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ISSN-0188-476· NÚMERO 84 • $ 33.00

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NÚMERO OCHENTA Y CUATRO

NOVIEMBRE-DICIEMBRE DE 2004 • $33.00

PLAZA DE LA CIUDADELA 4, CENTRO HISTÓRICO

DE LA CIUDAD DE MÉXICO, CP 06040.

TELÉFONOS 57 09 1478·5709 II 01

FAX 57 0911 73

CORREO ELECTRÓNICO [email protected]

CERTIFICADO DE LICITUD DE TITULO NÚM. 6270

CERTIFICADO DE LICITUD DE CONTENIDO NÚM. 080

CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES

PRESIDENTA

SARI BERMÚDEZ

REVISTA BIBLIOTECA DE MÉXICO

DIRECTOR FUNDADOR: jAIME GARCIA TERRB t DIRECTOR: EDUARDO LlZALDE

EDITOR: JOSÉ ANTONIO MONTERO

EDITOR ASOCIADO: MARIO BOjÓRQUEZ

SECRETARIO DE REDACCiÓN: JOSÉ DE LA COLINA

CONSEJO DE REDACCiÓN: JUAN ALMELA. FERNANDO

ÁLVAREZ DEL CASTILLO. MIGUEL CAPISTRÁN.

ADOLFO ECHEVERRIA.JAIME MORENO VILLARREAl,

VICTOR TOLEDO y RAFAEl VARGAS

COORDINACiÓN ADMINISTRATIVA: MIGUEL GARCIA RI:JIZ

y JAVlER MEDINA MORENO

DISEfilo: PEDRO ANTONIO GARCIA y PAOtA, ÁLVAREZ

ASISTENCIA EDITORIAL: MARINA GRAF

'( CECILIA GOROSTIETA

ASISTENCIA DE IMPRESiÓN: ZIAN ESCALONA

COMERCIALIZACiÓN Y DISTRIBUCiÓN : RUYSDAEL NAVA

IMPRESiÓN: GRÁFICA, CREATIVIDAD Y DISENO, S.A. DE C.v.

PORTADA: "A JULIO VERNE", POESIA DE ANTOINE GAILLET.

DIBUJO DE JEAN ROBERT; 1905

la. DE FORROS: SALVADOR DAÚ: RETRATO DE JULIO VERNE. EL

INTELECTO SURGIENDO, I 966.AGUAI'UERTE. 100 X 65 CM .• PRUEBA

DE ARTISTA

4 .. DE FORROS: JULIO VERNE

•BIBLIQTECA DE 'MEXICO

2 jEAN FRANCO

JULIO VERNE: LA MAGIA CIENTíFICA

LA VUELTA DEVERNE EN DOCE

ESCALAS

JULIO VERNE: DATOS BIOGRÁFICOS

DEL HECHICERO

21 JOSÉ DE LA COLINA

VIDA, AVENTURA Y MUERTE

DE NEMO

28 jULlOVERNE

EDGAR POE y sus OBRAS

POEMAS

CARTA A SU HERMANO PAUL

40 PIERO GONDOLO DELLA RIVA

UNA VUELTA AL MUNDO QUE

CONQUISTÓ EL PLANETA

JULIO VERNE YEL TEATRO

UN PRINCIPIO DE NOVELA INÉDITO

SS jEAN.MARIE EMBS

UN PADRE Y SU HIJO: PIERRE-JULES

HETZEL y JULIO VERNE

63 PABLO SOLER FROST

PENSAMIENTOS SOBRE

LOS QUINIENTOS MILLONES

DE LA BEGUM

Biblioteca de México agradece con amplitud el aporo invaluable briRdado por

la Embajada de Francia en México para la realización del presente número de

la revista. en particular a Jean Franco. agregado de Cooperación Universitaria

e Investigación. quien ha colaborado ya con nosotros en números anteriores;

Piero Gondolo della Riva. vicepresidente del Centre Intemational Jules Verne

y de la Société Jules Verne. quien d~sde hace 42 años estudia vida y obra del

novelista; Jean-Marie Embs. especialista en las encuadernaciones de la com­

pañia P. J. Hetzel; Jacqueline Ayrault. directora de las bibliotecas de Amiens; y

a Jean-Pierre Marcos. director general adjunto de Cultura, Deporte y Turismo

deAmiens Métropole. por su autorización para reproducir y traducir los tex­

tos y la carta manuscrita de Julio Verne; asi como a Nathalie lelong.Jacqueline

André y Pierre losson. de la Mediateca Casa de Francia en México.

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JEAN FRANCO

JULIO VERNE: LA MAGIA CIENTíFICA

Her.mano en literatura de Víctor Hugo, Emile Zola y Alejandro Du­mas, considerablemente influencia­do por Edgar Allan Poe y Daniel De­foe, este hechicero de la literatura, traducido en el mundo entero, ha fascinado a generaciones de lecto­res desde hace 140 años, y su impac­to no deja de hacerse sentir, aunque un ligero perfume anticuado flote hoy sobre esas páginas inspiradas.

Ochenta textos en total (62 no­velas y 18 cuentos), de los que un buen número ha sido popularizado por el cine, la televisión y la histo­rieta (se cuentan hasta la fecha más de 160 adaptaciones para la pan­talla chica o grande), jalonan una existencia entregada a la escritura. Al impresionante ritmo de dos no­velas por año constituyó un cuadro literario que toma de la geografía, de la historia, de las investigaciones científicas y de los descubrimientos de su tiempo sus temas, pero dán­doles un toque mágico e inspirado por el libre juego de una imagina­ción desbocada que se asienta en los conocimientos científicos, para dejarlos atrás rápidamente.

¿Quién no ha leído esos textos célebres que tienen elementos de la novela de aventuras, de la novela histórica, del libro para la juventud, del texto romántico, del fresco épi­co, con algunos lances hacia la no­vela policiaca o la novela popularr Muchas generaciones han soñado con esas locas apuestas de realizar una carrera alrededor del planeta (La vuelta al mundo en ochenta días); sumergirse en lo más profundo de los océanos (Veinte mi/leguas de via­je submarino); alcanzar las entrañas del globo (Viaje al centro de la Tierra) o el Polo Norte (Aventuras del ca­pitán Hatteras); cruzar continentes (Cinco semanas en globo, Michel Stro­goff, Las tribulaciones de un chino en China, El soberbio Orinoco); evadirse por los aires (De la Tierra a la Luna).

La isla misteriosa y varias otras "robinsonadas" menos conocidas han alimentado la imaginación de generaciones de niños, a la manera de J.-M. G. Le Clézio, quien afirma haber crecido con Julio Verne. La mitad de los textos atañe a los via­jes, a menudo marítimos (Los hijos del capitán Grant), pero todos cuen­tan las "divertidas desgracias" de aventureros en busca de un absolu­to. Más de un millar de personajes de todas las razas y orígenes y de todos los continentes, pueblan esas páginas y reflejan el propósito de un creador lleno de ideales, que bus­ca apasionadamente un sueño ab­soluto: abrir el mundo, recorrerlo en todas sus dimensiones y exten­derlo a los confines de la ima-

Julio Verne, caricatura de André GiII , 1867

ginación, ponerlo al alcance de los "traseros de plomo" que jamás han salido de sus tierras y que podrán viajar sobre las naves de las pala­bras mágicas.

A menudo se ha insistido en la doble naturaleza de los lectores de Julio Verne. Por un lado, los ado­lescentes, atraídos por un maravi-

2 Biblioteca de México

lioso contador de historias, llenas de aventuras, de giros imprevistos y de suspenso. Por el otro, los adul­tos, que encuentran en ellas un va­lioso testimonio sobre una época completamente elaborada de cien­tificismo y de fe en el progreso, pero que se niega a dejar de soñar y se cuestiona sobre el futuro del hombre. Hetzel, el editor y amigo, el "padre sublime", habría querido hacer de Verne el autor exclusivo de la juventud pero al precio de al­gunas concesiones menores; sin embargo, el prolífico autor rebasó considerablemente el programa educativo de su mentor para ex­plorar todos los estratos de la exis­tencia humana: sería imposible ago­tar toda la gama de sus registros, lo que constituye el signo de un gran escritor. Basta con consultar la lista de los grandes autores que han auscultado con deleite los libros del mago de Amiens: Michel Butor, Roland Barthes, Paul Eluard, Henri Michaux, Michel Serres, Jean-Marie Le Clézio. Supo seducir a creadores tan diversos como Mallarmé, Cen­drars, Claudel, Saint-Exupéry, Julien Gracq o Raymond Roussel. Todos ellos encontraron materia para la reflexión y la alegría, tan variados son los universos abordados por Verne y diversos sus posibles enfo­ques: científico, simbólico, mágico, mítico, iniciático, utópico.

El primer punto, y el más eviden­te, reside en la vena científica. Julio Verne es un hombre de su tiempo, y lo encarna al máximo, hijo de ese siglo XIX de la industrialización, del desarrollo económico, de la explo­sión de los transportes y de la mul­tiplicación de los descubrimientos. Fascinado por ese mundo moderno que emerge, Verne se convertirá en su poeta épico, acumulando una va­liosa documentación que conforma­rá el sustrato de sus historias. Los grandes descubrimientos de su tiem-

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Caricatura de Julio Verne a los 80 años

po serán la materia y la fuente de sus historias, transformadas en him­nos a la modernidad y el desarrollo. Adivinamos la sombra y la influencia de Saint-Simon, de Darwin, de Au­guste Comte y de muchos otros de­trás de esa puesta en escena del mundo de la máquina y el progreso.

Pero el hombre de ciencia es al mismo tiempo el discípulo de los románticos, y une el rigor científico a la imaginación desbordante y a la exaltación de los sentimientos. Muy pronto, el visionario circundará al historiador, y el poeta al naturalista o al físico: las descripciones poéti­cas abundan, ya sea en las entrañas de la tierra o en los fondos subma­rinos, y también los episodios sor­prendentes o mágicos. El poder de las palabras reviste a la realidad y le hace tomar nuevos y diferentes co­lores; la fuerza sugestiva de los tér­minos, así sean científicos, invita a la imaginación.

Esta doble naturaleza de los tex­tos de Verne, . que son al mismo tiempo exploraciones científicas y cuentos de hadas, diarios de viaje y relatos fantásticos, remite a un es­critor hecho de contradicciones,

dividido entre las dos tendencias que cohabitarán en su obra y que lo volverán tan atractivo y tan am­biguo. ¿Quién es el verdadero Verne, el científico riguroso o el poeta del universo, el anarquista o el burgués, el romántico desen­frenado o el naturalista adelantado, el sabio acorazado de certezas o el desenfadado fabulador, el humoris­ta sonriente o el filósofo pesimista, el autor para la juventud o el his­toriador de las ciencias, el hombre racional o el ser afectivo? Es todo esto a la vez y se mueve en todos los registros, de la exaltación a la frialdad distante: la fuerza cómica linda con la tragedia, la crueldad con la delicadeza, la grandilocuencia pos romántica con el rigor del razo­namiento, el entusiasmo humanista con el pesimismo más oscuro, la fantasía de aventuras inverosímiles con el didactismo sustentado y sentencioso. Al mosaico de temas corresponde un sinfín de posibilida­des de aproximación o de trata­miento, lo que constituye el signo de un gran escritor de la literatura universal, creador de inolvidables "magias científicas".

Biblioteca de México

MENTlilERe VERNE, EL MAGO

Julio Veme - hay que recordarlo-,

muere en 1905, al despuntar el siglo

XX, y su enorme obra de colosal fan­

taseador y novelista ingresa en el

mar editorial de todas las lenguas del

planeta como un buque poderoso o

un grandioso Nautilus con tan impo­

nente presencia como la alcanzada

en las últimas décadas del siglo pre­

cedente.

Ninguno de los lectores precoces

de mis años infantiles en México, co­

mo en muchos otros países, pudo sin

cursar las páginas de Cinco semanas

en globo, De la Tierra a la Luna, Vein­

te mil leguas de viaje submarino o La

isla misteriosa, poner verdaderamen­

te el pie en la práctica de la auténtica

lectura. Todo lo había en esas ágiles

y versátiles ficciones para los lectores

de todas las edades antes de la con­

vulsión tecnológica y científica de

rango superior que sobresaltaría a la

sociedad desde los años 1940 y los

siguientes. Sin Salgari -un falso na­

vegante- y sin Veme -un supuesto

visionario cientifico-, jamás hubiéra­

mos conseguido dar el salto a la lec­

tura de más complejos, sustanciosos

y grandes autores. Yeso mismo per­

cibió el etemo y ambicioso editor de

Veme, J. P. Hetzel. en 1862, cuando

A. Dumas hijo le presentó al joven

Julio Veme y decidió llevar a las pren­

sas una novela de insípido título Vo­

yages dans rair [Viajes por los aires)

con el definitivo de Cinco semanas

en globo. Hetzel todo lo había edita­

do, pero ni los lanzamientos de libros

del fundador Stendhal o los de Hono­

rato de Balzac, artífices y genios re­

conocidos de las letras, alcanzarian

los tirajes ni la popularidad de los de

Verne.

¿Era sólo Verne, el de ingenio su­

premo y seductor, un simple autor de

divertidas historias para niños, un no­

velista de género menor, un autor de

modernas historias didácticas mora­

les y un fantasioso adorador de la na­

ciente termodinámica, la locomotora

y el maquinismo en su conjunto?

El asunto jamás fue verdadero di­

lema, pues Verne mismo no se daba

jamás aires sublimes de poeta, dra­

maturgo genial u orfebre del verso y de la prosa. Bien se conformaba con

redactar sus ficciones con un lengua­

je variado y culto, con desplegar su

asombrosa imaginación, su eficacia

narrativa y su notable talento para

crear personajes peculiares y paradig­

máticos con originalidad que estimula-

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JEAN FRANCO

LA VUELTA DEVERNE EN DOCE ESCALAS

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Feiix ioumachon, Nadar, fotógrafo y amigo cercano de Julio Veme, lo inspiró como personaje en sus novelas De la Tierra ala Luna Viaje alrededor de la Luna. Caricatura de André GIII, 1867. Y

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l. ¿Autor para la juventud o novelista

a carta cabal?

Julio Verne ha sido calificado a veces. con cierta condescendencia. "escritor para la juventud". A las distintas historias de la literatura a menudo se les dificulta cla­sificarlo o acomodarlo; sin embargo. Ray­mond Roussel fue el primero en plan­tear el problema y muchos le siguieron los pasos para defender ese género con­siderado como "menor".

Como bien lo había anticipado Het­zel. el género de los libros para la ju­ventud se consolida en el siglo XIX.

Ciertamente. existían grandes precur­sores o grandes voces solitarias como Perrault. Grimm o Andersen. que per­tenecen a los clásicos. pero la literatu­ra no acogía frecuentemente en su se­no cuentos para niños o textos de ima­ginación. El siglo XIX de la industria­lización y del desarrollo económico permite la explosión de los conoci­mientos. Estos se aplican principalmen­te en el área de las comunicaciones. y el ferrocarril. el telégrafo y el perfec­cionamiento de los barcos van a empu­jar las fronteras del mundo y a ampliar las perspectivas. Estos progresos. que se aceleran durante la segunda mitad del siglo. darán un extraordinario im­pulso a los relatos de viaje y a las nove­las de aventuras. El Romanticismo in­yectará al público letrado el deseo de los viajes y del exotismo y. a la manera de Julio Verne. en todos los países apa­recerán producciones literarias que suscitan el sueño y la evasión. Algunas de ellas ocupan su lugar en la literatura mundial. como La isla del tesoro (1883), de Stevenson. con aventuras marítimas y misterio garantizado. E/libro de la sel­va (1894). de Rudyard Kipling. con el mito del niño salvaje. o los espacios helados del gran Norte canadiense po­pularizados por James Olivier Curwood y Jack London. La ciencia ficción nace también en esta época como una moda­lidad más del escapismo y de la imagina­ción. proyectándose hacia un futuro mágico.

Los niños no quedan relegados de este gran desarrollo de la comunica­ción y la edición. se convierten en uno de los blancos predilectos en este pa­norama de mejoramiento económico y el Segundo Imperio y la Tercera Re­pública serán la Edad de Oro del libro infantil. Algunos educadores participan en ello y elaboran conceptos innova­dores. De este modo. Ernest Legouvé enuncia los principios de la "lectura en familia". y Jean Macé por su parte. fun­dador de la "Liga francesa para la ense­ñanza". y colaborador de Jules Hetzel en su proyecto educativo. considera que el objetivo del libro infantil debe ser el de instruir divirtiendo. En esta

óptica. la ilustración juega un papel esencial y debe apoyar o prolongar el texto.

Estas teorías serán puestas en prác­tica por grandes editores. Hetzel desde luego. pero también Hachette y Delagra­ve. que publicarán textos para todas las edades de la infancia y la adolescencia. Grandes ilustradores prestarán su con­curso en esta labor de educación. Julio Verne ocupará un lugar importante en esta serie para la juventud y sus novelas saldrán beneficiadas con la colaboración gráfica de eminentes artistas como Ba­yard. Riou o Férat. Uno de sus libros "para adolescentes". una magia natural ofrecida por los fenómenos meteoro­lógicos. se convirtió. ya ilustrado por AI­phonse de Neuville. en un verdadero clá­sico (Los ingleses en el Polo Norte).

¡Podemos entonces decir que estos libros sólo tienen un alcance limitado? Sin duda. el objetivo didáctico puede te­ner como efectos edulcorar. difuminar o limitar el campo. y la correspondencia entre Hetzel y Verne aporta múltiples testimonios de una posible autocensura. con el fin de evitar perturbar la sensibi­lidad de los jóvenes lectores. Pero los textos de Verne. si bien en su mayoría pueden convenir a los adolescentes. no quedan confinados en el proyecto re­ductor hetzeliano. Ciertamente. la vo­cación pedagógica a menudo está pre­sente. sobre todo a través de la pareja niño-educador. y un gran número de personajes vernianos. a la manera del narrador. se lanzan en grandes explica­ciones teóricas (muchos de ellos son científicos ávidos de compartir sus co­nocimientos. profesores. ingenieros. teó­ricos). Pero esto es sólo en la superficie y casi todas las grandes novelas de Verne rebasan el proyecto inicial. el de "dar a conocer".

Muy lejos de ser ingenuos o inocen­tes.los cuentos de Perrault o de Grimm. como bien lo han señalado los análisis recientes. transponen fantasmas colecti­vos escondidos o reprimidos. y así suce­de también con las novelas de Verne. que podemos leer en un primer nivel. pero que son una mina de reflexiones y de mitos: las exégesis revelan la extraor­dinaria profundidad de los problemas que los textos ofrecen al lector. remi­tiendo a lo absurdo la falsa dicotomía literatura infantil-gran literatura. Sin ha­blar del Verne del segundo período. más "social" y pesimista. que dirige sobre el mundo contemporáneo miradas de­soladas o severas. resaltando la locura de los hombres y la inanidad del conoci­miento si se pone al servicio del hambre de poder. En realidad. no hay nada infan­til en todo esto y. por lo demás. algunas ideas no están como para ponerse en manos de cualquiera (los tufos antise­mitas de Héaor Servadac. la eventual

Biblioteca de México

ba y divertía a sus más ilustres y refi­

nados contemporáneqs. de Dumas a

Victor Hugo, como después a Mallar­

mé y a muchos otros. Y lo seguiría

haciendo durante el siglo XX entero, cuya cinematografía de aventuras y

ficción se alimentó de la imaginería,

los personajes y las sagas vemianas

desde la era de Mélies a los años que

corren.

Por cierto, en sus Crónicas parisi­

nas de los años 70 Mallarmé recorre

el panorama de la actividad teatral,

artística y literaria de la ciudad; y al

tiempo en que se ocupa de alabar las

actuaciones de la divina Adelina Patti,

tanto como las puestas en escena de

obras escritas por Cattulle Mendés,

Dumas padre y Dumas hijo, Emilio

Zolá o Gustavo Flaubert, suele con

frecuencia hacer el elogio de Julio

Veme, y en especial de la adaptación

teatral de La vuelta al mundo hecha

en el teatro de la Porte Saint-Martin

con Adolphe d'Ennery, sobre la que

dice el poeta

... esta maravilla, este drama, este atlas

viviente de geografia

... de asombrosa magnificencia"

El presente número de nuestra revista

se nutre en lo esencial con los in­

valuables materiales de la exposición

abierta en el vestíbulo de la Biblioteca

de México a partir del mes de sep­

tiembre del año que tennina, y con los

ensayos magistrales del espléndido

catálogo impreso para la muestra con

la colaboración de la Embajada de

Francia en México, la Biblioteca de

Amiens y la Casa Julio Veme de esa

ciudad.

Además de los artículos de José

de la Colina y Pablo Soler Frost, des­

tacan en nuestras páginas los ensa­

yos del escritor Jean Franco. que

ocupa actualmente el cargo de Agre­

gado de Cooperación Universitaria

de la embajada francesa en México;

el de Jean-Marie Embs y los de Piero

Gondolo della Riva, vicepresidente

del Centro Internacional jUlio Veme

de Francia. El señor Gondolo della

Riva es. además. coleccionista de un

gran acervo de objetos y libros rela­

cionados eón Veme. y a su personal

generosidad debemos la presencia

de numerosas piezas que hoy se ex­hiben en la Biblioteca de México "J9S' Vasconcetos".

EL.

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Perfume Phileas, de Nina Ricci, Paris, 1980

xenofobia, el sentimiento violentamente antiinglés o antinorteamericano, la miso­ginia en C/ovis Dardentor, la ironía y muy frecuentemente la parodia, que conviene descifrar como es debido),

Es importante desconfiar de la "transparencia" de los textos: en los grandes escritores como Verne no hay que considerarla al pie de la letra, La ju­ventud puede encontrar lo suyo, pero sus textos plantean los grandes pro­blemas de la humanidad y anuncian que nuestras sociedades son mortales.

11. Las sociedades al desnudo

La novela de Julio Verne, aun cuando per­mite acceder a lo imaginario y a lo ex­traordinario, posee un innegable alcance social, que puede detectarse sobre todo en la segunda parte de su vida, donde el viaje ya no constituye un fin en sí: es más el retrato de lo social el que se impone y el que paradójicamente acerca a Verne al recurso de un Émile Zola, aunque los métodos sean opuestos.

Julio Verne atraviesa por un siglo XIX

que vive grandes desórdenes en todos los niveles y el conjunto de su obra se convertirá en un testimonio del mun­do que está naciendo, con sus virtudes y sus contradicciones. Verne presencia las grandes conmociones de su época, primero la Revolución de 1848, luego las guerras, sobre todo el conflicto fran­co-alemán de 1870 (en el que es movi­lizado como guardacostas). Se interesa en el mundo contemporáneo, descubre con admiración y luego con preocu­pación el continente americano, tierra de aventura y libertad, con una mítica

conquista del Oeste, tierra del dina­mismo industrial, de la grandeza, pero también del individualismo, la omni­potencia, las finanzas y el egoísmo, La contraparte de la grandeza es la ausen­cia de escrúpulos y de solidaridad de una sociedad que celebra el Vellocino de Oro (El secreto de Maston, 1889) y que se desgarra en una Guerra de Se­cesión sin llegar a resolver sus proble­mas de racismo, Los cercanos Balcanes ofrecen a Verne la imagen inquietante de la escalada de los nacionalismos, y éste evoca en sus libros la multiplica­ción de los imperialismos (Prusia, Aus­tria, Imperio otomano) y los desborda­mientos de los colonialismos en varias partes del mundo, Sus viajes ima­ginarios son el pretexto para plasmar la situación de los aborígenes en Aus­tralia, la de los niños en una África del Sur desgarrada por la guerra de los boers o la de los grupos indígenas en Norteamérica o en África. La India constituye uno de sus continentes pre­dilectos y permite sacar a la luz los perjuicios del colonialismo,

Por sus características intelectuales, sus personajes son vectores de una reflexión sobre lo social: frecuente­mente profesores, ingenieros, periodis­tas o marinos, dan testin1onio de su época mostrando una curiosidad de buena ley y su perfil de científicos les permite hacer un balance de los cono­cimientos, sin abstraerse de las diversas realidades sociales.

A lo largo de los 40 volúmenes, va abriéndose paso una evolución muy clara de su mirada social. En una pri­mera etapa, se casa con el positivismo

Biblioteca de México

de Auguste Comte y el sansimonismo: la tercera edad es la de la ciencia y ésta tiene todas las respuestas. Una co­rrecta gestión de la economía produce prosperidad, que a su vez trae progre­so en un círculo virtuoso que proyecta a la sociedad hacia un futuro promi­sor io, Julio Verne comparte este opti­mismo y sueña con los utopistas de su tiempo; se asoma incluso del lado de Proudhon y de los anarquistas, cuyas teorías lo incitan a una reflexión filosó­fica, Con la victoria de las democracias como tela de fondo, el novelista toma­rá como pretexto los viajes ficticios para abordar las grandes preocupacio­nes éticas que agitan a los intelectuales de la época. El capitán Nemo plantea las cuestiones de la moral y del terro­rismo; Matías Sandorf la del poder de la muerte; Phileas Fogg la del control absoluto del tiempo, El tema de la libertad bajo todas sus formas aparece en cada libro:Verne deja atrás la simple verificación social para sentar las bases de una vida en sociedad, más allá de los accidentes históricos,

Los grandes conflictos posteriores a 1870 le llevan a cuestionarse con agu­deza sobre la responsabilidad colectiva, y el sociólogo deriva lentamente en filó­sofo, El conocimiento del mundo cier­tamente abre el camino a la democracia y a la libertad, ¡pero, no son éstas, ilusio­nes, de hecho? Muchas novelas plantean la pregunta y responden con desencan­to de modo afirmativo, Robur el Con­quistador, o mejor dicho el nihilista, se confirma como "amo del mundo", pero su poder desemboca en el vacío. Cada vez más, como un imperioso llamado, se impone el deseo de justicia y de lucha contra las opresiones, encarnado por ejemplo en ese parangón de la fidelidad (llevado hasta el sacrificio) que es Miguel Strogoff, o por el héroe magiar Matías Sandorf, que lucha por la libertad de su pueblo amenazado por Austria. He aquí la señal de que tales conductas son se­veramente criticadas, como lo demues­tra El archipiélago de fuego (1884), mar­cado por la luc~a contra los otomanos, o Los quinientos millones de la princesa ( 1879), que corta de tajo la escalada del militarismo. Una visión geopolítica es común a un gran número de novelas: Fa­milia sin nombre (1889) cuenta la revuel­ta de los quebequenses contra la do­minación británica en 1830; La casa de vapor (1880) la de los cipayos en India en 1857; Norte contra Sur (1887) evoca la Guerra de Secesión; y, aunque con un enfoque humorístico, Kerabán el testaru­do (1883) trata los problemas de los pueblos ribereños del Mar Negro. La es­pléndida Estrella del Sur (1884), que apa­rece como una crítica feroz de la rapaci­dad de los blancos, esboza una solución para el conflicto entre boers e ingleses.

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Instruir y divertir era ciertamente el proyecto inicial, pero muy pronto se

.doblega ante el deseo de asomarse a las sociedades contemporáneas. Julio Verne presiente que nuestro mundo corre a su perdición y trata de poner sobre aviso a su lector.

111. Himno al progreso y peligros de

la ciencia

A imagen de sus contemporáneos,Julio Verne está fascinado por el mundo en el que vive. La Revolución francesa abrió el camino de la democracia y de la libertad e hizo entrar al mundo en la modernidad. La industrialización remo­dela a la sociedad de principio a fin y lanza al mundo sobre las vías de la prosperidad.

Las imágenes tangibles del progreso residen en la máquina, que encarna al mundo nuevo. La locomotora nace

prácticamente al mismo tiempo que Julio Verne (1829) y el ferrocarril va a revolucionar el concepto de espacio y a presidir al mismo tiempo una reestruc­turación de las ciudades con la apari­ción de los suburbios. La era de la me­cánica se impone a todos, la máquina de vapor resuelve nuevos problemas y po­ne en tela de juicio la situación adqui­rida. Lo mismo sucede en diversos ámbitos.

