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Edith Stein: Vida, ohra, mensa,je WALTRAUD HERBSTRITH earmelo de Edith Stein de Tubinga (Alemania) L VIDA Edith Stein, filósofa judía, pedagoga cristiana, religiosa, már- tir en el holocausto judío de Auschwitz, pertenece a las grandes figuras de la resistencia de la Alemania nacionalsocialista. Su resistencia no fue con las armas, sino con la fuerza de la oración, con la de un corazón abiertamente opuesto y con la de una auténtica vida testimonial. Estudiante liberal, había estudiado desde 1911 en las Uni- versidades de Breslau y Gotinga. Se afilió a un grupo femenino socialista, en el que se dedicó a defender la igualdad de derechos de la mujer. Pronto hizo carrera junto al fundador de la feno- menología, Edmund Husserl, del que fue profesora adjunta en Friburgo de Brisgovia de 1916 a 1918. La fenomenología, por su insistencia en una eliminación de todo prejuicio al elaborar filosofía, por su supresión de visiones intelectuales unilaterales tradicionales y por su nuevo sentido de los valores, llevó a Edith Stein al cristianismo, lo mismo que a otros muchos discípulos de Husserl y Max Scheler. 1. El problema de la mujer Para aquella científica eminente fue una dura experiencia el no verse tomada en serio, como mujer independiente y como investigadora, por sus propios colegas y menos aún por el mismo Husserl. A pesar de su amistad con Edi1h Stein, Husserl vio en REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 46 (1987), 777-300. 8

Edith Stein: Vida, ohra, mensa,jeresalta una exposición de Edith Stein sobre la filosofía del pre sente y del pasado. Desde 1927 se le pidieron a Edith Stein, en Alemania y en el

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  • Edith Stein: Vida, ohra, mensa,je

    WALTRAUD HERBSTRITH

    earmelo de Edith Stein de Tubinga (Alemania)

    L VIDA

    Edith Stein, filósofa judía, pedagoga cristiana, religiosa, már-tir en el holocausto judío de Auschwitz, pertenece a las grandes figuras de la resistencia de la Alemania nacionalsocialista. Su resistencia no fue con las armas, sino con la fuerza de la oración, con la de un corazón abiertamente opuesto y con la de una auténtica vida testimonial.

    Estudiante liberal, había estudiado desde 1911 en las Uni-versidades de Breslau y Gotinga. Se afilió a un grupo femenino socialista, en el que se dedicó a defender la igualdad de derechos de la mujer. Pronto hizo carrera junto al fundador de la feno-menología, Edmund Husserl, del que fue profesora adjunta en Friburgo de Brisgovia de 1916 a 1918. La fenomenología, por su insistencia en una eliminación de todo prejuicio al elaborar filosofía, por su supresión de visiones intelectuales unilaterales tradicionales y por su nuevo sentido de los valores, llevó a Edith Stein al cristianismo, lo mismo que a otros muchos discípulos de Husserl y Max Scheler.

    1. El problema de la mujer

    Para aquella científica eminente fue una dura experiencia el no verse tomada en serio, como mujer independiente y como investigadora, por sus propios colegas y menos aún por el mismo Husserl. A pesar de su amistad con Edi1h Stein, Husserl vio en

    REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 46 (1987), 777-300.

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    ella más una auxiliar que una colaboradora de sus investiga-ciones. Todavía en 1933 escribía al filósofo Daniel Feu-ling, O. S. B.: «También tengo que corregir 10 que mi aven-tajada alumna y amiga, la señorita Edith Stein, dice a propósito del doctor Finle. También ella fue mi adjunta dmante año y medio, aunque entonces era sólo una principiante. A propósito de ella, nunca he dicho haberle dado una formación tan sistemá-tica como al doctor Finlo> 1. Este fue el motivo por el que Edith Stein se apartó de Husserl en 1918 y dio clases particulares en Breslau. Su solicitud para opositar en Gotinga no encontró ningún eco. Por eso dirigió una instancia al Ministerio de Culto e Instrucción Pública prusiano, en el invierno de 1919, pidiendo la facultad de que las mujeres pudiesen opositar a cátedras. Escribió al ministro, refiriéndose al caso «excepcional» de unas oposiciones llevadas a cabo por una graduada en matemáticas, caso que «no podía convertirse en un precedente sin más alcan-ces. Como esta clase de procedimientos no está legitimada por e1 Estatuto de oposiciones en el caso de mi especialidad, y ade-más contraviene a la constitución del Reich, me permito informar de ello a Vuestra Excelencia, esperando que se proceda a una aclaración de principios sobre la cuestión» 2,

    Toda la vida de Edith Stein fue un estarle dando vueltas a este asunto: el de una «aclaración de principios» en las cues-tiones más importantes relativas a la mujer. Ya en el período ateo de su vida le disgustaban a Edith Stein sus compañeros de estudio, que utilizaban la Universidad sólo para procmarse un «pesebre». Edith Stein no buscó en la Universidad sólo una formación profesional, una carrera; estuvo siempre obsesionada con el problema de la verdad: ¿ Qué sentido tiene mi vida o se esconde detrás de ella? ¿Cómo pueden colaborar los hombres en la realización de un mundo bueno y razonable?

    2. La intelectual cristiana

    Como cristiana, Edith Stein tuvo que hacer un estudio crí-tico ele la filosofía católica. Animada por el filósofo de la religión

    I Carta de Edmund Husserl al P. Daniel Feuling, en el Archivo del Cm'melo de Edith Stein, Tubinga.

    2 Zentrales Staatsarchiv, Merseburg, República Democrática Alemana.

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    Erich Przywara, tradujo las cartas de John Newman y a Santo Tomás de Aquino. Esto provocó en la filosófosa una confron-tación entre su formación fenomenológica y el pensamiento ca-tólico. También en este punto realizó Edith Stein un estudio a fondo de todo el problema, no sólo en la dirección de una corriente neoescolástica. Estudió a fondo a Platón y a Aristó-teles, a San Agustín y a Santo Tomás. Junto a sus actividades docentes en el Instituto y Escuela Normal de Maestras de las Dominicas de Spil'a desde 1923, estableció contactos con la Neoesco1ástica, defendió la doctrina de Husserl - en alemán y en un fluido francés- en un congreso celebrado en Juvisy, junto a París, y fue considerada como filósofa a tenerse en cuenta por especialistas como Bernhard Rosemoller, J acques Maritain, Daniel Feuling y otros. En el volumen homenaje pu-blicado en 1930, con motivo del 70 cumpleaños de Husserl, resalta una exposición de Edith Stein sobre la filosofía del pre-sente y del pasado.

