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EDAD MEDIA
Hay autores que defienden el paso por este puerto de Alfonso VIII para
la batalla de las Navas de Tolosa, pues sabemos que comenzaron las
hostilidades veinte días antes de celebrarse ésta, que acompañaban al ejército
cristiano 70.000 carretas 3, y, ante la imposibilidad de atravesar el puerto del
Muradal – que en los informes del técnico Lemaur, encargado por Carlos III en
1772 de hacer practicable el mismo, se puede leer "de los tres pasos existentes
en Despeñaperros, ninguno es practicable con carros, siendo el mejor el paso
del Rey de cinco leguas de asperísimo camino y de gran peligro para carruajes
aun vacíos"-, son conducidos por un pastor ante el Real de los Almohades,
obteniendo así tan señalada victoria para las armas cristianas.
La creación y denominación del reino de Jaén es fruto de la voluntad del
rey Fernando III, en cuyo reinado se reseña en los documentos reales tras los
de “Cordube et Murcie” como uno de los títulos que adornan la corona de los
monarcas castellanos. En opinión del giennense Eslava Galán, “La expresión
“Reino de Jaén” fue acuñada por motivos meramente funcionales en la
cancillería castellana durante el reinado de Fernando III y sirvió en su origen
para designar el territorio del Alto Guadalquivir cuyo núcleo urbano más
importante era Jaén”. Por nuestra parte no podemos definir con exactitud las
razones de la corte para elevar a Jaén a la categoría de reino, de la que no
había gozado antes al menos con cierta permanencia, aunque hay que pensar
que la decisión real obedecería a motivos de muy diversa índole.
No olvidemos la primitiva idea de la monarquía castellana de crear un
reino con sede en la ciudad de Baeza, que, de haberse consolidado hubiera
impedido la existencia del reino de Jaén y la designación de Jaén como capital
del nuevo reino. Tampoco se sabrá nunca si el reino de Baeza habría
comprendido en su seno a todo el territorio que después integraría el de Jaén.
Esta consideración de Baeza como capital de su propio reino en la época
cristiana, habría significado la prolongación de la vida del reino musulmán que
encabezó la ciudad hasta su conquista por Fernando III y asimismo la
continuidad del obispado de Cástulo-Baeza.
2
Así lo confirma un ponderado autor de la historiografía jaenera:
“En treinta de noviembre día de San Andrés Apóstol del año 1227 fue
conquistada de los moros por última vez la ciudad de Baeza, siendo su Rey
Azehit Aben Mahomat. Con este motivo el Santo Rey Don Fernando añadió
este título a los de Castilla, Toledo, León y Galicia que entonces usaba”
(MARTINEZ DE MAZAS, 461)
Un privilegio rodado del monarca Fernando III procedente del archivo de
Uclés fechado en Toledo el 12 de abril de 1235, da fe de este reino de Baeza.
El motivo es la permuta por la cual el monarca recibe el lugar de Xandoliella
(Jandulilla) con sus castillos, a cambio de la hoy jiennense villa de Chiclana que
entrega a D. Juan, canciller real y obispo de Osma. El documento, que recoge
Joaquín Mercado literalmente, finaliza con la fórmula ritual:
“Facta carta en Toledo doce días de Abril del año en que fue capta
Magacela. Era MCC septuagésima tercia. Et yo el eprecitado Rey don
Fernando reinante en Castilla, en Toledo, en León, en Galicia, en Badajoz y en
Baeza, mandé hacer esta carta que doy y confirmo. Rodrigo, Arzobispo de
Toledo da fe y confirma. El Infante D. Alfonso, hermano del Rey, confirma.
Bernardo, Arzobispo compostelano, confirma, Johanem, Obispo de Osma,
Canciller del Rey, confirma...” (La encomienda de Montizón y Chiclana, 118).
La ciudad de Baeza es la sede del obispado y Reino de Jaén al menos
durante una década a partir de la fecha de su conquista, aunque ya el Rey es
consciente de la conveniencia de ubicarla en Jaén, lo que llevará a cabo en
cuanto las circunstancias bélicas lo permitan. Esta decisión se refleja en
algunos documentos que suscribe el monarca antes de rendir la plaza de Jaén,
donde aparecen referencias expresas al reino de Jaén que más tarde instaura
en sustitución del anterior Baeza.
Conquistada la región y por la ayuda prestada en este hecho de armas
pasa a ser ocupada por el concejo de Alcaráz, y más tarde entregada a la
Orden de Santiago para la defensa de este paso, que edifica el castillo de
Montizón en su lado norte, y donde Jorge Manrique escribió sus inmortales
3
versos a la muerte de su padre, concede el rey Sancho IV en 1283 a
Santisteban del Puerto privilegios para que dicha villa guarde a su costa el
puerto de Montizón.
Bartolomé Ximénez Patón, nacido en Almedina en el año 1569 y muerto
en Villanueva de los Infantes el 1640, en su obra “La Historia de la antigua y
continuada nobleza de la ciudad de Jaén, muy famosa, muy noble, y muy leal,
guarda y defendimiento de los reynos de España. Y de algunos varones
famosos, hijos de ella (1628)” .
Este libro relata el nacimiento del Reino de Jaén y de los límites de este,
y por primera vez se habla de la Venta de los Santos, lo que me inclina a
afirmar que aquella mansión romana de AD SOLARIA, se convirtió en Alquería
con los árabes, posada con la conquista cristiana y durante toda la edad Media
y aldea dependiente de Montizón en la actualidad.
