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7/24/2019 Ejercicion dinmica en Meyerhold
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rimera parte El diseo de la Investigacin social
que del objeto de la perspectiva adoptada que precisamente configurar el objeto
de estudio. La adopcin de una perspectiva concreta dePende del nivel a que se
site el investigador en el despliegue del saber/conocimiento; la realidad que se
nuede conocer adogtando la perspectiva distributiva es una realidad aparente y en
:ierto modo enganosa: es una realidad que es o puede que sea; la perspectiva
estructural permite llegar ms al fondo de esta realidad .buscando aquello no
aparente y bsico de la misma y la perspectiva dialctica posibilita trascender la
realidad puesto que permite cam biarla.
En este sentido jess Ibez parece adoptar la idea de que la sociedad hu-
mana y, por tanto, el hombre son infinitamente moldeables y transformables.
El ltimo captulo se centra en la exposicin de diseos de investigacin espe-
cficos y de los criterios bsicos para evaluarlos. F. Alvira retorna el argumento
inicial de M. Beltrn plantendolo al nivel del proyecto de investigacin: los
objetivos de una investigacin condicionan el tipo de diseo ms adecuado y qu
criterios utilizar para llevarlo a cabo.
Despus de una incursin por diferentes tipos de objetivos de investigacin,
F. Alvira se centra en criterios de evaluacin de diseos y en la exposicin de
diferentes diseos no utilizados ms frecuentemente todo ello dentro
de
la tesis
argumental de que los objetivos investigadores condicionan el tipo de diseo
necesario, es decir, el tipo de diseo ms adecuado.
1.1
CINCO VIAS DE ACCESO A LA
REALIDAD SOCIAL*
Miguel Beltrn
1. Mtodo cientfico y mtodos de la Sociologa
Abordar por derecho el
problema del mtodo de la Sociologa implica, s:
luiera
o no, tomar
posicin acerca del mtodo cientfico; y esto supone a si
rez, al menos, dos ctie
-
stio
-
n
-
es
diferentes: la primera, relativa a si existe algc
que pueda llamarse mtodo cientfico, en el sentido de ser slo uno y de esta.
generalmente aceptado y ser practicado por los cientficos; la segunda, relativ,
a si, en el
caso de que tal cosa exista, las ciencias sociales, o humanas, o de 1: -
cultura, o de la historia, han de acogerse a un mtodo elaborado para las ciencia.
fsico-naturales desde una perspectiva positivista.
Pues bien, por improcedente que parezca, creo que en este momento debe
atreverme a dar respuesta breve y tajante a tan gruesos problemas, y no por
que piense que baste con ella, que pueda cortarse sin ms el nudo gordianc
sin tomarse el trabajo de desatarlo, sino por no repetir lo que ya en otro luga:
he dicho,. aliviando as al lector de una enfadosa vuelta a empezar. As pues
se me perdonar si me limito a anotar sucintamente varias afirmaciones, que
no argumento s .
En primer lugar, me parece sumamente problemtico que exista algo que
pueda ser llamado sin equivocidad el mtodo cientfico: no Slo porque 1i
filosofa de la ciencia no ha alcanzado un suficiente grado de acuerdo al respecto
sino porque la prctica de la ciencia dista de ser unnime. O, al menos, tal m-
todo, nico y universalmente aceptado, no existe en forma detallada y cannica
aunque es evidente que bajo la forma de una serie de principios bsicos s
que
La primera edicin de este libro inclua mi trabajo Cuestiones previas acerca cre la
ciencia de la realidad social. Al preparar la segunda edicin, los compiladores prefirieror
sustituirlo por Cinco vas... (previamente publicado en el nmero 29 de la
Revista Es-
paola de Investigaciones Sociolgicas,
de 1985). por estimarlo ms apropiado al propsito
didctico de la obra. Por mi parre, agradezco al Centro de Investigaciones Sociolgicas su
autorizacin para reproducirlo aqu.
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gindose en lo ms estrictamente episdico y
vnementiel,
o bien en los fen-
menos de repeticin que tienen como edad la de la larga duracin. Y por ello
Braudel formula una invitacin a los socilogos, que apoya de una parte en la
consideracin de ciencia global que la Sociologa tena para los clsicos y, de
otra, en la superacin por los historiadores de una historia limitada a los acon-
tecimientos: invitacin a considerar que Sociologa e historia constituyen una
sola y nica aventura del espritu, no el envs y el revs de un mismo pao,
sino este pao mismo en todo el espesor de sus hilos (1968: 115): La historia,
en efecto, le parece a Braudel una dimensin de la ciencia social, formando cuerpo
con ella: desde principios de este siglo, y especialmente en Francia gracias a los
esfuerzos de Berr, Febvre y Bloch, la historia se ha dedicado.., a captar tanto
los hechos de repeticin como los singulares, tanto las realidades conscientes
como las inconscientes. A partir de entonces, el historiador ha querido
sr y se
ha hecho economista, socilogo, antroplogo, demgrafo, psiclogo, lingista...
la historia se ha apoderado, bien o mal pero de manera decidida, de todas las
ciencias de lo humano; ha pretendido ser... una imposible ciencia global del
hombre Braudel, 1968: 113-114).
Pues bien, no se trata, evidentemente, de asumir esta suerte de imperialismo
de los jvenes aos de los
Annales
y reimplantarlo en la Sociologa, sino slo de
reconocer con Braudel que con frecuencia historia y sociologa se identifican
y se confunden, especialmente por el carcter global de ambas, y de manera
particular en el plano de los fenmenos de larga duracin y en el del anlisis
de la estructura global de la sociedad. Esto era bien comprendido y practicado
por la mayora de los padres fundadores
de
la Sociologa, en tanto que la
parte ms importante de la investigacin llevada a cabo en los aos de la que
se llam sociologa moderna fue puramente de fenmenos episdicos o atem-
porahnente examinados. Me parece que es preciso reaccionar contra tal ahisto-
ricismo, y no dudo en suscribir la opinin de Can-: Cuanto ms sociolgica se
haga la historia y cuanto ms histrica se haga la sociologa, tanto mejor para
ambas 1978: 89). - -
Pero negarse al ahistoricismo no implicar caer en el nefando historicismo
popperiano con todas sus dedostadas miserias? Recordemos que Popper entiende
por historicismo un punto de vista sobre las ciencias sociales que supone que
la
prediccin histrica
es el fin principal de stas, y que supone que este fin es
alcanzado por medio del descubrimiento de los 'ritmos' o los 'modelos', de las
'leyes' o las 'tendencias' que yacen bajo la evolucin de la historia (1973: 17);
en contra de ello, la tesis de Popper es que la creencia en un destino histrico
es pura supersticin y que no puede haber prediccin del curso de la historia
humana por mtodos cientficos o cualquier otra clase de mtodo racional 1973:
9). Sea cual fuere la opinin que se tenga acerca de la posicin popperiana (y sin
duda est hoy bastante desacreditada a causa de que la nocin de historicismo
es ms bien, como dice Can-, una especie de cajn de sastre en el que Popper
rene todas las opiniones acerca de la _historia que le desagradan, inventando
adems los argumentos historicistas que le interesan: cfr. Can-, 1978: 123 n.),
es evidente que cuando reclamo para la Sociologa la necesaria sensibilidad his-
trica, e incluso un mtodo histrico, no estoy defendiendo la necesidad de que
los socilogos hagan prediccin histrica, sino ms bien
postdiccin
histrica:
esto es, que se esfuercen en ver la formacin de los fenmenos sociales a lo largo
del lapso de tiempo conveniente, y que perciban la duracin de la realidad
social, tanto en el perodo corto como largo, como el mbito preciso para hablar
de los cambios experimentados. unque, desde luego, nada se opone a la pre-
diccin, salvo que sta se convierta en la proclamacin proftica de un sino his-
trico trascendente, que es contra lo que en realidad est Popper y en lo que
se puede estar de acuerdo con l.
Es evidente que, tanto en el caso de la postdiccin como en el de la predic-
cin, el socilogo que busca en la historia est buscando factores causales; no,
desde luego,
la
causa que explique maravillosamente lo que se estudia, sino el
conjunto de mltiples causas que 'siempre rodean confusamente el proceso de que
se trate, por ms que en el mejor de los casos pueda discernirse una cierta jerar-
qua causal. Y tampoco el socilogo practicante del mtodo histrico ha de limi-
tarse al establecimiento de puras secuencias temporales que pueden ser perfecta-
mente irrelevantes en trminos causales, de acuerdo con el clsico sofisma de
post hoc, ergo propter hoc,
sino que ha de explorar en lo posible la variedad
de instancias que hayan podido influir, condicionar o determinar el fenmeno
que se trae entre manos. Tngase en cuenta que cuando hablo aqu de indaga-
cin de causas estoy muy lejos de sugerir un planteamiento mecanicista de la
causacin que privilegie la exclusividad (una causa) y el automatismo (la necesi-
dad del
sequitur);
por el contrario, creo que es mucho ms realista y ms cient-
fico, aunque mucho menos concluyente, postular que de ordinario lo que habr
ser una multiplicidad de causas operando en un campo variable y complejo la
produccin ms o menos probable de determinadas consecuencias; pero por im-
preciso que pueda parecer este planteamiento, siempre ser ms consistente que
la consideracin de los fenmenos como producidos de la nada en ese momento,
o que la atribucin dogmtica de una causa porque alguien con autoridad lo haya
dicho, o porque tal mecanismo causal figura en la panoplia de alguno de los
grandes modelos abstractos al uso. Creo que debe darse como buena en Sociolo-
ga la recomendacin de Polibio: Donde sea posible encontrar la causa de lo
que ocurre, no debe recurrirse a los dioses. Y seguramente tampoco donde no
lo sea, que la ciencia no debe descargar sus responsabilidades sobre quien no
ha
de protestar por ello. Por ltimo, he de hacer notar que cuando indico que el
recurso a la historia implica la bsqueda sin ambages de la explicacin causal,
no excluyo con ello en modo alguno la pretensin de
comprender
el fenmeno
en sentido weberiano: como creo haber puesto de relieve en otro lugar (1979:
368-382), explicacin y comprensin no se oponen, y no hay duda de que las
conclusiones que Weber trata de establecer son causales. En todo caso, y para
la justificacin del recurso a la historia que aqu me interesa, tanto en lo que
tiene de explicativo como de comprensivo, y tanto
en
el estudio del presente
como en el intento de prediccin del futuro, creo que Lled ha expresado ma-
gistralmente lo que quiero decir: Parece, pues, que el sentido de la historia
humana no es la visin pasiva del hecho histrico, sino la actualizacin de ese
hecho en el entramado total de sus conexiones, para atender a lo que el hombre
ha expresado en l. Y esa atencin es posible cuando se interpreta el transcurrir
humano desde el pasado que lo proyecta, pero tambin desde el futuro que lo
acoge y determina (1978: 61-62). Texto al que mis nicas reservas, timoratas
si se quiere, son la utilizacin del trmino total por la irrealizable ambicin
que implica, y la nocin de que el futuro determina el transcurrir humanq
por la spera paradoja que contiene. Y, por continuar con Lled, de los
seis aspectos que propone para la consideracin del pasado, entiendo que el ms
propio al recurso del socilogo es el que concibe el pasado como gestador del
presente: lo que somos es, sencillamente, lo que hemos sido; de aqu que
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Bloch pudiera afirmar que la incomprensin del presente nace fatalmente de la
ignorancia del pasado (cfr. Lled, 1978: 71-77). La Sociologa no puede versar
sobre el presente sino buscando su gnesis en el pasado: si ha de haber una
Sociologa del presente ha de apoyarse en una historia del presente, esto es, en
una historia.
