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avivir Revista del Telefono de la Esperanza www.telefonodelaesperanza.org Numero 249 I ENERO - FEBRERO - MARZO 2013 Cine de terror: cómo curar el miedo con más miedo, por Norberto Alcover “El Miedo es muy contagioso”, Eladio Morales, presidente del Teléfono de Madrid Radiografía del miedo, por el psicólogo Alfonso Echávarri EL “MIEDO AMBIENTE” Temores de una sociedad en crisis y cómo superarlos

EL “MIEDO AMBIENTE” · 2013. 10. 13. · Pedro Miguel Lamet Redactor jefe y Publicidad: Fernando Alberca Diseño gráfico: José Luis Mendoza Edita: Teléfono de la Esperanza

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avivirRevista del Telefono de la Esperanza

www.telefonodelaesperanza.org

Numero 249 I ENERO - FEBRERO - MARZO 2013

Cine de terror: cómo curar el miedo con más miedo, por Norberto Alcover

“El Miedo es muy contagioso”, Eladio Morales, presidente del

Teléfono de Madrid

Radiografía del miedo, por el psicólogo Alfonso

Echávarri

EL “MIEDO AMBIENTE”Temores de una sociedad en crisis y cómo superarlos

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SUMARIO

SUMARIO

Entrevista // 30Con Eladio Morales Hernández, psicotera-peuta humanista y presidente del Teléfono de la Esperanza de Madrid. Por Gloria Díez

Cine // 36La experiencia límite en la pantallaPor Norberto Alcover

A pie de calle // 44El miedo es librePor Antonio Saugar

Comunicando // 48El Teléfono en el XV Congreso Estatal de Vo-luntariado. El Teléfono de Granada concede el “Premio a la Escucha” a los Hermanos de San Juan de Dios. El Teléfono de Valladolid recibe el premio SERVIR del Rotary Club. León premia al Teléfono y a una de sus vo-luntarias por su trayectoria solidaria. El Te-léfono recoge el galardón como ONG cas-tellano-manchega del año. Carlos Gaspar, presidente del Teléfono de Navarra: “Todos somos responsables de salir adelante”. Los cursos del Teléfono computarán como horas de formación para el profesorado navarro. El Teléfono, presente en el acto de celebra-ción del Día Internacional contra la Violencia de Género.

Cartas de los lectores // 57

Los miedos del mundo global // 6Crece el temor a lo difuso, disperso, poco claro Por Herminio Otero

Radiografía del miedo // 12Los mecanismos psicológicos de nuestro temorPor Alfonso Echávarri Gorricho

Antídotos contra nuestros miedos // 18Saber qué nos gusta, no querer controlarlo todo... Por María Guerrero Escusa

Vencer el miedo // 24Libros que nos ayudan a superar nuestros temores Por José María Jiménez Ruiz

A fondo

Director:Pedro Miguel Lamet

Redactor jefe y Publicidad:Fernando Alberca

Diseño gráfico:José Luis Mendoza

Edita:Teléfono de la EsperanzaDepósito Legal:M-28.500-1973

Dirección, redacción y administración:Francos Rodríguez, 51(Chalet 25)28039 MadridTel.: 91 459 00 62Fax: 91 459 04 50e-mail: [email protected]

Colaboradores:Herminio OteroJosé María JiménezAlfonso EchávarriGloria DíezMaría GuerreroNorberto AlcoverAntonio Saugar

Coordinación:Impact 5Tel.: 985 20 70 80

Fotografías ©©:www.sxc.hu

Con la financiación de:

Carta del director // El “miedo ambiente” // 5

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Carta del Director

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EL “MIEDO AMBIENTE”

Ver hoy día un telediario es casi como tragarse una película de terror. Con la diferencia, eso sí, de que no se trata de ficción cinematográfica sino de he-chos reales. Recuerdo que, cuando yo estudiaba periodismo, los crímenes pasionales, las historias truculentas y sanguinarias, las puñaladas traperas y las relaciones inconfesables no merecían sino un “suelto“, una pequeña gacetilla en los rincones de los periódicos. Si se quería profundizar en tan morbosas historias, había que comprarse semanarios especializados como El Caso, auténtico pozo de negro de aquellas noticias.