La gestación del Reino de Jaén se documenta de manera formal en un
privilegio real dado en Burgos el 21 de agosto de 1242 que reconoce la
concesión a la Orden de Santiago de la villa de Segura y sus términos,
excluyendo expresamente los territorios que pertenezcan a Murcia y los
términos ”pertinentes ad regnum de Jahen”. Esta parece ser la primera
mención que se conoce del hipotético reino de Jaén, que refrenda un privilegio
que concedió a la ciudad de Toledo el 4 de enero de 1246, cuando se
encontraba el rey en el cerco de Jaén, donde dice:
“Facta carta in exercitu apud Jahen Regis expensis quarta die lanuar,
era MCCLXXX, quarta”.
La confirmación oficial se refleja con toda solemnidad en carta redactada
por el monarca en Jaén el 31 de Marzo de 1246, en la que se intitula ya Rey de
Castilla, et de Toledo, de León, et de Galicia, de Córdoba, et de Murcia et de
Jaén. De estos actos se colige la existencia oficial del Reino de Jaén como
entidad político-administrativa importante, que se traduce en la concesión del
excepcional privilegio de tener asiento y derecho en Cortes.
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La existencia del reino giennense se registra en los documentos oficiales
de la corte, en los cuales, conforme al protocolo y siguiendo las normas de la
cancillería, aparece en la denominada clausula de corroboración donde se
relacionan los reinos de Castilla por orden de importancia, entre los cuales
figuraría Baeza detrás de Badajoz, e incluso de forma transitoria se agregan
Martos y Úbeda desde el 19 de octubre de 1233 a 1234. Jaén aparecerá en los
documentos reales a partir del 31 de marzo de 1246 ocupando el octavo lugar
en la corroboración de los últimos años, cuyo conjunto de diez reinos era por
este orden: Castilla, Toledo, León, Galicia, Sevilla, Córdoba, Murcia, Jaén,
Badajoz y Baeza.
Incluso en pleno siglo XIII, los reyes castellanos Alfonso X y Sancho IV
llegaron a acariciar la idea de dotar de rey propio a Sevilla y a Jaén. No
obstante, como nos informa un autor “después de 1304, tales especulaciones
carecen por completo de lugar, pero permanece siempre el concepto de reino
como entidad teórica y marco de acción administrativa”
Los límites del nuevo reino aparecen reseñados en varias fuentes y
autores clásicos:
“...Al Septentrión la Sierra Morena llamada de los antiguos los Montes
Marianos...” (ARGOTE, 11)
“... a la parte del Mediodía el Reino de Granada que comienza desde las
sierras de Cazorla y de Quesada y del nacimiento del río Guadiana el menor...”
(ARGOTE, 11).
“Atraviefa todo efte Reyno defde fu alindaño Oriental, que es la tierra de
Caçorla, hafta el Occidental, que fon los confines del Obispado de Córdoba el
famoso río Guadalquivir... (XIMENEZ PATÓN, 15 vto).
Más adelante, este mismo autor nos aclara la pertenencia eclesiástica y
administrativa de la zona cazorleña:
“El Adelantamiento de Cazorla es del Arzobispo y Santa Iglesia de
Toledo, y cae en efte Reyno...” (37).
5
Concluye Jiménez Patón con la descripción de los límites orientales que
recoge de autores anteriores:
“Por un rincón entre el Oriente y Septentrión alinda con el Obispado de
Cartagena; por Sierra Morena, con la villa de Chiclana y por la ve(n)ta de los
Santos y tierra de Veas” (195).
Lo accidentado del terreno, la falta de agua y la poca fertilidad del suelo,
hace que la población se establezca en las fértiles vegas de los ríos quedando
nuestra tierra como refugio de bandoleros, rufianes y ladrones; de ahí el refrán
que dice “vete a robar a Sierra Morena” y como lugar de paso de Castilla a
Andalucía.
Prueba de que sigue siendo el camino más importante durante la Edad
Media es la cantidad de mapas y escritos en los que queda reflejado que
fuimos importantes.
Un ejemplo palpable fue el viaje que hizo la primera duquesa de Alba,
María, madre de Gutierre de Toledo, Obispo de Plasencia, desde Alba de
Tormes (Salamanca) a Córdoba para visitar a su hijo.(1)
“Viernes, cinco días del mes de mayo de ochenta y seys (1486) partió la
señora doña María de Alva para Córdoba.
... Este dia a la venta de los Santos, a cenar. De pan para la mesa,
quatro panes, a seys maravedís cada uno, 24 maravedís. Costo un quarto de
carnero treynta e cinco maravedís. Dos levrasticas para la mesa, diez
maravedís. De paja para las mulas e azemilas doze maravedís, seys harneros.
De vino, a ocho maravedís el açunbre, cinquenta e ocho, para raciones e zala.
(1) Valentín Soria Sánchez en su libro “Trujillo en el siglo XV y Gutierre de Toledo, Obispo
de Plasencia, hijo del primer duque de Alba y conde de Coria.”
Por este paso se documenta el paso de un importante contingente de
moriscos en 1476; en los Itinerarios de Villuga y los de Meneses, así como en
la Cosmografía de Fernando Colón figura en el camino de Barcelona y levante
6
a Andalucía; se documenta igualmente el paso de Tariq, en 1101 4 el paso del
Cid para visitar a Alfonso VI que sitiaba Úbeda 5; Enrique II 6; Santa Teresa 7;
Cosme de Médicis 8; y Felipe IV en su viaje a Doñana y que Quevedo nos
relata pormenorizadamente en 1624.
