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DISCOS Y OTRAS PASTAS www.otraspastas.blogspot.com EMAIL: [email protected] AÑO 9 NÚMERO 68 EDICIÓN DIGITAL MAYO 2015 1 Cuando FAITH NO MORE se despidió con The Album of The Year (1997), pocos entendieron la broma. Casi nadie asimiló que los propios dioses abandonaran su credo en pleno éxtasis místico. Era el fin de la épica de una religión sin fe. Por aquel entonces, el cimbronazo provocado por la partida del guitarrista Jim Martin parecía definitivamente superado y todo hacía pensar que estábamos frente a un disco que condensaba, y dosificaba en su justa medida, toda la verborragia creativa que en King For a Day, Fool for a Lifetime (1995) había sido incomprendida. De pronto, un repentino apagón nos sumía en las más inesperadas tinieblas. ¿Qué queda bajo el sol cuando este se apaga definitivamente? A casi dos décadas de aquel falso final, llega Sol Invictus. Para no dejar dudas, en un arranque a la altura de sus mejores antecedentes, y mientras lanza su letanía sobre rituales vacíos, baratijas y fósiles, Mike Patton revela la verdad que las nubes ocultaron a medias: el sol sigue quemando nuestras caras. Coros angelicales que presagian un aquelarre de furia incontenible. Esa fue, es y será la mejor definición de FNM: los excesos sin equilibrio, una montaña rusa sin remansos donde los tambores de Mike Bordin pueden remitir a las más pomposas melodías de Roddy Bottum y la voz de Patton confundirnos con el sollozo de un bebé un segundo antes de proferir la gutural maldición del mismísimo satán. La única constante es el ritmo sincrónico que Bill Gould le da a sus cuatro cuerdas. Confirmando aquello de “…es un soplo la vida, que veinte años no es nada…”, el recorrido por los anillos de este sol encumbrado como única divinidad, que a la manera del Emperador Juliano proponen los FNM, demuestra que el tiempo puede ser una simple ilusión, como si entre aquel solemne colchón de teclados que anunciaba el final de “Pristina” y las rezagadas notas que abren “Sol Invictus” no hubieran transcurrido días, meses y años, sino tan sólo un simple desplazamiento en el espacio. Algunas pistas ya daba “Light up and let go”, aquel lado B desempolvado para el Tour 2009, cuando anunciaba que no había lágrimas capaces de apagar las llamas y que, al final de cuentas, todos estamos condenados a un infierno que sólo tiene puerta de entrada. Hoy Patton se pregunta: “¿Cómo podemos declarar nuestra independencia, de la evolución y la penitencia?”, al igual que el personaje de Ian McEwan (“Solar”) empeñado en replicar la fotosíntesis y acabar con el calentamiento global, para salvarnos del Sol gracias al Sol. Acaso Patton & Cia. hayan aprendido la lección de Leopoldo Marechal en la búsqueda de una salida a la noche doliente: “En su noche toda mañana estriba, de todo laberinto se sale por arriba”. JORGE CAÑADA Faith No More - “Sol Invictus” (2015) LA LEYENDA DEL SOL INVENCIBLE

Discos y otras Pastas 68(mayo 2015)

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Álbumes de Faith No More, Alamaba Shakes, Mark Knopfler, The Mountain Goats y Father John Misty. Libros de Jeremías Gamboa y José Ugaz, film Boyhood y videojuego Never Alone.

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DISCOS Y OTRAS PASTAS www.otraspastas.blogspot.com EMAIL: [email protected]

