo expresa en
sus cartas.
Profundamente sensible al dolor de los demás, se le deshace el corazón cuando encuentra a
las personas en necesidad. Acoge a todo el mundo en casa, por lo cual se le tacha de
demasiado generoso, Pero tiene claro que su sino es hacer presente la misericordia de Dios
y ama sin fronteras. Con actitud evangélica y con auténtico sentido profético.
5.4. Esperanza
La expresa y vive de este modo:
“Esperanza en sólo Jesucristo, que a cambio de los trabajos y enfermedades que
por su amor pasáremos en esta vida miserable, nos dará la vida eterna, por lo
méritos de su sagrada pasión y por su gran misericordia”. (3 DS 9)
Lo expresa muy bien cuando dice:
“... hermano mío muy amado y querido en Cristo Jesús, ...muchas veces no salgo de
casa por las deudas que debo ...mas empero confío en sólo Jesucristo, que El me
desempeñará, pues El conoce mi corazón”. (2 GL 7.8; Cfr. 1 DS 6 b.; 2 DS 7. 20)
“...yo estoy muy atribulado y con mucha necesidad: ¡Gracias a nuestro Señor
Jesucristo por ello!. Porque... son tantos los pobres que aquí vienen, que yo mismo
muchas veces quedo maravillado de cómo se pueden sustentar: pero Jesucristo lo
provee todo y les da de comer”. ( 2 GL 3)
“...y pues Jesucristo lo provee todo, a él sean dadas las gracias por siempre jamás.
Amén Jesús”. (2 GL 9)
“...terminada la jornada, hemos de dar gracias a nuestro Señor Jesucristo porque
usa con nosotros de tanta misericordia”. (2 DS 18)
5.5. Solidaridad con los pobres y enfermos
Juan de Dios se entregó radicalmente al servicio de los enfermos y necesitados, a partir de
un compromiso personal que le exigió la identificación con ellos: se “vacía de sí mismo”,
para situarse al nivel de sus “hermanos y prójimos”, y así poder entrar en un diálogo de
amor con ellos; diálogo que se explicita en el servicio y la entrega de su vida para remediar
sus necesidades.
Pocas cosas advertimos con más fuerza en su vida: no sólo sirve a los pobres, sino que
hace suya la vida y la suerte de los pobres a quienes sirve. Lo expresa con mucha claridad
escribiendo a Gutierre Lasso:
“La presente es para haceros saber que me encuentro muy atribulado y con mucha
necesidad:...lleno de deudas y entrampado, sólo por Jesucristo, ya que debo más de
doscientos ducados... Es tal la situación en que me encuentro que muchas veces no
me atrevo a salir de casa por las deudas que tengo... Os doy cuenta de mis trabajos
porque sé que los sentís como yo sentiría los vuestros. Y como sé que amáis a
Jesucristo y os compadecéis de sus hijos, los pobres, por eso os pongo al corriente
de sus necesidades y de las mías”. (2 GL 1.7.8.10)
Desde esta identificación profunda, que le hace sentirse pobre y necesitado; desde el
“vaciamiento” personal, Juan de Dios puede ofrecer su servicio y remediar las necesidades
de los pobres sin herir su “dignidad”, ni caer en actitudes “paternalistas”. De este modo
puede comprender perfectamente la situación de cada persona. El, como Cristo, vive la
actitud de compasión que nace del amor: sufre con quien sufre, espera con quien no tiene...
5.6. La oración
Juan de Dios, visto desde fuera, aparece como un hombre eminentemente activo Sin
embargo, la Iglesia, en la bula de canonización, lo propone como modelo de caridad y de
profunda oración. En su biografía aparece con claridad este rasgo de su talante cristiano: ha
sabido conjugar perfectamente el verbo amar en su doble orientación, Dios y el prójimo,
consiguiendo la armonía de existencia que comunica el amor. Su entrega de caridad se
renueva y consigue su fuerza en el contacto con Dios, que se realiza no sólo en los
momentos de oración, muchos por cierto, sino en la entrega caritativa a los demás,
pues consiguió realizar una lectura en fe de la vida, del sufrimiento, de la pobreza, de
todo.
Su estilo de oración es muy sencillo, conforme al de cualquier creyente de su tiempo: reza
las oraciones que manda la Santa Madre Iglesia; medita y contempla la pasión de Cristo,
especialmente los viernes; le va muy bien con el rosario; participa en la celebración de la
Eucaristía; se confiesa a menudo; acude con frecuencia al director espiritual; encomienda
las cosas al Señor, dispuesto a cumplir siempre su voluntad, se fía totalmente de Jesucristo,
le da gracias constantes por su gran misericordia y por su amor y bondad hace el bien y la
caridad a los pobres y enfermos (cf 2 DS 18.19).
Se puede afirmar, sin dudar en absoluto, que Juan de Dios es un orante, un profeta
que capta la presencia de Dios en la realidad y está siempre en relación con él, a pesar de
lo absorbente de su actividad.
5.7. La ascesis
A partir de su conversión, Juan de Dios llevó una vida dura, que Castro recoge en el
capítulo 17 de su biografía:
“Sólo el ordinario trabajo, que Ioan de e Dios tenía en procurar las limosnas y
curar de sus pobres, era tan grande penitencia y mortificación de la carne, sin las
continuas demandas y importunaciones de todos, que era muy bastante carga para
otro cuerpo que fuera sano y recio... Y con todo esto no se contentaba el hermano
Ioan de Dios, sino que con obras de mucha penitencia mortificaba su carne y la
hacía servir al espíritu, no concediéndole aún lo muy necesario”[ix].
Más adelante, continúa Castro:
“Eran tantos los trabajos en que Ioan de Dios se ocupaba por dar remedio a los de
todos, así de caminos y salidas que hacía, en que padecía muchas frialdades, como
el trabajo ordinario de la ciudad, que se desvencijó”[x].
Según esto, se puede decir que su ascética consistió, principal mente en tres aspectos:
El primero en el poco cuidado que tiene de su cuerpo; no lo quiere regalar; vive para los
pobres e identificado con ellos. A la comida y al vestido hace alusión varias veces (cf 2
DS 13) y se denota en ello lo poco que necesitaba para vivir. El trabajo, el poco dormir,
la austeridad, reflejan su ascetismo.
El segundo se deriva de la donación a los demás, que le exige el estar atento a los
enfermos, seguir sus dolencias, visitarles cuando llega cansado a casa, salir a
pedir, preocuparse de la rehabilitación de las mujeres de mala vida, dar explicaciones a
las personas a las que debe dinero. Su ascesis le ayuda a conseguir el talante de dar
gracias a Dios tanto por el bien como por el mal.
El tercer aspecto es que, para conseguir esto, Juan de Dios, a partir de su conversión,
realiza un proceso de vaciamiento de sí para poder llenarse del amor de y a Dios.
Después de escuchar el sermón del Maestro Ávila, uno de sus deseos es el de ser tenido
en poca cosa: se desnuda, se echa en el lodo, deja que los demás hagan burla de él y le
tomen por loco. Habla constantemente de que es un gran pecador, y esto mismo dice al
Arzobispo Guerrero cuan se encuentra en el lecho de muerte; los viernes, cuando invita
al cambio de vida a las prostitutas lo hace confesando sus propios pecados;; él es, en su
opinión, el único indigno de estar en su hospital..... Quien había conseguido tan altas
cotas de amor y santidad, se sentía nada. Es otro de sus rasgos proféticos.
5.8. La colaboración con los seglares
Su obra estuvo siempre abierta no solamente a los enfermos y a los pobres, sino a todas las
personas que quisieron colaborar con él.
Comienza con las limosnas de los habitantes de Granada; se siente apoyado por el trabajo
que realizan los mismos pobres, los peregrinos o prostitutas a quienes les pide un apoyo
especial; tiene enfermeros que hacen el trabajo del hospital cuando va a pedir; en sus
salidas le acompaña Juan de Ávila; los bienhechores llegan a ser, con sus apoyos
constantes protagonistas del hospital. La ciudad de Granada siente su ausencia cuando
viaja hasta Valladolid y permanece nueve meses fuera, hasta el punto de tributarle un gran
recibimiento a la vuelta.
Esto no son sino expresiones de la convicción que tenía de realizar una obra compartida
con todos, del valor de cada una de las personas, de su apertura y la universalidad. Su
obra, desde el principio, fue obra también de los colaboradores, creyentes y no creyentes,
que se identificaron con su espíritu humanitario y a quienes quería manifestar la fuerza de
la salvación.
5.9. La cordura
Juan de Dios fue un hombre sabio, enriquecido con la sabiduría bíblica que brota de la
sencillez, de la humildad, de ir creciendo en correspondencia a la llamada de Dios, de ir
armonizando y centrando su ser en lo que considera fundamental para su vida.
Sus respuestas son cada vez más cuerdas, y la gente lo aceptará progresivamente como
hombre de buen sentido.
5.10. La armonía y serenidad
La jornada de Juan de Dios estaba llena; no tenía tiempo que “perder”, pues las
necesidades del hospital y la asistencia a los pobres, en algunas ocasiones, no le dejaba
libre ni el tiempo que se necesita para “estar un credo despacio”. (1 GL 4) Sin embargo,
se preocupaba de visitar uno a uno los enfermos, se interesaba de cómo se encontraban y
cómo les había ido durante su ausencia. Cuando se encuentra con quien sufre, no tiene
prisa: acoge, escucha con calma y, en lo posible, remedia su necesidad. Castro refiere:
“...era tanto el concurso de gentes que con él venían a negociar, que muchas veces
apenas cabían de pies; y él, sentado en medio de todos, con muy gran paciencia,
oyendo a cada uno las necesidades que traía, sin enviar jamás a nadie
desconsolado, con limosna o buena respuesta”[xi].
5.11. El espíritu evangelizador
Juan de Dios es un apóstol que tiene una visión universal y ecuménica de la vida, deducida
de su encuentro con Dios, en el que ha experimentado que Dios es Padre de todos y a
todos ama de forma gratuita. Esta experiencia es el fundamento de su espíritu apostólico.
La transmite en sus gestos de amor universal y la anuncia de palabra y por escrito,
invitando a actuar al estilo de Dios:
“Si considerásemos lo grande que es la misericordia de Dios, nunca dejaríamos de
hacer el bien mientras pudiésemos” (1 DS 13).
De ahí su gran deseo de que las personas vivan centradas en Dios, que experimenten la
salvación y aprecien el valor fundamental de la persona humana. Con el lenguaje de su
tiempo dice que “un alma vale más que todos los tesoros del mundo” (1 DS 17).
De ahí su interés por aprovechar toda ocasión para presentar la Buena Nueva. El anuncio
de la salvación es algo que lleva en su corazón. Su caridad no se limita a solucionar
problemas y necesidades sociales; su compromiso por el hombre no tiene como fin
principal, menos aún exclusivo, la promoción social de los marginados y el alivio de los
enfermos. Vive y realiza el servicio a los pobres y enfermos como el modo personal de
imitar a Jesucristo, de anunciar el Evangelio y hacer presente el amor de Dios al hombre,
particularmente a los más débiles.
El mismo se encarga de decir, tras elencar una serie de necesidades y problemas que tiene:
“... me encuentro aquí lleno de deudas y entrampado, sólo por Jesucristo”. (2 GL 7)
Y al final de sus cartas:
“Juan de Dios, el que desea la salvación de todos como la suya misma. Amén,
Jesús”.
Es claro, además, que no se ocupa únicamente de la atención corporal y de solucionar
problemas sociales y económicos:
Cada viernes va a la casa pública para evangelizar a las prostitutas;
Enseñó el catecismo a los niños y a los acogidos en su hospital;
Se preocupaba de la asistencia religiosa y de la administración de los sacramentos a
los enfermos;
Orientaba espiritualmente a las personas con las que se relacionaba:
* A Luis Bautista, en orden al discernimiento vocacional;
* A Gutierre Lasso, sobre asuntos de familia y el futuro de sus hijos;
* Las cartas a la Duquesa de Sessa, en especial la tercera, están llenas de orientaciones de
carácter espiritual.
Juan de Dios realiza un servicio integral a la persona. Lo expresa muy bien cuando dice:
“...viendo padecer a tantos pobres... y con tantas necesidades, tanto corporales como
espirituales...” (2 GL 8)
Tampoco se centra exclusivamente en las personas acogidas en el hospital; su amor estaba
abierto a
“todo género de pobres y necesidades, que le iban acudiendo a que les socorriese:
viudas y huérfanos honrados, en secreto, pleiteantes, soldados perdidos y pobres
labradores... y a todos socorría conforme tenían necesidad, no enviando a nadie
desconsolado”[xii]...sin los estudiantes que mantenía”, y vergonzantes en sus
casas”[xiii].
Hoy hablamos de nueva evangelización, de nueva hospitalidad, de pastoral de la salud.
Juan de Dios anuncia y hace presente el contenido inmutable del mensaje de la Buena
Nueva, con un ardor y unas actitudes que, a veces, hoy nos faltan. He aquí otra
manifestación de su talante profético.
II PARTE
ELEGIDOS PARA EVANGELIZAR
A LOS POBRES Y ENFERMOS
Panorámica histórica
Capítulo tercero
LA ORDEN HOSPITALARIA HASTA MEDIADOS DEL S. XIX
1. De la muerte de Juan de Dios hasta la división de la Orden en dos Congregaciones
Los principios de la Orden son, en verdad, humildes y sencillos pero providenciales,
apoyados en el espíritu heredado de Juan de Dios. Sólo a la luz de la Providencia
divina se explica la continuidad y desarrollo de la obra iniciada por elPadre de los pobres.
Los primeros Hospitalarios encuentran apoyo material y moral en las personas del
Arzobispo de Granada, don Pedro Guerrero, en san Juan de Ávila y en otros bienhechores.
El soporte canónico-institucional era nulo: se trataba de una Obra sin estructuras ni
organización jurídica y sin reglas; sólo 37 años más tarde (1587) tendrá lugar el primer
Capítulo para nombrar General y formular las Constituciones.
Todo partió de Granada. A Juan de Dios le sucede Antón Martín en la dirección del
Hospital. Durante el período comprendido entre 1552 y 1565 rige los destinos de los
Hermanos en España el Hno. Juan García, que admitió a la Congregación de Hermanos de
Juan de Dios a Rodrigo de Sigüenza, Sebastián Arias, Pedro Soriano, Melchor de los
Reyes y Frutos de San Pedro.
a) Primeras fundaciones fuera de Granada
Entre las actividades de mayor importancia de este tiempo, se cuentan, como hitos del
futuro desarrollo de la Orden: el traslado del hospital de Cuesta de los Gomérez a los
terrenos de los Jerónimos, el viaje de Antón Martín a Madrid con la nueva fundación y, un
poco más adelante, la Guerra de las Alpujarras.
El deseo de acondicionar cuanto antes y lo mejor posible el nuevo hospital granadino,
llevó a Antón Martín a Madrid (1552) en busca de ayudas económicas, que fueron
generosas, entre ellas las del Príncipe Felipe y la Infanta doña Juana que, además, le
pidieron la fundación de un hospital de las mismas características del de Granada. El Hno.
Antón Martín regresó a Granada para dejar las cosas en orden y volvió a Madrid, donde
fundó un hospital que llamó del Amor de Dios. Enfermó de gravedad durante la fábrica y
ampliación del hospital y falleció la noche del 24 de diciembre de 1553, no sin antes haber
designado en su testamento Hermanos Mayores (Superiores) para los hospitales de Madrid
y Granada.
La obra de los Hermanos de Juan de Dios iba progresando, gracias a la fe y confianza en la
Providencia y en fiel apertura a los planes de Dios, que se manifestaban en las peticiones
para extender la nueva hospitalidad. Las vocaciones iban floreciendo y se multiplicaban
sin cesar en España, dando confianza a nuestros primeros Hermanos para seguir
extendiendo más y más la Hospitalidad en beneficio de los pobres y enfermos. Así, a la
fundación de Madrid (1552), siguen las de Lucena (1565), Utrera (1567), Jerez de la
Frontera (1568), Córdoba y Sevilla (1570).
La participación de los Hermanos en la Guerra de las Alpujarras y en la batalla de Lepanto,
abre nuevos horizontes y mayor amplitud al carisma. La misión no se limita al servicio en
el hospital; en adelante se extiende y se abre a los ejércitos de tierra y a las expediciones
navales; los Hermanos se hacen presentes en los lugares que sufren epidemias y van a
cualquier parte del mundo necesitada de asistencia sanitaria.
A los Hermanos de Juan de Dios se unieron, durante los años setenta del siglo XVI, el
Venerable Pedro Pecador (fundador del hospital de Nuestra Señora de la Paz, en Sevilla,
los de Málaga, Antequera y Ronda), y San Juan Grande (fundador del hospital de La
Candelaria, en Jerez de la Frontera, al que se sumarían los hospitales de Medinasidonia,
Sanlúcar de Barrameda, Arcos de la Frontera, Puerto de Santa María y Villamartín), junto
con sus respectivos discípulos y hospitales. Entre los seguidores de Juan Grande se
encuentra Pedro Egipciaco, que será el primer General de la Congregación Española.
b) Aprobación de la Congregación de Hermanos de Juan de Dios: San Pío V.
En 1571, los Hnos. Sebastián Arias y Pedro Soriano emprendieron viaje a Roma para
solicitar la aprobación de la Orden, y obtuvieron de san Pío V el Breve Salvatoris nostri (8
de agosto de 1571) y la Bula Licet ex debito (fechada en 1 de enero de 1572), por la que se
erige en Congregación Religioso-Hospitalaria al grupo de Hermanos de Juan de Dios, bajo
la Regla de San Agustín y la obediencia a los Ordinarios del lugar, concediéndoles hábito
propio.
Obtenida la aprobación, Fr. Pedro Soriano se quedó en Italia y fundó, a finales del mismo
año 1572, el Hospital de Ntra. Sra. de la Victoria en Nápoles, en 1581 comienza la
actividad en Roma, en la Plaza de Piedra, trasladándose a la Isla Tiberina en 1584, año en
que firma la escritura de compra del Hospital San Juan Calibita.
c) Aprobación de la Orden: Sixto V
El Instituto se extiende rápidamente y, lo que es más importante, los Hermanos viven con
verdadero celo el espíritu de caridad heredado de Juan de Dios. Sienten que ha llegado el
momento de constituir una Orden, con Reglas y Superiores propios. Sixto V, que conoce
muy bien la obra de los Hermanos, el 1 de octubre de 1586 eleva la Congregación a Orden
regular con la Bula Etsi pro debito, concediendo a los Hermanos celebrar Capítulo General
y en él aprobar las Constituciones y elegir Superior General.
El Capítulo se celebró en el Hospital San Juan Calibita, del 20 al 24 de junio de 1587. El
día 23, Pedro Soriano fue elegido General de la Orden Hospitalaria y se aprobaron las
primeras Constituciones para toda la Orden.
2. División de la Orden en dos Congregaciones
El 13 de febrero de 1592, con la promulgación del Breve Ex omnibus por Clemente VIII,
los Hermanos vuelven a la situación que precedió a la aprobación del Instituto por Pío V,
pues no se les permite emitir más votos que el prestar servicio en los hospitales, bajo la
obediencia de los Ordinarios.
Aunque no era intención del Papa dar origen a la separación jurídica de los Hermanos
de Italia y de España, ésta se produce a causa de los siguientes hechos:
Parcial reintegración de la Orden en Italia: Breve Romani Pontificis (9.IX.1596), de
Clemente VIII;
Parcial reintegración en España: Breve Piorum virorum (12.04.1608) de Paulo V;
Reintegración total en España: el 7 de julio de 1611, Paulo V eleva la Congregación
de España a verdadera Orden regular, con el Breve Romanus Pontifex. Aquí
comienza jurídicamente la separación de las dos Congregaciones, pues el Papa
concede celebrar Capítulo General, elegir General para España y redactar
Constituciones;
Reintegración total en Italia: la concedió el mismo Paulo V, mediante el
Breve Romanus Pontifex (13.02.1617), con las mismas prerrogativas que había
concedido a la Congregación Española. Desde este momento, la Orden cuenta con dos
Superiores Generales.
De este modo, jurídicamente, la Orden consta de dos Congregaciones, lo cual significa que
cada Congregación tendrá Constituciones y Superior General propios, desde 1611 hasta el
14 de septiembre de 1888, fecha de la anexión de la Provincia de España a la
Congregación Italiana. En la práctica la unidad comenzó en 1867 año en que la Orden fue
restaurada en España por el Beato Benito Menni, siendo General de la Congregación
Italiana el P. Juan Mª. Alfieri.
Sin embargo, ya desde el año 1587 se aprecia cierta separación de los Hermanos de
España de los de Roma, mantenida por algunos Hermanos del Hospital de Granada y
otros de España, que se resistieron a aceptar la residencia del General de la Orden en
Roma y, en consecuencia, a renovar la profesión bajo su autoridad. Esta actitud se pone
más de manifiesto cuando, debido a la prematura muerte del P. Pedro Soriano, en agosto
de 1588 mientras realizaba la visita canónica al Hospital de Peruggia, los Hermanos de
España no acuden al capítulo General, celebrado en Roma en marzo de 1589.
2.1. Congregación Española
a) La Orden en España.
El 20 de octubre de 1608 es elegido Pedro Egipciaco primer General de la Congregación
Española. En este Capítulo se redactan nuevas Constituciones que llevó a Roma el mismo
Hno. Egipciaco. Paulo V las aprobó y confirmó el Instituto el 11 de junio de
1611. Después de renovar la profesión en manos del Papa, regresó a España. El día 2 de
noviembre de 1614 fue reelegido General y el Papa Paulo V, con su Motu Proprio del 16
de marzo de 1616, eximió de la jurisdicción de los Ordinarios a los Hermanos. También
Paulo V, por Breve de 7 de diciembre de 1619, dividía la Congregación Española en dos
Provincias: Nuestra Señora de la Paz (Andalucía) y San Juan de Dios (Castilla).
En los inicios del siglo XVII nuestra Orden contaba con una veintena de hospitales en la
Península Ibérica, comienza a desarrollarse en América, tras las dos primeras fundaciones
en Cartagena de Indias (1596) y La Habana (1603); y se extiende incluso hasta Filipinas,
donde llegan los Hermanos en 1611.
En el año 1715 las dos ramas (Española e Italiana) de la Orden Hospitalaria comprendían
16 Provincias con 256 hospitales y 2.399 Hospitalarios. La rama Española la componían
las Provincias de Nuestra Señora de la Paz (Andalucía), con 26 hospitales; San Juan de
Dios (Castilla), 22 hospitales; Espíritu Santo (Nueva España), que comprendía también
Filipinas, con 28 hospitales; San Bernardo, (Tierra Firme), con 11 hospitales; y del
Arcángel San Rafael (Perú y Chile), con 20 hospitales.
El 9 de febrero de 1738 era elegido General de la Congregación Española Fr. Alonso de
Jesús y Ortega “El Magno”. Con él, la rama Española de la Orden alcanzará su máximo
esplendor. De la magnitud de la obra de los Hospitalarios en estos años da idea el hecho de
que entre enero de 1735 y diciembre de 1757 se recibieron un total de 726.637 enfermos.
La expansión de la Orden en España tuvo una línea ascendente hasta el final del generalato
del Hno. Alonso de Jesús y Ortega († 1771). En este tiempo la Congregación Española
contaba con 1.261 religiosos y siete Provincias: tres en España, tres en América (en una de
ellas se incluían cinco hospitales de Filipinas) y una en Portugal que incluía varios centros
en África y Asia. A partir de ese momento se iniciaría la decadencia de la Congregación
Española, hasta su extinción formal, con la muerte del último General en 1850.
b) Llegada de los Hermanos y consolidación de la Orden en Portugal
Ya desde los inicios de la Orden, los Hermanos tuvieron el deseo de adquirir en propiedad
la casa donde nació nuestro Fundador. A pesar de los muchos intentos y por diversas
causas este deseo no pudo concretarse hasta el año 1606 cuando dos Hermanos del hospital
de Antón Martín de Madrid pasaron a Portugal. Sobre la casa donde nació Juan de Dios en
Montemor-o-Novo fue edificada una iglesia y un hospital.
La expansión de la Orden en Portugal siguió la misma trayectoria y los mismos criterios
que en España. De hecho fue una Provincia de la Congregación Española hasta el año
1790, cuando la Santa Sede aprobó su separación definitiva nombrando un Vicario General
con su propio Definitorio. En la práctica, hacía ya mucho tiempo, desde 1702
aproximadamente, vivía separada de las Provincias Españolas.
En el año 1745 eran once los hospitales de la Orden en Portugal; nueve los hospitales
militares atendidos por los Hermanos y cinco los repartidos por África y Asia,
sumando más de 130 los Hermanos portugueses.
2.2. La Congregación Italiana
a) Los Hermanos Hospitalarios en Italia
La obra de los Hermanos de Juan de Dios vivió en Italia años de expansión y
florecimiento, gracias a la entrega caritativa, la disponibilidad para atender cualquier
necesidad que surgiese y la asistencia esmerada y cualificada. Todo ello les hizo ganar las
simpatías y favores de las autoridades civiles y eclesiásticas y la de muchos bienhechores.
Así pudieron los Hermanos obtener una rápida expansión, con un gran número de
fundaciones en Italia y en gran parte de Europa: Austria, Alemania, Polonia y Francia.
También en Italia los Hermanos asistían a los soldados en los campos de batalla y a las
víctimas de las pestes y epidemias, constituyendo un gran testimonio de caridad y
hospitalidad.
Puede darnos idea de la pujanza y desarrollo de la Orden en Italia el hecho de que, apenas
transcurridos 80 años de la primera fundación (Nápoles 1576), los Hospitalarios contaban
con seis florecientes Provincias: Roma, Nápoles, Lombardía, Bari, Sicilia y Cerdeña, con
66 hospitales, 1032 camas, atendiendo a 27.469 enfermos, todos pobres, y 595 Hermanos,
entre ellos algunos muy ilustres, que se distinguieron por su preparación y destreza en
medicina, cirugía y enfermería, como el Hno. Pascual de l’Homme y el Hno. Gabriel
Ferrara.
b) Fundaciones transalpinas.
Los países a los que ahora nos referiremos y que componen el mapa de la Orden en Europa
con los tres de los que hemos hablado, vieron nacer la familia juandediana a partir de
Hospitalarios llegados de Italia o de Provincias pertenecientes a la Congregación Italiana.
Los criterios de expansión, la vida ejemplar de los Hermanos, la misión apostólica que
desarrollaron.
b.1) Francia
La Orden tuvo una rápida propagación en Francia a partir del año 1602, fecha en la que el
Hno. Bonelli y sus compañeros llegados de Italia fundaron el Hospital de la Caridad, el
más importante de la nación entonces, y cuna de la Provincia francesa, erigida en el
Capítulo General de 1639. Con la ayuda de las autoridades civiles y eclesiásticas la Orden
se extendió rápidamente por Francia.
Aunque unidos a la Congregación Italiana, los Hermanos franceses disfrutaban de un
régimen parcialmente autónomo, pues El Provincial recibía del General también la patente
de Vicario General y gobernaba con independencia de Italia. El año 1789 contaba la
Provincia con 40 hospitales en Francia, 5 en sus colonias y un total de 350 Hermanos.
b.2) Países austrogermánicos
En el año 1605 los Hnos. Gabriel Ferrara, ilustre médico y cirujano, Juan Bautista
Cassinetti y otros religiosos llegaron a Feldsberg a instancias del príncipe Carlos de
Liechtenstein para hacerse cargo del hospital de Santa Bárbara, el primero de los 22
hospitales que la Orden fundó hasta la muerte del Hno. Ferrara en 1627.
Pronto nació la floreciente Provincia del Arcángel S. Miguel, de la cual han tenido origen
todas las Provincias de la Europa Central. A mediados del siglo XVIII la conocida
como Provincia di Germania San Michele Arcangelo contaba con 31 hospitales,
abarcando su enorme ámbito geográfico países actuales como Austria, Italia, Alemania,
Rumanía y Hungría.
Igual que en otros lugares, los Hermanos cuidaban a los enfermos en sus hospitales y
acompañaron también a las tropas del emperador en sus campañas bélicas atendiendo a los
heridos y enfermos. Tampoco faltó el servicio abnegado y caritativo a los afectados en
tiempos de pestes y epidemias.
b.3) Polonia.
El Hno. Gabriel Ferrara llegó a Polonia en 1609 aceptando el hospital de Cracovia. Pronto
nacieron nuevas fundaciones en Polonia y Lituania. En 1642 se constituyó en Provincia
independiente bajo la advocación de la Asunción. A pesar de ser una Provincia próspera
(13 hospitales y 156 religiosos a finales del siglo XVIII), desapareció con la repartición de
sus territorios entre Rusia y Prusia.
3. La Orden en América durante este período
En la Bula de Gregorio XIII “In Supereminenti” (28 de abril de 1576) se hace mención de
las fundaciones que los Hermanos de Juan de Dios habían hecho “en diversas Provincias
de las Indias del mar Océano” sin que se especifiquen ni el número ni el lugar en que se
hallaban.
Tanto en la primera biografía de San Juan de Dios (1585) como en las Constituciones
hechas en el primer Capítulo General (junio de 1587), se señala la existencia de tres
hospitales en América: en Méjico, en la ciudad de Nombre de Dios (Panamá) y Ciudad de
los Reyes en Perú (cf. Const. 1587, fol. 43 v.)
