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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS1

EEddiittoorriiaall

Con este primer número del año queremos compartircon nuestros lectores un pequeño balance. La recepción dela revista se mantiene en un nivel que ha superado nuestrasmás optimistas aspiraciones. De los 1.000 ejemplares delnúmero 1, pasamos a 1.800 en los números 4, 5 y 6, y a2.200 en el número 7. Los primeros seis números se agota-ron rápidamente –incluida la reimpresión de 1.200 ejempla-res del número 1–, lo que nos permite encarar una tiradaactual de 3.000 ejemplares. A la vez, hemos reimpreso unaedición limitada de los primeros seis números que estáteniendo una especial demanda en el interior del país, dondela revista comenzó a llegar regularmente recién en los últi-mos meses. Lamentablemente, el aumento del 27% delpapel y de los costos de impresión nos obliga a incrementarel precio. Más allá de la satisfacción de encarar exitosamen-te un proyecto de esta naturaleza, creemos que LuchaArmada en la Argentina se ha convertido en un pequeñopero persistente campo de contribución al análisis crítico dela experiencia guerrillera local.

En este número presentamos investigaciones de altocontenido polémico, que enfatizan algunos de los aspectosmás controvertidos de la práctica armada.

Vera Carnovale analiza las ejecuciones realizadas porel ERP y Sergio Bufano la incidencia de la profesionalizacióndel militante y la identificación con algunas de las caracte-rísticas del “enemigo”, como deformaciones que precedie-ron la derrota política y militar. Ernesto Salas y FedericoLorenz se ocupan desde diferentes miras del desarrollo delconcepto de vanguardia en Montoneros, subrayando suscontradicciones teóricas y prácticas. El desarrollo de laJuventud Peronista de Luján, analizado por cuatro investiga-dores de aquella localidad, permite introducirnos en las par-ticularidades de la práctica armada en pequeñas ciudades,con sus significativas diferencias respecto a la de los gran-des centros urbanos. David Ramos, uno de los sobrevivien-tes de las Fuerzas Armadas Peronistas en Taco Ralo, repasalas alternativas de aquella experiencia pionera, y JuanGasparini se introduce en la vida de quien fuera considera-do el “banquero” de los montoneros. Finalmente, el guate-malteco Juan Domingo Carrillo, da cuenta de algunas de lasproblemáticas culturales que tienen que ver con la identidadde los guerrilleros de su país.

En la sección Documentos, publicamos dos textos fun-damentales y poco conocidos: el Código de Justicia PenalRevolucionario de Montoneros, y el artículo El PartidoArmado, un intento de reflexión sobre las característicasorganizativas propuestas por el ERP 22 de Agosto presenta-do por Eduardo Weisz.

Los editores

LUCHA ARMADAEN LA ARGENTINA

Dirección

Sergio BufanoGabriel Rot

Edición y producción

Luciana Anapios

Colaboran en este número

Javier BerenzanVera Carnovale

José Domingo CarrilloDiego GalanteJuan GaspariniAnalía Gómez

Federico LorenzNicolás Joaquín Luna

Ricardo NudelmanDavid RamosErnesto SalasCarlos VerdunJuanjo VitielloEduardo Weisz

Corrección

Marta Kordon

Diseño

Juan José Olivieri

Imprenta

Nuevo OffsetViel 1444 - Capital Federal

Editor Responsable: Lavalleja 253 (C1414DTE)

Ciudad Autónoma de Buenos Aires

eejjeerrcciittaarrllaammeemmoorriiaa7700@@yyaahhoooo..ccoomm..aarr

Distribución en kioscos

Librería SinfinPichincha 180 - Buenos Aires

Distribución en Interior

Prometeo DistribuidoraPringles 523 - Buenos Aires

[email protected]

Los números atrasados se comercializan al

precio de tapa del último ejemplar.

Todos los derechos reservados. Prohibida su

reproducción parcial o total. ISSN 1669-7855

Las colaboraciones firmadas expresan la

opinión de sus autores y no reflejan

necesariamente la de la revista.

Año 3 - Nº 8 - Buenos Aires - 2007

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS2

SSuummaarriioo

0044 EEnn llaa mmiirraa ppeerrrreettiissttaaLLaass eejjeeccuucciioonneess ddeell ““llaarrggoo bbrraazzoo ddee llaa jjuussttiicciiaa ppooppuullaarr””

VVeerraa CCaarrnnoovvaallee La autora aborda uno de los temas más difíciles y con-trovertidos de la práctica guerrillera: el de las ejecu-ciones. El trabajo se basa en un conjunto de 58 casosde personas muertas entre marzo de 1972 y febrero de1977 por el Ejército Revolucionario del Pueblo, exami-nadas con rigor analítico en el contexto de formaciónde una organización viciada de militarismo.

3322 EEll eerrrrááttiiccoo rruummbboo ddee llaa vvaanngguuaarrddiiaa mmoonnttoonneerraa

EErrnneessttoo SSaallaassEl autor analiza el concepto de vanguardia que laorganización Montoneros utilizó desde sus orígeneshasta la declaración de Roma, en abril de 1977,estableciendo diferentes etapas en las que el con-cepto inicial fue puesto en tensión debido a laadopción de políticas que contradecían los presu-puestos originarios.

4422 LLaa gguueerrrriillllaa aarrggeennttiinnaa.. EEll ffiinnaall ddee uunnaa ééppiiccaa iimmppuurraa

SSeerrggiioo BBuuffaannooFueron numerosas las deformaciones durante el pro-ceso de militarización de los grupos armados. La pro-fesionalización del militante y cierta identificación conel enemigo al que se pretendía combatir, contribuye-ron para que la experiencia culminara con su derrota.

5544 NNoo nnooss ssuubbeessttiimmeenn ttaannttoo..EExxppeerriieenncciiaa oobbrreerraa,, lluucchhaa aarrmmaaddaayy lleeccttuurraass ddee ccllaassee

FFeeddeerriiccoo GGuuiilllleerrmmoo LLoorreennzzLas contradicciones que se produjeron durante la luchapolítica de los trabajadores en sus lugares de trabajo, ylas propuestas de clandestinización de las organizacio-nes armadas, son abordadas por el autor según laexperiencia de los obreros del astillero Astarsa.

6666 EEnnttrreevviissttaa aa DAVID RAMOS

Protagonista de la pionera experiencia guerrillera deTaco Ralo, llevada adelante por las Fuerzas ArmadasPeronistas, repasa las alternativas de aquel episodio,como así también diversos aspectos de la militanciasetentista.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS3

8844 LLaa JJuuvveennttuudd PPeerroonniissttaa eenn LLuujjáánn

NNiiccoollááss LLuunnaa -- AAnnaallííaa GGóómmeezz -- CCaarrlloossVVeerrdduunn -- JJaavviieerr BBeerreennzzaannEl estudio de las prácticas sociales realizadas enpequeñas localidades permite analizar particularesestrategias y comportamientos de individuos y gru-pos. Este es el caso de la Juventud Peronista deLuján, analizada por investigadores de la zona.

110088 MMuueerrttee pprreemmeeddiittaaddaa

JJuuaann GGaassppaarriinniiPresentamos un fragmento del libro de JuanGasparini, El crimen de Gravier, de próxima publi-cación. En él, el autor se introduce en la vida dequien fuera señalado como uno de los tesoreros deMontoneros.

111188 FFiieessttaa,, eemmbbrriiaagguueezz yy ccoonnttrrooll ssoocciiaallddee llaass gguueerrrriillllaass gguuaatteemmaalltteeccaass**

DDrr.. JJoosséé DDoommiinnggoo CCaarrrriillllooLa fiesta, los bailes y la embriaguez fueron critica-das por la dirección de la guerrilla guatemaltecaporque supuestamente introducían distorsiones enel tipo de vida que debían llevar los combatientes.No obstante, el autor cuestiona estos presupuestosal estar abstraídos de las identidades culturalespropias de quienes conformaban las organizacionesarmadas.

112244 DDOOCCUUMMEENNTTOOSSCCÓÓDDIIGGOO DDEE JJUUSSTTIICCIIAA PPEENNAALLRREEVVOOLLUUCCIIOONNAARRIIOO

MMoonnttoonneerrooss -- CCoonnsseejjoo NNaacciioonnaall

112288 ““EEll PPaarrttiiddoo AArrmmaaddoo””OOrrííggeenneess yy ccoonntteexxttoo ppoollííttiiccoo

EEdduuaarrddoo WWeeiisszz

113322 EELL PPAARRTTIIDDOO AARRMMAADDOO

111144 CCaarrttaa ddee lleeccttoorreess

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A modo de introducción

A partir de la década de 1950, la expe-riencia de distintos procesos revolucionarios yemancipatorios del Tercer Mundo abrieron yofrecieron al mundo de las izquierdas nuevassignificaciones en relación con el uso de la vio-lencia en la prosecución del cambio revoluciona-rio. Quedaba claro, en principio, que dicho cam-bio era posible aun en sociedades donde el capi-talismo industrial no había alcanzado su madu-rez; pero más importante aún, tras el aporte delguevarismo, el tiempo de espera de las llamadas“condiciones subjetivas” quedaba arrasado porla urgencia de las voluntades, puesto que laacción de los revolucionarios podía crearlas. Yesa acción, se entendía, llevaba el signo de laviolencia; de una violencia nueva, necesaria:“ninguna dulzura borrará las señales de la vio-lencia; sólo la violencia puede destruirlas”.2 Setrataba de una violencia emancipadora (“el hom-bre colonizado se libera en y por la violencia”),3

destructora de la opresión y creadora de unnuevo orden y de “hombres nuevos”; el oprimi-do “hijo de la violencia, en ella encuentra a cadainstante su humanidad...”, advertía Sartre.4 Unaviolencia que, para muchos, llevaba el sello delsacrificio de sangre.

Diversas experiencias de insurgenciaarmada –que se habían evidenciado exitosas–alimentaron debates y constituyeron modelosejemplares para distintas organizaciones revo-lucionarias que, en nombre de los aplastadospor el hambre y el poder, se lanzaban al comba-

te. En los imaginarios en conformación, las tra-dicionales representaciones insurreccionales dela revolución fueron acompañadas en algunoscasos, desplazadas en otros, por palabras y sím-bolos del foco y de la guerra.

Este nuevo escenario se conjugó muy bienen Latinoamérica con un cristianismo postconci-liar radicalizado que proponía, como parte de uncompromiso ineludible con los pobres y lahumanidad, oponer a la “violencia instituciona-lizada” de la opresión una de nuevo tipo, revo-lucionaria y liberadora. Y como ejemplo e iconode ese compromiso, se erigía la figura de CamiloTorres, el “cura guerrillero”.

En Argentina, desde la cárcel de VillaDevoto en 1969, Juan García Elorrio, director dela revista Cristianismo y Revolución de graninfluencia en los círculos militantes, exclamaba:“¿Es necesario repetir que estamos en tiempode guerra? El combate liberador se libra entodos los frentes, en todas las naciones, en todala humanidad [...] Nuestro deber como cristia-nos y revolucionarios es asumir nuestro com-promiso total con esta lucha de liberación [...]¡Porque ya llega el día de la matanza!”5

Los grupos armados locales surgidos apartir de la dictadura encabezada por el generalOnganía, entre ellos el PRT-ERP, se nutrieron, engran medida, de estos torrentes que invitaban aasistir con nuevas prácticas y sentidos a la par-tera de la historia. En su imaginario, en las con-notaciones y sentidos más profundos de sus for-mulaciones político-ideológicas quedaron anu-dados con lazo indisoluble, violencia e historia,

EEnn llaa mmiirraa ppeerrrreettiissttaaLLaass eejjeeccuucciioonneess ddeell ““llaarrggoo bbrraazzoo ddee

llaa jjuussttiicciiaa ppooppuullaarr”” **

VVEERRAA CCAARRNNOOVVAALLEEHistoriadora, UBA

“...el arma de un combatiente es su humanidad. Porque, en los primeros momentos de la rebelión, hay que matar: matar a un europeo es matar dos pájaros de un tiro, suprimir a la vez

a un opresor y a un oprimido: quedan un hombre muerto y un hombre libre”. Jean-Paul Sartre1

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sacrificio y hombre nuevo, guerra y revolución.Y en ese lazo que fundía la sangre con el porve-nir, morir y matar remitían al tiempo nuevo de laemancipación definitiva del hombre. Y en conse-cuencia, quienes se integraron a sus filas en pro-secución de la consagración histórica, ofrenda-ron sus vidas y, también, mataron.

El escenario de esa revolución ha caído enel mundo; y con él los sentidos e intensidadesque lo sostuvieron y signaron. Quedaron tansólo allí “los hechos” descarnados, reacios a serinscriptos en un relato “fidedigno”. El fracaso yla derrota de los revolucionarios y, más aún, elabismo instalado entre expectativas y resulta-dos parecen volver errático todo intento deabordar la reclamada dimensión de las respon-sabilidades colectivas en el saldo de la tragedia.

El reciente debate originado a partir de lacarta del filósofo Oscar del Barco, publicada enla revista cordobesa La Intemperie, aborda, pre-cisamente, el tema más silenciado en las memo-rias militantes: el de las muertes perpetradasvoluntaria y selectivamente por las organiza-ciones armadas. El dolor, la indignación y lavirulencia que se dejan leer en las intervencio-nes dan cuenta de la pesada dificultad de aden-trarse –a la hora de los balances y los legados enun nuevo siglo que ya no “cree” en las prome-sas de la revolución– en los sentidos que sostu-vieron el acto terrible de matar.

En el amplio abanico de sus prácticas polí-ticas y militares el PRT-ERP incluyó la ejecuciónselectiva de personas. Motivado por el debatemencionado, el presente trabajo intenta tan sóloechar algo de luz sobre las circunstancias,nociones y sentidos epocales que sustentaronlas ejecuciones perretistas.

I. Aclaraciones metodológicas

La confección de un listado de las perso-nas ejecutadas por el ERP es, por lo menos, unatarea compleja y no libre de eventuales contra-riedades. La radicalidad y naturaleza de losenfrentamientos políticos (e ideológicos) quesignaron la década del setenta ha dejado, entreotras muchas cosas, un saldo de muertos queasciende a los cuatro dígitos6 (sin considerar elcaso de las personas detenidas-desaparecidas).Sin mayores sorpresas se advierte que no todasestas muertes han sido debidamente documen-tadas: nombres, fechas y circunstancias perma-necen, en gran medida, inhallables o confusaspara el investigador. No obstante, es posibleacceder a determinados datos a partir del entre-

cruzamiento de fuentes primarias y secunda-rias, entrecruzamiento que, dada la disparidadde la información, la subjetividad y politicidadcontenida en cada registro o recuento, exigerigurosos recaudos. Una mínima explicitaciónde las fuentes consideradas y los criterios utili-zados se vuelve, entonces, imprescindible.

El presente trabajo se basa en un conjun-to inicial de 58 casos de personas ejecutadasentre marzo de 1972 y febrero de 1977 (entre laescritura del presente trabajo y su publicaciónse han identificado cuatro casos más de ejecu-ciones selectivas –es decir, 62 en total–. Porrazones de edició, estos cuatro casos no hansido incluidos en el listado reproducido enANEXO. Por el mismo motivo en el cuerpo deltexto se han mantenido las cifras originales). Lamayoría de estos casos constituyen muertes quela documentación disponible permite reconocercomo perpetradas por el ERP y que, a su vez,dan cuenta de algún grado de selectividad (vol-veremos sobre este punto más adelante).

Han quedado excluidas de ese conjunto lasmuertes producidas en combates abiertos (porejemplo, en el monte tucumano), en asalto acuarteles, guarniciones militares o comisarías,aquellas que resultaran de enfrentamientosarmados inesperados y/o no buscados (desarmesa policías, fuga de prisioneros, “pinzas” o “ence-rronas”, etc.). Tampoco se han considerado aque-llas ejecuciones llevadas a cabo por otras organi-

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zaciones político-militares (incluyendo fraccionesdel PRT-ERP, como ERP 22 de Agosto) aunque elPRT-ERP las haya reivindicado a través de susórganos de propaganda. Asimismo, no se hantenido en cuenta para el presente trabajo aque-llos atentados perpetrados por el ERP en los quelas víctimas resultaron ilesas o heridas.

El conjunto de los casos que aquí se con-sidera ha sido confeccionado a partir de la reco-pilación de información contenida en lassiguientes fuentes:

-El terrorismo en Argentina, libro producidoen 1979 por el Poder Ejecutivo Nacional. El mismoincluye fuentes originales del PRT-ERP en las quedicha organización se autoadjudica determinadasejecuciones. Es esa documentación en particular laque se ha considerado aquí, puesto que los listadosofrecidos en el cuerpo del texto ofrecen varios“errores” identificados (por ejemplo, se le atribuyeal PRT-ERP el asesinato de Rucci).

-In Memoriam (tres tomos). Obra editadaentre 1998 y 2000 por el Centro de Estudios delCírculo Militar Argentino. La misma consiste,fundamentalmente, en un listado exhaustivo yuna pequeña biografía de todas aquellas perso-nas muertas (miembros de las Fuerzas Armadasy de seguridad, así como civiles) por el accionarde las organizaciones político-militares queactuaron en la década del setenta. La obra inclu-ye, además, un breve relato de las circunstanciasde cada muerte y, la mayoría de las veces, se citao se reproducen fragmentos de declaraciones odocumentos de la organización responsable delhecho. En algunos casos, las fuentes citadas oreproducidas se han podido contrastar o bien conlos originales o bien con las ofrecidas por otraspublicaciones (obteniéndose siempre resultadosabsolutamente coincidentes). En otros, estatarea ha sido imposible por no hallarse el mate-rial consignado. El conjunto de casos que aquí seconsidera fue confeccionado principalmente apartir del ofrecido por In Memoriam y “comple-tado” con aquellos casos consignados por otrasfuentes y no contemplados por esta obra.

-Documentos del PRT-ERP. Éstos están con-formados por la prensa partidaria, especialmenteEstrella Roja (órgano de difusión y propaganda delERP), y declaraciones públicas emitidas por laorganización. Gran parte de esta documentaciónha sido compilada y publicada por Daniel de Santisen A vencer o morir. PRT-ERP Documentos, dostomos, 1998-2000. Otra cantidad importante defuentes partidarias ha sido publicada por Infobae,en su Colección Documentos Históricos. Se tratade una reproducción editada de Estrella Roja, queno puede ser considerada facsímil, en tanto los

números publicados no se corresponden completa-mente con los ejemplares originales: en los deInfobae hay cuatro páginas menos por número y, aveces, incluyen editoriales, declaraciones o artícu-los sobre acontecimientos que tuvieron lugar enfechas posteriores al número que se está reprodu-ciendo. De todos modos, una cantidad importantede los textos allí contenidos se corresponden tex-tualmente bien con los originales o bien con loscompilados por De Santis. Se puede decir, enton-ces, que las diferencias entre las Estrella Roja de lacolección de Infobae y las originales obedecen,básicamente, a criterios editoriales de diagrama-ción. Finalmente, se ha tomado como referenciaprivilegiada una cantidad nada desdeñable deEstrella Roja originales que se encuentra disponi-ble en el Centro de Documentación e Investigaciónde la Cultura de Izquierda (Cedinci).

El entrecruzamiento de estas fuentes noresulta una tarea del todo inequívoca. Nosencontramos muchas veces con relatos distintossobre un mismo hecho, fuentes mencionadas enIn Memorian (y a partir de las cuales una deter-minada ejecución es atribuida al ERP) que no sehan podido localizar y contrastar ni con el origi-nal ni con los publicados por De Santis o porInfobae. Más aun, hay casos cuya autoría resul-ta dudosa aún en las propias fuentes partidarias.Por ejemplo, Estrella Roja contaba con una sec-ción denominada “Crónica de la GuerraRevolucionaria”; allí se consignaban todas lasacciones llevadas a cabo en la quincena o mescorrespondiente al número (o, en los casos enque la salida de la revista se hubiera retrasado,de los meses comprendidos desde la última edi-ción). Estas acciones eran de la más variadaíndole: desarmes a policías, ataques a comisarí-as, “expropiaciones” de autos, dinero o armas,“expropiación” y reparto de alimentos y otrosbienes en barrios pobres, “ajusticiamientos” derepresores o empresarios, secuestros, atentadoscon explosivos, tomas de fábrica, etc. Algunasde estas acciones merecían, además, un artícu-lo más extenso en otra sección de la revista. Loque interesa destacar a los fines del presenteescrito es que en “Crónica de la GuerraRevolucionaria” se consignaba no sólo las accio-nes emprendidas por el ERP sino, también, la delas “otras organizaciones hermanas”.Generalmente se identificaba con precisión laorganización que había protagonizado la acción(inclusive, a veces, el nombre del comando) yafuera ésta el propio ERP u otra. La fórmula másusual era, por ejemplo:

“Un comando Montonero despoja a unpolicía en Martínez....”; y “En la ciudad de

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS7

Tucumán [...] el Comando ‘Paso Ibáñez’ del ERPcoloca una bomba en el auto de...”7

Otras veces, sin embargo, se da noticia dela acción sin especificar la organización que lallevó a cabo. Por ejemplo:

“Abril 14. Santos Lugares. Un comandoprocedió a ajusticiar a dos custodios de un eje-cutivo de la empresa imperialista Good Year...”8

En estos casos podría suponerse que: obien el comando aludido no pertenecía a las filasperretistas y por eso se desconoce su nombre; obien que dado lo artesanal de la publicación hayalugar a omisiones involuntarias y simplementese diera por sobreentendido que se trataba de uncomando propio. De cualquier manera, estos soncasos que encierran un nivel por lo menos aten-dible de duda en cuanto a su autoría.

Por todo esto y, más aún, por la delicada ylábil tarea que implica el establecimiento decriterios para determinar la índole de una muer-te, se advierte sobre cierto grado de arbitrarie-dad inevitable y, por tanto, sobre la cautelanecesaria al momento de considerar las cifrasaquí presentadas. Con el objetivo de ofrecerindicadores que echen luz sobre los criterios uti-lizados en esta selección, los 58 casos reunidosse han reagrupado en tres (el listado completose reproduce en el APÉNDICE):

-CASO A: son aquellos que evidencian unalto grado de selectividad. Se trata de personasejecutadas o bien en acciones que tenían comoprincipal objetivo, precisamente, dicha ejecución(por ejemplo, el general Juan C. Sánchez); o biende personas secuestradas por el PRT-ERP cuya eje-cución estaba prevista en caso de fracaso de lanegociación correspondiente o de un eventualenfrentamiento inesperado con las fuerzas represi-vas (por ejemplo, el empresario OberdanSallustro). Se ha tenido en cuenta, además, que enla documentación partidaria consultada –o citadapor las fuentes secundarias– el PRT-ERP se autoa-tribuyera claramente la acción. Los casos tipo “A”suman un total de 37. Para más información sobrecada uno de ellos ver ANEXO.

-CASO B: he incluido aquí aquellas muer-tes por las que el ERP asume cierta responsabi-lidad pero que no estaban particularmente plani-ficadas; es decir, que la ejecución de la personano constituía el objetivo de la acción. Estos casosevidencian un nivel ínfimo –o nulo– de selectivi-dad. Se trata, en general, de eventos en los quela víctima opone “resistencia” ante un desarmeo cualquier otra acción del ERP, resistencia que“obliga a los combatientes a disparar”. En algu-nos de estos casos el colectivo partidario, trasanunciar la no intencionalidad del hecho, lo jus-

tifica o reivindica; en otros, “advierte” a partir deellos que esa será la actitud ante eventuales ynuevas resistencias. Los casos tipo “B” sumanun total de 6. Para más información sobre cadauno de ellos ver el ANEXO.

-CASOS DUDOSOS: he agrupado bajoeste rótulo a aquellas muertes que dan lugar aserias dudas o bien en cuanto a su autoría (porejemplo, aquellas ejecuciones anunciadas enEstrella Roja sin mayores explicitaciones de laorganización que las llevó a cabo) o bien encuanto a su naturaleza (por ejemplo, aquelloscasos en los que se encontraron distintos relatosde los hechos y que, según qué relato se consi-dere se trataría de ejecuciones sumarias –casostipo A–, muertes en combate, muertes ante“resistencias” –casos tipo B– o suicidios). Loscasos “DUDOSOS” suman un total de 15. Para másinformación sobre cada uno de ellos y sobre losmotivos por los cuales han sido consideradosdudosos, ver el ANEXO.

II. Los ejecutados

“¡NINGUNA TREGUA A LAS EMPRESAS EXPLOTADORAS!

¡NINGUNA TREGUA AL EJÉRCITO OPRESOR!

¡A VENCER O MORIR POR LA ARGENTINA!”9

Sobre el anterior reagrupamiento resultafecundo delinear otro a partir de categorías queidentifican a las personas ejecutadas en tanto queactores sociopolíticos específicos. En este segun-do reagrupamiento, del total inicial de 58 casos:

-34 corresponden a integrantes de lasfuerzas represivas legales o ilegales: miembrosde las Fuerzas Armadas, miembros de la PolicíaFederal y de las policías provinciales, integran-tes de grupos paraestatales e infiltrados de losservicios de inteligencia;

-15 corresponden a empresarios y perso-nal jerárquico de diversas empresas, tanto deorigen nacional como extranjero;

-4 corresponden a un conjunto heterogé-neo conformado por: un militante del PRT-ERPcondenado por “traidor” y tres “delatores” y/o“colaboradores” del Ejército en Tucumán;

-3 corresponden a sindicalistas; 2 corres-ponden a casos “dudosos” de personas que,además, no pertenecen a ninguna de las ante-riores categorías (un docente universitario y laesposa de un general del Ejército).

Cruzando los dos tipos de reagrupamien-tos, obtenemos el siguiente cuadro (de los cua-

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS8

tro nuevos casos identificados, 2 corresponden ainfiltrados de los servicios de inteligencia y 2 aempresarios. Por lo tanto aunque la cifra sufrauna pequeña alteración se mantiene la propor-ción entre las mismas):

Una primera mirada sobre estos datos nospermite afirmar que el blanco privilegiado delas ejecuciones del ERP estuvo compuesto porintegrantes de las fuerzas represivas y, ensegundo término, por empresarios o ejecutivosde empresas.

Teniendo en cuenta que uno de los com-ponentes del universo de referencia al que apelóla agrupación guerrillera en su proceso de cons-trucción identitaria fue la figura del “enemigo”,resulta pertinente apuntar que las ejecucionesse correspondían con las acepciones del concep-to de “enemigo” presentes en la discursividadpartidaria. En efecto, en ella convivían dos acep-ciones. Una se vinculaba con definiciones teóri-co-ideológicas: “el enemigo” aparecía asociadoa la estructura de poder económico; era, en defi-nitiva, un enemigo de clase, la burguesía. En laotra acepción el, “enemigo” aparecía directa-mente identificado con los agentes represoresdel Estado, especialmente con las FuerzasArmadas. Es esta última acepción la que termi-naría imponiéndose sobre la primera.10 Ahorabien, en tanto dentro de ese vasto conjunto notodo “enemigo” se constituyó en blanco de unaejecución, resulta fructífero atender a los moti-vos esgrimidos ante las mismas a la hora de darcuenta del esquema de valores y sentidos sobrelos éstas que se sustentaron.

A diferencia de Montoneros, cuya cartade presentación pública y primera acción deenvergadura fue el secuestro y fusilamiento dePedro E. Aramburu, no hubo, en el caso del PRT-ERP una ejecución fundante de su identidad,11

aunque la modalidad que asumieron las distin-tas ejecuciones, la retórica y el imaginario enellas implicadas, fueron parte del proceso deconstrucción identitaria perretista.

Las primeras ejecuciones selectivas delPRT-ERP datan de los meses de marzo y abril delaño 1972.12 Como ya ha sido señalado, entreesa fecha y febrero de 1977 se registraron untotal de 37 ejecuciones con un alto índice deselectividad. Tomando únicamente los casos deintegrantes de las fuerzas represivas y empresa-rios se advierte que dichas ejecuciones se sus-tentaron sobre el móvil de la represalia. Éstaconjugaba componentes propios de una culturade la venganza con nociones y valores de unajusticia sustantiva, “popular” o “revolucionaria”que, se advertía, iría reemplazando poco a pocoa la del régimen. De ahí, la palabra “ajusticia-miento” con que la organización denominó estasacciones (volveremos sobre estas nociones enlos apartados siguientes).

En reemplazo del término venganza, quepuede o suele connotar una idea de “justicia pormano propia” y que remite a la dimensión de loprivado, se me ha sugerido para el presente tra-bajo el término retaliación. Aunque en muchasocasiones uno y otro término se utilizan comosinónimos, hay quienes consideran que la retalia-ción tiene jerarquía jurídica en el derecho inter-nacional (por ejemplo, cuando se trata de comba-tientes organizados en una guerra civil queintentan hacer valer los derechos de los prisione-ros de guerra) lo cual la aleja de la “vendetta”,individual o familiar. Como se verá más adelante,aunque en el presente texto se emplea el térmi-no venganza, la misma se entiende, precisamen-te, como un intento de rectificación y normativi-zación de la confrontación política militar. De ahí,que su equiparación con el término retaliaciónresulte completamente pertinente.

A partir de las declaraciones públicas for-muladas tras las ejecuciones de empresarios yde integrantes de las fuerzas represivas, sepuede constatar que los considerados delitos ocrímenes en respuesta de los cuales el PRT-ERPcondenó y ejecutó la sentencia de pena demuerte pueden ser agrupados en dos:

1) responsabilidad o culpabilidad directarespecto de situaciones específicas de injusticiasocial (explotación, despidos, bajos salarios,etc.) e instigamiento y/o complicidad con la acti-vidad represiva en el movimiento obrero;

2) responsabilidad o culpabilidad directaen torturas y asesinatos de militantes “delcampo popular” en general y combatientes delERP en particular.

Casos

A

20

10

4

3

-

37

Casos

B

5

1

-

-

-

6

Casos

dudosos

9

4

-

-

2

15

Totales

34

15

4

3

2

58

Fuerzas represivas

Sectores empresariales

Traidores y colaboradores

Sindicalistas

Otros

Totales

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS9

II. a. EmpresariosDe los 10 empresarios ejecutados selectiva-

mente, al menos 6 lo fueron en virtud del primertipo de delitos.13 Estos fueron los casos de:Oberdan Sallustro, director general de la FIAT (10-04-72); Ramón Samaniego, jefe de personal de LaCantábrica S.A. (04-12-74); Héctor B. Minetti, pre-sidente de la Cámara de Cemento PórtlandSudamericana y de la Compañía Juan Minetti eHijos S. A. (28-02-76); Miguel Salizotsky, jefe deseguridad industrial del Frigorífico Swift (28-05-76); Adolfo Valis, vicecomodoro retirado y gerentede personal de La Cantábrica (09-11-76) y Pedro A.Lombardero, gerente de relaciones laborales deTAMET (10-02-77).

Resulta particularmente difícil deshilva-nar la trama de sentidos y circunstancias quedeterminaron la ejecución de estos empresarios,y corresponda atenderlos separadamente. Enprincipio, sería apresurado considerar estas eje-cuciones como derivaciones necesarias denociones de justicia revolucionaria preestableci-das y/o esgrimidas por el PRT-ERP. En ellas,encontramos que la pena de muerte se corres-pondía más con la figura del represor que con ladel empresario, cuyos delitos podían ser “paga-dos” mediante otros medios: “es justicia popu-lar la acción de ajusticiar a un torturador, desecuestrar a un explotador y sacarle aunquemás no sea una parte de las riquezas que día adía nos roba”14; “así se irán enterando quienesse hacen los desentendidos, porque ejecutare-mos a los asesinos del pueblo, llevaremos a lacárcel a quienes lo explotan y persiguen”.15

Conviene señalar al mismo tiempo, enrelación con lo anterior, que no parece habersido la ejecución sino el secuestro extorsivo lapráctica más frecuente del PRT-ERP en relacióncon el sector empresarial.16 Estos secuestros,pueden ser inscriptos en el orden de un imagi-nario justiciero (al igual que la expropiación yrepartos de alimentos) puesto que ofrecían laposibilidad de hacer efectiva la reparación almenos parcial –y en gran medida particulariza-da– del daño cometido, al tiempo que le permi-tían a la organización erigirse ante las masas yante sí misma como autora y referente depequeños actos de reversión de injusticias. Deahí que gran parte de las exigencias ante cadasecuestro incluyera el reparto de bienes de pri-mera necesidad a los trabajadores de la empre-sa en cuestión, reincorporación de cesanteados,mejoras en sus condiciones laborales y, porsupuesto, una suma importante de dinero (pro-ducto del sudor de los trabajadores) que, de esamanera, le era “restituida” al pueblo a través de

su vanguardia. Había, además, un componenteal menos retóricamente presente en esa escenajusticiera y que la organización no dejaba deresaltar: la realización, con pocos recursos, deuna hazaña “limpia”, esto es, sin hechos de san-gre. Y en eso radicaba el carácter ejemplar deestas acciones: los revolucionarios venían ademostrar a través de pequeños actos en quéconsistía un orden socialmente justo.

El secuestro de Oberdan Sallustro podríahaber sido una más de aquellas acciones “exito-sas” y espectaculares (como había sido un añoantes el secuestro del gerente del FrigoríficoSwift en Rosario, Stanley Silvester).17 Sinembargo, no lo fue.

Secuestrado el 21 de marzo de 1972 en laprovincia de Buenos Aires, la justicia perretistadeclaró a Sallustro “culpable y autor responsa-ble de maniobras monopolistas perpetuadas porFiat en perjuicio de la república Argentina, cul-pable e instigador responsable de la represiónefectuada [...] a la planta industrial de Córdobaen septiembre de 1971 y culpable y autor res-ponsable de la desocupación y miseria ocasiona-da por los despidos de más de 500 trabajadoresde la planta Fiat Córdoba [...] La pena que lecorresponde en razón de su culpa es la pena demuerte”.18 Pero esta pena de muerte, a dife-rencia de la que pesó sobre reconocidos tortura-dores (que, según las propias advertenciasperretistas, serían ejecutados “en el lugardonde se los encontrara”19 sin mediar negocia-ción alguna), podía quedar sin efecto. Para ello ypara dejar en libertad al empresario, el PRT-ERPexponía siete condiciones entre las que se des-tacaban: la liberación de los obreros detenidosen el mencionado conflicto y la reincorporaciónde los cesanteados, una indemnización “al pue-blo” (en forma de repartos de víveres y útilesescolares), una al ERP (que se pactó en unmillón de dólares) y aquella que finalmente obs-taculizaría las negociaciones: la liberación y eltraslado al exterior de 50 guerrilleros presos,varios de ellos miembros de la dirección parti-daria, entre otros, Santucho.20

Si el cumplimiento de gran parte de estasexigencias estaba en manos de la empresa –queaparentemente se mostró dispuesta a conceder-las– la liberación de los presos políticos era unadecisión que sólo la dictadura de Lanusse podíatomar pero que en ese punto se mostró inflexi-ble.21 Por su parte, era precisamente ésa lacondición primordial para el PRT-ERP que,pasando por alto la disparidad de intereses,posiciones y eventuales costos de unos y otros,aguardó a que Estado y capital respondieran

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS10

conjuntamente ante la “justicia popular”. No lohicieron. Fracasadas las negociaciones y enmomentos en que las fuerzas represivas detec-taron y rodearon la “cárcel del pueblo” dondepermanecía secuestrado, Sallustro fue ejecuta-do el 10 de abril de 1972.

Su ejecución, aunque probablemente pre-vista en determinadas circunstancias como lasque finalmente se precipitaron, fue presentadapor la prensa partidaria como responsabilidadde la “dictadura militar [que] poniendo una vezmás en evidencia, que nada le importa la vidahumana con tal de salvaguardar sus intereseseconómicos, prefirió sacrificarlo; no negoció,siguió su insensata política represiva y obligó anuestros combatientes a ajusticiar a Sallustro,tal como lo habíamos advertido”.22

Esta suerte de autoexculpación públicapor la ejecución del empresario, el tono y laspalabras escogidas (ellos, en su desprecio de lavida humana lo sacrificaron, nosotros nos vimosobligados a ajusticiarlo), tan distintas de lasdeclaraciones a través de las cuales se solíananunciar y reivindicar los “ajusticiamientos”,permiten pensar en cierta incomodidad anteesta muerte. Es plausible postular que ésta hayasido un acto de precipitación ante circunstan-cias no deseadas pero en absoluto ajenas alerror de cálculo propio en la medición de fuer-zas en la negociación, a la voluntad de demos-trarle a una dictadura en creciente crisis de legi-timidad el poder de una guerrilla que se sabe enascenso y, en consecuencia, al intento obstinadoy errático por imponer las reglas del juego. Lainsistencia retórica en una ética militanteinquebrantable que impedía dar marcha atrássobre los propios actos y palabras (aun en una“negociación”), hizo el resto.

En refuerzo de lo anterior se constata quetras la de Sallustro no se registraron otras eje-cuciones (de empresarios) hasta más de dosaños y medio después.

En diciembre de 1974 –en el contexto deuna crisis política e institucional que comenzabaa evidenciarse insalvable signada, entre otrascosas, por las luchas intestinas del peronismo, lapersistencia de la protesta obrera, la intensifica-ción del accionar represivo de la Triple A y unatambién creciente actividad guerrillera–23 elERP “ajustició” a cuatro empresarios.

Exceptuando el caso del empresario pes-quero Antonio do Santos Larangueira, para el queno contamos con la declaración perretista, seobserva que sólo la ejecución de RamónSamaniego, jefe de personal de La CantábricaS.A., obedece al primer tipo de delitos menciona-

dos anteriormente, en tanto que las de AlbertoAbeigon y Manuel Martínez, gerente general ygerente de personal respectivamente de la firmaMILUZ, ejecutados el 30 de diciembre, corres-ponden al segundo grupo (su postulada respon-sabilidad en la muerte de militantes obreros). Noobstante lo anterior, las tres ejecuciones respon-den a una misma voluntad rectificadora.

El “ajusticiamiento” de Samaniego (4 dediciembre de 1974) se presentó públicamente“como respuesta a la política represiva que vienellevando adelante la patronal explotadora, tratandode intimidar a sus obreros por medio de matonesque los amenazan o como ocurrió con el compañe-ro Leal, delegado de Sección que fue víctima de unatentado con una bomba”.24 El énfasis en la acti-vidad represiva de la patronal y el hecho de queesta ejecución haya tenido lugar en medio de unarepresalia “indiscriminada” contra las FuerzasArmadas (declarada por el ERP en septiembre de1974 como respuesta al fusilamiento de un grupode guerrilleros en Catamarca) permiten suponerque el punto neurálgico de la sensibilidad perretis-ta que daba origen a la “respuesta” remitía menosal lugar y responsabilidad de la víctima en un ordensocial que se percibía como injusto que a las prác-ticas represivas desatadas en el seno de las empre-sas en complicidad con las fuerzas estatales yparaestatales. Es porque “las bandas fascistas (mili-tares y policías) están apoyadas y patrocinadas porlas patronales explotadoras que en su desespera-ción de frenar las justas luchas obreras no vacilanen perseguir y atentar contra la vida de los trabaja-dores [que] recaerá sobre ellas todo el peso de lajusticia revolucionaria”.25

La ejecución en represalia busca un efectoejemplificador y rectificador. La ofensa por la queresponde ha roto alguna regla o norma estableci-da real o imaginariamente. Desde la óptica perre-tista, que el burgués, en el transcurso de la luchade clases, defendiera con todos los medios a sualcance sus propios intereses era tan esperablecomo inevitable. La condición de la explotación,se sabía, no radica en la existencia del burgués ensí sino en la perpetuación del orden capitalista. Elendurecimiento de esta defensa en el transcursode la “agudización” del conflicto de clases (comoentendía el PRT-ERP que tenía lugar en el país,principalmente a partir del Cordobazo) manifes-tada, por ejemplo, a través de despidos y repre-sión de huelgas o tomas de fábrica, constituía unaconducta previsible. Formaba parte, por decirlode otro modo, de las reglas del juego y de ahí queaquellas manifestaciones hayan sido percibidascomo materia de “negociación”. Pero lo que a losojos de los revolucionarios había roto aquella nor-

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matividad tácita era la irrupción en escena de“bandas de matones” o “bandas fascistas” que,desde la ilegalidad de un orden ya de por sí injus-to y violento, se cobraban en vidas el desafíoobrero, sobre todo a partir de 1974.

Las ejecuciones de los ejecutivos de laempresa MILUZ, Alberto Abeigon y ManuelMartínez, fueron la respuesta perretista “a losasesinatos de dos obreros de esa fábrica, JorgeFisher y Miguel Ángel Bufano,26 muertos en estemes por las ya tristemente célebres “Tres A”,brazo armado de las patronales y del gobierno deIsabelita”.27 Y para que no quedaran dudas de laresponsabilidad empresaria en el accionar de laorganización parapolicial, el PRT-ERP la denun-ciaba en la explicación de su represalia: “¿Por quéel brazo de la justicia popular se abatió sobre dosmiembros de la clase explotadora? [...] Son ellos,los patrones, quienes pagan a los mercenarios quealquilan su brazo y su conciencia”.28

Un estudio detallado de la conflictividadgremial en las empresas donde se registraronejecuciones perretistas resultaría iluminador encuanto a los pormenores que seguramente con-fluyeron en la determinación de ellas. Por lopronto, parecería claro que los “ajusticiamien-tos” del PRT-ERP buscaban, a través del castigoejemplar, la rectificación de esa modalidadrepresiva que involucraba la vida de los activis-tas. De ahí que las declaraciones públicas sobrelas ejecuciones realizadas no sólo refirieran altiempo pasado del crimen sino que incluyeran laadvertencia sobre el accionar futuro: “La justiciarevolucionaria, el terror revolucionario, quenace y se aumenta en el odio de clase contranuestros explotadores y sus lacayos, [...] alcan-zará implacablemente no sólo a quienes apun-tan el arma y oprimen el gatillo, sino también–y principalmente– a quienes eligen el blanco yproporcionan los fondos para la cruzada contra-rrevolucionaria [...]”.29

En la joven cultura perretista los delitosde explotación propios de la condición de clasedel burgués podían “negociarse”, la sangrederramada, no. Ante el crimen del asesinatosólo había lugar para un castigo equivalente. Alterror de la Triple A, el PRT-ERP buscó respon-der, entonces, con el “terror revolucionario”; ala muerte de dos militantes populares, con la dedos miembros de la patronal. Terror por terror,muerte por muerte.

El año siguiente a los “ajusticiamientos”de Larangueira, Samaniego, Abeigón y Martínezestuvo determinado, en sentido exactamenteopuesto a las expectativas y certezas perretis-tas, por un sensible “reflujo” o repliegue de la

movilización de masas (en el sector industrial,principalmente después de las protestas quesiguieron al “rodrigazo”) y un acelerado recru-decimiento de la actividad represiva legal e ile-gal. Para el PRT-ERP en particular, fue el perío-do que determinó su derrota militar, no sólo porlas desventuras de la Compañía del Monte enTucumán y el trágico fracaso del asalto al cuar-tel de Monte Chingolo, sino además por el des-baratamiento cotidiano de gran parte de susestructuras operativas y el consecuente saldo deprisioneros, muertos y desaparecidos.

Fue también el período que selló su propiofracaso político –que en rigor precedió al mili-tar– algunos de cuyos componentes fueron deuna completa ceguera y/o negación del mencio-nado repliegue (y sus motivos) y una pobrezacreciente tanto en sus estrategias de activaciónde masas como en sus respuestas ante el avan-ce de la represión.

En las diezmadas y desarticuladas estruc-turas de la organización perduraron, sin embar-go, como antecedentes de referencia (y quizás,también, como formas del “sentir” la justiciarevolucionaria), la práctica de las ejecucionessumarias. Y aquellos componentes asimilables auna cultura de la venganza, en el contexto de unasensible retracción de acciones colectivas, contri-buyeron finalmente a la solidificación definitiva

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de una “guerra de aparatos” en la que el PRT-ERPquedó entrampado y sólo podía perder.30.

Es precisamente en el marco de esa obs-tinada –y desesperada– guerra de aparatos quetienen lugar las ejecuciones de: Luis LeónDoménech, ejecutivo de la compañía Isaura,secuestrado el 12 de agosto de 1975 y ejecuta-do el 12 de septiembre de ese mismo año;Héctor B. Minetti, presidente de la Cámara deCemento Pórtland Sudamericana y de laCompañía Juan Minetti e Hijos S. A., ejecutadoel 28 de febrero de 1976; Miguel Salizotsky, jefede Seguridad Industrial del Frigorífico Swift,ejecutado el 28 de mayo del mismo año enSaladillo; Adolfo Valis, vicecomodoro retirado ygerente de personal de La Cantábrica, ejecutadoel 9 de noviembre en Ituzaingó, y Pedro A.Lombardero, gerente de relaciones laborales deTAMET, ejecutado el 10 de febrero de 1977 enFlorida, provincia de Buenos Aires.

A excepción del caso de Héctor Minetti,no se lee en las declaraciones partidarias men-ción alguna a crímenes de sangre por el que elERP estuviera “ajusticiando” en represalia.31

Se encuentran, más bien, fórmulas repetidas dela retórica partidaria, vinculadas, todas ellas, ala propia condición de clase de las víctimas.

Salizotsky, fue ejecutado, “por ser fiel defen-sor de la patronal del frigorífico”;32 Valis, porque“cumplió hasta el final su misión de defender losintereses de la patronal explotadora, a costo [sic]del hambre y miseria de nuestro pueblo trabaja-dor”; y, casi como un reflejo mecánico, se advertíaen este caso “a la patronal y a sus perros guardia-nes, las Fuerzas Armadas Contrarrevolucionarias,que de continuar sus atropellos y arbitrariedades,caerá sobre sus espaldas el largo brazo de la justi-cia popular...”.33

Finalmente, en el caso de Lombardero, elúltimo empresario ejecutado por el ERP, sedejan oír los ecos de aquel punto neurálgico dela sensibilidad perretista que mencionáramosanteriormente: “...uno de los más fieles ejecuto-res de los planes represivos implementados porlos explotadores de TAMET y responsable direc-to del despido de 26 compañeros”.34

Suponiendo un grado importante de auto-nomía de los comandos perretistas que decidie-ron y llevaron a cabo estas acciones (y esto por elya mencionado proceso de desarticulación orga-nizativa) y aun en el marco de una “guerra deaparatos”, resulta pertinente atender a la dimen-sión emotiva involucrada en las mismas.Clausurados los canales de la acción colectiva,ante la aceleración de las “caídas” (con el consi-guiente sentimiento de pérdida y derrota) y la

constatación cotidiana de la complicidad de lasempresas en prácticas represivas hasta entoncesinéditas, se erigió la acción directa radical comouno de los únicos antecedentes de las prácticaspartidarias que habían sido parte de una identi-dad y a los que aún era posible apelar. Gestofinal, quizás, de una impotencia y, también, delcumplimiento de un compromiso de sangre “conlos compañeros caídos”, tan propio de la militan-cia revolucionaria. Es probable, entonces, queestos sentimientos, sumados a un “odio de clase”en el que la retórica partidaria no había cesadonunca de insistir, hayan constituido el motor deeste último impulso “ajusticiador”.

II. b. RepresoresEntre marzo de 1972 y enero de 1977 el

PRT-ERP ejecutó entre 20 y 34 integrantes delas fuerzas represivas.35 La mayoría de esasejecuciones constituyó la represalia perretista ala tortura, asesinato y desaparición de militan-tes y combatientes por parte de las fuerzasarmadas y de las policías provinciales y federal(y un caso de un infiltrado del servicio de inteli-gencia del Ejército). Por su número y su regula-ridad y, desde la óptica del PRT-ERP, por repre-sentar la determinación implacable de no nego-ciar la sangre de los caídos (figura central delimaginario guerrillero) éstas fueron las ejecu-ciones por excelencia de la justicia perretista.

Si bien la tortura a prisioneros no era unapráctica nueva en Argentina (y en el caso de losprisioneros políticos se constata su uso por lomenos desde 1930 con la creación de OrdenPolítico, más tarde, Sección Especial) lo cierto esque durante la dictadura instaurada por el gene-ral Onganía la tortura a prisioneros políticos yespecialmente el uso de la picana eléctrica segeneralizó al punto de quedar prácticamenteinstitucionalizada. Lo mismo puede decirse deltercer gobierno peronista, principalmente a par-tir de 1974, cuando comenzó a intensificarse elaccionar represivo ilegal. Los esfuerzos de losfamiliares de presos políticos y de sus abogadosdefensores (en uno y otro período) se concentra-ron, precisamente, en aquellas estrategias quepudieran no ya impedir pero al menos detener ylimitar la tortura. Antecedentes similares seregistran en el caso de asesinatos y fusilamien-tos de opositores y prisioneros políticos (entrelos que se destacan por su escandalosa alevosíalos del 22 de agosto de 1972 en Trelew) que, sinser novedosos, alcanzaron en este período índi-ces sin precedentes.

En el universo de sentidos implicados enel imaginario guerrillero, el del militante fue un

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cuerpo destinado al servicio de la revolución(“una persona entregada de cuerpo y alma a larevolución”, alentaba el mandato partidario).Pero era la imagen de una muerte bélica, la delarrojo en el fulgor de una batalla o la de unavaliente resistencia, en fin, la caída en combate,aquella convocada tanto por la retórica colectivacomo por ese mundo íntimo de valores, expec-tativas y temores que conformaban la subjetivi-dad del militante.

Los vejámenes y el deshonor de la tortura,el asesinato a sangre fría que robaba para siem-pre la posibilidad de aquella otra muerte, aun-que en parte reparados luego por la glorificaciónde héroes y mártires de la iconicidad partidaria,constituían las más graves de las ofensas a ladignidad revolucionaria; y por lo tanto sólopodían admitir, en nombre de otra moral, elmáximo de los castigos: la pena de muerte.

La represalia del PRT-ERP hacia los inte-grantes de las fuerzas represivas por la tortura,asesinato y desaparición de militantes asumiódos modalidades distintas: una personalizada yotra indiscriminada. La primera fue aquella porla cual se individualizó y ejecutó a los responsa-bles y/o culpables directos de los crímenes men-cionados. La segunda, en cambio, recayó indis-tintamente sobre miembros de una determina-da fuerza, en tanto tales: a través de estas eje-cuciones no se castigaba al individuo en sí sinoa la institución de la que formaba parte.

Las personas “ajusticiadas” en virtud desu responsabilidad o culpabilidad directa en latortura y/o asesinato de militantes fueron:

-Comandante principal Abel PedroAgarotti, ex jefe de la Policía de Tucumán almomento de su ejecución, ocurrida el 17 demarzo de 1972 en Quilmes. La justicia perre-tista lo condenó por tener “a su cargo directo lamás salvaje represión y tortura contra nuestroshermanos tucumanos, encarceló obreros, estu-diantes y todos aquellos que levantaban su vozde protesta contra el régimen y su política dehambre y miseria”.36

-General Juan Carlos Sánchez, jefe del IIcuerpo de Ejército, ejecutado el 10 de abril de1972 en Rosario en un operativo conjunto conlas FAR. Sánchez fue declarado culpable porhaber propiciado “en Rosario y toda la zona bajosu influencia, la instalación del más bárbarorégimen de tortura contra los combatientespopulares de que se tenga noticia [...]. Él se sen-tía seguro. ¿Quién se atrevería a tocar a un“General de la Patria”. Pero la justicia del pue-blo se atrevió”.37

-Hugo Guillermo Tamganini, inspector

general de la Policía de Tucumán (sin fecha deejecución). Tamagnini fue considerado por lajusticia perretista “responsable de crímenes yde la tortura de numerosos militantes de nues-tra organización, de organizaciones hermanas yde estudiantes y obreros [...] Responsable tam-bién de la represión al pueblo durante las movi-lizaciones [...] No habrá perdón para los crimi-nales de guerra, para todos aquellos que a tra-vés del crimen y las torturas procuran sostenerel régimen de los explotadores [...]”.38

-Carlos Hugo Juncos: aunque era empleadodel Banco de la Provincia de Córdoba al momentode su ejecución, ocurrida el 11 de septiembre de1973 en Córdoba, había sido miembro de laDivisión de Informaciones de la Jefatura de PolicíaProvincial. En la declaración de su “ajusticiamien-to” se denuncia: “este sanguinario personaje quetorturó en la policía a numerosos revolucionariosque durante la dictadura cayeron prisioneros, yahace mucho tiempo atrás había sido sentenciadopor la justicia popular”.39

-Suboficial (Re) Mario Reduto, secuestradoel 22 de febrero de 1974 en Zárate y ejecutadopresumiblemente el 13 de marzo del mismo año.Tras su detención por un comando del ERP,Reduto “fue puesto a disposición del TribunalRevolucionario por estar acusado de graves car-gos que atentan contra la clase obrera y el pue-blo. Estos cargos son: 1) jefe del comando para-policial; 2) torturador; 3) cómplice del secuestro ytortura a un combatiente caído en Azul, presumi-blemente Héctor Antelo, que fue traído aPrefectura de Zárate para que se le efectúe unreconocimiento y ser interrogado en condicionesfísicas próximas a la muerte; y 4) partícipe en losallanamientos al pueblo del Zárate...”.40

-Cabo Rubén Oscar San Juan, ejecutado el4 de septiembre de 1974 en Rosario. No se hanencontrado fuentes de la ejecución pero el ERP lohabía sentenciado a muerte en julio de 1973.Esta sentencia tuvo lugar tras la detención porparte del ERP de un ex oficial de policía, JorgeAlberto Colombo, el 17 de julio de ese mes.Colombo debía “rendir cuentas” ante el tribunalperretista por el “secuestro y posterior asesinatodel compañero Ángel Brandozza”. En su declara-ción, Colombo afirmó que habían sido Rubén SanJuan y dos oficiales (Marcelo Olazagoita yGrande) los responsables de aquellos hechos. Fuea raíz de esa declaración que el TribunalRevolucionario del ERP comunicó su decisión de“AJUSTICIAR A LOS CRIMINALES POPULARESGRANDI, SAN JUAN Y OLAZAGOITA”.41

-Comisario Eudorio Ibarra, ejecutado el 20de septiembre de 1974 en Tucumán (junto con

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quien estuviera acusado de ser su cómplice,Héctor Zaraspe, taxista). Ibarra y Zaraspe habíansido identificados como los responsables directosde la tortura y asesinato de un combatiente delERP. En la declaración que anuncia estos ajusti-ciamientos, leemos: “Cuando la Compañía deMonte Ramón Rosa Jiménez tomó el nombre delinolvidable “Zurdo”, estaba siempre caliente ennuestra memoria su salvaje asesinato en manosde la policía de Santa Lucía. El viernes 20 de sep-tiembre a las 20.30 la Unidad de Monte copóSanta Lucía y cumplió la sentencia contra EudoroIbarra y Héctor Oscar Zaraspe, ambos declaradosculpables por un tribunal revolucionario de lastorturas y posterior asesinato del combatiente delpueblo Ramón Rosa Jiménez”.42

-Jesús Rainer (alias Oso) “agente confesodel Servicio de Inteligencia del Ejército infiltra-do en nuestra organización”, ejecutado el 13 deenero de 1976. Este fue un “ajusticiamiento”excepcional, puesto que a través de él no sólo sepenaba la responsabilidad directa de Rainer enla muerte y desaparición de militantes sino tam-bién uno de los delitos más severamente casti-gados en todo grupo militar: la traición. Rainer,además de provocar con su delación la “caída”de varios militantes durante los meses denoviembre y diciembre de 1975, fue quieninformó al Ejército sobre los preparativos delasalto al cuartel de Monte Chingolo.43

“Detenido” y juzgado por el tribunal partidario,Ranier confesó “ser miembro del SIE infiltrado

en el ERP con el objeto de destruir su organiza-ción. Ser responsable de la muerte y/o desapari-ción de más o menos 100 compañeros [...], porla información que delató la acción del ERPsobre el batallón 601 de Arsenales ViejoBueno”. Tras su condena y ejecución, el ERPdeclaraba: “el cumplimiento de la sentencia demuerte dictada por el tribunal Partidario, hapuesto punto final a los crímenes del traidor. Lajusticia revolucionaria ha actuado descargandotodo el peso de su fuerza sobre quien se atrevióa realizar actividades contrarrevolucionariasdentro de la organización. La justicia revolucio-naria ha vengado a las decenas de compañerosmuertos y desaparecidos y es un ejemplo y unaadvertencia...”.44

En cuanto a la segunda modalidad derepresalia, la indiscriminada, es posible afirmara partir de las fuentes disponibles que fue decla-rada por el PRT-ERP en dos oportunidades y lle-vada a cabo al menos en una.

La primera de ellas tuvo lugar en sep-tiembre de 1974. El ERP había intentado asal-tar, en agosto de ese año, el Regimiento 17 deInfantería Aerotransportada de Catamarca. Elasalto no llegó a concretarse puesto que los gue-rrilleros fueron denunciados precipitándoseentonces varios enfrentamientos con la policíaprovincial y el Ejército. Un grupo de guerrilleroslogró huir; otro, integrado por 14 combatientes,se rindió. Sin embargo, nunca aparecieron convida. Días después, en una conferencia de pren-sa, el PRT-ERP anunció que habían sido fusila-dos y que “esa acción fue deliberada e inspiradaen el salvaje principio de que el ejército no tomaguerrilleros prisioneros [...]. El Comité Central[...] tomó una grave determinación. Ante el ase-sinato indiscriminado de nuestros compañeros,nuestra organización ha decidido emplear larepresalia. Mientras el ejército opresor no tomeguerrilleros prisioneros, el ERP no tomará ofi-ciales prisioneros, y a cada asesinato responde-rá con una ejecución de oficiales indiscriminada.Es la única forma de obligar a una oficialidadcebada en el asesinato y la tortura, a respetarlas leyes de la guerra”.45

Entre la publicación de esta “grave deter-minación” y los tres meses siguientes el PRT-ERP ejecutó, como respuesta a los fusilamientosde sus combatientes en Catamarca, a nueve ofi-ciales del Ejército; estos fueron:

-Coronel Jorge Oscar Gras, ejecutado el25 de septiembre de 1974 en Córdoba;

-Teniente primero Luis Roberto Brzic, eje-cutado el 25 de septiembre de 1974 en Rosario;

-Capitán Miguel Ángel Paiva, ejecutado el

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2 de octubre de 1974 en Buenos Aires;-Mayor bioquímico Jaime Gimeno, ejecu-

tado el 7 de octubre de 1974 en Banfield; -Teniente primero Juan Carlos Gambande,

ejecutado el 10 de octubre de 1974 en Santa Fe;-Teniente coronel médico José Francisco

Gardón, ejecutado el 23 de octubre de 1974 enel hospital Municipal de San Miguel;

-Mayor Néstor Horacio López, ejecutado el7 de noviembre de 1974 en Santa Fe;

-Teniente primero Roberto EduardoCarbajo, ejecutado el 12 de noviembre de 1974en San Nicolás;

-Capitán Humberto Viola, ejecutado el 4de diciembre de 1974 en San Miguel deTucumán.

Durante el desarrollo del operativo deeste último “ajusticiamiento”, la hija menor delcapitán Viola, María Cristina, de tres años deedad, resultó muerta, y su hermana, MaríaFernanda, de cinco años, gravemente herida.Aunque no se hayan encontrado declaracionespartidarias públicas al respecto,46 la memoriamilitante afirma que a raíz del trágico saldoinesperado el PRT-ERP puso fin a esta represa-lia indiscriminada (y, en efecto, no se registra-ron en los meses siguientes ejecuciones de inte-grantes de las fuerzas represivas).

Sin embargo, en agosto de 1975 y a pocosdías de haber propuesto un armisticio el PRT-ERP declaró una segunda represalia de estetipo. Esta fue anunciada el 12 de agosto en unaconferencia de prensa y publicada en EstrellaRoja hacia finales de mes. Sin mayores balan-ces, siquiera políticos, de la represalia del añoanterior y como si ésta hubiera sido en algoefectiva, al menos en su propósito normativiza-dor (“obligar a respetar las leyes de la guerra”),esta nueva determinación volvía a encontrar sufundamento en la intensificación del accionarrepresivo ilegal y el agravante de la incipientegeneralización de un fenómeno que en lo suce-sivo no haría más que incrementarse, el de ladesaparición de militantes. Esta vez, se adver-tía, la justicia perretista recaería sobre el amplioconjunto de fuerzas involucradas en la repre-sión: “Considerando: que la oficialidad delEjército contrarrevolucionario, los cuerposrepresores de la Policía Federal y los demáscuerpos represivos especiales, se ensañan asesi-nando, o haciendo desaparecer a cuanto activis-ta popular, militante revolucionario o personadel pueblo apresan, no respetando ninguna leysobre el trato a los prisioneros y siendo yaincontables los ejemplos y casos de éstos, elCOMITÉ CENTRAL “VIETNAM LIBERADO” RESUEL-

VE: 1) iniciar acciones de ejecución indiscrimi-nadas contra la oficialidad del Ejército contra-rrevolucionario, los cuerpos represivos de laPolicía Federal, los cuerpos especiales de repre-sión y demás fuerzas represivas implicadas enasesinatos contra el campo del pueblo....”.47

Es muy probable que esta última represa-lia no se haya llevado a cabo. Ya sea por el altoíndice de muertos, prisioneros y desaparecidosque a esas alturas registraban las filas perretis-tas, ya sea porque sus últimos esfuerzos milita-res se concentraran en el envío de nuevos com-batientes al monte tucumano o en los prepara-tivos del asalto al cuartel Viejo Bueno de MonteChingolo (que tendría lugar en diciembre de eseaño); lo cierto es, en todo caso, que pareceregistrarse una sola ejecución tras el anuncio deesta segunda represalia.48

Finalmente, la última ejecución registradaque tuviera por víctima a un integrante de lasfuerzas represivas fue la del VicecomodoroRoberto Moisés Echegoyen. Este caso, por lasimilitud de circunstancias en que se precipitódicha ejecución, remite al de Sallustro.

Tras haber secuestrado a Echegoyen el 29de abril de 1976, el ERP ofreció canjear su liber-tad “por uno de los siguientes compañeros pri-sioneros del enemigo: Edgardo Enríquez, miem-bro de la comisión política del MIR chileno,secuestrado por las fuerzas represivas el 10 deabril49 o Juan Eliseo Ledesma, comandante delERP y miembro del buró político, en manos delenemigo desde el 10 de diciembre de 1975”.50

Se desconocen los pormenores de lasnegociaciones, si es que éstas efectivamenteexistieron. De todas maneras, el desenlace deeste caso se precipitó el 10 de julio de 1976cuando el Ejército localizó y rodeó la “cárcel delpueblo” donde Echegoyen permanecía secues-trado (una finca de la localidad de San Andrés,provincia Buenos Aires) produciéndose un tiro-teo en medio del cual Echegoyen fue ejecutado.Juan Eliseo Ledesma y Edgardo Enríquez conti-núan desaparecidos.

Se ha señalado anteriormente que aque-llas realizadas en represalia por torturas y ase-sinatos de militantes fueron las ejecuciones porexcelencia del PRT-ERP. En esa modalidad de la“justicia revolucionaria”, esta organizaciónrecogía las experiencias de la llamada guerra deguerrillas en Latinoamérica, tanto en su varian-te rural como urbana. En ella, los “ajusticia-mientos” parecían estar directamente identifi-cados con las figuras del torturador y del trai-dor-delator. Por citar tan sólo dos ejemplos deamplia circulación e influencia en los grupos de

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la izquierda armada local, Regis Debray adver-tía, en tono pedagógico, que “la destrucción deun camión de transporte de tropas o la ejecuciónpública de un policía torturador hacen más pro-paganda efectiva entre la población vecina, pro-paganda alta y profundamente política, que dos-cientos discursos”.51 Por su parte, el brasileñoCarlos Mariguella, también con voluntad peda-gógica, en su Minimanual del guerrillero urbanodefinía el “ajusticiamiento” como “la muerte deun espía norteamericano, de un agente de ladictadura, de un policía torturador, de una per-sonalidad fascista del gobierno envuelta en crí-menes y persecuciones de patriotas, de un chi-vato, delator, informante de la policía o un pro-vocador policíaco”.52

La ejecución del torturador no sólo casti-gaba el martirio sufrido por los compañeros “enmanos del enemigo”, era también la puesta enescena de una moralidad revolucionaria cuyavoluntad de diferenciación con respecto a la delas fuerzas enemigas encontraba en la inadmisi-bilidad de la tortura uno de sus puntos nodales.

Las ejecuciones en castigo por el asesinatode compañeros o militantes, en general, no fue-ron exclusivas del PRT-ERP y, dejando a un ladoel accionar de otros grupos armados de la épocacuyas acciones de “ajusticiamientos” precedie-ron a las del PRT-ERP, puede afirmarse que en elcampo de las izquierdas aquella determinaciónreconoce un antecedente emblemático en elanarquismo de principios de siglo XX. Y resultainteresante observar que, aunque ajeno a la tra-dición anarquista, es precisamente ese antece-dente el recuperado, en sentido literal, por eldiscurso perretista. En efecto, en una EstrellaRoja de octubre de 1974 (el año que concentra elmayor número de ejecuciones), en la secciónpermanente dedicada a la divulgación de acon-tecimientos históricos “ejemplares” (guerra de laindependencia, guerra de Vietnam, revolucióncubana, etc.) encontramos una reivindicaciónexplícita del PRT-ERP de una práctica anarquis-ta. En una nota titulada “El ajusticiamiento delFusilador de la Patagonia” se extraían variospárrafos del libro de Osvaldo Bayer Los venga-dores de la Patagonia Trágica que relataban,según palabras perretistas, “la heroica acción deKurt Wilckens” el obrero anarquista alemán quematara al teniente coronel Varela, conocidocomo “el Fusilador de la Patagonia”.53

Más difícil pareciera haber sido la apela-ción a tradiciones o antecedentes de referenciaen el caso de las represalias indiscriminadas,una medida verdaderamente excepcional aunpara el universo revolucionario.

También en el mes de octubre de 1974,en otro ejemplar de Estrella Roja se publicóun artículo titulado “Las represalias”. En elcopete del mismo se deja leer aquella bús-queda deliberada: “cuando el ERP resolvióresponder a los sanguinarios fusilamientos denuestros combatientes en Catamarca porparte del Ejército enemigo con la REPRESALIAINDISCRIMINADA [...] tuvo en cuenta antece-dentes internacionales que justificaban tangrave medida. Durante la Segunda GuerraMundial el ejército soviético debió aplicar larepresalia contra los nazis, criminales de gue-rra de un salvajismo atroz y de quienes sonexcelentes discípulos el gobierno peronista, lapolicía y las FFAA contrarrevolucionarias”.54

A continuación, el artículo reproducía unrelato, seguramente fragmentado, de la eje-cución de dos jerarcas nazis en la Ucraniaocupada de la segunda guerra. Es curiosoconstatar, sin embargo, que los hechos allínarrados no corresponden en absoluto a unarepresalia indiscriminada: dos (¿combatien-tes? ¿miembros del Partido Comunista? no losabemos, sólo figuran los nombres de pila)deciden ejecutar a uno de los máximos jerar-cas nazis de la ciudad y a su lugarteniente, com-probando luego de la ejecución que habíancometido un error “ajusticiando” a otros dosnazis en su lugar.

Con independencia de lo errático de lareferencia, resulta sumamente significativo queel escenario escogido haya sido el de una guerranacional y los “ajusticiados”, integrantes de unejército de ocupación. Es significativo porque lacaracterización del proceso revolucionario queel PRT-ERP postulaba para el período abiertotras el cordobazo era el de “guerra revoluciona-ria”, y en esa guerra la imagen que de su propioejército construía a partir de los símbolos a losque apelaba, de su discursividad y, finalmente,de sus prácticas y accionar, era la de un ejércitoregular en oposición a otro ejército, tambiénregular, que se asemejaba, cada vez más, a unejército de ocupación.

III. Justicia revolucionaria, venganza y guerra

“El brazo de la justicia popular es largo ysabe ajustar cuentas con los asesinos y tortura-dores del pueblo”.55

“Es la única forma de obligar a una oficia-lidad cebada en el asesinato y la tortura, a res-petar las leyes de la guerra”.56

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“Ajustar cuentas” y “obligar a respetar lasleyes de la guerra”: es en el espacio configuradopor estos vectores donde la ejecución perretistase erige como acto moralizador y normativizador.

El ajuste de cuentas es un acto de ven-ganza, un castigo inmediato (esto es, sin media-ciones) que recibe en forma personalizada elperpetrador de un crimen. El sentido de estecastigo es la restauración de un orden, de unequilibrio que aquel crimen ha roto o dañado:“la venganza funda el mundo, no lo desordena,sino que le devuelve el orden”.57 El vengadorrestaura un equilibrio moral que nunca debióhaber sido roto y, al mismo tiempo, normativi-za lo que debe ser.

En su libro The Virtues of Vengeance,58

Peter French establece las condiciones de unavenganza virtuosa (“última esperanza de lamoral” allí donde no existe un sistema de admi-nistración de penalidades adecuadas o dondeéste es corrupto). Estas condiciones serían: laautoridad moral del vengador; la culpabilidad dequien es objeto de la venganza; la adecuación dela venganza a la ofensa; la acción menos ennombre de la víctima que de la comunidadmoral; la imposibilidad de quien es objeto devenganza de comprender el mensaje si el casti-go hubiera sido administrado por la justicia.

De estos componentes, aquellos en losque nos interesa hacer hincapié son la autoridadmoral del vengador y la acción en nombre de lacomunidad moral.

El proceso de construcción identitaria dela militancia perretista estuvo fuertementeanclado en postulados y mandatos morales. Lasdistintas tramas de la discursividad partidaria,los símbolos y representaciones que poblabansu universo de referencias y los sentidos atri-buidos a gran parte de sus prácticas confluíanen un deber ser del revolucionario, condensadoen la figura del hombre nuevo y matrizado porvalores éticos morales (“solidaridad, humildad,sencillez, paciencia, espíritu de sacrificio [...]generosidad, amor al prójimo”).59 En la conjun-ción de su autoproclamado rol de vanguardia yla insistencia y prosecución de estos valores, elPRT-ERP buscaba erigirse ante los movimientosde masas no sólo como referente político sinotambién como referente moral.

El tono de las declaraciones partidariasantes o después de cada ejecución y la connota-ción de las palabras empleadas (“crímenes”,“atropellos”, “fechorías”, “verdugos del pue-blo”, “actos bárbaros”, “régimen miserable”,“siniestros personajes”,60 etc.) dan cuenta deuna profunda indignación moral, de una inacep-

tabilidad ética principalmente de las modalida-des cruentas que había asumido la represión.Pero esta indignación no era presentada comopropia o exclusiva del PRT-ERP; en rigor, era la“indignación popular”61 aquello que se expre-saba a través de la palabra y el accionar perre-tista. Si, como afirma French, el vengador sesiente unido de manera única y especial a la víc-tima del crimen castigado y por ella responde, lohace en nombre de una comunidad moral, eneste caso, de una justicia popular que, si bienencarna, lo trasciende. El ERP, integrado “porlos mejores hijos del pueblo”,62 era el “brazoejecutor” de aquella justicia: “es por ello que elpueblo a través de su Ejército, el ERP y lasdemás organizaciones hermanas, ha comenzadoa ejecutar el mandato popular y reprimir con lapena de muerte a todos los verdugos”.63 Losasesinados eran los hijos del pueblo, la indigna-ción era la del pueblo como también lo eran las“cárceles”, los tribunales y las sentencias con-denatorias. Refiriéndose al caso Sallustro: “elERP interpretando los justos reclamos del pue-blo, que pedía el castigo de este explotador, pro-cedió a detenerlo en la cárcel del pueblo”; y enrelación a la ejecución de Sánchez: “él se sentíaseguro. ¿Quién se atrevería a tocar a un“General de la Patria”. Pero la justicia del pue-blo se atrevió. Nuestro Comando, conjuntamen-te con los de la organización hermana FAR, eje-cutaron la sentencia que el pueblo le habíaimpuesto. El explotador y el jefe de la represiónfueron objetivos del mismo odio del pueblo. Suejecución era un deseo de las masas; el ERP y laorganización hermana FAR sólo fueron el brazoejecutor de este sentimiento”.64

La autoridad moral que parecía arrogarseel PRT-ERP, y en función de la cual vengaba loscrímenes cometidos no sólo contra sus militan-tes sino también “contra el pueblo”, no se sus-tentaba únicamente en la autoasignada repre-sentación de aquella justicia popular sustantiva;también encontraba otra fuente de legitimaciónen la postulación de una superioridad moral res-pecto de las fuerzas enemigas en la que el dis-curso partidario insistía con énfasis particular.

El trato otorgado hacia los prisionerosconstituía la oportunidad por excelencia dehacer manifiesta aquella superioridad, puestoque permitía el señalamiento –y la denuncia–del envilecimiento de la conducta enemiga ensituación inversa.

En la manifestación pública de esa supe-rioridad, el PRT-ERP creía reforzar su lugar deautoridad moral. La liberación de prisioneros enfrágiles situaciones de salud, la publicación de

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cartas y “confesiones” de prisioneros que hací-an particular hincapié en el buen trato recibidose orientaban en aquella dirección.

