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Docentes y Piqueteros De la huelga de ATEN a la pueblada de Cutral Có por Ariel Germán Petruccelli

Docentes y Piqueteros Ariel Petruccelli

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De la huelga de ATEN a la pueblada de Cutral Co

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La patagonia insurrecta

Docentes y Piqueteros

De la huelga de ATEN a la pueblada de Cutral C

por Ariel Germn Petruccelli

A la memoria de mi abuelo,

Antonio Ascolese

obrero matricero,

militante de la resistencia del 55

Para Luca

Prlogo

Comenc a escribir este libro en 1997, al terminar el conflicto sobre el que trata y teniendo como marco la virulenta polmica (no slo local) desatada en torno al mismo. Mi propsito inicial era dar testimonio de los sucesos de los que haba sido partcipe, y analizar sobre todo la parte final de la lucha: la irrupcin de los fogoneros de Cutral C, la represin de gendarmera, el asesinato de Teresa Rodrguez y el cuestionado acuerdo entre el sindicato docente (ATEN) y el gobernador Sapag. No tard mucho en comprender, sin embargo, que la imagen de la lucha se distorsionaba bastante si la mirada se posaba en los ltimos das; y ello me llev a intentar reconstruir el proceso desde su inicio. Pero esto mismo, junto al principio de no fiarme de mis recuerdos (an cuando eran frescos), me llev a examinar exhaustivamente los archivos periodsticos, reunir documentacin y realizar entrevistas. Casi sin darme cuenta el material que tena ante m haba cambiado de carcter: ya no eran unas reflexiones organizadas como un ligero ensayo, se estaban convirtiendo en una reconstruccin histrica; y ya no era un escrito de unas cuantas pginas: comenzaba a tomar el volumen de un libro.

Fue all ya en 1998 cuando la escritura se paraliz. Por cinco aos no volv a escribir prcticamente nada sobre la lucha de 1997. Varias fueron las causas que determinaron este prolongado impasse. Por un lado pesaban los fantasmas a los que tiene que vencer el historiador de sucesos recientes: que no tiene suficiente perspectiva histrica; que est demasiado involucrado emocionalmente con los hechos como para realizar un anlisis objetivo. Sin embargo, puesto que nunca cre que la falta de perspectiva histrica fuera un lmite insalvable (todo lo ms es una dificultad adicional) y puesto que estoy convencido de que la toma de partido no es incompatible con la objetividad cientfica, estos fantasmas eran para m ms un desafo que un escollo insuperable. Pero otros elementos jugaron a favor de la suspensin de la investigacin y sobre todo de la escritura. Me pareca que dedicar un libro a un conflicto puntual era un despropsito: no es ms importante realizar un estudio de la conformacin y el desarrollo de un sindicato como ATEN?, me pregunt una y otra vez. Detenerse en un nico evento, por trascendente que haya sido, no es perderse en los detalles de la historia poltica, perdiendo de vista los procesos de larga duracin y las tendencias generales? Por otra parte, un libro con estas caractersticas estaba muy alejado de mis ms profundas preocupaciones intelectuales (que son tericas antes que historiogrficas), de mis investigaciones acadmicas (en el breve perodo en el que goc de una beca de investigacin), y de los escritos polticos y humorsticos con los que acostumbro colaborar en publicaciones alternativas de Neuqun. Visto en perspectiva, el texto que el lector tiene en sus manos ser como un parntesis historiogrfico entre dos obras de ndole terica: el ya publicado Ensayo sobre la teora marxista de la historia (Bs. As., El Cielo por Asalto, 1998), y una obra todava en proceso de elaboracin cuyo ttulo es El marxismo en la encrucijada. Finalmente, cuando el estudio comenz a tomar un volumen considerable vislumbr que la manera apropiada de llevarlo a buen puerto (dada tanto la naturaleza de la materia como la de mis preocupaciones polticas e intelectuales) sera escribirlo en la confluencia de tres caminos: la investigacin histrica, el relato literario y la intervencin poltica. Aunque el eje estructurante fuese historiogrfico, no quera renunciar ni a un relato literariamente pulido ni a la valoracin poltica. Y por eso el texto fue pensado como dirigido a tres pblicos distintos: los historiadores, los militantes y el lector comn. As, el texto troncal procura ser lo ms claro y gil posible, mientras que en generosas notas al pi se brinda toda la informacin documental y se desarrollan aclaraciones, matizaciones o discusiones especficas, de inters para los historiadores y los militantes.

Desde luego, de la formulacin de estos objetivos a su realizacin hay un largo trecho. Y la sensacin de que la sntesis que buscaba se me escabulla no me abandon nunca. Ni siquiera ahora. Librado a mi propia suerte, es probable que este libro hubiera dormido en el disco rgido de la computadora varios aos ms.

Pero la realidad de la praxis rompi la parlisis literaria. La huelga docente del 2003 me di el impulso indispensable para retornar a la escritura y el anlisis de la del 97. Esta ltima huelga, despus de todo, haba sido la referencia obligada y omnipresente en las asambleas, piquetes y reuniones de activistas del 2003. Por primera vez en mucho tiempo tuve la impresin de que culminar el manuscrito ya comenzado era un esfuerzo que vala la pena. Y as volv a consultar documentos, realizar entrevistas (formales e informales), discutir con amigos y compaeros, escribir, corregir.

Los elementos que por tanto tiempo detuvieron la escritura, sin embargo, han dejado su huella en estas pginas. Con captulos escritos con ms de cinco aos de distancia, la coherencia narrativa corra el riesgo de naufragar. Si bien me he esforzado por cohesionar estilsticamente los distintos pasajes, no es dificil que el lector atento descubra las distintas capas de este palimpsesto. Una dificultad adicional ha sido la del tiempo verbal. Las obras de historia normalmente se escriben en pasado, pero en este caso en el que muchas cosas y personas continan siendo ms o menos lo que eran eso confiere una nota de arbitrariedad. El libro est escrito, pese a todo, en tiempo pasado. Mis compaeras feministas han cuestionado tambin el uso del masculino en sentido genrico. Es este un problema creado por el origen indiscutiblemente machista de nuestra lengua, fortalecido por el machismo an imperante. Renunciar al masculino como genrico supondra, sin embargo, incurrir en permanentes repeticiones (maestros y maestras, muchachos y muchachas, etc.) muy poco estticas. Las consideraciones estticas, an as, seran para m completamente irrelevantes si creyera que la opresin femenina pasa por la invisibilizacin social: en ese caso las repeticiones, por tediosas y antiestticas que fueran, seran una necesidad poltica. Pero no creo que la opresin de la mujer en la sociedad moderna pase sustancialmente por usar expresiones como todos en vez de decir todos y todas. La opresin de las mujeres a diferencia de la opresin de muchos grupos tnicos minoritarios no pasa por la invisibilidad social, pasa ms bien por el confinamiento en ciertas actividades estereotipadas. Cuando alguien dice los maestros nadie piensa que sean slo varones. La expresin posee un sustrato machista, es indudable; pero tambin lo es que los sentidos originarios de las palabras cambian con el tiempo. Sera mejor si tuviramos un genrico diferente al masculino, pero no lo tenemos y, hoy en da, no creo que sea esto una fuente importante de opresin de gnero. El lenguaje llevar siempre las marcas de su origen, pero estas marcas no necesariamente conservan la importancia original. Cuando mando a alguien al carajo no pienso en el palo mayor de un velero; y cuando digo ojal en modo alguno pasa por mi mente el Dios de los musulmanes. Si en estas cosas nos pusiramos estrictos deberamos dejar de hablar en castellano, que al fin y al cabo es un idioma que trajeron a estas tierras colonizadores genocidas.

Nunca abandon la idea de que un estudio del movimiento sindical y de la cultura de la protesta neuquina es una tarea pendiente y fundamental. Aunque este libro se concentra en un conflicto puntual, el relato se ve enmarcado en un contexto mucho ms basto, y que no acta meramente como teln de fondo. El captulo inicial est dedicado a la descripcin de este contexto, y es de hecho el ms largo de todos. Tambin es el ms denso y de lectura ms rida: slo me queda rogar que no sea un escollo demasiado grande para la paciencia de quin lo lea. En este captulo me propongo explicar sintticamente las peculiaridades de la sociedad neuquina; dedicando un fragmento fundamental a la presentacin de la (contra) cultura de la protesta o la resistencia, que de hecho ha ocupado mucho ms espacio del previsto y cobrado una entidad inesperada. Los siguientes captulos relatan paso a paso las alternativas del conflicto, y en cada uno de ellos, entre extensos pasajes narrativos, se intercalan prrafos de ndole ms analtica o explicativa. En el eplogo rastreo algunos sucesos posteriores, y ensayo algunas reflexiones sobre los movimientos sociales, la relacin entre trabajadores ocupados y desocupados, y el vnculo entre las minoras organizadas y las masas.

Quizs no est dems una breve nota personal. Haba obtenido mi ttulo de profesor en historia en diciembre de 1996, y en 1997 me dispona a iniciar mi carrera docente, aunque todava no tena cargo alguno. Particip en el conflicto, pero sin ser todava un trabajador de la educacin activo. Estuve presente en la mayora de las movilizaciones, en las asambleas de la seccional capital, en el puente, en los piquetes de Centenario y en Cutral C. Poco despus, en mayo de 1997, consegu mi primer empleo como docente, en el CPEM N 51 de Cutral C, dentro de un plan de estudios para adultos. Mis alumnos eran todos auxiliares de enfermera que estaban culminando sus estudios secundarios. Tuve la inmensa fortuna de caer en un lugar privilegiado para cualquier interesado en los conflictos sociales en general y en las puebladas cutralquenses en particular: en el curso al que le dictaba clases haba una concejal por el Frepaso, una dirigente de ATE Cutral C, una activista de izquierda de basta experiencia, y la mam de un fogonero. Aqu quisiera asentar mi reconocimiento a mis primeros alumnos; de todos guardo un recuerdo imperecedero.

Son incontables las personas que de una u otra manera han colaborado en la realizacin de esta obra. En la reconstruccin de los hechos y en el anlisis de los mismos me he valido de infinidad de testimonios y opiniones recogidos durante y despus de los sucesos, en ocasiones de parte de compaeros a los que ni conoca y cuyos nombres ignoro, y tomados de la manera ms informal: conversaciones al calor de un piquete, en una sala de profesores, en una movilizacin. A todos quisiera manifestar mi agradecimiento.

Son muchos, tambin, los amigos/as y compaeros/as que de un modo u otro han brindado su ayuda para que este libro viera la luz. Humberto Bas, Antonio Insaurralde y Bruno Galli han sido en los ltimos aos las personas con las que he mantenido discusiones terico-polticas ms asidua y productivamente. Con ellos me resulta imposible discriminar quin fue el primero en enunciar una idea: mi agradecimiento, pues, difcilmente podra ser exagerado. Victor Ahualli, como siempre, me brind todo su apoyo intelectual y moral. Marcelo Lafn, Silvio Winderbaum (a quien debo la idea del ttulo), Ins Fernndez, Andrea Alvarez, Jorge Toledo, Fernando Aiziczon, Ruth Zurbriggen, Carlos Paredes, Beatriz Rosn, Alejandro Castellar y Blas De Santos, tambin leyeron borradores y me acercaron crticas, sugerencias y comentarios.

