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DOSSIER Las declaraciones estivales del flamante ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva reactualizaron el debate sobre la relación entre las ciencias sociales y la sociedad: su utilidad y la validez de sus métodos. Ya apagados los estertores mediáticos de la necesaria respuesta pública, convocamos a investigadores de nuestra Facultad y de otros campos de conocimiento para que nos ayuden a repensar cuál debe ser el rol de las ciencias sociales en el marco del sistema científico nacional y, muy espe- cialmente, como contribución al mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo que con su esfuerzo sostiene su financiamiento. DOSSIER 21 ciencias sociales y sociedad 21-36 Dossier.qxd 22/04/2008 15:42 PÆgina 21

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IERLas declaraciones estivales del flamante ministro de Ciencia, Tecnología e

Innovación Productiva reactualizaron el debate sobre la relación entre las

ciencias sociales y la sociedad: su utilidad y la validez de sus métodos.

Ya apagados los estertores mediáticos de la necesaria respuesta pública,

convocamos a investigadores de nuestra Facultad y de otros campos de

conocimiento para que nos ayuden a repensar cuál debe ser el rol de las

ciencias sociales en el marco del sistema científico nacional y, muy espe-

cialmente, como contribución al mejoramiento de las condiciones de vida

del pueblo que con su esfuerzo sostiene su financiamiento.

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ciencias sociales y sociedad

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Cuando se plantea la relación entre lasciencias sociales y la sociedad invaria-blemente surge la cuestión de su utili-dad. El debate existe no sólo con lasmal denominadas ciencias duras sinotambién en el propio campo de lasciencias sociales. ¿Para qué las cien-cias sociales?, es una pregunta quesuscitó muchas respuestas de índoledistinta. A quienes creemos en las fun-ciones socialmente emancipadoras dedichas ciencias no se nos oculta queesa no es su práctica más generaliza-da. Es fácil observar que las cienciassociales se emplean más al servicio delos actores política o económicamentedominantes que de quienes se hallanen las situaciones sociales más des-ventajosas. Pero esa constatación noniega lo correcto de la idea de que elconocimiento de lo social, cuando es-tá construido rigurosamente, develaaspectos de la sociedad normalmenteocultos, es real o potencialmente críti-co y puede favorecer la acción dequienes desean modificar el orden so-cial. Esa es una de las causas por lasque en los regímenes totalitarios o au-toritarios se impide el desenvolvi-miento de las ciencias sociales, ya quese capta su interés por intervenir en lamarcha de la sociedad. El problema de la utilidad de las cien-cias sociales se ha convertido reciente-mente de nuevo en un tema de discu-sión en el que se mezclan muchascuestiones. El riesgo, al respecto, loconstituyen lo que denominaremos lasfalsas dicotomías que se establecen aveces por error o desde iniciativas in-teresadas, cuando se habla de renovar,en general, las funciones sociales de laciencia en nuestro país. Los imperati-vos de la llamada sociedad de conoci-miento trajeron de nuevo preguntassobre las características de las cien-cias, tema, por cierto, no siempre bienplanteado en la comunidad científica.Comencemos por señalar que no es unbuen punto de inicio plantear los paresciencias duras-ciencias blandas, cien-

cias básicas-ciencias aplicadas, yaque detrás de esas divisiones, más ad-ministrativas que epistemológicas, pa-rece haber más intereses sectorialesque fundamentos científicos. Si escuestión de ciencia, la exigencia deencuadres teóricos con adecuada capa-cidad heurística, de métodos de inda-gación pertinentes, de técnicas experi-mentales u observacionales producti-vas, son exigencias que unifican eldesenvolvimiento de duras-blandas yde básicas-aplicadas. En todos los ca-sos, se trata de elaborar conocimientostentativos, discutibles, provisorios y,obviamente, superables en la medidaque conducen a puntos de llegada apartir de los cuales otros harán suspuntos de partida, ya que la cienciaconsiste en formular preguntas allídonde hay respuestas. La diferencia-ción duras-blandas, no hace al carác-ter de ciencia sino a la definición on-tológica de sus objetos. Básicas-apli-cadas, remite a dominios del ejerciciodel quehacer científico y, si son cien-cias, trabajan con los criterios antesmencionados y aspiran a ampliar lasfronteras del conocimiento. Los operadores de ciencias duras oblandas, y básicas o aplicadas, puedentener, es cierto, disímiles reconoci-mientos sociales derivados, justamen-te, de las ideologías ordenadoras deesas prácticas. La dicotomía cienciasbásicas-ciencias aplicadas no resistelos análisis rigurosos y al respecto sesuele dar el ejemplo de Pasteur que in-vestigaba la fermentación de la cerve-za y se encontró con el descubrimien-to de la penicilina y de los antibióti-cos, uno de los hallazgos más impor-tantes de la historia de las ciencias.Por cierto, para hacer tal avance eranecesario saber ciencia y, de ningúnmodo, cabe explicar ese logro por lacasualidad. Si por ciencia aplicada sedenomina un estudio más inmediata-mente útil, motivado por el interés enintervenir en la realidad, no cabe dudaque los requerimientos del quehacer

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científico no pueden estar ausentes.En el libro Sobre ciencia, Barry Bar-nes resume bien el problema de la fal-sa dicotomía entre ciencias básicas yaplicadas cuando dice que la imagenvulgar de la ciencia básica era en otrostiempos fundamentalmente la de unacosmología: "Es cierto que conserva-mos un respeto saludable por la físicade las partículas elementales y le con-cedemos una posición de especial re-levancia en la jerarquía de las cien-cias. Pero ahora somos mucho másconscientes de que el conocimiento estanto saber cosas (know-what) comosaber utilizarlas (know-how), y queesa acumulación de capacidades ope-rativas constituye un avance del cono-cimiento en la misma medida que laacumulación de observaciones e infor-mación" (Barcelona, Labor, 1987,p.107). Algunos sociólogos solemosrecordar la investigación de Marie Ja-hoda y Hans Zeisel, dirigida por PaulLazarsfeld, sobre los desocupados deMarienthal, de comienzos de la déca-da del 30, que más allá de sus eviden-tes fines prácticos, aportó avances no-tables en la comprensión de la subjeti-vidad de quienes quedan excluidos delmundo del trabajo. La diferencia entre ciencia básica yciencia aplicada es difícil de sostenercuando se analiza el desarrollo históri-co de las ciencias sociales. Desde lospadres fundadores a los autores actua-les, la preocupación que motivó susinvestigaciones fue la preocupaciónpor intervenir en el desenvolvimientopolítico y social de sus sociedades.Comte elaboró sus ideas con el expre-so deseo de mejorar las sociedades desu época. Marx fue el primero que sepropuso elaborar un conocimientocientífico de lo social a los efectos depresentar una visión del mundo favo-rable a las clases subalternas. EmilioDurkheim resumió su idea sobre laproductividad teórica de las motiva-ciones del científico hacia la resolu-ción de problemas sociales diciendo

que no encuentra nada en la sociolo-gía quien no quiere algo de la socie-dad. Las teorías de Weber tenían en elcentro de su preocupación aportar ele-mentos para la construcción del Esta-do-nación alemán. Desde esos precur-sores hasta nuestros días, son muchaslas corrientes de ciencias sociales quecon sus explicaciones desencantan elmundo social. Para evitar malos en-tendidos cientificistas, digamos que lamayoría de las grandes transformacio-nes sociales no se hicieron a partir deanálisis científicos, sino de propues-tas que no pocos en las ciencias socia-les debieron considerar utópicas. La pregunta sobre cuál es la relaciónentre las sociedades y las ciencias so-ciales no puede recibir una respuestaúnica y uniforme. En principio existendistintas esferas en las que las cienciassociales se vinculan a las sociedades y,por otra parte, dentro de lo que se de-nomina sociedad cabe distinguir dife-rentes planos de prácticas sociales. Pa-ra decirlo de un modo simple, las cien-cias sociales encontraron sus mejorescondiciones de desarrollo allí donde lalibertad de opinión fue una de las ca-racterísticas de los espacios públicos yla acción de los aparatos estatales y delos grandes actores de la sociedad ci-vil tendieron a orientarse según crite-rios de racionalidad instrumental. Loscientíficos sociales hicieron aportes aldesarrollo de sus sociedades en lasguerras mundiales, en las grandes cri-sis socioeconómicas, en las campañasde desarrollo social, y sus actividadesde producción de conocimiento liga-das al desenvolvimiento estatal o a lareconstrucción de los tejidos socialescontribuyeron al desarrollo de sus dis-ciplinas. Esto no pasó siempre necesa-riamente así: durante la guerra fría, enEE. UU. las ciencias políticas mostra-ron los efectos científicos más negati-vos debido a su sumisión a los objeti-vos del Estado, en tanto que desdemucho antes el marxismo perdió sucarácter científico al ser sometido a

