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CuPAUAM 37-38, 2011-12, pp. 139-152 Domesticación y modelos para la Neolitización de la Cuenca Mediterránea Isabel RUBIO DE MIGUEL Departamento de Prehistoria y Arqueología UAM Resumen Tradicionalmente, las investigaciones sobre la domesticación de animales y plantas y sobre la neolitización han dis- currido paralelas, sin terminar de integrarse completamente. De hecho, el proceso señalado ha sido soslayado un tanto en investigaciones posteriores a los años setenta, sobre todo con la elaboración de modelos explicativos de la neolitización. Sin embargo, la domesticación es un proceso biológico con implicaciones sociales y un conocimiento adecuado de su aparición y desarrollo puede contribuir a corroborar o a desechar los referidos modelos. Por otro lado, los recientes estudios de ADN de las diversas especies parecen confirmar sugerencias emanadas de investigaciones más antiguas. Palabras clave: domesticación, procesos, neolitización, modelos, Próximo Oriente, Mediterráneo. Summary Traditionally, research on animals and plants domestication and on Neolithic process went in parallel, without integrate completely one into another. In fact, this process was left aside, up to a point, in investigation later to the seventies, most of all, when explicative models of Neolithic were drawn up. But domestication is a biological process with social implications and an adequate knowledge of its emergence and development may contribute to corroborate or to dis- card the above-mentioned models. Recent DNA studies on species apparently confirm suggestions made in the con- text of previous research as well. Keywords: domestication, processes, Neolithic, models, Near East, Mediterranean. El proceso de domesticación de animales y plantas ha sido soslayado un tanto por las investi- gaciones en Prehistoria posteriores a los años setenta, aún siendo clave para los estudios sobre la neolitización. O mejor, podría decirse que los trabajos sobre el primero se han acometido de forma paralela a los de las segundas, sin terminar de integrarse del todo. No sería justo dejar de reconocer que, a día de hoy, especialistas en Paleobotánica y Arqueozoología trabajan en estrecha colaboración con prehistoriadores y arqueólogos y que, incluso, algunos de los referi- dos investigadores poseen la doble formación. Sin embargo, raramente se han tenido en cuenta las diversas particularidades del proceso de domesti- cación a la hora de elaborar modelos explicativos de la neolitización. En ese sentido, la aparición de animales y plantas domésticos suponía la identifi- cación de grupos con economía productora, neo- líticos, y particularmente para las áreas externas a los focos originarios, no se planteaba nada más, salvo la observación de las variaciones en el apro- vechamiento de las distintas especies a lo largo del Neolítico. Casos paradigmáticos de descone- xión han sido los modelos ofrecidos para explicar la neolitización del continente europeo (y por

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CuPAUAM 37-38, 2011-12, pp. 139-152

Domesticación y modelos para la Neolitización de la CuencaMediterránea

Isabel RUBIO DE MIGUELDepartamento de Prehistoria y Arqueología UAM

Resumen

Tradicionalmente, las investigaciones sobre la domesticación de animales y plantas y sobre la neolitización han dis-currido paralelas, sin terminar de integrarse completamente. De hecho, el proceso señalado ha sido soslayado untanto en investigaciones posteriores a los años setenta, sobre todo con la elaboración de modelos explicativos de laneolitización. Sin embargo, la domesticación es un proceso biológico con implicaciones sociales y un conocimientoadecuado de su aparición y desarrollo puede contribuir a corroborar o a desechar los referidos modelos. Por otro lado,los recientes estudios de ADN de las diversas especies parecen confirmar sugerencias emanadas de investigacionesmás antiguas.

Palabras clave: domesticación, procesos, neolitización, modelos, Próximo Oriente, Mediterráneo.

Summary

Traditionally, research on animals and plants domestication and on Neolithic process went in parallel, without integratecompletely one into another. In fact, this process was left aside, up to a point, in investigation later to the seventies,most of all, when explicative models of Neolithic were drawn up. But domestication is a biological process with socialimplications and an adequate knowledge of its emergence and development may contribute to corroborate or to dis-card the above-mentioned models. Recent DNA studies on species apparently confirm suggestions made in the con-text of previous research as well.

Keywords: domestication, processes, Neolithic, models, Near East, Mediterranean.

El proceso de domesticación de animales yplantas ha sido soslayado un tanto por las investi-gaciones en Prehistoria posteriores a los añossetenta, aún siendo clave para los estudios sobrela neolitización. O mejor, podría decirse que lostrabajos sobre el primero se han acometido deforma paralela a los de las segundas, sin terminarde integrarse del todo. No sería justo dejar dereconocer que, a día de hoy, especialistas enPaleobotánica y Arqueozoología trabajan enestrecha colaboración con prehistoriadores yarqueólogos y que, incluso, algunos de los referi-dos investigadores poseen la doble formación. Sin

embargo, raramente se han tenido en cuenta lasdiversas particularidades del proceso de domesti-cación a la hora de elaborar modelos explicativosde la neolitización. En ese sentido, la aparición deanimales y plantas domésticos suponía la identifi-cación de grupos con economía productora, neo-líticos, y particularmente para las áreas externas alos focos originarios, no se planteaba nada más,salvo la observación de las variaciones en el apro-vechamiento de las distintas especies a lo largodel Neolítico. Casos paradigmáticos de descone-xión han sido los modelos ofrecidos para explicarla neolitización del continente europeo (y por

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ende de la Península), dando por sentado que elproceso llegaba ya concluido desde el PróximoOriente o, en el extremo opuesto, obras como lade D. Rindos (1990) sobre la aparición de la agri-cultura, quien proponía en 1984 un proceso coe-volutivo (entre el comportamiento humano y elmedio natural), que se iniciaría de forma casual,viéndose favorecidas algunas especies por accio-nes no intencionales del hombre y continuándo-se con una dependencia progresiva de las espe-cies implicadas. Tal teoría ha recibido críticasentre otras razones precisamente por la descon-textualización excesiva del proceso histórico delorigen de la agricultura (Vicent en Hernando,1994: 128).

EELL EESSTTUUDDIIOO DDEELL PPRROOCCEESSOO DDEE DDOOMMEESSTTIICCAA--CCIIÓÓNN YY LLAA IINNVVEESSTTIIGGAACCIIÓÓNN DDEELL NNEEOOLLÍÍTTIICCOO

En los últimos tiempos, una parte de los pre-historiadores y arqueólogos ha preferido centrarsus estudios en cuestiones de carácter global,como los sistemas económicos de las sociedadespretéritas y articular el debate en torno a las estra-tegias empleadas por estas para el aprovecha-miento del medio o en otros aspectos, en lugar dehacerlo en torno al fenómeno biológico y sus vín-culos culturales.