Lili, Roci y Luci son mi micromundo afectivo. Sin l nada hubiera sido posible.

Captulo I

El escenario y los actores

Durante aos Neuqun pareci ser algo as como latierra prometida. Miles de personas abandonaron sus lugares de origen para radicarse en la joven provincia patagnica, alentados por el crecimiento econmico, la abundancia de empleo y los altos salarios. No faltaron los apologistas que hablaron del milagro neuquino. Mientras el resto del pas pareca sufrir una epidemia de las llamadaspolticas de ajuste, en Neuqun el viejo Estado populista-distribucionista no daba seales de abatimiento. La crisis crnica que asol a la economa argentina durante las dcadas de los 70 y 80 poco efecto tuvo sobre la provincia, que vivi por esos aos un perodo de fuerte expansin econmica, ntimamente relacionada con su perfil productor de energa.

En Neuqun todava hay circulante, hasta ac la crisis no lleg, eran frases que cualquiera poda escuchar en las calles. No pocas personas tenan la sensacin de que Neuqun constitua una suerte de isla, en medio de la debacle econmica y social del pas. Esta visin optimista, generalizada durante la dcada de los 80, logr subsistir con resquebrajaduras hasta principios de los 90. A partir de ese momento Neuqun parece intentar asimilarse velozmente a las lneas generales de la poltica econmica nacional en el contexto del neo-liberalismo: reducciones presupuestarias, reformas en los sistemas de educacin y salud, despido de personal, rebajas salariales ms o menos encubiertas, privatizaciones...

Las reformas neoliberales, sin embargo, encontraran en esta regin una extraordinaria resistencia. Este libro trata, precisamente, de uno de los picos ms altos alcanzado por los movimientos sociales y polticos que resisten al neo-liberalismo: la huelga docente de 1997 y las dos puebladas de Cutral C, que marcaran el origen del moderno movimiento piquetero. Pero antes de entrar de lleno en sta materia, es bueno preguntarse sobre las claves de la inusual capacidad de resistencia que se ha gestado dentro de la sociedad neuquina.

Social y polticamente hay tres factores que distinguen a Neuqun, y su combinacin le da cierto aire excepcional. El primero es su economa de enclave petrolero: ms de la mitad del producto bruto provincial y de los ingresos del Estado provienen de esta actividad, que en la actualidad est controlada por un puado de empresas extranjeras. El segundo elemento es su sistema poltico, caracterizado por la hegemona ejercida por un partido provincial el Movimiento Popular Neuquino (MPN) que se ha impuesto en todas las elecciones a gobernador desde 1963 hasta la fecha, y que incluso durante las dictaduras militares proporcion el grueso de los cuadros de gobierno a nivel local. El tercero es la existencia de una autntica contracultura caracterizada por el progresismo y la transgresin cultural, el sindicalismo combativo y el izquierdismo poltico que posee una influencia slo equiparable (y relativamente mayor) con la que existente en los grandes centros urbanos (Bs. As., Rosario, Crdoba). En las dos ltimas dcadas Neuqun ha sido una ciudad roja dentro la Argentina; quizs la ciudad roja. Si su rojedad (en comparacin con otras situaciones y otros momentos) no parece muy subidad de tono, ello se debe al contexto de retroceso del movimiento obrero y a la profunda crisis que asola a las izquierdas.

Economa de enclave: clave de la hegemona del MPN

Ubicada en el extremo nor-oeste de la regin patagnica, Neuqun es una de las provincias con menor densidad de poblacin de la Argentina, aunque tambin una de las que mayor crecimiento demogrfico ha experimentado en las ltimas dcadas. Si en 1920 tena tan slo 29.784 habitantes, en 1991 ya araaba los 390.000, y para 2001 superaba los 470.000.

Desde finales del siglo XIX cuando el territorio del Neuqun fue incorporado al Estado Nacional Argentino por medio de la campaa genocida dirigida por el general Roca hasta mediados del siglo XX, la economa neuquina se bas en la produccin ganadera y en menor medida en la agricultura. Pero a partir de la dcada de los 60 comenz a perfilarse como un polo productor de energa: petrleo, gas y electricidad. La estructura econmica resultante de este tipo de desarrollo en un contexto de capitalismo dependiente se caracteriz por el crecimiento desmesurado del sector servicios en general (administracin, finanzas, servicios personales, etc.), y del Estado en particular. En Neuqun el comercio y los servicios privados concentran al menos un tercio de la mano de obra, y si se agrega a los empleados pblicos el resultado es que dos terceras partes de los trabajadores ocupados tiene empleo en el sector terciario de la economa. Estas peculiaridades mucho tendrn que ver con el singular derrotero poltico de la provincia.

Caso excepcional, el Movimiento Popular Neuquino (MPN) es el nico de los partidos neo-peronistas surgidos durante la proscripcin del peronismo a comienzos de los 60 que no se reintegr al Partido Justicialista; y el nico partido provincial que ha logrado permanecer en el poder ininterrumpidamente desde el retorno a la democracia en 1983. La hegemona prcticamente absoluta que ha ejercido el MPN a lo largo de cuatro dcadas (la oposicin slo ha podido acceder a los municipios y a la legislatura) tiene mucho que ver con la estructura econmica de la provincia y con la importancia del Estado dentro de sta.

El hecho decisivo es la inexistencia de una burguesa local importante con bases de acumulacin independientes del Estado. La burguesa neuquina, cuyas operaciones se concentran mayoritariamente en el comercio y los servicios, se mantiene estrechamente ligada al Estado: es sintomtico que el grueso de los ms importantes empresarios provinciales sean sus proveedores o contratistas. El sector productivo de la economa es raqutico. Slo dos excepciones parciales relativisan este aserto. La produccin energtica, en rigor una actividad ms extractiva que propiamente productiva; y la industria de la construccin, que floreci gracias a las obras pblicas, y por ende bajo el ala del Estado. Como sea, es indudable que no existe ninguna burguesa industrial significativa. Tampoco el mbito agrcola-ganadero posee una base slida, ni se ha constituido en el ncleo de una acumulacin de capitales respetable. Las pocas empresas ganaderas de envergadura estn concentradas en el sur-oeste, y se trata de un sector escasamente dinmico cuyos propietarios muchas veces no residen en Neuqun. La actividad frutihortcola, por su parte, aunque ha tenido sus aos de gloria, se ve confinada en la zona de la Confluencia; y adems se basa (o se basaba) en pequeos y medianos chacareros con escasas posibilidades de acumulacin en gran escala. La nica actividad exportadora realmente importante es la actividad energtica, que siempre estuvo en manos externas a la provincia: el Estado Nacional (en tiempos de YPF) y empresas multinacionales (desde mediados de los 90). El petrleo y el gas generan la gran riqueza de Neuqun, pero las empresas que lo extraen no son locales. La va para apropiarse localmente de esta riqueza es el Estado, cuya palabra mgica es regalas.

Los grandes empresarios de Neuqun, pues, son ms comerciantes y prestadores de servicios que industriales o terratenientes, y al menos desde la provincializacin (en 1955) basaron sus estrategias de acumulacin en los favores gubernamentales y con el paso del tiempo de manera cada vez ms marcada en la renta petrolera estatalmente administrada. De la importancia del Estado neuquino como agente econmico dan cuenta algunos datos ilustrativos. Por ejemplo, los obreros y empleados del sector pblico son casi tantos como los del sector privado (56.396 y 57.648 respectivamente, segn el censo 2001); y del total de la poblacin ocupada un 34% trabaja para el Estado, porcentaje muy superior al existente a nivel nacional (alrededor de un 18%). Como sucede a menudo, sin embargo, en ocasiones la literatura es capaz de sintetizar en un par de frases toneladas de anlisis y estadsticas: En esta provincia la empresa privada es una mentira grande como una represa. Ac, hasta que no paga la Provincia no se mueve una mosca.

Es indudable que tanto la importancia de la explotacin petrolfera (el oro negro fue descubierto en Plaza Huincul en 1918) como las caractersticas del Estado provincial y de sus fuentes de ingreso atravesaron diferentes etapas ms o menos ntidas a lo largo del siglo XX. Un estudio especfico debera detenerse en esto. Pero para las necesidades del presente trabajo basta con sealar la ntima y poderosa relacin entre Estado y explotacin petrolfera desde (al menos) los aos 60 en adelante.

Para el empresariado neuquino realmente existente ejercer el control del Estado ha sido y es una cuestin decisiva: en Neuqun los polticos son empresarios y los empresarios son polticos. Esto no significa, desde luego, que todos los empresarios sean polticos ni que todos los polticos sean empresarios; pero s significa que un nmero elevado de unos y otros (y especialmente en los puestos claves) s lo sean. La elite dominante de Neuqun est integrada por empresarios ligados al Estado y al Partido Sapag, Salvatori y Sobisch (los tres gobernadores) eran empresarios antes de llegar al poder, el ltimo de hecho un empresario semifundido, y por un estrato de funcionarios estatales (profesionales o ms llanamente punteros), buena parte de los cuales logran amasar en poco tiempo una considerable fortuna privada. En Neuqun la funcin pblica es la va ms rpida y segura hacia la riqueza.

La ausencia de una burguesa con slidas bases de acumulacin independientes del Estado explica tambin la debilidad de la oposicin burguesa. La emergencia de un partido de recambio se ve fuertemente limitada por la debilidad econmica de los sectores no ligados al Estado, y por la voluntad (y la necesidad) de la clase dominante de actuar directamente en poltica. Esto abort el desarrollo de una oposicin liderada por los sectores medios y que contara con el apoyo de al menos una parte significativa de la clase dominante, bajo el supuesto de que actuaran como los administradores polticos mientras los dueos de la riqueza se dedicaban a los negocios privados. En Neuqun, de hecho, la frontera entre administracin pblica y negocios privados ha sido siempre borrosa.

Una vez con el poder en sus manos, la burguesa de origen comercial, creadora y dirigente del MPN, no tuvo inconvenientes en ganar y mantener el apoyo poltico de las clases subordinadas. La riqueza estatal permita generar una amplia red de obras, servicios y empleo pblico, que beneficiaba tanto a los asalariados y a los pequeos productores, como a los empresarios que accedan a las licitaciones o eran beneficiados con adjudicaciones directas de dudosa legalidad, pero absolutamente habituales. Las oleadas sucesivas de trabajadores inmigrantes que llegaban a Neuqun pocos motivos tenan para estar disconformes con la provincia que les brindaba oportunidades laborales, salariales, educativas, habitacionales y de salud con las que en muchos casos no hubieran podido ni siquiera soar en sus lugares de origen. Estos tangibles beneficios eran la base material de una fuerte identificacin simblica y emotiva con el Neuqun y con su partido, que redundaba y an redunda en la supremaca indisputada del MPN. A lo largo de los aos el partido de gobierno casi casi un partido-Estado, como gusta decir mi amigo Silvio Winderbaum ha ido tejiendo una frondosa red de clientelismo poltico, que se extiende no slo entre las clases asalariadas, sino que tambin incluye a muchos productores formalmente autnomos, pero que en los hechos dependen del Estado. Desde luego, con el paso del tiempo los fundamentos materiales del clientelismo poltico han mutado. Antes el tndem MPN-Estado reparta empleos y casas; en la actualidad subsidios y chapas. Alguien dijo progreso?

