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Dirección General de Divulgación de la Ciencia UNAM • Número las bases más fundamentales del com- portamiento social para el bien común –honradez, respeto a los demás, sentido de responsabilidad, gusto por hacer bien las cosas–, y no suministrarles la mayor cantidad posible de conocimientos. La verdad es que yo quedaría más que con- forme con que todo egresado de la pri- maria –es decir, todo niño de 12 o 13 años– tuviera buenos hábitos de com- portamiento, supiera leer bien, escribir igual de bien y dominara la aritmética básica, porque creo que eso lo dejaría debidamente preparado para aprovechar los años de secundaria y preparatoria para, entonces sí, recopilar conocimien- tos. Baso esta idea en que, siempre en mi opinión, la lectura y la aritmética son decisivas en el desarrollo del intelecto abstracto, es decir, en el desarrollo de la capacidad de trabajar con ideas más que con objetos, que es, a su vez, una de las capacidades que nos diferencia de los demás animales. Por desgracia, no es eso lo que veo a mi derredor. La mayor parte de mis alum- nos de la carrera de física son incapaces de escribir un párrafo coherente, sin fal- tas de ortografía y con una puntuación y una sintaxis decentes, y si se me ocurre mencionarles alguna lectura más o me- nos clásica, las conmovedoras mira- das de interrogación que me dirigen me revelan que no sólo no la han leído, sino que jamás han oído hablar de ella ni tienen la menor intención de leerla. De hecho, mi impresión es que la lectura está dando sus últimas patadas de ahogado y que va a aca- bar siendo como la leche de vaca: un re- cuerdo entre los ancianos de algo muy sa- broso que existió en el pasado, pero que ya se extinguió. Y si la gente no lee, ¿cómo va a escribir razonablemente bien? Si a todo lo anterior le agregamos la pérdida general de valores espirituales –el respeto a los demás, el sentido de responsabilidad– en aras de la riqueza ma- terial y el consumismo (que, por cierto, es muy sabroso, pero nos ciega cuando se convierte en el fin único de nuestra exis- tencia), es inevitable concluir lo que men- cioné al principio de este escrito: que la educación está fallando y que ello nos está conduciendo a una penosa decadencia in- telectual, a una incultura generalizada. Mi propósito al mencionar todo lo an- terior no es sumarme a la práctica del de No hay duda: ha llegado el momento de la divulgación. Y no me refiero sólo a la divulgación científica, sino a La Divulga- ción, con mayúsculas y en general. Cada día se hace más necesario que científi- cos y humanistas compartan sus ideas, sus conocimientos y sus métodos. Hace apenas 50 años, la responsabilidad de la formación del individuo recaía, según el caso, prácticamente por completo en dos o tres sólidos pilares. Los dos primeros, comunes a todos, eran la familia y la es- cuela; el tercero, menos general, la igle- sia. Hoy día la experiencia nos muestra que al menos los dos primeros están fa- llando lamentablemente (carezco de experiencia directa respecto al tercero). Por supuesto estoy hablando en general, y apro- vecho para aclarar que todo lo que diré aquí no sólo es en general, sino, además, tan sólo mi muy humilde y conservadora opinión de individuo con abundante “ju- ventud acumulada”. Digo que la familia y la escuela están fallando porque, para mí, la función pri- mordial de ambas es formar futuros ciu- dadanos, es decir, infundir en los niños Ésta es una edición especial de El muégano di- vulgador, motivada por un acontecimiento triste pero con un propósito gozoso. El primero es la lamentable y lamentada (sin albur, como hubiera dicho él) muerte de Miguel Ángel Herrera Andrade, astrónomo, divulgador, amigo y director de vinculación en la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM. El propósito gozoso es recordar la personali- dad de este compañero y las características que lo hicieron querido, respetado, apreciado y dis- frutado por quienes estuvimos a su alrededor. Añoramos su cultura, inteligencia y sentido del humor; su memoria siempre nos hará sonreír con el recuerdo de quien siempre aportó algo nuevo y bueno. Miguel Ángel Herrera Divulgar... ¿por qué y para qué? 1

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Dirección General de Divulgación de la Ciencia� UNAM • Número ��

las bases más fundamentales del com-portamiento social para el bien común–honradez, respeto a los demás, sentidode responsabilidad, gusto por hacer bienlas cosas–, y no suministrarles la mayorcantidad posible de conocimientos. Laverdad es que yo quedaría más que con-forme con que todo egresado de la pri-maria –es decir, todo niño de 12 o 13años– tuviera buenos hábitos de com-portamiento, supiera leer bien, escribirigual de bien y dominara la aritméticabásica, porque creo que eso lo dejaríadebidamente preparado para aprovecharlos años de secundaria y preparatoriapara, entonces sí, recopilar conocimien-tos. Baso esta idea en que, siempre enmi opinión, la lectura y la aritmética sondecisivas en el desarrollo del intelectoabstracto, es decir, en el desarrollo de lacapacidad de trabajar con ideas más quecon objetos, que es, a su vez, una de lascapacidades que nos diferencia de losdemás animales.

Por desgracia, no es eso lo que veo ami derredor. La mayor parte de mis alum-nos de la carrera de física son incapacesde escribir un párrafo coherente, sin fal-tas de ortografía y con una puntuación yuna sintaxis decentes, y si se me ocurremencionarles alguna lectura más o me-nos clásica, las conmovedoras mira-das de interrogación que me dirigenme revelan que no sólo no la hanleído, sino que jamás han oídohablar de ella ni tienen la menorintención de leerla. De hecho, miimpresión es que la lectura estádando sus últimas patadas deahogado y que va a aca-

bar siendo como la leche de vaca: un re-cuerdo entre los ancianos de algo muy sa-broso que existió en el pasado, pero queya se extinguió. Y si la gente no lee, ¿cómova a escribir razonablemente bien?

Si a todo lo anterior le agregamos lapérdida general de valores espirituales–el respeto a los demás, el sentido deresponsabilidad– en aras de la riqueza ma-terial y el consumismo (que, por cierto, esmuy sabroso, pero nos ciega cuando seconvierte en el fin único de nuestra exis-tencia), es inevitable concluir lo que men-cioné al principio de este escrito: que laeducación está fallando y que ello nos estáconduciendo a una penosa decadencia in-telectual, a una incultura generalizada.

Mi propósito al mencionar todo lo an-terior no es sumarme a la práctica del de

No hay duda: ha llegado el momento dela divulgación. Y no me refiero sólo a ladivulgación científica, sino a La Divulga-ción, con mayúsculas y en general. Cadadía se hace más necesario que científi-cos y humanistas compartan sus ideas,sus conocimientos y sus métodos. Haceapenas 50 años, la responsabilidad de laformación del individuo recaía, según elcaso, prácticamente por completo en doso tres sólidos pilares. Los dos primeros,comunes a todos, eran la familia y la es-cuela; el tercero, menos general, la igle-sia. Hoy día la experiencia nos muestraque al menos los dos primeros están fa-llando lamentablemente (carezco deexperiencia directa respecto al tercero). Porsupuesto estoy hablando en general, y apro-vecho para aclarar que todo lo que diréaquí no sólo es en general, sino, además,tan sólo mi muy humilde y conservadoraopinión de individuo con abundante “ju-ventud acumulada”.

Digo que la familia y la escuela estánfallando porque, para mí, la función pri-mordial de ambas es formar futuros ciu-dadanos, es decir, infundir en los niños

Ésta es una edición especial de El muégano di-vulgador, motivada por un acontecimiento tristepero con un propósito gozoso. El primero es la lamentable y lamentada (sinalbur, como hubiera dicho él) muerte de MiguelÁngel Herrera Andrade, astrónomo, divulgador,amigo y director de vinculación en la DirecciónGeneral de Divulgación de la Ciencia de la UNAM. El propósito gozoso es recordar la personali-dad de este compañero y las características quelo hicieron querido, respetado, apreciado y dis-frutado por quienes estuvimos a su alrededor.Añoramos su cultura, inteligencia y sentido delhumor; su memoria siempre nos hará sonreír conel recuerdo de quien siempre aportó algo nuevoy bueno.

Miguel Ángel Herrera

Divulgar... ¿por qué y para qué?

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porte nacional por excelencia —que-jarse y criticar—, ni exponer los proble-mas educativos del país (¡se necesitaríaun libro entero!), sino proponer la solu-ción que considero más viable y directa.Como la escuela y la familia ya no bastanpara inculcar la cultura deseable en losfuturos ciudadanos, es obvio que necesi-tan ayuda. Y esa ayuda, como todos (losdivulgadores) sabemos, puede proporcio-narla la divulgación. Con su colaboraciónes posible complementar mucho de lo queni escuela ni familia están logrando.

La divulgación tiene numerosas venta-jas sobre la educación formal: no es obli-gatoria, no se evalúa, no tiene horariospreestablecidos, programas específicos nicondiciones limitantes: se toma cuando,cuanto y donde se desee. Su misión no eseducar: es cultivar, formar ciudadanos cul-tos. ¿Para qué? ¿Acaso la cultura sirve paraalgo? Cuando alguien preguntó al filóso-fo George Santayana para qué sirve la mú-sica, él respondió, “para nada..., igual quela vida”. Y algo semejante podría pregun-tarse y responderse sobre la cultura. Sinembargo, la realidad es que no sólo sí sir-ve para algo, sino que sirve para mucho.La cultura nos diferencia de los demás ani-males; sin ella regresaríamos a las cavernas(algo que muchos creen que deberíamoshacer). Nos provee de capacidad de jui-cio, nos permite elegir qué vida desea-mos vivir. Es, en resumen, una herramienta

cer de saber más; es que han constatadoque el saber ofrece la posibilidad decontrol, no sólo sobre la naturaleza sinotambién sobre los que no tienen ese co-nocimiento.

Desde luego esto no es ninguna nove-dad. ¿Por qué, entonces, todo parece in-dicar que estamos escogiendo el ladomalo en vez del bueno? Desconozco larespuesta que, seguramente, depende demuchísimos factores; pero estoy segurode que uno de ellos es el número tan re-ducido de investigadores que hay en elpaís. Y eso no es lo peor: si seguimoscomo vamos, dentro de pocos años ha-brá aún menos, pues el ingreso a carre-ras científicas ha estado declinandonotablemente en los últimos años. Aquíla divulgación de la ciencia puede des-empeñar un papel definitivo, no sólocomo complemento formativo de la edu-cación formal, no sólo como generadorade cultura, sino, además, como moti-vadora, mostrando a niños, jóvenes yadultos las maravillas de las ciencias, suatractivo como profesión y las satisfac-ciones que proporciona una vida dedi-cada a ellas.

Estoy convencido de que divulgar laciencia es fundamental para informar,motivar y acabar con estos mitos y deque, por tanto, urge implementar unaintensa campaña de divulgación de laciencia a todos los niveles para evitar elseguir atrasándonos cada vez más respec-to a los países desarrollados.

para vivir mejor, más plena-mente y más felices, paraaprender a disfrutar todo loque nos ofrece el mundoque nos rodea; nos propor-ciona elementos de juicio,puntos de referencia parasaber escoger el camino encualquier momento, encualquier encrucijada, ydisfrutar plenamente el re-corrido a lo largo de dichocamino. No pretendo afir-mar que la cultura nos hacefelices, honrados, trabaja-dores y buenos ciudadanos,sino que nos da los elemen-tos para poder serlo. La elec-ción es totalmente nuestra.

Hasta ahora he intenta-do justificar la necesidadde divulgar, tanto las cien-cias como las humanida-des. Para concluir, quisieradecir algo en particularsobre la necesidad de di-vulgar la ciencia. Vivimos

en un país subdesarrollado, es decir, enun país que se ve obligado a exportar susmaterias primas al precio que le exijanpor carecer de la tecnología requeridapara elaborarlas, y a importar la tecnolo-gía de la que carece a costos exorbitan-tes. Lo malo y lo bueno de esta situaciónes que no puede durar para siempre. Ellado malo es que puede terminar porqueya no nos quede nada que vender (mate-rias primas), en cuyo caso ya no habrá nadade qué preocuparse, porque el problemano será nuestro, sino de nuestro nuevo amo.El lado bueno es que esa no es la únicaforma en que puede terminar: también ter-minará cuando tengamos una tecnologíadesarrollada, competitiva; y eso sólo selogra a través del conocimiento; en par-ticular, del conoci-miento científico. Poralgo los países desa-rrollados dedicanun porcentaje mu-cho mayor de suproducto internobruto a la formaciónde investigadorescientíficos y a lainvestigación. No esque sean “buenasgentes” que deseanapoyar la búsquedade nuevos conoci-mientos por el pla-

Fragmento del texto ”Divulgar... por qué y paraqué”, en Tonda et al., Antología de la divulgaciónde la ciencia en México (DGDC-UNAM, 2002).

