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DISCURSO SOBRE EL ORIGEN Y LOS FUNDAMENTOS DE LA DESIGUALDAD ENTRE LOS HOMBRES DE JEAN JACQUES ROUSSEAU: A MODO DE COMENTARIO Erik Gabriel Bustamante Tupayachi Universidad Nacional Mayor de San Marcos 1. El siglo XVIII: Progreso y Razón El siglo XVIII fue para Europa un largo proceso donde se inició numerosos cambios en lo político, económico y social. Bajo la marca del Absolutismo imperante, donde encontramos a los representantes más importantes como Francia, Prusia e Inglaterra, se desarrolló alimentándose de las condiciones existentes toda la producción intelectual de la época. Inspirados por el desarrollo de la tecnología, gracias a los avances científicos, se comenzó a elaborar el discurso por el cual la “historia” de esta época se caracterizaría por la fe en el PROGRESO, en la idea del desarrollo ascendente del hombre por la RAZÓN, y su disgusto a su “pasado” podrido e infértil: “[...] el desligamiento del hombre de la autoridad del pasado se obtuvo gracias a los nuevos logros económicos, científicos y técnicos, es decir, merced a los descubrimientos y al contrapeso de los nuevos continentes, nuevos mundos naturales y culturales, y

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DISCURSO SOBRE EL ORIGEN Y LOS FUNDAMENTOS DE LA DESIGUALDAD

ENTRE LOS HOMBRES DE JEAN JACQUES ROUSSEAU: A MODO DE

COMENTARIO

Erik Gabriel Bustamante Tupayachi

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

1. El siglo XVIII: Progreso y Razón

El siglo XVIII fue para Europa un largo proceso donde se inició numerosos

cambios en lo político, económico y social. Bajo la marca del Absolutismo

imperante, donde encontramos a los representantes más importantes como

Francia, Prusia e Inglaterra, se desarrolló alimentándose de las condiciones

existentes toda la producción intelectual de la época. Inspirados por el desarrollo

de la tecnología, gracias a los avances científicos, se comenzó a elaborar el

discurso por el cual la “historia” de esta época se caracterizaría por la fe en el

PROGRESO, en la idea del desarrollo ascendente del hombre por la RAZÓN, y su

disgusto a su “pasado” podrido e infértil:

“[...] el desligamiento del hombre de la autoridad del pasado

se obtuvo gracias a los nuevos logros económicos, científicos y

técnicos, es decir, merced a los descubrimientos y al contrapeso de

los nuevos continentes, nuevos mundos naturales y culturales, y

campos de acción desconocidos hasta entonces, mediante los

nuevos conocimientos científicos, especialmente los inventos

técnicos, sin precedente en la Antigüedad, y basaron estas

realizaciones, dejando aparte los descubrimientos, para poner de

manifiesto la superioridad del hombre moderno sobre el antiguo. [...]”1

1 KAHLER, Erich. Historia Universal del Hombre. México: Fondo de Cultura Económica, 1953, p. 412.

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Lo citado arriba explica claramente todo esta tendencia de creer la

superioridad del hombre, mediante su razón, sobre la naturaleza. Para ello, estos

intelectuales promovieron la no necesidad del pasado; en otras palabras, el

pasado, y con él toda su herencia, era innecesaria para explicar el veloz desarrollo

de la sociedad, específicamente, del orden burgués ascendente. Una frase de

Molière cierra todo lo explicado: “[...] Molière expresaba un sentimiento general

cuando decía: «Los antiguos son los antiguos, pero nosotros somos el pueblo de

hoy.»”2

Este fue un caso extremo desarrollado en Francia. Este sentimiento

fortaleció la sensación de superioridad del hombre moderno, minimizando a los

hombres del antes, en otras palabras: “el pasado, pasado es”.

En este siglo XVIII, conocido también con el nombre de Siglo de la razón o

de las Luces, la RAZÓN era utilizada como un instrumento para la explotación de

la naturaleza, mediante el descubrimiento de su causalidad mecánica, generando

grandes inventos materiales que pronosticaban un progreso imparable. Además,

para lograr todo estos procesos, se requería de un instrumental teórico para lograr

explicar y justificar su dirección. Para dicho fin, salieron a la “luz” numerosos

intelectuales, el más importante de ellos era, sin lugar a dudas, Voltaire.

