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    DE LA CASUALIDAD

    (Serie de Cuentos)

    I

    De Pura Casualidad

    Sal de casa con destino a mi empleo. Iba caminando el par de cuadras que me

    separaban de la parada del colectivo cuando, de pronto, sent algo as como un ligero

    vientecillo a mis espaldas e, inmediatamente, un fuerte ruido de algo chocando

    contra el suelo, mientras mis piernas, o por mejor decir, mis pantalones eran

    salpicados por una especie de arenisca. Volv el rostro, mir al suelo y vi un trozo de

    mampostera que se haba hecho pedazos contra el piso. Cambi el ngulo de mi

    vista y la dirig hacia lo alto logrando ver el hueco que haba quedado en la cornisa

    del edificio ante el cual estaba pasando. Me salv de pura casualidad

    -pens para mis adentros, mientras un cierto temblor recorra mi cuerpo.

    Segu caminando y justo cuando estaba por llegar a la parada del colectivo vi queste ya haba arrancado. Lo corr, pero aceler su velocidad y no pude alcanzarlo.

    Slo me qued grabado su nmero interno, el 12. No pude evitar un gesto de

    disgusto pues, casi seguramente, llegara tarde a la oficina.

    Luego de una paciente espera lleg otro coche de la misma lnea y sub a l. Tras

    el recorrido de unas diez cuadras encontramos el trnsito interrumpido: era el

    producto de un choque entre un camin y un colectivo, con la particularidad de que

    este ltimo arda en llamas Pero me dije con espantado asombro- si es mi

    colectivo, el que perd por escaso margen! Vi claramente el nmero 12 pintado en

    su parte posterior. Es la segunda vez que me salvo de pura casualidad! musit.

    Nuestro colectivo tuvo que desviarse por una calle lateral y dar un gran rodeo

    para retomar su ruta. Ahora s que, definitivamente, llegar tarde volv a pensar-

    pero me alentaba el hecho de haber salvado mi vida, aunque fuera de pura

    casualidad.

    Baj del colectivo frente a la estacin del subte. No tena ms que cruzar la

    avenida Corrientes para introducirme en la escalera y tomar el tren; pero hete aqu

    que, casualmente, no funcionaban los semforos. Avezado en estas lides, como

    buen porteo, comenc a cruzar esquivando coches y peatones y ya estaba casi por

    llegar a la vereda opuesta, cuando un coche que vena a peligrosa velocidad, roz

    mis ropas y se llev por delante a un peatn que vena detrs de m. Todos, a mi

    alrededor, decan que haba muerto y tal pareca por la sangre que se filtraba de su

    cuerpo y su cabeza. Volv a mirar hacia delante, pues me horroriza la sangre. Alllegar a la acera tan ansiada pens: Otra vez me he salvado de pura casualidad, y

    van tres!

    La gente comenz a aglomerarse alrededor de la vctima. Un agente de polica

    haba interrumpido el trnsito. Vacil entre sumarme o no al expectante gento, pero

    triunf el no por dos razones: una, que me podan requerir como testigo lo cual me

    traera el inconveniente de las inevitables citaciones de la justicia; otra (y era la ms

    importante) porque llegara tardsimo al empleo lo cual redundara en una seria

    llamada de atencin, la prdida del premio a la puntualidad y, seguramente, unos

    renglones no precisamente laudatorios en mi foja de servicios. As que, baj las

    escaleras de la estacin del subte y ya estaba cruzando el molinete cuando cerraba

    sus puertas el tren estacionado en el andn. Maldita sea!-mascull; pero pens enlo que haba pasado con el colectivo que haba perdido y me dije, casi satisfecho: tal

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    vez con la prdida de este subte me haya salvado nuevamente la vida de pura

    casualidad-y sonre consolado Pero las cosas fueron diferentes, para mi

    desgracia. Pues en el subte que tom conoc, de pura casualidad, a la encantadora

    mujer con la cual, posteriormente, trabara relacin amorosa y que, finalmente, me

    llevara sumiso ante el altar.

    Jorge Prieto Barrs

    II

    Todo Comenz por Telfono

    Estaba yo apoltronado en un silln del living bebiendo unos tragos de whisky con

    hielo en tanto que, pausadamente, el da iba declinando. Haca calor y tena abierta la

    ventana mientras el ventilador de techo giraba a la mxima velocidad. En esas

    circunstancias son el telfono. Lanc una maldicin, pues el ring-ring del aparato me

    obligaba a levantarme y salir de tan cmoda posicin. Mientras, trabajosamente, me ponade pie, pensaba en lo til que resulta, en esos casos, poseer un contestador automtico,

    pero pronto habra de cambiar de idea, pues cuando levant el tubo, me respondi una

    dulcsima voz de mujer, aunque, para pena ma, era una comunicacin equivocada; sin

    embargo, acuciado por el timbre angelical de aquella voz femenina que me sugera la

    imagen de una encantadora beldad, me las ingeni para darle charla y evitar que cortara.

    Ella no se inmut y me sigui el tren de la conversacin: as me enter que ella tena,

    segn denunciaba, veintids aos y estaba cursando la carrera de Derecho; que era soltera

    y que viva sola. Yo le respond entonces:

    -Qu casualidad! Yo tambin vivo solo y soy soltero.

    -Con apuro o sin apuro? me retruc con un dejo de irona que se notaba en su voz, cuya

    dulzura, no slo no amenguaba, sino que se acrecentaba y, palabra va y palabra viene,

    le saqu una cita bah! Digo as haciendo alarde de mi machismo pues, quin me

    garantiza que fui yo el que le saqu la cita y no fue ella quien, con artes femeninas,

    logr que yo se la pidiera? Pero, sea lo que fuere, quedamos en vernos el sbado siguiente

    a la tardecita en el Parque del Centenario al lado de la estatua de Burmeister. Le di mi

    nombre y le dije que ira vestido con unos pantalones gris claro y una guayabera blanca,

    en cuyo bolsillo superior izquierdo, llevara un pauelo del mismo color. Ella se llamaba

    Elba e ira con un vestido blanco con volados y un clavel rojo prendido en el pecho.

    Claro que luego que cort la comunicacin pens que el lugar no era de lo ms

    apropiado para este tipo de encuentros, pues los sbados y domingos acuden al citado

    parque un sinfn de artesanos y una serie inacabable de vendedores de todo tipo demercaderas, mientras pulula un gento inmenso y yo quera pasear con ella por algn

    lugar, sino solitario, por lo menos no tan concurrido, pero luego me dije que tratara de

    sacarla de all invitndola a tomar algo en cualquier confitera de las inmediaciones. As

    es que no vea la hora de que llegara el sbado para encontrarme con Elba, cuya voz

    prometa encantos y goces inenarrables. He aqu reflexionaba en tono filosfico- como

    la casualidad de una llamada equivocada ha iniciado el trayecto de algo que puede llegar a

    culminar en un romance lleno de goces y alegras.

    El sbado pareca tardar en llegar. Ni qu decir que la semana se me hizo ms larga

    que de costumbre. Claro, s que todo esto es algo puramente subjetivo, por lo menos en

    nuestro planeta. Es la ansiedad la que nos lo hace parecer ms largo; en cambio, cuando

    estamos en pleno goce, el tiempo parece correr velozmente. As es la mente humana!

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    Lo deca con mucha ms gracia que yo el poeta Joaqun Ma. Bartrina hablando de un

    amante que se le queja al tiempo dicindole que cuando l era feliz ste corra velozmente

    y muy pausado hoy que vivo entre el pesar y el tiempo le contesta:Ay, corr tanto a tu

    lado, que de puro fatigado, hoy apenas puedo andar! Sin embargo el sbado lleg, y la

    hora de la cita tambin y all apostado, ante la estatua del sabio Burmeister, estaba yo

    con el atuendo indicado.Haba una muchedumbre circulando animadamente por todas las avenidas del parque

    y, a mi lado, haba tambin bastante gente, entre la que se encontraban varias mujeres,

    pero no vestidas de blanco, ni con volados, ni con clavel rojo alguno en el pecho.