    Desde 1927 se le pidieron a Edith Stein, en Alemania y en el extranjero, conferencias sobre la integración de la mujer católica en el mundo profesional moderno. Recibió invitaciones de la Asociación Católica de Universitarias, de la Asociación de Maes-tras Alemanas Católicas y de la Federación Católica de Mujeres. Cuando leemos hoy los trabajos de Edith Stein, descubrimos, junto a un pensamiento marcado por la contemporaneidad, otro con el que se adelantó a su tiempo. Intentó darle a la mujer un sentido de independencia en su profesión. Era de la idea de que toda mujer sana está capacitada para cualquier profesión y de que toda fijación innecesaria de papeles entre ambos sexos debía ser eliminada. Tampoco era partidaria de una discrimina-ción de la mujer o de una asunción unilateral de cometidos en el campo eclesial. En sus trabajos sobre este tema se apoyó principalmente en la tesis doctoral de la canonista suiza Vérene HUde Borsinger. Edith pensaba con Borsinger que la mínima valoración que se le daba a la mujer en el Derecho Canónico obedecía a razones sociológico-culturales, pero que no tenía ape-nas fundamento en la Sagrada Escritura.

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    3. Profeta del holocausto

    Edith Stein perteneció a la clase de los clarividentes, que, ya años antes de la conquista del poder por Adolfo Hitler, habían previsto una persecución de los judíos y de la Iglesia en Alema-nia. La Baronesa Uta von Bodmann, colega suya en Spira, refiere cómo no le gustó a Edith el júbilo patriótico de los alemanes por la plena incorporación de Renania en 1930. Decía: «En Alemania vendrá primero una persecución de los judíos, luego será perseguida también la Iglesia» 3. En 1930 tuvo Edith Stein perspectivas de obtener una cátedra universitaria en Hamburgo, Breslau y Fl'iburgo. Pero en el asunto tuvo entonces ya menos que ver su condición femenina, que su pertenencia a una raza, que, en la Alemania que pronto iba a gobernar el nacional socia-lismo, no iba a tener ya derecho a la existencia. En 1932 aceptó Edith Stein una cátedra en el Instituto Alemán de Pedagogía Científica de Münster. Sólo un año duraría su fecunda actividad entre los estudiantes. Como les oCl11'rió a otros muchos judíos, perdió su empleo en 1933. En mayo de este año le escribía al capellán de la «Heliand» (Juventud Católica) y catedrático de Instituto P. Kifinger: «Todavía hace algunos meses habría correspondido sin más a su petición. Pero hoy, como me ocurre ahora en cualquier ocasión semejante, tengo que responder a su pregunta con otras: ¿Sabe usted que soy una convertida del judaísmo? ¿Y se atreve a oponerse a la corriente imperante, concediéndole a una judía una influencia de esa clase sobre la juventud alemana? Si después de esto repite su petición, pen-saré si puedo aceptar tal compromiso hasta agosto. Como cate-drático estoy 'a disposición', pero no me hago ilusiones de volver al Instituto» 4.

    Un presentimiento de la desgracia en ciernes 10 describe Ediht Stein en sus recuerdos para la M. Teresa Renata Posse1t: «Una tarde volví tarde a casa de una reunión de la Asociación Católica de Universitarias. No sé si había olvidado la llave de casa o si estaba metida por dentro. De cualquier manera, no

    3 Waltraud HERBSTRITH, Das wahre Gesicht Edit Steins, 'l\1iinchen, 1983, p. 17; carta de Uta von Bodmann.

    4 Edith STEIN, Selbstbildnis in Briefen, II parte, en la edición de sus Obras completas, vol. IX, Druten-Freibul'g, Basel, Wien, 1977, p. 188.

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    podía entrar en casa. Intenté atraer a alguien a la ventana tocando la campanilla y dando palmadas, pero en vano. Los estudiantes que vivían en los cuartos que daban a la calle estaban ya de vacaciones. Un señor que pasaba me preguntó si podía ayudarme. Cuando me volví a él, hizo una profunda reverencia y dijo: 'Doctora Stein, sólo ahora me he dado cuenta que es usted'. Era un maestro católico, que colaboraba en un grupo de trabajo del Instituto. Se disculpó por un momento para hablar con su mujer, que ya se había adelantado con otra señora. Habló dos palabras con ella y luego volvió hacia mí: 'Mi mujer la invita de corazón a pasar la noche en nuestra casa'. Era una buena solución. Acepté agradecida. Me llevaron a una sencilla vivienda burguesa de Münstel'. Nos sentamos. La ama-ble dueña de la casa puso una bandeja de fmta sobre la mesa y se marchó para prepararme una habitación. El señor comenzó a conversar y contó 10 que decían los periódicos americanos de los horrores que se cometían con los judíos. Eran noticias no confirmadas, no quiero repetirlas. Sólo me importa la impresión que recibí aquella noche. Ya había oído antes de las duras medidas tomadas contra los judíos. Pero ahora me vino de golpe ]a luz de que Dios, una vez más, había cargado la mano sobre su pueblo y de que la suerte de ese pueblo era también la mía. No dejé que el señor, que estaba sentado frente a mí, notase lo que me pasaba. Evidentemente ignoraba mi origen. Muchas veces, en casos semejantes, he hecho las aclaraciones correspon-dientes. Esta vez no 10 hice. Me habría parecido una violación de las leyes de la hospitalidad haberle turbado el descanso noc-turno con semejante noticia» 5.

    Este análisis objetivo muestra la discrepancia existente entre una Alemania de orden, con un nivel m01'al y religioso elevado, y el poder del terror ya al acecho. La información del profesor no fue para Edith Stein totalmente nueva. Ya había sufrido entre las estudiantes de Münster las invectivas de la arrogancia nazi. Tuvo que sufrirla como la mayor parte de sus amigos ju-díos. Pero Edith tenía, por su carácter pmsiano, un marcado sentido de la responsabilidad y de la gratitud para con el Estado.

    5 Edith STEIN, Wie ieh in den Ko/ner Karmel kam, en Teseria Renata POSSELT, Edith Stein, Eine grosse Frau unseres Jahrhunderts, 9Herder-bücherei, 1963, pp. 97-98.

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    En su angustia se volvió al Papa Pío XI. Le solicitó una audien-cia privada para hablar con él de la preparación de una encíclica en defensa de los judíos. Resulta trágico contemplar cuán escasa era entonces en Roma la conciencia de que ciertas cosas no admitían dilación ninguna. El Papa había proclamado ya el Año Santo de 1933 y estaba, según las investigaciones del P. J. H. Nota, S. J., abrumado por plazos y fechas. A Edith Stein le ofrecieron asistir a una audiencia normal, pero ella rehusó. Cuan-do se dio cuenta de que le quedaba vetada en Alemania cual-quier actividad pública, pensó que era el momento de secundar las íntimas exigencias de su vida espiritual.

    4. En el Carmelo

    En el otoño de 1933, ante la consternación de su familia judía, entró en el Carmelo de Colonia, un convento que perte-necía a la Reforma de Santa Teresa. Su familia sintió este paso como una traición. Edith Stein 10 veía de oh'a manera: quería, por medio de la oración y el sacrificio, constituirse en abogada en favor de su pueblo hebreo y de los asesinos del nacional-socialismo. Este tipo de resistencia espiritual, existencial, contra el fanatismo nazi, se hizo sin compensaciones externas. Unos vieron en aquella entrada de Edith en el convento una huida para sumergirse y desaparecer; algunos, como Peter Wust, Gerda Krabbel y otros, como un gesto cristiano heroico; sus parientes más íntimos, como una alienación ante el destino del pueblo ,iuc1ío. Edith se quedó sola con su decisión.

