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11 ISSN: 1576-4184 http://dx.doi.org/10.5209/rev_RPUB.2014.v17.n1.45554 Res Publica. Revista de Historia de las Ideas Políticas Vol. 17 Núm. 1 (2014): 11-31 Edad Áurea y res publica: en torno a las fuentes clásicas del utopismo de Vasco de Quiroga Golden Age and res publica: Around the Classical Sources of Utopianism Vasco de Quiroga Guillermo GARCÍA UREÑA Texas A&M University [email protected] Recibido: 10/11/2012 Aceptado: 20/02/2014 Resumen En el presente escrito trataremos las fuentes clásicas –explícitas e implícitas– en la obra de Vasco de Quiroga, bajo la consideración de que es a partir de cierta inter- pretación de estas fuentes desde donde surgirá, en conjunción con el cristianismo, no sólo una determinada concepción del mundo y de la historia, sino también una concreta praxis política como alternativa a las encomiendas. De esta manera, se presenta un modo de pensar, desde la tradición de pensamiento hispana y en virtud del diálogo con el mundo clásico, la problemática cuestión de una correcta res publica indiana. Palabras clave: Vasco de Quiroga, Mito de las edades del hombre, Edad de Oro, Luciano, Virgilio, encomiendas, Nuevo Mundo. Abstract In this paper we discuss the classical sources –explicit and implicit– in Vasco de Quiroga’s work, considering that it is from a concrete interpretation of these sources, in conjunction with Christianity, where not only a particular conception of the world and history emerges, but also a concrete political practice, in order to give an alter- native to the encomiendas. Thus, it is presented a way of thinking within the His- panic tradition of ideas, in virtue of the dialogue with the classical world, the problematic issue of a right res publica indiana.

Edad Áurea y res publica: en torno a las fuentes clásicas ... · de Quiroga son unas pocas obras clásicas, principalmente Luciano de Samosata y Virgilio, a partir de las cuales

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  • 11 ISSN: 1576-4184http://dx.doi.org/10.5209/rev_RPUB.2014.v17.n1.45554

    Res Publica. Revista de Historia de las Ideas Polticas Vol. 17 Nm. 1 (2014): 11-31

    Edad urea y res publica: en torno a las fuentesclsicas del utopismo de Vasco de Quiroga

    Golden Age and res publica: Around the ClassicalSources of Utopianism Vasco de Quiroga

    Guillermo GARCA UREATexas A&M University

    [email protected]

    Recibido: 10/11/2012

    Aceptado: 20/02/2014

    Resumen

    En el presente escrito trataremos las fuentes clsicas explcitas e implcitas enla obra de Vasco de Quiroga, bajo la consideracin de que es a partir de cierta inter-pretacin de estas fuentes desde donde surgir, en conjuncin con el cristianismo, noslo una determinada concepcin del mundo y de la historia, sino tambin una concretapraxis poltica como alternativa a las encomiendas. De esta manera, se presenta unmodo de pensar, desde la tradicin de pensamiento hispana y en virtud del dilogocon el mundo clsico, la problemtica cuestin de una correcta res publica indiana.

    Palabras clave: Vasco de Quiroga, Mito de las edades del hombre, Edad de Oro,Luciano, Virgilio, encomiendas, Nuevo Mundo.

    Abstract

    In this paper we discuss the classical sources explicit and implicit in Vasco deQuirogas work, considering that it is from a concrete interpretation of these sources,in conjunction with Christianity, where not only a particular conception of the worldand history emerges, but also a concrete political practice, in order to give an alter-native to the encomiendas. Thus, it is presented a way of thinking within the His-panic tradition of ideas, in virtue of the dialogue with the classical world, theproblematic issue of a right res publica indiana.

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    12Res Publica. Revista de Historia de las Ideas Polticas Vol. 17 Nm. 1 (2014): 11-31

    Keywords: Vasco de Quiroga, Myth of the Ages of Man, Golden Age, Lucian,Virgil, encomiendas, New World.

    1. Introduccin

    En el presente artculo nos atendremos al uso que de las fuentes clsicas haceVasco de Quiroga, tanto en referencia directa a la tradicin grecolatina (Luciano deSamosata, Virgilio), como en referencia mediada por autores coetneos (Antonio deGuevara, Moro). El cometido ltimo de este trabajo est en analizar las fuentes cl-sicas del mito de las Edades y de la Utopa como elementos pragmticamente clavesde la fundamentacin prctica de Quiroga. En este anlisis, por tanto, no se tratar latradicin jurdica o teolgica (bblica, patrstica), ni en concreto las influencias con-temporneas o cercanas a su formacin (el conciliarismo de Gerson y el de Basilea,el pensamiento de las Comunidades o su experiencia en Orn y el entrecruce de lastres religiones), sino que, por razones expositivas y de extensin, se pospondrn aotra publicacin ya en curso que toma como base el presente trabajo.

    Las fuentes clsicas resultan especialmente cruciales para la cuestin que nosocupa puesto que fundamentan el posicionamiento de Quiroga frente a otros perso-najes renacentistas en el debate suscitado en torno a las Indias, as como lo incorpo-ran al tpos literario de la paradisaca edad de oro1 que, en contacto con Amrica,tendr una muy fructfera refundicin de implicaciones histricas y polticas. Estemito acerca de las edades del hombre es tratado por doquier, llegando hasta la Gre-cia arcaica con Hesodo, pero lo relevante en el debate en el que est inscrita la obrade Quiroga son unas pocas obras clsicas, principalmente Luciano de Samosata yVirgilio, a partir de las cuales autores renacentistas como Toms Moro y Antonio deGuevara se servirn para construir su pensamiento, modificando el sentido originaldel mito en el que la edad de oro refleja un pasado idlico y perdido, en otros dostipos de narraciones que encontramos, respectivamente, en Moro y Guevara: en elprimero, la edad de oro se desplaza de un tiempo pasado a un espacio lejano idlico,que sera el caso de la atlntica Insula Utopia; en el segundo, la edad de oro se en-cuentra no en tiempo ni en espacio lejano, sino en aspectos o estratos de la sociedadms humildes y cercanos al campo, como es el ejemplo del relato de El villano delDanubio2. Ahora bien, estas modificaciones del mito no estriban en el desplazamientodel sentido temporal a otro sentido, pues tales variaciones pueden aparecer en otros

    1 P. Serrano Gassent, Vasco de Quiroga. Utopa y derecho en la conquista de Amrica, Madrid,Fondo de Cultura Econmica, 2001, p. 174.2 Para la influencia de Moro sobre Guevara, las fuentes de el villano del Danubio o los usos dela edad de oro, vase S. A. Vosters, Antonio de Guevara y Europa, Salamanca, Ediciones Univer-sidad de Salamanca, 2009.

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    13 Res Publica. Revista de Historia de las Ideas Polticas Vol. 17 Nm. 1 (2014): 11-31

    textos clsicos, sino que lo crucial est en que obviar el sentido temporal posibilitaque tal edad urea se est dando de facto. Es en este sentido donde la utilizacin delmito de las edades cobra mayor fuerza en tanto que no slo sirve como crtica al es-tado de cosas actual, sino que adems apunta a una solucin del mismo3 . Pues bien,este modo de habrselas con la tradicin ser recogido por Vasco de Quiroga, quiencita tanto a Moro como a Guevara4, y en el que la mtica edad de oro no es sino el tan-gible y a partir de ahora histrico Nuevo Mundo, donde la crtica tendr el carc-ter anfibolgico de denunciar la actuacin hispana en relacin con los indios as comotambin advertir de la pobreza moral en la que se encuentra el propio cristianismo delViejo Mundo.

