115
EL PADRE CLARET Y EL SIGLO XIX Por Jesús ÁLVAREZ GÓMEZ CMF Introducción En cierta ocasión acompañé a dos religiosas Misioneras Claretianas, una japonesa y una canaria, a visitar el Real Monasterio de El Escorial: y, estando en la Biblioteca, les explicaba cómo el “Padre Claret”, siendo Presidente de este Monasterio, se había preocupado especialmente de comprar los mejores libros del momento para aquella Biblioteca. Les hablaba, por activa y por pasiva, del “Padre Claret”; y, de vez en cuando, volvía la mirada hacia el celoso guardián de aquellos tesoros bibliográficos, el cual no nos quitaba la vista de encima, y se advertía en él un creciente nerviosismo; hasta que en un determinado momento, me llamó respetuosamente la atención: «No debe usted decir: “Padre Claret”, sino “San Antonio María Claret”, porque es un gran santo y Fundador de una Congregación de Misioneros». Y el buen hombre se deshacía en elogios hacia la figura de San Antonio María Claret, a quien consideraba, no sin razón, “salvador del Real Monasterio del Escorial”, después de la exclaustración de los monjes Jerónimos que lo regentaban. Yo me pregunto hoy: ¿qué me habría dicho aquel buen guardián de la Biblioteca del Real Monasterio del Escorial, si en vez de decir el “Padre Claret”, hubiera dicho “El Padrito”, como cariñosamente lo llamaron los Canarios cuando él vino desde Cataluña a misionar estas tierras durante catorce meses. Pero ¿quién fue El Padrito, el Padre Claret o San Antonio María Claret? Dividimos nuestra exposición en tres partes que deducimos del título general que los organizadores han dado a esta Conferencia: “El Padre Claret en el siglo XIX”. II. El Padre Claret

Documentossobre Claret y El Siglo Xix

Embed Size (px)

Citation preview

EL PADRE CLARET Y EL SIGLO XIXPor Jesús ÁLVAREZ GÓMEZ CMFIntroducciónEn cierta ocasión acompañé a dos religiosas Misioneras Claretianas, una japonesa yuna canaria, a visitar el Real Monasterio de El Escorial: y, estando en la Biblioteca, lesexplicaba cómo el “Padre Claret”, siendo Presidente de este Monasterio, se había preocupadoespecialmente de comprar los mejores libros del momento para aquella Biblioteca. Leshablaba, por activa y por pasiva, del “Padre Claret”; y, de vez en cuando, volvía la miradahacia el celoso guardián de aquellos tesoros bibliográficos, el cual no nos quitaba la vista deencima, y se advertía en él un creciente nerviosismo; hasta que en un determinado momento,me llamó respetuosamente la atención: «No debe usted decir: “Padre Claret”, sino “SanAntonio María Claret”, porque es un gran santo y Fundador de una Congregación deMisioneros». Y el buen hombre se deshacía en elogios hacia la figura de San Antonio MaríaClaret, a quien consideraba, no sin razón, “salvador del Real Monasterio del Escorial”,después de la exclaustración de los monjes Jerónimos que lo regentaban.Yo me pregunto hoy: ¿qué me habría dicho aquel buen guardián de la Biblioteca delReal Monasterio del Escorial, si en vez de decir el “Padre Claret”, hubiera dicho “ElPadrito”, como cariñosamente lo llamaron los Canarios cuando él vino desde Cataluña amisionar estas tierras durante catorce meses.Pero ¿quién fue El Padrito, el Padre Claret o San Antonio María Claret?Dividimos nuestra exposición en tres partes que deducimos del título general que losorganizadores han dado a esta Conferencia: “El Padre Claret en el siglo XIX”. II. El Padre Claret1. ¿Quién fue San Antonio María Claret?Para encuadrar objetivamente la vida y la misión del P. Claret, es preciso tener encuenta las dos fechas entre las que se desarrolló su andadura terrenal: Sallent 1807 -Fontfroide 1870; porque los historiadores reconocen que entre esas dos fechas se fraguaronlas bases de la historia moderna de España. Durante los 62 años y 10 meses exactos quealcanzó la vida del P. Claret, hubo una serie de acontecimientos y de cambios en la historia deEuropa y en la historia de España, cuyo resultado final fue la transformación completa de lafaz política, social, cultural y religiosa de Europa y también de España.Y esa transformación no pudo menos de encontrar algún reflejo en la vida del P.Claret, que estuvo inmerso en una permanente y comprometida actividad apostólica. Su viday su misión no pudieron menos de estar marcadas por una realidad social, política, cultural yreligiosa que lo impregnaba todo, y todo lo condicionaba: y no sólo por su propia accióndirecta, sino también por las reacciones que ésta provocaba.Para medir la magnitud histórica del P. Claret bastaría este sencillo ejercicio: echaruna rápida ojeada al índice alfabético de cualquier libro que estudie con mediana profundidadalgún tema relativo a la España decimonónica: y se advertirá cómo el nombre del P. Claret esremitido a una o a muchas páginas en las que de alguna manera se habla de él para ensalzarloo para criticarlo. Es decir, el P. Claret no pasó inadvertido por los múltiples vericuetos de larealidad española del siglo XIX.Entre los muchos autores españoles y extranjeros que se han ocupado del Padre Claret,aunque solamente sea circunstancialmente, quiero traer a colación al hispanistanorteamericano Stanley G. Payne, quien en su libro El Catolicismo español, describe muyajustadamente, aunque solamente sea a grandes rasgos, la figura del P. Claret, y con algúnEl Padre Claret y el siglo XIX Jesús Álvarez8

error fácilmente explicable. como es hacerlo Arzobispo de la Habana, cuando en realidad fueArzobispo de Santiago de Cuba: «La figura clerical más destacada de esos años fue AntonioMaría Claret, probablemente la personalidad principal del evangelismo católico español delsiglo XIX. Después de ocupar el Arzobispado de La Habana, fue nombrado confesor de lareina y se convirtió en su principal consejero en cuestiones religiosas. Era un asceta casimístico, un escritor religioso enormemente popular y fomentador de la actividad misioneraen el país; más tarde fue elevado a los altares. En política, ejerció tal influencia en losnombramientos episcopales de esos años, que el Papado aprobaba casi automáticamente losnombres propuestos por Madrid» (5).Este juicio de Stanley G. Payne responde en un altísimo porcentaje a la verdad: el P.Claret fue sin duda uno de los actores más relevantes de la escena española del siglo XIX: suimpronta quedó marcada de un modo indeleble en muchos aspectos de la vida española delsiglo pasado, y con una eficacia tan duradera que todavía sigue presente en España y en laIglesia universal.2. El Padre Claret fue “hijo de la iglesia de su tiempo”Como se puede deducir fácilmente del párrafo de Stanley G. Payne anteriormentecitado, el P. Claret fue un hombre de Iglesia; un “hijo de la Iglesia de su tiempo” y porconsiguiente, no podrá ser entendido si no se tiene también en cuenta la concretacircunstancia eclesial en la que él desarrolló toda su actividad apostólica.El entramado del pensamiento y de los acontecimientos del siglo XIX es tan complejoy variado, que no se puede resumir ni con facilidad ni con brevedad. Sin embargo, nuestrocometido es relativamente fácil, porque no pretendemos dar una clase sobre historia política,ni tampoco una clase sobre la evolución de las ideas, sino, en cualquier caso, una mínimaclase de Historia de la Iglesia; porque a la Historia de la Iglesia pertenece específicamente lalabor de un personaje tan polifacético como San Antonio María Claret.A finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, la Iglesia española se hallaba enuna situación muy difícil, tanto desde la vertiente doctrinal como desde la vertiente de loshechos consumados; no todos, en la Iglesia ni en la sociedad en general, entendían del mismomodo la necesaria reconstrucción de aquella Europa cuyos mapas habían sido desbaratadospor la era napoleónica. Eran muchos los que pretendían volver al antiguo estado de cosasanterior a la Revolución de 1789, con la consiguiente reimplantación del Antiguo Régimencon todas sus consecuencias, porque pensaban que la Revolución Francesa había sidointrínsecamente mala: una rebelión contra Dios mismo. Pero había también quienes pensabanque la Revolución Francesa había abierto el camino de la liberación y emancipación delhombre.De momento triunfó la idea de quienes pensaban que la Revolución Francesa habíasido intrínsecamente mala; pero los principios fundamentales sembrados en 1789 - libertad,igualdad, fraternidad - constituían un patrimonio definitivamente adquirido ya por laHumanidad. En defensa de estos principios salieron los Liberales, es decir, quienes entoncesse oponían al Absolutismo de los Reyes del Antiguo Régimen; pero Liberales se llamabanEl Padre Claret y el siglo XIX Jesús Álvarez9también quienes por entonces pretendían acabar con toda Religión revelada, y especialmentecon la Iglesia católica.De ahí que surgiera en el ánimo de muchos eclesiásticos, y también de muchosseglares comprometidos con las estructuras vigentes, una confusión que comportólamentables consecuencias para el futuro de la Iglesia. Cuando la Iglesia lanzaba condenascontra el Liberalismo, ¿qué es lo que condenaba en realidad? ¿Condenaba a aquellos liberalesque propagaban los ideales de libertad, igualdad, fraternidad, o condenaba más bien larepresión de que estaba siendo víctima la Iglesia por parte de aquellos que también sellamaban liberales y que intentaban acabar por todos los medios con la Religión cristiana?

Evidentemente la Iglesia no podía condenar los ideales de libertad, igualdad, fraternidad,porque constituyen la esencia misma del Evangelio. Por eso es muy importante tener encuenta esa distinción, si se ha de ser justos a la hora de interpretar la conducta, las actividadesy, sobre todo, las palabras de muchos hombres de Iglesia del siglo pasado; del P. Claretincluido; porque, en virtud de ese triple principio de la Revolución Francesa de 1789, losGobiernos liberales de toda Europa habían dictado una serie de leyes persecutorias contra laIglesia, a la que no sólo habían despojado de sus cuantiosos bienes materiales, sino quehabían destruido también - y esto era mucho más grave - todas las instituciones eclesiásticas,benéficas y educativas, incluidos los Seminarios; de modo que hicieron desaparecer todos loscauces que la Iglesia empleaba habitualmente para cumplir su misión evangelizadora.Justo es reconocer, sin embargo, que semejante expolio contribuyó noblemente apurificar a la Iglesia y a eliminar de ella todas aquellas rémoras, como era su propia situaciónprivilegiada en medio de la Sociedad del Antiguo Régimen, que desde hacía tiempoentorpecían más que agilizaban su misión específicamente evangelizadora. Cuando el PadreClaret empezaba a predicar por Cataluña la Palabra de Dios de pueblo en pueblo, la situaciónde la Iglesia española no podía ser más calamitosa, tal como se describe en la Carta colectivaque el Episcopado español, evocando las lamentaciones de los Profetas por la destrucción deIsrael, dirigió al Papa Gregorio XVI, después de la Desamortización llevada a cabo por elPrimer Ministro D. Juan Álvarez Mendizábal (1835-1836): «La señora de las naciones, a lasque ella misma había llevado la luz del Evangelio, se ha quedado viuda... Ha caído bajo eldominio secular... Nuestros templos riquísimos en ornamentos sagrados, han sido expoliados.Nuestras portentosas obras de arte, gloria de los artistas patrios y admiración de losextranjeros, han sido destruidas o empleadas para usos profanos. Los altares sacrosantos, enlos que estaban depositadas las reliquias de los mártires, y sobre los que el Verbo Encarnadohabía bajado para ser adorado y, por su inmensa bondad comido por los hombres, han sidopuestos en algunos sitios como pavimento para ser pisados por los transeúntes... Nuestrosreligiosos, de los que no era digno el mundo, piedras preciosas del santuario, han sidoexpulsados de sus casas... Los Obispos y muchísimos sacerdotes, unos han sido desterradosde sus iglesias, otros desterrados del reino; no pocos de ellos han sido asesinados... Lassagradas Vírgenes están escuálidas y finalmente, toda la Iglesia está llena de amargura».Esta dramática descripción no era producto de la fantasía de los Obispos españoles,sino que respondía a la más estricta realidad. Ante tantas persecuciones es fácilmentecomprensible que la Iglesia se encerrase en su “baluarte” para defenderse frente a tantahostilidad; desde las perspectivas actuales sería tremendamente injusto acusar de falta devisión de futuro a los Pastores de la Iglesia del siglo XIX.El Padre Claret y el siglo XIX Jesús Álvarez10Pero ¿cuál fue la llamada que Dios dirigió al P. Claret desde lo más profundo de suser? ¿Cuál fue la identidad vocacional desde la que el Padre Claret quedó definido por Diosdesde siempre y para siempre?odos los que de alguna manera se han acercado a la figura del Padre Claret coincidenen definirlo como “Misionero apostólico”:«Cuanto más se estudia la figura de San AntonioMaría Claret y más se profundiza en su identidad vocacional, más claro aparece su serMisionero Apostólico. Evangelizador universal al estilo de Jesús y de los Doce y enfraternidad como ellos» (6).Parodiando la figura de aquel mítico rey Midas que convertía en oro todo lo quetocaba, se puede decir que el Padre Claret fue el Rey Midas de la evangelización, porqueconvirtió en apostolado todo lo que tocó.En esta identificación de la vocación y misión del Padre Claret coinciden todos loshistoriadores, eclesiásticos y civiles, que se han acercado a él de alguna manera. DonBaldomero Jiménez Duque, historiador de la Espiritualidad del siglo XIX, encuadra la figura

del Padre Claret en aquella centuria: «Lo que es indiscutible es que el P. Claret centra el sigloXIX español con su vida santa y apostólica. Es el gran santo de esa hora de revoluciones, detransición, de iniciativas; también de sufrimiento y de cruz» (7).Y el historiador Raymond Carr considera que el movimiento de regeneración religiosade España, tan maltrecha a causa de las leyes antieclesiásticas de los Gobiernos Liberales,«está vinculado al P. Claret, apóstol de España» (8). El Padre Claret fue realmente el“apóstol de España” en el siglo XIX. Sin duda el Padre Claret fue la respuesta que Diossuscitó en aquella Iglesia española tan necesitada de una voz evangelizadora que despertaselas conciencias de los fieles y removiese la inoperancia de los Pastores.3. «Debo hacer frente a todos los males de España»Después de aquella emocionante experiencia mística en la que el Señor le concedió laconservación de las Especies sacramentales de una Comunión a otra, que suponía laculminación máxima de su identidad profunda de “misionero apostólico” (9), el Padre Claretsacó esta conclusión: «por lo mismo, yo siempre debo estar muy recogido y devotointeriormente; y además debo orar y hacer frente a todos los males de España, como así melo ha dicho el Señor» (10).En realidad, Dios no le pedía nada nuevo; desde que el Señor lo sacó de su parroquiade Sallent para enviarlo a anunciar el Evangelio a toda criatura, no hacía otra cosa que “hacerfrente a todos los males de España”. El Padre Claret sabía muy bien, desde el principio de suministerio, cuáles eran los verdaderos enemigos de España; es decir, los verdaderos enemigosde la fe del pueblo español, pues solamente desde la perspectiva de su lucha por fomentar lafe del pueblo, podrá ser entendida su personalidad. El propio Padre Claret sintetiza losverdaderos males que acechaban a España, y que Dios mismo le manifestó en otra experienciamística que está en plena sintonía o concomitancia con la experiencia mística de laConservación de las Especies Sacramentales de una Comunión a otra: «El Señor me hizoEl Padre Claret y el siglo XIX Jesús Álvarez11conocer los tres grandes males que amenazan a España, y son: el Protestantismo, mejordicho, la descatolización; la República y el Comunismo» (11).El Padre Claret no quiso jamás meterse en política, en la política partidista, a pesar deque estaba al lado de la Reina, es decir, en el punto más álgido en torno al cual se fraguabatoda la política nacional. Y era verdad, el Padre Claret aborrecía como por instinto la políticapartidista; lo cual evidentemente no quiere decir que sus actividades no tuvieran unarepercusión política. Por eso es necesario pedirle al propio Padre Claret un explicación de loque él entendía por Protestantismo, República y Comunismo, puesto que él los consideracomo los grandes males de España a los que tiene que hacer frente.Aunque el Padre Claret menciona tres males que amenazan a España, en realidad élmismo los reduce a dos: la descatolización de España y el Socialismo; se trata, en el fondo, delos dos grandes retos que la Iglesia y la Sociedad tenían planteados en el siglo XIX.El discurso del Padre Claret podrá parecer demasiado ingenuo; pero cuando él acusa alProtestantismo como causa de la descatolización de España y manantial de donde brotó elRacionalismo como raíz de todos los errores filosóficos, teológicos e incluso sociales delsiglo XIX, no dejaba de tener una buena dosis de razón, en cuanto que, por una parte, elProtestantismo estaba haciendo entonces una poderosa campaña de penetración en losestamentos más humildes del pueblo español, especialmente en Andalucía; y, por otra parte,porque el Protestantismo se apoya en el subjetivismo, que es también el punto de partida detoda la Filosofía moderna desde Descartes; en realidad el cartesiano “pienso luego existo” noes sino una grandiosa proclamación del sujeto como la primera de las verdades.Los historiadores de la Filosofía suelen estar de acuerdo en afirmar que una de lasraíces del Racionalismo ilustrado del siglo XVIII, del que brotaron todos los ismos del sigloXIX, tuvo su caldo de cultivo en la Reforma protestante del siglo XVI. Evidentemente, no es

verdad que el Protestantismo, como fenómeno religioso, sea la causa de toda aquella largalista de errores y movimientos sociales subversivos que proliferaron por todas partes en elsiglo XIX; pero en la mentalidad apologética en la que se hallaba sumergida toda la Iglesiadel siglo pasado, que no tenía nada que ver con el Ecumenismo de nuestros días, se veía alProtestantismo, es decir, el subjetivismo en el que se apoya el libre examen de las Escrituras,como una de las raíces más decisivas del Racionalismo, que negaba la Divinidad deJesucristo.La misma rebelión de las masas tenía para el Padre Claret unas raíces teológicamentefalsas, porque partían del presupuesto de que había que eliminar del mundo hasta el recuerdode Dios. Cuando el Padre Claret leyó en el manifiesto de Proudhom frases como éstas, quecontradecían su propia identidad cristiana y su definición de Misionero apostólico, se puedeimaginar fácilmente cuál sería su reacción: «Dios, si es que lo hay, es esencialmente hostil anuestra naturaleza, y en ninguna manera dependemos de su autoridad. Nosotros llegamos aadquirir la ciencia a pesar suyo. Y a pesar suyo llegamos a alcanzar nuestro bienestar; cadauno de nuestros progresos es una victoria en que queda hecha añicos la Divinidad... Mientrashabrá hombres que se postren ante un altar, la humanidad será desgraciada... La conclusióno resumen de la ciencia social es éste: No hay para el hombre más que un deber, una solareligión: renegar de Dios. “Hoc est primum et maximum mandatum”».El Padre Claret y el siglo XIX Jesús Álvarez12La propaganda revolucionaria de Proudhom tenía un doble carácter: una revoluciónreligiosa, que atentaba directamente contra Dios y la Divinidad de Jesucristo; y unarevolución social, que atentaba contra el orden social establecido (12).El Padre Claret fue muy sensible ciertamente a toda la problemática social, como lodemostró con hechos y con palabras, especialmente en Cuba (13); pero sobre todo captó muybien el peligro que esa revolución social encerraba para la fe del pueblo sencillo. Y desde estaperspectiva se comprende fácilmente la dureza de sus palabras contra quienes negaban laexistencia de Dios y la Divinidad de Jesucristo, y propagaban estas ideas entre el pueblosencillo.La descripción de la dramática situación de la Iglesia española, citada anteriormente,no era producto de la fantasía de los Obispos españoles, sino que respondía a la más estrictarealidad. También entonces era urgente una Nueva Evangelización en España. Solamente eneste contexto podrá ser entendida en toda su profundidad la vida y la desbordante actividadapostólica del P. Claret; y especialmente la fundación de la Congregación de los MisionerosClaretianos.El P. Claret se desvivía literalmente en su afán de llevar el Pan de la Palabra de Dios atodos los lugares a donde lo enviaba la autoridad eclesiástica; pero, a pesar de su esfuerzoconstante, no podía llegar a todas partes. Es muy expresivo en este sentido este párrafo de unacarta que escribió desde Canarias a su gran amigo y futuro Obispo de Seo de Urgel, JoséCaixal y Estradé: «Trabajen, por Dios, cuanto puedan por la gloria de Dios y bien de lasalmas; yo no sé qué más hacer; me expongo a los peligros de mar y de tierra; me privo detodo reposo y descanso de día y noche...» (14).Y más expresivo aún es este párrafo de una carta dirigida a su propio obispo: «Yo voysolo, como un desesperado, predicando y confesando día y noche, y, no obstante, las gentesse han de esperar nueve días con sus noches antes que les toca la vez...» (15).Nunca había existido un hambre tan generalizada de la Palabra de Dios como la queprovocaron los Gobiernos Liberales del primer tercio del siglo XIX al destruir todas lasestructuras de Evangelización existentes en España: destrucción que culminó con laexclaustración de todos los Religiosos, llevada a cabo por el Primer Ministro D. Juan ÁlvarezMendizábal en el bienio 1835-1836.Antes de esa fecha salían de sus conventos miles y miles de predicadores, que

recorrían todos los pueblos de España en campañas misioneras intensivas o en predicacionesmás puntuales. A principios del siglo XIX había en España más de 50.000 religiosos; ydespués de la exclaustración, concretamente en 1848, no llegaban a 800 los religiosos quequedaban en sus conventos. Estas cifras explican el grito desesperado del P. Claret, pidiendoayuda a sus hermanos, los sacerdotes, para repartir el Pan de la Palabra de Dios. Y esta fue lacausa de la fundación de los Misioneros Claretianos.4. El estilo evangelizador del Padre ClaretEl Padre Claret y el siglo XIX Jesús Álvarez13En la España de mediados del siglo XIX, no sólo hacían falta nuevos evangelizadores,nuevos misioneros, sino que era preciso cambiar también el estilo de evangelización. El P.Claret percibió anticipadamente, acostumbrado como estaba a hacer análisis profundos de larealidad de su tiempo, la angustia existencial de un mundo que empezaba a desconfiar de lassoluciones puramente apologéticas; era preciso repartir a las masas hambrientas el verdaderoPan de la Palabra de Dios.Son muy significativas a este respecto las anotaciones (16) que el gran pensador de sutiempo, Jaime Balmes, hizo después de una entrevista que él mismo había solicitado al PadreClaret, para analizar personalmente el fenómeno social en que aquel “misionero catalán” sehabía convertido por un estilo tan peculiar de predicación que conmovía profundamente a lasmasas, y que para Jaime Balmes constituía un fenómeno tanto más extraño cuanto que,durante los años de carrera eclesiástica en que ambos habían coincidido en el Seminario deVic, nada en el seminarista Antonio Claret hacía predecir semejante fenómenosocio-religioso. En dos puntos cargados de grandes consecuencias resume Jaime Balmes elestilo de la predicación evangélica del Padre Claret:1) «En el púlpito jamás habla de teatros. Tampoco de herejías. Ni de filósofos ni de impíos.Supone siempre la fe. Parte del principio de que en España la impiedad tiene la hipocresía dela fe. Se ve precisado a dar números para la preferencia en el confesonario. Transigen porlos números. Blasfemos. Los enfermos, ellos dicen que se curan; él dice que no hace más queencomendarles a Dios, y que no sabe nada extraordinario».Esto significa que el Padre Claret conocía la ineficacia de una terapéutica puramenteintelectualista y apologética; la apologética fue ciertamente el género literario más empleadoen España por los eclesiásticos y seglares católicos del siglo pasado; sin embargo, entre lasnumerosas publicaciones del Padre Claret no hay ni una sola de carácter propiamenteapologético; ni siquiera su Autobiografía; esta obra, como todas las suyas, tiene una finalidadestrictamente pedagógica; el Padre Claret admite la posibilidad de las curaciones deenfermos; pero no se preocupa especialmente de la fama de sanador que le atribuyen lasgentes.2) «Poco terror, suavidad en todo. Nunca ejemplos que den pie al ridículo. Los ejemplos, engeneral, de la Escritura. Hechos históricos profanos. Nunca oposiciones ni cosassemejantes».Y esto significa que el P. Claret rechazaba aquel tipo de predicación que pretendía laconversión, más por el terror que por la comprensión del amor y de la misericordia de Dios;consideraba un error clamar indiscriminadamente contra puntos concretos de usos ycostumbres; el P. Claret, dice Balmes: «habla del infierno, pero se limita a lo que dice laEscritura. Lo mismo en el purgatorio. No quiere exasperar ni volver locos. Siempre hay unaparte catequística».Esto quiere decir que el P. Claret iba directamente al meollo central y sobrenatural delEvangelio, porque estaba convencido de que era lo único que podía restaurar la fe y la vidasacramental de los cristianos.El propio P. Claret trazó las líneas maestras de su proyecto evangelizador; Balmesdebió de pedir al Padre Claret un resumen de lo que habían conversado en la entrevista; y éste

escribió una nota en la que se describió a sí mismo como Misionero Apostólico:«1. El fin de mi predicación es la gloria de Dios y bien de las almas. Predico el santoEl Padre Claret y el siglo XIX Jesús Álvarez14Evangelio, me valgo de semejanzas y uso su estilo. Hago ver las obligaciones que tiene elhombre respecto a Dios, respecto a sí mismo y al prójimo, y cómo las ha de cumplir.2. No admito limosna alguna para la predicación; solamente tomo la comida que necesitopara vivir. Para no ser gravoso, voy siempre a pie.3. De los libritos y papeles que he dado a luz no he reportado interés alguno; por esto no mehe reservado la propiedad; y en cuanto a mí, todo el mundo los puede reimprimir y vender.4. Testigo es Dios que ninguno me da cosa alguna ocultamente en pago de mis trabajos, nitengo otro fin que el que he dicho, ni espero otra recompensa que el cielo.5. Con la Cédula (17) no se intenta otra cosa que quitar la blasfemia, y, gracias a Dios,muchísimo se ha conseguido.6. Con las imágenes, cruces, rosarios, etc., no tengo nada; solamente las bendigo y concedoindulgencias, según mis facultades, desde el púlpito.7. Nunca jamás me ven airado, ni hablar con mujeres; con la misma afabilidad, amor ycariño hablo a los pobres que a los ricos, a los chicos que a los grandes, a los rústicos que alos sabios. Y, aunque a los ojos de Dios soy y me tengo por un gran pecador, a los ojos de loshombres, por la misericordia de Dios, puedo decir: quis ex vobis arguet me de peccato?8. Visito y predico a los encarcelados, visito a los enfermos en los hospitales y casasparticulares, y un sinnúmero me vienen a ver o los traen a mi casa, y muchísimos dicen quehan cobrado la salud; y al verme cada día rodeado de tanta gente es lo que más me aflige.Termino pleitos y enemistades, pongo paz en los matrimonios desunidos...» (18).5. La respuesta claretiana a los “males de España”La situación de España estaba pidiendo a gritos una Nueva Evangelización o, comodecía la M. María Antonia París, Confundadora con él de las Misioneras Claretianas, unaNueva Misión (19) que, partiendo de la necesidad incuestionable de conservar la identidadcristiana, fuese también capaz de sintonizar con el hombre nuevo y la nueva cultura nacida dela Ilustración.

