5
El ángel de la guarda I «El 1 de mayo entran los aviones»,  dícese en España, desde que el mundo es mundo, para significar que todos los años,  precisame nte ese día, regresan a nuestra tierra, o sea a nuestro aire, los aviones y vencejos después de su viaje invernal al África. Pero lo que nadie ha dicho hasta ahora, y yo me sé de muy uena tinta, es que ning!n año har"n vuelto a ver los aviones las murallas de #arragona, ni tomado en ellas posesi$n en sus antiguos nidos, en día m"s hermoso, fulgente y emalsamado, que el % de mayo de %&%'. El mar, tan a(ul y apacile como el mismo cielo, parecía no un complemento de la limitada tierra, sino el comien(o de la eternidad y de lo infinito. El campo reciía sonriendo las caricias del sol, y se las paga a en vistosas flores, nuncio y prom esa de rega lado s frut os. El am iente, en fin, estaa impregnado de amor y vida, y en sus tiias r"fagas perciíase el fragante aliento de la  primavera, e namorada y a del estío... Pero no eran s$lo de esta índole los encantos primaverales  de aquel inolvidale día. El homre, en la ciudad, al pensar en el regreso de las aves viajeras, y en que haía principiado el mes de las flores, y en que el día siguiente sería )*+ )E - *, e/perimentaa solemnes y gratas sensaciones morales y patri$ticas, que halaan tamién a su alma de resurrecci$n y eflorescencia... 0-penas haían pasado quince días desde que la pa( reinaa en España, después de seis años de incesante  1 234 lucha5 6a guerra de la Independenci a, la epopeya de que fueron héroes nuestros padres, estaa completamente terminada. 6os generales de 7apole$n haían huido con sus huestes y con su  pretendido rey a contarl e al dominador de tantas nac iones que era delirio pensa r en la conquista de la naci$n española. 0a no haía en toda la Península ni un solo soldado e/tranjero5  7uestra desangrada y enflaquecida patria descansaa, p ues, a la lu( de aquel sol esplendoroso, como un convaleciente que aandona el lecho después de lidiar largo tiempo con la muerte. 0omento melanc$lico y sulime5 6as campanas llamaan de nuevo a los fieles a las incendiadas y saqueadas iglesias... El humo de los ensangrentados hogares volvía a elevarse al cielo por la serena atm$sfera... 6os antiguos cantos populares estremecían otra ve( el viento... El esfor(ado patriota soltaa las armas y tornaa a sus traajos, consol"ndose de haer perdido hijos, hermanos y padres a la sola idea de que haía conservado el suelo que los vio nacer y morir... 0#odo era, en fin, santa triste(a y patético aloro(o desde +an +easti"n a 8"di(, desde 6a 8oruña hasta 9erona: todo era referirse grandes ha(añas de una y otra provincia, de una y otra ciudad, de una y otra aldea, empeñadas de consuno en sacudir el yugo e/tranjero: todo era dar gracias a )ios por la victoria, conmemorar religiosamente a los difuntos, y restaurar ciudades o construirlas de nuevo, con la esperan(a de alcan(ar en ellas mejores y m"s dilatados días que los heroicos m"rtires de la Patria5 II 6a mañana que digo, un i(arro manceo y una hermosísima joven, vestidos con sencille( y  uen gusto, como gentes acomodadas de la clase media, salían de la iglesia de +anto )omingo, de #arragona, donde acaaan de velarse.   12%4 El mismo sacerdote que los casara la semana anterior los acompañaa ahora amigalemente, yendo tan contento y ufano entre los dos enamorados esposos como si éstos le deiesen toda su ventura.

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El ángel de la guarda

I

«El 1 de mayo entran los aviones», dícese en España, desde que el mundo es mundo, para

significar que todos los años, precisamente ese día, regresan a nuestra tierra, o sea a nuestro aire, losaviones y vencejos después de su viaje invernal al África. Pero lo que nadie ha dicho hasta ahora, y

yo me sé de muy uena tinta, es que ning!n año har"n vuelto a ver los aviones las murallas de

#arragona, ni tomado en ellas posesi$n en sus antiguos nidos, en día m"s hermoso, fulgente y

emalsamado, que el % de mayo de %&%'.

