EHN 14 1994_Rebeliones en Sonora XVIII_Jose Luis Mirafuentes Galvan

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    ,ESTRUCTURAS DE PODER POLITICO, FUERZAS SOCIALESy REBELIONES INDfGENAS EN SONORA (SIGLO XVIII)Jos Luis MiRAFUENTES GALVN

    La noche del 14:de unio de 174:1 ueron arrestados en sus propias casasJuan Ignacio Usacamea, mejor conocido como Muni, y Bernab Baso-ritemea, capitn general y alfrez del Yaqui respectivamente. Se lesacusaba de preparar una nueva sublevacin de los yaquis y mayos co-mo la ocurrida el ao anterior. Esa misma noche se les traslad alpueblo de Buenavista y nueve das despus, por rdenes del entoncesgobernador de Sonora y Sinaloa, Agustn de Vildsola, fueron ejecuta-dos, sin que se es tomaran en cuenta sus cargos ni los servicios que tanslo unos meses antes haban prestado al Estado espaol interviniendoen la pacificacin de sus propios connaturales, y sin que se les oyeransus repetidos clamores de inocencia.1Once aos despus, hacia mediados de 1752, por disposiciones delcoronel Diego Ortiz Parrilla, a la sazn gobernador de Sonora y Sina-loa, se conceda el perdn al lder de los pimas altos -rebeldes, Luis delSric. Haban transcurrido poco ms de seis meses desde que ste ini-ciara su rebelin, en la que haban sido muertos dos misioneros y alre-dedor de cien espaoles y saqueadas y destruidas numerosas instala-ciones agropecuarias, mineras y religiosas. Cuando el caudillo pimabaj de paz al campo espaQl el gobernador' 'lo recibi con la mayorostentacin y cario, abrazndolo y sentndolo consigo a almorzar ,adems de vestirlo con zapato moruno, media encarnada y otra ropa' , .Despus lo restableci en sus cargos de gobernador de Sric y de capi-tn general de la Pimera Alta.2Este trabajo intenta demostrar que la discrepancia entre esasdecisio-nes de Vildsola y Ortiz Parrilla en modo alguno puede tenerse coli1osimple manifestacin de la voluntad particular de esos gobernadores

    1 Luis Navarro Garca, La sublevacin aqui de 1740, Sevilla; Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1966, p. 150-153.2 Las referencias que aqu se hacen a algunas de las motivaciones del movimiento encabezadopor Luis del Sric, se basan en mi trabajo "El 'enemigo de las casas de adobe'. Luis de Sric y larebeli6n de los pimas altos en 1751", en Felipe Castro et a[, Organizaciny idtrazgo en os 77Wvimien-tos popularesnovohispanos,Mxico, Instituto de Investigaciones Hist6ricas, UNAM, 1992, p. 174.

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    118 JOS LUIS MIRAFUENTESsino como parte del conflicto que por entonces enfrentaba a las princi-pales fuerzas sociales de Sonora, esto es, por un lado, la que represen-taban los misioneros de la Compaa de Jess y sus aliados.espaoles,vascos o de origen vasco por lo regular, y, por el otro, la que consti-tuan los vecinos y las autoridades civiles contrarios al rgimenmisional, apoyados cada vez ms por las autoridades generales. Esteconflicto vena dndose con distintos grados de intensidad desde el lti-mo cuarto del siglo XVII, pero fue hacia la primera mitad del siglo XVIIIcuando desemboc en una de sus crisis ms graves, penetrando comonunca en los mbitos ms diversos de la sociedad colonial, y muy par-ticularmente en las comunidades indgenas, donde tuvo el efecto deimprimir un mayor dinamismo a las luchas que all se ibraban por el con-trol del pode.r poltico local. Nuestro trabajo centrar su examen en eseproceso de articulacin entre los conflictos internos de los pueblos deindios y los que se producan entre los grupos dominantes a nivelregional, tratando de demostrar la influencia del mismo proceso en las re-beliones de los yaquis y pimas altos ocurridas en 1740 y 1751 respec-tivamente.En trminos generales, podemos decir que los misioneros y los colo-nos civiles actuaban como fuerzas sociales opuestas frente a un objetivocomn: el control de las comunidades indgenas. Este enfrentamiento,como dijimos, vena dndose desde el ltimo cuarto del siglo XVII, y seinclinaba con mucho a favor de lo's religiosos jesuitas, que ejercan undominio exclusivo y casi absoluto sobre la mayor parte de la poblaciny los recursos de los grupos autctonos de Sonora. Las implic~ciones deeste dominio eran, desde luego, numerosas. En el plano de las relacio-nes econmicas regionales, ha~a permitido a los misioneros erigirse enlos principales productores de ganado, granos y materias primas parael mercado, al grado de llegar a hacer depender de sus propios sumi-nistros la subsistencia de muchas de las empresas mineras de los colo-nos civiles. Todava en 1744 el misionero Jos Toral se refera a esa si-tuacin en los trminos siguientes:

    No slo en lo espiritual se hallan estos vecindarios tan beneficiados de losmisioneros, sino tambin en lo temporal, porque con las semillas que susreverencias siembran para su manutencin y la de sus pueblos, se han ma;;-tenido y mantienen los vecinos de estas partes. Porque, aunque entre ellos,hay sus labores, son cortas por no ofrecer m.s ierras esta Sonora que paralos pueblos [de indios], y no todas las necesarias y que las leyes previenense es den. Por lo que, si las minas se han de trabajar, para poderlo hacer, espreciso que den los padres el mantenimiento para los operarios. Si los

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    119OLTICA y SOCIEDAD EN SONORApobres han de comer, es a fuerza de la caridad de los misioneros que se losvenden. ..(SiC)3El sostenimiento de esa ventajosa situacin, frente a las limitacioneseconmicas de los vecinos, la deban los religiosos ignacianos a dos con-diciones principales: una, las leyes de divisin residencial, queprohiban a los no indios avecindarse en los pueblos bajo el estatuto demisin. y dos, y quiz sobre todo, a la facultad que tenan los mismosjesuitas de elegir a los gobernadores y dems oficiales de repblica delos pueblos de indios. Es de esta facultad de la que a continuacin nosocuparemos.Como es bien conocido, cada pueblo de misin contaba con un orga-mismo de gobierno similar a los que regan las ciudades espaolas. Esteorganismo reciba el nombre de cabildo y estaba compuesto de un go-bernador, un alcalde y otros funcionarios menores.4 Aqu nos referire-mos al gobernador. ste se hallaba en la cima de la jerarqua del cabil-do y se distingua por las insignias que llevaba, de las que destacaba unbastn con mango de plata. Tambin sobresala por la elegancia y cali-dad de sus vestidos, .regularmente cortados al estilo espaol. Comodeca un misionero, el gobernador y su mujer son siempre los mejorvestidos' , para distinguirse y ganar la estimacin pblica' , .5 Es pro-

    bable, sin embargo, que esos propsitos lograran su ms cabal cumpli-miento en los das de fiesta importantes. En esos das, el gobernadorllevaba camisa y pantaln escarlata con bordados en plata, y luca unllamativo sombrero decorado y su inseparable bastn con emp\:tadurade plata.6 Podra decirse que no slo descollaba como indio principal desu pueblo sino como un genuino funcionario del gobierno civil espaol.El gobernador era el representante de la autoridad rea,l y tena a sucuidado el mantenimiento del orden establecido por los misioneros .Deba vigilar que los indios actuaran con apego a las normas que regu-laban su comportamiento en el hogar, el trabajo y la Iglesia, y sola ha-cer las veces de mediador entre los pueblos y los vecinos espaoles, Susfunciones eran as tan importantes como variadas. Comprendan des-3 Informe de Jos Toral, Guepaca, 16 de enero de I U4, en Misiones mexicanas e a Compaade

    Jess. 1618-1745. Cartas e Informes conservadosn a coleccinMateu, edicin preparada por Ernest J .Burros, S. J. y Flix Zubillaga, S. J. , Madrid, Ediciones de Jos Porra Turanzas, 1982, p. 149.4 Richard Konetzke, Amrica Latina II .La Poca olonial, 9a. ed. , traductor Pedro Escarn, M-xico,Siglo XXI editores, 1979, p. 254; para el caso de Sonora, yaseJuan Nentvig, Descripcin eo-,grfica. ..de Sonora, edicin preparada, con una introduccin histrica, notas, apndice e ndiceanaltico, por Germn Viveros, Mxico, Archivo General de la Nacin, 1971, p. 165.5 Ignacio Pfefferkorn, Descripcinde a provincia de Sonora,2 vols., traduccin, introduccin y no-tas por Armando Hopkins Durazo, Gobierno del Estado de Sonora, Hermosillo, Son., 1984, vol.II, p. 145.6 1bid., p. 145.

