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Ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola · PDF filedirigir su vida en el camino del evangelio. Es decir se pasa del horizonte general del bien al del bien concreto en el seguimien-to

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EJERCICIOS ESPIRITUALES DE SAN IGNACIO DE LOYOLA

UNA RELECTURA DEL TEXTO (4)

Josep M. Rambla, sj. Seminario de Ejercicios (EIDES)

INTRODUCCIÓN: SEGUNDA PARTE DE LA SEGUNDA SEMANA ....................................

I. EL CUARTO DÍA ...............................................................................................................1. Las Dos Banderas .................................................................................................2. Los Binarios ...........................................................................................................

II. A PARTIR DEL QUINTO DÍA ...........................................................................................1. Contemplando ........................................................................................................2. «Antes de entrar en elecciones… tres maneras de humildad» ......................

III. «JUNTAMENTE…» [EE 135]: LA ELECCIÓN .......................................................1. Disposición previa .................................................................................................2. Objeto de la elección ............................................................................................3. Elección [EE 175-188] ...........................................................................................4. Para enmendar y reformar la propia vida y estado ...............................................5. Distribuir limosnas ..................................................................................................

NOTAS ....................................................................................................................................

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Edita Cristianisme i Justícia - Roger de Llúria, 13 - 08010 Barcelona 93 317 23 38 - [email protected] - www.cristianismeijusticia.netImprime: Ediciones Rondas S.L. - Depósito Legal: B-22045-2014 ISBN: 978-84-9730-342-2 - ISSN: 2014-654X - ISSN (ed. virtual): 2014-6558Octubre 2014 Revisión y corrección del texto: Pilar de la HerranMaquetación: Pilar Rubio Tugas

Josep M. Rambla, sj. Licenciado en teología. Es autor entre otros de Dios, la amistad y lospobres. La mística de Egide Van Broeckhoven, Santander, Sal Terrae, 2007; así como de las edi-ciones en catalán de los Ejercicios Espirituales (Exercicis Espirituals, Barcelona, ed. Proa, 1990)y de la autobiografía de san Ignacio (El pe legrí, Barcelona, ed. Claret, 1991).

Este cuaderno cuenta con la colaboración de la Direcció General d'Afers Religiososdel Departament de Governació i Relacions Institucionals

Protección de datos: La Fundación Lluís Espinal le comunica que sus datos están registrados en un fichero de nombre BDGACIJ,titularidad de la Fundación Lluís Espinal. Sólo se usan para la gestión del servicio que le ofrecemos, y para mantenerlo informadode nuestras actividades. Puede ejercitar sus derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición dirigiéndose por escritoa c/ Roger de Llúria 13, Barcelona.

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INTRODUCCIÓN: SEGUNDA PARTE DE LA SEGUNDASEMANA

Las páginas del presente comentario tienen como tema central la elección,momento que da una identidad particular a la experiencia de los Ejerciciosignacianos. La clásica división de los intérpretes entre «eleccionistas»(Hum melauer, H. Rahner, Fessard, K. Rahner….) y «unionistas» (Peters,Casano vas, Cusson…), según pongan el fin de los Ejercicios en la elecciónde estado o en la disposición para la perfección cristiana o la unión conDios, no tiene especial relevancia. Porque en definitiva hay que reconocerque los Ejer cicios llevan a la contemplación para alcanzar amor que dispo-ne para «en todo amar y servir a su divina majestad» [EE 233], pero a lavez, la manera como se dispo ne la persona que se ejercita para llegar aesta disposición final es la elección del estado o forma de vida o la reformade la propia vida y estado según los modos de elegir que Ignacio propone.Sin embargo, estas discrepancias que en el fondo son diferencias de pers-pectiva, no hacen sino poner de relieve el papel central que tiene la elec-ción en el proceso espiritual de los Ejercicios.1

Si nos fijamos en el momento que representa la elección en la mistagogíade los Ejercicios y en el camino recorrido por el ejercitante, hemos de reco-nocer la luz que aportan aproximaciones como las de Gaston Fessard o deJavier Melloni, que destacan el carácter de experiencia cumbre de la elec-ción, que delimita un antes y un después en el transcurso del camino espi-ritual que recorre el ejercitante. Según el esquema tradicional de las tresvías (purgativa, iluminativa y unitiva) a las que se refiere el texto de losEjercicios [cf. EE 10,2-3], la elección es el momento de la unión que divideen dos el proceso de los Ejercicios. Por tanto, las distintas partes del pre-sente comentario hay que entenderlas como piezas de un único mosaico,la forma de vivir cristiana del ejercitante, que es el objeto de la elección.

Conviene destacar que el itinerario propuesto por el libro de los Ejerciciosa partir del «cuarto día» abarca: las dos meditaciones propias del cuarto día[EE 136-157] y ocho días de contemplación de los misterios de Cristo enlos que se tratará la materia de elecciones [EE 158-163]. Para iniciar demodo conveniente esta materia y «afectarse a la vera doctrina de Cristo»,se propone la consideración de las tres maneras de humildad [EE 164-168]; y, para interpretar bien la experiencia espiritual de la elección se aña-den unas relativamente extensas orientaciones [EE 169-189]. Son días deuna trascendencia y riqueza espiritual notables en los que culmina el caminode los Ejercicios, puesto que luego llegará el tiempo de la inmersión gratuitaen el misterio nuclear del cristianismo, el misterio pascual (3ª y 4ª semanas).

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I. EL CUARTO DÍA

Ya ha pasado al lenguaje corriente llamar «cuarto día» al día de los Ejer -cicios, que incluye las meditaciones de Dos Banderas y de Tres Binarios.Es un día de particular importancia e intensidad espiritual, que introduce lasegunda parte de esta semana en la que llega a su punto culminante el pro-ceso de elección, momento central de los Ejercicios.

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1.1. situación del ejercicio

A este ejercicio se dedicarán cuatro horasde oración, con lo cual se sugiere la im-portancia capital que tiene este momentodentro del conjunto de la experiencia. Pue -de decirse que esta meditación marca unainflexión en el proceso de los Ejerci cios:se acentúa el momento cristológico, o seala ruptura con todo intento de reduc cio -nismo del seguimiento a un mesianismojesuánico.Este ejercicio toma de nuevo la ima-

gen del servicio guerrero que ya aparecióen la meditación de la llamada del ReyEternal, aunque aquí la mirada no se fijaen la persona que llama, sino en la ban-dera que convoca al campo donde se for-

ma el ejército de cada uno de los contrin-cantes.2 El ejercicio se construye sobreunos presupuestos que Ignacio no expli-cita, pero que son fundamentales para larealización apropiada del mismo. En pri-mer lugar, se da por supuesto que la vidacristiana es una continua opción. Esto eslo que la tradición bíblica nos transmitecon formas, palabras y símbolos muy va-riados: elegir entre vida y muerte, entrecielo y tierra, entre construir sobre arenao sobre roca, entre pasar por la puerta es-trecha o la ancha, entre día o noche, entreluz y tinieblas, etc. Y esta elección es elresultado de un combate entre dos fuerzaso actores en nuestra vida: el príncipe de laluz o el de las tinieblas, Dios o Sa ta nás.En segundo lugar, en este momento de los

1. Las dos bandeRas

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Ejercicios la persona que se ejercita no se halla en la situación de determinarseentre el bien y el mal, puesto que ya ha realizado la primera semana en la que seha decidido firmemente por el camino delbien, por la voluntad de Dios.Ahora se plantea al ejercitante la nece -

sidad de optar por una manera concreta dedirigir su vida en el camino del evangelio.Es decir se pasa del horizonte general delbien al del bien concreto en el seguimien-to de Jesús, al cual se ha decantado en losprimeros días de esta segunda semana.Podríamos decir que se halla en la situa-ción de Pedro en Cesarea, cuando recono-ce a Jesús como el Mesías, pero ha de darel paso de «pensar como Dios y no comolos hombres» (cf. Mc 8,33). Y precisa-mente porque pasar a la manera concretade hacer de Dios, manifestada en la vida ypalabra de Jesús, supone salir de las for-mas simplemente humanas de ver quemuy a menudo se cruzan con los designiosde Dios, este ejercicio es una iniciación enla sabiduría evangélica, una ayuda paraguiarse bien en la opción concreta y evi-tar los engaños que nos suelen amenazar.El ejercitante se halla ante la necesidad depronunciarse por la «vida verdadera», locual indica que hay vida falsa y engaño-sa, y, por tanto, ha de evitar dejarse llevarpor los «engaños del mal caudillo». Lameditación de Dos Banderas apunta,pues, a la lucidez del amor, es decir, es unainiciación en la sabiduría de Cristo parano dejarse seducir por los engaños bajoapariencia de bien que tantas veces nosdesvían del recto camino evangélico.

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mortal enemigo de nuestra humananatura. La sólita oración preparatoria.

[137] 1º preámbulo. El primer preámbulo esla historia: será aquí cómo Cristollama y quiere a todos bajo su bande-ra, y Lucifer, al contrario, bajo la suya.

[138] 2º preámbulo. El 2º: composición vien-do el lugar; será aquí ver un grancampo de toda aquella región deJerusalén, adonde el summo capitángeneral de los buenos es Cristo nues-tro Señor; otro campo en región deBabilonia, donde el caudillo de losenemigos es Lucifer.

[139] 3º preámbulo. El 3º: demandar lo quequiero; y será aquí pedir conocimien-to de los engaños del mal cau di llo yayuda para de ellos me guardar, y co -nocimiento de la vida verdadera quemuestra el summo y verdadero capi-tán, y gracia para le imitar.

[140] 1º punto. El primer punto es imaginarasí como si se asentase el caudillo de todos los enemigos en aquel grancam po de Babilonia, co mo en unagran cátedra de fuego y humo, en figura horrible y espantosa.

[141] 2º punto. El 2º: considerar cómo hacellamamiento de innumerables demo-nios y cómo los esparce a los unos ental ciudad y a los otros en otra, y asípor todo el mundo, no de jando provin-cias, lugares, estados, ni personasalgunas en particular.

[142] 3º punto. El 3º: considerar el sermón queles hace, y cómo los amonesta paraechar redes y cadenas; que primerohayan de tentar de codicia de riquezas,como suele, ut in pluribus, para que másfácilmente vengan a vano honor delmundo, y después a crecida soberbia;de manera que el primer escalón seade riquezas, el se gundo de honor, eltercero de sober bia, y de estos tres es - calones induce a todos los otros vicios.

[136] El cuarto día, Meditación de dos ban-deras, la una de Cristo, summo capi-tán y Señor nuestro; la otra de Lucifer,

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[143] Así por el contrario se ha de imaginardel summo y verdadero capitán, quees Cristo nuestro Señor.

[144] 1º punto. El primer punto es considerarcómo Cristo nuestro Señor se poneen un gran campo de aquella regiónde Jerusalén en lugar humilde, her-moso y gracioso.

[145] 2º punto. El 2º: considerar cómo el Se -ñor de todo el mundo escoge tantaspersonas, apóstoles, discípulos, etc.,y los envía por todo el mundo, espar-ciendo su sagrada doctrina por todosestados y condiciones de personas.

[146] 3º punto. El 3º: considerar el sermónque Cristo nuestro Señor hace a to dossus siervos y amigos, que a tal jorna-da envía, encomendándoles que a to -dos quieran ayudar en traer los, prime-ro a summa pobreza espiritual, y si sudivina majestad fuere servida y losquisiere elegir, no me nos a la pobrezaactual; 2º, a deseo de oprobrios y me -nos precios, porque de estas dos cosasse sigue la humildad; de manera quesean tres escalones: el primero, po -bre za contra riqueza; el segundo, opro -brio o menosprecio contra el honormundano; el tercero, humildad contra lasoberbia; y de estos tres escalonesinduzcan a todas las otras virtudes.

[147] Coloquio. Un coloquio a nuestra Se -ñora, porque me alcance gracia de suhijo y Señor, para que yo sea re cibidobajo de su bandera, y primero en sum -ma pobreza espiritual, y si su divinamajestad fuere servido y me quisiereelegir y recibir, no menos en la pobre-za actual; 2º, en pasar oprobrios y inju-rias por más en ellas le imitar, sólo quelas pue da pasar sin pecado de ningu-na per sona ni displacer de su divinama j estad, y con esto una Ave Ma ría. 2ºcoloquio. Pedir otro tanto al Hijo, paraque me alcance del Pa dre, y con estodecir Anima Christi. 3º coloquio. Pedir

otro tanto al Pa dre, para que él me loconceda, y decir un Pater noster.

[148] Nota. Este ejercicio se hará a medianoche y después otra vez a la mañana,y se harán dos repeticiones de estemismo a la hora de misa y a la hora devísperas, siempre acabando con lostres coloquios de nuestra Se ñora, delHijo y del Padre. Y el de los binariosque se sigue a la hora antes de cenar.

1.2. optar y elegir

Seguir a Jesús no puede consistir en«imitarle», ya que la persona y las cir-cunstancias de quien quiere seguirle sontotalmente distintas de las de Jesús y desu mundo. Seguir a Jesús es prolongarleen el presente con todas las circunstan-cias personales y sociales. De aquí que elseguimiento es creativo. Creativo, perono arbitrario, puesto que supone guiarsepor el estilo de Cristo (sus valores, sumanera de vivir y de hacer). Ahora bien,según el mensaje bíblico, el creyente y elcristiano, se hallan situados ante la encru-cijada de decidirse o de proceder guián-dose por criterios contrapuestos: el estilode Je sús, por un lado, y el del mal espíri-tu, por otro. Se nos habla en el NT deldinamismo del «espíritu» y el dinamismode la «carne» que nos atraen o impulsan.Y, naturalmente, hay que optar, hay quedecidir entre dos alternativas. Veamos lasustancia de cada una de ellas.El «espíritu», o el estilo de Cristo, es

una forma de vivir que se edifica sobreroca. Es la alternativa positiva a la horade tomar decisiones en las encrucijadasque se nos presentan con frecuencia (ad -ministración del dinero, opciones socia-les o políticas, decisiones apostólicas o

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pastorales, cuestiones familiares, elec-ción de estado de vida, etc.). Construirsobre roca es escuchar o asimilar la pala-bra del Señor y guiarse de hecho por ellaen la decisión. Es decir, fundar la vida(personal, comunitaria, apostólica o decompromiso) en solo Dios (su palabra, sugracia). «Nin gún sarmiento puede produ-cir fruto por sí mismo, sin estar unido a lavid...» (Jn 15,4). Es decir, abandonarseplenamente a Dios y a su «pensamiento»y, así, construir sólidamente, sobre roca. La «carne» que es el criterio contrario

al de Cristo lleva a construir sobre arena.Es la alternativa negativa en dichas en -crucijadas frecuentes en nuestra vida. Seconstruye sobre arena cuando se tomauna decisión que funda la vida (personal,comunitaria, apostólica o de compromisosocial) al margen de Dios. Es decir, con-siste en poner la confianza en uno mismoo en pensamientos ajenos a Dios y al evan-gelio, en ídolos: construir sobre cosas queno tienen consistencia, sobre arena. «Ladi námica del orgullo –la pulsión de apro-piación llevada hasta el extremo– comien -za por el deseo irrefrenable de cosas, seprolonga por el deseo de dominar a laspersonas, y culmina en el autocen tra mien - to y en la autodivinización de Lucifer»3. Ya en el mismo título de la medi -

tación Ignacio decanta hacia un lado lapresentación de los protagonistas del ejer-cicio: Jesús es jefe y Señor, mientras queel diablo es «enemigo…».

