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Página 1 de 66 Lectio Divina. Septiembre 2019 Diócesis de San Juan de los Lagos Dom. Lun. Mar. Mié. Jue. Vie. Sáb. 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30

Dom. Lun. Mar. Mié. Jue. Vie. Sáb. 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 ......tenemos hambre y sed; por estas palabras, con humildad y amor, comprometemos toda nuestra fidelidad. “Habla, Señor,

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Lectio Divina. Septiembre 2019

Diócesis de San Juan de los Lagos

Dom. Lun. Mar. Mié. Jue. Vie. Sáb.

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Lectio Divina. Domingo 1 de septiembre de 2019. [Regresar] La parábola de los primeros y los últimos puestos: el que se humilla será ensalzado. Oración inicial: Señor, todos tenemos una sed insaciable de escucharte, y tú lo sabes, porque tú nos has creado así. “Tú solo tienes palabras de vida eterna” (Juan capítulo 6, versículo 68). Creemos en estas palabras, de estas palabras tenemos hambre y sed; por estas palabras, con humildad y amor, comprometemos toda nuestra fidelidad. “Habla, Señor, que tu siervo te escucha” (1ª de Samuel capítulo 3, versículo 9). Es la oración del inconsciente Samuel, la nuestra es un poco diversa, pero ha sido justo tu voz, tu Palabra, la que ha cambiado el temblor de la antigua oración en el deseo de un hijo que le grita a su Padre: Habla porque tu hijo te escucha. Lectura. Lucas capítulo 14, versículos 1 y 7 al 14: Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y estos estaban espiándole. Mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares, les dijo esta parábola: “Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: ‘Déjale el lugar a este’, y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: ‘Amigo, acércate a la cabecera’. Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido”. Luego dijo al que lo había invitado: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura.: Para ser alcanzados por la Palabra de Cristo y para que la Palabra hecha carne, que es Cristo, pueda habitar en nuestros corazones y nosotros podamos adherirnos a ella, es necesario que haya una escucha y un silencio profundo. Meditación: La humildad es una ley del Reino de los Cielos, una virtud que Cristo predica a lo largo de todo el Evangelio. En este pasaje de San Lucas, Cristo nos invita a dejar de pensar en nosotros mismos para poder pensar en los demás. ¿Por qué? Los que se ensalzan a sí mismos solo piensan en sus propios intereses y en que la gente se fije en ellos y hablen de ellos. Eso se llama egoísmo, un fruto del pecado capital de la soberbia. Y un alma soberbia nunca entrará en el Reino de Dios, porque el soberbio no puede unirse a Dios.

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¿Cuál es la motivación que da Jesús para la vivencia de la humildad? El amor a los demás, al prójimo. La razón es que yo, al dejar de ocupar los primeros puestos, o ceder el querer ser el más importante, estoy dejando el lugar de importancia a mi hermano o hermana. Se trata de un acto de caridad oculta, que solo Dios ve y, ciertamente, será recompensado con creces. Esta es la actitud que Cristo nos invita a vivir hoy. A dejar a mis hermanos los mejores puestos por amor a ellos y a Dios. Cristo mismo nos dio el ejemplo, cuando lavó los pies a los discípulos, siendo que los discípulos eran los que debían lavar los pies a Cristo. Oración: Salmo 23: El salmo parece girar en torno al título “El Señor es mi pastor”. Los santos son la imagen del rebaño que está en camino: ellos van acompañados por la bondad y la lealtad de Dios, hasta que lleguen definitivamente a la casa del Padre (L. Alonso Schökel, I salmi della fiducia, Dehoniana libri, Bologna 2006, 54). Yahvé es mi pastor, nada me falta. En verdes pastos me hace reposar. Me conduce a fuentes tranquilas, allí reparo mis fuerzas. Me guía por cañadas seguras haciendo honor a su nombre. Aunque fuera por valle tenebroso, ningún mal temería, pues tú vienes conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas ante mí una mesa, a la vista de mis enemigos; perfumas mi cabeza, mi copa rebosa. Bondad y amor me acompañarán todos los días de mi vida, habitaré en la casa de Yahvé un sinfín de días. Oración final: “Señor, gracias a tu luz que ha venido sobre mí y ha aclarado en mi vida la convicción de que soy un pecador. He comprendido un poco más profundamente que tu Hijo Jesús es mi Salvador. Mi voluntad, mi espíritu, todo mi ser, se aferra a Él. Dios mío, que me venza la omnipotencia de tu amor. Destruye las resistencias que, a menudo, me hacen rebelde, las nostalgias que me impulsan a equivocarme, a ser perezoso; que tu amor lo venza todo, a fin de que yo pueda ser un trofeo feliz de tu victoria. Mi esperanza está afincada en tu fidelidad. Aunque deba crecer en el torbellino de la civilización, que me convierta en una flor, y que tú veles, sobre esta primavera que ha brotado de la Sangre de tu Hijo. Tú nos miras a cada uno, nos curas, velas sobre nosotros; tú, el que cultivas esta primavera de vida eterna: tú, el Padre de Jesús y Padre nuestro; ¡tú, el Padre mío!” (Anastasio Ballestrero).

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Lectio Divina. Lunes 2 de septiembre de 2019. [Regresar] Hoy se cumple esta Escritura que acabas de oír. Lectura. Lucas capítulo 4, versículos 16 al 30: Jesús fue a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor. Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura, que ustedes acaban de oír”. Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios, y se preguntaban: “¿No es este el hijo de José?”. Jesús les dijo: “Seguramente me dirán aquel refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo, y haz aquí, en tu propia tierra, todos esos prodigios que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm’ ”. Y añadió: “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, que era de Siria”. Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta una barranca del monte, sobre el que estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de allí. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Meditación: Es muy común preguntar a los niños pequeños: ¿qué quieres ser cuando seas grandes? Y para orgullo de los padres los niños responden: “quiero ser como mi papá”. Si esta misma pregunta se la hiciéramos a Cristo durante su vida oculta en Nazaret, no cabe duda de que respondería que él sería lo que su Padre ha pensado para él desde siempre. Prueba de ello es la respuesta que dio a su madre angustiada cuando se perdió en el templo: “pero no sabíais que debo ocuparme en las cosas de mi Padre”, no debería haber motivo de preocupación por mi ausencia. En nuestra vida como cristianos todos tenemos una misión muy concreta que realizar. Cristo desenrolló las escrituras (porque estaban en forma de pergaminos) y encontró justamente aquello que Dios Padre deseaba de Él. “Anunciar la Buena Nueva, proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Todo esto lo cumplió Jesús a lo largo de su vida terrena y

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aunque algunos se empeñaban en no abrir su corazón a las enseñanzas de Cristo, como es el caso de los escribas y fariseos. A pesar de su obstinada actitud Cristo no desmayó en su esfuerzo por predicarles la ley del amor. Oración: Señor Jesús, tú has pasado en medio de tu pueblo, llevando el mensaje de tu Padre celestial, y aunque has sido rechazado por los de tu tierra, vecinos y conocidos; has salido victorioso, rompiendo las ataduras del pecado. Te pedimos que nos ayudes a seguir evangelizando con nuestro testimonio a los de nuestra comunidad, a nuestros familiares y amigos, y aunque seamos rechazados por ellos, y no acepten tu mensaje de salvación, pedimos tu auxilio para salir al igual que tú, victoriosos de haber proclamado la buena nueva de tu Evangelio. Así sea.

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Lectio Divina. Martes 3 de septiembre de 2019. [Regresar] Oración inicial: Dios todopoderoso, de quien procede todo bien, siembra en nuestros corazones el amor de tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes el bien en nosotros y con solicitud amorosa lo conserves. Por nuestro Señor Jesucristo. Lectura. Lucas capítulo 4, versículos 31 al 37: Jesús fue a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. Todos estaban asombrados de sus enseñanzas, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio inmundo y se puso a gritar muy fuerte: “¡Déjanos! ¿Por qué te metes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé que tú eres el Santo de Dios”. Pero Jesús le ordenó: “Cállate y sal de ese hombre”. Entonces el demonio tiró al hombre por tierra, en medio de la gente, y salió de él sin hacerle daño. Todos se espantaron y se decían unos a otros: “¿Qué tendrá su palabra? Porque da órdenes con autoridad y fuerza a los espíritus inmundos y estos se salen”. Y su fama se extendió por todos los lugares de la región. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Meditación: Un amigo mío llegó de Perú, donde había estado de misionero durante el verano. Me contó que esa experiencia le había enriquecido mucho, no tanto por lo que había dado -sus catequesis y actividades con los jóvenes de Huamachuco- sino por lo que había recibido. Jesús se nos presenta también como catequista. Dice el evangelio que bajó a Cafarnaún donde enseñaba la reflexión los sábados en la sinagoga. ¿Y cómo daba Jesús sus catequesis? Ante todo, con autoridad, es decir, con credibilidad, porque no llenaba sus predicaciones con palabrería, sino con verdad, con el Espíritu de Dios que es capaz de transformar los corazones. Por tanto, dar catequesis es una actividad propia del cristiano. Consiste en enseñar la fe a los demás, explicar los principios de la religión enriqueciéndolos con la propia vida, iluminar las virtudes cristianas con ejemplos, acercar a otros a los sacramentos... Mi amigo tenía veinte años. Y descubrió que al enseñar a otros estaba fortaleciendo su propia fe y aumentaba en él la pasión por Cristo y el Evangelio. Porque el que predica, se predica a sí mismo. El que habla del perdón queda más comprometido a perdonar, y el que exige debe hacerlo con el propio testimonio. Para la reflexión personal: • Jesús suscita admiración entre la gente. La actuación de nuestra comunidad en el barrio ¿produce alguna admiración en la gente? ¿Cuál?

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• Jesús expulsaba el poder del mal y devolvía las personas a ellas mismas. Hoy, mucha gente vive alienada de sí misma y de todo. ¿Cómo devolverlas a ellas mismas? Oración final: Es Yahvé clemente y compasivo, tardo a la cólera y grande en amor; bueno es Yahvé para con todos, tierno con todas sus creaturas (Salmo 145, versículos 8 al 9).

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Lectio Divina. Miércoles 4 de septiembre de 2019. [Regresar] Oración inicial: Dios todopoderoso, de quien procede todo bien, siembra en nuestros corazones el amor de tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes el bien en nosotros y con solicitud amorosa lo conserves. Por nuestro Señor Jesucristo. Lectura. Lucas capítulo 4, versículos 38 al 44: Jesús salió de la sinagoga y entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron a Jesús que hiciera algo por ella. Jesús, de pie junto a ella, mandó con energía a la fiebre, y la fiebre desapareció. Ella se levantó enseguida y se puso a servirles. Al meterse el sol, todos los que tenían enfermos se los llevaron a Jesús y Él, imponiendo las manos sobre cada uno, los fue curando de sus enfermedades. De muchos de ellos salían también demonios que gritaban: “¡Tú eres el Hijo de Dios!”. Pero él les ordenaba enérgicamente que se callaran, porque sabían que él era el Mesías. Al día siguiente se fue a un lugar solitario y la gente lo andaba buscando. Cuando lo encontraron, quisieron retenerlo, para que no se alejara de ellos; pero él les dijo: “También tengo que anunciarles el Reino de Dios a las otras ciudades, pues para eso he sido enviado”. Y se fue a predicar en las sinagogas de Judea. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Meditación: Es admirable el trabajo de los médicos. Nunca tienen un rato de descanso, porque allí donde van, aunque sea a una fiesta, todo el mundo se acerca para hablarles de sus padecimientos y enfermedades. Así me imagino también a Jesús. No había llegado todavía a casa de su amigo Pedro cuando ya le piden un milagro. Y por la tarde vinieron a suplicarle que sanara a otros enfermos. Y al salir el sol le seguían buscando incluso en el desierto. ¡Qué grande es el Corazón de Cristo! Qué paciente, las veinticuatro horas del día, sin pedir nada a cambio. La Palabra ablanda cualquier corazón, aunque sea más duro que las piedras. Le apasionaba su misión. Sabía que tenía que aprovechar los tres años de vida pública y no se permitió ni un momento de reposo. Esto nos enseña a tomarnos en serio nuestra vida. El tiempo que Dios nos ha concedido no puede tirarse a la basura con entretenimientos estériles. Hay mucho que hacer, y algún día nos pedirán cuentas de lo que hayamos hecho. Seguro que tienes varias tareas pendientes que están esperando su momento. ¿Y cuándo llegará? Quién sabe. Es cuestión de organizarse bien, de tener el día programado para rendir al máximo, aun sacrificando el tiempo dedicado a la televisión. Debemos ser exigentes con el uso de las horas. No pueden desperdiciarse, porque nunca más volverán.

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Primero es necesario establecer una jerarquía. ¿Qué es lo más importante para mí? No hay que descuidar el trabajo, ni la familia, ni los momentos para Dios, ni las actividades que enriquezcan a los que viven en la misma ciudad o país. Sepamos sacarle el jugo a la vida que Dios nos ha regalado. Para la reflexión personal: • Jesús sacaba tiempo para poder rezar y estar a solas con el Padre. ¿Yo hago lo mismo para rezar y estar a solas con Dios? • Jesús mantenía viva la conciencia de su misión. Como cristiano o cristiana que soy, ¿tengo conciencia de alguna misión o vivo sin misión? Oración final: Esperamos anhelantes a Yahvé, él es nuestra ayuda y nuestro escudo; en él nos alegramos de corazón y en su santo nombre confiamos (Salmo 33, versículos 20 al 21).

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Lectio Divina. Jueves 5 de septiembre de 2019. [Regresar] Oración inicial: Dios todopoderoso, de quien procede todo bien, siembra en nuestros corazones el amor de tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes el bien en nosotros y con solicitud amorosa lo conserves. Por nuestro Señor Jesucristo. Lectura. Lucas capítulo 5, versículos 1 al 11: Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y la gente se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios. Jesús vio dos barcas que estaban junto a la orilla. Los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la de Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y sentado en la barca, enseñaba a la multitud. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar”. Simón replicó: “Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra, echaré las redes”. Así lo hizo y cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos. Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!”. Porque tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro, al ver la pesca que habían conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Entonces Jesús le dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. Luego llevaron las barcas a tierra, y dejándolo todo, lo siguieron. Palabra del Señor. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. -- (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Meditación: “¡Que Dios es la mar de raro!” es el título de un libro escrito hace ya algunos años por un sacerdote, pensador y periodista mexicano llamado Antonio Brambila. Y me pareció muy acertado este título para mi reflexión del día de hoy. El padre Brambila explica en el prólogo de su libro el porqué de ese título. Cuenta que un día, hace ya mucho tiempo, atendía en dirección espiritual a una joven religiosa que estaba pasando por un momento muy difícil en su vocación, uno de esos períodos de desolación y de sequedad espiritual en los que el alma sufre bastante interiormente, pero que Dios nuestro Señor aprovecha, de un modo misterioso, para purificarla y acercarla más a Él. Y el padre le decía que Dios juega a las escondidas con sus hijos, que se les oculta para hacerse desear y buscar; y luego se les manifiesta para volverse a esconder; y que, durante nuestra vida en este mundo, muchas veces nos muestra su amor en forma de castigos que nos desconciertan y nos hacen llorar y sufrir... La religiosa, tras un momento de silencio, concluyó: “¡pues, la verdad, Dios es la mar de raro!”. Efectivamente, ¡la mar de raro! Rarísimo. Porque Dios es misterioso. Más aún, él mismo es un misterio que no podemos comprender y en muchísimas ocasiones su modo de actuar nos sorprende, nos confunde y nos

