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Página 1 de 68 Lectio Divina. Noviembre 2019 Diócesis de San Juan de los Lagos Dom. Lun. Mar. Mié. Jue. Vie. Sáb. 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30

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Lectio Divina. Noviembre 2019

Diócesis de San Juan de los Lagos

Dom. Lun. Mar. Mié. Jue. Vie. Sáb.

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Lectio Divina. Viernes 1 de noviembre de 2019. [Regresar] Dichosos los pobres de espíritu. Invocación al Espíritu Santo: Espíritu Santo, inspíranos, para que pensemos santamente. Espíritu Santo, incítanos, para que obremos santamente. Espíritu Santo, atráenos, para que amemos las cosas santas. Espíritu Santo, fortalécenos, para que defendamos las cosas santas. Espíritu Santo, ayúdanos, para que no perdamos nunca las cosas santas. Lectura. Mateo capítulo 5, versículos 1 al 12: Cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así: . “Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos, puesto que de la misma manera persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Las palabras de Jesús tienen un marco solemne: desde un monte, sentado, cerca de sus discípulos, rodeado de las multitudes que lo siguen y en actitud de enseñar. Mateo va señalando las pistas que conducen a la verdadera felicidad. Resumen en ellas llamando dichosos a los que viven la pobreza, como actitud religiosa de desprendimiento y dependencia de Dios, e invita a adoptar esta misma actitud a todos aquellos que quieran tener parte en el mismo reino. Las bienaventuranzas aparecen como pautas para el comportamiento cristiano. Meditación: De entre todas las virtudes posibles, Dios eligió estas para ti. Seguramente son las más difíciles, pero también son las que te harán feliz. ¿Acaso la felicidad es fácil? Pero ¿por qué estas y no otras? Muy sencillo. Imagina estas “otras bienaventuranzas”: Bienaventurados los ricos, porque tendrán poder para abusar de los demás. Bienaventurados los orgullosos, los rebeldes, los que protestan y no siguen ninguna norma porque sabrán odiar cuando les contradigan. Bienaventurados los que ríen a carcajadas, porque no les importará el sufrimiento de los demás y podrán disimular su propia amargura interior.

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Bienaventurados los airados y resentidos, los que no tienen misericordia, porque no conocerán lo que es el perdón. Bienaventurados los que se lo pasan bien, los que disfrutan a costa de lo que sea, porque ya no tendrán nada que gozar en el cielo. Bienaventurados los que siembran revoluciones y guerras, porque ellas se volverán en su contra. Bienaventurados seréis cuando os alaben, porque seréis esclavos de vuestra propia vanidad. Así, pues, Jesucristo eligió el “Bien Eterno” y nos dio ejemplo viviendo las Bienaventuranzas. Podemos decir en pocas palabras: ¿Qué nos enseña Cristo? ¿Qué nos pide y qué nos da? La respuesta es clara y sencilla: nos muestra el camino hacia la felicidad, hacia la plenitud, hacia el amor. Son cosas que todos queremos, pero también son cosas que no todos conseguimos. ¿Y cómo se logra? Relee el evangelio. Mira si eres pobre, o si estás todo el día apegado a tus grandes o tus pequeñas cosas. Mira si eres manso, si sabes responder con paciencia ante los insultos o agresiones de los demás. Mira si eres de los que lloran y sufren por los demás, si haces tuyos los sufrimientos de todos. Mira si trabajas por la paz, si siembras armonía en casa, con los amigos, con las personas que encuentras en la calle. Mira si te persiguen porque eres honesto, porque no haces trampas como todos, porque no calumnias, porque das a cada uno según una medida justa. Ese es el camino de los profetas, de los santos, de los mártires. Sólo estaré seguro de que lo sigo si “me duele”. Y solo me pondré a caminar si Cristo me da su fuerza y su amor. Sin Cristo las bienaventuranzas son una locura, son un fracaso, son una derrota. Con Cristo hay alegría incluso en los momentos más difíciles de la vida. Basta con ver a los santos, envidiarlos... y no tener miedo de seguir sus huellas, según las bienaventuranzas de Cristo. Contemplación: Catecismo de la Iglesia Católica numeral 1723: “La bienaventuranza prometida nos coloca ante opciones morales decisivas. Nos invita a purificar nuestro corazón de sus malvados instintos y a buscar el amor de Dios por encima de todo… todo radica en Dios, fuente de todo bien y de todo amor”. Catecismo de la Iglesia Católica numeral 781: “En todo tiempo y lugar ha sido grato a Dios el que le teme y practica la justicia. Sin embargo, quiso santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados, sin conexión entre sí, sino hacer de ellos un pueblo para que le conociera de verdad y le sirviera con una vida santa. Todo esto, sin embargo, sucedió como preparación y figura de su alianza nueva y perfecta que iba a realizar Cristo”. Oración: Gracias, Señor Jesús, porque proclamándolos dichosos, devolviste la dignidad, el Reino y la esperanza a los que el mundo tiene por últimos e infelices: los pobres y los humildes, los que lloran y sufren, los que tienen hambre y sed de fidelidad a Dios, los misericordiosos que saben perdonar a los demás los que proceden de un corazón limpio y sincero, los que fomentan la paz y desechan la violencia, los perseguidos por servirte a ti y al evangelio. Té eres el primero que realizaste este programa, y tu ejemplo nos anima a seguirte hasta el final. Tú eres nuestra fuerza. ¡Bendito seas por siempre, Señor!

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Compromiso: A través de la Palabra de Dios que nos invita a ser santos he meditado el día de hoy, ¿qué hare para corresponder a la invitación que Él me hace y así hacer vida su proyecto de amor? En mi comunidad, con mi familia, con el hermano ¿cuál bienaventuranza me hace falta practicar? En esta época ¿Cómo estoy viviendo la santidad?

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Lectio Divina. Sábado 2 de noviembre de 2019. [Regresar] Un alimento que da vida…. Invocación al Espíritu Santo: Espíritu Santo, Tú que eres la tercera persona de la Santísima Trinidad, ayúdame para que pueda contemplar tu divina Palabra y que logre vivir de acuerdo con ella como auténtico hijo de Dios. Así sea. Espíritu Santo, fuente de luz, ilumíname (se repite 3 veces). Lectura. Juan capítulo 6, versículos 51 al 58: Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo, que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne, para que el mundo tenga vida”. Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí: “¿Cómo puede este darnos a comer su carne?”. Jesús les dijo: “Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por Él, así también el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: El texto que hemos leído está ubicado como la segunda parte del discurso de Jesús sobre el pan de vida; en él se explica el tema eucarístico, a raíz de una discusión que los judíos tienen entre sí, acerca de la manera en que Jesús les dará a comer su carne. Jesús, lo único que hace es precisar el efecto de tal comida: la vida en plenitud y la comunión con él. Meditación: San Justino, de familia pagana, convertido luego al cristianismo, murió mártir el año 165 d.C. Enseñó filosofía en Roma y escribió abundantes obras sobre la fe y la religión cristiana. En sus “apologías” explica lo fundamental de la fe católica, del credo y de los sacramentos, y refuta las falsas acusaciones que ya desde entonces comenzaban a circular en contra de la Iglesia. Entre otras cosas -¡para que veamos cuán absurda y atrevida es la ignorancia!- se acusaba a los primeros cristianos de antropofagia y de convites truculentos e idolátricos porque pensaban que comían carne y bebían sangre humana. Habían oído, en efecto, que el que presidía las asambleas decía: “Tomad y comed: este es mi cuerpo. Tomad y bebed: esta es mi sangre”.

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Así fue como lo interpretaron los judíos que escuchaban a nuestro Señor. Y era lógico que no lo aceptaran, que lo criticaran e, incluso, que se escandalizaran de Él. El rechazo hacia Jesús se iba pronunciando cada vez más, a medida que nuestro Señor hablaba, hasta abrirse un abismo y convertirse en un camino sin retorno. Pero nuestro Señor continúa su discurso: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo: el que coma de este pan, vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”. Estas palabras de Jesús, tan claras como misteriosas, solo podían ser acogidas en un clima de fe. Y es una evidente anticipación de lo que sucedería el Reflexión jueves Santo, en aquella hora solemne y de intimidad con sus apóstoles, cuando instituía la Eucaristía: “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por vosotros. Esta es mi Sangre, derramada por vosotros y por todos los hombres, para el perdón de los pecados”. Ahora, en este momento, estaba cumpliendo su promesa. Y les invitaba a los Doce a repetir este mismo gesto, de generación en generación: “Haced esto en memoria mía”. Cada santa Misa, cuando el sacerdote pronuncia estas palabras de nuestro Señor, está perpetuando su sacramento. Y no se trata de un simple recuerdo, sino de un “memorial”. Es decir, de una celebración que “revive” y actualiza en el hoy de nuestra historia el misterio de la Eucaristía y del Calvario, por nuestra salvación. En cada santa Misa, Jesucristo renueva su Pasión, muerte y resurrección, y vuelve a inmolarse al Padre sobre el altar de la cruz por la redención de todo el género humano. De modo incruento, pero real. ¡Por eso cada Misa tiene un valor redentor infinito, que solo con la fe podemos apreciar! El beato Titus Brandsman, sacerdote carmelita holandés, pasó varios años en los campos de concentración alemanes durante la persecución nazi. Tenía prohibida la celebración de la Eucaristía, pero él se ponía junto con los otros prisioneros y recitaba de memoria las oraciones de la Misa, el Evangelio y les predicaba a sus compañeros de prisión; luego hacían la comunión espiritual: él fijaba los ojos en cada uno de los presos y les decía: “el Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo guarde tu alma para la vida eterna”. Al poco tiempo fue transferido a láger de Dachau. Allí los sacerdotes alemanes sí podían celebrar y clandestinamente pasaban la hostia santa a los otros sacerdotes que no eran alemanes, como Tito. El comulgaba, daba la comunión a los otros prisioneros y se guardaba un pedacito en el estuche de sus lentes para la adoración nocturna. De ese “pan” del todo especial sacaba fuerzas para soportar las torturas y ofrecer sus sufrimientos. Un día fue duramente golpeado por la guardia nazi del campo de concentración y aguantó la paliza sin odios ni maldiciones. Después confesó: “¡Ah, yo sabía quién estaba conmigo!”. En 1942 murió mártir en Dachau. Además del santo Sacrificio, podemos gozar de la presencia real de Jesucristo nuestro Señor en el Sagrario durante las veinticuatro horas del día. Se cuenta que el santo cura de Ars se dejaba embargar particularmente por la presencia real de Cristo Eucaristía. Ante el Tabernáculo solía pasar largas horas de adoración, durante la noche o antes del amanecer; y durante sus homilías, solía señalar al Sagrario diciendo con emoción: “Él está ahí”. Por ello, él, que tan pobremente vivía en su casa rectoral, no dudaba en gastar cuanto fuere necesario para embellecer la iglesia. Pronto pudo ver el buen resultado: los fieles tomaron por costumbre ir a rezar ante el Santísimo Sacramento, descubriendo, a través de la actitud de su párroco, el gran misterio de la fe. Oración: Buen Jesús, al escuchar y meditar tu Palabra quiero elevar nuestros ojos al cielo y agradecer tu presencia amorosa que ha dado vida a nuestra existencia cristiana. Tal vez no hemos sabido corresponder a ese magnífico amor con el que tú entregaste tu vida por nuestra salación; y que hoy en toda Eucarística sigues entregando para redimirnos. Jesús, pan vivo bajado del cielo ayúdanos a descubrir el valor que tiene el participar en tu banquete celestial, el hacernos uno contigo a través de la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre; no permitas que se corrompa nuestra alma y que este signo de comunión contigo lo hagamos una diaria rutina. Aumenta nuestra fe, y haz que viva en nosotros por siempre, la esperanza de vivir contigo en tu reino celestial. Así sea. Contemplación:

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En nuestra contemplación de la Palabra que hemos reflexionado pueden ayudarnos a una mejor contemplación del texto, las siguientes frases de la Exhortación Apostólica Verbum Domini del Papa Benedicto XVI sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia publicada en Roma el 30 de septiembre del 2010: Exhorto a todos los fieles a reavivar el encuentro personal y comunitario con Cristo, Verbo de la Vida que se ha hecho visible, y a ser sus anunciadores para que el don de la vida divina, la comunión, se extienda cada vez más por todo el mundo. Comuniquemos la alegría que se produce en el encuentro con la Persona de Cristo, Palabra de Dios presente en medio de nosotros, es un don y una tarea imprescindible para la Iglesia. En un mundo que considera con frecuencia a Dios como algo superfluo o extraño. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva. La renovación de este encuentro y de su comprensión produce en el corazón de los creyentes una reacción de asombro ante una iniciativa divina que el hombre, con su propia capacidad racional y su imaginación, nunca habría podido inventar (11). Cuando el hombre, aunque sea frágil y pecador, sale sinceramente al encuentro de Cristo, comienza una transformación radical. Compromiso: Hoy jueves de Corpus, asistiré a Misa y procuraré vivir en silencio y en recogimiento mi encuentro con Dios a través de su presencia Eucarística.

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Lectio Divina. Domingo 3 de noviembre de 2019. [Regresar] “Cristo quiere hospedarse en tu casa”. Invocación al Espíritu Santo: Ven Espíritu Santo, Espíritu de paz y de unidad, que nos haces hablar una misma lengua, que llevarás a cumplimiento todo lo que Jesús nos prometió. Eres el Espíritu de las promesas hechas desde antiguo por Dios y renovadas por Jesús, el Hijo Primogénito del Padre. Ven Espíritu Santo pues sabemos que habitas en la Iglesia, que hablaste por los profetas, que nos resucitará para una vida sin fin. Ven Espíritu Santo, Señor y dador de vida. Lectura. Lucas capítulo 19, versículos 1 al 10: Jesús entró en Jericó, y al ir atravesando la ciudad, sucedió que un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de conocer a Jesús, pero la gente se lo impedía, porque Zaqueo era de baja estatura. Entonces corrió y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por ahí. Al llegar a ese lugar, Jesús levantó los ojos y le dijo: “Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa”. El bajó enseguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, comenzaron todos a murmurar diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”. Zaqueo, poniéndose de pie, dijo a Jesús: “Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más”. Jesús le dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también él es hijo de Abraham, y el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido”. . Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Encontramos en este pasaje uno de los temas principales en el evangelio de Lucas, que es la conversión y sus exigencias. Jesús se muestra una vez más como el que ha venido a salvar lo que estaba perdido. Zaqueo se encuentra con Jesús y este le trasforma por completo, esta experiencia de conversión es repetida a diario por aquellos que cambian su vida después de encontrarse con Jesús, por eso en Zaqueo se representa no solo a uno sino a todo nosotros que necesitamos de esa conversión diaria. Meditación: Zaqueo que era un hombre pecador se encuentra con Jesús. Pero este encuentro no sucede de manera fortuita, sino que nace de la curiosidad de este hombre, que seguramente admiraba a Jesús en secreto. Al pasar Jesús por Jericó había mucha gente reunida con la esperanza de ver cómo era ese profeta del que tanto se oía. Uno de ellos era Zaqueo, hombre de mala reputación, ya que se dedicaba a cobrar impuestos y además era muy rico. Su baja estatura le impedía ver a Jesús. Entonces corrió adelantándose para subirse a un árbol y desde ahí poder contemplar a Jesús en el momento en que pasara. Y al pasar Jesús miró hacia arriba y le dijo “Zaqueo, baja enseguida, pues hoy tengo que quedarme en tu casa”. Él bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Y todo el pueblo murmuraba: “Se ha ido a casa de un rico pecador”. Zaqueo dijo resueltamente a Jesús: “Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres y a quien le haya exigido algo injustamente le devolveré cuatro veces más”.

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Jesús le contestó: “Hoy ha entrado la salvación a esta casa, pues también este hombre es un hijo de Abraham. El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”. Cuán transformante habrá sido el encuentro de Zaqueo con Jesucristo para que este hombre decidiera corregir el rumbo de su vida. Probablemente desde el momento en que Zaqueo con tanto interés buscó a Jesús, sabía que su modo de actuar no era el correcto y sabía que conocer a ese profeta le cambiaría la vida, aunque esto tuviera muchas consecuencias. Zaqueo al subir al árbol, vence el respeto humano. Pone los medios necesarios para un encuentro cara a cara con el Señor. No imaginó que Jesucristo le pediría hospedarse en su casa. Y bajó del árbol rápidamente y lo recibió con alegría. Qué actitud tan hermosa la de Zaqueo, que conociendo sus pecados, acepta al Señor y atiende rápidamente a su petición. Todos los cristianos podemos imitar esta actitud de prontitud ante los reclamos del Señor y una prontitud alegre, porque no hay mayor motivo de felicidad y alegría que Jesús nos llame y lo hace todos los días. Zaqueo no podía seguir siendo el mismo después de conocer personalmente a Cristo. Decide restituir a toda persona que haya engañado. Y Cristo, que conoce el corazón de cada hombre, le da la buena noticia: “Hoy la salvación ha entrado a su casa”. Oración: Que me dé cuenta de que es lo que me impide acercarme a ti Jesús, que me dé cuenta cuál es mi impedimento espiritual, pues, solo siendo consciente de esto, podré recibirte en mi hogar, en mi corazón, como lo hizo Zaqueo. Que mi disposición a recibirte sea Señor sin fingimiento, no un acto de cortesía, sino que sea una actitud de verdadero júbilo cuando llega la salvación a esta casa. Tú nunca rechazas al pecador, por eso te pido que al llegar a este hogar, a mi corazón trasformes desde lo más profundo su pecado, sobre todo aquel más difícil de quitar. Contemplación: Catecismo de la Iglesia Católica numerales: 1425, 1451, 1459: Hoy se nos presenta un pasaje en el que se advierte la conversión de un pecador, sería muy fructífero que también nosotros hoy sintiéramos esa necesidad de una conversión, que nos demos cuenta de nuestro pecado cometido a diario. El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que la conversión es un “Don del Espíritu Santo que da al pecador, es como nos enseña el catecismo, el primer paso de un pecador en este acto de conversión, la contrición: un dolor del alma y una detestación del pecado cometido, con la resolución de no volver a pecar” y otros de los pasos principales es el que resulta de esta conversión es el de La Satisfacción o penitencia: Pues muchos pecados causan daño al prójimo. Es preciso hacer lo posible para repararlo. La simple justicia exige esto” el cual nos lleve al pecado a reflexionar que “Muchos pecados y colocando esta enseñanza en el plano del evangelio que nos está invitando a dejar entrar a Cristo en nuestra casa, para que del encuentro con él, se provoque este cambio de vida interior. “Es preciso darse cuenta de la grandeza del Don de Dios, para comprender hasta qué punto el pecado es algo que no debe caber en aquel que “se ha revestido de Cristo”. Compromiso: Hoy reconoceré mis propias limitaciones, y como signo de mi deseo de adhesión a Cristo hare un examen de conciencia poniendo atención en aquellos pecados cometidos contra mi hermano, familiares o amigos, en los cuales fui injusto y si es posible haré algo en favor de ellos.