1.3. La verdadera sabiduría cristiana

La tradición bíblica nos presenta losauténticos creyentes como los anawim, elresto de Israel: «Humildes de la tierra...Un pueblo pobre y humilde, que buscará

refugio en el nombre del Señor. El restode Israel». Estos humildes, po bres que serefugian en Dios, se contraponen a los«arrogantes fan farrones» que serán extir-pados (Sof 2,3;3,11-13).De forma elocuente, la Biblia va trans -

mitiendo este mensaje de fecundidad dela pobreza a partir de contrastes comoéstos: la virgen es madre, la estéril esfecunda, el pobre es enriquecido y el ricodesahuciado, el humilde es exaltado y elpoderoso desbancado... Por esto, en cuan-to aparece Jesús, son los anawim quienesle reconocen y le acogen y responden a sumensaje: María y José, los pastores, losmagos, Simeón, Ana.La tradición cristiana no podía hacer

otra cosa que prolongar en sus mejorestes tigos esta enseñanza bíblica: Benitocon sus grados de humildad, Francisco consu pobreza evangélica, Ignacio con las«dos banderas», Teresa de Lisieux con suinfancia espiritual, Charles de Foucauldcon su abandono en manos del Padre...

1.4. el camino verdadero y el camino engañoso

En sintonía con esta tradición, Ignacioseñala una senda que conduce a construirsobre roca y otra que lleva a construir so -bre arena. Ésta se presenta de forma en ga -ñosa, es la manera de hacer del «enemigode natura humana», ya que la persona quequiere seguir a Jesús no va a deslizarsepor rutas claramente antievangélicas, sinoque a veces decidirá mal, pero «bajo apa-riencia de bien»... ¿Cómo es cada camino?La senda hacia la roca firme, es decir,

el camino hacia una vida verdaderamenteevangélica, tiene tres etapas: Primero, eldesapego real de los bienes (dinero, cul-

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tura, poder, cargos, etc.). Como conse-cuencia de esto, se suele llegar a sufriruna cierta «minusvaloración» (ser menosconsiderado y tenido en cuenta, se cierranalgunas puertas, hay menos gente que lerodee a uno o que le busque, no se le ofre-cen determinados cargos o responsabili-dades, se le tiene por persona exagerada o radical, o con poco sentido del humor, oextremista, etc.). Finalmente, estos dosescalones o etapas conducen a la auténticahumildad, que es la verdad: poner la segu -ridad en Dios, la roca que salva y en nadiemás y en nada más.La senda que conduce a la tierra are-

nosa, insegura e inconsistente, va en di -rec ción contraria. Primero, uno pone sucorazón en los bienes, como dinero, po -der, cultura, cargos, comodidades, etc. Esdecir, se deja llevar por la «codicia». Estosuele producir un halo de prestigio y falsavaloración: se pondera a esta persona, serecurre a ella, se la honra, se le da fácil-mente la razón, su parecer tiene peso, aun-que no siempre tenga la razón, ni ten gaverdaderos amigos, ni valga más queotras personas menos apreciadas. Su exis-tencia es de «cartón piedra». De resultasde esta falsedad en que vive, insensible-mente va cayendo en la soberbia: llega aser una persona segura de sí misma, queobra por prestigio, con medios puramentehumanos. Construye sobre arena.Jesús se halló en esta necesidad de de -

cidirse por una de las alternativas que sele presentaron: dejarse llevar por la «ten-tación» del poder, del prestigio hasta do -blar las rodillas ante el tentador, o bienabandonarse a la voluntad del Padre po -niendo toda la fuerza de su misión en él.Una tentación que se irá repitiendo a lolargo de su vida, por ejemplo: cuando le

quieren hacer rey, cuando Pedro le quiereapartar del camino de la cruz, cuando losdiscípulos quieren que haga bajar fuegodel cielo, cuando siente pavor y resisten-cia ante la pasión que se le viene encima,cuando en la cruz se le pide que baje deella... En el Padre Nuestro pedimos «nonos dejes caer en la tentación», ya que latentación nos acompaña continuamente.

1.5. dos características de cada itinerario

1.5.1. Universalidad de la necesidad de optar Cada alternativa (roca-arena) con su iti-nerario propio es una fuerza o dinamismoque atrae o seduce a su manera a todaslas personas, porque nadie, sea en el esta-do o condición de vida que sea, se halla alabrigo de esta doble corriente. Además,estas dos corrientes no sólo tienen fuerzasobre el campo más estrictamente perso-nal, sino que también influyen en lo co -munitario y en el terreno de la acción(apos tolado, compromiso, familia). Ende finitiva, todos nos hallamos siempreante la alternativa de poner nuestra segu-ridad en Dios o al margen de Él. Esto sí,desde la perspectiva simplemente humana,mu chas cosas siguen funcionando, perono tienen vida propiamente evangélica.

1.5.2. Rasgos opuestos de cada caminoCada camino tiene sus cualidades pro-pias, que en el texto ignaciano se insinúacon la repetición del como, de ma nera,como si...4 La misma descripción y na -rración del pro yecto de Dios y del enemi-go muestran cómo el camino hacia Diostiene rasgos opuestos al que nos aleja de

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Él, es decir, tiene un estilo de actuar muydistinto del propio del enemigo de naturahumana. En efecto, la senda de los enga-ños, la alternativa negativa, se caracterizapor presentarse en forma de sutilezas (so -fismas, falsas motivaciones, razonamien-tos com plicados, etc.) y con turbación (mie do, inquietud, confusión, etc.). Mien -tras que la acción de Dios es, a la larga,fuente de luz (sinceridad, claridad, sinam bigüedad, etc.) y paz (serenidad, segu-ridad, gozo, confianza).

1.6. Todo es gracia…

De todo lo que precede resulta evidenteque el fruto de este ejercicio no es el deun esfuerzo moral para conquistar el espí-ritu evangélico, sino un don que hay quedesear, pedir y esperar. Por esto es suma-mente importante tanto el tercer preám-bulo como el triple coloquio. El «conoci-miento de los engaños del mal caudillo»es don especial, ya que no hay una tablasegura para dilucidar estos engaños. Y,todavía más, el «conocimiento de la vidaverdadera que muestra el sumo y verda-dero capitán, y gracia para le imitar»,como quiera que se trata de asimilar elsentido de la vida verdadera, que aparen-temente, en me dio de los valores domi-nantes en la so ciedad, es fracaso y anula-ción humana y, en consecuencia, imitar al«verdadero ca pi tán» es un don de la gra-cia divina. Todo es cuestión de saber dis-tinguir lo verdadero de lo simplementeaparente y engañoso.La meditación, realizada cuatro veces

en el mismo día, hará crecer todavía másel convencimiento de que la ayuda deDios es imprescindible, porque se trata dealgo así como conseguir la autorización

para entrar en el palacio de la sabiduríaevangélica, conseguir «ser recibido». Eneste palacio es donde habita el Dios hu -milde, ya que «la humildad es, tal vez, elmás divino de los atributos de Dios»5. Enconsecuencia, hay que pedir y esperarcon insistencia ser recibido en el segui-miento de Cristo, en pobreza evangélica,en los menosprecios que comporta el es -tilo de vida de Jesús pobre, para alcanzarla verdadera humildad y así estar plena-mente en las manos de Dios, fuente detoda fecundidad. La intercesión de Maríaante su Hijo, de Jesús ante el Padre y lasúplica al Padre cierran así este ejercicioen el que es Dios quien ha de realizar suobra.

1.7. el ejercicio de la meditación

La presentación de este ejercicio se hacea menudo recurriendo a textos de la Bi -blia: las Tentaciones de Jesús, el diálogode Jesús con Simón Pedro después delprimer anuncio de la Pasión, las Biena -venturanzas o el Magnificat, etc. Con to -do, siempre permanece el interrogante depor qué san Ignacio, que conocía bien lostextos evangélicos, e incluso propone en -tre éstos el misterio de «cómo Cristo fuetentado» [cf. EE 274], recurrió a la crea-ción de una parábola, al igual que en elejercicio de la llamada del Rey temporaly del Rey eternal. Por poco que se exami-ne el texto ignaciano se ve que el santoquiso realizar una síntesis evangélica yuna mistagogía, cosa que no se da en unsolo texto evangélico, para lo cual creóuna parábola que cumpliese con este do -ble objetivo. Es evidente que esta parábo-la es hija de la sensibilidad de una perso-na y de una época (como ocurre también

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con los textos bíblicos que nos transmitenla palabra de Dios) y, a la hora de propo-ner este ejercicio, la sabiduría de la per-sona que acompaña es determinante, ya

que ha de desempeñar la función semán-tica, según la terminología de RolandBar thes, a partir del texto de los Ejer ci -cios bien practicado y estudiado.

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2. Los binaRios

2.1. situación del ejercicioAl final del cuarto día, como quinto ejer-cicio de oración, se propone la me ditaciónde «tres binarios de hombres para abrazarel mejor». El hecho de proponerse esteejercicio el mismo día de las Dos Ban -deras y como culminación del proceso detoda la jornada, muestra que esta medita -ción está conectada con lo que precede ytambién que no debe ser ninguna formade descenso en el camino ascensional delcuarto día. Porque, en la práctica, se correel riesgo de insistir en aspectos de com-promiso personal que pueden derivar ha -cia una experiencia más bien volunta rista.

[149] Cuarto día. El mismo cuarto día sehaga meditación de tres binarios dehombres, para abrazar el mejor. Ora -ción. La sólita oración preparatoria.

[150] 1º preámbulo. El primer preámbulo es lahistoria, la cual es de tres binarios dehombres, y cada uno de ellos ha ad -qui rido diez mil ducados, no pura o dé -bitamente por amor de Dios, y quierentodos salvarse y hallar en paz a Diosnuestro Señor, quitando de sí la gra -vedad e impedimento que tienen pa raello en la afección de la cosa adquirida.

[151] 2º preámbulo. El 2º: composición vien-do el lugar: será aquí ver a mí mismo,cómo estoy delante de Dios nuestroSeñor y de todos sus santos, para de -sear y conocer lo que sea más grato ala su divina bondad.

[152] 3º preámbulo. El 3º: demandar lo quequiero: aquí será pedir gracia paraelegir lo que más a gloria de su divinamajestad y salud de mi ánima sea.

[153] 1º binario. El primer binario querría qui -tar el afecto que a la cosa adquiridatiene, para hallar en paz a Dios nues-tro Señor, y saberse salvar, y no ponelos medios hasta la hora de la muerte.

[154] 2º binario. El 2º quiere quitar el afecto,más así le quiere quitar, que quedecon la cosa adquirida, de manera queallí venga Dios donde él quiere, y nodetermina de dejarla, para ir a Dios,aunque fuese el mejor estado para él.

[155] 3º binario. El 3º quiere quitar el afecto,más así le quiere quitar, que tambiénno le tiene afección a tener la cosaad qui rida o no la tener, sino quiere so -la mente quererla o no quererla, segúnque Dios nuestro Señor le pondrá envoluntad, y a la tal persona le parece-rá mejor para servicio y alabanza desu divina majestad; y, entretanto quie-re hacer cuenta que todo lo deja en

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da a la impregnación espiritual del ejerci-tante de la sabiduría evangélica («vidaverdadera» encarnada en Cristo) y a lapercepción afinada de los «engaños» quese dan en la vida espiritual. En resumen, setrata de alcanzar un grado profundo desensibilidad evangélica y correlativamentede rechazo instintivo de lo que se le opone.En consecuencia, ahora, al terminar el

día, el ejercitante compulsa el grado realde aceptación de la sabiduría propuestapor Cristo. Mide de algún modo la cali-dad de la acogida personal, existencial, dela «vida verdadera» propuesta por Jesús.De aquí que en «Tres binarios» se atien-da especialmente a la respuesta de la per-sona que ha meditado intensamente «DosBanderas» y por esto terminará con losmismos tres coloquios. Sin embargo, aun-que la voluntad del ejercitante juega unpapel imprescindible en este ejercicio,porque así se requiere en la vida cristiana,lo importante es lo que «Dios nuestroSeñor le pondrá en voluntad» [EE 155,2].

2.3. el ejercicio de binarios

Después de la oración preparatoria, la«historia» presenta la situación de tres bi-narios. «Binario» es un término conven-cional que se empleaba en los siglos XV yXVI para indicar en los casos de moral unapersona cualquiera. Es equivalente a «trestipos de personas», como suele interpre-tarse en las traducciones modernas de losEjercicios Espirituales. Aquí se plantea elcaso de tres personas que se hallan en unasituación particular: han adquirido unagran suma de dinero; «no pura o débita-mente por amor de Dios», es decir, no demanera inmoral, pero tampoco según cri-terios evangélicos; «quieren todos salvar-

afecto, po niendo fuerza de no quereraquello ni otra cosa ninguna, si no lemoviere sólo el servicio de Dios nues-tro Señor, de manera que el deseo demejor poder servir a Dios nuestro Señorle mueva a tomar la cosa o dejarla.

[156] Tres coloquios. Hacer los mismos trescoloquios que se hicieron en la con-templación precedente de las dosbanderas [147].

[157] Nota. Es de notar que cuando noso trossentimos afecto o repugnancia contrala pobreza actual, cuando no somosin diferentes a pobreza o ri que za, mu -cho aprovecha para ex tinguir el talafecto desordenado, pedir en los co -lo quios (aun que sea contra la car ne)que el Se ñor le elija en pobreza ac -tual; y que él quiere, pide y suplica,sólo que sea servicio y alabanza de lasu divina bondad.