    5. Buscando U/1 refugio

    Tampoco se sintió segura en el Cm'melo. No sólo por las presiones de fuera -elecciones de 1938 en favor de Hitler, la «Kristallnacht» en noviembre de ese mismo año-, sino tam-bién por otras de dentro: los temores de algunas monjas, me-drosas por su presencia, o ciertas observaciones carentes de tacto en la comunidad acerca de su origen judío. En las elecciones de 1938, controladas por los nacionalsocialistas, algunas herma-nas del Carmelo manifestaron que daba igual dar el voto a unos que a otros, toda vez que el partido iba a apropiarse favorable-

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    mente los resultados. Produjo impresión que la, por otra parte, suave y condescendiente Edith Stein se mostrase inflexible al respecto, y expresase la opinión de que, en conciencia, no se podía votar a Hitler, se siguiesen para el convento las consecuen-cias que se siguiesen.

    Cuando ardieron las sinagogas en la «Kristallnacht» y los judíos fueron expulsados con panas de goma de sus casas, Edith Stein accedió a irse a Holanda, aunque hubiese preferido hacerlo a Palestina. Pero las autoridades inglesas no concedían ya más entradas a judíos alemanes. Edith vivió el estallido de la segun-da guena mundial de 1939 en el Carme10 holandés de Echt. En 1940 los alemanes ocupaban Holanda. Con ello se cernía de nuevo la amenaza sobre su vida. En previsión de su muerte escribió su testamento y se ofreció a Dios como víctima expia-toria para devolverle la paz al mundo. La palabra «expiación» quizá suena hoy extraña. Cuando se usa parece inoportuna, nos da recelo. Desde el punto de vista de una eficiaca externa, el grito de Edith Stein, su súplica desesperada a Dios para que aceptase su vida para salvación de los demás, fue en vano ... Pero ... ¿fue realmente en vano? ¿Fue realmente inútil el fra-caso de los conspiradores del 20 de julio contra Hitler, el fraca-so de los estudiantes de la Weisse Rose? ¿No vivimos acaso hoy de todos aquellos que, como Cristo, entregaron su vida para que triunfase la verdad? Hay nombres entre ellos como el de Dietrich Bonhoefffer, Alfred Delp, Sophie Scholl, Hans IVIetzger y muchos más. Vivieron y murieron casi al mismo tiempo que Edith Stein. El 2 de agosto de 1942, junto con otros judíos católicos de Holanda, Edith Stein fue enviada a las cámaras de gas, muriendo el siguiente día 9 en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau.

    n. OBRA

    Aunque era la más joven, a Edith se la consideró ya muy pronto, dentro de su propia y numerosa familia, como una buena consejera para solucionar cuestiones y problemas. Entre sus amigas era la que daba y resolvía, el modelo a quien las demás miraban. Estaba dominada por un fuerte idealismo ético

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    y pensaba que todo en ella era recto por lo mismo que era lo recto lo único que deseaba. Esta actitud cambió cuando, sobre todo en Gotinga, encontró personas llenas de espíritu cristiano. Ahora eran otros los modelos y ella la que los miraba. A través de los fenomenólogos Adolf Reinach y su mujer, y también de Max Scheler, descubrió Edith Stein un mundo de valores y de esperanza transcendente. Este descubrimiento no la llevó directa-mente a la conversión, pero por medio de él se sintió tocada por una realidad a la que se entregaría más tarde al creer en Cristo.

    1. Hacia la cátedra

    En 1916 se doctoró con la calificación de IiLlmma eL/m lauele con su tesis sobre la Einfühlung bajo Edmund Husserl. Como asistente suya dirigió seminarios en la Universidad de Friburgo de Brisgovia e inició a los estudiantes en el sistema fenomenológico. Posteriormente preparó para la imprenta obras de Husserl, reco-gidas taquigráficamente de sus lecciones. Esta actividad, con el tiempo, no la satisfizo. Quería trabajar independientemente y aspiró a una cátedra. Husserl no era partidario de que las mu-jeres opositasen a cátedras, pero le escribió una recomendación para la Universidad de Gotinga. Como mujer, Edith Stein no tenía posibilidad de obtenerla. En estas agotadoras luchas pro-fesionales le sirvió de consuelo la amistad con el fenomenólogo Roman Ingarden, con su amiga, más tarde profesora, Hedwig Conrad-Martius, y con el fenomenólogo Fritz Kaufmann. Sus trabajos en el Jahrbuch fiir Philosophie und phiimenologisehe Forschung, que dirigía Husserl -volúmenes de 1922 y 1925-, los llamó ella misma sus «trabajos de oposición a cátedra. Es-cribió sobre Causalidad psíquica, Tndividuo y sociedad, Diser-tación sobre el Estado.

    Impresionada por la lectura de la autobiografía de la Doc-tora de la Iglesia, Santa Teresa de Jesús, y tras una dura expe-riencia personal con su colega, el médico y fenomenólogo Hans Lipps, Edith Stein se sintió inesperadamente libre para empren-der su camino más personal e íntimo. A pesar de dificultades previsibles con su familia judía, decidió bautizarse el 1 de enero de 1922 en Bel'gzabern (Palatinado).

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    I EDITH STEIN: VIDA, OBRA, MENSAJE 285

    2. La intelectual cristiana

    Entró en la Iglesia católica, decidió abandonar su carrera científica e ingresar en un convento teresiano. Su director espi-ritual, monseñor Schwind, Vicario General de Spira, le desacon-sejó dar este paso. Pensaba que debía llevar a cabo unn labol' fecunda en la Iglesia como mujer profesional y tener en cuenta la condición y circunstancias de su madre judía. Edith esperó. Como profesora en los centros docentes de las dominicas de Spira desplegó una rica actividad, pedagógica y espiritual. Edch Przywara dijo de ella: «Edith Stein no fue sólo una filósofa l(¡cida y profunda (hasta el punto de que, incluso después de su conversión, era costumbre entre los alumnos de la Escuela de Husserl que iban a doctorarse o a hacer oposiciones a cátedra, leerle sus trabajos para que les diera su opinión). Edith Stein fue también, propiamente hablando, la primera mujer que, por su experiencia práctica y pOl" su visión delicada y psicológic3 del tema, estuvo capacitada para l"esponder a ]a cuestión de la naturaleza y la vocación de la mujer, no de un modo circuns-tancial, sino en profundidad. Cuando en años posteriores logré prepararle algunos viajes p3ra que diese conferencias, yo mismo pude comprob3r cómo, al tratar de este tema, no sólo era capaz de captar la atención de su auditorio femenino, sino incluso de darle al clero presente, por vez primera, un retrato auténtico de la mujer. El profesor Ettlinger, psicólogo y filósofo impor-tante de la Universidad de Münster, tuvo una gran suerte cuando la contrató como profesora para su Academia de Pedagogía. Las actividades de Edith no se reduCÍan a la simple teoría; en Santa Magdalena de Spira no sólo fue la mejor educadora de sus alumnas, sino que tuvo, gracias a la sabia comprensión de la que entonces era Priora General, una influencia de primer orden en las hermanas y en las aspirantes a la vida religiosA. Santa Magdalena le debe al influjo de Edith Stein sus mejores renuevos de entonces, que todavía hoy saben que su auténtica maestra de novicias fue Edith Stein» 6. Pl'zywara quiso decir con estas palabras que la personalidad de Edith Stein tenía no

    6 Erich PRZYWARA, Die Frage Edith Stein, en Waltraud HERBSTRITH, Edíth Stein, Ein neues Lebensbild in Zeugnissen und Selbstzeugnissen, Herdel'bücherei, 1983, p. 179.