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    120 JOS LUIS MIRAFUENTESde las cuestiones de gobierno y justicia hasta las que se referan a las re-laciones con el exterior, pasando por los asuntos de la Iglesia y los quetenan que ver con las actividades productivas. Todas esas funciones,adems, sola desempearlas con la seguridad y el rigor suficientespara imponer disciplina y respeto, o, como dijera el misionero crist-bal de Caas, para distinguirse como "indio de imperio". Por todoello, este mismo religioso poda decir convencido que "de un buen go-bernador depende todo el concierto del pueblo".7Si tenemos en cuenta el corto nmero de misioneros que habitual-mente se ocupaba de todos los pueblos de misin existentes en Sonora,podemos formarnos una idea todava ms precisa de la importantecontribucin de los gobernadores indgenas al control poltico-administrativo de dichos establecimientos. En 1730, por ejemplo, alre-dedor de veinte misioneros tenan a su cuidado veinticinco misiones,con un total aproximado de setenta pueblos. Cada misin estaba for-mada por la cabecera, donde radicaba de fijo el misionero, y de dos acuatro pueblos de visita.8 Nos parece claro, por tanto, que difcilmenteun solo religioso poda garantizar el orden de todos los establecimientosa su cuidado o la adecuada integracin de los pueblos de visita a la ca-becera sin el auxilio de los funcionarios de gobierno de cada pueblo.As pues, se puede afirmar que el control que ejercan veinte mi-sioneros sobre setenta pueblos de indios en buena parte dependa de losgobernadores o, para ser ms precisos, de la lealtad y subordinacincon las que stos desempeaban sus funciones. y lo que permita a losmismos misioneros contar con esa lealtad y subordinacin era precisa-mente la facultad que tenan de elegir a dichas autoridades. Comodeca el padre Luis Mara Marciani,

    los padres eligen y nombran a los gobernadores para que stos les tenganrespeto, sujecin y obediencia, para que se porten en el oficio con circuns-peccin y recato, para que vivan con temor y no se ensoberbezcan y estnentendidos que el mismo que les dio la vara se las puede quitar.9Pero haba otra razn no menos importante con la que los religiososjesuitas solan justificar la facultad en ellos delegada para nombrar go-bernadores. Se trataba de la necesidad de asegurar la autonoma admi

    7 Carta de Cristbal de Caas a Manuel Berna] de Huidobro: [s.l.s.f.]. 1735, BPE], ARAG,Civil 93-3-1033. Al final del trabajo se encuentra una nota de las siglas empleadas en las notas.8 Cristbal de Caas, "Las misiones sonorenses en 1730" en Luis Gonzlez Rodrguez,Etnologay misin en la Primera Alta, 1715-1740, Mxico, UNAM, 1977, p. 279-289.9 Informe de Luis Mara Marciani a la audiencia de Guadalajara, Ures, 25 de junio de 1735,AHH, Temporalidades, eg. 278.

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    POLTICA y SOCIEDAD EN SONORA 121nistrativa de las misiones mediante la defensa de los puestos de gobier-no de las presiones del exterior. El misionero Jos Mara Genovesedeca que haban obtenido dicha delegacin, , para que los alcaldes[ mayores] , que siempre son mortales enemigos de los padres, no les pu-sieran a los indios malvolos y dscolos slo por dar pesadumbre yquebrar los ojos a los padres misioneros". 10Es claro, sin embargo, queno se trataba tan slo de que los misioneros no perdieran el controlsobre la conducta de los gobernadores sino de qe stos no dependiesendirectamente de las decisiones de los alcaldes mayores. Y es que, comohaca notar un tanto veladamente otro religioso, los gobernadoresactuaran en contra de los intereses de las misiones reconocindosedeudores de las autoridades civiles espaolas.11Los jesuitas fundaban su derecho a nombrar gobernadores en variasprovisiones de la Audiencia de Guadalajara relacionadas con el modocomo en las misiones deban efectuarse elecciones para los cargos degobierno. En esasprovisiones, adems de recordarse a los misioneros eldeber que tenan de realizar anualmente dichos comicios, se es daba laatribucin de fungir en los mismos en calidad de directores o guas delos indios, a fin de que cuidaran de que stos emitiesen sus votos por lasopciones ms adecuadas 12El padre Cristbal de Caas justificaba esepapel de los misioneros sealando que

    los indios nunca ponen la mira en gobernadores y justicias que puedancorregirlos en sus vicios y contenerlos en sus maldades, sino en aquellos ques61osaben han de ser omisos en esto y aun cooperadores en sus desmanes ydelitos. 13Pero antes incluso de dar inicio a los sufragios, los misioneros podandescartar las candidaturas de los indios que no contaran con su vistobueno o ser ellos los que propusieran las alternativas de la contiendaelectoral. 14 Huelga decir que la reducida competici6n resultante decualquiera de esos dos casos siempre era ms ficticia que real y que nocumpla ms que una simple funci6n de rutina, ya que los jesuitas, conla facultad que les asista y su dominio personal sobre los indios, notenan ningn impedimento para elegir de antemano al ganador de los

    lO "Informe de Jos Mara Genovese al virrey marqus de Valero", en Luis GonzlezRodrguez, op. cit. p. 178.II Informe de Juan Antonio Baltasar al virrey. [s.l.s.f.] AGN, WBS, 1719, rollo 65.12 "Informe de Jos Mara Genovese...", en Gonzlez Rodrguez, op. cit., p. 178; Nentvig, op.cit., p. 165.13 Carta de Crist6bal de Caas a Manuel Bernal de Huidobro: [s.l.s.f.]. 1735, BPEJ, ARAG,Civil 93-3-1033.14 Ibid, "Informe de Jos Mara Genovese. ..", en Gonzlez Rodrguez, op. cit., p. 178;Nentvig, op. cit., p. 165.

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    122 JOS LUIS MIRAFUENTESescrutinios, que por lo regular era un indio especialmente preparadopor ellos para el ejercicio de las funciones de gobierno.Realizadas, as, las votaciones, a los misioneros no quedaba otro tr-mite que el de enviar a las autoridades electas ante el alc.lde mayorcorrespondiente que, segn las provisiones arriba mencionadas, debalimitarse a confirmar en sus cargos a dichas autoridades. 15Con todo, los jesuitas no dejaban de ignorarlas disposiciones de laAudiencia cuando resultaban ms bien un estorbo para sus manejospolticos. En efecto, si observaban que los funcionarios de repblica da-ban muestras inequvocas de eficiencia, subordinacin y lealtad, noprocedan a cambiarlos anualmente. Preferan reelegirlos, ascenderlosy hasta conservarlos en sus cargos de manera vitalicia. De este modo,no slo se ibraban de la muy laboriosa tarea de preparar cada ao a ungrupo de sus catecmenos para la renovacin del cabildo, sino del ries-go de que esos preparativos, por su frecuencia, dejasen de tener efica-cia y dieran lugar a que indios que no coincidan con los intereses mi-sionales tuvieran oportunidad de acceder al puesto de gobernador. Porotra parte, los misioneros estimaban que la reeleccin y el otorgamien-to de los cargos de gobierno por tiempo indefinido constituan unagaranta de que las autoridades indgenas no se desviaran del cumpli-miento ordenado de sus funciones, porque, como deca el padre Crist-bal de Caas refirindose a los gobernadores, , procuran ejercer bien ycon exaccin el oficio. ..' , por evitar que los quiten de sus puestos. 16

    Estos manejos de los misioneros, sin embargo, no estaban exentos degenerar sus propias contradicciones. Por el contrario, el acceso des:.igual de los indios a las riquezas, el poder y los privilegios que necesa-riamente ocasionaba la dbil rotacin de los cargos de repblica, poda,desde luego, ser motivo de conflicto y ocasionalmente provocar la apa-ricin de situaciones contrarias al inters de los mismos misioneros deretener bajo su propio control el gobierno de los pueblos de indios. Es-tas situaciones, al menos, podan reducirse a dos. Una, que los miem-bros del cabildo, en el proceso de su ascenso poltico -impulsado porla promocin o la reeleccin- acumulasen suficiente influencia comopara dejar de depender del poder que les asignaran sus ministros reli-giosos. Este fue el caso del lder de los pimas altos, Luis del Sric. ydos, que los indios deseososde llegar al puesto de gobernador y que iif:;definidamente vean cancelada esa posibilidad trataran de realizar susaspiraciones polticas al margen o en contra de la voluntad de los misio-

    15 "Informe de Jos Mara Genovese. .." en Gonzlez Rodrguez, op. Ci16 Carta de Cristbal de Caas a Manuel Bernal de Huidobro [s.l.s.f. ]. 1iviI93-3-1033.

    it., p. 17H.735. BPE], ARAG

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    POLTICA y SOCIEDAD EN SONORAneros. Este parece haber sido el caso de los caudillos yaquis Muni yBernab. Con el propsito de mostrar con la mayor claridad posible losprocesospolticos enunciados al principio de este rabajo, nos ocuparemosprimero del accesode Luis del Sric y despus del de Muni y Bernab.Luis del Sric era originario del pueblo del mismo nombre, visita dela misin de Tubutama. All fue preparado por los jesuitas para el ejer-cicio de los cargos de gobierno. Hacia 1748 se incorpor al puesto degobernador de su pueblo tras haber desempeado el empleo de alcal-de. El poder acumulado y los recursos de su nuevo nombramiento leabrieron amplias posibilidades para promover sus intereses particu-lares, sobre todo porque Sric, en su calidad de pueblo de visita, ledaba un margen de manejo mucho ms amplio que el que tenan losgobernadores de las cabeceras, donde, como hemos visto, radicaban defijo los misioneros. Para realizar sus propsitos, sin embargo, Luis seentreg a la tarea de procurarse sus propios apoyos, los que bsicamen-te consigui mediante el recurso de mostrarse interesado ms por elbienestar de sus subordinados que por el sometimiento efectivo de stosa las normas de la misin. La tolerancia que mostr hacia ciertas prc-ticas tradicionales de los pimas y la asuncin, como una responsabili-dad personal, de la proteccin militar de la comunidad, lo ayudaron aconsolidar su prestigio ya legitimar su posicin. Pero lo que quiz ter-min ganndole la adhesin incondicional de los indios de Sric fue lagenerosidad con la que se dedic a satisfacer las necesidades alimenti-cias de stos, que las continuas invasiones apaches yel ataque crnicode las epidemias hacan a veces particularmente apremiantes. As, unespaol afirm que Luis "era muy considerado, amado y temido de lossuyos por su afabilidad, valor y conducta, y por ser; iberal hasta elextremo, lo que lo haca de ms considerable estimacin".De este modo, Luis se rode de numerosos seguidores y dependien-tes, que en reciprocidad a los favores recibido~ lo ayudaron a ensancharla base econmica de su poder, ya como trabajadores gratuitos a su ser-vicio o poniendo a su disposicin las parcelas de tierra que tenan asig-nadas. Con estas aportaciones, Luis constituy amplias extensiones depastos y tierras de labranza., en las que promovi muy provechosamenteel cultivo de una gran variedad de semillas y la cra de ganado mayor, algrado de llegar a competir en riqueza con la propia iglesia de Sric yhasta con la de la vecina misin de Tubutama. Ello, a su vez, le permi-ti ejercer su cargo de gobernador con mayor independencia del poderque delegaran en l los misioneros. 17Volveremos sobre Luis del Sricen la parte final de este trabajo.