2.2. «dios le pondrá en voluntad»

Este ejercicio ha de ayudar a reafirmar larespuesta libre del ejercitante a la llamadade Jesús para alistarse bajo su bandera. Enel ejercicio anterior, de Dos Banderas, do-minaba la presentación de los dos camposque tratan de atraer a sí al ejercitante. Enél destacaba el programa y el estilo o for-ma de actuar del «caudillo de todos losenemigos», por un lado, y de «Cristo nues -tro Señor», por otro. Y aunque en el tercerpreámbulo se pide ayuda para guardarse delos engaños del «mal caudillo» y gracia pa-ra imitar al «verdadero capitán», en todo elejercicio que se hará dos veces y ademáscon dos repeticiones, sobresale la bús-queda del «conocimiento de los engaños»y el «conocimiento de la vida verdadera».Es decir, casi toda la jornada está dedica-

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se y hallar en paz a Dios nuestro Señor»;y para ello quieren eliminar el obstáculoque supone el apego al dinero que tienen.Se plantea, pues, la tensión que se da

frecuentemente entre el deseo de vivir cris-tianamente y en paz con Dios y los apegosafectivos que pueden constituir un verda-dero obstáculo a orientar la vida en el sen-tido deseado. No se trata de tomar ningu-na decisión, sino de disponer el espíritupara que a la hora de tomar una decisión,ésta sea «sin determinarse por afección al-guna que desordenada sea» [EE 21].Aunque en el ejercicio anterior ya se hapedido gracia para imitar la vida verdade-ra de Cristo [cf. EE 139,2], allí en todoslos puntos se trata de «imaginar» y sobretodo «considerar» al «caudillo de los ene-migos» y a «Cristo nuestro Señor» con susdistintos programas, acción y forma deproceder, de modo que el ejercitante se va-ya imbuyendo de la sabiduría evangélicay se vaya previniendo contra los engañosdel enemigo. Ahora se trata de asegurar larespuesta a la invitación del Señor libe-rándose de las malas pasadas que le pue-den jugar los afectos desordenados.

2.4. Comunión y gracia

Para este objetivo, empieza el ejercitantecolocándose ante Dios en comunión contodos los santos. De modo semejante sehabía dispuesto en la oblación del ReyEternal y también lo hará más adelante alcomenzar la contemplación para alcanzaramor [cf. EE 242], es decir en dos mo-mentos en los que deberá dar una res-puesta personal y libre a la interpelacióndel Señor. La respuesta de la fe ha de sersiempre absolutamente personal, peronunca un esfuerzo prometeico, aislado, sin

la comunión e intercesión de los herma-nos y hermanas que comparten una mis-ma llamada del Señor. Es un aspecto muyimportante en este ejercicio que, sin estaactitud espiritual, podría ser una especie detour de force voluntarista. Además lo quese pide es «desear y conocer lo que sea másgrato a su divina bondad», de modo quela decisión nazca de un conocimiento y undeseo arraigados en la persona, algo muypersonal y no exterior o forzado. Luego,en el tercer preámbulo o petición, se pide«gracia» para una decisión conforme conla gloria de Dios y bien personal. Comose ve, pues, los puntos que siguen se en-cuadran en una actitud de fe profunda, decomunión y de gratuidad, ya que es la gra-cia de Dios la que ha de determinarlo to-do, porque de Dios procede no sólo el ac-tuar, sino incluso el querer [cf. Fil 2,13].

2.5. Tres reacciones

Los tres tipos de personas descritos en lospuntos tienen de común que desean ponerlos medios para realizar la voluntad deDios y, por tanto, «quitar el afecto» quetienen a la cosa adquirida. Este afecto pue-de ser una coartada para eludir lo que Diosquiere de cada uno.6 El primero da largasy no afronta el problema. Por tanto se tra-ta de una voluntad sólo de palabra, falsa.Sin embargo, en este momento ya tanavanzado de los ejercicios, el primer bi-nario no es una persona que va «de peca-do mortal en pecado mortal» [cf. EE314,1], sino más bien una persona que noquiere hacer frente a algún aspecto ambi-guo de su vida. El segundo es el que busca escapato-

rias, porque quiere, pero trata de llevar aDios «donde él quiere». Buscará subter-

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fugios, hacer cosas que sean muestra deuna cierta buena voluntad, pero sin afron-tar el problema del afecto de forma direc-ta y real. Es decir, quiere lo que Dios quie-re, pero con condiciones. Aunque hacefrente al problema de su afecto, hace arre-glos para no modificar nada del punto am-biguo y, en el fondo, manipula a Dios. El tercero también tiene afecto al bien

o cosa adquirida, pero «quiere solamentequerer o no quererla, según que Dios nues-tro Señor le pondrá en voluntad, y a la per-sona le parecerá mejor para servicio y ala-banza de su divina majestad». Tiene portanto un afecto a la cosa, pero lo subor -dina sinceramente a la voluntad de Dios ysu servicio. Por tanto está ya ahora since-ramente dispuesto a dejar los bie nes cuyaposesión tal vez no corresponda a la vo-luntad de Dios, «de manera que el deseode mejor poder servir a Dios nuestro Se -ñor le mueva a tomar la cosa o dejarla». En el PF se presentaba la consideración

sobre la importancia de la indiferencia: «esmenester hacernos indiferentes» [EE 23,5],en cambio el ejercitante que se halla en ladisposición del tercer binario ha hecho yasuya la actitud de la indiferencia en la si-tuación concreta de su propia vida.Tenemos, pues, ante la vista tres situa -

ciones o tipos de personas: el deseo falsode dejarse guiar por la voluntad de Dios ysu servicio; el deseo ambiguo y engaño-so; el deseo sincero y operativo de ponerel servicio de Dios por determinante de ladecisión, aún a pesar de una inclinaciónafectiva en sentido contrario. Para asegu-rar que la disposición es sincera y eficazIgnacio propone una actitud de absolutadisponibilidad más a allá y en contra delpropio deseo [EE 157; cf. EE 16], pero te-niendo en cuenta que esta disposición ni

ha de ser una actitud voluntarista y pela-giana, ni una anticipación de una decisiónque sólo podrá elaborarse a lo largo de lacontemplación de los misterios, «junta-mente contemplando» [EE 135,4]. Es eneste sentido que ha de interpretarse [EE157], cuya finalidad no es inclinarse hacialo más duro, sino tratar de garantizar quelos afectos no impidan abrazar lo «que seaservicio y alabanza de la su divina bon-dad». Y notemos que aquí se destaca labondad de Dios, en vez de su «divina ma-jestad».

2.6. al final del día…

Es muy de notar que este ejercicio se ponecomo un quinto ejercicio del día, lo cual in-dica que lo más importante es la tarea deasimilación e impregnación de la sabiduríaespiritual propuesta en las Dos Banderasmás que el esfuerzo de la propia voluntad.Asimismo, puesto que los ejercicios apun-tan hacia una decisión y no sólo a una con-sideración espiritual, se supone que el ejer-cicio repetido de interiorización de la «vidaverdadera» de las Dos Banderas es la baseindispensable de la inclinación de la exis-tencia entera del ejercitante hacia la vidapráctica de seguimiento. Pero no se ha deolvidar que este cuarto día es como «algu-na introducción» para la contemplación dela vida del Señor y la elección que se irá realizando poco a poco, y que durará unosocho días [EE 163]. Ahora, el ejercitante fija bien el objetivo para que la contempla-ción de la vida del Señor no se desenfoque,pero es en esta contemplación continuadadonde se realizará la asimilación de la vida evangélica y se llegará a concretar elevangelio en alguna vida o estado, segúnse dice en [EE 135,4].

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II. A PARTIR DEL QUINTO DÍA

A continuación del ejercicio de Binarios el ejercitante entra ya en la elección[EE 163 y 158]. La elección se realiza, como se ha dicho, «juntamente con-templando» [EE 135] y para esto Ignacio indica unos cuantos misterios [EE161], que se han de tomar con una flexibilidad acorde con la situación es -piritual del ejercitante que ya ha adquirido una considerable experiencia y también teniendo en cuenta que los Ejercicios son «una introducción ymodo para después mejor y más complidamente contemplar» [EE 162].

1. ConTeMPLando

[158] Quinto día. El QUINTO DÍA, con tem -pla ción sobre la partida de Cristo nues-tro Señor desde Nazaret al río Jor dán,y cómo fue bautizado, núm. [273].

[159] 1ª nota. Esta contemplación se haráuna vez a la media noche, y otra veza la mañana, y dos repeticiones sobreella a la hora de misa y vísperas, yantes de cena traer sobre ella loscinco sentidos; en cada uno de estoscinco ejercicios preponiendo la sólitaoración preparatoria y los tres preám-bulos según que de todo esto estádeclarado en la contemplación de la

encarnación y del nacimiento, y aca-bando con los tres coloquios de lostres binarios, o se gún la nota que sesigue después de los binarios.

[160] 2ª nota. El examen particular despuésde comer y después de cenar se harásobre las faltas y negligencias cercalos ejercicios y adiciones de este día,y así en los que se si guen.

[161] Sexto día. EL SEXTO DIA, contem -plación cómo Cristo nuestro Señorfue desde el río Jordán al desiertoinclusive, llevando en todo la mis maforma que en el quinto. Séptimo día.

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EL SEPTIMO DIA, cómo san Andrés yotros siguieron a Cristo nuestro Se -ñor, núm. [275]. Octavo día. EL OC -TAVO, del sermón del monte, que esde las ocho biena venturanzas, núm.[278]. Nono día. EL NONO, cómoCristo nuestro Se ñor apareció a susdiscípulos sobre las olas de la mar,núm. [279]. Dé ci mo día. EL DECIMO,cómo el Se ñor predicaba en el tem-plo, núm. [288]. Undécimo día. ELUNDECIMO, de la resurrección deLázaro, núm. [285]. Duodécimo día.EL DUODECIMO, del día de ramos,núm. [287].

[162] 1ª nota. La primera nota es que en lascontemplaciones de esta segundasemana, según que cada uno quiereponer tiempo o según que se aprove-chare, puede alongar o abreviar. Sialongar, tomando los misterios de lavisitación de nuestra Se ñora a santaElisabet, los pastores, la circuncisióndel niño Jesús, y los tres reyes, y asíde otros; y si abreviar, aun quitar delos que están pues tos; porque esto es dar una introducción y modo paradespués mejor y más cumplidamentecontemplar.

[163] 2ª nota. La 2ª: la materia de las elec -ciones se comenzará desde la contem-plación de Nazaret a Jor dán, tomandoinclusive, que es el quinto día, segúnque se declara en lo siguiente.

muerte de Jesús, para así darnos cuenta delo que Dios promete y cumple»8. Y la se-lección de misterios que propone el librode los Ejercicios responde a la de aque-llos «misterios de los que él mismo [Igna -cio] en su retiro sacó mayor fruto, por lamás íntima relación de dichos misterioscon el fin de todo el retiro y su relacióncon la tarea de la elección»9. En efecto, lacontemplación de la vida de Cristo no essólo un modo de orar, sino que «el lugarque tiene en los ejercicios, su estructura ysus modos, la convierten sobre todo enuna manera de estar con Cristo, de ser recibido en la misión de Cristo»10.Sin embargo hay que destacar que

para las contemplaciones que se harán según el modelo ya presentado en las dela Encarnación y el Nacimiento [EE 159],se tomará un solo misterio cada día. Estaparticularidad indica la importancia deahondar en la experiencia contemplativa(«no el mucho saber») y la necesidad decentrarse en la atención a las mociones delEspíritu que deberán ser indicadores fun-damentales para la elección. Además, ca-da contemplación deberá terminar con loscoloquios de Banderas y Binarios [EE147 y 157], ya que constituyen los presu-puestos o coordenadas de una contempla-ción siempre creativa, pero bien fundadaen la sabiduría de Cristo. Y, se vuelve ainsistir en que se haga examen particularsobre los ejercicios y adiciones [EE 160),es decir, que se lleve una especial vigi-lancia sobre la necesaria atención a la ac-ción de Dios a lo largo de todo el día, yaque esto ayuda «para mejor hallar lo que[el ejercitante] desea» [EE 73]. Sin em-bargo, todavía antes de iniciar el momen-to de la elección, Ignacio propone unaconsideración importante.

Es de todo punto importante ser fieles al«juntamente contemplando», de modoque la elección no se realice en una acti-vidad complementaria, al lado del cursode las contemplaciones, sino «juntamen-te» con ellas y mediante ellas.7 La razónes que «hemos de sumergirnos siempre denuevo, muy largamente, en la vida, las pa-labras, los actos, los sufrimientos y la

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2. «anTes de enTRaR en eLeCCiones… TRes ManeRas dehuMiLdad»

2.1. situación del ejercicio

Aunque con Banderas y Binarios se hanpuesto ya los presupuestos de una buenaelección, Ignacio todavía piensa que«aprovecha mucho considerar y advertiren las siguientes tres maneras de humil-dad» [EE 164,2]. Esta consideración «aratos por todo el día» ha de ayudar a adhe-rirse de todo corazón a la «vera doctrinade Cristo». A primera vista sorprende queesta consideración no se ponga a conti-nuación del ejercicio de los Tres Binarios,ya que es para «antes de entrar en elec-ciones», las cuales comienzan enseguidadespués de este ejercicio, en la contem-plación «sobre la partida de Cristo nues-tro Señor desde Nazaret al río Jordán»[cf. EE 158 y 163]. Pero, al no tratarse deuna preparación para la meditación o lacontemplación, la consideración de lasmaneras de humildad se pone justo antesde las orientaciones para la elección, quese realiza «juntamente contemplando».El objetivo de las Tres Maneras de Hu -

mildad no parece que sea distinto del pre-tendido por los dos ejercicios de Bande rasy Binarios, sino una mayor ayuda para«imitar» la «vida verdadera» de Cristo [cf.EE 139,2]. Por esto quizá el santo no pro-pone una meditación, que supondría unpaso nuevo, sino un «considerar y adver-tir… considerando a ratos por todo el día».La práctica dominante al dar y hacer Ejer -cicios suele ser la de proponer las TresManeras de Humildad en forma de medi -tación o contemplación, sin embargo la

propuesta de «considerar y advertir» nosindica que lo que se pretende es que, me -diante una actividad que no es discursivacomo la meditación, sino una mirada aten-ta al contenido de las Tres maneras de Hu -mildad, el ejercitante sea más conscientede lo que supone optar evangélicamente enla vida. Esta mirada es consideración y nocontemplación, porque no es «contempla-ción o meditación visible» [cf. EE 47,1].Por tanto, como todos los ejercicios, el

de las Tres Maneras de Humildad no es unadoc trinamiento, sino una nueva ayuda,otro recurso para la «transformación delhombre interior» [cf. EE 3,16], finalidad delos ejercicios precedentes del «cuarto día»y de las contemplaciones que irán si gui en - do, sin que añada un contenido nue vo.Antes de la lectura del texto ignaciano,

es muy útil tener en cuenta la sabia obser-vación psicológica y teológica de CarlosDomínguez: «Toda una representación deDios y todo un modo de concebir la salva-ción que éste nos ofrece han de ser tenidosen cuenta si se quiere captar la profundaintuición que Ig na cio ha tenido en su ‘con -sideración’ de las Tres Maneras de Humil -dad. Aunque lo haya expresado en un len-guaje que hoy, a partir de las luces y lassombras de la sensibilidad contemporánea,no resulta fácil de comprender o asimilar»11.

