UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID LOS PROFETAS DE ISRAEL, LA LUCHA POR LA PUREZA MONOTEÍSTA. LAS INFLUENCIAS SUMERIAS Y CANANEAS EN LA RELIGIÓN DEL MUNDO HEBREO ANTIGUO. TRABAJO DE INVESTIGACIÓN TUTELADO PROGRAMA DE DOCTORADO INTERUNIVERSITARIO EN CIENCIAS DE LAS RELIGIONES REALIZADO POR LA ALUMNA MARÍA JOSÉ MORA FRIEDL TUTOR ACADÉMICO DR. D. LUIS VEGAS MONTANER SEPTIEMBRE 2010
Microsoft Word - DOCTORADO EN CIENCIAS DE LAS RELIGIONES.docLOS
PROFETAS DE ISRAEL, LA LUCHA
POR LA PUREZA MONOTEÍSTA.
LAS INFLUENCIAS SUMERIAS Y
CANANEAS EN LA RELIGIÓN DEL
MUNDO HEBREO ANTIGUO.
EN CIENCIAS DE LAS RELIGIONES
REALIZADO POR LA ALUMNA MARÍA JOSÉ
MORA FRIEDL
TUTOR ACADÉMICO
SEPTIEMBRE 2010
3
ÍNDICE
Introducción
4 PRIMERA PARTE
I ANTECEDENTES
HISTÓRICOS I. a El Comienzo
de la Historia. Un dios que
le habla al hombre.
8 I. b De tribu
errante a pueblo unido. La
dinámica de la Alianza.
12 I. c Moíses y
el Éxodo, sentido y formación
de la Religión de Israel.
18 SEGUNDA PARTE II
EL PROFETISMO EN ISRAEL II.
a En la Tierra Prometida… el
pueblo peca a los ojos de
Yhwh.
23 II. b La Aparición
de los Profetas; Una necesidad
política y social. 27 II.
c Los Reyes, los Profetas.
Samuel y Natán, Saúl, David y
Salomón. 31 II. d
Influencias sumerias y cananeas a
la luz de los Profetas.
950 aC al 597 aC
36
• Elías, mi Dios es Yhwh. La
lucha contra Baal. 37
• Eliseo, Yhwh es Salvación.
44 • Amós. El
Profeta pastor. Una crítica saocial.
48 • Oseas, Salvación de
Yhwh. La misión en carne
propia. 55 • Isaías y
Nahúm. La profecía como herramienta
de Dios
Y revestida de dioses.
67 • Jeremías. El
Profeta del Juicio, dolor y
promesa. El sentido final.
75
AGRADECIMIENTOS
87
BIBLIOGRAFÍA
88
4
INTRODUCCIÓN
“El Momento del éxito, determina la
selección de los eventos importantes
en la Historia”
M. Buber.1
Dios, el Ser supremo, lo
Divino, es una realidad que
pareciera en primera instancia
simple de definir. Sin embargo,
en la medida en que tomamos
conciencia de la infinitud,
eternidad y de lo inabarcable
del concepto, y al mismo tiempo
de lo finitos, limitados y
pequeños que somos frente a
él, se vuelca en ese mismo
ejercicio la realidad insondable,
impenetrable de lo divino, que
escapa a nuestra capacidad de
aprehensión. Cuántos pueblos,
culturas, civilizaciones, individuos, han
desarrollado su existencia tratando
de comprender semejante misterio; lo
que es más increíble aún, han
intentado controlar esa superioridad
manifiesta a través de una
forma de comunicación tan humana,
pero tan divina a la vez,
como es el complejo mundo
de los mitos y ritos.
En esa intención de acercamiento y
control, de serle grato a los
dioses o a Dios, los hombres
han buscado permanentemente la
cercanía con lo divino, interpretando
en cada señal un mensaje
sagrado, revelador, que les ayude
a comprender la compleja realidad
humana. Cuánto de esa
mágica y misteriosa relación entre
Dios y los hombres ha sido
fruto de una respuesta original
de cada una de las culturas
para acercarse a lo divino
y cuánto ha sido fruto de
una idea original, pero revestida
y engalanada de vestimentas
externas, tomadas de las tradiciones
vecinas, de las influencias
exógenas, de aquellas que siempre
están presentes alrededor de
toda cultura y religión, pero que
parecen no importunar, al menos
hoy en día, ya que tenemos
la vaga noción, de que
son “formas o caminos distintos
de buscar a Dios”.
1 M. Buber, “Biblical Leadership”, Israel and the World, Schocken,
New York, 1948, p.124 – 125.
5
Sin embargo, este particular sentido
de comprender la búsqueda de
Dios tiene que ver, entre
otras causas, con la comprensión
generalizada de la actualidad, de
que solamente existe UN SOLO
Dios, figura divina en la que
creen hoy la gran mayoría de
las personas en el mundo,
quienes aun cuando prefieran o
adopten formas distintas de
comunicarse con él, tendemos a
pensar que es el “Mismo Dios”,
lo que de alguna manera nos
tranquiliza, sobre todo y en
mayor medida a los occidentales,
quienes hemos ido adoptando una
forma más flexible en nuestro
pensamiento religioso. No obstante,
en la antigüedad esta relación
con la divinidad no funciona
con la misma simplicidad y
flexibilidad, en primer lugar, porque
el hombre antiguo tenía menos
información y cultura heredada
que nosotros, y esta carencia lo
empuja a una cercanía necesaria
y absoluta con la divinidad.