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Lectio Divina. Lunes 4 de noviembre de 2019. [Regresar] El amor gratuito. Invocación al Espíritu Santo: Ven Espíritu Santo, llena nuestros corazones y enciende en ellos el fuego de tu amor, envía Señor tu Espíritu para que renueve la faz de la tierra y nos ilumine para comprender el mensaje que tú nos das a través de tu Palabra. Padre Nuestro. Lectura. Lucas capítulo 14, versículos 12 al 14: Jesús dijo al jefe de los fariseos que lo había invitado a comer: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Este texto prosigue al discurso de sobremesa de Jesús en casa de un fariseo; nos habla de la elección de los comensales. La humildad es uno de los valores fundamentales del reino, al igual que el desinterés y la generosidad para con los pobres, de tener como trasfondo la actitud del que da a sabiendas de que muchas veces no será correspondido. En el banquete del reino tiene lugar un cambio de puestos y de valores. Meditación: ¿Te imaginas invitando a cenar a cien personas desconocidas? Si alguien hiciese eso hoy en día, lo mínimo que le pasaría es que saldría en el telediario del día siguiente. Lo “propio” es invitar a los amigos íntimos para pasárselo bien. ¿acaso está mal esto? No, ¡cómo va a estar mal convivir con los amigos! No es esta la idea que nos quiere transmitir Jesucristo con el Evangelio de hoy. Aunque sea difícil verlo, Cristo nos está invitando en este pasaje a vivir la vida con una “elegancia superior”, con la mirada puesta en el cielo. Porque quien invita a uno esperando recibir otra invitación solo piensa en sí mismo, no tiene un horizonte que no vaya más allá de sus propios intereses. ¿Cómo se puede ser dichoso sin esperar una compensación material por lo que hacemos? Una vez oí hablar de un hombre que era inmensamente rico. Tenía todo lo que un hombre puede materialmente necesitar. Un día en un viaje en avión se sentó junto a él un sacerdote muy santo y sencillo con el que se puso a conversar. Al ver la santidad de este sacerdote y que las historias de sus riquezas no le impresionaban, sintió la necesidad de abrirle su corazón. ¿Saben qué es lo que le dijo al sacerdote? Que el momento más feliz de su vida

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había sido cuando había hecho un acto de fe sencillo, de ponerse en manos de Dios con lo que era, y no con lo que tenía. Este hombre confesaba que daría todo lo que tenía por volver a experimentar esa felicidad. Oración: Señor Jesús, reconozco que tu doctrina es dura y nos invita a actuar en contra de los criterios del mundo, criterios que tanto nos gusta seguir, como lo son el buscar el poder, la soberbia, el aparecer como intachables y ser siempre los primeros y mejores en todo: en el vestir, el saber, el tener, el hacer. Muchas veces queremos hacer para que nos vean, dar para que nos den, alabar a otros para también ser alabados y reconocidos por los demás. Sin embargo tú nos invitas hoy a la humildad y sencillez, como cualidades necesarias para entrar en el banquete de tu Reino. Ayúdanos a comprometernos con tu causa, haznos verdaderamente humildes, desinteresados, generosos. Enséñanos a actuar con desinterés, a ser entregados y a dar sin esperar recibir otra recompensa que no sea la que tú has preparado para nosotros. Concédenos un día entrar en tu Reino, pero muéstranos tú cuál es el lugar que nos tienes reservado. Que lo que nos mueva no sea el lugar en la mesa ni el color de la corona, sino la dicha de saber que si conseguimos estar ahí, podremos encontrarnos contigo cara a cara. Contemplación: Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2546: Bienaventurados los pobres de espíritu. Las bienaventuranzas revelan un orden de felicidad y de gracia, de belleza y de paz. Jesús celebra la alegría de los pobres, a quienes pertenece ya el Reino: el verbo llama pobreza de Espíritu a la humanidad voluntaria de un espíritu humano y su renuncia; el apóstol nos da como ejemplo la pobreza de Dios cuando dice: Se hizo pobre por nosotros. Numeral 2547: El Señor se lamenta de los ricos porque encuentran su consuelo en la abundancia de los bienes. El orgulloso busca su poder terreno, mientras el pobre de espíritu busca el Reino de los cielos. El abandono en la providencia del Padre del cielo libera de la inquietud por el mañana. La confianza en Dios dispone a la bienaventuranza de los pobres: ellos verán a Dios. También para nuestra contemplación nos ayudaremos de algunos números del Documento de Aparecida numeral 363: La fuerza de este anuncio de vida será fecundo si lo hacemos con el estilo adecuado, con las actitudes del Maestro, teniendo siempre a la Eucaristía como fuente y cumbre de toda actividad misionera. Invocamos al Espíritu Santo para poder dar un testimonio de proximidad que entraña cercanía afectuosa, escucha, humildad, solidaridad, compasión, diálogo, reconciliación, compromiso con la justicia social y capacidad de compartir, como Jesús lo hizo. Compromiso: Reconozco que necesito actuar más en busca del Reino de Dios, que por las motivaciones humanas. Me comprometo a fomentar la humildad en mi persona mediante diferentes actos de servicio a los demás, a ir dejando mi orgullo de lado y el pretender ocupar los primeros lugares. De hoy en delante haré lo posible por actuar sin esperar nada a cambio, por servir sin buscar ser visto y hacer todos mis deberes de la mejor manera, pero, no para ser alabado o que todos me vean, sino porque espero verdaderamente compartir un día con el Señor el banquete celestial.

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Lectio Divina. Martes 5 de noviembre de 2019. [Regresar] Parábola de la gran cena. Invocación al Espíritu Santo: Dios, envíame también a mí tu Espíritu Santo para que me deje llevar hacia ti desde este día fatigoso y decepcionante. Tú me has mostrado hoy que no puedo construir sobre mi capacidad, sobre mi voluntad, sobre mi acción, que no puedo vivir del éxito y el reconocimiento, sino solo a partir de tu amor, para poder dormir en paz, sostenido por tus brazos benévolos, en medio de la calma que me proporcionaron tus ángeles que tú me enviaste para mostrarme tu cercanía caritativa. Lectura. Lucas capítulo 14, versículos 15 al 24: Uno de los que estaban sentados a la mesa con Jesús le dijo: “Dichoso aquel que participe en el banquete del Reino de Dios”. Entonces Jesús le dijo: “Un hombre preparó un gran banquete y convidó a muchas personas. Cuando llegó la hora del banquete, mandó un criado suyo a avisarles a los invitados que vinieran, porque ya todo estaba listo. Pero todos, sin excepción, comenzaron a disculparse. Uno le dijo: ‘Compré un terreno y necesito ir a verlo; te ruego que me disculpes’. Otro le dijo: ‘Compré cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego que me disculpes’. Y otro más le dijo: ‘Acabo de casarme y por eso no puedo ir’. Volvió el criado y le contó todo al amo. Entonces el señor se enojó y le dijo al criado: ‘Sal corriendo a las plazas y a las calles de la ciudad y trae a mi casa a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos’. Cuando regresó el criado, le dijo: ‘Señor, hice lo que me ordenaste, y todavía hay lugar’. Entonces el amo respondió: ‘Sal a los caminos y a las veredas; insísteles a todos para que vengan y se llene mi casa. Yo les aseguro que ninguno de los primeros invitados participará de mi banquete’ “. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Meditación: La gratitud es una flor exótica que cada día resulta más difícil encontrar. Quizás esta florecilla no abundó nunca en la historia de la humanidad. Hoy Jesucristo nos presenta la parábola de los invitados que rechazan acudir a la boda. ¿Por qué estas personas rechazan la invitación? Era una gran cena; el que la organizaba seguro que no habrá escatimado nada en su preparación. Seguramente habría platos exquisitos, y además, siendo un señor de importancia, habría invitado a personas distinguidas de la sociedad de entonces. ¿por qué se rechaza la invitación? Yo no tengo la respuesta, pero tengo otra pregunta. Cristo se encarnó. Dios hecho hombre por nosotros. Nos suena “de toda la vida” esta frase, sobre todo repetida en los días de Navidad que se están acercando, pero de tanto repetirla, quizás no caemos en la cuenta de que ahí cometimos la mayor ingratitud que se ha cometido en la historia de la humanidad: “los suyos no le recibieron”.

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Porque si la gratitud es el reconocimiento por un don que se recibe, para un cristiano la gratitud nace de la fe en Cristo. Y a veces parece que Cristo necesita mendigar para que los hombres acepten el amor que les ofrece, cuando somos nosotros los que deberíamos esforzarnos por mostrarle nuestro amor. Está en nuestras manos hacer del mundo un inmenso jardín en el que la gratitud no sea una flor exótica, sino que sea la flor de cada hogar, de cada familia, de cada sociedad. Oración final: Gracias Jesús por venir a inaugurar el Reino de Dios en nuestro mundo, gracias por la salvación que nos ofreces día a día, en especial en el gran banquete del sacramento de la Eucaristía, infunde en nuestros corazones el deseo de participar en ese banquete celestial contemplando el rostro del Padre, para que así nuestra vida sea una continua ofrenda agradable al Señor y no pongamos objeción o justificación para ser tus auténticos testigos.

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Lectio Divina. Miércoles 6 de noviembre de 2019. [Regresar] Seguir a Jesús es compartir su cruz. Invocación al Espíritu Santo: Envía Señor tu Santo Espíritu para que ilumine nuestro entendimiento, y así podamos comprender tu palabra, y comprendida nos sea más fácil llevarla a la práctica. Amén. Padre Nuestro…. Lectura. Lucas capítulo 14, versículos 25 al 33: Caminaba con Jesús una gran muchedumbre y él, volviéndose a sus discípulos, les dijo: “Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. Porque, ¿quién de ustedes, si quiere construir una torre, no se pone primero a calcular el costo, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que, después de haber echado los cimientos, no pueda acabarla y todos los que se enteren comiencen a burlarse de él, diciendo: ‘Este hombre comenzó a construir y no pudo terminar’. ¿O qué rey que va a combatir a otro rey, no se pone primero a considerar si será capaz de salir con diez mil soldados al encuentro del que viene contra él con veinte mil? Porque si no, cuando el otro esté aún lejos, le enviará una embajada para proponerle las condiciones de paz. Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: El seguimiento de Jesús exige la renuncia y el desprendimiento. El cargar con su cruz no supone un peso adicional a las dificultades de la vida, sino un estilo de vivir lo cotidiano a la luz de las exigencias del Reino, siguiendo las huellas de Jesús. Los dos ejemplos nos aclaran que la renuncia y el desprendimiento deben ser asumidos con plena conciencia y como opción de vida, porque son indispensables para el seguimiento de Jesús. Cuando el Evangelio nos habla de “renunciar” a la familia, lo que quiere decir con esa expresión, que si la traducimos literalmente diría “odiar”, es que hay que ponerla en segundo lugar, porque ha aparecido en nuestra vida un valor que es primero. Meditación: “El que no toma su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo”. La liturgia de hoy nos ofrece un pasaje evangélico que constituye una de las columnas del cristianismo. La cruz. Aunque hoy en día se tiende a hablar cada vez menos del dolor y del sufrimiento, no por ello deja de estar presente en nuestras vidas. El dolor en sí mismo es un misterio. Es duro y, humanamente, repugnante. Sin embargo, es transformable.

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Alfred de Musset afirma que: «Nada nos hace tan grandes como un gran dolor». O, como escribió Luis Rosales: «Los hombres que no conocen el dolor son como iglesias sin bendecir». No se trata de endulzar la cruz o de convertirla en una carga “light”. Se trata de descubrir su valor cristiano y de darle un sentido. Sí, el auténtico cristianismo es exigente. Jesús, no fue hacia el dolor como quien va hacia un paraíso. Se dedicó a aliviar el dolor en los demás; y el dolor de la pasión lo hizo temblar de miedo, cuando pidió al Padre que le librara de él; pero lo asumió, porque era necesario, porque era la voluntad de su Padre. Así, convirtió el dolor en redención, en fecundidad y en alegría interior. Quien de verdad quiera ser discípulo de Cristo (eso significa ser cristiano), ha de despojarse de todos sus bienes. Sólo así, seremos dignos de Él y encontraremos la paz y la felicidad que solo Él puede darnos. Y nadie nos la podrá arrancar. Revisemos nuestras vidas y veamos cómo podemos transformar y dar sentido a nuestros pequeños dolores cotidianos. Veamos qué nos queda por entregar de todos nuestros bienes y sigamos el ejemplo de Jesús, que desde el Huerto de Getsemaní, se convirtió en el gran profesional de la cruz, fuente de salvación y de realización para todos los hombres. Cristo murió, es cierto. Pero, lo hizo para resucitar, para devolvernos la vida. Nuestra fe, nuestra religión es la de una Persona viva que, paso a paso, camina a nuestro lado, enseñándonos el mejor modo de vivir. Oración: Señor, sabemos que tú eres el amigo que nunca falla, sin embargo nosotros, aunque decimos que queremos seguirte, continuamente fallamos a lo que tú nos pides. Decimos que te queremos y que confiamos en ti, pero a menudo confiamos más en nuestras seguridades terrenas. Sabemos que tú nos pides un seguimiento radical, sin embargo somos hombres débiles, que queremos seguirte pero somos tibios y débiles. Ayúdanos a comprender que tú nos pides que dejemos todo y te sigamos. Danos la fuerza que necesitamos para lograr dejar nuestras seguridades, abrazar con amor la cruz de cada día, saber sufrir con paciencia y decirte: “aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”. Contemplación: Los vínculos familiares, aunque son muy importantes, no son absolutos. A la par que el hijo crece hacia su madurez y autonomía humanas y espirituales, la vocación singular que viene de Dios se afirma con más claridad y fuerza. Los padres deben respetar y favorecer la respuesta de sus hijos para seguirla. Es preciso convencerse de que la vocación primera del cristiano es “seguir a Jesús”. Hacerse discípulo de Jesús es aceptar la invitación a pertenecer a la “familia de Dios”, a vivir en conformidad con su manera de vivir (Catecismo de la Iglesia Católica numerales 2232 y 2233). Compromiso: El día de hoy quiero comprometerme a ser más paciente y tolerante en los momentos de dificultad, en mis enfermedades o las de mis familiares, en los problemas o situaciones difíciles que se me presenten, porque soy consciente de que eso es lo que implica tomar mi cruz de cada día e iniciar mi camino de seguimiento a Jesús.

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Lectio Divina. Jueves 7 de noviembre de 2019. [Regresar] El encuentro alegre. Invocación al Espíritu Santo: Espíritu Santo, te entrego mis manos, todo lo que hoy han tomado mis manos, todo lo que obtuve y aquello en que fracasé. Te ofrezco los hombres a quienes hoy tendí la mano, y aquello a quienes se la negué. Te ofrezco aquello a lo cual le he dado forma y he creado a aquello que se ha escapado de mi mano. En mis manos te ofrezco este día tal como fue. Renuncio a juzgar y evaluar lo que fue. Te dejo a ti el juicio. Confío en que tú puedes trasformar todo lo que fue hoy. Espíritu Santo, te entrego el día. Amén. Lectura. Lucas capítulo 15, versículos 1 al 10: Se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola: “¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría y al llegar a su casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido’. Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentirse. ¿Y qué mujer hay, que si tiene diez monedas de plata y pierde una, no enciende luego una lámpara y barre la casa y la busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido’. Yo les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se arrepiente”. . Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Este capítulo reúne tres parábolas sobre el tema de la búsqueda y el hallazgo de lo que estaba perdido. Jesús quiere justificar su comportamiento con los recaudadores de impuestos y pecadores. Frente a los que se consideraban justos y se indignaban porque Jesús recibía a los pecadores, Jesús le habla de la alegría de encontrar lo que estaba perdido y los invita a que cambien de actitud. En la parábola de la oveja perdida, Jesús es el buen pastor que viene a buscar a las ovejas perdidas. Y la parábola de la moneda perdida insiste en la alegría que Dios siente cuando un pecador se convierte. Es la misma alegría que mueve a Jesús a acercarse a los pecadores, y es también la alegría que debe impulsar a los discípulos a poner en práctica la misericordia y el perdón. Es la alegría del Evangelio. Meditación: La predicación del Señor atraía por su sencillez y por sus exigencias de entrega y amor. Los fariseos le tenían envidia porque la gente se iba tras Él. Esa actitud farisaica puede repetirse entre los cristianos: una dureza de juicio tal que no acepte que un pecador pueda convertirse y ser santo; o una ceguera de mente que impida reconocer el bien que hacen los demás y alegrarse de ello.

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Prostitutas, enfermos, mendigos, maleantes, pecadores. Cristo no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores, y por eso, fue signo de contradicción. Llegó rompiendo esquemas, escandalizando, amando hasta el extremo. Jesús se rodeaba de los sedientos de Dios, de los que estaban perdidos y buscaban al Buen Pastor. Esto no significa que el Señor no estime la perseverancia de los justos, sino que aquí se destaca el gozo de Dios y de los bienaventurados ante el pecador que se convierte, que se había perdido y vuelve al hogar. Es una clara llamada al arrepentimiento ya . Otra caída... y ¡qué caída! No te desesperes, no: humíllate y acude, por María, al Amor Misericordioso de Jesús. ¡Arriba ese corazón! A comenzar de nuevo. Contemplación: Catecismo de la Iglesia Católica numeral 1700: La dignidad de la persona humana está enraizada en su creación a imagen y semejanza de Dios; se realiza en su vocación a la bienaventuranza divina. Documento de Aparecida numeral 276: La vocación y el compromiso de ser hoy discípulos y misioneros de Jesucristo, requiere una clara y decidida opción por la formación de los miembros de nuestras comunidades, en bien de todos los bautizados. Miramos a Jesús, el Maestro que formó personalmente a sus Apóstoles y discípulos. Cristo nos da el método “Vengan y vean” (Juan capítulo 1, versículo 39). “Yo soy el Camino, Verdad y Vida” (Juan capítulo 14, versículo 6). Documento de Aparecida numeral 278: La comunión, no puede haber vida cristiana sino en comunidad en las familias, las parroquias, etc., como los primeros cristianos, que se reunían en comunidad, el discípulo participa en la vida de la Iglesia y en el encuentro con los hermanos, viviendo el amor de Cristo en la vida fraterna y solidaria. Oración: Te bendecimos, Dios de la alegría comunicativa porque tu Hijo, Cristo, fue conocido como “quien acoge a los pecadores”. Él nos habló de tu corazón de Padre que sale en busca de la oveja descarriada y se alegra más por haber recuperado a la perdida que por las otras noventa y nueve que están en casa. Gracias Padre, porque somos objeto de tu amor y porque tu ternura es más fuerte que nuestro pecado. Concédenos reencontrar el camino que nos lleva hacia ti. Compromiso: Entrar en un ambiente de reflexión y de oración. ¿Cuál de las dos parábolas describe mejor tu experiencia de saberte perdonado?, ¿por qué? Experimenta la actitud del perdón y encuentra aquello que estaba perdido en tu vida.

