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DOGMACERO 1 DOGMACERO HORIZONTE ALTERNATIVO Número 7 | Ene-Feb-Mar 2014 David Pratt El fenómeno de los “crop circles” Rupert Sheldrake Las expectativas del experimentador Guillermo Caba Serra La Gran Pirámide de Guiza:un símbolo de la iluminación mística Xavier Bartlett / David Álvarez-Planas Entrevista a Benito Muros: “Hay que cambiar el actual paradigma ecónomico” También en este número: Xavier Bartlett: Mito y realidad de los gigantes Suitbert Ertel: Astrología ¿El efecto Gauquelin explicado?

DogmaCero 7 Enero Febrero Marzo 2014

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    DogmaCeroHORIZONTE ALTERNATIVO

    Nmero 7 | Ene-Feb-Mar 2014

    David Pratt

    El fenmeno de los crop circles

    Rupert Sheldrake

    Las expectativas del experimentador

    Guillermo Caba Serra

    La Gran Pirmide de Guiza:un smbolo de la iluminacin mstica

    Xavier Bartlett / David lvarez-Planas

    Entrevista a Benito Muros:Hay que cambiar el actual paradigma ecnomico

    Tambin en este nmero: Xavier Bartlett: Mito y realidad de los gigantes

    Suitbert Ertel: Astrologa El efecto Gauquelin explicado?

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    DogmaCeroPublicacin Trimensual

    NMERO 7ENE - FEb - MaR 2014

    EDITORDavid lvarez Planas

    EDITOR ADJUNTOXavier bartlett

    REDACCINDaniel CrosEduard Piartur Sala

    COLABORADORESNacho ares, Henry bauer,

    Robert bauval, andrew Collins, Philip Coppens, Scott Corrales, Scott Creighton, Steven Greer, Graham Hancock,

    Jan Peter de Jong, Joel M. Kauffman, Ramn Navia Osorio-Villar,

    Nick Pope, Mximo Sandn,

    Laird Scranton, Rupert Sheldrake, David Pratt, Robert Temple

    CORRESPONSALESScott Corrales (U.S.a.)

    Raul Nuez II.EE. (Chile)CEFORa (argentina)

    [email protected]

    DOGMaCERO es una publicacin independiente, editada sin nimo de lucro y que se distribuye bajo licencia Creative Commons 3.0 que autoriza la copia, reproduccin y distribucin del texto bajo estas clusulas: no se permite un uso comercial del texto, se ha de citar el autor y la fuente original y no se pueden hacer obras derivadas del texto.

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    http://www.dogmacero.org

    Contenido Editorial: 34 Rupert SheldrakeLas expectativas del experimentadorGuillermo Caba SerraLa Gran Pirmide de Guiza: un smbolo de la iluminacin mstica 18Xavier BartlettMito y realidad de los gigantes 38

    David PrattEl fenmeno de los crop circles 88David lvarez-PlanasXavier Bartlett Entrevista a Benito Muros:Hay que cambiar el actual paradigma econmico62

    Suitbert ErtelAstrologa: El efecto Gauquelin desvelado?102

    Foto Portada: Estrella de seis puntas (Fuente: www.pagoo.com)

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    EditorialLa idea de publicar una revista que se hiciera eco de las cada vez ms numerosas posiciones alternativas a ese pensamiento nico que invade nuestra sociedad se empez a gestar hace muchos aos. Entre otras cosas, queramos acercar a todos la ingente obra (en cantidad y en calidad) de los autores anglosajones, cuyo tra-bajo no llegaba al conocimiento de muchos dada la barrera que representaba el idioma. Al principio fue un proyecto que pareca condenado, en el mejor de los casos, a convertirse en un boletn impreso distribuido entre aquellos conocidos que compartan esa visin crtica y alternativa del mundo y de la sociedad. En aquel tiempo, Internet ape-nas daba sus primeros pasos y quienes accediamos a la red lo hacamos a travs de unos cacharros que negociaban su conexin de forma alarmantemente ruidosa. Y, claro, cuando estabamos en Internet no podamos ni llamar por telfono ni recibir llamadas.Pasaron los aos y las prioridades del devenir diario nos llevaron por otros derroteros, pero la idea, el proyecto y la ilusin, seguan ah. Finalmente, hace algo ms de un ao, el destino hizo que coincideramos un equipo de personas que compartamos parecidas inquietudes y en febrero de 2013 DogmaCero vea la luz. Con este nmero cumplimos un ao de compromiso con nuestros lectores. No ha sido fcil, no es fcil, pero podemos asegurar que seguimos manteniendo el mismo espritu que hizo posible la edicin del primer nmero.Nuestro mrito es el mrito de todos quienes desde el primer da nos han brindado su apoyo y colaboracin aportando sus trabajos y artculos o brindndose a ser entrevis-tados para as compartir con el mundo su pensamiento y opiniones (su nombre figura en la columa de colaboradores). Pero sobre todo, nuestro mrito es el mrito de todos nuestros lectores que, en nmero creciente, nos leen, nos escriben y nos apoyan estando ah, tanto en esta publicacin como en la web. A todos nuestro agradecimiento y nues-tro compromiso para seguir mejorando da a da. DogmaCero es una labor de equipo y a todos los que lo integran mi personal y sincero agradecimiento, pero si DogmaCero ha tenido un hroe annimo, individual, silencioso y constante en su esfuerzo diario, esa persona es su editor adjunto Xavier Bartlett que ha sabido mantener ese impulso inicial y apuntalar los momentos de desnimo y abatimiento, que los ha habido. El merece ms que nadie nuestro sincero reconocimiento.Con nuestro trabajo no pretendemos sentar ctedra ni establecer nuevos dogmas, por-que, precisamente, somos Dogma-Cero. No nos colocamos la etiqueta de poseedores de la verdad, sino que lo nico que pretendemos es invitar al lector a reflexionar y a ini-ciar su propia investigacin personal sobre aquellas cuestiones que abordamos para as alcanzar sus propias conclusiones. Apelamos al derecho a dudar y criticar aquello que los estamentos oficiales dan por firmes y demostradas, ignorando visiones alternativas que han sido acalladas, rechazadas o ridiculizadas durante mucho tiempo. Pero tampoco coincidimos con muchas de las perspectivas alternativas cuando se muestran dogmti-cas, faltan a la verdad y al rigor o, simplemente, son meros fuegos artificiales, animados por intereses espreos.Ya va siendo hora de que nos dejen pensar y actuar en base a nuestros propios principios, en lugar de ser sometidos al adoctrinamiento masivo a travs de la educacin unvoca y materialista, la desinformacin de los medios de coumnicacin, la propaganda y la mani-pulacin del pensamiento nico.Una vez ms, gracias por estar ah y acompaarnos en este fascinante viaje. Continuare-mos en nuestro empeo de seguir aportando contenidos de la mxima calidad para abrir las mentes a un mundo insospechado, a un horizonte alternativo. El conocimiento tal vez no nos haga ms felices pero con toda seguridad nos hace ms libres.

    David [email protected]

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    Las expectativas del experimentador

    Rupert Sheldrake

    Rupert Sheldrake es un cientfico britnico, licenciado en Bioqumica por la Universidad de Cambridge. Fue investigador en la Royal Society y realiz investigaciones biolgicas en la India. Actualmente es miembro del Institute of Noetic Sciences. En este interesante artculo desarrolla cuestiones que hacen referencia a las presunciones y expec tativas que el experimentador pone en sus investigaciones y su influencia

    en los resultados finales

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    Con frecuencia las cosas salen como se espera o se profetiza, no a causa de un conocimiento mis-terioso del futuro, sino porque el comportamiento de la gente tiende a hacer que la profeca se haga rea-lidad. Por ejemplo, un maestro que predice que un estudiante fracasar puede tratar al estudiante de tal manera que el fracaso se haga ms probable, cumpliendo as la profeca original. La tendencia de las pro-fecas a autocumplirse es bien conocida en los mbitos de la economa, la poltica y la religin. Tambin es una cuestin de psi-cologa prctica. Las diversas formas de utilizar estos poderes son la base de un sin-nmero de libros de autoayuda, que mues-tran cmo evitar las actitudes negativas y adoptar las positivas, que ayudan a lograr xitos notables en la poltica, los negocios y el amor. Del mismo modo, la confianza y el optimismo desempean un papel im-portante en la prctica de la medicina y la curacin, as como en los deportes, las contiendas y muchas otras actividades. Como quiera que optemos por interpre-tarlas, las expectativas positivas y ne-gativas a menudo influyen en lo que su-cede finalmente. Las autoprofecas son un ejemplo habitual. Entonces, cmo se aplica esto a la ciencia? Muchos cientficos realizan experimentos con fuertes expec-tativas sobre el resultado y con arraigadas presunciones sobre lo que es y lo que no es posible. Pueden sus expectativas influir en sus resultados? La respuesta es que s. En primer lugar, las expectativas afectan a los tipos de pregunta que se hacen en los experimentos. Y estas preguntas a su vez conforman el tipo de respuestas que se podrn encontrar. As se reconoce expre-samente en la fsica cuntica, donde el di-seo del experimento determina qu tipo de resultado es posible; por ejemplo, si la respuesta ser en forma de onda o de par-tcula. Pero este principio es perfectamente general. La estructura del examen es como una plantilla. Determina qu parte de la ver-

    dad total aparecer y qu patrn sugerir. En segundo lugar, las expectativas de los experimentadores afectan a lo que obser-van, proporcionando una tendencia a ver lo que quieren ver y haciendo caso omiso de lo que no quieren ver. Esta tendencia puede conducir a sesgos inconscientes en la observacin y en el registro y anlisis de los datos, con el rechazo de los resultados desfavorables como errores, y a una pu-blicacin muy selectiva de los resultados. En tercer lugar, y lo que es ms misterioso, las expectativas de los experimentadores pueden afectar lo que sucede realmente. Hasta qu punto podra ser misterioso este proceso es la cuestin que explora este ar-tculo.Los efectos del experimentadorUna obra pionera de la investigacin indus-trial, llevada a cabo en la planta de Haw-thorne de la Western Electric Company (Chicago) en 1927-29, se ha convertido en familiar para generaciones de estudian-tes de psicologa social, ya que revel lo que ahora se conoce generalmente como el efecto Hawthome. Este estudio fue dise-ado para determinar los efectos sobre la