Algunos de estos hospitales debieron ser de aquellos que los primeros colonizadores
edificaban para la asistencia de los españoles que viajaban al Nuevo Mundo y para los
propios indígenas. Otros hospitales, como sucedía en España en aquella época, fueron
edificados por personas piadosas, asociaciones o cofradías que, enterados de la
Congregación fundada en Granada por Juan de Dios, los ofrecerían a los Hermanos. Sólo
así se explica la existencia de hospitales a nombre de la Congregación de Juan de Dios
antes que los primeros Hospitalarios salieran de España para establecerse en América.
En un manuscrito conservado en el Archivo de Indias, consta que los Hermanos de Juan de
Dios de Granada se ofrecieron en 1584 para ir a tierras americanas. Este ofrecimiento se
desestimó con fecha de 18 de abril de 1584;consta también que, en una de las flotas de
España con destino a Cuba y Nueva España, embarcaron para asistir a los enfermos y
heridos ocho religiosos hospitalarios, cuyo superior era Fr. Francisco Hernández. Este
Hospitalario vio el vasto campo de acción que en aquellas tierras se ofrecía para la misión
sanitario-hospitalaria y, de regreso a España, presentó a Felipe II un memorial exponiendo
los servicios prestados y la necesidad de que los Hermanos pasaran a las Indias; terminaba
en su informe por pedir licencia al rey para volver con otros cinco Hermanos a aquellas
regiones, con el fin de practicar su labor misionero-hospitalaria.
El monarca accedió esta vez a la petición, y expidió una Real Cédula fechada en Madrid el
2 de diciembre de 1595, dirigida al presidente y ministros de la Casa de Contratación de
Sevilla, ordenándoles que dejasen pasar a las Indias a Fr. Francisco Hernández y a sus
cinco compañeros para hacerse cargo de los hospitales de Cartagena, Nombre de Dios y
Panamá. Al final de su larga navegación, arribaron al puerto de Cartagena de Indias en
abril de 1596, tomando posesión del hospital que había en esa ciudad con el título de San
Sebastián.
A partir de su establecimiento permanente, en el primer tercio del siglo XVII, la labor de
los Hospitalarios se extendió rápidamente por el continente americano. Con el fin de
regular la nueva situación llegarán unas disposiciones del Real Consejo de Indias, dictadas
para los Hermanos y hospitales en América y recogidas ya en las Constituciones de 1640.
Hacia 1780 las estadísticas de las tres Provincias americanas, sin contar Filipinas, reflejan
los siguientes datos: Provincia de San Bernardo, 11 hospitales y 70 Hermanos; Provincia
del Arcángel San Rafael, 20 hospitales y 245 Hermanos y Provincia del Espíritu Santo 26
hospitales y 255 Hermanos.
Las causas que favorecieron la presencia y expansión de la Orden en América se
debieron, en primer lugar, a la caridad y entrega de los Hermanos, la disponibilidad para
atender cualquier necesidad que surgiese, a la universalidad en la acogida y a su
preparación humana y científica, que garantizaba una mayor calidad asistencial, a lo que
hay que sumar el apoyo de las autoridades civiles y eclesiásticas.
La buena fama de los Hospitalarios ante las autoridades y el pueblo propició, en muchos
casos, que los Hermanos fueran llamados para hacerse cargo de los hospitales y facilitó
que se aceptara la petición de los propios Hermanos de hacerse cargo de la dirección de
hospitales ya fundados.
La simpatía del pueblo y de las autoridades se mostraba, sobre todo, en la generosidad que
tenían para colaborar económicamente en la obra de los Hermanos, pues la mayoría de
hospitales no podían funcionar con las rentas asignadas y era necesaria la limosna para el
sostenimiento. Existían también muchas Hermandades y Cofradías en los hospitales, que
eran verdadero apoyo espiritual, asistencial y económico de los mismos.
3.1. Aportaciones a la evangelización
De forma sintética, como aportaciones a la evangelización en aquel continente, señalamos
las siguientes:
La llegada de los españoles a América supuso también la entrada de la fe cristiana:
sacerdotes y religiosos acompañaban a los colonizadores, con el fin de asistir
espiritualmente a las tropas y extender el Evangelio.
La evangelización, mediante el servicio a los enfermos y necesitados, fue y sigue
siendo la gran aportación de la Orden también en aquel continente. Asistencia corporal
y espiritual, hoy diríamos integral, que, como se ha indicado, fue de calidad y muy
reconocida. Hubo buenos e ilustres médicos, cirujanos, enfermeros y sacerdotes.
Si bien la evangelización a través de la predicación no es el fin de la misión de nuestra
Orden, en América los Hermanos hicieron una gran labor pastoral en las iglesias de los
Hospitales, en algunas parroquias y también mediante la dedicación de Hermanos a la
catequesis y formación, en un continente tan necesitado de ello.
La labor caritativa y abnegada de los Hospitalarios con los enfermos y la dedicación de
muchos de ellos a la limosna, eran ocasiones para la evangelización mediante sencillas
palabras, apoyadas en la coherencia de su vida. Destacamos en esta encomiable labor al
Vble. Francisco Camacho, en Lima.
Es de notar la inserción real de nuestros Hermanos en América. Vivieron cercanos a la
realidad de las personas del Nuevo Continente y trabajaron incansablemente en favor de
los más desfavorecidos. En la época en que se iniciaron los procesos de independencia,
hubo un compromiso de algunos, reconocidos por el pueblo, en la lucha, apoyo y
servicio al lado de los que buscaban la independencia. Su testimonio fue casi siempre
desde la hospitalidad. A varios Hermanos les costó el destierro y la cárcel. Podríamos
decir que fueron, junto con otros religiosos, sacerdotes y laicos, verdaderos pioneros y
antecesores de los testigos actuales de la teología de la liberación. Algunos ejemplos los
tenemos en las vidas de Fr. Agustín de la Torre, Fr. José Rosauro Acuña y Fr. Pedro
Domínguez en Perú, Fr. Santiago Monteagudo en Chile y Fr. José Olallo Valdés en
Cuba.
4. Presencia de los Hermanos en Asia, África y Oceanía
Los inicios de la presencia de la Orden en Asia, África y Oceanía hay que unirlos a la
expansión de las Coronas Española y portuguesa en los siglos XVI y siguientes.
La colonización de nuevas tierras y/o la defensa de otras, precisaban el envío constante de
flotas de la Armada, en cuyos barcos se alistaron Hospitalarios para prestar servicio a los
heridos de guerra y a las gentes de los lugares donde arribaban; ello hizo que muy pronto
llegasen Hermanos a los nuevos continentes. Sin embargo, el asentamiento permanente no
llegaría hasta años después, haciéndose cargo de hospitales fundados por los reinos de
España y Portugal, unas veces a petición de la Orden y otras llamados por las autoridades
del lugar.
Al lado de religiosos de otros Institutos, encontramos a nuestra Orden ejerciendo la caridad
y practicando la hospitalidad según el carisma de San Juan de Dios.
Hasta el siglo XIX, fecha en la que desaparecieron los Hermanos en muchos lugares por
las mismas razones que en Europa y América, las características y las aportaciones a la
evangelización son muy parecidas a lo reseñado para América.
a) Asia
Aunque no hubo fundaciones permanentes en el continente asiático hasta varios años más
tarde, en su continuo ir y venir con las Armadas Española y portuguesa, los Hermanos
establecieron puestos de asistencia en las costas de China, bien por epidemia y contagios,
bien por el gran número de heridos en los barcos tras algunas batallas.
Los Hermanos llegaron a Filipinas en 1611 y se hicieron cargo de un hospital para
convalecientes, abierto por Fr. Juan de Gamboa en Bagumbayan, extramuros de Manila,
que fue abandonado posteriormente. Los primeros documentos que se refieren a la
presencia de la Orden en Filipinas son de 1617, en los que el rey Felipe III concede
licencia para fundar. En realidad, sólo después de 1641 se consolidó la presencia de los
Hermanos en Filipinas, llegando a constituirse en Viceprovincia dependiente del
Comisariado General de México,, con dos ospitales generales en Cavite y Manila y otras
fundaciones Cebu, Zamboanga y San Rafael de Bulacan.. Las vicisitudes políticas y
sociales de España en el siglo XIX marcaron la vida de la Orden en Filipinas y a finales de
dicho siglo desapareció, permaneciendo ese archipiélago sin presencia de Hospitalarios
hasta la llegada de los Hermanos italianos en 1988.
Los Hermanos portugueses fundaron varios hospitales en las costas de la India: Goa en
1685, Baçaim en 1686, Diu en 1687 y Damão en 1693. Estos hospitales siguieron la
misma suerte que la Provincia portuguesa en cuanto a su desarrollo y desaparición.
b) África
Desde 1573 hasta 1834, más de un centenar de Hermanos acompañaron las campañas de
los soldados españoles en la conquista y defensa de plazas africanas pertenecientes a la
Corona Española. En calidad de médicos, cirujanos y enfermeros, misioneros y
catequistas, merecieron los más altos elogios de las autoridades e incluso del rey Felipe III,
que dirigió una carta en este sentido al Padre Egipciaco. Entre otros podemos destacar la
presencia del Padre Pedro Soriano en la conquista de Túnez y Biserta, bajo la guía de D.
Juan de Austria en 1573, así como los veinte Hospitalarios que, en 1843, pasaron a Ceuta
para combatir el “contagio maligno”; de ellos murieron trece.
La primera fundación estable en tierras africanas fue llevada a cabo por los Hermanos de
Portugal en Mozambique (1681). El decreto de mayo de 1834, suprimió la presencia de la
Orden en aquellos países.
c) Oceanía
En mayo de 1606 llegó a las costas de Australia la primera expedición que había partido
del puerto del Callao (Perú) medio año antes. En la expedición iban cuatro Hospitalarios
con el fin de atender a los enfermos y heridos expedicionarios y con licencia para fundar y
administrar hospitales. No obstante, no tenemos noticias de que allí permaneciesen ni
fundasen hospitales, probablemente porque los españoles tampoco llegaron a establecerse.
5. Valores de la Hospitalidad y factores que influyeron en la difusión de la Orden
Las razones fundamentales que originaron la expansión y esplendor en esta época las
podemos sintetizar en tres:
Vivencia gozosa y entusiasta del carisma y del espíritu del Fundador y su
disponibilidad y entrega incondicional para atender a los enfermos y pobres más
necesitados, tanto en sus hospitales como fuera de ellos. Los Hermanos fueron
verdaderos testimonios de hospitalidad en la atención a los enfermos de pestes,
contagios y epidemias, muy frecuentes en aquella época, tanto en sus propios
hospitales, como desplazándose donde la catástrofe se producía, atendiendo y sirviendo
con amor y ciencia a los afectados. Hay que resaltar, además, la labor de nuestros
Hermanos en muchas guerras y campos de batalla, tanto en tierra como en mar.
Preocupación y esmero por dar un servicio cualificado en la asistencia a los pobres y
enfermos, así como la acogida y atención a todo el que llamaba a las puertas de sus
hospitales. Destacamos aquí el interés por la formación tanto espiritual como
profesional de los Hermanos, entre los cuales se contaron ilustres médicos, cirujanos y
enfermeros que, junto al trato exquisito y lleno de caridad, aportaron un alto nivel de
calidad, difícil de encontrar en aquella época.
Todo lo anterior hizo que pronto la Orden se ganase las simpatías de las autoridades
eclesiásticas y civiles, incluidas las de los Reyes. Esto propició atenciones y favores
para la Orden en forma de cédulas y permisos para nuevas fundaciones en España, en
América y también Filipinas. y la implantación de la Orden en Centro Europa.
6. Fieles a la Hospitalidad hasta el martirio
En tantos años de historia como tiene la Orden y en su dilatada expansión por todos los
continentes del mundo, es fácil suponer la existencia de una larga lista de testigos del
Cristo misericordioso y verdaderos mártires de la hospitalidad. El afán de extender el
Evangelio con la práctica de la caridad y el servicio a los enfermos y necesitados, ha
llevado a muchos Hospitalarios a sufrir la persecución y a la entrega de la vida, incluso con
derramamiento de sangre. Se trata de una constante en la historia de la Orden que
deseamos resaltar brevemente:
Brasil 1636: En el puerto de San Salvador, a manos de piratas holandeses, sufrieron el
martirio los Hnos. Jesús Arana y Acosta, portugués, y los españoles Francisco Esforcia
y Sebastián.
Colombia 1637: Los Hnos. Diego de San Juan, español, y Antonio de Almazán,
colombiano, murieron a manos de los indios chocoes. En 1646, el Hno. Miguel Romero
y un religioso franciscano fueron martirizados por los indios chocoes.
Chile 1656: Los indios aucas martirizaron al Hno. Gregorio Mejía, en Valdivia. En
1795 sería el Hno. Bernardo Lugones quien encontraría la muerte, a manos de los indios
araucanos.
Polonia 1656: En el hospital de Lublin fue martirizado el Hno. Eustaquio
Biescekierski, a quien dieron por muerto y posteriormente curó. En Varsovia fueron
asesinados el Hno. Nicolás Orkieska, sacerdote, y el Hno. Melchor Moreti. Otros
Hermanos como Hipólito Ciarnowski fueron maltratados y heridos, si bien pudieron
salvar la vida. En Lowiez encontraron la muerte los Hnos. Norberto Gotkoswiez e
Hilario. La causa fundamental de estas muertes fue la invasión de Polonia por pueblos
vecinos que perseguían a los seguidores de Cristo.
Filipinas 1725: En Buenavista, hoy San Rafael de Bulacan, fueron martirizados por
tribus negroides Fr. Antonio de Santiago, en la segunda mitad del siglo XVII, y Fr.
Antonio Guemez en 1731. Fr. Lorenzo Gómez fue asesinado mientras se dedicaba a la
limosna en el norte de Luzon.
Francia: Con la llegada de la Revolución y la supresión de la Orden, los Hermanos
fueron perseguidos y encarcelados, sufriendo el martirio algunos de ellos: Hno.
Vomerange en Burdeos, Hno. Felicien Citet en París, los Hnos. Marcet Clémont y
Modesto Bernard sufrieron el martirio sobre los pontones de Rochefort; éste último fue
desterrado posteriormente a la Guayana y murió entre la miseria.
España: Durante la Guerra de la Independencia (1808 y siguientes), tras la invasión de
las tropas de Napoleón, muchos Hermanos fueron perseguidos y expulsados
violentamente de los hospitales. Algunos encontraron la muerte sirviendo como
enfermeros, médicos o cirujanos de las tropas Españolas: Hnos. Pedro Pérez y Antonio
Pérez, Manuel Groizar y Nicolás de Ayala.
En todos los casos, el servicio hospitalario y la predicación del mensaje evangélico fueron
las causas del martirio.
Capítulo cuarto
RESPUESTA APOSTÓLICO-MISIONERA DE LA ORDEN
DESDE MEDIADOS DEL S. XIX.
A partir del Renacimiento las autoridades civiles empiezan a considerar la asistencia a los
enfermos y pobres como un deber basado en el imperativo de justicia. Tras un largo
proceso, que culmina en el siglo XVIII, los hospitales van secularizándose y pasan a
depender de la jurisdicción civil.
La segunda mitad del siglo XVIII marca una nueva época en la vida europea, que se
caracteriza por el racionalismo y la lucha contra las formas establecidas, concretamente
contra la realeza y la Iglesia.
1. Extinción de la Congregación Española
a) Decadencia y restauración de la Orden en España
En el mes de septiembre de 1807 las tropas francesas penetraban en suelo español. A estos
antecedentes se suma el período conocido como Trienio Constitucional (1820-1823). Una
de las primeras medidas de los liberales (septiembre de 1820), es la aprobación por las
Cortes de un proyecto de ley suprimiendo los conventos de órdenes monásticas y
reformando las mendicantes. Con esta ley se permitía la secularización de los religiosos, se
prohibía admitir nuevos novicios y la profesión de nuevos candidatos y se suprimían la
mayor parte de los conventos al mandar cerrar aquellos cuya comunidad no alcanzase los
24 profesos. Esta última medida suponía para la Orden Hospitalaria la supresión de casi la
totalidad de sus conventos hospitales existentes en España.
El 9 de marzo de 1836 se dicta el Real Decreto de supresión total de las órdenes religiosas
y monacales. En consecuencia, sólo quedaron dos hospitales abiertos en España: Sevilla y
Madrid. En Madrid, en el convento hospital de Antón Martín, quedaría una comunidad
compuesta de 14 Hermanos, de la que es Prior Fr. Antonio Albors.
En mayo de 1830 se celebraba el que sería último Capítulo General de la Congregación
Española y era elegido su último General, Fr. José Bueno y Villagrán quien, viendo todo
perdido y sin posibilidad de otra solución, tomó las providencias convenientes para poner a
salvo antes que se derrumbase todo el edificio hospitalario lo que quedaba de más valor
entre sus ruinas. Así, envió parte de la documentación del Archivo General al hospital de
Sevilla (único que sobrevivía a la llegada del Bto. Benito Menni). También encomendó por
carta al General de la Congregación Italiana, Fr. Benito Vernó, las causas de beatificación
del Vble. Francisco Camacho y de San Juan Grande “a fin de que no se extravíen” y
concluía su carta en estos términos: “A Vd., como único Jefe Superior que hoy existe de la
Orden corresponde cuidar de cuanto a la Congregación pertenecía en esa; en cuya virtud
tomará las medidas que crea prudentes para conservarlo.” Murió el 11 de marzo de 1850,
en Madrid; con él se extinguía formalmente la Congregación Española de la Orden
Hospitalaria de San Juan de Dios.
A las causas extrínsecas que motivaron la extinción formal de la Congregación Española
(invasión francesa y posterior guerra, trienio liberal, política de exclaustración y
secularización de las órdenes religiosas) habría que añadir las intrínsecas a la propia
Congregación. Entre éstas, muchas de ellas son consecuencia de las primeras. También
podemos hablar de una inadaptación para afrontar las nuevas circunstancias políticas,
sociales y económicas.
b) Restauración de la Orden en España
El Padre Juan Mª. Alfieri puso todo el interés para que se restaurase la Orden en España.
Lo intentó a partir de los pocos Hermanos que habían quedado a la muerte de Fr. José
Bueno pero no fue posible, por lo que él mismo viajó a España, consiguiendo de la reina
Isabel II licencia para establecer comunidades hospitalarias.
Después de varios intentos que no fructificaron, envió para tan difícil empresa al Bto.
Benito Menni, recién ordenado sacerdote, que llegó a Barcelona en la Semana Santa de
1867 y fundó el Asilo S. Juan de Dios para niños lisiados, en diciembre del mismo año.
Fue el inicio de la restauración de la Orden en España, la cual pasó por dificultades de
todo tipo, que fueron vencidas por el amor a Dios, a los pobres enfermos y a la Orden.
El 21 de junio de 1884 se aprobaba la erección canónica de la Provincia San Juan de
Dios en España con 120 Hermanos y cinco casas, que se multiplicaron rápidamente en
España, Portugal y América. Los hospitales fundados por el Bto. Menni fueron, en su
mayoría, destinados a la atención de enfermos mentales y niños paralíticos y
escrofulosos, que eran los más desatendidos . La Provincia Española fue anexionada
canónicamente a la congregación de Italia el 14 de septiembre de 1888, quedando
unificada definitivamente la Orden.
Las claves que encontramos en la obra de restauración llevada a cabo por el Bto.
Menni son el cultivo de la vida espiritual, la disponibilidad para responder a cualquier
necesidad urgente (pestes, guerras) y, principalmente, el fervor de la caridad de los
Hermanos, cuyo testimonio atrajo numerosas vocaciones.
c) Extinción y restauración de la Orden en Portugal
Portugal tampoco se vio libre de las turbulencias sociopolíticas y culturales que afectaron a
Europa a partir del siglo XVIII. En mayo de 1834, por el decreto de exclaustración del
ministro Aguiar, fueron suprimidas en Portugal y en sus colonias todas las Ordenes y
Congregaciones religiosas sin excepción, con lo cual quedó extinguida totalmente nuestra
Orden en Portugal.
La restauración fue también obra del Bto. Benito Menni quien, también a instancias del
Padre Juan Mª. Alfieri, una vez consolidada la Orden en España, envió varios Hermanos
con el encargo de restaurar la casa donde había nacido Juan de Dios. En agosto de 1893
quedó establecida la comunidad de la Casa de Saúde de Telhal para enfermos mentales.
No fueron fáciles los primeros años, tanto por las dificultades económicas como por las
sociopolíticas. Como religiosos, estaban fuera de la ley y no tenían protección de las
autoridades civiles, lo cual fue causa de no pocos trastornos hasta que pudieron
solucionarse estas dificultades.
2. Decadencia y restauración de la Congregación Italiana
Las dificultades sociopolíticas y culturales que vivió Europa tuvieron repercusión también
en la Congregación Italiana. La Revolución Francesa suprimió la Orden en Francia; el
Josefinismo trajo como consecuencia la separación de la jurisdicción la Curia General de
Roma de las Provincias de Austria, Polonia, Lombardía, Nápoles, Sicilia y Toscana.
a) Italia
En 1810 era decretada la supresión de las Ordenes religiosas en el Reino de Italia. Aunque
con dificultades, los Hermanos pudieron permanecer en algunos hospitales hasta que, en
1814, cesó la persecución contra la Iglesia y la Orden se reorganizó en toda la península
Realizada la unidad Italiana, en 1866 se declaraban extinguidas las Congregaciones
religiosas, incautando sus bienes el gobierno. En algunas ciudades, los Hermanos pudieron
permanecer en sus hospitales, bajo la fórmula de “Asociación hospitalaria laica”, como
enfermeros y, en ocasiones, como administradores. En esas fechas la Orden contaba con
un total de 50 hospitales y 352 religiosos.
El Padre Juan Mª. Alfieri, nombrado Superior General en 1862, fue sin duda el gran
artífice de la restauración en Italia. Luchó lo indecible por mantener a los Hermanos en los
centros que habían sido de la Orden y, poco a poco, fue preparando con habilidad la
recuperación de los hospitales. También se esforzó por mantener vivo el espíritu religioso
y moral de los Hermanos. Su sucesor, el Padre Casiano Mª. Gasser, consolidaría la
restauración en sus dimensiones religiosa, espiritual y apostólica.
b) Decadencia y restauración en Francia
Llegada la Revolución Francesa se publicó el Decreto del Directorio (15-II-1790) por el
que se suprimían todos los institutos religiosos de la nación. Por la ley del 18-X-1792, se
decretaba la venta de los bienes de los hospitales, desapareciendo la Orden.
La restauración fue dura y laboriosa. La inició Paul de Magallón, figura profética llena del
Espíritu de Dios, que rezumaba hospitalidad y amor a la Iglesia y a la Orden, junto con un
grupo de compañeros. Quisieron ponerse bajo la tutela del Padre General y en 1823
viajaron a Roma, donde realizaron el noviciado y emitieron la profesión religiosa.
Regresaron a Francia y, en 1825, fundaron el Hospital Psiquiátrico de Lyon.
No sin dificultades, en 1880 se dictó un nuevo decreto de supresión, continuó el
crecimiento en Francia, gracias al tesón y al espíritu juandediano de los Hermanos.
Fundaron también en Irlanda (Tipperory 1877), Inglaterra (Scorton 1880) y Bélgica (Leuze
1906).
c) Provincia Germánica de San Miguel Arcángel
Siendo emperador José II (1765-1790) se dictaron leyes en virtud de las cuales los
Hospitalarios quedaban separados de la jurisdicción de Roma y otras normas que
dificultaban el buen funcionamiento de la Provincia, pues las casas que estaban fuera del
territorio austríaco se separaron de la misma. Los Hermanos de dichas casas erigieron en
1781 otra Provincia, denominada Provincia per Imperium, dedicada a San Carlos
Borromeo, con sede en Munich.
No menos deletéreas fueron las leyes que dictó Napoleón, cuyo resultado fue la
desaparición de la Orden, exceptuados los hospitales de Breslavia y Neustadt.
A partir de 1831, reinando Luis I de Baviera, fue volviendo la calma: se restauró la unión a
Roma y se erigieron nuevas Provincias: Baviera 1851, Silesia 1853 y Hungría 1856.
d) Polonia
La desaparición de la Provincia de la Anunciación comienza con la repartición del Reino
de Polonia en los años 1772-93-95, entre Rusia, Prusia y Austria. y se consumó durante la
ocupación napoleónica en 1806, quedando sólo el hospital de Cracovia, que pasó a la
jurisdicción de Viena.
Por pertenecer a Polonia a partir de la Segunda Guerra mundial, recordamos aquí le
evolución de la Orden en Silesia. En 1710 se funda el hospital de Breslavia que, junto con
el de Neustadt fundado en 1764, fueron los únicos que superaron los tristes sucesos
políticos y militares de la época. Realizada alguna otra fundación, las casas de Silesia
fueron constituidas en Provincia regular el 14 de enero de 1883.
La Provincia Polaca no fue restaurada hasta 1922.
3. Decadencia y desaparición de la Orden en las Provincias ultramarinas
a) Decadencia y desaparición de la Orden en América
El siglo XIX se caracteriza por el deseo de emancipación política de América Latina, que
afectó también a los religiosos. Las medidas exclaustradoras y desamortizadoras dirigidas
contra los religiosos en Europa repercutieron en sus colonias. Las ideas enciclopedistas, los
movimientos de independencia y la distancia de la metrópoli, fueron preparando el clima
adecuado. Algunos Hermanos, arrastrados por el ambiente, promovieron la separación de
los conventos-hospitales americanos de la Congregación Española. Para conseguir su
objetivo acudieron a las autoridades civiles y eclesiásticas; para obtener el apoyo de los
Ordinarios no tuvieron inconveniente en renunciar a los privilegios de la exención,
sometiéndose de nuevo a la jurisdicción de los Ordinarios y, con la ayuda de las
autoridades civiles, consiguieron que el rey pidiera a Pío VII el Breve de emancipación de
la obediencia al General español, en virtud del cual pasaban a someterse a los síndicos y
mayordomos nombrados por el rey en los hospitales. En 1801 pidieron también la
supresión de las Comisarías, siendo la Provincia del Espíritu Santo de Nueva España la
que más destacó para conseguir el Breve y a su frente Fr. Juan Nepomuceno Abreu.
Las Provincias del Espíritu Santo y de San Bernardo, apenas recibido el Breve, celebraron
Capítulo, presidido por los delegados de los Ordinarios, en el que eligieron Provinciales,
Consejeros, Priores y demás cargos. La Provincia de San Rafael permaneció hasta 1816
obedeciendo al General y en este año celebró también Capítulo. En México es nombrado
Provincial Fr. Juan Nepomuceno Abreu y con él se extinguiría la Provincia del Espíritu
Santo de Nueva España. Sólo sobrevivirían los Hermanos de Filipinas y Cuba que, ante el
hecho de no contar con Superiores Mayores para poder admitir novicios, en 1824
intentaron, sin conseguirlo, volver a la jurisdicción del General de España. Parece como si
la Providencia divina hubiera querido premiar esta fidelidad al espíritu de universalidad de
nuestra Orden en el Siervo de Dios Fr. José Olallo Valdés, religioso cubano que, hasta su
muerte (1889) permanecería fiel a sus votos en el hospital de Puerto Príncipe (Cuba),
siendo el último Hospitalario de la Congregación Española en tierras americanas.
Aunque el peso de la asistencia en América la realizaron predominantemente los
Hospitalarios españoles, es preciso hacer mención aquí de la presencia de Hermanos
portugueses y franceses en aquellas tierras.
Los Hermanos portugueses habían estado en Brasil, acompañando a expediciones de las
Armadas Española y portuguesa y fundaron varios a partir de 1724, año en el que abrieron
el hospital de Pernambuco. También desaparecieron a mediados del siglo XIX.
Los Hermanos franceses fundaron hospitales en las colonias de su país, concretamente en
las Antillas (Guadalupe 1685) y en Canadá (1716). La presencia en Canadá fue muy breve
y en el resto se extinguió tras la Revolución francesa.
b) Restauración de la Orden en América
La restauración de la Orden en América Latina es obra del Bto. Menni. La ausencia de los
Hospitalarios en el Continente latinoamericano es breve. En efecto, en 1892 el Padre
Casiano Mª. Gasser, General de la Orden, y el Bto. Menni, Provincial de España, viajan a
Argentina para estudiar la posibilidad de una fundación. Las gestiones no tienen éxito y
hay que esperar hasta 1901, fecha en la que la Orden se restablece en América con la
fundación del hospital de San Martín, en Guadalajara de Jalisco (México).
Tras la fundación en México, los Hermanos se extendieron a nuevos países: Colombia,
Chile, Argentina, Cuba, Venezuela, Perú, Bolivia, Brasil y Ecuador, dependiendo de las
Provincias de España y Portugal como Delegaciones Provinciales. Las casas de Colombia,
que una década antes había rendido tributo con 7 Hermanos mártires en la Guerra Civil
Española, fueron las primeras en erigirse como Provincia canónica en 1947, bajo la
advocación de Ntra. Sra. del Buen Consejo. En la actualidad cuenta con siete centros y 60
Hermanos. En 1979 se constituyeron tres Viceprovincias, elevadas a Provincias en
diciembre de 1994: Patrocinio de Ntra. Sra. y Venerable P. Francisco Camacho (Perú,
Venezuela y Ecuador), Ntra. Sra. de Guadalupe (México, Cuba y América Central) y San
Juan de Ávila (Argentina, Chile y Bolivia). Las Comunidades canónicas de estas tres
Provincias son 25 y los Hermanos 180.
Los Hermanos portugueses volvieron a Brasil en 1963 fundando un hospital en
Divinópolis. En 1927 llegaron los Hermanos franceses a Canadá fundando en 1933 el
primer hospital en Montreal.. En 1941 los Hermanos de Canadá, constituía Provincia
canónica el año anterior, fundaron en Estados Unidos, concretamente a Los Ángeles.