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Hoy que paso frente a tu puertase me hiela la sangre, trago saliva,mariposas aletean en mi estómago.Te veo ahí en los pasillos contento, es fácil acercarse,empiezo a platicar contigo y escuchas atento,no sé por qué pero siento tu calor,el comentario agudo en el momento preciso,nadie es más antisolemne, hay que trabajar en paz,pero abro bien los ojos y no estás ahí,te busco por todos lados y espero que llegues,que hagas lo que siempre has hecho,ser tú y nadie más, sonrío para calmarme,se me saltan las lágrimas a borbotones,nada cambia mi estado, tal vez sólo el tiempo.Sólo creías en las estrellas que se alejan,en las galaxias distantes, en el estudio profundo,querías emprender un viaje espacial,a la velocidad de la luz, y lo lograste.Te buscaré en algún hoyo negro del Cisne,en los canales de Marte, en las auroras boreales.Seguramente estarás con una copa de vino tinto,con el Somnium en tu manos, el Réquiem de fondo,y haciendo la sopa para la siguiente mano.

Oda a las estrellas

Para Miguel Ángel HerreraIn memoriam

Juan Tonda Mazón

El doctor Miguel Ángel Herrera Andradenos deja una rica y valiosa contribución,tanto en el campo de las ciencias llama-das «duras», cuanto en el campo de ladivulgación científica y técnica. Comoastrónomo profesional, su obra es reco-nocida internacionalmente; como divul-gador, su efectiva y entusiasta actividadcomo conferencista, escritor de libros yde artículos queda para los jóvenes delos países de habla española comomuestra de este quehacer riguroso en sucontenido, pero a la vez atractivo, ama-ble y provocador en su forma.

Las sociedades que se honraron consus importantes contribuciones fueron:

–La Unión Astronómica Internacional,sociedad que esta presente en todos lospaíses donde se hace astronomía profe-sional, en la que figuró desde 1971.

–La Planetary Society, con sede enPasadena, California, dedicada a la pro-moción y desarrollo de la exploraciónplanetaria, de la que Miguel Ángel fuemiembro desde su comienzo,

–La Sociedad Mexicana de Física, dela que fue destacado colaborador, entu-siasta promotor y riguroso conferencista

–La Sociedad Mexicana para la Divul-gación de la Ciencia y la Técnica, don-de fue distinguido socio fundador ycontinuo promotor y colaborador com-prometido. Su excelencia como divul-gador será muy difícil de igualar.

–Y por último, la recientemente fun-dada Sociedad Mexicana de Astrobio-logía, dedicada al estudio de la vida enel espacio y del comportamiento del serhumano en él, de la que fue socio fun-dador y primer vicepresidente. Esta so-ciedad resiente en especial su partida.

Miguel Ángel nos deja un recuerdovivo de su carácter y de su personali-dad. Su exuberancia en ideas construc-tivas, su alegría ante el hallazgo, su fino,ágil y delicado buen humor, su optimis-mo, su profesional y a la vez ligera yprofunda forma de pensamiento, suamor por la música y su gran capacidaden la amistad, hacen que en nuestrasmentes la imagen de Miguel Ángel seencuentre viva, activa y rodeada de uninmenso cariño.

José de la Herrán

Sociedades científicas

José de la Herrán es ingeniero, astróno mo y di-vulgador de la ciencia en la DGDC.Comentarios: delaruiz@servidor�unam�mxComentarios: delaruiz@servidor�unam�mxComentarios: delaruiz@servidor�unam�mxComentarios: delaruiz@servidor�unam�mxComentarios: delaruiz@servidor�unam�mx

Juan Tonda Mazón estudió física y es edi-tor y divulgador de la ciencia además desubdirector de medios de comunicaciónde la DGDC-UNAM

Comentarios: jtonda@universum�unam�mxComentarios: jtonda@universum�unam�mxComentarios: jtonda@universum�unam�mxComentarios: jtonda@universum�unam�mxComentarios: jtonda@universum�unam�mx

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Carta a Miguel Ángelen el día de su cumpleaños Víctor Manuel Herrera

todos los días. Era enorme tu vocaciónde alegría; casi tanta como tu capacidadde contagiarla a tu entorno. En los gran-des milagros de la ciencia y de la músi-ca habrás tenido tus grandes momentos;en los menudos del día a día, nos rega-laste grandes momentos a todos noso-tros, mano. Y perdona, otra vez.

Milagros de la vida diaria: siempre teinteresaste por la cabeza. Cuentan nues-tros papás que en épocas utópicas y

ucrónicas para mí –como lo es hoy estemomento para ti–, revelabas ya caráctercientífico. Dicen que te proponías dejarcaer una rotunda canica de tres centí-metros de diámetro sobre la cabecita detu hermano recién nacido tan sólo paracomprobar si su cráneo era capaz de so-portar el impacto. Mamá –dicen– llegóa tiempo de salvar el cerebro de su se-gundo hijo antes del desastre, mientrastú te ibas refunfuñando por la falta deespíritu científico de tus progenitores.

Me acuerdo también, por insistir en elillo tempore, de la época en que te diopor asestarnos “topes” a tus pobres her-manitos. Arrancabas gritando: “¡tope!”,

y todos salíamos corriendo, porque co-nocíamos el rigor de esas embestidas queconsistían en un recio cabezazo de astró-nomo in pectore directamente en la fren-te de su víctima. A mí me guardaste ciertacompasión, porque era muy chiquito. PeroMagda y Javier sufrieron tus arremetidas.Nunca olvidaré el único que me atizaste:por fin me habías atrapado; me redujisteen la cama de tu cuarto y clamaste tu gri-to de guerra: “¡tope!”. Tal fue el topetazoen la frente que, según he elucidado conlos años, eso fue lo que me predestinódesde entonces irremediablemente a lashumanidades. Así de inspirada podía sertu cabeza, pero no se agotaba en embes-tidas. También empezaba a despuntar ladel investigador.

Recuerdo muy especialmente una tar-de en la que yo me demoraba en cuentosde Mickey Mouse, y tú me llamaste des-de tu laboratorio (y es que tú tenías unlaboratorio desde muy pequeño). Yo dejélos cómics de lado y acudí al fondo deaquel negro pasillo que parecía hallarseal fondo de la vida. Simplemente me mos-traste un tubo de ensayo y me pediste quelo observara con atención. Yo tenía comotres años; tú, unos doce. En un principiono se vislumbraba en el tubito más queuna masa amarillenta. Tú lo mantenías acontraluz, en un ambiente mágico (querecordé, por cierto, años después, cuan-do leí Cien años de soledad, pues era elmismo ambiente que transfiguraba el cuar-to de los manuscritos de Melquíades). Depronto, surgió una flor de la masa amari-lla. Una flor que iba creciendo frente amis ojos lentamente. Y seguía creciendo,¡carambas! Ante mi estupor, con la san-gre fría que a veces te distinguió, aclaras-te muy serio: “Esto es pura química, comotoda la naturaleza”. Y desde entoncescomprendí que yo nunca me enamoraríaen la vida y que en ese punto se separa-ban nuestros caminos. Pues yo creía quelo bonito de la magia es la poesía, mien

México, a 8 de agosto de 2002Miguelón:Hoy habrías cumplido 58 años, mano.No pudo ser. Ya te liberaste de la ley dela termodinámica, de la ley de la grave-dad, de la ley de la relatividad (esas me-táforas autoritarias), pero ya nunca teliberarás de las metáforas amigas que laemoción se inventa para recordarte. Per-dona, mano, ya sé que detestabas la cur-silería: te gustaban las cosas bien claras.

No había, a tu modo de ver, hecho físicoo psíquico que no pudiera explicarse contan sólo aplicar la inteligencia. Pero larealidad te ha dado un mentís, Miguelón:tu muerte es y seguirá siendo un misteriopara siempre jamás. Es un escándalo de larazón. Y es, al mismo tiempo, tan banal.

Siempre me llamó la atención que des-deñaras los milagros y que, al mismotiempo, te dedicaras en cuerpo y alma almilagro de la vida. A los mayores: la mú-sica y la ciencia (la música de las esfe-ras, que decía Herschel, y la esfera de lamúsica, que te rodeó desde la cuna). Yal supuestamente menor: el milagro dela felicidad en la vida llana y simple de4

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nísimo”. Tal era a veces el alcance de tuencantamiento que podía obviar los re-ferentes. Y es justo así como sigues másque vivo entre nosotros.

Y los milagros mayores: no se sabrá sifue un augurio, un presagio, una de esasmalas pasadas del destino (palabras to-das que habrías desaprobado por falaces).La cosa es que el domingo anterior a tumuerte, lo recordarás, cantaste con tucoro ni más ni menos que el Requiem deMozart. Y no sólo eso, sino que lo se-guiste cantando en el coche camino aGuadalajara y, después, todo el fin desemana: en Tlaquepaque, en los taxis, enlas cenas. No sabías que estabas cantán-dote tu propia misa de réquiem. Purascoincidencias, habrías dicho tú. Pero elhecho allí está, al igual que tantos otrosinexplicables de la vida.

Miguelón: como casi todos, tú inven-taste tu propia forma de ser irrepetible.Pero eras sin duda más divertido que lamayoría. Si algo es seguroes que fuiste un hombre fe-liz, lo que tampoco se pue-de afirmar de cualquierade nosotros. Tal vez sea eseel único consuelo que nosqueda, pero siempre llega-rá acompañado de un “¿Ypor qué no veinte añosmás?” Veinte años más devida para ti mismo, hom-bre, en ese pequeño estu-dio de tu casa, dondecifrabas tu existencia pala-bra tras palabra, nota trasnota, ecuación tras ecua-ción sobre el sentido y elsinsentido del universo.

Un maravilloso prover-bio chino dice que la tra-dición no es la adoraciónde las cenizas, sino latransmisión del fuego. Elfuego en ti, Miguelón, erala alegría de vivir. Aunqueahora nos cueste, ojalánunca podamos olvidaresa lección que nos dejas-te, mano: anteponer a los agujeros ne-gros del dolor la supernova del placer.

Cuando el miércoles 31 de julio sali-mos de Gayosso al filo de la una de la

tras que tú siempre supiste que el ver-dadero portento estriba en descubrir el tru-co que la subyace.

Y así seguiste durante años, sin dartecuenta de que el truco eras tú. De queandabas esparciendo milagritos a diestray siniestra, con tu ingenio y con tu hu-mor; a veces con tu falta de malicia (queprefiero llamar bondad); otras, con esa in-corruptible infancia que te acompañódurante casi seis décadas. Convertido enun artista del disfemismo (es decir, apa-rentar menos en lugar de más) optaste porla humildad y la modestia en tu manerade vestir y de actuar, en tu discurso y entu forma de pensar. Detestabas el menorasomo de solemnidad en cualquier cam-po y odiabas la “afectación intelectual”.Platicabas con idéntico desparpajo y sim-patía con un embajador o con un boto-nes (creo que nada más los meseros tedespertaban cierta suspicacia). Y sin em-bargo, te movías entre los grandes temasde continuo. Recuerdo una ocasión, haráya unos veinticinco años, en que te visitéen tu cubículo de la UNAM. De tu compu-tadora prehistórica salía una larga tira defórmulas que se desenrollaba recorrien-do varios metros por el suelo. “¿En quéestás trabajando, mano?”, te pregunté. “Enla química del origen”, fue tu tácita res-puesta. Sin engolamiento ni pretensiones;sin el menor understatement. No te da-bas cuenta, pues, (o lo ocultabas muybien) de que constantemente sacabasconejos del sombrero, de que tu varita má-gica (democrática como ninguna) hechi-zaba por igual la comida de los sábadoscon las tías que una conversación eruditasobre los cuarks o Penderecki. Pero quiénsabrá nunca en qué te ocupabas cuandote daba por pensar a solas.

Una vez, al alimón con mamá, se in-ventaron la mejor definición del humorde que yo tenga noticia. Ella acababa dedescansar toda la tarde en su habitaciónde un hotel parisino y bajó a cenar al res-taurante. Nuestro papá hablaba de algúnpianista de los sesenta, cuando mi madrese echó a reír desaforada, podríamos de-cir a moco tendido. Le preguntamos: ¿Quéte pasa, jefita? Y nomás dijo: “Me estoyriendo de lo que dijo Miguel esta maña-na”. “¿Y qué dijo Miguel?”, insistimos.“No me acuerdo, respondió, pero era bue-

tarde, durante un buen trecho de FélixCuevas nos acompañó a ambos lados dela avenida la muchedumbre que espera-ba al papa (al potato, como tú lo llama-bas con un cierto dejo de cariño). Ya sehabía suspendido el tráfico normal. Pa-samos solos por el centro en caravana lasdos carrozas fúnebres y los dos cochesque las seguíamos hacia el crematorio.A tu paso (y el de Carmen) los compar-sas del circo religioso se santiguaban ca-riacontecidos. No estoy seguro, pero yocreí oír tu risa, lozana e inconfundible,desde el más allá.

Hasta siempre, mano.

Víctor Manuel Herrera es doctor en filosofíay hermano del fallecido Miguel Ángel Herrera

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encima de muchos elementos, y eso demuchas maneras me hace sentir bien;siempre diste todo, tengo todo de tuamistad, nada me falta.

El cariño que siempre nos unió y nosseguirá uniendo quizásea el paliativo mejorpara asimilar esta sepa-ración tan injusta, tansin sentido.

“Cuates” siempre, yojalá revises tus gustosen cuanto a los Diablos,los Dodgers, y el Atlan-te; seguiré con los Tigres, Gigantes y elAtlas y en mi corazón serán los “clási-cos” contigo, y discutiremos en los tér-minos que por alguna razón encontramospara que nuestras diferencias, no sólo enlos gustos deportivos, fueran comunica-ción.