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Lectio Divina. Viernes 8 de noviembre de 2019. [Regresar] Parábola del administrador sagaz. Oración inicial: Envíanos Señor tu luz esplendorosa, e ilumina nuestras mentes y nuestros corazones para que comprendamos tu Palabra, y comprendiéndola la amemos y la hagamos vida. Fortaleza nuestra voluntad y enardece nuestras vidas con tu amor, para que alcancemos un día gozar de la felicidad de tu presencia entre nosotros. Por Cristo nuestro Señor. Amén. Lectura: Lucas capítulo 16, versículos 1 al 8: Jesús dijo a sus discípulos: “Había una vez un hombre rico que tenía un administrador, el cual fue acusado ante él de haberle malgastado sus bienes. Lo llamó y le dijo: ‘¿Es cierto lo que me han dicho de ti? Dame cuenta de tu trabajo, porque en adelante ya no serás administrador’. Entonces el administrador se puso a pensar: ‘¿Qué voy a hacer ahora que me quitan el trabajo? No tengo fuerzas para trabajar la tierra y me da vergüenza pedir limosna. Ya sé lo que voy a hacer, para tener a alguien que me reciba en su casa, cuando me despidan’. Entonces fue llamando uno por uno a los deudores de su amo. Al primero le preguntó: ‘¿Cuánto le debes a mi amo?’ El hombre respondió: ‘Cien barriles de aceite’. El administrador le dijo: ‘Toma tu recibo, date prisa y haz otro por cincuenta’. Luego preguntó al siguiente: ‘Y tú, ¿cuánto debes?’ Este respondió: ‘Cien sacos de trigo’. El administrador le dijo: ‘Toma tu recibo y haz otro por ochenta’. El amo tuvo que reconocer que su mal administrador había procedido con habilidad. Pues los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: La parábola pone como ejemplo la habilidad de un administrador infiel que sabe hacerse amigos con los bienes de este mundo. Así también los hijos de la luz, los creyentes deben hacer amigos con los bienes de este mundo poniéndolos al servicio de los demás. Meditación: El administrador de la parábola había abusado de la confianza de su amo subiendo los precios en beneficio propio. Ante las quejas de los clientes y la amenaza de despido, recapacita, aunque solo sea por conveniencia, y renuncia a su propio beneficio, pidiendo lo justo a los clientes. Ante esta situación, nosotros pensamos que ese administrador, aunque haya cambiado de actitud, no es de fiar. En cambio, para Jesucristo tiene más valor el cambio de comportamiento que el pecado. Él conoce nuestras caídas, pero basta un sincero arrepentimiento y que le pidamos perdón, para que nos devuelva su confianza y se sienta orgulloso de nosotros, como el amo de la parábola con su administrador. A la vez Jesús nos invita y exhorta a ser sagaces. Esta cualidad debe ser expresión de la caridad cristiana. La astucia, relacionada siempre con el maligno, significa fingir, mentir, engañar, para lograr lo que queremos. En

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cambio, la virtud humana de la sagacidad consiste en la habilidad para encontrar los medios justos y más eficaces para alcanzar un objetivo, como puede ser vivir nuestra fe y amor a Dios. Llama la atención ver cómo algunos son muy capaces de obtener lo que se proponen en el ámbito del trabajo, de la familia o con las amistades. En cambio se comportan con temor y se sienten impotentes a la hora de hablar de Jesucristo y de su doctrina, o de hacer algo por la construcción de la civilización de la justicia y del amor cristianos. Oración: Señor Jesús que nos ofrece tus dones de amor, no como dueños, sino como administradores, ayúdanos a ser fieles administradores. Y si en medio de la dificultad te somos infieles, danos un corazón generoso para que a pesar de nuestra debilidad, se muestre el poder de tu misericordia. Que descubramos en el encuentro con los demás el espacio propicio para la vivencia del amor y la generosidad. Así sea. Contemplación: En la relación con el hermano el Catecismo de la Iglesia nos recuerda: “Todo lo que posee el verdadero cristiano debe considerarlo como un bien en común con los demás y debe estar dispuesto y ser diligente para socorrer al necesitado y la miseria del prójimo”. El cristiano es administrador de los bienes del Señor” (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 952). Contemplemos en los demás una oportunidad para compartir con los demás de los bienes que el Señor nos ofrece, a pesar de nuestra debilidad. Compromiso: Aprovechar la debilidad de nuestras acciones para que resplandezca con los demás la riqueza de Dios que es amor y misericordia.

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Lectio Divina. Sábado 9 de noviembre de 2019. [Regresar] Jesús y el templo. Oración: Envíanos Señor tu Espíritu e inúndanos de él para que sepamos descubrir en la escucha de tu Palabra tu mensaje de amor y esperanza. Por Cristo nuestro Señor. Amén. Lectura. Juan capítulo 2, versículos 13 al 22: Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: “Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre”. En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora. Después intervinieron los judíos para preguntarle: “¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?”. Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”. Replicaron los judíos: “Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”. Pero Él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho. . Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: El evangelista Juan pone este pasaje de la expulsión de los vendedores del templo al inicio de la actividad de Jesús para mostrar que desde el principio Jesús inaugura un tiempo nuevo en la relación entre Dios y el hombre. Jesús reemplaza el antiguo templo, y se presenta como el verdadero templo, el encuentro entre Dios y el hombre. Meditación: No deja de sorprendernos ver a Jesús enfurecido, sacando a los mercaderes del Templo a latigazos. Tenía que defender algo sagrado: la casa de su Padre. Es lógico que se enfade por una situación como esa. ¿Qué haríamos nosotros si entrásemos en la casa de nuestros padres y aquello se hubiera convertido en un mercado persa? Si no hiciéramos nada, ¡menudos hijos seríamos! Lo más probable es que siguiéramos el ejemplo de Cristo. Porque Jesús amaba a su Padre infinitamente y no podía consentir aquel abuso. El amor apasionado le impulsaba a actuar de aquel modo. Hoy sigue habiendo “mercaderes en el Templo”. Sabemos que cada hombre es “templo del Espíritu Santo” y hay muchos hombres y mujeres cuyos templos están siendo profanados con todo tipo de abusos morales y físicos. Este panorama debería “quemarnos” las entrañas y suscitar en nosotros una pasión por lo que es sagrado: cada ser humano.

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¡Cuántos atropellos a su dignidad! Cada aborto, cada violación, cada acto de esclavitud es una verdadera profanación. Oración: Así como expulsaste del templo a los vendedores, ayúdanos a expulsar de nuestras vidas aquello que nos arrutina en el encuentro con Dios, ayúdanos a no acostumbrarnos a los espacios de encuentro con Cristo, y más aún ayúdanos a ser de nuestras personas verdaderos templos vivos. Así sea. Contemplación: El Catecismo de la Iglesia nos recuerda: “Jesús subió al templo como al lugar privilegiado para el encuentro con Dios. El templo era para él la casa del Padre, una casa de oración, y se indigna…” (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 584). Contemplemos como Jesús se coloca como el nuevo templo de Dios, pero nos invita a respetar el espacio de oración, pero sobre todo a estar en una purificación constante incluso en aquello que pudiera suponerse es de Dios. Compromiso: Respetar y querer el templo como casa de Dios, pero sobre todo a respetar a las personas, porque son verdaderos templos en los que Dios habita.

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Lectio Divina. Domingo 10 de noviembre de 2019. [Regresar] Pregunta sobre la resurrección: Oración: Ilumina Señor nuestro entendimiento y reaviva en nosotros la esperanza de sabernos salvados por tu muerte y resurrección, para que al acercarnos al banquete de tu palabra, nuestra fe y nuestra vida toda sea testimonio de tu amor. Por Cristo nuestro Señor. Amén. Lectura. Lucas capítulo 20, versículos 27 al 38: Se acercaron a Jesús algunos saduceos. Como los saduceos niegan la resurrección de los muertos, le preguntaron: “Maestro, Moisés nos dejó escrito que si alguno tiene un hermano casado que muere sin haber tenido hijos, se case con la viuda para dar descendencia a su hermano. Hubo una vez siete hermanos, el mayor de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo, el tercero y los demás, hasta el séptimo, tomaron por esposa a la viuda y todos murieron sin dejar sucesión. Por fin murió también la viuda. Ahora bien, cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa la mujer, pues los siete estuvieron casados con ella?”. Jesús les dijo: “En esta vida, hombres y mujeres se casan, pero en la vida futura, los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos, no se casarán ni podrán ya morir, porque serán como los ángeles e hijos de Dios, pues él los habrá resucitado. Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Los saduceos, que no creían en la resurrección de los muertos, intentan enredar a Jesús con preguntas. La respuesta de Jesús hace ver, en primer lugar, que el matrimonio es una realidad temporal, natural y necesaria. En segundo lugar en la resurrección ya no habrá necesidad de algunas cosas, ya que la resurrección no es la prolongación de esta vida, sino un estado de vida pleno. En tercer lugar, Jesús prueba con la Escritura que Dios es un Dios de vivos, y que por tanto la vocación de todo hombre y mujer es llegar a compartir esa vida plena con Dios. Meditación: Hoy conoceremos que la Resurrección de Jesús nos abre el paso a nuestra nueva vida resucitada. Podemos hacer vida la Palabra de Dios, a través de un compromiso de amor y alegría con los demás. Estamos acostumbrados a ver la vida desde la perspectiva humana sin Dios. A todo le queremos dar una explicación humana, científica, técnica, y hemos dejado a un lado lo espiritual, lo sobrenatural de nuestra vida, pero hay cosas, como el sentido de muerte, que solo se pueden explicar a nivel sobrenatural.

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En todos los tiempos han existido personas que no quieren creer. Gente que no acepta la palabra de Dios con sencillez y confianza. Viene de Dios y así es, aunque yo no entienda. Se trata de personas que quieren entenderlo todo con su inteligencia. El mundo es muy complejo y nuestra cabeza sola no es capaz de alcanzar todo lo que implica. Mucho menos vamos a comprender cómo y por qué Dios ha hecho las cosas. La fe, que nos ayuda a creer que es cierto lo que Dios nos dice, es un gran regalo que recibimos de Dios; pero nosotros tenemos la responsabilidad de cuidarlo y hacerlo dar frutos, porque también podemos rechazarlo y perderlo. La Virgen María es un gran ejemplo de sencillez, de confianza en Dios, de amor a Dios, de una gran fe entre otras cosas. Muchas de las personas que no han sabido vivir en la fe, tratan de justificarse haciendo reflexiones rebuscadas y tratando de ponerle “trampas” a Dios. Esperan que la gente reconozca que ellos y no Dios, tienen la razón. Tal es el caso de estos saduceos que querían confundir a Jesús. Hay que tener cuidado cuando escuchemos a esas personas, porque hay muchos que nos pueden enredar con sus palabras y alejar de la fe, del camino que Dios ha elegido amorosamente para nosotros. Jesús no se enoja con los saduceos. Jesús los ama y les da una respuesta que les abre los ojos a la verdad y a la vida en Dios. La Resurrección nos libra de la muerte. Los cristianos somos hijos de Dios, con un destino eterno, hijos de la Vida, hijos del Amor. Nuestra religión es de vida, es de amor. Se trata de comunicar esta vida, y así amar y prepararnos para la vida eterna. “Hay un doble aspecto en el misterio pascual: por su muerte(Cristo ) nos libera del pecado, por su Resurrección nos abre el acceso a una nueva vida. Esta es, en primer lugar, la justificación que nos devuelve la gracia de Dios a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos...así también nosotros vivamos una nueva vida. Consiste en la victoria sobre la muerte y el pecado y en la nueva participación en la gracia. Realiza la adopción filial, porque los hombres se convierten en hermanos de Cristo.”. Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven. Dios es vida, no solo es el Creador de todo cuanto existe. Si nosotros somos sus hijos, participamos de su misma vida, de su amor. Nuestra Iglesia es, por tanto la Iglesia viva. Nuestra vivencia no debe limitarse solo al cumplimiento frío de una serie de reglas y normas morales, sino que debe ser la misma vida y amor de Dios fluyendo por nuestras venas. Alguien que no ama, no se parece a Dios, no cumple con su misión, no vive realmente; porque Dios es Amor (1 Jn 4,8). Oración: Creemos, Jesús, que resucitar es tarea de cada día y que nuestra vida como discípulos es un caminar hacia la resurrección definitiva. Creemos que ayudar a alguien, pedir perdón o sonreír a las personas es resucitar. Ayúdanos a saber resucitar de nuestros conformismos y mediocridades, de nuestros egoísmos e indiferencia. Así sea. Contemplación: El Catecismo de la Iglesia nos recuerda: “Para nosotros ha surgido un nuevo día: el día de la resurrección de Cristo. El séptimo día acaba la primera creación. Y el octavo día comienza la nueva creación. La primera creación encuentra su sentido y su cumbre en la nueva creación en Cristo, cuyo resplandor sobrepasa el de la primera” (Catecismo de la Iglesia católica numeral 349).

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Contemplemos que en medio de una realidad en que se venera a la muerte como lo máximo, los cristianos tenemos la confianza en Cristo que nos resucita por puro amor, y más aún que nos redime y nos invita a gozar de vida en abundancia. Compromiso: Reflejar con nuestra vida a Cristo resucitado, y ayudar a resucitar a los demás con nuestro testimonio.

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Lectio Divina. Lunes 11 de noviembre de 2019. [Regresar] Fe como un granito de mostaza: Oración: Inflama nuestros corazones de tu amor, e ilumina nuestro entendimiento, para que acercándonos a tu Palabra crezca en nosotros el don de la fe que has puesto en nuestros corazones, y así demos fruto abundante en medio de nuestras familias. Por Cristo nuestro Señor. Amén. Lectura. Lucas capítulo 17, versículos 1 al 6: Jesús dijo a sus discípulos: “No es posible evitar que existan ocasiones de pecado, pero ¡ay de aquel que las provoca! Más le valdría ser arrojado al mar con una piedra de molino sujeta al cuello, que ser ocasión de pecado para la gente sencilla. Tengan, pues, cuidado. Si tu hermano te ofende, trata de corregirlo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si te ofende siete veces al día, y siete veces viene a ti para decirte que se arrepiente, perdónalo”. Los apóstoles dijeron entonces al Señor: “Auméntanos la fe”. El Señor les contestó: “Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a ese árbol frondoso: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y los obedecería”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Lucas reúne aquí varias palabras de Jesús que tiene una fuerte vinculación con la vida comunitaria: evitar las ocasiones de tropiezo para los demás, acrecentar la actitud de perdón, tomar conciencia de la fe y servir con humildad. Según las instrucciones tienen un denominador común: el servicio al reino que solo es posible desde la fe. Meditación: Estamos rodeados de testimonios edificantes, de personas ejemplares, coherentes, generosas... Pero tenemos la costumbre de fijarnos y hablar solo de los “escándalos” que por ahí nos encontramos. Aquel joven, la vecina, un político... todos pasan por nuestro tribunal. Es una realidad innegable que, como hombres que somos, tenemos debilidades y flaquezas (Si alguien no las tiene, puede inscribirse en el registro de los ángeles sobre la tierra), que, por lo demás, son evidentes a los ojos de los demás, sobre todo en algunas ocasiones. Algunas veces hasta pueden provocar escándalos. Sin embargo, la inspiración divina bien colocó este pasaje seguido inmediatamente de otro que versa sobre el perdón. Nuestra tarea no es entonces juzgar ni mucho menos buscar como detectives los “talones de Aquiles” de nuestro prójimo. Será mejor si, por nuestra parte, nos esforzamos para dar el mejor testimonio, y si fijamos nuestra atención en las virtudes de los demás. Oración:

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Aumenta Señor en nuestras vidas el don de la fe que nos has dado para que nuestras acciones estén encaminadas hacia ti, y sobre todo cuando parece que lo que nos pides es imposible, como lo es el del perdón. Así sea. Contemplación: El Catecismo de la Iglesia nos recuerda: “Creer en Cristo Jesús y en Aquel que lo envió para salvarnos es necesario para obtener esa salvación. Puesto que sin la fe es imposible agradar a Dios y llegar a participar en la condición de sus hijos, nadie es justificado sin ella y nadie, a no ser que haya perseverado en ella hasta el fin” (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 161). Contemplemos cómo la fe que los discípulos piden que Jesús aumente, no solo tiene que ver con la vida eterna, sino con la vida terrena. La fe es toda una realidad para la existencia del hombre que requiere de la ayuda de Dios en todo momento. Compromiso: Esforzarnos por perdonar incluso los pequeños o insignificantes detalle, pero siempre desde la fe.