Sin embargo, podríamos decir que la domesti-cación es un proceso biológico con implicacionessociales: animales y plantas domésticos pasan adepender del ser humano para su existencia, peroigualmente el hombre queda vinculado a las mis-mas, en grado variable, para su subsistencia. Nodeja de ser curioso que, a pesar de la desconexiónantes señalada, las teorías iniciales sobre la apari-ción del Neolítico (hasta la irrupción de laAntropología cultural) hayan sido equivalentes alas del comienzo de la agricultura. De hecho, yaen el siglo XIX se inicia el estudio del origen delas plantas cultivadas por parte de distintos inves-tigadores (A. de Candolle en 1884 y H.F. Roth en1887) (Rubio, 1997: 13). Seguirán, a caballo entreel XIX y el XX, las investigaciones cruciales deN.I. Vavilov y otras más (E. Schiemann en 1932 yA.E. Watkins en 1933), ya en el siglo XX (Wright,1971: 117). En todo caso, se tratará de estudiosindependientes que, no obstante y como no podíaser menos, tendrán su repercusión en la investiga-ción del Neolítico. Recordemos que en la primeramitad de ese siglo se están generando también lasteorías iniciales, clásicas, sobre el nacimiento del

Neolítico, focalizadas en el Próximo Oriente. Enel Mediterráneo y en la Península Ibérica, será laexplicación difusionista la que predomine.

La investigación de los años inmediatamenteposteriores a la II Guerra Mundial realizada en elPróximo Oriente y el Egeo, que conducirá a laidentificación de los grupos precerámicos, sitúa laeconomía de producción en primer plano, sirvien-do a partir de entonces como elemento discrimi-nante para identificar a los grupos neolíticos. Laespeculación sobre el origen de las especies invo-lucradas de la cuenca mediterránea servirá parareforzar planteamientos difusionistas que, en elcaso peninsular, contemplarán en algún momentola vía norteafricana (Rubio, 1997: 19).

En los años sesenta y setenta algunos de losenfoques introducen novedades. Por un lado, enlos estudios paleobotánicos se inicia la experi-mentación (por Harlan, entre otros), al tiempoque se prosigue la investigación sobre el proce-so de domesticación de las especies vegetales (esel caso de Helbaek) (Wright, 1971: 123-124). K.Flannery, en su teoría denominada “de las áreasmarginales”, valorará por primera vez (en 1969)el proceso biológico de la domesticación consi-derándolo fundamental, al afirmar que ciertasmutaciones en las especies silvestres potencial-mente domesticables, que constituían uno de losingredientes de la “revolución de amplio espec-tro” previa a la neolítica (Rubio, 1997: 20), ofre-cieron una respuesta favorable lo mismo quedeterminados grupos humanos, posibilitando ladomesticación.

Pero quizá lo más destacado será el interés dealgunos investigadores británicos por las cuestio-nes de carácter económico y ambiental. J.D.G.Clark, considerado el fundador de la que se deno-minará Escuela paleoeconómica o paleoambientalde Cambridge, será un pionero en ese sentido(Trigger, 1992: 247-248). Su obra, ya clásica,Prehistoric Europe: its economic basis (1952) asílo demostraba y lo mismo el Proyecto sobre lahistoria antigua de la agricultura (BritishAcademy Major Research Project on the EarlyHistory of Agriculture), desarrollado desde 1968a 1976 y dirigido por E.S. Higgs y M.R. Jarman,componentes de dicha escuela. Según los plante-amientos de dicho proyecto, los testimonios zoo-lógicos y botánicos existentes indicaban la posibi-lidad de una agricultura antigua Postglaciar en elViejo Mundo fuera de la supuesta zona originaria(el Próximo Oriente). La fecha de la domestica-

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ción de animales y plantas en el mundo demostra-ba la continuidad de un proceso desde los iniciosdel Postglaciar hasta hoy, debiendo buscarse losorígenes de la agricultura más atrás en el tiempo,si la domesticación se consideraba un cierto pro-ceso de selección natural de la población humanay no el resultado de un oportunismo cultural(Barker, 1985: 8-9). Partiendo de tales premisaspreferían estudiar el desarrollo de la agriculturano como una invención o serie de invenciones,diseñadas para controlar el entorno humano, sinocomo un proceso natural en continuo desarrollode gran valor selectivo, en el que los ajustes a fac-tores climáticos o ecológicos de otros tipos sonvisibles hasta la actualidad (Zvelebil, 1986: 13).Así, por ejemplo, se tomaban en consideración lasdistintas relaciones hombre animal, entre las quepodía situarse la explotación intensiva de deter-minadas especies hoy consideradas salvajes comola gacela, el ciervo o el reno. Como consecuenciade todo ello, se produjo una valoración de los pro-cesos locales en detrimento del foco originariopróximo-oriental, y de los procesos protagoniza-dos por las poblaciones mesolíticas. En ese senti-do, la búsqueda de los referidos procesos localesno resultaba ni mucho menos descabellada, habi-da cuenta que estos, de existir, no tenían por quéreemplazar a la difusión o adquisición en generalde especies, sino que podían ser simultáneos odarse en distintos tiempos, sobre todo para aque-llas especies que tenían su agriotipo ampliamenteextendido (lobo, uro, jabalí y algunas legumino-sas en Europa).

Por otra parte, entre los años setenta y ochentaincluidos, Zeuner (1963) y Jarman (1976) sugerí-an distintos pasos en la domesticación de anima-les y Bökönyi (1969) y Davis (1987) suministra-ban indicadores destinados a identificar la domes-ticación y los procesos locales conducentes a ellapara las especies animales, los cuales incluíancambios en la morfología, en la composición de lapoblación faunística, así como otros indirectos.

En esos mismos años, el Neolítico peninsularcontaba ya con datos sobre animales y plantas,que no sirvieron aún de base para estudios decarácter económico o como elementos discrimi-nantes para identificar poblaciones neolíticas. Eldifusionismo seguía siendo la explicación prefe-rida. En los años ochenta, tales estudios aumen-tan considerablemente, sirviendo las especiesdomésticas, supuestamente introducidas porcolonos, para reafirmar la dualidad de poblacio-

nes presuntamente existente en la Península. Pormi parte (Rubio, 1981 y otras publicaciones), laopción elegida será justamente la profundizaciónen la economía de los grupos neolíticos. No obs-tante, en general, serán otros los elementos delequipo material los que ocupen el papel predo-minante, como en el caso de la industria lítica ola cerámica.

A partir de esos momentos, fuera y dentro denuestras fronteras los modelos contemplan sobretodo cuestiones de carácter demográfico, las rela-ciones de tipo social, el sedentarismo o el alma-cenamiento, obviando los procesos de domestica-ción. Dichos modelos, sobradamente conocidos,se agrupan, con distintos matices, en difusionistas(colonización incluida) y aculturacionistas, queotorgan un papel menos pasivo a las poblacionesmesolíticas. En la Península, los modelos dual yde capilaridad vendrían a resumir estos enfoques.Los primeros defienden una llegada rápida y enbloque de los elementos característicos delNeolítico, las referidas especies entre ellos, vistascomo una aportación de los colonos neolíticos,estudiando a continuación el papel que han juga-do en las diversas áreas (predominio de los bóvi-dos en el NE, por ejemplo). El referido modelodual ha experimentado modificaciones, al matizarsus planteamientos iniciales a causa de los nuevosdescubrimientos. Modelos como el de capilaridaddefienden, en cambio, que animales y plantasdomésticos circularon por redes existentes entrecazadores-recolectores desde momentos previosal Neolítico, con un origen foráneo que habría quedeterminar (Próximo Oriente o Mediterráneo).Conviene recordar que no se contempla en estesegundo la existencia de dos poblaciones distin-tas, ni se desprenden razones para pensar quetodos los elementos neolíticos llegaran juntos,sino que su introducción dependería de los gruposque los adoptan, variando por tanto los tiempos ylas causas. La consecuencia en cuanto a la inves-tigación sobre las especies domésticas propia-mente dichas son prácticamente las mismas en losdos modelos.