“Guilladera” (como nos decíamos),sólo te digo otra vez que en mi intelectomarcaste y dejaste el reto de la búsque-da por hacer la vida más “rica” cada día, yen mi corazón siempre estará Miguel micuate, que hizo de la amistad un placer.

Gracias y si no nos vemos más,un abrazo y la garantía de recuer-dos guardados con cariño y parasiempre... y esa sensación detodo y nada.

2 de octubre del 2002Miguel:Cuando suceden estas abruptas e injustasseparaciones aparece un signo brutal deincomprensión a muchas cosas. En estascircunstancias queda a veces una pregun-ta que a mí me surgió: ¿qué nos faltó dehacer juntos?, ¿qué dejé pendiente conti-go?, ¿qué dejarías pendiente conmigo?..y pendiente en un sentido sano, positivocomo eres tú... quizá más que pendientesería, ¿qué se acabó entre nosotros conesta separación?

Todo y nada, porque así es la contra-dicción en mi sentimiento... todo, puestu relación como amigo ha sido la mássignificativa. Jugamos muchas veces conel término “cuate” (ya sé que dirías algomás de esa palabra “cuate”), pero en fin,busco otro término, distinto al de amigo,pues a lo mejor necesito una palabra es-pecial para nuestra amistad... contigo“cuate” significa una relación de ordenmuy especial. Lo que tú hacías con tus“cuates” tenía una conjunción muy espe-cial, entre una sencillez fuera de serie yuna profundidad, dada por tu inteligen-cia, que le daba clase y categoría (ex-presiones que siempre usaste), sin dejar deser sencillo. Creo que lo lograbas porqueeres amable y cálido, a pesar de tu introver-sión (por prudente... por decente) y de tutimidez (otra vez la prudencia... el respe-to al otro, el no imponer tus condiciones,el darle espacio al de enfrente, a tus“cuates”, a tu familia, a los de alrededor).

Lo anterior hace que en nuestra sepa-ración resienta ese “cuate” del todo, yentonces, todo demando para ese todoque me “debes” o quiero seguir tenien-do... Pero eso me lleva a que en mi rela-ción contigo, nada está pendiente, puesrecibí siempre de ti todo, y así será mirecuerdo. En los 36 años de amistad y to-das las andanzas en las que vivimos per-duró esa relación de “cuates”, donde laarmonía y el apoyo siempre estuvieron por

Tomás Bilbao

Todo y nada

Tomás

Tomás Bilbao es fisico. Estudió y dio clasesjunto con Miguel Ángel Herrera en la Escue-la Secundaria y Preparatoria de la Ciudadde México.

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Los planes absurdosJulia Tagüeña

Mike estaba dispuesto a apoyarnos en cualquier plan, por absurdo que pareciera. Laplaneación siempre resultaba tanto o más divertida que el plan mismo.

De todos los planes que concebimos, tal vez el más loco fue el baile celta para lafiesta de navidad. Julieta Fierro, coreógrafa de corazón, empezó por darnos un videocon los pasos básicos. Yo compré boletos e invité a todos, incluida Carmen, la esposade Mike, a ver bailar a Riverdance (todavía no sé cómo seguimos con el plan despuésde verlos...).

Todos los días, como verdaderos profesionales, le dedicábamos un rato al asunto,muertos de risa. La verdad es que nos salía fatal hasta que Mike empezó a llevar elritmo. Tenía tan buen oído que empezó a contar con la música y sólo con sus cuentaslogramos coordinar algo, no me atrevo a llamarlo baile celta, pero algo en esa direc-ción. El ritmo repetido marcaba cada cambio de paso y una vez más con su ayuda seformó el equipo.

Cuando supe que había muerto se me metió en la cabeza toda la noche otro ritmorepetido, el de una sevillana muy triste que dice y vuelve a decir: “algo se muere en elalma cuando un amigo se va”.

Julia Tagüeña Parga es doctora en física, investi-gadora del Centro de Investigación en Energíade la UNAM y directora de museos en la DGDC.Comentarios: jtag@servidor�unam�mxComentarios: jtag@servidor�unam�mxComentarios: jtag@servidor�unam�mxComentarios: jtag@servidor�unam�mxComentarios: jtag@servidor�unam�mx

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María del Carmen Farías

María del Carmen Farías Román es actriz,subgerente de proyectos especiales del Fondo deCultura Económica y coordinadora de la colec-ción “La ciencia para todos”.Comentarios: cfarias@fce�com�mxComentarios: cfarias@fce�com�mxComentarios: cfarias@fce�com�mxComentarios: cfarias@fce�com�mxComentarios: cfarias@fce�com�mx

Científico humanista

humanista científicoo

amigos, dispuesto a ayudar cada vez quese le solicitaba.

Y luego vino la pesadilla: su siguienteobra, Biofísica, geofísica, astrofísica: paraqué sirve la física, en la colección “Edi-ciones Científicas Universitarias”. ...Ydigo pesadilla porque así me lo pareciócuando recibí su original; pensé sería im-posible poder descifrar ese manuscrito.Y vinieron también las largas –y cuantomás largas más amenas– sesiones edito-riales con él: primero para que ladiseñadora Guadalupe Villa desentraña-ra sus más de cien dibujos, trazos o gara-batos a lápiz de las ilustraciones queacompañan la obra; luego para corregircon José Luis Acosta los cientos de fór-mulas, también trazadas a lápiz en sumanuscrito, y después la minuciosa co-rrección.

Todo esto amenizado con el mejor caféde México –que prepara Axel Retif en elcuarto piso del Fondo–, comida china ydestilando cultura como al acaso, comosi se tratara de simples anécdotas queMiguel Ángel nos compartía. Porque nun-ca se pudo saber qué era Miguel Ángel:si un científico humanista o un humanis-ta científico.

Y la música, por supuesto la música:las últimas correcciones de Biofísica,geofísica, astrofísica fueron hechas al rit-mo del cuarto concierto para piano deBeethoven, interpretado por ClaudioArrau, así que las erratas que se le hayandeslizado podemos achacarlas al rondó(vivace) del músico de Bonn.

Otro rasgo de Miguel Ángel que nopodía escapar a cuantos lo conocimos,o, mejor dicho, del cual no podíamosescapar cuantos lo conocimos, era suagudeza: una aguda mordacidad a florde lengua para tratar de ocultar su ternu-ra a flor de piel.

Miguel Ángel Herrera:

Me duelen las palabras. Para ninguno denosotros es fácil hablar de alguien tanquerido como Miguel Ángel Herrera yevocarlo... ¡si apenas hace unos días ha-blábamos con él! Pero estamos aquí paraeso, para recordarlo y compartir los días,los años, las anécdotas, el tiempo y lasatisfacción de habernos brindado suamistad.

Fue en el antiguo edificio del Fondode Cultura Económica, en avenida Uni-versidad, en mayo de 1985, cuando lle-garon dos jóvenes astrónomos a firmarsu contrato de edición de la obra La fa-milia del sol, para la colección “La cien-cia desde México”. Ellos eran JulietaFierro y Miguel Ángel Herrera, quienesel 18 de octubre de l984 habían presen-tado su propuesta, introducida por unacarta que empezaba así:

Querida Alejandra [se referían a nues-tra querida Alejandra Jaidar, fundadorade la colección]:

Estamos interesados en escribir un li-bro para la serie que estás coordinandoen el Fondo de Cultura Económica. Nosgustaría saber si podemos ilustrar el li-bro. Dándote las gracias por habernos in-vitado…

Y a continuación se leía el índice.Este contrato lo firmaron por 200 mil

ejemplares. Ya desde entonces soñába-mos con largos tirajes, y no sin razón: Lafamilia del sol, número 62 de la colec-ción ahora llamada “La ciencia para to-dos”, apareció en 1988, y ha vendido a

la fecha más de 64 mil ejem-plares. En la más recienteedición del concurso na-cional “Leamos ‘La cienciapara todos’”, 437 jóvenesescogieron este título paraparticipar.

Pero no por tener ya pu-blicado su libro dejábamosde ver a Miguel Ángel. Yno lo dejábamos de verporque el siempre nostenía presentes, como te-

nía presentes a todos sus8

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En abril de 1998 surgió el primer núme-ro del boletín Chismes espaciales; en es-tos días sale el número 16 y será elprimero sin Miguel Ángel.

Hace más de cuatro años, en una deesas pláticas donde uno planea cómocambiar al mundo, entre otras muchascosas Miguel Ángel y yo nos pregunta-mos: ¿cómo hacer que haya muchachosinteresados en las ciencias espaciales yplanetarias? Cuando llegan a la licencia-tura, los jóvenes ya han decidido lo quequieren o creen que quieren estudiar, yen muchas ocasiones en el camino se dancuenta de que había otras cosas, peronadie se los informó, y a veces ya es de-masiado tarde para girar el rumbo.

Como cambiar el mundo se veía algocomplicado, tuvimos que moderar con-siderablemente nuestras aspiraciones, ysurgió el proyecto de un boletín dondehubiera cosas relacionadas con el temade marras, pero explícitamente dedica-do a jóvenes que cursaran la educaciónmedia superior. Sentimos que era allídonde se podrían empezar a formar vo-caciones y que un boletín pequeño, ma-nejable y con lenguaje coloquial serviríaa este propósito.

Así fue como nació Chismes espacia-les. El nombre no les gustó a algunos,pues suena muy poco académico; enpocas palabras, no era serio. Inclusohubo alguien que nos dijo que, atenién-donos a la definición de chisme, segúnla edición 2001 del Diccionario de laLengua Española, pareciera que el bole-tín tratara de “noticias verdaderas o fal-sas, o comentarios con que generalmentese pretende indisponer a una persona conotra o se murmura de alguna”. Por su-puesto que nuestra intención no era mur-murar de Marte, indisponer al satélitejoviano Europa con nuestra luna, o ha-blarles mal del sol o los rayos cósmicosa nuestros potenciales lectores. Tampo-co propagamos noticias falsas; todas, porel momento al menos, son aceptadascomo verdaderas. Digamos más bien que

el nombre resonó con la aproximaciónpoco solemne que ambos teníamos antela ciencia. Simplemente nos gustó, y asíse quedó.

En estos más de cuatro años MiguelÁngel y yo, junto con un grupo de entu-siastas colaboradores que trabajan en pe-riodismo científico y con el apoyo de laDGDC y del Instituto de Geofísica de laUNAM, hemos compartido nuestros Chis-mes con todos los Colegios de Ciencias yHumanidades, Preparatorias, algunas fa-cultades, bibliotecas y posgrados de laUNAM, con algunas escuelas del InstitutoPolitécnico Nacional, con cinco univer-sidades estatales y con universidades enArgentina, Brasil, Chile y Cuba. Preten-demos llegar a todo el país y, ¿por quéno?, a toda Latinoamérica. Seguramenteeste afán expansionista hubiera divertidomucho a Miguel Ángel. Pero independien-temente de estos planes, pensamos queel boletín es ya una pequeña contribuciónal enorme esfuerzo de la divulgación cien-tífica.

Miguel Ángel concretó ideas y sueños,y lo hizo con un apasionado entusiasmoy gran perseverancia. Su trabajo será per-durable porque todos nos encargaremosde ello. Así, él y nosotros desafiaremos alpoeta que nos dice que “los hombres pa-san como las nubes, como las naves,como las sombras”.

Blanca Mendoza

Chismes espaciales: Pequeño homenaje a Miguel Angel Herrera

Blanca Mendoza es doctora en geofísica, investi-gadora del Instituto de Geofísica de la UNAM yeditora del boletín Chismes espaciales.

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Un bautizo y un funeralAntígona Segura Peralta

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Antígona Segura Peralta es maestra en astronomía, doctora en cienciasde la tierra y divulgadora de la ciencia.

Al igual que todos los que conocieron a Miguel Ángel, guar-do un profundo respeto y admiración por todo lo que él eray hacía. Decidí estudiar astronomía porque hace diez añoslo escuché en una conferencia. Es la única persona que, sinser mi familiar, aparece en los agradecimientos de mis tesisde licenciatura y doctorado. Me inicié en la investigacióntrabajando con él. Como divulgador era mi ejemplo a se-guir. ¿Qué decir de la alegría que desbordaba en todo loque hacía? Inspiradora, contagiosa.

Recibí la noticia de su fallecimiento, como todos, con laincredulidad que nace de no querer enfrentar semejantepérdida. Con este sentimiento envié al periódico Reformaun breve recuento de algunas de las cosas que había hechoMiguel Ángel. La nota inicial apareció en la versión elec-trónica del diario. Al día siguiente, miércoles 31 de julio, sepublicó una nueva nota en la versión impresa de Reforma.Según los créditos yo soy la coautora del artículo. La notatenía dos secciones; en la primera incluyeron parte de lainformación que yo había enviado. De la segunda secciónnace mi molestia. Estuvo basada en la información distri-buida por la agencia Notimex, y por parecerme de mal gus-to no voy a describirla. No escribí esa nota y no la leí antesde ser publicada.