Lo curioso es que tales informaciones, que, por su carácter de no ejemplaridad no ocupaban mucho espacio en los periódicos, están ahora en primera plana. Se aduce que son “violencia de género”, o que son “noticia” como el caso de la desaparición y/o asesinato de niños, o que “venden”. Encima algunas televisiones se regodean después en unos ululantes debates revolviendo más y más dicha porquería.

Si pasamos a la información política, económica e internacional, observamos que hay como un deleite en transmitir la negatividad que vive nuestro mundo. Es cierto que hay crisis económica, que siempre hay guerras y desigualdades, que el planeta se deteriora, que crecen los nacionalismos, que la sociedad del bienestar está seriamente amenazada. etc. Pero parece que nuestra sociedad está siendo minada en su subconsciente con cargas de profundidad negativas.

Quizás los hechos de que salga el sol todos los días y que el tendero de la esquina nos cuente un chiste no sean noti-cia, de acuerdo. Pero sí lo son los miles de jóvenes que trabajan en diversas ONG, que la medicina ha avanzado, que ahora como nunca la gente dona órganos o que un buen sector de la sociedad está indignado con la corrupción políti-ca y quiere cambiar nuestro mundo. Sólo por citar algunos ejemplos de esa otra cara alegre del planeta que parece no interesar al hambre de truculencia que nos domina.

El resultado de todo eso es lo que hemos venido en llamar “miedo ambiente”. Es peor ese “miedo” difuso que se cuela por las rendijas de los medios de comunicación al propio deterioro del medio ambiente, porque, si éste últi-mo afecta a la vida del cuerpo, el primero socava la vida del alma, nuestra psicología, que es la que ha de ser ca-paz de afrontar el presente.

Hacemos pues una llamada al optimismo. Lanzamos una campaña contra todos los miedos, que por principio son irra-cionales. Convocamos a nuestros lectores a renunciar a todo sentimiento de culpa por el pasado que ya pasó, inquie-tud por el futuro que sólo Dios sabe cómo será, y proclamamos la dicha de disfrutar de este instante, este ahora pleno, dejando aparcado, sin hacerle el menor caso al loro de la mente, que siempre está dando la tabarra. Descubriremos así que hay dentro de nosotros un hontanar de alegría, que nada tiene que ver con esta película de miedo que pasa, y tras la que, si sabemos ver, sólo hay un happy end o mejor un feliz ahora que nos dice que, aunque sea por una sonrisa y una mano tendida, la vida merece la pena vivirla.

Pedro Miguel Lamet

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Por Hermino Otero

LOS MIEDOS DEL MUNDO GLOBAL

La fatalidad, incubadora de temores, está presente entre nosotros desde los tiempos primitivos. En el siglo XVI Lucien Febvre resumió Europa en seis palabras: “Miedo siempre, miedo en todas partes”. Y los nuestros, que parecían felices y seguros, vuelven a ser tiempos de miedos; algunos de ellos, como el miedo a la insignificancia, forman parte de los “nuevos miedos” globales.

Crece el temor a lo difuso, disperso, poco claro

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Todos hemos sentido miedo en algún momento de nuestra vida con distintos niveles de intensidad, que van desde esa sensación que nos pone en estado de alerta para afrontar un peligro hasta la que obnubila toda capacidad de discernimiento y congela cualquier tipo de acción. Esa fue la primera sensación que tuvo el hombre primitivo: el miedo. Y con ella seguimos.