    Yo haba llegado prcticamente en punto, pero pasaron diez minutos y mi dama no

    apareca. Me puse ansioso. Pasaron otros diez minutos sin ninguna novedad y yo, como

    una veleta, dando vueltas hacia los cuatro puntos cardinales, tratando de ver llegar a la

    beldad de mi cita.

    En eso veo venir por la calle norte del parque a una mujer de vestido blanco con

    volados y un clavel rojo en el pecho. Ay mi Dios! dije al verla- Qu fea es! Y ya

    pensaba en quitarme el pauelo del bolsillo y alejarme rpidamente antes de que pudiera

    ubicarme cuando, detrs de ella, veo venir en la misma direccin, una hermossima yencantadora mujer, ataviada tambin igual que la otra, clavel incluido,

    Mi cerebro se mova como el relmpago: Qu casualidad! Dos mujeres vestidas

    exactamente igual, pero una fea y la otra linda. Cul ser la de la cita? Me voy o no me

    voy? No s qu hacer! Pero continu reflexionando- mejor me quedo porque, si es la

    bella, albricias para m, y si es la fea, le doy conversacin hoy y despus no la veo ms

    As que (decisin de macho) me qued firme, cruzando los dedos para que se diera la

    buena.

    Mientras esto pensaba llegaron, una tras otra, las dos damas y vi con profundo horror

    que la fea se diriga hacia m sin titubear y me deca con voz cantarina:

    -Yo soy Elba, mucho gusto y me tenda su diestra mientras desplegaba una sonrisa que,

    a pesar de su fealdad la volva, como por arte de magia, encantadora y dulcsima. La otra

    mujer sigui de largo.

    Yo tom la mano de Elba y la estrech con fuerza, como es mi costumbre. No tuve

    ms remedio que apechugar y la invit a tomar algo. Ella acept y, al rato, ya estbamos

    sentados ante una mesa de una de las confiteras cercanas.

    Nuestra conversacin se fue extendiendo por varias horas. Yo me fui sintiendo cada

    vez ms atrado por la personalidad de Elba, por su amena charla capaz de abordar

    diversos temas con acierto y delicadeza, por su simpata y dulzura que haca que yo no

    pensara tanto en su rostro como algo feo sino luminoso y, en cierto modo, encantador. En

    fin: toda su personalidad era esplendorosa y atractiva. Para colmo se dio que ambos

    tenamos gustos similares acerca de la msica, la poesa, la literatura, la pintura, en fin,todas las artes. Adems a ambos nos preocupaban por igual los problemas sociales y

    Total: que sta no fue nuestra primera y ltima cita como yo haba pensado en un

    principio, sino que seguimos vindonos todos los fines de semana y puedo decir, sin

    temor a sentirme herido en mi machismo, que me enamor locamente de Elba y ella de

    m. Tras un breve noviazgo nos casamos, tuvimos dos hijos (una parejita) y hasta el da de

    hoy vivimos felices, no por casualidad, aunque haya sido la casualidad (una o varias) la

    que hiciera que nos conociramos. Por lo tanto, en nuestro caso, podemos exclamar:

    VIVA LA CASUALIDAD!

    III

    Al Borde del Peligro

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    No se poda negar que Horacio era un hombre de suerte. Todas las cosas buenas le

    sucedan a l. As fue como una vez gan el premio mayor de la Lotera de Navidad con

    lo que pudo cimentar un futuro asegurado desde el punto de vista ecnmico. Dej su

    empleo y se dedic a divertirse y viajar por el mundo. Claro que, no slo se dedicaba a

    gastar, sino que, cuando estaba en el pas, sola jugar a la Bolsa con tanta suerte que,poco a poco, iba acrecentando su fortuna. Con l, la casualidad tomaba, casi siempre, un

    sesgo positivo y, digo casi siempre, porque, a veces, tena algunos contratiempos,

    casualidades no del todo positivas, diramos, pero de escasa incidencia en su vida, como

    lo eran, por ejemplo, situaciones tales como las que siguen: aprovechando el xito que

    generalmente tena ante el sexo femenino (casi siempre mujeres que lo amaban por su

    fortuna) sola tener una serie de amantes y, ms de una vez le suceda que, una de ellas lo

    encontrara en compaa de otra y le armara un escndalo, pero l se rea

    desdeosamente de tales contratiempos. Otras veces suceda que, en vez de ganar,

    perdiera cuando jugaba a la ruleta; pero l no se inmutaba pues, al da siguiente volva a

    ganar. Sobre las peleas con algunas de sus ocasionales amantes, se rea, pues rpidamente

    lograba sustituirlas.Pareca que a Horacio no le faltaba nada; pero, sin embargo, careca de lo fundamental

    para ser verdaderamente feliz: un verdadero y sincero amor, una mujer que lo amara a l,

    no a su fortuna. Y eso era lo que, por las noches, cuando en su cuarto se quedaba a solas,

    meditaba con acentuada tristeza: Las mujeres me quieren por mi dinero y no por m, por

    lo que soy como ser humano. Necesito una que se enamore sinceramente, que vea en m

    al hombre de sus sueos y no al de la billetera llena; pero cmo lograrlo, cmo saberlo,

    si no podr nunca descubrirlo, ya que siempre voy a pensar que todas fingen para

    atraparme por el dinero? Esa comenz a ser la amarga meditacin de todas sus solitarias

    noches, pues ya no sola pasarlas acompaado como antes, pues el amor falso que reciba

    ya no lograba satisfacerlo por esa misma razn.

    As pas ms de una noche en vela y, por supuesto, comenz a desmejorar: su rostro

    empalideci, sus ojeras se acentuaron, fue perdiendo peso, de modo tal que su figura

    inspiraba lstima. Sus numerosas amantes, al verlo en ese estado, agregado al hecho de

    que no conseguan que l pusiera la fortuna a sus pies, lo fueron abandonando para probar

    suerte con algn otro candidato adinerado.

    Esto no le molest, al contrario: de qu servan esos falsos amores si slo le resolvan

    los placeres sexuales que, al no ser acompaados de un amor real y profundo, dejaban de

    ser verdaderos placeres? El ansiaba con toda el alma un verdadero amor, humilde pero

    sincero.

    Como cosa prioritaria en su vida necesitaba enamorarse, pero enamorarse de alguien

    que, a su vez, le brindara su cario y su pasin con absoluta ausencia de interspecuniario. Sin embargo, no saba qu hacer, cmo encontrar ese amor, pues nunca estara

    seguro de que fuera el verdadero.

    Llevado por estas ideas comenz a detestar su fortuna y, ms de una vez, pens en

    desprenderse de ella..; pero tampoco poda quedarse en la calle, sin un centavo,

    transformado en un pordiosero, ya que haba perdido el hbito del trabajo y, en los

    tiempos que corran (y an corren) no era fcil encontrar una ocupacin. Adems, siempre

    lo persegua la suerte. Dej de jugar, no frecuent ms la Bolsa, trat de alejarse de todo

    lo que pudiera proporcionarle dinero, pero la suerte, en ese aspecto, no lo abandonaba: un

    da encontraba tirada una billetera cargada de dlares; otro da vea brillar algo en el

    suelo, lo recoga y resultaba ser un collar de diamantes, etc. Y ante estos hechos sola

    decir: mi verdadera mala suerte es mi buena suerte.

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    Sin embargo, comenzaron a sucederle ciertos hechos que podramos denominar

    casualidades al borde del peligro: que unos maleantes se baleaban con la polica cuando

    l transitaba por ese lugar y las balas le pasaban zumbando aunque sin llegar a rasguarlo

    siquiera. Que cruzando una calle y estando en medio de la calzada el semforo se tornaba

    rojo mientras los vehculos pasaban a su lado casi raspndolo, pero sin llegar a

    atropellarlo. Que yendo en un taxi ste chocaba violentamente contra otro cochemuriendo el taxista pero sin recibir l ninguna lesin, etc.

    Empez a preocuparse seriamente, pues la suerte no slo le proporcionaba fortuna,

    sino que, ahora, lo estaba poniendo muy cerca del peligro de muerte.

    -Sin amor y la buena suerte que tiende a abandonarme se deca- Hasta ahora me voy

    salvando, pero si me abandona totalmente puedo llegar a perder la vida. Entonces s que

    no me valdran de nada los millones que poseo.