En una resolución sobre la liberación deun coronel del Ejército, Florencio Crespo, que seencontraba “a disposición de la justicia popu-lar”, se explicaba que el detenido sufría de unaenfermedad que de acuerdo con el informemédico “no puede ser atendida eficientemente,como corresponde en un correcto tratamiento aprisioneros de guerra”, concluyendo que entanto “este principio debe ser respetado y cum-plido por los revolucionarios, a pesar de que lasinstituciones represivas de nuestra Patria [...]asesinan y torturan a nuestros compañeros [...]el estado Mayor Conjunto resuelve: 1) dejar enlibertad al prisionero...”.65

Otra determinación similar se tomaba ypublicaba tras el secuestro de Alfred Laun,“agente de la CIA”. Durante su secuestro, Launopuso resistencia intentando desarmar a uno delos integrantes del comando perretista, y se trabóen lucha con éste por lo que fue herido de bala.Una vez reducido, fue trasladado a la “cárcel elpueblo” donde recibió las primeras curaciones yenseguida se hizo evidente que el prisioneronecesitaba ser operado con relativa urgencia“cosa que la Unidad Sanitaria de nuestra organi-zación no estaba en condiciones de realizar hastael día siguiente [...] El detenido corría peligro deperder la vida, razón por la cual el Estado MayorRegional resolvió dejarlo en libertad dando avisodel lugar donde se encontraba a los órganosperiodísticos y los centros asistenciales”.66 Enese mismo artículo, en un apartado titulado “Lamoral y las tradiciones revolucionarias son respe-tuosas de la vida humana” se relataban antece-dentes históricos “ejemplares” de buen trato aprisioneros de guerra. Los ejemplos escogidosfueron los vietnamitas y el General ManuelBelgrano, quien durante la guerra de “nuestraprimera independencia” dejó en libertad a unconjunto de prisioneros por no poder alimentar-los y asistirlos debidamente.

La apelación a estos ejemplos de conduc-ta moral en tiempos de guerra es representati-va del intento perretista de normativizar unaconfrontación entendida y caracterizada preci-samente como guerra.

A partir del V Congreso partidario, realiza-do a mediados de 1970, la tradicional imageninsurreccional de la revolución comenzó a serpaulatinamente desplazada por la de la guerra.La propia fundación del ERP en aquel evento res-pondía a la convicción de que “la guerra civilrevolucionaria ha comenzado en nuestro país” y

esa guerra, se pronosticaba, “se irá transforman-do en guerra nacional antiimperialista” para cul-minar en un combate “contra un enemigo inva-sor”.67 Se trataba, en última instancia, de unaguerra revolucionaria por “nuestra segunda ydefinitiva independencia”.68 Y en esa guerra, elEjército enemigo (que a los ojos del PRT-ERPhabía dejado de respetar el mundo de códigoscompartidos de combate que toda guerra delimi-ta) se fue convirtiendo en el principal sujetointerpelado. Con ese enemigo como referente, elPRT-ERP fue construyendo, a partir de un movi-miento casi especular, su propia identidad.Piénsese, por ejemplo, en el uso casi obligatorio yceremonial del uniforme verde oliva que seimpuso a los guerrilleros perretistas a partir de1974.69 Ahora bien, la contrapartida de aquellaidentificación fue un movimiento de oposición ydiferenciación sensiblemente anclado en la moraly, de ahí, en la insistencia normativizadora de laconfrontación bélica.

La forma más usual de esa insistencia fueel reclamo del cumplimiento de las leyes y con-venciones de Ginebra, especialmente aquellasreferidas al trato de prisioneros (al tiempo que lademostración de su cumplimiento fue el sustentoimaginario de la propia autoridad moral).70

El 16 de febrero de 1974, por ejemplo, elERP exigió, mediante proclama pública, que sediera a conocer el estado en que se encontrabanlos militantes Jorge Antelo y Reinaldo Roldán,detenidos en el asalto al regimiento de Azul ycuya situación se ignoraba. En aquella proclamase otorgaba al Ejército un plazo “de 48 horas,para responder sobre el estado en que seencuentran los compañeros [...] si no se regis-trara respuesta alguna, será ejecutado el Tte.Cnel. Ibarzábal, por recaer en su persona la res-ponsabilidad de ser Jefe de la Institución Militarque viola los más elementales derechos huma-nos, negando los convenios internacionales fir-mados en Ginebra”.71 Ibarzábal sería finalmen-te ejecutado el 19 de noviembre de ese año enel transcurso de un traslado cuando fue inter-ceptado el vehículo en el que se lo trasladaba“produciéndose un enfrentamiento que obligó aajusticiar al detenido. [...] Debemos señalar queen todo momento nuestra organización procurópreservar la vida del detenido, teniendo encuenta los principios humanitarios y las leyesinternacionales [...] esta actitud ha sido demos-trada permanentemente [...] Sin embargo, no hasido igual el tratamiento que han recibido nues-tros combatientes al caer en manos de las fuer-zas contrarrevolucionarias”.72

Las demostraciones de esta superioridad

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moral en el trato de prisioneros no tuvieronefecto normativizador alguno. Los guerrillerosno hicieron más que enfrentarse a una “oficiali-dad cebada en la tortura y el asesinato” y, en elescenario postulado de una confrontación bélicaentre ejércitos regulares, respondieron al fusila-miento de sus combatientes en Catamarca conun castigo extremo –la ejecución–, descargado,precisamente, sobre la oficialidad enemiga.Nuevo intento fallido de “obligar a respetar lasleyes de la guerra”.

A diferencia de un acto de venganza clásicoen que el culpable de un crimen recibe de mane-ra personal e intransferible el castigo que lecorresponde, esta represalia indiscriminada –aun-que sustentada también sobre una pretendidaautoridad moral– asumió casi por reflejo las for-mas despersonalizadas de la guerra, coadyuvandoal encarnecimiento general de la represión.73

V. Justicia revolucionaria y teoría del Doble Poder

“NO HAY UNA SOLA JUSTICIA, sino que frente a la JUSTICIA DE LOS EXPLOTADORES está

la JUSTICIA DE LOS EXPLOTADOS...”74

El ejercicio de una justicia revolucionariay la autoequiparación del ERP con un ejércitoregular pueden considerarse expresiones de lallamada “teoría del doble poder” o “poder dual”.

Esta teoría (cuyos orígenes pueden ubi-carse en la relación configurada de hecho entrelos Soviets y el Gobierno Provisional de la Rusiarevolucionaria entre febrero y octubre de 1917)no estuvo sistematizada por escrito en la histo-ria perretista sino hasta septiembre de 1974,fecha en que Santucho la presentó al colectivopartidario en un folleto titulado Poder Burgués,Poder revolucionario.

La idea del poder dual postulaba un proce-so de acumulación de poder sustentado en la dis-puta de órganos y funciones de poderes locales,entendidos estos extraterritorialmente.

Aseguraba Santucho en aquella oportuni-dad que “el camino para avanzar hacia la con-quista del poder por medio de la insurrecciónarmada general del pueblo argentino, pasa por eldesarrollo del poder dual”.75

Con independencia de los debates entorno al “doble poder” que tuvieron lugar en eluniverso de izquierdas, consideraremos aquí laspalabras de Luis Mattini, integrante del BuróPolítico partidario. Afirma Mattini que si bien laimagen tradicional de la revolución social en los

países industrializados había sido la de la insu-rrección armada, los procesos emancipatorios yrevolucionarios asiáticos habían ofrecido unnuevo modelo: el de un proceso prolongado,protagonizado por el campesinado, donde elpoder se iba disputando palmo a palmo endirección campo-ciudad. Sin embargo, el casoargentino, con una preponderancia de poblaciónurbana, parecía no adecuarse completamentedesde la óptica perretista a ninguno de los dosmodelos. De ahí, la apelación al concepto delpoder dual: disputar el poder de la burguesía, noen sentido territorial, sino en el sentido degobierno paralelo. En palabras de Santucho: “enel curso de la situación revolucionaria nace y sedesarrolla el poder dual, es decir que la disputapor el poder se manifiesta primero en el surgi-miento de órganos y formas de poder revolucio-nario a nivel local y nacional, que coexisten enoposición con el poder burgués”.76

En el mencionado documento, Santuchopostulaba que a partir de la coyuntura configu-rada tras la muerte del general Perón, la estra-tegia partidaria debía estar centrada precisa-mente en el desarrollo del poder dual. Era, pordecirlo de alguna manera, la presentación deuna estrategia en cuyo futuro desarrolloSantucho proyectaba las características quehabía asumido la experiencia soviética de 1917.

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Sin embargo, Mattini afirma que esta idea–aunque de manera difusa, “no muy clara” y enabsoluto sistematizada por escrito– estaba yapresente en la discursividad y la praxis militan-te desde los primeros tiempos del accionar delERP. Agrega que hasta los operativos máscorrientes de reparto en barrios pobres de ali-mentos “expropiados” tenían como objetivo“demostrar el ejercicio de hecho del poder dual,algo así como ir organizando una sociedad másjusta desde las entrañas mismas de la sociedadde clase”.77

Si Mattini está en lo cierto, la apelación alejercicio de una justicia “popular”, paralela yenfrentada a la del régimen puede considerarsecomo una de las manifestaciones tempranas deesa voluntad de construcción de un doble poder:presentarse ante los movimientos de masascomo opción de poder real y revolucionario.

Las declaraciones públicas ante las prime-ras ejecuciones perretistas, las de OberdanSallustro y del general Sánchez (abril de 1972)no sólo impugnaban el sistema judicial de la dic-tadura y denunciaban la complicidad de los jue-ces para con las prácticas represivas –especial-mente la tortura–, sino que anticipaban, a suvez, la noción estratégica de disputar las funcio-nes y órganos del poder (en este caso particular,el sistema de justicia): “todo el pueblo sabe queaquí se tortura, los jueces no [...] ¿Así que nosaben que el Ejército y la policía están parareprimir al pueblo? Entérense: el ERP y lasdemás organizaciones revolucionarias son elbrazo armado del pueblo [...] Así se irán ente-rando quienes se hacen los desentendidos, por-que ejecutaremos a los asesinos del pueblo, lle-varemos a la cárcel a quienes lo explotan y per-siguen. Desarrollando la guerra construiremospoco a poco la justicia del pueblo que reempla-zará a la del régimen miserable.”.78

Esta impugnación de la justicia del régi-men excedió la dimensión puramente declarati-va. Los militantes del ERP procesados por el ase-sinato del general Sánchez, por ejemplo, revoca-ron durante el juicio el poder de la defensa. Estegesto fue parte de la llamada estrategia de rup-tura llevada adelante por los abogados defenso-res. Esta estrategia, tomada del jurista francésJacques Vergés, defensor del Frente deLiberación Nacional de Argelia, se sustentabasobre la impugnación de la legitimidad de las ins-tancias que juzgan –y, por tanto, del poder quelas inviste– y del derecho aplicable.79 Uno de losabogados defensores en ese juicio afirma que fueéste el único caso de estrategia de ruptura “pura”en un proceso judicial; el objetivo era “hacer del

tribunal una tribuna de denuncia”, apelar al ale-gato político como justificación de los hechos juz-gados y revertir el proceso “convirtiendo al acu-sado en acusador y al acusador en acusado”.80

Es cierto que se trató de un acontecimien-to excepcional que encontraba su fundamentojurídico en la inconstitucionalidad del tribunalactuante, la Cámara Federal en lo Penal de laNación, creada por decreto a comienzos de 1970para el juzgamiento de los llamados delitos sub-versivos.81 No obstante su excepcionalidad, erasumamente representativo de aquella impugna-ción a las funciones y órganos de poder porparte de una organización que proponía y ejer-cía de hecho una justicia paralela.

Pocos meses después del mencionado pro-ceso, y ya durante el tercer gobierno peronista, elPRT-ERP ofrecía una definición de esa otra justi-cia sustantiva que despreciaba la formalidad pro-cedimental de la del “régimen burgués” y que sefundamentaba menos sobre un conjunto depenalidades codificadas que sobre valores políti-cos y morales identificados con el pueblo y suautoproclamada vanguardia: “ES JUSTICIA POPU-LAR CUANDO SOMOS NOSOTROS, EL PUEBLO, elque decide sobre cada uno de nosotros y nuestroshermanos y no como los jueces burgueses, quesiempre condenan a los pobres y a los comba-tientes populares y dejan libres a los que roban elsudor del pueblo trabajador [...] a los que tortu-ran y matan [...] Por eso a cada torturador, a cadaexplotador y traidor de nuestros sacrificios debe-mos hacerles JUICIOS POPULARES [...] y aplicarlestodo el peso de la JUSTICIA POPULAR. Para quesepan que sabemos defendernos, que sabemosque NO HAY UNA SOLA JUSTICIA, sino que frentea la JUSTICIA DE LOS EXPLOTADORES está la JUS-TICIA DE LOS EXPLOTADOS...”.82

Aunque resultaría absurdo postular que elPRT-ERP logró constituir efectivamente órganosde poder paralelos (al estilo de los soviets) esprobable, al menos, que el ejercicio de esta jus-ticia abonara la convicción perretista de estarconsolidando opciones de poder, “acumulandofuerzas” que servirían de base y condición parauna anunciada insurrección de masas que coro-naría el triunfo revolucionario.

El esquema de “desarrollo de poder dual”postulado por Santucho en septiembre de 1974hacía hincapié, también, en la dimensión geo-gráfica del doble poder. Allí, Santucho advertíaque la insurrección final del pueblo podía serprecedida por insurrecciones parciales en dis-tintos puntos del país “que establezcan el poderrevolucionario en una región o provincia, lasdenominadas zonas liberadas”.83

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Aunque el frente abierto en el monte tucu-mano no alcanzó nunca a consolidarse como“zona liberada” (es decir, como área geográficaefectivamente controlada y administrada por laguerrilla), lo cierto es que era ése precisamente elobjetivo del PRT-ERP y por tanto actuó en conse-cuencia. Al mismo tiempo, en el control de eseterritorio la organización creía encontrar un fun-damento inapelable para ser reconocida interna-cionalmente como fuerza-estado beligerante yexigir, en consecuencia, la aplicación de las con-venciones de guerra de Ginebra.

No se han encontrado evidencias de laconstitución de “órganos de poder” reales enTucumán. Tampoco de que la guerrilla hubieraalcanzado a disputar allí “funciones de poder”.Sin embargo, por el lugar que la Compañía delMonte ocupaba en las expectativas partidarias,resulta necesario observar las modalidades queasumió allí el ejercicio de la justicia perretista.Es probable que este ejercicio se sustentarasobre la voluntad de hacer visible ante la pobla-ción local la presencia de un nuevo poder para,a partir de allí, emerger como opción real.

El 20 de septiembre, al poco tiempo dehaberse instalado en la zona, los guerrilleros rea-lizaron allí sus primeras ejecuciones. Éstas, aligual que gran parte de las realizadas en otraspartes, llevaron el sello de la venganza personali-zada por la tortura y asesinato de un combatien-te: “cuando la Compañía de Monte Ramón RosaJiménez tomó el nombre del inolvidable “Zurdo”,estaba siempre caliente en nuestra memoria susalvaje asesinato en manos de la policía de SantaLucía”.84 Pero más importante, quizás, fue quelas mismas asumieron la forma de una escenifica-ción pedagógica del nuevo poder revolucionarioque se pretendía instaurar. Eudoro Ibarra (comi-sario de la localidad de Santa Lucía) y HéctorZaraspe (taxista), declarados por un tribunalperretista culpables de las torturas y posteriorasesinato del combatiente Ramón Jiménez,85

fueron ajusticiados públicamente: “la unidad reu-nió a los pobladores de Santa Lucía y previa expli-cación de la sentencia Ibarra y Zaraspe fueronajusticiados frente a la más decidida aprobacióndel pueblo que desde largo tiempo pedía justiciaal ERP por el crimen del Zurdito”.86

Esta “decidida aprobación”, cualquiera hayasido su real alcance y extensión, no resistió elembate del Operativo Independencia, cuya estrate-gia represiva inauguró la metodología del terrorque se extendería más tarde por todo el territoriodel país. El Ejército Nacional en su intento por pul-verizar todo acercamiento y/o apoyo a la guerrillaactuó –valga la ironía– en una verdadera zona libe-

rada, e inauguró 14 centros clandestinos de deten-ción donde guerrilleros y presuntos simpatizantesfueron torturados y, también, desaparecidos.

Mientras tanto, las cada vez más mengua-das filas del ERP (que en su mejor momento nohabían alcanzado el centener de combatientes),en su obstinado y desesperado intento porsobrevivir y evitar la propagación de la delación,ejecutaron en forma ejemplar a quienes habíancolaborado con el Ejército.87

Al igual que en los principales centrosurbanos del país, el golpe de Estado de 1976encontró a los guerrilleros militarmente derro-tados y sin aquella “decidida aprobación delpueblo” con la que habían poblado su imagina-rio e impulsado su accionar. Y aunque puedanconsiderarse parte de una estrategia que con-fiaba en la posibilidad de construir un poder real(a partir del desarrollo de órganos y funcionespropias), muy probablemente los “ajusticia-mientos” perretistas no hayan sido en absolutoajenos a ese paulatino proceso de desaproba-ción, de fracaso y, finalmente, de derrota.

Comentarios finales

“Es horrible matar. Sin embargo, no sólomatamos a los otros sino también a los nuestroscuando es preciso. Pues sólo la violencia puedecambiar este mundo asesino [...]. Todavía nonos está permitido, decíamos, no matar.”

Bertold Brecht: “La medida”

Venganza, guerra y, quizás en menormedida, “doble poder” fueron, entonces, losvectores que determinaron el ejercicio de unajusticia revolucionaria sustantiva que, actuandoen nombre de una comunidad moral, intentónormativizar la confrontación política y militar.Al igual que otras prácticas del PRT-ERP, las eje-cuciones formaron parte del proceso de cons-trucción identitaria de esta organización. Entanto “brazo ejecutor”, el accionar de la justiciaperretista proyectaba imaginariamente la iden-tificación con los valores de ese pueblo que elPRT-ERP creía representar. Y, al vengar la san-gre de los caídos, no sólo reforzaba el lazo sim-bólico entre los militantes, el pueblo y la orga-nización; también se ponía en acto una moralpostulada como esencialmente distinta a la deese enemigo que se enfrentaba; una moral pro-pia del hombre nuevo, eje rector de un manda-to partidario que nunca dejó de emularse.

En un libro maravilloso que tiene porobjeto pensar la subjetividad del siglo XX –la

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS22

forma en que el siglo se pensó a sí mismo ypensó su propio pensamiento– Alain Badiouadvierte que uno de sus signos distintos fue laobsesión por crear un hombre nuevo. Esta crea-ción no fue sino equivalente a la exigencia de ladestrucción del hombre antiguo: “el proyecto estan radical que en su realización no importa lasingularidad de las vidas humanas; ellas son unmero material”.88 La fuerte indiferencia a loscostos del proyecto y la legitimación de losmedios más violentos fue vivida, desde las pro-pias entrañas de la subjetividad del siglo, bajo lanorma de lo heroico, de lo épico.

El siglo se supo sangriento, continúaBadiou; pero esta sangre fundía el fin de una eray el comienzo de una nueva, infancia de la verda-dera humanidad. Su llegada era inminente, por-que el siglo XX no fue el siglo de la promesa sinoel de las victorias del presente, del aquí y ahora.Su estrategia creativa estuvo subordinada a lasemántica de la guerra, de la última guerra, la quepondría fin a todas las guerras, la lucha final.

Desde esta perspectiva no puede menosque advertirse que la experiencia revolucionariafue fiel a la subjetividad de su siglo; ferozmentefiel. Que la violencia ejercida no haya sido crea-dora de nuevas relaciones humanas, que nohaya estado inscripta en la construcción efecti-va de un orden emancipador, fue, en todo caso,parte de su fracaso.

VI. APÉNDICE

A continuación se ofrece un listado detalladode los 58 casos aquí considerados. El mismo estáordenado cronológicamente (por fecha de ejecu-ción). En el caso de los integrantes de las fuerzasrepresivas se consigna el grado seguido del nom-bre. En los otros, se consigna condición social omotivo de su ejecución a continuación del nombrede la persona ejecutada. Asimismo, se especifica enqué “caso” ha sido agrupada cada ejecución (A, B oDUDOSO). Finalmente, se consigna la fuente dedonde se extrajo la información.

*Soldado Luis Norberto MolinaMuerto “al resistirse” el 12-03-72 en la

VII Brigada Aérea de Morón.CASO BFuentes: Clarín 14 de marzo de 1972 y

Estrella Roja, abril de 1972, ambas citadas en InMemoriam, Tomo II, pág. 1869.

*Comandante principal Abel PedroAgarotti (Re)

Ejecutado el 17 de marzo de 1972 enQuilmes.

CASO AFuentes: “El ERP al pueblo” en Estrella

Roja (s/f), citada en In Memoriam, Tomo II,págs. 250-251; y “Para los ojos del pueblo NOHAY ESCONDITES” en Estrella Roja, marzo-abril de 1972.

*Oberdan Sallustro, empresario.Ejecutado el 10-04-72 en Capital Federal

(había sido secuestrado el 21-03-72).CASO AFuentes: Comunicado de prensa del 24 de

marzo de 1972, reproducido en In Memoriam,Tomo III, pág. 115; “Comunicado Nº 2” y “ElLargo brazo de la justicia popular” en EstrellaRoja Nº 12, marzo/abril de 1972, reproducidasen De Santis, Tomo I págs. 314-317.

*General Juan Carlos SánchezEjecutado 10-04-72 en Rosario (operativo

conjunto con las FAR).CASO AFuentes: “Comunicado Nº 2” y “El Largo

brazo de la justicia popular” en Estrella Roja Nº12, marzo/abril de 1972, ambas reproducidasen De Santis, Tomo I, págs. 314-317.

*Inspector Hugo Guillermo Tamganini (Re)Sin fecha de ejecución. Tucumán.CASO A

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS23

Fuentes: “El pueblo castiga a sus tortura-dores” en Estrella Roja Nº 23, 15 de agosto de1973.

*Suboficial mayor Emilio Horacio Larrea Muerto “al resistirse” el 04-09-73 en

Berazategui. CASO BFuente: Estrella Roja Nº 25, 21 de sep-

tiembre de 1973.

*Carlos Hugo Juncos (ex miembro de laDivisión de Informaciones de la Jefatura dePolicía Provincial de Córdoba).

Ejecutado el 12-09-73 en Córdoba.CASO AFuente: Estrella Roja Nº 26, del 20 de

noviembre de 1973. Colección DocumentoHistórico Nº 3 de Infobae.

*Coronel Camilo Arturo Gay y su esposaIlda Irma Cazaux

Ejecutados el 19-01-74 durante el copa-miento del Regimiento 10 de CaballeríaBlindada de Azul.

CASO DUDOSO. Se lo ha considerado dentro de este grupo

puesto que hay distintas versiones del aconteci-miento. Según la versión publicada en EstrellaRoja Nº 29, “Suplemento: El combate de Azul.28 de enero de 1974”, Gay se resiste a ser dete-nido y muere en el tiroteo que a partir de allí segenera; la muerte de su esposa no está men-cionada. Siguiendo esta versión de los hechospodría ser considerado CASO B.

Según el relato publicado en InMemoriam, tomo 1, pág. 100, ambos son eje-cutados fríamente (ella, incluso, delante de sushijos) por lo que podría ser considerado CASO A.

*Suboficial primero Mario Reduto (Re)Ejecutado presumiblemente el 13-03-74

en Zárate (había sido secuestrado el 22-02-74).CASO A Fuente: “Comando parapolicial secuestra-

do” en Estrella Roja Nº 31, del 04-03-74.Colección Documento Histórico Nº 28 deInfobae, pág. 16 (citada también en InMemoriam, tomo II págs. 113-114).

*Antonio Pedro Magaldi, SecretarioRegional de la CGT San Nicolás.

Ejecutado el 04-04-74 en San Nicolás.CASO AFuente: Estrella Roja Nº 32, del 10 de abril

de 1974. Colección Documento Histórico Nº 29

de Infobae, pág. 16.

*Cabo Rubén Oscar San JuanEjecutado el 04-09-74 en Rosario. CASO AFuentes: no se encontraron fuentes ori-

ginales de la ejecución. Sin embargo, por unlado, en In Memoriam tomo II, págs. 565-566le es adjudicado al ERP y, por otro lado, enjulio de 1973 había sido sentenciado a muertepor el ERP y dicha sentencia fue publicada enEstrella Roja Nº 23, del 15 de agosto de 1973,págs. 7-9.

*Comisario Eudoro Ibarra; y*Héctor Oscar Zaraspe (taxista acusado

de ser cómplice del anterior en la muerte de unintegrante del ERP).

Ejecutados el 20-09-74 en Santa Lucía(Tucumán).

CASO AFuentes: “Santa Lucía. Potrero de las Tablas-

Justicia Revolucionaria” sin fecha (original incluidoen “El terrorismo en la Argentina” Poder EjecutivoNacional, 30 de noviembre de 1979, págs. 127-129); y “El copamiento de Santa Lucía”, EstrellaRoja 41, lunes 7 de octubre de 1974. ColecciónDocumento Histórico Nº 3 de Infobae, pág. 16.

*Coronel Jorge Oscar Grassi o GrasEjecutado 25-09-74 en Córdoba. CASO AFuentes: Estrella Roja sin fecha Colección

Documento Histórico Nº 39 de Infobae, pág.15.

*Teniente primero Luis Roberto BrzicEjecutado 25-09-74 en Rosario. CASO AFuentes: Estrella Roja, sin fecha,

Colección Documento Histórico Nº 39 deInfobae, pág.15.

*Capitán Miguel Ángel PaivaEjecutado en 02-10-74 en Buenos Aires. CASO AFuentes: Estrella Roja Nº 43, del 4 de

noviembre de 1974, pág 18; y Clarín 4 de octu-bre de 1974; (ambas fuentes citadas en InMemoriam, tomo I, pág. 138).

*Mayor bioquímico Jaime GimenoEjecutado el 07-10-74 en Banfield. CASO AFuentes: En In Memoriam, tomo I, pág.

141, no se reproduce la fuente sino que se men-ciona que en Estrella Roja Nº 43, del 4 de

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS24

noviembre de 1974, pág. 18, el ERP se autoad-judica el hecho. Por otra parte, en un comunica-do del 10-10-74 publicado en Estrella Roja Nº45, del 2 de diciembre de 1974, pág. 13(Colección Documento histórico Nº 12 deInfobae) se anuncia que un comando del ERPtomó la escuela de Educación Técnica Nº 1 deDon Bosco “donde cursara sus estudios el com-batiente [...], caído en la acción de ajusticia-miento del mayor Gimeno”.

*Teniente primero Juan Carlos GambandeEjecutado el 10-10-74 en Santa Fe.CASO AFuentes: Parte de Guerra del 10-10-74

publicado en Estrella Roja Nº 43, lunes 4 denoviembre de 1974 (reproducida en De Santis,tomo II, pág. 333).

*Teniente coronel médico José FranciscoGardón

Ejecutado el 23-10-74, en San Miguel.CASO AFuentes: Estrella Roja Nº 43, del 4 de

noviembre de 1974, pág 18, citada en InMemoriam, tomo I, pág. 148.

*Profesor Jordán Bruno Genta, docenteuniversitario.

Ejecutado el 27-10-74 en Capital Federal.CASO DUDOSOFuentes: En In Memoriam, tomo 3, pág. 281

se atribuye el hecho al PRT-ERP pero sin citar omencionar fuentes específicas. Por otra parte, enEstrella Roja Nº 44, 18 de noviembre de 1974, queincluye una “crónica de guerra” de los meses deoctubre y noviembre, no se menciona este hecho.

*Mayor Néstor Horacio LópezEjecutado el 7-11-74 en Santa Fe.CASO AFuentes: Parte de Guerra publicado en

Estrella Roja Nº 44, 18 de noviembre de 1974,pág. 16.

*Teniente primero Roberto Eduardo CarbajoEjecutado el 12-11-74 en San Nicolás.CASO AFuentes: Estrella Roja Nº 45, 2 de diciem-

bre de 1974, pág. 18, citada en In Memoriam,tomo I, pág. 153.

*Teniente coronel Jorge Roberto IbarzábalEjecutado el 19-11-74 durante un trasla-

do. Había sido secuestrado el 19-01-74 en elasalto al cuartel de Azul.

CASO AFuentes: Parte de Guerra del 20-11-74

(original incluido en El terrorismo en laArgentina, Poder Ejecutivo Nacional, 30 denoviembre de 1979, pág. 322).

*Capitán Humberto ViolaEjecutado el 04-12-74 en San Miguel de

Tucumán (en el operativo resultó muerta, también,su hija de tres años, María Cristina).

CASO AFuentes: “Ejecución de oficialidad enemi-

ga. Unidad Compañía de Monte RRJ. Fecha: 1-12-74”, original incluido en El terrorismo en laArgentina, Poder Ejecutivo Nacional, 30 denoviembre de 1979, págs. 205-206.

*Sr. Ramón Samaniego (jefe de personalde La Cantábrica S.A.).

Ejecutado el 04-12-74 en Haedo.CASO AFuentes: “Ajusticiamiento”, original incluido

en El terrorismo en la Argentina, Poder EjecutivoNacional, 30 de noviembre de 1979, pág. 323.

*Sr. Antonio Do Santos Larangueira,empresario

Ejecutado el 14-12-74 en Mar del Plata.CASO AFuentes: Según In Memoriam, tomo III,

pág. 291, el ERP se autoadjudica el hecho enEstrella Roja Nº 48, del 19 de febrero de 1975.

*Sr. Alberto Abeigon (gerente general dela firma MILUZ) y

*Sr. Manuel Martínez (gerente de perso-nal de la misma firma).

Ejecutados el 30-12-74 en Villa Martelli.CASO A Fuentes: “MILUZ: Justicia Revolucionaria”

en Estrella Roja Nº 47, lunes 13 de enero de 1975,reproducida en De Santis, tomo II, págs. 336-337;y Editorial del mismo número, ColecciónDocumento Histórico Nº 16 de Infobae, pág. 2.

*Eliseo Pascual (“Besuco”) Córdoba (acu-sado de ser “colaborador” del Ejército).

Ejecutado el 17 ó 19 de enero de 1975 enTucumán.

CASO AFuentes: “Santa Lucía. Potrero de las

Tablas-Justicia Revolucionaria” sin fecha, origi-nal incluido en El terrorismo en la Argentina,Poder Ejecutivo Nacional, 30 de noviembre de1979, págs. 127-129; y Estrella Roja Nº 49, 10de marzo de 1975, pág. 13.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS25

*Sr. Francisco Ingrey, directivo o empre-sario de la financiera Roberts.

Secuestrado el 01-04-75 en San Isidro. Identificados sus restos el 10-09-75.CASO DUDOSO: En el relato contenido en In Memoriam,

tomo III, págs. 351-353 se postula que posible-mente haya sido el PRT-ERP puesto que en unoperativo vinculado al secuestro de CharlesLockwood, también directivo de la financieraRoberts habían “caído” tres militantes del PRT-ERP. No se encontraron fuentes originales.

*Sr. José Pedro Chirino, sindicalista, dele-gado de Tensa.

Ejecutado el 05-04-75 en Munro.CASO A Fuentes: Estrella Roja Nº 53, 5 de mayo de

1975, citada en In Memoriam, tomo III, pág. 322.

*Capitán Miguel Alberto KellerMuerto el 18-08-75 en Capital Federal.CASO BFuentes: Estrella Roja Nº 60, sin fecha,

citada en In Memoriam, tomo I pág. 226.

*Teniente coronel. Julio A. LarrabureMuerto el 23-08-75 (había sido secuestra-

do el 12-08-74 en el ataque a la Fábrica Militarde Pólvora y Explosivos de Villa María).

CASO DUDOSOFuentes: la noticia de su secuestro salió

publicada en Estrella Roja Nº 38, 19 de agosto de1974, Colección Documento Histórico Nº 8 deInfobae, pág. 8 y tapa. Luego, en una “propuesta dearmisticio” publicada en El Comatiente Nº 138, 9de octubre de 1974, reproducida en De Santis,tomo II págs. 327-331, el PRT-ERP exige ciertascondiciones a cambio de su vida. Finalmente enEstrella Roja Nº 59, 27 de agosto de 1975(Colección Documento Histórico Nº 7, Infobae, pág.3), el ERP niega toda responsabilidad en su muer-te, asegurando que se trató de un suicidio.

*Comisario Alfonso VergelEjecutado el 03-09-75 en La Plata. CASO AFuentes: según In Memoriam, tomo II,

pág. 495 “sería el ERP quien se adjudicaría elatentado, mediante el llamado realizado por unamujer a los medios de prensa y policiales”.

*Sr. Luis León Doménech, ejecutivo oempresario de la compañía Isaura.

Ejecutado el 12-09-75, (había sido secues-trado el 12-08-75).

CASO A: según In Memoriam, tomo 3, pág.353, fue muerto en iguales condiciones queSallustro, es decir, cuando fue descubierta la “cár-cel del pueblo” en donde permanecía secuestrado.No se citan fuentes aunque se afirma que en ellugar se halló una bandera del ERP. Por otra parte,en la publicación del juicio revolucionario que se lehizo a Jesús Ranier (alias el “Oso”, infiltrado del SIEen el ERP) se le adjudica la delación de dos cárce-les del pueblo en una de las cuales se hallaba dete-nido Luis Doménech.

Fuente: “Ajusticiamiento de un traidor” enEl Combatiente Nº 200, 21 de enero de 1976,más tarde publicado también en Estrella Roja, 2de febrero de 1976 (ambas reproducidas en DeSantis, tomo II, págs. 517-520).

*Jesús Rainer, alias “El Oso”, infiltrado.Ejecutado el 13-01-76.CASO AFuentes: “Ajusticiamiento de un traidor”

en El Combatiente Nº 200, 21 de enero de 1976,más tarde publicado también en Estrella Roja, 2de febrero de 1976 (ambas reproducidas en DeSantis, tomo II, págs. 517-520).

*Sr. Héctor Bartolomé Minetti, empresa-rio de Cemento Portland Sudamericana y JuanMinetti e Hijos S. A.

Ejecutado el 28-02-76 en Córdoba.CASO AFuentes: parte de Guerra del ERP, original

incluido en: El terrorismo en la Argentina, PoderEjecutivo Nacional, 30 de noviembre de 1979,pág. 261.

*Miguel Ángel Pozo, integrante del PRT-ERP.Sin fecha de ejecución.CASO AFuentes: “Justicia popular. Ajusticiamiento de un traidor” en Estrella

Roja Nº 71, 14 de marzo de 1976, pág. 3, origi-nal incluido en: El terrorismo en la Argentina,Poder Ejecutivo Nacional, 30 de noviembre de1979, pág. 342.

*Cabo primero Juan De Dios SilvaMuere el 03-05-76 tras un atentado reali-

zado el 08-04-76 en el que resultó gravementeherido.

CASO BFuentes: Estrella Roja, 3 de mayo de 1976,

citada en In Memoriam, tomo II págs. 306-307.

*Suboficial principal (Re) AlbertoCarbone; y

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS26

Jorge Alberto Carbone (agente de laPolicía Federal).

Ejecutados el 13-04-76.CASO DUDOSO: se considera dudosos

porque en la cita de In Memoriam (Estrella Rojasin fecha, probablemente mayo) el hecho apare-ce consignado, pero no autoadjudicado: “Abril14. Santos Lugares. Un comando procedió aajusticiar a dos custodios de un ejecutivo de laempresa imperialista Good Year; uno era subofi-cial de la Fuerza Aérea y el otro, su hijo, de laSuperintendencia de Investigaciones” (InMemoriam, tomo II, pág. 217).

*Capitán de fragata José G. BurgosEjecutado el 14-04-76 en Olivos. CASO DUDOSO (Idem caso anterior).Fuente: Estrella Roja, 14 de abril de 1976,

citado en In Memoriam, tomo II, pág. 130:“Olivos. Un comando ajustició al capitán de fra-gata ingeniero José Burgos”.

*Atilio Santillán, sindicalista. 22 de marzo de 19763 en Caital Federal. CASO AFuentes: Estrella Roja Nº 74, 19 de abril

de 1976, pág. 20, citada en El terrorismo deEstado en Argentina, Poder Ejecutivo Nacional,30 de noviembre de 1979, pág. 13.

*Sr. Raúl Velazco, jefe de planta de laCoop. Sancor de Córdoba.

Ejecutado el 21-04-76 en Córdoba.CASO BFuentes: Incluido en In Memoriam, tomo

III, págs. 411-412. No se citan fuentes partida-rias pero según este relato el acontecimientosucedió en la planta de SANCOR y los atacantesarrojaron volantes del ERP. Al parecer buscabana otro directivo de la empresa pero ejecutaron aVelazco por su actitud durante la toma.

*Coronel Abel Héctor Cavagnaro (Re)Ejecutado el 26-04-76 en Buenos Aires.CASO DUDOSOFuentes: Estrella Roja, 17 de mayo de 1976,

pág.19, referida en In Memoriam, tomo I, pág. 266.Al igual que en casos anteriores, la duda provienedel hecho de que su anuncio en Estrella Roja noimplica necesariamente que haya sido ésta la orga-nización que llevó a cabo la ejecución.

*Marcelo Jiménez, acusado de ser “cola-borador” del Ejército y “delator”.

Ejecutado el 27-04-76.CASO A

Fuentes: “Desde el monte la verdad revo-lucionaria. Parte de guerra” en Estrella Roja Nº76, 17 de mayo de 1976, pág. 9, original inclui-do en El terrorismo en la Argentina, PoderEjecutivo Nacional, 30 de noviembre de 1979,pág. 34.

*Mayor Osvaldo Elio ReyesEjecutado el 09-05-76 en Ezpeleta.CASO DUDOSO: al igual que en casos

anteriores en In Memoriam, tomo I, pág. 267 secita el anuncio que el ERP hace de esta ejecu-ción en Estrella Roja Nº 77, 31 de mayo de1976, pág. 19. Sin embargo, en dicho anunciono se especifica la organización política quellevó adelante la acción.

*Sr. Miguel Salizotsky, jefe de SeguridadIndustrial del Frigorífico Swift.

Ejecutado el 28-05-76 en Saladillo.CASO AFuentes: según In Memoriam, tomo III, pp.

420-421 el ERP, en Estrella Roja “correspondientea ese mes” se adjudicó el asesinato y en Nº 78 delmes siguiente “volvió a referirse al hecho”.

*Sr. Oscar Héctor Fiora, gerente de plan-ta del frigorífico Swift.

Ejecutado el 10-06-76 en Ensenada.CASO DUDOSO Según el relato contenido en In

Memoriam, tomo III, pág. 422, no se encontra-ron evidencias de la autoría de este hecho. Sinembargo, se lo adjudica al ERP porque 13 díasantes había matado a otro ejecutivo de la mismaempresa (Salizotsky).

*Coronel Juan Carlos MendietaEjecutado el 15-06-76 en Capital Federal.CASO BFuente: “Parte de Guerra. Ajusticiamiento

de un coronel contrarrevolucionario” distribuidoen la vía pública (citado en In Memoriam, tomoI, pág. 269).

*Sr. Osvaldo Trinidad, gerente de relacio-nes industriales de Swift.

Ejecutado el 21-06-76 en Berisso.CASO DUDOSO Según el relato contenido en In

Memoriam, tomo III, pág. 424, no se encontra-ron evidencias de la autoría de este hecho. Sinembargo, se lo adjudica al ERP porque 23 díasantes había matado a otro ejecutivo de lamisma empresa (Salizotsky), y 11 días anteshabía ocurrido el caso Fiora.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS27

*Vicecomodoro Roberto Moisés EchegoyenEjecutado el 10-07-76 en provincia de

Buenos Aires (había sido secuestrado el 19-04-76).CASO AFuentes: “Parte de Guerra. Detención de

un vicecomodoro” en Estrella Roja, mayo 1976. (Facsímil reproducido en In Memoriam,

tomo II, pág. 221).

*Sr. Carlos B. Balza, supervisor de serviciosadministrativos de Chrysler Fevre Argentina.

Ejecutado el 09-09-76.CASO DUDOSO En In Memoriam, tomo III, pág. 441 se le

atribuye esta muerta al ERP porque aparececonsignada en “Crónica de la GuerraRevolucionaria” de Estrella Roja. Al igual que encasos anteriores no se explicita qué organiza-ción llevó adelante la acción.

*Capitán de fragata Juan Jorge BassoEjecutado el 14-10-76 en Olivos. CASO DUDOSO Idem caso anterior. Fuente: Estrella Roja de noviembre de

1976: “14. Buenos Aires. Un comando ajusticióa un miembro de la armada contrarrevoluciona-ria, capitán Juan Basso”, citada en InMemoriam, tomo II, pág. 137.

*Adolfo Valis, vicecomodoro (Re), gerentede personal de La Cantábrica.

Ejecutado el 09-11-76 en Ituzaingó. CASO AFuentes: Parte de Guerra del ERP del 9 de

noviembre de 1976, Facsímil reproducido en InMemoriam, tomo II, pág. 225.

*Suboficial Carlos H. GilEjecutado en diciembre de 1976.CASO DUDOSO Idem casos anteriores. Su muerte aparece

consignada en la prensa partidaria sin explicitaciónde la organización responsable.

Fuentes: Estrella Roja, enero de 1977,citada en In Memoriam, tomo II, pág. 145.

*Sr. Pedro A. Lombardero, gerente derelaciones laborales de TAMET.

Ejecutado el 10-02-77 en Florida.CASO AFuentes: Estrella Roja Nº 93, 28 de febre-

ro de 1977, reproducida en De Santis, Tomo II,pág. 611.

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Vezzetti, Hugo (2003): Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad en la

Argentina, Buenos Aires: Siglo XXI.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS28

RREEFFEERREENNCCIIAASS

* Una versión similar y más sintética del presente artículo se encuentra en prensa en:

Caleidoscopio. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, número 21, enero-junio

2007, Universidad Autónoma de Aguas Calientes, México.

1 En Fanon, Franz (1963): Los condenados de la tierra, México, FCE, prólogo, pág. 20.

2 Sartre, Jean-Paul en Fanon, F. (1963) op. cit., prólogo, pág. 20.

3 Fanon F. (1963), op. cit., pág. 77.

4 En Fanon, F. (1963) op. cit., pág. 22.

5 En Cristianismo y Revolución (1969): “Teología para el Tercer Mundo. Los cristianos,

la violencia y la revolución”, Buenos Aires, pág. 12. La frase final corresponde a un

párrafo bíblico (Santiago 5, 1-5) con el que se abre su texto, “Advertencia”.

6 Confrontar con Marín, J. C. (2003) y/o con Círculo Militar (1998).

7 Ambos ejemplos fueron extraídos de Estrella Roja Nº 4, julio de 1971, Colección

Documento Histórico Nº 31 de Infobae, pág. 14.

8 Citado en In Memoriam, tomo II, pág. 217.

9 Estas consignas solían estar al final de las declaraciones del ERP en las que se anun-

ciaban las ejecuciones y sus motivos. En este caso particular se tomó la correspon-

diente a la ejecución de Ramón Samaniego, jefe de personal de La Cantábrica:

“Ajusticiamiento” 4-12-74 (Fuente original incluida en: Poder Ejecutivo Nacional

(1979, pág. 323).

10 Confrontar con Carnovale, Vera (2004): “El concepto del enemigo en el PRT-ERP”

en Lucha Armada en la Argentina, año 1, Nº 1, Buenos Aires.

11 El PRT quedó formalmente constituido en 1965 a partir de la confluencia del Frente

Indoamericano Popular (FRIP), liderado por Mario R. Santucho, y de Palabra Obrera

(PO), liderada por Nahuel Moreno. Tras la ruptura en 1968 de ese último afluente (que

tomó por algún tiempo la denominación de PRT-La Verdad), el PRT fundó, en 1970, su

propio brazo armado, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). La primera acción

armada del ERP fue la toma de la Comisaría Nº 24 de la ciudad de Rosario, en sep-

tiembre de ese mismo año.

12 Éstas fueron: las del comandante principal Abel Pedro Agarotti (Re), ejecutado el

17 de marzo en Quilmes; la del director general de FIAT, Oberdan Sallustro, secues-

trado el 21 de marzo y ejecutado el 10 de abril en Capital Federal; y la del general Juan

Carlos Sánchez, comandante del II cuerpo de Ejército, ejecutado también el 10 de

abril, en un operativo conjunto con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) en la

ciudad de Rosario. Durante ese año no se registraron más ejecuciones.

13 Las cuatro ejecuciones restantes son las de Antonio do Santos Larangueira,

empresario pesquero, ejecutado el 14-12-74 en Mar del Plata; Alberto Abeigon y

Manuel Martínez, gerente general y gerente de personal respectivamente de la firma

MILUZ, ejecutados el 30-12-74 en la sede de la fábrica en Villa Martelli, y Luis León

Doménech, ejecutivo de la compañía Isaura, secuestrado el 12-08-75 y ejecutado el

12-09-75. No se ha podido determinar los motivos de la primera de estas ejecucio-

nes puesto que no disponemos de la fuente original ni de su reproducción en fuentes

secundarias. Algo similar puede decirse del secuestro y ejecución de Luis Doménech:

no contamos con declaraciones partidarias en donde se expliciten los motivos de su

secuestro, aunque sabemos que fue ejecutado en situación similar a la de Sallustro

(cuando las fuerzas represivas localizaron la “cárcel del pueblo” donde permanecía

secuestrado). Por su parte, las dos últimas se efectuaron en represalia por el asesi-

nato de dos militantes obreros de aquella empresa.

14 Estrella Roja Nº 23, 15 de agosto de 1973.

15 Estrella Roja Nº 12, marzo/abril de 1972, fuente reproducida en De Santis (1998):

A vencer o morir. PRT-ERP documentos, tomo I, Buenos Aires, Eudeba, pág. 315.

16 En In Memoriam tomo III, se computan 98 casos de secuestros extorsivos denun-

ciados entre 1971 y 1976. De ese total, se presume que aproximadamente la mitad

corresponderían al PRT-ERP.

17 Secuestrado por el ERP el 23 de mayo de 1971 y liberado días después tras el éxito

en las negociaciones con la empresa.

18 Comunicado de prensa del 24 de marzo de 1972, reproducido en In Memoriam

(1999), tomo III, pág. 115.

19 Fórmula corriente empleada por el PRT-ERP en sus anuncios de condena a muer-

te de determinados represores. Véase, por ejemplo, “El pueblo castiga a sus tortura-

dores” en Estrella Roja Nº 23, 15 de agosto de 1973.

20 Al igual que para otras organizaciones guerrilleras de distintas partes del mundo,

la liberación de presos de las propias filas (y, más tarde, ante el feroz recrudeci-

mientos de la actividad represiva ilegal, la exigencia de garantías de vida y de inte-

gridad física) constituyó un reclamo constante en las distintas negociaciones que

el PRT-ERP mantuvo principalmente con las Fuerzas Armadas. Desde el punto de

vista de la subjetividad colectiva, esto contribuía no sólo al afianzamiento del sen-

tido de pertenencia a la organización sino también al fortalecimiento de lazos sim-

bólicos entre los militantes.

21 Confrontar con Seoane, María (1991): Todo o nada. La historia secreta y la histo-

ria pública del jefe guerrillero Mario Roberto Santucho, Buenos Aires, Planeta.

22 “El largo brazo de la justicia popular”, en De Santis (1998) A vencer o morir. PRT-

ERP documentos tomo I, Buenos Aires, Eudeba, pág.316.

23 En septiembre de ese año Montoneros había pasado a la clandestinidad y reto-

mado la actividad armada; al tiempo que hacia mediados de ese año, aproximada-

mente, el ERP instaló un frente guerrillero en el monte tucumano.

24 “Ajusticiamiento”, fuente original incluida en: Poder Ejecutivo Nacional (1979): El

terrorismo en la Argentina. Buenos Aires, Poder Ejecutivo Nacional, pág. 323.

25 “Ajusticiamiento”, op. cit. La ejecución del sindicalista Antonio Magaldi, ocurrida el

4 de abril de ese mismo año (1974) obedece al mismo esquema. En la declaración

pública del ERP se denunciaba que Magaldi “ha sido uno de los principales responsa-

bles del permanente ataque, persecución y vejámenes que sufren los trabajadores

[...] por parte de las bandas de matones fascistas, armados por la burocracia sindical,

por los directivos y dueños de las grandes empresas, en especial SOMISA, por el ejér-

cito y la policía federal. [...] Necesitan del terror para cumplir con sus planes de opre-

sión al pueblo [...]. Frente a los crímenes de las bandas fascistas y parapoliciales,

brazo armado de los opresores, el brazo armado del pueblo responde con la ejecución

de Antonio Magaldi...” (“EL ERP AL PUEBLO” en Estrella Roja Nº 32, 10 de abril de

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS29

1974, Colección Documento Histórico Nº 29 de Infobae).

26 Tanto Jorge Fisher como Miguel Bufano eran militantes de Política Obrera que se

habían proletarizado en la empresa hacía algún tiempo. A diferencia de otras repre-

salias, en ésta el ERP actúa en respuesta ya no del asesinato de sus propios militan-

tes sino de los militantes populares en general.

27 “MILUZ: Justicia Revolucionaria” en Estrella Roja Nº 47, 13 de enero de 1975.

Fuente reproducida en De Santis, (2000) A vencer o morir. PRT-ERP documentos Tomo

II, Buenos Aires, Eudeba, págs. 336-337. Resaltado en el original.

28 “Responder al terror con la justicia revolucionaria”, editorial de Estrella Roja Nº 47,

13 de enero de 1975, Colección Documento Histórico Nº 16 de Infobae.

29 Ídem anterior. El resaltado me corresponde.

30 Probablemente aquellas prácticas propias de la “guerra de aparatos” hayan

sido uno de los elementos que determinaron el comienzo del llamado repliegue

o reflujo de masas.

31 En realidad tampoco lo hace el “Parte de guerra del ERP” cuando anuncia el “ajus-

ticiamiento” de Minetti. En éste sólo se advierte que en tanto el empresario se resis-

tió a ser “detenido”, “se procedió a ajusticiamiento en el acto”; y a modo de expli-

cación de la determinación perretista: “Minetti había amasado fortunas con el sudor

de miles de explotados en sus molinos harineros, en sus canteras de cemento y en

otras fábricas por él controladas, ganándose el odio del pueblo cordobés” (“Parte de

guerra del ERP”, fuente original incluida en: Poder Ejecutivo Nacional (1979): El terro-

rismo en la Argentina. Buenos Aires, Poder Ejecutivo Nacional, pág. 261). Sin embar-

go, sería conveniente tener en cuenta, aunque la fuente citada no lo haya mencio-

nado, que otro integrante de la familia Minetti, José Antonio, había matado a un inte-

grante del ERP, Claudio Alberto Ludueña, en momentos en que este último “se apres-

taba a expropiar un auto para utilizarlo luego en la guerra revolucionaria”. José

Antonio Minetti era el propietario del automóvil. El hecho tuvo lugar en la ciudad de

Córdoba, el 27 de abril (¿de 1974?) y el ERP lo denunció en su órgano Estrella Roja.

Allí se explicaba que el apellido Minetti “es tristemente conocido por el pueblo de

Córdoba, ya que pertenece a una de las familias burguesas que diariamente explo-

tan a los obreros, autores del hambre y la miseria de los trabajadores, artífices de la

opresión y la injusticia”. Y, tras una semblanza del militante muerto, se exclamaba:

“¡La sangre derramada no será negociada! ¡No habrá tregua para los explotadores

del pueblo!” Es probable, entonces, que se haya tenido en cuenta este anteceden-

te en la determinación del “ajusticiamiento” de Héctor Minetti, ocurrido dos años

después. Las citas corresponden a Estrella Roja, sin fecha, Colección Documento

Histórico Nº 25 de Infobae.

32 In Memoriam, tomo 3, pág.421, no se han encontrado fuentes originales o repro-

ducidas en otras compilaciones.

33 In Memoriam, tomo II, pág. 225.

34 In Memoriam, tomo III, pág. 458.

35 Ver cuadro página 8. En este apartado se considerarán exclusivamente los

casos “A”.

36 “Para los ojos del pueblo NO HAY ESCONDITES”, en Estrella Roja, marzo/abril 1972.

37 “El largo brazo de la justicia popular”, en De Santis (1998) A vencer o morir. PRT-

ERP documentos tomo I, Buenos Aires, Eudeba, pág.317.

38 “El pueblo castiga a sus torturadores” en Estrella Roja Nº 23, 15 de agosto

de 1973.

39 Estrella Roja Nº 26, 20 de noviembre de 1973, Colección Documento

Histórico Nº 3 de Infobae.

40 “Comando Parapolicial Secuestrado” en Estrella Roja Nº 31, 4 de marzo de 1974,

Colección Documento Histórico Nº 28 de Infobae.

41 Estrella Roja Nº 23, 15 de agosto de 1973.

42“Santa Lucía. Potrero de las Tablas-Justicia Revolucionaria”, sin fecha, fuente origi-

nal incluida en El terrorismo en la Argentina, Poder Ejecutivo Nacional, 30 de noviem-

bre de 1979, págs. 127-128. El resaltado corresponde al original.

43 Según la documentación partidaria aquello que estaba en conocimiento de Ranier

era el tipo de acción (asalto a un regimiento), la fecha aproximada de la misma (navi-

dad de 1975) y el número y localización aproximada de las “contenciones”. Esta infor-

mación en manos del Ejército determinó el fracaso del ataque con el consiguiente

saldo de muertos y desaparecidos.

44 “Ajusticiamiento de un traidor” en El Combatiente Nº 200, miércoles 21 de enero

de 1976, en De Santis, op.cit. tomo II, págs. 517-520.

45 “Declaración” en Estrella Roja Nº 40, 23 de septiembre de 1974, en De

Santis, op. cit, tomo II, págs. 326-326. También en: Colección Documento

Histórico Nº 19 de Infobae.

46 La única fuente partidaria que se encontró de este episodio es “Ejecución de ofi-

cialidad enemiga. Unidad Compañía de Monte RRJ. Fecha: 1-12-74”. La misma es un

relato pormenorizado del desarrollo de la acción en que fuera “ajusticiado” el capitán

Viola. Allí se lee: “El automóvil operativo se aproxima hasta la misma altura que el

objetivo [...]. Situación extraordinaria. Siempre en los chequeos el sujeto descendía,

en esta oportunidad la que descendió fue la esposa, esperando él al volante a la espe-

ra para guardar el auto en el garage. Al frenar el automóvil operativo disparan el pri-

mer escopetazo que da en el parante delantero izquierdo del parabrisas, el sujeto se

agacha en ese momento y los balines dan de rebote a la pibita de 3 años que esta-

ba atrás...” Y, más adelante: “El compañero ametralladorista remata con un tiro a la

cabeza, retoma el auto; inmediatamente el compañero de la escopeta le dispara a

quemarropa un escopetazo y otro tiro de gracia con un revólver cal. 38. El compañe-

ro que maneja el auto de apoyo observa en ese momento que la hija de 5 años corre

hacia delante a la altura del automóvil. Observaciones: las heridas de la hija de 5 años

no hallan explicación, salió de rebote en los disparos de gracia. Las de la menor son

las del primer escopetazo que se disparó, desviado al atravesar la chapa. Luego de la

ejecución la retirada se cumple correctamente...” (original incluido en Poder Ejecutivo

Nacional: El terrorismo en la Argentina, Buenos Aires, Poder Ejecutivo Nacional, 30 de

noviembre de 1979, págs. 205-206).

47 “Resolución sobre represalias” en Estrella Roja Nº 59, 27 de agosto de 1975,

Colección Documento Histórico Nº 7 de Infobae. Mattini afirma que en el plena-

rio partidario que tomó esta resolución un asistente, Luis Segovia, “lanzó la

expresión ojo por ojo, diente por diente” y que “no hubo oposición por parte de

los titulares a esta propuesta...”.

48 La misma fue la del Comisario Alfonso Vergel, el 3 de septiembre de 1975 en

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS30

La Plata. No se han encontrado declaraciones relacionadas. Según consta en In

Memoriam “sería el ERP quien se adjudicaría el atentado, mediante el llamado

realizado por una mujer a los medios de prensa y policiales” (In Memoriam, tomo

II, pág. 495).

49 Edgardo Enríquez era hermano de Miguel Enríquez máximo dirigente del

Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) chileno, muerto en un enfrentamiento

el 5 de octubre de 1974 en Santiago, Chile. El MIR mantenía estrechos vínculos polí-

ticos con el PRT-ERP. Las dos organizaciones, conjuntamente con el Ejército de

Liberación Nacional de Bolivia y el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros,

conformaban la Junta Coordinadora Revolucionaria (JCR) del Cono Sur. A fines de

marzo de 1976, pocos días antes de ser secuestrado, Edgardo Enríquez había logra-

do escapar con vida de la finca de la localidad de Moreno, provincia de Buenos Aires,

donde el PRT celebraba un encuentro del Comité Central. El lugar fue detectado por

fuerzas policiales y del Ejército precipitándose un tiroteo que duró varias horas. En él

la organización perdió alrededor de 12 cuadros de envergadura. Otros dirigentes,

entre ellos, Edgardo Enríquez, lograron escapar con vida. Días después sería secues-

trado; hoy, se encuentra desaparecido.

50 “Parte de guerra. Detención de un vicecomodoro” en Estrella Roja s/nº, mayo de

1976, facsímil incluido en In Memoriam, tomo II, pág. 221.

51 Debray Régis (2004): “¿Revolución en la revolución?” en Lucha Armada en la

Argentina, año 1, Nº 1, Buenos Aires.

52 Mariguella, Carlos (2005): “Minimanual del guerrillero urbano” en Lucha Armada

en la Argentina, año 1, Nº 2, Buenos Aires.

53 “El ajusticiamiento del Fusilador de la Patagonia” en Estrella Roja Nº 41, 7 de octu-

bre de 1974.

54 “Las represalias” en Estrella Roja, sin fecha, Colección Documento Histórico Nº 39

de Infobae.

55 Estrella Roja Nº 93, 28 de febrero de 1977, en: De Santis Daniel (2000), Tomo 2,

pág. 612.

56 Declaración leída en conferencia de prensa y reproducida en Estrella Roja Nº 40,

23 de septiembre de 1974. En: De Santis (2000), págs. 325-326. También en

Colección de Documento Histórico de Infobae Nº 19.

57 Beatriz Sarlo (2003): La pasión y la excepción, Buenos Aires: Siglo XXI, pág. 145.

58 French, Peter (2001): The Virtues of Vengeance, USA: University Press of Kansass.

59 PRT (1972): “Moral y proletarización. Pequeña burguesía y revolución”, PRT. s/l,

pág. 20.

60 Éstas y otras expresiones similares se encuentran en prácticamente todas

las declaraciones perretistas. Las citadas se extrajeron de los pronunciamientos

del ERP tras los “ajusticiamientos del comandante Agarotti, Oberdan Sallustro

y el general Sánchez.

61 “Para los ojos del pueblo NO HAY ESCONDITES” en Estrella Roja, marzo/abril

de 1972.

62 Fórmula acuñada para referirse a los integrantes del ERP.

63 “El ERP al pueblo” en Estrella Roja, marzo/abril de 1972.

64 “EL largo brazo de la justicia popular” en De Santis, op.cit. tomo I, págs. 316-317.

65 “Resolución Nº 252. Liberación del Cnel. Crespo” en Estrella Roja Nº 34, 27 de

mayo de 1974, Colección Documento Histórico Nº27 de Infobae.

66 “Secuestro y liberación de Alfred Laun agente de la CIA. Parte de guerra” en

Estrella Roja Nº 34, 27 de mayo de 1974, Colección Documento Histórico Nº27 de

Infobae. En la misma dirección pueden citarse, por ejemplo, la carta del Teniente

Coronel Jorge Ibarzábal en la que insiste en el buen trato recibido (publicada en

Estrella Roja Nº 31, 4 de marzo de 1974) o en la “confesión” de Jesús Ranier, pos-

teriormente publicada, en la que hace constar que “escribo esta declaración por pro-

pia voluntad y que no he recibido desde el momento de mi detención ni en ninguno

de los interrogatorios, malos tratos ni torturas. Por el contrario, el trato ha sido firme

pero correcto” (“Ajusticiamiento de un traidor” en El Combatiente Nº 200, miércoles

21 de enero de 1976).

67 “Resoluciones sobre dinámica y relaciones de nuestra guerra revolucionaria.

Carácter de la guerra revolucionaria” en Resoluciones del V Congreso y Resoluciones

posteriores. Publicación del PRT, 1971.

68 Fórmula acuñada en la mayoría de las proclamas del ERP.

69 Hacia fines de 1974, en coincidencia con el establecimiento de un foco en el

monte tucumano, el ERP resolvió “dar un importante paso en la construcción de las

Fuerzas Armadas de la clase obrera y el pueblo”. Dicho paso consistió en una mayor

estructuración de las fuerzas guerrilleras mediante “el establecimiento de grados y la

formulación de reglamentos....” (“Grados y Reglamentos en el ERP” en Estrella Roja

[¿octubre de 1974?], Colección Documento Histórico Nº 39 de Infobae). Esta estruc-

turación incluyó, además de grados y reglamentos, el uso de uniformes e insignias

propias de un Ejército regular.

70 Es interesante resaltar que en tanto los Protocolos Adicionales de Ginebra (que

reglamentan el trato y la conducta en caso de conflictos armados dentro de las fron-

teras de un país incluyendo, por eso, a los ejércitos irregulares) se firmaron en 1977,

aquellos a los que el ERP apelaba reglamentaban exclusivamente los conflictos béli-

cos entre Estados nacionales.

71 “Resolución del Estado Mayor del ERR” en Estrella Roja Nº 31, 4 de marzo de

1974, Colección Documento Histórico de Infobae Nº 28. En ese mismo ejemplar de

la Estrella Roja se publicaba otro comunicado con fecha 17 de febrero en el que se

anunciaba la suspensión de la ejecución de Ibarzábal puesto que el Ejército había res-

pondido satisfactoriamente (quien habría actuado en dichas detenciones era la Policía

Federal); en consecuencia, se advertía que: “se aplicará la justicia popular sin juicio

sumario a la Policía Federal y a sus organismos especializados en tortura”. Un mes

más tarde, el 13 de marzo, el ERP “ajusticiaría” al suboficial Mario Reduto.

72 “Parte de guerra, 20 de noviembre de 1974”, original incluido en El terrorismo en

Argentina, Poder Ejecutivo Nacional, 30 de noviembre de 1979, pág. 322.

73 Al año siguiente de estos hechos, en agosto de 1975, el PRT-ERP propuso un

armisticio. A cambio de la liberación de todos los guerrilleros detenidos y de la dero-

gación de la legislación represiva, especialmente aquella que ilegalizaba al ERP, la

organización ofrecía la libertad del mayor Larrabure, detenido por el PRT-ERP desde

hacía un año. Pocos días después de hacerse pública esta propuesta se encontró el

cadáver del mayor Larrabure con signos de estrangulamiento. El ERP se apresuró a

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS31

aclarar que “el mayor Larrabure, detenido en la cárcel del pueblo se suicidó, tal como

se hizo saber en un comunicado de nuestra organización a todos los medios de difu-

sión. Deslindamos toda responsabilidad respecto de este hecho ya que como es

norma en nuestro Ejército el trato a los prisioneros de guerra siempre ha sido correc-

to respetando las Convenciones de Ginebra sobre estas cuestiones” (Estrella Roja Nº

59, miércoles 27 de agosto de 1975, Colección Documento Histórico Nº 7, Infobae)

Una semana más tarde, el PRT-ERP volvía a declarar en conferencia de prensa una

represalia indiscriminada que involucraba, esta vez, al conjunto de las fuerzas estata-

les y paraestatales involucradas en la represión. Cuando los periodistas le pregunta-

ron a Urteaga (miembro de la dirección partidaria) la relación existente entre la pro-

puesta de armisticio y la declaración de represalia “el compañero explicó que ésta era

independiente de la anterior, que se trata de una medida excepcional que el PRT

tomaba en vista de la persistencia del enemigo en sus hábitos criminales y que con

ella se busca poner límites a esta táctica y hacer que las Fuerzas Armadas enemigas

respete [sic] las leyes y convenciones de la guerra” (Estrella Roja Nº 59, miércoles 27

de agosto de 1975, Colección Documento Histórico Nº 7, de Infobae).

74 Estrella Roja Nº 23, 15 de agosto de 1973.

75 Santucho, Mario (1974) Poder burgués, poder revolucionario, en www.mar-

xists.org

76 Santucho, Mario (1974) op.cit.

77 Mattini, Luis (1996): Hombres y mujeres del PRT-ERP. De Tucumán a la Tablada,

Buenos Aires: Ed. de la Campana, op. cit. pág. 308. También afirma Mattini que el

Frente de Liberación Nacional de Argelia era uno de los referentes ejemplares de esta

idea, en tanto a través de diversas prácticas (celebración de matrimonios, adminis-

tración de justicia, etc.) funcionaba de hecho como una suerte de gobierno paralelo).

Un ejemplo ilustrativo vinculado a estas nociones señaladas por Mattini, tuvo lugar en

1971, en la ciudad de Rosario. Tras el secuestro de Stanley Silvester el ERP había exi-

gido al frigorífico Swift la compra de alimentos, frazadas y otros bienes por el valor

de 25 millones de pesos y su posterior reparto en villas y barrios pobres de la ciudad.

Según consta en un artículo publicado en Estrella Roja “llegó a conocimiento de nues-

tro Ejército que un comerciante [...] aprovechó esta circunstancia para llenarse sus

bolsillos de dinero aumentando el precio de las mercaderías que vendió al frigorífico

[...] este comerciante estafador [...] había aprovechado una acción de justicia revolu-

cionaria para su beneficio personal. Y es esa misma justicia la que luego se volvió con-

tra él, la que le exigió que devolviera al pueblo lo que él había estafado”. A continua-

ción se hacía pública la intimidación que el ERP le había hecho llegar al comercian-

te. El artículo finalizaba con la exclamación “Es Justicia revolucionaria” (Estrella Roja

Nº 5, agosto de 1971, Colección Documento Histórico Nº 33 de Infobae).

78 Estrella Roja Nº 12, marzo/abril de 1972, en De Santis, op. cit. tomo I, págs.

315-316.

79 La obra del Vergés, Estrategias judiciales en los procesos políticos, generó un inten-

so debate en el mundo del derecho a comienzos de la década de 1970. Allí, el juris-

ta francés proponía dos estrategias jurídicas posibles para los procesos contra los

rebeldes argelinos llevados adelante por tribunales franceses: la estrategia de ruptu-

ra y la estrategia de connivencia. A diferencia de la primera, la estrategia de conni-

vencia consistía en ajustarse a los parámetros vigentes y hacer uso en las defensas

de los procedimientos jurídicos disponibles.

80 Entrevista del Archivo Oral de Memoria Abierta, colección “Abogados, dere-

cho y política”.

81 Creada por la ley Nº 19.053., esta cámara tenía competencia en todo el territorio

de la Nación y podía “constituirse en cualquier lugar del país cuando lo considere con-

veniente para su mejor desempeño”. Su inconstitucional radicaba no sólo en que se

trataba de una tribunal ad hoc sino en que, adermás, violaba la jurisdicción natural de

los jueces. Debida precisamente a su amplia jurisdicción, los abogados defensores de

presos políticos la apodaron “el Camarón”.

82 “La justicia popular es la justicia de los explotados” en Estrella Roja Nº 23, 15 de

agosto de 1973, las mayúsculas corresponden al original.

83 Santucho, Mario R (1974), Poder burgués, poder revolucionario.

84 “Santa Lucía. Potrero de las Tablas-Justicia revolucionaria”, sin fecha, original

incluido en El terrorismo en Argentina, Poder Ejecutivo Nacional, 30 de noviembre de

1979, págs. 128-129.

85 El relato partidario afirma que luego de haber sido torturado en la comisaría de

Santa Lucía, Jiménez fue atado al vehículo de Zaraspe y arrastrado por el pueblo hasta

su muerte. El hecho tuvo lugar en octubre de 1972.

86 “Santa Lucía. Potrero de las Tablas- Justicia revolucionaria”, op.cit.

87 De este tipo fueron las ejecuciones de: Eliseo Pascual Córdoba, alias “Besuco” y

Marcelo Jiménez.

88 Badiou, Alain (2005): El Siglo, Buenos Aires: Manant.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS32

Roma. Abril de 1977. En una conferencia de prensa, Montoneros anun-cia la creación del Movimiento Peronista Montonero. No hacía un año y medioque la organización había adoptado la forma leninista de Partido y Ejército yalentado la formación del movimiento montonero. El análisis que precedió aesta orientación política señaló que la clase obrera había enfrentado a ungobierno peronista, superando a sus conducciones sindicales mediante coor-dinadoras obreras horizontales.2 Creían tan profunda la crisis de la identidadperonista de la clase obrera que decidieron que era el momento oportuno deconvocar un nuevo movimiento, continuador del peronismo: el montoneris-mo, cuya dirección quedaba reservada para el partido. Transformado en par-tido de vanguardia, Montoneros creó su propio movimiento en reemplazo delperonismo.

El concepto de vanguardia atraviesa toda la producción teórica y pro-pagandística de la izquierda argentina y de las organizaciones armadas en par-ticular. Sin embargo, una primera aproximación permite detectar diferenciasde significado entre los grupos armados de la izquierda marxista y de laizquierda peronista, e incluso entre los diferentes grupos de esta última. Elpropósito de estas líneas es un recorrido por la forma en que la organizaciónMontoneros utilizó ese concepto clásico del marxismo desde sus orígeneshasta la declaración de Roma en abril de 1977, tratando de establecer dife-rentes etapas, en las que el concepto inicial fue puesto en tensión debido a laadopción de políticas que contradecían los presupuestos originarios.

Como es sabido, la idea de la vanguardia revolucionaria hunde sus raícesen los debates de la socialdemocracia internacional desde principios del sigloXX, momento en que Lenin argumentara a favor de la formación de un partidode revolucionarios profesionales con el propósito de combatir las corrientes

EEll eerrrrááttiiccoo rruummbbooddee llaa vvaanngguuaarrddiiaammoonnttoonneerraaEERRNNEESSTTOO SSAALLAASS**

“La guerrilla es la vanguardia combativa del pueblo”Ernesto “Che” Guevara

“[La noción de clase como categoría estática] proporciona una fácil justificación parala política de sustitución: es decir, la “vanguardia” que sabe mejor que la clase

misma cuáles deben ser los verdaderos intereses (y conciencia) de ésta.”E. P. Thompson 1

*Historiador, UBA.

1 THOMPSON,

Edward P.: TTrraaddiicciióónn,, rreevvuueell--

ttaa yy ccoonncciieenncciiaa ddee ccllaassee,

Barcelona, Crítica, 1979.

2 Se trata de las

jornadas de lucha de julio

de 1975, que culminaron

con el alejamiento

de López Rega.

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“economicistas”.3 Para Lenin, las condiciones objetivas de la clase obrera per-mitían que ésta tendiera a organizarse más fácilmente que otras clases de lasociedad, pero esa organización se desviaba en objetivos reivindicativos inme-diatos sin llegar a plantear los objetivos políticos de la toma del poder. La nece-sidad de un partido de vanguardia resultaba de una doble carencia del sujetohistórico revolucionario –la clase obrera–; en primer lugar, que la concienciapolítica de las masas no se desarrollaba de manera espontánea sino que depen-día de la tarea de educación política de las mismas, y ésta sólo podía efectuar-se desde “afuera” de ellas; en segundo lugar, que las tareas de la socialdemo-cracia debían abarcar también a todas las clases que se opusieran a la autocra-cia zarista, por lo que la formación de un amplio frente político requería que nose dejara esta tarea a los sindicatos, ni siquiera a los núcleos revolucionariosque activaban entre los obreros, sino que resultaba necesaria una estructuraclandestina –el partido profesional– que garantizara el proyecto estratégico detoma del poder.4

Citando a Lenin, el Che, en su exposición acerca de la construcción delpartido y el desarrollo de la conciencia, opinaba que al existir una vanguardiadel proletariado que hiciera suyas las reivindicaciones de la clase obrera y sepropusiera la toma del poder, se podría avanzar y superar el etapismo quederivaba de la carencia de las condiciones subjetivas para realizar la revolu-ción. En sus palabras: “... el proceso de desarrollo histórico de las sociedadesen determinadas condiciones pueden abreviarse, y el partido de vanguardia esuna de las armas fundamentales para abreviarlas.”5

Resulta evidente que la necesidad de una vanguardia que contuviera ensu programa los objetivos reivindicativos de las masas se hacía en amboscasos enunciando la existencia de condiciones objetivas para la posible tomadel poder. En el primer caso, Lenin destacaba la existencia de la autocraciazarista y, en el otro, el Che señalaba la dominación autoritaria de gobiernosoligárquicos en la figura de dictaduras militares, cuya dominación estababasada en el uso de la fuerza. De allí que para ambos líderes la vanguardiaresultara necesariamente clandestina, para imposibilitar su eliminación comofuerza estratégica por la represión.