AÑO 9 NÚMERO 68 EDICIÓN DIGITAL MAYO 2015

1

Cuando FAITH NO MORE se despidió con The Album of The Year (1997), pocos entendieron la broma. Casi nadie asimiló que los propios dioses abandonaran su credo en pleno éxtasis místico. Era el fin de la épica de una religión sin fe. Por aquel entonces, el cimbronazo provocado por la partida del guitarrista Jim Martin parecía definitivamente superado y todo hacía pensar que estábamos frente a un disco que condensaba, y dosificaba en su justa medida, toda la verborragia creativa que en King For a Day, Fool for a Lifetime (1995) había sido incomprendida. De pronto, un repentino apagón nos sumía en las más inesperadas tinieblas. ¿Qué queda bajo el sol cuando este se apaga definitivamente? A casi dos décadas de aquel falso final, llega Sol Invictus. Para no dejar dudas, en un arranque a la altura de sus mejores antecedentes, y mientras lanza su letanía sobre rituales vacíos, baratijas y fósiles, Mike Patton revela la verdad que las nubes ocultaron a medias: el sol sigue quemando nuestras caras. Coros angelicales que presagian un aquelarre de furia incontenible. Esa fue, es y será la mejor definición de FNM: los excesos sin equilibrio, una montaña rusa sin remansos donde los tambores de Mike Bordin pueden remitir a las más pomposas melodías de Roddy Bottum y la voz de Patton confundirnos con el sollozo de un bebé un segundo antes de proferir la gutural maldición del mismísimo satán. La única

constante es el ritmo sincrónico que Bill Gould le da a sus cuatro cuerdas. Confirmando aquello de “…es un soplo la vida, que veinte años no es nada…”, el recorrido

por los anillos de este sol encumbrado como única divinidad, que a la manera del Emperador Juliano proponen los FNM, demuestra que el tiempo puede ser una simple ilusión, como si entre aquel solemne colchón de teclados que anunciaba el final de “Pristina” y las rezagadas notas

que abren “Sol Invictus” no hubieran transcurrido días, meses y años, sino tan sólo un simple desplazamiento en el espacio. Algunas pistas ya daba “Light up and let go”, aquel lado B desempolvado para el Tour 2009, cuando anunciaba que no había lágrimas capaces de apagar las llamas y que, al final de cuentas, todos estamos condenados a un infierno que sólo tiene puerta de entrada. Hoy Patton se pregunta: “¿Cómo podemos declarar nuestra independencia, de la evolución y la penitencia?”, al igual que el personaje de Ian McEwan (“Solar”) empeñado en replicar la fotosíntesis y acabar con el calentamiento global, para salvarnos del Sol

gracias al Sol.

Acaso Patton & Cia. hayan aprendido la lección de Leopoldo Marechal en la búsqueda de una salida a la noche doliente: “En su noche toda mañana estriba, de todo laberinto se sale por arriba”.

JORGE CAÑADA

Faith No More - “Sol Invictus” (2015)

LA LEYENDA DEL SOL INVENCIBLE

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DISCOS Y OTRAS PASTAS 2 MAYO 2015

ALABAMA SHAKES

SOUND AND COLOR Cuando este quinteto de Alabama lanzó su debut Boys & Girls (2012), muchos se entusiasmaron con el single “Hold On” y algunos consideraron a la cantante y guitarrista Brittany Howard como la

Janis Joplin de su generación y a los Alamaba Shakes como la nueva revelación del rock sureño. Fue un exitoso debut a nivel de crítica y de ventas. Por tal motivo, nos parece una eternidad los tres años que se han tomado para este segundo álbum; totalmente alejados del hype, que aun así no ha impedido su primer número uno en USA. “Sound and Color”, la primera canción, nos advierte que los Alabama quieren seguir el ejemplo de los Black Keys: irse alejando de a pocos de sus raíces roqueras para experimentar con el soul, el funk, la sicodelia y demás pastas. La crudeza funk de “Dont Wanna Fight”, matizada con algunos falsetes en los coros, confirma lo insinuado, y los fuzz agregados en “Future People” nos dan la sensación de que este cambio de rumbo es sin retorno. Algunos sostienen que siguen sonando tan frescos como en sus inicios. Pienso todo lo contrario, esta nueva paleta sonora no hubiera sido posible sin el trajín de la carretera, es la resaca del éxito. Brittany ya no suena como una jovencita salida de un coro de iglesia, ahora sí es como Janis. HENRY A. FLORES