    Le Western Electric Company de Chicago

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    productividad de los diversos cambios en los perodos de descanso y refrigerio. Pero, para sorpresa de los investigadores, la pro-duccin aument en un 30 por ciento, sin importar los tratamientos experimentales particulares. La atencin que se les estaba dando tena un mayor efecto en los traba-jadores que las condiciones fsicas parti-culares bajo las cuales estaban trabajando. El efecto Hawthorne puede tener su papel en muchos tipos de investigacin, por lo menos en psicologa, medicina y conducta animal. Los investigadores afectan a los su-jetos de su investigacin simplemente pres-tndoles atencin. Adems, es posible que no slo tengan una influencia general, debi-do a su atencin e inters, sino tambin una influencia especfica sobre la forma en que se comportan sus sujetos. En general, los su-jetos tienden a comportarse de acuerdo con las expectativas de los experimentadores. La tendencia a que los experimentos pro-duzcan los resultados esperados se cono-ce como el efecto del experimentador o, ms precisamente, el efecto de las expec-tativas del experimentador. La mayora de los investigadores en las ciencias del comportamiento y los mdicos son muy conscientes de esta tendencia y tratan de protegerse de ellas mediante el uso de las metodologas de ciego. En los experimen-tos de simple ciego, los sujetos no saben a qu tipo de tratamiento estn siendo some-tidos. En los experimentos de doble ciego, los experimentadores tampoco lo saben. Los tratamientos estn codificados por un tercero, y el experimentador no conoce el cdigo hasta que se han recogido los datos. Por importantes que sean los efectos del ex-perimentador en la investigacin en seres humanos y animales, nadie sabe cun ex-tendidos estn en otros campos de la cien-cia. La opinin general es que los efectos del experimentador ya estn ampliamente reconocidos, y que se limitan al comporta-miento animal, la psicologa y la medicina. En cambio, son ignorados en otras reas de la ciencia, como puede verse fcilmente al

    visitar una biblioteca cientfica y ojear las revistas especializadas de diferentes cam-pos. En la investigacin sobre biologa, qumica, fsica e ingeniera los mtodos de doble ciego son empleados rara vez, o nun-ca. Los cientficos de estos campos suelen ignorar la posibilidad de que los experi-mentadores puedan afectar inconsciente-mente los sistemas que estn estudiando. Acechando en el fondo, subyace el alar-mante pensamiento de que gran parte de la ciencia establecida pueda reflejar la in-fluencia de las expectativas de los experi-mentadores, incluso a travs de influencias paranormales o psicoquinticas. Estas ex-pectativas no slo pueden incluir las de los investigadores individuales, sino tambin el consenso entre sus colegas. Los para-digmas cientficos, modelos de la realidad compartida por los profesionales, tienen una gran influencia en el patrn general de las expectativas y podran insinuar el resultado de incontables experimentos. A veces se sugiere, en broma, que los fsicos nucleares no descubren tantas nuevas par-tculas subatmicas como las que inventan. Para empezar, las partculas se predicen so-bre bases tericas. Si hay suficientes profe-sionales que creen que es probable encon-trarlas, se construyen costosos acelerado-res y colisionadores para buscarlas. Luego, por supuesto, se detectan las partculas es-peradas, como trazas en cmaras de burbu-jas o en pelculas fotogrficas. Y cuanto ms se detectan con frecuencia, ms fcilmente se vuelven a encontrar otra vez. Se estable-ce un nuevo consenso: que existen. El xito de esta inversin de cientos de millones de dlares, entonces justifica an ms el gasto en aceleradores de partculas an ms gran-des para encontrar an ms partculas pre-dichas, y as sucesivamente. El nico lmite parece estar configurado no por la natura-leza misma, sino por la voluntad del Con-greso de los EE UU para seguir gastando mi-les de millones de dlares en este empeo. En las ciencias fsicas, si bien ha habido muy poca investigacin emprica sobre los efec-

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    tos del experimentador, ha habido muchas discusiones sofisticadas acerca del papel del observador en la teora cuntica. Dichos observadores, desde una visin filosfica, suenan como las mentes independientes de unos idealizados cientficos objetivos. Pero si se toma seriamente la influencia activa de la mente del experimentador, entonces se abren muchas posibilidades; incluso la posibilidad de que la mente del observa-dor pueda tener poderes psicoquinticos. Quiz los fenmenos de la mente sobre la materia tienen lugar en el mbito micros-cpico de la fsica cuntica. Tal vez la mente puede influir en las probabilidades de los acontecimientos que son probabilsticos, no de-terminados rgidamente por adelantado. Esta idea es la base de muchas es-peculaciones entre los parapsiclogos, y es una manera de tratar de ex-plicar la interaccin de los procesos mentales y fsicos en el cerebro.En el mbito de la con-ducta animal, como expli-co ms adelante, existen pruebas experimentales reales de los efectos de las expectativas de los experimentadores so-bre el comportamien-to de los animales. No obstante, en la mayora de reas de la biologa la posibilidad de tales efectos se suele ignorar. Un embri-logo, por ejemplo, puede muy bien reco-nocer la necesidad de protegerse contra la observacin sesgada y utilizar procedi-mientos estadsticos adecuados, pero es improbable que se tome en serio la idea de que sus expectativas pueden influir, de alguna manera misteriosa, en el desarro-llo de los propios tejidos embrionarios. En psicologa y en medicina, los efectos del experimentador se explican generalmen-te en trminos de influencias transmitidas por seales sutiles. Pero hasta qu punto

    son sutiles, eso es otra cuestin. En gene-ral, se supone que dependen slo de las for-mas reconocidas de la comunicacin sen-sorial que, a su vez, dependen nicamente de principios bien conocidos de la fsica. La posibilidad de que incluyan influencias paranormales, como la telepata y la tele-quinesis, no se discute en la alta sociedad cientfica. Yo creo que es mejor hacer frente a esta posibilidad que ignorarla, y proponer una investigacin de los efectos del experi-mentador que tengan en cuenta la posibi-lidad de los efectos de la mente sobre la materia. Pero primero es importante te-ner en cuenta lo que ya se ha comprobado.

    De cmo la gente se comporta tal como se esperaEn general, las personas se comportan como se espera. Si esperamos que las personas sean amiga-bles, es ms probable que lo sean que si esperamos a que sean hostiles, y las tratamos en consecuen-cia. Los pacientes de los analistas freudianos tienden a tener sueos freudianos, mientras que los pacientes de los analistas junguianos tie-nen sueos junguianos. Hay innumerables ejem-plos en todos los mbitos de la experien-cia humana que ilustran este principio. Comparados con la riqueza de la experien-cia personal y los relatos anecdticos, los experimentos sobre los efectos de las ex-pectativas en el comportamiento de la gente

    parecen artificiosos y triviales. Sin embargo, son importantes por cuanto permiten que se investigue este efecto empricamente y se introduzca en la esfera del discurso cien-tfico. Y hay cientos de experimentos que han demostrado claramente que los experi-mentadores pueden afectar el resultado de las investigaciones psicolgicas, desvin-

    En psicologa y en medicina, los efectos del

    experimentador se explican

    generalmente en trminos

    de influencias transmitidas por seales sutiles

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    dolas en la direccin de sus expectativas. He aqu un ejemplo. Se dio un entrenamien-to especial a un grupo de catorce estudian-tes de postgrado de psicologa en un nuevo mtodo de aprendizaje del procedimiento de Rorschach, en el que preguntaran a la gente qu patrones vean en unas manchas de tinta. A siete de ellos se les indujo a creer que los psiclogos experimentados obtie-nen de sus sujetos ms imgenes humanas que de animales. A los otros siete se les die-ron las mismas manchas de tinta, pero les dijeron que, segn psiclogos experimen-tados, daban lugar a una mayor proporcin de imgenes de animales. Efectivamente, el segundo grupo obtuvo significativamente ms imgenes de animales que el primero. Menos trivial es la demostracin emprica de que los efectos de tales expectativas no se limitan a los experimentos de laborato-rio a corto plazo. En las escuelas, por ejem-plo, la manera en que los maestros tratan a los alumnos, y por lo tanto la forma en que aprenden los nios, est fuertemente in-

    fluenciada por las expectativas. El ejemplo clsico es llamado el experimento Pygma-lion, llevado a cabo en una escuela primaria en San Francisco por el psiclogo de Har-vard, Robert Rosenthal y sus colegas. Estos prestigiosos cientficos crearon expectati-vas en los profesores de que ciertos nios en sus clases estaban a punto de florecer intelectualmente y que mostraran avan-ces notables en el ao escolar en curso. Los psiclogos crearon esta creencia mediante la administracin de una prueba para to-dos los nios en la escuela, que describie-ron como una nueva tcnica para predecir el florecimiento intelectual, llamndolo el test de adquisicin flexiva de Harvard. Dentro de cada clase, se le dieron al profe-sor los nombres del 20 por ciento de nios que haban obtenido mejor puntuacin. De hecho, era una prueba comn de inteligen-cia no verbal, y los nombres de los ms pro-pensos a florecer fueron elegidos al azar.Al final del ao escolar, cuando todos los nios fueron evaluados de nuevo con el mismo test de inteligencia, en primer gra-do, los nios prometedores obtuvieron un promedio de 15,4 puntos de coeficiente in-telectual ms que los nios del grupo con-trol, y en segundo grado lograron 9,5 pun-tos ms. No slo estos nios prometedores tendan a obtener mejores resultados, sino que los profesores tendan tambin a con-siderarlos ms interesantes, ajustados, ca-riosos, curiosos y felices. Este efecto se present mucho menos a partir de tercer grado hacia arriba, probablemente porque los maestros tenan ya sus propias expec-tativas sobre los nios. Las expectativas creadas por Rosenthal y sus colegas tuvie-ron un efecto mucho menor cuando tuvie-ron que competir con una reputacin esta-blecida. Muchos estudios posteriores han confirmado y ampliado estas conclusiones. Una crtica dirigida contra Rosenthal y sus colegas alegaba que su slido compromiso con la bsqueda de efectos del experimen-tador haba sesgado sus propios resultados. Rosenthal respondi que si esto fuera as, El psiclogo de Harvard Robert Rosenthal, autor del experimento Pygmalion

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    no hara ms que demostrar su propsi-to de otra manera: Podramos realizar un estudio en el que se dividiera al azar a los investigadores de las expectativas en dos grupos: en el primero, los experimentos de las expectativas se llevaran a cabo como de costumbre, mientras que en el segundo se emplearan las salvaguardias especiales para que la expectativa del investigador principal no pudiera comunicarse a los ex-perimentadores. Supongamos que el efecto medio de la expectativa para el primer gru-po fuera de siete, y para el segundo, cero. An veramos esto como prueba del fen-meno de los efectos de las expectativas! Aunque en las ciencias mdicas y conduc-tuales se emplean rutinariamente procedi-mientos de doble ciego para protegerse de los efectos del experimentador, estos mto-dos slo son parcialmente eficaces. Todava persisten algunos efectos de las expectati-vas, que se ven muy claramente en el efecto placebo de la investigacin mdica.El efecto placeboLos placebos son tratamientos sin valor te-raputico especfico que sin embargo ayu-dan a que mucha gente mejore. Los inves-tigadores mdicos han observado que el efecto placebo es omnipresente en la medi-cina. Si no se controla el efecto placebo en los estudios teraputicos, se considera ge-neralmente que los resultados son poco fia-bles. El efecto placebo se ha encontrado en muchas condiciones, como la tos, los cam-bios de humor, la angina de pecho, el dolor de cabeza, el mareo, la ansiedad, la hiper-tensin, el estado asmtico, la depresin, el resfriado comn, el linfosarcoma, la secre-cin gstrica y la motilidad, la dermatitis, la artritis reumatoide, la fiebre, las verrugas, el insomnio y los sntomas de dolor de di-versas fuentes.Gran parte del xito de la terapia a lo largo de los tiempos se puede atribuir al efecto placebo, independientemente del tipo de terapia, o de quienes la apoyan. Y no cabe ninguna duda de que desempea un pa-

    pel importante en la medicina moderna. Un estudio de una amplia gama de ensa-yos de medicamentos ha revelado que los placebos son, en promedio, alrededor de un tercio a un medio tan eficaces como el medicamento especfico, un gran resultado para las pldoras neeutras que no cuestan casi nada. Pero los placebos no son slo pl-doras neutras. Tambin pueden ser formas de asesoramiento o psicoterapia neutras, o incluso ciruga neutra. Por ejemplo, un pro-cedimiento quirrgico para el tratamiento de dolor de la angina de pecho implicaba la unin de las arterias mamarias. Cuando se puso a prueba la eficacia de este proce-dimiento, se practic la incisin apropia-da en los pacientes de control, pero no se uni ninguna arteria. El alivio del dolor de pecho fue el mismo en los grupos reales y en los de ciruga simulada. Adems, ambos grupos mostraron cambios fisiolgicos, que incluan la reduccin en la onda-T inverti-da del registro del electrocardiograma. As pues, qu son los placebos? La histo-ria de la palabra es en s reveladora. Es la primera palabra de un canto en los ritos funerarios medievales, placebo domino: Agradar al Seor. La palabra se utiliza