El P. Claret trazó y realizó las líneas maestras de esa Nueva Misión o NuevaEvangelización, cuya finalidad era Restaurar la hermosura de la lglesia; es decir, colocar a laIglesia española en situación de sintonizar con aquel hombre nuevo surgido de la Ilustración.Era preciso que la Iglesia pudiera decir una palabra comprensible a aquel hombre nuevo queestaba pasando del Absolutismo a caminos todavía inéditos de la democracia; a aquel hombrenuevo que abandonaba cada vez más el mundo rural para sumergirse en los cinturonesindustriales de las grandes ciudades o en las grandes explotaciones mineras, a aquel hombrenuevo que empezaba a abandonar la estructura mental monolíticamente uniforme para pasar auna estructura mental ideológicamente plural.El proyecto misionero del Padre Claret, es decir, la “Nueva Misión” o la “NuevaEvangelización” era la respuesta exacta a los grandes desafíos que la Iglesia y la Sociedadtenían planteados en aquella España del siglo XIX:1) Ante todo había que partir del análisis de la realidad circundante, aceptando la realidadconcreta de situaciones del pasado, porque la Iglesia tiene que evangelizar en cada momentoal hombre que tiene delante; y este era precisamente el modo de proceder del Padre Claretporque antes de lanzarse a sus campañas misioneras, analizaba hasta los últimos pormenoresEl Padre Claret y el siglo XIX Jesús Álvarez15la realidad de cada pueblo que evangelizaba.2) El nuevo evangelizador tiene que sumergirse en el mundo, sin ser del mundo, a fin de serluz que alumbre a todos los hombres en medio de las tinieblas circundantes; y sal que sazonela nueva realidad, a pesar de la corrupción imperante.

3) El diálogo con la nueva cultura exigía la purificación de todos aquellos elementos que nofueran compatibles con los valores del Evangelio; aceptando, sin embargo, todo lo que en lanueva cultura era verdaderamente humano; era preciso conocer la nueva cultura en suspropias raíces y no contentarse con un mero barniz cultural. El P. Claret impondrá en elSeminario interdiocesano por él fundado en el Monasterio del Escorial, el estudio de laslenguas modernas, especialmente el alemán y el francés, para que los nuevos evangelizadoresconocieran a los autores racionalistas en sus propias obras.4) La atención a los más necesitados era un reto que la Nueva Evangelización planteaba a laIglesia de mediados del siglo XIX, porque el problema de la pobreza y de la marginación sehabía agravado de un modo alarmante a causa de la Revolución industrial, cuyos efectos elPadre Claret conocía mejor que nadie porque él mismo había estado sumergido en ese mundode la industria textil durante su juventud. Y por eso abordó ese tema en varios de sus escritos,llegando a aconsejar a los obreros, sobre todo a los obreros textiles, que él conocía comonadie, que “se declarasen en huelga”, a fin de mejorar sus condiciones laborales. El PadreClaret fue la primera autoridad eclesiástica que, en unas páginas verdaderamente patéticas,aconsejó semejante modo de proceder a los obreros (20).5) Educar al pueblo sencillo, empezando por los estamentos más necesitados de la sociedad,en contra de algunos eclesiásticos que opinaban que había que dejar a los pobres en suignorancia, por miedo a que una vez instruidos abriesen los ojos y se tornasen anticlericales.El Padre Claret, no sólo promovió Congregaciones religiosas dedicadas a la enseñanza de lospobres, sino que las mismas Congregaciones por él fundadas se dedican a la enseñanza, y paraellas, especialmente para la educación de la mujer, compuso un proyecto educativo, todo éltendente a capacitar a la mujer para emanciparse laboralmente. Modernos historiadores de laEducación y Pedagogía en España enumeran al Padre Claret entre los tres grandes pedagogosmodernos que tienen método catequístico propio: San Antonio María Claret, San Enrique deOssó y el P. Andrés Manjón (21). El P. Claret escribió un Catecismo propio, al estilo de loscélebres Catecismos de Ripalda y Astete. El P. Claret fue un gran campeón en la lucha porestablecer un Catecismo unificado para toda la Iglesia, adelantándose en esto al ConcilioVaticano I (1870).6) Preocupación por la vida de piedad del pueblo fiel. El Padre Claret no sólo escribió unaserie de Avisos para toda clase de personas en los que animaba a los fieles a practicar unaintensa vida de piedad, sino que escribió algunos libros con esta concreta finalidad;sobresalen el Maná del Cristiano, y sobre todo El Camino Recto y seguro para llegar al cielo,más conocido popularmente como Camino Recto, del que ha dicho el ya citado hispanistaStanley G. Payne: «El best-seller (probablemente no sólo del momento, sino de todos loslibros publicados en la España moderna) fue el “Camino Recto y seguro para llegar al cielo”de Claret» (22).El Padre Claret y el siglo XIX Jesús Álvarez167) Empleo masivo de los Medios de Comunicación. El Padre Claret fundó la LibreríaReligiosa de Barcelona para la propaganda de libros religiosos y educativos; él mismoescribió innumerables folletos sobre los temas más candentes de la actualidad de entonces.Era un modo de contrarrestar los peligros del periodismo panfletario tan divulgado por losLiberales contra la Iglesia.8) Promoción de la cultura a gran escala, sobre todo con la Academia de San Miguel,asociación creada por el Padre Claret, para fomentar la cultura cristiana entre los escritores ylo artistas; y las Bibliotecas populares para promover la cultura y la educación de las gentessencillas; hasta en los Cuarteles estableció Bibliotecas de este tipo.9) Formación del Clero. Fue ésta una preocupación que el P. Claret llevaba en el fondo de sualma; para los sacerdotes publicó los libros de Teología y de Moral de los autores más enboga en aquel momento; y escribió El Colegial o Seminarista instruido, en dos volúmenes;

una especie de Manual de formación clerical que han usado todos los Seminaristas de Españae Hispanoamérica durante un siglo, pues todavía en vísperas del Concilio Vaticano II se hizouna nueva edición.10) Hacer con otros lo que solo no podría hacer. Por ello promovió la fundación de variasCongregaciones religiosas femeninas; y él mismo fundó, no sólo la Congregación deMisioneros Claretianos, sino también la Congregación de las Misioneras Claretianas, a lasque les confió el ministerio directo de la Palabra: La enseñanza de la Ley Santa de Dios atoda criatura.11) El Padre Claret se adelantó exactamente en un siglo en la promoción de la VidaConsagrada en medio del mundo con la fundación de las Religiosas en sus Casas, que son sinduda una anticipación de los Institutos Seculares aprobados por el Papa Pío XII en 1947.12) Promoción del Apostolado de los seglares. En un tiempo en el que la Iglesia estabaabsolutamente clericalizada, en la que los seglares no tenían participación alguna en elapostolado de la Iglesia, el P. Claret fue realmente un verdadero pionero del Apostoladoseglar, hasta el punto de que el Papa Pío XI, con ocasión de su Beatificación en 1934, dijo deél que había sido Precursor de la Acción Católica y en el Apostolado seglar ocupaban unpuesto muy relevante las mujeres a las que intentó incluso devolverles la participación tanactiva que en la Iglesia primitiva habían desempeñado las Diaconisas llegando a escribir unlibrito (23) en el que abogaba por una Asociación en que se integraran sacerdotes y seglares:hombres y mujeres; a éstas les daba el significativo título de diaconisas, motivo por el cual laautoridad eclesiástica de Tarragona lo prohibió.Como se puede ver por este resumen de su proyecto evangelizador, el P. Claret, nosólo fue “moderno”, cuando orientaba su predicación hacia la interioridad de la vida cristiana,sino también cuando la orientaba hacia el mundo circundante; porque él supo decir sí amuchas palpitaciones de la vida que emergía en su entorno.El Padre Claret llevaba a su predicación la asimilación que hacía de la ciencia y de latécnica de su tiempo; él mismo fue un gran experto en las técnicas textiles que estudió enBarcelona durante su juventud.El Padre Claret y el siglo XIX Jesús Álvarez17El Santo llegó incluso a proponer a Balmes que escribiera una novela de altos vuelosen la que “bautizase” la cultura moderna, al estilo como Santo Tomás de Aquino habíabautizado la filosofía aristotélica emergente en el siglo XIII. Balmes no echó en saco roto lapropuesta que le hiciera el P. Claret, porque entre sus notas manuscritas existe el esbozo deuna novela, tal como su amigo Claret se la había propuesto; pero no llegó a escribirla por suprematura muerte.El P. Claret se adelantó en gran medida a su tiempo en la organización delApostolado: así lo han reconocido los Papas Pío XI y Pío XII con ocasión de su Beatificaciónen 1934 y de su Canonización en 1950, respectivamente. Sin pretender sacarlo de su contextohistórico, el P. Claret fue también muy “moderno” en algunas de sus más sonadas“intransigencias proféticas” frente a las autoridades de la Isla de Cuba. El P. Claret se mostróabsolutamente intransigente en el pleito de los matrimonios entre blancos y negros, defendiendola libertad sacramental frente a las abusivas intromisiones del Estado que prohibía esosmatrimonios (24). Como dijo D. José María Pemán en la mencionada conferencia del Ateneode Madrid, el P. Claret «se puso en fila con los que han hecho valientemente, durante siglos,que el Estado sea un poder humano que limita con la alcoba de los cónyuges, con la cuna delos hijos; con la intimidad de la conciencias, con todas esas razones exentas, reivindicadaspor la Iglesia para la dignidad humana».La actividad apostólica del Padre Claret, como fundada en el Evangelio, no podíamenos de ser realmente “moderna” porque, como dijo bellamente la Venerable M. MaríaAntonia París de San Pedro, Confundadora con él de la Congregación de las Misioneras

Claretianas: «Dios todos los tiempos tiene presentes y no nos dejó nada más que un únicoEvangelio, válido para todos los tiempos y para todos los lugares», expresión que se podríaconsiderar como una buena exégesis de aquel pasaje de San Pablo: «Cristo es el mismo ayer,hoy, mañana y siempre» (Hb 13, 8). Quien se afinca en Cristo y en su Evangelio es de todoslos tiempos: Cristo es el “Alfa” y la “Omega”, el principio y el fin de todas las cosas. Quienasí procede, no puede menos de ser realmente “moderno”, realmente “actual”.Así lo demuestran algunas de las obras del Padre Claret que están en plena sintoníacon los avances de la cultura y de la técnica de su tiempo; obras tan significativas como Laépoca presente y El ferrocarril, que no tratan evidentemente de simples especulacionesteóricas, sino de la aplicación de los temas de más candente actualidad a la vida cristiana delpueblo fiel.El P. Claret no renunció jamás a su identidad profunda de “misionero apostólico”:pero el mundo a su lado estaba concluyendo una “revolución” un “giro redondo”, cuyosprimeros ciento ochenta grados, como en todas las revoluciones, se llamaron “ilusión”; perocuyos segundos ciento ochenta grados se convirtieron, también como en todas lasrevoluciones, en “desencanto”.Solamente desde su identidad de “misionero apostólico” se puede explicar suincansable peregrinar de pueblo en pueblo en interminables y agotadoras campañasmisioneras que removían la conciencia adormecida de aquella sociedad decimonónica. LaIglesia fue la única fuerza social que desafió verdaderamente a la revolución; y, si bien noEl Padre Claret y el siglo XIX Jesús Álvarez18logró derrotarla del todo, tampoco la revolución, aunque le infligió muy duros golpes a la fedel pueblo, fue capaz de derribar a la Iglesia. Y parte no pequeña en esta tarea desostenimiento de la fe del pueblo llano frente a la revolución anticristiana de su tiempo, lecorrespondió al Padre Claret: primero en sus campañas misioneras por Cataluña y porCanarias; después como Arzobispo de Santiago de Cuba, como Confesor de Isabel II, “laReina de los tristes destinos”; y finalmente como Padre del Concilio Vaticano I.NOTAS1) Arquíloco de Paros fue un poeta griego nacido en la isla de Paros en la primera mitad del siglo VII antes deCristo el cual, olvidándose del objetivismo de la poesía épica de Homero y de Hesíodo, se volcó por completosobre su propia interioridad, poniendo en primer lugar el propio yo creando así el individualismo en literatura.2) En España la Inquisición fue abolida definitivamente en 1834.3) Denzinger, n. 1780.4) Denzinger, n. 1700.5) STANLEY G. PAYNE, El catolicismo español, Barcelona 1984, p. 123.6) LEGHISA, ANTONIO, El Corazón de María y la Congregación en el momento actual, Roma 1978, p. 10.7) JIMÉNEZ DUQUE, BALDOMERO, Espiritualidad y Apostolado, en: Historia de la Iglesia en España, V,BAC, Madrid 1970, p. 468.8) CARR, RAYMOND, España 1808-1939. Barcelona 1970, p. 280.9) ÁLVAREZ GÓMEZ, JESÚS, La Conservación de las Especies Sacramentales de una comunión a otra. Unaexperiencia mística de San Antonio María Claret, en: Studia Claretiana, vol. XIII (1995) pp. 7-16.10) SAN ANTONIO MARÍA CLARET, Autobiografía, n. 604, BAC, n. 188, Madrid 1981, p. 354.11) CLARET, o. c., n. 695, p. 354.12) Cf. CLARET, o. c., nn. 718-728, pp. 362-365.13) R. LEBROC MARTÍNEZ, San Antonio María Claret Arzobispo Misionero de Cuba, Madrid 1992.14) CLARET, Carta a D. José Caixal. Gáldar de Gran Canaria, 5 de agosto de 1848: Epistolario Claretiano, I,Madrid 1970, pp. 273-276.15) CLARET, Carta al obispo de Vic, Teror, 27 de septiembre de 1848: Epistolario Claretiano, I, p. 280.16) CASANOVAS, IGNASI, Balmes. La seva vida, el seu temps, les seus obres. Barcelona 1932, tomo 2, pp.63-64; t. 3, pp. 656-657; cf. BALMES, JAIME, Obras Completas, BAC, Madrid 1948, tomo I, pp. 295-296; cf.ÁLVAREZ GÓMEZ, JESÚS, Misioneros Claretianos, vol. I, Madrid 1993, pp. 216-217.17) Se refiere a la Cédula de la Sociedad espiritual de María Santísima contra la blasfemia, que publicó en 1845como hoja suelta.18) El manuscrito original de este documento se halla en el Archivo de la Fundación Balmesiana de Barcelona, y

fue hallado entre los papeles de Balmes y publicado por Ignasi Casanovas en su obra ya citada: Balmes. La sevavida, el seu temps, les seus obres. Barcelona 1932, tomo 2, pp. 64-65; y tomo 3, p. 657. Este documento ha sidoincluido entre los escritos autobiográficos del P. Claret, pues de su autoría no cabe duda alguna; cf. SANANTONIO MARÍA CLARET, Escritos autobiográficos, BAC, n. 188, Madrid 1981, pp. 424-426.El Padre Claret y el siglo XIX Jesús Álvarez1919) M. M. ANTONIA PARÍS, Puntos para la Reforma, n. 76, en: Escritos. Barcelona, p. 337.20) CLARET, Los viajeros del ferrocarril, en: Colección de opúsculos, III, p. 355.21) AA. VV., Historia de la acción educadora de la Iglesia en España, pp. 825.22) STANLEY, G. PAYNE, El cristianismo español, D. Planeta, Barcelona 1984, p. 138.23) CLARET, Breve relación de las Constituciones de la Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón deMaría, Barcelona 1847.24) GONZÁLEZ IZQUIERDO, FRANCISCO, San Antonio María Claret y la familia. Una pastoral familiar en larestauración religiosa española del siglo XIX. Tesis doctoral defendida en la Pontificia UniversidadLateranense, Roma 1986.25) Presentado para el obispado de Vic el 28 de enero de 1848, comunica que acepta el 17 de febrero, ypreconizado el 3 de julio siguiente, fue consagrado el 15 de octubre del mismo año en la iglesia de Santa Maríadel Mar, de Barcelona, por D. Florencio Lorente y Montón, obispo de Gerona, asistido por D. Pedro Martínez deSanmartín, obispo de Barcelona, y D. Gil Esteve y Tomás, obispo de Puerto Rico. Tomó posesión de la diócesisel 20 de octubre de 1848 y entró en ella el 24 del mismo mes y año.26) Los datos relativos a la campaña evangelizadora del Padre Claret en la Diócesis de Las Palmas

SAN ANTONIO Mª CLARET,

APÓSTOL DE LA BIBLIA EN LA IGLESIA

Por Francisco Contreras, CMF

Introducción

San Antonio Mª Claret no es sólo fundador de los misioneros, hijos del Inmaculado Corazón de María, los claretianos; constituye un don de Dios para la Iglesia. ¡Ay de nosotros, si pretendemos empequeñecerlo y reducirlo a un ámbito particular, cuando de hecho y por vocación pertenece a todos! El rompía los límites angostos de las barreras raciales y fronteras nacionalistas. Confesaba: mi espíritu es para todo el mundo1. No lo exhibimos como un paladín de virtudes o dechado de heroísmo, sino que deseamos compartir esta herencia, en la viva comunión dentro de la Iglesia con todos los creyentes, pues a todos nos acompaña, enseña y enardece. De aquí, la importancia y volumen de este capítulo: nos muestra a alguien cercano, un hermano nuestro, convertido y troquelado completamente por la fuerza de la Palabra, que él leía con fe cada día2.

1 Carta del Padre Claret al Nuncio Apostólico (12-8-1849), en Epistolario Claretiano I, Preparado y anotado por J.Mª Gil, Madrid 1970, 305.

El P. Claret centra el siglo XIX español con su vida santa y apostólica. Por muchos capítulos, su heroicidad fue excepcional. Es el gran santo en esa hora de revolución, de transición, de iniciativas; también de sufrimiento y de cruz . En su ejemplaridad se reconocen cristianos de todo tipo y condición: En él se miran los obreros, los sacerdotes, los obispos y todo el pueblo cristiano, ya que hallan en él preclaros ejemplos con que alentarse y excitarse, cada cual según su estado, había declarado el Papa Pío XII durante la homilía de la canonización3.

Es verdaderamente personaje único por su singularidad y plural por sus múltiples facetas desplegadas. San Antonio Mª Claret fue, sin duda, una figura insólita y poliédrica, abierta a todas las inquietudes cristianas y humanas de su época. Por eso fue al mismo tiempo objeto de ciega y acérrima repulsa y de increíble fervor popular y multitudinario4.

Aunque pequeño de estatura, su influencia benéfica en el pueblo de Dios ha resultado enorme y su irradiación apostólica, gigantesca. Mas no se trata ahora de tejer un encomiástico panegírico, sino de recordar su presencia a fin de aprender y estimularnos. ¿Nos alcanzarán por fortuna también a nosotros algunos de esos rayos contagiosos?

Podemos preguntarnos, tal como se interrogaban perplejos los habitantes de Nazaret respecto a la actuación de Jesús, su paisano y compatriota (Mc 6,1-3): ¿Cómo es posible una vida apostólica tan heroica y entregada, de qué fuente o venero brota, cuál es la causa original que pueda interpretarla? Nos está permitido, ya de entrada, avanzar una respuesta que creemos definitiva y clara: Claret fue un santo por obra y gracia de la Palabra de Dios.

Recorremos, a modo de brevísima panorámica, los hitos más señalados de su existencia. Antonio Mª Claret se convirtió, modeló toda su actividad misionera, fue fiel seguidor de Jesús, evangelizador de los pobres, y discípulo perseguido como el Maestro, merced al milagro de la Biblia leída y orada.

El, cada día, de manera sistemática y metódica, con una fidelidad que nunca decayó, y que supo mantener firme a lo largo de todos los días, se entregó a su lectura con devoción y simplicidad de fe. La Biblia le transformó y troqueló: le configuró con una nueva existencia, conforme a la de Jesús misionero, el Hijo, enviado del Padre.

Antonio Mª Claret representa palpablemente la fecundidad, la demostración de la exuberante fuerza de la Palabra de Dios, cuando nos abandonamos a su perseverante lectura, con espíritu creyente,

2Esta es la selecta bibliografía, que ha estudiado el tema de la Palabra en la vida de Claret. De ella nos hemos servido con frecuencia y con indudable provecho. R. Casals, Devoción a la Sagrada Escritura de Claret: Ilustración del Clero 28 (1934) 237-24; M. Peinador, La edición de la Vulgata del Beato Claret: Ilustración del Clero 42 (1949) 373-385; R. Baracaldo, San Antonio Mª Claret y la Biblia: El Faro (octubre 1970), 18-20; M. Ramírez, Circular sobre el estudio y amor a la Sagrada Escritura: Bol. Prov. Cat. 221 (1964) 129-134; J.Mª Lozano, Un místico de la acción, Barcelona 1983, 147-181; A. Aparicio, Textos bíblicos en los que se inspira la vocación de Claret: Sacerdotes Misioneros al estilo de Claret, Madrid 1985, 107-146; J.Mª Viñas, El primado de la Palabra en la vida y escritos del P. Claret: Servidores de la Palabra Vic (1990) 53-90; M. Orge, La inspiración bíblica del carisma claretiano en San Antonio Mª Claret: Studia Claretiana 9 (1991) 11-44; M. Orge, Inspiración y fundamentación bíblica del carisma claretiano: C.M.F. Nuestro Proyecto de Vida Misionera, Roma 1993, 187-268; J. Mª Palacios, La Lectura de las Sagradas Escrituras en Claret: Studia Claretiana XII (1994) 7-56.

3AAS 42 (1950) 372.

4J. Bermejo, San Antonio Mª Claret. Antología espiritual, Madrid 1973,7.

disponible y obediente, para realizar la voluntad divina. Entonces el mismo Dios se nos comunica como una luz que siempre orienta y con una energía que opera en nosotros su designio dentro de la historia de la salvación.

Constituye igualmente un modelo que nos empuja para convertirnos también nosotros en apóstoles idóneos de la Palabra, de tal manera que lleguemos a ser los imperecederos labios del Señor, capaces de pronunciar idéntico mensaje que proclamaba el Jesús de los evangelios.

La Biblia no debe nunca ser objeto de lujo, destinado para ser guardado en una caja fuerte o almacenado en el escondite de un anaquel. Claret nos exhorta a divulgarla y difundirla, llenar el mundo que nos rodea, con tanta y triste frecuencia hambriento y menesteroso, con la abundancia de la Palabra.

Cuando alguna vez se nos conceda descubrir su inmensa riqueza, ya no la podemos retener con avaricia, sentimos la urgencia y nos quema la premura: no tenemos más remedio que repartirla con generosidad.

Igual que existe un esmero por buscar ipsissima verba Jesu, las mismas palabras que se remontan a su primer emisor, Jesús, salidas de su boca, así procuramos con sumo cuidado leer e interpretar las mismísimas palabras del san Antonio Mª Claret. Buscamos el contacto directo, a fin de que sea él mismo quien nos hable e interpele. ¡Cuántas semillas prodigiosas, capaces de renovación y generadoras de empuje apostólico, se hallan dentro, latentes entre sus páginas, aguardando expectantes para actuar! Nos valemos de todas sus obras, principalmente de su más personal escrito: La Autobiografía, en donde el santo, por mandato de obediencia y con una finalidad edificante, narra su propia vida interpretada desde la madurez de sus últimos años5.

Describimos, a manera de memorial, una escena claretiana, que consigue ilustrarnos -una imagen puede valer más que muchas exhortaciones- sobre la altísima estima que él tenía de la Biblia. Está entresacada de los pliegues de su vida. La podemos titular: el éxodo o el paso del mar Rojo.

El joven Claret siente que su espíritu pertenece a todo el mundo; arde en deseos de ser misionero universal, apostólico. Recordamos su paso de España a Roma -el Mediterráneo actúa ahora a manera de mar Rojo- a donde va a ofrecerse para ser misionero en cualquier parte a que se le envíe. Evocamos este paso como el éxodo bíblico.

Evocamos la figura del sacerdote Claret, joven inexperto que no ha salido de su tierra y que va allende el mar, a Roma no por turismo, sino para seguir a Jesucristo, dispuesto a trabajar en misiones por él. Movido por este deseo, busca el sitio más pobre de toda la embarcación. Se acomoda junto a un

5 Éstos son los libros que recogen la ingente obra escrita de nuestro santo. Los señalamos según su fecha de aparición y en la edición de la que nos hemos profusamente servido: Epistolario Claretiano. Preparado y anotado por J.Mª Gil, 3 vols. Madrid 1970.1987; San Antonio Mª Claret. Escritos Espirituales. Edición preparada por J. Bermejo, Madrid 1985; San Antonio Mª Claret. Escritos autobiográficos. Transcripción, introducción y notas por J. Mª Viñas y J. Bermejo, Madrid 21986. Aquí se encuentra su mejor libro, la Autobiografía; San Antonio Mª Claret. Escritos marianos. Edición preparada por J.Bermejo, Roma 1989; San Antonio Mª Claret. Escritos pastorales. Edición preparada por J.MªViñas y J.Bermejo, Madrid 1992; Epistolario pasivo de San Antonio Mª Claret. Edición preparada por J.Bermejo, 3 vols, Madrid 1992.1994.1995; San Antonio Mª Claret. Cartas selectas. Introducción y notas por J.Bermejo, Madrid 1996.

rollo de cuerdas, y pone su cabeza sobre la dura almohada de un cañón. Así recuerda la imagen del Señor, cuando iba en la barca con sus discípulos.

Para otorgar mayor verismo a la escena, se levanta una recia tempestad. El joven permanece en su puesto, se guarece como puede. No tiene otro refugio a donde acudir. Hace de su capote un escudo que coloca encima de su cabeza, y con su hatillo se protege el cuerpo, inclinando la cabeza a fin de ofrecer menos resistencia al ímpetu de las olas que irrumpían con fuerza contra la barca. En esta incómoda postura transcurre toda la noche, hasta el amanecer.

De pasada, casi sin darle importancia, Claret nos refiere en qué consiste su equipaje. Es ligero, como el del célebre peregrino ruso. Porta en su hatillo toda su hacienda, cuyo bien más preciado consiste en la Biblia. Una Biblia pequeña, manejable, a fin de poderla leer cada día; su compañera fiel e inseparable que nunca abandonará ni le abandonará en el ondulante éxodo de su existencia.

Así comienza el primer relato del peregrino ruso:

Soy hombre y cristiano por la gracia de Dios. Por mis acciones soy un gran pecador, por mi estado sin hogar, de la más humilde condición y siempre vagando de un lugar a otro. Por único haber llevo sobre mis hombros una bolsa con pan seco, en mi blusa la santa Biblia, y esto es todo6.

Leemos la descripción del santo. El estilo literario de estas páginas autobiográficas en donde narra su viaje de España a Roma, para presentarse a la Congregación de Propaganda Fide y poder ser enviado a cualquier parte del mundo, resulta animado y pintoresco, pletórico de realismo. Podíamos calificarlo de «cinematográfico». Hasta consigue mantener un ambiente preñado de suspense. Claret sabe contar las cosas con sencillez y viveza. Nos quedamos en el capítulo cuarto, que él titula: de lo que ocurrió en el buque.

Como mi viaje a Roma no era por recreo, sino para trabajar y sufrir por Jesucristo, consideré que debía buscar el lugar más humilde, más pobre y donde tuviese más oportunidad de sufrir. Al efecto, pagué el flete de andar sobre cubierta y a la parte de la proa, que es el lugar más pobre y barato de la embarcación. Después de haberme retirado solo a rezar el Rosario y demás devociones, busqué un puesto para descansar un poco y no hallé otro más a propósito que un montón de cuerda arrollada, en que me senté, y descansé la cabeza sobre un cañón de artillería que estaba en la tronera del lado del buque (Aut, 130).