Este movimiento se acelera durante la segunda mitad del siglo, que presen­ta a los maravillados ojos de los habi­tantes una nueva visión del mundo. En un primer momento, Julio Verne está fascinado por el maquinismo: es el tes­timonio del poder y de la grandeza del hombre, que, en lo sucesivo y gracias a los progresos técnicos, deben dominar a la naturaleza en el gran duelo que los opone. Las novelas de Verne son una celebración del genio humano, capaz de imponerse y de dictar su ley a los fenómenos naturales. Los múltiples aparatos, cuya omnipotencia aparece en los textos: submarinos, aviones, co­hetes, son complacientemente descri­tos o evocados con cierto lirismo. La diligencia y los barcos antiguos no ha­brían hecho posible una vuelta al mundo en ochenta días, pero los vapo­res modernos, o la "ciudad flotante" sobre la que Verne cruza el Atlántico, así como los ferrocarriles, vuelven rea­lizable la apuesta, y demuestran el con­trol absoluto del hombre sobre el tiempo. Imagen mítica de la domina­ción espacio-temporal, que la posesión de los medios técnicos ha vuelto posi­ble. Julio Verne no tiene el monopolio de esta mitificación del mundo de la máquina y muchos escritores compar­tieron ese entusiasmo (si pensamos, por ejemplo, en un Émile Zola) y esa visión de la ciencia como panacea a

todos los males. En cualquier caso, Ver­ne mitifica cierto número de aparatos que pueblan sus libros, el Nautilus, el obús lunar, el gigante de acero, la balsa mágica. Son capaces de rivalizar con el universo imaginario, donde un bloque de hielo gigante dotado de una vela se convierte en una nave y donde un co­meta puede llevar al espacio.

Sin embargo, Julio Verne descubre muy rápidamente los peligros de la má­quina y pone de manifiesto los engaños del progreso. En este sentido, rebasa a su tiempo poniendo en tela de juicio la industrialización a todo vapor. Centra­do en el hombre, deriva muy rápida­mente hacia una reflexión filosófica que le hace tomar conciencia de las li­mitaciones del maquinismo y del mun­do moderno. El Nautilus es, sin duda, una maravilla de la técnica, pero ¡lo im­portante no reside acaso en la perso­nalidad de quien lo concibió, el pesi­

mista y lúcido capitán Nemo, que ajus-

ta una cuenta personal con el mundo, pero que reflexiona en esa vida en so­ciedad de la que se ha apartado? Todos los textos que seguirán a Veinte mil le­guas de viaje submarino plantearán en forma desgarradora la gran pregunta: ¡el progreso técnico representa la so­lución a los males que aquejan a la hu­manidad, al deseo de poder, al egoísmo, al fanatismo? Y ¡existe un mal uso de la ciencia, la mejor y la peor de las cosas? Julio Verne plantea personajes prome­teicos henchidos de orgullo y dispues­tos a todo para saciar su apetito de poder. Así pues, emergerá, en su galería de personajes, el arquetipo del cientí­fico loco, muy recurrente, portador del mensaje pesimista de su creador: Ro­bur lleva hasta sus últimas consecuen­cias la actitud nihilista de Nemo y sim­boliza el peligro mortal que la ciencia hace correr a la humanidad. Mirada sombría y desencantada de un viajero devuelto de su mundo de ilusiones.

Cartel litografiado. Publicidad para una revista de ciencia ficción que se publicó en Suecia de 1940 a 1947. Sin firma. 1940

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IV. La fantasmagoría de la ciencia

Desde el momento en que decide es­cribir "la novela de la ciencia", Julio Ver­ne se lanza en una búsqueda biblio­gráfica exhaustiva, con el propósito de acumular una documentación actuali­zada sobre un sinfín de temas, tanto sobre los descubrimientos científicos más recientes como sobre las máqui­nas, la física, la geología, los astros. El mundo marino forma parte de su uni­verso personal y sacrifica también un gran número de jornadas en su estudio. Ningún sector de las ciencias naturales o de las ciencias físicas escapa a su curiosidad. A medida que escribe sus novelas tendrá que irse abriendo a los demás continentes, África, América, Australia, Asia, y acumular el mayor número de informaciones. Muy pronto, Julio Verne se impone a sí mismo no regresar a un mismo tema, lo que le solicita incesantes investigaciones.

Tarea absolutamente agobiante, ya que los conocimientos enciclopédicos son por definición ajenos al universo de la novela, territorio de la ficción, y no podrían aparecer de manera textual en el escrito. Es necesario integrarlos ade­cuadamente en la trama, convertirlos en materia novelesca para no hartar al lec­tor tentado de brincarse aquellos pasa­jes que se le presentan como digresiones o explicaciones ociosas. En ello reside la hazaña de Julio Verne, que logra volver "natural" la inclusión de la ciencia en las

novelas más logradas. De hecho, incluso antes de que Het­

zelle hubiese mostrado el camino,Ver­ne desvió inconscientemente el pro­yecto. Escribir, claro está,la novela de la ciencia, pero a partir de sus gustos, que lo llevan hacia lo extraño y lo maravi­lloso. Edgar Allan Poe lo confirmó en su elección. Sus inclinaciones románticas, que en vano tratará de frenar durante toda su vida literaria, se expresan ple­namente. Visto con ojos de niño, el mundo de la ciencia aparece muy rápi­damente como misterioso y se desliza hacia la fantasía o la magia. Atrapado por sus demonios, el divulgador cientí­frco se vuelve poeta y, lejos de apasio­narse con los aspectos técnicos, el lec­tor emprende el vuelo gracias a la magia de las palabras y sueña despierto. Si podemos contar hoya Julio Verne entre los grandes novelistas, es sin duda por la ingeniosidad de la trama, el sentido del suspenso, la belleza de sus vuelos épicos, el lirismo de las descripciones, y no por

_conocimientos "científicos", que en su mayoría aparecen como caducos, si no es que ridículos o extravagantes.

Bastará un ejemplo para ilustrar, en los textos de Verne, la presencia de lo poético, en detrimento de lo científico. Veinte mil leguas de viaje submarino, no-

vela de "anticipación", relata la hermosa historia de una expedición organizada contra un "monstruo" que ataca los navíos ingleses y que resulta ser un submarino. Verne hace una recapitu­lación de los conocimientos de su época. El submarino no es un "invento" del autor, puesto que los barcos su­mergibles existen desde 1776 y Robert Fulton da a conocer el suyo, llamado Nautilus, en 1800. Se presenta el pro­blema de la propulsión: en 1863 se ex­perimenta uno con aire comprimido y tres años más tarde otro que funciona con electricidad (como el de Nemo). El concepto no es nuevo y Verne extra­pola los datos conocidos: lo imagina ha­bitado, dotado de una energía inago­table, supone que existen las escafan­dras (ya construidas pero desprovistas de autonomía) e ignora los problemas de descompresión. Por otra parte, el mun­do marino es muy misterioso en esa época y Verne recopila información en todos los sectores: del mismo modo que leyó los informes de los científicos que acompañaron a Dumont d'Urville, La Pérouse, Cook y Bougainville, con­sultó las mejores fuentes de la época en ciencias naturales (Lacépéde y Buffon) y se asomó a las teorías de Darwin.

¡En qué se convierte esta informa­ción tan completa dentro de la novela! Constituye, en el mejor de los casos un sustrato, en el peor, un pretexto. El mundo submarino es un mundo des­conocido en esa época, susceptible de todas las suposiciones y de todos los sueños. Se fantasea con los abismos o los monstruos marinos como el pulpo gigante (cuyo combate con el héroe se hizo famoso en Los trabajadores del mar de Víctor Hugo ),Ia belleza sublime de las profundidades, las cavernas, los volcanes, un mundo mágico e inaccesible. Julio Verne no escapa a la fascinación ante esta infinidad de maravillas. Se lanzará en largas descripciones líricas (que Víctor Hugo no habría desmentido) de ese cosmos líquido, parangón de la magia.ln­venta extensos bosques submarinos, con árboles inmensos, valles y peñascos. Establece una lista (tomada de Buffon) de las especies zoológicas, que integra para darle un color local. La dimensión épica aparece muy rápidamente, con crustáceos gigantescos, y sobre todo con el ataque feroz de los pulpos desco­munales que, en su ira, atacan al Nauti­lus con sus tentáculos mortales y sus pi­cos cortantes. Aquí encontramos el mito del calamar gigante en su caverna abismal. Del mismo modo, el mae/strom del final, que engulle al Nautilus y libera a los prisioneros, pertenece también a la leyenda.

Julio Verne recurre a la documenta­ción para dejarla de lado o para conver­tirla en materia poética. Así, se mezclan

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informaciones sólidas y fantasías mági­cas. Técnica o naturalista, cada alusión se mueve en lo maravilloso y la imaginación se desborda a la menor provocación: el crecimiento de los corales es tal que un día Nueva Zelanda y las Islas Marquesas quedarán unidas. Consecuencia extrava­gante, desde luego, a partir de una pre­misa exacta: ese es el funcionamiento constante del tópico verniano.

Las descripciones líricas abundan en Verne, aun cuando en el ocaso de su vida cederán el lugar al humor o a la parodia. Podríamos mencionar un sinnúmero de ellas, donde la fantasia se pelea con la información veraz (por ejemplo, la in­creible caverna con mar, plantas y ani­males antediluvianos descubiertos por Lidenbrock durante su descenso hacia el centro de la tierra), donde lo épico y lo lírico se mezclan. La ciencia da una apa­riencia de veracidad, pero al mismo tiempo justifica lo extraño, y las maravi­llas son legitimadas por los conocimien­tos.Verne queda perfectamente definido en esta alianza de lo mágico y lo técnico, sin olvidar que la fantasía se impone y convierte al autor en uno de los grandes maestros de lo maravilloso.

V. Anticipación científica y

ciencia ficción

A menudo se ha querido basar el pres­tigio de Julio Verne en su supuesta ca­pacidad de predecir el futuro, olvi­dando que la realidad supera rápida­mente a la ficción o a la anticipación. Claro que el submarino existía en su época, él solamente anticipó las evo­luciones técnicas que se producirán, y los progresos ulteriores vuelven cadu­cos a Matías Sandor( y a Veinte mil leguas de viaje submarino, así como el invento del avión vuelve trivial a Robur el Con­quistador, el del cohete a De la Tierra a la Luna (hay que señalar que Verne se negó a que sus héroes llegaran a nues­tro satélite) y a Viaje alrededor de la Luna, y el de la televisión al Castillo de los Cárpatos. Si bien fue capaz de sedu­cir hace décadas, Cinco semanas en glo­bo hace llegar a nuestra época de gran­des expediciones y de grandes hazañas un ligero aroma de antigüedad.

¡Hay que creer por ello que la ima­ginación de Verne sigue siendo sabia! Al leerlo, podríamos pensar que sí:

En mis novelas -afirma-, siempre procu­ré sustentar mis supuestos inventos en una base de hechos reales y utilizar para su realización métodos y materiales que no rebasaran los límites de las habilidades y de los conocimientos técnicos contem­poráneos.

Desde luego, dota al submarino de una propulsión eléctrica, lo que resulta no-

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vedoso. El Albatros de Robur más que un avión es un helicóptero y en La caza del meteoro un procedimiento prefigura al láser. Pero Verne va más lejos y trans­forma al pacifico Albatros en máquina infernal y en símbolo terrorífico de la altivez de su amo: el Espanto es a la vez automóvil, submarino y avión. Monstruo de acero que reúne a tres de los ele­mentos, es destruido por el cuarto, el fuego (el rayo castiga la demencial arro­gancia).Aquí, la ciencia se subordina a la imaginación y juega un papel simbólico de castigo divino.

Podemos decir que Verne se anticipa realmente, excepto en un caso donde supone algo parecido a la fisión del áto­mo o a la explosión atómica, en Ante la bandera y en La impresionante aventura de la misión Barsac. En la mayoría de los casos, la imaginación reviste funciones poéticas y moviliza la magia y el sueño.

Julio Verne no es el padre de la cien­cia ficción, recurre a un falso fantástico donde, siguiendo el camino trazado por Poe, al final todo se explica de un modo racional. No es el caso de la ciencia fic­ción, que nace a finales del siglo XIX y se aleja de lo real, sin preocuparse por tender puentes con la realidad. La cien­cia ficción no proviene de lo maravillo­so verniano, más anclado en lo real (Yerne consideraba aH. G.Wells como un autor completamente fantástico, sin ninguna relación con la "ciencia").

De hecho, las verdaderas anticipa­ciones de Verne residen en ciertos te­mas premonitorios relacionados con la evolución de la sociedad, como por ejemplo las consecuencias funestas de las ciencias cuando están en manos de individuos sin escrúpulos. La reflexión sobre una "ciencia sin conciencia" tal y como se aplica en Verne es de una ab­soluta modernidad y no podemos más que estremecernos frente a Herr Schultze, el científico loco de Los qui­nientos millones de la princesa ( 1878), que emplea su herencia en la construcción de una ciudad de acero para destruir France-ville, la ciudad de la felicidad, y avasallar al mundo. Encontramos el mis­mo tipo de personaje en Ante la bandera y en La impresionante aventura de la mi­sión Barsac, que tuvo una larga descen­dencia literaria y cinematográfica.

VI. Didactismo y poesía

Así como sucede con el conocimiento científico, el didactismo es a priori in­compatible con la vena novelesca. Todo texto de ficción introduce un universo imaginario y no tiene otra función que el placer estético. El didactismo rompe el pacto de lectura y aparta a la novela de sus objetivos.

Julio Verne se acopla fácilmente al molde que le propone Jules Hetzel: la

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intención educativa debe ser "modeli­zante" y aquí se trata de instruir divir­tiendo, dando a las enseñanzas un giro agradable e incluso original o pintores­co. Cartesiano, muy apegado a las cien­cias recientes, hará una labor de peda­gogo al poner al alcance de los niños o de los adolescentes conocimientos a menudo complejos sobre temas diver­sos.Así es como intenta hacer el balan­ce de lo que se conoce en esa época sobre los fondos marinos y sintetizar, en Viaje al centro de la Tierra, las hipóte­sis que corrían sobre la formación del globo, las eras geológicas, los animales prehistóricos, todo un florilegio capaz de seducir a los padres preocupados por la instrucción de sus hijos. Las má­quinas de todo tipo, existentes o extra­poladas, también son presentadas a la curiosidad del lector joven o no tan jo­ven: el Nautilus, pero también la "casa de vapor" (en la novela epónima) o el Albatros de Robur el Conquistador. El himno a la máquina celebra de hecho la capacidad de creación del hombre y el científico accede al estatuto de héroe, que favorece la producción de émulos y provoca la identificación. El aventu­rero del nuevo mundo es el sabio, el botánico, el biólogo, el geólogo, el as­trónomo y, paralelamente a la máquina mitificada, se erige la estatua del inge­niero o del investigador, capaz de hacer resplandecer al nuevo mundo.

Esta tendencia a la epopeya dismi­nuye un poco en la segunda parte de las obras de Verne, más escéptico e iró­nico respecto de sus propios arre­batos: vuelve entonces sus novelas más pesadas, con largas descripciones expli­cativas o reflexiones filosóficas, que no siempre se integran a la economía na­rrativa y que invaden el relato y lo des­virtúan. De cualquier modo, son el resultado de la idea preconcebida de educar y de elevar el espíritu.

La voluntad didáctica habría podido volver las novelas ilegibles o tediosas pero, muy afortunadamente, Verne po­see un sentido dramático que le permite poner en escena y rebasar las limita­ciones del género. Los datos· científicos que integra son rápidamente traducidos en términos de acción y transformados en incidentes o peripecias: un fenómeno científico sólo es utilizado en la medida en que tiene algún sentido e influye en los personajes. Las teorías sobre la for­mación del globo quedan teatralizadas, sobre todo en la grandiosa escena de la lucha entre monstruos prehistóricos, a la que asisten aterrorizados los explo­radores de Viaje al centro de la TIerra. A menudo, el humor permite trasmitir informaciones como sucede en muchas novelas. A fin de cuentas, si existe un himno al hombre de ciencia, éste es a veces ridículo o está revestido de defec-

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tos que lo humanizan y que transmiten el mensaje (trátese de Lidenbrock, Paga­nel,Aristobulus Ursiclos, entre otros).

Algunas veces, la voluntad didáctica resbala y la fantasía se impone; la res­tricción educativa no impide que la imaginación emprenda el vuelo, y las descripciones poéticas hacen el resto. El científico Verne se autoriza aleja­mientos de la realidad que constituyen todo el encanto y la sal de sus novelas: nada más inverosímil y delirante que Viaje alrededor de la Luna o que la ciu­dad de opereta evocada en la bien lla­mada Un experimento del dodor Ox. Los estrictos censores pudieron confirmar las distorsiones con las que el creador modifica la realidad, y la Rusia de Miguel Strogoff contiene varios errores o apro­ximaciones. El caso más divertido se refiere a Un capitán de quince años, donde se hace creer al lector que está en América del Sur cuando está reco­rriendo África. Farsa de un creador que subordina el aspecto educativo a la poesía de los lugares y de los seres.

VII. Julio Verne romántico

Formado en la escuela del Romanti­cismo, admirador de Víctor Hugo (de quien trata precozmente de imitar Nuestra Señora de París) y de Alejandro Dumas, el joven Verne manifiesta muy pronto un temperamento romántico que se reflejará en sus obras de teatro. Una exaltación de los sentimientos, una sensibilidad exacerbada y un culto del yo lo acercan a esta estética. Además de los textos de los grandes román­ticos, de las novelas de capa y espada y los cuentos de Edgar Allan Poe (fascina­do por Las aventuras de Arthur Gordon Pym, propondrá una "continuación" fan­tástica en La esfinge de los hielos), lee también las novelas de Walter Scott (Las Indias negras son una clara refe­rencia a ellas) y a los románticos ale­manes, entre los que Hoffmann consti­tuye un modelo.

¡Cómo conciliar la filiación román­tica y los imperativos del camino que va a elegir, siendo que la postura cientí­ficcr es a priori incompatible con la ex­presión exaltada de los sentimientos~ Julio Verne se trazará el camino de una narración distanciada, bastante paralelo al que tomarán Flaubert o Maupassant. Pero, contrariamente a sus pares, que permanecerán fieles a una estética rea­lista, Verne dejará asomar su tempe­ramento, a pesar del género didáctico y "objetivo" que pretende practicar. No­tamos el contraste entre la supuesta ocultación del narrador y por el con­trario, en Verne, sus constantes intro­misiones para dar el sentid.o de la aven­tura y sacar conclusiones científicas o filos6ficas. .

A pesar de sus esfuerzos, Verne no logra ocultar esa tendencia a expresar una sensibilidad intensa. A semejanza de un Phileas Fogg, que es una máquina sólo en apariencia, Julio Verne manifiesta sus emociones por intermediación de sus personajes. Pero es sobre todo la cons­trucción de sus novelas la que lleva esta marca, así como la expresión de los te­mas. Frecuentemente acompañado de un valet o de un comparsa que le sirve de contrapunto, el protagonista tiene to­das las características del héroe román­tico hecho de ideales, dispuesto a sacrifi­carse para hacer triunfar sus ideas. En las novelas del final de su vida, y dependien­do de las pulsiones románticas, también podrá inclinarse hacia el mal, pero será en la exaltación del egoísmo o de la igno­minia. No hay medias tintas, ni persona­jes grises o apagados: el héroe se com­promete irrestrictamente, con el bien o con el mal, y representa todo lo que el hombre puede realizar de grandioso.

A nivel literario, la epopeya es la que prevalece, la que exaltará o magnificará. Así como existe un himno a la máquina, descubrimos una celebración de la gran­deza del hombre, exaltado en sus obras. El científico representa al héroe mo­derno, descendiente del caballero en busca de absoluto. En el linaje de sus predecesores, demuestra que el hombre no sólo puede dominar molinos de vien­to sino también a la naturaleza y a sus fuerzas maléficas, puede domar el espa­cio y el tiempo y rozar la eternidad.

En la lucha épica contra las fuerzas naturales, conviene exaltar éstas y ob­servamos el lirismo de las descripcio­nes, que contrasta con el relato eficaz y agitado, propio del relato de aventuras. Un solo ejemplo bastará, tomado del texto romántico por excelencia, Veinte mil leguas de viaje submarino:

Todas las hierbas que tapizaban el suelo y todos los ramajes que erizaban sus tallos se alzaban sin desviarse jamás de la verti­cal. Cuando, con la mano, apartaba esos vegetales inmóviles. de inmediato reco­braban su posición original. Entre esas plantas. que se desplegaban hasta quince metros de altura. se amontonaban verda­deros arbustos vivientes de anémonas de mar. en las que peces mosca volaban de rama en rama.

VIII. El amor y las mujeres

La leyenda de la misoginia de Verne no resiste un examen profundo de las obras. Sin duda. el género de la novela de aventuras se presta poco a la ex­ploración de los sentimientos, pero. si miramos de cerca, 34 de las 62 novelas contienen una historia de amor que corre a lo largo de toda la historia. S610 elovis Dardentor (1896) parece real-

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mente misógino. pero ¡es forzoso iden­tificar un texto de ficción con su autor?

Como quiera que sea. abundan las heroínas resplandecientes o simple y sencillamente interesantes. y algunas es­tán dotadas de una personalidad fuerte o atractiva. como Hadjine Elizundo (El archipiélago de fuego); en la guerra im­petuosa contra los otomanos. la aven­turera norteamericana Arcadia Walker (La caza del meteoro); Jeanne de Kermor. que. disfrazada de hombre. remonta el Orinoco en busca de su padre; la fasci­nante Nell de Las Indias negras. que se realiza en el amor; la soñadora Helena Campbell en El rayo verde; o la traviesa le-ou en Las tribulaciones de un chino en China. Algunas parecen más discretas. como la Aouda de La vuelta al mundo en ochenta días; o la Nadia de Miguel Stro­goff, quien sin embargo abre simbóli­camente los ojos del mensajero del zar al mismo tiempo que su corazón (el amor prevalece sobre la razón de Estado).

Hermosas historias de amor ocupan la parte esencial de algunas novelas. como el idilio entre Jeanne de Kermor y Jacques Helloch (El soberbio Orinoco); entre Cyprien Méré. el joven químico francés. y Alice. la hija del diamantista inglés (La Estrel/a del Sur). El caso más extraordinario se encuentra en El casti­l/o de los Cárpatos. donde Stilla. que ha muerto. ocupa todo el espacio nove­lesco. Si seguimos la idea de Michel Se­rres. la mujer sería la heroína principal

Cartel de Eclair-Films. data probablemente de 1918

de los "Viajes" y su clave explicativa. ya que las novelas de Verne son el himno a una entrega al deseo. la vuelta al mundo de Fogg. de hecho. no tendría otra fina­lidad que la de encontrar a una mujer. conquistarla y llevarla a casa. Cuando Miguel Strogoff conoce a Nadia. las co­sas se invierten. el guía debe ser guiado y la historia política se bifurca hacia la novela de amor. Finalmente. en Las Indias negras. el novio extrae a la heroína del fondo de la mina en la que vive desde que nació y la lleva a la cima de una montaña de Escocia desde donde ella descubre la aurora por primera vez. Tres ejemplos para magnificar el papel de la mujer y resituarla en novelas donde el amor ocupa un lugar importante.

IX. El viaje: misión o iniciación

Julio Verne se propone hacer viajar a la gente en una época en que los des­plazamientos siguen siendo excepciona­les. Así pues. enviará a sus héroes a leja­nas comarcas. del Polo Norte a las sel­vas. de los desiertos australianos a las in­mensas extensiones de América. las pri­meras obras miran hacia lugares que permanecen inexplorados. las fuentes del Nilo. la capa polar. el Antártico. Des­pués. cuando el mundo parece dema­siado conocido. en ese siglo XIX de des­cubrimientos. nos orientamos hacia otros sectores susceptibles de alimentar el sueño que un planeta completamente

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balizado ya no es capaz de satisfacer: el fondo de los océanos. el centro de la tie­rra, los espacios interestelares. Echamos mano de todos los medios de trans­porte: globo. submarino. avión. ferro­carril; incluso los más insólitos: balsa. obús. bloque de hielo con vela. cometa. lo extraordinario reside también en los motivos: una audaz apuesta. un mensaje en clave. la búsqueda de un monstruo. la evasión en globo. la medición de un me­ridiano. la conquista del Polo. un mensa­je que entregar. El viaje sirve de trama al relato. que resalta la voluntad de alcanzar los extremos del mundo para plantar una bandera o instalar un faro o conocer el corazón del globo.

Placer del descubrimiento. el viaje rara vez es gratuito: corresponde a una misión o a un deber impuesto. donde la curiosidad cede el paso a un imperativo de carácter personal o científico. los in­cidentes que provocan que la misión se desvíe de su camino constituyen los ele­mentos esenciales de la búsqueda. los obstáculos dan valor y sentido a la tra­yectoria que. sin esto. sería vana. El viaje representativo es el del Viaje al centro de la Tierra. la curiosidad científica del pro­fesor Otto lidenbrock es su motor: des­pués de descifrar el criptograma de un alquimista. el mineralogista y sus dos acompañantes se sumergen en el cráter de un volcán islandés. Una vez llegados al centro de la Tierra. podrán confirmar con sus propios ojos una serie de hipó-

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tesis en curso antes de ser escupidos por el Stromboli. Observamos la mezcla de conceptos científicos y de creencias míticas: donde Islandia y Sicilia propor­cionan toda una reserva de elementos mitológicos, griegos y escandinavos.

De lo científico, pasamos rápidamen­te a lo mítico, como en la mayoría de los "viajes extraordinarios": la inmersión en las entrañas de la Tierra es también una inmersión en el inconsciente, en busca de la verdad y de la explicación del mun­do. Es también un regreso a los orígenes, personales y colectivos. Observamos la dimensión filosófica de estos "libros para la juventud": de hecho, la búsqueda del padre permanece como una constante para los hijos del capitán Grant y para Jeanne de Kermor. En este último caso, remontar el Orinoco hasta su fuente equivale a conocer el origen y encontrar sus raíces, ese padre desaparecido que reaparece bajo los rasgos de un religio­so venezolano, remontar el tiempo per­mite alcanzar El Dorado.

Finalmente, la mayoría de los viajes tiene un aspecto de iniciación y en ellos siempre hay un "barquero" que dirigirá los sueños. El viajero a menudo parte tras las huellas de otro que, algunas ve­ces, ha dejado algún relato.Yiajar es leer lo que los predecesores han escrito para identificarse con ellos.

X. Mundos nuevos y mitos antiguos

A menudo se ha comparado la obra de Julio Verne con una moderna Odisea y esta observación no carece de ingenio: ¿es posible dar cuenta de los mundos nuevos a través del filtro de los mitos antiguos? A decir verdad, los relatos de Verne tienen algo de elemental y de primitivo que los asemeja a los grandes mitos griegos por su faceta intensa, fuera del tiempo, paradójicamente anclados en la historia pero como sus­pendidos. A diferencia de los cuentos de hadas o de las leyendas, parecen restaurar un pasado fabuloso que pro­yectan hacia el futuro, resucitando y re­viviendo sagas primitivas. El historiador de las ciencias se inspira en una reser­Va mítica y da a sus historias documen­tales un peso simbólico que las lanza fuera del siglo.

