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Ediciones FUNDECEM / Simón Bolívar, escrito en Jamaica

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Jorge Dávila Selección de textos, compilación y comentarios

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Simón Bolívar

ESCRITO EN JAMAICA

Edición a cargo de Jorge Dávila

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Simón BolívarEscrito en Jamaica

Jorge DávilaSelección de textos, compilación y comentarios

Mérida República Bolivariana de VenezuelaOctubre de 2015

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Simón Bolívar Escrito en Jamaica© Jorge Dávila, selección de textos, compilación y comentarios© FUNDECEM

ColeCCión Campaña admirable

Gobierno Socialista de MéridaGobernador Alexis Ramírez

Fundación para el Desarrollo Cultural del Estado Mérida - FUNDECEMPresidente Pausides Reyes

Editor Gonzalo Fragui

PortadaAutor: Mauro BelloTítulo: BolívarDimensión: 35 x 60 cmts.Año: 2006

Fotografía: Oswaldo DuránCortesía: Miguel Delgado

Depósito Legal: LF49120159003123ISBN: 978-980-7614-31-3

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Simón Bolívar Escrito en Jamaica

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Bolívar como voluntad irreverente

Desde hace ya largo rato que andamos esculcando más allá de la superficie de la tumba consagrada al héroe. Una inquietud de sospecha, primero, nos puso a pensar que otro compromiso era posible. Después conoceríamos la indignación, estimulada por el tufo necrofílico de aque-llos discursos que, sobrecargados por la panzuda elocuen-cia de los oradores, se empeñaban en petrificar la voluntad presente divinizando la voluntad pasada. Convertimos la indignación en posibilidad de vida para hoy y nos tro-pezamos con otro Bolívar. Intempestivamente Nietzsche se aparece sin haberlo buscado para decirnos que: “…si tenéis necesidad de consultar biografías, no escojáis las que llevan el título: El señor fulano y su tiempo, sino que debéis preferir los estudios que podrían titularse: Un lu-chador que combatía su tiempo”. No fue Bolívar un hom-bre de su tiempo. Su voluntad de poder se convirtió en la fuente del impulso demoledor más importante del tiempo que le correspondió vivir. No se puede apreciar la magni-tud revolucionaria del Bolívar hombre de carne y hueso si nos dejamos arrastrar por la perspectiva domesticadora de la historiográfica que, en su empeño de disputarle al Vaticano las facultades beatificadoras, pretende vender en el mercado del insulso buhonerismo intelectual a un San Simón excomulgado por la Santa Iglesia católica apostólica y romana.

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En el culto religioso al héroe dormitan las almas su-misas de la servidumbre voluntaria. Otra mirada es posi-ble. Volver a Bolívar para buscar en su ejemplo alimento vital para las luchas que debemos librar hoy es atreverse a trascender la modorra conservadora que intenta anclarnos al puerto de los mecanismos remozados de la dominación de ayer. Bolívar conductor de pueblos no tiene absoluta-mente nada que ver con el Bolívar momificado de la leyen-da divina. La historia no es un libreto que transita por los rieles de unas leyes inexorables descubiertas por los genios del positivismo. Es lucha, es conflicto de intereses, son di-ficultades múltiples, es peso muerto de la costumbre que la tradición dominadora ha colgado siempre del cuello de los pueblos y en ese piélago de angustia la irreverencia se hace carne, se hace hombre y emerge la dignidad conjuga-da en los conductores extraordinarios. Decía Plejanov que: “El gran hombre es, precisamente, un iniciador, porque ve más lejos que otros y desea más fuertemente que otros”.

Una tormenta de dificultades conmociona el mundo de hoy. Como crisis civilizatoria la han taquigrafiado no pocos pensadores que orientan sus esfuerzos a desmarcar el horizonte transformador de la banalización que la que-rella menuda ha intentado darle al asunto. No olvidemos que la colonización del territorio mental de los pueblos dispone de mecanismos más sofisticados de control y el púlpito para el sermón anunciando castigo divino ya no es el mismo ni los pastores son monoteístas. Otros dioses, más crematísticos y terrenales, integran el olimpo de los dioses adorados por los cruzados de la reconquista presen-te. Permítaseme el atrevimiento de apelar a otro incómodo pensador, Carlos Marx, para contribuir en la ampliación de la mirada: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se

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producen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez como farsa”. La mercenarización de la lucha política copa la escena. Hé-roes virtuales convertidos en conductores por obra y gracia del espectáculo. Desde esta perspectiva Bolívar es vulgar adorno, comodín, para justificar la neocolonización.

La dimensión de la trascendencia de Bolívar es ver-bo profundo hecho pensamiento, pero también es acción conjugada políticamente en proyecto radicalmente revolu-cionario. Dícese del encuentro entre Bolívar y Morillo que el jefe español pregunta cuál de aquellos que se acercan es el Libertador. “El de pequeña estatura que monta sobre el jumento esquelético”. A propósito de esta escena don Mariano Picón Salas escribiría: “Como don Quijote, a ve-ces el Libertador podía ser caballero de triste figura porque no tenía la marcialidad de la apariencia, sino la del ánimo y la del impulso amoroso. Más que don Quijote, el des-velado caminador fue recorriendo y palpando en la mar-cha inmensa todas las quejas, agravios y esperanzas de un continente que despertaba de la modorra y la humillación coloniales. Las teorías que había leído en los libros ilumi-nistas y las que soñó con su genio de fundador de pueblos las sometía a la prueba de una experiencia desgarrada”

Doscientos años en la anónima vida de un hombre es mucho tiempo. La inmediatez del rato de vida que nos corresponde transitar nos mantiene tan apurados que muy poco interés despierta la posibilidad de una mirada de más largo aliento. La lejanía temporal predispone al culto y a los recitales memorísticos de lo que fue. Por esta ruta los documentos que dan cuenta del espíritu subversivo de otra época se convierten en primordiales piezas de archivos y museos, importantes para la exhibición, de mucha utilidad para reafirmar la distancia histórica y, por consiguiente, su

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nula conexión con el presente. La Carta de Jamaica es docu-mento subversivo y como tal despierta la vigilancia de las almas conservadoras. Rescatarlo de la inofensiva quietud que los sepultureros de hoy se empeñan en mantener es tarea titánica. No pretendemos que la Carta de Jamaica sea una receta política de 1815 hecha a la medida del año 2015. Otro contexto histórico agenda la lucha emancipatoria ac-tual. Es una verdad de Perogrullo. Sin embargo, las ideas de independencia y unidad hispanoamericanas contenidas en el documento son tan urgentes en la actualidad como lo fueron ayer. Que sean otros los actores del drama coloni-zador no es razón suficiente para renunciar a luchar por la libertad. La “Contestación de un americano Meridional a un caballero de esta isla” es el grito del “espíritu de liber-tad” que desde los primeros días de la Sociedad Patriótica se atrevió a desafiar la calma de los conservadores mantua-nos que apenas estaban dispuestos a una juntita conserva-dora de los derechos de Fernando VII. La Carta de Jamaica es, para las almas insumisas, la voluntad irreverente que necesitamos como ejemplo para templar la voluntad de las luchas presentes.

Pausides ReyesPresidente de FUNDECEM

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El débil necesita una larga lucha para vencer

S. B.

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Bolívar, Jamaica 1815

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Frente a la derrota, la razón

A finales del año 1814, Bolívar y su ejército han sido derrotados de forma aplastante por las tropas comandadas por el sanguinario José Tomás Bóves. Ese ejército, no obstante, pudo librarse de aquel personaje pero no, por supuesto, del control que nuevamente tendría el reino español sobre la tierra venezolana. Sin embargo, en la corte imperial de España no estaban conformes con la derrota que sufrió el ejército de los libertadores. Desde España, la visión sobre el carácter de la guerra que comandaban los libertadores era muy precisa. Sabían que continuaría de manera cada vez más aguda. Los suramericanos no cederían en su empeño de conquistar la Independencia y liberación de su patria y, para ello, con toda certeza, recompondrían su ejército libertador.

Por esa visión del Imperio, el mismo Rey designa un poderoso ejército, con tropas muy bien seleccionadas, que viaja a Venezuela no sólo a poner en orden el desastroso mando en el gobierno que controlan los compinches, civiles y militares, de los sanguinarios personajes formados por Boves. Al mando de ese ejército estaba un veterano de guerras en Europa, el General Pablo Morillo. Es la única vez que el Imperio español envía fuera del territorio europeo semejantes fuerzas. Es como una invasión por la fuerza, la más poderosa que el Imperio podía en ese entonces realizar. Pero lo hace sobre un territorio que, desde tres siglos atrás, el Imperio considera de su propiedad y así lo maneja. Trescientos años de experiencia de dominación, con las espadas apoyadas en la cruz, sobre los pueblos amerindios acompañan históricamente a Morillo y su ejército.

Simón Bolívar, que comandó desde apenas tres años atrás al ejército libertador, cuenta exactamente con esa breve

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experiencia militar liberadora. Él mismo, como sabemos, formó desde la base ese ejército libertador. Comenzó en el exilio en Cartagena, en 1812, con muy pocos hombres y pocas armas, la fuerza que en pocos meses lo lleva a la primera gran derrota de las fuerzas armadas que defendían la opresión del Imperio español: la Campaña Admirable, en la que se erige como Libertador y restituye el gobierno de la primera República a mediados de 1813. Pero muy pronto, el odio y la sed de venganza del espíritu imperial, sembrado hondamente en las almas de quienes mantenían fidelidad al dominio y opresión del reino de España y no querían perder sus prebendas, encontró en las masas más pobres e ignorantes la fuerza que podían controlar para volcarlas en contra del ejército libertador. Así como en 1812, para aplastar la primera República, habían sacado provecho del terremoto para manipular la ignorancia y hacer ver al pueblo que el mismísimo Dios castigaba a los que atentaran contra el dominio imperial, del mismo modo, desde fines de 1813, manipularon al pueblo alimentando las figuras de caudillos sanguinarios que, erigidos en vengadores de la Guerra a muerte, restituirían el buen orden de Dios y del Rey. Sólo que, esos mismos caudillos, los Boves, Morales y Rosetes, en cuyo espíritu estaba ausente cualquier sentido de una vida digna, libraron una guerra en la que aquellos mismos defensores del dominio imperial vieron atacados directamente sus propios intereses: sus haciendas y mansiones. Así, el desorden social era casi total.

De toda evidencia, el año de 1815 sería la reagru-pación de fuerzas militares, de ambos lados, para prose-guir una guerra de manera profesional. La fuerza imperial alimentada por su arraigado espíritu opresor y de domi-nación, por supuesto, tomó la delantera y, como decimos ahora, con todos los hierros: los hierros más elaborados

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que tenían entonces puestos en las diestras manos de sus mejores soldados y oficiales. Al Libertador le correspondía responder desde su precaria situación y desde su no me-nos precaria experiencia militar; pero también sabía que su respuesta estaba alimentada por un espíritu completa-mente contrario al del Imperio, por la más grande fuerza de espíritu jamás vista en las tierras meridionales del con-tinente americano. Es esa gigante e indómita fuerza de su espíritu, ejercitando la razón, la que quedó plasmada en ese maravilloso documento que se dio en llamar La Carta de Jamaica.

Los escritos jamaiquinos

Hay que mirar al Libertador en su condición de des-amparo material, especialmente en su condición de solda-do de la libertad. Es decir, Bolívar en Kingston, Jamaica, es el jefe de un ejército derrotado y del que está separado de sus tropas prácticamente inexistentes. La fuerza entonces del soldado de la libertad y de la independencia america-na se concentra en su solo ejercicio racional. Su penetrante verbo lo ayuda; sus ideas cada vez son más claras. Y así, la escritura, el ejercicio de comunicar razones escritas para convencer a otros, es el arma esencial en la que se apoyó el Libertador durante la segunda mitad del año 1815 en su exilio jamaiquino. Así, Bolívar se vale de todo lo que está al alcance para disparar sus ideas por todo el dominio del Reino Unido desde este remoto rincón del poder británico. Le toca expresarse en inglés, no tiene biblioteca a su alcan-ce, la memoria debe venir en su auxilio. En esas condicio-nes piensa, escribe, dicta correspondencias y artículos para la prensa. La Carta de Jamaica es uno de esos productos del

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ingenio bolivariano que hizo valer tanto las armas del ejér-cito como las armas del intelecto que, entendió cabalmente, deben ser la base de apoyo de las primeras: la guerra inde-pendentista se hace sólo porque la Razón lo dictamina.

De ese ejercicio racional bolivariano en su estancia en Jamaica se ofrece una muestra en esta edición para acompañar a la Carta de Jamaica dándole mayor contexto con la misma palabra del Libertador. Son tres escritos preparados para la prensa de la isla. En ellos encontramos un riquísimo manantial de referencias que acompañan al documento más sólido escrito en Jamaica. Esas referencias ayudan al lector de la Carta de Jamaica a comprender mejor el hilo del razonamiento que sigue Bolívar para convencer a otros -y también para consolidar sus propias convicciones- de la importancia, de la justicia y de la armonía con la Razón que tiene la causa independentista de la América Meridional: Nuestra América. Los textos han sido tomados del Archivo del Libertador y aquí se editan junto con las notas aclaratorias que le añade el referido archivo más otras notas que ayudan al lector preparadas para esta edición. Cada uno de esos tres escritos, posteriores a la Carta de Jamaica del 6 de septiembre de 1815, tiene su propia riqueza que resumimos a continuación.

Escrito en Jamaica el 28 de septiembre de 1815 para el periódico “The Royal Gazette”, el primer artículo es la respuesta del Libertador a otro artículo aparecido con anterioridad en otro periódico (“The Courant”) dedicado al análisis de la situación de la Nueva Granada en ese momento. Bolívar, siempre guiado por el ejercicio racional, destaca los hechos que tienen que ver con “la naturaleza” de la guerra independentista. De hecho, su argumento central se refiere a la naturaleza de la guerra como acto propio de los seres humanos: “la desunión como semilla de

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mortal discordia” es la causa de la guerra. Y, para el caso de la América que hace la guerra por su independencia de España, resume magistralmente las causas concretas de las discordias de nuestras “guerras intestinas”:

“Nuestras discordias tienen su origen en dos copiosas fuentes de calamidad pública: la ignorancia y la debilidad. España fomentaba la una por la superstición y perpetuaba la otra por la tiranía”.

Esa profunda claridad sobre las causas de los fenó-menos políticos, de la vida en común de los hombres, le permitía a Bolívar no sólo mantener su claridad mental sobre su entrega a la lucha libertaria; también le permitía avanzar la proyección de la acciones que debería condu-cir y la claridad sobre los escenarios más probables dic-tados por el ejercicio de la razón. En ese primer artículo, se refiere a las posibilidades que se abren con el reciente desembarco de las fuerzas imperiales dirigidas por Pablo Morillo, que pretendían tomar Cartagena de Indias, en la Nueva Granada. Dice:

“La Nueva Granada no se someterá a las tropas que comanda el General Morillo; primero: porque Cartagena es inexpugnable para aquel número de tropas; segundo: porque el país es muy extenso, bien poblado y decidido a resistir a sus invasores; y tercero: porque los independientes de Venezuela no darán tiempo a los españoles para hacer conquistas, cuando estos pueden apenas y con gran dificultad conservar el territorio que ocupan. Pensar de otro modo es una ilusión, y el tiempo lo probará”.

El Libertador, muestra cuánta importancia da a la formación de la opinión común, la de los lectores que se enteran por la prensa de los hechos y de las opiniones.

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Ese también es su campo de batalla. Años más tarde dará la mayor importancia al sostén permanente de un medio influyente en la opinión dentro de nuestra república aún en guerra: el “Correo del Orinoco”.

El segundo escrito en Jamaica que presentamos tam-bién corresponde a un artículo enviado al mismo periódico “The Royal Gazette de Jamaica”. Es posterior en fecha al anterior y, por supuesto, a la Carta de Jamaica. Este escrito se presenta como una crítica a la opinión que en Europa y América se tiene de la revolución en la América Meri-dional. En concreto, el Libertador argumenta para refutar la expandida explicación de las dificultades que atraviesa la revolución independentista en 1815 como causadas por la “diferencia de las castas” que componen la población. La argumentación sigue claramente el hilo de la explica-ción que dio en el escrito anterior; el de ir a las causas y los orígenes de los fenómenos. Dice Bolívar que su análisis responderá “aplicando reglas diferentes, deducidas de los conocimientos positivos, y de la experiencia que nos ha su-ministrado el curso de nuestra revolución”. Detalla en su análisis la situación de cada grupo social, con particular referencia a Venezuela, mostrando cómo las diferencias y desigualdades sociales están lejos de suponer que en algún momento haya posibilidad de alguna imposición racial; así puede concluir que “no es probable que las facciones de razas diversas, lleguen a constituirse de tal modo, que una de ellas logre anonadar a las otras”. Pero, además, intenta demostrar que han acontecido eventos que muestran con claridad que existe objetivamente una suerte de espíritu de convivencia propicio para el ejercicio de la independencia y de la libertad; en efecto, señala:

“Estamos autorizados, pues a creer que todos los hijos de la América española, de cualquier color o condición que sean,

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se profesan un afecto fraternal recíproco, que ninguna maquinación es capaz de alterar. Nos dirán que las guerras civiles prueban lo contrario. No, señor. Las contiendas domésticas de la América nunca se han originado de la diferencia de castas: ellas han nacido de la divergencia de las opiniones políticas, y de la ambición particular de algunos hombres, como todas las que han afligido a las demás naciones. Todavía no se ha oído un grito de proscripción contra ningún color, estado o condición; excepto contra los españoles europeos, que tan acreedores son a la detestación universal. Hasta el presente se admira la más perfecta armonía entre los que han nacido en este suelo, por lo que respecta a nuestra cuestión; y no es de temerse que en lo futuro suceda lo contrario”.

Pero además, el Libertador muestra fehacientemente su convicción de la falla implícita por parte del bando patriota al no haber sabido conducirse frente a la población esclava y, en general, las masas desposeídas; eso lo reconoció claramente un año antes en Carúpano, justo el día antes de salir de la patria hacia Cartagena, de donde también hubo de salir rumbo a Jamaica. En ese manifiesto a todos sus conciudadanos afirmó:

“Un corto número de sucesos [éxitos] por parte de nuestros contrarios, ha desplomado el edificio de nuestra gloria, estando la masa de los pueblos descarriada por el fanatismo religioso, y seducida por el incentivo de la anarquía devoradora. A la antorcha de la libertad, que nosotros hemos presentado a la América como la guía y el objeto de nuestros conatos, han opuesto nuestros enemigos la hacha incendiaria de la discordia, de la devastación y el grande estímulo de la usurpación de los honores y de la fortuna a hombres envilecidos por el yugo de la servidumbre

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y embrutecidos por la doctrina de la superstición... No, no son los hombres vulgares los que pueden calcular el eminente valor del reino de la libertad, para que lo prefieran a la ciega ambición y a la vil codicia. De la decisión de esta importante cuestión ha dependido nuestra suerte; ella estaba en manos de nuestros compatriotas que pervertidos han fallado contra nosotros; de resto todo lo demás ha sido consiguiente a una determinación más deshonrosa que fatal, y que debe ser más lamentable por su esencia que por sus resultados”.

Para el Libertador, quien jamás dejó de poner toda la atención a los asuntos pragmáticos de la acción y del pensamiento, la mayor consideración en ese momento de derrota que no considera fatal, de acuerdo con su ejemplar ejercicio racional, debe dedicarse a la comprensión del comportamiento social esclavizado por la ignorancia y, sobre todo, a la fertilidad que la ignorancia ofrece a la manipulación y la demagogia en el terreno político. Por eso señala que el lamento por la derrota en 1814, la pérdida de la segunda república, no es tanto por los terribles resultados de la atroz guerra conducida por los caudillos sanguinarios a favor de España como por lo que indica la esencia misma del comportamiento de la población desposeída. Ese argumento está en el fondo de lo que ahora piensa en Kingston; ahora centra el asunto en términos del rechazo de la manipulación brutal ejercida por los defensores de España. Es una lección más que aprendida y no será jamás ejemplo a seguir por el partido de los libertadores:

“Los jefes españoles de Venezuela, Boves, Morales, Rosete, Calzada y otros, (...) se esforzaron en sublevar toda la gente de color inclusive los esclavos, contra los blancos criollos, para establecer un sistema de desolación, bajo las

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banderas de Fernando VII. Todos fueron instados al pillaje, al asesinato de los blancos; les ofrecieron sus empleos y propiedades; los fascinaron con doctrinas supersticiosas en favor del partido español, y (…) cuantos no se hallaban alistados en sus bandas de asesinos, eran sacrificados, ellos, sus mujeres, hijos, y hasta las poblaciones enteras”.

Con sus explicaciones, Bolívar demuestra que lo que más frena el avance revolucionario en América es la incomprensión por parte de Europa de la importancia de vencer la opresión con la justicia; que es la razón de ser de la independencia. Por ello concluye: “Lo que es, en mi opinión, realmente temible es la indiferencia con que la Europa ha mirado hasta hoy la lucha de la justicia contra la opresión, por temor de aumentar la anarquía; ésta es una instigación contra el orden, la prosperidad, y los brillantes destinos que esperan a la América”.

El tercer escrito en Jamaica de Bolívar es una carta dirigida al editor de otro periódico, el “The St. Lago Gazette” y publicado en diciembre de 1815, tres días antes de su partida a Haití. Es un texto en el que aflora el razonamiento sobre la cuestión económica y la visión clara de la fuerza del poder económico británico como eventual punto de apoyo a las nacientes repúblicas americanas. Pero esa visión es más una lección sobre la torpeza que se comete en no apoyar abiertamente la lucha independentista que un ruego a contribuir con la economía. Esa claridad del Libertador está condensada en esta afirmación:

“Las provincias de América del Sur, una vez libertadas del injusto dominio de la metrópoli tendrán entre sus primeras atenciones el establecimiento de los reglamentos que un pueblo libre requiere para estimular las actividades de la industria, únicas capaces de sostener con alguna

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firmeza la posesión de la libertad. El comercio, en dichos Estados, ha de ser ejercido sin miras de monopolio; debe ser abolida la abominable doctrina que concede al soberano, o a cualesquiera corporaciones colegiadas o compañías establecidas por la ley, el derecho de adquirir privilegios que excluyan al resto de un pueblo del disfrute de los bienes que la naturaleza prodiga, en cualquier rama de la agricultura o del comercio: se acabarán las prohibiciones de exportar o de importar excepto tan sólo, en la medida en que sean modificadas por las disposiciones protectoras requeridas a fin de promover ventajosamente el bien público”.

Independiente de si se consigue o no el apoyo britá-nico, lo que Bolívar tiene en mente es la forma organiza-tiva republicana de la economía de la post-guerra; y él no cree que sea mera utopía; no cree, dice, que esté “resuci-tando inoportunamente el sueño de Moro”.

Como se ve, el Libertador se afana en Jamaica por demostrar con argumentos las condiciones históricas del pasado que son causantes de la lucha independentista, las condiciones del momento en su espectro político, social y económico, las condiciones propias de la lucha independentista entendida en su forma de guerra con-tra el Imperio más poderoso de la tierra y, por si fuera poco, con esa argumentación y el análisis consecuente poder determinar la certeza que da el razonamiento so-bre la esperanza del futuro de la América Meridional. Todo ello, descansa en los principios más firmes de la convicción de la Razón sobre la justicia, la igualdad y la libertad. Ese es el esquema que siguió en la escritura del mayor de los escritos de Jamaica: la carta de respuesta al Señor Cullen.

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El cuestionario de la Carta de Jamaica

El texto de la Carta de Jamaica que aquí se edita co-rresponde a la versión ya comprobada como original. Hasta finales del año 2014, casi doscientos años después de escrita, no se conocía un manuscrito original de esa carta del Libertador. Siempre se tuvo como mejor fuente, pero con dudas muy debatidas entre los historiadores y estudiosos de la obra bolivariana, una copia que se cono-ció tres años después de la muerte del Libertador. Ahora, gracias al empeño del investigador ecuatoriano Amílcar Varela Jara, fue hallada en el Fondo Jacinto Gijón del Ar-chivo Histórico del Banco Central del Ecuador, en Qui-to, la versión original de puño y letra de Pedro Briceño Méndez quien acompañó a Bolívar en Kingston como su secretario. Para este libro se ha ajustado el texto que se conocía como oficial, tomado del Archivo del Libertador con sus notas aclaratorias, con ese original encontrado en la hermana República del Ecuador. También el lector de este libro podrá disfrutar el texto tal como lo escribió Briceño Méndez escuchando la voz libertaria de Simón Bolívar y con el peculiar modo de grafía que tenía como escribano.

Para leer La Carta de Jamaica han de abrirse los ojos y el entendimiento a la comprensión del espíritu de quien la escribió, del espíritu libertario. Leer ese espíritu libertario, o sea, leer el espíritu bolivariano, es leer cada párrafo de la “CONTESTACIÓN DE UN AMERICANO MERIDIONAL A UN CABALLERO DE ESTA ISLA” buscando en sus palabras y sus ideas la fuerza intelectual, la fuerza del razonamiento, la fuerza del ejercicio racional que le permite al Libertador entender la situación en que se encuentra tanto él mismo como todo el orden del continente americano. Es la misma fuerza intelectual que

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le permite entender también todo cuanto pueda ayudar a vislumbrar sobre el sentido de la lucha libertaria de las fuerzas oprimidas continentales para adecuar el futuro de los pueblos al orden de la libertad y de la razón.

Simón Bolívar, el Americano meridional, contesta una solicitud que le hace Henry Cullen, el Caballero de la Isla de Jamaica. No se conoce cabalmente si efectivamente fue Cullen el Caballero solicitante, ni menos aún se conoce la solicitud que, según señala el Libertador, entonces radicado en Kingston, fue una carta dirigida a él una semana antes del 6 de septiembre de 1815. Felizmente el mismo Bolívar, en su impecable orden escrito de su Contestación, nos dejó el hilo de las inquietudes de Cullen.

La solicitud de Cullen, de acuerdo con lo que nos dice el Libertador, es claramente una especie de cuestionario; es decir, una serie de preguntas. Pero no sólo unas preguntas, como esas que formulan en la actualidad los periodistas siempre apresurados por conseguir una respuesta breve e impactante para un público ávido de información superficial. No, es otro el tipo de preguntas y otro el interés que las impulsa. Según le dice Bolívar a Cullen al iniciar la Contestación, las preguntas del Caballero de la Isla obedecen “al interés que Vd. ha querido tomar por la suerte de mi patria, afligiéndose con ella por los tormentos que padece”. Así que la respuesta al cuestionario es la respuesta a cualquiera que, como el señor Cullen y sin que necesariamente sea americano meridional, se aflija (o sea, que sufre, que le causa tristeza y angustia moral) por lo que le ocurre a la patria de Bolívar y se aflija (o sea, se inquieta, se preocupa) por lo que le pueda ocurrir a la patria de Bolívar. Y esa patria, como ya el Libertador lo había mostrado desde su incorporación resuelta y total a las luchas independentistas en 1810, no es únicamente

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Venezuela, es toda la América Meridional (toda la América que no la del Norte, no la América Septentrional). El lector de aquél entonces, y el lector que somos hoy día nosotros, a 200 años de haber sido escrita esa reflexión libertaria del Libertador, puede seguir el hilo de las respuestas de Bolívar si tiene en cuenta la cadena de las preguntas que le hacía el emisario de ellas. Señalemos entonces ese hilo de interrogantes y respuestas.

Bolívar frente al cuestionario de Cullen

El Libertador coloca el carácter de las preguntas que le hacen bajo la temática propia de la política. Al inicio de la Carta se refiere a las preguntas de Cullen como “las solícitas demandas que Ud. me hace, sobre los objetos más importantes de la política americana”. ¿Qué quiere decir, para el Libertador, la “política americana”? Se refiere a la conformación de las relaciones entre los pobladores del continente americano meridional que les permiten sostener la vida común en sociedad. Es eso lo que, en tiempos de Bolívar, se concibe como “política”. Y como el demandante pregunta por “los objetos más importantes” de la política, se entiende que las preguntas conciernen los asuntos más determinantes de la vida en común de los americanos meridionales. Tales asuntos rebasan toda consideración de un conocimiento específico como el geográfico, el histórico, el religioso, el racial, el de los recursos naturales y los producidos por la industria del hombre, etc. Si esos asuntos exigen una respuesta bien asentada, una respuesta forjada desde el buen uso de la razón, requieren entonces ser respondidos con una vasta amplitud de conocimientos; conocimientos basados en algunos principios doctrinarios

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de orden filosófico que los sostengan. ¿Por qué de orden filosófico? Pues, porque una visión de la política, como la exigida, descansa necesariamente en una cierta visión de la condición humana, de la vida y del mundo. Con razón entonces, y no por mera elegancia retórica, Bolívar dice al Caballero: “En mi opinión es imposible responder a las preguntas con que Usted me ha honrado”. Bolívar se siente honrado porque le hacen preguntas que considera imposibles de responder; es eso lo propio de un filósofo: lo que más le complace es precisamente la pregunta que no tiene respuesta. Así que Bolívar se coloca ya no sólo en la posición de un consagrado hombre del mundo político y de la vida militar; se coloca, además, en la de un hombre de reflexión, de estudio, de búsqueda incansable de conocimientos. Y en actitud de auténtico Caballero, no menos que el gentil Caballero a quien se dirige, procede a ensayar sus respuestas, provisionales ha de entenderse, a las difíciles preguntas. Respuestas provisionales quiere decir: respuestas que se profesan no de manera dogmática, sino respuestas que sean capaces de generar en el interlocutor más preguntas, más estudio, más ansia de conocer. Es así como el Libertador concibe que no responde únicamente al emisor de una carta privada; no, responde a cualquier ciudadano del mundo que se “aflija” por lo que acontece y pueda acontecer a los americanos meridionales. La Carta de Jamaica es, en ese sentido, un documento que propiamente se puede llamar histórico-filosófico.