    Cierto da iba caminando por una calle cntrica de la ciudad cuando vio que una

    hermosa mujer cruzaba la calzada en una esquina sin semforo y un coche estaba a punto

    de atropellarla. Horacio, sin pensarlo dos veces, se lanz hacia ella y logr desviarla del

    curso del automvil. Los dems medios de transporte detuvieron inmediatamente su

    marcha y el trnsito se paraliz, de modo que, nuestro hroe y la mujer a la que habasalvado, pudieron refugiarse enseguida en la vereda. La mujer se deshaca en expresiones

    de agradecimiento y hasta lleg a estamparle un sonoro beso en la mejilla. Horacio se

    puso como la grana, pero reaccion de sbito y la invit a tomar algo para que se sentara

    y se calmara, una vez comprobado que no estaba lastimada. Slo un pequeo raspn en

    una pierna era el saldo del imprevisto accidente. Ella no pudo menos que aceptar la

    invitacin de su salvador y se dirigieron hacia una confitera cercana, mientras los

    curiosos que se haban aglomerado se iban alejando del lugar no sin antes comentar

    vivamente que estos accidentes sucedan por la ausencia de semforos en esquinas

    sumamente peligrosas de la ciudad. Adems, ni siquiera haba un solo agente de polica

    en las cercanas.

    Cuando Horacio y la mujer estuvieron sentados en la confitera se presentaron

    mutuamente. Ella se llamaba Joaquina y trabajaba como operaria en una hilandera. A su

    belleza una una gran simpata. El, al presentase, dijo ser empleado. Charlaron de todo un

    poco y all comenz una clida amistad que, en corto tiempo, se fue transformando muy

    naturalmente en idilio. Noviaron durante un tiempo no muy prolongado. La chica lo

    present a sus padres y Horacio, como era solo en el mundo, no pudo presentarle a su

    parentela. Lo cierto es que, transcurrido cierto tiempo, se casaron. Al fin haba logrado

    Horacio hacer realidad su sueo dorado: un verdadero y profundo amor y no un falso

    cario en pos del inters material.

    Luego del casamiento, l le cont a su flamante esposa la realidad sobre su fortuna y

    su suerte. Ella se qued asombrada pues, como es sabido, ignoraba todo esto.-Yo te crea un pobre empleado, tal como me dijiste cuando nos conocimos.

    -Perdname. Tuve miedo, mucho miedo le respondi- miedo de perderte, de excitar

    alguna ambicin dormida y que no me amaras por m sino por mi fortuna; pero pronto me

    fui dando cuenta de que eras plenamente sincera en tus sentimientos. Podra haberte

    revelado la verdad antes de casarnos, pero no me atrev pues tema que me rechazaras por

    ser, precisamente, una mujer tan humilde. Pero ya que la suerte quiso que nos

    conociramos y nos enamorramos sinceramente, ahora que los dos somos uno, no

    despreciemos la fortuna y gocmosla ponindola al servicio de nuestro amor y, por

    supuesto, tratando de ayudar al que lo necesite, empezando por tu familia.

    Luego de concluida la luna de miel, que consisti en un viaje por diversas partes delmundo, desde Pars emprendieron el vuelo de regreso a Buenos Aires, pero con tal mala

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    suerte que, el aparato, a poco de haber decolado, perdi rpidamente altura y se precipit

    a tierra. Horacio fue el nico pasajero que logr salvarse y, lo que es ms con mnimos

    rasguos, pero, desgraciadamente, Joaquina, su adorada esposa, haba fallecido junto a

    todo el pasaje y la tripulacin. Es de imaginar la tremenda congoja experimentada por

    Horacio. Su suerte lo haba salvado a l, pero lo haba herido en lo ms profundo al

    quitarle a su flamante y amante mujer.No se sabe como sac fuerzas de flaquezas e hizo todos los trmites para el traslado

    del cadver de Joaquina a Buenos Aires y luego, darle tierna sepultura.

    Concluidas las inevitables y convencionales tareas que la vida en sociedad impone, se

    encerr en su vivienda an no estrenada y destinada a la flamante pareja, se sirvi un

    cognac, lo fue sorbiendo lentamente y, luego de vaciar la copa, se descerraj un tiro en la

    sien y, la bala, no se desvi ni por casualidad.

    IV

    M a t i l d e

    Era evidente que Matilde estaba pasando por una mala racha: todo, o casi todo lo que

    emprenda le sala para el demonio. Despus de mucho buscar haba conseguido un buen

    empleo, pero a los pocos meses la empresa quebr y ella, junto con todo el personal, fue a

    parar a la calle. Claro que a esto no se lo poda denominar casualidad, pues no slo ella

    haba sido afectada; adems, en ese tiempo (y an hoy) el cierre de fbricas y empresas de

    diversos ramos era de lo ms comn y corriente, dada la profunda crisis que atravesaba (y

    todava atraviesa) el pas. Pero a Matilde no le haba sucedido slo eso, que ya era

    bastante, sino que, adems, su vida era un rosario de accidentes y penurias que, no se sabe

    por qu, la afectaban a cada paso. Eran todas casualidades de signo negativo. No slo se

    qued sin empleo sino que, tratando de conseguir otro, iba andando por esas calles de

    Dios cuando, al cruzar una de ellas, la atropell un coche y fue a parar al hospital. La

    tuvieron ms de una semana en terapia iuntensiva luchando entre la vida y la muerte; pero

    aqu, la suerte quiso que triunfara la vida, aunque ella qued renga de la pierna derecha.

    Matilde viva sola en Buenos Aires, ya que su familia resida en Tucumn, pero estaba

    de novia desde haca aproximadamente cinco meses. Sin embargo, su novio no se haba

    hecho presente en el hospital. Cuando la dieron de alta y abandon el nosocomio se

    enter a travs de una amiga y ex compaera de trabajo que a su novio lo haba visto del

    brazo con otra.

    Matilde sufri el abandono resignadamente, de la misma manera que lo haba hecho

    con la prdida del empleo y el accidente de trnsito; pero para su fuero interno pensaba:

    y ahora, con esta renguera, qu hombre me va a mirar? Sin embargo, como tenadeseos de vivir, continu la bsqueda de empleo, pero lo nico que pudo conseguir fue

    trabajo domstico por horas, con lo que juntaba apenas unos pocos pesos para sobrevivir

    malamente; adems, en algunas casas, al ver su renguera, le negaban el trabajo con el

    pretexto de que ya haban tomado a otra.

    La vida le resultaba cada vez ms dura: tena que pagar el alquiler de la humilde

    piecita que ocupaba en una casa de familia y, adems, sufragar los gastos de comida y

    vestimenta que, por ms que trataba de estirar el magro dinero que consegua juntar, slo

    lo lograba a costa de padecer hambre y hacer uso siempre de la misma ropa que iba

    ajndose poco a poco a pesar de los sucesivos arreglos a que la someta ante la

    imposibilidad de renovarla.

    Para colmo, la mala suerte la segua persiguiendo. Cierta maana que se diriga a hacerla limpieza en una casa, pas al lado de una obra en construccin en el preciso momento

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    en que caa un chorro de lechada de cal que fue a dar sobre su pobre pero pulcra ropa. No

    tuvo ni siquiera valor para protestarle al obrero montado en una escalera al cual, por

    descuido, se le haba volcado el balde que sujetaba.

    Un vestido menos pens Matilde- tras que tengo tan pocos y tan caros que estn para

    reponerloadems, cmo me presento a trabajar en este estado? Tal vez pierda este

    empleo. Sin embargo reaccion y busc un telfono pblico, pero, casualmente, variosde ellos estaban descompuestos. Tuvo que buscar bastante rato hasta encontrar uno que

    estaba en funcionamiento, pero claro, frente a ste haba una cola considerable. Esper

    pacientemente y, al fin, pudo hablar y explicar a su patrona lo que le haba pasado. Esta,

    una mujer evidentemente humana, le dijo que no se hiciera mala sangre, que fuera

    igualmente a su casa a cumplir con la tarea y que ella le obsequiara un vestido para suplir

    el que llevaba puesto. Bueno se dijo Matilde- al fin se me da una buena! y se dirigi

    presurosa y sonriente hacia la casa de la aludida mujer.