En esta posición meditaba cómo estaría Jesucristo descansando cuando iba embarcado con sus discípulos, y esta meditación fue tan propia, que aun el Señor quiso que fuese algo parecida en la tempestad; porque estando ya descansando, se levantó tan recia tempestad que el agua entraba dentro del buque. Yo, sin moverme, sentado sobre aquella rueda o montón de cuerda, me puse el capote encima de la cabeza, y el hatillo con la provisión y sombrero encima el regazo

6 Relatos de un peregrino ruso. Introducción y notas de M. De Elizalde. Salamanca 1989, 17.

arrimado al cuerpo, teniendo la cabeza un poco inclinada por delante a fin de que se escurriese el agua, que me venía encima, de las olas que se estrellaban contra el buque. Así es que cuando oía el golpe de la ola yo inclinaba la cabeza, daba la espalda y me caía encima el agua (Aut, 131).

Así pasé toda la noche hasta el amanecer en que vino la lluvia y calmó la tempestad, y si antes me había mojado con el agua del mar, después me mojé con el agua dulce de la lluvia. Todo mi equipaje consistía en una camisa, un par de medias, un pañuelo, la navaja de afeitar y un peine, el Breviario y la santa Biblia de un volumen muy pequeño. Mas como a los que van encima cubierta, no se les da nada de comida, es preciso que cada uno lleve su provisión para el viaje. Como yo ya lo sabía, antes de embarcarme hice en Marsella mi provisión, que consistía en una torta de pan de alguna libra y un pedazo de queso. Esta fue toda mi provisión para los cinco días de embarcación de Marsella a Civitavecchia, entre las escalas que hicimos y las tempestades que tuvimos. Y como la tempestad fue tan larga y fuerte, cayó mucha agua encima, de modo que me caló todo el capote y me mojó el pan y el queso, y así lo tuve que comer, y no obstante de estar muy salado, como tenía bastante hambre, me sabía muy bien (Aut, 132).

La aventura no acaba de manera lamentable, pues, aún sufriendo los duros efectos de la penuria y los envites del tiempo inclemente, comenta con gracejo -el humor verdadero se advierte y destaca en las adversas circunstancias- que, como el agua del mar mojó el pan y el queso, ya de por sí salados, le añadieron más sal. Y como tenía mucha hambre, le fueron muy sabrosos.

Más adelante el santo recuerda su viaje a Roma, y comenta que toda su biblioteca ambulante consistía en el Breviario y una Biblia. Añade que era de letra pequeña, un ejemplar de reducidas proporciones, manejable, a fin de poder leerla todos los días, incluso en los viajes, y añade: porque siempre he sido aficionado a la lectura de la Biblia (Aut, 151).

Lo que más siente es que, al ingresar inmediatamente en el Noviciado de los jesuitas, le retiran la Biblia. Lo que la tormenta no fue capaz de arrebatarle, lo hicieron los jesuitas: despojarlo de La Biblia: Al llegar al Noviciado me colocaron (en una celda) que había todos los libros que había menester, menos la Biblia, que yo tanto apreciaba. Cabalmente, con la ropa de mi uso se llevaron también la Biblia que yo había traído; la pedí y me dijo: Bien; Pero la Biblia jamás la vi hasta que tuve que salir por enfermo, que entonces me la devolvieron (Aut, 151)7.

Va a Roma para ser misionero destinado a la universalidad de la Iglesia. ¿En qué radicará la aportación más genuina de su misión? Claret nos dará el preciado regalo de la Biblia, leída cada día con simplicidad de fe, que no retiene celoso como un cofre para sí. Va a abrirla y prodigarla, predicarla con celo ardiente a una humanidad menesterosa y sedienta.

Así lo recordamos, durante su éxodo, en medio de la tormenta y de la noche, apretando la Biblia en su regazo, guardándola como a su único tesoro, defendiéndola como se protege a una criatura, que se ha

7Recordando estos tiempos, escribía el 12 de julio de 1857 al P. Juan Nepomuceno Lobo, su provisor en Cuba y luego novicio en la Compañía: «Ya hace algún tiempo que el Señor me cría y me trata a lo jesuita, esto, es, quitándome lo que más quiero y negándome lo que más deseo» (Epistolario Claretiano I, 1375-1376).

dado a luz. En efecto, si la Biblia le ha dado a luz, él, también, ha dado a luz a la Biblia, la ha alumbrado y dado a conocer al mundo como apóstol y misionero8.

8 En un texto de exhortación a la lectura hablará expresamente de la Biblia con estos términos: Todo estudiante ha de tener un ejemplar de la Santa Biblia que di a luz (Monasterio de el Escorial. Plan de estudios para los Seminarios, en Miscelánea interesante, Barcelona 1865, 163).

PRIMERA PARTE

LA BIBLIA, VOZ VIVA DE DIOS

QUE LE HABLA Y TRANSFORMA

1. Contexto vital. Situación de la Biblia en España

Antonio Mª Claret nace en Sallent (Barcelona) en 1807 y muere desterrado en Fontfroide (Francia) en 1870. Su existencia transcurre a lo largo de todo el siglo XIX, impregnándolo con su presencia.

El ambiente general de la espiritualidad en España, durante el período que abarca desde 1800 a 1875, resulta más bien sombrío. La vida sobrenatural del pueblo de Dios es pobre y desnutrida. Está falta del consuelo que podría otorgarle la luz del Evangelio.

La piedad que mantiene a la población cristiana es, desde un punto de vista doctrinal, escasa, moralizadora y con frecuencia culpabilizante. El mensaje principal que se transmite por los cauces habituales, sea a través de las misiones populares, sea por los libros de devoción, acentúa el tema de los novísimos mediante un tratamiento calamitoso, lindando con la catástrofe: exigua brevedad de la vida, vanidad de este mundo pasajero, insistencia en el pecado y sus consecuencias mortíferas, explicación detallada, rayana en la casuística, de los mandamientos de la ley de Dios.

Las más hermosas y consoladoras verdades de la fe cristiana, como el amor y la gracia de Dios se silencian y no se tratan con la profundidad ni la frecuencia con que se debiera9.

Aunque sea de soslayo, como paréntesis ilustrador, el amor a la Biblia de Claret se muestra en la forma de tratar estos temas teológicos «terminales» o «novísimos». El filósofo Balmes así lo reconoce: El señor Claret, al describir las eternas sanciones, mayormente las penas del infierno, evita ex profeso ponderaciones e imágenes que no sean del Evangelio o de la Escritura10.

Concentrándonos en la acogida y lectura de la Biblia en España, podemos pintar con brochazos oscuros una penosa situación de empobrecimiento: La formación bíblica fue completamente nula en este tiempo. La lectura de la Sagrada Escritura, muy escasa. Y menos mal que empiezan a autorizarse y publicarse versiones en castellano de la misma (traducción de Scío, Valencia 1790-93; traducción de

9A fin de conocer la perspectiva general de la época que nos ocupa, véase B. Jiménez Duque, Líneas de espiritualidad en ese período, en Historia de la Iglesia en España, V. La Iglesia en la España contemporánea (dirigida por R. García Villoslada), Madrid 1979, 410-413.

10Cita tomada de R. Casals, Devoción a la Escritura del B. Claret: Ilustración del Clero, 28 (1934) 237.

Torres Amat, Madrid 1823-25). Pero, aun esas Biblias en castellano, apenas llegan más que al clero. Esta fue, reconozcámoslo, una deficiencia grave en la espiritualidad de entonces11.

Aún podemos recoger otro testimonio que abunda en tan deplorable situación: No le tocaron al P. Claret tiempos florecientes para los estudios bíblicos y menos en nuestra patria. Los años que corren entre 1800 a 1870 son de los más calamitosos bajo este punto. Mientras en el campo protestante se despertaba la crítica textual y literaria y aparecían las primeras colecciones de comentarios a toda la Sagrada Escritura y estudios particulares sobre diversas cuestiones... en el campo católico era apenas nada lo que se hacía, contentándose con lo del pasado. Y menos mal si en España, sobre todo, hubiéramos vuelto a nuestros grandes exegetas del Siglo de Oro. Estos eran ignorados o preteridos y en las aulas bíblicas de los Seminarios se daban las Introducciones de Lamy B., Janssen, Glaire, Wouters, y se contentaban con los Comentarios clásicos de A. Lápide, Tirini y Menoquio, cuando no simplemente con las notas del P. Scio12.

La Iglesia, como una buena madre, con un sincero deseo de protección -más bien diríase de excesiva protección-, pretende evitar a todo trance el contagio protestante, la influencia de la teología liberal que tanto acentuaba el predominio de la razón con menoscabo de la fe. La Iglesia no quiere que a sus hijos les llegue los fríos ni les ataquen los resfriados en esta larga noche de tormenta en Europa. Cierra las puertas, a cal y canto, a todo posible contagio; pero con ello se acarrea un gravísimo mal de incalculables consecuencias: priva del consuelo profundo de la Palabra. De hecho la Biblia no se conoce ni se lee. Son éstos tiempos de infortunio, por ser tiempos de olvido y de ignorancia de la Palabra de Dios.

En medio de este paisaje desolador surge providencialmente la figura del P. Claret: como un don de Dios a la Iglesia, válido para toda la familia de los hijos de Dios. Claret es un enamorado de la Sagrada Escritura y un apóstol de su lectura. Hoy parecería un tópico. En realidad fue en caso singular en la Iglesia de su tiempo y, por ello, tanto más admirable y digno de destacarse13.

2. La Biblia, una saeta que le traspasó el corazón. Me ocurrió como a Saulo

El acontecimiento que va a sacar a Claret de una obsesión febril, de una situación de descentramiento de Dios, que no conocía ya aquel amor primero, marcado por el fervor y dedicación a las cosas del Padre, es la escucha de la Palabra. La Biblia acogida le transtorna y transforma. Toda la secuencia de su conversión, relatada por él mismo, se ilumina cuando se pone en paralelismo con la conversión de Pablo. De esta manera similar la interpreta: Me ocurrió como a Saulo.

11Cf. B. Jiménez Duque..., 414.

12M. Peinador, La edición de la Vulgata del Beato Padre Claret: Ilustración del Clero 42 (1949) 374.

13M. Orge, Inspiración y fundamentación bíblica del carisma claretiano: C.M.F. Nuestro Proyecto de Vida Misionera, Roma 1993, 190.

2.1. El delirio de la fabricación

El santo habla de un resfriado, no de una grave enfermedad, ni de una tibieza espiritual. Con tres frases, de manera insistente, describe el mal que le aquejaba14. Además, el adjetivo todo muestra que su atención se halla por completo focalizada y absorbida: Todo mi objeto, todo mi afán, era la fabricación. Por más que diga, no lo encareceré bastante; era un delirio el que yo tenía por la fabricación. Delirio que se convierte en desvarío. En un momento, Claret retrata gráficamente lo que le ocurre: Durante la misa tenía más máquinas en la cabeza que santos no había en el altar (Aut, 67).

Queda reducido a ser esclavo sumiso de una pasión dominante, casi obsesiva: la fabricación. Bien es verdad que esta manía no era destructiva como en Pablo, quien, en su defensa a ultranza de su monoteísmo judío, quería acabar con el peligro del naciente cristianismo.

En los tres primeros años que estuve en Barcelona me resfrié mucho en el fervor que tenía cuando estaba en mi patria. Es verdad que recibía los santos sacramentos algunas veces entre año, que todos los días de fiesta y de precepto oía misa y cada día rezaba a María Santísima el santo Rosario y algunas otras devociones; pero no eran tantas ni tan fervorosas como antes. Todo mi objeto, todo mi afán, era la fabricación. Por más que diga, no lo encareceré bastante; era un delirio el que yo tenía por la fabricación (Aut, 66).

2.2. Experiencia en el Espíritu

Era preciso que el Señor lo conmoviese y espabilara, sacándolo de su aletargado sopor. En términos atrevidos, casi de apuesta, el evangelio le pone en una situación límite. Aunque el hombre logre conquistar con su industria y destreza las riquezas del mundo entero, para qué sirve si pierde su alma (o su vida, precisa el texto griego del evangelio). Ante la salvación eterna, los demás bienes quedan relativizados y empequeñecidos.

El joven Claret toma una opción radical. Se decide, al fin, por un valor absoluto, que ni los ladrones roban ni la polilla corrompe: Jesucristo, el que nos habla en la Palabra y por quien está dispuesto a perder todas las cosas con tal de ganarle a él.

El pasaje del evangelio operó un vuelco en su existencia, como a Pablo en el camino de Damasco. Le hizo bajar del caballo, descabalgar de su vida errada, de esa barahúnda atropellada de máquinas y cosas:

14 Su humildad le induce a cargar las tintas sobre su vida pasada. El joven Claret cumplía con sus deberes religiosos. Pero extrema las palabras para conjurar el peligro a que puede conducir una afición exagerada y dominante. Su biógrafo, que lo conocía personalmente, Francisco de Asís Aguilar, escribe: Puedo asegurar... que nunca fue calavera ni disipado (Vida del Excmo. E Ilmo Sr. D. Antonio María Claret, misionero apostólico, arzobispo de Cuba y después de Trajanóplis, Madrid 1871, 21).

En medio de esta barahúnda de cosas, estando oyendo la santa Misa, me acordé de haber leído desde muy niño aquellas palabras del Evangelio: ¿De qué le aprovecha al hombre el ganar todo el mundo si finalmente pierde su alma? Esta sentencia me causó una profunda impresión... fue para mí una saeta que me hirió el corazón (Aut, 68).

En estos momentos decisivos recuerda la palabra del evangelio. Importa anotar que no dice que escuchó del sacerdote el evangelio (como aconteció a san Francisco de Asís) o que lo leyó personalmente (como san Agustín), sino: me acordé. El evangelio era ya en él una memoria dormida, latía en su interior. En el contexto sagrado de la celebración eucarística se despertó, salió a luz, traspasándole el corazón con la fuerza de una saeta.

Se trata de una acción que el Espíritu Santo suscita. El es la memoria viva de la Escritura dentro de la Iglesia. Según el evangelio de san Juan, el Espíritu recuerda las palabras de Jesús: Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho (Jn 14, 26). Las palabras se oyen o leen muchas veces, luego se guardan o vegetan dormidas en la memoria; hace falta alguien que las haga resonar; esto es, recordarlas, o pasarlas por el corazón con toda su viveza. Tal es la función y papel del Espíritu Santo en la Iglesia: hacer comprender, entender e interiorizar las palabras de Jesús15.

2. 3. Incertidumbre

15 Cf. G.Johnston, The Spirit-Paraclet in the Gospel of John, Cambridge, 1970, 86.

Pero el santo no sabe a qué atenerse. Señala su estado de ánimo, desasosegado: yo pensaba y discurría qué haría, pero no acertaba (Aut, 68). Se halla sumido en el desconcierto, ignora qué senda emprender. Tiene el corazón herido por un saeta que le ha traspasado, pero sus ojos no ven, ni su corazón conoce el camino recto por donde dirigir sus pasos.

Le ocurre como al mismo Pablo, camino de Damasco, tras el encuentro con el Señor. Esa luz poderosa que le derriba del caballo se convierte, de manera paradójica, en ceguera que le ofusca y entenebrece: Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada (Hch 9, 8).

2. 4. Mediación de la Iglesia

A fin de que la experiencia fuese salvadora -no traumatizante ni disgregadora- hacía falta un Ananías que le echara una mano y guiase, pues se hallaba sumido en aciago atolladero. Toda auténtica vocación acontece dentro de la Iglesia.

A veces no se repara suficientemente en que la vocación de Pablo acontece en el marco teológico de otra llamada divina a Ananías. Ambas se ubican en el ámbito de la Iglesia. La intervención de Ananías resulta decisiva y providencial para la conversión de Pablo (Hch 9, 10-19). Sin aquél no habría existido el apóstol Pablo16.

Como Pablo necesitaba un Ananías porque no veía, asimismo el joven Antonio busca la orientación tutelar de la Iglesia. Por eso dirige sus pasos hacia alguien de la Iglesia que le esclarezca el camino:

Me hallé como Saulo por el camino de Damasco; me faltaba un Ananías que me dijese lo que había de hacer. Me dirigí a la Casa de San Felipe Neri, di una vuelta por los claustros y vi un cuarto abierto; pedí permiso y entré, y hallé a un hermano llamado Pablo, muy humilde y fervoroso, y le referí sencillamente mi resolución. Y el buen hermano me oyó con mucha paciencia y caridad, y con toda humildad me dijo: Señor mío, yo soy un pobre lego; no soy yo quien ha de aconsejar a V.; yo le acompañaré a un Padre muy sabio y muy virtuoso, y él le dirá lo que V. debe hacer. En efecto, me condujo al P. Amigó. Me oyó y celebró mi resolución, y me aconsejó que estudiase latín, y le obedecí (Aut, 69).

2. 5. Visión completa

16Sobre la importancia de Ananías en el proceso de conversión de Pablo véase Ph. Bossuit-J.Radermakers, Témoins de la Parole de la Grâce. Lecture des Actes des Apôtres, II, Bruxelles 1995, 315- 315.

En efecto, tras el encuentro con este sacerdote de la Iglesia, Claret recobra la visión. Hasta el mismo texto lo señala de manera plástica: Se despertaron en mí los fervores de piedad y devoción, abrí los ojos (Aut, 70).

Repárese en la fiel analogía entre ambos finales felices: Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: Saulo, hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Al instante cayeron de sus ojos unas como escamas, y recobró la vista; se levantó y fue bautizado. Tomó alimento y recobró las fuerzas. Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco (Hch 9, 17-19).

Uno y otro, Pablo y Claret, son integrados en el seno maternal de la Iglesia. Sólo desde la Iglesia su vocación y apostolado serán fecundos.

2. 6. Parentesco apostólico con Pablo

Claret experimenta, desde entonces, una fuerte vinculación con Pablo. Como él, trabaja sin descanso, sufre todas las penalidades, incluso se complace en las tribulaciones y se gloría en la cruz.

Así lo reconoce abiertamente y confiesa con vehemencia:

Pero quien me entusiasma es el celo del apóstol San Pablo. ¡Cómo corre de una a otra parte, llevando como vaso de elección la doctrina de Jesucristo! Él predica, él escribe, él enseña en las sinagogas, en las cárceles y en todas partes; él trabaja y hace trabajar oportuna e importunamente; él sufre azotes, piedras, persecuciones de toda especie, calumnias las más atroces. Pero él no se espanta; al contrario, se complace en las tribulaciones, y llega a decir que no quiere gloriarse sino en la cruz de Jesucristo (Aut, 224)17.

3. La Biblia le descubre el camino de su vida: la voluntad de Dios

Tras esta fuerte sacudida, herido por la saeta de la Palabra, el joven Claret piensa y cavila; no se cansa de dar vueltas y discurrir qué tendría qué hacer y cómo para salvar las almas. Ruega al Señor y a María, su madre. Se pone en absoluta disposición, con el alma en vilo, ofrecida. No quiere sino conocer la voluntad del Señor a fin de cumplirla.

Siguiendo la imagen de la parábola evangélica, Claret se prepara y cultiva, desbroza los impedimentos (zarzas que puedan ahogar la Palabra y piedras que la esterilicen), se abre de par en par

17Se ha dicho con toda razón que muchos rasgos de san Pablo aparecen en San Antonio Mª Claret, sobre todo su amor apasionado a Cristo y su fogosidad apostólica, reflejada principalmente en la llamada definición del misionero (San Antonio Mª Claret. Escritos Autobiográficos, Madrid 1981, 189, n. 93).

a la acción del Señor. ¿Cómo llegará la voz divina a su corazón de tal manera que él alcance a descubrir su voluntad? ¿Cómo nacerá el apóstol y el profeta en la Iglesia?

Por supuesto, mediante una vida espiritual intensa, de constante atención y de estar alerta; mediante la oración intensa, la lectura espiritual..., pero el lugar privilegiado, en donde se van a encontrar verdaderamente Dios y Claret, el momento crucial de la cita en el que Dios dirá su definitiva palabra y revelará su designio, lo constituye la lectura de la santa Biblia. El joven así lo reconoce:

Desde que me pasaron los deseos de ser cartujo, que Dios me había dado para arrancarme del mundo, pensé, no sólo en santificar mi alma, sino también discurría continuamente qué haría y cómo lo haría para salvar las almas de mis prójimos. Al efecto, rogaba a Jesús y a María y me ofrecía de continuo a este mismo objeto. Las vidas de los santos que leíamos en la mesa cada día, las lecturas espirituales, que yo en particular tenía, todo me ayudaba a esto; pero lo que más me movía y excitaba era la lectura de la Santa Biblia, a que siempre he sido muy aficionado (Aut, 113).

3.1. Textos vocacionales

Claret ha reunido un selecto florilegio, una antología de los pasajes de la Biblia, que le han orientado en su rumbo, y que representan la clave para entender su vocación y tarea.

El joven Claret es seminarista en Vic. En un ambiente recogido y exigente, siguiendo las orientaciones del obispo Corcuera, se esmera por encontrar la voluntad de Dios a través de una lectura asidua de la Biblia. Hay que insistir en esta específica modalidad. La práctica no es ocasional, ejercitada al azar, de vez en cuando, sino continua y perseverante, a base de dos capítulos diarios. Abiertamente lo confiesa: Había pasajes que me hacían tan fuerte impresión, que me parecía que oía una voz que me decía a mí lo mismo que leía. Muchos eran estos pasajes, pero singularmente los siguientes (Aut, 114-115).

Sólo entonces, el joven seminarista descubre lo que toda su alma inquieta con tanto ahínco buscaba-:las más firmes verdades de su vida y el cabal cumplimiento de su misión, los pilares que van a sostener con fundamento su intensa acción evangelizadora. Veámoslos, sirviéndonos de sus mismas citas y aplicaciones correspondientes:

a) Descubre el cimiento inquebrantable de su vocación. Se sabe llamado por el Señor: Yo te he tomado de los extremos de la tierra y te he llamado de sus lejanas tierras. Y te dije: Siervo mío eres tú, yo te escogí y no te deseché (Is 41, 9).

Con estas palabras conocía cómo el Señor me había llamado sin mérito ninguno de parte de patria, padres ni mía (Aut 114).

b) Descubre que el Señor es su auxilio y amparo; le ha protegido de continuo y, por tanto, no hay que desmayar: No temas que yo estoy contigo; no declines, porque yo soy tu Dios: te conforté y

te auxilié, y te amparó la derecha de mi justo (Isaías 41, 10). Aquí conocí cómo el Señor me sacó en bien de todos los apuros que he referido en la primera parte y de los medios de que se valió (Aut, 115).

c) Descubre la magnitud de la hostilidad que se avecina: enemigos y persecuciones, que serán grandes, terribles y espantosas. Pero la presencia del Señor le anima y consuela. Serán como si no fuesen, porque el Señor le conduce por su mano: He aquí que confundidos y avergonzados serán todos los que pelean contra ti: serán como si no fuesen y perecerán los hombres que te contradicen. Porque yo soy el Señor tu Dios, que te tomo por la mano y te digo: No temas que yo te he ayudado (Isaías 41, 13).

Conocía los grandes enemigos que tendría, y las terribles y espantosas persecuciones que se levantarían contra mí (Aut 116).

d) Descubre la fuerza de su predicación capaz de destruir el pecado y quebrantar los males: Yo te puse como un carro nuevo que trilla armado de dientes serradores; trillarás los montes y los desmenuzarás y reducirás como a polvo los collados. Los aventarás, y el viento los llevará y los esparcirá el torbellino, y tú te regocijarás en el Señor y te alegrarás en el Santo de Israel (Isaías 41, 15-16).

Por estas palabras el Señor me daba a conocer el efecto que había de causar la predicación y la misión que él mismo me confiaba. Los montes quiere decir los soberbios, racionalistas, etc., etc., y con nombre de collados quiere que entienda los lujuriosos, collados por donde todos los pecadores vienen a pasar. Yo les argüiré y convenceré y por esto me dice (Aut, 117).

e) Descubre la universalidad de su misión, que concierne no sólo a unos pocos. Hay mucha hambre de la Palabra de Dios, y existen muchos sedientos y famélicos. Dios quiere atenderlos. ¿De quién se va a servir? Claret se ofrece: Los menesterosos y los pobres buscan aguas y no las hay; la lengua de ellos se secó de sed. Yo el Señor les oiré; yo el Dios de Israel no les desampararé. Yo haré salir ríos en las cumbres de los collados y fuentes en medio de los campos, y los que en el día son áridos desiertos, serán estanques de buenas y saludables aguas (Isaías 41, 17-18).

El Señor me dio a conocer que no sólo tenía que predicar a los pecadores sino también a los sencillos de los campos y aldeas había de catequizar, predicar, etc., etc.,(Aut, 118).

f) Descubre la tremenda responsabilidad de su misión. Es un centinela siempre alerta. Tiene que ser permanente vigilante. Como el Señor, el guardián de Israel, que no duerme ni reposa. No debe incurrir en el bíblico delito de sangre. Si el pecador muere por no haber sido avisado, el profeta comete el mismo pecado que el centinela negligente, que no avisa que se acercan los enemigos, y la ciudad, despreocupada y no amonestada, es tomada, saqueada y sus habitantes pasados a cuchillo: Hijo del hombre, yo te he puesto por centinela a la casa de Israel; y oirás la palabra de mi boca y se la anunciarás de mi parte. Si diciendo yo al impío: de cierto morirás; tú no se lo anunciares, ni le hablares para que se aparte del camino impío y viva; aquel impío morirá en su maldad, mas la sangre de él de tu mano la demandaré. Mas si tú apercibieres al impío y él no se convirtiere de su impiedad y de su impío camino, él ciertamente morirá en su maldad, mas tú salvaste tu alma (Ezequiel 3, 18-19).

g) Oye la voz del Señor, que le avisa con ruegos insistentes y le llama a predicar a todo el mundo. Obedece a la voz de Dios con una decidida determinación:

En muchas partes de la Santa Biblia sentía la voz del Señor que me llamaba para que saliera a predicar. Así es que determiné dejar el curato e irme a Roma y presentarme a la Congregación de Propaganda Fide para que me mandase a cualquier parte del mundo (Aut 120)18.

3.2. Rasgos peculiares de su lectura bíblica

Se dan en Claret una serie de características peculiares, dignas de ser valoradas con atención y comentadas con detalle. El santo nos ofrece la hermenéutica:

a) Profunda conmociónSu lectura de la Palabra no cae en la rutina, no es fría, ni anodina, ni costumbre mecánica ni

superficial curiosidad. El mismo señala -¡atención a la fuerza expresiva de sus vocablos!- lo que le acontecía al leer la Biblia: Lo que más me movía y excitaba... Había pasajes que me hacían tan fuerte impresión.

Como se deja ver en la impresión producida, el joven se sentía movido y sacudido. La lectura de la Biblia produce un profundo estremecimiento.

b) Diálogo vivo con DiosPara Claret la Biblia no es un libro cubierto de polvo. Mediante su atenta lectura no se informa

de cosas de Dios, ni rememora la epopeya remota del pueblo judío. La Biblia no es un conjunto de viejas historias del pasado, enterradas en el desván de los olvidos. El joven busca no una información acerca de Dios, sino escuchar la voz viva de Dios que le llama.

Así lo manifiesta: me parecía que oía una voz que me decía a mí lo mismo que leía, el Señor me decía... En muchas partes de la Biblia sentía la voz del Señor, que me llamaba.