Es un documento histórico en todos los sentidos de la palabra. Solemos decirle histórica a la Carta del Libertador, porque es importante en la posteridad de su escritura; porque marca una época de nuestra vida, en suma porque no la hemos olvidado; histórica, pues, en el sentido en que decimos de algo: “eso quedará para la historia”. Pero la

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Carta de Jamaica es también histórica en un sentido más hondo; el sentido de que ella misma es un estudio de la historia: todo su contenido descansa en la manera en que los ojos de Bolívar escudriñan el horizonte del pasado. Se toma muy en serio las afirmaciones que al respecto le envía el Sr. Cullen en su cuestionario. “Tres siglos ha, dice V., que empezaron las barbaridades que los españoles cometieron en el grande hemisferio de Colón”, escribe Bolívar para dar inicio a su “ojeada”, como se acostumbraba decir en la época a una atentísima mirada reflexiva y no como ahora cuando ojeada es una simple miradita; es la ojeada sobre la conformación de nuestras sociedades a partir de la detestable acción de conquista y los oprobios coloniales, destacando cómo otros antes han reflexionado sobre esas causas. Llama a estas causas “barbaridades que la presente edad ha rechazado como fabulosas, porque parecen superiores a la perversidad humana”; y manteniendo la fuerza que siempre se debe imprimir a las causas que desde el pasado surten los efectos del vivir presente, señala que tales barbaridades “jamás serían creídas por los críticos modernos, si constantes y repetidos documentos no testificasen estas infaustas verdades”. Pero, además, continúa con su lúcida y ampliamente documentada relación de lo acontecido en las distintas regiones de la América meridional, para concluir, sin duda con la mente puesta en los lectores en Europa -relacionados con el mundo comercial, diplomático y político-, con una crítica fundamental del comportamiento de toda la política internacional europea que, según estima Bolívar, comparten los hombres verdaderamente sabios de Europa:

“La Europa haría un bien a la España en disuadirla de su obstinada temeridad, porque a lo menos le ahorraría los gastos que expende, y la sangre que derrama; a fin de

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que fijando su atención en sus propios recursos, fundase su prosperidad y poder sobre bases más sólidas que las de inciertas conquistas, un comercio precario y exacciones violentas en pueblos remotos, enemigos y poderosos. La Europa misma, por miras de sana política debería haber preparado y ejecutado el proyecto de la independencia americana, no sólo porque el equilibrio del mundo así lo exige, sino porque este es el medio legítimo y seguro de adquirirse establecimientos ultramarinos de comercio. La Europa, que no se halla agitada por las violentas pasiones de la venganza, ambición y codicia, como la España, parece que estaba autorizada por todas las leyes de la equidad a ilustrarla sobre sus bien entendidos intereses”.

Por si eso fuera poco, el Libertador responde la idea de Cullen según la cual es por justicia divina, por el mismo Dios, que todo el oprobio y la arrogancia de los reyes españoles y sus Cortes han sido castigados en la misma tierra, en España y no en el cielo, con la invasión francesa por parte de Napoleón. De este modo se expresa Cullen al respecto: “La felonía con que Bonaparte prendió a Carlos IV y a Fernando VII reyes de esta nación, que tres siglos ha, aprisionó con traición a dos monarcas de la América Meridional, es un acto muy manifiesto de la retribución divina, y al mismo tiempo una prueba de que Dios sostiene la justa causa de los americanos, y les concederá su independencia”. Y Bolívar, en gesto de absoluto conocimiento y consciencia de la historia de su América, explica no sólo quiénes son los “monarcas” a los que alude Cullen sino que además explica la injusta comparación de esos monarcas (Monctezuma y Atahualpa), y otros americanos semejantes, con los monarcas de España, corrigiendo así a Cullen: “Existe tal diferencia entre la

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suerte de los reyes españoles y los reyes americanos, que no admiten comparación; los primeros son tratados con dignidad, conservados, y al fin recobran su libertad y trono; mientras que los últimos sufren tormentos inauditos y los vilipendios más vergonzosos”.

El cuestionario de Cullen se dirige luego a la situa-ción del momento en la América dominada por el impe-rio español. Expresa el Caballero de la Isla su deseo de éxito a los ejércitos libertadores en su lucha armada con-tra el dominio colonialista. Bolívar nos lo refiere en modo exclamativo: “¡Con cuánta emoción de gratitud leo el pasaje de la carta de V. en que me dice qué espera que los sucesos que siguieron entonces a las armas españolas, acompañen ahora a las de sus contrarios, los muy oprimidos americanos meridio-nales!”. Bolívar agradecido explica su convicción racional sobre el presente y futuro de la guerra independentista; explicación que queda resumida en esta sentencia: “El suceso [o sea, el triunfo] coronará nuestros esfuerzos, porque el destino de la América se ha fijado irrevocable-mente”. Y antes de dar la explicación detallada de los argumentos que sostienen con firmeza esta afirmación, el Libertador nos ofrece el contexto de su análisis. Ese con-texto está definido por la petición más importante, por la pregunta más de fondo que le postula el Sr. Cullen. Así nos ofrece el Libertador tal contexto:

“Después de algunos meses, añade V., he hecho muchas reflexiones sobre la situación de los americanos y sus esperanzas futuras; tomo grande interés en sus sucesos; pero me faltan muchos informes relativo a su estado actual y a lo que ellos aspiran. Deseo infinitamente saber la política de cada provincia como también su población; si desean repúblicas o monarquías, si formarán una gran república o una gran monarquía. Toda noticia de esta

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especie que V. pueda darme, o indicarme las fuentes a que deba ocurrir, la estimaré como un favor muy particular”.

Como se ve, la inquietud de Cullen es doble; por una parte, requiere la explicación de Bolívar sobre el estado político actual y, por otra parte, sobre la política futura de la América meridional en el entendido de un triunfo de la revolución libertaria encabezada por Bolívar. Es la segunda pregunta la más exigente, no sólo porque se refiere al futuro sino porque solicita expresamente nada más y nada menos que la posición del Libertador en torno al régimen político que debiera imperar una vez que se rompan de modo definitivo los lazos con la dominación imperialista: ¿cuál ha de ser, pues, el imperium propio adecuado para la naciente América libertaria? La respuesta de Bolívar ocupa la parte más sustancial de la Carta de Jamaica. Todo el análisis que hace sobre la situación del momento político de 1815 es el piso para colocar firmemente su pensamiento sobre el futuro. Por eso, proponemos que el lector se mantenga atento a la importancia que da el Libertador a lo que consideramos la guía esencial de su ejercicio de espíritu para construir la sólida respuesta que da al Sr. Cullen. ¿En qué consiste esa guía esencial?

El Libertador lo afirma en muy pocas pero hondas palabras; lo expresa en una sola frase: “Me atrevo a aventurar algunas conjeturas… dictadas por un deseo racional, y no por un raciocinio probable”. Bolívar entiende con perfecta claridad que cuando no estamos guiados por el uso de la razón, lo que ocurre las más de las veces, por no decir casi siempre, nos encontramos sometidos o sojuzgados o prisioneros del deseo de cuanto resulta agradable en el presente; y comprende con la misma diáfana claridad que es únicamente el buen uso de la razón lo que nos

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permite someter al debido control esa fuerza disparada hacia nuestra potencia por el deseo que se da sin guía de la razón. Pero esa guía del razonamiento para controlar el deseo que se fija sólo en lo agradable no está reducida a un esfuerzo de pensar lo que pueda ocurrir, de sólo razonar sobre lo que es probable; no, se trata de la constitución de eso que de manera precisa llama el Libertador un “deseo racional” opuesto a un “raciocinio probable”. Se trata de exigir al raciocinio, al ejercicio de la razón, argumentos para contrariar lo que nos indica el deseo sin freno, aquello de lo que el mero apetito quisiera convencernos por el solo placer, por el solo gusto, como lo que tenemos que hacer o como aquello con lo que tenemos que comprometernos. Se trata pues de escoger con la razón el deseo apropiado, en el sentido de que es un deseo que nos convence con la misma fuerza con la que el entendimiento nos convence de una demostración verdadera. De manera que todo cuanto va a referir el Libertador sobre el futuro de Nuestra América, sobre nuestras futuras repúblicas, no es algo para limitarlo en nuestro pensamiento a alguna especie de mera profecía, de adivinación o de aspiración exitosa marcada por el dramatismo de la retórica para buscar efectos de adhesión en el lector. No. Es, en el más hondo sentido de la expresión, un ejercicio filosófico racional. Esa es la verdadera fuerza, por no decir grandeza, de ese escrito en Jamaica que corona toda la reflexión de Bolívar posterior a la derrota de la segunda república y base sobre la que descansará la futura reflexión de 1819 para el Congreso de Angostura, momento en el que el futuro anunciado en la Carta de Jamaica ya comienza a cumplirse y otro ejercicio sobre el futuro habrá de ser sometido al deseo racional.

En fin, el cuestionario de Henry Cullen también hace referencia al impacto de la individualidad de Bolívar en

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su conducción de las luchas que marcan el futuro de la América meridional de 1815. El Libertador resume esta inquietud de Cullen así:

“Mutaciones importantes y felices, continúa Usted, pueden ser frecuentemente producidas por efectos individuales. Los americanos meridionales tienen una tradición que dice que cuando Quetralcohuatl, el Hermes o Buhda de la América del Sur, resignó su administración y los abandonó, les prometió que volvería después que los siglos destinados hubiesen pasado, y que él restablecería su gobierno y renovaría su felicidad. Esta tradición, ¿no opera y excita una convicción de que muy pronto debe volver? ¿concibe V. cuál será el efecto que produciría, si un individuo apareciendo entre ellos demostrase los caracteres de Quetralcahualt, el Buhda del bosque, o Mercurio, del cual han hablado tanto las otras naciones? ¿No cree V. que esto inclinaría todas las partes? ¿no es la unión todo lo que se necesita para ponerlos en estado de expulsar a los españoles, sus tropas, y los partidarios de la corrompida España, para hacerlos capaces de establecer un imperio poderoso, con un gobierno libre, y leyes benévolas?

El Libertador concuerda parcialmente con el razo-namiento que expresa Cullen para justificar su pregunta implícita: “Pienso como V. que causas individuales pue-den producir resultados generales, sobre todo en las revo-luciones”. Pero, después de aclarar el más hondo sentido del papel de la religión en su relación con la política en la historia y la contemporaneidad americana que le con-cierne, le señala: “Yo diré a V. lo que puede ponernos en aptitud de expulsar a los españoles, y de fundar un go-bierno libre. Es la unión, ciertamente; mas esta unión no nos vendrá por prodigios divinos, sino por efectos sen-

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sibles y esfuerzos bien dirigidos”. Como podrá constatar el lector, es en esta respuesta a Cullen donde se ubica la única e importante novedad que aporta el manuscrito de la Carta de Jamaica encontrado recientemente en Quito: un párrafo en el que Bolívar iguala con el Anticristo la indivi-dualidad que dice tener poderes divinos para salvar a un pueblo; lejos él de eso, pues si algo estima que lo acerca a lo divino no es otra cosa que el buen razonar conducente al mejor entendimiento y amor del pueblo, de Dios, de la Naturaleza toda.

Hacia una articulación dialógica

Lo que el Libertador ha hecho con el Caballero de la Isla respondiendo su interrogatorio, su cuestionario, es para nosotros americanos un diálogo vivo. Por eso, creemos, amigo lector, que tiene en sus manos los elementos más básicos para dialogar con el Libertador desde su exilio jamaiquino. Pero, un diálogo no imaginario, sino tan real como vivo es el espíritu eterno de las verdades racionales que él enseñó en sus reflexiones contenidas en sus escritos en Jamaica. Es el diálogo vivo del lector pueblo de nuestra América meridional contemporánea que se inscribe en el diálogo resucitado en este siglo XXI en el que Bolívar es nuevamente pueblo y en el que el pueblo verdadero encarna nuevamente a Bolívar. Diálogo, entonces, que se articula con la esencia del pueblo libertario en su reconocimiento histórico de sus raíces bicentenarias bolivarianas. Para ahondar en este sentido, remitimos al amigo lector al epílogo.

El epílogo de esta recopilación de escritos de Bolívar en Jamaica lo constituye un breve ensayo de Juan Antonio

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Calzadilla Arreaza titulado: “Simón Bolívar a Henry Cullen - La articulación dialógica de la Carta de Jamaica”. En él se resume tanto la importancia filosófica como el orden racional de la exposición del Libertador sobre la base de un lúcido esquema que ayuda en el estudio del magnífico escrito en Jamaica que es portador eterno de luces para la comprensión y la acción del ser americano meridional, del ser latinoamericano, del ser uno con la madre tierra que es Nuestra América.

Jorge Dávila

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Tres escritos en la prensa de Jamaica

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El texto que se presenta en las siguientes páginas está acompañado por notas que el lector encontrará al final del texto señaladas con la notación [1]. Las notas provienen de la edición del Archivo del Libertador. Las otras, colocadas a pie de página, han sido elaboradas para esta edición.

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ESCRITO 1DOCUMENTO 1303

DEL ARCHIVO DEL LIBERTADOR

ARTÍCULO DE SIMÓN BOLÍVAR FECHADO EN KINGSTON EL 28 DE SEPTIEMBRE DE 1815, DIRIGIDO AL EDITOR DE “THE ROYAL GAZETTE”, SOBRE LA LUCHA POR LA INDEPENDENCIA

Tomado de un impreso. Memorias del General O’Leary, tomo XXIX. (Cartas del Libertador) págs. 61-65. Se reprodujo también en “Cartas del Libertador. Complementos de las Memorias del General O’Leary nueva edición autorizada por el Gobierno Nacional”. Caracas, 1888, pp. 68-74.

No se conoce el manuscrito original de este documento. La Comisión acoge el texto de las Memorias, compulsado con el de la reedición de 1888, que en algún punto da mejor lectura, como dejamos anotado en las notas correspondientes. En “The Royal Gazette”, Vol. XXXVII, N° 37 pág. 23 (“Postscript”) Kingston del 23 al 30 de setiembre de 1815, había aparecido una versión al inglés de esta carta del Libertador, así como el artículo del “The Courant” al que se refiere el Libertador y que se añade después del texto de Bolívar.

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Kingston, Setiembre 28 de 1815.

Sr. Editor del “The Royal Gazette”.

Señor:

He leído en “The Courant” [1] del 27 de los corrientes un artículo sobre la Nueva Granada muy interesante, tanto por lo que se refiere a la población y recursos de aquel país, cuanto por las observaciones que hace acerca de las disensiones que hasta ahora han existido allí.El autor del artículo parece imparcial y sus opiniones son correctas, pero yo hubiera deseado más pormenores y mayor claridad sobre las verdaderas causas de la guerra civil que hayan inducido al general Morillo [2] a desembarcar en aquellas costas y a atacar a Cartagena. El resultado de esta operación decidirá probablemente la suerte de una gran parte del Continente.Someto a Vd. algunas observaciones que en cierto modo justifican la conducta de los habitantes de la Nueva Granada y que arrojarán luz sobre el éxito posible de la contienda entre las fuerzas españolas y granadinas. Como suramericano me siento obligado a referir algunos hechos que versan sobre la naturaleza de nuestras guerras intestinas.Casi todas las Repúblicas que más veneración han inspirado al género humano, han llevado en su seno la semilla de mortal discordia, lo que ha hecho decir que la desunión es a menudo el termómetro que gradúa la libertad, y que el goce de un gobierno liberalmente constituido se halla por lo común en proporción directa a la efervescencia de los partidos y al choque de las opiniones políticas. Es cierto que el peso de la libertad es liviano, pero también es difícil

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mantenerlo en equilibrio aun en las naciones más cultas y civilizadas.1 ¿Cuál es la nación libre, antigua o moderna, que no haya padecido por la desunión? ¿Habrá historia más turbulenta que la de Atenas?—facciones más sanguinarias que las de Roma?— guerras civiles más violentas que las de Inglaterra?—disensiones más peligrosas que la de los Estados Unidos de la América del Norte? Sin embargo, son éstas las cuatro naciones que más honran a la raza humana por sus virtudes, su libertad y su gloria. Y es citando los trágicos y sorprendentes ejemplos de igual clase que aquellas naciones nos presentan, como yo quería cubrir con un velo la vergüenza de nuestras divisiones.Nuestras discordias tienen su origen en dos copiosas fuentes de calamidad pública: la ignorancia y la debilidad. España fomentaba la una por la superstición y perpetuaba la otra por la tiranía. En el estado anterior de las cosas nuestra situación estaba reducida a la nulidad, vivíamos ajenos a todos los acontecimientos que se cumplían, extraños a la contemplación del mundo político y separados de todo lo que pudiera de algún modo ejercitar nuestra inteligencia, o dar valor a nuestras riquezas y nuestro poder. Los Americanos del Sur han pasado al través de los siglos como los ciegos por entre los colores2: se hallaban sobre el

1 Agudo estudioso de la política y de su historia, Bolívar es capaz de con-densar ese su conocimiento con fórmulas que son expresiones descriptivas al modo matemático. En este caso, el “equilibrio” o la estabilidad de un régi-men político descansa en el sostén de la más amplia libertad, lo que exige de suyo tener la mayor unidad posible, es decir, la menor discordia entre parti-dos. En lo que sigue del párrafo, Bolívar da muestra de la fuerza demostra-tiva que para él tienen los eventos de la larga historia; al mismo tiempo que usa a ésta retórica y poéticamente.2 Estas apreciaciones esenciales del Libertador las mantendrá a lo largo de toda su vida. Es elemento central de toda su reflexión filosófica y política; es eje generador de su visión sobre la conformación de la cultura latinoameri-cana. Más allá de la conformación multiétnica en la que podía apreciar gran-

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teatro de la acción pero sus ojos estaban vendados: nada han visto, nada han oído. ¿Por qué? Porque no podían ver la justicia y mucho menos oír la verdad. Además de esto estamos [3] abandonados por el mundo entero: ninguna nación extranjera nos había guiado con su sabiduría y experiencia, ni defendido con sus armas, ni protegido con sus recursos. No sucedió lo mismo a la América del Norte durante su lucha de emancipación, aunque poseía sobre nosotros toda suerte de ventajas: las tres más poderosas naciones europeas, dueñas de colonias, la auxiliaron en su independencia; mientras que la Gran Bretaña no ha usado de represalias contra aquella misma España que le había hecho la guerra para privarla de sus colonias. Todos los recursos militares y políticos que nos han negado a nosotros se han dado con profusión a nuestros enemigos y sin citar otros ejemplos “The Courant” de Jamaica y “La Gaceta” de Santiago de la Vega [4], copiando de aquel, publican la lista de las armas, municiones y vestuarios que han recibido. Hasta los mismos triunfos del grande Welüngton [5] han sido indirectamente fatales para nosotros, porque el arte de la guerra que los españoles ignoraban lo han aprendido de aquellos heroicos británicos mandados por el ilustre Capitán destinado en un tiempo a libertar la América del Sur. Estos son hechos singulares que la historia recordará junto con otros igualmente singulares que sería largo referir.Los EE. UU. del Norte que por su comercio pudieron haber suministrado elementos de guerra nos privaron de ellos por causas de su contienda con la Gran Bretaña [6]. Sin esto,

des riquezas espirituales, importa al Libertador vencer la fuente principal de la ignorancia: la impuesta limitación para el ejercicio del intelecto como condición que hace posible la justicia.

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Venezuela sola habría triunfado y la América del Sur no habría sido asolada por la crueldad española ni destrozada por la anarquía revolucionaria. Nosotros no tenemos más armas para hacer frente al enemigo que nuestros brazos, nuestros pechos, nuestros caballos y nuestras lanzas. El débil necesita una larga lucha para vencer; el fuerte, como en Waterloo [7] libra una batalla y desaparece un imperio.3

Cuando los partidos carecen de autoridad, ora por falta de poder, ya por el triunfo de sus contrarios, nace el descontento y los debilita. Los jefes subdividen la causa en tantas partes cuantos son ellos y esto sucede sobre todo cuando obran [8] sin acuerdo con una potencia extranjera que los obligue a persistir en el sistema que ambos habían reconocido y obligádose a sostener. Como ninguna nación había entrado en tratos formales con nosotros ni en comunicaciones oficiales, no teníamos relaciones políticas que nos ligasen con alguna de ellas [9].En la Nueva Granada, la Constitución federal y los obs-táculos con que tropezó han dejado al Poder Ejecutivo en debilidad tan fatal que su acción ha sido paralizada por aquellas mismas Provincias que debieran cooperar con él. Hasta su reciente sometimiento al Gobierno General la de Cundinamarca mantuvo tal espíritu de injusticia y de des-unión que en épocas futuras parecerá increíble. La de Car-

3 Nótese la insistencia en mostrar el influjo de las circunstancias políticas internacionales sobre la situación del momento en las luchas independen-tistas de la América meridional y la comparación con lo acontecido en la América del norte. Es más que una acusación en el campo de las relaciones internacionales. La debilidad a la que se refiere el Libertador tiene, según su visión, arraigadas raíces en el descuido político de los gobiernos europeos y del naciente poderío estadounidense; descuido en lo que él caracteriza como el necesario equilibrio mundial. En el siguiente párrafo muestra cómo es más palpable este asunto en sus consecuencias sobre la política interna de los países que luchan contra el poderío español.

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tagena desobedecía al Congreso siempre que le convenía y últimamente no sólo desobedeció sino que motivó la gue-rra contra las tropas que el Gobierno General había man-dado para libertar la Provincia de Santa Marta y a Vene-zuela. Pero por extraordinarios que parezcan estos hechos dejarán de serlo si tenemos en cuenta su verdadera causa.4

Afortunadamente ya el Gobierno General de la Nueva Granada ha recuperado todo el poder que pertenece a su autoridad; ha organizado un ejército que goza de la confianza pública tan necesaria para el país, agitado por tan violentas convulsiones.No concibo que las fuerzas españolas que sitian a Cartagena puedan obligarla a rendirse, pero aun suponiendo que al fin triunfasen, sería a costa del sacrificio de la mayor parte de las tropas comprometidas allí y después de mucho tiempo. Mientras tanto el Gobierno General se habrá fortificado en el interior y habrá levantado tropas, no sólo capaces para destruir el ejército español sino para sitiarlo a su vez, estando todavía delante de Cartagena. Los Sur-americanos ya no temen sino la tiranía; su espíritu se ha elevado; las persecuciones de España les han dado la fuerza que necesitaban. Al amor a la Patria, a las virtudes que no podían adquirir bajo el régimen absoluto, se han unido la profunda aversión a nuestros enemigos y una terrible desesperación que casi ha asegurado la victoria.Volvamos la vista sobre Venezuela y veremos que sus ha-bitantes casi aniquilados, sin armas y oprimidos, se levan-tan con tanta fuerza y violencia que después de haberse

4 En esto radica lo más noble del empeño del Libertador en su faceta reflexi-va. Nunca llamándose a engaño como corresponde naturalmente a quien está presto de manera permanente a escudriñar en la búsqueda de las cau-sas. No hay nada extraordinario siempre que uno es capaz de encontrar las causas; así el intelecto libera más posibilidades para la acción.

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adueñado de todas las Provincias interiores amenazan ya atacar los puertos y arrojar a sus enemigos al mar, según últimas noticias que hemos recibido.La Nueva Granada no se someterá a las tropas que comanda el General Morillo; primero: porque Cartagena es inexpugnable para aquel número de tropas; segundo: porque el país es muy extenso, bien poblado y decidido a resistir a sus invasores; y tercero: porque los independientes de Venezuela no darán tiempo a los españoles para hacer conquistas, cuando estos pueden apenas y con gran dificultad conservar el territorio que ocupan. Pensar de otro modo es una ilusión, y el tiempo lo probará. España no tiene fuerzas suficientes disponibles ni los medios de trasportarlas para volver a subyugar a toda la América del Sur y a México, y en vano lo pretende ahora. No se apoderará de ninguno de los puntos importantes y mucho menos logrará el triunfo con la cruel y feroz conducta que ha adoptado contra los desgraciados americanos que ha sometido a su yugo insoportable e ignominioso.Soy del Señor Editor atento y seguro servidor.UN AMERICANO [10].

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Notas[1] “The Courant” era uno de los periódicos que se publicaban entonces en la isla de Jamaica. El artículo al cual se refiere Bolívar se incluye en versión castellana hecha especialmente para la presente compilación.[2] El General Pablo Morillo.[3] En las Memorias de O’Leary decía: “vamos”.[4] Llamada en inglés “The St. Lago Gazette”, se editaba entonces en la población jamaiquina de Santiago de la Vega.[5] Arthur Wellesley, Duque de Wellington (1769-1852), famoso militar y hombre público británico, vencedor de Napoleón en Waterloo.[6] Se refiere, naturalmente, a la guerra de 1812-1814, que acababa apenas de terminar.[7] Waterloo. La célebre batalla dada el 15 de junio de 1815, que puso fin al Imperio de Napoleón.[8] En Cartas del Libertador, Complementos de las Memorias del General O’Leary nueva edición autorizada por el Gobierno Nacional, aparece esta palabra, que evidentemente exige el sentido del párrafo, y que faltaba en el texto dado por Memorias de O’Leary.[9] En Memorias de O’Leary dice: “con nación alguna”.[10] El Editor de las Memorias de O’Leary colocó debajo, entre paréntesis, el nombre “Simón Bolívar”

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ESCRITO APARECIDO EN THE COURANT AL QUE SE REFIERE EL LIBERTADOR

La grave crisis, en que está envuelto el destino de la Nueva Granada, pendiente en estos instantes del resultado del sitio que sufre Cartagena, excita en alto grado el interés de toda persona que disfrute de las bendiciones de la libertad nacional. Simpatías mutuas vibran al impulso de nuestras inquietudes en el presente momento, pues se ha de decidir o el restablecimiento del Poder Español, o la futura libertad de los hijos de Sur-América, por cuanto que la suerte de Cartagena puede asimismo decidir la de Venezuela.Los límites de la Nueva Granada se extienden sobre el Océano Atlántico desde la frontera de la provincia de Guatemala hasta el fondo del Golfo de Maracaibo; en el mar del Sur, desde la provincia de Veraguas hasta el valle de Tumbes, en el Perú; y desde ahí, describiendo un arco que cruza el río Apure, hasta en contrar el mencionado Golfo. Comprende 604.800 millas cuadradas.Las casas de moneda de Santafé y Popayán, un año con otro, según atestiguan informes que alcanzan hasta 1804, acuñaron 2.299.249 pesos. El comercio anual por ambos mares se estima entre diez y once millones de pesos. Las rentas producidas por las provincias formaban un total anual de 3.273.000 pesos; y su población, según se consigna en el siguiente informe, es de 2.500.000 almas, o sea:

En la Provincia de Guayaquil 50.000Loja y Jaén 80.000Cuenca 200.000Quijos y Macas[sic] 40.000Quito 500.000Popayán 320.000Chocó 40.000

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Antioquia 10.000Neyva 45.000Santafé 190.000Tunja 200.000Socorro 125.000Pamplona 90.000Los Llanos 20.000Mariquita 110.000Cartagena 110.000Santa Marta 70.000Río Hacha 20.000Panamá y Porto Bello 50.000Veraguas 30.000.......................................... 2.500.000

Colocada en una posición central en el nuevo Continente, aun más favorable que la de la antigua Tiro o Alejandría, puede acumular en su seno los perfumes de Asia, el marfil de África, las manufacturas de Europa, las pieles del Norte y la ballena del Sur. Puede gozar del comercio de China, Groenlandia y Kamschaska, sin enfrentar los peligros de los cabos de Hornos y de Buena Esperanza. A estas consideraciones añadamos su clima templado y la abundancia de recursos para satisfacer las necesidades y exquisiteces de la vida. Con tal población, provista de tales riquezas, ¿qué más podría desear un país anheloso de ser libre?Aturdida y distante, España no ha sido hasta hoy más que un pasivo espectador de los esfuerzos de la Nueva Granada para privarla de aquellas Minas sobre las cuales se complacían sus avarientos ojos, y que constituían la vanagloria del orgullo castellano. ¿De dónde proviene por tanto, la falta de libertades en estas gentes, si dependía de

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su propia decisión el alcance de sus deseos nacionales? ¿De dónde la interrupción del intercambio en el comercio extranjero y el doméstico? ¿De dónde los murmullos de protesta de las aguas del Magdalena ante la ausencia en sus corrientes de los Champanes*, que de acuerdo con las leyes de la naturaleza, fueron en otro tiempo el medio de transporte de los productos de un fecundo país interior? ¿Y de dónde la decadencia de la fama de la ciudad de Cartagena, almacén del Atlántico, y emporio de la Nueva Granada? La respuesta es: ¡Desunión!

* Grandes canoas (Nota del traductor al inglés).

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El texto que se presenta en las siguientes páginas está acompañado por notas que el lector encontrará al final del texto señaladas con la notación [1]. Las notas provienen de la edición del Archivo del Libertador. Las otras, colocadas a pie de página, han sido elaboradas para esta edición.

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ESCRITO 2DOCUMENTO 1304 DEL ARCHIVO

DEL LIBERTADOR

ARTICULO DEL LIBERTADOR ESCRITO EN KINGSTON DESPUÉS DEL 28 DE SEPTIEMBRE DE 1815, DIRIGIDO AL REDACTOR O EDITOR DE THE ROYAL GAZETTE DE JAMAICA

Del borrador. En el Archivo del Libertador, Vol. 51, fols. 3-6, se conserva el borrador de este artículo escrito enteramente de puño y letra de Pedro Briceño Méndez, pero con tachaduras y adiciones interlineadas, manuscritas del propio Libertador. No lleva indicación de fecha, pero como se refiere al principio a los artículos anteriores que habían sido publicados en “The Royal Gazette”, ha de fecharse por lo menos con posterioridad al 28 de setiembre, data en que se publicó el segundo de los dos artículos de Bolívar que acogió dicho periódico.