[164] 3ª nota. La 3ª: antes de entrar en laselecciones, para afectarse a la veradoctrina de Cristo nuestro Señor,aprovecha mucho considerar y adver-

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tir en las siguientes tres maneras dehumildad, y en ellas considerando aratos por todo el día, y asimismo ha -ciendo los coloquios según que ade-lante se dirá.

[165] 1ª humildad. La primera manera dehumildad es necesaria para la saludeterna, es a saber, que así me baje yasí me humille cuanto en mí sea posi-ble, para que en todo obedezca a laley de Dios nuestro Señor, de tal suer-te que aunque me hiciesen Señor detodas las cosas criadas en este mundo,ni por la propia vida temporal, no seaen deliberar de quebrantar un man -damiento, quier divino, quier humano,que me obligue a pecado mortal.

[166] 2ª humildad. La 2ª es más perfectahumildad que la primera, es a saber,si yo me hallo en tal punto que noquiero ni me afecto más a tener rique-za que pobreza, a querer honor quedeshonor, a desear vida larga quecorta, siendo igual servicio de Diosnuestro Señor y salud de mi ánima; y,con esto, que por todo lo criado niporque la vida me quitasen, no sea endeliberar de hacer un pecado venial.

[167] 3ª humildad. La 3ª es humildad perfec-tísima, es a saber, cuando incluyendola primera y segunda, siendo igualalabanza y gloria de la divina majes-tad, por imitar y parecer más actual-mente a Cristo nuestro Señor, quieroy elijo más pobreza con Cristo pobreque riqueza, oprobrios con Cristolleno de ellos que honores, y desearmás de ser estimado por vano y locopor Cris to que primero fue tenido portal, que por sabio ni prudente en estemundo.

[168] Nota. Así para quien desea alcanzaresta tercera humildad, mucho aprove-cha hacer los tres coloquios de losbinarios ya dichos, pidiendo que el

Señor nuestro le quiera elegir en estatercera mayor y mejor humildad, paramás le imitar y servir, si igual o mayorservicio y alabanza fuere a la su divi-na majestad.

2.2. humildad

Aun teniendo en cuenta las notas del ejer-citante Pedro Ortiz,12 dirigido por el mis-mo Ignacio, que presentan las maneras dehumildad como tres maneras de amar, noparece acertado dejar de lado la termino-logía ignaciana, que de modo muy realis-ta, enfoca la cara pedagógica de la expe-riencia espiritual y, por tanto, parte de lahumildad como base del progreso espiri-tual.13 Ignacio se halla en la senda de sanBenito, que habla de humildad, como for-ma de sumisión a Dios, una sumisión que,en proceso creciente, no es más que frutodel amor.14 El cristiano, como Cristo, havenido al mundo para «hacer su volun-tad» (Heb 10,7.9) y en esta obediencia sehalla la fecundidad de la vida (cf. Heb10,10). De este modo, las maneras de hu-mildad muestran dónde se halla el lugarsupremo de la identificación con Cristo,es decir, la tercera manera que presenta laactitud misma que tuvo Jesús que, siendode condición divina no se aferró a su con-dición, sino que se humilló haciéndoseobediente hasta la muerte (cf. Fil 2,6-8). Así, progresivamente, las maneras de

humildad ofrecen la escala de la vida cris-tiana: Primero, una vida de mínimos cris-tianos, que supone ya un grado notable deconvicción y de generosidad. Segundo,una vida cristiana con un grado ya muynotable de libertad interior para el segui-miento y de respuesta generosa al Señor

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en momentos difíciles. Tercero, se abrazala locura de la cruz de Cristo y se toma aCristo pobre y humilde como norma de to-da decisión, siempre que no se impongaya un criterio evidente para inclinar la de-cisión. Y, si Ignacio propone las tres ma-neras, y no sólo la tercera, es debido a sucontinua atención pedagógica al ejerci-tante y a los peligros de engaño con apa-riencia de bien. Es más, con realismo pas-toral, para entrar en elecciones se requiereun mínimo que no es el máximo de la ter-cera manera de humildad. En un directo-rio autógrafo ignaciano puede leerse:«Quien no está en la indiferencia del 2ºgrado, no está para ponerse en elecciones,y así es mejor entretenerle en otros ejerci-cios hasta que venga a ella»15.

2.3. Práctica del ejercicio

No se trata, pues, de contemplar o de me-ditar, sino de dejar que el espíritu se dejeimpregnar por esta sabiduría evangélicaque, por otro lado, ya va penetrando en elejercitante mediante la experiencia de lascontemplaciones de los misterios deCristo que va siguiendo sin interrupción.Las Tres Maneras de Humildad aportan,pues, una especie de marco o de coorde-nadas dentro de las cuales el ejercitante si-gue contemplando y dejándose mover porel Espíritu en orden a hacer una eleccióncorrecta. La repetición de los tres colo-quios con la nota de Binarios, muestra contoda claridad la conexión de esta conside-ración con el objetivo de los ejercicios deBanderas y Binarios. Y, evidentemente, la tercera manera de humildad presenta lacumbre de la vida cristiana, cuando unapersona no se mueve «por motivos obje-tivos; y precisamente por esto, tan entera-

mente se confía a las disposiciones inde-ducibles del amor divino, que se distanciatodavía más de sí mismo»16. Porque elcontenido de esta consideración no es otroque el que han escrito tantas vidas de san-tos y santas como Pablo, Ignacio de An -tioquía, Benito, Francisco, Ramon Llull,Catalina de Siena, Juan de la Cruz, Char -les de Foucauld, Edith Stein, Juan XXIII,Oscar Romero, Pedro Arrupe, etc. La«perfecta alegría» de san Francisco ha si-do a menudo una referencia tradicionalque ilumina la tercera manera de humil-dad. Y los locos de Cristo son la expresiónviva de esta forma de asimilar el cristia-nismo, que es sabiduría y fuerza de Dios(cf. 1Cor 1,25). Recordemos el testimoniodel monje de Montserrat sobre Íñigo:«aquel peregrino era loco por amor denuestro Señor Jesucristo»17.La Tercera Manera de Humildad, des-

pués de las Dos Banderas y Binarios, queatienden a la liberación de dinámicas in-ternas o externas que atan o esclavizan, va a dinamizar la libertad para reforzar alsujeto en vistas a la elección. Esto es po-sible en la medida en que el ejercitante es-té plenamente dominado por una pasión,el seguimiento de Jesús pobre y humilde.Ahora bien, el ejercitante habrá ido des-cubriendo que Jesús nos revela a un Diosdébil, porque es amor rechazado. Y, mien-tras el Dios omnipotente conduce fácil-mente a la prepotencia y a la opresión, elDios débil y humilde del amor, «amor quese expone y no poder que se impone»18,nos invita al amor.

2.4. banderas, binarios y humildad

Muchas veces se ha comentado que elejercicio de Dos Banderas se dirigía a la

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inteligencia, el de Tres Binarios a la vo-luntad y las Tres Maneras de Humildad alafecto o el amor. El fundamento de estadistinción y progreso es claro, ya que elejercitante en las Dos Banderas es ilumi-nado sobre la verdadera doctrina deCristo, en los Binarios trata de liberar suvoluntad para responder a la llamada con-creta del Señor en la elección y las Ma -neras de Humildad, superando la estre-chez de la ley, se orientan hacia el amorsin medida a Cristo pobre y humilde. Sinembargo, el texto ignaciano, tal como lo

hemos ido siguiendo en este comentario,también nos revela cómo en el fondo delprogreso que suponen estos ejercicios sehalla una honda experiencia afectiva, unatransformación de la afectividad y, portanto, los tres ejercicios se orientan a unaapertura del corazón al amor de Dios, quees sabiduría, moción de la voluntad y to-que del corazón. Por esto, como decía re-petidamente el gran experto en Ejercicios,José Calveras, resumiendo el proceso deestos tres ejercicios, se trata de «corazón,corazón, corazón»19.

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III. «JUNTAMENTE…» [EE 135]: LA ELECCIÓN

Recordemos nuevamente que todo el andamiaje metódico de la mistago-gía ignaciana no ha de suponer una pausa en el proceso de contemplacióny trabajo espiritual del ejercitante que sigue escuchando las mociones ypensamientos que el Espíritu le inspira.

1. disPosiCión PRevia

[169] PREAMBULO PARA HACER ELEC-CION.

1º punto. En toda buena elección, encuanto es de nuestra parte, el ojo denuestra intención debe ser simple, so -lamente mirando para lo que soy cria-do, es a saber, para alabanza de Diosnuestro Señor y salvación de mi áni ma;y así cualquier cosa que yo eligiere,debe ser a que me ayude para al finpara que soy criado, no ordenando nitrayendo el fin al medio, mas el medioal fin; así como acaece que muchoseligen primero casarse, lo cual es me -dio, y secundario servir a Dios nues troSeñor en el casamiento, el cual servira Dios es fin. Asimismo hay otros que

primero quieren ha ber beneficios ydes pués servir a Dios en ellos. De ma -nera que éstos no van de rechos aDios, mas quieren que Dios venga de -recho a sus afecciones desordenadasy, por consiguiente, ha cen del fin me -dio y del medio fin. De suerte que loque habían de tomar primero, tomanpostrero; porque primero hemos deponer por objeto querer servir a Dios,que es el fin y secundario to mar bene-ficio o casarme, si más me conviene,que es el medio para el fin; así ningunacosa me debe mover a tomar los talesmedios o a privarme de ellos, sino sóloel servicio y alabanza de Dios nuestroSe ñor y salud eterna de mi ánima.

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Entramos en la parte central de losEjercicios Espirituales. Aunque no todapersona que hace Ejercicios deba haceruna elección de estado, hay que recono-cer que tanto el objetivo de los Ejer cicios,descrito en la primera anotación, como to-do el proceso de los mismos, apuntan a al-gún modo de elección, ya que en ellos elejercitante trata de disponerse a la acciónde Dios en lo concreto de su vida y, paraesto, se deja iluminar por Dios sobre loque él espera de su propia vida en el mo-mento en que se ejercita. El Espíritu Santoes creador, no deja nunca en un lugaraparcado al creyente, sino que le muevecontinuamente en el camino del segui-miento de Cristo de modo dinámico. Sinembargo, la elección, no tomada como unacto de decisión moral sobre un objeto ex-trínseco a la persona, supone una uniónprofunda y renovada con Dios. Por tanto,la clásica división de los intérpretes de losEjercicios entre eleccionistas y unionis-tas, que nunca se ha tomado en un senti-do excluyente, habrá servido para ponermás de relieve las dos orientaciones sus-tanciales de los Ejercicios y su íntima im-plicación. Los Ejercicios son una expe-riencia dinámica de unión con Dios y, a lavez, una forma de mayor apertura y dis-ponibilidad a la orientación actual delEspíritu en la propia vida. Como Ignacioque «no se anticipaba al Espíritu, sino quelo seguía»20, la persona que se ejercita hade ser una persona de espíritu abierto a lassorpresas de Dios, una persona en actitudde búsqueda. Esto es lo que se expresa enuno de los directorios donde se dice quela persona que empieza los Ejercicios hade ser una persona ambigua, es decir, unapersona en actitud de búsqueda, «que es-té angustiado en alguna manera con el de-

seo de saber qué haya de hacer de su per-sona»21.Sin embargo, nadie ha de ser inducido

a hacer elección si no se siente especial-mente movido a ello, porque si la elecciónno fuera deseada resultaría per ju dicial alejercitante.22 Pero lo más importante es te-ner las actitudes espirituales de un grandeseo de conocer la voluntad de Dios y ladisponibilidad para seguir el camino queel Señor le descubra. Por esto los Di rec -torios son muy categóricos en exigir alejercitante las disposiciones requeridas y,por tanto, es indispensable atender fiel-mente a las indicaciones que se proponenen el libro, ya que ponen de relieve estascondiciones necesarias para una correctaelección. En concreto, «se debe insistir enque entre en las elecciones, el que las hade hacer, con entera resignación de su vo-luntad; y si es posible que llegue al 3º gra-do de humildad… Quien no está en la in-diferencia del 2º grado, no está paraponerse en elecciones, y es mejor entre-tenerle en otros ejercicios hasta que ven-ga a ella»23.El Principio y Fundamento, como se

comentó en su momento, expresa un finy unas consecuencias prácticas que han deestar presentes a lo largo de todos losEjercicios, ya que enuncia un principiodel que dimanan todas las consecuenciasde la vida y expresa el fundamento sobreel que se ha de construir prácticamente lavida cristiana. Sin embargo, Ignacio, co-mo buen pedagogo, en el momento en quese entra ya en la elección, en la toma dedecisión, vuelve a recordar la importanciade tener bien claro el fin de la vida hu-mana y la trascendencia de que, con «in-tención simple», el ejercitante ordene losmedios a este fin y no al revés. Los que

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no proceden así, «no van derechos aDios», porque no ordenan los medios a loque hay que ordenarlos, a «sólo el servi-cio y alabanza de Dios nuestro Señor y sa-

lud eterna de mi alma». Es una evidenciaque la persona que acompaña los ejerci-cios ha de procurar que, cosa que ocurrecon facilidad, no se olvide en la práctica.

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2. obJeTo de La eLeCCión

elección, no hay más que elegir, por-que no se puede desatar, así como es matrimonio, sacerdocio, etc. Sóloes de mirar que si no ha hecho elec-ción debida y ordenadamente, sinafecciones desordena das, arrepin-tiéndose procure hacer buena vida ensu elección; la cual elección no pare-ce que sea vocación divina, por serelección desordenada y oblica, comomuchos en esto yerran haciendo deoblica o de mala elección vocacióndivina; porque toda vocación divina essiempre pura y limpia, sin mixtión decar ne ni de otra afección alguna de -sordenada.

[173] 4º punto. Cuarto: si alguno ha hechoelección debida y ordenadamente decosas que están debajo de elecciónmutable, y no llegando a carne ni amundo, no hay para qué de nuevohaga elección, mas en aquélla perfi-cionarse cuanto pudiere.

[174] Nota. Es de advertir que si la tal elec-ción mutable no se ha hecho sinceray bien ordenada, entonces aprovechahacer la elección debidamente, quientuviere deseo que de él salgan frutosnotables y muy apacibles a Diosnuestro Señor.

Para entrar en la elección de perfección[cf. EE 135,6], hay que fijar bien la mira-da de modo que, según el PF, el ejercitanteesté abierto a cualquier objeto de elección«que es concedido a la libertad de nues-tro libre albedrío y no está prohibido» [EE23,5]. Para esto el libro de los Ejerciciospropone unas orientaciones oportunas.