El paciente lector habr observado mi reiteracin, hablando como estoy del
mtodo histrico en Sociologa, en referirme a sta como sociologa del presente.
Ello tiene por objeto descartar en este contexto cualquier veleidad hacia la socio-
loga de la historia, empeo respetable si los hay, pero que no tiene nada que
ver con la necesidad en quo insisto aqui de que el socilogo tome en cuenta la
gnesis de lo que estudia. La Soziologie der Geschichte
es muy otra cosa, de la
que
podran ser buenos ejemplos el conocido ensayo de Von Wiese sobre la cul-
tura de la Ilustracin (cfr. 1954, y el prlogo de Tierno), o el de Von Martin
sobre la sociologa de la cultura medieval (cfr. 1970, y el prlogo de Truyol),
incluidos ambos precisamente en el
Harldwarterbuch der Soziologie,
editado por
Vierkandt en 1931, o el estudio de Dawson sobre los fundamentos sociolgicos
de la cristiandad medieval (cfr. 1953), o tantos y tantos brillantes ejercicios que,
cuando amplan el fenmeno o la poca estudiada, pueden llegar a configurarse
ms bien como trabajos de filosofa de la historia. Ciertamente, lo que caracteriza
a Ja sociologa de la historia es su intento
de
poner de manifiesto los Condiciona-
mientos sociales de los fenmenos del pasado, y en ese sentido s que se confunde
de hecho y de modo totalmente legtimo con determinada historiografa que
persigue idntico propsito; pero en ocasiones, como antes he apuntado, la pers-
pectiva sociolgica se desplaza tanto hacia la metafsica que la confusin se pro-
duce con la filosofa de la historia. Pues bien, es claro que al propugnar el
mtodo histrico en sociologa no me refiero a hacer sociologa del pasado, sino
a hacer historia de la sociedad presente: y ello en la medida necesaria para poner
de manifiesto su gnesis.
Una ltima cuestin, referida a la vieja polmica que niega a la historia la
condicin de ciencia porque su objeto de conocimiento est constituido por hechos
individuales e irrepetibles, en tanto que el de la ciencia consiste en lo inmutable
y uniforme de la
naturaleza y la materia, objecin que en alguna medida afectara
a la utilizacin del mtodo histrico por la Sociologa; de acuerdo con tal argu-
mento, la historia sera un saber sobre lo individual incapaz de abstraccin ni
generalizacin (un conocimiento idiogrfico), en tanto que la ciencia sera saber
de lo universal, abstrado de la experiencia y capaz de expresarse en leyes
generales (un conocimiento nomottico). No es del caso reproducir aqu los co-
nocidos argumentos de Rickert (cfr. 1945) en contra de la conclusin obtenida
de tal distincin (negar a la historia el estatuto cientfico), puesto que la polmica
a que me refiero ha perdido prcticamente toda su fuerza inicial: de una parte
porque, gracias sobre todo a la obra de Darwin, se ha introducido la variacin
y la historia en la ciencia natural, de modo que su objeto no se concibe ya como
algo intemporal y esttico sino en permanente proceso de transformacin, lo que
ha llegado a afectar hasta a la astronoma; de otra parte, la vieja nocin de la
ley de las ciencias fsico-naturales ha ido suavizndose con el tiempo, de modo
que hoy se prefiere hablar simplemente de hiptesis, como sugiri Poincar
(cfr. 1963), atribuyendo a la teora no un significado nomottico, sino sobre todo
pragmtico. Todo ello implica que en las ciencias fsico-naturales no preocupa
ya primordialmente el establecimiento de leyes, sino la explicacin de cmo fun-
cionan las cosas, que es justamente lo que hace el historiador, tanto ms cuanto
que, como dice Carr, no est realmente interesado en lo nico, sino en lo que
hay de general en lo nico (1978: 85): la historia se distingue de la mera
recopilacin de datos precisamente por su empeo en la generalizacin y la abs-
traccin. Pues bien, si las ciencias fsico-naturales se han revelado como menos
nomotticas de lo que se supona, y la historia como menos idiogrfica, no parece
tener mucho sentido seguir prestando atencin a una discusin planteada en tales
trminos. Y tanto menos cuanto que la peculiar condicin de la Sociologa le
impide considerarse como ciencia nomottica que hubiera de recelar de una pre-
sunta condicin no cientfica de la historia por su naturaleza idiogrfica. Mejor
ser, como
aqu bag, reconocer que la Sociologa trabaja con un objeto de co-
nocimiento,
la realidad social, que es esencialmente histricn: cada sociedad es
nica, y ha sido configurada en una trayectoria histrica especfica que da razn
de ella explicando su gnesis; lo que no excluye, sino impone, la abstraccin y la
generalizacin convenientes, pues esa unicidad de cada sociedad no las impide.
3. El mtodo comparativo
Tradicionalmente se ha venido diciendo que el mtodo comparativo sustituye
en las ciencias sociales al imposible o muy difcil mtodo experimental, propio
de muchas de las ciencias fsico-naturales. En efecto, en el experimento controlado
de laboratorio el qumico puede aadir o eliminar una sustancia, y observar el
resultado que se produce; el socilogo, en cambio, no puede aadir o suprimir
nada en una sociedad para comprobar su efecto: el cientfico social slo Muy
raramente puede manipular las variables de manera directa. En tanto que, gracias
al mtodo comparativo, puede manipular indirectamente las variables que le
interesa controlar. Pues bien, esto es verdad slo dentro de ciertos lmites; por
una parte, son muchas las ciencias fsico-naturales que no tienen acceso a la
experimentacin controlada de laboratorio, como la astronoma; por otra, esa
manipulacin indirecta de las variables que se dice ofrece el mtodo compara-
tivo no es sino una metfora, ni siquiera una analoga: el cientfico social que
compara no manipula nada. Dejemos, pues, de lamentar que las ciencias sociales
no puedan experimental en un laboratorio, lamento que es simplemente resultado
del sentimiento de inferioridad que aqueja a muchos cientficos sociales respecto
de los fsico-naturales, nacido del equivocado planteamiento de que el modelo
de la ciencia social es la ciencia de la naturaleza. Y, consecuentemente, exami-
nemos el mtodo comparativo en s mismo, no como ersatz
de una experimenta-
cin imposible.
El mtodo comparativo es consecuencia de la conciencia de la diversidad:
la variedad de formas y procesos, de estructuras y comportamientos sociales, tanto
en el espacio como en el tiempo, lleva necesariamente a la curiosidad del es-
tudioso, al examen simultneo de dos o ms objetos que tienen a la vez algo en
comn y algo diferente; pero la satisfaccin de tal curiosidad no lleva ms all
de la taxonoma y la tipificacin, y cuando se habla del mtodo comparativo en
las ciencias sociales parece que quiere irse ms lejos de esas bsicas operaciones
de toda ciencia.
Una importante consecuencia de lo que he llamado conciencia de la diversidad
es la eliminacin, o al menos la erosin, de lo que conocemos como etnocentrismo,
actitud que se ha revelado particularmente estril y perniciosa en las ciencias so-
ciales en la medida en que trata de explicar y comprender fenmenos ajenos con
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categoras propias, desvirtivando con ello el empeo de obtener conocimiento que
pueda ser llamado tal. Una forma particularmente rechazable de etnocentrismo es
la que podemos calificar de naturalismo, esto es, de considerar lo propio como lo
natural, valorando lo ajeno no ya como extico, sino como desviacin rechazable:
lo que es dado en el mbito sociocultural del estudioso viene a ser considerado
as como lo natural, normal, apropiado o valioso, en tanto que todo lo que no es
as se considera malforrnado, deficiente, no civilizado o insuficientemente desa-
rrollado. Una exposicin suficiente a la diversidad puede terminar convirtiendo
tal parroquialismo en una visin ms objetiva, esto es, ms relativa, aunque no
necesariamente. En resumidas cuentas, y como dice Andreski, el conocimiento
de otras sociedades y la consiguiente aptitud para comparar ayudan enormemente
al anlisis de una sociedad dada y, sobre todo, al descubrimiento de relaciones
causales (1973: 78). Pero principalmente, y a ms de todo ello, el mtodo com-
parativo responde al inters de desarrollar y comprobar teoras que sean aplica-
bles por encima de las fronteras de una sola sociedad, como sealan Holt y
Turner (1970: 6), ya que carecera de sentido intentar la formulacin de teoras
cuyos referentes empricos estuvieran confinados en el entorno del investigador.