La permanencia de los miedos primitivos

El mexicano M. R. Gordillo recuerda en un breve ensayo cómo el hombre primitivo se encontraba en un mundo hostil lleno de peligros, ante los que sentía impotente y pequeño: peligros provenientes de los fenómenos naturales, de los que desconocía su origen; el riesgo permanente del hambre, del frío y de poder ser víctima de los ataques de las fieras; la amenaza, siempre presente, de las en-fermedades, del dolor y de la muerte como destino inapelable. Todo esto debió de mantener atemori-zados de forma permanente a nuestros ancestros.

El hombre moderno ha desarrollado una cultura que lo familiariza con las leyes que gobiernan los fenó-menos naturales y ha aprendido a controlar mu-chos de los peligros que lo acechaban en su entor-no… Y sin embargo, no ha podido desprenderse del miedo. Hemos sido capaces de superar muchos de los temores que asediaban al hombre de las caver-nas, pero el miedo persiste con otras máscaras. La ciencia no ha podido vencer el miedo existencial del hombre y, cada vez que desechamos algún miedo primitivo, inventamos otras formas de miedo: se-guimos siendo seres mortales y somos conscientes de que nuestro destino final es la muerte, en donde se esconde la máxima incógnita del conocimiento y en donde se deposita el miedo supremo del ser humano: dejar de ser para perderse en la nada.

De los grandes relatos a las pequeñas historias

Los niños lo entienden muy bien y por eso siguen habitados por miedos infantiles. Ellos se formulan en la infancia las preguntas más profundas, a las que han intentado responder las representacio-nes y mitos de todas las culturas, así como las consejas guardadas por las tradiciones y leyen-das de todos los pueblos, lo mismo que ahora lo pretende hacer la ciencia y lo sigue haciendo la literatura o el cine, ya sea en forma de grandes relatos o de pequeñas historias.

Hace un año se presentó en Guadalajara (México) la primera obra de terror de Carlos Bustos: Fantás-mica. En ella se reflejan los miedos que han carac-terizado al ser humano desde su aparición en la faz de la tierra y que venimos acarreando con noso-tros. Estos miedos se hacen patentes especialmen-te en la infancia, en la que resuenan los ecos y las sombras de miedos y terrores que sentía el hombre primitivo. El miedo a lo desconocido y el terror ante el peligro le llevaron a protegerse en las cuevas y a inventar el fuego. Ahora ya no tenemos que escon-dernos en cuevas, pero seguimos igual: en lugar del fuego nos hemos rodeado de tecnología para contener nuestros temores y sentirnos protegidos, pero volvemos a sentirnos inseguros si nos encon-tramos en lugar remoto, en la oscuridad, o… si no disponemos de conexión a un teléfono móvil para enviar un tweet con los que conjuramos nuestros ocultos miedos o reflejamos nuestros constantes deseos en menos de 140 caracteres.

Sostiene Eduardo Galeano que “el temor está en el

centro de la sociedad: miedo a ser despedido por apoyar a unos y no a otros, miedo a decir lo que uno piensa

verdaderamente, miedo si no se acatan las ordenes aunque

sean abusivas e injustas”

LOS MIEDOS DEL MUNDO GLOBAL

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En vez de las grandes historias, tenemos ahora los microrrelatos. El hondureño Monterroso estaba considerado como el autor del microrrelato más breve de la literatura universal (“Cuando desper-tó, el dinosaurio todavía estaba allí”) hasta que en 2005 el mexicano Luis Felipe Lomeli escribió El emigrante, cuyo texto íntegro es: “¿Olvida usted algo? -¡Ojalá!”. En ellos resuena el desasosiego que nos habita desde los tiempos más remotos y la pretensión fallida de liberarnos de los miedos primitivos. Lo mismo sucede con el inicio de un cuento de terror, de Fredric Brown, titulado Knock, que fue publicado en la revista Thrilling Wonder Stories en 1948: “El último hombre sobre la tierra estaba sentado solo en una habitación. De repen-te, tocan a la puerta”. En cualquiera de ellos se condensan una cierta atmósfera de inquietud, de ansiedad y un inexplicable temor a fuerzas desco-nocidas y ajenas a nuestro mundo, que parecían de otro tiempo pero todavía llevamos dentro. Y todos ellos son dignos de un tweet.

