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Trabajamos para mejorar la calidad del Servicios Públicos

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El servidor público es un aliado para

lograr las políticas nacionales

La revalorización del servicio público es otro de los postulados por los que trabaja la Revolución Ciudadana y esta es una misión urgente dentro del proceso de consolidación de la política del Sumak Kausay o Buen vivir.

Mejorar las capacidades de los servidores públicos significa un giro de 180 grados en el manejo del servicio público. ¿Qué pasaba hasta antes del inicio de nuestro gobierno? El servicio público era sinónimo de una burocracia ineficiente, indolente e inoperante que estaba al margen de las necesidades sociales. Pues regía la política de entregarlo todo al sector privado para que el mercado sea el gran regulador.

Pero ello ha cambiado. El Gobierno Nacional a través de varios programas – uno de ellos es el Germánico Salgado, que ejecuta el Instituto de Altos Estudios Nacionales- ha iniciado procesos de capacitación y revalorización de los servidores públicos. Ello implica mejores salariales, mejores condiciones de trabajo, incentivos…

Pero este proceso también tiene detractores bien identificados, falsos dirigentes que ven que su capacidad de convocatoria se derrumba porque sus plataformas y discursos han sido superadas por la realidad.

Al invitarles a leer el presente discurso del compañero presidente, Rafael Correa Delgado, también les invito a reflexionar y sumarse a este proceso de cambio. Y recordarles que el servidor público es un eslabón fundamental en la consecución de las grandes políticas nacionales. Doris Soliz CarriónMinistra Coordinadora de la Política yGobiernos Autónomos DescentralizadosAgosto 2011

Presen

tación

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Discurso del Señor Presidente de la República, Rafael Correa Delgado, durante la presentación del Programa Germánico

Salgado, en el Instituto de Altos Estudios Nacionales

Queridas amigas y amigos:

Durante la noche neoliberal el Estado fue víctima de la actitud supreso-ra, desertora e irresponsable de quienes preconizaban que no hacía falta planificar, que bastaba con privatizar, y que todo lo demás debía quedar en manos del mercado. De modo que se renunció a la acción colectiva y se practicó el descrédito de lo público.

En los nuevos tiempos de la Patria y de la Patria Grande, se impone la sen-satez, se abandonan los fundamentalismos. No somos estatistas, pero sa-bemos que la acción colectiva está en la raíz del bien común.Para el neoliberalismo el rol planificador del Estado no debía existir, no era necesario, había que dejarlo todo a la buena de la mano invisible. La existencia de los servidores públicos solo se justificaba si estaban al servi-cio de sus intereses. Las bajas remuneraciones, la inexistencia de capaci-tación, ningún incentivo, formaron el pasto de cultivo para la ineficiencia, maltrato y corrupción.

Por eso, el gobierno de la Revolución Ciudadana está invirtiendo en la for-mación de los mejores servidores públicos como un proyecto de futuro para elevar la calidad de vida de todos los ecuatorianos. Esto es clave. Todo lo que se pueda decir para resaltar la importancia de este aspecto (calidad del servicio público y de los servidores públicos) será insuficiente.

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La calidad del servicio público es fundamental para el desarrollo. Aunque normalmente el servicio público refleja la sociedad a la cual se pertenece, con sus virtudes y defectos, con adecuadas políticas públicas se puede generar un servicio público ya no reflejo, sino vanguardia de dicha socie-dad. Un ejemplo claro, contundente y relativamente reciente de aquello es el caso de Singapur.

Los obstáculos que enfrenta el buen servidor público en su labor cotidia-na son muchos. Su entusiasmo inicial se puede apagar frente a la rigidez de las reglas y los procedimientos inacabables. Su voluntad de cambio choca en algún momento contra la inercia del aparato burocrático. Las energías se consumen en confrontaciones cotidianas y en tareas discor-dantes.