Todavía podemos ver en el MTN, en su edición de 1888, hojas 814, 839
y 840, en el que la Vía Augusta figura como Vereda de los Serranos, ya que
como otras muchas vías pecuarias aprovechaban los caminos existentes; y que
como tal, se documenta el paso en el año 1476 por el contadero de Villanueva
de la Fuente de 140.096 cabezas de ganado ovino 9. Pues bien, en el tramo de
dicha vereda entre este último pueblo y Viveros figura como "Vía Romana", y,
al este de su paso por Sierra Morena desde las Aldeas de Montizón hasta
Puebla del Príncipe, como "Camino de Aníbal".
4 . MOPMA. El camino de Andalucía, p. 35.
5 . Santiago Rodríguez Guillén, p. 23.
6 . Pretel Marín, A. Villanueva de la Fuente..., p. 100.
7. Mapa adjunto de Efrén de la Madre de Dios. Tiempo y vida de Santa Teresa.
8 . Corchado Soriano, o.c., p. 29.
9. Pretel Marín, A. o. c., nota 18
Como consecuencia de la entrega de las villas de Chiclana y Beas a la
Orden de Santiago pertenecientes al Partido de los Infantes, estas se incluyen
dentro de la Mancha. La venta por tanto, sería manchega y así estuvo hasta el
siglo XVIII, como lo atestiguan los mapas que se ven a continuación.
7
LA VENTA MANCHEGA EN EL SIGLO XVI
8
LA VENTA MANCHEGA EN EL SIGLO XVIII
En el siglo XVI aparecen los primeros Repertorios de Caminos. La
primera publicación en Europa y en lengua moderna es la de Pedro Juan
Villuga, que tiene lugar en Medina del Campo, en 1546. Su título completo es:
Reportorio de todos los caminos de España hasta agora nunca visto en el
qual allaran qualquier viaje que quieran andar muy provechoso para
todos los caminantes. Compuesto por Pero Juan Villuga valenciano . Año
de MDXLVI. Con privilegio Imperial . Treinta años después, en 1576, publica
Alonso de Meneses un nuevo Repertorio de Caminos que, realmente, aporta
pocas novedades.
La intención con la que Villuga publica su obra es la de que sirva
como obra práctica de consulta que los viajeros llevarían encima; sus
9
dimensiones de 14 x 10 cm le otorgan esta característica de libro de
bolsillo. La forma en la que aparece descrito cada itinerario es la siguiente: se
enuncia primeramente el título del camino expresando el número de leguas que
median entre la cabecera y el final, después sigue la relación de los lugares y
las ventas por las que el camino transcurre, para mencionar -tras el nombre de
cada estación- el número de leguas o medias leguas, que la separa de la
precedente. Los números son romanos, adoptando indistintamente la grafía de
“i” o de “j” para expresar la unidad, siendo la unidad mínima de distancia la
media legua, a veces representada por la letra “m”.
En el mapa de España de la siguiente página, se pueden ver plasmados
todos los caminos que el libro de Meneses reflejaba.
10
LAS CALZADAS ROMANAS Y LOS CAMINOS DEL SIGLO XVI (REVISTA DE OBRAS PÚBLICAS, JULIO 1985
11
Otro libro parecido al de Villuga y Meneses es el de Ambrosio de
Salazar, publicado en 1612, donde refleja paso a paso todos los caminos de
España.
Solamente se han cogido los que pasaban por la Venta, que la he
subrayado en rojo.
Como curiosidad, la Venta del Villar ó Venta del Villar de Cecilia es
Venta Nueva.
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16
El siguiente documento que he encontrado es la guía de Caminos de
Pedro Pontón publicado en 1706 , donde se ve el camino, aquí, sin embargo no
aparece Venta Nueva.
GUIA DE CAMINOS DE PEDRO PONTÓN EN 1705
17
Seguramente que Santa Teresa, utilizó el repertorio de caminos de
Villuga para la fundación del convento de Beas en 1575, que es lo que voy a
relatar a continuación.
EL PRIMER VIAJE DE SANTA TERESA A JAÉN
(EFREN DE LA MADRE DE DIOS O.C.D.)
Santa Teresa y sus compañeras fundadoras de conventos, iban siempre
acompañadas de quien las pudiese confesar, “y esa era la primera hacienda
cada día; y luego comulgaba ella (Tiempo y Vida, 2ª ed. P. 925).
A los principios iba con ellas el capellán Julián de Ávila. Años adelante,
tres descalzos y algunos seglares. Los días de partida comulgaban todas las
compañeras, y durante los caminos procuraba que los sacerdotes no dejasen
ni un día sin celebrar.
El encerramiento o aislamiento, sello de las descalzas, debía estar
siempre con ellas, pues ellas eran el convento.
Procuraba también rodearse de una cierta dignidad, para que la gente
no tuviese en menos las monjas y no se les atreviesen con palabras
descomedidas que suelen decir a mujeres de poca consideración; “quería que
en lo exterior fuesen como mujeres principales” (F. Ribera, V.S.T. 1.2, c. 18).
Ella aclaró a su cuñado Juan de Ovalle que iban cubiertas con los velos porque
“si las viesen romeras y mal en orden, se les atreverían a decir
deshonestidades por los caminos”.