La hegemona emepenista era y es tan absoluta que las grandes disputas polticas provinciales suelen ser intra-partidarias, y las elecciones internas del partido provincial reciben tanta atencin (y son tan costosas) como las generales. Por mucho tiempo la desorientada oposicin extra-partidaria ha esperado con ansia, pero infructuosamente, la fractura del partido gobernante. Hay que decir, sin embargo, que el proceso de consolidacin del MPN se vio favorecido por la fragmentacin de la oposicin, tradicionalmente dividida al menos entre los dos grandes partidos nacionales, la UCR y el PJ.

El dirigente histrico del MPN, Felipe Sapag viejo caudillo populista que basaba sus alianzas polticas en relaciones personales, lideraba un verdadero clan familiar y diriga un Estado de caractersticas cuasi patrimonialistas. Fu y sigue siendo alto y robusto, pero el paso del tiempo comenzaba a encorvarlo al promediar los 90. Paternalista por naturaleza, carismtico y de trato bonachn, era sumamente generoso con los amigos y con los incondicionales; pero implacable con quienes se le oponan. De estilo populista pero instintivamente conservador, polticamente era, sin embargo, bastante pragmtico: astuto caudillo conocedor de todos los trucos y maas de la poltica, Sapag era un negociador avezado capaz de hacer trato con Dios y con el Diablo con tal de conservar el poder para l y su partido. Su pragmatismo lo llev incluso a negociar con los militares: fue interventor en tiempos de la dictadura que se iniciara con Ongana y culminara con Lanusse. Tambin durante la dictadura auto-denominada proceso de reorganizacin nacional una gran cantidad de cuadros del MPN actuaron como funcionarios del interventor Trimarco. La represin, sin embargo, haba asesinado en 1977 a dos de los hijos de Felipe Sapag: Ricardo (Cato) y Enrique, militantes montoneros. Esta circunstancia determin decisivamente que Sapag se abstuviera de toda colaboracin personal con esa dictadura. Y si bien nunca enfrent frontalmente a los militares, tampoco aval la represin ilegal y protegi a muchos perseguidos: acaso fuera sa su manera de honrar la memoria de sus hijos descarriados.

Como fuerza poltica, el MPN, a pesar de su carcter de partido provincial, de su tan estruendosamente proclamado federalismo y de sus persistentes crticas y reclamos al poder central de Bs. As., fue siempre un partido oficialista. En las cuestiones claves invariablemente prest su apoyo directo o indirecto (neutralidad) a quien detentara el poder del estado nacional, sin importarle que fuera radical, peronista o militar. La sabidura poltica emepenista consista en brindar apoyo a los gobiernos nacionales a cambio de beneficios (que para la provincia y para sus gobernantes podan ser cuantiosos, pero que para el estado nacional en general eran mnimos).

El hecho de que ms de la mitad de los ingresos del estado provinieran de las regalas (petroleras fundamentalmente, pero tambin gasferas e hidroelctricas) y de la recaudacin provincial, le daba al estado neuquino una buena base de autonoma, que se vea reforzada por la circunstancia de que de los llamados ingresos nacionales, la mayor parte provena de la Coparticipacin Federal de Impuestos, cuyo reparto de halla regulado por acuerdos interprovinciales y no depende de criterios absolutamente discrecionales, como es el caso de los regmenes especiales. De este modo, como las operaciones bsicas del Estado provincial se cubran con las regalas, la recaudacin provincial y la coparticipacin federal, nunca se corra el riesgo de que el recorte de los envos ms discrecionales desde Nacin colocaran en una situacin insostenible al gobierno local, hecho que podra haber fortalecido a una oposicin ligada a los gobiernos nacionales. Esta autonoma, adems, posicionaba al Estado neuquino en una slida casamata para negociar con la Nacin su participacin en el reparto de los llamados regmenes especiales, que complementaban los ingresos provinciales. As, la combinacin de independencia formal del MPN y autonoma financiera del Estado neuquino colocaba a los gobernantes de la provincia en una situacin negociadora favorable: el estado nacional no poda ahogarlos, y el apoyo a las polticas del oficialismo a escala nacional siempre era a cambio de contrapartidas materiales. Nunca se encolumnaban con el automatismo que se puede esperar de los gobiernos provinciales del mismo signo poltico que el gobierno nacional, y siempre podan cambiar el apoyo a uno u otro partido de gobierno, de acuerdo a quin detentara el poder. El contexto democrtico daba al MPN y al estado neuquino amplias y beneficiosas posibilidades de negociacin.

Al MPN, sin embargo, tampoco le iba mal con los gobiernos militares. Los que gobernaban arriba de un tanque estaban interesados por razones geo-polticas en el desarrollo de la Patagonia, y siempre preferan que el poder detrs o sobre el trono lo ejerciera Sapag, antes que dar aire a los representantes locales de los partidos nacionales, potencialmente mucho ms peligrosos aunque ms no fuera por sus relaciones translocales. Por otra parte, como ya se ha dicho, no exista en Neuqun una poderosa burguesa terrateniente tradicional disconforme tanto econmica como culturalmente con el populismo poco refinado de Sapag capaz de establecer alianza con los militares y proporcionarles los suficientes cuadros de gobierno. El MPN, pues, fue, en el mbito provincial, el partido de los militares.

La (contra) cultura de la protesta

Habamos dicho que junto a su peculiar economa de enclave petrolero y su sistema poltico hegemonizado por el MPN, la provincia del Neuqun se distingue por la existencia de una numerosa y activa contracultura de talante progresista, y por la slida implantacin de un sindicalismo combativo y una militancia de izquierdas. Y ciertamente, el progresismo cultural, el sindicalismo aguerrido y el izquierdismo poltico han marchado de la mano en Neuqun aunque a veces a los tirones dentro de un segmento social que, sin dejar de ser minoritario, es excepcionalmente activo y numeroso. Pese a ello, hay que destacar que esta contracultura est concentrada fundamentalmente en Neuqun Capital. En el interior la situacin suele ser otra, aunque en los ltimos aos tambin all en algunas localidades se han desarrollado potentes ncleos sindicales y algo de izquierdismo poltico.

No es mi intencin, ni podra hacerlo en el presente trabajo, definir con precisin a esta contracultura. Es indiscutible que sus caractersticas distintivas son borrosas y sus lmites cambiantes. A muy grandes rasgos, pese a todo, se puede decir que sus miembros comparten una serie de valores y de prcticas sociales: cierto anelo de igualdad, una aspiracin ms o menos vaga de cambio social, un genrico anti-imperialismo, la protesta y el reclamo vistos como un valor positivo, una mirada crtica sobre el mundo y la sociedad en que viven, la organizacin y la movilizacin populares convertidas casi en una forma de vida, la importancia concedida a los derechos humanos, la oposicin al MPN, cierta conciencia de clase, etc. Todas estas prcticas y valores son parte del patrimonio comn de la contracultura, aunque ninguno por s solo sea exclusivo de ella.

Junto a estos elementos comunes, desde luego, se encuentran infinidad de diferencias, sobre las que se montan las distintas vertientes poltico-ideolgicas que la conforman: cristianismo, marxismo, peronismo, nacionalismo, trotskysmo, etc., etc. Pero no tengo duda alguna de que estas diferencias no menoscaban a la sub-cultura comn, en particular si la colocamos en relacin al resto de la sociedad neuquina. Como en toda familia, los miembros de la cultura de la protesta muchas veces estn ferozmente peleados entre ellos, pero an as comparten valores, prcticas y ritos, como cuando confluyen en las movilizaciones. Por lo dems, sus diferencias suelen pasar completamente inadvertidas para el resto: ATEN y ATE resultan indistinguibles para la mayora de la poblacin, que es habitualmente incapaz de diferenciar a un activista de Derechos Humanos de un militante del Partido Obrero. Como es natural, la represin tampoco hace distingos.

Sociolgicamente se puede decir que la contracultura tiene su ncleo entre los trabajadores asalariados y sus organizaciones sindicales (especialmente podra ser de otro modo en Neuqun? entre los empleados pblicos). Sin embargo, es obvio que slo una parte de los trabajadores sindicalizados que a su vez son slo una porcin del total forman parte de ella. Tambin es indiscutible que no todos los sindicatos (o sus conducciones) pueden ser incluidos legtimamente. Finalmente, es indudable que muchos miembros de la contracultura no son asalariados: por ejemplo estudiantes, desocupados o cuentapropistas.

He hablado de cultura de la protesta o de la resistencia. Pero no pretendo que sea un concepto o una definicin precisa. Podra haber dicho cultura de izquierdas, dando a la palabra izquierda un significado muy amplio, quizs demasiado: es seguro que esta definicin ser rechazada por muchos miembros de la contracultura. Algunos negaran que ellos sean de izquierda, y otros que esos sean gente de izquierda. Creo, sin embargo, que todos aceptaran con gusto que son militantes de la resistencia (al neoliberalismo, al ajuste, al imperialismo, al capitalismo) y activos participantes de las acciones de protesta. Esta es la sencilla razn por la que he adoptado esta terminologa.

Como todo mbito de crecimiento demogrfico explosivo por va de la inmigracin, Neuqun es un lugar de gente joven, con empuje, deseos de progresar y que en buena medida ha roto con las ataduras de las relaciones sociales tradicionales. Esto convirti a la provincia (pero sobre todo a la ciudad) en un reducto de la transgresin cultural. Sin dejar de ser una sociedad machista y hetero-sexista, Neuqun ha llegado a conocer una relativa tolerancia en las relaciones y opciones sexuales, cuando menos en amplios sectores. Claro que la liberalizacin de las costumbres fenmeno bastante tpico de las poblaciones formadas por migrantes podra haberse detenido mucho antes y no afectar el contenido poltico, o afectarlo superficialmente. De hecho, la hegemona del MPN se ha basado en buena medida en la capacidad de generar una nueva identidad a los migrantes, fortaleciendo a un partido poltico provincial, pero absolutamente tradicional y burgus en sus prcticas y objetivos polticos. La comparacin con otras ciudades patagnicas de gran crecimiento demogrfico como Trelew o Comodoro Rivadavia nos muestra que la ruptura de los lazos sociales tradicionales y la liberalizacin de las costumbres, no tiene necesariamente que marchar de la mano del sindicalismo o el izquierdismo poltico. Por qu entonces floreci en Neuqun una contracultura poltica y sindical de fuertes tendencias izquierdistas e inclusive revolucionarias?