FATHER JOHN MISTY

I LOVE YOU, HONEYBEAR

Josh Tillman ha dado mucho de

qué hablar en los último años y

este nuevo material ha recibido

muy buenas críticas. Se trata de

alguien que prácticamente exuda

folk a pesar de que él mismo ha admitido que le dan

mucho mérito por haber formado parte de los Fleet

Foxes. El disco empieza de manera lenta con la pista

homónima que posee elementos muy propios del folk:

cantos repetidos, coros prolongados y arreglos de

orquesta alentadores. Al llegar a la tercera pista, “True

Affection”, nos damos cuenta que el álbum sí tiene

más que ofrecer de lo que normalmente se esperaría

de Tillman; se trata de una pieza electrónica que

incorpora violines en el fondo y habla con ironía sobre

la frustración de hablar detrás de las pantallas. Sin

embargo, estamos ante un álbum que engaña al

escucharlo, porque más allá de sus melodías

relajadas se esconden revelaciones oscuras que más

de uno pudo haber experimentado en las horas donde

las inseguridades salen a pasear. “The Ideal Husband”

es un ejemplo de ello, es la canción más movida y tira

confesiones como: “contarles bromas a la gente para

callarlos, resintiendo a las personas que amo”; y de

hecho es la más representativa en cuanto a su

melodía y lo que quiere decir. Es como si por fin dijera:

“ya mucha mierda, esta canción va sin máscaras les

guste o no”; y le doy aplausos por ello.

ÁNGEL CARCACHE

MARK KNOPFLER

TRACKER Este es el octavo álbum en solitario del ya legendario músico escocés, ex líder de los Dire Straits. Se trata de un trabajo sobrio, muy al estilo Knopfler, con ese sonido que abreva lo mismo del rock puro y del

blues que del folclor británico. Conformado por una oncena de canciones (quince en la edición de lujo), Tracker arranca con “Laughs and Jokes and Drinks and Smokes”, una pieza cuyos primeros compases remiten al jazz de Dave Brubeck (en especial al tempo de 5/4 de “Take Five”), para pasar a un estilo folkie en una composición tan amable como tabernariamente evocadora. El resto de los cortes son igualmente buenos y van de la tranquilidad acústica de “Basil” a la serena belleza de “River Towns”, de la sabrosa modorra de “Skydiver” (un poco en el mood de “Sunny Afternoon” de los Kinks) a la hermosa solemnidad de “Mighty Man”, del minimalismo funk de “Broken Bones” a la delicadeza sutil de “Long Cool Girl”, de la nostalgia melancólica de “Lights of Taormina” a la tristeza transparente de “Eagle”. Tracker culmina con una pieza muy a lo Dire Straits -la espléndida “Beryl”, con ecos de “Sultans of Swing”- y la exultante “Wherever I Go”, en la que Knopfler es secundado por la preciosa voz de Ruth Moody. Un álbum muy bien equilibrado. HUGO GARCÍA

THE MOUNTAIN GOATS

BEAT THE CHAMP

En el rock los álbumes

conceptuales abundan. Desde la

historia del niño ciego y sordomudo

del Tommy de The Who hasta las

aventuras nocturnas en una

discoteca vividas por los Franz Ferdinand. Lo primero

que nos llama la atención es que aquí el concepto del

disco gravita en torno a la lucha libre. A simple vista, este

concepto puede sonar trivial o frívolo, como si no hubiera

algo que valga la pena sacar de ello. Luego, recordamos

que el líder de los The Mountain Goats es el ahora

reputado escritor John Darnielle y que al menos algo

tendrá que decirnos. Y no nos equivocamos: Beat The

Champ no solo describe a este deporte -parte del

espectáculo televisivo de los setenta-, también es el

vehículo de Darnielle para volver a ser el niño que

disfrutaba ver la lucha libre, que le servía como escape a

sus problemas familiares y que incluso soñaba con que

algunos de sus héroes enmascarados le venga a dar una

paliza al padrastro que lo maltrataba. En “The Legend of

Chavo Guerrero”, el homenaje a su más grande héroe,

no se calla nada: “Con la TV en español podía entender

algo y necesitaba justicia en mi vida, y aquí llega. Era mi

héroe cuando era niño. Tú me decepcionaste, pero

Chavo nunca lo hizo. Le decías cosas tratando de

lastimarme. Ahora tus cenizas se las llevó el viento”. En

cuanto a la música el buen gusto está asegurado:

muchas veces el pop se encuentra con el jazz, tanto en

formato eléctrico como en acústico. HENRY A. FLORES

NOVEDADES DISCOGRÁFICAS

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DISCOS Y OTRAS PASTAS 3 MAYO 2015