Un mundo sin asideros

La obra de teatro Art, de Yasmina Reza, tradu-cida a 35 idiomas, se ha convertido en el texto de autor vivo más representado en el teatro mundial. Art nació como “una comedia pura”, pero con “tintes más oscuros, que tienen que ver con la condición humana y con sus insegu-ridades y miedos” y se ha convertido en una obra que provoca un dolor extremo mientras el público ríe, porque ve reflejado en otros sus propios miedos.

La obra ofrece un debate de tres hombres, a quienes une una amistad de más de 15 años, en torno a un cuadro, un lienzo en blanco adquirido por uno de ellos. Y en ella se abordan las inquie-tudes sobre cosas realmente muy humanas: “los celos, el abandono, el miedo a la vejez, el miedo a la muerte, la falta de reconocimiento”. O sea, sobre los miedos actuales. Ese cuadro, un lienzo en blanco, se convierte así en un “símbolo” que cada personaje interpreta según su forma de ser y lo que “quiere o necesita ver”, ahora que las re-ferencias de sentido han desparecido de nuestro horizonte colectivo.

Del miedo difuso al miedo global

Creíamos que temores que atenazaban la vida social del pasado quedarían superados y que los seres humanos podríamos controlar nuestras vi-das y dominar las imprevisibles fuerzas del mun-do social y natural, pero al inicicio del siglo XXI volvemos a vivir una época de miedo y experi-mentamos una ansiedad constante por los pe-ligros que pueden azotarnos sin previo aviso y en cualquier momento: miedo a las catástrofes naturales y medioambientales, miedo a los aten-tados terroristas indiscriminados, miedo a la en-fermedad imprevista, miedo a la insignificancia.

Es “miedo” es la incertidumbre que caracteriza nuestra era moderna líquida, nuestra ignorancia sobre la amenaza concreta que se cierne sobre nosotros y nuestra incapacidad para determinar qué podemos hacer (y qué no) para contrarres-tarla. Lo resume muy bien el sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman:

“El miedo es más temible cuando es difuso, disperso,

poco claro; cuando flota libre sin causa nítida”,

explica Zygmunt Bauman

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“El miedo es más temible cuando es difu-so, disperso, poco claro; cuando flota libre, sin vínculos, sin anclas, sin hogar ni causa nítidos; cuando nos rodea sin ton ni son; cuando la amenaza que deberíamos temer puede ser entrevista en todas partes, pero resulta imposible de ver en ningún lugar concreto. ‘Miedo’ es el nombre que damos a nuestra incertidumbre: a nuestra ignoran-cia con respecto a la amenaza y a lo que hay que hacer –a lo que puede o no pue-de hacerse- para detenerla en seco, o para combatirla, si pararla es algo que está ya más allá de nuestro alcance.”

Y entonces es fácil pasar al miedo global. Ahora, según el escritor Eduardo Galeano, vivimos en tiempos del miedo global:

• “Los que trabajan tienen miedo a perder el trabajo. Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo. Quien no tiene miedo al hambre tiene miedo a la comida.

• La democracia tiene miedo a recordar y el lenguaje tiene miedo a hablar. Los civiles tienen miedo a la policía, los militares a la falta de armas, las armas tienen miedo a la ausencia de guerras.

• Es tiempo de miedo. Miedo a la ausencia de vallas, miedo al tiempo sin relojes, miedo a la libertad. Miedo a la noche sin somníferos, miedo al despertar sin píldoras, miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a no poder comprar sin visa, miedo a la vida sin intermediarios.

• El temor está en el centro de muchas di-námicas sociales y políticas: miedo a ser despedido por apoyar a unos y no a otros, miedo a decir lo que uno piensa verdadera-mente, miedo a estar en contra o a favor, miedo si no se acatan las ordenes aunque sean abusivas e injustas... El pánico se ha convertido en el lenguaje dominante que re-fleja y explica lo que está pasando, vivimos en la época de los traficantes del miedo...”