Es indudable que esta colaboración de Bolívar no aparece publicada en el año de 1815 en dicho periódico. Señalamos en las notas correspondientes las numerosas correcciones y enmiendas que aparecen en el manuscrito sobre la primera redacción. Es de observar que en el borrador este documento empezaba en forma de carta, como lo atestiguan las primeras tres líneas que aparecen tachadas en el documento: “Tengo el honor de dirigir a V. este artículo sobre la América del Sur en la confianza de que V. se servirá ponerlo en la Gaceta, como lo ha hecho con los anteriores que me he tomado la libertad de enviarle”. El redactor de The Royal Gazette, de Jamaica (“La Gaceta Real”, de Jamaica) era Alejandro Aikman, hijo.

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Kingston, Después del 28 de Septiembre de 1815.

Señor Redactor o Editor de la “Gaceta Real de Jamaica”.

Los más de los políticos europeos y americanos que han previsto la independencia del Nuevo-Mundo han presentido que la mayor [1] dificultad para obtenerla, consiste en la diferencia de las [2] castas que componen la población de este inmenso país. Yo me aventuro [3] a examinar esta cuestión, aplicando reglas diferentes, deducidas de los conocimientos positivos [4], y de la experiencia que nos ha suministrado el curso de nuestra revolución [5].De quince a veinte millones de habitantes que se hallan [6] esparcidos en este gran continente de naciones indígenas, africanas [7] españolas y razas cruzadas, la menor parte es ciertamente de blancos; pero también es cierto que ésta posee cualidades intelectuales que le dan una igualdad relativa y una influencia que parecerá supuesta [8] a cuantos no hayan podido juzgar, por sí mismos, del carácter moral y de las circunstancias físicas, cuyo compuesto produce una opinión lo más favorable a la unión y armonía [9] entre todos los habitantes; no obstante la desproporción numérica [10] entre un color y otro[11].5

5 El lector ha de notar el significativo cambio que tuvo el texto, de mano de Bolívar, según atestigua la nota numerada [8]. El Libertador corrigió la expresión: “superioridad incontestable sobre la masa general”, refiriéndose a la ‘raza blanca’, por la expresión “igualdad relativa”. Si se medita seria-mente sobre esas expresiones, toda acusación de racismo en el pensamiento de Bolívar pierde fundamento. La noción de igualdad comienza a brillar, en 1815, y a consolidarse en los análisis histórico-políticos de Bolívar y, cua-tro años después, esa noción conducirá a la más consolidada, y central en su pensamiento, de “igualdad social” tal como aparece en el Discurso de Angostura. Pero, antes de eso, en la misma Carta de Jamaica ya se añadían importantes elementos sobre esta mirada al tema de las castas y de sus com-

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Observemos [12] que al presentarse los españoles [13] en el Nuevo-Mundo, los indios los consideraron como una especie de mortales superiores a los hombres; idea que no ha sido enteramente borrada, habiéndose mantenido [14] por los prestigios de la superstición, por el temor de la fuerza, la preponderancia de la fortuna, el ejercicio de la autoridad, la cultura del espíritu, y cuantos accidentes pueden producir ventajas. Jamás éstos han podido ver a los blancos, sino al través de una grande veneración como seres favorecidos del cielo [15].“El español americano [16] dice M. de Pons [17], ha hecho a su esclavo compañero de su indolencia”. En cierto respecto esta verdad ha sido origen de resultados felices [18]. El colono español no oprime a su doméstico [19] con trabajos excesivos; lo trata como a un compañero; lo educa en los principios de moral y de humanidad que prescribe la religión de Jesús. Como su dulzura es ilimitada, la ejerce en toda su extensión [20] con aquella benevolencia que inspira una comunicación familiar. El no está aguijoneado por los estímulos de la avaricia, ni por los de la necesidad, que producen la ferocidad de carácter, y la rigidez de principios, tan contrarios a la humanidad. El americano del sur vive a sus anchas en su país nativo [21]; satisface sus necesidades y pasiones a poca costa [22]. Montes de oro y de plata le proporcionan riquezas fáciles con que obtiene [23] los objetos de la Europa. Campos fértiles, llanuras pobladas de animales, lagos y ríos caudalosos con ricas pesquerías lo alimentan superabundantemente [24], el clima no le exige vestidos y apenas habitaciones; en fin,

plejas relaciones expresadas en el mestizaje. En lo que sigue de este escrito jamaiquino, el lector notará que la descripción de cada grupo social, descrito no sólo como raza, está referido a ese asunto problemático de la fundamen-tación de la noción de igualdad en el marco de la libertad.

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puede existir aislado, subsistir de sí mismo, y mantenerse independiente de los demás. Ninguna otra situación del mundo es semejante a ésta: toda la tierra está ya agotada por los hombres, la América sola, apenas está encetada.De aquí me es permitido colegir que, habiendo una especie de independencia individual en estos [25] inmensos países, no es probable que las facciones de razas diversas, lleguen a constituirse de tal modo, que una de ellas logre anonadar a las otras.6 La misma extensión, la misma abundancia, la misma variedad de odores, da cierta neutralidad a las pretensiones, que vienen a hacerse casi nulas [26].El indio es de un carácter tan apacible [27], que sólo desea el reposo y la soledad; no [28] aspira ni aun a acaudillar su tribu, mucho menos a dominar las extrañas. Felizmente esta especie de hombres es la que menos reclama la preponderancia; aunque [29] su número excede a la suma de los otros habitantes. Esta parte de la población americana es una especie de barrera para contener a los otros [30] partidos; ella no pretende la autoridad, porque ni la ambiciona [31], ni se cree con aptitud para ejercerla, contentándose con su paz, su tierra y su familia. El indio es el amigo de todos [32], porque las leyes no lo habían desigualado [33], y porque, para obtener todas [34] las mismas dignidades de fortuna y de honor que conceden los gobiernos, no han menester de recurrir a otros medios que a los [35] servicios y al [36] saber; aspiraciones que ellos odian más que lo que pueden desear las gracias [37].

6 De hecho el Libertador ya ha distinguido la población, en el segundo pá-rrafo, en términos de “razas cruzadas” junto a lo que llama “naciones” -gru-pos sociales- indígenas, africanas y españolas. La poca probabilidad a la que hace referencia sólo puede descansar en su convicción de la profundidad que ha alcanzado el mestizaje (como lo señala en la Carta de Jamaica); de ma-nera que el problema de las castas es, para él, el problema de su igualación en el marco de la independencia política y de la conquista de la libertad.

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Así, pues, parece que debemos contar con la dulzura de mucho más de [38] la mitad de la población [39], puesto que los indios y los blancos componen los tres quintos de la populación total, y si añadimos los mestizos que participan de la sangre de ambos, el aumento se hace más sensible y el temor de los colores [40] se disminuye, por consecuencia.El esclavo en la América española vegeta abandonado [41] en las haciendas [42], gozando, por decirlo así, de su inacción, de la hacienda de su señor y de una gran parte de los bienes de la libertad; y como la religión le ha persuadido que es un deber sagrado servir [43], ha nacido y existido en esta dependencia doméstica, se considera en su estado natural, como un miembro de la familia de su amo, a quien ama y respeta [44].La experiencia nos ha mostrado que ni aun excitado por los estímulos más seductores, el siervo español no ha combatido contra su dueño; y por el contrario, ha preferido muchas veces la servidumbre pacífica a la rebelión. Los jefes españoles de Venezuela, Boves [45], Morales [46], Rosete [47], Calzada [48] y otros, siguiendo el ejemplo de Santo Domingo [49], sin conocer las verdaderas causas de aquella revolución [50], se esforzaron en sublevar toda la gente de color [51] inclusive los esclavos, contra los blancos criollos, para establecer un [52] sistema de desolación, bajo las banderas de Fernando VII [53]. Todos fueron instados al pillaje, al asesinato de los blancos; les ofrecieron sus empleos y propiedades; los fascinaron con doctrinas supersticiosas en favor del partido español, y, a pesar de incentivos tan vehementes, aquellos incendiarios se vieron obligados a recurrir a la fuerza, estableciendo el principio: que los que no sirven en las armas del rey son traidores o desertores; y, en consecuencia, cuantos no se hallaban alistados en [54] sus bandas de asesinos, eran sacrificados,

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ellos, sus mujeres, hijos, y hasta las poblaciones enteras; porque a todos obligaban a seguir las banderas del Rey. Después de tanta crueldad, de una parte, y tanta esperanza de otra, parecerá inconcebible que los esclavos rehusasen salir de sus haciendas, y cuando eran compelidos a ello, sin poderlo evitar, luego que les era posible, desertaban. La verdad de estos hechos se puede comprobar con otros que parecerán más extraordinarios.Después de haber experimentado los españoles, en Venezuela, reveses multiplicados y terribles [55] lograron, por fin, reconquistarla.El ejército del general Morillo viene a reforzarlos y completa la subyugación de aquel país; parecía, pues, que el partido de los independientes era desesperado, como en efecto lo estaba; pero, por un suceso bien singular se ha visto [56] que los mismos soldados libertos y esclavos que tanto contribuyeron, aunque por fuerza, al triunfo de los realistas, se han vuelto al partido de los independientes, que no habían [57] ofrecido la libertad absoluta, como lo hicieron las guerrillas españolas.7 Los actuales defensores de la independencia son los mismos partidarios de Boves [58], unidos ya con los blancos criollos, que jamás han abandonado esta noble causa.

7 Bolívar da muestra clara de su comprensión del fenómeno social del apoyo brindado por los esclavos a las bandas sanguinarias que lideraron la guerra en 1814 por parte de los defensores del dominio español. Entiende el Liber-tador que esos esclavos fueron víctimas de la demagogia y de la ilusión de la “libertad absoluta”. La mala comprensión de la noción de libertad será centro de atención en el pensamiento bolivariano desde entonces. Su pre-ocupación no se queda en la superficie del asunto del apoyo de los esclavos a la guerra o incluso a la causa independentista; su pensamiento va dirigido a entender cabalmente cómo se puede conquistar una libertad plena, de todos los grupos sociales, que incluya la libertad de los esclavos. El pensamiento sobre ese asunto lo expresa Bolívar de manera problemática en la Carta de Jamaica y será mejor concebido en el Discurso de Angostura.

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Estamos [59] autorizados, pues [60] a creer que todos los hijos de la América española, de cualquier color o condición que sean, se profesan un afecto fraternal recíproco, que ninguna maquinación es capaz de alterar [61]. Nos dirán que las guerras civiles prueban lo contrario. No, señor. Las contiendas domésticas de la América nunca se han originado de la diferencia de castas: ellas han nacido de la divergencia de las opiniones políticas, y de la ambición particular de algunos hombres, como todas las que han afligido a las demás naciones.8 Todavía no se ha oído un grito de proscripción contra ningún color, estado o condición; excepto contra [62] los españoles europeos, que tan acreedores son a la detestación universal. Hasta el presente se admira la más perfecta armonía entre los que han nacido en este [63] suelo, por lo que respecta a nuestra cuestión; y no es de temerse que en lo futuro suceda lo contrario, porque para entonces el orden estará establecido, los gobiernos fortificados con las armas, la opinión, las relaciones extranjeras y la emigración europea y asiática, que necesariamente debe aumentar la población [64].Balanceada [65] como está la populación americana, ya por el número, ya por las circunstancias, ya, en fin, por el irresistible imperio del espíritu, ¿por qué razón no se han de establecer nuevos gobiernos en esta mitad del mundo? ¿En Atenas no eran los esclavos [66] cuatro veces más que los ciudadanos? ¿Los campos de Esparta no los cultivaban los elotas? (sic) ¿En todo el Oriente, en toda la África, en parte [67] de Europa el número de los hombres libres no ha sido [68] inferior al de los siervos? [69] Obsérvese además [70] la diferencia que existe entre los cautivos de la antigüedad y los miserables trabajadores de la América;

8 El Libertador reitera aquí su tesis sobre el origen de las guerras como cau-sadas por la discordia de origen político, y no racial, o por la ambición tal como lo vimos en el anterior escrito en Jamaica.

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aquellos eran prisioneros de guerra, acostumbrados al manejo de las armas, mercaderes y navegantes ricos [71], filósofos profundamente instruidos, que conocían sus derechos y todos [72] sufrían impacientes las cadenas [73]. Los modernos son de una raza salvaje, mantenidos en su rusticidad por la profesión a que se les aplica y degradados a la esfera de los brutos.Lo que es, en mi opinión, realmente temible es [74] la indiferencia con que la Europa ha mirado hasta hoy [75] la lucha de la justicia contra la opresión, por temor de aumentar la anarquía; ésta es una instigación [76] contra el orden, la prosperidad, y los brillantes destinos que esperan a la América.9 El abandono en que se nos ha dejado es el motivo [77] que puede, en algún tiempo, desesperar al partido independiente, hasta hacerlo proclamar máximas demagógicas para atraerse la aura popular [78], esta indiferencia repito [79] es una causa inmediata que puede producir la subversión [80] que sin duda forzará al partido débil en algunas partes de la América a adoptar medidas [81], las más perniciosas, pero las más necesarias para la salvación de los americanos que actualmente se hallan comprometidos en la defensa de su patria, contra una persecución desconocida en todo otro país que [82] la América española. La desesperación no escoge los medios que la [83] sacan del peligro.EL AMERICANO [84].

9 De nuevo, con su amplia visión histórico-política y como agudo obser-vador del ámbito del poder mundial -expresado en la confrontación entre dominios imperiales por los espacios conformados por el mundo colonial-, Bolívar contrapone a los causales internos de la demora en el éxito de la lucha independentista, y como su causa más honda, la ceguera del mundo imperialista europeo y, en general, de todos los poderes mundiales. Cada vez se arraigará más en su espíritu la convicción de que las fuerzas indepen-dentistas se consagrarán al calor de su propia potencia. En 1816 esa potencia tendrá su elemento inspirador, material y espiritual, en el apoyo que recibirá en el Haití vencedor del colonialismo francés.

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Notas[1] Se había escrito “más grande” que fue tachado y en su lugar se interlineó “mayor”[2] El artículo “las” está interlineado.[3] Se había escrito “atrevo”, fue tachado y en su lugar está interlineado “aventuro”.[4] Se había escrito “prácticos” que fue tachado y en su lugar está interlineado “positivos”[5] Se había escrito: “de la revolución americana”. Esto se modificó de la siguiente manera: se tacharon “la” y “americana” y se interlineó “su” antes de “revolución”, encima mismo de una tachadura ilegible. Se interlineó, luego, “nuestra”.[6] Palabra modificada en su grafía. Se había escrito antes erróneamente “hayan”[7] Se había escrito: “...este gran continente poblado de diferentes naciones indígenas”. Esto se modificó tachando y poniendo entre paréntesis las palabras que no aparecen en el texto: “poblado” y “diferentes”.[8] Se había escrito: “...es ciertamente de blancos Europeos y Criollos, pero también es cierto que esta posee una superioridad incontestable sobre la masa general; lo que le da una influencia tan señalada que parecerá supuesta”. Esto se modificó tachando las porciones que no aparecen en el texto.[9] La palabra “unión” está interlineada en lugar de: “unidad” que fue tachada y además, se añadió “h” a la palabra “armonía”.[10] Se había escrito: “...la desproporción en la cantidad numérica...”. Fue tachado “en la cantidad”.[11] Seguían aquí las siguientes líneas tachadas y puestas entre paréntesis: “Los blancos en el Perú, sólo son un octavo del total;

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en Nueva España y Venezuela un quinto; en la Nueva Granada cerca de la [mitad]; y en la Habana [más] de la mitad aún. En las otras partes (las poblaciones) son relativas a éstas”. Hay que observar que “(las poblaciones)” fue tachado con anterioridad.[12] Se había escrito: “Pero observemos”. Esto se modificó tachando “Pero” y poniendo mayúscula a “observemos”.[13] Seguía: “al”, que fue tachado.[14] Se había escrito: “habiéndose procurado mantenerla”. Se modificó tachando: “procurado mantenerla”. La palabra “habiéndose” fue modificada en su grafía tachándosele el final “se”, el cual se volvió a escribir interlineado.[15] Se había escrito: “Jamás estos han podido ver a los blancos, sino a través de una grande ilusión, como raros seres destinados por la fortuna, o por el cielo, para dominarlos. Los negros respetan en el Europeo a su señor: y la esclavitud les ha disminuido su esencia moral; y apenas conservan vestigios de un deseo racional de libertad”. Antes de ser tachado este párrafo se enmendó una parte de la redacción en la siguiente forma: “...o por cielo para mandarlos. Los morenos africanos respetan al Europeo y la bárbara esclavitud les ha disminuido”.[16] La palabra “americano” está interlineada.[17] El viajero y funcionario francés Francisco De Pons (o Depons) nacido en Soustons (Landes) en 1751 y muerto en París en 1812. Como agente del gobierno de su patria residió en Venezuela entre 1801 y 1804. Fruto de su estancia en la Capitanía general fue su obra “Voyage à la partie oriéntale de la Terre Ferme”. .. (París, 1806, 3 Vols.) a la cual se refiere la cita de Bolívar.[18] Se había escrito: “En cierto respecto ésta es una verdad que afortunadamente ha sido...” Esto se corrigió tachando después de haberlo puesto entre paréntesis: “es una” y “que afortunadamente”. También fue tachado “esta verdad”, para escribirlo de nuevo interlineado.[19] Se había escrito “esclavo” el cual fue tachado y en su lugar se interlineó “doméstico”.[20] Aquí seguía: “hacia su doméstico”, que fue tachado.[21] [Aquí seguía: “con poca industria”, lo cual fue tachado.[22] Interlineado: “a poca costa”.[23] Se había escrito “obtienen”, y se le tachó la “n” final.[24] Aquí seguían las siguientes palabras que fueron tachadas y puestas entre paréntesis: “y a costa de un trabajo muy moderado”.

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[25] Esta palabra está interlineada sustituyendo “aquellos”, que fue tachada.[26] Se había escrito “. . .pretensiones de predominio, que vienen a ser casi nulas”. Esto fue modificado incorporando las debidas tachaduras e interlineados para dar el texto que ofrecemos.[27] Se había escrito: “apático”, lo cual fue tachado y en su lugar se interlineó: “pacífico”. Esta palabra a su vez se tachó y se interlineó: “apacible”.[28] Seguía “sólo”, que fue tachado.[29] “aun” está interlineado.[30] “otros” está interlineado.[31] Se había escrito: “Felizmente esta especie de hombres es la que menos reclama la preponderancia; a pesar de que le asiste el derecho, y posee la fuerza física para lograrla; pues que su número excede a la suma de los otros habitantes. Esta parte de la población americana es una especie de barrera para contener a los partidos de color, porque ella no pretende la autoridad del blanco, porque ni la ambiciona...” Se modificó el texto con las debidas tachaduras para dejar la redacción que damos arriba.[32] Se había escrito: “...el amigo del blanco”, lo cual se tachó y en su lugar se interlineó “de todos”.[33] Se había escrito: “. . .las leyes lo han igualado a él. . .” [34] La palabra “todas” está interlineada.[35] Aquí seguían las siguientes palabras que fueron tachadas después de puestas entre paréntesis: “que proporcionan los”.[36] Se había escrito “el”; se modificó en “al” sobre la palabra anterior.[37] la primera redacción que decía: “. . .que lo que pueden amar los favores de la fortuna”. Con las debidas tachaduras e interlineados, el texto quedó como lo damos arriba.[38] Las palabras “la dulzura de” y “mucho más de” fueron interlineadas en dos momentos diferentes.[39] Aquí seguía: “a nuestro favor”, lo cual fue tachado.[40] Aquí seguían las siguientes palabras tachadas después de puestas entre paréntesis: “por consecuencia”.[41] Seguía: “de su dueño”, que fue tachado.[42] Se había escrito: “habitaciones” que fue tachado, e interlineado:”haciendas”.[43] Seguía: “y” que fue tachado.

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[44] Aquí seguía: “como en todos los países del mundo se hace, con los jefes de las familias”, lo cual fue tachado.[45] El caudillo realista José Tomás Boves (Oviedo, 1782-Campo de Úrica, 1814).[46] El jefe realista Francisco Tomás Morales.[47] El jefe realista Francisco Rosete, activo en las inmediaciones de Caracas y en los Valles del Tuy durante los años 1813-1814. La población que se menciona es Ocumare del Tuy, en el actual Estado Miranda.[48] El jefe español Sebastián de la Calzada, activo en las campañas de Venezuela y la Nueva Granada.[49] Se refiere, en realidad, a la revolución de la parte francesa de la isla de Santo Domingo, hoy República de Haití.[50] La frase “sin conocer las verdaderas causas de aquella revolución” fue interlineada.[51] Seguía “y” que fue tachada.[52] Se había escrito “el” que se tachó. En su lugar se interlineó “un”.[53] Seguía: “los indios, los libertos, los esclavos, en fin”, que fue tachado.[54] Entre “alistados” y “en” hay una palabra (¿acaso “se”?) tachada.[55] Se había escrito: “los reveses (y) más multiplicados y terribles”. Se tachó “y más”.[56] Se tachó “acaba de ver”, y en su lugar se interlineó: “ha visto”.[57] Se había escrito: “que jamás han ofrecido”. Se tachó: “jamás han” y en su lugar se interlineó: “no habían”[58] Se había comenzado a escribir: “es”, lo cual fue tachado.[59] Este párrafo comenzaba: “Parece que estáb[amos]” lo cual se tachó después de puesto entre paréntesis. Se puso en mayúscula la letra inicial de la palabra “Estamos”.[60] Se había escrito “p*” como abreviatura de “para”. Se mo-dificó sobre la misma palabra para leer “pes.” y se añadió “a”, dando el texto que ofrecemos.[61] Se había escrito “adulterar”; se tacharon las dos primeras letras y se modificó la grafía de la palabra para que se lea: “alte-rar”.[62] La palabra “contra” está interlineada.

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[63] Se había escrito: “aquel suelo”; se tachó “aquel” y en su lugar se interlineó “este”.[64] Se había escrito: “...la población dominante”, se tachó “dominante”.[65] Se tachó “pues”, que seguía a “Balanceada”.[66] Está interlineado: “los esclavos”.[67] Se había escrito: “...en gran parte...”; se tachó “gran” y en su lugar se interlineó “una” lo que fue tachado también.[68] Seguía “siempre” que se tachó, después de puesto entre paréntesis.[69] Seguían las siguientes líneas que fueron tachadas: “Para los descubrimientos de Colón están reservados todos los inconve-nientes, todas las oposiciones, sin atenderse a las muchas cir-cunstancias felices que militan siempre en nuestro favor”.[70] Está interlineado: “además”.[71] Se había escrito: “...y navegantes ricos e instruidos”; y se tachó:”e instruidos”.[72] Interlineado: “todos”.[73] Seguía: “Otras veces eran naciones enteras”, que fue tachado.[74] Interlineado: “Lo que es, en mi opinión, realmente temible es”. Fue escrito para añadirlo al principio del párrafo, que antes empezaba: “La indiferencia...”[75] Se había comenzado a escribir: “...hasta hoy las contiendas”, que se tachó.[76] Se había escrito: “...la anarquía; es precisamente una insti-gación”. Con las debidas modificaciones quedó el texto como lo ofrecemos arriba.[77] Se había escrito: “verdadero motivo”, y se tachó “verdade-ro”.[78] Seguía: “y fortificar la causa Americana contra la tiranía que le hace padecer la España”. Fue tachado.[79] Interlineado: “repito”.[80] Seguía: “que tan justamente se teme...”[81] Interlineado: “medidas” en lugar de “ideas”, que fue tacha-do.[82] Se había escrito: “...que no sea la América...”, y se tachó “no sea”.[83] Seguía: “conducen a su fin”, lo cual se tachó.[84] La firma “El Americano” es autógrafa del Libertador.

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El texto que se presenta en las siguientes páginas está acompañado por notas que el lector encontrará al final del texto señaladas con la notación [1]. Las notas provienen de la edición del Archivo del Libertador. Las otras, colocadas a pie de página, han sido elaboradas para esta edición.

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ESCRITO 3

DOCUMENTO 1311 DEL ARCHIVO DEL LIBERTADOR

CARTA DIRIGIDA AL EDITOR DE THE ST. LAGO GAZETTE, CON UN ARTICULO ANEXO QUE FUERON PUBLICADOS EN INGLÉS EN EL N° 50 DE DICHO PERIÓDICO, APARECIDO EL 16 DE DICIEMBRE DE 1815. ES PRESUMIBLE QUE LOS ORIGINALES EN ESPAÑOL DE ESTOS DOCUMENTOS HAYAN SIDO REDACTADOS POR EL LIBERTADOR

“PostScript to The St. Lago Gazette”, Jamaica, Vol. LXI, N° 50, del sábado 9 al sábado 16 de diciembre de 1815. Ese periódico se publicaba en la población de Santiago de la Vega (hoy Spanish Town) que era en aquella época la capital de la Colonia. En la página 2 del número citado, que apareció el 16 de diciembre de 1815, fueron publicados en inglés la carta al Editor, en la cual la firma había sido sustituida por tres asteriscos y el artículo anexo a la misma, sin firma. Es de suponer que ambas fuesen obra de la misma persona.El Profesor William E. Atkinson, Director del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Glasgow (Escocia), en el Reino Unido, consultado por la Comisión Editora, expresa al respecto que la carta está escrita en un inglés correcto, y que el artículo es indudablemente una traducción, del español según se infiere; y agrega que tal traducción es tan diferente que ciertas frases carecen de sentido en inglés.No se conoce el original español que sirvió de base para esa traducción. La Comisión Editora estima posible que dicho original fuese obra del Libertador, si bien para tener una seguridad

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absoluta sería necesario poder examinar dicho original, cuyo paradero, como se ha expuesto, es desconocido. A favor de la atribución de dicho artículo al Libertador (pero siempre con las reservas manifestadas) la Comisión Editora ha tenido en cuenta las siguientes consideraciones: 1° Este artículo obedece a un evidente propósito de suscitar simpatías y obtener ayuda a favor de la causa de la independencia hispanoamericana, con lo cual se halla en la línea de los demás que el Libertador escribió durante aquellos meses. En el que nos ocupa, se dirige directamente a los comerciantes británicos de la colonia —y, de un modo más general, a los de la metrópoli— a quienes se esfuerza en persuadir de que sus intereses económicos se verían muy favorecidos con la independencia de la Costa Firme. Como se recordará, Bolívar se había dirigido en esos días a varios comerciantes establecidos en Jamaica, solicitando su cooperación económica para organizar una nueva expedición con destino al Continente. Esta circunstancia explicaría la ausencia de firma en el artículo, ni siquiera un seudónimo (cuando otros los había firmado “Un Sur americano” - “A South American”; o “Un Americano”, “El Americano”) pues al Libertador, en el presente caso, no le convenía que el artículo pudiese ser atribuido a un hispanoamericano, sino que pareciese obra de un británico, con lo cual tendría mayor peso e impacto. A esta misma intención obedece la forma en que está redactado el artículo, cuando dice, por ejemplo, “The people of these colonies” (el pueblo de esas colonias [las de España]) o “not even our existing sources of manufacture” (ni siquiera nuestras [de la Gran Bretaña y Jamaica] fuentes de manufactura existentes), con lo cual se quiere dar la impresión de que el artículo era obra de alguien de la isla.2° Dado que la afirmación del Profesor Atkinson —con la cual coincide totalmente la Comisión Editora— es rotunda en cuanto al hecho de que el texto del artículo publicado en The St. Lago Gazette es indiscutiblemente una traducción, y no

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podría haber sido en ningún caso escrito directamente en inglés, cabe preguntarse quiénes, en Jamaica, se hallaban entonces en condiciones de redactar un escrito de ese tipo en español. Desde luego, la Comisión no pretende conocer las actividades de todos los exilados hispanoamericanos en la isla durante aquellos meses; tampoco niega que un Ignacio Cavero, por ejemplo, pudiese tener capacidad suficiente para redactar un artículo periodístico; y, como él habría algunos más, pero muy pocos, sin duda. El caso es que ni de Cavero ni de otros hispanoamericanos entonces residentes en Jamaica se tiene noticia de ninguna actividad periodística, en tanto que de Bolívar son varios los escritos de esta clase que se conocen.3° En el artículo que comentamos hay varias alusiones o menciones de carácter histórico o literario que, si bien no podían ser, naturalmente, una exclusiva del Libertador, coinciden bastante con lo usual en otros textos suyos de ese período. La referencia a “la era de los Faraones”, por ejemplo, y la alusión a la Utopía de Tomás Moro o al Telemaco de Fenelón. Es, sobre todo, muy característico el recurso a Humboldt como fuente informativa sobre las condiciones demográficas de América.4° Ciertas expresiones del artículo y de la carta que le precede coinciden con partes de la “Carta de Jamaica” o de otros artículos periodísticos de Bolívar en aquella época. Así, al comienzo de la carta, se dice “most men vacillate”; y en la Carta de Jamaica (pág. 216) “all men vacillate”, que traduce “todos los hombres vacilan”.5° Aun cuando, como es sabido, nunca es posible conseguir una reversión totalmente exacta al idioma original de un texto que haya sido traducido, sin embargo muchas porciones del artículo, puestas en castellano, tienen un genuino toque bolivariano. Como ejemplo, léase: “Porque a pesar del desnaturalizado sistema de la decrépita España, sus colonias, sumidas en la desesperación y en los ultrajes, habían alcanzado, antes de comenzar la fatal guerra

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actual, una población de catorce millones de habitantes” reversión al español de: “For, in defiance of the unnatural system of Old Spain, her colonies, in the midst of despair and contumely, had acquired, before the commencement of the present fatal warfare, a population of fourteen millions”.La conjunción de todos estos argumentos ofrece bases para considerar como posible la atribución de la paternidad de esos textos al Libertador. Sin embargo, la ausencia de una prueba concluyente, como lo sería el texto original, en español, del artículo y de la carta, no permite llegar a conclusiones definitivas. Es así que la Comisión Editora ha acordado incluir en el presente volumen los textos en inglés y una versión al español hecha especialmente para esta Colección, pero con las advertencias siguientes:a) Tal inclusión se hace a fin de dar a conocer a los estudiosos del tema bolivariano dichos textos, sin que se entienda que por ello la Comisión Editora los considera definitivamente obra del Libertador. Tal atribución en firme sólo podría hacerse al aparecer nuevos elementos de juicio, y en especial el original en español dictado o escrito por el Libertador.b) En todo caso, al utilizar estos materiales, debe tenerse siempre en cuenta que no nos hallamos ante expresiones textuales del Libertador, sino ante la traducción (de mediocre calidad) al inglés de un texto castellano que pudo ser suyo. Tampoco la versión al español elaborada especialmente para esta Colección tiene la pretensión de haber acertado a reflejar siempre —ni siquiera en la mayoría de los casos— las expresiones que pudo usar el Libertador. Se trata tan sólo de un texto muy aproximado en sentido general. Con todas las salvedades y consideraciones que anteceden, la Comisión Editora cree hacer un servicio a los estudiosos bolivarianos al recoger aquí estos textos, con la esperanza de que su análisis por la crítica especializada pueda sacar un día alguna conclusión más firme.