Es necesario insistir en que la investigación enPaleobotánica y Arqueozoología no se detiene,sino que evoluciona de forma independiente. Asípor ejemplo y por lo que se refiere a las especiesvegetales, se incide en la experimentación culti-vando especies antiguas, como en el caso de lostrabajos llevados a cabo por P. Anderson (Dir.,1992), surgen nuevos procedimientos de trabajo

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como los análisis de fitolitos y, más recientemen-te, se recurre a la Etnoarqueología para interpretarlos restos y determinar procesos agrícolas (Peña,1993 y después).

En un momento dado, se introducen explica-ciones de la neolitización basadas en el mundosimbólico (las de I. Hodder y J. Cauvin, que noson las únicas) (Hodder, 1990 y Cauvin, 1994)que, por razones obvias, no se ocupan de las cues-tiones citadas.

Los procedimientos de estudio han evolucio-nado de forma espectacular y en el momento pre-sente es posible llevar a cabo interpretacionesimpensables dos décadas atrás, aunque los datossigan siendo un tanto desiguales. Sin embargo,artículos recientemente publicados permiten vol-ver sobre ciertos conceptos y planteamientos,demostrando que algunos enfoques anteriores noeran erróneos y que los procedimientos más omenos rudimentarios empleados permitían entre-ver, al menos, la complejidad de los procesos.Que tales procedimientos son cruciales en lainvestigación de estos los demuestran los estudiosde ADN a lo que nos referiremos, así como la uti-lización de herramientas ya aplicadas en sumomento (estudio de la demografía de la pobla-ción faunística) para responder ahora a nuevosinterrogantes.

DATOS ANTIGUOS Y NUEVOS DEL PRÓXIMOORIENTE

Ante todo cabe señalar que, precisamente enfunción de las revisiones de los más antiguos tes-timonios existentes sobre la domesticación de ani-males y plantas, diversos autores (Aurenche yKozlowski, 1999: 55-56 y Kuijt, 2000: 3-13, entreotros) proponen la reconsideración de las denomi-naciones habitualmente empleadas en las secuen-cias neolíticas que en su opinión tienen un carác-ter sobre todo cronológico a día de hoy, prefirién-dose el empleo de los periodos establecidos en elASPRO (Atlas des sites du Proche Orient).

La publicación de datos recientes (Willcox etalii, 2008: 42) sobre hallazgos del Natufiense(Periodo 1, 12000-10300 calBC) evidencia laexistencia de algunas particularidades del valledel Éufrates, en relación con la agricultura pre-doméstica: reducción de frecuencias de las semi-llas comúnmente recolectadas (Polygonus,Scirpus, Stipa, etc.), aumento de los agriotipos

de las especies “fundadoras” (escaña y escandamenor, cebada y lentejas), crecimiento del tama-ño de los granos e introducción de nuevos culti-vos como cebada, seguida de escaña (1 grano) yescanda menor. Estas especies serán dominantesmás tarde, pero su aparición fuera del área dedistribución natural indica su cultivo. M.A.Zeder (1999) propuso un proceso similar paratodo el Próximo Oriente, que implicaba el con-sumo de recursos estacionales y estáticos post-pleistocénicos, complementado con la caza deespecies interesadas en las mismas plantas. Alrestringirse la movilidad, la caza selectiva llevóal control de las especies y a su domesticación,desarrollándose paralelamente técnicas de alma-cenamiento. Fue esta una fase de experimenta-ción que sólo dejó huellas en la composición dela población faunística (sexo y edad), pero hizoa los grupos humanos más receptivos a las espe-cies domésticas, cuando estas se introdujeron.

En la actualidad, dejando de lado el criteriotradicional, ya desechado, de la reducción detamaño en los animales del Próximo Oriente, lasparticularidades observadas en los restos de faunase atribuyen más bien a prácticas de grupos gana-deros, por contraste con la explotación efectuadapor los cazadores-recolectores. En el NE de Irán yen el SE de Anatolia (hacia el 12000 calBP), pare-cen entreverse rasgos relacionados con la gestiónde la demografía de las manadas locales, quesupuestamente reflejan una estrategia de cazadeterminada (Zeder, 2008: 3). En el SE deAnatolia (10500 calBP), se documenta este fenó-meno sobre ovejas, además de la presencia decabras foráneas, manipuladas igualmente, entorno al 10200 calBP, en este caso. Estos hechosindican que ambas especies fueron sometidas adomesticación, de forma independiente posible-mente y en diversos momentos (Zeder, 2008: 3).En Ganj Dareh (Irán, 9900 calBP), los cambios enla morfología de las cabras aparecen 500 o 1000años después de un aumento demográfico y de sutraslado a zonas más cálidas, como una respuestaa diversas presiones selectivas. El cerdo parecehaberse domesticado por primera vez en el SE deAnatolia (10500-10000 calBP), pero los que pre-sentan alteraciones morfológicas no se encuen-tran en el sur de Levante y en las tierras bajas deIrán hasta aproximadamente 8500-8000 calBP. Lavaca, por su parte, se domesticó inicialmente en elalto Éufrates hacia 11000 y 10000 calBP. De

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nuevo, cerdo y vaca con cambios morfológicosno aparecen en Asia central hasta después del8500 calBP (Zeder, 2008: 3). En conclusión, ladomesticación de animales en esa región sepuede ver como el nacimiento de un periodo deinteracción humana prolongada con los antepa-sados de las principales especies en el CrecienteFértil. Las estrategias de caza intentaron des-arrollar una manipulación activa, maximizandola disponibilidad local de los ungulados salvajesy llegando a la domesticación en los cuatrocasos entre aproximadamente el 9500 y el 9000calBP (Zeder, 2008: 4).

El precerámico (Periodos 2 a 4, 10300-6900calBC), identificado por K. Kenyon en Jericó ydividido en PPNA y PPNB, debe ser replanteadoen este momento, fundamentalmente porque lasdomesticaciones defendidas para el PPNA(10000-8800 calBC) se han rechazado después delas pertinentes revisiones. Los restos de trigo deJericó se reducen a sólo 4 granos y los de TellAswad IA fueron agrupados de diferentes niveles.El aumento de los pólenes de cereales de la faseIII de Mureybet no permite determinar la domes-ticidad de estos y la de los testimonios de cebadade Netiv Hagdud ha sido negada después por elpropio paleobotánico. Los hallazgos más antiguosde ovejas y cabras tampoco eran demasiado segu-ros, ya que en ocasiones su pertenencia o no a laforma doméstica se había hecho con arreglo a cri-terios que podríamos calificar de indirectos y demenos fiables por sí solos. Se trataría, en el casode las primeras, de los restos de Zawi Chemi-Shanidar (Irak), fechados entre el 9000 y el 8900bc. Otros testimonios fueron los de Ali Kosh(7000 bc), Çayönü y Jarmo con fechas similares,así como algunos más del PPNB de Levante. Másrecientemente, sin embargo, la revisión de losdatos de los yacimientos iraquíes ha hecho que seconsideren como bastante improbables de cual-quier modo (Helmer, 1991: 90-93).