El abismo entre el pasado del escrito bíblico y el presente del lector se ha superado. Dios y Claret se sitúan en idéntica plataforma de comunicación, en un presente actualizado. Sólo en este marco de contemporaneidad acontece la revelación divina: Dios habla y su siervo escucha.

c) Nuevo conocimiento de la voluntad del Señor

18El santo refiere aquí un pasaje bíblico por el que siente una profunda afinidad y afición. Es el texto que Jesús proclama en la sinagoga de Nazaret, y que lo hace suyo, como todo un programa de su vida y predicación: Y de un modo muy particular me hizo Dios Nuestro Señor entender aquellas palabras: Spiritus Dominis super me et evangelizare pauperibus misit me Dominus et sanare contritos corde (Is. 61, 1). Sobre este texto es preciso volver más adelante.

La lectura de la Biblia es fuente de conocimiento. Hasta este momento Claret no sabe; discurre y se afana, buscando la manera de responder a Dios, pero ignora qué hacer y cómo hacerlo. Da vueltas buscando, como un ciego. No acierta a ver el camino concreto. De esta situación de angustia le sacará la lectura de la Biblia. Esta le va a señalar, como una brújula, la ruta, le va a indicar cuál es su puesto en la historia de la salvación, su vocación concreta dentro del designio de salvación.

Si antaño su visión ha sido borrosa, ahora se va a tornar patente. Va a contemplar despejado de brumas el camino que se le abre con la orientación de la Palabra de Dios.

Detengámonos en sus peculiares expresiones, entresacadas de sus testimonios anteriores: Con estas palabras conocía cómo el Señor me había llamado sin mérito ninguno... Aquí conocí cómo el Señor me sacó en bien de todos los apuros...Conocía los grandes enemigos que tendría, y las terribles y espantosas persecuciones que se levantarían contra mí...El Señor me dio a conocer que no sólo tenía que predicar a los pecadores sino también a los sencillos de los campos y aldeas...Y de un modo muy particular me hizo Dios Nuestro Señor entender aquellas palabras.

El conocimiento que se deriva de esta lectura resulta inmediato. Como si la Palabra de Dios fuese un fiel espejo en donde Claret reconoce su verdadera imagen. Se siente retratado, identificado con asombrosa nitidez. Consigue, al fin, saber desde lo más hondo de su ser cuál es la voluntad de Dios, que él tiene que cumplir. Sin esta luz que le proporciona la lectura de la Biblia, el joven Claret andaría perdido, errando entre las hojas secas de los libros devocionales y los laberintos de la vida, como un vagabundo que no logra arribar a ninguna parte.

4. Presencia victoriosa de María y magnitud de la persecución

Claret narra una fuerte tentación que sufrió contra la virtud de la pureza con el desenlace feliz de victoria gracias a la presencia de María que le conforta. La vivencia del hecho trasciende con creces la dimensión particular de una anécdota ascética. Muestra las peculiares características que irán revistiendo su misión. He aquí el relato:

Cuando estudia(ba) en Vich el segundo año de Filosofía me sucedió lo siguiente: En invierno tuve un resfriado o catarro; me mandaron guardar cama; obedecí. Y un día de aquellos que me hallaba en cama, a las diez y media de la mañana, experimenté una tentación muy terrible. Acudía a María Santísima, invocaba al Angel Santo de mi guarda, rogaba a los [santos]de mi nombre y de mi especial devoción, me esforzaba en fijar mi atención en objetos indiferentes para distraerme y así desvanecerme y olvidar la tentación, me signaba la frente a fin de que el Señor me librase de malos pensamientos. Pero todo fue en vano (Aut, 95).

Finalmente, me volví del otro lado de la cama para ver si así se desvanecía la tentación, cuando he aquí que se me presenta María Santísima, hermosísima y graciosísima; su vestido era carmesí; el manto, azul, y entre sus brazos vi una guirnalda muy grande de rosas hermosísimas. Yo en Barcelona había visto rosas artificiales y naturales muy hermosas, pero no eran como éstas. ¡Oh qué hermoso era todo! Al mismo tiempo que yo estaba en la cama, y en ese momento de boca arriba, me veía yo mismo como un niño blanco hermosísimo, arrodillado y con las manos

juntas; pero no perdía de vista a la Virgen Santísima, en quien tenía fijos mis ojos, y me acuerdo bien que tuve este pensamiento: ¡Ay! Es mujer y no te da ningún mal pensamiento; antes bien, te los ha quitado todos. La Santísima (Virgen) me dirigió la palabra y me dijo: Antonio, esta corona será tuya si vences. Yo estaba tan preocupado que no acertaba a decirle ni una palabra. Y vi que la Santísima Virgen me ponía (en la cabeza) la corona de rosas que tenía en la mano derecha (además de la guirnalda, también de rosas, que tenía entre sus brazos y el lado derecho). Yo mismo me veía coronado de rosas en aquel niño, ni después de esto dije ninguna palabra (Aut, 96).

Este suceso, del todo elocuente y fundamental para Claret, debe ser tenido en cuenta e interpretado19.

Se trata de una experiencia similar a la padecida por san Ignacio de Loyola. Justamente cuando estaba convaleciente, sufre una tentación o lucha entre los pensamientos pasados y los nuevos deseos de imitar a los héroes de santidad. En este trance recibe la visita de la Virgen, con el Niño, que le provocó tanto asco de la vida pasado y especialmente de cosas de carne, que le parecía habérsele quitado del ánima todas las especies que antes tenía en ella pintadas. Su voluntad y afectividad quedan, desde entonces, centradas en el amor del Señor, vividas en castidad consagrada20.

Claret, al igual que Ignacio de Loyola, libera su energía sexual, la sublima y la trasciende en creatividad y fuerza apostólica. Mas no se trata de una tentación contra la castidad, sin mayor transcendencia, tal como narran con frecuencias los eremitas en el desierto. En Claret sucede algo que le va a marcar, merced a la luz de la Palabra. Esta le recordará el hecho, concederá su comprensión cabal y lo situará en su justa proporción:

En las témporas de Santo Tomás del mismo año de 1834 recibí el diaconado. Cuando el Prelado, en la ordenación dijo aquellas palabras del Pontifical que son tomadas del Apóstol San Pablo: No es nuestra lucha solamente contra la carne y la sangre, sino también contra los príncipes y potestades, contra los adalides de estas tinieblas... Entonces el Señor me dio un claro conocimiento de lo que significaban aquellos demonios que vi en la tentación de que ya se ha hecho mención en el capítulo anterior (Aut, 101).

El texto bíblico pertenece a la carta a los Efesios21 La Palabra de Dios, como en otras ocasiones de su vida, le otorga un claro conocimiento, le ilumina. Entonces comprende la magnitud de su

19Que san Antonio Mª Claret atribuyera gran importancia a este suceso de juventud, lo demuestra el hecho de que, años más tarde, lo haya narrado nada menos que cuatro veces en sus escritos y otras más, cubierto por el anonimato, en pláticas (J. M.Lozano, Un Místico de la acción..., 138-139). Para su interpretación ascética y mística, cf. pp. 131-145.

20Cf. Autobiografía, c. 1, n 10, en Obras Completas de S. Ignacio de Loyola, Madrid 1952, 35.

21 La cita exacta es Ef 6,2.

apostolado y la severidad de la persecución -una grande muchedumbre de demonios- que contra él, como apóstol del evangelio, se va a desencadenar.

Toda la hostilidad posterior, padecida por el santo, con toda su carga de acometidas y de odios crueles, que no cejó ni en la hora de su muerte, se encargó de demostrar hasta la saciedad que esta tentación contra la castidad, la visión de la Virgen con la luz de la Palabra de Dios, no eran efecto de unos sueños juveniles o producto literario de una atrevida metáfora.

El santo entiende su apostolado no como una acción individual, escaramuza de héroe en solitario, sino en estrecha colaboración activa con el Señor de la vida y en comunión con los santos. Su apostolado se une a la oración e intercesión de los santos, testigos del Señor que piden por la Iglesia peregrina y evangelizadora:

Vi, además, un grupo de santos que estaba a su mano derecha en además de orar; no les conocí; sólo uno me pareció San Esteban. Yo creí entonces, y aun ahora estoy en esto, que aquellos santos eran mis Patronos, que rogaban e intercedían por mí para que (no) cayera en la tentación (Aut, 97).

La acción evangelizadora se halla en permanente lucha contra Satanás y sus secuaces:

Después, a mi mano izquierda, vi una grande muchedumbre de demonios que se pusieron formados como los soldados que se repliegan y forman después que han dado una batalla, y yo me decía: ¡Qué multitud y qué formidables! (Aut 97).

El mundo -en su acepción joánica- está sometido al poder tiránico del Diablo, el poder de las tinieblas (peculiar designación utilizada por el mismo Jesús, en el atrio literario de la narración de su pasión, Lc 22, 53), y su imperio de satélites. Apocalipsis mencionará al gran Dragón y a sus dos engendros: la primera y la segunda Bestia (13). Efesios habla de los príncipes y potestades, contra los adalides de estas tinieblas.

En tales referencias neotestamentarias se emplea un lenguaje apocalíptico que pretende, por medio de su realismo expresivo, resaltar el tremendo poder del Maligno, que lucha sin desmayo contra Dios y no ceja de perseguir a la Iglesia durante todo el arco de la historia de la salvación.

En este combate a muerte, al joven Claret le es dado conocer la estrategia de Dios. El va a vencer a la Serpiente antigua, a Satanás, el padre de la mentira, con la intervención de María, ya presentida en la mujer del Génesis, y la presencia definitiva de su Hijo que cuenta con la colaboración de los hermanos de Jesús. Machacarán su cabeza.

Claret insiste varias veces en la hermosura y la imbatibilidad de la Virgen. Es bella y rutilante porque ya ha vencido el pecado y su devastación. Estas cualidades de hermosura y capacidad para la lucha, la decoran con dos adjetivos a manera de perlas preciosas: bellísima y victoriosa. Su figura

aparece como un eco del Cantar 6,10: ¿Quién es esa que se asoma como el alba, hermosa como la una y limpia como el sol, terrible como escuadrón preparado para la batalla? También en manifiesta remembranza - leída en clave mariana, de Ap 12,1-: Una gran señal apareció en el cielo: una mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.

Claret experimentó la presencia protectora de la Virgen. Este favor singular que le amparó en aquel trance crucial lo hace extensivo a su vida apostólica; lo que experimenta él mismo no deja de comunicarlo como gracia universal a todos los evangelizadores en la Iglesia. Claret contará ya para siempre con la presencia de María. Se siente saeta bruñida en sus manos.

Resulta muy ilustrativo recordar la oración que compuso más tarde y que rezaba al comienzo de cada misión: se entreteje con los recuerdos de esta visión victoriosa.

RELATO AUTOBIOGRÁFICO ORACIÓN APOSTÓLICA

Me veía como un niño blanco y hermosísimo, arrodillado (Aut, 96)

Soy hijo y ministro vuestro, formado por Vos (Aut, 270)

Vi una muchedumbre de demonios...

Una tentación muy terrible (Aut, 95-97)

Contra Satanás, príncipe de este mundo, que tiene hecha alianza con la carne (Aut, 270)

¡Victoria de María!

Fue una especial gracia de María (Aut, 98)

A Vos sea la victoria. Vos venceréis. Reprimid la soberbia de Lucifer (Aut, 271)

Vi un grupo de santos... en ademán de orar... rogaban e intercedían por mí (Aut, 97)

Sois reina de los santos. Mandadles que rueguen por mí (Aut, 272)

No es nuestra lucha contra la carne y la sangre, sino también contra los príncipes y potestades, contra los adalides de estas tinieblas, el Señor me dio un claro conocimiento de lo que significaban aquellos demonios que vi en la tentación (Aut, 271)

Emprendo la batalla no sólo contra la carne y la sangre, sino también contra los príncipes de las tinieblas, como dice el Apóstol (Aut, 271

Su apostolado está marcado por este hecho crucial, que la Palabra de Dios interpreta. El entenderá toda obra misionera en la Iglesia como un combate durísimo contra las fuerzas del mal, pero que al fin acaba en triunfo de Dios. La victoria se halla decidida, pero la batalla aún persiste de forma encarnizada y sangrienta.

Las dimensiones de la pelea son cósmicas, descomunales. Se trata de una lucha contra el imperio del mal de este mundo, sometido a influjo satánico, y que revive con multitud de ramificaciones perversas y destructoras. En esta lucha a muerte el misionero no se encuentra solo. Le acompaña la Iglesia celeste, la intercesión de los santos, y la presencia materna de María, la Madre de Jesús. Ella es también mujer fuerte, valerosa y combatiente, anima a seguir luchando con su Hijo. La Virgen otorga una corona de triunfo, infunde una moral de victoria para que la Iglesia misionera nunca se venga abajo, no desista ni abdique de su noble tarea evangelizadora a pesar de tanta hostilidad.

SEGUNDA PARTE

CLARET, MISIONERO DE LA PALABRA DE DIOS

1. Misionero, conforme a la lectura de la Biblia

Si existe alguna palabra que retrate la identidad de Claret, que responda a lo que fue y a cuanto hizo a lo largo de toda su existencia, es, sin duda, ésta: misionero apostólico22. Obtuvo este título en 1841. Para él ser misionero apostólico significa de hecho prolongar la misión de Jesús y la de los apóstoles, en su vida y testimonio, enviados a anunciar el Evangelio. También incluye una misión universal, buscando la salvación de todos los habitantes del mundo, y asimismo una misión evangelizadora; pues la Palabra de Dios es el medio principal de salvación23.

Claret trabajó en primera línea, combatió en la brecha: anunció sin parar el evangelio. Nunca dejó de ser misionero, aun ocupando altos cargos de dignidad eclesiástica como arzobispo de Cuba, aun siendo confesor de la reina Isabel II. Misionero que mira de continuo el ejemplo de Jesús, le imita en su incesante actividad de predicación, porque queda seducido de cuanto dice e incluso de su forma de hablar y sencillas comparaciones. Le sigue fielmente ascendiendo las cumbres del Calvario. Hasta que por fin quede abrazado con él en la misma cruz de la persecución, del martirio y la muerte.

Podemos estructurar su vida, en orden a la claridad expositiva, según un fácil cómputo cronológico, en tres grandes etapas.

2. Misionero apostólico itinerante (1843-1850)

Pide ser liberado del cargo de sacerdote-regente de un pueblo de Cataluña (Viladrau), a fin de poder dedicarse plenamente a las misiones populares. Dos escenarios principales marcan su actividad en estos años. Trabaja intensamente en Cataluña (1843-1847), y también en las islas Canarias (1848-1849) con una labor extenuante. Regenera la vida cristiana de las islas. Le llaman -y aún hoy prosigue la buena gente de las islas Canarias, síntoma del mutuo afecto de antaño -el Padrito.

22 Como reflejo de esta honda conciencia con que el santo vivía su identidad, cabe recordar que en la primera Vida escrita de Antonio Mª Claret, redactada tan sólo un año después de su muerte, Fco. de Asís Aguilar, estampó como primer título misionero apostólico, dejando al margen otros como el de arzobispo o confesor regio: Francisco de Asís Aguilar: Vida del Excmo. E Ilmo. Sr. D. Antonio María Claret, misionero apostólico, Madrid 1871.

23San Antonio Mª Claret. Escritos autobiográficos...,26-27.

La característica singular de su actividad es su seguimiento de Cristo misionero. Claret predica porque ve a Jesús predicando; lo hace sin cesar, porque asimismo la actividad de Jesús es incesante. Se fija de continuo en la imagen que los evangelios configuran de Jesús: le imita con pasión de amante, en los detalles del enamorado24.

Leemos con atención sus palabras, con frecuencia encendidas de fuego apostólico. La imitación comporta dos aspectos. En primer lugar, predica directamente a Jesús mismo en su ser enviado, que no se detiene en los poblados núcleos, sino que atiende con solicitud a las perdidas aldeas. Incluso a una mujer samaritana, pobre, despreciada y herida por la vida:

Quien más y más me ha movido siempre es el contemplar a Jesucristo cómo va de una población a otra, predicando en todas partes; no sólo en las poblaciones grandes, sino también (en) las aldeas; hasta a una sola mujer, como hizo a la Samaritana, aunque se hallaba cansado del camino, molestado de la sed, en una hora muy intempestiva tanto para él como para la mujer (Aut, 221)25.

En segundo lugar, imita a Jesús hasta en la manera peculiar de sus dichos y ejemplos. Imita su estilo, comparaciones y su manera sencilla.

Desde un principio me encantó el estilo de Jesucristo en su predicación. ¡Qué semejanzas! ¡Qué parábolas! Yo me propuse imitarle con comparaciones, símiles y estilo sencillo (Aut, 222).

Su contemplación de Jesús no es reductora, sino cabal y completa; recorre toda su vida, desde el pesebre hasta la cruz26. Está siguiendo los impulsos de quien su corazón ama. Su corazón gravita irresistiblemente hacia Jesús:

24En la voluntad de hacer del Evangelio una regla inalterable de vida y en la obsesión por reproducir materialmente todos los rasgos del Salvador, nuestro Santo se acerca grandemente a san Francisco de Asís . (J.M.Lozano, Un Místico de la acción...., 206).

25Hasta obtiene energía para catequizar a los niños, recordando la conducta de Jesús: Una de las cosas que más me ha impelido a enseñar a los Niños ha sido el ejemplo de Jesucristo y de los Santos. Jesucristo dice: Dejad que vengan a mí los niños y no se lo estorbéis, porque de los que se asemejan a ellos es el reino de los cielos (Mc. X, 14) (Aut, 276).

26 Así en cada cosa me preguntaba y me pregunto cómo lo hacía esto mismo Jesucristo, con qué cuidado, con qué pureza y rectitud de intención. ¡Cómo predicaba! ¡Cómo (con)versaba! ¡Cómo comía! ¡Cómo descansaba! ¡Cómo trataba con toda clase de personas! ¡Cómo oraba! Y así en todo, por manera que, con la ayuda del Señor, me proponía imitar del todo a Jesucristo, a fin de poder decir, si no de palabra, de obra, como el Apóstol: Imitadme a mí, así como yo imito a Cristo (Aut, 367; cf. también 387).

Procuraba imitar a Jesús, que a mí y a todos nos dice: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas. Y así contemplaba continuamente a Jesús en el pesebre, en el taller, en el Calvario. Meditaba sus palabras, sus sermones, sus acciones, su manera de comer, vestir y andar de una a otra población... Con este ejemplo me animaba y siempre me decía: ¿Cómo se portaba Jesús en casos como éste? Y procuraba imitarle, y así lo hacía con mucho gusto y alegría, pensando que imitaba a mi Padre, a mi Maestro y a mi Señor y que con esto le daba gusto. ¡Oh Dios mío, qué bueno sois! Estas inspiraciones santas me dabais para que os imitara y fuera humilde. ¡Bendito seáis, Dios mío! ¡Oh si a otro le hubierais dado las gracias y auxilios que a mí, qué otro sería de lo que soy yo! (Aut, 356).

Su experiencia no es insólita ni extraña. Claret se alinea en la fila de los santos que han practicado un seguimiento de Cristo en la predicación itinerante y apostólica, como Sto. Domingo, san Francisco de Asís y san Ignacio de Loyola27.

En esta primera gran etapa de su vida puede hablarse de un seguimiento, sine glosa, del Jesús itinerante y misionero, el que predica incansable por pueblos y aldeas la buena noticia del Reino. M. Orge lo denomina con acierto: literalismo evangélico28.

3. Misionero, arzobispo en Cuba (1850-1857)

En esta nueva situación cobran relieve y hondura aquellos textos de la Biblia, en donde había encontrado su vocación. El primer propósito (fechado el 1de marzo de 1851) es una cita de Isaías, su profeta preferido: En el silencio y en la esperanza estará vuestra fortaleza (Is 30, 15).

El santo va conociendo la dimensión del mal que aborrasca el horizonte: contradicciones y persecuciones que no tardarán en aparecer. Intenta poner un sólido cimiento, para que su ardor misionero no decaiga, en la fuerza de la Palabra de Dios.

En Cuba, donde la situación religiosa, moral, social (existencia vergonzante de la esclavitud) se halla abandonada y tan urgente de reforma, Claret se entrega generosamente; allí dio toda su medida de apóstol y de colonizador humanísimo29. Procura concientizar a los responsables de la degradación de la dignidad humana en aquellas islas30.

27Cf. J. M. Lozano, Constituciones y textos..., 79.

28 M. Orge, Inspiración y fundamentación bíblica del carisma claretiano..., 197.

29 B. Jiménez Duque, Espiritualidad y apostolado, en Historia de la Iglesia en España, t. 5, Madrid 1979, 460.

30Cf. J. M. Cuenca Toribio, El Episcopado español en el pontificado de Pío IX, Valencia 1974, 82.

Su desvelo no conoce límites. En su deseo de mejorar la situación del pueblo, sacando tiempo de donde no lo hay, hurtando horas a su escaso sueño, escribirá un libro para mejorar el rendimiento agrícola de los isleños: Las delicias del campo (1855).

Los poderes reinantes, usurpadores y déspotas, no ven con buenos ojos el comportamiento del arzobispo. No lo tolera. Arrecia la persecución a base de anónimos, insidias, amenazas. El mal se desencadena, intenta atropellarlo; pero el santo no cede. Debe combatirlo. No callará. La palabra no está encadenada. En la Pastoral al Pueblo (1853, 3) señala:

Se nos eriza el cabello en la cabeza, y se nos hiela la sangre en las venas cada vez que pensamos en las palabras del mismo Dios, que nos dirige por el profeta Ezequiel haciéndonos saber que nos ha puesto por centinela y atalaya de este arzobispado. ¡Ay de Nos, si no vigilamos! ¡Ay de Nos, si no advertimos y avisamos al pecador, para que se convierta!, que si él muere en su pecado por nuestra omisión y negligencia, Nos pagaremos con nuestra alma su condenación!

El santo encuentra su consuelo permanente en la lectura de la Escritura, en la que cree su corazón y en donde vuelca todos sus azares. Basta leer con qué ansia acude a la Palabra de Dios y con cuánta porfía se apresura en esta siempre nueva contemplación de Jesús. Anota en los propósitos de los Ejercicios de 1854:

No desmayaré aunque sean pocos los que me vengan a oír y pocos los que se aprovechen, como sucedió a Timoteo31.

No desistiré por las persecuciones, calumnias ni contradicciones; cuantas más mejor. Me acordaré de los siete obispos del Apocalipsis 32. Después del sermón, silencio directo o indirecto. Paciencia de J.C., milagro continuo.

-Jesús en la columna..., ¿y yo?...

-Jesús en la Cruz... tiene sed de penas, ¿y yo?

Excusa y ruega por los mismos que...

-¿Por qué Jesús no se excusa ni se queja?... Porque es veraz y justo tiene los pecados ajenos... ¿y yo que tengo los propios, quid?33.

31 Aunque el santo no cita, debe referirse sin duda a 2 Tim 4, 2.

32En la exégesis de su tiempo los ángeles de las siete iglesias del Apocalipsis eran considerados obispos, ya desde la interpretación de san Agustín. Cf. E.B. Allo, L’ Apocalypse, Paris 41933, 30-31.

33Escritos autobiográficos..., 541.

Se realiza una confrontación con la persona de Jesús, tal como aparece en los evangelios, en la imagen de ser un Señor perseguido y paciente. Claret mira al espejo de Jesús y luego se mira a sí mismo a fin de configurarse con él.

Los ardientes y sinceros deseos de seguir a Jesús y de imitarle no han cambiado un ápice.

Escribe una carta pastoral sobre la Inmaculada34. La visión de María es la de una mujer que lucha contra el mal -tal como acontecía durante aquella visión de antaño; y que anima a seguir combatiendo contra todos los poderes malignos35.

Sufre un atentado en Hoguín (1856). El asesino a quien hizo salir de a cárcel intentó con una navaja cortarle el cuello, tras una predicación. Queda herido de muerte, pero se vuelve más intrépido en su trabajo. Se alegra por haber sido digno de derramar la sangre por Cristo. El hecho entra en la mística apostólica, comparable al fenómeno de los estigmas o llagas de san Francisco de Asís36.

El atentado de Holguín no es un episodio aislado, sino culminación de una violenta campaña de persecución siniestramente orquestada contra él. Le queman la hacienda en donde creían que iba a hospedarse. Le sobrevienen amenazas y más intimidaciones. Verdaderamente el poder de infierno se conjura contra él37.

Al final de su estancia en Cuba sigue encontrando el mismo refugio de la Palabra de Dios, lugar seguro en donde se cobijó al llegar a la isla: En el silencio y en la esperanza estará vuestra fortaleza (Is 30, 15).

4. Misionero, confesor de la Reina y exiliado (1857-1870)

Claret recibe carta de la reina Isabel II, suplicándole que se traslade inmediatamente a Madrid. Es nombrado oficialmente confesor de la reina. Se siente maniatado -su ideal (todo mi afán sería andar misionando) parece irrealizable. Literalmente le han cortado las alas:

Tengo unos deseos tan grandes de salir de Madrid para ir a predicar por todo el mundo, que no lo puedo explicar lo que sufro al ver que no me dejan, sólo Dios lo sabe. Cada día tengo de hacer

34San Antonio Mª Claret. María Inmaculada. Carta pastoral dirigida a sus diocesanos al definirse Dogma de la fe la Concepción Inmaculada de María, Santiago de Cuba, 1855.

35Más allá de la imaginería militar empleada, importa descubrir en estos textos toda la confianza, el amor y la admiración que Claret siente hacia María, la mujer vencedora del pecado, que protege a sus devotos, no a manera de refugio evasivo, sino ‘Directora y Capitana’, que les prepara y envía al combate (José Mª. Hernández, Ex abundantia Cordis. Estudio de la espiritualidad cordimariana de los Misioneros claretianos, Madrid 1991, 77).

36Cf. J.M. Lozano, Un Místico de la acción..., 336-340.

37Cf. C. Fernández, El Beato Padre Claret. Historia documentada de su vida y empresa I , Madrid 1948, 939-960.

actos de resignación conformándome a la voluntad de Dios, que conozco que es que por ahora continúe en este punto; hago propósito de callar, pero a lo mejor hablo y digo que quisiera ir[me] (Aut 762).

Pero no se hunde en el abatimiento, ni se resigna a dejar de ser misionero. Sigue fundamentalmente el mismo plan evangélico de vida. He aquí el primer propósito: Jesús y María son todo mi amparo y guía y los modelos que me propongo seguir e imitar (Aut, 642). Hace de la necesidad una virtud. Aprovecha los viajes de la Reina por España para predicar por todos los lugares visitados. No decae su actividad misionera. En Madrid da retiros, ejercicios al clero, a hombres y mujeres, da misiones en barrios (Aut, 638). Escribe numerosos libros (Aut, 640).

Pero la cizaña y las malas hierbas empiezan a brotar salvajemente para ahogar la buena planta. Sobrevienen persecuciones de todo tipo. Intentan varias veces asesinarle. Escribe: He pasado por grandes penas, calumnias y persecuciones; todo el infierno se ha conjurado contra mí (Aut, 699). Verdaderamente Claret fue el gran perseguido y calumniado del siglo XIX en la Iglesia de España. El vive este cúmulo de hostilidades como una ocasión propicia para incorporarse a Jesús, víctima; providente oportunidad de beber el mismo cáliz de amargura que bebió su Señor:

En el día 25, Dios me infundió amor a las persecuciones y calumnias. El Señor me favoreció aún con un sueño en la noche siguiente. Soñé que me hallaba preso por una cosa de la que era inocente. Yo no dije nada, pensando que era un regalo que me hacía el cielo, que me trataba como a Jesús, y así me callé, como Jesús. Todos los amigos me abandonaron, como a Jesús. Y a uno que me quería defender, como San Pedro, que quería defender a Jesús, yo le dije: ¿Tú no quieres que yo beba el cáliz que me ha enviado mi Padre? (Aut 679)38.