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“destantea”. ¡Parece ilógico y extraño! Ya el profeta Isaías nos decía que “los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos, ni sus caminos son nuestros caminos” (Isaías capítulo 55, versículo 8). No entendemos, por ejemplo, por qué Dios permite el sufrimiento, máxime cuando el que sufre es una persona inocente. ¿Por qué el dolor de tanta gente pobre en tantos países del África, de Asia o de América Latina, y muchísimos de ellos a veces sin lo mínimo para subsistir? ¿Por qué tantas injusticias y abusos contra los pobres y débiles? Pensemos en las guerras, en las discriminaciones, en las persecuciones y segregaciones de pueblos enteros a causa del color, la religión, la raza, la cultura o su condición social. ¿Por qué tantos abusos de niños y mujeres, usados para la trata de blancas y un comercio brutalmente indigno y escandaloso? ¿Por qué tantos niños tronchados en el vientre de su propia madre antes de ver la luz del sol? Tal vez también nosotros tengamos experiencias de sufrimiento en nuestra vida. Es tremendamente doloroso. ¿Por qué Dios permite la enfermedad o la muerte de un ser querido, sobre todo cuando aún es necesaria su presencia en este mundo? ¿Por qué el Señor permite a veces que sintamos el dolor terrible de la depresión, la soledad, la tristeza, el abandono? ¿Por qué ciertos problemas sin resolver, después de tantos años de haber luchado en vano por superarlos? ¿Por qué fracasan a veces los matrimonios, con tanto sufrimiento para la esposa, los hijos, los familiares? ¿Y por qué no se puede rehacer la propia vida con otro hombre o con otra mujer después de haber fallado el primer matrimonio religioso? Estos y muchos otros interrogantes tocan a la puerta de nuestra alma sin encontrar suficientes respuestas. El evangelio de este día no nos habla sobre el dolor, pero sí nos puede ofrecer alguna luz para tratar de comprenderlo y de aceptarlo. San Lucas nos presenta hoy la escena de la pesca milagrosa. Nuestro Señor se halla en el lago y, después de predicar, le dice a Simón Pedro que reme mar adentro y que eche las redes para pescar. Simón era un experto pescador -ese era su oficio- y conocía perfectamente los lugares y las horas más oportunas para ello. Él sabía de sobra que se pesca durante la noche porque las aguas están tranquilas y los peces dormidos. Es más, se habían pasado la noche entera bregando ¡y no habían cogido ni un miserable charal! Y ahora llega este Jesús -todavía no conocía bien Pedro a nuestro Señor- y, sin conocer el arte y los gajes del oficio, le dice así, tranquilamente, que eche las redes para pescar... “¡Pero, Señor -le pudo haber dicho Pedro- no es hora de pesca, ni el lugar ni las condiciones son apropiadas!”. Y humanamente tenía toda la razón. Cuando se callan las palabras de nuestra propia experiencia, de nuestras previsiones y cálculos humanos (“nos hemos pasado toda la noche bregando”); cuando hemos probado la amargura del fracaso o de la desilusión (“no hemos cogido nada”), entonces puede brotar el milagro: “Pero, en tu nombre echaré las redes”. Esto es lo más maravilloso de todo. Y ya sabemos lo que pasó después. En realidad, este fue el verdadero milagro: que Pedro haya creído en Cristo y que, cuando todo era ilógico, adverso y contradictorio para la razón, haya aceptado la orden del Señor y haya obedecido. La pesca sobreabundante y las redes repletas fueron ya solo una consecuencia. Para nuestro Señor no hay imposibles porque él es Dios. El único imposible es que nuestra voluntad no quiera adherirse a lo que él quiere. Y el milagro está precisamente aquí. Si echamos una hojeada a todo el evangelio, nos daremos cuenta de que siempre actúa así nuestro Señor: todos los milagros comienzan con la FE y es la única condición que él pone para poder actuar. Solo cuando aceptamos a Jesús con el corazón y doblamos las rodillas de nuestra mente, aunque humanamente no se vea nada, aunque el llanto explote en nuestra garganta y las lágrimas arrasen nuestros ojos, aunque tengamos que esperar contra toda esperanza humana y sangre el corazón, sí creemos en él y lo aceptamos, así como Dios nos visita, ¡es entonces cuando Jesús realiza el milagro!

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Para la reflexión personal: • ¿Dónde y cómo acontece hoy la pesca milagrosa, realizada en atención a la Palabra de Jesús? • Ellos largaron todo y siguieron a Jesús. ¿Yo que tengo que largar para poder seguir a Jesús? Oración final: ¿Quién subirá al monte de Yahvé?, ¿quién podrá estar en su santo recinto? El de manos limpias y puro corazón, el que no suspira por los ídolos ni jura con engaño.

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Lectio Divina. Viernes 6 de septiembre de 2019. [Regresar] El vino nuevo de la fe en Cristo necesita odres nuevos. Invocación al Espíritu Santo: Padre Nuestro… Ave María… Gloria... Espíritu Santo, fuente de luz, ilumínanos. Espíritu Santo, fuente de luz, ilumínanos. Espíritu Santo, fuente de luz, ilumínanos. Lectura. Lucas capítulo 5, versículos 33 al 39: Los fariseos y los escribas le preguntaron a Jesús: “¿Por qué los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen oración, igual que los discípulos de los fariseos, y los tuyos, en cambio, comen y beben?”. Jesús les contestó: “¿Acaso pueden ustedes obligar a los invitados a una boda a que ayunen, mientras el esposo está con ellos? Vendrá un día en que les quiten al esposo, y entonces sí ayunarán”. Les dijo también una parábola: “Nadie rompe un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque echa a perder el nuevo, y al vestido viejo no le queda el remiendo del nuevo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo revienta los odres y entonces el vino se tira y los odres se echan a perder. El vino nuevo hay que echarlo en odres nuevos y así se conservan el vino y los odres. Y nadie, acabando de beber un vino añejo, acepta uno nuevo, pues dice: 'El añejo es mejor' ”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Como los discípulos de Jesús no ayunaban, los fariseos preguntan el porqué de esa actitud. La respuesta de Jesús compara la antigua alianza a la nueva. Así como el vino nuevo y la pieza nueva no pueden unirse a lo viejo, así ocurre también con la llegada de Jesús, que trae consigo una novedad radical. Incluso las obligaciones cambian o desaparecen ante la alegría de la salvación que se ha hecho presente en Jesús. Meditación: Todos deseamos momentos para estar con las personas o la persona que nos cae bien, que estimamos, que amamos. Entre amigos, el novio con la novia o entre esposos. Y cuando alguien viene a arrebatarnos esos momentos más los anhelamos y más deseamos que vengan. A los apóstoles les sucede algo semejante en este evangelio porque los fariseos, no sabiendo ya por dónde fastidiar, pretenden hacer ver a Jesús que los suyos no se comportan como los discípulos de Juan que ayunan y rezan mucho. Pero perfectamente podríamos haberles dicho a los fariseos aquella frase de san Agustín que dice: “teme a la gracia de Dios que pasa y no vuelve”. Y los apóstoles preferían disfrutar de la compañía del Mesías que ayunar y estar lejos de Él. O también les podríamos haber respondido con la misma frase que Jesús le dijo a la mujer de Betania: “Marta, Marta muchas cosas te preocupan pero una sola es importante y María ha elegido la mejor”, que fue la de sentarse a sus pies.

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He aquí por tanto la clave de este evangelio, la presencia de Cristo en nuestra vida. De qué nos sirve ayunar, rezar mucho, hacer penitencia si a la hora de la hora no acompañamos a Cristo donde realmente está que es en la Eucaristía. Estaríamos ayunando y rezando por deporte. Por ello, si hasta ahora nuestros rezos o ayunos son sin una presencia de Cristo dominical o más frecuente pensemos que estamos desaprovechando la verdadera gracia de Dios para nuestra alma, que es la de estar cerca de Él. Oración: Señor, necesito renovar mi fe, porque en ocasiones mi rutina es tan fuerte que me lleva a estancarme y no avanzar. Ayúdame a sentir tu presencia en mi vida y que esa experiencia me haga soltar mis viejas seguridades para ser capaz de, renovando mi vida, iniciar a renovar tu Iglesia. Danos lo que necesitamos para ser esos odres nuevos, que sean capaces de contener tu Palabra y llevarla a los demás, pero no como algo pasado de moda, sino algo siempre nuevo y eficaz para los problemas del mundo de hoy, así sea. Contemplación: Como levadura en la masa, la novedad del Reino debe fermentar la tierra con el Espíritu de Cristo. Debe manifestarse por la instauración de la justicia en las relaciones personales y sociales, económicas e internacionales, sin olvidar jamás que no hay estructura justa sin seres humanos que quieran ser justos (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2832). Compromiso: Hoy la Palabra que he meditado me lleva a comprometerme en mi formación cristiana, ya que debo estar siempre preparado y actualizado en las cuestiones de mi fe, de tal manera que la vivencia que tengo día a día como miembro de la Iglesia de Cristo, me permita se siempre un signo de novedad en medio de aquellos que piensan que el mensaje de la Iglesia y su institución misma ya pasó de moda.

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Lectio Divina. Sábado 7 de septiembre de 2019. [Regresar] El Hijo del hombre es Señor del sábado. Invocación al Espíritu Santo: Ven Espíritu Santo, llena los corazones de los fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor, envía Señor tu Espíritu y todo será de nuevo creado y se renovará la faz de la tierra. Padre nuestro…. Lectura. Lucas capítulo 6, versículos 1 al 5: Un sábado, Jesús iba atravesando unos sembrados y sus discípulos arrancaban espigas al pasar, las restregaban entre las manos y se comían los granos. Entonces unos fariseos les dijeron: “¿Por qué hacen lo que está prohibido hacer en sábado?”. Jesús les respondió: “¿Acaso no han leído lo que hizo David una vez que tenían hambre él y sus hombres? Entró en el templo y tomando los panes sagrados, que solo los sacerdotes podían comer, comió de ellos y les dio también a sus hombres”. Y añadió: “El Hijo del hombre también es dueño del sábado”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura: La comunidad cristiana de Lucas debió recibir, sin duda, muchos reproches del judaísmo, que representaba el descanso del sábado como una de sus características fundamentales. Lucas nos narra en esta escena cómo Jesús pone fin a esa exigencia con su propia autoridad. En efecto, con la expresión “el Hijo del hombre es señor del sábado”, Lucas quiere decir que Jesús resucitado ha dejado sin sentido todas las leyes rituales, y sus seguidores no tienen ya que obedecer a estas normas judías. Meditación: Jesús, caminando con los suyos, atraviesa un sembrado. Una jornada de normalidad en donde se dan cita el hambre, el cansancio y las preguntas sobre la Ley. Comer las espigas en día sábado suponía el esfuerzo de desgranarlas con las manos, y ese trabajo no estaba permitido hacer en sábado; por eso los celosos de la guarda de la Ley recriminan a los discípulos y se atreven a encararse con Jesús. Si Jesús ha venido al mundo y se ha hecho uno entre los hombres es para decir al hombre que está salvado; que los mandamientos de “santificar las fiestas, no trabajar en sábado... son caminos por los que el hombre va a Dios, disposiciones que hacen encontrar al hombre la plenitud de su ser. La Ley por sí misma no tiene sentido, es la pedagogía de Dios que ayuda al hombre a hacerse más humano y a la vez más cercano a su fin. Jesús es señor del sábado, está por encima de toda norma y quiere enseñar a los suyos que con un corazón libre todo es posible de realizar, porque lo importante es cumplir la voluntad de Dios con un corazón sencillo y

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verdadero. No podemos dejar que las cosas nos esclavicen, debemos usarlas para nuestra realización personal con la libertad de saber prescindir de ellas porque creemos que Dios es nuestro único todo, nuestra plenitud. Oración: Santificado sea tu nombre, Padre nuestro, porque Cristo nos liberó de la esclavitud de la ley para vivir en la libertad de los hijos de Dios, que se dejan guiar por la fuerza de tu Espíritu. Concédenos vivir nuestra fe en todo tiempo y lugar, para que santificando tu día en el culto y en la caridad, liberados de la servidumbre del trabajo y del pecado, podamos celebrar contigo tu eterno día de fiesta. Amén. (Confrontar B. Caballero, La Palabra cada día, San Pablo, Madrid 51990, p. 530). Contemplación: El verbo se encarnó para ser nuestro modelo de santidad: “Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí…” (Mateo capítulo 11, 29). “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí” (Juan capítulo 14, 6). Y el Padre en el monte de la transfiguración ordena: “Escuchadle” (Marcos capítulo 9, 7). Él es, en efecto, el modelo de las bienaventuranzas y la norma de la Ley nueva: “amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Juan capítulo 15, 12). Este amor tiene como consecuencia la ofrenda efectiva de sí mismo (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 459). Compromiso: Hoy me lleva a esforzarme más en mi seguimiento de Cristo, tratando de imitar más sus obras y a no dejarme someter ante personas o instituciones que buscan bienes muy subjetivos a costa de valores esenciales, como lo es la vida. Por ello, debo ser un cristiano que se atreva a levantar la voz contra aquellas situaciones de injusticia que en mi entorno se susciten.

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Lectio Divina. Domingo 8 de septiembre de 2019. [Regresar] Seguir a Jesús es compartir su Cruz. Invocación al Espíritu Santo: Envía Señor tu Santo Espíritu para que ilumine nuestro entendimiento, y así podamos comprender tu palabra, y una vez aceptada nos sea más fácil llevarla a la práctica. Amén. Lectura. Lucas capítulo 14, versículos 25 al 33: Caminaba con Jesús una gran muchedumbre y él, volviéndose a sus discípulos, les dijo: “Si alguno quiere seguirme y prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. Porque, ¿quién de ustedes, si quiere construir una torre, no se pone primero a calcular el costo, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que, después de haber echado los cimientos, no pueda acabarla y todos los que se enteren comiencen a burlarse de él, diciendo: ‘Este hombre comenzó a construir y no pudo terminar’. ¿O qué rey que va a combatir a otro rey, no se pone primero a considerar si será capaz de salir con diez mil soldados al encuentro del que viene contra él con veinte mil? Porque si no, cuando el otro esté aún lejos, le enviará una embajada para proponerle las condiciones de paz. Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: El seguimiento de Jesús exige la renuncia y el desprendimiento. El cargar con su cruz no supone un peso adicional a las dificultades de la vida, sino un estilo de vivir lo cotidiano a la luz de las exigencias del Reino, siguiendo las huellas de Jesús. Los dos ejemplos nos aclaran que la renuncia y el desprendimiento deben ser asumidos con plena conciencia y como opción de vida, porque son indispensables para el seguimiento de Jesús. Cuando el Evangelio nos habla de “renunciar” a la familia, lo que quiere decir con esa expresión, que si la traducimos literalmente diría “odiar”, es que hay que ponerla en segundo lugar, porque ha aparecido en nuestra vida un valor que es primero. Meditación: “El que no toma su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo”. La liturgia de hoy nos ofrece un pasaje evangélico que constituye una de las columnas del cristianismo. La cruz. Aunque hoy en día se tiende a hablar cada vez menos del dolor y del sufrimiento, no por ello deja de estar presente en nuestras vidas. El dolor en sí mismo es un misterio. Es duro y, humanamente, repugnante. Sin embargo, es transformable. Alfred de Musset afirma que: «Nada nos hace tan grandes como un gran dolor». O, como escribió Luis Rosales: «Los hombres que no conocen el dolor son como iglesias sin bendecir». No se trata de endulzar la cruz o de

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convertirla en una carga “light”. Se trata de descubrir su valor cristiano y de darle un sentido. Sí, el auténtico cristianismo es exigente. Jesús, no fue hacia el dolor como quien va hacia un paraíso. Se dedicó a aliviar el dolor en los demás; y el dolor de la pasión lo hizo temblar de miedo, cuando pidió al Padre que le librara de él; pero lo asumió, porque era necesario, porque era la voluntad de su Padre. Así, convirtió el dolor en redención, en fecundidad y en alegría interior. Quien de verdad quiera ser discípulo de Cristo (eso significa ser cristiano), ha de despojarse de todos sus bienes. Solo así, seremos dignos de él y encontraremos la paz y la felicidad que solo él puede darnos. Y nadie nos la podrá arrancar. Revisemos nuestras vidas y veamos cómo podemos transformar y dar sentido a nuestros pequeños dolores cotidianos. Veamos qué nos queda por entregar de todos nuestros bienes y sigamos el ejemplo de Jesús, que desde el Huerto de Getsemaní, se convirtió en el gran profesional de la cruz, fuente de salvación y de realización para todos los hombres. Cristo murió, es cierto. Pero, lo hizo para resucitar, para devolvernos la vida. Nuestra fe, nuestra religión es la de una Persona viva que, paso a paso, camina a nuestro lado, enseñándonos el mejor modo de vivir. Oración: Señor, sabemos que tú eres el amigo que nunca falla, sin embargo nosotros, aunque decimos que queremos seguirte, continuamente fallamos a lo que tú nos pides. Decimos que te queremos y que confiamos en ti, pero a menudo confiamos más en nuestras seguridades terrenas. Sabemos que tú nos pides un seguimiento radical, sin embargo somos hombres débiles, que queremos seguirte pero somos tibios y débiles. Ayúdanos a comprender que tú nos pides que dejemos todo y te sigamos. Danos la fuerza que necesitamos para lograr dejar nuestras seguridades, abrazar con amor la cruz de cada día, saber sufrir con paciencia y decirte: “aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”. Contemplación: Los vínculos familiares, aunque son muy importantes, no son absolutos. A la par que el hijo crece hacia su madurez y autonomía humanas y espirituales, la vocación singular que viene de Dios se afirma con más claridad y fuerza. Los padres deben respetar y favorecer la respuesta de sus hijos para seguirla. Es preciso convencerse de que la vocación primera del cristiano es “seguir a Jesús”. Hacerse discípulo de Jesús es aceptar la invitación a pertenecer a la “familia de Dios”, a vivir en conformidad con su manera de vivir (Catecismo de la Iglesia Católica numerales 2232 y 2233). Compromiso: El día de hoy quiero comprometerme a ser más paciente y tolerante en los momentos de dificultad, en mis enfermedades o las de mis familiares, en los problemas o situaciones difíciles que se me presenten, porque soy consciente de que eso es lo que implica tomar mi cruz de cada día e iniciar mi camino de seguimiento a Jesús.