La ciencia no ha podido vencer el miedo existencial del hombre y, cada vez que desechamos algún miedo

primitivo, inventamos otras formas de miedo porque

somos conscientes de que nuestro destino es la muerte, en donde se deposita el miedo

supremo del ser humano

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En este mundo sin asideros, el control de los me-dios de comunicación por parte de los traficantes del miedo nos da la imagen de un mundo “hos-til” que necesita de protección. Y se hace con tal grado de abstracción que la alarma en el mun-do actual es más difusa. En épocas pasadas, el ser humano tenía miedo a cuestiones concretas: guerras, hambrunas, catástrofes. Hoy desconfia-mos de lo que sucede, pero no podemos concre-tar a qué tenemos miedo exactamente. En una reciente cumbre social celebrada en Roma, se concretaba que el 90% de los habitantes metro-politanos tenía algún tipo de miedo y el 42,4% sentía miedo fuerte.

Entre el suicidio y la depresión

Y sucede algo muy previsible: cuando el miedo proviene de peligros reales que constituyen una verdadera amenaza a la supervivencia, ayuda al ser humano a desarrollarse al orientar sus ac-ciones en busca de seguridad y protección. Pero, cuando proviene de peligros imaginarios, le lleva al desequilibrio psicológico y lo arroja en la peor de las prisiones: la del encierro de la mente, que lo aísla del mundo y de la convivencia armoniosa con los demás.

Parecía que vivíamos en un mundo muy seguro, pero de repente llega la crisis y todo salta por los aires.

La noticia es reciente: desde el año 2008, en Es-paña el suicidio es la principal causa de muerte no natural, es decir, las que se produce al margen de

las enfermedades. Ha llegado incluso a desbancar a los accidentes de tráfico. En 2010 se quitaron la vida en España 3.145 personas en total. Un año más tarde, lo hicieron alrededor de 3.500: diez al día. ¿Las causas? La crisis se alza como la principal causa (el 32% de los suicidios se deben a problemas económicos). Le siguen el desamor y los problemas de pareja (25,8%), problemas psiquiátricos (19,1%) y los conflictos familiares (11,2%). El suicidio es tabú: no se habla de él. Pero cuando el número de personas que se quitan la vida es superior al que mueren en accidentes de tráfico, algo estamos haciendo mal.

Por otra parte, en 2010 las enfermedades del sis-tema nervioso aumentaron un 2,9% y se situaron como la cuarta causa de muerte: de las 382.047 defunciones producidas en España, 19.309 se deben a enfermedades del sistema nervioso. Y se prevé que, en el año 2025, la depresión, que afecta ya al 6% de la población, será la primera causa de baja laboral.

De hecho, según la Organización Mundial de la Salud, la depresión es la enfermedad más difun-dida de nuestra época y el trastorno que genera mayor incapacidad en el mundo Y es también una causa relevante de mortalidad. La persona que está deprimida no sólo pierde el entusias-mo por la vida, sino que pierde temporalmente la voluntad de vivir. De ahí la frecuencia de los actos suicidas.

El estilo de vida y el estrés actual están provocan-do que este porcentaje aumente poco a poco.

Insignificantes en un mundo global

El psicólogo de la Universidad de Tel Aviv Carlo Strenger ha realizado una extensa investigación interdisciplinar que ha demostrado que, en la úl-tima década, el miedo a la “insignificancia” se ha extendido en la sociedad moderna, pues los me-dios de comunicación y sus estrellas entrampan al homo globalis, una nueva especie humana ín-timamente vinculada con el infoocio global y po-tenciada por las nuevas tecnologías de la comu-nicación, que están cambiando profundamente la cultura y la economía globales.

