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Editorial No deja de ser llamativa la cantidad de información contradictoria que encon- tramos disponible sobre este tema cada vez con mayor fre- cuencia. Mientras que estudios como el PIVOT, el cual pre- senta sesgos epidemiológicos importantes, si bien también posee algunas virtudes, e incluso la Task Force de los Estados Unidos, luego de revisar la literatura, no logran demostrar un beneficio claro del tamizaje en cuanto la reduc- ción de la mortalidad (lo que a todas luces es un error si se tiene en cuenta que está ampliamente demostrado que, en un porcentaje importante de pacientes, la muerte por este cáncer específi- co puede tardar hasta 13 años), en el mundo, y más aún en Colombia, el cáncer de próstata es el segundo tumor que más se diagnostica y el tercero en mortalidad. Sin lugar a dudas el antígeno prostático específico (PSA) ha contribuido al diagnósti- co precoz de la enfermedad. Cuentan nuestros maestros que, antes de la aparición del PSA, era frecuente que el diagnóstico tuviera lugar cuan- do los pacientes consultaban a urgencias y ya presentaban compresión medular, momento en el cual se realizaba el tacto rectal y la biopsia. El PSA se convirtió en una herramienta muy útil, pero con limitaciones que en ocasiones ob- viamos. Es bien conocido por todos que este antígeno es una proteína órgano-específica mas no cáncer-específica, por lo que muy pronto se empezaron a buscar formas de mejorar sus ca- racterísticas operativas como el uso de la razón libre/total, la densidad del PSA, la velocidad, etc., algunas de ellas tanto o más inespecíficas que el PSA simple. La biopsia transrectal de próstata también tiene limitaciones. Además de la baja correla- ción que existe desde el punto de vista image- nológico, la baja tasa de detección y la subes- tadificación cercana al 25%, la biopsia presenta limitaciones en la interpretación de las muestras por inadecuado manejo de las mismas e incluso, por desconocimiento por parte de los patólogos de las variables que se deben reportar . Estas dos herramientas, sumadas al tacto rectal, un examen “operador dependiente”, son las que tradicionalmente usamos para clasificar la enfermedad. Quizá sea este el motivo por el cual hay tal disparidad en los estudios. ¿Será que el uso de herramientas que no son perfectas tiene como consecuencia que no se logren estadificar adecuadamente nuestros pa- cientes? Al igual que el proceso diagnóstico, el pro- ceso terapéutico se presta para discusión. Cada vez con mayor frecuencia se hallan en la litera- tura estudios que se preguntan si las excelentes tasas de curación encontradas en algunas series de pacientes, probablemente altamente seleccio- nados, se deben precisamente a esa excesiva se- lección; es decir, tratar a quienes tal vez tenían tumores “indolentes” o a la habilidosa interven- ción del cirujano o el radioterapeuta. Los estudios de vigilancia activa sobre los casos en los que se difiere el tratamiento cura- tivo a aquellos pacientes con tumores de “muy Cáncer de próstata: ¿estamos haciendo lo correcto?

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No deja de ser llamativa la cantidad de información contradictoria que encon-tramos disponible sobre este tema cada vez con mayor fre-cuencia.

mientras que estudios como el PIVOT, el cual pre-

senta sesgos epidemiológicos importantes, si bien también posee algunas virtudes, e incluso la Task Force de los Estados Unidos, luego de revisar la literatura, no logran demostrar un beneficio claro del tamizaje en cuanto la reduc-ción de la mortalidad (lo que a todas luces es un error si se tiene en cuenta que está ampliamente demostrado que, en un porcentaje importante de pacientes, la muerte por este cáncer específi-co puede tardar hasta 13 años), en el mundo, y más aún en Colombia, el cáncer de próstata es el segundo tumor que más se diagnostica y el tercero en mortalidad.

Sin lugar a dudas el antígeno prostático específico (PSa) ha contribuido al diagnósti-co precoz de la enfermedad. Cuentan nuestros maestros que, antes de la aparición del PSa, era frecuente que el diagnóstico tuviera lugar cuan-do los pacientes consultaban a urgencias y ya presentaban compresión medular, momento en el cual se realizaba el tacto rectal y la biopsia.