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    sólo un constitutivo y una formación filosófica, sino también espiritual y teológica. En ella no existía ese peligro que se da en los intelectuales, de no saber integrar la teoría y la práctica. Ella supo integrar las dos en el molde de su personalidad. Una antigua amiga suya, la doctora Katharina Ruben, relata: «Nunca había perdido de vista a mi compañera de infancia. Tuve noticia de su paso al Catolicismo. Este hecho significó para mí una experiencia chocante. Yo sabía que la señora Stein ~su madre- no era precisamente tolerante. Sabía, además, que Edith vivía apasionadamente pendiente de su madre, no menos que su madre de ella. También sabía con cuánta indiferencia había vivido el problema religioso. En las clases de religión -que eran infames- su interés había desaparecido por com-pleto. ¡Cuánto tenía que haber cambiado! » 7,

    3. Pedagogía

    Sobre la pedagogía de Edith Stein informa una de sus alum-nas: «En la corrección de nuestros trabajos valoraba la claridad del esquema y la objetividad del pensamiento. El juego del estilo y de la fantasía le parecían secundarios. Ante todo quería una exposición bien hecha. Lo mismo le ocurría con la formación de nuestro carácter. Nos exponía los grandes principios mora-les; de piedad nos hablaba, sin embargo, poco. Todavía me acuerdo del título de una de las primeras redacciones que nos puso: '¡El mundo es de los valientes!' Bajo el término de 'va-lientes' no entendía ni al guerrero conquistador, ni al dominador de imperios terrenos, sino al que se vence a sí mismo y domina su propio yo. Otro tema suyo de clase llevó el título: 'Ningún maestro está jamás apunto'. Con ello Edith Stein insistía en la formación del carácter. Ningún maestro está jamás a punto, por-que siempre puede ampliar los conocimientos de su especiali-dad y desarrollar más su personalidad. La señorita Stein edu-caba en todo tipo. Sabía organizar horas de recreo maravillosas. En ellas podían hablarle sus alumnas con toda franqueza. Nos quería libres y abiertas» 8.

    Otra alumna recuerda: «Edith Stein tuvo toda mi confianza.

    7 T. R. POSSELT, O. c. (n. 5), p. 81. 8 Maria Baptista POHL, Edith Stein, NÜ1'l1berg, 1954, p. 36.

  • EDITH STEIN: VIDA, OBRA, MENSAJE 287

    Se mostraba sumamente agradecida por el mínimo de los servi-cios que se le prestaban y estaba a disposición en todo momento, de día y de noche, dispuesta a escucharnos y a interrumpir sus trabajos filosóficos, incluso los más apremiantes ... Amaba de corazón a los pobres, a la gente de la calle ... Lenta en el juzgar, ejercía una infinita paciencia para conocernos al margen de apa-, riencias externas. A veces esperaba años hasta dar un juicio decisivo. Se guardó muy bien de imponerle una dirección a nuestra vida, pero oraba con nosotras, pidiendo luz para ayu-darnos a descubrir nuestra vocación personal» 9.

    Con el florecimiento del movimiento litúrgico Edith Stein puso sus ojos en la abadía benedictina de Beuron, En ella cono-ció en 1928 al abad Rafael Walzer, expulsado posteriOl'mente de Alemania por los nazis. La amistad con el abad Wa1zer sig-nificó un mutuo y equivalente intercambio de valores. «Cuando Edith Stein llegó por primera vez a Beuron -escribe Walzer en sus Memorias-, ya no era en modo alguno una principiante. Traía ya consigo tanto y de tan alto precio, que le fue fácil encontrar en el ambiente monástico de este rincón escondido del Danubio su verdadera casa; no necesitó, sin embargo, sufrir ninguna transformación, ni añadir nada esencial a Jo que ya sabía. Fue como un período de recolección de lo que otros habían sembrado y ella misma había labrado en una tierra inme-jorable". Su vida interior era también tan sencilla y tan sin problemas, que de todas nuestras conversaciones a mí sólo me ha quedado en el recuerdo la imagen de un alma totalmente purificada y madura» 10. Hasta la persecución que Edith pade-ció en 1933, también el abad Walzer fue contrario a su ingreso en la vida religiosa. El pensaba que Edith tenía mucho que hacer en la Alemania católica como pedagoga y como filósofa. La despedida de Spira en 1931 les costó mucho a profesora y a a1umnas, pero Edith notaba que la ciencia y la investigación le reclamaban todas sus energías. Su traducción de Santo Tomás llamó la atención. Fue tenida por filósofa que dominaba la filosofía contemporánea, pero que se encontraba, además, en el mundo escolástico como en su propia casa. Przywara diio de su traducción de las Quaestiones disputatae de veritate de Santo

    9 lb., p. 37. 10 T. R. POSSET, O. c. (n. 5), pp. 123-124.

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    Tomás: «Es ante todo Santo Tomás y sólo Santo Tomás, pero tratado de manera que queda cara a cara con Husserl, Scheler y Heidegger. La terminología de la fenomenología, que Edith Stein domina como la filósofa creadora que ella misma es, no ha suplantado al lenguaje del Aquinate, pero las puertas se abren ahora fácilmente de un lado a otro» 11.

    En sus conferencias sobre la mujer Edith Stein luchó por una auténtica igualdad de derechos entre el hombre y la mujer. Pensaba que hombre y mujer están llamados a una misma voca-ción humana, que se puede presentar con acento masculino o femenino. Los dos tienen la misma responsabilidad y los mis-mos deberes. En una sesión de estudio con mujeres cualificadas de la Federación Católica de Mujeres de Alemania, dirigida por su presidenta, la doctora Gerda Krabbel, afi1'l11ó Edith Stein: «Ninguna mujer es sólo mujer, tiene grandes notas comunes con el hombre. La formación profesional de las muchachas debe-ría estructurarse de un modo puramente objetivo: no puede haber un estudio de las matemáticas para hombres y otro para mujeres. La capacidad natural dirá 10 que cada muchacha tiene que escoger. Una vez que 10 ha escogido, debe desarrollado a su modo. Existe el tipo de hombre como existe el de la mujer. Si sus respectivas capacidades tienen que producir frutos según su naturaleza, es necesario conocer a las dos. Aquí hay una exi-gencia de colaboración por parte de la mujer» 12,

    4. Ciencia en el Carmelo

    Con la entrada de Edith Stein en el Carmelo pareció inte-rrumpirse su obra cara a la vida pública. Gracias a la prudente dirección de su maestra de novicias, la Madre Teresa Renata del Espíritu Santo (Posselt), y del Provincial de la Orden, P. Teo-doro Rauch, fue invitada en su segundo año de vida carmelitana a preparar para su publicación su trabajo de oposiciones a cáte-dra Acto y potencia. Bajo el influjo de sus nuevas experiencias en el Carmelo rehízo totalmente el original y le dio el título de

    11 lb., p. 76. 12 Edith STEIN, Gl'undlagen del' Frauenbildung, en Protokoll ZUI'

    Tagung del' Bildungskommission des Katholischen Deutschen Frauen-bundes am 9. Nov. 1930, Zentrale des KdF, Ki:iln, p. 4.