los intereses de la burguesía de Estadosoviética. Cerramos. Usando las clasificacionesque cuestionamos, se puede afirmarque las ciencias sociales son básicas,si con tal término resaltamos la di-mensión teórica, analítica y de pro-ducción y formalización de conceptos,pero, a la vez, son aplicadas ya que susconocimientos se constituyen para darrespuestas útiles para el desenvolvi-miento de sus sociedades. Sería de la-mentar que las equivocaciones y luga-res comunes con los que todavía sepiensan en nuestro medio a las cien-cias operen restando jerarquía científi-ca a las ciencias sociales. Puesto quetal como decía Pierre Bourdieu para lasociología, y mostrando su gusto porla repetición de palabras, son las úni-cas ciencias que en razón que se dudasobre su carácter de ciencias, piensanmás que otras en los requisitos exigi-dos para hacer ciencia.

* Profesor de Análisis de la Sociedad Ar-gentina en la Carrera de Sociología. Se-cretario de Investigación de la Facultadde Ciencias Sociales.

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Todavía hoy sigue resonando la viejaidea de la búsqueda desinteresada dela verdad en relación con la prácticacientífica. Incluso ahora que esa prác-tica entabla abiertamente sus relacio-nes con el mercado; incluso ahora, quesu gestión y administración social lacircunscribe a la producción eficientede innovaciones tecnológicas, necesa-rias para sostener la reproducción delcapital.El neologismo "tecnociencia" apunta acuestionar la separación entre cienciay tecnología que se expresa cuando sehace referencia a ellas vinculadas pormedio de la conjunción "y". Su fusiónen una sola palabra (en una sola prác-tica) rompe con la idea de una trans-formación mágica de conocimientos"puros" en tecnologías -esto es, enprocedimientos prácticos para el con-trol y el dominio de fenómenos natu-rales y sociales. Lo hace al dejar en-trever que si la ciencia adquirió, desdelos comienzos de la modernidad, unpapel cada vez más preponderante, fueporque se encargó de la producción deconocimientos útiles para la sociedad.Ahora, cuando la mercantilización seextiende a todos los ámbitos de la vi-da, esa utilidad de los productos cien-tíficos se reduce a la mera eficienciaque permite poner en valor los pro-ductos tecnocientíficos, y a la vez suproducción y sus productores. El problema en la actual relación tec-nociencia-sociedad no se manifestaríaentonces cuando se desvirtúa el queha-cer científico alejándolo de la búsque-da desinteresada de la verdad y mez-clándolo confusamente con las intere-sadas tecnologías. Por el contrario, elproblema se genera cuando la caracte-rística distintiva de la ciencia moder-na, su utilidad social,1 pasa a medirseexclusivamente por la eficiencia, esdecir, cuando se la considera comomera productora de mercancías.Útil es aquello que sirve para algo. Eneste sentido es eficaz: produce efectos.Pero la relación entre lo útil y susefectos, los fines, pueden entenderse

como un vínculo meramente instru-mental (el fin justifica los medios) obien comprenderse que los medios(instrumentos) son parte de los fines.En este caso, no son los fines los quejustifican los medios, puesto que losmedios empleados también determi-nan los fines: la meta involucra losmedios con que se la alcanza. En estahabitación recíproca de medios y fi-nes, la utilidad adquiere un sentidomás amplio y profundo que la mera re-lación instrumental, engendradora demonstruos. 2 Entonces se puede pen-sar lo útil como un haz de relacionesde medios y fines que potencian laproducción. Y la potencian en tanto re-sultan afirmativos de las fuerzas que lageneran, en tanto hacen posibles nue-vas producciones con nuevos produc-tos y acrecientan las capacidades delos productores, estableciendo dife-rencias, excediendo lo dado, abriendonuevos procesos. La tecnocienciabrinda utilidad si los medios y los pro-cedimientos de que se vale potenciansu producción, si la preservan y abrenposibilidades fructíferas a la produc-ción de conocimientos y a sus produc-tores en tanto que tales, estableciendodiferencia, generando un plus cualita-tivo, en las posibilidades sociales, gru-pales e individuales existentes. 3Pero la exigencia de productividad delmundo moderno, de nuestro mundo,responde en el capitalismo a la exi-gencia de eficiencia, haciéndose do-minante la relación instrumental. Deesta manera se provoca una simplifi-cación reduccionista del sentido deutilidad al que aludo, pues al concen-trarse en los productos obtenidos, laeficiencia oculta las transformacionesen el proceso de producción y en losproductores, transformaciones que soncausas y efectos de la diferencia quegenera una producción; en fin, inscri-be la diferencia en la identidad. Es que la eficiencia asocia el cálculocosto-beneficio a la mera relación ins-trumental entre medios y fines. El im-perativo que así se impone se expresa

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en el deber de producir con el menorcosto y el mayor beneficio. Pero la po-sibilidad misma del cálculo supone es-tablecer equivalencias capaces decuantificar los costos y los beneficiosde la producción científica. La apela-ción a la necesidad de control y certi-ficación de su excelencia, de sus cua-lidades, es únicamente declarativa,puesto que las pérdidas y ganancias sedeterminan en función del incrementodel capital. 4Con la eficiencia se prioriza sólo unaspecto de la utilidad potenciadora delas actividades humanas. La utilidadde los conocimientos científicos, tantosobre la naturaleza como sobre la so-ciedad, consiste en brindar la capaci-dad para solucionar problemas prácti-cos de la sociedad a través de la pre-dicción de fenómenos. Las prediccio-nes son necesarias para la produccióny reproducción de una sociedad quedice brindar un lugar preponderante alo nuevo (lo moderno) como conse-cuencia del reconocimiento de lo pro-piamente humano en sus posibilidadesde producción. Y si bien esa produc-ción requiere algún tipo de control quela potencie, y entonces el control sirvea la producción humana, con el pri-mado de la eficiencia, el control resul-ta útil al dominio. La diferencia se haya entonces entreun control que sea útil a la produccióny un control que sea útil al dominio.Un saber de las cosas y los hombres

capaz de un cierto control, flexible ycambiante, al servicio de la produc-ción, de su potenciación. O bien, uncontrol que logre retener el movimien-to de la producción dentro de ciertoscarriles que conduzcan su movimientoen dirección a la permanencia de ladominación. En este último caso, setrata -como vengo señalando- de unareducción a un aspecto de la utilidad,sólo a la eficiencia y, consecuente-mente, supedita la utilidad a la efi-ciencia: la eficiencia medida de la uti-lidad. Mecanismos para la conserva-ción del statu quo, dispositivos paraintegrar toda innovación y cambio enla dinámica del actual capitalismo. El predominio de la eficiencia es útilal dominio. Pero con tal predominio,las resistencias no desaparecen. Prepa-ran su oportunidad. En el campo tec-nocientífico, en la supeditación de suproducción a la acreditación,5 la uti-lidad virtual de su producción puedeaún poner trampas a la eficiencia simientras aparenta perseguir la acredi-tación, activa las potencias humanasde producción. Precisamente, para po-der más, apostando a posibilidades de-cretadas como imposibles. En estaspeligrosas e inseguras estrategiastramposas (tramposas desde la pers-pectiva de la acreditación) se puedellegar a ser consecuente 6 con la di-mensión ético-política 7 de la prácticacientífica.Desde esta interpretación, la creación

de un Ministerio Nacional de Ciencia,Tecnología e Innovación Productivaresponde a las demandas del actual ca-pitalismo globalizado (bajo la fórmula"I+D"). Apuesta, por ende, a la efi-ciencia. Es tal vez una ingenuidad su-poner que podría estar destinada a sol-ventar una producción tecnocientíficaútil para nuestro país y los de la región(así como las protestas frente a las de-claraciones del flamante ministro po-drían entenderse únicamente comouna estrategia de posicionamiento an-te la próxima distribución de mayoresrecursos). No obstante, su creaciónabre un nuevo frente de lucha en laconstrucción de una tal utilidad, en de-fensa de una producción tecnocientífi-ca situada, esto es, que no reniegue desu inscripción en particulares coorde-nadas geopolíticas. Están en juego entonces los modos enque la tecnociencia como parte de lasociedad se relaciona con las distintasfacetas de lo social, así como con loshombres y mujeres que participan deellas desde sus diferentes posiciones.Apuesto entonces por una lucha por lautilidad contra la eficiencia elevada aúnico patrón de medida.