Las reuniones empiezan tarde, los encargos no se entregan a tiempo, se juega con el tiempo de los demás, las responsabilidades se dejan de cumplir. Por eso fue necesaria la nueva Ley Orgánica del Servicio Público, para definir las reglas de juego que permitan iniciar la refundación del servicio público ecuatoriano. Ahora se puede incrementar por eficiencia hasta el 9% de la remuneración de los empleados públicos. Pero toda-vía eso es muy bajo, debería ser al menos un 50%. Debemos lograr el adecuado balance: servidores públicos trabajando por el bien común, pero sin matar ese instinto natural de progreso del ser humano. Es indis-pensable, en consecuencia, que se remunere a los servidores públicos de acuerdo a su desempeño. Lo hemos logrado, con la nueva ley hasta el 9% de la remuneración puede ser variable en función del desempeño, de la eficiencia; pero esto todavía es muy poco, debería dar al menos un 50%.

Por eso también ha sido necesaria y sigue siendo prioritaria una ambi-ciosa estrategia de capacitación y de formación de los funcionarios pú-blicos, que son la médula, el corazón, el rostro bueno o malo, brillante o mediocre de la expresión colectiva de todos los ecuatorianos: nuestro Estado.

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Cuando le preguntan a Lee Kuang Yew, el fundador del Singapur mo-derno, uno de los procesos más exitosos de desarrollo de la historia de la humanidad, ¿cuál fue la clave del éxito?: La calidad del servicio público, la calidad de la gente que está en la cosa pública.

En demasiado tiempo se ha hecho demasiadas tonterías en ese aspecto; por ejemplo, aquello de que mientras peor se paga al servidor público, mejor. Los pocos dólares que ahorrábamos los perdíamos multiplicados en forma exponencial, debido a que si ustedes tienen pésimos salarios en el sector público no vamos a tener precisamente el mejor recurso humano. Para darles solo un ejemplo: si tenemos los peores abogados vamos a perder todos los juicios, y con eso el Estado pierde mucho más de lo poco que ahorró. Pero, todavía escuchamos voces en ese sentido, donde quieren presentar como poco menos que un delito que se quiera mejorar la remuneración de los servidores públicos, que se quiera pagar decentemente a nuestra burocracia. Ojalá esos tiempos nunca vuelvan, que los superemos definitivamente.

Y esta es tarea del Instituto de Altos Estudios Nacionales, y del Progra-ma Germánico Salgado: capacitar nuestro sector público, llenarnos de talento humano; pero también, con una institucionalidad que permita premiar el desempeño, donde haya una carrera adecuada, donde se re-conozca la excelencia, donde los mejores tengan su justa recompensa.

El IAEN es la Universidad de postgrado del Estado, rectora de las políticas de formación y educación continua del sector público, responsable de programas de posgraduación, capacitación e investigación estratégica, para el Gobierno y para el Estado. No sólo del Gobierno Central, estamos hablando de los GAD (Gobiernos Autónomos Descentralizados), Prefec-turas, Municipios, Juntas Parroquiales; estamos hablando de Servicio Exterior; estamos hablando del Sistema de Justicia; estamos hablando de todas las instancias del Estado: la representación institucionalizada de nuestra sociedad, el medio por el cual la sociedad realiza la acción colec-tiva para resolver problemas colectivos, que el fundamentalismo neoli-

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beral negaba que existieran. No solo que existen, sino que son muchos y son, tal vez, los más importantes.

El IAEN también refleja el cambio de época que vive el país. Abandonado en el cajón de los olvidos, el Instituto de Altos Estudios Nacionales, mane-jado por las Fuerzas Armadas, era un centro de capacitación esporádica donde iban los burócratas que tiempo en la función pública. Hoy, es una verdadera Escuela de Gobierno que está incorporando las mejores prác-ticas mundiales para lograr un servicio público de calidad.

Con el Programa “Germánico Salgado”, orientado a capacitar a los pro-fesionales que se dedicarán a planificar el desarrollo y las políticas pú-blicas en nuestro país, se busca llenar una falencia clamorosa del sector público ecuatoriano y, en especial, de los gobiernos locales: la ausencia de planificadores y evaluadores de proyectos. Muchas veces no se puede ejecutar la inversión pública por falta de proyectos; y, cuando se presen-tan los proyectos, si es que existen, son totalmente descoordinados, sin una visión global, sin planificación, sin objetivos claros… Es una falencia clamorosa, como acabo de mencionar.