    Gran parte del xito de la terapia a lo largo de los tiempos se puede atribuir al efecto placebo

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    para referirse a los dolientes profesiona-les a los que se pagaba para cantar place-bos junto al fretro del fallecido en lugar de la familia, que originalmente desempe-aba este papel. Con el paso de los siglos, las connotaciones del trmino derivaron gradualmente hacia la burla, y se utiliz para describir a los aduladores, impostores y parsitos sociales. Apareci por prime-ra vez en un diccionario mdico de 1785, en un sentido peyorativo, definido como mtodo comn y corriente o medicina. Los cantantes profesionales de placebo de la Edad Media, sin duda, solan carecer de devocin especfica alguna hacia el difun-to. No obstante, por lo general se crea que tena valor como parte de un ritual reconocido. Los pla-cebos modernos se dan en un contexto teraputico, y su po-der tambin depen-de de las creencias y las expectativas actuales, tanto del mdico como del paciente. Cualquier mtodo de trata-miento en cualquier cultura tradicional o moderna se pro-duce en un contexto en el que las tcnicas particulares son vistas por el paciente como plausibles y por los terapeutas como potencialmente eficaces. Los mdicos suelen atribuir sin ms la efi-cacia de los sistemas mdicos tradicionales o no cientficos al fenmeno placebo, y tambin imputan el uso de placebos a otros tipos de mdico. Pero tienden a eximir a su propia especialidad mdica. En una en-cuesta sobre las actitudes con respecto al efecto placebo, los cirujanos excluyeron la ciruga, los internistas excluyeron la medi-cacin, los psicoterapeutas excluyeron la psicoterapia y los psicoanalistas excluye-ron el psicoanlisis. Por otra parte, en la investigacin mdica, los efectos placebo

    son considerados generalmente como una molestia. Pero tal vez la actitud negativa de los mdicos hacia los placebos est bien as, dado que son la otra cara de la moneda de su fe en la especial eficacia de sus propias tcnicas, que por tanto tienden a fun-cionar mejor a causa del efecto placebo! Los efectos placebo ms grandes tienen lu-gar en los ensayos doble ciego, en que tanto los pacientes como los mdicos creen que se est empleando un eficaz tratamiento nuevo. Si los doctores creen que el trata-miento va a ser menos eficaz, se obtiene un efecto placebo inferior. En los ensayos sim-ple ciego, en que los mdicos saben que los pacientes han recibido placebo, pero los pa-cientes no, los place-bos son mucho me-

    nos eficaces. En con-diciones abiertas, donde los pacientes saben que estn re-cibiendo placebos, se obtienen los me-nores efectos. En otras palabras, los tratamientos fun-cionan mejor si m-dicos y pacientes piensan que tienen poderosos efectos beneficiosos. Por el contrario, en los ensayos en que los medicamentos activos son etiquetados como placebos, los frma-cos dan resultados clnicos ms pobres. Por lo tanto, las bajas expectativas condu-cen a un bajo efecto placebo. Este es el caso de nuevos medicamentos milagrosos que despiertan grandes esperanzas al inicio, pero fallan a la hora de alcanzar las expec-tativas. Este patrn fue reconocido por el mdico francs del siglo XIX Armand Trous-seau, que anim a sus colegas a que trata-sen a tantos pacientes como fuera posible con los nuevos medicamentos, mientras todava tuvieran el poder de sanar. Hay muchos ejemplos modernos. Por ejemplo,

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    en un momento dado el frmaco clorpro-mazina fue aclamado por su eficacia en el tratamiento de la esquizofrenia, pero la fe en sus poderes se desvaneci gradualmen-te. En los ensayos sucesivos se observ que era cada vez menos eficaz. Los efectos de los placebos se redujeron en paralelo. Qui-zs, cuando los investigadores se empeza-ron a dar cuenta de que el nuevo frmaco milagroso no era tan poderoso como espe-raban, sus expectativas, y, posiblemente, su inters por los pacientes disminuy. He aqu otro ejemplo particularmente lla-mativo, de la dcada de 1950. Un hombre con cncer avanzado ya no responda al tra-tamiento con radiacin. Se le dio una sola inyeccin de un frmaco experimental, Kre-biozen, considerado por algunos en aquel momento como una cura milagrosa (que ya ha sido desacreditada). Los resultados resultaron impactantes para el mdico del paciente, que declar que los tumores se derritieron como bolas de nieve en una es-tufa caliente. Ms tarde, el hombre ley los estudios que sugeran que el frmaco era ineficaz, y su cncer comenz a extenderse otra vez. En este punto su doctor, actuando por una corazonada, le administr un pla-cebo por va intravenosa. Se le dijo al pa-ciente que el agua del grifo era una forma nueva y mejorada de Krebiozen. Una vez ms, su cncer se redujo radicalmente. Lue-go ley en los peridicos una declaracin oficial de la Asociacin Mdica Americana: el Krebiozen era un medicamento sin valor. La fe del hombre se desvaneci, y muri a los pocos das.Los mismos principios se aplican a la pro-pia investigacin mdica. Creyentes y no creyentes en las nuevas formas de trata-miento tienden a obtener resultados muy diferentes: Cuantitativamente, el patrn es coherente. La eficacia inicial del 70 al 90 por ciento en los entusiastas de los infor-mes disminuy del 30 al 40 por ciento de efectividad del placebo de referencia en los informes de los escpticos.Una caracterstica notable de los placebos es que los pacientes no slo se benefician

    de ellos, sino que tambin exhiben respues-tas txicas o efectos secundarios. En una encuesta de 67 ensayos doble ciego de un frmaco sobre un total de 3.549 pacientes, el 29 por ciento de los pacientes mostr varios efectos secundarios mientras esta-ban siendo tratados con el placebo, que in-cluan anorexia, nuseas, dolor de cabeza, mareos, temblores y erupciones en la piel. Los efectos secundarios fueron a veces tan graves que requirieron intervencin mdi-ca adicional. Por otra parte, mostraron una relacin con las expectativas de los mdicos o de los pacientes sobre el frmaco activo utilizado en el ensayo. Por ejemplo, en un gran ensayo doble ciego de anticonceptivos orales, el 30 % de las mujeres a las que se administr el placebo informaron de una disminucin del deseo sexual; el 17 %, de aumento del dolor de cabeza; el 14 %, de au-mento del dolor menstrual; y el 8 %, de ma-yor nerviosismo e incapacidad.As como el poder de las bendiciones se refleja en el poder de las maldiciones, del mismo modo los efectos beneficiosos de los placebos se refleja en los efectos nega-tivos de los procedimientos previstos para provocar dao, tcnicamente conocidos como placebos negativos o nocebos. Hay ejemplos espectaculares en frica, Am-rica Latina y otros lugares, conocidos por los antroplogos como muertes por vud, provocadas por la creencia en el poder del encantamiento. Los efectos nocebo menos espectaculares tambin han sido demostra-dos en experimentos de laboratorio, como en un estudio en el que se dijo a los sujetos que se estaba pasando una leve corriente elctrica por su cabeza mediante unos elec-trodos aplicados, y se advirti que esto po-dra dar lugar a un dolor de cabeza. A pesar de que, de hecho, no haba corriente algu-na, dos tercios de los sujetos desarrollaron dolores de cabeza. Tanto los placebos como los nocebos dependen de las creencias cul-turales dominantes, incluyendo la creencia en la medicina cientfica. En pocas pala-bras: la creencia enferma, la creencia mata, la creencia cura.

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    La influencia de la expectativa en los animalesLos animales responden de manera dife-rente a diferentes personas, como sabe todo propietario de mascotas o entrenador de animales. Reconocen a las personas a las que estn acostumbrados, y tienden a estar en guardia ante los extraos. Parecen sen-tir si la gente es amable, miden su miedo o confianza y responden a sus expectativas. Desde el punto de vista del sentido comn, sobre la base de la experiencia cotidiana, es poco sorprendente que los cientficos que realizan experimentos con animales tengan una influencia personal sobre los animales. Las actitudes y expectativas de los experimentado-res afectan a los anima-les con los que trabajan.Los experimentos clsi-cos sobre los efectos de las expectativas de los experimentadores con animales fueron lleva-dos a cabo en 1960 por Robert Rosenthal y sus colegas. Utilizaron a unos estudiantes como experimentadores y unas ratas como sujetos. Las ratas procedan de una cepa de laboratorio estndar, pero se divi-dieron al azar en dos grupos, con la etiqueta Laberinto-Brillante y Laberinto-Torpe. Se dijo a los estudiantes que estos anima-les eran producto de generaciones de cra selectiva en Berkeley para obtener un ren-dimiento bueno y malo en laberintos estn-dar. Los estudiantes, naturalmente, espe-raban que las ratas brillantes aprendieran ms rpido que las torpes. Efectivamente, esto es lo que encontraron. En general, las ratas brillantes lograron un 51 por ciento ms de respuestas correctas y aprendieron el 29 por ciento ms rpido que las ratas torpes.

    Estos resultados se han confirmado en otros laboratorios y con otros tipos de aprendiza-je. Incluso se han observado comparables efectos del experimentador en los gusanos planos, unas criaturas humildes que viven en el barro del fondo de los estanques y en similares ambientes acuticos. En uno de estos estudios, una muestra esencialmente idntica de gusanos Planaria se dividi en dos grupos, uno de los cuales fue descrito como una cepa que mostraba pocos ladeos de cabeza y contracciones de cuerpo (gu-sanos productores de baja respuesta), y el otro como una cepa de frecuentes ladeos y contracciones (gusanos productores de alta

    respuesta). Con estas ex-pectativas en mente, los experimentadores halla-ron un promedio cinco veces mayor en el ladeo de cabeza y veinte veces mayor en las contraccio-nes en los gusanos pro-ductores de alta respues-ta.Estos efectos de las ex-pectativas, como los del experimento con ratas de Rosenthal, se obser-varon en los estudiantes universitarios, que pue-den ser especialmente propensos a ver, o inclu-so pretender ver, lo que se les dice que pueden esperar. Los observadores ms veteranos generalmente mostraran menores efectos de las expectativas. Este fue el caso, por ejemplo, de unos investigadores ms expe-rimentados que estaban trabajando con los

    Planaria. El nmero de contracciones en los Planaria de alta respuesta result ser de dos a siete veces mayor que en los gusanos de baja respuesta, en comparacin con el pro-medio veinte veces mayor hallado por los estudiantes de pregrado. Sin embargo, un aumento de dos a siete veces sigue siendo un gran efecto, y obviamente introduce un sesgo importante en los resultados.