    Es cierto que Matilde haba quedado renga despus del accidente, pero tena un rostro

    bonito enmarcado en una cabellera color bano y adornado con unos ojos brujos colorazabache y unos sensuales labios a los cuales daba aun ms vida una sonrisa presta a

    expresarse a cada rato y, adems, un cuerpecito delicado que no era para despreciar.

    An perduraba en ella un dejo de amargura por el acto de abandono de su novio; sin

    embargo, cierto da, caminaba Matilde por la vecindad en direccin a su casa cuando, a

    causa de su malhadada renguera, perdi el equilibrio y fue a dar con sus huesos al suelo.

    Inmediatamente, un joven que circulaba cerca de ella, se apresur a socorrerla, la ayud a

    levantarse y le pregunt cortsmente si se haba hecho dao. Matilde contest que se

    hallaba bien mientras se sacuda el vestido que se haba impregnado de tierra en su cada.

    El muchacho se ofreci a acompaarla. Ella acept dicindole que se diriga a su casa que

    no distaba mucho de all. En el camino charlaron animadamente y, al despedirse frente a

    la vivienda de la chica, l la invit, con mucha delicadeza, a salir de paseo durante el fin

    de semana. Matilde acept complacida y este fue el comienzo de una amistad que, a no

    mucho andar, habra de crecer y aun cambiar de carcter transformndose en un

    apasionado idilio.

    Matilde lleg, en su fuero interno, a agradecer al hado la casual cada que le haba

    proporcionado la suerte de conocer a Carlitos (que as se llamaba el muchacho) aunque

    teniendo en cuenta su anterior y dolorosa experiencia, en su mente subyaca algo as como

    una cierta idea de prvencin.

    Sin embargo, Carlitos era tan dulce y pareca amarla tanto!

    Y as fue: se amaron intensamente, hasta dira con locura, y la entrega mutua tuvo un

    carcter tan apasionado que a ambos les pareci que el suyo era un amor destinado aperdurar toda la vida

    No obstante, as como empez siendo un amor arrebatador en el que ambos se

    encendan de pasin y parecan darlo todo en cada relacin, de la misma manera y al cabo

    de un tiempo no muy largo, esa intensa pasin pareci enfriarse de repente como si la

    hubieran derrochado hasta su consuncin, a tal punto que la misma relacin sexual

    comenz a resultarles un cierto esfuerzo del que no siempre lograban salir airosos.

    Comenz a presentrseles casi como una obligacin que se tornaba penoso cumplir.

    Llegados a este punto, ambos decidieron sincerarse y reconocer que lo que haban

    credo un profundo amor no haba sido otra cosa que un arrebato puramente sexual,

    pasado el cual, slo quedaba el vaco en sus corazones.|

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    No hubo reproches ni acusaciones de culpabilidad. Ambos comprendieron que se

    haban equivocado profundamente y, en una triste tarde de otoo, con un cielo grisceo

    como teln de fondo, decidieron separarse para siempre.

    Matilde qued apesadumbrada pero, al propio tiempo, conforme consigo misma por

    haber sabido afrontar maduramente tan delicada situacin y agradeciendo, en su fuerointerno, la sinceridad demostrada por Carlitos.

    Otra vez el corazn de vacaciones!-se dijo a si misma y suspir- Pero peor hubiera

    sido prolongar una relacin que no tena futuro, pues careca del principal sustento: un

    amor verdadero y profundo concluy.

    Y como la vida mandaba seguir adelante Matilde se rehizo por medio de un gran

    esfuerzo de su voluntad y continu con su duro trabajo y sus cotidianos afanes a la espera

    de que, en algn momento, le sonriera la suerte y pudiera encontrar un verdadero amor.

    Ella ansiaba tener un hogar, un compaero al cual querer hondamente e hijos para poder

    alegrar ms la vida al batallar para criarlos sanos de cuerpo, mente y corazn.

    No obstante no dej de volver a pensar que la suerte haba sido tacaa con ella. De

    qu o de quin dependa que la buena suerte llegara a acompaarla algn da? Y, luego decavilar un rato, se dijo a si misma que eso deba ser, seguramente, como una lotera: unos

    ganan premios, siendo esto un hecho casual, y otros, la mayora, pierden, siendo este el

    hecho ms comn. Ser lo mismo en el amor? se preguntaba- Tal vez!

    Pero la casualidad puso, una vez ms, otro hombre en su camino. Era un renguito,

    como ella, y bien parecido. Este joven caminaba justo al lado de Matilde y la miraba

    embobado. En esa situacin se dispona a cruzar la bocacalle sin ver el peligro que corra

    pues el trnsito era intenso. Viendo tal riesgo, Matilde extendi su brazo y, ponindolo en

    el pecho del joven, lo detuvo en seco salvndolo as de un seguro accidente mientras, con

    voz humilde le deca:

    -Disclpeme usted!

    El hombre se puso plido al tomar rpidamente conciencia del gran peligro que haba

    corrido, pero alcanz a balbucear:

    -Graciasgraciasle debo la vida! y luego, serenndose y esbozando una tmida

    sonrisa- Eso me pasa por ser usted tan bonita. La verdad que no tena ojos ms que para

    mirarla.

    Matilde se sonroj y, con una dulce sonrisa, agradeci el piropo. Luego siguieron

    charlando mientras caminaban y se rieron ambos al hacerse, mutuamente, chistes sobre

    sus respectivas rengueras.

    -Y quin no le dice que el hado haya querido que dos rengos nos conociramos y

    trabramos amistad? dijo l muy suelto de cuerpo, pero a Matilde le pareci bien y riaprobatoriamente la salida del muchacho y dijo, a su vez:

    -Yo creo que es lo ms probable, aunque le temo a la casualidad porque siempre, directa o

    indirectamente, a la postre, me sale perjudicando.

    -Bueno dijo el joven- a m me suele pasar lo mismo: fjese usted el peligro que corr

    recin.

    -S agreg ella- Pero aqu la casualidad lo salv.

    -Qu va a ser la casualidad retruc l- Fue gracias a usted!

    -Sin embargo, si yo no hubiera marchado a su lado no podra haberlo salvado

    -Si usted no hubiera estado a mi lado yo habra seguido mirando hacia delante y visto el

    peligro y no se me hubiera ocurrido cruzar; pero Es usted tan bonita..!

    Y as charlando fueron intimando y, al recorrer dos o tres cuadras ya se tuteaban y, porsupuesto, cuando tuvieron que separarse, Antonio (ste era el nombre del renguito) la

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    invit para verse otro da, tal vez sbado o domingo. Matilde acept ruborizada y l, muy

    galante, al tomar su mano para despedirse, se la bes tiernamente al modo de los antiguos

    caballeros.

    Esa noche, en su cama, Matilde se puso a reflexionar rogando intensamente que no le

    llegara a pasar lo que le haba sucedido con el primer novio o con Carlitos. Sobre todo laaterraba esto ltimo: apasionarse, darse intensamente y hasta el fin que, como le haba

    pasado, poda llegar a ser el fin del mismo amor; y se dijo: voy a ser cauta y actuar con

    pies de plomo, adems, nunca tengo suerte con lo que comienza con una casualidad.

    Luego de estas reflexiones se fue aquietando su nimo y cay, rpidamente en un

    profundo sueo.

    Al da siguiente despert un poco ms tarde que de costumbre y se afan para poder

    Llegar a tiempo a la primera casa que le tocaba esa maana.

    Trabaj toda la jornada con ahinco, saboreando con cierto goce la nueva relacin que

    haba hecho y su casi segura transformacin en idilio amoroso y, en su mente y su

    corazn, subrayaba ese casi por temor a entusiasmarse antes de tiempo, lo que hara,

    seguramente, que de terminar en frustracin, ello sera mucho ms doloroso.Sin embargo estaba contenta y los afanes laborales del da no lograron cansarla tanto

    como otras veces. Esta tnica se mantuvo durante toda la semana y, cuanto ms cerca

    estaba del final de sta, ms alegre se senta pues el sbado y el domingo eran los das en

    que la pareja haba decidido encontrarse.