* Profesor de Filosofía Social en la Ca-rrera de Trabajo Social.

1- He desarrollado este carácter distintivo de la "ciencia moderna", así como las nociones de "utilidad" y "eficiencia" que uso en lo quesigue, en HELER, M., Ciencia Incierta. Una práctica social, Bs. As., Biblos, 2º Edición: 2005.

2- Cf. HORKHEIMER, M. y ADORNO, T. Dialéctica de la Ilustración, Buenos Aires, Sudamericana, 1987.3- Cf. HELER, M., "Ensayo sobre la lógica de lo excedente", Revista Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas,

INCIHUSA-CRICYT, Mendoza (enviado para su publicación). 4- Además, tal cálculo impone una restricción a la dimensión temporal: el largo plazo es un plazo cuantificable y por lo tanto relativa-

mente breve, por ejemplo frente a sus efectos a través de generaciones. Cuentan los réditos en lo inmediato, a lo sumo en lo inmedia-tamente mediato.

5- Cf. HELER, M., "Entre la producción y la acreditación", en Cuadernos del Sur-Filosofía Nº 34, Bahía Blanca, 2005, pp. 77-94.6- BADIOU, A., "La idea de justicia", en Acontecimiento. Revista para pensar la política, Nº 28, 2004, Bs. As., Grupo Acontecimiento,

pp. 9-227- HELER, M., "El orden moral-policial y la dimensión ético-política", en AMBROSINI, Cristina Marta (compiladora), Ética.

Convergencias y divergencias. Homenaje a Ricardo Maliandi. Universidad Nacional de Lanús, en prensa.

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El país requiere de una política cientí-fica integral 1. Pero su trazado debeafrontar obstáculos que la dificultan.Uno de ellos es la creciente privatiza-ción del conocimiento en sus diversasmanifestaciones.Documentos de organismos interna-cionales establecieron sobre la base dedudosos indicadores "empíricos", quelas políticas debían sostenerse en untriálogo: Estado- sociedad civil-merca-do, "coordinado" por este último. Eneste contexto, se profundizaron variosde los conceptos característicos de lamodernidad, que instaló la "coloniali-dad" del saber y del poder 2. Uno deellos ha sido el concepto de "raza", ca-tegoría fundamental a través de la cualel pensamiento científico moderno cla-sificó a la humanidad a través de la in-vención de conceptos como el de "Eu-

ropa", "Occidente", "Oriente", "civili-zación". Estas ideas construyeron entiempos de expansión colonial la ima-gen del "otro" que daba sentido a lamirada en espejos del mundo civiliza-do, su ciencia, su tecnología y sus mé-todos, que si bien no aseguraban la po-sesión de la verdad, sí posibilitarían elacercamiento a ella. En ese contexto,los saberes de los "otros" fueron des-valorizados, a la vez que la Ciencia erapensada como "patrimonio de la hu-manidad". Eran tiempos en los que losEstados más poderosos de la Tierraconstituían sus sociedades científicascomo instrumentos para sostener suseconomías y en relación a ellas la ex-pansión colonial y el ejercicio del go-bierno de las poblaciones.Respecto de ello aquí sólo me interesaseñalar que si la idea de la ciencia co-mo patrimonio de la humanidad, másallá de las buenas intenciones, fue acor-de a la expansión del capitalismo colo-nial, hoy la situación es distinta. La pri-vatización de la ciencia es un fenóme-no asumido por los laboratorios cientí-ficos, agencias políticas y empresas co-mo un fenómeno necesario para que elmercado mundial crezca y con él "dis-minuya el flagelo de la pobreza".Se trata de un nuevo capítulo de la co-lonialidad del saber-poder. Este capítu-lo tiene al menos dos direcciones. Porun lado, los saberes de "los otros" yano son despreciados. "La voz" de lospobres, de los pueblos originarios esvalorizada. Por otro, se sigue soste-niendo una visión lineal de la historiasegún la cual las instituciones latinoa-mericanas serían deficientes debido asus orígenes "ibéricos" y a su mestiza-je. La solución radicaría en imitar lasinstituciones del Norte y aceptar susrecomendaciones en materia de políti-ca, uno de cuyos capítulos es el de po-lítica científica.Esta neo-colonialidad del saber-poderincluye la privatización del proceso deInvestigación y Desarrollo (ID), ligadaal proceso de "internacionalización" dela misma; fenómeno vinculado a la

"globalización" y al nuevo rol del Es-tado. El proceso transforma en propie-dad privada de Empresas Transnacio-nales (ET) los productos de la ID. Países como EE.UU. y Japón destinanfondos federales a la investigación y aldesarrollo ligados a la producción, afin de aumentar la productividad in-dustrial y posibilitar una mayor com-petitividad a sus empresas. Desde hace varios años, a nivel inter-nacional, la privatización del conoci-miento se está expresando en variosaspectos: a) De modo creciente, lasempresas privadas a través de diversosmecanismos determinan la selecciónde proyectos de investigación y su eva-luación en función del potencial éxitocomercial. b) Se ha ampliado el inter-cambio entre empresas y organismosde investigación y la tendencia domi-nante es la privatización de los dere-chos de propiedad intelectual. Los go-biernos de EE.UU., Japón y de paíseseuropeos han adoptado políticas queincrementen la investigación ligada ala innovación; subsidian a los propieta-rios de proyectos de ID del sector pri-vado, que puedan aumentar la compe-titividad de las empresas. Los derechosde propiedad intelectual protegen a lasempresas y universidades privadas quehan celebrado convenios con el gobier-no y han obtenido fondos de éste parala investigación. c) En la misma líneade privatización del conocimiento seencuentran los contratos de colabora-ción científica entre organismos perte-necientes a países centrales e institutoso individuos de países periféricos, di-chos contratos ponen en dependenciatotal del extranjero a los investigadoresde la periferia, pues son los países cen-trales quienes definen las metas de in-vestigación. La construcción de "indi-cadores de ciencia y tecnología" puedeser leída en esa clave. Una de las con-secuencias es la ruptura de lazos soli-darios en el mundo académico latinoa-mericano; la competencia por becas ysubsidios se naturaliza, al tiempo queel tedioso llenado de formularios re-

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emplaza a la investigación genuina. d) Los grandes consorcios y organis-mos internacionales valoran estratégi-camente el conocimiento de los terri-torios, esto conduce a articular saberesque la modernidad escindía, como "na-turaleza" por un lado y "cultura" porotro. Hoy esa división, hija de la cien-cia europea moderna, se diluye, pues lanoción de "territorio" así como la de"seguridad" amalgaman fenómenosbiológicos, ambientales, culturales, so-ciales, políticos. Complementariamen-te, las nuevas formas de colonialidaddel saber-poder, reconocen la impor-tancia de los saberes que sobre el terri-torio portan los pobres, las mujeres,los pueblos originarios. Por ello recla-man su incorporación y articulacióncon los saberes "científicos" acerca delo "social" y lo "natural". Para ello sevalorizan las técnicas cualitativas, losestudios de casos; cobra importancia laformación de "traductores culturales",tarea que al ser realizada por científi-cos sociales los transforma en "técni-cos". La estrategia ya no consiste endenegar a los oprimidos de la tierra,ahora se trata de reconocerlos, incor-porarlos y procesar sus saberes, paraluego construir estrategias ligadas a ladominación del territorio. La multicul-turalidad se torna así una categoría re-conocida por los centros científicosmás destacados del mundo.