Escogía en lo posible, buenos vehículos; coches y aún literas; si
buenamente las podía haber. Cuando no, carros muy bien cubiertos, que era lo
ordinario.
Aquellos carros se transformaban, como por ensalmo, en “coro, casa y
sala de recreo”. Primeramente señalaba algunas a quienes las demás
obedeciesen, y con esto tanteaba si tenían talento para gobernar.
18
El entrar y salir de los carros era algo solemne, y tenía que ser con la
capa blanca y el velo negro sobre el rostro. Se adelantaban a los hombres para
mirar la posada y ponerla en condiciones, para que no hubiese más que salir
del carro y ocupar la posada, sin pérdida de tiempo (Tiempo y vida, p. 927).
En los carros nunca faltaba agua bendita, y también llevaban un niño
Jesús, un reloj de arena y una campanilla pequeña; a veces, una imagen de S.
José, de la SS. Virgen o un devoto Crucifijo.
Pasar por delante de una iglesia donde estuviese reservado el SS.
Sacramento, era una auténtica profesión de fe, cuando eran lugares discretos:
“Hacía nos postrásemos todas con profunda reverencia”, dice Ana de Jesús y
aunque estuviese cerrada la puerta, se apeaba y hacía esto, diciendo: “¡Qué
gran bien, que hallemos aquí la Persona del Hijo de Dios!”
También se hacían en los carros las mortificaciones acostumbradas en
el convento: “rezaban sus horas y había silencio y gran recogimiento”. Tanto
que no se permitía hablar ni con los religiosos ni con los seglares. Y cuando se
levantaba el silencio era una explosión de júbilo, y todos lo celebraban como
una fiesta, pues el silencio lo guardaban hasta los mozos y carreteros.
En las posadas se mantenían encerradas, y los recados sólo podía
recibirlos la que había sido designada portera. “En los mesones ni en otra parte
no se desnudaban. A veces se pasaban las horas en oración vocal y mental”.
La madre era siempre la última que se acostaba y la que despertaba a todas. Y
añade Ana de Jesús: “Ella quería guisar lo que todas habíamos de comer.”
Durante los viajes iba pendiente de lo que cada una pudiese necesitar. A
su enfermera encargaba “acudir y regalar lo mejor que pudiese a la gente
necesitada, y a los carreteros y demás mozos que en el camino servían”, dice
Teresita de Cepeda.
Eran tan encarecidas sus palabras cuando hablaba con Dios, que dejaba
suspensos a los propios arrieros. Llamaba a veces a los que iban a pie y
mantenía con ellos conversación con tanta gracia que olvidaban el cansancio
19
del camino; aunque no faltaba el zumbón que oyéndola decir que así ganarían
el cielo, replicó malhumorado: “¡También lo ganaba yo dende mi casa”.
Así era cuando iban en carros. Cuando los viajes, por ser más urgentes,
eran en mulos, la Santa mostró su pericia particular para mantenerse enhiesta
sobre ellos, aunque se espantasen las bestias. Se conservan varias sillas de
montar de la Santa, como la de Ávila y la de Palencia. El Padre Gracián, torpe
jinete él, la admiraba, y declaró: “Acaeció una vez disparar a correr la mula en
que iba, alborotándose, y ella, sin dar voces ni hacer extremos de mujer, la
frenó”
Antes de hacerse cargo de una fundación la Madre Teresa se informaba
minuciosamente de sus condiciones: cómo se mantendría, qué enlaces tenía
con sus restantes fundaciones, cómo eran los caminos y sus comunicaciones
por correo.
La primera invitación que recibió de Beas de Segura (Jaén), la puso en
movimiento de investigar. La invitación le había llegado por correo propio, es
decir, en mano, que era el medio más costoso y más eficaz. Y lo primero que
hizo fue informarse del mismo portador: “yo me informé del hombre. Díjome
grandes bienes de la tierra”. Averiguó también a qué distancia se hallaba y
cómo eran los caminos.
La distancia y el estar tan a desmano la arredró un poco, porque tenía
que contar con el consentimiento del Comisario Apostólico: “Mirando la muchas
leguas que avía desde allí, paracíame desatino”.
Las distancias y los caminos eran conocidos por ciertos manuales que
corrían de mano en mano. El más conocido era el de Juan Villuga: Repertorio
de todos los caminos de España (Valencia, 1545. Medina del Campo, 1546).
Posterior a éste y con algunas correcciones, de Alonso de Meneses:
Compendio y memorial o abecedario de todos los principales caminos de
España (Toledo, 1568).
Más usados todavía eran otros itinerarios privados, muy corrientes, que
se proporcionaban los que tenían que viajar con alguna frecuencia.
20
A lo largo de seis meses estuvo la Madre Teresa planificando
minuciosamente la excursión a la raya de Andalucía. Con fecha 24 de
septiembre de 1574 escribía a M. Bautista, priora de Valladolid, muy
entrometida en todas las empresas de la Fundadora: “Sepa que no es Beas en
el Andalucía, sino cinco leguas más acá que ya sé que no puedo fundar en el
Andalucía” (Cta. 72,4).
Esta era la conclusión de la Madre Teresa después de tantas
investigaciones, tan aplomadas como ella solía hacerlas. Fue más tarde
cuando comprobó que Beas gozaba de doble jurisdicción, que daba pie a una
contradictoria filiación territorial. “Averiguóse, dice Gracián, que en cuanto a los
pleitos seglares de las Chancillerías era distrito de Castilla; más que en cuanto
a las religiones era provincia de Andalucía” (Schollas).