Dado que no pretendo un desarrollo teórico, que presupongo amplia-mente conocido por los lectores, la síntesis precedente pretende un marcomínimo para el planteo de algunas preguntas respecto del concepto de la van-guardia y el partido. En primer lugar, que la vanguardia así concebida se con-vierte en intérprete del sentido de las luchas populares para erigirse en sudirección. En consecuencia, debe ser en cada momento reconocida por aque-llos a quienes pretende representar. En segundo lugar, que del concepto leni-nista se deriva que el programa socialdemócrata contiene la estrategia para latoma del poder, que por sí solas las masas desconocen. En concreto, la pre-gunta ¿cuál es la condición que hace diferente a la vanguardia y le permiteestablecer dicha estrategia? se responde: por el conocimiento de la teoríarevolucionaria, del camino necesario para la toma del poder. Su rol le es dado,entonces, no sólo como intérprete de las reivindicaciones de la clase a la querepresenta sino por el conocimiento de conceptos que a las masas le son nega-dos por la dominación capitalista misma. Este apego al “conocimiento cientí-fico” permite una contradicción entre lo que las masas quieren en determina-do momento y lo que la vanguardia conoce de acuerdo con la teoría revolu-cionaria. Entonces, ¿cuándo es vanguardia la vanguardia?, ¿cuándo hace loque las masas quieren o cuándo es fiel a la teoría revolucionaria? Este fue unode los debates constitutivos de los primeros tiempos de las organizacionesarmadas argentinas.

3 A pesar de que el

concepto puede rastrearse

en los escritos de Marx y

Engels sobre el anarquismo

y el blanquismo.

4 LENIN, Vladimir Ilich:¿¿QQuuéé hhaacceerr??,, Buenos Aires,

Nuestra América, 2004.

5 GUEVARA, Ernesto:

“Sobre la construcción del

Partido”, marzo de 1963;

en: GUEVARA, Ernesto:OObbrraass CCoommpplleettaass, Buenos

Aires, MACLA, 1997.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS34

DDeebbaattee ssoobbrree llaa vvaanngguuaarrddiiaa.. LLooss pprriimmeerrooss ttiieemmppooss

La enumeración de las causas por las que la lucha armada resultaba legí-tima en el momento de su surgimiento ocupó los documentos de los primerosaños. El argumento central fue partir de la condición de “agredido”: la violen-cia de los oprimidos es la consecuencia de la violencia de las clases dominan-tes. En la búsqueda de legitimidad para la violencia política se destaca, en losprimeros tiempos, la influencia de los textos del Che, aunque complementa-dos por la propia experiencia de cada uno de los grupos. Puntualizando en lasguerrillas peronistas, en el congreso realizado en Córdoba en 1969, un docu-mento de la Tendencia Revolucionaria del Peronismo postuló a las vanguardiasarmadas como el inicio de una guerra del pueblo, necesaria frente a la dicta-dura que había anulado todas las libertades. En el mismo documento serechazan las críticas de que la lucha guerrillera es contradictoria con lasluchas de masas. El congreso, que hizo suya esta tesis, terminaba concluyen-do que “la guerrilla es la vanguardia combativa del pueblo, en tiempo y enespacio. Nace antes que la lucha de masas se generalice a través del ejércitopopular y aparece en lugares o zonas adecuadas donde la población ha alcan-zado niveles apropiados para la insurrección”.6

Resalto los conceptos más relevantes sobre la vanguardia, presentes enlos primeros documentos (1969-1973) de los grupos armados peronistas: a)las vanguardias surgen como resultado de las luchas del pueblo peronista ,sostenidas desde el derrocamiento de Perón; ellas son hijas del pueblo y hansido posibles por la conciencia de los trabajadores; b) la lucha heroica de laresistencia peronista se ha caracterizado por su espontaneidad, inorganicidady economicismo de cortas miras, por lo que la vanguardia armada llega parasuperar estos defectos; c) los destacamentos armados peronistas serán la“vanguardia” en el momento en que confluyan en una sola organización, porlo que ningún grupo puede arrogarse en principio el rol exclusivo de la misma;d) el movimiento de masas que expresa en Argentina la vocación revolucio-naria es el peronismo; y e) dado que la violencia revolucionaria es la forma delucha que permite la toma del poder, la lucha armada se erige en condiciónnecesaria para la realización misma de las otras formas de lucha, permitiendola orientación de todas ellas hacia objetivos políticos estratégicos.7

Nótese que en el caso de las organizaciones peronistas, la vanguardia noprocede de una carencia en la clase obrera, sino que –al contrario– es la con-ciencia misma de los trabajadores peronistas la que la ha creado, ya que –ensu opinión– la vocación revolucionaria reside en el movimiento peronista. Esel movimiento el que crea las vanguardias, y no a la inversa como se enfati-zaba en el cuerpo central de la teoría del foco. Fueron estas resignificacioneslas que diferenciaron en su origen a los grupos de la izquierda peronista de suspares marxistas. La forma impresa de esta discrepancia puede verse en eldebate entre militantes de las FAR y un grupo del ERP en 1970.8 Dado que laargumentación central de las FAR fue enteramente producto de la pluma deCarlos Olmedo, nos referiremos a ella como la polémica Olmedo-ERP.9

La importancia de esta polémica reside en el hecho de que a partir deella misma fueron fijadas las diferencias esenciales entre las organizacionesarmadas marxistas y peronistas. Entre estas diferencias, me interesa señalarparticularmente aquellas en torno a la cuestión del concepto de vanguardia.Lo que las FAR intentaban incorporar en la teoría era que, en el caso de laArgentina, las luchas obreras y populares implicaban una conciencia políticadeterminada, una experiencia por la cual un trabajador peronista no dividía sureivindicación inmediata de su significación política, por lo que la vanguardiasólo podía ser el resultado de esta valoración: que el peronismo era la expe-riencia política concreta de los trabajadores en la lucha por su liberación. Másaún, Olmedo señalaba que el resultado del crecimiento exponencial de aque-

6 TENDENCIA REVOLUCIO-

NARIA DEL PERONISMO.

“Estrategia y táctica revolu-

cionarias”. Documento pre-

sentado al Congreso de

Córdoba, enero de 1969; en:

BASCHETTI, Roberto:DDooccuummeennttooss ddee llaa RReessiisstteenn--

cciiaa PPeerroonniissttaa,, Buenos Aires,

Puntosur, 1987.

7 Ver documentos de

Montoneros y FAR en: BAS-

CHETTI, Roberto:DDooccuummeennttooss ((11997700--11997733))..

DDee llaa gguueerrrriillllaa ppeerroonniissttaa aall

ggoobbiieerrnnoo ppooppuullaarr, Buenos

Aires, de la Campana,

1995, págs. 101 y 146.

8 Se trata de: FAR

“Reportaje a las Fuerzas

Armadas Revolucionarias”,

diciembre de 1970; “Trabajo

realizado por un grupo de

militantes del ERP, desde la

cárcel de Encausados de

Córdoba”, abril-mayo de

1971; y OLMEDO, Carlos:

“Una respuesta al documen-

to del Ejército Revolucionario

del Pueblo”, 1971; en

BASCHETTI, Roberto:DDooccuummeennttooss...... op. cit.,

págs. 145 a 214.

9 Carlos Enrique Eduardo

“Germán” Olmedo nació el 5

de enero de 1944 en

Asunción, Paraguay. A los 10

años se radicó con su familia

en Capital Federal. Cursó

estudios de Sociología en la

Facultad de Filosofía y Letras,

y como militante comunista

ocupó cargos en el centro de

estudiantes. Viajó a Cuba

durante la formación de las

FAR y se transformó en uno

de los ideólogos más impor-

tantes del grupo. Fue abatido

en el llamado “Combate de

Ferreira”, durante una opera-

ción conjunta de FAP, FAR y

Montoneros, el 26 de

octubre de 1971.

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llas luchas había originado el surgi-miento de las vanguardias armadas.

El debate se nutrió de citas deLenin, Kautsky y los clásicos del mar-xismo. Por su parte, el ERP intervinoresaltando que el hecho esencial en laconstrucción del socialismo lo constitu-ían las direcciones revolucionarias, quetransmitían a las masas la ideología delsocialismo científico. Las masas obrerasno elaboran una ideología independien-te, por lo que la contradicción se plan-tea entre ideología socialista o ideologíaburguesa, y todo lo que no fortalece elcamino al socialismo, fortalece a la bur-guesía.10 Desde esta perspectiva,señalaban que el peronismo era unavariante “burguesa, deformada y defor-mante que se viste con ropajes clasistasy revolucionarios” para ocultar sucarácter populista.

En cuanto a la vanguardia, afir-maban que “[...] es espontaneísmosuponer que el proletariado conquiste el poder político sin construir previamen-te y mediante la lucha armada el partido revolucionario formado por su van-guardia que lo dirigirá en su lucha contra el Estado burgués y su ejército”.11

Dado que lo que existía en Argentina era una aumento de la intensidad de lalucha de clases, los militantes del ERP entendían que sólo un partido marxista-leninista podría dirigir a la clase obrera en su lucha de liberación social. El movi-miento peronista estaba incapacitado de realizar esta tarea debido a su policla-sismo y su compromiso con los partidos burgueses; la vuelta de Perón no era sinouna maniobra para calmar los ímpetus revolucionarios de las masas.

Carlos Olmedo consideraba que la izquierda, en este caso el ERP, utili-zaba la teoría marxista no como una herramienta de análisis sino como unabandera política universal, aplicable indistintamente en cualquier lado. Lasparticularidades de cada realidad y la ideología misma de las masas quedabanexcluidas del análisis y reemplazadas por la teoría. Por lo que autoproclamar-se vanguardia resultaba inútil, pues la verdadera vanguardia sería la que lasmasas hicieran suya, dado que “entre la realidad y la línea, hay que elegir larealidad”. Para Olmedo, la experiencia histórica del pueblo era el punto departida para la tarea revolucionaria: “La vanguardia surgirá en el momento enque el pueblo adhiera a una lucha constante y total contra el sistema y élmismo se encargará de formarla y alimentarla.”12

En la tensión entre lo que las masas querían y la aplicación de una teo-ría revolucionaria a sus luchas para dirigirlas hacia la toma del poder, seencontraba el dilema de las vanguardias armadas. Al incorporar la cuestión dela identidad desde un análisis marxista, las guerrillas peronistas se integrabansin esfuerzo en una secuencia histórica, la de las luchas de los trabajadoresperonistas, proponiéndose como su vanguardia. Pero, al mismo tiempo, el con-cepto mismo de vanguardia debía entrar en colisión con el liderazgo de Perón.

Montoneros –y las otras guerrillas peronistas– constituyeron un caso atí-pico entre sus pares latinoamericanas imbuidas, como el ERP, de la idea de laconstrucción del partido revolucionario. Al contrario, las guerrillas peronistas nopropondrían la formación de un partido de vanguardia porque pasaron a consti-tuirse en la fracción de izquierda de un movimiento populista y policlasista, y lohicieron desde la perspectiva teórica que el documento de Olmedo les ofrecía.

10 Se trata de una extensa

cita del ¿¿QQuuéé hhaacceerr??,

de Lenin.

11 FAR: “Trabajo...”,

op. cit., pág. 182.

12 Op. cit., pág. 212.

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De acuerdo con estas ideas, Montoneros consideraba que la guerrapopular que había emprendido debía apoyarse en la movilización de lasmasas ya que “el grado de desarrollo de la guerra revolucionaria depende dela conciencia de las masas.”13 De todas maneras, la relación entre la van-guardia y las masas contenía un claro signo hegemonista, ya que la organi-zación solicitaba la subordinación de las luchas, sin mediación ni intento dealianza política, al objetivo estratégico que ella encarnaba. Lo que resultacontradictorio con la valoración –que anotamos más arriba– del sujeto y suexperiencia histórica.

DDeell ““ffooccoo”” aa llaa ““iinnffeecccciióónn””.. LLaa vvaanngguuaarrddiiaa mmoonnttoonneerraa yy llaa ddiirreecccciióónn ddee PPeerróónn

En los años siguientes, Montoneros pudo verificar el efecto exitoso que pro-vocaba la vanguardia armada en una sociedad altamente movilizada. Centenaresde agrupaciones juveniles peronistas, junto a grupos provenientes del naciona-lismo, el marxismo, el socialismo o grupos juveniles católicos en guerra contra lasjerarquías, pedían su ingreso a raudales en la organización. Fueron ellos los que,poco tiempo después, con el ingreso de Montoneros en la campaña electoral de1973, convocaron a un multiforme movimiento de apoyo al “Luche y vuelve” queprovocó una fuerte simpatía popular hacia los jóvenes revolucionarios.

La organización acusó recibo de esta situación, acomodando sus estruc-turas clandestinas a los tiempos políticos que se avecinaban.14 Montoneroshizo la autocrítica por su concepción foquista de la vanguardia transformán-dose de un organismo militar en una organización político militar (la OPM). Latransición del “foco” a la “infección” –como la llamaban–, se afirmó con elfuerte rol que asumieron los grupos políticos. La importancia de la JuventudPeronista, sumados los trabajos sociales y políticos en variadísimos ámbitos(barrios, fábricas, villas miserias, inquilinatos, universidades, colegios, etc.)cambiaron la fisonomía de la organización, agregándole una fuerte capacidadde movilización de masas. Todos los militantes de aquella época declaranhaber sentido que tocaban el cielo con las manos el 25 de mayo de 1973; laplaza colmada de banderas de las organizaciones, un clima de gesta, el “¡sevan, se van, y nunca volverán!”, el cambio de una época: la revolución.

Pero nadie obviaba que el marco de esa convocatoria lo había estadofijando Perón, quien, al volver al país, jugó hábilmente sus cartas para ejer-cer efectivamente la conducción del movimiento que habían reclamado parasí las vanguardias armadas. En mayo de 1973, obligados por las circunstan-cias o verdaderamente convencidos, Montoneros y las FAR –quienes estabanen proceso de fusión– fijaron su posición sobre el rol de Perón. Aunque tra-taban de conciliar su presencia como vanguardia dentro del movimiento,reconocieron la dirección del general al afirmar que “esta interpretación yconducción que es función de la vanguardia, la realiza una sola persona, elgeneral Perón”. Ello no significaba renunciar al lugar de vanguardia organi-zada, que reclamaban las organizaciones. Pero era una concesión al Generalque otras guerrillas peronistas no aceptaron. Finalmente, afirmaron que surol como vanguardia residía en garantizar la hegemonía de la clase obreradentro del movimiento. La contradicción se cerraba con una fórmula quedenotaba lo confuso de la situación que planteaban: la presencia de dos van-guardias en un mismo movimiento no implicaba la sustitución del líder, sinola síntesis con él.15 Lo cierto es que en los seis meses siguientes Montonerosabandonó toda referencia a la vanguardia.

Independientemente de la “teoría del cerco”, que intentaba dar cuenta del“cerco” que el propio Perón les estaba tendiendo a ellos, a finales de 1973 ya eraevidente para Montoneros que la ruptura con Perón se avecinaba, puesto que lasdiferencias de proyectos la hacían inevitable. Fue entonces cuando la conducción

13 MONTONEROS. “Línea

Político Militar. Documento

interno”, en: BASCHETTI,

Roberto: DDooccuummeennttooss

((11997700--11997733)), op. cit.,

pág. 249.

14 Ver el documento,

MONTONEROS. “Memoria

anual 1971”, en: BASCHET-

TI, Roberto: op. cit.,

pág. 363.

15 MONTONEROS. “Boletín

interno Nº 1”, Primera quin-

cena de mayo de 1973, en

BASCHETTI: op. cit., pág.

593. Esta fue una de las

principales diferencias plan-

teadas a Montoneros por

las FAP, dado que estos

sostenían la construcción

de la “alternativa indepen-

diente de la clase obrera”.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS37

transmitió a los frentes que Perón losestaba entregando como prenda denegociación de burócratas, sectoresdemo liberales y la burocracia sindical.Ante la nueva situación, los líderesmontoneros concluyeron que la con-ducción de Perón resultaba incompati-ble con un proyecto de vanguardia en elinterior del movimiento, ya que el des-arrollo del proyecto montonero en elmovimiento había estado provocandocompetencias y confrontaciones con laconducción de Perón.16

Reafirmaron que la vanguardiano podía disolverse como se disuelvenlas “formaciones especiales” (términocon el que solía nombrarlos Perón),meras herramientas tácticas para unaetapa, e innecesarias en la siguiente.No era aún la ruptura, pero los monto-neros comenzaron a prepararse paradisputar la conducción a Perón, reivin-dicando para su organización el papelde vanguardia de la lucha revolucio-naria, que sentían habían ganado en los años de oposición contra la dictadurade Onganía-Levingston-Lanusse. El mensaje a Perón, nunca plenamente asu-mido por la organización, fue el asesinato del secretario general de la CGT, JoséIgnacio Rucci. El efecto (no podría haber sido de otro modo) aceleró la rupturay, antes de que pasara un año, Perón logró el desplazamiento y persecución detodas las figuras de la tendencia revolucionaria en el movimiento, en el gobier-no nacional y en los gobiernos provinciales.

Que las alianzas de Perón habían cambiado resultó tan evidente como elhecho de que la llamada tendencia revolucionaria del peronismo no tenía lugaren ellas. De todas maneras, los montoneros seguían atrayendo infinidad de jóve-nes que nutrían las agrupaciones de base de la organización, proceso que conti-nuó hasta mediados de 1975, por lo que una de las alternativas podía ser el inten-to de transformar esas fuerzas en un ejército popular. Es notable que para la con-ducción montonera la construcción de poder residía fundamentalmente en la acu-mulación de poder militar.17 Carlos Flaskamp18 ha señalado acertadamente queesta posición, ciertamente militarista, conservaba una cuota de fidelidad a los orí-genes, cuando se había señalado que la lucha armada y la vanguardia que la por-taba era la lucha estratégica que aseguraba la toma del poder.

El enfrentamiento en la concentración del Primero de Mayo, la muertede Perón y la ofensiva violenta de la derecha peronista, decidieron a la orga-nización por la vuelta a la clandestinidad. El pase a la clandestinidad de laorganización ha sido la decisión que más criticas ha recibido, al punto de quealgunos de sus miembros, aunque de manera ambigua y sin demasiadas expli-caciones, se autocriticaron posteriormente por haberla concebido. En los pri-meros meses, la clandestinidad no impidió la continuidad de la presencia delos militantes en los frentes porque, aun privados de los locales, las agrupa-ciones mantenían su permanencia en diversos organismos de masas, comohabía aconsejado la conducción. Pero la implementación de una etapa deRetirada Estratégica, combinada con una Ofensiva Táctica Militar, implicófinalmente el abandono de los frentes políticos y el reordenamiento de losmilitantes en estructuras logísticas o de combate, que comenzaron a funcio-nar en la segunda mitad de 1975 con la transformación de las agrupaciones

16 MONTONEROS. “Charla

de la Conducción Nacional

ante las agrupaciones de

los frentes”, 1973. En

BASCHETTI, Roberto:DDooccuummeennttooss 11997733--11997766,,

vvoolluummeenn 11.. DDee CCáámmppoorraa aa

llaa rruuppttuurraa, Buenos Aires,

de la Campana, 1996,

pág. 276.

17 En el documento “Charla

de la Conducción Nacional

ante las agrupaciones de

los frentes”, se propone

esta alternativa mediante la

construcción de las milicias,

op. cit., págs. 283,

301 y 311.

18 FLASKAMP, Carlos:OOrrggaanniizzaacciioonneess PPoollííttiiccoo--

MMiilliittaarreess,, Buenos Aires,

Ediciones Nuevos Tiempos,

2002.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS38

en milicias. Lejos de constituir elEjército Montonero, el abandono delas tareas políticas, insertas en mayoro menor medida en las redes popula-res, disoció a la organización de lasdemandas sociales y políticas, alen-tando un creciente y renovado van-guardismo.19

En la definición de la retiradaestratégica siempre estuvo implícitala urgencia de la preparación de lascondiciones para una contraofensiva.En abril de 1975, a los seis meses deiniciada, Montoneros puso fin a laretirada y lanzó la primera campañamilitar de la Ofensiva Táctica quepermitiría “... preparar la contrao-fensiva, creando las condicionesmateriales en lo político, militar yorganizativo, para comenzar el con-traataque contra el enemigo, limi-tando progresivamente su capacidadde maniobra y acumulando las fuer-zas populares necesarias para ese

momento”.20 Sólo en la Capital Federal, se realizaron más de cien operacio-nes de todo tipo. Fue la primera experiencia que comenzó a integrar las mili-cias con los pelotones de combate. A partir de julio se implementó la segun-da campaña militar de la Ofensiva Táctica, que abarcó diferentes ciudades alo largo de los meses siguientes. El 16 de septiembre, aniversario del golpede 1955, “unos 1.500 muchachos y chicas actuaron en las roturas, cortes decalles, colocación de volanteras, caños falsos, etc.”21 El pensamiento monto-nero en aquel momento se sintetizaba en lo siguiente: “No hay política revo-lucionaria, es decir proyecto de toma del poder para los trabajadores y el pue-blo, sin la construcción del poder militar propio y la destrucción del podermilitar enemigo”.22

En el mismo documento se caracterizaban las desviaciones de la línea dela organización: los militaristas y los politicistas. Los primeros, por su incapa-cidad de ofrecer una respuesta política totalizadora, y los segundos –los basis-tas– porque, aunque sostenían la necesidad de elevar la acción reivindicativaal nivel político y aun militar, la aceptaban “sólo desde la lucha misma de lasmasas”, pues “toda acción que no venga de la masa es suplantar a la clase”.Para la conducción montonera la desviación de los basistas , “en aparienciaatrayente”, era que negaban la función de la vanguardia en las experienciasrevolucionarias dado que “siempre se formaron vanguardias que condujeronal conjunto de las luchas, y no simples coordinadoras de las estructuras debase, donde los mejores cuadros se dedican exclusivamente al trabajo de basedesvalorizando la acción militar”.23 El pensamiento montonero comenzaba aalejarse de aquél en el que la conciencia política de las masas había generadola posibilidad de las vanguardias.

Sin embargo, y pese a la ofensiva de la Triple A, durante 1975 la con-ducción logró, junto con el desarrollo de la ofensiva militar, expresar una pro-puesta política totalizadora. El llamado a la resistencia, al interior del pero-nismo lanzado ese año, pretendía liderar uno de los bloques en los que se frac-turaría el movimiento por la acción del gobierno de derecha de Isabel y LópezRega. Desde este punto de vista, la construcción del Partido PeronistaAuténtico fue una propuesta política que resultó atractiva para amplios secto-

19 Véase CALVEIRO, Pilar:PPoollííttiiccaa yy//oo vviioolleenncciiaa.. UUnnaa

aapprrooxxiimmaacciióónn aa llaa gguueerrrriillllaa

ddee llooss aaññooss 7700, Buenos

Aires, Grupo Editorial

Norma, 2005.

20 MONTONEROS. “La

Resistencia Peronista ataca

– Fundamentos de la

Ofensiva Táctica”, Evita

Montonera, Nº 2, enero-

febrero de 1975. En:

BASCHETTI, Roberto:DDooccuummeennttooss 11997733--11997766,,

vvoolluummeenn IIII.. DDee llaa rruuppttuurraa aall

ggoollppee, La Plata, ediciones

de la Campana, 1999,

pág. 397.

21 MONTONEROS. “Las

milicias peronistas son

posibles”, Evita Montonera,

Nº 3, marzo de 1975.

22 MONTONEROS. “La

Resistencia Peronista ataca

– Fundamentos de la

Ofensiva Táctica”, op. cit.

23 Idem, pág. 410.

Resaltado en el original.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS39

res del combativismo y la izquierda peronista, junto a hombres representati-vos de la historia del movimiento.

Hacia fin de año, alentados por el eficaz funcionamiento de las milicias,Montoneros se propuso la creación del Ejército Montonero, el cual debía supe-rar “todas las experiencias anteriores del peronismo”. Para ello se requería laconstrucción de unidades especializadas de combate, la permanencia y des-arrollo de las milicias y un aumento considerable de la logística que se obten-dría “profundizando la organización popular”. En la práctica, los militantes delos frentes serían convocados masivamente para la realización de estas tareas,profundizando la política de construcción de poder militar de la organización.

LLaa ccrreeaacciióónn ddeell PPaarrttiiddoo MMoonnttoonneerroo

En sus orígenes, Montoneros había sido una organización armada clan-destina. La irrupción de la política provocó una primera crítica al foquismosin política y la organización adoptó la forma de una organización político-militar (la “orga”, como hasta el día de hoy se la recuerda). La estrategia detransformación de las estructuras para lograr la formación del EjércitoMontonero y la primacía de la teoría para analizar la realidad (una mezcla deClausewitz, Mao y Lenin) decidió a la conducción a formular la conformacióndel Partido Montonero, al estilo de los tradicionales partidos de cuadros revo-lucionarios.24 El cambio de opinión de la conducción respecto de la necesi-dad de dar el enfrentamiento al interior del peronismo fue decisivo. Se con-sideró que la crisis de la identidad política peronista permitía a Montoneros“ser la única organización capaz de conducir a las masas peronistas”. Si elperonismo sufría una crisis de identidad, era necesario afirmar la identidadpolítica montonera”.25 Nuevamente el argumento giró en torno de la van-guardia que ejerciera una conducción centralizada en el enfrentamiento conla dictadura. El Partido Montonero se constituía en esa vanguardia apelandoa la necesidad de reclutar los mejores hombres para el partido y a la necesi-dad de implantar el centralismo democrático en la organización. El CongresoPartidario –el momento democrático–, en el que se elige la conducción y sevotan las orientaciones estratégicas, y la ejecución –centralista– por parte dela conducción que desarrolla las políticas. De todas maneras, el Congreso nollegó a ser reunido durante 1976.

De haber observado el ejemplo cubano, la única revolución latinoameri-cana que había triunfado por la vía de las armas, debían haber notado que latoma del poder fue ejercida efectivamente por una vanguardia armada, aun-que como parte integral de un Movimiento Político. La idea de la construccióndel partido revolucionario debe más bien su influencia a los teóricos vietna-mitas (Ho Chi Minh, Nguyen Giap), que el pensamiento montonero rescata enalguno de sus documentos. Aunque la organización siempre postuló que no sedebían trasponer otras experiencias revolucionarias de forma mecánica, valo-raban de los vietnamitas que “nos muestran claramente cual es el papel esen-cial de la organización revolucionaria: integrar, centralizar, sintetizar y condu-cir a todos los sectores y a todas las formas de lucha del pueblo contra el ene-migo imperialista”.26

Como parte de esta política de consolidación de la identidad montonera,la conducción nacional decidió en Roma la formación del Movimiento PeronistaMontonero para reemplazar al Movimiento Peronista, tratando de capitalizar lacrisis que creían ver en las preferencias políticas de la clase obrera. Pese a la caída y desaparición de miles de militantes durante los años 1976 y 1977, laconducción conservó una posición triunfalista. Como dijo Firmenich: “... la estrategia nuestra no era salvar gente, si hubiéramos tenidos esa estrategiano empezábamos; el objetivo de una organización política, no es salvar gente,el objetivo es tomar el poder con el mínimo costo posible”.27

24 El arresto y desaparición

de Roberto Quieto, tercero

en la conducción, en

diciembre de 1975, decidió

el recambio por una estruc-

tura de conducción con

cuerpos colegiados como el

Consejo Ejecutivo y el

Congreso Partidario.

25 MONTONEROS. “Llenar

el vacío de conducción: una

necesidad impostergable

del Movimiento de

Liberación Nacional”, mayo

de 1976.

26 MONTONEROS.

“Documento para el

Congreso Nacional”, 1975,

en: BASCHETTI, Roberto:DDooccuummeennttooss 11997733--779966......,

op. cit., pág. 351.

27 Entrevista a Firmenich

en video “Historia

Argentina 1955-1983”,

de Felipe Pigna.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS40

VVaanngguuaarrddiiaass

Francamente, no me agrada demasiado el concepto de vanguardia, sobretodo cuando su significado apela a un saber que los demás desconocen. Siempreme ha ofendido esa pose soberbia basada en el conocimiento de “la” teoría revo-lucionaria. Tal vez sea esta versión izquierdista de la vanguardia la que másrechazo ha provocado en los debates de algunos movimientos sociales recientes.A la inversa de muchas opiniones, que reclaman por la ausencia de un debatesobre la lucha armada y sus formas organizativas, materiales y simbólicas, yoopino que el debate se ha estado realizando en infinidad de charlas, de encuen-tros, como reflexión individual o colectiva de miles de militantes que desde hacetreinta años intentan comprender su experiencia. Ese puente de experiencia quetendieron colaboró con la reflexión de una nueva generación de militantes demuchos de los movimientos sociales actuales. Como propone Rubén Dri: “En laconstrucción del poder popular habría que tener en cuenta algunos criterios fun-damentales: No se debe partir de organizaciones o partidos políticos ya estructu-rados, con línea que se pretende clara para bajarla a los sectores populares quese están movilizando. Esta práctica expresa todo lo contrario de la construcciónde una nueva sociedad en la que sus miembros sean sujetos reconocidos. Esaestructura partidaria es la representación de la sociedad en la que unos saben ylos otros son ignorantes, unos son esclarecidos y otros andan en tinieblas, unosmandan y otro obedecen”.28 Las relaciones de poder desigual que se establecenentre la vanguardia y las masas en la acción revolucionaria, se reproducen en lasestructuras burocráticas del Partido después de la revolución. No hay ningunaliberación cuando lo que no cambia son las relaciones de dominación.

De todas maneras, estudios contemporáneos de los movimientos socia-les han resaltado la variable, siempre presente y estimuladora de la organiza-ción, que los grupos de conducción realizan en las acciones colectivas. En la rea-lización de la acción colectiva misma, es constante el fenómeno de la apariciónde lo que podría llamarse un grupo dirigente. La especialización que se produceen el interior de los movimientos al acceder al diálogo institucional, la realizanalgunos miembros en desmedro de otros. La acción de militantes políticos osociales experimentados, externos al conflicto, ha sido el motor de organizaciónde diversas y variadas demandas sociales. En el sentido de grupos promotoresde la organización, las vanguardias no son sólo una apreciación teórica sino unacomprobación histórica, verificable en sociedades y tiempos diversos.

En cuanto a los Montoneros, la valoración de la identidad peronistacomo la conciencia política de los trabajadores y del peronismo como elMovimiento de Liberación Nacional los condujo a confundir el conflicto socialy político argentino con algunos aspectos de la guerra colonial antiimperialis-ta, en los que la vanguardia se formaba en el transcurso de la guerra contraun invasor externo. Sin embargo, como les recordara Rodolfo Walsh,Montoneros todavía debía ganar esa representatividad, no atribuírsela demanera mecánica. La insistencia en la formación de un instrumento que reem-plazara al viejo movimiento peronista se concretó en 1977, como un intentode respuesta del peronismo auténtico frente a la dictadura. Aunque, entre larealidad y la línea –como recomendaba Olmedo–, Montoneros había termina-do optando por la línea.

De todas maneras, y a pesar de lo que vengo planteando, no creo quehaya una revolución –del tipo que sea– que pueda evitar pensar en una opciónde poder, pues “...todo proyecto político debe darse su instrumento que tra-dicionalmente es el partido. Pero, de acuerdo con lo que venimos reflexionan-do, el partido tradicional de izquierda no nos sirve. Reproduce las relacionesde dominación. Se necesita un nuevo tipo de partido qquuee sseeaa uunnaa vveerrddaaddeerraaaarrttiiccuullaacciióónn ddeell ppooddeerr ppooppuullaarr ggeessttaaddoo eenn llaa bbaassee”.29 Solamente para contri-buir a ello puede tener alguna relevancia este recorrido histórico.

28 DRI, Rubén: “Debate

sobre el poder en el movi-

miento popular”, en:

www.diariomardeajo.com.ar

29 Idem.

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Un libro de cuentos o virtual novela de untiempo sujeto a la evocación de muertes yde pasiones todavía activos y palpitantesen nuestra sociedad. Pasiones y muertes,así, en plural. Harpías y Nereidas, lamuerte y la vida. El propio Bufano, entrereflexiones y relatos, entre fiel ejercicio dela memoria y aparente juego de ficción,nos da pautas, pistas capaces de sugerirla imposibilidad de una traición a los sue-ños de una generación y, al mismo tiempo,la mirada madura sobre ese pasado “queno se rinde”.Así, con la sinceridad y la valentía de lasconfesiones, Harpías y Nereidas se inscri-be de modo original y creador en la nece-saria polémica sobre los años setenta ysus protagonistas, muertos o vivientes,agregándose en la obra de Sergio Bufanoa su trabajo de difusión e investigaciónhistórica y teórica al respecto, con igualrigor y con el mismo carácter de experien-cia apasionada y vital.

Roberto Raschella

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Durante los años de la dictadura militar argentina, y en los primeros dela democracia recuperada en 1983, los sobrevivientes formularon preguntasque en ese entonces era difícil responder. En el exilio, en la cárcel, donde fuera,hubo infinitos interrogantes recurrentemente reiterados: ¿cómo se narrará losucedido? ¿en qué clave? ¿cuál será el género literario adecuado? ¿en quéfecha se iniciará el relato? En definitiva, esas cuestiones podían sintetizarse ensólo una: ¿cómo se contará una historia que terminó con el fracaso de un pro-yecto revolucionario y su secuela de muertes, campos de concentración y deso-lación cultural?

El tiempo y la voluntad de narrar lo sucedido fueron resolviendo el pro-blema: novelistas, ensayistas, directores de cine, poetas, estudiantes y acadé-micos avanzaron sobre el relato y, con mayor o menor fortuna, siguen recons-truyendo la época más trágica de la historia argentina. Trabajos de todas lasdisciplinas han penetrado en el mundo de la violencia política buceando enaguas oscuras, muchas veces a tientas y muchas otras con temor.

El proceso de investigación y narración puede dividirse en dos etapas:la primera estuvo dirigida a demostrar que en Argentina se habían cometidocrímenes de lesa humanidad y que era necesario castigar a los culpables. Salvoalgunas excepciones,1 todos los análisis producidos luego de la recuperaciónde la democracia evitaron la crítica a los grupos armados y apuntaron a denun-ciar a las fuerzas represivas, sus métodos, cárceles, torturas, sistema de escla-vitud aplicado a los prisioneros, robo de niños, etc. El sistema judicial necesi-taba insumos para procesar a los culpables2 y la sociedad debía conocer losdetalles de la matanza.3

Obtenidos parcialmente algunos de los objetivos de la primera etapa,comenzó a plantearse la necesidad de revisar la actuación de los grupos quedesde la izquierda habían utilizado la violencia política como recurso paraintentar el acceso al poder. Tarea ésta también compleja por la reticencia demuchos integrantes de esos grupos para revisar su actuación en esos añostumultuosos. La excusa frecuentemente utilizada –darle “argumentos al ene-migo”– ocultaba en verdad la escasa disposición a mirar críticamente el pasa-

LLaa gguueerrrriillllaa aarrggeennttiinnaa

EEll ffiinnaall ddee uunnaa ééppiiccaa iimmppuurraa

Fueron numerosas las deformaciones durante el proceso de

militarización de la guerrilla. La profesionalización del militante y

cierta identificación con el enemigo al que se pretendía combatir,

contribuyeron para que la experiencia culminara con su derrota.

SSEERRGGIIOO BBUUFFAANNOO

1 Giussani, Pablo,

Montoneros, la soberbia

armada, Buenos Aires,

Sudamericana, 1984.

Brocato, Carlos, La Argen-

tina que quisieron, Buenos

Aires, Sudamericana, 1985.

2 El 15 de diciembre de 1983

se creó la Comisión Nacional

sobre la Desaparición de

Personas, que recibió miles

de denuncias sobre asesina-

tos y desapariciones cometi-

das por la dictadura militar

que luego sirvieron para juz-

gar a los jefes militares.

3 Es materia de debate si la

sociedad conocía o no la

matanza que se había reali-

zado durante la dictadura y

si fue el miedo y/o la

bonanza económica lo que

anuló las protestas.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS43

do de esa izquierda.4 Hasta ese momento los sobrevivientes –ex exiliadosinternos y externos, perseguidos políticos– permanecían en la categoría de víc-timas, lo que facilitaba la falta de conciencia crítica y los ubicaba en un papelpasivo, ajeno a cualquier protagonismo en la historia de la violencia política.Podría afirmarse que víctimas son los desaparecidos, los que fueron torturadosy muertos en los campos. Carecen del derecho de réplica porque se les arre-bató la vida. Su voz ha sido congelada por la muerte. También son víctimas loshijos de los desaparecidos, los que fueron secuestrados por cuestiones ajenasa ellos, historias en las que no eligieron participar, y muchos de los cuales toda-vía viven, sin saberlo, con una identidad falsa.

Es probable que la confusión entre víctima y protagonista se haya iniciadodurante el Juicio a las Juntas, en el que fueron juzgados y condenados, en 1985, losprincipales responsables de la dictadura militar. Durante su transcurso, los fiscalespresentaron a numerosos testigos que habían sido secuestrados y torturados. Todosellos eludieron la pregunta de los defensores de los militares acerca de su perte-nencia a alguna organización armada; sus respuestas los ubicaba, invariablemente,en organizaciones periféricas, de “superficie” y ajenas a la actividad armada. Nohubo ningún caso en el que el testigo aceptara su condición de ex guerrillero. Eranotorio observar cómo antiguos combatientes negaban su pasado y se ubicaban enel exclusivo rol de víctimas. Sin duda lo eran. Habían sido secuestrados por milita-res, llevados a centros clandestinos de detención, torturados durante meses, some-tidos en muchos casos a la esclavitud, habían presenciado el horror y la muerte desus compañeros. Nadie podía dudar de que habían sido víctimas de una represiónviolatoria de todos los derechos humanos; pero antes de eso habían sido guerrille-ros que optaron por las armas como método para acceder al poder. Más allá de pro-cedimientos jurídicos legítimos para la estrategia de la fiscalía, la figura de víctimaopacó a la del combatiente y éste quedó en el exclusivo y pasivo rol de sacrificado.

Un factor que influyó en esta forma de plantear la cuestión es el breve lapsoque había pasado entre la retirada de los militares y el inicio del Juicio a las Juntas.Los militares todavía conservaban una cuota de poder importante y el temor quedespertaban en la frágil democracia de ese entonces era suficiente justificativo comopara no “darse a conocer”. En esos tempranos años de democracia había cosas quetodavía no era conveniente hacer ni decir. Lo que aquí se quiere señalar es que esedesdibujamiento de roles, junto con la falta de disposición a revisar su propia con-ducta, contribuyó a que los guerrilleros de los años setenta se asumieran única-mente como objeto pasivo de una represión despiadada.

El paso de los años, la consolidación de la democracia y la pérdida de poderde los antiguos represores entreabrió las puertas para una mirada más compleja ycrítica sobre el papel jugado por las organizaciones armadas. Mirada que todavía seresiste a abarcar profundamente la propia historia; la tentación de monopolizar lamemoria –y también el olvido– no ha desaparecido completamente. El impulso arecrear el pasado mediante relatos fantásticos protagonizados por prototipos inma-culados aún persiste en viejos militantes guerrilleros que no desean abandonar elropaje de partisanos libertarios. Desnudar ese pasado no implica deslealtad alguna;que el comienzo de la lucha estuvo signado por el ansia de libertad y de igualdadnadie puede negarlo. Que el uso de las armas y el posterior desprecio por la demo-cracia empujó al desatino, tampoco.

“... la memoria y el olvido no representan terrenos neutrales, sino verdade-ros campos de batalla en los que se decide, se modela y se legitima la identidad,especialmente la colectiva. A través de una serie ininterrumpida de luchas, los con-tendientes se apropian de su cuota de herencia simbólica del pasado, excluyen oponen de manifiesto algunos rasgos suyos en detrimento de otros, componiendo unclaroscuro relativamente adecuado a las más sentidas exigencias del momento.”5

4 Los primeros artículos críti-

cos a la guerrilla aparecieron

en la revista Controversia,

editada en México, octubre

1979-agosto 1981. Partici-

paron en ella Jorge Tula,

director, y Carlos Abalo, José

Aricó, Sergio Bufano, Rubén

Caletti, Nicolás Casullo,

Ricardo Nudelman, Juan

Carlos Portantiero, Héctor

Schmucler y Oscar Terán.

5 Bodei, Remo, Libro de la

memoria y de la esperanza,

Losada, 1998, pág. 49.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS44

Fueron numerosas las deformaciones que se produjeron durante ese pro-ceso de militarización. Con el propósito de centralizar la crítica, aquí aborda-remos sólo dos de ellas, poco analizadas hasta ahora, y que contribuyeron paraque la experiencia guerrillera terminara con la derrota política y militar. No sonlas más importantes ni las decisivas, pero sirven de modelo para dar cuenta delcamino sin retorno emprendido por los grupos armados: a) la llamada profe-sionalización del militante, y b) la identificación con el enemigo.

Nacidos en los sesenta

La década que se inició en el año 1960 ofrece una multiplicidad de inter-pretaciones, sea cual fuere la perspectiva elegida –política, social, económica ocultural– y en todas sus variantes, ya sea en artes plásticas, cine, teatro, danzay literatura. Puede ser vista como el inicio de un vendaval de nuevas ideas quefinalmente serán aplastadas por un capitalismo salvaje triunfante o, por el con-trario, como los estertores finales de la primera mitad del siglo XX, rico y pro-digioso, que se negaba a morir.

En cualquiera de las dos interpretaciones el final es el mismo: una caídalibre hacia la pérdida de grandes relatos, la desorientación en propuestas haciael futuro, la degradación y en muchos casos el conformismo o pereza en elcampo de las ideas.

Elijamos una fecha arbitraria: quienes en enero de 1960 se iniciaron enla vida política y cultural encontraron un vastísimo campo que ofrecía innu-merables alternativas. Desde Europa y los Estados Unidos llegaban las vocesde prestigiosos intelectuales que con su obra proponían nuevas formas estéti-cas y búsquedas que estimulaban un rico debate.6 Describían en sus ensayoso novelas la decadencia de un capitalismo que se suponía en extinción.Latinoamérica participaba activamente de ese ímpetu a través de Jorge Onetti,Pablo Neruda, Mario Benedetti, Miguel Angel Asturias, luego García Márquezy Vargas Llosa, integrantes de una extensa lista de artistas e intelectuales quemás allá de las diferencias que naturalmente aparecían a la luz, se aventura-ban en la búsqueda de nuevos compromisos sociales que empujaban a indagaren formas estéticas también novedosas o si se quiere revolucionarias.

Existía una certeza compartida por la mayoría de los grandes pensadores: elmundo estaba en las vísperas de un cambio que transformaría las relaciones de pro-ducción y en consecuencia las relaciones humanas. Si hasta la primera mitad delsiglo XX el capitalismo había resistido el surgimiento y los embates de un socialis-mo nacido en octubre de 1917 en Rusia, todo indicaba que los cimientos del siste-ma comenzaban a ceder y que llegaría el día en que se derrumbaría para dar pasoa otra etapa de la historia. La lucha de los pueblos colonizados era un ejemplo delretroceso de las naciones imperialistas: se luchaba en el Congo belga, en Indochinafrancesa y en Argelia.7 Y en todos esos países se obtenían importantes victorias.Estaba claro que la caída final no se produciría fácilmente y que alcanzar la metaimplicaría importantes sacrificios, luchas decisivas y sobre todo una gran cuota devoluntad.8 Ni la Revolución Francesa, ni la Revolución Rusa ni la dirigida por MaoTse Tung habrían triunfado sin la voluntad de entregar la vida por parte de miles derevolucionarios. Los cambios de esa magnitud cobraban su cuota de sangre y habíaque estar dispuesto a ofrecerla sin mezquindad. Las derrotas producidas enAlemania en 1923 y España en 1936 sólo habían sido tropiezos que no cuestiona-ban el objetivo final. La certeza revolucionaria clausuraba cualquier incertidumbreo flaqueza. En el año 1960 no se quería escuchar a las primeras voces que, habien-do participado del proyecto, alertaban sobre los peligros que la revolución traía ensu seno: ni Arthur Koestler, ni Andre Malraux, ni André Gide, ni Albert Camus, niOctavio Paz ni tantos otros que dieron un grito de alerta, fueron atendidos.9 Si habíaalgo intolerable, y por lo tanto imperdonable, era la vacilación.

Para confirmar que la historia futura ya estaba escrita, un año antes se

6 Jean Paul Sartre, Simone

de Beauvoir, John

Dos Passos, William

Faulkner, etc.

7 Antes de la independen-

cia de Argelia, había

400.000 soldados franceses

que habían ocupado el país.

Durante la guerra

murieron 25.000 de ellos,

junto con 150.000

combatientes argelinos.

8 “No es de revolucionarios

esperar sentado a que pase

el cadáver del capitalismo”

es la frase originada en

Cuba que repetían los mili-

tantes de la época.

9 Koestler ingresó al Partido

Comunista en 1931 y

renunció profundamente

desilusionado en 1937.

Gide, comunista en 1930,

se alejó del partido luego

de su viaje a la URSS.

Posteriormente, en 1956,

numerosos intelectuales se

apartaron de los P.C. del

mundo a raíz de la invasión

soviética a Hungría.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS45

había producido una revolución quemarcaba el inicio del recorrido america-no: Cuba fue el más grande suceso queratificó el rumbo elegido. El continentelatinoamericano pareció estallar enrevueltas populares y alzamientos degrupos armados: un recorrido desorde-nado durante la década del sesentamuestra en México a Lucio Cabañas quese interna en el monte; en Guatemala lohace Yon Sosa; en Nicaragua comienzanlas primeras escaramuzas con gruposinsurgentes; en Colombia, FabioVázquez Castaño, al frente del Ejércitode Liberación Nacional y ManuelMarulanda Vélez –Tirofijo– dirigente delas Fuerzas Armadas Revolucionarias deColombia; en Ecuador, grupos armadosde orientación maoísta ocupan tierras junto con campesinos; en Perú el ex miem-bro de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), Luis de la PuenteUceda, inicia su guerrilla rural; en Bolivia es el Ejército de Liberación Nacional(ELN) creado por Ernesto Guevara; en Chile comienza a actuar el Movimiento deIzquierda Revolucionario (MIR); en Brasil el ex comunista Marighela crea su grupoarmado y el oficial del Ejército Lamarca levanta las banderas del socialismo parainiciar su guerrilla. Paraguay tenía ya un largo y sangriento enfrentamiento arma-do entre la dictadura de Stroessner y el Partido Comunista. Finalmente, en el apa-cible y democrático Uruguay surge un poderoso Movimiento de LiberaciónNacional, Tupamaros, primera versión de la guerrilla urbana.

A esos emprendimientos armados se sumaron revueltas populares y estu-diantiles que culminaron en sangrientas represiones (Tlatelolco en México;Guayaquil, en Ecuador; Córdoba, en Argentina). En Santo Domingo fue necesariala intervención de Estados Unidos para reprimir un alzamiento armado.10 Todoindicaba que en el continente, luego del éxito cubano, se producirían nuevas revo-luciones de orientación socialista, en la mayoría de los casos, o populistas en otros.

Pero esa ola revolucionaria no era patrimonio único de los latinoamericanos.En Estados Unidos, el centro del mayor poder imperial, surgió el Black Power, unmovimiento negro que tomó las armas para crear una guerrilla urbana. Aunque unpoco más tarde, tampoco Europa escapó a esa tendencia: en Alemania el grupoBaader Meinhof con su Fracción del Ejército Rojo y en Italia las Brigadas Rojas comen-zaron su vida política mediante cruentas operaciones armadas. También el Mayofrancés fue visto como el despertar de la ola revolucionaria en ese continente.

¿Fin de época o inicio de una nueva era? Es difícil discernir el carácter dela década sesentista por su complejidad y diversidad. Pero nos inclinamos a creerque esos años fueron una suerte de último empuje inercial, de la culminación–aunque no por ello menos enérgica– de los movimientos sociales, revoluciona-rios y culturales nacidos en octubre de 1917 en Rusia. Los últimos coletazos deuna propuesta totalizante que se desmoronaba, y que en su caída se aferraba ala utopía que, en la cabeza de los revolucionarios de entonces, no tardaría entransformarse en Revolución si se volcaba en ese propósito toda la voluntad.

Argentina no fue ajena a esa ola revolucionaria que recorría el continente ybuena parte del mundo. Pequeños grupos marxistas desvinculados del PartidoSocialista y del Partido Comunista, y grupos cristianos progresistas, comenzaron aplantear la necesidad de utilizar métodos violentos para acelerar el proceso queparecía inevitable. En el caso específico argentino, una larga sucesión de golpes deEstado protagonizados por militares contra gobiernos civiles había frustrado losintentos democráticos y contribuido a influir negativamente en la sociedad.11

10 En 1965 el coronel

Francisco Caamaño se alzó

en armas y tropas nortea-

mericanas desembarcaron

el 28 de abril para sofocar

la rebelión.

11 Los golpes de Estado

triunfantes se produjeron en

1930, 1943,1955,1962,

1966 y, finalmente, 1976.

Hubo, además, numerosos

intentos de desestabilización

de gobiernos democráticos.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS46

Cierre de locales partidarios, prohibición de toda actividad política, proscripción delperonismo, intervenciones a los sindicatos y represión policial caracterizaron más detreinta años de historia y fomentaron una cultura intolerante, antidemocrática y a lavez soberbia porque toda la invocación estaba referida a fundar “la Argentina quenos merecemos”, reflejo de aquélla que en los primeros años del siglo XX había figu-rado entre los siete primeros países del mundo.

Si una derecha recalcitrante y autoritaria podía desconocer el resultadode las urnas y tomar el poder mediante el uso de las armas para imponer supropia voluntad, ¿por qué los civiles que propugnábamos la igualdad, la erra-dicación de la pobreza, la educación, en fin, un mundo feliz, no íbamos a inten-tar por medio de las armas lo que a toda vista era imposible obtener por mediode las urnas? Si las Fuerzas Armadas, una institución del Estado, financiadaspor la sociedad para defender las fronteras de cualquier agresión externa, uti-lizaban las armas para torcer la voluntad del pueblo expresada en las eleccio-nes, ¿por qué se podía cuestionar el derecho de alzarnos en armas contra ellos,los usurpadores si, además, el fin que nos guiaba era supremo y libertario?

El episodio que contribuyó a justificar la toma de las armas fue el golpe deEstado del general Juan Carlos Onganía, en 1966. Si faltaba algún incentivo paraque grupos marxistas por un lado, y cristianos de izquierda por el otro, se interna-ran en la violencia política, Onganía lo proporcionó al derribar un gobierno demo-crático y anunciar que permanecería en el poder en los siguientes veinte años. Elclima de opresión política y represión cultural fue el detonante que decidió a losque todavía dudaban en tomar las armas. Profesionales, estudiantes, sindicalistas,trabajadores, se lanzaron a protagonizar la historia tal como lo habían hecho revo-lucionarios de otras naciones. Había llegado la hora crucial de transformar unmundo de injusticia en un mundo de igualdad. Con una tenacidad arrolladora, anti-guos militantes y jóvenes recién incorporados a la vida política se embarcaron enun proyecto que aspiraba a transformar la civilización capitalista y occidental. Concierto éxito en sus inicios, la intención emancipadora se fue debilitando a sí misma:el uso cotidiano de las armas y el descubrimiento de que las acciones militares tení-an mucha más influencia en la vida política nacional que una mesa de negociacio-nes derivó en autoritarismo, en negación de la política como intermediación social,en desprecio del diálogo como fórmula de acuerdo.

Retomemos, entonces, los dos ejes sobre los que centraremos esta reflexión.

Profesionalización del militante

Es muy difícil estimar el daño que ocasionó la llamada profesionalización delmilitante; ante la imposibilidad de obtener datos cuantificables, toda valoración delfenómeno será necesariamente parcial y subjetiva. Pero vale la pena intentar acer-carse a esa práctica para descubrir aunque sea una pequeña porción del problemaque produjo ese concepto nacido con Lenin y la Revolución Soviética.

Profesionalizado fue, para la guerrilla argentina, aquel militante quepor razones de persecución política o por decisión de los dirigentes abandona-ba su trabajo, sus estudios, sus hábitos de vida, también sus rutinas familiaresy sociales, para dedicarse exclusivamente a las tareas revolucionarias.Trabajador de tiempo completo, el militante profesionalizado recibía mensual-mente una renta módica, suficiente para mantenerse modestamente.

En sus inicios, durante el proceso de formación de grupos armados, se evitógeneralizar esa condición entre los militantes por dos razones que fueron fundamen-tadas acertadamente y que revelan que en ese entonces existía un criterio aún nocontaminado por el arrebato que posteriormente dominó a la guerrilla. La primera deellas era contrarrestar la tendencia al aislamiento que imponía la actividad armada;el nexo entre la sociedad y la guerrilla debía ser, precisamente, el militante que actua-ba en la organización y, simultáneamente, en los llamados frentes de masas, fueranestos la Universidad, la comisión interna de una fábrica, el barrio o sencillamente la

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS47

oficina. Romper ese nexo implicaba ace-lerar el proceso de aislamiento que nece-sariamente intentaría provocar el enemi-go, más interesado que ninguno en cor-tar los vínculos entre guerrilleros y socie-dad. Si lograba ese propósito, habría con-seguido derrotar a las organizaciones, yaque sería imposible crecer y desarrollarsepolíticamente sin un estrecho contactocon el pueblo. Era pues una razón políti-ca basada en la necesidad de evitar unsesgo “foquista”, la que pesaba paraimpedir una extendida profesionalizaciónde los militantes.

La segunda se refería a problemas de tipo organizativo. Al ser todavíapequeñas y no contar con los suficientes recursos, las organizaciones debían evi-tar el compromiso de mantener a muchos profesionalizados, ya que de lo con-trario corrían el riesgo de crear un inmenso aparato que exigiría más fondos delos que tenía capacidad de generar.

La primera argumentación demuestra que durante su nacimiento laguerrilla –más allá de sus siglas y propuestas– tenía intenciones de permane-cer vinculada con aquellos sectores a los que se proponía representar; no per-der puntos de contacto con la sociedad es una posición que demuestra que ensus orígenes existía clara conciencia de que el “foquismo”, aislado socialmen-te, estaba condenado a fracasar.

Barrios obreros, comisiones internas en fábricas, villas miserias,empleos estatales o privados fueron poblándose de militantes que actuabanfuera de sus horarios de trabajo y participaban activamente en los conflictosgremiales. La guerrilla se instalaba en lo que sería su base social, al tiempo querealizaba operaciones armadas y daba a conocer sus siglas y manifiestos.

Pero este lazo con la sociedad se fue debilitando, haciéndose cada vezmás laxo, a medida que se intensificaba la espiral de violencia. Las exigencias declandestinidad de muchos militantes fueron imponiéndose sobre las condicionesde la infraestructura. Aquellos que por distintas razones eran detectados por losorganismos represivos del Estado se vieron obligados a abandonar sus lugareshabituales –incluidos trabajo, universidad, vivienda, familia–, para ingresar a lacategoría de militante rentado. El objetivo de la represión estatal de cercenar losvínculos entre militancia y bases sociales comenzó a cumplirse lentamente.

Sin embargo, no fue éste –al fin y al cabo un elemento externo al grupo–,el principal motivo. Otro criterio político fue ganando terreno y adueñándosede los cuadros directivos y se impuso finalmente en la mayoría de las organi-zaciones guerrilleras. El discurso podría resumirse así: las tareas revoluciona-rias exigen la formación de un partido de cuadros, de revolucionarios profe-sionales, de hombres y mujeres que se dediquen ciento por ciento a las labo-res de la revolución. Para ello se seleccionará a los más capaces, los más deci-didos, y se los integrará a la organización con dedicación completa.

Jóvenes estudiantes, algunos de ellos recién egresados de la Universidad,profesionales de disciplinas diversas, desde ingenieros, médicos, abogados, psico-analistas, hasta pintores y escritores, fueron los primeros en abandonar sus vidasprivadas para ingresar a la categoría de militante profesional.

Los siguieron quienes por razones personales tenían mayores aptitudespara tareas militares: muchachos a quienes les gustaban las armas, eran másvalientes, demostraban capacidad de mando atraídos por el hálito de la aven-tura revolucionaria.

A medida que se incrementaba el accionar militar, el proceso de profesiona-lización llegó a ser tan indiscriminado que se conformó una verdadera legión de

Fernando Vaca Narvaja y

Mario Firmenich visten

uniforme militar durante

su estancia en Nicaragua.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS48

jóvenes que dependía económicamente de sus respectivasorganizaciones. Esto condujo necesariamente a una trampade difícil solución: para mantener a los profesionalizadoshabía que realizar operativos que proveyeran de fondos; peropara que esos operativos fuesen económicamente considera-bles hacía falta un buen número de profesionalizados queestuviera en condiciones de realizar las operaciones militares.Asaltos bancarios, secuestros de empresarios, asaltos acamiones blindados y toda esa gama de acciones redituableseconómicamente exigen un considerable esfuerzo de vigilan-cia, control de movimientos, horarios de personal, planes defuga; en fin, exigen mucho tiempo de planificación y dedica-ción exclusiva que sólo puede llevarse a cabo gracias a los pro-fesionalizados. Los militantes con obligaciones laborales nopueden faltar a su oficina o fábrica para vigilar los objetivoselegidos; son los rentados, entonces, quienes tendrán a sucargo esa tarea pues disponen de todo su tiempo para ello.

Esto creó situaciones de privilegio hacia el militantede tiempo completo. Y también de dependencia. Por unaparte, el profesionalizado era el que podía concurrir atodas las reuniones sin problemas de horario, el que tenía

una vida política más activa dentro de la organización y accedía con más faci-lidad a los puestos de conducción –fuera ésta política o militar–. Su dedicaciónexclusiva le facilitaba una militancia activa que superaba ampliamente al com-pañero que debía cumplir un horario forzoso que lo mantenía alejado de la polí-tica durante muchas horas diarias.

La dependencia se manifestaba en cierta sumisión entre el profesionali-zado y la línea política de su organización; para quien está supeditado a unsueldo que le otorga una dirección partidaria, plantear disidencias lleva implí-cito el riesgo de perder su condición de rentado y con ello a todo lo que tieneacceso: casa, en algunos casos automóvil, cargo alcanzado en el escalafóninterno y prestigio, entre otras cosas.

Un dirigente medio que recibía una renta tenía mayores precaucionespara disentir con la línea política de su grupo y sobre todo para llevar esa dife-rencia hasta sus últimas consecuencias, ya fuera la creación de una corrienteinterna o la escisión. El vínculo creado gracias al dinero influía considerable-mente para que en muchos casos los profesionalizados fueran defensores de la“línea oficial” y formaran un sólido bloque junto a las direcciones cuando algúngrupo interno cuestionaba posiciones políticas.

Los problemas se manifestaban, además, cuando había que efectivizarsanciones; si un rentado cometía un acto de indisciplina y era sancionado conla pérdida de su condición, se encontraba con la dificultad de no poder reinte-grarse a lo que podríamos llamar la “vida civil”.

No es difícil imaginar las deformaciones que esto produjo; un joven quea los 18 años pasaba a la categoría de rentado tenía, al cabo de cuatro o cincoaños en esa condición, un “blanco” en su vida que era muy difícil de llenar. Alcabo de ese lapso –en caso de que quisiera integrarse a una actividad produc-tiva–, carecía de antecedentes laborales, no tenía experiencia en ninguna pro-fesión, era un verdadero marginado que, inclusive, desconocía la cultura deltrabajo con todo lo que ello implica: horarios, competencias, arbitrariedades deun jefe o un sueldo escaso.

El militante rentado tenía una condición privilegiada que con el tiempo seconvertía en su modus vivendi, en un estilo de vida del que le resultaba difícil apar-tarse. Particularmente para aquellos que carecían de profesión o habían abando-nado sus estudios universitarios; fueran oficinistas, empleados bancarios, emplea-dos públicos y toda esa gama de trabajadores que tienen una relación laboral que

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS49

se confunde entre la necesidad del sueldo y la muchas veces frustrante rutina per-sonal. Una vez rentados, cuando de pronto descubrían que podían realizar unatarea política agradable, plena, con un buen margen de manejo de poder, con capa-cidad para producir hechos que tendrían repercusión pública, era difícil retornar alya mencionado horario de trabajo, al cambiante carácter del patrón o jefe de per-sonal o a la tediosa labor de una oficina pública. Ese militante creaba, entonces,diversos mecanismos para defender su estado –en realidad su sueldo y su liber-tad–, tal como lo defiende un asalariado que no quiere quedarse sin trabajo.

¿Cómo regresar a una oficina cuando la militancia ofrecía un ámbito quecolmaba todas las aspiraciones? Semanalmente participaba de cuatro o cincoreuniones de discusión política colectiva; tenía, además, numerosas citas diariasen las cuales también hablaba de política con los compañeros, con los cualesprogramaba nuevas actividades, criticaba las ya realizadas, proponía nuevosmétodos, en fin, se sentía integrado a una entidad que estaba contribuyendo amodificar la sociedad. Si a ello le sumamos las legítimas aspiraciones a accedera otros ámbitos de poder –jefe de grupo, miembro del comité político, jefe dezona, miembro del Comité Central–, se entenderá que una vez rentado ese mili-tante realizara todos los esfuerzos por conservar su condición de tal. No eraextraño, por lo tanto, que cuando se plantearan discrepancias ese guerrillerotuviera una natural inclinación a sostener las posiciones de la dirección de laorganización, administradora al fin de cuentas de los fondos del grupo.

La consecuencia más grave que produjo la política de rentados fue el desarraigo inducido en jóvenes que prácticamente ingresaban a las organizacionesen esa condición. Fue en ellos donde se ocasionó el daño más severo, posiblementepor su escasa experiencia política, por la ingenuidad correspondiente a la adoles-cencia, la falta de otros patrones de conducta que le sirvieran para cotejar su prác-tica con la de otros. Un militante que pasaba a la categoría de rentado a los 30años de edad, luego de haber trabajado o estudiado, luego de conocer la rela-ción que existe entre el trabajo y su propio desarrollo individual, tenía másposibilidades de comprender que esa situación era excepcional y finalmentepasajera. Pero un adolescente recién egresado del colegio secundario, quenunca había trabajado y que se incorporaba como profesionalizado, que recibíauna renta mensual, disponía de todo su tiempo para citas, reuniones y viajesal interior del país, incorporaba esa situación como un hecho normal de su viday trataba de no desprenderse nunca de su nuevo estatus. Era un revoluciona-rio profesional, un guerrillero de tiempo completo dedicado cabalmente a larevolución. En su imaginario, la figura del Che Guevara se proyectaba comomodelo a imitar. Naturalmente, trataría de conservar esa condición para siem-pre sin advertir que en realidad estaba ingresando en una categoría cercana ala de un marginal.

Lo específico en este caso es que ya no había retorno sencillamente por-que los guerrilleros rentados se convertían –por su condición de combatien-tes–, en marginales a quienes el propio orden del Estado les impedía –aunquequisieran hacerlo– reintegrarse a la “vida civil”. En ese punto coincidían ambasvoluntades; el rentado prefería conservar su condición porque ello le garanti-zaba participar plenamente en la aventura revolucionaria. Y porque así podríatener acceso a nuevos puestos de conducción que le otorgarían mayores cuo-tas de poder. A su vez, el Estado, a través de sus organismos de represión,estaba a la caza de todos los guerrilleros, y si algún clandestino intentaba recu-perar su “identidad civil” era detenido o asesinado.

El carácter secreto de la actividad armada y la ya mencionada reticenciaa la crítica a la guerrilla impidieron ofrecer datos concretos sobre las conse-cuencias de este fenómeno. Baste señalar que, ya en el exilio, fueron numero-sos los casos de jóvenes que no lograron participar de la “vida civil”, marcha-ron a otros países a ofrecerse como combatientes voluntarios o retornaron apelear en una Argentina en donde sólo cabía esperar la muerte.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS50

La identificación con el enemigo

El triunfo de Juan Domingo Perón, en 1973, con el 62 por ciento de losvotos, produjo la segunda fractura –y esta vez definitiva– entre guerrilla y socie-dad. La primera había ocurrido el 25 de mayo de ese mismo año, cuando los ciu-dadanos acudieron masivamente a las urnas para elegir un gobierno civil y dejaratrás la dictadura militar. Ignorando la voluntad popular que apostaba por la pazy la convivencia, todos los grupos armados continuaron con el ejercicio de la vio-lencia. Si bien es cierto que Montoneros redujo su accionar militar, esa reducciónfue relativa pues siguió operando sin firmar sus acciones.12 La insistencia en lavía armada tenía una lógica irreductible: si el objetivo final era la revoluciónsocialista, la democracia burguesa era apenas una etapa que podía y debía seraprovechada para pertrecharse, reincorporar a los combatientes que fueron libe-rados de las cárceles, difundir la prensa sin restricciones policiales y utilizar losresquicios que otorgaban las libertades del gobierno constitucional. Pero ningúngrupo guerrillero creía en la democracia y en las instituciones. Si el socialismorevolucionario implicaba un cambio de sistema, la democracia burguesa debíaser utilizada como trampolín para esa transformación.

No es necesario detenerse a explicar que ese discurso fue rechazadopor la sociedad. La simpatía que una buena porción de los ciudadanos habíasentido por los jóvenes que luchaban contra la dictadura se evaporó cuandoesos mismos combatientes prosiguieron con sus acciones armadas contra ungobierno constitucional elegido por esa misma ciudadanía.13

En realidad, la guerrilla argentina reprodujo un fenómeno conocido enel campo de la violencia política: una vez que se toman las armas es muy difí-cil abandonarlas porque el poder que ellas otorgan –sea real o imaginario– dis-torsiona la mirada política. Es difícil “retroceder” al campo del diálogo y de lanegociación cuando el ruido de las armas impone su voz.

“Una política reformista es a veces aburrida –difícilmente puede ser unanegociación sobre el mejoramiento de la seguridad social más emocionanteque el asalto al Palacio de Invierno–, la alternativa puede muy bien resultarmortífera, homicida. El ceder ante el apetito de apocalipsis resbala con dema-siada facilidad hacia el suicidio moral.”14

La ceguera de gran parte de la dirigencia guerrillera que eligió conti-nuar con la violencia tuvo su contraparte con la decisión del gobierno consti-tucional de responder a esa violencia mediante la utilización de bandas arma-das clandestinas que recurrieron al secuestro y asesinato de todo aquel quefuera sospechoso de estar vinculado a la izquierda o tener simpatías por ella.15

Rápidamente se produjo entonces el enfrentamiento entre dos aparatosarmados, con el consiguiente reflujo de la sociedad que razonablemente optó porapartarse de ese baño de sangre. Tiroteos callejeros, secuestros, cuerpos acribi-llados se convirtieron en episodios cotidianos que llegaron a crear un clima deterror que se prolongó hasta el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.Después de esa fecha, el terror tomó características y dimensiones diferentes.

La decisión de continuar con la lucha armada en contra de un gobiernoconstitucional, más la respuesta ilegal de ese gobierno, contribuyeron a acre-centar todavía más el espíritu militarista de los grupos guerrilleros. Si esa ten-dencia ya se había insinuado en sus orígenes, con el retraimiento de las basessociales y el aislamiento al que quedaron expuestos los combatientes, se produ-jo un corte entre la realidad y la particular interpretación sobre esa realidad queelaboraron los grupos armados. Cada hecho, cada cambio político era tan arbi-trariamente interpretado por la guerrilla que, en su imaginario, se resignificabauna derrota en triunfo y un retroceso político en impulso revolucionario. Comomonjes de clausura, los guerrilleros vivieron herméticamente encerrados en unmundo propio, teñido por el exitismo y el arrebatamiento de las armas.

Ejecuciones de dirigentes sindicales oficialistas, de militares, de

12 El 25 de septiembre de

1973 un comando monto-

nero asesinó al secretario

general de la Confederación

General del Trabajo, José

Ignacio Rucci, un hombre

de confianza del general

Perón.

13 El Ejército Revolucionario

del Pueblo, dirigido por

Roberto Santucho, comuni-

có que continuaría sus

acciones militares contra

las Fuerzas Armadas pero

que no atacaría al gobierno.

14 Howe, Irving, “El desen-

gaño de los sesenta”,

Vuelta 76, México, marzo

1983, pág. 30.

15 En noviembre de 1973,

un mes después de la asun-

ción del general Perón a la

presidencia de la Nación,

comenzó a actuar la Alianza

Anticomunista Argentina

–Triple A– grupo paramilitar

alentado por el gobierno. Se

estima que asesinó a alrede-

dor de 1.500 personas en los

siguientes dos años y medio.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS51

empresarios y políticos configuraron un microclima de sangre y miedo. “Larebelión, desviada de sus orígenes y disfrazada cínicamente, oscila en todos losniveles entre el sacrificio y el asesinato. Su justicia, que ella esperaba quefuese distributiva, se ha hecho sumaria.”16

Como un disparador que despierta los peores instintos, la guerrilla recurrióa la disciplina interna, a los grados militares, al orden cerrado, al uso del unifor-me en reuniones, en una curiosa coincidencia identitaria con el enemigo al quepretendía combatir. Ejecuciones internas por el delito de traición, culto al coraje yculto a la muerte se convirtieron en hábitos que reflejaban, en verdad, la profun-da descomposición moral y política de las direcciones de los grupos armados,transformados en una parodia de lo que habían pretendido ser en sus orígenes.En octubre de 1975 se elaboró en Montoneros el Código de Justicia PenalRevolucionario que, entre otras cosas, castigaba la infidelidad conyugal.17

Dispuesto en seis capítulos y 52 artículos, el texto es una suerte de réplica, enalgunos casos mucho más severo, que los códigos de justicia militar. Está dirigidoa “soldados y milicianos” y establece la pena de muerte para quienes cometan losdelitos de “traición”, “delación” e “insubordinación”, entre otros. El artículo 9 cas-tiga con la muerte el delito de “conspiración”, y su descripción es elocuente:“Incurren en este delito quienes al margen de las estructuras organizativas odentro de las mismas realicen una actividad concreta orientada a lograr unadivisión o un fraccionamiento de la organización”. En la práctica, podían seralcanzados por la pena máxima quienes disintieran de la política oficial de laorganización.

La semejanza con los militares que se pretendía combatir se agudizó amedida que se tornaba más evidente el retroceso político de los grupos.

Un ejemplo de esta situación se produjo cuando Argentina y Chile seencontraron a punto de iniciar hostilidades por el conflicto del Beagle.18 Enesa ocasión, Montoneros publicó un documento titulado Posición Montonerafrente al Conflicto del Canal de Beagle. Allí se impartieron las siguientes direc-tivas “para la acción inmediata a todos los militantes del Movimiento PeronistaMontonero y del Partido Montonero:

” [...] Entablar conversaciones con diversos sectores de la oficialidad delas Fuerzas Armadas para evitar la ruina de la Nación...

” [...] Intensificar las relaciones con los oficiales de las Fuerzas Armadaspara poner fin a la guerra exterior y garantizar la pacificación nacional.

” Para los combatientes del Ejército Montonero:” [...] Resistir militarmente contra cualquier fuerza extranjera que inva-

da el territorio argentino en cualquiera de sus puntos.” [...] Suspender los hostigamientos armados a las dependencias mili-

tares y al personal de las Fuerzas Armadas con la lógica excepción de los com-bates defensivos. ”

La carta estaba firmada por el “Comandante Mario Eduardo Firmenich, pri-mer secretario del Partido Montonero, Comandante en Jefe del Ejército Montonero”.

La propuesta de entablar conversaciones de igual a igual con los militares dela dictadura revelaba la pretensión de ser reconocido como un ejército paralelo y, lle-gado el caso, combatir junto con aquellos en defensa de una presunta soberanía ava-sallada. Esta carta fue publicada en octubre de 1978, cuando día tras día se secues-traba, se torturaba y desde aviones se arrojaban al mar a prisioneros vivos. Pero, omi-tiendo el despropósito de unirse con los autores de estos crímenes para defender lasfronteras, es interesante comprobar que desde el lenguaje utilizado para la propues-ta, hasta la elección del cargo –Comandante en Jefe del Ejército Montonero– la iden-tidad rigurosamente militar adoptada había campeado en las filas guerrilleras.

El 4 de septiembre de 1976, en plena dictadura, un “oficial del EjércitoMontonero” firmó una carta dirigida al general del Ejército Carlos AlbertoSalas en la que, luego de algunas consideraciones políticas, expresó que “esseguro que existen, entre Usted y nosotros, distintas apreciaciones, sobre estos

16 Camús, Albert, El hom-

bre rebelde, Buenos Aires,

Losada, 1953, pág. 356.

17 “Deslealtad. Incurren en

este delito quienes tengan

relaciones sexuales al mar-

gen de la pareja constitui-

da, son responsables los

dos términos de esa rela-

ción aun cuando uno solo

de ellos tenga pareja cons-

tituida.” (Artículo 16 del

Código de Justicia Penal

Revolucionario de

Montoneros.

Ver sección Documentos

en esta edición.)

18 En diciembre de 1978,

debido a una disputa fronteri-

za, se produjo una escalada

belicista entre ambos países.

La mediación del papa Juan

Pablo II evitó la guerra.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS52

y sobre otros asuntos. Pero es un deber de hidalguía militar reconocer en suspalabras [...] una buena fe, una limpieza de propósitos dignos de encomio. Loshombres como Usted siempre tienen un lugar disponible a nuestro lado, eneste nuevo Ejército que estamos creando” (las cursivas me pertenecen).

La creación del cargo de “capellán militar” dentro de la organización deMontoneros sólo agrega un dato más a la confusión de identidades instalada enuna buena porción de la militancia.

El final

¿Realmente creímos que podríamos trastocar la historia? Sin duda alguna.Fueron épocas de certezas y sentimientos intensos, de convicciones profundas.Pero abrir las puertas de la violencia condujo a tal desmesura que el viejo y noblediscurso de la igualdad se convirtió en el discurso que justificaba el homicidio.