Pero adems de permitir la universalidad de la ciencia (o por lo menos
de
impedir su injustificable compartimentacin), lo cierto es que el mtodo compa-
rativo tiene una larga tradicin en ciencias sociales: propuesto formalmente por
John Stuart Mill en su
A System of Logic
al establecer los cuatro famosos cno-
nes de la induccin destinados a descubrir las relaciones de causalidad (concor-
dancia, diferencia, residuos y variaciones concomitantes), es no slo utilizado
sino enfticamente recomendado por Durkheim, quien sostiene que el mtodo
comparativo es el nico que conviene a la sociologa (1965: 99): La sociologa
comparada no es una rama particular de la sociologa; es la sociologa misma,
en tanto deja de ser puramente descriptiva y aspira a dar razn de los hechos
(1965: -107). Bien es verdad que Durkheim defiende como mtodo comparativo
el de las variaciones concomitantes, identificando as mtodo con mtodo de
prueba, y especificamente de la prueb-causal (cfr. 1965: cap. VI), y no es
cosa de entrar aqu a discutir todos los problemas implcitos en dicha posicin;
me limitar, pues, a indicar que no es preciso identificar el mtodo comparativo
tal como aqu se presenta con ninguno de los cnones de Mill, y tampoco con-
siderarlo necesariamente como parte del
ars probandi.
Por mtodo comparativo
basta entender aqu el recurso a la comparacin sistemtica de fenmenos de
diferente tiempo o mbito espacial, con objeto de obtener una visin ms rica
y libre del fenmeno perteneciente al mbito o poca del investigador, o de ar-
ticular una teora o explicacin que convenga a fenmenos que trasciendan m-
bitos o pocas concretos.
Naturalmente, carece de sentido comparar dos cosas cualesquiera: es habitual
la prudente norma de recomendar un grado suficiente de analoga estructural y
de complejidad entre los fenmenos que hayan de confrontarse, as como la
necesidad de no desgajar arbitrariamente de su contexto las instituciones, proce-
sos u objetos culturales que se comparen; pero, como bien dice Duverger, si se
llevaran hasta el fin las exigencias de la analoga se hara imposible todo estudio
comparativo (1962: 418), pues terminaran comparndose slo cosas idnticas.
La comparacin se interesa tanto por las diferencias como por las semejanzas
(tanto ms por las primeras cuanto la analoga sea mayor), y no siempre versa
sobre objetos diferentes pertenecientes a pocas o mbitos separados, sino que
en ocasiones se comparan los resultados obtenidos del estudio de un mismo fen-
meno desde perspectivas diferentes: pero, en contra del parecer de Duverger,
dudo que deba emplearse el trmino comparativo para calificar este tipo de
trabajo.
Como seala Rokkan, el inters de los padres fundadores por el mtodo
comparativo se perdi entre sus seguidores, y slo en los aos cincuenta surge
de nuevo, esta vez motivado por los esfuerzos en favor de la integracin interna-
cional, de la cooperacin poltica y econmica, y de los programas de ayuda
a los pases del tercer mundo: esas nuevas demandas de las relaciones interna-
cionales incrementaron la necesidad de conocimientos acerca de las condiciones
sociales, econmicas, culturales y polticas de los ms distintos pases del mundo y,
consecuentemente, estimularon la investigacin comparativa sistemtica (1966:
4). Bien es verdad que las construcciones tericas que respaldaban estos esfuerzos
de comparacin
cross-cultural y cross-national
eran pobres y fragmentarias, y no
haban llegado a desarrollarse herramientas de anlisis ni procedimientos proba-
torios adecuados para manejar datos a muy distintos niveles de comparabilidad
(ibidem).
La mayor parte de los trabajos llevados a cabo en esos aos versaban
sobre datos que no haban sido obtenidos por los propios investigadores: el anli-
sis secundario comparativo planteaba el problema de apreciar la comparabjlidad
de datos procedentes de fuentes independientes, de modo que era necesario ir ms
all del simple manejo de informaciones tabuladas de manera similar (1966: 16).
El intento de establecer generalizaciones, por otra parte, impona la necesidad
de replicar en otros pases las proposiciones ya validadas en algunos de ellos,
cosa sin duda ms fcil de llevar a cabo a travs de estudios de opinin (esto es,
a un nivel microsociolgico), que de anlisis de las estructuras de los sistemas
sociales en su conjunto, aunque las indagaciones del primer tipo dejasen
-
siempre
abierto el portillo de la duda acerca de su validez. Para Rokkan, la consolida-
cin del inters en la metodologa comparativa se desenvuelve entre dos -polos,
el de manejarse con datos obtenidos por el investigador en condiciones de com-
pleto aislamiento respecto de otros cientficos sociales pertenecientes a las culturas
y sociedades estudiadas, o el de asegurar la comparabilidad de los datos en todos
los temas y fases del proceso a travs de la participacin de cientficos sociales
de todas las culturas y sociedades estudiadas; entre estos dos hipotticos extremos
se desenvuelve la investigacin comparativa en Sociologa, y normalmente en unc
de estos tres niveles: un primer nivel en el que se lleva a cabo la coleccin y
articulacin sistemtica de datos producidos independientemente y de hallazgos
producto de investigaciones no coordinadas; Rokkan aduce los ejemplos de los
estudios de parentesco de Murdock, los de socializacin de Child y Whiting, o los
de Lipset y su escuela sobre los factores sociales y econmicos determinantes del
comportamiento poltico. En un segundo nivel se situaran los esfuerzos dirigidos
a influir sobre las instituciones que llevan a cabo regularmente procesos de reco-
gida de datos en diversos pases, para el desarrollo de metodologas ms apro-
piadas (cuestionarios, cdigos, tabulaciones y procedimientos de anlisis): las
estadsticas demogrficas y econmicas realizadas por las Naciones Unidas, la
OIT, la UNESCO, la Organizacin Mundial de la Salud, etc., experimentaron-
importantes mejoras en orden a la comparabilidad internacional gracias a tales
esfuerzos. En un tercer nivel, por fin, habra que clasificar la organizacin de
programas
ad hoc
de recogida de datos en distintos pases con el especfico ya
a-
psito de compararlos, como seran los casos del trabajo de Lerner sobre e.
Medio Oriente, o del de Almond y Verba sobre la cultura cvica (Rokkan, 1966:
21-22). Desde la poca en que se llevaron a cabo tan conocidas investigaciones
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el inters por la comparacin se ha consolidado, y sus presupuestos tericos y
herramientas metodolgicas se han refinado extraordinariamente, aunque no siem-
pre la eleccin de lo que se compara ni sus resultados sean completamente sa-
tisfactorios.
La cuestin de qu pueda o deba compararse, en trminos de si ha de ser la
totalidad de los sistemas o algunas de sus partes, ha sido objeto de discusin,
especialmente en el campo de la ciencia poltica. Riggs, por ejemplo, entiende
que de no tomar en consideracin el sistema poltico como un todo, debilitara-
mos innecesariamente nuestra capacidad de ver la
Gestalt de la poltica (1970:
76 y 78 y ss.). Lapalombara, por el contrario, mantiene que debe seleccionarse
un segmento del sistema y organizar a su alrededor las proposiciones tericas que
constituyan el foco para la indagacin emprica (1970: 133), en una posicin
muy anloga a la del Merton de las teoras de alcance medio, a quien expresa-
mente cita. Pero tal discusin, sea cual fuere su valor en el mbito de la ciencia
poltica, no es trasladable sin ms a la Sociologa: pinsese lo que significara
estudiar el sistema social
como un todo,
y compararlo sin ms con otro todo.
Dejando aparte el problema, ms filosfico que otra cosa, de si la sociedad como
tal, globalmente considerada, es susceptible de ser objeto de conocimiento de la
Sociologa (esto es, de si es posible una sociologa de la sociedad), lo cierto
es que la totalidad social slo ha sido estudiada a travs de esquemas y modelos
reductores cuando no reduccionistas-- que de hecho la segmentalizan en al-
gunas lneas o caractersticas que se consideran ms relevantes que, o determinan-
tes de, las dems. Y todo esto, evidentemente, en el bien entendido de que el
estudio de que se trata es emprico aunque no necesariamente cuantitativista), esto
es, que se remite a determinadas realidades a cuya comparacin se apela. De
hecho, la tradicin sociolgica se -
apoya sistemticamente en exmenes de la
realidad social a un nivel de anlisis inferior al de la totalidad social, excesiva-
mente compleja para dejarse prenaer en las,mallas de la ms ambiciosa investiga-
cin; lo que no excluye q
r
ue el investigador respalde su trabajo con una teora de
la totalidad social. Pienso, pues, que las investigaciones de alcance medio, que son
en la prctica las nicas posibles, necesitan teoras a su medida, tambin de
alcance medio; pero que aqullas y stas requieren imperiosamente ser respalda-
das por teoras de largo alcance, incluso por teoras generales de la totalidad
social en la problemtica medida en que sean posibles. Pero dejemos esto ahora,
pues lo nico que quiero destacar aqu es que en ciencia poltica podr o no
ser posible y conveniente el estudio y la comparacin de sistemas polticos en
su conjunto, considerados como un todo; pero en Sociologa tal empeo referido
a totalidades sociales, en lugar de a rasgos o dimensiones determinados, no pa-
rece viable.
La necesidad de no ser excesivamente ambiciosos en el acotado de lo que se
compara ha llevado a cierta desconfianza de las comparaciones interculturales,
e incluso de las internacionales aun dentro
de la
misma rea cultural, originndose
as una corriente de inters en favor de las comparaciones internacionales de di-
ferencias intranacionales. Como dicen Linz y De Miguel, la comparacin puede
verse sobre dos aspectos de un mismo pas, sobre dos aspectos de dos pases
diferentes, o sobre el resultado de la comparacin de dos aspectos de un pas
con el resultado de la comparacin de dichos dos aspectos en otro pas (1966:
270). Y todo ello porque, siendo las sociedades a comparar muy heterogneas,
cualquier media (estadstica o no) enmascarar la situacin real. La compa-
racin internacional, y no digamos la intercultural, ha de tener siempre
in mente
la existencia de diferencias intranacionales ms o menos grandes, tan grandes
a veces que despojan de sentido a todo intento comparativo que no cuente con
ellas, y cuya ignorancia conduce a extrapolaciones completamente gratuitas de,
por ejemplo, el proceso de desarrollo econmico experimentado por una sociedad
a otra diferente. La heterogeneidad interna, la diferenciacin regional y los des-
equilibrios en el desarrollo constituyen algunas de las caractersticas esenciales
de muchas sociedades, y son responsables de muchos de sus problemas (Linz y
De Miguel, 1966: 272): no pueden, pues, ignorarse en el caso de pretender
llevar a cabo comparaciones internacionales, e incluso deben constituir expresa-
mente el objetivo de tales comparaciones.