Homero aparece constantemente en filigrana en las novelas, como fuente o como referencia. Una multitud de Ulises constelan los escritos, bajo cierto nú­mero de modalidades: Phileas Fogg, que cree controlar su trayectoria y no es más que el juguete del destino; el capi­tán Nemo, desencadenando su pasión vengativa a lo largo de un periplo verti­ginoso; Matías Sandorf, el capitán Hatte­ras; Cyrus Smith. igual número de avata­res de la figura del aventurero por exce­lencia. Quien habla de navegación pien-

sa en el gran texto fundador, la Odisea, y Veinte mil leguas de viaje submarino hor­miguea de referencias, asumidas por Verne: de este modo, presenta al arpo­nero Ned Land como un "Homero canadiense". El profesor Aronnax busca bajo el mar "al viejo Proteo, el mitoló­gico pastor que cuidaba los inmensos rebaños de Neptuno" y espera ver sire­nas, mientras que Nemo evoca la figura del Cíclope. La Atlántida aparece tam­bién en esta novela (así como en La agenda Thompson y Cía.).

Aunque menos directamente, tam­bién nos llegan ecos de la llíada en el estruendo de las batallas y de los con­flictos, en la exacerbación guerrera de algunos de los héroes, como Robur. El instinto de poder remite a otros mitos griegos: el protagonista de Robur el con­quistador es hermano de ícaro y quiere tocar el sol sobre su aparato volador, luego en Dueño del mundo y como un Prometeo renovado, desafía al rayo divi­no, que finalmente aniquilará su máquina infernal. A menudo, los héroes de Verne son prometeicos por lo desmedido de sus empresas: llegan a desafiar a la divi­nidad aferrándose a lo imposible, como el capitán Hatteras o Phi leas Fogg. Es

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cierto que, en este último caso, una bue­na dosis de humor viene a atemperar la grandilocuencia y lo sobrehumano, co­mo si Verne retrocediera un poco fren­te a esta identificación con los mitos fundadores. De cualquier modo sus relatos son una mina de referencias al mundo griego.

Orfeo no podía faltar en esta galería, y el Orfanik del Castillo de los Cárpatos trae ficticiamente del mundo de los muertos a su Eurídice (Stilla), gracias al fonógrafo y a la fotografía. Encontramos también el mito órfico en El testamento de un excéntrico. El choque entre el mundo del mito y el mundo de la técni­ca caracteriza perfectamente el estilo de Verne, menos historiador de las cien­cias de lo que se cree.

El ejemplo que más se acerca a este parecido específico reside en la novela que mejor encarna la dicotomía vernia­na: Viaje al centro de la Tierra, frecuen­temente comentada pero extrema­damente significativa. Encontramos a Orfeo (sin su Eurídice), pero está en buena compañía. La aventura científica se convierte, de hecho, en un viaje dan­tesco a los infiernos, con un sustrato mítico extremadamente rico. El trío de

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exploradores quiere llegar al centro de la Tierra sumergiéndose en la boca del volcán: encuentran un abismo, después un laberinto, finalmente una caverna, todos ellos elementos míticos. La caverna es el lugar de las mutaciones espirituales, donde se pasa por los ci­clos de la muerte y la resurrección, y el laberinto es la imagen de un deambular en busca del centro y la verdad. Los Atlantes, criaturas mágicas que viven bajo tierra, habitan estas zonas indeter­minadas. El héroe, lidenbrock en este caso, verdadero Ulises, busca el centro de la Tierra, espacio sagrado vestido de trascendencia y lugar de la verdad y de la explicación del mundo: llega a un mar interior, el mar primigenio, y encontra­mos los mitos de las pruebas, de la barca, del pasaje sellado, de la regene­ración.Julio Verne cita a Virgilio pero, de paso, también hace referencia a toda una panoplia de mitos islandeses o hin­dúes, una tradición del esoterismo in­doeuropeo que uno no esperaría en­contrar en una novela. "científica".

De este modo, la contradicción fun­damental que estructura toda la obra de Verne es puesta al desnudo: se apoya

con todas sus fuerzas en el mundo mo­derno de la máquina y de la explicación racional, pero surgen, imponentes y mul­tiplicadas, referencias a mundos primiti­vos y ocultos, transcritos por los mitos griegos. Tal es la paradoja del autor de Veinte mil leguas de viaje submarino: poeta épico de la modernidad, entra a lo más profundo de la tradición mítica, desmin­tiendo así su proyecto explícito.

XI. La creación de arquetipos

Julio Verne supo forjar una galería de personajes inolvidables, que ocuparán un lugar en el imaginario colectivo del siglo xx. Esas figuras de héroes titánicos y carismáticos, que llevan su ideal hasta el delirio y el sacrificio, esos explora­dores alucinados y dominantes, se han convertido en arquetipos, y el hecho de haber sabido dar vida y posteridad a imágenes prometeicas fuera de lo co­mún no es el menor de los méritos del autor de La isla misteriosa. Entre varias decenas de figuras memorables, pode­mos retener simbólicamente a seis.

El Capitán Nemo: nuevo Ulises ex­puesto a los Polifemos modernos, Nemo

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(nadie en latín, alusión transparente al episodio de los Cíclopes) es el genial in­ventor del submarino Nautilus. El miste­rioso navegante que, después de haber hundido su barco, rescata a los tres náu­fragos, aparece muy rápidamente bajo los rasgos de un justiciero y un defensor de los pueblos oprimidos. Príncipe indio expoliado por el colonialismo británico, se dio a la tarea de restablecer la justicia, pero su proceder de vengador no lo despoja de su lado caballeresco. Más allá de su caso personal, se aparece como un arcángel del bien, combate la ambición y las fuerzas del dinero. Retirado al fondo de una gruta submarina (en La isla miste­riosa), salva a náufragos en peligro. De­sinteresado y filósofo, este científico es el paradigma del patriota y del defensor de los derechos humanos pero, al mismo tiempo, rechaza a la civilización moder­na. Dueño de sí mismo y de su destino, es un demiurgo que se niega a ser Dios. Un personaje complejo que ha perma­necido en todas las memorias.

Matías Sandorf: este justiciero que vence a la muerte es un conde magiar que resiste al invasor austriaco. Con­denado a muerte, huye al mar. Quince

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años después (y no veinte). regresa. como rico propietario de una flota en el Mediterráneo. bajo los rasgos del doctor Antekirtt. para vengarse de aquellos que lo traicionaron. Recu­rriendo a la hipnosis. vuelve a la vida al hijo de uno de sus amigos. Avatar del Conde de Montecristo. aparece como caballeresco. entregado. entusiasta y dispuesto a defender a la viuda y al huérfano. Esta "alma grande" se sitúa claramente en la filiación romántica.

El Capitán Hatteras: encarna el so­metimiento a un ideal que puede llevar a la locura. Su obsesión de conquistar el Polo lo condena a una soledad altiva. su heroísmo terminará en demencia pero le permitirá salvar todos los obstáculos. la rebelión de sus marinos. el frío. el hambre. la inopia. Esta figura es doble y anuncia lo que más tarde será la refle­xión filosófica de Verne: si no hay entre­ga. ¿quién puede llegar al sacrificio? no existe empresa demasiado grande. pero ¿acaso vale la pena? ¿La locura es el pre­cio que hay que pagar por el progreso y el conocimiento? En el linaje de Ha­tteras se situarán los "científicos locos" de las novelas de la segunda época. que sacrificarán todo para satisfacer pulsio­nes de poder.

Robur: rebelde como Nemo. es el protagonista de dos novelas. Robur el conquistador y. diez años después. Dueño del mundo. y el tránsito de uno a otro demuestra claramente el crecimiento del pesimismo en Verne. El héroe sueña con dominar los aires y primero cons­truye una suerte de helicóptero con fi­nes pacíficos. el Albatros. El siguiente aparato. el Espanto. marca el apogeo de su instinto de poder: vehículo de aire­mar-tierra. encarna la megalomanía y el individualismo desbocado que llevan a la locura. Anglosajón y científico. expone en qué puede convertirse el mundo cuando la ciencia no es dirigida por una elevada conciencia ética. Genio pueril. hace un uso perverso de la ciencia y su imagen de nihilista representa un re­greso de Verne de sus ilusiones en cuan­to a los beneficios de la técnica. Robur persiste como el arquetipo del mal. exal­tando las dos vertientes del hombre. el genio y el loco.

Phileas Fogg: caballero inglés mania­co de la precisión. representa el nuevo reto de ese siglo XIX triunfante. entre­gado por completo a controlar el espa­cio y el tiempo. y que convierte la velo­cidad en valor-oro. Sin embargo. y ahí reside todo el encanto de este per­sonaje frío y distante. puede acceder a perder tiempo y su apuesta por el amor de una mujer. ¿La mecánica podría hu­manizarse? Fogg representa el tiempo de las ilusiones. el momento del Verne optimista que confía en las virtudes del

progreso. La carrera contra el reloj de­semboca en la felicidad. las ciencias exactas están todavía al servicio del hombre. aunque lo rebasarán muy pronto.

Miguel Strogoff: el culto del deber se erige como norma universal para este servidor del zar. quien tiene por misión cruzar toda Rusia para entregar una mi­siva extremadamente importante. Único héroe militar de Verne -una casi-ausen­cia significativa- encarna la fidelidad a su cargo y la entrega sin límites. Padecerá las mayores humillaciones sin renunciar a su misión. al punto de llevarla al ab­surdo: privado de la vista y de su men­saje. cuyo contenido ignora. prosigue sin embargo su camino hasta Irkutsk sin darse por vencido. Es Nadia quien le abre los ojos simbólicamente. poniendo el amor por encima del deber: lección inesperada que probablemente anuncia quizás una nueva ética.A pesar del lado irrisorio de la tarea y del trasfondo so­ciopolítico (la Rusia zarista). podemos constatar un entusiasmo narrativo que no tendrá mucha continuidad. aunque Strogoff persiste como el inolvidable pa­rangón del héroe positivo.

XII. Los mitos literarios revisitados

Así como los mitos griegos. a menudo sacados de la llíada o de la Odisea. sal­pican los relatos. los grandes mitos de la literatura tienen derecho de ciudadanía en Verne. que reescribe varios. Sabemos de la influencia que pudo tener Poe en sus inicios: rescata los personajes. los resortes (el mensaje en clave) y la fan­tasía primigenia (el viaje en globo. el maelstrom. la expedición lunar).

La influencia de las novelas de ca­ballería no es menor y los valientes que se lanzan en aventuras peligrosas tie­nen algo de un Lancelot. para quien el Grial significaría el conocimiento puro.

La forma misma de las novelas de aventuras y el tema del mar. indiso­ciable de las islas y de los náufragos. remiten obviamente a Daniel Defoe. y muchas de las novelas de Verne son "robinsonadas" en las que el hombre se encuentra solo frente a la naturale­za. reducido a sus propias fuerzas y obligado a reinventar el mundo y la sociedad. El tema declina de todas las maneras posibles y en todos los tonos. El paradigma es obviamente La isla mis­teriosa. homenaje a veces paródico a Daniel Defoe. Dirigidos por el ingenio­so ingeniero Cyrus Smith. en dos años los náufragos logran reconstituir una microsociedad armónica. recorriendo los diversos estadios de la humanidad. desde la domesticación de los animales salvajes hasta la agricultura y la cons­trucción de hornos o la utilización de la

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energía hidroeléctrica. El procedi­miento de Cyrus Smith representa una extraordinaria lección. muy adecuada para edificar a las almas jóvenes. aun cuando ciertos guiños vienen a atem­perar el optimismo humanista. sin que el homenaje resulte afectado.

Verne retomará incansablemente este tema. por ejemplo en Dos años de vacaciones (1888). donde unos niños aprenden a controlar su miedo en una isla desierta. Aquí la lección es comple­tamente diferente: descubren que las ri­validades sólo conducen a la destruc­ción. La robinsonada roza lo burlesco cuando se convierte en Escuela de Robin­sones (1882) para un muchacho ocioso que debe enfrentar. por voluntad de su tío. la soledad y el abandono. El propó­sito se vuelve más cáustico en La isla de Hélice (1895) donde el aislamiento. lejos de conducir a una superación del hom­bre. provoca el conflicto y la destrucción colectiva.

y el tema perseguirá a Verne hasta su novela póstuma Los náufragos del Jo­nathan (1909). Con este recorrido po­demos confirmar hasta qué punto el escritor se apropia del mito para des­naturalizarlo mejor. imagen irónica de un pesimismo que se ejerce a lo largo de su vida y de una libertad de pen­samiento digna de admiración.

El héroe verniano es también un ca­ballero errante. sin lazos familiares evi­dentes. en busca de una estrella inac­cesible. Encontramos todos los mite­mas quijotescos. la locura. las pruebas. el desinterés. el hambre de absoluto. No es ninguna Dulcinea quien dirige los pasos del protagonista. sino la bús­queda de la alegría del conocimiento. Estos héroes. a menudo enfeudados en la ciencia. a fin de cuentas no la respe­tan en absoluto. en una trayectoria espiritual que reniega del racionalismo. Así como Nemo. Lidenbrock se parece a un Don Quijote de la ciencia. poco sociable. ingenuo y apasionado por el descubrimiento puro. así como Hatte­ras. obsesionado por el Polo Norte. Finalmente. Matías Sandorf. el heroico patriota que lucha contra la monarquía austro-húngara. es una réplica del con­de de Montecristo (la novela. por lo de­más. está dedicada a Alejandro Dumas). pero su naturaleza quijotesca sor­prende al lector. como lo hace también Miguel Strogoff. que es la devoción en­carnada.

La reutilización de los mitos lite­rarios. al mismo tiempo que constituye un homenaje. implica un distanciamien­to o un cuestionamiento.lo que resalta aún más la riqueza de los relatos de un Julio Verne gustosamente irónico. in­cluso respecto de sí mismo y de sus ilusiones.

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JEAN FRANCO

JULIO VERNE: DATOS BIOGRÁFICOS DEL HECHICERO

Mundialmente conocido, célebre y adulado en vida, ad­mirado y profusamente comentado después, julio Verne no deja de ser un misterio en muchos aspectos y mu­chos mitos corren sobre su persona: seguramente por la tendencia de los críticos a buscar en las novelas ele­mentos biográficos, ahí donde de hecho no se ejerce sino la simple imaginación. Es el caso para su intento de "fuga" a los once años, que habría determinado su ham­bre por la escritura y los viajes y que resulta muy cues­tionable, o bien de otros episodios de su existencia. Una y otra vez se le ha catalogado equivocadamente de pro­feta científico, padre de la ciencia ficción , misógino, ho­mosexual, judío, masón, anarquista, padre degenerado, etc. Además, se acusa, sólo se amolda a los ricos. A decir verdad, Verne contribuyó complacientemente a enredar las pistas novelando (según su propio término) su vida en sus escritos íntimos y en su correspondencia e inven­tando recuerdos apócrifos. Sin embargo, podemos re­cordar su trayectoria a grandes rasgos.

La formación (1828-1848)

Julio Verne, el mayor de cuatro hermanos, nació en Nan­tes el 8 de febrero de 1828, en el seno de una familia de juristas (su padre es abogado) y de armadores de bar­cos (por parte de su madre), una familia que cultiva sobre todo las artes. Ejercitándose en la escritura, el padre es un destacado erudito y la madre se caracteri­za por su imaginación desbordante.

La herencia materna, el Loira y el océano tan cerca­no seguramente despiertan su precoz vocación maríti­ma y su gusto por los viajes.Alumno regular, lee con avi­dez relatos de aventuras y cuentos fantásticos. El último Mohicono y El barón de Münchhausen, entre otros, y se apasiona con Robinson Crusoe.

Ya en el Liceo Real de Nantes, escribe poemas y una novela que quedará inconclusa. Obtiene su bachillerato (1846) y empieza sin mucho entusiasmo a estudiar Derecho en París, al tiempo que escribe sus primeras obras de teatro.

El estudiante romántico y el autor dramático (1848-1862)

No participa en la revolución de 1848, pero se involucra intensamente en la vida intelectual y descubre la vida bohemia. Escribe febrilmente y convierte en ficción to­dos los acontecimientos de su existencia.

Su encuentro con Alejandro Dumas lo alienta en su deseo de escribir para el teatro. El 12 de junio de 1850 logra representar su comedia en verso Les Poilles rom­pues en el Théltre Historique. y al año siguiente. se con­vierte en secretario de Jules Seveste (de 1851 a 1855)

en el Théatre Lyrique, lo que le permite escribir come­dias, canciones y operetas (en compañía del compositor Aristide Hignard, con quien establece una relación de amistad).

Este periodo de formación le dará el sentido del es­pectáculo, el gusto por las construcciones, la preocu­pación por el ritmo y el suspenso, que tanto le servirán en la escritura de sus grandes textos.

Al mismo tiempo, escribe algunos cuentos, que pu­blica en el Musée des (amil/es (Un viaje en globo, 1851 , Martín Paz, 1852, Un invierno entre los hielos, 1855), en­sayos y poemas, y va adquiriendo experiencia como escritor, manifestando un gran sentido de la autocríti­ca. Sueña con crear relatos anclados en la actualidad y sustentados en descubrimientos científicos. Desde esa época se sume en la lectura enciclopédica en las biblio­tecas, alejándose poco a poco de Hugo y de los román­ticos, y buscando al mismo tiempo su propio camino. Trabaja en el lenguaje, en su tecnicidad. Poco a poco empieza a nacer en él la preocupación de la precisión científica. Sigue escribiendo relatos que no publica y que representan igual número de intentos o de traba­jos de zapa.

Descubre los cuentos de Edgar Allan Poe, que acaban de ser traducidos por Baudelaire, y que le servirán de inspiración para su primera novela: le proporcionan las bases de una "escuela de lo extraño". Este detonador, sustituido por la influencia de Daniel Defoe, será deter­minante: julio Verne decide a partir de ese momento asociar lo extraño con el rigor científico.

En el plano personal, se casa con una joven viuda, Honorine Devianne, en 1857, con quien tendrá un hijo, Michel, en 1861 . Gracias a su padre, compra una plaza de agente financiero, que le da seguridad económica, pero no lo aleja de su vocación literaria.

Los experimentos científicos de sus amigos Nadar, De la Nandelle y Ponton d'Amécourt sobre la navega­ción aérea le inspiran una novela (la futura Cinco sema­nas en globo), primera realización de su proyecto de escribir la "novela de la ciencia", sustituyendo la magia de los cuentos de hadas por otra. Recurso innovador que choca con las costumbres: 15 editores rechazan el manuscrito. El decimosexto constituirá el encuentro capital para la trayectoria del escritor: Jules Hetzel no sólo acepta publicarlo sino que hará lo mismo con todas las demás novelas y originará la creación del género, al aconsejar y orientar la producción de Verne.

Hetzel, monstruo sagrado de la edición y republicano convencido, detecta la operatividad del recurso vernia­no y adivina el talento del joven autor. De una cola­boración que durará hasta 1886 nacerán los textos más hermosos. Hetzel estuvo a punto de quebrar por lan­zarse, desde 1845. en la reedición de las novelas de Sten-

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dhal. Fue él quien convenció a Balzac de escribir su gran prefacio de 1842, en el que el novelista estructura por primera vez su Comedia humana. Presintiendo el ad­venimiento de un público nuevo, nacido del desarrollo económico y de la importancia creciente de. la prensa, se orienta hacia los libros para la juventud. Crea en 1844 una colección para jóvenes, que inaugura con una adap­tación personal de Pulgardto, y a su regreso del exilio bajo el Segundo Imperio, ve en el texto de Julio Verne la prolongación de sus preocupaciones y la realización del proyecto educativo que alberga. Los Viajes extraordinarios en los mundos conocidos y desconocidos de Verne, al ritmo de tres (y luego de dos) por año, aparecerán a lo largo de 40 años en la Revista para la Educación y la Recreación, publicación creada por Hetzel, y posteriormente en vo­lúmenes de formato en duodécimo y en octavo encua­dernados en tela. Lejos de ser el censor quisquilloso y conformista como algunas veces se le ha descrito, Het­zel es el "descubridor" de Verne y lo empuja a seguir su verdadero camino, el de un nuevo género novelesco: la "magia científica".

Los viajes extraordinarios (1862-1885)

Al fin Verne posee ía veta y se lanza a cuerpo descu­bierto en la fórmula del "viaje extraordinario". Después

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de Cinco semanas en globo (1863), se multiplican las gran­des novelas, donde la vitalidad y el júbilo son el sello principal: Viaje al centro de la Tierra (1864), De la Tierra a la Luna (1865), Aventuras del capitán Hatteras (1866), Los hijos del capitán Grant (1867), Veinte mil leguas de viaje sub­marino (1869), Viaje alrededor de la Luna (1871), La vuelta al mundo en ochenta días (1873), La isla misteriosa (1874), Miguel Strogoff (1876).

El éxito de los libros le permite satisfacer sus su,eños de navegación. Desde 1865, Julio Verne vive en Le Cro­toy, en La Somme. Es ahí donde inicia, por sugerencia de George Sand, la redacción de un gran himno al mar y a la libertad, que se convertirá en Veinte mil leguas de viaje submarino. Navega en un pequeño velero por el mar del Norte y el canal de la Mancha.

En 1867 cruza el Atlántico, en compañía de su her­mano Paul, sobre un navío gigante, el Great Eastern. Dará de ese viaje una visión novelada en Una ciudad flo­tante (1870), evocando de paso su fascinación por Norteamérica, su gusto por la libertad, aunque apare­ce también en filigrana la omnipotencia amenazadora del dinero y de las armas.

La instalación en Amiens (1869) marca una nueva etapa en la vida de Verne, más agitada. La guerra franco­alemana de 1870 agrava aún más su crisis personal. Los dos textos de este periodo, Aventuras de tres rusos y tres ingleses en el África Austral, en los que se denuncia la inu­tilidad de los conflictos armados, y El Chancellor, la dra­mática historia de un naufragio, dan un oscuro testimo­nio de ello. Otros acontecimientos, como la represión de La Comuna (que afecta a varios de sus amigos) y la escalada de los colonialismos, con una rivalidad fran­co-inglesa como tela de fondo, van a enfriar su entu­siasmo científico y su fe en el hombre y en el progre­so. Afortunadamente, la tranquilidad de Amiens, la "Venecia del Norte", le permite entregarse más apaci­blemente a la escritura, aunque sin olvidar las turbu­lencias de la época.

En 1876, adquiere un velero más grande y después, en 1877, un yate, sobre los que sacia su pasión por la nave­gación, que es una gran proveedora de inspiración y de sueños. El periodo es fecundo y aparecen otros grandes textos. En el prefacio de Héaor Servadac (1877), evoca su gran propósito de "hacer conocer a sus lectores, en forma de novela, las diversas partes del mundo", pro­yecto que le solicitará nuevas y fastidiosas investigacio­nes sobre tierras que sus héroes no han recorrido aún.

Julio Verne realiza adaptaciones para teatro de varias de sus novelas (La vuelta al mundo en ochenta dios, Miguel Strogoff, Los hijos del capitán Gront). Escribe, a partir de las notas de Gabriel Mareel, una Historia de los grandes viajes y los grandes viajeros. así como Los ama­tinados de la 80unty y, a partir de los borradores del ex comunero Paschal Grousset (que escribe bajo el seu­dónimo de André Laurie) Los quinientos millones de la princesa, donde expresa su angustia por el futuro y su odio por la guerra, y La Estrella del Sur, una plegaria por la igualdad racial.

En 1877 se sitúa un episodio frecuentemente cOo­mentado por los detractores de Veme: preocupado por ~I comportamiento y la salud mental de su hijo Michel. lo embarca a la fuerza en un velero durante 18 meses. completamente en vano.

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El compromiso ciudadano y el pesimismo de los últimos años (1886-1905)

El año de 1886 es particularmente cruel para Julio Verne. Debe malbaratar su yate "Le Saint-Michellll". Su sobrino Gastón. en un arranque de locura. lo hiere de un balazo en la pierna. que lo dejará lisiado de por vida. Hetzel fallece poco tiempo después y su madre al año siguiente. Estos acontecimientos ensombrecerán sus últimos años y lo llevarán a un pesimismo cada vez más profundo. aunque sin interrumpir el flujo lincesante de novelas.

Alejándose un poco de sus viajes en los universos conocidos y desconocidos. irá interesándose cada vez más en el mundo sociopolítico contemporáneo. De­cide convertirse en consejero municipal de Amiens en la lista republicana (a pesar de sus opiniones conserva­doras). donde se encargará esencialmente de las cues­tiones de urbanismo y medio ambiente. Las novelas que escribe tratan de ese compromiso ciudadano del que ya no se apartará hasta su muerte: Aventuras de un niño irlandés, sobre la miseria en Irlanda; La isla de Hélice. que arremete contra el capitalismo norteameri­cano y refleja la imagen de una civilización maldita. y Los náufragos del Jonathan. una reflexión anarquizante sobre la sociedad que oprime al individuo.

Sus nuevas funciones le abren algunas perspectivas so­bre la sociedad de su tiempo. que serán aprovechadas pa­ra sus novelas (el ritmo de escritura no decae. a pesar de un programa de trabajo particularmente cargado). Hetzel hijo prosigue la colaboración con él; paralelamente. Julio Verne empieza a involucrar a su hijo Michel. quien reto­cará y publicará las novelas póstumas de su padre.

Verne alcanza a escribir algunos grandes textos. Ante la bandera (1896). una incursión en la novela de espio­naje. con el modelo del científico loco dispuesto a des­truir el mundo. La esfinge de los hielos (1897). El soberbio Orinoco (1898). Reflexiona sobre las evoluciones de la novela. incursiona en la novela policíaca (Un drama en Uvonia. 1894) o en la novela histórica. sin desprenderse de un pesimismo cada vez más sombrío. aunque ocasio­nalmente iluminado por un hu. mor paródico que no deja de ser cáustico.

El 24 de marzo de 1905. cuando acaba de entregar el manuscrito de El secreto de Wilhe/m Storitz. se extingue en Amiens. dejando a su hijo Michel el encargo de pu­blicar otros manuscritos (seis). entre ellos La impre­sionante aventura de la misión Barsac. en la que alude nue­vamente al arquetipo del científico loco. La fe en la cien­cia. que animaba la mayor parte de su obra, es desplaza­da por un escepticismo desencantado frente a una humanidad que hace mal uso de sus conocimientos.

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JOSÉ DE LA COLINA

VIDA, AVENTURA Y MUERTE DE

Cuando, a partir del año 1866, un monstruo visto o entrevisto en di­versos lugares de los océanos ataca y en ocasiones hunde los buques co­merciales y militares de algunos paí­ses, se emprende contra él una expedición persecutoria dirigida por el comandante Farragut en la fraga­ta norteamericana "Abraham Lincoln", en la cual va, como asisten­te científico por el gobierno francés, Pierre Aronnax, profesor suplente del Museo de Historia Natural de París, a quien acompaña su fiel sir­viente y consejero Conseil, también buen conocedor de asuntos del mar. La fragata avista al supuesto narval, lo persigue, choca con él y se hunde con todos los hombres a bordo, menos el profesor, su sirviente y el arponero Ned Land. Precipitados los tres al agua por el impacto, lo­gran salvarse subiendo precisamen­te sobre el lomo del falso narval, que resultará ser un buque subma­rino, el Nautilus, una enorme máqui­na de guerra y a lá vez una especie de hotel con grandes ventanales ha­cia el fondo de los mares. Los tres náufragos son convertidos en hués­pedes obligados del misterioso ca­pitán Nemo, con quien durante diez meses viajarán por la superficie y los fondos marinos, pasarán bajo el istmo de Suez, presenciarán comba­tes contra caníbales isleños o contra pufpos gigantes, acompañarán cace­rías en las selvas submarinas, asis­tirán a un entierro en un cemente­rio de coral, percibirán la misteriosa Atlántida y sus tesoros sumergidos, sufrirán el apresamiento del Nautilus por los hielos polares, etcétera. En el transcurso del viaje, el capitán Nemo, que establece con los tres "huéspedes" la cortesía de un car­celero amistoso y les muestra las maravillas de "su" reino marino, se delata en su verdadera y autodesig­nada misión cuando ataca y hunde, sin mediar provocación de la otra

Nerno parte, un navío de guerra con toda su marinería. Finalmente, Ned, Conseil y el profesor deciden fugarse de la nave a bordo de una chalupa, y, ayu­dados por uno de esos milagros "na­turales" tan frecuentes en la serie de los Voyages Extraordinaires de Verne (fenómenos en los cuales la natura­leza puede alternativamente mos­trarse tan benigna y favorable a las criaturas como aterradoramente malvada y destructora), son arranca­dos de los flancos del Nautilus y lo­gran pisar tierra firme en una de las islas Lofoten.