Ciencia básica, ciencia aplicada y tecnologíaSi bien ciencia básica, aplicada y tec-nología se articulan, tienen también es-pecificidades. De manera que el proce-so de privatización las afecta de diver-so modo.Algunos gobiernos de países "emer-gentes" tradicionalmente han invertidomás en ciencia básica (CB). A la in-versa, los gobiernos de países centrales

en general lo han hecho más en de-sarrollo experimental. La investiga-ción básica implica un mayor grado deincertidumbre en cuanto a sus resulta-dos y a menudo gran demora en laapropiación de los mismos. Es así, quehasta hace unos años la CB se desarro-llaba fundamentalmente en laborato-rios públicos, países como la Argenti-na tuvieron un destacado lugar en esteaspecto. Sin embargo, las tendenciasactuales, a partir del proceso de priva-tización de la Ciencia, tienden a quelas entidades gubernamentales finan-cien proyectos de investigación a tra-vés de contratos con empresas, queconducen a una apropiación privada delos resultados, con el consiguiente se-creto de los mismos.En ese contexto, y a pesar de haber re-cibido asistencia política y financiera,de la ONU, la OEA, el BM y el BID,se afirma que los países latinoamerica-nos no han podido generar sistemas deID efectivos, y ello es asociado en do-cumentos de organismos internaciona-les a la desconexión de los mismosrespecto de la sociedad en la que estánincluidos. Sin embargo, es dable pen-sar que tal desconexión es precisamen-te una consecuencia de la división in-ternacional del trabajo científico, bajola hegemonía de las grandes potencias.Los centros de CB que alcanzan un al-to nivel de calidad, están casi siempreestrechamente conectados con los sis-temas científicos de los países centra-les, fundamentalmente en los aspectostemáticos. Ahora bien, una políticacientífica integral necesita construir unSistema Nacional de Innovación arti-culado con otros de la región que prio-rice las necesidades populares. Para lo-grarlo la CB es fundamental, pues elacento puesto en "problemas prácti-cos", desconectados de una estrategiafirme tanto a nivel cognoscitivo como

político, alimenta los planes de gruposque sólo están animados por mezqui-nos intereses económicos. Si tomamos como unidad de análisis latecnología, vemos que las ET, apoya-das por los Estados de los países cen-trales, tratan de mantener el dominiode sus activos tecnológicos y para ellodesarrollan prácticas comerciales talescomo las ventas empaquetadas, el con-dicionamiento de asistencia técnica, laobligación de comprar determinadasmaquinarias y/o materias primas, la re-patriación ilegal de utilidades, restric-ciones para exportar, o para importar,que lesionan la balanza de pagos de lospaíses "emergentes". Las patentes hansido una herramienta prioritaria paraque las ET logren posiciones monopó-licas y controlen los mercados de lospaíses "subdesarrollados". Lo mismoha ocurrido con las marcas. Todo ellogenera pagos cuantiosos de divisas.La pregunta que nos desafía es enton-ces: ¿cómo construir una política cien-tífica integral que revierta esta tenden-cia privatizadora y tome como objetivolas necesidades reales de los pueblosde América Latina y de la humanidaden su conjunto?

* Profesora de Saber, poder y gobernabi-lidad. Foucault y la teoría crítica y deCuestión social, gubernamentalidad yconstrucción de subjetividad en la Carre-ra de Sociología.

1- Murillo, Susana "Una política científica integral" en Página/12, 4 de marzo de 2008.2- Lander, Edgardo (2000) La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, Buenos Aires,

CLACSO/ UNESCO.

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Dos mitos simétricos atraviesan nues-tra sociedad. Según el primero, soste-nido por los mismos investigadores, esnecesario proteger la actividad cientí-fica de toda contaminación por partede las ideologías, los intereses, laspasiones, las modas. Según el segun-do, mantenido por una cantidad deautoridades morales, intelectuales yreligiosas, por el contrario, es la socie-dad y sus valores que conviene prote-ger contra las consecuencias del pro-greso incontrolado de la ciencia y latecnología. Frente a una u otra posi-ción, consideramos que la ciencia noestá ni fuera ni contra la sociedad, ellaestá simplemente en la sociedad, y loslazos que se tienden entre ambas sonvarios y fundamentales. Una muestra de ello son las reaccionesque ha suscitado la creación por partedel nuevo gobierno de un ministeriode Ciencia, Tecnología e InnovaciónProductiva, la nominación de un cien-tífico con amplio crédito en la comu-nidad de investigadores como su titu-lar, y la enunciación de objetivos quepriorizan la investigación científicaorientada al desarrollo y la innovacióntecnológica. La preocupación delpoder político respecto de la funciónde la ciencia en cualquier proyecto dedesarrollo sustentable en democraciaes concomitante con la expectativaque surge en las instituciones y losorganismos que se ocupan de la cien-cia (entre ellos la tantas veces poster-gada universidad pública), frente alreconocimiento de esa condición fun-damental para la ciencia de estar inser-ta en su sociedad. En los últimosmeses la comunidad científica haexpresado su consentimiento con estadecisión política, a la vez que se haabierto en cierta forma un debatesobre estas controvertidas relacionesentre ciencia, política y sociedad. Digamos, en primer término, que larelación de ciencia y política marca elfinal de un paradigma, aquel de laciencia pura, incontaminada de losefectos ideológicos que impregnan

otras formas del saber: un modelo dela ciencia que separa radicalmente susverdades de todas las demás formas deconocimiento. Este paradigma distin-gue la ciencia "hecha" de la cienciaque "se hace", en otros términos, lasverdades de la ciencia que se fundanen su lógica de validación son inde-pendientes de aquellas circunstanciasque han contribuido en su descubri-miento y formulación. Así, el llamado"contexto de descubrimiento" es deja-do a la historia de la ciencia, o se rele-gan al plano de anécdota todas aque-llas circunstancias que contribuyerona la formulación de las verdades cien-tíficas.Declarar la inadecuación del modeloclásico de la ciencia significa tambiénreconocer la incidencia del contextoen la ciencia "que se está haciendo",para comprender de ese modo suslazos con la sociedad. En este punto laciencia nos aporta poco sobre la prác-tica de la investigación científica, sinembargo, la sociología de la ciencia hamostrado que los científicos estáncomprometidos en redes socio-tecno-lógicas que sobrepasan las fronterasclásicamente establecidas entre cien-cia y política, y que la verdad científi-ca no escapa de las políticas públicasde la investigación y de la innovación,o de redes tecno-económicas de inno-vación. De este modo, la representa-ción de la ciencia en nuestra sociedadse acerca cada vez más a la prácticacientífica. En el año 1975, Pierre Bourdieu intro-ducía la noción de campo científicopara designar un espacio relativamenteautónomo, puesto que se rige por suspropias leyes, y que sin embargo estáinmerso en la totalidad social: "Con-trariamente a lo que deja pensar unconstructivismo idealista, los agenteshacen los hechos científicos, y asimis-mo, en alguna medida, el campo cientí-fico, pero a partir de una posición en elcampo que no han hecho y que contri-buye a definir sus posibilidades eimposibilidades" (Bourdieu; 1997, 19).

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Se recorta así un espacio en el que demodo conflictual se confrontan losproblemas de la producción, distribu-ción y circulación del conocimiento:grado de autonomía de las distintasdisciplinas e instituciones, modalidadque adquieren las presiones externas(créditos, demandas, contratos), siste-mas de reconocimiento (publicacio-nes, citaciones, referatos) mecanismosde resistencia, rupturas epistemológi-cas, etcétera. En este campo agonístico, libre de unaidea pura de la ciencia, cabe interro-garse sobre la generación de esasdemandas que serían el objetivo de lainvestigación finalizada. Si una mane-ra de responder esta pregunta pondríael foco en el modo como las mismascomunidades científicas intervienenen la producción de su propia deman-da, conviene, sin embargo, posicionar-nos en esa tensión entre la autonomíay la presión externa que supone uncampo científico. Aquí podríamosseñalar rápidamente algunas cuestio-nes a tener en cuenta en relación conlas ciencias sociales en AméricaLatina. 1) La realidad objetiva a la quetodos se refieren de manera explícita otácita es en definitiva aquello que losinvestigadores comprometidos en uncampo en un momento determinadoacuerdan en considerar como tal.(Ibíd., 26) La manifestación de esaobjetividad en un campo disciplinar(tanto de las ciencias duras o blandas),se da a través de las representacionesde aquellos que invocan su arbitrio.En ese sentido las ciencias socialespueden tener menor margen de auto-nomía respecto de la intervenciónpolítica, pero no de objetividad.2) Desde la perspectiva de la produc-ción de conocimiento, es importanteconsiderar que la internacionalizaciónde la ciencia y la tecnología no consis-tió nunca en la extensión a todos lospaíses del mundo de sus ventajas,menos aún en la participación conjuntaen la producción y gestión de los cono-cimientos. 3) Un cierto reparto del