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Al Editor de “The St. Lago Gazette”.

Señor:

En un tiempo en que muchos hombres vacilan con respecto a los suramericanos o miran con frialdad su causa, Ud. ha manifestado buena voluntad hacia ellos con liberalidad y decisión.Si Ud., en favor de dicha causa, da cabida en su Gaceta a las observaciones anexas, le quedaré muy agradecido, señor,su muy obediente y humilde servidor

Tan dedicado se halla el gremio mercantil al fomento de sus inmediatos intereses, que de un modo natural descuida enteramente considerar cualesquiera causas capaces de ampliar o disminuir sus límites en grados de la más extraordinaria diferencia. Pongamos ahora a un lado toda reflexión de carácter político o moral que pueda suscitarse al debatir las consecuencias de la contienda intestina que actualmente hace furor en las posesiones españolas. Aunque tal vez al haberse asomado una vez a tan trágico espectáculo el corazón tiene que haberse llenado instintivamente de los más ardientes impulsos de indignación, piedad y aflicción; cuando se piensa en millones de seres humanos postrados ante su Creador, implorando la ayuda divina para fortalecer sus armas o brazos [1] en su combate contra la más infame tiranía que jamás ha existido desde la era de los Faraones. Despojémonos, si ello es posible, de unos sentimientos tan sinceros de simpatía y conmiseración hacia quienes sufren, y esforcémonos en calcular el proceso desde el punto de vista del beneficio comercial.10 Las provincias de América del

10 Resulta completamente transparente que en la mente del Libertador todo lo con-cerniente al ámbito económico (comercial, financiero, industrial, etc.) está absoluta-mente subordinado al ámbito político y moral. Esta consideración de Bolívar es una muestra de su convicción racional. La Razón, en su consideración analítica, hace

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Sur, una vez libertadas del injusto dominio de la metrópoli tendrán entre sus primeras atenciones el establecimiento de los reglamentos que un pueblo libre requiere para estimular las actividades de la industria, únicas capaces de sostener con alguna firmeza la posesión de la libertad. El comercio, en dichos Estados, ha de ser ejercido sin miras de monopolio; debe ser abolida la abominable doctrina que concede al soberano, o a cualesquiera corporaciones colegiadas o compañías establecidas por la ley, el derecho de adquirir privilegios que excluyan al resto de un pueblo del disfrute de los bienes que la naturaleza prodiga, en cualquier rama de la agricultura o del comercio: se acabarán las prohibiciones de exportar o de importar excepto tan sólo, en la medida en que sean modificadas por las disposiciones protectoras requeridas a fin de promover ventajosamente el bien público. Las restricciones, entonces, como ocurre en el Código de Comercio británico, actúan a modo de saludable estímulo al bien común. ¿Es ésta una vana especulación, estoy resucitando inoportunamente los sueños de Moro [2] y de Fenelón [3]. Los Estados Unidos [4], si continúan progresando como hasta ahora, tendrán dentro de cincuenta años treinta millones de habitantes, y un millón de marineros; lo que está al alcance del hombre en una región, no es absolutamente imposible en otra. Porque a pesar del desnaturalizado sistema de la decrépita España, sus colonias, sumidas en la desesperación y los ultrajes, habían alcanzado antes de comenzar la fatal guerra actual, una población de catorce millones de habitantes; así lo expone Humboldt [5], basándose en documentos los más auténticos, cálculos que probablemente estén más bien por

un esfuerzo por separar los ámbitos de la racionalidad sobre la práctica (la moral, lo ético, lo espiritual) para poder dictaminar, bajo su dominio, lo concerniente a las cuestiones pragmáticas.

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debajo que por encima de la cifra exacta: quítenseles sus cadenas —en lugar de éstas, establézcanse todas las leyes que la experiencia de naciones más afortunadas ofrece tan ampliamente, que las obras de escritores sancionados por la aprobación universal han inculcado— y la América del Sur pueda rivalizar en número y vigor con las más favorecidas comunidades.Este mismo año, inclusive, si la mente del pueblo de esas colonias se fijase decididamente en el establecimiento de un gobierno bien regulado, un número tan considerable de pedidos de mercancías serían dirigidos a Kingston y a Gran Bretaña, que ni siquiera nuestras fuentes de manufacturas existentes bastarían para proveerlas. La demanda crecería con el aumento de la población; y en un período de cincuenta años la Gran Bretaña encontraría, en el extraordinario incremento de su población, el resorte principal de su prosperidad manando en amplias corrientes desde las colonias españolas. Gran Bretaña e Irlanda, colocadas bajo la misma égida de protección universal, que abre las tierras, así como el mar, a la legítima acción del interés propio, tendrían en el mismo espacio de tiempo no menos de treinta millones de habitantes.—Esta opinión me lleva de nuevo a mi afirmación con respecto a las colonias españolas; y, adonde quiera que el pensamiento se dirija, de todas partes surgirán observaciones de la más fácilmente comprensible concepción, que convencen de la absoluta conveniencia de estimular un buen gobierno en ese país: almacigo de las más ilimitadas ventajas para la Gran Bretaña. Lo que es más de temer es que cuando la justa energía de los americanos haya expelido a los impíos invasores, aquéllos se disputen entre sí, y tengan que sufrir otro proceso de matanza y devastación en su marcha hacia la eventual tranquilidad; —pero el ejemplo de la

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confederación, con todos sus defectos, ha sido ensayado, y puede ser seguramente aceptado en América del Sur, de modo que se logre una representación concentrada.

Notas[1] “Arms” en inglés, puede significar en castellano “brazos” o “armas”. Aquí parece corresponder mejor a lo segundo.[2] Moro. El político y escritor inglés Thomas Moro (1478-1535) autor de la célebre obra Utopía, a la cual alude aquí muy probablemente el Libertador.[3] Fenelón. El sacerdote francés Francois de Salignac de la Mothe Fénelon (1651-1715), autor de Les Aventures de Télémaque, obra a la cual se refiere probablemente Bolívar.[4] Los Estados Unidos de Norteamérica.[5] El sabio prusiano Alejandro de Humboldt.

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CARTA DE JAMAICA

DOCUMENTO 1302 DEL ARCHIVO DEL LIBERTADOR

EL LIBERTADOR ESCRIBE EN KINGSTON, EL 6 DE SEPTIEMBRE DE 1815, LA PROFETICA CARTA

DE JAMAICA DIRIGIDA A HENRY CULLEN SOBRE LA EMANCIPACIÓN AMERICANA

LA “CARTA DE JAMAICA” O

CONTESTACIÓN DE UN AMERICANO MERIDIONAL A UN CABALLERO DE ESTA ISLA

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El texto de la Carta de Jamaica que se presenta en las siguientes páginas está acompañado por notas que el lector encontrará al lado izquierdo. Las notas al final del texto que van con el símbolo* (en la notación: [1*]) provienen de la edición del Archivo del Libertador. Las otras -con la notación: (1)- han sido elaboradas para esta edición.

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(1) Conocedor de la historia política universal. Bolívar habla con total franqueza. No corre el riesgo de hablar por ha-blar, especialmente -como él dice- del futuro. Sabe de la falta de conocimientos sobre tan vasto dominio como lo es la América en su tiempo. Sin embargo, como se verá en el desarrollo de su análisis histórico y político, sus conjetu-ras no son especulativas. Las planteará sobre la base de un conocimiento que es parcial pero también sobre la base de cuanto ha estudiado de la historia política de otros pueblos o naciones.

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Muy Señor Mío:

Me apresuro a contestar la carta de 29 del mes pasado que V. me hizo el honor de dirigirme, y yo recibí con la mayor satisfacción.

Sensible, como debo, al interés que V. ha querido tomar por la suerte de mi patria, afligiéndose con ella por los tormentos que padece, desde su descubrimiento hasta estos últimos períodos, por parte de sus destructores los españoles, no siento menos el comprometimiento en que me ponen las solícitas demandas que V. me hace, sobre los objetos más importantes de la política americana. Así, me encuentro en un conflicto, entre el deseo de corresponder a la confianza con que V. me favorece, y el impedimento de satisfacerla, tanto por la falta de documentos y de libros, cuanto por los limitados conocimientos que poseo de un país tan inmenso, variado y desconocido como el Nuevo Mundo.En mi opinión es imposible responder a las preguntas con que V. me ha honrado. El mismo barón de Humboldt [1*], con su universalidad de conocimientos teóricos y prácticos, apenas lo haría con exactitud; porque, aunque una parte de la estadística y revolución de América es conocida, me atrevo a asegurar que la mayor está cubierta de tinieblas, y por consecuencia, sólo se pueden ofrecer conjeturas más o menos aproximadas, sobre todo en lo relativo a la suerte futura, y a los verdaderos proyectos de los americanos; pues cuantas combinaciones suministra la historia de las naciones, de otras tantas es susceptible la nuestra por sus posiciones físicas, por las vicisitudes de la guerra, y por los cálculos de la política (1).Como me conceptúo obligado a prestar atención a la apreciable carta de V., no menos que a sus filantrópicas

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(2) La merecida exaltación que hace Bolívar a Bartolomé de Las Casas tiene un sentido político y religioso. Bolívar lo muestra como símbolo de la preocupación espiritual por el destino de los miserables del Nuevo Mundo pero revestido en su condición de hombre que sabe actuar políticamente -formulando una profunda crítica al poder de las Cortes y de la misma Iglesia- y sobre la base de una observación se-mejante a la de los naturalistas forjadores del conocimiento científico de la sociedad.

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miras, me animo a dirigir estas líneas, en las cuales ciertamente no hallará V. las ideas luminosas que desea, mas sí las ingenuas expresiones de mis pensamientos.“Tres siglos ha, dice V., que empezaron las barbaridades que los españoles cometieron en el grande hemisferio de Colón”. Barbaridades que la presente edad ha rechazado como fabulosas, porque parecen superiores a la perversidad humana; y jamás serían creídas por los críticos modernos, si constantes y repetidos documentos no testificasen estas infaustas verdades. El filántropo obispo de Chiapa [2*], el apóstol de la América, Las Casas [3*] ha dejado a la posteridad una breve relación de ellas, extractada de las sumarias que siguieron en Sevilla [4*] a los conquistadores, con el testimonio de cuantas personas respetables había entonces en el Nuevo Mundo, y con los procesos mismos que los tiranos se hicieron entre sí; como consta por los más célebres historiadores de aquel tiempo. Todos los imparciales han hecho justicia al celo, verdad y virtudes de aquel amigo de la humanidad, que con tanto fervor y firmeza denunció ante su gobierno y sus contemporáneos los actos más horrorosos de un frenesí sanguinario (2). Con cuánta emoción de gratitud leo el pasaje de la carta de V. en que me dice “que espera que los sucesos que si-guieron entonces a las armas españolas, acompañen ahora a las de sus contrarios, los muy oprimidos americanos me-ridionales”. Yo tomo esta esperanza por una predicción, si la justicia decide las contiendas de los hombres. El suceso coronará nuestros esfuerzos; porque el destino de la Amé-rica se ha fijado irrevocablemente; el lazo que la unía a la España está cortado; la opinión era toda su fuerza; por ella se estrechaban mutuamente las partes de aquella inmensa monarquía. Lo que antes las enlazaba ya las divide; más grande es el odio que nos ha inspirado la Península que

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(3) Obsérvese atentamente el cuidado que tiene Bolívar en dis-tinguir el reconocimiento a la herencia que nos corresponde por el lado español de la crítica al comportamiento de Espa-ña frente a sus “hijos” que ya han madurado o pasado a su etapa adulta como naciones. Por ello habla de lo que “pare-cía” un principio de adhesión (un fundamento inamovible) que la conducta impropia de España pervirtió destrozando lo que se vivió como una simpatía (un acuerdo en armonía, cuando es visto desde la niñez de los pueblos americanos) pero que en el fondo (o visto ahora desde la edad adulta) había sido un “apego forzado” por el ejercicio implacable del “imperio de la dominación”. Se justifica entonces, más allá del juego metafórico, que enseguida se refiera a España como madrastra desnaturalizada.

(4) La expresión “ojeada” era usual para indicar la pretensión modesta de la comprensión de un fenómeno político que, se entendía usualmente, conlleva el conocimiento de múl-tiples facetas; es la comprensión propia del intelecto de un hombre cultivado en las letras, artes y ciencias. Aquí, Bolívar atiende una de las solicitudes de Cullen en torno a datos geográficos y demográficos ligados a observaciones sobre el curso de la política y, en especial, de la revolución. En 1819, en Angostura, dirá: “Echando una ojeada sobre lo pasado, veremos cuál es la base de la República de Vene-zuela”; lo que hace evaluando el pasado no sólo en su di-mensión política.

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el mar que nos separa de ella; menos difícil es unir los dos continentes que reconciliar los espíritus de ambos países. El hábito a la obediencia; un comercio de intereses, de luces, de religión; una recíproca benevolencia, una tierna solici-tud por la cuna y la gloria de nuestros padres; en fin, todo lo que formaba nuestra esperanza nos venía de España. De aquí nacía un principio de adhesión que parecía eterno; no obstante que la inconducta de nuestros dominadores re-lajaba esta simpatía; o por mejor decir este apego forzado por el imperio de la dominación (3). Al presente sucede lo contrario; la muerte, el deshonor, cuanto es nocivo nos amenaza y tememos; todo lo sufrimos de esa desnaturali-zada madrasta. El velo se ha rasgado: ya hemos visto la luz y se nos quiere volver a las tinieblas; se han roto las cade-nas; ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos. Por lo tanto, la América combate con despecho; y rara vez la desesperación no ha arrastrado tras sí la victoria.Porque los sucesos hayan sido parciales y alternados, no debemos desconfiar de la fortuna. En unas partes triunfan los independientes, en tanto que los tiranos, en lugares diferentes, obtienen sus ventajas, y ¿cuál es el resultado final? ¿no está el Nuevo Mundo entero conmovido y ar-mado para su defensa? Echemos una ojeada y observare-mos una lucha simultánea en la misma extensión de este hemisferio (4).El Belicoso Estado de las Provincias del Río de la Plata [5*] ha purgado su territorio y conducido sus armas vencedoras al Alto Perú [6*] conmovido a Arequipa [7*] e inquietado a los realistas de Lima [8*]. Cerca de un millón de habitantes disfruta allí de su libertad.El Reino de Chile [9*], poblado de 800.000 almas, está lidiando contra sus enemigos que pretenden dominarlo;

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pero en vano, porque los que antes pusieron un término a sus conquistas, los indómitos y libres araucanos, son sus vecinos y compatriotas; y su ejemplo sublime es suficiente para probarles que el pueblo que ama su independencia, por fin lo logra.El Virreinato del Perú, cuya población asciende a millón y medio de habitantes, es sin duda el más sumiso y al que más sacrificios se le han arrancado para la causa del rey; y bien que sean varias las relaciones concernientes a aquella hermosa porción de América, es indubitable que ni está tranquila, ni es capaz de oponerse al torrente que amenaza a las más de sus provincias.La Nueva Granada, que es, por decirlo así, el corazón de América, obedece a su gobierno general, exceptuando el reino de Quito, que con la mayor dificultad contienen sus enemigos, por ser fuertemente adicto a la causa de su patria, y las provincias de Panamá y Santa Marta que sufren, no sin dolor, la tiranía de sus señores. Dos millones y medio de habitantes están esparcidos en aquel territorio que actualmente defienden contra el ejército español bajo el general Morillo [10*], que es verosímil sucumba delante de la inexpugnable plaza de Cartagena. Mas si la tomare será a costa de grandes pérdidas, y desde luego carecerá de fuerzas bastantes para subyugar a los morigerados y bravos moradores del interior.En cuanto a la heroica y desdichada Venezuela, sus acontecimientos han sido tan rápidos y sus devastaciones tales, que casi la han reducido a una absoluta indigencia y a una soledad espantosa, no obstante que era uno de los más bellos países de cuantos hacían el orgullo de la América. Sus tiranos gobiernan un desierto y sólo oprimen a tristes restos que, escapados de la muerte, alimentan una precaria existencia: algunas mujeres, niños y ancianos son los que

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(5) Bolívar, quien al comienzo de la Carta dice no poseer a la mano “documentos y libros”, parece estar citando de me-moria (lo que era usual en él) una traducción exacta de la expresión de Raynal: suplice pour suplice, noyer cette race d’exterminateurs dans la mer ou dans le sang tal como apare-ce en el tomo 3 de la “Historia de las dos Indias” (Histoire philosophique et politique des établissements et du commerce des Européens dans les deux Indes) en la página 371.

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quedan. Los más de los hombres han perecido por no ser esclavos, y los que viven combaten con furor en los campos y en los pueblos internos hasta expirar o arrojar al mar a los que, insaciables de sangre y de crímenes, rivalizan con los primeros monstruos que hicieron desaparecer de la América a su raza primitiva. Cerca de un millón de habitantes se contaba en Venezuela y, sin exageración, se puede asegurar que una cuarta parte ha sido sacrificada por de tierra [11*], la espada, el hambre, la peste, las peregrinaciones; excepto el terremoto, todos resultados de la guerra. En Nueva España [12*] había en 1808, según nos refiere el barón de Humboldt, 7.800.000 almas con inclusión de Guatemala [13*]. Desde aquella época, la insurrección que ha agitado a casi todas sus provincias ha hecho disminuir sensiblemente aquel cómputo que parece exacto; pues más de un millón de hombres han perecido, como lo podrá V. ver en la exposición de Mr. Walton [14*] que describe con fidelidad los sanguinarios crímenes cometidos en aquel opulento imperio. Allí la lucha se mantiene a fuerza de sacrificios humanos y de todas especies, pues nada ahorran los españoles con tal que logren someter a los que han tenido la desgracia de nacer en este suelo, que parece destinado a empaparse con la sangre de sus hijos. A pesar de todo, los mexicanos serán libres porque han abrazado el partido de la patria, con la resolución de vengar a sus pasados, o seguirlos al sepulcro. Ya ellos dicen con Raynal [15*]: llegó el tiempo, en fin, de pagar a los españoles suplicios con suplicios y de ahogar a esa raza de exterminadores en su sangre o en el mar (5).Las islas de Puerto Rico [16*] y Cuba [17*], que entre ambas pueden formar una población de 700 a 800.000 almas, son las que más tranquilamente poseen los españoles, porque

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(6) Esta percepción sobre el comportamiento de los poderes en Europa, del poder mundial de la época, encuentra perfecta continuidad en los tres escritos de Jamaica posteriores a la Carta; lo que el lector habrá constatado en la sección anterior de este libro. Pero aquí, en lo que sigue, el Libertador añade a la aparente queja de la falta de apoyo a la revolución in-dependentista un argumento de peso sobre la “demencia” del poder español en pretender una reconquista; con ello la acusación al resto de Europa es más audaz: ve convertirse en compañeros de locuras a los demás gobiernos de Europa y también al poder eclesiástico y al gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica. Esta visión bolivariana sobre las cegueras del poder mundial sólo tiene explicación sobre la base del profundo conocimiento de Bolívar de las más au-daces tesis filosóficas y políticas de la Ilustración.

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están fuera del contacto de los independientes. Mas ¿no son americanos estos insulares? ¿No son vejados? ¿No desean su bienestar?Este cuadro representa una escena militar de 2.000 leguas de longitud y 900 de latitud en su mayor extensión en que 16.000.000 americanos defienden sus derechos, o están comprimidos por la nación española, que aunque fue en algún tiempo el más vasto imperio del mundo, sus restos son ahora impotentes para dominar el nuevo hemisferio, y hasta para mantenerse en el antiguo. ¿Y la Europa civilizada, comerciante y amante de la libertad, permite que una vieja serpiente, por sólo satisfacer su saña envenenada, devore la más bella parte de nuestro globo? ¡Qué! ¿está la Europa sorda al clamor de su propio interés? ¿No tiene ya ojos para ver la justicia? ¿Tanto se ha endurecido para ser de este modo insensible? Estas cuestiones, cuanto más las medito, más me confunden; llego a pensar que se aspira a que desaparezca la América; pero es imposible porque toda la Europa no es España (6). ¡Qué demencia la de nuestra enemiga, pretender reconquistar la América sin marina, sin tesoros, y casi sin soldados! Pues los que tiene apenas son bastantes para retener a su propio pueblo en una violenta obediencia y defenderse de sus vecinos. Por otra parte, ¿podrá esta nación hacer el comercio exclusivo de la mitad del mundo sin manufacturas, sin producciones territoriales, sin artes, sin ciencias, sin política? Lograda que fuese esta loca empresa, y suponiendo más, aun lograda la pacificación, los hijos de los actuales americanos unidos con los de los europeos reconquistadores, ¿no volverían a formar dentro de veinte años los mismos patrióticos designios que ahora se están combatiendo?La Europa haría un bien a la España en disuadirla de su obstinada temeridad, porque a lo menos le ahorraría los

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(7) La Europa autorizada para ilustrar a España no es otra cosa que el sistema de ideas de la Ilustración más radical; es la misma Europa personificada en estos “escritores” que Bo-lívar no señala con sus nombres y que han escrito tal siste-ma de ideas. Es ese el punto de apoyo del pensamiento que Bolívar despliega para las condiciones de la América que busca liberarse.

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gastos que expende, y la sangre que derrama; a fin de que fijando su atención en sus propios recursos, fundase su prosperidad y poder sobre bases más sólidas que las de inciertas conquistas, un comercio precario y exacciones violentas en pueblos remotos, enemigos y poderosos. La Europa misma, por miras de sana política, debería haber preparado y ejecutado el proyecto de la independencia americana, no sólo porque el equilibrio del mundo así lo exige, sino porque este es el medio legítimo y seguro de adquirirse establecimientos ultramarinos de comercio. La Europa, que no se halla agitada por las violentas pasiones de la venganza, ambición y codicia, como la España, parece que estaba autorizada por todas las leyes de la equidad a ilustrarla sobre sus bien entendidos intereses (7).Cuantos escritores han tratado la materia se acordaban en esta parte. En consecuencia, nosotros esperábamos con razón que todas las naciones cultas se apresurarían a auxiliarnos, para que adquiriésemos un bien cuyas ventajas son recíprocas a entrambos hemisferios. Sin embargo ¡cuán frustradas han quedado nuestras esperanzas; no sólo los europeos, pero hasta nuestros hermanos del Norte [18*] se han mantenido inmóviles espectadores de esta contienda, que por su esencia es la más justa, y por sus resultados la más bella e importante de cuantas se han suscitado en los siglos antiguos y modernos! Porque ¿hasta dónde se puede calcular la trascendencia de la libertad del hemisferio de Colón?“La felonía con que Bonaparte [19*], dice V., prendió a Carlos IV [20*] y a Fernando VII [21*] reyes de esta nación, que tres siglos ha, aprisionó con traición a dos monarcas de la América Meridional, es un acto muy manifiesto de la retribución divina, y al mismo tiempo una prueba de que Dios sostiene la justa causa de los americanos, y les concederá su independencia”.

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Parece que V. quiere aludir al monarca de México Moteuczoma [22*] , preso por Cortés [23*] y muerto, según Herrera [24*] por el mismo, aunque Solís [25*] dice que por el pueblo; y a Atahualpa [26*], Inca del Perú, destruido por Francisco Pizarro [27*] y Diego Almagro [28*]. Existe tal diferencia entre la suerte de los reyes españoles y los reyes americanos, en su suerte, que no admiten comparación; los primeros son tratados con dignidad, conservados, y al fin recobran su libertad y trono; mientras que los últimos sufren tormentos inauditos y los vilipendios más vergonzosos. Si a Guatimoctzin [29*] sucesor de Moteuhsoma, se le trata como emperador, y le ponen la corona, fue por irrisión y no por respeto, para que experimentase este escarnio antes que las torturas. Iguales a la suerte de este monarca fueron las del rey de Mechoazán, Catzontzin [30*] el Zipa de Bogotá [31*], y cuantos Toquis, Incas, Zipas, Ulmenes, Caciques y demás dignidades indianas sucumbieron al poder español. El suceso de Fernando VII es más semejante al que tuvo lugar en Chile en 1535 con el Ulmén de Copiapó [32*], entonces reinante en aquella comarca. El español Almagro pretextó, como Bonaparte, tomar partido por la causa del legítimo soberano, y en consecuencia llama al usurpador como Fernando lo era en España; aparenta restituir al legítimo a sus estados y termina por encadenar y echar a las llamas al infeliz Ulmén, sin querer ni aun oír su defensa. Este es el ejemplo de Fernando VII con su usurpador: los reyes europeos sólo padecen destierros; el Ulmén de Chile termina su vida de un modo atroz.“Después de algunos meses, añade V., he hecho muchas reflexiones sobre la situación de los americanos y sus esperanzas futuras; tomo grande interés en sus sucesos; pero me faltan muchos informes relativo a su estado actual

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(8) Bolívar retrata a su interlocutor como un espíritu racional que coloca la generosidad en su justo lugar y que represen-ta al lector que Bolívar tiene en mente al responder al Sr. Cullen. Esa es la exigencia central de la lectura de la Carta de Jamaica.

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y a lo que ellos aspiran. Deseo infinitamente saber la política de cada provincia como también su población; si desean repúblicas o monarquías, si formarán una gran república o una gran monarquía. Toda noticia de esta especie que V. pueda darme, o indicarme las fuentes a que deba ocurrir, la estimaré como un favor muy particular”.Siempre las almas generosas se interesan en la suerte de un pueblo que se esmera por recobrar los derechos con que el Creador y la naturaleza le han dotado; y es necesario estar bien fascinado por el error o por las pasiones para no abrigar esta noble sensación; V. ha pensado en mi país, y se interesa por él; este acto de benevolencia me inspira el más vivo reconocimiento (8).He dicho la población que se calcula por datos más o me-nos exactos, que mil circunstancias hacen fallidos, sin que sea fácil remediar esta inexactitud, porque los más de los moradores tienen habitaciones campestres, y muchas ve-ces errantes; siendo labradores, pastores, nómades, perdi-dos en medio de espesos e inmensos bosques, llanuras soli-tarias, y aislados entre lagos y ríos caudalosos. ¿Quién será capaz de formar una estadística completa de semejantes comarcas? Además, los tributos que pagan los indígenas; las penalidades de los esclavos; las primicias, diezmos y derechos que pesan sobre los labradores, y otros acciden-tes, alejan de sus hogares a los pobres americanos. Esto es sin hacer mención de la guerra de exterminio que ya ha se-gado cerca de un octavo de la población, y ha ahuyentado una gran parte; pues entonces las dificultades son insupe-rables y el empadronamiento vendrá a reducirse a la mitad del verdadero censo.Todavía es más difícil presentir la suerte futura del Nuevo Mundo, establecer principios sobre su política, y casi profetizar la naturaleza del gobierno que llegará a adoptar.

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(9) ¿Cuál es el estado actual que vive la América y cuál el estado al que aspiran los americanos? Era la pregunta del Caballero de la Isla. Bolívar ha desglosado su análisis del presente en el que va implícita la respuesta sobre el futuro: el presente es de construcción revolucionaria en combate contra los im-perios; es el de la lucha independentista destinada al éxito dictaminado por todo cuanto enseña la historia de los pue-blos o naciones y por lo que enseña la ojeada objetiva sobre esa lucha presente. Pero, el éxito de la Independencia debe estar acompañado de un proyecto de constitución para las naciones americanas meridionales; debe definir tal consti-tución el modelo de imperium, es decir, el modo como ha de establecerse el poder del pueblo, las potencias políticas de la sociedad, de los grupos sociales que el mestizaje ha estructurado de modo tan complejo. Es a eso que el Liber-tador llama: “principios de la política del Nuevo Mundo” y “naturaleza del gobierno”. Al colocar como ejemplos de ello la monarquía o la república apunta a la definición más sus-tancial de lo que será su proyecto constitucional. La opción de constituir repúblicas, sembrada en su corazón y en su mente, presenta inmensas dificultades para su realización. Por ello comienza esta otra ojeada -ahora mirando al futuro- con el elemento más complejo y de mayor dificultad, la de nuestra constitución cultural: ¿qué es nuestro mestizaje?