Sin embargo, estos hallazgos podrían muybien sugerir la existencia de esa protoagriculturay de ese control de las especies animales que sedefiende en la actualidad. A día de hoy, puededecirse que la Revolución Neolítica en general,por lo que se refiere al inicio de prácticas condu-centes a una economía de producción, se habríaoperado en las sociedades de cazadores-recolec-tores, con anterioridad al reconocimiento en la

documentación de grupos neolíticos en el sentidotradicional. De hecho, esta agricultura predomés-tica se evidencia en la presencia de plantas adven-ticias y de cascabillos de los granos. De ahí quesea posible encontrarnos en presencia de esasfases “silenciosas”, arqueológicamente hablando,en las que, sin embargo, se están operando cam-bios en las especies e integrando las prácticasagrícolas en una economía de amplio espectro. Enresumen, aunque el concepto de precerámico ensu acepción tradicional no tendría sentido para elPPNA, no podría negarse tampoco la existenciade cambios que igualmente se perciben en otrosámbitos. Por otro lado, según los datos que pose-emos en la actualidad, se producen domesticacio-nes locales de las distintas especies a lo largo delPPNA y del PPNB por lo menos, de forma para-lela o sucesiva a importaciones de otras a partir defocos más o menos lejanos de la misma regiónpróximo-oriental.

El verdadero Neolítico, entendido como unaetapa en la que se constata en los restos arqueoló-gicos, con seguridad, el cultivo y la domestica-ción de animales, apareció en la segunda mitaddel Periodo 3 (PPNB medio, 8000 calBC), entodo caso con características variables. A partir deahí, el nuevo modo de vida se impone, hallándo-se ya extendido por todo el Próximo Oriente alfinal de esta etapa, sin que se abandone la caza yla recolección de todos modos. Nuevos datosindican que ya a finales del PPNB próximo-orien-tal (7000-6200 calBC) aparecen también los pri-meros indicios de selección voluntaria de los ani-males (disminución aún menor de la talla o cuer-nos torneados en el caso de las cabras, tal como sedocumentan en Tell Aswad, por ejemplo). Puedesuponerse que otras transformaciones morfológi-cas, como la mejora de la capacidad lechera de laoveja y de la vaca habrían tenido lugar entonces(Vigne, 2005: 94). Sin embargo, desde el punto devista arqueológico resulta complicado determinartales selecciones.

Según señala J.D. Vigne (2005: 99-100), lagestión de la leche puede determinarse a travésdel contenido de recipientes, pero también de lacomposición de la población faunística. La selec-ción de la oveja para estos fines se documenta,según sus datos (Vigne, 2005: 102-103), en yaci-mientos europeos, sólo unos siglos después de laintroducción de la especie en el litoral del

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Mediodía francés y la de la vaca se sugiere para elyacimiento de Torre Sabea (Apulia) (Neolíticoantiguo, finales del VIIº y todo el VIº milenio)(Vigne, 2005: 106). En resumen, la explotaciónde la oveja/cabra para la leche pudo darse en losinicios del VIIIº milenio en el Próximo Oriente yen la segunda mitad del VIº en el Mediterráneooccidental y, en el caso de la vaca, desde los ini-cios del VIº milenio en el sur de Italia y en el Vº-IVº en la cuenca de París (Vigne, 2005: 107). Poresta razón, la leche no puede considerarse ya unaproducción secundaria, sino un factor potencial-mente principal de la domesticación de rumiantesen el Próximo Oriente y quizá del incrementodemográfico humano neolítico, siempre en opi-nión de J.D. Vigne (2005: 109).

Los datos genéticos corroboran lo dicho hastaahora, confirmando también que Ovis orientalis yCapra aegagrus son los agriotipos de oveja ycabra y determinándose igualmente al menos de 4a 6 linajes genéticos o haplotipos de la primera(Zeder, 2008: 4). La cabra ha sido el primer her-bívoro en ser domesticado (10000 bp). De hecho,según los autores antes citados, ha podido ser laprimera ”despensa andante” y provocar la domes-ticación subsiguiente de las especies euroasiáticasque proporcionaron el grueso de las proteínas ani-males consumidas (MacHugh y Bradley, 2001:5382). Los estudios llevados a cabo por Luikart yotros investigadores sobre el ADN mitocondrialde la misma (en MacHugh y Bradley, 2001: 5383-5384), indican que la cabra tiene tres raíces matri-lineales (A, B y C), a diferencia del resto de losanimales a los que hacemos referencia en estaspáginas. Ninguno de los ejemplares de Capraaegagrus estudiados aparecen en estas ramas,frente a lo observado en otros momentos(MacHugh y Bradley, 2001: 5383). Estudiando elcitocroma B, se llegó a la conclusión de que huboal menos tres capturas geográfica y temporalmen-te separadas de la cabra bezoar durante la forma-ción de las poblaciones más antiguamente domes-ticadas, lo que no puede ser explicado por unasola domesticación, habida cuenta del elevadonúmero de hembras que intervendrían en este pro-ceso (MacHugh y Bradley, 2001: 5383). Los treslinajes antes citados se expanden en distintomomento: el A, el más diverso y predominante entodo el mundo, inició su expansión con la domes-ticación hace 10000 años, el B hace 2000, locali-

zándose en el sur de Asia, y el C hace 6000, detec-tándose en un pequeño número de individuosdomésticos en Europa y en un solo animal enMongolia. Ello indica que los dos últimos derivande expansiones secundarias y terciarias quesiguen a la primera (MacHugh y Bradley, 2001:5383-5384). Sin embargo, un muestreo másamplio puede alterar este panorama. Se ha deter-minado igualmente que la localización geográficatiene escasa relevancia en el tipo de ADN mito-condrial, lo que sugiere que la cabra fue una espe-cie altamente móvil, empleada como elementopequeño y transportable en el comercio(MacHugh y Bradley, 2001: 5384).