    Antonio era bastante temperamental y se esforzaba por apurar las relaciones amorosas

    que, por el momento, Matilde no permita que pasaran de algunos besos y caricias

    prometedoras, pero no tanto. Cuando crea que deba frenarlo lo haca en forma cortante y

    sin miramientos, aunque siempre acompaando esta actitud con una sonrisa. A veces

    deca:

    -No te apures, todo llegar a su tiempo. No te olvides que somos, prcticamente, dos

    seres desconocidos!

    Entonces l se contena por un rato, pero luego volva a las caricias en ascenso, que

    eran nuevamente limitadas por Matilde.

    As pasaron varios meses, hasta que Antonio un da le dijo:

    -Si lo que vos pretends es que para intimar a fondo debemos casarnos, casmonos y

    santas pascuas. Yo no pretendo usarte y abandonarte. Te amo con todas las fibras de mi

    corazn y quiero que lo nuestro sea para siempre.

    -No respondi Matilde- yo no estoy especulando para obligarte a que te cases conmigo.

    Lo peor que podramos hacer es casarnos sin conocernos mejor y saber si, en realidad,

    somos el uno para el otro. Yo no soy una pacata que piensa que la mujer debe llegar casta

    al matrimonio. En esto y en muchas otras cosas creo que, ambos sexos, debemos tener losmismos derechos y deberes. O acaso algn hombre llega virgen al matrimonio?...Bueno,

    en realidad esa es la razn de que la mayora de las mujeres tampoco lleguemos vrgenes

    a nuestra boda; porque si no, cabra la pregunta: si todas las mujeres se mantuvieran

    castas antes de la unin matrimonial, con quines se acostaran los hombres antes del

    himeneo? Y te advierto que no soy casta aunque eso te disguste. Y no pienso que no

    podamos acostarnos siendo an novios. Slo quiero que le demos tiempo al tiempo para

    que lleguemos a estar seguros o, por lo menos, algo ms seguros, de nuestro amor y

    comprender que la relacin sexual, con ser importante y, hasta puedo llegar a aceptar que

    muy importante, no slo no lo es todo, sino que no es, ni con mucho, lo principal, aunque

    s, necesaria para la felicidad completa. Si nuestro amor, sin que nos percatemos, tiene

    slo como base la compatibilidad sexual, terminar, inevitablemente, en el fracaso.

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    Antonio qued como su nombre, es decir, atnito, ante las rotundas y convincentes

    palabras de Matilde y la abraz efusivamente en un rapto de sincero entendimiento y de

    reafirmacin del cario que por ella senta.

    Matilde, por su parte, qued como agotada y extraada de si misma de haber sido

    capaz de una explicacin tan rotunda y convincente, lo que se expres en abundantes

    sollozos que aprovech el varn para calmarla con abundantes expresiones de ternura.

    De all en adelante los vnculos entre ambos se fueron estrechando, avanzando

    rpidamente hacia una mutua y creciente comprensin. Cada uno supo ir valorando las

    virtudes y defectos del otro y esta actitud fue profundizando el amor recprocoy, el da

    menos pensado, como si hubiera sucedido por mutuo acuerdo, aunque fue prcticamente

    espontneo, se acostaron y gozaron indeciblemente las delicias del sexo entre dos

    personas adultas que saben realmente que se quieren y lo que quieren.

    No s si llegaron a casarse, pero s s que su idilio todava pervive y hasta sigue

    afirmndose. A esta altura ya tienen tres hijos y, ni por casualidad han pensado jams en

    separarse.

    V

    El Fantasma de la Casualidad

    Paulina y Alberto: una hermosa y enternecedora pareja, cuyo mutuo y profundo amor

    sola despertar la envidia de muchos de sus conocidos y vecinos, no eran, sin embargo,

    muy felices. Se amaban profundamente, de eso no caba duda, se comprendan hasta en

    sus ms insignificantes deseos y aun en las cosas ms pequeas de su existencia; sin

    embargo no podan considerarse realmente felices sino que, por el contrario, sabanse

    perseguidos reiteradamente por un sinfn de hechos, la mayora de las veces casuales o

    accidentales, que amargaban constantemente su existencia cubriendo con un crespn la

    felicidad de amarse hasta el tutano.

    La mala suerte quiso que su primer vstago, un robusto varn, falleciera al poco

    tiempo de nacer atacado por una fulminante bronquitis espasmdica a pesar de los

    esfuerzos de la medicina por salvarlo.

    El segundo hijo, una hermosa nena, naci sana y sana fue creciendo, pero a los dos

    aos tuvo un accidente en el jardn de infantes: cayse de lo alto del tobogn y se quebr

    ambas piernas. Le hicieron las correspondientes curaciones y procedieron al enyesado desus maltrechas piernitas, pero cuando el yeso fue quitado no se poda sostener en ellas,

    pese a toda la gimnasia de rehabilitacin a que fue sistemticamente sometida. No les

    qued otra opcin que la silla de ruedas desde la cual, Noem (ste era su nombre)

    contemplaba con envidia y amargura cmo los dems chicos corran y brincaban

    desplegando toda su energa. As fue que comenz a adelgazar su cuerpo y palidecer su

    rostro, cuyos hermosos ojos rasgados desfallecan de tristeza.

    Todo esto hiri profundamente a sus padres que no saban ya qu hacer por el

    restablecimiento de su amada Noem. Claro que se esforzaban por no demostrar ante la

    nia su natural amargura.

    Ambos eran profesionales: l abogado y ella psicloga y trabajaban a la par aportando

    todo lo necesario no slo para el mantenimiento del hogar, sino tambin, y muyespecialmente, para agotar todos los medios en la bsqueda de la recuperacin de su

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    amada chicuela; pero la mala suerte pareca perseguirlos ya que ningn mtodo o sistema

    de restablecimiento aconsejado por varios mdicos lleg a dar resultado.

    A todo esto se pusieron a pensar en la conveniencia de encargar otro hijo que pudiera

    ser el compaero (o compaera) de Noem. Lo cavilaron mucho, pesaron los pro y los

    contra: Noem necesitaba un hermano. No poda quedar como hija nica, no les pareca

    conveniente; pero qu pasara en la mente de la nia al ver a su hermano o hermanacrecer hermoso y normal mientras ella estaba (y tal vez para siempre) sujeta a su silla

    rodante? Sera esto favorable o perjudicial para ella?

    Conversaban mucho alrededor de este tema sin decidirse a resolver el dilema, pero por

    fin, despus de mucho pensarlo, decidieron encargar el tercer hijo, rogando a Dios que

    con ste no tuvieran la misma perra suerte que con los anteriores.

    As, luego del tiempo previsto, naca un varoncito, pero tan pequeo y esmirriado que

    sus padres y, aunque no lo confesaban, tambin los mdicos, creyeron que tendra corta

    vida.

    Otra vez nos persigue el fantasma de la mala suerte se decan para si Paulina y

    Alberto. No obstante, Jorgito (as lo bautizaron) fue creciendo sin grandes inconvenientes

    y superando su aparente raquitismo, con lo que, por suerte, defraud tan pesimistaspremoniciones.

    Cierto es que no era un chico robusto, sino sumamente delgado, pero se poda afirmar,

    a medida que creca, que tena una salud de hierro. As fue superando sin complicaciones

    las inevitables enfermedades infantiles y, por suerte o, tal vez por tener un sistema

    nervioso equilibrado, no pas por accidentes graves que pudieran dejarlo baldado como a

    su hermana, que era el permanente temor de sus padres.

    De este modo, a medida que creca, iba resultando un chico sano de cuerpo y mente.

    As lleg a ser no slo un excelente nio amado por sus padres, sino tambin, un carioso

    y fiel compaero de su postrada hermana y, en la medida que tuvo la edad necesaria, fue

    su gua: la sacaba a pasear en su silla rodante llevndola a todas partes sin quejarse jams

    de cansancio o aburrimiento. Para l eso era una felicidad y dicha felicidad comenz a

    contagiar a Noem que fue experimentando felices cambios en su carcter normalmente

    taciturno, y hasta en su fsico que comenz a remodelarse, no slo por su edad (ya estaba

    en la pubertad avanzada) sino tambin y fundamentalmente, por la alegra de vivir que le

    infunda su hermano menor.

    A medida que iba creciendo, Jorgito comenzaba a meditar sobre la posibilidad de que

    su hermana se pudiera rehabilitar.