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    Ser finito y eterno. Su amigo, el fenomenólogo Alexandre KOYl'é, que la visitó en Colonia con el profesor Alois Dempf, llamó a esta obra «su biografía espiritual». Junto a otras actividades desarrolladas en su casa como enfermera y telefonista, escribió también artículos cortos, por ejemplo, a petición de la Federa-ción Católica de Mujeres. En Echt (Holanda), con motivo de las fiestas del IV Centenario del Nacimiento del Doctor de la Iglesia San Juan de la Cruz, se le encargó hacer un estudio de su doctrina mística. Antes escribiría, con destino a los Estados Unidos, para una serie ideada como continuación de la revista editada por Husserl en Alemania, luego interrumpida, un tra-bajo sobre la teología mística del Areopagita titulado Caminos del conocimiento de Dios. Es lamentable que Edith Stein no pudiese estudiar más extensamente la mística sanjuanista. Con su detención del 2 de agosto de 1942, la obra sanjuanista que ella tituló La ciencia de la Cruz quedó sin terminar.

    Edith Stein fue muy querida en el Carmelo de Echt y pens6 en pedir la conventualidad en el monasterio holandés, junto con su hermana Rosa, que había huido a Holanda por Bélgica y que trabajaba en la portería del convento. Cuando vio que los supe-riores de la Orden, por la inseguridad de la situación política, no le querían dar conventualidad canónica en Echt, escribió a su priora de Colonia: «Querida Madre: Si Vuestra Reveren-cia ha leído la carta del Padre Hirschmann, ya sabe cómo pien-sa. No querría hacer absolutamente nada más en este asunto de mi conventualidad. Se 10 pongo a Vuestra Reverencia en sus manos y dejó a la discreción de Vuestra Reverencia el recurrir a las hermanas, al Padre Provincial o al señor Obispo, para adoptar una decisión. Con cualquier cosa estaré contenta. Sólo se puede adquirir una scientia crucis, cuando se acepta la expe-riencia radical de la Cruz. Por eso estaba convencida desde el primer momento y 10 he dicho de corazón: ' A ve Crux, spes unica'» 13.

    IJI. MENSAJE

    El mensaje de Edith Stein es múltiple, como su personalidad. Raramente se encuentran en una sola vida tantos aspectos, cada

    13 W. HERBSTRITH, O. c. (n. 3), p. 157.

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    uno de ellos con su mensaje propio. El encanto de su vida estuvo en no comprometerse con ninguna escuela o corriente, en perma-necer abierta a la evolución y al progreso, en vivir con la posi-bilidad de ir siempre más lejos. Su vida traza un arco, que va desde el judaísmo en su fase atea a la búsqueda de la verdad por los caminos de la filosofía. Siendo atea y por puro interés psicológico hizo ella el mes de Ejercicios de San Ignacio, pen-sando luego algún tiempo, igual que sus amigos Adolf Reinach y I-Iedwig Conrad-Martius, en convertirse al protestantismo. Se interesó también por Kierkegaard, pero fue la lectura de la Auto-biografía de Santa Teresa de Jesús el hecho que provocó un cambio de dirección en su vida. Edith Stein se convirtió al cato-licismo. Su experiencia de la transcendencia, de la identidad, fue tan fuerte, que se decidió a entrar en el Carme10 de Santa Teresa. Interrumpió su carrera fenomenológica. Como no pudo entrar en la Orden por algún tiempo en atención a su familia, quiso enriquecer su experiencia en el retiro, viviendo como pro-fesora en las instituciones docentes de las Dominicas de Spira. Allí degustó el ambiente monástico y vivió «como una dominica entre las dominicas».

    1. Mensaje anterior a su conversión

    El mensaje de Edith Stein hasta su converSlOn puede ser éste: Una mujer judía joven, que crece en un ambiente liberal, en el que las costumbres judías se valoran pero no se sienten como existencialmente necesarias, busca en el estudio de la psi-cología una respuesta que le dé sentido a su vida, una respuesta que no recibe del estilo experimental de los sistemas de entonces. Con la lectura de las Investigaciones lógicas, del maestro pionero de la fenomenología, Edmund Husserl, se siente tan fuertemente interpelada en su interior, que abandona la Universidad de Breslmt para oír las lecciones de Husserl en Gotinga. Desde entonces supedita totalmente la filosofía a la fenomenología, que le abre nuevos caminos hacia el encuentro de la verdad.

    ¿Qué es la fenomenología? ¿Qué fue 10 que impresionó a tantos jóvenes como entonces la siguieron? Edith Stein escribe: «Las Investigaciones lógicas habían dado ante todo la impresión de presentarse como un abandono radical del idealismo crítico de

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    cuño kantiano o neokantiano. Se vio en ellas una nueva esco-lástica, por apartar la mirada del sujeto y ponerla en el objeto. El conocimiento apareció de nuevo como una percepción que recibía su ley de las cosas, no, como en el cristianismo, como una determinación que se la imponía» 14. En su tesis docto1'81 afronta Edith Stein el fenómeno de La intelección de las rela-ciones espirituales: «En una primera parte -escl'ibe-, apoyán-dome en algunas anotaciones a clases de Husserl, había estudiado el acto de la Einfiihlung como un acto especial del conocimiento. Desde aquí había proseguido luego hacia algo que me interesaba personalmente de modo especial y que me iba a preocupar siem-pre en todos mis estudios posteriores: la estructura de la persona humana. En conexión con aquel trabajo primerizo, este estudio era necesario, para hacer ver cómo se diferencia la intelección de las relaciones espirituales de la simple percepcción de los estados anímicos» 15. Su amigo Ingarden dijo de Edith Stein: «El problema de poner en claro la posibilidad de un mutuo entendimiento entre los hombres la conmovió como al que más, es decir, el problema de la posibilidad de crear una sociedad humana, que, no sólo teóricamente, sino para su vida y en cierto sentido para ella misma, le era muy necesaria» 16.

    Esta búsqueda de una sociedad, o de una asociación en una acepción más amplia, le dio a Edith Stein raigambre, primero en la sociedad de fenomenólogo s formada en torno a Husserl, con los que mantuvo un excelente contacto; después también en relación con su patria, la nación alemana. Poseedora de una conciencia nacional responsable, se alistó como enfermera al estallar la guerra de 1914. Buscó una sociedad, cuya existencia debía ser para ella algo totalmente personal y esencial.

    Ya antes de su conversión notaron los amigos de Edith Stein que su mensaje no era solamente intelectual, sino que toda su personalidad transmitía plenitud e irradiaba luz espiritual. El profesor Hering, de Estrasburgo, decía de ella: «Tuve la opor-tunidad no sólo de valorar sus dotes filosóficas, sino también sus cualidades de carácter, por ejemplo, cómo sabía unir el

    14 Edith STEIN, Aus de111 Leben einer jiidischen FOI11i1ie, en sus Obras completas, vol. VII, Louvain-Fl'eiburg, 1965, p. 174.