En cuanto a la vaca, su agriotipo es el uro, conlo que en principio la posibilidad de domestica-ción en la propia Europa y, en general, fuera delPróximo Oriente no parecía descabellada. Sinembargo, merced a los estudios de ADN, se harechazado la vinculación de la vaca domésticaeuropea con el uro de este continente. Cabe supo-ner que esta afirmación deba ser corroborada condatos más numerosos. Se han determinado igual-mente los linajes genéticos o haplotipos de estaespecie: 5, de los cuales 3 o 4 se originaron posi-blemente en el Creciente Fértil. Recientemente,R. Bollongino y J. Burger (2007) han dado aconocer el resultado de estudios de ADN, practi-cados sobre restos de bóvidos de yacimientoseuropeos y próximo-orientales, correspondientesal Neolítico y, algunos de ellos, al Mesolítico yBronce (Bollongino y Burger, 2007: 166). Esteestudio indica, por una parte, la exclusión de unadomesticación independiente de bóvidos enEuropa: la distancia molecular entre uros y vacases tan grande, incluso en el Neolítico antiguo, queno puede defenderse un proceso local. Por otro,demuestra que no hubo un centro de domestica-ción independiente en Hungría como defendíaBökönyi ni tampoco cruces entre la vaca importa-da y el uro europeo (Bollongino y Burger, 2007:185). Este último aspecto, no obstante, solo podráconocerse con seguridad con el análisis del cro-mosoma Y. Habida cuenta que el uro europeo noes el progenitor de la vaca doméstica, se proponecomo área de posible domesticación Anatolia y elPróximo Oriente en general (Bollongino yBurger, 2007: 184-185), donde la diversidadgenética es hoy más elevada.

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En cuanto al cerdo, tradicionalmente se habíavenido defendiendo la posible existencia devarios centros de domesticación: el sureste deEuropa, el sureste de Asia y la región póntica.Datos recientes, procedentes asimismo de análisisgenéticos indican que, efectivamente, los cerdoseuropeos podrían descender de la domesticacióndel jabalí local (Vigne, 2005: 91). Los linajesgenéticos o haplotipos de esta especie se handeterminado igualmente. Al menos 3 o 4 de ellosproceden del Próximo Oriente. Con todo y engeneral, no se puede asegurar que los haplotipossean “spatially and temporally discrete domesti-cation events” (Zeder, 2008: 4), en los que dife-rentes poblaciones de animales fueron domestica-dos independientemente unos de otros.

También por lo que se refiere a las plantas setrata de un proceso bastante prolongado. Losdatos de múltiples áreas apuntan en esa direc-ción, dándose durante el mismo una manipula-ción humana de plantas genéticamente silvestrespero cultivadas, algunas de las cuales llegaron aexperimentar cambios morfológicos. Esta situa-ción se remonta al 12000 calBP, detectándose loscambios en 10500 calBP. En todo caso, las eco-nomías agrícolas basadas en unas y otras espe-cies no cristalizan del todo en el PróximoOriente hasta aproximadamente 9500-9000 añoscalBP (Zeder, 2008: 4).

DATOS ANTIGUOS Y NUEVOS DEL

MEDITERRÁNEO

Las especies domésticas halladas en elMediterráneo y por tanto en la Península Ibéricacon cronología más antigua son el perro, la oveja,la cabra, la vaca y el cerdo y las vegetales: trigo,cebada y leguminosas (habas, guisantes, lentejas,almortas o guijos y arvejas o yeros).

M.A. Zeder (2008) constataba a partir de estu-dios de ADN en los nuevos yacimientos excava-dos en Chipre (10500-9000 calBP) la manipula-ción demográfica de ovicaprinos, vaca y cerdo yla caza de gamo y zorro, introducidos desde elCreciente Fértil. Algo similar sucede con escaña yescanda menor, lentejas y cebada que, silvestre, esendémica de la isla (Zeder, 2008: 5). Se atestiguaasí el fenómeno ya documentado en el PróximoOriente de manipulación previa (y “exportación”de la misma, por lo que se ve) a los cambios mor-

fológicos de determinadas especies, introducidasdesde esta región.

Recientes análisis genéticos de ADN mitocon-drial confirman al lobo como antecesor del perro,al menos con dos ancestros diferentes y una anti-güedad de unos 135000 años. Sin embargo, estosdatos plantean problemas al existir la posibilidadde hibridación con lobos actuales. Las tasas demutación, por otra parte, no son estables. Se con-firma así también que su antepasado silvestreestaría muy repartido. En este caso concreto,parece que los procesos locales se dan por supues-to, aunque es algo que resta por esclarecer.

En un momento dado, ciertos hallazgos susci-taron el debate y plantearon la existencia de pro-cesos locales en el Mediterráneo. Los tempranoscasos de supuesta domesticación de oveja (nivelesmesolíticos de Châteauneuf-les-Martigues, restosde Gramari, Gazel, Rouffignac y Cap Ragnon)abrieron la polémica. Ducos y también Poulainopinaban que dicha especie (una oveja salvaje depequeña talla) pudo estar ya domesticada en losniveles mesolíticos del VIIº milenio y a partir del6000 bc (en Guilaine, 1976). Ahora se puede afir-mar con seguridad que la oveja ha sido introduci-da doméstica a partir del Próximo Oriente o delugares más cercanos que, en último extremo, lahabrían importado de esa región. Pero además, sesabe que la oveja de Châteauneuf es intrusiva, lomismo que los ovicaprinos de Dourgne y Gazel,sin contar con que la cabra de Gazel es ibex. Enotros casos, parece haber habido una confusióncon Rupicapra o Capra pyrenaica. Así puesqueda claro que ni la oveja ni la cabra parecenhaber tenido su agriotipo en el Mediterráneo, porlo que hay que pensar que estas especies hubieronde ser forzosamente importadas, independiente-mente de cuál haya sido el procedimiento para suadquisición.

Los haplotipos de cabra doméstica (A y C) lle-gan al sur de Francia hacia el 7300 calBP, desdeel Próximo Oriente, en un paquete único. Estosdos linajes se encuentran igualmente en rebañosmodernos de cabra de Portugal, en los que asi-mismo se detectan tres linajes de ovejas, incluidoslos hallados con anterioridad únicamente en elPróximo Oriente y Asia. Oveja y cabra muestranun grado mucho más alto de diversidad genéticade lo que cabría esperarse en la periferia occiden-tal de la expansión de estos animales. Esta diver-

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sidad se atribuye a múltiples introducciones decaprinos en la Península, llegados no sólo porcolonización marítima desde Francia e Italia (ajuicio de Zeder), sino por subsiguientes introduc-ciones desde África y de otras áreas de Europa(Zeder, 2008: 7).

La genética señala también múltiples introduc-ciones de la vaca. El haplotipo T3 que dominadicha especie antigua y moderna europea parecehaber tenido una rápida expansión por la cuencamediterránea. El ADN moderno indica que T y T2de la vaca estaban incluidos en movimientosmigratorios hacia los Balcanes y Europa central.Por su parte T1, dominante en los toros modernosdel norte de África, procedería de la domestica-ción de otro toro del haplogrupo T en el PróximoOriente, que se difundió después por el norte deÁfrica por intercambio y migración humana. Laaparición desigual del T1 en el toro moderno de laPenínsula, Sicilia e Italia central y los Balcanessugiere la llegada por el sur de Europa y el nortede África a través de múltiples puntos de entrada.Es posible igualmente que T1 viajara a través delos Dardanelos al este de Europa.