(10) No es posible entender nuestra constitución cultural sin unir en la comprensión la historia y la situación presente. Eso lo entiende Bolívar. Ve en nuestra historia un rompi-miento con el curso natural ocurrido con la usurpación espa-ñola sobre las culturas amerindias, las culturas originarias de la América. Pero, como lo sugiere con la comparación contrastante del desmembramiento del Imperio romano, en nuestro caso no hay posible retorno a esas culturas origina-rias. El mestizaje ha adquirido tal profundidad que estamos

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Toda idea relativa al porvenir de este país me parece aventurada. ¿Se pudo prever, cuando el género humano se hallaba en su infancia rodeado de tanta incertidumbre, ignorancia y error, cuál sería el régimen que abrazaría para su conservación? ¿Quién se habría atrevido a decir tal nación será república o monarquía, esta será pequeña, aquella grande? En mi concepto, esta es la imagen de nuestra situación (9). Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares; nuevos en casi todas las artes y ciencias, aunque en cierto modo viejos en los usos de la sociedad civil. Yo considero el estado actual de la América, como cuando desplomado el Imperio Romano, cada desmembración for-mó un sistema político, conforme a sus intereses y situación, o siguiendo la ambición particular de algunos jefes, familia-res, o corporaciones; con esta notable diferencia que aque-llos miembros dispersos volvían a restablecer sus antiguas naciones con las alteraciones que exigían las cosas o los su-cesos; mas nosotros, que apenas conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que por otra parte, no somos indios, ni europeos, sino una especie media entre los legíti-mos propietarios del país, y los usurpadores españoles; en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento, y nues-tros derechos los de Europa, tenemos que disputar estos a los del país, y que mantenernos en él contra la invasión de los invasores; así nos hallamos en el caso más extraordinario y complicado (10). No obstante que es una especie de adivi-nación indicar cuál será el resultado de la línea de política que la América siga, me atrevo a aventurar algunas conjetu-ras que desde luego caracterizo de arbitrarias, dictadas por un deseo racional y no por un raciocinio probable (11).La posición de los moradores del hemisferio americano ha sido, por siglos, puramente pasiva; su existencia política

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constituidos como un pequeño género de la humanidad, una especie media entre usurpadores y usurpados; en fin, el caso más extraordinario y complicado tanto cultural como políticamen-te. Ni indios ni europeos, pero aspirando a los derechos que legó la Europa. Europa quiere decir, como lo ha indicado anteriormente, la más lúcida expresión intelectual de la Ilustración para la que los derechos son la misma expresión del poder, de la potencia, del mismo pueblo. Un pueblo mestizo que ha de conformar su proyecto político contando con su especial estructuración cultural de la compleja ri-queza del mestizaje. Eso quiere decir el caso más complicado: ¿cómo salir del dilema que nos coloca entre dos sueños: un retorno imposible a los orígenes y un vuelo hacia un futuro inventado por la razón de Europa que las mismas naciones o pueblos europeos no han podido realizar?

(11) ¿Cómo elaborar conjeturas que no sean mera especulación o frutos del deseo incontrolado? Esa es la postura del ejer-cicio intelectual del Libertador. Se propone construir conje-turas que llama arbitrarias. Pero no arbitrarias porque sean jugarretas de las ideas confusas y de las opiniones sin fun-damento. No. son conjeturas, añade, dictadas por un deseo racional. ¿Qué es un deseo racional? El buen uso de la razón conlleva un deseo, el deseo de lo que la razón indica -por el conocimiento, por el sano ejercicio del intelecto- sobre lo que en el futuro, por ejemplo, puede ser bueno o malo. Pero ocurre que siempre estamos sometidos por el deseo de las cosas que, en el presente, nos resultan agradables, nos apetecen, nos gustan, las queremos. Y este deseo por lo agradable del presente alcanza tanta fuerza que con mucha facilidad puede reprimir el deseo de lo que la razón nos indica. Así un deseo racional es el deseo que resulta del ejer-cicio de la razón en combate con los deseos que nos acechan sólo por lo agradable, por el gusto, por el apetito libre de control (Cf. B. de Spinoza, Ética, IV parte).

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era nula. Nosotros estábamos en un grado todavía más abajo de la servidumbre, y por lo mismo con más dificultad para elevarnos al goce de la libertad. Permítame V. estas consideraciones para aclarar la cuestión. Los Estados son esclavos por la naturaleza de su constitución o por el abuso de ella; luego, un pueblo es esclavo cuando el gobierno, por su esencia o por sus vicios, holla y usurpa los dere-chos del ciudadano o súbdito. Aplicando estos principios, hallaremos que la América no solamente estaba privada de su libertad, sino también de la tiranía activa y domi-nante. Me explicaré. En las administraciones absolutas no se reconocen límites en el ejercicio de las facultades guber-nativas: la voluntad del Gran Sultán, Kan, Dey [33*] y de-más soberanos despóticos, es la ley suprema, y esta es casi arbitrariamente ejecutada por los bajaes, kanes y sátrapas subalternos de la Turquía y Persia, que tienen organizada una opresión de que participan los súbditos en razón de la autoridad que les confían. A ellos está encargada la ad-ministración civil, militar, política, de rentas, y la religión. Pero al fin son persas los jefes de Hispan [34*] son turcos los visires del gran señor, son tártaros los sultanes de la Tartaria. La China no envió a buscar mandatarios militares y letrados al país de Gengis Kan [35*] que la conquistó, a pesar de que los actuales chinos son descendientes directos de los subyugados por los ascendientes de los presentes tártaros.¡Cuán diferente era entre nosotros! Se nos vejaba con una conducta que, además de privarnos de los derechos que nos correspondían, nos dejaba en una especie de infancia permanente con respecto a las transacciones públicas. Si hubiésemos siquiera manejado nuestros asuntos domés-ticos en nuestra administración interior, conoceríamos el curso de los negocios públicos y su mecanismo. Gozaría-

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(12) Con el objeto de fijar más claramente lo nocivo de la con-dición de pasividad (un grado más bajo que la servidumbre), Bolívar ha acuñado esta noción de tiranía activa. Como lo aclara su propia explicación, se trata de la posibilidad de que bajo una forma de dominación política, por ejemplo en la misma monarquía, se ceda a los nativos de un territorio el gobierno de los asuntos más comunes de la vida política manteniendo el lazo de dependencia directa de un poder político mayor en jerarquía. Bolívar, aunque no cree que ese sea el modo conveniente para los americanos dominados por España, lo coloca como ejemplo de lo que por torpeza no hizo el Imperio español aún contra su propia convenien-cia. El daño es además contra la misma fuerza de la historia: por ese camino los nativos americanos pudieron haberse ahorrado un trecho traumático que no sólo se hizo eviden-te en vida del Libertador y en los albores de las repúblicas suramericanas sino que traspasó los dos siglos que nos dis-tancian de la lucha independentista; es decir, eso que el Li-bertador señala con tanta claridad sobre saber administrar y con el debido respeto a la autoridad: Si hubiésemos siquiera manejado nuestros asuntos domésticos en nuestra administración interior, conoceríamos el curso de los negocios públicos y su me-canismo. Gozaríamos también de la consideración personal que impone a los ojos del pueblo cierto respeto maquinal, que es tan necesario conservar en las revoluciones.

(13) La observación del Libertador sobre los engaños que se hace el Imperio español no atañen sólo al campo político. Se refiere él aquí, con toda claridad, a los elementos de incom-petencia en materia económica que, al igual que en materia de administración del Estado y de respeto a la autoridad, dejaron honda huella negativa para la posterioridad de la vida republicana inaugurada por él. Destaca su observa-ción sobre las trabas entre provincias americanas para que no se

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mos también de la consideración personal que impone a los ojos del pueblo cierto respeto maquinal, que es tan ne-cesario conservar en las revoluciones. He aquí porque he dicho que estábamos privados hasta de la tiranía activa, pues que no nos está permitido ejercer sus funciones (12).Los americanos, en el sistema español que está en vigor, y quizá con mayor fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y cuando más el de simples consumidores; y aun esta parte coartada con restricciones chocantes; tales son las prohibiciones del cultivo de frutos de Europa, el estanco de las producciones que el rey monopoliza, el impedimento de las fábricas que la misma península no posee, los privilegios exclusivos del comercio hasta de los objetos de primera necesidad; las trabas entre provincias y provincias americanas para que no se traten, entiendan, ni negocien (13); en fin ¿quiere V. saber cuál era nuestro destino? Los campos para cultivar el añil, la grana, el café, la caña, el cacao y el algodón; las llanuras solitarias para criar ganados; los desiertos para cazar las bestias feroces; las entrañas de la tierra para excavar el oro, que no puede saciar a esa nación avarienta.Tan negativo era nuestro estado que no lo encuentro semejante en ninguna otra asociación civilizada, por más que recorro la serie de las edades y la política de todas las naciones. Pretender que un país tan felizmente constituido, extenso, rico y populoso, sea meramente pasivo ¿no es un ultraje y una violación de los derechos de la humanidad? (14). Estábamos, como acabo de exponer, abstraídos y, digámoslo así, ausentes del universo en cuanto es relativo a la ciencia del gobierno y administración del Estado. Jamás éramos virreyes ni gobernadores, sino por causas muy extraordinarias; arzobispos y obispos, pocas

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traten, entiendan, ni negocien en la que parece tener en men-te lo que tan recientemente apenas comienza a construirse: la conformación de una unión, al menos económica o de mercado, de toda Suramérica. Sobre la claridad en el pensa-miento de Bolívar relativa a la unión política de las nacien-tes repúblicas se verá más adelante que en esta misma Carta está la semilla de nuestras nacientes UNASUR y CELAC.

(14) Notemos que para Bolívar la noción de “derechos huma-nos”, o mejor, de derechos de la humanidad no significa un asunto de potestades adjudicables meramente a los indivi-duos, a los sujetos de un cierto dominio político y territo-rial. No. Él entiende el derecho de la humanidad como el espacio que se abre a los pueblos para el desarrollo de su potencialidad política gracias a la actividad, a la acción y no a la pasión: por eso dice que la condena a la mera pasividad, a la inacción, a la falta de espacio para la actividad conduci-da con la guía de la razón, es un ultraje de los derechos de la humanidad.

(15) Como complemento y derivación secundaria del princi-pio evocado del derecho de humanidad, Bolívar agrega a su argumentación estos elementos de carácter jurídico y de legitimidad del ordenamiento legal de la misma monarquía española. En todo caso, no es el argumento inverso según el cual la consideración de tipo legal justificaría la acción. Finalmente, la acusación de la ilegalidad del mismo régi-men imperial es un argumento para mostrar la endeble con-dición moral de la dominación española sobre los pueblos de la América meridional. Bolívar conocía muy bien las te-sis de Servando Teresa de Mier: “Recurro -dice él- al pacto solemne y explícito que celebraron los americanos con los reyes de España, que más claro no lo hizo jamás nación al-guna; y está autenticado, en el mismo código de sus leyes. Esta es nuestra magna carta” (Historia de la revolución de Nue-va España, libro XIV, p. 167).

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veces; diplomáticos, nunca; militares, sólo en calidad de subalternos; nobles, sin privilegios reales; no éramos, en fin, ni magistrados ni financistas, y casi ni aun comerciantes; todo en contravención directa de nuestras instituciones.El emperador Carlos V [36*] formó un pacto con los descubridores, conquistadores y pobladores de América que, como dice Guerra [37*], es nuestro contrato social. Los reyes de España convinieron solemnemente con ellos que lo ejecutasen por su cuenta y riesgo, prohibiéndoseles hacerlo a costa de la real hacienda, y por esta razón se les concedía que fuesen señores de la tierra, que organizasen la administración y ejerciesen la judicatura en apelación; con otras muchas exenciones y privilegios que sería prolijo detallar. El rey se comprometió a no enajenar jamás las provincias americanas, como que a él no tocaba otra jurisdicción que la del alto dominio, siendo una especie de propiedad feudal la que allí tenían los conquistadores para sí y sus descendientes. Al mismo tiempo existen leyes expresas que favorecen casi exclusivamente a los naturales del país, originarios de España, en cuanto a los empleos civiles, eclesiásticos y de rentas. Por manera que con una violación manifiesta de las leyes y de los pactos subsistentes, se han visto despojar aquellos naturales de la autoridad constitucional que les daba su código (15).De cuanto he referido será fácil colegir que la América no estaba preparada para desprenderse de la metrópoli, como súbitamente sucedió por el efecto de las ilegítimas cesiones de Bayona [38*] y por la inicua guerra que la regencia nos declaró sin derecho alguno para ello, no sólo por falta de justicia, sino también de legitimidad. Sobre la naturaleza de los gobiernos españoles, sus decretos conminatorios y hostiles, y el curso entero de su desesperada conducta, hay escritos del mayor mérito en el periódico El Español,

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(16) Habiendo establecido el causal histórico de la mala influen-cia ejercida por la peor forma de dominación escogida por el Imperio español, Bolívar se detiene ahora en las condi-ciones políticas del momento histórico reciente: en primer lugar, la de la misma España invadida por el poderío fran-cés de Napoleón; en segundo lugar, hará el balance de las primeras expresiones independentistas y republicanas con sus tremendas dificultades para constituirse. Es un auténti-co ejercicio de auto-crítica revolucionaria. Con ella, el Liber-tador se propone no sólo la corrección del curso de la lucha independentista sino el esclarecimiento de los fundamen-tos en los que descansa la guerra revolucionaria. Una a una pasa revista a las luchas revolucionarias independentistas de cada uno de los tres casos que mejor conoce, de los que está mejor informado y cuya historia ha estudiado a pro-fundidad: su país, la Nueva Granada y México.

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cuyo autor es el Sr. Blanco [39*]; y estando allí esta parte de nuestra historia muy bien tratada, me limito a indicarlo.Los americanos han subido de repente y sin los conocimientos previos, y, lo que es más sensible, sin la práctica de los negocios públicos, a representar en la escena del mundo las eminentes dignidades de legisladores, magistrados, administradores del erario, diplomáticos, generales, y cuantas autoridades supremas y subalternas forman la jerarquía de un Estado organizado con regularidad (16).Cuando las águilas francesas [40*] sólo respetaron los mu-ros de la ciudad de Cádiz, y con su vuelo arrollaron a los frágiles gobiernos de la Península, entonces quedamos en la orfandad. Ya antes habíamos sido entregados a la mer-ced de un usurpador extranjero [41*]. Después, lisonjeados con la justicia que se nos debía, con esperanzas halagüe-ñas siempre burladas; por último, inciertos sobre nuestro destino futuro, y amenazados por la anarquía, a causa de la falta de un gobierno legítimo, justo y liberal, nos preci-pitamos en el caos de la revolución. En el primer momento sólo se cuidó de proveer a la seguridad interior, contra los enemigos que encerraba nuestro seno. Luego se extendió a la seguridad exterior; se establecieron autoridades que sustituimos a las que acabábamos de deponer encargadas de dirigir el curso de nuestra revolución y de aprovechar la coyuntura feliz en que nos fuese posible fundar un go-bierno constitucional digno del presente siglo y adecuado a nuestra situación. Todos los nuevos gobiernos marcaron sus primeros pasos con el establecimiento de juntas populares. Estas formaron enseguida reglamentos para la convocación de congresos que produjeron alteraciones importantes. Venezuela erigió un gobierno democrático y federal, declarando previamen-te los derechos del hombre, manteniendo el equilibrio de

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los poderes y estatuyendo leyes generales en favor de la libertad civil, de imprenta y otras; finalmente, se constitu-yó un gobierno independiente. La Nueva Granada siguió con uniformidad los establecimientos políticos y cuantas reformas hizo Venezuela, poniendo por base fundamental de su Constitución el sistema federal más exagerado que jamás existió. Recientemente se ha mejorado con respecto al poder ejecutivo general, que ha obtenido cuantas atri-buciones le corresponden. Según entiendo, Buenos Aires [42*] y Chile han seguido esta misma línea de operaciones; pero como nos hallamos a tanta distancia, los documentos son tan raros, y las noticias tan inexactas, no me animaré ni aun a bosquejar el cuadro de sus transacciones.Los sucesos de México han sido demasiado varios, com-plicados, rápidos y desgraciados, para que se puedan se-guir en el curso de su revolución. Carecemos, además, de documentos bastante instructivos, que nos hagan capaces de juzgarlos. Los independientes de México, por lo que sa-bemos, dieron principio a su insurrección en setiembre de 1810, y un año después, ya tenían centralizado su gobierno en Zitácuaro [43*] instalado allí una Junta Nacional bajo los auspicios de Fernando VII, en cuyo nombre se ejercían las funciones gubernativas. Por los acontecimientos de la gue-rra, esta Junta se trasladó a diferentes lugares, y es verosí-mil que se haya conservado hasta estos últimos momentos, con las modificaciones que los sucesos hayan exigido. Se dice que ha creado un generalísimo o dictador que lo es el ilustre general Morelos [44*] otros hablan del célebre gene-ral Rayón [45*]; lo cierto es que uno de estos dos grandes hombres, o ambos separadamente, ejercen la autoridad suprema en aquel país; y recientemente ha aparecido una Constitución para el régimen del Estado. En marzo de 1812 el gobierno residente en Zultepec [46*] presentó un plan

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(17)Desde el fracaso de la primera República en Venezuela, con la capitulación de Miranda ante Monteverde en 1812, Bolí-var manifestó su convicción sobre la manera apresurada de constituir una República democrática que siguiera el mo-delo de los nacientes Estados Unidos de Norteamérica. En su primer exilio en Cartagena, en el llamado “Manifiesto de Cartagena”, lo decía en su agudo diagnóstico de las causas que llevaron a esa lamentable derrota. Allá hizo su primer gran ejercicio racional sobre la política que sirvió de base a su impresionante acción liberadora que conocemos como la Campaña Admirable. Decía: ¿Qué país del mundo, por mo-rigerado y republicano que sea, podrá, en medio de las facciones intestinas y de una guerra exterior, regirse por un gobierno tan complicado y débil como el federal? No es posible conservarlo en el tumulto de los combates y de los partidos. Es preciso que el Gobierno se identifique, por decirlo así, al carácter de las circuns-tancias, de los tiempos y de los hombres, que lo rodean. De un modo más agudo y más maduro expresará esta convicción en Angostura en 1819 cuando escribe su propio proyecto de Constitución. La visión sobre la democracia por parte de Bolívar es inseparable de su visión sobre la difícil tarea política de la preparación de la población tanto en el campo de las virtudes (moral) como en el sano ejercicio racional (luces).

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de paz y guerra al virrey de México [47*] concebido con la más profunda sabiduría. En él se reclamó el derecho de gentes estableciendo principios de una exactitud incon-testable. Propuso la Junta que la guerra se hiciese como entre hermanos y conciudadanos, pues que no debía ser más cruel que entre naciones extranjeras; que los derechos de gentes y de guerra, inviolables para los mismos infie-les y bárbaros, debían serlo más para cristianos, sujetos a un soberano y a unas mismas leyes; que los prisioneros no fuesen tratados como reos de lesa majestad, ni se degolla-sen los que rendían las armas, sino que se mantuviesen en rehenes para canjearlos; que no se entrase a sangre y fuego en las poblaciones pacíficas, no las diezmasen ni quintasen para sacrificarlas, y concluye que, en caso de no admitir-se este plan, se observarían rigorosamente las represalias [48*]. Esta negociación se trató con el más alto desprecio; no se dio respuesta a la Junta Nacional; las comunicacio-nes originales se quemaron públicamente en la plaza de México, por mano del verdugo; y la guerra de exterminio continuó por parte de los españoles con su furor acostum-brado, mientras que los mexicanos y las otras naciones americanas no la hacían, ni aun a muerte con los prisione-ros de guerra que fuesen españoles. Aquí se observa que por causas de conveniencia se conservó la apariencia de sumisión al rey y aún a la Constitución de la monarquía. Parece que la Junta Nacional es absoluta en el ejercicio de las funciones legislativa, ejecutiva y judicial, y el número de sus miembros muy limitado. Los acontecimientos de la Tierra Firme nos han probado que las instituciones perfectamente representativas no son adecuadas a nuestro carácter, costumbres y luces actuales (17). En Caracas el espíritu de partido tomó su origen en las sociedades, asambleas, y elecciones populares; y estos

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(18) El Libertador entiende perfectamente que hay condiciones necesarias que deben cumplirse para la instauración de go-biernos eminentemente populares y democráticos. Esa pos-tura le valió muchas incomprensiones en vida y después de muerto. No aparece un poder popular por decreto, es su convicción. Se construye con un gran esfuerzo de los go-bernantes: en la educación pública y con el ejemplo de hon-radez, firmeza y sano ejercicio de la autoridad. En lo que sigue, Bolívar ahonda en su postura sobre el federalismo y la democracia.

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partidos nos tornaron a la esclavitud. Y así como Venezue-la ha sido la república americana que más se ha adelantado en sus instituciones políticas, también ha sido el más claro ejemplo de la ineficacia de la forma demócrata y federal para nuestros nacientes Estados. En Nueva Granada las excesivas facultades de los gobiernos provinciales y la falta de centralización en el general, han conducido aquel pre-cioso país al estado a que se ve reducido en el día. Por esta razón sus débiles enemigos se han conservado contra to-das las probabilidades. En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y las virtudes políticas que dis-tinguen a nuestros hermanos del Norte [49*], los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina. Desgraciadamente, estas cualidades parecen estar muy distantes de nosotros en el grado que se requiere; y por el contrario, estamos do-minados de los vicios que se contraen bajo la dirección de una nación como la española, que sólo ha sobresalido en fiereza, ambición, venganza y codicia (18).Es más difícil, dice Montesquieu [50*], sacar un pueblo de la servidumbre que subyugar uno libre. Esta verdad está comprobada por los anales de todos los tiempos, que nos muestran las más de las naciones libres sometidas al yugo, y muy pocas de las esclavas recobran su libertad. A pesar de este convencimiento, los meridionales de este continente han manifestado el conato de conseguir insti-tuciones liberales, y aun perfectas; sin duda, por efecto del instinto que tienen todos los hombres de aspirar a su ma-yor felicidad posible: la que se alcanza infaliblemente en las sociedades civiles, cuando ellas están fundadas sobre las bases de la justicia, de la libertad, y de la igualdad. Pero ¿seremos nosotros capaces de mantener en su verda-dero equilibrio la difícil carga de una República? ¿Se pue-

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(19) Ícaro quiso volar más alto de lo posible para sus propias condiciones: sus alas eran de cera; a cierta altura, el calor del sol las derrite y cae estrepitosamente al mar. El símil lo usa Bolívar para ilustrar exactamente lo que es un de-seo racional contravenido por los deseos no guiados por la razón: el deseo de alcanzar la mayor felicidad posible, cuyas condiciones racionales corresponden al establecimiento de la libertad, la justicia y la igualdad se obnubila tras el velo de la creencia de que basta el establecimiento de instituciones libe-rales. Bolívar, que tiene ese mismo deseo racional (lo que en Angostura llama la mayor suma de felicidad posible), entiende que esas condiciones necesarias que se deben cumplir es una magna tarea, difícil, costosa, contraria a la corriente, contraria a las acendradas costumbres que legó el colonia-lismo. Son las condiciones de la constitución de una verda-dera República que pretenda la auténtica democracia: la de la constitución del poder de todos ejercido sobre la base de la Razón.

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de concebir que un pueblo recientemente desencadenado, se lance a la esfera de la libertad, sin que, como a Icaro [51*], se le deshagan las alas y recaiga en el abismo? Tal prodigio es inconcebible, nunca visto. Por consiguiente, no hay un raciocinio verosímil que nos halague con esta esperanza (19).Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria. Aunque aspiro a la perfección del gobierno de mi patria, no puedo persuadirme que el Nuevo Mundo sea por el momento regido por una gran república; como es imposible, no me atrevo a desearlo; y menos deseo aún una monarquía universal de América, porque este proyecto, sin ser útil, es también imposible. Los abusos que actualmente existen no se reformarían, y nuestra regeneración sería infructuosa. Los Estados americanos han menester de los cuidados de gobiernos paternales que curen las llagas y las heridas del despotismo y la guerra. La metrópoli, por ejemplo, sería México, que es la única que puede serlo por su poder intrínseco, sin el cual no hay metrópoli. Supongamos que fuese el Istmo de Panamá, punto céntrico para todos los extremos de este vasto continente; ¿no continuarían éstos en la languidez, y aún en el desorden actual? Para que un solo gobierno dé vida, anime, ponga en acción todos los resortes de la prosperidad pública, corrija, ilustre y perfeccione al Nuevo Mundo, sería necesario que tuviese las facultades de un Dios, y cuando menos las luces y virtudes de todos los hombres.El espíritu de partido que al presente agita a nuestros Estados, se encendería entonces con mayor encono, hallándose ausente la fuente del poder que únicamente puede reprimirlo. Además, los magnates de las capitales

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(20) Dos primeras posibilidades para la conformación política futura de la América independiente son descartadas por Bolívar; ambas posibilidades suponen que todas las po-blaciones de las distintas naciones y todo el territorio de la América meridional estarían bajo un mismo gobierno. La monarquía única es rechazada porque es imposible (difícil de consolidar, dirá más adelante) y porque resulta inútil, y la República única por imposible; pero no se olvide que jus-to esta última podría ser para el Libertador la más deseable (no puedo persuadirme que el Nuevo Mundo sea por el momento regido por una gran república). Otras dos posibilidades serán examinadas por el Libertador en lo que sigue: correspon-den al caso de gobiernos monárquicos en cada nación o re-publicanos distintos pero unidos.

(21) La idea de De Pradt es la de las monarquías separadas que Bolívar también rechaza por ser, como una monarquía úni-ca para toda América, aún menos útil aunque más fácil; Bolí-var va mostrando su inclinación: lo más útil aun cuando sea difícil su realización. Estudió con detenimiento las obras del francés; es fácil imaginar el impacto profundo que ten-dría sobre el pensamiento del Libertador esta consideración sobre una de las 17 naciones, la nación que incluye la patria de Bolívar denominada Tierra Firme: “Formada en su mayor parte por las tres provincias de Santa Marta, Venezuela y Cartagena, es la más miserable de la América debido a un gran número de causas, entre las que debo mencionar como principales el exceso de degeneración de los habitantes y la negligencia o abandono del gobierno. El mejor medio para remediarlo es, sin duda, el fijar en su seno una administra-ción que se ocupe y que permita a este despreciado país el uso de las facultades de las que tanta negligencia lo han privado… ¿Qué le falta para sacar provecho de las tantas ventajas naturales que posee si no un gobierno y sólo un

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no sufrirían la preponderancia de los metropolitanos, a quienes considerarían como a otros tantos tiranos; sus celos llegarían hasta el punto de comparar a éstos con los odiosos españoles. En fin, una monarquía semejante sería un coloso diforme, que su propio peso desplomaría a la menor convulsión (20).Mr. de Pradt [52*] ha dividido sabiamente a la América en quince a diez y siete Estados independientes entre sí, go-bernados por otros tantos monarcas. Estoy de acuerdo en cuanto a lo primero, pues la América comporta la creación de diez y siete naciones; en cuanto a lo segundo, aunque es más fácil conseguirlo, es menos útil; y así, no soy de la opinión de las monarquías americanas (21). He aquí mis razones. El interés bien entendido de una república se cir-cunscribe en la esfera de su conservación, prosperidad y gloria. No ejerciendo la libertad el Imperio, porque es pre-cisamente su opuesto, ningún estímulo excita a los republi-canos a extender los términos de su nación, en detrimento de sus propios medios, con el único objeto de hacer par-ticipar a sus vecinos de una constitución liberal. Ningún derecho adquieren, ninguna ventaja sacan venciéndolos, a menos que los reduzcan a colonias, conquistas, o aliados, siguiendo el ejemplo de Roma. Máximas y ejemplos tales están en oposición directa con los principios de justicia de los sistemas republicanos; y aun diré más, en oposición manifiesta con los intereses de sus ciudadanos; porque un Estado demasiado extenso en sí mismo o por sus depen-dencias, al cabo viene en decadencia, y convierte su for-ma libre en otra tiránica; relaja los principios que deben conservarla, y ocurre por último al despotismo. El distin-tivo de las pequeñas repúblicas es la permanencia; el de las grandes es vario, pero siempre se inclina al Imperio. Casi todas las primeras han tenido una larga duración; de

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gobierno que sepa y que quiera ocuparse de él?” (Les trois ages des colonies ou leur état passé présent et à venir, tomo 3, p. 408-9). De Pradt publicó esa obra en 1802. Bolívar estableció una profunda amistad con él: en 1824, en momentos difíci-les en la vida de Pradt, le ofrece pagar de su peculio personal una pensión y lo invita a venir a vivir -bajo el mismo techo- en Colombia.

(22) ¿Es deseable y posible unir monarquías? Bolívar responde contrastando con la posibilidad de unir, más bien, repúbli-cas. Así ha perfilado un horizonte político de rechazo defi-nitivo a cualquier forma monárquica que va más allá de lo detestable que resulta el oprobio español sobre los ameri-canos meridionales. Es cuestión de hondo sentido político sobre el futuro de una felicidad deseable y posible lo que motoriza este rechazo. Queda el horizonte iluminado por la posibilidad, difícil, de la vida republicana: difícil, por cuan-to la fuerza del pasado obliga a pensar la vida republicana de cada nación en estrecha dependencia de la suerte de la vida republicana de las otras. ¿Será posible una unidad de naciones republicanas? Hacia allá vuela con fundamento el sueño bolivariano. Antes, sin embargo, ha de fijar su aten-ción en el carácter del régimen político. Por eso, de seguidas, reflexiona sintéticamente sobre los modelos posibles que se han forjado en el viejo mundo. Muestra su convicción de buscar para nuestro caso americano el “justo medio”, como enseñaba Aristóteles, entre los extremos opuestos del mo-narquismo -que conduciría a tiranías monocratas- y del repu-blicanismo -que conduciría a anarquías demagógicas-.

(23) Todo está listo, bien fundamentado, para que el pensa-miento de Bolívar, operando racionalmente, vuele sobre el horizonte, mas no como Ícaro, a fijar el deseo racional con-formado como la suerte más asequible y no necesariamente la mejor, esa que, sin guiarse por la razón, nos resultare más apetecible. En adelante pues, el Libertador describe el cua-

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las segundas sólo Roma se mantuvo algunos siglos, pero fue porque era república la capital y no lo era el resto de sus dominios, que se gobernaban por leyes e instituciones diferentes.Muy contraria es la política de un rey cuya inclinación constante se dirige al aumento de sus posesiones, riquezas y facultades; con razón, porque su autoridad crece con estas adquisiciones, tanto con respecto a sus vecinos como a sus propios vasallos, que temen en él un poder tan formidable cuanto es su Imperio, que se conserva por medio de la guerra y de las conquistas. Por estas razones pienso que los americanos, ansiosos de paz, ciencias, artes, comercio y agricultura, preferirían las repúblicas a los reinos, y me parece que estos deseos se conforman con las miras de la Europa (22). No convengo en el sistema federal entre los populares y representativos, por ser demasiado perfecto y exigir virtu-des y talentos políticos muy superiores a los nuestros; por igual razón rehuso la monarquía mixta de aristocracia y democracia que tanta fortuna y esplendor ha procurado a la Inglaterra. No siéndonos posible lograr entre las repúbli-cas y monarquías lo más perfecto y acabado, evitemos caer en anarquías demagógicas o en tiranías monocratas; bus-quemos un medio entre extremos opuestos que nos condu-cirían a los mismos escollos, a la infelicidad y al deshonor. Voy a arriesgar el resultado de mis cavilaciones sobre la suerte futura de la América: no la mejor, sino la que le sea más asequible (23).Por la naturaleza de las localidades, riquezas, población y carácter de los mexicanos, imagino que intentarán al prin-cipio establecer una república representativa, en la cual tenga grandes atribuciones el poder ejecutivo, concentrán-dolo en un individuo que, si desempeña sus funciones con

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dro del futuro americano que tanta veces se ha caracteriza-do como “profético” pero que, en sí, no tiene nada, absolu-tamente nada, que no se ofrezca más que como resultado del ejercicio racional.