Las explicaciones de la realidad
que lo circunda terminan
necesariamente en lo divino. Es
por tanto, la religión en la
antigüedad, el sentido de la
vida misma, sin competencia alguna
de la razón humana, ni de
las grandes reflexiones del
pensamiento, sino más bien un intento
puro y permanente de cercanía
con dios o los dioses. La
forma de relacionarse, entre
hombres y dioses, queda sellada
por una fuerte dependencia de
la divinidad que marca cada
etapa de la vida y cada
día con las responsabilidades
cultuales y sacras. En
segunda instancia, debemos tener
en cuenta que en la religiones
antiguas la experiencia religiosa
permea la vida cotidiana de
principio a fin, a diferencia
de la mayoría de las
creencias actuales, en las que
el hombre moderno y sobre todo
el occidental, le da cabida a
la religión en la medida en
que lo necesita o él mismo
lo permite. La búsqueda de
dios nace en la antigüedad,
por lo tanto, como una
respuesta original de cada cultura.
Sin embargo, el paso natural
del tiempo, el contacto de las
diferentes culturas entre ellas, les
llevará a integrar, modificar y
asimilar nuevas formas de
relacionarse con lo divino, fruto
de la interacción con las
influencias externas y de la
maduración interna. Pero hay
un punto importantísimo en el
que debemos reparar. Esto es la
fuerza y diferencias entre las
religiones politeístas y monoteístas.
En el caso de la mayoría,
casi absoluta de las religiones
de la antigüedad, nos enfrentamos
a cultos politeístas que buscan
relacionarse con varios dioses,
responsables ellos,
6
de las más diversas funciones u
operaciones de la naturaleza, lo
que genera consecuentemente cultos
variados y complejos, con
cuerpos sacerdotales de oficio, elites
que ostentan el rol único
e irremplazable de controlar la
comunicación con los dioses y
asegurar de ellos respuestas
beneficiosas para la comunidad.
El peso de las influencias
externas en estos casos es a
veces visto como una aportación
valorable, en la medida en la
que ha sido de utilidad y
beneficio para aquellos vecinos que
practican tal o cual rito.
Sería quizás, al modo actual,
una forma distinta de relacionarse
con los dioses, y por tanto
válida también. Sin embargo,
y es aquí donde radica el
particular interés de este
trabajo, la forma de asimilar
cultos o ritos externos no
puede tener la misma valoración
en el caso, extraño y
prácticamente único de la antigüedad,
del monoteísmo hebreo. El
culto a los dioses vecinos,
con sus ritos y usos, no
puede ser visto desde el
monoteísmo hebreo como un aporte
al culto propio, como simplemente
una forma distinta de comunicación
con los dioses, porque en este
caso, es precisamente este punto
el que presenta la diferencia
radical. En el caso hebreo,
no son “los dioses” sino única
y exclusivamente UNO. Desde
todo punto de vista parece
interesante abordar este monoteísmo
primitivo y las condiciones en las
que aparece, lo que de por
sí se convierte en un tema
fascinante para el investigador,
pero también parece de gran
interés abordar la forma en que
se concibe este monoteísmo, la
manera en que este pueblo
aprende a relacionarse, desde su
monoteísmo, con las influencias
externas, tan disímiles a su
credo particular. ¿Cómo lo aprende?,
¿Cómo se relaciona con las
religiones vecinas?, ¿Cuánto le
cuesta asumir al pueblo hebreo
su monoteísmo?, y ¿De qué forma
va fraguando, como el herrero
en el fuego, la figura única,
poderosa y grandiosa de su
único dios? Pareciera que
el camino de este aprendizaje y
consolidación de la divinidad
única, fue todo menos fácil y
aceptable rápidamente. Para el
investigador es un privilegio
extraordinario contar con una fuente
escrita de la misma religión
que va relatando los avatares de
este pueblo sin igual en
la antigüedad. La Biblia Hebrea
nos va revelando, casi de a
pequeñas gotas o migajas,
trasluciendo con pausada precaución,
las fuertes influencias religiosas
7
de los vecinos de Canaán y,
por tanto, las reacciones y
asimilaciones de los propios
hebreos. El monoteísmo
implica un salto en la
reflexión humana sobre lo divino.
Y por tanto, no es de
fácil asimilación por un pueblo
entero, que se mantiene,
probablemente, en un estadio de
evolución muy similar al de sus
vecinos politeístas, sino aún, en
un estadio menor. La difícil
tarea de convertir a este dios
en único, no fue fácil ni
factible en su totalidad, desde
Abrahám a Moisés. Aún para los
reyes, quienes una y otra vez
cayeron en la idolatría de
los cultos externos, y detrás
de ellos el pueblo entero,
quienes no dudaron en agregar
a su propio dios atributos
ajenos, en incorporar al culto
usos afuerinos. Era una dura
tarea, en la que una
figura especial se convertirá en
protagonista, un mensajero de
características peculiares, elegido por
la divinidad para ayudar en la
difícil misión de convencer y
guiar al pueblo de Israel,
de que sólo hay UN DIOS.
Esta figura apasionante y
extraordinaria, será el centro desde
el cual pretenderemos abordar
todas las preguntas que ya nos
hemos planteado, en relación a
la asimilación del monoteísmo en
Israel, éstos son los PROFETAS.
Personajes únicos y de marcada
relevancia en la tradición hebrea,
con sello propio que los
distingue incluso de los clásicos
profetas y videntes de los
credos politeístas. A partir de
ellos, iremos trazando las
líneas del proceso de asimilación
de este monoteísmo total, que
a pesar de su clara
definición desde los comienzos, no
por ello será estéril a las
fuertes injerencias de los credos
externos. La propuesta de
este trabajo tampoco ha sido
fácil de dilucidar, ya que la
información y análisis sobre el
tema, a pesar de ser
variada, no es fácil de
reordenar, para presentar una mirada
que nos permita comprender con
claridad cómo se desarrolla este
proceso o camino hacia un
monoteísmo pleno y consolidado.