El mar, tan a(ul y apacile como el mismo cielo, parecía no un complemento de la limitada

tierra, sino el comien(o de la eternidad y de lo infinito. El campo reciía sonriendo las caricias del

sol, y se las pagaa en vistosas flores, nuncio y promesa de regalados frutos. El amiente, en fin,

estaa impregnado de amor y vida, y en sus tiias r"fagas perciíase el fragante aliento de la

 primavera, enamorada ya del estío...Pero no eran s$lo de esta índole los encantos primaverales de aquel inolvidale día. El homre,

en la ciudad, al pensar en el regreso de las aves viajeras, y en que haía principiado el mes de las

flores, y en que el día siguiente sería )*+ )E -*, e/perimentaa solemnes y gratas sensaciones

morales y patri$ticas, que halaan tamién a su alma de resurrecci$n y eflorescencia... 0-penas

haían pasado quince días desde que la pa( reinaa en España, después de seis años de incesante  1 

234 lucha5 6a guerra de la Independencia, la epopeya de que fueron héroes nuestros padres, estaa

completamente terminada. 6os generales de 7apole$n haían huido con sus huestes y con su

 pretendido rey a contarle al dominador de tantas naciones que era delirio pensar en la conquista de la

naci$n española. 0a no haía en toda la Península ni un solo soldado e/tranjero5

 7uestra desangrada y enflaquecida patria descansaa, pues, a la lu( de aquel sol esplendoroso,

como un convaleciente que aandona el lecho después de lidiar largo tiempo con la muerte.

0omento melanc$lico y sulime5 6as campanas llamaan de nuevo a los fieles a las incendiadas y

saqueadas iglesias... El humo de los ensangrentados hogares volvía a elevarse al cielo por la serena

atm$sfera... 6os antiguos cantos populares estremecían otra ve( el viento... El esfor(ado patriota

soltaa las armas y tornaa a sus traajos, consol"ndose de haer perdido hijos, hermanos y padres a

la sola idea de que haía conservado el suelo que los vio nacer y morir... 0#odo era, en fin, santa

triste(a y patético aloro(o desde +an +easti"n a 8"di(, desde 6a 8oruña hasta 9erona: todo era

referirse grandes ha(añas de una y otra provincia, de una y otra ciudad, de una y otra aldea,

empeñadas de consuno en sacudir el yugo e/tranjero: todo era dar gracias a )ios por la victoria,conmemorar religiosamente a los difuntos, y restaurar ciudades o construirlas de nuevo, con la

esperan(a de alcan(ar en ellas mejores y m"s dilatados días que los heroicos m"rtires de la Patria5

II

6a mañana que digo, un i(arro manceo y una hermosísima joven, vestidos con sencille( y

 uen gusto, como gentes acomodadas de la clase media, salían de la iglesia de +anto )omingo, de

#arragona, donde acaaan de velarse.  12%4

El mismo sacerdote que los casara la semana anterior los acompañaa ahora amigalemente,

yendo tan contento y ufano entre los dos enamorados esposos como si éstos le deiesen toda su

ventura.

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ucho le deían. 8lara y anuel, que así se llamaan los j$venes, haían perdido sus

respectivas familias el día ;& de junio de %&%%, cuando el general +uchet tom$ por asalto a

#arragona. Posteriormente, al fin de la campaña de %&%<, +uchet, perseguido, pas$ por la misma

ciudad y vol$ sus fortale(as y algunas casas, siendo una de éstas la del escriano que guardaa todos

los títulos de las propiedades de anuel, fugitivo a la sa($n con 8lara y con su madre. En uno y otrotremendo día haían perecido m"s de la mitad de los haitantes de #arragona: de modo que cuando

el pore huérfano volvi$ en usca de su casa y de sus ienes, para ofrecérselos a aquellas dos

mujeres desvalidas, encontr$se con que no era posile identificar su persona, ni menos acreditar su

derecho a la hacienda de sus padres. Entonces apareci$ en la arruinada ciudad aquel virtuoso

sacerdote con quien ahora lo encontramos, el cual lo conocía desde que naci$ =puesto que fue

siempre cura de su parroquia, y lo haía auti(ado y enseñado a leer>: y, a consecuencia de las

autori(adas declaraciones del anciano ministro del +eñor, anuel, 0que ya pedía limosna5, fue rico

desde el día siguiente.