Me han dicho que el periodismo es efímero; yo diría quemucho se les olvida a casi todos. Pero me preocupa queuna nota que apareció firmada con mi nombre quedara pre-cisamente en ese espacio que hay entre el mucho y el todo;entre casi todos y todos. Nota que es además mi “bautizo”periodístico, pues aunque he publicado en otros medios,esta fue la primera vez que aparecí como autora de un artí-culo en un periódico de circulación nacional.

El recuento del currículum de un hombre y la descrip-ción detallada del suceso que nos llevó a perderlo no refle-ja todo lo que ese hombre entregó y logró a lo largo de suvida. Por supuesto, nada supera a la experiencia de haber co-nocido personalmente a Miguel Ángel Herrera, pero nos que-dan sus escritos, los recuerdos y, a mí, la maravillosa experienciade haberlo entrevistado una semana antes de perderlo. Laentrevista es reproducida en este número especial. Nadamejor para honrar su memoria que sus propias palabras.

La primera vez que uno publica casi siempre es motivo de júbilo. No esel caso de la autora de este texto, que presentamos como preludio a laúltima entrevista que concedió Miguel Ángel Herrera (a la misma auto-ra), y que muesytra que a veces las cosas no salen como quisiéramos.

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Aunque no hay palabras que alcancenpara describir a un ser humano, podría-mos empezar diciendo que Miguel Án-gel Herrera es, además de astrónomo, unmelómano, experto catador de vinos ygenial practicante del arte del albur, unode sus pasatiempos favoritos. Desde hacetreinta años es investigador en el Institu-to de Astronomía de la UNAM, donde,además de realizar investigación, ha fun-dado un coro que cada fin de año delei-ta los oídos de sus colegas.

Su pasión por la ciencia comenzócuando era un niño devorador de librosde Emilio Salgari: “Leí todo Salgari. Hayun libro que se llama Los náufragos deLiguria, tenía como siete años cuando loleí. Se trata de un barco que naufraga yllegan sólo tres de sus tripulantes a unaisla y no tienen nada más que un cuchi-llo. Pero va un señor que sabe botánica.La narración describe cómo van consi-guiendo todo: casa, comida, alimentos,armas y hasta venenos para animales pe-ligrosos, porque con un pinchazo de uncuchillo no podían matarlos. Me impre-sionó mucho que uno pudiera construirtodo de la nada, sólo sabiendo. Eso es loque tengo muy grabado. De ahí me se-guí con Julio Verne, que también me gus-tó muchísimo y me hizo apreciar más elvalor del conocimiento real y objetivodel mundo que nos rodea para resolverproblemas y vivir mejor. La ciencia es loque nos permite vivir mejor, que es loque nos gusta, la comodidad más sabro-sa; al menos es lo que yo busco. Esasson las lecturas que me influyeron defi-nitivamente: Salgari y Julio Verne. Y to-das son de niño, por eso yo creo que unode los problemas educativos que tene-mos es que los niños no leen, y menosaún los padres.

“Yo creo que a los niños deberíaenseñárseles la ciencia, no como cono-cimientos, sino a través de sus aplica

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Miguel Ángel Herrera:

leído mucho, y durante el viaje se meacabaron los libros. En la noche salí conun amigo a caminar por las calles deRoma. Eran como las doce de la noche ynos encontramos en una plaza una feria

del libro llena de gente. Empezamosa buscar un libro baratón y viuno que se llamaba Stelle, ‘es-trellas’, en italiano. Era un li-bro chiquito con muchas

ilustraciones a colores. Me pusea leerlo esa noche y me encan-tó. Me enteré de que había

enanas blancas y gigantesrojas, y que se juntaban encúmulos globulares. Era la

astronomía clásica a nivel divul-gación. Cuando regresé a México des-pués de ese viaje, le platiqué a otro amigoy él me contó que había gente en el Ins-tituto de Astronomía que hacía esas co-sas. Fui a platicar con el doctor Poveda yme cambié para allá.”

Jugando a descubrir el mundo“Mientras uno se divierte con lo quehace, se conserva esa parte de niño; eldía que uno termina de divertirse y a con-siderarlo una chamba, significa que yase le pasó ese juego, porque en realidaduno está jugando a descubrir el mundo,y eso es divertido. Cuando uno ya no sedivierte, ya no está jugando, y entoncesya no es niño… Y pobrecito.

“Yo creo que a muchos les pasa: em-pieza la rutina, publicar, estar enun grupo donde nadie más queellos sabe lo que están haciendo.Se vuelve algo sistemático y seacaba siendo un oficinista de laciencia. A esto nos está llevandola manera en que se califica laciencia hoy en día: el número decitas, la productividad. Nos estáobligando a la burocratización dela ciencia. En los viejos tiempos,la gente que hacía astronomía lohacía por placer, no importaba nosacar un artículo en cinco años ylos que salían eran muy buenos,porque iban al fondo de un pro-

ciones en la vida diaria; que realmentevean que viven rodeados de ella y quenuestra vida sería incomprensible sin laciencia. Lo fascinante de los li-bros que yo leí es que mos-traban cómo la ciencia ibaresolviendo problemas dela vida diaria y cómo am-pliaba las perspectivas dela gente. Yo creo que undefecto de la enseñanzade la ciencia es que la po-nen fuera de contexto. En laclase de física vemos física.‘Vamos a ver la fórmula: fuerzaigual a masa por aceleración; va-mos a ver la polea...’ Claro, esodebe ser atractivísimo para los niños;el tornillo; el plano inclinado… De ver-dad, cosas maravillosas para atraerlos ala ciencia y, además, fuera de todo con-texto.

”Yo creo que si, en vez del plano incli-nado, se dijera ‘vamos a construir las pi-rámides de Egipto y vamos a planearcómo construirlas y fíjense cómo parasubir una piedra es mucho más fácil usarun plano inclinado’, sería mucho másinteresante. El chiste de la enseñanza dela ciencia es ver que es parte de nuestravida. En cambio, la aprendemos comoalgo totalmente diferente y aislado. Lue-go viene la clase de química y la de ma-temáticas y la de biología, que parecieraque tampoco tienen nada que ver entresí, y no es cierto: el mundo es uno. Estaintegración es lo que está faltando.”

EstrellasAficionado a la química desde niño, Mi-guel Ángel decidió cursar la licenciaturaen esta ciencia; estaba interesado en es-tudiar los átomos, que se habían puestode moda en los cincuenta. Un día antesdel examen de admisión a la UNAM seenteró de que quienes los estudiaban eranlos físicos, y no los químicos. Cuandoterminó la carrera de física, un libro enitaliano lo llevó a conocer la astronomía.

“Cuando acabé la carrera de física, depremio me fui a Europa. Yo siempre he

blema, cosa que no hacen los artículosde ahora. Todos son un pedacito del pro-blema, describen el tercer segmento dela sexta pata de la mosca fulanita. Nopuede darse el lujo de abordar los gran-des problemas del universo, porque unotiene que producir continuamente.

“La ciencia se ha convertido en un em-pleo como cualquier otro, en el que unoes medido en función de la productivi-dad, que se mide de la mejor manera quehan encontrado. No puedo criticar a losque han inventado esta forma de evaluar,porque es muy difícil medir la creativi-dad. Una chamba creativa como la delcientífico o la de un artista no es como lade un oficinista que atendió a 56 perso-nas en la ventanilla y se puede decir quiénes más eficiente. Menos en algo en lo queel futuro es el que decide qué tan buenoera el trabajo.

“La falta de confianza en los intelec-tuales que tienen los sistemas políticos nosha llevado a convertir nuestras activida-des de diversión en trabajos de oficina,donde uno tiene que publicar tantos artí-culos por año, le pagan por hacerlo y unobusca la mejor manera de pasarlo. Nos‘desniñamos’, perdemos el juego. Creoque desafortunadamente no hay retorno.Pero el tiempo dirá.”

Entrevista tomada de la revista Vagón LiterarioNo. 8, octubre, 2002. Editorial Alfaguara Infantil.

Antígona Segura Peralta

Jugando a descubrir el mundo

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Ju

Mi

el Instituto Mexicano de la Radio; nosgustaba platicar sabroso de ciencia.

Descubrí el talento de Miguel Ángelpor la divulgación de la ciencia al escu-charlo dar pláticas de divulgación. Eraexcepcional. La razón: los temas que ele-gía. Tal vez su conferencia más popularfue “Vida extraterrestre”, que impartiócientos de veces, en decenas de ciuda-des, cada vez con matices distintos, cadavez improvisando chistes deportivos y depolítica, cada vez cautivando al audito-rio. Miguel Ángel, además de ser unbuen científico, era una persona suma-mente ingeniosa. Era un gozo verlovestido con su indu-mentaria sencilla:mocasines,

calcetines blancos,pantalón de mezclilla,camiseta en época de calor, cami-sa de cuadros y manga larga en la de frío,y una chamarra, en caso extremo.

Cuando Miguel llegaba cantando alInstituto de Astronomía, salía yo volandode mi oficina para escucharlo, no meaguantaba. Otras veces le pedía que mecantara arias de amor de Puccini o deVerdi; nunca se negó. Cantó en varios co-ros, así que gracias a él todos aprendi-mos a disfrutar de lo que ensayaba. Muchodespués fui con mi chofer, Víctor, a com-prar música. Cuando Víctor escuchóCarmina Burana, me comentó: es lo que

Muchas personas se han acercado a pre-guntarme por qué quiero tanto a MiguelÁngel Herrera. La historia es larga. Mihermana Carmen me habló por primeravez de Miguel Ángel en 1964. Fue en laprepa, donde daba un curso propedéuticopara el examen de admisión a la UNAM.Decía que era el mejor maestro de físicaque jamás tuvo, que si así hubiesen sidootros maestros, tendría otra visión muydistinta de lo que son la física y las mate-máticas.

En esa época íbamos a los conciertosde la orquesta sinfónica nacional, que di-rigía el maestro Luis Herrera de la Fuen-te, padre de mi amigo. Era emocionanteir al Palacio de Bellas Artes los domingosa rodearse de música: una pieza corta yligera, algún estreno nacional o mundial,y finalmente alguna sinfonía clásica. Enesa época el maestro Herrera tocó por pri-mera vez en México la Carmina Burana.

Cuando ingresé al Instituto de Astrono-mía en 1967, allí estaba Miguel Ángel. Yolo admiraba de manera desmedida, comome imagino que todos los jóvenes hacíancon sus compañeros destacados. Fuecuando trabajé con Manuel Peimbert. Norecuerdo mucho de esa época, salvo quecuando se recibió fuimos a casa de suspadres en la colonia Anzures. Me llamóla atención lo elegante de la mesa y laspechugas en salsa blanca. También fui acasa de los Herrera de la Fuente, enton-ces por el rumbo de avenida Toluca, cuan-do Miguel Ángel se doctoró, y nuevamenteme quedé admirada por lo hermoso de lacasa, y esta vez también por la extraordi-naria colección de pinturas. Ya para en-tonces sabía lo bien que el joven astrónomotocaba la guitarra. Era simpático y descu-

brí el enorme respeto y admi-ración que tenía por su padre.

No fue la única fiesta en laque coincidimos de jóvenes:

cuando yo me recibí, a una se-mana de que naciera mi hijo

mayor, nos fotografiamos CarmenSalinas Herrera, Silvia Torres-Peimbert y yo, embarazadas. Nues-tros hijos Leonardo, Mariana yAgustín son de la misma edad.

La primera vez que hicimosalgo juntos fue escribir un li-bro con otros cinco astróno-mos. El grupo no sabía cómohacerlo; pensamos que divi-

dirnos la labor sería más fácil,y así fue. Miguel Ángel fue muy acti-

vo en esta empresa, pues gracias a lasenseñanzas de su madre conocía el mun-do editorial. Astronomía para niños, deDéborah Dultzin et al., fue el resultadode nuestra primera incursión en las le-tras. Después escribimos varios librosmás.

Miguel Ángel fue un divulgador de laciencia fuera de serie. Era un hombresumamente culto, con conocimientosprofundos de la ciencia, y con ingenio.Y además sabía escribir, cualidad quedesafortunadamente no todos los mexi-canos comparten. Escribimos una seriede libros para niños con base en las pre-guntas que nos hacían cuando dábamosconferencias de divulgación, y tambiénen las que no nos hacían, pero que con-siderábamos deberían habernos hecho.La serie “Nuestro mundo”, de Sitesa, fueel resultado de esas hojas manuscritas.Esos libros aún se exportan. Hace unoscuatro años, Miguel y yo fuimos a sacar-nos una foto para la campaña norteame-ricana. Ya para entonces nos teníamosmás confianza. Allí me quedó claro lo“jalador” que era, y descubrí que estabadispuesto a hacer casi cualquier cosa contal de divulgar la ciencia: fuimos a unestudio profesional, posamos durantehoras simulando volar por los cielos abordo de un cometa, sometidos a unamáquina de viento que no nos impartíamayor belleza y sí nos llenaba los ojosde polvo.

Siguieron nuestros libros: La familia delsol, tantas veces reeditado por el Fondode Cultura Económica, y El cometa Hale-Bopp, para Sitesa, que finalmente repar-timos en fotocopias. En esa épocacondujimos nuestro primer programa en12

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lieta Fierro

ike

canta el doctor Herrera. Ahora escuchasu CD con frecuencia. Mike no sólo nosenseñó ciencia, a divulgar, escribir, ha-blar, cantar, reír y alburear, sino también adisfrutar de la música.