4. El mtodo crtico-racional
En 1937 sealaba Horkheimer en un famoso artculo que las varias escuelas
de sociologa tienen idntica concepcin de la teora, y sta es la de las ciencias
naturales... En esta concepcin de la teora, ... la funcin social realmente cum-
plida por la ciencia no se hace manifiesta; no se explica lo que la teora significa
para la vida humana (1976: 209 y 212). Tal funcin social, rechazada por el
autor, parte de que los cientficos se dedican a actividades meramente clasifi-
catorias y consideran la realidad social como extrnseca, enfrentndola como
cientficos y no como ciudadanos; consecuentemente, la realidad se concibe como
consistente en datos que han de ser verificados, sin mayor implicacin de la
actividad cientfica en la organizacin racional de la actividad humana para la
construccin de un mundo que satisfaga las necesidades de los hombres. Frente
a esta concepcin tradicional o positivista de la ciencia, Horkheimer opone la
teora crtica, que nunca busca
ffiriplerente un -
Tricfenlta
d
-
erco n-
odaTeirti5
como tal : su obeTVci liPt
n
b 7 E
le-
1 a esclaliiftid
-- ( 1 9 7 6 :
224). El mismo autor sostuvo en 1947 que
el positivismo cientfico 'implica con-
sagrar la que llama razn subjetiva o instrumental y rechazar la razn objetiva:
se considera que la tarea de la razn consiste en hallar medios para lograr los
objetivos propuestos en cada caso (1973: 7), sin reparar en qu consiste en cada
caso el objetivo especfico propuesto; la razn tiene as que habrselas tan slo
con la adecuacin de modos de procedimiento a fines que son ms o menos
aceptados y que presuntamente se sobreentienden (1973: 15). Los fines no son,
pues, manejables por la razn instrumental, esto es, por la ciencia positivista:
constituyen algo dado, sobreentendido; la ciencia se ocupa de clasificar y deducir,
de adecuar medios a fines. En contraste con ello, la ciencia articulada como razn
objetiva debe enfocarse sobre la idea del bien supremo, del problema del de-
signio humano y de la manera de cmo realizar las metas supremas (1973: 17).
De no ser as resultara que no existe ninguna meta racional en s, y no tiene
sentido entonces discutir la superioridad de una meta frente a otras con refe-
rencia a la razn (1973: 17-18), lo que implicara la abdicacin de la ciencia
de lo que constituye su objetivo ms importante: cooperar con la filosofa en la
determinacin de las metas del hombre. Si tal abdicacin se produce (y se pro-
duce, en efecto, en la ciencia social positivista que se pretende
value-free),
en-
tonces el pensar no sirve para determinar si algn objetivo es de por s desea-
ble ... los principios conductores de la tica y la poltica ... llegan a depender
de otros factores que no son la razn. Han de ser asunto de eleccin y de pre-
dileccin, y pierde sentido el hablar de la verdad cuando se trata de decisiones
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iguel Beltrn
inco vas de acceso a la realidad social
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prcticas (1973: 19). Los fines ya no
se
determinan a la luz de la razn ...
nuestras metas, sean cuales fueren, dependen de predilecciones y aversiones que
de por s carecen de sentido (1973: 42 y 47).
No es del caso volver aqu sobre los diversos extremos de la teora crtica,
de los que me he ocupado ya con cierto detalle (cfr. 1979: 96-100, 128-162 y
388-394), pero s quiero destacar la importancia que en ella se concede al papel
de la ciencia, su negacin de una ciencia de corte positivista que se constituya
como libre de valoraciones, y su correlativa afirmacin de una ciencia que se
ocupe racionalmente de los fines: el acuerdo al respecto de Horkheimer, Marcu-
se, Adorno y Habermas, con todas sus diferencias, es verdaderamente notable.
Cuando el positivismo relega los fines humanos a las tinieblas exteriores (esto es,
cuando niega que la ciencia pueda ocuparse de valores valiendo), limita la
razn al papel puramente instrumental de enjuiciar la adecuacin de medios
diversos a fines dados: lo que el positivismo consagra es la no racionalidad de
la esfera de los fines, y lo que la teora crtica reivindica es justamente la resti-
tucin de los fines del hombre al mbito
de
la racionalidad, esto es, de la ciencia.
Entindase bien, la teora crtica no pretende sustituir la racionalidad de la ciencia
por la irracionalidad de _a no-ciencia, sino recuperar para los fines humanos, para
los valores y para el deber ser, su lugar en la ciencia. Como dice Bottomore,
ce
desasosiego generaI sobre las consecuencias sociales de la ciencia y la tecnologa
presta cierto estmulo y justificacin a los crticos del racionalismo cientfico, pero
no me parece que sea de gran ayuda para la causa de la liberacin humana re-
negar de ste en favor del misticismo religioso que crece de forma tan exube-
rante entre los exponentes de una contracultura no cientfica (1975: 15). La
teora crtica no trata de sustituir la ciencia por el misticismo, sino de que la
ciencia recobre su competencia para la consideracin racional de los fines del
hombre, lo que implica reclamar para la -ciencia el ejercicio de la reflexin ra-
cional, y no slo la prctica del empirismo positivista que se niega a ir ms all
de los hechos. Esto es lo que significa en ltimo extremo la expresin teora
crtica, frente a la cellbracin de la sociedad tal como es, en la conocida
frase de Mills.
Pues bien, este reclamar para la ciencia social el ejercicio de la racionalidad
en la consideracin de los fines, en este caso de los fines sociales, es tanto
como decir que uno de los mtodos de la sociologa ha de ser el crtico-racional.
Se trata, como a la vista est, de discutir y apreciar la racionalidad de los fines,
cuestin de la que la ciencia positivista no quiere saber nada, ya que es una
cuestin de
valores,
por lo que se limita a la de la racionalidad de los medios
en
trminos de su adecuacin a fines dados: es decir, a una racionalidad ins-
trumental planteada como cuestin meramente
tcnica.
En otro lugar me he ocupado en poner de relieve la imposibilidad de una
ciencia social que se pretenda
value-free,
lo que no implica en modo alguno la
imposibilidad de la ciencia social (cfr. 1979, esp. ap. II), sino slo que para
las ciencias sociales es inviable el modelo positivista de las ciencias fsico-natu-
rales: las ciencias sociales son ciencias de otro tipo, ya que, para lo que en este
momento nos interesa, no pueden construirse pretendiendo una asepsia valora-
tiva imposible en el investigador, y no deben construirse dejando explcitamente
al margen de la consideracin racional los fines sociales. Lo que en la prctica
sucede es que, pese a la retrica avalorista, toda la ciencia social que se hace
est inevitablemente coloreada de los valores en que comulga el investigador,
y ello de forma ms o menos consciente y en ocasiones, podra decirse, ms
o menos artera. Resulta, pues, paradjico que la ciencia social positivista se
empee en una asepsia imposible y, como consecuencia, produzca el resultado
indeseable de negar a los fines sociales derecho a la consideracin racional, es
decir, cientfica, relegndolos al terreno de la preferencia personal
y
de la lucha
poltica; con lo que el mismo cientfico que al tiempo que afirma su neutralidad
valorativa impregna su trabajo de valores larvados, al plantearse cuestiones re-
lativas a fines sociales ha de despojarse de su condicin de cientfico y limitarse
a la de ciudadano. Se predica la racionalidad instrumental o tcnica donde hay
en realidad mucho ms que eso, y se niega cualquier racionalidad cientfica a lo
ms importante. La ciencia social positivista considera, en contra de lo que dice,
los fines sociales: pero lo hace de manera clandestina, en un mbito que afirma
no les correspcnde por estar exento de valoraciones. En contra de este plantea-
miento, que me parece imposible e inconsecuente, creo que hay que devolver a las
ciencias sociales su tradicional componente normativo, esto es, su derecho a con-
siderar cientficamente, racionalmente, los fines sociales; y ello a travs de lo
que puede calificarse como mtodo crtico-racional.
Pero debe quedar claro desde el primer momento que la consideracin de la
racionalidad de los fines no implica ningn contenido dogmtico, en el sentido
vulgar si se quiere de que la ciencia social hubiera de suplantar la decisin
poltica, llegndose con ello a la engaosa utopa del gobierno de los sabios.
Por el contrario, de lo que se trata es del ejercicio racional de la crtica de fines,
de la negacin a lo existente de su postulada condicin de orden natural necesario,
de_mostrar el pedestal de barr en que descansan los idela_cle__todo tipo. La
consideracin dein_racionalidad de los fines sociales no tiene por objeto abso-
lutizar ninguno de ells, sino ms bien corromper 1
-
r e
E el pretendido carcter
absoluto de alguno de ellos. Y
-me
apreStirb
-
-
dr
-ue -o -
se traza de que a la
_
_
ciencia social pueda d'arfe igual un fin que otro: siempre la justicia ser mejor
que la injusticia o la libertad mejor que la opresin, y la ciencia social deber
sealar la injusticia implcita en posiciones que se pretenden justas, o los re-
cortes a la libertad que se presenten como conquistas de la libertad. No hay,
pues, vestigio alguno de relativismo axiolgico en la negacin del dogmatismo,
sino slo la constatacin de que el papel normativo de la ciencia social es ms
bien de crtica que de propuesta, y que, en el caso de esta ltima, tratar de
defender valores y no programas polticos concretos. No se trata, pues, de arropar
con el eventual prestigio de la ciencia opciones polticas concretas que se pre-
sentaran pblicamente como decididas, sino de someter a discusin racional los
fines propuestos y sus alternativas. Y no cabr normalmente esperar una posicin
unnime de la comunidad cientfica en cada punto sujeto a discusin, del mismo
modo que no existe tal unanimidad ni siquiera en el pretendido mbito neutral
exento de valoraciones en que la ciencia social positivista afirma moverse. El
mtodo crtico-racional no comporta el que la ciencia social como
tal
asuma la
tarea de fijar los fines sociales; sino slo que los fines sociales sean susceptibles
de una consideracin cientfica racional y crtica. E insisto una vez ms: contra
el mtodo crtico-racional no hay ms argumento que el emprico-positivista de
rechazar el mundo de los valores, argumento de cuya inanidad estoy completa-
mente convencido por razones que ya he expuesto y que no es del caso repetir
aqu. Y siendo esto as, nada exige a la ciencia social que renuncie a la razn
objetiva o sustantiva, recluyndose en una mera razn instrumental que acepte
como dados y considere indiscutibles los fines sociales establecidos por puras
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Miguel Beltrn
razones de preferencia
o
de intereses; por el contrario, la ciencia social debe
reivindicar su discusin.