    Asimismo, las implicaciones sociopolticas y teolgicas que se derivaban del usode las fuentes clsicas por parte de Quiroga se confrontaban con otros autores hispa-nos del momento5. El proyecto quiroguiano aunaba en su seno la misin evangeliza-dora con un programa poltico sin el cual el arraigo del cristianismo se tornaraimposible. Esta llamada polica mixta, responda a la necesidad de, por una parte,solventar el conflicto de la esclavitud, ya sea por supuesta guerra justa, ya sea por lapretendida herencia de esclavos del anterior orden poltico previo a la llegada de losespaoles, y, por otra parte, incitar un cambio en el planteamiento econmico impe-rial, que pasaba por considerar el Nuevo Mundo desde el imaginario romano de laprovincia y no desde los excesos de la encomienda, para lo que era urgente la ins-tauracin de unas bases slidas para la fundacin de diversas res publicas christia-nas autnomas. De este modo se pugnaba, en primer lugar, contra la tesis de la guerrajusta, ya discutida por Bartolom de las Casas contra Juan Gins de Seplveda, para

    3 Con gran claridad resume Francesca Cant: el presupuesto crtico del que parte Quiroga es elde que la sociedad espaola en Amrica constituye la anti-utopa de la posible utopa americana.F. Cant, Amrica y utopa en el siglo XVI en Cuadernos de Historia Moderna. Anejos, n 1,2002, p. 45-64 (p. 50).4 Conviene hacer algunas menciones sobre la circulacin de los textos y el acceso a los mismos quepoda tener Vasco de Quiroga para remarcar el anlisis histrico de las fuentes. Adems de su s-lida formacin en los dos derechos, las abundantes citas patrsticas, a Gerson o a la Utopa mismanos llevan a pensar que Quiroga tena acceso a la biblioteca de Juan de Zumrraga, primer obispode Mxico. Warren incluso apunta la posibilidad de que el ejemplar de la Utopa que fuera de Zu-mrraga, hoy en los fondos de la University of Texas en Austin, fuese anotado en el margen por elmismo Quiroga, si bien la comparacin de la grafa no es definitoria al respecto. F. B. Warren,Vasco de Quiroga and his Pueblo-Hospitals of Santa Fe, Washington D. C., Academy of Ameri-can Franciscan History, 1963, p. 30.5 A modo de comprensin y contextualizacin del complejo debate en torno a la legitimidad delpoder hispnico sobre el Nuevo Mundo y sobre los indios, consideramos pertinente citar el trabajoan indito de Jos Luis Villacaas Berlanga, Amrica en el pensamiento hispnico del sigloXVI, que por gentileza del autor hemos podido consultar, y que formar parte de una obra mayorsobre la historia poltica hispana en poca de Carlos V.

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    14Res Publica. Revista de Historia de las Ideas Polticas Vol. 17 Nm. 1 (2014): 11-31

    quien se debe imponer de entrada el dominio militar espaol sobre el indio antes queintentar la evangelizacin pues si se hubiese de esperar a que ellos se instruyesen enla naturaleza, costumbres e inteligencia de los espaoles y de las suyas, de la dife-rencia de ambos pueblos, del derecho de mandar y obedecer, de la diferencia, ho-nestidad y verdad de moral y religin, el tiempo concedido se alargara hasta elinfinito y sera en vano, pues esto no puede conocerse sino despus de aceptado nues-tro imperio...6. En segundo lugar, contra la posibilidad de esclavizar tras la supuestaguerra justa, como encontramos en Matas de Paz: parece que el Rey de Espaapuede tener y poseer con desptico principado a los mencionados indios, porque todoaqul que puede subyugar por medio de la guerra alguna patria, provincia o reino,puede, con igual licitud, reducir a servidumbre a sus habitantes caso de apresarlos7.En tercer lugar, tambin se est discutiendo contra la supuesta herencia de esclavosnaturales, como alega Juan Lpez de Palacios Rubios: aunque estos isleos no per-dieron por esta causa [la guerra justa] su primitiva libertad, [...] algunos de ellos sontan ineptos e incapaces, que no saben en absoluto gobernarse, por lo cual, en sentidolato, pueden ser llamados esclavos, como nacidos para servir y no para mandar, segnlo trae el Filsofo, en el lib. I de su Poltica8.

    La postura de Quiroga frente a los conquistadores se podra condensar en la si-guiente cita: Jesucristo, rey de reyes, a quien ha sido dada toda potestad en el cieloy en la tierra, envi para la conquista del mundo no soldados con armamento, sino pre-dicadores santos, como ovejas entre lobos. Por eso, ni siquiera en el Antiguo Testa-mento, cuando haba que tomar con mano armada la tierra de infieles, en ningunaparte leo que se haya declarado la guerra a alguien por el simple hecho de no ser cre-yente9. Adems, como ya hemos mencionado, la conquista mediante los predicado-res haba de establecerse en ciudades: porque tengo por muy cierto para m que sineste recogimiento de ciudades grandes que estn ordenadas y cumplidas de todo lo ne-cesario, en buena y catlica polica y conforme a la manera de esto, ninguna buenaconversin general ni aun casi particular ni perpetuidad ni conservacin ni buen tra-tamiento ni ejecucin de las ordenanzas ni de justicia en esta tierra ni entre estos na-turales puede esperar ni haber10.

    6 J. Gins de Seplveda, Demcrates Segundo o de las justas causas de la guerra contra los in-dios, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, 1984, 15, 715.7 Matas de Paz, Del dominio de los Reyes de Espaa sobre los indios, Mxico, Fondo de CulturaEconmica, 1954, p. 213.8 J. Lpez de Palacios Rubios, De las Islas del mar Ocano, Mxico, Fondo de Cultura Econmica,1954, p. 37. 9 Vasco de Quiroga, Informacin en derecho, edicin de Paz Serrano Gassent, Madrid, Dastin,2002, p. 95.10 Ibidem, p. 106.

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    Los argumentos en contra de la esclavitud son claros: all donde se justifica laesclavitud por motivos de guerra justa, Quiroga indica que tal situacin no es iusbelli sino defensa legtima ante la injusticia de los conquistadores espaoles: vim virepellere licet omnes leges omniaque iura proclamant (todas las leyes y derechoproclaman que es lcito repeler la fuerza con la fuerza11); por otra parte, all dondese pretende transferir los esclavos naturales u originarios del orden indio al orden es-paol, Quiroga negar la existencia de tales esclavos naturales. No estamos ante lanocin de esclavitud de cuo romano, sino ante una prestacin de servicios: estamanera y gnero de esclavos que nosotros tenemos que pierden la libertad e inge-nuidad, ciudad y familia, que es la mxima capitis disminucin y lo que se requiereque concurra en ellos de necesidad para ser verdaderos esclavos entre nosotros, queno son reputados nihil de derecho civil, y para que los hijos de la madre esclavasean esclavos y para que estn en poder del seor y no puedan testar ni disponer, nitener hacienda ni cosa alguna que sea suya, como son los que son esclavos acercade nosotros y como lo eran cerca de los ciudadanos romanos, cuyas leyes en esto te-nemos, sino que yo entre stos no la veo, antes lo veo todo lo contrario y que loretienen todo: libertad, familia y ciudad o lugar, y que no mudan estado ni condicin,y que no pierden cosa de l, ni concurren en ellos las condiciones de esclavos, sinode libres12. Se trata pues, de locatio operarum in perpetuum (alquiler del trabajoa perpetuidad).

    2. Las Saturnales de Luciano: el paganismo a favor de una modlica Res Pu-blica Christiana

    El debate en torno a las Indias despliega, junto con las disputas acerca de la le-gitimidad del dominio sobre el Nuevo Mundo, el problema de la consideracin quese tiene sobre el indio, o en trminos ms generales, sobre el otro del europeo. Larelacin con el indio ser, sin duda, unilateral, y rara vez se hablar de ste de unmodo distinto que como productor o artesano, apenas nunca como verdadero inter-locutor. Esto marcar, siguiendo a Todorov13, una tipologa de las relaciones con elotro que excluir mayormente la apreciacin del indio como sujeto. Todorov dis-tingue tres planos de relacin: axiolgico o valorativo, praxeolgico, que se refierea la accin de acercamiento o distanciamiento y a la asimilacin de una cultura a laotra, y, finalmente, epistemolgico. Segn esta tipologa se dar la paradjica si-tuacin de que en los autores que tienen una posicin valorativa positiva, as como

    11 Ibidem, p. 118.12 Ibidem, p. 127.13 S. Todorov, La conquista de Amrica. El problema del otro, Madrid, Siglo XXI, 2010, p. 195 yss.