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Lectio Divina. Lunes 9 de septiembre de 2019. [Regresar] “El maestro que da vida”. Invocación al Espíritu Santo: Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor; envía Señor tu espíritu y todo será de nuevo creado y se renovará la faz de la tierra. Oh Dios que has iluminado los corazones de tus fieles con la Luz del Espíritu Santo, haz que este mismo Espíritu nos haga gustar y amar el bien y nos llene siempre del gozo de tus consuelos divinos. Por Cristo nuestro Señor. Amén. Lectura. Lucas capítulo 6, versículos 6 al 11: Un sábado, Jesús entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los escribas y fariseos estaban acechando a Jesús para ver si curaba en sábado y tener así de qué acusarlo. Pero Jesús, conociendo sus intenciones, le dijo al hombre de la mano paralizada: “Levántate y ponte ahí en medio”. El hombre se levantó y se puso en medio. Entonces Jesús les dijo: “Les voy a hacer una pregunta: ¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado: el bien o el mal, salvar una vida o acabar con ella?”. Y después de recorrer con la vista a todos los presentes, le dijo al hombre: “Extiende la mano”. Él la extendió y quedó curado. Los escribas y fariseos se pusieron furiosos y discutían entre sí lo que le iban a hacer a Jesús. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura: Versículos anteriores, la biblia de América nos sitúa dentro de un parámetro en el que Jesús cuestiona a los fariseos y maestros de la ley sobre el ayuno para luego cuestionar sobre el sábado. La comunidad cristiana de Lucas debió recibir sin duda muchos reproches del judaísmo que respetaba el descanso del sábado como una de sus características fundamentales. Los rabinos discutían en qué condiciones le estaba permitido a un hombre pedir y aceptar ayuda médica en sábado. Jesús no estaba dispuesto a entrar en sutilezas; lo que quería era una respuesta sencilla y directa. ¿Está permitido hacer el bien (como yo pienso hacerlo) en sábado o hacer el mal (como ustedes tratan de hacérmelo a mí)? No hacer el bien es ya hacer el mal. Meditación: Una de las actitudes que Jesús rechaza con más fuerza es la hipocresía. Es la actitud de la gente que quiere aparentar que son buenos, inteligentes o rectos, para luego comportarse al contrario de lo que profesan ser. Esta es la actitud de los escribas en este Evangelio. Jesús llama al hombre enfermo para hacer una obra buena en él. Los escribas quieren acusarle por curar en sábado, que estaba prohibido por la Ley de Moisés. Jesús les pregunta si es lícito o no hacer el bien en sábado. Era obvia la respuesta, pero por querer acusar a Jesús, callan. Como si no supieran qué responder. Pero sí lo sabían, y aun así, callaron para no tragarse sus propias palabras de prohibición de la Ley. Para seguir aparentando que lo sabían todo, que aplicaban la ley al pie de la letra, que eran justos y no pecaban en su comportamiento. Pero sí pecaban en su corazón, lleno de soberbia e hipocresía.

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Eso era lo que más disgustaba a Jesús. Pero al mismo tiempo era lo que le daba más tristeza. Porque Jesús vino a salvar a todo el mundo. Tanto a los buenos como a los malos. Pero necesita nuestra colaboración, que nuestro corazón esté desprendido de nuestro egoísmo para que pueda acoger los criterios de Cristo, que es el amor, la generosidad, la donación personal, y sobre todo la humildad de corazón. Oración: Señor, pongo en tus manos mis penas y mis alegrías, mis angustias y deseos; hoy extiendo mi vida hacia ti que estás conmigo y con mi familia. En estos momentos en que la inseguridad y Temor de Dios hemos perdido, te pido nos concedas la gracia de no perderte mientras sanas día a día las heridas diarias que con nuestro trato nos hacemos en la familia. Señor sana las heridas de mi familia, perdóname porque no he puesto al centro de mi vida al que necesita de mí, y he descuidado mi mirada a los demás. Te pido perdón porque en mis decisiones me he favorecido más a mí mismo que a mi esposa y a mis hijos y más de alguna vez he orientado o maltratado a los que me rodean quedándome yo como el sano de todos cuando yo he sido el primero en paralizar con mi corazón paralizado a los demás. Perdóname señor porque con mi trato hago que me respeten por ley y no por amor a mi persona. Perdóname Señor porque más de alguna vez puse al centro de mi vida alguna norma antes que tu persona encarnada en mis hijos, en mi esposa, en mis hermanos. Te encomiendo mi familia que es lo más hermoso por lo que estoy luchando día a día. Contemplación: Contemplar el amor de Cristo en mi familia es una bendición, la sonrisa de mis hijos es un regalo que Cristo me hace desde la cruz de cada día, el cansancio de la vida toma reposo en la cruz de Cristo. “Dios ama nuestras familias, a pesar de tantas heridas y divisiones. La presencia invocada de Cristo a través de la oración en familia nos ayuda a superar los problemas, a sanar las heridas y abre caminos de esperanza”. Cuando descubro el amor que hay en cada uno de los miembros de mi familia descubro que no estoy solo; que puedo descansar en la mirada de cada uno porque en ellos contemplo el rostro de Cristo que me sana y puedo prestar este servicio de amor a los que me rodean. Ahora Dios me habla a mí, extiendo mi vida hacia él y me restablece de nuevo sanando mis heridas que han paralizado el amor de Dios en mi vida; con su palabra me hace vivo, soy hombre nuevo y quiero seguir dando gracias a Dios porque me hablo al corazón, ahí donde he guardado lo que solo tú conoces Señor mío y Dios mío. Ahora contemplo la figura de Jesús: él está aquí, en mi casa, me está viendo a los ojos, conoce mi corazón, conoce de mí, sabe de mis males, sabe cuando me siento o me levanto, sabe de mis debilidades, sabe que me he tullido no solo de mis manos sino también de mi corazón, él se acerca a mí y me pide que me levante, yo estoy atento a su palabra que va resonando en mi corazón a manera de goteo y me dice levántate, levántate, levántate,… me pongo en medio, estoy frente a él, -extiende tu mano, extiende tu mano, … abre tu corazón, abre tu corazón… me ha visto, conozco esa mirada que me traspasa, se ha acercado a mí, estoy dispuesto, nos hemos visto, y mientras nuestra miradas entablan un diálogo le expreso de corazón, le hablo con temor y descanso: -Perdón Señor, Perdón Señor, Perdón Señor, gracias por estar conmigo, gracias por estar conmigo, necesito que sanes mi corazón, necesito que sanes mi corazón y me des vida nueva… y me des vida nueva… dame un nuevo corazón… dame un nuevo corazón. -Nos tomamos de las manos como familia, rezamos un Ave María y Gloria; luego asumimos un compromiso cada uno. Compromiso:

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El gran tesoro de la educación de los hijos en la fe consiste en la experiencia de una vida familiar que recibe la fe, la conserva, la celebra, la transmite y testimonia. Los padres deben tomar nueva conciencia de su gozosa y renunciable responsabilidad en la formación integral de sus hijos. -Yo me comprometo a no ofender a los de mi casa por esta semana, y ayudarles en sus necesidades con respeto y cariño.

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Lectio Divina. Martes 10 de septiembre de 2019. [Regresar] Jesús elige a mi familia para quedarse con nosotros. Invocación al Espíritu Santo: Respira en mí, oh Espíritu Santo, para que mis pensamientos puedan ser todos santos. Actúa en mí, oh Espíritu Santo, para que mi trabajo también pueda ser santo. Atrae mi corazón oh Espíritu Santo para que solo ame lo que es Santo. Fortaléceme, oh Espíritu Santo, para que defienda todo lo que es Santo. Guárdame pues, oh Espíritu Santo para que yo siempre pueda ser Santo (San Agustín). Lectura. Lucas capítulo 6, versículos 12 al 19: Por aquellos días, Jesús se retiró al monte a orar y se pasó la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, eligió a doce de entre ellos y les dio el nombre de apóstoles. Eran Simón, a quien llamó Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y Juan; Felipe y Bartolomé; Mateo y Tomás; Santiago, el hijo de Alfeo, y Simón, llamado el Fanático; Judas, el hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor. Al bajar del monte con sus discípulos y sus apóstoles, se detuvo en un llano. Allí se encontraba mucha gente, que había venido tanto de Judea y Jerusalén, como de la costa de Tiro y de Sidón. Habían venido a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; y los que eran atormentados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura: En la sección central de la segunda parte del evangelio Lucas ha reunido materiales muy diversos; la designación del grupo de los doce (capítulo 6, versículos 12 al 16), el sermón del llano (capítulo 6, versículos 17 al 49), dos series de milagros (capítulo 7, versículo 17; capítulo 8, versículo 22) y una pequeña colección de parábolas (capítulo 8, versículos 4 al 18) A través de sus palabras y de sus signos se va descubriendo el misterio de Jesús y la dinámica del reino que él anuncia. Meditación: En nuestra sociedad donde todo se hace para usar y tirar, las cosas salen en serie, sin características propias: los mismos modelos de zapatos, el mismo estilo de vestir, las mismas comidas, el mismo diseño de construcción, las mismas expresiones de vocabulario... queremos igualarnos tanto que perdemos hasta la identidad. La sociedad nos masifica, nos despersonaliza, nos hace iguales. Con Dios no es así; para él cada uno es único, singular e irrepetible: Dios no hace las cosas en serie. Dios nos conoce y nos llama por nuestro propio nombre y al identificarnos nos da el ser que nos autentifica. Su amor nos crea en cada momento porque su Palabra llega directa al corazón y desde esta interpelación nos potencia y dinamiza para la misión que cada uno trae a la vida. El gran secreto de la vida es sabernos amados. Con esta certeza nuestra vida se llena de sentido, basta que él susurre mi nombre al oído para que todo se llene de emoción. Es la confianza de sabernos amados con un único amor, grande y fuerte.

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Oración: Señor, tú me conoces, sabes cuándo me siento y me levanto, todos mis caminos te son conocidos, conoces mis pecados, sabes cómo soy y como he sido. Sabes que no me he acercado a Ti para ser sanado, para ser enviado. Sabes que en mi familia han sido pocos los motivos por los que como familia hemos descuidado nuestra oración y asistencia a misa, en verdad poco es lo que hemos acudido a ti como tanta gente lo hace para ser enviados por ti. Te pido por mis hijos para que sean atentos a tu palabra y no cedan ante la tentación de la droga y el alcohol que tantos de sus amigos están padeciendo. Si bien nuestra familia no ha sido una familia ejemplar, te pido sanes nuestra historia familiar para así tenerte en todos los espacios de nuestra historia. Contemplación: En el Catecismo de la Iglesia Católica en su número 272, nos invita a ver que “Cristo crucificado es “poder de Dios y la sabiduría de Dios”; aunque la fe en Dios Padre todo poderoso puede ser puesta a prueba por el sufrimiento, y aunque a veces Dios pueda parecer ausente e incapaz de impedir el mal, Dios Padre ha revelado su omnipotencia de la manera más misteriosa en el anonadamiento voluntario y en la Resurrección de su Hijo, por los cuales ha vencido el mal. Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres (Efesios capítulo 19, versículo 22). Compromiso: Quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de “realidad” y, en consecuencia, solo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas (Discurso inaugural del Documento de Aparecida 2). Me comprometo a dejar los caminos de maldad con los que más de alguna vez he ofendido a Dios y a mi familia. Asistiré a misa un día entre semana iniciando así un nuevo camino en mi vida.

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Lectio Divina. Miércoles 11 de septiembre de 2019. [Regresar] Oración inicial: Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos, míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo. Lectura. Lucas capítulo 6, versículos 20 al 26: Mirando Jesús a sus discípulos, les dijo: “Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios. Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes los que lloran ahora, porque al fin reirán. Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan y los expulsen de entre ellos, y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Pues así trataron sus padres a los profetas. Pero ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen ahora su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que se hartan ahora, porque después tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ríen ahora, porque llorarán de pena! ¡Ay de ustedes, cuando todo el mundo los alabe, porque de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas!”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Meditación: Si miramos a nuestro mundo vemos gentes que son pobres, que pasan hambre, que sufren, que son excluidos y proscritos... y a nadie se nos ocurre llamarlos dichosos ni tampoco ellos mismos se sienten como tales. Por el contrario vemos gente rica, que disfruta de todas las comodidades posibles y goza el momento presente como si poseyera el mayor tesoro, y todo los miramos con cierta envidia y los calificamos como gente con suerte. ¿Cómo entender el Evangelio? ¿Dónde está el contraste? ¿Cómo explicar estas antinomias? El Evangelio es una fuerza revolucionaria que trastorna la mentalidad de este mundo presente; las personas que se dejan alcanzar por su influjo se abren a nuevas dimensiones y son capaces de descubrir la riqueza del compartir, de gozar la alegría de la entrega, de experimentar la paz en medio del desconcierto... Todos necesitamos hacernos pobres de ambicionar cosas superfluas; salir de nuestros egoísmos para acercarnos a los otros; reír con los que ríen y llorar con los que lloran. Para la reflexión personal: • ¿Miramos la vida de las personas con la misma mirada de Jesús? Dentro de tu corazón, ¿qué piensas de verdad: una persona pobre y hambrienta puede ser realmente feliz? Las telenovelas y la propaganda del comercio, ¿qué ideal nos presentan? • Diciendo “Felices los pobres”, Jesús ¿estaba queriendo decir que los pobres han de seguir en la pobreza?

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Oración final: Yahvé es justo cuando actúa, amoroso en todas sus obras. Cerca está Yahvé de los que lo invocan, de todos los que lo invocan con sinceridad.

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Lectio Divina. Jueves 12 de septiembre de 2019. [Regresar] “Sean misericordiosos como es su Padre” Invocación al Espíritu Santo: Rey celestial, Consolador, Espíritu de la verdad, que estás presente en todas partes y lo llenas todo, Tesoro de todo bien y Fuente de vida, ven y haz de nosotros tu morada, purifícanos de toda mancha y salva nuestras almas, Tú que eres bueno. Amén. Lectura. Lucas capítulo 6, versículos 27 al 38: Jesús dijo a sus discípulos: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difaman. Al que te golpee en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite el manto, déjalo llevarse también la túnica. Al que te pida, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Traten a los demás como quieran que los traten a ustedes; porque si aman solo a los que los aman, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores aman a quienes los aman. Si hacen el bien solo a los que les hacen el bien, ¿qué tiene de extraordinario? Lo mismo hacen los pecadores. Si prestan solamente cuando esperan cobrar, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores prestan a otros pecadores, con la intención de cobrárselo después. Ustedes, en cambio, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar recompensa. Así tendrán un gran premio y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno hasta con los malos y los ingratos. Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados; den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la misma medida con que midan, serán medidos”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: En el reino hay que superar las barreras creadas por las afinidades y simpatías naturales. Se trata de asumir el comportamiento misericordioso de Dios para recrear una humanidad nueva. El amor del discípulo de Jesús siempre es entendido por el nuevo testamento como una acción y una tarea que desborda el simple sentimiento; por eso debe alcanzar incluso a aquellos que aparentemente no lo merecen: los enemigos, los que te odian, los que te golpean y los que te roban. Meditación: En nuestra sociedad, amamos a los que nos aman; hacemos el bien a quienes nos lo hacen y prestamos a quienes sabemos nos lo van a devolver. Una conducta muy razonada, que no compromete en nada. Pero obrando así, ¿qué es lo que nos distingue de los que no tienen fe? Al cristiano se le pide un “plus” en su vida: amar al prójimo, hacer el bien y prestar sin esperar recompensa, pues eso es lo que hace Dios con nosotros, que nos ama primero para que nosotros le amemos.

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Tenemos que adelantarnos a hacer el bien, para despertar en el corazón de los otros sentimientos de perdón, de entrega, de generosidad, paz y gozo; así nos vamos pareciendo al Padre del cielo y vamos formando en la tierra la familia de los hijos. Oración: Señor, me pongo en tus manos, enséñame a amar porque nada es imposible para ti, enséñame a perdonar, porque nada es imposible para ti, enséñame a ser como tú, porque nada es imposible para ti. Reconozco Señor mis bajezas y limitaciones, reconozco que no siempre he sido bueno, reconozco que he fallado. Te pido perdón porque no he sabido ser misericordioso, porque me he hundido en el pecado y he truncado tu plan amoroso en mi vida. Perdóname, Señor porque he pecado contra ti, perdóname porque no he sido misericordioso con mi familia, porque he buscado la mejilla de quien me rodea para maltratarlo, porque no he amado a los que me odian y no he orado por los que me calumnian y tratan mal. A Ti te entrego mi vida, mis debilidades y mis proyectos, acompáñame en este día con tu bondadosa misericordia. Contemplación: El Dios de la Alianza, rico en misericordia, nos ha amado primero; inmerecidamente, nos ha amado a cada uno de nosotros; por eso, lo bendecimos, animados por el Espíritu Santo, Espíritu vivificador, alma y vida de la Iglesia. Él, que ha sido derramado en nuestros corazones, gime e intercede por nosotros y nos fortalece con sus dones en nuestro camino de discípulos y misioneros (Documento de Aparecida numeral 23). Compromiso: Nos reconocemos como comunidad de pobres pecadores, mendicantes de la misericordia de Dios, congregada, reconciliada, unida y enviada por la fuerza de la Resurrección de su Hijo y la gracia de conversión del Espíritu Santo (Documento de Aparecida numeral 100, h). Después de haberme reconocido pecador ante la mirada misericordiosa de Dios, me levantaré de mi situación de pecado y en cuanto pueda buscaré a un sacerdote para recibir el perdón de Dios en el sacramento de la confesión.