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Lectio Divina. Martes 12 de noviembre de 2019. [Regresar] “Seguir a Cristo es servir a los demás”. Invocación al Espíritu Santo: “Ven, Espíritu creador, visita las almas de los fieles, e inunda con tu gracia los corazones que tú creaste. Ilumíname y hazme conocer lo bueno para obrarlo y lo malo para detestarlo, por el don de la Sabiduría. Intensifica mi vida interior por el don del Entendimiento, Aconséjame en mis dudas por el don del Consejo. Dame la energía necesaria en la lucha contra mis pasiones, por el don de la Fortaleza. Envuelve todo mi proceder en un ambiente sobrenatural, por el don de la Ciencia. Haz que me sienta hijo tuyo en todas las vicisitudes de la vida y acuda a ti, por el don de la Piedad. Concédeme que te venere y ande con cautela en el sendero del bien, guiado por el don del santo Temor a Dios”. Amén. Lectura. Lucas capítulo 17, versículos 7 al 10: Jesús dijo a sus apóstoles: “¿Quién de ustedes, si tiene un siervo que labra la tierra o pastorea los rebaños, le dice cuando este regresa del campo: ‘Entra enseguida y ponte a comer’? ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame de comer y disponte a servirme, para que yo coma y beba; después comerás y beberás tú’? ¿Tendrá acaso que mostrarse agradecido con el siervo, porque este cumplió con su obligación? Así también ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: ‘No somos más que siervos; solo hemos hecho lo que teníamos que hacer’ “. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Jesús incluye esta serie de preguntas y recomendación dentro de una gama de palabras, en versículos anteriores, donde Jesús tiene una fuerte vinculación con la vida comunitaria: evitar las ocasiones de tropiezo para los demás, acrecentar la actitud de perdón, y en estas palabras que son parte de este contexto, invita a tomar conciencia de la fuerza de la fe y el servir con humildad, sabiendo que no somos indispensables sino simples personas que hacen aquello que Dios quiere sin vanagloriarse, el que haya sido por mérito propio. Meditación: Los hombres tendemos a convertir en “heroico” las cosas más ordinarias de nuestro deber. Nos llegamos a considerar “héroes” por llegar puntuales al trabajo o por respetar las señales de tráfico. Los niños creen que se merecen un premio por cumplir con sus deberes escolares... Sólo estamos haciendo lo que debíamos hacer. También como cristianos se nos presenta esta tentación. Aunque nunca lo expresamos así, llegamos a creer que nosotros le hacemos un favor a Dios cuando rezamos, participamos en la Misa dominical, o cuando cumplimos los Mandamientos. Cristo nos ofrece este mensaje para prevenirnos de esta actitud, con la que nos olvidamos de que Él nos ha dado infinitamente más de lo que nosotros podemos ofrecerle. Pero Dios no es un amo déspota y desconsiderado. No pensemos que al final de nuestra vida, después de haber trabajado y luchado sinceramente por Dios, seremos recibidos en el cielo con un seco y frío: “Sólo has hecho lo que tenías que hacer”. Eso lo tenemos que decir nosotros, pero no lo dirá Él. Sus palabras las conocemos: dirá a

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quienes hayan vivido su mensaje: “Venid, benditos de mi Padre...”. Y nos sentaremos con Cristo a gozar del banquete eterno. Oración: Gracias Dios porque con ejemplos sencillos y cercanos te acercas a nuestra miseria y nuestro orgullo para saber que si somos algo, lo somos gracias a ti. Ayúdanos a desterrar de nosotros todo sentimiento de vanidad y vanagloria frente a los hermanos, antes bien ayúdanos a encarnar tu ejemplo de servicio y humildad. Que seamos verdaderos servidores de todos los que nos rodean, sin esperar ser amos sino siervos, especialmente de aquellos más pobres e indefensos de nuestra sociedad. Y que al final solo digamos “somos siervos inútiles; hicimos lo que teníamos que hacer”. Contemplación: Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2235: Los que ejercen una autoridad deben ejercerla como un servicio. “El que quiera llegar a ser grande entre ustedes, será su esclavo” (Mateo capítulo 20, versículo 26). El ejercicio de una autoridad está moralmente regulado por su origen divino, su naturaleza racional y su objeto específico. Nadie puede ordenar o establecer lo que es contrario a la dignidad de las personas y a la ley natural. Compromiso: El día de hoy trataré de hacer favores a los demás aun sin esperar que tengan que pedírmelos, los trataré con docilidad especialmente a aquellos que no me caen muy bien.

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Lectio Divina. Miércoles 13 de noviembre de 2019. [Regresar] El leproso que se salva. Oración inicial: Encomendamos a tu infinito amor este momento de encuentro contigo a través del banquete de tu Palabra, ayúdanos para que este alimento nos fortifique y aliente en el camino de la vida. Por Cristo nuestro Señor. Amén. Lectura. Lucas capítulo 17, versículos 11 al 19: Cuando Jesús iba de camino a Jerusalén, pasó entre Samaria y Galilea. Estaba cerca de un pueblo, cuando le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se detuvieron a lo lejos y a gritos le decían: “¡Jesús, maestro, ten compasión de nosotros!”. Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Mientras iban de camino, quedaron limpios de la lepra. Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias. Ése era un samaritano. Entonces dijo Jesús: “¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios?”. Después le dijo al samaritano: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Lucas cuenta cómo Jesús sana a diez leprosos que acuden a él pidiendo compasión. Solo un extranjero tuvo bastante fe para reconocer la bondad de Dios que actuaba en Jesús. El elogio del samaritano se convierte en un reproche para los del pueblo de Israel, y en un anuncio de entrada para los no judíos en la Iglesia. Meditación: ¡Cuánto se agradece cuando una persona se detiene en la carretera para ayudarnos cuando nuestro coche se ha averiado! “Jamás me había visto antes, sabía que muy probablemente no nos volveríamos a encontrar para que yo le agradeciera este favor... y sin embargo, tuvo el detalle de detenerse para hacerlo.”. Parece obligado que ante este hecho, brote del corazón la gratitud. Pero suele suceder que las personas que saben agradecer las cosas grandes son las que también lo hacen ante pequeños detalles, que podrían pasar inadvertidos. A quien le cede el paso en medio del tráfico, al que sabe sonreír en el trabajo los Reflexión lunes por la mañana, a la persona que atiende en la farmacia o en el banco... Son felices porque les sobran motivos para decir esa palabra que para otros es extraña y humillante. Quien la pronuncia con sinceridad, al mismo tiempo llena de alegría a los demás, y crea “el círculo virtuoso” de la gratitud, en el que cada uno cumple su deber con mayor gusto y perfección.

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Y si estas personas agradecen a los hombres los pequeños favores y detalles, ¡cuánto más a Dios que es quien a través de canales tan variados nos hace llegar todo lo bueno que hay en nuestra vida! ¡Gracias! Es frecuente que nos olvidemos de dar gracias a Dios por los beneficios recibidos. Somos prontos para pedir y tardos para agradecer. A veces las cosas nos parecen tan naturales que no se nos ocurre agradecerlas a Dios: Darle gracias por las maravillas de la naturaleza: del aire que es gratis para todo el mundo. Del agua: ese tesoro de la naturaleza. Dar gracias a Dios por las maravillas del cuerpo humano. De tener ojos: esas maravillosas máquinas fotográficas. De tener oídos: esa maravilla de la técnica. Supongamos que fuéramos ciegos o mudos. Dar gracias Dios por la familia en la que hemos nacido. Quizás tengamos problemas, pero si miramos para atrás veremos tragedias espantosas. Dar gracias Dios por nuestra Patria. Las hay mejores, pero también las hay mucho peores. Supongamos que hubiéramos nacido en Etiopía o en Somalia: donde tantos mueren de hambre. Pero sobre todo darle gracias por la fe. Es el mayor tesoro que podemos tener en la Tierra. Y la principal petición es en ella morir. Tener la suerte inmensa de una santa muerte. Oración: Como esos leprosos del camino te imploramos Señor misericordia y piedad, y pedimos que limpies nuestras vidas manchadas por el pecado. Aumenta en nosotros esa fe que salva y levanta del suelo para que seamos en nuestra vida diaria ocasión de salvación para muchos. Así sea. Contemplación: El Catecismo de la Iglesia nos recuerda: “La fe es necesaria para la salvación. El Señor mismo lo afirma: El que crea se salvará. y el que no crea se condenará”. Contemplemos al Jesús de la fe, pero una fe que da vida y que salva. Una fe que en el camino es necesaria reconocer y acrecentar. Una fe que Jesús pide como mínimo para levantarnos. Compromiso: Comprometámonos a acrecentar la fe en nuestra persona y en los ambientes que nos toca desarrollarnos.

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Lectio Divina. Jueves 14 de noviembre de 2019. [Regresar] “Vivamos desde hoy el Reino de Dios”. Invocación al Espíritu Santo: Te ofrecemos Señor nuestra oración de hijos en tu Palabra. Prepara toda nuestra persona para saber disfrutar de tu Palabra y tu mensaje en nuestras vidas. Por Cristo nuestro Señor. Amén. Lectura. Lucas capítulo 17, versículos 20 al 25: Los fariseos le preguntaron a Jesús: “¿Cuándo llegará el Reino de Dios?”. Jesús les respondió: “El Reino de Dios no llega aparatosamente. No se podrá decir: ‘Está aquí’ o ‘Está allá’, porque el Reino de Dios ya está entre ustedes”. Les dijo entonces a sus discípulos: “Llegará un tiempo en que ustedes desearán disfrutar siquiera un solo día de la presencia del Hijo del hombre y no podrán. Entonces les dirán: ‘Está aquí’ o ‘Está allá’, pero no vayan corriendo a ver, pues, así como el fulgor del relámpago brilla de un extremo a otro del cielo, así será la venida del Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser rechazado por los hombres de esta generación”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: El reino de Dios estaba ya presente en la persona y en la actividad de Jesús. Solo nos queda esperar el día del hijo del hombre. Esta venida según el Evangelio de Lucas será repentina, por eso es necesaria una conversión constante. El Evangelio también subraya la advertencia de los falsos mesianismos. Meditación: El Reino de Dios ya está entre nosotros, aunque no completamente. Está entre nosotros porque Jesús ya ha venido a la tierra y nos ha dejado su presencia. Pero todavía falta algo. Es necesario que el Reino llegue al corazón de cada hombre. Sólo entonces podremos decir que ya ha llegado en toda su plenitud. Jesús advierte que no se trata de un reino de ejércitos, de emperadores, de palacios, etc. sino que es algo mucho más sutil, menos notorio. Es un gobierno sobre los corazones, cuya ley es la caridad y Cristo es el soberano. Dejar que Jesús reine en mi alma significa abrirle las puertas para que Él haga lo que quiera conmigo. Y El solo entra y se queda a vivir si encuentra un alma limpia, es decir, sin pecado. Un alma en pecado es un lugar inhabitable para Dios. Por eso decimos que hay que vivir en continua lucha con nuestro peor enemigo, que es el pecado, porque solo él nos aleja de Dios, la meta de nuestra vida. ¡Cómo sería el mundo si todos los hombres viviesen en gracia, en amistad con Dios! ¡Qué diferentes serían las cosas si todos los países adoptaran el mandamiento de la caridad universal como ley suprema! Entonces, sí que podríamos decir que el Reino de los cielos ha llegado a la tierra.

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Oración: Venga a nosotros tu reino de amor, venga a nosotros tu reino mi Dios. Haz que seamos verdaderos colaboradores de tu reino con nuestro estilo de vida. Haz de nuestras vidas espacios propicios para la extensión de tu reino, de tu amor, de ti Jesús. Así sea. Contemplación: El Catecismo de la Iglesia nos recuerda: “La venida del reino de Dios es la derrota del reino de Satanás… Por la cruz de Cristo será definitivamente establecido el Reino de Dios”. Contemplemos que el Reino de Dios es diferente al Reino que esperan los hombres. Dios establece un reino distinto que tiene como trono la cruz. Compromiso: Hacer presente el Reino de Dios sobre todo en las estructuras sociales que están tan dañadas por el veneno del secularismo. Demos testimonio incluso a pesar de la contracorriente de los reinos de injusticia e indiferencia que en muchos casos encontramos en el mundo de hoy.

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Lectio Divina. Viernes 15 de noviembre de 2019. [Regresar] Venida del hijo del hombre. Oración: Señor, luz que alumbras a todos los hombres, envía tu espíritu y sabiduría para adentrarnos en el misterio de tu amor y entendamos el modo misterioso en que manifiestas tu presencia entre nosotros. Amén. Lectura. Lucas capítulo 17, versículos 26 al 37: Jesús dijo a sus discípulos: “Lo que sucedió en el tiempo de Noé también sucederá en el tiempo del Hijo del hombre: comían y bebían, se casaban hombres y mujeres, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces vino el diluvio y los hizo perecer a todos. Lo mismo sucedió en el tiempo de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, sembraban y construían, pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos. Pues lo mismo sucederá el día en que el Hijo del hombre se manifieste. El que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa, que no baje a recogerlas; y el que esté en el campo, que no mire hacia atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. Quien intente conservar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará. Yo les digo: aquella noche habrá dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro abandonado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra abandonada”. Entonces, los discípulos le dijeron: “¿Dónde sucederá eso, Señor?”. Y Él les respondió: “Donde hay un cadáver, se juntan los buitres”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: De la idea de lo imprevisto y lo repentino se pasa insensiblemente a la idea de la vigilancia, porque no se sabe cuándo vendrá el Señor, por eso es necesario estar preparado. Esta realidad Lucas la presenta ayudado de imágenes y sucesos que en el Antiguo Testamento se dieron, y que no están desligadas de la venida del Hijo del hombre que el pueblo esperaba con ansia. Meditación: En las profecías se suelen utilizar gran cantidad de símbolos y modos de hablar, aunque los detalles concretos solo quedarán claros a medida en que vayan acaeciendo. La última venida del Señor será repentina, inesperada, muchos hombres estarán desprevenidos. Jesús ilustra esta verdad con ejemplos de la Historia Sagrada: como en los días de Noé y como en los de Lot, el juicio divino sobre los hombres vendrá de repente. ¿Cuándo? ¿Dónde? Son las preguntas que hacían los discípulos a Jesús sobre el Reino de los Cielos, y no se daban cuenta de su tozudez y superficialidad. ¿Qué más da cuándo o dónde? No sabemos ni la hora ni el lugar,

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ni tampoco lo necesitamos. Ellos se distraían con esa curiosidad tan humana, y descuidaban los acontecimientos importantes, lo que era el aviso, el mensaje que Cristo nos está comunicando, sirviéndose de estas preguntas. Nos pasa a menudo a los hombres: nos perdemos entre tantos datos, detalles, circunstancias, y no nos damos cuenta de las grandes lecciones que se pasean por nuestras vidas. No somos capaces de profundizar e interiorizar. Cristo nos está exhortando a la vigilancia, a que no descuidemos lo más importante de nuestra vida, que es ganarnos la eterna. Las dificultades nos pueden preocupar o agobiar más o menos, pero de eso no depende nuestra felicidad, ¡y tampoco es lo más importante! Debemos aprender a relativizar los asuntos terrenos de forma que no nos impidan ver el horizonte. Lo realmente importante es que seamos felices, que nos salvemos, que nos encontremos con Dios, y solo eso debe sobresaltar nuestro corazón. Lo demás, ¡no importa! O simplemente, importa menos. Por esto Cristo nos dice que quien pretenda guardar su vida la perderá; y quien la pierda, la guardará, esto es, la engendrará, dará al alma la verdadera vida. Nos está diciendo que quien haga de esta vida el valor fundamental, está cayendo en un gran error: pierde la vida eterna. Por el contrario, quien esté dispuesto a renunciar a las comodidades de este mundo, a perder lo terreno, lo material, a resistir hasta la muerte a los enemigos de Dios y del alma, en esa lucha ganará la eterna felicidad. Pues, ¿de qué me sirve ganar el mundo entero, si pierdo mi alma? Oración: Así como el pueblo de Israel esperaba ansioso la venida del Mesías, la Iglesia espera tu venida final, pero en una actitud de fe con la que reconoce que ya has puesto tu morada entre nosotros. Acrecienta en nosotros esa esperanza para que cuando estemos en tu encuentro gocemos de tus promesas. Así sea. Contemplación: El Catecismo de la Iglesia nos recuerda en el numeral 440: “Jesús reveló el auténtico contenido de su realeza mesiánica en la identidad trascendental del Hijo del Hombre, que ha bajado del cielo, a la vez en su misión redentora como siervo sufriente: El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate. Observemos que la majestuosidad del Hijo del hombre se expresa en la pequeñez del servicio. Sin duda un ejemplo de donación de parte de Dios para los hombres. Compromiso: Ser signos de esperanza con nuestro actuar y nuestro hablar. Dar ese salto del simple optimismo a la espera gozosa que brota de Dios. Reconozcamos la presencia de Dios en esos signos que en ocasiones pueden ser contradictorios y que pensamos que no son queridos por Dios, por ejemplo alguna pena o enfermedad.

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Lectio Divina. Sábado 16 de noviembre de 2019. [Regresar] “Orar sin desanimarse”. Invocación al Espíritu Santo: Señor esperanza de los que confían en ti, ponemos en tus manos este momento de oración contigo, ayúdanos a no desfallecer en la lucha y a ser constantes en la escucha amorosa de tu Palabra siempre viva. Por Cristo nuestro Señor. Amén. Lectura. Lucas capítulo 18, versículos 1 al 8: Para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer, Jesús les propuso esta parábola: “En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Vivía en aquella misma ciudad una viuda que acudía a él con frecuencia para decirle: ‘Hazme justicia contra mi adversario’. Por mucho tiempo, el juez no le hizo caso, pero después se dijo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, por la insistencia de esta viuda, voy a hacerle justicia para que no me siga molestando’ “. Dicho esto, Jesús comentó: “Si así pensaba el juez injusto, ¿creen acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, y que los hará esperar? Yo les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen que encontrará fe sobre la tierra?”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: El evangelista nos da una catequesis sobre la oración. Insiste en la necesidad de orar con insistencia y perseverancia, con la confianza de que Dios escucha las súplicas del hombre. Con esta parábola Lucas conecta el tema de la venida del hombre y la oración. Esta parábola es semejante a la del hombre que pide ayuda a un amigo por la noche, y el cual acepta ayudarlo por el hecho de la insistencia constante. Ambas parábolas nos manifiestan el interés de parte de Dios por quienes se encuentran en problemas. Meditación: Afirman los biblistas que uno de los temas más sobresalientes de todo el evangelio de Lucas es el de oración. Y es verdad. Quizá más que los otros tres, el evangelista médico nos presenta esta faceta de la personalidad de Jesucristo. Y abundan también las enseñanzas de nuestro Señor sobre este argumento. Hace algunos meses reflexionábamos en el Padrenuestro, en la parábola del amigo inoportuno y en la exhortación de Jesús a la oración confiada y perseverante al Padre celestial. Y ahora vuelve nuevamente sobre el tema en este Reflexión domingo, hablándonos de la parábola del juez inicuo y de la viuda. Es muy interesante lo que nos dice el mismo san Lucas al inicio de esta exhortación: “Jesús –nos refiere— para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola”. El objetivo

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está bastante claro: quiere enseñarnos a orar siempre y con perseverancia, y a no cansarnos ante las dificultades, incluso cuando parezca que Dios no escucha nuestras plegarias. Esta historia resulta bastante sugerente. Nuestro Señor nos presenta a un juez inicuo, sin escrúpulos, despreocupado, injusto y sin ningún temor de Dios ni de los hombres. Y había también una pobre viuda, que acudía a él con frecuencia y le pedía que le hiciera justicia. El juez, altanero e irresponsable, al principio se negó y le dio largas al asunto. “¡Total, se trata de una pobre mujer, y además viuda!” –tal vez pensaría ese juez injusto—. En Israel, como en todo el antiguo Oriente, los huérfanos y las viudas eran el símbolo de la debilidad, pues no contaban con un padre o un esposo que pudiera protegerlos y velar por ellos. Tal vez por eso aquel juez se sentía seguro en su indolencia. Sin embargo, aquella mujer le seguía insistiendo. Y es impresionante la descripción que nos hace Jesús de ese juez: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres –se dijo— como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara”. Y es el mismo Señor quien pondera la actitud y la respuesta de este desalmado. Y enseguida viene la pregunta y la aplicación de Jesús: “pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan de día y de noche? ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar”. Está claro que Dios escuchará nuestras plegarias solo si nosotros somos perseverantes y no nos cansamos de presentarle nuestras peticiones. Por supuesto que Dios no se identifica, absolutamente, con ese juez. La parábola nos impresiona por el contraste: si aquél, siendo tan canalla, atiende a la viuda porque se lo pide hasta hartarlo, ¿cómo no hará caso nuestro Padre celestial a las súplicas que le dirigimos, si Él es infinitamente bueno y generoso? Pero cabría ahora preguntarnos si nosotros, efectivamente, somos perseverantes en la oración, o si desistimos después de dos o tres intentos. Se cuenta que un joven sacerdote que trabajaba en una parroquia cercana a Ars, fue un día a desfogarse con el santo Cura y a expresarle toda su amargura porque, no obstante todo el trabajo pastoral que realizaba solo veía escasos frutos en las almas. Y se lamentó: “¡He hecho todo lo posible, pero no veo ningún fruto!”. A lo cual, el cura de Ars le respondió: “¿Has hecho realmente todo lo posible? ¿De verdad rezas con toda el alma a Dios? ¿Has pasado noches en oración pidiendo al buen Dios que te ayude?”. Debemos aprender la lección. Tal vez nos contentamos con pedirle a Dios una o dos veces aquello que necesitamos, y ya. Pero Jesús nos enseña una cosa muy distinta. Nos viene casi a decir que Dios quiere que lo “hartemos” con nuestras súplicas; que Él quiere que insistamos en la oración y no nos preocupemos si podemos resultarle “cansones”, pues así probamos la fe, la confianza y el amor filial que le tenemos. Pero, para ello, necesitamos de una fe muy grande y viva en Dios nuestro Padre; y una fe en que, aquello que le pedimos, nos lo va a conceder. Y es lo que Jesús nos dice al final del evangelio de hoy: “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”. Es una pregunta muy fuerte e impresionante. Al menos, ¿tenemos nosotros esa fe que nos pide nuestro Señor? ¿es tan grande nuestra fe que es capaz de iluminar las tinieblas del mundo en que vivimos y de alimentar la fe de los demás? Ojalá que sí. Pidámosle hoy a Jesús esa gracia. Oración: Si nosotros que somos malos como el juez, buscamos la justicia, y deseamos por lo menos hacer el menos mal a los demás, ayúdanos a saber experimentar tu presencia entre nosotros y a mantenernos constantes en la oración. Así sea. Contemplación:

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El Catecismo de la Iglesia nos recuerda: “La tradición ha conservado tres expresiones principales de la vida de Oración: la oración vocal, meditación y oración de contemplación. Tienen un rasgo común: el recogimiento del corazón”. Contemplemos que la oración es el mejor modo de estar preparado, esto no quiere decir que estemos en un relajamiento en la acción, sino que la oración es el motor de toda la vida personal, familiar y eclesial. Compromiso: Orar por lo menos cinco minutos al día, ya sea de manera personal o familiar, de tal forma que se convierta en un hábito y en una actitud de espera amorosa para el encuentro con el Hijo del hombre.