Varias causas han contribuido al crecimiento de esta verdadera contracultura en permanente confrontacin con la cultura poltica oficial, dominada por el MPN. En primer lugar aunque ello no implica ningn tipo de prioridad explicativa cabe mencionar la presencia de un importante contingente de exiliados chilenos. Buena parte emigr a la Argentina luego del golpe de estado de 1973, y muchos traan en sus maletas la experiencia de aos de lucha poltica y social. Jorge Muoz (principal animador de la Pastoral de Migraciones), Horacio Bascun (conocido locutor y creador del programa radial Canto Hermano, que lleg a sobrepasar los 16 aos en el aire) y Juan Yez (dirigente de la huelga de la construccin de 1984), son slo algunos de los ms destacados representantes de esta corriente migratoria que tanta influencia ha tenido en Neuqun.

En segundo trmino hay que destacar a la migracin interna: en tiempos de la ltima dictadura (1976-83) Neuqun actu como una suerte de refugio para muchos perseguidos por los militares. Bajo el paraguas protector del Obispado encabezado por Jaime De Nevares, la Provincia se fue convirtiendo en la Capital de los Derechos Humanos. Durante los aos de plomo muchos activistas y militantes sindicales, sociales y polticos encontraron en Neuqun un sitio en el que la represin no actuaba con la intensidad y la desenvoltura ilimitada con que se mova en otros lugares. Esto tiene mucho que ver con las caractersticas de la Iglesia neuquina.

En tercer trmino, pues, debemos hacer mencin a la Iglesia. Jaime de Nevares un obispo de inclinaciones progresistas se hall al frente de la Dicesis neuquina desde su fundacin, en 1961. Por consiguiente, la Iglesia de Neuqun prcticamente naci como tal en el marco de los profundos cambios acaecidos en el mundo catlico a partir de Juan XXIII. Esto favoreci que la Dicesis local se convirtiera en una suerte de excepcin posconciliar, dentro de una Iglesia argentina abrumadoramente preconciliar y profundamente conservadora. La influencia del Obispo de Nevares ha sido muy grande, como suele suceder en organizaciones tan jerrquicas como el clero catlico. Si a ello se agrega que el Obispo progresista no debi lidiar con ncleos ideolgicos tradicionales en la sociedad misma, y que el perfil habitual de los sacerdotes que lo acompaaban era el de jvenes emprendedores, es fcil comprender la facilidad y fuerza con que se implant en la zona el catolicismo progresista. Estas caractersticas de la Iglesia neuquina explican el refugio que la misma brind durante la dictadura, lo cual favoreci a veces pese a la Iglesia la presencia de esa importante minora social que alent al sindicalismo combativo, el inconformismo cultural, las organizaciones defensoras de los Derechos Humanos y la militancia poltica izquierdista.

Tambin influy cuarto trmino la presencia de la Universidad Nacional del Comahue, institucin que experiment la radicalizacin del movimiento estudiantil durante los primeros 70 y actu como un foco irradiador de nuevas ideas. Es digno de destacar que la Universidad Nacional del Comahue ha sido tradicionalmente refractaria al MPN, que casi nunca ha podido controlarla. Recin en el 2003 consigui el partido provincial que la UNCo tenga un rectorado adicto al gobierno. Igualmente merece mencionarse el curioso hecho de que desde finales de los aos 80 el movimiento estudiantil del Comahue no fue hegemonizado por la agrupacin (radical) Franja Morada, como ocurriera en casi todo el pas, ni tampoco por el peronismo. La conduccin de la Federacin Universitaria del Comahue oscil entre alianzas de agrupaciones independientes y coaliciones de izquierda. Finalmente, hay que sealar que en la Universidad funciona desde hace aos la Radio FM UNC-CALF, en la que trabaja un importante y casi nico ncleo de periodistas crticos (no adscriptos al gobierno) y en la que se concede amplio espacio, e inclusive programas propios, a los movimientos sociales, los organismos de Derechos Humanos, los sindicatos y los partidos de izquierda.

En quinto lugar cabe sealar la desproporcionada concentracin de la poblacin provincial en la capital y en las localidades circundantes (departamento Confluencia). Este tipo de concentracin diferencia a Neuqun de las restantes provincias patagnicas; pero lo fundamental para lo que aqu interesa es que la ciudad de Neuqun se convirti en una suerte de gran ciudad dentro de una geografa global caracterizada por la bajsima densidad de poblacin. Y como en toda gran concentracin humana, el desarrollo de ideas y prcticas poco tradicionales, como as tambin de todo tipo de sub-culturas, se vio favorecido. Es llamativa la diferencia que existe entre la vida poltica y social de la capital y la de las localidades del interior.

Tambin hay que destacar, en sexto lugar, que el desarrollo de esta singular contracultura se vio reforzado por la atraccin que la misma ejerca una vez que se hubo desarrollado: muchos militantes y activistas polticos y sociales eligieron mudarse a Neuqun por las posibilidades laborales que ofreca, s, pero tambin en la conviccin de que la vida poltica y social que haban llevado en sus lugares de origen no se vera perjudicada y acaso s favorecida con la radicacin en ese lugar. Tambin los partidos de izquierda enviaban y continan enviando un nmero inusualmente elevado de cuadros (a veces rentados), en ocasiones para dirigir o ayudar a dirigir los sindicatos u organizaciones sociales de la zona que esos partidos dirigen.

En sptimo y ltimo lugar pero no por ello menos importante hay que destacar que el perfil productor de energa de la economa provincial tuvo una importante influencia, aunque no por la va del desarrollo de un radicalizado sindicalismo petrolero. Al contrario: el sindicalismo petrolero ha sido bsicamente burocrtico, conciliador y aliado del poder. Aqu la clave pas si bien indirectamente por la produccin de energa elctrica. Esta produccin tena como precondicin necesaria la construccin de grandes represas; monstruosas obras de ingeniera (El Chocn - Cerros Colorados, Alicur, Piedra del Aguila, etc.) que demandaban el trabajo de miles de obreros de la construccin que llegaron a Neuqun desde todo el pas e inclusive desde el exterior, para ser alojados en las clsicas villas obreras. En estas villas, enormes contingentes obreros vivan hacinados en precarios barracones, con sobrados motivos de disconformidad y en un ambiente en el que el activismo poltico y sindical se vea facilitado por las caractersticas de la convivencia: alejamiento de la vida familiar, homogeneidad de clase social, tiempo libre inevitablemente compartido, etc. La primer llamarada del sindicalismo combativo de los obreros de la construccin fueron las huelgas del El Chocn de 1969 y 1970, en especial el famoso Choconazo. Luego del interregno de mediados de los 70 (los aos de plomo de la dictadura militar), el activismo resurgira con la democracia: la huelga de 1984, la caminata de los obreros de Piedra del Aguila de 1986, y el triunfo de una lista antiburocrtica y de izquierda encabezada por Alcides Christiansen en 1989, seran los hitos ms importantes. A comienzos de los 90, sin embargo, con el fin de la construccin de las grandes represas la desocupacin hara estragos entre los obreros de la pala y la cuchara. El sindicalismo intransigente se vera finalmente desplazado por la burocracia sindical tradicional. Pese a ello, un importante nmero de albailes marcados por la cultura militante permanece viviendo en los barrios neuquinos, y dando su impronta a muchas organizaciones vecinales o modernos movimientos de desocupados.

Paralelamente, a principios de los aos 90 comenzaran las polticas de ajuste a los empleados pblicos, y dentro de stos a los docentes. As, la posta de las luchas sindicales recaera sobre este sector, que dara muestras de una inusual capacidad de resistencia.

Hay dos fenmenos que explican la singular capacidad de resistencia al ajuste que han mostrado los trabajadores neuquinos. El primero es el propio potencial de organizacin y lucha que mucho debe a las experiencias pasadas y a la excepcional concentracin de militantes que distingue a Neuqun, del que la Asociacin de Trabajadores de la Educacin de Neuqun (ATEN) ha sido la muestra ms clara y persistente, y Cutral C el smbolo ms reconocido. El segundo es el margen de maniobra del Estado neuquino, cuyo dficit nunca alcanz las cotas que toc en otras provincias. Esto le ha permitido mantener por cierto que a regaadientes muchas de las caractersticas del estado cuasi-benefactor que en el resto del pas ya ha sido rabiosamente desmantelado.

El anlisis de la cultura de la resistencia del Neuqun no estara completo, sin embargo, si no se indicaran cuando menos algunas de sus limitaciones. Aqu no puedo sealar sino la ms notorias. En primer lugar, cabe destacar que el extraordinario activismo de la cultura neuquina de la protesta nunca puso en riesgo el dominio poltico del MPN: hegemona emepenista y contracultura han convivido sin que la primera aniquile a la segunda, y sin que sta amenace las bases de la primera. Desde luego, esto se debe en una medida considerable a la negativa de las organizaciones sindicales neuquinas a comprometerse en alianzas electorales anti MPN con los partidos tradicionales, lo cual desde muchos puntos de vista es ms una virtud que una limitacin: nunca fue clara la ganancia de cambiar gobiernos que llevan adelante polticas semejantes. Con todo, tampoco el sindicalismo combativo y, ms en general, la cultura de la resistencia, fue capaz de generar una alternativa poltica propia. En su descargo se puede sealar que en el resto del pas tampoco arraig esta posibilidad, lo cual no niega la limitacin, pero la coloca en un marco ms amplio y la remite a causas que no son slo locales. La incapacidad de transformar el rechazo a las reformas reaccionarias en una propuesta alternativa, tiene mucho que ver con la heterogeneidad poltico-ideolgica de las diferentes vertientes que nutren a la contracultura neuquina; pero tambin tiene que ver con cierto sectarismo y con la virtual inexistencia de un dilogo y un intercambio sincero y fraterno entre las diversas corrientes militantes. El resultado es una gran capacidad para movilizarse en contra, pero no para hacerlo a favor de: la unidad en la protesta (que acaso ha sido mayor que en otros sitios) no ha generado ninguna tendencia hacia la unidad en la propuesta.

Otra limitacin es cierto conservadurismo en la defensa de antiguas conquistas sociales. Los comprensibles esfuerzos realizados para defender derechos sociales o laborales, muchas veces se realizan de forma tal que prcticamente implican una apologa de lo existente, al tiempo que obturan toda posibilidad de pensar alternativas (en especial de ndole revolucionaria). En parte relacionado con esto ltimo, hay que mencionar que muchas actividades y energas quizs demasiadas son empleadas en las pujas y polmicas intra-culturales, lo cual va en desmedro de la influencia sobre aquellos que estn fuera: en particular sobre aquellos bastos sectores populares hegemonizados por el MPN.

Aunque no est exenta de contratendencias horizontalistas y libertarias, la cultura neuquina de la protesta no ha podido escapar ni a cierta cristalizacin burocrtica, ni a un imaginario excesivamente estatista y populista.