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    16Res Publica. Revista de Historia de las Ideas Polticas Vol. 17 Nm. 1 (2014): 11-31

    de acercamiento y asimilacin de los indios al cristianismo, se muestra un mayordesconocimiento de los mismos, cuyos rasgos quedan aplanados bajo las caracte-rsticas de buenos o propicios al cristianismo. De esta manera se facilita la asi-milacin del indio a la cultura cristiana y, por tanto, su posible evangelizacin y lanegativa a esclavizacin. En cambio, cuando el autor defienda el dominio o la es-clavitud del indio, los rasgos distintivos, pese a que son por lo general pobres, sernms descriptivos para marcar la diferencia e inferioridad de su cultura. A este res-pecto, Todorov seala que lo original de Quiroga es que la asimilacin del indio, sibien est encaminada a la defensa de la evangelizacin, no lo es solamente con res-pecto a la cultura cristiana, sino en relacin a un tercero que es la prole urea de lasSaturnales. Por ello dice: no ve en ellos lo que son, sino lo que l quisiera que fue-ran14. Cuestin en la que disentimos pues, si por una parte es cierto que el conoci-miento que da de los indios desde un punto de vista antropolgico o etnolgico esbastante limitado, ello no se debe al menos exclusivamente a que aplique do-quiera un anquilosado esquematismo, sino que la referencia mtica va encaminadaa apoyar los intereses poltico-pragmticos de su argumentacin, que no eran otrosque la anulacin de la Real Cdula de 1534, segn la cual se permita la esclavitudde los indios, y el restablecimiento de la prohibicin del ao 3015. Adems, la com-paracin entre el indio y la edad de oro aparece al final de la Informacin en Dere-cho, tras una larga y repetitiva exposicin de la invalidez del ius belli y de laherencia de esclavos naturales, para alabar la buena disposicin de los indios, a lavez que advertir la facilidad de su completa prdida si la poltica hispana en elNuevo Mundo no vara y no se les introduce en comunidades jurdicas y cristia-nas16. Ante lo cual habra que concluir que no es tanto desconocimiento de los in-dios por parte de Quiroga, cuanto un modo de referencia metafrica17, impropiodesde un punto de vista descriptivo, pero que haciendo uso del mito puede resigni-

    14 Ibidem, p. 204. En este punto concreto el acercamiento que tiene Todorov al texto histrico obviala conexin de estos escritos histricos y jurdicos con la retrica y la ejemplaridad. A este respectoresulta fundamental la obra de Rubial Garca y la relacin que establece entre la escritura de la his-toria, la construccin de una cierta memoria y su proyeccin ejemplar para el futuro. Vase, porcaso, A. Rubial Garca, ngeles en carne mortal. Viejos y nuevos mitos sobre la evangelizacin de Mesoamrica, en Signos Histricos, Revista de la UAM Itztapalapa, n 7, 2002, pp. 19-51.15 S. Zavala, Ideario de Vasco de Quiroga, en Recuerdo de Vasco de Quiroga, Mxico, Porra,1987, p. 40.16 P. Hermida Lazcano, Topografa de una utopa, en Revista de Indias, Vol. LV, 204, 1995, pp.357-390 (p. 372).17 P. Ricoeur, La metfora viva, Madrid, Trotta-Cristiandad, 2001, p. 287 y ss. A este respecto tam-bin hay que tener en cuenta la crtica de Blumenberg a la consideracin, por caso, cartesiana, delmito o la metfora como residuos en el camino a la plena logicidad. H. Blumenberg, Paradigmaspara una metaforologa, Madrid, Trotta, 2003, p. 44.

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    17 Res Publica. Revista de Historia de las Ideas Polticas Vol. 17 Nm. 1 (2014): 11-31

    ficar la realidad concreta a la que se refiere con una marcada finalidad poltica,como veremos a continuacin.

    La referencia a las Saturnales de Luciano de Samosata18 se produce en el pro-ceso de defensa de la labor evangelizadora frente al uso del indio como mano deobra esclava, especialmente en lo que respecta al trabajo en las minas cuyas condi-ciones eran muy duras y pauprrimas19. Para ello se describe al indio no slo comoalguien en muchos aspectos receptivo hacia las costumbres cristianas, sino inclusotambin como poseedor de un carcter ms propicio a la verdadera esencia cristianaque entre nosotros de hierro y de acero y peor 20, pues los indios son gente sim-plicsima y docilsima y la mejor y ms apta para nuestra religin cristiana21 . Estapredisposicin del indio hacia la religin cristiana tambin se encuentra en PedroMrtir de Anglera: a la puesta del sol, hecha la seal de la salutacin anglica,arrodillndose los nuestros como cristianos, ellos hacan lo mismo. De cualquiermodo que vean a los cristianos venerar la cruz, la adoraban ellos22. De hecho, dosdcadas antes de la llegada, en 1531, de Vasco de Quiroga a Mxico, Mrtir de An-glera ya haba considerado la sociedad del indio como perteneciente a la edad deoro: tienen ellos por cierto que la tierra, como el sol y el agua, es comn, y que nodebe haber entre ellos mo y tuyo, semillas de todos los males, pues se contentabancon tan poco que en aquel vasto territorio ms sobran campos que no le falta a nadienada. Para ellos es la Edad de Oro23. La enumeracin de rasgos de los indios encomparacin con la edad de oro es copiosa en ambos autores: simplicidad, bon-dad, obediencia, humildad..., y menosprecio de todo lo superfluo, en Quiroga, ascomo de su natural veneran al que es recto; tienen por malo y perverso al que secomplace en hacer injuria a cualquiera24, en Mrtir de Anglera.

    18 Quiz el uso de Luciano de Samosata como autoridad no sea el ms apropiado para la labor deQuiroga, habida cuenta del comn trato cmico que hace de los temas mitolgicos y que tambinse ve en las Saturnales. En este caso, Quiroga parece obviar el tono burlesco de Luciano. 19 Es de resaltar, como cita Todorov, que Fray Toribio de Benavente, Motolina, enumera al co-mienzo de su Historia diez plagas que Dios ha enviado como castigo a las Indias, de las cuales tresson producidas directamente por las minas de oro. Citamos un ejemplo estremecedor: de los es-clavos que murieron en las minas fue tanto el hedor, que caus pestilencia, en especial en las minasde Guaxaca, en las cuales media legua a la redonda y mucha parte del camino, apenas se poda pisarsino sobre hombres muertos o sobre huesos. Y eran tantas las aves y cuervos que venan a comersobre los cuerpos muertos, que hacan gran sombra al sol. Fray Toribio de Benavente, Historia delos indios de la Nueva Espaa, Madrid, Alianza, 1988, p. 60.20 Quiroga, op. cit., p. 209.21 Ibidem, p. 208.22 P. Mrtir de Anglera, Dcadas del Nuevo Mundo, Madrid, Polifemo, 1989, p. 12.23 Ibidem, p. 38.24 Ibidem.

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    18Res Publica. Revista de Historia de las Ideas Polticas Vol. 17 Nm. 1 (2014): 11-31

    Una vez realizada la identificacin con la edad de oro, hay otra cuestin, en nadabalad, que implica tal comparacin: cita Quiroga una frase de Luciano que diceigualdad para todos: esclavos y libres. Porque, dice all Saturno, cuando yo reinabanadie era esclavo25, del mismo modo que entre los indios no hay siervos ni escla-vos verdaderos, sino sirvientes 26. De esta manera, el rechazo de la esclavitud buscaencontrar en la antigedad clsica, pagana y esclavista, un apoyo desde la concien-cia de la empresa evangelizadora confiada por la bula papal. Tal empresa no puedeverse en modo alguno interferida por intereses econmicos esclavistas, no slo por-que no hay guerra justa ni esclavos naturales, sino porque el Nuevo Mundo est enla edad de oro y, por ende, sus gentes estn ms orientadas a Dios por su carcter quelos propios espaoles.