Así concluye la acción de la no­vela de Jules Verne Veinte mil leguas de viaje submarino (Vingt mil/e Iieues sous les mers), publicada en 1870. En las líneas terminales y en una especie de final abierto, el profesor Aronnax, la voz narrativa en primera persona, se interroga sobre el destino del capi­tán del Nautilus, con quien durante diez meses ha hecho tan largo, rico y accidentado viaje por los mares: el Atlántico, el Pacifico, el índico, el Ro­jo, el Mediterráneo, el Gulf Stream, el austral, el boreal, etc.:

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¡Vive aún el capitán Nemo? ¡Conti­núa aún dentro del océano sus es­

pantosas represalias, o les puso pun­to final la postrera hecatombe?

¡Traerán algún día las olas aquel ma­nuscrito que encierra la historia de

toda su vida? ¡Llegaré, por último, a saber cuál es su verdadero nombre?

¡El buque desaparecido nos dirá, por su nacionalidad, cuál es la del capitán Nemo?

Eso espero, ¡y espero también

que su potente nave, el Nautilus, haya vencido al terrible abismo en el que

tantas otras han perecido! Si es así, si Nemo sigue habitando el mar, su pa­

tria adoptiva, ¡que el odio se extinga en su fiero corazón! ¡Que la con­

templación de tantas maravillas le

apague el ánimo de venganza! ¡Que en él desaparezca el justiciero, y que

el sabio continúe apaciblemente la exploración de los mares! Si su des­

tino es extraño, también es sublime.

¡No lo he comprendido yo mismo? ¡No he vivido diez meses en aquella existencia extranatural? Por eso, a

aquella pregunta bíblica, propuesta hace seis mil años: "¡Quién ha podi­

do sondear las profundidades del abismo?", dos entre todos los hom­

bres tienen ahora el derecho de res­ponder: el capitán Nemo y yo.

El sobrenombre del capitán miste­rioso: Nemo, palabra latina que sig­nifica nadie, o ninguno, es ya una in­terrogante: es el nombre de un per­sonaje a la vez de bulto yen hueco, como una estatua metálica. Lo co­nocemos (¿pero lo conocemos?) sólo por sus gestos, sus palabras y acaso sus preferencias culturales. En su nave, verdadero castillo bogante, tiene una biblioteca,' una pinaco-

I ¡la cual podría ser copia de la biblioteca de Veme? Allí, en el gran salón del Nautilus, hay obras de literatura: "todo lo que la humanidad ha pro­ducido de más bello", desde Homero hasta Victor Hugo, desde jenofonte hasta Michelet, desde Rabelais hasta George Sand; obras de ciencia y

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Cartel que anunciaba en México la película de Richard Fleischer, Veinte mil leguas de viaje submarino

WmDISr-EY ..

Escena de 20 000 leguas de viaje submarino, Walt Disney productions, 1954, cuyo reparto aparece arriba, en el cartel

22 Biblioteca de México

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teca2 y hay un "piano-órgano" en el que, a altas horas de la noche, el ca­pitán, particularmente si sufre una tormenta moral (después, por ejem­plo, de haber exterminado la tripula­ción de la nave de un país guerrero), interpreta, para relajarse, diríamos hoy, sus favoritas piezas musicales.) Pero de él no sabemos más allá de esos y otros indicios que esos datos exteriores nos dejan ver: que es un hombre culto y sabio en muchas materias y disciplinas, que es diri­gente de hombres que voluntaria­mente le obedecen en un valiente ideal común de solidaridad y justicia, que tiene una moral y una ética, que está en pie de guerra contra la gue­rra y contra la esclavitud de los hombres y que, combatiéndose a sí mismo por motivos morales, puede pasar desde el ánimo amigable y di­dáctico a la ira y la más negra y mi­santrópica tristitia. Salvo estos pocos rasgos de carácter, Nemo es como una bella estatua de prócer, o si se quiere de antiprócer, vista desde el exterior. Así lo presenta la escritura de Verne, esbozando su ideal efigie del Hombre cabal:

Yo no podría precisar si aquel per­sonaje tenía treinta y cinco años o cincuenta. Era de elevada estatura y tenía frente ancha, nariz recta. boca de perfecto dibujo. dientes magní­ficos. manos finas. largas, eminente-

tecnología: "de mecánica. de balística, de hidrogra­fia. de meteorología. de geografía. de geología. etc:': las obras de Humboldt, de Arago. los traba­jos de Foucault, de Henri Sainte-Claire-Deville. de Milne-Edwards. de Quatrefages. de Tyndall. de Faraday. de Berthelot, del abate Secchi, de Petermann, del comandante Maury, de Agassiz, las memorias de la Academia de las Ciencias, los boletines de las Sociedades de Geografía, Los (un­dadores de la Astronomía. de Joseph Bertrand, y, desde luego, "los dos tomos que quizá me habían valido la acogida relativamente caritativa del capi­tán Nemo". esto es las obras del profesor Aron­n:IX (que deben entrar en el catálogo de los "li­bros fantasmas" de los que ya he escrito en un número de Biblioteca de México). , ¡Un muestrario de los gustos estéticos de mon­sieur Jules! En el saJ6n de descanso y recreo hay cuadros de Rafael, Leonardo da Vinci, Correggio, Tiziano, el Veronés. Murillo, Holbein, Velázquez, Rivera. Teniers. Géricault, Delacroix, Ingres. Mei­ssonier y algunos artistas hoy evaporados en el olvido: Dambigny. Decamps, Troyon, etc. Además, "algunas admirables reducciones de estatuas de ·mármol o de bronce. según los modelos más be­lios de la Antigüedad". ) ¡Las preferidas de Verne! Hay partituras de Weber, Rossini, Mozart, Beethoven, Haydn, Meyerbeer. Gounod, hasta de Auber y de un tal Herold. e incluso yo dirfa que alguna pieza de Offenbach, a quiel) admiraba el novelista. que en la juventud habfa intentado ser autor de comedias ligeras y libretos de opereta.

mente psíquicas. empleando una pa­labra de la quirognomía. es decir dig­nas de servir a un alma apasionada. Aquel hombre era el tipo más admi­rable que he visto y. como detalle particular. diré que sus ojos. algo se­parados uno de otro. podían abarcar simultáneamente la cuarta parte del horizonte. Cuando aquel descono­cido fijaba la vista en un objeto, la línea de sus cejas se fruncia. sus an­chos párpados se aproximaban hasta dejar circunscrita la pupila, estre­chando así la extensión del campo visual. y entonces miraba. iQué mi­rada! iCómo acercaba así los objetos disminuidos por la lejanía!

Así, Nemo es. hasta ahora y tal como se le describe con cierta objetividad en esa primera aparición, una mag­nífica máquina humana algo peroran­te y con manía didáctica (por páginas y páginas expondrá con buena re­tórica sus extensos y profundos co­nocimientos del mar). Sólo detalles como la asombrosa mirada panorá­mica que "abarca simultáneamente la cuarta parte del horizonte". y las "manos psíquicas" (¿manos que ma­nifiestan un espíritu poderoso?). nos permiten echar un vistazo a su in­terior. Luego Aronnax. el portavoz de Verne dentro de la ficción, añade a la mirada del capitán unos datos que la describen como signo de una inteligencia y una real interioridad:

iCómo llegaba [esa mirada] hasta dentro del alma! iCómo penetraba a través de las capas líquidas. tan opa­cas para nuestros ojos, y cómo leía en lo más profundo de los mares!

y he aquí a Nemo en pie, ya predes­tinado al mármol estatuario y hasta con un toquecito de alma y de sabi­duría legibles en las manos y los ojos. Pero . . . ¿y qué más hay? Por lo pronto, este dato: Nemo, lector numeroso, habrá leído a Baudelaire ("¡Hombre libre, siempre querrás al mar!! El mar es tu espejo; contem­plas tu almal en el desarrollo infinito de su oleaje ...... ), y a Espronceda ("Que es mi barco mi tesoro,! que es mi dios la libertad;/ mi ley, la fuer­za y el viento,! mi única patria, la mar"S

) , y estas lecturas casi se delata-

• «Homme libre, toujours tu chériras la mer!! La mer est ton miroir; tu contemples ton áme/ dans le déroulement infini de sa lame... ». Les f/eurs du mal. s La condón del pirata.

23 Bfblioteca de México

rían en este fervoroso y casi lírico monólogo hacia el profesor Aronnax:

iSí. amo al mar! El mar es todo. Cubre siete de diez partes del globo terráqueo. Su aliento es puro y sano. Es el inmenso desierto en el que nunca el hombre está solo. pues siente estremecerse la vida a su alre­dedor. No es más que movimiento y amor y. como ha dicho uno de vues­tros poetas, es el infinito viviente. En efecto. señor profesor. la naturaleza se manifiesta aquí en sus tres reinos: mineral. vegetal y animal. [ ... ] El mar es el vasto almacén de la naturaleza. El globo terráqueo ha empezado. por decirlo así. con el mar. y iah. quién sabe si acabará por él! Aquí está la tranquilidad suprema. El mar no per­tenece a los déspotas. En la superfi­cie todavía pueden ellos ejercer sus inicuos derechos. combatirse. devo­rarse. y traer a tierra todos los ho­rrores ... Pero a treinta pies bajo su nivel cesa el dominio de esos hom­bres, se extingue su influencia. su fuerza desaparece. iAh. vivid, señor Aronnax. vivid en el seno de los mares! iSólo aquí está la indepen­dencia! iAquí no reconozco amos! iAquí soy libre!

Para Nemo. pues, el mar es el reino de la libertad. y por este hilo em­pezamos a sacar el ovillo y se co­mienza a entreabrir la interioridad del capitán: durante el viaje de 20,000 leguas iremos sabiendo de qué ma­nera, con su lema Mobi/is in Mobile ("Móvil en lo Móvil") inscrito en los flancos y en todas las máquinas y los utensilios (hasta en los platos y las cucharas) de la nave, considera al mar como un espacio libre y a la vez como el reflejo de sí mismo. Pero el mar es también para el capitán el reino de la Guerra. Si el océano pue­de ser terrible, también lo es la liber­tad de este marino conductor de hombres, La manera de Nemo de entender su libertad, en compañía y solidaridad con los tripulantes del Nautilus (hombres libres a quienes sin embargo capitanea, manda y ordena firmemente, comprometiéndolos en su propio arriesgado destino), no reside solamente en el hecho de moverse a sus anchas por las profun­didades, la superficie y las islas del mar, sino, además, y sobre todo, en hacer la guerra sin piedad ni cuartel a los buques de guerra, Así se descu-

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bren en el personaje dos trágicas pa­radojas: Nemo por un lado quiere que todos los hombres sean libres, pero es un jefe, un "amo y señor", siquiera sea de marineros voluntarios y solidarios; y, por otro lado, querien­do acabar con las guerras, hace la guerra: él también mata. .. aunque mate a los que matan. Hay en el per­sonaje, entonces, un muy contras­tado claroscuro moral. Es un justicie­ro, pero no de la estirpe de los que duermen tranquilos, yeso lo sitúa en una dimensión trágica: cada vez que hunde una nave guerrera con sus tri­pulantes y soldados, entra en un esta­do de sombría depresión de la cual trata de deshacerse tocando frené­ticamente en el órgano desde Haydn a ¿Offenbach?Y precisamente hablan­do de la música hará su neta decla­ración de personaje trágico:

Estos músicos son contemporáneos de Orfeo, porque las diferencias cro­nológicas se borran en la memoria de los muertos, y yo estoy muerto, profesor, tan muerto como aquellos de vuestros amigos que descansan seis pies bajo tierra."

De modo que el capitán es Nemo, es decir es nadie, puesto que está

, Se refiere a los marineros de la hundida fragata Abraham Lincoln. de la cual, como ya sabemos, procedían los tres náufragos recogidos por el Nautilus.

muerto para las naciones egoístas y explotadoras, muerto para la histo­ria de las guerras entabladas por intereses materiales y políticos, muerto para la geografía de los ti­ranos, muerto para los inicuos mo­dos establecidos de sociedad, y se halla moralmente más allá de la vic­toria y la derrota. Y por la declara­ción de ser un muerto, y ya por eso indestructible, nos recuerda a Lope de Aguirre, el loco conquistador de las jornadas de Omagua, el buscador de El Dorado, que desde la más pro­funda selva americana le escribe al rey de España rompiendo tajante­mente el lazo de súbdito y avisán­dole que no les haga la guerra a él y a sus compañeros, pues debe tomar en cuenta que ellos son ya, dice, hombres muertos. La gran diferencia está en que Nemo no es un loco, y que más bien su locura es una exce­siva lucidez. Es el hombre que ve: ya Verne nos ha señalado la gran cuan­tía de horizonte que abarca su mira­da, y que esos mismos ojos también leen en el corazón de los hombres.Y si Lope de Aguirre era un anarca, Nemo, aun si el novelista no lo apunte explícitamente, es un anar­quista, un libertario.7

El noble y sombrío capitán del Nautilus, según vemos, es contra­dictorio, fascinante, inquietante, pe­ro en realidad tiene un pasado que lo explica y justifica. De ese pasado sabremos una pequeña parte en Veinte mil leguas bajo los mares y lue­go una parte más extensa en La isla misteriosa, publicada en 1874, donde varias veces su presencia se insinúa y finalmente reaparece, aunque aho­ra en el final de su vida. En la pri­mera novela arriesga su vida por sal­var tanto a los náufragos de la Abra­ham Lincoln como a un humilde pescador de perlas de Ceylán atra­pado por las fauces de un tiburón, y, como ante el segundo caso el pro­fesor Aronnax se asombre de adver­tir que Nemo, por tanto, "no había conseguido matar en su corazón los sentimientos", el capitán, conmovi­do, responde dando un primer indi­cio de su propio origen:

Este indio, señor profesor, es un habi­tante del país de los oprimidos, y yo

7 Por esto no sería de extrañar lo que habrían descubierto algunos estudiosos de Verne: que Louise Michel, la anarquista comunarde, habría sugerido al escritor la idea de la novela y quizá colaborado en su escritura.

24 Biblioteca de México

soy, y hasta la muerte lo seguiré sien­do, de ese país.

A partir de este momento, de de­talle en detalle, empezará a cente­llear la identidad misteriosa y tácita del amo y señor del Nautilus, pero el secreto central de Nemo no se re­velará sino dieciséis años después de la gran saga submarina de las veinte mil leguas y ante otros perso­najes: los robinsones de La isla mis­teriosa.a

Según habremos de saber por las últimas páginas de esta novela, Ne­mo es un príncipe de la India a quien antaño los imperialistas ingleses des­poseyeron de su reino y su familia y que, después de pasar como fugitivo diversas penalidades que en lugar de vencerlo lo fortalecieron ante la adversidad, logró aprender una vas­tedad de ciencias y tecnologías, construyó el submarino, formó una tripulación, y para vengarse de sus enemigos (los explotadores, los es­clavistas, los hombres de la guerra de cualesquiera naciones) dedicó la vida a recorrer los mares con su te­mible nave-arma, asistido por esos hombres de diversas nacionalidades que, escapados también de alguna esclavitud o servidumbre, son soli­darios con su jefe en un implícito ideal pacifista y libertario ... pero be­ligerante.

En el último capítulo de la tercera y última parte, titulada "El secreto de la isla", el capitán Nemo, moribundo, relata su vida entera y delata su pri­mera identidad al ingeniero Cyrus Smith.

-¿Sabe usted el nombre que he llevado, señor?, preguntó. -Lo sé, respondió Cyrus Smith,

• He aquí la sinopsis: Durante la guerra nor­teamericana de Secesión un grupo de prisioneros de los sudistas logran evadirse y apoderarse de un globo aerostático en el cual sobrevuelan el océa­no. El globo es arrastrado por una tromba marina y cae en la playa de una isla desierta. Privados de

• recursos, los cinco compañeros (el ingeniero ey­rus Smith. Gedeon Spillet. el negro Nab. el marino Pencroft y el joven Harbert) intentan hacer fren­te a la situación en la isla. encuentran en ella re­cursos insospechados. la hacen habitable y la bau­tizan con el nombre Lincoln. Algunos incidentes los persuaden de que son socorridos por una misteriosa y no vista presencia. y finalmente se les revela el misterio que los obsede cada vez más cuando descubren que alli se esconde el Nauti/us del capitán Nema. el cual finalmente se hace visi­ble. pero es un hombre viejo y solo. a cuya muer­te asisten. En el final. tras la muerte de Nemo,los otros personajes logran salir de la isla poco anteS de que ésta desaparezca en las aguas del Pacifico.

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como sé el nombre de aquel admi­rable aparato submarino. -¡El Nautilus?, dijo semisonriendo

el capitán. -El Nautilus. -Pero usted ... ¡usted sabe quién

soy? -Lo sé. -Hace, sin embargo, treinta años

que no tengo ningún contacto con el mundo habitado, treinta años en que he vivido en las profundidades del mar, ¡el único medio en el que he en­contrado la independencia! ¡Quién pudo, pues, traicionar mi secreto? -Un hombre que nunca hizo nin­

gún pacto con usted, capitán Nemo, y que en consecuencia, no puede ser acusado de traición. -¡Ese francés al que la casualidad

me lanzó a bordo hace dieciséis

años? -El mismo. - Así que ese hombre y sus dos

compañeros no perecieron en el mae/strom que arrastró al Nautilus? -No perecieron, y se ha publi­

cado, bajo el título Veinte mil leguas bajo los mares, una obra que contiene la historia de usted.

- ¡Mi historia de sólo unos meses,

señor! -Es verdad, pero unos meses de

esa vida extraña han bastado para hacerlo conocer a usted. -Como un gran culpable, sin duda

-respondió Nemo con una sonrisa altiva-. Como un hombre insurrec­to, quizá proscrito de la humanidad.

El ingeniero no respondió. -¡Y bien, señor? -Yo no tengo por qué juzgar al

capitán Nemo, respondió Cyrus, al menos en lo que concierne a su vida pasada. Como todo el mundo, ignoro cuáles hayan sido los móviles de su existencia extraña, y no puedo juzgar de los efectos sin conocer las causas;

, pero sí sé de una mano bienhechora que constantemente ha estado pro­tegiéndonos desde nuestra llegada a la isla Lincoln. Y que debemos todos la vida a un hombre generoso, po­deroso. ¡ Y este hombre es usted, capitán Nemo! -Soy yo, respondió con sencillez

el capitán.

Entonces el moribundo se autobio­grafía ante Smith, y Verne lo escucha desde el otro lado de la página y transcribe la vida del capitán, que es ésta (en un resumen lo más veloz posible):

Nacido en la India, hijo de un rajá que desde niño lo envió a Europa para que tuviese una educación completa que le permitiera un día enfrentarse a los opresores de su país, el príncipe Dakkar, a sus treinta años un hombre hermoso, de gran­des inteligencia y bondad, había viaja­do por todo el continente y hecho todos los estudios. "Inmune a las seducciones del mundo, que nunca lo atrajeron", siempre "serio, som­brío, devorado por la sed de apren­der", tenía "un implacable resenti­miento en el corazón": odiaba a In­glaterra, el país que oprimía al suyo, y tanto más lo odiaba "por cuanto en muchos aspectos lo admiraba".

Habiendo vuelto al Bundelkund tras sus estudios (en 1849), despo­sado a una aristócrata india y engen­

drado dos hijos, el príncipe Dakkar, en su lujosa felicidad doméstica, no

25 Biblioteca de México

podía olvidar el estado de servi­dumbre de su nación y " hacía suya la voz de los descontentos". En 1857 estalló la revuelta de los cipayos.9 Dakkar fue uno de los organizado­res del levantamiento: "Puso sus ta­lentos y su riqueza al servicio de es­ta causa. Pagó de su persona; com­batió en la primera fila, arriesgó su vida como el más humilde de esos héroes que se habían levantado para liberar a su país, fue herido diez ve­ces en veinte enfrentamientos y no pudo hallar la muerte cuando los últimos soldados de la independen­cia cayeron bajo las balas inglesas:'

, Éstos, soldados indios al servicio de alguna potencia europea, se rebelaron contra la política colonial británica y proclamaron emperador de la India a Bahadur Sah, pero finalmente en 1858 fue­ron sometidos por los ingleses.

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Tras la derrota de la causa. cuando el país de los rajás recayó bajo el do­minio inglés. él. que había perdido a su esposa y sus hijos y sentía "ho­rror y odio por el mundo civiliza­do". después de rescatar los restos de su fortuna y reunir una veintena de leales se refugió en una isla de­sierta del Pacífico. donde con téc­nicas improvisadas o inventadas por él. usando sus grandes conocimien­tos y los recursos naturales. cons­truyó una nave submarina con la que empezó a hacer la guerra a los buques de guerra.

y ya enterados de la vida del príncipe Dakkar. podemos asistir a la

muerte del capltan Nemo. ahora solitario a bordo del Nautilus oculto en la isla que a su vez va a morir de­sapareciendo en el mar por causa de una erupción volcánica.

El pecho del capitán Nemo se alzó y su mano señaló al cielo. -¡Me equivoqué o tuve razón?

murmuró. Cyrus Smith le respondió: -iTodas las grandes acciones vuel­

ven a Dios. pues de Él provienen! ¡Capitán Nemo. las honradas per­sonas que aquí estamos. aquellos a quienes habéis socorrido. os llora­remos para siempre!

26 Biblioteca de México

[ . .. ] Se pudo entonces ver la mirada del

capitán demorarse en todas las ma­ravillas de aquel salón. iluminado por los rayos eléctricos que atenuaban los arabescos colgados de las espléndidas tapicerías de las paredes. contempló una tras otra aquellas obras maestras de los artistas italianos. flamencos. franceses y españoles. las reducciones de mármol y de bronce que se er­guían en sus pedestales. el órgano magnífico adosado al mamparo poste­rior. luego las vitrinas dispuestas al­rededor de un pilón de fuente . en la cual se exhibían los más admirables productos del mar, plantas marinas. zoófitos. rosarios de perlas de un ina­preciable valor. y. finalmente. su mi­rada se detuvo sobre la divisa inscrita en el frontón de aquel museo:

Mobilis in Mobi/e. [ ... ] -Señores. dijo el capitán. mañana

habré muerto. Con un gesto detuvo la protesta de

Harbert. -Mañana habré muerto. y no de­

seo otra tumba que el Nauti/us. ¡Es mi ataúd! Todos mis amigos yacen en el fondo de los mares. y allí deseo yacer también.

Un silencio profundo acogió estas palabras del capitán Nemo. -Escuchadme bien. señores -<:on­

tinuó-. El Nauti/us se halla prisionero en esta gruta. Pero. si no puede salir de su prisión. puede al menos hun­dirse en el abismo que domina y allí guardar mis despojos.

Los colonos escuchaban religiosa­mente las palabras del agonizante.

-Mañana. tras mi muerte. señor Smith. vosotros abandonaréis el Na~ tifus. pues todas las riquezas que con­tiene deben desaparecer conmigo. Un solo recuerdo os quedará del prín­cipe Dakkar. cuya historia ya cono­céis. Ese cofre ... allí. . . encierra varios millones de diamantes. la mayoría recuerdos de la época en que yo. pa­dre y esposo. casi creí en la felicidad. y una colección de perlas colectadas con mis amigos del fondo de los mares. Con ese tesoro podréis hacer un día buenas cosas. Entre vuestras manos de amigos. ese tesoro no será un peligro. Así. estaré desde lo alto asociado a vuestras obras. ¡y no lo la­mento! [ ... ] Mañana tomaréis ese cofre. y abandonaréis este salón. cuya puerta cerraréis; luego. subiréis a la plataforma del Nautilus y bajaréis el capó. que fijaréis por medio de los

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pernos. [ .. . ] Os embarcaréis enton­ces en la canoa que os trajo. Pero an­tes de abandonar el Nauti/us, abriréis dos grandes llaves que se hallan sobre la línea de flotación. El agua llenará los estancos y el Nauti/us se hundirá poco a poco para ir a descansar en el fondo

del abismo. y, ante un gesto de Cyrus Smith, el

capitán añadió: -¡No os preocupéis! ¡Sólo sepul­

taréis a un muerto! [ ... ] Soy el úl­timo de mi raza ... y he muerto des­de hace mucho para todos a quienes he conocido ... Pero volvamos a vo­sotros. La soledad, el aislamiento son cosas tristes, excesivas para las fuer­zas del hombre .. . ¡Muero de haber creído que se podía vivir en total so­ledad! [ ... ] Aquí reposaré en el sue­ño eterno.

[ .. . ]

El capltan Nemo no sufría, pero declinaba. Su noble rostro, pálido por la proximidad de la muerte, es­taba tranquilo. De los labios le es­capaban a veces palabras casi im­perceptibles, relacionadas con di­versos incidentes de su extraña existencia, y se sentía que la vida se retiraba poco a poco de aquel cuerpo cuyas extremidades ya se habían enfriado.

Todavía una o dos veces dirigió la pa­labra a los colonos situados cerca de él, y les sonrió con esa última sonrisa que se continúa hasta en la muerte.

Finalmente, un poco después de la medianoche, logró cruzar los brazos sobre el pecho, como si quisiera morir en esa actitud.

Hacia la una de la mañana toda la vida se había refugiado en su mirada. Un último fuego brilló en las pupilas

27 Biblioteca de México

de las que tantas llamaradas habían salido antaño.

Luego, murmurando "¡Dios y Pa­tria!", expiró suavemente.

En las páginas terminales, los colo­nos de la isla Lincoln logran aban­donarla minutos antes de que la ex­plos¡ón del volcán la hunda en el mar. y el último párrafo los presen­tará hermanados en una nueva co­lonia en el Estado de lowa, E.U.A: "Allí todos fueron felices, unidos en el presente como habían estado en el pasado; pero nunca olvidarían esa isla, a la cual habían llegado pobres y desnudos; esa isla que durante cua­tro años les había permitido sobre­vivir y de la cual no quedaba más de una roca de granito golpeada por las olas del Pacífico: ¡la lápida de quien había sido el capitán Nema!"

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JULES VERNE

EDGAR P OE ET SES CEUVRES

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He aquí, queridos lectores, a un escritor estadounidense de gran reputación. Muchos de ustedes conocen quizá su nom­bre, pero son pocos los que conocen su obra. Permítanme, pues, hablarles de su vida y de su obra. Ambas ocupan un lugar importante en la historia de la imaginación, porque Poe creó un género aparte que sólo él inventó y del que me pa­rece haber arrancado el secreto: podemos llamarlo el caudi­/lo de la Escuela de lo insólito. Logró que los límites de lo im­posible fueran más allá, y por ello tuvo imitadores, quienes buscarían sobrepasarlo, exagerar su estilo, y aunque más de uno ha creído haberlo superado, ni siquiera lo ha igualado.

Por principio de cuentas les diré que un crítico francés, Charles Baudelaire, ha escrito, delante de su traducción de las obras de Edgar Poe, un prefacio no menos extraño que la obra misma. Tal vez este prefacio exigiría a su vez algunos co­mentarios explicativos. Sea como fuere, en el mundo de las letras se ha hablado de él y se ha observado, con razón, que Charles Baudelaire era el indicado para explicar a su modo al autor americano, y respecto de las obras del autor francés yo no desearía otro comentador que un nuevo Edgar Poe. Para comprenderse están hechos el uno para el otro. Por otra par­te, la traducción de Baudelaire es excelente, y he tomado de la misma los pasajes citados en este artículo.

No vaya intentar explicar lo inexplicable, lo inapresable, lo imposible, producto de una imaginación que Poe llevaba a veces hasta el delirio. Pero lo seguiremos paso a paso, yo contándoles sus novelas cortas con múltiples citas y mos­trándoles cómo procede y qué lugar sensible toca de lo humano, a fin de sacar de ahí sus efectos más singulares.

