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Divorcio y psicoanálisis Psic. Adriana Aguilera Grovas Sociedad Psicoanalítica de México* El divorcio es un fenómeno social que se ha ido incrementado en las últimas décadas. Legalmente se puede definir como "la disolución del vínculo matrimonial que deja a los cónyuges en la posibilidad de contraer otro matrimonio" o como “la ruptura del vínculo conyugal, pronunciado por tribunales, a solicitud de uno de los esposos (divorcio necesario) o de ambos (divorcio voluntario) sanción resultante de una acción encaminada a obtener la disolución del matrimonio". Es decir, el divorcio es sinónimo de rompimiento absoluto y definitivo del vínculo matrimonial entre los esposos, por la intervención de una autoridad judicial facultada por las leyes. En el último conteo de población y vivienda 2005, efectuado por el INEGI, las cifras correspondientes al divorcio mostraron que en ese año se registraron 70 mil 184 divorcios; esto refleja que en el país se registraron 11.8 divorcios por cada 100 matrimonios; siendo Baja California (31.8), Chihuahua (30.6), Aguascalientes (20.4) y, Colima (19.6) los estados con mayor índice en todo el país. A causa de su alta incidencia es importante que como sociedad se tome conciencia acerca de las implicaciones y consecuencias psicológicas que un divorcio puede ocasionar a las personas involucradas en él, ya sean adultos y/o niños. Ya que si bien es cierto que el divorcio para algunos individuos puede ser una defensa o escape contra la ansiedad y, para otros una prueba de crecimiento psicológico, este proceso de separación siempre genera retos importantes que enfrentar y superar. Divorcio y Psicoanálisis Para el psicoanálisis el divorcio normal puede ser visto como la muerte de una relación de pareja, que tiene como consecuencia el renacimiento final del individuo, pero atravesando siempre por un periodo de duelo. El “separarse” como sinónimo de “divorciarse” habla de la disolución de un vínculo. Esta disolución implica, según Bracchi, que cada persona cambia de posición, es y deja de ser objeto privilegiado de la mirada del otro. Esta experiencia de separación precipita cambios tanto internos como externos. En el proceso interno involucrado en el divorcio se requiere que exista una movilización de las catexis o energía psíquica disponible desde la relación disoluta hacia otras áreas u objetos. El retiro de esta energía de la pareja es gradual y similar al proceso involucrado en el duelo. Como en el duelo, las personas confrontan la tarea de divorcio desde su única historia de experiencias con la separación – individuación. La reacción de la persona debe ser vista como una reactivación de las experiencias de su vida temprana respecto a las separaciones, ya que éstas contribuyen a la forma en que el individuo verá y manejará la separación actual, es decir, el divorcio. Dentro de los cambios externos, el más importante es la reorganización de la vida personal y familiar; el establecimiento de nuevas reglas entre los miembros de la familia, la realización de nuevas actividades sin la pareja, nuevas relaciones sociales, etc.

Divorcio y Psicoanlisis

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Divorcio y psicoanálisis

Psic. Adriana Aguilera Grovas

Sociedad Psicoanalítica de México*

El divorcio es un fenómeno social que se ha ido incrementado en las últimas décadas. Legalmente se puede definir como "la disolución del vínculo matrimonial que deja a los cónyuges en la posibilidad de contraer otro matrimonio" o como “la ruptura del vínculo conyugal, pronunciado por tribunales, a solicitud de uno de los esposos (divorcio necesario) o de ambos (divorcio voluntario) sanción resultante de una acción encaminada a obtener la disolución del matrimonio".

Es decir, el divorcio es sinónimo de rompimiento absoluto y definitivo del vínculo matrimonial entre los esposos, por la intervención de una autoridad judicial facultada por las leyes.

En el último conteo de población y vivienda 2005, efectuado por el INEGI, las cifras correspondientes al divorcio mostraron que en ese año se registraron 70 mil 184 divorcios; esto refleja que en el país se registraron 11.8 divorcios por cada 100 matrimonios; siendo Baja California (31.8), Chihuahua (30.6), Aguascalientes (20.4) y, Colima (19.6) los estados con mayor índice en todo el país.

A causa de su alta incidencia es importante que como sociedad se tome conciencia acerca de las implicaciones y consecuencias psicológicas que un divorcio puede ocasionar a las personas involucradas en él, ya sean adultos y/o niños.

Ya que si bien es cierto que el divorcio para algunos individuos puede ser una defensa o escape contra la ansiedad y, para otros una prueba de crecimiento psicológico, este proceso de separación siempre genera retos importantes que enfrentar y superar.

Divorcio y Psicoanálisis

Para el psicoanálisis el divorcio normal puede ser visto como la muerte de una relación de pareja, que tiene como consecuencia el renacimiento final del individuo, pero atravesando siempre por un periodo de duelo.

El “separarse” como sinónimo de “divorciarse” habla de la disolución de un vínculo. Esta disolución implica, según Bracchi, que cada persona cambia de posición, es y deja de ser objeto privilegiado de la mirada del otro.

Esta experiencia de separación precipita cambios tanto internos como externos. En el proceso interno involucrado en el divorcio se requiere que exista una movilización de las catexis o energía psíquica disponible desde la relación disoluta hacia otras áreas u objetos.

El retiro de esta energía de la pareja es gradual y similar al proceso involucrado en el duelo. Como en el duelo, las personas confrontan la tarea de divorcio desde su única historia de experiencias con la separación – individuación. La reacción de la persona debe ser vista como una reactivación de las experiencias de su vida temprana respecto a las separaciones, ya que éstas contribuyen a la forma en que el individuo verá y manejará la separación actual, es decir, el divorcio.