Las influencias cananeas en el mundo
hebreo primitivo son muchas más
de las que el simple
lector espera encontrar y con
mucho superan la complejidad de
procesos que esconde la evolución
al monoteísmo. Es por esta
razón que para abordarlo hemos
escogido a los profetas de
Israel como punto
8
de partida y a la vez
centro de nuestro análisis, para
a través de ellos ir
distinguiendo los contextos históricos, los
aportes cananeos y en algunos
casos sumerios, la fuerza de
la religión hebrea que se
abre paso en un mundo
circundante que pareciera siempre adverso
y la finalmente dolorosa y por
ello regeneradora victoria del DIOS
UNO. Victoria que se convertirá,
sin duda, en el aliciente
para el nacimiento y compresión
de la religión desde una nueva
perspectiva, en donde el hombre,
la fe, la libertad tiene una
nueva dimensión a la hora de
relacionarse con la divinidad, en
palabras de Mircea Eliade; a
través de esta nueva forma
de religión, el hombre primitivo
halla la posibilidad de trascender
definitivamente el tiempo y vivir
en la eternidad… 2
Para llegar a comprender el trabajo
y sentido de los profetas de
Israel es primordial, antes
implicarnos en los antecedentes
históricos que preceden la aparición
de los profetas, porque son
los hechos que definen
inicialmente la estructura de la
religión hebrea, su devoción y
culto, además de las concepciones
básicas que conforman el
entendimiento de la divinidad como
tal. Es imposible comprender
en el verdadero y profundo
sentido histórico y religioso de
la figura de los profetas
si no es comprendiendo paso a
paso el desarrollo de la
historia y de la religión de
Israel, ambas íntima e
inseparablemente unidas. La historia
de Israel es, sin duda,
un punto de inicio obligado, e
intentaremos no perdernos en los
detalles, que son miles y cada
uno de ellos de mucho
interés, pero tampoco dejar fuera
aquellos puntos o personajes que
establecen la pauta necesaria para
la comprensión del mundo profético
de los siglos posteriores.
I ANTECEDENTES HISTÓRICOS 2 M.
Eliade, El Mito del Eterno Retorno, Emecé ,Buenos Aires, 2001, p.
176.
9
I . a El Comienzo de la
Historia. Un Dios que habla al
hombre. Uno de los
primeros obstáculos o beneficios,
depende del punto con el que
se observe, de la historia del
pueblo de Israel y de su
religión, es que son dos temas
prácticamente inseparables. La historia
de los hebreos, se ha hecho
historia, precisamente por su
aglutinación en torno a esta
figura divina única, que es la
que “los ha elegido” de entre
los demás pueblos de la tierra.
De este concepto de
“elección” se desprende un
asunto igualmente importante, a nuestro
modo de ver, y es el rol
de este dios como interventor
en la historia del pueblo,
característica que irá lentamente
dibujando una relación diferente
entre hombres y dios.3
Para acercarnos al mundo hebreo
es necesario comenzar por Abram,
precisamente el personaje que recibe
la revelación de este “único”
Dios. Abram es un pastor de
Ur de Caldea, al sur de
lo que para el año 1750
aC aproximadamente era el primer
imperio babilónico en Mesopotamia.
No será necesario que nos
extendamos en profundidad en el
relato bíblico, que es
probablemente uno de los más
conocidos en términos de revelaciones
sagradas, pero sí al menos
reparar en algunos detalles de
esta revelación, que nos parece
marcan la diferencia, precisamente
en la comprensión de una
divinidad única, versus las múltiples
divinidades que existían en el
ambiente en el que Abram vive,
en el que nos adentraremos más
adelante, al referirnos al mundo
sumerio y cananeo. Abram,
pastor y jefe de una tribu,
hombre entrado en años, sin
descendencia recibe una “llamada
divina”; la Biblia Hebrea no nos
dice nada sobre la percepción
de Abram, si es que le
suscita alguna extrañeza esta
“llamada” a la cual tampoco
describe con exactitud. ¡Pareciera
que acepta con plena normalidad
la figura de un dios que
le habla!. Pero, ¿tiene plena
noción de que es el único
Dios? El texto calla al
respecto. Sin embargo, podemos buscar
luz en el contexto religioso
de la época.
3 Cfr. Gregorio del Olmo Lete, “La religión Cananea de los Antiguos
Hebreos” en Gregorio del Olmo Lete (ed.), Mitología y Religión del
Oriente Antiguo, Semitas Occidentales, tomo II/2., Editorial AUSA,
Barcelona, 1995, p. 229.
10
A. Rodríguez Carmona refiere en
relación a este punto lo
que varios autores han llamado La
Religión del Padre , como la
etapa primaria o inicial de
esta nueva relación con dios.
La religión del padre, es la
forma cultual propia de los
clanes familiares nómades de la
zona, en la que la iniciativa
divina de proteger y elegir
una familia con la cual
se establece una relación recíproca,
pareciera ser relativamente común.