No estar de ms indicar que cuando Weber habla de
Zweckrationalitt,
o
racionalidad de fines, se est refiriendo a una
de
las distintas formas que puede
revestir la accin social (que puede ser racional con arreglo a fines, racional con
arreglo a valores, afectiva, o tradicional); la accin racional con arreglo
a
fines
est
determinada por expectativas en el comportamiento tanto de objetos del mundo exterior
corno de o:rus hombres, y utilizando esas expectativas como condiciones o medios
para el lor.ro de
fines
propios racionalmente sopesados o perseguidos ... Acta racional-
mente con arreglo a fines quien oriente su accin por el fin, medios y consecuencias im-
plicados en elia y para lo cual
sopese
racionalmente los medios con los fines, los fines con
lu conmute:las implicadas y los diferentes fines posibles entre sf; en todo caso, pues,
quien
no an.e ni
afectivamente emotivamente, en particular)
ni
con arreglo a la tradicin.
Por su par;:, la decisin entre los distintos fines y consecuencias concurrentes y en conflicto
puede ser raulonal con arreglo a
valores;
en cuyo caso la accin es racional con arreglo a
fines slo en los medios ... La orientacin racional con arreglo a valores puede, pues, estar
en relacin muy diversa con respecto a la racional con respecto a fines. Desde la perspectiva
de esta ltima, la primera es siempre
irracional,
acentundose tal carcter a medida que el
valor que la mueve se eleve a la significacin de absoluto, porque la reflexin sobre las
consecuencias de la accin es tanto menor cuanto mayor sea la atencin al
valor propio
del acto en su carcter absoluto (1964:
20 -21).
La transcripcin de estos prrafos
de
Weber creo que pone de manifiesto,
sin necesidad de recurrir a las muchas y refinadas exgesis que de ellos se han
hecho, que Weber est tipificando las formas de la accin social, dos
de
las
cuales considera racionales: una de ellas lo es como respuesta a
las
exigencias
que sus convicciones imponen al actor, quien acta de acuerdo con ellas sin
consideracin a las consecuencia
t Previsibles de sus actos; sta es la accin ra-
cional cpn.arreglo valores. La btra, racional con arreglo a fines, es racional en
la medida en que sopesa y calcula las consecuencias previsibles
de
la accin que
tiene por objeto alcanzar un fin determinado. En cierta medida, pues, y por
paradjico que parezca, podra decirse que la racionalidad de fines de que habla
Weber es en realidad una racionalidad de medios, instrumental, pues ms bien
que determiz.ar
los fines lo que hace es perseguirlos; en tanto que la que llama
Wertrationc::*:.it,
o racionalidad de valores, consiste en la constitucin de un
valor en el papel de fin: ms que alcanzar un fin propiamente dicho, la accin
racional con arreglo a valores lo que pretende es dar satisfaccin a un valor
valioso, sean cuales fueren sus consecuencias. Como vernos, pues, ninguno de
los dos tipos de racionalidad considerados se postula como capaz de
seleccionar
racionalmeme entre fines alternativos:
si acaso, y de manera oscura, lo pretende
la racionalidad con respecto a fines, pero si no lo entiendo mal como ade-
cuacin de r7..tes de orden intermedio para otros fines de orden superior, esto es,
como mera ra:ionalidad instrumental. Resultara as confirmada la posicin we-
beriana de atribuir la decisin entre lineo al
homo volens
valorador, y no al
discernimienn racional de la ciencia: ciencia y poltica seran as dos vocaciones
separadas, y la primera no tendra nada que decir en el mbito de la segunda,
salvo meras consideraciones tcnicas. Pues bien, en otro lugar he concluido que
Weber no resuelve satisfactoriamente el problema de una ciencia social
wertfrei,
pese a la muy prolija y complicada frmula con que establece la relacin de la
Cinco vias de acceso a la realidad social
1
ciencia social con los valores (cfr. Beltrn, 1979: 36-55), y no
es
de extraar que
encontremos de nuevo aqu la misma limitacin, tanto ms cuanto que aqu se
refiere Weber a las formas de racionalidad de la accin social y no a la raciona-
lidad de la ciencia. La consecuencia,
a
mi modo de ver, es que Weber considera
la eleccin entre fines alternativos como algo que pertenece primordialmente,
si no totalmente, al mbito externo a la accin que estima racional; para la
orientada a valores, el objetivo de la accin es dar satisfaccin a un valor exi-
gido, o autoexigido, al actor, y por tanto previo al planteamiento de la accin;
para la orientada a fines, el objetivo de la accin es alcanzar determinado estado
de consecuencias, y lo racional es justamente el proceso por el que se alcanzan
las consecuencias queridas y no otras. Pues bien, lo que me parece que falta en
la consideracin weberiana es la accin racional de crtica y valoracin de fines,
con vistas a su seleccin racional; y m e temo quo falta porque, heredero en este
punto tanto de la tradicin positivista como de la neokantiana, Weber entiende
que el tema de la eleccin de fines entra de lleno
en
el campo en que se libra
la guerra de los dioses y no en el campo de la ciencia. Con lo que, para evitar
la embatazosa conclusin de que la eleccin ha de ser irracional, no queda otro
camino que el de la ambigedad: como es el caso de Aron cuando sostiene que
la necesidad de la eleccin ... no implica que el pensamiento est pendiente de
decisiones esencialmente irracionales y que la existencia se cumpla en
una libertad
no sometida ni siquiera a la Verdad (1967: 77). Pues bien, no basta escribir la
palabra verdad con mayscula para resolver el problema: ste slo
se resuelve
(planteando otros, naturalmente) al reconocer a la ciencia social la dimensin
crtico-racional que aqu se postula.
Reconocimiento que, ciertamente, no puede ser pacfico ni aproblemtico,
como lo acredita Ja polmica histrica que enfrenta al racionalismo con otras
posiciones filosficas, fundamentalmente el empirismo; aqu nos interesa -slo,
claro es, el racionalismo gnoseolgico, si bien en una versin moderada que
no excluye el empirismo, del mismo modo que los grandes empiristas ingleses,
como Locke y Hume, no se opusieron al racionalismo, sino a su hipertrofia (par-
ticularmente a sus formas metafsicas, que sostienen la racionalidad de lo real).
El mtodo racional, pues, ha de considerarse en el contexto de una teora del
conocimiento que no se agote en el empirismo; su apoyo radica sobre todo en la
tradicin ilustrada, que concibe a la razn como luz mediante la que el hombre
puede disolver la oscuridad que le rodea. Como indica Ferrater, la razn del
siglo xvin es a la vez una actitud epistemolgica que integra la experiencia y una
norma para la accin moral y social (1979: 2762): de aqu la inseparable re-
ferencia crtica que acompaa al racionalismo, y la denominacin de crtico.
racional que vengo utilizando para el mtodo a que me refiero. No se trata,
pues, de enfrentar como mutuamente excluyentes a racionalismo y empirismo,
pues a fin de cuentas el empirismo no es un simple contacto sensible con lo
exterior, sino que es un modo especfico de ejercitar la razn; una y otra
posicin, racionalista y empirista, estn en la base de mtodos que aqu se pre-
dican como propios de la Sociologa. Una y otra son, a mi modo de ver, posicio-
nes complementarias, y el papel del racionalismo consiste precisamente en ir ms
all de lo dado, en penetrar en el mundo de los valores y de las opciones morales,
y en el n ecesario ejercicio de la crtica de fines.
Una ltima precisin: el mtodo crtico-racional que defiendo para la Socio-
loga no tiene nada que ver con el racionalismo crtico popperiano desarro-
llado por Albert, que consiste
bsicamente en una prueba crtica constante
que
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no ofrece certidumbre absoluta, pero que invalida todo dogma (cfr. esp. Albert,
1973: 181-219); es obvio que al moverse gnoseolgicamente en el territorio del
empirismo, el trmino racionalismo no tiene en esta posicin el sentido con
que lo manejo en las presentes pginas; como seala Wellmer, el concepto de
ciencia que Popper representa implica una estricta separacin entre hechos y
juicios de valor, atribuyndose a estos ltimos
el status
de decisiones subjeti-
vas e irracionales. De ah tambin que la determinacin de metas prcticas, es
decir, de aplicabilidad, tenga que quedar estrictamente separada de la ciencia
como tal, malvendindola al traspasarla a la esfera de la poltica (1979: 19).
Nos encontramos, pues, de nuevo con el tema que tan pertinazmente nos acom-
paa: en la medida en que la ciencia se encastilla en el mundo de los hechos
y rechaza como no cientfico el de los juicios de valor, las opciones morales
y polticas respecto de fines humanos y sociales quedan entregadas a la pura
volicin arbitraria y al nudo juego de intereses: al irracionalismo, en una pala-
bra. Lo que tiene tanto menos sentido cuanto que la pretensin de una ciencia
exenta
de
juicios de valor es un imposible.
Se observar, por otra parte, que un punto bsico
de
mi razonamiento es
identificar ciencia con racionalidad (o racionalidad con ciencia, si se prefiere).