    Los observadores experimentados

    pueden estar firmemente

    recluidos en unas determinadas visiones de la

    realidad, lo que repercute en unos mayores efectos de

    las expectativas

  • DogmaCero 13

    Por otro lado, los observadores experimen-tados pueden estar firmemente recluidos en unas determinadas visiones de la rea-lidad, lo que repercute directa o indirec-tamente en unos mayores efectos de las expectativas que los encontrados entre los novatos con menor compromiso personal hacia unas teoras particulares. Estas per-sonas pueden crear un clima de expecta-tivas entre sus colegas y tcnicos, y esto a su vez puede influir en la forma en que se comportan sus animales.Aunque los efectos de las expectativas se empezaron a investigar sistemticamente en la dcada de 1960, y ya han quedado de-mostrados en cientos de estudios particula-res, el principio general de ningn modo es nuevo. Por ejemplo, Bertrand Russell, escri-biendo con su habitual ingenio y claridad, lo expres de la siguiente manera en 1927:La forma en que aprenden los animales se ha estudiado mucho en los ltimos aos, con una gran dosis de paciente observacin y experimento... Se puede decir, en trmi-nos generales, que todos los animales que se han observado cuidadosamente se han comportado de tal manera que confirma-ba la filosofa en la que crea el observador antes de comenzar sus observaciones. No, ms an, todos ellos han mostrado las ca-ractersticas nacionales del observador. Los animales estudiados por los estadouniden-ses corren de un lado a otro frenticamen-te, con una increble muestra de bullicio y vitalidad, y al final alcanzan el resultado de-seado por casualidad. Los animales obser-vados por los alemanes se quedan quietos y piensan, y al fin desarrollan la solucin desde su conciencia interior.Los efectos del experimentador en la parapsicologa Los efectos del experimentador son bien conocidos por los parapsiclogos, por va-rias razones. En primer lugar, desde hace tiempo los investigadores experimentados saben que los sujetos tienden a mostrar ms poderes psquicos cuando se sienten

    relajados y en una atmsfera positiva y en-tusiasta. Si estn ansiosos, incmodos o son tratados de una manera formal y distante por los investigadores cientficos, no actan tan bien. De hecho, puede que no muestren en absoluto poderes psquicos significati-vos; o sea, no hay psico-efectos, en la jerga de la parapsicologa.En segundo lugar, es bien sabido por parte de los investigadores en este campo que los sujetos que muestran considerables capa-cidades psquicas a menudo tienden a per-derlas cuando personas extraas entran en la sala. El parapsiclogo pionero J.R. Rhine cuantific de manera efectiva este efecto en una serie de ensayos con un sujeto dotado, Hubert Pearce, al notar que cuando alguien pasaba para ver Pearce en accin, sus resul-tados caan. Empezamos a tomar nota de las pruebas, a veces invitando a un visitante a tal efecto, a veces valindonos de un visi-tante casual. Se registr el tiempo de entra-da y salida de siete visitantes, estando uno

    Joseph banks Rhine, pionero en el estudio de la parapsicologia, fue fundador del laboratorio de parapsicologa en la Universidad de Duke y el

    Journal of Parapsychology

  • DogmaCero 14

    presente dos veces. Todos ellos produjeron un descenso en la puntuacin de Pearce.El efecto desalentador de los extraos es particularmente fuerte cuando los visitan-tes se muestran escpticos, sobre todo si son hostiles a la propia experiencia o a las personas involucradas. Sin embargo, si los extraos son amables, y sobre todo si ayu-dan de alguna manera en el experimento, en lugar de comportarse como observadores indiferentes, los sujetos se acostumbran a ellos y las puntuaciones aumentan de nuevo. Los escpticos suelen tomar el fracaso de las pruebas parapsicolgicas en presencia de escpticos para dar por hecho que los poderes psquicos no pueden ser detecta-dos en condiciones de rigor cientfico, y que por lo tanto no existen realmente. Pero los efectos negativos de los escpticos pueden muy bien ser debidos a su presencia des-alentadora y a sus expectativas negativas, mediada por seales sutiles y no tan sutiles. En tercer lugar, los parapsiclogos saben bien que algunos experimentadores obtie-nen consistentemente resultados positivos en sus investigaciones, mientras que otros no. Este efecto fue investigado sistemtica-mente en la dcada de 1950 por dos investi-gadores britnicos. Uno, C. W. Fisk, un inven-tor jubilado, obtuvo mantenidamente resul-tados significativos en sus experimentos. El otro, D. J. West, que luego lleg a ser pro-fesor de Criminologa de Cambridge, por lo general no tuvo xito en la deteccin de los fenmenos psquicos. En estos experimen-tos cada investigador prepar la mitad de los tems de la prueba, y los puntu al final. Los sujetos no saban que haba implicados dos experimentadores, ni tampoco los co-nocieron, sino que recibieron y devolvieron los elementos del test a travs del correo. Los resultados de Fisk sobre la mitad del experimento mostraron efectos altamente significativos en clarividencia y psicocinti-ca. Los datos de West no mostraron ningu-na desviacin de la mera casualidad. Llega-ron a la conclusin de que West era gafe. En cuarto lugar, en repetidas ocasiones se ha observado en la investigacin sobre la

    psicocintica que los experimentadores que hallan efectos significativos son en s mismos buenos sujetos. Por ejemplo, Hel-mut Schmidt, el inventor de la mquina de Schmidt, un generador de nmeros alea-torios, cuyo resultado puede ser afectado supuestamente por el deseo de que emer-jan ciertos patrones, encontr que muchas veces l mismo era su mejor sujeto. Un in-vestigador, Charles Honorton, ha demos-trado incluso que los psico-efectos sobre los generadores de nmeros aleatorios por parte de los sujetos de sus experimentos se deben ms a s mismo que a sus suje-tos. Los sujetos mostraron psico-poderes cuando l estaba presente, pero y l mismo los mostraba cuando actuaba como sujeto experimental. Pero el psico-efecto se per-da cuando l no estaba presente y era otro experimentador quien se haca cargo de las pruebas sobre los sujetos. Honorton y su colega Barksdale concluyeron que tales efectos mostraron que las fronteras tradi-cionales entre los sujetos y los experimen-tadores no pueden mantenerse fcilmente. Ellos interpretaron sus resultados como un efecto psico-mediado del experimentador. Las implicaciones de estos efectos del expe-rimentador son asombrosas. Si los parapsi-clogos pueden provocar efectos psico-me-diados del experimentador, ya sea intencio-nalmente o no, a travs de su influencia so-bre sus sujetos (incluso a distancia, como en los experimentos de Fisk-West), entonces la separacin convencional entre los expe-rimentadores y los sujetos de investigacin se viene abajo. Por otra parte, si las perso-nas pueden influir en los acontecimientos fsicos, tales como la desintegracin ra-diactiva, la separacin convencional entre la mente y la materia se rompe tambin. Y entonces, por qu deberan limitarse los efectos psico-mediados a la parapsicologa? No podran ocurrir en muchos otros cam-pos de la ciencia?Cun paranormal es la ciencia normal?

    Existe una buena razn que justifica el tab convencional contra la parapsicolo-ga, que es una especie de paria de la cien-

  • DogmaCero 15

    cia establecida. En efecto, la existencia de los fenmenos psquicos pondra seria-mente en peligro la ilusin de la objeti-vidad. As, se planteara la posibilidad de que los resultados empricos en muchos campos de la ciencia reflejasen las expec-tativas de los experimentadores a travs de sutiles influencias inconscientes. Ir-nicamente, el ideal ortodoxo de observa-cin pasiva puede as ofrecer excelentes condiciones para efectos paranormales: Un experimentador que prepara sus apa-ratos, consigue que sus animales estn lis-tos, y luego los deja con el sentimiento de seguridad de que el ex-perimento funcionar y que los animales harn lo suyo debidamente, no puede sino recordar-nos ciertos aspectos de la magia, el ritual, o tal vez la plegaria. Se hace algo con la confianza de que va a producir un resultado deseado, y el participan-te, una vez ha hecho esto, pone psicolgicamente una distancia entre l y el resultado. No est tratan-do de hacer que las cosas sucedan; tan slo confa en que sucedern... Tales circunstancias pueden proporcionar una opor-tunidad ptima para la intervencin psicocintica.Esta posibilidad ha resucitado en un artcu-lo de la revista Nature, titulado Los cien-tficos confrontan lo paranormal, escrito por el fsico David Bohm y otros. En este artculo sealaron que las condiciones re-lajadas necesarias para la aparicin de los psico-fenmenos son tambin las ms fruc-tferas para la investigacin cientfica en ge-neral. Por el contrario, la tensin, el miedo y la hostilidad no slo tienden a inhibir los psico-efectos, sino que tambin influyen en los experimentos de las llamadas cien-

    cias duras. Si alguno de los que participan en un experimento de fsica se muestra tenso y hostil, y no quiere realmente que el experimento funcione, las posibilidades de xito se reducen considerablemente. Los defensores de la ortodoxia habitual-mente rechazan o ignoran la posibilidad de las influencias paranormales bajo ninguna circunstancia. La tarea de mantener a la ciencia libre de psico-efectos es implemen-tada por grupos organizados de escpticos. Estos vigilantes cientficos desafan con-tinuamente cualquier testimonio de psi-co-efectos, rechazndolo en funcin de uno o ms de los siguientes motivos:1) Experimentacin in-competente.2) Observacin, registro y comunicacin de datos de forma selectiva.3) Engao inconsciente o consciente.4) Efectos del experi-mentador mediados por seales sutiles.Los escpticos tienen ra-zn al sealar estas posi-bles fuentes de error en la investigacin parapsi-colgica. Pero las mismas fuentes de sesgo tambin estn presentes en la investigacin ortodoxa. El mismo hecho de que la investigacin parapsicolgica est sujeta a tal escrutinio crtico hace que los investigadores en este campo sean extraor-dinariamente conscientes de los efectos de las expectativas. Irnicamente, es en los campos convencionales y no controvertidos de la investigacin donde es ms probable que las influencias de las expectativas de los experimentadores pasen desapercibidas. La evidencia de los efectos del experimen-tador en la medicina y en las ciencias de la