Pocas semanas después se verificaa su matrimonio con 8lara.

En cuanto a la madre de ésta, ya aparecer" en el curso de nuestra reve y verídica historia.

III

?8onque, vamos, hijos míos: decidme... @)e qué se trataA ?pregunt$ el sacerdote a la puerta de la

iglesia.

?+e trata, señor cura... ?dijo 8lara con triste(a?, de que tenemos un secreto que confiar a usted...  12;4

?@Bn secretoA... 0- mí5 Pues @no haéis confesado conmigo esta mañanaA...

?+í, señor... ?respondi$ anuel con mayor triste(a todavía?: pero nuestro secreto no es un

 pecado.

?0-h, ya5 Eso es otra cosa.?-l menos pecado nuestro... ?aluce$ la desposada.

?0a decía yo que haría algo malo en el asunto cuando acudíais al pore viejo5... 0Ceamos5...

@- qué se reduce todoA

?Dala t!... ?dijo 8lara a su marido.

ste se limit$ a añadirF

?07ada5... Cenga usted... 6a mañana est" hermosaF daremos un corto paseo, y en el mismo

 sitio le diremos lo que sucede.

?@En qué sitioA

?07ada5... Cenga usted... ?repiti$ 8lara, tirando del manteo al padre cura.

ste se prest$ gustoso al deseo de los dos j$venes, y salieron de la ciudad.8omo a unos mil pasos de ella, y en la orilla misma del Grancolí, se par$ anuel, diciendoF

?-quí era...

?7o..., no... ?oserv$ 8lara?. Gue m"s all".

?En efecto... Gue en aquel recodo, donde se ve a una mujer sentada en el suelo.

?08alla5... 0Pues si aquella mujer es mi madre5

?@8$mo tu madreA

?+í... 07o tengo duda5 Esta mañana sali$ de casa, como todos los días, sin permitir que nadie la

acompañase...: y 0mira ad$nde se viene la pore5 7o lo e/trañe usted, señor curaF ya sae usted que

la infeli( est" mala de la cae(a. 0)esde aquella noche su ra($n padece frecuentes e/travíos5

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En esto llegaron nuestros tres personajes al lado de una mujer que, efectivamente, se hallaa

sentada en el suelo, a la orilla del agua, con los ojos fijos en las ondas fugitivas del Grancolí.

rase una anciana de venerale porte, de severa y  12<4 enjuta fisonomía, negrísimos ojos y

 lanca y polada caellera: una madre catalana, en fin, tan enérgica como dulce, tan cariñosa como

soeria.?0Hué hermoso día, madre5 ?le dijo 8lara, para distraerla, en tanto que la ara(aa.

?Dija, 0qué horrile noche5 ?respondi$ la pore loca.

?Cer" usted, señor cura, c$mo sucedi$ todo... ?e/puso anuel, haciendo un esfuer(o y apartando

un poco al sacerdote del grupo de las dos mujeres.

IC

?-hí... ?prosigui$ anuel señalando al río?, en esas ondas que tanta sangre han

arrastrado< durante cinco años, yace, señor cura, un m"rtir de la independencia española, muerto a

los quince meses de nacer..., y a quien, sin emargo, deen la vida y la felicidad estos dos cora(ones

que ha unido usted para siempre. )e la madre de 8lara no halo, porque si ien le dee tamién la

vida a aquel santo niño, m"s le valiera haer perecido con él. 0a ve usted c$mo se encuentra la

desgraciada5

0+e asomra usted, padre mío, de que a los quince meses de edad pueda una inocente criatura

hacer tanto ien a su familia5 6o comprendo... 0o tamién, no s$lo me asomro, sino que me muero

de vergen(a5 Pero 0ya ve usted c$mo quedé aquella noche5

-sí diciendo, mostr$ anuel al p"rroco la mano i(quierda, horrilemente desfigurada por una

larga y profunda cicatri(.