Podra ser de otra manera? Evidentemente, entiendo que la ciencia emprica
es una forma de racionalidad, pero, por lo que hace al menos a las- ciencias
sociales, no es la nica forma de racionalidad; las ciencias sociales son cierta-
mente empricas, pero no slo empricas. En la medida en que no rechazan la
discusin sobre fines y en que se manejan conscientemente con juicios de valor,
son tambin metaempricas sin dejar por eso de ser racionales. De aqu la utili-
zacin del mtodo crtico-racional al que me refiero, y que constituye una ms
de las diferencias que distinguen a las ciencias sociales de las ciencias naturales;
en palabras de Wellmer, la ciencia social emprico-analtica se confunde
a
s
misma si se autointerpreta como rama especfica de una ciencia unitaria definida
metodolgicamente segn el modelo de las ciencias naturales (1979: 39). Si las
ciencias sociales, como tales ciencias, se confinan en la facticidad de lo emprico,
aceptan como dadas las relaciones de poder que no tienen ms legitimidad que
la de su existencia, siendo as incapaces de demandar su abolicin. En nombre
de qu ha de quedar esta demanda
extramuros
de la ciencia? No ciertamente en
nombre de la ciencia misma, que cuenta con una poderosa tradicin normativa;
s en nombre de la concepcin naturalista de la ciencia social, por tantas razo-
nes insostenible. La razn, pues, no debe instrumentalizarse limitndola, a juzgar
de la adecuacin tcnica de medios a fines; debe, por el contrario, declararse
su capacidad para juzgar acerca de fines, y reclamarse dicha tarea para la ciencia
social, con la conviccin de que no llevar consigo ninguna pretensin de una-
nimidad ni, por ende, de dogmatismo. Tarea que puede llevar a cabo la Sociologa
a travs del mtodo crtico-racional.
5. El mtodo cuantitativo
No todas las ciencias fsico-naturales descansan ntegramente sobre la apre-
ciacin cuantitativa de los fenmenos, pues una parte mayor o menor de su
investigacin y del conocimiento que producen es cualitativa. No obstante, podra
decirse que tales ciencias son primordialmente cuantitativistas, en el sentido de
que la medicin, el resumen estadstico, la prueba de sus hiptesis y, en general,
el lenguaje matemtico constituyen caractersticas habituales de su trabajo. Es
desde este punto de vista desde el que puede decir
s e que las ciencias fsico-
naturales se caracterizan por el empleo de mtodos cuantitativos, e incluso cabe
afirmar con cierta licencia que utilizan generalmente el mtodo cuantitativo:
contar, pesar y medir, con todo el extraordinario grado de sofisticacin y refi-
namiento que caracteriza a tan simples operaciones cuando son llevadas a cabo
por la ciencia. Los fenmenos y las relaciones entre fenmenos deben expresarse
de forma matemtica, esto es, cuantitativamente, y la prueba de las hiptesis se
expresa igualmente en trminos de probabilidad frente a las leyes del azar, tam-
bin cuantitativamente; slo de esta forma toman en consideracin las ciencias
fsico-naturales la descripcin o explicacin de un fenmeno, o la acreditacin
de una hiptesis. Los protocolos de la investigacin cientfico-natural consisten
habitualmente en mediciones de lo observado, en apreciaciones estadsticas de
relevancia, en determinaciones matemticas de la relacin existente entre unas
y otras variables, y en valoraciones
o tests
probabilsticos de las conclusiones
o predicciones establecidas. De esta forma, y por diferentes que sean sus objetos
de conocimiento, las ciencias fsico-naturales tienen en comn una actitud y unos
procedimientos de naturaleza cuantitativa, aptos por tanto para ser formalizados
matemticamente. Por supuesto, tales procedimientos no son los nicos que estas
ciencias manejan, pero s son los ms importantes; junto al que aqu vengo
llamando mtodo cuantitativo, tambin se utilizan mtodos cualitativos, pero
no son stos los caractersticos de la ciencia natural.
Las ciencias sociales, por su parte, pueden y deben utilizar el mtodo cuan-
titativo, pero slo para aquellos aspectos de su objeto que lo exijan o lo permitan.
Desde dos puntos de vista se ha vulnerado esta adecuacin del mtodo con el
objeto: por una parte, un cierto humanismo delirante ha rechazado con frecuencia
cualquier intento de considerar cuantitativamente fenmenos humanos o sociales,
apelando a una pretendida dignidad de la criatura humana que la constituira
en inconmensurable; de otro lado, una actitud compulsiva de constituir a las
ciencias sociales como miembros de pleno derecho de la familia cientfica fsico-
natural ha llevado a despreciar toda consideracin de fenmenos que no sea
rigurosamente cuantitativa y forrnalizable matemticamente. Espero que resulte
obvio que una y otra actitud, la humanista y la naturalista (por llamarlas as),
traicionan la peculiaridad del objeto de conocimiento de las ciencias sociales, que
impone en unos de sus aspectos la consideracin cuantitativa y la impide en
otros; es el objeto el que ha de determinar el mtodo adecuado para su estudio,
y no espurias consideraciones ticas desprovistas de base racional o cientifismos
obsesionados con el prestigio de las ciencias de la naturaleza.
El hombre y la sociedad humana presentan mltiples facetas a las que con-
viene el mtodo cuantitativo: todas aquellas en que la cantidad y su incremento
o decremento constituyen el objeto de la descripcin o el problema que ha de
ser explicado; esta afirmacin, que a primera vista es una platitud, implica sin
embargo que, si bien el problema puede ser de cantidad, quiz la explicacin
no tenga por qu ser cuantitativa; pinsese, por ejemplo, en un problema demo-
grfico (cuantitativo) y en su explicacin sociolgica (que muy bien puede no
ser cuantitativa, esto es, sujeta a medicin, a apreciacin estadstica y a prueba
probabilstica). Pero, en todo caso, lo que aqu me importa es destacar la nef
cesaria utilizacin del que vengo llamando mtodo cuantitativo para el estudio
de determinados aspectos de la realidad social. Y se me perdonar si indico
lo que es verdad de perogrullo: mtodo cuantitativo y empirismo no son la
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misma cosa. En efecto, el mtodo cuantitativo es siempre emprico, pero no es
cierto lo contrario, pues emprica es tambin la investigacin cualitativa, en la
medida en que no es puramente especulativa, sino que hace referencia a deter-
minados hechos. Una interpretacin exageradamente amplia de la nocin hacer
referencia a hechos llevara a que prcticamente toda indagacin o reflexin
posible sera emprica, pues siempre habr algn hecho como referente ms o
menos prximo para ella; quiz convenga, sin embargo, reservar la utilizacin
del trmino emprico para la investigacin o la reflexin cuyo referente fctico
sea sumamente prximo, ya se utilice el mtodo cuantitativo o el cualitativo.
Y no emprica, o no inmediatamente emprica, sera aquella investigacin o re-
flexin de corte filosfico, lgico o valorativo en que el referente fctico fuese
ms lejano o pre-textual. No creo necesario insistir a estas alturas en que tanto
los mtodos empricos como los no empricos me parecen igualmente legtimos
para la Sociologa, siempre que guarden la debida adecuacin con el contenido
especfico del objeto de conocimiento de que se hace cuestin. La Sociologa
no es una ciencia emprica en el sentido de que sea
slo
emprica, y no lo es
porque no puede acomodarse al modelo ,de las ciencias fsico-naturales, ya que
su objeto se lo impide.
Pues bien, la investigacin sociolgica que haya de habrselas con datos
que sean susceptibles de ser contados, pesados o medidos tendr que utilizar
una metodologa cuantitativa, bien sobre datos Preexistentes, ofrecidos por muy
diversas fuentes (practicando as lo que llamamos anlisis secundario), bien
sobre datos producidos
ad hoc
por el propio investigador (datos que llamamos
primarios). Las tcnicas de medida, de construccin de ndices e indicadores, de
manejo estadstico de masas ms o menos grandes de datos, de anlisis matem-
tico de dichos datos casi siempre con vocacin de anlisis causal, y de con-
trastacin probabilstica de hiptesis;
son
c ;
pueden ser comunes tanto al anlisis
secundario como al de datos primarios. He utilizado para nombrar a tales ope-
raciones el trmino de tcnicas, pues entiendo que no son sino modos, pasos
o procesos del mtodo cuantitativo, subordinados a su propsito; en la prctica
se habla, sin embargo, de cosas tales como el mtodo del
path analysis,
o del
mtodo de Kolmogorov-Smirnov, cuando ms que de mtodos propiamente
dichos se trata de meras tcnicas o, incluso, de simples procedimientos. Pero no
discutamos aqu sobre palabras, y quede remitido el lector a la abundante lite-
ratura metodolgica cuantitativista existente. Y volvamos brevemente al anlisis
secundario.
Los datos numricos que pueden interesar al socilogo carecen en la prctica
de fronteras: en cada caso habr de determinar su relevancia como evidencia
emprica para el problema que le interesa, y no siempre podr utilizarlos tal
como se los ofrecen las fuentes disponibles, sino que habr de elaborarlos. En-
tiendo que han de ser calificados de secundarios todos los datos preexistentes
como tales datos, aunque no fuesen conocidos de antemano (por ejemplo, un
registro demogrfico descubierto por el investigador), o careciesen de la forma
numrica en la fuente manejada por el investigador (por ejemplo, unas tablas
de mortalidad que haya que calcular a partir de tal registro). El dato secun-
dario est ah, ms o menos inmediatamente manejable, pero al investigador le
viene
dado.
Normalmente, el anlisis secundario es imprescindible para buena parte
de los planteamientos macrosociolgicos, en los que se trate de indagar cuestiones
referentes a la estructura social global o a la articulacin de sus subestructuras;
los mtodos histrico y comparativo recurren constantemente a la forma secun-
daria de cuantificacin, y el carcter mximamente problemtico de la Sociologa
se manifiesta tambin en este mbito al resistirse a ver como constantes magni-
tudes que son esencialmente variables.