    15 Ibíd., p. 279. 16 W. HERBSTRITH, O. c. (n. 3), pp. 136-137.

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    amor a la verdad con el amor al prójimo» 17. El profesor Ingar-den recuerda: «Desde 1913, año en que Edith Stein llegó a Go-tinga, y, sobre todo, desde 1916 en Friburgo, donde nos había-mos hecho amigos, la conocí como persona dotada de altas pren-das y seriamente responsable. También más tarde vi siempre en Edith Stein una personalidad limpia, interiormente rica y seria, en quien se podía confiar en todo. Escogió con plena cons-ciencia tanto su camino filosófico-científico, como más tarde, el religioso, encontrando en ello su verdadera felicidad, aunque en su vida privada no recibiese todo lo que merecía. No tengo la menor duda de que continuó siendo siempre la persona autén-tica y seria, que había tratado [mtes directamente» 18,

    2. Mensaje de Spira

    El mensaje de la Edith Stein de la época de Spira es triple: encuentro de la fenomenóloga con la doctrina escolástica, inte-gración de la mujer en el mundo profesional, solicitud por los alumnos que le habían sido confiados y por los pobres. Su estilo y su modo de hablar en las conferencias era sencillo, pon-derado, ameno y de una profunda agudeza de espíritu. Así 10 pintan sus oyentes de ambos sexos. Una vez que le preguntaron por qué se presentaba tan modesta y con vestidos tan sencillos, «contestó sonriendo que no podía permitirse ningún lujo por te-ner muchas obligaciones. Por ellas entendía a los pobres que normalmente protegía» 19,

    El encuentro con Santo Tomás de Aquino y la escolástica despertó en Edith Stein el deseo de abrir un diálogo entre mo-dernidad y tradición. Partió de las premisas de Husserl de que la filosofía es «ciencia en sentido estricto». Cuando se habla de ella 110 se puede pensar en analogías con cualquier otra ciencia. Esto significa que la filosofía no es objeto del sentimiento o de la fantasía, ni de un idealismo arrogante o de una opinión personal; por decirlo de alguna manera, no es objeto del gusto, sino de una razón seria y desapasionadamente investigadora. En

    17 Tel'esia Renata POSsELT-Teresia Margareta DRÜGEMOLLER, [(O/nel' Selig- und Heiligsprechungsprazess der Dienerin Gattes, Sr. Teresia Be-nedicta a Cruce - Edith Stein, Ko1n, 1962, p. 89.

    lB lb., p. 88. 19 lb., p. 92.

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    Husserl, como en Santo Tomás, impera la convicción de que un Logos gobierna todo cuanto existe y de que nuestro conocimiento puede descubrir gradualmente y cada vez más algo de ese Logos, siempre que proceda según los principios de la más rigurosa hOl1l'adez intelectual 20.

    Las concepciones de ambos -Santo Tomás y Husserl- dis-crepan lógicamente acerca de los limites que pueda tener el pro-cedimiento para descubrir ese Logos. Santo Tomás no conoció los principios de la crítica transcedental de Husserl. Según esta crítica, no existe una razón o natural o sobrenatural, sino Una «razón en cuanto tal». El camino tomista hacia la realidad le resulta ingenuo. A Edith Stein le bastó la noción husserliana de que la verdad no es una idea que se realiza en un proceso infinito. Como filósofa creyente y siguiendo a Santo Tomás, pensaba que el conocimiento está como englobado o contenido en otro «conocimiento divino», que es «plenitud infinita e in-móvil». Ella habla de una independencia material y formal de la mosoHa respecto de la fe. La verdad de la fe del Dios que se revela en el cristianismo fue para Edith Stein el último criterio con el que tiene que medirse la filosofía. Como fenomenóloga, sabía que el concepto tradicional de philosophia pel'ennis no puede identificarse con el sistema doctrinal que la expone. Desde él amplió el concepto de philosophia perennis y le dio un nuevo sentido transcendente, que posibilitaba, además, el encuentro con la filosofía actual. «Fhilosophia pel'ennis significa todavía algo más: creo que significa el espíritu del verdadero filosofar que late en todo filósofo auténtico, es decir, en todo aquel a quien impulsa de modo irresistible una necesidad interior de inves-tigar sobre el Logos y la ratio -como traduce Santo Tomás-de este mundo. El filósofo nato -en cuanto potencia, tomística-mente hablando- trae a este mundo ese espíritu. La potencia se transforma en acto cuando encuentra a un filósofo hecho, a un 'maestro'. De esta manera los verdaderos filósofos se tien-den las manos por encima de todos los límites de espacio y de tiempo. Así es comú fueron maestros de Santo Tomás Platón,

    lO Eclith STEIN, [-Iussel'ls Phi:inol11enologie und die Philosophie des hl. Thol11as von Aquino. Vel'such einel' Gegeniibel'stellung, en Festschl'itl Edl11ltl1d Hussel'ls, zum 70. Geburtsfng gewidmet, 2Tübingen, 1974, pp. 316-317.

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    Aristóteles y San Agustín -nótese bien: no sólo Aristóteles, sino también Platón y San Agustín-, y cómo no le fue posible a Santo Tomás filosofar sino en conexión continua con ellos. En este sentido, también Husserl, a pesar de la autonomía de su sistema, tuvo sus maestros. A algunos de ellos los ha especificado claramente él mismo: su sistema filosófico lo creó consciente· mente de acuerdo, por ejemplo, con Descartes y Hume. Otros han influido en él a través de canales ocultos, sin que él se diera cuenta: entre ellos hay que enumerar a Santo Tomás» 21,

    Przywara explicó así esta postura ecléctica de Edith Stein: «Poseyó un doble espíritu: una comprensión sin límites de seres y de cosas, una receptividad totalmente femenina y, al mismo tiempo, una inteligencia virilmente objetiva. Su estilo era claro, armonioso, el reflejo de su personalidad. Sintió una enorme alegría al descubrir el mundo ideológico de Santo Tomás de Aquino. Amó el lenguaje puro de este santo con el mismo amor con que sintió predilección por la música de Bach, el canto gregoriano, las canciones de Reger y los cuadros de Rem-brandt» 22.

    3. El puesto de la mujer

    Por 10 que se refiere al mensaje de Edith Stein a la mujer, vamos a considerar algunas notas que escribió en 1932 para una conferencia en Zürich. Expresan el prodigioso dinamismo y la responsabilidad de Edith Stein ante la sociedad, la Iglesia y la política. Edith concibió a la intelectual católica como una mu-jer formada científicamente y de pensamiento objetivo. Era evi-dente para ella que una intelectual ha de asumir su responsa-bilidad en el fiel desempeño de su profesión, en el gobierno de las personas, en las tareas apostólicas. «Se trata de poner en claro lo que no se ha hecho hasta hoy, 10 que no se ha hecho, para deducir de ello lo que hay que hacer en el futuro» 23. La mujer que conoce los signos de los tiempos tiene que ser pers-picaz, desplegar su propia personalidad y profundizar en ella,

    21 lb .. p. 316. " lVI. B. POHL, O. c. (n. 8), p. 43. 23 Edilh STEIN, Die Frau. Ihre Aufgabe nach NatU/' und Gnade,

    vol. V de sus Obras completas, Louvain-Freiburg, 1951, p. 219.