Fuimos empujados por presuntuosas minorías que en sucesivos golpesde Estado educaron a varias generaciones en la lógica de que al poder se acce-de por la fuerza. Militares y civiles integristas nos incitaron –con su violencia–,a creer en las armas más que en las palabras.

Pero no debemos engañarnos. Si ellos fueron el detonante, nosotrosfuimos los actores. Éramos concientemente antidemocráticos porque teníamoscertezas absolutas, indiscutibles, que particularmente el leninismo nos habíalegado. La ultraderecha nos proporcionó la excusa, nos facilitó el campo, nosregaló la carnada que nosotros estábamos dispuestos a morder. En 1966 el dic-tador Juan Carlos Onganía apretó el botón que prendía la luz verde. Nosotrosestábamos esperando ansiosos que lo hiciera.

Y una vez que nos sumergimos en esa fantástica aventura en donde eldolor y el placer se derrochaban generosamente, no fue fácil desprenderse; por-que la vida en la acción puede ser verdaderamente prodigiosa. Pero esencial-mente inmoral. No sólo por la primitiva noción del sacrificio en el altar de unaideología absoluta, sino también por la inhumana convicción de que es sobre elcadáver del enemigo que se edifica la justicia.

No hay paz que pueda alcanzarse sobre un costo tan elevado. Porquesiempre quedará un herido que clamará venganza y no aceptará las nuevasreglas impuestas por los vencedores. Y porque los vencedores, después detodo, serán devorados irremisiblemente por la exaltación religiosa de la sectaque cree haber llegado al final de la historia.

Quienes fuimos adolescentes y también adultos durante la década delsesenta nos educamos en la lógica de los grandes relatos. No podíamos sacrificarnuestro tiempo por un aumento de salarios que –finalmente– sólo demostraríaque el sistema apela a recursos que desvían la atención de los verdaderos intere-ses históricos. Si los hombres todavía no habían entendido que debían ser libres,nosotros estábamos precisamente para demostrarlo; confundidos por las artima-ñas de un sistema lo suficientemente hábil como para desorientarlos de sus subli-mes objetivos, esos trabajadores necesitaban –aun sin saberlo–, del factor subje-tivo, del partido único depositario de la estrategia revolucionaria que los conduci-ría hacia su liberación definitiva, hacia el fin de sus padecimientos.

Las masas debían ser guiadas hacia el futuro aun cuando en el presenteno comprendiesen el verdadero destino que les tocaba protagonizar. Algunoseran peronistas y otros leninistas. Al fin y al cabo, todos compañeros que seencontrarían en la misma trinchera, codo con codo, hombro con hombro.

Embarcados en una actividad febril, excitante, caímos rápidamente en ladegradación de las propuestas iniciales. El mundo de los sueños se transformó enel mundo de la muerte, en el oscuro universo en el que la audacia, el desprecio porla vida y la satisfacción por la muerte fueron valores que suprimieron el valor de larazón. Nuestra moral, la que exaltaba la libertad del proletariado, la moral de larealización plena del ser humano, la moral del hombre redimido, perfecto, defini-

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tivamente feliz se convirtió –en algunos casos– en la “moral de la pandilla” sobrela que ya había alertado un Camús demasiado temprano para nosotros.19

La visión apocalíptica de la historia siempre es excitante para la imagina-ción. El gran objetivo estaba justificado por la teoría revolucionaria y también porun presente que los golpes, la prepotencia y la brutalidad de las Fuerzas Armadasnos ofrecían en bandeja. Si los obreros no parecían muy entusiasmados en hacerla Revolución era porque el despertar de los hombres no depende de sí mismos.Ahí estaba nuestra generación politizada para cumplir con el papel asignado porla historia. Con osadía y tenacidad era posible construir el mañana definitivo.

Sin duda creímos en todo eso y actuamos con una intensidad ciega. Unfebril activismo caracterizó nuestras horas y una convicción de totalidad nues-tro pensamiento.

En marzo de 1976 la guerrilla había llegado a su fin. Jamás podríahaber alcanzado el poder; estaba demasiado deteriorada políticamente comopara terminar exitosamente su carrera.

Poco quedaba ya de sus sueños iniciales. Caricatura de ejércitos con-vencionales, creaba –a falta de esperanza– himnos militares, uniformes, dicta-ba bandos y organizaba desfiles.

En 1976 la guerrilla había terminado; podía hacer estallar explosivos, podíarealizar atentados personales, pero su estructura ya estaba fracturada por el des-aliento de la mayoría y por direcciones que debían recurrir a la rígida disciplinapara mantenerse en sus puestos. El proyecto había fracasado irremisiblemente.

No es cierto que las Fuerzas Armadas hayan vencido a la guerrilla. Larepresión aceleró el camino hacia la muerte, pero no hubo una derrota militar acargo de los militares; ellos sólo recogieron los restos de grupos que se habían sui-cidado con sus propios excesos. Los militares golpistas lo saben muy bien: a suscampos de tortura ingresaban jóvenes profundamente desalentados, escépticos,muchos de ellos ya vencidos.

Trágico final de una épica impura para quienes habíamos imaginado unmundo libre y transparente.

19 Camús, op.cit.

La toma del frigorífico Lisandro de la Torre,pese a ser un acontecimiento mítico

de la resistencia peronista, no ha tenidohasta el presente demasiada atención

por los historiadores. Con rigor científico y espíritu crítico,

este libro, basado en testimonios orales y fuentes documentales, analiza aquellos

acontecimientos en el marco de las luchassociales y políticas libradas

por el peronismo como respuesta a la proscripción y represión

del movimiento de las mayorías populares.

Ernesto Salas, historiador UBA, es también autor de UTURUNCOS,Orígenes de la guerrilla peronista.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS54

El 7 de julio de 2006 realicé una entrevista abierta a dos ex trabajadoresnavales de los astilleros Astarsa, Carlos Morelli y Luis Benencio, para un pos-título para docentes de escuelas medias de la ciudad de Buenos Aires. Hasta elgolpe militar de 1976, ambos habían sido militantes de la Agrupación NavalPeronista José María Alessio, de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), fren-te obrero de los Montoneros. Ante unos ciento cincuenta profesores, amboscompañeros evocaron su experiencia sindical en la zona Norte del conurbanobonaerense durante los años setenta. Al momento del cierre, al abrir un espa-cio para preguntas, uno de los asistentes inició una larga intervención muy crí-tica a Montoneros y su política, asumiendo que estos habían sido los respon-sables de la destrucción de numerosas iniciativas subordinadas a esa expe-riencia políticomilitar. Al finalizar su intervención, preguntó:

“¿Cómo evalúan ustedes qué pasó cuando llegó Montoneros, estos pro-tectores?”

Quien le respondió fue Luis Benencio, Jaimito:

“Yo me voy a remitir a un punto. Porque en general hay una subestimaciónde nosotros, los laburantes, que se da seguido... Cuando me invitan a hablar, medicen: ‘Ustedes fueron captados por Montoneros, y a partir de ahí hicieron todo loque quisieron’. Yo no me sentí jamás así... En el caso nuestro no pasó nada de eso.¿Por qué? Primero...yo aprendí a pensar también, no mucho, pero un poquito, y esome posibilitó poder discernir qué era lo bueno y qué era lo malo para mí. Lo quepasó concretamente con Montoneros es que teníamos una ambivalencia ahí [...]Nosotros duramos tanto y tuvimos tanta fuerza y pudimos hacer lo que hicimos noporque éramos valientes, sino porque también había un miedo hacia nosotros: si anosotros nos pasaba algo, iba a intervenir la organización. Lo segundo, y que es locentral para mí, [...] es que cuando se acerca la JTP y empezamos a transitar el

NNoo nnooss ssuubbeessttiimmeenn ttaannttooEExxppeerriieenncciiaa oobbrreerraa,, lluucchhaa aarrmmaaddaayy lleeccttuurraass ddee ccllaassee

FFEEDDEERRIICCOO GGUUIILLLLEERRMMOO LLOORREENNZZ**

El poeta de la Revolución es el pueblo; pero elpueblo concreto, de persona a persona.

Francisco Urondo, ¿Soy el poeta de la revolución?

*Historiador, UBA.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS55

camino... fue toda una discusión muy, muy grande [...] Los que había que hacerdentro de la fábrica lo sabíamos nosotros. Digo, no nos subestimen tanto, nosotrostambién sabemos discernir entre lo bueno y lo malo.”1

Este contrapunto y esta reivindicación de la experiencia obrera sintetizanuno de los nudos conceptuales que orientan una porción importante de las refle-xiones y aproximaciones críticas hacia los años setenta: para el autor de la pre-gunta, los montoneros eran los protectores; es decir, los trabajadores eran losprotegidos, los guiados (erróneamente) o descuidados por la guerrilla. Pero paraJaimito, cuando se acercó la JTP, empezaron las discusiones. En la brecha entreambas asunciones vive la posibilidad de recuperar un lugar para la experienciade clase a la hora de pensar la confrontación social de los años setenta y, espe-cíficamente, la de los trabajadores, blanco masivo de la represión pero, comocontraparte, actores sociales infrarepresentados en las interpretaciones delperíodo. ¿A dónde, a quiénes “se acercó” la JTP?

Los navales de Tigre

Los astilleros Astarsa, ubicados en Tigre, empleaban a cerca de mil qui-nientos hombres; la mitad eran obreros metalúrgicos, y el resto, navales. Lostalleres fueron un polo de desarrollo para la zona Norte del Conurbano bonae-rense. Por aquellos años, en ese espacio funcionaban numerosas fuentes detrabajo: establecimientos metalúrgicos, madereros, alimenticios, plásticos ycerámicos, además de otros astilleros. Miles de familias de los sectores popu-lares se asentaron en respuesta concreta a las posibilidades de trabajo y ascen-so social.

Con la radicalización de los conflictos sociales y el activismo político,desde mediados de los años sesenta la zona se transformó en un hervidero deagrupaciones de distinto signo, prácticas y color ideológico. En Astarsa estaactividad se materializó, a principios de la década de 1970, en la constitución

1 Entrevista abierta a Luis

Benencio y Carlos Morelli,

Cátedra Abierta, CePA,

7/10/2006.

Manifestación de

trabajadores de ASTARSA.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS56

de una agrupación que buscaba dis-putarle el control a la dirigencia sin-dical del Sindicato de Obreros de laIndustria Naval (SOIN). Este grupo detrabajadores hacía hincapié en lademocracia sindical y en la mejora delas condiciones de trabajo, a partir dedemandas relativas a la higiene yseguridad de las tareas. Entre susintegrantes iniciales había hombresprovenientes de distintas experien-cias políticas, desde el marxismo alperonismo. Otros no tenían experien-cia ni práctica política alguna hastaese momento. Coincidían, no obstan-te, en su juventud, lo que los distin-guía y los agrupaba.

En mayo de 1973, poco despuésde la asunción de Héctor Cámpora, unaccidente se cobró la vida del obreroJosé María Alessio, y esto precipitó ladecisión de la agrupación de tomar elastillero. En el contexto de la movili-zación popular de esos meses, loshuelguistas obtuvieron todas sus rei-vindicaciones, entre ellas el derecho acontrolar las condiciones de salubri-dad del trabajo en el astillero, y deeste modo incidir directamente en losritmos de producción. Además, suvictoria los transformó en un referen-te para otras comisiones internas dela zona. Durante los días que duró elconflicto, habían decidido la incorpo-

ración de la agrupación a la Juventud Trabajadora Peronista.Luego del conflicto, los trabajadores navales se vieron en el centro de la

toma de decisiones. Todo el cuerpo de delegados les respondía y aumentaba laparticipación de otros trabajadores, colocándolos en una situación de gestionarademás de confrontar. ¿Qué consecuencias tuvo esto para un gremio combati-vo? Para los miembros de la Agrupación se trataba de mantener y extender lasconquistas y construir conciencia entre el resto de los trabajadores. Para ello,debían enfrentar la presión de la ortodoxia sindical –relegada frente a su vic-toria– que se concretaba en maniobras espúreas, como la intervención al sin-dicato, “aprietes” y asesinatos. Algunas de estas prácticas, a la vez, fueronparte de la lógica de la agrupación Alessio.

¿De qué modo enfrentaron “los navales” –como se los conocía– estas for-mas de lucha política? La violencia y las formas militares de la política fueronuna divisoria de aguas entre los militantes de la agrupación. En tanto que vin-culados a Montoneros, en el interior de la agrupación se reprodujo la tenden-cia a la militarización por parte de esa organización guerrillera.

En el caso de “los navales”, hubo dos posturas. Frente al recrudeci-miento de las acciones de la Triple A, algunos de ellos sostenían la necesidadde profundizar el trabajo sindical, extender la participación de otros obreros yno aislarse en prácticas militaristas. Los demás –cuya opinión en definitiva pre-valeció– sostenían la necesidad de encuadrar militarmente a los militantes sin-dicales, y responder a la agresión en función de un enfrentamiento que se con-

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS57

sideraba inminente. En este punto, el caso de Astarsa permitirá analizar estapregunta: ¿la creación de la JTP fue un verdadero proyecto de construcción deun nuevo poder sindical, o desde su concepción fue pensada como un meroapéndice de una estrategia militar?

Pese a estas tensiones, la agrupación participó y protagonizó las masivasmovilizaciones sindicales de junio de 1975, un grupo más dentro de un proce-so que muestra el desarrollo que habían alcanzado los gremios combativos. Lascoordinadoras de gremios en lucha, fenómeno de breve duración pero intensoimpacto, podrán ser abordadas también desde la historia de una agrupaciónque era vista como la vanguardia de estos grupos.

Entre finales de 1975 y el verano de 1976, la Triple A ya había asesi-nado a algunos de los integrantes de la Agrupación y muchos de sus inte-grantes decidieron militarizarse, mientras que otros rechazaron esa posibili-dad. Por ese entonces, el espacio para cualquier tipo de actividad sindical eraprácticamente nulo. ¿Cómo responder a la gran cantidad de problemas “ope-rativos” planteados por estas decisiones? Numerosos miembros de la agru-pación fueron detenidos el mismo día del golpe, el 24 de marzo de 1976, enun gigantesco operativo en los talleres de Astarsa y Mestrina; muchos otrosdesaparecieron en la primera mitad de 1976, y para 1977 la mayoría estabanmuertos, desaparecidos, en el exilio o refugiados en el silencio de ciudadespequeñas del interior.

La toma

Durante los días que duró la toma de 1973, los militantes decidierondefinirse como integrantes de la Juventud Trabajadora Peronista, fundada amediados de mayo de ese año. Uno de los organizadores de la Agrupación, elChango (Juan Sosa) lo sugirió en una de las discusiones. Otro de los referen-tes de los obreros que ocupaban la fábrica, el Tano Martín Mastinú, propuso lomismo durante uno de los viajes en auto entre el astillero tomado y elMinisterio de Trabajo:

“Cuando aparece la JTP apoyándonos en concreto, a nadie se le ocurriócuestionarlos políticamente. También porque había un reconocimiento haciaalgunos de los compañeros, como el caso del Chango, que tal vez si hubieradicho otra cosa, era otra cosa... o no... No sé si me explico. No sé si en verdadexistía el espíritu de decir somos JTP, porque había mucha gente que ni siquie-ra era peronista. Estábamos bien todos juntos. Que la experiencia fue buena,en eso sí acordábamos.”2

El Gayo, otro de los participantes de la toma, muestra en su testimoniola combinación de pragmatismo y lealtad personal que orientaba el encuadra-miento en esa agrupación política:

“Se llega a la toma y el Chango trae a alguno de la JTP. Se vinieronotras agrupaciones a ofrecer y les dijimos que no, que ya teníamos... Muchosvenían a sacar su tajadita, más grande o más chica, pero alguna tajada sequerían llevar. Y ahí andaba el Puma viejo, ¿no?, para todos lados. Ya tenía-mos ese apoyo.”3

Sin embargo, la pertenencia al frente sindical de una organización gue-rrillera sin duda traía problemas. Fundamentalmente, aquellos derivados de lavoluntad de ésta de subordinar la actividad sindical en los talleres a sus obje-tivos políticos a escala nacional, y, como consecuencia, el aspecto más dramá-tico y vital de estos: las contradicciones que esto planteaba a los militantes sin-dicales en sus prácticas cotidianas.

2 Luis Benencio, en CET,

Navales, pág. 51. Se trata

de un manuscrito inédito

que contiene la desgraba-

ción de una mesa redonda

entre tres trabajadores de

los astilleros de la zona del

Tigre realizada en 1988.

3 Idem, pág 54. El subraya-

do me pertenece.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS58

“También se empieza a trabar todo, a complicar. [...] Ocurre que la JTPempieza a meterse más, a querer decidir más [...] Empiezan a aparecer pro-blemas: ¿hacia dónde vamos? ¿Cómo seguimos? La mano, por otro lado, seempieza a poner dura. No era necesario ser vidente para darse cuenta de quecada vez se iba a poner más dura. Había que pensar hacia dónde íbamos o másbien... ¿cómo la seguimos?

“Porque fijate vos, un laburante que va a la fábrica y después tiene quehacer laburo de militante, andar por todos lados..., es demasiado jetoneo.

“Ponele el Tano Mastinú, que va de aquí para allá, que es responsable detodo el gremio, y además tener que hacer el laburo de militante... eso era loque se discutía un poco... ¿es conveniente o no?

“Primero lo que significaba el Tano. Cualquier cosa que le hubiera suce-dido, significaba una pérdida demasiado importante para nosotros.”4

En el caso de Mastinú, el Tano, un ejemplo a partir de un episodio pro-ducido durante un conflicto en Mestrina desarrollado entre septiembre ydiciembre de 1974, evidencia la afirmación anterior. En apoyo a los que habí-an tomado el astillero, Montoneros secuestra al dueño, Antonio Menín, al queliberaron al poco tiempo. Cuando durante las negociaciones Mastinú llegó anegociar con éste, en su calidad de referente sindical del sindicato para la zona,el empresario lo reconoció: era uno de los montoneros que lo habían “apreta-do”. Se trataba de una dualidad de tareas por lo menos peligrosa y, sin duda,un despropósito desde el punto de vista del trabajo sindical.

El Polaco, Rubén Díaz, fue un militante que entró a trabajar a los astille-ros Mestrina en 1974, llevado por, en ese momento, los dos referentes de laAgrupación: el Tano y el Chango. Para él, que dejó el trabajo en el año 1975por sus diferencias con la conducción de la actividad sindical, el hiato funda-mental era entre dos concepciones distintas acerca de ella:

“Se propone otra política a la agrupación que era, hasta ese momento, unaestructura abierta a todo el gremio. Se plantea, por otra parte, la necesidad de refor-zar con cuadros a la JTP en desmedro de la agrupación. Entonces se da una con-frontación muy fuerte que, creo, la agrupación no la puede soportar. Es ahí cuandohay oposición y se dice que aquellos que quieren otro tipo de laburo lo pueden hacer,que todo el mundo sabe a quién dirigirse [...] Se quería que toda la agrupación enbloque, pasara al laburo militante de la JTP. Esa discusión fue medio liviana, perodespués se dio la otra, muy pesada, en el club del Rincón de Milberg”.5

En Mestrina, los referentes de “los navales” eran el Titi Echeverría y elMacaco Hugo Rezek. Para finales de 1974 y el verano de 1975, el Polaco podíasentir que:

“Personalmente me llevaba bien con ellos. Cuando no hablábamos depolítica andábamos de lo más bien. Pero cuando metíamos la política en elmedio, cagábamos. Nunca tuvimos conflictos de poder ni de manija, porque nohabía ese tipo de conflictos.” 6

La afirmación del Polaco es clave: si se trata de integrantes de una agru-pación sindical, ¿cuáles son las consecuencias de que dos delegados “se llevenbien personalmente” pero no “políticamente”? ¿A partir de qué cuestionesaparecían semejantes contradicciones?

Disciplinas

Poco después de la toma de Astarsa, en 1973, un número especial delperiódico Jotatepé reproducía las declaraciones de uno de los líderes de la toma:

4 Idem, pág. 66.

5 Rubén Díaz, en CET,

Navales, pág. 72.

6 Idem, pág. 73.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS59

“Ocupamos la empresa porque era el único camino que teníamos antela muerte del compañero Alessio. Fue la primera vez que ganamos y eso nosdio confianza a todos, porque al poder de los patrones, conseguimos oponer-le el nuestro. Ahora la situación en fábrica es distinta: el trato de los capa-taces e ingenieros cambió por completo y el obrero ya no baja la cabeza;aparte ellos están asustados, porque saben que en cualquier momento vol-vemos a reventarlos.

“Pero hay otra cosa: después de la toma los compañeros empezaron asentirse cada vez más identificados con la lucha, y ahora los temas principalesde conversación ya no son el fútbol, el boxeo, las mujeres; en la fábrica secomenzó a vivir la política.”7

Casi en tono monacal, una de las expresiones escritas oficiales de laJuventud Trabajadora Peronista establecía como un logro que “la política”hubiera desplazado a temas evidentemente habituales de conversación en elastillero: “el fútbol, el boxeo, las mujeres”. Esta antinomia deriva en granmedida de la construcción de un obrero ideal por parte de las agrupacionespolíticas que concibieron a la lucha obrera como un espacio más del enfren-tamiento politicomilitar desde el cual organizaban su concepción de la polí-tica. Es interesante esta cuestión pues buena parte de las lealtades políticasconstruidas entre los trabajadores derivaba precisamente de compartir estetipo de aficiones.8

Ni hablar en cuanto a las reivindicaciones. Aunque formuladas desde elpunto de vista de conquistas de clase, en las evocaciones de los protagonistasde la toma los logros más fuertes aparecen como vindictas personales; porejemplo, haber hecho que los jerárquicos retenidos como rehenes “comieran lomismo que nosotros”. Más paradójico aún: si el argumento de la lucha habíasido la insalubridad del trabajo, y la reducción de la jornada laboral a seis horasuna conquista, ¿qué hacer con quienes no entendían esto como una dignifica-ción del trabajo, y sí en cambio como la posibilidad de trabajar el doble (porejemplo, en otros talleres, propios o como asalariados) a la salida del astillero,“para hacer unos mangos más”?

Para Jaimito la lectura clasista estereotipada de la organización era unatendencia muy fuerte y que planteaba contradicciones insalvables:

7 Jotatepé, Año I, N° 1, 1a.

quincena de octubre de

1973, pág. 2.

8 De hecho, en muchos

casos tales aficiones sirvie-

ron políticamente a los inte-

reses de la organización

militar. Uno de los líderes

de los navales tenía una

relación amorosa extrama-

trimonial con la secretaria

de uno de los gerentes de

Astarsa. Ésta le comentó

que por encargo de su jefe

estaba tipeando listas de

activistas para entregar a la

comisaría de la zona. En

respuesta, los referentes de

la agrupación amenazaron a

los dueños del astillero

diciendo que tenían infor-

mación al respecto,

desatando una verdadera

paranoia acerca de que los

montoneros realizaban

escuchas telefónicas en el

nivel más alto de la empre-

sa, que cambió sus líneas.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS60

“Ahí la cosa se miraba como si se estuviera haciendo la revolución y poreso lo disciplinario, lo organizativo. Se hacía como si ya estuviéramos ahínomás. Como que estuviéramos preparando la toma del poder. Entonces eranecesario acostumbrarse a la disciplina, al acatamiento, a la forma organizati-va más severa, más rígida...

“Era, por otra parte, difícil rebelarse... yo no coincidía con muchascosas... con muchísimas... Incluso formas que se daban ante determinadosconflictos y esos sapos te los tenías que comer... pero era difícil decir no, enésta no me prendo... Era como ser menos. Por otro lado, uno había contribui-do y participado, y largar esto no era fácil. Era como renunciar. Y si no era laJTP, ¿qué había? No había otra cosa.”9

Por otra parte, no se trataba solamente de dejar un espacio en el que sehabía participado, sino de abandonar a los compañeros de trabajo, a los ami-gos. El Huguito, Hugo Rivas, uno de los referentes de la toma de 1973, enfren-tó un dilema similar y decidió seguir, aceptando la opción de encuadrarse mili-tarmente. Pagó esa decisión con su vida.

“[...] era un activista gremial, aunque estaba muy ligado a la Agrupación,y fueron casi los últimos compañeros que se integraron [...] Ellos no queríansaber nada, ellos querían seguir participando dentro de la Agrupación [...] La dis-cusión más fuerte fue ésa. Hugo era uno de los que no quería ser incorporado ala Orga. Después los compañeros deciden, pero no por convicción, sino por unacuestión de seguir siéndole fiel al Tano y al Gordo. Aceptan para poder mante-nerse juntos. Si la Orga baja esto, los compañeros aceptaron esto, nosotros nonos vamos a quebrar porque se quiebra la Agrupación”.10

Este dilema, por ejemplo, fue el resultado de episodios de la historiade la agrupación naval que representaron un punto de inflexión en lasvidas de los militantes, como sucedió en una reunión en Rincón de Milbergdonde la conducción les avisó de la inminencia del golpe y les propuso mili-tarizarse. Eran instancias en las que los trabajadores debieron responder a

9 CET, Navales, pág. 79.

10 María Rufina Gastón,

entrevista del autor, 2003.

El testimonio es parte

de la “Colección Astarsa”

del Archivo Oral

de la Asociación Civil

Memoria Abierta.

Un descanso durante

la toma de ASTARSA.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS61

propuestas de acción por parte de la organización que los encuadraba. Elnúmero del Evita Montonera editado para el período abril-mayo de 1976,establecía las siguientes líneas de acción para los integrantes del frentesindical de Montoneros:

“El Bloque Sindical del Peronismo Auténtico, integrado por las agrupacio-nes y dirigentes representativos de cada zona, es el instrumento concreto deconducción politicosindical del Movimiento conducido por Montoneros. Debedifundir la estrategia de Liberación y Guerra Integral al conjunto de los traba-jadores y sumar a la Resistencia a los delegados y trabajadores no comprometi-dos con la burocracia o la patronal. Con los aliados políticos y los dirigentes debase impulsará la formación de la CGT en la resistencia.

“La militarización deberá extenderse a la mayor cantidad de compañerosde fábrica posible, aunque no integren la agrupación, hasta constituir piquetesde la defensa por sección o fábrica.

“La línea de acción de las milicias será: 1) Disciplina estricta en el funcionamiento clandestino y compartimentado; 2) Formación militar teórica, práctica y física del miliciano; 3) Boicot y sabotaje a la producción en forma planificada; 4) Hostigamiento de alcahuetes, carneros, capataces, ejecutivos y patrones; 5) Organización y coordinación de los distintos pelotones para participar

en movilizaciones y operaciones mayores; 6) Participación activa en laconstrucción del Ejército Montonero.

“La milicia obrera se verá fortalecida con la presencia del EjércitoMontonero, a cuyo cargo están las operaciones de mayor envergadura, comoejecuciones de patronales represivas.”11

La disciplina de la organización, por otra parte, desconocía lealtadesbásicas que a la vez eran las que daban cohesión a los grupos que se bus-caba subordinar a la política militar. El Chango Sosa, defensor de la líneade trabajo sindical, se enfrentaba a las propuestas de militarización, alpunto tal de enfrentarse a sus antiguos compañeros. La organización locondenó, pero apeló a uno de sus más cercanos amigos para ejecutar lasentencia. En la cita que sigue se confunden pertenencias y ámbitos demilitancia –política militar y sindical– y, sobre todo, lazos afectivos, mate-rializados, en algún caso, por hechos fuertemente simbólicos como laentrega de un arma por parte de un referente.

“La cuestión pasaba por dar la pelea al aparato, con el consiguientedesgaste y confusión hacia los compañeros y el gremio, o abandonar el tra-bajo. Decidí irme de Astarsa y del gremio. Ya con la decisión tomada, soycitado para una reunión, no recuerdo si era de JTP o de UBR, creo que ni elloslo sabían [...] Había un ambiente espeso, un ambiente de patota. Se me insis-te a que renuncie al cargo de la Agrupación y que lo haga público, que mediscipline, etc. Y que les entregue el arma pues se me va a hacer un juiciopolítico ahí mismo.

“Les respondo que a mí los únicos que tienen derecho a juzgarmeson los obreros, que el arma no me la dio la orga, que casi todas lasarmas que hay en esta reunión las regalé yo, que me voy, y que no inten-ten detenerme.

“Creo que me juzgaron en rebeldía y me condenaron a muerte, pues des-pués de muchos años, a la vuelta del exilio, la viuda de un compañero navalme contó llorando que la orga le había impuesto a su compañero la infametarea de matarme. El compañero hizo una crisis y le contó todo a su mujer. Lanobleza de esos dos compañeros y la fidelidad al cariño que siempre nos habí-amos profesado abortó el intento.”12

11 Evita Montonera, año 2,

N° 13, abril-mayo 1976,

págs. 31-32.

12 Juan Sosa, comunica-

ción personal, 20 de julio de

2004.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS62

Contradicciones vitales

A Martín Toledo, delegado en astilleros Mestrina, lo secuestraron y per-manece desaparecido. Chaqueño, hijo de un militar, a mediados de la décadadel setenta integraba la Agrupación José María Alessio. Se lo llevaron de unaobra en construcción, la nueva casa que se estaba construyendo.

“Él se negaba a tener que irse de su casa [...] Decía que él tenía que tra-bajar, y que tenía su casa. Y que él los problemas laborales los arreglaba en eltrabajo, los problemas sindicales los arreglaba en el sindicato, y que no teníanque venir a su casa. ‘Si me tienen a venir a buscar, que me vayan a buscar. Sime van a buscar por algo de lo que hago, que me vayan a buscar al laburo’. [...]Rincón era un polvorín, los camiones entraban y salían. Entonces empezó a irsede la casa, y para irse de la casa, él se había comprado un terreno donde seestaba edificando una casa a la que le estaba poniendo el techito... a cinco cua-dras de la casa [...] Esa es la parte más terrible de la cosa. Porque un trabaja-dor ¿cómo sale de su casa que le costó tanto esfuerzo? [...] Ellos vinieron de suprovincia, se trasladaron a un lugar, hicieron su casa, o la iban haciendo de apoco, iban poniendo las cosas que les gustaban, y después tener que irse (...)Dejar eso para irse a dónde.”13

Toledo se negaba a mudarse ante instrucciones de sus responsables dela organización Montoneros. No había sido la primera. Toledo y muchos de suscompañeros habían tenido una reunión en el Club El Ahorcado, de Rincón deMilberg, en el verano de 1976, donde, como queda dicho, referentes monto-neros les habían advertido de la inminencia del golpe para instarlos a encua-drarse militarmente en la organización. Entre otras cosas, esto implicaba reci-bir una suma para gastos de seguridad, y el abandono de la fábrica y sus pues-tos de trabajo en los astilleros de la zona.14

“Ellos discutieron que nunca iban a recibir plata de la orga, y se iban air a la casa de un pariente. Nunca iban a aceptar... porque les parecía que esono era así. Entonces así fue como fue cayendo Martín, que lo vienen a buscara su casa, y se lo llevan. Y queda Yoly con sus dos chicos, y le roban las cosas,le llevan la plata.

“A él lo llevaron con ropa de trabajo [...] y al tiempo la llaman a Yoly paradecirle que habían encontrado una bolsa en el río con un carnet del sindicato[...] la plancha y la ropa. La citan a la Prefectura y la interrogan.”15

La respuesta de Toledo ante la amenaza represiva surgió desde su expe-riencia de clase, desde una serie de valores y jerarquías que lo llevaron a par-ticipar en el frente sindical de una organización armada, pero que no necesa-riamente tenían que ver con los que ésta se daba en relación con los obrerosque la integraban.

En la dramática historia de Martín, el desafío político enunciado por unaorganización revolucionaria es respondido desde las experiencias y expectati-vas de clase de un trabajador argentino de la década del setenta. Aunque esalgo que debe hacerse, no es la intención de este texto llamar la atención sobrelas falencias en la conducción de su lucha por parte de Montoneros, ejercicioque en todo caso los mismos actores deberán en algún momento hacer, proba-blemente cuando el tiempo permita atenuar el impacto de episodios tan dolo-rosos, por su sencillez, como este: para refugiarse de la represión que comotrabajador recibía, visto como enemigo subversivo integrante de una organi-zación revolucionaria, Toledo, desde su memoria histórica de trabajador, aban-donó su casa construyéndose otra, en el mismo barrio, cerca de la que se habíalevantado inicialmente cuando dejó su provincia, al igual que miles.

13 María Rufina Gastón,

entrevista del autor, 2003.

14 Conviene tener presente

que más allá de dar este

consejo, la organización

sólo dispuso de recursos

para dar seguridad a uno de

sus militantes, Hugo Rivas,

que fue secuestrado el

mismo día que iba a mudar-

se. Las columnas Norte y

Sur de Montoneros habían

manifestado la necesidad

de descentralizar la organi-

zación y proveer recursos

para proteger a los militan-

tes, lo que fue visto por la

conducción nacional de

Montoneros como una

pérdida de poder.

15 María Rufina Gastón,

entrevista del autor, 2003.

El testimonio es parte

de la “Colección Astarsa”

del Archivo Oral

de la Asociación Civil

Memoria Abierta.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS63

Leer esto sólo desde una falta de recursos o desaprensión de la guerrillapor las vidas de sus militantes, es desconocer un aspecto central de la historiareciente argentina: que el golpe de Estado de 1976 fue el episodio inicial de larevancha de sectores que vieron amenazada su posición de privilegio social porla movilización de los sectores trabajadores, y que también buscaron revertir unmodelo estatal y social instalado desde mediados del siglo XX en la Argentina.

“¿Cuáles fueron los motivos por los que estas empresas se involucraron,hasta el extremo de volverse corresponsables, en la política represiva?Analizando los efectos de la represión sobre los trabajadores, puede verse queésta tuvo, por lo menos, dos grandes consecuencias. Un primer efecto tieneque ver con la transformación de las condiciones de trabajo, sociabilidad yorganización en el ámbito de la fábrica [...] Un segundo efecto de la políticarepresiva se relaciona con el impacto de estos cambios en cada uno de los con-textos fabriles en las relaciones políticas y sociales a nivel nacional. La políti-ca represiva y la anulación de todo movimiento social de oposición fue una pre-condición para la implementación de un modelo económico que modificó radi-calmente la estructura económica y social argentina, destruyendo las bases delmodelo industrial vigente, para imponer, en cambio, un nuevo modo de acu-mulación centrado en la valorización financiera.”16

Después del golpe de Estado de 1976, y de su continuidad estructuraldurante las décadas del ochenta y del noventa, no sólo Martín Toledo y lamayoría de sus compañeros no están más. La experiencia de la clase trabaja-dora argentina, construida históricamente a partir de episodios fundacionalescomo su participación política a partir de la década del cuarenta, su alto gradode movilización en los años sesenta y setenta, un nivel de vida y expectativasde futuro alcanzados en esos años de lucha y crecimiento están tan desapare-cidos como las vidas de muchos de los que los encarnaron y protagonizaron.

Dar densidad al problema de las relaciones entre la guerrilla y sus fren-tes de masas es una forma de hacer justicia a estos muertos, y a sus historias,apartándose del maniqueísmo y explorando el sesgo clasista que tiñe las lec-turas acerca de los obreros desde hace treinta o cuarenta años. También las dequienes pretendieron conducirlos, las de quienes los reprimieron y las de quie-nes hoy escribimos sobre ellos. Retomar la vieja cuestión acerca de que una

16 Basualdo, Victoria,

Complicidad patronal – mili-

tar en la última dictadura

militar. Los casos de

Acindar, Astarsa, Dálmine

Siderca, Ford, Ledesma y

Mercedes Benz, Buenos

Aires, FETIA, marzo de

1996, págs. 24-25.

Asamblea de trabajadores.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS64

historia popular no se define sólo por su objeto, sino desde el punto desde elcual se mira para escribirla.

Frente a esta voluntad de justicia, el análisis de la experiencia de losactores es una pieza fundamental para evitar las simplificaciones, que suelenser, como se quejaba Jaimito, subestimaciones. Una forma de rescatar a lostrabajadores de esa condición es la de eludir una mirada dominante, aquellaque infravalora y subordina su lucha al análisis de otras experiencias políticasque participaron del enfrentamiento de esos años y lo encarnaron, probable-mente de un modo más espectacular, pero no necesariamente proporcional-mente radical. Las lecturas acerca de los setenta se concentran abrumadora-mente en la experiencia de las organizaciones armadas.

Es un buen momento de preguntarse el sesgo clasista de estas interpre-taciones. Esto implica varias cosas: por caso, revisar la composición social dela guerrilla y de sus frentes de masas. Relativizar, para cuestionar, lecturas dela época que responsabilizan a las conducciones guerrilleras por un derrochedesaprensivo de vidas humanas, sobre todo porque esto trae aparejada la cons-trucción de que quienes arriesgaron sus vidas fueron títeres llevados al mata-dero por irresponsables que se salvaron.

Además de inexacto, esto es fundamentalmente injusto. Si algo hubo deesto, mucho más hubo de compromisos traducidos en actitudes vitales. El res-cate mediante el análisis de las historias de vida de los trabajadores es un actode justicia a la memoria de tantos que no tienen la posibilidad hoy de defen-derse de las interpretaciones que escribimos sobre ellos.

Al mismo tiempo, pensar hasta qué punto al concentrarnos en lecturasacotadas sobre las formas de la lucha política en los años setenta nos colocancomo funcionales a sectores sociales dominantes. Hacerlo coloca en un segun-do lugar a los principales culpables de la tragedia argentina: los que se bene-fician del país reestructurado a sangre y fuego entonces, donde la casa incon-clusa de Martín Toledo es el cimiento de una villa miseria.

No sólo se trata, entonces, de no subestimar a Jaimito y a sus compañeros.Según la feliz expresión de Pablo Semán, ciertos saberes y experiencias populares,como un bajo continuo, perduran y sostienen identidades a lo largo del tiempo.Veinte años antes de las palabras de Jaimito ante los docentes, y diez después delferoz golpe de 1976, el sindicalista Germán Abdala, que se había formado militan-do en el sindicalismo de los años setenta y durante la dictadura, y fue uno de losfundadores de la CTA, también reivindicaba el lugar de los trabajadores para pen-sar el país, en una entrevista televisiva de mediados del ochenta con palabras muysimilares, tanto que me ilusiona pensar en acordes del mismo bajo: el de la expe-riencia de los trabajadores. Lo entrevistaban, también, dos “históricos”, pero delestablishment económico, Bernardo Neustadt y Mariano Grondona:

Neustadt -Abdala, en vez de ser un dirigente gremial, parece un intelectual, folclórico, filosófico. Doña Rosa está diciendo:¿este me representa a mí?

Abdala -Y también, no hay que subestimarnos. Los trabajadores no necesitamos estar en mameluco y pedir nada más porel salario, queremos opinar sobre el país también.

Grondona -Lo que pasa es que nosotros no quisimos crecer, Abdala,no quisimos porque no hicimos el esfuerzo.

Abdala -No, aquí crecimos, este fue un país con justicia, con equidad, donde hubo salud, hubo educación, hubo vivienda, hubo distribución de los ingresos, y después...destruyeron todo.17

17 20 de noviembre de

1986, en el Programa Hora

Clave. En Jorge Giles, Los

caminos de Germán Avala

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS66

Comencemos por algunos datosbiográficos. Nací en La Plata un 12 de juliode 1941, y viví en esa ciudadhasta 1964, año en que fui dete-nido. Cuando salí de la cárcel,más o menos al año, me mudé.Después, vino la cuestión de lainvasión a Santo Domingo, mástarde el golpe de Onganía, ycomo la mano se ponía pesadahubo que irse.

¿Tus padres a que se dedicaban?Mi viejo trabajaba como maes-tranza en la Escuela Vucetich, ymi vieja era ama de casa. Tengodos hermanas que aún hoyviven en La Plata.

¿Qué estudios cursaste?La primaria y el secundarioincompletaoen el Normal Nº 3,de La Plata. Después me dedi-qué a la militancia; vivía en unapensión, trabajaba de plomero...

¿Cuándo te iniciaste en la mili-tancia?En la década de 1950 entré amilitar en lo que fue laResistencia Peronista.

¿Por alguna influencia familiar?No, mis viejos no eran peronis-tas ni tenían interés por la políti-ca. Pero yo me eduqué en unarealidad peronista, en un barriotrabajador donde había muchosde chicos de mi edad que eranperonistas. Las relaciones delbarrio eran un caldo de cultivo.Estaba Jacinto Padín, un hombreque fue algo así como mi padrepolítico. Empezamos a trabajaren lo que eran los Comandos deResistencia, que por entonces nisiquiera se llamaban así. Era unaforma de hacer algo, sentar undiscurso diferente al que estabaen vigencia después de laFusiladora.

¿Tuviste algo que ver con losinicios de la Juventud Pero-nista?No. En realidad, viviendo en LaPlata tenía relación con algunosde los viejos militantes. Eran mismayores, como Babi Molina,Diego Miranda, Logiorato, elviejo Chávez... Y uno hacíacosas. Después vino la huelgapor la “laica y libre”, y realicé miprimera operación por el año

1958: una recuperación de unasarmas; una porquería.

Cómo era esa militancia barrial:¿era una célula, un grupo?Nos juntábamos, charlábamos,escuchábamos grabaciones conmensajes de Perón, leíamos.Actuábamos bajo la identidaddel peronismo; se hacían todaslas cosas que eran comunes enesa época: ir a actos, hacer algu-na pintada con crayon de brea. Ytambién militancia barrial,desde ayudar en el tendido deun caño de agua hasta resolverproblemas concretos. Nos íba-mos relacionando con la gente.No tenían nombre como grupo.No había nombre y aquellas pin-tadas no se firmaban. LaJuventud Peronista se constitu-yó después; por supuesto,muchos de los compañeros ibanpresos una y otra vez. Era bas-tante habitual.

¿Qué libros leían?Fundamentalmente los diarios ypequeñas publicaciones. Leíamosalguna cosa de Jauretche y artí-culos de política en general. La

EEnnttrreevviissttaa

DAVID RAMOSProtagonista de la pionera experiencia guerrillera de Taco Ralo, protagonizada

por las Fuerzas Armadas Peronistas, repasa las alternativas de aquel episodio,

como así también diversos aspectos de la militancia setentista.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS67

Plata era una ciudad universita-ria; para tener una identidad polí-tica había que estudiar, entoncestambién leíamos a Sastre, aFanon, a cualquier otra cosa;desde Primo Rivera a Marx.

¿Eran lecturas individuales ocolectivas?Había lecturas individuales y lec-turas colectivas. Yo vivía en unaciudad universitaria que fuedeterminante para mí. Porque,aunque fuera para conquistar auna piba, había que tener unacierta cantidad de libros en lacabeza. Y después, la necesidadva empujando a especializarse, a

tener que leer. Yo estudié desdeMarx hasta Primo de Rivera.Leíamos todo. Hacíamos tam-bién lecturas nacionales, pero nonacionalistas. Y después, lanecesidad de discutir socialmen-te, o políticamente, obligaba acapacitarse, porque no se podíadiscutir sobre algo que uno noconocía. Porque sin elementos,se perdía.

¿Influyó la Revolución Cubana?Yo diría que no tuve muchainfluencia de la revolucióncubana; tuve más influencia dela revolución argelina. Eso fuepara mí importantísimo.

¿Qué recuerdos tenés de 1955?Yo era un muchachito, perotengo muchos recuerdos, inclu-so anteriores. Había visto loscambios de una población quede no tener dignidad, había con-quistado la dignidad; de no tenervoz, tenía voz; los chicos, de notener juguetes, tenían juguetes;tenían acceso a un estudio, alcolegio. Existía justicia social.Eso para mí era importante, y seperdió. Me convertí en militanteperonista porque nunca creí lamentira que vendían los gorilas.Y cuando yo quería saber algo ypreguntaba, afortunadamentetuve gente cerca que me explicó.

¿Cómo caracterizás al peronismo?Yo creo que el peronismo no esun hecho político, sino un hechocultural que contiene lo político,pero lo excede, lo sobrepasa.Creo que hoy en día sigue sien-do un hecho cultural. Cuandouno se comportaba como tal, eraporque vivía como vive la gentedentro de una identidad, y laidentidad uno era peronista.Después, hubo que capacitarse;¿por qué? Yo no creo en las van-guardias. Para hacer la vanguar-dia –que es una categoría militarde análisis- hay que tener unejército adelante o detrás; y nos-otros éramos emergentes de unpueblo que resistía, éramos loque flotaba de un pueblo queresistía, y esto para mí es lo quemás va a configurar toda laetapa, creo que hasta hoy, y va amarcar las diferencias. ¿Porqué? Porque mucha gente quedópegada a la consigna de cons-truir la vanguardia. Nosotrosno... Decía Mao, para usar untexto viejo: “ser como pez en elagua”. Nosotros éramos comopez entre los peces. No teníamosque desembarcar en una reali-dad para transformarla; interac-tuábamos esa realidad, y esto

David Ramos 2007.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS68

era lo que marcaba la tarea. Ycreo que esto fue una diferenciaque después no fue entendidapor mucha gente que se consti-tuyó, mejor dicho se creyó cons-tituir, en vanguardia.

Bien, eran grupos, se juntaban,leían... ¿Cuál es la primera vez enque vos participás en la constitu-ción de un grupo ya orgánico?Yo pertenecí a grupos orgánicosdespués. Pertenecí orgánica-mente a lo que fue la dicotomíade “laica y libre” (yo era laico,por supuesto). Ahí conocímuchísima gente, y aprendí unagimnasia, lo que yo llamaría unagimnasia revolucionaria, porquefue una huelga larga y para míeso fue muy importante porqueme enseñó a trabajar en grupo.Más tarde, trabajando de plome-ro, por ejemplo, de pronto, paramilitar o generar cosas iba a untaller, y en ese taller se trabaja-ba en la organización. Despuésde Huerta Grande me doy cuen-ta de que la salida, así comoestaba planteada, no era posible;que había una parte que era laburocracia dentro del peronismoque era laborista, que no erarevolucionaria. Entonces merelacioné con otra gente y tuvelos primeros contactos con ungrupo nuevo que se formó, quees el grupo de calle Posadas, eldel Vasco Bengoechea, dondehabía gente que venía del pero-nismo y otra que venía dePalabra Obrera, organizaciónque había planteado el entrismoen el peronismo. El Vasco seseparó de eso y se produjo unadiscusión sobre la lucha armada.

¿Quiénes participaron en esedebate?Los dos grandes grupos quevendrían a ser el EjércitoGuerrillero del Pueblo (EGP), por

un lado, y el Vasco Bengoecheapor otro. Después sobrevino laexplosión de la calle Posadas, yyo caí preso.1

Decías que en “laica o libre” ocuando trabajabas de plomero,trabajabas para la “organiza-ción”. ¿Cuándo hablás de orga-nización, te referís al peronismoen general?A organizar la realidad que escircundante. Siempre partiendode que el peronismo es un hechode cultura. Lo que uno hace esdarle formas organizativas a lagente.

Pero no estabas encuadrado enninguna tendencia interna delperonismo.No, no. Teníamos relaciones congente que había estado o estabacon John William Cooke.

¿Pero cuál era tu referente en elperonismo?Perón.

¿Y en la Argentina quién?¿Cooke?No, no, no. Mi referente eraPerón. Después, los años cam-biaron algunas cosas. Pero mireferente en esa época eraPerón. Más tarde hubo diferen-cias con alguna gente, pero yolas fui descubriendo después.Uno trabajaba cerca de un sindi-cato, o dentro de un sindicato, oen la CGT, y por lo tanto semovía en esa realidad. Y des-pués, trabajábamos en el barrio.Conocíamos todos los grupospolíticos, pero lo que nos impul-saba siempre era la tarea.

¿Y cómo llegás al VascoBengoechea?A través de compañeros. Allíestaba la Negra Amanda, a quienya había conocido en el año

1956. Fui compañero de ella conaquello de la “laica”. La NegraAmanda en ese momento teníaun compañero que se llamabaCarlitos, y Carlitos es el que meincorpora al grupo del Vasco.

¿Qué recordás de él?Que era un buen tipo, un cuadromuy capaz. Con algunas diferen-cias, pero era un buen tipo. Perolo conocí durante muy pocotiempo, porque murió el 23 dejulio del 1964. Y yo me habíaincorporado en el año anterior oa principios de 1964.En realidad, ahí ya había un pro-yecto de una vanguardia. Elhecho de empezar a acumularexplosivos, de ir armando...Había un proyecto de abrir unfrente rural. También existíanconceptos de vanguardia; perono míos. Y en esos momentoshabía temas que no se discutían,porque lo que importaba era lapráctica, el hecho concreto.Además, todo eso fue muy brevepara mí.

¿Con el Vasco hicieron entrena-miento militar?Yo no. Teníamos cierto entrena-miento hecho nosotros mismosen la ciudad, o en el monte dePunta Lara. Caminatas, manejarun arma, saber armarla y des-armarla. Yo conocía eso; perono había una capacitación espe-cial y, de hecho, nunca tuve unacapacitación como soldado. Erauna categoría que me sobraba.Fui militante. Tuve que hacerlas cosas; pero para mí lo que sítenía muy en claro era que laguerra o la lucha armada erauna situación muy límite, queno se la merece nadie. No se larecomiendo a nadie porque creoque nadie se merece tener queatravesar lo que hemos atrave-sado nosotros. Creo que hubo

1El 21 de julio de 1964, se produjo el estallido de bombas en la calle Posadas1168. En esa explosión accidental, mientras estaban abocados a la tarea de armar

explosivos falleció Bengoechea, sus compañeros y varios vecinos.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS69

mezclas de la época, muchascosas no pensadas, o no verba-lizadas, pensadas individual-mente; categorías que se incor-poraron sin ser analizadas;entrar en el juego de constituiral peronismo, tomarlo con unafalta de respeto, que es lo queyo llamo pensarlo como el “alu-vión zoológico”, un lugar al quehay que llenar de contenido, adarle una ideología. Creo queeso existió, y nosotros, yo per-sonalmente, en algunos casosparticipé.

¿Creés que el guevarismo inten-tó hacer eso?No, no, no. Creo que Guevarafue una bandera en su momen-to, asumida fundamentalmentepor sectores medios dentro de lamisma militancia. ErnestoGuevara era visto por muchagente como un tipo; pero era unmilitante. Yo tenía mayorinfluencia teórica de Fanon quede Guevara. De última, Guevarano era peronista. Esto es así. Nocreo que haya sido antiperonis-ta; pero no era peronista. En ladiscusión entre Masetti y elVasco, Masetti planteaba hacerlas cosas por fuera del peronis-mo y el Vasco decía “con el pero-nismo no basta; pero sin el pero-nismo no alcanza”.

¿Y ese debate lo vivieron uste-des?Lo dio el Vasco, yo no. Yo era unperejil. Un pibe de barrio cual-quiera, como lo sigo siendo hoy,aunque menos pibe.

¿Y cómo se mantenían? Vos erasplomero...A mí me sobraba plata comopara mantenerme y darle decomer a algún otro si era nece-sario. No tenía problemas por-que tenía un buen oficio.Después me tocó perder, cuandosucedió la desgracia de la callePosadas. Pierdo con la NegraAmanda y otra gente más.

¿Cuándo caés preso?El 14 de agosto de 1964. Por unadelación. Yo me había tenido quehacer cargo de unas cosas, y selas pasé a un compañero, que yocreía que era compañero, paraque las tuviera. Y se asustó.

¿Los delató a la Policía?Sí. Me llevó a una encerronapolicial.

¿Todo relacionado con el caso dela calle Posadas?Sí. Caímos presos una chica deLa Plata, que no tenía nada quever con nosotros, que se llamaLidia; un chico que de sus oríge-nes era del Partido Comunista yque no tenía nada que ver connosotros; la Negra Amanda, yyo. Estuve ocho meses y salí enlibertad sobreseído.

¿Dónde estuviste?Estuve en Olmos, la Unidad 9, yCaseros; conviviendo con lospresos comunes, como corres-pondía.

¿Había algún otro preso político?Había montones. Desde CarlitosCaride en adelante. En otrospabellones. Después los mucha-chos intentaron juntarse en elpabellón Nº 7, pero yo no lologré. Anteriormente, habíamosestado presos 82 días enCoordinación General. Éramosun montón: Miguele, Manzano,Serravalle –el ComandantePuma de los Uturuncos–, el peti-so Stamponi, Gareca.

¿Porqué estaban presos ellos?Por contrabando de armas queeran para el Vasco.

¿A quién más recordás?Troiano, Parrino, Antello, ElNegro Chantre –el compañeroque era del PC–, Maidana,Hugo Brezzano y el “asimétri-co” González, que era un tucu-mano de Palabra Obrera.Estábamos todos viviendo en

el mismo pabellón. A NahuelMoreno lo cargábamos todo eldía: lo jodíamos ideológica-mente y le hacíamos trampajugando a la baraja.¿Ya se sabía que Moreno habíaescrito la famosa carta desligán-dose de todo lo sucedido con elVasco?Sí, sí, sí.

¿Y eso se discutió?Se discutía, pero muy poco, por-que primaba la convivencia.Porque si había antagonismo sehacía imposible la convivencia, yel enemigo estaba del otro ladode la reja. Entonces anteponía-mos la convivencia a todo elresto; yo he convivido con gentede diferentes sectores, y siemprecompartiendo la ranchada.

Es interesante lo de Fanon,porque él tuvo una recepcióndentro de los círculos intelec-tuales más que en los círculosbarriales.No, no, no. Los que eran militan-tes y miraban con buenos ojos larevolución argelina... lo leíamos.De ahí, por ejemplo, yo profun-dicé más a Sartre, desde el pró-logo de Fanon.

¿Pensás que se leyó mucho?Yo creo que se leyó mucho.Nosotros lo leímos. Por lomenos la gente que estabaalrededor mío lo leía, como seleían montones de materialesque venían sobre metodologíade la organización. Se me ocu-rre ahora un libro de GeorgLukács, Metodología de laorganización, escrito en el año1947. En esa época teníamosgrandes discusiones con dostendencias que después se vana plasmar en la realidad: porun lado, con la gente deTacuara; por el otro, con lagente de Praxis. Hoy creo quefueron intentos de llenar deideologías diferentes al movi-miento nacional.

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¿Y con quién discutías?Tenía compañeros, gente. En lacalle. Y después en la cárcel,donde se discutía de todo. Lacárcel fue el lugar de formacióny de reconocerse en los otros.

¿Qué hiciste cuando saliste enlibertad? Seguí militando. Actuamos enCGT, apoyamos una huelgalarga de Petroquimica. Luegoentré a trabajar en una meta-lúrgica de La Plata, Poletti sellamaba, pero me echaron pororganizar una toma de fábrica.Después vino lo de SantoDomingo. Seguimos actuando,haciendo algunas cosas...

¿Seguías sin participar en algu-na organización fija?Tengo relación con los compañe-ros, pero no estoy encuadrado.Después me voy a vivir al sur, aTrelew. Y sigo laburando de plo-mero y gasista. Y me caso. Peropocos meses después ya nosoportaba más estar rascándo-me cuando había cosas parahacer. Entonces volví para incor-porarme al grupo que pertenecíaal Bebe Cooke.

¿Con quién?Con la Negra Amanda yCarlitos Caride. Después aque-llo se rompió, más o menos en1967, y ya entramos a formarlo que iban a ser las FuerzasArmadas Peronistas.

¿Te veías con Cooke?Algunas veces, y con su mujer,Alicia Eguren. Yo tenía algunospensamientos diferentes delBebe. Como primera medida,que mejor que decir era hacer.

¿Y eso qué significa?Con respecto a lo que era lalucha. Porque en esos momen-

tos, si vemos la época, ya sehablaba de profundizar losniveles de lucha; pero esta pro-fundización de los niveles delucha significaba la acción en sí.Y además, en esos momentosexistía toda la militanciabarrial, el encuentro ya con loscuras del Tercer Mundo quehabían desembarcado en laArgentina, y montones de otrosgrupos que hablaban todos delo mismo. Pero no se pasabadirectamente a la acción. Esoquedaba suspendido. Siemprese hablaba, se hablaba, sehablaba; y no se hacía. Y ladecisión nuestra, en su momen-to, fue comenzar a accionar.

¿Eso estaba en contraposicióncon lo que decía Cooke?Yo creo que sí, porque el Bebe nooperaba.

¿Qué tipo de acción proponíanustedes? ¿Cuál era la propuesta?Responder más organizada-mente al proyecto deResistencia. Objetivo: el retor-no de Perón y el pueblo alpoder. Cuando nos decidimos aoperar, éramos tres: la NegraAmanda, Néstor Verdinelli, yyo. Después se le han dadomuchas interpretaciones a loque fue la creación de las FAP,pero la verdad de la milanesaes que éramos tres. Al pocotiempo éramos más. Ya tenía-mos casa operativa y todo.Después ya se abrió la cosa yse incorporó otro montón degente que venía de Tacuara, ode la columna argentina enTupamaros, se incorpora elMJP, la gente de Villa Jardín. YQuito, que también había sidodel grupo del Vasco, y estabaviviendo en Santa Fe. Tambiéntuvimos contacto con losDemetrio.2

¿Los Demetrios se incorporarona ustedes?No. Ellos siguieron por su lado ynosotros por el nuestro. Nosotroshicimos una incorporación fun-damentalmente con la gente quevenía rajando del Uruguay, y alos que le dimos refugio, y con elMJP, que tenía una organizacióna nivel nacional.¿Quién era el referente?Cacho El Kadri. Y con ellos for-mamos lo que nosotros llama-mos, en su momento, “la planti-lla”; el grupo madre, que se ibaa ir al monte.

¿El objetivo era directamenteun foco rural?No era la visión del foco. Parausar una categoría que no mecorresponde, pero sirve paraubicarnos, sería de “propagandaarmada”; hacer permanente elestado de lucha. Dado que en laciudad, entre un operativo yotro, hay una discontinuidad delestado de lucha.

¿Se trataba de liberar una zona,de circular?No, no. De darle permanencia aun estado de lucha.

¿Y cómo pensaban darle perma-nencia?Caminando. Porque eso obliga alenemigo a movilizarse y a estarpermanentemente persiguién-dote, ubicándote, combatiéndo-te. Dentro del plan estaba, ade-más, la toma de algún poblado.

¿A partir de qué hechos haríanla propaganda armada?Haciendo pequeños operativos,los que permitiera la fuerza.Nosotros formamos un grupoque subió, que se fue para TacoRalo, pero no llegamos a operar;era un bardo. Era un grupo com-puesto por gente de todo el país.

LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS70

2 Reducido grupo peronista, de orientación centrista, de efímera existencia. Los sectores vinculados con la Tendencia, cuestionaban su política de acercamiento al

dirigente Jorge Daniel Paladino, en la época en que fue delegado personal de Juan Domingo Perón.

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Había gente de Misiones, SanJuan, San Luis, Córdoba, SantaFe, Rosario, Entre Ríos, SantaCruz, Tucumán y Salta. Con unrepresentante de cada zona deja-mos un comunicado firmado, connombre y apellido de cada unode los que participaban.

¿El verdadero?Sí. Esto es importante subrayar,porque determina una metodo-logía diferente. Porque después,cuando nosotros caímos deteni-dos, esto se rompió, se retrotra-jo la organización, y se conformóotra realidad. Surgió más hege-mónicamente el proceso maoís-ta, el proyecto maoísta de guerrapopular y prolongada.

¿Cuántos eran en Taco Ralo?El Orangután Pérez y Laredo, deCorrientes; El Chancho, deRosario; Chacho Tomassi, deSanta Fe; Jajá, de Entre Ríos; yo,de La Plata; la Negra Amanda,de la Provincia de Buenos Aires;Néstor, también de Santa Fe;Cacho, de Buenos Aires; Slutzky,era el médico; Ferré Gadea era elcura. ¿Quién me falta?

¿El cura cumplía funciones espi-rituales?La función espiritual la producíacon Nélida Gadea, que era sumujer. Después lo teníamos aRojas, que era de Tucumán, quehabía sido uturunco –para nos-otros el Utu, o el ComandanteSupai–; teníamos gente deCochuna; también un compañe-ro que después murió, EfraínVilla... No sé si me olvido dealguno. En total catorce, yAmanda la única mujer.

¿Quién era la dirección? Nuestro comandante era NéstorVerdinelli. Fue el responsablemilitar, elegido por nosotros. Alprincipio resistió bastante, por-que era un bagayo muy pesado.Digamos: nosotros partíamos deuna idea de jefatura diferente,

que después no se llevó a cabo,en donde la responsabilidad decualquier cosa se determinabapor el hecho a cumplir. Como seelaboraba en conjunto, despuésla responsabilidad te podía tocara vos, y después a otro. Porqueera según la posibilidad quetenía ese hombre de conocer ode manejar la situación. Y des-pués teníamos un responsablemilitar, que era Néstor.Digamos; el responsable políticotendría que haber sido Cacho, ensu momento.¿Quedó gente en Buenos Aires?Si. Quedó toda la organización,que después se perdió, que eraa nivel nacional. Porque, porejemplo, con nosotros vino unhombre de Santa Cruz, elÁguila Olivera, de RíoGallegos. Y después quedaronlos contactos de todos los queteníamos nosotros más los quehabía incorporado el MJP anivel nacional. Pero después,con la caída nuestra, estos con-tactos se pierden. Porque seretrae la realidad, la gentequeda casi clandestina, o enserio peligro, porque nosotros

no habíamos llegado a cumplirla primera etapa. El esfuerzofundamental se había fijado enel grupo rural.

¿Por qué eligieron Taco Ralo?Como forma de aproximación ala zona. Es Tucumán, pero lazona más achaparrada; digamosque es más monte santiagueño,para explicarnos. En realidaddos días después nos íbamos a irde allí; de hecho, el día en quecaímos iba a partir el primergrupo, y al otro día iba a irse elresto. La idea era caminar elmonte tucumano, el cordón deselva subecuatorial.¿Taco Ralo era un lugar de paso?Un lugar de paso.

¿Cuántas etapas tenían planea-das, cómo las imaginaban?Nosotros nos fijábamos unaetapa fundamental que, en esemomento, era reconocer la zonay formarse en la caminata, paradespués montar los operativos.Y esos operativos nuestros ibana estar acompañados de otrosoperativos que se iban a haceren cada lugar donde tuviéramos

LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS71

Apresados, de izquierda a derecha, David Ramos, Hernán Ceferino Laredo y Raúl Verdinelli.(Fotografía reproducida de la revista Gente, septiembre de 1968).

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS72

bases, en todo el país.Responder, como había sido lo defirmar y llevar un hombre decada zona. Era responder a esamisma política.

¿Y se daban algún plazo?Un plazo, más o menos, paramayo del otro año.

¿Ustedes subieron en agosto?En agosto, y caemos presos el19 de septiembre de 1968.Calculábamos que para mayodel otro año ya íbamos a estaraclimatados, porque no es fácilpara la gente que venía de dife-rentes realidades. Hacer unhombre rural es difícil. Por esomismo, la visión de guerra esuna cosa muy loca.

¿Tenían algún contacto con loscubanos? Sí, había contactos con loscubanos; pero no eran contac-tos políticos. No tuvimos apoyode ellos. Nosotros no tuvimosapoyo de nadie. Más aún, yoquise mandar a mi compañeray a mi hijo recién nacido aCuba, y los cubanos no le per-mitieron el ingreso. Nunca sesupo porqué. Eso fue antes decaer preso, en 1968.

¿Cómo se juntaron, cómo llega-ron al sitio, qué armas llevaban,de dónde las sacaron?Las armas se recuperaron endiferentes lugares. Algunas yalas teníamos y otras se consi-guieron. Había necesidad dedinero y se hizo la recuperaciónde dinero. Se compraron losequipos. Se intentó generar unespíritu de cuerpo, un grupo;romper con la serie, digamos, elamontonamiento, para pasar atener una representación internacada uno de nosotros con losotros. Hubo que conformar luga-res como casas operativas;amontonar el material que eranecesario. Hubo que hacer entie-rros de comida, víveres, etc., etc.Todo eso se hizo acá, junto congente que después quedó. En laprimera etapa habíamos fijadolugares que considerábamosestratégicos, en donde dejarvíveres y cosas, como para poderseguir caminando sin tener con-tacto y pensando siempre que enla primera época casi no existecontacto con la población, másbien se evita.

¿Partieron todos desde acá ocada uno desde su provincia?Desde acá, en dos grandes gru-pos, pero todos juntos. Nos trasla-damos en tren y en camión. Y lle-gamos a una población donde nosdejaba el tren, y después de ahínos trasladamos a Taco Ralo, allugar donde teníamos un campoque era propiedad nuestra.

¿Cuál era la cobertura legal?Íbamos a ser un grupo de traba-jo. Entramos a trabajar, a haceruna enramada, y de paso a iracostumbrando el cuerpo.Siempre vestíamos de paisanos.

¿Se cruzaban con pobladores?No, porque se había buscado unazona muy solitaria. Igualmente,nos cruzamos con algunos pobla-dores. El mal análisis en la elec-ción del territorio fue el que nos

llevó a la detención. Porque igno-rábamos que un año antes en unoleoducto o gasoducto cercanohabían bajado contrabandistas.Cuando nos fue a buscar laPolicía, creían que éramos ungrupo de contrabandistas.

¿Cuánto tiempo alcanzaron aestar en la zona?Unas semanas.

¿Cómo fue el episodio de lacaída?Una mañana habían salido loscompañeros para hacer unacaminata de reconocimiento dela zona e ir acostumbrando elcuerpo; de instrucción, digamos.Y nos rodearon cerca de 100vigilantes de la policía deTucumán, y coparon al grupoque estaba desarmado.

¿Por qué estaban desarmados?Las armas habían quedado todasen el campamento. Los que habí-amos quedado en el campamen-to para preparar el desayuno éra-mos Ferregadea y yo. Nos resisti-mos y a mi me quebraron un parde costillas. Y bueno, fuimosdetenidos. De Tucumán nos tras-ladaron a Buenos Aires, aCoordinación Federal, y de ahí alpenal de Olmos; de Olmos a laNueve; de la Nueve a Devoto; yahí se dispersó la gente. Algunossalieron en libertad, y a mí metrasladaron a La Plata, con elÁguila Olivera. A El Kadri creoque lo mandaron a Resistencia,con Néstor.

¿Eso es en qué año?En 1971 cuando nos trasladan.Nosotros caímos el mismo día enque murió John William Cooke,el 19 de septiembre de 1968. Y amí me liberaron en 1973.

Ustedes recibieron un apoyoimportante con la carta que lesenvió Perón...Si, nos reconoció. Nos llegó lacarta porque antes le mandamos

Amanda Peralta, la única mujer del grupo.(Fotografía reproducida de la revista Gente, septiembre de 1968).

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS73

una dándole un informe de loque había sucedido y qué nosplanteábamos hacer. Y él noscontestó. No había grandes con-tactos con el General antes deesto. Nosotros no le habíamosinformado de nuestros planes.

No le habían dicho que iban alanzarse al monte.No. Guardamos la clandestinidad.Eso fue lo mejor que hicimos.

Cuando deciden ir al monte, ¿enqué pensaban, en armar unarevolución o en la vuelta dePerón? En el retorno de Perón. De Peróny del pueblo. Pero no pensaba en una revolu-ción, un cambio de sistema...Había que cambiar el sistema, sí.

¿Tenían algún modelo?No, no teníamos modelo.

¿Los cubanos no eran un modelopara ustedes?No, no eran modelo para nos-otros. Puede ser que para algunaspersonas sí lo fueran, pero paranosotros no. Las realidades erantotalmente diferentes. No habíaposibilidad de transpolar unaexperiencia en otra. Acá lo quehay que entender, fundamental-mente, es que nosotros no tenía-mos una homogeneidad ideológi-ca. Teníamos una homogeneidadde consigna, digamos; en quéhabía que hacer. Y con eso nosmovíamos. Lo que nos unía era laidentidad nacional que teníamosy la necesidad de cambiar las for-mas de lucha que se habían dadohasta ese momento. Yo diría queTaco Ralo –y esto fue pensado unpoco más tarde–, era la bisagraque articulaba dos tiempos histó-ricos: dejar de pasar de la defen-siva, como era la ResistenciaPeronista, a pasar a una ofensiva.Aunque en el fondo era lo mismo;era seguir un estado de resisten-cia, con una forma más profundi-zada de los métodos de lucha.

Cuando se lanzan a Taco Ralo, elChe estaba ya estaba muerto.¿Hubo alguna reflexión sobre suexperiencia en Bolivia? Para nosotros era un ejemplo.Reconocíamos algunas cosas, nototalmente. Yo no recuerdohaber hecho un análisis muyprofundo. Yo tenía diferenciascon él, con lo que había sido suaccionar. No con su capacidad deentrega, sino con la metodologíautilizada. Él intenta repetir lomismo que habían hecho enCuba, tal cual. Hasta el desem-barco que se hace en el lugar, lomismo que se había hecho con elEGP, que se desembarca enBolivia. Se invade la Argentina,sin reconocimiento, sin saber loque era la selva de Orán.También pensamos en la traiciónque había sufrido Guevara.

En la traición de quién, ¿depobladores?De la población y del PartidoComunista.

¿Por qué del PC?Y..., porque nosotros ya tenía-mos experiencia por lo quehabía sucedido en laArgentina. Sabíamos que nonos iba a apoyar o que podíasacar materiales similares a losque sacó cuando cayó el EGPpreso. Cuando fue detectado elEGP, publicaron los... dijeronque fulano y sutano no perte-necían a ellos. Que es lomismo. Yo podría decir que elEGP tuvo todo el apoyo delPCA hasta que desembarcaron.Si no, cómo hubiera sido posi-ble las casas operativas enChecoslovaquia.

Si, pero no el PC argentino.¿Ustedes creen que había muchadiferencia en inteligencia?

Había sus diferencias, sí.Sí, pero en inteligencia no.Cuando se movía ese nivel deoperatividad, no.

Pero ya había fracasado el Cheen Bolivia, también el MIR enPerú y la mayor parte de las gue-rrillas rurales, y justo en esemomento se lanzan ustedes...Nosotros no planteábamos unfoco rural. El peso de la guerraiba a ser urbano –o de lucha, másque de guerra, aclarémoslo–. Lalucha se iba a hacer urbanamen-te en todo el país; entonces eranecesario cubrir todo el país y laparte rural también. Ese era elobjetivo. Los fracasos que sehabían dado los conocíamos.Pero no era lo mismo territorial-mente. Por eso no había posibili-dad de transpolar una realidad,un modelo a otro lugar. Comoprimera medida, porque nos-otros contábamos con un puebloque era totalmente diferente ensu constitución a lo que habíantenido las otras experiencias. Poreso yo decía lo de la vanguardia;nosotros no nos planteábamosser el grupo de iluminados queiban a traerle una verdad revela-da a la gente. Nosotros nos plan-teábamos continuar la lucha dela Resistencia por otros medios,con un objetivo claro. Acá sehablaba de lucha armada entodos lados, pero la lucha arma-da no la llevaba adelante nadie.Había un montón de gente quehablaba; Cristianismo yRevolución, la CGT de losArgentinos... Había un auge, unalza en los acontecimientos quepermitía relacionarse rápida-mente. Nuestro crecimiento nolo podíamos contar en meses,sino en días. De ser tres tipos, almes éramos cincuenta monos. Ydespués pasamos a ser ciento ypico, trescientos, cuatrocientostipos. Después, cuando se abortaTaco Ralo muchos de los compa-ñeros quedan en bolas. El únicoque queda como reivindicable esKepfke(¿?). Fue una bisagra.

¿En la ciudad quiénes los iban aacompañar?Estaba toda la organización.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS74

¿También con armas?Lógicamente. Con armas yexplosivos.

¿Se iba a desencadenar al añouna doble lucha, urbana y rural?Una lucha en diferentes puestos,en pluralidad de lugares. Entodos los lugares donde pudiéra-mos íbamos a actuar.

¿Y políticamente tenían genteen CGT de los Argentinos?Políticamente había contactoscon todas las organizaciones,como la Juventud de BuenosAires, o el MJP, que tenía unarraigo a nivel nacional. Y nos-otros teníamos a la vez compa-ñeros que estaban en Tucumán,Misiones, Corrientes, Rosario,Santa Fe, Entre Ríos, en el sur,Buenos Aires, Mendoza, SanLuis, Salta... Había montones degente. Para poder entender laetapa hay que pensar que en esemomento lo que nos unía eranuestra identidad peronista y lanecesidad del retorno de Perón.Ese era un hecho suficientemen-te amplio y convocante. Estabatoda la experiencia de los hom-bres de la Resistencia que habí-an luchado hasta ese momentopor lo mismo. Es así. Si unoobserva hasta la composición dela gente del primer momento,era gente de todos lados: elChancho Lucero venía deRosario, y ya había estado presoen 1956 y en 1958; Rojas habíasido uturunco; Cacho había estopreso en montones de lados; yo,había estado preso; la NegraAmanda había estado presa; casitodos nosotros.