Es por esto que el relato
bíblico nos hace permanentemente
referencia a la designación de
dios como; “el dios de su/tu
padre”.4 Es un tema
apasionante, que probablemente nos
empuja hacia otros caminos que
nos alejarán irremediablemente, por
el momento, de este punto
inicial que es de nuestro
interés. Lo que sí cobra
a nuestros ojos especial importancia
es sin duda, la aparición
de un concepto nuevo en la
relación de dioses y hombres,
que hasta ese momento era
desconocido, o al menos aún no
hemos podido encontrar nada similar
en este contexto social y
religioso: la FE. Tema en el
que nos extenderemos en breves
páginas más. Abram no sólo
escucha a un dios que le
habla, sino que está dispuesto
a obedecer sin cuestionamientos a
este dios, quien le insta
a salir de su tierra
natal, Ur de Caldea, al sur de
Mesopotamia, para viajar a una
nueva tierra, en donde habitará
él, su familia y su innumerable
descendencia! Parece una de las
bromas del destino, al menos
podemos hacer el intento de
imaginar la impresión de este
hombre de unos 75 años según
las escrituras (Gn 12, 4), a
quien se le promete esta
bendición extraordinaria.5 Tierra
y descendencia, la bendición más
importante que un hombre puede
recibir, pero… ¿a cambio de
qué? De obediencia absoluta… ¿a
quién o a quienes? Esa es
la clave; a un único dios!
El relato es absolutamente
innovador en el contexto de su
época. Hasta ahora todos los
descubrimientos arqueológicos, filológicos
y religiosos de las zonas
cercanas a la tierra prometida
a Abraham, ratifican cultos variados,
pero todos ellos politeístas.
No obstante, es importante
recalcar que el mentado
monoteísmo de Israel, es la
última etapa de un largo proceso
de maduración en términos
religiosos. Este único dios, es el
único dios al que Abrahám debe
rendir culto, no por ello se
niega la existencia de otros
dioses. Es por esto que, en
esta primera 4 Cfr. Antonio Rodríguez Carmona,
La Religión Judía, BAC, Madrid, 2002, p. 19 y ss. 5 Ver también,
Encyclopaedia Judaica 1, pp. 280 y ss.
11
etapa, podemos señalar más claramente
que se trata de una
monolatría6, antes que de un
monoteísmo absoluto, aún cuando ese
sea precisamente el camino que
queremos investigar. La palabra
de este dios obliga a Abraham
a salir de su tierra y
comenzar un camino desconocido,
parece estar dispuesto e inicia
junto a los suyos una travesía
con consecuencias insospechadas; sin
embargo, los datos históricos
son todavía muy pobres en
relación a probar y demostrar
claramente el movimiento de tribus
nómadas que se muevan de sus
ciclos regulares cercanos a
Mesopotamia, para acercarse hasta las
tierras de Canaán, seguirles la
pista no ha sido fácil. 7
En la medida en que el
trayecto avanza, la relación entre
este hombre y su Dios va
marcando una diferencia; y es
que Abraham está dispuesto a
la obediencia total, en la
medida en que dios pide,
Abrahám obedece, incluso más allá
de lo razonable8… ¿pero no
lo estaban también los
mesopotamios, los cananeos, y el
resto de los pueblos vecinos?
Quizás, podríamos atrevernos a decir
que sí, pero no es esta
la única característica distintiva
en esta relación con la
divinidad, sino la marca indeleble
de lo que se traducirá en
la ALIANZA, entre Dios y el
hombre que implica el reconocimiento
de la divinidad para con este,
“su pueblo” y viceversa. Una
alianza a través de la cual
Dios protege a este “su
pueblo” y el pueblo mantiene el
reconocimiento a este “su único
Dios”. Sin duda, a partir
de este compromiso de fidelidad
implícito, la forma de comprender
a dios es distinta, se
convierte en una cercanía nueva
y reveladora, pero por ello
también más demandante y exclusiva.
La forma de entender al
hombre, también lo es, ya que
ha sido elegido, de entre los
demás hombres por divinidad.
A su vez esta elección
evolucionará a todo un pueblo,
la descendencia de Abraham, para
convertirse más tarde en el
Reino de Yhwh. Al respecto,
Bottéro nos recalca en relación
a la vinculación de hombres y
dioses en Mesopotamia, contexto
paralelo a la revelación a
Abraham: ni una sombra de apego
del corazón, de búsqueda conmovida,
de auténtico amor, sino 6 Cfr A.
Rodríguez Carmona, Op. cit., p. 19. 7 Al respecto, Antonio
Rodríguez Carmona, en su obra La Religión Judía, señala que con los
datos que hasta hoy se han podido recopilar; alrededor del segundo
milenio aC, unos grupos de amorreos, pastores de ganado menor
provenientes de Mesopotamia, llegan a Canaán y viven como semi
nómadas junto a tierras cultivadas en torno a varios núcleos
urbanos, donde al entrar en contacto con la población sedentaria
comenzaron a asentarse. Véase p. 16. 8 Sacrificio de Isaac, en Gen
22.
12
solamente de reverencia, respeto,
rebajamiento, temor, enraizados en la
convicción profunda del estado de
servidumbre cultivado con celo y
modestia a la vez respecto de
los dioses.9 Este es un paso
que el pueblo hebreo dará por
superado a partir de la
promesa de dios a Abrahám, a
quien él mismo cambia el
nombre, para que este recuerde a
todos que es el “Padre de
multitud de naciones” (Gn 17;
4 – 8) 10 La relación ya
no es utilitaria, sino profundamente
arraigada a partir de un
compromiso mutuo. Es, sin
duda, un comienzo fascinante, pero
con muchas interrogantes que aún
permanecen abiertas. No es nuestro
particular interés el ahondar en
ellas y mucho menos pretender
responderlas. Sin embargo, era
imperdonable saltarse el comienzo
de esta historia extraordinaria, la
que nos da además las
pistas iniciales para comenzar a
profundizar en nuestro principal tema
de interés. El cómo mantuvo
este pueblo “elegido por dios”
esta promesa a través de los
siglos y los avatares de
su historia y cuál fue la
cuidadosa y enriquecedora, aunque no
siempre escuchada misión de los
profetas.