    Los defensores de la ortodoxia habitualmente

    rechazan o ignoran la

    posibilidad de las influencias paranormales bajo ninguna circunstancia

  • DogmaCero 16

    conducta es innegable. Y por eso las sea-les sutiles asumen un papel explicativo tan importante. Casi todo el mundo est de acuerdo en que las seales sutiles, como los gestos, los movimientos oculares, la pos-tura corporal y los olores pueden influir en las personas y los animales. Los escp-ticos estn muy interesados en destacar la importancia de este tipo de seales, y con razn. Un ejemplo distinguido que mues-tra la importancia de la comunicacin su-til es la historia de Hans el listo, un famoso caballo en el Berln de inicios del siglo XX. Este caballo aparentemente poda realizar operaciones aritmticas en presencia de su dueo, picando el suelo con un casco para dar la respuesta. Pareca poco probable que fuera un fraude, ya que el propietario permita que otras personas (sin cargo al-guno) preguntaran por s mismos al animal. El fenmeno fue investigado cientficamen-te en 1904 por el psiclogo Oskar Pfungst, quien lleg a la conclusin de que el caba-llo estaba recibiendo pistas a partir de ges-tos probablemente realizados de manera inconsciente del propietario y otros inte-rrogadores. Pfungst descubri que l poda conseguir que el caballo diese la respues-ta correcta simplemente concentrando su

    atencin sobre el nmero, si bien no era consciente de haber realizado cualquier movimiento que pudiera revelar el nmero. Nadie niega que las seales sutiles de los experimentadores, que pasan a travs de los canales sensoriales normales, pueden afectar a las personas y los animales. Los escpticos afirman que tales influencias pueden explicar muchos ejemplos de co-municacin aparentemente teleptica. Pero aceptando todo esto, sigue existiendo la posibilidad de que ambos factores, las su-tiles seales sensoriales y las influencias paranormales, acten en el fenmeno. La historia de la investigacin de Pfungst sobre Hans el listo se ha explicado una y otra vez a generaciones de estudiantes de psicologa. Lo que es menos conocido es que despus de la investigacin de Pfungst, des-crita en su libro sobre Hans el listo publi-cado en 1911, otros estudios sobre caballos con similares poderes matemticos mostra-ron que haba algo ms que sutiles seales sensoriales. Por ejemplo, cuando Maurice Maeterlinck investig los famosos caballos calculadores de Elberfeld, concluy que de alguna manera estaban leyendo su mente,

    El psicologo Oskar Pfungst junto a Hans el listo

  • DogmaCero 17

    en vez de responder a seales sensoriales sutiles. Despus de una serie de pruebas cada vez ms rigurosas, finalmente pens en una que en virtud de su misma simpli-cidadno poda estar expuesta a elaboradas y rebuscadas suspicacias. Tom tres tarje-tas con nmeros en ellas, las baraj sin mi-rarlas, y las coloc boca abajo sobre un ta-blero, con lo cual el caballo slo poda ver el reverso de las tarjetas. No haba, por tanto, en ese momento, alma humana en la tierra que supiera las cifras. Sin embargo, sin nin-guna vacilacin, el caballo golpe en el sue-lo el nmero que formaban las tres cartas. Este experimento tambin tuvo xito con los otros caballos calculadores, tantas ve-ces como quiso probarlo. Estos resultados van ms all de la posibilidad de la telepa-ta, ya que el mismo Maeterlinck no cono-ca las respuestas cuando los caballos las estaban dando. Ello da a entender que los caballos o bien eran capaces de clarividen-cia (saban directamente lo que haba en las tarjetas), o bien de precognicin (saban el nmero que habra en la mente de Maeter-linck despus de que l volteara las cartas). Durante ms de ochenta aos, la historia de Hans el listo y de Pfungst se ha explica-do y repetido como un triunfo del escepti-cismo. Ha adquirido un significado mtico, al permitir que se expliquen los efectos aparentemente paranormales en trmi-nos de seales sutiles. Pero, qu ocurre si algunas de estas seales sutiles son pa-ranormales en s mismas? Existe un tab en contra de discutir incluso esta posibi-lidad, y mucho menos de investigarla. No obstante, la posible importancia de las influencias parapsicolgicas le fue sugeri-da a Rosenthal por uno de sus colegas de Harvard, justo en el inicio de su investiga-cin sobre los efectos del experimentador: De haber tenido el ingenio o el coraje para hacerlo, fcilmente podra haber llevado a cabo un estudio en el cual los experimen-tadores con diferentes expectativas con respecto a las respuestas de sus sujetos se les impidiera tener contacto sensorial con esos sujetos. Mi prediccin, entonces y ahora, era (y sera) que bajo estas condi-

    ciones no tendran lugar los efectos de las expectativas. Pero nunca hice el estudio. Tal vez si alguien hiciera este estudio, la prediccin de Rosenthal resultara ser err-nea. Tal vez algunos de los efectos de las ex-pectativas de los experimentadores son de hecho paranormales. Tales influencias su-tiles no se opondran a las seales sutiles, sino que actuaran habitualmente al mismo tiempo y operaran de manera inconsciente. Aunque los efectos del experimentador son bien reconocidos en las ciencias mdicas y conductuales, el hecho de que sean explica-dos (o justificados) en trminos de seales sutiles impide que se tomen muy en serio en otros campos de la investigacin, tales como la bioqumica. Mientras que una persona o una rata pueden recoger las expectativas de un cientfico y responder en consecuencia, no se espera que una enzima en un tubo de ensayo responda al sutil lenguaje corporal, a gestos faciales inconscientes, etc. Por su-puesto, hay un reconocimiento general de la posibilidad de una observacin sesgada, pero esto no es el resultado de cualquier influencia real en el mismo sistema experi-mental. El cientfico puede ver una diferen-cia que se adapte a su expectativa, pero se supone que la diferencia slo est en el ojo del observador, no en el material estudiado. Sin embargo, todo esto no es ms que una suposicin. No ha habido prcticamente investigacin sobre la influencia de las ex-pectativas de los experimentadores en los campos de la ciencia como la agricultura, la gentica, la biologa molecular, la qumica y la fsica. Dado que se asume que el material estudiado es inmune a estas influencias, se supone que las precauciones contra stas no son necesarias. Excepto en las ciencias conductuales y en la investigacin clnica, rara vez se emplean procedimientos de do-ble ciego. Rupert Sheldrake Fuente original: www.sheldrake.org/Onlineexp/offline

  • DogmaCero 18

    Guillermo Caba Serra (Sabadell, 1968) es periodista y escritor de investigacin especializado en informaciones de temtica cientfica. En el ao 2001 dio un golpe de timn a su itinerario vital al emprender un viaje que le llev a la Sierra Tarahumara, al ro Napo, al Amazonas, a los Andes y al desierto de Atacama. Su convivencia en comunidades indgenas le suscit investigar las conexiones entre la conciencia y el origen de las tradiciones sagradas. Fruto de estas investigaciones ha sido la publicacin del libro Conciencia. El enigma desvelado en el 2010. Actualmente continua ampliando y profundizando en las hiptesis que plante en esta primera obra

    La Gran Pirmide: un smbolo de la iluminacin mstica

    Guillermo Caba Serra

  • DogmaCero 19

    La Gran Pirmide es un monumen-to mudo, no contiene inscripcio-nes que se puedan atribuir a sus annimos constructores y s al-gunos grafittis, uno de los cuales hace referencia a Keops. Para los historia-dores esto, y el testimonio del gegrafo He-rdoto, segn el cual los informantes con los que habl le dijeron que en la pirmide estaba enterrado dicho faran, es suficiente para atribuir a este gobernante la construc-cin de su propio mausoleo. Pero como no hay testimonio de que nadie haya encontra-do momia alguna dentro del monumento y ni tan slo se han encontrado los restos de un saqueo es verosmil pensar que la ra-zn de ser de la Gran Pirmide es otra. En suma: que Herdoto, quien recogi sus da-tos hacia el 500 a. C., 2.000 aos despus de la construccin de la Gran Pirmide, quizs se inform mal.Esto es lo ms probable, porque hasta el si-glo IX el monumento permaneci sellado. En ese momento, el califa Al-Mamum pudo perforar una entrada y recorrer el interior del monumento. Resultado? No hay nin-gn documento de esa poca o posterior que nos indique que hubiera encontrado un tesoro. A lo sumo, constat lo que hoy los visitantes pueden comprobar: el monumento contie-ne una estancia inferior, excavada en la mis-ma roca en la que se asienta el monumento, una intermedia y otra superior. Al acceder al habitculo intermedio, estos buscadores de tesoros comprobaron que su techo era una bveda de descarga en ngulo doble, es decir, con forma de V invertida. Esta estruc-tura era caracterstica de la arquitectura funeraria musulmana destinada a los entie-rros de mujeres, motivo por el cual denomi-naron este espacio Cmara de la Reina. La estancia situada encima de sta, en la que encontraron un sarcfago vaco y sin tapa, tena el techo plano tpico de los entierros de hombres. De manera que, aplicando el mismo criterio de la otra estancia, llamaron a sta Cmara del Rey.

    Este habitculo contiene un sarcfago vaco y sin tapa, as como dos orificios, uno en la pared norte y otro en la pared sur. A travs de ambas aperturas se extiende un canal de 20 centmetros de ancho que, de forma sinuosa, atraviesa la estructura del monu-mento hasta salir al exterior. En el siglo XIX se descubri que la cmara intermedia tam-bin tena sus correspondientes canales norte y sur, aunque 15 centmetros de pie-dra de la pared cerraban su extremo inte-rior. En lo que se refiere al recorrido por el interior de la pirmide, ste finaliza pocos metros ms all, en el interior del monu-mento. Es decir, a diferencia de los conduc-tos de la Cmara del Rey, stos no alcanzan el exterior de la pirmide.En su momento se estim que estos conduc-tos tenan como finalidad la ventilacin de dichas cmaras. Sin embargo, nunca hubo consenso al respecto porque, como adver-tan algunos, la ventilacin de las estancias no hubiera facilitado la conservacin de las presuntas momias que deban acoger. Por otro lado, si los canales de la Cmara de la Reina no tienen salida al exterior, mal po-dan ventilar dicha estancia en donde, se supona, habra sido enterrada una mujer.En 1964 se dio a conocer una teora alterna-tiva sobre la razn de ser de estos conductos cuando el arquitecto egipcio Alexander Ba-dawy intuy que los dos canales que parten de la cmara del Rey tenan como funcin permitir el viaje del alma del faran hacia las estrellas. Ayudado por la astrnoma Vir-ginia Trimble, demostr que en el 2.600 a. C., fecha aproximada que se atribuye a la construccin de la pirmide, el canal norte apuntaba a la estrella Tubn de la constela-cin del Dragn, mientras que el canal sur apuntaba a las tres estrellas del cinturn de Orin a su paso por el meridiano, que es un arco imaginario, una lnea situada en el fir-mamento que va de norte a sur y que pasa por encima de nuestra vertical. De manera que divide el cielo en dos partes iguales por encima de la cabeza del observador.Posteriores observaciones, as como la con-sideracin de que el recorrido de los dos

  • DogmaCero 20

    conductos no es totalmente lineal y de que las alineaciones no se producen todas en los mismos aos, han aportado discrepancias a estas precisas conexiones estelares, aunque no en lo que se refiere a las identificaciones zodiacales. Es decir, que hay consenso ge-neral en reconocer lo evidente: que el canal norte apunta a la constelacin del Dragn y el canal sur a Orin a su paso por el me-ridiano. Este descubrimiento es particular-mente importante porque es coherente con secciones del contenido que encontr en los denominados Textos de las Pirmides.