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Lectio Divina. Viernes 13 de septiembre de 2019. [Regresar] “La viga de tu ojo impide que me corrijas”. Invocación al Espíritu Santo: Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor; envía Señor tu espíritu y todo será de nuevo creado y se renovará la faz de la tierra. Oh Dios que has iluminado los corazones de tus fieles con la Luz del Espíritu Santo, haz que este mismo Espíritu nos haga gustar y amar el bien y nos llene siempre del gozo de tus consuelos divinos. Por Cristo nuestro Señor. Amén. Lectura. Lucas capítulo 6, versículos 39 al 42: Jesús propuso a sus discípulos este ejemplo: “¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un hoyo? El discípulo no es superior a su maestro; pero cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo te atreves a decirle a tu hermano: 'Déjame quitarte la paja que llevas en el ojo', si no adviertes la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga que llevas en tu ojo y entonces podrás ver, para sacar la paja del ojo de tu hermano”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura: Jesús no prohíbe apreciar las cosas con objetividad; lo que rechaza es que alguien usurpe la autoridad exclusiva que Dios tiene como juez y condene sin más al prójimo. El perdón es una de las características que distinguen al discípulo y nace del perdón de Dios. La misericordia del hombre para con sus hermanos encontrará como respuesta la misericordia de Dios. Meditación: Hoy vemos que la perseverancia en esa lucha por lograr unirse cada vez más a la voluntad santísima de Dios, pues en ello estriba la verdadera perfección, tiene su premio. Aunque la vida esté llena de dificultades, desalientos y trabajos, también es verdad que es muy corta y que es pasajero el sufrir. Pronto llegará el fin de la jornada y ahí encontraremos el descanso y el premio si hemos sabido luchar por Jesucristo. Qué hermoso programa el seguir a Cristo buscando hacer felices a los que viven a nuestro lado sin pensar en nosotros mismos y a la vez cuánta fuerza de voluntad y cuánta abnegación nos exige y qué premio tan grande nos conquista para el cielo. Ser viriles en la caridad, ser generosos y magnánimos, sin entregarnos a la estrechez tacaña de lo que es obligación estricta. Más allá comienza el amplio campo de la delicadeza y de las atenciones, del sacrificio y de la afabilidad ingeniosa para dar gusto a los demás en todo. Hay que llegar al detalle y no despreciar las pequeñas ocasiones de sacrificarse dando a nuestro hermano una muestra de atención, un rostro alegre, una palabra de aliento, una condescendencia en la conversación.

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Hay que aprovechar esa vida tan pequeña, que es un punto en medio de la eternidad, pues al final nos espera el premio, la corona; nos espera la inefable dicha de poseer a Dios, a Jesús, con plenitud y sin temor de perderle más. Oración: Señor reconozco que soy un pecador, me he alejado de ti poniéndome una máscara ante lo que estoy viviendo, he guardado odio y resentimientos en mi corazón que no me dejan avanzar por el camino de la verdad sino al contrario, avanzo en el camino de la falsedad y de la hipocresía. Ayúdame a quitarme la máscara tan pesada que me ha protegido durante tanto tiempo, que lejos de sentirme liberado en mi papel no he sabido actuar de la mejor manera en la vida. He sido antagónico en el plano de la gracia, me he mostrado enemigo de tu amistad que me brindas día a día, te ruego consideres esta petición que te hago desde lo más profundo de mi corazón: Atiende mi súplica, quiero que tú seas el actor principal en mi vida. No pretendo ser estorbo para los demás con mi odio. Acompáñame en esta vivencia de ser coherente con lo que amo y con lo que hago. Contemplación: Los laicos también están llamados a participar en la acción pastoral de la Iglesia, primero con el testimonio de su vida y, en segundo lugar, con acciones en el campo de la evangelización, la vida litúrgica y otras formas de apostolado, según las necesidades locales bajo la guía de sus pastores (Documento de Aparecida numeral 211). Compromiso: La alegría del discípulo es antídoto frente a un mundo atemorizado por el futuro y agobiado por la violencia y el odio. Hoy rezaré un Padre Nuestro, Ave María y Gloria por aquellas personas que he odiado porque me causaron algún mal.

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Lectio Divina. Sábado 14 de septiembre de 2019. [Regresar] “Jesús es el Señor de mi vida”. Invocación al Espíritu Santo: Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor; envía Señor tu espíritu y todo será de nuevo creado y se renovará la faz de la tierra. Oh Dios que has iluminado los corazones de tus fieles con la Luz del Espíritu Santo, haz que este mismo Espíritu nos haga gustar y amar el bien y nos llene siempre del gozo de tus consuelos divinos. Por Cristo nuestro Señor. Amén. Lectura. Lucas capítulo 6, versículos 43 al 49: Jesús dijo a sus discípulos: “No hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos. Cada árbol se conoce por sus frutos. No se recogen higos de las zarzas, ni se cortan uvas de los espinos. El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas, porque el mal está en su corazón, pues la boca habla de lo que está lleno el corazón. ¿Por qué me dicen 'Señor, Señor', y no hacen lo que yo les digo? Les voy a decir a quién se parece el que viene a mí y escucha mis palabras y las pone en práctica. Se parece a un hombre, que al construir su casa, hizo una excavación profunda, para echar los cimientos sobre la roca. Vino la creciente y chocó el río contra aquella casa, pero no la pudo derribar, porque estaba sólidamente construida. Pero el que no pone en práctica lo que escucha, se parece a un hombre que construyó su casa a flor de tierra, sin cimientos. Chocó el río contra ella e inmediatamente la derribó y quedó completamente destruida”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura: Jesús se dirige siempre al corazón del hombre, bien para exhortarlo a la purificación, bien para pedirle que hable, y actúe en coherencia consigo mismo. Pero además Jesús pone en guardia a sus discípulos contra quienes los pueden desviar de su enseñanza. El criterio para discernir la vida del creyente serán los frutos. Lucas como Mateo concluyen el “sermón de la llanura” con una parábola cuyo mensaje es claro y directo: poner en práctica las palabras de Jesús es el fundamento más sólido de la vida del creyente y, por tanto, el mejor criterio para distinguir al verdadero del falso discípulo (Lucas capítulo 6, versículos 43 al 44). En esta conclusión se encuentra el resumen de todo lo anterior. Meditación: Cristo nos enseña que la Misericordia de Dios es más fuerte que la dureza del pecado. Podríamos pensar, leyendo superficialmente este pasaje, que tendrían razón los que piensan en la “predestinación eterna”, que si hemos nacido zarza no hay nada que hacer; por más que nos matemos trabajando por ser buenos, ¿para qué, si al fin y al cabo me condenaré? Soy árbol malo y no bueno. Estoy condenado a chamuscarme eternamente en el infierno.

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Pero esto sería tan absurdo como haber venido el mismo Verbo de Dios al mundo y haber sufrido tremendamente por unos pocos afortunados. A Dios no le importa dejar 99 ovejas por una que se le escapa del redil; a Dios no le importa esperar toda una vida por el hijo que se le ha ido de su casa; a Dios no le importa llenar de besos y celebrar con fiesta grande al que parecía muerto por el pecado. Nuestro Dios es un Dios de tremenda misericordia. Ya lo dice el mismo Cristo en el pasaje antes leído: ¿por qué me llamáis: “Señor, Señor”, y no hacéis lo que digo? Él vino para que el hombre tenga vida eterna en él. Él nos enseña el camino. De nuestra parte está el hacerle caso o no. Si eres un árbol malo, -pocos podemos gloriarnos de dar buenos frutos-, mira a Cristo, comienza a edificar sobre su roca, deja que Él arregle las cosas, colabora activamente con la gracia. Él lo hará todo, si le dejas. Y de zarza llegarás a ser deliciosa higuera. Darás frutos de salvación. Si Dios ya hubiera dispuesto quién se salva y quién no, habría mandado a sus ángeles a sacar la cizaña del trigo y a quemarla. Pero ha dejado el campo sin tocar porque espera tu respuesta a su amor. Está esperando que le des permiso para que edifique un grandioso palacio inamovible en la roca de su Corazón, y llegues a ser un delicioso árbol para los demás. ¿Podríamos ser tan obstinados en cerrar las puertas a un Dios que no se cansa de buscar a su oveja perdida? Oración: Cerraré mis ojos y me pondré en la presencia del Señor, descansaré mis manos en mis rodillas y traeré a mi mente las ocasiones de esta semana en las que intenté corregir a los demás haciéndoles sentir su error mientras me enfurecía con ellos. Enséñame, Señor a ser paciente, fortaléceme en mi esperanza, con frecuencia me desespero mucho; enséñame a ser tolerante. Ya no quiero ser mala persona, quiero ser bueno ante tus ojos y ante las personas que me rodean. Quiero darte un sí hoy que me sirva de preparación para darte un sí para mañana y así todos los días de mi vida. Contemplación: Todos los bautizados deben tomar conciencia de que han sido configurados con Cristo sacerdote, profeta y pastor, por el sacerdocio común del pueblo de Dios. Deben sentirse corresponsables en la edificación de la sociedad según los criterios del Evangelio, con entusiasmo y audacia, en comunión con sus pastores (Discurso inaugural del Documento de Aparecida). Compromiso: Me comprometo a ser más participativo en la próxima misa que acuda en compañía de mi familia como cristianos auténticos, y a dar testimonio de mi fe con alguien conocido.

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Lectio Divina. Domingo 15 de septiembre de 2019. [Regresar] “Me levantaré e iré a la casa de mi padre” Invocación al Espíritu Santo: Ven Espíritu santo, Espíritu Divino, mira con bondad a tu familia santa por la que Jesucristo aceptó el tormento de la cruz entregándose a sus propios enemigos, para el fin que según la voluntad del Padre lo había destinado. Dame la gracia de que cumpliendo yo también siempre la voluntad del Padre llegue finalmente a la santidad y a la gloria. Así sea. Espíritu Santo fuente de Luz: ilumínanos. Lectura. Lucas capítulo 15, versículos 1 al 32: Se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola: “¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido’. Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentirse. ¿Y qué mujer hay, que si tiene diez monedas de plata y pierde una, no enciende luego una lámpara y barre la casa y la busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido’. Yo les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se arrepiente”. También les dijo esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: ‘Padre dame la parte que me toca de la herencia. Y él les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a pasar necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera. Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ‘¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores’. Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo’. Pero el padre les dijo a sus criados: ‘¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’. Y empezó el banquete.

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El hijo mayor estaba en el campo, y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Este le contestó: ‘Tu hermano ha regresado, y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo’. El hermano mayor se enojó y no quería entrar. Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: ‘¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo’. El padre repuso: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’ Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura: Este capítulo reúne tres parábolas sobre el tema de la búsqueda y el hallazgo de lo que estaba perdido. Jesús quiere justificar su comportamiento con los recaudadores de impuestos y pecadores. Meditación: Sabiendo que somos hijos de Dios pensamos que lo merecemos todo. A veces no somos ni capaces de agradecer a nuestro Creador por el gran don de la vida. Y, mucho menos, nos esforzamos por corresponder a su amor infinito. ¿Cuánto hemos recibido de Dios? ¡Todo! Sin embargo lo vemos como una obligación de parte de Él. Podríamos llegar a quejarnos cuando no recibimos lo que queremos y tal vez hasta hemos llegado al punto de exigirle. Dios, en su infinita bondad, no cesa de colmarnos de sus gracias y hasta cumple con nuestros caprichos. No importa si le agradecemos o no. Lo más hermoso es ver que Dios no se cansa y por mucho que nos alejemos de Él, cuando deseamos volver, ahí está con los brazos abiertos esperándonos con un corazón lleno de amor. Dios es el Pastor que se alegra al encontrar la oveja perdida. Él es el Padre misericordioso que espera a su hijo perdido con grandes ansias, le perdona cualquier falta cuando ve un verdadero arrepentimiento y lo llena de su amor. Digamos a Cristo: “Señor tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”.

Oración: Señor, ¿a dónde llevas a aquellos que tú abrazas y estrechas entre tus brazos sino hasta tu corazón? Tu corazón, Jesús, es aquel dulce maná de tu divinidad, que guardas en tu interior en el vaso de oro de tu alma que sobrepasa todo conocimiento. Felices aquellos que son llevados hasta allí por tu abrazo. Felices aquellos que, sumergidos

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en estas profundidades, han sido escondidos por ti en el secreto de tu corazón, aquellos que tú llevas sobre tus hombros, al amparo de las turbaciones de esta vida (Salmo 30, versículo 21). Felices aquellos cuya única esperanza es la dulzura y la protección bajo tus alas (Lucas capítulo 13, versículo 35; Salmo 90, versículo 4). ¡Tal como la tuviste del publicano, ten piedad de mí, y por tu gracia viviré! Como a la pecadora, perdona mis pecados, oh Hijo de Dios. Como a Pedro, sácame de en medio de las olas. Como lo hiciste con el ladrón, ten piedad de mi bajeza y ¡acuérdate de mí! Como a la oveja que se perdió, búscame, Señor, y me encontrarás; y sobre tus espaldas llévame, Señor, a la casa de tu Padre. Como a Lázaro, llámame con tu propia voz y desata mis vendajes. Porque he muerto por el pecado como de una enfermedad; ¡levántame de mi ruina, que alabe tu nombre! Te lo ruego, Señor de la tierra y del cielo, ven en mi ayuda y enséñame tu camino, que yo vaya hacia ti. Condúceme hacia ti, Hijo del Bondadosísimo, y que llegue al colmo tu misericordia. Iré hacia ti y allí me saciaré de gozo. Contemplación: La persona busca siempre la verdad de su ser, puesto que es esta verdad la que ilumina la realidad de tal modo que pueda desenvolverse en ella con libertad y alegría, con gozo y esperanza (Documento de Aparecida numeral 42). Compromiso: Realizaré un examen de conciencia en el que contemplaré nuestra vida personal, familiar y comunitaria a la luz del Evangelio, para reconocer con humildad nuestras limitaciones y valorar cómo ha sido nuestro proceso de cercanía o de distanciamiento de la casa del Padre.

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Lectio Divina. Lunes 16 de septiembre de 2019. [Regresar] No soy digno de que entres en mi corazón. Invocación al Espíritu Santo: Rey celestial, Consolador, Espíritu de la verdad, que estás presente en todas partes y lo llenas todo, Tesoro de todo bien y Fuente de vida, ven y haz de nosotros tu morada, purifícanos de toda mancha y salva nuestras almas, Tú que eres bueno. Amén. Lectura. Lucas capítulo 7, versículos 1 al 10: Cuando Jesús terminó de hablar a la gente, entró en Cafarnaúm. Había allí un oficial romano, que tenía enfermo y a punto de morir a un criado muy querido. Cuando le dijeron que Jesús estaba en la ciudad, le envió a algunos de los ancianos de los judíos para rogarle que viniera a curar a su criado. Ellos, al acercarse a Jesús, le rogaban encarecidamente, diciendo: “Merece que le concedas ese favor, pues quiere a nuestro pueblo y hasta nos ha construido una sinagoga”. Jesús se puso en marcha con ellos. Cuando ya estaba cerca de la casa, el oficial romano envió unos amigos a decirle: “Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que tú entres en mi casa; por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente a verte. Basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano. Porque yo, aunque soy un subalterno, tengo soldados bajo mis órdenes y le digo a uno: ‘¡Ve!’, y va; a otro: ‘¡Ven!’, y viene; y a mi criado: ‘¡Haz esto!’, y lo hace”. Al oír esto, Jesús quedó lleno de admiración, y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo: “Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande”. Los enviados regresaron a la casa y encontraron al criado perfectamente sano. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura: En este milagro el interés se centra en la actitud del oficial romano, un pagano cuya fe contrasta con el rechazo que Jesús encuentra en Israel. Lucas ve en este episodio el anuncio de la entrada de los paganos en la Iglesia. La fe del oficial romano consiste en aceptar sin reservas la autoridad de Jesús en su vida. Meditación: Así como un foco necesita de la electricidad para encender y un motor de combustión necesita de la gasolina para funcionar, así la gracia de Dios necesita ser alimentada por nuestra fe para poder obrar milagros y maravillas. Esta es la lección de este Evangelio. Jesús, por compasión y buena voluntad, se levanta y va a curar al siervo del centurión, pero cuando llega a casa de este, salen los amigos con su recado: “No soy digno... ” y “... con una palabra tuya...” Fe y humildad. La combinación perfecta para que Dios otorgue sus más hermosas gracias a la gente que se las pide. Fe, porque el centurión creyó con todo su corazón que Jesús podía curar a su siervo. No dudó del poder de Jesús en su corazón. Porque de otra manera no hubiera podido arrancar de su Divina misericordia esta gracia.