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acierto y justicia, casi naturalmente vendrá a conservar una autoridad vitalicia. Si su incapacidad o violenta admi-nistración excita una conmoción popular que triunfe, este mismo poder ejecutivo quizás se difundirá en una asam-blea. Si el partido preponderante es militar o aristocrático, exigirá probablemente una monarquía, que al principio será limitada y constitucional y después inevitablemente declinará en absoluta; pues debemos convenir en que nada hay más difícil en el orden político que la conservación de una monarquía mixta; y también es preciso convenir en que sólo un pueblo tan patriota como el inglés es capaz de contener la autoridad de un rey y de sostener el espíritu de libertad bajo un cetro y una corona.Los Estados del Istmo de Panamá hasta Guatemala forma-rán quizás una asociación. Esta magnífica posición, entre los dos grandes mares, podrá ser con el tiempo el emporio del universo. Sus canales acortarán las distancias del mun-do; estrecharán los lazos comerciales de Europa, América y Asia; traerán a tan feliz región los tributos de las cuatro partes del globo. ¡Acaso sólo allí podrá fijarse algún día la capital de la tierra, como pretendió Constantino [53*] que fuese Bizancio la del antiguo hemisferio!La Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una república central, cuya capital sea Maracaibo [54*] o una nueva ciudad que, con el nombre de Las Casas (en honor de este héroe de la filantropía), se funde entre los confines de ambos países, en el soberbio puerto de Bahíahonda [55*]. Esta posición, aunque desconocida, es más ventajosa por todos respectos. Su acceso es fácil, y su situación tan fuerte, que puede hacerse inexpugnable. Posee un clima puro y saludable, un territorio tan propio para la agricultura como para la cría de ganados, y una grande abundancia de maderas de

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(24) Ya en 1815 está esbozado el Proyecto de Constitución que Bolívar presentará en el Congreso de Angostura en 1819. El lector podrá revisar, al respecto, no sólo el muy conocido Discurso de Angostura, que es la presentación por parte del Libertador de su proyecto constitucional en la instalación del Congreso, donde expone los principios fundamentales, y sus bases filosóficas, del imperium (el modo de organi-zación de la Política) útil y posible para el gobierno de la patria. También debe leerse el mismo Proyecto de Consti-tución (que sustituiría la Constitución de 1811) pues es la demostración rotunda del esfuerzo intelectual, racional, del Libertador para diseñar, hasta el mayor detalle posible, la conformación del régimen político más adecuado para nuestra patria.

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construcción. Los salvajes que la habitan serían civilizados, y nuestras posesiones se aumentarían con la adquisición de la Guagira [56*] Esta nación se llamaría Colombia [57*] como un tributo de justicia y gratitud al criador de nuestro hemisferio [58*]. Su gobierno podrá imitar al inglés; con la diferencia de que en lugar de un rey habrá un poder ejecutivo electivo, cuando más vitalicio, y jamás hereditario si se quiere república; una cámara o senado legislativo hereditario, que en las tempestades políticas se interponga entre las olas populares y los rayos del gobierno, y un cuerpo legislativo de libre elección, sin otras restricciones que las de la Cámara Baja de Inglaterra. Esta constitución participaría de todas formas, y yo deseo que no participe de todos los vicios. Como esta es mi patria, tengo un derecho incontestable para desearla lo que en mi opinión es mejor (24). Es muy posible que la Nueva Granada no convenga en el reconocimiento de un gobierno central, porque es en extremo adicta a la federación; y entonces formará por sí sola un Estado que, si subsiste, podrá ser muy dichoso por sus grandes recursos de todos géneros.Poco sabemos de las opiniones que prevalecen en Buenos Aires, Chile y el Perú. Juzgando por lo que se trasluce, y por las apariencias en Buenos Aires, habrá un gobierno central en que los militares se lleven la primacía por consecuencia de sus divisiones intestinas y guerras externas. Esta constitución degenerará necesariamente en una oligarquía o una monocracia, con más o menos restricciones, y cuya denominación nadie puede adivinar. Sería doloroso que tal cosa sucediese, porque aquellos habitantes son acreedores a la más espléndida gloria.El reino de Chile está llamado por la naturaleza de su si-tuación, por las costumbres inocentes y virtuosas de sus moradores, por el ejemplo de sus vecinos, los fieros re-

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publicanos del Arauco [59*] a gozar de las bendiciones que derraman las justas y dulces leyes de una república. Si alguna permanece largo tiempo en América, me inclino a pensar que será la chilena. Jamás se ha extinguido allí el espíritu de libertad; los vicios de la Europa y del Asia llegarán tarde o nunca a corromper las costumbres de aquel extremo del universo. Su territorio es limitado; es-tará siempre fuera del contacto inficionado del resto de los hombres; no alterará sus leyes, usos y prácticas; preservará su uniformidad en opiniones políticas y religiosas; en una palabra, Chile puede ser libre.El Perú, por el contrario, encierra dos elementos enemigos de todo régimen justo y liberal: oro y esclavos. El prime-ro lo corrompe todo; el segundo está corrompido por sí mismo. El alma de un siervo rara vez alcanza a apreciar la sana libertad; se enfurece en los tumultos, o se humilla en las cadenas. Aunque estas reglas serían aplicables a toda la América, creo que con más justicia las merece Lima por los conceptos que he expuesto y por la cooperación que ha prestado a sus señores contra sus propios hermanos, los ilustres hijos de Quito, Chile y Buenos Aires. Es constante que el que aspira a obtener la libertad, a lo menos lo inten-ta. Supongo que en Lima no tolerarán los ricos la demo-cracia, ni los esclavos y pardos libertos la aristocracia; los primeros preferirán la tiranía de uno solo, por no padecer las persecuciones tumultuarias y por establecer un orden siquiera pacífico. Mucho hará si concibe recobrar su inde-pendencia.De todo lo expuesto, podemos deducir estas consecuencias: las provincias americanas se hallan lidiando por emanci-parse; al fin obtendrán el suceso; algunas se constituirán de un modo regular en repúblicas federales y centrales; se fundarán monarquías casi inevitablemente en las grandes

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(25) El horizonte que ha dibujado el Libertador utiliza, como era esperable, su tipología cuatripartita de modos posibles de gobierno sugerida por el mismo Cullen en su pregunta; a saber, las combinaciones entre: (monarquía o república) y (única o varias). Notemos que mira al futuro con el peso de la fuerza histórica que devorará las monarquías; piensa que se formarán varias, y en consecuencia que no podrá ha-ber una única monarquía. Del mismo modo, por imposible, como ya lo había afirmado, la constitución de una república única. Entonces, queda un futuro en el que deberían convi-vir repúblicas que se debatirán entre el centralismo y el fe-deralismo. Y, por supuesto, es esa inevitable dimensión en la que pone la mira más aguda el Libertador: ¿Cómo han de convivir esas repúblicas para poder aumentar su potencia que es su misma supervivencia?

(26) Servando de Mier, en su Carta de un Americano de 1811 ya soñaba parecido: “Un congreso, pues, junto al Istmo de Panamá, árbitro único de la paz y de la guerra en todo el continente colombino (es decir, América) no sólo conten-dría la ambición del Principino del Brasil, y las pretensiones que pudiesen formar los Estados Unidos, sino a la Europa toda, siempre inquieta por su pobreza natural...” (Cf. “Idea-rio político”, Biblioteca Ayacucho).

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secciones, y algunas serán tan infelices que devorarán sus elementos, ya en la actual, ya en las futuras revoluciones; que una gran monarquía no será fácil consolidar; una gran república imposible (25).Es una idea grandiosa pretender formar de todo el nuevo mundo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería por consiguiente tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse; mas no es posible porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes, dividen a la América. ¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto [60*] para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios, a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra con las naciones de las otras tres partes del mundo (26). Esta especie de corporación podrá tener lugar en alguna época dichosa de nuestra regeneración; otra esperanza es infundada, semejante a la del abate St. Pierre [61*] que concibió el laudable delirio de reunir un congreso europeo para decidir de la suerte y de los intereses de aquellas naciones.“Mutaciones importantes y felices, continúa, pueden ser frecuentemente producidas por efectos individuales. Los americanos meridionales tienen una tradición que dice que cuando Quetralcohuatl [62*], el Hermes [63*] o Buhda [64*] de la América del Sur, resignó su administración y los abandonó, les prometió que volvería después que los siglos designados hubiesen pasado, y que él restablecería su gobierno y renovaría su felicidad. Esta tradición, ¿no opera y excita una convicción de que muy pronto debe

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(27) Esta inquietante pregunta de Cullen le permite a Bolívar entrar en un tema muy agudo: la relación teológico-política. Una sociedad de naciones se ha formado en la América dominada por España bajo el manto de una religión que conllevó la misma mutación que ocurrió en el espacio étnico. La religión católica pasó a ser un espacio penetrado por otras fuerzas religiosas generando un sincretismo sin par en la historia. El arraigo del aspecto religioso en la vida política fue una preocupación de Bolívar en su análisis y acción política. Recién en 1814 había sido excomulgado por los jerarcas católicos de Santa Fe de Bogotá. Su respuesta a Cullen, que sigue a continuación, es muestra de su cavilada reflexión sobre este tema y de la profundidad con la que conocía del asunto.

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volver? ¿concibe V. cuál será el efecto que producirá, si un individuo apareciendo entre ellos demostrase los caracteres de Quetralcohualt, el Buhda del Bosque, o Mercurio [65*], del cual han hablado tanto las otras naciones? ¿No cree V. que esto inclinaría todas las partes? ¿no es la unión todo lo que se necesita para ponerlos en estado de expulsar a los españoles, sus tropas, y los partidarios de la corrompida España, para hacerlos capaces de establecer un imperio poderoso, con un gobierno libre, y leyes benévolas?” (27).Pienso como V. que causas individuales pueden producir resultados generales, sobre todo en las revoluciones. Pero no es el héroe, gran profeta, o Dios del Anahuac [66*], Quetralcohualt, el que es capaz de operar los prodigios benéficos que V. propone. Este personaje es apenas conocido del pueblo mexicano, y no ventajosamente; porque tal es la suerte de los vencidos aunque sean Dioses. Sólo los historiadores y literatos se han ocupado cuidadosamente en investigar su origen, verdadera o falsa misión, sus profecías y el término de su carrera. Se disputa si fue un apóstol de Cristo o bien pagano. Unos suponen que su nombre quiere decir Santo Tomás [67*], otros que Culebra Emplumajada; y otros dicen que es el famoso profeta de Yucatán [68*] Chilan-Cambal [69*]. En una palabra, los más de los autores mexicanos, polémicos e historiadores profanos, han tratado con más o menos extensión la cuestión sobre el verdadero carácter de Quetralcohuatl. El hecho es, según dice Acosta [70*] que él estableció una religión, cuyos ritos, dogmas y misterios tenían una admirable afinidad con la de Jesús, y que quizás es la más semejante a ella. No obstante esto, muchos escritores católicos han procurado alejar la idea de que este profeta fuese verdadero, sin querer reconocer en él a un Santo Tomás como lo afirman otros célebres autores.

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(28) Este párrafo sólo se conoce desde 2014 de acuerdo con el hallazgo del manuscrito que se encontró en Quito. Véase el comentario sobre este añadido que nos aporta J. A. Calzadilla Arreaza en el epílogo de este libro.

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La opinión general es que Quetralcohuatl es un legislador divino entre los pueblos paganos de Anahuac, del cual era lugarteniente el gran Moteuhsoma, derivando de él su autoridad. De aquí se infiere que nuestros mexicanos no seguirían al gentil Quetralcohuatl, aunque pareciese bajo las formas más idénticas y favorables, pues que profesan una religión la más intolerante y exclusiva de las otras.Felizmente, los directores de la independencia de México se han aprovechado del fanatismo con el mejor acierto, proclamando a la famosa virgen de Guadalupe [71*] por reina de los patriotas, invocándola en todos los casos arduos y llevándola en sus banderas. Con esto, el entusiasmo político ha formado una mezcla con la religión que ha producido un fervor vehemente por la sagrada causa de la libertad. La veneración de esta imagen en México es superior a la más exaltada que pudiera inspirar el más diestro y dichoso profeta.Por otra parte, el tiempo de las apariciones ha pasado; y aunque fuesen los americanos más supersticiosos de lo que son, no prestarían fe a las supercherías de un impostor, que sería tenido por un cismático o por el Anticristo anunciado en nuestra Religión (28).Seguramente la unión es la que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración. Sin embargo, nuestra división no es extraña, porque tal es el distintivo de las guerras civiles formadas generalmente entre dos partidos: conservadores y reformadores. Los primeros son, por lo común, más numerosos, porque el imperio de la costumbre produce el efecto de la obediencia a las potestades establecidas; los últimos son siempre menos numerosos aunque más vehementes e ilustrados. De este modo la masa física se equilibra con la fuerza moral, y la contienda se prolonga, siendo sus resultados muy inciertos. Por

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(29) Notemos que así se sintetiza todo el esfuerzo del pensamiento de Bolívar en su estancia jamaiquina. Aquí, resumidamente, se recoge el fruto de su reflexión que repite, como hemos visto, en los tres escritos en Jamaica que presentamos en la primera sección de este libro. Ya no es sólo por la Independencia que se batalla en la Revolución; es por la Unión de las Repúblicas nacientes. El enemigo ya no es sólo el Imperio español, son todas las fuerzas mundiales que se oponen a la búsqueda de la felicidad de los pueblos que la quieren construir según su propia determinación. Sin duda, en el siglo XXI,... Bolívar vive.

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fortuna, entre nosotros la masa ha seguido a la inteligencia.Yo diré a V. lo que puede ponernos en aptitud de expulsar a los españoles, y de fundar un gobierno libre. Es la unión, ciertamente; mas esta unión no nos vendrá por prodigios divinos, sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos. La América está encontrada entre sí, porque se halla abandonada de todas las naciones, aislada en medio del universo, sin relaciones diplomáticas ni auxilios militares y combatida por la España que posee más elementos para la guerra, que cuantos nosotros furtivamente podemos adquirir (29).Cuando los sucesos no están asegurados, cuando el Estado es débil, y cuando las empresas son remotas, todos los hombres vacilan; las opiniones se dividen, las pasiones las agitan, y los enemigos las animan para triunfar por este fácil medio. Luego que seamos fuertes, bajo los auspicios de una nación liberal que nos preste su protección, se nos verá de acuerdo cultivar las virtudes y los talentos que conducen a la gloria: entonces seguiremos la marcha majestuosa hacia las grandes prosperidades a que está destinada la América Meridional; entonces las ciencias y las artes que nacieron en el Oriente y han ilustrado la Europa, volarán a Colombia libre que las convidará con un asilo.Tales son, señor, las observaciones y pensamientos que tengo el honor de someter a V. para que los rectifique o deseche según su mérito; suplicándole se persuada que me he atrevido a exponerlos, más por no ser descortés, que porque me crea capaz de ilustrar a V. en la materia.Soy de Ud. &.&.&.Kingston, [72*] setiembre 6 de 1815.

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NOTAS

[1*] Se refiere al sabio prusiano, Barón Alejandro de Humboldt (Berlín 1769, Berlín 1859).[2*] Sic, por “Chiapas”. Actual Estado del Sur de México, limítrofe con la República de Guatemala.[3*] Bartolomé de Las Casas.[4*] La ciudad de Sevilla, en Andalucía (España).[5*] Río de la Plata: No se refiere aquí a la vía fluvial de ese nombre, sino a las entonces denominadas Provincias Unidas del Río de la Plata, hoy República Argentina.[6*] Alto Perú: Se denominaba entonces así a la región que más tarde se constituyó en nación independiente con el nombre de “República Bolívar” o, como se la conoce hoy, Bolivia.[7*] Arequipa. Ciudad del Perú, a unos 750 Kms. al Sureste de Lima, a vuelo de pájaro.[8*] Lima, entonces capital del Virreinato del Perú.[9*] El Reino o Capitanía General de Chile, hoy República de Chile.[10*] Pablo Morillo, antes citado.[11*] Alude aquí al terremoto de 1812.[12*] Se refiere al Virreinato de la Nueva España, hoy República Mexicana.[13*] Se refiere aquí Bolívar, no a la actual República de Guatemala, sino a la antigua Capitanía General de ese nombre que abarcaba prácticamente toda la América Central.[14*] El publicista y periodista británico William Walton, autor de numerosos escritos sobre la política interior de España y sobre sus posesiones de América en lucha por la independencia. Colaboró desde 1810, en Londres, con Andrés Bello y Luis López Méndez, y más tarde sostuvo correspondencia con Bolívar, pero finalmente se distanció de los patriotas hispanoamericanos. Vivía aún en 1837, cuando apareció en Londres su obra The Revolutions

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of Spain, from 1808 to the end of 1836. El libro al cual se refiere aquí el Libertador es, muy probablemente, el titulado “An exposé of the dissentions of Spanish America”, publicado en Londres en 1814.[15*] Se trata del abate Guillermo Tomás Raynal (1713-1796) escritor francés de la corriente enciclopedista, crítico de los sistemas de colonización europeos en su obra Histoire philosophique et politique des établissements et du commerce des Européens dans les deux Indes (Amsterdam, 1770) a la cual se refiere aquí Bolívar indudablemente.[16*] Puerto Rico. Isla del mar Caribe, una de las Antillas, posesión entonces de España.[17*] Cuba. Isla del mar Caribe, una de las Antillas, posesión entonces de España.[18*] Alude a la República Federal de los Estados Unidos de América.[19*] Napoleón Bonaparte, Emperador de los Franceses.[20*] El Rey de España Carlos IV (1748-1819) quien reinó desde 1788 hasta 1808. Murió en Roma.[21*] Fernando VII de Borbón (El Escorial, 1784-Madrid, 1833) hijo de Carlos IV, a quien sucedió como Rey de España en 1808, si bien fue conducido preso a Francia por orden de Napoleón y sólo recuperó el trono en 1814. Reinó hasta su muerte acaecida en 1833. El episodio al cual se refiere Bolívar es el de las cesiones de Bayona en 1808. [22*] Se refiere a Motezuma II, Rey de los Aztecas (México, 1466- México, 1520), quien reinó desde 1502 hasta 1520. Extendió sus dominios a gran parte de la América Central. Pero en 1519 no pudo evitar la entrada de los soldados de Cortés en México. Hecho prisionero, aconsejó a sus súbditos que se sometiesen al poder español, y fue lapidado por ellos. Murió poco después. El nombre de este soberano azteca aparece escrito con diversas grafías, que hemos respetado en cada caso; pero no hay duda de que se trata siempre del mismo personaje.[23*] El Capitán español Hernán Cortés (1485-1547) nacido en Medellín, Extremadura, conquistador del imperio mexicano para España entre 1519 y 1521.

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[24*] Debe referirse a Antonio de Herrera y Tordesillas, historiador español (1559-1625), Cronista General de Castilla e Indias durante los reinados de Felipe II, Felipe III y Felipe IV. Aun cuando Herrera escribió numerosas obras (Historia general del Mundo. .. del tiempo del Señor Rey Don Felipe II; Tratado... de los movimientos de Aragón...; Historia de los sucesos de Francia desde 1585 hasta 1594, etc.) es indudable que Bolívar se refiere a la más célebre de ellas, la Historia General de los hechos de los castellanos en las islas y Tierra Firme del mar Océano (Madrid, 1601-1615) conocida generalmente como Décadas, que abarca el período 1492-1554. Esta obra se hallaba en la biblioteca de la familia Palacios en Caracas.[25*] El escritor español Antonio de Solís y Rivadeneyra (1610-1686) natural de Alcalá de Henares, Secretario de Felipe IV, y Cronista Mayor de Indias. Autor de poemas y de comedias, consagró los últimos años de su vida a componer la “Historia de la conquista de México, población y progresos de la América septentrional conocida por... Nueva España”, impresa por primera vez en Madrid en 1684. Bolívar se refiere indudablemente a esta obra, que figuraba en las bibliotecas caraqueñas de su padre y de sus tíos Palacios.[26*] El Inca Atahualpa, último soberano indígena independiente del Perú, apresado en Cajamarca a fines de 1532 por el conquis-tador Francisco Pizarro, quien lo hizo ejecutar el año siguiente.[27*] Francisco Pizarro, Capitán español nacido en Trujillo (Extremadura) en 1476. Conquistó el Perú para la Corona de Castilla, y fundó en 1535 la ciudad de Lima, donde murió asesinado en 1541.[28*] El Capitán español Diego de Almagro (1475-1538), compañero de Francisco Pizarro en la conquista del Perú.[29*] El emperador de los Aztecas Guatimozín o Cuauhtemoc (1495-1522), quien había casado con una hija de Motezuma y sucedió en el trono, en 1520, a Cuitlahuac al morir éste atacado de viruelas. Guatimozín organizó la resistencia azteca contra las fuerzas de Hernán Cortés. Cayó prisionero al ser tomada la ciudad de México. Fue sometido a tortura, y ejecutado más tarde

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por orden de Cortés, bajo la acusación de conspirar contra los españoles.[30*] El Rey de Ichoacán, Tangaxoán, a quien los aztecas, sus ene-migos, llamaban Catzontzin, nombre que adoptaron los cronis-tas españoles. Recibió bien a los emisarios de Hernán Cortés y viajó a la ciudad de México para visitarle. Continuó reinando en Michoacán, hasta que en 1530 fue torturado y muerto por orden del conquistador Ñuño de Guzmán.[31*] Bogotá. Se refiere a la antigua población indígena de ese nombre, situada en el altiplano donde hoy se levanta la ciudad de Bogotá, actual capital de Colombia. Zipa era el nombre que recibía el soberano indígena de la región.[32*] Copiapó. Parte de la Provincia de Atacama, en Chile, entre Antofagasta y la Serena, regada por el río Copiapó, donde se levanta la ciudad de ese mismo nombre, fundada en 1744. En 1535 había llegado a esa región el conquistador español Diego de Almagro. [33*] Dey (del turco dey, tío materno): Título del Jefe o príncipe musulmán que gobernaba la regencia de Argel.[34*] Hispahán, o mejor, Ispahán o Isfahán. Antigua ciudad de Persia, que fue su capital durante los siglos XVI y XVII.[35*] Gengis-Kan, el célebre caudillo mongol de los siglos XII-XIII, quien sometió a su poder gran parte de Asia.[36*] El Emperador Carlos V de Alemania (Gante, 1500 -Yuste, 1558). Rey de España como Carlos I. Durante su reinado (1517-1556) se llevó a cabo el esfuerzo fundamental de la conquista en América.[37*] Se trata del Sacerdote dominico mexicano Fray Servando Teresa de Mier Noriega y Guerra (1765-1827), quien tuvo destacada participación en los sucesos revolucionarios de su patria. Es sabido que el Padre Mier publicó en Londres, en 1813, una Historia de la Revolución de Nueva España antiguamente Anábuac, bajo el nombre de José Guerra. A ella se refiere el Libertador.[38*] Bayona. Población del sur-oeste de Francia, cercana a la frontera española, en donde Carlos IV y su hijo Fernando VII hicieron a Napoleón Bonaparte, en 1808, árbitro de los destinos

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de España; y Napoleón, burlándolos a los dos, entregó la corona a su propio hermano José Bonaparte.[39*] Se trata del escritor español José María Blanco y Crespo (Sevilla, 1774 - Liverpool, 1841) quien residió durante muchos años en Inglaterra, donde usó el apellido Blanco-White y el seudónimo “Leucadio Doblado”. Fue editor y redactor del periódico El Español, publicado en Londres de 1810 a 1814. [40*] Alude aquí a los ejércitos de Napoleón.[41*] Se refiere a José Bonaparte, coronado Rey de España por imposición de su hermano Napoleón.[42*] Buenos Aires, capital de las Provincias Unidas del Río de la Plata, hoy República Argentina. Bolívar, sin embargo, parece referirse más bien a las Provincias Unidas que a su capital.[43*] Zitácuaro. Ciudad del actual Estado de Michoacán (México), donde se reunió en 1811 la Junta Suprema presidida por el patriota Ignacio López Rayón. [44*] El prócer mexicano José María Morelos y Pavón, nacido en Valladolid (hoy Morelia) en 1765. Se dedicó al sacerdocio, bajo la protección del Padre Hidalgo, con quien colaboró desde el comienzo de la guerra de la independencia. Se distinguió como un valeroso y hábil jefe militar en Cuautla, Oaxaca y Acapulco. En septiembre de 1813 instaló el Congreso de Chilpancingo, que proclamó la Independencia de México. Derrotado en varias acciones por Iturbide, cayó prisionero en Tezmalasca, fue conducido a la ciudad de México para ser juzgado y luego de condenado a muerte fue fusilado en San Cristóbal Ecatepec en diciembre de 1815.[45*] Se trata del patriota mexicano Ignacio López Rayón (1773-1833) nacido en Tlalpujahua, quien fue, junto con Hidalgo y Morelos, uno de los principales dirigentes del movimiento de la independencia de México iniciado en 1810. Era abogado; en el ejército alcanzó el grado de General de División. Después de 1820 ocupó importantes posiciones en la vida pública mexicana.[46*] Zultepec. Hoy Sultepec. Población del actual Estado de México.

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[47*] En 1812 era Virrey de México el militar español Francisco Javier Venegas (fl. 1760-1818) quien cesó en el cargo en 1813.[48*] Se refiere, muy probablemente, al manifiesto del sacerdote mexicano José María Cos, redactado en marzo de 1812.[49*] Los Estados Unidos de América del Norte. [50*] Montesquieu. Carlos Luis de Secondat, barón de La Bréde y de Montesquieu, nacido en el Castillo de La Bréde, cerca de Burdeos, en 1689, y muerto en 1755. Magistrado, escritor y filósofo francés, que viajó por gran parte de Europa, vivió unos años en Inglaterra y residió por largas temporadas en París, donde fue hecho miembro de la Academia Francesa. Autor, entre otras obras, de las “Cartas Persas”, de las “Consideraciones sobre las causas de la grandeza y de la decadencia de los romanos” y de “El Espíritu de las Leyes”, su obra maestra, a la cual se refiere aquí el Libertador.[51*] Se refiere al conocido mito de Ícaro, hijo de Dédalo.[52*] El sacerdote y escritor francés Dominique De Pradt (1759-1837) más conocido como Abate De Pradt.[53*] Se refiere al Emperador Romano Constantino I, El Grande (272-337) quien trasladó la capital del Imperio a Bizancio (Constantinopla).[54*] Maracaibo, población venezolana situada a orillas del Lago del mismo nombre, era entonces capital de la Provincia de Maracaibo. Hoy es la segunda ciudad de Venezuela, y capital del Estado Zulia.[55*] Lleva el nombre de Bahía Honda un fondeadero natural existente en el extremo noroccidental de la Península de la Gua-jira, entre el Cabo de la Vela y la Punta Gallinas. Como puede verse, el Libertador consideraba situado en ese lugar el límite entre Venezuela y la Nueva Granada.[56*] La región de la Guajira, situada entre las actuales Repúblicas de Venezuela y de Colombia, cada una de las cuales posee parte de ella.[57*] Como es sabido, con el nombre de “Colombia” designaba el Precursor Miranda a la América toda, o por lo menos a la de raíz ibérica. Y el mismo nombre llevó la Gran República fundada

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en 1819 por el Libertador, que abarcaba las actuales naciones de Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá, y quedó disuelta en 1830.[58*] Alude, evidentemente, a Cristóbal Colón. [59*] Arauco, o la Araucania, región del sur de Chile. [60*] El Istmo de Corinto, que une la península del Peloponeso al resto de la Grecia continental, donde establecieron los antiguos griegos su anfictionía.[61*] Charles Irenée Castel (1658-1743) Abate de Saint Pierre, escritor francés, autor de una obra titulada “Mémoires pour rendre la paix perpétuelle en Europe”, publicada hacia 1712 ó 1713.[62*] Quetzalcoatl. Dios mitológico de los antiguos mexicanos, cuyo culto se extendió por Centroamérica antes de la conquista española. Su nombre significa “Serpiente Emplumada”. Aparece en el texto con grafías diversas, que han sido respetadas.[63*] Hermes. Divinidad de la Mitología griega. Servía, de ordinario, como mensajero de los Dioses, intermediario entre éstos y los hombres.[64*] Alude a Gotama Buda, fundador de la religión budista, quien vivió en la India entre 567 y 483 antes de Cristo.[65*] Mercurio. Divinidad de la Mitología romana, equivalente al Hermes griego. [66*] Anahuac. Región del México central, en donde floreció la cultura de los Aztecas. Bolívar la cita como sinónimo de México, según era usual entonces.[67*] Se refiere aquí al Apóstol Santo Tomás.[68*] Yucatán. Península de México, en donde floreció la cultura de los antiguos mayas.[69*] Chilán-Cambal: Chilán o Chilam es el nombre que los antiguos mayas daban a los enviados o representantes de los Dioses. Bolívar se refiere aquí al profeta Kukulkán, de origen mítico, a quien Diego de Landa, en su “Relación de las cosas de Yucatán”, identifica con la Serpiente Emplumada o Quetzalcoatl de los aztecas.