    Pistas en los Textos de las Pirmi-des Los Textos de las Pirmides, compendio de frmulas y encantamientos para que el fa-ran alcance la vida eterna, se esculpieron en las cmaras mortuorias, antecmaras y corredores de acceso de las tumbas de faraones de las VI-VIII dinastas, al final del Imperio Antiguo, entre el 2400 y el 2100 a. C. Es decir, se esculpieron entre 200 y 700 aos despus de la construccin de la Gran Pirmide y representan el corpus de textos funerarios ms antiguo de la civilizacin

    egipcia. De hecho, a partir de estos textos derivaran, en primer lugar, los Textos de los Sarcfagos, y ms tarde, el texto fune-rario ms conocido del Antiguo Egipto: el Libro de los Muertos.La estructura interna de estas tumbas, cuyos muros y dinteles acogen los Textos de las Pi-rmides, reproducen el viaje de ultratumba que deba realizar el faran para alcanzar la vida eterna. Bsicamente, dicha estructura contiene cuatro elementos fundamentales: en primer lugar, un corredor de acceso que

    discurre en direccin norte-sur. Al final de dicho corredor se llega a la antecmara fune-raria. Desde el punto de vista de la persona que llega a ella, a la izquierda tiene un corto pasaje que lo conduce a una habitacin tri-partita denominada serdab cuya funcin era albergar una estatua que, segn las creen-cias de los antiguos egipcios, conservaba el ka del faran. Dicho ka era un elemento o esencia de la que, se crea, estaba formado el ser humano. Depositario del principio universal del difunto al que confera la in-mortalidad, su jeroglfico eran dos brazos alzndose hacia el cielo: . La segunda ca-

  • DogmaCero 21

    racterstica ms llamativa de este espacio tripartito es que no contena inscripciones. Es decir, el serdab era un espacio mudo. Por el contrario, si nos situamos de cara a la cmara funeraria, de espaldas a la entrada del serdab, en la pared de enfrente encon-tramos un estrecho pasaje que conduce a la cmara funeraria, en donde se sita el sar-cfago que contiene la momia del faran. Esta estructura recorrida en sentido inver-so de la cmara funeraria a la antecma-ra y de la antecmara al corredor de acce-so no es arbitraria: representa el itinera-rio nocturno que tena que hacer el sol de poniente, pues la cmara que contiene el sarcfago se sita en el extremo occiden-tal del complejo funerario, hasta que vol-va a elevarse por oriente con un nuevo amanecer. De forma complementaria, esta estructura de la tumba que deba recorrer el faran simboliza una matriz porque re-presentaba el itinerario a partir del cual el faran poda renacer a la vida eterna. Precisamente el contenido de los Textos de las Pirmides, ya estuviera grabado en el sarcfago, en las paredes o en los dinte-les de la cmara y antecmara funerarias as como en el corredor de acceso, preten-da ir dando las instrucciones pertinen-tes para que el faran alcanzase la vida eterna. Esto es: saliera por el corredor de acceso en forma de espritu inmortal. As, al salir primero del sarcfago, el fa-ran tena que atravesar la cmara fune-raria, que se corresponda con la Duat, y que es el lugar desde el cual el dios Osiris juzga los muertos. Dicha cmara tena su contraparte celestial en la constelacin de Orin. Tras salir de este espacio, el faran alcanzaba la antecmara funeraria. Dicha estancia se denomina Akhet, y en ella el fa-ran reciba su forma y existencia efectiva para convertirse en un espritu inmortal, entidad que los antiguos egipcios denomi-naban akh. Finalmente, el espritu rena-cido del faran encontraba en las paredes del corredor de acceso los encantamien-

    tos que le ayudaban a salir del Akhet. Pro-ceda pues, a travs de este pasaje, de sur a norte en direccin al cielo circumpolar. El periplo del faran est muy claro. Sin em-bargo, hay que tener en cuenta que la dispo-sicin de la estructura interna de las tum-bas donde se grabaron dichos textos no es siempre exactamente la misma. La desvia-cin de la norma estructural ms evidente se encuentra en la pirmide de la reina Nei-th, que no dispone de antecmara funeraria. Por otro lado, queda por esclarecer el papel que juegan los tres nichos sin inscripciones del serdab, en donde se situaba el ka del fa-ran en forma de estatua. De acuerdo con el ms reputado traductor de los Textos de las Pirmides, el norteamericano James Allen, la significacin del serdab permanece, has-ta ahora, incierta.El espacio del serdabHasta aqu, de forma muy sinttica, lo que han interpretado los egiptlogos de acuer-do con el anlisis de los textos y de estas tumbas de estructura ms bien simple. Sin embargo hay que tener en cuenta varios as-pectos:1- Los egiptlogos reconocen que a pesar de que Textos de las Pirmides ms antiguos pertenecen a finales de la V dinasta, stos representan ideas religiosas mucho ms antiguas, y algunos pasajes pueden datarse en los inicios de la civilizacin egipcia.2- Segn los mismos especialistas, dichos textos son una recopilacin desordenada de un sistema cosmolgico y religioso muy avanzado.3- De acuerdo con los mismos expertos, pa-rece claro que los escribas o sacerdotes que grabaron los textos en estas tumbas no en-tendan el significado de los textos. De he-cho, como seala Allen: Aunque primeramente estn ates-tiguados en la pirmide de Unis, la

  • DogmaCero 22

    mayora de los Textos de las Pirmi-des son ms antiguos. Con pocas ex-cepciones, su gramtica pertenece a un estadio del lenguaje que des-apareci de inscripciones seculares al menos cincuenta aos antes, y la arquitectura de las cmaras de las pirmides que reflejan comenzaron a ser usadas al final de la Cuarta Di-nasta, mucho ms de cien aos an-tes de la poca de Unis. Algunos de los textos reflejan prcticas de en-tierro que son incluso ms antiguas, en sepulcros bajo tumbas de barro cocido.A esto hay que aadir tres consideraciones ms:4- Por un lado, las decla-raciones de estos textos varan de una pirmide a otra, de una copia a otra. De acuerdo otra vez con Allen, estas variaciones indican la diversidad de formas en que los egip-cios entendan, o reinter-pretaban, el texto.5- Por otro lado, en estos textos se aprecian dos teoras cosmolgicas: la primera con mitos so-lares, contemporneos de los faraones que ordenaron grabarlos, donde el rey es conducido hacia el dios so-lar Ra. La segunda, que nos interesa espe-cialmente, contiene una mitologa estelar mucho ms antigua. En sta, el camino que debe tomar el faran se dirige a las estre-llas circumpolares, aquellas que eran con-sideradas inmortales porque permanecen siempre visibles en el cielo nocturno.6- Finalmente, se considera que, a da de hoy, no existe una traduccin de estos es-

    critos que se pueda considerar definitiva porque los mismos especialistas reconocen que tienen un conocimiento imperfecto de la estructura gramatical, semntica y lxi-

    ca de esos textos. Buena prueba de ello es que en este momento hay varias traduc-ciones llevadas a cabo por distintos inves-tigadores con diferencias sustanciales en la traduccin de algunos pasajes, aunque la mayora de los egiptlogos reconoce que la ms fiable, entre otros aspectos por ser la ms reciente, es la de James Allen. Muchas variaciones y una versin cannica?Tras haber indicado la opinin que los egip-tlogos tienen de los Textos de las Pirmides, podemos establecer la siguiente analoga como hiptesis suscepti-

    ble de verificacin:La Gran Pirmide es una especie de partitura original, algo as como la escenificacin de un mensaje fundamental, que en los Textos de las Pirmides sufri varias reinterpretaciones por escribas y sacerdotes que no entendan el con-tenido de lo que estaban escribiendo. Al fin y al cabo los mismos egipt-logos reconocen que, de acuerdo con el estudio de dichos textos, parece claro que los sacerdotes que ordenaron su

    redaccin ignoraban el significado real de las declaraciones.Para dar peso a esta hiptesis deberamos constatar la presencia de elementos comu-nes entre lo que expresa la arquitectura de la Gran Pirmide y el contenido cosmolgi-co subyacente de los Textos de las Pirmides.Distintas naturalezas en el ser humanoPara avanzar unos pasos en este sendero que nos ha de conducir a aportar una hip-tesis que explique qu razn de ser tiene la Gran Pirmide, es conveniente sealar las

    Los egiptlogos reconocen que los sacerdotes que ordenaron la redaccin de

    los Textos de las Pirmides ignoraban el

    significado real de las declaraciones

  • DogmaCero 23

    distintas naturalezas o esencias fundamen-tales que, segn los sacerdotes que orde-naron esculpir los Textos de las Pirmides, componan el ser humano.1- El ka, del que ya hemos hablado, y cuyo jeroglfico era . Recordemos que, de acuerdo con los antiguos egipcios, contena la esencia inmortal del difunto y que en las tumbas en donde se esculpieron los Textos de las Pirmides estaba personificado en la estatua que se situaba en el espacio mudo y tripartito del serdab.2- El substrato fsico, el cuerpo, que se des-trua tras la muerte.3- El ba, trmino que podemos traducir por el alma, y cuyo jeroglfico era , un pjaro con cabeza humana. Esta parte de la natu-raleza humana es la que hara de cada per-sona un ser individual, aparte del elemento fsico del cuerpo.4- Asimismo consideraban el akh (o aju, se-gn las traducciones), que se asemejara a lo que denominamos espritu, y cuyo jero-glfico representa el ave ibis.Tal como expuse en mi obra Conciencia. El enigma desvelado, si tomamos los Textos de las Pirmides constatamos que tanto el ba alma como el akh espritu del difunto tienen sus correspondientes correlaciones estelares. Es decir, por un lado encontr que la parte del difunto que mayoritariamente se identificaba con la constelacin de Orin Duat era su alma, su ba. Por este motivo, seal que la vinculacin entre el ba y Orin-Duat remita al canal sur de la comnmente denominada Cmara del Rey de la Gran Pi-rmide. As, por ejemplo, en el pasaje que conduce de la cmara funeraria Duat-Orin a la antecmara funeraria Akhet- estrellas circunpolares del faran Teti podemos leer: Teti ha venido, ba y divino as como Teti ha pasado por esta casa del ba.Por otro lado, identifiqu numerosos pasa-jes de los Textos de las Pirmides en los que

    el akh, o espritu del difunto, deba alcanzar las estrellas circumpolares. Por este motivo propuse que estas declaraciones tenan su contraparte arquitectnica en el canal nor-te de la misma estancia de la Gran Pirmide.Es decir, que de una forma un tanto extra-a pero evidente, los Textos de las Pirmi-des hablaban del hecho que, en el momento de morir, tena lugar una particin o sepa-racin de las diferentes naturalezas de las que estaba constituido el fallecido. Estas esencias se correspondan con los tres ele-mentos presentes en la denominada Cma-ra del Rey. As, el sarcfago que acoge dicha estancia remitira al cuerpo fsico, mientras que los canales norte y sur de esta estancia seran las contrapartes arquitectnicas que remitiran al akh (espritu) y al ba (alma). Lo interesante de esta aparentemente ab-surda triparticin del difunto, es la cohe-rencia que mantiene con pasajes de textos antiguos vinculados con la civilizacin egip-cia. As, dentro del corpus de los Textos Her-mticos disponemos del tratado El pensa-miento a Hermes, en el que se especifica que la muerte no consiste en la destruccin de las cosas reunidas sino en la disolucin de la unin.Por otro lado el filsofo griego neoplatnico Jmblico, indic en el siglo III d. C. algo que