Siento gran tristeza al narrar todo esto.Nuestra amistad aumentó y se llenó de

cariño, admiración, respeto, confianza yalegría cuando Miguel aceptó ser direc-tor de vinculación para la Dirección Ge-neral de Divulgación de la Ciencia de laUNAM. Allí brilló como lo que fue, unaestrella. La amistad fue compartida conJulia Tagüeña, directora de museos. Ele-

gí a Mike por ser un divulgadorextraordinario, por su ho-

nestidad, y por su

carácter desenfada-do. Fue una decisión muy

afortunada.La amistad con Mike se intensificó con

el trabajo compartido, los proyectos encomún, el apoyo incondicional y la ale-gría que desparramaba. Desde un prin-cipio trabajamos de sol a sol. Llegabatemprano y alrededor de las nueve de lanoche pasaba a mi oficina, a comentarlos problemas del día. Comíamos juntosJulia, Miguel y yo todos los días. Nos po-nían una mesa especial en la terraza delmuseo. Aunque alguno faltara, siempreestaban puestos los tres lugares, conmantel y algunas flores. Al terminar, dá-

bamos una caminata por la milpa, la sen-da arqueológica o la ecológica, la casi-ta, la biblioteca o las salas del museo, yplaneábamos, comentábamos los proble-mas, los resolvíamos.

Julia, Mike y yo ideamos un sistemadonde por turno se abordaba alguno delos múltiples problemas que traíamos acolación. En realidad, Julia y yo abusá-bamos del sistema, porque a Mike siem-pre se le olvidaban sus lentes, aunque lecompramos varios pares, y su lista, a pe-sar de que en algún cumpleaños le ob-sequiamos una Palm. El hecho es quedurante las reuniones diarias, las comi-das y los paseos, compartíamos la vidainstitucional. Este sistema nos permitiócohesionarnos, apoyarnos y tomar me-jores decisiones.

Mike me puso el mejor apodo que hetenido en mi vida: La Chefesse. De re-pente le hablaba en francés o inglés, y éllogró combinar con su ingenio desmedi-do mi puesto. Cuando quería saber pordónde andaba yo, preguntaba por “la jefa”.

Cuando íbamos al Museo de la Luz,subíamos al techo. Desde allí se veíanuestra inmensa y bulliciosa ciudad entodo su esplendor, brillante de colores ysonidos. No dejaba de mirarme sonrien-te para comentarme la maravilla de ha-bitar en una ciudad viva.

A Mike le fascinaba la astronomía. Re-cuerdo cuando conseguía algún nuevoprograma de cómputo que le podría ayu-dar a calcular las trayectorias de losasteroides que estudiaba. Pero tambiénhace poco, cuando llegaron unos globosplanetarios a la biblioteca, recuerdo sucara de niño admirado acomodándolos.

Nunca pensé que a Miguel Ángel legustaran tanto los niños pequeños. Cuan-do paseábamos por el museo, en épocasdifíciles, contaba a los pocos usuariospara ver cuántos cartuchos de foto-copiadora podríamos comprar con el di-nero de sus entradas. Sin embargo, alllegar al espacio infantil, cambiaba susemblante; acariciaba a los niños y ju-gaba con ellos. Que yo recuerde, una desus máximas alegrías era la clausura delcurso de verano. Le fascinaba ver cómolos niños se habían transformado en unpar de semanas, de llegar llorosos y tí-midos, a ser bulliciosos y audaces.

Julia y yo desconocíamos el arte delalbur, pero Miguel nos lo enseñó. Conpaciencia nos explicaba lo que no de-bíamos decir y el sinnúmero de palabras

que, combinadas, hacen maliciosas alu-siones a la sexualidad.

Miguel dejó muchos proyectos por ha-cer: vincular más a la DGDC con el magis-terio, editar más libros, hacer una revistade divulgación para profesores y otra paraniños, llegar por medio de la radio a todoel mundo iberoamericano, producir unmayor número de videos científicos. Ade-más quería seguir haciendo investigaciónsobre los cuerpos más pequeños del sis-tema solar.

He estado sumamente triste estos días,por más que estoy segura de que MiguelÁngel no hubiera deseado que yo sufrie-ra bajo ninguna circunstancia.

Miguel Ángel fue un convencido de queera necesario combatir las seudociencias.A pesar de las dificultades, no dejaba deacudir a los debates entre astrólogos,ovniólogos, piramidólogos y demás em-baucadores para dar la visión crítica queofrece la ciencia y mostrar la magníficaherramienta que resulta ser para vivirmejor.

Pensaba que era necesario mejorar lacalidad de la educación en México enmuchos aspectos. Siempre estuvo dispues-to a trabajar para mejorar el nivel de pre-paración del magisterio nacional, puesconfiaba en el efecto multiplicador de estalabor.

Nuestra visión sobre la divulgación eramuy parecida: creíamos que los «teóri-cos» de la divulgación no siempre teníanclaro de lo que se trataba. Presentabanponencias somníferas acerca de cómodivulgar la ciencia y querían imponer suvisión a los demás. Mike era una de laspersonas mejor dotadas para estos asun-tos, y estábamos muy de acuerdo en cuá-les pueden ser algunas maneras deentusiasmar al público con la ciencia.

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Julieta Fierro Gossman es astrónoma,divulgadora de la ciencia y directora generalde divulgacion de la ciencia de la UNAM.

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Cómo lo conocíCuando decidí dedicar mi vida a la edu-cación, lo hice plenamente convencidode ser ese el mejor campo de desarrollode mis aptitudes y de satisfacción a minecesidad personal de trascender de ma-nera positiva en otras vidas, todo lo cualse dirigía a incidir en la transformación denuestro país en otro más justo y equitativo.

Mis primeras clases las di en el Cole-gio Madrid a estudiantes cuyos padres,en su mayoría y como los míos, habíanperdido una guerra civil en la que lucha-ron por ideales de justicia y libertad.

El enfoque, para mí social y humano, quedaba a mis clases de química, chocó conel sentido de lo que deberían ser para unode los directivos, y después de cuatro añosde muy estimulante labor, decidí renun-ciar y, en 1960, aceptar la oferta de tra-bajo que me hacía desde el año anteriorel profesor Vicente Carrión Fos, directorde la Escuela Secundaria y Preparatoriade la Ciudad de México.

Llegué a mi nuevo trabajo cargando to-dos los prejuicios del mundo contra losque iban a ser mis alumnos, a los que ima-ginaba “niños bien”, ajenos a los gran-des intereses humanos y sociales y a lasnecesidades del país.

Me encargaría, según me dijo VicenteCarrión, de dar física y química al grupode segundo de preparatoria, la primerageneración de quienes iban a ser egre-sados de ese nivel de la escuela.

Esos estudiantes me dieron una lección,gracias a la cual mis prejuicios se fuerona la basura.

¿Murió?... Sólo sabemosque se nos fue por una senda clara,

diciéndonos: Hacedmeun duelo de labores y esperanzas.

Antonio Machado, 1915

Horacio García Fernández

Un testimonio de su presencia

Resultaron, inteligentes, sensibles,comprometidos al igual que yo con losproblemas sociales, y particularmentebrillantes por su capacidad para anali-zar, discutir y aprender.

Entre ellos se encontraban verdaderaspotencias intelectuales que han destaca-do posteriormente, como Manuel Berron-do, Araceli Reyes, Jorge Campillo y otrosque sería cansado nombrar aquí. Pero,entre todos ellos, muy pronto llamó miatención uno: Miguel Ángel Herrera.

Tendría entonces no más de 17 años;escuchaba atentamente y tomaba unascuantas notas durante la clase. Cuandoal día siguiente de una de esas clases pre-guntaba yo lo visto anteriormente, élsiempre lo había entendido y aprendido.

La escala de calificaciones le quedabachica. El 10 no reflejaba el alcance de suaprendizaje.

Yo había tenido excelentes alumnos enel Colegio Madrid y el Instituto Luis vi-ves, y los tenía en ese mi primer grupode la Escuela Secundaria y Preparatoriade la Ciudad de México, pero una de lascosas que más me gustaron de MiguelÁngel fue ver la poca importancia quedaba a sus calificaciones. Estudiaba yaprendía con gusto, pero esa era de lasmuchas cosas que disfrutaba en su vida.Siempre de buen humor –con un sentidomuy elegante y profundo del humor–aprovechaba todas las oportunidades quese le presentaban para reír y hacer reír alos que lo rodeaban. Le gustaba leer yhabía leído mucho; gozaba con la músi-ca como pocos, disfrutaba de la pinturay escultura, pero también se interesabaen la historia y, por supuesto en los de-portes, particularmente el futbol y elbeisbol. Era un fino alburero, pero solta-ba sus albures (de los que era víctimapreferida una de sus compañeras de cla-

se, Liszle, pero también otro compañe-ro, Jaled) con una seriedad de humoristainglés de máximo nivel.

Tenía raíces en lo mexicano, y con eltiempo estas raíces crecieron dándole unpiso firme de sustentación, pero su sen-sibilidad, inteligencia y capacidad se di-rigían a captar, comprender, y gozar todoel universo de la creatividad humana.

Su grupo era tan pequeño que con fre-cuencia podíamos trasladar la discusiónde un tema interesante de la clase a unacafetería Larín cercana a la escuela. Y nofaltaba nadie a esas sesiones, donde noteníamos la amenaza del timbre escolarmarcándonos el fin de la hora designadaa la asignatura.

En ese gratísimo contacto con el gru-po, Miguel Ángel destacaba mostrándosecomo un personaje digno del renacimientopero sorprendentemente moderno.

Como estudiante, fue para mí un estí-mulo permanente; fortaleció mi compro-miso con la educación y me permitiódisfrutar de ese regalo maravilloso quela profesión de maestro da como ningu-na: el descubrir en nuestros grupos per-sonas de una calidadhumana admirablecuyas cualidades ytrato nos enrique-cen; descubrirque ellos justifi

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can de sobra cuantos desvelos, preocu-paciones, disgustos y esperanzas se ha-yan tenido pensando en contribuir a sudesarrollo personal.

Y descubrir, gracias a estudiantes comoMiguel Ángel, que todo pesimismorespecto a la naturaleza huma-na puede, y debe, ser supe-rado.

El humorQué clase de cabaretes éste?.... ¿No van ainvitar ni un mugroso

café?M. Á. Herrera

Todos los que lo tratamosgozamos de su sentido del hu-mor, que tenía antecedentes inmediatos.Dicen que “hijo de tigre... pintito”. Los pa-dres de Miguel Ángel, la maestra VictoriaAndrade y el maestro don Luis Herrera dela Fuente, han mostrado siempre ser finoscultivadores del humor, en beneficio dequienes hemos tenido la fortuna de cono-cerlos y tratarlos.

A ella la conocí como colega en lamencionada Escuela de la Ciudad deMéxico. Daba geografía, y en ocasionesapoyaba sus clases con transparencias. Laoscuridad del salón propiciaba que algúnestudiante se adormilara, pero Victoriatenía un recurso muy propio para impe-dirlo: de vez en cuando intercalaba en-tre las transparencias una de algunabelleza en traje de baño o una vedette enpaños menores. El efecto era sensacio-nal: los estudiantes descubrían que ador-milarse era un mal negocio y a partir dela primera sorpresa estaban más que des-piertos y atentos a las que seguían. Siem-pre pensé, desde que me lo contó, que lageografía humana, así, de cerca, podíaser particularmente interesante y que acualquiera de nosotros, los varones, noshubiera gustado que Victoria fuera nues-tra maestra en la secundaria.

Del humor de Miguel Ángel les habla-rán las siguientes anécdotas:

Habíamos tratado el tema de la ener-gía y el trabajo eléctrico, y ahora tocabaa uno de los estudiantes dar una clase oconferencia relacionada con él.

Miguel se ofreció a desarrollarla.Durante una hora se decidió a presen-

tar, brillantemente, cómo se medía elconsumo en los hogares y de dónde salíael costo que le significaba al consumi-dor. Para terminar, extendió el cálculo a

los kilowatts/hora que representaban eltrabajo realizado por las neuronas de unprofesor a lo largo de una hora de clase,y a aplicar al mismo la tarifa de la com-pañía de luz. “¿Se dan cuenta de que lo

que el maestro gana por hora declase es mil veces superior

a lo que cobra la compa-ñía? ¿Por qué se que-

jan tanto los maestrosde lo mal pagadosque están?”. Imagí-nenselo diciendoesto sin dejar desonreír maliciosa-

mente mientras memiraba.

En 1965, Miguel Ángel seincorporó al grupo acadé-

mico de la Escuela Secundaria yPreparatoria de la Ciudad de Méxicocomo maestro de física, asignatura a laque yo renuncié con alivio para dejarlaen sus manos, mientras me concentrabaen los cursos de química.

Pasó el primer mes de clases, se hicie-ron los exámenes correspondientes y Mi-guel Ángel se dispuso a dar a conocerlos resultados en su grupo.