Es
propia de la Sociologa su resistencia
a utilizar la lgica del
caeteris paribus,
no tanto por su incapacidad para llevar
a cabo experimentos controlados en que, efectivamente, se puedan mantener arti-
ficialmente constantes el resto de las variables para ver qu efectos produce la
variacin del factor que se considera, sino ms bien por su experiencia acerca
de la fluidez de la realidad. Es muy difcil, pues, reconocer aqu reglas especficas
para el anlisis secundario en Sociologa, salvo quiz por lo que se refiere al
importante tema de los indicadores sociales, desarrollada ante la necesidad de
cuantificar determinadas dimensiones de una situacin social como, por ejemplo,
el bienestar o aiivel de vida. Es muy conocida la definicin de indicador social
elaborada para el proyecto de
Dossiers Rgionaux et Indicateurs Sociaux
(pro-
yecto DORIS) del Gobierno de Quebec, segn la cual un indicador social es la
medida estadstica de un concepto o de una dimensin de un concepto o de una
parte de sta, basado en un anlisis terico previo e integrado en un sistema
coherente de medidas semejantes, que sirva para describir el estado de la socie-
dad y la eficacia de las polticas sociales (apud Carmona, 1977: 30); de la defi-
nicin citada salta a la vista la vocacin aplicada con que fueron concebidos los
indicadores sociales, pero tal carcter no es en absoluto esencial: los indicadores
pueden ser elaborados y utilizados como puros instrumentos de conocimiento,
'picos del anlisis secundario. En su Introduccin a la Seccin I de
The Language
s Social Research,
Lazarsfeld apunta un proceso cuyo primer paso consiste en
a formulacin de un concepto derivado de la inmersin del investigador en los
letalles de un problema terico, y que pese a su inicial imprecisin da sentido
a las relaciones observadas; inmediatamente el investigador especifica aspectos
D
dimensiones del concepto, deductiva o inductivamente, de suerte que se ponga
de manifiesto cmo el tal concepto consiste en una cambinacin de fenmenos
ms o menos compleja, para los que debe seleccionarse un cierto nmero de
indicadores observables que puedan servir como medidas de los aspectos o di-
mensiones del concepto; la ltima fase del proceso consiste en la construccin
de un ndice que sintetice las observaciones medidas por los indicadores (cfr. La-
zarsfeld y Rosemberg, 1955: 15). Este planteamiento tan lineal ha sido discutido
por Blalock, quien a partir de la distincin de un lenguaje conceptual o terico
y de otro observacional o emprico, objeta que no hay correspondencia directa
entre teora y realidad, o entre conceptos y observaciones, por lo que se requiere
la existencia de una teora auxiliar como intermediaria entre ambos planos,
que especifique en cada caso el modo de relacin de un indicador determinado
con una variable terica determinada (Cfr. Blalock, 1968: passim).
Pero no me
propongo entrar aqu en esta discusin, y s sealar que estoy en todo de acuerdo
con el excelente trabajo pullicado por Moya en 1972 cuando la boga de los
indicadores sociales pareca anunciar la era de una nueva investigacin social
emprica, constituyendo aqullos la tecnologa de la investigacin social emp-
rica en cuanto actividad social progresivamente organizada y estandarizada:
La fijacin de sistemas ndices standard
aparece como estandarizacin de esquemas
tericos y conceptuales que tienden a homogeneizar internacionalmente la investigacin
social en el contexto de su progresiva industrializacin, de. su progresiva organizacin
burocrtica en un medio tecnolgico de costes progresivamente crecientes ... (Con ello)
la investigacin
cientfica
de la realidad social pierde su vieja forma de planteamiento ra-
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inco vias de acceso a la realidad social
9
mente debe existir un pequeo grupo que tome decisiones, les imprima coheren-
cia y separe las cuestiones principales de las subsidiarias (apud
Hyman, 1971:
416); en esta direccin se ha llegado incluso a propugnar la no publicacin de
los resultados de los sondeos de opinin, ya que constituyen una forma atpica
de presin sobre los gobernantes, cuyo papel no se reduce a dar cumplimiento
directo a la voluntad popular, al menos a la que no se canaliza a travs de los
medios establecidos.
He querido detenerme sumariamente en esta discusin, que muchos consi-
derarn completamente superada, por parecerme que refleja con especial claridad
la ambigedad originaria de una tcnica o modo de investigacin que con fre-
cuencia ha sido confundido vulgarmente con la propia Sociologa: indagacin de
la opinin pblica y posibilidades de accin poltica parecen haber marchado
al mismo paso en la utilizacin de las primeras encuestas, del mismo modo que
lo han hecho en su crtica el rechazo de las consultas plebiscitarias por mor del
funcionamiento de las instituciones representativas, y el rechazo del igualitaris-
mo en nombre de la gestin minoritaria de intereses organizados que caracteriza
la concepcin norteamericana de la sociedad pluralista. En todo caso, y como
ha sabido ver Habermas, la opinin pblica estudiada por las encuestas de
opinin ha quedado despojada de su vinculacin histrica con el contexto de las
instituciones polticas: el
pathos
positivista abstrae sus aspectos institucionales
y procede a la disolucin sociopsicolgica del concepto de opinin pblica, re-
ducindolo a poco ms que actitudes, incluso sin verbalizar; lo que pasa hoy
por opinin pblica no es ms que su sucedneo sociopsicolgico (1981: 264-
267). Sucedneo que, pese a repetidas declaraciones de que indaga opiniones de
grupo, no recoge sino opiniones individuales: por ms que stas se ordenen de
acuerdo con los grupos sociales a que pertenecen los responden tes, y por ms
que la distribucin de frecuencias muestre regularidades grupales en las respues-
tas, las opiniones recogidas son opiniones de individuos agregadas cuantitativa-
s
mente, no de grupos.
Dejando aparte los muchos problemas que plantea la formacin de escalas
y la determinacin de ndices y tipos, el anlisis de la agregacin cuantitativa
de opiniones individuales goza de una larga tradicin de simplicidad a travs
de su presentacin en forma de tabulaciones porcentuales cruzadas, en las que
una de las entradas corresponde a la variable presuntamente independiente, y
la otra a la dependiente; pero incluso las ms complejas tablas de este tipo, con
tres o quiz cuatro variables, no son capaces sino de establecer la direccin
de la relacin entre dos de ellas o dos grupos de ellas, sin muchas posibilida-
des de apreciar el juego conjunto y diferenciado de una serie ms o menos larga
de variables independientes o intervinientes (dificultad que, dicho sea de t . :aso,
afecta de parecida manera a la correlacin y regresin simples). De aqu que este
anlisis de pan y chocolate est siendo sustituido ltimamente por formas
mucho ms refinadas de anlisis multivariable, que persigue precisamente la
identificacin de procesos multicausales, atribuyendo a cada una de las variables
presuntamente independientes su cuota de responsabilidad en el proceso estudiado.
El inconveniente obvio de tales procedimientos es el exceso de fe en su sofisti-
cacin estadstica, que lleva al olvido de que toda la complejidad analtica des-
cansa sobre una construccin hipottica llevada a cabo por el investigador, sobre
la definicin de sus variables y su modo de relacin, y en ltimo extremo sobre
la calidad de los datos de base. Parece como si una vez ordenados los datos en
una matriz sufrieran un doble proceso de abstraccin y purificacin que los
convirtiera sin ms en cientficos, o como si una vez formalizadas las rela-
ciones entre variables en un
grajo
se convirtieran en relaciones indiscutibles;
pero ste es el riesgo de cientifismo que siempre acecha al mtodo cuantitativo,
y contra el que har bien en estar crticamente prevenido el investigador.
6: El mtodo cualitativo
Acerca de la antinomia cantidad-cualidad ha podido escribir Brodbeck: la
cuantificacin se ha tornado en smbolo de prestigio para muchos cientficos
sociales... Para
.
otros, por el contrario, -la cuantificacin es anatema... Tanto el
sueo ilusionado como la pesadilla son reacciones desproporcionadas. La lgica
de la situacin no justifica ni el exceso de celo ni la repudiacin total..., pues
la dicotoma cantidad-cualidad es espuria. La ciencia se refiere al mundo, esto es,
a las propiedades y a las relaciones entre las cosas. Una cantidad es una canti-
dad
de
algo. En concreto, es una cantidad de una 'cualidad' ... Una propiedad
cuantitativa es una cualidad a la que se le ha asignado un nmero (cit. por Cas-
tillo, 1972: 126). Cosa parecida vienen a decir Mayntz, Holm y Hbner en su
popular manual, aunque de manera a la vez ms prudente y ms operativa: al
establecer la diferencia entre propiedades cuantitativas y cualitativas, sealan
que en las primeras el valor especfico de la propiedad es una
medida, grado
o cantidad,
mientras que en las cualitativas es una
manera;
y se apresuran
a sealar que los atributos o propiedades cualitativos permiten, no obstante, su
cuantificacin... Con suficiente frecuencia la propiedad cualitativa puede repre-
sentarse como un atributo cuantitativo pluridimensional mediante su divisin
analtica en dimensiones parciales aisladas...- La -diferenciacin entre propiedades
cuantitativas y cualitativas es, pues, provisional e inexacta (Mayntz, Holm y
Hbner, 1975: 19), con lo que la distincin entre un mtodo cuantitativo y otro
cualitativo, aunque posible, sera igualmente provisional; y desde el punto de
vista del prestigio de lo cuantitativo, todo mtodo cualitativo sera insuficiente-
mente cientfico, no lo bastante maduro, o demasiado perezoso. Pues bien, va
de suyo que no puedo estar de acuerdo con estos planteamientos, que de ma-
nera confesa son
cliantitativistas.
Tanto por lo que se refiere al objeto de cono-
cimiento como el
mtodo que le sea adecuado, cantidad y cualidad se sitan
en dos planos completamente diferentes (abstraccin hecha de la ley de la dia-
lctica que afirma el paso de la primera a la segunda, y que no voy a discutir
aqu), planos que implican modos no convergentes de enfrentar la cuestin.