Los expedicionarios se concentraron en el convento de Malagón, lugar
calificado por la Santa, ya desde los principios como “lugar tan pasajero” (Cta.
104, 7). Partieron de Malagón el 14 de febrero de 1575. Eran nueve las monjas,
además de una aspirante, natural de Villarrubia de los Ojos, llamada Lucía
Martínez, los mozos y carreteros de alquiler y el ajuar indispensable todo en
cuatro carros, amén de los mulos para los escuderos.
El alquiler de cada bestia era de 2 reales por día y cincuenta reales por
mes a 8 leguas por día. Cada mozo cobraba diariamente 4 reales.
El itinerario directo, minuciosamente cronometrado, era entrando por el
punto más cercano de la Encomienda de Santiago, que comenzaba en la
localidad de la Membrilla, contigua a la villa de Manzanares.
La primera jornada, lunes de carnaval, fue desde Malagón a
Manzanares. Allí pernoctaron, según cierta tradición y al día siguiente, martes
de Carnaval, pasaron la raya de la Encomienda de Santiago por la Membrilla,
con la intención de celebrar la Santa Misa en el primer lugar a propósito. Eran
dos los sacerdotes de la comitiva: el capellán Julián de Ávila, y el sacerdote
Gregorio Martínez, hermano que era de la postulante Lucía Martínez.
21
El gobernador civil, D. Gómez Velázquez, de la Orden de Santiago,
residía a la sazón en la villa de Infantes, cabeza del Campo de Montiel. Entre
los moradores de la Membrilla había un hidalgo, llamado D. Bartolomé de
Ahumada. Sospechamos que se trata de un primo de la Santa, hijo quizá de su
tío D. Juan de Ahumada, que años antes había fijado su residencia en
Castilblanco (Badajoz), por donde la Santa había pasado en 1548, al regreso
de la romería de Guadalupe, visitando a cuantos familiares hallaba en su
camino.
El primer problema de la Santa Madre, en amaneciendo, era que los
sacerdotes pudiesen celebrar la Sta. Misa y dar la comunión a las monjas, y la
parroquia de Manzanares estaba destruida desde el incendio que la consumió
el día de Corpus de 1571. Decidieron buscar suerte en La Membrilla, que
estaba al lado.
“En las afueras de La Membrilla, leemos en un relato de 1575. Hay una
ermita que está en el castillo que llaman del Tocón, de mucha devoción en esta
villa y su comarca”. Estaba a cargo del bachiller Pedro Ramírez, y se tenían
que decir cada semana dos misas. Aquí hubo de ser donde dijo la misa el
capellán Julián de Ávila, y después no podía decirla el otro sacerdote Gregorio
Martínez, por falta de provisiones. La Sta. Madre suspiró pidiendo a Dios que lo
remediase; “y casi milagrosamente, asegura Ana de Jesús, se halló lo que
faltaba”.
El camino real del Andalucía corría desde allí a la Solana, a una legua
grande, que lindaba con los términos del Campo de Montiel, el partido de
Segura y la bailía (jurisdicción) de Caravaca.
Desde la Solana el camino real continuaba por Alcubillas, “a cuatro
leguas moderadas de camino real derecho”. Este camino cruzaba el Jabalón
por vado, y dos leguas al sur pasaba por Cazar, y otras dos adelante, entraba
en la Torre de Juan Abad, meta de la jornada, donde tenían que pernoctar y
contratar espoliques (Mozo que camina a pie delante de la caballería en que va
su amo) adiestrados en los pasos de Sierra Morena.
22
Torre de Juan Abad era el paso obligado entre Castilla y el Andalucía. La
villa rebosaba de trajinantes, concentrados mayormente en la Venta del Villar
(En 1617, es reconstruida por el Comendador de Segura, Suárez de Figueroa,
pasándose a denominar Venta Nueva), a media legua de distancia, junto a la
fuente del villar. Se presume que fue aquí donde pasó la noche Sta. Teresa.
El alquiler de los espoliques previó todas las contingencias del camino
hasta Beas; pues amén de los carros y bestias de tiro, alquilaron bestias de
refresco para el vado del Guadalimar. Todo hacía suponer que pensaban
seguir todo el camino real hasta Beas pasando por dicho vado.
Al levantarse la madrugada del miércoles de Ceniza, 16 de febrero, se
pusieron en camino hacia Beas que distaba siete leguas, que podían muy bien
hacer en una jornada corta, para llegar allá a media tarde, como habían
previsto, de acuerdo con los vecinos de Beas. Todo iba meticulosamente
previsto.
Y comenzaron a caminar los cuatros carros, los mulos de refresco, los
escuderos en sus mulos y los mozos, los carreteros y los capellanes.
Todos los haces de caminos que iban y venían, se anudaban en el
puerto de Sierra Morena, puerta del Andalucía, en el sitio preciso de la Venta
del Barranco. Desde aquí seguían hasta la Venta de los Santos y Santisteban
del Puerto, donde la antigua vía romana coincidía con la nueva vía del
Condado.
Tenían ante sus ojos la tierra del Andalucía.