La respuesta no es simple, al
contrario implica una mirada a
fondo al peso de esta
Alianza para un pueblo que
estará rodeado de vecinos fuertes
y poderosos, los que serán
una permanente amenaza, no sólo
en términos geopolíticos, sino por
cierto, en términos religiosos.
I . b De tribu errante
a pueblo unido. La dinámica de
la Alianza. 9 Jean Bottéro, La Religión
más antigua: Mesopotamia, Ed. Trotta, Madrid, 2001, p. 197. 10
Encyclopaedia Judaica 1, p. 280.
13
La historia relatada en la
Biblia hebrea en relación a
Abraham nos deja como espectadores
de un suceso extraordinario; sin
embargo, no termina por explicarnos
en qué se traduce concretamente
la Alianza de este Dios con
este hombre; es decir, en que
se traduce el reconocimiento de
Dios para este pueblo; cómo le
llaman, cómo le adoran, cuáles
son los ritos y culto que
le rodea. Este es un
desarrollo posterior, y nos confirma
que los textos del Pentateuco
son recopilaciones de tradiciones
orales que obedecen a periodos
y comprensiones distintas de los
relatos originarios. En relación
con el nombre y origen de
este Dios, Henri Cazelles, señala
que las tribus de Israel se
unirán más tarde mediante compromisos
religiosos en el nombre del
dios YHWH. Se discute el origen
del nombre, pero es seguro que
bajo la forma del conocido
tetragrama YHWH no se trate
de un dios de Canaán, sino
de un dios procedente del
desierto, en los confines de
Edom, Seïr, Temán y Parán.11
Así mismo, la Biblia nos dice
que el hijo menor de Adán,
Set tiene a su vez un
hijo llamado Enós quien será
el primero en adorar a la
divinidad bajo el nombre de
YHWH (Gn 4; 26), pero tampoco
nos arroja ningún dato sobre
el culto. También en relación
con el nombre de dios, F.
Javier Torrent, señala que el
nombre nos remite al tetragrama
sagrado formado por las cuatro
letras que componen el nombre
(Jod, He, Vau, He) y que
podría simbolizar dos pares de
principios activos y pasivos, es
decir, la fuerza fecundadora (Jod),
la fuerza receptiva (He), la
fecundación (Vau) y el fruto
(He) y pudiera designar a una
fuerza productiva o germinativa.12
Claramente el descubrimiento del nombre
de dios, marcará el inicio de
una nueva etapa, desde el
llamado Dios de los Padres, que
elige gratuitamente a un grupo,
al Yhwh del éxodo, que ha
decidido actuar en la historia
y salvar a este “su pueblo”
de la esclavitud. En la
revelación Mosaica aparece por
primera vez una aproximación más
cercana al nombre de dios; “Yo
Soy” (Ex 3; 13 – 15) dice
Dios a Moisés, cuando directamente
pregunta su nombre, lo que
no nos arroja mucha luz,
con la excepción de la comprensión
del término en hebreo, cuya
raíz hace alusión a un
11 Henri Cazelles, “El Hombre y su Dios en el Antiguo Testamento”
en; Varios Autores, Julien Ries Coordinador, Tratado de
Antropología de lo Sagrado, Tomo 5, Ed. Trotta, Madrid, 2005, p.
78. 12 Francisco Javier Torrent, El Legado Hermético de la
Antigüedad, Bubok Publishing, 2008, p. 94.
14
tiempo verbal que puede ser en
pasado o futuro; algo así como
“Soy el que soy siendo” lo
que sí nos da una visión
de eternidad e infinitud que
no logramos percibir desde las
demás traducciones.13 Aún así,
los cultos y formas de
adoración de este dios que
translucen los primeros libros de
la biblia son limitados; únicamente
nos refiere a altares que
Abrahám y sus descendientes edifican
en aquellos sitios donde YHWH
ha hecho una revelación importante
o una promesa especial, como
el primer altar que edifica
Abrahám en Siquem, donde su
dios le ha prometido tierra, o
el segundo en Hebrón, cuando
dios le ha prometido además de
la tierra, descendencia. O como
la estela de Betel, donde Yhwh
se ha revelado a Jacob. Pero
ninguna otra alusión fuera de
la edificación de un altar
o estela en honor al
dios, de la presencia de piedras
o de árboles sagrados, que nos
permita enunciar al menos un
culto esquematizado y definido. Por
el contrario, algunas alusiones
en la biblia, más que aclararnos
nos confunden, como la mención
de los teraphim, que esconde
Rebeca de su padre Labán
cuando ha salido junto con Jacob
su marido camino a la tierra
de su suegro. (Gn 31, 19
- 32). Son precisamente
estas peculiaridades las que llaman
nuestra atención y que creemos
es interesante dilucidar en la
medida de lo posible en el
presente trabajo. Si bien
en términos religiosos nos vemos
empantanados, al menos por el
momento, intentaremos a través de la
historia relatada diacrónicamente por
la misma Biblia, seguir los
pasos de este pueblo al que
su dios ha elegido, según sus
escritos, para observar el
desarrollo del proceso que los
conduce al monoteísmo absoluto.
Los descendientes de Abraham, Isaac
y sus hijos, Esaú y Jacob,
serán los llamados patriarcas del
pueblo de Israel, quienes
comenzarán el duro y largo trabajo
de unificar a las distintas
tribus en una unidad social.
Proyecto que será bastante difícil.