    15irafuentes, op. ci

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    124 JOS LUIS MIRAFUENTESHacia la primera mitad de la dcada de 1730, Ignacio Usacamea,Muni, natural de Rahum, y Bernab Basoritemea, originario de Guri-vis, gozaban de amplia estimacin y respeto entre los yaquis de sus res-

    pectivas comunidades. Ello lo deban a su destacada participacin en lastropas de indios auxiliares y al desempeo de otras actividades de inte-rs general. Muni, por ejemplo, detentaba el grado de alfrez yacaba-ba de integrarse al gobierno eclesistico de su pueblo con el cargo defiscal. 18 De hecho, parece ser que tan slo la pertenencia a lascompaas de auxiliares del Yaqui les confera una influencia no pocoimportante. En 1767 el capitn del presidio de Buenavista, LorenzoCancio, escriba: ' , ...s ya que los yaquis, en todas sus indisposi-ciones de espritu, cuentan primero con sus guerreros, y mientras stosno condescienden en sus propuestas no se atreven a publicarlas' , .19Unidos, adems, por lazos de compadrazg020y por la convergenciade sus intereses personales, Muni y Bernab todava podan obteneruna dosis mayor de poder actuando de manera concertada. Pero, a pe-sar de la importancia de todos esos recursos, las posibilidades de Muniy Bernab de seguir elevndose por medio de los cauces nstitucionalesno eran aparentemente del todo alentadoras. Los miembros del cabildo,y en particular los gobernadores, parecan ocupar los cargos en forma vi-talicia. En 1738, por ejemplo, se deca que Diego de Meza llevaba yadiez aos como gobernador de Vicam, que Hiplito Bachecano tenadieciocho aos gobernando Trim y que Bartolom Casillas, antes de1736, era gobernador de Gurivis desde haca muchos aos.21En 1735, la muerte del padre Ignacio de Aguado, visitador generalde las misiones del Yaqui y misionero de Rahum, Ptam y Gurivis,abri la posibilidad de que en estos pueblos se produjeran cambios enlos puestos de gobierno. La vacante fue asignada al misionero IgnacioDuque, pero por la intercesin del padre Pedro Reinaldos terminotorgndose al padre Diego Gonzlez, que era misionero de Bacum yCcorit. Segn se dijo, Gonzlez tena particular inters por lospueblos de Rahum, Ptam y Gurivis, ya que eran de los ms pobladosy ricos del ro, o, como precisara un vecino espaol,

    18 Navarro Garc{a, op. cil" p. 27-28; testimonio de Antonio de Castro, Buenvista, 19 de ~tubre de 1741, AGI, Escribana de Cmara 244c.19 Carta de Lorenzo Cancio aJuan de Pineda, San Carlos de Buenavista, 19 de noviembre de1767, BRAH CMNE, XVIII, f. 171.20 Carta de Bernab Basorilemea a Manuel Berna de Huidobro, Gu{rivis, 12 de diciembre de1740, AGI, Escribana de Cmara 244A.

    21 Testimonio.de Diego de Meza, Vicam, 30 de agosto de 1740; testimonio de Hip61ito Bache-cano, T6rim, 15 de julio de 1741; testimonio de Bartolom Casillas, Gufivis, 8 de septiembre de1741, AGI, Escribana de Cmara 244C.

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    POLTICA y SOCIEDAD EN SONORA 125por ser de los ms cuantiosos y numerosos, de grandes utilidades y comer-cio con los californios, y haber en ellos crecidas cras de ganado mayores ymenores y siembras de todas semillas y miniestras, cuyos frutos se expendena ms de las Californias, en los reales de minas de aquellas provincias, cu-yos productos son muy pinges y cuantiosos.22

    El nombramiento de Gonzlez, sin embargo, provoc al instante la in-conformidad de los indios de los tres pueblos, que atribuan a los malosmanejos de ese misionero el deterioro econmico de todas las misionesque antes haba administrado, como las de Tehueco y Conicari y las yamencionadas de Bacum y Ccorit.Pero lo que probablemente les disgustaba ms de Gonzlez era elnutrido grupo de sirvientes que lo acompaaba. Este grupo estaba for-mado por numerosas familias de coyotes que, en opinin de diversosvecinos espaoles, no eran propiamente sirvientes del misionero, sinosus administradores y protegidos. De entre todos ellos destacaba un talSimn Hernndez, sujeto de todas las confianzas de Gonzlez y quehaca de cabeza del grupo"y un lobo de nombre Juan Fras. El prime-ro haba recibido el cargo de mayordomo y el segundo el de fiscal. En laprctica, sin embargo, sus atribuciones y las de otros coyotes eranmucho mayores. Se deca que con el consentimiento del misionero searrogaban el derechQde intervenir en la administracin de los recursosde los pueblos y hasta en su gobierno civil, y que en contraste con el"suntuoso y magnfico porte con que se trataban", se dirigan a los in-dios con "despotiquez imperativa". Poco despus, Muni se quejara deque numerosos yaquis abandonaron sus pueblos, "acosigados de aque-llos coyotes y de su capitn, porque los queran tratar comoesclavos' , .23

    As, pues, el rechazo del comn de los yaquis a la designacin deGonzlez tena una doble vertiente. Por un lado, derivaba del temorde que dicho misionero se constituyera en un peligro para la conti-nuidad de su bienestar mat~rial, y, por el otro, de la amenaza que se-guramente perciban en el mismo religioso para la armona y la ade-cuada administracin de j~sticia en sus pueblos, pues nada parecaresultarles ms indignante y atentatorio para su seguridad personalque verse gobernados por individuos ajenos a su nacin.En cuanto a los naturales con aspiraciones polticas, como Muni yBernab, el cambio de misionero no poda ser sino ms catastrfico queesperanzador, pues adems de frustrar sus expectativas de promoverse

    22 Testimonio de Pedro Matas de la Pea, Mxico, 14 de septiembre de 1742, AGI, Escribanade Cmara 244A.23 Ibid.

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    126 JOS LUIS MIRAFUENTESpolticamente, por fuerza implicaba una cerrazn mayor que los acce-sos a los puestos de gobierno. As, a la designacin de Gonzlez, enRahum, Ptam y Gurivis sigui la formacin de dos bandos con inte-reses opuestos. Uno lo constituan los defensores del nuevo misionero,que eran los gobernadores de los pueblos, el capitn general del Yaqui,de nombre Cristbal Gurrola, y un buen nmero de mestizos, mulatosy otras castas radicados en el ro, que haban ido engrosando las filasdel grupo de coyotes dependiente de Gonzlez, atrados tal vez por elinters de sacar algn beneficio de la posicin de ese grupo. El otrobando estaba formado por los yaquis incon~ormes, encabezados porMuni y Bernab, que pedan la restitucin del misionero originalmenteasignado a su pueblo.Las fricciones entre uno y otro bando no tardaron en desembocar engraves enfrentamientos por el control del poder poltico local. Uno delos primeros enfrentamientos ocurri poco tiempo despus del nombra-miento del nuevo misionero, luego de que el gobernador de Rahum,Juan Chichial, que aparentemente simpatizaba con los inconformes,fuera destituido y reemplazado en su cargo por Juan Turimea. Estecambio de gobernador haba sido ordenado por el capitn Gurrola ainstancias de Gonzlez y su grupo de coyotes, seguramente interesadosen afianzarse en su posicin lo antes posible. Los seguidores de Muni yBernab, por su parte, impugnaron enrgicamente la imposicin deTurimea e hicieron llegar su protesta ante el gobernador de Sonora ySinaloa, Manuel Bernal de Huidobro. Incluso, al observar que las ins-trucciones de ste sobre el asunto no eran acatadas por Gonzlez y elcapitn general del Yaqui, decidieron tomarse lajusticia por su mano.En abierto desafo a las nuevas autoridades locales, despojaron a Turi-mea del bastn de mando, pero tambin descargaron en l su descon-tento ponindolo en el cepo.24La represalia deGonzlez no se hizo esperar y estuvo dirigida contralos indios que al interior del grupo opositor gozaban de cierta influen-cia poltica, como los miembros de las tropas de auxiliares indgenas, alos que seguramente identificaba como los instigadores de la deposicinde Turimea. Luego de ponerlos bajo arresto, los someti a varios das decalabozo, adems de mandarlos tusar y azotar y quemarles sus armas ysus insignias militres. Despus procedi a ajustarle las cuentas al pro,::pio Muni. Valindose de una queja presentada en su contra por uno delos coyotes, en la que se e responsabilizaba de la prdida de una llave delalmacn de la misin, le hizo el cargo de pretender hurtar las alhajas y

