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El aire estaba inmóvil, y la sangre de mi presa me indicaba su posición. Aún podía oír los sollozos y súplicas de piedad de mi presa. Cogí el rifle y estirándome los dedos agarrotados por el frío puse el dedo en el gatillo y solté un largo soplido que se convirtió en vaho con el frío. Me quité la máscara dejándole ver mi rostro al pobre inocente. “¡Eres tu!”, me dijo. “Sí, soy yo”, le respondí. Y dos segundos después, le disparé en el pecho con el rifle. Me agaché y le retiré el documento que tanto ansiaba de sus rígidas manos, me subí al caballo y salí rápidamente del bosque. Eran más o menos las dos de la mañana, pero en el trabajo de un sicario no hay horas de sueño ni descanso. El único descanso que tengo es el placer de matar a viles personas con el filo de mi espada. Tardé varios minutos en salir del frondoso bosque y vi varios guardias locales buscando al desparecido. Yo seguí mi camino, sin llamar la atención. Y aunque la mayoría eran corruptos, era mejor no tentarles no fuesen a sacar las bayonetas y, una vez ya les llevaba distancia , empecé a aumentar la velocidad a caballo haciendo que sus cascos resonasen en la calzada y tras varios minutos conseguí llegar a la posada de El Caballo Blanco. Me acerqué al poste y até allí a mi caballo. Entré a la posada cruzando las puertas viejas de madera, que chirriaron fuertemente al abrirlas. Me quité la capucha y me acerqué a la barra del 1

El aire estaba inmóvil jaime trebollé 2º eso e

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El aire estaba inmóvil. Jaime Trebollé. 2º ESO: PREMIO NARRATIVA SECUNDARIA Primer ciclo

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Page 1: El aire estaba inmóvil jaime trebollé 2º eso e

El aire estaba inmóvil, y la sangre de mi presa me indicaba su posición. Aún

podía oír los sollozos y súplicas de piedad de mi presa. Cogí el rifle y estirándome los

dedos agarrotados por el frío puse el dedo en el gatillo y solté un largo soplido que se

convirtió en vaho con el frío.

Me quité la máscara dejándole ver mi rostro al pobre inocente. “¡Eres tu!”, me

dijo. “Sí, soy yo”, le respondí. Y dos segundos después, le disparé en el pecho con el

rifle. Me agaché y le retiré el documento que tanto ansiaba de sus rígidas manos, me

subí al caballo y salí rápidamente del bosque.

Eran más o menos las dos de la mañana, pero en el trabajo de un sicario no hay

horas de sueño ni descanso. El único descanso que tengo es el placer de matar a viles

personas con el filo de mi espada.

Tardé varios minutos en salir del frondoso bosque y vi varios guardias locales

buscando al desparecido. Yo seguí mi camino, sin llamar la atención. Y aunque la

mayoría eran corruptos, era mejor no tentarles no fuesen a sacar las bayonetas y, una

vez ya les llevaba distancia , empecé a aumentar la velocidad a caballo haciendo que sus

cascos resonasen en la calzada y tras varios minutos conseguí llegar a la posada de El

Caballo Blanco. Me acerqué al poste y até allí a mi caballo. Entré a la posada cruzando

las puertas viejas de madera, que chirriaron fuertemente al abrirlas. Me quité la capucha

y me acerqué a la barra del camarero y le pregunté: “¿Sabes dónde se han sentado?”.

“Sí”,me contestó, “en la sala de arriba. En la mesa de el fondo enfrente de la ventana “.

“Gracias”, le contesté, dejándole dos monedas de oro en la barra.

Subí rápidamente a la sala de arriba y me senté en la mesa junto a cinco

hombres encapuchados. “Buenas noches”, les dije. me senté con ellos. “¿Tienes el

documento , Louis?”, dijo el quinto hombre. “Sí”, le contesté. “Muy bien Louis”,

contestó, dejando una bolsa con monedas de oro en la mesa, “estás ayudando mucho a

nuestra orden. Sigue así”, me dijo sonriendo. Se levantaron y se fueron de la posada.

Yo, en cambio me quede arriba un instante y luego me levanté. Al irme, el quinto

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hombre me dijo: ”Reúnete conmigo mañana , a las once , en el mismo sitio”. Asentí

con la cabeza, salí del local y me subí al caballo. Una vez llegué a mi casa dejé al

caballo en el poste y cuando me disponía a entrar, dos hombres se me acercaron. “¿Es

usted Louis?”, “Sí”, contesté. Entonces dijo: “En ese caso queda usted arrest...”, y en

ese momento saqué mi puñal rápidamente, clavándoselo al primero, y salí corriendo.

“¡Tras el!”, dijo el primero. Y cuando ya les llevaba unos metros de distancia una flecha

me atravesó en el hombro y caí desplomado al suelo. “Le tenemos”, escuché a duras

penas, mientras iba cerrando los ojos lentamente.