?0- los quince meses, sí5... uri$ a los quince meses, y su vida no fue estéril, no fue in!til5

0uchos viven largos años sin hacer tanto ien al mundo5 0)ios lo tendr", sin duda alguna, no al

lado de los "ngeles, sino de los m"rtires y de los héroes5a sae usted cu"n triste fue para #arragona el día ;& de junio de %&%%. +in emargo, usted se

hallaa  12'4  prisionero desde el asalto del ' de mayo, y no vio todo el horror de la toma de la

ciudad. 07o vio morir a cinco mil españoles en die( horas: no vio incendiar casas y templos: no vio

asesinar inermes ancianos y flacas mujeres: no vio atropellado el pudor de las vírgenes, la majestad

de las madres, el voto de las religiosas5... 07o vio el roo y la emriague( confundidos con el amor y

la matan(a5 07o vio, en fin, una de las mayores proe(as del vencedor del mundo, del héroe de

nuestro siglo, del semidi$s 7apole$n5

0o lo vi todo5 0o vi a los enfermos salir del lecho de agonía, arrastrando las s"anas como un

sudario, y perecer a manos del soldado e/tranjero, sore el umral de la misma alcoa en que

 penetr$ el día antes el Ci"tico5 0o vi tendida en esta calle a una mujer degollada, y a su lado el

tierno infante, que mamaa todavía del pecho de la madre muerta5 0o vi al esposo maniatado

 presenciar la profanaci$n del lecho nupcial, y a los niños que lloraan en torno de tanto horror, y a la

desesperaci$n y a la inocencia apelando al suicidio, y a la impiedad escarneciendo los cad"veres5

0-h5 0alditas sean las armas e/tranjeras5

i padre y mis hermanos murieron aquel día de tristísima memoria... 0Gelices ellos5

Derido yo gravísimamente, in!til para la lid, refugiéme en casa de 8lara.

sta, llena de angustia y miedo, hall"ase al alc$n, temiendo por mi vida, y arriesgando la suya

con tal de verme, si pasaa por la calle.

Entré: pero los que me perseguían... la vieron... 0era tan hermosa5

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Bn rugido de salvaje aloro(o y una rutal carcajada saludaron a la eldad. Bn minuto después,

el hacha y el fuego derriaan nuestra puerta. 0Est"amos perdidos5

6a madre de 8lara llevando en sus ra(os al desventurado niño que yace ajo esas ondas, se

encerr$ con nosotros en la cisterna o aljie de la casa, que era profundísimo y estaa seco a causa de

no haer llovido  12J4 hacía muchos meses. -quella cisterna, cuyo suelo mediría ocho varascuadradas, y a la que se ajaa por largas rampas suterr"neas, se angostaa arria, formando como

un cañ$n de po(o, que ia a dar al promedio del patio, donde tenía su rocal, con garrucha pendiente

de un arco de hierro, a fin de sacar desde allí agua por medio de dos acetres...

El mencionado niño, llamado iguel, era hermano de 8lara, o sea el hijo menor de la infeli( a

quien los franceses acaaan de dejar viuda.

)entro del aljie podíamos salvarnos los cuatro, o, mejor dicho, nos haíamos salvado ya.

07adie imaginaría que estuviésemos en aquel sitio, ni que tal sitio e/istiese5 )esde arria, la cisterna

 parecía un simple po(o. 6os franceses creerían que haíamos huido por los tejados de la casa...

Pronto lo dijeron así, entre horrorosos juramentos, mientras descansaan en aquel fresco patio,

en medio del cual estaa la cisterna.

+í..., 0nos haíamos salvado5 8lara me vendaa la herida: su madre daa el pecho a iguel, y

yo, aunque temlaa con el frío de la calentura, consider"ame feli( y sonreía...

En esto comprendimos que los franceses, devorados de sed, trataan de sacar agua del po(o en

que nos hall"amos...

0Gig!rese usted toda nuestra agonía en aquel instante...5

 7os hicimos a un lado, y dejamos ajar el acetre hasta dar en el suelo.

 7i respir"amos siquiera.

El acetre volvi$ a suir...

?0Est" seco5 ?dijeron los franceses.?0-rria har" agua5 ?e/clam$ uno.