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    tiene que tener «sangre de pionero». «Acaso nos hemos acostum-brado demasiado, con el paso de los siglos, a nuestra actitud pasiva en la Iglesia, a confiarlo todo a personalidades excep-cionales (Teresa de Jesús, Hildegard van Bingen, Catalina de Sena, etc.), como 'excepciones que confirman la regla'. El si-glo xx exige más ... ¿Nos damos cuenta de qué es lo que está en juego con el llamado movimiento litúrgico? Ciertamente no un esteticismo, no, sino una vida participada más profunda, una ca experiencia de la vida de Cristo con la Iglesia» 24.

    Impresiona gratamente en Edith Stein, en comparación con ciertos abusos del movimiento femenino actual, ver cómo ni siente compasión alguna de sí misma como mujer, ni le echa la culpa del actual estado de cosas a los hombres. Edith Stein tiene una visión positiva tanto de la mujer como del hombre.

    Para abril' brecha en situaciones fijas, aunque ya caducas, en los cometidos sociales, Edith anima a la mujer a saber ver 10 que hay de COml1l1 en ambos sexos, la común naturaleza hu-mana. Quiere sacar a la mujer de su papel pasivo en la socie-dad: «¿Existen hoy en Suiza para las intelectuales católicas posibilidades de trabajar científicamente y de encontrar con ello 10 suficiente para vivir? ¿Existen fondos que permitan un trabajo científico sin la angustia de tener que andar buscando medios de vida insuficientes y agotadores? No existen. Es injus-to, por 10 tanto, pronunciar sobre las mujeres de formación uni-versitaria el veredicto de 'científicamente estériles', cuando no se les ha dado la posibilidad de actuar. ¿Trabajan las intelec-tuales católicas en esta dirección? ¿Se promueven mutuamente? ¿Apoyan y ayudan a las jóvenes? ¿Existe un cenh'o católico para la formación de la mujer, donde haya la bibliografía nece-saria? ." ¿ Existe una casa donde la mujer intelectualmente for-mada pueda encontrar estímulo y descanso, contacto con perso-nas de los mismos ideales, etc? Todo esto no existe. Está por hacer» 25. Estas ideas se escribieron un año antes de la entrada de Edith Stein en el Cal'melo. Mucho de lo que entonces le pedía ella a la mujer, todavía hoy no está resuelto.

    Para Edith era también importante la vinculación que la religión tiene con la política. Estaba descontenta de que muchas

    24 lb., p. 226. 25 lb., p. 223.

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    mujeres, todavía en 1932, no fuesen conscientes de lo necesaria que era su corresponsabilidad también en este terreno. «No le pido a la intelectual católica de Suiza que lo decida hoy: parti-cipar la mujer en la vida pública o no. Pero hay una COsa que tengo que pedir en nombre del sentido común, en interés de nuestras familias, de nuestro pueblo y de nuestra Iglesia: que se interese por ello, que lo piense, que estudie la cuestión obje-tivamente a la luz de la actual evolución de los tiempos» 26.

    4. La mujer religiosa

    Una entrega apasionada condujo a Edith Stein el 14 de octu-bre de 1933 al Carmelo de Colonia. Vivió agradecida de tener en la Orden, en la sencilla y diaria vida común con las herma-nas, mucho tiempo para la oración. Su entrada en la Orden no fue un sacrificium intellectus. La oración, para ella, no estaba reñida con el cultlvo de la vida intelectual. En todo tiempo esta-ba dispuesta, como lo había expuesto en su conferencia de Heidelberg, sobre «El intelecto y los intelectuales», a realizar trabajos manuales o espirituales como realidades del mismo va-lor. A pesar de su alegría por poder vivir todavía, casi sin esperarlo, en una Orden religiosa, no pensó en hacer de ella un nido donde estar a salvo del mundo «malvado». Una profe-sora de Instituto, que visitó a Edith Stein en 1935, le expresó «su satisfacción de saber bien escondida en el Carmelo a la Hermana Benedicta [Edith Stein]. Ella le contestó rápidamente: '¡Oh no, no lo creo! Seguramente me vendrán a buscar aquí todavía. En cualquier caso no puedo contar con que me dejen en paz', y añadió' que veía claro que tenía que sufrir por su pueblo y que tenía la misión de hacer volver a muchos a casa'» 27.

    Como religiosa tiene Edith Stein un doble mensaje. Con su sola existencia en una Orden femenina contemplativa, se deshízo la tesis de una dedicación unilateral, en la vida contemplativa, a trabajos puramente manuales. A Edith Stein le fue dada la gracia de experimentarlo, pues en su tiempo muchas religiosas eran de la opinión de que el trabajo intelectual no era un tra-bajo auténtico ni estaba conforme con una vida de oración. En

    26 lb., p. 226. 27 KOlnel' Selig- und Heiligspl'echungspl'ozess, O. c. (n. 17), p. 17.

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    las Ordenes contemplativas masculinas no existía esta limita-ción pOl' aceptar los religiosos cometidos espirituales o ser sacet-dotes. El moralista Hans Rotter dice que una elevación de nivel en la formación de la mujer tiene como consecuencia evidente la de una nueva misión en la sociedad. El bajo nivel católico de formación sólo podrá superarse cuando dejen de equipararse humildad e ignorancia. Los períodos de prueba y formación en la vida monástica no pueden tomarse como estados definitivos; hay que tener en cuenta el desarrollo de la persona. También las Ordenes contemplativas tienen que dar a sus miembros la posibilidad de un ambiente que fomente su desarrollo espiritual y cree tareas adecuadas a la formación de la personalidad de cada uno. Lo decisivo en la vida religiosa no es el gusto sub-jetivo de una vida de «oración», sino la obediencia, es decir, la disponibilidad en orden a las exigencias que pueden presen-társele en una Orden a cada uno de sus miembros. También en este campo fue Edith Stein una pionera.

    Su segundo y último mensaje en el Carme10 es su sentido de mediación y responsabilidad para con los creyentes e incluso para con los incrédulos. «Dentro de la Iglesia -escribe- hay experiencias comunitarias de las más diversas especies: oración, celo apostólico, obras de caridad, etc., pero no es a ellas a quie-nes la Iglesia debe su subsistencia. Se la debe al hecho de que cualquiera que se ponga en presencia de Dios, en virtud de las mutuas y conjuntas acciones de la libertad divina y humana, recibe la gracia de estarlo por todos, y este «Uno por todos y todos por uno» 28 es lo que constituye a la Iglesia [ ... ] Tanto más está uno lleno de amor divino, tanto más capacitado está para desempeñar esa posible mediación por los demás, que, en

    28 Edith Stein aprovecha aquí el lema hitlel'Íano «Einer für alle und alle fül' einen», que tendría una versión española más matizada en «Uno para todos y todos para uno». Sabida es la general ambivalencia de sentidos que tiene la preposición alemana für, equivalente en unos casos al para español y en otros al por, en favor de ... Edith Steill, dentro de una espiritualidad y una nota espiritual característica de me-diación e inmolación por el mundo, la usa en el segundo sentido. El «fÜl' alle», «por todos», es un término clave de su espíritu y por eso preferimos traducirlo así a nuestra lengua, aunque en este caso pierda algo de la fuerza que le daba el contexto histórico en su lengua ori-ginal. (Nota del traductor.)