Cuando el miedo proviene de amenazas reales,

ayuda al ser humano a desarrollarse al orientar sus acciones en busca de protección; pero, cuando

proviene de peligros imaginarios, le lleva al

desequilibrio psicológico

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A finales de la década de los años 90, Strenger detectó que la gente se preguntaba con mayor frecuencia que en tiempos anteriores si esta-ba llevando una vida interesante y cayó en la cuenta de que cada vez aparecían más infor-mes dentro de la literatura psiquiátrica acer-ca del aumento de la depresión y de la ansie-dad. Se preguntaba por qué pasaba todo esto, particularmente cuando muchas personas, que llevaban una vida muy gratificante, se sentían ansiosas y pensaban que no lo estaban hacien-do suficientemente bien. Y cayó en la cuenta de que el miedo a la insignificancia tiene su origen en el acceso mediático global, que propicia que cualquiera pueda compararse con las personas más importantes del mundo. Él mismo lo resu-me y concreta:

“En un pasado no lejano, los jóvenes as-piraban a convertirse en abogados o mé-dicos. Ahora, anhelan alcanzar la fama de Mark Zuckerberg o de Angelina Jolie, un deseo que se extiende también a los adul-tos. La imposibilidad de lograr semejan-te objetivo causa estragos en la imagen que se tiene de uno mismo y menosca-ba nuestro sentimiento de merecimiento personal.”

La imposibilidad de lograr semejante objetivo causa estragos en la imagen que se tiene de uno mismo y menoscaba nuestro sentimiento de merecimiento personal, pues el sistema de infoocio global está necesitado de celebridades globales que resulten atractivas a la audiencia global, con fines publicitarios. Como resultado, los medios de comunicación están llenos de his-torias de éxito global (Steve Jobs, por ejemplo), que llegan a formar parte de nuestras conscien-cias. Creemos que todos podemos ser lo mismo y acabamos sintiendo que, si no tenemos tanto éxito, es que hemos fallado y nuestra vida no es importante.

Este miedo propicia una búsqueda constante del éxito rápido: las personas con talento buscan desesperadamente el éxito precoz, y los que no sienten la necesidad de hacer carrera están fas-cinados por la telerrealidad, el género definitorio de la televisión hoy día.

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Por Alfonso Echávarri Gorricho

Los mecanismos psicológicos de nuestros temores

RADIOGRAFÍA DEL MIEDO

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Fenómeno universal

El miedo es considerado como una de las emo-ciones básicas del ser humano, aunque no es una emoción exclusiva del hombre, ya que está presente en otras especies. Al hablar de emo-ciones vale la pena que nos paremos un poco en explicar qué es una emoción: es un concepto que generalmente tendemos a manejar de ma-nera muy difusa. No pretendo dar definiciones rigurosas pero, para que nos entendamos, una emoción es una reacción fisiológica de nuestro organismo que se produce frente a determina-dos estímulos. Por ejemplo, si usted va por la calle y al dar la vuelta a la esquina se da de frente con un tigre hambriento, digamos que no se queda indiferente.

Si pasados unos minutos le preguntamos qué ha pasado, usted posiblemente nos diga que se ha pegado un susto de muerte. Y seguro que no

miente, pero antes de asustarse –o a la vez– se han puesto en marcha en su cuerpo una serie de mecanismos neuro-hormonales a modo de cascada, iniciados por la sustancia P, seguidos por una potente acción hormonal en diferentes estructuras, mientras el cortisol acelera su rit-mo cardiaco, dirige la mayor parte de su sangre a los músculos y pone grandes cantidades de glucosa en su sangre en forma de combustible. Todo esto en milésimas de segundo, casi de for-ma inmediata, con el fin de poner a su disposi-ción las mejores condiciones posibles para lu-char o para huir. Es decir, a modo de instinto de supervivencia. Hasta aquí, es lo que llamamos emoción, y en este caso una emoción de miedo (si usted, que está leyendo esto, es un espe-cialista o estudioso en la respuesta al estrés, notará que me ha dejado por el camino muchas cosas, que seguro sabrá disculparme. Solo pre-tendo que el lector no experto en este tema se sitúe adecuadamente).