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[70*] El misionero jesuíta español José de Acosta (1539-1600), quien residió largos años en América, y fue más tarde Rector del Colegio de su orden en Salamanca. Autor de la obra titulada Historia natural y moral de las Indias (Sevilla, 1590).[71*] La Virgen de Guadalupe era venerada en la Villa de igual nombre en Extremadura (España) desde fines del siglo XIII. Su culto tomó gran auge en México, con una iconografía distinta, desde 1531, poco después de la conquista. A lo largo del período colonial fue considerada como la Patrona celestial de México.[72*] Kingston. La ciudad principal de la isla de Jamaica, entonces.

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CARTA DE JAMAICA

COPIA DEL TEXTO ORIGINAL ENCONTRADO EN QUITO

EN 2014

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Dictada en Kingston el 6 de septiembre de 1815, a su secre-tario Pedro Briceño Méndez, no se conocía hasta el presen-te el original manuscrito de la epístola, y la posteridad se había visto obligada a dar fe a una transcripción publicada en 1833 que dejó siempre lugar a dudas.

Gracias al investigador ecuatoriano Amílcar Varela Jara, quien pudo dar a la luz pública, en 2014, el documento hallado en el Fondo Jacinto Gijón, del Archivo Histórico del Banco Central del Ecuador, en Quito, disponemos hoy del manuscrito original tomado de la voz de Bolívar, cuya autenticidad ha sido corroborada por un equipo de espe-cialistas calificados.

Fuente del texto: Carta de Jamaica, 1815 – 2015, Primera edición, 2015 (ISBN: 978-980-419-005-6) Comisión Presidencial para la Conmemoración del Bicentenario de la Carta de JamaicaCoordinación editorial: Simón Andrés SánchezTranscripción: Amílcar Varela Revisión y cotejo: Gradielys UrbanoCorrección: Miguel Raúl Gómez

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CONTESTACION DE UN AMERICANO MERIDIONAL

Á UN CABALLERO DE ÉSTA YSLA1

Muy Señor mío:

Me apresuro á contestar la carta de 29 del mes pasado que usted me hizo el honor de dirijirme, y yó recibí con la mayor satisfaccion.

Sensible como devo, al interes que usted ha querido tomar por la suerte de mi patria, afligiendose con ella por los tormentos que padese, desde su descubrimiento hasta éstos últimos periodos, por parte de sus destructores los Españoles, no siento ménos el comprometimiento en que me ponen las solícitas demandas que usted me hace, sobre los objetos mas importantes de la politica americana. Así, me encuentro en un conflicto entre el deseo de corresponder á la confianza con que usted me favorese, y el impedimento de satisfacerla, tanto por la falta de documentos y de Libros, cuanto por los limitados conocimientos que poseo de un pais tan inmenso, variado y desconocido como el nuevo mundo.

En mi opinion, es imposible responder á las preguntas

1 El texto presentado a continuación es una transcripción fiel del manuscrito original en castellano hallado en Ecuador. Se ha mantenido la ortografía de la época y se señalan las partes rotas o ilegibles así como su foliatura. Sólo se han desarrollado las abreviaturas para facilitar la lectura.

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con que usted me ha honrado. El mismo Baron de Humboldt, con su universalidad de conocimientos teóricos y prácticos, apenas lo haria con esactitud; por que, aunque una parte de la Estadística y Revolucion de América es conocida, me atrevo á asegurar que la mayor está cubierta de tinieblas, y por consecuencia, solo se pueden ofrecer conjeturas mas o menos aproximadas, sobre todo, en lo relativo á la suerte futura y á los verdaderos proyectos de los Americanos; pues cuantas combinaciones suministra la Historia de las Naciones, de otras tantas és susceptible la nuestra, por sus posiciones fisicas, por las vicisitudes de la guerra, y por los calculos de la Politica.

Como me conceptúo obligado á prestar atención á la apreciable carta de usted., no menos que á sus filantrópicas miras, me animo á dirigir estas lineas: en las cuales ciertamente no hallará usted las ideas luminosas que desea, mas mas sí, las ingenuas espreciones de mis pensamientos.

“Tres siglos há, dice usted, que empesaron las barbaridades que los españoles cometieron en el grande Emisferio de Colon. Barbaridades que la presente edad ha rechasado como favulosas, por que paresen superiores á la perversidad humana; y jamas serian creidas por los críticos modernos, sí constantes y repetidos documentos no testificacen estas infaustas verdades. El filantropo Obispo de Chiapa, el Apostol de la America Las Casas, ha dejado á la posteridad una breve relacion de éllas, estractada de las sumarias que siguieron [roto] Sevilla á los Conquistadores, con

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el testimonio de cuantas personas respetables habia entonces en el nuevo mundo, y con los procesos mismos que los tiranos se hizieron entre sí: como consta por los mas celebres historiadores de aquel tiempo. Todos los imparciales han hecho justicia al zelo verdad y virtudes de aquel amigo de la humanidad, que, con tanto fervor y firmeza, denunció ante su gobierno y sus contemporaneos los actos mas horrorosos de un frenesí sanguinario.

Con cuanta emoción de gratitud, leo el pasaje de la carta de usted en que me dice “ que espera que los sucesos que siguieron entonces á las armas españolas, acompañen ahora á las de sus contrarios los muy oprimidos americanos meridionales” Yo tomo ésta esperanza por una prediccion, si la justicia deside las contiendas de los hombres.- El suceso coronará nuestros esfuerzos; por que el destino de la America se ha fijado irrevocablemente; el lazo que la unia á la España está cortado; la opinion era toda su fuerza; por ella se estrechaban mutuamente las partes de aquella inmensa Monarquia. Lo que antes las enlazaba ya las divide; mas grande es el odio que nos ha inspirado la penínzula, que el mar que nos separa de élla; menos dificil es unir los dos continentes que reconciliar los espíritus de ambos paices. El hábito á la ovediencia; un comercio de intereses, de luces, de religión, una reciproca benevolencia, una tierna solicitud por la causa y la gloria de nuestros padres; en fin, todo lo que formava nuestra esperanza, nos venía de España. De aquí nacía un principio de adeccion que parecía

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eterno: no obstante que la inconducta de nuestros dominadores relajava ésta simpatía, ó por mejor decir éste apego forzado por el imperio de la dominacion. Al presente sucede lo contrario: la muerte, el deshonor, cuanto es nocivo nos amenasa y tememos, todo lo sufrimos de ésa desnaturalizada Madrastra. El velo se ha rasgado: ya hemos visto la luz, y se nos quiere volver a las tinieblas; se han roto las cadenas; ya hemos sido libres; y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavisarnos. Por lo tanto, la América combate con despecho; y rara vez la desesperacion no ha arrastrado tras sí á la victoria.

Por que los sucesos hayan sido parciales y alternados, no debemos desconfiar de la fortuna. En unas partes triunfan los Yndependientes, en tanto que los tiranos, en lugares diferentes obtienen sus ventajas: ¿y cual es el resultado final? ¿no está el nuevo - mundo entero conmobido, armado para su defensa? Echemos una ojeada, y obcervaremos una lucha simultanea en la inmensa estencion de este hemisferio.

El belicoso estado de las provincias del Rio de la Plata ha purgado su territorio y conducido sus armas vencedoras al Alto Perú; conmobido á Arequipa é inquietado á los realistas de Lima. Cerca de un millón de habitantes disfrutan allí de su libertad.

El Reyno de Chile, poblado de ochocientas mil almas, está lidiando contra sus enemigos

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que pretenden dominarlo; pero en vano, por que los que antes pucieron un termino a sus conquistas, los indomitos y libres araucanos, son sus vecinos y compatriotas; y su ejemplo sublime es suficiente para probarles, que el Pueblo que ama su Yndependencia por fin la logra.

El Virreynato del Perú cuya poblacion asciende á millon y medio de habitantes, es sin duda el mas sumiso, y al que mas sacrificios se le han arrancado para la causa del Rey; y bien que sean varias las relaciones concernientes á aquella hermosa porcion de America, es induvitable que ni está tranquila, ni es capas de oponerse al torrente que amenasa á las mas de sus provincias.

La Nueva Granada, que es, por decirlo así, el corazon de America obedece á su gobierno jeneral eseptuando el Reyno de Quito que, con la mayor dificultad, contienen sus enemigos, por ser fuertemente adicto á la causa de su patria: y las provincias de Panamá y Santa Marta que sufren, no sin dolor, la tirania de sus señores. Dos millones y medio de habitantes estan esparcidos en aquel territorio que actualmente defienden contra el Ejercito español bajo el General Morillo, que es verosímil sucumba delante de la inespugnable Plaza de Cartajena. Mas si la tomare será a costa de grandes pérdidas; y desde luego carecera de fuerzas bastantes para subyugar á los morígenos y bravos moradores del interior.

En cuanto a la heroica y desdichada Venezuela, sus acontesimientos han sido tan rápidos y sus desvastaciones tales, que casi la han reducido á una absoluta indijencia, y á una soledad espantosa: no obstante que era uno de los mas bellos paices de cuantos hacian el orgullo de la America. Sus tiranos gobiernan

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un desierto y solo oprimen á tristes restos, que escapados de la muerte, alimentan una precaria existencia: algunas mujeres, niños y ancianos son los que quedan. Los mas de los hombres han perecido por no ser esclavos, y los que viven combaten con furor en los campos y en los pueblos internos hasta espirar ó arrojar al Mar á los que, insaciables de sangre y de crimenes, ribalizan con los primeros monstruos que hizieron desaparecer de la America á su raza primitiva. Cerca de un Millon de habitantes se encontrava en Venezuela; y, sin exageracion, se puede asegurar que una cuarta parte ha sido sacrificada por de tierra, la espada, el hambre, la peste, las peregrinaciones: esepto el terremoto, todos resultados de la guerra.

En Nueva España havia en 1808, segun nos refiere el Baron de Humboldt, siete millones ochocientas mil almas con inclusion de Goatemala. Desde aquella epoca, la insurreccion, que ha ajitado á casi todas sus provincias, ha hecho disminuir sensiblemente aquel computo que parecía exacto; pues mas de un millon de hombres han perecido como lo podra usted ver en la esposicion de Mr. Walton que describe con fidelidad los sanguinarios crimenes cometidos en aquel opulento Ymperio. Allí la lucha se mantiene á fuerza de sacrificios humanos y de todas especies, pues nada ahorran los españoles, con tal que logren someter á los que han tenido la desgracia de nacer en este suelo, que parece destinado á empaparse con la sangre de sus hijos. A pesar de todo, los Mejicanos seran libres por que han abrazado

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el partido de la patria, con la resignacion de vengar á sus pasados, ó seguirlos al sepulcro. Ya ellos dicen con Reynal: llegó el tiempo en fin, de pagar á los españoles suplicios con suplicios, y de ahogar á esa raza de esterminadores en su sangre ó en el Mar.

Las Yslas de Puerto-rico y Cuba, que entre ambas, pueden formar una poblacion de setecientas á ochocientas mil almas, son las que mas tranquilamente poseen los españoles, por que estan fuera del contacto de los Yndependientes. Mas, ¿no son americanos estos Ynsularez.? ¿no son vejados.? ¿no desean su bien estar.?

Este cuadro representa una escena militar de dos mil leguas de longitud, y novecientas de latitud en su mayor estencion, en que dies y seis millones de Americanos defienden sus derechos, ó estan comprimidos por la nacion Española; que aun que fue en algun tiempo el mas vasto Ymperio del Mundo, sus restos son ahora impotentes para dominar al nuevo hemisferio, y hasta para mantenerse en el antiguo. Y ¿la Europa civilizada, comerciante y amante de la Libertad, permite que una vieja serpiente, por solo satisfacer su saña envenenada, devore la mas bella parte de nuestro glovo.? Que! ¿está la Europa sorda al clamor de su propio interes? ¿No tiene ya ojos para ver la justicia.? ¿tanto se ha endurecido, para ser de éste modo insensible.? Estas cuestiones, cuanto mas las medito, mas me confunden: llego á pensar que se aspira á que desaparesca la America; pero es imposible por que toda la Europa no es Española. ¡ Que demencia la de nuestra enemiga, pretender reconquistar la America sin Marina, sin tesoros y casí sin Soldados!, pues los que tiene, apenas son bastantes para retener á su propio pueblo en una biolenta ovediencia

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y defenderse de sus vecinos. Por otra parte, ¿Podrá ésta Nacion hacer el Comercio esclusivo de la mitad del Mundo sin Manufacturas, sin producciones territoriales, sin Artes, sin Ciencias, sin politica.?. Lograda que fuese ésta loca empresa, y, suponiendo mas aun, lograda la pacificacion, los hijos de los actuales americanos, unidos con los de los Europeos reconquistadores, ¿no volverian á formar dentro de veinte años, los mismos patríoticos designios que ahora se están combatiendo.?

La Europa haria un bien á la España en disuadirla de su obstinada temeridad, por que á lo menos le ahorraria los gastos que espende y la sangre que derrama; afin de que, fijando su atencion en sus propios recursos, fundase su prosperidad y poder sobre bases mas sólidas que de las de inciertas conquistas, un comercio precario, y esacciones violentas en pueblos remotos, enemigos y poderosos. La Europa misma por miras de sana politica, deberia haber preparado y ejecutado el proyecto de la Yndependencia Americana; no solo por que el equilibrio del mundo así lo exije, sino por que este és el medio lejitimo y seguro de adquirirse establesimientos ultramarinos de comercio. La Europa que no se halla agitada por las violentas pasiones de la venganza, ambicion y codicia, como la España, parese que estaba autorizada por todas las Leyes de la Equidad, á ilustrarla sobre sus bien entendidos intereses.

Cuantos escritores habian tratado la

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materia se acordaban en esta parte. En concecuencia, nosotros esperabamos, con razon, que todas las naciones cultas se apresurarian á auciliarnos, para que adquiriesemos un bien cuyas ventajas son recíprocas á entrambos hemisferios. Sin embargo, ¡ cuan frustradas han quedado nuestras esperanzas; no solo los europeos, pero hasta nuestros hermanos del norte se han mantenido inmobiles espectadores de esta contienda; que por su esencia es la mas justa, y por sus resultados la mas bella é importante de cuantas se han suscitado en los siglos antiguos y modernos.! por que, ¿hasta donde se puede calcular la trascendencia de la libertad del hemisferio de Colon?

“La felonia con que Bonaparte, dice V., prendió á Carlos 4° y á Fernando 7° Reyes de ésta nación, que tres siglos há, apricionó con traicion á dos Monarcas de la América Meridional, es un acto muy manifiesto de la retribucion divina, y al mismo tiempo, una prueba de que dios sostiene la justa causa de los Americanos y les concederá su Independencia.”

Parece que usted quiere aludir al Monarca de Mejico Moteuhsoma, preso por Córtes y muerto según Herrera, por el mismo, aun que Solis dice, que por el pueblo; y á Atagualpa Ynca del Perú, destruido por Francisco Pisarro y Diego Almagro. Existe tal diferencia entre los Reyes Españoles y los Reyes Americanos, en su suerte, que no admite comparacion: los primeros son tratados con dignidad, concervados, y al fin recobran su libertad y trono, mientras que los ultimos sufren tormentos inauditos y los vilipendios mas vergonzosos. Si á Guatimoctzin, sucesor de Moteuhsoma, se le trata como á Emperador, y le ponen la corona, fue por irricion y no por respeto, para que esperimentáse éste escarnio antes que las torturas.

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Yguales á la suerte de éste Monarca fueron las del Rey de Mechoazan, Catzontzin; el Zipa de Bogotá, y cuantos Toquis, Yncas, Zipas, Ulmanes, Caziques y demas dignidades Yndianas sucumbieron al poder español. El suceso de Fernando 7° es mas semejante al que tubo lugar en Chile en 1535 con el Ulmen de Copiapó entonces reynante en aquella Comarca. El español Almagro, protestó como Bonaparte tomar partido por la causa de lejitimo Soberano; y en concecuencia, llama al Usurpador, como Fernando lo era en España: aparenta restituir al lejitimo a sus Estados, y termina por encadenar y echar á las llamas al infelis Ulmen, sin querer ni aun oir su defensa. Este es el ejemplo de Fernando 7° con su usurpador: los Reyes Europeos, solo padesen destierros; el Ulmen de Chile, termina su vida de un modo atros.

“Despues de algunos meses, añade V, he hecho muchas reflecciones sobre la situacion de los americanos y sus esperanzas futuras; tomo grande interes en sus sucesos pero me faltan muchos informes, relativos á su estado actual y á lo que ellos aspiran. Deseo infinitamente saber la politica de cada Provincia, como tambien su poblacion; si desean Republicas ó Monarquias, si formaran una gran República ó una gran Monarquia. Toda noticia de ésta especie que usted pueda darme, ó indicarme las fuentes á que deba ocurrir, la estimaré como un favor muy particular”.

Siempre las almas generosas se interesan en la suerte de un pueblo que se esmera por recobrar

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los derechos con que el criador y la naturaleza le han dotado; y es necesario estar bien fascinado por el error ó por las paciones para no abrigar ésta noble sensacion, usted ha pensado en mi pais, y se interesa por él: este acto de benevolencia, inspira el mas vivo reconocimiento.

He dicho la poblacion que se calcúla por datos mas ó menos exáctos, que mil circunstancias hacen fallidos, sin que sea facil remediar ésta inexactitud; por que los mas de los moradores tienen habitaciones campestres y muchas veces errantes; siendo labradores, pastores, nomades, perdidos en medio de espesos é inmensos bosques, llanuras solitarias y aislados entre lagos y rios caudalosos. ¿Quien será capas de formar una estadistica completa de semejantes comarcas.? Ademas, los tributos que pagan los Yndijenas; las penalidades de los esclavos; las primicias, diezmos y derechos que pesan sobre los labradores, y otros accidentes, alejan de sus hogares á los pobres americanos. Esto és sin hacer mencion de la guerra de esterminio que ya ha cegado cerca de un octabo de la poblacion, y ha ahuyentado una gran parte; pues entonces las dificultades son insuperables, y el empadronamiento vendria á reducirse á la mitad del verdadero Censo.

Todavia es mas dificil presentir la suerte futura del nuevo mundo, establecer principios sobre su politica, y casi profetizar la naturaleza del gobierno que llegará á adoptar. Toda idea relativa al porvenir de éste pais me parese aventurada. ¿Se pudo preveer cuando el género humano se hallava en su infancia, rodeado de tanta incertidumbre, ignorancia y error, cual seria el regímen que abrazaria para

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su concervacion.? ¿Quién se habría atrevido á desir, tal Nacion sera Republica ó Monarquia, ésta sera pequeña, áquella grande.?; en mi concepto, ésta és la imajen de nuestra situacion. Nosotros somos un pequeño genero humano, poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares; nuevos en casi todas las Artes y Ciencias, aunque en cierto modo ya viejos en los usos de la sociedad Civil.

Yo considero el estado actual de la America como cuando desplomado el Ymperio Romano, cada desmembracion formó un sistema politico, conforme á sus intereses y situacion, ó siguiendo la ambicion particular de algunos Gefes, familiares ó Corporaciones. Con esta notable diferencia, que aquellos miembros dispersos volvian á restablecer sus antiguas naciones con las alteraciones que exígian las cosas ó los sucesos. Mas nosotros, que apenas concervamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que por otra parte no somos Yndios ni Europeos, sino una especie media entre los lejitimos propietarios del pais y los usurpadores Españoles; en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento; y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar éstos á los del pais, y que mantenernos en él contra la opinion de los invasores; así nos hallamos en el caso mas estraordinario y complicado. No obstante que es una especie de adivinacion indicar cual será el resultado y la linea de politica que la America siga; me atrevo á aventurar algunas conjeturas que desde luego caracteriso de arbitrarias, dictadas por un deseo racional y no por un raciocinio probable.

La posicion de

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los moradores del hemisferio Americano, ha sido, por siglos, puramente paciva: su eccistencia politica era nula. Nosotros estabamos en un grado todavia mas abajo de la cerbidumbre, y, por lo mismo con mas dificultades para elevarnos al goce de libertad. Permitame usted estas consideraciones para aclarar la cuestion. Los Estados son esclavos, por la naturaleza de su constitucion, ó por el abuso de ella: luego un pueblo es esclavo; cuando el gobierno, por su esencia, ó por sus vicios holla y usurpa los derechos del ciudadano ó subdito. Aplicando estos principios, hallaremos que la America, no solamente estaba privada de su libertad, si no tambien de la Tirania activa ó dominante. Me explicare. En las administraciones absolutas no se reconoce limites en el ejercicio de las facultades gubernativas: la voluntad del gran Sultan, Kam, Dey y demas soberanos despóticos, es la ley suprema, y ésta es casí arbitrariamente ejecutada por los Bajaes, Kanes, y Sátrapas subalternos de la Turquia y Persia, que tienen organizada una opresion de que participan los subditos en razon de la autoridad que les confian. A ellos está encargada la Administración Civil, Militar, Política, de rentas y la Relijion. Pero al fin son persas los Gefes de hispan, son Turcos los Vizires del gran Señor, son Tártaros los Sultanes de la Tartária. La China no embio á buscar mandarines, militares, y letrados al pais de Gengis Kan que la conquistó, á pesar de que los actuales chinos son desendientes directos de los subyugados por los ascendientes de los presentes Tártaros.

¡Cuan diferente era entre nosotros! Se nos bejava con una conducta que, ademas de privarnos de los derechos que nos correspondian, nos dejava en una especie de Ynfancia permanente, con respecto á las transaciones publicas. Si hubiesemos siquiera manejado nuestros

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asuntos domesticos en nuestra administracion interior, conoseriamos el curso de los negocios publicos y su mecanismo. Gosariamos tambien de la consideracion personal, que impone á los ojos del pueblo cierto respeto maquinal, que es tan necesario concervar en las revoluciones. He aquí por que he dicho, que estabamos privados hasta de la tirania activa, pues que no nos era permitido ejercer sus funciones.

Los Americanos en el sistema Español, que está en vigor, y quisá con mayor fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y cuando mas el de simples consumidores; y aun ésta parte cohartada con restricciones chocantes; tales son las prohibiciones del cultivo de los frutos de Europa, el estanco de las producciones que el Rey monopoliza; el impedimento de las fabricas que la misma Peninzula no posee; los privilejios esclusivos del comercio, hasta de los objetos de primera necesidad; las trabas entre provincias y provincias americanas, para que no se traten, entiendan ni negocien; en fin; ¿quiere usted saber cual era nuestro destino.? Los campos para cultivar el añil, la Grana, el café, la caña, el cacao y el algodón; las llanuras solitarias para criar ganados; los desiertos para cazar las bestias feroces; las entrañas de la tierra para escavar el oro que no puede saciar á esa Nacion abarienta.

Tan negativo era nuestro estado, que no lo encuentro semejante en ninguna otra asociacion civilizada, por mas que recorro la serie de las edades y de la politica de todas las naciones. Pretender que un pais tan felismente constituido, estenso rico y

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populoso sea meramente pasivo, ¿no es un ultraje y una violacion de los derechos de la humanidad.? Estabamos como acabo de esponer, abstraidos y digamoslo así, aucentes del Universo, en cuanto es relativo á la Ciencia de gobierno y administracion del Estado. Jamas eramos Virreyes, ni Gobernadores, si no por causas muy estraordinarias; Arzobispos y Obispos pocas veces; Diplomáticos, nunca; Militares solo en calidad de subalternos; Nobles sin privilejios reales, no eramos en fin, ni Magistrados ni financistas, y casí ni aun Comerciantes: todo en contravencion directa de nuestras instituciones.

El Emperador Carlos 5° formó un pacto con los descubridores, conquistadores y pobladores de America, que, como dice Guerra, es nuestro Contrato – social. Los Reyes de España convinieron solemnemente con ellos que lo ejecutasen por su cuenta y riesgo, prohibiéndoles hacerlo á costa de la real hacienda; y por ésta razon se les concedia que fuesen señores de la tierra: que organisasen la administracion, y ejerciesen la Judicatura en apelacion: con otras muchas esenciones y privilegios, que seria prolijo detallar. El Rey se comprometió, á no enagenar jamas las provincias Americanas, como que á el no tocaba otra jurisdiccion que la del alto dominio, siendo una especie de propiedad feudal la que allí tenian los conquistadores para sí y sus descendientes. Al mismo tiempo existen Leyes espresas que favorecen casí esclusivamente á los naturales del pais originarios de España; en cuanto á los empleos civiles, Ecleciasticos y de rentas. Por manera que con una violacion

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manifiesta de las leyes y de los pactos subcistentes se han visto despojar aquellos naturales de la autoridad Constitucional que les daba su Código.

De cuanto he referido será facil colejir, que la America no estaba preparada para desprenderse de la Metrópoli, como súbitamente sucedió, por el efecto de las ilegitimas leciones de Bayona, y por la inicua guerra que la Regencia nos declaró, sin derecho alguno para ello; no solo por falta de Justicia, sino también de lejitimidad. Sobre la naturaleza de los gobiernos Españoles, sus decretos conminatorios y hostíles, y el curso entero de su desesperada conducta, hay escritos del mayor mérito en el periodíco el Español, cuyo autor es el señor Blanco; y estando allí ésta parte de nuestra historia muy bien tratada, me limito á indicarlo.

Los Americanos han subido derrepente, sin los conocimientos previos, y, lo que es mas sensible, sin la práctica de los negocios publicos, á reprecentar en la escena del Mundo, las eminentes dignidades de Legisladores, Magistrados, Administradores del Erario, Diplomáticos, Generales, y cuantas autoridades supre-mas y subalternas forman la Gerarquia de un Estado, organizado con regularidad.

Cuando las águilas Francesas solo respetaron los Muros de la Ciudad de Cadiz, y con su vuelo arrollaron á los frájiles gobiernos de la Peninzula, entonces quedamos en la horfandad. Ya antes habiamos sido entregados á la merced de un usurpador estranjero. Despues, lisongeados con la justicia que se nos debia, con esperanzas alahueñas, siempre burladas

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por último, inciertos sobre nuestro destino futuro, y amenasados por la Anarquia, á causa de la falta de un gobierno lejitimo justo y liberal, nos presipitamos en el caos de la revolucion. En el primer momento solo se cuidó de proveer á la seguridad interior, contra los enemigos que encerraba nuestro seno. Luego se estendió á la seguridad esterior: se establecieron autoridades que sostituimos á las que acabamos de deponer, encargadas de dirijir el curso de nuestra revolucion, y de aprobechar la coyuntura feliz en que nos fuese posible fundar un gobierno constitucional, digno del presente siglo, y adecuado á nuestra situación.

Todos los nuevos gobiernos marcaron sus primeros pasos con el establesimiento de Juntas populares. Estas formaron en seguida reglamentos para la convocasion de congresos que produjeron alteraciones importantes; Venezuela exigió un Gobierno democrático y Federal; declarando previamente los derechos del hombre, manteniendo el Equilibrio de los poderes y estatuyendo Leyes generalez a favor de la libertad Civil, de Ymprenta y otraz; finalmente, se constituyó un gobierno independiente. La Nueva Granada, siguió con uniformidad los establecimientos politicoz, y cuantas reformas hizo Venezuela; poniendo por bace fundamental de su constitucion el sistema federal mas exajerado que jamas eccistió. Resientemente se ha mejorado con rrespecto al poder ejecutivo jeneral, que ha obtenido cuantas atribuciones le corresponden - Segun entiendo, Buenos

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Ayres, y Chile han seguido ésta misma linea de operaciones; pero como nos hallamos á tanta distancia los documentos son tan raros, y las noticias tan inexáctas, no me animare ni aun á bosquejar el cuadro de sus transacionez.

Los sucesos de Mejico han sido demaciado varios, complicádos, rápidos y desgraciados, para que puedan seguir el curso de su revolucion. Carecemos, á demas, de documentos bastante instructivos, que nos hagan capaces de júsgarlos. Los Yndependientes de Mejico, por lo que sabemos, dieron principio á la Ynsurrecsion en Setiembre de 810; y un año despues, ya tenian centralizado su gobierno en Zitacuaro, instalando allí una Junta nacional, bajo los auspicios de Fernando 7°, en cuyo nombre se ejercian las funciones gubernativas. Por los acontecimientos de la guerra, ésta Junta se trasladó á diferentes lugares; y es verosímil que se haya concervado hasta éstos ultimos momentos, con las modificasiones que los sucesos hayan exijido. Se dize que ha creado un Jeneralisimo ó dictador, que lo és el Ylustre General Morelos: otros hablan del selebre General Rayon; lo cierto és que uno de estos dos grandes hombres, ó hambos separadamente ejercen la autoridad suprema en aquel pais; y recientemente ha aparecido una constitucion para el rejimen del Estado. En Marzo de 1812, el Gobierno recidente en Zultepec, presentó un plan de Paz y Guerra al Virrey de Mejico, concebido con la mas profunda sabiduria. En el se reclamó el derecho de Gentes, estableciendo principios de una

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esactitud incontestable. Propuso la Junta que la guerra se hiziese como entre hermanos, y conciudadanos; pues que no debia ser mas cruel que entre Naciones estranjeras: que los derechos de Gentes y de guerra inviolables para los mismos infieles y barbaros, debian serlo mas para Cristianos sujetos a un soberano y á unas mismas Leyes; que los pricioneros no fuesen tratados como Reos de Lesa Magestad, ní se degollasen los pricioneros que rendian las armas, sino que se mantuviesen en rehenes para canjearlos; que no se entráse á sangre y fuego en las poblaciones pacificas, no los diesmácen ni quintácen, para sacrificarlas, y concluye que, en caso de no admitirse este plan, se obcervarian rigurosamente las represálias. Esta negociacion se trató con el mas alto desprecio: no se dió respuesta á la Junta Nacional, las comunicaciones originales se quemaron publicamente en la Plasa de Mejico por mano del Verdugo; y la guerra de esterminio continuo por parte de los Españoles con su furor acostumbrado; mientras que los Mejicanos y las otras Naciones Americanas no la hacían ni aun á muerte, con los pricioneros de guerra, aun que fuesen Españoles -Aquí se obcerva que, por causas de conveniencia, se concervó la apariencia de sumision al Rey, y aun á la Constitucion de la Monarquia. Parese que la Junta Nacional es absoluta en el ejercicio de las funciones lejislativa, ejecutiva y judicial; y el numero de sus miembros muy limitados.