“Fulano, 1; mengano, 3...” dijo, em-pezando a leer las calificaciones, anteun silencio sepulcral del grupo. Y conti-nuó: Perengano, 3.5”, y siguió leyendocalificaciones, hasta llegar al caso de unalumno, “Zutano, 6”. En ese momentose relajó el grupo, soltando el aire parafelicitar al alegre Zutano, seguros de quelo peor había quedado atrás. MiguelÁngel los dejó liberar su tensión y conti-nuó, siempre entre muestras de gran con-tento de los estudiantes: “Pérez, 6.5;Rodríguez, 7; Poplawsky, 8”. Las demos-traciones de admiración hacia el alum-no o alumna a quienes correspondió el9, 9.6, y 10 alcanzaron su cúspide. Todoera sonrisas y demostraciones de afectoentre aquellos que aún no oían su califi-cación.

Pero Miguel Ángel, imperturbable,continuó: “Fulanito, 11” (nuevo silenciomortal entre el grupo, seriamente con-fundido); “Perenganito, 13.5; Zutanito,16; Menganito, 23”. A estas alturas el to-talmente desmoralizado, pero inteligen-te grupo, comprendió que la escalaelegida por su maestro ¡no iba de 0 a 10,sino de 0 a 100!

Los estudiantes asumieron la leccióny a partir de entonces, quienes no lo ha-cían, se preocuparon por estudiar lo su-

ficiente para no volver a pasar por la mis-ma experiencia.

Humor cáustico, el de Miguel Ángel, perosin duda más efectivo que la tradicionalregañada con que muchos profesores, ojefes, tratan de corregir el rumbo de losmalos resultados de aprendizaje o de tra-bajo en sus grupos, o en equipos a losque tratan de coordinar profesionalmente.

Un excelente amigo y compañeroCon el tú de mi canción

no te aludo, compañero;ese tú soy yo.

Antonio Machado, 1915

Miguel Ángel ya era un amigo cuandoterminó su bachillerato y pasó a la Facul-tad de Ciencias de la UNAM para estudiarfísica.

Era recibido con alegría cuando llega-ba a nuestra casa. Maxi siempre tuvo unaexcelente y paciente disposición para to-dos aquellos jóvenes que se sentían a gus-to visitándonos para charlar de cuanto lesinteresaba, saboreando un café y galle-tas, libres del ambiente escolar.

Miguel, como lo acostumbraba Francis-co Cobos, exalumno del Colegio Madridque para entonces era ya un amigo, sehizo pronto asiduo visitante y los lazosoriginados en la escuela se fueron trans-formando en lazos de amistad, que nun-ca se rompieron. Por el contrario, sefueron fortaleciendo.

Incorporado al personal docente, com-partimos preocupaciones comunes res-pecto a cómo lograr mejores resultadosacadémicos.

Nos pusimos de acuerdo: los principiosbásicos de física necesarios para enten-der la química quedaban en sus manos yyo los usaba en mi clase de la misma ma

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nera, con lo que logramos una interac-ción horizontal entre las dos asignaturasque resultó útil a los estudiantes.

Hacia 1964 llegaron a México los pri-meros discos de estudiantinas españolasy un grupo de alumnos de tercero de se-cundaria, reunidos en casa, me propusie-ron hacer una estudiantina en la escuela.Esa tarde decidimos crearla cuando ellosestuvieran en preparatoria.

Miguel Ángel compartió conmigo ladirección de la estudiantina y tuvo tantoéxito entre los estudiantes con sus pre-sentaciones y serenatas, que las mucha-chas de preparatoria se sintieron animadasy argumentando que éramos unos machis-tas, se dirigieron, primero a Miguel Án-gel y luego a mí para exigirnos, porquefue más que pedirnos lo que hizo aquelgrupo, donde por cierto estaba PilarContreras, que formáramos una estudian-tina femenina.

La trova, que así se llamó el grupo fe-menino, dispuso de un uniforme inspira-do en una ilustración de un trovadormedieval que adornaba una pared de lacasa de la directora de la secundaria,maestra Takahashi, que garantizaba suéxito en las presentaciones debido a lacasaca, que cubría lo que una minifaldade la época, y a las mallas negras que laacompañaban. Fue un grupo que hizofuror en cuanta presentación tuvieron,a la par que provocaba la envidia de otrosgrupos femeninos, francamente conserva-dores en su reprimida vestimenta, comoel del Instituto Mercedes, dirigido por re-ligiosas.

Una tarde-noche, inspirados, nos aven-tamos una canción aportando Miguel la

música y yo la letra. Siempre nos extrañóque Aquí está la estudiantina, que así sellama la excelentísima pieza, no figuraraen todas las antologías del género.

También se sumó Miguel Ángel, aligual que Francisco Cobos, que habíaentrado a dar clases en la escuela el mis-mo año que lo hizo Miguel, al programade excursiones escolares, que organizá-bamos para los maestros de to-dos los niveles escolares.

Cuando en 1965 seincorporó Tomás Bil-bao a la planta do-cente del área deciencias, comple-tamos un cuarte-to de amigos que,además de com-partir opinionessobre los cursos yestudiantes, se halla-ba siempre presente entodas las actividades que mecorrespondía coordinar.

En la primera excursión, una de lasmejores maestras de la primaria quitó elhipo a todos los maestros solteros (AndrésRoa, Paco Cobos y Miguel Ángel, particu-larmente, porque Tomás tenía, no sé si unao varias novias por aquel entonces).

Finalmente, quien se casó con la maes-tra Carmen Salinas fue Miguel.

Aficionados, como éramos los del cuar-teto, formamos en la misma época ungrupo de teatro al que se incorporaronmaestros y padres de familia. Se llamóGuelaguetza, que significa amistad, y nosdivertimos mucho actuando, dirigiendo,haciendo las escenografías y todo lo ne-

cesario para montar y presentar una obra.Miguel Ángel destacaba por su facili-

dad de actuación y el sentido humorísti-co que daba a sus papeles. A su lado, silos ensayos resultaban divertidos, la pues-ta en escena lo era mucho más.

Como maestro, supo innovar buscan-do, por una parte, que sus alumnos sin-tieran la física antes de utilizar lamatemática como herramienta para re-

solver los problemas que su es-tudio plantea y, por otra, que

el uso del programa respon-diera a despertar inquie-tud y gusto por aprenderla asignatura. Para él, elprograma era un medio,no un fin en sí mismo.

Exigente pero al mismotiempo comprensivo, Mi-

guel Ángel no dudaba enpasar un buen rato con su

grupo cuando sentía que elambiente no era propicio para dar

la clase. Muchas de sus alumnas, entreellas Minerva Lasos, mi esposa, y susamigas, Sandra Sarmina y Emma Roth,lo recuerdan con cariño, sentado en lamesa, cantando canciones de Chava Flo-res, acompañándose con la guitarra. Unade sus predilectas era Ingrata pérjida,canción que cantábamos a coro en lasexcursiones.

El cuarteto de maestros de ciencias dela escuela se hizo quinteto, al incorpo-rarse Silvestre Cárdenas a dar clase decálculo. Pasó el tiempo, dejaron la es-cuela, pero su cuarteto siguió siempre co-municado. Se hicieron grandes jugadoresde jai-alai, formaron otro quinteto incor-porando a Enrique Daltabuit, constituye-ron un club de gastrónomos. De susexperiencias en el nuevo quinteto, yahablarán otros.

Miguel Ángel, divulgador de la ciencia¿De qué tamaño es el Hombre

comparado al Universo?Del tamaño de una arena, de un leve

soplo de viento,Del tamaño de su historia, del tamaño

de su tiempo.¿De qué tamaño es el Hombre

comparado con su tiempo,comparado con la arena, comparado

con el viento?Del tamaño de su mente, donde cabe

el Universo.Gonzalo Chanocua, 1993

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Miguel Ángel es para mí un claro ejem-plo de lo que debería ser todo universi-tario. La palabra universo es producto dela conjunción de otras dos: único y di-verso. Universidad es otra palabra deri-vada de dos: unidad y diversidad. ¿Quésignifica ser universitario? En principio esaquel individuo capaz de integrar, enunidad, la diversidad del conocimientoy la cultura.

Esto (que los grupos de empresariosque hoy dominan el mundo, representa-dos y dirigidos por los organismos comoel FMI, el BM, la OMC y la OCDE, despre-cian, a causa de su profunda ignoranciay sus muchas lagunas culturales, y tratande cambiar por la visión de mercaderesexplotadores que tienen) constituye loque debería ser aspiración de toda per-sona culta, particularmente si se trata deun universitario.

Miguel Ángel lo era en todo el signifi-cado de la palabra.

Me dio muchísima alegría encontrar-me con él, a principios de los noventacompartiendo otro interés: el de la divul-gación de la ciencia.

Desde el Instituto de Astronomía, ha-ciendo equipo con Julieta Fierro, empe-zaron pronto a escribir libros dirigidos alectores infantiles, y después a impartirconferencias por toda la república, acti-vidad en la que Miguel se distinguió no-tablemente, tanto por la calidad comopor la cantidad de las presentaciones quehizo. Se preocupó y destacó igualmenteen programas de TV y radio, enfrentán-dose a quienes viven del cuento de la as-trología y estimulan el pensamientomágico totalmente fuera del contextocultural que lo justifica en grupos étnicosmarginados socialmente.

Aunque se defendían como gatos pan-

za arriba, frente a Miguel los astrólogosexhibían la pobreza de sus argumentosy de su preparación personal.

Era muy capaz de valorar el trabajo deotros divulgadores. En el año 2000 le pro-puse presentar su candidatura al PremioNacional de Divulgación de la Cienciay la Técnica. Después de dudar, aceptóque lo hiciera.

Dos días más tarde me habló para pe-dirme que desistiera porque se había pre-sentado la candidatura de José de laHerrán. “Contra José” me dijo “no quie-ro competir. Creo que él se lo merecemucho más que yo.”

Cuento esto con la esperanza de quemi querido amigo José de la Herrán looiga. Seguramente se conmoverá al en-terarse de cuánto lo admiraba y respeta-ba Miguel Ángel.

Todos los libros que escribió son ex-celentes y deberían formar parte de cual-quier biblioteca escolar o particular. Mequeda el recuerdo grato de haberle ha-blado por teléfono para felicitarlo por suclaridad y amenidad.

De su trabajo en la Dirección Generalde Divulgación de la Ciencia de la UNAM

ya se ha hablado, y comparto con variosotros la seguridad de que su persona esinsustituible. Nadie podrá reemplazarloy ésta es una verdad que convendría serasumida por todos quienes aquí trabajan,de manera que a quien llegue a ocupar sucargo no se le pida lo imposible, ni se lesometa a absurdas comparaciones.

Una última reflexión y una propuestaEn el número 4 de El muégano divul-

gador, Miguel Ángel publicó un artículoque lo retrata de cuerpo entero: La quin-ta interacción.

Se trata de un artículo que desde mi pun-to de vista debería estar en cualquier an-tología de textos de divulgación. Unartículo en el que, con un humorinigualable, Miguel critica un fenómenoparticularmente dañino en las relacioneshumanas, se trate o no de grupos supues-tos de compañeros de trabajo.

Miguel Ángel encontró una partículaque viaja a mayor velocidad de la luz, elchismeón, y en el escrito describe suspropiedades, aprovechando la ocasiónpara repasar magistralmente varios con-ceptos fundamentales de la física cuán-tica. Un descubrimiento como ésejustificaría dar a su autor un premioNobel, como Miguel sugiere.

Creo que es un artículo tan impor-tante que convendría difundirlo exten-

samente en el público mexicano y extran-jero, llevarlo a congresos y distribuir co-pias entre los asistentes; llevarlo a lasescuelas y trabajar con los estudiantes ymaestros en su análisis, repartirlo a todovisitante adulto y joven que llegue aUniversum, etcétera.

Lo que importa aquí exponer es la ra-zón de fondo que llevó a Miguel a escri-bir como lo hizo. Obviamente estabamolesto con la transmisión y efecto dechismeones como portadores negativos dechismes en Universum.

La solución que ofrece es buscar y en-contrar cuanto antes la partícula de cargacontraria, ahora positiva, que permitieraneutralizar el efecto de los chismeones,es decir, aislar el antichismeón y proyec-tarlo consciente y rápidamente contra losemisores de los primeros.

Si yo trabajara en Universum, y fueraemisor de chismeones, que para mi fortu-na no lo soy, me sentiría avergonzado alleer el artículo de Miguel y promoveríasu análisis crítico entre todos los compa-ñeros que aquí trabajan.

Un auténtico y sincero reconocimientoy homenaje a Miguel podría empezar poreste construir un “duelo de labores y es-peranzas”, tratando de ser más auto-críticos con nosotros mismos y másrespetuosos con los otros y sus respecti-vas otredades.

Por último, propongo que se cree unPremio Miguel Ángel Herrera de Divul-gación de la Ciencia, dirigido a estudian-tes y jóvenes divulgadores. Se podría abrira amigos, la UNAM, y otras institucionesla participación para conseguir los recur-sos económicos, a base de donativos conlos que se abriera una cuenta especial,controlada por el o la titular de la Direc-ción General de Divulgación de la Cien-cia de la UNAM. Sugiero se designe unacomisión encargada de dar forma al pro-yecto y desde luego me ofrezco para tra-bajar en ella.

Gracias por su aguante al leer este tes-timonio. Y... ¿qué clase de cabaret es éste?¿No van a ofrecer café?