Edgar Poe nació en 1813 en Baltimore, en plena Nortea-

la Universidad de Charlottesville y aun de su familia adopti­va. Partió entonces a Grecia, en la época de esa guerra que parece haber sido hecha para la mayor gloria de lord Byron. Observaremos de pasada que Poe era un notable nadador, igual que el poeta inglés, aunque al hablar de este paralelo no pretendemos deducir nada.

Edgar Poe pasó de Grecia a Rusia, llegó hasta a San Pe­tersburgo, se involucró en ciertos asuntos cuyo secreto des­conocemos, y regresó a Estados Unidos, donde entró en una escuela militar. Su temperamento imposible de disciplinar ocasionó que pronto lo expulsaran. Saboreó entonces la mi­seria, la miseria estadounidense, la más terrible de todas. Para vivir se dedicó a hacer trabajos literarios. Felizmente ganó dos premios otorgados por una revista para el mejor cuento y el mejor poema, y finalmente llegó a dirigir el Sou­thern Utterary Messenger. El periódico prosperó gracias a él, lo que dio como resultado una especie de holgura ficticia pa­ra el novelista, que se casó con Virginia Clemm, su prima.

Dos años después, riñó con el propietario del periódico; hay que decir que el desdichado Poe solicitaba a la ebriedad con aguardiente sus inspiraciones más extrañas, con lo que su salud se fue alterando poco a poco. Pasemos rápidamente por estos momentos de miseria, de luchas, de éxito, de deses­peración, del escritor sostenido por su pobre mujer, y sobre todo por su suegra, quien lo quiso como a un hijo hasta más allá de la tumba, y digamos que, después de una larga sesión en una taberna de Baltimore, el 6 de octubre de 1849, un cuerpo fue hallado en la vía pública: el cuerpo de Edgar Poe. El infeliz respiraba todavía. Lo llevaron al hospital; le dio delirium tremens y murió al día siguiente, contando apenas treinta y seis años.

JULIO VERNE

EDGAR POE y SUS OBRAS* FRAGMENTOS

TRADUCCIÓN DE MARTA DONís

mérica, en medio de la nación más positiva del mundo. Su fa­milia, que durante mucho tiempo gozó de una buena posi­ción, degeneró singularmente cuando llegó él: si bien su abuelo se hizo ilustre en la guerra de independencia desem­peñando el rango de cabo general de la marina con La Fa­yette, su padre, que era comediante, murió en la miseria, en la indigencia más absoluta. Un tal señor Allan, negociante de Baltimore, adoptó al joven Edgar, y lo envió a Inglaterra, Ir­landa, Escocia; pero al parecer no visitó París, de la que des­cribe inexactamente ciertas calles en una de sus novelas CÓrtas. De vuelta en Richmond, en 1822, continuó su educa­ción. Demostró aptitudes notables para la física y las mate­máticas. Su conducta disipada provocó que lo expulsaran de

* El largo estudio que Julio Verne consagró a Edgar Allan Poe, publicado en el número de abril de 1864 de Musée des Familles, es su único texto de crí­tica literaria. Este último afirma el gusto del autor de los Voyoges extroordi­naires por el racionalismo científico antes bien que por cierto "materialis­mo" fantástico, inventado por el de las Histoires extroordinaires. . Además de una percepción luminosa y realmente nueva, para la época, sobre la obra del escritor estadounidense -<:uyo "crítico francés", Charles Baudelaire, había hecho una "excelente traducción", ampliamente utilizada--, en este estudio se descubren fuentes esenciales del imaginario vemiano. El lec­tor tendrá el placer de reconocer los grandes temas de algunas de sus nove­las publicadas posteriormente y de descubrir los criterios de su inspiración.

(Párrafos tomados de la 'l' de forros del libro de Julio Verne, Edgar Poe y sus ob1Os, publicado por la Rochelle: Rumeur des Áges, 1993.)

Tal fue la vida del hombre.Veamos ahora la obra. Dejaré de lado al periodista, al filósofo, al crítico, para consagrarme al no­velista, pues, en efecto, es en la novela corta, en el cuento, don­de estalla toda la rareza, la singularidad, del genio de Edgar Poe.

Hay quienes han intentado compararlo con dos autores: una, inglesa, Anne Radcliff, el otro, alemán, Hoffmann. Sin em­bargo,Anne Radcliff explotó el género terrible, que siempre se explica por causas naturales; mientras que Hoffmann acudió a lo fantástico puro, que no puede ajustarse a razón alguna. No es tal el caso de Poe: en rigor, sus personajes pueden existir; son eminentemente humanos, dotados, en todo caso, de una sensibilidad sobreexcitada, hipernerviosa, individuos de ex­cepción, galvanizados, por llamarlos de algún modo, como lo sería la gente que tuviera que respirar un aire máS cargado de oxígeno, y cuya vida no fuera sino una activa combustión. Si bien no están locos, los personajes de Poe deben, evidente­mente, enloquecer, por haber abusado de su cerebro, igual que otros abusan de los licores fuertes. Empujan a su límite último el espíritu de la reflexión y la deducción; son los analis­tas más terribles que yo haya conocido: partiendo de un he­cho insignificante, llegan a la verdad absoluta.

Trato de definírlos, de pintarlos, delimitarlos, y apenas lo logro, porque escapan al pincel, al compás, a la definición.Yale más, queridos lectores, mostrarlos en ejercicio de sus fun­ciones casi sobrehumanas. Esto es lo que vaya hacer.

De las obras de Edgar Poe. poseemos dos volúmenes de

t' .. "

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Histoires extraordinaires, traducidas por Charles Baudelaire, los Contes inédits , traducidos por William Hughes, y una no­vela titulada Aventures d'Arthur Gordon Pym. En estos diversos libros voy a elegir el que más puede interesarles, y lo consi­guiré sin dificultades, ya que,la mayor parte del tiempo, deja­ré que Poe hable por sí mismo. Sírvanse, entonces, es­cucharlo sin miedo alguno.

Tengo para ofrecerles, primero, tres novelas cortas en las que el espíritu de análisis y de deducción llega a los límites últimos de la inteligencia. Y son The Murders in the Rue Mor­gue [Double assassinat dans la rue Morgue . en la traducción de Baudelaire], The Pur/oined Letter [Lettre vo/ée] y The Gold Bug [Scarabée d'or].

Transcribo. a continuación, la primera de estas tres histo­rias. y véase cómo prepara Edgar Poe al lector para este ex­traño relato. Después de curiosas observaciones. mediante las cuales prueba que el hombre verdaderamente imaginativo no es más que un analista. pone en escena a un amigo suyo. Auguste Dupin. en cuya casa se queda. en París. en una parte alejada y solitaria del faubourg Saint-Germain.

"Mi amigo tenía un gusto extravagante. ¡de qué otro mo­do podría llamarlo?: estaba enamorado de la noche por la noche como tal. Era su pasión. Y yo mismo me enamoré de esta bizarrerie. como de todas las demás: me entregué. con perfecto abandono, a todos sus caprichos extravagantes. La negra divinidad no podía siempre permanecer con nosotros. pero hacíamos una falsificación de ella. Al despuntar el día. cerrábamos los pesados postigos de nuestra derruida mora­da, y encendíamos un par de velas muy perfumadas. que da­ban una luz bastante débil y pálida. En esta mortecina clari­dad. cada uno se entregaba a sus sueños. leíamos. escribía­mos o charlábamos. hasta que el péndulo nos advertía que la verdadera Oscuridad estaba de regreso. Entonces. nos lan­zábamos a las calles del brazo. continuando la conversación del día. o rodando al azar hasta hora muy avanzada. buscan­do. entre las desoladas luces y sombras de la populosa ciu­dad. esa infinitud de excitación mental que puede brindar la observación silenciosa.

.. :'1:0 '.

JTHlures bu 50 ir.

En tales momentos. me era imposible no advertir y admi­rar (si bien su rica idealidad me había preparado para ello) una capacidad analítica peculiar en Dupin ...

... En esos momentos. sus modales eran glaciales y abs­traídos. Sus ojos miraban al vacío. y su voz. normalmente de tenor, subía de tono hasta volverse atiplada .....

y ahora, antes de abordar el tema de su novela corta, Poe relata de qué manera procedía Dupin en sus curiosos análisis.

"Hay pocas personas que no se hayan divertido. en cierta época de su vida. remontando el curso de sus ideas. o investi­gando por qué camino llegó su mente a ciertas conclusiones. Esta ocupación está a menudo llena de interés. y aquel que la intenta por vez primera se asombra de la incoherencia y la dis­tancía. en apariencia inmensa. entre el punto de partida y el de llegada.

Una noche. paseábamos por una calle larga y sucia. conti­gua al Palais-Royal. Cada uno iba absorto en sus pensa­mientos. por lo menos en apariencia, y desde hacía un cuar­to de hora ninguno había pronunciado sílaba alguna. De pronto Dupin soltó estas palabras:

-Es un muchacho muy bajo verdaderamente; su lugar debería ser, más bien. el Théotre des Variétés.

-No me cabe la menor duda -repliqué al principio sin pensar y sin prestar atención. tanto me absorbía la forma singular con la cual el que me interrumpía adaptaba su pala­bra a mi propia ensoñación. Un minuto después. recobré la conciencia. y mi asombro fue profundo.

Dije con mucha seriedad: -Dupin. esto es lo que se me pasa por las mientes: le

confieso, sin ambages que estoy estupefacto. y que apenas creo lo que ha sucedido: ¡cómo ha sido posible que haya usted adivinado que yo pensaba en ...

Sin embargo, me detuve para asegurarme de manera indubitable que él había adivinado en verdad lo que yo pen­saba.

-¡En Chantilly? -preguntó--. ¡y por qué interrumpirlo? Usted mismo se hacía la observación de que su pequeño tamaño lo hacía incapaz de una tragedia.

Ése era precisamente el objeto de mis reflexiones. Chantilly era un ex zapatero remendón de la calle Saint­Denis. que tenía una pasión muy grande por el teatro. y había actuado en el papel de Jerjes en la tragedia de Crébillon.

-Dígame, por amor de Dios. cuál es el método, si lo hay. merced al cual ha podido usted. en el caso que nos ocupa, penetrar en mi alma."

Como puede verse. este principio es extraño; aquí se ini­cia una discusión entre Poe y Dupin. y éste. reconstruyendo la serie de reflexiones de su amigo. le muestra que éstas se siguen así. remontándolas: Chantilly. el zapatera remendón, Orion, el doctor Nicho/s, Epicuro, la estereotomía. los adoquines, el vendedor de fruta.

Estas ideas no tienen ninguna relación entre ellas. y sin embargo Dupin las vincula con facilidad. comenzando por la última. Así. yendo por la calle. un vendedor de fruta chocó con Poe bruscamente; éste. sacudido. se resbaló un poco. pisó una piedra bamboleante y. torciéndose ligeramente el tobillo. mal­dijo el adoquín defectuoso. Una vez llegado al pasaje donde se hace una prueba de adoquín en madera. la palabra estereoto­mía vino a su mente. y lo condujo inevitablemente a los áto­mos y a las teorías de Epicuro. Ahora bien. en relación con ello. él había mantenido una discusión con Dupin. en la que éste le reveló que los últimos descubrimientos cosmogónicos del doctor Nicho/s confirmaban las teorías del filósofo griego. Al pensar en ello. Poe no pudo evitar levantar la vista hacia la constelación de Orión, que en ese momento brillaba con toda su pureza. Ahora bien, el verso latino:

Perdidit antiquum litera prima sonum

se vincula a Orión. que primitivamente se escribía Urion. y un

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crítico acababa de aplicar este verso con gracia al zapatero remendón Chanti/ly en su último artículo.

Esta asociación de ideas, dijo Dupin, la observé en el esti­lo de la sonrisa que pasó por sus labios. Usted pensaba en la inmolación del pobre zapatero remendón. Hasta entonces, usted había caminado doblado en dos, pero ahora lo he visto enderezarse hasta alcanzar su altura. Estaba totalmente se­guro de que usted pensaba en la pequeña estatura de Chan­tilly; fue en ese momento cuando interrumpí sus reflexiones para hacerle ver que Chantilly era un pobre fetito y que sería mucho mejor que estuviera en el Théátre des Variétés."

¿Qué cosa más ingeniosa y nueva, les pregunto a ustedes, lectores, y hasta dónde podrá llevar el espíritu de observa­ción a un hombre talentoso como Dupin? Es lo que ahora vamos a ver.

Se ha cometido un asesinato atroz en la calle Morgue: una anciana, de apellido L'Espanaye, y su hija, que vivían en un departamento en un cuarto piso, han sido asesinadas hacia las tres de la madrugada. Cierto número de testigos, entre ellos un italiano, un inglés, un español, un holandés, atraídos por gritos espantosos, se precipitaron al departamento y, forzando la puerta, en medio del más extraño desorden en­contraron a las dos víctimas, una estrangulada y la otra heri­da con una navaja barbera todavía ensangrentada. Las venta­nas y las puertas, meticulosamente cerradas, no permitían reconocer el camino tomado por el asesino. Las investiga­ciones más sagaces de la policía fueron vanas, y no parecía haber nada que pudiera ofrecerle pistas del crimen.

Este terrible asunto, rodeado de un misterio tan profundo, suscitó gran interés en Auguste Dupin, quien se dijo que para el sumario de tal asesinato no eran necesarios los procedi­mientos habituales. Conocía al jefe de la policía, de quien obtuvo la autorización para acudir a la escena del crimen a fin de examinarla. Poe lo acompañó en su visita. Dupin, seguido de un gendarme, inspeccionó, con minuciosa atención, la calle Morgue, la parte trasera de la casa y la fachada. Después subió a la habitación, donde todavía yacían los dos cuerpos. Su exa­men se prolongó hasta la noche; sin decir palabra, de regreso a su casa se detuvo unos minutos en las oficinas de un diario. Durante toda la noche permaneció silencioso, y, al día siguien­~,sólo hasta el mediodía, preguntó a su acompañante si había observado algo especial en la escena del crimen.

Ahí es donde el analista Dupin empieza a mostrarse. "Pues bien --dijo-, espero a un individuo que, si bien no

es quizá el autor de esta carnicería, debe hallarse implicado en parte en su perpetración. Es probable que sea inocente en cuanto a la parte atroz del crimen ... Aguardo a ese hombre aquí, en este cuarto, de un momento a otro. Si viene, hay que detenerlo. Aquí están las pistolas, y ambos sabemos para qué sirven cuando la ocasión lo exige."

Los dejo, lectores, para que piensen cuál fue la estupefac­ci6n de Poe ante estas palabras. Dupin le dijo entonces que si la policia, después de haber levantado el parqué, abierto los plafones y escudriñado la mampostería, no podia expli­c:ar la entrada y la huida del asesino, él, procediendo de otro ,!!Í0do, sabía qué hacer al respecto. En efecto, hurgando en tódos los rincones, y principalmente cerca de la ventana de

atrás, que había debido de dar paso al asesino, descubrió un resorte, el cual, sostenido apenas con un clavo enmohecido, había podido volverse a cerrar por sí solo y mantener cerra­da asimismo la ventana, después que ésta fue empujada desde afuera por el pie del fugitivo. Cerca de esta ventana, se desenrollaba la larga cuerda de un pararrayos, y Dupin ya no tuvo duda de que ésta sirvió al asesino de ruta aérea.

Pero esto era poca cosa: basados sólo en el camino to­mado por el criminal, ya fuese antes, ya después del crimen, era muy poco lo que podía llegarse a saber de aquél. Dupin, que consciente ya de este detalle, se lanza a una curiosa deducción, relacionada con un orden de ideas totalmente distinto, sin preguntarse cómo sucedieron las cosas, sino más bien en qué se distinguen éstas de todo lo acontecido hasta ese momento. El dinero intacto en el departamento demuestra, por otra parte, que el robo no fue el móvil. Es entonces cuando Dupin llama la atención de Poe sobre un hecho no observado en las declaraciones de los testigos; aquí se advierte todo el genio del novelista estadounidense.

Los testigos que acudieron cuando ocurrió el crimen ha­bían escuchado dos voces distintas; todos reconocieron que una de ellas pertenecía a un francés, no había duda al res­pecto. Pero, en lo concerniente a la otra, una voz aguda, desa­pacible, existía un gran desacuerdo entre los testigos, que provenían de diferentes países.

"-Esto --dijo Dupin- constituye la particularidad de la evidencia. Cada testigo extranjero está seguro de que esta voz no era la de uno de sus compatriotas; la compara, no a la voz de un individuo cuya lengua le sea familiar, sino exac­tamente lo contrario. El francés supone que era una voz de español, y habría podido distinguir algunas palabras si estuviera familiarizado con el español. El holandés afirma que era la voz de un francés; pero está claro que el testigo, al no saber francés, fue interrogado a través de un intérprete. El inglés cree que se trataba de la voz de un alemán, y él no entiende el alemán. El español está positivamente seguro de que era la voz de un inglés, pero únicamente juzga esto por la entona­ción, ya que no tiene ningún conocimiento del inglés. El italiano cree que era la voz de un ruso, pero jamás ha conversado con una persona nacida en Rusia. No obstante, otro francés difie­re del primero, y está seguro de que era una voz de italiano; pero, no conociendo este idioma, procede como el español, y basa su certidumbre en la entonación. Ahora bien, ¿era en­tonces esta voz lo bastante insólita y extraña para obtener de ella semejantes testimonios?; iuna voz de cuyas entona­ciones ciudadanos de cinco grandes partes de Europa no reconocieron nada que les fuera familiar! Ustedes podrían argüir que tal vez era la voz de un asiátíco o de un afrícano. Los afrícanos y los asiáticos no abundan en París; sin embar­go, sin negar la posibilidad del caso, simplemente llamaré la atención de ustedes sobre tres puntos. Un testigo describe la voz así: más bien desapacible que aguda, otros dos hablan de ella como una voz conminatoria y nerviosa. Estos testigos no han distinguido ninguna palabra ... ningún sonido que se parezca a las palabras."

Dupin continúa: le recuerda a Poe los detalles del crimen, la fuerza física que debió exigir, puesto que había mechas de

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cabello cano arrancadas de la cabeza de la anciana. y ya saben ustedes "la fuerza tan vigorosa que se necesita para arrancar de la cabeza tan sólo veinte o treinta cabellos a la vez ..... ; re­para en la agilidad requerida para elevarse en la cuerda del pararrayos. la ferocidad bestial exhibida en el asesinato. la gro­tesquerie en lo horroroso. absolutamente extranjero a la humanidad". y por último. algo más: "la voz de acento des­conocido al oído de los hombres de varias nacionalidades. ¡una voz desprovista de todo silabeo claro e inteligible!

"-Ahora bien -pregunta Dupin a su acompañante-­¡para usted. qué se deduce de esto? ¡Qué impresión he deja­do en su imaginación?"

Confieso que. en este pasaje del libro. igual que al inter­locutor de Dupin. se me erizó toda la piel. Vean ustedes de qué modo se ha apoderado de ustedes el sorprendente es­critor. ¡Es el amo de su imaginación? ¡Los mantiene en vilo en las palpitaciones de su relato? ¡Presienten ustedes al autor de este crimen extraordinario? Por lo que a mi toca. para ese momento yo había adivinado todo. Ustedes tam­bién lo han comprendido. Con todo. terminaré brevemente. citando las pocas líneas que Dupin había hecho insertar la víspera en el diario le Monde. en una hoja dedicada a los in­tereses marítimos y muy buscada por los marinos:

"Aviso.- En el Bois de Boulogne. en la mañana del.. .. encon­traron corriendo muy temprano a un enorme orangután de color leonado de la especie de Borneo. El propietario (de quien se sabe que es un marino perteneciente a un buque maltés) puede encontrar al animal. después de haberlo des­crito a satisfacción y reembolsado algunos de los gastos en

GIULIO VERNE

MiLANO · FRATElLl TREVES - EDITOR! t8 7' (\.

que incurrió la persona que lo atrapó y cuidó de él. Remitirse al número ... de la calle ... faubourg Saint-Germain. au troisieme."

Dupin había deducido la propiedad característica maltesa por un pedazo de moño que recogió al pie de la cadena del pararrayos. y que estaba anudado con un nudo peculiar de los marinos de Malta; en cuanto a la persona del individuo. su voz y sus palabras lo hacían francés. según todos los tes­tigos. Seducido por el anuncio que no establecía ninguna co­nexión entre la huida del orangután y el crimen. el marino no dejaría de presentarse. Y se presentó en efecto. Era un "individuo alto. robusto y musculoso. con una expresión audaz de todos los demonios .. :'; después de algunas vacila­ciones. se avino a todo. El simio se había escapado de su casa. quitándole su navaja en el momento en que se rasuraba. Asustado. el marino había seguido al animal. Éste. en su carrera fantástica. llegó a la calle Morgue. encontró la cade­na del pararrayos y trepó ágilmente. Su amo lo siguió de cerca; el mono. encontrando una ventana abierta. se precipi­tó a través de ella y cayó en el departamento de las desdi­chadas mujeres. El resto. lo conocemos. El marino asistió al drama sin poder oponerse. llamando a la bestia. gritando; después. con la mente confusa. huyó. seguido por el animal. que. volviendo a cerrar la ventana de una patada. se deslizó hasta la calle y a su vez desapareció.

He aquí esta extraña historia y su explicación verídica, y las maravillosas cualidades del autor que ella ha resaltado. Tiene una apariencia tal de verosimilitud. que por momentos uno cree estar leyendo un acta de acusación, tomada en su totalidad de la Gazette des tribunaux.

~ AgWJ:I8IdoI¡ de Het/:el que ant¡nclaban ebras Yema. Cartel litografiadG oon firma de D. Semeghini, 1884

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JULIO VERNE

poemas TRADUCCiÓN DE MARTA DONís

INCERTIDUMBRE

Mi amada tiene grandes ojos

De pupilas marrones,

A una joven de porte noble y grandes ojos negros

Bajo los cielos mi amada

Es más hermosa que todas.

Ella dora, embellece mis días

¡Ay, si yo pudiese, Dios mío,

Quisiera siempre ver a mi amada!

Es dulce mirarla, muy dulce oírla:

Verla sella en el corazón la esperanza

Que su voz me hace comprender.

¿Será su amor por mí,

Sólo para mí, para mí solo?

Si amo, es porque veo a mi amada.

Cerca de ella siento

Una emoción muy tierna;

Cuando se ausenta, algo adentro

Hacia ella me impulsa.

¿Siente ella lo mismo por mí

En el fondo de su corazón?

¿Me engañará ella con sus ojos?

¿Me querrá, a su vez, mi adorada?

No lo sé; no le digo

Que su mirada relumbra.

¿Brillará así por mí?

¡Felicidad suprema!

¿O acaso inflamará a otro?

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JÚPITERY LEDA

Antaño de Júpiter la enamorada grandeza

No pudiendo vencer a una simple mortal

De un bello cisne tomó el candor,

y a orillas del Eurotas a la renuente encontró.

Con náyades sondeando la húmeda profundidad,

Centinelas débiles contra el amor de un dios,

La imprudente Leda se bañaba. Ardoroso,

El cisne la sedujo mientras jugaba cerca de ella.

A una joven que amo, y que hace todo lo posible para no darse por enterada.'

Dulce amante mía,

¡Por qué cuando despierto,

Tu boca pura y bermeja

Que se inclina sobre mí

Se cierra en mi oreja?

¡No será acaso un beso?

A veces lo supongo:

Que de tus labios de rosa

Querrías dejarme uno

Secretamente; tienes razón.

O, más bien, a mi cabecera,

Conteniendo tu aliento fresco,

¡Temes que yo sorprenda

En tu corazón algún secreto

Que, dolorido, se oculte de mí?

Mas, para curar tu dolor,'

Pues tu sufrimiento me duele,

La noche ciñendo mi cama,

iDéjame uno en el corazón,

y el otro en la boca!

I Herminia, sin duda. En junio de 1861 , antes de tomar un crucero para ir a Escandinavia, en compañía de Hignard, Verne dedicó este poema a su mujer. que daría a luz a Michel Verne durante la ausencia de su marido. ' Versión de 1861:

"Mas para curar el dolor, Que lo entristece y me duele. La noche ciñendo nuestra cama, ¡Déjame uno en el corazón, y el otro en la boca!"

]5 Biblioteca de México

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NACIMIENTO DE LA CORRUPCiÓN

Empobrecido el poder, sin hogar ni fortuna,

Obligado incluso a dormir al glacial claro de luna,

Debilitado por la lucha y el rudo combate

De diversos sistemas que al Estado inquietaban,

De intenciones tenebrosas, sentimientos contrarios,

De opiniones tenaces, arbitrarias,

De proyectos débiles, llegados prematuros,

Contrahechos, desmedrados, desfallecidos, deformes,

Para rehacerlos; hijos cuya debilitada corona

Da a luz a diario, habiendo dejado el trono;

El poder mendigaba una cama, un poco de pan,

Para descansar su cuerpo, saciar su hambre.

La noche era ardua, una lluvia puntiaguda

Del poder horadaba la indiscreta sombrilla.

¡Dónde tumbarse a dormir, qué comed

¡Sería menester, entonces, morirr

De pronto una idea se present6 ante su mente.

36 Biblioteca de ""'..,..

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Encaminó sus pasos al bondadoso ejército

Por celo y dinero animado a la vez;

Cada día puebla de caudillos y empleados.

De subjefes. aspirantes. más o buenos amigos.

De carteros. guardias y supernumerarios.

Las oficinas. gabinetes y cámaras de ministerios.

Este gentío asalariado se metía en la cama

Con gorro de percal y camisón blanco.

y sus largos cabellos negros. recogidos con gracia.

En su mesa de noche colocaba.

Divisando de pronto a su jefe. se detiene.

y al principio teme haberlo agraviado.

Pero presto regresa y ordena las sillas.

Arregla de nuevo su traje desaliñado.

Presenta a su Poder un sofá. que repose.

Para complacerlo. ofrece todo. su gato. su ardilla.

Como tierna esposa. el corazón lleno de agasajo.

De las críticas mordaces besa las cicatrices.

Afanoso. servicial. le lleva la cena.

El Poder devoró; sin sorprenderse en absoluto.

Mandó quitar la mesa. luego rogó a su señor

Le dijera qué deseaba hacerle saber.

Para los favores. para todo. el ejército se ofreció.

El poder. sin dinero. sin tropas. sin lecho.

Una noche pidió el favor casi insigne.

Ante honor tan grande. sintiéndose muy indigno.

El ejército se sonrojó primero; después la razón

Prevaleció al fin ; con ello su horizonte

Podría medrar ... ¡Hay que complacer ante todo!

Servir a los jefes. Qué medio de hacerles la corte

Muy en secreto. con seguridad. sin mucho ruido

Podía ser mejor que proteger de la noche

Al poder mendicante. sin cama. sin albergue.

¡Una buena cama! Algo. además. no muy servil.

A fe mía que el bondadoso ejército a su Señor ofreció

Su fortuna. su techo. su fuego. su cama. su honor.

A la mañana siguiente. henchido de júbilo el Poder

Se fue; alborozado también el perezoso ejército.

Ataviado con viejas plumas de ganso. con un redoble

La mañana siguiente volvió un poco más tarde.

Enriquecido el poder se arrellanó cada vez más;

¡Por qué? No sé por qué. más he aquí una noticia.

De la que. pese a gran discreción. uno se entera:

tlusto nueve meses después nació la Corrupción!

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SOCIÉ~rÉ INDTJSTRIELLE lV ;'\'MIENS FO N DÉE LE 15 DÉCEMBRE 186 1

Déclarée d'utilité publique par Décret c1U ~~ Juillet 1864:

u.~ué/l,)/ d "1 e ~vv- 'l J}7 ~

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SOCIEDAD INDUSTRIAL DE AMIENS

FUNDADA EL 15 DE DICIEMBRE DE 1861

Declarada de utilidad pública por decreto del 25 de julio de 1864

Amiens, a 26 de agosto 1894

Querido Paul, recibí tu carta, y te contesto en unas cuantas

líneas, El barco pez-pájaro es absurdo. Lo sé. Es por eso que

no lo mandaré fabricar. Por lo demás, como siempre, después

de varias semanas de trabajo, y de 30 ó 40 planos, mi tema

cambia de rumbo, y ya no se tratará de un buque fantasma.