Según Cazelles, precisamente cada
tribu pareciera tiene su
religión o culto propio: estas
tribus vienen de regiones diversas
a instalarse cerca de las
ciudades cananeas sin poder
conquistarlas todavía. Su religiosidad
es de tipo tribal, muy poco
personal… los nombres de las
tribus, más que los
13 Sobre el nombre de Yhwh, véase A. Rodríguez Carmona, Op.cit., p.
24 y ss.
15
nombres propios de sus miembros,
revelan a veces el nombre de
su dios y de su culto,
antes de que se unieran en
nombre de Yhwh.14 Pero
el relato bíblico nos va
revelando a través de diferentes,
pequeñas e intrincadas historias que
se establece una especie de
dinámica entre Yhwh y su
pueblo, cual es la puesta a
prueba de sus líderes o guías
y a través de ellos, del
mismo pueblo, mediante mensajes, visiones
o tentativas. Los descendientes del
obediente Abraham, no lo son
en la misma medida y, en
muchos casos, pierden el contacto
con su dios, uno de los
beneficios de la Alianza, es
decir, la comunicación con él.
De Abrahám, la Alianza se
traspasará a su hijo Isaac,
quien tiene dos hijos, siendo
Jacob, el menor quien le
roba la primogenitura a su
hermano mayor Esaú. Yhwh pone a
prueba a Jacob, en varias
ocasiones, siendo la más
interesante en la que se le
aparece en un sueño y Jacob
pelea contra ¿dios?; a partir
de esta escena el mismo Yhwh
le cambia el nombre, como lo
había hecho antes con Abrahám
y le impone el nombre de
Israel, “porque has luchado con
(contra) Dios” (Gn 32; 27
– 32); la traducción más
aceptada de este nuevo nombre
parece ser precisamente, el que
lucha con dios, pero en lugar
de Dios, el texto hebreo usa
El,15que es precisamente uno de
los nombres que utiliza la
biblia para referirse a Dios, pero
también es uno de los dioses
más importantes del panteón Cananeo,
a propósito del cual nos
extenderemos más adelante.
Jacob buscará mujer fuera de su
tierra, en casa de Labán su
tío, en donde termina casado
con dos hijas de Labán; Raquel
y Lía, ambas le darán
descendencia, y a estos hijos de
Jacob se sumarán los de las
sirvientas de ambas mujeres. En
total, Jacob tendrá 12 hijos
y una hija; desde donde
devienen las llamadas 12 tribus
de Israel. Después de
muchos años de trabajos para su
suegro, Labán, Jacob decide huir
para regresar a la tierra de
sus padres, y es precisamente
en este contexto en que el
relato bíblico refiere la
curiosa escena de Labán reclamando
sus teraphim a Jacob cuando
le ha dado alcance, luego de
saber que había huido con sus
hijas y nietos. “¿Por qué te
has llevado mis dioses (terafim)?
(Gn 31; 30) El 14 Henri Cazelles,
Op. cit., p. 80. 15 “Thy name shall be called no more Jacob but
Israel, for thou hast striven [sarita from the root sarah, ] with
God [El, ] and with men and hast prevailed” en; Encyclopaedia
Judaica 10, p. 98. Es interesante, igualmente constatar que El en
plural es Elohim, nombre con el que se señala precisamente al dios
hebreo.
16
texto señala además que anteriormente
Raquel se había robado los
ídolos familiares de la casa
de su padre (Gn 31; 19 –
20). Queda claro que
no todo el entorno de los
descendientes de Abraham, mantiene
un culto monoteísta y, aunque
reconociesen la primacía de
Yhwh, pareciera según el texto que
mantienen los antiguos dioses
familiares o ídolos, aun cuando
no sabemos exactamente la forma
que tenían y mucho menos el
culto que recibían, aun cuando
hay variadas discusiones sobre el
tema. La Enciclopedia Judaica
define a los teraphim, como
dioses del hogar, aún cuando
en algunas instancias se le
considera como algo ignominioso. Al
parecer son figurillas pequeñas y
transportables, lo que es fácil
de imaginar cuando Raquel,
esconde los teraphim debajo de la
montura del camello (Gn 31;
33 – 34) Hoffner señala también
una relación con el concepto
Hitita tarpis, considerado como
espíritu protector o malévolo; sin
embargo, en el relato de I
Sam 19; 11 – 17, los
teraphim ¿parecen ser más bien
cabezas? 16 El término, lejos
de esclarecerse, nos desconcierta
nuevamente. Karel van der
Toor, en cambio, aclara que aún
cuando los relatos bíblicos no
aportan demasiada luz sobre el
tema, los aportes de los textos
cuneiformes de las culturas vecinas
a la de Israel, como Ugarit,
han ayudado a esclarecer en
parte muchos de estos “misterios”
del Antiguo Testamento. Desde
esta perspectiva, cree, se puede
considerar a los teraphim como
figurillas representativas de los
antepasados más que como dioses
del hogar. 17 Por su
parte, Gregorio del Olmo Lete
cree que la relación de los
teraphim hebreos es inseparable de
los Rephaim cananeos. Son con
toda verosimilitud, la representación
de tales antepasados muertos, sus
figurillas, los dioses penates del
hogar… tales ídolos familiares
significan la cohesión del grupo
y se transmiten de padres a
hijos, como certificarían los textos
de Emar; hacerse con ellos
funda, sin duda, derechos de
herencia, señala. 18 Como el
lector puede apreciar, aún es
difícil encontrar entre los
estudiosos del tema, un acuerdo
unánime, no obstante y más allá
de las precisiones particulares
sobre el término, su etimología
y fenomenología, lo 16 Véase
Encyclopaedia Judaica 19, p. 646. 17 Karel van der Toor, “The
nature of the biblical teraphim in the light of the cuneiform
evidence”, Catholic Biblical Quarterly, 00087912, Vol. 52,
Fascículo 2 Abril 1990, p. 2. 18 Gregorio del Olmo Lete, Op. cit.,
p. 301.