Horacio García Fernández es químico, educa-dor y divulgador de la ciencia.Comentarios: horaciogf@aol�comComentarios: horaciogf@aol�comComentarios: horaciogf@aol�comComentarios: horaciogf@aol�comComentarios: horaciogf@aol�com

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Miguel Ángel Herreraes parte de nuestra cultura

cuando el objetivo valga la pena; que sila riegas, te lo dicen como lo hacen loscuates: “la regaste gacho”. He hecho mu-chísimos viajes al cosmos con algunos delos juguetes astronómicos de internet queél me pasaba, como cuando los cuatescomparten las estampitas del álbum quetú no tienes: cartas celestes, movimien-tos previsibles de los astros, imágenes delsol de ayer mismo.

Yo decía “toc–toc” a la puerta de suoficina y él respondía “adelante”. ¡Cáma-ra con las imágenes de la pantalla de suMac! Sin despegar la mirada de la panta-lla, Miguel Ángel comenzaba a transmi-tir su entusiasmo. Una conjunciónplanetaria próxima, la luna va a tener talposición entre la tierra y el sol, que porsu lado oscuro tendrá tonalidad azul-vio-leta. ¿Cómo, si en el vacío del espaciono hay más que luz u oscuridad? Enton-ces iniciaba una sencilla y amena expli-cación del acertijo, aderezada con algúnchistecillo o albur. La luna estará en unángulo que la hará recibir el reflejo de laluz solar por el mar terrestre, iluminan-do por esta razón el lado oscuro de laluna (lástima que no le gustara PinkFloyd).

De igual manera me compartió chis-mes del mundillo de la astronomía, por-que sabía que haría buen uso de ellos,no hacía falta que lo dijera, pero sutrompabulario diría “órale güey, a ver quéhaces con eso”. Miguel Ángel me ofren-dó su confianza desde un principio, cuan-do lo conocí hace un par de décadas. Melo vendió Pilar Contreras, la directora delMuseo de la Luz, convencida de ser lapresidenta del club de fans de MiguelÁngel Herrera por derechos históricos. Laverdad es que Miguel Ángel se vendesólo. Imagínense a un rockanrolero quese viste como roquero, que habla como

Con el debido respeto, para Leonardo,Pilar y toda la banda

Fue un torpedo que pegó por debajo dela línea de flotación. Inmediatamente losojos hicieron agua inconteniblemente. Elbarco no se va a hundir, pero hay un enor-me hueco en el casco. No he perdido laserenidad, ni mi alma sangra. Éste es otrotipo de quebranto. Esta vez fue inmedia-to estar consciente de lo que perdí irre-mediablemente. El ensimismamiento fuesúbito. No, ya no estará más por las tar-des calurosas, ni tibias, airosas o frías dis-puesto a darse, compartirse a la menorprovocación. Éste es el caso de una per-sona cuya inteligencia es una manera deser y no una postura. Te mira y dice exac-tamente lo que te dice; tiene la veloci-dad para incorporar a su discurso unametáfora graciosa para ilustrarlo y espe-rar el tiempo suficiente para que su in-terlocutor asimile la puntada, en mediode una explicación de los fenómenoscósmicos; la del prestidigitador (dedosprestos, no mago) de los modelos mate-máticos para cazar supernovas.

Charlar con Miguel Ángel es aprendercon él a estar muy vivos con el lenguajeque se usa o el riesgo de que su prosapiaalburera propine una fatal estocada; tam-bién es notar que él espera tras su sonri-sa, cómplice de sus travesuras, a que alinterlocutor le quede claro que ha sidomortalmente albureado. Hablar con él delo que es su manera de percibir el mun-do, la astronomía, se torna en conversa-ción iluminada por una fogata. MiguelÁngel Herrera es un cuate… (perdón porusar el presente, aún no me hago a laidea de que ya no gozaré más a mi cuate).

Cuates son los que te convidan sus ju-guetes favoritos y te animan a que no du-des en acometer aventuras, siempre y

Mi cuate Miguel Ángel:

Rolando Ísita Tornell

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el derecho a la autodefensa; nos enca-bezó, mejor, para coger nuestros triquese irnos a otras fiestas: al Estado de Méxi-co, a Guerrero, a Cancún, a Morelos, aPanamá, a cantar rolas de ciencia por al-gún frente del espacio por donde se pro-pagan ondas electromagnéticas. Nosquedamos en el capítulo donde, según

sus planes comenzaríamos la in-vasión nacional amistosa

que emana de la divulga-ción de la ciencia. Aeste duende del espa-cio, el de los juguetessiderales, le habríaencantado que lo lo-gráramos: ojalá no lequedemos mal.Finalmente me gus-

taría poder decir públi-camente que no hagan caso

de la prensa amarillista, que séde buena fuente que a Miguel Ángel

Herrera le pegó un asteroide invisiblepara los telescopios, por querer él ob-servarlo hasta el momento de su impac-to con la tierra. No cambiaría nada elfunesto resultado, sólo que quizá decae-ría aunque fuera un poquito la magni-tud de tan doloroso vacío como sientoahora, cuando ya no podré ir por las tar-des a jugar a que volamos por el cielocon mi cuate, ese que postuló la exis-tencia de los “chismeones”, una suertede paquetes simbólicos cuánticos quecimbraron el paradigma de la comuni-cación social (y del albur).

roquero. Su rolas son sobre el espacio si-deral y todo lo que hay en él, y hasta loque no se sabe si hay; un roquero conimagen corporativa: camisas de cuadros,camisetas que hablan y dicen algo (hastasonatas de Beethoven); pantalones vaque-ros, o jeans, como lo quieran ver; no es unmelenudo pero son espaciadas sus vi-sitas al peluquero; mocasinesimprescindibles.

A los cuates losconoces en elrockanrol, o esdifícil tenerlosen otros territo-rios. Con loscuates se pasa“la bacha”, “latella” o “la lira”.Miguel Ángel com-partió conmigo lasdos últimas: la tella, esosí, de aromático y fino vino, y laguitarra. El clasicismo musical declaradode Miguel Ángel era una coberturainstitucional, porque con la guitarra noeran ninguno de los clasificados Köchela los que se interpretaba con él en algu-na tertulia (a no ser que Miguel Ángel yahubiera hecho la clasificación Köchel delas obras de Chava Flores), y por mi parteel rock, ese enorme cajón de sastre. Porestos días, antes de su partida, yo ya es-taba situado en la planeación de algúnnumerito para fin de año. Quería yo can-tar con mi guitarra algunas rolas y denun-ciar públicamente que atrás de la músicaclásica ortodoxa pregonada como únicapor Miguel Ángel, se hallaba una coarta-da que encubre a un auténtico roquero,aunque no le gustara la música rock. Mi-guel Ángel es una actitud ante la vida,no sólo una manera de interpretarla, y esotambién es ser rockanrolero. Para ese díade fin de año, a él le dedicaría una rola,un rockanrol, probablemente de JohnLennon. Ya no se lo puede decir: MiguelÁngel, no lo puedes evitar; ya no te es-condas en el clóset, admite que eres unroquero de corazón al que sólo le falta-ron los Stones.

Una luz en el neo-oscurantismo. Cuan-do nos sometieron a un feudo medievalautárquico, a Miguel Ángel lo percibícomo nuestro William Wallace, blandien-do un telescopio modelo Galileo y pe-leando por la independencia de Escocia,pero en el siglo XXI y en México. En vezde echar camorra, no sólo nos conminóa dejar los tambores de la guerra justa y

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Rolando Ísita Tornell es doctor en ciencias dela comunicación, divulgador científico y jefe deldepartamento de radio de la DGDC-UNAM

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Conocí a Miguel Ángel Herrera en elplanetario Luis Enrique Erro, en 1977.Después de ver estrellas por varios años,por fin podía encontrarme con una per-sona que se dedicaba a estudiarlas.

La experiencia fue agradable e inquie-tante. En vez de un individuo serio y fas-tidioso, me topé con una persona alegre,cordial y –paradójicamente- muy terre-nal (en el mejor sentido de la expresión).No era un personaje olímpico, acostum-brado a vivir fuera del mundo.

Los años que siguieron solamente con-firmaron y mejoraron esta imagen. Envarias ocasiones nos volvimos a encon-trar, en diferentes ambientes, y siemprehabía algo agradable que descubrir deél y de su familia.

Es doloroso, por partida doble, escri-

bir este texto. Por una parte, por la nece-sidad de despedir a Carmen y a MiguelÁngel sin tener la esperanza de hacerloen persona alguna vez, para agradecer-les tantas cosas, y por la necesidad derealizar esto en forma tan breve, puesresulta inevitable dejar muchas cosasbuenas por decir.

En varias ocasiones tuve la oportuni-dad de compartir la vida de su familia,por ejemplo cuando fue convencido decomprar una computadora nueva, o paradiscutir ideas sobre proyectos de divul-gación, o simplemente para platicar conotros amigos de todo y de nada. Ademásde las estrellas, siempre se hablaba delibros, música y de la forma en la quesus hijos Leonardo y Héctor se conver-

llanura española. Aparecimos en un po-pular talk show para presentar la pers-pectiva científica sobre los ovnis. Comoera de esperarse, nuestra participaciónfue muy breve, pero Miguel Ángel dijoque era importante realizar ese trabajo,por imposible y absurdo que pareciera.Él sabía que la única arma que tiene lasociedad humana para enfrentar las con-secuencias de su propio éxito desordena-do es el pensamiento racional.

En ese mismo viaje, Miguel Ángel mepresentó lo que quizá fue su faceta másvaliosa para la sociedad mexicana. Ya deregreso, me mostró con orgullo el nom-bre de un antiguo alumno, el ahora doc-tor Alejandro Frank, que aparecía en unartículo sobre supersimetría en la céle-bre revista Scientific American; me comen-tó que el doctor Frank había encontradosu vocación por la física en sus clases.

Miguel Ángel fue muchas cosas bue-nas. Autor de libros, cantante, aficiona-do serio al beisbol (lo suficiente paramantener largas y fluidas conversacio-nes con los alegres taxistas de origencubano en Miami), maestro, padre de fa-milia, esposo y, sobre todo, creador devocaciones. Sólo con el apoyo de una fa-milia extraordinaria fue posible realizaruna labor igualmente extraordinaria.

En el futuro, los esfuerzos de MiguelÁngel y de Carmen seguramente rendi-rán grandes frutos en la labor de mu-chas personas que, gracias a ellos,tuvieron la oportunidad de descubrirque la ciencia es una pasión maravillo-sa, y que cuando menos algunas perso-nas que la practican también lo son.

Enrique Gánem Corvera

tían poco a poco en adultos.En el trabajo, coincidimos con frecuencia

con Miguel Ángel, pues siempre se encon-traba dispuesto a realizar cualquier esfuerzopor generar interés en la astronomía.

Además del planetario, ambos participa-mos en los grupos de conferencias delISSSTE, que valientemente llevaban pláticassobre toda clase de temas científicos a losmultifamiliares, escuelas, hospitales y hastareclusorios de todo el país. También parti-cipó activamente en el programa “Cafécon... ciencia”, dirigido por mi esposa,María de los Ángeles Aranda, en el que sos-

tuvo varias charlas memorables so-bre varios temas, incluyendo unasobre música con un excelente pia-nista y compositor, Heberto Casti-llo hijo. Tiempo después volvimos aencontrarnos en el internet: fue unode los mejores colaboradores de“Hiperciencia”, en el portal alo.com.

Una de las mejores muestras dela convicción de Miguel Ángel esla que ofreció, frecuentemente, alos “Amigos de la ciencia”. Duran-te más de dos años, todos los sába-dos a las diez, se reunía un grupo

muy nutrido de personas de todas las eda-des y niveles educativos. Entre los invita-dos frecuentes de Ángeles, la organizadoradel grupo, se encontraba Miguel Ángel, queademás de dar su charla, siempre respon-día pacientemente las interminables pre-guntas del público por varias horas. Comonormalmente ocurre con este tipo de es-fuerzos, ninguno de los organizadores y co-laboradores de los “Amigos de la ciencia”recibía un solo centavo. Siempre estuvimosconscientes del esfuerzo que Miguel Án-gel y su familia hacían en estas ocasiones.

En la última vez en la que tuve la opor-tunidad de trabajar con él, a mediados delmes de julio viajamos a Miami para reali-zar una labor no muy diferente a la de pe-learse con un molino en una soleada

Creador de vocaciones

Enrique Gánem Corvera es biólogo, divulgadorde la ciencia y editor de la revista ScientificAmerican México.Comentarios: explicador@prodigy�net�mxComentarios: explicador@prodigy�net�mxComentarios: explicador@prodigy�net�mxComentarios: explicador@prodigy�net�mxComentarios: explicador@prodigy�net�mx20

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Conocí a Miguel Ángel en Puebla, en unade sus excelentes conferencias de astro-nomía, en el congreso anual de la Socie-dad Mexicana para la Divulgación de laCiencia y la Técnica (SOMEDICYT). En esaocasión se trataba de la posibilidad devida microbiana en Marte. Recientemen-te se había descubierto la roca marcianaque contenía lo que parecían ser micro-fósiles de bacterias. Miguel Ángel expli-có a los divulgadores y estudiantesreunidos en el congreso, con gran clari-dad y con su característica gracia (era ungran conversador), la importancia de losestudios sobre el vecino planeta, el signi-ficado de los supuestos microfósiles y lasposibilidades (relativamente escasas) deque efectivamente se tratara de pruebasde la existencia de antiguas bacteriasmarcianas.