El Programa será coordinado por el Instituto de Altos Estudios Naciona-les, junto con la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo, los Mi-nisterios Coordinadores y la Secretaría Nacional de la Administración Pú-blica. A todos los compañeros y compañeras les agradezco este esfuerzo, y quiero comprometer su experiencia para llevar por buen camino este proyecto.

Germánico Salgado, uno de los más grandes cientistas sociales de la his-toria del Ecuador, fue un economista que no intentaba imponer las reglas del cálculo económico a la realidad social, sino que más bien partía de unas ideas concretas para mejorar la sociedad actual, que luego iban ad-quiriendo expresión numérica.

Es decir, el proceso inverso de lo que hace hoy la economía ortodoxa. No

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solo eso, Germánico fue tal vez la máxima expresión en Ecuador de la Escuela Estructuralista, era muy cercano a Raúl Prebisch, fundador y prin-cipal exponente de la Escuela Cepalina Estructuralista, que contribuyó de muchas maneras al desarrollo del pensamiento económico…

Lamentablemente, esos avances de la escuela estructuralista después se perdieron por los fundamentalismos y hasta simplismos neoliberales.

¿Cuál fue, tal vez, la principal contribución? No la industrialización sus-titutiva de importaciones, incluso se puede cuestionar si esto fue algo inédito, algo originario de América Latina, esto se basa en la industria in-fantil que ya se había desarrollado en el siglo XIX en Estados Unidos y en Alemania, sobre todo a través de Alexander Hamilton… Se puede cues-tionar que la industrialización sustitutiva de importaciones era parte de la teoría modernizadora, que era básicamente la experiencia de los países desarrollados elevada a teoría general… La verdadera contribución, al menos en mi modesto criterio, de la Escuela Estructuralista y Cepalina es que incorporaba la política de análisis económico, las relaciones de po-der a nivel nacional e internacional, el intercambio desigual, la necesidad de mantener los excedentes para que haya un dinamismo en cuanto a la inversión (evitar lo que se llamaba la insuficiencia dinámica: cuando los excedentes se perdían a través del intercambio desigual y no había, en-tonces, excedentes para invertir y mantener el exceso del crecimiento)…

Esa fue una importantísima contribución de la Escuela Cepalina y de Ger-mánico Salgado, que se perdió después, insisto, con el fundamentalismo neoliberal, cayendo en el gravísimo error de querer analizar la sociedad humana –porque ese es el fin de toda ciencia social como la economía-, haciendo abstracción, obviando cosas tan fundamentales como las rela-ciones de poder en una sociedad, que es lo que determina básicamen-te todas las relaciones dentro de esa sociedad… Germánico fue como un soplo de viento fresco. La economía era para el maestro Salgado una herramienta para mejorar la sociedad, un medio que, sin renunciar a la exactitud y minuciosidad que caracterizaron todos sus trabajos, permitía

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aplicaciones prácticas para hacer realidad los ideales de justicia social. A partir de la realidad elaboraba sus teorías, elaboraba las políticas…

No como ahora, que si la realidad contradice las teorías, es la realidad la equivocada, no la teoría… Ese es otro de los grandes sesgos neoliberales.

Este es el espíritu del primer Plan General de Desarrollo, elaborado por el maestro Salgado.

Germánico Salgado también fue un ardiente crítico de las burdas recetas neoliberales que, basadas en teorías abstractas y en la ideología de la su-premacía del individualismo, condujeron a verdaderas catástrofes socia-les. Ya escribió en una ocasión, adelantándose a nuestra época, cito: “En la actitud neoliberal hay también un trasfondo de arrogancia”. Y se refería precisamente a la desconexión de la ciencia económica de la realidad so-cial… Los economistas, lamentablemente caímos en mucha arrogancia, como lo decía Germánico, buscando que nos feliciten por nuestros ela-borados modelos matemáticos, así no expliquen en nada la realidad que supuestamente estábamos estudiando.