    24 lbid

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    POLTICA y SOCIEDAD EN SONORA

    otros bienes guardados en ese sitio, y acto seguido se ocup personal-mente de su castigo,dndole su reverencia muchos palos y moquetes hasta baarlo en sangre, yno satisfecha la iracundia le mand6 amarrar con un cabresto y darlemuchos azotes, sobre que oy6 decir el que declara haber dicho el indio queaquella su sangre la haba de vengar y que haba de ocurrir hasta el mismorey a buscar justicia, y que por esto fue despojado de un pedazo de tierra,intirindosele [adems] otros agravios.25Contra las posibles previsiones del misionero, Muni y sus seguidoresno dieron marcha atrs, pero decidieron volver a defender su causafuera de las misiones, a travs de los cauces nstitucionales del gobierno

    civil espaol. No pudieron dirigirse nuevamente al gobernador Huido-bro, en virtud de que ste acababa de partir a la California, dondehabra de permanecer hasta 1738. En su lugar, acudieron al alcaldemayor de la provincia de Ostimuri, Miguel de Quir6s, bajo cuya juris-dicci6n quedaban comprendidas las misiones del Yaqui. Ante este fun-cionario, Muni se quej6 de la nociva injerencia de los coyotes en la vidade sus pueblos y de los castigos recientemente recibidos,26 pero, sobretodo, de un asunto que a la vez que provocaba la inconformidad cre-ciente de los yaquis resultaba un problema harto sensible para las auto-ridades civiles espaolas: la impunidad con la que los misioneros seexcedan en el ejercicio de su ministerio. Le pregunt61o siguiente:

    [ que] si era razn que les hubiesen quitado sus arcos y flechas que el rey leshaba dado por sus servicios, pues haban salido a campaa con ellos; que sitenan ms autoridad que el rey los padres, los gobernadores y justicias queles haban quitado las armas y los coyotes que les levantaban los testimoniosy los padres se crean de ellos y por esos os castigaban.27Quirs, como adelante veremos, haba tenido ya por entonces susroces con Gonzlez, que abiertamente haca caso omiso de su autori-dad. Por ello, al parecer, alent las protestas de Muni y Bernab. Noob~tante, no pudo hacer nada por ellos, debido a que por ese mismotiempo terminaba su periodo de gobierno y era sucedido en el cargo porFrancisco de Ordez. Este cambio fue todava ms desfavorable paraMuni y Bernab, debido a que fue aprovechado por el padre DiegoGonzlez para defendtr tambin su causa ante las autoridades civiles

    25 Ibid.26 Ibid.27 Testimonio de Juan Fras, Trim, 15 de septiembre de 1741, AGI, 1 :scribanade Cmara244C

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    128 JOS LUIS MIRAFUENTESde Ostimuri. Acusando tal vez a los inconformes de insubordinacin,hacia fines de 1735 o principios de 1736 consigui que el nuevo alcaldemayor pasara al Yaqui con la mira de poner trmino a las actividadesde aqullos.La situacin que Francisco de Ordez encontr en el ro, sin em-bargo, distaba mucho de ser favorable para la consecucin de sus obje-tivos. Entre los yaquis se haba difundido el rumor de que llevaba la co-misin de' 'castigar a los indios querellosos y extraar a los principalesa la isla de California' , , y ya muchos de ellos realizaban movimientosy aprestos militares, decididos a luchar contra la aplicacin de esasmeqidas.Ya fuera por temor o por carecer de los medios suficientes paraenfrentar un alzamiento en su contra, Ordez no se atrevi a pro-ceder contra el bando opositor. En su lugar, opt por una salidapoltica del conflicto. En una junta con los misioneros de los pueblosdel Yaqui, resolvi dar el nombramiento de gobernador "a los indios demayor aceptacin de los quejosos y [del] comn de aquellos pueblos",y design a Muni y Bernab gobernadores de Rahum y Gurivis res-pectivamente .Esta solucin, aceptada en principio por las dos partes, acab siendoignorada por Gonzlez, posiblemente porque adems de sentar un pre-cedente para ulteriores intervenciones de los alcaldes mayores en laeleccin y destitucin de gobernadores, en lo inmediato reduca sus po-sibilidades para retener el control qel gobierno de los tres pueblos. As,nuevamente se entreg a la tarea de acosar al bando opositor, pero estavez para conseguir la renuncia de Muni y Bernab. Y ante la in,evitablereanudacin del conflicto, con el apoyo del padre Lucas Luis Alvarez,procurador del colegio de Sinaloa, obtuvo una vez ms el auxilio de lasautoridades civiles espaolas, aunque con resultados no menos contra-rios que la experiencia pasada.28Efectivamente, la intervencin en el Yaqui del teniente de goberna-dor de Sonora y Sinaloa, Manuel de Mena, cuyo saldo ms inmediatofue la prisin de Muni y Bernab en la casa de comunidad del pueblode Ptam, provoc al instante un alzamiento general de los yaquis.Alrededor de dos mil indios armados, procedentes de todos los pueblosdel ro, cercaron la casa de comunidad de Ptam y seguramente se h'.l-bieran enfrentado a los soldados de Mena si ste, por conducto del pro-pio Muni, no les hubiera dado la seguridad de que pondra en libertada sus caudillos, como en efecto ocurri el da siguiente. Mena termin

    2S Testimonio de Pedro Matas de la Pea, Mxico, 14 de septie~bFe de 1742, AGI, Escribanade Cmara 244A.

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    129OLTICA y SOCIEDAD EN SONORAlimitndose a poner bajo arresto a Miguel de Quirs, hacindole el car-go de haber alentado las protestas de Muni y Bernab.29El conflicto, sin embargo, no conoci ninguna mejora con esa solu-cin. Por el contrario, continu firmemente en ascenso.y es que confor-me Muni y Bernab se afianzaban en sus cargos y su influencia seextenda a todos los pueblos del Yaqui, la posicin de los misioneros y ladel bando opositor necesariamente tenda hacia un mayor endureci-miento. En su dinmica, adems, el conflicto haba dado lugar al sur-gimiento de un elemento nuevo que pareca crecer un tanto sin control.Se trataba de la actitud cada vez ms marcadamente antiespaola delcomn de los yaquis. Esta actitud tal vez obedecier~ a la reiterada y,desde el punto de vista de esos ndios, injusta parcialidad de las autori-dades civiles. Tambin poda ser la consecuencia del feliz resultado desus dos movilizaciones armadas, resultado que pudo haberles llevado aformarse la idea de que eran capaces de enfrentarse con xito a los es-paoles. Refirindose a dicha actitud, el misionero Ignacio Mara N-poli afirm que los yaquis, , desde que se pusieron en armas contraMena, se actaban de su xito cantando en coplas la victoria sobre lastropas del rey".30 Un espaol declar que tiempo despus de la crisisde Ptam, de camino al pueblo de Gurivis encontr numerosos ya-quis, al parecer del cuerpo de auxiliares, "armados con tres banderasque traan, y estando uno con un tizn en la mano se lo pidi el quedeclara para chupar, y dicho indio lo tir y dijo: si quieres lumbre espa-ol, anda apate por ella. ..".31Pero era tambin contra los misioneros que la actitud del comn delos yaquis haba dado un vuelco notable. El indio Nicols Cupe afirmque cuando los yaquis, con las armas en la mano, se dirigan a la casade comunidad del pueblo de Ptam a liberar a Muni y Bernab, elpadre Pedro Reinaldos trat de detenerlos dirigindoles estas palabras:". ..hijos, adonde van de esa manera, miren que son cristianos". A loque los yaquis respondieron: ' 'qutate, que ni eres padre ni nada, sinodemonio; que nosotros queremos echen a los padres y quiten a las usti-cias y echen de los pueblos a los coyotes, porque stos malean a lospadres y andamos en pleitos. .."32Fue al parecer esta escalada del conflicto la que movi al padre Gon-zlez a pasar a la ciudad de Mxico para defender all directamente su~

    29 Navarro Garca, op. cit" p. 29-31.30 Ibid., p. 40.31 Testimonio de Juan Botillar , Buenavist, 14 de octubre de 1741, AGI, Escribana de Cmara244C.32 Testimonio de Nicols Cupe, Trim, 15 de julio de 1741, AGI, Escribana de Cmara 244C.

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    130 JOS LUIS MIRAFUENTEScausa ante las autoridades generales.33Mientras tanto, su sucesor, elmisionero Ignacio Mara Npoli, hizo suyos sus esfuerzos por recupe-rar el gobierno de Rahum y Gurivis. El acoso que mantuvo contraMuni y Bernab finalmente le permiti la consecucin de esos propsi-toS.34En el mes de octubre de 1737 consigui que ambos caudillos re-nunciaran a sus puestos, aunque no sin que volviesen a presentar susprotestas ante las autoridades civiles espaolas, a las que a fin de cuen-tas deban el gobierno de aquellos pueblos. Aunque en esta ocasin elnuevo teniente de gobernador de Sonora y Sinaloa, Martn CayetanoFernndez de Peralta, se mostr favorable a los reclamos de dichoscaudillos, en parte, como dijo, para prevenir '.'nuevos escndalos comolos acaecidos el ao pasado de 1736",35 termin por dejar que fuera elpropio gobernador HuidobrQ el que se encargara de promover su resti-tucin.36 Mientras tanto, parece haber tratado tan slo de mantenerlossosegados, dndoles a entender "que eran gobernadores, pero tempo-ralemente suspensosdeejercicio".37A finales de junio de 1738, el gobernador Huidobro desembarc enel puerto de Las Cruces, en Gurivis, de regreso de California, y desdeese momento se hizo cargo personalmente del conflicto del Yaqui, decuyos ltimos sucesos o haba mantenido al tanto su teniente Fernn-dez de Peralta.38 Para Huidobro, la situacin que se e presentaba en elro era ciertamente delicada, pero sin duda una buena ocasin paraajustar algunas cuentas pendientes con los religiosos jesuitas.Manuel Bernal de Huidobro era originario de Burgos. En 1733, porrecomendaciQn del virrey marqus de Casafuerte, se convirti en elprimer gobernador vitalicio de Sonora y Sinaloa, provincias que fueranseparadas de la Nueva Vizcaya y erigidas en una nueva gobernacinen 1732. Huidobro llegaba a ese importante cargo con una trayectoriapoltica poco notable. Haba sido alcalde mayor de Huejotzingo de 1720a 1723, y gobernador poltico y militar de Sinaloa y teniente de capitngeneral en Sinaloa, Sonora y costas de la mar del sur entre 1723 y1732.39 Estos ltimos cargos, sin embargo, le haban servido devehculo para incursionar en diversas actividades econmicas, de lasque destacaban la pesquera de perlas, el cultivo agrcola y ganadero y

    33 Queja de Bernab ~asoritemea, [s.l.s.f.], AGI, Escribana de Cmara 244B. ;;.34 lbid,35 Decreto de Martn Cayetano Femndez de Peralta: Sinaloa, 29 de noviembre de 1737.AGI, Escribana de Cmara 244B.36 En relaci6n con las dificultades que encontr6 Fernndez de Peralta para restituir en sus car.gos a Muni y Bernab, vase Navarro Garc(a, op. cit., p. 35-37.