Voltaire conjuntamente con otros “ilustrados” llamaron a su época

Ilustración:

“[...] Por Ilustración..., quiere significarse ese empeño, tan

característico de los principios del siglo XVIII, de secularizar todos los

aspectos de la vida y del pensamiento humano. Se trata de una

revolución no sólo contra el poder de la religión constituida, sino

contra la religión en cuanto tal. [... ]”3

Ahora bien, esta corriente filosófica se caracterizó, como refiere

Collingwood, su ataque a la iglesia y su constante agitación al proceso de

secularización del Estado. Pues para ellos, la religión era: “[...] algo carente de

2 Ibíd., p. 413.3 COLLINGWOOD, R. G. Idea de la Historia. Edición revisada que incluye las conferencias de 1926-1928. México: Fondo de Cultura Económica, 2004, p. 143.

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todo valor positivo; era un puro error debido a la hipocresía interesada y sin

escrúpulos de un tipo de hombres sacerdotes, quienes, así parece que pensaban,

la inventaron como instrumento para dominar a las mayorías. [...]”4

El comentario de Collingwood –arriba citado–, se desprende varias ideas

respecto a los “ilustrados”. Primero, “algo carente de valor positivo...”, esta

expresión hace suponer que la función de la Iglesia es totalmente innecesaria para

el progreso, ya que ella no se guía por la razón. Después, la segunda expresión:

“era un puro error debido a la hipocresía interesada y sin escrúpulos de un tipo de

hombres sacerdotes, quienes, así parece que pensaban, la inventaron como

instrumento para dominar a las mayorías.” Se entiende que, la Iglesia era un

instrumento de estas personas hipócritas, que se beneficiaban con la ignorancia

de las mayorías y que, por tanto, era un obstáculo para el florecimiento de la

RAZÓN. En fin, todas estas ideas de los “ilustrados” –basándonos en Collingwood-

–, muestran una total intolerancia respecto a otras formas de entender y explicar el

mundo que no sea mediante la RAZÓN. A manera de conclusión sobre la

ilustración y sus defensores, Collingwood sostiene lo siguiente:

“A pesar de su intolerancia y de su sinrazón, lucharon por la

tolerancia; incapaces como fueron de apreciar el poder creador del

espíritu, escribieron desde el punto de vista del súbdito y no del

gobierno, con lo que pusieron en relieve por primera vez la historia

de las artes y de las ciencias, de la industria, el comercio y de la

cultura en general [...] En lo profundo, debajo de la superficie de su

obra, había una concepción del proceso histórico como un proceso

que se desarrollaba no por la voluntad de déspotas ilustrados ni por

los planes rígidos de un dios trascendente, sino por una necesidad

propia, una necesidad inmanentemente en la que la sinrazón misma

no es sino una forma disfrazada de la razón.”5

4 Ibíd., p. 144.5 Ibíd., 149.

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En fin, esta propuesta de la Ilustración en apuntalar la necesidad de la

RAZÓN mediante la CIENCIA para entender el porvenir histórico, el cual, de paso,

contribuiría al progreso del hombre y la sociedad cada vez más secularizados y

desligados de la tutela de la Iglesia. Pero todo ello, tendría, entre sus hijos, un

crítico de la fe en el PROGRESO mediante la RAZÓN, este es Jean Jacques

Rousseau.

2. Jean Jacques Rousseau: un hijo “ilustrado” y su “romance”

Rousseau, nació en Ginebra, Suiza, el 28 de junio de 1712. Hijo de un

relojero protestante, Isaac Rousseau, el cual lo formó en el hábito de la lectura, y

huérfano de madre a partir de la primera semana de nacido. Este último hecho

impactó enormemente en la formación de su carácter y visión del mundo.

Desde muy pequeño se inclinó y dedicó su tiempo a la música siendo autor

de una ópera que lleva el nombre de El descubrimiento del nuevo mundo. Por

tanto, vivió de la enseñanza de la música durante un tiempo y trabajó en una

variedad de oficios para subsistir.