El Turpin ha ganado pero lo haré en condiciones casi fantás­

ticas, cuyo desenlace será la locura, integrándolo en un

ambiente poco común. Ya te contaré todo esto cuando te vea.

No obstante, si te viene alguna idea, házmela saber. En estos

momentos, mi mano me duele tanto cuando escribo, que ya

no te digo más.

Saludos a todo el mundo

De todo corazón

39 Biblioteca de México

Julio Verne

Traducción de Jacqueline André

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PIERO GONDOLO DELLA RIVA*

Juego de mesa en 80 casillas derivado de La vuelta al mundo en 80 dlas. impreso hacia 1880

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La vuelta al mundo en ochenta días experimenta. desde su aparición. un éxito inmenso. Es cuestión de ver quién hace sus maletas para seguir el ejemplo de Phi leas Fogg.

Trenes. barcos de vapor. viaduc­tos. túneles y otras obras monu­mentales: el siglo XIX estuvo mar­cado por el impulso de los medios de locomoción y de los viajes al al­cance de todos. El tema de la vuel­ta al mundo en particular estaba entonces muy en boga. En 1860. el editor Hachette había lanzado la célebre revista Le Tour du monde. di­rigida por el geógrafo Edouard Charton. Ferviente lector de la re­vista. Julio Verne montó una mesa con los artículos susceptibles de servirle para la redacción de sus "Viajes extraordinarios". Cuando el escritor inicia La vuelta al mundo en ochenta días. tres sensacionales innovaciones tecnológicas logran reducir enormemente el tiempo necesario para dar la vuelta al glo­bo. En 1869 se termina la cons­trucción del ferrocarril del Pacífico. que en lo sucesivo enlazará las cos­tas este y oeste de los Estados Uni-

, dos de Norteamérica. Durante ese mismo año. Ferdi­

nand de Lesseps inaugura el Canal de Suez. que evita a los navíos tener que rodear África para llegar al Océano índico. En fin. en 1871. bajo los Alpes. se abre entre Francia e Italia el túnel del Fréjus (también lla­mado del Monte Cenis). que per-

* Piero Gondolo della Riva es vicepresidente del Centre Intemational Jules Ve me y de la Société Jules Veme. se dedica desde hace 42 años al es­tudio de la vida y obra del novelista. Es también especialista en literatura de anticipaci6n.

mite realizar el trayecto por tren desde Londres y París hasta Brindisi. desde donde salen los barcos en dirección a Suez y a la India. Julio Verne no fue el único en haber en­tendido que esas tres realizaciones volverían posible una vuelta al mun­do mucho más rápida.

Antes que él. varias revistas de los años 1869-1871 habían calcu­lado el tiempo indispensable para cumplir el periplo. y todas se de­tenían en un número: ochenta días. El escritor. después de leer sus artí­culos. retiene la misma duración. El título de su novela le es probable­mente inspirado por un relato de viaje de Edmond Planchut. La vuelta al mundo en ciento veinte días. que fue publicada en septiembre de 1871 en la Revue des Deux Mondes, y en volumen por Lévy Freres al año siguiente. En cuanto al perso­naje de Phileas Fogg. existen dos fuentes posibles: por una parte. Georges Francis Train. un nortea­mericano excéntrico que afirmó haber dado. en 1870. la vuelta al mundo en ochenta días; por otra parte. Perry Fogg. un viajero norte­americano que entre 1869 y 1871 había visitado Japón. China. la India, Egipto y Europa antes de volver a los Estados Unidos. Fogg publicó. por lo demás, en 1872, un libro inti­tulado Round the World. La similitud entre su nombre y el del héroe de Julio Verne no puede ser obra de la casualidad.

Philéas Fogg

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En 1872, Verne escribió primero una obra de teatro sobre el tema de la vuelta al mundo, en colaboración con Edouard Cadol. pero el texto fue rechazado por los principales direc­tores. Fue entonces que Julio Verne firmó, solo, la novela que conocemos, aun cuando, en varias ocasiones. Cadol afirmó haber participado tam­bién en su redacción. Publicada en un primer momento en folletín en el diario parisino Le Temps a finales de 1872, esta obra logra un éxito extra­ordinario. En enero de 1873, Hetzel la publica en forma de volumen no ilustrado y, a finales de ese mismo año, en una edición de gran formato enriquecida con hermosísimas viñe­tas de Alphonse de Neuville y Léon Benett.

No es sino hasta 1874 cuando Jul io Verne readapta su novela para teatro, con un famoso autor dra­mático de la época: Adolphe d'En­nery. Creada en París en noviembre de 1874, en el Théatre de la Porte Saint-Martin, y repuesta más tarde en el Chatelet, esta "obra de gran espectáculo", que ponía en escena una locomotora y un elefante vivo, deslumbraba a un público de todas las edades. aún más de lo que podría hacerlo hoy alguna colosal producción hollywoodiana. En ella, la literatura quedaba extensamente velada a favor del vestuario. de los bailes. de la maquinaria teatral y de la riqueza de las quince escenogra­fías que llevaban al espectador de Londres a Suez. de la India a China. de San Francisco al Lejano Oeste. pasando por una cueva de serpien­tes en la isla de Borneo. George Sand asistió a una de las represen­taciones acompañada de su nieta. El

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Cartel litografiado de Hetzel que anunciaba el juego de mesa Viajes extraordinarios.

6 de julio de 1875 escribe a su hijo Maurice Dudevant: "La obra es divertida y ágil. Es un espectáculo infantil. tonto a morir. pero bien montado y que hace reír".

La mayoría de los críticos co­mentan favorablemente este diver­timento y se sorprenden del mon­to del dinero invertido. que ronda los 150 mil francos de la época. Sin embargo. algunos de ellos son más mordaces. como Charles Monselet. que afirma en Le Monde iIIustré del 14 de noviembre de 1874: "Habre­mos de ver desfilar por la rampa toda la serie de los Viajes extraordi­narios del Señor Julio Verne". O a Eb .• en La Vie parisienne del 15 de mayo de 1875. que así describe la obra: "Un tiro de chimenea. un cro­nómetro. media locomotora. un cuarto de elefante. la detonación de una explosión y un lienzo que si­mula agitadas olas. un ridículo ballet. chistes malos y sentimentalismos baratos. ¡he ahí una singular receta para dar una vuelta al mundo que cumplirá las doscientas represen­taciones!" En realidad. la obra reba­sará por mucho esta cifra. ¡pues al­canzó las dos mil representaciones

sólo en París antes de terminar el siglo XIX! Yeso sin contar las repre­sentaciones que tuvieron lugar en provincia y en el extranjero: Lon­dres. Nueva York. Roma.

Pero volvamos a la novela. Más literaria que la obra de teatro que inspiró. sigue siendo el libro más vendido en vida de Julio Verne. Según la lista de tirajes establecida por la compañía Hetzel. tan sólo para las ediciones de pequeño formato se habían sido tirado ya 108 mil ejem­plares en 1904. mientras que el se­gundo título (Cinco semanas en glo­bo) había alcanzado "solamente" los 76 mil ejemplares. ¡Cuál es entonces el secreto de esta novela?Varias res­puestas se vienen a la mente. La ac­tualidad del tema. desde luego, pero también la agilidad del estilo. breve. sintético. nunca tedioso; una acción en la que cada minuto. prácticamen­te cada segundo es esencial para el resultado final. El personaje de Fogg. tan determinado en ganar. al precio que sea. su apuesta de volver a Lon­dres pasados ochenta días de viaje alrededor del mundo. tiene una fuerza y un vigor que hacen palide­cer a los demás protagonistas. inclui-

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dos los simpáticos Fix y Picaporte. Detrás de Phi leas Fogg se adivina. claro está. el medio aristocrático in­glés del siglo XIX. con sus sujeciones y sus prejuicios. Pero también se siente al hombre nuevo. para quien el tiempo es un elemento que pue­de controlarse fácilmente. La casua­lidad ayuda a Fogg en su empresa. puesto que gana un día al viajar hacia el este. según un principio que uno de los incontestables maestros de Verne. Edgar Allan Poe. había revela­do ya en su cuento intitulado La se­mana de los tres domingos.

Todo el París de la Tercera Repú­blica conoce la novela y la obra de Julio Verne. Es el nacimiento de un mito. que se manifiesta primero en la voluntad de imitar la hazaña de Phi leas Fogg y de romper un ré­cprd que. después de todo, no es sino literario.Así pues. entre 1889 y 1890. la periodista norteamericana Nellie Bly terminará su vuelta al globo en setenta y dos días. En 190 1, el francés Gaston Stiegler cumplirá la suya en sesenta y tres días. Y en 1928, al danés Palie Huid le tomará cuarenta y cuatro días terminar un viaje circular, en oca-

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sión del centenario del nacimiento de Julio Verne. En 1936, Jean Coc­teau, por su parte, seguirá los pasos de Fogg, pero sin romper, esta vez, su récord. El otro aspecto del mito verniano reside en los intentos de continuar la novela o simplemente de imitar su título. Entre las secue­las literarias, tanto en Francia como en el extranjero, podemos mencio­nar Le Second voyage de Passepartout (El segundo viaje de Picaporte) de Pierre Durandal; 11 Giro del mondo in trenta giorni (La vuelta al mundo en treinta días), de Ulises Grifoni; y L'Héritage Fogg (La herencia Fogg) de Francis Pédron. Entre las innu­merables imitaciones del título, mencionemos Le Record du tour de la Terre en vingt-neu( jours, une heure

dix minutes (El récord de la vuelta al mundo en veintinueve días, una ho­ra y diez minutos) de Léo Dex; Le Record du tour du monde (El récord de la vuelta al mundo) de Léon Berthaut; Gaston Farade/, chamPion du tour du monde (Gastón Faradel, campeón de la vuelta al mundo) de Paul de Sément; 11 Giro del mondo in 24 ore (La vuelta al mundo en 24 horas) de Ugo Mioni; Le Tour du monde en 80 pays (La vuelta al mun­do en 80 países) de André Hellé.

Por lo demás, la influencia de la obra de Verne no se ejerce única­mente en el ámbito de la literatura. Fenómeno nuevo en el siglo XIX, la novela y la obra de teatro de La vuelta al mundo en ochenta días dan origen a una venta masiva de pro-

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duetos derivados: cromos, tarjetas postales, platos, papel tapiz, juegos de la oca, juegos de cubos, loterías, rompecabezas, figurillas, vistas este­reoscópicas, placas para linternas mágicas, teatros para recortar, etc. Aún hoy en día, la publicidad se ha apoderado del título verniano para transformarlo según sus exigencias. Conocemos, en efecto, carteles que llevan los siguientes títulos: Le Tour du monde en 80 pages (La vuelta al mundo en 80 páginas); Le Tour du monde en 80 métiers (La vuelta al mundo en 80 oficios); Le Tour d'Euro­pe en 80 jours (La vuelta a Europa en 80 días), ¡e incluso (para un res­taurante parisino) Le Tour du monde en 80 carpaccios (La vuelta al mundo en 80 carpaccios)!

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PIERO GONDOLO DELLA RIYA

JULIO VERNE y EL TEATRO

"La literatura ante todo, porque sólo ahí puedo tener éxito, porque mi espíritu está invariablemente fijado en ese punto". 1 Esta afirmación, fundamental para conocer el pen­samiento de Julio Verne a la edad de 23 años, no significa sin embargo que su único interés haya sido la escritura de novelas y de cuentos. Atraído por el teatro, hizo publicar, a los 22 años, su primera obra: la comedia en verso Les Pai/les rompues (París, Beck, 1850), dedicada a Alejandro Dumas, hijo, que había colaborado en su redacción. Esta pieza fue interpretada por primera vez en el Théatre Historique de París, que pertenecía a Dumas padre. Los pri­meros intentos literarios de Verne aparecieron en la espléndida revista Musée des Familles y, entre esos textos, figura también una curiosa pieza intitulada Les Chateaux en Californie (1852), escrita en colaboración con Pitre­Chevalier. Lleva como subtítulo "comedia-pro­verbio" y contiene un número importante de retruécanos.

Durante el período que precede a su en­cuentro con el editor P.J. Hettel (1 862),Verne pasó constantemente de la composición de cuentos cortos a la de obras teatrales (Les

,Heureux du jour, 1853; Onze jours de siege, 1861), Y óperas cómicas (Le Co/in-Maillard, 1853; Les Compagnons de la Marjolaine, 1855; Monsieur de Chimpanzé, 1858; L'Auberge des Ar­dennes, 1860). Ligado por amistad con Aristide Hignard, un joven músico nantés, que como él, vivía en París y le componía la música, escri-

- bió (solo o en colaboración con Michel Ca-

I Carta de Julio Yerne a su padre (marzo de 1851). citada por Olivie,,' Dumas en: Jules Verne. Lyon. La Manufacture. 1988. p. 291.

rré) sus cuatro óperas cómicas, que fueron interpretadas en París con cierto éxito.

La publicación de su primera novela en Hetzel, Cinco semanas en globo (1863), no alejó completamente a Verne del mundo del teatro. En 1873, su editor le publicó una co­media intitulada Un neveu d'Amérique, escrita mucho antes seguramente, pero su actividad de novelista no le dejaba el solaz necesario para volverse como lo habría deseado hacia su pasión teatral, a la que, por lo demás, se había dedicado extensamente durante su pri­mera juventud. Fue en ese entonces que escribió algunas comedias (Quiridine et Quidi­nerit, Monna Usa) y algunos dramas históricos (Alexandre VI, La Conspiration des Poudres, Un Drame sous Louis xv), que permanecieron iné­ditos hasta finales del siglo xx.

En 1872 la situación cambió rápidamente: Julio Verne, resuelto a escribir una pieza sobre la vuelta al mundo, recurrió primero a Edouard Cadol, con quien escribió un primer esbozo (sin éxito), que luego transformó él

La vuella al mundo: lolerla alfabética, Ilustración de la lata del empaque, 25 x 33, Parls, hacia 1880,

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Programa de mano del teatro de marionetas Gianduja. Turrn, 1910.

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solo en novela (La vuelta al mundo en 80 días). En 1874, con la colaboración del célebre Adolphe d'Ennery, compone finalmente la obra "de gran espectáculo" basada en esa novela. Montada en el teatro de la Porte Saint-Martin en noviembre de 1874, logró un éxito arrollador y fue repuesta durante déca­das en el Théatre du Chatelet. El éxito de aquello que era la adaptación de una de sus novelas, empujó a Julio Verne a intentar la misma experiencia, nuevamente con A. d'Ennery, con Los hijos del capitán Grant ( 1878) Y sobre todo con Miguel Strogoff (1880), que constituyó para sus autores una fuente de ingresos considerable. En 1882, con el mismo colaborador, Verne puso nue­vamente en escena a los héroes de varias de sus novelas en una pieza fantástica intitulada Voyage ó travers l'impossible,2 que no fue del gusto del gran público. Más tarde, atraído todavía por la idea de adaptar sus novelas, in­tentó, solo, en 1883, la adaptación de Kerabán el testarudo, obra destrozada por la crítica, a

2 Que permaneció inédita hasta 1981 (París, ed. Pauvert).

un grado tal que el escritor afirmó: "El fraca­so ( ... ) ha sido absoluto, y quedaré asqueado del teatro por mucho tiempo, si no es que por siempre".3 A pesar de esta decepción, en 1887 adaptó también la novela Matías Sandor( (en colaboración con W. Busnach y G. Maurens), aun cuando, ahora, se sentía solamente "novelista". Sin embargo, en el mundo entero algunos teatros de marione­tas (como el "Guiñol" de Lyon o el "Gian­duja" de Turín) así como algunos fabricantes de teatros de cartón destinados a los niños (como Jacobsen en Copenhague o Schreiber en Stuttgart) siguieron inspirándose en su obra durante décadas.

La carrera teatral de Verne y el análisis de sus piezas de juventud, prácticamente desco­nocidas, merecerían sin duda un estudio pro­fundo.

J Carta a Hetzel del 17 de noviembre de 1883. Corres­pondance inédite de Jules Verne et de Pierre-Jules Hetzel (1863-1886), recopilada por Olivier Dumas, Piero Gondolo della

Riva y Volker Dehs, Vol. 3, Slatkine, 2002, p. 192-193.

La vuelta al mundo: loterla alfabética. Ilustración de la lata del empaque, 12 x 19 cm.,Parls. haCia 1880

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PIERO GONDOLO DELLA RIVA

UN PRINCIPIO DE , NOVELA INEDITO

TRADUCCIÓN DE MARTA DONís

He aquí un documento excepcional: el facsímil de un manuscrito en el que Julio Verne exhibe su pasión por la

geografía y los viajes. En 1861, un año antes de conocer al editor Hetzel,Julio

Verne tuvo la oportunidad de hacer un viaje a Es­candinavia acompañado por su amigo Aristide Hignard, músico de Nantes, y por un abogado ("Émile L."), no iden­tificado. El escritor salió el 2 de julio y regresó a París hasta el 8 de agosto, es decir, cinco días después del naci­miento de su único hijo, Michel.lgual que en 1859, cuando regresó de su primer viaje a Escocia e Inglaterra, Verne transformó sus notas en una novela autobiográfica. El rela­to del viaje de 1859, que permaneció inédito hasta 1989, fue publicado con el título "Voyage a reculons en Angleterre et en Écosse (Le Cherche Midi)".' En cuanto al texto que nos ocupa aquí, nadie lo conocía hasta que, en 1992, encontré el primer capítulo entre los papeles iné­ditos del autor. Su título, "Joyeuses miseres de trois voya­geurs en Scandinavie",' demuestra que debía tratarse, de acuerdo con las intenciones de Julio Verne, de un relato di­vertido y jovial. Las 12 páginas que subsisten del primer capítulo no son un borrador, sino más bien una copia (de propia mano del autor) destinada a la publicación. Es pro­bable, por lo tanto, que haya existido un manuscrito ori­ginal completo del primer lanzamiento y que se hubiera perdido.

El texto presente, de grandísimo interés por múltiples razones, no se ha publicado, con excepción de un pasaje breve que, con el título de "La Passion des voyages ..... , apa­reció en el catálogo de la exposición "Jules Verne a Dinard", de la que estuve a cargo el año 2000. En este documento, Julio Verne nos presenta ciertos rasgos de su carácter y su estilo: su pasión por la geografía (con una lista preciosa de las revistas y los relatos de viaje que conocía) y su entusiasmo por los viajes y la aventura, así como también su tendencia a establecer enumeraciones (en este caso, de divinidades y organismos jurídicos escandinavos, y como en las novelas que vendrían después, de peces, mariscos, minerales, exploradores, etc.). Por otro lado, este relato, como todos los del periodo ante­rior a 1862, tiene la ventaja de no haber sido revisado y modificado por el editor Hetzel, que, con sus consejos y censura, tuvo un influjo considerable en la composición de los Viajes extraordina;;os. Este texto, por consiguiente, nos da a conocer el estilo puro de Verne.

, "Viajando carno cangrejo a Inglaterra y Escocia (en búsqueda del sur)" [N.T.]. 1 "Alegres desventuras de tres viajeros en Escandinavia" [N. T.].

"Escribir es la fuente de la única dicha verdadera", confió Verne a un amigo.

Un método de trabajo riguroso

Julio Verne redactaba la mayor parte de sus manuscritos a lápiz, antes de pasarlos en limpio con tinta. Siempre deja­ba la mitad de la página en blanco para que su editor Hetzel apuntara sus correcciones y observaciones. Su empleo del tiempo era invariable: en la soledad de su casa de Amiens, desde el amanecer, el novelista escribía entre las cinco y las once horas. Comía temprano; después se iba a la biblioteca de la Société Industrielle para docu­mentarse, consultar los periódicos y corregir las pruebas enviadas por Hetzel.

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Alegres desventuras de tres viajeros en Escandinavia

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PÁGINA 111

CAPiTULO I

:: ... :::;':: :,~:'¡'::":1:i~~: ~""::7;:" ":~ ~ ... -:':::~-:;:::'5,~.~~¡:~:::0:'-it'::t~ Una idea fija . La locura de los via-~t- ::.--- jes. Compañeros demasiado entu­

siastas. Nuestra trinidad. Prepara­

tivos para la partida. El diccionario

de G. Beleze. Las compras. Altiva

visita al barón de Rotschild. El aban-

dono del cadáver. Invitación de los

viajeros a bailar el vals. ¡Adiós, her­

mosa Francia, adiós!

Voy a confesarlo con franque­za a mis lectores. Jamás había salido de mi agujero y me moría de ganas de viajar. Esa

pasión comprimida en mí durante veinte o treinta años no hizo sino acrecentarse. Había leído todo lo que puede leer ­se, y aun lo que no puede leerse, en cuanto a los viajes, y si esta lectura no osificó los lóbulos de mi cerebro es porque estoy felizmente dotado.

Después de los viajes de Cook y Ross, de Dumont d'Urville y Richardson. e incluso de Alexandre Dumas. me quedaba todavía bastante apetito para devorar los sesenta y seis volú­menes del Univers pittoresque. obra de benedictinos que las reglas más duras de su orden no los habrían condenado a leer. Las aventuras. los descubrimientos. las expediciones y excur­siones. los peregrinajes. las campiñas. emigraciones y explora­ciones. los itinerarios. las peregrinaciones y travesías. el turis­mo .... estas mil palabras mágicas. puestas al servicio de una misma idea. se cruzaban y entremezclaban. se amalgamaban y combinaban. y hacían un torbellino tal en mi cerebro. que yo me enfermaba. La nostalgia de los países extranjeros me tenía gravemente atrapado: salir de Francia. dejar la comarca natal. huir de mi patria. donde ya no vivía ni dormía y en la que ape­nas respiraba ... me era necesario salir a toda costa.

No sé si mis lectores se habrán sentido alguna vez inva­didos por una emoción insuperable. Espero que sí. Com­prenderán entonces. se darán cuenta de ...

PÁGINA IV

... el estado de un espíritu en el que diez años de constantes lecturas habían apilado una montaña enorme de impacien­cias. de tentaciones. de deseos devoradores. Yo llegaba a iden­tificarme totalmente con los grandes viajeros. cuyas obras absorbía. Junto con ellos. en­contraba las regiones que ha­bían descubierto; en nombre de Francia. tomaba posesión de las islas donde habían clavado su pabellón: era Colón en Amé­r ica; Vasco de Gama en las In­dias; Magallanes en la Tierra del

Fuego;Jacques Cartier en Canadá; Cook en Nueva Caledonia; Durville en Nueva Zelanda .... siempre y en todas partes fran­cés. aun al descubrir Labrador. México. Brasil. Guinea. el Con­go. Groenlandia. Perú. California. Siguiendo la expresión de

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Chateaubriand.la Tierra me parecía demasiado pequeña. pues­to que podía uno darle la vuelta. y yo lamentaba que el mundo sólo tuviera cinco partes.

Adviértase. de pasada. que yo nunca había salido de Francia. ni de mi departamento. ni de París. ni de mi barrio. de mi calle. de mi casa. ni de mi recámara. Era ahí donde. entre cuatro murallas tapizadas de mapas. vivía sin calefacción.

Mis libros de viaje ya no me eran suficientes. Me aboné al diario Le Tour du Monde. Y fue el golpe de gracia. Los grabados acabaron conmigo. Aquellos dibujos a lápiz de Doré. Durant­Brager. Riou. Hadamar. Girardet, Flandin. Lancelot, todos ellos artistas con el suficiente talento para reproducir lo que nunca habían visto. incrementaron mi imaginación a su intensidad máxima. Yo tenía que viajar a cualquier precio. so pena de par­tir al otro mundo.

Por la expresión a cualquier precio. quiero decir a un pre­cio reducido; mi ministro de finanzas no tenía intención algu­na de abrirme créditos adicionales. y como yo no tenía un sistema de transferencia que me permitiera aplicar a las necesi­dades de la guerra lo que pertenecía a la agricultura. no pensa­ba en absoluto en comportarme como nabab mientras viajara.

Una vez que la idea de desplazarme se apoderó de mí. ya no me dio un instante de respiro.

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Después de haber reflexionado largamente elegí los países es­candinavos como objeto de mis exploraciones; me sentía atraí­do por las regiones hiperbó­reas. como la aguja imantada hacia el Norte. sin saber por qué. Además. los demás países están demasiado a la mano. ¿Quién no ha ido alguna vez a Italia. Alemania. Suiza o Argelia? ¿Quién de mis lectores no ha pasado por los Alpes o los Pi­rineos? Nada más cómodo. y muchos se han abstenido de hacerlo por encontrar el paseo

demasiado fácil. Soy enteramente de su opinión. Por lo demás. me gustan los países fríos de temperamen­

to: Escandinavia llenaba mis requisitos; región que comprende Suecia. Noruega. Dinamarca. tres comarcas poétícas. vagas como los poemas de Ossian.Además. había mar de por medio. y no hay un buen viaje sin un poco de navegación.

Ciertos paisajes publicados en Le Tour du Monde sobre Noruega y Dinamarca me atrajeron mucho. Creía encontrar ahí a los salvajes de Oceanía. a los esquimales de Groen­landia. a una Suiza en grande. o a una América septentrional en pequeño; aquello que mi mente soñaba como lo más insólito y menos común. y que poca gente había visto; hablo por lo menos de quienes tienen el funesto hábito de escri­bir sus impresiones de viaje. En fin. una región a la vez muy nueva y muy vieja que respondió a las expectativas más locas de mi imaginación.

Agregaré esto. pero que nadie lo tome a mal. Recorriendo el libro de Enault sobre Noruega. leí este curioso pasaje: "Conforme uno avanza hacia el Norte. uno ascíende. asciende todo El tiempo; pero de una manera tan uniformemente in­sensible. que no se advierte la altura a la que uno ha llegado más que mirando el barómetro. que sube. y el termómetro. que baja."

Esta aseveración de un amable escritor me asustó; invertía de cabo a rabo mis conocímientos más elementales de física. La antítesis era agradable. pero hubiera escandalizado a los

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científicos incipientes. Me había imaginado hasta entonces que el barómetro y el termómetro, al elevarse en una montaña, debían descender de común acuerdo, uno como consecuen­cia del descenso de la temperatura, el otro ...

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...como consecuencia del des­censo del peso atmosférico. El antagonismo de estos dos ins­trumentos me pareció extraño; me dije que Noruega debía ser un país peculiar en el que las cosas ocurrían de un modo se­mejante, y resolví ir a observar el hecho.

Pero no tenía por qué viajar solo: se necesita un confidente en los viajes, por lo menos tan­to como en las tragedias. Sin un complaciente Acasto, ¡con quién podría compartir mis impresiones? ¡Cómo encender

solo la pipa sin un consejero que me ayudara a tomar deci­siones, sin alguien que me permitiera sobrellevar el mal humor? Yo había seguido por mucho tiempo el curso de amistad comparada del profesor A. Karr ; sabía qué puede hacerse con un amigo si se lo toma con habilidad. Busqué, pues, esta segunda mitad de mí mismo, muy decidido a so­meterla a todos los caprichos de la primera.

Conocía al mejor muchacho del mundo: dulce, espiritual , un poco descuidado y lento, con piernas demasiado cortas para grandes caminatas, con mucho de artista y, en conse­cuencia, susceptible de ver en el viaje las cosas encantado­ras que no existen. Está libre, me dije; estará dispuesto a seguirme, y seguirme era la palabra, ya que me imaginaba que él caminaría siempre detrás de mí. Propongámosle la expe­dición.

Eso ocurrió un hermoso día. Aceptó sin hacerse rogar. Se llamaba Aristide H ... : músico talentoso, soñaba con ver Elsinor con el pretexto de hacer una partitura de Hamlet.