¿Qué edad tenían?Una de las cosas que nos plante-ábamos era no llevar jóvenes, porejemplo. El menor tenía 23 años,el Orangután Pérez, y era elúnico, y hubo toda una discusiónpara incorporarlo. Después todoséramos mayores de 25 años. Unmes antes de caer presos en

Tucumán, cayeron en Capital elZumbo, Albertito y Andrés. Aninguno de ellos los habíamosincorporado a la plantilla ruralporque eran muy jóvenes, y estopara mí es fundamental. Uno nole puede pedir a un hombreentrar en estado de guerra, por-que la guerra no es agradable. Elplantearse que uno es un “serpara la muerte” a los 20 años esmuy jodido. Muy, muy jodido. Yademás, si uno creé que es partede una población que lucha natu-ralmente, hay que poder elegir alos compañeros que por lo menosalgunas respuestas de vida yahayan dado, además de la deci-sión de luchar. Hay que cortar entodo lo posible el ansia del aven-turero. Un combatiente se haceen dos semanas; un guerrero, setarda mucho tiempo. Porque parafoguearlo se necesita un montónde realidades que no son agrada-bles, nunca son agradables. Yesto lo demostró después laexperiencia.

¿Qué otros requisitos tenía quetener el que subía al monte?Ser honesto y ser un hombreque esté dispuesto a dar la vidapor la patria. Y ser peronista,lógicamente. O ser un hombreque creía que había que plante-arse un proceso de liberaciónnacional.

En términos prácticos, “dar lavida por la patria” ¿qué signi-ficaba?Estar dispuesto a matar y morir.

¿Eso se conversaba?Se conversaba. Cuando alguientoma un arma, si no conversapreviamente que es para serusada, no hay que darle el arma.Lo conversábamos grupalmentee individualmente. Por eso seña-lo el ejemplo de que al Zumbo,Andrés y a Alberto no los incor-poramos. Nosotros les dijimos:no. ¿Por qué?, porque eran muyjóvenes.

¿Había alguna exigencia deestado físico?No.

¿Y mujeres? Porque es notorioque Amanda fuera la única.Porque se dio así. Nosotros noéramos machistas; tampocodejábamos de serlo. Era un plan-teo que pasaba por otro lado. Lasmujeres que querían incorporar-se estaban en todo su derechoporque son seres humanos comocualquiera de nosotros. Por lotanto, un pedacito de diferenciano hace a una persona.

¿Pero hubo mujeres que quisie-ron hacerlo?Sí, sí, sí. La Negra Amanda quisoirse al monte, y fue al monte.

¿Y hubo alguna que dijo que no?Sí, plantearon que querían que-darse combatiendo en ciudad, yse quedaron. Hubo muchas.

¿Y la presencia de una mujer enun grupo con 13 tipos, trajoalgún tipo de problemas?No, yo a la Negra la conozco encalzoncillos largos.

En la columna del Che, por ejem-plo, la presencia de Tania fuetema de debate y de problemas.Para nosotros no. Digamos;nunca se me ocurrió negarle sucapacidad de entrega a la Negra,y su compromiso tampoco. Y porlo tanto, estaba con nosotros. Noíbamos a entrar a movernos concuestiones de género; la genitali-dad de cada uno es de cada uno,y el género es el que te tocó.

Cuando caen detenidos, ¿adónde los mandan?Caemos presos en Tucumán ynos mandan a la Jefatura. Deahí nos trasladan en avión–allí los compañeros que tení-amos en Tucumán hicieron unacto para saludarnos– y nostraen a Coordinación Federal;de ahí a Olmos, y de Olmos

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS75

somos trasladados a la Unidad9 de La Plata.

¿Hasta el 25 de mayo de 1973?No. Después vinimos a Devoto,hicimos una huelga de hambrepara que un compañero nuestroque tenía una úlcera perforadafuera debidamente atendido: elUtu Rojas. Y declaramos unahuelga de hambre por la que fui-mos castigados y mandados albuzón, como correspondía. Y deahí, el juez federal nos trasladó aDevoto. Ahí cumplimos la pri-mera condena –por el alzamien-to en Tucumán–, por la que nosdieron tres o cuatro años; unossalieron en libertad y otros fui-mos trasladados a los lugares endonde teníamos las otras causas.A mí me tocó ir con el ÁguilaOlivera primero a Olmos y des-pués a la Unidad 9.

¿Tenías otra causa?Teníamos otra causa. Asalto,por un accionar previo a irnos aTaco Ralo.

En Taco Ralo ¿ya son FAP?Nosotros éramos FAP, y la había-mos constituido en una casa enTemperley. En ese momento lepusimos Fuerzas ArmadasPeronistas sin demasiadas discu-siones. Ni siquiera habíamostenido en cuenta que Jorge Rullitambién había formado una“Fuerza Armada Peronista” enotro momento. Nosotros no lotuvimos en cuenta. Todo nos erapropio, y nada nos era ajeno.

¿Tenían algún contacto con lasFuerzas Armadas?No, ninguno.

Porque había militares que eranperonistas...Sí, sí, sí. Había compañeros quehabían sido militares, también.El caso de Manuel Gallardo, deRaimundo Heredia, y algunosotros. Pero no, nosotros no tenía-mos contacto.

¿Dónde estás cuando se produceel Devotazo?En La Plata, en la Unidad 9, ysalimos con la amnistía delgobernador Bidegain esa mismanoche. Nos estaban esperandoen la calle y nos llevaron al HotelProvincial. Y al otro día fuimosrecibidos por el gobernador de laProvincia de Buenos Aires.

¿Eran muchos?Había dos chicos del ERP; estabael Gordo Doglio, que salió deOlmos y Méndez, el hermano delchico que asesinó la policía; esta-ba Bernardo, que era de las FALcreo, después desaparecido; esta-ba Cacho, Carlitos, el Águila y yo.No recuerdo quién más.

Fue una noche esplendorosa...Inolvidable. O muy olvidablepor la cantidad de aconteci-mientos que se produjeron. Yotengo una anécdota graciosa: mihijo mayor se subió a babucha,

sobre mis hombros, me lo pasómi hermana en la puerta de lacárcel, y ya no se bajó más.Todavía vive conmigo.

Bien, los liberan, Cámpora algobierno, Perón al poder; ¿ter-minaba la necesidad de esalucha que los llevó a Taco Ralo? Esto habría que discutirlo.Cuando nosotros salimos se pro-dujo una escisión en la organiza-ción. Nosotros, El Kadri y yo for-mamos lo que se llamó elPeronismo de Base 17, o la FAP17, porque había diferencias conla gente que había quedadoafuera, que había sufrido otroproceso. Nosotros teníamos otraforma de verlo. Seguíamos sien-do las “formaciones especiales”que había formado el General enfunción de un objetivo. Logradoese objetivo, había que desensi-llar hasta que aclare. No entre-gar los fierros; pero bajar lasoperaciones en el país.

Slutzky, sentado, era el médico del grupo guerrillero.(Fotografía reproducida de la revista Gente, septiembre de 1968).

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS76

Cuando un grupo mató al sindi-calista Alonso ustedes todavíaestaban presos, ¿no?Sí.

El Kadri dijo “nosotros no esta-mos de acuerdo con el asesinatode Alonso. ¿Por qué?Porque no. Porque había priori-dades, y yo creo que muchas delas cosas que se hicieron sehicieron por una necesidad inter-na, no externa. Hacer una reva-lorización de toda la etapa esmuy complejo. Yo no sé si éste esel tiempo histórico todavía...seguimos hablando de lo quepasó hace cuarenta años. No hayduelos hechos, no hay elabora-ción profunda, y cada cual cuen-ta la versión de la historia quemás le conviene. Lo importantees la transmisión hacia los jóve-nes. Esto es para mí lo importan-te. Si nosotros no logramos quelos jóvenes nos tiren por la ven-tana, habremos perdido, porqueentonces lo nuestro fue al pedo,fue una cosa romántica.

El Kadri dijo en algún momento:“fue un fracaso”...Y sí, fue un fracaso.

Hizo un juego de palabras:“estábamos al borde de la revo-lución, y al borde del abismo”.Y nos ganó el abismo. Nos ganóel abismo. Después los hechosmostraron ese abismo. Yo creoque todo hijo tiene que podermatar al padre, simbólicamente,no realmente.

¿Matar a Alonso era empezar amatar al...?No, con Alonso lo que pasabaes que... Si había un ser quemerecía la muerte era LópezRega, no Alonso.

López Rega todavía no habíaaparecido.No, no había aparecido; perodigamos para hacer una com-paración.

¿Y la muerte de Rucci?Yo creo que fue una necesidadinterna. Y que llevó a la organi-zación que lo produjo a unadivisión.

Acerca de las necesidades inter-nas ¿las de ustedes cuáles eran?Mi necesidad interna era seguirsiendo un militante del cuerponacional. Yo estaba comprome-tido con mi país, con mi patria,y por lo tanto mi función eralograr esa patria peronista porla que yo había peleado. Estoera lo fundamental. Habíadejado de lado hasta diferen-cias que eran amplias en fun-ción de un objetivo. Yo soy delos ingenuos que creyó que eraposible dejar de lado cosas, ono caer en planteos ideologis-tas, en función de un objetivo.

¿Y cuáles eran las necesidadesinternas de los otros, de las disi-dencias de la FAP, por ejemplo?Por ejemplo, ellos tenían unavisión de la guerra y hasta delmismo Perón que era diferentea la nuestra. Hay un grupo delas FAP que dice “no votar aPerón”. Yo no estaba de acuer-do; yo era peronista. Y además,en esos momentos, como fuer-zas especiales nuestra obliga-ción era actuar políticamente osocialmente, que era lo quehabíamos aprendido a hacer enfunción de un objetivo. Esastres banderas que teníamos: lapatria justa, libre y soberana.Que muchas veces quedan en elenunciado, pero cuando unoestá en función concreta, mili-tando, eso pasa a tener un pesomucho más importante, pasa aencerrar categorías de análisis.Se ha dicho que un sector de lasFAP se fue a Montoneros, cosaque no es cierto. Algunos com-pañeros se fueron a Monto-neros, otros se habrán ido alERP, y otros quedaron con nos-otros. Yo estaba en contra, yofui condenado a muerte por

Montoneros por hacer unadeclaración en contra de la con-tinuidad de la lucha armada.

¿En que año?En 1973. También lo condenarona Cacho, al Águila y al ChanchoLucero.

¿Los condenaron a muerte, efec-tivamente?Sí, nos condenaron a muerte.Nos enteramos porque nosotrosconocíamos a la gente.

¿Les llegó la declaración de untribunal?Un informe. Recuerdo que pedíuna reunión con Cacho. Y diji-mos “bue, si nos van a matarempecemos ya, no esperemosmás tiempo”. Nosotros nos cono-cíamos todos, los viejos nosconocíamos todos, conocía a JoséLuis Nell, conocía a Dardo Cabo.Yo podía hablar con todos.Conocía no solamente a JoséLuis, conocía a su papá, a sumamá. Habíamos tenido unareunión en zona sur con JoséLuis, con Dardo, con Caride, y yo.Tres días antes de ir a Ezeiza lavisión nuestra era “no usemos alpueblo de bosque”. En esosmomentos, los que ya éramosgrandes recordamos que la con-signa –tanto de Montoneroscomo de la derecha– era rodear aPerón para salvar a Perón.Nosotros no podíamos hacerefectiva esa... eso de generar uncaos que podría haber sidomucho peor de lo que fue. YCacho dijo “no usemos al pueblode bosque”. Y nos respondieron“nosotros vamos a ir a rodear elpalco, poner nuestro cartel”; fueeso lo que sucedió. Pero esto esmuy difícil de elaborar.

¿Ustedes van a Ezeiza con carte-les de las FAP?Sí. Fuimos con los carteles, y conlos sindicatos que teníamos...una columna que salió deTelefónicos, sabiendo lo que iba a

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS77

suceder (o lo que podía suceder).Entre nosotros no hubo ningunapersona expuesta al quilombo.Porque hasta nos ubicamos en unlugar donde podíamos protegerla columna de la que éramos res-ponsables, que era una calle muyabovedada, con una banquinadonde refugiar a la gente.Nuestra visión era que íbamos auna fiesta deseada y querida porun pueblo durante 17 años. Y porlo tanto íbamos a festejar.

¿Y quién provocó entonces?¿Montoneros fue a una guerrade aparatos a Ezeiza?No, no. Yo creo que hubo unaprovocación de la gente que esta-ba en el palco y los asesinó. Peroeso no significa que los mucha-chos no quisieran rodear el palco.

¿Y cómo se entiende política-mente rodear el palco?Rodear el palco significaba, comomanejo de acto, poner los carte-les adelante.

Pero si iba la derecha, ¿no eraprovocar un enfrentamiento?No sé cómo habrá sido el análisisde ellos, pero yo creo que cuan-do vos vas con todo el armamen-to sabés que puede haberenfrentamiento. Creo que lagente de Montoneros no fue todaarmada; pero que muchos deellos fueron armados, seguro.

Recién mencionabas a DardoCabo y a José Luis Nell. Ellostenían una impronta muy anti-comunista en sus orígenes: Caboprovenía del Movimiento NuevaArgentina, y José Luis Nell deTacuara... ¿Cómo recordás eso?Habría que hacer historia. DardoCabo venía del MovimientoNueva Argentina, y también eraun militante de la UOM; pero elhecho de Malvinas lo había cam-biado. Nell venía de Tacuara, esegrupo creado por el nacionalismooligárquico como forma naciona-lista de contraponerse al peronis-mo. Porque ese es origen deTacuara. Después, cuando actua-ron en la realidad, descubrieron yasumieron el peronismo; y rom-pieron Tacuara. Si se analiza elMNRT (Movimiento Nacio-nalistaRevolucionario Tacuara), compa-rado con el grupo de Ezcurra, hayuna autocrítica, una revisión.Ellos asumen además una meto-dología de análisis marxista; leenmucho, y de hecho una de lascosas que más los impacto fue LaCuestión Judía, de Carlos Marx.Y esto hay que poder entenderlo,porque el Gordo Joe (Baxter) ter-mina siendo hombre de la CuartaInternacional. Nell cae preso enUruguay, después sale, viene acáy se incorpora a Montoneros.Pero de esos había muchos otroscasos: gente que venía del trots-kismo y también asumía el pero-

nismo; gente que venía del PC yasumía el peronismo; gente queno venía ni del peronismo ni de laizquierda, y también asumía elperonismo. Hay que pensar elaño 1966 como forma de enten-der un poco del advenimiento delos sectores medios luego de loocurrido en la Universidad. Esotambién radicaliza a un pensa-miento pequeñoburgués, parautilizar categorías que no sonmías, pero que sirven para poderentender el advenimiento de lossectores medios hacia el peronis-mo. La llegada de Onganía radi-calizó a todos los sectores socia-les: a los que veníamos delcampo, a los laburantes, a lossectores medios.

¿En 1973 había que “desensillarhasta que aclare”?...Había que adecuarse almomento histórico que estába-mos viviendo.

¿Cuándo plantearon la posibili-dad de retomar las armas?Nunca.

¿No lo vieron como necesidadni siquiera después de lamuerte de Perón?No, eso no se vio como necesi-dad. Lo que después reconoce-mos como “Operativo Cóndor”ya estaba en marcha en elUruguay, en el norte de Chile,

De izquierda a derecha, Amanda Peralta, Envar El Kadri, Samuel Slutzky, Benisio Pérez, Arturo Ferré Gadea, Néstor Raúl Verdinelli y José Luis Rojas. (Fotografía reproducida de la revista Gente, septiembre de 1968).

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS78

en Brasil. Sabíamos que elImperio se había planteado unaforma de operar y que iba a tra-bajar sobre el desmantelamien-to de cualquier situación que nole conviniera, y que eso se veníapara acá. Entonces nos dedica-mos a trabajar para salvar lavida a los compañeros, y a tra-bajar para normalizar y legalizartodo aquello que podía ser nor-malizado y legalizado en fun-ción de asegurarles la supervi-viencia. Yo creía, y creo hoy endía, que un proceso de libera-ción es largo, y que tiene dife-rentes formas de expresión polí-tica; pero acá no andaClausewitz (que la “guerra es lapolítica por otros medios”, y noal revés, que la política no es laguerra por otros medios).

¿Ustedes replegaron todo lo queera armas?Sí. Se tiraron. Las armas se con-siguen. Yo espero que nunca mástengamos que entrar en unaetapa de llevar a la gente a sufrirlas cosas que tuvimos que sufrir.

¿Y cómo veían el militarismo deMontoneros o de otros sectoresde las FAP?Repito lo que pensé en sumomento. Creo que había unaaltísimo nivel de soberbia, y unaequivocación ideológica que sos-tenía eso de que “nosotrossomos vanguardia”. Y yo con lacategoría de vanguardia no estoyde acuerdo. Es un término mili-tar. Creo que mucha gente ante-puso las categorías militarespara analizar la realidad, y nos-otros vivíamos en un pueblo queluchaba, en donde no había con-cepción de ejército ni nada, éra-mos un pueblo de lucha. Y por lotanto, la lucha por la dignidad deun pueblo tiene diferentes for-mas de expresión. Fijémonos queahora acá hay formas especialesde lucha –en este momento– queresponden a una necesidad con-creta, y hay que adecuarse a eso.

Hay que ser un ser político, noun ser militar. El fierro se apren-de a manejar en tres días, cincodías. Pensar y discernir el discur-so de uno, del discurso del amo,es diferente. Eso lleva muchomás tiempo.

Fue muy fuerte la cantidad degente que absorbió Montoneros.En ese momento las FAP entróen un proceso de ideologización,ideologista. Si vemos las diferen-cias entre los “oscuros” y los“iluminados”... ¿no? Nosotrosestábamos presos. En ese proce-so opinamos cuando teníamosque opinar, pero no antagoniza-mos, porque la función del pri-sionero es otra. Con el ERP, porejemplo, tuvimos grandes discu-siones, porque para ellos el pri-sionero era una bandera delucha. Pero la función del prisio-nero es recuperar la libertad. Losque tienen que formar la bande-ra de lucha es la gente de afuera,no la de adentro. Adentro nos-otros lo que teníamos era unnivel de convivencia; con discu-siones, con todo lo que se quiera,con formación, capacitación, ytodo lo que permitía el lugar endonde estábamos prisioneros. Yono estoy de acuerdo con que unhombre quiera ocupar lugaresque no le corresponden.

¿Prefiguraban hacia donde semarchaba con la postura deMontoneros de continuar com-batiendo?Y también la del ERP. Sabíamosque eso le iba a dar elementosal sistema para combatirlos.Pensar que el enemigo estabaen retirada era un infantilismo,una ingenuidad, una idealiza-ción. Y como toda idealización,conlleva una negación de larealidad.

¿Y cuando Montoneros pasó a laclandestinidad en 1974?Eso fue una pelea interna, unanecesidad interna de ellos.

¿Cómo vivieron el proceso con laTriple A? Porque muchos de ellossalían a matar desde los sindica-tos, no es solamente la policía.Yo creo que la Triple A, aunqueno como Triple A, ya funciona-ba desde antes. No olvidemosque a fines de 1974 uno de losprimeros muertos es el petisoDeleroni, el abogado que eracompañero y abogado nuestro.También había habido ladetención y la infamia sobreCarlitos Caride.

¿Cómo se interpreta eso?Caride estaba resuelto a seguirla guerra. Le habían pegadodemasiado, y a la gente no lepodés pedir demasiado, lepodés pedir lo justo. Y él estabamuy lastimado.

También cae Troxler…Todo eso fue parte de un proce-so de destrucción del campopopular.

¿Perón era ajeno a eso?Yo creo que en algunas cosasno. Pero sí en los niveles de vio-lencia que se desarrollaron des-pués de su muerte. Creo queninguno de los tipos que esta-ban haciendo política era ajenoa eso. Que se hacía un análisisque era muy duro; un análisisequivocado de qué hacer en esemomento. Nosotros... creo quehubo cosas que no se entendie-ron, y esto es complejo. Y creoque hay cosas que todavía hoyse siguen sin comprender.

Antes de que Perón asumierahubo muertos de la JuventudPeronista. Y después de la asun-ción, la cosa continuó. ¿Hubo ahíuna participación del Estado?No, no, no. Yo no creo que elEstado haya participado.Todavía no lo creo. Creo que síparticiparon los servicios deinformación. Creo que hubouna inteligencia desarrolladaen otro lugar.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS79

¿En otro lugar, cómo?Bueno, lo que había pasado enChile, la desarticulación deTupamaros en Uruguay. Mástarde se descubrió las relacio-nes que existían entre los ser-vicios de informaciones deAmérica latina.

¿El hecho de que Perón reci-biera a Pinochet tiene algo quever con eso?Pinochet, contrariamente a loque comúnmente se dice, no eraun amigo de Perón. Pinochet seubicaba, más bien, en la hipóte-sis de conflicto existente en esemomento, como aliado de Brasil,no de la Argentina. La relaciónde Perón con Pinochet se produ-ce porque él en su juego creíaque era necesario fortalecer elCono Sur, como lo había hechoen su intento de hacer el ABC(Argentina, Brasil y Chile).

¿Fortificar el Cono Sur con undictador repudiado por todos?Claro, pero esos eran los juegosque se daban.

¿No había un mensaje a toda lasociedad?Yo creo que el mensaje másimportante es cuando subióCámpora: a la que se llamó “ten-dencia revolucionaria” se le die-ron los nueve o diez lugares másimportantes en su gobierno.

Pero fue Cámpora, no Perón...No, se los dio Perón. Cámpora notomaba una sola decisión sinPerón. Porque lo contrario esolvidarnos de todo lo que pasóen la época. Uno de los lugaresimportantes era Defensa Civil,por la chapa. Yo vi a abogadostrabajando en la villa y a villerostrabajando en Derecho.

¿Era el último movimientopendular de Perón hacia laizquierda?No, yo no distingo entreizquierdas y derechas. Son

categorías que me son ajenas.Porque si hablamos de izquier-das y derechas tendríamos quehablar en función del cuerpodel pueblo, qué funciones cum-plían las izquierdas. No creoque la Argentina pudieramoverse con categorías deizquierda y derecha para inter-pretar la realidad. Porque eracircunscribir a la política en loque significaba un largo proce-so que tenía que ver con la cul-tura, y no con la política. En lapolítica participaba un montónde gente. Yo pienso que acá laizquierda en 1955 apoyó a laFusiladora.

Los “10 puestos más importan-tes”... no se los daba a cualquie-ra. Eran puestos claves.Claro, porque esperaba una res-puesta adulta a un país. Habíaque gobernar, y ellos no cum-plieron con ese gobierno. Másbien, seguían moviendo... Loscompañeros se habían preparadopara el bardo, no para...

¿Y cómo se interpreta que hayasido Perón el que estructuró unajefatura policial con lo que des-pués fue la cabeza de la TripleA?Porque él se movía con toda larealidad, porque era su forma dehacer política.

Pero ese era el Estado. Creo que algunos estamentos delEstado sí participaron, funda-mentalmente aquellos que no sehabían desmontado.

Afirmás que la categoría izquier-da/derecha no te concierne. Perofue la derecha del peronismo laque salió a matar a la izquierdadel peronismo. Yo creo que el falangismo acátuvo una expresión organizativa.Vinieron a intentar llenar ese“aluvión zoológico” con un con-tenido ideológico, como lo quisohacer el marxismo.

¿El marxismo a través deMontoneros? De los montoneros, de la FAR...

Pero los montoneros eranperonistas.Sí, eran peronistas pero ideológi-camente el método de análisisque utilizaban era marxista.

Bueno, eso afirman ellos; pero lapolítica, los objetivos, distabande ser marxistas...Pero cuando uno plantea que lacosa es una lucha de clases; esoes una categoría marxista. Nojodamos. Las FAR llegaron con elbagaje de una ideología.

¿Las FAR colonizaron ideológica-mente a Montoneros?No, yo creo que la cosa viene deantes. No sé si es el término“colonizar”, lo que sí sé es quemuchas veces por comodidad seutilizó un método de análisis queles resultaba operativo, pero sinsin profundizar en serio.

Es interesante lo que decísporque hay una discusión queplantea si Montoneros era o noperonista.Eran peronistas.

David Ramos, poco después de su captura.(Fotografía reproducida de la revista Gente, septiembre de 1968).

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS80

No obstante, desde que desem-barcó en Argentina hasta quemurió, Perón insistió en decir-les “ustedes no son peronistas,no se pongan la camiseta pero-nista; si quieren, se van alPartido Comunista”.Cuando entraron a confrontar sí,les dijo... y después vino el famo-so discurso.

Pero la afirmación “ustedes noson peronistas”, proviene deuna fuente importante, ¿no?Pero también fue una formacoyuntural de apretarlos. Paraser peronista se necesita que sesubordine al peronismo, y en esemomento Montoneros tomó pen-samiento propio, tuvo una diná-mica propia y una forma de ana-lizar propia. Insisto: “el peronis-mo es un hecho de cultura” quequiere formar un hombre nuevo–que éramos nosotros–. No lavisión del hombre nuevo quetenía Guevara, sino la versión de

que nosotros éramos hijos delperonismo. Teníamos una formade ver, comer, dormir, movernos,actuar, organizarnos, que eraperonista. Cuando digo “nos-otros” también hablo de organi-zaciones que no eran peronistas,porque, como decía Perón, ellostambién son peronistas y no losaben. Porque había una formade reaccionar frente a la realidadque tenía que ver con la identi-dad de este pueblo; la forma dereaccionar frente a las cosas, lasformas de organizarse y las for-mas de actuar. Después se inten-tó encasillar esto en una lucha declases. Si nosotros hacemos unalucha de clases... eso es otracosa. Después de 1966, con eladvenimiento de los sectoresmedios, lo que vino fue el alu-vión de querer ideologizar unasituación dada. Muchos compa-ñeros nuestros habían avanzadoen ese proceso de incorporar unaideología... Yo digo siempre que

fue por comodidad de no tomar-se el trabajo de darle forma, decategorizar al movimiento nacio-nal; y que eso en vez de favore-cer la coyuntura histórica queestábamos viviendo, la oscure-ció. A la vez, otra gente veníaintentando asumir posturas par-tidarias de la falange.

Bueno, pero esas son categoríasde izquierda y derecha.Claro, por eso. Precisamenteeso fue lo que algunos sectoresintentaron. Y el grueso de lapoblación se vio inserto en esapelea ideológica que no le erapropia. Y cuando el puebloqueda afuera de una discusiónideológica, hay un error. Y eseerror tenía contenidos ideológi-cos, porque era desde losesquemas importados que nose entendía la realidad (estaputa realidad que no se amoldaa mis deseos). Todavía hoy creoque en parte se sigue mante-niendo, no se entienden losmomentos históricos y qué eslo que hay que decir. Yo noestoy en contra de que cadacual tenga su forma de analizarla realidad; pero sí que sea losuficientemente humilde desubordinarse a un proceso deliberación, a un proceso deconstrucción de una Nación. Siuno acelera los tiempos deciertas discusiones, lo quelogra es caer en conductas queson antipopulares. Si uno ana-liza muy finamente, la catego-ría de “pueblo” no es marxista.

Asumió Perón. ¿Dónde estabasen ese momento?En la FAP 17 de octubre, traba-jando en los barrios, trabajandoen los lugares, que sé yo; se tra-bajó en las facultades, en ciertossindicatos. Nosotros numérica-mente éramos pocos. Y lo queveíamos fundamentalmente erala necesidad de salvar a loscompañeros. Provocamos la idadel país de Cacho El Kadri, por-

David Ramos, marzo de 2007.

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que después de Julio Troxler, enla lista estaba él. Otros nos que-damos a hacer lo que teníamosque hacer. “Los últimos queabandonaban el combate sonlos jefes”, decíamos.

¿No editaban nada?No. Sacábamos algunas publica-ciones, pero muy poco y con des-organización. No metódicamen-te, no sistemáticamente. Porejemplo, sacamos un artículoexplicando lo que se venía y quedespués se llamó OperativoCóndor. Para nosotros, en esemomento, había que esforzarseobservar lo que estaba pasandoen los otros lugares, pero no conla conducta inmadura de actuaren un barrio con políticas nacio-nales o internacionales, sino conlas necesidades de ese barrio.

¿Cuándo se va El Kadri del país?Creo que en 1975. Después deque lo matan a Julio Troxler. Yome quedo acá, incluso durantela dictadura.

¿Pero guardado?No, no estoy guardado. Hice loque se tenía que hacer, que eraayudar a los compañeros. Losque tenían que salir, salían; perosacar a un compañero del paíssignificaba montones de compli-caciones. Entonces se siguió tra-bajando en eso; había que legali-zar casas, talleres, personas,blanquear gente. Hubo genteque se tuvo que mover, y se losmovió. Jajá terminó cazandopajaritos en Formosa.

¿Por qué no te fuiste? Tenías tusantecedentes como para irte...Sí, pero mi responsabilidad eraanterior a mis antecedentes.Estaba de responsable del PB 17,y tenia obligaciones que cumplir.Entonces utilicé el viejo esquemade que para esconder un granode trigo no hay nada mejor queuna bolsa de trigo; y por lo tanto,me quedé acá en Buenos Aires.

Tenía la posibilidad de que mioficio me permitía un nuevoblanqueo. Entonces me quedéacá. Nacieron mis mellizos en1978. Pero mi mujer, que se sen-tía muy perseguida, produjo uncáncer de mamas, que es lo quele costó la vida unos años des-pués. Digamos, vivíamos con elculo en la mano, como vivía todoel mundo. Eso generó deforma-ciones. Porque nosotros sabemospositivamente que mucha gentede la que se fue, se fue del todo;y otra gente sufrió el ostracismo.Y habría que poder diferenciarquiénes sufrieron la expulsión desu patria de quienes se fueron.

¿Lo decís con un dejo de condena?No, de esclarecimiento. Porqueeso generó un espíritu de cuer-po entre los que se fueron; losque se quedaron sufrieron elestigma del que se quedó, y acálo que se quedó fue todo el pue-blo. Y esto sí es una crítica.Tiene que ver con esas viejasdiscusiones que todavía sesiguen dando por no haberhecho los duelos: “Yo me fui, yome quedé, vos no sabés lo quees vivir mal en París, y vos nosabés lo que es no poder dormiracá”. Y esta discusión, que noes la mía, fue escuchada y toda-vía se escucha. Y no creo queninguno de los dos tenga razón,porque las cosas se hacen conlo que se puede; cada cual hacelo que puede, y lo demás locompra hecho. Y cada cualsobrevivió como pudo, y hubogente que siguió enmarcada enel campo nacional o en campodel pueblo, y otra gente quedejó de pertenecer al campo delpueblo. Hubo mucha gente quese quedó acá y se asimiló, y otragente que en el extranjero asu-mió el discurso del amo, asumiódiscursos socialdemócratas, outilizaron las herramientas queles dio el patrón; se convirtie-ron muchos de ellos en “escla-vos de la casa”.

¿Cómo te enteraste de la con-traofensiva montonera?Me enteré que se iba a producirpor contactos que teníamos entrelos compañeros. No había posibi-lidades de producir una contrao-fensiva. Se mezclaba lo políticocon lo militar, y se priorizabancategorías -hasta la de “contrao-fensiva”- que eran militares, des-conociendo lo que estaba pasan-do en el país. No se entendió.¿Por qué? Porque allí está el pro-blema de irse: hasta cierta dis-tancia permite una visión óptima;pero después esa acción seopaca. En el horizonte se ven for-mas, pero no claramente. Y lagente que estaba acá no estabaen condiciones de plantearse nin-guna contraofensiva, no habíacondiciones políticas para plante-arse una contraofensiva. Era elanálisis ideológico de un grupoque estaba fuera del país.

¿Cuándo se produjo la derrotade las organizaciones político-militares?Creo que la derrota se produjo enel año 1973, cuando no se enten-dió el tiempo histórico.

Lo pensás en términos políticos,no en términos militares.Es que militarmente nunca hubonada acá, éste es el error.Militarmente acá nunca hubo unejército, hubo esbozos decomandos, esbozos de cosas. Eramuy poco. Y además, con unaorganización no pareja.

¿Está ahí incluido el PRT?El PRT también. Yo no estaba deacuerdo –lo habíamos discutidoen su momento– con la cuestióndel partido y del ejército. Yo noestaba de acuerdo. Cacho tam-poco. Ese esquema, el importarcategorías, nos alejaba de la rea-lidad. Llevar un arma es muyjodido, los que lo vivimos sabe-mos el miedo que significa llevarun arma encima, porque signifi-ca la decisión existencial de que

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llegado el momento la vas a usar.Mucha gente llevó un arma noestando convencido de usarla, yesto es un error. Organizarse enla clandestinidad tiene sus con-tras, una de ellas, la más grande,es el desarraigo. Porque priorizael hecho de la organización alhecho del pueblo. Lo importantees que sobreviva la organización,y no el objetivo por el cual seformó esa organización. Y esto escomplejísimo. Cuando afirmoque todavía no están hechos losduelos es porque todavía no setiene en claro eso. No se tiene enclaro lo que significa ser un cua-dro medio. Hoy en día, funda-mentalmente en el peronismo,se carece de cuadros medios, elarticulador entre las bases y elEstado. En un momento dado,tiene que haber un lugar para eltipo, para el emergente de esepueblo en lucha. Si no hay lucha,si no hay un pueblo que lucha, loque nosotros nos planteamos esel deseo de unos pocos. Y cuan-do digo “lucha” no es guerra;lucha significa resistencia, resis-tir a un sistema injusto, y esotiene formas de expresión encada momento según los nivelesen que se expresa la población.Yo no creo en los niveles de con-ciencia, yo creo que la concienciano es acumulativa. Creo que elpaís se mueve, precisamente porser un hecho cultural, por acon-tecimientos. Con De la Rúa sedemostró, cuando se armó lo deldía 20. El “que se vayan todos”sigue teniendo vigencia.La izquierda no ha tenido poderde acumulación de gente, lagente no los escucha porque seexpresan muy minoritariamente.El proceso de los cartoneros nose entendió, y el de las organiza-ciones piqueteras tampoco; no seentendió qué es lo que le pasó ala población y cómo la gentehace cosas y se organiza en fun-ción de una necesidad y de noperder la dignidad. Ese no perderla dignidad lo lleva al tipo a hacer

cosas, cualquier cosa, menosdescomponerse como ser huma-no. Muchas veces se confundecon que “el que calla, otorga”.Acá el que calla resiste. Eso eshistórico en el país. Entender laResistencia Peronista es enten-der que eran miles de tipos queapoyaban, pero cientos de tiposque operaban. No era todo elpueblo; eran los emergentes, losque flotaban de ese caldo, en esetiempo histórico. Y despuéshabía cosas populares que seincorporaron. Por ejemplo, eltipo que estaba en pedo y grita-ba “viva Perón, carajo”; se enoja-ba y gritaba “viva Perón, carajo”.Eso se podía interpretar como:“mirá, es el grito de un borracho,o de un tipo que tiene rabia”. Sinembargo, ese grito tenía la remi-niscencia de un tiempo históricoque se había vivido de diferentemanera, que había sido incorpo-rado a lo que yo decía de ser el“hombre nuevo”, ese hombregestado en un tiempo históricoque es de 1945 a 1955. Pensar elperonismo como “Perón” es unamentira, es como pensar al pero-nismo sin el pueblo, o pensar alperonismo sin Evita, sin esas trespatas que había tenido ese pro-ceso. La falta de una de esaspatas iba a producir grandescambios, y esto hay que poderloentenderlo. Cuando sacamos aEvita no podemos poner, comose puso en su momento, el plan-teo laborista del vandorismo.

¿El planteo...?Laborista del vandorismo. Yo heescuchado mil veces hablar delfascismo de Vandor. Yo que leíbastante sobre fascismo te puedoasegurar que no tenía nada defascista; tenía más que ver conun planteo de mediación entre eltrabajo y el capital, era laborista.Esto había nacido en su momen-to en contraposición al planteo deJohn William Cooke, en la décadadel cincuenta. Entonces, darleuna categorización correcta era

entender, y si uno entiende unacosa puede tomar medidas desdeese entendimiento; si no estápartiendo de una idealización, deuna suspensión de la realidad.

Es lo que sucedió con las llama-das vanguardias…...Nosotros hablabamos de “for-maciones especiales”. Y esto secontraponía a lo que mencioná-bamos recién de la categoría devanguardia. Porque la vanguar-dia en realidad tiene que ver conuna metodología de organizaciónmilitar: la vanguardia es la partede adelante de un ejército; laretaguardia es la parte de atrásdel ejército. Entonces, cuando lollevamos al plano político siem-pre el término vanguardia signi-fica un cuerpo aislado del gruesodel ejército; cuando hablamosdel pueblo, la vanguardia es uncuerpo aislado, separado delcuerpo del pueblo. Entonces, sino hay una correspondencia conel pueblo hacia, la vanguardia seconvierte en un grupo de franco-tiradores; no tiene nada que vercon la categoría. Esto lleva,desde un punto de vista de aná-lisis diferente, a pensar que laconciencia de clase se forma y seconstruye, y una vez logradoesto no se retrotrae. Ya dije quela conciencia no es acumulativa.No hay un fatalismo histórico: untipo que en un momento dadotiene un alto compromiso connosotros, en otro momento no lotiene. Lo único sin retorno quehay es la alfabetización; cuandouno aprende a leer no hay retro-ceso. Pero el resto se mueve poracontecimientos, por hechospuntuales que llevan a que lagente se exprese. Un análisispolítico podría afirmar “en lossucesos del día 20, con De laRua, se acabó el miedo, fue el findel miedo”. No. Se generó esoepisodio, y al otro día no habíanada. Hubo la movilización quellevó a las asambleas, un intentode poder entender y de actuar

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Breve consideración historiográfica

Analizar la historia de la militancia en una localidad puede aportar unanueva mirada sobre las organizaciones político-militares surgidas a fines de1960 y desarrolladas durante la década del setenta. El funcionamiento internode estas organizaciones parece haber presentado variantes regionales que per-miten observar ciertas particularidades en el desarrollo de la militancia enlocalidades que no compartían la mismas características y realidades socialesque las grandes ciudades (como Buenos Aires, La Plata, Córdoba, etc).

Las publicaciones recientes han centrado su mirada, sobre todo, en lossectores medios y superiores de las organizaciones político-militares y suacción en las grandes ciudades. Lo que aquí nos proponemos es reconstruir eldesarrollo de la Juventud Peronista en una localidad, en este caso Luján, rea-lizando un análisis de su situación local en relación con el proceso histórico-social a escala nacional.

De acuerdo a lo anterior consideramos que el microanálisis permite reve-lar factores no observados previamente, ayudándonos a ver la discontinuidadsocial. Los procesos que se desarrollan a una escala macro, en este caso nacio-nal, no siempre tienen que reflejarse en una escala micro o local.

Por otra parte, el microanálisis permite explorar las prácticas sociales yanalizarlas “como el resultado de una permanente negociación, manipulación,elecciones y decisiones del individuo de cara a una realidad normativa que aun-que penetrante, sin embargo ofrece muchas posibilidades a interpretaciones ylibertades personales”.2

Relacionado con nuestro tema esta variable permite analizar las estrate-gias y los comportamientos de individuos y grupos, que atendían a las realidades

LLaa JJuuvveennttuudd PPeerroonniissttaaeenn LLuujjáánn11

El estudio de las prácticas sociales realizadas en pequeñas localidades

permite analizar particulares estrategias y comportamientos de

individuos y grupos. Este es el caso de la Juventud Peronista de Luján,

analizada por investigadores de la zona.

NNIICCOOLLÁÁSS JJOOAAQQUUÍÍNN LLUUNNAA (Sociólogo – UBA) AANNAALLÍÍAA GGÓÓMMEEZZ (Historiadora – UNL)

CCAARRLLOOSS VVEERRDDUUNN - JJAAVVIIEERR BBEERREEZZAANN (Estudiantes del Profesorado en Historia – UNL)

1 Trabajo realizado

en el marco del convenio

entre la Municipalidad de

Luján y la Universidad

Nacional de Luján. Proyecto:

Recuperación de la Memoria

Histórica. Los Detenidos-

Desaparecidos de Luján.

2 Giovanni Levi,

Sobre Microhistoria, Biblos,

Bs. As., 1993, pág. 12.

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de su localidad más allá de las directivas emanadas desde la conducción de lasorganización político-militares a las que respondían.

Reducir la escala de observación a su vez nos ha llevado a evaluar el tipode fuentes que podemos utilizar. Es pertinente aclarar que debido a la repre-sión ejercida por la dictadura a partir de 1976 los militantes destruyeron todotipo de material propio o enviado por la Organización ya que este podía com-prometerlos. Es por ello que recurrimos a dos tipos de fuentes. Por un lado,realizamos una revisión documental basada en los periódicos locales. Esto nospermitió acercarnos a la realidad de Luján ya que no existen trabajos sobre elperíodo que abordamos (1969-1976).3 Por otra parte, recurrimos a la historiaoral como medio fundamental para nuestro trabajo. Durante 2005 y 2006hemos organizado entrevistas a militantes de las distintas tendencias de la JP(desde ahora, entrevista de autor: EA) las cuales nos permitieron reconstruirsus inicios, desarrollo, pensamientos, divisiones, interacciones con las conduc-ciones a las que respondían, etc.

Juventud y Política

Durante las décadas de 1960 y 1970 en distintos países del mundo unnuevo grupo, con reivindicaciones propias, comenzó a hacerse visible. Estegrupo estaba constituido por jóvenes que tenían entre 15 y 30 años de edad.Algunos de los factores que hicieron posible la emergencia de la juventudcomo un nuevo sujeto social fue el desarrollo experimentado por las econo-mías occidentales de postguerra. El nuevo avance económico requería denuevas profesiones y esto llevó a un importante crecimiento de la educaciónsecundaria y especialmente universitaria. Esto hizo posible que una impor-tante cantidad de jóvenes pudieran acceder a estudios secundarios y uni-versitarios, que a su vez les permitían obtener unos ingresos económicosque los hacían independientes de sus padres. Si tomamos como ejemplonuestro país podemos observar como a partir de la década de 1960 y hastafines de 1970 el número de estudiantes y graduados universitarios aumen-tó progresivamente, alcanzando su máxima expresión entre 1968 y 1975,año en el que había 90.000 estudiantes. Otro dato interesante es la canti-dad de graduados. Si tomamos como ejemplo la Universidad de BuenosAires podemos observar este crecimiento. Entre 1961 y 1963 se graduaronaproximadamente 12.000 alumnos mientras que para el trienio 1976-1978lo hicieron 35.000.4

Según el historiador Hobsbawm, los jóvenes se caracterizaron por ser“trasnacionales, al desplazarse y comunicarse ideas y experiencias más allá delas fronteras nacionales con facilidad y rapidez, y seguramente se sentían máscómodos que los gobiernos con la tecnología de las telecomunicaciones. Talcomo lo revelaron los años sesenta, no solo eran políticamente radicales yexplosivos, sino de una eficacia única a la hora de dar una expresión nacionale incluso internacional al descontento político y social”.5 De esta manera, losjóvenes en general y los estudiantes universitarios en particular se convirtie-ron en un nuevo sujeto social que irrumpió tanto en el mundo cultural comopolítico. Muchos de los procesos desarrollados durante este período los tuvie-ron como protagonistas. Algunos ejemplos fueron la Revolución Cubana, conla figura de Fidel Castro, de tan solo 32 años, el Mayo Francés y, en nuestropaís, el Cordobazo.

No solo aquellos jóvenes con formación universitaria fueron protagonis-tas durante estas décadas. Entre los militantes también se encontraban obre-ros, jóvenes que desarrollaban trabajos barriales, etc.

3 Se revisaron los

siguientes diarios y

publicaciones locales

editados entre

1969 y 1983:

Verdad (1969-1983),

El Civismo (1969-1983),

Aquí Luján (1969-1976),

Crónica (1970-1976),

La Perla del Plata (1969-1974),

El telar (1969-1983).

4 Historia Visual de la

Argentina Contemporánea,

Tomo 7, Fascículo 31:

La universidad y los estu-

diantes, Biblioteca Clarín.

5 Hobsbawm, Eric, Historia

del Siglo XX, Crítica,

Barcelona, 2000,

pág. 300.

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En la Argentina la irrupción de la juventud, en sintonía con lo que sucedíaen el resto del mundo, también se hizo visible a partir de la década del sesenta,llegando a tener un protagonismo político muy importante durante los setenta.Varios de ellos comenzaron a acercarse a la política motivados por fuertes valo-res como la justicia (en su acepción social), la libertad y la verdad.6 Estos valo-res adquirían singular importancia en un país como el nuestro en el cual el quie-bre del orden constitucional desde 1930, y especialmente a partir de 1955, llevóa que la vigencia de los valores mencionados fuera interrumpida frecuentemen-te. Por otra parte la política argentina adquirió una particular forma de confron-tación a partir del golpe de estado de 1955, caracterizándose por el enfrenta-miento entre peronistas y antiperonistas. A esto debemos sumarle la influenciade las ideas de la izquierda revolucionaria, fundamentalmente después de laRevolución Cubana. María Matilde Ollier,7 plantea que los jóvenes en Argentinacrecieron en un ambiente muy politizado tanto en sus vidas privadas (familia),públicas (escuela, la universidad, la iglesia) y política (partidos, organizacionesguerrilleras, etc). Este clima de politización no significó que la mayoría de losjóvenes se haya volcado a la militancia política; existieron también otros ámbi-tos de expresión, sobre todo el plano cultural.

Aquellos jóvenes que sí optaron por el compromiso desde una políticarevolucionaria lo hicieron debido a que la situación del país hacía viable pensaren el uso de la violencia como medio para la toma del poder ya que la dictadurade Onganía no permitía ninguna forma de participación y obturaba cualquierotro camino alternativo. Muchos jóvenes se acercaron a la militancia formandoparte de organizaciones marxistas y guevaristas mientras que otros lo hicieronen organizaciones peronistas (Montoneros y otros), convirtiéndose en protago-nistas de los procesos desarrollados en nuestro país durante aquellos años.

Juventud y Política en Luján

Ahora bien, ¿cómo se manifestó esta irrupción de la juventud en Luján?Algunos de nuestros entrevistados recuerdan cómo su interés social y político

6 El profesor Alejandro

Cattaruzza, en la Universidad

Nacional de Luján el 24 de

mayo de 2006, señaló:

“Parece que lo distintivo de

este período no es ni la lucha

armada, ni las agrupaciones

que la asumían, ni la violen-

cia represiva solamente,[...]

hay también una cultura juve-

nil contestataria mucho más

extendida, menos precisa [...]

Yo creo que esa articulación

entre zonas contestatarias de

la cultura juvenil todavía está

por investigarse. La gran

parte de los estudios sobre

los ’70 siguen deslumbrados

por la militancia en la política

y eso reduce mucho lo que

estaba pasando en la socie-

dad [...] es necesario pensar

que pasaba con otros fenó-

menos sociales y culturales.”

7 María Matilde Ollier,

La creencia y la pasión.

Privado, público y

político en la izquierda

revolucionaria, Editorial

Ariel, Bs. As., 1998.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS87

comenzó a aparecer mientras eran estudiantes secundarios, a finales de losaños sesenta y en los primeros años de la década siguiente. En ese entoncesocurrieron diferentes hechos a nivel nacional e internacional, que despertaronsus inquietudes e intereses. Algunos de estos hechos fueron el Cordobazo y elAramburazo en nuestro país, y el pacifismo contra la guerra de Vietnam y elMayo Francés, a nivel internacional. Sin embargo, en esta contexto la escuelano ofrecía un lugar para el debate y el cuestionamiento de la realidad en la cualse vivía. Todo lo contrario, la organización escolar se caracterizaba por su rigi-dez. Aquel que cuestionara al sistema educativo y, más particularmente a algu-no de sus docentes, era considerado como un elemento desestabilizador. Por lotanto, los jóvenes no encontraban en la escuela el lugar donde plantear susinquietudes. Así lo manifestaban algunos de ellos en una reunión realizada enjunio del año 1971 en la Escuela Normal, a la cual acudieron alumnos de 5to.año de dicho establecimiento y de la Escuela Nacional de Comercio.8 La reu-nión tenía como objetivo debatir, opinar y criticar sobre política, libertad yjuventud, evaluación, fracaso de la educación, relación profesor-alumno, etc.Con respecto al primer punto dijeron “que lamentablemente la Escuela no pre-para al alumno para que éste pueda desenvolverse correctamente en la políti-ca nacional y que notan cierta subjetividad en los profesores cuando se refie-ren a temas políticos”.9

Estas palabras muestran una clara preocupación por parte de los jóvenes conrespecto a las problemáticas políticas y además se comenzaban a plantear inquie-tudes y cuestionamientos a ciertas estructuras, en este caso, a nivel educativo.

Un año después, en 1972, algunos jóvenes organizaron la Federación deEstudiantes de Luján (FEL), creada el 23 de julio por alumnos que participabanen centros de estudiantes de diversas escuelas primarias y secundarias asícomo también estudiantes universitarios. La FEL se presentaba como unaagrupación “que no pertenece a ningún partido político pero que cree necesa-rio y urgente que los distintos grupos políticos de Luján discutan sobre elSistema Educativo Argentino” y, por otra parte, solicitaba que “todos los alum-nos tomen con seriedad el trabajo y la discusión porque cree que todos esta-mos capacitados para averiguar que nos pasa y, además porque cree en losderechos políticos para todos los ciudadanos”.10

A nivel local, la FEL fue un ejemplo de la organización independiente delos estudiantes, quienes reclamaban participar activamente en la discusiónsobre la necesidad de transformación del sistema educativo.

Pero las inquietudes de los jóvenes iban más allá del ámbito escolar. Lo queguió a muchos de ellos a comenzar una militancia, al igual que a nivel nacional,eran las problemáticas políticas y sociales por las que atravesaba el país (dicta-duras, violación de los derechos, conflictos obreros, etc.). La clara conciencia delas mismas llevaron a que los jóvenes lujanenses optaran por formar parte deuna lucha desde distintos espacios. Así lo manifiesta Luciano, quien fuera presi-dente de la Sociedad de Fomento del Barrio Lanusse y militante de la JuventudPeronista: “...era época signada por luchas de liberación en muchos lugares deSudamérica y en el contexto interno, nacional, también. Podemos ver que en lacomunidad de Luján, aún con características conservadoras, algunos cuantos delos hijos de Luján, veían que era necesaria una modificación en esa estructura,que era necesario un cambio desde lo social, desde lo participativo, desde lainclusión, [...] eso llevó a que en su momento fueran creciendo distintos tipos deorganizaciones [...] donde cada uno de nosotros fuimos viendo distintas posibili-dades de poder incorporarse a proponer ese cambio”. (EA)

Pero en Luján había pocos espacios para que los jóvenes pudieran inser-tarse y plantear sus proyectos políticos. La mayoría percibía a la sociedad luja-nense como una sociedad extremadamente conservadora, en la cual la expre-

8 Es importante señalar

que uno de los alumnos

que planteaba la necesidad

de una formación política,

sería posteriormente uno

de los referentes de la

Juventud Peronista

a nivel local.

9 El Civismo, sábado 19 de

junio de 1971.

10 El Civismo, 30 de

septiembre de 1972.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS88

sión de nuevas ideas y propuestas era vista como algo desestabilizador. La percepción que se tenía sobre la juventud aparecía claramente reflejada

en los periódicos locales. Desde fines de la década del sesenta se hacían presenteen las distintas publicaciones notas informativas y de opinión que referían a lamoda, los cuestionamientos y el nuevo rol que la juventud comenzaba a plantear.En líneas generales podemos decir que en dichos artículos aparecía una criticahacia los jóvenes y un intento de disciplinamiento tanto en lo que tenía que vercon la nueva apariencia que los caracterizaba como en cuanto a las nuevas ideasque muchos de ellos planteaban. Por ejemplo, en cuanto a la vestimenta un arti-culo del diario local “La Crónica” titulado “Medidas dignas de imitarse, tomaránen un Colegio Nacional”,11 hacía referencia a como debían presentarse los alum-nos para rendir los exámenes. Se decía: “... no se admitirá en los exámenes ni enlas clases del ciclo lectivo próximo, la asistencia de estudiantes que no vayan ves-tidos correctamente y con el cabello corto. El mismo criterio se adoptará para conlos jóvenes que luzcan barba, carezcan de pulcritud cuya vestimenta no seasobria”. El artículo finalizaba diciendo: “Hacemos notar que la medida tomada porlas autoridades de dicho establecimiento tendría que ser implantada no solo paralos estudiantes de nuestra ciudad sino para los de todas la provincia.”

Como se observa en las citas el disciplinamiento de los jóvenes era vistocomo algo necesario y “la apariencia” era un lugar común. Pero lo que preocu-paba sobre los jóvenes no era solamente su forma de vestir sino las nuevas ideasque planteaban y que buscaban llevar a la práctica. A fines de 1971 en el mismodiario citado más arriba apareció un artículo que decía: “Los hombres de Mayo,y los héroes de la independencia [...] eran vigorosos puñados de jóvenes [...] Lajuventud actual debe seguir ese ejemplo, afiliándose a la causa común de la con-tinuidad histórica o incesante y sin término de la Nación [...] Apartarse de ello,dejándose caer en el señuelo de ideologías extrañas y contradictorias o abierta-mente antagónicas, sería errar la trayectoria cierta y prestarse al juego de facto-res que conspiran contra la nacionalidad y la herencia de los valores morales querecibimos de los fundadores de la patria”.12

Obviamente la intencionalidad de quien escribía este artículo era indicara la juventud cuál era el camino a seguir, camino que debía mantener una line-alidad con los llamados “héroes de la patria”. La referencia a “ideologías extra-ñas y contradictorias” evidentemente refería a las ideas revolucionarias que losjóvenes detentaban. Queda claro que era necesario disciplinar políticamente,marcar el ejemplo a seguir.

Pero a pesar de la rigidez que la escuela y la sociedad en su conjunto que-rían imponer sobre los jóvenes lujanenses, estos igualmente encontraron luga-res donde socializarse y discutir las inquietudes, ideas y proyectos que poste-riormente los llevarían a organizar agrupaciones políticas locales. Las confite-rías céntricas y las peñas folklóricas en los clubes fueron ámbitos predilectospara la discusión y la formación política. Otro de los lugares en los cuales losestudiantes secundarios, y jóvenes de clase media, encontraron un espaciopara desarrollar sus ideas fue la“Canaleta Amarilla”. En ella confluyeron jóve-nes con distintas inquietudes y el lugar se fue convirtiendo en un ámbito dediscusión y encuentro, siendo luego paulatinamente abandonado para incorpo-rarse a la militancia política en las agrupaciones.

La casa de Dardo Dorronzoro,13 también funcionó como espacio deencuentro y politización. Dardo era poeta y herrero. Brindaba talleres literariosa los cuales concurrían jóvenes, que además de su interés por la Literaturaplanteaban sus inquietudes políticas. Muchos de quienes posteriormente for-maron e integraron las Juventudes Peronista y Guevarista habían concurrido asu casa, encontrando en ella un lugar para la discusión y el diálogo.

La juventud tenía ideas y era momento de ponerlas en práctica. Diversasfueron las formas y las tendencias. Mientras que algunos se dedicaron a la

11 La Crónica, 10 de marzo

de 1970.

12 La Crónica, “La juventud

actual debe seguir

el ejemplo”, 9 de

noviembre de 1971.

13 Dardo sufrió la represión

antes del inicio de la

dictadura. A comienzos de

1976 fue secuestrado y

posteriormente liberado. El

secuestro que lo llevó a la

desaparición se produjo

durante la dictadura.

El 25 de junio de 1976

un grupo fuertemente

armado lo secuestro en

su domicilio. Dardo aún

continúa desaparecido.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS89

militancia estudiantil otros lo hicieron en el ámbito político. Las agrupaciones de juventudes políticas en Luján que más relevancia

tuvieron durante la década de 1970 fueron la Juventud Peronista y la JuventudGuevarista. En este trabajo nos dedicaremos a analizar el desarrollo de la pri-mera de ellas.

La formación de la Juventud Peronista en Luján

La formación del primer grupo de Juventud Peronista (de ahora en ade-lante JP) en Luján se produjo en los primeros años de la década del setenta.

Unos cuantos jóvenes comenzaron a acercarse a encuentros en los cua-les se reunían militantes y sindicalistas peronistas locales. Algunos de ellosacompañaban a sus padres, posteriormente se irían acercando algunos jóvenesuniversitarios. En esos encuentros estos jóvenes comenzaron a vincularse conMario Ruiz, militante del peronismo que desde hacía algunos años asistía a losCongresos de la JP. Entre los militantes del peronismo local era uno de los másjóvenes, sumando para esa época con unos treinta años.

Este acercamiento al peronismo y a sus figuras locales, más las inquietu-des propias de una generación que consideraba que la sociedad debía transfor-marse, llevaron a que estos jóvenes, pocos en un principio, dieran los primerospasos hacia la conformación de la primera JP de Luján.

En una reportaje que le realizara un periódico local a Mario Ruiz en febre-ro de 1971 el entrevistado respondió sobre la organización de la JP en Luján: “LaJuventud Peronista tiene una comisión no muy bien organizada, que trabajapor iniciativa propia. Prueba de ello es que en repetidos acontecimientos estu-diantiles, luego del Himno Nacional han entonado la Marcha Peronista”.14

Si cruzamos este dato que aparece en el reportaje mencionado con losrelatos de nuestros entrevistados, podríamos decir que desde comienzos delaño 1971 se fue conformando el primer grupo de JP.

Sin embargo, el Peronismo local (al igual que otras fuerzas políticastales como el Radicalismo y el Socialismo) no ofrecía un lugar para el nuevotipo de militancia que iniciaban los jóvenes ya que se encontraba liderado porpersonas de vieja trayectoria, cuyas ideas y concepciones no se asemejaban alo que proponía la juventud. Así lo manifiesta Lorenzo, militante del primergrupo de la JP: “...Vamos a una reunión con gente del Partido Peronista [...]estos viejos decían “bueno muchachos, porque hacen tanto lío” [...] Creo quesabían que con elecciones iban a agarrar parte del poder y nosotros que éra-mos rebeldes, revoltosos, éramos antisistema, creíamos que las eleccioneseran un paso previo para tomar del poder y la construcción de la patria socia-lista. Había una contradicción”. (EA)

Como muestra el testimonio de Lorenzo las diferencias generacionales, yfundamentalmente las políticas, llevaron a que los jóvenes comenzaran a orga-nizarse fuera de la estructura tradicional del peronismo local.

Una vez organizado el grupo inicial, este necesitaba encontrar un ámbi-to de inserción. Debido a que uno de los jóvenes de este grupo, David, vivía enun barrio en el cual la mayoría de sus vecinos eran obreros cuyas condicionesde vida se caracterizaban por ser humildes, decidieron comenzar a trabajar allí.El barrio se llama “Santa Elena”, aunque también se lo conoce como “ElCuartel Quinto”.

Las actividades que desarrolló este grupo eran claramente de tipo políti-co. En principio se buscaba reivindicar al peronismo en un momento en el queeste estaba proscripto. Una de las primeras actividades organizadas por elgrupo fue un homenaje a Eva Perón, realizado el 25 de julio de 1971 en el CineTeatro Luján y asistieron militantes de JP de distintas localidades (tales comoTrenque Lauquén, Junín e incluso de Capital Federal). Los diarios de la época

14 Aquí Luján, 30 de julio

de 1971.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS90

registraban una concurrencia de aproximadamente 600 personas.Por otra parte, este grupo necesitaba formarse políticamente. Es por ello

que se realizaban distintas reuniones de lectura y discusión, en las que se leíadesde los documentos del peronismo hasta la revista Cristianismo yRevolución. A esto se sumaban las visitas a casas de vecinos que identificabancomo peronistas para escuchar con ellos discos que contenían grabaciones dePerón. A través de estas actividades el grupo comenzaba a insertarse en elbarrio y a formarse y formar a los vecinos políticamente, discutiendo las con-signas de la época, los métodos a implementar, etc.

Pero además de las tareas políticas este primer grupo de la JP comenzóa relacionarse con los sectores obreros de la localidad. Luján tenía varias indus-trias textiles y metalúrgicas, en las cuales se llevaron a cabo conflictos obrerosdurante la primera mitad de la década del setenta. En realidad, ya desde antesde la formación del primer grupo de la JP, se habían producido huelgas enindustrias y talleres locales.15

El primer conflicto en el cual participó la JP ocurrió en enero de 1972,participación que se limitó a apoyar a los obreros en huelga. Dicho conflicto seprodujo en las fábricas metalúrgicas Inafor y Burco y el objetivo era obtenermejoras en el sistema de ventilación de ciertas secciones. La reacción de lapatronal ante esta huelga fue el despido de 26 obreros, entre las dos fábricas.Esto a su vez generó una mayor conflictividad ya que al reclamo inicial ahorase sumaba el pedido de reincorporación de los trabajadores despedidos.

Durante este conflicto la JP, prestó su apoyo a los obreros, acompañán-dolos en las cercanías de la fábrica donde realizaban ollas populares. Tambiénayudaron en la redacción de una carta para ser presentada ante la patronal.Además la JP realizó gestiones para que Isabel Perón, que estaba de visita enla localidad, se acercara, acompañada por José López Rega y Héctor Cámpora,al lugar en el cual se encontraban los obreros.

La JP sufrió su primera escisión en marzo de 1972. A diferencia de lo quesucedía a nivel nacional –la unión de los distintos grupos de JuventudPeronista en una estructura o Mesa Nacional–, el grupo inicial de la JP luja-nense se dividió. Esto sucedió como consecuencia del debate sobre que debíahacer la JP local con respecto a una huelga realizada a escala nacional los días29 de febrero y 1 de marzo.

En principio las diferencias entre los militantes estaba dada por la meto-dología que se debía emplear en Luján para acompañar lo que sucedía en el GranBuenos Aires. Así lo recuerda José, uno de los integrantes iniciales de la JP: “...Había dos planteos, uno era el mío [...], de no hacer nada, porque en BuenosAires ya estaba el efecto, y el de otros compañeros, que querían hacer unascosas medias duras. Yo decía “vamos a ir presos todos”. Acá en Luján era fácil,éramos 20, esa noche hubo una discusión fea en el Sindicato de Telefónicos yalgunos resuelven irse a armar otra cosa, [...] La discusión era [...] que hacíafalta hacer unos cuantos actos de violencia [...] el miedo nuestro fue quedarmuy expuestos, [...] y Salaberry que estaba en la Municipalidad en aquellaépoca, [...] estaba buscándonos la punta para meternos presos [...] Ahí empe-zamos con la JPL que éramos el grupo nuestro, los moderados [...] y el otrogrupo era la JPC, Combativa. La diferencia era esa”. (EA)

Sin embargo las cuestiones ideológicas comenzarían a ser el motivo cen-tral de la escisión.

A comienzos de 1972, la JP de Luján quedó dividida en dos grupos, loscuales trabajarían desde ámbitos bien diferenciados.

La Juventud Peronista Luján (en adelante JPL), se integró a la estruc-tura del Partido Justicialista, y la Juventud Peronista Combativa (en adelan-te JPC), profundizó el trabajo político y social en el barrio “El Quinto”. A par-tir de este momento las diferencias ideológicas y metodológicas estaban más

15 En octubre de 1970 se

produce una huelga en la

metalúrgica Inafor a raíz del

despido de cuatro obreros,

entre ellos un delegado de

fábrica. El motivo era el

reclamo por mejoras en las

condiciones de trabajo

y la revisión del nuevo

sistema que obligaba

a los trabajadores a

compensar sus faltas

con lo que cobraban.

En 1971 también se

registran conflictos en

las metalúrgicas

Materco y Pegra, por

haberes atrasados..

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS91

que claras. Así lo manifestaba, en 1973, un integrante de la JPL cuando enuna nota periodística se lo consultaba sobre la JPC: “...se trata de un grupoque tiene su base en el Cuartel Quinto, y están en la llamada “Tendenciarevolucionaria”, liderada por Galimberti. Antes estaban con nosotros, inclu-so en los festejos del 11 de marzo: su cántico era “Perón y Evita, la patriaSocialista”; el nuestro era, “Perón y Evita la Patria Peronista”. Aclaramos queno le quitamos mérito a la JPC, suponemos que son peronistas –tal vez conalgunas infiltraciones– y creemos que estarán convencidos de que lo quehacen está bien. Nosotros estamos en otra cosa. Su manera de hacer es dis-tinta, las armas que emplean son otras y las ideas, incluso, son otras.Nosotros también queremos revolución pero a través de ideas que conside-ramos revolucionarias, mediante la vía pacifica. La esencia revolucionaria delMovimiento Nacional Peronista no va a desaparecer con la toma del poder,sino que se trata de adecuarse a la situación”.16

La JPC respondía de la siguiente manera a lo dicho por la JPL: “La dife-rencia radica en que nosotros no creemos que un escritorio sea el campo deacción para participar de un proceso revolucionario. Levantamos las banderas dela compañera Evita, que nos decía que la lucha se gana en la calle”.17

Esta discusión era parte de un debate en cuanto a las características dela militancia. Si bien no está planteado expresamente, las cuestiones de fondoeran: ¿qué posibilidades había en una localidad como Luján de desarrollar lalucha armada?, ¿había que integrarse al partido o eso significaba formar partedel sistema? Estas problemáticas fueron encaradas de forma diferente y, comovimos, condujeron a la fragmentación del grupo. Mientras la JPL se insertabaen la estructura partidaria y en el municipio, la JPC se alineaba en la TendenciaRevolucionaria del Peronismo.

Por un lado, la JPL una vez realizadas las elecciones del 11 de marzo de1973, que dieron el triunfo al peronismo en el ámbito local, comenzó a des-empeñar tareas desde en el gobierno, cuyo intendente era Humberto deLucía.18 Las principales actividades desarrolladas tenían que ver con la pren-sa y difusión del trabajo municipal, a la vez que formaban cuadros políticospara su inserción en el municipio.

Luego de las elecciones las diferencias se profundizaron. Pero fue des-pués de Ezeiza que la JPL decidió encuadrarse en Guardia de Hierro ya queconsideraba que esto les permitía respaldarse en aquel peronismo que lesresultaba afín.

Por su parte, la JPC comenzó a profundizar su trabajo en el ámbito terri-torial manteniendo como base el Barrio El Quinto. A través de las entrevistasy la información recabada en los periódicos de la época podemos observar quela JPC desarrolló un trabajo en tres ámbitos: político, social y fabril. Así lomanifestaban en mayo de1973:“Nuestra tarea es la de adoptar formas organi-zativas desde los barrios (tres hasta el momento) y fábricas, para el logro de lareconstrucción nacional y la defensa del triunfo hacia la toma del poder. Paralograr esta organización utilizamos un método de participación y movilizacióncontinua de las bases. Queremos que quede claro que no se trata de paliativos,ni beneficencia, sino que nos organizamos y hacemos estudios de la situacióndesde los barrios mismos (única manera de conocer la realidad). A partir deesto nuestra tarea consiste en movilizarnos y exigir sean satisfechas las nece-sidades del pueblo”.19

El trabajo social tenía como objetivo atender las necesidades inmediatasde la gente y mejorar las condiciones de vida a través de obras en el barrio. Perola tarea política ocupaba un lugar central. Era necesario formar y movilizar a losvecinos políticamente, buscando identificar, como dijo uno de los entrevistados,a los “líderes naturales”. Para poder desarrollar su trabajo alquilaron una casa,que se convirtió en el centro de reuniones. Allí empezó a funcionar el “Ateneo 26

16 El Civismo, 12 de mayo

de 1973.

17 El Civismo, 24 de mayo

de 1973.

18 Humberto de Lucía ,

candidato por el Frente

Justicialista de Liberación,

fue elegido intendente en

las elecciones celebradas el

11 de marzo 1973 con el

52% de los votos (contra

el 21% obtenido por la

Unión Vecinal, partido que

había gobernado hasta las

elecciones, el 15% de la

Unión Cívica Radical y el

11% del Partido Socialista).

19 El Civismo, 24 de mayo

de 1973.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS92

de Julio”. En este espacio se desarrollaba tanto el trabajo social como el político,manteniendo este último, como dijimos anteriormente, un lugar central.

En el “Ateneo” los jóvenes y los vecinos organizaban reuniones para leer,estudiar y comprender la realidad del país. Se realizaban charlas, debates y seexhibían películas emblemáticas tales como “Operación Masacre”, “La Hora delos Hornos”, etc. Pero además de las tareas políticas y sociales la JPC tambiénrealizó una articulación con los sectores obreros.

En 1973, los trabajadores de una de las industrias textiles, HilanderíaLuján, ocuparon la fábrica. Esta acarreaba graves problemas desde mediados dela década del ’60. Algunos de los motivos que generaron el conflicto fueron elatraso en el pago de las quincenas y los aumentos correspondientes, reducciónde las horas de trabajo, malas remuneraciones para los trabajos insalubres, faltade higiene en las instalaciones, etc. Lo que desencadenó la huelga fue la faltade programación de trabajo para el año siguiente, que llevó a los obreros acreer en el inminente cierre de la fábrica. La JPC prestó su apoyo solicitando algobierno la nacionalización de la empresa. Como vemos, la participación selimitaba al apoyo de los conflictos obreros y no a su organización.

Hasta aquí hemos descripto la formación y división de la primera JP luja-nense así como también hemos explicado el desarrollo de cada uno de los gru-pos constituidos posteriormente. Pero ¿cómo podríamos explicar esta rápidadivisión? Creemos que una posible respuesta esta relacionada con el hecho deque en la JP de Luján no se realizaron suficientes discusiones previas a su con-formación; a diferencia de lo que había sucedido en el ámbito nacional, espe-cialmente en las grandes ciudades como Buenos Aires, Rosario y Córdoba. Enellas, desde la década de 1960 se habían desarrollado activos grupos de dis-cusión política, que finalmente dieron origen a los distintos sectores que pos-teriormente formaron Montoneros.20 La discusión y el debate dio origen adiferentes agrupaciones peronistas con orientaciones y metodologías clara-mente definidas. En su reciente libro sobre el origen de Montoneros, LucasLanusse sostiene que: “Para completar el cuadro del peronismo revolucionariode la primera mitad de la década de 1960, corresponde hacer una mención ala Juventud Peronista –o Juventudes Peronistas, ya que en la práctica el sectornunca conformó una única agrupación–. El itinerario de la JP sería ambiguo,ya que muchas de sus prácticas y representaciones contenían tradicionesnacionalistas y derechistas que demoraron en depurarse”.21

Las discusiones previas a la formación de la JP local no parecen haberexistido o fueron minimizadas porque se entendía que la convocatoria debíaser amplia y movimientista. Por lo tanto, una vez establecido el primer grupode JP, las diferencias hicieron rápidamente eclosión pues se debían determinarrumbos, estilos, formas de organización y fundamentalmente objetivos. Laexistencia de las diferencias previas fue el primer escollo que el proceso deestructuración tuvo superar.

Los textos citados más arriba, que muestran las diferentes concepcionesideológicas de lo que posteriormente fueron la JPL y la JPC, son más que cla-ros sobre la discusión política que se daba con respecto al rol que la juventuddebía cumplir.

La militancia local

Hasta aquí, ¿qué particularidades de la militancia revolucionaria localpodríamos identificar?

En primer lugar, es importante aclarar la ubicación que, Luján en general yla JPC en particular, tenían dentro de la estructura de la Organización Montonerosen la Regional Buenos Aires. Desde fines de 1972 ésta estaba constituida por 4columnas: la columna Capital, la columna Norte, la columna Sur y la columna

20 Lanusse Lucas,

Montoneros. El mito de sus

doce fundadores, Ed.

Vergara, Bs. As., 2005.

21 Ibíd, pág. 59.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS93

Oeste. Para mediados de 1973 se agregó la llamada columna del Lejano Oeste,también conocida como Farfarwest, que fue organizada por José Amorín.22 Estacolumna se extendía desde Mercedes hasta Santa Rosa en La Pampa. Dentro deesta estructura, Luján formaba parte de la Columna Oeste, aún cuando fueranmás frecuentes los contactos y relaciones con los militantes y responsables dela Columna del Lejano Oeste.

Por sus características, Luján parecía estar a mitad de camino entre un áreaurbana y otra rural. En la práctica era una bisagra entre las grandes ciudadesbonaerenses y la zona rural de la provincia. Compartía características de ambas,ya que contaba con una considerable cantidad de industrias, especialmente texti-les y metalúrgicas, pero también la actividad rural marcaba el desarrollo de sueconomía. Por lo tanto, las características que ofrecía la localidad para el desarro-llo de la militancia permitían estrategias diferentes, que muchas veces coincidíanmás con los planteos del Farfarwest que con los de la Columna Oeste.