En 1750 participó en el concurso convocado por la Academia de Dijon con

su obra titulada Discurso sobre las ciencias y las artes. En él explaya todas sus

críticas contra la cultura, el arte, la ciencia, la educación y las costumbres,

afirmando que cada vez los hombres se volvían más dependientes de esa cultura

que no hacía más que esclavizarlo. Al final fue ganador de dicho concurso que

trajo como consecuencia su fama, admiración y respeto en Europa. Después

participó en otro concurso convocado por la misma Academia con su ensayo

Discurso sobre los orígenes y fundamentos de la desigualdad entre los hombres.

Pero, al no ganar ese concurso, sus ideas fueron duramente criticadas ya que

chocaban con la tendencia imperante de la Ilustración.

Es sabido que fue, en un comienzo, discípulo de Diderot, pero esa relación

de discípulo y maestro se resquebrajó por las incesantes y persistentes ideas de

Rousseau. Esas ideas tenían como eje principal crítica a la corrupción del hombre

por la CIENCIA y la fe en el PROGRESO, ya que estos hacían al hombre esclavo

de ellos. Para entender esta idea dentro de un marco histórico, donde la

causalidad mecánica de la naturaleza y la sociedad eran los principios teóricos

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para explicar el desarrollo de estas, Kahler nos dice: “[...] Retroactivamente, la

causalidad mecánica ha sometido y esclavizado a la razón y al hombre que, de

esta manera, ha quedado sometido a sus propias creaciones. [...]”6

Entonces, si Rousseau planteaba esas críticas, estando dentro de una

corriente que, cada vez más, se ampliaba por Europa, es fácil suponer que,

inmediatamente, se le presentaría varios enemigos7. Estos que defendían el

discurso del progreso del hombre y la sociedad a través de la razón aplicada en la

ciencia. Pero Rousseau era un hijo de la Ilustración, aunque era un hijo no muy

querido ya que pasó a formar ese movimiento llamado Romanticismo: “Rousseau

fue un hijo de la Ilustración, pero a través de su reinterpretación de los principios

de ésta se convirtió en el padre del movimiento romántico. [...]”8

Pues, para Collingwood, los ilustrados o historiadores de la Ilustración,

tenían como meta educar o ilustrar a los gobernantes, en otras palabras,

deseaban gobernantes ilustrados; en cambio, los románticos creían en la

esperanza de lograr un pueblo ilustrado, esto se lograría mediante la educación

popular. El mismo Collingwood nos explica, a través del papel de Rousseau, esta

dicotomía de intereses:

“[...] Cayó en la cuenta de que los gobernantes no darían a su

pueblo nada que el pueblo mismo no estuviese dispuesto a aceptar

y, en consecuencia, alegaba que el déspota ilustrado que aconsejaba

Voltaire era impotente a menos que existiera un pueblo ilustrado. En

el lugar de la idea de una voluntad despótica, imponiendo a un

pueblo pasivo lo que el déspota sabía que le era provechoso,

Rousseau pensó en una voluntad general del pueblo en conjunto

encaminada a obtener sus intereses comunes.” 9

6 KHALER, Erich., Óp. Cit., p. 419.7 Utilizo la palabra enemigos a aquellos intelectuales –Diderot, Voltaire, entre otros- que con sus críticas influyeron en su destierro de Francia.8 COLLINGWOOD, R. G., Óp. Cit., p. 155.9 Ibíd., p. 155.

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Recapitulando, a todo ello, poco a poco, se rechazaba este optimismo

ilustrado, y como reacción a ello surgieron algunas tendencias, una de ellas era el

Romanticismo. Éste se caracterizó por ser: “El ataque más peligroso y radical

contra el baluarte de la razón [...]”.10

En palabras de Kahler, nos explica que el Romanticismo es:

“[...] una actitud muy compleja, que se origina por varios

motivos e impulsos, pero que se dirige a un fin: hundirse en la

insondable y caótica naturaleza, buscarla, no mediante un razonable

sometimiento a la causalidad mecánica, material, sino

sumergiéndose entusiastamente en un elemento anárquico. El

romanticismo es misticismo profano; es una unión mística con la

naturaleza misma en vez de con la divinidad. [...]”11

Este movimiento partió de intelectuales que deseaban escapar de la

tensión de la civilización, que, mediante sus normas y reglas, los enmarcaba a un

estilo de vida que se caracterizaba por la “esclavitud” de su razón a fin del

progreso de la civilización; como medida de escape a ello, buscaron albergue en

la naturaleza que era muy caótica, en otras palabras, este movimiento nació: “[...]

de la protesta contra la civilización, el racionalismo, la vida burguesa, la tecnología

y la economía, contra todo lo que es práctico y ordenado. En realidad, se levantó

contra la moderna civilización técnica y económica [...]”12

Todo esto fue propulsado por la regresión de Jean Jacques Rousseau,

aspirando la “edad de oro” del hombre primitivo en vez de la creciente corrupción

de la sociedad moderna. Por ello, no es difícil ver la necesidad de refugiarse en

ese “pasado”, tal como nos explica Kahler: “[...] El pasado aparecía deseable per

se [el subrayado es nuestro]; el pasado en el cual las aventuras, hechos y

10 KAHLER, Erich., Óp. Cit., p. 421.11 Ibíd., p. 421.12 Ibíd., p. 422.

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sentimientos heroicos, crearon una vívida existencia, en contraste con la creciente

grisura, normalidad y reglamentación del presente burgués. [...]”13

Por último, ¿Rousseau fue un “ilustrado” o un “romántico”?

Lo que podemos desprender de todo lo explicado sería que, Rousseau

vivió en una época caracterizada por procesos de cambios, a lo cual, éste

respondió con una claro disfraz de “romántico”, “rebelde”, tratando de ocultar su

herencia conformista basado en los principios de la Ilustración, del PROGRESO y

la RAZÓN.

3. El “Discurso sobre la desigualdad”

Antes que nada, debemos realizar una breve explicación del origen de

dicho discurso. Su origen data en el año de 1753 cuando la Academia de Dijon

convocó a su concurso anual en el Mercurio de Francia, con un tema de moral

cuyo problema era: “Cuál es la fuente de la desigualdad entre los hombres, y si

está autorizada por la ley natural”. Como respuesta a esta convocatoria, Rousseau

escribió la obra Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre

los hombres, el cual no logró colmar las expectativas de la Academia. Luego, ese

trabajo lo envió al editor Rey de Holanda para que sea impreso.

La obra está dedicada a los ciudadanos de la República de Ginebra, donde

explaya algunos temas como: el fin u objetivo del Estado, el rol de las leyes para

hacer una sociedad más justa y el papel del pueblo como seguidor de sus

autoridades. También realiza una crítica a los proyectos revolucionistas que se

caracterizan por desertar e ir en contra de las leyes establecidas en una sociedad,

y como solución a ese problema, proponeo aspira, mediante un ejemplo histórico

como Atenas, esto: “[...] para impedir los proyectos interesados y mal concebidos y

las innovaciones peligrosas que perdieron al fin los Atenienses, nadie tuviese el

poder de proponer á su fantasía nuevas leyes; que ese derecho perteneciese

solamente á los magistrados [...]”14

13 Ibíd., p. 422.14 ROUSSEAU, Jean Jacques. El Contrato Social o los principios de derecho político. Precedido: Discurso sobre las ciencias y las artes y del Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres. Lima: Editora “Lima”, 1910, p. 36.

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Si analizamos el párrafo citado, veremos que, en un primer instante,

encontraremos en el pensamiento de Rousseau o en sus intereses por llegar a un

público, que está marcado por el conservadurismo.

En fin, retomemos el discurso como tal. La tesis que plantea Rousseau es

que el origen de la desigualdad es convencional, ya que se da en la asociación

humana, o mejor aún, por la convivencia. En palabras del mismo autor sobre lo

referido:

“Concibo en la especie humana dos clases de desigualdades:

la una que considero natural o física, porque es establecida por la

naturaleza y que consiste en la diferencia de edades, de salud, de

fuerzas corporales y de las cualidades del espíritu ó del alma, y la

otra que puede llamarse desigualdad moral o política, porque

depende de una especie de convención y porque está establecida ó

al menos autorizada, por el consentimiento de los hombres. [...]”15

Del texto se desprende que para Rousseau hay dos clases de desigualdad

en la especie humana: una natural o física porque la establece la naturaleza y

consiste en las diferencias de edades, de la salud, de las fuerzas del cuerpo, y de

las cualidades del espíritu o del alma. La otra clase de desigualdad es la moral o

política, porque depende de una especie de convención y está autorizada por el

consentimiento de los hombres, esta desigualdad consiste en diferencias de

privilegios entre los individuos, o sea, unos serán más ricos que otros o más

pobres que otros.