Para finalizar, quisiera hacer notar que al optar por la expresin cultura de la resistencia he querido evocar algo que me parece fundamental: como ya se ha dicho, los miembros de la contracultura tienen en comn contra qu luchan, pero difieren profundamente en las opciones que preconizan. Dos conclusiones se derivan de ello. La primera es que ciertos cambios de ndole poltica en parte como los acaecidos con el gobierno de Kirchner podran provocarar profundas grietas, que si persistieran a lo largo del tiempo deberan llevarnos a revisar la nocin misma de una cultura comn. Por el momento estamos muy lejos de este escenario; y ms en Neuqun, donde gobierna la misma fuerza poltica desde hace ms de cuarenta aos. Este ha sido, dicho sea de paso, un elemento profundamente cohesionador de la cultura de la resistencia: por cuatro dcadas ha tenido bsicamente el mismo enemigo. La segunda conclusin es que la contra cultura relativamente eficaz a la hora de resistir, debera experimentar profundas y posiblemente traumticas transformaciones, si el objetivo es transformar de raz la sociedad y no meramente resistir a las reformas reaccionarias.

Por todo lo dicho, no debera resultar sorprendente que la imagen del Neuqun-isla no desapareciera durante los aos 90. Ms bien pareci sufrir una transmutacin: si en los 70 y 80 Neuqun era la isla del desarrollo y el crecimiento econmico, en los 90 pareci convertirse en una isla de resistencia a las polticas neoliberales. No tanto porque en las otras provincias el ajuste no haya sido enfrentado (antes al contrario, las reformas neoliberales fueron cuestionadas y enfrentadas por lo general con poco xito en todo el pas), sino porque las luchas en Neuqun se han caracterizado por una singular continuidad, dureza y, en cierto modo, eficacia. Los docentes y estatales neuquinos constituyen unos de los ltimos colectivos de trabajadores que conquistaron un aumento salarial (en tiempos 1992 en que ya comenzaban a imponerse los descuentos abiertos). La reforma del sistema de salud del Neuqun un sistema progresista creado a comienzos de los setenta nunca pudo prosperar, a pesar de los sucesivos intentos y la perenne intencin de los gobiernos desde comienzos de los 90. En la Universidad Nacional del Comahue se libr uno de los ms feroces e intransigentes combates contra la Ley de Educacin Superior (LES) antes de la sancin de la misma; y recientemente una toma de 30 das de duracin impidi la acreditacin de carreras ante la Comisin Nacional de Evaluacin y Acreditacin Universitaria (CONEAU) e inici el debate nacional respecto a la necesidad de derogar la LES. Tambin ha sido Neuqun el primer lugar en que docentes y comunidad educativa enfrentaron abierta y frontalmente a la Ley Federal de Educacin (LFE) luego de su sancin, y uno de los pocos distritos donde no fue implementada. Finalmente, hay que recordar que las dos puebladas de Cutral-C abrieron el camino a la generalizacin de los cortes de rutas como mtodo de lucha, y dieron el puntapi inicial para la aparicin de un nuevo actor social con voz propia: los piqueteros, expresin militante de los desocupados.

As como en la clebre historieta Asterix una indomable aldea resiste solitaria en medio de una Galia ocupada por los romanos, en Neuqun muchas de las reaccionarias reformas neoliberales impuestas a nivel nacional han sido rechazadas con xito. La Ley Federal de Educacin no ha sido instaurada, la Universidad Nacional del Comahue no adapt sus estatutos a la Ley de Educacin Superior, el progresista Sistema de Salud no pudo ser completamente desmantelado (aunque s desfinanciado), y muchas conquistas sociales y laborales desterradas en el resto de la Argentina se mantienen en vigencia. Los trabajadores de la patagnica aldea de Asterix han resistido con relativo xito. Y sin recurrir a ninguna pocin mgica.

El escenario poltico y social en 1997

El 97 no es un ao lejano. Pero ha corrido mucha agua bajo los puentes. Por ello es conveniente recordar as sea a vuelo de pjaro aqul contexto, que hoy puede parecer antediluviano.

A fines de 1995 Carlos Menem haba sido reelecto Presidente de la Repblica. Las polticas rabiosamente neo-liberales que impulsaba, y la corrupcin administrativa que las acompaaban, haban sido exitosamente plesbicitadas. En la Argentina, como en casi toda Amrica Latina, el neoliberalismo pareca haber logrado el sueo dorado de las clases dominantes sueo que por dcadas les pareciera una utopa inalcanzable: que las polticas de concentracin de ingresos, recorte de los gastos pblicos y flexibilizacin laboral se impongan con el aval de las urnas (sin recurrir al terrorismo de Estado).

Mirando en retrospectiva los aos 1996 y 1997 se presentan como un punto de inflexin. Pero claro, por entonces esto no era evidente ni mucho menos.

Hagamos un poco de historia. La llegada de la democracia (en 1983) fue acompaada por la revitalizacin de los sindicatos, un proceso de renovacin en las conducciones y un incremento en la combatividad de la clase trabajadora. Pero esta onda expansiva se detuvo aproximadamente en 1987. Inmediatamente despus, la cada de Alfonsn y la traumtica experiencia hiperinflacionaria, en 1989, abriran las puertas al neoliberalismo puro y duro de Carlos Menem, en un marco de creciente retroceso y luchas derrotadas del movimiento sindical. Lo que quedaba de la clase obrera industrial se haba llamado a silencio bajo el azote de la desocupacin. Las corruptas y burocrticas conducciones de los grandes sindicatos de la CGT ya haban apostado por un sindicalismo empresario, inspirado en las prcticas de la AFL-CIO estadounidense. Los empleados pblicos resistan como podan las polticas de ajuste fiscal, mientras surga el por entonces proyecto de nueva central de los trabajadores: el Congreso de los Trabajadores Argentinos (CTA). La desocupacin ya era por entonces un verdadero flagelo social, pero en 1996-97 prcticamente no existan todava organizaciones de desocupados: los modernos movimientos piqueteros tendran su origen, de hecho, en las experiencias de las puebladas de Cutral C. En ese tiempo prcticamente tampoco existan experiencias de empresas o fbricas recuperadas.

Como sea, los efectos ms brutales de las privatizaciones se sintieron en aquellos lugares en los que seoreaban las economas de enclave. En especial, la privatizacin de YPF origin verdaderos bolsones de desempleo masivo en localidades como Cutral C, Tartagal o General Mosconi, los futuros epicentros del movimiento piquetero inicial y de las puebladas. El estallido del mundo ypefeano (YPF pas de tener 51.000 empleados en 1990, a 5.600 en 1997) creara as una verdadera bomba de tiempo en estas ciudades.

Polticamente la alianza entre la anciana UCR y el virginal FREPASO recin comenzaba a gestarse al promediar los 90, constituyendo una esperanza para todos aquellos que crean que los males del menemismo se curaban con un poco menos de corrupcin. La izquierda, por su parte, an segua aturdida por el derrumbe de la Unin Sovitica y el increble curso tomado por las democracias populares: la restauracin del capitalismo a ritmo de tren bala.

Las reformas neoliberales avanzaban a todo vapor, y no slo en el terreno econmico. En 1993 el Congreso haba aprobado la Ley Federal de Educacin (LFE); y en 1995 hizo lo propio con la Ley de Educacin Superior (LES). Muchos periodistas que hoy se burlan de Menem por entonces se arrastraban a sus pies. Y muchos dirigentes polticos que hoy parecen tronar contra las empresas privatizadas, el FMI y los acreedores externos, eran por aquellos aos privatistas convencidos y aliados de Menem. Empezando por Kirchner.

En diciembre de 1995 Felipe Sapag haba asumido por tercera vez el cargo constitucional de Gobernador de la provincia del Neuqun. Por entonces, sin embargo, el partido que dirigiera con mano de hierro por casi tres dcadas estaba dividido. Las huestes emepenistas se alineaban ahora bajo dos alas fuertemente enfrentadas: una que responda al viejo caudillo populista (el MPN amarillo), y la otra encolumnada tras el ex-gobernador Jorge Sobisch (el MPN blanco). Entre ambas lneas internas no haba verdaderas diferencias programticas. S haba diferencias en el estilo de conduccin y, obviamente, en los intereses personales en juego. Sapag y los amarillos posean un estilo populista y paternalista; Sobisch y los blancos eran ms tecnocrticos y eficientistas. An as, fue el populista Sapag quien efectu el mayor recorte salarial a los empleados estatales (la reduccin a la mitad del adicional por zona desfavorable), y el tecnocratismo y eficientismo del sobichismo siempre fue mucho ms verbal que real.

La disputa por el poder entre ambos sectores, sin embargo, era feroz. Lo que estaba en juego era el control de la vaca lechera local. Aunque en 1995 el MPN haba ganado las elecciones con un 55 % de los votos, en los hechos el gobierno tena problemas para controlar la legislatura, puesto que los diputados sobichistas actuaban como una virtual oposicin. De la misma manera, los funcionarios y punteros blancos acostumbraban apoyar los reclamos sindicales o sociales. De hecho no hacan ms que pagarles a los amarillos con la misma moneda: es muy conocido el caso de la visita de apoyo de Sapag a los docentes en huelga de hambre en tiempos de la administracin de Sobisch. En trminos legislativos, empero, la oposicin era un heterogneo conglomerado con pocas posibilidades de acuerdos serios: inclua, como vimos, a los blancos del MPN, al independiente Forni, y a unos cuantos diputados de la UCR y el Frepaso. Sapag contaba con el apoyo incondicional de los diputados amarillos, y con la solidaridad cuasi incondicional de los diputados del PJ (menemistas). A los efectos prcticos, sin embargo, y para sortear los obstculos con que se encontraba en la Legislatura, Sapag gobernaba por medio del dictado permanente de decretos de dudosa legitimidad.

Al iniciarse los 90 el Estado neuquino haba comenzado a padecer los males del dficit fiscal. Su dficit no era importante, y comparado con el de otras provincias pareca insignificante; pero colocaba al gobierno ante una disyuntiva: recortar el gasto pblico ensayando polticas de ajuste, aumentar peligrosamente el endeudamiento recurriendo nuevos crditos, o incrementar los ingresos. Como el MPN no estaba dispuesto a aumentar los ingresos fiscales gravando a las empresas o controlando la elevada evasin, y como las presiones del Estado Nacional y del FMI dificultaban el endeudamiento (que era, adems, la alternativa menos atractiva), el nico camino que quedaba era el recorte del gasto pblico. A tono con las polticas neoliberales, Sapag se dispuso a poner en prctica el ajuste.

Este era el escenario poltico al momento del estallido del conflicto que trata este libro.