campo científico puede transformar alos científicos de los países periféricosen informantes (sabios pero informan-tes), y reproducir en el plano del cono-cimiento la clásica fórmula de ladependencia: exportar datos e importarteorías. La recepción crítica de deman-das surgidas en un marco social globa-lizado -al que no escapa la produccióncientífica- es precisamente una de lastareas de las ciencias sociales.La ciencia social en América Latinaha tenido la coherencia de construirconocimiento a partir de sus propiosproblemas: el autoritarismo, la margi-nalidad, la crítica a un modelo liberalde democracia, figuran entre los temasque han dado lugar a la formulaciónde conceptos teóricos y análisis decasos, que confluyeron en la formula-ción de teorías arraigadas en la socie-dad y con capacidad de dar respuestassingulares a los problemas sociales.En un reciente artículo, GuillermoO´Donnell (2007, 197) repasa algunoshitos fundamentales de esa produc-ción científica, desde la CEPAL y lasteorías de la dependencia, a la indaga-ción sobre el Estado y las formas de lademocracia, y muestra cómo en eseproceso, que no podía hacerse sinodesde toma de posiciones y de debatesideológicos, se hizo teoría usandoconceptos teóricos preexistentes,inventado otros, resignificando tradi-ciones políticas, dando lugar a textos"cuya intención era profunda, prima-riamente política, y […] tambiéndemocrática". Una reflexión final sobre la relaciónentre ciencia y política en la coyuntu-ra actual, merece tanto rescatar elvalor de una ciencia social que se hizoal margen de las áreas de punta, conun compromiso ético y político quesuperó el escepticismo inicial de lasagencias de financiamiento interna-cional, cuanto manifestar la necesidadde un debate intelectual y político defondo sobre hacia dónde orientar elconocimiento en democracia. En estemomento de desarrollo técnico de la

ciencia es tan imperativo tener encuenta el impacto social de la investi-gación, y la responsabilidad de losactores en la articulación del conoci-miento con las demandas sociales,como atender a los problemas del pre-supuesto para la ciencia, los criteriosde reparto, y sobre todo al borramien-to de las fronteras entre lo público ylo privado en el campo del conoci-miento.

*Profesora de Filosofía y de Fundamentosde la Ciencia Política en la Carrera deCiencia Política.

Bibliografía consultada- Bourdieu, P. (1997) Les usages sociauxde la science. Pour une sociologie cliniquedu champ scientifique. París, INRA Ed.- Delors, J. (1996) Rapport à l´Unesco de laComisión internacional sobre la educaciónpara el siglo XXI. L´éducation, un trésorest caché dedans. Odile Jacob-Unesco.- Latour, B. (2001) Le métier de chercheur,regard d´un antropologue, París, INRA Ed.- O´Donnell, G. (2007) Ciencias Socialesen América Latina, Mirando hacia el pasa-do y atisbando el futuro, discurso de recep-ción del premio Kalman Silvert, LASA,Dallas 2003, reproducido en Disonancias.Criticas democráticas a la democracia,Buenos Aires, Prometeo.

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Luego de las desafortunadas, pero nosarcásticas según alguna interpreta-ción, declaraciones del Dr. Lino Bara-ñao, sobre la necesidad de un cambioepistemológico que alejara a la investi-gación en ciencias sociales de la teolo-gía en la convicción de cierta superio-ridad del pensamiento "exacto" o "ex-perimental", el ministro aseguró díasmás tarde que "la generación de rique-za no es pecado, es una obligaciónmoral", sin aclarar si esa obligaciónmoral debe también tener en cuenta lajusticia social. Según estas palabras, hoy transformarla realidad no apunta a un mundo me-jor, como cuando se concebía efectiva-mente al hombre como sujeto de la his-toria. Esta lógica excrecencia de la uto-pía baconiana o del neopositivismo,abandonó el sentido de progreso hu-manista que inspiró la Ilustración. Pe-ro más preocupante aún, involucra unaruptura -que sostiene la hegemonía delimperio global- con la necesidad decomprender y preservar la naturaleza,los recursos naturales y la diversidadcultural.Digámoslo claramente: en la globali-zación neoliberal, el modelo científi-co-tecnológico no se propone misión opropósito alguno dirigido al bienestargeneral, si no está subordinado al dine-ro y poder. Esta lógica despoja al co-nocimiento de su valor socio-cultural,lo reduce a la categoría de "mercan-cía", y niega todo posible pensamientocrítico, esencial para comprender elsignificado de la etapa neocolonial.Por eso la retórica que enuncia las vir-tudes del neoliberalismo propone queel aparato científico-tecnológico debeestar al servicio del de la rentabilidaddel mercado siempre arropado en el si-lencio del no debate. Con un desliza-miento peligroso hacia lo autoritario.Ahora bien, si los científicos conside-ran virtuoso que el conocimiento quegeneran se transforme en productosofrecidos en las góndolas del mercado,es porque comparten ese ingenuo o in-teresado optimismo de la utilidad auto-

mática, característica del neoliberalis-mo: "dejen hacer, dejen pasar, el diosmercado reconocerá a los suyos". De ahí que la apelación a que los cien-tíficos deben ser sensibles y compro-metidos con la sociedad, en realidadencierra una trampa conceptual. Adhe-rir a un conocimiento a medida delmercado, es confundir intencional-mente sociedad con mercado.Dicho de otra manera, un verdaderocompromiso del científico radica en elapoyo a una ciencia que promueva ma-yor equidad social y dé respuesta a lasdemandas de vida más plena, y no unapolítica científico-tecnológica queconsienta un plan de negocios a medi-da de los intereses económicos nacio-nales o extranjeros. Por eso la actual tecnociencia pensada,conducida y apropiada por el mercado,no sólo es amoral sino que conduce ala falsedad de prometer más bienestara la vuelta de la esquina mientras des-truye dignidades y, si es necesario, alplaneta. Como ya lo definió W. Benja-min "todo acto civilizatorio es al mis-mo tiempo un acto de barbarie".En verdad dicha tecnociencia se desa-rrolla integrando el conocimiento bási-co y sus aplicaciones y en todo desa-rrollo científico-técnico hoy inevita-blemente se cruzan motivos, demandasinnovativas de la industria, necesida-des de nuevas tecnologías de guerra,inducciones para incrementar eficaciasproductivas que mejoren la renta, mo-das y percepciones variadas, factoresque se combinan para sustentar el neo-capitalismo globalizado. Esto lleva a preguntar cuáles y dóndeestán las fuerzas que predominan y es-tablecen las reglas en acuerdo tácitocon la comunidad científica, que con-ducen la direccionalidad y los logrosde los desarrollos disciplinarios en laciencia actual. Allí aparecen las iniciativas privadas,incentivando con mucho dinero la cre-ación de nuevos productos para llenardemandas que son en realidad necesi-dades del mercado pero no de la gente,

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y que se inscriben en un concepto dedesarrollo que viene de la mano alie-nante del consumo. Por eso estos intereses operan sobre ladireccionalidad de los desarrollos dis-ciplinarios y se muestran hegemónicosen una realidad fáustica digna delaprendiz de brujo de Goethe. Impo-niendo competencias, dignidades queestallan, imperativos de éxito que in-ducen al fraude y que sacrifican la ver-dad posible en el altar de la velocidaddel resultado. Induciendo criterios pro-pios del mundo de los negocios en lalógica académica y en la búsqueda im-púdica de recursos, reinado de la me-diocridad y la infaltable ausencia devisiones críticas de la realidad.Es un hecho que el conocimiento cien-tífico ha perdido gran parte de aquellanoble misión de generar bienestar yjusticia para las mayorías y trabaja pa-ra las minorías. Avanza, y en un juegoperverso, luego trata de remediar losefectos indeseables propios de losavances.