Ahora, para poder responder cuál es el origen de la desigualdad, Rousseau

propone, hipotéticamente, explicar la naturaleza del hombre. El hombre, según

Rousseau, debió haber sido como el hombre de ahora –entiéndase por ahora

como la época el cual vivió Rousseau–, en sus propias palabras:

“Así, pues, sin recurrir á los conocimientos sobrenaturales que

tenemos al respecto y sin tomar en cuenta los cambios que han

debido sobrevenir en la conformación tanto interior como exterior del

hombre, á medida que aplicaba sus miembros á nuevos ejercicios y

15 Ibíd., 51.

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que se nutría con otros alimentos, lo supondré conformado en todo

tiempo tal cual lo veo hoy, caminando en dos pies, sirviéndose de

sus dos manos como hacemos nosotros con las nuestras, dirigiendo

sus miradas sobre la naturaleza entera y midiendo con ella la vasta

extensión del cielo.”16

Además, este hombre sin los “logros” que se alcanzó en la Edad Moderna,

Rousseau ve en él:

“[...] un animal menos fuerte que unos y menos ágil que otros,

pero en conjunto mejor organizado que todos; lo veo saciar su

hambre bajo una encina, su sed en el arroyo más cercano,

durmiendo bajo el árbol mismo que le proporcionó su sustento, y de

esta suerte satisfacer todas sus necesidades.”17

Con ello, Rousseau concibe al hombre primitivo o natural como un ser que

se sirve de la naturaleza, y ésta logra satisfacer todas sus necesidades. Además,

lo ve como un ser sano, bueno y feliz, gracias a una vida simple y solitaria. Este

hombre es bueno ya que posee la virtud de la piedad, en donde Rousseau critica a

Hobbes su idea el cual el hombre es conflictivo por naturaleza. Para Rousseau,

dice:

“Hay, además, otro principio del cual Hobbes no se ha

percatado, y que habiendo sido dado al hombre para dulcificar en

determinadas circunstancias la ferocidad de su amor propio ó el

deseo de conservación antes del nacimiento de éste (o), modera o

disminuye el ardor que siente su bienestar á causa de la repugnancia

innata que experimenta ante el sufrimiento de sus semejantes. No

creo caer en ninguna contradicción al conceder al hombre la única

virtud natural que ha estado obligado á reconocerle... Hablo de la

piedad [...]”18

En otras palabras, para Rousseau la piedad es una virtud natural del

hombre que le permite ayudar a otros que sufren.

16 Ibíd., p. 54.17 Ibíd., p. 55.18 Ibíd., p. 77.

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Para acabar con esta idea, Rousseau utiliza la metáfora del hombre salvaje

para mostrar que la desigualdad es dable solo por aspectos físicos y su influencia

es casi nula entre los hombres.

Pasemos a buscar el origen de la desigualdad entre los hombres.

Entendemos que los hombres, poco a poco, se juntan y establecen más lazos o

vínculos filiales, amicales, etc., permitiendo el desarrollo del lenguaje mediante la

comunicación entre madres e hijos; pero también trae consigo la primera

desigualdad:

“A medida que las ideas y los sentimientos se suceden, que el

espíritu y el corazón se ejercitan, el género humano continúa

haciéndose más dócil, las relaciones se extienden y los lazos se

estrechan cada vez más... Cada cual comienza á mirar á los demás y

á querer á su vez ser mirado, consagrándose así un estímulo y una

recompensa á la estimación pública. El que cantaba ó el que bailaba

mejor, el más bello, el más fuerte, el más sagaz ó el más elocuente

fue el más considerado, siendo este el primer paso dado hacia la

desigualdad [...]”19

Pues, es ahí donde la igualdad desaparece y en su reemplazo entra la

desigualdad política, generándose el origen de la propiedad privada, en fin,

Rousseau nos explica:

“[...] la ambición devoradora, el deseo ardiente de aumentar

su relativa fortuna, no tanto por verdadera necesidad cuanto por

colocarse encima de los otros, inspira á todos una perversa

inclinación á perjudicarse mutuamente... En una palabra;

competencia y rivalidad de un lado, oposición de intereses del otro, y

siempre el oculto deseo de aprovecharse á costa de los demás: he

allí los primeros efectos de la propiedad y el cortejo de los males

inseparables de la desigualdad.”20

19 Ibíd., p. 94.20 Ibíd., pp. 100-101.

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Además de los comienzos de la envidia y la codicia, a la vez surge el

descubrimiento de la agricultura y la metalurgia, permitiendo el trabajo para los

hombres; pero, también, la división de clases basado en que unos tienen

propiedades privadas y los otros que no tienen son los menos favorecidos, por no

decir los más perjudicados. Con ello, la respuesta de Rousseau a la pregunta de la

Academia de Dijon es que la desigualdad no está autorizada por la ley natural; en

cambio, el origen de la desigualdad es convencional, en palabras del propio

Rousseau:

“[...] siendo la desigualdad casi nula en el estado natural, su

fuerza y su crecimiento provienen del desarrollo de nuestras

facultades y del progreso del espíritu humano, convirtiéndose al fin

en estable y legítima por medio del establecimiento de la propiedad y

de las leyes.”21

Palabras finales:

21 Ibíd., pp. 122-123.

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Ya explicado la tesis y las ideas principales del Discurso sobre el origen y

los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, podemos decir que, según

Rousseau, todo el proceso “histórico” de la sociedad parte con el origen de esta

desigualdad basada en la propiedad privada. Que además, esta genera la

diferencia de clases entre los hombres, haciendo de esto unos por encima de

otros.

Ahora, es importante esta idea de desigualdad, ya que permitió justificar a

los intelectuales, del orden burgués moderno, a elaborar su discurso en defensa

de ese orden. Entendemos por desigualdad, según Rousseau, la diferencia que se

da entre los hombres a través de algunos componentes físicos o materiales. Pero,

hablamos de la desigualdad política. Este concepto permitirá entender la

justificación de implantar el individualismo y el desarrollo de la sociedad mediante

el motor del trabajo que generará la propiedad privada; por tanto, será importante

para los burgueses de la época poder proteger sus propiedades. Para ello, el

discurso de Rousseau será adaptado para justificar la idea el cual una sociedad

está regida por sus leyes que protegen a los ciudadanos y, en especial, a la

propiedad privada.

En conclusión, las ideas de Rousseau están, aún, vigentes en nuestra

actualidad al darnos cuenta que seguimos manteniendo las leyes que protegen a

las grandes corporaciones, o sea, a la propiedad privada.

BIBLIOGRAFÍA:

Primaria

1. Rousseau, Jean-Jacques. El Contrato Social o principios de derecho político.

Precedido: Discurso sobre las ciencias y las artes y del Discurso sobre el

origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres. Lima: Editora

“Lima”, 1910.

Otros estudios

1. BELLO REGUERA, Eduardo. La aventura de la razón: el pensamiento

ilustrado. Madrid: Akal, 1997.

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2. COLLINGWOOD, R. G. Idea de la Historia. Edición revisada que incluye las

conferencias de 1926-1928. México: Fondo de Cultura Económica, 2004.

3. GRIMSLEY, R. La Filosofía de J. J. Rousseau. Madrid: Alianza, 1993.

4. KAHLER, Erich. Historia Universal del Hombre. México: Fondo de Cultura

Económica, 1953.

5. RUBIO CARRACEDO, José. ¿Democracia o representación?: poder y

legitimidad en Rousseau [PDF]. España: Centro de Estudios Constitucionales,

1990. Disponible en:

http://www.cepc.es/rap/Publicaciones/Revistas/3/REPNE_058_214.pdf

(Consulta: 10 de octubre de 2010)