17
que nos interesa es que a
través de la aparición de estos
elementos en el relato bíblico,
podemos ir jalando las hebras
que nos llevan a comprender el
lento y complejo proceso que
avanza hacia el monoteísmo de
Israel. Si bien la
revelación de este dios, ha
sellado una alianza, esto no
significa que el pueblo que
“ha elegido” asuma por completo
el abandono de sus antiguos
usos o prácticas religiosas; por
el contrario, en la medida
en que el relato avanza, Yhwh
sigue apareciendo como interventor
de la historia, acentuando su
protagonismo único, versus un
culto politeísta que rodea permanente
y amenazadoramente a su pueblo.
Uno de los
hijos de Jacob, José se
convierte en el heredero de la
sagrada unión con lo divino;
después de sufrir vejámenes por
parte de sus hermanos mayores,
será finalmente vendido como
esclavo hasta llegar a la corte
del Faraón egipcio. Su capacidad
de interpretar sueños, símbolo de
su conexión con lo superior,
lo lleva ante la presencia del
rey que finalmente lo convertirá
en su asesor, consejero y
primer ministro. Desafío al que
José responderá a la altura,
sobre todo, después de que se
cumpla su predicción sobre el
sueño de las vacas flacas y
las vacas gordas (Gen 41); con
los siete años de bonanza y
los siete de hambruna, que
José supo sortear al guardar el
trigo necesario durante los años
de buenas cosechas. Será Egipto,
el único país donde había
trigo y eso lleva a que
también las tribus de los hijos
de Jacob, hermanos de José,
viajen en busca del buen
grano. José reconoce a
sus hermanos y, después de
algunas escaramuzas, llama a sus
hermanos y a su padre para
que se instalen en Egipto (Gen
46; 5 – 28). En total,
dice la Biblia, entraron 70
personas de la familia de
Jacob a Egipto, dato que no
parece confiable, pero que
probablemente simboliza a la
descendencia de Jacob, en sus
doce hijos, las doce tribus de
Israel.
Sin embargo, el mismo relato bíblico
nos dice que los hijos de
Jacob se multiplicaron en grandes
cantidades en Egipto, hasta despertar
el temor de sus gobernantes,
quines decidieron someterlos como
mano de obra forzada (Ex 1;
8 – 14) y luego como
esclavos. Finalmente y viendo
que no dejaban de multiplicarse,
el Faraón ordenó que se lanzara
al río a todo varón nacido
de los
18
hebreos. Es en este contexto en
el que nace Moisés. Para
ser rescatado de la muerte, su
madre lo pone en una cesta
y la deja en el río,
desde donde será rescatado por
la hermana del Faraón, quien
integra a Moisés al círculo
íntimo del rey. La historia es
uno de los relatos más famosos
del Antiguo Testamento. Sobre
la forma de vida, culto y
religión del pueblo hebreo en
este periodo en Egipto, no
sabemos prácticamente nada. A.
Rodríguez Carmona cita a R. de
Vaux para señalar que probablemente
uno de los cultos que ya
celebraban los hebreos era
precisamente la fiesta de la
Pascua, celebrada en primavera, para
la prosperidad del ganado y
que cambia de sentido después
de la experiencia del éxodo.19
Son muchos los expertos que hoy
en día trabajan en encontrar
pruebas de la estadía del
pueblo hebreo en la zona
norte del antiguo imperio egipcio,
hasta ahora sin muchas pruebas
contundentes en lo relacionado
con los detalles del culto
religioso de este pueblo inmigrante.
Sin embargo, José había
advertido a sus hermanos que
sólo una gran liberación los
sacaría de Egipto para volver a
la tierra que el dios de
sus padres había prometido a
Abraham y su descendencia…
La dinámica de la Alianza
vuelve a activarse. Moisés, será
el encargado de sacar al
pueblo de dios de Egipto, para
ello será puesto a prueba por
su dios, quien le encomienda
una difícil misión, que el
mismo Moisés duda pueda llevar
a cabo. Sin embargo, ante el
desafío impuesto, Moisés acepta,
siempre apoyado por dios, quien
en todo momento mantiene su
fuerza y poder del lado
de Moisés. Las plagas de Egipto
y todos los hechos fantásticos
que relata la biblia, nos
convencen de la firme convicción
de dios de cumplir su alianza
y de salvar a los hebreos
del yugo egipcio. La
liberación se logra; los hebreos
salen de Egipto, Moisés ha
abierto las aguas y han
cruzado a través de ellas, no
hay duda de que dios está
con él. Sin embargo la
dinámica continúa y comenzará para
Moisés otra etapa de pruebas;
ahora comienza otra compleja etapa de
su misión.