De este modo, el árbol de la Hospitalidad retoñó de las hondas raíces que el amor
misericordioso de tantos Hermanos había implantado en el Continente que hoy llamamos
de la Esperanza. Volveremos a tratar del presente de la Orden en América en otro capítulo.
III PARTE
COMPROMETIDOS EN LA HOSPITALIDAD
Capítulo quinto
DOCTRINA DE LA ORDEN SOBRE LA EVANGELIZACIÓN
Durante los más de 450 años de vida de la Orden, la literatura sobre la labor misionera por
ella desempeñada es abundante, a pesar de ser una Institución más dedicada a la práctica
de la caridad, y por tanto a la acción, que a la escritura. No obstante, la lista de los escritos
es muy amplia, por lo que en la bibliografía adjunta reseñamos algunos de los más
importantes.
1. Iter histórico de las Constituciones de la Orden
A lo largo de la historia diferentes textos recogen el espíritu y la misión evangelizadora de
la Orden, fundamentada en el carisma de la Hospitalidad. En nuestras Constituciones
podemos distinguir dos grandes períodos: desde los orígenes hasta el generalato del Padre
Alfieri, y del Padre Alfieri hasta nuestros días.
a) Desde los orígenes hasta el generalato del Padre Alfieri
Hay que hacer notar, en primer lugar, que durante 35 años (1550-1585) los Hermanos
vivieron sin normas escritas reconocidas por la Iglesia.
En los 31 años sucesivos (1585-1616) se promulgaron las siguientes Constituciones:
Intento de formular unas Constituciones en 1583, promovido por Fr. Baltasar de
Herrera. Se trataba de un proyecto desautorizado en sí mismo, pues San Pío V había
puesto a los Hermanos bajo a la obediencia de los Ordinarios, por lo que no podían
redactar constituciones para todos los hospitales existentes.
Constituciones para el Hospital de Granada, dadas por el Arzobispo D. Juan Méndez
de Salvatierra en 1585. Aunque eran expresamente para el Hospital de Granada, fueron
recibidas y cumplidas por los Hermanos de los demás hospitales.
Constituciones para toda la Orden, fruto del primer Capítulo General celebrado en
1587, una vez aprobada la Orden por Sixto V con el Breve “Etsi pro debito” (1-X-
1586).
Constituciones del segundo Capítulo General (1589). A este Capítulo no asisten los
Hermanos de España. Aunque en el prólogo se dice que es la traducción al italiano de
las de 1587, se introducen algunos cambio significativos.
Primeras Constituciones de la Congregación Italiana (1596), después de la parcial
reintegración de la Orden en Italia.
Constituciones para la Congregación Española (1611), una vez reintegrada totalmente
la Orden en España. Aquí comienza jurídicamente la separación de las dos
Congregaciones, que durará hasta 1867 con la restauración de la Orden en España por
el Bto. Menni. Con algunas nuevas ediciones y variantes en 1640 y 1741, son las
definitivas hasta la extinción de la Orden en España.
Nuevas Constituciones de la Congregación Italiana (1616). Son en realidad las
definitivas hasta la reunificación de la Orden, si bien hubo algunas correcciones de la
traducción del latín en 1718.
b) Desde el generalato del Padre Alfieri hasta nuestros días
Constituciones para toda la Orden en 1885. Se hicieron adaptando las anteriores.
Constituciones nuevas en 1926. Son muy distintas, estructuradas y normativas, fruto de
la acomodación al nuevo Código de Derecho Canónico de 1917. Se reimprimieron en
1950.
Constituciones ad experimentum en 1971 según el sentir del Concilio Vaticano II y
tratando de recoger las nuevas orientaciones sobre la Vida Consagrada de él dimanadas.
Por primera vez, los aspectos normativos se publican a parte en los Estatutos Generales.
Constituciones de 1984. Asumen la nueva teología de la Vida Consagrada y recuperan
el sentido original de la hospitalidad, con gran enriquecimiento doctrinal y pastoral. La
mayor parte de las normas se publican en los Estatutos Generales.
2. Principios sobre la evangelización
Las Constituciones, con diversos estilos según las épocas, recogen los principios
fundamentales que inspiran en cada momento la misión evangelizadora de nuestra Orden.
Nos detenemos ahora en señalar los más importantes:
a) La hospitalidad: misión apostólica de la Orden
La hospitalidad es el núcleo central de la vida de nuestra Orden; el carisma que San Juan
de Dios recibió y de cuya experiencia fundante participamos desde entonces toda la
Familia Hospitalaria; es también el núcleo esencial de nuestra espiritualidad, como
expresan muy bien las Constituciones y los escritos de la Iglesia y de la Orden; es, por fin,
el corazón de nuestra misión apostólica:
“Tanto importa a vuestras conciencias y al aumento de este hospital y santa casa, la
cura y regalo de los pobres, que es el fin de vuestro Instituto y lo que vosotros más
pretendéis” (Const. 1585, Intr.).
“Animados por el don recibido, nos consagramos a Dios y nos dedicamos al servicio
de la Iglesia en la asistencia a los enfermos y necesitados con preferencia por los más
pobres” (Const. 1984, 5a).
b) Consagrados en hospitalidad
ejercemos en la Iglesia el ministerio de la misericordia
Si bien es cierto que los primeros seguidores de San Juan de Dios vivieron unidos por el
espíritu del Fundador, sin necesidad de normas canónicas para desempeñar su misión,
pronto fueron reconocidos por la Iglesia para ejercer la misión hospitalaria, consagrados en
hospitalidad.
“En virtud de este don (hospitalidad) somos consagrados por la acción del Espíritu
Santo, que nos hace partícipes en forma singular, del amor misericordioso del
Padre... Este amor de Dios, derramado en nuestros corazones nos impulsa a
consagrar al Padre toda nuestra persona” (Const. 1984, 2b; 10a).
Las citas serían casi interminables, pues habría que recoger los diferentes aspectos que a
este respecto contienen las sucesivas ediciones de las Constituciones. Sin embargo, el
contenido fundamental es el mismo.
c) Misión sanadora de la Iglesia
mediante el apostolado de la Orden
Siguiendo a Jesucristo, que pasó por este mundo haciendo el bien a todos y curando toda
enfermedad y toda dolencia ( Act 10, 38; cf. Const. 1984, 2a), la Orden, desde su
Fundador, ha puesto en el centro de su misión al hombre que sufre y se encuentra
necesitado. A él ha dirigido todos sus desvelos, prolongando, de esta forma, la acción
sanadora del Señor a lo largo del tiempo.
Con palabras, con gestos y con la entrega de la propia vida, los Hermanos de San Juan de
Dios tratamos de atender integralmente a las personas necesitadas. La atención espiritual
ha sido siempre cuidada con esmero porque, junto a los cuidados físicos, psíquicos y
sociales, sabemos que la fe, vivida con madurez, es fuente de vida y salud aun en medio de
la enfermedad:
“Como Hermanos Hospitalarios hemos sido llamados para realizar en la Iglesia la
misión de anunciar el Evangelio a los enfermos y a los pobres, sanando sus dolencias
y asistiéndolos integralmente”.(Const. 1984, 45a)
d) Acogida universal
Inspirados en Jesucristo y a ejemplo de San Juan de Dios, los Hermanos no hemos hecho
nunca ningún tipo de discriminación en el ejercicio de nuestra misión apostólica. Así lo
señalan las Constituciones, y la práctica a lo largo de la historia lo confirma:
“En este Hospital de Juan de Dios se curan todas las enfermedades, así de hombres
como de mujeres que acuden a él”. (Const. 1585, 10,1)
“Vemos en cada hombre a un hermano nuestro: acogemos y servimos sin ninguna
discriminación, al que se encuentra necesitado”. (Const. 1984, 45b)
e) Dimensión profética de la misión hospitalaria
La acción sanadora de la Iglesia comprende la promoción, el cuidado y la defensa de la
vida. La Orden siempre ha apostado por la vida y ha proclamado su firme decisión de
defenderla y luchar por ella, muchas veces desde el testimonio humilde y ejemplar del
servicio cotidiano a los enfermos, otras con gestos de denuncia y, en ocasiones, con el
testimonio martirial de muchos Hermanos. Todo ello, y en las diversas circunstancias, al
igual que lo hizo San Juan de Dios, constituye la trayectoria profética seguida por la Orden
y recogida, a veces entre líneas, por las Constituciones:
“Acuérdense nuestros Hermanos que en la asistencia corporal de los enfermos están
obligados a hacer todas las cosas que la salud de los mismos lo exige... aun con
peligro de la vida” (Const. 1926, 225).
“La hospitalidad que hemos profesado nos compromete a velar para que se respeten
siempre los derechos de la persona a nacer, vivir decorosamente, ser curada en la
enfermedad y morir con dignidad” (Const. 1984, 23a).
f) Asistencia técnico-profesional y humanización
Es cierto que en los últimos años la medicina ha avanzado como nunca, hasta llegar a cotas
insospechadas hace sólo unas décadas. La Orden, desde nuestro Fundador, fue pionera no
sólo por su entrega caritativa y hospitalaria, sino también por el nivel técnico y profesional
que ofrecía en sus hospitales. La preparación en medicina, cirugía, enfermería, farmacia y
otras especialidades, fue una preocupación permanente, de tal manera que en muchos
hospitales de la Orden se fundaron escuelas de Medicina y Cirugía y Enfermería, donde se
formaron muchos Hermanos: Madrid, París, La Rochelle, Roma, Venecia, Nápoles, Milán,
Viena, Feldsberg, Straubing, Praga, etc.. Otros se formaron en universidades prestigiosas.
En las áreas mencionadas destacaron Hermanos, no sólo en los hospitales de la Orden, sino
también en los ejércitos de los diversos países y en hospitales civiles, como los Hnos.
Chaparro, Ferrara, Bueno, etc.
La organización hospitalaria y los cuidados asistenciales fueron otros aspectos en los que
los Hermanos tuvieron gran intuición y creatividad, siendo en ello pioneros. En la
actualidad la Orden cuenta con obras de distintos tipos, entre ellas grandes hospitales muy
tecnificados donde se aplican los más modernos avances.
A lo largo de su historia, junto a la preocupación de una asistencia de calidad profesional y
técnica, la Orden ha querido mantener un estilo lleno de caridad y ternura, muy humano,
en la asistencia a los pobres y enfermos. Amor y ciencia, humanización y técnica, son el
binomio que siempre ha tratado de mantener, siendo fiel al estilo de San Juan de Dios y
haciendo real la misión de la Iglesia de ejercer la caridad y curar a los enfermos:
“La caridad, sin embargo, no debe estar separada del progreso sino que debe ser la
vanguardia, esto es, debe ser antigua en la caridad y moderna en los medios. Caridad
antigua, medios modernos”.[xiv]
“Los enfermeros dormirán en las salas de dichos enfermos para acudir con brevedad
a sus necesidades”. (Const. 1585, 9,8)
“El médico y cirujano han de ser tales en ciencia y caridad cuales se requiere para
curar tantas enfermedades de tantos enfermos como en dicho hospital se
curan”. (Const. 1585, 11,1)
“Con nuestra misión hospitalaria realizamos y desarrollamos lo mejor de nuestro
ser... Esto supone... la preparación humana, teológica y profesional como requisito
imprescindible para poder ofrecer a los enfermos y a las personas necesitadas el
servicio eficiente que merecen y justamente esperan de nosotros”. “En el ambiente
tecnificado y consumista de la sociedad moderna... nos sentimos llamados a realizar
nuestra misión con actitudes y modos humanizantes”. (Const. 1984, 43 y 44a)
g) Colaboración con la Iglesia y con otras Instituciones
La Orden ha estado siempre abierta a la colaboración con otras Instituciones en el ejercicio
de su misión evangelizadora. Se trata de una constante que hoy se mantiene y muestra el
espíritu de solidaridad y servicio de la Orden.
“Fin segundo de la Orden es el cuidado o asistencia corporal y espiritual de los
enfermos... en las casas propias de la Orden o en otras a la misma
confiadas”. (Const. 1926, I.3)
“Las actitudes de servicio y apertura, propias de nuestra misión, nos mueven a
cooperar con otros organismos de la Iglesia o de la sociedad en el campo de nuestro
apostolado específico”. (Const. 1984, 45e; cf. 47)
h) Misión “Ad gentes”
La Orden nació casi a la vez que el “descubrimiento” del continente americano y muy
pronto se sumó a la misión evangelizadora con el ejercicio de la hospitalidad.
Aquel inicio marcó la vocación misionera de la Orden que, dentro de sus posibilidades, se
ha hecho presente en los cinco continentes a lo largo de su historia, llevando el mensaje del
amor misericordioso del Padre a los pobres, enfermos y necesitados:
“Conscientes de nuestra responsabilidad en la difusión de la Buena Nueva,
mantenemos siempre vivo el espíritu misionero. Ejercitamos el apostolado misionero
impulsando constantemente nuestra presencia en tierras de misión, particularmente
en los países menos favorecidos...” (Const. 1984, 48)
Siguiendo esta orientación, que es también la de la Iglesia ( cf Vaticano II “Ad gentes”), la
Orden ha realizado un gran esfuerzo por hacerse presente en África, América Latina y
Asia.
i) El apostolado de la limosna
La limosna ha sido una práctica apostólica a lo largo de la historia de la
Orden. “Hermanos, haceos bien a vosotros mismos”. Era la llamada de San Juan de Dios
al pedir limosna para su hospital. Hasta hace pocos años, y aún hoy en algunos lugares, los
hospitales vivían de la limosna de los bienhechores de la Orden. En la actualidad, aunque
con medios más modernos y en la mayoría de ocasiones como apoyo a la labor social que
la Orden realiza, sigue formando parte de su misión evangelizadora. Conforme la entendió
San de Juan de Dios, se trata de un verdadero apostolado en favor de las personas que, con
sus bienes, colaboran en la acción caritativa de la Orden,
“Fieles a nuestro espíritu promovemos el ejercicio de la limosna como forma de
apostolado. La entendemos no sólo como obra de misericordia que nos facilita los
medios para ayudar a los necesitados, sino además como un bien que se hace a sí
mismo quien la practica; asimismo, como anuncio de la justicia y de la caridad, para
contribuir a suprimir las barreras existentes entre las clases sociales”. (Const. 1984,
49b)
j) Unidos a los Colaboradores
La presencia de Colaboradores en la misión ha sido una característica permanente en la
Orden. Es cierto que, hasta hace pocos años, los Hermanos eran quienes realizaban la
mayor parte de las tareas hospitalarias. Sin embargo, y desde el Fundador, la Orden ha
contado siempre con Colaboradores: médicos, cirujanos, sacerdotes, auxiliares,
bienhechores y numerosas Cofradías y Hermandades en los centros.
En nuestros días, dada la modernización de la medicina y de la asistencia, en nuestras
obras se ha integrado un gran número de profesionales con quienes compartimos la misión.
Asimismo, la Orden cuenta con muchas personas que, integradas en el Voluntariado
asociado, ofrecen su tiempo y su ser al servicio de los enfermos y necesitados.
“Conscientes de nuestra insuficiencia, buscamos y aceptamos la ayuda de
Colaboradores, profesionales o no, voluntarios o contratados, a los que procuramos
comunicar nuestro espíritu en la realización de nuestra misión”.(Const. 1984, 46b; cf.
51a)
k) Sacerdocio ministerial a título de hospitalidad
Juan de Dios llamaba a todos hermanos y se consideraba a sí mismo como el menor
hermano. Sus seguidores constituyeron una Hermandad dedicada al servicio a los pobres y
enfermos y, cuando la Orden fue aprobada por la Iglesia, lo fue como Orden de Hermanos,
según expresa Juan Pablo II en la exhortación apostólica Vita consecrata (cf VC 60).No
obstante, desde su aprobación, la Orden ha tenido algunos Hermanos sacerdotes para la
atención espiritual y pastoral de los hospitales y comunidades juandedianas:
“Que en cada uno de los Hospitales existentes entonces o que se funden en el futuro,
pueda haber una Hermano sacerdote, cuya función será decir misa, celebrar los otros
oficios divinos, administrar los sacramentos tanto a los Hermanos como a los pobres
de Cristo...”. (Bula Licet ex debito, San Pío V, 1572)
“Nuestra Orden es un Instituto laical; no obstante desde su aprobación, se concedió
que algunos Hermanos pudieran acceder al sacerdocio para proveer al ejercicio del
sagrado ministerio entre los enfermos y nuestras Comunidades y obras
hospitalarias”. (Const. 1984, 1c)
3. La dimensión misionera de la Orden
en los escritos de nuestros Hermanos
La dimensión misionera constituye un valor esencial en la vida de los Hospitalarios.
Nuestra historia y tradición están llenas de testimonios que así lo confirman. Ofrecemos
seguidamente algunos de los testimonios escritos más significativos, en los que aparece la
preocupación, animación y dedicación al fomento de la acción misionera en nuestra Orden.
En aras a la brevedad, tomaremos solamente los escritos de los Hermanos a partir del
Padre Juan Mª. Alfieri.
a) Padre Juan Mª. Alfieri
Nombrado General el 19 de mayo de 1862, ostentó esta responsabilidad hasta su muerte en
1888. Figura destacada en la vida de la Orden, su profunda vocación hospitalaria, amor a
los pobres y enfermos, a la Iglesia y a su Orden, junto a sus dotes de inteligencia y espíritu
emprendedor, hacen de él la persona que se necesitaba en aquellos años difíciles de la
segunda mitad del siglo XIX.
Impulsó la restauración en España, Portugal y América; animó a los Hermanos de Italia a
mantenerse fieles y firmes en la misión de caridad con los enfermos, sobre todo cuando
llegó la supresión de las Ordenes religiosas en ese país (7-VII-1866). Lo mismo hizo con
los hospitalarios de las otras Provincias.
Escribió muchas cartas, entre ellas 26 circulares para reavivar el espíritu de caridad e
inculcar la exacta observancia y formación de los jóvenes religiosos. Señalamos, como
muestra, alguno de sus escritos:
“Exhorto y mando que todos, y en todos los lugares donde se encuentren vuestros
hospitales, presten al pueblo toda la ayuda que sea posible, también en la prevención
de desastres, y por medio de vuestros superiores ofrezcan a las autoridades
competentes, eclesiástica y civil, vuestra obra y también vuestros locales,
conservando siempre vosotros la dirección y la asistencia”.[xv]
“A este nuestro muy querido hijo (Benito Menni) en Cristo, mandamos ahora a
Francia y a España, en donde permanecerá por el tiempo que Nos dispongamos para
que promueva el incremento y bien de nuestra Orden al tenor de nuestras
Constituciones e Instrucciones Nuestras y de la Santa Sede. Por lo cual, en gran
manera recomendamos en el Señor a los Venerables Obispos y Superiores
Eclesiásticos y Regulares y con todo encarecimiento les rogamos le presten en todo
eficaz protección”.[xvi]
b) Beato Benito Menni
Nació en Milán en 1841, fue restaurador de la Orden en España, Portugal e
Hispanoamérica, fundador de la Congregación de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado
Corazón de Jesús, General de la Orden Hospitalaria y murió en Dinán en 1914.
Podemos decir que su labor hospitalaria fue, sobre todo, misionera. A los 26 años salió de
Italia para desempeñar la misión que iba a marcar su vida: restaurar la Orden en España,
Portugal y América.. Mostraba así su disponibilidad:
“Escribía al reverendísimo P. Alfieri, entonces Superior General de nuestra Orden,
diciéndole que de tal modo me sentía animado del deseo de trabajar en bien de
nuestro Instituto hospitalario que me ofrecía a su paternidad reverendísima para que
me mandase a donde creyere más conveniente, a fin de practicar la santa
hospitalidad”.[xvii]
Las cartas escritas por el Bto. Menni fueron abundantes: 463 a los Hermanos, 870 a las
Hermanas Hospitalarias y otras muchas, sobre todo en sus primeros años en España.
Recogemos sólo algunos fragmentos que testimonian su vocación y entrega misionera.
“Dentro de pocos días yo mismo acompaño al primer equipo de religiosos nuestros
que han de ir a América... Empresa ardua y difícil, superior a nuestras fuerzas, que
empero fiados en los auxilios de Dios esperamos llevar a feliz término”.[xviii]
Intentó, además, extender la Orden a Río Muni y Filipinas
“He recibido su atenta del 30, y también el mapa de Río Muni, en el que veo que
dicho país ha sido adquirido para España. Tal vez no tendría inconveniente en enviar
algunos Hermanos; pero sería preciso que el Gobierno considerara a los individuos
de nuestra Orden como Misioneros, o sea, que les declare exentos del servicio militar.
Así que espero que su bondad me diga si Ud. podría influir para conseguirlo”.[xix]
“Mediante la voluntad del Señor, será un hecho la llegada de los Hermanos de
nuestra Orden Hospitalaria a esas Islas Filipinas, pero no irán a encargarse de
hospitales... sino a fundar en ese archipiélago un asilo para dementes...”.[xx]
Siguiendo la tradición de la Orden, mostró su espíritu hospitalario y misionero en la
permanente disponibilidad para atender a los enfermos y necesitados allí donde estuviesen,
especialmente en caso de epidemias y catástrofes:
“Excmo. Sr. Las gravísimas noticias que publican los periódicos sobre el estado
sanitario del Manicomio de San Baudilio de Llobregat mueven al abajo firmado... a
ofrecer a VE, en nombre de la dicha Corporación de Hermanos Hospitalarios de San
Juan de Dios y de las Hermanas Hospitalarias de Ntra. Sra. del Sagrado Corazón de
Jesús, el personal necesario para la asistencia de los coléricos en el referido
Manicomio de San Baudilio”.[xxi]
En sus muchos escritos encontramos recomendaciones y orientaciones dadas a los
Hermanos sobre el servicio y la hospitalidad para con los enfermos y pobres:
“Por lo mismo, en virtud del voto de Hospitalidad, cada uno de los individuos
profesos de nuestra Orden está obligado a prestar a los enfermos, sean pobres, sean
ricos, que la obediencia, de conformidad con los fines de nuestro Instituto le
encarguen, aquellos servicios corporales y espirituales que necesite, y según sus
aptitudes y facultades les pueda prestar”.[xxii]
c. San Ricardo Pampuri
Nació el 2 de agosto de 1897 en Trivolzio (Pavía). Tras una infancia y juventud
ejemplares, en junio de 1921 se doctoró en Medicina y Cirugía y, desde 1922 hasta su
ingreso en la Orden, ejerció como médico en Morimondo. Ingresó en la Orden como
postulante el 22 de junio de 1927 y emitió sus votos temporales el 24 de octubre de 1928.
Murió en Milán el 1 de mayo de 1930.
Destacó por su bondad, sencillez, candor y profunda vida espiritual. De sus escritos, 146
cartas, y en relación al tema que nos ocupa, destacamos su gran sensibilidad religiosa y
misionera.
En su celo por las misiones tuvo mucho que ver su hermana, Sor Longina. Perteneció a la
Congregación de las Franciscanas Misioneras del Corazón Inmaculado de María y
permaneció en Egipto durante más de 60 años. La relación epistolar con ella fue extensa
(66 cartas), llena de ternura y profundidad espiritual. San Ricardo le manifestaba sus
deseos de amar y servir a Dios y encontrar la mejor forma de responder a su llamada:
“Habrás comprendido cómo en el buscar el camino por el cual quiere el Señor que le
sirva, no pocas veces se me ha dibujado ese tan glorioso del misionero; pero
demasiadas veces la pequeñez física, y más todavía la moral, me disuadieron de él. Y,
sin embargo, con cuánta vehemencia abrazaría ese estado, si la Providencia divina
me lo indicase como lo más conveniente para mí”.[xxiii]
“El día 3 tuve ocasión de hablar con el R.P. Provincial de la Orden de San Juan de
Dios, en la que se me había aconsejado entrar hace unos años, y me dijo que
gustosamente me acogería (si tuviese esa ocasión) a pesar de mi salud un poco
enfermiza y la duda de la pleuritis. Como tú ya sabes, desde hace tiempo yo sentía la
necesidad de una Regla para poder perseverar en una vida digna sin peligro de
graves caídas, Por eso he aceptado tan fraternal oferta y el día 6 he presentado la
petición de admisión, confiando exclusivamente en la bondad y misericordia de
Dios”.[xxiv]
San Ricardo desempeñó su acción apostólica y misionera en la atención a los enfermos y
necesitados. Su diligencia y profesionalidad no conocía límites, a pesar de su frágil salud:
“Ruega también por mis enfermos, para que, con la ayuda de Dios, yo pueda
proporcionarles un verdadero alivio”.[xxv]
La Orden acogería al médico santo, llamado por Dios a vivir la consagración hospitalaria.
Vivió en ella apenas tres años, pero llenos de amor, humildad, entrega y testimonio de
hospitalidad. Sirvió como formador de jóvenes religiosos que se preparaban para
enfermeros y como médico en Brescia. Se hizo querer de todos, enfermos y religiosos, por
su vida ejemplar:
“Ruego tanto por nuestros muy queridos enfermos para que puedan encontrar en
nuestros hospitales la salud espiritual y también abundantemente la material, cuando
sea para la mayor gloria de Dios y la salvación de los mismos”.[xxvi]
d) Padre Efrén Blandeau
Nombrado Superior General por Decreto de la Sagrada Congregación de Religiosos el día
15 de enero de 1939, su servicio de gobierno y animación duró hasta el 26 de abril de
1953. Fue persona sencilla, dotado de gran bondad e inteligencia, lo que le llevó a ser
querido por todos.
Tuvo que realizar este servicio durante la Segunda Guerra mundial, distinguiéndose por su
preocupación en acompañar los distintos eventos que las Provincias y los centros afectados
pasaban. En dos de sus cartas da a conocer a la Orden la situación en la que habían
quedado los centros y el número de religiosos muertos, desaparecidos y presos.
En una de sus cartas a toda la Orden, valoraba así nuestro apostolado:
“Seamos apóstoles por nuestro testimonio personal, en el cumplimiento de los deberes
cotidianos, por muy humildes y modestos que puedan ser. Actuando así
responderemos al sentir del Santo Padre que, hablando a la Acción Católica, declara
que los hospitalarios son por su vocación caritativa, los pioneros de la acción
católica”.[xxvii]
e) Padre Moisés Bonardi
Fue elegido Superior General de la Orden el 26 de abril de 1953, ostentando esta
responsabilidad hasta 1959. Mostró especial sensibilidad y preocupación por las obras
misioneras y por la formación de los religiosos destinados a ellas. Destacamos algunos
párrafos de sus escritos:
“San Juan de Dios soñó la vida de misionero entre los desiertos de África; nosotros,
sus hijos, en este Año Mariano, como homenaje a la Virgen Santísima, traducimos en
acto el deseo del Santo Fundador y llevamos su obra de evangelización, confiada a la
caridad, entre las gentes aún lejanas de la fe y de la civilización”.[xxviii]
“El ideal misionero se va difundiendo y toma consistencia y fuerza en las filas de
nuestra Orden. Nosotros acogeremos de buen grado todas las iniciativas que surjan
del fervor misionero y, unificándolas, las presentaremos a todas las Provincias para
que tomen parte y nos den el contributo de su colaboración. En esta carrera de fe y
generosidad, todas las Provincias, aún las más pequeñas y pobres de sujetos y medios
económicos, podrán encontrar su puesto de honor y de trabajo”.
“Por lo tanto, es indispensable que los religiosos que se destinen a las tierras de
misiones, sean antes preparados convenientemente”.[xxix]
f) Padre Higinio Aparicio
Fue nombrado Superior General de la Orden el día 26 de abril de 1959, desempeñando esta
responsabilidad hasta 1971. En continuidad con el Padre Moisés Bonardi impulsó la
extensión de la Orden por tierras de misión y mostró especial interés por la formación y la
adecuada inserción de los Hermanos en aquellos países y en sus culturas. Destacamos
algunos textos de sus cartas circulares:
“Tenemos que agradecer al Señor el momento y expansión que actualmente ha
conseguido la Orden a través de las provincias Españolas, tanto en la Península
como en tierras de América y África más recientemente”.[xxx]
“Aprovecho la oportunidad para informarles que la Orden tiene ya un hospital
misional en la India..., en el estado de Kerala y diócesis de Chanagacherry, de rito
malabar. Esta nueva fundación ha sido realizada por la Viceprovincia
Rhenana”.[xxxi]
“El religioso que reside en una tierra extranjera ha de considerar, como uno de sus
primordiales deberes, el de esforzarse en adaptarse al ambiente cultural del país
donde habita...Procúrese por parte de los religiosos la adaptación a las costumbres
del país, a su género de alimentación, formas sociales y hasta modismos de lenguaje
que allí son propios... En los Centros de formación... debe irse disponiendo el ánimo
de los jóvenes para vivir el día de mañana en cualquier lugar donde la obediencia
pueda enviarles... creando en ellos una mentalidad de universalismo cristiano para
que sepan amar, respetar y comprometerse con la nación donde se les
destine”.[xxxii]
4. La acción misionera
según el pensamiento de nuestros misioneros
En este apartado recogemos el pensamiento y el testimonio de varios Hermanos que en la
actualidad ejercen su apostolado en distintos lugares del mundo. Sus palabras
aportan realismo y vida a la presente reflexión.
a) Hno. Antonio Leahy. Papua Nueva-Guinea[xxxiii]
La llamada a trabajar en las obras misioneras de la Orden es un regalo y una herencia
que todos los Hermanos hemos recibido de Jesús y de nuestro Padre San Juan de Dios.
Nuestra misión es llevar la Buena Nueva de Jesús, según el estilo de San Juan de Dios,
a aquellos con quienes nos encontramos cada día.