El PSa se convirtió en una herramienta muy útil, pero con limitaciones que en ocasiones ob-viamos. Es bien conocido por todos que este antígeno es una proteína órgano-específica mas no cáncer-específica, por lo que muy pronto se empezaron a buscar formas de mejorar sus ca-

racterísticas operativas como el uso de la razón libre/total, la densidad del PSa, la velocidad, etc., algunas de ellas tanto o más inespecíficas que el PSa simple.

La biopsia transrectal de próstata también tiene limitaciones. además de la baja correla-ción que existe desde el punto de vista image-nológico, la baja tasa de detección y la subes-tadificación cercana al 25%, la biopsia presenta limitaciones en la interpretación de las muestras por inadecuado manejo de las mismas e incluso, por desconocimiento por parte de los patólogos de las variables que se deben reportar .

Estas dos herramientas, sumadas al tacto rectal, un examen “operador dependiente”, son las que tradicionalmente usamos para clasificar la enfermedad. Quizá sea este el motivo por el cual hay tal disparidad en los estudios.

¿Será que el uso de herramientas que no son perfectas tiene como consecuencia que no se logren estadificar adecuadamente nuestros pa-cientes?

al igual que el proceso diagnóstico, el pro-ceso terapéutico se presta para discusión. Cada vez con mayor frecuencia se hallan en la litera-tura estudios que se preguntan si las excelentes tasas de curación encontradas en algunas series de pacientes, probablemente altamente seleccio-nados, se deben precisamente a esa excesiva se-lección; es decir, tratar a quienes tal vez tenían tumores “indolentes” o a la habilidosa interven-ción del cirujano o el radioterapeuta.

Los estudios de vigilancia activa sobre los casos en los que se difiere el tratamiento cura-tivo a aquellos pacientes con tumores de “muy

Cáncer de próstata: ¿estamos haciendo lo correcto?

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bajo riesgo”, han demostrado (algunos con se-guimiento de hasta 15 años) que es posible ma-nejar conservadoramente a pacientes sin tener progresión.

Pero así como podríamos estar “sobretra-tando” a algunas personas, también podríamos estar quedándonos cortos con otros. Hasta hace algunos años, operar a pacientes con tumores localmente avanzados era condenable. Con el tiempo los estudios han demostrado que, sobre todo en pacientes jóvenes, el tratamiento quirúr-gico tiene beneficios desde el punto de vista on-cológico, particularmente con un aumento de la sobrevida libre de metástasis y, posiblemente, de la sobrevida global.

así las cosas, hacer lo correcto en cáncer de próstata quizá implique, entre otras medidas, optimizar el proceso diagnóstico. Es importante que se encuentren marcadores que permitan de-terminar el potencial de agresividad de cada tu-mor, establecer el rol que podrían tener estudios

como la resonancia magnética y mejorar las ca-racterísticas operativas de la biopsia insistiendo en la adecuada conservación de las muestras y formando a nuestros patólogos para que todo reporte cuente con información valiosa (núme-ro y porcentaje de cilindros comprometidos, por ejemplo).

La adecuada interpretación de todas estas herramientas, sumada a una valoración juiciosa de cada caso individual por un grupo interdis-ciplinario en el que urólogos, radioterapeutas, oncólogos, patólogos y radiólogos, entre otros, trabajen en pro del paciente, permitirá que ofrezcamos la mejor alternativa de manejo para esta enfermedad que día a día demuestra que no es una, sino que es un espectro de enfermedades que va desde el estado “indolente” hasta el letal.

Finalmente, queremos desear a todos los miembros de la Sociedad Colombiana de Uro-logía y a sus familias una muy feliz navidad. Que el 2013 esté lleno de éxitos y salud.

CARLOS GUSTAVO TRUJILLO ORDÓÑEZ, M.D.Urólogo y Editor, Urología Colombiana