    37 lbid" p. 37.38 lbid., p. 38.'39 lbid., p. 16-17.

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    POLTICA y SOCIEDAD EN SONORA 131tamibn el comercio. El inters de Huidobro en esasactividades no pa-rece haberse quedado muy a la zaga del que prestaba a sus manejospolticos. Si hemos de dar crdito a un dQcumento an6nimo fechado en1753, habra adquirido' , as mejores tierras para estancias yganado".40 Algunos de sus detractores, vecinos de la villa de El Fuerte,lo acusaron de ver como suyas las provincias de Sonora y Sinaloa "enlos intereses y aplicaci6n en sus comercios' , .41U n religioso jesuita atri -buy6 sus prop6sitos de reducir a los seris de la isla del Tibur6n a la solaexpansi6n en la zona de sus negocios perleros.42Pero, del mismo modo que otros empresarios locales, Huidobro nopudo fomentar el desarrollo de esas actividades sin chocar con los inte-reses de los misioneros de la Compaa de Jess. Ello ocurri6, inicial-mente, cuando intent6 expandir sus propiedades agrarias a costa de lospueblos de indios bajo el estatuto de misi6n. As, por ejemplo, los je-suitas le ganaron un litigio por unas tierras del pueblo de Bacubiritoque pretenda declarar como suyas. Tambin, por la intervenci6n delos mismos misioneros en contra de algunos de sus allegados o socios,como los hermanos Andrs y Miguel de Quir6s, la Audiencia de Gua-dalajara declar6 improcedente la ocupaci6n que stos pretendan hacerde unas tierras del pueblo de Tepagui. En esa ocasi6n hasta la repu-taci6n de Huidobro se haba visto un tanto comprometida ya que l, demanera oficial, haba auspiciado la medici6n de dichas tierras. Segnlos misioneros, de esos primeros enfrentamientos naci6 el prop6sito deHuidobro de secularizar las misiones de Sonora y Sinaloa.43No obstante, el resentimiento de Huidobro en contra de los r~ligiosos,jesuitas pareca tener un motivo todava ms importante, que era eldesafo abierto y casi sistemtico de stos a su autoridad. Este desafo selo hicieron notar los misioneros de dos maneras distintas, La primera,mediante la inobediencia de los mandamientos de su amigo o asociado,el alcalde mayor de la provincia de Ostimuri, Miguel de Quir6s, paraque acudiesen, de las misiones, indios de servicios a las minas y hacien-das que los solicitaban. El padre Diego Gonzlez, en particular, seneg6 en varias ocasiones a permitir la salida de trabajadores indgenas

    40 Informe an6nimo dirigido ajuan Antonio Baltasar [1753], en Ernest] .Burros S.] .y FlixZubillaga S.] ., El noroeste eMxico. Documentos obre as misionesesuitas. 1600-1769, Mxico, Insti-tuto de Investigaciones Hist6ricas, UNAM, 1986, p. 328.41 Consulta de los vecinos de la villa del Fuerte al virrey conde de Fuenclara, Villa del Fuerte,18 de marzo de 1743, AGI, Guadalajara, leg. 188.42 Carta de Jos Agustn de Campos a Andrs Nieto, San Ignacio, 1 de agosto de 1729,AHH, Temporalidades, eg. 17-34.

    43 "Hecho de la raz, causas y progresos, hasta su conclusi6n, de la rebelin de los indios ya-quis, mayos y convecinos, en la gobernaci6n de Sinaloa, el ao de 1740, siendo gobernador vitali-cio don Manuel Berna de Huidobro", ARSI, Mxico 18, f. 72v-74v.

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    132 JOS LUIS MIRAFUENTESdel pueblo de Ptam, con el atraso consiguiente de varias empresas mi-ners locales y el descrdito de la autoridad regional. Como bien ha co-mentado Navarro Garca, '~la misma justicia real, la autoridad deHuidobro el gobernador, la de Quirs, el alcalde mayor, sala mal pa-rada de aquel trance".44Pero, adems, los jesuitas en modo alguno solicitaban el acuerdo deHuidobro ni mucho menos el de Miguel de Quirs cuando en las mi-siones promovan la reelecci6n de gobernadores o procuraban el cam-bio de stos fuera de los periodos establecidos, como fue el caso del re-emplazo de J uan Chichial por J uan Turimea, que prcticamente dioinicio al conficto del Yaqui. En su momento, ese caso y la queja presen-tada por Muni sobre el exceso de autoridad de los misioneros fueron in-formados a Huidobro por Miguel de Quirs, con el comentario de quelos jesuitas pretendan "excluir a los ministros reales con tanto de-nuedo y desptica autoridad como si cada uno fuese en el partido tanabsoluto que no hubiese ms soberano que el que reconocen a su pro-pio arbitrio' , .45

    La segunda manera como los misioneros desafiaron la autoridad deHuidobro fue la de interesarse en la promocin del ascensode los riva-les tradicionales de ste, o sea los colonos vascos y sus descendientesamericanos, a los que adems tenan por aliados. Por entonces la co-munidad vizcana sonorense estaba encabezada por dos de los ms im-portantes oponentes polticos de Huidobro: Juan Bautista de Anza (elpadre) y Agustn de Vildsola, ambos destacados empresarios, tal vezde los ms acaudalados de Sonora, pero sobre todo encumbrados einfluyentes polticos. Juan Bautista de Anza era capitn del nico pre-sidio que por entonces exista en Sonora, el de Santa Rosa del Corode-guachi o Fronteras. Agustn de Vildsola, por su parte, se hallaba en lacspide del regimiento de milicias de la provincia; detentaba el gradode sargento mayor .

    Tanto el uno como el otro haban ascendido a esoscargos de maneravertiginosa. Anza, sin una formacin militar previa, haba saltado delreal de Nuestra Seora de Arnzazu de Tehuachi, en donde se dedica-ba a la minera y el comercio, al cargo de teniente y segundo jefe de lacompaa presidial de Janos, en la Nueva Vizcaya, hacia el ao -de1723. En este empleo no pas ms de tres aos cuando fue llamado,,~ocupar la capitana de Fronteras. En cuanto a Vildsola, sin ms expe-riencia en el servicio de las armas que su eventual participacin en44 Navarro Garca, op. cit., p. 25-27.45 Carta de Miguel Quir6s y Mora a Manuel Bernal de Huidobro, Cedros, 12 de diciembre de

    1735, AGI, Escribana de Cmara 244B.

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    POLfTICA y SOCIEDAD EN SONORA 133campaas contra los apaches y seris, obtuvo los cargos de capitn y sar-gento mayor de milicias en 1728 y 1731 respectivamente. Como he tra-tado de mostrar en otro trabajo, el ascenso poltico de ambos persona-jes en buena parte era el resultado de la red de solidaridades de lacomunidad vizcana del noroeste novohispano y, tambin, desde uego,de la ayuda recibida de los misioneros jesuitas, cuyos fundamentos vas-cos en cierto modo los emparentaban con esa comunidad.46 As, es muyposible que algunas de las promociones de Anz y Vildsola propues-tas, por ejemplo, por el gobernador de la Nueva Vizcaya, IgnacioFrancisco Barrutia,47 hayan estado apoyadas en las certificaciones delos mritos militares de aquellos que los misioneros, a peticin de losmismos, solan remitir a las autoridades generales. Por cierto, uno delos muchos motivos del resentimiento de Huidobro hacia los religiososjesuitas parta del hecho de que mientras stos extendan en forma ge-nerosa esas valiosas certificaciones a Anza y Vildsola, a l, sencilla-mente, se las negaban.48 Por supuesto, Anza y Vildsola, a diferenciade Huidobro, se esforzaban por estrechar sus vnculos con los misione-ros colaborando, por ejemplo, en la defensa y expansin de las mi-siones. Anza lleg a ver recompensada esa colaboracin con la distin-cin de hermano de la Compaa de Jess,49al tiempo que Vildsolapareca encaminarse firmemente tambin por el mismo sendero. Ya en1730 el muy influyente misionero de Arizpe, Cristbal de Caas,escriba de l lo siguiente:

    El capitn miliciano don Agustn de Vild6s01a vive tan amante de losaumentos, paz y sosiego de esta provincia de Sonora, que en poco tiempoque maneja ese empleo pasan de miles de pesos que de su propia haciendalleva gastados en servicio de las dos majestades. y no s610esto, sino que entodas las urgencias, ha ocurrido personal y prontamente con gravsimosatrasos y prdidas en sus minas y haciendas. ..sus procederes no s610sonde cristiano, sino que parece religioso en estado secular .Testifica esto suasistencia en los templos de Dios. Testficalo lo que se esmera en su adornoa costa de su caudal. Testficalo la frecuencia en recibir los santos sacra-mentos de confesi6n y comuni6n, tan rara en esta tierra como ajena de unmozo de menos de treinta aos.50

    46 Amaya Garritz y Jos Luis Mirafuentes, "El ascenso de un grupo dirigente: los vascos y susredes nacionales de poder en el noroeste de Mxico ( siglo XVIII) , , , en IV Seminariode Historia de aReal SociedadBascongada e os Amigos del pas, 1993 (en prensa).47 Ibid.48 "Hecho de la raz, causas y progresos, hasta su conclusi6n, de la rebeli6n de los indios ya-quis, mayos y convecinos, en la gobernaci6n de Sinaloa, el ao de 1740, siendo gobernador vitali-cio don Manuel Bernal de Huidobro", ARSI, Mixico 18, f. 74v-75.