LO BUENO

Los Iñupiat fueron condenados con una serie de tormentas de nieve, y temían morir de hambre. Es ahí, cuando una pequeña niña -aunque ya diestra en el arte de la caza- se adentra en los parajes helados de Alaska con el fin de conocer el origen de tanta ventisca. Esta es la premisa de Never Alone, también conocido como Kisima Inŋitchuŋa, que cuenta una de las tantas historias de la etnia Iñupiat, en Alaska. Un relato que pasó de generación en generación hasta convertirse en una leyenda. Nuestra protagonista, Nuna, acompañada de su fiel zorro ártico, deberá encontrar el origen de la ventisca en un viaje que nos hará conocer parte de la cultura de esta comunidad, un pueblo que vive en la parte más extrema de Alaska. Y para completar nuestro viaje cultural por esta etnia, a medida que avanzamos, iremos desbloqueando videos que nos contarán -a modo de documental- detalles de los Iñupiat. Destaco este afán didáctico del videojuego, ya que a través del juego nos educa, nos enseña. Tal vez muchos no verían un documental sobre los Iñupiat, pero al jugar Never Alone no solo te habrás divertido, sino que habrás aprendido algo. El apartado artístico de Never Alone es precioso. La ambientación, la forma como se ha plasmado la aventura de Nuna y el diseño de personajes tienen un sello indiscutible. Y esto está acompañado de piezas musicales bellas, apropiadas en todo momento. LO MALO A nivel jugable, lo más parecido -salvando distancias- es Limbo. Estamos ante un puzle-plataformas, pero bastante más simple. Acaso el agregado particular es que tenemos a nuestro zorro acompañante, al que también podremos controlar. Apretando un botón, cambiamos de personaje y este liderará el camino a seguir. A veces, para solucionar el puzle, debemos necesariamente cambiar de personaje a fin de realizar acciones que solo uno de ellos puede hacer. Esto suena muy bien, pero siento que desde Upper One Games no se arriesgaron en hacer mecánicas muy complicadas o puzles demasiado difíciles, a fin de no entorpecer la narrativa. Un detalle a destacar es que el

juego permite jugar en cooperativo local, algo que recomiendo encarecidamente por motivos que explicaré en la siguiente sección. Never Alone se me hizo corto, demasiado corto. En una hora y media ya estaba por la mitad. Antes de las tres horas, ya estaba viendo los créditos. Si bien la duración es un tema en debate, creo que el problema en Never Alone es que cuando sientes que ya has aprendido todo, el juego acaba, impidiéndote ponerlo en práctica. A nivel gráfico y técnico, Never Alone tiene claroscuros (los

desarrolladores usan el motor Unity). El juego luce bien, pero no explota el poder de las consolas de nueva generación. Eso sí, lo peor es la presencia de glitches que opacan la experiencia. En mi recorrido por el juego, perdí partidas por glitches en los que mi personaje se quedaba ‘colgado’. En casos más graves, tuve que reiniciar desde el último punto de guardado por quedarme atorado.

LO FEO Como dije en la sección anterior, Never Alone se disfruta más jugando en cooperativo. Y no lo digo solo por el hecho de coordinar con alguien, sino por la cuestionable inteligencia artificial de nuestro compañero cuando jugamos en solitario. Aún recuerdo una sección en la que un enemigo nos arrojaba rocas, la que debíamos esquivar a fin de activar un mecanismo. Terminé renegando al notar que yo esquivaba el peligro, pero mi compañero no. Al morir este compañero, la partida terminaba. Así estuve unas cuatro veces. CONCLUSIÓN: “Never Alone nos cuenta una historia

hermosa y, a la par, nos educa sobre una cultura poco conocida en el mundo. Si bien el juego de Upper One Games tiene varios detalles por mejorar, el resultado final es satisfactorio. Espero más juegos de este corte en el futuro”.

FERNANDO CHUQUILLANQUI http://blog.rpp.com.pe/masconsolas/

VICIOGAMES

LO BUENO, LO MALO Y LO FEO DE:

NEVER ALONE

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DISCOS Y OTRAS PASTAS 4 MAYO 2015