Por eso, insistimos en la necesidad de recuperar el espíritu del trabajo de Salgado, que buscaba conciliar los ideales de justicia social con los cálculos necesarios para hacerlos realidad mediante la planificación para el desarrollo. Con su trabajo constante e infatigable, Germánico Salga-do marcó un nuevo estándar de calidad para la ciencia económica en el país: fue director técnico de la Junta Nacional de Planificación, Ministro de Industrias, Comercio e Integración y presidente de la Junta Monetaria; su esfuerzo intelectual también fue reconocido fuera del país, y trabajó en la Dirección de Asuntos Económicos de la Organización de Estados Americanos (OEA), fue miembro de la primera Junta del Acuerdo de Car-tagena y llegó a ser nombrado presidente del Comité de Planificación del Desarrollo de las Naciones Unidas.

Además, quiero resaltar un aspecto muy meritorio de la trayectoria del

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maestro Salgado: su vocación para la enseñanza: hasta el año de su muerte impartió en la Universidad Central la cátedra de Relaciones Inter-nacionales, donde formó a muchos estudiantes en el examen inteligente de las relaciones económicas intrarregionales de América Latina, hacien-do una crítica aguda y previsora a las propuestas de liberalización que ya se sugerían entonces para las economías en desarrollo.

Si estuviera vivo el maestro Germánico Salgado qué diría del bobo aper-turismo que nos quieren imponer ciertas élites, ¿verdad? Y al rechazar esos Tratados de Libre Comercio y ese bobo aperturismo nos dicen que no hay política comercial… Precisamente es lo contrario: al adoptar esos tratados y ese bobo aperturismo es que se pierde la política comercial.

Estamos seguros que Germánico coincidiría con la posición, en ese senti-do, del Gobierno de la Revolución Ciudadana.

Para contrapesar las presiones del mercado mundial, que ubicaba al Ecuador en lo que él denominaba “el vórtice de la pasión liberadora”, el maestro Salgado defendió con ahínco la integración regional, empe-zando por la alianza estratégica de los países andinos en la Comunidad Andina de Naciones. A nosotros también nos incumbe recuperar esta enseñanza de manera inteligente, para estrechar las relaciones con los pueblos hermanos de América Latina, y comenzar a dibujar así un nuevo mapa multipolar del mundo, más justo e igualitario.

Espero que aquel noble, inteligente y generoso espíritu de Germánico Salgado sea el que oriente la formación de los nuevos servidores públi-cos: el espíritu de justicia social, sin renunciar a la excelencia, a la exacti-tud y a la minuciosidad del trabajo bien hecho.

La capacitación, mejor remuneración, adecuada carrera, mejora de la ca-lidad de los servidores públicos, son tan solo una parte de la reforma de-mocrática del Estado que está realizando la Revolución Ciudadana, y que parte de la premisa de que una nueva estrategia de desarrollo requiere

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de un nuevo modelo de Estado y de la recuperación de lo público.

Estamos reinstitucionalizando al Estado; algunos nos acusan de desins-titucionalizarlo… Uno no sabe si reír o llorar cuando nos hablan de que ahora se está polarizando la sociedad, se está rompiendo la cohesión so-cial… como que si antes de nuestro gobierno había total cohesión. ¿Qué dirán los dos millones de migrantes exiliados de su propia tierra por la crisis bancaria, por la estafa de ciertos banqueros cuando oyen hablar de que antes había cohesión social, que antes había paz? … Pero era la pacificación, la paz de los sepulcros lo que existía, que escondía una pro-funda injusticia. Lo que estamos haciendo es develando esas injusticias y tratando de remediarlas para siempre.