Los Hermanos estamos en Papua Nueva-Guinea desde 1971. Nuestro deseo
es continuar la obra de San Juan de Dios respondiendo a las necesidades específicas del
país, dedicándonos, especialmente, al cuidado de los disminuidos físicos y psíquicos.
La pequeña semilla se ha convertido en un pequeño pero saludable bosque. El
fertilizante que ha ayudado a este crecimiento ha sido la aceptación de candidatos
nativos como Postulantes y después como Hermanos. Hoy la misión en Papua Nueva-
Guinea abarca dos campos:
1.- Atender a los necesitados, especialmente al enfermo y al pobre.
2.- Ayudar en el discernimiento de las vocaciones nativas.
Ahora la esperanza y el sueño de la Orden es que el pueblo de Papua Nueva-Guinea
pueda conocer el amor de Dios a través del conocimiento y la obra de Juan de Dios,
para que ellos mismos sean misioneros en medio de las personas con las que trabajan y
viven.
b) Hno. Fortunatus Thanhauser[xxxiv]: los Hermanos de San Juan de Dios en la India
Después que los Hermanos de Portugal fundaran en Goa hace varios siglos, la misión
vuelve de nuevo a la India terminado el Concilio Vaticano II, a raíz de la visita que un
obispo indio hizo a Alemania en el año 1964. Este prelado había estado otras veces en
el hospital de la Isla Tiberina en Roma, quedando impresionado de la dedicación de los
Hermanos a los pobres enfermos. Esto le hizo pensar: “¡Si yo pudiera tener a estos
Hermanos en mi diócesis, en la India!” Finalmente, los Hermanos se dispusieron para ir
a la India.
Venciendo toda clase de dificultades, tres Hermanos consiguieron visado para la India.
Los primeros Hermanos, llegados desde Alemania, fueron Fr. Fortunatus y Fr. Prakash.
Llegaron a Kattappana el 19 de noviembre de 1.969 y abrieron un pequeño dispensario
con la ayuda de un médico indio y algunas religiosas. Este dispensario, con 20 camas,
fue creciendo a largo de 25 años hasta convertirse en un hospital con 275 camas y 18
médicos, incluidos los especialistas.
Viendo las necesidades, y con el consejo de los médicos, se construyó el Long-Time-
Hospital con una capacidad de 150 camas para pacientes crónicos, ancianos, y una
sección para niños disminuidos.
En el hospital casi no hay conversiones, mientras que en el Long-Time-Hospital (la
Casa de los Pobres) las hay frecuentemente, aunque nadie es dirigido ni forzado. Lo
mismo sucede con los niños de la escuela, donde son atendidos 56 niños externos. En el
hospital de Kattappana hemos llevado a cabo varios intentos de realizar una pastoral de
la salud más organizada, puesto que la misma es, principal o únicamente, entendida
como administración de los últimos sacramentos.
Puesto que Kattappana se encuentra en un lugar apartado, era difícil disponer de
sacerdotes y maestros para el Noviciado, por lo que se estableció en Madras-
Poonamallee, cerca del Seminario de los Padres Salesianos. Junto a la casa del
Noviciado, desde 1981, hay una pequeña Casa del Pobre (Poor Home) y un
dispensario.
Llamados por el Obispo de Kandwa, en el Estado de Madhya Pradesh, en 1986 se inició
una nueva obra en Deshgaon, cerca de Kandwa, abriéndose un centro de salud y un
dispensario. En este Estado las conversiones están prohibidas por el gobierno.
c) Hno. Savio Tran Ngoc Tuyen[xxxv]: Bién-Hóa (Vietnam)
Los Hermanos canadienses llegaron a Vietnam en enero de 1.952 y permanecieron
hasta septiembre de 1.975. Durante la guerra soportaron muchas pruebas para poder
transmitir el espíritu de San Juan de Dios a los Hermanos vietnamitas. Fueron un gran
testimonio de evangelización por su acción hospitalaria.
Gracias a su perseverancia y sacrificio consiguieron formar a los Hermanos vietnamitas,
siendo ésta la razón por la que nuestra Orden existe hasta nuestros días a pesar de no
haber llegado nuevos Hermanos misioneros desde hace 20 años.
Desde 1975 hasta nuestros días, los Hermanos vietnamitas se esfuerzan por adaptarse a
las circunstancias del régimen socialista para continuar viviendo según el espíritu de
San Juan de Dios y la espiritualidad de nuestra Orden, a pesar de tantas dificultades
como hay. “San Juan de Dios sigue vivo en nuestro tiempo”.
La acción misionera en Vietnam:
Objetivo: Las personas pobres de los pueblos aislados y lejanos.
Acción: Formar a las gentes en la prevención y la higiene, curar las enfermedades en el
inicio de las mismas y curar a domicilio.
Medios: Los económicos y financieros precisos. Hermanos, de dos a cuatro en cada
pueblo
Utilidad: Para la Orden resultará fácil instalar una casa en la que se podrían hacer
muchas cosas, sería un signo sensible, un testimonio; para las gentes supondría poder
atender a muchas más personas y conocerían más nuestra Orden; los precios serían
baratos y la atención más cuidada.
d) Hno. Manuel Nogueira[xxxvi]: Nampula (Mozambique)
Nuestra oportunidad misionera: Lo sabemos bien, toda la Iglesia es misionera y
misioneros son todos los entes y organismos que componen la Amada Esposa,
continuando así el Ministerio del mismo Cristo. Es también cierto que todos estos
organismos deben asumir el encargo misionero de acuerdo con su propia naturaleza y
carisma, utilizando los medios adecuados. Por tanto, a nosotros nos corresponde ser
misioneros de la caridad hospitalaria, puesto que éste es nuestro carisma y nuestra tarea:
expresar el amor del Padre hacia los necesitados de todo tipo.
Resulta, por tanto, evidente lo oportuno y adecuado que es nuestro modo de colaborar
en la construcción del Reino de Dios en las actuales circunstancias. En efecto, cuanto
más variadas son las voces y llamadas de nuestro mundo, más evidente es la urgencia
del testimonio a través de las obras, como entrega al servicio de las miserias humanas.
Pero si nuestras posibilidades son grandes, otro tanto lo es nuestra responsabilidad. No
es válido cualquier tipo de preparación de nuestras obras y nuestros Hermanos para
conseguir una eficaz acción misionera.
Algunas condiciones para el éxito misionero: Obras adaptadas a las condiciones.
Sabemos que hoy la actividad hospitalaria, como cualquier otra, puede convertirse en
una actividad apostólica interesada, incluso explotadora. Esto debe significar para
nosotros una advertencia a la hora de decidir qué tipo de obras debemos organizar o
debemos dejar, según sean las circunstancias. Es obvio que nuestras obras deben estar
particularmente abiertas a los más necesitados, a quienes otros organismos rechazan, a
quienes sólo pueden contar con nosotros. De aquí se deduce que la rigurosa selección
de los pacientes o enfermos que acojamos en nuestras obras puede ser signo de un
trabajo bien organizado, pero quizás no lo sea tanto de un desarrollado sentido de
caridad. El verdadero hombre de caridad tiene, como tuvo nuestro Fundador, un
corazón sensible a todos los necesitados y no sólo a una parte de ellos. Por eso, si una
obra debe especializarse en una determinada rama o aspecto de la asistencia sanitaria,
sería a la vez muy conveniente que funcionara en ella un sector de atención a casos de
urgencia y de gran necesidad de ayuda. Nunca debe ser excluido un pobre. Una puerta
abierta y un rayo de esperanza ha de haber también para los más desafortunados.
Apertura y colaboración con y hacia todos: Otra preocupación ha de ser la apertura y
colaboración con todos los organismos, sobre todo si trabajan en nuestro mismo
campo sanitario. Cuando se llega a un sitio desde lejos y se ha tenido una formación
alejada de la vida real, existe el peligro de considerarse a sí mismo modelo y patrón,
malinterpretando a quienes piensan o actúan de manera distinta a la nuestra. Debemos
hacer frente a esta tentación y cultivar el espíritu de apertura y colaboración con todos,
hacia todos y de todos.
El apostolado de la limosna: El apostolado de la limosna, tan querido por nuestro
Santo Fundador y sus primeros seguidores, ¿no está hoy en crisis entre nosotros como
consecuencia de la tendencia a abrirnos preferentemente a quienes pueden pagar o a
quienes tienen quien pague por ellos? Y en una época en que cada día los ricos son
más ricos y los pobres más pobres, ¿qué mejor podemos hacer (que la limosna),
dentro de nuestro carisma, para acercar los unos a los otros e, incluso, para prevenir
las revueltas sociales en lo que de nosotros dependa?
Nuestra identidad eclesial y de consagrados: Finalmente una mirada sobre la
conveniencia en nuestra acción caritativa de mostrar lo que somos, es decir, miembros
de la Iglesia y consagrados. Ya sea en un ambiente cristiano o musulmán, oriental o
animista, somos siempre elegidos por Cristo, investidos y enviados por su Iglesia para
la extensión de su reino de amor compasivo y misericordioso. La gente debe saber y
notar esto. Deben palpar que nuestro estilo de vida y el amor con el que los tratamos
proceden de Dios y se basan en la doctrina y ejemplo del Señor Jesús.
En resumen, que nuestras obras y nuestras relaciones con todos, sobre todo con los
más desfavorecidos, testimonien nuestra adhesión a Cristo. Así seremos para todos un
rayo de la Caridad de Dios, paliando la falta de amor que tanto empobrece la sociedad.
e) Hno. Ricardo Botifoll[xxxvii]l. Lunsar (Sierra Leona)
Obviamente, el inmediato objetivo de la actividad de la Orden en los países en vías de
desarrollo tiene que ser de naturaleza médico-sanitaria: ya sea a nivel de hospitales,
dispensarios o de centros de cuidados primarios de salud. Cada vez se debe tener más
en cuenta que la actividad sanitaria no puede quedar a la libre iniciativa de cada
institución, funcionando desligada de la red sanitaria estatal, sino que necesita una
coordinación, por no decir integración, con los organismos estatales e internacionales
(OMS, sociedades de lucha contra la tuberculosis, la lepra, etc.). Los impresionantes
éxitos conseguidos con las inmunizaciones de niños (sarampión, tétanos, polio) y los
que se vislumbran ya con la vacunación antipalúdica, marcan esta dirección.
Un riesgo contra el que hay que precaverse es el de pretender hacer las cosas demasiado
bien hechas, es decir, el proponerse que nuestros centros hospitalarios en estos países
tengan un nivel de técnicas y comodidades comparables con los hospitales europeos.
Con ello sólo conseguiríamos que los beneficiarios resulten ser la minoría de gentes
ricas y que nuestros centros quedasen fuera del alcance de la gran mayoría de pobres a
los que, teóricamente, hemos venido a asistir. Es un peligro real.
Podríamos hacer muchos otros comentarios, pero no caben en el breve espacio que se
me ha asignado. Pero permítaseme una reflexión que es un poco obsesiva para mí:
nuestra acción misionera debe pretender también mejorar el mundo europeo del que
procedemos. Trabajamos en África persuadidos de que desde aquí ayudamos a nuestra
vieja Europa. “Hermanos, haceos bien a vosotros mismos dando para los
pobres...”. Este simple pero incisivo pregón juandediano, lo seguimos proclamando
desde nuestros rústicos hospitales de la selva, de cara al norte, saciado pero insatisfecho.
El quehacer de nuestras manos quiere ser una oración para que Europa crea, de veras,
en el sermón de la montaña, “en obras y en verdad”. Esta es nuestra esperanza y una
razón más en la que fundamentamos nuestro compromiso misionero.
f) Hno. Rafael Teh[xxxviii]. Monrovia.
África es un continente de pueblos marginados, agitado a causa del tribalismo o
rivalidades étnicas. Violencia, golpes de estado, problemas de refugiados de las guerras
civiles, violaciones de los derechos humanos, explotación por parte del poderoso,
hambre, pobreza, enfermedad, desesperación y muerte. La ausencia de paz y de justicia
han sido la causa principal de este conjunto de problemas en África. La injusticia está
profundamente arraigada en muchas estructuras pecaminosas del continente. Así es.
Hay unos pocos ricos con abundantes propiedades y muchos desheredados sin tierra y
extremadamente pobres. El poder de unos pocos y la impotencia y esclavitud de la
mayoría.
Los retos de África sobre la salud son: malnutrición crónica, dolencias diarréicas
asociadas a las malas condiciones domésticas del agua y sanitarias, malaria y otras
enfermedades contagiosas. El SIDA y la financiación de la salud. El alto índice de
mortalidad infantil es causado por la malnutrición crónica y falta de higiene, males que
pueden prevenirse desde cuidados primarios.
La crisis económica y el recorte de los presupuestos están contribuyendo a una
situación más pobre en la atención sanitaria. El prohibitivo coste de los medicamentos y
de las estancias en el hospital hacen imposible el acceso de mucha gente, especialmente
del mundo rural, a los cuidados médicos que requieren. La enfermedad y la pobreza
forman un círculo vicioso: uno cae enfermo porque es pobre y se hace más pobre
porque está enfermo.
La arriba mencionada es la situación en la que nos movemos en nuestra diaria misión
hospitalaria. Yo lo veo: nuestro centro hospitalario es como un oasis en medio del
desierto. Puedo dar testimonio de ello, especialmente aquí en Monrovia, donde nuestro
hospital ha permanecido activo en medio del fragor y los estruendos de la guerra como
una “casa de Dios”, en la cual se reciben a todas las personas. Es muy gratificante ver
las muestras de consuelo y las sonrisas de los enfermos y necesitados que podían llegar
a este oasis, aunque sólo fuese para apagar su sed o para pasar su último día camino de
la eternidad. Vienen contentos por el trato humano que reciben, porque tienen una cama
y sábanas limpias para descansar, aun cuando esto no sea más que por unos
minutos.¡Cómo deseo que este oasis hospitalario pudiese extenderse a través de todo
ese desierto, especialmente en las periferias!
Algunas veces me dan ganas de gritar, por la frustración e impotencia que siento, por no
ser capaz de cambiar las estructuras pecaminosas de la sociedad. Diariamente
descubrimos el rostro del Siervo Sufriente, al ver tanta gente sumida en la pobreza, la
explotación y la incultura, viviendo situaciones verdaderamente infrahumanas. Por otra
parte, tengo el consuelo de que el acto que el misionero hospitalario realiza es Missio
Dei, realidad de Dios y misterio eterno. Cuando llegamos a nuestros límites humanos,
El nos conduce a través de las fronteras creadas por la voracidad humana. El espíritu
hospitalario de generosidad y magnanimidad es el que nos motiva a permanecer
abiertos para explorar nuevos caminos que nos acerquen más al servicio de las personas
marginadas y haga más efectiva nuestra misión. La nueva hospitalidad nos invita a
pasar del centro a la periferia, a buscar nuevos métodos para la transformación del
mundo del pobre y de su entorno o de las malvadas estructuras sociales que conllevan
estas humillantes condiciones.
g) Hno. Juan Bautista Carbó[xxxix]. Lomé (Togo)
Desde la perspectiva africana puedo afirmar que la acción misionera desarrollada por la
Orden durante su historia, y de una forma especial en los últimos cincuenta años, ha
sido fecunda y más extensa de lo que a primera vista puede parecer.
La misión hospitalaria ha estado en consonancia, desde el principio, con lo que nos
propone la Redemptoris missio en el número 42: “El hombre contemporáneo cree más
los testigos que los maestros, la experiencia que la doctrina, la vida y los hechos que las
teorías. La primera forma de misión, el testimonio de la vida cristiana, es
irremplazable...”.
Cuando hoy en día vemos los lugares en que la Orden está presente, en la mayoría de
los casos constatamos que alrededor del centro hospitalario se han desarrollado núcleos
de población, habiendo contribuido la presencia juandediana al desarrollo social,
económico y religioso (en algunos lugares los Hermanos han precedido a los
”misioneros” oficiales).
Esto no quiere decir que no se hayan tenido lagunas, pero éstas han sido debidas más al
ímpetu del querer hacer y atender tanta necesidad, que a falta de voluntad o deseo.
El futuro del carisma hospitalario tiene en África una gran base de implantación y
desarrollo, fundamentalmente para los Hermanos africanos, pero al mismo tiempo es un
reto para toda la Orden. El futuro es esperanzador, pero se necesita la colaboración de
todos para apoyar este crecimiento, que es bastante rápido y que puede desbordarnos.
La Orden debe concretar cómo quiere estar presente en estas tierras, pues sus
necesidades son muchas y en el futuro la Iglesia africana tendrá un gran peso en la
Iglesia universal.
Además, tenemos una gran responsabilidad, ya que somos uno de los pocos Institutos
masculinos que nos dedicamos por entero al servicio del pobre y del enfermo, debiendo
por lo tanto abrir nuevos cauces y ayudar a implantar el carisma de la misericordia en
estas nuevas iglesias, tan ricas de contenidos, de vida, de mujeres y hombres abiertos al
más allá.
Capítulo sexto
ORGANISMOS AL SERVICIO DE LA EVANGELIZACIÓN
Toda la estructura jurídica y organizativa de la Orden está orientada a animar, apoyar e
incrementar el sentido apostólico de los Hermanos y la acción evangelizadora mediante el
servicio a los enfermos y necesitados que, junto con los Colaboradores, realizan en la
Iglesia.
En el presente capítulo nos limitamos a elencar los medios que la Orden ha orientado
expresamente a apoyar la acción de la Orden en los países en vía de desarrollo,
distinguiendo los que tienen una dimensión universal, por haber sido o estar promovidos
por la Curia General y los que ha promovido y mantienen una o varias Provincias de la
Orden.
1. Organismos de la Curia General al servicio de las misiones
a) Secretariado de Misiones
Durante el generalato del P. Moisés Bonardi, varias Provincias de la Orden orientaron
Hermanos y recursos a la acción evangelizadora en África y buscaban el modo de hacerlo
también en la India. Era un momento de resurgir vocacional en varias partes que, como es
normal, suscitaba y alentaba el compromiso misionero de los Hermanos.
Con el fin de “estimular, incrementar, desarrollar y regular el prometedor movimiento
orientado a hacer resplandecer la llama de la caridad hospitalaria de nuestro Padre San
Juan de Dios también entre las ovejas que no son del redil de Cristo, para que puedan
escuchar su voz y de este modo “haya un sólo rebaño y un sólo pastor” (Jn 10, 16)”[1], en
la sesión del 19 de octubre de 1957, el Definitorio General aprobó los Estatutos para las
Misiones de la Orden.
A partir de entonces, la Curia General ha intentado realizar el objetivo indicado,
promoviendo no sólo ayudas económicas sino, sobre todo, dando orientaciones y
organizando medios que ayudaran a los Hermanos a prepararse debidamente antes de ser
destinados a países en vías de desarrollo, a mantener vivo el espíritu misionero en todos los
Hermanos y, más recientemente, a aplicar los criterios formativos de la Orden en África,
América Latina, Asia y Oceanía.
El Curso para Hermanos misioneros celebrado en Roma del 5 al 13 de febrero de 1980, fue
un momento importante de reflexión y comunión para nuestros Hermanos misioneros que,
además de la oportunidad de actualizarse teológica, carismática y pastoralmente, sirvió
para que cada uno de los participantes pudiera comprobar, en el diálogo con los demás
Hermanos, la universalidad del compromiso misionero de la Orden. Era Superior General
el Hno. Pierluigi Marchesi.
La Carta Misionera, de la que se habla en otro lugar, es también fruto de la reflexión y
animación realizada durante el primer generalato del P. Marchesi. Los esfuerzos de este
momento se orientaban, sobre todo, a coordinar la formación en África y a crear una
cultura universalista de los Hermanos misioneros, cuyos resultados se recogerían años más
tarde.
b) Fondo de Misiones
Durante la Reunión de Superiores de la Orden, celebrada en Roma en octubre de 1989, se
aprobó la constitución de un Fondo Común para las Misiones de la Orden, “destinado a
asegurar la continuidad del apoyo económico a las actividades asistenciales que se realizan
en los centros misioneros de la Orden”, previendo que comenzara a funcionar a partir del 1
de enero de 1992.
Desde el momento de la aprobación y su entrada en funcionamiento, estaba previsto:
enviar a los Hermanos Provinciales el proyecto de constitución del Fondo Común,
solicitando opiniones, sugerencias y que indicaran el aporte económico que podrían
hacer durante los dos primeros años;
constituir en la Curia General un grupo de trabajo para dirigir la fase preparatoria;
profundizar en la posible coordinación de las ONG’S promovidas por la Orden y
procurar relacionarlas entre sí.
El Reglamento del Fondo Común de Misiones fue publicado en febrero de 1992. Entre los
objetivos, señala:
La Orden constituye un Fondo común de Misiones para sostener y potenciar esta forma
de apostolado;
Se constituye haciendo valer el principio de la universalidad, queriendo llegar a largo
plazo a afrontar los costos de todas las realidades misioneras de la Orden.
A partir de su entrada en funcionamiento en enero de 1992, “tendrá una primera fase cuya
responsabilidad recaerá fundamentalmente en las Delegaciones Generales de África y del
Vietnam”.[2]
c) Escuela de Misionología de Roma
La formación de los Hermanos fue una de las principales preocupaciones y tareas del
Padre Moisés Bonardi, quien advertía muy especialmente las lagunas existentes en el
campo misionero:
“No podemos ocultaros que nuestra Orden se ha embarcado en esta actividad -
misionera- sin preocuparse mucho de la preparación específica de los sujetos”[3].
La Escuela de Espiritualidad, y su sección anexa de Misionología, fue erigida en Roma el
año 1955, siendo aprobados sus Estatutos el 17 de noviembre del mismo año por el
Definitorio General y confirmada plenamente por el Capítulo General de 1959. Se
inauguró el 14 de octubre de 1956.
Los objetivos y fines de la Escuela de Misionología vienen determinados por el artículo 31
de sus Estatutos:
“Considerada la actividad misionera que desarrollan algunas Provincias de la Orden
y las exigencias especiales de tal apostolado, en creciente desarrollo, en la Escuela
Internacional de Espiritualidad, se anexa una SECCIÓN MISIONERA especial, cuyo
fin es el de preparar espiritualmente, moral y culturalmente los religiosos destinados a
las misiones”.
El Padre Bonardi exponía los fines de la Escuela de la siguiente manera:
“La Escuela que se abrirá en Roma el año escolar 1956-57 se dispone a dar a los
misioneros todos aquellos conocimientos jurídicos, canónicos, lingüísticos, sanitarios y
profilácticos para que puedan asumir sus deberes de apostolado y profesionales, con la
certidumbre y serenidad de una adecuada preparación”[4].
Respecto a los destinatarios, el artículo 33 de los Estatutos establecía los requisitos para
acceder a la Escuela de Misionología:
“Las Provincias que deseen o prevean desarrollar en el futuro actividades misioneras,
deben enviar a esta Sección misionera, aquellos religiosos profesos de votos solemnes,
que deseen destinar a las misiones. Los religiosos deben poseer los requisitos físicos,
intelectuales y morales que son necesarios para el apostolado hospitalario en tierra de
misiones”
Los criterios fundamentales del programa de estudios para la sección de Misionología
vienen determinados por los artículos 34 y 35 de los Estatutos:
“Los alumnos misioneros asistirán por un año o dos a algunos de los cursos del
Pontificio Instituto Misionero Científico, situado en el Pontificio Ateneo Urbano de
Propaganda Fide, y a un curso anual de Medicina Misionera para conseguir el
diploma de enfermero internacional”. (art. 34).
“En un reglamento especial para ellos se indican otros cursos particulares, con el fin
de conseguir mejor su idoneidad en la futura actividad misionera a que se han
de dedicar, según el espíritu de la Orden”. (art. 35)
La Escuela de Espiritualidad y Misionología, en los primeros cursos, se estableció en el
hospital de San Juan Calibita en Roma, hasta que, en 1963, se inauguró el Centro
Internacional de Formación en la Via della Boceta.
En cuanto a los resultados, la Escuela de Espiritualidad y Misionología, a lo largo de los
años y en sus dos etapas de existencia, posibilitó la formación de un buen número de
Hermanos de toda la Orden en los diversos cursos de teología, espiritualidad, hospitalidad
y misionología, facilitando y elevando el nivel de preparación espiritual, religiosa y
apostólica de la Orden en los años previos y posteriores al gran acontecimiento eclesial del
Concilio Vaticano II.
Respecto a la sección de Misionología supuso dos realidades muy positivas:
La formación y preparación adecuada de un buen grupo de Hermanos que
desempeñaron su apostolado en tierras de misión. Ellos hicieron realidad la expansión
de la Orden con nuevas fundaciones misioneras en África, América y Asia.
La Escuela, a través de los Hermanos allí formados, unos fueron a misiones y otros no,
y del empeño de los Superiores, fue creando una especial sensibilidad por las misiones,
impulsando a muchas Provincias a fundar y sostener nuevas obras en los países en vías
de desarrollo. Son, sin duda, frutos que prevalecen hasta nuestros días, puesto que
muchos de los Hermanos en ella formados siguen todavía en obras misioneras
Desde hace algunos años la Escuela de Espiritualidad y Misionología no continúa
funcionando como tal, básicamente porque las circunstancias y las necesidades van siendo
distintas y es más fácil la formación en las Provincias. No obstante, el Centro sigue abierto
a los Hermanos que realizan su formación en Roma.
c). Secretariado General de Pastoral
Tiene origen durante el generalato del Padre Pierluigi Marchesi, con el objetivo de
impulsar y promover la evangelización y la pastoral.
Aunque su objeto primordial no era el campo de las misiones, sus iniciativas supusieron un
impulso en la acción evangelizadora de la Orden. Entre los documentos publicados por
este Secretariado, destacamos:
“¿Qué es la Pastoral Sanitaria?” (1980). Su contenido hace una aplicación de la
Evangelii nuntiandi a la realidad de la Orden.
“Dimensión apostólica de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios” (1982), que
recoge las raíces y la proyección evangelizadora de la Orden.
2. Organismos Interprovinciales o Provinciales
Las Provincias que han tenido y las que actualmente tienen comunidades en países de
misión, cuentan con organización propia para la animación de la vida de toda la
Provincia, pero se han esmerado siempre en apoyar particularmente las comunidades,
Hermanos y obras apostólicas de los países en vías de desarrollo. Sin embargo, como
acabamos de ver, la Curia General ha procurado abrir horizontes de universalidad que se
plasmasen en proyectos y actividades en los que la comunión y la colaboración entre las
Provincias fuera efectivo. De este modo, han ido surgiendo Secretariados
Interprovinciales que, en la actualidad, abarcan a todas las realidades de la Orden. Por
su relación directa con el tema que nos ocupa, nos referimos a continuación al
CIAL (Secretariado Interprovincial de América Latina) y al CIPPA (Comisión
Interprovincial Asia-Pacífico).
a) CIAL OH: Comisión Interprovincial de Animación Latinoamericana
La actual Comisión Interprovincial de Animación Latinoamericana surgió con el intento
de coordinar en dicho continente la respuesta a la llamada del Concilio Vaticano II a la
renovación de la Vida Consagrada que, durante el año 1979, fue para todas las Provincias
de la Orden un año de gracia especial: el año de la Renovación.
En América Latina, tras una minuciosa sensibilización, motivación y preparación a todos
los niveles, se inició y concluyó felizmente el conjunto de programas encaminados a dar a
conocer y motivar a todos los Hermanos de Latinoamérica lo que se había de vivir en lo
sucesivo como renovación religiosa en la hospitalidad juandediana.
A medida que se avanzaba en cada uno de los programas de los cuatro cursos desarrollados
en Bogotá (Colombia), en todas las evaluaciones se iba sintiendo la necesidad de un
organismo que diera continuidad a la animación.
La idea de proseguir con un organismo de animación para todas las comunidades de
América Latina fue promovida por el entonces Superior General, Hno. Pierluigi Marchesi,
animador de la renovación, por los Hermanos Provinciales de Colombia y de España y sus
Delegados Provinciales.
Así fue como el 17 de octubre de 1979, se constituye el Secretariado Latinoamericano de
la Renovación (SELARE). Surge como un servicio de animación a la Orden Hospitalaria
en América Latina, con un proyecto de Estatutos que serían posteriormente aprobados.
SELARE se define como un organismo sin ánimo de lucro, al servicio del ser y de la
misión de la Orden y de los Agentes de Pastoral de la Salud de Latinoamérica. Su objetivo
es “Coordinar y animar el proceso de Renovación, en sus distintos campos, para una
presencia más viva de la Orden Hospitalaria en América Latina”.
De las actividades desarrolladas por el SELARE , destacamos:
Al interno de la orden:
Ha realizado la animación con visitas programadas a las comunidades de las distintas
naciones, para presentar los documentos de la Iglesia y de la Curia General.
Ha impartido Cursos para Animadores de las comunidades, para Formadores, de
Preparación a la Profesión Solemne, de Pastoral de la Salud y para Hermanos Mayores.
En diciembre de 1979 se publicó el primer número del Boletín SELARE, con el fin de
informar y animar a las comunidades, así como para presentar documentos y trabajos de
interés para la Vida Consagrada, Formación Permanente y Pastoral de la Salud.
Casi al mismo tiempo, se iniciaba la Colección SELARE que, hasta el momento, ha
editado más de medio centenar de títulos sobre los temas indicados en el punto anterior.
Ha elaborado y promovido un Plan de Formación en Pastoral de la Salud por
correspondencia, en convenio con la Universidad de San Buenaventura de Bogotá.