Encuentra en la lectura de la Palabra de Dios el único y necesario auxilio que le reconforta. El Señor, que ha acompañado a sus testigos -Yo soy- con su poder divino, le sigue asistiendo a él mismo:

A Moisés le dijo: Ego sum, y le envió a Egipto (Ex 3, 14). Jesús [dijo] a los Apóstoles que se hallan en la mar: Ego sum, y se animaron (Jn 6, 20). Jesús dijo: Ego sum a Saulo, y se convirtió y fue grande predicador (Hch 9, 5): ita... [así...] (Aut, 682).

A Jesús lo veía anteriormente, ante todo, como modelo de apóstol, ahora se une a Cristo, víctima paciente. En la adversidad de tales circunstancias, el ejemplo de Jesús se convierte en toda su medicina y consuelo; le concede, aun de forma para nosotros paradójica, experimentar la perfecta alegría:

38Es cita textual de Jn 18, 11. Jesús acepta el cáliz amargo de la pasión como un «don» que le ofrenda no un Dios lejano y airado, sino «mi Padre», enfatizando su disponibilidad y obediencia mediante la presencia del adjetivo posesivo y el vocablo «Padre».

Una persona muy perseguida y calumniada se ocupaba en la lectura de las santas Escrituras y de los Santos Padres, y de dicha lectura sacaba tanto consuelo que, en medio de las más negras y atroces calumnias, se tenía por muy feliz... Para sufrir bien las penas y calumnias se ha de mirar a Jesús y se han de recordar las palabras del mismo Jesús contenidas en el santo Evangelio39.

Objeto de las acusaciones más infamantes, no se duele de forma ensimismada, o, aún peor, masoquista. No practica, en solitario, el victimismo doliente. Claret nunca dejará de ser misionero. Predica desde el dolor asumido. La cruz se convierte ahora en su ansiado púlpito. El santo experimenta la dimensión misionera del dolor. ¡Se une a Cristo y ofrece toda la carga de su sufrimiento para salvación de las almas!

Jesucristo, para la gloria de su Padre y salvación de las almas, ¿qué no ha hecho? ¡ay!, le contemplo en una cruz muerto y despreciado. Pues yo, por lo mismo, ayudado de su gracia, estoy resuelto a sufrir penas, trabajos, desprecios, burlas, murmuraciones, calumnias, persecuciones y la muerte misma. Ya, gracias a Dios, estoy sufriendo muchas de estas cosas: pero animoso digo con el Apóstol: Todo lo sufro por amor de los escogidos, a fin de que consigan también ellos la salvación (2 Tim 2, 10).(Aut, 752).

Durante el oscuro y penoso tramo final de su via crucis, nunca ha dejado de acudir a la luz de la Palabra de Dios en la que se ha amparado de continuo; y, entre todas las páginas ha contemplado la más consoladora: la presencia amorosa de Jesús paciente, su Señor, quien le ha hecho partícipe de la gracia de asociarlo a su cruz y permitirle sufrir toda clase de amargos padecimientos como él y con él para el bien de sus hermanos menesterosos.

5. Misionero y padre de misioneros

En esta última etapa, especialmente a partir de 1857, el santo refiere la iluminación que obtuvo de algunas pasajes de la Escritura: De algunas cosas notables que me han dado a conocer Dios y la Santísima Virgen María. Pero los textos de la Biblia no los lee para su provecho personal, sino para las personas que el Señor le ha dado para formar una gran familia. Resultan, por tanto, iluminadores para el santo y sus misioneros.

5.1 Misionero según el Apocalipsis

39El consuelo de un alma calumniada, Barcelona 1864, en Escritos espirituales, 218. En este libro, de indudable carácter autobiográfico, el santo, al estilo de Pablo, habla de sí mismo sirviéndose del recurso literario de la tercera persona.

El Apocalipsis no es un libro cerrado y proscrito, sino abierto. Cristo, el Cordero lo abrió de par en par (Ap 5, 8-14). Ahora necesita ser leído en el espacio de la historia de la salvación. Claret interpreta el Apocalipsis, sirviéndose de los comentarios de Cornelio A. Lápide. Pero recibe también la influencia de algunas personas. La madre Antonia París, y los sacerdotes José Caixal, Dionisio González y Paladio Curríus consideraban al padre Claret como el «profeta apocalíptico», el delegado de Dios para realizar la renovación de toda la Iglesia. P. Curríus le escribe una carta: Dios le tiene destinado a trabajar por otro estilo más alto, por el cual con menos ruido y menos cansancio producirá un perenne y centuplicado provecho40.

También la madre Antonia París le urgía a la reforma espiritual y pastoral de toda la Iglesia, y en conformidad con la visión que ella había recibido41.

Claret no se veía a si mismo con aires de grandeza, no se consideraba el enviado por Dios, ni el profeta que tenía que venir; era simplemente un instrumento en las manos de Dios. No persiguió la sede pontificia ni ansió ningún gran sueño. Su única ambición o pasión dominante -así la denomina Curríus- fue una incesante predicación apostólica.

Dos son los pasajes del Apocalipsis que el santo comenta:

Voz y vuelo de águila (Ap 8, 13)

En el día 23 de septiembre, a las 7 1/2 de la mañana, me dijo el Señor: Volarás por medio de la tierra o andarás con grande velocidad y predicarás los grandes castigos que se acercan.

El Señor me dio a conocer grandes cosas sobre aquellas palabras del Apoc 8,13: Vi y oí la voz de un águila, que volaba por medio del cielo y decía con grande y esforzada voz: ¡ay!, ¡ay!, ¡ay! de los habitantes de la tierra a causa de los tres castigos que van a venir; estos castigos son:1. El protestantismo, comunismo...; 2. Los cuatro archidemonios, que promoverán de un modo espantoso el amor a los placeres, el amor al dinero, la independencia de la razón, la independencia de la voluntad; 3. Las grandes guerras y sus consecuencias (Aut, 685).

Este capítulo ocho del Apocalipsis, que contiene la visión del águila, enumera los efectos lúgubres del sonar de las trompetas, vaticinio de las próximas plagas. Nuestro pasaje muestra un proceso de desgaste y devastación. La creación se invierte. No sigue su orden natural de culminación, sino que progresa hacia el desastre. El efecto literario y gráfico es de enorme dramatismo: la tierra se calcina, el mar se muere desangrado, el agua dulce se torna amarga, la luz de los astros se extingue...., la entera creación parece haber sido dejada de la mano de Dios, y, manejada por la mano abusiva del

40Carta de Curríus a Claret, 30 abril 1858; Epistolario Claretiano II, 72.

41M.Antonia París, Autobiografía nn. 17.19, en Escritos Autobiográficos. Estudio crítico, introducción y notas por J.M.Lozano, Barcelona 1985, 63-65.

hombre, camina loca a su irreparable destrucción. Hay que insistir en este punto. Existe en el texto una inversión en el orden de la creación. Según el libro del Génesis, Dios había creado la luz, las aguas, la tierra. Ahora asistimos a un cambio rocambolesco. Se mencionan al revés: la tierra, las aguas, la luz. No sólo es cuestión de colocación y concierto, sino de descolocación y desconcierto. La naturaleza se desnaturaliza. Lo que Dios había hecho bueno y hermoso (el adjetivo hebreo tob posee ambas significaciones), se torna horroroso y degradante. Hay un salto hacia atrás: se vuelve del cosmos (ordenado) al caos (la confusión).

Se evoca, en definitiva, el poder perverso del mal, que realiza una obra opuesta a la primera creación, a manera de una «anti-creación».

El águila aparece como un animal aciago, un ave mensajera de mal agüero. En la literatura religiosa primitiva se caracteriza como mensajera de los dioses. En el evangelio de Mateo (24, 28) se mencionan águilas asimismo en contexto apocalíptico. En el Apocalipsis posee una función propedéutica: anticipa la serie de las tres restantes plagas (9,12-11,4).

El texto griego hace música con las palabras. Los tres graznidos forman una estentórea interpretación onomatopéyica: Ouai, Ouai, Ouai. Ponen una funesta nota de seria advertencia en los humanos mediante el graznido repetido de los tres ayes.

La repetición también tiene una función apelativa e interpeladora. Como el suceso de cada plaga pretendía doblegar la dureza del corazón del faraón, así la insistencia en cada catástrofe intenta tocar el corazón de la humanidad opresora para que se convierta de su loca carrera de estrago y abusos. La comunidad cristiana, lectora del Ap, debe revisar su comportamiento42.

Aquí se coloca la misión del profeta: tiene que abrir los ojos y los corazones ante el espectáculo de desecho que la humanidad está ocasionando. Claret no propone una lectura ecológica del texto, sino teológica y eclesial. Se sitúa, desde la altura y magnitud del águila, para avisar de los terribles desastres. El tiene la obligación de avisar de la presencia de los enemigos que acechan a la Iglesia, o ciudad de Dios. Durante toda su vida Claret no ha dejado de ser lo que ya de seminarista había descubierto en la Palabra de Dios: vigía y centinela.

La visión del Hijo del hombre (Ap 10, 1)

El día 24 de septiembre, fiesta de Nuestra Señora de la Merced, a las 11, 30 de la mañana el Señor le hace entender un enigmático verso del Apocalipsis (10, 1):

Vi también otro ángel valeroso bajar del cielo revestido de una nube, y sobre su cabeza el arco iris, y su cara era como el sol, y sus pies como columnas de fuego. El cual tenía en su mano un libro abierto, y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra (primero en su diócesis en la Isla de Cuba y después en las demás diócesis). Y dio un grande grito, a manera de un león cuando ruge. Y después que hubo gritado, siete truenos articularon sus voces (Aut, 686).

42 Cf. F. Contreras, El Apocalipsis, Madrid 2005, 103-105.

La función de este extraño capítulo es la de reconfortar a la comunidad cristiana. Tras la descripción de las plagas (cc. 8-9), que azotan con tanta crueldad y sin dejar respiro a la humanidad entera, puede ésta quedar «chocada», y albergar dudas sobre el definitivo cumplimiento del designio divino.

La aparición del ángel poderoso infundirá aliento a la asamblea que lee el Apocalipsis: la historia de la salvación se va a realizar íntegramente, pues está insuflada desde dentro por el Espíritu que inspira a los profetas para que sigan proclamando el plan de Dios.

La descripción deslumbrante del Hijo del hombre lo acerca a la figura del Señor, tal como fue contemplado al inicio del Ap (1,9-20). Le envuelve una nube (como al Hijo del hombre: Ap 14,14); un arco iris nimba su cabeza (como el arco iris que aureolaba el trono de Dios: Ap 4,3); el brillo soleado de su rostro y la firmeza de sus pies son aspectos característicos del Señor, conforme a la cristofanía en Patmos (1, 15.16). Ningún otro ángel es descrito en el Ap con tanta solemnidad. Toda esta pretendida vistosidad iconográfica insiste en la transcendencia divina del personaje y en la gravedad del mensaje que va a proclamar.

Antes de que formule alguna declaración, el ángel realiza todo un ceremonial de magnificencia. Apoya un pie sobre el mar, el otro sobre la tierra. Admírese la capacidad visual de la escena. Como si de ese sol surgiesen verticalmente dos enormes rayos, fulminando el universo, así este vigoroso ángel apoya sus dos pies sobre el mar y la tierra. Igual que un coloso que realiza un acto de posesión absoluta.

La expresión «mar y tierra» resulta bastante usual en la Biblia, es «binomio de totalidad», significa el mundo entero (Ex 20, 4.11; Sal 69, 35).

En señal de dominio lanza un rugido de león. Existen algunas alusiones interesantes. Una referencia a Cristo, quien se apareció a Juan como el león de Judá (5,5). Alusión a la voz irresistible de los profetas (Os 11, 10; Am 1,2; 3,8). La imagen bíblica subraya la fuerza sobrecogedora del mensaje, semejante al clamor del león en la selva.

Este rugido prácticamente se confunde con los siete truenos. Se han puesto en relación con el salmo 28, en donde la voz de Dios, poderosa y capaz de destrozar las selvas, se va descomponiendo en siete ecos. Pero en Ap aparecen con frecuencia, formando sintagma literario, con rayos y relámpagos (4, 5; 6,1; 8,5). Estos elementos son señales de una teofanía divina, inspirada en la manifestación del Sinaí (Ex 19,19). Su voz, como eco del cielo, posee la autoridad de la voz divina

Importa anotar lo que Claret señala: El Señor me dio a conocer grandes cosas sobre aquellas palabras ...el Señor me hizo entender aquello del Apoc 10, 1. La Escritura le sigue proporcionando una nueva inteligencia del designio divino. Cuando tenía 21 años, y ahora, en 1859, que cuenta 51 años. Durante todo el arco de su existencia, el Señor se da a conocer y hace conocer su voluntad a través de los textos sagrados de la Palabra.

He aquí la explicación que Claret nos propone, junto a las consecuencias que se derivan:

Aquí vienen los hijos de la Congregación del Inmaculado Corazón de María; dice siete, el número es indefinido; aquí quiere decir todos. Los llama truenos porque como truenos gritarán y harán oír sus voces; también por su amor y celo, como Santiago y San Juan, que fueron llamados hijos del trueno. Y el Señor quiere que yo y mis compañeros imitemos a los apóstoles Santiago y San Juan en el celo, en la castidad y en el amor a Jesús y a María.

Misión a la universalidad. Hay un fuerte reclamo a la dimensión cósmica de la tarea evangelizadora; pues el ángel abarca mar y tierra. Primero se apoya en Cuba y luego en las demás diócesis. Se trata de una ingente obra de evangelización, colosal. Ya en su tiempo se escribió: El espíritu del arzobispo Claret no cabe en los límites de una diócesis, ni de una metrópoli; su alma, que Dios ha hecho grande, necesita un campo sin fronteras y una vida sin trabas43.

Misión en comunión. Aunque su figura, pequeña en estatura, resulte gigantesca en su empeño y logros conseguidos, al fin y al cabo, Claret, él solo, no puede conseguir todo su objetivo. Su acción evangelizadora tiene que prolongarse en mis compañeros (Aut, 686)44.

5.2. El Espíritu, alma y fuerza de la misión claretiana

Dos textos importantes van a señalar la tarea encomendada. Conviene señalar que ambos son pasajes claramente misioneros y aparecen en contexto de persecución. La Palabra de Dios sostiene el esfuerzo de los evangelizadores:

El Señor me dijo a mí y a todos estos Misioneros compañeros míos: No sois vosotros quienes habléis, el Espíritu de vuestro Padre (y de vuestra Madre) hablará por vosotros (Mt 10, 20) (Aut, 687).

Este texto pertenece al discurso de misión -composición propia de Mateo-, quien muestra su tendencia a agrupar, con interés catequético, algunos materiales de otras fuentes. Ha tomado de Lc, quien refleja con más fidelidad lo que aconteció históricamente, la misión de los Doce (9,1-6) y la de los setenta y dos (10,1-16); también ha tomado de Mc los episodios de la elección de los Doce (3,13-19), la misión (6,6b-11) y los dichos sobre la persecución del discurso escatológico (13,9-13).

43Revista Católica, 1860, 10-11.

44Este texto responde a una súplica reclamada con urgencia. Claret quiere arropar y proteger a la congregación que en esta etapa se estaba abriendo a nuevos derroteros y campos de apostolado (Epistolario claretiano II..., 901, 351).

Mateo ha elaborado estos materiales fragmentarios a fin de componer un discurso unitario donde presenta a Jesús como origen, organizador y objetivo de la misión. Su objetivo primordial se centra en las instrucciones que Jesús da a sus discípulos. Podría titularse con este epígrafe: Directivas para la misión45.

La presencia de Jesús llena completamente todo el discurso. Es el organizador de la misión y causa última de todo apostolado en la Iglesia. El mensaje de todo el texto es que la autoridad y la forma de vida de Jesús pasan a los discípulos por encargo suyo. Ellos ocupan su puesto, con su indefensión, desarraigo pobreza. La vida del discípulo es la vida de Jesús asumida46. Jesús envía a sus discípulos o apóstoles, constituyéndoles cooperadores y copartícipes de su palabra, de su acción y de su pasión.

El santo hace partícipes de esta comunión vital con Cristo a sus misioneros. Todo misionero es un discípulo-testigo de Jesús. No ha recibido un poder autónomo, sino que toda su capacidad proviene de la vinculación con el poder-misión-destino de Jesús: tiene que actuar como Jesús (10,1-8); ser disponible, con categorías de pobreza (10,9s); creador de paz (10,35); trabajar en gratuidad y desinterés (10,11). La persecución entra en los designios de Dios (10,16-18.24-25). En caso de colisión de valores, ha de prevalecer el testimonio cristiano (10,21s). El discípulo es ahora testigo de Jesús, y éste lo será en el juicio escatológico.

Se contempla un ambiente de hostilidad y persecución. Los discípulos deben evitar toda congoja y ansiedad, pues el Espíritu del Padre actuará y hablará dentro de ellos, concediéndoles la intrepidez y el consuelo (cf. Jn 15,26.27). Se subraya el clima de extrema violencia, aun dentro de la familia. Los enemigos del hombre son los de su propia casa (Miq 7,6). Y acontecerá un odio universal, siempre por causa de Jesús (cf. Jn 15,18-19). El discípulo debe perseverar hasta el final, a saber, hasta la muerte. Cristo nos pide un testimonio íntegro, capaz incluso de ser sellado incluso con la propia sangre (cf. Ap 2,10; 12, 11).

La singular aportación de Claret es esa incrustación, que no aparece en el original de Mateo: y de vuestra madre. El santo abre su experiencia mariana a los misioneros. Toda la asistencia, amparo y fuerza de María, que él tan plenamente gozó en su vida, tiene que acompañarles a fin de que María realice en cada uno las maravillas que en él ha hecho.

He aquí -en apretada síntesis- una cadena antológica de favores marianos, mantenida sin interrupción a lo largo de su existencia. María le ha concedido todas las gracias (Aut, 162), le libra de morir siendo niño (Aut 7, 431), le salva de morir siendo joven (Aut, 71, 427, 431), le libra de las tentaciones (Aut, 72, 95-98; 410, 427), le protege en el atentado de Holguín (Aut, 579, 580); le habla, le aconseja y le inspira (Aut, 406, 638, 639, 641, 645, 649). Para Claret María es madre (Aut, 1, 5, 76, 136, 154-158, 158-163, 270-272, 447, 448, 498).

Él se siente como una saeta en sus manos. El corazón de María es un carcaj de flechas y cada misionero es una saeta, de tal manera que puede rezar la oración que Claret rezaba al comienzo de cada misión:

45L. Sabourin, Il Vangelo di Matteo. Teologia e Esegesi II, Roma 1977, 589.

46U.Luz, El Evangelio según san Mateo II, Salamanca 2001, 147.

¡Oh Virgen y Madre de Dios, Madre y abogada de los pobres e infelices pecadores! Bien sabéis que soy hijo y ministro vuestro, formado por Vos misma en la fragua de vuestra misericordia y amor. Yo soy como una saeta puesta en vuestra mano poderosa; arrojadme, madre mía, con toda la fuerza de vuestro brazo contra el impío, sacrílego y cruel Acab, casado con la vil Jezabel. Quiero decir: Arrojadme contra Satanás, príncipe de este mundo, quien tiene hecha alianza con la carne.

A vos, Madre mía, sea la victoria. Vos venceréis. Sí, Vos que tenéis el poder para acabar con todas la herejías, errores y vicios. Y yo, confiado en vuestra poderosísima protección, emprendo la batalla, no sólo contra la carne y sangre, sino contra los príncipes de las tinieblas, como dice el Apóstol, embrazando el escudo del Santísimo Rosario y armado con la espada de dos filos de la divina palabra (Aut, 270-271).

Por manera que cada uno de nosotros podrá decir: El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha ungido y me ha enviado para evangelizar a los pobres y sanar a los contritos de corazón (Lc 4, 18; cf. Is 61,1).

Este es el segundo pasaje que aporta Claret, especialmente luminoso para él y los misioneros: «cada uno de nosotros podrá decirlo, o hacerlo propio».

Jesús cita un texto de Isaías y muestra que la presencia del Espíritu llena toda su existencia. La unción de Jesús no contiene ningún matiz político, se trata de una consagración profética. El Espíritu le capacita como heraldo del la buena noticia del evangelio.

Este texto es un resumen de su misión evangelizadora. Aunque situado al inicio de la obra evangelizadora, la compendia a manera de un apretado sumario esclarecedor. ¿Cómo pudo Jesús hacer tales prodigios y obras?: Porque estaba pletórico del Espíritu, quien lo promueve con su fuerza para pasar por la vida haciendo el bien (Hch 10, 38).

En el bautismo el Espíritu desciende sobre él y lo llena (3,22), le empuja para actuar. Ahora, al comienzo de su vida pública, el evangelista presenta -desde un punto de vista narrativo- el programa misionero de Jesús y sus destinatarios.

Asimismo, este texto aparece al principio y al final de la vida de Claret. ¿Cómo pudo el santo prodigarse de tal manera en misiones, sermones, libros; realizar tan vasta obra de evangelización...? La respuesta nos viene señalada: porque el Espíritu del Señor le ha ungido, colmado y habilitado. El Espíritu es el arma secreta de su apostolado. Su fuerza en su debilidad.

Así interpreta el santo el citado pasaje. Claret ve a Jesús como la encarnación y plenitud del Espíritu multiforme que ha ido revelándose en el Antiguo Testamento, en especial en los profetas, con su acción de enseñanza, legislativa y de salvación: El Espíritu del Señor está sobre mí..., por lo que me ha ungido como doctor, profeta, salvador y legislador47.

47 El Colegial II, 1, 35.2.

Lo que Isaías anunció a sus contemporáneos desterrados, se cumple ahora en la persona de Jesús, mediante su palabra y acción. Jesús no es únicamente el Mesías prometido, no es objeto de esperanza: ya está presente y actúa. Se le reconoce en el hoy se cumple esta palabras que estáis escuchando (Lc 4, 22). El hoy se refiere no sólo al tiempo de Jesús, sino al tiempo actual de la Iglesia, a nuestro hoy como cristianos y evangelizadores, eslabones que continúan la historia de la salvación48.

¿Cuáles son los destinatarios? Para el profeta eran los judíos exiliados en Babilonia, sin patria, tierra, ni templo. Para Jesús estos exiliados sin consuelo se concretan ahora en cuatro grupo de personas: los pobres (Lucas insiste mucho en este grupo social: 6, 20; 7,22; 14, 13,31; 16, 20.22; 18,22; 19, 8; 21,3) cautivos, ciegos y oprimidos.

Además, alza los ojos sobre sus paisanos de Nazaret y contempla un horizonte de universalidad, representado en la pobre viuda de Sarepta y en el despreciado leproso de Siria (Lc 4, 26-27).

¿Cuáles son para Claret estos favorecidos de la evangelización? Ante todo, según su inicial comentario, los sencillos de los campos y aldeas (Aut 118). Pero el santo ya ha recorrido mundo, ha estado en Cuba y contemplado con dolor una cruel paradoja: la ignorancia que existe de Cristo y la inaguantable hambre de salvación. Su visión evangélica ha ganado en universalidad y en hondura. Claret mete en estos pobres del texto lucano a todos los pecadores. Son pobres porque no tienen la riqueza de la gracia de Dios; también contempla a los que carecen de dinero y bienes, y que son humildes; a los que se sienten con ánimo afligido, con hambre de perdón y sed de la misericordia de Dios. En esta descripción se adecua el santo con la denominación bíblica de los anawim49. Así escribe:

He sido enviado a evangelizar a los pobrecitos, como lo son los pecadores, pobres sin gracia, sin merecimientos, sin derecho a la gloria; a los pobres de bienes de fortuna, porque son más humildes que los ricos;... a curar a los contritos de corazón, a aquellos que, por sus pecados y por la ignorancia de las cosas divinas, se hallan con ánimo afligido y corazón compungido, deseando el perdón de sus pecados, el conocimiento de Dios, la gracia y la salvación50.

48J.A.Fitzmyer, El evangelio según Lucas II. Traducción y comentario, Madrid 1986, 429-438.

49F. Bovon, El Evangelio según san Lucas (Lc 1-9) vol I, Salamanca 1995, 296-306; S.Virgulin, Gli «anawim» in Is 61,1, en Evangelizare pauperibus, Atti della XXIV Setimana Biblica, Brescia 1978, 232-235 .

50El Colegial II, 1, 35,2.

El Espíritu que ha ungido a los profetas y a Jesús, es el mismo que unge a Claret y sigue ungiendo a los evangelizadores para anunciar sin desánimo y con valentía la buena Noticia a los más pobres y desgraciados. Les promueve para realizar esta urgente misión, a pesar del rechazo y la persecución. A Jesús mismo quisieron despeñarlo por el barranco del pueblo. Fue profeta perseguido. En estos momentos a Claret le llovían las amenazas y las calumnias las más atroces (De algún tiempo a esta parte, soy muy perseguido y calumniado; gracias a Dios, parece que voy llevando bien esta prueba con el auxilio de Dios). Pero el Espíritu Santo prosigue con su misteriosa eficacia fortaleciendo y alentando a la Iglesia para que no se precipite por el barranco del abandono y olvide la urgente tarea de predicar el evangelio a los pobres.

----

TERCERA PARTE

CLARET, MAESTRO Y DIFUSOR DE LA BIBLIA

1. Predica la Palabra. Insiste oportuna e importunamente

Lo que vio que era bueno para él, eso mismo aconsejó. Nunca dejó de exhortar a la práctica fiel de la lectura de la Biblia. En especial, a los sacerdotes, encargados de avivar la fe del pueblo. Espigamos de entre otras muchas muestras, de manera sintética, una antología de textos de Claret sobre la sagrada Escritura. Las recomendaciones, dirigidas a todo el pueblo de Dios, hablan por sí mismas de su desvelo y celo pastoral.

1.1. A los Pastores-Obispos

El Prelado... lea y medite las santas Escrituras, singularmente las cartas de San Pablo, especialmente las que dirige a Tito y a Timoteo... Entre las obligaciones del Obispo para con sus eclesiásticos, dice en segundo lugar: Cuidado grande con los ordenandos, que... [sean] dados... a la lectura de libros espirituales, singularmente de la Santa Biblia51.

51Apuntes de un Plan para conservar la hermosura de la Iglesia, Madrid, 58. 58.

1.2. A los Sacerdotes

Cada día leerá un capitulo del Nuevo Testamento52.

Aprende, Teófilo, de María; ... por la humildad con que estudiarás en los Libros Santos y con que orarás a Dios concebirás lo que has de decir o el Verbo que has de predicar53.

Cada día leerá cuatro capítulos de la Santa Biblia; dos por la mañana y dos por la tarde, a fin de poder leerla toda en cada año54.

La verdad, de nada serviría tener libros sino se leyeran, ni estudiaran; por lo tanto, os exhortamos que en cuanto os sea posible guardaréis este método y orden. Todos los días leeréis cuatro capítulos de la Sagrada Biblia, dos por la mañana y otros dos por la tarde; y como a todos proporcionamos la traducción por el P. Scio, bueno será que si las ocupaciones os lo permitan, leáis también las preciosas notas que en muchos versos de cada capítulo trae, con lo que tendréis mas claro conocimiento, y después con el tiempo podréis consultar con alguno de los más celebres expositores, como Tirinio, Cornelio Alápide, etc. Por lo que la lectura de la Sagrada Biblia ocupará el primer lugar55.

Cada día... dedicarán un rato a la lectura espiritual. Leerá tres capítulos de la Santa Biblia56.

Cada día... dedicará un rato a la lectura espiritual...sin descuidar jamás la lectura de la santa Biblia, dos capítulos por la mañana y dos por la tarde57.