    Ahora bien, el hecho de que los relatos mticos hablen de una edad de oro que secorrompi y devino en la edad de hierro marcada por la codicia, supone que delmismo modo que el Viejo Mundo se pervirti, podra pervertirse el Nuevo Mundo.Al respecto dice Mrtir de Anglera: sin embargo, tambin les atormenta la ambicindel mando y se arruinan mutuamente con guerras, de la cual peste no creo que seviera inmune de modo alguno la edad de oro, sin que en aquel tiempo anduvieran losmortales con el dame y el no te doy27 . Quiroga era bien consciente de este problema.Oh cun gran culpa nuestra ser, si supiere a la pega de nuestras malas y mal cris-tianas costumbres, y no a las buenas que entre ellos tan fcil se podran introducir einjerir28. De hecho, tal dificultad se encontraba tambin en el mismo texto de Lu-ciano, si bien el tono general es de parodia. As cita Quiroga: Sacerdote: Pero qute sucedi, Saturno, para que dejaras el mando? a lo que Saturno ( en Lu-ciano) responde (citamos una parte concreta) no tena ya fuerzas bastantes para cas-tigar los excesivos delitos de esta edad. Entonces, la edad de oro del Nuevo Mundoest abocada a la ruina, ms y cuando entran en escena personajes de la edad de hie-rro; sin embargo, hay un modo de controlar esta debacle y es en virtud del estableci-miento de unas rectas ordenanzas. Pues del mismo modo que una buena institucinpuede ver su destruccin en una constante negligencia por parte de sus usuarios, labuena disposicin de carcter puede desdibujarse si no hay alguna instancia regula-

    25 Quiroga cita a partir de la traduccin latina de Toms Moro que dice aequalitas omnibus servisaeque ac liberis. Nec enim me regnante quisquam erat servus. El texto de Luciano dice as: - . ' . Es notable que donde co-mnmente se traduce igualdad, el griego no dice igualdad ante la ley () o ante losconciudadanos (), sino igualdad ante los honores, la estima o la dignidad (), ma-tices estos que con la traduccin latina se pierden. Lucian, Saturnalia, en Lucian in eight volumes(vol. VI), Great Britain, Loeb Classical Library, 1959, 7, p. 98.26 Quiroga, op. cit., p. 212.27 Mrtir de Anglera, op. cit., p. 23.28 Quiroga, op. cit., p. 210.

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    19 Res Publica. Revista de Historia de las Ideas Polticas Vol. 17 Nm. 1 (2014): 11-31

    tiva que ponga un marco legal, en especial cuando hay elementos amenazantes comolos conquistadores. Dice al respecto Quiroga: [los indios tienen] flojedad y descuido,lo cual conviene que se les quite con alguna buena orden de repblica y polica, por-que, aunque dejados as como ahora estn, para su miseria y buen contentamientosean bastantes, para nuestro fausto y soberbia cierto no lo son, y primero se acabarnque lo sean, si alguna grande industria no se les da29. El argumento no deja lugar adudas: la misin evangelizadora es muy factible si las costumbres cristianas, a lasque tan bien estn orientados los indios, se enmarcan en el mbito de una res publica:pues si es verdad, como lo es, que la edad dorada de aqullos entre estos naturalescasi en todo y por todo la tenemos para poder introducir e imprimir en ellos una ceramuy blanda, y hombres de tan buen, sana y simple voluntad y obediencia, todo cuantobueno quisiremos sin resistencia alguna y la doctrina cristiana y ms propia y apa-rejada para injerirse en ella en gente de tal calidad por las condiciones que dichas sonque ms en ellas reinan...30. La conclusin que se deriva de estas argumentacioneses que si la evangelizacin no se produce de una manera satisfactoria ello no ser porlos indios, que son cera blanda, sino por el mismo inters econmico de los conquis-tadores espaoles.

    Cabra preguntarse ahora qu ordenanzas sern aquellas que se conjuguen biencon la gente de oro conformando la cosa pblica; Quiroga recurre a la obra de TomsMoro, que recordemos, por ser ms esclarecedor, en su ttulo completo: De optimo reipublicae statu deque nova insula Utopia, donde nova insula bien puede ser inter-cambiada en el pensamiento de Quiroga por novus orbis, si bien el carcter de la respublica es el mismo. Adems, la referencia a Luciano est ntimamente relacionadacon la lectura de Moro, como apunta el mismo Quiroga31: tradujo algunas cosas deLuciano de griego en latn, donde, como dicho tengo, se ponen las leyes y ordenan-zas y costumbres de aquella edad dorada32. De hecho, crea que la Utopa de Moroera el modelo ajustado para el caso del Nuevo Mundo, y en esa lnea escribir lasOrdenanzas: de donde como de dechado se sac el de mi parecer, varn ilustre y degenio ms que humano, el arte y manera de las gentes simplicsimas de este NuevoMundo, y parecindole que en todo eran conformes y semejantes a aqullas de aque-lla gente de oro de aquella primera edad dorada, sac para el nico remedio de l y

    29 Ibidem, p. 214.30 Ibidem.31 La conexin entre estos tres autores se refleja en las traducciones que se hicieron: por una parte,Quiroga lee las Saturnales por la traduccin de Moro, pero, por otra parte, el mismo Quiroga tra-ducir parte de la Utopa de Moro al castellano, lo cual, pese a que se haya perdido tal traduccin,hara de Quiroga el primer traductor de Moro al castellano. Zavala, En el camino del pensamientoy las lecturas de Vasco de Quiroga, en op. cit., p. 294.32 Quiroga, op. cit., p. 218.

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    33 Ibidem.34 Hermida Lazcano recuerda, de mano de Covarrubias, que polica designa la poltica, la cien-cia y modo de gobernar la ciudad y repblica. Citemos, asimismo, una acepcin que da de hos-pital: lugar po donde se reciben los peregrinos pobres, vel latine hospicium vel hospitale. Conpropiedad se dice xenodochium, nombre Hermida Lazcano recuerda, de mano de Covarrubias, quepolica designa la poltica, la ciencia y modo de gobernar la ciudad y repblica. Citemos, asi-mismo, una acepcin que da de hospital: lugar po donde se reciben los peregrinos pobres, vel la-tine hospicium vel hospitale. Con propiedad se dice xenodochium, nombre griego ,locus publicus quo hospices, id est, peregrino excipiuntur. S. de Covarrubias Orozco, Tesoro dela Lengua Castellana o Espaola, Madrid, Castalia, 1995, p. 648.35 Cabe decir a este respecto que la estructura poblacional de los dos pueblos-hospitales quiro-guianos tuvo una larga duracin que se prolonga hasta su final en 1872, para Santa Fe de la Laguna,y en 1874, para Santa Fe de Mxico, en un proceso de liberalizacin de la tierra. Serrano Gassent,op. cit., p. 229.36 R. Martnez Baracs, Convivencia y utopa, El gobierno indio y espaol de la ciudad de Me-chuacan, 1521-1580, Mxico, FCE, 2005, p. 219. En general esta obra es clave para la compren-sin del devenir histrico de Michoacn en la temprana colonizacin espaola.

    20Res Publica. Revista de Historia de las Ideas Polticas Vol. 17 Nm. 1 (2014): 11-31

    de ellas, como inspirado del Espritu Santo, de las costumbres de aqullas, las orde-nanzas y muy buen estado de repblica en que se podran guardar, conservar e in-dustriar muy mejor y ms fcilmente sin comparacin que por otra manera alguna niestado que se les pueda dar, que no les sea tan natural ni tan conforme a su arte, ma-nera y condicin33.