-Mira, lo animó Sam, si te enfrentas al dragón, hay una posibilidad de que lo elimines, pero si no te enfrentas a él, es seguro que él te destruirá.

- Las decisiones son fáciles cuando solo hay una alternativa, dijo el caballero. Se puso en pie de mala gana, inspiró profundamente y cruzó el puente levadizo una vez más.

El dragón le miró incrédulo. Era un tipo verdaderamente terco.- ¿Otra vez? Bufó. Bueno, esta vez sí que te pienso quemar.

Pero esta vez el caballero que marchaba hacia el dragón era otro; uno que cantaba una y otra vez: “el miedo y la duda son ilusiones”

El dragón lanzó gigantescas llamaradas contra el caballero una y otra vez pero, por más que lo intentaba, no lograba hacerlo arder.

A medida que el caballero se iba acercando, el dragón se iba haciendo cada vez más pequeño, hasta que alcanzó el tamaño de una rana.

…- ¡He vencido! Exclamó el caballero victorioso.

El dragón apenas podía hablar.- Quizá esta vez, pero regresaré una y otra vez para bloquear tu camino.

- Regresa siempre que quieras, le gritó el caballero. Cada vez que lo hagas, yo seré más fuerte y tú más débil.

Robert Fisher, “El Caballero de la armadura oxidada”

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¿Qué hará usted a partir de este momento? Todo va a depender de la valoración cognitiva que haga de este suceso, es decir, de que valore si encon-trarse de narices con este tigre hambriento re-presenta para usted un serio peligro para su vida o no. Esto es lo que podemos llamar sentimien-to, la elaboración cognitiva de la emoción. Como puede observar, aunque en diferentes foros se hable indistintamente de emoción y sentimiento, no es lo mismo. Cuando se produce este proce-samiento, rápidamente se ponen en marcha una serie de mecanismos de búsqueda en los alma-cenes de su memoria que sean significativos para usted en relación con encontrarse de frente con un tigre suelto. Aquí vale casi todo, desde lo que le contaron un día que le pasó a un domador en un circo de Oklahoma hasta las películas de Tar-zán que vio cuando era niño o los reportajes del Discovery Max después de comer. Si el resultado de búsqueda trae consigo que “mejor no quedar-se cerca del tigre hambriento”, usted saldrá hu-yendo e intentará ponerse en un lugar seguro y me podrá contar todo esto del buen susto. Des-pués, y como el ser humano ha desarrollado a lo

largo de su evolución y de forma muy notable su corteza cerebral, tomará su móvil y llamará a la policía, además de alarmar a las personas que se encuentren cerca del estímulo (del tigre, vamos). Si por el contrario, su búsqueda no ha encontrado nada referente a tigres hambrientos o bien lo que ha encontrado tiene que ver con recuerdos de su infancia y con aquellos dibujos animados de Pio-lín y su “lindo gatito”, posiblemente se acercará al felino para ver más de cerca sus llamativos colores, cosa que sinceramente le desaconsejo. En general los tigres hambrientos no se llevan bien con casi nadie. Guárdelo en su almacén de memoria, por favor.

En la mayoría de las ocasiones nuestros miedos no tienen

una naturaleza física definida, sino que derivan de un

entramado de pensamientos e ideas irracionales basadas

mucho más en lo posible que en lo probable

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Todo esto es mucho más complejo aún, ya que en las decisiones que tomamos frente a los estímulos intervienen también otros elementos característi-cos del ser humano como las expectativas, los in-tereses y los deseos, tal y como el profesor Albert Ellis explica con meridiana claridad en lo que se co-noce como Terapia Racional Emotiva. La TRE viene a decir que no es el estímulo el que produce di-rectamente la respuesta sino la interpretación que hacemos de dicho estímulo. No es el tigre ham-briento quien decide qué vamos a hacer, sino que somos cada uno de nosotros, en última instancia, los que elegimos cómo negociar la situación.