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    principio, compete a todos» 29. Edith Stein supo encontrar en la comunidad de la Iglesia el camino de la unión existente entre sus miembros; unión que la hizo capaz de entregarse por los intereses y la salvación de los demás, e incluso de dar su vida por ellos. El compromiso paulino: «Desearía yo mismo ser anatema por Cristo en favor de mis hermanos, connaturales mios según la carne, israelitas» (Rom 9,3-4), es también el suyo.

    5. El Dios de Edith

    Podría preguntarse: ¿El Dios de Edith Stein fue un Dios riguroso? ¿Pensó realmente que Dios necesita sacrificios de los hombres para reconciliarse con ellos? Edith Stein entendió bajo el concepto de «mediación» o representación de los demás ante Dios, el anhelo de vivir para siempre en comunión de amor y de paz con cuantos le habían sido dados. Creyó que Dios se nos había revelado en Jesús de Nazaret, que el amor de Dios es amor que se da, amor que muere para facilitar la vida a los demás. Quiso participar en la vida y en la muerte de Cristo. Confiaba en la infinita misericordia de Dios, «pero no podemos paliar la gravedad de los Novísimos». «Después de cualquier entrevista con alguien, cuando siento la impoten-cia de un influjo directo sobre esa persona, se me hace más intensa la urgencia del propio holocausto... Puede ,ser que la actual forma de vivir no nos parezca la más adecuada, en el fondo ¿qué sabemos de ello? Pero que estamos aquí y ahora, para procurar nuestra salvación y la de aquellos que llevamos en el corazón, de esto no puede caber ninguna duda» 30.

    6. El talante de Edith

    Esta Edith, conscientemente responsable y rectilínea, no fue una persona triste ni obstinada en sus puntos de vista. Su amiga Hedwig Conrad-Martius y el P. J. H. Nota, S. J., que la conoció en Echt medio año antes de su muerte, coinciden en el encanto y en la inagotable Ellegría de su carácter. Poseía, a un tiempo,

    29 Edith STEIN, Welt und Person, en el vol. VI de sus Obras com-pletas, Louvain-Freiburg, 1962, p. 163.

    30 Edith STEIN, Selbstbildnis in Briefen, 1 parte, en sus Obras com-pletas, vol. VIII, Druten-Fl'eiburg, Basel, Wien, 1976, p. 60.

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    la seriedad y la responsabilidad por un lado, y un corazón lleno de alegría, que irradiaba cercanía y felicidad, por otro. La dis~ cípula de Husserl, Adelgundis J aegerschmid, escribe de Edith Stein como profesora adjunta de Husserl: «Edith desapareció de entre nosotros, los estudiantes, sin que se le notase, aunque pasaba por extraordinariamente inteligente... Su aspecto exte-rior era muy poco moderno. Se sentaba siempre en una de las primeras filas del aula, pequeña, delgada, sin darse importancia, absorta en una contemplación intensa. Llevaba su pelo negro, liso, peinado a raya, cogido en la nuca con un fuerte nudo. Era de una palidez casi enfermiza y sus grandes ojos negros, de mir8da escrutadora) le dab811 una apariencia un poco sevcl'8, c8si insociable, como si quisiera precaverse de lada distracción inútil. Pero en el momento en que se entraba en contacto con ella de modo personal, una dulzura indescriptible brillaba en sus ojos, una sonrisa encantadora animaba su rostro, en cuyos rasgos se había conservado algo de la inocencia y la timidez de la niñez. No puede decirse que fuese bella, ni siquiera bonita, ni que hubiese poseído algo de ese atractivo femenino que in-cendia los corazones. Pero había en aquel rostro de frente alta, lleno de sabiduría, en aquellos rasgos cándidos, maravillosamente expresivos, tal encanto incomparable, tal reflejo de paz, que no se cansaba una de mirarla» 31.

    Con idéntico mensaje de paz, de sOl11'isa radiante en un ambiente de muerte, de poder brutal, la describe en 1950 un empleado judío del Consejo Judío holandés, el señor Wielek. Encontró a Edith Stein en el lager de paso de Westerbork: «La única monja que me llamó enseguida la atención y a la que -a pesar de los muchos y horribles episodios de que fui tes-tigo- no he podido olvidar nunca, mujer de sonrisa no fingida, sino que brotaba de ella como una luz cálida, es ésa a la que acaso va a canonizar el Vaticano [ ... ] Cuando encontré a esta mujer en el lager de Westerbork [ ... ] pensé enseguida: Verda-deramente éste es un gran ser humano. Vivió algunos días en aquel atolladero de Westerbork, paseó, habló y rezó como una santa, sí, lo era. Esa era la estampa de aquella mujer mayor, que actuaba como una joven y que lo era en un sentido total,

    31 M. B. POBL, O. c. (n. 8), p. 28.

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    verdadero y auténtico. En una conversación dijo: 'El mundo se compone de contrastes [ ... ] Pero al final no quedará nada de esos contrastes. Sólo quedará el Amor [ ... ] y que mis her-manos y hermanas tuvieran tanto que sufrir, en verdad que nunca 10 había sabido'. Cada hora rezo por ella. ¿Escuchará Dios mi oración? La súplica de ella ciertamente que la es-cucha» 32.

    Edith Stein cuidó en Westerbork a las madres desesperadas y abandonadas a su suerte, limpió y lavó a los niños, los consoló. Cuando Wielek supo que Edith Stein tenía que ser transportada con los demás, le preguntó si debía telefonear a Utrecht para intentar todavía alguna posibilidad de salvarla . Pero ella rechazó la propuesta: «¿Iba a ser justo que ella pudiese sacar alguna ventaja del hecho de estar bautizada? Si no compartiese la suerte de los demás, su vida quedaría como aniquilada... Se fue rezando al vagón, junto a su hermana [Rosa]. Vi su sonrisa, su firmeza inquebrantable [ ... ] acompañándola hacia A usch-witz» 33.

    Edith Stein resistió hasta la muerte. Resistió contra la mal-dad, la desesperación, la banalidad del hombre, con la fuerza de la oración, del amor que se entrega. Como joven científica había escrito sobre la Einfühlung. A 10 largo de toda una vida se interesó por el modo con que los hombres podrían establecer relaciones de amistad con Dios y entre ellos mismos. Su muerte fue, como la de Cristo, un escarnio total de cuanto ella había encontrado y defendido como atea que buscaba a Dios y como creyente cristiana: la dignidad del ser humano, la dignidad de la persona, la dignidad de la creatura. Según ella, no estamos destinados a la aniquil8ción, sino llamados a una vida eterna e imperecedera. ¿Somos también nosotros hombres que han he-cho de su vida un compromiso con ese mensa.ie, el mensaje de Edith Stein?

    32 W. HERBSTRITH, O. c. (n. 3), p. 173. 33 lb., pp. 173-174.