El mundo sindical y los alineamientos dentro de ATEN

El movimiento sindical neuquino, al igual que el del resto del pas, estaba dividido entre la CGT, el MTA y la CTA. Tanto la CGT (construccin, comercio, petroleros) como el MTA (transportes) tenan en Neuqun escasa presencia cuantitativa, mantenan un perfil bajo y actuaban sobre todo la CGT en virtual sintona con el gobierno. La CTA que agrupa esencialmente a los sindicatos estatales representaba una forma de sindicalismo ms combativo: era la oposicin sindical al MPN. La espina dorsal de la CTA era ATE, el sindicato de los trabajadores del estado, de donde provena su secretario general sucesivamente reelecto: Julio Fuentes. ATEN, el gremio de los docentes, se hallaba (y se halla) afiliado a la CTA, pero una parte importante del sindicato era (y sigue siendo) muy crtica de la poltica de esta ltima central. Pero sus crticas nada tenan que ver con las que formulaban la CGT o el MTA: la oposicin dentro de ATEN a la poltica de la CTA era una oposicin de izquierda.

ATEN haba nacido en los ltimos aos del gobierno militar, aprovechando los resquicios que dejaba la dictadura en retirada. Es un sindicato que se enorgullece de sus instituciones y sus races democrticas. La asamblea es el gran organismo para la toma de decisiones, aunque tambin existen cuerpos de delegados. En la provincia es el nico sindicato docente, y esta unidad es otro motivo de orgullo paro las maestras y maestros neuquinos, que siempre han conseguido que la lista gremial elegida en comicios internos derrote a la lista del gobierno en las elecciones de Consejeros Escolares, Vocalas y Juntas de Clasificacin.

ATEN realiza elecciones peridicas cada dos aos, en las que se elige a la Comisin Directiva Provincial, las Comisiones Directivas de las seccionales (normalmente una por cada ciudad o pueblo importante) y los Congresales a la Confederacin de los Trabajadores de la Educacin de la Repblica Argentina (CTERA). Las ltimas elecciones antes de los sucesos que narra este libro haban tenido lugar a fines de 1996.

El sindicato contaba en 1997 con unos 8.000 afiliados, lo que representa ms de la mitad de los trabajadores de la educacin. Organizativamente estaba dividido en 20 seccionales de tamao muy dispar. La seccional Capital contaba segn datos de las elecciones de 1998 con 3.051 afiliados, lo que equivale al 40 % del total. Si se le agregan los afiliados de las dos seccionales ms cercanas del departamento Confluencia (Centenario y Plottier) este porcentaje trepa al 50 %. Las dos seccionales ms importantes despus de Neuqun eran Zapala y Cutral C, con 936 y 864 afiliados respectivamente. Otras cinco seccionales contaban con entre 600 y 200 afiliados: Centenario (584), Chos Malal (394), San Martn de los Andes (383), Plottier (370) y Junn de los Andes (247). Las otras doce seccionales tenan menos de 200 afiliados, siendo la ms grande Alumin (162) y la ms pequea El Chocn (25).

La Comisin Directiva Provincial estaba en 1997 en manos de la agrupacin azul-celeste, que haba obtenido en las elecciones 1.644 votos sobre un total de 5.564 votos emitidos, lo que representa el 29,5 %. Pero el escenario interno se presentaba complejo: otras tres listas haban obtenido porcentajes importantes, en un contexto caracterizado por el pluralismo y el equilibrio de fuerzas. La lista celeste haba obtenido 1.184 votos (21,4 %), la lista blanca 1.158 (21 %), y la rosa 976 (17,5 %). Adems, se haban registrado 419 votos en blanco (7,4 %) y la lista marrn (Partido Obrero e independientes) haba cosechado 183 votos (3,1 %).

Los azul-celestes, liderados por la reelecta secretaria general del sindicato, Mara Eugenia Figueroa, eran en verdad un desprendimiento local (a la postre mucho ms robusto que el tronco original) de la agrupacin celeste. Las diferencias polticas entra ambas agrupaciones no pueden ser establecidas con nitidez, puesto que la azul-celeste produjo muy pocos materiales escritos en los que fije su posicin; pero en lneas generales se puede decir que criticaban el autoritarismo, el verticalismo y el burocratismo de la dirigente celeste histrica local: Marta Maffei, quien por entonces se haba convertido en secretaria general de la CTERA. Tambin estaban dispuestos a librar un combate ms frontal en contra de la recientemente sancionada Ley Federal de Educacin; y no vean con buenos ojos el maridaje poltico de la conduccin celeste de la CTERA con el FREPASO. La influencia de los azul-celestes era particularmente notoria en el interior de la provincia, aunque bastante dbil en la capital, donde slo haban cosechado 209 votos, contra 634 de la rosa, 591 de la blanca, 409 de la celeste (la marrn haba obtenido 97 votos, y 78 fueron en blanco). Dirigan unas cuantas seccionales: Cutral C y Zapala (que eran las ms importantes despus de Neuqun), y tambin Centenario, Senillosa, El Chocn, Junn de los Andes y Loncopu. Desde el punto de vista ideolgico la mayor parte de sus integrantes provena del peronismo, aunque no del menemismo. En lo poltico-sindical se destacaban por la importancia que concedan en su discurso a los aspectos pedaggicos.

Mara Eugenia Figueroa, secretaria general de ATEN, haba nacido en Mendoza, en el seno de una familia peronista. Al poco tiempo de llegar a Neuqun, en los primeros ochenta, se suma a las filas del Peronismo Revolucionario, corriente en la que permanece hasta su disolucin, a principios de los noventa. Su trayectoria sindical se inici con la fundacin de ATEN (sera la primer Secretaria General de la seccional Centenario), y desde mediados de los ochenta hasta la ruptura de 1994 milit dentro de la agrupacin nacional celeste. A partir de este ao sera la dirigente ms visible de la azul-celeste.

De contextura baja pero robusta, caminaba rengueando a causa de un accidente que sufriera de pequea. Con el rostro habitualmente serio y el seo fcilmente fruncido, falta de habilidades oratorias, tmida en la exposiciones pblicas, Mara Eugenia careca casi enteramente de las dotes del lider carismtico: se mostraba insegura en la tribuna y se expresaba confusamente en los medios. Su ascenso a la secretara general de ATEN se bas en un lento pero sostenido trabajo de militancia, especialmente al interior de su corriente interna. Porque dentro de su agrupacin Figueroa era una figura muy fuerte; all emerga una personalidad mucho ms slida que la que exhiba en pblico. Firme en sus posiciones, posea una slida formacin poltico-pedaggica (al menos para el contexto neuquino), que muchos tenan en gran estima. Intransigente en la defensa de sus convicciones pero reflexiva por naturaleza, su personalidad inspiraba respeto y demostraba autoridad. Mara Eugenia era por sobre todas las cosas una organizadora nata. Sus mejores cualidades resaltaban en el trabajo cotidiano, junto a la gente en la que tena confianza. Se preocupaba por todos, y estaba siempre al tanto de cuanto suceda a su alrededor. Un compaero de militancia sintetiz su personalidad con las siguientes palabras: era un matrona, una madraza; y otro prefiri definirla como el smbolo de la lealtad peronista. Aunque sus maneras algo hoscas le hacan poner distancia, dentro del crculo de sus ntimos despertaba devocin, y sus relaciones polticas eran indiferenciables de sus lazos de amistad: prcticamente no exista diferencia entre su vida privada y su vida poltica, y siempre era difcil determinar si los militantes que la acompaaban lo hacan por convencimiento poltico o por afecto personal.

Los celestes constituan el brazo local de la conduccin nacional de la CTERA; pero carecan de su vigor e iniciativa. Dentro de ATEN era la lista ms moderada y la de menor perfil militante. Entre 1986 y 1994, sin embargo, haban conducido el sindicato. Tres perodos consecutivo con Marta Maffei al frente y un ltimo perodo con Carlos Scarpatti como secretario general, haban hecho que la primera dcada de vida de ATEN se tiera de celeste. Pero en 1994, ya alejada de la provincia Marta Maffei alma y motor de la agrupacin, que haba ascendido a la secretara general de CTERA, los celestes conocieron la debacle electoral. Mara Eugenia Figueroa les arrebat el control de la provincial, y Liliana Obregn el de la seccional capital. Ahora slo dirigan un puado de seccionales pequeas: El Chaar, Alumin, Rincn de los Sauces, Piedra del Aguila y el Huec. Conservaban, pese a todo, un caudal respetable de votantes, pero posean escaso dinamismo y muy pocos partidarios dentro de las nuevas generaciones.

La gran oposicin a Mara Eugenia Figueroa y su lista azul-celeste la constitua Liliana Obregon y el frente de izquierda que lideraba: la lista rosa. Obregn haba sido reelecta como secretaria general de la seccional Neuqun, que por s sola concentra alrededor del 40 % de los afiliados. La influencia de la rosa, con todo, se hallaba geogrficamente restringida a la capital y las localidades circundantes del Departamento Confluencia (Centenario, Plottier). A excepcin de un par de localidades (San Martn de los Andes y Picn Leuf), su presencia era mnima en el interior. Los rosas eran los ms estruendosos partidarios de la derogacin de la Ley Federal de Educacin, y consideraban que los azul-celestes eran parte de la burocracia sindical. Ideolgicamente una porcin considerable de la agrupacin se hallaba comprometida con el socialismo, y en su seno actuaban algunos partidos polticos de izquierda. Liliana Obregn (por aos principal referente del PC) perteneca por entonces a un pequeo grupo poltico, la Corriente de Trabajadores Clasistas (CTC), en el que tambin militaba Susana De Luca, antiguamente miembro del Partido Obrero y figura destacada dentro del sindicato. Tambin formaba parte de la rosa el Movimiento Socialista de los Trabajadores. Por entonces, empero, ya se haban alejado el Partido Obrero (PO), el Movimiento al Socialismo (MST) y el Partido Obrero Revolucionario (POR), que haban participado del frente original (violeta-rosa) con el que Obregn haba accedido a la conduccin de la seccional capital en 1994. En su accionar cotidiano los rosas eran firmes defensores de las conquistas de los trabajadores empezando por el Estatuto del Docente, pero tendan a menospreciar los reclamos y las iniciativas pedaggicas.

Liliana Obregn es la contracara de Figueroa. Fomada poltica y sindicalmente en las filas de la izquierda marxista, Obregn representa el prototipo del dirigente combativo. Tras aos de militancia en el Partido Comunista, rompi en 1989 con esa organizacin (luego de un viaje a la URSS) para terminar integrando un pequeo crculo trotskista auto-denominado Corriente de los Trabajadores Clasistas. Habiendo ocupado en los primeros ochenta cargos en la Junta Ejecutiva de la CTERA y en la directiva de ATEN, en 1994 logr convertirse en secretaria general de la seccional capital, tras aos de dura disputa con la agrupacin celeste. En 1996 volvi a ganar las elecciones capitalinas.