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Humildad, porque siendo centurión y romano, que tenían en ese tiempo al pueblo judío dominado, no le ordenó a Jesús como si fuera un igual o una persona de menor rango. Todo lo contrario. Se humilló delante de él y despojándose de su condición de dominador de las gentes, reconoció su condición de hombre necesitado de Él.

Oración: Señor, en Ti confío, toma mi libertad, toda mi voluntad, oriéntame hacia el bien para que mis acciones y pensamientos sean todos santos. Quiero que seas el Señor y dueño de mi vida, sana mi corazón que está lejos de ti así como sanaste al criado del centurión. No soy digno de que entres a mi corazón pero tengo fe en que sanarás todas mis dudas y temores. Te pido perdón por no haberte aceptado como Señor de mi vida en muchas ocasiones y por haber obedecido al mal. Contemplación: Cristo envió a sus apóstoles a predicar el Reino de Dios y a curar a los enfermos, verdaderas catedrales del encuentro con el Señor Jesús… Desde el inicio de la evangelización, se ha cumplido este doble mandato. El combate a la enfermedad tiene como finalidad lograr la armonía física, psíquica, social y espiritual para el cumplimiento de la misión recibida. La Pastoral de la Salud es la respuesta a los grandes interrogantes de la vida, como son el sufrimiento y la muerte, a la luz de la muerte y resurrección del Señor (Documento de Aparecida numeral numerales 417 al 418). Compromiso: En esta semana iré a visitar a algún enfermo que yo conozca, platicaré con él y disfrutaré de su compañía cercana.

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Lectio Divina. Martes 17 de septiembre de 2019. [Regresar] El Señor la vio, y se compadeció de ella. Invocación al Espíritu Santo: Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de sabiduría: dame mirada y oído interior para que no me apegue a las cosas materiales, sino que busque siempre las realidades del Espíritu. Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de amor: haz que mi corazón siempre sea capaz de más caridad. Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de verdad: concédeme llegar al conocimiento de la verdad en toda su plenitud. Ven a mí, Espíritu Santo, agua viva que lanza a la vida eterna: concédeme la gracia de llegar a contemplar el rostro del Padre en la vida y en la alegría sin fin. Amén. Lectura. Lucas capítulo 7, versículos 11 al 17: Se dirigía Jesús a una población llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de mucha gente. Al llegar a la entrada de la población, se encontró con que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda, a la que acompañaba una gran muchedumbre. Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: “No llores”. Acercándose al ataúd, lo tocó y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces Jesús dijo: “Joven, yo te lo mando: Levántate”. Inmediatamente el que había muerto se levantó y comenzó a hablar. Jesús se lo entregó a su madre. Al ver esto, todos se llenaron de temor y comenzaron a glorificar a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo”. La noticia de este hecho se divulgó por toda Judea y por las regiones circunvecinas. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura: La historia de Jesús resucitando al hijo de la viuda se relaciona con las que inmediatamente la preceden y siguen: Es una historia acompañada por la historia de Jesús curando al sirviente del centurión. Lucas a menudo empareja la historia de un hombre con la de una mujer, y ese es el caso aquí con el centurión y la viuda. En ambas historias, la palabra de Jesús tiene gran poder -el poder de sanar, aunque sea a distancia, y el poder de resucitar-. Anticipa la respuesta de Jesús a los mensajeros enviados por Juan. Primero, Jesús resucita al hijo -difunto de la viuda, y entonces les dice a los mensajeros de Juan, “Vayan y den las nuevas a Juan de lo que han visto y oído: que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres es anunciado el evangelio”. Meditación: Hay una diferencia abismal entre las demás religiones y el cristianismo. En las demás, el hombre va en busca de Dios. En el cristianismo es Dios el que busca al hombre.

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Y en la Iglesia Católica, fundada por Cristo, lo vemos todos los días. Este Evangelio es una prueba más del amor de Dios hacia nosotros, que es infinito. Tiene el arrojo y tesón del amor de padre y el candor y profundidad del amor de madre. Cristo al ver a la viuda que se le había muerto todo lo que tenía en el mundo, se compadece de ella. Del Corazón de Cristo brota esa necesidad de consolar a la viuda y le vuelve a entregar a su hijo. Y así como Cristo entregó alegría a esta viuda, hoy día Cristo entrega a muchos padres angustiados su joven hijo que se fue de casa días atrás ablanda los corazones de los esposos a punto de separarse, inspira a los grandes empresarios a cambiar de actitud hacia sus colaboradores y, en vez de hundirles en deudas estratosféricas, hacen un trato para arreglar cuentas, etc. Dios sigue obrando milagros para que nosotros podamos ser felices en Él. Es imposible que a Dios le guste vernos tristes, porque nos ama. Pero si lo estamos... ¿acaso será porque no le hemos permitido a Cristo entrar en nuestras vidas? Pidamos hoy esta gracia a Cristo Eucaristía.

Oración: Jesús: nada ni nadie podrán quitarme esta alegría, porque está por encima de mis éxitos personales, de mis fracasos, de mis preocupaciones humanas. Ni siquiera la muerte me podrá apartar de esa alegría, puesto que, tanto para mí como para mis seres queridos, la muerte será la puerta de “la Felicidad de la Gloria, que no tendrá fin”. Contemplación. El valor de la oración: La oración personal y comunitaria es el lugar donde el discípulo, alimentado por la Palabra y la Eucaristía, cultiva una relación de profunda amistad con Jesucristo y procura asumir la voluntad del Padre. La oración diaria es un signo del primado de la gracia en el itinerario del discípulo misionero. Por eso “es necesario aprender a orar, volviendo siempre de nuevo a aprender este arte de los labios del Maestro”. Compromiso: Orar por las madres que han perdido a un hijo, para que el Señor las fortalezca y les dé el consuelo necesario. Lectio Divina. Miércoles 18 de septiembre de 2019. [Regresar] ¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación? Invocación al Espíritu Santo: Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo, inspírame siempre lo que debo pensar, lo que debo decir, lo que debo callar, lo que debo escribir, lo que debo actuar, lo que debo arrancar de mi vida y lo que debo cultivar, lo que debo hacer para pedir perdón y lo que debo perdonar, lo que debo hacer para procurar tu gloria y abrirme a tu acción santificadora, lo que debo pedirte para mis hermanos y lo que debo afrentarme para su salvación. Espíritu de Jesús toda mi confianza está puesta en ti. Amén. Lectura. Lucas capítulo 7, versículos 31 al 35: Jesús dijo: “¿Con quién compararé a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a esos niños que se sientan a jugar en la plaza y se gritan los unos a los otros: ‘Tocamos la flauta y no han bailado, cantamos canciones tristes y no han llorado’.

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Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y ustedes dijeron: ‘Ese está endemoniado’. Y viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Este hombre es un glotón y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores’. Pero solo aquellos que tienen la sabiduría de Dios, son quienes lo reconocen”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura: Este relato de Lucas está dedicado a la persona de Juan el Bautista que divide en tres segmentos: 1) Embajada de Juan y respuesta de Jesús (versículos 18 al 23); 2) juicio de Jesús sobre Juan (versículos 24 al 30); 3) una parábola (versículos 31 al 35). Todo esto enmarca la misión precursora e instauradora del Reino, por parte de Juan y Jesús respectivamente. Meditación: Las sectas se aprovechan de la indecisión de muchos cristianos para derrumbarles su fe y para incorporarlos en sus organizaciones. Por eso hemos de estar vigilantes, afianzando cada vez más los principios de nuestra fe católica. Jesús compara a los indecisos con unos chiquillos que han perdido la capacidad de reaccionar ante las invitaciones de sus amigos, pues ni bailan ni lloran. Es como cuando vemos el telediario y, después de una noticia trágica, pasamos a la información deportiva como si nada. Nos conmovemos unos segundos y luego nos olvidamos. Lo mismo sucede cuando entramos en una iglesia y vemos un crucifijo. Ya no nos llama la atención. ¿Y si viéramos a un hermano nuestro retorciéndose de dolor, colgado en el madero por cuatro terribles clavos? ¿No haríamos todo lo posible por bajarle de ahí? Cristo espera que nuestro corazón vuelva a palpitar y reaccione ante nuestra realidad y la del mundo. Si nuestra fe está marchita, es hora de que rejuvenezca. Si Jesús sigue clavado en la cruz por nosotros, es tiempo de aprovechar la redención. Porque si no abrimos los ojos, vendrá alguien a tocar a nuestra puerta y nos arrebatará lo más valioso que tenemos, sin darnos cuenta. Oración: ¡Oh Señor, libéranos de un corazón endurecido! Así eran los corazones de los fariseos y de los maestros de la Ley, encerrados en su testarudez y en su presunta justicia, cegados por el poder, por la ambición y por el orgullo de no ser segundos de nadie. ¡Oh Señor, abre nuestro corazón a tu luz! Solo así nuestra inteligencia, activada por un bien superior, descubierto pero no experimentado aún, podrá remover los obstáculos que la bloquean en su egoísmo, y nuestra voluntad podrá orientarse hacia ti, sin perder tiempo o sin esconderse detrás de miedos injustificados. ¡Señor, danos un corazón sencillo! Solo de este modo no se nos comparará con los niños caprichosos que rechazan toda invitación; al contrario, como niños intrépidos podremos aventurarnos en el mundo de tus

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maravillas, encantados de tu amor misterioso, imposible de catalogar, y de seguir descubriendo siempre cosas nuevas con renovado ardor. ¡Oh Señor, haz que nuestro corazón sea semejante al tuyo! No es, a buen seguro, una pretensión ni siquiera una frivolidad lo que te pedimos. Hay en nosotros un vivo deseo de conocer tus pensamientos, de compartir tus proyectos y de andar por tus caminos. Contemplación: Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2464: El octavo mandamiento prohíbe falsear la verdad en las relaciones con el prójimo. Este precepto moral deriva de la vocación del pueblo santo a ser testigo de su Dios, que es y que quiere la verdad. Las ofensas a la verdad expresan, mediante palabras o acciones, un rechazo a comprometerse con la rectitud moral: son infidelidades básicas frente Dios y, en este sentido, socaban las bases de la Alianza. Compromiso: Hoy me abstendré de emitir juicios en contra de las personas y más aún si no las conozco.

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Lectio Divina. Jueves 19 de septiembre de 2019. [Regresar] El amor signo de conversión. Invocación al Espíritu Santo: Respira en mí oh Espíritu Santo, para que mis pensamientos puedan ser todos Santos. Actúa en mí oh Espíritu Santo, para que mi trabajo también pueda ser Santo. Atrae mi corazón oh Espíritu Santo, para que solo ame lo que es Santo. Fortaléceme oh Espíritu Santo, para que defienda todo lo que es Santo. Guárdame pues oh Espíritu Santo, para que yo siempre pueda ser Santo (San Agustín). Lectura. Lucas capítulo 7, versículos 36 al 50: Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. Una mujer de mala vida en aquella ciudad, cuando supo que Jesús iba a comer ese día en casa del fariseo, tomó consigo un frasco de alabastro con perfume, fue y se puso detrás de Jesús, y comenzó a llorar, y con sus lágrimas le bañaba los pies, los enjugó con su cabellera, los besó y los ungió con el perfume. Viendo esto, el fariseo que lo había invitado comenzó a pensar: “Si este hombre fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando; sabría que es una pecadora”. Entonces Jesús le dijo: “Simón, tengo algo que decirte”. El fariseo contestó: “Dímelo, Maestro”. Él le dijo: “Dos hombres le debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios, y el otro, cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. ¿Cuál de ellos lo amará más?”. Simón le respondió: “Supongo que aquel a quien le perdonó más”. Entonces Jesús le dijo: “Has juzgado bien”. Luego, señalando a la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no me ofreciste agua para los pies, mientras que ella me los ha bañado con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de saludo; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besar mis pies. Tú no ungiste con aceite mi cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por lo cual, yo te digo: sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado mucho. En cambio, al que poco se le perdona, poco ama”. Luego le dijo a la mujer: “Tus pecados te han quedado perdonados”. Los invitados empezaron a preguntarse a sí mismos: “¿Quién es este que hasta los pecados perdona?”. Jesús le dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado; vete en paz”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura: Esta unción de Jesús se parece a la de Betania, que los otros evangelios relacionan con la pasión como prefiguración y anuncio (Marcos capítulo 14, 3-9; Mateo capítulo 26, 6-13). La unción tiene aquí un significado diferente; es una escena de conversión y de perdón. En ella Lucas subraya un aspecto que le parece central: la misericordia de Jesús con los pecadores (Lucas capítulo 15; 19, 1-10; 23, 40-43). El episodio muestra también la división del pueblo judío con respecto a Jesús. Meditación:

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Cada hombre vale lo que puede valer su amor. El amor, lo dijo alguien hace muchos siglos, no tiene precio. Se atribuye al rey Salomón esta frase: “Si alguien quisiese comprar todo el amor con todas sus riquezas se haría el más despreciable entre los hombres”. Un empresario multimillonario puede comprar las acciones de muchas empresas más débiles que la suya, pero no puede lograr, con todos sus miles de millones de dólares, comprar la sonrisa amorosa de su esposa o de sus hijos. Y si el amor es algo inapreciable, si vale más que todos los diamantes de Sudáfrica, vale mucho más la persona, cada hombre o mujer, capaces de amar. Por eso podemos decir que cuesta mucho, muchísimo, casi una cifra infinita de dólares, cada ser humano. Mejor aún: tiene un precio que solo se puede comprender cuando entramos en la lógica del “banco del amor”, cuando aprendemos a mirar a los demás con los ojos de quien descubre que todos nacemos y vivimos si nos sostiene el amor de los otros, y que nuestra vida es imposible el día en que nos dejen de amar y en el que nos olvidemos de amar. ¿Quieres saber cuánto vales? No cuentes lo que tienes. Mira solamente si te aman y si amas, como esta mujer pecadora que amaba a Cristo y Cristo la amaba porque sabía que le daba no solo un valioso perfume sobre sus pies, sino un valioso amor que vale más que todas las riquezas del fariseo. El fariseo dejaba de lado a todos aquellos que él consideraba pecadores pero no sabía que en el corazón de Cristo no hay apartados. Él ama a todos los hombres y espera ser correspondido por cada uno de ellos. De igual forma en nuestra vida, amemos a los hombres sin considerar su fealdad o belleza, su condición social o sus defectos. El amor cubre una multitud de pecados, por eso ella puede escuchar de labios de Jesús: ¡vete en paz! Es un atrevimiento y un escándalo para quien está falto de amor, pues solo desde el amor se entiende el perdón. Si no, que lo diga una madre dispuesta siempre a perdonar los extravíos de su hijo. El amor es la fuerza del alma y la llave que abre todas las puertas. Oración: Padre, te pido que me ayudes a perdonar, pero de verdad. Me cuesta demasiado tolerar a quien por uno u otro motivo siento que me ha fallado. Hazme generoso, para olvidar y dar nuevas oportunidades, tantas como sea necesario. Tantas como las que Tú me das. Permíteme agradecerte por tantas Gracias recibidas, entre ellas la restauración del Perdón. Dame la fortaleza para llevarla a mis hermanos. Amén. Compromiso: El día de hoy voy a realizar una obra de caridad, voy a visitar a un enfermo, el cual, le haré sienta y experimente el amor de Dios en su vida, dialogando, pero más que nada escucharle, ayudándole a limpiar su casa o un momento de oración con él y llevarle un poco de despensa.

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Lectio Divina. Viernes 20 de septiembre de 2019. [Regresar] Acompañados por Jesús en el camino. Invocación al Espíritu Santo: Espíritu Santo, alma de mi alma, yo te adoro; ilumíname, guíame, fortifícame, consuélame, inspírame lo que debo hacer. Dispón de mí porque prometo obedecerte y aceptar todo lo que permitas que me suceda. Hazme conocer tan solo tu voluntad. Amén. Lectura. Lucas capítulo 8, versículos 1 al 3: Jesús comenzó a recorrer ciudades y poblados predicando la buena nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que habían sido libradas de espíritus malignos y curadas de varias enfermedades. Entre ellas iban María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, el administrador de Herodes; Susana y otras muchas, que los ayudaban con sus propios bienes. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura: Jesús anuncia el evangelio por todas partes en compañía de los doce. El hecho de que Jesús fuera acompañado por varias mujeres era algo insólito entre los rabinos judíos. Lucas, que da una gran importancia a la mujer, nos indica que esta no debe ocupar en la Iglesia un puesto secundario. Ellas serán los primeros testigos de la resurrección (Lucas capítulo 24, versículos 1 al 10). Meditación: Tres mujeres en primera línea. Cada una con su vocación particular y las tres seguidoras incansables de las huellas de Jesús. María Magdalena pasó a la historia por ser la primera persona que vio a Cristo resucitado. Todos recordamos esa escena: ella, llorando junto al sepulcro; el Señor que se le aparece como si fuera el hortelano. Luego el encuentro y el anuncio a los apóstoles. María Magdalena, la apasionada discípula que está junto a la cruz en el Calvario, junto a la Virgen y san Juan. Había otras mujeres que seguían al Maestro de Nazaret. Juana también le acompañó desde los tiempos felices de los milagros hasta el dolor del sepulcro tras la muerte de Cristo. Era una persona importante en la ciudad. Una de esas santas mujeres que sabían estar, al mismo tiempo, entre la alta sociedad de la época y entre los pobres que escuchaban las palabras del Mesías. También Susana ejerció un papel importante. Ella colaboraba con sus bienes para que el Señor y sus discípulos pudiesen dedicarse a lo importante: la predicación del Reino de los Cielos. Son mujeres de actualidad, con un testimonio muy vivo. Son el reflejo del amor a toda prueba, de la fidelidad y de la ayuda a la obra de Cristo.