    Esta polica mixta de los hospitales34 se configura en base a la unidad familiarpatriarcal, con un sistema productivo principalmente basado en la agricultura, en r-gimen de propiedad comunal y sin uso de dinero; hasta aqu se reproduce el relatode Moro, pero hay que resaltar dos relevantes novedades: en primer lugar, siguiendola letra de la Utopa, los cargos de responsabilidad son elegidos de entre los patresfamilias, lo que supone un aspecto muy notable en lo que respecta a las intencionesorganizativas, puesto que intenta que el indio haga suya esa comunidad35, en lo queMartnez Baracs ve como una propuesta que buscaba ser an provechosa para los se-ores michoacanos36; en segundo lugar, hay una distincin respecto del texto deMoro en lo tocante al sacerdocio que refleja el agustinismo poltico de Quiroga, puesen las Ordenanzas hay un cargo no electivo dotado del mayor poder poltico y reli-gioso: se trata del Rector. De esta manera se abogaba por una evangelizacin pro-funda que se centraba en el episcopalismo y el gobierno de ciudades indiasautnomas, lo que facilit la posibilidad de llevar el proyecto acabo al depender ni-camente de las tierras adquiridas por el obispo de Michoacn, y no pretenderlo enotros ambientes en los que confluyan numerosos intereses opuestos como conquis-tadores y encomenderos.

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    37 Citamos segn Virgil, Eclogues, en Virgil in two volumes (vol I), Breat Britain, Loeb Classi-cal Library, 1930.38 El parntesis indica que Quiroga omite ese tramo. Citaremos la traduccin de Garca Calvo, si bienpara nuestro cometido hermenutico se hace ineludible el trabajo sobre el original latino ante los ma-tices que se pierden en la traduccin. A. Garca Calvo, Virgilio, Madrid, Jcar, 1976, p. 143 y ss.

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    3. Los Saturna Regna de las buclicas: la figura del Pastor y la expropiacin militar

    En el captulo tercero de la Informacin en derecho, Quiroga cita nicamente dosversos de las Buclicas de Virgilio para apoyar la mencin de la edad dorada de lasSaturnales de Luciano de Samosata. Estos versos no hacen sino reiterar el tpos delmito de las Edades:

    (iam redit et virgo), redeunt saturnia regna,iam nova progenies coelo demittitur alto37. (VI, 6, 7)

    Vuelve la Virgen ya, a reinar ya vuelve Saturnoya nueva raza nos es del alto cielo mandada38.

    Ahora bien, como hiptesis de trabajo no nos conformaremos con la mera cita vir-giliana y rastrearemos hasta qu punto podra estar operando una interpretacin con-creta de las Buclicas en el pensamiento de Vasco de Quiroga o, al menos, qucorrelaciones podramos encontrar en sendos contextos. De este modo, analizaremosuna serie de fragmentos de los poemas de las Buclicas de Virgilio reinterpretndo-los en el marco poltico que aqu nos ocupa, con clara correspondencia con lo antesdicho a colacin de la referencia a Luciano.

    El poema de Virgilio comienza con el dilogo entre dos pastores que pivota entorno al forzado desplazamiento fuera de sus tierras que sufren algunos pastores:

    nos patriae finis et dulcia linquimus arva,nos patriam fugimus; (I, 3, 4)

    lindes nosotros del pueblo y dulces surcos dejamos,patria perdemos nosotros;

    donde los pastores, o el nos del latn, si se lee en clave histrica en el contextode Virgilio, bien podran ser todos los expropiados tras la reparticin de tierras reali-zada por Octavio a sus veteranos de guerra. Mas en el contexto de Quiroga encon-tramos dos posibilidades, no excluyentes entre s: por una parte, pastor nos remiteal conjunto eclesistico que fue al Nuevo Mundo con la misin de evangelizar, y po-dramos situarlo en Quiroga en la Informacin en derecho, cap. 1.: el verdadero pas-tor los informa, para que informen y hagan bien la guardia del ganado a ellos

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    39 Quiroga, op. cit., p. 72.40 Ibidem, p. 73.41 Ibidem, p. 79.42 El uso del trmino civis otorgara en este contexto un matiz que no habra que descuidar, puesno es simplemente hombre o varn, pastor o agricultor, sino que literalmente apunta a quien ha-bita la ciudad, al ciudadano, y en un contexto de pensamiento poltico y de configuracin de unares publica indiana como el quiroguiano es evidentemente fundamental.

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    encomendado39, donde cita tambin el Evangelio segn San Lucas que los pasto-res velen por aquella regin (Lc. 2,8). Por otra parte, pastor designa a aqul quecuida una comarca o una tierra determinada, que en el poema virgiliano sufre la ocu-pacin militar y que en el contexto de Quiroga podra traducirse en la expropiacinde los indios realizada por los conquistadores espaoles. As, en Quiroga encontra-mos por doquier expresiones tales como los verdaderos pobladores, cierto soy, venclaro lo que es: la total perdicin de toda la tierra. Porque, aunque a aqullos hinchalas bolsas y pueble las minas, a estos verdaderos pobladores destruye y despuebla lospueblos40, donde los verdaderos pobladores los indios que son tratados como re-baos de ovejas, han de ser herrados quita las vidas con las libertades. Esto, podraremitirnos a los siguientes versos de Virgilio:

    impius hace tam culta novalia miles habebit, barbarus has segestes? en quo discordia civisproduxit miseros: his nos consevimus agros! (I, 70-72)

    Un desalmado oficial tendr tan arados barbechos?Estas mieses un brbaro? Ay, discordia a los hombres,

    mseros, dnde los trae! Para quin sembramos el campo!

    y:O Lycida, uiui peruenimus, aduena nostri(quod nunquam uereti sumus) ut possessor agellidiceret: Haec mea sunt; ueteres migrate coloni. (IX 2-4)

    Lcidas, henos llegados con vida a que un forasterolo que jams temimos de nuestra quinta adueado

    diga: Mo es esto, emigrad los viejos colonos.

    En estos versos ocurre algo similar a la situacin americana: los milites repre-sentan la conquista producida por la codicia desenfrenada de nuestra nacin41 , pro-duciendo mediante tal discordia la total perdicin de toda la tierra, esto es, unosmiseros civis42, condenados a la huida o la esclavitud. Por tanto, los pastores bucli-cos pueden servir doblemente para mostrar la necesidad de que esas tierras sean cui-

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    43 Palacios Rubios, De las Islas del mar Ocano, y Paz, Matas de: Del dominio de los Reyes deEspaa sobre los indios, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1954.44 Quiroga, op. cit., p. 177.

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    dadas por el pastor eclesistico y no por el miles, quien impide de veras el cuidadoencomendado por la bula papal, as como para ser imagen de la situacin del indio,expulsado de su propia tierra. De hecho, en la Ecloga I uno de los pastores Ttiroes esclavo y consigue comprar su libertad y mantenerse en sus tierras. Este hecho es-tara en total consonancia con el argumento considerado, entre otros por Palacios Ru-bios o Matas de Paz 43, acerca de la herencia espaola de una suerte de esclavosindios, naturales o por ius belli, desde el fondo del universalismo catlico: dentro deldespotismo paternal en algn momento el indio podra conseguir la libertad. Empero,este razonamiento, como ya hemos tratado, est desestimado en Quiroga para el queno hay esclavos naturales puesto que sirven los unos a los otros no como esclavoscomo nosotros usurpadamente y corrupto el vocablo decimos, sino como hombreslibres alquilados, que en derecho se llama este gnero de servicio locatio o venditiooperarum in perpetuum (alquiler o venta de obras a perpetuidad)44. Sin embargo, siconsideramos la adquisicin de la libertas por parte de Ttiro en el contexto delpoema, encontramos quiz una de las claves interpretativas: Ttiro narra a Melibeocmo un dios le ha guarecido de la expropiacin, as como cuenta su visita a Roma,la cual, segn Ttiro pensaba, sera canibus catulos similis (I, 22), esto es, como uncachorro respecto del perro adulto. Sin embargo, la ciudad sobresala tanto en com-paracin con los lugares que los pastores conocan que de algn modo podramosdecir que es impropia una comparacin meramente cuantitativa, es decir, la Urbs su-pone un cambio cualitativo en relacin con las aldeas rurales. Pues bien, Melibeopregunta a Ttiro qu le llev a ir a Roma, a lo que ste responde que la libertas. En-tonces, si recorremos la lnea interpretativa hasta aqu planteada, se nos presenta unasituacin idlica que se ve amenazada por la intromisin de los milites, cuya nicabuena salida, la libertad, entraa en el poema dos cuestiones: la primera, que deusnobis haec otia fecit (I, 6), esto es, (un) dios nos entreg este sosiego, es decir, algosalvfico que d consistencia a la vida; la segunda, para cumplimiento de la primera,ir a la ciudad (Vrbem quam dicunt Romam, I, 19) para conseguir la efectiva libertad.Por tanto, se puede concluir como hiptesis interpretativa que la idlica y amenazadasituacin necesita de deus y de la urbs, lo cual est en plena armona con la nocinde poltica mixta de Vasco de Quiroga en tanto que es necesario llevar a los indios elevangelio (es decir, que entren en contacto con deus) pero ello est mediado por el ins-talarlos en las costumbres ciudadanas, o lo que es lo mismo, en una res publica chris-tiana. Esta relacin se ver ms claramente a travs de la Ecloga IV.