  • DogmaCero 24

    es coherente con la hiptesis que propongo sobre la razn de ser de la Cmara del Rey de la Gran Pirmide. De acuerdo con Jmbli-co el ser humano consta de dos almas:Una derivada del primer inteligi-ble, que participa tambin del po-der del demiurgo, la otra, en cam-bio, engendrada a partir del movi-miento de los cuerpos celestes, en la cual penetra el alma que contempla a la divinidad. Siendo las cosas as, la que desciende de los mundos a nosotros acompaa los movimien-tos de estos mundos, mientras que el alma derivada de lo inteligible, inteligiblemente presente en noso-tros, es superior al ciclo del devenir, y por ella tiene lugar la liberacin de la fatalidad y el ascenso hacia los dioses inteligibles. En este sentido, lo que para Jmblico es el alma derivada del primer inteligible, la que participa del poder del demiurgo y que no est afectada por el ciclo del devenir, es, segn mi hiptesis, una referencia clara al lugar en donde apunta el canal norte de la Gran Pirmide: a las estrellas circumpola-res, que son los astros que nunca se ocultan por debajo del horizonte, y cuya correla-cin funeraria remita al akh o espritu del difunto. Por su parte, lo que en Jmblico es la otra alma que estaba engendrada a par-tir del movimiento de los cuerpos celestes y que estaba afectada por los movimientos de stos es, segn mi hiptesis, el lugar del fir-mamento en donde apunta el canal sur de la Gran Pirmide: la constelacin de Orin, cuya localizacin en el firmamento vara en funcin del movimiento precesional del planeta y que, como hemos visto, se asimila en los textos funerarios con el ba o alma del difunto.La hiptesis de que el ser humano partici-pa de tres naturalezas o esencias, y de que cada una de stas tiene su contraparte en uno de los tres elementos bsicos presen-tes en la Cmara Superior de la Gran Pir-

    mide, tiene su correspondencia en la lite-ratura funeraria egipcia con el ideograma que representa los cuernos de un bovino. El significado de este ideograma es, preci-samente, dividir, separar as como abrir, lo cual es coherente con el contenido de los pasajes sealados de los Textos Hermticos y de Jmblico. Por este motivo, los pasajes del Libro de los Muertos en que aparece este ideograma son coherentes con la idea de la naturaleza tripartita del ser humano que estamos utilizando como hiptesis de tra-bajo. El jeroglfico aparece en las siguientes declaraciones: : Oh abridores del camino y abridores de las rutas para las al-mas perfeccionadas en la casa de Osiris,; , abrid por tanto las ru-tas para el alma de Osiris.Tras la lectura de estas declaraciones muy apropiadamente nos podemos preguntar si la imagen de los cuernos se puede asimilar

    Proyeccin de la constelacin de Orin desde la Gran Pirmide

  • DogmaCero 25

    a los dos canales de la Cmara del Rey. Al fin y al cabo dichos canales tienen un camino tan sinuoso como los cuernos del ideogra-ma. Asimismo, podemos considerar la po-sibilidad que el cuadrado que reposa en la base de los cuernos remite al sarcfago sin tapa que hay en este espacio de la Gran Pi-rmide.Veamos ms pasajes parecidos que aportan peso a estas asimilaciones: : Esta variacin del ideograma aparece dos veces asignado a la ac-cin de abrir: he abierto el cami-no en Re-stau. Este significado es totalmente coherente con la asimi-lacin cuernos-canales porque Re-stau es el nombre dado a los pasa-jes de las tumbas que llevan de este al otro mundo. Yo abro la puerta del cielo. Yo gobierno en el trono, abriendo nacimientos en este da; He abierto los caminos....Lo singular de este glifo es que contiene

    otro significado que da solidez a la hipte-sis de que la mal llamada Cmara del Rey en realidad sea una representacin condensa-

    da de la iluminacin mstica. Y es que en un pasaje del conocido como Papiro Westcar, que se compuso en el 1.700 a. C., hacia la misma poca en que se empezaron a escri-bir las primeras versiones del Libro de los Muertos, este glifo significa el tero en el alumbramiento. A esto hay que aadir que en otros papiros significa revelar la ver-dad y discernir el secreto.A partir de ahora aportar argumentos que den peso a la hiptesis de que el Ka, esa entidad que contena la inmortalidad del difunto y que, en ltima instancia, provena del creador y retornaba a los dioses en el momento de morir, es el secreto y la ver-dad que revela la denominada Cmara del Rey de la Gran Pirmide. Como hemos vis-to, dicha esencia o naturaleza de los seres humanos se representaba con el smbolo de dos brazos extendidos hacia arriba con las manos abiertas, .Vacas, toros y el abrazo de los diosesEn todas las versiones que hasta ahora se han encontrado de los Textos de las Pir-mides, este abigarrado corpus de textos de

    El Papiro Westcar depositado en el altes Museum de berlin

  • DogmaCero 26

    contenido funerario, se indican de forma recurrente dos cosas fundamentales. La primera de ellas tiene que ver con la natu-raleza bovina del origen y del destino del faran. La segunda de ellas remite a la nece-sidad que tiene el faran de que, en el Ms All, las deidades lo acojan como si fuera una de ellas, acto que se materializa a tra-vs del gesto del abrazo.Veamos primero el aspecto de la naturaleza bovina del fallecido:1- En primer lugar, y tal y como recuerda el catedrtico y Director de la Expedicin Egipcia de la Universidad de Arizona, Ri-chard H. Wilkinson, en los Textos de las Pi-rmides la diosa Nut, que simboliza la bve-da del cielo, desempea un papel central en la resurreccin del rey muerto como vaca celestial.2- En segundo lugar, ya hemos indicado que en estos textos se mezclan dos cosmologas: una solar y otra estelar, siendo esta segunda mucho ms antigua que la primera. Si en la primera de ellas se indica que el padre del faran fallecido es el dios Sol Atum, en la se-gunda, que es la que ms nos interesa, se in-dica que los padres son un toro y una vaca.3- En tercer lugar, en estas tumbas, se espe-cifica que ste alcanza la vida eterna siendo un toro.Queda claro pues que, a nivel celestial o di-vino, se consideraba que el faran era hijo de un toro y una vaca, asimismo celestiales o divinos y que, por lo tanto, l tambin lo era. Por qu los sacerdotes recurran a es-tas imgenes de bovinos divinos? Porque deban ver en los toros y en las vacas un atributo o caracterstica que remita a lo di-vino, a lo que trasciende el plano material de existencia. Un poco ms adelante apor-tar argumentos que demuestren que este atributo son los cuernos.Antes debemos referenciar otro tipo de pa-sajes que, sin embargo, estn ntimamente vinculados con los primeros. Estas otras de-claraciones expresan que el rey, tras sortear los obstculos en su camino hacia la inmor-

    talidad, finalmente ha sido acogido por los dioses en el Ms All. En la literatura fune-raria egipcia, este acto de aceptacin se ex-presa a travs del gesto del abrazo.Tras este repaso al contenido de los textos, ms de un lector se habr dado cuenta de la relacin que hay entre tres aspectos pre-sentes en toda la literatura funeraria egip-cia. Vayamos a ellos:1- En primer lugar, el hecho que los jerogl-ficos y , signifiquen abrir y dividir/separar. Recordemos que mi hiptesis era que el cuadrado que reposa en la base de los cuernos remite al sarcfago, mientras que ambos cuernos remiten a los canales abiertos a las estrellas el norte a las es-trellas circumpolares y el sur a la constela-cin de Orin de la Cmara Superior de la Gran Pirmide. Asimismo recordemos que en el Papiro Westcar, el segundo de estos jeroglficos, significa el tero en el alum-bramiento, y que en otros papiros significa revelar la verdad y discernir el secreto. 2- En segundo lugar, las referencias so-bre la ntima naturaleza bovina del faran, entendida evidentemente a nivel simb-lico, as como la necesidad que tiene el faran de ser acogido por los dioses, ex-presado este gesto en forma de abrazo.

    Representacin de la diosa egipcia Nut. Su cuer-po cubre la Tierra formando la bveda celeste

  • DogmaCero 27

    3- Y en tercer lugar la importancia del ka, enti-dad que hoy, de acuerdo con los egiptlogos, simbolizaba la energa vital y cuyo glifo era . A partir de estos tres aspectos podemos proponer la hiptesis sobre la razn de ser de la Gran Pirmide porque el glifo del ka ( ) remite claramente a la idea de abrazo dirigido hacia lo celestial, la morada de los dioses.Por otro lado, el ka tiene una connotacin aadida. En algunas representaciones el ka del faran se escenifica con una figura hu-mana que personifica al mismo mandata-rio, a la que se aade el glifo encima de su cabeza. No hay que tener mucha imagi-nacin para que este glifo, situado en la ca-beza del faran, nos haga evocar la idea de cornamenta.La clave en el espacio silencioso?En lo que concierne a la estructura interna de las tumbas que contienen los Textos de las Pirmides, el lector recordar que he-mos hecho referencia al espacio denomi-nado serdab. Como ya he indicado, lo ms extrao de l es que no contiene inscripcin alguna y, hoy por hoy, los egiptlogos tam-poco pueden atribuirle ninguna funcin, aparte de contener una estatua que repre-sentaba el ka del difunto. Contrariamen-te a lo que podra pensarse, la disposicin tripartita del serdab no era algo residual en estas tumbas del Imperio Antiguo, pues este espacio se mantena incluso en las mo-destas pirmides de las esposas del faran Pepi II. Es decir, tal y como recuerda opor-tunamente el egiptlogo Audran Labrousse: un elemento que uno habra podido creer sin importancia como el serdab siempre es conservado. Por qu el serdab, este espa-cio mudo, era tan importante?Puede que la respuesta est contenida en su estructura. De acuerdo con mi anlisis, di-cho espacio tambin es una escenificacin de la Cmara del Ka de la Gran Pirmide y, por ello, remite a la idea de ka. Vayamos paso a paso:

    Los serdabs de las tumbas en donde se esculpieron los Textos de las Pirmides, al igual que la Cmara del Ka de la Gran Pirmide, tienen una estructura terna-ria: tres nichos en el caso del serdab y un sarcfago y dos canales abiertos a las estrellas en el caso de la Cmara del Ka de la Gran Pirmide.La disposicin de ambas estructuras es norte-sur y en ambas el techo es hori-zontal.A estos dos aspectos, que pueden pa-

    recer poco significativos, se puede aa-dir un tercero. ste tiene que ver con el hecho que los serdabs, al igual que la Cmara del Ka de la Gran Pirmide, no contienen inscripcin alguna. Este as-pecto es clave porque tal y como sea-la el investigador de la Universit Paul Valry de Montpellier, Bernard Mathieu, en su trabajo dedicado al serdab de la pirmide de Unis: La ausencia de ins-cripciones conviene perfectamente, en efecto, a este lugar denominado a veces Igret, literalmente la silenciosa, regido por el seor del silencio.Otro argumento a favor de la hiptesis que propone este trabajo proviene de los mis-mos Textos de las Pirmides.Por un lado, en el pasaje que conduce al serdab de la pirmide de Pepi I se lee la sentencia Ka en reposo, lo cual es bastan-te llamativo vistos los diferentes datos que estamos aportando hasta ahora porque, en todo caso, en los textos no hay referencias a que el ba o al akh tambin deban estar en reposo. Pero es que en el mismo corredor de acceso al interior de una de las tumbas se lee: La ofrenda-Geb que Atum ha dado: la

    instalacin de esta pirmide y este recinto de los dioses para Pepi y para su ka, y que esta pirmide y recinto de los dioses es restringi-do para Pepi y para su ka. Encontramos pa-sajes muy parecidos en la tumba del faran Pepi II, en donde se repite tres veces la ex-presin esta pirmide de Pepi Neferkare.