Hubo un tiempo, breve y efímero, en que un músico como Micah P. Hinson nos hizo sentir

como auténticas reinas musicales. Pasado el tiempo nos quedamos con lo importante, su música, y la curiosidad de verle en directo aprovechando que su nueva gira por España recalaba en Madrid. Se dice de Micah (Memphis, Tennessee, 1981) que es de esos músicos más valorados en Europa que en su país natal. Algo de eso sí hay. El Sr. Hinson ha emprendido numerosas giras por España y una editorial española ha publicado una novela breve del músico ‘No voy a salir de aquí’, influida por John Fante, como él mismo ha explicado, y que sin embargo no se ha editado en EEUU. Otra muestra del aprecio que se le tiene a este cantautor en España es que durante su gira de 2010 y 2011 estuvo acompañado por el grupo español Tachenko, convertido para Micah en The Pioneer Sabouters, con quienes llegó incluso a sufrir un aparatoso accidente de carretera. Con veintitrés años Micah P. Hinson consiguió un gran éxito en los circuitos independientes con su primer álbum, ‘Micah P. Hinson and the Gospel of Progress’. El disco tuvo una excelente acogida de la crítica y fue incluido entre «los mejores discos del año» por varios medios de comunicación. La historia del músico, bastante tortuosa y compleja, nos remite a una familia tremendamente religiosa, un joven enganchado a las pastillas por una complicada relación con una mujer bastante mayor que él y una estancia en la cárcel por falsificar recetas. Se vio en la calle, sin dinero e incluso repudiado por la familia. Creo que podemos decir, sin miedo a exagerar, que la música vino a rescatarle y le salvó la vida. El disco que le ha traído a España esta primavera de 2015 es su última grabación Micah P. Hinson

And The Nothing. Ya decía al principio que tenía unas ganas enormes de ver a Micah, y el feliz encuentro se produjo en una pequeña sala madrileña, prácticamente al lado del músico y disfrutando de un concierto lento, lleno de escalofríos, intensidad y emociones. Salió a escena para echar mano en la colocación de instrumentos, cableado y su micro retro de aires cincuenteros, del que apenas se separó durante la hora y media que duró el concierto. Apareció Micah con bastón y bolsito, que dejó apoyados al amplificador, vestido con camisa retro estampada, un mono de trabajo de

color marrón, sus enormes gafas RayBan y el pelo completamente engominado. Delgado, pálido, de andar inseguro, frágil, a veces cuesta trabajo imaginar de dónde saca esa voz profunda y desgarrada que le caracteriza. Voz que en ocasiones emitió incluso desafinada. Hinson se presentó esta vez con una formación muy escueta: bajista “universitario”, como explicó en

inglés, y su mujer Ashley a la batería. Tan escueta que en bastantes canciones la sección rítmica desaparecía del escenario dejando a Micah a solas con su guitarra eléctrica. Hay bastante controversia con la inclusión de su esposa en el grupo (la han llegado a llamar “Yoko Ono”) y lo cierto es que su camino no parece ser el de batería. En cualquier caso, ahí estuvo. En Madrid (en la Sala Joy Eslava, el 15 de mayo), Hinson logró una vez más una gran sintonía con un público muy atento y entregado. No se bailó ni se gritó, salvo para animar al músico, que se permitió alguna broma con la hora y su reloj. Nos regaló un concierto largo, que vivimos plagado de abrazos, susurros en la oscuridad, y algún que otro gin tonic.

JUKEBOX DESDE EL OTRO LADO ESCRIBE: CONX MOYA

MICAH P. HINSON, DE ESCALOFRÍOS, GIN TONIC E INTENSIDADES

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DISCOS Y OTRAS PASTAS 5 MAYO 2015

ESCRIBE: JULIO RIFFO Había una duda instalada en los rincones cinéfilos. ¿Richard Linklater podría filmar una gran película que no fuera parte del mundo de Jesse y Céline, protagonistas de la trilogía Antes de…? Boyhood, su última realización, es la respuesta. Sí, pudo. Lo hizo. No es que hubiera dudas sobre su calidad como cineasta. Tiene unas cuantas cintas más que respetables, pero nada superaba a las realizaciones protagonizadas por Ethan Hawke y Julie Delpy. El tiempo dirá si Boyhood es superior a ellas, pero es claro que contiene algunos de los mejores y más emotivos momentos que Linklater ha entregado al cine. Estamos frente a una obra extraordinaria, sencilla, íntima y sentida. La cinta es en muchos sentidos un salto al vacío. En primera instancia es un desafío descomunal de producción y compromiso: fue rodada en un lapso de doce años y en no más de treinta y nueve jornadas de filmación. La historia sigue a un niño un tanto retraído y para adentro (Mason Jr.) y a su familia. Sus padres están separados y él vive con su madre y con su hermana. Esos doce años de trabajo y vida se convierten en dos