Hacia fuera de la orden:
Todos los medios que se han indicado son promovidos por SELARE para facilitar la vida
espiritual, comunitaria y la misión evangelizadora desde la Pastoral de la Salud. Muchos
de estos medios están a disposición de las Iglesias locales de las distintas naciones; que los
valoran y se aprovechan de los mismos, constituyendo casi los únicos existentes a su
alcance para la Pastoral de la Salud.
SELARE también promueve, organiza y participa en toda clase de eventos relacionados
con la ética sobre la vida humana, la Pastoral de la Salud, la teología y la espiritualidad de
la enfermedad.
El 30 de octubre de 1.989 se aprobaron en la Curia General los Estatutos por los que se
constituía, igual que en otras áreas geográficas de la Orden, el Secretariado Interprovincial
de América Latina de la Orden Hospitalaria (SALOH). Desde ese momento SELARE
pasaba a ser un departamento del mencionado Secretariado Interprovincial. En la reunión
celebrada en Cochabamba (13 de septiembre de 1996), se constituía el CIAL OH
(Comisión Interprovincial de Animación Latinoamericana) que asumía las líneas de acción
del LXIII Capítulo General celebrado en Bogotá, y sigue desarrollando todas las
actividades mencionadas en SELARE, abierta siempre a la creatividad y a la posibilidad de
nuevas iniciativas en favor de la Orden y de la Iglesia en Latinoamérica.
b) Comisión Interprovincial Asia-Pacífico
Desde el año 1979, las comunidades y las obras de la Orden en Asia han sido reconocidas
como entidad propia, cuando los Hermanos de la región eligieron representantes para
participar en el Capítulo General Extraordinario de aquel año. Asimismo la región estuvo
representada en el Capítulo General de 1982.
El 25 de febrero de 1991, el Gobierno General de la Orden, tras consulta a los Superiores
responsables de las comunidades y de las obras de la Orden en Asia, erigieron el
Secretariado Interprovincial Asiático (SIPA). El 15 de febrero de 1996, el Gobierno
General aprobó una enmienda a los Estatutos que fue presentada en la reunión que la
Comisión celebró en Manila (octubre de 1995), después que la Provincia australiana se
uniera a la Región Asiática. La decisión de unirse a la Comisión Asiática fue tomada por la
Provincia australiana para reflejar mejor las realidades culturales que existen actualmente
en aquella parte del mundo. A partir de ese momento la Comisión se denominaComisión
Interprovincial Asia-Pacifico. (CIPPA).
El objetivo de la Comisión CIPPA es coordinar las actividades de las distintas
comunidades y obras de la Orden en la Región Pacífico-Asia, en zonas de interés mutuo.
La Comisión cuenta con un Comité Ejecutivo, compuesto del Presidente,
Secretario/Ecónomo y otro miembro electo, que actúa en nombre de los miembros de la
Comisión, tomando ciertas decisiones en los asuntos que la Comisión le asigna.
Los fines de la Comisión son:
La Cooperación en los campos de la pastoral, la misión, el estilo de vida, la formación,
los laicos, los centros y la administración.
Estimular una mayor toma de conciencia de lo que a la Orden se le pide en Asia y en el
Pacífico, de manera que pueda tener una presencia más eficaz, que consistiría en
implantar la Orden en Asia y en el Pacífico con expresiones de Hospitalidad nuevas e
innovativas.
Promover y coordinar peticiones de ayuda a las organizaciones internacionales.
Desarrollar programas apropiados de formación y estilo de vida.
Facilitar el intercambio de experiencias y personal entre las comunidades y las obras de
la Orden en Asia y en el Pacífico.
La Comisión CIPPA en su reunión de Manila (octubre de 1995), decidió la creación de un
Instituto Asiático de Formación Hospitalaria, con el fin de promover la formación
espiritual, cultural y profesional de las personas involucradas en la asistencia sanitaria y los
servicios sociales en Asia. La orientación particular del Instituto es preparar para el
liderazgo que todos los Hermanos y un buen número de Colaboradores laicos están
llamados a realizar en la misión de Hospitalidad. La Comisión Inter-Provincial Asia-
Pacífico publica un Boletín trimestral.
c) Fundación “Juan Ciudad” ONG.D
Las Provincias españolas, con el fin de promover y canalizar las ayudas destinadas a los
centros de África que dependían de ellas, integraron en la estructura del Secretariado
Interprovincial de España un organismo de carácter interno que, gracias a un constante
crecimiento tanto en la programación orientada a conseguir ayudas de organismos
públicos y privados, como en las crecientes exigencias de los centros de África, a partir
del primero de noviembre de 1991 fue inscrita en el Registro de Fundaciones Docentes
y de Investigación del Ministerio de Educación y Ciencia y en el Ministerio de
Economía y Hacienda de España.
Se dedica al desarrollo y Promoción de la Salud en el llamado Tercer Mundo y a paliar,
en lo posible, las muchas necesidades de los 33 centros y 15 dispensarios, con un total
de 4.000 camas, aproximadamente, de la Orden en África y América Latina. La
orientación fundamental a colaborar con los centros de la Orden no significa el que, en
momentos puntuales, deje de colaborar con otros entes y organismos.
La sede de la Fundación Juan Ciudad está en Madrid, y cuenta con Delegaciones en las
distintas Comunidades Autónomas de la nación. Pertenece a la Coordinadora de
Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo, de ámbito estatal, desde junio
de 1994.
Los objetivos de la Fundación son:
Contribuir a la concienciación de la sociedad sobre las carencias y necesidades del
Tercer Mundo, especialmente en el campo de la Salud.
Proveer, en la medida de lo posible, a los centros de la Orden en África y América
Latina de los recursos humanos, técnicos y económicos que soliciten.
Encauzar hacia organismos públicos y entidades privadas, inmersos en el ámbito de
la Cooperación Internacional y la Ayuda al Desarrollo, para proveer a una adecuada
financiación, los proyectos presentados por los centros.
Colaborar en la Educación para el Desarrollo de los propios pueblos en los que se
encuentran los centros de la Orden.
Impartir docencia en nuestra sociedad desarrollada sobre posibles intervenciones
sanitarias, tanto preventivas como asistenciales, en los países menos desarrollados.
Procurar que los centros de la Orden en el Tercer Mundo funcionen, a su vez, como
“centros distribuidores y multiplicadores” de los recursos que reciben, para que
pueda beneficiarse toda su zona de influencia.
Las actividades, como es lógico, están directamente relacionadas con los objetivos y
fines:
gestión y financiación de Proyectos de Desarrollo;
envío periódico de ayuda humanitaria,
promoción, formación y orientación de Voluntariado internacional,
organización de cursos y seminarios orientados a la sensibilización de la sociedad
española.
periódicamente, publica una revista de sensibilización y divulgación de las
actividades de los centros de la Orden en África y América Latina.
d) Associazione con i Fatebenefratelli per i malati lontani - AFMAL
L’ AFMAL, Associazione con i Fatebenefratelli per i malati lontani, es una
Organización No Gubernamental, ONG. y como tal, sin fines de lucro, comprometida
en el campo de las necesidades sanitarias y en el desarrollo de iniciativas de solidaridad
internacional. Nació el 30 de octubre de 1979, como sociedad orientada a trabajar en el
sector del Voluntariado civil, reconocida como tal por el Ministerio de Asuntos
Exteriores de Italia el 17 de julio de 1987 y, desde 1995, es una de las organizaciones
reconocidas por la Unión Europea. Está patrocinada y apoyada en sus actividades por la
Orden Hospitalaria.
Desarrolla actividades de ayuda al desarrollo en el campo sanitario. En particular,
promueve, organiza y dirige proyectos de desarrollo sociosanitario. En algunos casos,
en el ámbito de la prevención, cura y rehabilitación; en otros, realiza proyectos
integrados, desarrollados en colaboración con otras ONG’s. y asociaciones
humanitarias, en los sectores sanitario, agrícolas, educativos, etc.
L’AFMAL selecciona y forma personal voluntario y contratado. Organiza programas de
formación profesional en Italia y en el extranjero.
Desarrolla programas concretos y específicos en Filipinas. Además, desarrolla una
acción de sensibilización de la opinión pública en cuanto se refiere a los problemas del
subdesarrollo, el hambre, la salud, la marginación, en particular en los países más
pobres. A tal fin, organiza seminarios y conferencias, promueve campos de trabajo y de
estudio, produce material informativo y didáctico y publica un opúsculo de
coordinación.
Capítulo séptimo
NUEVA DIFUSIÓN DE LA HOSPITALIDAD
1. Europa: fuerza dinamizadora de la presencia de la Orden
La crisis que vivió la Iglesia, y por tanto nuestra Orden, en la primera mitad del siglo XIX,
que significó la desaparición de la misma en lugares de tanta tradición como España,
Portugal y Francia, fue superándose poco a poco. Gracias al apoyo de Italia, la Orden fue
reorganizándose, como hemos visto anteriormente.
Si hacemos el mapa de la Orden en el año 1.900, nos damos cuenta que su presencia se
limitaba a Europa, con la única excepción de las casas fundadas en el actual Israel a finales
del siglo XIX. Quiere esto decir que Europa, a lo largo del presente siglo, ha sido la gran
dinamizadora de la presencia de la Orden en el resto del mundo, incluidos algunos países
de la propia Europa, como fue el caso de la ex Yugoslavia. La expansión se concretó de la
siguiente manera: las Provincias españolas fundaron en América Central y del Sur y en
África; la Provincia francesa en África y Canadá que luego, funda en Estados Unidos y en
Vietnam; la Provincia irlandesa en Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur y una casa en
Estados Unidos y África; la Provincia de Baviera en Japón; la Provincia Renana en la
India; la Provincia inglesa en África; la Provincia portuguesa en Brasil y África; la
Provincia Lombardo-Véneta en África; y la Provincia romana en Filipinas.
Se constata así la vitalidad del carisma hospitalario, el espíritu eclesial, apostólico y
misionero de la Orden, el testimonio sencillo y profundamente evangélico de los
Hermanos, la gran labor social realizada, y la aceptación y apoyo que ha encontrado en los
distintos lugares donde se ha hecho presente.
La llamada permanente de la Iglesia a la evangelización de nuevas tierras, el deseo de la
Orden de restaurar su presencia en lugares donde estuvo en otros tiempos, la propia
vocación misionera, el afán de servir a los pobres y enfermos al estilo de San Juan de Dios
y el testimonio evangélico-hospitalario, en ocasiones martirial, de muchos Hermanos, han
sido las motivaciones profundas de esta expansión que hoy hace posible la presencia de
nuestra Institución en los cinco continentes y en más de medio centenar de naciones.
a) La acción apostólica realizada en los centros
A lo largo del siglo XX, nuestra Orden en Europa ha desarrollado su acción apostólica
principalmente en centros asistenciales propios, tratando de responder, en los distintos
lugares donde se encontraba, a las necesidades más urgentes.
Los enfermos mentales, los disminuidos físicos y psíquicos y los niños aquejados de
diversas enfermedades, especialmente munusvalías físicas y psíquicas, han sido los
destinatarios de la misión caritativa de la Orden. Hospitales generales, centros para
ancianos, transeúntes y otros nuevos necesitados completan la dedicación de la Orden en
Europa hasta nuestros días.
Los Hermanos hemos desempeñado nuestra misión apostólica siguiendo el espíritu de San
Juan de Dios. Hemos procurado siempre los mejores y más modernos medios técnicos que
la ciencia podía aportar para la curación de los enfermos. Junto a ello hemos cuidado con
esmero un alto nivel humanizador de la asistencia y una exquisita atención religiosa. La
acogida a cuantos llamaban a nuestra puerta y los denodados esfuerzos en favor de la
dignificación de los pobres y enfermos, constituyen las características principales del
servicio realizado por la Orden en el presente siglo.
Han sido tiempos difíciles para el viejo continente. El sostenimiento de los centros ha
requerido grandes esfuerzos. Durante gran parte del siglo pudieron subsistir gracias a la
limosna de infinidad de bienhechores; esta forma de financiarse daba ocasión a que
muchos Hermanos, dedicados a este menester, realizaran una meritoria labor apostólica. La
lucha por los derechos de los pobres y enfermos ha supuesto manifestar la actitud profética
de la Hospitalidad, ante las administraciones públicas, exigiendo el cumplimiento de esos
derechos. En este sentido la Orden ha sido pionera y, en nuestros días, gran parte de sus
centros están integrados en los servicios sanitarios y sociales de las diversas naciones.
La pastoral de la salud y la bioética constituyen otra aportación fundamental de la Orden a
la acción evangelizadora de la Iglesia en el mundo de la salud. Sobre todo, y de forma más
sistemática y organizada en las últimas décadas del siglo actual, está haciendo un gran
esfuerzo por desarrollarlas e impulsarlas en sus centros, colaborando activamente con la
Iglesia.
En el transcurso del siglo XX han sido grandes los cambios producidos en la sociedad, en
el mundo de la salud y también dentro de la Iglesia y de la Orden. Es necesario subrayar la
capacidad de adaptación, de respuesta y creatividad que hemos tenido para reorientar los
centros a las nuevasexigencias, para cambiar lo necesario, cerrar lo que no respondía a las
nuevas situaciones y para iniciar nuevas formas de presencia apostólica. Todo ello ha sido
posible gracias al permanente deseo de renovación y apertura al Espíritu, siguiendo las
raíces más profundas de nuestra Tradición.
b) Implicaciones de las situaciones de violencia y persecución
La inestabilidad social y política fue la característica que distinguió a Europa al inició el
siglo XX. Las dos guerras mundiales, la guerra civil española, la implantación de los
regímenes totalitarios, con las correspondientes persecuciones a las instituciones religiosas
y a sus miembros, y la guerra de los Balcanes es el triste balance violento de Europa en
este siglo, caracterizado también por los descubrimientos, avances y progresos de todo
tipo.
Con excepción de la guerra de la ex Yugoslavia, la Orden se ha visto implicada en el resto
de conflictos y persecuciones. En medio de esas circunstancias, los Hermanos se dedicaron
al servicio abnegado de los pobres y enfermos, su único y verdadero bando.
Durante la Guerra Civil española (1936-1939) noventa y ocho de nuestros Hermanos
encontraron la muerte en el ejercicio de la Hospitalidad; 71 de ellos fueron beatificados por
Juan Pablo II el 25 de octubre de 1992. Sigue en curso la causa de beatificación de otros 19
hermanos.
Las dos guerras mundiales trajeron para los países afectados la destrucción de nuestros
centros, calamidades y penurias, así como el arresto y la persecución de muchos Hermanos
que, en su gran mayoría, se mantuvieron junto a los enfermos hasta el último momento.
Alemania y Austria: las dos guerras mundiales marcaron la vida de estas Provincias
pasando los Hermanos grandes dificultades y sufriendo persecuciones. Destaca la figura
del Padre Eustaquio Kugler de la Provincia de Baviera, cuyo proceso de beatificación está
hoy abierto.
Como sucedió en las dos naciones, las casas de la Orden sufrieron la devastación de la
Segunda Guerra mundial. No obstante, poco a poco han conseguido recuperarse. Hoy,
estas dos Provincias realizan su misión en centros bien equipados y cuentan con un alto
nivel de calidad asistencial, técnica y humana.
Países de Europa Central: el final de la conflagración supuso para estos países la
implantación de un régimen político totalitario de tristes consecuencias para la Iglesia y
para la Orden: al decretar la supresión de las instituciones religiosas en muchos de ellos,
llevó a la práctica extinción de la Orden. Muchos Hermanos fueron perseguidos y
encarcelados únicamente por permanecer fieles al carisma de Juan de Dios. Destacamos al
Hno. Celestino Sule, Provincial de la Provincia Bohemo-morava, quien murió en la cárcel
de Brno en mayo de 1951. Provincias como la yugoslava, rumana, húngara, bohemo-
morava y eslovaca, han quedado reducidas a un pequeño grupo de Hermanos muy
mayores que se mantuvieron fieles hasta la caída de los regímenes totalitarios. Apoyada en
los pocos que lograron sobrevivir en medio de penalidades la Orden está tratando de
revitalizar su presencia en estos territorios y de reavivar gradualmente estas Provincias con
el apoyo de toda la Orden, en especial con el de las Provincias de Alemania y Austria..
.
Provincia de Silesia: los pocos Hermanos supervivientes a la segunda Guerra mundial,
pertenecientes a la Provincia de Silesia, en su mayor parte alemanes, no pudieron regresar
a ella, porque políticamente pasó a pertenecer a Polonia. Estos Hermanos fueron los
fundadores de la que sería, inicialmente, Delegación General de Francfort, luego Provincia
Renana y, desde 1997, de nuevo Delegación General.
En Polonia los efectos del régimen político no fueron tan dramáticos. Aunque fueron
confiscadas las casas por el Gobierno, a los Hermanos se les permitió vivir y ejercer la
hospitalidad.
Como vemos, las consecuencias han sido graves y de grandes pérdidas para la Orden. En
esos tiempos tan difíciles la respuesta fue ejemplar: dedicación, fidelidad, profunda
vivencia religiosa y hospitalaria de los Hermanos que, en tiempos de tan graves crisis,
permanecieron fieles a Dios, a la Iglesia, a la Orden y a los enfermos.
Terminada la Segunda Guerra mundial, nuestra Orden creció y se extendió nuevamente
sobre todo en los países de Europa occidental. La semilla del martirio y el testimonio de
muchos Hermanos, hizo posible esta realidad. La generosidad de la Orden fue tan grande
que entregó sus bienes más preciados, al igual que Cristo entregó su en la cruz Sin duda, en
esa ofrenda radica el resurgir de nueva y abundante vida para la Orden. Hoy seguimos
confiando que esa semilla martirial continuará dando nuevos frutos y confiamos que el
Señor encuentre en nosotros tanta generosidad y entrega.
c) La crisis industrial y la necesidad de la nueva evangelización
Las sucesivas crisis políticas, sociales y económicas que ha vivido Europa a lo largo de
este siglo han ido dando paso a un mayor nivel de desarrollo y progreso de los países.
Los avances de la ciencia y la técnica, la macroeconomía, las instituciones internacionales,
las multinacionales, las nuevas industrias y las nuevas formas de empleo están
proporcionando unos avances sociales que han llegado, en muchos momentos y lugares, a
hacernos tocar el Estado del Bienestar (Welfare State). Pertenecemos a una sociedad de
derechos y deberes.
A nivel sanitario y asistencial, los seguros sociales han hecho que hoy la asistencia
sanitaria sea un derecho gratuito en la mayoría de los países, normalmente atendidos con
los mejores sistemas y adelantos técnicos de la ciencia médica.
Todo ello ha producido también una sociedad de contrastes, con grupos marginales y
bolsas de pobreza importantes, que se han denominado “Cuarto mundo”. De la misma
forma, asistimos a un fuerte cambio en el mundo de los valores, entre los cuales el de la
transcendencia es relegado progresivamente a un segundo plano. Se constata, además, un
relativismo ético y moral.
Aunque ya Pablo VI había indicado que Europa era tierra de misión para la Iglesia, ha sido
Juan Pablo II quien, en repetidas ocasiones, ha hecho una llamada a la nueva
evangelización en todo el mundo, y concretamente en esta Europa de finales del segundo
milenio. No se trata de anunciar un nuevo Evangelio, sino de hacerlo presente hoy con
nuevas formas y nuevo entusiasmo. Se trata de hacer presente al Dios de la vida como
valor supremo del hombre y del mundo, testimoniándolo no sólo con la palabra sino sobre
todo con la vida, y luchar por la defensa del hombre y de sus derechos inviolables a nacer,
vivir y morir dignamente, constituyen los pilares del evangelio que también hoy la Iglesia
ha de hacer presente en el mundo.
La Orden en Europa trata de responder a esta llamada a la nueva evangelización desde su
vocación y misión hospitalaria apoyada en los pilares de la vida del Hermano de San Juan
de Dios: vida centrada en Dios y alimentada en la oración personal y comunitaria,
comunidad de vida fraterna reunida en el nombre del Señor, y entrega a los pobres y
enfermos en el servicio apostólico.
Las motivaciones de la Orden para ofrecer una respuesta adecuada a la nueva
evangelización, desde el propio carisma, son la sensibilidad para captar y dar respuesta a
las nuevas necesidades (enfermos mentales, crónicos, transeúntes, drogodependientes,
SIDA, terminales); la apertura a la participación e integración de los Colaboradores en la
vida y misión de la Orden; la colaboración con otras instituciones y grupos; el fomento de
la pastoral de la salud y la bioética,
Para la Europa de nuestros días es muy importante que Instituciones religiosas como la
nuestra, realicen con sencillez gestos que testimonien los valores del Evangelio: mostrar
sensibilidad por los necesitados, estar abiertos, dispuestos y cercanos para atender
especialmente a los grupos más desprotegidos. Por otra parte, es necesario que los centros
de la Orden crezcan en calidad asistencial según el estilo de San Juan de Dios, buscando
siempre las mejores técnicas médicas, cuidando al mismo tiempo la humanización, la
defensa de los derechos de los enfermos y necesitados, fomentando la atención religiosa y
los valores éticos, apostando siempre por la vida en cualquiera de sus etapas.
c. Países en los que nos encontramos
Alemania: la Orden cuenta con la Provincia de Baviera, con 50 Hermanos y 8 centros, y
la Delegación General Renana, 12 Hermanos y 3 centros. En los últimos decenios, la
Orden en Alemania ha experimentado un progresivo descenso del número de
Hermanos, al tiempo que las obras, particularmente en Baviera, participaban del
proceso de modernización y tecnificación de la sociedad alemana. Los Hermanos han
sabido reaccionar ante la realidad y han implicado en el apostolado de los centros a un
elevado número de profesionales, que mantienen vivo el espíritu de Juan de Dios en
centros altamente tecnificados.
Austria: la Provincia austríaca está compuesta por 35 Hermanos y cuenta con 10 centros,
siete de los cuales son hospitales generales altamente cualificados. La Orden, por
tradición, goza en Austria de grande estima. El bajo número de Hermanos ha
estimulado al Gobierno de la Provincia a realizar un interesante proceso de apertura a
los colaboradores, a quienes ha sabido transmitir los valores de la Hospitalidad. Varias
obras dependen prácticamente de ellos.
España: la Orden en España siguió y consolidó la línea iniciada por el Bto. Menni. En
1934, siendo Superior Provincial el Bto. Guillermo Llop se realizó la división en las tres
Provincias actuales: Ntra. Sra. de la Paz (Andalucía), San Rafael (Aragón) y San Juan
de Dios (Castilla).
Acabada la guerra civil, y en medio de penurias de todo tipo, las Provincias españolas
vivieron un resurgir vocacional y una expansión con nuevas fundaciones que
incluyeron, a partir de 1956, el continente africano. En fidelidad al carisma han tratado
de responder creativamente a las nuevas necesidades, abriendo centros de marcado
carácter social, en lo que se trata de ofrecer una asistencia de calidad al estilo de San
Juan de Dios, se fomenta la pastoral, los comités de ética, el voluntariado, etc., a fin de
armonizar el progreso y la humanización de la asistencia. En la actualidad, la Orden en
España cuenta con 46 centros y 396 Hermanos.
Francia: La primera mitad del siglo XX, debido a las dos guerras mundiales, fue dura y
difícil para los Hospitalarios franceses. Hermanos y enfermos sufrieron las
consecuencias de ambas contiendas, destacándose, especialmente en la primera, la labor
prestada por los Hermanos en los servicios de ambulancias y hospitales militares.
En la actualidad la Orden continúa respondiendo, desde sus posibilidades, a las
necesidades de los enfermos y necesitados del país. Cuenta con 8 centros, todos ellos
constituidos jurídicamente como Sociedad Civil dada la legislación francesa, a los que
hay que sumar una residencia de ancianos en la Isla Mauricio (Pamplemousses) y un
centro de disminuidos psíquicos en la Isla Reunión. La Provincia cuenta con 80
Hermanos.
Hungría: La Provincia de Hungría, fundada en 1856 bajo la advocación de la Inmaculada,
es actualmente Delegación de la Provincia austríaca. Son 3 los Hermanos
supervivientes de la opresión sufrida bajo el régimen totalitario; las vocaciones actuales
se forman en los centros interprovinciales de formación de las Provincias de Austria y
Alemania. La Orden tiene 5 centros.
Inglaterra: Los Hermanos franceses llegaron a Inglaterra en 1877, y fundaron el Hospital
de Scorton. Después de haber constituido Provincia junto con Irlanda, de 1934 a
1953, fue erigida Provincia bajo la advocación de San Beda el Venerable. La Provincia
inglesa, teniendo en cuenta la disminución de Hermanos y la falta de vocaciones, ha
realizado un discernimiento para continuar en línea de fidelidad al carisma de la Orden:
ha dejado la dirección de grandes centros. Tiene un hospital general (Scorton), un
centro de día para disminuidos psíquicos, once servicios, que son viviendas para grupos
de disminuidos psíquicos, en su mayoría adultos, fundados en 1989 y 1993, y un centro
pastoral en Hemlington, fundado en 1992. En el año 1961 fundaron en Lusaka (actual
Zambia) pasando en 1982 a Monze. Los Hermanos son 19.
Irlanda: La presencia de la Orden comenzó con la llegada de los Hermanos franceses a
Tipperory, donde fundaron un asilo para niños lisiados. Siguió el proceso que hemos
visto en Inglaterra y en 1953 fue constituida la Provincia de Irlanda, con la
denominación de La Inmaculada Concepción.. A partir de entonces ha seguido un
camino de crecimiento y expansión con nuevas fundaciones en Irlanda, en Corea del
Sur (desde 1959), en Australia (hasta 1956) y un centro para minusválidos psíquicos en
New Jersey, USA. Actualmente cuenta con 9 centros, servicios y pequeñas residencias
para minusválidos psíquicos y un centro en África (Malawi). Cuenta con 65 Hermanos.
Italia: Las dos guerras mundiales y sus consecuencias afectaron muy directamente la
primera mitad del presente siglo de la Orden en Italia: medidas gubernamentales que
desembocaron en el cierre y el cese en muchos hospitales, falta de vocaciones, etc. A
pesar de las dificultades, se hicieron nuevas fundaciones durante este período en las dos
Provincias, Romana y Lombardo-Véneta, que superaron la crisis de finales del XIX.
En esta época destaca la figura de San Ricardo Pampuri, médico de la Provincia
Lombardo-Véneta, fallecido el 1 de mayo de 1930 en Milán, beatificado por Juan Pablo
II el día 4 de octubre de 1981, y canonizado el 1 de noviembre de 1989.
Los Hermanos de Italia han tratado de responder con creatividad a las necesidades de
los pobres, enfermos y marginados, con criterios de universalidad. Cuentan con centros
destinados a enfermos crónicos, mentales, ancianos, hospitales generales, etc., y se han
extendido fuera de Italia, concretamente a África (Lombardo-Véneta) y Filipinas
(Romana). Actualmente son 23 los centros y 125 Hermanos con los que ambas
Provincias cuentan. Completan la presencia de la Orden en Italia el Hospital de San
Juan Calibita en la Isla Tiberina y el Centro Internacional de Via della Nocetta, los dos
dependientes de la Curia General.
Polonia: En Polonia la Orden está formada por la Provincia Polaca y la Delegación
General de Silesia. Ya antes de que el país superara el totalitarismo político, la Orden
dirigía algunos centros, la mayoría dedicados a la medicina homeopática y alguno a la
asistencia de enfermos mentales y disminuidos psíquicos. Aunque con dificultades, los
Hermanos van superando la marca que produjo el largo aislamiento del resto de la
Orden y, gracias al esfuerzo que están realizando a nivel de formación inicial y
permanente, la Orden está recuperando el prestigio de que gozó desde que en 1853 se
fundó la Provincia de Silesia y en 1922 se restauró la Provincia polaca. Hoy hay 14
centros de la Orden y 90 Hermanos en Polonia.
Portugal: Hasta el año 1927, las casas portuguesas estuvieron integradas en la hasta
entonces única Provincia española. En dicho año, siendo Superior General el Padre
Rafael Meyer, pasó a ser Delegación General, y el 27 de marzo de 1928 fue erigida
canónicamente la Provincia de San Juan de Dios de Portugal.
La misión de los Hermanos desde la restauración de la Orden ha estado muy centrada
en la atención y cuidado de los enfermos mentales: todos los centros, a excepción del de
Montemor-o-Novo que es Hospital general, están dedicados a ellos. Junto con las
Hermanas Hospitalarias cubren hoy gran parte de la atención psiquiátrica en Portugal,
realizando una labor apostólica muy hospitalaria y reconocida. En la actualidad la
Provincia portuguesa cuenta con 13 casas, 3 de ellas en Brasil, y está formada por 86
Hermanos.
República Checa: la floreciente Provincia Bohemo-Morava, fundada en 1919 con el título
de San Rafael Arcángel cuanta hoy con 9 Hermanos que sobrevivieron al anterior
régimen político y ha recuperado, con el apoyo de las Provincias de Austria y Baviera,
3 de los 7 centros que tenía la Orden al final de la Segunda Guerra mundial. Las nuevas
vocaciones se forman en los centros interprovinciales de Alemania y Austria.
República Eslovaca: Con la muerte del Hno. Fabian Macej en marzo de 1997, la
Viceprovincia Eslovaca ha pasado a ser, desde el mes de mayo del mismo año,
Delegación Provincial de Austria. El motivo de esta determinación es que los Hermanos
profesos solemnes que superaron la opresión del totalitarismo son 3 y los nuevos
candidatos están en proceso de formación en los centros interprovinciales ya citados de
Alemania y Austria.
Vaticano: desde el año 1874 la Orden dirige la prestigiosa Farmacia Vaticana, en la que
una Comunidad internacional dependiente directamente de la Curia General, realiza
los trabajos que conlleva la dirección de la Farmacia y el servicio de asistencia en los
ambulatorios médicos de la Ciudad del Vaticano.