En cuanto al cerdo, la investigación deLarsson y otros autores publicada en 2005 (enZeder, 2008: 7) ha mostrado que los modernoseuropeos no tienen rasgos de antepasados delPróximo Oriente, sino que están relacionados másestrechamente con el jabalí europeo. Estudios deADN de los restos arqueológicos indican una dis-persión desde esta región a través de Europa entre7500 y 5000 calBC. Poco después de esta disper-sión inicial, el cerdo próximo-oriental es reempla-zado por otros domésticos de ascendiente mater-no europeo, incluso en el Próximo Oriente. Así, ladomesticación indígena del jabalí europeo parecehaberse producido en varias ocasiones, con doslinajes principales, indicativos de los aconteci-mientos separados de domesticación de este yotro linaje adicional, restringido a Italia yCerdeña (Zeder, 2008: 7). Los autores antes cita-dos (Larsson et alii en Zeder, 2008: 11) sugierenque la domesticación del jabalí europeo fue posi-ble después de la introducción del cerdo domésti-co desde el Próximo Oriente, con lo que realmen-te se trata de un caso de transferencia tecnológicamás que de una domesticación independienteauténtica. Quedaría pues por concluir esta en elcaso de los jabalíes indígenas.

La presencia de algunas leguminosas (guisan-te, garbanzo, haba, arveja, almorta y lenteja)(Pisum sp., Cicer aretinus, Vicia sp., Vicia ervilia,Lathyrus cicera y Lens sp. sculenta Moench., res-pectivamente) con formas cercanas a las cultiva-das, en yacimientos franceses como la Cueva del’Abeurador primero (Vaquer, 1980), y la Baumede Fontbrégua o Abri de la Poujade después, enniveles mesolíticos, llevó a plantear en sumomento la autoctonía de su origen. En opiniónde R. Buxó (1997), las especies halladas enl’Abeurador (8500-6500 bc) serían oriundas de laregión y habrían supuesto una domesticación sinulteriores consecuencia. Marinval (1991: 88) sos-tuvo que podrían tratarse de aportaciones noantrópicas, si bien afirmaba que la abundancia degranos y sus grandes dimensiones en l’Abeuradory Fontbrégua, suponían una recolección intensivaque habría llevado a una preagricultura a lo largodel VIIIº milenio, por la importancia que estas yotras especies habían tenido en la alimentación deestos grupos mesolíticos, pero también por la eli-minación de plantas competidoras.

El mismo hecho parece darse en la Grottadell’Uzzo (Sicilia), en la que se han encontradopequeñas cantidades de leguminosas y frutos sil-vestres. Durante un tiempo se defendió que laCueva Franchthi (Grecia) mostraría igualmente lapotencialidad de la recolección de plantas y laposibilidad de una protoagricultura (cebada,avena y lentejas silvestres), pero veinte años mástarde, Hansen (en Perlès, 2001: 30-40) se desdijode estas afirmaciones. Por otro lado, las lentejassilvestres halladas eran Lens nigricans o Lenservoides, mientras que el agriotipo de la cultivadaes Lens orientalis (Lens culinaris subsp. orienta-lis), según han demostrado los estudios genéticos.Sin embargo, la lenteja cultivada es difícil de dis-tinguir de la silvestre y la cuestión de la determi-nación de la domesticidad de las leguminosas engeneral puede plantear problemas. De hecho,algunas de ella pueden tener su agriotipo en elMediterráneo (Vicia faba narbonensis y Lathyruscicera, aunque con dudas) (Zohary y Hopf, 1994:114). En definitiva, según algunos autores, loestudios genéticos reducen la aparición de los tri-gos primarios (escaña y escanda menor) y de cier-tas leguminosas (garbanzo, haba, arveja y posi-blemente guisante) al ámbito del Próximo Oriente(Perlès, 2001: 40). Sin embargo, parece eviden-ciarse la necesidad de datos más numerosos paraestablecer con seguridad el origen.

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Ahora bien, ¿por qué mecanismos han sidointroducidas las especies foráneas? Los modelosantes comentados dejan claro que, o bien hanconstituido una aportación de colonos llegadosdel Mediterráneo (Próximo Oriente incluido), obien circularon como elementos de intercambiopor redes establecidas entre las poblaciones exis-tentes en la región. J. Chapman (1991), porejemplo, defendía la existencia de un conjuntode tales redes de reproducción que estimularonel intercambio generalizado durante elMesolítico final-Neolítico antiguo (8000-5500calBC), introduciéndose a través de ellas lasnuevas especies como alimento o como ganado,lo que les otorgaría nuevo valor y podría habercontribuido a una dispersión posterior(Chapman, 1991: 127). En opinión de Chapman(1991: 127-128), la domesticación es común acazadores-recolectores y agricultores, constitu-yendo la única distinción la tendencia entre estosúltimos al sedentarismo y, por tanto, a un incre-mento de los campamentos base.

Abundando en este modelo, Ch. Perlès (2001:60) defiende, de modo similar, la existencia deredes de intercambio amplias, que podrían haberincluido la obsidiana y habrían representado unimportante incentivo para la difusión de la agri-cultura. En este caso concreto, Ch. Perlès (2001:46) sugiere una adopción selectiva por intercam-bio de estos elementos. Por lo tanto, J. Chapmany Ch. Perlès ofrecen una visión fluida y sin ruptu-ras de la transición, abogando por la presencia deredes de intercambio y no por la llegada de gentes(o no siempre), así como por una selección de ele-mentos (las nuevas especies entre ellos), produci-da en el ámbito de los mecanismos antes aludidos.En ese contexto, la continuidad será la caracterís-tica en la cuenca mediterránea, con adquisición oadopción paulatina de los distintos elementos.Así, por ejemplo, en la Cueva Franchthi, ya cita-da, se documenta una continuidad entre elMesolítico y el Neolítico, pasando de una econo-mía de amplio espectro (caza de ciervo, pesca yrecolección de plantas) a una fase agrícola concaprinos domésticos, cebada y trigo en un primermomento, y vacas, cerdos y cerámica en otro pos-terior (Chapman, 1991: 128). Aquí, al igual que seestá comprobando en otras partes de Europa, sepone de manifiesto la interacción entre mesolíti-cos y neolíticos durante una breve etapa(Neolítico inicial), mientras que el cambio mayor

se produce después de esta última. Esta mismacomplejidad ha sido planteada desde otra ópticapor Ch. Jeunesse (2003) para la aparición de laagricultura en Europa central. Lamentablementeno podemos detenernos en este caso concreto, noexento de debate.

Lo mismo parece documentarse en elMediterráneo central. En ciertos yacimientos(Grotta dell’Uzzo, Grotta de Latronico 3, CoppaNevigata y Torre Sabea) se documenta tambiénun importante componente mesolítico en las pri-meras fases neolíticas (Tusa, 1991: 116). Para S.Tusa (1991: 118), es indudable que ha habido unfenómeno de transferencia de conocimientos tec-nológicos y de especies desde los Balcanes. Sinembargo, las poblaciones receptoras no van aexperimentar una mera aculturación, sino queprocurarán diversificar su base de subsistencia.Esta tendencia supone para dicho investigador laexistencia entre el VIIº y el VIº milenios de unproceso de tendencia autónoma al estadio produc-tivo, por lo que no será improbable la domestica-ción de algunas especies que tuvieran su agriotipoen la zona (Tusa, 1991: 118). En este contexto, seintroduce lo nuevo, sin trauma alguno para pobla-ciones con un fenómeno de adaptación óptima,dándose una fuerte autonomía selectiva de losgrupos receptores.

