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fabinho1012
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Editorial: Al otro lado del Pacífico
Las posibilidades de inversión de China a Colombia no se darían si siguen 'los cuellos de botella'.
Un par de noticias que conciernen a las relaciones entre Colombia y China han
ocupado en días recientes los titulares de la prensa. La primera informó del
anuncio del presidente Juan Manuel Santos en una entrevista con el Financial
Times. Según lo dicho por el mandatario al diario londinense, el Gobierno ha
recibido una propuesta del país oriental, que incluye la construcción de un
ferrocarril que conectaría a Buenaventura con un punto al sur de Cartagena, el
cual sería una alternativa para los buques que hoy utilizan el canal de Panamá.
Con el paso de los días se ha sabido que la idea está todavía en borrador y que
falta mucho tiempo para que se determine si tiene alguna viabilidad económica,
dadas las complejidades geográficas y ambientales existentes. Los más
escépticos afirman que la iniciativa acabará durmiendo el sueño de los justos, al
lado de otras tan audaces como la que hace dos décadas largas lanzara el
entonces presidente, Virgilio Barco, de construir una vía férrea a través del Tapón
del Darién, que recibiría el nombre de Puente Terrestre Interoceánico.
El segundo asunto, en cambio, tiene un asidero más real. Se trata de la llegada de
China al segundo lugar como destino de las exportaciones colombianas, algo a
todas luces notable cuando se tiene en cuenta que, al comenzar este siglo, ese
mercado no estaba dentro de los 30 primeros del país. Según el Dane, dichas
ventas ascendieron a 1.966 millones de dólares, 107 por ciento más que en el
2009 y cuatro veces las de hace un lustro. Aunque tal cifra palidece frente a los
16.918 millones de dólares facturados a Estados Unidos, la tendencia es
indiscutible y apunta a un peso cada vez mayor de un cliente aún nuevo para
muchos.
Lo sucedido en Colombia también ha pasado en otros países. En apenas una
década, los chinos se han vuelto uno de los principales compradores de los
productos primarios que se explotan en América Latina y que incluyen, entre otros,
hidrocarburos, mineral de hierro, cobre, carbón y soya. Tal circunstancia ha
disparado las exportaciones regionales, pues la elevada demanda ha servido para
hacer crecer las cotizaciones de dichos bienes, con lo cual una parte importante
de la buena salud económica que se encuentra en la zona tiene que ver con lo
que ocurre al otro lado del Pacífico.
Esa importancia no hará más que crecer en el futuro. Según la Cepal, China ya es
el principal mercado externo de Brasil, Perú y Chile, mientras que el peso de dicha
nación en las exportaciones latinoamericanas es cercano al 8 por ciento, un nivel
muy superior al 5 por ciento de Colombia. A ese ritmo, el organismo mencionado
calcula que su participación llegará a finales de la presente década a cerca del 20
por ciento, siete puntos por encima de lo que hoy representa la Unión Europea.
Semejante proyección constituye un cambio fundamental en un periodo
relativamente corto. Ante esa perspectiva, Colombia debe preguntarse si está
haciendo la tarea que le corresponde, con el fin de aprovechar las oportunidades
que le ofrece el mercado asiático en general y el chino en particular.
Y es que el ritmo de crecimiento del país más populoso del planeta se mantiene
con tasas anuales cercanas al 10 por ciento, una velocidad que no solo es
envidiable, sino que parece constante. Debido a ello, el Producto Interno Bruto de
China ya superó al de Japón y está apenas por debajo del de Estados Unidos. Si
bien la magnitud de la economía norteamericana es todavía más del doble que la
de la oriental, se piensa que para el 2025 podría haber cambio en el liderazgo
mundial.
Tan descomunal avance modificará no solo el centro de gravedad global, sino que
vendrá acompañado de un aumento del tamaño de la clase media china, a la que
se sumarían más de 500 millones de personas prontamente. Una sociedad más
rica demandará más comida y utilizará más energía en su vida diaria, algo que a
su vez ocurrirá en India, en donde también hay una gran dinámica y cuya
población superará a la de China en los próximos años.
Todo lo anterior quiere decir que Colombia está llamada a ser un proveedor
importante en esas latitudes. Dueño de importantes recursos mineros, el país
tiene, igualmente, grandes posibilidades de desarrollo agrícola, pues apenas
cultiva una quinta parte del área apta para producir alimentos, sin contar lo que le
destina a la ganadería.
Pero ese potencial no se podrá concretar si los cuellos de botella siguen siendo
los mismos. De manera que hay que acelerar las inversiones en infraestructura,
así como la transformación productiva del campo, al tiempo que se examina la
eventualidad de que China financie grandes emprendimientos, pues su interés es
el de asegurarse un adecuado abastecimiento.
Tales propósitos requieren pensar en grande y con visión de largo plazo, para así
ampliar los horizontes. Por eso se equivocan quienes creen que aquí simplemente
se trata de jugar la carta de Pekín para enviarle un mensaje a Washington, en
donde languidece el Tratado de Libre Comercio. Dicho de otra manera: Colombia
no tiene que cambiar de órbita, sino reconocer que un mundo multipolar debe
explotar sus ventajas, sin desechar mercados conocidos, pero con la meta de
aprovechar una locomotora que ya arrancó y que conduce a la otra orilla del
océano.