Liliana posea (posee) una fuerte personalidad, un gran ego, y no pocas dotes para la oratoria. De voz aguda y ligeramente estridente, se haca escuchar en todos los mbitos pblicos con una seguridad y una fortaleza que poco tena que ver con su pequea talla fsica. Su perfil era el del dirigente a quien siempre la gusta fijar su posicin, y si es posible quedarse con la ltima palabra. Algo dogmtica y con inclinaciones al esquematismo cuando se trataba de cuestiones polticas generales, posea una rara virtud para percibir los estados de nimo y los pensamientos de los docentes de base, y para elaborar con rapidez una tctica adecuada en las asambleas: era sin duda alguna una dirigente carismtica. Relativamente pragmtica y con ciertas inclinaciones demaggicas, se hallaba como en su casa en la tribuna. Al interior de su agrupacin, sin embargo, era muchas veces titubeante. De mente fra y calculadora, sus relaciones polticas eran exclusivamente programticas, y nunca mezclaba lo afectivo con lo poltico. Admirada por unos, temida por otros y respetada por todos, no era una persona con la que fuera fcil intimar.

El estilo de Liliana Obregn es el del sindicalista aguerrido pero que no duda en meter las manos en la mugre para conseguir algo para los trabajadores. Y acaso por ello en su persona se conjugaron a lo largo del tiempo dos cosas que, al menos en la Argentina, no suelen formar alianzas perdurables: una poltica que se quiere de la izquierda revolucionaria, y una influencia que resiste la prueba del tiempo. Neuqun ha producido un nmero inusualmente elevado de dirigentes sindicales o sociales marxistas, pero ninguno pudo mantener su influencia por tanto tiempo como Liliana Obregn, quien todava al iniciarse el siglo XXI goza de una popularidad indisimulable dentro de ATEN. Por esas ironas de la historia, la hija del sub-oficial mayor del ejrcito que en 1972 fuera interventor del sindicato de la fruta, llegara a ser uno de los dirigentes sindicales ms importantes del Neuqun.

La lista blanca se hallaba liderada por Jorge Salaburu, el Pelado, quien fuera el primer secretario general del sindicato. Ejerca una influencia considerable en toda la provincia, pero no diriga ninguna seccional. Su influencia se deba ms al respeto que inspiraba su dirigente (particularmente en el interior, donde la blanca casi no tena militantes), que al trabajo de una slida estructura poltico-sindical. Salaburu y buena parte de la blanca provenan de la militancia catlica progresista, aunque un segmento de esta agrupacin posea orgenes marxistas. Los blancos entendan que ambas conducciones (la provincial y la de la poderosa seccional Capital) posean prcticas burocrticas de funcionamiento, aunque quizs estuvieran ms cerca de la rosa que de la azul-celeste. Su perfil era ms sindical y menos poltico que el de la agrupacin rosa, y concedan mayor importancia al flanco pedaggico. Un aspecto distintivo de los blancos era la insistencia en la horizontalidad, la crtica de muchas prcticas sindicales tradicionales consideradas burocrticas y verticalistas, y la bsqueda de nuevas formas militantantes de carcter basista. Desde el punto de vista organizativo dependan mucho de la figura de Salaburu, aunque se regan por prcticas sumamente horizontales de funcionamiento y posean una gran amplitud en lo que haca a la formacin y el origen de sus integrantes. Esta era su mayor fortaleza, pero tambin su taln de Aquiles: la blanca acaso fuera la organizacin ms democrtica dentro de ATEN, pero tambin era la ms laxa y la menos consolidada.

Jorge Salaburu era y sigue siendo una figura casi universalmente respetada y querida dentro de ATEN. Posea cierta tendencia personalista, contrarrestada por un dejo de ingenuidad y por un profundo respeto a las normas democrticas. La mayor parte de los entrevistados coinciden en que fue bajo la conduccin del pelado cuando el sindicato estuvo ms abierto a la participacin de sus afiliados. Fsicamente alto, de gran contextura, llevaba una larga barba griscea que le daba todo el aspecto de un profeta bblico. Profundamente creyente y militante catlico desde su juventud, era un conciliador nato por lo que muchos lo consideraban tibio que tena una visin verdaderamente ecumnica del sindicato. Ms que representar una corriente interna o ser el dirigente de una tradicin poltico-ideolgica, Salaburu era la figura en la que todas las tendencias podan confluir. Esto le haba valido ser el primer secretario general de ATEN, en los lejanos tiempos en que los dirigentes se elegan en asamblea y las corrientes internas no existan o estaban apenas esbozadas. Pero esos tiempos haban pasado, y ahora Salaburu semejaba un Quijote: una enorme figura (el padre de un sindicato que tena varias madres) y una gran influencia personal; pero una dbil organizacin.

Poltica sindical en tiempos de la LFE

Toda la poltica-sindical del momento se vea atravesada por el nuevo escenario creado con la sancin de la Ley Federal de Educacin. En 1992 el gobierno de Carlos Menem haba concretado la transferencia de los Servicios Educativos a las provincias. Ya en el ttulo del proyecto se le vea la carga ideolgica neo-liberal: para el gobierno la educacin haba dejado de ser un derecho, para convertirse en un servicio. Tras la fachada de la descentralizacin, el Estado nacional entreg a las provincias las antiguas escuelas y colegios nacionales, en un contexto de creciente desfinanciamiento educativo. Durante el mismo ao tambin se anunci la elaboracin de un Proyecto de Ley de Educacin, que poco tiempo despus (en 1993) sera aprobado por las cmaras de senadores y diputados, bajo el nombre de Ley Federal de Educacin (LFE).

La LFE supone una transformacin estructural del sistema educativo argentino, siguiendo los lineamientos de los organismos internacionales de crdito. Desde el punto de vista laboral implica la precarizacin del empleo y pone en cuestin viejas conquistas de los trabajadores. Bsicamente, liquida el Estatuto del Docente, un engendro jerrquico y profundamente des-igualitario que data de los aos cincuenta, pero que establece pautas que aseguran la estabilidad en el empleo y unas mnimas condiciones dignas de trabajo (licencias por maternidad, por estudio, etc.) La LFE procura quitar estabilidad y abrir el camino, por esa va, a los recortes de los restantes beneficios.

Ideolgicamente, la LFE es una muestra cabal del cinismo burgus de las ltimas dcadas. No es un secreto para nadie que los elevados ideales y las importantes misiones que se le atribuan antao al sistema educativo no se han cumplido. La educacin nunca cumpli ms que a medias el ideal de formar ciudadanos completos y multifacticos: el imperativo categrico de formar trabajadores (la famosa salida laboral) la condicion siempre. Tampoco ha podido aniquilar, y muchas veces ni tan siquiera reducir, las desigualdades sociales. Lejos de ser una isla igualitaria en un mar de desigualdades, el sistema educativo ha tendido a reproducir las desigualdades econmicas y sociales imperantes. Ello no obstante, la proclamada igualdad educativa, con ser un mito, era tambin una aspiracin cuya legitimidad reconoca el propio Estado, y en consecuencia una fuente potencial de demandas sociales; y lo mismo ocurre con el ideal humanista de formar ciudadanos multifacticos. De manera semejante a la igualdad ante la ley que oculta las desigualdades econmicas y sociales pero reconoce derechos que llegado el caso alguien puede querer hacer valer la igualdad educativa es tambin una moneda de dos caras.

La LFE no busca realizar las promesas incumplidas del viejo sistema educativo; simplemente las abandona. Las ilusiones o la hipocreca de la burguesa ascendente son reemplazadas por el cinismo de una burguesa que siente, por primera vez en ms de un siglo, que el capitalismo no tiene rivales y su predominio social se halla asegurado. As, la idea de igualdad se ve desplazada por la nocin de equidad, que no es otra cosa que dar a cada quin lo que le corresponde. Y por supuesto, no le corresponde lo mismo al hijo del obrero que al hijo del empresario; y al que habr de ser desocupado (y recordemos que el desempleo actual es un desempleo estructural, diferente cuantitativa y cualitativamente del clsico ejrcito industrial de reserva) no le corresponde educativamente casi nada: para qu gastar enormes sumas de dinero en masas de jvenes condenados mayoritariamente a vivir de changas y subsidios? Tambin el antiguo ideal de formar ciudadanos ha sido socavado, aunque no desterrado. Porque al fin y al cabo formar ciudadanos respetuosos de las leyes, la propiedad y la autoridad es un objetivo perseguido por los dueos de la riqueza y del poder en todo el mundo. Claro que el ciudadano que imaginan los idelogos de la LFE se parece ms a un anestesiado consumidor, que al polifactico ciudadano soado por los humanistas inspirados en el milenario ideal de desarrollar creativamente el cuerpo y el intelecto.

Desde el punto de vista pedaggico la LFE es una mezcolanza de tendencias pedaggicas no siempre compatibles entre s, pero que operan en un contexto en el cual, ms all de las intenciones, no hacen otra cosa que precarizar los contenidos y primarizar la enseanza. La escuela secundaria, de hecho, prcticamente desaparece; mientras se ampla la educacin primaria, que bajo el ttulo de Enseanza General Bsica (EGB) y dividida en tres ciclos de tres aos cada uno, concentra los 9 aos de educacin obligatoria. Luego de la EGB vienen los Polimodales: tres aos de estudio orientados fundamentalmente a la preparacin para empleos virtualmente inexistentes: recordemos que al menos un tercio de la poblacin econmicamente activa de la Argentina se haya desocupada o sub-ocupada, y que no se prev que estos porcentajes se reduzcan sensiblemente ni siquiera en un mediano plazo (incluso cabe preguntarse si, a como estn las cosas en el mundo, podra eliminarse la desocupacin sin derrocar al capitalismo como sistema de produccin). Las antiguas escuelas tcnicas, desde luego, desaparecen: no tienen mucho sentido en un pas desindustrializado. Y las asignaturas esttico-expresivas son reducidas a su mnima expresin. Se dira que sobreviven ms para acallar el escndalo que significara su eliminacin lisa y llana, que por autntica voluntad de conceder importancia al desarrollo artstico. La LFE es una educacin de pesadilla para un pas de pesadilla.

La aplicacin de LFE, con todo, era (y sigue siendo) lenta y despareja. En algunos distritos se la aplic con relativa rapidez, pero en otros la cosa no avanzaba. Neuqun era uno de estos casos. Como la derogacin de la LFE era una consigna central para la mayor parte de las agrupaciones de ATEN, y como en la provincia exista una enorme reserva conformada por esa amplia y variopinta cultura de la resistencia a la que ya nos hemos referido, estaba claro que cualquier intento de introducir la reaccionaria reforma educativa habra de encontrar duros escollos. Y vaya si los encontr!

Captulo II

La chispa y la pradera

En diciembre de 1995 el Gobernador electo de Neuqun, Felipe Sapag, visita a la conduccin provincial de ATEN. En el encuentro manifiesta su voluntad de implementar polticas educativas consensuadas. Ello no obstante, pocos das despus se dieron a conocer una decena de decretos (210 al 219/95) que constituan una virtual declaracin de guerra a los docentes.