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Lectio Divina. Domingo 17 de noviembre de 2019. [Regresar] Si perseveran se salvarán. Oración: Envíanos Señor tu gracia para que inspire nuestras acciones y guie nuestros pasos en la búsqueda de la verdad. Alienta nuestra vida de fe para comprender tu Palabra, pero sobre todo para encarnarla en nuestras vidas. Por Cristo nuestro Señor. Amén. Lectura. Lucas capítulo 21, versículos 5 al 19: Como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, Jesús dijo: “Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido”. Entonces le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?”. Él les respondió: “Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: ‘Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado’. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin”. Luego les dijo: “Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles. Pero antes de todo esto los perseguirán a ustedes y los apresarán; los llevarán a los tribunales y a la cárcel, y los harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Con esto darán testimonio de mí. Grábense bien que no tienen que preparar de antemano su defensa, porque yo les daré palabras sabias, a las que no podrá resistir ni contradecir ningún adversario de ustedes. Los traicionarán hasta sus propios padres, hermanos, parientes y amigos. Matarán a algunos de ustedes y todos los odiarán por causa mía. Sin embargo, no caerá ningún cabello de la cabeza de ustedes. Si se mantienen firmes, conseguirán la vida”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: La predicación de la ruina del templo suscita una pregunta “¿Cuándo sucederá eso y cuál es la señal de que está para suceder?”. La respuesta de Jesús es lo que constituye en Lucas el “discurso escatológico” que combina al menos tres motivos específicos: La destrucción del templo, la venida del Hijo del Hombre y el fin del mundo. Pero es importante aclarar que, según la orientación que le da Lucas no es exactamente un signo del final de los tiempos. Lo importante es que los discípulos se preparen para no aceptar los falsos mesías, y para soportar la violencia y la persecución que ha de venir. Esto ha de ser una magnífica oportunidad para dar testimonio. Meditación:

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Hoy conoceremos que la Resurrección de Jesús nos abre el paso a nuestra nueva vida resucitada. Podemos hacer vida la Palabra de Dios, a través de un compromiso de amor y alegría con los demás. Estamos acostumbrados a ver la vida desde la perspectiva humana sin Dios. A todo le queremos dar una explicación humana, científica, técnica, y hemos dejado a un lado lo espiritual, lo sobrenatural de nuestra vida, pero hay cosas, como el sentido de muerte, que solo se pueden explicar a nivel sobrenatural. En todos los tiempos han existido personas que no quieren creer. Gente que no acepta la palabra de Dios con sencillez y confianza. Viene de Dios y así es, aunque yo no entienda. Se trata de personas que quieren entenderlo todo con su inteligencia. El mundo es muy complejo y nuestra cabeza sola no es capaz de alcanzar todo lo que implica. Mucho menos vamos a comprender cómo y por qué Dios ha hecho las cosas. La fe, que nos ayuda a creer que es cierto lo que Dios nos dice, es un gran regalo que recibimos de Dios; pero nosotros tenemos la responsabilidad de cuidarlo y hacerlo dar frutos, porque también podemos rechazarlo y perderlo. La Virgen María es un gran ejemplo de sencillez, de confianza en Dios, de amor a Dios, de una gran fe entre otras cosas. Muchas de las personas que no han sabido vivir en la fe, tratan de justificarse haciendo reflexiones rebuscadas y tratando de ponerle “trampas” a Dios. Esperan que la gente reconozca que ellos y no Dios, tienen la razón. Tal es el caso de estos saduceos que querían confundir a Jesús. Hay que tener cuidado cuando escuchemos a esas personas, porque hay muchos que nos pueden enredar con sus palabras y alejar de la fe, del camino que Dios ha elegido amorosamente para nosotros. Jesús no se enoja con los saduceos. Jesús los ama y les da una respuesta que les abre los ojos a la verdad y a la vida en Dios. La Resurrección nos libra de la muerte. Los cristianos somos hijos de Dios, con un destino eterno, hijos de la Vida, hijos del Amor. Nuestra religión es de vida, es de amor. Se trata de comunicar esta vida, y así amar y prepararnos para la vida eterna. “Hay un doble aspecto en el misterio pascual: por su muerte(Cristo ) nos libera del pecado, por su Resurrección nos abre el acceso a una nueva vida. Esta es, en primer lugar, la justificación que nos devuelve la gracia de Dios a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos...así también nosotros vivamos una nueva vida. Consiste en la victoria sobre la muerte y el pecado y en la nueva participación en la gracia. Realiza la adopción filial, porque los hombres se convierten en hermanos de Cristo.” (CEC 654). Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven. Dios es vida, no solo es el Creador de todo cuanto existe. Si nosotros somos sus hijos, participamos de su misma vida, de su amor. Nuestra Iglesia es, por tanto la Iglesia viva. Nuestra vivencia no debe limitarse solo al cumplimiento frío de una serie de reglas y normas morales, sino que debe ser la misma vida y amor de Dios fluyendo por nuestras venas. Alguien que no ama, no se parece a Dios, no cumple con su misión, no vive realmente; porque Dios es Amor (1 Jn 4,8). Acudir a la Eucaristía, a Dios vivo, nos hace partícipes del amor de Cristo a nosotros. Oración: Señor sabemos que todo lo que recibimos, lo recibimos de ti, y que lo que de bueno podamos hacer es por gracia de Dios. Ayúdanos a ser perseverantes desde la fe, y sobre todo en los momentos difíciles de la vida cristiana y humana. Así sea.

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Contemplación: El Catecismo de la Iglesia nos recuerda: “La fe es un don gratuito de Dios que hace al hombre. Este don inestimable podemos perderlo; San Pablo advierte de ello a Timoteo: “combate el buen combate, conservando la fe y la conciencia recta; algunos, por haberla rechazado, naufragaron en la fe”. Para vivir, crecer y perseverar hasta el fin en la fe debemos alimentarla con la Palabra de Dios; debemos pedir que Dios la aumente…” (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 162). Contemplemos que si queremos ser perseverantes en la fe hemos de acudir a la Palabra de Dios que es alimento en el camino, es la que nutre la vida de fe de los cristianos. Compromiso: Luchar cada día sin desfallecer en el esfuerzo por ser mejores personas y mejores cristianos, y para ello, acerquémonos por lo menos en algún momento del día a la Palabra de Dios, ya sea en los sacramentos o en una lectura personal.

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Lectio Divina. Lunes 18 de noviembre de 2019. [Regresar] Jesús camina sobre las aguas. Oración: Señor, nuestra fe y confianza en Ti es débil y necesita crecer. Ayúdanos para que sepamos descubrirte en todo lo que nos rodea y que al contemplar las maravillas del mundo que has creado para nosotros seamos capaces de reconocer tu presencia en ellas y así, nuestra fe sea más sincera y llena de confianza en Ti. Espíritu Santo, fuente de luz: ilumínanos. Lectura: Mateo capítulo 14, versículos 22 al 33: Inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba él solo allí. Entretanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían: “¡Es un fantasma!”. Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida: “Tranquilícense y no teman. Soy yo”. Entonces le dijo Pedro: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua”. Jesús le contestó: “Ven”. Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: “¡Sálvame, Señor!” Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”. En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús, diciendo: “Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: La barca en que navegaban los discípulos es imagen de la Iglesia y el desconcierto que experimentan ante la tempestad se convierte en el reconocimiento de Jesús como el Hijo de Dios. Ese encuentro ofrece también la actitud de Pedro que representa la de los demás discípulos, la cual debe ser la nuestra también: solo confiando en Dios, podremos avanzar en medio de las tempestades de la vida. Meditación: Se cuenta que en una ocasión un grupo de norteamericanos fue de peregrinación a Tierra Santa. Y estando ya a orillas del mar de Galilea, extasiados por la belleza del lugar, expresaban su alegría incontenible al contemplar ese lago que tantas veces había visto nuestro Señor con sus propios ojos y en cuyas aguas había navegado junto con sus discípulos. Y deciden embarcarse y hacer una breve travesía. Los que alquilaban las barcas –que eran judíos muy “judíos”– pensaron que con esos turistas harían su agosto: –”Queremos ir a Cafarnaúm en barca”– les dicen los americanos. Las distancias del lago no son muy grandes y con un bote de motor se hace hoy en día en una media hora. –”Pues el viaje les cuesta 700 dólares”–les contestan. Al ver el espanto de los peregrinos por

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el precio tan alto, añaden los dueños de la barca: –”Amigos, es que este lago es muy especial. Sobre estas aguas caminó Jesús”–. Y, sin pensarlo dos veces, comentan los visitantes: –”¡Pues claro, con ese precio no nos extraña!”. Bueno, dejando la broma aparte, es un hecho que Jesucristo nuestro Señor anduvo sobre las aguas de este mar de Galilea en más de una ocasión. Por la fuerza de la rutina, estamos acostumbrados a escucharlo y ya no nos causa demasiada impresión. Pero, imaginémonos a Cristo caminando sobre las aguas... ¡Era algo sumamente extraordinario y prodigioso! Tanto que sus discípulos –nos narra el Evangelio– “se turbaron y se pusieron a gritar pensando que era un fantasma”. Sí. Cristo tenía unos poderes sobrenaturales y divinos. Era el Señor de la naturaleza y toda ella le obedecía: el viento, los mares, las enfermedades y hasta la misma muerte. Todo le está sometido. El Reflexión domingo pasado veíamos cómo Jesús multiplicaba cinco panes y dos peces para dar de comer a una inmensa multitud. Y en el Evangelio de hoy camina sobre las aguas, hace caminar también a Pedro sobre el mar y aplaca la tempestad con su sola presencia. ¡Éste es Jesús: nuestro Señor, nuestro Rey, nuestro Dios todopoderoso! Con Él, ¿qué podemos temer? Jesús, en medio de la tempestad, anima a sus apóstoles atenazados por el miedo: “Tened confianza. Soy yo. No temáis.”. ¡Qué seguridad nos infunde este Cristo Señor y disipa todos nuestros temores, miedos, angustias, desesperaciones! Sólo Él puede llenarnos de confianza cierta. ¡Y cuánto lo necesitamos en nuestra vida de todos los días! Pero Pedro, que todavía no acababa de creérselo del todo, le dice, con un cierto tono de desafío y de respeto: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre las aguas”. Y Cristo, ni corto ni perezoso, le cumple su “caprichito”: “Ven”. Una sola palabra. Un monosílabo. Y eso fue suficiente para que Pedro saliera disparado, como una flecha, fuera de la barca. Comienza a andar, también él, sobre las aguas. Pero, fíjate lo que viene a continuación: ¡Pedro comienza a hundirse! ¿Qué fue lo que pasó si ya prácticamente se había hecho el milagro? Que Pedro dudó, desconfió del Señor, dejó de mirar a Cristo y comenzó a mirarse a sí mismo y la fuerza del viento, y fue cuando todo se vino abajo: “Viendo el viento fuerte –nos dice el Evangelio– temió y, comenzando a hundirse, gritó: Señor sálvame”. Jesús lo coge entonces de la mano y le reprocha con dulzura su desconfianza: “Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?”. Y es que para nuestro Señor es mucho más milagro que tengamos fe, que confiemos siempre en Él, ciegamente, a pesar de todos los obstáculos y adversidades de la vida, que hacernos caminar sobre los mares. Y esta era la lección que nos quería dejar: la necesidad de la FE y de una confianza absoluta en su gracia y en su poder. ¡Esa es la verdadera causa de los milagros! Cuando Jesús iba a obrar cualquier curación –pensemos en el paralítico, en el leproso, en el ciego de nacimiento, en la hemorroísa, en la resurrección de la hija de Jairo, en el siervo del centurión y en muchos otros más– la primera condición que pone es la de la fe y la confianza en Él. Y precisamente así termina este pasaje del lago: “Ellos se postraron ante Él, diciendo: Verdaderamente, tú eres Hijo de Dios”. Una maravillosa profesión de fe. Si nosotros tenemos fe en Jesús, no solo caminaremos sobre las aguas gratis, sin necesidad de una barca o de un salvavidas –y sin pagar 700 dólares–, sino que seremos capaces de cosas aún mucho más importantes... ¡Con Jesús todo lo podemos! Oración: Es el momento de convertir en oración lo que el Señor nos ha transmitido a través del texto evangélico. Nuestra fe, en ocasiones es azotada por los vientos contrarios a nuestras propias fuerzas: la incertidumbre se apodera de nosotros y como Pedro, dudamos a pesar de saber que Tú estás cerca de nosotros. Quizá también merecemos ese reproche por nuestra falta de fe y confianza en Ti, Señor, pero ante todo queremos pedirte que aumentes

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nuestra fe que titubea ante los problemas que se nos presentan y que día con día crezcamos en la intimidad y el diálogo contigo. Contemplación: Podemos concluir en que este texto es una invitación a crecer en nuestra fe, la fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por Él (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 153); en la fe, la inteligencia y la voluntad humana cooperan con la gracia divina (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 155), y es más cierta que todo conocimiento humano porque se funda en la Palabra misma de Dios, que no puede mentir (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 157), y el hombre, al creer, debe responder voluntariamente a Dios (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 160), pues sin la fe es imposible agradar a Dios (Hebreos capítulo 11, versículo 6). Compromiso: Terminamos esta Lectio Divina, reunidos en oración y colocando una vela al centro, mientras recitamos el Credo meditando profundamente cada palaba que decimos, pidiendo al Señor que nuestra fe se renueve día con día.

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Lectio Divina. Martes 19 de noviembre de 2019. [Regresar] “Cristo quiere hospedarse en tu casa”. Invocación al Espíritu Santo: Ven Espíritu Santo, Espíritu de paz y de unidad, que nos haces hablar una misma lengua, que llevarás a cumplimiento todo lo que Jesús nos prometió. Eres el Espíritu de las promesas hechas desde antiguo por Dios y renovadas por Jesús, el Hijo Primogénito del Padre. Ven Espíritu Santo pues sabemos que habitas en la Iglesia, que hablaste por los profetas, que nos resucitará para una vida sin fin. Ven Espíritu Santo, Señor y dador de vida. Lectura. Lucas capítulo 19, versículos 1 al 10: Jesús entró en Jericó, y al ir atravesando la ciudad, sucedió que un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de conocer a Jesús, pero la gente se lo impedía, porque Zaqueo era de baja estatura. Entonces corrió y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por ahí. Al llegar a ese lugar, Jesús levantó los ojos y le dijo: “Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa”. Él bajó enseguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, comenzaron todos a murmurar diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”. Zaqueo, poniéndose de pie, dijo a Jesús: “Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más”. Jesús le dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también él es hijo de Abraham, y el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Encontramos en este pasaje uno de los temas principales en el evangelio de Lucas, que es la conversión y sus exigencias. Jesús se muestra una vez más como el que ha venido a salvar lo que estaba perdido. Zaqueo se encuentra con Jesús y este le trasforma por completo, esta experiencia de conversión es repetida a diario por aquellos que cambian su vida después de encontrarse con Jesús, por eso en Zaqueo se representa no solo a uno sino a todo nosotros que necesitamos de esa conversión diaria. Meditación: Zaqueo que era un hombre pecador se encuentra con Jesús. Pero este encuentro no sucede de manera fortuita, sino que nace de la curiosidad de este hombre, que seguramente admiraba a Jesús en secreto. Al pasar Jesús por Jericó había mucha gente reunida con la esperanza de ver cómo era ese profeta del que tanto se oía. Uno de ellos era Zaqueo, hombre de mala reputación, ya que se dedicaba a cobrar impuestos y además era muy rico. Su baja estatura le impedía ver a Jesús. Entonces corrió adelantándose para subirse a un árbol y desde ahí poder contemplar a Jesús en el momento en que pasara. Y al pasar Jesús miró hacia arriba y le dijo “Zaqueo, baja enseguida, pues hoy tengo que quedarme en tu casa”. Él bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Y todo el pueblo murmuraba: “Se ha ido a casa de un rico pecador”. Zaqueo dijo resueltamente a Jesús: “Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres y a quien le haya exigido algo injustamente le devolveré cuatro veces más”.