    49 Garritz y Mirafuentes, op. cit.50 Carta de Luis Javier Velarde a Crist6bal de Caas, Nuestra Seora de los Dolores, 10 de di-ciembre de 1730. AGI. Guadalaiara 188.

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    134 JOS LUIS MIRAFUENTESDe hecho, Huidobro no se cansara de decir, tiempo despus, queVildsola no era ms que hechura de los jesuitas. 51Tal vez, por lo mis-mo, ya en 1730 haba intentado frenar el inicio de su carr~ra poltica.

    Demand a las autoridades generales que le impidieran ejercer su car-go de capitn.52 Aparentemente asumi la misma actitud unos mesesms tarde, tras el ascenso de aqul al grado de sargento mayor .53Enesascircunstancias, lo que con seguridad deba preocuparle ms a Hui-dobro era el hecho de que Vildsola tenda ya inequvocamente a con-vertirse en un nuevo y serio contrapeso a la expansin regional de supoder. Incluso, hasta pudo haber visto en l un importante contrincan-te cap~dedisputarle la gubernatura de Sonora y Sinaloa, por esas fe-chas a punto de erigirse.Huidobro, en consecuencia, no pareca ms que estar a la espera deuna buena oportunidad para contrarrestar la influencia de los jesuitas,y, por derivacin, la de sus aliados vascos. La primera vez que marii-fest abiertamente su intencin en ese sentido fue tan slo unas sema-nas despus de haber asumido el gobierno vitalicio de Sonora y Sina-loa. Efectivamente, el 22 de enero de 1734, con ocasin del anuncioque hizo de sus propsitos de visitar la gobernacin a su cargo, externsu oposicin a los misioneros' , alegando que stos se exceden en el go-

    bierno de los pueblos de indios, disponiendo en materias ajenas a suministerio, acaparando y administrando por s mismos la mano de obrade los naturales. ..' , .54En esa niisma ocasin trat de dejar sentadaslas basespara la intervencin de las autoridades civiles en el control de lascomunidades indgenas, pero sin ningn xito. Pidi a los misionerosun imposible: que dejasen que los indios, por s solos, eligiesen gober-nadores.55De este modo, ante la favorable coyuntura que se le presentaba a suregreso de California en 1738, Huidobro se entreg decididamente a latarea de apoderarse del control del gobierno de los pueblos del Yaqui.Dado que legalmente no poda privar a los jesuitas de la facultad enellos delegada para nombrar gobernadores, cre en las misiones elcargo de capitn de milicias, dotado de amplias facultades y sujeto di-rectamente al gobierno civil espaol de la regin. Y ese cargo lo conce-di a los partidarios de Muni y Bernab, con lo que no slo reorient,

    51 Vildsola, insista Huidobro, "es aliado, comensal, y hechura de los que se han querido te-ner por mis contrarios, sin ms causa que no haber yo querido condescender a lo que se me pedacontra Dios y contra el rey", AGI, Escribana de Cmara 24.4A.52 Garritz y Mirafuentes, op. cit.

    53 Navarro Garca, op cit., p. 22.54 lbid., p. 22.55 lbid., p. 22.

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    POLTICA y SOCIEDAD EN SONORA 135en su propio favor, la estructura de poder de las comunidades indge-nas sino que, al interior de esas comunidades, acab inclinando elequilibrio del conflicto que all se libraba en beneficio de los indios in-conformes. Refirindose a esa medida, un gobernador indio de uno delos pueblos del Yaqui coment:

    fue nuestra total perdicin, porque empezarona juntarse todos los malos(hechoscapitanes)y andar ro arriba y ro abajo tomando residenciaa losgobernadores. .y conociendoel dao que de estasmilicias nos amenaza-ba, no nos atrevimos a presentar os inconvenientesque haba para emba-razar a construcci6nde ellas, por temor de que cmo era hechuradel seorgobernador, no discurriera que por irrespeto de inobediencia o hacamos,prosiguiendo os indios en desobedecer los misioneros.56Segn los gobernadores leales a los jesuitas, ese trastorno del gobier-no de los pueblos de indios se convertira en una de las causas de la re-belin del Yaqui en 1740.Pero Huidobro, adems, alent y dio todas las facilidades a Muni yBernab para que fueran a Mxico a exponer directamente sus quejasante el virrey, confiado tal vez que ste -que haba manifestado su vo-luntad en ese sentido tras la crisis de Ptam y mandado poner en liber-tad a Miguel de Quirs-~7 resolvera a favor de los inconfurmes. As

    tambin parecen haberlo considerado los religiosos jesuitas, pues trasla partida de Muni y Bernab enviaron secretamente a Loreto, en Cali-furnia, ya la misin de Ures, en Sonora, los ornamentos ms valiososde las iglesias de Rahum, Ptam y Gurivis. Entre esos ornamentos secontaba' 'un frontal de plata, atriles, blandones, varas de palio. ..lmparas, araas, incesarios, navetas, cruces, clices y coronas de pla-ta y oro esmaltadas de piedras verdes que llaman esmeraldas, vestidu-ras e hilos de perlas de las imgenes de Nuestra Seora la virgenMara. .,"58Con esos envos, adems, los misioneros esperaban pagar las deudasque termin contrayendo el padre Diego Gonzlez durante el tiem-po que se hizo cargo de la administracin de aquellos pueblos, deudasque, segn el misionero Juan Bautista Duquesney, ascendan a oncemil ciento noventa y un pesos, tres reales, tan slo en el pueblo deRahum,59

    56 Testimonio de Diego de Meza, Vicam, 30 de agosto de 1740, AGI, Escribana de Cmara244C.57 Navarro Garca, op. cit., p. 32.58 Testimonio de Juan Mara de Alcal, Mxico, 15 de noviembre de 1741, AGI, Escribana deCmara, 244A.59 Escrito deJuan Bautista Duquesn~y, [s.I.], 30 de octubre de 1738, AGN, Historia, vol. 392,f. 246.

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    136 JOS LUIS MIRAFUENTESEstas medidas, sin embargo, acabaran decidiendo a loS yaquis a po-ner fin, por su propia cuenta, a loS exceSoSque se cometan en sucontra. En efecto, luego del trastorno que les produjo la noticia del des-pojo de sus iglesias, de loS tres pueblos salieron "en escuadrones arma-dos en punto de guerra' , , a tratar de evitar el envo de loS ornamentos a

    Sonora y la California, pero sin ningn xito. Despus, juraron ven-garse de loS arrieros y dems sujetos que colaboraron Con oS esuitas enla ejecucin de dicho despojo. Hicieron saber que loS habran de matar ,"por haber hecho mal". SegnJuan Mara de Alcal, vecino que ayu-d a desmontar las alhajas, fue a partir de ese momento en el que "em-pez a tomar cuerpo" la rebelin de 1740.60 .En Mxico, Muni y Bernab vieron satisfechas todas sus demandas.Cabe mencionar, entre otras, ' 'que loS coyotes fuesen expulsados, quese destituyera al capitn general del Yaqui, que a loS yaquis se es per-mitiese realizar Con oda libertad sus elecciones, que no se es impidierasalir a trabajar a las minas, que se moderase el trabajo que hubiesen dehacer para loS padres".61 Pero, adems, Muni y Bernab obtuvieronen forma directa del virrey loS cargos de capitn general y alfrez delYaqui respectivamente.62LoS doS caudillos apresuraron su regreso a Sonora, informados deque loS yaquis se haban levantado en armas. Antes de partir se Com-prometieron a colaborar Con loS espaole~ en la extincin dellevanta-miento,63 Como de hecho lo hicieron, pero ya cuando Agustn de Vild-sola se impona a loS rebeldes y se haca dueo de la situacin.64Por el mismo tiempo, hacia fines de 1740, un nuevo virrey se encar-gaba del gobierno de Mxico. Se trataba del duque de la Conquista,declarado partidario de loS vascoSy de loS religiosos jesuitas. Conquistadio rdenes a Huidobro de trasladarse a la capital, aparentemente yadel todo convencido de que su "mala conducta" haba sido la causaverdadera del levantamiento de loS yaquis. En contraste Con esta posi-cin, pUSoen su lugar, en calidad de interino, a Agustn de Vildsola.65Ms tarde, refirindose a ste; escribi al rey lo siguiente:

    60 Testimonio deJuan Mara de Alcal, Mxico, 15 de noviembre de 17+1, AGI, Escribana deCmara 2++A. ~61 Navarro Garca, op. cit., p. +8.62 "Ttulo de capitn de la nacin Yaqui en la provincia de Sinaloa, en Juan Ignacio Escamea,alias Muni, de la misma nacin, por las razones que se expresan", Mxico, 13 de julio de 17+0,AGN, Generalde Parte 33, exp. 36, f. 33.63 Mandamiento del virrey Juan Antonio de Vizarrrn, AGN, Central de Parte 33, exp.39, f. 31.64 Navarro Garca, op. cit., p. 107-118.65 Informe del virrey duque de la Conquista al rey, Mxico, 27 de febrero de 17+1, AGI,

    Guadalajara 88.