El decreto 214/95, que fue el de mayor impacto, reduca sensiblemente el salario de los trabajadores de la educacin, al modificar el suplemento mensual por zona desfavorable reducindolo del 40 al 20 % . Otros decretos disminuan los porcentajes de bonificacin para establecimientos de ubicacin muy desfavorable (dec. 216); congelaban los adicionales, las bonificaciones o las compensaciones liquidadas en funcin de la antigedad (dec. 218); y dejaban sin efecto asignaciones, reduciendo beneficios, suprimiendo comisiones y fijando topes (dec. 219). En otras disposiciones se estableca en 10 das el lapso mnimo de licencia para que un cargo sea cubierto por una suplencia; se transformaba a las Direcciones de Educacin de Adultos y de Educacin Fsica en Departamentos fragmentados; se elevaba el rango de la Educacin Privada, pasndola de departamento a Direccin de Nivel; se anulaban los complementos a los porteros; y se creaba la Direccin Provincial de Formacin y Capacitacin docente continua (dec. 88 / 95), considerada por el gremio como el brazo legal de la Ley Federal de Educacin.

ATEN respondi a estas medidas con declaraciones pblicas condenatorias y con unas cuantas manifestaciones callejeras en los calurosos das de enero y febrero de 1996.

Pero la capacidad de presin y movilizacin del gremio docente en los meses de verano es limitada, puesto que transcurre el receso escolar. La huelga no es ni siquiera una medida posible, y las movilizaciones se ven debilitadas por la ausencia de muchos trabajadores, que se hallan de vacaciones o visitando a sus familias en provincias distantes.

Pese a todo, las marchas de ATEN convocaban a unas cuatrocientas personas, cifra que, si tomamos en cuenta la altura del ao y la comparamos con la capacidad de movilizacin de otros sindicatos neuquinos, no era despreciable. Con cnticos que combinaban en partes iguales indignacin e ingenio (salta, salta, salta / pequea langosta / Menem y Felipe / son la misma bosta, y tambin, cantemos todos / que se viene el calorcito / cantemos todos / que se viene el carnaval / cantemos todos / que vamo a seguir luchando / para parar los decretos / del gorila de Sapag), los maestros y maestras daban rienda suelta a su bronca, aprestndose a librar una batalla ms dura al comenzar el ciclo lectivo.

Y el ciclo lectivo no comenz sino con un paro de 24 horas y una enorme movilizacin, el 10 de marzo. Las medidas de fuerza continuaron con una huelga de 48 horas los das 14 y 15; y con otras dos jornadas de paro durante la tercera semana de clases. El 29 de marzo, a un da de iniciarse el tercer paro consecutivo de 48 horas, el gobierno concedi una audiencia para negociar una salida al conflicto. Las negociaciones culminaron dos semanas despus, con la firma de un acta-acuerdo el 12 de junio, por la cual ATEN, a travs de su Plenario de Secretarios Generales, aceptaba una propuesta gubernamental (recategorizacin de las Zonas, modificacin de la suma fija segn antigedad, asegurar las coberturas de suplencias a los 5 das, etc.) que no contena ninguna modificacin sustancial concerniente a los decretos que afectaban al salario docente. El acuerdo no cont con el aval de todas las seccionales; y entre los disconformes se hallaba la poderosa seccional Capital. Para colmo de males, el acta-acuerdo firmada con el gobernador haba sido aprobada con la modalidad del voto indirecto, segn el cual cada seccional posee un voto, con independencia de la cantidad de afiliados. Este mecanismo gener un profundo malestar, en particular en la seccional Capital, que levantaba con fuerza la consigna de que las decisiones concernientes a las medidas se fuerza se tomaran por voto directo, vale decir, en proporcin a la cantidad de afiliados de cada seccional. Los docentes capitalinos debieron mascullar su bronca en esa ocasin, aceptando una decisin que en el fondo no consideraban del todo democrtica. Pero la experiencia no sera en vano. Para la huelga del ao siguiente exigiran esta vez con xito que las decisiones del plan de lucha se tomaran por voto directo.

Las tormentosas aguas del conflicto educativo an no se haban aquietado del todo cuando el gobernador Sapag debi afrontar un conflicto social que marcara el inicio del fin de su carrera poltica: la pueblada de Cutral C.

En la noche del 19 de junio de 1996 Sapag anunci la ruptura del contrato con la empresa canadiense Agrium para construir una planta de fertilizantes. El acuerdo haba sido firmado por el anterior gobernador Jorge Sobisch (lnea blanca del MPN). Se trataba de un contrato leonino: el estado ceda los terrenos y la provisin de agua y energa elctrica, renunciaba a las regalas gasferas del yacimiento El mangrullo y, como si ello fuera poco, se comprometa a invertir 100 millones de pesos / dlares para la instalacin. Agrium tendra un plazo de 24 meses para la construccin.

Los pobladores de las localidades de Cutral C y Plaza Huincul no conocan en detalle los trminos del acuerdo; pero la construccin de la planta supona empleo temporario por un par de aos para unas 1.500 personas, ms unos doscientos puestos permanentes. La desaparicin de estos largamente esperados puestos laborales encendi la mecha de la rebelin, en unas localidades en las que la desocupacin se haba convertido en una verdadera plaga.

La privatizacin de YPF, la antigua empresa petrolfera estatal, haba dejado en la calle a unos 4.000 trabajadores en una zona donde prcticamente no haba otra fuente de trabajo remunerado. Las indemnizaciones cobradas sumas bastante respetables, o que parecan serlo, y que en algunos casos alcanzaban montos de 40.000 pesos por lo general sirvieron para adquirir vehculos, crear algn micro-emprendimiento de servicios petroleros o montar un pequeo negocio (un quiosco, un almacn, un videoclub) destinado, casi en todos los casos, a no sobrevivir. La sobresaturacin de comercios y la falta de empleo haba creado una situacin de exceso de oferta y disminucin de la demanda. Y obviamente, los primeros negocios en tirar la toalla fueron los montados por los antiguos petroleros, que carecan de la experiencia de los comerciantes establecidos. Los micro-emprendimientos tampoco funcionaron como se esperaba: con el tiempo los servicios fueron copados por grandes empresas. Finalmente, los salarios y las condiciones laborales de quienes continuaban como empleados de la ahora YPF S. A. haban desmejorado notoriamente. A dos aos de la privatizacin las indemnizaciones se haban evaporado y en ambas ciudades haba un tendal de desocupados, mientras la pobreza se extenda como una mancha de aceite.

La privatizacin de YPF, todo hay que decirlo, se haba llevado adelante con un mnimo de resistencia, muy inferior a la oposicin con que se toparon las privatizaciones de los ferrocarriles, ENTEL o SOMISA. Los trabajadores de YPF y los habitantes de Cutral C no enfrentaron la privatizacin. Antes al contrario: creyeron en el discurso del gobierno respecto a las bondades de la venta de la empresa ... Desde luego que esta confianza generalizada no es poco lo que debe a la labor de los dirigentes politicos y a la conduccin del Sindicato nico de Petroleros Estatales. (Pero) as como la privatizacin fue aceptada sin resistencia, y hasta con entusiasmo, cuando los efectos de esta medida comenzaron a hacerse sentir Cutral C se convirti en un polvorn. Lo que antes fue amor se convirti en odio y desengao. La bronca era tanto ms grande puesto que se haba confiado. Por otra parte, no exista el antecedente de una lucha popular derrotada (como ocurri en San Nicols): las fuerzas combativas estaban intactas.

En la maana del 20 de junio de 1996 Radio Victoria, una FM cutralquense, trasmiti la noticia de la ruptura del acuerdo con la empresa canadiense y abri sus micrfonos para que los oyentes dieran sus opiniones. Su papel fue muy importante para la convocatoria de lo que a la postre sera una pueblada. El testimonio de Mario Horacio Fernndez, director y propietario de Radio Victoria, es elocuente: En alguna forma la radio actu como convocatoria. Decamos: qu debe hacer la gente, quedarse en la casa, seguir escuchando? O demostrar que el pueblo est exigiendo la consulta con el gobernador y exigiendo salidas reales?. Entonces entraron a llegar llamados telefnicos donde la gente deca que era lamentable lo que ocurra, pero que el pueblo le haba dado demasiado tiempo a las cosas sin participar, que deba participar. Llam una persona de Plaza Huincul y dijo: nosotros nos vamos a reunir y nos vamos a juntar en la plaza. Volvi a llamar otro vecino: hay que juntarse, tenemos que salir a manifestar esta disconformidad. A partir de ah fueron innumerables los llamados.

Poco a poco la poblacin se va plegando a los llamados, y empieza a prender la idea de concentrar en la ruta, tentativamente frente a la Torre petrolera (en desuso y que hace las veces de monumento) ubicada en el acceso este de Plaza Huincul, sobre la ruta nacional N 22. Hacia las cuatro de la tarde la gente comenz a ganar masivamente la ruta.

En la convocatoria inicial y en los primeros momentos de instalacin de los piquetes, jugaron un rol los punteros de la lnea blanca del MPN, y en particular el ex-intendente Grittinni (con quien se hallaba ligado Horacio Fernndez, el propietario de Radio Victoria). Su objetivo era crearle un conflicto a Sapag, siguiendo la lgica del enfrentamiento encarnizado que por entonces imperaba dentro del partido gobernante. Tambin se proponan restaurar el contrato con la empresa canadiense firmado por su lider: Jorge Sobisch. Sin embargo, y a pesar del indisimulable aliento inicial brindado por los blancos del MPN, es absolutamente obvio que el proceso se les fue rpida y completamente de las manos. Hacia las 20 horas improvisadas reuniones sobre el terreno haban decidido que el corte de la ruta sera total (slo se dejaba pasar a las ambulancias) y que se extendera a la ruta provincial N 17 y las picadas petroleras por las que tambin se poda acceder a las ciudades.

Para cortar la ruta se improvizaron barricadas con piedras y escombros, y se incendiaron neumticos, cuyo fuego serva tambin para combatir las bajsimas temperaturas del helado invierno patagnico. Los lugares donde la ruta estaba cortada fueron bautizado con un nombre que hara historia: piquete. Quienes bloqueaban la ruta eran, pues, los piqueteros.

La protesta de Cutral C y Plaza Huincul no fue exclusivamente una accin de desocupados. Los comercios apoyaron cerrando sus locales o enviando vveres, y una gran cantidad de instituciones civiles se plegaron a la medida. Miles de personas se concentraban en la ruta: llegaban caminando, en bicicleta o en automviles. Ello no obstante, eran bsicamente desocupados los que montaban guardia en los ms de veinte piquetes, alimentaban con neumticos las hogueras de la rebelin, y se enfrentaban a los camioneros y automovilistas que pretendan pasar.

Poco a poco sobre las rutas se fue formando una interminable fila de camiones atascados. El jueves 20 de junio por la noche, ya nadie sala y nadie entraba de Cutral C y Plaza Huincul.

El viernes, a las 8 de la maana la Municipalidad de Cutral C dispuso asueto. La siguieron la Cooperativa Copelco (electricidad) y la comuna de Plaza Huincul. Se suspendi la actividad de los establecimientos escolares. Rutas cortadas, aeropuerto paralizado, escuelas y comercios