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Jesús le contestó: “Hoy ha entrado la salvación a esta casa, pues también este hombre es un hijo de Abraham. El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”. Cuán transformante habrá sido el encuentro de Zaqueo con Jesucristo para que este hombre decidiera corregir el rumbo de su vida. Probablemente desde el momento en que Zaqueo con tanto interés buscó a Jesús, sabía que su modo de actuar no era el correcto y sabía que conocer a ese profeta le cambiaría la vida, aunque esto tuviera muchas consecuencias. Zaqueo al subir al árbol, vence el respeto humano. Pone los medios necesarios para un encuentro cara a cara con el Señor. No imaginó que Jesucristo le pediría hospedarse en su casa. Y bajó del árbol rápidamente y lo recibió con alegría. Qué actitud tan hermosa la de Zaqueo, que conociendo sus pecados, acepta al Señor y atiende rápidamente a su petición. Todos los cristianos podemos imitar esta actitud de prontitud ante los reclamos del Señor y una prontitud alegre, porque no hay mayor motivo de felicidad y alegría que Jesús nos llame y lo hace todos los días. Zaqueo no podía seguir siendo el mismo después de conocer personalmente a Cristo. Decide restituir a toda persona que haya engañado. Y Cristo, que conoce el corazón de cada hombre, le da la buena noticia: “Hoy la salvación ha entrado a su casa”. Oración: Que me dé cuenta de que es lo que me impide acercarme a ti Jesús, que me dé cuenta cual es mi impedimento espiritual, pues, solo siendo consciente de esto, podré recibirte en mi hogar, en mi corazón, como lo hizo Zaqueo. Que mi disposición a recibirte sea Señor sin fingimiento, no un acto de cortesía, sino que sea una actitud de verdadero júbilo cuando llega la salvación a esta casa. Tú nunca rechazas al pecador, por eso te pido que al llegar a este hogar, a mi corazón trasformes desde lo más profundo su pecado sobre todo aquel más difícil de quitar. Contemplación: Catecismo de la Iglesia Católica numerales 1425, 1451 y 1459: Hoy se nos presenta un pasaje en el que se advierte la conversión de un pecador, sería muy fructífero que también nosotros hoy sintiéramos esa necesidad de una conversión, que nos demos cuenta de nuestro pecado cometido a diario. El Catecismo de la Iglesia católica nos enseña que la conversión es un “Don del Espíritu Santo que da al pecador, es como nos enseña el catecismo, el primer paso de un pecador en este acto de conversión, la contrición: un dolor del alma y una detestación del pecado cometido, con la resolución de no volver a pecar” y otros de los pasos principales es el que resulta de esta conversión, es el de La Satisfacción o penitencia: Pues muchos pecados causan daño al prójimo. Es preciso hacer lo posible para repararlo. La simple justicia exige esto” el cual nos lleve al pecado a reflexionar que “Muchos pecados y colocando esta enseñanza en el plano del evangelio que nos está invitando a dejar entrar a Cristo en nuestra casa, para que del encuentro con él, se provoque este cambio de vida interior. “Es preciso darse cuenta de la grandeza del Don de Dios, para comprender hasta qué punto el pecado es algo que no debe caber en aquel que “se ha revestido de Cristo”. Compromiso: Hoy reconoceré mis propias limitaciones, y como signo de mi deseo de adhesión a Cristo haré un examen de conciencia poniendo atención en aquellos pecados cometidos contra mi hermano, familiares o amigos, en los cuales fui injusto y si es posible haré algo en favor de ellos.

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Lectio Divina. Miércoles 20 de noviembre de 2019. [Regresar] “Invitados a la fidelidad”. Invocación al Espíritu Santo: Rey celeste, Espíritu Consolador, Espíritu de Verdad, que estás presente en todas partes y lo llenas todo, tesoro de todo bien y fuente de la vida, ven, habita en nosotros, purifícanos y sálvanos, Tú que eres bueno. Lectura. Lucas capítulo 19, versículos 11 al 28: Como ya se acercaba Jesús a Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a manifestarse de un momento a otro, Él les dijo esta parábola: “Había un hombre de la nobleza que se fue a un país lejano para ser nombrado rey y volver como tal. Antes de irse, mandó llamar a diez empleados suyos, les entregó una moneda de mucho valor a cada uno y les dijo: “Inviertan este dinero mientras regreso”. Pero sus compatriotas lo aborrecían y enviaron detrás de él a unos delegados que dijeran: “No queremos que este sea nuestro rey”. Pero fue nombrado rey, y cuando regresó a su país, mandó llamar a los empleados a quienes había entregado el dinero, para saber cuánto había ganado cada uno. Se presentó el primero y le dijo: “Señor, tu moneda ha producido otras diez monedas”. Él le contestó: “Muy bien. Eres un buen empleado. Puesto que has sido fiel en una cosa pequeña, serás gobernador de diez ciudades”. Se presentó el segundo y le dijo: “Señor, tu moneda ha producido otras cinco monedas”. Y el señor le respondió: “Tú serás gobernador de cinco ciudades”. Se presentó el tercero y le dijo: “Señor, aquí está tu moneda. La he tenido guardada en un pañuelo, pues te tuve miedo, porque eres un hombre exigente, que reclama lo que no ha invertido y cosecha lo que no ha sembrado”. El señor le contestó: “Eres un mal empleado. Por tu propia boca te condeno. Tú sabías que yo soy un hombre exigente, que reclamo lo que no he invertido y que cosecho lo que no he sembrado, ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco para que yo, al volver, lo hubiera recobrado con intereses?”. Después les dijo a los presentes: “Quítenle a este la moneda y dénsela al que tiene diez”. Le respondieron: “Señor, ya tiene diez monedas”. Él les dijo: “Les aseguro que a todo el que tenga se le dará con abundancia, y al que no tenga, aun lo que tiene se le quitará. En cuanto a mis enemigos, que no querían tenerme como rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia”. Dicho esto, Jesús prosiguió su camino hacia Jerusalén al frente de sus discípulos. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Para comprender el texto es importante que tengamos en cuenta que esta parábola contiene grandes semejanzas con la de los talentos de Mateo capítulo 25, versículos 14 al 30. Pero en aquella el evangelista hace más

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hincapié en la actitud del criado pasivo que por temor a Señor prefiere guardar íntegros los talentos. Pero en esta, Lucas no solo fija su atención en el mal criado, también resalta el juicio al que serán sometidos todos los discípulos en la venida final de Cristo. Es una llamada a trabajar incansablemente por el reino en esta etapa intermedia, que cada vez aparece con más claridad como el tiempo de la Iglesia. Meditación: Esta meditación está dedicada a los pequeños de la casa; a los niños. Porque nos ayuda a valorar la importancia que tiene este periodo de la vida para los planes de Dios. Un niño no tiene que dirigir una empresa, pero tiene una tarea escolar que debe cumplir. No sabe qué es la Constitución de su país, pero tiene unos padres a los que debe obedecer. Porque, de lo que aprenda ahora, aunque sean cosas pequeñas, dependerá todo su futuro. Así dice la parábola de los talentos (o las minas). Si un niño es capaz de sacar adelante sus compromisos de niño será una garantía para cuando sea adulto. Porque cuando sea mayor, se le pondrá al frente de “diez ciudades” y las gobernará con la misma fidelidad con la que hoy hace su cama, ayuda a las tareas del hogar, mantiene su habitación limpia y ordenada, etc. Por tanto, no hay que despreciar las cosas pequeñas. Todo es importante en esta vida. Y las personas no cambian de la noche a la mañana, sino que se forjan día a día. El niño que no reza las oraciones de la noche a la Virgen o no va todos los Reflexión domingos a Misa, ¿cómo puede esperar que lo hará cuando sea adulto? Oración: Yo he recibido dones de tu parte Señor, por amor gratuito, dones que debo poner a trabajar, sobre todo en el servicio a los hermanos, que es de donde más se extraen ganancias, ganancias para la vida eterna, la recompensa del Padre. Que ofrezca mis cualidades en favor de la construcción del reino, pero también para que ellos mismos me ayuden a producir el doble, en la fidelidad y no me hagan titubear en el camino de la fe. Contemplación: Los dones confiados por el Padre a todos nosotros deben de motivarnos a ser siempre fieles a la misión que se recibe, por eso hoy “más que nunca estamos llamados a ser misioneros de Jesús, desde las cualidades recibidas, cumplir con esta misión no es una tarea opcional, sino parte integral de la identidad cristiana, porque esto es la parte que nos corresponde, es el testimonio el que nos corresponde, esa es nuestra vocación” ya que estamos esperando la vuelta de Cristo, necesitamos ser fieles y tratar de no esconder dentro de un pañuelo esta misión recibida, pues Jesús nos lo dice; vendrá el día del Juicio. “Entonces, se pondrá a la luz la conducta de cada uno y el secreto de sus corazones. Entonces será condenada la incredulidad culpable que ha tenido en nada la gracia ofrecida por Dios”. Compromiso: Tengo que darme cuenta cuál es el don recibido del Padre en mi persona y después tengo que poner al servicio de los demás este don. Hacer producir quiere decir que tengo que volcarme en mi responsabilidad en ayudar al necesitado.

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Lectio Divina. Jueves 21 de noviembre de 2019. [Regresar] Jesús llora por los que no aceptamos su mensaje. Invocación al Espíritu Santo: Ven, Espíritu Santo, para enseñarnos a orar y saber decir “Jesús”; proclamar su testimonio con la palabra y la vida, y para que grabes en nosotros la imagen viva de Cristo. Ven, Espíritu Santo, Sé nuestro mejor perfume, nuestra alegría secreta, nuestra fuente inagotable, nuestro sol y nuestra hoguera, nuestro aliento y nuestro viento, nuestro huésped y consejero. Ven, Espíritu Santo. Ven, Espíritu amigo. Ven. Lectura. Lucas capítulo 19, versículos 41 al 44: Cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén y contempló la ciudad, lloró por ella y exclamó: “¡Si en este día comprendieras tú lo que puede conducirte a la paz! Pero eso está oculto a tus ojos. Ya vendrán días en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán y te atacarán por todas partes y te arrasarán. Matarán a todos tus habitantes y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no aprovechaste la oportunidad que Dios te daba”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: En la lectura de este pasaje es necesario que tengamos en cuenta cual es el momento en el que ocurre esta exclamación, Jesús ha entrado a la ciudad de Jerusalén, un momento triunfal en el que el pueblo proclama con alegría al rey que viene, aunque aparece con un mesías pacífico y no un mesías triunfalista. En medio de este momento triunfal brota, sin embargo de su boca palabras de condena contra Jerusalén, porque no ha sabido reconocer la salvación venida de Dios. Meditación: Jesús también lloraba, igual que tú. Tenía sentimientos, se alegraba con las buenas noticias de sus discípulos y se entristecía con la muerte de su amigo Lázaro. Igual que nosotros. Por eso conoce perfectamente el corazón humano, pues Él pasó por los mismos estados de ánimo que experimentamos nosotros. Aquí le vemos llorar por Jerusalén, la ciudad del pueblo elegido, con quien Dios estableció su Alianza. Desde hacía siglos había escogido a Abrahán y a sus descendientes, confió a Moisés la misión de sacar al pueblo de la esclavitud, le dio un Decálogo, le guio con amor, le envió profetas y le preparó para la venida de su Hijo. ¡Cuánto esperaba Dios de ese pueblo! Sin embargo, vino Jesús a este mundo “y los suyos no le recibieron”. La historia de Israel puede ser muy bien nuestra historia. El Señor pensó en cada uno de nosotros y nos dio la vida a través de nuestros padres. Luego nos hizo sus hijos adoptivos en el Bautismo. Y no ha cesado de derramar gracias para que seamos santos... Sin embargo, somos como la Jerusalén por la que Jesús lloró: fríos, insensibles a todos estos dones. ¿Cuántas veces meditamos en el sacrificio que hizo Jesús en la cruz por nuestros pecados (los de cada uno)?

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Hoy intentaremos no ser el motivo de las lágrimas de Jesús. Vamos a acogerle y a poner en práctica su mandato -el de la caridad con todos-, pidiéndole que perdone nuestras infidelidades y nos dé a conocer “su mensaje de paz”. Oración: Que nuestros ojos estén completamente abiertos, para que reconozcamos tu presencia que se hace palpable por medio de tantos signos, signos de amor que nos muestran que la salvación está en Jesús, signos que nos ayudan a proclamar en nuestra vida y con nuestras acciones el reinado de Dios sobre el mal, sobre el pecado y sobre nuestra falta de amor. Que nuestra falta de fe no sea motivo de nuestra propia destrucción, como pasó con la ciudad de Jerusalén, que más bien sepamos reconocer que sales a nuestro encuentro, para que Tú que eres camino de paz, seas nuestra mayor seguridad. Contemplación: Jerusalén al cerrarse a la gracia y la salvación por causa de su pecado provocó su destrucción, nosotros podemos cerrarnos también a esa gracia cuando seguimos ciegos a la salvación ofrecida por parte de Jesús. El mensaje de la paz que Cristo ofrece al mundo no debe de quedar vacío, tiene que ser vivido, “La paz terrenal es imagen y fruto de la paz de Cristo, el “príncipe de la paz” mesiánica (Isaías capítulo 9, versículo 5) (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2305). Por la sangre de su cruz dio muerte al odio en su carne, reconcilio a Dios con los hombres e hizo de su Iglesia sacramento de unidad” y por eso para vivir esta paz de Cristo, necesitamos ser trasformados en él cómo personas, familias y comunidades. Compromiso: No cerrarnos a la gracia que Dios me está ofreciendo hoy, que haga la paz con mi hermano, aquel con el que estoy enemistado. Así será la manera en la que reconozco que Jesús en perdón y camino de paz.

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Lectio Divina. Viernes 22 de noviembre de 2019. [Regresar] Purificación del templo. Invocación al Espíritu Santo: Recibe, ¡oh Espíritu Santo!, la consagración de todo mi ser, que hago en este día para que te dignes ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones: mi director, mi Luz, mi Guía, mi Fuerza y todo el Amor de mi corazón. Yo me abandono sin reservas a tus divinas operaciones y quiero ser siempre dócil a tus santas inspiraciones. ¡Oh Espíritu Santo!, dígnate formarme con María y en María según el modelo de nuestro amado Jesús. Lectura. Lucas capítulo 19, versículos 45 al 48: Jesús entró en el templo y comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban allí, diciéndoles: “Está escrito: Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones”. Jesús enseñaba todos los días en el templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los jefes del pueblo, intentaban matarlo, pero no encontraban cómo hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Probablemente este relato esté basado en el de Marcos, pero a diferencia de este, Lucas hace que la purificación del templo se convierta en el objetivo de la entrada en Jerusalén que era seguida atentamente por el pueblo, pero rechazada por sus dirigentes. La vida cotidiana del pueblo giraba en torno al templo, allí su sucede el sanedrín, aquellos que regulaban casi todos los asuntos de tipo religioso e incluso político. Siempre recibía las constantes peregrinaciones, sobre todo en las principales fiestas, como la pascua. Meditación: El pasaje de hoy nos muestra una cara de Jesús muy sorprendente. Tras haber llorado por Jerusalén, parece contradictorio contemplar un primer momento de ternura y otro de dureza casi seguidos en el tiempo. Los sumos sacerdotes, los escribas y notables del pueblo saben muy bien de qué se trata todo esto y quieren quitarlo de en medio, que no les paralice ni boicotee sus negocios. Parece que Jesús se enfada con mercaderes y vendedores, y en parte es así. Pero su enfado no viene por su profesión, su enfado no va dirigido a los de fuera del templo, va dirigido a los de dentro. Esto que parece una apreciación sin importancia la tiene y mucha, pues el mensaje que Jesús quiere transmitir va encaminado a cada uno de nosotros. Sí, a cada uno de los cristianos que vamos a visitar el templo, a cada uno de los sacerdotes y religiosos que sirven de manera especial al Señor y a cada uno de los que llevan la iglesia con una responsabilidad mayor y de dirección. El mensaje es único: “ mi casa es casa de oración “. ¿Qué querrá decirnos Jesús con esto? Quizás esté pensando en las personas que muchas veces usamos la iglesia como medio para nuestros intereses, quizás esté pensando en cada hijo suyo que frecuenta los sacramentos y no se acaba de convencer de que lo importante verdaderamente es servir sin ser visto, sin sacar tajada, sin que nadie lo note.

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A la Iglesia hemos de acudir de puntillas, con la confianza de un niño pero con un corazón que ore, que busque el encuentro verdadero con Dios, y no con los hermanos que pueden terminar en negociaciones ajenas al dueño de la casa. La Iglesia indudablemente es un misterio, y está llena de humanidad, y cuenta con fallos humanos. Con nuestra vida sincera y sencilla y nuestra actitud orante formamos también esa otra Iglesia, que es la que vale: la Iglesia de los Santos, la Iglesia que es camino de Salvación, la Iglesia compañera nuestra en la gran aventura de encontrarnos con Dios. Oración: Señor tú que con tu presencia redentora purificaste aquel templo de Jerusalén, y que al mismo tiempo indicabas la forma en que purificarías el templo del ser humano que es su cuerpo. Que nos demos cuenta hoy que, el don recibido de nuestro cuerpo ha sido consagrado desde el bautismo como sagrario espiritual donde habita el Espíritu Santo. Por eso que trabaje con tu ayuda, erradicar todos aquellos vicios que manchan esta construcción de tus manos. Abre nuestros ojos para que veamos qué es aquello que he dejado instalar a mi alrededor, quiénes son los vendedores que están a mi alrededor y que han convertido este cuerpo templo de tu presencia, en una cueva de ladrones. Para que dándome cuenta de esto sea capaz de expulsar de mi vida aquellas distracciones que me alejan de escuchar tu voz que habla a Diario. Contemplación: El Catecismo nos enseña que “El Bautismo no solamente purifica los pecados, hace del neófito una nueva creatura, un hijo adoptivo de Dios que ha sido hecho partícipe de la naturaleza divina, miembro de Cristo, coheredero con él y templo del Espíritu Santo” por esta condición de bautizados. El Espíritu Santo habita en nosotros, de tal manera que nuestro cuerpo, nuestra persona íntegra, es templo del Espíritu Santo, por eso cuando yo agredo física o psicológicamente mi cuerpo, por medio del pecado, estoy dañando este templo construido con la gracia de Dios. En este pasaje en el que Cristo expulsa del templo todo aquello que impedía que el templo fuera verdaderamente casa de Oración; nos debe enseñar, que nosotros también debemos ser vigilantes para no convertir nuestro propio ser, un lugar donde se anide el pecado y la falta de amor, en donde se haga costumbre la falta de caridad para con el hermano necesitado y para con nosotros mismos (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 1265). Compromiso: Hoy pondré de mi parte para que se respete el templo de mi persona, pero a la vez respetar el templo de mis hermanos. Evitando faltar a la caridad en cualquier momento por mínima que sea.