150 ANIVERSARIO DE LA LLEGADA DEL P. FUNDADOR A MADRID

52Reglas que debe observar el que quiere salir un misionero perfecto, n. 6: en J.M. Lozano, San Antonio María Claret. Constituciones y textos sobre la Congregación de Misioneros..., Barcelona 1972, 107.

53Carta al misionero Teófilo, 4, 10: en Escritos Espirituales..., 365.

54Conferencias de San Vicente de Paúl para los señores eclesiásticos, Barcelona 1859, 22.

55Pastoral al Clero, Santiago de Cuba 1852, 32ss. Ocupa el primer lugar entre los libros que se han de leer; antes incluso de la teología y ascética (Ibid., 33).

56Apéndice a la Pastoral al Clero, Santiago de Cuba 1852, 52). El orden establecido revela que para Claret la Biblia es el contenido principal de la lectura espiritual.

57Apuntes de un Plan para conservar la hermosura de la Iglesia, Madrid 1865, 105.

Once años de actividad apostólica desbordante

Por Severiano BLANCO PACHECO, cmf

El 26 de mayo de 1857, procedente de Santiago de Cuba, llegaba a la capital del reino el Arzobispo Antonio Mª Claret. Durante seis años había realizado un trabajo ímprobo de evangelización, organización y promoción social en aquella inmensa diócesis. Años antes (1840-1850) había sido el gran misionero popular de Cataluña y Canarias.

Llamado urgentemente por Isabel II, Claret salió de Cuba sin saber para qué. Pero, a las dos horas de llegar a la capital, un coche oficial le condujo a palacio para un primer encuentro con la Soberana, en el que le comunicó, con indecible sorpresa para él, que deseaba nombrarle confesor suyo y preceptor de la Infanta Isabel, niña de seis años y, por entonces, Princesa de Asturias. Claret se tomó dos días para reflexionarlo en la oración y aconsejarse con personas de su confianza; finalmente el día 28, en una nueva entrevista, aceptó el cargo, pero con tres condiciones: él no participaría en política ni viviría en palacio, dedicaría a la Reina el tiempo estrictamente necesario para el desempeño de su cargo, y no se le haría perder tiempo guardando antesalas. En lo demás quedaría libre para sus “sagrados ministerios”. La Reina accedió a estas condiciones, y así la estancia de Claret en Madrid supuso un verdadero pentecostés para esta capital y para toda España.

1.- El Confesor Real. El nombramiento oficial se hizo el 5 de junio. Quizá de inmediato no se captó su alcance, pues de hecho en estos primeros días se barajaron para Claret, como compatibles, algunos arzobispados peninsulares: Zaragoza, Toledo... Por su parte, Claret no pensó que hubiera de ser un cargo duradero, pues ya el 4 de junio

escribía al P. Lobo: “creo que estaré muy poco en Madrid, no obstante que la Reina me aprecia muchísimo (...); pero yo no sé si a los demás gustará; y así, con algún pretexto, me echarán a pasear” (EC I, p.1344; cf. p.1412).

En principio el Confesor cumplía con su obligación yendo a palacio una vez por semana, generalmente los lunes, en que confesaba a la Reina y daba instrucción a la Princesa; tenía que asistir, además, a algunas otras ceremonias en palacio, generalmente presididas por el Patriarca de las Indias, Mons. Tomás Iglesias. En 1868 tocaría a Claret, como delegado de Pío IX, entregar a la Reina la suprema condecoración pontificia, “La Rosa de Oro”. La mayor mortificación de Claret era tener que asistir a comidas de gala.

En los primeros meses Claret estuvo dos veces a punto de dimitir. A finales de agosto se hizo público algún escándalo en la vida matrimonial de la Reina (quizá el Confesor lo sabía por el fuero interno), y Claret se negó a visitarla durante varias semanas, hasta que ella obligó a ausentarse de Madrid al favorito, el teniente Enrique Puigmoltó. La crisis se repitió en febrero de 1858, esta vez por obra del oficial José M. Ruiz de Aranda, “el Pollo”. El Confesor actuó con idéntica firmeza y la Reina alejó de Madrid al nuevo favorito. En marzo realizó unos ejercicios espirituales bajo la dirección de Claret y su vida quedo bien encauzada. En todo momento el Confesor Misionero demostró que no tenía ningún interés en seguir en el cargo, lo cual le mereció el más alto aprecio por parte de su dirigida.

Por motivos no familiares, sino institucionales, el Confesor estuvo apartado de la Corte durante toda la segunda mitad del año 1865; fue en protesta -solidaria con los demás obispos- por haber reconocido Isabel II el recién creado reino de Italia, lo que implicaba aprobar la usurpación de los Estados Pontificios. Sólo por indicación de la Santa Sede, Claret retomó su ministerio a finales de diciembre. Ya no se separaría de la Reina hasta marzo de 1869, en el exilio, cuando se trasladó de París a Roma para los preparativos del Concilio Vaticano I.

Para desempeñar este ministerio, Claret tuvo que hacer frente también a “presiones internas”. No es probable que a los Misioneros de Vic, de inclinación más bien carlista, les agradase que su Fundador fuese confesor de una Reina de gobiernos liberales. Su amigo Caixal le escribía en marzo de 1858: “Dios le ilumine a Usted y le haga conocer su santa voluntad, y además rompa los lazos que le detienen en ese Babel. Veo no obstante que puede hacer ahí mucho bien, aunque no a quienes más convendría. ¡Cuánto le compadezco, mi amigo!” (ECP II, p.43). E igualmente tuvo que vencer una permanente repugnancia personal; al día siguiente de llegar a Madrid escribía al P. Juan N. Lobo: “déjenme para misionar y confesar a los montunos y bozales, ya hay otros para confesar reinas” (EC I, p.1335); y cinco años más tarde insistía: “todos los días en la oración tengo que hacer actos de resignación a la voluntad de Dios” (Aut 624).

2.- El gran Misionero de Madrid y de toda España. Era su vocación más definida. Ya en septiembre de 1857 dirige ejercicios a unos 500 sacerdotes, y en octubre, en la iglesia de Santo Tomás, la más capaz del Madrid de la época, a más de 2000 varones seglares. A continuación a mujeres aún en mayor número. Y ésta será su tónica a lo largo de los 11 años de permanencia en la Villa y Corte. Predicará en los abundantes conventos femeninos (masculinos apenas existen debido a la exclaustración de 20 años antes), en hospitales, cárceles, centros benéficos, y en casi todas las iglesias, con motivo de novenas, cuaresmas, festividades, misiones populares... De 1857 a 1859 vive en una casa de la nunciatura, en la Carrera de San Jerónimo, y dispone de la iglesia del Hospital de Italianos, sita en la actual plaza de las Cortes; luego, durante nueve años, dispondrá de la del Hospital de Montserrat, en la Plazuela de Antón Martín.

El veraneo de los Reyes en La Granja le posibilita dar ejercicios a todas las religiosas de Segovia y predicar en las demás iglesias de la histórica ciudad castellana.

También desde Aranjuez se desplazó alguna vez a Ocaña y predicó en sus conventos.

Durante estos 11 años la Reina realiza numerosos viajes por la Península y Baleares, y Claret es miembro obligado de la comitiva. Mientras que Madrid le resulta “una jaula”, los viajes regios le sirven para dar cauce a su inquietud evangelizadora. Predica en toda ciudad en que la corte se detiene, alguna vez hasta doce sermones en un día, y de duración raramente inferior a tres cuartos de hora; lo hace en catedrales, conventos, seminarios, establecimientos benéficos... ¡y hasta a un grupo de viajeros que en la estación espera a que llegue el tren! (EC II, p.352). El 1 de julio de 1861 escribe al P. Clotet: “el día 15 saldremos para Santander, en que espero saciarme, pues sé que me están esperando el Clero, las Religiosas, el Pueblo, etc” (EC II, p.321). En el otoño de 1862, con motivo de un viaje de la Familia Real, de 48 días, por Andalucía, D. Carmelo Sala, capellán y confesor del Arzobispo, tuvo la curiosidad de contar sus predicaciones: 205 sermones; de ellos 16 a grupos de sacerdotes, 9 a seminaristas, 123 a religiosas, 35 en establecimientos de beneficencia, 8 a las Conferencias de San Vicente de Paúl y 14 al pueblo en general (Aut 704).

En noviembre de 1865, el P. Vittorio Loyódice, redentorista residente en Madrid, escribía a su Superior General al enterarse de que Claret le había hecho una visita:

“Le escribo tan rápidamente para darle a conocer la categoría del dignísimo Arzobispo que le ha visitado. No puedo decirle el respeto que se ha granjeado de todos los buenos españoles ese santo varón. Es un verdadero imitador de San Alfonso, tanto por su virtud como por las obras que está realizando. Todos le llaman el apóstol de España. Aunque es confesor de la Reina, él no se mezcla en ningún asunto político. Nunca le hemos visto en carroza. Todos los días confiesa en la iglesia durante muchas horas a la gente más pobre; predica en casi todas las iglesias de Madrid, y en ocasiones dos o tres veces al día; da ejercicios a casi todos los monasterios de monjas; no duerme más de cuatro horas al día. En fin, su virtud le ha hecho odioso a los malos y el ídolo de los buenos”.

3.- Evangelizador de nuevo estilo: la incorporación del laicado y la imprenta

Claret puso en marcha en estos años dos eficaces actividades evangelizadoras dirigidas por seglares: la Academia de San Miguel, en la que aunó a escritores, pensadores, artistas...; se ordenaba a la evangelización de la cultura, y en ella se integraron desde los Reyes y grandes personalidades de Estado hasta lo más representativo del pensamiento católico del momento; y las Bibliotecas Populares y Parroquiales, en cuyo reglamento escribe: “en estos últimos tiempos parece que Dios quiere que los seglares tengan una gran parte en la salvación de las almas”.

La Academia de San Miguel comenzó a funcionar el 1 de noviembre de 1858; estaba dividida en “coros”, el primero de los cuales se reunía en casa del Arzobispo y frecuentemente presidido por él. A la Academia pertenecieron personalidades como el historiador D. Vicente la Fuente, gran amigo de Claret y más tarde biógrafo suyo, y D. Eusebio Aguado, en cuya imprenta se publicaron numerosas obras de Claret y cuya familia conserva aún varias reliquias del Santo.

La obra de las Bibliotecas Populares y Parroquiales se inició en 1864 y en cierto modo era una derivación de la Academia de San Miguel; se limitaba a promover la distribución y lectura de libros buenos. Por este tipo de iniciativas, en la homilía de canonización, Pío XII caracterizó a Claret como “precursor de la Acción Católica”.

Ya antes de marchar a Cuba había fundado en Barcelona la “Librería Religiosa”, en cuyas publicaciones él veía un complemento a su predicación. En ella y en otras editoriales publicó unas 125 obras, generalmente breves, orientadas a la catequización y piedad del pueblo y a la utilidad pastoral de los sacerdotes; la mayor parte fueron escritas en los años de Madrid. Enorme difusión tuvo su Camino Recto, devocionario publicado por primera vez en 1843, que en vida del autor superó las 50 ediciones en castellano y las 45 en catalán (en castellano llegaría con el tiempo a las 185 ediciones); su Colegial Instruido (1860-61), también varias veces reeditado, fue durante casi un siglo el manual obligado en todos los seminarios españoles. Para sus seminaristas de El Escorial hizo una curiosa edición de la Biblia Vulgata (1862), indicando en ella los versículos que deseaba aprendiesen de memoria. Ya en su tiempo de Cuba, para promover entre los laicos la lectura de la Biblia, había impreso, con notas propias, el Evangelio de San Mateo (1856). Pensando en los sacerdotes de su tiempo, por lo general no muy instruidos para la predicación, publicó 23 volúmenes de sermones para diversas circunstancias. Don Pedro Naudó, administrador de la Librería Religiosa durante largos años, fue su gran colaborador en la difusión económica de libros.

4.- El hombre de empresa. La Reina lo percibió muy pronto y, en 1859, le confió la revitalización de dos importantes establecimientos: el ya mencionado Hospital de Montserrat y el Monasterio de El Escorial. En el primero, con el título de “Protector”, estableció su propia residencia y lo condujo al pleno rendimiento: de estar a punto de cerrarse, cuidando apenas de dos enfermos, Claret lo llevó a atender 80 camas. Para su buen funcionamiento, en 1866, estableció en él a sus queridas Carmelitas de la Caridad.

Su iglesia, restaurada en 1859 bajo la sabia dirección de D. Paladio Currius, llegó a ser la más concurrida del Madrid de entonces y un centro modélico de culto, catequesis, predicación y formación del clero. Hospital e iglesia fueron derruidos en 1903.

El Escorial padecía un penoso abandono desde la expulsión de los Jerónimos en 1835. Claret, a título de Presidente, tras fallarle diversas tentativas de restaurar la comunidad de monjes jerónimos, estableció una corporación de capellanes para el culto de la basílica, a los que impuso un reglamento semejante al de los Misioneros de Vic. Fundó además un Colegio de Segunda Enseñanza, un Seminario Supradiocesano que, dado su exigente plan de estudios, hoy llamaríamos Facultad de Teología, y una Facultad de Letras agregada a la Universidad Central. Reemprendió el enriquecimiento de la biblioteca con las obras más valiosas de la época. Recuperó muchas de las antiguas posesiones del monasterio, cuyas rentas le permitieron acometer grandes mejoras materiales sin estrechez económica; fue una administración ejemplar.

En El Escorial le prestaron gran ayuda varios de sus antiguos colaboradores de Cuba. D. Dionisio González fue su vicepresidente desde 1860; y P. Currius, A. de Galdácano y A. Barjau fueron profesores del seminario; en cierto modo la comunidad de Santiago se prolongaba ahora en El Escorial. Entre los directores del colegio merece mención especial D. Francisco de Asís Aguilar, anteriormente profesor en el seminario de Vic, que sería el primer gran biógrafo y vindicador del honor de Claret (1871), y más tarde (1881-1899) obispo de Segorbe.

El Escorial fue para Claret una constante corona de espinas. El P. Jerónimo Pagés, antiguo monje jerónimo, intrigante y aspirante a cargos en el monasterio, tuvo que ser alejado por el santo. El Arzobispo de Toledo, Fr. Cirilo Alameda y Brea, celoso de su autoridad sobre cuanto se realizaba en su diócesis, impidió que el seminario pudiera conferir grados académicos. Claret presentó la renuncia repetidas veces, pero no le fue aceptada hasta julio de 1868, en que le sustituyó el obispo benedictino D. Rosendo Salvado. En agosto de ese año escribe Claret a D. Dionisio: “parece que El Escorial es el potro para atormentar a los que lo han de cuidar” (EC II, p.1290). Y no sabía lo que aún estaba por venir: a comienzos de 1869 se celebró en el juzgado de Colmenar Viejo un complicado proceso contra Claret, ya en el exilio, por un supuesto robo de joyas del monasterio.

5.- Por una nueva generación de pastores. Desde su llegada a Madrid, Claret fue el hombre de confianza de los Nuncios Simeoni y Barili. Para D. Lorenzo Barili, que tomó posesión del cargo en diciembre de 1857, el criterio del Confesor Real fue decisivo en el nombramiento de obispos durante estos 11 años. En 1858 vemos ya a Claret encargado de buscarse sucesor para Santiago de Cuba; propone en primer lugar al P. Esteban Sala que es inmediatamente aceptado por el Nuncio y la Reina; al fallecer éste, piensa en Benito Vilamitjana, sacerdote que vive con los Misioneros en la Merced, y en algunos otros que le irán fallando, hasta que, en abril de 1859, acepta D. Manuel Negueruela. Unas veces la iniciativa era de Claret, otras se informaba a petición del Nuncio, otras la Reina le hacía decidir sobre una terna que a ella habían hecho llegar. Según testimonio de Claret, “quizá en ninguna cosa en España se proceda con más equidad y justicia que en los nombramientos de obispos, pero tampoco en ninguna cosa hay más acierto” (Aut 630). Así se formó un episcopado que, si en general no destacó por su talla intelectual, fue ciertamente modélico en entrega pastoral. Supuso todo un renacer para la Iglesia española.

En la iglesia de Italianos inicialmente, y luego en la del Hospital de Montserrat, estableció y atendió permanentemente las “conferencias” para sacerdotes: encuentros formativos regulares, muy concurridos, en orden a la mejor capacitación espiritual y pastoral. Durante los años 1857-1859 Claret acarició el proyecto de una reforma general del clero, para la que deseaba contar con la colaboración de su amigo el obispo Caixal (EC I, pp. 1340s y 1754) y quizá con la de D. Paladio Currius y de los Misioneros de la Merced. No se conocen con exactitud los motivos por los que no se acometió tal empresa.

Claret alentó y acompañó los primeros pasos de numerosas Congregaciones Religiosas que por entonces estaban surgiendo. Ya antes de marchar a Cuba había dado unas Constituciones propias a las Vedrunas; ahora tramitará su aprobación en Roma. A las Dominicas de la Anunciata, fundas en 1856 por su amigo el Beato Francisco Coll, les obtiene la autorización gubernamental para la enseñanza. En un momento de perplejidad orienta de forma decisiva a las Terciarias Franciscanas de la Divina Pastora, de su amigo el capuchino exclaustrado P. José Tous. A los dos meses de llegar a Madrid comenzó a dirigir espiritualmente a la Vizcondesa de Jorbalán, la cual le dio a leer y corregir –aunque él las aprobó plenamente- las Constituciones de sus religiosas Adoratrices del Stmo. Sacramento. En 1864 viajó expresamente a Lérida para impulsar la naciente Congregación de las Esclavas del Inmaculado Corazón de María. La lista se haría interminable... Particularmente enojosos –por tratarse de monjas de clausura- le resultaron los trámites ante gobierno, nunciatura y algunos obispos para que, desde Cuba, se trasladasen a España tres Misioneras Claretianas.

Al mismo tiempo trabaja –aunque sin éxito- por el restablecimiento en España de los Jerónimos, los Benedictinos, los Cistercienses,... Anima a los misioneros Redentoristas, llegados de Italia en 1863, para que no regresen a su país a pesar de las muchas contrariedades con que tienen que luchar. Favorece la restauración de la orden capuchina. Realiza repetidos intentos de que los jesuitas vayan a atender su antiguo seminario de Cuba... Y reinstaura –cuando puede- la vida común en algunos conventos femeninos que no la practican.

6.- Con su Congregación de Misioneros. El regreso de Claret a la Península le permitió intensificar sus contactos con los Misioneros de la Merced, con los que desde Cuba, debido a la distancia y el cúmulo de ocupaciones, apenas se había relacionado. Ante los graves males que considera afligen a la sociedad española, confesará al P. Xifre: “sólo en Dios y en VV. de la Congregación del Inmaculado Corazón de María confío” (EC II, p.651); así se comprende su gran interés por el crecimiento y afianzamiento de la Congregación.

A los pocos días de llegar a Madrid fue visitado por el P. Esteban Sala, quien le dio cuenta del estado de la Congregación y le pidió redactase nuevas Constituciones para presentarlas al gobierno y tramitar el reconocimiento civil. En la segunda quincena de junio de 1857, mientras el P. Sala daba ejercicios a las Vedrunas de Madrid, Claret se entregó de lleno a la tarea; el 5 de julio regresaba el P. Sala a Vic con las nuevas Constituciones. A partir de este momento Claret trabajará denodadamente en orden a su aprobación –con los retoques necesarios- por el gobierno (1859) y por Roma (1865; 1870).

Desde el principio Claret ideó vivir en Madrid formando comunidad con algunos de la Congregación (EC I, p.1361); al ser nombrado, en 1859, presidente de El Escorial, ofrece al P. Xifré “buenas celdas” para poner allí una comunidad y vivir él con los Misioneros (EC II, p.14 y 19), pero su oferta no fue aceptada. A partir de 1863 comienzan a vivir con el Fundador algunos Hermanos: primero el H. José Saladich, como cocinero y paje; luego el H. José Llumá, sustituido enseguida por

el H. Antonio Calvó (1864); en 1868 se sumó el H. Agapito Gómez. En 1866 entró el P. Pedro Vilar como capellán-familiar, sustituido al año siguiente por el P. Lorenzo Puig. Éste y el H. Saladich acompañarán al Fundador en París y en Roma.

Desde Madrid se desplaza Claret a Cataluña para la primera Junta General de la Congregación, celebrada en Vic en mayo de 1859, y para los Capítulos Generales de Gracia celebrados en julio de 1862 y 1864; realiza ambos viajes con los PP. Serrat y Fábregas, superior y delegado respectivamente de la comunidad de Segovia. A Vic y Gracia se retira en 1865, con motivo del reconocimiento del Reino de Italia; en agosto confirió órdenes sagradas en Vic a un numeroso grupo de seminaristas, entre ellos algunos estudiantes de la Congregación, y en noviembre viajó a Roma acompañado por el P. Xifré. Al Capítulo de 1862 llevó personalmente la Autobiografía, que acababa de redactar.

Dirigió ejercicios a las comunidades de Vic, Gracia y Segovia (1865 y 1867). La casa de Segovia fue la más visitada por el Arzobispo, con motivo del veraneo de la corte en La Granja; en la fiesta del corazón de María de 1862 presidió la “profesión” (consagración y juramento de permanencia) de aquella comunidad.

Con una gran discreción, consciente de que él no era el Superior General, desde Madrid estimuló y siguió muy de cerca el desarrollo de la Congregación, animando al P. Xifré en la admisión de estudiantes, iniciando personalmente algunos trámites de fundaciones, y aportando dinero para la reforma de inmuebles. Cuando marchó al destierro se encontró en su despacho del Hospital de Montserrat una bolsita de dinero con la etiqueta “de la Congregación” (ECP III, p. 347). Su correspondencia con el P. Xifré fue muy frecuente.

7.- El gran perseguido. En su evolución espiritual, la época de Madrid es para Claret de una gran purificación interior. Su cargo de Confesor Real le hizo sospechoso de inmiscuirse en política, y sus responsabilidades en el Hospital de Montserrat y en El Escorial dieron lugar a calumnias sobre malversación de fondos. Hubo sesiones de las Cortes dedicadas en exclusiva a él. Se le denigró y ridiculizó en periódicos, caricaturas obscenas, poemas satíricos...divulgados hasta en cajas de cerillas. Él vio mucho de esto en escaparates madrileños y, en vez de defenderse, prefirió vivir una espiritualidad eucarístico-sacrificial. En 1864 publicó una obrita de carácter autobiográfico con el título El Consuelo de un alma calumniada. Es significativo que de 1862 a 1865 lleva el examen particular sobre la mansedumbre. A instancias de algunos amigos redactó un escrito de dos folios de autodefensa, con el título Testimonio de la Verdad, pero no llegó a publicarlos. No obstante, inspirada en ellos, publicó el periódico La Esperanza, en 1865, una refutación de las calumnias levantadas contra él. En 1869 apareció una Biografía del P. Claret, escrito denigratorio firmado por O***, que pudiera ser Salustiano Olózaga, embajador de España en París y, años antes, alcalde de Madrid. Este escrito fue decisivo para la orientación de las primeras biografías de Claret, una de

cuyas finalidades será desmontar tanta mentira. De la época de Madrid se conoce una docena de intentos de acabar con la vida del santo.

En septiembre de 1868, con la caída de la monarquía, también Claret tuvo que abandonar España. Tras dos años de estancia en París y Roma (Concilio Vaticano I), intentó unirse a sus Misioneros desterrados en Prades (Francia); pero, perseguido por las autoridades consulares españolas, tuvo que refugiarse en el monasterio cisterciense de Fontfroide, donde falleció el 24 de octubre de 1870. Mirando hacia su patria, y muy especialmente hacia Madrid, pudo muy bien hacer propio el dicho de Pablo (Rm 15,19): “lo he llenado todo del evangelio de Cristo”.

Aut significa Autobiografía de S. Antonio Mª Claret.

EC significa Epistolario Claretiano (está editado en tres volúmenes).

ECP significa Epistolario Claretiano Pasivo (cartas recibidas por él; son también

tres gruesos volúmenes.

CLARET PROFUNDAMENTE HUMANO

(30 RASGOS PARA UN CUADRO)

Por Severiano BLANCO PACHECO, CMF

Todos tenemos en la mente la actividad apostólica casi sobrehumana y la profunda experiencia espiritual -algunos dicen mística- de nuestro Fundador; ambas están ampliamente documentadas. Pero no está de más notar que Claret actúa y ora desde su sicología personal y desde el momento histórico y cultural en que le toca vivir. Son factores que en unos casos limitan, en otros potencian, y siempre caracterizan la forma concreta que adquiere la acción de Dios en él. Por ello queremos enumerar una serie de rasgos de su “humanidad” irrepetible.

1. Él habla expresamente de su compasión y ternura. Son valores humanos que sirven de base a su vida sobrenatural, que en él se cifra en ser apóstol. Su entrega apostólica es fruto de ese sentimiento para con sus hermanos los hombres, a quienes quiere librar de cualquier mal, y sobre todo de la perdición eterna. Uno de sus propósitos es tener para con los demás “corazón de madre”.

2. El P. Claret tenía detalles con sus compañeros; no dejaba pasar la ocasión. En junio de 1850 los miembros de la Congregación son ya doce, y él regala a cada uno una imagen de un apóstol a quien quiere tenga como patrono o modelo; ni siquiera se olvida de J. Caixal, que, por ser canónigo de Tarragona, no vivía con el grupo. A este mismo canónigo le invita a la fiesta del primer aniversario de la Congregación (EC I, p.395 y 410).

Años más tarde regala a cada miembro de la Congregación un “breviarium marianum” (que el P. Escolá publicó con su apoyo), y pide expresamente al editor que se los envíe sin encuadernar, para que cada uno “lo haga a su gusto”.

Recordaba la fiesta onomástica de personas queridas, y las felicitaba con ese motivo (v.gr. M. París, or San Antonio y al P.Xifré por San José).

Visitado en La Granja por dos Padres y dos Estudiantes aspirantes de la comunidad de Segovia, les dijo: “A los que vienen a mi casa, en penitencia, acostumbro a darles chocolate”, y se lo hizo servir.

3. En el ejercicio de gobierno, el P. Claret tuvo especial esmero en ejercer la delicadeza. Ya en su infancia se dio cuenta de que corregir a los obreros con aspereza era no sólo falta de respeto, sino incluso ineficaz y hasta contraproducente. Siendo arzobispo de Santiago le tocó intervenir -por mandato de Roma- en un problema jurídico delicado de su diócesis sufragánea de Puerto Rico; la carta al interesado (P. Jerónimo M. Usera) es un modelo de dulzura, confianza en la persona, agradecimiento anticipado por la colaboración que espera, etc. (EC I, p.1228s).

4. Característico de su temperamento es la actividad. En algunos ejercicios espirituales hace el propósito de no perder un minuto de tiempo. El deseo de aprovecharlo le llevó en Roma a hacer ejercicios mientras esperaba el retorno de vacaciones del Prefecto de Propaganda. En Canarias dice que va sólo de una parte para otra “como un desesperado”. Para ser confesor real, una de las condiciones que pone es no tener que perder tiempo en antesalas.

5. Probablemente el P. Claret fuese algo inconstante. Se observa que cuando comienza una obra o época de su vida se entrega con todo empeño, pero luego va aflojando. Concretamente, a los dos años de estar en Cuba, concluida la primera visita pastoral, dice: “ya estoy cansado de ser arzobispo... creo que he cumplido mi misión en esta isla” y estuvo a punto de presentar la dimisión (EC III, p. 130).