Los primeros responsables de la localidad tenían como objetivo crear yfortalecer Unidades Básicas Revolucionarias, las cuales tenían a su cargo el tra-bajo político en una determinada zona. Ana, quien fuera responsable de laOrganización Montoneros en Luján a lo largo de 1973, nos contaba cuales eranlos objetivos para la localidad: “Queríamos conformar un grupo autónomo, conenganche en la organización, para que realizara el trabajo en los barrios, laUniversidad, los estudiantes y las fábricas” [...] En principio había una cosamuy fuerte de extender la Organización, lograr que hubiese en cada ciudaduna UBR [...] y después ver que esas personas tuvieran inserción en distintosámbitos [...] era un momento eminentemente político”. (EA)

El objetivo para estas localidades era apoyar y consolidar el trabajo polí-tico más que desarrollar una estructura militar. José Amorín también señalaesto para el caso del Farfarwest: “pocos sabían usar un arma y, aún menos,habían recibido una precaria instrucción militar [...] Pero sabían hacer políti-

22 José Amorín,

Montoneros: La buena

historia, Ed. Catálogos,

Bs. As., 2006, pág. 229.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS94

ca: inventaban radios por cable o periódicos que llegaban hasta el último rin-cón de sus pueblos, creaban grupos solidarios para la autoconstrucción deviviendas, organizaban a trabajadores independientes, participaban de lasestructuras del partido justicialista y generaban organización para dar lalucha interna, tenían rápidas respuestas para cualquier tipo de problemas,usaban la imaginación [...] Esto ejemplifica nuestro modo de construcciónpolítica hacia afuera, pragmático, desprolijo, vertiginoso, en síntesis, monto-nero en todos sus sentidos”.23

Sin embargo, esta etapa política, parece haber comenzado a cambiar apartir de finales de 1973. Un primer factor que generó ese cambio pudo habersido la fusión de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) con Montoneros.Esta se produjo en octubre de 1973 y parece haber generado cambios impor-tantes en el interior de la Organización, debido a las diferencias entre ambas.En este punto es interesante lo que José Amorín explica en su reciente libro“Montoneros: La buena Historia”. En él, el autor marca las diferencias entreMontoneros y FAR. Amorín sostiene que, mientras Montoneros se expandíahacia afuera e incorporaba a su estructura “a los militantes que tenían unamínima representación política, sindical o social, (las FAR) construían haciaadentro, seleccionaban sus cuadros no tanto por su representatividad políticacomo por su solidez ideológica, proporcionaban una rigurosa instrucción mili-tar, consolidaban y desarrollaban su aparato armado. Un trabajo político queno estaba destinado a desarrollar un frente de masas como a reclutar cuadrospara su organización político-militar”.24

El planteo militarista de las FAR era claro desde sus inicios. En un reportajerealizado en diciembre de 1970 por un periódico cubano a integrantes de las FARestos decían: “Todas las formas de lucha y resistencia son justas, pero una organi-zación revolucionaria que pretende responder al mandato de su pueblo debe dise-ñar una alternativa, una opción realmente superadora, debe elegir las formas máseficaces de hacer política [...] Esa posición política consiste en la convicción de quelo que se trata es de poner en marcha una guerra del pueblo. De construir para elloun ejército del pueblo que obtenga para el pueblo el poder y que con el pueblo enel poder asuma la tarea de construcción de una sociedad distinta”.25

Evidentemente la posición política de las FAR era la implementación dela lucha armada como medio esencial para la toma del poder. Esto relegaba laconstrucción política a un terreno secundario, y acaso a su abandono.

Cuando se produjo la fusión de las FAR con Montoneros, según CarlosFlaskamp, “la conducción de FAR había querido hacer valer, en compensación,una mayor operatividad militar de su organización precisamente en ese perío-do. Pero después tuvo que aceptar que esa mayor operatividad era también unproducto del error, ya que la FAR había continuado fortaleciendo el accionarmilitar en una etapa en la que lo principal había pasado a ser el trabajo políti-co”.26 A pesar de reconocer la importancia de la tarea política ciertos criteriosmás militaristas prevalecieron, por ejemplo, en la evaluación de los cuadros.

La fusión de FAR y Montoneros también tuvo sus repercusiones en Lujánya que fue enviado un nuevo responsable para dirigir paralelamente a Amorínla columna del Farfarwest. El enviado fue “Guido” (que provenía de las FAR) yeventualmente se hizo cargo de la JPC de Luján. Teniendo en cuenta algunasde las entrevistas realizadas a los militantes, el nuevo planteo de quien porpoco tiempo fuera responsable en Luján comenzó a generar tensiones ya quealgunos jóvenes no aceptaban lo impuesto por la Organización.

A fines del año 1973 se produjo una nueva división en el interior de la JPC.

La JPC se divide

El año 1973 marcó un punto de inflexión para las distintas agrupaciones

23 Ibíd, págs. 229-230.

24 Ibíd, págs. 227-230.

25 “Reportaje a la guerrilla

argentina. FAR. Los de

Garín”, en: Cristianismo y

Revolución, Año IV, Nº 28,

Bs. As., abril de 1971.

26 Carlos Flaskamp.

Organizaciones político-

militares. Testimonio de la

lucha armada en la

Argentina (1968-1976),

Ediciones Nuevos Tiempos,

Bs. As., 2002, pág.123.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS95

peronistas. El retorno del peronismo al gobierno llevó a que las agrupacionestuvieran que redefinir sus estrategias ya que nuevamente el peronismo gober-naba. Se abandonaba un período de dictadura para iniciar uno democrático, porlo tanto, era necesario replantear el tema de la lucha armada y como se integra-ría una organización político-militar como Montoneros en este nuevo contexto.

Pero el año 1973 también fue el año de la integración de la JP aMontoneros. La misma significó la incorporación de una agrupación política demasas, a una organización política pero también militar. Esto implicaba unaserie de cambios para la JP ya que debía supeditarse a la conducción de laOrganización. Así lo explica María Matilde Ollier: “...la Juventud Peronista sesubordina, en la alianza, a la organización Montoneros. Nunca los cuadros diri-gentes de la JP accedieron a puestos importantes en la conducción deMontoneros. Sin duda la práctica de la Juventud era fundamentalmente políti-ca; no obstante a la hora de plantearse la unidad con Montoneros debe supe-ditarse a la organización militar. Proceso que profundiza la militarización de laJP, una prueba de ello la encontramos en la formación de las milicias en 1975.El tema de la fusión, a pesar de su centralidad para los grupos guerrillerosperonistas, presenta dificultades aún entre las organizaciones peronistas.Existen diferencias y ningún grupo acepta fácilmente acoplarse a otros demanera subordinada”.27

El año 1973 encontró al peronismo en el gobierno y a la mayor parte delos grupos de la Tendencia fusionados, con el claro liderazgo de Montoneros.Decimos la mayor parte porque en 1972 se había producido un proceso defuerte critica en el interior de la Organización, que llevó a la posterior separa-ción de un grupo de Córdoba, dando origen a la Columna Sabino Navarro. Estacomenzó a gestarse en 1971 cuando algunos integrantes de la Organización,que se encontraban presos en Córdoba después de la toma de La Calera, plan-tearon ciertas diferencias en cuanto al camino a seguir. Posteriormente, con ladetención de otros militantes, el grupo se amplió. Algunos de ellos fueronIgnacio Vélez Carreras, Carlos Soratti, Luis Losada, Jorge Cattone, AntonioRiestra y Luis Rodeiro.

Los cuestionamientos a la organización tuvieron dos ejes centrales y elresultado fue la elaboración del llamado “Documento Verde”28 –llamado asípor el color de la tapa–, que fue presentado a la conducción en julio de 1972,y nunca fue respondido por la misma. Por un lado, el documento criticaba laconcepción foquista y la militarización creciente adoptada por Montoneros. Seconsideraba que la construcción de un foco militar no debía ser el único obje-tivo estratégico ya que esto relegaba “lo político” a un segundo plano. Por otraparte, se cuestionaba la concepción idealizada del Movimiento Peronista cons-truída por Montoneros, que no daba cuenta de la lucha interna que se estabaproduciendo en su interior. Lo que este grupo proponía era que el MovimientoPeronista tenía que ser el punto de partida para la construcción del socialismo,y para ello era fundamental la lucha política y no solo la militar.

El documento fue adoptado por la Columna Norte en Córdoba, la cualposteriormente se separó de la Organización para formar Montoneros JoséSabino Navarro, que poco tiempo después sería simplemente la ColumnaSabino Navarro (CSN). El 25 de mayo de 1973 quienes habían redactado eldocumento en prisión fueron liberados, rompieron con la Organización y seincorporaron a la CSN. Esta se arraigó fuertemente en Córdoba aunque tam-bién se expandió, con menor desarrollo, en Buenos Aires, Santa Fe y Tucumán.

Estos acontecimientos marcaron un punto de inflexión en la historia deMontoneros como agrupación político-militar. Por un lado, comenzaba a ser cues-tionada su orientación militarista, cuestionamiento que no fue tenido en cuentay, por lo tanto, no generó un debate interno. Por otro lado, Montoneros debía

27María Matilde Ollier,

Golpe o Revolución.

La violencia legitimada,

Argentina, 1966/1973,

EDUNTREF, Bs. As., 2005,

págs., 314-315.

28 Ver Luis Rodeiro,

“El “Documento Verde”.

La primera crítica a

Montoneros desde

Montoneros”, en:

suplemento especial de

Lucha Armada en la

Argentina, Nº 6, Bs. As.,

mayo-junio-julio de 2006.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS96

tomar posición con respecto a cual iba a ser su rol en el nuevo período demo-crático que se inauguraba con la asunción de Perón a su tercera presidencia, el12 de octubre de 1973. Este intentó poner en práctica una política conciliadora,que poco tenía que ver con lo que las agrupaciones enmarcadas en las Tendenciaesperaban de su líder. A esto se sumaba el hecho de que algunas figuras de lavieja estructura peronista fueran nombradas para ocupar cargos políticos impor-tantes, dejando poco espacio para la inserción de los nuevos militantes.Inevitablemente esto generó tensiones. Como consecuencia de este proceso,Vicente Solano Lima sustituyó a Rodolfo Puiggrós en la Universidad de BuenosAires, ámbito en el cual Montoneros había logrado consolidarse, Juan AbalMedina fue desplazado de su cargo como secretario general del Consejo Superiordel Movimiento, etc. El espacio reservado a los integrantes de Montoneros, sibien no fue inexistente, si parecía estar relegado a un segundo plano.

Por otra parte, Perón intentaba “disciplinar” a los jóvenes a quienes añosantes había alentado. A comienzos de 1974 les decía: “Han elegido un gobier-no y espero que haya sido para obedecerlo y cumplir sus designios doctrinariose ideológicos”.29 Evidentemente las propuestas de Perón no coincidían con loque Montoneros había esperado de él. Fue así que se elaboró la llamada “teo-ría del cerco”, según la cual se consideraba que las figuras que rodeaban aPerón le impedían conocer la verdadera voluntad del pueblo peronista. Elenfrentamiento entre el peronismo de derecha y el de izquierda se profundi-zaba cada vez más y condujo a la ruptura de Montoneros con su líder el 1º deMayo de 1974, cuando Perón los criticó duramente en la Plaza. En septiembredel mismo año Montoneros decidió el paso a la clandestinidad, abriéndose unnuevo período en el desarrollo de la Organización.

Ahora bien ¿cuáles fueron las repercusiones que tuvo esta situación enLuján? No es casual que a fines del año 1973 se produjera un división en elinterior de la JPC. La fusión de las FAR y Montoneros comenzaron a marcar unaserie de diferencias con respecto a las nuevas directivas emanadas desde laconducción. Un grupo de la JPC empezó a cuestionar la orientación que estabuscaba implementar en la localidad. Así lo recuerda David, quien formabaparte de dicho grupo: “Nosotros comenzamos a cuestionar algunas actitudesde los compañeros de la conducción nacional y de los compañeros que habíanmandado como responsables en el último momento. A nosotros nos parecíaque a diferencia de los compañeros que habíamos tenido como responsables enla primera etapa eran totalmente diferentes, [...] eran compañeros con una for-mación política profunda y con un compromiso concreto y real que nosotroshabíamos podido ir probando en las tareas diarias que hacíamos en conjunto.Los otros compañeros nos parecían que tenían [...] menos compromiso desdeel punto de vista ideológico y en la práctica real, no en la teoría [...] Nosotroscreíamos en este momento que nuestro objetivo inicial era la formación políti-ca [...], que la clase trabajadora en forma mayoritaria y dominante fueran losque terminaran siendo la conducción del proceso revolucionario y no los sec-tores de las universidades [...], que comenzaron a ser los responsables en losdistintos lugares, ahí hubo un cambio cualitativo. Nosotros veíamos que en vezde promocionar a los compañeros de la clase trabajadora, los que eran respon-sables eran tipos de la universidad [...] La JUP fue la que nutrió los cuadros dedirección de toda la organización [...] Nosotros queríamos miles de SabinosNavarro y no queríamos miles de pequeños burgueses [...]”. (EA)

Gustavo, quien seguiría formando parte de la JP, recuerda la división dela siguiente manera: “En lo político había una diferencia entre un grupo que sehabía formado en el peronismo y que era más de izquierda [...] y el otro grupo,el nuestro, éramos pocos, todos habíamos nacido en familias antiperonistas [...]y descubrimos en el peronismo un montón de cosas y empezamos a militarcomo peronistas [...] Entonces esto nos hacía más proclives a aceptar ciertas

29 La Opinión, 5 de febrero

de 1975.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS97

cosas que tampoco nos gustaban que pasaban dentro del peronismo pero quenosotros las aceptábamos [...] y un poco la disidencia se dio por eso, no por unacuestión de acá, a nivel local sino también a nivel nacional [...]”. (EA)

Para 1974 la JPC ya no existía. Ahora había dos nuevos grupos: la JPRegional 8, integrada a Montoneros, mientras que el grupo disidente pasaría aformar parte de la Columna Sabino Navarro. Según los relatos de los entrevis-tados la división fue armónica, es decir, no se produjeron enfrentamientos sinodiscusiones, e incluso se llegó a un acuerdo sobre los lugares en los cuales cadagrupo iba a seguir desarrollando su trabajo. La JP Regional 8 comenzó a inser-tarse en otros barrios: Lanusse, Zapiola y Ameghino30 mientras que la ColumnaSabino Navarro siguió trabajando durante un tiempo en el barrio El Quinto.

Es importante aquí explicar por qué el grupo que decidió romper conMontoneros se encuadró en la Columna Sabino Navarro. Si retomamos lo quenos decía David podemos observar claramente como se cuestionaba a quieneseran puestos en los lugares de mayor responsabilidad por la Organización.Retomemos lo dicho por David: “Nosotros creíamos en este momento, que laclase trabajadora en forma mayoritaria y dominante fueran los que terminaransiendo la conducción del proceso revolucionario y no los sectores de las uni-versidades [...] Nuestra actitud fue de cuestionamiento y otros compañerosjuzgaron que había que ser consecuentes con la Organización y que había queaceptar más disciplinadamente los cuadros que enviaba”. (EA)

Aquí aparece el movimientismo como problema central y por otra parte,el trabajo con las bases, en contraposición a los nuevos criterios adoptados porla Organización. Esto no significaba el abandono de la lucha armada ya que elgrupo escindido mantenía fuertes planteos militaristas, sin embargo, percibíanque si lo militar se convertía en prioridad generaría un alejamiento de las bases.Por lo tanto, no es casual que al separarse de Montoneros este grupo se encua-drara en la Columna Sabino Navarro ya que sus cuestionamientos coincidíancon lo que esta agrupación ya había criticado antes.

Por otra parte, como decíamos anteriormente, se impugnaba a quienesascendían a los cargos, más específicamente, en el caso de Luján a los responsa-bles. Esto coincide con lo que plantea Ignacio Vélez, integrante del grupo queredactó el Documento Verde: “...los cuadros políticos-sociales, que tenían nive-les de representatividad propios en el movimiento popular eran integrados a la

30 Estos barrios se

encuentran ubicados en la

entrada de Luján sobre la

ex ruta nacional Nº 7.

Se caracterizaban por

ser barrios en los cuales

vivían trabajadores

independientes u obreros

que trabajaban en fábricas

y/o talleres de Luján.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS98

periferia y dependían de “responsables” (aún en sus propias áreas de represen-tación) que eran muchas veces jóvenes estudiantes que habían hecho méritoscomo audaces combatientes [...] Así, lo que era bueno para la organización erabueno para la revolución. La organización, entonces, comenzó a priorizar susintereses propios frente a los intereses de las bases o luchas populares”.31

La coincidencia del grupo disidente de Luján con lo que la ColumnaSabino Navarro venía planteando desde mediados del año 1972 llevó a quecuando decidieron separarse de Montoneros comenzaran a hacer contactos condicha columna para su posterior integración. Tiempo después, esta columna sedisuelve por falta de recursos y logística, integrando sus cuadros a otras orga-nizaciones, (ERP 22 de Agosto, OLAS, etc.)

El trabajo de la JP Regional 8 y su relación con Montoneros

El grupo de la JPC que se mantuvo dentro de la estructura deMontoneros pasó a llamarse Juventud Peronista Regional 8 (en adelante JPR8).Dicho sector opta por seguir alineado con la Organización ya que al margen delas dificultades que pudiera haber tenido con los responsables designados poresta, entendía que se debía considerar al peronismo como movimiento de libe-ración nacional policlasista, en cuyo seno la presencia de la clase trabajadoralo convertía en un movimiento revolucionario per se. Por lo tanto la contradic-ción principal en esta etapa era contra el imperialismo y sus sectores aliadosy no la lucha de clases. Si bien esta diferencia los separaba definitivamentedel grupo de los Sabinos, ambos privilegiaban el trabajo político con las basesy la organización popular como tareas estratégicas.

Por eso este nuevo grupo comenzó a insertarse en los barrios Lanusse,Zapiola y Ameghino. Estos barrios se caracterizaban por ser lugares habitados portrabajadores independientes y obreros que en su gran mayoría trabajaban en talle-res del casco urbano contando también con sectores de clase media en ascenso.

La estrategia de la JPR8 era desarrollar un trabajo político con los veci-nos. Poco a poco estos se fueron sumando a este grupo, que cada vez se hacíamás visible en los barrios y que ayudaban en las mejoras del mismo a travésde la construcción de veredas, viviendas para las familias más pobres, etc. Estetrabajo, en principio social, tenía una doble intención. Por un lado, mejorar lascondiciones de vida de los vecinos y, por otro, organizar a los mismos. Así lomanifestaban en un comunicado publicado en un diario local:“Apartándose delos beneficios materiales que logran mediante estos operativos es importantedestacar su significación como instrumento concientizador, referida a la nece-sidad de organizarse para cualquier inquietud o empresa de carácter popular.Pues nada resulta hoy tan cierto como que la efectiva organización del puebloy en especial de su clase trabajadora, es el arma más eficaz para la defensa yel logro de todas sus conquistas”.32

Uno de los objetivos que se había fijado la JPR8 era conseguir la presi-dencia de la Sociedad de Fomento de los barrios en los cuales trabajaban.Pudieron acceder a una de ellas, la del barrio Lanusse, en 1974. Esto les per-mitió tener un rol protagónico en el barrio ya que dicha sociedad era el lugaren el cual convergían vecinos y militantes y desarrollaban charlas y activida-des conjuntas. Además la Sociedad de Fomento continuó y renovó el trabajocultural que había sido su sello distintivo. En agosto de 1974 inauguró unaBiblioteca Popular, la cual promocionaba distintas actividades, que tenían comoobjetivo que los vecinos del barrio tuvieran acceso a libros para sus hijos, a fes-tivales folclóricos, etc.

El trabajo de la JPR8 era muy diverso, iba desde la formación y discusiónhasta las tareas sociales, culturales, etc. Lo que daba unidad a esta diferentesactividades era la clara intencionalidad política de todas ellas. Como nos decía

31 Ignacio Vélez,

“Montoneros. Los grupos

originarios”, en:

Lucha Armada en la

Argentina, Nº 2, Bs. As.,

marzo-abril-mayo, 2005.

32 El Civismo, 4 de mayo

de 1974.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS99

Quino, uno de los militantes: “finalmente tratábamos de desarrollar organiza-ción en la base, de concientizar, de captar gente para la agrupación”. (EA)

Además del trabajo político, social y cultural la JPR8 también desarrollótrabajos en el ámbito fabril. Como dijimos anteriormente muchos de los veci-nos que vivían en los barrios trabajaban en talleres cercanos a la zona. Enprincipio el objetivo era conocer los problemas que los obreros tenían en suslugares de trabajo. La mejora de las condiciones laborales y la organización deconflictos para su resolución eran tareas a desarrollar. Así lo recuerda Alberto,vecino del barrio, que militaba en la JPR8: “Yo hasta el año 1976 trabajaba enuna fábrica que estaba el la calle Gamboa. El trabajo mío, propuesto por la JP,era tratar de buscar gente dentro del personal de la fábrica, pasar lo más des-apercibido posible, inculcar a los compañeros que reclamaran sus derechos.Sabíamos expresamente que el Sindicato Metalúrgico de Luján estaba compro-metido con los dueños de la fábrica [...] Había otro compañero en otra parte dela fábrica, que está desaparecido, Pedro Núñez.” (EA)

La articulación que los militantes de la JPR8 logró con los vecinos quetrabajaban en los talleres les permitió acompañarlos en la reivindicación de susderechos laborales, si bien esta tarea no tenía un lugar central en el conjuntode las actividades realizadas.33

Además de la articulación con los talleres la JPR8 siguió apoyando a losobreros que llevaban a cabo huelgas en las fábricas. En mayo de 1974, una delas fábricas textiles, Linera Bonaerense, fue la protagonista de un nuevo con-flicto obrero. Los reclamos tenían que ver con los bajos salarios y el incumpli-miento del pago de horas extras. A esta huelga se sumaron, para solidarizar-se, los trabajadores de otras industrias textiles, particularmente la AlgodoneraFlandria (una de las más grandes de Luján). La JPR8 nuevamente se haría pre-sente, dándole su apoyo a los obreros y ayudándolos en la organización de lasollas populares.

Como hemos visto el trabajo de la JPR8 era muy variado pero claramen-te político. Es importante señalar que en las entrevistas se ha preguntadosobre el planteo o existencia de acciones armadas en la localidad. Todos losmilitantes entrevistados coincidieron en sus respuestas al decir que “lo mili-tar” se limitaba a algún mínimo entrenamiento. En la práctica nunca se lleva-ron a cabo acciones armadas ya que consideraban que no era necesario deacuerdo al tipo de militancia que desarrollaban en la localidad. Su apuesta eraal trabajo político, ellos veían que el crecimiento de su grupo se daba de esamanera, es decir, generando trabajos barriales, grupos de discusión, debates,etc. El planteo era que en estas localidades era conveniente desarrollar estruc-turas políticas que aportaran consenso social y en todo caso cuadros (inclusivelogística) a la lucha armada.

Un punto importante a destacar es que en varias de las entrevistas seobserva el entusiasmo con que los militantes recibieron la creación del PartidoPeronista Autentico. Veían en él una herramienta para la construcción políticaque creían fundamental. El 26 de octubre de 1975 se realizó el lanzamiento delPPA de Luján. Al mismo concurrieron más de 300 personas, entre ellos dele-gaciones de Mercedes y Chivilcoy, que formaban parte de la Columna delFarfarwest. La JPR8 estuvo abocada a la tarea de afiliar a la mayor cantidadde personas posibles para dicho partido (unos setecientos afiliados en el tér-mino de un mes).

Pero las complicaciones comenzaron mucho antes, con el paso a la clan-destinidad implementado por Montoneros el 6 de septiembre de 1974. Para laJP, una clara agrupación política de masas, esta decisión tomada por la con-ducción de la Organización significaba dos problemas. En primer lugar, el des-arrollo militar comenzaba a adquirir más importancia que el trabajo político y,por otra parte, pasar a la clandestinidad en una localidad pequeña como Luján

33 La encargada del sector

obrero era la JTP. En Luján

existió una incipiente

agrupación de la misma.

Sin embargo, nos

ha resultado difícil su

reconstrucción ya que

la mayoría de sus

dirigentes locales fueron

desaparecidos durante

la dictadura militar.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS100

ponía en riesgo la vida de los militantes. ¿Cómo era posible ocultarse o actuarclandestinamente cuándo en los años anteriores habían trabajado en diferen-tes barrios, participado en los conflictos obreros, presentándose como JP? ¿Eraposible aplicar esta decisión tomada por la conducción en una localidad peque-ña como Luján, donde el nombre de guerra de los compañeros, casi siemprecoincidía con el apodo por el cual se los conocía desde la niñez?

Los testimonios de quienes militaron en la JPR8 indican que el pase a laclandestinidad era una tarea difícil de cumplir. La alternativa de tener queabandonar el trabajo político era algo que los militantes ni siquiera contem-plaron. La sola posibilidad de perder contacto y dejar de trabajar en esosbarrios que los habían acogido no se concebía como algo que podía implemen-tarse. Esto comenzó a generar tensiones entre los militantes y los responsablesregionales que visitaban Luján. Gustavo nos contaba que en una de las reu-niones con el responsable, planteó la necesidad de seguir desarrollando el tra-bajo territorial en lugar de incrementar el aparato militar de la Organización.El resultado, fue su degradación a militante raso. Esto nos muestra el vertica-lismo y la prepotencia de la Organización; quien cuestionaba era degradado.

La JPR8 oscilaba entre el acatamiento a las ordenes de la conducción yel cuestionamiento y las criticas hacia la misma. Buscar una posición interme-dia era muy complejo, balancear las directivas con las necesidades del traba-jo barrial, que generalmente no coincidían, no fue una tarea fácil.

El cuestionamiento al criterio de verticalidad es algo que reiteradamen-te aparece en las entrevistas. Un ejemplo es el de José María, quien nos decía:“Primero era más libre, más contento [...] cuando empieza a hacerse esa ben-dita estructura [...] que primero parece democrática, digo que parece demo-crática, porque venían documentos que eran para pasar 3 o 4 días discutiendo,pero en realidad teníamos que opinar como los documentos...” (EA)

A pesar de lo planteado por la Organización las tareas políticas se siguie-ron desarrollando, desobedeciendo a veces ciertas ordenes debido a que seconsideraba que no era conveniente su implementación para el trabajo barrial.

En principio la línea que los responsables regionales buscaban imple-mentar en localidades como Luján chocaban con el trabajo político realizadopor los militantes. La mayor formación militar, la compartimentación y disci-plina tenían como contrapartida un menor desarrollo de las tareas políticas,

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tareas que hasta el momento habían constituido la base del trabajo de la JPR8.Por otra parte, las directivas sobre lo que debía trabajarse con los vecinos enel barrio y el discurso que debía implementarse dificultaba el trabajo con losmismos. Así lo recuerda Florencia: “...yo lo que sentía en ese momento era quevos habías entrado a una casa, habías entrado como “compañera”, hablabas dePerón de Evita [...] y compartían todas sus cosas con vos porque eras peronis-ta y ellos eran peronistas de toda la vida. Y de golpe vos tenías que decir, “estose acabó, Perón ya no es el Perón de antes”, y yo no tenía argumentos por másque te mandaban ochenta mil documentos [...] Llegó un momento en que elpensamiento político no coincidía con la realidad...” (EA)

Estas diferencias entre lo que se debía hacer y lo que realmente se hacíageneraba una serie de cuestionamientos entre los militantes que eran resuel-tos de acuerdo a lo que ellos consideraban que se podía trabajar en los barriosy con los vecinos que en ellos vivían.

Esto último tiene que ver con la particularidad de la militancia desarro-llada en las localidades. A pesar del verticalismo que caracterizó a Montonerosa partir de 1974 los jóvenes reinterpretaron la realidad que se les presentabade acuerdo a sus propias experiencias. Las diferencias con la Organización noeran ideológicas ni estratégicas sino al tipo de actividades que debían reali-zarse en la localidad. Quino nos decía: “Las diferencias no eran en cuanto a laestrategia de guerra popular prolongada, ni a la concepción de las operacionesmilitares que se realizaban en otros distritos como instancia superior de lalucha... Todos coincidíamos en que la cosa era político-militar y no una sin laotra ya que el enemigo también era político militar... Pero lo militar se debesubordinar a lo político. Eso fue lo que hicieron en el aramburazo...” (EA)

Esto último es particularmente importante ya que nos permite observarque si bien los militantes acordaban con la lucha armada como una parte centralde ese proyecto del que formaban parte, creían que esto no era incompatible conel trabajo político. Consideraban que, en ciertos ámbitos tales como Luján, eramás viable profundizar el trabajo político que desarrollar la estructura militar.

A pesar de que la Organización planteaba una mayor militarización, los mili-tantes de Luján estaban en desacuerdo con la implementación de dichas directivasen todos los niveles ya que esto implicaba el abandono de las tareas políticas, tare-as que constituían el eje de su militancia. De esta manera los militantes reinter-pretaban lo que la Organización pretendía de acuerdo a la realidad que ellos viví-an. A pesar de estas diferencias, la JPR8 entendía que no se debía escindir, sinocontinuar apoyando y construyendo poder popular para aportarle a la misma.

Por lo tanto, el planteo era que en estas localidades, donde la clandesti-nidad e incluso el anonimato no tenían posibilidades reales de implementarse,se desarrollaran estructuras políticas que brindaran consenso social al proyec-to de la Organización.

La situación que se daba en Luján no fue exclusiva de la localidad. Desdehace algunos años están comenzando a aparecer investigaciones y testimoniosque muestran esta problemática. Un ejemplo de ello es el trabajo presentado porMaría Marta Aversa en las Jornadas de Historia y Militancia desarrolladas en elaño 2000. En dicho trabajo la autora reconstruye la militancia de la JP en elbarrio La Cañada, situado en la localidad de Bernal Oeste, perteneciente al par-tido bonaerense de Quilmes. Con respecto a la relación entre los militantes y laOrganización Aversa sostiene que: “Junto con el crecimiento del grado de com-promiso con la organización, comenzaban a surgir críticas y planteos contra lasdirectivas bajadas por la conducción. La mayoría de los participantes directos eneste proceso creen que el giro hacia la lucha armada abandonando los trabajossociales y políticos iniciados en los barrios conjuntamente con el apoyo delasbases era casi una acción suicida”.34

34 María Marta Aversa,

“Huellas, recuerdos y

ausencias...Reconstruyendo

la experiencia militante: La

Cañada, Quilmes, (1969-

1976)”, en: III Jornadas de

Historia y de “Nuevos

Aportes a la Investigación

Histórica”. Historia y

Militancia: ¿una relación

antagónica?, 27 y 28

de octubre de 2000,

FFyL de Bs. As.

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El análisis de dos casos y sus similitudes no debe tentarnos a arriesgar con-clusiones rápidas pero podríamos sugerir que el abandono de los trabajos polí-ticos y sociales fue percibido como un error por los militantes de la JP de distin-tas localidades y/o barrios pequeños. Ellos habían desarrollado los frentes demasas, sabían que el trabajo político era lo que le permitía ganar la voluntad delos vecinos y sumar gente para la Organización. Sus localidades no ofrecían espa-cios para el desarrollo militar que requería de anonimato, clandestinidad y medi-das de seguridad que localidades y barrios pequeños no podían ofrecer.

¿Era posible el anonimato en una localidad que contaba con aproxima-damente 60.000 habitantes?35 ¿Cómo lograr clandestinidad en una ciudadcon características de pueblo en la que, como muchos militantes decían, “todosse conocían”? ¿Cómo ocultarse cuando desde hacía algunos años los militantesde la JP habían trabajado en distintos barrios sin ninguna medida de seguri-dad, lo cual los hacía fácilmente identificables?

Quizás futuras investigaciones que se aboquen a la militancia en distintaslocalidades nos permitan realizar conclusiones más sólidas y comprender estefenómeno que fue Montoneros, no solo en sus sectores superiores y medios sino ensu militancia de base, que fue en definitiva, la que le permitió a la Organizacióntener el crecimiento y arraigo que la caracterizó desde su formación.

¿Y si nos vamos? ¿A dónde...?

A raíz de las diferencias entre los militantes y los responsables de laOrganización muchos de ellos pensaron en abandonar su práctica política. Sinembargo, no lo hicieron. No podían concebir su vida fuera de la militancia. Suproyecto de vida personal se concebía dentro de un proyecto mayor, que eracambiar la sociedad, no había posibilidad de escapar a eso. En sus últimos añoshabían construido un trabajo y unas relaciones que no eran fáciles de abando-nar. Además el proyecto de cambio se mantenía en pie a pesar de las diferen-cias sobre cómo implementarlo.

En su libro “La creencia y la pasión” María Matilde Ollier analiza esta dis-yuntiva entre privilegiar la lucha política o reforzar la lucha armada. SegúnOllier esta “polarización dejaba poco espacio para la política. En realidad, eldilema era: irse o quedarse, con lo que ello implicaba en términos de vida ymuerte”.36 Según la autora, los principales motivos que generaban conflictospara la práctica de varios militantes fueron las estrictas reglas morales queimponía la Organización, la militarización creciente, el alto grado de compro-miso que se demandaba y que a veces generaba conflictos con la vida privadade los militantes, el verticalismo con el que se tomaban las decisiones, el pasoa la clandestinidad y el progresivo abandono de las tareas políticas.

En Luján la militarización creciente de las estructuras fue uno de losprincipales motivos de desacuerdo con la Organización cuya consecuencia erael mayor nivel de clandestinidad, que obligaba a relegar el trabajo político.

Así lo recuerdan los entrevistados. José María nos decía: “Yo creo que hay un momento en que la cosa deja

de ser democrática [...] se convirtió en una cosa piramidal [...] yo entiendo queuna organización militar tiene que tener eso pero no éramos una organizaciónmilitar, no hubo una separación clara, [...] vos tenías que cumplir con lo que sebajaba [...] cuando esto se convierte en una estructura militar, hasta la partepolítica se convierte en una estructura militar se perdió todo [...]”. Más ade-lante nos diría: “Si, vos te ibas ¿y qué? ¿a dónde te ibas? [...] Te la tenías quejugar solo, irte a algún lado afuera del país, a un pueblo, a lo de algún parien-te [...], irte a hacer algo en otro lado ¿dónde?...” (EA)

Florencia, otra de las militantes, empezó a criticar lo que la conducción“le bajaba” porque percibía que el discurso que tenía que plantear a los veci-

35 En 1970 Luján tenía

58.909 habitantes.

Ver revista Nosotros,

Año VI, Nº 68, Luján,

abril de 1996.

36 María Matilde Ollier,

La creencia y la pasión.

Privado, público y

político en la izquierda

revolucionaria, Ed., Ariel,

Bs. As., 1998,

pág. 221.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS103

nos del barrio a estos les resultaba ajeno. Así lo recuerda: “...yo ahí medio queme quebré no deje porque no tenía lugar, no sabía cual iba a ser el proyecto devida si dejaba [...] Afectivamente estaba muy enganchada con todos y se crea-ba un vacío...” (EA)

Estos jóvenes, no abandonaron la militancia, y siguieron trabajando deacuerdo a lo que sus experiencias de trabajo barrial, territorial y político lesindicaba pero cuestionaron a la Organización de la cual formaban parte.

Aquí es importante remarcar nuevamente la libertad de interpretaciónque se puede observar cuando una reduce la escala de observación. Es decir,si solo analizamos una organización político-militar como Montoneros a nivelmacro y solo tenemos en cuenta a sus principales protagonistas (más específi-camente los integrantes de la conducción) perdemos la posibilidad de observarotras características de la militancia que enriquecieron y complejizaron un pro-ceso tan importante como el desarrollado durante la década del setenta.

La dictadura en Luján

A fines de 1975 la militancia local comenzó a sufrir la represión. Losentrevistados recuerdan un grupo llamado Comando Jordán Bruno Genta, queen más de una oportunidad amenazó de muerte a distintos militantes locales.Muchos de ellos recuerdan una lista que indicaba las iniciales de sus nombresy apellidos, en la cual se los sentenciaba.

La casa de uno de los militantes de la JPR8, Ricardo Luis Palazzo,37 fueallanada en varias oportunidades. En noviembre de ese año fueron secuestra-dos Julio Plácido Balboa, secretario del partido Comunista y José Tineo(Juventud Peronista República Argentina), posteriormente Nicolás JoaquínLuna, militante de la JPR8, Arnaldo Buffa, perteneciente al Partido Socialistade los Trabajadores, y René Ferré de JP Barrio El Quinto.38

Finalmente, en los primeros días de marzo de 1976, también fueronsecuestrados, y posteriormente liberados, Rubén Raúl Maggio, Arturo Laguadoy Graciela Erramuspe, militantes de la Juventud Guevarista, DardoDorronzoro, militante del Partido Socialista de los Trabajadores, José MaríaMorán (JPR8).

A partir de estos hechos los militantes de la JPR8 comenzaron a plante-arse cómo debía continuar su trabajo en los barrios. Ya no era posible militarcomo lo habían hecho hasta entonces. No solo se exponían ellos sino que sen-tían que ponían en riesgo a los vecinos de los barrios que los acompañaban ensu militancia. Es por ello que poco a poco se fueron ausentando de los mismos.

Ernesto, vecino del barrio Lanusse, recuerda que después del secuestrode uno de los militantes de la JPR8, que se produjo a fines del mes de noviem-bre de 1975, las actividades comenzaron a mermar. Así nos contaba: “Va ahaber que abrirse, nos dijeron, por un tiempo para que no les pasa nada uste-des”. Y ahí mismo ya no te van a visitar, vos ves que una vez no van, dos vecesno van, [...] Se empieza a abrir el asunto, pero no era porque uno había deja-do, sino por que ellos nos resguardaban, al alejarse ya nos estaban resguar-dando. Al empezar a abrirse quedamos los que estábamos en el barrio, que nila hora nos dábamos, viviendo a tres cuadras y media, nos desvinculamos detodo, hubo que sacar todos los panfletos que teníamos [...] después ya no apa-reció uno, no apareció el otro...” (EA)

Cuando se produjo el golpe de estado algunos de los militantes decidie-ron abandonar Luján. Allí se encontraron con una realidad distinta a la queesperaban. Suponían que los contactos que tenían con sus responsables lesasegurarían lugares y dinero para poder alojarse y de esta manera tener lasmínimas condiciones de seguridad. Sin embargo, la situación fue otra. Losmilitantes recuerdan la desprotección que sintieron. José María nos decía: “No

37 Ricardo Palazzo fue

secuestrado en Capital

Federal el día 16 de

septiembre de 1976.

Aun continúa desaparecido.

38 Arnaldo Buffa fue

secuestrado junto a su

esposa, Hilda Vergara, el 10

de julio de 1976 en Paso de

los Libres, provincia de

Corrientes. En el año 2001

el Equipo Argentino de

Antropología Forense dio a

conocer el hallazgo de sus

restos y los de su esposa

en el Cementerio

de San Martín.

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aparecía nunca la guita con la que te iban a ayudar a vivir”. Debido al permanente “desenganche” que se producía entre los militan-

tes y los responsables de la Organización muchos quedaron librados a su suer-te. De aquellos que se trasladaron a Capital Federal varios fueron secuestra-dos y algunos de ellos desaparecidos.

Mientras tanto en Luján la dictadura comenzaba a aferrarse. A fines demayo de 1976 Silverio Pedro Salaberry fue designado intendente comisiona-do por el gobierno de la Provincia de Buenos Aires,39 destituyendo de sucargo a Humberto De Lucía, quien había sido elegido en las elecciones de1973. Antes de la designación de Salaberry la comuna había sido intervenidapor el Mayor Francisco Albertón.

Una de las primeras medidas tomadas fue la clausura de todas las sedesgremiales y partidarias. Además fueron prohibidas todas las solicitadas querevistieran carácter político. También se clausuró la imprenta en la que fun-cionaba la redacción y administración del diario Verdad perteneciente alPartido Socialista y fue detenido su director.

La presencia militar se hizo sentir en el ámbito político y laboral, especí-ficamente en las fábricas. Así lo describía el diario local El Civismo: “En unarápida recorrida que efectuáramos los últimos días por los distintos estableci-mientos fabriles que integran el cordón industrial lujanense observamos –enmuchos de ellos– la presencia de cierto número de efectivos militares fuerte-mente armados en la entrada, adyacencias e interior de los mismos. Según senos informará extraoficialmente conocimos que habrían ido para conocer–sobre el terreno– el estado de la producción de las distintas plantas y si exis-tía o no alguna represalia por parte de la patronal para con los obreros”.40

Esta presencia militar en las fábricas lujanenses poco parece responderal objetivo señalado en el diario. Más bien parece parte del disciplinamiento dela mano de obra que la dictadura impuso en todo el país. No debemos olvidarque en la mayoría de las fábricas metalúrgicas y textiles de Luján se habíandesarrollado importantes conflictos obreros durante la primera mitad de 1970.

La presencia militar también se manifestó en los barrios. Por ejemplo enel barrio Lanusse, era frecuente la presencia policial y del Ejército. Así lorecuerdan algunos de ellos. Patilla nos contaba un episodio relacionado con lavisita de uno de sus cuñados que era furriel del Ejército: “Mi cuñado viene undía a mi casa y alguien lo llama y ve copada toda la manzana y él contestacomo soldado identificándose. Le dijeron: “andamos buscando, porque en estamanzana hay Montoneros”. Él les contestó que allí no había nada [...] Así tecopaban manzana por manzana, en esa manzana estaba yo. Fue durante unaño. No venían solamente a mi barrio, también iban al Quinto [...] y caíansiempre de noche”. (EA)

Alberto, otro vecino, decía: “Era común ver a la policía por la tarde, al ejér-cito por la noche, revisaban casa por casa [...] Revolvían todo pero no te decíanqué buscaban...” (EA)

En este contexto se hacía difícil seguir con el trabajo político y barrial.Muchos de los militantes ya se habían ido a Capital y los que quedaron en Lujánno podían realizar sus actividades por cuestiones de seguridad. Sin embargo, laposibilidad de ser clandestino en una localidad pequeña no era sencilla. A partirde junio de 1976 comenzaron a producirse en Luján los secuestros que llevarona la desaparición de muchos militantes, no solo de la JPR8 sino de las otras agru-paciones políticas (Juventud Guevarista, Partido Socialista de los Trabajadores,Juventud Trabajadora Peronista). Así en Luján, como en el resto del país, laacción represiva de la dictadura marcó el derrumbe de ese fenómeno político demasas que fue la Juventud Peronista y la caída de una de las organizaciones gue-rrilleras de mayor envergadura de América Latina.

39 No era la primera vez

que Salaberry ejercía

el gobierno, en dos

oportunidades había sido

comisionado, 1962-1963 y

1967-1972, mientras

que en otros dos períodos

accedió al a intendencia

a través del voto,

1958-1962 y 1963-1966

40 El Civismo, 15 de abril

de 1976.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS105

A modo de conclusión

Este trabajo no pretende arrojarconclusiones sino más bien plantearinterrogantes y nuevas líneas de aná-lisis. Nuestra pretensión fue abordarla experiencia de la JP y su relacióncon Montoneros en una localidad queno tenía las mismas característicasque las grandes ciudades del país.Esto nos permitió observar ciertasparticularidades que de mantenernosen un análisis macro serían difíciles depercibir. La permanencia de la lógicapolítica como principal elemento paragenerar cambios estructurales fue unacaracterística de la militancia local. Ladiscusión interna entre los integran-tes de los distintos grupos de JP loca-les y las criticas a la Organización esotro punto a destacar.

Queremos aclarar aquí que no pretendemos quitarle mérito a la expe-riencia montonera sino más bien entenderla en toda su complejidad. PorqueMontoneros no fue solamente su conducción. Sino que fue una Organizaciónpolítico-militar integrada por distintas agrupaciones, que se desarrollaron enlos ámbitos sindical, estudiantil y territorial. Desconocer esta compleja estruc-tura es limitar el análisis. Futuros trabajos que aborden lo que sucedía en losdistintos ámbitos contribuirán a enriquecer este enfoque. En el caso de Lujánla dictadura se cobró la vida de varios de sus militantes. Hasta el día de hoymuchas personas solo conocen sus nombres pero no su militancia. Vaya estetrabajo para aclarar que fueron militantes políticos y sociales comprometidos.Como dice José Pablo Feinmann: “Eran, si, los llamados “perejiles”, hombres ymujeres de superficie. No eran sofisticados. Daban la cara. Creían en causascomunitarias. Buscaban una sociedad mejor. No murieron por tontos. Nomurieron en vano. Murieron por generosos. Ya nadie se muere ni enferma deeso en nuestros días”41

41 José Pablo Feinmann,

La sangre derramada.

Ensayo sobre la violencia

política. Ariel, Bs. As.

1999, pág. 99.

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El concepto del enemigo en el PRT-ERP - VERA CARNOVALELectura en dos tiempos - OSCAR TERÁNEl mito del Policlínico Bancario - GABRIEL ROTLa vida plena - SERGIO BUFANOOrígenes de las FAAAL. Entrevista a JUAN CARLOS CIBELLIMemoria, militancia e historia - HUGO VEZZETTI - FEDERICO LORENZ - PILAR CALVEIROTupamaros: la construcción de su pasado - SILVIA MERENSONDocumentos - Organización Comunista Poder Obrero - DARDO CASTRO y JUAN ITURBURU¿Revolución en la revolución? - REGIS DEBRAY

Montoneros, los grupos originarios - IGNACIO VÉLEZ CARRERASERP 22 de agosto: una fracción pro-Cámpora - EDUARDO WEISZLa guerrilla salteña - Entrevista a HÉCTOR JOUVÉEl falso enigma del “caso Aramburu” - ERNESTO SALASASTAR SA: militancia sindical y enfrentamiento “militar” - FEDERICO LORENZTeoponte: la otra guerrilla guevarista en Bolivia - GUSTAVO RODRÍGUEZ OSTRIAPara Mario Payeras, sin amargura o sombra - ADOLFO GILLYDocumentos - Crónicas y declaraciones del ERP 22Minimanual del guerrillero urbano - CARLOS MARIGHELLA

La casita de caramelo - CRISTINA ZUKERNotas para recordar la revolución - HÉCTOR SCHMUCLERPerón y la Triple A - SERGIO BUFANOMontoneros. El enfrentamiento conPerón - GUILLERMO CAVIASCAGrupo Obrero Revolucionario - EUDALD CORTINAEntrevista a ARMANDO JAIMETraslados - ALBERTO SZPUNBERGDe la “traición aprista” al “gesto heroico”. Luis de la Puente Uceda y la guerrilla del MIRJOSÉ LUIS RÉNIQUEDocumentos - Resoluciones del GORLas FF.AA. y la lucha contra el terrorismo

Antiguos y nuevos sentidos de la política y la violencia - PILAR CALVEIROEL FATRAC, frente cultural del PRT/ERP - ANA LONGONIMaoísmo y lucha armada: el PCML - ADRIÁN CELENTANOMonte Chingolo - Entrevista a GUSTAVO PLIS-STERENBERGAbraham Guillén: teórico de la lucha armada - HERNÁN REYESCine documental e historia reciente - VICTORIA BASUALDOGustavo Rearte y el MR 17 - Entrevista a JORGE PÉREZMorir, matar y renacer - RICARDO MELGAR BAODocumentos - PCMLLecciones de la guerrilla latinoamericana - ABRAHAM GUILÉN

Walsh y la conducción Montonera - ERNESTO SALASDécada del 70: violencia de las ideas - OSCAR TERÁNPostulados, sentidos y tensiones de la proletarización en el PRT-ERP - VERA CARNOVALELa polémica sobre la lucha armada - PABLO POZZIEl asalto al Comando Sanidad del Ejército - Entrevista a HERNÁN INVERNIZZIAcerca de la carta de Oscar del barco - HÉCTOR RICARDO LEISCombatientes chilenos en Nicaragua - VIVIANA BRAVO VARGAS ROLANDO ÁLVAREZ VALLEJOSDocumentosConsejo Ejecutivo Nacional de la OPM “Montoneros”Respuesta de RODOLFO WALSH

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La “traición” de Roberto Quieto: Treinta años de silencio - LILA PASTORIZAMemoria y revolución - NICOLÁS CASULLOLa historia de Jorge Caffatti. Entrevista a JUAN GASPARINIEl “Documento Verde” LUIS RODEIROAcerca de la reconciliación - SERGIO BUFANOLos límites de la polémica - MARIO BETTEOPuentes rotos - SERGIO CALETTIArturo Lewinger y los orígenes del as FAR - GUILLERMO CAVIASCADocumentos. La crisis de las FALSuplemento: CRÍTICA A MONTONEROS DESDE MONTONEROS El “Documento Verde”

Apuntes sobre la vida de Juan García Elorrio - GUSTAVO MORELLO El Partido Comunista y la lucha armada - GABRIEL ROTTres biografías sobre la militancia - ESTEBAN CAMPOSVida cotidiana en la cárcel de Villa Devoto - ANA GUGLIELMUCCIDel FRIP al ERP - Entrevista a CACHO LEDESMAPolémica: escriben LEIS y KREIMERHistoria de vida - Entrevista a SUSANA CARIDEEl viaje de Eneas: memoria e ideas en la política de los setenta - RICARDO PANZETTADocumentos: PRT Tendencias internas

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS108

A las 10 y 07 del viernes 6 de agosto de1976, David “Dudi” Graiver tomó una decisiónque le acarrearía la muerte. Pulsó la tecla delintercomunicador y cayó en la trampa.

–Gigi, no llego al vuelo de la EasternAirlines de las 17. Como no hay otro, llamá aHansa y que me reserven un jet para las 19 y 30.

–Sí señor –contestó Gigi Tejerero, argenti-na, 31 años, secretaria trilingüe.

Él la tuteaba. Ella no. Hansa JetCorporation, dirigida por Robert Abplanalp–viejo amigo del ex presidente Richard Nixon–formaba parte de la Colonial AllianceCorporation, un emporio de industrias y comer-cios con 124 millones de dólares de capital.Todo era propiedad de Arthur Cohen, destacadomiembro de la comunidad judía de Nueva York.Su rúbrica garantizaba la locación de automóvi-les y oficinas, y la adquisición, pagadera enmensualidades, de un piso de dieciséis habita-ciones en el 978 de la Quinta Avenida, elegidopor Graiver para instalarse en la capital finan-ciera del planeta el 28 de mayo de 1975.

El Estado de Nueva York le había congeladola solicitud de visa permanente hasta que laSuperintendencia de Bancos de la Reserva Federalautorizara la compra del American Bank and Trust(ABT), en la que estaba empeñado desde hacíaonce meses. Para no transgredir los reglamentossobre la residencia de extranjeros, David Graiverse ausentaba los fines de semana. Volaba todos los

viernes a su provisorio domicilio legal en la ciudadde México. En una mansión de Lomas deChapultepec, alquilada al arquitecto CarlosPedroso, de San Diego, lo esperaban Lidia ElbaPapaleo, su mujer, y María Sol, la hija de ambos,nacida el 19 de noviembre de 1974. En el barriotambién habitaban sus padres, Juan Graiver y EvaGitnach, su hermano Isidoro Miguel y su cuñadaLidia Brodsky, con sus tres hijos.

Un genuino oligarca de Puebla le obtuvofácilmente la residencia mexicana. A GabrielAlarcón Chargoy le bastó una llamada telefóni-ca para que los Graiver tuvieran los pasaportesargentinos en regla. No podía ser de otra mane-ra para quien a los 68 años era pontífice deCadena de Oro, la exhibidora de películas másimportante de América Latina, dueño de la fran-quicia de la tarjeta de crédito Diners Club enMéxico, accionista del Banco Internacional y delCrédito Mexicano, con fuertes inversiones en lapetroquímica y la industria textil, propietariodel cotidiano El Heraldo e integrante delConsejo de Administración de PIPSA, el mono-polio papelero mejicano.

David retornaba a Nueva York en la nochedel domingo o a primera hora del lunes. La visade turista que le permitió vivir en los EstadosUnidos los primeros tiempos después de aban-donar la Argentina amenazado por la Triple A,caducó en el plazo normal: tres meses, renova-ble por otros tres. El arreglo verbal al que llegó

MMuueerrttee pprreemmeeddiittaaddaaJJUUAANN GGAASSPPAARRIINNII

Fragmento del libro EEll ccrriimmeenn ddee GGrraaiivveerrde próxima edición por Editorial Norma

En un momento determinado, tuve la tentación de pensar que, de algu-na manera y espero que anónimamente, iba a convertirme en primeractor de la historia; que mi acción serviría para trastocar la historia, paracambiarla... Fue una veleidad muy infantil. Lo más que puedo cambiares una serie de anécdotas históricas en un mundo donde los sistemas sehan comido al individuo y sobreviven a pesar de los individuos

Ángel Montoto, Blanco

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS109

Theodore Kheel, su abogado, con los funciona-rios de migración, fue de consentirle permane-cer en la ciudad de lunes a viernes en virtud delpuesto de director ad referendum de la compradel ABT. La adquisición por 7.5 millones dedólares del Century National Bank (CNB), en1974, la primera inversión neoyorquina de losGraiver, con casa central en el 37 de la AvenidaBroadway, no le servía para afirmar el trámitede residencia, pues la institución estaba a nom-bre de su padre. Pero Juan Graiver había dadoun paso al costado a favor de su hijo mayor. ParaJohn Heimann, “comandante” de la “policíabancaria” en el Estado de Nueva York, no pasa-ba inadvertido lo que era vox populi: detrás odelante del tono, David Graiver ejercía casi todoel poder, tanto en el CNB, como en el ABT.

En el ABT faltaba solamente la aceptaciónformal de su relativa posición mayoritaria sobre latotalidad de las acciones. Concertó la transaccióncon José Klein, financista húngaro-chileno, deascendencia judía, residente en Ginebra, dondeposeía el Continental Trade Bank en el 15-17, Quaides Bergues, un pulpo bancario de 230 millones dedólares de capital, 2.000 empleados distribuidosentre la casa central y seis sucursales o filiales engrandes ciudades del globo, con una carpeta deoperaciones que sobrepasaba holgadamente los2.000 millones de dólares.

Por 21 millones de dólares Klein le cedió aGraiver la opción al 51 por ciento de los títulos del37º banco entre los 253 que operaban a la fechaen la plaza financiera de Nueva York. Así figura enel acta firmada el 4 de septiembre de 1975 antenotarios del estudio del doctor Fabrice Walluser,con lujosos despachos en el 16 de la Rue de laCorraterie, la Wall Street en Ginebra.

A decir verdad, el ABT valía 60 millones dedólares. Entregando 21 y asumiendo obligacionespos 11.6 Graiver alcanzaba los 32.6 millones dedólares necesarios para embolsar definitivamenteel 51 por ciento de las acciones. Esa deuda no leimpidió depositar las formalidades de compraante las ventanillas del ente de regulación banca-ria de Nueva York en enero de 1976.

Coronando un año de tentativas, el tras-paso del ABT era la segunda operación entreGraiver y Klein. Éste, después de cumplir 70años, sólo pretendía una vejez tranquila a orillasdel lago Leman. Guardaría el Continental TradeBank Ginebra para mantenerse ocupado y cedióel ABT a Graiver por el precio acordado, impo-niéndole la condición de que tomara el Swiss-Israel Bank de Tel Aviv a cambio de 4 millonesde dólares. El comprador accedió, pero también

puso una condición, que el vendedor terminóaceptando. Antes de transferirlo ordenó al ABTque otorgara un préstamo por esa misma sumaa quien sería su próximo dueño. Graiver seembarcaría entones en la compra del CenturyNational Bank de Nueva York, agregando de subolsillo 3.5 millones de dólares. Lo hizo suyo por7.5 millones de dólares en total.

La movida de Graiver presentaba un futu-ro sin riesgo. Con 7.5 millones de dólares en lamano, compraba dos bancos por el valor de uno.La deuda de 4 millones de dólares la contrajocon el ABT, que pronto le pertenecería. Llegadoel momento, podría renegociarla conveniente-mente. Los 21 millones de dólares que le fueronimprescindibles para adquirir este banco tam-poco eran suyos. Eran de aliados políticos quehabían encontrado en él la punta de lanza paraperforar el mercado financiero internacional. SiKlein pretendía servirse de Graiver vendiéndoledos bancos en lugar de uno, éste subía la apues-ta comprando tres en vez de dos.

Políticamente, la triple compra constituíauna ecuación sutil y aseguraba una honda pene-tración en la pulpa bancaria. Primero porquehabía elegido la puerta principal de entrada, tra-tándose de una banquero latinoamericano: la islade Manhattan, el corazón de la metrópoli moneta-ria mundial. Allí, ser de origen judío y poseerbienes en Israel es una cualidad suplementariapara la adquisición de dos instituciones fuerte-mente implantadas en los hábitos locales y nacio-nales: retratos de próceres republicanos adorna-ban la sala del directorio del CNB y severos demó-cratas miraban desde los muros del ABT. La tradi-ción de la posguerra confirma que los judíos sonun pilar de las finanzas norteamericanas, particu-larmente en Nueva York. Los Estados Unidosconstituyen, por lo demás, el sostén principal delEstado de Israel desde su fundación en 1949.

El evento ejemplificaba asimismo el buenfuncionamiento del sistema. Comprar bancosnorteamericanos con dinero producido en elTercer Mundo, significaba importación de divi-sas que seguramente no eran ajenas a inversio-nes previas de capitales norteamericanos. Era elreembolso de ganancias a exportaciones ante-riores de la misma procedencia. Mostraba, ensuma, que la rueda del capitalismo monopólicofunciona a pleno en América Latina.

La operación también tomaba en cuenta lascondiciones específicas de la coyuntura. Los dóla-res que aportaba Graiver no llegaban de Asia o deMedio Oriente, donde Estados Unidos empezaba atener dificultades. El shock petrolero de la OPEP

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS110

de 1973, que triplicó los precios, y la influenciaeconómica infligida por Japón, horadaban la auto-nomía financiera de los Estados Unidos. Importarcapitales y dar poder a extranjeros que expandíanel capitalismo estaba bien, pero no tanto si eranárabes y japoneses que amenazaban los interesesde los Estados Unidos desde el propio campo de laeconomía de mercado.

Financieramente el paso de Graiver tampo-co carecía de cálculo. Los bancos se pagarían prác-ticamente solos. La clave estaba en haber conse-guido los mínimos capitales iniciales. El resto loharía un dosaje conveniente del uso del tiempo,combinado con las rústicas matemáticas de la con-tabilidad: lo que entra, compensa lo que sale. ParaGraiver era así de simple. Odiaba la pesada verbade los economistas. El drenaje que ocasionaría laamortización del pasivo debía producirse en rela-ción a la tasa de crecimiento normal de los bancos,que se fortalecería con las transfusiones de nuevosnegocios que el propio Graiver iba a inyectarle.

Pero entre el cielo y la corteza de la tierra,de las ideas a los acontecimientos, el trechosería árido.

El ABT, dependía de un holding del mismonombre. Los bancos pagan impuestos al capitaly a las ganancias. Los holdings solo pagan sobreel capital. El banco trasladaba parte de su ope-ratividad al holding, eludiendo así las obligacio-nes impositivas. Graiver lo usó como subterfu-gio haciéndose nombrar consejero del holdingAmerican Bank and Trust. Hasta que se oficiali-zara la posesión del banco, ello le permitió inau-gurar una oficina en Nueva York.

Los amplios ventanales de su despacho seabrían a la Quinta Avenida, en su interseccióncon la calle 46. Ocupaba el ala sur del piso 23,en el Olimpic Towers, rascacielos de hormigón yvidrio enclavado en el centro de Manhattandonde Graiver había arrendado oficinas aCristina Onassis con el aval de Arthur Cohen.

El banquero perdió su mirada en elenjambre de autos y peatones que se movíancomo hormigas decenas de metros abajo.Repasó mentalmente las actividades que losesperaban en el resto de la jornada. La búsque-da de equilibrios y arbitrajes en la dirección deun centenar de firmas diseminadas en tres con-tinentes, llenaba rutinariamente sus horas. Noobstante, una ansiedad desconocida le mordía elestómago. ¿Por qué se retrasaba tanto el “OK”de la Superintendencia de Bancos a su adquisi-ción del ABT? ¿A qué se debía el hermetismo deJohn Heimann? Aborrecía la incertidumbre.Detestaba la falta de claridad en alguno de susnegocios. Temía lo desconocido, lo acosaba la

punzada del miedo a que algo pudiera complo-tarse a sus espaldas. David comenzaba a sentirla formidable carga de la sospecha.

Aquella mañana de agosto de 1976 Graiverexhalaba el aliento fétido del insomnio. Hacíaunas semanas que había abandonado la costum-bre de no fumar hasta la tarde, el único modo deno sentir el sabor avinagrado como la bilis que lasnoches en vela daban a su saliva. El sillón girato-rio de cuero negro se estremeció cuando la corpu-lencia del barbado ocupante decidió encender elnoveno cigarrillo del día. A tientas el brazo buscóun More, de papel negro, con filtro, a mano en unacaja de madera tailandesa, en el extremo derechode su escritorio. En la otra punta, la luz roja delintercomunicador directo con la jefa de sus secre-tarias comenzó a titilar.

–¿Qué pasa, Gigi? –preguntó acercándoseal micrófono.

–Su avión para las 19.30 está confirmado,señor.

–¿Quiénes son los pilotos?–Los de siempre: Michael Bann y Kevin

Barnes.De un envión Graiver dio una ráfaga de

instrucciones.–Bueno, llamalos y avisales que esta vez no

vamos a ciudad de México sino a Acapulco. Mifamilia hoy empieza allí sus vacaciones. Pregutalesa qué hora estiman la llegada y después avisale aLidia al Hotel Las Brisas, para que me vaya a bus-car. ¡Ah!..., que Mike y Kev no olviden pedirle a lahandling que llene la heladera para que cenemosen el viaje, como siempre... Invitalos de mi parte apasar el fin de semana en Acapulco. Si no pueden,quiero una reservación en el último vuelo deregreso que haya el domingo. Y por favor, indicalea Franco que traiga el auto; tengo que pasar por eldepartamento a recoger unas cosas pues me irédirectamente de aquí al aeropuerto. Además metiene que llevar a comer a Le Cirque, donde tengoun compromiso. Por favor, Gigi, llamame cuandoFranco esté en la puerta. ¿Te ocupaste de mandarflores al Waldorf Astoria?

–Sí, señor.Almorzaría con José Ber Gelbard. El ex

ministro de Economía del entonces reciénderrocado gobierno peronista, estaba inquieto.Sin residencia fija desde el golpe del 24 demarzo de 1976, Gelbard deambulaba entreCaracas, Los Angeles y La Habana. Atendía susmúltiples asuntos económicos en el exteriormientras la Junta Militar le embargaba susbienes en la Argentina incorporándolo al “Actade Responsabilidad Institucional”, que incauta-ría posesiones de jerarcas peronistas el 18 de

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS111

junio de 1976. La dictadura se ensañaría conGelbard despojándolo de la ciudadanía argenti-na y solicitando a Interpol su detención preven-tiva por “estafas reiteradas” en grado de “partí-cipe necesario”, derivadas de los enjuagues deMaría Estela Martínez de Perón en una cuentade la “Cruzada de Solidaridad Justicialista”,abierta a instancias de Gelbard en el BancoComercial de La Plata, propiedad de Graiver.

La dictadura encabezada por el GeneralJorge Videla también había intervenido a la CGE(Confederación General Económica), la gremialde la pequeña y mediana empresa, entidad decuarto grado que agrupara a empresarios de laproducción, la industria y el comercio, de la queGelbard fue el alma mater desde su fundación, en1953. Bajo cuerda la dictadura militar impulsabaal propio tiempo una instrucción penal sobre lacompra por parte del Estado de la usina nuclearde Embalse Río Tercero, en Córdoba, a un con-sorcio ítalo-canadiense cuando Gelbard ocuparala cartera de Hacienda. Se presumía que Gelbardhabía recibido una sustanciosa “comisión”, guar-dada en una cuenta suiza cifrada.

Uno de los motivos del sorpresivo viaje deGelbard a Nueva York para ver a Graiver, loconstituían 7 millones de dólares que el patrónde la CGE había “prestado” a su delfín y virtualsucesor al frente del sindicato patronal demayor representatividad en Argentina. De estemodo, Graiver había redondeado los 21 millonesde dólares necesarios para obtener la mayoríarelativa del paquete accionario en el ABT.

¿Por qué la Reserva Federal dejaba pasartanto tiempo para dar el visto bueno a esa com-pra, efectuada once meses atrás? La preguntatambién carcomía a Gelbard. Y demás: ¿qué roljugaría en el Consejo Administrativo del quintobanco neoyorquino el último ministro deEconomía del presidente Perón? Por lo pronto,ese dinero “muerto” no podía seguir inmoviliza-do en acciones que no producían oficialmenteintereses. La situación de hecho impedía un usopleno del poder en uno de los bancos más diná-micos de Nueva York, con 180 millones de dóla-res de capital, 30.000 clientes, y representacio-nes en Argentina, Colombia, Uruguay y Panamá.

Al volante de un Mercedes Benz 220 grismetalizado, Franco Grimaldi, el chofer portuguésde Graiver, lo conducía al dúplex de dieciséishabitaciones de los pisos 7º y 8º de la QuintaAvenida y 81, pagadero en cuotas hasta comple-tar su valor de 300.000 dólares. En el asiento deatrás, el financista de 35 años se arrancaba dis-traídamente algunos pelos de la espesa barba.Trataba de imaginar los interrogantes que

Gelbard podría llegar a presentarle. Al costadoizquierdo, los árboles del Central Park desfilabansin ser vistos. A diferencia de Gelbard, MaríaEstela Martínez de Perón y los dirigentes delperonismo, Graiver consiguió que sus firmas nocayeran bajo el control de las Fuerzas Armadasdespués del 24 de marzo de 1976, cuando seidentificó como enemigos a “los subversivos y loscorruptos”. Aquel esquive al golpe militar fue elasidero para reunirse expresamente con dos delos más duchos abogados de los círculos políticosnacionales, a los que encargó terminaran desanear su imagen, poniéndola a tono con el cam-bio de gobierno. Con tal propósito convocó a unareunión en el Hotel Copacabana de Río de Janeiroa los doctores Mariano Montemayor e HipólitoJesús Paz, a quienes encomendó un plan deacción para minar en sus raíces la usina de rumo-res que lo presentaban como protegido deGelbard. El “Tuco” Paz había sido director deInstitutos Penales de 1943 a 1945, asesor legaldel Ministerio de Justicia de 1945 a 1949, canci-ller de Perón entre 1949 y 1951, y embajador enWashington desde 1951 a 1956. Su misión erapodar la hojarasca en medios justicialistas deforma que la desgracia de Gelbard no ensombre-ciera el nombre de Graiver. El abogado MarianoMontemayor, un amigo del ex presidente ArturoFrondizi, debía ocuparse de similar cometido enel frente militar, donde contaba con los mejorescontactos. A las relaciones del propio Graiver enel Ejército, Montemayor contribuía con el ingre-diente de ser asesor político del nuevo hombrefuerte de la Junta, el almirante Emilio EduardoMassera.

El conclave había tenido lugar semanasantes. ¿Se habría enterado Gelbard?

Una vena palpitaba en la sien derecha deGraiver. ¡Cómo le hacía falta Lidia a su lado enun momento como ése! No confiaba en nadiemás que en su mujer. Licenciada en psicologíaen la Facultad de Humanidades y Ciencias de laEducación de la Universidad de La Plata en1967, poseía un intrigante conocimiento de losvericuetos del cerebro humano. No por casuali-dad Lidia era la psicóloga preferida de los inte-lectuales de la farándula, como el clan del cine-asta David Stivel. Graiver analizaba con ellacada entrevista difícil. Gelbard era un animalpolítico intrincado. Más allá de la objetividad delas técnicas y de las relaciones de fuerzas deter-minantes de los negocios que unían a los dos,estaba el factor psicológico. Cada uno lo escon-día en los pliegues del inconsciente. Las cir-cunstancias le mudaban permanentemente elaspecto. Descubrirlo y sojuzgarlo era parte del

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oficio, hacía al dominio de uno sobre los otros,significaba recorrer desapasionadamente esaespecie de misterioso sendero que conduce a lasprofundas verdades del alma. Había que abrirsepaso con seducción, desafío, ansias de poder,hundiéndose en la mente de los mortales segúnla personalidad de cada uno.

¿Cuál sería el secreto, ese mismo día, paraque Gelbard capitulara?

Un dibujo de Hermenegildo Sábat mostra-ba a Graiver más gordo de lo que era. Acaso parasignificar todo el poder económico y político quereuniera en la meteórica carrera de nueve años,amalgamando bancos, compañías de seguros,empresas constructoras, explotaciones mineras,diarios, el Canal 2 de la televisión de La Plata,hoteles, sociedades import-export, agencias dePRODE, industrias varias y propiedades inmobi-liarias de todo tamaño, como el Bristol Center deMar del Plata de un costo superior a los 60 millo-nes de dólares, varias estancias, decenas dedepartamentos, y un centenar de predios, coche-ras, locales y otras fincas.

Graiver miró por enésima vez el cartóndel festejado dibujante uruguayo, colgado en lapenumbra del living, en el deshabitado piso.Sonrió. ¡Cuánta agua había pasado bajo lospuentes desde que en 1967 se filtrara en lasgrandes empresas y en las finanzas! Ese año, supadre, Juan Graiver, acababa de fracasar con elBanco Popular Argentino, acoplado al avis sata-nica de la curia platense: el arzobispo AntonioPlaza. El Banco Central lo cerró cuando la quie-bra golpeaba a las puertas de la inmobiliariafamiliar, cuyo pasivo de 10 millones de dólaresno encontraba dinero fresco que la rescatara dela ciénaga. David decidió tomar el toro por lasastas. Su progenitor no tenía la capacidad, laenergía, ni la edad para transformar ese revésen victoria y resolver la crisis creciendo. Aquelinmigrante polaco que empezó vendiendo cor-batas por la calle, transfigurándose luego enprestamista y más tarde en rematador y cons-tructor, para llegar a ser síndico titular de laCámara de Comercio Argentino-Israelí, habíaalcanzado su tope. Sangre nueva debía reem-plazarlo. Isidoro, el hijo menor, no poseíamuchas luces. David, el mayor, apuntaba alto.Traía ideas innovadoras, mucha imaginación yno menos apetito de poder y, tal como ordena latradición, todo cuadraba para que el primogéni-to hiciera el relevo.

La lucha que David entabló con los bancospara salvar a Juan Graiver Inmobiliaria de la des-integración, grabó con letras de molde la divisaque guiaría su carrera. En Argentina, el atajo para

consolidar el poder económico pasaba por la pose-sión de bancos, pues el 75 por ciento del aparatoproductivo estaba en sus manos. En vez de ir apedir créditos, nada mejor que tener la estructuraapta para hacerlos otorgar cuando se los necesita-ba, ahorrando los trámites. La oportunidad de lle-var esa convicción a la práctica se presentó el 15de octubre de 1968 al morir el doctor HéctorIsnardi, dueño del Banco Comercial de La Plata yde la concesionaria de automóviles Chevrolet.David lo conocía pues una de las primeras activi-dades que acometiera independientemente de supadre fue la compra-venta de autos. Por esa razóntambién había trabado relación con José Iturreria,miembro del directorio del mismo banco, conce-sionario de Dodge en La Plata.

La viuda de Isnardi no quería seguir y la ins-titución se deslizaba por la pendiente: o se le incor-poraban nuevos capitales, o se transferían lasacciones a otro propietario, de manera de rehacerla solvencia necesaria para rescatarlo del puesto158, el último entre los bancos argentinos de ter-cera categoría. El grupo financiero Santamaría,subsidiario del complejo Techint, había hecho unaoferta. Graiver se adelantó. Obtuvo avales delCrédit Suisse de Zürich gracias a Martín AntonioAberg Cobo, del Banco Torquinst, y lo arrebató porel equivalente a 3 millones de dólares. La familiavació sus bolsillos, los amigos, entre ellos el padrede Susana Rotenberg, la primera esposa de Davidy Enrique Brodsky, el suegro de Isidoro, ayudaroncomo pudieron.

Corría 1969. “Dudi” Graiver acababa decumplir 28 años.

Luego todo pareció sobrevenir sin esfuer-zo, tal vez porque, como suelen repetir los hom-bres de empresa, un negocio trae otro. El BancoComercial de La Plata dejó de ser provincial.Cobró estatura nacional, con cabecera en laCapital Federal, y triplicó el número de sucursa-les. Le confiaron sus cuentas corrientes desde elArzobispado de la Provincia de Buenos Aireshasta el Hipódromo de La Plata, pasando porgrandes gremios de trabajadores como la UPCN(Unión Personal Civil de la Nación) y SMATA(Sindicato de Mecánicos y Afines del TransporteAutomotor). La inmobiliaria platense se repro-dujo en Buenos Aires y Mar del Plata. Construyóedificios por doquier, consiguió muchas licita-ciones de obras públicas, compró y vendiócasas, campos, chacras, pisos y terrenos. Y conla misma astucia aplicada en la apropiación delBanco Comercial de La Plata, o sea comprar unainstitución con dificultades para luego revalori-zarla sacándola adelante, David Graiver –tam-bién con sostén del Banco Torquinst– se aventu-

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ró adquiriendo el Banco Hurlingham. En 1970,por 6 millones de dólares, lo incorporó a sugrupo. Rápidamente lo hizo escalar posicionesgracias a los aportes de la comunidad judía, quese había quedado sin un banco de confianza aldesaparecer el Israelita. El Hurlingham fue elbanco dominante del barrio comercial de PlazaOnce, en Buenos Aires.

Rememorar el andamiento que habíaposibilitado en 1973 su propulsión al exterior,expandiendo sus dominios financieros a bancosen Israel (Swiss-Israel Bank), Bélgica (Banquepour l’Amerique de Sud) y Estados Unidos (CNBy ABT), renovó la confianza de Graiver. Decidióno llamar a Lidia a Acapulco como se le cruzópor la mente en el ascensor. Ahora estaba segu-ro de que se hallaría disfrutando de la playa conMaría Sol, restableciéndose de la interrupciónde su segundo embarazo en noviembre de 1975y de los malestares intestinales posteriores quele impedían recuperar su peso normal. No iba apreocupar a Lidia por una charla con Gelbardque finalmente podía dominar sin ayuda.