No sabía cuánto tiempo pasó , pero desperté. No veía nada , pues llevaba los

ojos vendados. “¿Dónde estoy?”, dije angustiado. “Sabes perfectamente qué haces aquí,

Louis”, dijo. No contesté durante seis segundos , pero al final contesté: “No sé de qué

me hablas”. “Bien, ya confesarás”, dijo, “lleváoslo”. Y me quitaron la venda. Nada

más abrir los ojos , reconocí al guardia que le acompañaba como uno de los hombres de

la reunión, que se llevó el dedo a la boca como signo de silencio. Me agarró el hombro y

me llevó a la celda. Cuando ya estábamos alejados , me susurró: “Escucha lo que te voy

a decir , y sigue mis ordenes al pie de la letra. A las ocho y media , vendré a traerte la

cena. Dejaré la cerradura abierta , para que media hora exacta después, salgas , gires

hacia la derecha, y allí te estará esperando un hombre. Él te meterá en un ataúd ,

diciendo así que moriste por la noche. Te enterraremos a unas millas de distancia y unos

minutos después te sacaremos de allí. Tendrás una posada al lado. Allí hay un cofre a tu

nombre, en él hay dinero , una espada y ropa corriente , y en un árbol al lado te

dejaremos un caballo. A partir de allí , ve directamente a la posada del Caballo Blanco y

reúnete con el quinto hombre. Ahora he de irme , y recuerda , sigue mis órdenes”.

Al irse el hombre me tumbé en el suelo intentando pasar las horas que quedaban

hasta ello. Me acomodé con el brazo. Al cabo de tres horas dejó la cena , y la puerta

abierta , y me dio una tiza para que contara los minutos. Hice tal cómo me mandó. Cené

tranquilamente y cuando llegó el momento me levanté y fui directamente hasta donde

me dijo. Me metí en el ataúd, e intentando matar el rato empecé a recordar mi infancia. 2

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Aunque no era muy bonita... Mi madre y mi padre... tuve que matarlos para conseguir

ser el hombre que soy hoy en día , pero el pasado pasado está ,así que al no tener nada

que recordar. Intenté dormirme y así fue, lo conseguí.

Al cabo del tiempo escuché unos golpecitos en la tapa. Rápidamente , salí cogí

mis cosas del cofre y salí rápidamente hacia allí. Me puse la capucha, pues aunque

supuestamente había muerto , no quería que nadie me reconociera. Hacía mucho que no

pasaba por barrios tan conflictivos , pues mis encargos nunca eran de tan baja calaña ,

pero era el único modo para llegar hasta allí. De repente vi a dos pícaros atacando a una

joven dama , la más bella que vi jamás. Bajé inmediatamente del caballo , y noqueando

a uno en el suelo , conseguí que el otro se fuera. “Gracias”, dijo la doncella, ¿cómo

puedo compensarte?”. “El mínimo hecho de saber tu nombre, confortaría al máximo mi

corazón”. “Carmen”, contestó, “pero ya que me has salvado te daré algo mas que mi

nombre –dijo, dejando caer un pañuelo de seda sobre mis manos. “Volveremos a

vernos”, le dije. “Sí”, me respondió. Y rápidamente me subí al caballo, y al cabo de

unos minutos llegué a la taberna. Subí a la mesa y me encontré con el quinto hombre y

la muchacha que me encontré antes. “Louis, te presento a mi hija Carmen”. “No hará

falta , la conozco. Tuve con ella un encuentro hace un rato”. “Es cierto”,lo confirmó.

“Bien, pues entonces te comento. El documento que me entregaste nos ha sido

arrebatado por otra orden con el fin de destruir la nuestra. Tu misión será ir al fuerte que

hay junto al monte, entrar y robar el documento para garantizar tu seguridad. Carmen te

acompañará”, dijo él. “Bien, pues vámonos”. “De acuerdo”, dijo Carmen.

Salimos rápidamente hacia el fuerte , y al cabo de un rato llegamos. “Es un

fuerte abandonado”, dijo , “será fácil”. Nos colamos por un subterráneo y entramos a

una sala. Carmen cerró la puerta y sacó una pistola. “Eres tan iluso”, dijo, “me extraña

que no sospecharas de mí”. “¿Qué estás diciendo?”, le pregunté. “Yo tuve el documento

todo este tiempo. Aquí supuestamente moriríamos los dos, aunque sólo lo harás tú. Yo

escaparé. Y con el documento que revela la posición del cáliz sagrado viviré

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eternamente, al contrario que tú, que vas a morir ahora. Aquí acaba tu misión. Dime:

¿Qué se siente al morir a manos de uno de tus objetivos?”.

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