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Lectio Divina. Sábado 23 de noviembre de 2019. [Regresar] La esperanza de la resurrección. Invocación al Espíritu Santo: Espíritu Santo, inspíranos, para que pensemos santamente. Espíritu Santo, incítanos, para que obremos santamente. Espíritu Santo, atráenos, para que amemos las cosas santas. Espíritu Santo, fortalécenos, para que defendamos las cosas santas. Espíritu Santo, ayúdanos, para que no perdamos nunca las cosas santas. Lectura. Lucas capítulo 20, versículos 27 al 40: Se acercaron a Jesús algunos saduceos. Como los saduceos niegan la resurrección de los muertos, le preguntaron: “Maestro, Moisés nos dejó escrito que si alguno tiene un hermano casado que muere sin haber tenido hijos, se case con la viuda para dar descendencia a su hermano. Hubo una vez siete hermanos, el de mayor de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo, el tercero y los demás, hasta el séptimo, tomaron por esposa a la viuda y todos murieron sin dejar sucesión. Por fin murió también la viuda. Ahora bien, cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa la mujer, pues los siete estuvieron casados con ella?”. Jesús les dijo: “En esta vida, hombres y mujeres se casan, pero en la vida futura, los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos, no se casarán ni podrán ya morir, porque serán como los ángeles e hijos de Dios, pues él los habrá resucitado. Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven”. Entonces, unos escribas le dijeron: “Maestro, has hablado bien”. Y a partir de ese momento ya no se atrevieron a preguntarle nada. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: En la época de Jesús, al interior del judaísmo existieron muchos grupos o partidos, estos se formaron por la división y diferencia de opiniones acerca de la ley y la espiritualidad. Los saduceos y fariseos eran parte de estos grupos, estos dos al parecer siempre mantenían discrepancia acerca de la resurrección, los saduceos la negaban basándose en los libros del Antiguo Testamento. Los fariseos la afirmaban basándose en los textos recientes del Antiguo Testamento. Los saduceos aquí quieren ridiculizar la resurrección de los muertos. Pero Jesús afirma que la resurrección no es una simple continuación de la vida, sino una vida nueva y distinta. Meditación: La resurrección era un tema controvertido entre los judíos. No había un dogma, por eso los saduceos no lo creían. Sin embargo, los fariseos estaban convencidos de esta doctrina. También San Pablo utilizará el argumento de la resurrección para poner a los fariseos de su parte cuando era juzgado por Ananías (Hechos de los apóstoles 23, 6-9).

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Creer o no creer en la resurrección da lugar a dos estilos de vida. Los que buscan la felicidad solo en esta tierra y los que tienen los ojos puestos en la eternidad. Pero vamos a detenernos en el punto que origina la discusión: ¿habrá matrimonios en el cielo? Interesante pregunta. Ello nos lleva a profundizar en el fin último del matrimonio. Cuando un hombre y una mujer se casan movidos por un amor auténtico buscan, sobre todo, hacer feliz a la otra persona y formar una familia. Por eso no escatiman los detalles que pueden hacer la vida más agradable a la pareja: un beso, un regalo, una atención, unos momentos de diálogo íntimo... Pero, si realmente quieren darle lo mejor a la persona amada deben buscar lo que realmente le hará feliz, lo que va a colmar plenamente su corazón. No se quedarán en lo pasajero de esta vida, sino que querrán darle el Bien Máximo, es decir, a Dios. Es el mejor regalo que pueden hacerse unos esposos: procurar por todos los medios que la otra persona tenga a Dios. Porque Dios es el Bien mismo y la fuente de toda felicidad. Oración: Señor aumenta nuestra fe para que verdaderamente sepamos reconocerte como un Dios de vivos, un Dios de vida, para que ante esta cultura de la muerte que nos rodea, sepamos ser testigos de la verdad y la justicia. Que sepamos ser testigos de la verdad, frente a aquellos que hoy atacan la Iglesia y lo que ella promueve. Para que descubramos en medio de nuestros sacrificios y penas diarios, que lo que hacemos de bien en esta vida, tendrá su fruto para ganarnos la vida que Cristo prometió a todo el que crea en él. Contemplación: El tema de la resurrección debe estar siempre ligado al de la fe, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica numeral 994: que Jesús liga siempre la fe en la resurrección a la fe en su propia persona: “Yo soy el camino la verdad y la vida” (Juan capítulo 11, versículo 25). Es el mismo Jesús que resucitará en el último día a quienes hayan creído en Él y hayan comido su cuerpo y su sangre. Compromiso: Hoy procuraré visitar el templo más cercano y con respeto haré una oración frente al Santísimo. Pediré al Señor que me ayude a expulsar aquellos defectos que provocan que mi cuerpo templo del Espíritu Santo se convierta en cueva de maldad.

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Lectio Divina. Domingo 24 de noviembre de 2019. [Regresar] ¿Cristo es el Rey de mi Vida? Invocación al Espíritu Santo: Ven Espíritu Santo, ven con tu luz de amor, Inunda con tu presencia nuestros sedientos corazones. Sé tú quien nos guie por el camino, que es Jesús. Reaviva en nosotros la fe, la esperanza y la caridad. Ven Espíritu Santo para que despertemos al Don del Padre. Lectura. Lucas capítulo 23, versículos 35 al 43: Cuando Jesús estaba ya crucificado, las autoridades le hacían muecas, diciendo: “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido”. También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a él, le ofrecían vinagre y le decían: “Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en griego, latín y hebreo, que decía: “Este es el rey de los judíos”. Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole: “Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el otro le reclamaba, indignado: “¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero este ningún mal ha hecho”. Y le decía a Jesús: “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”. Jesús le respondió: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Los judíos siempre esperaron a un Mesías que estuviera a la altura de sus expectativas, un mesías que mostrara su poder sobre aquellos enemigos del pueblo. El mesías sería procedente de la descendencia de David, aquel rey que llevó al esplendor al pueblo judío. Los parámetros de los judíos eran diferentes a los caminos que Jesús usaría para manifestar su poder. El reinado de Cristo traerá de nuevo la paz, pero esa paz que el mundo no da, la paz en el espíritu. Meditación: Con este Reflexión domingo llegamos al final del ciclo litúrgico. El último Reflexión domingo de cada año, la Iglesia cierra con broche de oro el ciclo ordinario con la fiesta de Cristo Rey. Y el próximo Reflexión domingo iniciaremos nuestra preparación para la venida del Señor en la Navidad: el adviento. Hoy celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. Lo confesamos supremo Señor del cielo y de la tierra, de la Iglesia y de nuestras almas. Pero es “escandaloso” el modo como ejerce su realeza. Todos los reyes de este mundo mantienen su reinado con la fuerza de las armas, y ostentan el esplendor de su riqueza y de su poder. Como que es algo “connatural” a su condición y a su nobleza. Pero creo que nunca han existido, ni existirán jamás sobre la faz de la tierra, reyes “pobres” o “débiles”. Serían víctimas fáciles de sus enemigos, que usurparían su trono sin ningún género de escrúpulos. Ésa ha sido la ley de vida a lo largo de toda la historia de la humanidad.

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Jesucristo es Rey. Pero un rey muy distinto. Es un rey sin armas, sin palacios, sin tronos, sin honores; un rey sin ejército y sin soldados. Un rey que ejerce su poder únicamente con la fuerza del amor, del perdón, de la humildad y de la mansedumbre. Un rey que no atropella ni violenta a nadie, y que no impone su yugo o su ley por capricho. El que lo acepte como rey, debe acogerlo libremente y abrazar su misma “lógica”, que es la del amor y del perdón. Cristo es –si podemos hablar así— un rey “débil” porque Él mismo quiso escoger la debilidad para redimirnos. “Donde está la cruz, no hay lugar para los signos de la fuerza”. No recuerdo dónde leí esta frase, pero es totalmente cierta. Cristo es Rey. Pero no tiene armas. Las armas las tienen sus enemigos. Cuando Pilato, antes de condenarlo a muerte, le preguntó si era rey, Jesús le dio una respuesta desconcertante: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis ministros habrían luchado para que no fuese entregado en manos de los judíos; pero mi reino no es de aquí” (Jn 19, 36). Palabras misteriosas, pero profundamente reveladoras. Cristo es rey. Pero no según los cánones y criterios de este mundo. Su soberanía es la del amor, de la justicia y de la paz. Su trono es una cruz; su cetro, una caña con la que le golpean la cabeza; su corona, una corona de espinas. Su reino es para los pobres y humildes de corazón, para los mansos, los pacíficos y los misericordiosos; para los perseguidos por la verdad y la justicia. Su programa de vida se resume en el Sermón de la montaña, en las bienaventuranzas y el mandamiento de la caridad. Sus súbditos y sus amigos predilectos son los pobres y pecadores; sus compañeros de destino, los malhechores, como ese “buen ladrón” que encontramos en el evangelio de hoy. Los judíos y los príncipes de los sacerdotes que ultrajan a Cristo crucificado hablan un lenguaje de poder y lo desafían a que demuestre su fuerza bajando de la cruz: “Si de verdad es el Hijo de Dios, que baje de la cruz, que se salve a sí mismo”. Y lo mismo le dice el otro de los ladrones crucificados con Él. Pero Jesús no hace caso. Su fuerza es el perdón, el amor y la misericordia. Y así lo descubre ese “buen ladrón”. En efecto, este buen hombre –que, a pesar de haber sido un malhechor toda su vida— supo demostrar su nobleza de alma en el momento supremo de su existencia y pudo reconocer en Jesús al Mesías y al Salvador del mundo. Éste no le pide a Jesús que lo ponga a salvo y que lo libere de los dolores corporales; pero con su fe alcanza de Cristo la salvación completa de su alma y el premio del paraíso. Otra vez vemos a Cristo, como en el caso de Zaqueo, rodeándose de amigos “poco recomendables”. Pero Cristo vino a salvarnos a todos, comenzando por los pecadores. Y solo si nos reconocemos necesitados de la gracia, como el buen ladrón, seremos dignos de participar en el Reino eterno de Jesucristo. ¡Qué afortunado este buen ladrón! En el último instante de su vida supo “robarle” a Cristo también el cielo! Pero más que “robo”, se trata de un regalo maravilloso e inmerecido de la misericordia de Dios. Así es Jesús. Su corazón es infinito porque es el corazón de un Dios, de un Padre con entrañas de ternura y de compasión. Para eso vino a este mundo y para eso se encarnó. Por eso está en la cruz con los brazos abiertos: para acogernos siempre, sin condiciones. Lo único que espera de nosotros es nuestra confianza, nuestro arrepentimiento y el abandono total en sus manos. Ojalá que este día de Cristo Rey, también nosotros queramos aceptar la soberanía de Jesucristo y le proclamemos Señor de nuestras vidas volviendo a Él de todo corazón, y haciendo que muchos otros hombres y mujeres, comenzando por los que viven a nuestro lado, se acerquen al amor misericordioso de nuestro Redentor. ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor! Oración:

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Señor si no te reconocemos como rey, a quién más podríamos reconocer, solo tú tiene palabras de vida, solo tú eres camino, verdad y vida. Señor el mundo nos ofrece tantos ídolos, que pueden aparecer como mesías, pero que sabemos que pronto terminaran por conducirnos a la ruina. Por eso reina Jesús en nuestras voluntades para que podamos hacer tu voluntad que salva y libera. Reina señor en nuestros hogares para que podamos unidos como familia reconocerte como Mesías, así como lo hizo el ladrón arrepentido. Contemplación: Es bueno que hoy contemplemos cómo es ese reino de Jesús, el que vino a instaurar entre nosotros. El Catecismo nos enseña que: “Cristo realizara la venida de su Reino por medio del gran Misterio de su Pascua: su muerte en la Cruz y su resurrección: “Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mi” (Juan capítulo 12, versículo 32). A esta unión con Cristo están llamados todos los hombres. De tal forma que Cristo dejó el germen del su Reino y es en la Iglesia donde se hace más patente. “todos los hombres estamos llamados a entrar en el Reino, pero para entrar en él es necesario acoger su Palabra. La invitación principal es a los pecadores, pues él vino principalmente por ellos. Para que aceptando este reino lo construyamos en el amor, la justicia, la paz y en el gozo del Espíritu (Catecismo de la Iglesia Católica numerales 542 al 548). Compromiso: Aceptar a Cristo como Rey de mi vida, implica que procure también cumplir su voluntad, por eso como signo de este reinado, haré el día de hoy un acto de caridad para con el hermano sobre todo el necesitado. Y ofreceré mi día por aquellos que se burlan o atacan a la Iglesia.

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Lectio Divina. Lunes 25 de noviembre de 2019. [Regresar] “Cómo debe ser la generosidad del cristiano”. Invocación al Espíritu Santo: Ven Espíritu Santo, ven a mi vida para que obrando dentro de ella, transformes mi oscuridad en tu luz admirable. Ven Espíritu Santo a este hogar para que desde allí reconozcamos que el amor del Padre es amor fraterno. Ven Espíritu Santo para que andemos sin tropezar por los caminos del amor, de la paz y de la justicia. Lectura. Lucas capítulo 21, versículos 1 al 4: Levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en las alcancías del templo. Vio también a una viuda pobre, que echaba allí dos moneditas, y dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha dado más que todos. Porque éstos dan a Dios de lo que les sobra; pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Jesús descubre la profundidad del gesto sencillo de esta viuda pobre, que da todo lo que tiene y se pone en manos de Dios. Su desprendimiento contrasta con la actitud de los fariseos que al parecer lo que les importaba era su vanidad y apoderarse de los bienes de los necesitados. Las palabras de Jesús ponen de manifiesto cuál es la actitud que debemos de tener frente a los bienes materiales, pero sobre todo frente a Dios providente. Meditación: ¡Qué hermosos ojos tiene nuestro Redentor que tan bellamente posa su mirada en cada uno de nuestros actos! A Cristo no le es indiferente cuanto podamos hacer, sobre todo, cuando son pequeñas menudencias que solo Él ha visto y que sabrá premiar en su debido tiempo. Hay en la escena algunos ricos echando grandes cantidades de dinero para Dios. Es lo que significa su ofrenda al Templo. Está lejos de Él una condena a los ricos, como alguna literatura ha querido ver en este y otros pasajes. Al contrario, seguramente se sintió a gusto al ver cómo los que cuentan con los medios necesarios, ponen en práctica la hermosa virtud de la magnificencia. ¡Qué sería del Templo, de las grandes obras de la Iglesia si no hubiera gente generosa a lo grande! Además está muy lejos de Cristo esa clase de favoritismos por unos o por otros. Y es que Dios no mira las apariencias como los hombres. Precisamente porque no mira las apariencias se impresionó por el gesto de esa mujer pobre. Lo ha dado todo para Dios, ¡todo lo que tenía para su existencia! Y Cristo no se ha quedado indiferente ante tan grandioso gesto. Si hasta lo ha comunicado a sus apóstoles como diciendo: “aprended de esa mujer lo que es creer de veras en Dios”. Darlo todo. Y hay tanta gente que lo da todo en nuestro mundo del siglo XXI y, quizás sería importante abrir más los ojos y no dejarnos impresionar por las apariencias sino mirar con la mirada de Cristo y obrar con la generosidad de esa viuda. Porque para Dios ella no ha quedado desamparada. Porque a los que así obran Dios no los abandona sino que se conmueve de amor ante sus pequeños actos de generosidad. Pensemos solo que gracias a ese pequeño acto de la viuda ella sigue siendo hasta ahora modelo para nosotros.

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Oración: La actitud. La viuda que se desprende de los poco que tenía, tiene que enseñarnos algo, por eso Señor te pedimos en este día que dispongas nuestro corazón a renunciar primero a esas seguridades materiales que roban nuestra atención y nos distraen de escucharte, y segundo a que nos ayudes a renunciar a nuestros propios miedos y sobre todo a aquellos pecados que no permiten que confiemos en tu infinita misericordia y providencia. Que depositemos en tu corazón misericordioso todo aquello que no nos deja acercarnos a ti. Señor que nuestras monedas de poco valor se conviertan en ofrenda agradable a Dios, que nosotros que somos familia sepamos valorar al otro no por lo que tiene, sino por lo que es, por su valor como persona y que jamás discriminemos a otros por tener menos que nosotros. Contemplación: Las obras de misericordia son muchas pero entre ellas tenemos una muy especial, nos enseña el Catecismo que “entre estas obras, la limosna hecha a los pobres, es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna, es también una práctica de la justicia que agrada a Dios; es por eso que nosotros cristianos no debemos conformarnos con ayudar un poco, Cristo nos llama a que seamos testigos incansables, que seamos testigos generosos, por eso debemos de cansarnos dándonos a los demás, salir de nuestros hogares para mirar las necesidades de los otros, para que hagamos algo por ellos. Compromiso: En lo que respecta a la limosna, hoy haré ese signo de caridad, desprendiéndome de algo material para ayudar al necesitado.

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Lectio Divina. Martes 26 de noviembre de 2019. [Regresar] El cristiano debe estar atento. Invocación al Espíritu Santo: Espíritu de Amor, que inundas de luz los corazones, ven al nuestro para que iluminado, procuremos siempre hacer la voluntad del Padre, para que busquemos siempre la amistad del hijo, y sepamos discernir cuando tú, Espíritu Santo nos hablas. Ven Espíritu de Amor y guía nuestro caminar. Lectura. Lucas capítulo 21, versículos 5 al 11: Como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, Jesús dijo: “Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido”. Entonces le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?”. Él les respondió: “Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: ‘Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado’. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin”. Luego les dijo: “Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Leer el texto una o dos veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Como los otros evangelios sinópticos, Lucas concluye la predicación de Jesús en Jerusalén con un discurso acerca de los acontecimientos finales. Al evocarlos, el evangelista trasmite su visión de la historia de la salvación, en tres momentos: destrucción de Jerusalén, tiempo de la misión de la iglesia y, por último, la venida del hijo del hombre, que traerá la plenitud del Reino de Dios. En la tradición profética, el abandono del templo de Dios y su destrucción eran contemplados como la consecuencia de la ruptura de la alianza por parte del pueblo. Lucas alerta a su comunidad sobre los posibles signos engañosos. Meditación: No busquemos aterrarnos mutuamente ni vivir en el miedo pensando en que el tiempo está cerca y ya se acaba la figura de este mundo con la venida del Justo Juez, Cristo. Y no es así porque El mismo nos lo acaba de decir: Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: “Yo soy” y “el tiempo está cerca”. ¿Quiere Cristo que vivamos atemorizados? No ¿Quiere que nos la pasemos analizando cada guerra y cada peste e interpretándolo todo bajo esta óptica terrorífica? No. Entonces, ¿qué quiere Cristo? Quiere que nos dejemos de cuentos de terror y de una pasividad estéril y vivamos, sí, velando para cuando venga, pero velando como siervos fieles, esto es, cumpliendo como el soldado que tiene una misión en la vida. “Velar” por tanto no es estar en estado de terror e infundiendo terror en los demás, sino “trabajar” por hacer que

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cada día más este Rey sea más adorado y amado por los hombres; para que el imperio del amor triunfe sobre los mezquinos deseos humanos. ¿Por qué el Templo será derruido? Por la codicia de los hombres. ¿Por qué habrá guerras? Por el odio de unos contra otros. ¿Por qué pestes, hambre, desolación? Por culpa del pecado que no busca soluciones sino que trae daños estériles. Pero en cambio si el cristiano trabaja firme y constante por edificar su propia casa en Roca firme; si se empeña por trabajar en la viña del Señor y sacar fruto abundante, el ciento por uno; si procura que en su casa jamás falte el aceite para su lámpara, no sea que venga el Esposo; si se esmera en realizar cuanto le ha sido confiado por el Dueño, como siervo trabajador; si, en fin, saca tiempo de debajo de las piedras y hace del amor su tesoro, y reproduce todos sus talentos, ¿le quedará tiempo para aterrarse por el fin del mundo? Oración: Señor, que tengamos siempre con una actitud positiva frente a los acontecimientos que estamos viviendo actualmente, que no nos asusten, más bien que nos lleven a reflexionar en nuestra propia realidad, nuestra existencia, y lo que nos quieren decir estos signos. Si el temor se apodera de nosotros, que seas tú Señor el que quite estos miedos, miedos que muchas veces nos impiden trabajar en la construcción del reino. Contemplación: ¿Hoy ante qué debemos de estar vigilantes los cristianos? La vigilancia es una actitud que debemos tener todos los cristianos, “el primer mandamiento nos pide que alimentemos y guardemos con prudencia y vigilancia nuestra fe y que rechacemos todo lo que se opone a ella” “tenemos que hacer frente a mentalidades de este mundo, que nos invaden…” también estar atentos ante los medios de comunicación, pues ellos pueden traer distracción y pasividad, “Han de formarse una conciencia clara y recta para resistir más fácilmente las influencias menos honestas” (Catecismo de la Iglesia Católica numerales 2088 y 2727). Compromiso: Hoy haré una oración en la que pediré al Señor que me ayude a ser vigilante en mi fe. También vigilaré mis acciones para no ser motivo ni de ofensa ni de escándalo para mis familiares.

