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Discernimiento electoral La “Conferencia Episcopal de Honduras” ha ofrecido, tanto a la Iglesia como al pueblo hondureño en general, un documento que lleva por título “Reflexiones con motivo del actual proceso electoral en Honduras”. Para entender la óptica desde la cual se sitúa la jerarquía católica se nos dice de entrada que consideran a la política como “un espacio solidario de servicio a los demás”. Es decir, hay un distanciamiento con relación a los planteamientos políticos al uso donde la búsqueda, la “lucha por” y el mantenimiento del poder son los únicos objetivos de las contiendas electorales. En segundo lugar, pretenden colaborar al fortalecimiento del sistema democrático hondureño dirigiendo su mensaje a los miembros de las comunidades cristianas, a los seguidores de Jesús y, muy especialmente, a quienes desde la fe cristiana aspiran a cargos de representación popular. Y, de manera más general, “a los hombres y mujeres de buena voluntad preocupados por la situación del país y a toda la sociedad hondureña”. Es decir, que el llamado se hace desde una óptica eclesial, ética y exhortativa. Se deja ver como trasfondo una visión crítica del bipartidismo al que se le califica como “incapaz de responder a las expectativas del pueblo”. Y eso se corrobora al describir al país como una “sociedad amenazada” por múltiples amenazas: por un modelo económico que concentra la riqueza, a la vida misma y a los derechos humanos, por el sistema educativo y el de salud, el desempleo, la violencia delincuencial, el crimen organizado, la violencia intrafamiliar, el sistema judicial, los funcionarios públicos que favorecen la impunidad, un sistema penitenciario que no regenera, luchas por la tierra, reivindicaciones, abusos gremiales, despidos laborales, polarización política, la vulnerabilidad ambiental, la desconfianza hacia el estado y sus instituciones. Y, por último, por unos políticos que no son capaces de convertir las “promesas en propuestas” y viven divorciados de la sociedad pues como “clase política no se da por enterada de que el país está tocando fondo”. Lo que Honduras necesita es una sociedad justa, equitativa, fraterna, respetuosa de la vida y la dignidad del ser humano, en la que el poder y el ejercicio de la autoridad sean entendidos como un servicio al pueblo y a los pobres. El pueblo debe ser el verdadero protagonista de la actividad política y el único beneficiario de la misma; el pueblo no debe ser utilizado como masa amorfa a favor de una élite acostumbrada a manipularlo en beneficio propio. Y es el pueblo quien tiene el derecho a revocar, por cauces legales, a quienes no lo representan dignamente. Termina la Conferencia Episcopal proponiendo algunas sugerencias donde se insiste en que “las comunidades cristianas están llamadas a participar en la vida democrática de Honduras y donde los cristianos deben participar en la vida política, tomar parte en el ejercicio electoral, en la vigilancia para que las elecciones sean transparentes y justas, no solamente al depositar el voto, sino también en el control de los resultados electorales para evitar todo tipo de fraude. Y, sobre todo, en el seguimiento del actuar de las autoridades electas, puesto que nuestro voto no es un cheque en blanco que les hayamos entregado” Terminamos destacando y resumiendo en dos puntos relevantes lo que nos señala la Conferencia Episcopal de Honduras: en primer lugar, la visión crítica de la política y de los políticos en la presente coyuntura hondureña y, en segundo lugar, la urgencia de una participación ciudadana que hagan posible y realidad las palabras con que finalizan su carta pastoral: “ expresamos nuestros deseos de que el actual proceso electoral sea una oportunidad de renovar la esperanza de que el futuro de Honduras conduzca hacia la elaboración de un proyecto nacional participativo al servicio de una democracia pluralista, participativa, justa, responsable, respetuosa de la dignidad humana, dialogante, promotora del bien común y defensora de los Derechos Humanos. ¡Que sea este el estilo de vida y cultura democrática de nuestro pueblo! Nuestra Palabra | 19 Octubre 2012

Discernimiento electoral

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Editorial, Radio Progreso y Eric-SJ

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Discernimiento electoral

La “Conferencia Episcopal de Honduras” ha ofrecido, tanto a la Iglesia como al pueblo hondureño

en general, un documento que lleva por título “Reflexiones con motivo del actual proceso electoral

en Honduras”. Para entender la óptica desde la cual se sitúa la jerarquía católica se nos dice de

entrada que consideran a la política como “un espacio solidario de servicio a los demás”. Es decir,

hay un distanciamiento con relación a los planteamientos políticos al uso donde la búsqueda, la

“lucha por” y el mantenimiento del poder son los únicos objetivos de las contiendas electorales.