  • DogmaCero 28

    Tras esto nos debemos preguntar: por qu en los Textos de las Pirmides no hay ningn pasaje en el que se indique que la pirmide era para el ba o para el akh del difunto? La respuesta ms plausible es que el ka es el elemento fundamental de la existencia post mortem de faran. A favor de esta hiptesis tenemos este ex-trao apelativo, Neferkare, aadido al nom-bre propio del faran. Y es que dicha pala-bra significa literalmente El incomparable perfecto del ka del Sol. De manera que la expresin esta pirmide de Pepi Neferka-re en realidad significa esta pirmide de Pepi el incomparable perfecto del Ka del Sol. Adems de Pepi, el apelativo Neferkare aparece en los textos funerarios de dos fa-raones ms: Pepi II y Merenre. En el caso de Pepi II las declaraciones en las que se utili-za este epteto coincidan con las que expre-san el gesto de ser acogido por los dioses. En este sentido, es oportuno indicar que en los escritos funerarios de la tumba del faran Merenre no hay ninguna referen-cia a que ste fuera acogido en el Ms All por los dioses con los brazos abiertos. Esto no resta peso a nuestra hiptesis con rela-cin a la importancia del motivo cornudo, el ka, como el factor esencial en la vida ul-traterrena de todos los gobernantes. Esto es debido a que en la tumba de Merenre leemos directamente que dicho faran es el ka de todos los dioses, y que a su nom-bre tambin se aada el apelativo Nefer-kare. Es decir, que Merenre tambin era considerado el Incomparable Perfecto del Ka del Sol, lo que aporta de por s peso a la idea que tambin en su caso el ka sea el aspecto angular de la vida en el Ms All. Pero hay otros datos procedentes de los Tex-tos de las Pirmides que secundan la hipte-sis del ka como elemento que explica la razn de ser de la Gran Pirmide. Estos datos pro-ceden, en primer lugar, de un pasaje escrito en la tumba de Pepi II en donde se lee: Pa-dre Pepi Neferkare (Incomparable Perfecto del Ka del Sol), t has venido a ser ba, akh, y estimado. Tienes tu ba alrededor de ti, tienes

    tu akh dentro de ti, y tienes tu corazn en tu cuerpo. Esta declaracin es muy reveladora porque indica que el ka del fallecido es una especie de supraentidad que, en s mis-ma, contiene el cuerpo fsico, el ba y el akh. Si todo lo apuntado hasta aqu es cier-to, no slo los serdabs remiten al ka sino tambin la estructura interna de las tum-bas en donde estn esculpidos los Textos de las Pirmides pues tambin tienen una estructura tripartita. Por un lado tenemos el sarcfago, que remite al cuerpo; la c-mara funeraria, que contiene el sarcfago, que remite al ba del difunto y que es una escenificacin de la Duat, el lugar que la constelacin de Orin ocupa en el cielo. Por otro lado la antecmara remite al akh o espritu. De manera que en las tumbas de los Textos de las Pirmides tenemos in-dicaciones del ka por partida doble: en el serdab y en las estructuras de las tumbas. Finalmente, y en lo concerniente a los Tex-tos de las Pirmides, podemos traer ms agua al molino de la estructura tripartita de la naturaleza humana del fallecido a tra-vs de otras dos extraas declaraciones que aparecen en la tumba de Pepi I.

    busto del faran Pepi I

  • DogmaCero 29

    En la primera de ellas se indica t, el de la separacin en tres. Segn James Allen, la separacin en tres debe remitir al des-membramiento de cuerpo del dios Horus tras su lucha con Seth, lo cual se me hace extrao porque no conozco ningn pasaje mitolgico egipcio en el que se indique que Horus fuera despedazado en tres trozos.La segunda declaracin, que apunta a una idea muy similar, dice as: Osiris Pepi, yo tengo para ti aquel que te mat, cortado en tres pedazos. Sobre qu significa dicha apa-rente carnicera, Allen no propone solucin alguna, aunque conviene remarcar que en los Textos de las Pirmides no hay un solo pasaje en el que se indique que hay que se-parar o cortar al faran en dos, cuatro, cinco u otro nmero de partes. Slo tenemos es-tas dos referencias en las que se especifica que hay que cortar en tres secciones.Segn mi hiptesis, estas declaraciones de la separacin tripartita remiten a la idea expresada en el tratado Hermtico El Pen-samiento a Hermes en donde, como ya he-mos sealado, se especifica que la muerte no consiste en la destruccin de las cosas reunidas sino en la disolucin de la unin. Por lo tanto, la hiptesis es que:En estas dos declaraciones lo que se separa o corta en tres remite a la diso-lucin de lo que permite mantener uni-dos el cuerpo, el alma ba y el espritu akh del ser humano.Dichas declaraciones remiten a los tres elementos fundamentales de los que est formada la comnmente denomi-nada Cmara del Rey de la Gran Pirmi-de y que, de acuerdo con mi hiptesis, es la Cmara del Ka: el sarcfago y los dos canales abiertos a las estrellas.El ka en la historia de EgiptoPara dar ms fundamento a la hiptesis de que la estancia superior de la Gran Pirmi-de simboliza el ka, vamos a contextualizar esta hiptesis con otros datos procedentes

    del mismo Egipto. El primero de ellos remi-te al perodo anterior al Imperio Antiguo, a la etapa previa a la redaccin de los Textos de las Pirmides. Cito una vez ms a Richard Wilkinson: Un reciente estudio sobre los yacimientos de Nabta Playa y Bir Kisseiba en el Sahara, al oeste del Valle del Nilo, ha demostrado que all se veneraron bovinos mucho antes de su domesticacin hacia el 7000 a. C.Podramos pensar que la veneracin era motivada por creencias vinculadas a la fer-tilidad y no a algn tipo de existencia post mortem. Sin embargo esto es poco probable porque otra indicacin del mismo profesor nos lleva ms claramente al orden de cosas que estamos constatando: el tutano de los cuernos se colocaba en los enterramientos de Tushka, en Nubia, ya en el 10000 a. C., lo que sugiere su asociacin con creencias y rituales de una vida futura, un hecho que encaja bien con el predominio en el Egipto dinstico de la imaginera de las vacas en asociacin con diosas como Hathor, Nut y Neith.Asimismo en los entierros de la cultura Natufiense, que se desarroll hace ms de 10.000 aos en parte de lo que hoy es Pales-tina y el este de Egipto, se han encontrado cuernos de gacela junto a los restos huma-nos. De manera que los miembros de dicha cultura probablemente tambin atribuan a los cuernos algn tipo de significado fune-rario vinculado con la trascendencia del ser humano.Ahora vayamos a las necrpolis predinsti-cas de la denominada fase cultural Nagada, que se desarroll entre el 4000 y el 3000 a. C., justo antes que alborease la civilizacin de los faraones. De estos cementerios nos interesan los restos de cermica que se han podido recuperar. Veamos qu dice de ellos la egiptloga britnica Joyce Tyldesley:En estos recipientes, entre escenas ribereas, barcos, animales y hom-bres esquemticos, vemos muchas

  • DogmaCero 30

    figuras femeninas cuyos largos y curvados brazos se alzan sobre sus cabezas sin rostro, recordndonos a los curvos cuernos de una vaca. Las figuras pintadas encuentran un paralelo en las sencillas figuras de cermica incluidas en algunas tum-bas nagadienses. Con rostros rudi-mentarios parecidos al de los pja-ros, pero con pechos y caderas bien definidos, stas tambin alzan unos brazos parecidos a cuernos por en-cima de la cabeza.

    De manera que volvemos a encontrar una vinculacin clara entre el motivo cornudo y la muerte. Ms tarde, en el amanecer de la civilizacin egipcia hacia el 3000 a. C., tam-bin encontramos el motivo cornudo vincu-lado con el simbolismo funerario. Concre-tamente, est presente en una tumba del reino de Djet, cuarto faran de la primera dinasta egipcia, en la disposicin de varias cabezas bovinas de las que se destacan sus prominentes cuernos.Estos datos remiten a la poca anterior a la construccin de la Gran Pirmide as como a la redaccin de los Textos de las Pirmides. Ahora vayamos al despus. Lo hacemos de la mano de la investigadora de la Universi-dad de Manchester Eve Reymond, quien lle-v a cabo un muy interesante trabajo sobre el origen mtico del templo egipcio y que public en su obra The mythical origin of the egyptian temple. Reymond se bas en el contenido de las inscripciones presentes en el Templo de Horus en Edf que se constru-y durante el denominado Perodo helens-tico (siglos VI y I a. C.) sobre las ruinas de un templo mucho ms antiguo.Dicho monumento nos interesa especial-mente porque sus muros contienen las inscripciones ms extensas y detalladas de todo el antiguo Egipto en las que se reflejan las creencias que los egipcios tenan acer-ca del origen de los templos y los lugares sagrados. Por este motivo enfatiza Rey-mond las inscripciones de Edf se pueden

    tomar con toda seguridad como la principal fuente para un intento de reconstruccin de la teora egipcia de cmo lleg a crearse el templo.De acuerdo con el anlisis de Reymond, se crea que el templo histrico era una con-tinuacin y una proyeccin de un templo mtico que vino a la existencia al principio del mundo. La investigadora explica que en este primer mundo sagrado de los dioses imperaba la Realeza del Ka, y que el primer refugio que actu como lugar de proteccin del Creador tena unas dimensiones de 5 x 15 codos. As pues, los textos del templo de Edf ponen en el centro del proceso de creacin el Ka as como la proporcin ter-naria, todo lo cual nos remite a la Cmara del Ka de la Gran Pirmide, al mensaje sim-blico que, segn la hiptesis planteada en este trabajo, contiene dicho espacio: un ser humano compuesto por el cuerpo fsico, el ba (alma) y el espritu (akh).En este sentido, Reymond reconoce que hay pruebas () que nos empujan a creer que el templo, tras haber sido fundado, era

    Portada del libro The mythical origin of the egyptian temple de la investigadora Eve Reymond

  • DogmaCero 31

    el monumento del ka. Es decir, que el tem-plo egipcio fsico de los tiempos histricos era, en ltima instancia y segn esta inves-tigadora, una revivificacin del recuerdo del ka que existi durante la remota edad mtica porque se crea que el templo his-trico habia sido construido como recuerdo del ka. Sera por lo tanto tan extrao que esta fuera la razn de ser de la Gran Pirmi-de mal llamada de Keops?Tampoco est de ms aadir otro dato que aporta Reymond en su trabajo. Esta investi-gadora remarca que, si bien la primera ge-neracin de