    Los mdicos que la haban revisado (y eran bastantes) no eran optimistas, pero Jorge,

    que ya era un muchacho, recordaba su propia y an breve historia y saba, porque se lo

    haban contado sus padres y su hermana, que los mdicos que lo atendieron en su

    nacimiento, no daban un pito por su futura supervivencia, y ah estaba l, vivito ycoleando, pleno de energa, desmintiendo as el fatalismo de tales galenos. As que, para

    Jorge, el tema de la rehabilitacin de su amada hermana, se transform en el objetivo

    fundamental de su vida.

    La suerte, la casualidad quiso que se designara la Ciudad de Buenos Aires como sede

    del Congreso de Traumatologa (y decimos suerte porque, efectivamente, fue elegida por

    sorteo) Jorgito, que ley la noticia y la escuch por radio y televisin, plante el problema

    a sus padres, ya que uno de los traumatlogos ms famosos, el Dr. Elas Snchez Oviedo,

    sera sin duda la personalidad ms relevante de esta reunin y haba que aprovechar los

    escasos das que estara presente en nuestra ciudad para abordarlo y lograr que viera a

    Noem.

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    Los padres, que ya haban consultado a diversos especialistas, no se sintieron muy

    entusiasmados con la proposicin de su hijo, pero ste les dijo que l tratara de

    entrevistarse con el mdico aludido y convencerlo de que examinara a Noem y diera su

    parecer respecto de su probable curacin. Paulina y Alberto no se animaron a intervenir,

    pues estaban prcticamente resignados, pero dieron a su hijo carta blanca para que hiciera

    el intento. Jorge le rog a su padre que lo acompaara alegando que, tal vez a l, unmuchacho tan joven, el mdico no lo tomase en serio y necesitaba el refuerzo de un

    hombre maduro como l. Tanto habl e insisti Jorge que el padre accedi a acompaarlo,

    pero dicindole que fuera l mismo quien planeara el problema al mdico, pues ya estaba

    cansado y se le haban agotado las esperanzas y, por lo tanto, sus argumentos no seran

    convincentes.

    Jorge acept el reto: l se senta con fuerza suficiente como para pelear la recuperacin

    de la salud de su hermana.

    Pero las cosas sucedieron de otra manera. Para lograr ponerse en contacto con el

    mdico mencionado decidieron enviarle una nota explicndole sucintamente el caso de

    Noem y solicitando una entrevista para hablar del asunto. A dos das de iniciado el

    congreso recibieron la respuesta del Dr. Snchez Oviedo, quien les peda que esperaranhasta la finalizacin del mismo y que, con todo gusto, examinara a la aludida paciente

    citndolos a la suite del hotel donde se alojaba para dentro de tres das.

    Es de imaginar la alegra de Jorge que, inmediatamente, transmiti la noticia a su

    hermana, contagindola de tal modo con su entusiasmo que sta, casi salt del silln de

    ruedas y Jorge crey percibir, como al acaso, un leve movimiento, algo as como un ligero

    temblor en los muslos hasta ahora inertes de su hermana.

    Este hecho lo alent enormemente, pues para l significaba que los miembros

    enfermos de Noem no estaban sin vida y, entusiasmado, se lo dijo inmediatamente a ella

    para insuflarle su optimismo que, seguramente, ayudara en buena medida a su

    restablecimiento. Asimismo corri a contarle a los padres la reaccin por l observada con

    el objeto de sacarlos de su ya arraigado pesimismo. Estos recibieron la noticia con alegra,

    pero sin entusiasmarse demasiado y tratando de no forjar ilusiones desmedidas en la

    mente de Jorge y, sobre todo, de Noem, pues si la empresa fracasaba, el dao moral

    poda llegar a ser muy perjudicial; pero Jorge no cesaba en su alegra y haca miles de

    proyectos para el futuro, para l seguramente feliz, de su querida hermana.

    En este ambiente de gran expectacin, compartido por Noem y Jorge con la

    aquiescencia moderada de sus padres, fueron transcurriendo las horas y los das que los

    separaban de la prometedora consulta de tan insigne especialista. Los dos hermanos iban

    contando el tiempo, casi minuto por minuto, en permanente estado de ansiedad que los

    padres trataban de aquietar, de disminuir, de serenar.

    Jorge y su hermana casi no hablaban de otra cosa y hasta trazaban planes para elfuturo, convencidos ambos de una segura recuperacin. Noem se mostraba dispuesta a

    hacer los ms grandes esfuerzos, mucho ms que en el pasado, para lograr su

    rehabilitacin. Ella deca que senta en las piernas algo as como un leve cosquilleo que

    nunca antes haba experimentado y este hecho la llenaba de enormes esperanzas que Jorge

    estimulaba fervientemente.

    En este estado, ya haban pasado dos das de los tres estipulados por el facultativo,

    pero, a la maana del tercer da, la familia recibi por televisin una noticia catastrfica y

    fulminante que derribaba sus sueos de un solo plumazo: el Dr. Elas Snchez Oviedo

    acababa de fallecer en un accidente de trnsito. El coche que lo transportaba desde el

    hotel a la sede del congreso haba chocado violentamente con un camin, dando como

    saldo el fatal deceso del eminente mdico. La noticia aada que sus restos serian veladosen la misma sala del congreso y luego enviados por va area a su pas de origen, Espaa.

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    La noticia penetr a fondo en la conciencia y el corazn de la familia, especialmente

    de Jorge y Noem, tiendo su alma con el veneno de la desesperanza y la desesperacin.

    Noem se puso verde y no pudo articular una sola palabra, a pesar de que sus labios se

    abrieron varias veces como un mudo grito y las lgrimas llovieron sus mejillas, pero sin

    ser acompaadas por un solo sollozo. Jorge palideci hasta parecer exange y se aferr

    con dolor a los brazos del silln en que estaba sentado. Sus padres, ya ms curtidos en elinfortunio y merced a que no haban cifrado esperanzas desmedidas, hicieron todo lo

    posible por calmar y serenar a sus queridos hijos, lo que fueron logrando tras largusimos

    esfuerzos y tan slo parcialmente.

    Haba sucedido algo que estaba dentro de una situacin similar a la que ellos prevean

    como posibilidad. O sea que, por una u otra razn, se frustraran las esperanzas y no

    alentaban creer en ellas en forma desmedida puesto que cuando ms grande es la altura de

    las ilusiones forjadas, cuando algo las hace fracasar, ms estrepitosa y daina es la cada,

    cosa que ellos, con ms experiencia, queran evitar.

    Aqu se levantaba, otra vez y contundentemente, el fantasma de la casualidad, del azar,

    de lo imprevisto y, precisamente, en ese mismo momento, Paulina y Alberto meditaban al

    unsono, para sus adentros,: otra vez nos hiere el fantasma de la casualidad.Dems est decir que nadie almorz en ese da en este hogar de duelo, doble duelo,

    podramos decir: por la muerte del renombrado mdico y, junto con ello, de las

    esperanzas en lo tocante a la salud de Noem.

    -Pero no! dijo Jorge reaccionando casi violentamente y como surgiendo de un profundo

    pozo- Yo pienso ir al velatorio para acompaar los restos de tan insigne hombre y,

    adems, con la intencin de conversar con los dems especialistas presentes para

    interesarlos en el caso de Noem. Seguro que, entre ellos, debe haber otras lumbreras de la

    ciencia tal vez tan capaces como el Dr. Snchez Oviedo. y mientras esto deca, miraba

    alternativamente a su hermana y a sus padres.

    -Yyote acompao tartamude Noem, que pareca renacer de sus cenizas, y elev

    sus hmedos ojos hacia sus progenitores solamente, pues saba que el hermano la

    apoyara a ojos cerrados.

    -Vayamos todos! grit Alberto en un arranque de optimismo desesperado.

    Paulina se sum con un movimiento afirmativo de cabeza.

    La familia no se renda ante la adversidad. Al contrario: tenan que estar ms unidos

    que nunca!