Dentro de los cambios externos, el más importante es la reorganización de la vida personal y familiar; el establecimiento de nuevas reglas entre los miembros de la familia, la realización de nuevas actividades sin la pareja, nuevas relaciones sociales, etc.

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Por consiguiente, es común que la depresión sea un factor importante del divorcio, ya que implica una pérdida. Por ello, es importante que tanto hombres como mujeres tengan la suficiente fortaleza para pedir ayuda a familiares y a amigos, así como a profesionales de la salud mental en caso de ser necesario.

Hijos de Padres Divorciados

Cuando la pareja en proceso de divorcio tiene hijos, es imposible abordar la situación sin tomarlos en cuenta, ya que el daño que les puede causar puede ser considerado como un aspecto destructivo del divorcio. Reducir al máximo este daño debe ser el objetivo tanto de padres como de terapeutas, no olvidando que muchas veces la vida conyugal de sus padres les causa más sufrimiento del que les provocaría su separación.

Las dificultades observadas en niños en quienes el divorcio hace impacto son: un inadecuado manejo de ira, repercusiones en el comportamiento y aprovechamiento escolar, conflictos de lealtad, fantasías de reconciliación, tristeza y soledad, baja autoestima, conflictos de conducta en el hogar, y sentimientos de responsabilidad por el divorcio.

Entre los procesos que se deben manejar y/o evitar con los hijos de familias en vías de divorciarse se encuentran los esfuerzos del padre o la madre por inducir a sus hijos a menospreciar al otro progenitor, vistos en fenómenos de sonsacamiento de información, emponzoñamiento y “lavado de cerebro”.

El buscar obsesivamente información en el esfuerzo de un cónyuge por enterarse de la situación del otro, o juzgar sin tratar directamente con la otra persona; interroga directamente al hijo o lo estimula a soltar datos reveladores acerca del otro progenitor.

Con excesiva frecuencia, esta práctica tiene por fin recoger y elaborar el material necesario para emponzoñar más a los hijos mediante insinuaciones. Estos procedimientos equivalen a un reclutamiento y trasforman su vida en el campo de batalla de los conflictos parentales.

En la mayoría de los casos es recomendable el inculcar a los hijos respeto y amor por ambos progenitores, y tratar los asuntos del divorcio exclusivamente con la pareja, informando a los hijos sobre algunas cuestiones. De esta manera, se evitarán conflictos de lealtad. El niño no se verá obligado a tomar partido por uno de los padres, ni se obsesionará por proteger al progenitor “más débil”.

Como se mencionó anteriormente, la reorganización de la familia es un punto clave durante el divorcio, y ésta depende del mantenimiento de las fronteras generacionales, es decir, de una reorganización jerárquica, debido a que no es raro que el hijo protector insista en que el adulto lo trate de igual a igual y se rehúse a aceptar su autoridad. Esta reorganización ayuda a las familias a no caer en modos de proceder disfuncionales y a lograr una nueva estabilidad familiar.

Terapia

Muchos pacientes llegan al consultorio sintiéndose muy angustiados por la posible o real separación, la individuación que ésta implica y los reajustes y cambios internos y externos. Si el divorcio aún no es una realidad, el primer reto será determinar si el objetivo del paciente es preservar el matrimonio o encarar los problemas presentados sin tomar en cuenta los efectos sobre aquél.

Es importante, que el paciente perciba en el terapeuta una actitud conservadora y neutral en el tratamiento de cuestiones relacionadas con la continuación o disolución de un matrimonio; sin embargo, ante una situación peligrosa que podría afectar al paciente o a terceros, no sería ético adoptar dicha posición.

El tratamiento de las personas que buscan el divorcio como solución para su matrimonio perturbado incluye los problemas de capacidad de separación, individuación y maduración. La terapia psicoanalítica facilitará los recursos y herramientas necesarias para que el paciente pueda enfrentar de la mejor manera posible el duelo, la depresión, y los cambios experimentados en un divorcio, y al mismo tiempo le irá dando la oportunidad de tomar decisiones más libres y sanas respecto a su vida y la de quienes le rodean.

En otras palabras, se busca el renacimiento del individuo como ser independiente, que difícilmente se logra sin el apoyo de un profesional ya que la persona generalmente centra su atención en la realidad externa, y la atención prestada al cambio interior palidece.

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Serán exploradas las respuestas del paciente ante el divorcio de tal forma que su historia de separaciones salga a la luz y se pueda trabajar en la relación terapéutica, así podrá el paciente entender las actitudes y reacciones actuales que está experimentando y de ser necesario podrá modificarlas.

A la larga, se podrá ver la ansiedad que provoca la separación marital como una perspectiva de crecimiento, el divorcio podrá ser vivenciado como una experiencia personal enriquecedora.

Hay personas que encuentran en el proceso de divorcio una nueva oportunidad para desarrollar recursos internos que habían permanecido sepultados durante sus matrimonios, y los utilizan para crearse una vida feliz y gratificante, ya sea solos o con una nueva pareja. Se hace de la necesidad, una virtud, utilizando la infortunada situación del divorcio para estimular el descubrimiento y desarrollo de un individuo único e independiente.

Como conclusión, en general hemos de ser enemigos del divorcio, sobre todo cuando se trata de una solución rápida y superficial, pero no en los casos justificados, en su mayoría señalados por la ley, pues entonces es procedente y puede resolver problemas humanos de forma satisfactoria.

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