Una oleada de ternura lo invadió al fanta-sear con su esbelta mujer en bikini, jugando conla niña en las aguas de Acapulco. ¡Cómo habíacostado que quedara embarazada! Tuvieron queencerrarse un fin de semana en el Sheraton deBruselas cuando Lidia calculó que estaba ovu-lando. Dejaron plantados a empresarios europe-os ansiosos de conocer al banquero prodigio delCono Sur. Se deslizaron entre las sábanas,lamiéndose estremecidos por el deseo de unhijo. Fogosos, unieron sus cuerpos hasta que elcansancio pegoteó sus huesos. Mientras sesumían en el sueño, en el vientre de Lidiamaduraba María Sol, la heredera de David.

La evocación de los prolegómenos sexua-les de la apertura de su banco belga, persiguió aGraiver hasta el dormitorio. Cambió de camisa.Huyó del espejo ni bien se anudó la corbata. Ledisgustaba encontrarse con sus propios ojos.Puso los regalos semanales para la familia y algode ropa deportiva en la valija Gucci de cerradu-ra con combinación de seis cifras. Se sentó en lacama. Desde el teléfono de la mesa de luz marcóel interno de su auto.

–¡Franco!–Sí, señor.–Suba a recoger la valija y después la lleva

al banco. Cambié de parecer: iré a pie al Cirque.Pase a buscarme por allí a las 14.

El mediodía neoyorquino no estaba desa-gradable a pesar de la calidez del verano. Unabrisa refrescaba la transpiración que la tempera-tura y la tensión nerviosa derramaban en las axi-

las y en la frente de David. El cómodo traje defina gabardina gris confeccionado por IgnacioJorge Mazzola, “George”, su sastre de BuenosAireas, lo enflaquecía. Nueva York apasionaba aGraiver. Allí serpenteaban los meandros de labanca mundial, la estructura por excelencia delcapitalismo, la que decide la vestimenta, la comi-da y el techo de miles de millones. Ahí estaba eldédalo del poder donde él entraba para quedarse.

Resopló excitado. Los 96 kilos abultabansu estatura mediana. Enfiló por Quinta Avenida.Adoraba el Upper East Side, su nuevo barrio,abarrotado de supermillonarios, con sus man-siones de cincuenta habitaciones estilo ítalo-franco-británico de finales del siglo XIX, su con-centración de un tercio de las galerías de arte dela ciudad, sus casas de antigüedades y tiendasexcéntricas. Siendo la pintura una de sus pasio-nes, David de tanto en tanto encontraba unhueco en su agenda para regalarse con algunaexposición. Y si perseguía serenidad, remontabala Quinta Avenida hasta la 103 para visitar elMuseo del Ayuntamiento, haciendo escala en elMetropolitan, el Guggenheim, el JewishMuseum y el Centro Internacional de Fotografía.

Ahora sus pasos se dirigían en sentidoinverso. Descendió hasta la 78. Al doblar haciaAvenida Madison, vio el Museo de Bellas Artesy su memoria se abrió como una flor. ¿Qué seríade la vida de Nelson Blanco, Dalmiro Sirabo,César Paternostro, Alejandro Puente, LaloPanceira y Horacio Elena, los principales inte-grantes de “SI”, el primer grupo de 18 pintoresinformalistas de la Argentina que se estructura-ra en La Plata a principios de los ’60, del cualDavid fue el mecenas? Imágenes de otra déca-da, de sitios lejanos y de amigos perdidos leimpidieron ver el Sotheby Parke Bernet, enMadison y 77, una de las galerías de arte demayor prestigio en Nueva York, y, dos calles másabajo la pirámide invertida del WhitneyMuseum of American Art.

Siguió caminando por Madison. Antes decruzar la 65, una nota de desesperación despejósu mirada acuática. Se dio cuenta de que habíarecorrido trece manzanas como enajenado.Emergió del letargo girando la cabeza hacia ParkAvenue, buscando el 58 East de 65. En diagonal,divisó el restaurante. Al abotonarse el saco sesintió relajado por la caminata, aunque la camisade seda celeste estuviera empapada. Dio cuerdaal Blancpain de oro, una reliquia que se habíadejado de fabricar en 1970 cuando el cuarzo des-barató la tradición en la industria relojera suiza.Marcaba las 12 y 34. Giró el picaporte y entró.Gelbard no había ido con Dina Askell.

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Sobre Emilio Jáuregui

Estimados señores directores:

En el número 7 de la revista que ustedesdirigen se publicó el interesante artículo “Apuntessobre la vida de Juan García Elorrio”, escrito porGustavo Morello.

En ese artículo (pág. 10) figura una nota (lanúmero 21) en la que se hace un breve comenta-rio biográfico del periodista y militante revolucio-nario Emilio Jáuregui. Tal vez por la brevedad dela nota, sólo se dice que Jáuregui, al regresar de unviaje por varios países socialistas, “se incorporó aCyR”. Seguidamente, se refiere a la muerte deEmilio, asesinado por fuerzas policiales.

Quisiera solamente aclarar que al regresardel viaje mencionado, Emilio Jáuregui, su compa-ñera y tres compañeros más que militaban con él,se incorporaron a las filas de VanguardiaComunista, que después se llamó PartidoComunista (marxista-leninista) de la Argentina. Enese momento, yo era militante de esa organizaciónpolítica y tuve el honor de ser designado respon-sable del trabajo militante de Emilio, con quienconviví el poco tiempo que transcurrió desde suincorporación hasta su muerte.

No creo que este dato cambie lo queGustavo Morello quiso expresar en su artículo,pero me parece justo que Emilio Jáuregui searecordado por su trayectoria, pero que también seareconocido por su incorporación conciente a unaorganización revolucionaria, que honró su memo-ria como lo merecía. Y que esto sea también mihomenaje a los imborrables momentos que vivi-mos juntos.

Agradeciendo de antemano la publicaciónde esta aclaración, quiero aprovechar para felici-tarlos por el trabajo que están realizando con larevista.

Ricardo Nudelman

A propósito del debate sobre Perón, la Triple A y la violencia de los setenta

1. Cuando salí de la prisión fui sometido aun sistema conocido como libertad vigilada queconsistía en presentarse día por medio en elServicio de Informaciones de la jefatura de policía.Sí. Exactamente en el conocido centro clandestinode detención.

Allí solía atenderme el ciego Lofiego o cual-quier otro de los miembros de la patota incluso elpropio Guzmán Alfaro.

Me hacían firmar una planilla en cualquierlugar de esa dependencia pero mayormente eraconducido al entrepiso.

Había un pequeño escritorio, una estanteríacon carpetas, una de las cuales tenía escrito en sulomo sobre una etiqueta de papel:”Personas sindi-cadas como subversivas”.

En la pared, sobre la cabeza de quien se sen-tase al escritorio y con la ostensible intensión deidentificar el lugar e interpelar al visitante estabapegada la fotocopia de un retrato del comisariogeneral Villar, por entonces ya muerto y debajo desu imagen un papel con grandes letras que reza-ba:”A nosotros nos llamarán verdugos pero uste-des serán hombres libres”.

Supe más tarde que la frase pertenecía aCastelli el prócer de la revolución de mayo y queaquella formaba parte de la sentencia de fusila-miento de Liniers y los demás alzados en contra-rrevolución.

Yo admiraba a Castelli, creo que sigo admi-rando su determinación para arrancarle a la histo-ria algunos fogonazos libertarios y también su pec-toral asunción del destino.

Pero bien, una misma frase ilustraba pesaday sombría dos extremos históricos, dos espaciosúnicos, dos tiempos disyuntivos y seguramentedos éticas resplandecientemente contrapuestas.

Había empero una situación común conec-tando con la frase las dos situaciones: el uso de laviolencia por parte del estado con fines políticos.

2. El general Perón describía cuatro momen-tos en el desarrollo de una revolución y tomabacomo ejemplos las dos revoluciones que según élhabían ejercido más influencia, la francesa de1789 y la rusa de 1917.

El asunto era más o menos como lorecuerdo. Las cuatro etapas que constituían unasecuencia lógica y necesaria de cada revolucióneran la etapa doctrinaria, la de la toma del poder,la dogmática y la institucional.

La etapa doctrinaria de la RevoluciónFrancesa se daba por la enciclopedia y el iluminis-mo, la de la toma del poder por el 14 de Julio, elasalto a la Bastilla y la instalación de la Asambleaen el gobierno; la dogmática por el gobierno jaco-bino y el terror y la etapa institucional representa-da por Napoleón.

En el caso de la Revolución Rusa el esquema

CCaarrttaa ddee lleeccttoorreess

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es similar. La etapa doctrinaria estará en 1905 y enla prédica de Lenin y Trotsky; la de la toma delpoder es el asalto al Palacio de Invierno y la ins-tauración del gobierno revolucionario. La etapadogmática la representa Stalin y la institucionalJruschov. ¿Adonde vamos? La etapa dogmática secaracteriza, a mi juicio, por la consolidación delcambio, la nihilización de la legalidad precedente,la cristalización de la motilidad subversiva y la con-sagración de la nueva verdad. Es el pasaje de unaparato a otro.

Pero si yo ejemplifico esta etapa conRobespierre y Stalin estoy diciendo que esos obje-tivos se alcanzan con dosis a determinar de violen-cia estatal. El poder naturalmente coercitivo delestado se predispone al celo y la intolerancia.

3. Casi a diario recibo correos y referenciasde sitios web de organizaciones, agrupaciones ypartidos que expresan algo similar al más o menosreciente afiche:”No jodan con Perón”.

Hay mucha gente ofendida. A mi tambiénme ofende el agravio a Perón. Me ofende natural-mente, me sale el anticuerpo. El amor y el odioperonistas son metabólicos.

Pero más me ofende que insulten mi inte-ligencia. Hay mucho escandalizado por ahí que nose ruborizaba y ni pizca de indignación cuando eltraidor más grande de la historia nacional lanzabasu escupitajo sobre la memoria de Perón y Evita. Síclaro, qué otro si no Menem.

Un tipo que se cuadra como custodio de loslaureles peronianos pero camina tranquilo sobre elpaisaje de la miseria y los niños famélicos y sinescuela debe callar para siempre, debe cerrar suboca con clavos, ganchos y cordeles y no ensuciarel aire con sonidos que no son palabras.

“No jodan con” significa “no revisen la histo-ria de”. Los peronistas siempre fuimos refutadoresde historias oficiales. Siempre adherimos al revi-sionismo histórico. El pensamiento nacional secaracterizó por ser iconoclasta y desacralizador.

Dijimos: “señores opinamos muy en contradel indebidamente denominado grande entre losgrandes, padre del aula Sarmiento inmortal y veni-mos a esta historia a ofrecer nuestra versión de loshechos y a dar batalla”. Bueno muchachos, esovale para todos. A debatir, a discutir, a informarsee informar, a contar la historia con la misma expo-sición al riesgo con que la hicimos.

4. Tengo para mí por convicción racional,algo de información y, por qué no, necesidad emo-tiva, que el General Perón, el que tanto amamos,poseía suficiente pragmatismo para motorizaracciones políticas cuestionables pero que nunca se

puso al servicio de un proyecto reaccionario nidefendió ”otro interés que el interés del pueblo”.

Atribuirle la invención y puesta en acto delas AAA parece una desmesura pero sobre todo mesuena a una operación en la cuál se abarque tantoque los militares sean un factor más de una vio-lencia abstracta y fenoménica.

Separemos. No creo en la responsabilidad dePerón en los concretos hechos cometidos por lasTres A, creo en la responsabilidad histórica dePerón en los hechos desencadenados como pro-ducto de su retorno al país y que fuesen compati-bles con sus funciones volitivas. Entre ellos la exis-tencia política de Isabel y de López Rega aún parael caso de haber éstos llegado por medios ajenos alcontrol de Perón.

5. Unas Tres A exclusivamente creadas ydirigidas por López Rega son funcionales al deseode muchos que debieran dar explicaciones. Nohabría implicancias para la CIA , para los servi-cios de las FFAA, para los dirigentes políticos ysindicales que suprimían físicamente a quienespodían representar un peligro real o simbólicopara sí. Entiéndase, esos crímenes no eran ideoló-gicos. Eran para defender privilegios personales ycorporativos y poner un límite claro a las aspira-ciones populares en el campo social y económicomás que en el cultural y el político que es donderesultaban más visibles.

El paso de 1975 a 1976; el pasaje de unaorganización parapolicial a la clandestinización detodo el aparato armado del estado es una cuestióncuantitativa. La finalidad es la misma. Siempre.

Todas las matanzas se hacen en nombre dealgo que encubre la verdadera razón. La de la dic-tadura argentina, la de Sarajevo, la de los santosinocentes a manos de Herodes. Todas se revistende odios étnicos, desprecios categóricos, acervosreligiosos. Todas se han hecho para conservar elestómago repleto y los pies calientes de la clasedominante.

6. Fui preso el 23 de febrero de 1975. Trecemeses antes del golpe. No necesito que me cuen-ten. Quienes me detuvieron eran tipos de civil dela policía federal. La gestualidad, el vocabulario yalgunas ideas explícitas me convencieron de queeran de las tres A y que habían adoptado conmigoun procedimiento menos oneroso para mí tal vezporque alguien en algún lugar se ocupaba de dis-criminar entre quienes iban a la cárcel y a quienesse mataba. El interrogatorio no versó tanto sobreactividades subversivas como acerca de por quéme oponía yo y otros a la intervención federal a laprovincia de Santa Fe.

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Ya había en las cárceles, además de algunosmiembros de organizaciones armadas, dirigentesestudiantiles, delegados gremiales, ex legisladoresy ex miembros de la corte de justicia de provinciasintervenidas, sacerdotes, militantes. Los había porcientos, la mayoría de ellos se reivindicaban pero-nistas. Muchos habían sido torturados y aprehendi-dos en forma ilegal. Casi todos estaban a disposi-ción del poder ejecutivo merced al estado de sitio.

Que nadie defienda a Isabel.

7. Hasta desde cierto progresismo se pideuna completa mirada sobre los 70 con la cómodainocencia de la opción por los métodos pacíficos deacceso al poder. De inmediato sacan la estampita,te recitan a Ghandi y cuelgan un afiche delPrincipito. De historia ni mú.

Según ese relato el extravío al que llevan lasideas de totalidad, cambio de sistema, superaciónhistórica, sujeto histórico, etc. atraparon a los jóve-nes de los 70, y éstos no hicieron sino provocar aldragón que, como todos sabemos, nunca hay quemolestar. Ser progresista para muchos consiste,entonces, en transgredir todas las normas pater-nas, todas las prohibiciones a nuestra sensualidad,todos los códigos totémicos pero no meterse con lapropiedad, la ganancia y el mercado.

Vivimos en una sociedad conceptualmenteprogresista, en ese sentido.

Repugna, gracias a Dios, a la clase medianativa todo tipo de discriminación.

Afortunadamente no puede discriminarsesin condena social a un judío, un negro, un disca-pacitado, un gordo, un homosexual. No se discri-mina sin reprobación general a alguien por teneruna religión o no tener ninguna. Un avanceextraordinario que no estaba al tope de la agendade los 70. Es que en los setenta no había agenda,había horizonte utópico. Volvamos. La discrimina-ción ya no es normal ni natural.

Salvo la del pobre. El pobre es pobre antes,a priori, independientemente de sus otras condi-ciones. Su determinación es la pobreza. Un pobrese detecta antes de saber si es evangélico, judío,homosexual, discapacitado, ateo o ninguna de esascosas. Puede incluso ser todas esas cosas ademásde pobre. No hay doctrina discriminatoria delpobre como la hay entre los racistas y otros discri-minadores. Es que no hace falta.

No hay carteles que indiquen la prohibicióndel ingreso del pobre allí dónde resultaría molesto.

La propiedad, la mercancía y la ganancia seencargarán de dar nacimiento al pobre de lamodernidad, de determinarlo y de discriminarlo.

El rico engendra al pobre, el pobre engendraal rico. Y eso está prohibido decirlo hoy tanto como

ayer era impensable no pensarlo.Contra esa lógica se levantó la generación de

los 70. Y construyó una mística, una ética, unaestética, una poética. No supo o no pudo elaboraruna teoría y una práctica que al lógico y correctomaximalismo teleológico le agregara un instru-mento racional de dominio, en parte, de los acon-tecimientos. Esa generación se alimentó de acon-tecimientos, mucho de los cuales ella misma fabri-có. Y otros le fueron entregados por aquel presen-te en forma de destino.

Al fin y al cabo la historia había tronado conla artillería napoleónica en los campos de Europa;bien podría manifestarse en las tacuaras y fusilesmontoneros en esta tierra erizada de tacuaras yfusiles por un siglo. Los 70 vienen de los 60 yéstos de los 50 y éstos de los 40. La gravitacióndel pasado es inatajable.

El entendimiento retroactivo da placidez alpequeño burgués y le aquieta los temores a perderlas seguridades que la democracia burguesa sueleproporcionar, entre ellas la de apoltronarse en laidea del no-conflicto y preferir los modales deBachelet a los exabruptos de Chávez.

8. Hace falta un punto y aparte.Si los jóvenes orgánicos de los 70 hubieran

llegado por sí al poder habría sido una verdaderaanomalía. Ningún país de la complejidad de laArgentina puede ser gobernado con un promediode edad de 25 años. Que en su lugar lo hicieranquienes tenían la edad suficiente fue una verdade-ra desgracia.

Los máximos dirigentes y líderes son siem-pre los máximos responsables. El que asume lalógica bélica y sus códigos, acepta las consecuen-cias y se somete a su legalidad. La conducción delas organizaciones armadas se autoamnistiaron. Enla Francia maqui Firmenich hubiera sido desobe-decido, degradado y fusilado por sus compañeros.

Otra funesta consecuencia de la menemiza-ción asumida como realismo político fue la trans-formación de algunos cuadros revolucionarios, losprotoburócratas del socialismo que vendría en losdeuteroburócratas del neoliberalismo que vino.

Los que ayer explicaban lo que sería arropa-dos en una garibaldina verde ahora te batían comoera ”entre el humo de los puros y el champán deArmenonvil”

Pero en medio de las vacilaciones y las tris-tezas que ha dejado el paso del tiempo y sus pér-didas sembradas. En la medianía pastosa de unarealidad que bosteza, rompo una lanza por la his-toria montonera.

Juanjo Vitiello 17 de febrero de 2007

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS117

A 31 AÑOSHACIENDO MEMORIA DE LAS LUCHAS DEL PUEBLOA 31 Años del comienzo de la última dictadura militar, H.I.J.O.S. junto a otros compañeros, estamos intentando recuperardocumentos de, o referidos a, organizaciones políticas –territoriales, armadas, estudiantiles y sindicales– cordobesas delos '60 y '70. Nuestra intención es conformar un fondo documental digitalizado que contenga publicaciones orientadas hacia adentro yhacia fuera de las organizaciones, materiales de formación y lectura, de difusión y convocatoria, fotografías, afiches, etc. Encaramos esta tarea porque sabemos que el golpe cívico-militar del '76 buscó destruir aquella sociedad movilizada y enlucha. Porque sabemos que estas memorias, además de permitirnos reconstruir procesos históricos, nos ayudan a ten-sionar el presente en que vivimos, y a construir saberes que, desde un análisis crítico de lo sucedido en aquellos años,nos sirvan para avanzar hacia un mundo mejor, más justo, más solidario. Por eso convocamos a quienes tengan algún material o información al respecto a acercarse los días Lunes, entre 16 y18 hs, al local de Familiares e H.I.J.O.S. Córdoba (Santa Fe 11, casi esquina Deán Funes), a comunicarse con nosotrosal 0351- 4113934, o a escribirnos a: [email protected]

H.I.J.O.S.Hijos e hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio

Regional Córdoba en la Red Nacional

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS118

Introducción

Durante las celebraciones estudiantiles en laUniversidad San Carlos de Guatemala fue habitualcontar con la presencia de grupos musicales lati-noamericanos. En una de aquellas festividades laAsociación de Estudiantes Universitarios (AEU)invitó a un grupo de rock y a otro de música lati-noamericana de protesta. Recuerdo que me inte-resó, como a otros estudiantes, asistir al conciertode rock en la plaza Rogelia Cruz; sin embargo, loslíderes estudiantiles organizados en la alianza degrupos –FRENTE– que triunfaron en el procesoelectoral y que llevó a la secretaría general de AEUa Oliverio Castañeda de León, se encaminaron congesto grave hacia el lugar en el cual se escucharíala música revolucionaria.

La fiesta y la embriaguez son como señalaScott (2000) expresiones de resistencia simbólicade los dominados. Siguiendo a dicho autor podríainterpretarse que, al abandonar la emblemáticaplaza en la cual se realizó el concierto de rock, loslíderes cedieron a la multitud de jóvenes un espa-cio en el cual los estudiantes podrían dar riendasuelta a la diversión sin ningún ápice de control:beber cerveza y fumar marihuana,2 contravinien-do con estas acciones la conducta irreprochable

que a los ojos de los liderazgos debería guardar lajuventud revolucionaria.

Scott señala que en esos espacios, en loscuales se invierten las reglas sociales, se genera unsentimiento de ruptura entre los límites existentesque divide a los líderes y a la muchedumbre, enesos momentos nadie puede aspirar a pertenecer aun rango superior.3 Esa ha sido quizá la debilidadde los movimientos sociales encaminados al cam-bio en Guatemala: reproducir en su seno las des-igualdades y los prejuicios prevalecientes en lasociedad guatemalteca. Explorar esos condiciona-mientos desde dentro de los movimientos arma-dos, tal vez en un futuro no distante, nos permiti-ría asistir, sin ajustarnos a papeles predetermina-dos, y escuchar la música que nos plazca.4

El análisis de los testimonios orales y escri-tos provenientes de los movimientos armadosguatemaltecos nos permitirá comprender las des-cripciones de la fiesta y la embriaguez, concebidasen esta ponencia como expresiones a través de lascuales la tropa regular se apartó, de manera figu-rada, del control social ejercido por los liderazgos;de esa manera se rechazó la emergencia esperadapor el paradigma del hombre nuevo que surgiríade la revolución. ¿Por qué estudiar la fiesta y laembriaguez5 en los testimonios de los movimien-tos armados? Responder a una pregunta requiereuna definición de ambas actividades. Por un lado,

FFiieessttaa,, eemmbbrriiaagguueezz yy ccoonnttrroollssoocciiaall ddee llaass gguueerrrriillllaass

gguuaatteemmaalltteeccaass **Los bailes y la embriaguez fueron criticados ya que introducían distorsiones en el tipo de

vida que debían llevar los combatientes. El autor cuestiona estos supuestos porque no

consideraban las identidades culturales de quienes conformaban las organizaciones

DDRR.. JJOOSSÉÉ DDOOMMIINNGGOO CCAARRRRIILLLLOO11

1 Universidad Autónoma de Aguascalientes.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS119

la fiesta es la oportunidad que tiene un grupoinvestido en términos simbólicos de una autoridadque nunca posee, y purga en dichas ocasiones lastensiones de la cual es portador.6 La fiesta cumpleuna función social cual es la de invertir las relacio-nes sociales asimétricas en un plano de igualdad,es una imagen imaginada de esa sub-sociedad quecrea el grupo bajo estudio.

La fiesta y la embriaguez son momentos enlos cuales se relajan las tensiones sociales y admi-ten que los de arriba y los de abajo convivan en unplano de igualdad. Al ser momentos limitados porel tiempo y las condiciones en las cuales se reali-zan, al finalizar la euforia vuelven a activarse lasrelaciones sociales verticales y por esa razón susignificado adquiere una dimensión metafórica.Constituyen momentos ideales de cómo deberíaser la vida. Las guerrillas, a través del control y dela disciplina, intentaron imponer una hegemoníacultural cuyo énfasis estuvo dirigido a destacar losintereses nacionales y revolucionarios de los pro-yectos insurgentes por encima de los motivos per-sonales y de los militantes de la tropa regular.

Sin embargo, la fiesta fue también un meca-nismo de control social durante los años de la gue-rra. Según Matilde González (2002) en algunaslocalidades que fueron escenarios de la guerra, lafiesta patronal fue transformada por el ejércitonacional para crear un indígena no atado a las tra-diciones locales sino leal a los símbolos nacionales,al Estado y al Ejército Nacional.7

Coro a distintas voces: selección de fuentes de investigación

Las principales fuentes utilizadas en este tra-bajo son los testimonios. Sobre su posible utiliza-ción en la investigación hay una profunda discu-sión. Definido como un género híbrido por algunosautores8, el testimonio sin embargo, forma partedel corpus literario de las letras guatemaltecas con-temporáneas.9 De la profusa bibliografía escritasobre las experiencias de los militantes de losmovimientos armados guatemaltecos han sidoseleccionados los escritos por Miguel ÁngelSandoval (1998), Yolanda Colom (2000), JuanFrancisco Saloj (2002) y Santiago Santa Cruz(2004). Miguel Angel Sandoval militó en el PartidoGuatemalteco del Trabajo (PGT) –comunista–, enlas Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) y en el EjércitoGuerrillero de los Pobres (EGP); Yolanda Colom yFrancisco Saloj en el EGP y Santiago Santa Cruz enla Organización del Pueblo en Armas (ORPA).

Yolanda Colom, Miguel Ángel Sandoval ySantiago Santa Cruz son de origen urbano y deestratos medios, quienes tuvieron acceso a educa-ción universitaria y formaron parte de los lideraz-gos en cada una de sus organizaciones mientrasque Juan Francisco Saloj de origen rural y sin gra-dos académicos formó parte de la tropa regular.Asimismo Colom, Sandoval y Santa Cruz son ladi-nos y Saloj es indígena. De esta forma se ofreceuna narración por arriba, es decir, desde las esfe-ras de la dirección de los movimientos armadospero no se descuida la narración desde abajo, esdecir, desde las bases y en ambas dimensiones seatraviesa la pertenencia étnica y el origen de losautores para ofrecer un coro a distintas voces deun mismo proceso social.10

Fiesta y embriaguez en tiempos de guerra

Las fiestas, los bailes y la embriaguez fueronactividades consideradas por las guerrillas como ungasto innecesario de recursos. Los movimientosarmados libraban en aquellos años (1960-1996) unaguerra contra un ejército que les superaba en recur-sos humanos y tecnológicos. Las fiestas fueron inter-pretadas como un obstáculo que rompía el orden, lasjerarquías y que podría crear una fisura a través dela cual el control político sobre la militancia de basepodría diluirse. La rígida disciplina impuesta por losmandos de los movimientos armados pretendía –através de la oposición para la realización de bailes,fiestas y consumo de bebidas embriagantes– modifi-car valores y actitudes entre la tropa regular. De estemodo se intentaba dirigirlos hacia los hábitos cultu-rales propios de los líderes de los movimientos arma-dos, que se oponían a los costumbres consideradasrústicas, propias de los grupos subalternos.

Yolanda Colom (2000) advirtió que entre losindígenas que formaron parte del destacamentoprimario del EGP primó el atraso político y el anal-fabetismo, el pensamiento mágico, la visión localis-ta, el empirismo, el machismo, la subestimación dela mujer y la hostilidad defensiva del indio hacia elladino. Colom agrega que, sólo gracias a un traba-jo político la conciencia étnica localista fue progre-sivamente transformándose en una toma de con-ciencia de pertenencia a un país concreto y de susderechos ciudadanos.11 La actividad política mili-tante pretendió redirigir las lealtades que profesa-ban los indígenas hacia sus terruños en direcciónde la organización armada y de ahí hacia la nación.Al impulsar este tipo de toma de conciencia la gue-rrilla olvidó que el apego al municipio de origen y

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al conjunto exclusivo de costumbres relacionadascon el nacimiento, bautismo, manera de dar nom-bres, entierros y parentescos son los indicadoresculturales que le confieren un sentido de participa-ción en grupos regionales o étnicos mayores debi-do al sistema de cargos establecidos en las cofradí-as, a los lazos de compadrazgo y a la adscripciónétnica realizada por los mismos individuos.12

Las organizaciones armadas pretendieroninculcar una cultura y una disciplina a partir deldiseño de un conjunto de reglamentos que regula-ron la conducta de la tropa. En el Manual del BuenCombatiente de ORPA, por ejemplo, se estipulabaque el combatiente no debería consumir licor; sóloestuvo permitido en ocasiones especiales y conautorización para ello. La borrachera debería, segúnel manual, castigarse drásticamente dado que:“Quien se emborracha pierde el control de símismo, comete muchos abusos, comete muchasfallas a su seguridad personal, hace mal uso de suequipo militar y habla muchas tonterías. Hay queevitar estas actitudes que sólo desprestigian a laguerrilla... Escuchar música, participar en bailes ycelebraciones que se realizan de vez en cuando.”13

Sin embargo, el testimonio de Santiago SantaCruz relata cómo los mismos mandos rompieroncon la disciplina establecida. Santa Cruz refiere queluego de tomar la finca La Vega localizada en elmunicipio de Santa Bárbara departamento deSuchitepéquez, el capitán Pancho apareció en el bal-cón y sin inmutarse por la reunión política que esta-ba dirigiendo Santa Cruz ante los campesinos tra-bajadores de la finca, llamó su atención blandiendoen su mano una botella de whisky. Cuando se reti-raron de la finca, “el capitán Pancho sacó la botellay ofreció un trago a todos, diciendo que esa era laúnica forma de poder soportar la vida dura que lle-vábamos, y fue el primero en empinársela.” 14

La ingesta de bebidas embriagantes sin con-trol ponía en duda el prestigio de los movimientosarmados entre la población rural e introducía distor-siones en el tipo de vida que en igualdad de condi-ciones debían sobrellevar todos los combatientes encampaña. De igual forma consumir licor en laspoblaciones en las cuales los movimientos armadostuvieron presencia se consideró contraproducentedado que estos fueron los sitios idóneos para el reclu-tamiento y la conspiración, actividades que susten-taron la trayectoria de las guerrillas guatemaltecas.

El alcoholismo, según Yolanda Colom, llegó aconstituir un enemigo más del esfuerzo emancipa-dor que impulsaron los movimientos armados y unaserie de los reveses sufridos por las organizacionesarmadas se debieron al estado de embriaguez dealguno de los caídos. Por esos motivos el EGP esta-bleció lo que entonces llamaron Los Diez Puntos, un

decálogo de conducta que debió cumplir todo aquelque se incorporó a la organización armada.15

Joaquín Ávila Tum indígena kackchiquelnativo del departamento de Chimaltenango y com-batiente del EGP, recordó el castigo aplicado a tresmiembros de la unidad militar por haber asistido auna fiesta de la comunidad donde maniobraban. Elcorrectivo consistió en aproximarse a un campa-mento de soldados del ejército nacional para recu-perar armamento. Después de solventar con éxitola prueba, los tres combatientes se rebelaron fren-te a sus dirigentes: “Cuando llegaron no queríansoltar los fusiles con sus jefes, (Les dijeron a susmandos) pues, ustedes saben que no somos mie-dosos, no somos hombres cualquiera, que no tene-mos agallas para combatir; el que no es hombreeres vos le dijeron a él, lo amenazaron a él y lo gol-pearon, ahora te vamos a probar a vos le dijeron,te vas a sacar un arma también, tenés que ir y síno vas y te escapas de la organización aquí te vasa morir, porque ya tienen las armas y no son cual-quier arma, son Galiles israelíes de los cutos,puede ser a un sargento lo quitaron, entonces coneso ya los compañeros que sí son compañeros deverdad, no vale la pena castigar de esa manera,esos fueron decisión de unos compañeros.” 16

La idea que se desprende de las experienciasnarradas en los testimonios parece ser que esteriguroso programa de formación política y código deconducta era culturalmente predeterminado y noorientado a una guerrilla por consensos. Podríaargumentarse que en un contexto sumamenterepresivo, las condiciones para realizar consultas entodas las instancias de las organizaciones armadaspara definir programas de estudio, proyectos políti-cos y guiones de conducta era imposible, pera esaimposibilidad dio margen a consolidar un estilo deconducción que inhibía la plena participación de lamilitancia de tal forma que en el seno de las guerri-llas se fraguase un proyecto alternativo de sociedadgenuinamente representativo y democrático.

A pesar del ambiente tenso que se vivía,según Juan Francisco Saloj (2002) los convivios nofaltaron: “Una vez hicimos uno a la orilla del lago–Se refiere al lago de Atitlán localizado en el depar-tamento de Sololá– con compañeras y compañerosde trabajo. Asamos carne, agarramos cangrejo,pescado y jutes, además de los famosos gorditos deVenado Especial que casi no faltaban. Como a lascuatro de la tarde algunos se retiraron y sólo nueveseguimos la parranda. Con unos tragos encimadecidimos ir al otro lado del lago. Nos montamos enun cayuco a pesar de que otros dos y yo no sabía-mos nadar. Como 25 metros adentro del lago, elcayuco dio vuelta. De milagro nos salvamos.” 17

Como puede apreciarse, las diversiones for-

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maron parte de la vida cotidiana de los miembros delos destacamentos armados. A pesar de las medidasde austeridad pregonadas por los mandos Saloj rela-ta que los festejos fueron usuales, una vez finaliza-dos los cursillos de entrenamiento enChichicastenango –municipio del departamento deEl Quiché. En una ocasión, cuando estuvieron reu-nidos alrededor de cien combatientes, “para feste-jar, mataron cuatro cabezas de ganado, hicimos unagran fiesta. Después regresamos a nuestro campa-mento.” Las despedidas entre los combatientes fue-ron ocasiones idóneas para el brindis. Con motivodel traslado de un grupo de combatientes a la costasur, Saloj cuenta que “Tuvimos que despedirnos,hubo quienes lloraron y los tragos no faltaron.” Deigual forma la fiesta del 24 de diciembre fue unaoportunidad: “El teniente nos llamó a un compañe-ro y a mí para ir a comprar vino, uvas y manzanas,además de los cohetes para celebrar. A media nocheprepararon una sangría con la fruta. Nos formamosy pusimos a tiro, disparamos tres balas al aire ytomamos un vasito cada uno.” 18

Las festividades fueron sin embargo diferen-tes entre los comandantes y la tropa regular.Santiago Santa Cruz narra que la cena que servía elcomandante Gaspar Ilóm –Rodrigo AsturiasAmado- señalaba el inicio del ritual de regreso haciaGuatemala y a la guerra: “La cena de despedida seconvirtió en una tradición. Personas cercanas al cír-culo íntimo de Gaspar asistían, él mismo se encar-gaba de preparar una pierna de cerdo al horno, quedecía ser su especialidad culinaria. El ofrecimientode la silla a la cabecera, que regularmente corres-pondía a su persona, el brindis anticipado por loséxitos a obtener y el disfrute de una mesa bien ser-vida, culminaban el tiempo de estancia afuera.” 19

Miguel Ángel Sandoval (1998) relata quedurante los años sesenta, en una casa de seguri-dad empleada por la guerrilla urbana, se realizóuna boda entre una pareja de militantes: “Cuandollegamos a la fiesta la animación apenas se inicia-ba...las fiestas formaban parte de una especia depráctica, que sin explicación alguna y sin saber porqué, había echado raíces en el seno de una organi-zación que se pretendía clandestina y comparti-mentada; que se encontraba, además en plenoproceso de guerra abierta... Había suficiente ron,algo de música bailable, y a ratos se constituíanfocos de conversación animada.” 20

Es a partir de los extractos de los testimo-nios citados que puede advertirse la contradicciónque reinó en el imaginario colectivo de los movi-mientos armados guatemaltecos: el discursoemancipador fue en si mismo ambiguo puesto quese indicaba un código de conducta austero y reca-tado pero a la vez la excepción fue la regla. Como

señala Gérard Vincent (2001), se pretendió que elmilitante fuera buen padre de familia, buen mari-do, buen trabajador, un hombre o una mujer “nor-mal”. Se trató, siguiendo a Vincent, de “cambiar lasociedad establecida imponiendo a los militantesla observancia de un comportamiento acorde a lasreglas de aquella sociedad.” 21 Este modelo entra-ba en contradicción con las condiciones materialesy cotidianas que sobrellevaron los guerrilleros. Taly como señala Sandoval, “se trataba de un trasla-pe de la moral e ideología que cuestionábamos enla sociedad que combatíamos, hacia el interior delas organizaciones revolucionarias.”22

Como advierten Oikión Solano y GarcíaUgarte (2006), el estudio de los movimientosarmados tiene la virtud de que los integra a la his-toriografía contemporánea del país y contribuye aesclarecer su papel en el escenario nacional. Almismo tiempo se nombra y se conoce el rostro delos actores sociales, se restituye su actuación a lamemoria histórica.23 En Guatemala, no obstante,dicho esfuerzo es incipiente –por decir lo menos-debido a que se considera que el estudio de la gue-rrilla, de la guerra y de los acuerdos de paz son untema obsoleto y ya contemplado en los informesde la Comisión de Esclarecimiento Histórico y en elde la Recuperación de la Memoria Histórica.

Plumas y fusiles: apreciación documental y conclusiones

El estudio de la fiesta y la embriaguez a tra-vés de la literatura testimonial ofrece un rango deinterpretaciones cuyo propósito es mostrar las cos-tumbres y la conducta de los individuos en el con-texto particular de la guerra. El objetivo en este tra-bajo ha sido contribuir a imprimir un rostro a losactores sociales. Los contingentes anónimos dehombres y mujeres que formaron parte de losmovimientos armados dejan su lugar a personasque expresan sentimientos, valores y todo el con-junto de emociones y conductas que interfieren enla vida cotidiana. Para el investigador, en estasexperiencias se encuentran huellas que permitencomprender la forma en que, a través de las diver-siones, de la ingesta de bebidas embriagantes y dela pérdida del control, se legitima y negocia elpoder, la construcción de lealtades y la formaciónde identidades públicas.24 ¿La imposición de uncódigo de conducta fue necesario por la guerra o lofue también por la necesidad de apartar a los gru-pos sociales subalternos de prácticas culturalesasociadas a la tosquedad propia de las clases bajas?

El análisis de las fiestas y el consumo debebidas embriagantes muestra la contradicciónexistente entre los principios y valores que los

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movimientos armados pregonaron para forjar entrelos militantes una conciencia social. Esta estuvoimpregnada de los intereses estratégicos de la gue-rrilla que fueron sobrepuestos al punto de vista delcampesino indígena25 y a las dinámicas localesque fueron las que determinaron los impulsos delos indígenas para sumarse a las filas insurgentes.Asimismo las prácticas culturales de ladinos e indí-genas pobres fueron preservadas por ellos mismosa pesar de los denuedos de los mandos de los movi-mientos armados por transformar la mentalidad desus bases sociales. Estas fisuras creadas por losindividuos fueron los recursos empleados parasoportar las duras condiciones de la vida impuestapor la guerra y fueron también los espacios a travésde los cuales la tropa regular transgredió la autori-dad de sus dirigentes. Este fue tal vez el talón deAquiles de la utopía armada blandida por los rebel-des guatemaltecos: sus esfuerzos por comprenderlas formas de vida de aquellos a quienes pretendióliberar, fueron insuficientes.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS123

*Ponencia presentada en el Decimoquinto Congreso Internacional de Literatura

Centroamericana. Antigua, Guatemala, abril 18-20.

2 Miguél Angel Sandoval relata que el guerrillero Percy Amílcar Jacobs Fernández, alias

Canción, se dedicó al bandolerismo y al consumo de marihuana “Con poca actividad

política, sin trabajo, sin objetivo preciso en la vida nada más fácil que dedicarse a las

fiestecitas, a la aventura, a lo prohibido, a lo pecaminoso... Percy pasaba largas horas

en los billares y luego de ello el pitillo de marihuana se imponía.” Vid. Sandoval, Miguél

Angel. 1998. Los años de la resistencia. Relatos sobre las guerrillas urbanas de los años

60. Guatemala: Editorial Óscar de León Palacios. Pág. 124.

3 Scott, C. James. 2000. Los dominados y el arte de la resistencia. México: Editorial

ERA. Pág. 208.

4 Estos anhelos personales son, no obstante, rechazados por las evidencias: el 28 de

diciembre del año 2006 asistí al Parque Central en ciudad de Guatemala, a un concier-

to organizado por URNG como parte de las conmemoraciones del décimo aniversario

de la firma de los acuerdos de paz. El grupo Guaraguau amenizó el evento pero la asis-

tencia masiva fue en el parque Centenario –uno al lado del otro– en el cual se realizó

simultáneamente un concierto de música grupera norteña de influencia mexicana.

5 La fiesta, el consumo de enervantes –tabaco y cannabis– y la embriaguez se han

asociado a usos medicinales, a fiestas y rituales y a desordenes sociales. Vid. Gately,

Ian. 2003. La diva nicotina. Historia del tabaco. Barcelona: Javier Vergara Editor. Págs.

11-69. Carrillo, José Domingo 2005. “Conflictos y sujetos coloniales en el siglo XVIII,

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Guatemala. Guatemala: Centro Editorial “José de Pineda Ibarra.” Pág. 42.

6 Vovelle, Michel. 1985. Ideologías y mentalidades. Barcelona: Editorial Ariel. Pág. 192.

7 AVANCSO. 2002. Se cambió el tiempo. Conflicto y poder en territorio K´iche´1880-

1996. Guatemala: AVANCSO. Pag. 467.

8 Liano, Dante. 1997. Visión crítica de la literatura guatemalteca. Guatemala: Editorial

de la Universidad San Carlos. Pág. 261.

9 Para una discusión actualizada sobre testimonio y literatura véase: Carrillo, José

Domingo y Lucrecia Méndez de Penedo compiladores. 2006. Voces del silencio.

Literatura y testimonio en Centroamérica. México: Universidad Autónoma de

Aguascalientes. 443 págs.

10 Para una caracterización de los testimonios de la guerrillas guatemalteca

véase Carrillo, José Domingo. “Pensar la guerra desde la historia: mujeres y

guerrilla en Guatemala, 1960-1996.” En Rubio Rubio, María Amalia compilado-

ra. 2006. Rompiendo diques. Hacia una construcción de la equidad de género.

México: Universidad Autónoma de Aguascalientes. Págs. 231-251.

11 Colom, Yolanda. 2000. Mujeres en la alborada. Guerrilla y participación femenina en

Guatemala 1973-1978. Guatemala: Editorial Artemis Edinter. Págs. 125-128.

12 Tax, Sol. “La visión del mundo y las relaciones sociales en Guatemala.” En Arriola,

Jorge Luis editor. 1959. Cultura indígena de Guatemala. Ensayos de antropología social.

Guatemala: Seminario de Integración Social Guatemalteca. Pág. 107. Noval, Joaquín.

1992. Resumen etnográfico de Guatemala. Guatemala: Editorial Piedra Santa. Pág. 27

y ss. A pesar de pertenecer a una guerrilla que reivindicaba el indigenismo, Yolanda

Colom y el EGP desconocieron el pensamiento de Noval que circuló desde los años

sesenta. Adams, Richard N. 2000. Joaquín Noval como indigenista, antropólogo y revo-

lucionario. Guatemala: Editorial de la Universidad San Carlos. Cuadernos de

Pensamiento Universitario.

13 Manual del buen combatiente. Material de campaña. 1984. ORPA. Págs. 59-

60 y 114.

14 Mendoza Santa Cruz, Santiago. 2004. Insurgentes. Guatemala, la paz arrancada.

Santiago de Chile: Edicones LOM. Págs. 39-113. No obstante el mismo Santa Cruz

expresa que contar con un whisky y algo para picar de forma ocasional y discreta era

un deleite extraordinario. Pág.114. Páginas adelante señala que el consumo de licor

entre los jefes fue una de las causas que explicaban la crisis de la guerrilla. Vid. Pág. 242.

15 Colom. Op. cit. págs. 140-141.

16 Citado en Carrillo Padilla, José Domingo. 2006. La rebelión frente al espejo: des-

igualdad social, diferenciación étnica y subordinación de género en la guerrilla de

Guatemala. 1960-1996. Tesis de Doctorado en Ciencias Sociales. México: Universidad

Autónoma de Aguascalientes. Pág. 185.

17 Saloj, Juan Francisco. 2002. Vivencias y reflexiones de un ex combatiente guerrille-

ro. Levantado de texto y edición Carrillo Samayoa, Andrea et al. Sin editorial.

Guatemala. Pág. 10. Se consigna erróneamente el año de 1962 como el del levanta-

miento militar del 13 de Noviembre cuando fue en el año de 1960. Vid. Pág. 6.

18 ídem Págs. 13-14-17.

19 Santa Cruz. Op. cit. Pág. 142.

20 Sandoval. Op. cit. Págs. 69-71.

21 Vincent, Gérard. “¿Ser comunista? Una manera de ser.” En Ariés, Philippe y Georges

Duby. 2002. Historia de la vida privada. De la primera guerra mundial hasta nuestros

días. Madrid: Grupo Santillana de Editores. Tomo 5. Pág. 404.

22 Sandoval. Op. cit. Pág. 77.

23 Oikión Solano, Verónica y Marta García Ugarte. 2006. Movimientos armados en

México, Siglo XX. México: El Colegio de Michoacán-CIESAS. Volumen I. Pág. 21.

24 Fumero, Patricia. “Historia ¿ciencia, disciplina social o práctica literaria?” en

Malavassi Aguilar, Ana Cristina compiladora. 2006. Historia: ¿ciencia, disciplina social

o práctica literaria? Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica. Pág.18.

25 Smith, Carol. “Cultura y comunidad, el lenguaje de clase en Guatemala.” En Revista

de Historia. Universidad de Costa Rica. No. 20. Págs. 33-64.

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CÓDIGO DEJUSTICIA PENALREVOLUCIONARIO

Montoneros – Consejo Nacional4 de octubre de 1975

Capítulo I: Del ámbito de aplicación

Artículo 1Las presentes disposiciones son aplicables a:Todos los integrantes de la Organización:

oficiales, oficiales segundos, oficiales primeros,oficiales mayores y oficiales superiores.

Los aspirantes a oficiales.

Artículo 2A los soldados y milicianos se aplicarán las

presentes disposiciones en cuanto aquellos incu-rran en las faltas previstas en los artículos 4, 5,7, 8, 9, 11, 12, 15, 18, 19 y 20 del Capítulosiguiente. Se juzgará a los milicianos logísticospor esas mismas faltas, con excepción de la esta-blecida en el Art. 5, con relación a los hechos,personas o circunstancias a las que hubierenestado implicados con motivo de su colaboración.

Artículo 3Estas disposiciones son también aplicables

a los militantes de agrupación y activistas conrelación a los hechos, personas o circunstanciasa los que hubieren estado vinculados con moti-vo de su actividad, cuando incurran en las faltasprevistas en los artículos 4, 7, 9, 11, 12, 15, 18,19 y 20 del Capítulo siguiente.

Capítulo II: De los delitos

Artículo 4: TraiciónIncurre en el delito de traición cualquiera

de las personas indicadas en el Capítulo I quepor cualquier medio colabore o sirva conciente-mente al enemigo.

Artículo 5: DeserciónSe distinguen los siguientes casos:Deserción de la Organización. Incurren en

este delito los integrantes de la organizaciónque hayan abandonado la misma sin previacomunicación a su ámbito superior.

Cometen también este delito los integran-tes de la Organización que tuvieran más de unaño de antigüedad como tales cuando hayanefectuado el pedido de retiro y no obstante elrechazo del mismo por la Organización hagaabandono de ésta.

Deserción en operación, es aplicable a todoslos miembros de la Organización a los aspirantes,soldados y milicianos; configura este delito.

No presentarse a una operación sin moti-vo que lo justifique.

No combatir cuando se produce un enfren-tamiento y es una situación de combate.

Abandono del puesto o tarea asignada sinorden del responsable o sin haber cumplido latarea, salvo que se trate de una lógica y justifi-cada iniciativa táctica del compañero.

Abandonar una operación, o negarse a parti-cipar en la misma en el período de planificación.

Artículo 6: ConfesiónIncurre en este delito quienes en el curso

de los interrogatorios que le efectúe el enemigoy bajo el efecto de apremios, suministrar datosque perjudiquen exclusivamente al declarante.

Artículo 7: DelaciónLa entrega al enemigo de datos o elemen-

tos que puedan perjudicar objetivamente a laorganización o las estructuras que ella conduce,constituye el delito de Delación. Incurren tam-bién en este delito los prisioneros de guerra queentregan esos datos o elementos al enemigo enel curso de los interrogatorios de cualquier tipoque le efectúen y aún cuando hayan sido objetode apremios, con excepción del caso previsto enel artículo anterior.

Artículo 8: InsubordinaciónQuedan incursos en este delito los inte-

grantes de la organización, los Aspirantes, lossoldados, y los milicianos que no acaten o serevelen contra las órdenes o resoluciones expre-sas emanadas de sus responsables u organismosuperior salvo que el incumplimiento se deba acausas de fuerza mayor.

Artículo 9: ConspiraciónIncurren en este delito quienes al margen

de las estructuras organizativas o dentro de lasmismas realicen una actividad concreta orienta-da a lograr una división o un fraccionamiento dela organización.

Artículo 10: Acumulación de poderConfigura este delito la actividad concreta

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS125

DOCUMENTOS

realizada con la finalidad de acumular poderpara un individuo un grupo, cuando esa activi-dad no sea el legítimo planteo de opiniones,incluso dirigentes realizados con los procedi-mientos orgánicos.

Artículo 11: DefraudaciónSon responsables de defraudación quienes

se apropien en beneficio propio de bienes de laorganización de cualquier naturaleza que sea oquienes utilicen esos bienes para finalidadesajenas a la organización.

Artículo 12: MalversaciónSon responsables de este delito quienes

cambien el destino de los fondos recibidos sin pre-via consulta o inmediata comunicación a los ámbi-tos superiores, es agravante la no declaración de lamalversación efectuada en la rendición de cuentas.

Artículo 13: Abuso de autoridadIncurren en este delito quienes imponen

su mando en beneficio propio o para fines ajenosa la organización, o quienes falten el respeto asus subordinados o quienes dicten órdenesbasadas en las arbitrariedades.

Artículo 14: Negligencia en el mandoSon responsables de este delito, quienes

no utilizan la autoridad que le corresponde paracorregir todo tipo de errores, desviaciones odelitos de los subordinados, dejando transcurrirtoda situación anormal evidente.

Artículo 15: EvasiónSon responsables de este delito quienes

voluntariamente evaden someterse a juiciorevolucionario o no cumplan las penas impues-tas en el mismo.

Artículo 16: DeslealtadIncurren en este delito quienes tengan

relaciones sexuales al margen de la pareja cons-tituida, son responsables los dos términos deesa relación aún cuando uno solo de ellos tengapareja constituida.

Artículo 17: Reiteración de faltas levesConfigura este delito la repetición reitera-

da de faltas menores que hayan sido debida-mente criticadas y/o sancionados.

Artículo 18: EncubrimientoSon responsables de este delito quienes

realizan cualquier actividad concreta destinada aevitar a otro el juzgamiento o el cumplimiento de

las sanciones correspondientes por haber cometi-do alguno de los delitos previstos anteriormente.

Artículo 19: InstigamientoSon responsables de instigamiento quienes

inspiren o inciten a otro compañero a cometeralgunos de los delitos indicados anteriormente.

Artículo 20: ComplicidadSon responsables de complicidad quienes

concretamente cooperen, colabores o prestenayuda para cometer alguno de los delitos previs-tos en este Capítulo, si la pena a aplicar a loscómplices se graduara teniendo en cuenta la quecorresponda al autor principal y de acuerdo conla importancia de la cooperación prestada.

Capítulo III: De las penas

Artículo 21Las penas que podrán ser aplicadas a criterio

del Tribunal Tevolucionario son las siguientes:degradación, expulsión, confinamiento, destierro,prisión y fusilamiento. Todas las penas a excepciónde la degradación imponen la inmediata suspensiónde las tareas y actividades de la organización.

Artículo 22Se podrá aplicar más de una pena a cum-

plir en forma simultánea o consecutivamente.

Artículo 23La degradación consiste en la pérdida del

grado que tiene el compañero y puede resolver-se la pérdida de más de un grado.

Artículo 24La expulsión significa que el compañero con-

denado deja de pertenecer a la organización encuanto a sus derechos y actividades respecta, man-teniendo todas sus obligaciones, particularmente laobligación de guardar silencio sobre personas,hechos o circunstancias que pudiere conocer y cuyadivulgación pueda perjudicar a la organización.

Artículo 25El confinamiento consistirá en asignar al

compañero condenado algún lugar de residenciadentro del país, fijándose sobre el confinado elmecanismo de control.

Artículo 26El destierro consiste en fijar al condenado

un lugar fuera de nuestro país sujeto al sistemade control que se establezca.

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Artículo 27La prisión consiste en el encierro del con-

denado, esta pena se efectiviza del modo, por eltiempo y en las condiciones que determine elTribunal Revolucionario.

Artículo 28La pena de fusilamiento podrá aplicarse a

todos los delitos enumerados con excepción de losprevistos en los artículos 6, 10, 12, 14, 16 y 17 delCapítulo anterior. Esta pena sólo puede ser dictadapor el Consejo Nacional de la Organización a pro-puesta del Tribunal Revolucionario o por propiadecisión del Consejo cuando el juicio llega a suconocimiento por vía de apelación o en forma direc-ta a petición de algún miembro de ese organismo.Esta pena podrá aplicarse en forma sumaria cuan-do en el desarrollo de un combate un compañeroincurra en las faltas previstas en los incisos 2 y 3 delartículo 5 (de deserción), en operación en formaindudable, con excepción de los milicianos en elcurso de acciones paramilitares. En este supuestode ejecución sumaria el superior presente puedeejecutar o hacer ejecutar la pena informándoseinmediatamente a la conducción nacional.

Capítulo IV. Del comportamiento en los juicios revolucionarios

Artículo 29El juzgamiento de los delitos establecidos y la

imposición de las penas respectivas se hará por elprocedimiento de Juicio Revolucionario salvo el casoprevisto en la segunda parte del artículo anterior.

Artículo 30El Consejo Nacional, la Conducción Nacional,

las Conducciones de Áreas o las ConduccionesRegionales determinarán cuando un compañerodebe ser sometido a juicio revolucionario lo queocurrirá cuando se haya cometido uno de los deli-tos previstos o una falta grave no prevista en laspresentes disposiciones. Las faltas de menor gra-vedad serán juzgadas y sancionadas por el conduc-to de mayor nivel al que pertenece el compañero.

Artículo 31Cualquier compañero de la organización

puede solicitar la realización de un juicio revolu-cionario siempre que la petición la formule porescrito y contenga una relación de los hechosque den motivo a la solicitud.

Artículo 32El Tribunal Revolucionario para el juzga-

miento de los Oficiales Superiores y Mayoresserá designado por el Consejo Nacional y estaráintegrado por tres compañeros de grado no infe-rior al juzgado.

Artículo 33Las condiciones regionales se constituirán

en Tribunal Revolucionario para el juzgamientode los compañeros pertenecientes a la regionalque tengan los grados de Oficial Primero yOficial Segundo. Cuando la Conducción Regionaltenga más de tres miembros integrarán elTribunal los tres compañeros de mayor evalua-ción. Cuando tenga menos de tres miembrosintegrará el Tribunal el compañero que siga enorden de evaluación. En ningún caso el Tribunalse integrará por compañeros de menor gradoque el que va a ser juzgado. Cuando resultenecesario, la Conducción Nacional o el Consejonacional designará al compañero de otraRegional que deba integral el Tribunal.

Artículo 34El Tribunal Revolucionario para el juzga-

miento de los Oficiales se integrará con un miem-bro de la Conducción Regional respectiva y dosmiembros de la Conducción de Columna a la quepertenece el acusado que tenga mayor evaluación.

Artículo 35Las Conducciones de Columnas se consti-

tuirán en Tribunal Revolucionario para el juzga-miento de los Aspirantes, soldados, milicianos ycolaboradores o milicianos logísticos pertenecien-tes a esa columna. Cuando esa conducción tengamás de tres miembros integrarán el Tribunal lostres compañeros de mayor evaluación.

Artículo 36El Tribunal Revolucionario para el juzga-

miento de los militantes de agrupación y acti-vistas se integrará con un miembro de laConducción de Columna respectiva y por dosoficiales de dicha columna, uno de los cualesdebe ser militante de la misma agrupación si lahubiere. Estos dos últimos serán designados porla conducción de columnas.

Artículo 37Los tres compañeros de mayor grado del

Área Federal, excluidos los miembros de laConducción Regional, constituirán el TribunalRevolucionario para el juzgamiento de losOficiales 1º, Oficiales 2º, Oficiales y Aspirantes,colaboradores o milicianos logísticos encuadra-dos exclusivamente en el Área Federal.

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DOCUMENTOS

Artículo 38La Conducción Nacional o el Consejo

Nacional podrán sustituir a los miembros delTribunal Revolucionario cuando causas de fuer-za mayor hagan imposible o inconveniente laintegración del Tribunal Revolucionario en laforma establecida. Rige como principio que elTribunal Revolucionario integrado por compañe-ros de menor grado que el que va a ser juzgado.

Artículo 39Los Tribunales Revolucionarios deberán rea-

lizar y resolver los juicios dentro de los seis mesesposteriores al hecho que da lugar al juzgamiento oal momento que se tuvo conocimiento del mismo.

Artículo 40En cada caso sometido a juicio, el Tribunal

Revolucionario designará para que actúe comosumariante, al Jefe del equipo al que perteneceel compañero acusado, a quien se otorgará unplazo para reunir los antecedentes necesarios ypresentarlos al Tribunal Revolucionario para suconsideración en el juicio.

Artículo 41El Tribunal Revolucionario arbitrará los

medios para que se notifique al acusado sobre lainiciación del juicio y se le haga saber los cargosque se le imputan. El Tribunal Revolucionariodeberá asegurar que el acusado tenga posibilidadde producir su descargo con respecto a los hechosque se le imputan como también a producir laspruebas respectivas. Sólo en situaciones de fuerzamayor podrán omitirse estos recaudos.

Artículo 42El Tribunal Revolucionario podrá tomar las

medidas preventivas que considere apropiadas,incluidas las suspensiones y la defensa del acusado.

Artículo 43La sentencia del Tribunal Revolucionario

deberá ser hecha por escrito y contendrá unresumen de los hechos y consideraciones sobrelas pruebas y los cargos, una caracterización delas faltas cometidas y una parte resolutiva.

Artículo 44La sentencia dictada por el Tribunal Revolu-

cionario podrá ser apelada por el enjuiciado, el suma-riante o cualquier miembro del Consejo Nacionaldentro de los cinco días de conocida la sentencia.

Artículo 45El Tribunal de Apelaciones para los casos

previstos en el artículo 32, será el ConsejoNacional, para los casos previstos en los artícu-los 33 y 37 será la Conducción Nacional y paralos casos previstos en los artículos 34, 35 y 36será la Conducción Regional respectiva. En nin-gún caso el Tribunal de Apelación estará inte-grado por menos de tres miembros.

Artículo 46En todos los casos el Tribunal Revolucionario

y el Tribunal de Apelaciones incluirán en la senten-cia la publicidad que deberá darse a la misma.

Artículo 47Procederá el juicio revolucionario en rebeldía

cuando el compañero acusado se haya sustraídovoluntariamente a la jurisdicción de la organización,en ese caso se aplicará por normas precedentes.

Capítulo V. Del cumplimiento de las penas

Artículo 48El Tribunal Revolucionario determinará el

modo, tiempo y lugar para el cumplimiento delas penas, cuando ello sea factible. Si no pudie-ra hacerlo designará la estructura de conducciónque deberá hacer esa determinación.

Artículo 49El condenado podrá luego de transcurrido un

tiempo prudencial solicitar la conmutación de lapena impuesta o respectivo trámite de apelación.

Artículo 50El Consejo Nacional podrá en circunstan-

cias extraordinarias indultar al condenado enjuicio revolucionario o dictar amnistía.

Artículo 51En el caso en que la pena se haga de cumpli-

miento imposible las Conducciones Regionales den-tro de su ámbito jurisdiccional y la ConducciónNacional en el Área Federal revisarán dicha pena ytratarán de adecuarlas a las nuevas circunstancias.

Capítulo VI. Disposiciones transitorias

Artículo 52Las presentes disposiciones serán aplicables

a partir del 1º de enero de 1976. También se apli-carán estas disposiciones a los hechos acaecidosdurante el año 1975 cuando no haya oposición delacusado a esa aplicación retroactiva.

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS128

El documento que se publica a continua-ción, “El partido armado”, apareció como suple-mento del número 22 de la revista Liberaciónpor la patria socialista. Si bien en esa publica-ción, como ocurría con mucha frecuencia, noconstaba la fecha, los artículos que aparecen, asícomo los de los números inmediatamente ante-rior y posterior, permiten determinar su apari-ción entre julio y agosto de 1974.

A los fines de enmarcar este trabajo, que-remos detenernos brevemente en la historia dela revista en que fuera publicado.

El primer número de Liberación habíavisto la luz el 16 de marzo de 1973, bajo ladirección de Herardo Quijano, y saludaba enfá-ticamente desde su tapa el triunfo del FREJU-LI –la fórmula Cámpora-Solano Lima–, seña-lando en gruesas letras de molde que“¡TRIUNFÓ EL PUEBLO!”.

Al igual que en los números subsiguien-tes, el eje común a todos los artículos era ladenuncia de la represión y la lucha por la liber-tad de los presos políticos, las que se sintetiza-ban en la convocatoria a un Congreso Popularpor las Libertades Públicas y Ley de Amnistíapara el mes de mayo de ese mismo año.

En este marco, y con Vicente Zito Lemacomo secretario de redacción, en los primeroscuatro ejemplares escribían Rodolfo OrtegaPeña, Eduardo Luis Duhalde, Mario Kestelboim,Gustavo Roca, Bernardo Alberte, Jorge DiPascuale, Alicia Eguren, Oscar Alende,Monseñor Podestá y el padre Mugica, entreotros, siempre en torno de la lucha por la liber-tad de los militantes políticos y sociales encar-celados por el régimen militar.

La liberación de los presos políticos el 25de mayo de 1973, al asumir Cámpora el gobier-no, marcó un cambio en la orientación de larevista. De hecho, el número 5, del 25 de junio,

señala explícitamente una nueva etapa deLiberación, ahora bajo la dirección de Zito Lemay de Jorge Di Pasquale, dirigente sindical pero-nista ligado a la Resistencia y de gran cercaníaa Perón en el período en que éste, desde el exi-lio, se apoyaba en los sectores de izquierda desu movimiento.

Este nuevo ciclo de la publicación se iniciatambién días después de la violenta explosiónde las tensiones entre la izquierda y la derechaperonista, confrontación que adquiere su com-pleta dimensión durante la masacre de Ezeiza.Desde el editorial se ubicaban los bandos enpugna: “Por una parte el pueblo, sus organiza-ciones de base, sus organizaciones político-mili-tares, por la otra los traidores que amparándoseen el escudo del peronismo sirven –descarada-mente– a los enemigos de la clase trabajadora ydel pueblo; ellos son el desarrollismo, los buró-cratas sindicales, los representantes de la ‘bur-guesía nacional’, las bandas fascistas, paramili-tares y parapoliciales ...”

Desde entonces, Liberación dará ampliosespacios para la expresión de todas las organi-zaciones guerrilleras, así como permitirá que seexpresen diferentes opiniones sobre el retornode Perón y su rol frente al movimiento demasas, luego de ser electo presidente en sep-tiembre de 1973.

A partir del número 17, fechado enCórdoba –del 13 al 25 de marzo de 1974–, ladirección de Liberación queda en manos deGustavo Roca, un reconocido abogado defensorde presos políticos que había mantenido unacercanía cierta con el Che Guevara. La nuevadirección de la revista implicaba de hecho unnuevo ciclo de la misma. Si antes cabían enella opiniones como la del mayor Alberte –enjunio de 1973–, para quien Perón habría veni-

““EEll ppaarrttiiddoo aarrmmaaddoo””OOrrííggeenneess yy ccoonntteexxttoo ppoollííttiiccoo

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do al país por su resolución de “asumir ladirecta conducción del proceso [...] que sólo élpuede instrumentar a favor de la victoria final.[...]”, en el número 21, inmediatamente poste-rior a la muerte del general Perón, se caracte-rizaba desde el editorial que éste “... pretendióconstruir un sistema político estable queactuara de protección y amortiguamiento antelas crecientes presiones anticapitalistas emer-gentes del seno del pueblo, de la clase obreraespecialmente...”

Los diferentes momentos de Liberaciónpueden entenderse mejor a partir de la dinámi-ca de la organización que la sostuvo, el ERP-22de Agosto. Ciertamente, la filiación de la revis-ta no fue explicitada en ningún momento de sutrayectoria, lo que es un producto, como vere-mos, de la concepción con la que dicha organi-zación había roto con el PRT.

La fractura se produjo en diciembre de1972, a partir de la Regional Buenos Aires ydel Comité Militar de Capital del PRT-ERP, y enenero de 1973 se fundaba el nuevo grupo. Pocodespués, el 8 de marzo, el ERP-22 de Agostoharía su primera aparición pública mediante elsecuestro de Héctor Ricardo García, propieta-rio del diario Crónica.

La operación, denominada irónicamente“Poniatowski”, en contraposición a lo comúndel apellido del dueño del diario, les permitióaparecer en la portada de la edición vespertinadel mismo con una solicitada en la que llama-ban a apoyar al FREJULI en las elecciones quese iban a realizar tres días después. Cabe seña-lar que en el número 22 de Liberación, en elque aparecía el documento que estamos pre-sentando, se publicaba también una crónica deesta operación, la que concluyó ese mismo díacon la liberación de García una vez comproba-da la publicación de la solicitada.

La posición del ERP-22 de Agosto frente alas elecciones es la consecuencia lógica de unode los ejes en torno de los cuales se había cons-tituido la fracción dentro del PRT: las dificulta-des de trabajar políticamente con las posicionesperretianas de denuncia al peronismo en 1972,en el marco del fervor popular despertado por elcada vez más próximo e inevitable retorno delviejo General. El nuevo grupo surge apoyando aCámpora y con un fuerte llamado a la unidadcon las organizaciones armadas peronistas.

A partir del retorno de Perón y de loshechos de Ezeiza, el ERP-22 de Agosto radicali-zó su discurso frente al cada vez más evidente

avance de la derecha dentro del peronismo. Enjulio de 1973, llamaba a las organizacionesperonistas a no renunciar al papel de vanguar-dia –es decir, a no subsumirse en la unidad delperonismo a costa de diluir sus posiciones–, a lavez que criticaba el lugar del PRT –sin nombrar-lo– por declamar sus principios “desde la vere-da de enfrente del movimiento popular”.

Tanto los intentos de no estar en “lavereda de enfrente” del peronismo, como losintentos de alcanzar acuerdos con las organiza-ciones armadas peronistas encontraron rápida-mente un techo. En el primer caso, la derechi-zación del movimiento bajo la conducción desu líder dejó cada vez menos espacio para lossectores radicales dentro de él, quienes perde-rían incluso el espacio, simbólico y físico, en laPlaza de Mayo pocos meses después bajo losinsultos de Perón. En el segundo, la negativa areivindicarse como peronistas cerró las puertasa acuerdos estratégicos con esas organizacio-nes, los que alcanzaron su mayor desarrollocon una fracción de la Fuerzas ArmadasPeronistas (FAP) dirigida por RaimundoVillaflor. El fracaso en este acercamiento fueun factor determinante en la crisis y rupturaen el ERP-22 de Agosto, la que se produjo amediados de 1974.

La revista que contiene el documento queaquí presentamos responde ya a uno de los sec-tores dentro del ERP-22 de Agosto, el que sehabía originado en el Comité Militar de Capitaldentro del PRT, y cuyos dirigentes habían sido elGallego Fernández Palmeiro –fallecido en elatentado a Hermes Quijada en abril de 1973– yGermán o Tito Belomo, quien provenía de laexperiencia del grupo de Masetti.

Belomo era amigo personal de GustavoRoca, quien por esa vía aceptó la dirección de larevista Liberación. A partir de la ruptura en elERP-22 de Agosto, pasarían a denominarseEjército de Liberación-22 (EL-22).

El ERP-22 de Agosto no surgió con laperspectiva de formar una organización propiasino con la idea de unificar en una sola organi-zación a los grupos existentes, lo que lo diferen-cia del PRT-ERP. Tampoco veía, por lo tanto,como necesidad el tener una revista propia.

El alejamiento de Zito Lema expresa uncambio en la revista, paralelo al proceso quevivió el ERP-22 de Agosto que culminó en suruptura. En una entrevista que le realizáramoshace unos años, Zito Lema relacionaba su aban-dono de la dirección con un cambio de línea, depolítica: “Mi pensamiento estuvo siempre

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mucho más volcado a la idea de unidad ...”. Porotro lado, y en relación al peronismo, señalabala necesidad de “... registrar la historia argenti-na con lo que esa historia fue, no con lo que unodeseó que fuera. [...] Por lo tanto mi visión delperonismo no es la de Eduardo Duhalde ni la deRoca que siempre fue muy crítico, viene de unatradición del antiperonismo cordobés. [...]Cuando yo estoy en Liberación tiene una línea,después pasa a otra manera mucho más duracon el peronismo”.

Creemos que lo dicho sirve para enmarcarsucintamente el documento que presentamosen la trayectoria de la revista y de la organiza-ción que la sostiene.

En lo que sigue nos centraremos en latemática tratada por el documento, cuya autoríapodemos considerar, por lo antedicho, del EL-22, es decir, de la fracción, que nucleando a loscompañeros que provenían del Comité Militardel PRT-ERP, emerge de la ruptura dentro delERP-22 de Agosto.

El PRT se había fundado en el año 1965como producto de la fusión de una corrientetrotskista dirigida por Nahuel Moreno y unacorriente regional indoamericanista dirigida porlos hermanos Santucho –con la creciente hege-monía de Mario Roberto–. A nuestro entender,diferentes condicionamientos que no podemosdesarrollar aquí llevaron a que desde el puntode vista ideológico las posiciones de losSantucho quedaran subsumidas en la tradiciónmorenista. De ahí que, en lo que nos concierne,la poco sistematizada concepción organizativadel grupo de los Santucho –el historiador PabloPozzi lo caracteriza como “una mezcla de orga-nización política y de grupo de amigos”– desaparece frente a la idea de un partido cen-tralizado de cuadros, acorde con la interpreta-ción habitual de la conceptualización leninistarealizada por la izquierda tradicional, y en parti-cular del ¿Qué hacer? de 1902.

Desde el comienzo de la relación conMoreno, los Santucho habían adoptado comopropia la idea del rol determinante del partido,tomando también de dicha tradición la idea deque la constitución y fortalecimiento del mismodebían preceder a la acción armada, argumentoque incluso utilizaban frente a las corrientesque adoptaban la concepción del foco comoestrategia política.

Pese a la ruptura con el morenismo enenero de 1968 –y la consecuente conformacióndel PRT-El Combatiente– el santuchismo man-tuvo la concepción leninista de organización. Eneste sentido, la fundación del ERP en el V

Congreso, en 1970, iba acompañada de laadvertencia de separar el partido del ejército, demantener una organización partidaria indepen-diente y centralizada.

Basándose en el dirigente vietnamitaGiap, el ejército era visto como una organiza-ción que agrupa a todos aquellos que “están dis-puestos a empuñar las armas contra el régimen,cualquiera sea su grado de maduración políti-ca”, pero éste, decían, debe estar bajo la direc-ción del partido, el que es “cualitativamentesuperior”. “El Partido manda al fusil”, señalabanen dicho Congreso, y ésta es “la concepciónexpresa de Lenin y Trotsky para el Ejército Rojoy de Mao Tsé-tung para el caso de China”.

Sin embargo, ya en abril de 1971 elComité Ejecutivo reconocía que el problema“no se resolvió correctamente en las resolucio-nes del [V] Congreso”.

En realidad, pese a las permanentesdeclaraciones con relación a separar ambosorganismos, la preeminencia de la actividadmilitar en el PRT-ERP no permitía que estofuera hecho. Como sostiene Vera Carnovale, “lamilitarización del PRT no es una desviación,sino el núcleo de las formulaciones conceptua-les y de las imaginaciones de la revolucióncomo guerra”.

En la medida en que las concepciones delPRT-ERP se sostenían en la idea de que se atra-vesaba una guerra civil revolucionaria y que latarea era vencer al ejército del régimen, a lomilitar le cupo siempre un papel determinantecon el consecuente desvanecimiento, entreotras cosas, de la distinción entre partido yejército.

En la organización de Santucho se mani-fiesta en esto la tensión que la recorre, entre lasconcepciones de la izquierda tradicional y lasimperantes en el período. Aun con las enormesdificultades que tuvo para llevarlo a la práctica,el PRT-ERP es la única entre las organizacionesmilitares de la etapa que sostuvo conceptual-mente dicha distinción. La herencia de la rela-ción con el morenismo y con la CuartaInternacional, y los cuadros que provenían deesa tradición, dejaron en éste, como en otrosaspectos, una marca singular.

El ERP-22 de Agosto, parcialmente unaconsecuencia de las dificultades del PRT parahacer trabajo de masas en la Argentina de 1972,está, a nuestro entender, mucho más determi-nado por el espíritu predominante en el período.El apoyo al peronismo –en contraposición al cla-sismo del PRT– tiene su correlato organizativoen la concepción más movimentista con la que

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS131

se constituye el 22, lo que se pone también demanifiesto, como señalamos, en Liberación.Tampoco estaba en sus miras, como consecuen-cia, diferenciar el partido del ejército.