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Lectio Divina. Miércoles 27 de noviembre de 2019. [Regresar] Seamos fuertes, para dar testimonio ante las persecuciones. Invocación al Espíritu Santo: Ven Espíritu Santo, a nuestras mentes, ilumínalas, para que podamos descubrir la grandeza de la Palabra de Dios. Ven y prepara el terreno de mi corazón, para que seamos tierras fértiles, donde germina esta semilla y dé fruto abundante. Ven Espíritu Santo e infúndenos de tus dones. Lectura. Lucas capítulo 21, versículos 12 al 19: Jesús dijo a sus discípulos: “Los perseguirán y los apresarán, los llevarán a los tribunales y a la cárcel, y los harán comparecer ante reyes y gobernantes por causa mía. Con esto ustedes darán testimonio de mí. Grábense bien que no tienen que preparar de antemano su defensa, porque yo les daré palabras sabias, a las que no podrá resistir ni contradecir ningún adversario de ustedes. Los traicionarán hasta sus padres y hermanos, sus parientes y amigos. Matarán a algunos de ustedes, y todos los odiarán por causa mía. Sin embargo, ni un cabello de su cabeza perecerá. Si se mantienen firmes, conseguirán la vida”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Leer el texto una o dos veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Las palabras de Jesús anuncian las persecuciones de las comunidades cristianas, pero él mismo les asegura la protección incesante de parte de Dios, por dar testimonio de él, en esto se traducirá la fidelidad. Este pasaje es continuación del discurso que da Jesús acerca del fin del mundo. Meditación: No busquemos aterrarnos mutuamente ni vivir en el miedo pensando en que el tiempo está cerca y ya se acaba la figura de este mundo con la venida del Justo Juez, Cristo. Y no es así porque El mismo nos lo acaba de decir: Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: “Yo soy” y “el tiempo está cerca”. ¿Quiere Cristo que vivamos atemorizados? No ¿Quiere que nos la pasemos analizando cada guerra y cada peste e interpretándolo todo bajo esta óptica terrorífica? No. Entonces, ¿qué quiere Cristo? Quiere que nos dejemos de cuentos de terror y de una pasividad estéril y vivamos, sí, velando para cuando venga, pero velando como siervos fieles, esto es, cumpliendo como el soldado que tiene una misión en la vida. “Velar” por tanto no es estar en estado de terror e infundiendo terror en los demás, sino “trabajar” por hacer que cada día más este Rey sea más adorado y amado por los hombres; para que el imperio del amor triunfe sobre los mezquinos deseos humanos. ¿Por qué el Templo será derruido? Por la codicia de los hombres. ¿Por qué habrá guerras? Por el odio de unos contra otros. ¿Por qué pestes, hambre, desolación? Por culpa del pecado que no busca soluciones sino que trae daños estériles.

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Pero en cambio si el cristiano trabaja firme y constante por edificar su propia casa en Roca firme; si se empeña por trabajar en la viña del Señor y sacar fruto abundante, el ciento por uno; si procura que en su casa jamás falte el aceite para su lámpara, no sea que venga el Esposo; si se esmera en realizar cuanto le ha sido confiado por el Dueño, como siervo trabajador; si, en fin, saca tiempo de debajo de las piedras y hace del amor su tesoro, y reproduce todos sus talentos, ¿le quedará tiempo para aterrarse por el fin del mundo? Oración: Señor que me mantenga siempre en tu servicio, que mi esperanza no muera, pues sabes que si esto pasa, me perdería entre la angustia y el fracaso. Que siempre esté dispuesto a dar testimonio de ti, sobre todo en aquellos ambientes en donde reina el engaño, la mentira, la injusticia y la falta de respeto por la vida. Que sepa ser fermento de verdad en frente a los poderes humanos que pretenden sobornar al pobre y al necesitado. Que no tenga temor a los maltratos y sacrificios que se tiene que hacer por ti cuando sea tu testigo ante el mundo. Contemplación: Los cristianos estamos todos llamados a dar testimonio de Cristo con toda nuestra vida, el catecismo nos enseña que ser testigos es ser “testigos de la resurrección”. La esperanza cristiana en la resurrección está totalmente marcada por los encuentros con Cristo resucitado. “Cristo realiza su misión no solo a través de la jerarquía, sino que también por medio de los laicos. Él hace sus testigos y les da el sentido de la fe y la gracia de la palabra”, “el laico cumple también su misión profética evangelizando con el “anuncio de Cristo comunicando con el testimonio de la vida y de la Palabra”. Además los laicos han de procurar sanear las estructuras y las condiciones del mundo”. “El tiempo presente según el Señor, es el tiempo del espíritu y del testimonio, pero es un tiempo marcado por la tribulación y la prueba del mal que afecta también a la Iglesia e inaugura los combates de los últimos días” (Catecismo de la Iglesia Católica numerales 995, 905, 904 y 909). Compromiso: ¿Soy testigo de la verdad en medio de mi familia, trabajo, escuela o círculo social? Si no lo he sido me propondré hoy estar atento para dar testimonio, consejo, ayuda y defensa cuando se cometa una injusticia o un maltrato.

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Lectio Divina. Jueves 28 de noviembre de 2019. [Regresar] San Santiago Apóstol. Invocación al Espíritu Santo: Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu Amor. Tú eres la fuerza que vigoriza nuestro trabajo. Tú eres el aliento que vivifica nuestra alma. Tú eres la luz que ilumina nuestra mente. Tú eres el motor de nuestras obras. Danos docilidad para seguir tus mandatos y que gocemos siempre de tu protección. Lectura. Lucas capítulo 20, versículos 20 al 28: Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando vean a Jerusalén sitiada por un ejército, sepan que se aproxima su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén en la ciudad, que se alejen de ella; los que estén en el campo, que no vuelvan a la ciudad; porque esos días serán de castigo para que se cumpla todo lo que está escrito. ¡Pobres de las que estén embarazadas y de las que estén criando en aquellos días! Porque vendrá una gran calamidad sobre el país y el castigo de Dios se descargará contra este pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que se cumpla el plazo que Dios les ha señalado. Habrá señales prodigiosas en el sol, en la luna y en las estrellas. En la tierra las naciones se llenarán de angustia y de miedo por el estruendo de las olas del mar; la gente se morirá de terror y de angustiosa espera por las cosas que vendrán sobre el mundo, pues hasta las estrellas se bambolearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube, con gran poder y majestad. Cuando estas cosas comiencen a suceder, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Jesús y los discípulos están en camino hacia Jerusalén (Mateo capítulo 20, versículo 17). Jesús sabe que van a matarlo (Mateo capítulo 20, versículo 8). El profeta Isaías lo había anunciado ya (Isaías capítulo 50, versículo 4 al 6; capítulo 53, versículos 1 al 10). Su muerte no será fruto de un destino o de un plan ya preestablecido, sino que será consecuencia del compromiso libremente asumido de ser fiel a la misión que recibió del Padre junto a los pobres de su tierra. Jesús ya tenía dicho que el discípulo tiene que seguir al maestro y cargar su cruz detrás de él (Mateo capítulo 16, versículos 21 y 24), pero los discípulos no entendieron bien qué estaba ocurriendo (Mateo capítulo 16, versículos 22 al 23; capítulo 17, versículo 23). El sufrimiento y la cruz no se combinaban con la idea que ellos tenían del Mesías. Meditación: El lenguaje escatológico empleado por Cristo en este pasaje nos muestra dos cosas: que Él es el Señor y dueño de la historia y de los acontecimientos, y que todo cristiano tiene como consigna la vigilancia, pues desconocemos el día y la hora en que todo esto sucederá.

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El Señor nos dice: “quien está en el campo que no entre en la ciudad y quien esté en la ciudad que se aleje”. Cristo no nos pide lo que no le podemos dar pero sí reclama un seguimiento convencido por parte de cada uno: que le amemos por encima de nuestras tribulaciones o en medio de la perplejidad; que aguardemos con esperanza su segunda venida. También nos advierte que el camino de la cruz no es fácil y que a veces cuesta, sin embargo sabemos que cuando Dios pide algo, no hace más que requerir lo que precisamente ha dado. Por lo tanto tenemos un modelo donde reflejarnos. Él nunca nos deja solos. Repitamos las palabras de Santa Teresa “Solo Dios basta” y seamos capaces de cobrar el ánimo y levantar nuestra cabeza porque se acerca nuestra liberación. Para la reflexión personal: Santiago y Juan piden favores, Jesús promete sufrimiento. Yo, ¿qué busco en mi relación con Dios y qué pido en la oración? ¿Cómo acojo el sufrimiento que se da en la vida y que es contrario a aquello que pido en la oración? Jesús dice: “¡No ha de ser así entre vosotros!”. Nuestra manera de vivir en la comunidad y en la Iglesia ¿está de acuerdo con este consejo de Jesús? Oración final: Los paganos decían: ¡Grandes cosas, ha hecho Yahvé en su favor! ¡Sí, grandes cosas han hecho por nosotros Yahvé, y estamos alegres! (Salmo 126, versículo 2 al 3).

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Lectio Divina. Viernes 29 de noviembre de 2019. [Regresar] “Preparémonos para recibir al Reino de los Cielos”. Invocación al Espíritu Santo: Espíritu Santo, Dios de las virtudes; conviérteme. Espíritu Santo, Fuente de luces celestes; disipa mi ignorancia. Espíritu Santo, Dios de infinita pureza; santifica mi alma. Espíritu Santo, que habitas en mi alma, transfórmala y hazla toda tuya. Espíritu Santo, Amor sustancial del padre y del Hijo, permanece siempre en mi corazón. Lectura. Lucas capítulo 21, versículos 29 al 33: Jesús propuso a sus discípulos esta comparación: “Fíjense en la higuera y en los demás árboles. Cuando ven que empiezan a dar fruto, saben que ya está cerca el verano. Así también, cuando vean que suceden las cosas que les he dicho, sepan que el Reino de Dios está cerca. Yo les aseguro que antes de que esta generación muera, todo esto se cumplirá. Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Lucas introduce cambios importantes en este texto respecto a los textos paralelos de Marcos y Mateo. Lo que en ellos era el anuncio del fin del mundo, en Lucas se refiere a la proximidad del reino de los cielos y se relaciona con la predicación de Jesús. Eso no impide que Jesús exhorte a los cristianos a que estén atentos y tengan una actitud de servidor que espera a cualquier hora el regreso del patrón. Meditación: Nos interesan mucho los pronósticos. Ponemos atención al reporte del clima para saber si saldremos o no al campo. A los aficionados, el de la Liga de fútbol. A los empresarios, el de la Bolsa de valores. ¡Qué previsores! Nos gusta saber todo con antelación para estar preparados. Jesucristo ya lo había constatado hace 2000 años, cuando no había ni telediarios, no existía el fútbol, ni mucho menos la Bolsa de Valores. Pero los hombres de entonces ya sabían cuándo se acercaba el verano, porque veían los brotes en los árboles. Nuestra vida se mueve entre una historia (el pasado) y un proyecto (el futuro). La invitación del Señor es a estar preparados para lo que nos aguarda, con atención a los signos de los tiempos. A aprender de las lecciones del pasado, con optimismo y deseo de superación. Pero, sobre todo, a vivir intensamente el presente, el único instante que tenemos en nuestras manos para construir. No lo podemos perder lamentándonos por los errores del pasado y, menos aún, temiendo lo que puede llegar en el porvenir. El mejor camino para afrontar el futuro es aprovechar el momento presente. Seamos previsores, ¡invirtamos y apostemos hoy por la vida eterna! Oración: ¡Oh Dios eterno, creo en ti, espero en ti! Te amo sobre todas las cosas con toda mi alma, con todo mi corazón, con todas mis fuerzas; te amo porque eres infinitamente bueno y porque eres digno de ser amado; ten misericordia de mí, que soy pecador. Amén.

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Contemplación: Catecismo de la Iglesia Católica numeral 541: “Después que Juan fue preso, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva” (Marcos capítulo 1, versículo 15). “Cristo, por tanto, para hacer la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el Reino de los Cielos”. Pues bien, la voluntad del Padre es “elevar a los hombres a la participación de la vida divina”. Lo hace reuniendo a los hombres en torno a su Hijo, Jesucristo. Esta reunión es la Iglesia, que es sobre la tierra “el germen y el comienzo de este Reino”. Compromiso: Intensificaré mi oración en esta semana, de manera especial al levantarme y antes de dormirme.

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Lectio Divina. Sábado 30 de noviembre de 2019. [Regresar] “El seguimiento a Cristo implica una conversión total”. Oración al Espíritu Santo: Respira en mi Oh Espíritu Santo Para que mis pensamientos puedan ser todos santos. Actúa en mí Oh Espíritu Santo para que mi trabajo, también pueda ser santo. Atrae mi corazón Oh Espíritu Santo para que solo ame lo que es santo. Fortaléceme Oh Espíritu Santo para que defienda todo lo que es Santo. Guárdame pues Oh Espíritu Santo, para que yo siempre pueda ser santo. Lectura. Mateo capítulo 4, versículos 18 al 22: Una vez que Jesús caminaba por la ribera del mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado después Pedro, y Andrés, los cuales estaban echando las redes al mar, porque eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y los haré pescadores de hombres”. Ellos inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Pasando más adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en la barca, remendando las redes, y los llamó también. Ellos, dejando enseguida la barca y a su padre, lo siguieron. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Jesús antes de iniciar con el anuncio del reino de Dios, reúne un grupo de discípulos para que sean testigos de su acción salvífica y así continúen con su misión. El evangelista ve en la respuesta del seguimiento a Jesús, un claro ejemplo de conversión radical, el cual exige la entrega total de la persona y la llegada del reino. Meditación: Dos grupos de hermanos presenta nuestro Evangelio de hoy, quizás insinuándonos que las cosas para Dios tienen caminos tan singulares como llamar a todo el “futuro” de una familia. Pero si es Cristo quien llama... Él sabe de sobra lo que hace. Y lo que hacía con la familia de Pedro y de Santiago era algo verdaderamente espectacular. Andrés, el pequeño hermano de Pedro. ¡Quién lo fuera a pensar! De esos dos hombres habría de sacar la roca donde edificar la Santa Madre Iglesia. Efectivamente, porque otro pasaje, el que nos refiere Juan en su primer capítulo, nos presenta a los dos hermanos menores que se les ocurre seguir a Cristo, le conocen y ellos, terriblemente impresionados de ese singular Hombre que es Jesús, se lo cuentan a sus respectivos hermanos, que debieron ser hombres recios pues eran pescadores, y de gran corazón. ¿Y si Andrés no hubiera seguido a Cristo? O pongamos que lo hubiese seguido, ¿si no le hubiese dicho nada a Pedro? Era legítimo que se callase. Él había encontrado al Señor y Pedro era ciertamente su hermano pero nada más. Pero cuando uno conoce a Cristo inevitablemente lo da a conocer. De no haberlo hecho no tendríamos quizás a Pedro, primer Papa de la Historia de la Iglesia.

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Sin embargo Andrés comprendió bien lo que significaba haber estado con el Señor. Tenía que mostrárselo a fuerzas a su hermano, tenía que llevarlo a su presencia como lo hizo, aunque Pedro se la estuviera pasando muy bien entre sus pescados, aunque fuera el “hombre” de la casa, aunque no aparentara tener mucha resonancia interior. Andrés es, pues, el que lo conduce a Cristo, es el que nos hizo el favor de poder tener a ese Pedro tan bueno entre nosotros. Y tan buen hermano fue que no solo fue apóstol como su hermano sino que dio su vida en la cruz y fundó (así es estimado en las iglesias de oriente) con su sangre la fe de tantos hermanos nuestros que, con la gracia de Dios, tendremos algún día el gusto de abrazar en la plena comunión con Roma. Andrés, buen ejemplo. Oración: Oh Dios de gran misericordia, que te dignaste enviarnos a tu Hijo Unigénito como el mayor testimonio de tu insondable amor y misericordia, tú no rechazas a los pecadores de hombres sino que también a ellos has abierto el tesoro de tu infinita misericordia, del que pueden recoger en abundancia tanto la justificación como toda santidad a la que un alma puede llegar. Padre de gran misericordia, deseo que todos los corazones se dirijan con confianza a tu infinita misericordia. Nadie podrá justificarse ante ti si no va acompañado por la insondable misericordia tuya. Cuando nos reveles el misterio de tu misericordia, la eternidad no bastará para agradecerte por ella debidamente. Contemplación: Catecismo de la Iglesia Católica numeral 425: La transmisión de la fe cristiana es ante todo el anuncio de Jesucristo para llevar a la fe en él. Desde el principio, los primeros discípulos ardieron en deseos de anunciar a Cristo: “No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído”. Y ellos mismos invitan a los hombres de todos los tiempos a entrar en la alegría de su comunión con Cristo. Catecismo de la Iglesia Católica numeral 562: Los discípulos de Cristo deben asemejarse a él hasta que él crezca y se forme en ellos. “Por eso somos integrados en los misterios de su vida: con él estamos identificados, muertos y resucitados hasta que reinemos con él. Compromiso: Pediré al Señor que me dé su Gracia para ser día a día mejor discípulo.