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OSCAR MAURICIO ORTIZ BEDOYA/ PRACTICA MARIQUITA-HONDA/ [email protected]/ OMORTIZ.WORPRESS.COM EL AMOR NO SE IMPROVISA

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OSCAR MAURICIO ORTIZ BEDOYA/ PRACTICA MARIQUITA-HONDA/ [email protected]/ OMORTIZ.WORPRESS.COM

EL AMOR NO SE IMPROVISA

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Una ibaguereña en Honda,con la sonrisa a mediasUna mujer a la que diariamente la acompañan el soni-do de su licuadora, sus clientes, una larga caminata, la bulla de las mulas y carros que pasan por el puente Luis Ignacio Andrade, en el municipio de Honda y la férrea convicción de que el mañana será un día mejor, es la protagonista de esta historia.

La madrugada del 27 de septiembre del 2009, está cá-lida, aunque menos de lo que ha estado en los últimos días. Nancy Ruíz, se levanta a las 5:30, como usual-mente lo hace y con más veras el domingo, que es el mejor día para la venta.

La mujer que tiene unos 49 años, de contextura del-gada, de 1.50 de estatura y de piel morena, está se-gura que este será un día bueno; pues los pasados han estado muy regulares. Hace el desayuno y deja el almuerzo listo, para que su marido, que se encuentra sin trabajo, se lo lleve al medio día.

Después de realizar algunos quehaceres domésticos, Nancy se da una ducha y alista su desgastada ropa para salir a un nuevo día de trabajo. Son las 6:30 am, la mujer sale de su humilde casa, ubicada en el barrio Santa Lucia, una zona declarada en alto riesgo, por estar a orillas del rio Magdalena, pero en la que tiene que vivir porque no tiene para pagar un lugar mejor.

Se despide de su marido, que aun se encuentra acos-tado, y emprende su caminata, que durara entre 30 y 45 minutos, dependiendo, de que tanto este calentan-do el sol, pero a la que ya está acostumbrada desde hace cuatro años.

Sabe que tiene que apurarse para llegar a la plaza de mercado y comprar la fruta más fresca que haya, pues sus clientes ya están acostumbrados a que les ofrezca la mejor calidad.

Al llegar a la plaza, compra rápidamente de todas las fruta, porque al cliente hay que darle variedad, para que esté contento. Sin embargo, las más apetecidas son el lulo, maracuyá y mora.

A las 7:45 de la mañana, Nancy sale apurada y se diri-ge al parque del Carmen, lugar donde tiene su puesto de trabajo. Antes debe pasar por su tesoro más precia-do, un carrito blanco, con capota verde militar, al que se le nota el paso de los años, pues está oxidado y pelado en algunas partes.

Dentro de este viejo traste hay una licuadora, jarras y pitillos. La publicidad que lo engalana está escrita en un llamativo color rojo con letras atractivas en la parte delantera que dice ¡Deliciosos jugos de frutas! precios cómodos.

A Nancy le cobran $800 diarios por guardar su carrito. En el que ella ha depositado toda su esperanza y em-peño, desde que empezó con este trabajo, que a ve-ces es duro, pero que le toca hacer, porque su marido no tiene un trabajo fijo.

La mujer lleva sola su carrito. Por su semblante, se ve que es algo pesado, pero ella, con verraquera y deter-minación lo empuja hasta llegar a su puesto de trabajo. Al llegar se le nota sedienta, acalorada y sudorosa. Se sienta por unos minutos, luego, se para, saca todos sus utensilios, se echa la bendición y espera, que el primer cliente llegue pronto.

La mañana no está tan calurosa, pero aun así, la ven-ta no ha estado tan mala. Ha transcurrido, medio día, desde que Nancy llegó, el sol, está ardiente, el viento que hace no refresca, al parecer la temperatura oscila entre los 35ºC y 38ºC. Ese es el clima que le conviene a Nancy, para que su negocio deje ganancias.

De pronto llega un joven taxista, Germán Calle, uno de los clientes más preciados de la mujer, pues él, le ha traído mucha clientela. Le prepara su jugo favorito, el de guanábana en leche. Cuando Germán empieza a tomárselo en su cara y sobre todo en la expresión de sus ojos, se vislumbra regocijo, alegría, y éxtasis, parece que ese jugo tuviera algo mágico.

Vista panoramica del barrio Santa lucia,Honda.

Nancy preparando el jugo favorito de uno de sus clien-

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El joven habla con otro cliente, acerca de lo trabajado-ra y echada “pa delante” que es Nancy. Además, dice que el jugo de guanábana que le prepara, es el mejor que se ha tomado en toda su vida. “Día a día, lo mejo-ra, si fuera un poco más joven, me tendría enamorado con ese jugo”, dice con risa burlona.

Es la 1:30 de la tarde, en una cicla, llega un hombre de unos 55 años, alto flacucho, de piel morena, es don Juan, el marido de Nancy. El saluda con un “que hubo mija”, le pasa una bolsa que traía. Ella la destapa, saca lo que hay adentro, son portas con su almuerzo. Un sudado con abundante arroz y papa, pero con una hi-lacha de carne, como ella misma dice, porque no hay para más.

Después de almorzar, Nancy le dice a su esposo, quien en ese momento hablaba con un amigo taxista, que fuera a la plaza y le comprara algo de fruta y un litro de leche. Don Juan, no le presta mucha atención. La mujer entre murmulla dice que “él no le sirve para nada”.

Pasados unos 20 minutos, el hombre se va a hacer el mandado, ahora quien sabe cuánto se demore excla-ma Nancy. A veces me hace falta un hijo, quizá todavía me anime a tener uno, dice, con cierta seguridad,pero a la vez con risa, una que se ve fingida.

La mujer es muy risueña, lo quisiera hacer con más espontaneidad pero la ausencia de la mayoría de sus dientes en la parte delantera de su boca no se lo per-mite.

Ella no tuvo hijos por el miedo de traer a alguien más a sufrir en el mundo, si difícilmente consigue para ella como sería si tuviera que conseguir para otros, excla-ma. La mujer expresa que el palo no está “pa cuchara” y que este mundo está cada vez más corrompido.

Han pasado varias horas de la tarde, el negocio, ha es-tado bueno, aunque por lo general, los últimos días, no han sido así. Si bien van las cosas, las ganancias son de $30.000, pero hay días que solo se gana $10.000.

Lo que la desanima, pero que más puede hacer, si el desempleo está por todos lados, ni modo de dejar el trabajo y conseguir otro.

Con un desempleado en su casa basta. Su marido desde hace un mes, no tiene trabajo, ella es la que está sosteniendo el hogar. Han pensado en devolver-se para Ibagué, pues Nancy es de allí, pero vecinos y familiares no se lo han aconsejan, ya que al el desem-pleo en la capital musical de Colombia es más grave que en el pueblo.

A las 8:30 de la noche, la mujer empieza a recoger sus trates, no se puede dejar coger la noche, la espera un largo camino hasta llegar a su casa.

OSCAR MAURICIO ORTIZ BEDOYACOD.051250262007

El rostro de la mujer refleja la resignacion con la que

Herramientas de trabajo de Nancy.