Contemplación:

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“Creando al hombre varón y mujer, Dios da la dignidad personal de igual modo al hombre y a la mujer”. “El hombre es una persona, y esto se aplica en la misma medida al hombre y a la mujer, porque los dos fueron creados a imagen y semejanza de un Dios personal” (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2334). Al crear al ser humano hombre y mujer, Dios confiere la misma dignidad personal de manera idéntica a uno u otra. A cada uno, hombre y mujer, corresponde reconocer y aceptar su identidad sexual (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2393). Oración: Amigo Jesús, gracias por el don de la vida, por haberme creado a tu imagen y semejanza, inspírame con tu Santo Espíritu para poderte glorificar mediante tu creación, dame inteligencia para poder hacer mejor las cosas, préstame tus ojos para poder ver a los demás como verdaderos hermanos, sin despreciar a ninguno de los que me has puesto como hermanos, muéstrame los medios para poder respetar los derechos de los demás, sabiendo que son igual que yo, que aprenda a ser solidario con los demás para gloria tuya y mi santificación. Amén. Compromiso: De hoy en adelante voy a respetar y ayudar a las personas en sus necesidades, no importando si es hombre y mujer, y voy a prestar mi servicio dentro de la celebración Eucarística, ya sea proclamando alguna lectura, recogiendo la colecta o dando la bienvenida a la casa de Dios antes de la Misa, etc.

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Lectio Divina. Sábado 21 de septiembre de 2019. [Regresar] “Jesús nos invita a seguirlo siendo testigos de su misericordia” Invocación al Espíritu Santo: Espíritu Santo, tú eres el aliento del Padre y del Hijo en la eternidad dichosa; tú nos has sido enviado por Jesús para hacernos comprender lo que él nos ha dicho y guiarnos hacia la verdad completa; tú eres para nosotros aliento de vida, aliento creador, aliento santificador; tú eres quien renueva todas las cosas. Humildemente te pedimos que nos animes y habites en nosotros, en cada uno de nuestros hogares, para que podamos vivir en verdadera familia como un lugar de amor, un camino de felicidad y un medio de santidad. Amén. Lectura. Mateo capítulo 9, versículos 9 al 13: Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a su mesa de recaudador de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió. Después, cuando estaba a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores se sentaron también a comer con Jesús y sus discípulos. Viendo esto, los fariseos preguntaron a los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?”. Jesús los oyó y les dijo: “No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos. Vayan, pues, y aprendan lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura: El texto nos muestra cómo el poder de Jesús para perdonar los pecados está muy relacionado con su cercanía a los pecadores. La respuesta de Mateo, un recaudador de impuestos, a la llamada que Jesús le hace es inmediata, como la de los primeros discípulos. La comida de Jesús con los fariseos quiere hacernos ver que el amor de Dios es incondicionalmente ofrecido a todos. Meditación: Dios respeta en su integridad al hombre, y cuando llama a un alma a su servicio, en su solemne poder, ni la violenta, ni la atosiga, sino que con paciencia y amor la deja casi andar a la deriva o al vaivén de las circunstancias. No es fácil, por tanto, dar una respuesta como la de Mateo: pronta, sincera, total. San Mateo era un cobrador de impuestos, un pecador ante los ojos de todo el pueblo. Solo Jesús fue capaz de ver más allá de sus pecados y vio a un hombre. Un hombre que podía hacer mucho por el Reino de los Cielos. Y le llamó con todo el amor y misericordia de su corazón para ser uno de sus apóstoles, de sus íntimos. Todos hemos recibido la vocación a la vida cristiana. Dios nos ha creado para prestarle un servicio concreto, cada uno de nosotros tenemos una misión, como eslabones de una cadena. Decía el Cardenal Newman: “No me ha creado para nada. Haré bien el trabajo, seré un ángel de la paz, un predicador de la verdad en mi propio lugar si obedezco sus mandamientos. Por tanto confiaré en él quienquiera que yo sea, dondequiera que esté. Nunca me pueden desechar. Si estoy enfermo, mi enfermedad puede servirle. En la duda, mi duda puede servirle. Si estoy apenado, mi pena puede servirle. Él no hace nada en vano. ¡Él sabe lo que hace!”.

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Oración: Señor Jesús, agradecemos que te hayas hecho presente hoy en la mesa de nuestra vida, nos has invitado a seguirte y no hemos dudado en hacerlo, confiados en que tu corazón misericordioso no mira nuestras podredumbres si no es para limpiarlas y motivarnos a ser hombres nuevos, testigos de tu misericordia en nuestras vidas, queremos ir tras de ti dejando todos nuestros intereses, nuestros egoísmos y cosas que nos atan a seguirte, queremos ser nuevos discípulos desde nuestras familias, a fin de motivar nuestra sociedad y aquellos que aún no se animan a seguirte desde cualquier estado de vida. Contemplación: Toda su vida, Jesús se muestra como nuestro modelo: Él es el “hombre perfecto” que nos invita a ser sus discípulos y a seguirle: con su anonadamiento, nos ha dado un ejemplo qué imitar; con su oración atrae a la oración; con su pobreza, llama a aceptar libremente la privación y las persecuciones. Jesús invita a los pecadores al banquete del Reino: “No he venido a llamar a los justos sino a pecadores”. Les invita a la conversión, sin la cual no se puede entrar en el Reino, pero les muestra de palabra y con hechos la misericordia sin límites de su Padre hacia ellos y la inmensa “alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta”. La prueba suprema de este amor será el sacrificio de su propia vida “para remisión de los pecados”. Compromiso: Daré gracias a Dios por su cercanía y el llamado que ha hecho a mi vida, cualquiera que sea mi estado de vida, ya sea como casado, soltero o vida consagrada. Pediré por tantos jóvenes que aún se encuentran indecisos de su vocación para que Dios les muestre el camino que ha elegido para ellos y sepan responderle con una vida digna.

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Lectio Divina. Domingo 22 de septiembre de 2019. [Regresar] La fidelidad a Dios. Invocación al Espíritu Santo: Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu, y renueva la faz de la tierra. Oh Dios, que llenas los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. Lectura. Lucas capítulo 16, versículos 1 al 13: Jesús dijo a sus discípulos: “Había una vez un hombre rico que tenía un administrador, el cual fue acusado ante él de haberle malgastado sus bienes. Lo llamó y le dijo: ‘¿Es cierto lo que me han dicho de ti? Dame cuenta de tu trabajo, porque en adelante ya no serás administrador’. Entonces el administrador se puso a pensar: ‘¿Qué voy a hacer ahora que me quitan el trabajo? No tengo fuerzas para trabajar la tierra y me da vergüenza pedir limosna. Ya sé lo que voy a hacer, para tener a alguien que me reciba en su casa, cuando me despidan’. Entonces fue llamando uno por uno a los deudores de su amo. Al primero le preguntó: ‘¿Cuánto le debes a mi amo?’. El hombre respondió: ‘Cien barriles de aceite’. El administrador le dijo: ‘Toma tu recibo, date prisa y haz otro por cincuenta’. Luego preguntó al siguiente: ‘Y tú, ¿cuánto debes?’. Este respondió: ‘Cien sacos de trigo’. El administrador le dijo: ‘Toma tu recibo y haz otro por ochenta’. El amo tuvo que reconocer que su mal administrador había procedido con habilidad. Pues los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz. Y yo les digo: Con el dinero, tan lleno de injusticias, gánense amigos que, cuando ustedes mueran, los reciban en el cielo. El que es fiel en las cosas pequeñas, también es fiel en las grandes; y el que es infiel en las cosas pequeñas, también es infiel en las grandes. Si ustedes no son fieles administradores del dinero, tan lleno de injusticias, ¿quién les confiará los bienes verdaderos? Y si no han sido fieles en lo que no es de ustedes, ¿quién les confiará lo que sí es de ustedes? No hay criado que pueda servir a dos amos, pues odiará a uno y amará al otro, o se apegará al primero y despreciará al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura: La parábola inicial pone como ejemplo la habilidad de un administrador infiel que sabe hacerse amigos con los bienes de este mundo. Así también los hijos de la luz, los creyentes, deben hacerse amigos con los bienes de este mundo poniéndolos al servicio de los demás. De esta manera nunca caerán en la adoración del “dios” dinero.

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Meditación: Dos viejos rivales son Dios y el dinero. Cristo ha advertido que no se puede servir a dos amos, que no se puede servir a Dios y al dinero, pero parece que el hombre se empeña en hacer todo lo contrario; pretende servir al dinero e incluso servirse de Dios. Hoy el hombre está más pendiente de la bolsa de valores o de la equivalencia del dólar, que de socorrer a los pobres, “la caja de caudales celestial” como decía San Francisco. Hoy el hombre no puede guardar, ya no se puede guardar, pero pretende disfrutar y tener la mejor posición aunque para eso tenga que pasar por sobre sus propios hermanos. La historia se repite, pues Amós, un profeta muy simpático pero muy claridoso, que habló al pueblo hebreo unos ocho siglos antes de Cristo, ya señalaba cómo el hombre no descansa el día domingo, e incluso le molesta la presencia del domingo, pues eso le obliga a no trabajar a no ganar, a no disfrutar. Me permito hacer una traducción libre de Amós: “Escuchen esto los que buscan al pobre solo para arruinarlo, y andan diciendo: “¿Cuándo pasará el descanso del domingo para vender nuestro trigo, y la última versión de las computadoras, o la televisión con tecnología más avanzada, o el refri que hace hielitos y conserva espléndidamente los alimentos, o el nuevo celular o el radio más potente, o los nuevos cosméticos que te harán ver más joven, o la operación quirúrgica que te quitará unos cuántos kilos para que puedas disfrutar de nuevas comilonas?”. Disminuyen las medidas, aumentan los precios, alteran las balanzas, obligan a los pobres a venderse, a las secretarias a entregarse, obligan a los pobres a venderse, a la mujer con muchos hijos a proporcionar un lascivo placer por unos cuantos pesos, y por unos cuantos pesos corrompen a los niños y a los adolescentes, poniendo droga en sus manos o abusando de sus frágiles cuerpecitos, y hasta venden el salvado como trigo, el garbanzo como café, los compuestos químicos como productos naturales y la fayuca (productos de contrabando y adulterados en México) como ropa, zapatos y perfumes de marca”. Todo esto lo dice Amós, para llegar a afirmar con todo el peso de las palabras: “El Señor lo ha jurado: No olvidaré ninguna de sus acciones”. Podremos pasarnos de listos, pero el Señor está pendiente de todo, y llegará el día, en que él “Levantará del polvo al desvalido y sacará al indigente del estiércol, para hacerlo sentar entre los grandes, entre los jefes de su pueblo”. Creo que Amós fue claro con su pueblo, pero Cristo se percató de que los hombres no se habían dado por aludidos, por eso nos contó una historia que transmito también en versión libre: El gerente de una empresa fue pescado en una “tranza” y fue despedido de su trabajo, pero como este era muy hábil y muy ingenioso, se puso a pensar en su futuro, cuando ya fuera echado del trabajo, y dicho y hecho, se dio a la tarea de llamar a los clientes morosos de la empresa y a uno que debía cien barriles de aceite le pidió que declarara solo cincuenta, y a otro que debía cien sacos de trigo, le ofreció rebajárselos a ochenta. De esta manera ingeniosa, el dueño reconoció la astucia y el ingenio del antiguo gerente. Sin duda alguna que cualquiera de los lectores se sorprenderá que Cristo haya escogido a un ladrón y a un defraudador como ejemplo, pero Cristo quiere dejar en claro que no alaba la sinvergüenzada, ni la falta de escrúpulos ni muchos menos la estafa, sino que lo puso como ejemplo por la astucia con la que había procedido. Todo esto para llegar a otra afirmación muy fuerte: “Ciertamente los hijos de este mundo son más hábiles en sus negocios que los hijos de la luz” y para prevenir de la necesidad de valerse del dinero, tan lleno de injusticias, para ganarse amigos, para socorrer a los que no pueden recompensarnos en este mundo, pero que nos recibirán, ellos mismos en el cielo. Cristo vuelve a poner sobre el tapete, la gran dificultad de tener dinero en la mano sin corromperse y sin encandilarse. El dinero que es causa de la proliferación de la droga, la venta de armamento a países, de la guerra étnica en algunas naciones, y de la corrupción de no pocos gobernantes en cualquier latitud del planeta que levantan un altar a este dios insaciable. El que tiene dinero, impone su fuerza y señala las reglas del juego. El que lo tiene, dicta las condiciones y los demás no tienen más remedio que aceptar, aunque en sus corazones

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anide el deseo de venganza y de violencia. Hemos llegado a envidiar al que lo tiene y admiramos al que ha sabido amasarlo. Pero San Juan Crisóstomo sostiene que detrás de toda fortuna, se esconde una injusticia: “forzosamente el principio y la raíz de tus riquezas proceden de la injusticia. Porque Dios al principio no hizo a uno rico y al otro pobre, sino que dejó a todos la misma tierra. ¿De dónde, pues, siendo la tierra común, tienes tú tantas y tantas hectáreas de terreno y tu vecino ni unos cuántos metros dónde construir su casita?” Sin pretender decir la última palabra sobre el dinero, me ha parecido ingenioso lo que dice Andrés Pardo. Sobre el dinero, hay que saber GANARLO, para eso nos dio el Señor la capacidad, el ingenio y dos fuertes brazos, GASTARLO, dejarlo que corra, no detenerlo, no atajarlo, no atesorarlo, COMPARTIRLO, eso es lo que puede ser nuestra gran riqueza, nuestro gran tesoro, lo que ponemos en manos de los demás, y finalmente, DESPRECIARLO, no convertirlo en nuestro dios, no dejarlo que nos esclavice, pues Papini decía que la moneda “es la hostia infame del dinero, y quien lo ama y lo recibe con júbilo, se comunica visiblemente con el demonio. Quien toca el dinero con voluptuosidad, toca, sin saberlo, el excremento del demonio. Entre todas las cosas inmundas que el hombre ha manufacturado para ensuciar la tierra y ensuciarse él mismo, quizás sea la moneda la más inmunda de todas ellas”.

Contemplación: En materia económica el respeto de la dignidad humana exige la práctica de la virtud de la templanza, para moderar el apego a los bienes de este mundo; de la justicia, para preservar los derechos del prójimo y darle lo que le es debido; y de la solidaridad, siguiendo la regla de oro y según la generosidad del Señor, que siendo rico, por nosotros se hizo pobre a fin de que nos enriqueciéramos con su pobreza. La virtud de la solidaridad va más allá de los bienes materiales. Difundiendo los bienes espirituales de la fe, la Iglesia ha favorecido a la vez el desarrollo de los bienes temporales, al cual con frecuencia ha abierto vías nuevas. Así sean verificado a lo largo de los siglos las palabras del Señor: “Busquen primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se les darán por añadidura”. “Desde hace dos mil años, vive y persevera en el alma de la Iglesia el sentido de responsabilidad colectiva a favor de todos, que ha impulsado e impulsa todavía a las almas hasta el heroísmo caritativo de los monjes agricultores, de los libertadores de esclavos, de los que atienden enfermos, de los mensajeros de fe, de civilización, de ciencia, a todas las generaciones y a todos los pueblos con el fin de crear condiciones sociales capaces de hacer posible a todos una vida digna del hombre y del cristiano”. Oración: Dios omnipotente, Padre de toda misericordia, nosotros, indignos siervos tuyos, humildemente te damos gracias por todo tu amor y benignidad a nosotros y a todos los seres humanos. Te bendecimos por nuestra creación, preservación y todas las bendiciones de esta vida; pero sobre todo por tu amor inmensurable en la redención del mundo por nuestro Señor Jesucristo; por los medios de gracia, y la esperanza de gloria. Y te suplicamos nos hagas conscientes de tus bondades de tal manera que, con un corazón verdaderamente agradecido, proclamemos tus alabanzas, no solo con nuestros labios, sino también con nuestras vidas, entregándonos a tu servicio y caminando en tu presencia, en santidad y justicia, todos los días de nuestra vida; por Jesucristo nuestro Señor, a quien, contigo y el Espíritu Santo, sea todo honor y gloria, por los siglos de los siglos. Amén. Compromiso: El vivir a pegado a las cosas materiales nos esclaviza, en cambio, una persona vive más feliz cuando es generosa, desprendida, que da de lo que tiene a los demás no de lo que le sobra, es por ello que el día de hoy voy a practicar esta virtud, me voy a desprender de aquella cosa mundana que me esclaviza que no me deja ser

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feliz, y que no me impide acercarme a Dios, ya sea algún resentimiento, el orgullo, el odio, la tristeza, etc., y ofreceré esto por la conversión de los pecadores.