En segundo lugar, pretenden colaborar al fortalecimiento del sistema democrático hondureño

dirigiendo su mensaje a los miembros de las comunidades cristianas, a los seguidores de Jesús y,

muy especialmente, a quienes desde la fe cristiana aspiran a cargos de representación popular. Y,

de manera más general, “a los hombres y mujeres de buena voluntad preocupados por la

situación del país y a toda la sociedad hondureña”. Es decir, que el llamado se hace desde una

óptica eclesial, ética y exhortativa.

Se deja ver como trasfondo una visión crítica del bipartidismo al que se le califica como “incapaz

de responder a las expectativas del pueblo”. Y eso se corrobora al describir al país como una

“sociedad amenazada” por múltiples amenazas: por un modelo económico que concentra la

riqueza, a la vida misma y a los derechos humanos, por el sistema educativo y el de salud, el

desempleo, la violencia delincuencial, el crimen organizado, la violencia intrafamiliar, el sistema

judicial, los funcionarios públicos que favorecen la impunidad, un sistema penitenciario que no

regenera, luchas por la tierra, reivindicaciones, abusos gremiales, despidos laborales, polarización

política, la vulnerabilidad ambiental, la desconfianza hacia el estado y sus instituciones. Y, por

último, por unos políticos que no son capaces de convertir las “promesas en propuestas” y viven

divorciados de la sociedad pues como “clase política no se da por enterada de que el país está

tocando fondo”.

Lo que Honduras necesita es una sociedad justa, equitativa, fraterna, respetuosa de la vida y la

dignidad del ser humano, en la que el poder y el ejercicio de la autoridad sean entendidos como

un servicio al pueblo y a los pobres. El pueblo debe ser el verdadero protagonista de la actividad

política y el único beneficiario de la misma; el pueblo no debe ser utilizado como masa amorfa a

favor de una élite acostumbrada a manipularlo en beneficio propio. Y es el pueblo quien tiene el

derecho a revocar, por cauces legales, a quienes no lo representan dignamente.

Termina la Conferencia Episcopal proponiendo algunas sugerencias donde se insiste en que “las

comunidades cristianas están llamadas a participar en la vida democrática de Honduras y donde

los cristianos deben participar en la vida política, tomar parte en el ejercicio electoral, en la

vigilancia para que las elecciones sean transparentes y justas, no solamente al depositar el voto,

sino también en el control de los resultados electorales para evitar todo tipo de fraude. Y, sobre

todo, en el seguimiento del actuar de las autoridades electas, puesto que nuestro voto no es un

cheque en blanco que les hayamos entregado”

Terminamos destacando y resumiendo en dos puntos relevantes lo que nos señala la Conferencia

Episcopal de Honduras: en primer lugar, la visión crítica de la política y de los políticos en la

presente coyuntura hondureña y, en segundo lugar, la urgencia de una participación ciudadana

que hagan posible y realidad las palabras con que finalizan su carta pastoral: “ expresamos

nuestros deseos de que el actual proceso electoral sea una oportunidad de renovar la esperanza de

que el futuro de Honduras conduzca hacia la elaboración de un proyecto nacional participativo al

servicio de una democracia pluralista, participativa, justa, responsable, respetuosa de la dignidad

humana, dialogante, promotora del bien común y defensora de los Derechos Humanos. ¡Que sea este

el estilo de vida y cultura democrática de nuestro pueblo!

Nuestra Palabra | 19 Octubre 2012