[170] PARA TOMAR NOTICIA DE QUECOSAS SE DEBE HACER ELEC-CION, Y CONTIENE EN SI CUATROPUNTOS Y UNA NOTA.

1º punto. El primer punto: es necesario quetodas cosas, de las cuales queremoshacer elección, sean indiferentes obuenas en sí, y que militen dentro dela santa madre Iglesia hierática, y nomalas ni repugnantes a ella.

[171] 2º punto. Segundo: hay unas cosasque caen debajo de elección inmuta-ble, así como son sacerdocio, ma -trimonio, etc.; hay otras que caendebajo de elección mutable, así co moson tomar beneficios o dejarlos, tomarbienes temporales o lanzallos.

[172] 3º punto. Tercero: en la elección in -mutable, que ya una vez se ha he cho

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La experiencia de los Ejercicios, ex-periencia espiritual esencialmente perso-nal, no ha de ser una experiencia subjeti-vista o arbitraria, sino que se funda en la«verdad» del evangelio [cf. EE 2,2] leídoen el ámbito de la Iglesia, es decir, «la san-ta madre Iglesia jerárquica», que no se re-fiere sólo a la jerarquía de la Iglesia, sinoa toda la Iglesia jerárquicamente consti-tuida24. Ahora bien, se supone que el ejer-citante ha adquirido ya un cierto «sentidoverdadero» de lo que cae o no cae dentrode la «Iglesia militante». Por tanto, aun-que las reglas que «para el sentido verda-dero que en la Iglesia militante debemostener» [EE 352-370] figuran al final dellibro de los Ejercicios, la sustancia deellas debe estar ya asimilada por el ejer-citante en orden a hacer una correcta elec-ción. Para ayudar a esta asimilación, no esnecesario exponer al ejercitante las reglas,sino ayudarle a que el mismo proceso delos Ejercicios le vaya introduciendo en el«sentido verdadero», una especie de ins-tinto espiritual eclesial.Los Ejercicios ofrecen bastantes re-

cursos, empezando por la propuesta queel acompañante ha de hacer del «funda-mento verdadero de la historia» [EE 2,2]para las meditaciones y contemplaciones,la indicación de cómo Dios va condu-ciendo a los creyentes mediante la con-junción de la letra y el espíritu, la interio-ridad y la institución, el individuo y lacomunidad, las orientaciones para el dis-cernimiento que reflejan la sabiduría deDios plasmada en la historia de la vida de cristianos y cristianas, la práctica de los sacramentos de la eucaristía y de la reconciliación, la participación en la litur -gia de las horas de la Iglesia… Junto a esto, el comentario de algún punto de las

Reglas sobre el sentido eclesial puede sernecesario o al menos útil. Pero lo impor-tante es que el ejercitante vaya captandoque vivir la fe en Iglesia no ha de ser unacarga, sino un don y un gozo profundo, demodo que la «santa madre Iglesia» (pala-bras que quizá no se deberán decir al ejer-citante) pueda resultar una vivencia per-sonal cálida y amable.25

Evidentemente, cuando hoy hablamosde elección inmutable [EE 171], refirién-donos al matrimonio o al sacerdocio, nohemos de perder de vista la naturaleza in-mutable de los mismos, por más que seden circunstancias que los hagan muta-bles, según las circunstancias personalesy las nuevas aportaciones del derechoCanónico.Sobre la distinción entre vocación

simplemente y vocación divina, Ignaciotuvo necesidad de precisar, corrigiendo elAutógrafo: «no podemos decir que fuesevocación», supliendo por «no parece quesea vocación divina» [EE 172,3]. En estecaso «arrepintiéndose procure hacer buenavida en su elección» [EE 172,2]. PeroDios, «por su parte no retira el don que hahecho al ejercitante de comprometerseeligiendo. Una elección oblicua, que no esrecta, hecha libremente por una personaen nombre de Dios, sigue siendo una elec-ción»26. Si la elección ha sido correcta yes inmutable, «no hay más que elegir» y para este caso valen las orientaciones pa-ra «enmendar y ordenar» la vida [EE 189].Otra situación es la de la persona que noha hecho una elección «sincera y bien or-denada» de materia mutable. Esta personadeberá hacer la elección «debidamente»,si «tuviere deseo que dél salgan frutos no-tables y muy apacibles [agradables] aDios nuestro Señor» [EE 174].

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3. eLeCCión [ee 175-188]27

3.1. situación de la elección

Partimos de la convicción, repetidamenteexpresada, de que la elección no es un pa-réntesis en el curso de la experiencia delos Ejercicios, sino una parte de dicho cur-so, el tramo de un movimiento que no de-be pararse, y que el ejercitante debe ob-servar atentamente para descifrar o captarel sentido de la corriente. Las reglas dediscernimiento, sobre todo las de segun-da semana, son, pues, una ayuda impres-cindible, y por lo tanto se supone que elejercitante las tiene muy bien asimiladas.Además, la elección no sólo es un mo-

mento más dentro del curso de los Ejer -cicios, sino que representa el momentocumbre de toda la experiencia espiritual,aunque no haya elección en el sentido másrestrictivo de la palabra. En efecto, elegires vivir y reconocer la identificación ple-na con Cristo en lo concreto de la vida, detal modo que esta identificación informela vida futura personal del ejercitante. Apartir de este momento, los Ejer cicios sonla experiencia espiritual de una personaconfigurada de un modo muy determina-do, según un estado o forma de vida.28

[175] TRES TIEMPOS PARA HACER SANAY BUENA ELECCION EN CADA UNODE ELLOS. 1º tiempo. El primer tiem-po es cuando Dios nuestro Señor asímueve y atrae la voluntad, que sin du -bitar ni poder dubitar, la tal ánima de -vota sigue a lo que es mostrado; asícomo San Pablo y San Mateo lo hicie-ron en seguir a Cristo nuestro Señor.

[176] 2º tiempo. El segundo: cuando se to -ma asaz claridad y conocimiento, porexpe riencia de consolaciones y deso-laciones, y por experiencia de discre-ción de varios espíritus.

[177] 3º tiempo. El tercero tiempo es tran-quilo, considerando primero para quées nacido el hombre, es a saber, paraalabar a Dios nuestro Señor y salvarsu ánima, y esto deseando elije pormedio una vida o estado dentro de loslímites de la Iglesia, para que sea ayu -dado en servicio de su Señor y salva-ción de su ánima. Dije tiempo tranquilocuando el ánima no es agitada de va -rios espíritus y usa de sus potenciasnaturales líbera y tranquilamente.

[178] Si en el primero o segundo tiempo no sehace elección, síguense cer ca este ter-cero tiempo dos modos para hacerla.EL PRIMER MODO PARA HACERSANA Y BUENA ELECCION CON-TIENE EN SI SEIS PUNTOS. 1º punto. El primer punto es proponerdelante la cosa sobre que quiero ha cerelección, así como un oficio o be ne ficiopara tomar o dejar, o de otra cualquiercosa que cae en elección mutable.

[179] 2º punto. Segundo: es menester te nerpor objeto el fin para que soy criado,que es para alabar a Dios nuestroSeñor y salvar mi ánima; y con estohallarme indiferente sin afección algu-na desordenada, de ma nera que noesté más inclinado ni afectado a tomarla cosa propuesta, que a dejarla, nimás a de jarla que a tomarla; mas queme halle como en medio de un pesopara seguir aquello que sintiere sermás en gloria y alabanza de Dios nues -tro Señor y salvación de mi ánima.

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[180] 3º punto. Tercero: pedir a Dios nuestroSeñor quiera mover mi voluntad yponer en mi ánima lo que yo debohacer acerca de la cosa propósita,que más su alabanza y gloria sea, dis-curriendo bien y fielmente con mientendimiento y eligiendo conformesu santísima y beneplácita voluntad.

[181] 4º punto. Cuarto: considerar racioci-nando cuántos cómodos o provechosse me siguen con el tener el oficio obeneficio propuesto, para sola la ala-banza de Dios nuestro Señor y saludde mi ánima; y, por el contrario, consi-derar asimismo los incómodos y peli-gros que hay en el tener. Otro tantohaciendo en la segunda parte, es asaber, mirar los cómodos y provechosen el no te ner; y asimismo por el con-trario, los incómodos y peligros en elmismo no tener.

[182] 5º punto. Quinto: después que así hediscurrido y raciocinado a todas partessobre la cosa propósita, mirar dóndemás la razón se inclina, y así según lamayor moción racional, y no mociónalguna sensual, se debe hacer delibe-ración sobre la cosa propósita.

[183] 6º punto. Sexto: hecha la tal elección odeliberación, debe ir la persona quetal ha hecho, con mucha diligencia, ala oración delante de Dios nuestroSeñor y ofrecerle la tal elección paraque su divina majestad la quiera reci-bir y confirmar, siendo su mayor servi-cio y alabanza.

[184] EL SEGUNDO MODO PARA HA CERSANA Y BUENA ELECCION CON-TIENE EN SI CUATRO RE GLAS YUNA NOTA. 1ª regla. La primera esque aquel amor que me mueve y mehace elegir la tal cosa, descienda dearriba del amor de Dios, de forma queel que elige sienta primero en sí queaquel amor más o menos que tiene a

la cosa que elige es sólo por suCriador y Señor.

[185] 2ª regla. La 2ª: mirar a un hombre quenunca he visto ni conocido, y desean-do yo toda su perfección, considerarlo que yo le diría que hiciese y eligie-se para mayor gloria de Dios nuestroSeñor y mayor perfección de suánima, y haciendo yo asimismo, guar-dar la regla que para el otro pongo.

[186] 3ª regla. La 3ª: considerar como si es -tuviese en el artículo de la muerte, laforma y medida que entonces querríahaber tenido en el modo de la presen-te elección, y reglándome por aquella,haga en todo la mi determinación.

[187] 4ª regla. La 4ª: mirando y considerandocómo me hallaré el día del juicio, pen-sar cómo entonces querría haber deli-berado acerca la cosa presente; y laregla que entonces querría haber te -nido, tomarla agora, porque entoncesme halle con entero placer y gozo.

[188] Nota. Tomadas las reglas sobredichaspara mi salud y quietud eterna, haré mielección y oblación a Dios nuestro Se -ñor, conforme al sexto punto del pri-mer modo de hacer elección.

3.2. Los tres tiempos de elección

Las personas que hacen los ejercicios sehallarán en situaciones espirituales distin-tas: iluminación, agitación o tranquilidadlúcida. A eso se refieren los tres tiempos,que no son estrictamente métodos paraelegir, sino situaciones distintas que re-quieren aproximaciones de discernimien-to distintas.29 En cualquier caso la elec-ción requiere una cierta duración, comopuede comprobarse con el hecho de queIgnacio le asigna indicativamente ochodías enteros de contemplaciones.

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Primer tiempo30

Este momento del curso espiritual del ejer-citante se define por una claridad que no lepermite dudar: no sólo no duda, sino queno puede dudar, porque la certeza que ex-perimenta se impone de modo evidente.Parece a primera vista que esta experienciaespiritual no pide más comentario. Pero nose necesita ser muy avisado para reconocermuchos casos de personas que no dudan nipueden dudar y, sin embargo, padecen cla-ros espejismos iluministas, con resistenciaa cualquier contraste desde fuera, aún porpersonas espirituales de buen criterio. El«no poder dudar» ignaciano, para no sim-plificar el criterio de una persona tan ex-perta en la sospecha de los engaños de lavida espiritual, no se refiere sólo al no po-der dudar subjetivo, sino también objetivo.En concreto, una persona que en Ejer ci -cios, no duda ni puede dudar sobre lo queDios le está pidiendo, debe dar garantías deque ha hecho los ejercicios de forma con-veniente, de que se halla en una situaciónde madurez humana y psicológica sufi-ciente, de que ha ido afinando su capacidadde discernimiento según la línea de las re-glas de segunda semana… Se puede obje-tar con razón que Dios, como se ve en elcaso de Mateo y Saulo, no necesita dispo-siciones de la persona para manifestar suvoluntad o para llamar de forma inequívo-ca. Sin embargo, la dificultad está en tenerlas garantías para reconocer que es Dios yno el «ángel malo disfrazado de ángel deluz» quien provoca esta certeza. Para esto,las reglas de la segunda semana son im-prescindibles, ya que se trata de una «ma-yor discreción»: verdadera alegría, gota deagua en la piedra o en la esponja, el proce-so de los pensamientos que se generan apartir del primero que es bueno…

La gracia de Dios del primer tiempono es reservada a casos muy extraordina-rios, sino que la han experimentado mu-chas personas que han tomado una deci-sión firme y casi instantánea para toda suvida (ministerio presbiteral, vida religiosao ma trimonial) y que, los hechos poste-riores han confirmado plenamente.31 Y, eneste tiempo, aparece más claro que en nin-gún otro momento que la certeza de laelección no se basa en un objeto que la vo-luntad se apropia, sino en Dios que «lepondrá en voluntad» [EE 155,2] o «quie-ra mover mi voluntad y poner en mi áni-ma lo que yo debo hacer» [EE 180,1].32

Es bien conocida la reserva delDirectorio Oficial respecto de este primertiempo,33 sin embargo, las indicaciones desan Ignacio no inducen a moverse con unareserva tal que casi se mira el primer tiem-po de elección como la constatación de al-go que puede ocurrir, pero que no hay quetenerlo casi en cuenta en la práctica. Enefecto, en los directorios originalmente ig-nacianos se dice: «Declarando la primerparte de la elección, donde no se puede ha-cer fundamento para buscarla, debe venira la segunda». Dice bien claramente quehay que declarar este tiempo. Y también:«Entre los tres modos de hacer elección,si en el primero Dios no moviese, débeseinsistir en el segundo»34. Por tanto, Ignaciodeja claro que en los Ejercicios hay que es-tar atentos a la posibilidad de que se dé esteprimer tiempo y, en consecuencia, supues-ta la debida prudencia, hay que exponerloal ejercitante.