Los cambios en la situación política exter-na –la resolución por derecha de los conflictosen el peronismo– e interna –la imposibilidad deconcretar una política de confluencia con otrasorganizaciones– resultó en que el Ejército deLiberación-22 debió darse un nuevo marco teó-rico para sostener su práctica.

Podemos entender, entonces, a “El partidoarmado” como un intento de reubicar una dis-cusión que había estado más o menos explícita-mente presente, incluso antes de la conforma-ción del PRT. En nuestra opinión, este docu-mento es tanto un intento de dotar de una baseteórica a la nueva organización cuyo procesobrevemente describimos –y que sin duda nece-sitaba de una raison d’être–, como un esfuerzonotable por superar teóricamente las tensionesque, desde aquel momento, permanecían irre-sueltas en la corriente.

Es por ello que podemos encontrar aquíun intento de fundar una nueva –y propia– teo-ría general sobre la revolución en la Argentina,diferenciándose de los que “desde fuera y den-tro del peronismo pretenden una transforma-ción de la estructura”. Este lugar, ni externo niinterno al movimiento peronista, está en los orí-genes de la fracción que rompe con el PRT afines de 1972.

Pero también, y a esto nos referíamos conlo particular de “El partido armado”, están pre-sentes aquí algunos aspectos que nos parecensumamente ricos y que constituyen un aporteque, a la luz de lo que se produjo en esa época,deben ser particularmente valorados.Queremos finalizar esta introducción destacan-do algunos de ellos.

Resulta significativo el rol que se le asig-na a la teoría en este documento, “un hecho his-tórico y dialécticamente precedente a la revolu-ción en la estructura”. El solo hecho de discutircon la revista cordobesa Pasado y Presente,como ocurre aquí, da cuenta de una apertura acorrientes con sesgos fuertemente teóricos.

El clima de la época era indudablementemuy poco proclive al trabajo teórico, en lasorganizaciones del período el hacer ocupaba unlugar muy por encima del pensar o del estudiar.Aun en aquellas corrientes que por reivindicarpara sí el legado del marxismo no podían dejarde declamar la importancia del trabajo teórico–el PC, las corrientes trotskistas o el PRT-ERP

como heredero parcial de esa tradición–, ésteera entendido centralmente como la apelación ala autoridad de los clásicos.

Asimismo, la relación que se estableceentre la renovación teórica necesaria y el balan-ce crítico que se esboza sobre el “socialismoestablecido”, abre un problema fundamental–aún vigente, de hecho–, ausente en el PRT-ERP. Esta perspectiva conduce, señala el docu-mento, a la necesidad de superar las institucio-nalizaciones del marxismo original, y específica-mente la teoría del partido.

En este sentido, podemos encontrar en eldocumento una reflexión sobre la teoría leninis-ta del partido que, aun con cierto grado de abs-tracción, supera en mucho la repetición de fór-mulas que hacían al respecto no solamente elPRT-ERP, sino que también las corrientes trots-kistas o el PC –y en esto estos últimos no sediferencian mucho hoy–.

El reconocimiento que hace el documentode la existencia de diferentes posiciones deLenin al respecto plantea un desafío que no seresuelve con citas canónicas. El de la necesidadde incorporar aspectos planteados por RosaLuxemburgo sobre la concepción organizativa,tampoco. “En el lenguaje de la política argenti-na”, decían, “Rosa es movimientista”. En el len-guaje actual de las organizaciones a las que hici-mos mención, agregamos, sigue siéndolo.

El esfuerzo vertido en este documentopor superar teóricamente las elaboraciones quelo preceden puede apreciarse también en elintento de encontrar una respuesta a la tensiónirresuelta que, como indicamos, atravesaba laposición del PRT-ERP de separar partido y ejér-cito. Si el ERP-22 de Agosto soslayó ese proble-ma sin problematizarlo, aquí se señalan aspec-tos históricos concretos que influyeron en otrasexperiencias revolucionarias, encontrándoseuna fórmula para pensar la intervención políti-ca en la situación particular argentina, la delpartido armado.

La década de 1970 fue una época en la queel pragmatismo y la urgencia con la que se per-cibían las actividades que imponía una supuesta“guerra civil prolongada” no dejaban demasiadoespacio para la reflexión teórica, en la que granparte de lo producido en ese plano se nos apare-ce hoy como, por lo menos, ingenuo.

En el marco de los condicionamientos deesa época, “El partido armado” es, a nuestroentender, un intento de una mirada más incisi-va que la de la tradición en la que esta corrien-te se había gestado.

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EL PARTIDOARMADO*

* Algunos ex militantes testimonian queel artículo “El partido armado” corresponderíaa la pluma de Daniel Open, aunque no hemoshallado una certificación plena de ello. Openhabía militado en el PRT-ERP hasta su incorpo-ración al ERP-22 de Agosto. Desde agosto de1976 permanece desaparecido.

IInnttrroodduucccciióónn

El objetivo de este informe es intentarofrecer –en una primera aproximación sintéti-ca– un contenido concreto al concepto PPaattrriiaaSSoocciiaalliissttaa. Consideramos que la dilucidaciónteórica de algo que ya se ha convertido en prác-tica política –no sólo para numerosas vanguar-dias políticas, sino también para importantessectores, (los más avanzados) del propio movi-miento popular– esto es, el desarrollo analíticode la consigna agitativa “patria socialista”,constituye una tarea absolutamente prioritaria.Y ello por un sinnúmero de motivos de pesorelevante.

Por el momento –y a simple titulo intro-ductorio– destacaremos uno de esos motivos: llaaaanncceessttrraall iinnccaappaacciiddaadd iiddeeoollóóggiiccaa ddeell mmoovviimmiieenn--ttoo ppooppuullaarr aarrggeennttiinnoo ppaarraa ddaarrssee aa ssíí mmiissmmoo uunnaaiiddeeoollooggííaa ssuuppeerraaddoorraa ddee ssiiggnnoo ssoocciiaalliissttaa. Ello nosólo obedece a la composición estructural deese movimiento –a su raíz sindicalista-reivindi-cativa– sino también, y fundamentalmente, afallas políticas de sucesivos grupos que aspira-ron (y aspiran) a convertirse en su conducciónrevolucionaria.

Esa diferencia se manifiesta a través dedos direcciones o sentido específicos: hacia“abajo”, hacia el conjunto del movimientopopular se expresa `por la ausencia de unaconcreta pprrooppuueessttaa oorrggaanniizzaattiivvaa iinnddeeppeennddiieennttee;hacia “arriba”, hacia el Poder político, y lasuperestructura política en general, por laausencia de un claro y viable pprrooyyeeccttoo aalltteerrnnaa--ttiivvoo, capaz de hegemonizar diferentes fuerzasqquuee ppuueeddeenn ccoonnttrriibbuuiirr ddeecciissiivvaammeennttee aa eeffeeccttiivvii--zzaarr llaa ttoommaa ddeell PPooddeerr. El problema “organiza-

ción” y el problema “proyecto”, entonces se nospresentan como variables dependientes del fac-tor “ideología”. Pero es preciso destacar que lostres constituyen eslabones inseparables de unamisma problemática que, aún, no ha sido con-venientemente resuelta por los revolucionariosargentinos.

Desde el punto de vista del pensamientopolítico, tal como este se viene desarrollandoen nuestro país, encontramos no sólo un insu-ficiente análisis sobre cada uno de los temasmás importantes que hacen al proceso revolu-cionario; sino, además, una desconexión muyalta entre cada uno de ellos. Vale decir, laausencia de un proyecto global o una teoríageneral de la revolución en la Argentina.

Actualmente, por ejemplo, ha cobradocierta difusión, en algunos medios, el problemadel pprrooyyeeccttoo ppoollííttiiccoo aalltteerrnnaattiivvoo. Apreciamosque el procesamiento de tal problemática seproduce en forma inorgánica respecto de:

1) los mecanismos de Poder objetivamen-te existentes en la Argentina (estructura delPoder político o del sistema de poder depen-diente);

2) la o las herramientas de Poder hhiissttóórrii--ccaammeennttee disponibles –en nuestro tiempo yespacio específicos– potencialmente aptas paraencuadrar y vertebrar el proceso revolucionario(este tema incluye, naturalmente, un diseñopreciso, del partido revolucionario como pro-yecto, que surge de la historia de la estructurasocio-política del país);

3) los problemas de teoría e ideologíarevolucionarias (los procesamientos sucesivosque la misma viene sufriendo a través del tiem-po y en distintos países);

4) el problema del marco internacional dela revolución (el desarrollo de una política deliberación y de una teoría de la dependenciaargentina);

5) un análisis científico de la estructura ysuperestructura de la Argentina, incluyendo elproceso histórico que originó nuestro presentey que originará nuestra revolución;

6) el proyecto alternativo en tanto dise-ño-institucional de un nuevo socialismo, yfinalmente;

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DOCUMENTOS

7) el sistema de políticas que deberá ins-trumentar el Estado Revolucionario, emergen-tes del proyecto alternativo y conducentes alEstado Socialista.

Cada uno de estos temas resulta ininteli-gible aislado de la complicada y dialéctica redque va formando el pprroocceessaammiieennttoo ccoonnjjuunnttoo delos mismos. De la misma manera que ese pro-cesamiento integral carece de sentido si no sevan determinando, en el desarrollo del análisis,los momentos relevantes de la teoría global. Enotras palabras, si no se va determinando el hiloconductor que abarque y de sentido a la totali-dad del análisis. Finalmente éste carecerá abso-lutamente de significación si no existe comomomento –el”momento” reflexivo dela praxis–de una práctica política concreta.

Tenemos entonces el siguiente panora-ma: la baja efectividad del movimiento revolu-cionario argentino –tomado como conjunto con-tradictorio– se debe en lo esencial, a la ausen-cia de una única línea ideológica y metodológi-ca, que tiene su raíz –aunque no se agota allí–en otra la referida a la aún no lograda explicita-ción de una teoría general de la revolución enla Argentina. Estas relaciones no son causalesni meramente lineales, son complejas y dialéc-ticas. A su vez el desarrollo de esa teoría abar-cante exige la cumplimentación de tres requisi-tos esenciales. En primer lugar, un análisis deconjunto; posteriormente, la determinación deun hilo conductor que le otorgue sentido a eseconjunto, y finalmente, como condición funda-mental, su inserción como aspecto de una polí-tica y de una militancia concreta. Esto ultimosolo puede lograrse si el procesamiento delmaterial analítico se realiza en forma conjuntay colectiva en el seno de una o más organiza-ciones revolucionarias.

Respecto de un proyecto político alter-nativo, son muchas las advertencias que sobresu impostergable necesidad se han venido rei-terando en los últimos tiempos. Por ejemplo, larevista Pasado y Presente sostiene: “He aquíporqué uno de los temas fundamentales a des-arrollar, una vez planteada una hipótesis estra-tégica revolucionaria, es el de un proyecto glo-bal alternativo, un modelo de acumulaciónopuesto al que proponen las fuerzas más con-servadoras del peronismo” (193).

Independientemente de las limitacionesiniciales que adquiere un proyecto alternativoasí planteado (sólo en función de la derechaperonista) vemos que tal proyecto no es des-

arrollado, sino solo enunciado. Y, como agra-vante, no es conectado con una efectiva políti-ca de Poder. Solamente se esboza, al final de lapropuesta, una hipótesis de retorno a las bases,a las fuerzas del poder obrero localizado en elseno de las fábricas. Este desemboque “basis-ta”1 o apenas defensista de un proyecto alter-nativo que sólo se encuentra implícito, sobre-viene por la desconexión que tal proyecto man-tiene con la posibilidad de organizar, en la prác-tica, una herramienta política capaz de llevar almovimiento popular a la conquista del Poderpolítico. En nuestro caso, el hilo conductor de lateoría global: el Partido Armado.

IIddeeoollooggííaa yy oorrggaanniizzaacciióónn

No sólo la historia argentina contemporá-nea sino la experiencia revolucionaria interna-cional de este siglo demuestran fehaciente-mente que ninguna revolución resulta posiblesin una oorrggaanniizzaacciióónn ppoollííttiiccaa iinnddeeppeennddiieennttee dela clase y sectores más explotados de la respec-tiva sociedad nacional.

Esa organización no se consigue a travésde la mera inserción de un grupo de revolucio-narios en la “base”. Antes bien, es la resultan-te de una política global que a su vez presupo-ne, como condición fundamental la existenciade una ideología revolucionaria sólidamentevertebrada. La relación ideología-organizaciónes una relación de causa efecto. De allí que losintentos por reemplazar a tal iiddeeoollooggííaa porretazos de antiguas ddooccttrriinnaass, no puede condu-cir sino a rotundos fracasos. Una determinadaideología produce una determinada formaorganizativa. Dentro del movimiento peronistano sólo no se ha asumido aún esta relación cau-sal sino, además, se confunden sistemática-mente –aún en los grupos más sinceramenterevolucionarios– los conceptos de “ideología”con los de “doctrina”; no se toman en cuentalas diferencias de nivel que median entre ellos.Teoría o concepción del mundo, ideología ydoctrina constituyen universos relacionadospero independientes. Confundirlos implicalesionar la metodología organizativa.

De tal forma, para definir los perfilespolíticos de una organización revolucionaria,tenemos que tener previamente definidos losobjetivos finales de su acción política y militar.Dichos objetivos resultan ser una función de lateoría y la tteeoorrííaa revolucionaria se plasma –nopodría ser de otra manera– en el modelo desociedad que queremos construir; la iiddeeoollooggííaava determinando el camino que recorre esa

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tteeoorrííaa al ir asumiendo sucesivamente lasmediaciones de la estructura social y de la polí-tica internacional, mientras que la ddooccttrriinnaa sólodetermina pautas de acción en forma condicio-nada a la ideología.

LLaa tteeoorrííaa rreevvoolluucciioonnaarriiaa eess uunn hheecchhoohhiissttóórriiccoo yy ddiiaallééccttiiccaammeennttee pprreecceeddeennttee aa llaarreevvoolluucciióónn eenn llaa eessttrruuccttuurraa.. Pero dado que lateoría es un factor que interacciona con laestructura, queda descartado todo pensamien-to metafísico; de la misma manera que la teoríaes causa y efecto de una determinada estructu-ra. No existe un pensamiento teórico ya acaba-do de la misma manera que a una teoría le pue-den corresponder diferentes ideologizaciones.De allí que a cada “momento” revolucionario,temporal y especialmente localizado, le corres-ponde una especificidad del pensamiento teóri-co-ideológico. Asimismo las ideologizacionesconllevan una cierta lógica –determinada por laestructura– respecto e la teoría (ej.: el leninis-mo respecto del marxismo).

Esta muy somera introducción sólopuede servir para señalar las deficiencias quepresentan los grupos que en la Argentina,desde fuera y desde dentro del peronismo, pre-tenden una transformación de la estructura. Enlos que se ubican fuera del movimiento demasas se verifica la imposibilidad de que suteoría se plasme en proyecto político y modelode sociedad futura, dado que las fuerzas socia-les impulsoras de este proyecto se encuentrandesfasadas respecto de la teoría y de la ideolo-gía del grupo. Los que se ubican dentro delmovimiento peronista corporizan una idénticaimposibilidad: la praxis movimientista resultaabsolutamente ineficaz para una transforma-ción de las estructuras. EEll ddeennoommiinnaaddoorr ccoommúúnnddee aammbbaass iimmppoossiibbiilliiddaaddeess eess llaa aauusseenncciiaa ddee uunnaarreeccrreeaacciióónn tteeóórriiccaa eenn ffuunncciióónn ddee llaa ccoonnccrreettaaeessttrruuccttuurraa qquuee pprreesseennttee eell ccaappiittaalliissmmoo ddeennttrrooddee llooss mmaarrccooss nnaacciioonnaalleess ddee llaa AArrggeennttiinnaa..

Una de las manifestaciones más acaba-das de esta deficiencia teórico-ideológica estáexpresada por la multiplicidad de expresionesrespecto del ppaarrttiiddoo rreevvoolluucciioonnaarriioo,, úúnniiccaaffoorrmmaa ddee iinnsseerrcciióónn ddeell ggrruuppoo rreevvoolluucciioonnaarriioo““hhaacciiaa aabbaajjoo””,, ccoonn uunnaa ccoonnccrreettaa yy ssiimmuullttáánneeaapprrooppuueessttaa ddee PPooddeerr. Si es correcto afirmar queexiste una relación causal ideología-organiza-ción la edificación del partido revolucionariodepende fundamentalmente de un procesocorrecto de teorización, en el sentido anteexpuesto. Esa tarea tiene entonces una relacióndirecta con el modelo final de sociedad a cons-truir, la sociedad socialista.

Sin embargo, esta primera aproxima-ción, ya dentro de la década de los años seten-ta, resulta absolutamente insuficiente. Los sig-nos críticos que presenta en el escenario inter-nacional el ssoocciiaalliissmmoo eessttaabblleecciiddoo exige unaconstante re-creación teórica, práctica y meto-dológica. Esta experiencia esta siendo actual-mente desarrollada por diferentes grupos endistintas latitudes. Y es posible extraer ciertosdenominadores comunes de esta reconquistade la criticidad. El principal de ellos, creemos,es la aprehensión del llíímmiittee histórico del socia-lismo –esto es, la idea de lliibbeerrttaadd ssoocciiaalliissttaa quepresupone una sociedad sin clases y sin Poderpolítico coactivo eexxtteerriioorr– y su ubicación ddeennttrroodel proceso político-social y económico y noffuueerraa de él; no como mmeettaa hhiissttóórriiccaa o pprrooyyeeccttoosino como parte integrante del pprroocceessoo detransformaciones que sufre la estructura.

Empero estas modernas propuestassocialistas, que surgen generalmente en el con-tradictorio y complicado tercer mundo, debennecesariamente incluir como formulacionespropias los principales problemas planteados yresueltos teóricamente por el marxismo origi-nal, especialmente aquellos relacionados con latransformación de las estructuras: alteraciónde las relaciones y regímenes de propiedad,relevo de la burguesía como coordinadora appoosstteerriioorrii de la división social del trabajo. Perolas nuevas formulaciones socialistas –desdeque surgen de un universo no central– incluyenparalelamente la reinterpretación del procesoclasista eenn ffuunncciióónn ddee llaa ddeeppeennddeenncciiaa gglloobbaall ddeellaass ssoocciieeddaaddeess rreessppeeccttiivvaass..

Estamos presenciando, evidentemente,un nuevo momento, postleninista, en la trayec-toria de las ideologizaciones que sufre el mar-xismo original. Pero con algunos agregadossumamente importantes. Los aspectos críticosdel socialismo establecido surgen y coincidenobjetivamente con la crisis del metafisismo ydel liberalismo del mundo central, con el consi-guiente desagregado de ambas concepciones yla posibilidad potencial de un nuevo reagrupa-miento teórico (por acción u omisión).Asimismo existe un aporte original de esassociedades dependientes –aporte original posi-tivo– determinado por el concreto proceso his-tórico de las mismas (bajo la forma de populis-mos y, aún de movimientos revolucionariosautóctonos). Así, este momento de ideologiza-ción alcanza una altura trascendente.

Las nuevas formulaciones socialistastienden a constituirse, de esa manera, en unaaprehensión dialéctica del marxismo original,

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DOCUMENTOS

en el sentido que incorpora el socialismo cien-tífico y lo desarrolla en un tiempo y en un espa-cio específicos, pero superando las iinnssttiittuucciioonnaa--lliizzaacciioonneess que este ha sufrido. Este complicadoproceso de re-creación teórica tiene –cómo eslógico– manifestaciones decisivas en el campode la teoría del partido revolucionario.

En diferentes trabajos Lenin subrayóque los problemas políticos son inseparables delos problemas de organización. Partiendo de allíLukács desarrolla esta interconexión (HHiissttoorriiaa yyccoonncciieenncciiaa ddee ccllaassee): “El problema de la organi-zación de un partido revolucionario puede des-arrollarse orgánicamente sólo a partir de unateoría de la revolución misma.

Cuando la revolución se convierte en unproblema del día, la cuestión de la organizaciónrevolucionaria irrumpe como una necesidadimperiosa en la conciencia de las masas y desus vanguardias teóricas”.

La teoría de la revolución que estamos re-creando –y en la cual estamos inmersos–,según hemos visto, al colocar el concepto dellíímmiittee (libertad socialista) ddeennttrroo del proceso decambio estructural, ddeetteerrmmiinnaa uunnaa oorrggaanniizzaa--cciióónn ddeell ppaarrttiiddoo iinntteerrnnaa aa llaa ccllaassee, y no mera-mente exterior, como sucede cuando el concep-to de límite se plantea como mmeettaa antes quecomo pprroocceessoo. Un partido así concebido des-arrolla automáticamente la autogestión políticade las masas creando, también automáticamen-te y ddeessddee eell ccoommiieennzzoo ddeell pprroocceessoo rreevvoolluucciioonnaa--rriioo, las condiciones para hacer de ese límitesocialista una viabilidad histórica. Esto de nin-guna manera implica afirmar que la clase se daa sí misma, espontáneamente y sin necesidadde mediaciones exteriores, su partido revolu-cionario. Implica, sí, sostener que un diseño talde un partido revolucionario resulta absoluta-mente coherente con las nuevas direcciones dela teoría revolucionaria, tendientes a evitar ins-titucionalizaciones burocráticas del socialismo.

Así, la inserción del grupo “hacia abajo”se debería realizar según una doble exigencia:ooppeerraarr ppoollííttiiccaa yy mmiilliittaarrmmeennttee ddeennttrroo ddee llaaccllaassee rreevvoolluucciioonnaarriiaa hhiissttóórriiccaammeennttee ccoonnssttiittuuiiddaayy,, aall mmiissmmoo ttiieemmppoo,, sseerr llaa vvaanngguuaarrddiiaa tteeóórriiccaaddee llaa mmiissmmaa,, yyaa qquuee eellllaa nnoo aacccceeddee ““nnaattuurraall--mmeennttee”” aall ssoocciiaalliissmmoo..

Esta ubicación histórica en la prácticapolítica concreta de nuestro país hoy, nos llevaa rechazar sistemáticamente, por ficticias, lasdos alternativas “clásicas”: trabajar dentro ofuera del peronismo. Ambas alternativas resul-tan en última instancia ficticias porque se pre-

sentan como excluyentes una de la otra y por-que renuncian, ambas, de hecho, a una políticarevolucionaria de Poder.

IIddeeoollooggííaa yy pprrooyyeeccttoo

La historia empírica, cotidiana, es absolu-tamente contingente; ello no significa quecarezca absolutamente de sentido. Los hechoscontingentes, disponibles para efectivizar unatransformación humana de la historia, son losnexos a través de los cuales un proyecto alter-nativo engarza con el proceso empírico. La rela-ción proyecto-contingencia es lo que otorga“sentido”a la historia. Esa misma relación haceque la política y la guerra2 no quede reducida a“un capitulo de la historia universal que estu-viese ya escrita”. El proyecto es un acto quepertenece a la esencia de la política, a la histo-ria que estamos construyendo.

La resolución del problema de la organi-zación del partido revolucionario no solucionaautomáticamente la cuestión del acceso alPoder Político. El acceso al Poder exige la pues-ta en funcionamiento de un mecanismo políticomilitar más complejo que el propio partidorevolucionario. Implica la creación de un siste-ma de alianzas y contra alianzas –generalmen-te bajo la forma de Frente NacionalRevolucionario– cuya hegemonía y control debereservarse el partido revolucionario, a través deun pprrooyyeeccttoo aalltteerrnnaattiivvoo que viabilice esa expe-riencia. El proyecto mantiene también una rela-ción profunda con la teoría.

Representa la proyección de ésta a travésdel concreto proceso político-social, económico,cultural e internacional. Así la intermediaciónentre la teoría revolucionaria y el proyecto esasumida por las diferentes políticas en cadauno de esos ámbitos.

Si la unidad del proyecto resulta vitalpara que el partido revolucionario pueda ejer-cer su hegemonía política dentro del espectrofrentista, (hegemonía que incluye la rupturainstitucional del ejército establecido y la incor-poración de uno de sus sectores al proyecto),esa unidad depende en lo fundamental de lapropia unidad teórica que preexista. El diseñodel modelo y/o del proyecto depende de la uni-dad teórica e ideológica; asimismo la racionali-dad del proyecto puede lograr, por sí mismo, unmínimo de integración ideológica dentro delpropio movimiento popular y de su entornopolítico. Ese mínimo nivel de coherencia hoy noexiste, debido a la no existencia de consensointerno respecto de los lineamientos globales

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del país a construir. De esta manera los avan-ces son sólo aparentes.

De esta manera un modelo global alter-nativo se convierte en aglutinante ideológicopara las luchas políticas sólo en la medida enque responde a una propuesta organizativaconcreta, ya que el modelo del diseño incluyenecesariamente una propuesta ideológica y unavía de acción y de militancia. Sobre este puntoya existe un cierto consenso: “... uno de lostemas fundamentales a desarrollar, una vezplanteada la hipótesis estratégica revoluciona-ria, es el del proyecto global alternativo, unmodelo de acumulación opuesto al que propo-nen las fuerzas más conservadoras del peronis-mo... Un programa de este tipo es el único quepuede permitirnos superar la constante contra-dicción no resuelta que opone el reformismo alultraizquierdismo (sic): entre un programa deultraizquierda incapaz de movilizar a las masaspara una lucha social porque está privado devinculaciones con los objetivos concretos... y unprograma reformista, concreto e inmediato,pero que resulta siempre absorbido... por laestrategia de la clase dominante.” (PPaassaaddoo yyPPrreesseennttee, 193).

Vimos que el proyecto es una resultantede la confluencia ideología-organización, esdecir pprreessuuppoonnee la edificación de un partidorevolucionario. Éste, por medio del proyectoalternativo debe definir el destino histórico deun gran movimiento de masas. Debido a estosmecanismos de comunicación proyecto-masas,ese debe expresar la reflexión que el movi-miento popular hace de si mismo, de su entor-no nacional y de las circunstancias externasque indicen sobre el país. Todo ello en formaarmónica y coherente, subrayando a cada pasolas limitaciones que existen en la realidad yseñalando, sistemáticamente, los mecanismosrealmente disponibles para superar talesmediaciones. Sin esas reflexiones ningún pro-yecto puede ser válido, y los materiales que asíse produzcan deben tomarse solo como expre-sión grupal de deseos.

De ninguna manera ese proyecto puededefinirse acabadamente, como algo cerrado ydefinitivo. Desde que su reflexión debe produ-cirse en el marco de una acción militante y deuna inserción real en el seno del pueblo, sudiseño establecerá permanentemente mecanis-mos de apertura y de incorporaciones sucesi-vas. Por ello no debe localizarse en los detallesconcretos de una futura administración revolu-cionaria, sino en los marcos políticos globalesque convierten a esa tarea en un proceso cohe-

rente, con el objetivo de extraer un mínimodenominador político-cultural para el progresi-vo desenvolvimiento del proyecto, que solopuede verificarse a través de una praxis revolu-cionaria. En este sentido no debemos perdernunca de vista el problema fundamental queencarna el diseño del proyecto alternativo: ellograr unidad de concepción dentro de unmovimiento amplio y contradictorio.

Proponer la existencia de un proyectoalternativo conlleva aceptar la propuesta deconstituir un partido revolucionario obviamen-te provisto de “vinculaciones con los objetivosconcretos”. Aquí se equivocan los redactores dePPaassaaddoo yy PPrreesseennttee quienes proponen el proyec-to sin el partido.

Ningún proyecto en si mismo puede serhegemónico, dentro de un amplio espectro socialmovimientista, aun cuando obtenga consensomas o menos amplio; qquuiieenn ssii ppuueeddee hheeggeemmoonnii--zzaarr eessee pprroocceessoo ppoollííttiiccoo eess eell ppaarrttiiddoo rreevvoolluucciioo--nnaarriioo pprroovviissttoo ddeell pprrooyyeeccttoo.. Coincidimos en queel socialismo “... únicamente puede abrirse pasoviolando la naturaleza de las cosas, como el pro-yecto conciente de una fuerza política con capa-cidad hegemónica” (PP..PP..,, 194). Pues bien, esaffuueerrzzaa ppoollííttiiccaa provista de proyecto, y no el pro-yecto en si podría sintetizar “... el contenido delas luchas parciales a nivel económico-social yelaborar una serie de propuestas especificaspara los distintos frentes en los que se despliegala lucha de los trabajadores y las masas argenti-nas.” (PP..PP., 194).

No en forma casual hemos dividido endos direcciones “funcionales” el desarrollo ppoollíí--ttiiccoo del proceso de re-creación teórico-ideoló-gica. Pensamos que si ese procesamiento tomasolo una de las dos direcciones antes señaladasel mismo degenera, o bien en su mero bbaassiissmmoosin posibilidad alguna de disputar el Poder, obien en un eelliittiissmmoo ggoollppiissttaa,, sin posibilidadalguna de otorgarle al Poder contenido popular-revolucionario.

Ambas alternativas aisladas deben sersistemáticamente rechazadas. Pensando en unoptimo resultado el destino final del “basismo”es la constitución del Poder paralelo.

Pero el punto central de toda problemáti-ca político-revolucionaria es la toma del Poderpolítico. Y el hecho de que algun grupo quehaya alcanzado cierta hegemonía, en algúnmomento haya fracasado en esta tarea, no debeinducirnos a efectuar repliegues “movimientis-tas”, “basistas” o “largoplasistas”. Todas estasposiciones no son mas que retrocesos. La crea-ción de un Poder paralelo no soluciona automá-

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DOCUMENTOS

ticamente la conquista del Poder político. Leninplanteaba la participación de los bolcheviques(partido revolucionario) en el Poder paralelo(Soviets) para poder desde allí saltar al controldel Poder político: “habiendo obtenido los bol-cheviques la mayoría en los soviets de diputa-dos obreros y soldados de ambas capitales,pueden y deben tomar el poder estatal en susmanos” ((CCaarrttaa aall CCoommiittéé CCeennttrraall yy aa llooss CCoommiittééddee PPeettrrooggrraaddoo yy ddee MMoossccúú ddeell PPOOSSDDRR,, sseeppttiieemm--bbrree ddee 11991177)).. Es el presupuesto insoslayablepara el asalto al Poder, pero no es en si mismosu conquista automática. El nexo entre el des-arrollo del Poder paralelo y la conquista delPoder político es el partido revolucionario.

EEll ddeessaarrrroolllloo eessppoonnttáánneeoo ddee llaass mmaassaass ––--pprreessuuppuueessttoo iiddeeoollóóggiiccoo pprriinncciippaall ddeell ““bbaassiiss--mmoo””––ssoolloo ccoonndduuccee,, eenn uullttiimmaa iinnssttaanncciiaa,, aa uunnssiinnddiiccaalliissmmoo qquuee sseerráá iinneexxoorraabblleemmeennttee ddee ppaarr--ttiicciippaacciióónn.. Así lo demuestra la historia de nues-tro país, todas las historias del movimientoobrero internacional.

El partido revolucionario insertado en lasmasas convierte esa historia sindical en historiapolítica, y contribuye decisivamente a la estruc-turación política del Poder paralelo. Pero asi-mismo es la única herramienta disponible parala conquista del Poder político. La toma delPoder es el ppuunnttoo ddee fflleexxiióónn,, el momento enque se fuerza la historia violando la “naturale-za de las cosas”, la coyuntura en que se revier-te globalmente una situación política. PPuueessbbiieenn,, eessee ppuunnttoo,, eessee mmoommeennttoo,, eessaa ccooyyuunnttuurraaeexxiiggeenn aallggoo mm{{aass qquuee llaa eessttrruuccttuurraacciióónn ddee uunnPPooddeerr ppaarraalleelloo:: eexxiiggee llaa rruuppttuurraa ddee uunn ccoonnjjuunnttooddee mmeeccaanniissmmooss ppoollííttiiccooss qquuee eenn ssuu mmaayyoorrííaappeerrtteenneecceenn aall PPooddeerr eessttaabblleecciiddoo;; exige, en defi-nitiva, un profundo trabajo político sobre esePoder, para que su disolución alumbre el partodel nuevo Poder revolucionario. “Los movi-mientos de masa, apoyados en una estructuraorganizativa de base de carácter político, rei-vindicativo y militar, pueden arrancar conquis-tas parciales y hasta posiciones de poder, peromientras no se revierta la situación generaltales conquistas serán efímeras en el tiempo yrepresentan momento e instrumentos de pre-paración de una crisis revolucionario y de unaconstrucción de una alternativa al sistema.”(PP..PP..,, 196).

IIddeeoollooggííaa yy ppooddeerr

La existencia de un pprrooyyeeccttoo alternativoexplicitado condiciona la adopción de ppoollííttiiccaass..

El proceso de su elaboración es teórico-practicoe implica la existencia de dos momentos dife-rentes: las políticas dirigidas a maternizar latoma del Poder, y las políticas que deberá ges-tionar el futuro Poder revolucionario. Ambosmomentos son interdependientes en gradosumo, yyaa qquuee llaass ppoollííttiiccaass yy mmooddaalliiddaadd ttrriiuunn--ffaannttee eenn eell ccaammiinnoo hhaacciiaa eell PPooddeerr ddeetteerrmmiinnaarráánnllaass ppoossiibbiilliiddaaddeess rreeaalleess qquuee ééssttee ppuueeddee aassuummiirr..

La formulación de ppoollííttiiccaass –en cualquie-ra de sus “momentos”– es un acto que nopuede diferenciarse de la propia existencia delproyecto alternativo, de la misma manera queesto no puede diferenciarse en forma sustancialde la preeminencia ideológico-organizativa.

El primer objetivo político que debe plan-tearse cualquier organización revolucionariaque pretenda ser hegemónica es llaa ttoommaa ddeellPPooddeerr.. Ni el partido revolucionario, eenn ssuuss vveerr--ddaaddeerraass ddiimmeennssiioonneess oorrggaanniizzaattiivvaa,, ni el FrenteNacional Revolucionario que posibilitara elentorno político de gestión efectiva a las fuer-zas revolucionarias más dinámicas, tienen solu-ción política, hoy en la Argentina si previamen-te no se resuelve, eenn llaa pprraaccttiiccaa llaa pprroobblleemmááttii--ccaa ddee llaa toma del Poder.

Este especifico proceso político, que a pri-mera vista podría parecer contradictorio con laexperiencia acumulada por la revolución mun-dial, alcanza plena justificación cuando lo rela-cionamos con la hhiissttoorriiaa y la eessttrruuccttuurraa políticadel país.

El partido revolucionario es una concep-ción político-organizativa destinada, en primerlugar, aa llaa ccoonnqquuiissttaa ddeell PPooddeerr ppoollííttiiccoo,, porparte del proletariado histórico3, de una socie-dad nacional especifica. En segundo lugar es elorganismo a través del cual esa formaciónsocial ejercerá, en lo fundamental, las funcio-nales inherentes a ese Poder político. De allí,entonces, ttooddaa ccoonncceeppcciióónn ddeell ppaarrttiiddoo rreevvoolluu--cciioonnaarriioo ssee eennccuueennttrraa iinnttiimmaa ee iinnddiissoolluubblleemmeenn--ttee lliiggaaddaa aa llaa ccoonnqquuiissttaa yy aall eejjeerrcciicciioo ddeell PPooddeerrppoollííttiiccoo ttoottaall.. Partido y Poder son dos aspectosde una misma y única realidad. El partido revo-lucionario constituye el camino del y hacia elPoder para el proletariado histórico.

La intención del partido revolucionario nopuede ser sino la búsqueda, según una meto-dología de fines, flexible en cuanto a losmedios, del Poder político.

Así planteado el problema de la relaciónpartido-poder –una relación de causa efecto, demedio fin–, no nos debe extrañar la existenciade una serie de fuerzas operativas, y sus líneas

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políticas correspondientes, que soslayan implí-cita y/o explícitamente la problemática del par-tido revolucionario. Esas fuerzas y esas políti-cas pueden ser perfectamente localizadas yencuadradas en concepciones no de Poder sinode anti-poder o mera resistencia. Son las con-cepciones que en nuestro país se manifiestancomo “basismo”, “defensismo”, “marginali-dad”, 4 etc. Desde el momento que la ecuaciónpartido-Poder constituye un mismo y único pro-ceso histórico, es decir desde el momento enque el partido revolucionario es el encuadre delproletariado histórico para su acceso como for-mación social objetiva al Poder político total,todas esas concepciones anti-partido resultan,en lo fundamental, concepciones anti-poder.Por lo tanto, la función histórica que se autoadjudican no trasciende de la mera resistencia,de la coexistencia, de la pura marginalidad.

Ponernos, entonces a discutir el tema delpartido revolucionario, implica simultáneamen-te discutir la problemática del Poder. Su con-quista es nuestro primer gran objetivo. Y eseaassaallttoo se debe realizar lo más rápido posibledentro de nuestro ttiieemmppoo histórico, porque laúnica forma de realizar objetivamente el proce-so revolucionario eess ddeessddee eell PPooddeerr ppoollííttiiccoo..Todo lo demás son aproximaciones al problemarevolucionario, pero no aportan efectivamenteen su verdadera solución.

SSii ccoommoo vvaanngguuaarrddiiaa tteeóórriiccaa ddeell pprroolleettaa--rriiaaddoo hhiissttóórriiccoo aassppiirraammooss aa ccoonnqquuiissttaarr eell PPooddeerrppoollííttiiccoo,, nnuueessttrroo úúnniiccoo ccaammiinnoo eess llaa eeddiiffiiccaacciióónnddeell ppaarrttiiddoo rreevvoolluucciioonnaarriioo..

Una vez establecida la cuestión central yprioritaria (tanto desde le punto de vista teóri-co como practico); esto es, llaa iinnddiivviissiibbiilliiddaadd ddeellbbiinnoommiioo ppaarrttiiddoo--PPooddeerr,, surge de inmediato elproblema de la relación partido-clase. y comológico correlato de éste, también emerge lacuestión de la eessttrruuccttuurraa iinntteerrnnaa del partidorevolucionario. Ambos asuntos se hallan ínti-mamente relacionados y, en su conjunto, deter-minan una respuesta a la siguiente pregunta:¿Qué es y para que es el partido revoluciona-rio? Obviamente la respuesta no es ni única nihistórica, sino que se modifica en función de laincidencia relativa de las dos cuestiones plante-adas: la relación partido-clase obrera por unlado y la estructura interna, por otro.

Asimismo un partido revolucionario –quese asuma como tal– es una suma ordenada dedos factores: organización política y estructuramilitar. Según sea definida la relación partido-clase, por otro, y finalmente, de acuerdo a laestructura decisional interna que asuma, qquuee--

ddaarraann eessttaabblleecciiddaass ddiiffeerreenntteess ccoonncceeppcciioonneess ootteeoorrííaass rreellaattiivvaass aall ppaarrttiiddoo rreevvoolluucciioonnaarriioo..

Tenemos ya, entonces, dos puntos solida-mente establecidos: 1.. la experiencia revolucio-naria mundial de este siglo ha dejado palmaria-mente demostrado que el partido revoluciona-rio es el único camino del proletariado hacia elPoder político; 22.. no existe uunnaa teoría del parti-do revolucionario, sino varias, emergentes dedistintas situaciones históricas, pero todas,incuestionablemente, dependen de la ubicaciónrelativa de estos elementos: a) relación estruc-tura política-poder militar; b) relación partido-clase; c) estructura decisional interna del parti-do revolucionario.

El conjunto de estas variables, entonces,determina la evolución de la teoría del partidorevolucionario; evolución que depende, a suvez, de un tiempo y de un espacio.

LLaa oorrggaanniizzaacciióónn lleenniinniissttaa

Resulta evidente que ni aun en el conjun-to de la obra escrita de Lenin existe un únicocriterio sobre el tema del partido revoluciona-rio. La teoría respectiva fue sufriendo modifica-ciones en funciona del os acontecimiento políti-cos que vivía el conductor revolucionario. Perode allí no podemos, suponer la inexistencia detal teoría sino, mas bien, la puesta en evidenciade que el aspecto fundamental de la problemá-tica no radica en la unidad de la teoría en simisma sino en una especifica técnica de Poder.DDiicchhaa ttééccnniiccaa eess uunnaa ffuunncciióónn ddee llaa rreellaacciióónn ppaarr--ttiiddoo--PPooddeerr,, ya que tanto la teoría como la prac-tica del partido revolucionario solo tienen sen-tido cuando se las relaciona con una especificaestructura de Poder.

Sin embargo, y a pesar de la relatividadque exhibe Lenin en torno a la teoría del parti-do revolucionario, existen en su obra y en supractica política inequívocos puntos de referen-cia permanentes. Ellos son básicamente, lossiguientes: 11.. la presencia del partido revolu-cionario es una necesidad inexorable para eltriunfo de la revolución, el partido revoluciona-rio es necesario para la toma del Poder; 22.. lopolítico tiene primacía absoluta sobre lo mili-tar;5 33.. el partido es predominantemente eexxtteerr--nnoo a la clase; 44.. la estructura decisional es cceenn--ttrraalliizzaaddaa. Estos son los rasgos sobresalientes dela teoría del partido revolucionario en Lenin.Que se modifican parcialmente según las cir-cunstancias, pero que permanecen de una uotra forma en todas ellas.

Llegando a este punto destaquemos que

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DOCUMENTOS

la teoría leninista del partido se desenvuelvedentro de un proceso revolucionario eminente-mente urbano. Es una teoría revolucionariapara el proletariado de dos ciudades. Allí está lahegemonía de la totalidad del proceso, a pesarde haber sido Rusia un país básicamente agra-rio. Todas las concepciones post-leninistas delpartido revolucionario, toda la secuencia desucesivas ideologizaciones que va experimen-tando la teoría original, tienen relación tácticay estratégica con el campesinado, con el mediorural. Aun hoy la única teoría uurrbbaannaa triunfan-te del partido revolucionario es la elaborada porLenin. Esto tiene una especial importancia,para nosotros, en la medida en que pertenece-mos al mundo urbano-industrial.

Otro aspecto relevante en Lenin es la pri-macía de lo político sobre lo militar, de la polí-tica sobre la guerra. Ello tiene mucho que vercon su concepción insurreccionalista. Tambiéntodos factores muy relacionados con grandesconcentraciones urbano-industriales. Aquícomienzan a surgir algunas desemejanzas connuestras necesidades, ya que Lenin resuelve elproblema del ejercito revolucionario como meraprolongación de la estructura política del parti-do y en función de la crisis institucional delejercito establecido. Hasta 1917, al menos, nohay un tratamiento especifico para él ejercitorevolucionario. Este se formaría, en su momen-to a través de dos fuentes: los militares arma-dos del partido y desprendimientos rebeldesdel ejercito zaristas. La existencia de una gue-rra mundial y el desencadenamiento progresivode una crisis institucional militar dentro de lasfronteras rusas, solucionan casi automática-mente el problema del partido revolucionario.DDee LLaa GGuueerrrraa, de Clausewitz, es el líder decabecera de Trostsky, fundador del EjercitoRojo, que emerge como un ave fénix de las rui-nas del ejercito zarista. Hoy nosotros no tene-mos guerra internacional y la crisis institucio-nal del ejercito establecido es apenas incipien-te. De allí que la teoría del partido revoluciona-rio deba corresponder muy íntimamente a unateoría del ejercito revolucionario, como dospares inseparables de una misma dinámica.

El tercer aspecto significativo en la teoríaleninista del partido tiene que ver con la rela-ción que este mantiene con la clase. Tal rela-ción es predominantemente externa.

Las tesis de QQuuéé HHaacceerr,, en ese sentido,perdura en toda la obra posterior de Lenin.Aquí también nuestra teoría del partido revolu-cionario diverge parcialmente de la originalexpuesta por Lenin, que perduro desde el QQuuéé

HHaacceerr hasta los primeros síntomas de burocra-tización del Estado Soviético.

Dado el alto grado de desarrollo político ycultural alcanzado por le proletariado históricode la Argentina, la construcción del partido debeser preponderantemente iinntteerrnnaa a la clase.

Finalmente, para Lenin, la estructuradecisional del partido es cceennttrraalliizzaaddaa yy vveerrttiiccaall..Estos rasgos distintos resultan consecuencia delo anterior: el partido como organización exter-na de la clase. Las criticas de Rosa Luxemburgoa esta posición son conocidas, pero en el legua-je de la política argentina, Rosa es movimien-tista. Algunos grupos pretenden oponer la con-cepción de Rosa a la de Lenin relativa a los pro-blemas de organización, esto es, pretendenfundamentar ideológicamente al movimientis-mo, al defensismo o al basismo. Nosotros debe-mos asumir ambas concepciones y asimilarlas ala experiencia de nuestro proletariado histórico.Ella nos indica, en lo fundamental, dos cosas:que ttaannttoo eell mmoovviimmiieennttiissmmoo ccoommoo llaass oottrraassccoonncceeppcciioonneess aannáállooggaass qquuee nnoo llooggrraann ttrraasscceenn--ddeerr llaa mmeerraa rreessiisstteenncciiaa;; por lo tanto, toda polí-tica de Poder exige, de suyo la existencia per-manente de una estructura político-militar,porque una política para la toma del Poder es locentral en cualquier desarrollo revolucionario.Pero esa experiencia también nos señala que alorganización debe estar ligada íntimamente ala clase, debe desarrollarse en su interior y nosolo exteriormente a la misma. La organizacióndebe estar integrada por lo mas avanzado delproletariado histórico y no solo por el grupo ini-cial de revolucionarios profesionales. El centra-lismo y la verticalidad solo deben estar presen-tes –en el partido propiamente dicho–, esto es,en eell nnúúcclleeoo qquuee ddiirriiggee llaa gguueerrrraa yy ddeecciiddee llaappoollííttiiccaa gglloobbaall.. Pero el conjunto, la totalidad delmovimiento de masas debe crecer y enraizarseprogresivamente en el pueblo a través de uninédito sistema descentralizado.

De un rápido análisis (será luego progre-sivamente pormenorizado) de la a concepciónleninista del partido y del ejercito revoluciona-rio surgen entonces algunos elementos perfec-tamente asimilables a la especifica realidadargentina.

11.. SSiinn ppaarrttiiddoo rreevvoolluucciioonnaarriioo nnoo hhaayy ccoonn--qquuiissttaa ddeell PPooddeerr ppoolliittooss.. Todo planteo que sequeda en la búsqueda de una mayor ligazón conlas masas, sin antes saber para que quiere esaligazón y que instrumentos necesita para hacerla revolución, es insuficiente para una lucha porel Poder. Porque es a partir de esta y no al revez

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donde hay que buscar esa ligazón con las masas;22.. SSiinn gguueerrrraa iinntteerrnnaacciioonnaall ssiimmuullttáánneeaa,, lloo

ppoollííttiiccoo yy lloo mmiilliittaarr aaddqquuiieerreenn eell mmiissmmoo nniivveell ddeepprriioorriiddaadd.. En términos organizativos estoimplica que al a organización de un partidorevolucionario le debe corresponder la organi-zación de un ejercito revolucionario. Pero comoambos frentes se desarrollan dentro de la con-tinuidad de un medio urbano-industrial, las dosestructuras tenderán a confundirse en un pecu-liar ppaarrttiiddoo aarrmmaaddoo;;

33.. eell eelleevvaaddoo ddeessaarrrroolllloo ppoollííttiiccoo ddeell pprroollee--ttaarriiaaddoo hhiissttóórriiccoo aarrggeennttiinnoo ddeetteerrmmiinnaa qquuee llaaoorrggaanniizzaacciióónn ppoollííttiiccoo--mmiilliittaarr ddeebbee ccoonnssttrruuiirrsseeddeessddee llooss pprrooppiiooss nniivveelleess ddee eexxppeerriieenncciiaa aallccaann--zzaaddooss ppoorr llaa ccllaassee yy nnoo eess ffuunncciióónn ddee uunnIIddeeoollooggiissmmoo eexxtteerriioorr ddee eessaa eexxppeerriieenncciiaa.. Estaconcepción pasa por revalorización critica peropositiva del movimiento peronista, como fenó-meno histórico totalizador de una época. Laorganización revolucionaria debe surgir comoprolongación y superación, simultáneamente,de anteriores niveles de experiencias histórica-mente consolidadazas en la formación econó-mica social revolucionaria y no como mera adi-ción externa a esta:

44.. EEll eennrriizzaammiieennttoo ddeell ppaarrttiiddoo rreessppeeccttoo aallaa ccllaassee ddiinnaammiizzaa llaass eessttrruuccttuurraass ddeecciissiioonnaalleessddee aaqquueell.. Quedaría así conformado un núcleohegemónico fuertemente disciplinado y centra-lizado que organiza, en funciona de una perma-nente ofensiva político-militar, el desarrollo delos distintos frentes de acción y de innumera-bles surgimientos espontáneos de actividadpolítico-militar en el seno del pueblo.Centralización y descentralización coexisten enun nuevo modelo organizativo, adaptado a unaespecifica inserción con una clase potencial-mente revolucionaria, políticamente desarrolla-da. Adaptado también al modelo final del nuevosocialismo que queremos construir.

Todas las experiencias revolucionarias(socialistas) triunfantes a partir de 1917 soneminentemente agrarias. La revolución china,la vietnamita, la cubana, son tres “modelos”triunfantes. Tanto la revolución rusa como lachina tuvieron como marco exterior sendasguerras mundiales que quebró la resistencia delos respectivos ejércitos establecidos. pero enel lapso que separa una de otra, durante ladécada de veinte especialmente, se sucedenuna serie de insurrecciones urbanas, en Europay China que deberán ser estudiadas muy aten-tamente, tanto en sus respectivos marcosexternos como en sus propios mecanismos

interiores. Pero debemos tener permanente-mente en cuenta las diferencias que esas reali-dades manifiestan respecto de la nuestra.

Por el contrario, pues, desarrollaremossintéticamente esas diferencias, tomando comoeje del análisis nuestra especialidad nacionalrevolucionaria.

GGuueerrrraa UUrrbbaannaa yy OOffeennssiivvaa EEssttrraattééggiiccaa

Cuba, por acción, Chile, por omisión,recuerdan a los argentinos permanentemente,que el triunfo de una revolución socialista es elresultado de una lucha militar contra el poderarmado del Estado burgués, cualquiera sea laforma institucional que este adopte. Luchamilitar que no excluye la lucha política sino quela integra en una misma dinámica.

Ya hemos dicho que el problema delPoder es el problema capital de toda estrategiarevolucionaria, y que cualquier desarrollo queno se plantee la toma del Poder para la claseobrera y el pueblo es tan incompleto como falsopuesto que deja de lado el objetivo fundamen-tal de toda política revolucionaria. A través deuna ofensiva política de Poder, en función de laperspectiva que esta plantea, desaparecen porsu propia insuficiencia todas las concepcionesreformistas, populistas, basistas, defensista yotras seudo revolucionarias.

El estado de la lucha de clases en el paíspermite afirmar que toda política destinada a latoma del Poder pasa por la guerra, definida estacomo la expresión más alta de esa lucha de cla-ses. Esto significa que toda política coyunturalesta subordinada al desarrollo de la guerra.Esta relación entre estrategia y táctica, entre logeneral y lo particular, entre la guerra y lacoyuntura política, posibilitara a la organiza-ción revolucionaria que emerja hegemónica nocaer ni en la generalización de las circunstan-cias presentes con olvido de los objetivos fina-les, puesto que ello conduce al oportunismo, nien el desprecio de las circunstancias presentesen función del objetivo final, puesto que elloconduce al Ideologismo sectario.

AA llaa gguueerrrraa llaa ccoonncceebbiimmooss lliibbrraaddaa ppoorr eellccoonnjjuunnttoo ddeell ppuueebblloo ddiirriiggiiddoo ppoorr uunnaa vvaanngguuaarr--ddiiaa aarrmmaaddaa ––eenn nnuueessttrroo ccaassoo eell PPaarrttiiddoo aarrmmaa--ddoo–– qquuee nnoo eexxcclluuyyee ssiittuuaacciioonneess iinnssuurrrreecccciioonnaa--lleess yy eenn uunn mmeeddiioo ffuunnddaammeennttaallmmeennttee uurrbbaannoo--iinndduussttrriiaall..

aa.. LLaa gguueerrrraa ddeebbee sseerr lliibbrraaddaa ppoorr eell ccoonn--jjuunnttoo ddeell ppuueebblloo:: si las masas asumen a travésde su practica la necesidad de la guerra, produ-

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DOCUMENTOS

cirán avances sustanciales en la vanguardiaarmada y esta, a su vez, a través de un accionarpermanentemente ofensivo y de Poder, produ-cirá hechos que generan avances cualitativosen la conciencia de las masas. Esta relación esdialéctica y ambos momentos no pueden serseparados sin caer en el reformismo o foquis-mo. Asimismo, esta participación del conjuntodel pueblo, en la guerra permite acumular fuer-zas, y llegar a cambios cualitativos en la rela-ción con el enemigo.

bb.. LLaa gguueerrrraa ddeebbee sseerr pprroolloonnggaaddaa ee iinnssuu--rrrreecccciioonnaall aa llaa vveezz:: prolongada en tanto que esnecesario partir de la debilidad del campo revo-lucionario frente a la fortaleza del campo ene-migo. Será a partir de una necesaria acumula-ción de fuerzas en el primero de los campos quese podrá llegar a producir crisis insurrecciona-les en las cuales se logra la participación revo-lucionaria de todo el pueblo y, por ello mismo,del desencadenamiento de situaciones político-militares de Poder inmediatamente favorablespara el campo revolucionario.

cc.. LLaa gguueerrrraa ssee ddeessaarrrroollllaa eenn uunnaa ccoonnttii--nnuuiiddaadd ppoobbllaacciioonnaall uurrbbaannoo--iinndduussttrriiaall:: la espe-cificidad de la revolución en la Argentina es sucontinuidad urbano-industrial, a diferencia delruralismo, que es la especificidad genérica degran parte de América Latina. Hasta loscomienzos.

Hasta los comienzos del a guerra revolu-cionaria en Uruguay y en Argentina, toda laexperiencia latinoamericana era predominante-mente rural. En función de ella se elaboraronconceptos que posteriormente provocaron nopocos equívocos y frustraciones, como porejemplo, el concepto de “foco”. Dicha concep-ción solo tiene significado en el campo latinoa-mericano, pero no es viable en las ciudadesdonde la guerra es eminentemente político-militar. Por definición el foco es independientey “ajeno” a la población; esto puede ser viableen lo que hace a una población campesina y debaja y discontinua densidad. Pero en la luchaurbana toda “independencia” es marginalidad.La vanguardia o el partido armado debe estarinmerso en la población, “como el pez en elagua”, pero conservar al mismo tiempo la sufi-ciente independencia operativa como para asu-mir plena y constantemente la ofensiva tácticay estratégica. La “súper clandestinidad” delfoco es un resabio del agrarismo. Ello mismotrasladado a un medio urbano-industrial setransforma en marginalidad absoluta, esto es,impotencia política. La marginalidad política

respecto de la población civil urbana es lamuerte de la vanguardia teórica o partidoarmado. LLaa sseegguurriiddaadd ssee eennccaarrnnaa aa ttrraavvééss ddee uunnnnuueevvoo mmooddeelloo oorrggaanniizzaattiivvoo yy nnoo aa ttrraavvééss ddee llaammaarrggiinnaalliiddaadd.. La vanguardia o el partido arma-do no pueden crecer al margen de la poblacióncivil, pues su crecimiento es al mismo tiempopolítico y militar. Pero ese entrelazamiento conla población no debe hacer que pierda su con-dición de “vanguardia del pueblo entero”, conla independencia ofensivo-estratégica que elloimplica, privándose de toda perspectiva globalpasando a ejercer funciones de autodefensa. Laautodefensa reduce el papel del partido armadoa una función meramente táctica y lo priva detodo alcance estratégico.

La guerra, según la hemos definido, tienemóviles y afines políticos. El partido armadodebe apoyarse en las masas o desaparece. Elaccionar militar debe responder a un trabajopolítico, de masas y de superestructura, y vice-versa. SSee ttrraattaa ddee eessttrruuccttuurraarr,, eennttoonncceess,, uunn eejjeerr--cciittoo ppoollííttiiccoo oo,, ssii ssee pprreeffiieerree,, uunn ppaarrttiiddoo aarrmmaaddoo..Partido y ejercito –o viceversa– resultan ser, deesta manera, uunnaa mmiissmmaa oorrggaanniizzaacciióónn eessttrruuccttuu--rraall,, donde los roles pueden ser individual ocolectivamente intercambiables (dentro de laestructura del partido). El conjunto de la estruc-tura es político-militar; solo las ffuunncciioonneess sonseparadamente político o militares.

Desde el punto de vista iinnddiivviidduuaall,, elloconducirá a la formación de un nnuueevvoo mmiilliittaann--ttee,, completo, capaz de integrar tareas funcio-nalmente disímiles (activista sindical, comba-tiente militar, propagandista político o “ideólo-go”). La lucha urbana ira construyendo así,dentro de este contexto político-militar un mili-tante nuevo.

El foquismo separa lo político de lo militar,el partido del ejercito, porque una parte se des-arrolla en el campo, en la sierra, y la otra se con-solida en la ciudad donde se encuentra el Poderpolítico establecido. Pero cuando la guerrilla estainserta en la ciudad, deviene en partido armado.Aquí la acción política resulta indistinguible deacción militar, estructuralmente inseparable. Elaspecto decisivo de todo el proceso político-mili-tar eess eell ccoommbbaattee. Pero el combate en las ciuda-des densamente pobladas para que se transfor-me en verdadera victoria implica necesariamen-te capacidad para producir movilizaciones políti-cas. Cuestión de las victorias esta íntimamenteligada a la hegemonía política.

Así, de esta manera, de nuestra concep-ción de la guerra debemos desprender unnuevo elemento:

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LUCHA ARMADA EN LA ARGENTINA HISTORIA I DEBATES I DOCUMENTOS142

a. LLaa vvaanngguuaarrddiiaa eess uunn ppaarrttiiddoo aarrmmaaddoo..Porque la guerra debe ser librada por el con-junto del pueblo, porque debe ser prolongada einsurreccional a la vez, y porque se desarrollaen una continuidad poblacional urbano-indus-trial de alta densidad demográfica.

EEll ppaarrttiiddoo aarrmmaaddoo yy eell eessppaacciioo nnaacciioonnaall

La “cuestión nacional” es uno de los prin-cipales aspectos del proceso revolucionariosocialista. Consideraremos el espacio nacionalo espacio interior, como mmoodduulloo pprriimmaarriioo ddee llaarreevvoolluucciióónn.. En otras palabras: ssiinn eessppaacciioonnaacciioonnaall nnoo hhaayy ppoollííttiiccaa rreevvoolluucciioonnaarriiaa ppoossiibbllee..

Los sucesivos planes imperialistas exis-tentes respecto a la Argentina (con el imperioespañol existieron tres sucesivamente) exhibie-ron notables particularidades en relación conotros espacios nacionales periféricos. Losargentinos nos encontramos afectados por unplan colonizador que encontró y encuentra susbases reales de sustentación ddeennttrroo de nuestropropio cuerpo nacional. Se trata de una contra-dicción inherente a la estructura de nuestroproceso histórico, a un conflicto iinntteerriioorr noresuelto que late como tal desde los mismosorigines de la nacionalidad argentina. Debemosconsiderar a esa nacionalidad, no como unmero subproducto de un proyecto más amplioaunque inacabado- la nacionalidad hispano olatinoamericana- sino como creación especificade Europa en el Río de la Plata. Ello no implicanegar posibilidades integracionistas; todo locontrario, implica si subrayar la existenciaobjetiva de peculiaridades que tendrán unainfluencia muy grande en el desarrollo del pro-ceso integracionalista.

Nuestra “dependencia nacional” respon-de, entonces, a la fractura de la conciencianacional; es un hecho derivado de la mismaantes que de la mera imposición de circunstan-cias externas. Las clases dirigentes de laArgentina se realizan como tales en la medidade su subordinación a la potencia imperial deturno (España, Inglaterra, Estados Unidos). Sontanto mas libres cuanto más vínculos los unena la metrópolis. Y en esa dependencia encuen-tran su verdadero ser. La dependencia y la frac-tura de nuestra propia conciencia política e his-tórica son dos hechos simultáneos e interde-pendientes que adquieren un contorno maspreciso que en el resto de la periferia.

Esa fractura consolida progresivamente ladependencia en el plano internacional y una

estructura de poder básicamente contrarrevo-lucionaria en el plano de la política interior. Elorigen de ese estado se remonta hasta el puntode institucionalización de la oposición falsaentre civilización o barbarie. Y esa instituciona-lización coincide con el surgimiento del Estadoliberal dependiente en la Argentina.

La fractura adquiere diversas configura-ciones a lo largo del desenvolvimiento históricodel país, hasta llegar a nuestros días, dondepresenta una especifica estructura social y unparticular entorno político, tanto interno comointernacional.

Las alternativas políticas revolucionariasque en la actualidad se abren ante el paísdependen todas en grado sumo de un hechosubjetivo esencial: recobrar la conciencia deesa división, recobrar la unidad de lo nacionalen el único plano posible en que esto puedelograrse: en el plano de lo revolucionario. Unarevolución popular de signo socialista presupo-ne en la Argentina el logro de n índice muy altode unidad nacional, dado que el desarrollo de laa lucha se da, simultáneamente, en dos frentes:el exterior (nación-imperio) y el interior (pue-blo-burguesía dependiente). La unidad nacionalsobre la base de la hegemonía de la clase obre-ra y otros sectores explotados del país es el pre-supuesto básico para lograr una transformaciónrevolucionaria en nuestro país. Y ese mismoproceso que es histórico y político a la vez, pre-supone el montaje simultaneo de dos fuerzaspolíticas, que expresen respectivamente a laclase obrera y al espectro político nacional aptopara constituirse en entorno de gestión de lasfuerzas revolucionarias más dinámicas.

La resolución final de la crisis argentina–su consolidación como nación autónoma, des-arrollada y socialista– depende de la concienciaque despliegue el partido revolucionario (y elejercito correspondiente) y de su capacidadpolítica para organizar un frente común entrefuerzas histórico-políticas que hasta ahora hanactuado en forma antagónica. Ello presuponeno la aceptación de las mismas en todo sino larealización de profundos cortes en cada una deellas. Lograr ese acuerdo básico entre el con-junto del movimiento popular –hegemonizadopor un ejercito y un partido revolucionario– losestratos medios y un sector mas o menosnumeroso de las fuerzas armadas establecidas(previa ruptura institucional de esas fuerzas),representara para nuestro país la iniciación yprogresiva consolidación de un ininterrumpidoproceso revolucionario.

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DOCUMENTOS

Esa recuperación de la unidad nacional yde la conciencia por la cual dicha unidad seconvierte en factor decisivo para el logro delsocialismo en la Argentina, implica reducir almínimo los términos de una guerra civil ffoorrttaa--lleecciieennddoo aall mmááxxiimmoo eell ffrreennttee ppoollííttiiccoo rreevvoolluucciioo--nnaarriioo.. De esta manera el enemigo queda redu-cido a su mínima expresión político militarextrayendo de esas fuerzas y de sus formas cul-turales todos los elementos potencialmente uti-lizables en el Frente Nacional Revolucionario.De esta manera, los ccoossttooss del enfrentamientoserán bajos para el conjunto del pueblo y elttiieemmppoo de ese enfrentamiento más reducido.Así, los términos de la inevitable guerra popu-lar se simplifican a favor de la revolución, pre-cisamente, en las dos dimensiones antes seña-ladas: ttiieemmppoo yy ccoossttooss ssoocciiaalleess..

El enfrentamiento político y militar con elenemigo es el desenlace inevitable de un largoproceso histórico de guerra civil potencial quenuestra Argentina vivió bajo el dogma de la“civilización”. De allí que la forma de superar lafractura de nuestra conciencia histórica y polí-tica consiste en la vertebración de un FrenteNacional Revolucionario, como nuevo sistemade Poder político alternativo. PPeerroo eessee FFrreenntteessoolloo ppuueeddee ccoonncceebbiirrssee ccoommoo eennttoorrnnoo ddee ggeessttiióónnddee llaa ffuueerrzzaa rreevvoolluucciioonnaarriiaa mmááss ddiinnáámmiiccaa:: eellPPaarrttiiddoo aarrmmaaddoo.. Asimismo, este Partido arma-do, con funciones político-militares, no puedeser una creación puramente exterior al peronis-mo: debe construirse en función de un desarro-llo ulterior a su crisis interna, que es ideológicay política a la vez.

Hasta fines de la década del cincuenta, lafuerza de choque “civilizadora” estuvo consti-tuida por la clase media civil y militar, queactuó como entorno a través del cual la relaciónburguesía-imperialismo impuso con toda facili-dad su proyecto dependiente. La vertebracióndel Frente Nacional Revolucionario implica,hoy, liquidar la base político social de sustenta-ción del proyecto dependiente; esto significauna tarea revolucionaria de primera magnitud.Desde el punto de vista de la recuperación denuestra conciencia histórica, la existencia deuna tal fuerza política significara la posibilidadde superar la fractura, aappllaassttaannddoo aa llaass ccllaasseess yysseeccttoorreess ssoocciiaalleess qquuee llee oottoorrggaarroonn yy llee oottoorrggaannvviiggeenncciiaa..

El Partido armado, es el único vinculoposible que existe entre las masas –potencial-mente revolucionarias– y el Poder político.Constituye asimismo la única forma de activar

las resistencias de las mismas, de convertir enacto político nacional su potencia revoluciona-ria. Porque la experiencia nos ha demostradofehacientemente que esa mera resistencia, sibien condición necesaria, no es suficiente parainstrumentar una política revolucionaria. Ypara que esa resistencia se transforme en polí-tica de Poder es necesaria la pre-existencia deun eennccuuaaddrree político e ideológico. Sin embargo,la prolongación casi indefinida de esa resisten-cia es la prueba irrefutable de que la mayoríade los argentinos no acepta el destino que lepropuso y le propone el proyecto dependiente;que aspira a edificar una nación soberana y unsocialismo dinámico. Por que de esas resisten-cias se desprende, también la conclusión deque las masas aspiran a ejercer el Poder políti-co sin intermediarios.

AAllgguunnaass ccoonncclluussiioonneess bbáássiiccaass

A pesar de ser este informe sólo un muyapretado resumen, apenas un planteamientoglobal del problema, creemos haber señalado laposibilidad de construir un sistema de pensa-miento político apto para acompañar crítica-mente al proceso revolucionario del cual somosparte. Como militantes, lo importante, cree-mos, es señalar la impostergable necesidad dedesarrollar hasta sus últimos aspectos ese sis-tema de pensamiento político, porque a travésde ese desarrollo comenzamos a evitar –enbeneficio absoluto del combate– la incoheren-cia crónica del pensamiento y la práctica revo-lucionaria en la Argentina. Por eso subrayamos,nuevamente, el concepto de ssiisstteemmaa. Cada ele-mento –teórico o práctico– de ese sistema tieneuna relación precisa y unívoca –aunque no line-al– con el conjunto. Las variaciones posiblesquedan así reducidas a un mínimo, en beneficiode la coherencia de la acción revolucionariaargentina. Este informe pretende expresarentonces, una crítica profunda (aún en estadolarval) tanto al oportunismo asistemático ymeramente reformista, como al Ideologismosectario, súper sistemático pero ahistórico,inflexible pero marginal.

El desarrollo futuro de este trabajodemostrará fehacientemente que el triunfopolítico y militar de la revolución socialista enla Argentina depende fundamentalmente delgrado de coherencia que adquiera la práctica encada coyuntura. Porque la construcción de unestado socialista, tal como lo hemos definido nosólo depende de específicas condiciones histó-

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ricas y estructurales, sino, fundamentalmente,de una precisa y exacta articulación de“momentos” precedentes. De la misma mane-ra, las definiciones políticas que anteceden oacompañan a la acción yyaa no podrán ser impre-cisas. Por ejemplo, la definición de “nacionalis-tas y revolucionarios”, resultará insuficiente,porque la vertebración de un autentico espacionacional autónomo, como fundamento concretodel nacionalismo, sólo puede ser posible enfunción del desarrollo de la revolución socialis-ta, pero ésta, a su vez, exige la insoslayablepresencia de un partido revolucionario –elPartido Armado–; de tal manera, el “nacionalis-

mo revolucionario” resulta lógicamente antagó-nico al populismo, al basismo y al defensismo,todos rasgos principales del movimientismo.

Así, la construcción de un sistema teóri-co-práctico podrá acompañar fielmente el cre-cimiento de una organización político-militarhegemónica y superadora de las actuales con-tradicciones.

Cuando la solución a este conjunto deproblemas, contribuyan a definir un proyecto ysistema político alternativo y cuando todo ellosea asumido por una práctica revolucionariaentonces sí, cada acción particular cobrará sen-tido histórico acumulativo.

NNoottaass

(1) Definiremos el concepto de “basismo” como inmersión,de un grupo revolucionario en las bbaasseess populares desorganizadas, sinpresentar simultáneamente, un proyecto alternativo de Poder.

(2) Siguiendo una concepción hace ya tiempo superada yatribuida a Clausewitz, por la cual la guerra seria la continuación de lapolítica, por otros medios, la casi totalidad de las organizaciones revo-lucionarias de la Argentina le otorgan identidad de sentido al concep-to “política” y al concepto “guerra”. Ello surge de un análisis superfi-cial de la anterior frase del estratega alemán. Independientemente deque su teoría de la guerra ya ha sido superada por el pensamientoestratégico contemporáneo –como bien lo señala, entre otros, LiddeliHart–, Clausewitz al relacionar la guerra con la política no está otor-gándole a cada uno de esos elementos un mismo nivel. Y si la guerraes la continuación de la política –como en efecto lo es– ello no requie-re decir que política y guerra constituyan un mismo y único asunto.

Por definición, la política trata sobre la ccoonnvveerrssiióónn del eenneemmii--ggoo (en la vieja concepción estratégica alemana) o bien la anulación desu capacidad de respuesta (en términos del moderno pensamientoestratégico). Esto es, la política necesita de la permanencia y tangibi-lidad “del otro”, mientras que la guerra necesita perentoriamente sudesaparición. Sin embargo, ambas, constituyen situaciones eminen-temente relacionales, esto es, excluyen la “soledad” del contendien-te. Pero cualquiera sea nuestra definición de la guerra, la misma siem-pre pasa, no por la incorporación, sino por la eliminación de enemigo.En cambio, la política siempre incorpora, busca la anulación por elconvencimiento.

Obviamente estamos en presencia de dos niveles de praxisdiferente e incompatibles. Sin embargo, ambos niveles admiten unacontinuidad relacional, ppeerroo eessaa ccoonnttiinnuuiiddaadd eessttaarráá ddaaddaa ssiieemmpprree porla preeminencia de uno o de otro.

En nuestra concepción del Partido Armado vemos claramen-te la existencia de esa continuidad, por un lado, y de esa incompati-bilidad, por otro. Y la única forma teóricamente correcta de superaresa incompatibilidad de fines y de medios que ediste entre la políticay la guerra es darle preeminencia a una de las dos actividades, porqueen un mismo nivel de prioridades, la incompatibilidad es máxima.

Dado que la practica militar deviene de una concepción estra-tégica de la guerra revolucionaria, para nosotros la hegemonía esta eneessaa misma practica, mientras llaa ppoollííttiiccaa ssiirrvvee ccoommoo mmeeddiiaacciióónn aa llaagguueerrrraa..

Asimismo eessttoo nnoo iimmpplliiccaa nneecceessaarriiaammeennttee ssuubbaalltteerrnniizzaarr llaappoollííttiiccaa,, dado que ello conduciría a una concepción foquista ya ana-crónica en esta época. Significa sí otorgarle a la actividad política unaverdadera significación revolucionaria, haciendo que sus fines de ccoonn--vveerrssiióónn,, se encuentren al servicio de una estrategia conducente a laaanniiqquuiillaacciióónn del enemigo.

(3) Definimos “proletariado histórico” como contenido políti-co concreto, que asume aquí y ahora el concepto genérico de “claseobrera”. El proletariado histórico es, entonces, la clase obrera, conuna experiencia revolucionaria especifica ya realizada.

(4) Muchas veces en la practica política argentina el basismose entrelaza en forma indistinguible con la marginalidad.

(5) Esto debe entenderse de la siguiente manera:Para Lenin y otros dirigentes revolucionarios rusos, la cons-

trucción del ejercito popular revolucionario devendría naturalmentede la crisis del ejercito establecido –guerra internacional mediante.En este sentido –como lo señala Victor Serge– no existió un esfuer-zo sistemático para construir un ejercito revolucionario pprrooppiioo,, inde-pendiente. De tal manera, la organización militar del partido estababásicamente destinada a crear celulas revolucionarias ddeennttrroo delejercito zarista. Y ello evidentemente es así en la medida que nopodemos seriamente considerar “ejercito” a los innumerables gruposde expropiación que existían en la Rusia prerrevolucionaria. Tal vez lasiguiente cita de Trotsky contribuya a aclarar el problema (EEssccrriittoossMMiilliittaarreess) “LLaa oorrggaanniizzaacciióónn mmiilliittaarr ddee nnuueessttrroo ppaarrttiiddoo fue creada en1905 y cumplió una tarea considerable en el desarrollo del movi-miento revolucionario en el ejercito. A fines de marzo de 1906 se hizoel primer intento de coordinar el trabajo de las celulas del partido enel ejercito, y se convoco en Moscú una conferencia de lasOrganizaciones Militares...”.

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