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    POLfTICA y SOCIEDAD EN SONORA 137El citado Agustn de Vildsola, ha ms de veinte aos que se mantiene enaquella provincia, donde estbien arraigado de bienesde fortuna, pero nole han embarazadopara ocurrir pronto al servicio de V. M. , no slo congentey equipaje a su costa, sino tambin con su propia persona,sin que laabundanciade sus acultades e hayan hechoperezosoen urgencia de tantagravedad. Y aunque esteantiguo domicilio lo pudiera hacer concebir porpoco a prop6sito para gobernar a provincia en que estavecindado,ningu-no ms apto para la actualidad, porque aquella repugnanciao impedimen-to es para diverso estadoque el presente,pues can veinte aos de conoci-miento de la tierra, de las propiedadesde los indios, comprensi6n de lascausasde su alteraci6n y levantamiento, unto con el grande valor y con-ducta de que es dotado, fundaron en mi juicio el logro de la serenidadmsbreve con el manejo de la expedici6npresenteque no por otro alguno.66En Sonora, mientras tanto, Vildsola trataba a su manera de hacerprogresar las circunstancias polticas que tan favorablemente se le pre-sentaban. A mediados de 1741 inform tener conocimiento de que losyaquis y mayos planeaban una nueva sublevacin, acaudillados porMuni y Bernab. Como ya hemos visto, orden la aprehensin de losdos caudillos yaquis y nueve das despus los mand ejecutar. En miopinin, y contra lo que se ha venido sosteniendo, esos nuevos intentosde rebelin nunca existieron, y no slo porque los indios, derrotados ydesarmados como estaban, no tenan ninguna posibilidad de enfrentar-

    se con xito a los espaoles, sino porque es difcil aceptar que Muni yBernab, tras las conquistas logradas en Mxico y detentando la mxi-ma autoridad de los pueblos del Yaqui, fuesen los promotores de dichosintentos de rebelin. As, sin temor a equivocarme, puedo afin:nar quetodo ese asunto de la nueva conspiracin de los yaquis y mayos no fuesino una intriga urdida por Vildsola, con la posible aquiescencia delos jesuitas, para realizar sus fines polticos ms inmediatos, esto es: 1aumentar su propio prestigio y afianzarse en su posicin, 2) aadirnuevos elementos en contra de Huidobro, y 3) deshacerse de Muni yBernab para entregar nuevamente el control del gobierno de lospueblos del Yaqui a los misioneros.Los logros polticos de Vildsola, sin embargo, fueron puestos mo-mentneamente en peligro, a causa de la muerte del duque de la Con-quista, ocurrida en aquel ao de 1741, y de la posicin contraria a la deeste virrey que asumi la Audiencia de Mxico primero,67 y las autori-dades metropolitanas y el auditor de la guerra de Mxico, el marqusde Altamira, despus.68Fue necesario que, junto al peso de la influen-

    66 Ibid.67 Informe de MateoJos de Larrea, Mxico, 6 de septiembre de 1741, AGI, Mxico 1256.68 Informe d Manuel Bernal de Huidobro al rey, Mexico, 24 de junio de 1744, AGI, Guadala.

    jara 88.

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    138 JOS LUIS MIRAFUENTEScia poltica de loS superiores de la Compaa de Jess, se activaranuevamente el conjunto de relaciones de la comunidad vizcana no-vohispana para salvar la causa de Vilss01a que, por supues~o, ambinera su propia causa. En septiembre del mismo ao de 1741, Mateo J osde Larrea, secretario de cmara del fallecido duque de la Conquista, sedirigi al rey para comunicarle, entre otras cosas, la paz reinante enSonora y Sinaloa, debida a la "zagacidad" de Agustn de Vilds01a, yel peligro de que esa paz pudiera verse malograda si la Audiencia deMxico revocaba lo determinado por el duque de la Conquista, , , sus-pendiendo al gobernador interino". Ms adelante insisti en loS mri-tOS de Vilds01a y en el riesgo de nuevos levantamientos indgenas,incluso en otras provincias norteas, de concretarse el regreso deHuidobro al poder.69En 1742, cuando ya se daba por cierta la reposicin del antiguo go-bernador de Sonora y Sinaloa, el presidente de la Audiencia de Guada-lajara, el marqus del Castillo de Aysa, escribi a Vilds01a lo siguiente:

    Me hallo con muy cierta noticia de la venida del seor virrey nombrado,que lo es el seor conde de Fuenclara, caballero aragons, sujeto de muygrandes circunstancias, amable genio y todas las partes que requiere unacertado gobierno, ya quien conoc mucho en Madrid y comuniqu con se-gura amistad y confianza por varias razones que a ello concurran; que vi-niendo muy breve, como se asegura (y aun puede estar hoy en la Habana)podr servir al mayor xito de nuestra inclinacin. ..70Finalmente, sabemosque el padre prepsito provincial de la Compaade Jess, al enterarse de que por real cdula del 24 de junio de 1742 ypor decreto del 9 de noviembre de 1743, se ordenaba la restitucin deHuidobro, "saliendo al pleito", solicit6 al virrey conde de Fuenclara-que ya sustitua a Conquista- que Huidobro no fuese restablecidoen su cargo "hasta que la Compaa diese las pruebas que tena sobre

    el verdadero origen y autor de la sublevaci6n' , .71Sabemos tambin quelos jesuitas llegaron a donar importantes sumas de dinero al virrey, conel muy posible propsito de que terciara en favor de su causa. Fuencla-ra no esper mucho tiempo para tomar partido. Con los argumentos deque quera evitar nuevos enfrentamientos entre las facciones de Huido-bro y Vildsola y asegurar la paz que se gozaban en Sonora y Sinal~bajo "el comando del interino que puso el duque. ..", no slo no eje-69 Informe de MateoJos de Larrea, Mxico, 6 de septiembre de 1741, AGI, Mxico 1256.70 Carta del marqus del Castillo de Aysa a Agustn de Vildsola, Guadalajara, 19 de julio de1742, AGI, Guadalajara 188.71 Informe del virrey Fuenclara al Rey, Mxico, 25 de junio de 1744, AGI, Guadalajara 88.

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    POLTICA y SOCIEDAD EN SONORA 139cut la restitucin de Huidobro sino que, en 1744, dio a Vildsola elgobierno de aquellas provincias en propiedad.72Con la desaparicin de Huidobro de la escena poltica, los jesuitas yVildsola quedaron prcticament~ libres para afianzar su dominio enla regin. Los misioneros eliminaron el cargo que aqul instituy de ca-pitn de milicias y devolvieron al puesto de gobernador la autoridadque de antiguo le perteneca. Vildsola, por su parte, se entreg a la ta-rea d-ecolocar en los cargos de gobierno de las dos provincias a sus so-cios, allegados y dependientes vascos que, en algunos casos, eran hastafamiliares cercanos de los misioneros. A Salvador Esquer, por ejemplo,primo hermano del padre Patricio Imaz, le dio el "tenientazgo" delReal de los lamos.73 Incluso, en sus intentos de poner a los miembrosde su grupo al frente de los presidios fronterizos, en distintas ocasiones,y de manera por dems insistente, lleg a negarse a reconocer a losnuevos capitanes nombrados por las autoridades generales. Entre esoscapitanes se contaban los hermanos Pedro y Francisco Tagle y Busta-mante, tenidos como partidarios de Manuel Bernal de Huidobro, perotambin como parientes de quien al interior del gobierno de Mxico ha-ba defendido, como vimos, el restablecimiento del mismo Huidobro, osea el auditor de la guerra, el marqus de Altamira,74 que.deba estetJtulo a su matrimonio con la marquesa Luisa Snchez de Tagle.75

    Vild6sola, adems, se aplic6 muy activamente a la promocin de susnegocios personales. Declar como suyos los terrenos en los que debaerigirse el nuevo presidio de San Pedro de la Conquista del Pitic, y enellos construy una hacienda que seguramente llev a la celebridad en laregin por la diversidad de actividades econmicas que all realizaba.En efecto, adems de sus tratos comerciales, en dicho establecimientose dedicaba al beneficio de los metales que extraa de unas minas de losalrededores, impulsando, al propio tiempo, el cultivo agrcola y gana-dero y la producci6n de aguardiente y textiles.7672 Ibid.73 Testimonio de Pedro Matas de la Pea, Mxico, 14 de septiembre de 1742, AGI, Escribana

    de Cmara 244; solicitud de Manuel Bernal de Huidobro al Rey, Mxico, 16 de febrero de 1744,AGI, Guadalajara 88. "74 Carta del virrey Juan Francisco de Gemes y Horcasitas a Agustn de Vildsola, Mxico,12 de marzo de 1747, AGI, Guadalajara 188; "Informe annimo. .." en Burrus y Zubillaga, op.cit, p. 340.75 Mara del Carmen Velzquez, El marqus e Altamiray las Provincias nternas de Nueva Espaa,Mxico, El Colegio de Mxico, 1976 Oornadas, 81), p. 11-13.76 Testimonio deJuan Lpez, San Pedro de la Conquista, 16 de agosto de 1747; testimonio deJuan Toms Balderrain, San Pedro de la Conquista, 10 de agosto de 1748, AGN, Inquisicin1282, f. 386-390v; Informe de Jos Rafael Rodrguez Gallardo, Mxico, 10 de febrero de 1751,AGI, Guadalajara 137.