Los espoliques de Torre de Juan Abad condujeron a las fundadoras por
el camino real hasta la Venta de los Santos. Allí, no acertamos porqué motivo,
rebasado el lugar se desviaron a su izquierda, con la intención quizá de tomar
el camino real que bajaba de Alcaráz a Granada por el vado del Guadalmena.
Se desviaron junto al cerro de los Candilonares, por los cortijos del
Engarbo y del Roblear, llamado también de las Minas. A poco trecho del
Roblear, el camino se bifurcaba: a la derecha en ondulaciones descendentes
hasta el nivel del rio, donde había un vado, llamado de linarejos, que todavía
23
hoy atraviesan las caballerías. Tomaron, sin embargo el ramal izquierdo, que
les venía de cara, menos accidentado de momento, pero que poco después
abocaba en unos precipicios horripilantes, con desniveles superiores a los 300
metros, cortes a pico que se multiplicaban en todas direcciones. Eran las
llamadas Riscas de Valdeinfierno.
A una esquina, por la izquierda, se desdoblaba un camino pendiente que
bajaba hasta el Cortijo de El Norte, al nivel de la corriente del rio, donde
confluyen los ríos Herreros y Guadalmena. Los carros y toda la gente se
quedaron bloqueados en un laberinto de precipicios, hasta que oyeron una voz
que subía de lo hondo, quizá del Cortijo de El Norte, invitando a los caminantes
a retroceder con tiento de la forma que aquella voz indicaba.
El relato de una testigo, Ana de Jesús, recoge el estremecimiento que
embargaba a nuestros caminantes: “Ya que llegamos a la postrera jornada en
Sierra Morena, perdieron los carreteros el camino de manera que no sabían por
dónde iban, nuestra Madre Teresa de Jesús comenzónos a mandar a ocho
monjas que con ella íbamos pidiésemos a Dios y a nuestro Padre S. José nos
encaminase, porque decían los carreteros que íbamos perdidos y que no
hallaban remedio de salir de unos riscos altísimos, por donde íbamos. Y al
tiempo que la Sta. Madre nos mandó lo dicho, comenzó desde una hondura
muy honda, que con harta dificultad se veía desde lo alto de aquellos riscos en
que estábamos, a dar grandes voces un hombre que en la voz parecía anciano,
diciendo: ¡Teneos, teneos, que vais perdidos y os despeñaréis por ahí! A estas
voces paramos. Y los sacerdotes y personas seglares que iban con nosotros,
comenzaron a escuchar y preguntar: Padre, pues ¿qué remedio tendremos
para remediarnos y salir del estrecho en que estamos? Él le respondió: que
echasen hacía una parte, que vimos todos que milagrosamente habían podido
atravesar por allí los carros”.
Las mulas, contagiadas del júbilo de los liberados del lance, parecían
volar. “Esta ligereza de las mulas, dice Ana de Jesús, fue de manera que,
habiendo aquél día sacado del pueblo de donde salimos bestias y hombres
para pasar el rio Guadalimar fuera de los carros, en llegando a él nos hallamos
24
en la otra parte sin haber tenido lugar de salir de los carros ni podernos
menear. Y así se espantaron los principales del pueblo de Beas que nos
salieron a recibir, de ver la gran jornada que aquel día se había podido andar”.
El 16 de febrero de 1575, a media tarde, a pesar de las dos horas que se
había llevado el extravío de las riscas, las fundadoras entraban en la villa de
Beas.
Las promotoras de aquella fundación, las hermanas Catalina Godínez y
María Sandoval, como quien no da nada, ofrecieron sus casas principales para
hacer en ellas el convento, amén de lo que les había quedado de la hacienda,
que eran 6.000 ducados.
25
EN ROJO, RECORRIDO DE SANTA TERESA DE JESÚS POR LOS CAMINOS DE LA VENTA HACIA BEAS
En el libro “Itinerario Español o Guía de Caminos, para ir desde Madrid a
todas las ciudades y Villas más principales de España”, impreso en 1767, sigue
apareciendo la Venta como parada importante según se ve en los distintos
tramos.
26
PORTADA DEL LIBRO “ITINERARIO ESPAÑOL, O GUÍA DE CAMINOS”
27
ITINERARIO DE MADRID A ÚBEDA, GUADIX Y ALMERIA
28
CAMINO DE VALENCIA A LAS ANDALUCIAS
29
Por fin en el siglo XVIII, la venta pasa a pertenecer a la provincia de
Jaén, como se puede apreciar en los dos mapas siguientes.
LA VENTA EN JAÉN FINALES DEL SIGLO XVIII DENTRO YA DE LA PROVINCIA DE JAÉN
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OTRO MAPA DE LA VENTA EN EL SIGLO XVIII YA EN JAÉN
A finales de la Edad Moderna y comienzo de la Contemporánea,
España, que ya estaba en su mayoría dividida en provincias tal como la
conocemos hoy en día, salvo pequeñas modificaciones, hace una revisión
catastral y modifica y concreta los términos de cada municipio. Esto conlleva a
enfrentamientos y litigios entre distintos pueblos por sus límites.
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En el siguiente artículo veremos las vicisitudes de lo que nos afecta a
nuestro término.
La organización territorial de la provincia de Jaén, 1750-2000:
permanencia y cambio.