Otros investigadores comparten también estasideas. K. Mazurié, quien se decantaba por elmodelo de difusión arrítmica defendido por J.Guilaine para la neolitización europea (Mazurié,2007: 221-232), subrayaba la variedad de cultu-ras, difusiones rápidas y frenos que adoptaronalgunas de ellas por diversas causas. En su opi-nión, la primera neolitización europea no fue elresultado de un proceso único, regular y progresi-vo. La dinámica de tal proceso evolucionó en fun-ción de las reacciones del sustrato mesolítico. Laintroducción de novedades no se relacionó sólocon la colonización y la expansión demográfica,sino que fue fruto de la difusión y la aculturación,que nunca supusieron un aporte de poblaciónimportante (Mazurié, 2007: 225). Únicamente enlas dos primeras etapas de la neolitización, entreel 6800 y el 6100 y entre el 6100 y el 5800 calBC,se puede hablar de aportes demográficos, constru-yendo después Europa sus propios esquemas cul-turales sobre una base de población que desde elpunto de vista genético es posiblemente autócto-

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na (Mazurié, 2007: 226). K. Mazurié (2007: 119)se pregunta además si no habremos subestimado,a falta de testimonios arqueológicos, el papel delos grupos mesolíticos, ya que en occidente no sereconoce el sistema cultural próximo-oriental,salvo en lo referente a la economía de producción.Por ello, sería preciso salvar la dicotomía coloni-zación-autoctonía.

Cauwe y otros investigadores (2007: 39) afir-man que la documentación actual hace inconcebi-ble un Neolítico europeo, salido exclusivamentede las corrientes migratorias, lo que es particular-mente visible en la periferia del continente, dondelas sociedades depredadoras han desarrolladomodos de vida originales. La generalización delas economías de producción se acompaña deinteracciones culturales, evidenciándose el pesodel sustrato mesolítico en la continuidad de lasindustrias líticas en la generalidad del continente,en este caso. Así mismo, estos autores indicanque, desde el VIIº milenio calBC, el modo de vidaneolítico se difunde al Mediterráneo central yoccidental (Cauwe et alii, 2007: 98), sin un reem-plazo generalizado de la población y sin que todoslos elementos sean transmitidos o asimilados almismo tiempo. En ese sentido, se recuerda(Cauwe et alii, 2007: 25-26) que aunque L.Cavalli-Sforza concluyó, basándose en el ADNnuclear, que la gran mayoría de la poblaciónactual europea descendía en línea directa de losprimeros agricultores que colonizaron Europa, laescuela de Bryan Sykes ha postulado, según elADN mitocondrial que el 95% a 97% de los euro-peos están ligados a grupos provenientes de Áfri-ca, establecidos en Europa a inicios del Holoceno.Únicamente el 3% o 4% tendría su origen en losprimeros agricultores del Próximo Oriente. Por loque parece que, tampoco en este caso, los datosgenéticos avalarían la colonización.

En cuanto al Mediterráneo, Cauwe y otrosautores (2007: 110) señalan que los grupos car-diales muestran que la caza juega un papel impor-tante al lado del cultivo de cereales y de la domes-ticación de ovejas y cabras. Los mencionadosinvestigadores opinan que se asiste a un aporte depoblación y a una incorporación de elementosculturales por parte de los mesolíticos. La selec-ción de los colonos y las tradiciones de los meso-líticos actuaron como filtros, contribuyendo a laelaboración de una nueva cultura. La documenta-ción arqueológica sugiere también que no se

transmite todo el conjunto neolítico o no siempre,sino que existe una selección.

Pero aun aceptando la colonización, pareceatestiguarse en el este del Mediterráneo que latransición ha sido más compleja de lo supuesto yla intervención de los grupos mesolíticos másimportante. Para M.A. Zeder, la supuesta expan-sión de población no sugiere la tendencia lenta,sostenida y acompasada predicha por el modelode ola de avance (Zeder, 2008: 7). Por otro, lado,aunque ovicaprinos, vaca y plantas pioneras no sedomesticaron de forma independiente, los datosde los cerdos sí lo indican en distintos momentosy en subpoblaciones geográficamente separadas.Los estudios genéticos de centeno y avena moder-nos señalan que también tuvieron un antepasadoeuropeo y no próximo-oriental.

A MODO DE CONCLUSIÓN

En resumen, los nuevos procedimientos deanálisis proporcionan al investigador herramien-tas para examinar todo el proceso de la domesti-cación, no sólo sus impactos morfológicos (sisuceden), que únicamente aparecen cuando éstese halla sobradamente en marcha. En el CrecienteFértil, se están detectando signos de “ingeniería”que buscan e impulsan la producción de plantas yque son capaces de documentar la manipulaciónde la estructura del rebaño para promover un ren-dimiento más seguro y predecible de productosanimales. Está abierta la cuestión de cuánto hayque llevar hacia atrás esta gestión de recursos yhasta dónde estuvo extendida en el PróximoOriente (Zeder, 2008: 10). Así pues, cabe señalarque, si bien estos procedimientos han desechadola existencia de domesticación en el PPNA,negándose por este motivo su condición de prece-rámico tradicional, por otro lado confirman quelas prácticas que desembocan en la domesticaciónestán ya en marcha, incluso desde el Tardiglaciar.Por ello, de alguna manera, en el PPNA se estaránproduciendo igualmente cambios trascendentales.Dentro del Próximo Oriente, el fenómeno tampo-co es uniforme: procesos, adquisiciones y présta-mos se han dado en las diversas regiones, lomismo que seguramente fracasos (¿caso de lagacela?).

El ADN de las especies ratifica los agriotipostradicionalmente defendidos e indica el origenpróximo-oriental, sin duda alguna, de oveja,

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cabra, vaca y trigo. Habrán de corroborar tambiénposibles procesos locales vinculados al lobo, asícomo a la cebada y a algunas leguminosas.Igualmente, han confirmado la domesticación delcerdo, en varias ocasiones y fuera del PróximoOriente. Esta especie parece haber circulado tam-bién en la dirección contraria, constatándose engeneral múltiples introducciones de caprinos en laPenínsula, a partir del Próximo Oriente, Europa yÁfrica (a falta de profundizar en los estudios,especialmente de esta última zona), así como dela vaca. Todo lo cual ofrece una imagen demasia-do compleja como para defender un proceso deneolitización unilineal y restringido en el tiempo.

Las precisiones hechas en la actualidad sobreel estudio de la composición de la población fau-nística han permitido sugerir la gestión de la lecheen el caso de los ovicaprinos y la vaca (en Europay presumiblemente también en el PróximoOriente), alimento que pasaría a ser ahora uno delos factores principales para la domesticación. La“Revolución de los productos secundarios” deSherratt, más tardía, deberá ser revisada también,algo que se podía sospechar a partir de ciertos tes-timonios indirectos.