2. El hoy de la Orden en América
a) Inicio de la nueva presencia
A partir de la restauración de la Orden en América se realizaron nuevas fundaciones en
América Central y del Sur, auspiciadas por las Provincias españolas y portuguesa. El día 5
de diciembre de 1.994, el Definitorio General decidió erigir canónicamente tres nuevas
Provincias en Latinoamérica, después de haber sido durante algunos años
Viceprovincias: Septentrional, dedicada a Nuestra Señora del Patrocinio y Venerable
Padre Francisco Camacho, México y América Central, bajo el patrocinio de Nuestra
Señora de Guadalupe, y Sudamericana Meridional, cuyo titular es San Juan de Ávila.
Los Hnos. de la Provincia francesa llegaron a Canadá en 1927, fundando en 1933 el
Hospital de Ntra. Sra. de la Merced en Montreal. En 1941, los Hnos. canadienses pasaban
a Estados Unidos, y en 1953 tuvieron su primera casa propia en West Adams Blvd. (Los
Ángeles). Por otra parte, los Hnos. portugueses se hacían presentes de nuevo en América
con la fundación en Divinópolis (1963), constituyendo las casas hoy existentes en Brasil
una Delegación de la Provincia portuguesa.
b) Orientación de nuestros centros
La Orden ha tratado de orientar su misión durante el presente siglo a la atención de los
enfermos y pobres, especialmente los más necesitados, misión que se ha desarrollado,
básicamente, en centros propios; en algunas ocasiones, ha aceptado la dirección de centros
de la administración pública y de la Iglesia.
La beneficencia ha sido el recurso fundamental para la economía de los centros. Incluso
hoy, en varios países de América del Sur, la limosna sigue siendo el soporte de muchas
obras, si bien los conciertos con entidades públicas y privadas van imponiéndose cada vez
más en función del desarrollo económico de los diversos países.
La atención psiquiátrica es el servicio de mayor amplitud del que la Orden realiza hoy en
el continente americano: todas las Provincias dedican buena parte de sus recursos al
cuidado y atención de los enfermos mentales, y en casi todos los países de América Central
y del Sur en los que la Orden está presente, existen centros para la atención a estos
pacientes. Esta ha sido una constante desde el inicio de la restauración en América, al igual
que ocurrió en España y Portugal. Con toda seguridad los enfermos mentales eran, y aún
hoy son en muchos lugares, los más desfavorecidos y desasistidos. Por ello, el Bto. Benito
Menni y sus compañeros dirigieron sus esfuerzos especialmente hacia ellos. Con el paso
del tiempo, y ante las nuevas necesidades, la Orden ha tratado de responder con
generosidad. Así, se abrieron centros para niños paralíticos, pobres y abandonados, y
clínicas ortopédicas.
La Orden, particularmente en América Latina, dedica la mayor parte de sus recursos
humanos y económicos a estos dos colectivos. No obstante, atenta siempre a la realidad,
trata de responder a las nuevas necesidades dedicando nuevos recursos a la atención a
transeúntes y marginados, ancianos, dispensarios y centros de atención primaria y de
Educación Especial.
Además de dar una respuesta coherente, evangélica y acorde con las demandas de la
Iglesia y de los necesitados, la Orden en América trata de impulsar los valores propios del
carisma juandediano, plasmándolos en acciones concretas que marcan un estilo propio. La
promoción de la Pastoral de la Salud, el Voluntariado, los principios de la ética católica, la
humanización y la adecuada formación profesional y humana, junto con la aplicación de
las técnicas más modernas, van configurando la orientación y la línea de trabajo asistencial
acorde al espíritu y obra de San Juan de Dios.
No obstante, queda mucho camino por hacer y, probablemente, sea necesario ir
replanteándose la posibilidad de una mayor diversificación de las obras, y priveligiar la
presencia en unos países más que en otros, con el fin de responder mejor a las necesidades
de los enfermos, pobres y marginados del momento actual.
c) Países en los que nos encontramos
En el continente americano la Orden está presente en países donde ya estuvo antes de su
desaparición en el siglo XIX y en otros nuevos, sobre todo en América del Norte.
Concretamente en los siguientes países:
Argentina: Sanatorio S. Juan de Dios (Ramos Mejía), hospital general. Hospital
Psiquiátrico S. Juan de Dios (Luján). Consultorio S. Juan de Dios (Hurlingham), con
carácter abierto.
Bolivia: Instituto Nacional de Psiquiatría Gregorio Pacheco (Sucre) e Instituto Psiquiátrico
S. Juan de Dios (Cochabamba). Centro Especial de Investigación Psicopedagógica
(Sucre).
Brasil: Hospital S. Juan de Dios (Divinópolis), hospital general. Residencia S. Juan de
Dios (Itaipava), residencia de ancianos. Hospital S. Juan de Dios (Pirituba), para
enfermos mentales.
Canadá: Canadá fue constituida como Provincia canónica en 1940 bajo la advocación de
Ntra. Sra. de la Merced. Posteriormente los Hermanos se extendieron a Vietnam y
USA. En la actualidad, la Provincia canadiense cuenta con tres comunidades en
Montreal y una en Quebec, trabajan en un centro para drogadictos, otro para transeúntes
y realizan diversas colaboraciones en hospitales y otros servicios. Los Hermanos son
20.
Colombia: Hospitales generales: Clínica S. Rafael (Santafé de Bogotá), Clínica S. Juan de
Dios (La Ceja), Hospital Parroquial Bto. Benito Menni (Machetá). Servicio a enfermos
mentales: Hospital S. Rafael (Pasto), Clínica S. Juan de Dios (Chía), Clínica S. Juan de
Dios (Manizales), Clínica Ntra. Sra. de la Paz (Santafé de Bogotá). Otras obras de la
misión hospitalaria, en la ciudad capital: Escuela de Enfermería San Rafael, Instituto
San Juan de Dios (Colegio), Centro de Salud San Juan Grande.
Cuba: Sanatorio S. Juan de Dios (La Habana), para enfermos mentales. Hogar Clínica S.
Rafael (La Habana), en sus orígenes para niños con secuelas poliomielíticas y ahora
Hogar para ancianos. Actualmente está en construcción otro Hogar para ancianos en
Camagüey.
Chile: Sanatorio Marítimo S. Juan de Dios (Viña del Mar), para niños disminuidos físicos.
Hospital Psiquiátrico Ntra. Sra. del Carmen (Santiago de Chile).
Ecuador: Centro de Reposo S. Juan de Dios (Quito), para enfermos mentales. Albergue
nocturno S. Juan de Dios (El Tejar-Quito), para marginados y transeúntes.
Estados Unidos: En 1941 los Hermanos de Canadá fundaron la casa de Los Ángeles. En
1950 las casas estadounidenses se constituyeron en Viceprovincia y años después en
Provincia, bajo la advocación de Ntra. Sra. Reina de los Ángeles. Cuenta en la
actualidad con tres obras: Los Ángeles, Ojai y Apple Valley. La Orden está presente,
además, en New Jersey, centro para disminuidos psíquicos, de la Provincia irlandesa..
México: Sanatorio Psiquiátrico S. Juan de Dios (Zapopan), Sanatorio Psiquiátrico Ntra.
Sra. de Guadalupe (Cholula) y Clínica S. Rafael (Tlalpan). Los tres centros dedicados a
la atención de enfermos mentales.
Perú: Hogar Clínica S. Juan de Dios (Lima), Hogar Clínica S. Juan de Dios (Arequipa) y
junto a éste la Parroquia S. Juan de Dios y el Centro de Educación Especial. Hogar
Clínica S. Juan de Dios (Chiclayo) y Hogar Clínica S. Juan de Dios (Cuzco), para niños
enfermos y disminuidos físicos. El Centro de Reposo S. Juan de Dios (Piura) es un
centro psiquiátrico.
Venezuela: Hospital S. Juan de Dios (Caracas) y Hogar Clínica S. Rafael (Maracaibo),
hospitales infantiles, de traumatología, ortopedia y rehabilitación. Hospital S. Juan de
Dios (Mérida), para la asistencia psiquiátrica.
3. África: savia nueva en el árbol de la Hospitalidad
a) Fidelidad al carisma en situaciones difíciles
El principio fundacional de la Orden de asistir siempre a los más necesitados ha sido en
África un criterio seguido sin grandes dificultades, ya que en todos los centros donde
trabajamos los Hermanos nuestra presencia es necesaria y valorada, pues hay que tener
presente que en el campo de la salud hay mucho trabajo que realizar, pudiendo decirse que
casi todas las realidades con que nos encontramos son urgentes.
La Orden no tiene una estructura ni unos fondos para hacerse presente en situaciones de
emergencia, ni creemos que sea su misión. No obstante, cuando éstas se presentan donde
hay una obra juandediana, los Hermanos seguimos prestando nuestros servicios en favor
de los enfermos y necesitados.
En los últimos años, la inestabilidad social, política y económica está produciendo en los
países africanos verdaderas situaciones de violencia y guerra, muchas veces tribales, que
ocasionan gran cantidad de muertes y persecuciones. Aunque ningún Hermano de San
Juan de Dios ha sufrido la muerte por esta causa, consignemos aquí tres naciones que
viven esta situación y en las que estamos presentes:
Mozambique: Los movimientos independentistas (FRELIMO) de cariz totalitario
lograron su propósito en junio de 1975 y ese mismo año se decretó la nacionalización
de todas las instituciones educativas, sociales y sanitarias, incluidas las de la Iglesia y
por tanto las que la Orden que tenía en Mozambique desde 1943.
Poco a poco, los Hermanos fueron regresando a Portugal.Ppermaneció el Hno. Manuel
Nogueira que, además de su dedicación a los enfermos, trabajaba en la evangelización,
lo cual le costó la cárcel en dos ocasiones en 1979. En la actualidad, y no sin
dificultades (los centros siguen confiscados) los Hermanos viven en Nampula en un
clima de mayor paz.
Liberia: En 1990, grupos rebeldes se levantaron en armas contra el régimen vigente.
Hubo una dura lucha con gran cantidad de muertes, incluida la del Presidente del país.
Nuestro hospital fue un buen lugar de atención y refugio para muchas personas
necesitadas que huían de la sangrienta guerra. Los Hermanos estuvieron presentes,
realizando una gran labor humanitaria y evangélica, hasta el último momento en que
fueron evacuados. Nuestro hospital de Monrovia fue saqueado y prácticamente
destruido.
Finalizada la guerra, aunque con mucha inestabilidad, los Hermanos volvieron el 7 de
junio de 1991 para reconstruir el hospital y reemprender su labor misionera y
hospitalaria. De nuevo, en abril de 1996, se recrudeció el conflicto con dramáticas
consecuencias para la población civil. No obstante, los Hermanos, por propia voluntad,
decidieron permanecer en el hospital de la capital liberiana.
Sierra Leona: La situación tiene gran parecido con la de Liberia, país del que es
fronterizo. A comienzos de 1995 surgieron con fuerza grupos de rebeldes para hacerse
con el gobierno de la nación. Cuando parecía que se iba a consolidar la paz después de
haber tenido elecciones democráticas, en marzo de 1997 ha habido un nuevo golpe de
estado. Las consecuencias están siendo el miedo, el terror y la muerte de muchas
personas inocentes.
Los Hermanos, que realizan su misión en el hospital de Lunsar en el interior del país,
viven afectados por esta situación y en varias ocasiones se han visto sorprendidos por la
llegada de estos grupos armados al hospital y por enfrentamientos en los alrededores.
Hasta el momento todo ha quedado en el susto y los Hermanos se dedican a atender a
todos los enfermos, necesitados y refugiados que les llegan.
b) El esfuerzo de implantación
La Orden Hospitalaria reinicia su presencia en África en el siglo XX con la fundación de
Mozambique (1943), a la que seguirán otras en Somalia (1955), Ghana (1956), Togo
(1961), Zambia (1962), Océano Indico (Isla Reunión 1962), Liberia (1963), Sierra Leona
(1967), Camerún (1968), Benín (1970), Senegal (1975) y Malawi (1992). Algunas de ellas
serán estables y otras deberán cerrarse y reiniciarse en otros lugares. Este fuerte impulso
misionero es debido, por una parte, al aumento de las vocaciones en las Provincias
europeas (Portugal, España, Italia, Inglaterra, Francia) y, por otra, al deseo de responder a
la llamada de la Iglesia, de forma especial a partir del Concilio Vaticano II. La Orden
movilizó un gran número de Hermanos y recursos para estar en este continente tan
necesitado de presencias. Incluso cuando en las Provincias madres se comenzaba a sentir el
declinar vocacional, el área misionera siguió siendo privilegiada.
c) Acciones realizadas en este sentido
Nuestra Orden se ha sentido siempre llamada a extender el Reino de Dios a todos los
rincones de la tierra con su misión hospitalaria. En el presente siglo y, concretamente en
África, está realizando grandes esfuerzos por consolidar su presencia. Las acciones
fundamentales para conseguirlo son las siguientes:
Iniciativa de algunas Provincias que se sienten llamadas a expandir la Orden en el
continente africano. La primera fue Portugal que, en 1943, realizó la primera fundación
en Mozambique. Posteriormente otras Provincias seguirían el mismo camino.
La Escuela de Misionología de Roma. Como se ha indicado en otro capítulo, fue creada
en 1955, como una sección anexa a la Escuela de Espiritualidad. El P. Moisés Bonardi,
Superior General, fue su impulsor y el P. Higinio Aparicio, su sucesor, potenció esta
iniciativa.
Se fue creando una gran sensibilidad en toda la Orden por las misiones, y muchos
Hermanos pudieron acceder a la Escuela y recibir una adecuada formación para su
posterior incorporación en las casas de misión. Otros muchos que se formaron en ella
no fueron a misiones, pero contribuyeron a crear una mentalidad y sensibilidad muy
importante. Sin duda, se puede decir que esta Escuela fue una de las acciones
principales para la potenciación de nuestra presencia misionera.
El esfuerzo de muchas Provincias que, a partir de los años 50, aportaron generosamente
muchos recursos materiales y sobre todo Hermanos. En pocos años se realizaron
muchas fundaciones en las que la Orden sigue prestando una gran labor apostólica,
social y sanitaria.
Entre las preocupaciones más importantes ha estado siempre el empeño por la
promoción de las vocaciones nativas y el cuidado de su formación. Fue sobre todo en
los inicios de los años 80 cuando comenzó un trabajo más coordinado y sistemático,
coincidiendo con la publicación del libro “La Formación del Hermano de San Juan de
Dios”.
La creación de la Delegación General de África fue, sin duda, un hecho significativo.
No resultaba fácil unir Hermanos, comunidades y centros de distintas culturas y
realidades; sin embargo, y después de unos años durante los cuales realizó un servicio
de interelación entre para los centros de África un Hno. Coordinador, en el año 1989,
siendo Superior General Fr. Brian O´Donnell, pudo erigirse la Delegación, dándose así
una muestra de universalidad y apertura,. La inquietud surgió años antes, siendo Fr..
Pierluigi Marchesi Superior General.
En los años de funcionamiento de la Delegación General de África se han ido dando
pasos firmes de cara a la consolidación en ese continente en todas las áreas: formación,
administración, estilo de vida, etc. No obstante queda mucho camino por andar todavía.
La labor que en África venimos realizando es amplia e inestimable.
Resaltamos, por último, la apertura de muchas comunidades y centros en África a
recibir y acoger personas voluntarias que, durante algún tiempo, ayudan en la labor
hospitalaria y comparten la vida de los Hermanos. Esta colaboración no sólo está siendo
positiva a los Hermanos y los centros, sino que las propias personas que allí van, o
contribuyen con sus aportaciones se sienten muy beneficiadas. Se cumple de manera
concreta el lema de San Juan de Dios cuando pedía limosna. “Hermanos, hacéos bien a
vosotros mismos”.
d) La Internacionalidad de los Centros de Formación
En los primeros tiempos la Formación se organizó como en las Provincias. En algunos
casos, los jóvenes vocacionados eran llevados a Europa, ya que los Hermanos misioneros
no se veían capacitados para la tarea formativa. Tal decisión no dio buen resultado y, ante
la poca perseverancia de los candidatos, se abrieron los Centros de Formación en las casas
de misión.
Como en los primeros años cada comunidad dependía de una Provincia diferente y la
distancia entre las mismas era muy grande, cada centro debía asegurar todo el ciclo de
formación, con las dificultades que esto conlleva.
En los años 70 se tienen los primeros encuentros de Hermanos que trabajan en África, con
objeto de compartir la labor que se realiza, las dificultades que se encuentran y la forma de
colaborar entre las diferentes obras. Estas primeras reuniones tendrán su momento fuerte
con el curso de misioneros celebrado en Roma en 1980, en el marco de los Cursos de
Renovación, en el primer sexenio del Hno. Pierluigi Marchesi.
A pesar de ello, las dificultades continuaron existiendo en la práctica y no se encontraban
suficientes formadores para asegurar la formación de los jóvenes que, cada vez más
numerosos, llamaban a las puertas de las comunidades. Al principio de los años 80, la
Provincia de Castilla y la de Aragón deciden llevar sus novicios al Noviciado de Nguti
(Camerún), perteneciente a la Provincia Bética, iniciándose un nuevo camino de
colaboración. Pronto pasaron los Escolásticos a Afagnan (Togo), donde iniciaron los
estudios profesionales, en concreto de Enfermería, en colaboración con la Escuela de
Enfermería del hospital San Pedro de la Provincia romana.
Estos pasos fueron inciertos y no ausentes de dificultades. En vista de todo ello, el Superior
General convocó una reunión en Afagnan (Togo) en marzo de 1985, durante la cual se
decidió por unanimidad la implantación de la Orden en África, con el fomento y la
formación de las vocaciones nativas, debiéndose aportar los medios humanos y
económicos necesarios para llevarla a buen término. Como pasos concretos, se acordó la
construcción del Noviciado en Lomé (Togo) por tener más posibilidades para la formación
de los jóvenes, y el Escolasticado en Koforidua (Ghana). Los dos centros a nivel
Internacional, para asegurar la formación homogénea de los candidatos.
En noviembre de 1986 se tiene en Lomé (Togo), sede del Noviciado, el primer curso de
formadores de África dirigido por el Hno. Valentín A. Riesco. Participaron diez Hermanos
y se elaboraron los programas y criterios a seguir, de acuerdo con el libro “La Formación
del Hermano de S. Juan de Dios”, aplicados a la realidad africana. Posteriormente se
tuvieron dos encuentros de evaluación y programación.
También en 1986, el Gobierno del Togo autorizó por creación de la Escuela de Enfermería
San Juan de Dios en el hospital del mismo nombre de Afagnan, donde tendría lugar la
formación de los religiosos. La Escuela no abrió sus puertas hasta el 12 de diciembre de
1989, con una primera promoción de veinte estudiantes. Desde su inicio la Escuela ha
formado cuarenta y cuatro auxiliares sanitarios y treinta y seis enfermeros diplomados. La
promoción 1994-97 consta de veintisiete estudiantes. No obstante, hay que decir que hasta
la fecha no cuenta aún con autorización para expedir los títulos correspondientes, cosa que
se está gestionando para el bien de los estudiantes.
La internacionalidad de los Centros de Formación ha sido un gran acierto en vistas a la
consolidación en África. También es un aspecto importante que enriquece, al crecer juntos
los jóvenes vocacionados hospitalarios, siendo al mismo tiempo un signo de unidad el
poder convivir Hermanos de diversos países, culturas, mentalidades y etnias, en un mundo
tan dividido como el nuestro.
e) La Delegación General de África
Tiene su inicio embrionario en la reunión de Afagnan de 1985, en la que se acordó crear la
Coordinación General de África, que abarca los siguientes países: Senegal, Sierra Leona,
Liberia, Ghana, Togo, Benin y Camerún. El fin era ir unificando los criterios generales a
seguir, sobre todo a nivel de la formación. El primer Coordinador fue el Hno. Justino
Izquierdo, reemplazado en 1986 por el Hno. Juan Bautista Carbó.
Durante los cuatro años de funcionamiento de la Coordinación se pusieron las bases para
una colaboración más estrecha entre los diferentes centros de África occidental. En este
período tuvieron lugar varios encuentros en la sede de la Coordinación y del Noviciado de
Lomé (diciembre 1986 y enero 1988), en los cuales se fueron confirmando los pasos dados
y se estimuló a seguir avanzando.
Después de los Capítulos Provinciales de 1989, se tuvo en Los Molinos (Madrid) una
reunión de la Curia General con los nuevos Hermanos Provinciales y los Hermanos
misioneros que habían asistido a los Capítulos. A esta reunión se invitó a los Hermanos
Provinciales de Inglaterra y Portugal. Durante la misma se acordó la creación de la
Delegación General de África, decisión que debían ratificar los diversos Consejos
Provinciales. La Coordinación se convirtió en Delegación General de África San Ricardo
Pampuri, a la cual se unieron Zambia y Mozambique. Como primer Delegado General fue
nombrado el Hno. Juan Bautista Carbó, hasta ese momento Coordinador General, y como
Consejeros los Hermanos Justino Izquierdo, Benôit Lokossou e. Ivo Tangwa Tatah.
En estos años de vida de la Delegación se han ido concretando los objetivos a seguir, se
han unificado los criterios de la Pastoral Vocacional y de la admisión de los candidatos, se
ha avanzado en la creación de una mentalidad común y se han internacionalizado las
comunidades.
Es en el campo vocacional donde la Delegación ha realizado los progresos más
importantes. Al inicio de este periodo, en 1986, aunque las ideas estaban claras, en la
práctica no se veía cómo concretarlas. Pero poco a poco, y con la generosidad de muchos
Hermanos, se han ido poniendo en funcionamiento los Centros de Formación y se
comienzan a aplicar los criterios acordados según el Libro de la Formación de la Orden y
de la reunión de Formadores de 1986. Fruto de ello es que en la actualidad la Orden cuenta
con unos 80 Hermanos africanos y constituye, sin duda, una gran esperanza para el futuro.
f) Erección de dos nuevas Provincias en África
La Delegación General de África ha dado respuesta, en gran parte, a los deseos y
expectativas de todos, y preparó a los Hermanos para poder constituir dos nuevas
Provincias. Después de consultar a todos los Hermanos, en la Asamblea de la Delegación,
celebrada en Lomé (Togo) del 14 al 19 de abril de 1997, presidida por el Superior General
Fr. Pascual Piles, después de haber estudiado las opciones posibles que sugerían los
Hermanos, la Asamblea llegó a la conclusión de constituir dos Provincias en África,
teniendo en cuenta la distribución geográfica y lingüística. La parte de habla inglesa
recibió el título canónico de Nuestra Señora de la Misericordia, y comprende las
Comunidades y Centros situados en Ghana, Sierra Leona, Liberia, Camerún y Zambia. La
Provincia de habla francesa, con el título de San Ricardo Pampuri, la componen las
Comunidades y Centros de Senegal, Togo, Benin y Mozambique.
El Definitorio General, en la sesión del día 25 de abril del mismo año, aprobó las
decisiones tomadas en la Asamblea de Lomé y nombró los Provinciales y Consejeros
Provinciales de las dos Provincias. Para de la Provincia “Nuestra Señora de la
Misericordia” fueron nombrados: Fr. José Mª. Viadero, Provincial , y los Hermanos
Raphael Ngong Teh, sac., Justino Izquierdo, John Oppong, sac., y Ngha Nicholas Mue,
Consejeros. Los Hermanos Jesús Labarta, Leopoldo Gnami, José Mª. Chávarri, Benôit
Lokossou y Fiorenzo Priuli, fueron nombrados Provincial y Consejeros de la Provincia
“San Ricardo Pampuri”.
El proceso hasta llegar a esta decisión no ha estado ausente de dificultades, como no lo
estará el camino a seguir en el futuro, dada la extensión, las distancias y las distintas
lenguas y culturas. No obstante, la gran generosidad de los Hermanos seguirá superando
las deficiencias y limitaciones y, estamos seguros, esta decisión impulsará el desarrollo de
la Orden y su acción apostólica en el continente africano.
4) Asia: presencia de la Orden en un mundo de contrastes
En el continente asiático, y durante los últimos 35 años, la Orden ha contribuido en gran
medida a la misión de la Iglesia, evangelizando a los pueblos de los países en vías de
desarrollo. En Asia los Hermanos han respondido de muy distinta manera a las
necesidades de los pobres y de los enfermos. La Orden ayuda en gran medida al desarrollo
de los programas y servicios nacionales, no compitiendo con los servicios del gobierno,
sino ofreciendo nuevos modelos de asistencia.
En los países asiáticos pobres en servicios sanitarios la Orden ha puesto el acento sobre
programas sanitarios comunitarios. Exige a los líderes la capacidad de saberse relacionar,
no solamente de comunicar y trabajar con los grupos; les pide, además, que sean sensibles
hacia los demás y tengan la capacidad de establecer un sentido de comunidad con los
pobres y, más importante aún, que estén imbuidos del carisma de hospitalidad de la
Orden.
Israel: La Orden llegó al actual Israel en 1879. A iniciativa del Padre Alfieri se fundaron
dos hospitales: uno en Tantur (Jerusalén) y otro en Nazaret (1892), con dos
comunidades dedicadas a la atención hospitalaria y al apostolado misionero.
Actualmente sólo existe el Hospital de Nazaret adscrito a la Provincia Lombardo-
Véneta desde el año 1959.
Japón: la Provincia de Baviera fundó en Kobe (Japón) en 1951; actualmente es una
Delegación Provincial con dos centros. En Japón, un país orientado hacia la valoración
de la persona en términos de su productividad, el testimonio cristiano de la labor de los
Hermanos tiene gran importancia para la Iglesia. Esto es evidente en el caso de su
interés por personas que han pasado mucho tiempo en hospitales psiquiátricos y
necesitan ayuda y atención a largo plazo.
El terremoto devastador del 17 de enero de 1995 ha destruido completamente la
residencia y la capilla de los Hermanos y dañado mucho el centro. Afortunadamente, no
hubo muertes ni heridos graves. Tras un primer momento muy duro, los Hermanos y
sus Colaboradores, con la ayuda de la Provincia bávara y cierta colaboración de parte
del gobierno, han podido reconstruir los edificios. La casa de Kobe-Kita resultó
indemne durante el terremoto.
El centro de larga estancia de Kobe-Suma ha aceptado también residentes de breve
estancia para convalecientes de una enfermedad física, y ofrece algunos tratamientos no
médicos, como la hidroterapia. Al atender a muchos pacientes no cristianos, aparte de
un ambiente relajado y acogedor, los Hermanos ofrecen también un programa pastoral
ecuménico.
La Orden en Japón tiene también una clínica en Ogo para adultos con múltiples
trastornos graves. Los programas del centro apuntan a satisfacer las exigencias
individuales de los residentes.
En un país donde sólo el 1% es cristiano y 430.000 los católicos, las vocaciones a la
Vida Consagrada y a la vida de la Orden, en particular, están en proporción a dicho
número. No obstante, tenemos la suerte de contar con varios Hermanos japoneses, que
han hecho ya los votos solemnes.
Vietnam: los Hermanos de la Provincia canadiense llegaron a Vietnam en 1952 y se
instalaron en el norte del país. Con el inicio de la guerra civil, el hospital de los
Hermanos en Tan Bien (Ben Hoa City) fue ocupado por el estado, así como también la
casa del noviciado de Da Nang City. Los Hermanos canadienses se vieron forzados a
abandonar Vietnam y desde entonces el contacto con los Hermanos vietnamitas fue
indirecto e intermitente, a través de la Provincia francesa. Esta situación ha mejorado
recientemente y ahora es posible un contacto directo. Sin embargo, sigue siendo difícil a
los representantes eclesiales, inclusive a los miembros del Gobierno General de la
Orden, el permanecer en una comunidad local cuando visitan Vietnam, para lo que se
necesita un permiso especial de las autoridades. También es muy difícil para los
religiosos viajar fuera del país.
La capilla de los Hermanos es lugar de encuentro donde la gente entra y sale
constantemente para rezar delante del Santísimo Sacramento y delante de las imágenes
de la Virgen, de San Juan de Dios y de San Ricardo Pampuri. Otro punto de referencia
para los Hermanos y la Iglesia local, es la tumba de un Hermano de origen americano,
el venerado Fr. William Gagnon, enterrado en el cementerio cerca de la casa de los
Hermanos, en Tan Bien. El Hermano William era miembro de la Provincia canadiense
y fundador de la Orden en Vietnam. Junto con otros Hermanos canadienses primero se
fue misionero a Vietnam del Norte, pero luego paso al Sur con los refugiados cuando
estalló la guerra. Al Hermano William se le recuerda como un Hospitalario ejemplar y
se ha ido difundiendo entre el pueblo vietnamita una gran devoción hacia él. Cada día
se ven enfermos del hospital y muchas otras gentes rezar delante de su tumba. En la
muerte como en la vida, él está, sin duda, muy cerca de sus Hermanos y del pueblo
vietnamita, a quien amó de todo corazón y sirvió con compasión y ternura infinita.
Algunos Hermanos han estudiado y recibido un diploma en la práctica de la medicina
oriental tradicional y acupuntura. Han creado dispensarios, sobre todo para los pobres, y
también una industria para medicinas tradicionales, que suministran no solamente en
sus propios dispensarios, sino también a dispensarios y hospitales de los alrededores.
Los Hermanos cuentan con muchos voluntarios. Además hay más de siete parroquias
con más de 30 afiliados de San Juan de Dios en cada una que visitan a los enfermos y a
los moribundos en sus domicilios. Estos grupos parroquiales, inspirados en San Juan de
Dios y en el ejemplo de los Hermanos, pidieron ser afiliados a la Orden para compartir
sus beneficios y gracias espirituales. La ceremonia de afiliación a la Orden tuvo lugar
durante la visita del Prior General, en 1995.