Tecnociencia y éticaEl neoliberalismo ha encontrado, en eldebate ético, una forma de atemperar,frente a la opinión pública, los posiblesefectos indeseables de la tecnocienciaregulada por el mercado. Pretende ale-jar la discusión de lo político y de laparticipación social, como si bastarafundar una ética de la ciencia para te-ner una ciencia ética.Alain Badiou definió con claridad elproblema, cuando con sarcasmo dijo:"ciertas palabras sabias, mucho tiem-po confinadas a los diccionarios y a laprosa académica tienen la suerte o lamala suerte -como una solterona re-signada que se transforma sin com-prender por qué, en estrella de unafiesta- de salir de repente al aire librede los tiempos, de ser plebis publicita-da, impresa, televisada, mencionadahasta en los discursos gubernamenta-les. La palabra ética, que huele tanto agriego o a curso de filosofía que evocaa Aristóteles, está hoy bajo las luces de

la escena" (Badiou, A., "La Ética", enAbraham, T., Badiou, A., y Rorty, R.,Batallas Éticas, Siglo XXI, 1995).El boom de la discusión ética en el es-pacio de la tecnociencia -en especialen las biociencias- aparece como árbi-tro "remediativo" de los posibles "da-ños colaterales". Todas las grandesempresas montan comités de ética conel objetivo de aparecer preocupados delo conveniente o no conveniente paralegitimar los desarrollos de su interés.Son formas de distracción. Propuestasremediativas que exculpan o justificanlos efectos socioculturales de un desa-rrollo científico que ha expulsado lapolítica de su análisis y discusión. Un componente no menor en este jue-go es el propio investigador. El poderde la ciencia, al carecer de rostro, es unanónimo colectivo y el investigador seescuda en su "certeza de inocencia"para evitar asumir su responsabilidad.Mientras la responsabilidad del inves-tigador se diluye, la ética reemplaza ladiscusión del plano político, propo-niendo normativas rudimentarias quepuedan, frente a los Estados y la opi-nión pública, balancear aquellos resul-tados no deseados de la tecnociencia.Esto permite legitimar el progresocientífico sin cuestionar su origen ysentido y sostiene la fragmentación dela conciencia moral y política. Con esemargen la tecnociencia, que es un des-tino sin rostro, segrega su propia nece-sidad y se impone autoritariamente alcuerpo social pasando de lo "posible alo real y de lo real a lo necesario" sinsustanciales cuestionamientos. Con lo cual avanza sin necesidad deningún escrutinio crítico previo y sindetenerse en su propio sentido, la éticaadapta la sociedad a los cambios tec-nológicos, ayuda a no tenerle miedo decrear un estado de benevolencia con eldesarrollo tecnocientífico. Hoy es evidente, que aun sacralizada,la tecnociencia no podrá resolver losverdaderos problemas humanos y conseguridad no construirá un mundo másjusto, mientras sea diseñada a medida

del modelo neoliberal.

Tecnociencia y políticaEste discurso impregnado en la Argen-tina, caracterizado como un falso "de-sarrollismo", reclama con urgencia quela lucidez prime sobre la eficacia y ladirección del sentido sobre la veloci-dad. La reflexión debe preceder alenunciado y no llegar tardíamente pararemediar lo indeseable de los avancestecnológicos. Los recientes anuncios de inversión eninfraestructura (450 millones en cuatroaños) serán ejemplo de cómo será elrumbo de las políticas científico-tec-nológicas en nuestro país. Ya la Argen-tina comienza a reflejar la nefasta ten-dencia mundial del drenaje de los me-jores cuadros de las universidades na-cionales hacia "centros de elite", fun-cional a los intereses del sector priva-do como formas "económicas" de inte-grar el mundo de los negocios con lageneración de conocimiento y dispo-ner de instituciones más "abiertas" y"flexibles" que las universidades, paradireccionar y ejecutar sus demandastecnológicas. Obviamente que comoen el caso del tren bala, todo el cuerposocial pagará estas inversiones, siem-pre para el beneficio de pocos. Estemodelo es un modelo de privatizaciónencubierta -que asegura la anulaciónde todo ámbito de cuestionamiento- yde disciplinamiento. Dos característi-cas centrales de la concepción privatis-ta del espacio público.Creemos que no son el mercado, latecnología o incluso la ciencia quienesdeben dictar cómo vive una sociedad.Que todo proyecto político no debe es-tar subordinado a ninguno de ellos.Creemos que hay que evitar ser reduci-dos a la animalidad natural, porque ésees el primer paso a la esclavitud, unaamenaza a la que nos exponen losavances "civilizatorios" de la razóninstrumental.

* Profesor de Embriología en la Facultadde Medicina (UBA).

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Saludable la pequeña ristra de réplicasa las declaraciones del ministro deCiencia, Tecnología e Innovación Pro-ductiva, Lino Barañao, aparecidas enmedio de la calma de enero en un ma-tutino de Buenos Aires.El aspecto saliente, tal vez, haya sidola actualización de la sempiterna con-troversia respecto de ciencias socialesy naturales, blandas y duras. Es del to-do comprensible y legítimo que la re-acción haya sido rápida, lúcida y con-tundente (Borón, Giarraca, González,Grüner y otros) ante las barbaridadesdichas por el ministro en relación conlas ciencias sociales, su estatuto, supráctica y su(s) metodología(s), barba-ridades que quiso corregir y que, en ri-gor, terminó ratificando en declaracio-nes a otro periódico capitalino.Pero lo que resta de ese debate son al-gunas preguntas, de las cuales hayunas pocas que no quiero dejar de for-mular. Cada una de ellas podría consi-derarse un eje posible de debates que,por ahora, no han tenido lugar peroque cabría celebrar que también sediesen. Antes que nada y por decirlorápido, ¿es la epistemología aquellosobre lo que debemos discutir con elministro, o hay otros aspectos que de-berían merecer nuestra atención? Ensegundo lugar, ¿debería acaso el mi-nistro ser alguien competente en lasnovedades que los últimos cincuenta osesenta años descargaron sobre la teo-ría del conocimiento y de la ciencia?Por último, ¿no hay voces que, desdela práctica de las ciencias naturales,puedan contribuir a democratizar eldebate acerca de si efectivamente elsoftware, la nanotecnología y la bio-tecnología deban ser las prioridades dela ciencia argentina, es decir, que con-tribuyan a transparentar las bases detal decisión, su eventual acierto o surazón?Respuesta provisoria a la preguntauno: no, no es éste el centro de los de-bates necesarios; sería auspicioso, encambio, que pudiésemos discutir de

política científica, de la concepción ylos caminos con que buscamos anudarel destino de la investigación científi-ca y el futuro del país (no sólo su "de-sarrollo", como algún colega señalóoportunamente).En verdad, es auspicioso que el minis-tro tenga una idea de cómo avanzar enla vinculación de la ciencia con el de-sarrollo productivo, de cómo compro-meter a los capitales privados con lainvestigación tecno-científica, de có-mo aprovechar ciertas líneas de inves-tigación en curso para agregar valor ycompetitividad a la economía del país.Pero, ¿vamos a aceptar acaso que ésasea toda la cuestión a definir en rela-ción a las políticas del Estado para conla ciencia?Más concretamente: el ministro pue-de, desde su oficina, volcar los recur-sos prioritarios de la agencia u otrosorganismos semejantes a la investiga-ción tecno-científica que cumpla conaquellos requisitos. Pero es sabido quela porción principal de la investiga-ción en el país se cumple en las uni-versidades públicas (autónomas decualquier organismo dependiente delPoder Ejecutivo). ¿Tiene algo que de-cirle el ministro a las universidades otienen algo que decirle las universida-des al ministro? Respuesta provisoria a la preguntados: sería sin dudas mejor si, ademásde otras virtudes eventuales, el minis-tro también estuviese al tanto sobre losdebates del último medio siglo. Perodeberíamos darnos por satisfechos siacaso tiene una noción de las posibili-dades y estrategias para la promociónde la ciencia en el país que no esté ata-da ni a viejas camarillas ni a exigen-cias tecnológicas del mercado. Enton-ces, volviendo sobre el primer punto,¿pone en juego el ministro una nociónque satisfaga este requisito?, ¿de quémanera?Dicho de otro modo: ¿hay algún otrolugar expectable para la llamada"ciencia" más allá de servir a la pro-