Una de las características que definíansu carácter –junto con su humor jovial ysu inteligencia– era la capacidad que te-nía para explicar los temas científicos conclaridad y rigor. Cuando alguna vez tra-bajé en un periódico y tuve que entrevis-tarlo a raíz del descubrimiento de antiguashuellas de agua líquida en la superficiede Marte, la explicación que me dio y suopinión profesional como astrónomo re-sultaron quizá más interesantes que lasde la propia NASA, que circulaban en to-dos los medios de comunicación.

Sus gustos musicales eran un tanto ex-quisitos. Varias veces hizo comentariosque revelaban su falta de aprecio por lamúsica moderna (“eso no es música”), es-pecialmente por las variedades más rui-dosas que están de moda actualmente.Pero estoy seguro de que en el fondo al-bergaba un gusto por el buen rock (o lohubiera podido desarrollar, si no lo tenía).

Uno de mis primeros contactos direc-tos con él fue a través de una discusiónpor correo electrónico. Eran los amargostiempos de la huelga, una época de de-presión y nubes negras. Circuló en la co-

Martín Bonfil Olivera

Miguel Ángel Herrera:

La música de las esferas

ese tipo de cosas son “como patitos dehule: imposibles de hundir”. En alguna oca-sión, según me cuentan, Mausán presen-tó un pedazo de metal, arguyendo que setrataba de un fragmento de una nave ex-traterrestre, hecha de un material “desco-nocido en la tierra”. Miguel Ángel, desdeluego, se ofreció a mandar analizar elmetal, pues no existen los materiales des-conocidos. La triste sorpresa fue que,cuando recurrió a los laboratorios denuestra universidad para obtener el aná-lisis, nadie quiso arriesgarse, y MiguelÁngel tuvo que regresar con la cola entrelas piernas, mientras que Mausán se jac-taba “¿Ven? Se los dije: descubrieron queefectivamente es de origen extraterrestre,sólo que no lo quieren aceptar”.

Miguel Ángel Herrera será extrañadopor la comunidad de la DGDC, los divul-gadores científicos, los astrónomos y portodos lo que trabajamos con él y llega-mos a estimarlo y quererlo. Yo lo recordarécomo alguien que escuchaba la músicade las esferas, compartir la belleza queveía en los cielos y la que hallaba en lasarmonías terrenales.

munidad universitaria un mensaje en elque se despotricaba contra los huelguis-tas, calificándolos de vándalos ignoran-tes cuyo único objetivo era la destrucciónde la UNAM. Eran todavía los primerassemanas , y aunque después los huelguis-tas se hicieron plenamente merecedoresde estos adjetivos y más, en ese momen-to todavía parecía que el movimientopodría valer la pena como una defensade la educación pública gratuita. Yo con-testé al mensaje apoyando hasta ciertopunto al movimiento, y recibí una res-puesta tajante de Miguel Ángel: no po-día defenderse el comportamiento de esaplebe. En ese momento temí que se tra-tara de una persona intolerante.

Pero más tarde, cuando Miguel Ángelingresó a la Dirección General de Divul-gación de la Ciencia, descubrí que, aun-que su ideología estaba un poco menosa la izquierda que la mía, se trataba deun académico tolerante e inteligente.Además, resultó ser un excelente jefe (delos que “dejan trabajar”, que según laopinión de un mi primo son la mejor cla-se de jefes). También tenía una capaci-dad verdaderamente sorprendente paraalburear, aunque nunca llegaba a faltaral respeto: más de uno salíamos de suoficina riendo a carcajadas, si éramoshombres (las mujeres, como correspon-de a su papel, siempre fingían no haberentendido, aunque a veces les costabamantener la cara seria).

Quizá una de las facetas que más lle-gué a admirar en Miguel Ángel era sucompromiso con la defensa de la cien-cia ante los embates de la seudo-ciencia y la charlatanería. Sus debatespor televisión con Jaime Mausán, enlos que siempre defendió hábilmenteel punto de vista escéptico, hicieronépoca. Desgraciadamente, se trataba deun negocio imposible de ganar. Comodice el famoso mago escéptico JamesRandi, los creyentes en extratarrestres y

Martín Bonfil Olivera, editor de El muégano di-vulgador, es químico farmacobiólogo y divul-gador científico en la DGDC-UNAM.Comentarios: mbonfil@servidor�unam�mxComentarios: mbonfil@servidor�unam�mxComentarios: mbonfil@servidor�unam�mxComentarios: mbonfil@servidor�unam�mxComentarios: mbonfil@servidor�unam�mx

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Cartas a TríbuloAna María Sánchez Mora

Salve, Esclarecida Mentora:

Estoy trabajando a marchas forzadas porque unaprestigiada revista de divulgación para jóvenesme ha solicitado de la manera más atenta rellenode interés para su gustada sección “A que no sa-bías que...” Mi estado de ánimo, por el triste acon-tecimiento que ha ensombrecido a nuestracomunidad, apenas me ha permitido esbozar al-gunas preguntas que podrían servir para la ante-dicha sección. Le pido por tanto, Oh Egregia, suscomentarios a las siguientes:

–A que no sabías que... las partículas subató-micas forman una extraña tribu

–A que no sabías que... el Indo no es tributariodel Danubio

–A que no sabías que... no existe un tribunalque juzgue las malas aplicaciones tecnológi-cas

–A que no sabías que... el nacionalismo es unvestigio tribal

–A que no sabías que... Dirac contribuyó a ladescripción del electrón

–A que no sabías que... las revistas científicasson una tribuna internacional

–A que no sabías que... la AdministraciónTributaria no respeta ni a los científicos

–A que no sabías que... uno de los atributos delprotón es su carga eléctrica positiva

–A que no sabías que... deseo rendir tributo ala memoria de Miguel Ángel Herrera

Lo siento, Paciente Maestra, porque la he he-cho perder su valioso tiempo con mis desvaríos.

Suyo, Tríbulo

Caro Pupilo:

Comprendo tu indisposición y la comparto. To-dos estamos ATRIBULADOS.

Besitos

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¿El divulgador es científico o no?

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Miguel Ángel HerreraDirector de Vinculación

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Martín Bonfil OliveraEditor

Rocío MuciñoAsistente editorial

El muégano divulgador, boletín mensual editado por la subdirecciónde medios de comunicación de la Dirección General de Divulgaciónde la Ciencia de la UNAM; 3er. piso de Universum, zona cultural de CU,Coyoacán. Tel: 5622-7292 y 93. E-mail: [email protected] Las opiniones expresadas en los textos firmados son responsa-bilidad de sus autores y no necesariamente reflejan el punto devista de la institución. El material se publica con propósitos dedifusión y sin fines de lucro. Para cualquier aclaración, favor deponerse en contacto con el editor.

DIRECCIÓN GENERALDE DIVULGACIÓNDE LA CIENCIA

EL MUÉGANO

DIVULGADOR

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Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica, AC

Convocatoria

PREMIO NACIONAL DE DIVULGACIÓN

DE LA CIENCIA 2002

La Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica (SOMEDICyT), laUniversidad Autónoma Metropolitana (UAM), y la Universidad Nacional Autónoma deMéxico (UNAM), convocan a participar en el Premio Nacional de Divulgación de laCiencia 2002.

Este premio es un reconocimiento a la trayectoria de un divulgador cuyo trabajo realizadoen México ha destacado en el campo de la divulgación de la ciencia y la técnica.

En memoria de Alejandra Jaidar, en reconocimiento de su labor entusiasta y generosa como divulgadora y promotora de la divulgación de la ciencia en México

BASES:

INFORMES de 10:00 a 14:00 horas Irma Hernández Torres, teléfono (01 55) 56-22-73-30 Fax (01 55) 56-65-49-10Página web: www.somedicyt.org.mxPor correo electrónico con Margarita Aguilar Ortega: [email protected]

1. El candidato deberá ser presentado por una institución de carácter académico o cultural, o ungrupo de personas pertenecientes a la institución misma.

2. La presentación del candidato deberá ir acompañada de:a) Una carta indicando el valor y la relevancia de la trayectoria.b) El currículum del candidato destacando la labor de divulgación.c) Algún o algunos de sus trabajos más sobresalientes, mismos que serán devueltos.

3. El jurado será designado por la SOMEDICYT y su fallo será inapelable.4. El premio consta de $30,000.00 (treinta mil pesos 00/100 m.n.) y diploma.5. El premio es individual, no puede ser compartido y puede declararse desierto.6. La fecha límite para presentar candidatos es el viernes 25 de octubre de 2002.7. Para considerar a un candidato como tal, los postulantes del mismo deberán informar vía fax

o correo electrónico sobre el medio por el cual se ha enviado la información, documentacióny trabajos, a más tardar en la fecha límite señalada.

8. El fallo del jurado se publicará en un periódico de circulación nacional.9. La presentación de los candidatos, la documentación y los trabajos deberán enviarse a la

siguiente dirección; en caso de envíos por correo se respetará la fecha del matasellos postal.

PREMIO NACIONAL DEDIVULGACIÓN DE LA CIENCIA SOMEDICYT, A.C.Casita de la Ciencia, planta baja,Museo de las Ciencias UNIVERSUM.Circuito Cultural Universitario.Ciudad Universitaria.04510, México, D. F.

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por Scott Adams

DILBERT

Gripa marciana

Quizás hayan oído hablar de la «influenza australiana». Elavance de las investigaciones está apunto de demostrar quese trata de un nuevo virus con propiedades genéticas querepresentan un nuevo desafío para la medicina. Así es: esteretrovirus mutante que aparentemente llegó a la tierra pormedio de una lluvia de polvo cósmico que cayó a finalesdel año pasado en Australia, Asia y Europa posee caracte-rísticas que lo hacen mortal para la especie humana:

1. La polarización eléctrica de sus células borra la me-moria anti-influenza del cerebro. Es decir, cuando a ti te dagripa quedas inmune a pescar el mismo virus, el problemaes que existen mas de 13,000,000 tipos diferentes de virusde influenza. El peligro de esto es que bajo la influenciadel nuevo virus, puedes pescar 2 o hasta tres tipos de virusde influenza al mismo tiempo (lo cual se traduce en gripas2 o 3 veces más fuertes), o jamás aliviarte.

2. Esta gripa ha matado ya aproximadamente a 3 mil aus-tralianos, 4 mil asiáticos y casi 5 mil europeos, principal-mente ingleses. En cuanto a América (donde este virus acabade llegar), se está hablando de los primeros 200 muertosen Estados Unidos y Canadá, así como 100 casos de muer-te por influenza ya detectados y aislados en México, asícomo 50 casos sumados entre Cuba y Centroamérica.

3. Se estima que este retrovirus es la primera gran ame-naza que tendrá que enfrentar la humanidad en este nuevosiglo. Algunas sectas religiosas que han tomado noticia delasunto, comienzan a hablar de un mecanismo natural de

La humanidad se “salvó” recientemente de ser aniquilada por unasteroide, pero al parecer no importa, pues seremos exterminadospor un virus extraterrestre. ¿Será?

Déle a su cable un ajus-te espinal una vez a lasemana para prevenirinfecciones.

¿Qué puedo hacerpara evitar los virusde computadora?

¡Era escéptica hasta quemencionó que hay evi-dencia anecdótica de quefunciona!

H en gauss

la Tierra cuyo fin es balancear la población, cuyo creci-miento en los últimos años ha sido desproporcionado a lacapacidad de nuestro planeta. Esta terrible epidemia cau-sará una baja de entre el 2.5 y el 5 % de la población mun-dial. A la muerte por influenza debemos añadir laconsideración de que este nuevo virus se «adaptará» a otraspoblaciones con las que el ser humano tiene contacto (esdecir, animales domésticos y todo tipo de ganado), por loque el control del virus será cada vez más difícil y diezma-rá las poblaciones animales utilitarias.

4. Una vez que este virus se adquiere, el infectado tienedos posibilidades: no sobrevivir, o sobrevivir con secuelasy el riesgo de volver a activar la enfermedad. Pues este vi-rus, como el VIH permanecerá en tu cuerpo para siemprecausando estragos, afectando la visión, desgastando el apa-rato respiratorio y dejándote propenso a miles de enferme-dades; incluso según estudios este virus se transmiteprincipalmente por estar cerca de alguien que estornuda otose. Mientras las gripas comunes se transmiten mediantelos estornudos a distancias no mayores a los dos metros,este virus es capaz de entrar a tu organismo si una personaestornuda a 10 metros de ti en espacios cerrados, y 5 enabiertos.

5. Por el momento no hay cura, y la vacuna antigripal nofunciona, pues estamos hablando de un virus similar al dela gripa pero en muchas cosas totalmente diferente y desco-nocido para el ser humano. Se recomienda cuidarse mucho,evitar lugares concurridos y alimentarse sanamente.

Esta información, que se anuncia como “tomada de boletines, noti-cias, internet y reportes médicos”, circula anónimamente en internet.

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