A pesar de las innumerables dificultades, los Hermanos han sabido atraer muchas
vocaciones y darles una sólida formación religioso-hospitalaria. A finales de 1995 había
más de 70 Hospitalarios en Vietnam. El aspecto más prometedor para el futuro de la
Orden en Vietnam es que el número de candidatos que solicitan el ingreso en la Orden
es constante.
Corea: en 1959 los Hermanos de Irlanda fundaron en Corea del Sur. Hoy es una
Delegación Provincial con tres centros. Ha conseguido humanizar el servicio a los
enfermos mentales, realizando una misión profética en este ámbito de la asistencia. El
futuro se prevé con esperanza, debido al número de vocaciones nativas.
Desde la inauguración del hospital Kwangju en 1960, la Orden ha prestado su servicio
a los pobres que no podían permitirse pagar los servicios médicos existentes en otros
centros. A este objetivo de servir a los más necesitados se fue añadiendo la dimensión
ecuménica, ya que los Hermanos trabajan en muy estrecha colaboración con el hospital
presbiteriano local en el tratamiento de los enfermos pobres, estableciéndose muy
estrechas relaciones personales entre los dos grupos.
El hospital preparó un programa de ayuda a las aldeas de alrededor Por ejemplo, en una
aldea donde había gente enferma de lepra se hicieron visitas regulares, los niños y
jóvenes de la calle recibieron asistencia médica gratuita, así como los residentes en un
centro para pobres llevado por las autoridades civiles. Durante más de quince años, los
Hermanos, Novicios y Postulantes, inclusive, trabajaron como voluntarios cada día en
ese centro, donde había más de 400 personas viviendo en condiciones infrahumanas.
Particularmente grave era la situación de los enfermos mentales y los huérfanos. Dentro
del centro, con el permiso de las autoridades civiles, la Orden construyó un edificio para
el tratamiento de los enfermos mentales. Para entonces se trataba de un proyecto piloto.
Recientemente, la mejora del nivel de vida que ha llegado con el auge económico en
Corea y la introducción de la Seguridad Social, ha permitido a los pobres y al resto de la
población recibir asistencia sanitaria en hospitales y dispensarios. El dispensario de los
Hermanos se ha especializado en dermatología, pediatría y medicina interna, y continúa
siendo meta de muchos pacientes. La Orden considera el dispensario como un recurso
válido y una ayuda para un programa de asistencia a domicilio a enfermos terminales o
incurables; un centro para enfermos terminales de cáncer, un programa para ancianos y
como un servicio de salud mental.
Gracias a la experiencia del proyecto piloto para personas con trastornos mentales
arriba mencionado, la Orden en Corea ha creado un servicio de salud mental innovador,
ideado como centro para vivir, más que como hospital psiquiátrico. Esta es una obra
muy considerada en el país y un centro de formación para los profesionales en el
campo. El departamento de educación ha publicado varios libros sobre varias formas de
enfermedad mental y problemas psicológicos.
En la ciudad de Chuncheon al noreste de la capital Seúl, en 1984, y por invitación de las
autoridades civiles y del obispo local -que declaró antes de su muerte en 1994 que el
haber traído a los Hermanos a la diócesis es una de las cosas de las que más orgulloso
se sentía de su servicio como obispo-, la Orden se responsabilizó de la administración
de un albergue para 150 transeúntes. Se trata de un proyecto basado en un convenio
entre las autoridades civiles y nuestra Orden.
En 1990, por invitación de la archidiócesis de Seúl, la Orden abrió un centro para
jóvenes adultos con dificultades de aprendizaje. A causa de los recursos limitados,
voluntarios y estudiantes universitarios en particular, han desempeñado un papel
significativo en el desarrollo y en la puesta en marcha de programas de formación para
los usuarios.
La Orden en Corea es consciente que para estar cerca de la gente pobre y ofrecerle sus
servicios de manera regular, se necesitan fondos que proceden de varias fuentes. Al
respecto se ha creado la Oficina de Desarrollo con el objetivo de procurar fondos para
las obras de caridad de la Orden. Estos recursos están a disposición del Superior Mayor
para que los use a su discreción en proyectos a favor de los pobres o para proyectos no
financiados por el gobierno u otras entidades.
India: hay dos rasgos interesantes de la fundación de la Orden en la India. Uno es el hecho
que dos Hermanos profesos del país eran miembros del equipo fundador que llegó de la
Provincia renana (Alemania) en 1969; otro, que el Hermano Fortunatus, miembro del
mismo grupo pionero, ha fundado una nueva Congregación de religiosas: las Hermanas
de la Caridad de San Juan de Dios. Las Hermanas, que celebraron su primer Capítulo
General en 1992, trabajan en estrecha colaboración con los Hospitalarios.
A pesar de que la obra de mayor envergadura de los Hermanos en la India sea un
hospital general, su actividad abarca una gran abanico de actividades que va desde un
hogar para pobres con enfermedades crónicas, pasando por un centro de salud, una
residencia para ancianos y un proyecto de viviendas, que ha proporcionado casa a más
de 1.500 familias pobres. El hospital general de los Hermanos en Kattappana es
independiente desde el punto de vista económico, pero varias de las obras de la Orden
en la India están financiadas por bienhechores extranjeros, especialmente alemanes .
Los Hermanos de la Delegación General Renana apoyan la asociación “Indienhilfe des
Hospitalordens vom Hl. Johannes von Gott e V.” para la colaboración con las obras de
la Orden en la India.
En Kattappana, primera fundación, los Hermanos han creado un hospital general que
cuenta también con una escuela para enfermeros/as reconocida por la Universidad
Mahatma Gandhi. El hospital tiene un programa de primeros auxilios y un servicio
oftalmológico gratuito, desempeñado por personal voluntario que visita regularmente
las aldeas pobres.
El Pratheeksha Bhavan (Casa de la Esperanza), cercana al hospital, acoge a personas
con enfermedades crónicas que reciben cariño, amistad y atención de parte de las
Hermanas y los Hermanos que trabajan allí. La Casa de la Esperanza acoge también a
niños de familias pobres de la zona. Sirve como centro para asistir a las familias que se
encuentran en circunstancias difíciles.
Poonomalle (Madras) es la sede de la Delegación y del Noviciado. En la zona se ha
creado también un hogar para ancianos con un pequeño dispensario para familias
pobres.
Deshgaon (India del Norte) es la fundación más reciente de la Delegación en la India.
Se trata de un servicio de asistencia sanitaria. En el centro hay un dispensario con
algunas camas para casos especiales, y desde el mismo se ofrecen también servicios a
las aldeas de alrededor.
El ingreso de jóvenes en la Orden es constante. Los Hermanos se forman para mantener
vivo el espíritu de San Juan de Dios y los principios, los valores y la filosofía de la
Orden y adquieren la preparación profesional de enfermeros y en otras ramas médicas y
asistenciales
Filipinas: durante muchos años la Orden tuvo el deseo de volver a Filipinas. Este sueño se
realizó en 1988, cuando la Provincia Romana creó un centro de formación y un
dispensario en Quiapo, uno de los barrios más pobres de Manila. La Orden tiene mucho
que aportar a un país de gran diversidad, con ciertas tensiones y posibilidades limitadas,
Actualmente, el dispensario de Quiapo se ha transformado en un Poliambulatorio
gratuito. En 1996 se ha abierto una Escuela para la rehabilitación de niños sordomudos;
en ella se imparten, además, cursos de orientación profesional para adolescentes.
En 1990 se abrió el Noviciado en Amadeo (Cavite), al que en 1996 se ha unido un
Centro de Rehabilitación para niños que sufren lesiones cerebrales.
Filipinas, Delegación de la Provincia Romana, es la fundación más reciente de la Orden
en Asia. Junto con la Iglesia local, la Orden, en este país, el más católico de Asia, tiene
mucho que aportar en la evangelización de este gran continente, en respuesta al reto del
Papa a la Iglesia en Asia, pero sobre todo a la Iglesia en Filipinas.
4) Oceanía: nuevos horizontes de la Hospitalidad
Australia y Nueva Zelanda, como Europa y EE.UU., son hoy sociedades posmodernas
donde la religión se ha convertido en asunto personal separado de la comunidad; la libertad
individual, la justicia social, la ecología y el feminismo son considerados por muchos
asuntos más importantes que ir a la iglesia. En términos de apostolado, los religiosos están
retirándose de las grandes instituciones, que en el pasado constituyeron las ciudadelas de
los apostolados de las órdenes religiosas, y optan por obras más pequeñas o apostolados
individuales.
Australia: cuando los primeros Hermanos de San Juan de Dios llegaron en 1947 a la
archidiócesis de Sidney (Australia), formaban parte de la última ola de los misioneros
irlandeses que llegó al continente australiano. Esto ocurrió en un momento en que era
muy mediocre el nivel de atención e interés prestado a los niños disminuidos psíquicos.
Los Hermanos se dedicaron a ellos con entrega y experiencia. Abrieron tres escuelas
especiales y un taller protegido para niños y adolescentes disminuidos. Su labor en este
campo ha promovido enormemente la evangelización de la Iglesia, por su testimonio de
servicio y entrega a los necesitados, que es parte fundamental del mensaje cristiano.
Asimismo, los Hermanos se dedicaron a la asistencia psiquiátrica, en un momento en
que el tratamiento de los enfermos mentales se limitaba a su custodia. En los dos
hospitales psiquiátricos de los Hermanos se practicaban nuevos métodos: terapias de
grupo, y tratamientos farmacéuticos, supervisados, a una amplia gama de desórdenes
psiquiátricos.
La Orden acaba de cumplir 50 años de presencia en Australia. Tiene centros y servicios
en los dos estados orientales de New South Wales y Victoria.
En New South Wales, la Orden dirige una residencia para niños con trastornos mentales
en Morisset y dos hospitales psiquiátricos en Sidney. En Melbourne posee una red de
servicios sociales y terapéuticos para personas discapacitadas.
Nueva Zelanda: ya el primer superior de la Orden en Australia, al salir de Irlanda en 1947,
recibió el mandato de extender la Orden a la vecina nación independiente de Nueva
Zelanda. Este mandato se realizó en 1955, cuando cuatro Hermanos fueron a
Cristchurch, ciudad principal de South Island en Nueva Zelanda, para abrir un internado
especial para niños con dificultades de aprendizaje.
La escuela llamada “Marylands” se hizo famosa en toda Nueva Zelanda por sus
avanzados programas de educación especial. Funcionó durante 28 años antes de pasar a
manos del gobierno del país. Mientras, la Orden abrió una residencia para disminuidos
psíquicos adultos en la misma ciudad de Christchurch y una “casa hogar” para
adolescentes delincuentes, muchos de ellos maoríes. En 1995 la Orden asumía la
responsabilidad de una residencia de ancianos, dirigida antes por las Hermanitas de los
Pobres. Esta residencia se encuentra en Hastings, en North Island.
En Nueva Zelanda nuestra Orden se ocupa actualmente de los ancianos y de servicios
de rehabilitación para las personas con discapacidades físicas. Ayuda también a los
transeúntes, sobre todo a los jóvenes. Sus obras principales son el Hospital de San Juan de
Dios para Ancianos y el Albergue San Juan de Dios-Sagrada Familia en Hastings. En
Christchurch se encuentra también una obra para jóvenes transeúntes. Durante esos años
varios neozelandeses han ingresado en la Orden y han prestado sus servicios en Australia y
en Papua Nueva-Guinea.
Papua Nueva-Guinea: la población de Papua Nueva-Guinea es de unos tres millones de
habitantes. La mitad de la población es cristiana y la mitad de los cristianos son
católicos. El terreno montañoso obligó a un estilo de evangelización dividido en
compartimentos con diferentes denominaciones cristianas centradas en una zona del
país. La mayoría de las confesiones aceptaron esta situación durante el periodo colonial,
pero recientemente las distintas iglesias cristianas se han difundido más allá de los
confines políticos y naturales originales. La cultura melanesia no tiene historia de
ningún tipo de vida religiosa o sacerdotal.
Los Hermanos de San Juan de Dios llegaron a Papua Nueva-Guinea en 1971. Fueron a
trabajar con los niños con trastornos físicos y socialmente necesitados, en una
institución en la capital Port Moresby. En 1976 la labor de la Orden alcanzó la aldea
montañosa de Kamina, donde los Hermanos abrieron un dispensario, promoviendo, así,
el desarrollo de la gente mediante la educación, la agricultura y otras iniciativas. Los
Hermanos se retiraron de Kamina en 1994 y pasaron al noviciado de Port Moresby.
En Papua Nueva-Guinea la mayoría de los Hermanos indígenas están en formación. Sin
embargo, la Orden tiene una residencia para jóvenes necesitados en Hohola (Port
Moresby) y un centro para alcohólicos y drogadictos en Goroka. Los miembros de la
Orden llevan la pastoral en el centro sanitario Raihu (Aitape). En Port Moresby los
Hermanos supervisan y organizan un taller para personas afectadas por la lepra.
Hay varios Hermanos profesos de Nueva-Guinea y el número de candidatos en las fases
iniciales de formación se mantiene constante. El Escolasticado está en Aitape donde los
Hermanos se forman para trabajar los dispensarios. La Orden se ocupa, además, de un
centro para el tratamiento de drogadictos y alcohólicos, centro que se encuentra en
Goroka y es propiedad de la Conferencia Episcopal.
La expresión de Hospitalidad de la Orden en Papua Nueva-Guinea ha sido su
aportación original a los intentos evangelizadores de la Iglesia para mostrar toda la
amplia gama de los valores cristianos, especialmente la misericordia y el servicio a los
enfermos y a personas con dificultad de aprendizaje o minusvalía física.
Capítulo octavo
EXIGENCIAS MISIONERAS ACTUALES PARA LA VIDA DE LA ORDEN
1. La vocación del Hermano de San Juan de Dios vivida con espíritu misionero
Todos los bautizados somos llamados a ser evangelizadores y testigos del Reino de
Dios. “La Iglesia entera es misionera, la obra de evangelización es un deber fundamental
del Pueblo de Dios” (EN 59). No obstante, existen diversidad de servicios en la unidad de
la misma misión (cf EN 66).
Juan Pablo II destaca, en la carta encíclica Redemptoris missio, la fecundidad y riqueza de
los Institutos de Vida Consagrada al servicio de la evangelización. De manera específica
invita a los Institutos de vida activa, persigan o no un fin estrictamente misionero, a
trabajar por la expansión del Reino de Dios. “La Iglesia debe dar a conocer los grandes
valores evangélicos de que es portadora; y nadie los atestigua más eficazmente que
quienes hacen profesión de vida consagrada” (RMi 69).
Para nosotros, Hermanos de San Juan de Dios, “el sentido auténtico de nuestra vida es
hacer presente a Cristo en nuestro apostolado de caridad, que nos invita a dedicar toda
nuestra existencia a la evangelización de los pobres y de los enfermos” (DCG 5.6; cf
Const. 1984, 2b, 5).Por lo cual, estamos llamados a mantener siempre vivo el espíritu
misionero y a desarrollarlo también en el anuncio “ad gentes”, impulsando constantemente
nuestra presencia en tierras de misión” (cf Const. 1984, 48), para ser testigos del amor
misericordioso del Padre a los enfermos y necesitados en cualquier lugar del mundo.
Mantener vivo el espíritu misionero siguiendo a nuestro Fundador, significa y exige:
a) Vivir y expresar con gozo nuestra identidad y nuestra consagración hospitalaria
Nuestra misión se manifiesta, en primer lugar, a través de nuestro estilo de vida.
Plenamente identificados con nuestra consagración hospitalaria, manifestamos que Dios es
el valor absoluto en nuestra vida y, hacer su voluntad nuestro criterio último. En la
acogida, escucha y asistencia a cualquier necesitado, expresamos la experiencia del amor
misericordioso del Padre y nuestra capacidad de amar.
Nuestra fe, alimentada cada día en el encuentro con Dios (oración personal, Eucaristía,
liturgia de las horas, etc.) nos debe llevar al compromiso en nuestra misión hospitalaria (cf
DCG 5.4). “La vida consagrada es una prueba elocuente de que, cuanto más se vive de
Cristo, tanto mejor se le puede servir en los demás, llegando hasta las avanzadillas de la
misión y aceptando los mayores riesgos.” (VC 76; cf EN 69).
“La hospitalidad que hemos recibido como don, nos compromete a vivir en fraternidad
con sencillez” (Const. 1984, 36b). Estamos llamados a ser:
comunidades de vida,
testimonio de comunión en un mundo dividido,
comunidades que viven la fraternidad y hermanan los ambientes en los que se
encuentran (cf DCG 5.5.1).
Construir la fraternidad en nuestras comunidades es un compromiso prioritario de nuestra
misión hospitalaria.
b) Ser testigos de Cristo
“La aportación específica que los consagrados/as ofrecen a la evangelización está, ante
todo, en el testimonio de una vida totalmente entregada a Dios y a los hermanos” (VC
76). Los Hermanos de San Juan de Dios, siguiendo las huellas de Jesús de Nazaret que
pasó por el mundo haciendo el bien a todos (cf Act 10,38) “y curando toda enfermedad y
dolencia” (Mt 4,23), y de San Juan de Dios “que se entregó por completo al servicio de
los pobres y enfermos” (Const. 1984, 1), cooperamos a la salvación del hombre y del
mundo: con nuestra presencia y cercanía, respetando y velando para que se respeten
siempre los derechos de la persona, aportando los medios necesarios para una asistencia
integral, haciendo de la persona enferma o necesitada el centro de interés de nuestro
apostolado hospitalario, anunciando el evangelio explícitamente, y dejándonos evangelizar
por los más radicalmente pobres (cf POE 37).
c) Total donación a Dios y plena disponibilidad para servir al hombre y a la sociedad
“Gracias a su consagración religiosa, ellos son, por excelencia, voluntarios y libres para
abandonar todo y lanzarse a anunciar el evangelio hasta los confines de la tierra” (EN
69; cf RMi 69). En efecto, nuestra vocación hospitalaria exige de nosotros plena
disponibilidad para estar presentes en cualquier realidad donde una persona enferma o
necesitada nos requiera. Exigencia válida no sólo para ir a las llamadas tierras de misión,
sino para cualquier realidad donde la Orden esté presente.
d) Inculturación, ecumenismo y universalidad
Son tres elementos esenciales para mantener vivo nuestro espíritu misionero. Hemos de
acercarnos a las distintas culturas con un talante de respeto, valoración y acogida, tratando
de asumirlas, superando posturas defensivas e impositivas poco evangélicas (cf VC 79,
80). La universalidad nos ha de mantener siempre dispuestos a promover la cultura del
diálogo y de la solidaridad entre pueblos, instituciones y personas, partiendo de la
pluralidad y el respeto a todos ellos. El ecumenismo, siguiendo la invitación del Concilio
Vaticano II, es una llamada cada vez más fuerte al diálogo y a la colaboración entre las
diversas religiones. “El diálogo (interreligioso) es un camino para el reino y seguramente
dará sus frutos, aunque los tiempos y momentos los tiene fijados el Padre” (RMi 57; cf
VC 101).
e) Adecuada preparación y formación
Nuestra misión hospitalaria exige “la preparación humana, teológica y profesional como
requisito imprescindible para poder ofrecer a los enfermos y a las personas necesitadas el
servicio eficiente que merecen y justamente esperan de nosotros” (Const. 1984, 43). Es
evidente que esta exigencia tiene sus notas específicas en función de los lugares donde se
lleve a cabo nuestra misión y de las personas a quienes se atiende. No obstante, es deseable
y necesario un adecuado nivel de madurez personal y una sólida fundamentación
espiritual, en sentido amplio, para poder vivir la consagración hospitalaria con entrega y
espíritu misionero.
f) Vivir en comunión con la Orden y con la Iglesia misionera
La sensibilidad, preocupación y comunión por las obras misioneras de la Orden y de la
Iglesia son expresión inequívoca y necesaria de nuestro compromiso misionero. La oración
personal y comunitaria, la solidaridad y colaboración con las obras misioneras y la
promoción de las mismas, según nuestras posibilidades, son exigencias que todos hemos
de asumir. Insertados en nuestra propia realidad y dejándonos interpelar por ella, hemos de
encarnar el Evangelio, sintiéndonos unidos a toda la Orden y en comunión con la Iglesia
universal. “Sólo un amor profundo por la Iglesia puede sostener el celo del misionero.
Para todo misionero la fidelidad a Cristo no puede separarse de la fidelidad a la
Iglesia” (RMi 89).
2. La animación misionera, un desafío para nuestras comunidades
Nuestras comunidades, como signo de la presencia del Reino de Dios en el mundo, deben
asumir la animación misionera y su proyección “ad gentes”, con la misma solicitud que
toda actividad primordial e inmediata requiere, desde la vivencia profunda del misterio de
la encarnación y de la redención, como signo y testimonio de ser enviadasa instaurar el
Reino de Dios, fin último de su acción evangelizadora.
Dios Padre envía a su Hijo unigénito para restaurar las relaciones armoniosas entre el
hombre y su Creador, y así elevar a los hombres a participar de la vida divina según los
designios del mismo Dios (cf Jn 12,49; 6-9; 1 Jn 4, 9-10). “Cristo, en cumplimiento de
la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el reino de los cielos, nos reveló el misterio
del Padre, y realizó la redención con su obediencia.” (LG 3).
Cristo, a su vez, envía al grupo que constituye en Iglesia con la misión específica de
transmitir a todos los hombres la Buena Nueva de la redención en todo tiempo y lugar
(cf Mc 16,15; Jn 20, 21; Lc 24,46; He 1,8). “Como el Padre envió al Hijo, así el Hijo
envió a los Apóstoles... Este solemne mandato de Cristo de anunciar la verdad
salvadora, la Iglesia lo recibió de los Apóstoles a fin de llevarlo a cabo hasta el fin de
la tierra”. (LG 17)
La comunidad, por tanto, envía a sus miembros en razón de su pertenencia a la Iglesia,
de la que forma parte, a anunciar y hacer presente la Buena Nueva de Cristo, según el
carisma propio, compartiendo así su misión. Por lo que, en fidelidad al mandato que la
Iglesia ha recibido del Señor, mantenemos el espíritu y la animación misionera como
responsabilidad personal y comunitaria (cf Const. 1984, 48 y EE.GG. 58).
La animación misionera de nuestras comunidades se realiza en la continua actitud de
promover y hacer vivir el espíritu misionero de nuestra Orden mediante las
denominadas “formas de cooperación misionera” (cf RMi 77 y ss.; EE.GG. 59), que
resumimos a continuación:
El testimonio de vida, mediante el radicalismo evangélico, en todas las expresiones que
configuran la vida comunitaria (vida de fe y oración; vida de fraternidad y de servicio
apostólico);
La participación en la misión con la oración, el sacrificio y la práctica pastoral entre los
enfermos y necesitados de nuestros centros, para instruirles sobre el valor pascual del
dolor unido al de Cristo;
Estar informados para conocer la realidad misionera de la Iglesia en general y de las
misiones propias de la Orden;
La solicitud, promoción y ayuda en la formación de las vocaciones misioneras;
La colaboración en la ayuda material y económica de los centros y comunidades de
misión;
Invitar a nuestros Colaboradores a participar, con su profesionalidad y su vivencia de la
fe, en las tareas misioneras, sea de manera puntual o permanente;
Cultivar la formación permanente, personal y comunitaria, para concienciarnos sobre
las implicaciones y el desarrollo del compromiso misionero;
Coordinar las iniciativas, a través de los medios que la Orden tiene previstos, para la
animación y promoción misionera.
La vivencia de la animación misionera en nuestras comunidades será signo de madurez en
la fe, de nuestra Vida Consagrada centrada en Cristo y comprometida en la promoción y la
salvación de todos los hombres, construyendo así el Reino de Dios en el mundo (cf RMi
77).
3. La Carta de la Animación Misionera
Este documento tiene origen en la reunión del Secretariado de Misiones, que tuvo lugar en
Roma en el mes de mayo de 1984.
En su Introducción hace un análisis de la historia de la Orden en tierras de misión y de la
necesidad de crear el Secretariado General de Misiones. Continúa diciendo cuáles deben
ser las actitudes para la misión: espíritu de servicio, capacidad de adaptación y
disponibilidad a la escucha. Recuerda que todos estamos implicados en esta misión, de
forma directa o indirecta, lo cual nos debe llevar a revisar las motivaciones vocacionales y,
al mismo tiempo, a mirar la realidad misionera como un espacio para la evangelización y
el compromiso en la promoción de la persona.
Siguiendo los documentos de la Iglesia sobre la acción misionera, las Constituciones y
Estatutos, la Carta recoge los contenidos y las líneas de acción para el desarrollo y la
animación misionera dentro de la Orden. Recuerda que el ámbito de la animación
misionera del Hermano de San Juan de Dios se manifiesta en dos actividades
complementarias: la misión "ad gentes" y la animación misionera dentro de la Orden. Esto
es más eficaz si los Hermanos que están en misiones estimulan a las comunidades y a otras
instancias de la Orden por medio de visitas. Al mismo tiempo, aunque en virtud de la
consagración religiosa todos somos responsables de esta animación,, conviene que haya
algunos Hermanos dedicados especialmente a la animación misionera, y que las
comunidades colaboren estrechamente con ellos.
Entre otras acciones, señala:
encuentros anuales, provinciales e interprovinciales, a fin de mantener el interés por las
misiones;
incluir en los programas de formación inicial y permanente temas de carácter
misionero;
sensibilizar a los Colaboradores, a la Iglesia local y a otros organismos.
La Carta de Animación Misionera ha supuesto para la Orden:
La iluminación de esta dimensión de la vocación hospitalaria, dando pistas de reflexión
para el futuro. Fruto de la misma fue la Semana Misionera, que se comenzó a celebrar
en algunas Provincias y que, poco a poco, se ha extendido a la mayor parte de la Orden;
Un crecimiento en la sensibilidad de la Orden hacia las realidades misioneras, que se
traduce: en una mayor solidaridad, comunicación de bienes y aportación de recursos;
Llenó un vacío existente, poniéndose en evidencia la necesidad de elaborar una política
misionera más precisa para toda la Orden
4. Principios desde los que se quiere trabajar
En los umbrales del Tercer milenio la Orden, fundamentada en sus raíces esenciales y
haciéndose eco de la llamada de la Iglesia a la nueva evangelización, mira con esperanza el
futuro tratando de responder generosamente a las necesidades del hombre que sufre: “Su
campo de acción es: ser testigos de la atención cristiana a la persona en su globalidad, lo
que nosotros hemos llamado humanización; ser testigos de la solidaridad con los pobres,
los enfermos y los marginados; ser hermanos de quien sufre”. (DCG 4.1)
Dado que cada realidad donde estamos presentes tiene sus peculiaridades, a la hora de
concretar la tarea evangelizadora habrá que discernir cómo desempeñarla creativamente,
siempre en fidelidad a nuestro carisma (cf Const. 1984, 6). No obstante, existen unos
criterios fundamentales, que indicamos a continuación:
a) La hospitalidad: eje central de nuestra vida
“La razón de nuestra existencia en la Iglesia es vivir y manifestar el carisma de la
hospitalidad, al estilo de San Juan de Dios” (Const. 1984, 1).
La Hospitalidad es lo nuclear de nuestra vida, mediante la cual “el Espíritu Santo nos
hace capaces de cumplir la misión de anunciar y hacer presente el reino entre los pobres y
enfermos” (Const. 1984, 2) y participamos de la experiencia fundante que vivió nuestro
Fundador. Es un don de Dios que hemos de renovar cada día en el encuentro con El y en
la entrega a los hermanos. Ella nos mantiene alerta y nos anima a vivir en constante
proceso de conversión, para asumir y vivir las actitudes y gestos de Jesús y de San Juan de
Dios, que se encarnaron en el mundo de los enfermos y marginados y les ofrecieron
remedios eficaces para su liberación integral (cf POE 63).
La experiencia de la misericordia de Dios nos estimula a la donación total a Dios y a la
disponibilidad plena en el servicio a cualquier persona necesitada, en cualquier lugar, para
anunciarle la Buena Nueva del Reino de Dios.
b) Misión sanadora de la Iglesia a través de la Orden
Como seguidores de Jesús, nos hemos comprometido a evangelizar y a ser testigos de su
misión de curar y liberar en el mundo del dolor, viviendo y practicando el evangelio de la
misericordia. “La Iglesia admira y agradece a las personas consagradas que, asistiendo a
los enfermos y a los que sufren, contribuyen de manera significativa a su misión” (VC 83).
Siendo fieles a la tradición más original de la Orden, hemos de poner en el centro de
nuestros desvelos al hombre que sufre, a quien atendemos integralmente, prolongando de
esta forma en el tiempo la acción sanadora de Cristo. Junto a los cuidados físicos,
psíquicos y sociales, ponemos especial interés en la atención espiritual (cf VC 83).
c) Evangelización, humanización y promoción humana
La verdadera evangelización debe estar siempre acompañada del compromiso concreto por
el hombre. Para nosotros, el reto consiste en transformar los gestos de curación en
auténticos gestos de evangelización. Humanización y evangelización deben formar un todo
indivisible, porque “donde no hay caridad no está Dios, aunque Dios en todo lugar
está”. (LB 15)
Nuestro compromiso nos exige compaginar la atención de máxima calidad, usando las
mejores y más modernas técnicas con un estilo lleno de caridad y ternura. Es el binomio
que, desde San Juan de Dios, la Orden ha tratado de mantener para realizar la misión de
caridad y curar a los enfermos.