    Llegaron al velatorio a la tardecita. El recinto estaba colmado de gente. Jorge iba

    llevando a Noem en su silla rodante y la gente apiada le abra paso. Tuvieron que hacer

    cola para lograr entrar en la capilla ardiente. Luego de contemplar con tristeza su perdida

    esperanza, el difunto mdico, salieron de la cmara y comenzaron a transitar lentamentepor el amplio saln, abriendo ojos y odos con el propsito de identificar a los

    traumatlogos asistentes al congreso. Al cabo de un largo rato, sorprendieron una rueda

    de personas de ambos sexos que conversaban sobre temas mdicos. Jorge se acerc e

    interrumpiendo con sumo respeto a los circunstantes, plante en trminos breves y

    precisos, mientras sealaba a su postrada hermana, el objetivo que los llevaba hasta ellos

    ante el fallecimiento del Dr. Snchez Oviedo que se haba comprometido a examinar a la

    paciente.

    Todos se miraron entre si y algunos esbozaron un gesto de extraeza ante el

    desconocimiento del idioma castellano. Entonces, un colega argentino se apresur a

    traducir al ingls lo dicho por Jorge, quien haca gestos presentando a su familia y

    afirmando que estaban dispuestos a sufragar los gastos que demandara la consulta y elposterior tratamiento que se indicara.

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    Los mdicos cuchichearon entre si en ingls y en castellano, alguno en italiano, lo que

    resultaba algo ms fcil de comprender.

    La mayora de los galenos se excusaron alegando que, como por consecuencia del

    deceso del Dr. Oviedo, el congreso se retrasara en dos das, les sera luego necesario

    partir hacia sus pases de origen en forma urgente para retomar la atencin de sus tareas

    pendientes. Sin embargo, uno de ellos, tambin de origen espaol, seal a variostraumatlogos argentinos all presentes que, segn dijo, tenan tanta experiencia y

    preparacin como el que ms y que, cualquiera de ellos estaba en condiciones de tomar el

    caso si lo crean conveniente. Los aludidos, que eran tres, se juntaron brevemente e

    intercambiaron opiniones entre si, decidiendo finalmente someter a Noem a una junta

    mdica compuesta por ellos mismos. Al propio tiempo, hicieron a la familia una serie de

    preguntas, sobre todo a Jorge, para que les relatara minuciosamente los suaves temblores

    que crey ver en los muslos de su hermana cuando le transmita la noticia de que el Dr.

    Snchez Oviedo le hara un examen.

    Jorge no se hizo repetir la pregunta y cont todo el episodio tal como l lo haba visto,

    sealando no slo los temblores, sino cmo se haba avivado de repente la decada

    fisonoma de Noem y de qu manera a l le pareci que su hermana haba tensado sucuerpo como en un esfuerzo para dar un salto que, sin embargo, no lleg a realizar. Fue

    algo as afirm Jorge- como un intento supremo de despegarse de la silla. Hasta lleg a

    levantar el busto por un instante.

    Luego de este y otros relatos del conjunto de la familia, los tres mdicos fijaron lugar y

    fecha para ver a la paciente y hacerle un examen exhaustivo, luego de lo cual todos se

    despidieron del grupo familiar que agradeci profundamente la deferencia de los

    facultativos, tras lo cual se retiraron ms tranquilos y esperanzados.

    Los traumatlogos, cada cual a su turno, revisaron larga y pausadamente a Noem

    hacindole, a cada paso, preguntas de diversa ndole. Tambin interrogaban, cuando lo

    crean conveniente, a los padres all presentes y, sobre todo, a Jorge. Luego del

    prolongado examen que llev casi dos horas, los tres mdicos se retiraron a deliberar,

    mientras la familia en pleno quedaba a espera de la respuesta.

    Fue una espera tensa y angustiosa. Pasada una hora larga, reaparecieron los mdicos y

    uno de ellos inform en nombre del conjunto.

    No podemos dar an una respuesta acabada sobre la posible recuperacin de la

    paciente, aunque algunos datos que ustedes nos han proporcionado resultan, en principio,

    alentadores. Dara la impresin de que en esas piernas late an la vida, el probable

    germen del movimiento. Sin embargo, creemos necesario someterla a un examen ms a

    fondo a travs de una tomografa computada de la totalidad del cuerpo y la colaboracin

    de un neurlogo, un psiquiatra y un psiclogo. Adelantamos esto tanto para noentusiasmarlos falsamente como para que tengan una idea clara de que los gastos

    monetarios sern seguramente elevados, tanto si las conclusiones resultan positivas como

    negativas. Ustedes evalen el problema y decidan, en definitiva, si continuamos adelante

    o no.

    La respuesta de la familia fue unnime: s, queran seguir adelante costara lo que

    costase.

    -Y desde ya agreg Alberto- estamos dispuestos a abonarles esta primera consulta.

    Los tres mdicos se miraron como si estuvieran de previo acuerdo y uno de ellos fij

    una cifra, no slo alcanzable para la familia, sino casi irrisoria.

    Protest Alberto acompaado por Paulina y Jorge. Noem qued callada pues no

    quera influir sobre su familia con su opinin, que era la ms interesada.

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    Los mdicos contestaron que fijaban esa suma porque despus vendra un proceso

    largo y muy caro y queran aliviarles en algo la carga.

    -Es una simple actitud humana que ustedes se merecen pues, por lo que nos han contado,

    ya deben haber gastado muchsimo en la bsqueda de la rehabilitacin de la chica.

    Agradeci la familia en pleno tan noble actitud. Abon el padre en efectivo lo

    estipulado y se despidieron de los tres especialistas con fuertes apretones de manos,previa fijacin de la cita para realizar la tomografa y entrevistas posteriores con el

    neurlogo el psiquiatra y el psiclogo.

    Mientras se retiraban Noem expres a los mdicos que su madre tambin era

    psicloga. Ellos estrecharon nuevamente y con calor la mano de Paulina mientras

    esbozaban una sonrisa y sta se pona roja como la grana

    La tomografa revel que, aunque en pequea medida, haba signos vitales en las

    piernas de Noem. Al mismo tiempo, se comprob que las fracturas haban soldado

    normalmente y no podan ser la causa de su postracin.

    -Tal vez decan los mdicos y, particularmente el neurlogo- hayan sido afectadas

    algunas de las terminales nerviosas de ambas piernas, pero si existen no creemos que seande consideracin, dado que la tomografa no alcanza a detectarlas y que se podra intentar

    un proceso intenso de rehabilitacin, advirtiendo desde ya, que ser prolongado.

    El psiquiatra y el psiclogo opinaron que para abordar este proceso era necesaria la

    colaboracin de Noem en el plano volitivo que la llevara a cumplir con tesn y

    convencimiento todo lo necesario para que el proceso se desarrollara normalmente y en

    ascenso. Ellos la ayudaran con su orientacin y hasta con alguna medicina, pero que, lo

    fundamental de la cosa, depender casi exclusivamente de no desmayar en sus deseos de

    recuperacin del movimiento. Noem se sinti positivamente estimulada y respondi

    convencida que, por ms duros que fuesen los esfuerzos que se requirieran de ella, los

    afrontara con todo entusiasmo.

    -Yo quiero volver a vivir plenamente, como un ser normal sentenci para reafirmar su

    disposicin.

    Comenz as un proceso lento y penoso de rehabilitacin que consista en un

    sinnmero de actividades, desde una combinacin de ejercicios, termoterapia,

    hidroterapia y aplicaciones elctricas de baja potencia con el fin de estimular las

    terminaciones nerviosas y los msculos de las extremidades enfermas.

    El psiclogo, de gran experiencia, asista a Noem orientndola a que elevara

    constantemente su deseo mental de mover las piernas, fortaleciendo su voluntad ante

    cualquier atisbo de desesperanza que crea percibir en la paciente.

    Noem prometa a cada rato que su nimo jams sucumbira y que estaba segura de nocaer ni siquiera en un atisbo fugaz de desaliento. Esto era, en efecto, muy importante y ya

    se lo haban advertido de entrada. En efecto: durante los primeros tres meses no lograron

    percibir reaccin alguna en los msculos de las extremidades afectadas.

    No obstante, un da que estaba descansando, sinti ntidamente como, su pierna

    derecha experimentaba una contraccin brusca que, aunque dur apenas un instante, fue

    lo suficientemente fuerte como para que no le cupiera la menor duda de que se haba

    movido sola.