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    140 JOS LUIS MIRAFUENTESTodo ello, sin embargo, lo llev&ra a auspiciar su propia destituci6n.Segn se dijo, el nuevo virrey de Mxico, el primer conde de RevillaGigedo, , tom6 de su cuenta afligir a Vild6s01a por cuantos medios y

    caminos le dict6 su poder".77 Finalmente, en 1747, lo separ6 del go-bierno, explicando "que la demasiada autoridad de este gobernador enaquellas remotas provincias poda ser perjudicial a la corona".78 En rea-lidad, Revilla Gigedo y sus colaboradores, entre los que destacaba elantes mencionado auditor de guerra, el marqus de Altamira, eran a lavez partidarios del grupo opositor de los jesuitas y deJos intereses msgenerales del Estado espaol. En su opini6n, el poder y los privilegios delos misioneros, denunciados aos antes por Huidobro, venan frenan-do el progreso de la colonizaci6n civil en Sonora y Sinaloa y, por consi-guiente, el afianzamiento de la expansi6n colonial en la regi6n. Entrelos proyectos que contemplaban para enfrentar ese doble problemadestacaba el de realizar una nueva poltica de poblamiento, basada enla conversi6n de las misiones en poblaciones mixtas de indios yespao-les.79Sin embargo, antes de poner en marcha ese proyecto, es muy po-sible que en sus planes figurara, como un medio necesario para el efec-tivo cumplimiento de dicho proyecto, la recuperaci6n de los principa-les puestos de dirigencia poltica de las dos provincias, sobre todo siesospuestos eran ejercidos en oposici6n a sus intereses y principios fun-damentales. As, su primer paso en ese sentido fue la destituci6n deVild6s01a y la de la mayor parte de sus subordinados vascos. Su si-~iente paso fue el de poner al frente del gobierno de Sonora y Sinaloaa uno de sus adherentes polticos de confianza. Se trataba del coronelDiego Ortiz Parrilla.Este oficial asumi6 sus funciones en 1750 y desde un principio trat6de aprovechar la creciente independencia del poder de Luis del Sricpara debilitar la autoridad de los misioneros sobre los pimas altos. Delmismo modo que Huidobro en el Yaqui, procedi6 a reorientar, en be-neficio del gobierno civil espaol, la estructura de poder de las misionesde la Pimera Alta. Introdujo en estas misiones el cargo de capitn ge-neral, sujeto directamente a su autoridad, y este cargo se lo dio aLuis.80 Segn el misionero Juan Nentvig, en Sonora era voz casicomn "que el seor Parrilla, con sus muchos favores que haca aLuis, iba criando en l a otro nuevo Muni' , .81

    77 Relaci6n de mritos de Agustn de Vild6sola, [s.I.] 1750, AGI, Guadalajara 188.78 "Consejo. Sobre haber separado el virrey de Nueva Espaa del gobierno de Sinaloa a donAgustn de Vild6sola", [s.I.] 6 de julio de 1753, AGI, Guadalajara 89.79 Jos Luis Mirafuentes, Las rebelionesde los seris (1748-1750), tesis profesional, Mxico,UNAM, 1979, p. 101-107.80 Mirafuentes,."EI'enemigodelascasasdeadobe. ..",p.157.81 Nentvig, op. cit., p. 199-200.

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    POLfTICA y SOCIEDAD EN SONORA 141Con su nuevo nombramiento Luis del Sric extendi su influencia atodas las comunidades indgenas de la regin. y como muestra de sunueva autoridad se procur una espada, unas botas y un fusil, y orden

    a todos los gobernadores que en sus pueblos' 'le conStruyesen casasdonde parar y lo recibiesen con ostentacin' , .A su compadre, acusadode amancebamiento por los misioneros, lo hizo su teniente general y ledio la comisin de hacer efectivas sus rdenes en todos los estableci-mienros misionales de la Pimera Alta. Luis se independiz, as, casicompletamente del poder que le asignaran los misioneros y logr losobjetivos polticos que posiblemente persegua, pero, a travs del ejer-cicio de su cargo de capitn general, contribuy a crear las condicionespara la intervencin de Ortiz Parrilla en el gobierno de las misines dela Pimera.La reaccin de los misioneros no se hizo esperar y estuvo dirigidacontra el propio Luis. Para empezar, restringieron sus atribuciones ysus negocios particulares, convirtiendo el pueblo de Sric en cabecera,con su respectivo misioneI:o de planta que en adelante se ocup delcontrol del gobierno local. Limitaron tambin su autoridad, en el nivelregional, mediante el desconocimiento de su teniente general, que leserva de enlace con e\ resto de los gobernadores pimas. Pero, adems,le retiraron muchos de los medios que todava utilizaba para el mante-nimiento de su prestigio, como la administracin de diversos recursosde cambio propiedad del pueblo de Sric, al tiempo que le criticaban laexcesiva concentracin de tierras a su cargo. Uegaron incluso a exigirleque se abstuviera de ejercer en las misiones su puesto de capitn geile-ral, instndolo a deshacersede su espada, botas y fusil. Le dijeron queno saba hacer uso de ese armamento, que mejor se sirviera de susguaraches y taparrabo y de las armas que s conoca, que eran el arco yla flecha. Tiempo despus, Luis declarara que uno de los motivos quetuvo para rebelarse fue el de que' 'los padr&. ..no queran que meportase y manejase como capitn general de nuestra nacin, sino comocualquier indio pima". Como en el caso de Muni, tras el castigo recibi-do de parte de Gonzlez, la ira de Luis pudo deberse tambin a la pO-sible frustracin de ver que aun las facultades obtenidas directamentede los funcionarios reales no eran tomadas en cuenta por los misione-ros. As, la impunidad que perciba en ls excesos poltico-administrativos de stos, sera una de las quejas que planteara a lahora de hacer su proselitismo entre los pimas. Sola decir "que noentenda como l y los suyos obedecan al gobernador y al rey y lospadres a nadie". No est por dems que hagamos tambin referencia ala actitud del lugarteniente de Luis, el gobernador del pueblo de Pitic,luego de ser duramente castigado "por su ministro religioso. Dijo "que

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    142 JOS LUIS MIRAFUENTESbien vea que en balde tena el bastn de parte del rey, pues no tena niautoridad ni resguardo, por lo cual, pensando no tener remedio, se al-zaron".82 La decisin de Ortiz Parrilla de perdonar a Luis y de reinsta-larlo en sus puestos de mando luego de pacificada su rebelin fue unclaro desafo a la autoridad de los jesuitas y tuvo el efecto de impedir elregreso de los mismos al occidente de la Pimera durante ms de dosaos. Ello fue una evidencia ms, si bien radical, de que sin el controlde los gobernadores, los misioneros difcilmente podan ocuparse enforma adecuada de la administracin de sus misiones. Finalmente,cuando el poder central dispuso de los recursos suficientes para elimi-nar el dominio exclusivo de los jesuitas sobre tos pueblos de indios, noprocedi a la pronta secularizacin de las misiones. Simplemente retira los misioneros la facultad de elegir gobernadores. En 1766, el misio-nero Alejandro Rapicani se dirigi a su correligionario Jos de Hidalgopara informarle lo siguiente: "Entre otras ordenaciones de nuestropadre provincial acabo de leer una que dice que no nos metamos nom-brando gobernadores indios en nuestras misiones, porque esto no escosa de misioneros". y ms adelante, sin ocultar el malestar y la pre-ocupacin que le produca esa orden, aadi: "por virtud de reales c-dulas, hasta ahora hemos nombrado dichas justicias. Me parece-quetodo tira a acabar con estas misiones. ..' '83

    An despus del extraamiento de loS religiosos jesuitas, en Sonorano exista la seguridad de que su influencia y la defensa de sus intere-ses hubiesen desaparecido de loS pueblos de indios. y no precisamentepor el tiempo tan desmesuradamente largo del dominio personal queejercieron en eSoS stablecimientos, sino a causa de que el gobierno deloS mismos siguiera en manoS de loS gobernadores que haban preparadoy electo para asegurar el orden y el exclusivismo indio en las comunida-des indgenas bajo el estatuto de misin. As, en el mes de noviembrede 1767, uno de loS oficiales de mayor reputacin en la provincia, el ca-pitn del presidio de San Carlos de Buenavista, Lorenzo Cancio, se di-rigi al gobernador de Sonora y Sinaloa para decirle, entre otras CoSaS,o siguiente: ,Debo hacerle presente que en el actual sistema ser ventajoso el que se hagaeleccin de nuevas justicias en todos los pueblos, porque siendo los que

    82 Mirafuentes, "El 'enemigo de las casas de adobe. ..", p. 157-158; 160-162; 172-173.83 Carta de Alejandro Rapicani aJos Hidalgo, Btuco, 12 de junio de 1766, AMSI APA-CSM-X (1646)

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    POLTICA y SOCIEDAD EN SONORA 143existen hechuras de los misioneros que tenan, es regular gobiernen por laspropias reglas con que se hacan apreciables a sus maestros, adems de queno faltando en los indios, el reconocimiento de ser hechuras de aqullos, nosera temeridad creer que algn influjo contrario a las actuales circunstan-cias sea bien admitido de los gobernadores y justicias.84

    SIGLAS EMPLEADAS EN LAS NOTAS A PIE DE PGINAAGIAGNAHHAMSIARSIBPEJ. ARAGBRAH. CMNEWBS

    Archivo General de Indias, Sevilla.Archivo General de la Nacin, Mxico, D. F .Archivo Histrico de Hacienda, Mxico, D. F .Archivo Mexicano de la Compaa de Jess, M-xico, D. F.Archivo Romano de la Compaa deJess, Roma.Biblioteca Pblica del Estado de Jalisco. Archivode la Real Audiencia de Guadalajara. Guadalaja-ra, Jalisco.Biblioteca de la Real Academia de la Historia.Coleccin Manuscritos de la Nuev~ Espaa.Madrid.William B. Stephens Collection. Universidad deTexas, Austin.

    84 Carta de Lorenzo Cancio aJuan de Pineda, San Carlos de Buenavista; 19 de noviembre de1767, BRAH, CMNE, XVIII, f. 170.