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ducción de divisas?, ¿no deberíamosexigir de un ministerio del ramo pre-cisamente una clara definición al res-pecto? ¿Borraremos la virtud que,creo, supone la creación de un Mi-nisterio de Ciencia, Tecnología e In-novación Productiva asumiendo quela primera (ciencia) se circunscribepor completo a la última de sus ape-laciones (innovación productiva)?¿Será necesario repetir hasta el can-sancio cuál es el destino de la tecno-logía sin ciencia básica (e inútil),cuál es el destino de la ciencia apli-cada y de la básica sin reflexión crí-tica y cuál el de la reflexión críticasin la "teología" que tanto preocupaal ministro? ¿Será necesario, en medio de tantosvítores que el nuevo sentido comúninstalado profiere últimamente a lacalidad del capital humano disponi-ble en la Argentina, repetir cuál es elpapel general de las humanidades yciencias sociales en la formación deese capital?Respuesta provisoria a la preguntatres: debería por cierto haber vocesque desde las llamadas ciencias du-ras se preguntaran críticamente porlas prioridades fijadas por el minis-tro, y sería realmente grave que noapareciesen; los argumentos del mi-nistro finalmente se muerden la cola,porque todo ocurre como si los úni-cos que aparecen en condiciones deplantear un debate o un diálogo antelas afirmaciones que formula fuesen,ni más ni menos, quienes estudiaronmucha "teología", tal vez y por lomismo, para el ministro, debates in-validados de antemano.El filósofo de la ciencia Paul Feyera-bend llegó a señalar en alguna oca-sión (y con prolífico fundamento)que así como el siglo XIX había ge-neralizado la separación de la Iglesiay del Estado, así debía procederse enla actualidad con aquél sustituto de laIglesia que constituye hoy la ciencia.Y que su radical democratización pa-

saba por la puesta de sus cometidosen manos de la discusión públicauniversal. Feyerabend no contabacon que la discusión pública univer-sal viniese cada vez más restringidaen sus talantes y alcances por los dis-positivos mediáticos, las nuevas cor-poraciones, y otras menudencias quepreocupan a la teoría de la democra-cia. Pero el quid del asunto permane-ce: ¿por qué diablos software, nano-tecnología y biotecnología y no otracosa? ¿Qué opinan de eso las comu-nidades científicas comprometidaspor la positiva y por la negativa?

* Profesor de Teorías y Práctica de laComunicación III en la Carrera de Cien-cias de la Comunicación.

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En las últimas décadas todos los espa-cios sociales, científicos, universita-rios, artísticos y educativos -entre otroscuya enumeración podríamos conti-nuar- han ido perdiendo autonomía re-lativa y profundizando la relación con"el mercado". Cuando se dice "merca-do", en singular, se hace mención a unmodo de organizar las sociedades bajola hegemonía de fuertes intereses eco-nómicos que rigen los destinos delmundo; es lo que llamamos "neolibera-lismo" cuyos ejes básicos giran alrede-dor de "la mercantilización" de todoslos bienes tangibles y no tangibles asícomo cualquier espacio de la vida 1. Eneste modelo de "mercado" los mundossociales están fuertemente colonizadospor una lógica que se desarrolla enfunción de los intereses de estos nue-vos actores económicos que se deno-minan "corporaciones" 2. Los derrote-ros y sufrimientos de las vastas mayo-rías mundiales -en América Latina, enAsía, África, los inmigrantes en los pa-íses centrales así como los sectores ex-cluidos de EE.UU.- fueron englobadosen esta nueva geografía dentro del con-cepto "pobreza" o "pobres" del mundoy se generó una parafernalia de políti-cas públicas diseñadas por los organis-mos internacionales como el BancoMundial (BM) tendientes a "aliviarla"o "aliviarlos". Estos programas, susexpertos y las intervenciones constitu-yen otro de los pilares del modelo neo-liberal.Tanto las universidades como el siste-ma científico de la Argentina no hanescapado a esta situación de "coloniza-ción" por parte del "mercado". Añotras año, los universitarios y científicosatentos observamos cambios en las po-líticas públicas del área pero tambiénmutaciones en el tipo de prácticas per-mitidas o toleradas dentro de nuestrasinstituciones. Los primeros años delretorno de la democracia nos encontra-ron demasiado ocupados en re-fundarespacios de gestión, de enseñanza e in-vestigación, de evaluación, etcétera.No obstante, la política de privatiza-

ción de estos espacios estaba en mar-cha y lo estaba vía mantenimiento desalarios muy bajos para los universita-rios y científicos 3. Las condiciones deposibilidad para la instalación de undiscurso tecnocrático y pragmáticojunto con las políticas del BM y de laOrganización Mundial del Comercio(OMC) en materia de universidad, seestaban preparando (Véase Santos,Boaventura de Sousa, 2005). Con un nivel bajo en los salarios deuniversitarios y científicos, en pocosaños se legalizaban las políticas deconvenios, asesorías y pasantías paralos más jóvenes, que habilitan un pro-ceso de fuerte dependencia con elmundo económico que, por otro lado,se concentraba y corporativizaba demodo notable mientras la desocupa-ción y los niveles de pobreza aumenta-ban. Las llamadas "ciencias duras" ylas facultades donde éstas se enseñanfueron estimuladas a orientarse a lasnecesidades de las empresas. Comien-zan los tiempos de los convenios paratrabajar, ofrecer servicios a la medidade las necesidades empresariales, ofre-cerles mano de obra barata vía pasantí-as hasta llegar hoy, por ejemplo, al pro-grama que el CONICET exhibe conorgullo -"in house"- que manda a losprofesores e investigadores a trabajardentro de las propias plantas industria-les o a las instalaciones de los grandesinversores sojeros. (Informe de gestión2002-2007, página del CONICET).Asimismo, el Ministro de Ciencia, Li-no Barañao en uno de sus discursos delverano en un banco, recordó que el"conocimiento es riqueza" y propuso-directamente- que la universidadtransforme el conocimiento en riqueza(Discurso en el Banco Santander Río,20/2/08).Las llamadas "ciencias blandas" fue-ron estimuladas a establecer convenioscon el Estado o directamente con losorganismos internacionales. De estemodo -a veces desde la universidad oel CONICET y otras con contratos di-rectos- muchos cientistas sociales se

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particular por las crisis de todo tipo, noparece repercutir en las "ciencias du-ras". Mientras en México y Brasil loscientíficos crean foros y discuten, laciencia argentina sigue complaciente-mente el camino iniciado anteriormen-te sin cuestionamiento de lo andado.

Algunos ejemplos de no-autonomíaen la ciencia argentinaLas ciencias sociales de finales del si-glo XX vinieron a cuestionar la viejaidea de la modernidad que separabaprocesos científicos de sus consecuen-cias en el nivel social. (Véase Santos,Boaventura de Sousa, 2000). Es más,uno de los aspectos más cuestionadosde la vieja ciencia que predominó has-ta la segunda mitad del siglo pasadofue, precisamente, esta disociación en-tre procesos científicos y sus conse-cuencias sociales. La Ecología Políticay organizaciones de científicos críticosen todo el mundo contribuyeron a estecuestionamiento. No obstante ello, lascorporaciones económicas que inten-tan aumentar sus ganancias con los re-sultados tecnológicos de una ciencia asu disposición, hacen todo lo posiblepara que tales debates no aparezcan enestas batallas de sentidos que confor-man nuestros mundos sociales, cultura-les y políticos. Quienes abonan losacervos discursivos del neoliberalismohacen otro tanto.La tecnología de semillas transgénicasaplicadas a la agricultura argentinadesde 1996 tiene consecuencias socia-les negativas. Esta información pro-viene de una "ecología de saberes": laecología científica, las ciencias médi-

cas, las sociales, la experiencia de losproductores, de los viejos y experi-mentados ingenieros agrónomos, etcé-tera. Son constatadas la aparición de laviolencia contra las comunidades en elcampo, la intoxicación de personas porla fumigación de glifosato, el aumentode la tasa media de enfermedades co-mo el "cáncer" en pueblos agrícolassojeros (véase Oliva y otros, 2007),cambios en los regímenes de lluviaque algunos expertos atribuyen a ladevastadora deforestación. Pero aquienes ganan mucho dinero con estanueva situación poco les importa estasconsecuencias; son las reglas del juegodel capitalismo. El Estado es el actor que debe regular,quien debe actuar por encima de losintereses sectoriales. No obstante, ennuestro caso es un socio importante delas transnacionales y exportadoras pormedio de la recaudación de las reten-ciones a las exportaciones. La pregun-ta que cabe es qué pasa con los espa-cios que deberían ser más reflexivos,autónomos e independientes de los in-tereses económicos y de las políticascoyunturales recaudadoras del Estado,por ejemplo las instituciones destina-das a promover ciencia y técnica comoel CONICET o la universidad. ¿Pue-den estas instituciones recibir dinero delas corporaciones comprometidas eco-nómicamente con estos procesos?Monsanto es una transnacional para-digmática internacionalmente por obs-truir con su poder económico las inves-tigaciones y debates independientes.Hace unos años, la prestigiosa revistaThe Ecologist dedicaba un número a la