horas y cuarenta y seis minutos de película. Es larga para cualquier estándar y con esa duración fácilmente se podría caer en el prejuicio de imaginarla como una película de cine arte pedante y megalómana. Nada de eso. Ciertamente no es una película masiva, algunos dirán que es lenta y que no pasa mucho. Lo que nos muestra es todo lo contrario a peleas,

carreras de autos o grandes dramas. Lo que muestra es, quizá, una forma más humilde, sencilla y leal de pensar el sueño americano. No hacen falta grandes historias de superación de la pobreza, esfuerzos descomunales, traiciones galácticas ni codicia desmesurada. Su materia prima está en la vida, momentos cotidianos, sin mayor épica: una mirada, un cambio de casa, un cambio de escuela, un paseo, una fiesta, mucha conversación. Hay momentos en que los personajes sólo hablan. Está construida sobre la base de casi puro diálogo porque Linklater (también guionista) cree en las

palabras. Una película donde la magia no está en los bosques o en los elfos (como le pregunta Mason Jr. a su padre en su primer momento de descreimiento) sino que en la realidad, en lo cotidiano, en el lenguaje. Linklater una vez más demuestra que es depositario de un don que pocos cineastas poseen: en sus mejores momentos, cuando está contando una historia de amor o de cómo un niño se convierte en adulto hace que aflore nuestra memoria emotiva. Es imposible que no se comiencen a mezclar sus imágenes con nuestros recuerdos de alguna fiesta, la primera borrachera, la relación con los hermanos. Boyhood es por sobre todo una película acerca del paso del tiempo. La historia de Mason Jr. y su familia nos habla de niños convirtiéndose en adultos (sí, en Norteamérica te vas de casa y ya eres adulto a los dieciocho años) y padres que envejecen. Los mejores momentos de la cinta muestran ese devenir a través de pequeños momentos, de conversaciones en las que se

“BOYHOOD” (2014, U.S.A. , RICHARD LINKLATER)

EL PASO DEL TIEMPO, SOLO ESO

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DISCOS Y OTRAS PASTAS 6 MAYO 2015

revela la vida. Un buen ejemplo es la escena donde la madre de Mason Jr. (Patricia Arquette) llora porque cree que su hijo no está nada triste por irse. Dice que es el peor día de su vida, que su vida se pasó rápido, se casó, tuvo hijos, se divorció, le enseñó a andar en bicicleta, se volvió a divorciar, consiguió una maestría y el trabajo que buscaba, mandó a sus hijos a la universidad: “¿Sabes qué sigue? It’s my fucking funeral!”. Masón le pregunta: “¿No te estás saltando unos cuarenta años?”. Los personajes crecen, cambian con el paso de los años, pero ¿Lo hacen sustancialmente? Ya Ethan Hawke (que aquí es el padre) decía en Antes del atardecer que la personas cambiaban, pero siempre dentro unos márgenes que nos permitían seguir siendo nosotros mismos. Claramente, Mason Jr. y los suyos al final no son los mismos que al principio, pero él sigue expresando menos de lo que siente, sigue un tanto autista. Habrá tenido novia (grandes decisiones las de no mostrar el quiebre ni los primeros besos ni la primera relación sexual: el imperio de la elipsis) y amigos, pero a fin de cuentas no se siente muy a gusto en el mundo. Le repele más que atrae la hipertecnologización. No es extraño, entonces, que Boyhood también sea, en una parte, la historia de un artista; de un personaje que para sacarse todo lo que tiene dentro necesita un medio, y en este caso es la fotografía. Si su referente más obvio en la propia filmografía de Linklater es la trilogía Antes de…, también levanta sólidos puentes con esa cinta traviesa y de culto que es Dazed and Confused (1993). En ambas, el centro está en jóvenes ad portas de ese cambio radical y decisivo que es la entrada a la madurez representado por la partida del hogar y la llegada a la universidad. Y no es

casual que en ambas cintas algunas de las últimas escenas muestren a chicos conduciendo por la carreta en señal de un mundo por descubrir. Son los momentos de las grandes decisiones y las cintas parecieran decir que no importa