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    45 Ibidem, p. 101.

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    Redeunt Saturna regna, cita Quiroga, y esta vuelta significa el cumplimiento dela profeca de la Sibila de Cumas en un tiempo nuevo:

    Vltima Cumaei uenit iam carminis aetas;magnus ab integro saeclorum nascitur ordo; (IV, 4, 5)

    La ltima Edad, que anunci la Sibila, hela llegada:ya de raz nace nueva una grande rueda de siglos.

    Tal profeca incluye un tipo excelso de personas que, adems, estn en un lugarconcreto que es el Nuevo Mundo:

    tu modo nascenti puero (quo ferrea primum desinet ac toto surget gens aurea mundo (IV, 8, 9)

    t, a ese nio que nace, en quien la era de hierro terminar y brotar por el mundo el pueblo de oro

    A este respecto dice Quiroga: Nuevo Mundo no porque se hall nuevo, sino por-que es en gentes y casi en todo como fue aqul de la edad primera y de oro, que ya pornuestra malicia y gran codicia de nuestra nacin ha venido a ser de hierro y peor 45.No obstante, una vez que han confluido el Mundo Frreo y el Mundo ureo, estetiempo nuevo no puede mantenerse por s mismo porque, como antes vimos con Lu-ciano, la codicia de los conquistadores rompera por completo este mundo.

    Pauca tamen suberunt priscae vestigia fraudis, (VI, 31)

    Pocas habr pero huellas habr del yerro primero.

    que en este caso no sern precisamente pocas, por lo que se hace necesario elaprendizaje de la virtud con la consiguiente capacidad de juicio, ello procurado porel estudio de las gestas, que en el contexto de Quiroga no podra ser sino el conoci-miento del evangelio y las Sagradas Escrituras:

    At simul heroum laudes et facta parentisiam legere et quae sit poteris cognoscere virtus, (IV, 26, 27)

    Mas, de que ya las de los hroes t y de tu padre las gestas

    puedas leer y saber cul es el valor verdadero

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    46 Ibidem, p. 82. 47 Antonio de Guevara, Relox de prncipes, Madrid, Turner, 1994, libro III, cap. III-V.48 Vosters, op. cit., para la relacin entre Guevara y Quiroga, p. 192.

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    Lo cual tendr las siguientes implicaciones:

    si qua manent sceleris uestigia nostri,inrita perpetua soluent formidine terras. (IV, 13,14)

    toda huella que quede de nuestro pecado se borrar librando del miedo eterno la tierra.

    as como: pacatumque reget patriis uirtutibus orbem. (IV, 17)

    ya apaciguado el confn reinar en la ley de su padre

    Aparece que, de esta manera, para el mantenimiento del resurgimiento de la edaddorada se hace necesario que esa prole urea aprenda a leer las gestas del padre, delo que se sigue la capacidad de discernimiento (cognoscere virtus), virtud que posi-bilita la justicia, que, a su vez, se concreta en un gobierno segn las virtudes patriaso paternas, que borrarn las huellas de nuestro pecado. Nuevamente, segn la con-jetura que venimos siguiendo de leer las Buclicas en clave quiroguiana, se podra lle-gar a la conclusin de la mutua coimplicacin de evangelizacin y civilizacin entanto que la edad dorada entraa regir el orden segn la ley paterna, que en este con-texto se ha interpretado como conocer el evangelio y las ordenanzas ciudadanas, con-formando la polica mixta. Adems, nuestro pecado que una vez librado borrardel miedo a la tierra, podra fcilmente identificarse con nuestra malicia y gran co-dicia de nuestra nacin, esto es, tanto con las barbaries concretas realizadas por losconquistadores, como tambin con la situacin general en la que se encuentra el ViejoMundo de hierro.

    4. Antonio de Guevara y el Relox de prncipes: edad dorada y pltica contrala tirana romana

    Vasco de Quiroga apenas cita46, y de manera tangencial, la obra de fray Antoniode Guevara, y, sin embargo, parece muy verdico pensar que la obra Relox de prnci-pes est usada en Quiroga en la misma estela que lo dicho acerca de Luciano, Moroo Virgilio, con el aadido de ser un autor ms til para la pragmtica del texto al serun hombre muy cercano a la corte de Carlos V. Quiroga hace referencia al clebre re-lato de El villano de las riberas del Danubio a los senadores de Roma47 cuyas fuen-tes son harto numerosas48, el cual sufre una reinterpretacin en el contextoquiroguiano como crtica a la actuacin de los conquistadores espaoles. Por nuestra

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    49 Guevara, op. cit., libro I, cap. XXX y XXXI.50 Francisco de Vitoria, Sobre los indios, en Sobre el poder civil, Sobre los indios, Sobre el de-recho de la guerra, Madrid, Tecnos, 1998, 3 parte.51 Guevara, op. cit., p. 635.

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    parte, tambin haremos referencia, aunque no hemos hallado la referencia explcitaen el texto de Quiroga, a los captulos en los que Guevara habla de la edad dorada yde qundo comenaron los tyranos a tyranizar49. Las conclusiones a las que llega-remos ya han sido tratadas aqu, pero lo relevante del recurso a esta fuente estriba ensu procedencia castellana y no grecolatina en tanto que entraa por parte de Guevaraun recurso metdico que encontramos tambin en Quiroga, pese a que intencin ycontexto difieran. Este recurso consiste en criticar el presente o pasado prximo,acompaado o no de postular alguna alternativa, en virtud de la lectura del mundo cl-sico y de la tradicin que precede al autor, de modo que cualquier clase de posicio-namiento en esta estela de pensadores castellanos, sea o no novedoso, se produce endilogo entre el contexto hispnico y el clsico. De hecho, con la vista puesta en elmundo romano, Quiroga viene a negar la esclavitud de los indios sealando que noes la misma situacin que la romana, Vitoria se basa en la amicitia para legitimar laevangelizacin y el comercio mas no el dominio desptico, (en el sentido de que lanica guerra legtima se produce cuando se violenta el comercio por parte del indio50),y, por ltimo, Seplveda se inspira en el modelo militar para defender un despotismotutelar. Pues bien, con el argumento de el villano del Danubio, Quiroga puede veren este relato no slo una crtica a la actuacin tirnica y al modo en que se juzga lagloria en la historia, sino tambin de algn modo un intento de cambio de la actituddel gobernante, ejemplificada en la modlica figura de Marco Aurelio, el emperador-filsofo, como alguien capaz de aceptar escuchar crticas y rectificar en consecuen-cia. Esta capacidad de enmendar tendr una intencin especialmente relevante en elcometido quiroguiano, pero antes tratemos, aunque sea de un modo sucinto, el epi-sodio del rstico Mileno, hombre del Danubio.