19 A. Rodríguez Carmona, Op.cit., p.32 y ss.
19
I . c Moíses y el Éxodo,
sentido y formación de la
Religión de Israel. La
figura de Moisés, considerada como
el personaje bíblico más
importante después de Dios, según
la Enciclopedia Judaica,20 tiene un
peso y sentido histórico, social
y religioso que no podíamos
dejar fuera, ya que tiene
fuerza, como pocas figuras en el
Antiguo Testamento. Esta fuerza no
sólo radica en lo apasionante
de su historia o en lo
trascendente de su misión, sino
también en el profundo y
complejo proceso que le tocó
dirigir, una vez lograda la
extraordinaria salida desde Egipto. Evento
que hasta el día de hoy
ocupa a un sinfín de
expertos, los que llevan años
analizando, buscando e intentando
delimitar la ruta real por donde
habría pasado el pueblo hebreo
tras la mentada salida, intentando
comprobar la real existencia de
las doce plagas señaladas en
el Antiguo Testamento.21 Pero la
labor más ardua de Moisés
comienza una vez que ha logrado
sacar a su pueblo de
Egipto. Las tribus que han
creído en Moisés, por las
maravillas que les ha revelado
su Dios a través de él,
son tribus que se han mantenido
por generaciones sometidas al
gobierno del Faraón, por tanto,
sin ninguna experiencia de organización
propia. Será Moisés quien deberá
dirigir a un grupo de
tribus que no tienen sentido ni
conciencia colectiva unificada, y
convertirlos en un pueblo
cohesionado y organizado. En este
proceso, la religión es la
amalgama perfecta que brindará unidad
y cohesión, por sobre las
disputas tribales o ancestrales.
Precisamente de la experiencia opresiva
de Egipto, las leyes que
dios entrega a Moisés buscarán
enraizar en este nuevo pueblo,
una sociedad justa e igualitaria,
en donde YHWH será su único
señor, guía y rector. En
el monte Horeb (Sinaí), Moisés
recibe las tablas de la ley
de manos del mismo Yhwh, para
con ellas reordenar al pueblo
que ha elegido y guiarlo por
el recto camino a los ojos
de Dios. Sin embargo, aparece
el primer dato interesante y
prueba además de que la tarea
no será en nada fácil; apenas
baja Moisés del monte, después
de cuarenta días, se encuentra
con que el pueblo se
20 Encyclopaedia Judaica 14, p. 522 y ss. 21 Cfr. Israel
Finkelstein y Neil A. Silberman, La Biblia desenterrada, Siglo XXI
editores, Madrid, 2003.
20
las ha arreglado para crear un
“Becerro de Oro”; para adorarlo
como su Dios! (Ex 32; 4
– 6) Esto demuestra
la fuerza de las influencias
externas y la necesidad del
pueblo de realizar una adoración
similar a las que ya conocía,
y que la revelación de un
dios único, sin imagen ni
culto, es una absoluta novedad
en su contexto histórico, social
y religioso, tanto que el
pueblo no puede asimilarla fácilmente.
El trabajo sería más duro
de lo que Moisés probablemente
suponía, ya no sería simplemente
el guía de una comunidad
rescatada, su misión no había
terminado, muy por el contrario,
recién comenzaba; a partir de
ahora, sería también el intercesor,
el mediador y el consejero,
el profeta por excelencia. Es,
una figura atractiva, la de
Moisés como profeta; es un tema
que ha motivado ya variados
artículos. Por ahora, baste los
puntos más importantes del relato
diacrónico del cual Moisés es
protagonista… En la tarea
de guiar al pueblo, Yhwh ayuda
a Moisés, entregándole el
Decálogo o las Tablas de la
Ley, en ellas radica el
propósito absoluto y real del
Éxodo, con toda su parafernalia y
pompa. Las pestes en Egipto,
los prodigios de dios hechos
a través de Moisés, la apertura
de las aguas, el castigo
a los egipcios, las muertes y
las desgracias, contrastan con la
salida gloriosa, pero no por
ello menos dolorosa. Todo esto
tiene un sentido de fondo, y
tienen absoluta relación con la
misión de un Moisés de enseñar
a las tribus a convertirse en
una comunidad unida y afiatada.
No sólo para impresionar al
Faraón y los suyos, sino
consolidar e imponer la soberanía
de Yhwh sobre su pueblo; ese
era el fin del Éxodo con
toda su dimensión.22 En
este sentido, la figura de
Moisés concentra las fuerzas a
su alrededor; atrae hacia sí
funciones diferentes y complejas
a la vez. La de guía, la
de mensajero, la de intercesor,
la de mago, profeta y
legislador. Sin embargo, cada una
de estas funciones ha generado
un proceso interno en el mismo
Moisés. El paso de ser un
miembro de la corte del Faraón
a un pastor en Madián, a
un líder carismático y potente,
y luego a un juez, tiene
profundas consecuencias en su
historia personal. Y es que,
podríamos atrevernos a decir, que
la misión de Moisés es muy
superior en rigor y consecuencias
históricas a la de Abrahám. La
relación con
22 Encyclopaedia Judaica, 14, p. 525.
21
dios es más larga, más profunda,
más demandante y si Moisés
pudiese hablarnos, nos diría
quizás, que fue mucho más
angustiante, agónica; es decir, una
lucha profunda entre la razón y
la obediencia sin discusiones. Sólo
Moisés, entre todos los
Patriarcas, es testigo no sólo
de la manifestación del poder
de dios a través de prodigios
sin igual, sino de la visión
de YHWH, de hablarle cara a
cara, de comprender que el uso
extraordinario del poder de este
dios, es un poder que
interviene en la historia, pero
siempre con fines morales.23
Por momentos, el mandato divino
parece cruel, sanguinario, superior
a las posibilidades del
entendimiento humano, las escenas del
Deuteronomio, nos dejan perplejos
por momentos; sin embargo, Moisés
ha ido desarrollando a través
de cada una de las experiencias
vividas una extraordinaria capacidad
de rehacerse y replantearse ante
el pueblo, cada vez con
nuevas fuerzas y por tanto con
nuevas funciones, que son reconocidas
por el pueblo. En
palabras de David Rapoport, Moisés
tiene dos claras funciones: la
de Liberación y la de
Fundación de un nuevo orden en
el cual poder político y
estructura social van de la mano
con la religión, ya que es
Dios el