La llegada a Chipre de algunas especies mani-puladas, 2000 años antes de la cristalización delas economías agrícolas en el continente, indicaque la comprensión de la aparición de la domesti-cación animal y el nacimiento de la agriculturaestán incompletos. También se ha demostrado quela expansión por el Mediterráneo fue mucho máscompleja y poligenética de los que mostraban losprimeros modelos. En distintas áreas, en diferen-te grado, el proceso implicó elementos de difu-sión demográfica, adopción local y domesticaciónindependiente. En opinión de Zeder (2008: 10), lacolonización marítima de la cuenca mediterráneaimplicó múltiples migraciones independientes,aunque lo relacionado con ella: contexto cultural,causas, rutas, tiempos, debe ser investigado.Parece urgente, entonces, profundizar en la inves-tigación de las estrategias puestas en práctica porlas poblaciones mesolíticas, ya que ahí pareceestar la clave. Pero también convendría insistir enlos estudios de ADN de las poblaciones humanaspara esclarecer definitivamente el alcance de lasupuesta circulación de gentes por elMediterráneo, si la hubo, y su papel en la coloni-zación de las áreas limítrofes con el PróximoOriente y en las islas.

Según Melinda A. Zeder (2008: 11), la costanorte de África parece un área prometedora parafuturas investigaciones, así como la llegada ytransición en las islas. Cabe recordar que recien-temente, en la Península, se están defendiendorelaciones con el norte de África para explicar elNeolítico andaluz. Sin embargo, por el momento,no puede proponerse claramente este vínculo por-que el Neolítico magrebí aún presenta muchaslagunas y determinados datos están apuntando alárea sahariana. Para la autora citada (Zeder, 2008:11), cabría investigar domesticaciones de especiessilvestres europeas, la extinción de faunas endé-micas de las islas y el papel de los humanos en laconfiguración de los entornos postneolíticos.

En conclusión, los mecanismos de adquisi-ción de las especies fueron varios, rompiendocon la imagen axial de la difusión del Neolítico.Igualmente, a día de hoy, la existencia de proce-sos locales no resulta descabellada, ya que si poruna parte los estudios de ADN han zanjadodeterminadas polémicas en ese sentido, por otrohan sugerido posibilidades alternativas al res-pecto. El caso de Chipre muestra cómo ha podi-do darse igualmente la introducción de especiesen vías de transformación. A ese respecto, seríalógico pensar que tales especies, silvestres o no,adquiridas por el mecanismo que fuera, experi-mentarían un proceso de adaptación a nuevosterritorios, lo mismo que el grupo humano a nue-vos recursos. Por lo tanto, ninguno de los mode-los explicativos que defienden la neolitizaciónmediterránea mediante una colonización, rápidageneralmente, se ajusta claramente a la transi-ción, si tenemos en cuenta además de los datosanteriores, los provenientes de otros restos mate-riales de los que no es posible ocuparnos aquí (lacerámica, por ejemplo).

Podemos afirmar entonces que los gruposmesolíticos finales mediterráneos (europeos, engeneral) no son entes pasivos, sino que se hallanperfectamente adaptados al ámbito mediterráneo,no tan distinto al próximo-oriental por otro lado,que van diversificando su economía para reprodu-cir su modo de vida, seguramente satisfactorio.En ese contexto, pueden plantearse posiblesdomesticaciones locales o, al menos, una tenden-cia a la economía de producción, experimentaciónincluida, pero también un horizonte (Neolíticoinicial, según Jeunesse), en ocasiones claramente

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separado del Neolítico antiguo, en el que seadquieren determinados elementos: especies y/ocerámica, generalmente, con importantes aporta-ciones de las tradiciones mesolíticas. En todocaso, se obtiene ahora la impresión de la primacíade las primeras sobre la segunda. El Neolíticoantiguo ofrece ya todo el conjunto de elementosque tradicionalmente caracteriza a los hallazgosde grupos productores, aunque no siempre su pre-sencia en los yacimientos peninsulares y europe-os se atestigua en bloque (podría hablarse de unmodelo de mosaico). En la Península, sin embar-go, hay excepciones: es el caso de Portugal, asícomo de ciertas áreas de la región cantábrica yNO, donde la economía de producción no se evi-dencia de forma tan nítida. En cuanto al mecanis-mo de adquisición de las especies y de otros ele-mentos, una buena parte de los investigadores sedecanta hoy por la existencia de redes de subsis-tencia e intercambio, ya establecidas entre laspoblaciones mesolíticas, que serán las protagonis-tas del cambio. Así, desde el punto de vista de laeconomía se corrobora la explicación ofrecida enmodelos alternativos a los de colonización, basa-dos sobre todo en otro tipo de restos materiales,sin que se documente una situación de ruptura.

La neolitización del Mediterráneo y, por tanto,la peninsular es un fenómeno complejo, integradopor múltiples componentes, que una interpreta-ción sencilla no puede explicar satisfactoriamen-te. Ya en momentos anteriores, podían observarseciertas situaciones que ahora se evidencian conmayor claridad, a mi juicio. Cierto que la econo-mía de las poblaciones mesolíticas había sidoescasamente estudiada, lo mismo que la ordena-ción del territorio, cosas ambas fundamentalespara defender determinadas conexiones o barrerasentre unos y otros grupos, en el supuesto de quehubiera llegada de gentes (algo que personalmen-te no he defendido nunca). La búsqueda de proce-sos locales que, en su momento, podían encua-drarse en los planteamientos de la Escuela deCambridge, no implicaban la existencia de focosneolitizadores por doquier. Ya entonces, al abor-dar cuestiones como la de la domesticación (yestos extremos se han confirmado en estosmomentos), en cuanto fenómeno biológico y cul-tural, se afirmaba que no eran procesos unilinea-les y que podían repetirse o producirse con unacierta variabilidad. En una palabra, en cada lugaren el que se adquieren las especies señaladas se

inicia un proceso de adaptación (al medio y algrupo humano y viceversa), que ya no dependeráde selecciones y estrategias introducidas desde elexterior. Pero recordemos igualmente que coexis-tirían distintos tipos de economía, como tambiénafirmábamos en su momento (Rubio, 1981:1413). Además no sólo los cazadores-recolectoresparticiparán en el proceso, sino también los pro-pios grupos neolíticos: de nuevo los procesoslocales parecen atraer el interés de los especialis-tas y nada impide, como se ha sugerido en el casodel cerdo, un “contagio” de tipo técnico o unaexperimentación que permita ampliar el abanicode recursos.

En una palabra, la neolitización tanto en elfoco originario como en el Mediterráneo constitu-ye un proceso con múltiples intervenciones delque restan por investigar numerosos aspectos(entre ellos las posibilidades de domesticación deespecies silvestres o testimonios de acercamientoentre especies animales y el hombre, la caza espe-cializada una de ellas). Produce, en todo caso adía de hoy, una cierta seguridad comprobar quedesde los estudios llevados a cabo sobre especiesanimales y vegetales y desde los que se basan enel equipo material de las poblaciones mesolíticasy neolíticas se llega a parecidas conclusiones. Deesa manera, de algún modo tiende a cerrarse elcírculo abierto en los años sesenta y setenta sobrela complejidad de los procesos de domesticacióny de neolitización.

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