Amparo Ferrer Rodríguez y José Antonio Nieto Calmaestra, del Departamento de
Geografía, Universidad de Granada
Concepción Camarero Bullón, Departamento de Geografía, Universidad Autónoma de Madrid
Las provincias que formaban la Corona de Castilla en 1750 y en las que
se van a realizar las averiguaciones catastrales eran: Galicia, León, Burgos,
Zamora, Toro, Palencia, Valladolid, Salamanca, Ávila, Segovia, Soria, Cuenca,
Guadalajara, Madrid, Extremadura, Toledo, Mancha, Murcia, Jaén, Granada,
Córdoba y Sevilla.
De ellas, las más modernas eran la de Galicia, formada en 1623 al dar
voto en Cortes a Santiago (hasta entonces todo el reino de Galicia pagaba los
servicios a través de Zamora), Extremadura, formada al dar voto a Trujillo en
1653 (la capital será después Badajoz), y Palencia, en 1656, que se forma
desgajando la parte central de la de Toro, que desde entonces quedará como
provincia tripartita. A mediados del siglo XVIII se constituiría la de La Mancha,
con capital en Almagro, por iniciativa del ministro de Estado de la época de
Ensenada, José de Carvajal y Lancaster.
Pues bien, como se ha señalado anteriormente, aquí vamos a ocuparnos
únicamente de una de esas 22 provincias o intendencias provinciales, la de
Jaén, cuya demarcación territorial es resultado de la división provincial de
Javier de Burgos de 1833 y no es coincidente con la Intendencia, Provincia o
Reino de Jaén existente a mediados del XVIII, pues, como puede comprobarse
en el Mapa 1, la actual Provincia comprendería:
1. El territorio de la Intendencia jiennense .al frente de la cual fue
nombrado en 1750 don Francisco Varona y Rozas, caballero de la Orden de
Calatrava, marqués de Villaitre., salvo el término de Villafranca de las Agujas
(hoy denominada Villafranca de Córdoba) y el de Bélmez, ambos incluidos en
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la actual provincia cordobesa y pertenecientes al antiguo Reino de Jaén por su
vinculación a la Encomienda marteña de la Orden de Calatrava.
2. El sector nororiental, lo que hoy constituye la mayor parte de la Sierra
de Segura(1), estaba integrado en el Reino de Murcia, perteneciendo todas sus
poblaciones a la Encomienda de la Orden de Santiago, dependiente del Partido
murciano.
3. Las villas de Beas de Segura y Chiclana, que estaban incluidas en la
provincia de La Mancha y pertenecían también a los territorios de la Orden de
Santiago, dependientes del Partido de los Infantes.
4. Y, finalmente, las villas de Solera y Bélmez de la Moraleda (o
Moraleda de Bélmez), la primera de señorío, perteneciente al duque de
Santisteban, y la segunda, realenga, que se hallaban en el Reino de Granada e
integradas en el Partido de las Villas.
Como resultado de la organización territorial expuesta, la actual
provincia jiennense debería haber sido catastrada bajo la responsabilidad y
mando de cuatro intendentes: don Francisco Varona y Rozas, para el territorio
del Reino de Jaén, don Pedro Manuel de Arandia Santisteban, para el sector
correspondiente a la provincia de La Mancha, don Luis González Torres de
Navarra, marqués de Campoverde, para aquellos dos términos que se
localizaban en el Reino de Granada y don Diego Manuel de Mesía y Barnuevo,
para la parte correspondiente a la provincia de Murcia.
Sin embargo, la realidad no fue exactamente ésa. Los territorios
entonces Manchegos y granadinos fueron catastrados por los respectivos
intendentes, Arandia y Campoverde, mientras que la zona entonces murciana
fue catastrada por primera vez por el marqués de Malaspina, y por segunda,
por Juan Phelipe Castaños. Al inicio de las operaciones, aquél, intendente de
ejército del Reino de Valencia, fue comisionado para operar en el Reino de
Murcia, apartando a Mesía de dicha labor. Tal decisión estuvo relacionada con
el hecho de que Malaspina fue uno de los miembros de la Junta de Intendentes
que informó positivamente el proyecto de única contribución. Sin embargo, su
labor, por razones de edad, de salud, familiares y manifiesta incomprensión del
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método operativo, en cuya elaboración y diseño él había participado
activamente, fue caótica. En consecuencia, en febrero de 1755 fue apartado de
la Única y encomendada la labor de recatastrar toda la provincia a Juan
Phelipe Castaños, que previamente había actuado en Galicia.
(1) Las denominadas a mediados del siglo XVIII como villas de Segura de la Sierra, Hornos,
Orcera, Benatae, La Puerta, Torres de Albanchez, Génave, Villarrodrigo, Siles y La Puebla de
Santiago.
Por otro lado, y como estudiamos en otro trabajo, con la finalidad de
acelerar las averiguaciones catastrales en la provincia, el territorio de la
intendencia jiennense fue dividido, a tales efectos, en dos departamentos a la
altura de abril de 1751. Ello hizo que las averiguaciones de una zona de la
provincia quedasen bajo la dirección de un Comisionado, don Manuel Velarde
Cevallos, y la otra, bajo la dirección del Intendente, Francisco Varona y Rozas,
marqués de Villaitre.
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En el mapa 1 se describen los partidos existentes en 1755
(Montizón no existía como tal)
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En el mapa 2 se han señalado los términos catastrados y descritos con motivo de la
operación de la Única Contribución. (Montizón no existía como tal)
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en el mapa 3 se han señalado todos los lugares en los que se realizó operación catastral
separada, aunque no tuvieran término definido por estar proindiviso o integrado en otra
jurisdicción. (Montizón no existía como tal).