Creo que lleva toda la razn Ibez cuando plantea el problema de la
renuncia a la ilusin de transparencia del lenguaje y su consideracin como
objeto, y no slo como instrumento, de la investigacin social (1979: 19): la
negacin al lenguaje de su condicin de
dado,
su cuestionamiento, implica una
ruptura epistemolgica que constituye el mtodo cualitativo; segn Ibez, as
como la ruptura estadstica intenta ir a las cosas mismas, a los hechos des-
nudos, traspasando la ideologa que la cosa traa, la ruptura lingstica des-
construye la nocin ideolgica para reconstruir con sus fragmentos un concepto
cientfico (la ideologa es su materia prima, la materia sobre la que trabajl:
y que des-construye para re-construir una ciencia) (1979: 21). De esta forma,
el propio discurso se constituye en el objeto privilegiado de la investigacin:
el lenguaje no es slo un instrumento para investigar la sociedad, sino el objeto
propio del estudio: pues, al fin y al cabo, el lenguaje es lo que la constituye
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o al menos es coextensivo con ella en el espacio y en el tiempo (1979: 42).
En definitiva, como el propio autor seala, la tecnologa estadstica ocupa un
lugar subordinado a la tecnologa lingstica, pues contar unidades es una ope-
racin posterior y lgicamente inferior a la de establecer identidades y diferen-
cias; o dicho de otro modo: Las tcnicas 'cualitativas' no son menos matemticas
que las 'tcnicas cuantitativas'; lo son antes y ms, pues la mathesis =ciencia
del orden calculable' es, histrica y lgicamente, anterior al nmero (1979:
44). El autor, en esta suerte de pugna de prelacin, coloca por delante del mtodo
cuantitativo al cualitativo, y, desde luego, lleva toda la razn desde el punto de
vista lgico; para m que, sin embargo, huelga entrar en tal discusin. Creo que
basta con afirmar el mtodo cualitativo junto al cuantitativo, dejando que sea
el objeto de conocimiento el que lo justifique y reclame en funcin de sus propias
necesidades, perfectamente diferenciadas. Esta determinacin por el objeto, esto
es, por el aspecto o componente del objeto de que se quiera dar razn, implica
que uno y otro mtodo han de calificarse de empricos, aunque en uno, el cuali-
tativo, se trate de establecer identidades y diferencias y el lenguaje sea ele-
mento constitutivo del objeto, mientras que en el otro, el cuantitativo, se cuen-
ten unidades y no se haga cuestin del lenguaje; pero en ambos casos es nece-
saria la observacin del objeto como proceso de produccin de datos (en feliz
expresin de Ibez: cfr. 1979: 38), aun cuando, tambin en ambos casos, no
pueda ocultarse al investigador que no hay datos inmediatos, sino que todos
estn lingsticamente producidos, esto es, mediados. En efecto, como seala
el autor, no slo los datos primarios son ante todo una enunciacin lingstica
(la encuesta no registra como datos otros fenmenos que los que ella misma
produce), sino incluso los secundarios, producidos en todo caso por i edios
tcnicos que implican determinaciones verbales. Desde este punto de vista s
puede sostenerse la preeminencia del mtodo cualitativo sobre el cuantitativo,
en la medida en que opera a partir de la renuncia a la ilusin de la transparencia
del lenguaje; en tanto que el mtodo cuantitativo se contenta con la ruptura
estadstica, sin llegar a ser 'consciente- de que los hechos que maneja se mani-
fiestan eh un lenguaje estructurado. Pero, insisto, no me interesa aqu establecer
prelaciones, sino concurrencias; los mtodos empricos cuantitativo y cualitativo
son, cada uno de ellos, necesarios
in sua esfera, in suo ordine,
para dar razn
de aspectos, componentes o planos especficos del objeto de conocimiento. No
slo no se excluyen mutuamente, sino que se requieren y complementan, tanto
ms cuanto que el propsito de abarcar la totalidad del objeto sea ms decidido.
Una de las vas cualitativas ms caractersticas es el llamado grupo de
discusin, al que Ibez dedica su libro, y que es definido como una confe-
sin colectiva (1979: 45) que deja inmediatamente de serio, o de parecerlo,
ya que el sujeto del enunciado dejar de ser el sujeto de la enunciacin:
se hablar en grupo, en segunda o tercera persona, de cualquier cosa (1979:
123); esta tcnica, heredera con la tambin cualitativa entrevista en profundidad
de la sesin de psicoanlisis
o clnica, se emparenta con las tcnicas de grupo
ampliamente utilizadas en el campo de las relaciones humanas. Para Ibez,
en el grupo de discusin se dan dos niveles de discurso: uno primero o emp-
rico, en el que el grupo se manifiesta, y otro segundo o terico, que habla del
discurso de primer nivel y que permite interpretarlo o analizarlo. La interpre-
tacin es una lectura: tiende a descifrar lo que la realidad dice como si la
realidad hablara. El anlisis es una escritura: desconstruye el 'discurso' (ideo-
loga) de la realidad, reconstruyendo con sus piezas otro discurso... el grupo es
el lugar privilegiado para la lectura de la ideolo a dominante (1979: 126).
La discusin que tiene lugar en el grupo, provocada por investigador, con-
vierte en objeto de conocimiento la ideologa del grupo, y ello con una impor-
tante particularidad: as como la encuesta no traspasa el contenido de la con-
ciencia, el grupo de discusin explora el inconsciente (1979: 130). Adems, as
como el diseo de la encuesta es cerrado (todo est previsto de antemano, salve
la distribucin de frecuencias), el del grupo de discusin es abierto, y en el pro-
ceso de investigacin est integrada la realidad concreta del investigador. Las
personas que han de formar parte de un grupo de discusin (entre cinco y diez)
requieren un cierto equilibrio entre homogeneidad y heterogeneidad que haga
posible y fructfera la interaccin verbal; su seleccin no se confa al azar, sinc
que, determinadas previamente las clases de informantes y su distribucin en
grupos (y son necesarios relativamente pocos grupos para llevar a cabo una in-
vestigacin), se les invita a participar a travs de canales concretos, particulares
y preexistentes; el investigador o preceptor propone la cuestin a discutir y
se abstiene despus de toda intervencin, salvo las estrictamente necesarias para
catalizar o controlar la discusin, que se registra para su anlisis posterior:
El grupo (microsituacin) produce un discurso que se refiere al mundo (macro
situacin) (1979: 347). En dicho anlisis, el investigador es un sujeto en pro
ceso que se integra en el proceso de investigacin; para reducir a unidad la
masa de datos obtenida no cuenta con ningn procedimiento algoritmizado, n'
con reglas
a priori
que le indiquen cmo ha de proceder, sino con su intuicir
y con una constante vigilancia epistemolgica que analice las condiciones que 1,
mueven a interpretar cmo lo hace. Como dice el autor,
La interpretacin es una lectura: escucha de una realidad que habla. Por eso part-
de la intuicin. Corno punto de partida, el investigador intuye... Pero, en una segunda ope
racin (anlisis), debe
evaluar esas intuiciones... Frotar sus intuiciones contra las teora
construidas o construibles, verificarlas en un proceso que articula su dimensin sis
temtica (coherencia con el conjunto de los campos tericos) y su dimensin operatori
(aplichilidad a los fenmenos) (Ibez, 1979: 350-351)
Me he detenido, si bien de manera superficial, en la tcnica del grupo d
discusin porque me parece que constituye una de las formas ms caracterstica
del mtodo cualitativo, en la que el anlisis del lenguaje, la implicacin de
investigador y el acceso al inconseiente suponen.rasgos_fuertemente_diferenciale
gen respecto al mtodo cuantitativo. Segn he recogido, se nos indica
el Vi
Fei
tesco dela discusin de grupo con tcnicas como la
focussed interview
(Mertor
Fiske y Kendall, 1936) o la
clinical interview
(Adorno
el al.,
1930), conocida
como tcnicas de entrevista en profundidad: se trata de una tcnica intensiv
en la que se abordan no solamente las opiniones del individuo interrogado, sin
incluso su propia personalidad; la entrevista enfocada parte de una determinad
experiencia del sujeto cuyos efectos quieren analizarse (en el modelo propuest
por Merton y sus colaboradores, la exposicin a un determinado flujo de inte
-
rnacin que provee de guin a la entrevista), en tanto que la clnicas> parte e
unas opiniones o actitudes del sujeto cuyas motivaciones se desea determina
(en el caso de la personalidad autoritaria se exploran los fundamentos de
actitud previamente determinada, con objeto de obtener un diagnstico. E
guin de la entrevista, y la intervencin en ella del investigador, puede se;
ms o menos detallado: en el caso mnimo
(non-directive interviews)
el papel d,
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investigador se reduce a iniciar la entrevista, que se desarrolla en la prctica
como un monlogo del entrevistado, reorientado por el investigador slo cuando
resulta imprescindible. Las entrevistas pueden ser nicas o mltiples, produciendo
estas ltimas una importante masa de informacin que, de ser biogrfica, da
lugar a una tcnica prxima conocida como historia de vida. Todas estas tc-
nicas trabajan sobre el registro que recoge las manifestaciones del entrevistado,
y en todas ellas la interpretacin y el anlisis revisten caracteres anlogos a los
que se han apuntado para el grupo de discusin, con la radical diferencia de que
en ste es el grupo el que habla, mientras que en las diversas formas de la
entrevista en profundidad lo hacen los individuos.
Otra difundida forma del mtodo cualitativo es la observacin participante,
en la que el objeto de conocimiento se ofrece directa y globalmente al observa-
dor integrado ms o menos profunda y activamente en los procesos o grupos que
trata de estudiar; la ambivalencia espectador-actor abre una amplia dimensin
en el grado de participacin del investigador: desde la presencia del antroplogo
en la comunidad en que lleva a cabo su trabajo de campo, que cifra su xito
en hacerse adoptar por aquellos a quienes estudia, hasta las investigaciones
llevadas a cabo en un determinado medio por quienes forman parte de l. En
todo caso, en la medida en que la observacin participante subraye la
participa-
cin,
el investigador recurre a la
introspeccin de su propia experiencia como
fuente privilegiada de conocimiento de la realidad estudiada. La observacin,
cualquiera que sea el grado de participacin que practique el investigador versa
normalmente sobre conductas, sobre acciones o interacciones en situaciones so-
cialmente definidas: como seala