    El relato narra cmo un germano increpa al Senado de Roma ante las mltiples in-justicias cometidas por el expansionismo romano. Son muchos los rasgos del relato quepodramos tratar, pero sealaremos los que pensamos ms relevantes para nuestro co-metido. En primer lugar, una advertencia acerca de cmo se evalan los hechos his-tricos: os hago saber, si no lo sabys, que al tiempo que los truhanes van delante loscarros triumphantes diziendo: Viva! Viva la invencible Roma!, por otra parte lospobres captivos van en sus coraones diziendo a los dioses: Justicia! Justicia!51, locual viene seguido ms adelante de ha sido tan grande vuestra codicia de tomar bienesajenos, y fue tan desordenada vuestra sobervia de mandar en tierras estraas, que ni lamar vos pudo valer en sus abismos, ni la tierra vos pudo assegurar en sus campos. Lacorrelacin con el contexto de Quiroga es evidente: la gloria de Castilla se construye

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    52 Bartolom de Las Casas, Historia de Indias, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes Saavedra,2006, libro III, cap. IV-VI.53 Guevara, op. cit., p. 637.54 Ibidem, p. 643.55 Ibidem, p. 648.56 Quiroga, op. cit., p. 86.

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    sobre el yugo del indio, y se advierte de los excesos del expansionismo, no sea que delmantenimiento de la colonia se ponga en peligro la estabilidad de la tierra propia. Sibien la crtica va orientada a la opresin militar sin la contrapartida, operante en Qui-roga, de la evangelizacin, en cambio, s encontramos un argumento que cuestiona ladominacin por la raza o pueblo, lo que s estara en consonancia con la consideracinde la igualdad en dignidad entre todos los hombres, que bien podra recordar a los ser-mones de Fray Antonio de Montesinos52. As escribe Guevara: ni me da ms que seagriego, que sea brbaro, que sea romano; que est absente, que est presente; digo yafirmo que es y ser maldito de los dioses y aborrecido de los hombres el que sin msconsideracin quiere trocar la fama con la infamia, la injusticia con la injusticia...53.Tambin encontramos argumentos en contra de la consideracin del otro (del no-ro-mano, pero tambin del no-espaol en el contexto quiroguiano) como un ser asocial obruto. Los que van all nos toman la hazienda y los que estys ac nos robys la fama,diziendo que pues somos una gente sin ley, sin razn y sin rey, que como brbaros in-cgnitos nos pueden tomar por esclavos, y contina: que digys nosotros merescerser esclavos a causa que no tenemos prncipe que nos mande, ni Senado que nos go-vierne, ni exrcito que nos defienda; a esto os respondo que, pues ni tenamos enemi-gos, no curvamos de exrcitos, y que, pues era cada uno contento con su suerte, notenamos necessidad de superbo Senado que governasse; que, siendo como ramostodos iguales, no consintamos aver entre nosotros prncipes54. Adems, aparece unparalelismo muy claro entre el texto de Guevara y el de Quiroga, en torno a la causade por qu los brbaros parecen disgregados desde la perspectiva del conquistador:que determino como malaventurado desterrarme de mi casa y de mi dulce compaaporque no vea con mis ojos cosa de tanta lstima. Ms quiero andarme por los cam-pos solo, que no ver mis vezinos cada hora llorando. Y, allende desto, los fieros ani-males, si no los ofendo, no me ofenden, pero los malditos hombres, aunque los sirvo,me enojan55. Recordemos lo que adverta Quiroga acerca de los indios: se espanta-sen con temores de guerra ni espantos de ella, porque, de no se fiar de nosotros ni denuestra mala jacilla y conversacin que tenemos, les viene el huir y alzarse a los mon-tes por evitar los daos56. Por ende, el uso de este relato muestra que el indio (o el br-baro) es un ser social y poltico, igualmente humano, ergo tambin capacitado paraaprehender el evangelio.

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    57 Guevara, op. cit., p. 641.58 Ibidem, p. 213. 59 J. A. Maravall, Carlos V y el pensamiento poltico del Renacimiento, Madrid, Instituto de Estu-dios Polticos, 1960, p. 204. En la misma lnea: p. 228.

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    Por otra parte, el texto de Guevara introduce otra cuestin que se convertir en untema candente si lo consideramos desde la perspectiva de la relacin de Espaa conel mantenimiento de Amrica: yo no s qu locura le tom a Roma de embiar a con-quistar a Germania; porque si lo hizo con cobdicia de sus thesoros, sin comparacinfue ms el dinero que se gast en conquistarla y agora se gasta en sustentarla, que nole renta ni rentar por muchos aos Germania, y podr ser que primero la tenga per-dida que no saquen la costa que hizieron por ella 57. Esta afirmacin, que es el co-rrelato desde la perspectiva del beneficio econmico del anterior texto citado ensentido del gobierno poltico (la sobervia de mandar en tierras estraas), podracaer como una losa en el imaginario castellano: no slo no se est cumpliendo elmandato evangelizador de la bula papal, sino que adems en lo que respecta al be-neficio, la empresa de Amrica supondr la prdida de la potencia espaola por man-tener algo que finalmente le reporta ms prdida que ganancia.

    Una vez ms, como ya hemos tratado en Luciano y en Virgilio, la situacin de in-justicia generalizada se contrapone a una poca en la que no haba tantos crmenes,porque mandar uno y obedecer otro es una de las novedades del mundo donde erantodas las cosas comunes en la repblica; porque entre los antiguos slo las vidas te-nan proprias, que las voluntades y haziendas todas eran comunes58. La Arcadia, laedad dorada o el Paraso terrenal, donde no hay crimen, pero no como ineludible-mente perdido, sino como dado de hecho en las Indias. En definitiva, no slo est enjuego el cumplimiento de la bula papal, sino tambin el destino al que se encaminael Viejo Mundo ante la nueva oportunidad de reconducir el descarriado espritu cris-tiano en el dorado Nuevo Mundo.

    Por ltimo, pese a que en este ltimo punto hemos mostrado algunos nexos deunin entre Guevara y Quiroga, es preciso criticar ciertas inferencias que en la his-toriografa se han realizado de esta relacin. Nos referimos, por ejemplo, a Maravall,para quien es prueba de la conexin de pensamiento entre Guevara, la corte de Car-los V y los que en Mjico intentaron encarnar una utopa59. Pues si bien el vnculotextual entre ambos autores es claro, no lo es en modo alguno la prolongacin ideo-lgica que Maravall observa entre estos dos autores o, sin entrar a discutir aspectosespecficos de Guevara, entre Quiroga y la poltica imperial de Carlos V. Nuestra di-sensin bascula en dos aspectos: el primero, que frente a la reiterada condena quiro-guiana de la esclavitud, la prohibicin de sta de la Real Cdula apenas duro cuatroaos, razn por la cual Quiroga efectu independientemente su proyecto desde lacompra de tierra con sus recursos y no como parte de un programa imperial de con-

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    60 Acerca de las polmicas suscitadas a partir de la asociacin entre la poltica imperial y las dis-tintas figuras de la Espaa carolina, vase: J. L. Villacaas, Qu imperio?, Espaa, Almuzara,2008.61 Todorov, op. cit., p. 206.62 M. Bataillon, Vasco de Quiroga y Bartolom de las Casas, en Estudios sobre Bartolom de lasCasas, Barcelona, Ediciones Pennsula, 1976.63 De Debellandis Indis, Mxico, UNAM, 1988.

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    quista y cristianizacin; el segundo, que ni el proyecto poltico quiroguiano era im-perial, sino episcopal, ni la legitimacin hispana sobre las Indias se produca por po-testad universal del Emperador, sino por la concesin que daban las BulasAlejandrinas bajo la justificacin de la evangelizacin60. En definitiva, la conexinque establece Maravall la interpretamos en el sentido contrario: la prctica imperialespaola no deriva en la utopa quiroguiana, sino que Quiroga utiliza los relatos dealguien cercano a la corte como Guevara en un intento de cambiar el rumbo de la po-ltica imperial carolina.