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Lectio Divina. Lunes 23 de septiembre de 2019. [Regresar] “La Luz de Cristo en mi vida” Invocación al Espíritu Santo: Oh divino Espíritu Santo, amor eterno del Padre y del Hijo, te adoro, te doy gracias, te amo y te pido perdón por todas las veces que te he entristecido en mí y en mi prójimo. Desciende con abundancia de gracias en las sagradas ordenaciones de los obispos y sacerdotes; en las consagraciones de los religiosos y religiosas; en las confirmaciones de todos los fieles: sé luz, santidad y celo. A ti, Santo Espíritu de verdad, consagro mi mente, mi fantasía, mi memoria; ilumíname. Haz que conozca a Jesucristo, nuestro maestro, y comprenda su evangelio y la doctrina de la santa Iglesia. Aumenta en mí el don de sabiduría, de ciencia, de inteligencia y de consejo. A ti, Espíritu Santificador, consagro mi voluntad: guíame para hacer lo que te agrada, dame fuerza para cumplir con los mandamientos y mis deberes. Concédeme el don de fortaleza y el santo temor de Dios. A ti, Espíritu vivificador, consagro mi corazón: protege y aumenta en mí la gracia divina. Concédeme el don de piedad. Amén (Santiago Alberione). Lectura. Lucas capítulo 8, versículos 16 al 18: Jesús dijo a la multitud: “Nadie enciende una vela y la tapa con alguna vasija o la esconde debajo de la cama, sino que la pone en un candelero, para que los que entren puedan ver la luz. Porque nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público. Fíjense, pues, si están entendiendo bien, porque al que tiene se le dará más; pero al que no tiene se le quitará aun aquello que cree tener”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura: La comparación de la lámpara puede entenderse como conclusión de la parábola del sembrador: lo oculto y secreto llegará a ser público y notorio. Lucas opone la oscuridad actual y el aparente fracaso de la predicación de Jesús a la fuerza misionera de la predicación eclesial. Meditación: ¿Qué es esto de que al que tiene se le dará? Si ya tiene para qué darle más, ¿ y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener? Es una injusticia quitarle lo poco que tiene. ¿Cómo entender esta enseñanza evangélica? Quien vive seguro en sus cosas pensando que con comer y vestir tiene resuelta su vida, ahí mismo se queda atrapado y poco a poco se va ahogando en su propio egoísmo. Es como el que teniendo dinero en el banco se fía de los intereses y se dedica a gastar; si no hace ingresos, poco a poco el dinero se agota y pierde lo que tenía.

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Por el contrario una persona que vive de los valores del espíritu, que goza compartiendo su tiempo y su dinero con los hombres, su vida se carga de densidad, sus fuerzas se renuevan y todo parece renacer cada día. Es cuestión de jugar a la banca rota del AMOR: dando te enriqueces; cuanto más te entregas más te posees. Es la paradoja del evangelio: morir para nacer; servir para reinar; dar para recibir...

Oración: Señor, hazme un instrumento de tu paz; donde haya odio, ponga amor; donde hay ofensa, perdón; donde hay duda, fe; donde hay desesperanza, esperanza; donde hay tinieblas, luz; donde hay tristeza, alegría. Oh Divino Maestro, que no busque yo tanto ser consolado, como consolar, ser comprendido, como comprender, ser amado, como amar. Porque dando se recibe. Perdonando se es perdonado. Y muriendo a sí mismo se nace a la vida eterna (San Francisco de Asís). Compromiso: Poner al servicio, alguna de las cualidades recibidas de parte de Dios con alguna persona, ya sea una enferma, necesitada, afligida, marginada, triste o rechazada, haciendo resplandecer la luz de Cristo, para que recobre vida en el mismo Dios y Señor dador de la vida.

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Lectio Divina. Martes 24 de septiembre de 2019. [Regresar] Mi madre y mis hermanos. Invocación al Espíritu Santo: Escúchanos, Espíritu Santo, tú que eres nuestro amigo. Tú que estás siempre cerca de nosotros, llena nuestros corazones de tu amor. Te damos gracias, oh Padre, porque cuando Jesús volvió contigo nos enviaste al Espíritu Santo para que ocupara su puesto. Aunque no podemos verle, sabemos que está actuando en el mundo, en todo lo que es bueno y santo, y en nuestras vidas para que cumplamos tu voluntad. Envíanos al Espíritu Santo, te rogamos, para que moldee nuestras vidas y nos guíe siempre. Lectura. Lucas capítulo 8, versículos 19 al 21: Fueron a ver a Jesús su madre y sus parientes, pero no podían llegar hasta donde él estaba porque había mucha gente. Entonces alguien le fue a decir: “Tu madre y tus hermanos están allá afuera y quieren verte”. Pero él respondió: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura: El evangelio de hoy nos habla del episodio en que los padres de Jesús, inclusive su madre, quisieron conversar con él, pero Jesús no les presta atención. Jesús tuvo problemas con la familia. A veces, la familia ayuda a vivir mejor y a participar en la comunidad. Otras veces, dificulta esa convivencia. Así fue para Jesús, y así es para nosotros. Meditación: El bautismo nos introduce en una nueva realidad: la de ser hijos de un mismo Padre y hermanos de todos los miembros de la Iglesia, porque así lo dijo Jesús. La paternidad o maternidad física, siendo muy importantes, no lo constituyen todo para la persona. Porque cada hombre o mujer no depende únicamente de sus progenitores, sino sobre todo de Dios, que da el ser a todo cuanto existe. Jesucristo insistió a sus discípulos en el tema de la fraternidad universal. Por este motivo, cualquier persona que sufre debe constituir un reclamo para mí. No puedo quedar indiferente, porque ¡se trata de mi hermano! ¿Cómo puedo abandonarle? Este es el fundamento de la caridad cristiana. Todos los actos en favor de los demás, por ejemplo dar limosna a los pobres, no son un gesto filantrópico, sino que deben ser la respuesta a la necesidad de alguien que es como yo, hijo de Dios. Quizás si profundizásemos un poco en esta verdad, cambiaría completamente nuestro trato con los desconocidos. Seguramente se nos ensancharía el corazón al pensar que el alumno que tengo en clase, la señora que atiendo en la oficina, el trabajador que está en la calle es hijo de Dios y hermano mío. Ya no serían extraños para nosotros, sino que podrían decir de ellos: “Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte”.

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Contemplación: El respeto a la familia: La paternidad es la fuente de la paternidad humana; es el fundamento del honor debido a los padres. El respeto de los hijos, menores o mayores de edad, hacia su padre y hacia su madre, se nutre del afecto natural nacido del vínculo que los une. Es exigido por el precepto divino. El respeto a los padres (piedad filial) está hecho de gratitud para quienes, mediante el don de la vida, su amor y su trabajo, han traído sus hijos al mundo y les han ayudado a crecer en estatura, en sabiduría y en gracia. “Con todo tu corazón honra a tu padre, y no olvides los dolores de tu madre. Recuerda que por ellos has nacido, ¿cómo les pagarás lo que contigo han hecho?”. El respeto filial se expresa en la docilidad y la obediencia verdaderas. “Guarda, hijo mío, el mandato de tu padre y no desprecies la lección de tu madre [...] en tus pasos ellos serán tu guía; cuando te acuestes, velarán por ti; conversarán contigo al despertar”. “El hijo sabio ama la instrucción, el arrogante no escucha la reprensión”. Compromiso: Hoy dedicaré un momento para visitar a mi madre o a mis hermanos en la medida de lo posible, sobre todo si casi no los frecuento.

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Lectio Divina. Miércoles 25 de septiembre de 2019. [Regresar] Anunciando a Cristo. Invocación al Espíritu Santo: ¡Oh divino amor, lazo sagrado que unes al Padre y al Hijo! Espíritu todo poderoso, fiel consolador de los afligidos, penetra los abismos de mi corazón; haz brillar en él tu esplendorosa luz. Esparce allí tu dulce rocío, a fin de hacer cesar su grande aridez. Envía los rayos celestiales de su amor, hasta lo profundo de mi alma, para que, penetrando en ella, encienda todas mis debilidades, mis negligencias, mis languideces. Ven dulce consolador de las almas desoladas, refugio en los peligros y protector en la miseria. Ven, tú que lavas a las almas de sus manchas y curas sus llagas. Ven, fuerza del débil, apoyo del que cae. Ven, doctor de los humildes y vencedor de los orgullosos. Ven, Padre de los huérfanos, esperanza de los pobres, tesoro de los que están en la indigencia. Ven, estrella de los navegantes, puerto seguro de los náufragos. Ven, fuerza de los vivientes y salud de los que van a morir. Ven, ¡oh Espíritu Santo!, ven y ten piedad de mí. Haz a mi alma sencilla, dócil y fiel, compadécete de mí debilidad con tanta bondad que mi pequeñez encuentre gracia ante tu grandeza infinita, mi impotencia la encuentre ante la multitud de tus misericordias. Por nuestro Señor Jesucristo, mi salvador, que contigo y con el Padre vive y reina, siendo Dios, por los siglos de los siglos. Amén. (San Agustín de Hipona). Lectura. Lucas capítulo 9, versículos 1 al 6: Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a predicar el Reino de Dios y a curar a los enfermos. Y les dijo: “No lleven nada para el camino: ni bastón, ni morral, ni comida, ni dinero, ni dos túnicas. Quédense en la casa donde se alojen, hasta que se vayan de aquel sitio. Y si en algún pueblo no los reciben, salgan de ahí y sacúdanse el polvo de los pies en señal de acusación”. Ellos se pusieron en camino y fueron de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio y curando en todas partes. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura: Jesús envía en misión a los Doce por toda Galilea. Su predicación estará centrada en la proclamación del reino, acompañada de curaciones que confirmen la verdad de su mensaje. Llevarán a cabo su tarea en la mayor pobreza, poniendo en Dios su confianza absoluta. Hoy la Iglesia escucha estas palabras como dirigidas a ella misma. Meditación: ¿Qué se necesita para predicar el Evangelio? Conocerlo. Nada más.

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Vamos, pues, a descubrir dos lecciones que se esconden en este pasaje de san Lucas. La primera es la profunda fe que debe tener el enviado a proclamar el Reino de Dios. Debe poner toda su confianza en Dios y no en sus propios recursos, sabiduría, medios técnicos, etc. Y esa fe exige también el desapego de las comodidades y la esperanza de que Dios proveerá todo aquello que necesite el apóstol para cumplir con su labor. La segunda enseñanza va dirigida a los fieles que acogen al misionero, sacerdote o religiosa que viene de parte de Dios. Porque si ellos han entregado su vida, su tiempo y su esfuerzo para darnos a conocer lo más importante, ¿cómo vamos a despedirles sin darles ni siquiera de comer? Jesús nos invita a atender las necesidades materiales de la Iglesia. Por ejemplo, ¿sabes cuántos seminaristas se están formando actualmente? ¿Y cómo lo harán para pagarse los estudios, la alimentación, el vestido, etc.? Sería muy triste que un joven dejase casa, familia y amigos para abrazar la vocación sacerdotal y luego no tuviese medios para completar su formación. Es buen momento para reflexionar en todo lo que nos da la Iglesia y ver qué aportamos nosotros a cambio. Contemplación: Por fin ha llegado la hora de Jesús: Jesús entrega su espíritu en las manos del Padre en el momento en que por su muerte es vencedor de la muerte, de modo que, “resucitado de los muertos por la gloria del Padre” (Romanos capítulo 6, versículo 4), enseguida da a sus discípulos el Espíritu Santo exhalando sobre ellos su aliento. A partir de esta hora, la misión de Cristo y del Espíritu se convierte en la misión de la Iglesia: “Como el Padre me envió, también yo os envío” (Juan capítulo 20, versículo 21) (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 730). “Así, todo laico, por los mismos dones que ha recibido, es a la vez testigo e instrumento vivo de la misión de la Iglesia misma según la medida del don de Cristo” (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 913). Oración: ¡Aquí estamos en pie, tus hijos, Señor! Elígenos, oh Cristo, para servirte. Danos no temer nada sino a ti, y solo seguirte a ti. Haznos más atrevidos y rectos, y más puros nuestros corazones. Críbanos como el trigo de que está celoso. Como soldado, oh Cristo, tómanos; ármanos con la fe, de arrogancia; ármanos con amor, de bondad; de fortaleza y de esperanza, ármanos. Cristo, Cristo tómanos a tu servicio. Amén. (Padre Doncoeur). Compromiso: El día de hoy voy a reunirme con toda mi familia y voy a leer un pasaje Bíblico y trataremos de reflexionarlo juntos, entresacando el mensaje principal de Jesús y en base a eso vamos a comprometernos a dar buen testimonio a lo largo del día, ya sea con mis amigos, familiares o con las personas que tenga contacto a lo largo de este día, manifestando cómo el mensaje de la salvación sigue palpante entre la humanidad y que a través del testimonio, del ejemplo, podemos hacer que el Reino de Dios se extienda más y más.

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Lectio Divina. Jueves 26 de septiembre de 2019. [Regresar] Mi encuentro con Jesús. Invocación al Espíritu Santo: Ven, Espíritu Santo, y desde el cielo envía los rayos de tu virtud. Ven, Padre de los pobres; ven, dador de tus dones; ven, de las almas Luz. Consolador magnífico, del alma dulce huésped suavísimo dulzor. Descanso en la fatiga, brisa en ardiente estío, consuelo en el dolor. Oh lumbre dichosísima, inunda en resplandores el corazón del fiel. Sin tu divina gracia, nada hay puro en el hombre pobre de todo bien. Lava el corazón sórdido; riega el que está marchito; sana el que enfermo está. Doblega al duro y rígido; inflama al tibio y rige al que está extraviado. Da a tus oyentes súbditos que solo en ti confían, el perfecto don. Danos preciosos méritos, danos dichoso tránsito y eterno galardón. Amén. Lectura. Lucas capítulo 9, versículos 7 al 9: El rey Herodes se enteró de todos los prodigios que Jesús hacía y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado; otros, que había regresado Elías, y otros, que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Pero Herodes decía: “A Juan yo lo mandé decapitar. ¿Quién será, pues, este del que oigo semejantes cosas?”. Y tenía curiosidad de ver a Jesús. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura: La pregunta por la identidad de Jesús ha aparecido en textos próximos a este (Lucas capítulo 7, versículos 16 al 20 y 49; capítulo 8, versículo 25). Los interrogantes de Herodes preparan para la confesión de Pedro en Lucas capítulo 9, versículos 18 al 21. El Herodes del que se habla aquí es Herodes Antipas, rey de Galilea y Perea. Su deseo de conocer a Jesús se cumplirá más tarde. Meditación: ¿Quién es este hombre que congrega a las multitudes, este hombre que cura a los enfermos, este hombre que nos habla de un Reino nuevo y a quien el mar y el viento obedecen? ¿Es un reformador social? ¿Un nuevo profeta? ¿Un revolucionario? ¿O el hombre más genial de todos los tiempos? Hoy nos surge también a nosotros el mismo deseo que a Herodes. Tenemos ganas de ver a Cristo. Queremos conocerle y estar con él. Estamos contigo, Cristo. No podemos reprimir el decirte, como Pedro, “Tú eres el Hijo de Dios vivo”. Gracias, Señor, por haber entrado en nuestras vidas. Por haber irrumpido en la historia de la humanidad. Por haber cambiado los destinos de los hombres.

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Lo mismo que la historia se cuenta ahora a partir de tu nacimiento, queremos también que nuestras vidas se cuenten a partir de este encuentro contigo. Ayúdanos a llevar esta Buena Noticia a los hombres, a cambiar la historia como Tú lo hiciste. Te buscamos, ven a encontrarte con nosotros y colma nuestros anhelos. Herodes no sabía quién eras. Nosotros sabemos que Tú eres el Hijo de Dios, y que solo Tú tienes palabras de vida eterna. Contemplación: La oración contemplativa es mirada de fe, fijada en Jesús, “Yo le miro y él me mira”, decía a su santo cura un campesino de Ars que oraba ante el Sagrario. Esta atención a él es renuncia a mí. Su mirada purifica el corazón. La luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de nuestro corazón; nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su compasión por todos los hombres. La contemplación dirige también su mirada a los misterios de vida de Cristo. Aprende así el “conocimiento interno del Señor” para más amarle y seguirle. Oración: Señor, haz que te busquemos con sinceridad, con pureza de corazón, no solamente por curiosidad o para obtener lo que queremos o para tranquilizar nuestras conciencias. Haznos dignos seguidores tuyos. Que creamos en ti y demos testimonio de ello con nuestras propias vidas, siempre. Danos un corazón humilde, para saber reconocer nuestros errores y enmendarnos. Dame valor, dame fe, dame tu luz. Que ella brille en mí siempre, para que mis hermanos encuentren el Camino y seas Tú a quien ven, no a mí. Amén. Compromiso: Dar gracias a Dios, por quedarse entre nosotros, mediante la oración y el ofrecimiento del día. Haré una visita al Santísimo Sacramento, en el templo más cercano, y me pondré frente el Sagrario donde me encontraré cara a cara con Jesús Eucaristía, donde pediré que me conceda conocerle más para que conociéndole lo ame y amándole lo siga.