6. Era de talento extraordinariamente práctico. Ya de joven tejedor ideó nuevas técnicas para esa industria. En su predicación le gustan las comparaciones de “funcionamiento”: la máquina de vapor, el arma de fuego, etc. Lo más curioso de él que conocemos en este campo es la descripción de la técnica de un globo volador; la concibió debido a que, cuando llegó en visita pastoral por primera vez a Holguín, vio con lástima cómo fallaba el que la población tenía preparado para festejar su recibimiento, cayendo muy pronto a tierra con el hombre que lo pilotaba, que resultó herido.

7. Durante muchos años estuvo especialmente preocupado por practicar la mansedumbre; quizá no sea casual, pues en él, además de ocasiones, puede que hubiese predisposición para la

indignación. El caso más conocido es el de su reacción ante un intento de suplantación de personalidad: un “farsante” se hace llamar Francisco Claret, se hace pasar por hermano del ya célebre misionero y se dedica a hacer estafas; “ese tal es un farsante y digno de que la autoridad le prenda” (EC I, p.212).

8. También le preocupó especialmente la humildad, y tampoco es extraño. Le inquietaba su imagen, la opinión que de él pudieran tener. En su juventud, se sintió muy humillado al ser engañado por un compañero de negocios (Aut 73-75). Siendo confesor real se cuestionó mucho qué diría la gente si le veía al servicio de una Reina que había reconocido la usurpación de los Estados Pontificios. La precaución ante posibles críticas a su economía le lleva a tener las cuentas económicas a nombre de otro: D. Pedro Naudó, administrador de la Librería Religiosa.

9. En la vida de Claret hay momentos de verdadera desorientación. Pudo darse ya en su larga búsqueda vocacional (tejedor, cartujo, cura, jesuita,...). El discernimiento respecto de si aceptar la mitra de Cuba o no le duró dos meses (4 de agosto a 4 de octubre de 1849); el de si seguir o no en la corte tras el reconocimiento del Reino de Italia, cinco meses de reflexión y consultas (julio-diciembre 1865). Vive una auténtica angustia al final de su vida en relación con la Congregación: “Ustedes y yo nos hacemos daño mutuamente sin quererlo...soy un ente misterioso... soy como un prófugo...” (EC II, p. 1485).

10. Probablemente, debido a su gran capacidad de iniciativa, el P. Claret fue algo independiente, a pesar de su gran cariño por la comunidad. Su decisión de marchar a Canarias la tomó sin contar con Caixal, con el que estaba entonces elaborando el gran proyecto editorial de la Librería Religiosa. Su vuelta de Cuba a España la realizó dejando en gran incertidumbre a sus sacerdotes colaboradores en aquella isla; si bien, posteriormente incorporó a varios de ellos a su seminario de El Escorial. No es probable que haya consultado con la comunidad de Vic la propuesta del P. Esteban Sala para sucesor suyo en Santiago Cuba.

11. El P. Claret, seguidor apasionado de Cristo pobre, pudo haber sido un buen economista. Sabe emplear el dinero sacándole el mejor partido; la administración de El Escorial fue modelo de transparencia y de eficacia (llegó a ser un “pequeño negocio” según confesaba Isabel II), y a la vez de desprendimiento, pues ni él ni su vice (D. Dionisio González) se asignaron sueldo alguno. Para la Librería Religiosa contó con el gran colaborador D. Pedro Naudó, y con él pudo llevar una economía muy eficaz, vendiendo muy barato y sin problemas de bancarrota.

12. ¿Fue el P. Claret un bucólico? Ciertamente no fue un poeta, pero tuvo una gran sensibilidad por el campo y sus labores, y llama la atención su cúmulo de conocimientos. Además de detalles destacables en sus libros pedagógico Delicias del Campo y Reflexiones sobre la agricultura, fue notable su interés por rehacer la gran finca de El Escorial, en la que hizo plantar hasta 10.000 árboles frutales (algunos nogales quizá existen todavía), y no se conformaba con cualesquiera: “de estos frutales, algunos he mandado traer de Cataluña, de la villa de Berga, en donde se crían las mejores peras” (El Confesor... p.351).

13. ¿Conoció y ejercitó el P. Claret alguna técnica de relajación? No podemos saberlo, pero es muy probable, ya que durante varios años de su vida no dormía más de tres horas diarias (y decía no necesitar más), llevando un ingente cúmulo de preocupaciones y desempeñando simultáneamente su asombrosa actividad.

14. El P. Claret, quizá por motivos pastorales, tuvo su afición a la sicología. En carta a Santa Micaela (EC I, p.1525ss) describe hasta seis tipos temperamentales, en algún caso relacionando psicotipo y formas físicas: la mujer “linfática” es “gordona, de carne fofa”.

En carta a Caixal respecto de cómo encuadernar los libros que se envíen a Cuba, da a entender conocer la sicología de allí: “en ésta gustan mucho los colores alegres, v.gr., blanco, de rosa, azul claro amarillo claro” (EC I, p.554).

15. ¿Interpretaba Claret arbitrariamente la Biblia? Ciertamente transmite algunas lecturas modificadas a posta, llevando el agua a su molino; había sido un buen rabino-targumista. En Mt 10,20 lee “el Espíritu de vuestro Padre y de vuestra Madre hablará por vosotros” (Aut 687), y en Hechos 20,24 añade una palabra a la frase de Pablo: “Nada me importa [...] con tal de concluir mi carrera y cumplir el ministerio de la palabra que recibí del Señor Jesús” (EC III, p.504). No se trata de lecturas caprichosas, sino de apropiación personalizante. Claret utilizó los mejores comentaristas católicos accesibles en su tiempo.

16. La obediencia de Claret no fue ciega; y sabía sopesar circunstancias y hacer epiqueia. Conocemos su extraño viaje (1837) de Sallent hacia Vic vía Olost (donde vivía su hermano José); iba a pedir al Vicario General que revocase su destino como cura regente de Cupons. Las revueltas

carlistas no le permitieron llegar a Vic, sino que se quedó en Olost; y esta vez se sabe que hizo el viaje no en sotana, sino vestido de seglar (EC I, p.81).

17. La creatividad fue una característica constante en el apostolado de Claret; y también le dio sus disgustos. En un librito compuesto en 1847, titulado “Hermandad del Santísimo e Inmaculado corazón de María”, ponía a todos los estamentos de la iglesia en pie de evangelización; a un grupo de mujeres, debido al papel que les asignaba, les daba el título de “diaconisas”. La obra fue prohibida por el arzobispo de Tarragona, Mons. Echánove (EC I, p.260).

18. Claret tuvo que ser hombre de equilibrios. Una y otra vez afirma su alejamiento de la política; pero muchos de sus amigos catalanes (comenzando por el P. Xifré) no pudieron ver con buenos ojos que fuese confesor de una Reina rodeada de ministros liberales. Es particularmente extraña la prolongada amistad y colaboración entre Claret y Caixal, ya que éste último era carlista convencido, e incluso vicario general castrense del pretendiente D.Carlos.

19. ¿Era el P. Claret catalanista? La palabra puede admitir muchos matices; es normal que congeniase con las gentes de su tierra y apreciase sus valores. Sus constantes faltas de ortografía indican que nunca aprendió bien el castellano; y sor Patrocinio se lo desaconsejó a la Reina como confesor por ver en él a un catalán que no se acomodaría al genio de Madrid. A Cuba se llevó un grupo de sacerdotes y laicos casi todos catalanes, y continuó invitando a seminaristas con la carrera adelantada para que la terminasen en Cuba, y allí los fue ordenando para su diócesis; llegó a ordenar a 36. Pero, cuando habla de los españoles que viven en Cuba, se despacha así: “los más malos son los que han venido de España, y singularmente los catalanes son malísimos; son pésimos; nunca confiesan, ni comulgan, ni van a oír misa; todos o viven amancebados o tienen ilícitas relaciones con mulatas y negras, y no aprecian a otro Dios que el interés” (EC I, p.705).

20. El P. Claret era paciente, generoso; pero el realismo le llevó a la conclusión de que al lado de algunas personas no se puede trabajar; por eso hizo expulsar de El Escorial al antiguo monje jerónimo P. Jerónimo Pagés (EC II, p.296), y él mismo expulsó al presbítero Francisco Sansolí de su madrileña iglesia de Montserrat (EC II, p.524).

21. El P. Claret era perspicaz. Quería que ciertas operaciones financieras no se hicieran a su nombre, sino al de alguno de sus colaboradores, quizá por la mala fama que tenía de manejar

mucho dinero. De sus años de Cataluña cuenta que, cuando le preguntaban de donde era respondía que de la ciudad de Sallent, si la pregunta venía de un liberal, o que de la diócesis de Vic, si se lo preguntaba un carlista.

22. ¿Manejó Claret mucho dinero? Sin duda la anécdota de la medalla (Aut 360) no es todo. Pudo haber vivido con desahogo, dado su talante emprendedor y habilidoso, y también por las rentas anejas a sus cargos. Como arzobispo de Cuba percibía una asignación de 18.000 duros anuales. En Madrid le pagaban (frecuentemente con retraso) 9.000 para el mantenimiento de su casa (varias personas), 6.000 como arzobispo dimisionario, y 3.000 por confesor real; más muchísimo dinero que le daban quienes conocían y admiraban sus empresas. No quiso asignarse sueldo por la presidencia de El Escorial. Y exigía puntualmente dichas rentas para poder regalar libros (lo hizo en cantidades ingentes) y auxiliar a necesitados. Se aplicó a si mismo el dicho de Tobías: “si tienes mucho, da mucho; si poco, aun de ese poco da con buena voluntad” (EC II, 130). Los que le conocían de cerca no se preguntaban qué hacía con tanto dinero, sino cómo podía hacer tanto con tan poco. Curiosamente, entre sus modestos gastos personales destaca el de zapatos.

23. Para con algunas mujeres tuvo gran admiración y cultivó su amistad: M. Sacramento, María Sancho Guerra, Jacoba Balzola,... Pero no superó el prejuicio antifemenino corriente. A Caixal le advierte: “nos hemos de acordar que tratamos con mujeres, que siempre andan precipitadamente y con poca reflexión, y son perfidiosas, que nunca cesan hasta salir con la suya y después a veces corresponden muy mal (...)” (EC I, p.354). Y, en relación con las luces sobrenaturales de la M.Antonia París acerca de él, escribirá a Pío IX: “no se debe creer a todo espíritu, mayormente cuando viene por conducto de mujeres” (EC II, p.88).

24. La salud física de Claret no fue buena; de ahí que su enorme actividad sea más de admirar. De seminarista tuvo hemotisis. El dolor de rodilla que le hizo salir del noviciado fue persistente; se operó, sin gran éxito, en diciembre de 1849. El clima de Roma siempre le sentó mal. En Cuba tuvo épocas buenas: “ya sabrá que todos los días estoy predicando y confesando y dando audiencia día y noche siempre que me llaman, y no obstante tanto que tengo que trabajar estoy sano y robusto” (EC I, p.659). En sus años de Madrid sabemos que estaba herniado y usaba braguero. Su vista también se fue resintiendo, y al menos en los últimos años usaba gafas; el libro de cuentas de su casa de Madrid menciona el gasto de 24 reales “por unos anteojos pasa S.E.” (El Beato II, p.715). Unas gafas se olvidó en una iglesia de Daimiel, a su regreso del viaje a Lisboa en 1866, reliquia que se recuperó hace poco años. Otras figuraban en el museo de Vic anterior a la guerra civil.

25. ¿Tenía Claret acepción de personas? Su centro de mira era siempre lo que más colaborase a la gloria de Dios. Pero entre multitud de personas e instituciones no puede negarse que tuvo sus preferencias y distinciones. Hubo dos privilegiados en el conocimiento de su interioridad: D. Carmelo Sala y D. Paladio Curríus. Y entre las Congregaciones Religiosas en cuya fundación intervino, después de sus Misioneros -cuya misma profesión emitió antes de morir-, por ninguna se interesó tanto como por las Carmelitas de la Caridad o Vedrunas (las “nuestras”, solía escribir él a los Claretianos).

26. ¿Fue Claret un hombre ingenuo? Habría que distinguir campos. No se le engañaba fácilmente. Un canónigo de Santiago, D. Miguel Hidalgo, censurable por muchos motivos, intentó justificarse ante el arzobispo con una carta llena de “pruebas” de buena voluntad; Claret, en vez de creerle y responderle, escribió a su Vicario General: “A Miguelito yo no le contesto, porque conozco que es una maña suya para escudarse...” (EC I, p. 1807).

En otros campos Claret es más confiado; es el caso de su “Refutación de Renán” o de la pretensión de que los seminaristas de El Escorial, con su bagaje estrictamente “eclesiástico”, serán capaces de combatir los errores de Strauss, Hegel y Schelling.

27. ¿Era Claret providencialista o previsor? No puede dudarse de su confianza en Dios; la expresión “confiemos en Jesús y María” es una constante en su lenguaje. Pero no olvida los medios humanos. En febrero de 1868, siete meses antes de la revolución, aconseja al P. Xifré fundar una casa en Argel, “pues que cuando venga la persecución que se hará a la Religión en España puedan refugiarse los de la congregación en Argel, que está aquí tan cerca” (EC II, p. 1245).

28. Claret conoció el éxito y el fracaso. Su primera actividad como párroco de Sallent no fue exitosa. Escribió al ayuntamiento para que impidiese que un grupo de vociferantes a la puerta de la iglesia le estorbasen la predicación en la misma mayor (EC I, p. 76s). No pudo impedir que la Reina reconociese el Reino de Italia. Varias de sus grandes iniciativas de la época de Madrid perecieron con la revolución de 1868. No obstante, como predicador popular, tanto en las zonas rurales como en Barcelona, Madrid o Las Palmas, experimentó éxito arrollador.

29. Claret tuvo una gran resistencia psicológica, mucho aguante. Su sucesor al frente de El Escorial a los dos meses ya no podía más; todo eran dificultades, zancadillas y calumnias. Claret comentó “parece que El Escorial es el potro para atormentar a los que lo han de cuidar” (EC II, p.1290); pero él lo gobernó nueve años.

30. Claret fue arriesgado pero no temerario. En sus tiempos de misionero por Cataluña, a pesar de su disposición a morir por el evangelio, esquivaba con sagacidad a quienes podían atentar contra su vida. Desterrado en París, advierte que las cartas no las envíen a su nombre, sino a “Mr. Laurent Puig” (su capellán, P. Lorenzo Puig cmf), sin duda para que los enemigos no conozcan su paradero.

LOS DIVERSOS TIEMPOS DEL FUNDADOR Por Gustavo ALONSO, CMF

Estas líneas intentan narrar la experiencia que los Misioneros Claretianos han hechoal recorrer una de las vías maestras de la renovación posconciliar: la de la vuelta a losorígenes, al Fundador. Dicho de otra forma, se intenta proponer en rápida síntesis la vigenciadel Fundador, su proyecto, su espíritu, en las claves que inspiran las búsquedas yrealizaciones de la Congregación en el espacio abierto por el Concilio Vaticano II, alcomienzo de este milenio. He aquí los puntos principales a considerar.1. Memoria del tiempo fundacional1.1.La relación de los Misioneros Hijos del Corazón de María (Claretianos) con su Fundador,San Antonio María Claret, tuvo un inicio humanamente desafortunado a la vez quecontrastante con lo que en general sucede a otros institutos. Era el 1849. Pocas semanasdespués de la fundación, Claret es nombrado arzobispo y trasplantado a tierras de ultramar.Los vínculos se mantuvieron vigentes, pero una cierta intimidad con los compañeros de laempresa misionera sólo podría restablecerse a su retorno a España en 1857. Y, aun entonces,la distancia física haría necesario mucho ingenio para dar un mínimo de frecuencia y densidada los encuentros.Hay que decir que en estos períodos de encuentro y de vida en común surgieron losprimeros textos constitucionales que, bajo la guía del Fundador, fueron vertebrando a la jovencomunidad. Y, casi por contraste, cabe también decir que las ausencias de Claret dieronorigen a un texto no menos importante para el Instituto, como es la Autobiografía, que le fuesolicitada por el Superior General José Xifré y que el Fundador le hizo llegar entre 1862 y1865. Vale la pena recoger estas dos noticias, porque hay allí dos hilos que van a tener quever con la urdimbre de la espiritualidad y misión del Instituto en su historia y,particularmente, en los años de la renovación posconciliar.

1.2. En ningún momento el Fundador ha dejado de ser el referente e inspirador más sugestivopara el camino histórico de la Congregación. Con todo, se pueden registrar acentos diversosen el modo de acercamiento a él por parte de los miembros del Instituto a través del tiempo.a) Primera forma de vigencia de la personalidad del Fundador es el impacto de su vidaevangélica y de su acción misionera vertida en sorprendente actividad y pluralidad deformas. Aun quienes, en la segunda generación, no habían conocido personalmente alFundador, asimilaron sus perfiles mayores a través de la vibrante transmisión que del mismohicieron sobre todo los primeros superiores (1). La adhesión entusiasta a la personalidad delLos diversos tiempos del Fundador Gustavo Alonso2Fundador fue alimentada en el tiempo por todas las iniciativas (ensayos, biografías, etc.) quetuvieron que ver con su anhelada glorificación, que culminaría con la canonización en 1950(2).b) La vigencia del Fundador no podía menos de expresarse también a través de lasConstituciones por él dejadas a la Congregación. Ellas fueron recibidas con gran veneración ycomo síntesis de su herencia espiritual, a la vez que como expresión del querer de Dios (3).Hoy no podemos menos de notar que, tenida cuenta de los criterios empleados entonces enRoma para la aprobación de nuevas Constituciones, el espíritu del Fundador quedó en variosaspectos encasillado en esquemas que no eran de su cosecha. De hecho, la Congregación, quehabía nacido primordialmente por fuerza de un proyecto misionero, dedicaría muchasenergías a la “observancia regular” en el marco doméstico, gracias también a los años deforzosa reclusión en tierra extraña, a la que se vieron sometidas las primeras comunidades pormás de una década (1868-1880). La referencia al Fundador se tradujo, por tanto, en unrespeto sagrado a la regla, particularmente en su parte ascética. Ello no impidió, sinembargo, que en otros puntos se fueran introduciendo en el texto algunas importantesmodificaciones y hasta que, entre los años 1910 y 1922, se pensara en una refundición generaldel mismo (4).c) Es conocida la gran producción de literatura ascética, catequística y pastoral que el PadreClaret nos ha dejado. Por mucho tiempo, y a través de muchas ediciones, estos escritos fueroncomo un completo arsenal para el ministerio de la Palabra y para la vida misma de losmisioneros de la Congregación. Como hecho curioso, sin embargo, no se puede menos denotar que un manuscrito tan importante para la Congregación como la Autobiografía delFundador sólo fuera editado en 1916, es decir, cincuenta años después de que Claret loentregara al Superior General que se lo había ordenado. Y se lo editó como primera pieza delArchivo Histórico, publicado por fascículos que se distribuían con los Anales de laCongregación (5). Sólo despues de la canonización del Fundador (a un siglo de la fundación),

el Superior General P. Peter Schweiger dispondría una edición manual de este texto, quedebía estar en las manos de todo claretiano (6). De ahí en adelante se han multiplicado sustraducciones y ediciones.2. El tiempo del discernimientoLa hora del Concilio Vaticano II encuentra a la Congregación en fase netamentepositiva, tanto en lo vocacional como en la articulación interna y en la capacidad de irmás allá en el camino de la misión. Sintiéndose íntimamente interpretada a la vez queinterpelada por las pautas conciliares, se enrola muy pronto en el movimiento de larenovación. Son significativas en este sentido dos Cartas Circulares del Superior GeneralPadre Schweiger, prácticamente contemporáneas a la clausura del Concilio: la primera del23 de octubre de 1965 (7); la segunda, con la que se anuncia el Capítulo Especial, del 6 deenero de 1966 (8).Las fuerzas en campo frente a esta extraordinaria coyuntura histórica de larenovación pueden quedar sustancialmente identificadas a través de los siguientes elementos.Los diversos tiempos del Fundador Gustavo Alonso3a) La participación masiva de los miembros del Instituto en el proceso renovador, expresada através de los sondeos de opinión y de otras consultas que encuentran respuestas para nadatibias en personas, grupos y provincias. Es una modalidad que ha quedado como pauta fijapara los Capítulos del posconcilio, óptima para percibir el pulso del tiempo. Por este cauce sevolcaron en el patrimonio común nuevas claves culturales y valiosas experiencias defrontera.b) Particularmente en referencia a la revisión de las Constituciones, la antigua veneración ytemor a intervenir indebidamente en el “texto del Padre Fundador”. Visto a la distancia, estefenómeno, especialmente manifiesto en el primero de los Capítulos posconciliares, resultómuy útil en cuanto control de seriedad. En el mismo sentido jugaron los hábitos jurídicosfuertemente arraigados en nuestra organización comunitaria.c) El surgir, bajo el impulso conciliar, de una nueva reflexión teológica sobre la vidareligiosa, que ha insumido muchas energías de la Congregación (en revistas, organizacionesacadémicas, editoriales, etc.), también para servicio general de la Iglesia. De hecho, tanto losprimeros textos renovados de las Constituciones como los Documentos Capitulares deentonces proceden ya decididamente por este camino, poniéndose en la onda - sobre todo - deLumen Gentium y Perfectae Caritatis. Una especie de condensado de esta reflexión aplicada ala Congregación se puede encontrar, entre otros materiales producidos en estos años, en losdos volúmenes ya publicados del Comentario a las Constituciones (9).d) La institución, poco antes del Concilio, del Secretariado Claretiano, en cuyo seno sedesarrollaría muy pronto el Studium Claretianum con sede en la casa generalicia de Roma(10). A partir de 1959 el Studium comienza a dar frutos que tendrían mucho que ver con eltrazado de una vía claretiana de la renovación. Hay que señalar especialmente la obra de los

pioneros, PP. José María Viñas y Juan María Lozano, con varios volúmenes publicados yaantes del Capítulo Especial (11). A ellos seguirían otros investigadores que han facilitado lavuelta de la Congregación a sus fuentes (12), además de arraigar en sus miembros la adhesiónal proyecto misionero del Padre Claret y a su herencia espiritual. Por otra parte, con variantesy adaptaciones a diversos momentos y geografías, se han implementado regularmente losllamados Encuentros de Renovación Claretiana, evaluados como un buen vehículo derecuperación de este patrimonio.3. Frutos de discernimientoEl bagaje arriba descrito, con que la Congregación entraba en los años sesenta, iba aser dinamizado en términos de renovación gracias a la invitación de Perfectae Caritatis 2 yde Ecclesiae Sanctae, II, art. 1-19, contando también con el marco que la teologíaposconciliar ofrecía ya con la doctrina sobre el carisma, referida a los fundadores y a la vidareligiosa.De hecho, el Capítulo Especial de 1967 iniciaría la andadura de la renovación condos documentos de carácter netamente doctrinal, referidos al Fundador y ofrecidos comobase para todo el resto de las reflexiones y disposiciones capitulares. Ellos son la DeclaraciónLos diversos tiempos del Fundador Gustavo Alonso4sobre el carisma de San Antonio María Claret como Fundador de nuestra Congregación y laDeclaración sobre el Patrimonio espiritual de la Congregación (13).Al volver a la matriz fundacional con las nuevas claves culturales y pastorales delConcilio Vaticano II, se estaba sólo iniciando un proceso que, junto con nuevos horizontes,pediría ulteriores profundizaciones en lo originario. En efecto, la vida de estos añosposconciliares, interpretada e iluminada por los sucesivos Capítulos, ha tenido que releerprogresivamente la experiencia del Fundador en puntos como la identidad, la comunidad, lamisión, el misionero en su personal proceso de renovación, el servicio misionero de la Palabrafrente a desafíos de nueva evangelización. De ahí la demanda, sea de una mayor circulacióndel patrimonio escrito de Claret, sea también de una adecuada contextualización de supersonalidad y actividad misionera. Ahí está la explicación de publicaciones como elEpistolario Claretiano, activo y pasivo (José María Gil y Jesús Bermejo), la serie de lasSemanas de Vic, los anuarios “Studia Claretiana”, la Historia de los Orígenes de laCongregación (Jesús Alvarez), etc. Y algunos frutos pueden ya detectarse en este proceso.a) El primero puede ser la nueva impronta claretiana de las Constituciones. Ella se da con losrasgos siguientes. Se había intentado, desde el Concilio, hacer más explícita la inspiraciónevangélica de nuestra regla de vida, por más que ésta fuera ya rica en referencias bíblicas ensu versión original. Vía privilegiada para esto ha sido la de hacer lugar en el texto a aquellospasajes que fueron de mayor peso vocacional para el Fundador, de quien se puede decir que,

asiduo lector como era de la Biblia, vio configurarse todo su camino vocacional a partir deella: de algunas figuras (Profetas y Apóstoles) y de determinados libros para él especialmentesignificativos (Evangelios de Mateo y Lucas, Cartas a los Corintios).El otro rasgo resulta de lo que, no habiendo sido posible en su antigua redacción, lasConstituciones han recibido ahora de la Autobiografía del Fundador.Había sido escrita para los Misioneros de la Congregación con la fresca espontaneidadde las cosas íntimas. Es sin duda la mejor expresión de la experiencia carismática delFundador. De ahí que, llegada la hora (aunque haya sucedido después de un siglo), no sepudiera menos de alumbrar su razón fontal respecto de nuestra regla de vida. La mayoría delos 47 números de la actual parte espiritual de esta regla han quedado enriquecidos por lagracia vocacional de uno u otro texto autobiográfico del Fundador.b) La Congregación ha alcanzado una nueva comprensión del ser misionero gracias a unalectura posconciliar de la experiencia del Fundador. Se ha podido comprender que para él elmisionero es un seguidor de Jesús en radicalidad evangélica y no sólo un enviado paradeterminadas acciones evangelizadoras. Aunque, por condicionamientos políticos de laEspaña de su época, Claret hubo de alcanzar en dos tiempos la plasmación canónica de suplan con la profesión de los consejos evangélicos, es obvio que desde sus primeros pasoscomo misionero, y en cuanto tal, vivió la radicalidad del “estar con Cristo y ser por Élenviado a anunciar la Buena Nueva” (Mc 3, 14). Su experiencia ayuda a despejar toda sombrade dualismo entre lo religioso y lo misionero en nuestro proyecto de vida, ya a partir de lasConstituciones. No es cosa de poco en tiempos de urgente demanda de “unidad de vida”.En la práctica - y es sólo un ejemplo -, de esta perspectiva surge una nueva diagramación dela comunidad local que, como en geometría variable, se configura mayormente desde laLos diversos tiempos del Fundador Gustavo Alonso5concreta misión que tiene confiada, tratando a la vez de beneficiarse de ésta en su íntimavitalidad espiritual.c) Urgida por el proceso de nueva evangelización, la Congregación ha tratado en estos añosde refundar la propia ministerialidad apoyándose en lo central de la experiencia misionera deClaret. En la vastedad de la misión eclesial, y dentro de la multitud de ministerios que éstaimplica, se puede afirmar que el carisma misionero de nuestro Fundador se plasma en elservicio de la Palabra, que arraiga en el “id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva atoda la creación” (Mc 16, 15). O, como diría nuestro Capítulo Especial, «su carisma deFundador fue misionero y tiene una expresión: el servicio o ministerio de la Palabra al estilode los Apóstoles» (14). De ahí que con razón digan las Constituciones renovadas (n. 46) quetambién «nuestra vocación especial en el Pueblo de Dios es el ministerio de la Palabra, con elque comunicamos a los hombres el misterio íntegro de Cristo». Es una afirmación que sereitera acá y allá en las Constituciones y que ha venido a constituir un principio identificador

e inspirador tanto en la organización de las obras como en la formación y espiritualidad de laspersonas. De ahí que la Biblia esté recuperando en el programa de vida de los Claretianos ellugar central que tuvo - casi inexplicablemente para aquella época - en la vida del Fundador(15).d) Finalmente, este retorno al Fundador tiene que ver también con el tema de las opciones ysujetos preferenciales, desde los que se organiza hoy nuestra acción misionera. Estábamosacostumbrados a manejarnos con un listado de estructuras o medios que por tradición eranconsiderados buenos transmisores de Palabra evangelizadora. Las antiguas Constitucionesseñalaban explícitamente algunos de estos medios. Sin embargo, la libertad con que elFundador se condujo en el empleo de los mismos, según circunstancias, ha introducido elsentido de relatividad que tienen respecto del fin evangelizador y, consiguientemente, lanecesidad de contar con criterios que orienten frente a ellos el discernimiento comunitario enuna determinada coyuntura histórica. De ahí las opciones y sujetos preferenciales, formuladosprincipalmente en el Capítulo General de 1979 (16), frente a los desafíos de esta época.Releyendo la experiencia del Fundador, la Congregación entendió que debía optar por unaevangelización misionera (ordenada a conversión y cambio, no a simple conservación),inculturada, profética y liberadora, desde la perspectiva de los pobres y promotora de nuevosevangelizadores. Y, asimismo, que los destinatarios preferenciales de su servicio debían serlos no creyentes o descristianizados, los pobres, los jóvenes, la familia y los potencialesnuevos agentes de evangelización.En los hechos, aun cuando no pueda darse por satisfecha en la actuación de este diseño, laCongregación ha volcado en estos años buena parte de sus energías en el mundo de lamarginación y en la frontera de los no cristianos.4. Refundar con el FundadorSi lo dicho hasta aquí tiene algo que ver con lo que hoy se ha dado en llamar“refundación” de un instituto, resulta claro que es el Fundador quien vuelve a fundar. Y, amodo de conclusión, se pueden sintetizar los mecanismos o criterios de interpretación queentre los Claretianos han ido creando el espacio para este acontecimiento carismático.Los diversos tiempos del Fundador Gustavo Alonso61.° Se ha producido un pasaje desde el simple culto reverencial al Fundador y a lo que él nosdejara, a una actitud de responsabilidad histórica en la interpretación de ese mismopatrimonio en un contexto cambiado.2.° En la relectura de las fórmulas con que fue plasmando su proyecto, se ha tratado de liberarlas expresiones más espontáneas y genuinas del espíritu y de la misión del Fundador deaquellas constricciones debidas a conocidos condicionamientos de la normativa eclesiásticade la época. Esto ha tenido particular aplicación en la revisión del texto constitucional. Allí seha contado con el favor de las pautas conciliares de Perfectae Caritatis y Ecclesiae Sanctae.3.° La Congregación ha recuperado la fuente privilegiada de la Autobiografía de nuestro