    Noem comenz a gritar y, al rato, irrumpi Jorge en su habitacin (los padres estaban

    fuera de casa atendiendo sus respectivas actividades) con el rostro demudado y los ojos

    llenos de susto, pero su hermana estaba riendo a carcajadas y, entre ellas, alcanz a

    contarle la novedad.

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    -Pues hay que transmitrselo enseguida a los mdicos grit Jorge- pues este fenmeno es

    la primera vez que se da y puede ser un signo importante e inmediatamente procedi a

    comunicarse con ellos, mas slo logr encontrar al neurlogo, quien le dijo que,

    efectivamente, ese movimiento espontneo podra ser positivo; sin embargo, era necesario

    ahondar en el tratamiento para lograr que comenzara a darse algn movimiento

    voluntario.

    Todo el trabajo de rehabilitacin fue intensificado y el psiquiatra y el psiclogo

    insistieron en los mecanismos destinados a elevar la confianza de la paciente, pero casi no

    haca falta, pues ella estaba tan entusiasmada que se aplicaba con creciente voluntad en

    todos sus ejercicios materiales y mentales.

    Sin embargo, ambos profesionales no cejaban en advertirle que, si bien ese

    movimiento espontneo era importante, podra no repetirse con la asiduidad que,

    subjetivamente, Noem poda pretender o que fuera simplemente un hecho casual; por ello

    era necesario pasar a algn movimiento voluntario por pequeo que fuera. La chica deca

    que s, que tena conciencia de ello y que no se arredrara en la lucha por lograrlo.

    As fueron pasando varios meses ms, hasta que, cierto da, estando recostada en lacama mientras haca uno de sus diarios ejercicios que consistan en esforzarse por mover

    el pie vio, con enorme alegra, que el dedo gordo de la pierna derecha se haba movido y,

    esta vez, ni por casualidad ni espontneamente, sino aplicando toda su fuerza de voluntad.

    Esta vez, el grito que lanz conmovi a todos los habitantes de la casa que corrieron

    asustados, pues teman que algo grave poda estar sucedindole. Cual no sera su asombro

    al comprobar que lo que haca Noem era lanzar exclamaciones de jbilo y les sealaba el

    pie derecho para que comprobaran como poda mover el dedo gordo a voluntad, a la par

    que tambin lo hacan, aunque en menor medida, los dedos restantes.

    La emocin contagi a todos, quienes se lanzaron, casi al mismo tiempo, a abrazar a

    Noem y tambin entre si, mientras lloraban de alegra.

    Luego de un largo rato, aquietada la algaraba, Alberto se dirigi al telfono para

    comunicarse sucesivamente con todos los profesionales que atendan a su hija

    informndoles entusiasmado de tan importante novedad. Todos ellos se pusieron muy

    contentos y decidieron constituirse nuevamente en junta mdica.

    A los pocos das, revisaron nuevamente, con ms minuciosidad si cabe, a la paciente e

    indicaron una serie de ejercicios que deban concentrarse en las piernas y los pies. Entre

    otras cosas, dijeron que haba que lograr otro tanto con el pie izquierdo y tambin

    continuar los movimientos del derecho. Acerca de los esfuerzos de voluntad nada le

    dijeron pues la vean entusiastamente dispuesta para hacer todo lo que fuera necesario y

    algo ms. Lo que s le advirtieron fue que no se amilanara si el proceso segua lento y

    prolongado, pues era evidente que sus piernas estaban vivas y, a la postre, confiaban enuna rehabilitacin completa. Adems, a partir de que lograra mover los dedos del pie

    izquierdo, debera pasar a las paralelas y, sostenindose con los brazos en ellas, intentar

    dar algunos pasos.

    Noem se aplic, desde ese da, a concentrar su atencin en dicho pie, pero pasaban los

    das sin que lograra arrancarle el ms mnimo movimiento. Jorge, que estaba sumamente

    alerta con respecto al estado de su hermana, crey prudente llamar al psiclogo ante el

    temor de que Noem decayera en su esfuerzo volitivo. Este acudi a verla en cuanto pudo.

    Charlaron un buen rato l y Noem y, al retirarse, asegur a Jorge y a sus padres que, por

    ahora, no era de temer ningn estado depresivo o de ansiedad desmedida por no obtener

    xitos rpidos con el objetivo fijado para el pie izquierdo. Que la chica estaba bien

    concentrada y su voluntad se mantena inclume. Ella estaba segura, aunque le costara un

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    esfuerzo sostenido, que lograra mover su pie izquierdo y, de all en adelante, comenzara

    con igual pasin, los ejercicios en las paralelas.

    -No importa el tiempo afirmaba ella- pero al fin voy a lograr caminar como cualquier

    persona normal.

    Jorge, que vea que los gastos para la curacin de su hermana eran muy crecidos,plante a sus padres interrumpir por un tiempo sus estudios y buscar empleo para

    contribuir con su sueldo a la comn caja familiar. Estos no aceptaron, bajo ningn

    concepto, dicha actitud, aunque ponderaron sus excelentes intenciones.

    -No! le dijeron- Tu obligacin consiste en aplicarte con tesn al estudio para tener

    maana una profesin conque defenderte. Los gastos que demanda la curacin de Noem

    an los podemos sostener s, con mucho esfuerzo, pero sin grandes perjuicios. En todo

    caso, debemos reducir, en conjunto, los gastos al mnimo indispensable durante el tiempo

    que dure este proceso. Se trata solamente de no despilfarrar y, por lo que vemos, aqu

    nadie lo hace. Adems necesitamos que vos ests con Noem todo el tiempo que puedas.

    Sos un gran apoyo y aliciente para ella. Despus de todo, si no hubiera sido por tu

    resolucin no habramos retomado el tema de la rehabilitacin de tu hermana.Jorge prosigui sus estudios y continu hacindole compaa a su hermana e

    insuflndole entusiasmo y voluntad. Ella estaba contenta y tena plena confianza en su

    recuperacin. Continuaba sus ejercicios con denuedo hasta que, al fin, se dio el

    milagro: consigui mover, aunque ligeramente, el dedo gordo del pie izquierdo.

    Consultaron nuevamente a los mdicos y stos aconsejaron intensificar ms los

    ejercicios con el pie izquierdo hasta que su movimiento fuera similar al del diestro y

    luego, pasar decididamente a las paralelas.

    A todo esto y, estando ms tranquila la familia en pleno, a Paulina y Alberto se les dio

    por comentar, cierto da, que haca rato que en su vida no jugaban para nada las

    casualidades perjudiciales, la llamada mala suerte.

    -Nos habremos librado, por fin, del fantasma de la casualidad? preguntaba Paulina.

    -Dios te oiga! contestaba Alberto- por si acaso es mejor no mencionarlo.

    Y decidieron no volver a hablar ms de ello. No mencionarlo para no revivirlo o

    reanimarlo, porque todos somos, en alguna medida, supersticiosos, aunque no siempre lo

    sepamos reconocer.

    El proceso de rehabilitacin de Noem sigui viento en popa: lleg a mover todos los

    dedos de ambos pies y hasta flexionar las piernas desde los tobillos hacia abajo y hacia

    arriba, hasta las rodillas, y no slo eso, sino que lleg un momento en que pudo, con

    mucho esfuerzo, levantar las rodillas mismas.Los ejercicios en las paralelas tardaron un poco ms y le requirieron un enorme

    esfuerzo, pero al cabo de unos meses Noem lleg a poder caminar apoyndose en sendas

    muletasypor fin, en varios meses ms, slo lo haca con un bastn, bastn que, al

    cabo del mes siguiente, abandon completamente. Y no slo camin, sino que lleg a

    correr y, hasta casi volar

    Noem haba renacido y no por obra de la casualidad, aunque hay que reconocer que

    no todas las casualidades se presentan como aciagos fantasmas. Las hay tambin positivas

    y bienhechoras. Lo cierto es que nadie puede librarse a piecere , de los fenmenos

    casuales, porque estos forman parte de la realidad de la vida, mal que nos pese en algunas

    ocasiones. Cuando se dan para bien decimos que es buena suerte y cuando se dan para

    mal, que ella nos es adversa. Y nada ms, pro no: tambin suelen tener efectoindiferente.

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    Jorge Prieto Barrs