En todo caso, estamos reconstituyendo la institucionalidad del Estado; pero no del Estado burgués, sino del Estado popular, y eso es lo que molesta a muchos. No del Estado aparente, que sólo representa a unas minorías y está a su servicio, sino del Estado que realmente representa a las grandes mayorías… Y una prueba de la desinstitucionalización del Estado era el IAEN. ¿Me pueden decir ustedes qué institución llenaba ese inmenso vacío de preparar a nuestros servidores públicos para que rea-licen su labor con la máxima calidad y calidez? No existía. Ahora, hemos convertido al IAEN en esa institución.

Pero insisto, esto es un buen ejemplo –y no es el único, hay muchísimos-, pero bastante ilustrativo de la falacia, del vacío discurso dominante de ciertas élites, de ciertos medios de comunicación que quieren dar a com-prender, que quieren hacer creer a nuestra población que antes había institucionalidad y ahora se está destruyendo esa institucionalidad. No es cierto: se está reconstruyendo la institucionalidad, pero en función del bien común, y eso es lo que molesta a las élites que siempre nos han do-minado y que el poco Estado que dejaron era tan solo para defender sus intereses y sus privilegios.

Revisen la historia del IAEN, revisen el vacío institucional que existía en

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nuestro sector público para capacitar a nuestros servidores públicos. Con la nueva institucionalidad, para todas, para todos, para el bien común, para el Sumak Kawsay de todos los ecuatorianos, ese vacío lo está llenan-do y lo va a seguir llenando con mucho éxito el IAEN, el Instituto de Altos Estudios Nacionales.

Este nuevo modelo de Estado, para la nueva estrategia de desarrollo, nos exige cambios para hacer más democrática y eficiente la administración pública.

Tenemos que apuntar hacia una agenda de reformas institucionales que fijen un modelo de función pública innovador, desconcentrado, descen-tralizado y abierto a los procesos de rendición de cuentas y de control ciudadano. La reforma democrática del Estado involucra un profundo desafío, un profundo rediseño institucional para recuperar los roles esta-tales de regulación y de planificación, para la modernización de las em-presas públicas y de los sectores estratégicos, la profesionalización de la función pública y la reorganización territorial del Estado.

La nueva estrategia de desarrollo requiere de un nuevo modelo de Esta-do, insisto; por eso, estamos priorizado una agenda revolucionaria que transforme de raíz las instituciones públicas. El Estado, la administración pública, los servicios públicos constituyen un bien común de los ecuato-rianos y un bien e instrumento fundamental para el desarrollo.

No tenemos derecho a fallar en esta tarea. Hay demasiadas esperan-zas puestas en nosotros. Aunque la tarea es de los catorce millones de ecuatorianos (as), sabemos que somos la expresión más visible de ese proceso irreversible que está ocurriendo en nuestro país, y no tenemos derecho a fallar. Si queremos preservar la idea del Estado como instru-mento al servicio de la justicia para conquistar la libertad – algunos ha-blan de libertad para conquistar la justicia, nosotros hablamos de justicia para conquistar la verdadera libertad-, debemos abordar este nuevo reto con la mayor responsabilidad, conscientes de nuestras debilidades pero

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también de nuestras fortalezas para aprovechar las oportunidades que se nos presentan.

Luego de la larga y triste noche neoliberal, es tiempo de cambiar, arraigar en la sociedad ecuatoriana el valor de la cosa pública, que permita que todos los ciudadanos sin distinción se vinculen en un proyecto comparti-do para construir la Patria generosa, la Patria repartida entre todas, entre todos, la Patria que soñamos y que merecemos.

Quiero terminar esta intervención dirigiéndome a ustedes-, queridos servidores públicos: Que nuestro aporte cotidiano, sea extraordinario; nuestro esfuerzo, lleno de alegría; nuestra entrega, ilimitada. Como les manifesté, no pueden limitarse a ser el reflejo de la sociedad a la que se pertenecen, sino la vanguardia de esta sociedad, para alcanzar el buen vivir, por la justicia, para el desarrollo. En sus manos está gran parte del futuro de la Patria.

¡Muchas gracias y hasta la victoria siempre, compatriotas!

Rafael Correa DelgadoPRESIDENTE CONSTITUCIONAL DE LA REPÚBLICA DEL ECUADOR

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