-¡Escandinavia! --exclamó- Visitar el país de Odin, de Thor y de Freyr , los tres dioses del Wahala, conocidos con el nombre del Sublime, del Igualmente Sublime y del Tercero; adorar a Freya, la diosa del amor, a fEgyr, el dios del océano, a Kar, el dios de los vientos, a loki, el dios del fuego, a Tyr, el dios de la guerra, y a Bragi, el dios de la elocuencia; y al lobo Feuris, encadenado hasta los últimos días del mundo. Sacrificar a las Tres Parcas: Urd, la del pasado, Verandi, la presente, y Si huid, la tercera. ¡Inspirarme en los cantos de la antigua Edda y en el color de la cosmogonía escandinava! ¡Sentarme en el hogar de la antigua familia: Snaer,la nieve, y sus tres hijas, Faun, la nieve congelada, Driva,la nieve fundida, y Miol, la nieve blan­ca! Amigo, ¡piensas que pudiera tener alguna duda?

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Me asustó esa inesperada erudición. Uno no se imagina de qué es capaz un músico que crea una partitura; incluso hay que hacer notar que los conocimientos históricos del compositor aventajaban con mucho el poseído por quien hacía el libreto. Empecé a lamentar mi propuesta. Un compañero de viaje más entusiasta que yo me convenía poco: al oírlo, me percaté de que sería él quien me llevaría, y al parecer yo tendría que seguirlo.

Finalmente me resigné; ya que los amigos eran, además, es­casos en el siglo XIX. Detuve esta mareade erudición deAris­tide, que amenazaba con sumergirnos, y concluimos el pacto.

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-¡Cuándo salimos? --pre­guntó.

-En julio -le respondí-; estamos en mayo, así que tene­mos el tiempo suficiente para prepararnos.

-Está bien -convino, para luego añadir-: pues entonces voy a leer todo lo que encuen­tre sobre los países escan­dinavos.

Aquello se ponía espantoso; pero me surgió en la mente una idea feliz en cuanto dejé al en­tusiasta compositor.

Decididamente, pensé, dos viajeros está muy bien, pero eso no crea una mayoría en las oca­

siones graves. En cambio, tres buenos compañeros de viaje están mejor capacitados para ello. Tal vez haya peligros en esos países desconocidos, y para ello debemos ser varios. Este demonio del músico es capaz de llevarme a lugares mitológi­cos donde no tengo nada que hacer. Es un bretón, que equiva­le a decir que es una mula que no va a ir más que a donde él la pase bien. Seamos entonces tres. En todos los tiempos se ha atribuido a esta cifra propiedades notables: los pitagóricos y platónicos la situaban entre los números perfectos; los griegos tenían los tres grandes dioses, las tres Gracias, las tres Parcas, las tres Furias, la triple Hécate; los indios la Trimourti, y los romanos los tres Horacios; los cristianos tienen la Trinidad; el padre, la madre y el niño forman, ellos tres, la familia. Están los tres reyes en el cielo, los tres padres en la misa mayor, los tres reinos en la naturaleza, los tres jueces en la policía correccio­nal, los tres reinos en los estados escandinavos, y tres refunfu­ños en Inglaterra para aprobar las mociones liberales. ¡El número Tres complace a los Dioses! iSeamos tres, Y que el cielo nos ampare!

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PAGINA VIII

Razones tan magníficas, argu­mentos tan irrefutables, debo confesarlo avergonzado, cubrían mi temor de que mi amigo mú­sico me desbordara. Decidí, pues, visto que mi segunda mi­tad me inquietaba, buscar el ter­cer tercio de mí mismo. No me fue tan fácil. Me dirigí sucesiva­mente a buen número de mis amigos. Todos me rechazaban:

-¡Ir a Suecia? --pregunta­ban--, ¡vagabundear por No­ruega?, ¡recorrer Dinamarca? ¡A poco existen esos países? ¡No han sido. inventados para

el equilibrio europeo? ¡No son imaginarios, como las latitudes y los merídianos? Pero si son regiones quiméricas adonde no va nadie y de donde no regresan los locos que se aventuran a visitarlos. ¡Qué quieres hacer ahí?

-Visitarlos. -Pero si no se visitan -me respondían--: ¡alguna vez te

has topado con un sueco o con un noruego? -No, nunca. -¡Y entonces? -Es que me parece que la gran Cristina, Monalderchi, el

ballet de Gustavo, linneo, Bernadotte ... -¡Alguna vez los has visto?

SI Biblioteca de México

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-No. pero he oído hablar de ellos. -y no te basta eso ... iQué barbaridad! Mira. piensa en ello.

y sé franco. ¡Qué pretendes ver en Noruega? -Los saltos [de agua]. -iQuiere ver saltos! Pero si en París hay saltos todos los

días; no vale la pena ir tan lejos. -Tienes razón ... -Bueno. ¡y conoces el idioma? -No. -¡Llevas mucho dinero? -No. muy poco. -¡Y quieres ir al extranjero? iEstás loco! Loco o no. me aferré a mi idea. Estos razonamientos tan

admisibles como especiosos no me tocaban. pese a que per­sonas eminentemente prácticas los hubiesen acompañado al­zándose de hombros: igual que Diógenes. busqué un com­pañero de viaje.

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PÁGINA IX

Más contento. aunque mejor vestido que el filósofo de Sino­pe. al fin lo encontré. Era un abogado a quien sus numerosos clientes le dejaban una cantidad de tiempo libre indeterminada . Se llamaba Émile L. ..• y tenía lar­gas piernas. con las que hubiera podido. sin hacerse daño. ceder algunos centímetros al com­positor. y aparte de tres o cua­tro enfermedades mortales de las que se sentía aquejado. se encontraba de maravilla. y no había quien lo detuviera una vez puesto en el camino.

Sometí mi idea a su consideración. Sonrió. y dando tres zancadas de un metro veinticinco. me dijo:

-Tu proyecto es soberbio. querido amigo: visitar los paí­ses escandinavos; estudiar la Constitución de 1809. las dispo­siciones de la Dieta. en Suecia. un país que ha sido el primero en tener el honor de poseer un gobierno representativo; leer los reglamentos de Sten Sture. el antiguo. que admite a los campesinos en la representación nacional; oír los discursos de Ander Dianelson. el orador más notable de la Westrogothie; hojear la colección de leyes de 1822; ver en funcionamiento el "kcemnestrcett", primer grado de jurisdicción. el "rad­hustrcett". tribunal de apelación. el "hofrcett". suprema corte de justicia. y finalmente el "hogstadomstol". corte suprema presidida por el ministro; explorar las leyes especiales. la más curiosa de las cuales acuerda a las mujeres del cantón de Wcerend el derecho a compartir las sucesiones con los hom­bres. en memoria de las victorias que aquéllas ganaron a los daneses; recorrer las obras de los profesores Afzelius. Wal­henberg. Svanber. Gefer. Frier. Nillson; poner un pie en las uni­versidades de Lund y Upsala. iEs el sueño de toda mi vida y la realización de mis más caros deseos!

Creía que los diluvios habían quedado suprimidos desde la invención del arco iris; pero me equivocaba. Por fin. las catara­tas se detuvieron después de cuarenta minutos, si no es que después de cuarenta días.

-¡Cuándo partimos? -El primero de julio -respondí-; estamos en mayo, de

modo que tenemos tiempo para prepararnos. -¿Es un hecho? -Por supuesto. -Bueno. entonces voy a ponerme muy ducho en la legis-

lación noruega -dijo mi amigo el abogado al irse.

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PÁGINA X

Decididamente. me dije. a mí es a quien van a llevar. Baste decir que el abogado conocía al músico.

Renuncié a buscar un cuarto compañero: si hubiese sido mé­dico. habría hablado de elefan­tiasis y de la lepra de los pue­blos ictiófagos; si militar, de cuarteles y maniobras; si agri­cultor. de drenajes y rotación de cultivos. Yo no quería ver nada de eso en el viaje. sólo quería pedirle a la naturaleza que des­plegara sus maravillas más natu­rales. y no me importaba el esti­

lo de los edificios. ni si hacían juego con el paisaje. y me daba igual la estratificación de una montaña después de haber alcan­zado sus picos más altos.

En suma. mis compañeros eran dos muchachos valerosos. Además. no conozco a nadie más tratable que un abogado. cuando no se viste con las prendas del otro sexo. En cuanto a los músicos. desmienten por completo la opinión de Hesíodo. que los considera iguales que los alfareros y los herreros. es decir. como las personas más envidiosas del mundo. Por supuesto que me importan un comino los alfareros y los herreros.

Nuestra trinidad se reunió con frecuencia durante los dos meses anteriores a la partida. Pasábamos horas devorando mapas. decidiendo itinerarios. Émile sabía hablar bien el inglés; como la editorial Hachette no había publicado todavía un Joa­nne sobre el país. se sumergió en el Murray. yeso me causaba gran desesperación. porque con esos malditos libros no hay nada más imprevisto.

Compré los mejores mapas de Suecia. Con el compás en la mano. tomábamos distancias. atravesábamos torrentes. y con su aguda punta. dábamos zancadas de una montaña a otra.

-Pensar que de veras haremos todo eso. ¡eh? --nos de­cíamos.

y nuestras fisonomías respiraban una felicidad mezclada de orgullo. Las grandes piernas de Émile se balanceaban, listas para atragantarse de espacio. mientras yo lo seguía con mucho trabajo. En cuanto a Aristide. ya se sentía un poco fatigado.

-No soy -repetía incesantemente el abogado-- de esas gentes que creen conocer un país por haberlo atravesado en ferrocarril : estoy decidido a verlo todo.

-¡Y yo. qué? -le respondía. Estuvimos incluso a punto de pelearnos por esto.

PÁGINA XI

Finalmente. después de múlti­ples discusiones, causadas por la irritabilidad de nuestros ner­vios. se decidió que comen­zaríamos el viaje en Suecia. Llegaríamos a Lubeck por Co­lonia-Hanover-Hamburgo, y de ahí nos embarcaríamos hacia Estocolmo. Eso me prometía una muy agradable navegación. Atravesando el norte de Ale­mania. la intención era ver lo más que pudiéramos.

El mes de junio fue muy lar­go. a pesar de sus treinta días;

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muy perezoso pese a sus quince horas de sol. Yo ya no vivía. Mi imaginación se perdía en la lontananza. No podía estarme quieto. Me preparaba como un verdadero jockey. Los largos trotes atravesando la planicie de St-Denis me acostumbraron a las largas caminatas; trepaba la col ina Montmartre. muy orgullosa de desempeñar su papel de montaña. Mis pulmones se habituaban al jadeo; desde estas capas de tierra tan poco altivas. mi mirada se extendía sobre la gran Capital. que yo denominaba el océano parisino. Después. una vez que había descendido. miraba con ojos despectivos a los transeúntes sedentarios que iban simplemente por las calles. cuando exis­tían caminos que recorrían lugares estrechos. cuando había planicies que atravesaban el Sena en vez de los mares. y me decía con un sentimiento de piedad: ahí están los que no van a Noruega.

De M. G. Beléze. que había publicado un Diaionnaire de la vie pratique. resolví tomar información indispensable para los viajeros. Recomendaba. en pr..imer lugar. proveerse de un pa­saporte. Estábamos en regla al respecto ante todas las canci­llerías extranjeras; aconsejaba que tomásemos. preferen­temente. buques a vapor en vez de barcos de vela; y ésa era ciertamente nuestra intención. Añadía que no olvidáramos ciertas provisiones de ron y tabaco. " dos artículos. señalaba. que. distribuidos oportunamente. ayudan a conquistar la ama­bilidad y la estima de los marineros. con quienes es impor­tante tener siempre excelentes relaciones". Atesoré esta no­table observación. Insistía. además. en la calidad del calzado y el empleo de un abrigo de goma de caucho. En fin. terminaba indicando la enorme importancia de que uno llevara un arma de fuego. no tanto para defenderse. sino al menos para pedir ayuda; pues. según decía. "hay desgr ...

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PAGINA XII

.. . aciadamente demasiados ejemplos de turistas que han caído a causa de una fractura • y muerto miserablemente a corta distancia de algún lugar de donde podría haberles lle­gado auxilio si hubieran esta­do en capacidad de pedirlo detonando un arma de fuego".

Lo dicho por M. G. Beléze era un poco largo. pero a fin de cuentas provenía de su cora­zón. Me hizo estremecer de placer. y advertí algo: era preci­so tener mucho cuidado en no caer sino en un lugar cercano a

donde pudieran socorrernos. Con estos preciosos informes. mis dos compañeros y yo

, hicímos las compras necesarias: cada uno encontró en la fábri­ca de Deel et Mayor un caucho excelente que nos costó vein­ticinco francos; y completaron nuestro equipo de viaje una maleta de jabalí reforzada con tela. un bastón resistente. una bolsa suspendida de una correa de charol. y un revólver del que yo era el orgulloso poseedor. Cada uno consiguió. ade­más. una botella enfundada en mimbre. llena de aguardiente. de kirsch o de ron. El abogado compró una rodilla de asno para tomar agua de los torrentes. que tenía la ventaja de vol­ver asquerosa la ola más pura. Yo poseía una libreta de apun­tes de procedencia inglesa "Henry Penny's patent" ; Aristide. un álbum destinado a recoger las melodías naires de aquellos pueblos primitivos. y Émile. un cuaderno para las cuentas. ya que estaba a cargo de la caja.

Los tres juntos. yeso nos tenía un poco apurados. había­mos reunido 3 mil Soo francos; con eso íbamos al fin del

mundo. Dos mil francos se convirtieron en moneda extran­jera; el resto se usó para procurarnos una orden .ge pago con un banquero de Estocolmo.

Uno de mis amigos. a quien treinta años en los negocios le habían dado magníficas relaciones. me llevó con el barón de Rotschild. Yo no conocía a este gran hombre de las finanzas. Entré con altanería a sus oficinas. pues si bien era cierto que yo era un cliente y él me daría una orden de pago. yo le pa­garía intereses y comisiones. de modo que. con ello. él debía estar agradecido conmigo. Yo llevaba la cabeza en alto: un hombre que derrama una suma de mil quinientos francos tie­ne derecho a que le tengan consideraciones.

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PAGINA XIII

Henri Heine ha contado que cuando alguna vez el bacín del señor barón fue a pasar un día en su antecámara. la muche­dumbre de solicitantes se des­cubrió a su paso. Mucho me juré a mí mismo que si el uten­silio en cuestión se volviera a presentar no me descubriría. no tanto por orgullo. sino por dig­nidad. Felizmente. no fui someti­do a la prueba.

En resumen. me entregaron una orden de pago de ... [(alta el nombre del banco] en Estocol­mo. pero no me hicieron caso

alguno. aunque pusiera mi cara más arrogante y saliera miran­do de arriba abajo al barón. sentado ante los cordones de las campanillas multicolores en el escritorio de su despacho.

Por su parte. mis compañeros de viaje habían conseguido varias cartas de recomendación para los cónsules franceses en Suecia y para un médico de Cristiana. cosa que me pare­ció bastante inútil.

Por fin. el mes de junio llegó a su fin; pero la salida se pos­puso para el 2 de julio. Otro día más de retraso. Desde hacía mucho tiempo nos habíamos despedido tiernamente de nues­tras afligidas familias. Como consecuencia de un acuerdo ver­bal. decidimos que si uno de nosotros sucumbía durante el viaje. no nos traeríamos de vuelta el cadáver.

Había en París una agencia central del Norte. donde po­dían adquirirse los boletos para hacer el trayecto directo de París a Estocolmo. pasando por Lubeck. Era preciso llegar a esta última ciudad a fin de embarcarnos el viernes S de julio por la tarde. de modo que no había tiempo que perder. si que­ríamos detenernos veinticuatro horas en Hamburgo.

El precio de los lugares era de 210 francos de París a Estocolmo en camarote y en tren mixto. Acudimos los tres juntos a la agencia; ahí mis ojos no pudieron despegarse de un tablero donde estaba representado el "Svéa" • que efectuaba la travesía del Báltico. Una vez que hubimos pagado. nos entre­garon un cuadernito rojo. del que debíamos desprender las hojas poco a poco a lo largo de la ruta. y un mapa destinado a regular nuestra admisión a bordo del "Svéa" .

Finalmente. aquel martes llegó. Desde hacía ocho días. yo ya no salía sin mi abrigo de goma y mi morral.

Ojalá que mis lectores no se alcen de hombros. Ojalá que el cielo les haya otorgado el gusto de los viajes. con un poco de la imaginación nerviosa y de la filosofía que nos hace en­contrar todo hermoso en los grandes caminos. Si tienen el fuego sagrado. que me lean y se pongan en contacto conmigo para los precios de las cosas ...

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PAGINA XIV

... y los medios de comunica­ción; después, que partan a Suecia, a Noruega, a Dinamarca. No son los países de la gente común; ahí no encuentra uno comodidades. Pero no importa, porque ciertamente es un ver­dadero viaje: planicies, monta­ñas, bosques, riachuelos, torren­tes, ríos, lagos, mares, carreras a caballo y a pie, carreras en pos­ta, en carreta; ascensos empina­dos, descensos peligrosos ... ustedes tendrán todo lo que quiebra las piernas con gran sa­tisfacción del corazón. Y si se

llevan aunque sea sólo la mitad de la felicidad que de todo ello me ha quedado, ¡serán ricos en impresiones y estarán felices por los recuerdos hasta el fin de sus días!

A las cuatro y media estábamos en la estación del ferro­carril del Norte; mi pulso latía a noventa pulsaciones por segundo. ¡No habré olvidado algo?, pensaba. A cada instante tocaba mis bolsillos hinchados e interrogaba a mi bolsa, cuya cerradura crujía bajo mis dedos. Finalmente pesaron las male­tas, las numeraron y las cargaron. Como conquistador, fui el primero en entrar en la sala de espera. Sonó el timbre, se abrieron las puertas. En un abrir y cerrar de ojos nos hallamos instalados en un compartimiento de vagón, Émile y Aristide sentados atrás, yo adelante.

A las cinco y diez chifló el vapor con fuerza, la locomo­tora relinchó, el tren se sacudió fuertemente y, con gran sorpresa de mis compañeros, los tres inclinados sobre las ventanas de la derecha, lanzamos de común acuerdo este grito formidable: "¡Adiós, Francia, adiós!"

Reproducido del natural. Este es el cuaderno de notas de viaje de Julio Verne en Eséandinavia, periplo que realizó en 1861. La sorpresa es que se encuentran ahr croquis muy fieles

que revelan un talento desconocido del gran autor.

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JEAN-MARIE EMBS

UN PAD RE Y SU HIJO:

PIERRE-JULES HETZEL y JULIO VERNE

LA PERSONALIDAD DE PIERRE-JULES

HETZEL

El hombre con quien Julio Verne se encuentra por primera vez en el otoño de 1862 ha recorrido ya, a los 48 años, un largo camino en la edición, y su dedicación a esta actividad profesional la ha desarrollado con intensidad, con densidad de su actividad como escritor y como editor. Es un hombre singular, apasionado y dominante, que goza en el medio de la literatura y de la política de un prestigio y de una autoridad que rebasan por mucho la importancia de su casa editorial. Hombre de negocios mediocre, a fin de cuentas está conti­nuamente en busca de apoyos y nece­sitará, más tarde, de todo el rigor de su hijo Jules para mantener el negocio a flote. Es cierto que es un editor en to­da la extensión de la palabra, tanto un hombre del Arte como un buscador de talentos, un verdadero entrenador, co­mo tantos entrenadores en otras acti­vidades.

Entendemos que guarde tan poca semejanza con los astutos libreros, con esas hábiles máquinas de negocios que surgen bajo la Monarquía de Julio, con Louis Hachette, con Michel Lévy, quien recorrerá un trecho del camino con él. Está muy lejos de tener la visión co­mercial de ellos y en algunas ocasiones llegará a extraviarse en peligrosos arreglos que lo pondrán a merced de

, sus proveedores. Será sobre todo para la posteridad

el editor de "buenos y hermosos li­bros", como lo proclamarán sus carte­les y sus catálogos. Es un hombre sen­sible, profundamente honesto, que se deja guiar sobre todo por sus gustos, y que dará muestras durante toda su vi­da de cierto olfato y de un sentido muy agudo para extraer de los demás su parte de genialidad, al servicio de la cual pondrá la propia. Si bien el escri­tor quedará relegado ante el editor, el paso que le marcará también el hom­bre de negocios le privará a Hetzel de los medios de que hubiera querido dis-

Familia Helzel

poner para publicar a los autores de prestigio que le brindaron su amistad.

Su JUVENTUD

Nacido en Chartres el 15 de enero de 1814, hijo de un almacenista de vinos alsaciano y protestante, ganó una beca por sus brillantes estudios (que la ex­trema probidad de sus padres hizo re­ducirse a la mitad) en Stanislas. Como muchos espíritus literarios en busca de legitimidad social, elige estudiar De­recho, pero decide interrumpir sus es­tudios en tercer año, consciente de las dificultades en las que se encuentra su­mida su familia. A los 22 años, en mar-

55 Biblioteca de México

zo de 1846, entra con Paulin, librero­editor, como dependiente. Sus cuali­dades le valen ser promovido rápida­mente al rango de socio y tomar sus primeras iniciativas al comprar una co­lección de obras religiosas y crear su propia librería en el número 23 de la calle Seine.

La asociación con el liberal Paulin lo lleva sobre las vías del republicanismo y del compromiso político; así pues, em­pieza a colaborar en el periódico Le National, propiedad de Paulin y dirigido por Armand Carrel. Muy independien­te, su compromiso será siempre mode­rado,limitado a un republicanismo anti­socialista que lo mantendrá alejado de

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los medios activistas, masonería, carbo­nari o sociedades secretas, por convi­cciones que, con todo, permanecerán inquebrantables.

Es en la época de su colaboración con Paulin que Hetzel establece sus pri­meras relaciones con Honoré de Balzac para iniciar, en 1836, la edición monu­mental de La Comedia Humana. Ya aquí, por desgracia, la falta de recursos lo obliga a buscar respaldo, en este caso los de los editores Dubochet y Furne.

HETZEL EDITOR

La colaboración entre Paulin y Hetzel termina en 1843. Hetzel traslada su se­de editorial al número 10 de la calle Ménard y abre una librería en el nú­mero 76 de la calle Richelieu. La di­ferencia de inclinaciones entre los dos antiguos socios puede, desde ese mo­mento, resumirse de modo lapidario aunque bastante divertido: mientras que Paulin lanza la formal lIIustration , Hetzel pone a disposición de los auto­res su colección del Nouveau Magasin des Enfants, dirigida a la juventud. Het­zel, que resultará ser un notable editor de obras mayores, y que pondrá espe­cial cuidado en su presentación, mues­tra aquí las preocupaciones educativas y recreativas que se convertirán en el sello de su casa editorial.

La literatura infantil aún no florecía realmente en Francia, cuya producción en los albores de la era industrial seguía siendo mediocre. Los ingleses habían in­dicado precozmente el camino, con las iniciativas de Newberry y luego de Mar­shall, que editaron, desde el siglo XVIII,

obras de verdadera calidad. Hetzel innova pues al darnos este

"Magasin", que servirá de antesala a sus "Collections" y a sus "Bibliothéques" en el que participarán Nodier, La Bedo­lIiére, Dumas, Musset, Sand. Con ellos, el puente está lanzado entre el mundo de la infancia y el de los adultos, el de la calidad recreativa, completamente romántica. He aquí un sueño de Hetzel que traduce la dual idad de su persona­lidad, una flexible madurez de espíritu y

/ una autoridad intelectual lo suficiente­mente libre para saber alejarse del uni­verso adulto y permitirle penetrar có­modamente en el de los pequeños, no con un alma de niño sino con la serie­dad de un padre. Esa dualidad la volve­remos a encontrar en 1844, en un her­mosísimo libro dirigido a los amateurs, pero en el que es posible encontrar a cada página la poesía infantil en las ilus­traciones de J. J. Grandville: sus Scenes de la Vie Publique et Privée des Animaux.

Publicará, hasta el golpe de estado, algunas "fisiologías" como Le Diable ó Pa­ris o imagi,nativas fantásticas como Le Va­roge ou il vous plaira. Se asegurará la co-

laboración de artistas como Bertall, To­ny Johannot, Lorentz, Gavarni, será el editor de Balzac, Sand, Dumas, con quien mantendrá una abundante corres­pondencia, Goethe, Goldsmith y de P. J. Stahl para libros dirigidos a los adultos, de muy buena factura, y para fantasías infantiles. Este período fecundo se verá perturbado por desórdenes financieros, especialmente en el período 1845-1846.

INTERLUDIOS POLíTICOS

Los acontecimientos de 1848 lo llevan a exponer activamente sus simpatías republicanas, aunque manten iéndose en la sombra. El hombre del National se convierte sucesivamente en jefe del Gabinete en Asuntos Externos bajo La­martine, y luego bajo Bastide para con­vertirse, como secretario general, en uno de los incondicionales apoyos del general Cavaignac, cuyas ideas pragmá­ticas seducen a este espíritu apasiona­damente enamorado del trabajo, y ene­migo del desorden demagógico.

En 1852, esto constituye un pasado que pesa lo suficiente para que el Im­perio lo considere sospechoso, lo haga proscribir y lo obligue a exiliarse en Bélgica. Rechazará cualquier medida de clemencia personal y esperará la ley de amnistía general de 1859 para volver a Francia. Habiendo dejado la gestión de su editorial parisina al cuidado de su colaborador Blanchard, se dedica a sa­cudir un poco las costumbres de los editores belgas, que cedían fácilmente a las bondades de la falsificación. Se con­vertirá en el editor de los escritores franceses proscritos al publicar Los cas­tigos, Napoleón el Pequeño, La leyenda de los siglos y Las contemplaciones, de Víctor Hugo, las obras de Louis Blanc y del co­ronel Charras, sin abandonar por ello su producción literaria con L'Esprit des femmes et les Femmes d'Esprit, Théorie de I'Amour et de la jalousie, Contes et Étu­des, Betes et Gens.

LA ReVISTA PARA LA E.DUCAC/ÓN y LA

ReCREACIóN

Dos años antes de su regreso a Fran­cia, Charles Lahure y Louis Hachette habían lanzado La Semaine des Enfants, publicación educativa realmente nove­dosa por su calidad. Esta empresa des­pertaba en Hetzel la preocupación de crear una revista capaz de proporcio­nar a la infancia un material educativo, presentar buena calidad literaria y ser objeto de diversión. En 1864,Ia idea se hace camino y por su pluma, bajo el seudónimo de P. J. Stahl, piensa en ani­mar la parte recreativa y literaria del periódico que va a lanzar. Con su amigo Jean Macé, que había escrito una encan­tadora Histoire d'une Bouchée de pain en

57 Biblioteca de México

1861 , obra laureada por la Academia, reunirá a un cenáculo de científicos, entre los que figurarán los más impor­tantes de su tiempo: Fabre, el naturalis­ta,Viollet-le-Duc el arquitecto, Flamma­rion, el ast rónomo, Reclus, el geógrafo y Sainte Claire Deville, el químico ... Así es como el 20 de marzo de 1864 nace la Revista para la Educación y la Re­creación

JULIO VERNE, EL ESLABÓN PERDIDO

En 1862, tras dos años de haberse ins­talado en el número 18 de la calle Ja­cob, Hetzel ya piensa en ello cuando recibe, por intercesión de Dumas, a un Julio Verne en busca de ed itor para su manuscrito. Lo recibe en una atmósfe­ra mucho menos melodramática que la del cuento de hadas imaginado por Madame Allotte de la Füye, que estaba muy al pendiente, por la edificación de las generaciones futuras, de hacer valer la genialidad de su Gran Hombre so­metido al escrutinio.