    5. Conclusin

    A modo de excurso y antes de concluir, conviene esclarecer lo que, a nuestro pa-recer, es un exceso interpretativo consistente en la creencia de algunos autores con-temporneos de que Quiroga justificara, aunque fuera al final de su vida, la guerrajusta contra los indios para su evangelizacin. As, escribe Todorov sin ninguna citaque nos remita a texto alguno que Quiroga estimaba superior la forma de vida desus pueblos-hospitales y que para alcanzarla son vlidos todos los medios: as, conSeplveda y contra Las Casas, es un defensor de las justas guerras contra los in-dios y del reparto de stos en encomiendas feudales61. Si analizamos los escritosde Quiroga, no encontraremos ni en la Carta al Consejo de 1531, ni en la Informa-cin en Derecho de 1535, ni en su Testamento de 1565, justificacin de la guerrajusta. Este mismo problema se encuentra en un escrito de Bataillon62, por el que se-guramente esta tesis se haya extendido tanto, en el que se sostiene que Quiroga de-fiende la guerra justa, para lo cual recoge una carta de ste en la que se mencionaun tratado suyo, De Debellandis Indis63, y se compara con el Parecer de fray Mi-guel de Arcos, en el cual se juzga la obra de un obispo que defiende la guerra justa,pero que no menciona a Quiroga. Las menciones en la carta de Quiroga a tal tratadono hacen ninguna referencia a la guerra justa, sino a la legitimidad de la posesinhispana de las tierras. Finalmente, los fragmentos editados como De debellandisIndis contradicen las tesis sostenidas por Quiroga en los textos claramente suyos,as como tambin con sus prcticas en los pueblos-hospitales y sus disputas con losencomenderos, que, recordemos, era el motivo de que Quiroga volviese a Espaa de

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    64 Acerca del estado de la cuestin sobre el De Debellandis Indis, vase: Serrano Gassent, op. cit.,p. 378-389.65 Bataillon, op. cit., p. 269.66 De hecho las tensiones entre Quiroga y las rdenes fueron continuas como recoge Gaudot, citandola Carta de Vasco de Quiroga al Consejo de Indias del 22 de marzo de 1560: ... se tiene por ciertolos religiosos de las tres rdenes mendicantes que residen en esta Nueva Espaa escriben a S. M.y a esse consejo rreal y an segn ellos dizen hasta Roma al Papa los agravios que dizque les ha-zemos los obispos primeros desta tierra. G. Baudot, Utopia and History in Mexico, Colorado,University Press of Colorado, 1995, p. 319 (n. 191).

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    1548 a 155364. Por tanto, estimamos como error metodolgico la atribucin de defensade la guerra justa a Quiroga sobre la base de un texto de dudosa autora, ms y cuandolos textos en los que no cabe duda contradicen palmariamente esa tesis. No obstante,quedara por tratar la acusacin de Las Casas: El obispo de Mechuacn donde quiereprobar que se puede hazer la guerra a los indios para traellos a la fe; acusacin queno termina de comprender Quiroga: salvo el Seor Obispo de Chiapa que no s cmolo ha tomado como no aya sido muy conforme a su rigor65. A este respecto quiz estoperando una oposicin aadida a la de conquistadores, encomenderos y clero, queser la existente entre las distintas agrupaciones de la Iglesia. As tendramos la po-lmica entre franciscanos y dominicos, representados, respectivamente, por Motoli-na y Las Casas, y estos, en distintos grados, enfrentados con el episcopalismo deQuiroga y su defensa evangelizacin profunda a partir de las ciudades, frente a lasevangelizaciones masivas de los franciscanos66. En definitiva, podemos pensar que laacusacin de Las Casas est enmarcada en la tensin propiciada por la Junta de Va-lladolid (1550-1551), as como por la disputa existente entre los diversos modos deentender la evangelizacin, pero ante las dudosas fuentes documentales, difcilmentese podra sostener la defensa de la guerra justa por Quiroga, ni mucho menos la sin-tona con Seplveda.

    Para finalizar, diremos que hemos intentado hasta aqu reconstruir el pensamientode Quiroga en sus fuentes, para que se resite su obra no como mero relato descrip-tivo que reflejara la bondad de nimo del obispo sobre los indios, sino como un claroproyecto poltico que confera a la construccin de un marco jurdico un papel fun-damental en la evangelizacin, as como un mtodo viable para organizar una pobla-cin dispersa y desestructurada por la total quiebra social que supone la llegada deldominio de los conquistadores. Casi al comienzo de este trabajo trajimos a colacinel clebre texto de Todorov, en el que se manifestaba la falta de consideracin delindio como verdadero sujeto interlocutor, y cmo la relacin con el otro se dividausualmente en subyugacin esclavista, o asimilacin e identificacin cristiana; en de-finitiva, un vnculo en el que en todo momento se parta de la superioridad hispana.Raras veces, y originado por circunstancias accidentales, se produca una inmersindel espaol en el mundo indgena, cuyos mximos ejemplos estn en lvar Nez Ca-

  • Guillermo Garca Urea Edad urea y res publica...

    67 Quiroga, op. cit., p. 82.68 Zavala, op. cit., p. 226 y p. 290. Por otra parte, es probable que jugara un papel en esta desave-nencia la dura oposicin que plantearon los franciscanos al proyecto tutelar-episcopal de Quiroga.

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    beza de Vaca y, de un modo especial, en Gonzalo Guerrero, de quien se dice que lle-gar a luchar en el bando maya en contra de los espaoles. Asimismo, vimos que lapostura de Quiroga era asimilacionista, pero ya el hecho de que ciertos puestos depoder los ejercieran los indios era una cierta fusin de caracteres, aunque sta se pro-dujera desde el desdibujarse de la cultura precolombina de estos y para asumir la es-tructura hispana manteniendo, en la medida de lo posible, una cierta jerarquaprecolombina de pequeos caciques ahora como patres familias. Tambin hay quetener en cuenta la consideracin de la lengua del otro, como por ejemplo en la com-paracin hecha por Quiroga entre el villano del Danubio y el ruego de unos niosindios: con tantas lstimas y encarecimientos y buenas maneras de decir, que hizola pltica llorar...67, y el acercamiento cultural que conlleva el sobrecogido recono-cimiento de la elocuencia de estos al hablar su lengua. Otro ejemplo dentro de suobispado est en el estudio de la lengua purpecha para una mejor consecucin de laevangelizacin, como es el caso del fraile franciscano Maturino Gilberti que escribiun Arte de la lengua de Michuacn, as como un Dilogo de Doctrina Cristiana es-crito en tarasco (purpecha), que posteriormente ser censurado por el propio Quirogapor cuestiones de desavenencia doctrinal68. No obstante, quiz una de las claves parainterpretar a Quiroga no est en el plano de subyugacin-asimilacin en la ausenciade reconocimiento del otro como interlocutor como vimos en Todorov, sino en el an-lisis del tratamiento al excluido en la cultura hispnica, lo cual nos remite no slo ala experiencia de Quiroga en Orn con moriscos y judos, sino tambin, analizandolas fuentes castellanas contemporneas en su obra, al pensamiento conciliarista y conste el converso, ambos muy extendidos y a menudo identificados en los mismosagentes en la Castilla de la centuria anterior, lo que a su vez incluir en el pensa-miento poltico de las Comunidades. Todas estas cuestiones, que desbordan el pre-sente escrito y que trataremos en otra publicacin en curso, confluyen y se articulanen el llamado Tata Vasco a travs del utopismo y el mito de la edad de oro. En defi-nitiva, el intento de conformar un conjunto de repblicas y de pensar otra Espaa y,con ello, otro modo de relacionarse con Amrica. Esfuerzos estos frustrados, puespara entonces el negocio del material humano era ya imparable y alojado en el cora-zn mismo del sistema econmico imperial.