Segundo tiempo35

Este tiempo parece ser el más corriente enla experiencia de los Ejercicios, ya que elprimero es una gracia totalmente impre-

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visible y el tercero, como se verá, suponeun estado en el que no hay agitación de va -rios espíritus. En la anotación 6ª Ignaciollama la atención de la persona que da losEjercicios para que observe si la personaque se ejercita experimenta mociones como consolaciones y desolaciones o si es«agitado de varios espíritus», puesto queesta situación, si hace bien los ejercicios,debería ser lo normal. Ahora en la fase deelección, la atención del ejercitante con laayuda de la persona que le acompaña, de-be dirigirse a la interpretación de estasmociones, consolaciones y desolaciones,y a la discreción de varios espíritus. ¿Quésignifica esto en la práctica? Puesto que laelección se realiza en la contemplación, lapersona que se ejercita irá constatando ha-cia qué parte del objeto de elección vandecantándose las consolaciones o las de-solaciones y en qué dirección o sentidovan impulsando las llamadas de Dios.Como la persona que junto al remanso deun río desea descubrir hacia dónde va lacorriente, trata de averiguarlo observandoalgún objeto que flota en la superficie, alcabo de un tiempo de observación descu-bre que el objeto se ha desplazado haciaun lado determinado. Mediante esta ob-servación puede percibir hacia dónde semueve la corriente de agua. De modo semejante, las consolaciones, luces o im-pulsos, etc. acordes con la «vida verdade-ra que muestra» Jesús revelarán poco apoco el sentido de la acción concreta deDios en la vida del ejercitante. Y, al revés,las desolaciones, oscuridades, resistenciasinteriores, etc. mostrarán que el objetoconsiderado no es del agrado de Dios.Sólo resta insistir en la importancia ca-

pital de que el ejercitante esté muy fami-liarizado con el uso de las orientaciones

de discernimiento de primera y segundasemana. Además, el tiempo asignado deocho días de ejercicios, después de unosdoce ya realizados, suscita el interrogantesobre la idoneidad de unos Ejercicios breves para realizar una buena elecciónsegún la mistagogía ignaciana. Aunquesiempre cabe la posibilidad de que losEjercicios breves sean parte de un proce-so ya empezado antes y que van tener con-tinuidad después del retiro.

Tercer tiempo36

El tercer tiempo es una situación contra-puesta a la anterior del segundo tiempo:«cuando el ánima no es agitada de variosespíritus». Sin embargo, para evitar queesta elección en «tiempo tranquilo» no degenere en una elección de rebajas, hayque recordar que el ejercitante se halla enun estado espiritual propio del momentode elección y, por esto, ha de recordar denuevo el fin de la vida según el Principioy Fundamento: «alabar a Dios nuestroSeñor y salvar su ánima» y el sentido fun-damental de Iglesia y así elegir «una vidao estado dentro de los límites de laIglesia». Además, debe ser capaz de usarde sus potencias naturales «líbera y tran-quilamente». Como se ve en este punto,los Ejercicios repiten de algún modo elpreámbulo para hacer elección y las notassiguientes [cf. EE 169-174]. Esto supuesto, también la elección en

el tercer tiempo es un auténtica experien-cia espiritual, cosa que debe ponerse másde relieve si, como a veces se hace, se rea -liza fuera del tiempo de los Ejercicios. Ypara la aplicación de este tercer tiempo deelección, se proponen dos modos distintos,cuya forma de aplicación el santo no justi -

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fica ni explica. Probablemente esta diver-sidad es debida o a la diferencia de ejerci-tantes o al momento espiritual en que sehallan o, también, a las características dis-tintas del objeto de elección. Tratare mos dedilucidar este punto al acabar la exposiciónde los dos modos de este tercer tiempo.

Primer modoEl ejercitante procede por la ponderaciónde «cómodos o provechos», por una par-te, y de «incómodos y peligros», por otra.Este modo de elección, conviene insistiren ello, no es una simple ponderación debuen sentido, sino una verdadera expe-riencia espiritual.En primer lugar, fiel al realismo que

informa siempre toda experiencia espiri-tual evangélica, el ejercitante ha de po-nerse ante la realidad que se le presentacomo objeto de elección. Es la honradezcon lo real, porque la luz para la decisióncorrecta no puede esperarse del aleja-miento de la realidad, sino de la aproxi-mación a la situación real con lucidez einspiración evangélica.En segundo lugar, nuevamente reapa-

rece el PF, que ya se había recordado demodo general en el «Preámbulo para ha-cer elección» [EE 169]). Aquí, en el ter-cer tiempo, lo recuerda probablementesan Ignacio porque este tiempo, a dife-rencia de los dos anteriores, parte de la ac-tividad del ejercitante que se aproxima a larealidad objeto de elección, mientras queen los precedentes es la misma corrientede la experiencia espiritual la que va des-velando el sentido de la acción de Dios.Por tanto, es importante que el ejercitantese afinque en la voluntad de buscar la glo-ria de Dios y el bien de su vida, que esté

indiferente, como el fiel de la balanza(«como en medio de un peso»). Es de no-tar que en el PF, Ignacio habla de «hacer-nos indiferentes» y aquí ya supone un pro-greso y dice «hallarme indiferente».En tercer lugar se pide «a Dios nues-

tro Señor quiera mover mi voluntad y po-ner en mi ánima lo que yo debo hacer».Es la petición de una verdadera gracia co-mo objeto de esta elección, que supera elfruto de una concepción racional de estetiempo de elección. Mover la voluntad in-dica que, por mucho que la libertad es de-cisiva a la hora de realizar la elección, sinembargo la elección es gracia, es una for-ma de experiencia de Dios en el propio co-razón y en la vida. Y, por lo mismo, estamoción de Dios arraiga en una percepciónde la realidad iluminada por la fe, ya quees Dios quien ha de «poner en mi ánima».Nos hallamos, como ocurre a menudo enlos Ejercicios, en una experiencia espiri-tual que, aún siendo de poca apariencia,tiene una hondura o elevación inmensa.Sólo a partir de estos tres pasos prece-

dentes el ejercitante puede, en un cuartomomento, «considerar, raciocinando» los«cómodos o provechos» y «los incómo-dos y peligros». Cuando se dice «racio -cinando» no se piensa en una actividadmeramente racional, sino en la razón ilu-minada y animada por la fe. A la gran sa-biduría de Ignacio no se le esconde la im-portancia de ver el objeto de la eleccióndesde las cuatro caras de pros y contrastanto del sí como del no a la hora anali-zarlo. Tenemos el testimonio de este mo-do de ponderar muy bien asimilado por elprimer grupo de compañeros que tomaronla decisión de fundar la Compañía deJesús en 1539. A la hora de decidir si ha-rían voto de obediencia a alguno de ellos

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(es decir, si fundarían una orden reli giosa)examinaron por los cuatro lados esta po-sible opción. Así también se condujoIgnacio cuando discernía si las iglesias dela Compañía debían tener rentas o no.37

Para esta ponderación de razones enun sentido u otro, la persona que haceelección puede considerar estos aspectosde la vida:a) La propia historia de salvación (las

fuerzas en las dificultades, los deseos per-sistentes, éxitos y fracasos significativos,las obras grandes que Dios ha realizado enél, los pecados, etc.), porque en ello pue-de hallar indicios de futuro, ya que Diosno se niega a sí mismo.b) Aspectos fundamentales de la pro-

pia vida cristiana: solidaridad, oración,pobreza, compromiso social, vida sacra-mental, vida comunitaria y de Iglesia, etc.siempre en relación a sus cualidades per-sonales. En la vida cristiana personal noha de faltar ningún elemento esencial, pe-ro cada persona ha de hallar su propioequilibrio, su armonía. El camino de vidacristiana que uno elige ha de favorecer eldesarrollo de estas dimensiones funda-mentales del cristianismo.c) La consideración del mundo o en-

torno de la vida: profesión, obligacionesfamiliares, compromisos contraídos libre-mente, competencias y cualidades perso-nales, etc. Porque la opción o elección nopuede estar en contradicción con realida-des que revelan designios de Dios en lapropia vida. Hay que mantener la cohe-rencia.Estas consideraciones son algunas

«entradas» en la propia vida para haceruna lectura de fe de ella, «discurriendo pordonde se ofreciere»38.

En el quinto punto se propone hacerun balance de lo «discurrido y raciocina-do a todas partes», es decir, lo realizadosegún el punto anterior. Hay que ver ha-cia dónde se inclina la razón, la «mociónracional» y no «moción alguna sensual».Se trata, pues, de una «moción» no delsimple peso objetivo y frío de las razones,pero esta «moción» no ha de ser en modoalguno «sensual», orientada hacia un findistinto de la «gloria y alabanza de Diosy salvación de mi ánima».Finalmente, «hecha la tal elección», el

ejercitante ha de acudir a Dios para que laconfirme, si lo elegido es para «su mayorservicio y alabanza». En los Ejercicios, latercera y cuarta semanas serán el tiempooportuno para esta verificación espiritual,que no necesariamente serán consolacio-nes, sino también pensamientos y razonesque fortalecen la seguridad interior delejercitante en la decisión tomada. Fuerade Ejercicios, tampoco se puede omitir es-ta confirmación que se realizará de modosmuy distintos: un tiempo posterior a laelección en el que la vida, la oración, elparecer de otras personas ayudan a com-probar que lo elegido está en sintonía conla gloria de Dios. En otras ocasiones pue-de ser la necesaria intervención de unapersona con autoridad para confirmar quela decisión se ajusta al evangelio. En la vi-da religiosa o en la presbiteral los años deformación han de ser este tiempo de con-firmación, además de formación.A lo largo de este proceso en seis pa-

sos, he tratado de destacar el carácter deverdadera experiencia espiritual del tercertiempo ya que a menudo se reduce a unareflexión racional de sentido común, perosin la implicación de toda la persona quees condición de toda experiencia espiri-

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tual seria. Sería contrario al proceso largoy profundo realizado a lo largo de sema-nas de Ejercicios reducir el tercer tiempoa una especie de estudio al estilo de unaprogramación empresarial de beneficios ypérdidas. Sin embargo, aunque este tercertiempo puede deslizarse hacia un segun-do tiempo, esto no sucede siempre ni espreciso que el tercero se avale por el re-cuso al segundo. El mismo Ignacio, no só-lo enseñó que bastaba el tercer tiempo ensí mismo, sino que él lo practicó en mo-mentos de deliberación.39 Insisto, con to-do, en que el tercer tiempo ya es una ex-periencia espiritual, dado que es unaelección realizada por una persona trans-formada por los Ejercicios y que usa de larazón evangelizada por esta misma trans-formación espiritual.

Segundo modoHasta aquí se ha propuesto un modo deelección para el tercer tiempo, «tiempotranquilo», pero todavía se propone otroque contiene cuatro «reglas» o puntos yuna nota final, que es la confirmación. Esuna manera más intuitiva y sintética deelección, tal vez, para personas que tienenun talante distinto, menos racional que lasque han procedido por el modo anterior otal vez para casos de elección en que unproceso racional no se adapta tanto a su na-turaleza; o incluso para situaciones en quela elección ha de hacerse en un plazo másrápido de tiempo. Se supone, por tanto, co-mo en el modo anterior que la persona noha podido hacer elección por ninguno delos dos primeros tiempos.El punto de partida es también, como

en los otros tiempos y en el primer modode este tercer tiempo, el deseo de la gloriade Dios y el bien del ejercitante. Sin em-

bargo, la forma de expresarse en este pri-mer punto o primera regla, es de una hon-dura y finura especial: «Que el amor queme mueve y me hace elegir la tal cosa des-cienda de arriba». Estas palabras vienen aser un toque para tomar conciencia del ca-rácter verdaderamente espiritual tambiénde este modo sencillo de hacer elección.Luego siguen tres miradas o conside-

raciones, una especie de confrontaciónobjetivadora para ver por dónde me llevala acción del Espíritu: «mirar a un hom-bre que nunca he visto o conocido» y pre-guntarme qué le diría que debe hacer yelegir para la gloria de Dios y perfecciónpropia; considerar, como si estuviera en lahora de la muerte, qué querría haber he-cho en la presente elección; considerarmeen el juicio y preguntarme cómo querríahaber obrado en la presente elección.Quizá estas tres consideraciones, una espe -cie de test espiritual, podrían sintetizarseen buscar el contraste objetivo del otro, dela globalidad de la vida y del cara a caracon Dios. Hechas estas tres miradas y, sies el caso, habiéndose inclinado el ejerci-tante en un sentido determinado, ha de ira buscar la confirmación tal como se hadicho en el modo anterior.40

3.3. Reflexiones finales

Al terminar este capítulo amplio, aunquemuy sintético, sobre las elecciones, con-viene poner de relieve que el período deelección en los Ejercicios es el punto máselevado y decisivo de la experiencia.Incluso según algunos será «el umbral dela vida unitiva», porque «por medio de laelección se ha dado una unión de volun-tades entre el ejercitante y Dios»41. Encualquier caso, puede decirse que los

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Ejercicios son un ascenso hasta la cima dela elección, luego sigue un tiempo de con-firmación de la elección y de consolida-ción de la experiencia espiritual. Además, el largo texto sobre las elec-

ciones [EE 169-188], aún siendo más bre-ve de lo que uno desearía, por la cantidadde indicaciones (reglas, puntos, notas,etc.), podría convertirse en una experien-cia árida y detallista. El extenso conjuntode orientaciones a primera vista producela impresión de una selva o laberinto queaparentemente poco tiene que ver con unaexperiencia espiritual honda y atractiva.Por esto, en este punto central de los Ejer -cicios, resulta especialmente apropiado elaviso del directorio ignaciano de que el queda los ejercicios no ha de llevar el libro delos Ejercicios Espirituales cuando visita elejercitante, sino que ha de llevar bien pen-sado qué es lo que va a decir al ejercitan-te. Se supone, pues, que el ejercitante noha de usar el libro. Además, no hay queolvidar que sólo pueden dar ejerciciosquienes los tienen «en sí probados», es de-cir, que el que da los ejercicios ha vividolo que en el libro se expresa al modo deun código o partitura que ha de interpre-

tar a la hora de dar los ejercicios. Re cor -demos nuevamente, con Roland Barthes,que la tarea del ejercitador es semántica,la de intérprete del libro al ejercitante.Ante las inevitablemente áridas orien-

taciones del libro, sucede como quien es-tá ante una partitura, que puede ver sólo osignos abigarrados o buena música. Laelección debería ser de algún modo untiempo de escucha de la música interior,para lo cual la persona que da los ejerci-cios ha de hacer una tarea de iluminacióny apoyo imprescindibles. Es verdad, se-gún algunos Diretorios, que la elección esun parto quizá doloroso, porque tiene susmomentos difíciles y dolorosos, pero setrata de un alumbramiento de vida. Esmás, la elección es punto culminante nosólo porque el ejercitante realiza la acciónmás decisiva de la experiencia de losEjercicios, sino, porque en ella, se vive demanera concentrada la sustancia de la vi-da cristiana: una vida orientada hacia Dios,Padre, en la identificación con Cristo, conel impulso del Espíritu que mueve. La gra-cia bautismal halla en la elección la pleni-tud de la inmersión en el misterio de la Tri -nidad que nos acoge y funda nuestra vida.42

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4. PaRa enMendaR y RefoRMaR La PRoPia vida y esTado

4.1. situación del ejercicioLa preocupación pastoral es lo que rige lapráctica de los Ejercicios que «se han deaplicar» [cf. EE 18,1]. Por esto, al ter mi -nar las elecciones se proponen unas ori-entaciones para personas que no se hallan

en situación de hacer elección, porque yaestán casadas o tienen un estado clericalinmutable. O también para personas queaunque tienen algo sobre lo que se deberíahacer elección, no tienen «muy prontavoluntad».