Úbeda por su parte septentrional limita con el Condado de Santisteban,
constituido por la villa de Santisteban del Puerto y los lugares de Castellar y las
Navas, llevándose a efecto operaciones catastrales separadas.
Así, según consta en los Autos Generales de la Villa de Santisteban
(40), el día 18 de febrero de 1752 el Señor Juez subdelegado don Antonio de
Alcántara dice que, «habiendo entendido que el término de esta villa está
proindiviso con el de sus aldeas de las Navas y el Castellar, y que por esta
razón no se puede dar punto fijo al correspondiente de cada uno, mandó se
haga consulta al señor don Manuel Velarde Ceballos, de quien depende su
comisión, para que le dé la orden que tuviere por conveniente al reparo de esta
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dificultad», a lo que el señor don Manuel Velarde contestó que se delimite a
partir de la dezmería y que se ponga de acuerdo con el subdelegado de
Castellar.
No obstante, el Comisionado consultó a la Real Junta, por mano de su
Secretario, Sánchez de Valencia, como era norma, ratificando ésta la medida
adoptada, al ordenar que los peritos de la audiencia de Castellar con los de
Santisteban, junto con el agrimensor, pasen a hacer la división de términos por
el citado orden de dezmería y, una vez ejecutado, declaren el deslinde de dicho
término.
En su carta a la Real Junta, Velarde explica la situación y expone que no
es exclusiva de estos términos. Veamos: «el subdelegado que destiné a la villa
de San Esteban del Puerto me propuso en fecha de 18 del presente [febrero de
1752] la dificultad de no tener la dicha villa señalamiento de circunferencia de
término, por estar éste unido con sus dos aldeas de el Castellar y las Nabas,
cuyas jurisdicciones se hallan sujetas a la referida de San Esteban, a lo que
respondí, por modo de providencia (ínterin por VS lo manifestaba a la Real
Junta, como lo hago), que se governara por la diezmería, por la que a juicio
prudente podía demarcar el término y que, para asegurar más bien el acierto
respecto que dicha villa y las dos referidas aldeas son de el estado de
Sanesteban y éste de mi departamento, que en el Castellar tengo juntamente a
el subdelegado que nombró la Real Junta, se pusiese de acuerdo de mi orden
con éste para que, juntándose los peritos de uno y otro, señalasen por dicha
diezmería los referidos dos términos, dejándole el correspondiente a las Navas
y, no obstante las dificultades que en la práctica se pueden ofrecer, me ha
parecido medio menos confuso el de dicha providencia para evitar la
reproducción de medidas de todo su continente y que al final saliese una
liquidación fantástica de tierra que no se pudiera verificar, pues, prevenidos así
uno y otro subdelegado, señalará cada uno a su población determinada
circunferencia. Respecto que esta misma dificultad se ofrecerá en las villas de
Villacarrillo, Yznatorafe y Villanueva del Arzobispo (según estoy informado) se
lo participo a VS para que, teniéndolo por combeniente, ynforme a la Real
Junta de las dichas dudas y mi interina resolución».
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En una pequeña esquela, unida a un resumen del contenido de la carta,
aparece el lacónico y significativo comentario de, «esto está arreglado a lo
resuelto en semejantes casos », que se convierte en un texto mucho más
explicativo en la carta que se envía a Velarde desde Madrid, fechada el día 3
de marzo del referido 1752, según la cual, en Junta celebrada el día anterior,
se «aprueban las providencias tomadas por Vm para la descripción del término
de cada una de las tres poblaciones, cuya práctica deberá seguir en semejantes
casos». Práctica, que, como hemos visto y veremos más adelante, es la que se
siguió también en otras poblaciones jiennenses.
En consonancia con lo resuelto, se procedió el día 26 de marzo de 1752
a hacer una descripción detallada de cada uno de los límites de Santisteban. Y
es la indicada en los Autos la que se ha seguido al trazar la demarcación entre
Castellar y Santisteban. Sin embargo, el límite entre las Navas y Santisteban
no se ha podido precisar con tanta exactitud, dado que sólo hemos dispuesto
de los Autos de Santisteban, pero no de los pertenecientes a las Navas, al no
haberse conservado los mismos en el Archivo Histórico Provincial de Jaén, lo
que ha dificultado el amojonamiento entre este lugar y su matriz.
Tampoco quedan perfectamente definidos los límites trazados entre
Chiclana de Segura y Castellar. Montizón, aunque en los Autos de Santisteban
se señala la dehesa de Montizón como adscrita a Castellar. Dicha dehesa
pertenecía al Ayuntamiento de Santisteban por permuta que se hizo con el
Conde. En 1767 Olavide la ocupa junto a mil fanegas del cortijo de la Condesa,
lo que provocó graves protestas.
En 1814 Montizón solicita tener ayuntamiento propio y Santisteban
informa favorablemente. En 1888 se anexionó a Castellar hasta que en 1906
consigue la independencia definitivamente .
Aparte de esta modificación que afecta a Montizón, cabe decir que parte
de lo que hoy es el término de Aldeaquemada pertenecía, hasta la segregación
de este municipio, en 1814, a Santisteban. En concreto la división de términos
Santisteban-Vilches en 1752 habría que hacerla en el río Guarrizas, ya que la
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mitad occidental de lo que hoy es el término de Aldeaquemada consta como la
dehesa del Chortal y el paraje de las Cuevas en las respuestas de Vilches.