La promoción del hombre es siempre un reto para nuestra misión. En cada lugar tendrá
peculiaridades concretas que habrá que contemplar. En los lugares donde la pobreza es
mayor y los recursos son escasos, nuestra acción será solidaria de acuerdo a esa realidad,
usando recursos proporcionados y aplicando programas sencillos, pero eficaces.
En el compromiso por la promoción del hombre corremos el peligro de preocuparnos sólo,
o preferentemente, de la cuestión social, de la eficacia, descuidando la dimensión de ser
testigos del amor de Cristo, que es la razón última de nuestra vocación. Otro riesgo es no
prestar la atención debida a la ciencia y la técnica, cuando, por el contrario, hemos de
promover el diálogo entre ambas, para mostrar que la ciencia y la técnica contribuyen a la
humanización del mundo, en la medida en que estén impregnadas del saber y de la caridad
de Dios (cf DCG 4.3).
d) Acogida universal e inculturación
Son dos principios esenciales en el ejercicio de nuestra misión, que hemos de cuidar y
cultivar. La Orden nunca ha realizado discriminación de ningún tipo en su misión
apostólica: toda persona enferma o necesitada es destinataria de nuestra atención. No
obstante, y sabiendo nuestras limitaciones, con San Juan de Dios decimos: “viendo
padecer a tantos pobres, hermanos y prójimos míos, y con tantas necesidades, tanto
corporales como espirituales, al no poder socorrerlos, quedo muy triste”. (2 GL 8)
En cualquier lugar, y a cualquier persona necesitada, hemos de tratar siempre de
acercarnos, haciéndonos solidarios de las diversas situaciones, recorriendo el camino de
Jesús que siendo Dios se hizo hombre y compartió nuestra propia realidad (cf Flp 2,6).
Hemos de acercarnos con gran respeto a las culturas, preparándonos y formándonos
adecuadamente, respetando sus ideas, estilos y creencias. Sólo así podremos mostrar la
misericordia y el amor que Dios tiene a todos los hombres. “El Sínodo considera la
inculturación como una prioridad y una urgencia en la vida de las Iglesias particulares
para que el evangelio arraigue realmente en África; una exigencia de la evangelización;
un camino hacia una plena evangelización; uno de los desafíos mayores para la Iglesia en
el continente a las puertas del tercer milenio” (EA 59).
e) En colaboración con la Iglesia, con otras instituciones
y abiertos al diálogo interreligioso
En el mundo, y concretamente en el ámbito de nuestra misión, no estamos solos. Por lo
cual, estamos abiertos para colaborar con otras instituciones, eclesiales o no, que trabajen
en favor de los enfermos y de los pobres, siempre que podamos realizar nuestra misión en
toda su amplitud. Grupos y entidades con lo que es posible a colaboración son
las Congregaciones religiosas, asociaciones eclesiales o de otras creencias, organizaciones
sociales y administraciones públicas.
Este espíritu abierto y de colaboración hemos de potenciarlo, en la medida de lo posible,
con instituciones de carácter eclesial. De la misma manera hemos de favorecer el diálogo
interreligioso pues “forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia. Los Institutos
de vida consagrada no pueden dejar de comprometerse en este campo, cada uno según su
propio carisma y siguiendo las indicaciones de la autoridad eclesiástica” (VC 102; cf
RMi 55)). En este punto, los Hermanos que trabajan en tierras de misión deberán
prepararse y formarse de manera especial para desarrollar esta misión ecuménica.
f) Dimensión profética de nuestra misión hospitalaria
“En nuestro mundo, en el que parece haberse perdido el rastro de Dios, es urgente un
audaz testimonio profético por parte de las personas consagradas” (VC 85). Los
religiosos/as siempre han ocupado un lugar de vanguardia en la misión de la Iglesia (cf EN
69).
Nuestra Orden ha dado siempre signos claros del testimonio profético, muchas veces con
la entrega humilde y generosa en el servicio cotidiano a los enfermos, y otras con gestos de
denuncia y reivindicación de los derechos de los pobres y enfermos, ante situaciones
injustas. La presencia de tantos Hermanos en lugares de frontera, al lado de los enfermos y
marginados, y el testimonio martirial de muchos de ellos, es la mejor expresión de la
realidad profética de la Orden.
En la actualidad es necesario recoger esa herencia y hacerla fructificar, con el testimonio
personal y comunitario de los que formamos la Orden. Señalamos algunos puntos a tener
en cuenta:
Nuestro testimonio profético se funda en nuestro estilo de vida, en el modo de
relacionarnos, en los valores que dan sentido a nuestra existencia y, en definitiva, en la
manera de ser, para mostrar el valor central y absoluto de Dios como alternativa a una
sociedad que desplaza a Dios y al hombre del centro de la vida. Esto exige: vivir un
estilo personal y comunitario sencillo y austero; no sucumbir a la tentación de lo fácil y
del hedonismo; ejercitar la solidaridad y el compromiso con los más débiles; ser
instancia crítica ante posturas, estructuras e instituciones injustas Son actitudes que
hemos de asumir y cultivar personal y comunitariamente, para ser fieles a nuestra
herencia profética.
Nos sentimos comprometidos para que se respeten siempre los derechos de la persona a
nacer, vivir decorosamente, ser curada en la enfermedad y morir con dignidad (cf
Const. 1984, 23), siendo voz de los que no tienen voz, para que en todas partes la
dignidad humana sea reconocida y el hombre sea el centro de toda actividad (cf EA 70).
“La Iglesia recuerda a los consagrados/as que es parte de su misión el evangelizar los
ambientes sanitarios en que trabajan, tratando de iluminar, a través de los valores
evangélicos, el modo de vivir, sufrir y morir de los hombres de nuestro tiempo. Es tarea
propia dedicarse a la humanización de la medicina y a la profundización de la bioética,
al servicio del evangelio de la vida” (VC 83).
Somos llamados a identificarnos con los que sufren, con los marginados, al igual que
Jesús lo hizo con los más débiles. En las circunstancias actuales, aunque por tradición
los Hermanos casi siempre hemos ejercido nuestra misión en centros propios, hemos de
estar dispuestos a realizar la misión fuera de nuestras obras, sobre todo en los lugares
donde la presencia de los Colaboradores garantiza la fidelidad a los valores esenciales
de la Orden, y la estabilidad del centro no presenta especiales dificultades.
Aunque todos los lugares donde exista pobreza, enfermedad o sufrimiento son
adecuados para que nosotros vivamos y ejercitemos el evangelio de la misericordia, es
necesario otorgar un lugar privilegiado a los enfermos más pobres y abandonados (cf
VC 83), a los que estamos llamados a acudir con mayor urgencia: personas “sin techo”,
enfermos en fase terminal, enfermos de SIDA, tóxicodependientes, emigrantes,
ancianos, enfermos crónicos. Si ponemos nuestra mirada en las llamadas tierras de
misión, descubrimos nuevas urgencias: la pobreza endémica, enfermedades todavía no
erradicadas (paludismo, lepra, poliomielitis, enfermedades parasitarias, etc.), enfermos
mentales abandonados, las secuelas de las guerras, refugiados y personas desplazadas.
g) En comunión con los Colaboradores
Siguiendo las directrices de la Iglesia, nuestra Orden está haciendo denodados esfuerzos
por conseguir progresivamente una relación con nuestros Colaboradores. El Documento
“Hermanos y Colaboradores unidos para servir y promover la vida” (1992) contiene las
líneas doctrinales y pastorales para trabajar en este proyecto.
Es un regalo para la Iglesia y para la Orden el que muchos de nuestros Colaboradores
(Trabajadores, Voluntarios, Bienhechores) participen de nuestro carisma y de nuestra
misión formando la Familia Hospitalaria. En comunión con ellos llevamos adelante
nuestra misión apostólica (cf VC 54).
Se trata una realidad llamada a desarrollarse. Las posibilidades son muchas, desde el
respeto a la identidad de cada uno. En el último Capítulo General, los Colaboradores
consideraron la posibilidad de la integración en la misión de la Orden:
“Los representantes de los colaboradores, a la vez que formulan su propia apreciación
por el compromiso de la Orden a reexaminar y renovar su propia forma de ser y de
operar, para responder a las exigencias de los tiempos, consideran que la integración
de los colaboradores en la misión de la Orden es hoy día importante, necesaria e
imprescindible...” (Declaraciones del LXIII Cap. Gral. p. 82)
Es necesario impulsar con valentía nuevos proyectos y potenciar los existentes, en los que
los Hermanos sean pioneros y animadores de los mismos, y los Colaboradores acepten y
promuevan compromisos en favor de los más necesitados. Existen experiencias en esta
línea que nos han de servir de guía para otras nuevas.
h) Misión “Ad gentes”
En realidad, todo lo indicado anteriormente es igualmente válido para las presencias de la
Orden en tierras de misión, con sus correspondientes adaptaciones. No obstante, queremos
resaltar aquí la llamada que la Iglesia hace a la Vida Consagrada para la misión “ad
gentes”.
Es “tarea de la vida consagrada el trabajar en todo el mundo para consolidar y difundir
el reino de Cristo, llevando el anuncio del evangelio a todas partes, hasta las regiones más
lejanas” (VC 78; cf LG 44). Respondiendo a esta llamada, la Orden está presente en los
cinco continentes, habiendo hecho un importante esfuerzo en la segunda parte del presente
siglo por implantarse en África, Asia y Oceanía.
La labor desempeñada es importante, y los Hermanos misioneros son verdaderos
testimonios para toda La Orden. Es necesario fomentar una mayor relación para compartir,
intercambiar y, en definitiva, enriquecernos mutuamente. Son muchas las cosas que
podemos hacer por nuestros Hermanos misioneros, y mucho lo que podemos recibir de
ellos y de las gentes que atienden.
Todos los Hermanos debemos sentirnos comprometidos con la misión evangelizadora de
la Orden, con nuestra oración, cercanía y, también, con nuestra disponibilidad para
desarrollar nuestro compromiso hospitalario en tierras de misión.
5. Nueva hospitalidad: nueva evangelización en clave juandediana
Podemos comenzar recordando lo que el LXIII Capítulo General de la Orden nos ha dicho
acerca de qué entendemos por nueva hospitalidad:
“La nueva hospitalidad es, ante todo, un movimiento que mira a la Orden misma, a su
más íntima identidad. Es, en primer lugar, la afirmación de la primacía de la
evangelización sobre las otras tareas de la Orden. No es un “nuevo carisma” ni su
adaptación a los valores de nuestra sociedad; la novedad no está en el contenido del
carisma, que permanece invariable.
Consiste en vivir y manifestar hoy el don que hemos heredado de Juan de Dios con un
lenguaje nuevo, unos gestos y métodos de apostolado, que respondan a las necesidades
y expectativas del hombre y de la mujer que sufren a causa de la enfermedad, edad,
marginación, minusvalías, pobreza y soledad.” (Declaraciones del LXIII Capítulo
General).
Hablar de nueva hospitalidad nos lleva directamente a que nos hagamos la pregunta:
¿cómo estamos hoy respondiendo, como Orden, a nuestra misión?
Nuestra misión apostólica nos lleva a la definición y aplicación de un proyecto de
Hospitalidad según el espíritu de Juan de Dios: pensado para los enfermos y necesitados,
vivido con los Colaboradores, en actitud de servicio a la sociedad de hoy.
Históricamente y en la actualidad, nuestra misión evangelizadora nos ha orientado y nos
orienta a un sinfín de personas enfermas y marginadas a las que tratamos de atender:
enfermos de siempre y nuevos enfermos, marginados sociales que no siguen el ritmo de la
sociedad a la que pertenecen; países desarrollados y otros en vías de desarrollo, con
muchos recursos o una medicina y asistencia primarias.
La aportación de la misión de la Orden es de plena actualidad en cada uno de los lugares
donde nos encontramos, sea como complementariedad y participación en los servicios que
la sociedad tiene organizados, o como labor de suplencia.
En los últimos años nos hemos preguntado muchas veces sobre dónde deberíamos estar
presentes y, como respuesta, la Orden ha tomado opciones preferenciales.
En el documento de nuestro último Capítulo General, “La nueva evangelización y la
hospitalidad en los umbrales del Tercer milenio”, se refiere a las opciones preferenciales
en el apartado 5.6.1.: personas sin techo, enfermos en fase terminal, enfermos de SIDA,
toxicodependientes, emigrantes, ancianos y personas en condiciones de enfermedad y
limitaciones crónicas.
Por el servicio en sí y por la forma de realizarlo, nuestras obras son ámbitos donde se vive
y practica la misericordia de Jesucristo hacia el enfermo y necesitado, con un proyecto
asistencial fundamentado en el Evangelio y en el seguimiento de San Juan de Dios y la
tradición de la Orden. En él participan los Hermanos y otras personas creyentes, laicos,
religiosas y sacerdotes, y los Colaboradores que, como recuerda el Concilio, llevan dentro
las semillas del Reino, las hacen germinar, aunque no sean conscientes de ello, y con
quienes estamos llamados a compartir gustosamente nuestra misión.
De esto se derivan una serie de conclusiones que hemos de tener muy presentes en el
ejercicio de nuestra misión pastoral:
1. Quienes formamos los centros de San Juan de Dios, hemos de sentirnos unidos en el
servicio y en la promoción de la vida, aportando los valores humanos, profesionales y
espirituales de cada uno al proyecto común.
2. Quienes somos cristianos estamos llamados a enriquecer este proyecto con la
experiencia espiritual del Dios que salva, que es amigo, que desea el bien de todos, y
que tenemos que transmitir como experiencia a nuestros compañeros de trabajo y a los
enfermos y necesitados.
3. Lejos de ser un grupo de presión, los cristianos estamos llamados a formar Iglesia-
Comunión en los centros de San Juan de Dios, en nuestros puestos de trabajo, con la
palabra y el testimonio de vida, aunque tengamos criterios diversos y pertenezcamos a
sectores distintos de la Iglesia. No será fácil llegar a este sentir de Comunión, pero
hemos de trabajar por constituir y vivir nuestra realidad como Iglesia doméstica.
4. Una gran tarea de nuestra misión pastoral será la de manifestar con sencillez nuestra fe
a nuestros compañeros, con el buen sabor que la experiencia de la fe da a nuestra vida,
en coherencia con el Evangelio, abiertos a la amistad y a la comprensión hacia cuantos
no piensan o no creen lo mismo que nosotros.
5. Otra gran tarea de nuestra misión pastoral es intentar acercar el Cristo bueno,
misericordioso, Buena Noticia, al enfermo y necesitado, que se encuentra, tal vez, de
espaldas a Dios y, quizás, vive una situación que le lleva a rebelarse contra la suerte que
ha tenido en su vida.
Estamos llamados a ser Buena Noticia. Tenemos que serlo en actitud de respeto al ser de
cada uno, en comunión con la Iglesia local y ecuménicamente abiertos a las distintas
confesiones, desde nuestro carisma.
Somos conscientes de que pertenecemos a un mundo en el que las personas se hacen
muchos interrogantes sobre el sentido de la vida, sobre los porqués de su suerte y sobre la
bondad de Dios.
La Orden está presente en lugares en donde no se ha oído hablar nunca de Jesucristo,
compartiendo nuestra vida con culturas musulmanas, hindúes, confucionistas y animistas.
El hecho de que nuestra misión no sea el anuncio directo de la Palabra, tenemos conciencia
de nuestra aportación al Reino realizando signos de Iglesia con nuestro servicio, aunque a
veces no se sepan leer o sean malinterpretados.
El servicio a los enfermos y necesitados y la acción pastoral que realizamos en los centros,
en colaboración con religiosas, sacerdotes y creyentes, es el modo de colaborar con la
Iglesia local, completando con la acción caritativa lo que sacerdotes, religiosos, religiosas
y catequistas realizan con la palabra, apoyando con los gestos de nuestra vida la presencia
salvífica de Jesucristo:
“Nuestra vida hospitalaria en la Iglesia se basa en la persona y en la obra de Jesús
que, durante su vida terrena, muestra una predilección especial por los enfermos, los
pobres y los humildes.” (Const. 1984, 41b).
DOCUMENTACION Y BIBLIOGRAFIA
1. DOCUMENTACION
Concilio Vaticano II
- Ad Gentes.Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia
- Apostolicam Actuositatem. Decreto sobre el apostolado seglar
- Dei Verbum.Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación
- Gaudium et Spes. Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual
- Lumen Gentium. Constitución Dogmática sobre la Iglesia
- Nostra Aetate. Decreto sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas
- Perfectae Caritatis. Decreto sobre la renovación y adaptación de la vida religiosa
- Sacrosanctum Concilium. Constitución sobre la Sagrada Liturgia
Pablo VI
- Evangelii Nuntiandi. Exhortación apostólica. La evangelización del mundo contemporáneo
Juan Pablo II
- Salvifici Doloris. Carta apostólica. El sufrimiento humano
- Redemptoris Missio. Carta Encíclica. Sobre la permanente validez del mandato misionero.
- Vita Consecrata. Exhortación apostólica. La vida consagrada
IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano
Santo Domingo (12-28 octubre 1992) (Celam IV).
Orden Hospitalaria de San Juan de Dios
- Constituciones de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Madrid, 1984.
- Declaraciones del LXIII Capítulo General. Santafé de Bogotá, 1.994.
- Dimensión Apostólica de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Barcelona, 1982.
- Hermanos y Colaboradores, unidos para servir y promover la vida. Madrid, 1992.
- Juan de Dios sigue vivo. Roma, 1991.
- La Nueva Evangelización y la Hospitalidad en los umbrales del Tercer Milenio. Roma, 1994.
- Presencia de la Orden en España. Madrid, 1986.
- ¿Qué es la Pastoral Sanitaria? Roma, 1980.
- Regla de San Agustín. Cartas de San Juan de Dios. Madrid, 1984.
2. BIBLIOGRAFIA SOBRE LA LABOR MISIONERA DE LA ORDEN HOSPITALARIA
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Corentin, F., L´Oeuvre Hospitalière de Saint Jean de Dieu et son Ordre. París, 1937.
Gameiro, João., Os Irmãos Hospitaleiros de S. João de Deus em Portugal. Lisboa, 1943.
Gómez Bueno, Juan Ciudad., Historia de la Orden Hospitalaria de S. Juan de Dios. Granada,
1963.
Gómez-Moreno y Martínez, Manuel., San Juan de Dios. Primicias Históricas Suyas. Dispuestas
y Comentadas por Manuel Gómez-Moreno. Madrid,
1950.
Mc Mahon, Norbert., The Story of the Hospitallers of St. John of God. Dublín, 1958.
Russotto, Gabriele., San Giovanni di Dio e il suo Ordine Ospedaliero (2 vols.) Roma, 1969.
Santos, Juan., Chronología Hospitalaria y Resumen Historial de la Sagrada Religión del
Glorioso Patriarca San Ivan de Dios... Madrid, 2 vols. 1715 (Primera parte), 1716
(Segunda parte). II ediz. (2 vols.) Madrid, 1977.
Strohmeyer, H., Der Hospitalarder dels Hl Johannes von Gott. Barmherzige-Brüder.
Regensburg, 1978.
2.2. Escritos que narran la actividad misionera de la Orden fuera de Europa
Clavijo y Clavijo, Salvador., La Obra de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en América
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San Juan de Dios en la Marina de Guerra Española. Presencia y Nexo. Madrid, 1950.
Filipe, Nunno., Irmaos de São João de Deus. 50 Anos de presença en Africa. Lisboa, 1994.
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VV.AA., Labor Hospitalario-Misionera de la Orden de San Juan de Dios en el mundo fuera
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Madrid, 1929.
2.3. Escritos de Superiores Generales de la Orden
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- Echi dei nostri missionari in Indochina e in Giappone, en Vita Ospedaliera, año VII,nº
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Bonardi, Moisés., Carta a los religiosos de la Orden. Roma, 1954, 55 y 56.
Lizaso Berruete, Félix., Perfil Juandediano del Beato Benito Menni (463 Cartas). Granada,
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Mapelli, Celestino y Brockhusen., P. Giovanni M. Alfieri. (3 vols.) Milán, 1988.
Marchesi, Pierluigi. La Hospitalidad de los Hermanos de San Juan de Dios hacia el año 2.000.
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Meyer, Raphäel., Cenni biografici dei Superiori Generali dell´Ordine Ospedaliero di S. Giovanni
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Russotto, Gabriele., Un grande animatore. Padre Giovanni Maria Alfieri, 1807-1888. Roma,
1968.
2.4. Hermanos significativos y verdaderos testimonios de hospitalidad
Alvarez Sierra Manchón, José., Antón Martín y el Madrid de los Austrias. Madrid, 1961.
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- El P. Menni y su obra. Ed. Hospitalaria. Barcelona, 1967.
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Cousson, J. Corestin., Paul de Magallón d´Argens. Lyon, 1958.
Gil Roldán, Carlos., Glorias de los Hijos de S. Juan de Dios N. P. de la Congregación de
España. Noticias históricas de los servicios que a Dios y al Rey han hecho desde su
fundación entiempo de calamidades públicas, de guerra y peste. Madrid, 1796.
Gomollón, Aurelio., Hospitalarios edificantes:
- M. R. P. Juan de Dios Magallón, en La Caridad, 10 (1951), pp. 51-53.
- R. P. Braulio María Corres Díaz de Cerio, en La Caridad, 11 (1952), pp. 367-371.
- Rvdo. Padre Eliseo Talochon de la Orden de San Juan de Dios, médico cirujano de
Luis XVIII Rey de Francia (1753-1817), en La Caridad, 12 (1953), pp. 318-320.
- R. Padre Gabriel, hijo de los Condes de Ferrara, en La Caridad, 13 bis (1955), pp.
49-52.
Lizaso Berruete, Félix., Braulio Ma. Corres, Federico Rubio y compañeros Mártires,
Hospitalarios de San Juan de Dios. Madrid, 1992.
Marcos Bueno, Octavio., Testimonio martirial de los Hermanos de San Juan de Dios en los días
de la persecución religiosa española. Madrid, 1980.
Pozo Zalamea, Luciano del., Caridad y Patriotismo. Reseña histórica de la Orden Hospitalaria
de San Juan de Dios, escrita con ocasión del quincuagésimo aniversario de su
reflorecimiento en España (1867-1917).Barcelona, 1917.
Russotto, Gabriele, Immolati per amore de Dio. Roma, 1962.
- La guerra civile di Spagna (1936-1939) nell´Archivio Generale dei
Fatebenefratelli. Roma, 1987.
- San Giovanni di Dio e il suo Ordine Ospedaliero. Roma, 1969. Especialmente: -
Hermanos Mártires de Polonia (pp. 117-118).
- Eustachio Kugler Fatebenefratello. L´uomo e la sua spiritualità. Roma, 1960.
Santos, Juan., Los cinco primeros compañeros de San Juan de Dios (con las vidas de otros
venerables Padres). Barcelona, 1914.
Saucedo Cabanillas, Rafael María.,- El descubrimiento de Australia y la Orden Hospitalaria de
San Juan de Dios, en Paz y Caridad, 1 (1950), pp. 16-19 y 2 (1950), pp. 83-87.
- “Hasta el cielo”. Biografía y martirio de 54 Hermanos Hospitalarios de San Juan
de Dios, Madrid, 1952.
- I nostri Martiri di Polonia, en Vita Ospedaliera, 2 (1947), pp. 102-107. Publicado
también en La Caridad, 6 (1946) pp. 432-437.
- Il Servo de Dio P. Guglielmo Llop dei Fatebenefratelli, Roma, 1957. Vita
Ospedaliera, 1 (1957).
- Los Siervos de Dios R. P. Braulio Ma. Corres y compañeros mártires de la Orden
Hospitalaria de San Juan de Dios. Barcelona, 1948.
Soria, Domingo de., - Portento de la Gracia, Vida admirable y heroicas virtudes del Serafín del
amor divino, esclarecido con el don de Profecías, el Venerable Siervo de Dios Fr.
Francisco Camacho. Por Fray Domingo Soria OH., Fundador del Hospital de
Coquimbo, Guánuco y Valdivia. Madrid, 1833.
VV.AA.,
- El Beato Ricardo Pampuri. Madrid, 1981.
- Labor Hospitalario-Misionera de la Orden de San Juan de Dios en el mundo fuera de
Europa. Madrid, 1929. Especialmente:
- Mártires de Colombia (pp. 65-86)
- Mártires de Chile (pp. 87-101)
- Mártires de Brasil (pp. 102-111)
- Mártires de Filipinas (pp. 111-129)
- Venerable P. Camacho (pp. 121-142)
- Fr. Cebrián de los Llanos (Fr. Cebrián de la Nada) (pp. 143-157)
- Fr. Manuel Chaparro (pp. 158-163)
- Recordando una vida, una obra, un martirio en el Padre Juan Jesús Adradas, Pbro.,
OH. Madrid, 1960.
2.5.- Otros escritos que testimonian la labor misionera de la Orden
Alvarez Sierra Manchón, José., Influencia de San Juan de Dios y su Orden en el progreso de la
medicina y de la cirugía. Madrid, 1950
Eseverri Chaverri, Cecilio., Historia de la Enfermería Española e Hispanoamericana. Barcelona,
1984. II ediz. corregida y aumentada en Madrid, 1995.
González Pinto, Rodrigo., La obra hospitalaria en la asistencia a los enfermos mentales. Madrid,
1950.
Russotto, Gabriele., Riflessi di un´anima. Roma, 1955.
Valencia, Justiniano., Instrucciones sobre asistencia a los enfermos mentales. Madrid, 1931.
Ventosa Esquinaldo, Francisco., Historia de la Enfermería Española. Madrid 1984.
[1] Estatutos para las Misiones, Introducción, Roma, 1957, pág. 3.
[2] Cf Regolamento Fondo Comune per le Missioni, Febrero 1992. Archivo
General de la Orden, Cart. Or. 51, Fasc. I., C.
[3] BONARDI M., Carta Circular, 28.XI.1955.
[4] BONARDI M., l.c.
[i] CASTRO, F., Historia de la vida y sanctas obras de Juan de Dios y de la Institución de su Orden, y
principio de su Hospital. En GÓMEZ MORENO, M., San Juan de Dios. Primicias históricas
suyas, Madrid 1950, pág. 50. En adelante se cita: CASTRO, o.c.
[ii] CASTRO, o.c., pág 52.
[iii] Idem. Id., pág. 36.
[iv] CASTRO, o.c.., pág. 42.
[v] Idem. Id., pág. 67.
[vi] Idem. Id., pág. 57.
[vii] Idem. Id., pág. 95.
[viii] Idem. Id., pág. 90.
[ix] Idem. Id., pág. 78.
[x] Idem. Id., pág. 88.
[xi] Idem. Id., pág. 74.
[xii] Idem. Id., pág. 60.
[xiii] Idem. Id., pág. 70.
[xiv] PÍO XI, Mensaje en la audiencia extraordinaria concedida a los
Hermanos Capitulares. Roma, 24 de mayo de 1930. En este Capítulo se trató, entre
otros asuntos, la transformación del Hospital S. Giovanni Calibita..
[xv] ALFIERI, Juan Mª. Carta a toda la Orden, 20-VIII-1865. En ese momento
había una epidemia de cólera en Europa, y el Padre Alfieri anima a los religiosos a
prodigarse generosamente en la asistencia a estos enfermos.
[xvi] Idem. 15-I-1867).
[xvii] CRUSET J., Crónica Hospitalaria, Ed. Hospitalaria, Barcelona 1971, pág.
87-88.
[xviii] LIZASO, F., Perfil Juandediano del Beato Benito Menni. Granada
1985, Carta 33, 25,XI.1900.
[xix] Idem., o.c., Carta 79, 1-II-1888).
[xx] Idem. o.c., Carta 76, 24.X.1887.
[xxi] Idem. o.c., Carta 83, 15.X.1885.
[xxii] Idem., o.c.,Carta 42, 8.III.1911.
[xxiii] RUSSOTTO, G., Riflessi di un’anima, Roma 1955, Carta
28 14.VIII.1923.
[xxiv] Idem. o.c., Carta 80, .8.VI.1927.
[xxv] Idem. o.c., Carta 21, 5.IX.1923.
[xxvi] Idem. o.c., Carta 88, 23.VIII.1927.
[xxvii] BLANDEAU, E., Carta Circular, 29.I.1941.
[xxviii] BONARDI, M., Carta Circular, 15.VIII.1954.
[xxix] Idem. Id., 28.XI.1955.
[xxx] APARICIO, H. , Carta Circular, 12.II.1967.
[xxxi] Idem. id., 28.XI.1969.
[xxxii] Idem. Carta Circular a las Provincias Españolas, 2.II.1963.
[xxxiii] El Hno. Antonio Leahy es de la Provincia de Australia. Reside en Papa
N.G. desde hace muchos años y ha sido Maestro de Novicios.
[xxxiv] Fr. Fortunatus, además de ser uno de los iniciadores de la presencia de la
Orden en la India, es el fundador de las Hermanas de la Caridad de San Juan de
Dios.
[xxxv] Hermano sacerdote vietnamita. Maestro de novicios durante muchos años.
[xxxvi] Hermano sacerdote portugués. Permaneció en Mozambique durante la
revolución. Es un testigo vivo de fidelidad a la Hospitalidad. Ha sufrido varias
veces la cárcel.
[xxxvii] Hermanno médico de la Provincia de Aragón. Dedicó los mejores años de
su vida a los enfermos de Sierra Leona, hasta que la edad y la enfermedad le
obligaron a aceptar la obediencia de regresar a España.
[xxxviii] El Hno. Rafael Teh es un Hermano sacerdote nacido en Camerún.
[xxxix] Ha sido Delegado General de Africa hasta el pasado 1 de mayo de 1997.