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Lectio Divina. Viernes 27 de septiembre de 2019. [Regresar] ¿Quién es Jesús para mí? Invocación al Espíritu Santo: Oh Dios, a quien todo corazón está patente y todo deseo manifiesto, y a quien ningún secreto se oculta: Purifica por la infusión del Espíritu Santo los pensamientos de nuestro corazón; para que podamos amarte con perfección y alabarte dignamente. Te suplicamos, Señor, nos asistas la virtud del Espíritu Santo la cual por su clemencia purifique nuestros corazones y nos defienda contra toda adversidad. Te rogamos, Señor, que el Consolador que de ti procede, alumbre nuestras almas y nos dé a conocer toda verdad, como nos lo prometió tu Hijo. Te imploramos, Dios omnipotente y misericordioso, que el Espíritu Santo, que nos creó con su sabiduría y nos gobierna con su providencia, nos inflame con aquel fuego que nuestro Señor Jesucristo envió a la tierra y con el que vehementemente quiso se abrasase. Oh Dios, que diste a tus apóstoles el Espíritu Santo: concede a tu pueblo el fruto de su oración; y a los que diste la fe, concédeles también la paz. Amén. Lectura. Lucas capítulo 9, versículos 18 al 22: Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos contestaron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los antiguos profetas, que ha resucitado”. Él les dijo: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Respondió Pedro: “El Mesías de Dios”. Él les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie. Después les dijo: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura: Esta escena, en un contexto de oración que subraya su importancia, explica la multiplicación de los panes y responde a los múltiples interrogantes que se hacían los hombres del tiempo de Jesús. Jesús es el Mesías de Dios, es decir, el que Dios envía para realizar su plan de salvación. Meditación: Hay preguntas que no admiten evasivas. En un momento central de la vida cada uno tiene que enfrentarse consigo mismo para hacer luz en su conciencia. Puede ser este el punto de arranque para lograr una vida más serena y comprometida. Jesús es el Mesías, como reconoce Pedro, pero este mesianismo no se mostrará plenamente más que en la cruz y en la resurrección. Es la piedra de toque. Un cristiano no se entenderá sin la vivencia de la cruz y de la resurrección. Acompañar a Jesús en el triunfo a todos nos agrada, pero seguirlo hasta la muerte requiere coraje, y resulta más fácil salir con evasivas que ligarte a un compromiso que pone en riesgo tu vida. Seguir al Mesías, y un Mesías crucificado, es lo que nos autentifica como cristianos; lo que nos da fuerza para aceptar el dolor; lo que nos capacita para dar una palabra de esperanza ante el sin sentido de la injusticia; lo que nos llena de alegría

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y paz el sabernos amados por Dios. El que confiesa a Jesús como el salvador de su vida y de la historia, ese es discípulo del Mesías. Contemplación: Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le reconocía cono el Mesías anunciándole la próxima pasión del Hijo del Hombre. Reveló el auténtico contenido de su realeza mesiánica en la identidad trascendente del Hijo del Hombre “que ha bajado del cielo” (Juan capítulo 3, versículo 13), a la vez que en su misión redentora como Siervo sufriente: “el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate de muchos” (Mateo capítulo 20, versículo 28). Por esta razón, el verdadero sentido de su realeza no se ha manifestado más que desde lo alto de la Cruz. Solamente después de su resurrección su realeza mesiánica podrá ser proclamada por Pedro ante el pueblo de Dios: “Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado” (Hechos capítulo 2, versículo 36) (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 440). Oración: Te damos gracias, Señor, por mostrarnos que la plenitud de la Verdad la encontramos en nuestra Fe. Te damos gracias por las semillas de Verdad que tu Espíritu Santo esparce donde quiere. Te pedimos que muchos puedan llegar a la plenitud de la Verdad y te damos gracias por la salvación que Tú nos has regalado como un don para todos, porque tu deseo es que todos nos salvemos. No merecemos tus gracias, Señor, pero ya que nos las das sin mérito de nuestra parte, queremos aprovecharlas para dar buenos frutos de salvación para nosotros mismos y para otros. Que siempre recordemos que la aceptación que hacemos de tus gracias es también gracia tuya, pues nada podemos sin Ti. Amén. Compromiso: Voy a ofrecer las actividades del día de hoy por algún enfermo, agradeciendo a Dios por todos los beneficios recibidos de su generosa mano, pidiendo que nos enseñe a ser compartidos con lo que tenemos, ya sea material o espiritual, logrando hacer un día de mi vida una verdadera oración, y así lograr un verdadero encuentro con Dios.

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Lectio Divina. Sábado 28 de septiembre de 2019. [Regresar] Jesús, en el caminar de mi vida. Invocación al Espíritu Santo: Ven, Espíritu creador, tú dedo de Dios Padre, siete dones regalas; tú, de Dios fiel promesa, inspiras las palabras. Tú; alumbras nuestra mente: tú, nuestro amor inflama y, con tu fuerza anima nuestra carne flaca. Ahuyenta al enemigo; infúndenos tu calma: dirige nuestros pasos y nuestro mal aparta. Enséñanos al Padre y al Hijo nos declaras: y en ti, de ambos Espíritu y fe de nuestra alma. Gloria al Padre, y al Hijo, que de la muerte se alza, con el divino Espíritu que siempre reina y manda. Amén. Lectura. Lucas capítulo 9, versículos 43 al 45: Como todos comentaban, admirados, los prodigios que Jesús hacía, este dijo a sus discípulos: “Presten mucha atención a lo que les voy a decir: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres”. Pero ellos no entendieron estas palabras, pues un velo les ocultaba su sentido y se las volvía incomprensibles. Y tenían miedo de preguntarle acerca de este asunto. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura: Este texto lo ubicamos después de la transfiguración de Jesús en la montaña, baja de ella y cura a un muchacho poseído por un demonio. A pesar de la gloria y la grandeza manifestadas en los dos relatos anteriores, Jesús recuerda a sus discípulos el otro lado de su mesianismo. Los discípulos no entienden, y Jesús permanece solo frente a su destino doloroso. Meditación: Los discípulos de Jesús estaban asustados y no se atrevían ni a preguntar por el significado de sus palabras. Hablar de muerte no es fácil a nadie, porque es enfrentarse con el misterio y lo que nos trasciende no tiene explicación, sino que hay que aceptarlo en la fe y en la confianza. Jesús aceptó la muerte desde el abandono en su Padre y solo así fue capaz de atraer sobre nosotros la salvación. ¡Cuántas veces nosotros nos perdemos en preguntas y cuántas otras no somos capaces ni de cuestionarnos por miedo a la respuesta! Dios nos sorprende siempre en su infinito amor, y es la confianza y el amor lo que nos tiene que mover en la vida porque el temor paraliza y nos deja sin fuerzas para actuar. El que ama ha pasado de la muerte a la vida; por eso echemos fuera el miedo y vivamos en la plenitud del amor. Contemplación: Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor del Padre hacia los hombres, “los amó hasta el extremo” (Juan capítulo 13, versículo 1) porque “nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Juan capítulo 15, versículo 13). Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su humanidad se hizo el instrumento libre y perfecto de su amor divino que quiere la salvación de los hombres. En efecto, aceptó libremente su pasión y

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su muerte por amor a su Padre y a los hombres que el Padre quiere salvar: “Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente” (Juan capítulo 10, versículo 18). De aquí la soberana libertad del Hijo de Dios cuando él mismo se encamina hacia la muerte (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 609). Oración: Señor Jesús, haz que no acerque a ti, únicamente en los momentos difíciles, de dolor, de tormento, de sufrimiento, de tristeza, sino que también en los momentos agradables, de alegría, de dicha, de felicidad, y que cada día me entregue plena y generosamente a ti, sin nunca apartarme de ti, ni mucho menos avergonzarme de tu amor y de tu enseñanza. Concédeme las fuerzas necesarias para poder tomar mi cruz de cada día y te siga a cada instante en tu gloriosa pasión. Amén. Compromiso: Ofreceré mis dolencias, mis enfermedades, mis problemas, mis momentos difíciles por la conversión de los pecadores, tomando mi cruz de cada día y acompañando a Jesús en el camino de su pasión, todo esto haciendo la voluntad de Dios Padre y todo por amor.

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Lectio Divina. Domingo 29 de septiembre de 2019. [Regresar] Tener amor igual para todos a ejemplo de Cristo. Oración: Señor, envía tu Espíritu para darnos vida nueva. Ilumina nuestras ideas y guía nuestra acción. Que todo sea en ti, por ti y como tú quieras. Amén. Lectura. Lucas capítulo 16, versículos 19 al 31: Jesús dijo a los fariseos: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas. Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron. Estaba este en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él. Entonces gritó: ‘Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas’. Pero Abraham le contestó: ‘Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá’. El rico insistió: ‘Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos’. Abraham le dijo: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen’. Pero el rico replicó: ‘No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepentirán’. Abraham repuso: ‘Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto’. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee dos o más veces el texto, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura: Esta historia es una ilustración de las bienaventuranzas y de las lamentaciones de Lucas capítulo 6, versículos 20 al 26. El reproche que se hace al rico es el de no saber compartir lo que tiene con los más necesitados. Ha perdido, incluso, una oportunidad de conversión por no haber escuchado a Moisés y a los profetas, donde habría encontrado muchas peticiones de solidaridad para con los pobres. Su pecado consiste en haber hecho de las riquezas su dios. Meditación: Es interesante ver en este evangelio cómo el rico solo se acuerda de Lázaro cuando necesita de él. En su vida, nunca le tuvo presente para ayudarle a tener una vida más digna. E igualmente, en nuestra vida, muchas veces pasa lo mismo. Solo nos acordamos de los demás para nuestro propio provecho y bienestar.

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El rico se fue para el infierno no por sus bienes, sino porque dedicó toda su vida a satisfacer su propio gusto, en vez de haberla empleado en hacer obras de misericordia. Todos los bienes y talentos que recibimos de Dios son para servir a los demás. Muchas veces no podremos ayudar materialmente, pero podemos dedicar nuestro tiempo, dar una sonrisa, unas palabras amorosas. La mejor forma de transmitir a Cristo, de evangelizar el mundo, es con nuestro ejemplo, con la donación de nuestro tiempo a los demás, tiempo que es la mayor riqueza que tenemos.

Oración: Señor, enséñanos a no amarnos egoístamente, a no contentarnos con amar a los nuestros, con amar a los que amamos. Enséñanos a pensar solamente en los demás, a amar primeramente a los que no son amados. Haz que suframos el sufrimiento de los demás. Señor, concédenos la gracia de advertir que en cada instante de nuestra vida, de nuestra vida dichosa y por ti protegida, hay millones de seres humanos que son tus hijos, que son nuestros hermanos, y que se mueren de hambre, y que mueren de frío, y no han merecido morir de frío. Ten piedad de todos los pobres del mundo. Danos la compasión de la miseria universal y líbranos de nosotros mismos si es tu voluntad. Amén. Contemplación: El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda en el numeral 544; “El reino pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo acogen con un corazón humilde. Jesús fue enviado para anunciar la Buena Nueva a los pobres (Lucas capítulo 4, versículo 18). Los declara bienaventurados porque de ellos es el reino de los cielos (Mateo capítulo 5, versículo 3); a los pequeños es a quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas que ha ocultado a los sabios y prudentes. Jesús, desde el pesebre hasta la cruz comparte la vida de los pobres; conoce el hambre, la sed y la privación. Aún más: se identifica con los pobres de todas las clases y hace del amor activo hacia ellos la condición para entrar en su reino”. Mi Compromiso: Interesarme más por los pobres, visitar un enfermo o quien vive marginado, solo. Y brindar mi ayuda de acuerdo con sus necesidades (ropa, alimento, medicamento, atención, escucha, etc.).

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Lectio Divina. Lunes 30 de septiembre de 2019. [Regresar] La grandeza de la humildad: Oración inicial: Ven Espíritu Santo, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetras las almas; fuente del mayor consuelo. Descanso en la fatiga, brisa en ardiente estío, consuelo en el dolor. Oh lumbre dichosísima, inunda en resplandor el corazón del fiel. Sin tu divina gracia nada hay puro en el hombre pobre de todo bien. Lava el corazón mísero; riega el que está marchito; sana el que enfermo está. Doblega al duro y rígido; inflama al tibio y rige al que extraviado va. Da a tus oyentes súbditos que solo en ti confían el séptimo don. Danos preciosos méritos, danos dichoso tránsito y eterno galardón. Amén. Lectura. Lucas capítulo 9, versículos 46 al 50: Un día, surgió entre los discípulos una discusión sobre quién era el más grande de ellos. Dándose cuenta Jesús de lo que estaban discutiendo, tomó a un niño, lo puso junto a sí y les dijo: “El que reciba a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe también al que me ha enviado. En realidad el más pequeño entre todos ustedes, ese es el más grande”. Entonces, Juan le dijo: “Maestro, vimos a uno que estaba expulsando a los demonios en tu nombre; pero se lo prohibimos, porque no anda con nosotros”. Pero Jesús respondió: “No se lo prohíban, pues el que no está contra ustedes, está en favor de ustedes”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura: La discusión que surge entre los discípulos confirma que una falsa comprensión del misterio de Jesús tiene consecuencias desastrosas en la vida del creyente y en las relaciones comunitarias. La aceptación del otro y la humildad deben ser los rasgos esenciales del verdadero discípulo. La actitud cerrada del apóstol Juan se contrapone a la actitud abierta de Jesús. Nadie tiene la exclusiva en la lucha contra los poderes del mal, pues lo único importante es que el reino se abra camino. Meditación: En esta ocasión, los discípulos también se preocupan por saber quién sería el mayor de entre ellos. Suele suceder que en un grupo humano siempre hay uno o unos pocos que mandan y que en definitiva son los importantes. Los importantes en este mundo ocupan los primeros puestos, tienen muchos servidores a su disposición y quieren que se les tome en cuenta. Cristo conocía el corazón humano y conocía el corazón de sus doce pescadores. Por ello, les previene de la forma más sencilla, a través del ejemplo de un niño. Porque si hay alguien en esta vida que nos da ejemplo de sencillez, naturalidad, candidez, franqueza son los niños. Quién sino ellos son el ejemplo auténtico de humildad de espíritu. Por tanto, recibir a un niño en medio de nosotros significa acoger en nuestro corazón todas las virtudes que él representa. Y del mismo modo si qu–eremos llegar a Cristo no nos queda otro camino más que el de la sencillez

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y humildad, el del servicio desinteresado a nuestro prójimo y en definitiva el camino de hacernos pequeños ante los demás que significa cortar todo engreimiento, vanidad y presunción delante de nuestro prójimo, y vivir para los demás olvidado totalmente de uno mismo.

Oración: Padre, me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras. Sea lo que sea, por ello te doy gracias. Estoy dispuesto a todo. Lo acepto todo, con tal de que se cumpla tu voluntad en mí y en todas tus creaturas. No deseo nada más Padre. Te encomiendo mi alma, te la entrego con todo el amor de que soy capaz, porque te amo y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con infinita confianza porque tú eres mi Padre. Jesucristo, quiero recibir tu Reino con la sencillez, la pureza, la apertura y la docilidad de un niño. Me pongo de rodillas en lo más profundo de mi corazón y te digo que acepto tu Reino. Quiero configurar toda mi vida con tu Evangelio. Quiero que cambies mis criterios, mis reacciones, incluso mis sentimientos y los hagas más acordes con tu caridad. Señor, soy pobre, puedo muy poco por mí mimo, dame tu gracia para que puedas reinar finalmente y para siempre en mi corazón. Amén. Contemplación: “Bienaventurados los pobres de espíritu”. Las bienaventuranzas revelan un orden de felicidad y de gracia, de belleza y de paz. Jesús celebra la alegría de los pobres, a quienes pertenece ya el Reino. “El Verbo llama “pobreza de espíritu” a la humildad voluntaria de un espíritu humano y su renuncia; el apóstol nos da como ejemplo la pobreza de Dios cuando dice: “Se hizo pobre por nosotros”. Mi compromiso: Evitar la vanidad en los propios pensamientos y saber descubrir y valorar mis cualidades y las de los demás, pero sobre todo optar y realizar las cualidades que tienen los niños; como la humildad, sencillez, fidelidad, pureza, apertura y docilidad.