0+e marchan5, pensamos 8lara, su madre y yo.

?@+i estar"n aquí dentroA ?e/clam$ una vo( en catal"n...

0Era un afrancesado..., señor cura5 0Era un español quien nos perdía5  1224

?0Hué disparate5 ?respondi$ el francés?. 07o huieran podido descolgarse tan pronto5

?Es verdad... ?repuso el afrancesado.

Ignoraan ellos que a la cisterna se ajaa por la citada mina, cuya puerta o trampa, ien

disimulada en el suelo de oscura odega algo distante, era muy difícil descurir. 0En camio,

haíamos cometido la imprudencia de cerrar con llave la verja de hierro que cortaa la comunicaci$nentre la cisterna y la mina, y no podíamos arirla sin hacer mucho ruido5...

Gig!rese usted, pues, la cruel alternativa de esperan(a y de miedo con que oiríamos aquel

di"logo, sostenido por los malhechores en el mismo rocal del po(o... 0)esde los rincones en que

est"amos replegados veíamos moverse la somra de sus cae(as en el redondel de lu( cenital

 pintado en el fondo del seco aljie5... 8ada segundo nos parecía un siglo...

En esto..., 0ech$se a llorar iguel5...

Pero no ien haía lan(ado el primer gemido, cuando su madre sofoc$ aquella vo( que nos

vendía, estrechando contra su pecho la cara del tierno infante.

?@Daéis oídoA ?gritaron arria.?0o no5 ?respondi$ otro.

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?Escuchemos ?dijo el afrancesado.

Pasaron tres horriles minutos...

iguel pugnaa por llorar..., y cuanto m"s lo sofocaa su madre, m"s se enfurecía y se retorcía

entre sus ra(os...

Pero no se oy$ ni el m"s ligero suspiro.?+er" el eco... ?e/clamaron los franceses, alej"ndose.

?0Eso ser"5 ?añadi$ el afrancesado.

todos se fueron, y el ruido de sus pisadas y de sus sales se apag$ lentamente a todo lo largo

del patio, con direcci$n al portal.

0Daía cesado el peligro5

Pero 0ay5..., 0tardía felicidad la nuestra5

iguel no lloraa, ni luchaa ya...  12K4

C

?0+eñor cura5 0+eñor cura5 ?grit$ en esto la madre de 8lara, interrumpiendo a anuel?. 0)igausted que es mentira5 0o no he matado a mi hijo5 06o mataron ellos5 06o ahogué yo por lirarlos5

0+e ahog$ él por lirarnos a todos5 0-h, señor cura5 Perd$neme usted... 0o no soy una mujer mala5

0o me he vuelto loca por mi iguel, por el hijo de mi vida5... 0o no soy una mala madre5

?0+eñor cura5 ?dijo 8lara?. Demos traído a usted hasta aquí para que endiga ese agua, en que

arrojamos el cad"ver de mi hermano cuando huimos de #arragona la noche del ;& de junio de %&%%.

El peligro que corríamos no nos dej$ tiempo de enterrarlo...

?@7o es verdad que iguel estar" en el 8ielo, señor curaA ?pregunt$ anuel, enjug"ndose las

l"grimas.

?+í, hijos míos... ?respondi$ el sacerdote?. 0o os lo aseguro en nomre de )ios y en nomre dela Patria5 usted, no llore... ?continu$, dirigiéndose a la anciana?. 0)ios endice el martirio que

usted sufre, como yo endigo al inocente niño que lo caus$5 0En el 8ielo encontrar" usted a su hijo,

y con él la alegría del alma5 En cuanto a vosotros, que tan felices podéis ser sore la #ierra, no

olvidéis que comprasteis vuestra dicha al precio del tormento de los dem"s. 0-tormentaos tamién

cuando vuestro pr$jimo os necesite5

-sí dijo el sacerdote: y, a la lu( del sol primaveral, en medio de los floridos campos, al son de la

m!sica de las aves, acompañado, en fin, de todas las alegrías de la 7aturale(a, endijo el lugar en

que las aguas del Grancolí sirvieron de tuma al venturoso niño que fue el  Ángel de la Guarda de su

familia.

adrid, %&JL.