Los acontesimientos de la tierra firme nos han provado que las instituciones perfectamente representativas no son adecuadas á nuestro caracter

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costumbres y luces actuales. En Caracas el espiritu de partido tomó su origen en las sociedades, Asambleas, y Elecciones populares, y éstos partidos nos tornaron á la esclavitud. Y así como Venezuela ha sido la Republica Americana que mas se ha adelantado en sus instituciones politicas, tambien ha sido el mas claro ejemplo de la ineficacia de la forma democrata y federal para nuestros nacientes estados-. En Nueva Granada, las escesivas facultades de los Gobiernos provinciales, y la falta de centralizacion en el Jeneral, han conducido aquel precioso pais al estado á que se vé reducido en el dia. Por ésta razon sus débiles enemigos se han concervado contra todas las probabilidades. En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y las virtudes politicas que distinguen á nuestros hermanos del Norte, los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan á ser nuestra ruina. Desgraciadamente éstas cualidades parecen estar muy distantes de nosotros en el grado que se requiere; y por el contrario, estamos dominadoz de los vicios que se contraen bajo la direccion de una nacion como la Española, que solo ha sobre salido en fiereza, ambicion, venganza y Codicia.

Es mas dificil dice Montesquieu, sacar un pueblo de la servidumbre que subyugar á uno libre. Esta verdad está comprobada por los anales de todos los tiempos, que nos muestran las mas de las Naciones libres sometidas al Yugo, y muy pocas de las esclavas recobran su libertad. A pesar de éste convencimiento, los Meridionales de éste continente

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han manifestado el conato de conceguir Ynstituciones liberales, y aun perfectas, sin duda por efecto del instinto que tienen todos los hombres de aspirar á su mayor felicidad posible: la que se alcansa infaliblemente cuando ellas estan fundadas sobre las baces de la justicia, de la libertad y de la igualdad. Pero, ¿seremos nosotros capaces de mantener en su verdadero equilibrio la dificil carga de una Republica.? ¿Se puede concebir que un pueblo recientemente desencadenado se lanze á la esfera de la libertad, sin que, como á Ycaro, se le desagan las alas y recaiga en el abismo.? Tal prodigio es inconcebible, nunca visto. Por consiguiente no hay un raciocinio verocímil que nos alhague con esta esperanza.

Yo deseo mas que otro alguno ver formar en America la mas grande nacion del mundo, menos por su estencion y riquesas, que por su libertad y gloria. Aun que aspiro á la perfeccion del gobierno de mi patria, no puedo persuadirme que el nuevo -mundo sea por el momento rejido por una gran republica; como es impocible no me atrevo á desearlo, y menos deseo aun una Monarquia universal de America, por que éste proyecto, sin ser util, es tambien impocible. Los abusos que actualmente existen, no se reformarian, y nuestra rejeneracion seria infructuosa. Los Estados Americanos, han menester de los cuidados de gobiernos paternales, que curen las plagas y las heridas del despotismo y la guerra. La Metrópoli, por ejemplo seria Mejico, que es la unica que puede serlo por su poder intrinseco, sin el cual no hay Metrópoli. Supongamos, que fuese el Ystmo de Panamá, punto céntrico para todos los estremos de este vasto continente: ¿no continuarian éstos en la languidez y aun en el desorden actual.? Para que un solo gobierno dé vida

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aníme, ponga en accion todos los resortes de la prosperidad publica, corrija, ilustre y perfeccione al nuevo mundo, seria necesario que tubiese las facultades de un dios, y cuando menos, las luces y virtudes de todos los hombres.

El espiritu de partido que al presente ajita á nuestros Estados, se ensenderia entonces con mayor encono hallandose aucente la fuente del poder, que unicamente puede reprimirla. Ademas, los Magnates de las capitales no sufririan la preponderancia de los Metropolitanos, á quienes considerarian como á otroz tantos tiranos; sus zelos llegarian hasta el punto de comparar á éstos con los odiosos Españoles. En fin, una Monarquia semejante, seria un Coloso diforme, que su propio peso desplomaria á la menor convulcion.

Mister. de Pradt ha dividido sábiamente á la America en quince ó dies y siete Estados, independientes entre sí, gobernados por otros tantos Monarcas. Estoy de acuerdo en cuanto á lo primero, pues la America comporta la creacion de diez y siete Naciones: en cuanto á lo segundo, aun que es mas facil conceguirlo, es menos util; y a sí, no soy de la opinion de las Monarquias Americanas. He aquí mis razones. El interes bien entendido de una Republica, se circunscribe en la esfera de su concervacion, prosperidad y Gloria. No ejerciendo la libertad el Ymperio, por que es presisamente su opuesto, ningun estímulo escita á los Republicanos á estender los terminos de su Nacion, en detrimento de sus propios medios con el unico objeto de hacer participar á sus vecinos de una Constitucion liberal. Ningun derecho adquieren, ninguna ventaja sacan

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venciéndolos, á menos que los reduscan á Colonias, Conquistas ó Aliados siguiendo el ejemplo de Roma. Maxímas y ejemplos tales estan en oposision directa con los principios de justicia de los sistemas republicanos; y, aun diré mas, en oposicion manifiesta con los Yntereses de sus ciudadanos; por que un estado demaciado estenso, en sí mismo ó por sus dependencias, al cabo biene en decadencia, y convierte su forma libre en otra tiránica; relaja los principios que deben concervarla, y ocurre por ultimo al despotismo. El distintivo de las pequeñas Republicas, es la permanencia; el de las grandes es vario, pero siempre se inclina al Ymperio. Casi todas las primeras han tenido una larga duracion: de las segundas, solo Roma, se mantuvo algunos siglos; pero fué, por que era Republica la Capital, y no lo era el resto de sus dominios, que se gobernaban por Leyes é instituciones diferentes.

Muy contraria es la politica de un Rey cuya inclinacion constante se dirije al aumento de sus poseciones, Riquesas y facultades; con razon, por que su autoridad crece con éstas adquisiciones; tanto con respecto á sus vecinos, como á sus propios vasallos, que temen en él un poder tan formidable, cuanto es su Ymperio, que se concerva por medio de la guerra y de las conquistas. Por estas razones, pienso que los Americanos, anciosos de paz, ciencias, artes, comercio y Agricultura preferiran las Republicas á loz Reynos: y me parece que éstos deseos se conforman con las miras de la Europa.

No convengo en el sistema federal entre los

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populares y representativos, por ser demaciado perfecto, y exijir virtudes y talentos politicoz muy superiores á los nuestros; por igual razon rehuso la Monarquia mista de Aristocracia y democracia que tanta fortuna y esplendor ha procurado á la Ynglaterra. No siendonos posible lograr entre las Republicas y Monarquias lo mas perfecto y acabado, evitemos caer en Anarquias demagógicas ó en Tiraniaz monocratas: busquemos un medio entre estremos opuestos que nos conducirian á los mismos escollos, á la infelicidad y al deshonor. Voy á arriesgar el resultado de mis cabilaciones sobre la suerte futura de la America: no la mejor, si no la que le sea mas accequible.

Por la naturaleza de las localidadez, riquezas, poblacion y caracter de los Mejicanos, imajino que intentaran al principio establecer una Republica representativa, en la cual tenga grandes atribuciones el poder ejecutivo concentrandolo en un Yndividuo que, si desempeña sus funciones con acíerto y justicia, casi naturalmente vendrá á concervar una autoridad vitalicia. Si su incapacidad ó violenta administracion escita una conmocion popular que triunfe, este mismo poder ejecutivo quizá se difundirá en una Asamblea. Si el partido preponderante es militar ó aristocrático exijirá probablemente una Monarquia, que al principio será limitada y constitucional, y despues inevitablemente

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declinará en absoluta; pues debemos convenir en que nada hay mas dificil en el orden politico que la concervacion de una Monarquia mista; y tambien es presiso convenir, en que solo un pueblo tan patriota como el Yngles, es capas de contener la autoridad de un Rey, y de sostener el espiritu de libertad bajo un Cetro y una Corona.

Los Estados del Ystmo de Panamá hasta Goatemala formaran quisá una asociacion. Esta magnifica posision, entre los dos grandes mares, podrá ser con el tiempo el emporio del Universo. Sus canales acortaran las distancias del Mundo: estrecharan los lazos comerciales de Europa, America, y Asia, traeran á tan felis region los tributos de las cuatro partes del Globo; ¡Acaso solo allí podra fijarse algun dia la Capital de la tierra!; como pretendió constantino [sic] que fuese Bisancio la del antiguo hemisferio.

La Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan á convenirse en formar una Republica Central cuya Capital sea Maracaybo, ó una nueva Ciudad que, con el nombre de Las Casas (en honor de este heroe de la filantropia) se funde entre los confines de ambos paices, en el sobervio puerto de Bahiahonda. Esta posicion, á un que desconocida, es mas ventajosa por todos respectos. Su acceso es facil, y su situacion tan fuerte, que puede hacerse inespugnable. Posee un clima puro y saludable, un territorio tan propio para la agricultura como para la cria de ganados, y una grande abundancia de Maderas de construccion. Los Salvajes que

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la habitan serian civilizados, y nuestras poseciones se aumentarian con la adquisicion de la Guagira. Esta Nacion se llamaria Colombia, como un tributo de justicia y gratitud al criador de nuestro hemisferio. Su gobierno podrá imitar al Yngles, con la diferencia de que en lugar de un Rey, habrá un poder ejecutivo electivo cuando mas vitalicio, y jamas hereditario si se quiere Republica, una Camara ó senado lejislativo hereditario que, en las tempestades politicas se interponga entre las olas populares y los rayos del Gobierno; y un Cuerpo lejislativo de libre eleccion, sin otras restricciones, que las de la Camara baja de Ynglaterra. Esta Constitucion participaria de todas formas; y yo deseo que no participe de todos los vicios. Como ésta es mi patria, tengo un derecho incontestable para desearla lo que en mi opinion es mejor. Es muy posible que la Nueva Granada, no convenga en el reconocimiento de un Gobierno Central , por que es en estremo adicta á la Federacion; y entonces formará por sí sola un Estado que, si subsiste, podra ser muy dichoso por sus grandes recursos de todos jeneros.

Poco sabemos de las opiniones que prebalecen en Buenos Ayres, Chile, y el Perú. Jusgando por lo que se trasluce, y por las apariencias en Buenos Ayres, habrá un Gobierno Central, en que loz Militares se lleven la primacia

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por concecuencia de sus diviciones intestinas y guerras esternas. Esta Constitucion dejenera necesariamente en una oligarquia ó una Monocracia, con mas ó menos restricciones, y cuya denominacion nadie puede adivinar. Seria doloroso que tal cosa sucediese, por que aquellos habitantes son acredores á las mas espléndidas glorias.

El Reyno de Chile está llamado por la Naturaleza de su situacion, por las costumbres inocentes y virtuosas de sus moradores, por el ejemplo de sus vecinos los fieros Republicanos del Arauco, á gozar de las bendiciones que derraman las justas y dulces Leyes de una Republica. Si alguna permanece largo tiempo en America, me inclíno á pensar que será la Chilena. Jamas se ha estinguido allí el espiritu de Libertad; los vicios de la Europa y del Asia llegarán tarde ó nunca, á corromper las costumbres de aquel estremo del Uniberso. Su territorio es limitado, estará siempre fuera del contacto inficionado del resto de los hombres, no alterará sus leyes, usos y prácticas, preservará su uniformidad en opiniones politicas y relijiosas, en una palabra, Chile puede ser libre.

El Perú, por el contrario, encierra dos elementos enemigos de todo regimen justo y liberal: oro y esclavos. El primero lo corrompe todo; el segundo está corrompido por sí mismo. El alma de un siervo, rara vez alcansa á apreciar la sana libertad: se enfurese en los tomultos, ó se humilla en las cadenas. Aun que estas reglas serian aplicablez á toda la

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America, creo que con mas justicia; las merece Lima, por los conceptos que he espuesto, y por la cooperacion que ha prestado á sus Señores contra sus propios hermanos los ilustres hijos de Quito, Chile y Buenos Ayres. Es constante que el que aspira á obtener la libertad, á lo menos lo intenta-. Supongo que en Lima no tolerarán los ricos la democrácia, ni los esclavos y pardos libertos la aristocracia. Los primeros preferiran la tirania de uno solo, por no padeser las persecuciones tumultuarias, y por establecer un orden siquiera pacifico. Mucho hará si concigue recobrar su independencia.

De todo lo espuesto podemos deducir éstas concecuencias: las provincias Americanas se hallan lidiando por emanciparse, al fin obtendrán el suceso, algunas se constituirán de un modo regular en Repúblicas federadas y centrales, se fundarán Monarquias, casi inevitablemente, en las grandes seciones; y algunas serán tan infelices que deboraran sus elementoz, ya en la actual, ya en las futuras revolucionez; que una gran Monarquia, no será facil consolidar, una gran Republica impocible.

Es una Ydea grandiosa pretender formar de todo el nuevo mundo, una sola nacion con un solo vinculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbrez y una Religion, deberia por consiguiente tener un solo Gobierno, que confederase los diferentes estadoz que hayan de formarse; mas no es pocible, por que climas remotos,

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situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres de semejantes dividen á la America: ¡Que bello seria que el Ystmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los Griegos.! ¡ ojala que algun dia tengamos la fortuna de instalar allí un augusto Congreso de los Reprecentantes de las Republicas, Reynos é Ymperios á tratar y discutir sobre los altos intereses de la Paz y de la Guerra, con las naciones de las otras tres partes del Mundo. Esta especie de Corporacion podrá tener lugar en alguna epoca dichosa de nuestra regeneracion: otra esperanza es infundada; semejante á la del Abate Sanct. Pierre, que concibió el laudable delirio de reunir un Congreso Europeo, para desidir de la suerte y de los intereses de aquellas naciones.

“Mutaciones importantes y felices, continua Usted, pueden ser frecuentemente producidas por efectos individuales -Los americanos meridionales tienen una tradicion que dice, que cuando Quetralcohuatl, el Hérmes ó Buhda de la America del Sur, resignó su administracion y los abandonó, les prometió que volveria despues que los siglos destinados hubiesen pasado; y que él restableceria su Gobierno, y renovaria su felicidad. Esta tradicion ¿no opera y escita una conviccion de que muy pronto debe volver.? ¿concibe Usted cual seria el efecto que produciria, si un individuo, apareciendo entre éllos, demostrace los caracteres de Quetralcohuatl el Buhda del Bosque ó Mercurio, del cual han hablado tanto las otras naciones.? ¿no cree Usted. que esto inclinaria todas las partes;? ¿no es la union todo lo que se necesita para ponerlos en estado de espulsar á los Españoles,

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sus tropas, y á los partidarios de la corrompida España: para hacerlos capaces de establecer un Ymperio poderoso, con un Gobierno libre y Leyes benevolas.?”

Pienso como usted, que causas individuales pueden producir resultados generales, sobre todo en las revoluciones. Pero no es el Heroe, gran profeta ó Dios del Anahuac, Quetralcohuatl, el que es capas de operar los prodigios benéficos que Usted propo-ne. Este personaje es apenas conocido del Pueblo Mejicano y no ventajosamente; por que tal es la suerte de los vencidos, aun que sean Dioces.- Solo los historiadores y literatos, se han ocupado cuidadosamente en investigar su origen, verdadera ó falsa mi-cion, sus profecias y el término de su carrera. Se disputa si fue un Apostol de Cristo, ó bien pagano: unos reponen que su nom-bre quiere desir Santo Tomas; otros que Culebra emplumajada; y otros dicen que es el famoso Profeta de Yucatan, Chilan-Cambal. En una palabra, los mas de los autores Mejicanos polemicos é historiadores profanos, han tratado con mas ó menos estencion la cuestion sobre el verdadero carácter de Quetralcohualt. El he-cho es, según dice Acosta, que él estableció una Religion cuyos ritos dogmas, y misterios tienen una admirable afinidad con la de Jesus, y que quizá es la mas semejante á ella. No obstante ésto, muchos escritores católicos han procurado alejar la Ydea de que éste Profeta fuese verdadero, sin querer reconocer en el, aun Santo Tomas, como lo afirman otros celebres autores. La opinion general es que Quetralcohuatl es un Legislador divino entre los pueblos paganos de

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Anahuac, del cual era lugar teniente el gran Moteuhsoma, derivando de el su autoridad. De aquí se infiere que nuestros Mejicanos, no seguirian al Gentil Quetralcohualt aun que pareciese bajo las formas mas idénticas y favorables; pues que profesan una Religion la mas intolerante y esclusiva de las otras.

Felizmente los directores de la Yndependencia de Megico se han aprobechado del fanatismo con el mayor acierto, proclamando á la famosa Vírgen de Guadalupe por Reyna de los Patriotas, invocandola en todos los casos arduos, y llevandola en sus Banderas. Con ésto, el entuciasmo politico ha formado una mezcla con la Relijion, que ha producido un fervor vehemente por la sagrada causa de la libertad. La veneracioon de ésta Ymagen en Mejico, es superior á la mas ecsaltada que pudiera inspirar el mas diestro y dichoso Profeta.

Por otra parte, el tiempo de las apariciones ha pasado; y aun que fuesen los americanos mas supersticiosos de lo que son, no prestarian fe á las supercherias de un Ynpostor, que seria tenido por un cismático ó por el Anticristo anunciado en nuestra Religion.12

Seguramente, la union es lo que nos falta para completar la obra de nuestra regeneracion. Sin embargo, nuestra divicion no es es-traña, por que tal es el distintivo de las guerras civiles, formadas jeneralmente entre dos partidos: concervadores y reformadores. Los primeros son, por lo comun, mas numerosos, por que el Ym-perio de la costumbre, produce el efecto de la obediencia á las po-testades establecidas; los ultimos son siempre menos numerosos, aun que mas vehementes é ilustrados. De éste modo la

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masa fisica se equilibra con la fuerza moral, y la contienda se prolonga, siendo sus resultados muy inciertos. Por fortuna, entre nosotros la masa ha seguido á la inteligencia.

Yo diré á Usted lo que puede ponernos en aptitud de espulsar á los Españoles y de fundar un Gobierno libre. Es la union, ciertamente; mas ésta union no nos vendrá por prodigios divinos, sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirijidos. La America está encontrada entre sí, por que se halla abandonada de todas las Naciones; aislada en medio del Universo, sin relaciones diplomáticas ni aucilios militares, y combatida por la España, que posee mas elementos para la Guerra, que cuantos nosotros furtivamente podemos adquirir.

Cuando los sucesos no estan asegurados; cuando el Estado es debil, y cuando las empresas son remotas, todos los hombres vacilan, las opiniones se dividen, las paciones las agitan, y los enemigos las animan para triunfar por éste facil medio. Luego que seamos fuertes, bajo los auspicios de una nacion liberal que nos preste su proteccion; se nos verá de acuerdo cultivar las virtudes y los talentos que conducen á la gloria; entonces seguiremos la marcha magestuosa acía las grandes prosperidades á que está destinada la America Meridional, entonces las ciencias y las artes, que nacieron en el Oriente, y han ilustrado á la Europa, volarán á Colombia libre que las convidará con un asilo.

Tales son, Señor, las obcervaciones y pensamientos que tengo el honor de someter á usted, para que las rectifique ó deseche según su mérito;2 suplicándole se persuada de que me he atrevido a exponerlos, más por no ser descortés, que porque me crea capaz de ilustrar a Vd. en la materia.

Soy de Vd. &. &. &. Kingston, septiembre 6 de 1815

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2 Según señala el investigador Amílcar Varela, en este punto finaliza el manuscrito original de la Carta de Jamaica hallado en Ecuador. La frase si-guiente corresponde a la primera versión de la Carta de Jamaica en caste-llano que fue publicada en la obra de Cristóbal Mendoza y Francisco Javier Yanes: Colección de Documentos relativos a la Vida Pública del Libertador de Co-lombia y del Perú, Simón Bolívar, para servir a la Historia de la Independencia de Suramérica; Caracas, Imprenta Damiroy & Dupuy, 1833, volumen XXI apén-dice, pp. 207-229.

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Este escrito publicado en:

LETRAS CCS Suplemento literario del Diario Ciudad Caracas, AÑO 5,

NÚMERO 239DOMINGO 17 DE MAYO DE 2015

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Simón Bolívar a Henry Cullen

La articulación dialógica de la Carta de Jamaica

J. A. CALZADILLA ARREAZA

Poco habrá dejado para la historia el caballero Henry Cullen, de quien apenas sabemos que era un comerciante inglés residenciado en Jamaica para el año de 1815. El mérito que nos incumbe fue descubierto más que tardíamente, en 1954: fue el de haber dirigido, con gran cortesía, una misiva solicitando información al joven general exiliado Simón Bolívar, prestigioso –y peligroso– por haber liderado una revolución republicana en Tierra Firme, que por las noticias hacía pensar en la temida rebelión de los esclavos en el Santo Domingo francés, más tarde Haití.

Tal epístola sirvió de pretexto para la redacción de uno de los grandes textos del pensamiento bolivariano: la Carta de Jamaica, fechada el 6 de septiembre de aquel año, en cuya distancia de dos siglos guarda para nosotros una reserva entrañable de pensamiento revolucionario latinoamericanista.

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La Carta puede ser leída siguiendo el hilo de esta demanda hecha por Cullen, que le permitió a Bolívar articular su recuento histórico y su meditación política en torno a cinco inquisiciones resaltantes, que sirven de pie al desarrollo de un texto cuya intención iba mucho más allá de la correspondencia a un particular. El texto dictado por Bolívar, y escrito del puño de Pedro Briceño Méndez, fue traducido de inmediato por el fiel general anglocanadiense John Robertson, quien había servido a la causa de la independencia desde la Primera República, bajo el mando del propio Miranda. Es suyo el texto inglés que se conserva en el Archivo de Bogotá, única copia manuscrita de la época conocida hasta el año pasado, cuando se dio a la luz pública el manuscrito español original, descubierto en Quito por el historiador ecuatoriano Amílcar Varela, hoy a nuestra disposición en la fecha de su bicentenario.

El texto jamaiquino, a través de su fórmula de epístola personal, encierra un bien estructurado manifiesto político, histórico, geográfico, antropológico y filosófico, dirigido a la conciencia europea liberal e ilustrada, buscando sacudir su indiferencia y su recelo ante la revolución generalizada de toda la América española.

En Jamaica, Bolívar perderá la última ingenuidad de esperar el apoyo y la protección de la potencia inglesa –esperanza albergada desde los días de 1810– al noble y comercialmente interesante propósito de la independencia del Nuevo Mundo. Al cabo de su estancia en Kingston, en diciembre de 1815, Bolívar se dirigirá al Haití de Alexandre Pétion, de quien recibirá finalmente la ayuda necesitada. Una república negra del Caribe será quien auxilie el

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proyecto de liberación suramericana, y no otro imperio, por más que pareciera menos decadente y sanguinario que el imperio español.

Primera inquisición: Al interés filantrópico de Cullen, expresado en la frase «Tres siglos ha –cita Bolívar– que empezaron las barbaridades que los españoles cometieron en el grande hemisferio de Colón», el Libertador responderá con una reiterada denuncia del genocidio indígena y un homenaje a Bartolomé de Las Casas como su acusador histórico. La desmedida violencia de los conquistadores se verá renovada, trescientos años más tarde, por la «guerra de exterminio» con que ha respondido España a la voluntad de independencia de los americanos.

Todos los imparciales han hecho justicia al celo, verdad y virtudes de aquel amigo de la humanidad, que con tanto fervor y firmeza denunció ante su gobierno y contemporáneos los actos más horrorosos de un frenesí sanguinario. [Párrafo 5]

Segunda inquisición: A los buenos deseos de Cullen, quien manifiesta su esperanza de que «los sucesos [léase: «éxitos»] que siguieron entonces a las armas españolas acompañen ahora a las de sus contrarios, el Libertador responderá con la afirmación de un destino libertario suramericano (que se anticipa al muy posterior destino manifiesto con que el imperio estadounidense se declarará dueño del hemisferio) y una doctrina de la opinión determinante.

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El suceso coronará nuestros esfuerzos porque el destino de la América se ha fijado irrevocablemente; el lazo que la unía a la España está cortado; la opinión era toda su fuerza; por ella se estrechaban mutuamente las partes de aquella inmensa monarquía; lo que antes las enlazaba, ya las divide; más grande es el odio que nos ha inspirado la Península, que el mar que nos separa de ella; menos difícil es unir los dos continentes que reconciliar los espíritus de ambos países. [Párrafo 6]

Tercera inquisición: Al paralelismo planteado por Cullen entre los reyes europeos y los reyes indígenas, que lo revela como conocedor atento de la historia y de las circunstancias políticas que dieron pie a la independencia, para postular la acción de una providencia justiciera (cita Bolívar: «La felonía con que Bonaparte prendió a Carlos IV y a Fernando VII, reyes de esa nación, que tres siglos aprisionó con traición a dos monarcas de la América meridional, es un acto muy manifiesto de retribución divina, y al mismo tiempo una prueba de que Dios sostiene la justa causa de los americanos y les concederá su independencia.» [Párrafo 18]), el Libertador responderá con una rememoración de la historia política de la Conquista y sus injusticias, y, más allá, con una reflexión teológico-política que calibra la relación entre la religión como política de las pasiones y el poder como ejercicio de la voluntad.

Es esta inquisición de Cullen la que da pie al interesante desarrollo sobre el mito ancestral de Quetzalcóatl y la devoción popular por la Virgen de Guadalupe en México [Párrafos 50, 51 y 52], que culmina con el párrafo recobrado en el manuscrito de Quito, ausente en las transcripciones

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del documento conocidas hasta ahora. Esta es la filigrana que llevará a uno de los desenlaces de la Carta de Jamaica, afirmando la acción humana por sobre una acción divina:

Yo diré a Vd. lo que puede ponernos en actitud de expulsar a los españoles y de fundar un gobierno libre: es la unión, ciertamente; mas esta unión no nos vendrá por prodigios divinos sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos. [Párrafo 54, sin contar el párrafo redescubierto]

Cuarta inquisición:Al interés informativo de Cullen sobre «la situación de los americanos y sus esperanzas futuras», así como su deseo de «saber sobre la política de cada provincia como también su población, si desean repúblicas o monarquías, si formarán una gran república o una gran monarquía» [Párrafo 20], Bolívar responderá con un magistral boceto de historia y geografía política que revela la profundidad de su conciencia sobre la situación y el devenir global hemisférico, la cual le da una capacidad descriptiva y predictiva sobre cada una de las naciones indoamericanas en lucha por su libertad, así como un impulso para el análisis crítico de las formas de gobierno que se ha intentado implementar hasta el momento.

Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo Gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse; mas no es posible, porque climas remotos, situaciones diversas,

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intereses opuestos, caracteres desemejantes, dividen a la América. [...] Esta especie de corporación podrá tener lugar en alguna época dichosa de nuestra regeneración [...] [Párrafo 49]

Quinta inquisición:A la expectativa de Cullen ante las «mutaciones importantes y felices» que pudieran ser «producidas por efectos individuales» [Párrafo 51], la cual Bolívar enlaza al tema del efecto providencial antes sugerido por el mismo caballero inglés, dando pie a la reflexión teológico-política sobre los antiguos y los nuevos profetas, el Libertador responderá con una posición historicista y colectivista, conviniendo «que causas individuales pueden producir resultados generales; sobre todo en las revoluciones. Pero no es el héroe, gran profeta, o Dios del Anahuac, Quetzalcóatl, el que es capaz de operar los prodigiosos beneficios que Vd. propone». [Párrafo 51]

Seguramente la unión es la que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración. Sin embargo nuestra división no es extraña, porque tal es el distintivo de las guerras civiles formadas generalmente entre dos partidos: conservadores y reformadores. Los primeros son, por lo común, más numerosos, porque el imperio de la costumbre produce el efecto de la obediencia a las potestades establecidas; los últimos son siempre menos numerosos aunque más vehementes e ilustrados. De este modo la masa física se equilibra con la fuerza moral, y la contienda se prolonga siendo sus resultados muy inciertos. Por fortuna, entre nosotros, la masa ha seguido a la inteligencia. [Párrafo 53, sin contar el párrafo redescubierto]

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Bolívar como voluntad irreverentePausides Reyes

Bolívar, Jamaica 1815Jorge Dávila

Frente a la derrota, la razónLos escritos jamaiquinosEl cuestionario de la Carta de JamaicaBolívar frente al cuestionario de CullenHacia una articulación dialógica

Tres escritos en la prensa de JamaicaSimón Bolívar

Artículo fechado en Kingston el 28 de septiembre de 1815, dirigido al editor de “The Royal Gazette”, sobre la lucha por la independencia

Articulo escrito en Kingston después del 28 de septiembre de 1815, dirigido al redactor o editor de The Royal Gazette de Jamaica

Carta dirigida al editor de The St. Lago Gazette, con un articulo anexo que fueron publicados en inglés en el N° 50 de dicho periódico, aparecido el 16 de diciembre de 1815

Carta de JamaicaSimón BolívarLa “Carta De Jamaica” O Contestación De Un Americano Meridional a un Caballero de esta isla

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1517252735

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65

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ÍndicePágs.

Copia del texto original encontrado en Quito en 2014

Simón Bolívar a Henry CullenLa articulación dialógica de la Carta de JamaicaJuan Antonio Calzadilla Arreaza

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Este libro Simón Bolívar

Escrito en Jamaicase diseñó en la Unidad de Literatura y Diseño

de FUNDECEM en agosto de 2015. En su elaboración se utilizó papel bond, gramaje 20,

y la fuente Book Antigua en 11 y 14 puntos.

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