El texto de su Voyage dans I'air le gusta a Hetzel, que sugiere algunas mejoras. Y le gusta todavía más porque le está entregando el eslabón perdido de su proyecto de periódico. En su or­den de batalla, ya tiene asegurada su área Recreación y confía en su área Educación. Le faltaba el centro, la unión entre las dos: una verdadera novela científica, una obra sólida tanto por la veracidad de sus revelaciones técnicas como por la calidad de sus peripecias, que deben mantener al lec­tor en suspenso. No existía nada equi­valente hasta entonces. Hetzel, con un ojo certero, mide a su hombre: sólo le falta ponerlo a prueba.

En septiembre de 1862 se firma un primer contrato para la publicación de

Aguinaldos de HelZel que anunciaban obras de Ver­ne, Cartel l~ografiado con firma de L Becker. 1884

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la novela. transformada en Cinco sema­nas en globo. que le da la exclusividad al editor al precio de 500 francos por 2.000 ejemplares. o sea 25 centavos por volumen. que son mantenidos para las siguientes ediciones. En cuanto a las ediciones ilustradas. de un costo mayor. Julio Verne percibirá el 5% del precio máximo. Contrato. como podemos ver. de lo más ordina­rio. No es precisamente una fortuna lo que Hetzel propone a Julio Verne; no es tampoco un negocio tramposo. Hetzel, al firmar. recuerda que es ante todo un editor. Tiene enfrente a un principiante en quien adivina prometedoras cualida­des. pero que sigue siendo un desco­nocido. Ignora en ese momento el éxito que logrará su primera novela. Hetzel vivió demasiadas angustias financieras como para no hacer cuentas - y vere­mos que efectivamente las hará- y aún menos darse el lujo de ser espléndido con un neófito.

En enero de 1864. para la publica­ción de las Aventuras del capitán Hatte­ras. se establece un nuevo contrato para 10,000 ejemplares, que pueden fraccionarse en varias ediciones. Para los volúmenes ilustrados. el porcentaje sube a 6% del precio máximo.JulioVer­ne se encuentra atado por diez años para ese título. editado en formato en 18°, con una cláusula de preferencia a favor de Hetzel al término de dicho plazo. Los derechos de traducción -es­ta preocupación demuestra que. ya entonces. Julio Verne se exporta -serán divididos por mitad. disposición razo­nable considerando que aquí el papel comercial del editor francés, que no recibe un centavo sobre las ventas en el extranjero, es determinante.

Pero el contrato aporta una nueva dimensión a las relaciones entre ambos hombres. que consiste en ligarlos para obras futuras, cedidas a Hetzel en las mismas condiciones que Hatteras , con el pago de un anticipo de 300 francos al mes sobre entrega. Este es un punto capital que convierte a Julio Verne en un "hombre de oficio", poniéndolo en manos de su editor. Ahora, en cambio, tiene su futuro asegurado. ya que en una cláusula final está obligado a entre­gar a Hetzel dos volúmenes por año, con la prohibición de escribir para otros editores si esta tarea no es lleva­da a término. En ese momento, el lan­zamiento de la Revista para la Educación y la Recreación está muy próximo. Así pues, el contrato prevé en sus páginas las condiciones de publicación de las Aventuras del capitán Hatteras. así como el porcentaje. Ahí, Julio Verne publicará la mayoría de sus novelas, hasta su muerte, en 1905.

Medallón de bronce con la efigie de Julio Verne. L. Tinant. 1859

LA AUTORIDAD

Así pues. la pareja Hetzel-Verne vio ce­lebrarse sus nupcias en 1862. nupcias consagradas y ratificadas por seis con­tratos sucesivos.Alain Buisine, en un es­pléndido análisis, subraya el aspecto ma­trimonial que tienen las relaciones autor-editor en el siglo XIX. y todavía más precisamente su carácter monogá­mico. En ellas encontramos efectivamen­te todos los ingredientes indispensables, desde la boda. la dote, los amores. el parto. los pleitos. la fidelidad, los celos. las separaciones y las reconciliaciones. Entre Hetzel y Verne. la unión llega muy lejos. reforzada por cierta propensión a la sumisión de parte del autor de los Via­jes extraordinarios. Si en muchos casos podemos suponer que generalmente el autor juega el papel de hombre, fecun­dando al editor-mujer para que traiga al mundo a su progenie común, el caso que nos ocupa se inscribe en un orden infi­nitamente más complejo. porque se tra­ta aquí de una relación padre-hijo. Het­zel ayudará paternalmente al autor Verne en su trabajo de creación literaria. pero luego actuará solo en el parto del retoño. Así pues. el papel que juega es doble.

El estudio de las correspondencias nos muestra claramente a Hetzel como un padre para Julio Verne. tanto desde el punto de vista literario como jurídico. Podríamos decir incluso: un padre de familia. El nuevo contrato de 1865 acen­túa efectivamente la autoridad pa­triarcal y patrimonial de éste sobre aquél. convirtiéndolo en el Dueño del dinero. dirigiendo con autoridad la as­censión de su potrillo y protegiendo, de paso. el equilibro siempre vacilante de su editorial, sin que Julio Verne parezca haberse rebelado realmente. ¡Hetzel tu­vo miedo de verse rebasado por la enormidad de los derechos que tendría que pagarle al autor que, presentía, se convertiría en el más formidable de su escudería?

El contrato fue redactado en térmi­nos que no se prestaban a confusión.

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No hubo engaño. Todo fue escrito. con­firmado. releído, precisado. Por su parte, Julio Verne pudo haberlo rechazado y

amenazar con abandonar a su editor si así lo quería. Pero se abstuvo de ha­cerlo. ¡Realmente podía existir con alguien más? ¡Resulta acaso tan aven­turado afirmar que Hetzel, al hacer de él el autor en que devino, era en la

mente de Julio Verne algo más que un editor. su benefactor? ¡Ese contrato leo­nino era. sin embargo. un verdadero tutelaje! ¡Y a la vez una increíble con­fiscación de derechos! De un plumazo, Julio Verne quedará privado de todos sus derechos sobre las futuras edicio­nes ilustradas, a cambio de un pago mensual de naturaleza casi salarial co­mo única compensación. Ciertamente, los grandes tomos en 8° le resultarán muy caros al editor, pero le reportarán aún más. Decididamente, nuestro Julio Verne nunca podrá permitirse los capri­chos de Víctor Hugo.

Ese contrato será modificado dos veces consecutivas para establecer dis­posiciones que mejorarán un poco la situación habitual del escritor. El quin­to acuerdo, en particular. firmado en septiembre de 1871. llegará oportuna­mente para sacar a Julio Verne de los graves escollos financieros en los que los desórdenes de la guerra lo habían lanzado. cuando consideraba volver a su primera actividad de agente finan­ciero para subsistir.

HEnEL CENSOR

En el año de 1865. nuestro autor se aleja de París para dirigirse a la bahía de Somme. antes de establecerse de­finitivamente en Amiens. en 1870. Si bien ahora ambos hombres no se ven sino esporádicamente. su correspon­dencia en cambio se ha vuelto más intensa y nos deja como un registro de sus relaciones. cuyo tono nos es re­velado de modo sugestivo en una carta escrita desde El Crotoy: " ... Necesito recibir una sacudida moral de su par­te..... Son circunstancias particulares, desde luego, ¡pero la fórmula sigue siendo válida para establecer la posi­ción de los dos hombres! Ahí, Hetzel aparece claramente como el "padre sublime" que Marcel Moré cree adivi­nar con la lectura de sus cartas, así co­mo es un "hermano" para George Sand (cuestión de edad), un "padrino" para Henri Rochefort y un "tutor" para Jules Favre, un amigo de autoridad in­contestable para todos ellos. Cuando redacta y publica textos para "chiqui­llos", como él mismo dice, ¡no los firma acaso con "un Papá"? ¡Cuando trabaja en ese espíritu con Julio Verne, cuando' lo dirige, cuando lo maneja, cuando estimula su imaginación para

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sacar lo mejor, ¿acaso no estaba haciendo suya una parte de la obra?

Si George Sand, en sus cartas, se di­rigía a Hetzel con un familiar " Mi vie­jo", salvo en momentos de desave­nencia, para acceder excepcional­mente a un tuteo viril, Julio Verne mantendrá la distancia que le orde­naban su edad y su posición y sólo utilizará un respetuoso "Querido Maestro", y más a menudo "Mi estima­do Hetzel" .

De entrada, el editor se impone como maestro particular. Lee, corrige, sugiere. Los márgenes de los manus­critos están ennegrecidos de comen­tarios. "Hay que atenuar esto, realzar aquello. Darle más vida a tal o cual. Ex­tenderse en tal descripción geográfica, botánica, mineral. Demasiado corto, demasiado largo. Mejor relacionar esta parte con tal otra. ilnventar tal com­parsa, tal peripecia! " La obra se habría

vuelto colectiva si Julio Verne no se hu­biera enojado algunas veces, y perma­necido firme, como en la redacción del final de La vuelta al mundo en 80 días o de Hatteras. Modificará, en cambio, el de La isla misteriosa, considerada por su temible censor como demasiado plana, demasiado mediocre y no acorde con el entusiasmo edificador de los perso­najes de la novela.

Pero si el manuscrito le disgusta por completo, Hetzel hace gala de una plu­ma feroz. Es en estos términos que rechaza el de Paris au Vingtieme Siecle ( 1863): ..... Está a cien pies de distancia de Cinco semanas en globo... Es una novelucha ... una cosa tan fastidiosa, tan poco vivaz ... No veo nada que alabarle a su asunto ... francamente ... Vería como un desastre para su nombre la pu­blicación de su trabajo ... Es un libro ... de principiantes ... aquí, está usted en la mediocridad, hasta el cuello, etc." Luego, como padre enternecido:"¿Aca­so no tengo razón, mi querido niño, en tratarlo como a un hijo, de forma cruel, por querer sólo aquello que es bueno para usted?"

A propósito de La isla del tío Ro­binson, que en varias ocasiones será devuelto para su corrección, Hetzel tampoco se muerde la lengua: ..... ¿En dónde está la ciencia? ... iSon demasiado tontos! Ochenta y dos páginas de texto y ni un solo invento que hasta el peor de los cretinos habría encontrado ... Deje ya a esos tipos y empiece con otros nuevos, desde el principio .. :'. Es este espantapájaros que Julio Verne ten­drá que rehacer, trabajando al mismo tiempo para otras novelas (La vuelta al mundo, El país de las pieles), para termi­nar en junio de 1874 La isla misteriosa, una pequeña obra maestra.

y los comentarios van fluyendo a lo largo de las creaciones de Julio Verne,

Medallón de bronce con la efigie de P. J. Hetzel , L. Tinant, 1859

que parece quedar conforme con ellos, como lo deja ver a propósito del Ca­pitán Hatteras, en abril de 1865 : .... .No es un director quien me ha escrito, es un amigo en quien tengo la más abso­luta confianza. Por lo demás, se lo repi­

to, siento lo mismo que usted ... ¡Acaso alguna vez me ha sentido recalcitrante en el asunto de los recortes y arreglos? ... Me dice usted cosas muy amables y muy halagadoras en cuanto a que mi estilo está mejorando ... Nada me ha ale­grado tanto como una aprobación se­mejante viniendo de su parte ... Las crí­ticas de M. Hetzel hijo tienen, lo confie­so, un fuerte efecto sobre mí, porque finalmente es todavía más para él que escribo que para su estimable padre ..... Hetzel, como podemos ver, sometía los manuscritos al veredicto de la juventud. Su hijo Jules tenía dieciséis años para esas fechas.

Las repetidas sugerencias del editor se dejan adivinar en esta respuesta del autor de Los hijos del capitán Grant:" ... mataremos a algunos convictos, puesto que así lo quiere usted. Sin embargo, en­tre menos cadáveres haya en un libro, mejor será ... por sus notas sobre todo, y por sus enojos a lápiz sabré entender perfectamente aquello que no está bien. Sabe que me gusta mucho leer sus no­tas, que, las tres cuartas partes del tiem­po, son absolutamente ilegibles. Pero me las imagino ......

El estilo tampoco escapa al impla­cable corrector, sobre todo si tiene que corresponder al de un náufrago sobre una balsa, que está escribiendo sus notas en condiciones acrobáticas. En 1874 po­ne el grito en el cielo, por la ..... multi­plicación de los y, de los ya que, de los sin embargo, de los por lo demás y de los pero .. :' que surcan el relato dramático del pasajero Karzallon en el Chancellor".

Por lo general, el escritor se porta como un buen hijo, modesto, poco rea­cio y agradecido, una actitud que difiere completamente del temperamento que su entorno padece en otras circunstan-

. cias ... Para El rayo verde, en 1882, la doci­lidad hacia el Maestro no ha desa-

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parecido: ..... Me alegra mucho que esto le haya gustado, y empiezo por decirle que acepto sin protestar todas sus observaciones. Son absolutamente ati­nadas ...... En este sentido, Piero Gon­dolo della Riva subraya que es a veces difícil discernir en las versiones definitivas qué fue lo que escribió

Julio Verne y qué Hetzel, a pesar del color verniano de la escritura. Si bien

una elemental objetividad obliga a re­conocerle al escritor la paternidad del trabajo esencial de imaginación, de in­vestigación y de escritura, es un hecho confirmado que el editor se impone co­mo "coconstructor" de la obra.

En cuanto a la elección de los títulos de sus manuscritos, Julio Verne no pare­ce haber tenido el sentido de las fórmu­las que surten efecto, ¡curiosa incapaci­dad para un hombre fantasioso, enamo­rado de la aventura, del espacio y de los juegos de palabras! Lo vimos con el tri­

vial Voyage dans /'Air y el plano Oncle Robinson. A menudo se necesitará de la experiencia tanto literaria como comer­cial de Hetzel para decidir el título defi­nitivo. Así pues, el convencional Nuevo viaje alrededor del mundo se transformará en Los hijos del capitán Grant, más con­sistente; el Viaje bajo las aguas, un tanto vago (¡!), en Veinte mil leguas de viaje sub­marino, más ambicioso; El Great Eastern, que no dirá nada al lector, en Una ciudad potante, que despierta mucho más la cu­riosidad; Correo del zar en Miguel Strogoff, mucho más sonoro; El Mediterráneo, realmente poco novelesco, en Matías Sandor( y así sucesivamente ...

EL CONTRATO MATRIMONIAL DEFINITIVO

Durante la redacción del sexto contra­to, en 1875, Hetzel, que sigue aferrado en ser el propietario de las ediciones ilustradas de las obras anteriores, suelta un poco las riendas al concederle a su potrillo el 5% del precio máximo para los futuros títulos, arrebato de genero­sidad y desinterés discutibles si conside­ramos que los títulos más comerciales resultaron ser los primeros. Para las ediciones en 18°,los derechos del autor se elevarán ahora a 50 centavos por volumen, pero esta lluvia de oro no caerá sobre él sino a partir de la publi­cación de Miguel Strogoff, ya que los títu­los anteriores obtuvieron los derechos equivalentes a ... i I 882!

Julio Verne, resignado desde tiempo atrás a la rigidez monetaria de su editor, se traga el cuento sin demasiado revue­lo pero, en una tardía carta a Jules Het­zel, fechada en 1884, se queja tímida­mente de lo que calcula haber perdido: ..... Créame que no se trata de recrimi­naciones. Fue con plena libertad que acepté cobrar solamente una suma fija durante todo el primer período .. : ' (63 a

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EN LA TRADlCION DE "20,000 LEGUAS DE VIAJE SUBMARIN , y "LA VUEl lA AL MUNDO EN 80 OlAS" ,

AHORA- El FANTASTICO, FABULOSO DRAMA

DE JULIO VEDE

I\DDU EL CONQUISTAD DE URDO

EN MAGNACOLOR F"" '~I '" VlNCENT PRICE

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75) ..... Pero quería señalarle esta ano­malía y le ruego tomar esto en cuenta para el futuro, si lo considera justo. Si no, olvidemos el asunto ......

La pareja literaria continuará así, sin crisis mayores, hasta la muerte, en 1886, de su motor principal. La amistad entre ambos hombres fue sólida y sincera. Sus diferencias, por profundas que fueran, parecían eclipsarse por el deseo común de hacer "buena obra". Julio Verne, des­pués de haber experimentado por algún tiempo la influencia del republicanismo de Hetzel, no ocultó, después, su anti­parlamentarismo e incluso su simpatía por la monarquía.

Es interesante observar que nunca escribió sobre anticipación social. Cuando se detiene para describir una ciudad artificial, es a menudo para dar­nos su visión pesimista, cuando no se trata de una pesadilla satánica: "Stahls­tadt", "Blackland", la isla de los náufra­gos del "Jonathan". En cuanto a la opu­lenta isla de Hélice, ésta se dislocará. Habiendo conservado, a pesar de su rigor moral, un carácter farsista y fan­tasioso -Hetzel intentará frecuen­temente controlar en él cierto espíritu de burlesque, aficionado a los retruécanos- mantendrá toda su vida cierta debilidad hacia los insumisos. No hacia los anarquis­tas, ni los agitadores socialistas, sino hacia los réprobos de mal carácter, los "hombres de humor". Cuando escribe sobre Nemo, con­fiesa: ..... No quiero en absoluto hacer política, cosa para la cual soy poco apto, y porque la política no tiene nada que ver aquí... ..

Los vengadores o los piratas, de cierta altivez, a menudo presenta­ban actitudes de príncipes en exilio (Nemo, Sandorf), de ángeles caídos (Ker Karraje) o de excéntricos taci­turnos y testarudos (Fogg, Hatte­ras, Kerabán). En todos los casos, se tratará de hombres solitarios. Y es un hecho curioso que Hetzel, con un espíritu adelantado, se haya sen­

vo, católico por educación, también será reprendido esta vez por el agnóstico Hetzel, quien le reprochará la discreción de la presencia divina en la obra. Aun­que sin renegar de sus creencias, Julio Verne admiraba el rigor anglosajón, la sobriedad bíblica protestante, y el tono que encuentra para celebrar a la Divina Providencia no proviene en absoluto de la inspiración barroca católica. Un pas­tor metodista no habría predicado de modo diferente. Es verdad que sus héro­es son frecuentemente anglosajones y más particularmente norteamericanos. Como quiera que fuera, esto no era sufi­ciente para Hetzel, que debía obedecer a la presión de sus lectores y de la crí­tica, y que recibía cartas como la de Louis Veuillot, a propósito de los Viajes extraordinarios: ..... M. Audineau me co­menta que son encantadores, salvo por una ausencia que ciertamente no estro­pea nada, pero que le resta belleza al conjunto y deja las maravillas del mundo en un estado de enigma ... Es hermoso, pero inanimado. Falta alguien .....

para cerrar una época . ..... He entrado en la serie negra de mi vida ..... escribirá Julio Verne en diciembre de 1886. Su obra, salvo algunas afortunadas excep­ciones, resentirá la pérdida de aquel que fue más que su editor, su padre y su guía. De la extensa correspondencia entre los dos hombres, la última y sen­cilla carta de Hetzel, de enero de 1886, da un tinte de apacible sobriedad a los lazos que los unían: ..... Tengo pensado salir el sábado, o quizás el domingo. Quiero despedirme de usted con estas líneas ... Un fuerte abrazo, mi querido Verne, salude de mi parte a todo su mundo ... Me asusta lo largo del viaje. Qué lejos ha quedado aquel tiempo en que juntos hacíamos alegremente este viaje, y en el que, desde lo alto de nues­tras ventanas, abríamos desmesurada­mente los ojos para descubrir Córcega en el horizonte .. :'

Al anuncio de su muerte,Julio Verne, perturbado pero incapacitado por su herida, contestará a Jules Hetzel:"No he podido asistir a los últimos momentos de su padre, que era también el mío ...

Unimos nuestras lágrimas a las de Madame Hetzel y a las suyas .....

Así pues, entre ambos hombres y durante más de 20 años, se habí­an tejido lazos complejos de singu­lar naturaleza, de ternura, de aban­donos que incubaban una suerte de vaga amargura, calladas reticen­cias de las que la expresión escrita nos revela todo el equívoco y hace que nos preguntemos: ¡quién enri­queció a quién? Sin la vigilante tute­la de Hetzel, todo el genio de Julio Verne seguramente sólo habría servido para pocas cosas. Sin el universal escritor, ¡qué habría que­dado de la memoria del editor, sino algunos hermosos libros conoci­dos únicamente por solitarios bi­bliófilos.

BIBLlOGRAFIA

Allotte de la Fuye,jules Verne, so vie son ceuvre, Paris, Simon Kra, 1928. tido obligado a temperar la sensibi­

lidad anarquista de su autor, censu­rando propósitos que consideraba demasiado sediciosos, como por ejem­plo los sostenidos durante el intercam­bio de sentimientos entre Cyrus Smith y el capitán Nemo, agonizante, en el epílo­go de La isla misteriosa. Nemo fue, por lo demás, un profundo motivo de discordia entre los dos hombres, como lo revela, en 1869, esta carta de un Julio Verne de­samparado: ..... Usted me lo cambia al punto que ya no puedo reconocerlo ... Si tuviera que crear de nuevo al tipo ... No podría imaginarlo de un modo diferen­te ... En fin, que su carta me ha morti­ficado profundamente .. :'.

Pierre-Jules Helzel hacia el final de su vida. Fotógrafos: Numa Blanc e hijos, ca. 1885 Bibliotheque Nationale, Catalogue PJ.

El católico Julio Verne, católico pasi-

OlAS DE TRISTEZA

El 9 de marzo de 1886, Julio Verne era agredido por su sobrino Gastón y heri­do en el tobillo por una bala de re­vólver. Su funesta herida lo dejará dis­minuido hasta su muerte y lo llevará a refugiarse en una soledad esquiva. Una desgracia pocas veces llega sola y es una segunda herida, más grave aún, la que recibe al enterarse de la muerte de Hetzel, acaecida en Montecarlo el 17 de marzo. Los dos acontecimientos, ca­si concomitantes, parecen conjugarse

61 Biblioteca de México

Hetzel, Paris, 1966. Collectif, P.-J. Hetze/, un éditeur et son siecle, St­

Sébastien,ACLEdi/Société Crocus, 1988. Olivier Dumas, jules Verne, Paris, La Manu­

facture, 1988. Charles-Noel Martin, La vie et rreuvre de jules

Verne, Paris, Michel de L'Ormeraie, 1978. Mareel Moré, Le tres curieux jules Verne, Paris,

Gallimard, 1960. A. Parménie, C. Bonnier de la Chapelle, His­

toire d'un éditeur et de ses auteurs, Paris, Albin Michel, 1953.

Revue Europe,jules Verne, avril-mai, 1955. Franc¡:ois Riviere, Jutas Verne, images d'un

mythe, París, Henri Veyríer, 1978. Marc Soriano,jules Verne, París, Julliard, 1978.

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PABLO SOLER FROST

PE NSAM IENTOS SOBRE LOS QUINIENTOS MILLONES DE

LA BEGUM

No sé que tan rara sea la literatura cuya trama gira alrededor del odio de una nación por otra. No es una hondura que aspire a explorar, ni que me anime. Pa­reciera como si el odio fuera tanto que se le reservara mejor para el ensayo, la poesía, el teatro.

Las dos grandes excepciones que me vienen a la mente son Hadji Murat del conde Tolstoi y curiosamente La guerra

de las salamandras de Carel Capek. Y, por supuesto, 1984 de Georg Orwell. Cada una es muy distinta de la otra. Debe haber muchas más. Las otras novelas en las que pienso que el odio nacional pro­porciona gran parte de la trama son, extrañamente, las novelas de Julio Verne y de Emilio Salgari. Sin el odio apasio­nado por todo lo inglés que tiene San­dokan su tragedia no sería tan grande, lo mismo que el odio del capitán apóstata en El León de Damasco salva esa novela y le proporciona cierta credibilidad; y en Julio Verne, el más preocupado por la ciencia, ese odio adquiere proporciones (aquí voy a usar la palabra más usada para referirse a Verne, pero que me im­presiona menos tecnológicamente que políticamente) proféticas y universales; tanto Robur el Conquistador como el capitán Nemo han desesperado de la ra­za humana y abrigan por ella odio y des­precio; y en otra novela de Verne cuyo título no recuerdo, ¿no había un rayo misterioso destinado a salvar a la huma­nidad de sí misma, destruyéndola si fuera necesario?

De las novelas de Verne que he leído es en Los quinientos millones de la Begum

donde el odio nacional alcanza su cota de exacerbamiento más elevada.

~ Aguinaldos de Hetzel que anunciaban obras de Veme. Cartel 63

La trama de la novela de los millones es la siguiente: un sabio francés, el doc­tor Sarrasin, se entera mientras se halla en Londres, participando en un congreso científico, que es el heredero de una colosal fortuna india y de un título de ba­ronet. La premisa, siempre atrayente, de un súbito cambio de fortuna abre esta novela; Sarrasin, teniendo la cabeza más o menos en su sitio y los pies casi en la tierra decide fundar una armoniosa co­munidad, científica y sanitaria a la que lla­mará Franceville. Para ello cuenta, más que con su hijo (que desearía mejor un palacete y un tiro de caballos inglés), con su entenado, Marcel Bruckmann, alsacia­no, huérfano, y poderoso a su manera incansable y metódica.

litografiado con firma de Georges Roux, 1891 Biblioteca de México

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Pero surge, naturalmente, un antagonista,

en la figura de un pedante sabio alemán, también descendiente de la familia entron­cada en la nobleza del Raj, que puede recla­mar, y reclama, una parte de la herencia,

considerándolo un deber patriótico, no vaya a ser que esa fortuna en verdad ayude a Francia. Este hombre, el doctor Schultze,

es una figura que se daría en la Alemania nazi con demasiada frecuencia: el pedante que logra poder e influencia, aliado a la tec­

nología. Y si Sarrasin quiere que su dinero sirva a las mejores causas de la humanidad,

Schultze, en cambio, sólo desea el engran­decimiento del Vaterland y la humillación

absoluta de sus enemigos; para ello invierte

su fortuna en una ciudad demoníaca y pro­ductiva, la Ciudad de Acero, en Oregon, ciu­

dad muy parecida a una mezcla de las fábri­

cas Krupp e Isengard en los tiempos de la dominación de Saruman.

El odio de estas dos ciudades cifrará el

odio de dos naciones y de dos concep-

ciones del mundo que se enfrentarán en

dos guerras mundiales; y Verne logra una novela casi perfecta, aunque un poquito

demasiado llena y larga; pero es que en ella hay cosas más importantes que la literatura.

De niño nunca me interesó Julio Verne, auque lo leí a falta de suficientes libros de

Emilio Salgari. Sus pretendidas anticipaciones y su racionalidad de liceo me dejaron frío

siempre mientras que apasionadamente recorrí Labuán, el Mar de la Sonda y los

inmensos sótanos de la capital del Assam, en

compañía de hombres decididos a todo. Hoy,

extintas ya las animosidades infantiles y los

infantiles encandilamientos, me figuro que lo

que más admiro de Verne tanto como de Sal­gari son sus datos históricos: el sitio de París

o el estado del mundo en La vuelta al mundo en ochenta días (el hecho de que lo logre un

inglés es como una clave de la Entente

Cordiale), y, por supuesto, el ánimo revan­

chista de escritores preocupados más que

por otra cosa, por los usos del poder.

Cartel de la exposición para el centenario de Georges Melias. representa una escena de la pelicula Viaje a la luna (1902). Con firma de Labisse. 1961

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VISTADELA DADDEM--.,

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üCONACULTA

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FE DE ERRATAS

Por un error técnico en las páginas 52 y 53 del número 83 de Biblioteca de

México (septiembre-octubre) fueron colocadas fotografías que no corresponden a

los finalistas del Concurso Internacional de Arquitectura Biblioteca de México

José Vasconcelos; a continuación reproducimos las imágenes correctas:

Héctor Vigliecca! Asociados Brasil

FINALISTAS

Joseph Lluis Mateo/ MAP Arquitectos España

J. Carlos Tello/ Salvador Arrollo/ Alejandro Hernández

México

Isaac Broid/ Daniel Bonilla! Giancarlo Mazzanti México/ Colombia

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