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[189] PARA ENMENDAR Y REFORMAR LAPROPIA VIDA Y ESTADO. Es deadvertir que acerca de los que estánconstituidos en prelatura o en matri-monio (quier abunden mucho de losbienes temporales, quier no), dondeno tienen lugar o muy prompta volun-tad para hacer elección de las cosasque caen debajo de elección mutable,aprovecha mucho, en lugar de hacerelección, dar forma y modo deenmendar y reformar la propia vida yestado de cada uno de ellos, es asaber, poniendo su creación, vida yestado para gloria y alabanza de Diosnuestro Señor y salvación de su pro-pia ánima. Para venir y llegar a estefin, debe mucho considerar y ruminarpor los ejercicios y modos de elegir,según que está declarado, cuantacasa y familia debe tener, cómo ladebe regir y gobernar, cómo la debeenseñar con palabra y con ejemplo;asimismo de sus facultades cuantadebe tomar para su familia y casa, ycuanta para dispensar en pobres y enotras cosas pías, no queriendo ni bus-cando otra cosa alguna sino en todo ypor todo mayor alabanza y gloria deDios nuestro Señor. Porque piensecada uno que tanto se aprovecharáen todas cosas espirituales, cuantosaliere de su proprio amor, querer yinterese.

que están fuera de la primera semana».Sin embargo, por más que se hayantomado todas las precauciones de no permitir entrar en ejercicios más que apersonas ya muy desprendidas, en estemomento de los Ejercicios puede ser queel ejercitante se halle en algún aspecto desu vida en situación de poca disponibi -lidad para cambiar algo que podría serobjeto de elección. Sin embargo, comopiensa I. Casanovas «mirando además albueno o mal ejemplo que podrán dar aotros muchos, san Ignacio transige conellas [las personas que no tienen “muyprompta voluntad”]»43. En este caso,como en el de la persona que no tienenada que elegir, «aprovecha mucho…enmendar y reformar la vida». Para ejercitantes que se hallan en esta

situación, se propone una ayuda «para en -mendar y reformar la propia vida y esta-do». «Enmendar y reformar» respondena dos actividades distintas. Enmendar escorregir aspectos de la propia «vida» per-sonal o del «es tado» en que el ejercitantese halla, o bien de «prelatura» (algún car -go eclesiástico) o de «matrimonio». Sinem bargo, además de enmendar, si es elcaso, siempre es conveniente «reformar»o dar una nue va forma a la propia manerade vivir o enfocar de otro modo el estadopersonal.

4.2. Práctica de este ejercicio

Lo importante es que el ejercitante, tam-poco a la hora de «enmendar y refor-mar», descienda peldaños en el curso dela experiencia espiritual de los Ejercicios,ya que deberá proceder «por los ejerci-cios y modos de elegir». Porque laenmienda y reforma no es un apéndice de

Sorprende un poco que en este momentode los Ejercicios un ejercitante no tenga«muy pronta voluntad», siendo así que enla anotación 18ª Ignacio dice que en per-sonas que aspiran a llegar «hasta ciertogrado de contentar su ánima», o «dequien no se espera mucho fruto», no hayque «proceder adelante en materias deelección, ni en otros algunos ejercicios

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los Ejercicios, sino la prolongación de losmismos a una situación particular de vidacristiana, «consecuencia lógica del méto-do», «marca de su fecundidad esencial»44.En concreto, partiendo de la disposi-

ción del PF («poniendo su creación, viday estado para gloria y alabanza de Diosnuestro Señor y salvación de su propiaánima») y luego centrándose en «consi-derar y rumiar por los modos de elegir»los distintos aspectos particulares de suvida y estado, deberá revisar: a) el tren devida («la casa», es decir, la casa y los bie -nes que encierra, con las personas emplea -das a su servicio); b) la manera de com-portarse en su vida doméstica («cómo ladebe regir y go bernar, cómo la debe ense-ñar con palabra y con ejemplo»); c) laadministración de los bienes materiales,atendiendo a familia y casa, a pobres yobras pías. El ejercitante que ha pasado yamuchas horas contemplando a Jesús en lavida humana con sus múltiples situacio-nes y formas de actuar, habrá po dido yaasimilar la inspiración, en la hu ma nidad deJesús, para corregir y configurar mejor supropia vida con estilo evangélico. La con-templación de los Ejer cicios es co mo latrama interior de la humanización a locris tiano que va haciendo el ejercitante.Porque los Ejercicios en «sus prin cipiosgenerales deben determinar las más pe -que ñas opciones de quienes los han asi-milado»45.Como complemento a las orientacio-

nes propuestas aquí por Ignacio, se pue-den utilizar las reglas para el «mi nisteriode distribuir limosnas», que, por estemotivo, las comentamos a continuación.Esta experiencia de enmendar y reformarla vida es especialmente apropiada paralos Ejercicios de repetición en los que

ordinariamente no hay ninguna necesidadde hacer una elección propiamente tal.

4.3. Recapitulación final

Al terminar esta orientación sobre la en -mienda y reforma de la vida, Ignacio le -vanta el vuelo a una mirada de conjuntosobre la vida espiritual: «piense cada unoque tanto se aprovechará en todas cosasespirituales, cuanto saliere de su propioamor, querer y intereses». Aquí tenemosde forma lapidaria otra instrucción igna-ciana sobre el amor, sobre cómo vivir enel amor, que, de manera muy implícita yase enunció en el PF46 y que será el puntoconclusivo de los Ejercicios en la «Con -templación pa ra al alcanzar amor».A lo largo de la extensa instrucción

que empieza con el «Preámbulo para ha -cer elección» y termina con el párrafo«Para enmendar y reformar la propia viday estado» [EE 169-189] el santo ha insis-tido en la necesidad de mantener la orien-tación de fondo de la vida hacia la gloriade Dios y el bien espiritual propio delejercitante [EE 169;177,1;179,1.3;180,1;184,3;189,5.9]. Es más, esta orientaciónes la gracia que a lo largo de los Ejer ci -cios se ha ido operando en el corazón delejercitante, de modo que lo que ha dehacer en el punto decisivo de la eleccióno reforma es dejarse llevar por Dios mis -mo que actúa en la persona que se ejercita.Esto aparece muy claro en los dos prime-ros tiempos de elección en los que primala experiencia viva de Dios que «mueve yatrae la voluntad» [EE 175,2] o que espercibida «por experiencia de consolacio-nes y desolaciones y por experiencia dediscreción de espíritus» [EE 176]. Pero,incluso en el tercer tiempo, el ejercitante

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pide a Dios que «quiera mo ver mi volun-tad y poner en mi ánima lo que yo debohacer» [EE 180,1] para decidirse «segúnla mayor moción ra cional» [EE 182,2] y,como primera regla para la elección en elsegundo modo del tercer tiempo, pone«que aquel amor que me mueve y mehace elegir la tal cosa descienda de arriba,del amor de Dios» [EE 184,2]. Es decir,la persona verdaderamente espiritual es lapersona toda ella orientada hacia Dios ymovida por su Espíritu que es Amor.Esto es lo que formula la sentencia

arriba citada con la cual termina el peque-ño tratado sobre la elección y reforma quees una instrucción para proceder evangé-licamente en las cuestiones decisivas denuestra vida. No se trata, desde luego, desofocar el amor, ni de anular la voluntad,ni de moverse sin norte en la vida, sino deque la persona que quiere llevar una vida

en fidelidad al Señor, ha de salir del amorque nace de ella, para dejarse llevar por elamor de Dios derramado en nuestros co -razones (cf. Rom 5,5), ha de ir acoplandosu propia voluntad a la de Dios y centrarsus intereses en los del Reino, es decir«buscar el Reino de Dios y lo que él quie-re» (Mt 6,33).Así, al terminar estas orientaciones

centrales de los Ejercicios, y una vez ex -pe rimentado el principio fundamental queencabeza toda la experiencia, me dian te laopción por el seguimiento de Cristo en loconcreto de la propia vida, se enuncia deforma sintética y muy precisa el sentidode la vida cristiana plena: vivir en el Amoren la búsqueda del Reino siempre guia-dos por la voluntad de Dios. El «tanto seaprovechará» es la expresión en el cami-no de la vida de la plenitud a la que nosdirigimos, «salvar su ánima» [EE 23,2].

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5. disTRibuiR LiMosnas

5.1. situación de las Reglas paradistribuir limosnas

Aquí Ignacio tiene ante la vista las per-sonas con el «ministerio» [EE 337;341,1;343,1] «oficio» [EE 340,1;341,2,] «cargo»[EE 341,1] de distribuir limos nas. Aunqueel término «ministerio» no aparece en lasversiones Prima y Vul gata de los Ejerci -cios, el texto ignaciano parece que se re-fiere a un ministerio que ha perdurado has -ta años recientes en la Iglesia. Estas reglasofrecen un buen modelo sobre el modo de

administrar evangélicamente los bienes.Se parte del supuesto de que la personaque desempeña este cargo o ministerio dedistribuir limosnas, dis pone de unos bie -nes que no son propiedad suya, pero queha de administrar evangélicamente, aten-diendo a las personas necesitadas y, tam-bién, reteniendo lo necesario para supropia vida y sustento. Los criterios queaquí se exponen pueden ayudar muy biena la persona que en Ejercicios, o fuera deellos, realiza la enmienda y reforma de vi-da y estado.

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[337] EN EL MINISTERIO DE DISTRIBUIRLIMOSNAS SE DEBEN GUARDARLAS REGLAS SIGUIEN TES.

[338] 1ª regla. La primera: si yo hago la distri-bución a parientes o amigos o a perso-nas a quien estoy aficionado, tendrécuatro cosas que mirar, de las cualesse ha hablado en parte en la materiade elección. La primera es que aquelamor que me mueve y me hace dar lalimosna, descienda de arriba, del amorde Dios nuestro Señor; de forma quesienta primero en mí que el amor máso menos que tengo a las tales perso-nas, es por Dios, y que en la causaporque más las amo reluzca Dios.

[339] 2ª regla. La segunda: quiero mirar a unhombre que nunca he visto ni conoci-do; y deseando yo toda su perfecciónen el ministerio y estado que tiene co -mo yo quería que él tuviese medio ensu manera de distribuir, para mayorgloria de Dios nuestro Señor y mayorperfección de su ánima; yo haciendoasí, ni más ni menos, guardaré la re -gla y medida que para el otro querríay juzgo ser tal.

[340] 3ª regla. La tercera: quiero considerarcomo si estuviesse en el artículo de lamuerte, la forma y medida que enton-ces querría haber tenido en el oficiode mi administración; y reglándomepor aquella, guardarla en los actos dela mi distribución.

[341] 4ª regla. La cuarta: mirando cómo mehallaré el día del juicio, pensar biencómo entonces querría haber usadode este oficio y cargo del ministerio; yla regla que entonces querría habertenido, tenerla agora.

[342] 5ª regla. La quinta: cuando alguna per-sona se siente inclinada y aficionadaa algunas personas, a las cua les quie-re distribuir, se detenga y rumine bienlas cuatro reglas so bredichas, exami-nando y probando su afección con

ellas; y no dé la limosna, hasta queconforme a ellas su desordenada afec -ción tenga en todo quitada y lanzada.

[343] 6ª regla. La sexta: dado que no hayculpa en tomar los bienes de Diosnuestro Señor para distribuirlos, cuan-do la persona es llamada de nuestroDios y Señor para tal ministerio; peroen el cuanto y cantidad de lo que hade tomar y aplicar para sí mismo de loque tiene para dar a otros, hay dudade culpa y exceso; por tanto, se pue -de reformar en su vida y estado porlas reglas sobredichas.

[344] 7ª regla. La séptima: por las razonesya dichas y por otras muchas, siem-pre es mejor y más seguro, en lo quea su persona y estado de casa toca,cuanto más se cercenare y diminuye-re, y cuanto más se acercare a nues-tro summo pontífice, dechado y reglanuestra, que es Cristo nuestro Señor.Conforme a lo cual el tercero concilioCartaginense (en el cual estuvo sanAgustín) de termina y manda que lasupeléctile del obispo sea vil y pobre.Lo mismo se debe considerar en todomodos de vi vir, mirando y proporcio-nando la condición y estado de lasper sonas; como en matrimonio tene-mos ejemplo del San to Joaquín y deSanta Anna, los cuales partiendo suhacienda en tres partes, la primeradaban a pobres, la se gunda al minis-terio y servicio del templo, la terceratomaban para la sustentación de ellosmismos y de su familia.

5.2. aplicación práctica

Las cuatro primeras reglas se refieren a lasituación de la persona que ha de distri-buir bienes a «parientes o amigos o a per-sonas a quien estoy aficionado». Es unasabia orientación, puesto que como Jesús

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Finalmente, Ignacio pasa a una re glamás universal y de fondo, en la que seconsideran dos partes: el tren de vida per-sonal del ejercitante y la orientación desus bienes. Respecto del tipo de vida per-sonal se refiere a Cristo nuestro Se ñorcomo principio fundamental. En concre-to, supuesta la imagen de Jesús que elejercitante ha ido asimilando a lo largo delos Ejercicios, con la sensibilidad propiade las Dos Banderas y las Tres Maneras deHumildad, «es mejor y más seguro […],cuanto más se cercenare y disminuyere».Y lo confirma con la referencia al cuartoConcilio de Cartago (por error se cita eltercero) en que se dice que la «supelécti-le», es decir el ajuar, «del obispo sea vil ypobre». Pero lo que dice, a modo de ejem-plo sobre el estilo de vida de los obis pos,vale en su orientación fundamental paratodas las personas en cualquier estado devida, también para los matrimonios. Yaquí, los Ejercicios, como en momentosparecidos, presenta una síntesis que es ala vez un impulso hacia adelante.48 Lasustancia de esta orientación final es lapropuesta de unas prioridades a la horade repartir bienes: en primer lugar lospobres, luego la comunidad, finalmentelas mismas personas que disponen de losbienes. Por esto, acertadamente, se havisto en estas líneas ignacianas una sen-cilla proposición de cómo realizar laopción preferencial por los pobres.49

En resumen, estas reglas, fácilmenteextensibles a la administración no sólo dedinero, sino de muchos otros bienes(medios de trabajo, tiempo, competen-cias, ejercicio de la profesión, etc.) sonuna simple presentación de la vida cris-tiana como una vida evangélicamentepobre al servicio de los pobres. A su vez,

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dijo que diésemos los bienes a los pobres,y éstos no siempre serán nuestros parien-tes o amigos, hay que estar muy atentosante esta situación muy corriente de re -partir bienes a parientes y amigos. En unainstrucción del mis mo Ignacio para losque van a entrar en la Compañía, a la ho rade repartir los posibles bienes que po sean,insiste en este mismo criterio.47 Para acer-tar en esta decisión en la cual se puedenmezclar pensamientos y afectos no bienordenados, repite aquí «cuatro co sas»,«de las cuales se ha hablado en parte enla materia de elección» [EE 184-186]. Nopodía ser de otro modo, el ejercitante seha de mover por el amor que «desciendade arriba, del amor de Dios nuestroSeñor», Dios ha de estar en el amor a laspersonas a las que quiero ayudar y en elacto de decidirlo. De una forma muy cla -ra y contundente, Ig nacio sitúa los actosde solidaridad, que pueden te ner comodestinatarios personas amigas o familia-res, en el ámbito plenamente teologal yno en el de la simple buena vo luntad odel mero sentido común. Co mo puedeverse, se trata de una orientación muypráctica en el campo de las actividadescaritativas, tanto personales, como de ins -tituciones, como de la Iglesia o de ONG.Sin embargo, en el caso que plantea

Ignacio, la persona que ejerce este minis-terio puede disponer de algunos bienesque administra para su propia utilidad,pero ha de aplicar las mismas reglas yacitadas, para decidir sobre «cuánto y can-tidad de lo que ha de to mar y aplicar parasí mismo de lo que tiene para dar a otros».También en esta ocasión la persona quequiere administrar los bienes evangélica-mente ha de proceder desde una expe-riencia espiritual profunda de amor.