Fundador, no sólo como documento testimonial sino como cartilla pedagógica para lainiciación en esta forma de vida en seguimiento de Cristo. Con este fin había sido redactada.Es un texto que, junto con una adhesión cordial, pide ser tratado con sentido crítico y conperspectiva de tiempo. Ambas actitudes han ido en crecimiento en años recientes. Este textoes hoy el libro de cabecera del Claretiano en vistas de su permanente formación para lamisión.4.° A partir de la consistencia teológica adquirida por esas figuras eclesiales que son losfundadores, nos hemos habituado a caracterizar desde Claret nuestra propia vocación ymisión; es decir, hemos entendido que la suya es una gracia viva y operante hoy en la Iglesiay que el sujeto actualmente portador de este don es el colectivo congregacional. De ahí laimportancia, mucho más que burocrática, que los Capítulos Generales han adquirido en estaépoca. Han venido a ser tiempo de movilización general en un intenso intercambio deexperiencias, ideas y proyectos y un foro articulado de participación de todos en diversidad deinstancias comunitarias. Se hace viva la convicción de que el sujeto Congregación habilitadesde allí los cauces para la comunión real con el Fundador, la interiorización de suspropósitos y la profundización de su huella misionera en geografías y situaciones inéditas.NOTAS(1) Cf. P. José Xifré, Superior General, Espíritu de la Congregación, Madrid 1892, pp. 9-14. Hay otrasediciones, anteriores y posteriores, de esta obra.(2) Fernández, Cristóbal, El Beato Padre Antonio María Claret: Historia documentada

ANTONIO CLARET Y CLARÁ

Antonio Claret y Clará nació en Sallent (Barcelona, España) el 23 de diciembre de 1807. Por la escasa salud de su madre lo cuidó una nodriza en Olot. Que se derrumbara la casa de la nodriza y todos murieran cuando Antonio no estaba, se consideró una señal de la providencia sobre Antonio. A los cinco años le impresionaba el  "siempre, siempre, siempre": "La idea de la eternidad quedó en mí tan grabada, que es lo que tengo más presente. Es lo que más me ha hecho y me hace trabajar aún, y me hará trabajar mientras viva, en la conversión de los pecadores"  La guerra contra Napoleón embargaba el ambiente. Dos amores destacaban en el pequeño Claret: la Eucaristía y la Virgen. Asistía con atención a misa; dejaba el juego para visitar a Jesús en la iglesia; rezaba cada día el rosario y sentía debilidad por los libros. Los devoraba. Pocas cosas contribuyeron tanto a su santificación como sus lecturas. Antonio tenía la ilusión de ser sacerdote y apóstol.

ENTRE LOS TELARES

Pasó su adolescencia en el taller de su padre, llegando a ser maestro, del que perfeccionó en Barcelona  en la Escuela de Artes y Oficios de la Lonja. De día trabajaba, y de noche estudiaba. Superar en calidad y belleza las muestras que llegaban del extranjero. Un grupo de empresarios le propusieron fundar una compañía textil.

VOCES DE DIOS

Un amigo le robó sus ahorros, los jugó y los perdió y robó unas joyas valiosas,

que también perdió y acusaron a Antonio de cómplice, lo creó en su corazón un disgusto por el mundo, las amistades y las riquezas. En la playa, una ola gigantesca lo arrastró, y estuvo a punto de ahogarse. Lanzó un grito "Virgen Santa, salvadme", y sin saber cómo, se vio en la orilla. Visitando a un amigo, encontró sola a su esposa que le dijo "Antonio, ¡qué diferente eres de mi esposo, siempre agrio y despectivo! Quisiera que fuéramos amigos". Claret huyó de la tentación. "Señora, vuestro esposo tarda y tengo mucho que hacer..." Ella quiso detenerle, pero Antonio se marchó. Las palabras del Evangelio: "¿De qué le vale al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?", le habían impresionado profundamente. Distintas y varias experiencias con las que la Providencia va dando aldabonazos a la puerta de aquella alma tan sensible a las divinas insinuaciones.

SU VOCACION

Quiso ser cartujo. Cuando el obispo de Vic supo su decisión de ser sacerdote quiso conocerle. Salió de Barcelona camino de Sallent y Vic, a los 21 años,  decidido a ser sacerdote. Estudió como externo y destacó por su piedad y su aplicación. Le dirigía Pedro Bac, oratoriano  Al año, cuando se encaminaba a la cartuja de Montealegre, se desató una tormenta  que acabó con sus planes. Dios no le quería cartujo. Regresó a Vic. En una tentación se le apareció la Virgen que le dijo: "Antonio, esta corona será tuya si vences". De repente, todas las imágenes obsesivas desaparecieron. El ambiente del Seminario era óptimo. Amigo de Jaime Balmes, se ordenó de Diácono en la misma ceremonia en que él se ordenó de Subdiácono. Estudió profundamente la

Biblia, que le impulsó a un insaciable espíritu apostólico y misionero. A los 27 años, el 13 de junio de 1835, el obispo de Solsona, Fray Juan José de Tejada, ex-general de los Mercedarios, le confirió el Sacerdocio. Celebró su primera misa en Sallent con la alegría de su familia y fue destinado a Sallent, su ciudad natal.

LA GUERRA CARLISTA

Al morir Fernando VII los constitucionales, como hizo la Revolución francesa, usurparon el poder. Las Cortes de 1835 aprobaron la supresión de los Institutos religiosos. Se incautaron y subastaron los bienes de la Iglesia y se azuzó al pueblo para la quema de conventos y matanza de frailes. Contra este desorden se levantó Navarra, Cataluña y el País Vasco,  origen de la guerra entre carlistas e isabelinos. Claret no era político. Era un apóstol. Y se entregó a su ministerio a pesar de las dificultades del ambiente hostil. Su caridad no tenía límites. Por

eso, los horizontes de una parroquia no satisfacían su ansia apostólica. Con un hatillo y sin dinero, a pie, cruzó los Pirineos, llegó a Marsella y se embarcó rumbo a Roma, a inscribirse en "Propaganda Fide", para predicar el Evangelio a los infieles. Hizo ejercicios espirituales con un jesuita y se sintió llamado a ser jesuita; pero Dios no lo quiso ni misionero ni jesuita. Un fuerte dolor en la pierna derecha le hizo comprender que su misión estaba en España. Después de tres meses dejó el noviciado aconsejado por el Padre Roothaan. En España, fue destinado a Viladrau, en la provincia de Gerona, donde tuvo que hacer de médico utilizando yerbas y ungüentos.

MISIONERO APOSTÓLICO EN CATALUÑA

Pero no había nacido para permanecer en una parroquia. Su espíritu le empujó a horizontes más vastos. En 1841, a sus 33 años, recibió de Roma el título de Misionero Apostólico, que le destinaba al servicio de la Palabra, como los apóstoles, como San Juan de Avila. Es misionero. Vic será su residencia. Y estará siempre de viaje a pie, con un mapa en la mano, su hatillo y su breviario, con nieve o entre tormentas, entre barrancos y lodazales. Mezclado con arrieros y comerciantes, a quienes evangelizaba y convertía. Las catedrales de Solsona, Gerona, Tarragona, Lérida, Barcelona y tantas otras ciudades se abarrotaban para escuchar al Padre Claret. "Padre, confiese a mi borrico" -le dijo un arriero burlón. "Quien se ha de confesar eres tú, que llevas siete años sin hacerlo y te hace buena falta". Y aquel hombre se confesó.

Posee el carisma de leer las conciencias. Y enemigos que le calumniaban e impedían su labor misionera de el arzobispo de Tarragona le defendió. Pero su temple de acero todo lo resistía y triunfaba en todas las emboscadas. Daba Ejercicios Espirituales al clero y a las religiosas. En 1844  los dio a las Carmelitas de la Caridad de Vic, con la asistencia de Santa Joaquina Vedruna.

FUNDADOR

El 16 de julio de 1849, a sus 41 años, en una celda del seminario de Vic fundó la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, con Esteban Sala, José Xifré, Manuel Vilaró, Domingo Fábregas y Jaime Clotet. "Hoy comienza una gran obra" -dijo. Sabía que era impulsado por Dios; y Dios le reveló: que la Congregación se extendería por todo el mundo; que duraría hasta el fin de los tiempos y que todos los que murieran en la Congregación se salvarían.

DIRECTOR DE FUNDADORES

En la floración de nuevos institutos religiosos del siglo XIX, fue decidido colaborador que acompañó a casi todos los fundadores y fundadoras de su tiempo. Con la Madre París había fundado en Cuba el año 1855 el Instituto de Religiosas de María Inmaculada, claretianas, para la educación de las niñas. Dirigió a Santa Micaela del Santísimo Sacramento, fundadora de las Adoratrices, a Santa Joaquina de Vedruna, fundadora de las Carmelitas de la Caridad. Se relacionó con Joaquím Masmitjà,

fundador de las Hijas del Santísimo e Inmaculado Corazón de María, con Don Marcos y Dña. Gertrudis Castanyer, fundadores de las Filipenses, con María del Sagrado Corazón fundadora de las Siervas de Jesús, con Ana Mogas fundadora de las Franciscanas de la Divina Pastora, con Francisco Coll fundador de las Dominicas de la Anunciata, con la fundadora de las Esclavas del Corazón de María Madre Esperanza González, e influyó en la Compañía de Santa Teresa, y en las Religiosas de Cristo Rey. Y las "Religiosas en sus Casas, o Hijas del Inmaculado Corazón de María, actual Filiación Cordimariana."

ARZOBISPO DE SANTIAGO DE CUBA

Nombrado Arzobispo de Santiago de Cuba, después de todos los intentos de renuncia, fue consagrado el 6 de octubre de 1850 en la catedral de Vic, a sus 42 años. Antes de embarcarse para Cuba hizo tres visitas: a la Virgen del Pilar, en Zaragoza, a la Virgen de Montserrat y a la Virgen de Fusimaña, en Sallent. En el viaje a La Habana dio una misión a bordo a todos los pasajeros, oficialidad y tripulación. Estuvo seis años en Santiago de Cuba, trabajando incansablemente, misionando, sembrando en aquella isla en la que reinaban la discriminación racial y la injusticia social. Fue un Arzobispo evangelizador.  Renovó todos los aspectos de la vida de la iglesia: sacerdotes, seminario, educación de niños, abolición de la esclavitud. Realizó cuatro veces la visita pastoral  de la diócesis. 

Era un hombre práctico. Fundó en todas las parroquias instituciones religiosas y sociales para niños y mayores; creó escuelas técnicas y agrícolas, estableció y propagó las Cajas de Ahorros, fundó asilos, visitó todas las ciudades, pueblos y rancherías de su inmensa diócesis, siempre a pie o a caballo. Pero ni en Cuba le dejaron en paz sus enemigos. Sufrió atentados llegó, especialmente en Holguín, donde fue herido por un sicario, al que había sacado poco antes de la cárcel.. Casi agonizando, perdonó al criminal.

CONFESOR DE LA REINA ISABEL II Y MISIONERO EN LA CORTE Y EN ESPAÑA.

Al cabo de seis años en Cuba un día recibió un despacho urgente del capitán general de La Habana por el que la Reina Isabel II le llamaba a Madrid, nombrado confesor de la Reina. Contrariado aceptó, pero poniendo condiciones de no vivir en palacio, no implicarse en política, no guardar antesalas y libertad de acción apostólica. En un banquete real y ante la presencia de una señora vestida con escasa modestia, le dijo a la Reina, dirigiéndose a la señora : "Señora, o se viste, o se marcha, o me marcho". Claret no había nacido para cortesano. Su actividad apostólica en la Corte fue intensa. Pocas fueron las iglesias y conventos donde no se escuchara su voz.

EL ESCORIAL

Restauró El Escorial y creó una Universidad eclesiástica, con los estudios de humanidades y lenguas clásicas, lenguas modernas, ciencias naturales, arqueología, escolanía y banda de música. Estudios de Filosofía y Teología, con Patrística, Liturgia Moral y ciencias Bíblicas, lenguas caldaica, hebrea y arábiga. Hizo de este monasterio uno de los mejores centros de España. Recuperó su esplendor la octava maravilla del mundo.

LE CONSUME EL CELO

"En la corte me sentía como un pájaro enjaulado... como perro atado... Tengo

unos deseos tan grandes de salir de Madrid para ir a predicar por todo el mundo, que no lo puedo explicar... Sólo Dios sabe lo que sufro... Cada día tengo que hacer actos de resignación conformándome a la voluntad de Dios..." "No tengo reposo, ni mi alma halla consuelo sino corriendo y predicando"

Mientras acompañaba a la Reina en sus giras por España aprovechaba para ejercer un intenso apostolado. La real caravana rodaba por las llanuras de la Mancha, Alicante, Albacete, Valencia... y Castilla, León, Asturias y Galicia. Por  el sur entre un entusiasmo extraordinario, llegó a predicar en un solo día 14 sermones. El Reino de Dios era anunciado y el pueblo respondía con generosidad.  "En estos viajes, la Reina reúne a la gente y yo les predico".

APÓSTOL DE LA PRENSA:

"Antonio, escribe", -le dijeron Cristo y la Virgen-. Escrutaba continuamente los signos de los tiempos. Decía: "Uno de los medios que la experiencia me ha enseñado ser más poderoso para el bien es la imprenta, A sus 35 años publicó numerosos folletos y libros, como el "Camino Recto", que sería el libro de piedad más leído del siglo XIX. Fundó con su amigo José Caixal, futuro obispo de Seu D'Urgel y Antonio Palau, la "Librería Religiosa", la Cofradía del Corazón de María y escribía los estatutos de La Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de María y Amantes de la Humanidad, compuesta por sacerdotes y seglares, hombres y mujeres. Escribió unas 96 obras propias (15 libros y 81 opúsculos) y otras 27 editadas, anotadas y a veces traducidas por él. Sólo si se tiene en cuenta su extrema laboriosidad y las fuerzas que Dios le daba, se puede comprender el hecho de que escribiera tanto con una dedicación tan intensa al ministerio apostólico. No era sólo escritor. Era propagandista. Divulgó con profusión libros y hojas sueltas. Invertía grandes sumas de dinero en la edición de los libros. "No todos pueden escuchar sermones... pero todos pueden leer..." "El predicador se cansa... el libro siempre está a punto... Son los libros la comida del alma..." Entre el centenar de obras de todos tamaños que escribió, destacan: "Avisos" a toda clase de personas. "El camino recto", ya citado, "El catecismo explicado" "El colegial instruido" "Los libros son la mejor limosna", decía. Fundó la "Hermandad espiritual de los libros buenos", que durante los años que estuvo bajo su dirección hasta su ida a Cuba imprimió gran cantidad de libros, opúsculos y hojas volantes, con un promedio anual de más de medio millón de impresos por lo que recibió la felicitación personal del Papa Pío IX. Fundó la Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de María, para la difusión de los libros y constituyó uno de los primeros ensayos de apostolado seglar activo por estar integrada por sacerdotes y seglares de ambos sexos.

LA ACADEMIA DE SAN MIGUEL

Es una de sus obras más geniales en la que pretendía agrupar las fuerzas vivas de las artes plásticas, el periodismo y las organizaciones católicas; artistas, literatos y propagandistas de toda España. Su prestigio consiguió reunir en ella las figuras más representativas del campo católico español. En nueve años se difundieron gratuitamente numerosos libros, se prestaron otros muchos y se repartió un número incalculable de hojas sueltas. Y fundó las bibliotecas populares en Cuba y en España. Más de un centenar llegaron a funcionar en España en los últimos años de su vida. Merece el título de apóstol de la prensa.

UN SANTO:

La suntuosidad cortesana no impidió al Padre Claret vivir con austeridad. Dedicaba mucho tiempo a la oración. Admirable sobriedad en  las comidas y bebidas. Dormía seis horas. Dedicaba tres horas a la oración y lectura de la Biblia, celebraba la Eucaristía y oía otra en acción de gracias. Confesaba y escribía. Predicaba, visitaba hospitales, cárceles, colegios y conventos. Empeñó su pectoral para socorrer a un pobre. Era un verdadero místico. Se le vio en estado de profundo ensimismamiento ante el sagrario. Un día de Navidad, en la iglesia de las adoratrices de Madrid, dijo haber recibido al Niño Jesús en sus brazos. El amor a la Eucaristía, que devoró su corazón toda su vida,le transformó en Cristo, en Cristo paciente y sacrificado. Ese fue el secreto de toda su espiritualidad.

SU IDENTIFICACION CON CRISTO

"Sentía cómo el Señor me llamaba y me concedía el poder identificarme con El. Le pedía que hiciese siempre su voluntad. La vivencia de la presencia de Jesús en la Eucaristía, en la celebración de la Misa o en la adoración eucarística era tan profunda que no la sabía explicar. Sentía y siento su presencia tan viva y cercana que me resulta violento separarme del Señor para continuar mis tareas ordinarias". Gozó del privilegio de la conservación de las especies sacramentales de una comunión a otra durante nueve años, como lo escribió en su Autobiografía: "El día 26 de agosto de 1861, hallándome en oración en la iglesia del Rosario de La Granja, a las siete de la tarde, el Señor me concedió la gracia grande de la conservación de las especies sacramentales, y tener siempre día y

noche el sacramento en mi pecho. Desde entonces debía estar con mucho más y recogimiento interior, por eso dijo: "En ningún lugar me encuentro tan recogido como en medio de las muchedumbres".

DEVOCIÓN A LA VIRGEN MARÍA

La devoción y el amor a la Santísima Virgen marcaron su vida desde niño. La Virgen era para él la estrella que le guiaba. Se imaginaba que sus oraciones subían al cielo por unos "hilos misteriosos".  De niño, todos los días rezaba una parte del Santo Rosario y de mayor, los quince misterios. La Virgen le había dicho: "Tú serás el Domingo de estos tiempos. Promueve el Santo Rosario". Amaba a María, pero María le amaba más a él, pues siempre le concedía lo que pedía, incluso cosas que nunca pidió. La Virgen lo libró de enfermedades, de peligros e incluso de la muerte, le libró de tentaciones y de ocasiones de pecar. Decía el Santo: "Ya veis cuánto importa ser devoto de María. Ella os librará de males y desgracias de cuerpo y alma. Os alcanzará los bienes terrenales y eternos. ...Rezadle el Santo Rosario todos los días y veréis cómo María será vuestra Madre, vuestra abogada, vuestra medianera, vuestra maestra, vuestro todo después de Jesús". "Ni en mi vida personal, ni en mis andanzas misioneras podía olvidarme de la figura maternal de María. Ella es todo corazón y toda amor. Siempre la he visto como Madre del Hijo amado y esto la hace Madre mía,

Madre de la Iglesia, Madre de todos. Mi relación con María siempre ha sido muy íntima y a la vez cercana y familiar, de gran confianza. Yo me siento formado y modelado en la fragua de su amor de Madre, de su Corazón lleno de ternura y amor. Por eso me siento un instrumento de su maternidad divina. Ella está siempre presente en mi vida y en mi predicación misionera. Para mí, María, su Corazón Inmaculado, ha sido siempre y es mi fuerza, mi guía, mi consuelo, mi modelo, mi Maestra, mi todo después de Jesús".

PERSEGUIDO

No es de extrañar que un hombre de la influencia del Padre Claret, que arrastraba a las multitudes, atrajera también las iras de los enemigos de la Iglesia. Pero las amenazas y los atentados se iban frustrando uno a uno, porque la Providencia velaba sobre él que se alegraba en las persecuciones. Fueron numerosos los atentados personales que sufrió en vida. Pero fue peor la campaña difamatoria que se organizó a gran escala por toda España para desacreditarlo ante las gentes sencillas. Se le acusó de influir en la política, de pertenecer a la famosa "camarilla" de la Reina con Sor Patrocinio, Marfori y otros, de ser poco inteligente, de ser obsceno en sus escritos, de ser ambicioso y ladrón. Pero Claret supo callar, contento de sufrir algo por Cristo.

ANTE EL RECONOCIMIENTO DEL REINO DE ITALIA:

El reconocimiento del Reino de Italia, equivalía a la aprobación del expolio de los Estados pontificios. El Padre Claret había advertido a la Reina que si aprobaba este atropello se retiraría. El 15 de julio de 1865, el gobierno se reunía en La Granja para arrancar a la Reina su firma, pero la Reina, engañada, firmó. Claret no quiso ser cómplice y escuchó estas palabras: "Antonio, retírate". Transido de dolor, salió para Roma, donde el Papa Pío IX le consoló y le ordenó volver a la corte. La familia real se alegró inmensamente de su retorno. Pero de nuevo llovieron calumnias y ataques contra él. Fue uno de los hombres públicos más perseguidos del siglo XIX.

DESTERRADO:

El 18 de septiembre de 1868, la revolución era incontenible. Veintiún cañonazos de la fragata Zaragoza, en la bahía de Cádiz, anunciaron el destronamiento de la Reina Isabel II. Con la derrota isabelina en Alcolea, caía Madrid y la revolución se extendió a toda España. El día 30, la familia real, con su confesor, salía exiliada hacia Pau y  París. El Padre Claret tenía 60 años. En seguida quema de iglesias y asesinatos y el cumplimiento de su profecía de que la Congregación tendría su primer mártir en esta revolución. En La Selva del Camp, caía asesinado el Padre Crusats. El 30 de marzo de 1869 Claret se separaba de la Reina y se fue a Roma.

PADRE DEL CONCILIO VATICANO I:

El 8 de diciembre de 1869  comenzó el Concilio Vaticano I. Allí estaba el Padre Claret. Uno de los temas más debatidos fue la infalibilidad pontificia en cuestiones de fe y costumbres. La voz de Claret resonó en la basílica vaticana: "Llevo en mi cuerpo las señales de la pasión de Cristo, -dijo, aludiendo a las heridas de Holguín-; ojalá pudiera yo, confesando la infalibilidad del Papa, derramar toda mi sangre de una vez". Es el único Padre de aquel Concilio que ha llegado a los altares.

EL FIN DE SUS DÍAS:

El 23 de julio de 1870, en compañía del Padre Xifré, Superior General de la Congregación, llegaba el Arzobispo Claret a Prades, en el Pirineo francés. La Comunidad de misioneros en el destierro, casi todos estudiantes, recibió con gran gozo al fundador, ya enfermo. Pero sus enemigos  querían apresarlo y tuvo que huir al monasterio cisterciense de Fontfroide, donde fue acogido con gran alegría. "Me parece que ya he cumplido mi misión, en París y en Roma he predicado la ley de Dios... En París como capital del mundo, en Roma capital del catolicismo, lo he hecho de palabra y por escrito, he observado la santa pobreza... Su salud estaba minada. El día 4 de octubre tuvo un ataque de apoplejía. El día 8 recibió los últimos sacramentos e hizo la profesión religiosa como Hijo del Corazón de María. El día 24 de octubre con todos los religiosos arrodillados alrededor de su lecho, entre oraciones Antonio María Claret entregó su espíritu. Tenía 62 años. Su cuerpo fue enterrado en el cementerio monacal con la inscripción de Gregorio VII: "Amé la justicia y odié la iniquidad, por eso muero en el destierro".

GLORIFICADO:

Sus restos fueron trasladados a Vic, donde se veneran. El 7 de mayo de 1950 el Papa Pío XII lo proclamó SANTO. "San Antonio María Claret, dijo el Papa, fue un alma grande, nacida como para ensamblar contrastes: pudo ser humilde de origen y glorioso a los ojos del mundo. Pequeño de cuerpo, pero de espíritu gigante. De apariencia modesta, pero capacísimo de imponer respeto incluso a los grandes de la tierra. Fuerte de carácter, pero con la suave dulzura de quien conoce el freno de la austeridad y de la penitencia. Siempre en la presencia de Dios, aún en medio de su prodigiosa actividad exterior. Calumniado y admirado, festejado y perseguido. Y, entre tantas maravillas, como una luz suave que todo lo ilumina, brilla su devoción a la Madre de Dios".

PRECURSOR DEL CULTO AL INMACULADO CORAZON DE MARIA

Como la Orden de los Carmelitas es la Orden de los hermanos de la Virgen,  la Congregación de los HIJOS DEL INMACULADO CORAZON DE MARIA, es un original anticipo de las Revelaciones de Fátima, en las que la Virgen, en 1917, encarga a Lucía  difundir la devoción al INMACULADO  CORAZON DE MARIA. ¿Qué otra cosa hacía San Antonio María Claret al fundar su Congregación, más que adelantarse 68 años a las Revelaciones de Fátima? No es fortuito que en uno de los cuarteles de la cúpula de la Basílica de Fátima figure la imagen de San Antonio María Claret y que la atención a los peregrinos de aquel Santuario se haya confiado a los Religiosos Hijos del

Inmaculado Corazón de María.