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abocaron a todo lo referido a "la po-breza", "la participación", "el empode-ramiento", "los cambios educativos","las políticas sociales", etc., en losmarcos conceptuales que "bajaban" losorganismos y sus expertos internacio-nales. Fueron los actores sociales con susprotestas y sus movimientos socialesquienes, durante los años noventa y enlos bordes del siglo XXI, sacudieron auna parte importante de los cientistassociales y, de este modo, se recuperabala iniciativa y se marcaba la agenda te-mática desde una perspectiva crítica.Hoy existen fuertes grupos de investi-gadores latinoamericanos conectadosen redes como, por ejemplo, los Gru-pos de Trabajo de CLACSO, quienesmarcan los temas y problemas de la re-gión. Además, desde algunos de estoslugares se ha comenzado una intere-sante producción junto a latinoameri-canos que trabajan en EE.UU. -ArturoEscobar, Ramón Grosfoguel, WalterMignolo, etc.- y europeos -EmanuelWalleisten, Boaventura de Sousa San-tos- desde una nueva mirada teórica-epistemológica acerca de la "coloniali-dad" (del poder y del saber) que resul-ta muy fructífera para interpretar nosólo nuestros pasados sino lo que ocu-rre en el presente, incluyendo el pro-blema que nos ocupa (Ver Quijano, A.,2000; Santos 2000). Estos cambios positivos después de lacrisis de 2001-2002 son muy notablesen las ciencias sociales pero no se vis-lumbran en las "ciencias duras". Elgran cimbronazo que ocurría en todaLatinoamérica y en la Argentina en

1- Maureen Mackintosh establece una diferencia entre "el mercado", en singular, como dispositivo ideológico comunicacional del neoli-beralismo y los mercados reales, instituciones económicas ligadas a las necesidades de las poblaciones. (Mackintosh, 1990).2- Existe una vasta bibliografía sobre los nuevos significados de estas grandes empresas -corporaciones- e incluso desde el cine documentalse ha tratado de informar acerca de la naturaleza de estas firmas (véase The Corporation, un film de Mark Acchar, Jennifer Abbot y JoelBakan).3- Mostraba esta baja de salarios un artículo de mi autoría en el primer número de la revista Sociedad. Sostenía que si en 1985-86 el sa-lario de un investigador del CONICET se reducía a un número índice 100, en 1987-88: fue 79; en 1989-90: 56; 1990-91: 48; 1991-92: 58.Eran índices de datos de salarios que recogía y seguía el economista Javier Lindemboin (Véase Giarracca, 1992).

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transnacional y se encontró con una se-rie de problemas en la edición y luegoen la distribución (las cadenas dequioscos WH Smith y John Menzies seopusieron a venderla por miedo a unadenuncia de la gigantesca empresa debiotecnología). Fue uno de los númerosmás leídos de la revista en Internet enuna cadena de "resistencia" internacio-nal de muchos actores, incluidos cientí-ficos de todas las disciplinas 4.El CONICET argentino a fines de2004 anunciaba orgulloso el inicio deun programa: "MONSANTO Argenti-na S.A. en forma conjunta con el Con-sejo Nacional de Investigaciones Cien-tíficas y Técnicas (CONICET) estable-cen el Programa de Fomento al Desa-rrollo Tecnológico MONSANTO-CO-NICET instituyendo el Premio "Ani-marse a Emprender" en la edición2004 en el área de Biotecnología yMedio Ambiente". Sin embargo, la re-vista Ciencia Hoy en un número de ju-nio-julio de 2005, dedicado al modeloagrícola, reconocía que el país producesólo el 2% de artículos científicos so-bre soja, el resto se importa de los pro-pios departamentos de investigación ydesarrollo de las corporaciones semi-lleras. Entonces cabe preguntarse ¿porqué tanto interés de las corporacionesen financiar y premiar a los científicosdel área?, ¿no se supone que existe unafuerte cuestión ética en relación, porejemplo, con el CONICET que integra

como institución las comisiones de au-torización de productos transgéni-cos? 5

El principal problema de la cienciahoy se llama autonomía. Es decir, losrecursos que los sistemas científicos yuniversitarios puedan manejar en be-neficio de la sociedad en su conjunto yno en el de las corporaciones. Y es unproblema institucional y no de respon-sabilidades individuales (existen cole-gas de todos estos espacios que sien-ten tremenda incomodidad por la si-tuación).En síntesis, de lo que se trata es de vol-ver a generar espacios de autonomíacientífica en relación con los podereseconómicos y políticos. Para que laciencia pueda pensarse a sí misma, pa-ra que entre en diálogo con críticas queprovienen de los nuevos paradigmasdel pensamiento social. Ello se garan-tiza a través de un presupuesto estataladecuado y digno y, además, se logracon una actitud clara y crítica a los pi-lares del neoliberalismo en la materia.Por eso hoy, en la Argentina, parecemuy difícil conseguirla. No obstantedesde la universidad pública debemosseguir batallando para lograrla. En elproceso mismo se logran cambios y sefijan diferencias con el discurso oficialde la "ciencia neoliberal".

* Profesora de Sociología Rural y del se-minario de Movimientos Sociales en la Ca-rrera de Sociología

Bibliografía citada- Giarracca, Norma (1992) "Algunas refle-xiones sobre las ciencias sociales y la in-vestigación en los espacios académicos pú-blicos" en Sociedad Nº 1, Buenos Aires,Facultad de Ciencias Sociales.- Mackintosh, Moreen (1990) "Abstracmarket and real needs" en Ed. HenryBernstein, Food Question, profit vesuspeople, New York, Monthy Review Press.- Santos, Boaventura de Sousa (2005) LaUniversidad en el siglo XXI. Para una re-forma Democrática y Emancipatoria de launiversidad, Bogotá, Plural Editores.- Santos, Boaventura de Sousa (2000) Acritica da razão indolente contra o desper-dicio da experiencia. Para un novo sensocomun, São Paulo, Cortez.- Oliva, A. y otros (2007) "Identificación derelaciones entre salud rural y exposicionesa factores ambientales de riesgo en la Pam-pa Húmeda, Argentina". Rosario, Informede Investigación.- Quijano, Aníbal (2000); "Colonialidad delpoder, eurocentrismo y América Latina",en Lander, E. (comp.) La colonialidad delsaber. Eurocentrismo y ciencias sociales.Perspectivas latinoamericanas, BuenosAires, CLACSO.

Revistas-Ciencia Hoy Volumen 15 Nº 87 "La trans-formación de la agricultura argentina",Buenos Aires, 2005

InternetCONICET: www.conicet.gov.arRevista The Ecologist: www.theecologist.netCONABIA:www.sagpya.mecon.gov.ar/new/0-0/programas/conabia/

cs

4- Por otro lado están las derivaciones de tipo ético de las prácticas económicas de la empresa. El herbicida conocido como Agente Na-ranja -usado por las fuerzas militares de los EE.UU. para defoliar los ecosistemas de selva tropical de Vietnam- provenía de varias fuentes,pero el Agente Naranja de Monsanto tenía concentraciones de dioxina muchas veces superiores al producido por Dow Chemical, el otrogran productor del defoliante. Por esta razón la empresa Monsanto fue el principal acusado en la demanda interpuesta por veteranos de laguerra del Vietnam, que experimentaron un conjunto de síntomas de debilidad atribuibles a la exposición al Agente Naranja. Un acuerdode indemnización de 180 millones de dólares en 1984, centró la mayor responsabilidad en Monsanto que debió pagar el 45,5% del total(más información en The Ecologist, en Internet).5- "La CONABIA (Comisión Nacional de Biotecnología Agropecuaria) está constituida por representantes de los sectores público y pri-vado involucrados en la Biotecnología Agropecuaria. […] La normativa argentina está basada en las características y riesgos identificadosdel producto biotecnológico y no en el proceso mediante el cual dicho producto fue originado. En otras palabras, la normativa se aplica alos productos genéticamente modificados en función de sus características, contemplando, en cuanto a los procedimientos empleados parasu obtención, sólo aquellos aspectos que pudieran significar un riesgo para el ambiente, la producción agropecuaria o la salud pública…"(Página de Internet de la CONABIA).

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