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estas orientaciones pueden aplicarse nosólo a individuos, sino a instituciones y ala misma Iglesia en su conjunto.50 Endefinitiva, los bienes no son una propie-dad absoluta y autónoma, de modo queuna persona pueda disponer de ellossegún criterios personales, al margen delmandamiento fundamental del amor,amar «como Cris to», y sin tener en cuen-ta la solidaridad, que viene exigida por lacondición humana, y de la prioridad quetienen los pobres, según el mensaje de

Jesús, avalado por su vida. Podemosdecir que la inspiración de una vida cris-tiana, siempre para los demás, se configu-ra me diante el dejarse mover por el amorde Dios, que toma cuerpo en una vida ins-pirada en Jesús pobre y que pone en sucentro a los pobres reales. Los Ejerci cios,en forma de mistagogía, no hacen másque proponer en unas simples re glas lasustancia del vivir cristiano que a lo largoya de unas tres semanas se ha ido asimi-lando por parte del ejercitante.

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1. Es interesante este estudio que aborda el problemade las dos tendencias citadas y que proponeuna síntesis: Charles-André BERNARD, Signifi -ca tion des Exercices de Saint Ignace, Revued’As cétique et Mystique, 45 (1969), p. 241-261.Según Bernard, «no se pueden separar estosdos aspectos de la vida espiritual, porque todavida espiritual tiende a realizar concretamentela voluntad de Dios [fin objetivo] y a operaruna transformación de la persona [fin intrínsecode la experiencia de los Ejercicios]» (p. 261).

2. Cf. Adrien DEMOUSTIER, Les Exercices de S. Ig -nace de Loyola. Lecture et pratique d’un texte,Editions facultés jésuites de Paris, 2006, p.245-247.

3. Javier MELLONI, La mistagogía de los Ejer ci -cios, col. Manresa, ed. Sal Terrae, Valladolid,2001, p. 181.

4. DEMOUSTIER, destaca que como aparece seisveces, como si una y de manera dos (Les Exer -cices… p. 250, nota 11).

5. Cf. MELLONI, La mistagogía..., p. 184. Ver tam-bién la obra ya clásica de François VARILLON,L’humilité de Dieu, Bayard, Paris, nouvelleédition, 2000.

6. Por tanto no se trata de eliminar un afecto, sinode desarraigar su carácter condicionante. Estoes tanto más importante cuando el afecto no esa cosas cuanto a personas. Sobre este punto,véase las reflexiones profundas de Demoustier(Les Exercices, p. 277-281).

7. Esto no quiere decir que no se dedique tiempo,al estilo de la adición 5ª [EE 77], un tiempopropio a la reflexión sobre lo vivido en la ora-ción como materia para la elección. Según elDirectorio del P. Miró, las consideraciones dela elección no deben ocupar todo el tiempo de las contemplaciones, «sino que terminadocada uno de los Ejercicios o en cualquier partedel mis mo, cuando el ánimo está ya tranquilo,entonces es el tiempo propicio para tratar yraciocinar so bre ellas; y por esto debe procu-rarse diligente mente que las meditaciones se

hagan a su debido tiempo, las cuales consue-lan el alma y disponen a hacer buena elec-ción» (n. 80, en Los Direc to rios…, p. 204. Cf.abundantes referencias sobre este punto enDirectoria, p. 307, nota 137).

8. Dietrich BONHOEFFER, Resistencia y sumisión,Ariel, Barcelona, 1969, p. 229.

9. Franciscus DE HUMMELAUER, Meditationum etcontemplationum S. Ignatii de Loyola puncta.Libri exercitiorum textum diligenter secutusexplicavit, Herder, Freiburg, 1925, p. 54.

10. Puede verse el análisis detallado de la selec-ción de misterios propuesta por los Ejerciciosen Claude FLIPO, «Les mystères du Christ dansles Exercices», Christus, n. 124, Hors série, p. 85-98.

11. C. DOMÍNGUEZ, Las Tres Maneras de Humil -dad: Una relectura desde la teología y el psi-coanálisis, Manresa, 68 (1996), p. 287-33. Lacita, en la p. 2.

12. Cf. «Tres maneras y grados de amor de Dios ydeseo de obedecer e imitar y servir a su divinamajestad» (Exercitia Spiritualia, p. 627-645,la cita en p. 635).

13. Ignacio «no emplea la palabra ‘amor’ sino congran reserva y, en general, habla más bien dehumildad, de generoso servicio de Dios. Elhombre debe más bien dejarse amar por Dios,y cuanto él hace, humilde, prudente, modesta-mente, debe considerarlo como ‘servicio’, co -mo valentía para este servicio, como humil-dad» (Karl RAHNER, Meditaciones sobre losejercicios de san Ignacio, Herder, Barcelona,1986, p. 188).

14. SAN BENITO, Regla, capítulo 7. Cf. el comenta-rio de S. ARZUBIALDE sobre los distintos signi-ficados de la humildad en la tradición cris -tiana: Ejer cicios Espirituales de San Ignacio.Histo ria y Análisis, Bilbao-Santander, Mensa -jero-Sal Terrae, 1991, p. 353-355.

15. Los Directorios de Ejercicios (1540-1599),edi ción de Miguel LOP, Bilbao-Santander,Mensajero-Sal Terrae, 2000, n. 17, p. 21.

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NOTAS

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16. Karl RAHNER, Meditaciones sobre los Ejerci -cios, p. 191.

17. FN, III, 205.18. C. DOMÍNGUEZ, Las Tres maneras de Humil -

dad…, p. 16. Es muy interesante el apartadoconclusivo del artículo, p. 15-17.

19. Véase el estudio de J. CORELLA, «Dos Bande rasy maneras de humildad como experiencia uni-taria de pobreza de espíritu», en: Juan M.GARCÍA LOMAS (Ed.), Ejercicios Es piri tua les ymundo de hoy, Congreso Inter na cional de Ejer -cicios (Loyola 20-26 set. 1991), Mensajero-Sal Terrae, Bilbao-Santander, 1992, p. 155-164.

20. Jerónimo NADAL, Dialogi pro Societate, FN II,p. 252.

21. Los Directorios, p. 29.22. «La elección de estado no debe proponersemás que a quienes la desean o de buena ganaquieran hacerla. Pues de lo contrario, siendopor demás externos, fácilmente podrían tur-barse, como si por este camino quisiéramosinducirles hacia nuestra religión» (Directoriodel P. Miró, n. 77, en: Los Directorios, p. 203).

23. Directorio autógrafo. Sobre elecciones…. LosDirectorios, p. 21.

24. Según Yves M. Congar, parece que fue Ignaciode Loyola el primero que atribuyó a la Iglesiaeste calificativo L’Église de saint Augustin àl’époque moderne, Cerf, Paris, p. 369-370.

25. Es evidente que la experiencia eclesial, tan go -zosamente vivida desde los años 20 del siglopasado hasta los años conciliares (Guardini,De Lubac, Cardenal Suhard, Congar, etc.) hasufrido un eclipse colectivo, sólo algo mitiga-do por los primeros meses del Papa Francisco.Sin embargo, en fidelidad a la mejor tradicióncristiana, la persona que da los Ejercicios debetransmitir de manera viva una vivencia adulta,positiva y sana de eclesialidad, como la hansa bido comunicar personas al estilo de DeLubac, Congar, Karl Rahner, Pere Casaldà li -ga, Víctor Codina entre otros muchos. EstaIglesia que yo amo, de Yves M. Congar, po -dría ser un lema y síntesis de una experienciaeclesial vi vida desde la fe crítica y adulta.

26. Cf. DEMOUSTIER, Les Exercices…, p. 318.27. Para todo este apartado de la elección en losEjer cicios Espirituales, sobre todo en los Di -rec to rios, es fundamental la obra reciente de

Alf re do SAMPAIO, Los tiempos de elección enlos Direc torios de Ejercicios, Mensajero-SalTerrae, Bilbao-San tan der, 2004. También pue -de verse el artículo «Elección» del mismoautor en DEI, 726-733. Una breve presenta-ción de la práctica de la elección en Ejercicios:J. M. RAMBLA, La elección en los Ejercicios,Perse verancia, Suplemento de abril-mayo,1974, p. 30-36

28. Véase la honda e inspiradora interpretación deJ. MELLONI en La Mistagogía..., p. 209-210.

29. Acertadamente, comenta Fessard: «Si no su -pié ramos que la preocupación principal deIgna cio es descubrir cómo puede insertarse la li ber tad en la existencia histórica, podríaparecer insólita la elección del término ‘tiem-po’. Puesto que, lo que éste designa aquí enrealidad, son tres estados de ánimo, corres-pondientes a tres grados de la llamada divina»(Gaston FESSARD, La dialéctica de los Ejer -cicios Espirituales de San Ignacio de Loyola,Mensajero-Sal Terrae, Bilbao-Santander, 2010,p. 93).

30. Cf. Luis GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, El primertiempo de elección, Madrid, Studium, 1956.

31. La convocatoria del Concilio por Juan XXIIIes una muestra patente de este tiempo de elec-ción, una especial experiencia o iluminaciónespiritual: «Aquel primer momento en que, de improviso, brotó en nuestro corazón y ennuestros labios la simple palabra “Concilioecuménico”» (Discurso del 11.10.1962, n. 7).La gran confianza de Ignacio en la acción deDios en nuestras vidas de modo repentino eindudable aparece en la posibilidad que el san toprevé en las Constituciones de la Com pañía ala hora de elegir el Prepósito General: «Y sitodos con común inspiración eligiesen a uno,sin esperar orden de votos, aquél sea el Pre -pósito General, que todas las órdenes y con-ciertos suple el Espíritu Santo, que los ha mo -vido a tal elección» (Co 700).

32. Cf. a este propósito, DEMOUSTIER, Les Exer ci -ces…, p. 347.

33. «Como ocurre tan raras veces, no hay queinsistir mucho en la consideración de este pri-mer tiempo y solamente de paso hay que ex -po nerlo al que hace los Ejercicios» (Direc to -rio oficial, n. 187, en Los Directorios, p. 366)

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34. Los Directorios, p. 20 y 21. Cf. sobre estepunto MELLONI, La Mistagogía..., p. 230-231,con las notas.

35. Cf. J. AYERRAMORENO, La elección y sus tiem-pos, Miscelánea Comillas, 26 (1956), p. 89-103;Psicología del segundo tiempo, MisceláneaComillas, 33 (1959), p. 274-291.

36. Cf. B. JUANES, La elección según el segundo ytercer tiempo, CIS, Roma, 1980.

37. Para la Deliberación, véase Monumenta Cons -ti tutionum Praevia, p. 1-7 y traducciones endistintas publicaciones. Para la Deliberaciónso bre la pobreza, véase, Obras Completas deS. Ignacio de Loyola, BAC, Madrid, 1963, p. 297-299.

38. Pueden verse algo más ampliamente estas indi-caciones, en J.M. RAMBLA, La elección en losEjercicios…, p. 33-34, inspiradas en MauriceGIULIANI, «La decisión espiritual», en: Ora -ción y acción, DDB, Bilbao, 1968, p. 43-68.

39. Cf. Carta de Ignacio a Alfonso Ramírez deVergara (30 de marzo de 1556): «Es verdadque para seguir las cosas mejores y más per-fectas, suficiente moción es la de la razón»(Véase la carta de Ignacio y su contexto enObras, BAC, 1962, p. 943-945; la cita en p.945). Ignacio, entre otras ocasiones, se sirviódel tercer tiempo en la Deliberación sobre lapobreza de las iglesias de la Compañía.

40. Es interesante el artículo de J.B. LIBÂNIO,«Con siderarei como se estivesse no momentoda morte… [186]», Itaici, 93 (2013), p. 53-65.

41. MELLONI, La mistagogía..., p. 231.

42. Puede verse: J. M. RAMBLA, Escoger la vida,Sal Terrae, San tander, octubre, 1993, p. 689-700.

43. Ignacio CASANOVAS, Comentario y explana-ción de los Ejercicios Espirituales de San Ig -na cio de Loyola, Barcelona, Balmes, 1954, In -troduc ción y Docu mentos, Tomos I y II, p. 493.

44. FESSARD, La dialéctica..., p. 118.45. FESSARD, La dialéctica…, p. 113.46. Cf. J. M. RAMBLA, Ejercicios espirituales de

san Ignacio de Loyola. Una relectura delTexto (2), EIDES n. 63, Cristianisme i Justícia,Barcelona, 2011, p. 10.

47. Para Ignacio, el jesuita a la hora de repartir susbienes, antes de entrar en la Compañía o hacersu profesión religiosa, ha de dar preferencia alos pobres, antes que a la familia. Cf. Cons ti -tuciones, 53. En un texto, probablemente es -cri to por el mismo Ignacio, se recomiendacomo más perfecto, a no ser que haya otraobligación mayor y clara, repartir los bienes alos pobres antes que a los familiares (Cf. Mo -numenta Ig na tiana, Constitutiones, II, p. 42-43, nota 5).

48. Puede compararse este final con el final de Ej189 y de Ej 233.

49. Véase el interesante estudio de P. H. KOLVEN -BACH, «Ejercicios Espirituales y amor prefe-rencial por los pobres», en: Decir… al«indeci ble», Mensajero-Sal Terrae, Bilbao-Santander, 1999, p. 171-182.

50. Recientemente, el papa Francisco ha habladode su deseo vehemente de «una Iglesia pobrey para los pobres».

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