qué ruta tomes, siempre y cuando seas sincero contigo mismo. Uno de los personajes de la cinta de 1993 confiesa que si en algún momento dice que esos fueron los mejores años de su vida le recuerden suicidarse. Algo similar hace la madre de Mason cuando les dice a sus hijos que no miren hacia atrás al dejar a su segundo marido o cuando, ya casi al final, confiesa que su vida ha sido una seguidilla de malas decisiones y que está dispuesta a comenzar de nuevo. Son jóvenes que se van y adultos en formación. Todos están medio desorientados, pero todos tratan de hacer lo

mejor que pueden. Por ello la noción de presente es tan importante en los dos films, es “ahora” donde se juega todo. Y, quizá, su espíritu está condensado en la escena final: palabras, seducción, miradas

elusivas, sonrisas y “Deep Blue” de los Arcade Fire sonando de fondo (“Here/ In my place and time/ And here in my own skin/ I can finally begin…/ Tomorrow means nothing”). También es, en otra parte, una demostración de que la familia no está definitiva y que a lo largo de tu vida muchas personas pueden formar parte de ella. Puedes tener un hogar con una mujer jefe de familia y ver a tu padre algún fin de semana y eso no significa que las cosas vayan a salir mal. A veces tengo la mala inclinación de construir una imagen de la personalidad de los directores a partir de sus películas. A Cronenberg lo veo como un tipo perverso; Haneke se me antoja un pesado, latoso y pervertido; Woody Allen, un bipolar; Kubrick,

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DISCOS Y OTRAS PASTAS 7 MAYO 2015

un pedante; Scorsese, un atormentado. De Richard Linklater me he hecho la imagen de un buen tipo. Ningún miserable sería capaz de filmar con el cariño con el que están filmados estos personajes. Linklater narra y muestra la vida, y lo hace con el corazón. Este proyecto tiene dimensiones gigantescas en cuanto a producción, pero a la vez tiene como resultado una mirada íntima, sencilla, casi un susurro; es una alternativa rara en estos tiempos.

PUNTO DE FUGA AUTOR: JEREMÍAS GAMBOA (PERÚ) Una vez escuché decir al escritor nicaragüense Sergio García que para que un cuento funcione, lo primero que su autor tiene que tener en claro es el final. “Punto de Fuga” está compuesto por ocho

relatos y la mayoría de ellos carece de finales redondos, o son buenas historias pero mal contadas y algunas van perdiendo vuelo. Los mejores cuentos son “El edificio de la calle Los Pinos” (con un buen manejo del suspenso) y la entrañable y melancólica “La conquista del mundo”. A medio camino: “La tierra prometida” (con un final flojo) y “La visita” (no das ni medio por ella al principio, pero cuando llegas al final te sientes aliviado de que sí valió la pena). El peor cuento: “Un responso por el cine Colón” (moraleja: no todas las historias merecen ser contadas a menos que tu técnica literaria sea sobresaliente). Algunos años después de estos cuentos, Gamboa publicaría su primera novela: la exitosa y épica “Contarlo Todo”. Por tal motivo, para mí el valor de “Punto de Fuga” está en que te demuestra que un autor puede crecer exponencialmente gracias a la disciplina y al amor por su oficio. HENRY A. FLORES

CAIGA QUIEN CAIGA AUTOR: JOSÉ UGAZ (PERÚ) Estamos ante un adictivo relato, en primera persona, que nos cuenta el periodo en que José Ugaz fue el Procurador Ad-Hoc de la Nación para el caso de corrupción

Fujimori - Montesinos. Así no sepas nada de asuntos judiciales, Ugaz sabe explicarlos de manera sencilla y clara. Aquí se llega a la conclusión de que el gobierno de Fujimori, más que un gobierno corrupto, fue una organización criminal muy bien organizada. Ugaz también reconoce que en el juicio a Fujimori no se le pudo comprobar una autoría directa de los crímenes por los que fue acusado, pero fue declarado culpable como autor mediato. Me quedo con esta frase: "Por más bajo que se caiga, siempre habrá una masa crítica que constituye la reserva moral de un país. Y será ese grupo el que movilizará a la sociedad para recuperar la dignidad y restaurar el orden roto por el crimen organizado". Un libro escrito para el ciudadano común. Para que el pasado no se repita. HENRY A. FLORES

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