La respuesta de miedo no solo es provocada por un estímulo externo. Es cierto que muchas per-sonas viven bajo miedos identificados, visibles y cuantificables. La mujer que es maltratada día sí y día también podría hablar mucho de ello. Y los niños soldados de África y las barcas de juguete sobre mares embravecidos. La respuesta de mie-do puede darse, como hemos dicho, por causa de un estímulo externo pero también por desenca-denantes internos.

Permanente estado de alarma

En la mayoría de las ocasiones nuestros miedos no tienen una naturaleza física definida, sino que derivan de un entramado de pensamientos e ideas irracionales basadas mucho más en lo posi-ble que en lo probable. ¿Es posible que un avión se estrelle cuando aterriza? Es posible, porque hay aviones que se estrellan cuando aterrizan. ¿Es probable que un avión se estrelle al aterrizar? Es muy poco probable, ya que miles de aviones aterrizan todos los días y casi ninguno se estrella. Pero cuando funcionamos magnificando lo posi-ble e ignorando lo probable, cometemos el riesgo de convertir lo pensado en entidad real, con cate-goría para promover ciertas conductas de miedo. Y así es posible que vivamos en un permanente estado de alarma frente a pensamientos conver-tidos en pseudorealidades que ni han ocurrido ni tienen por qué ocurrir y que probablemente no ocurrirán nunca. Así hay personas que temen desarrollar tal o cual enfermedad y que acaban en la lista de hipocondríacos de los servicios de

¿Cuántos momentos, cuántas personas, situaciones y

oportunidades es capaz de perder el ser humano por anclarse en un sofisticado

entramado de miedos irracionales o de angustias?

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urgencias, personas que desayunan ansiolíticos porque temen perder su trabajo o madres que no consiguen dormir por las noches pensando qué será de sus hijos “el día de mañana” con “todo esto de la crisis”.

A no ser que dispongamos de una bola mágica para visionar el futuro, ninguno de estos ejemplos han ocurrido en el presente y sin embargo muchas personas viven (¿viven?) y manifiestan conductas de miedo como si fuesen reales. Algunas de estas conductas ni tan siquiera tienen que ver con el mie-do (estímulo real, objeto o pensamiento, del cual se tiene experiencia o se conocen sus consecuen-cias) sino con la angustia (no se tiene experiencia ni se conocen sus consecuencias, sino que se es-tablecen una serie de expectativas, generalmen-te negativas, sin un objeto definido ni presente). Es importante que hagamos esta diferenciación, ya que el miedo, como emoción básica, moviliza, pero la angustia suele paralizar a la persona, blo-queándola tanto a nivel cognitivo como comporta-mental. No pretendo tampoco ser un irresponsable y alzar la bandera de un carpe diem radical donde

solo importe el momento. Por supuesto que hay que pensar también en lo posible, para promover, para prevenir, para adelantarse. Si una persona no desea tener un infarto, será necesario que no ig-nore esos niveles de colesterol que le han salido un poco elevados en los análisis. O que invierta tiempo, recursos y educación en sembrar en sus hijos buenos valores para que, en el peor de los escenarios económicos, nunca contemplen la posi-bilidad de rendirse “el día de mañana”.

Molinos de viento

¿Cuántos momentos, cuántas personas, situacio-nes y oportunidades es capaz de perder el ser hu-mano por anclarse en un sofisticado entramado de miedos irracionales o de angustias? ¿Qué precio tiene para el ser humano instalarse en esta dinámi-ca de alarma constante o angustiosa? En los casos más extremos, en los que la persona se ve atrapa-da en este entramado de miedos irracionales, po-dríamos estar hablando de neurosis. Como nos lo explica Vicente Madoz (1997), psiquiatra y siempre maestro, “se entiende por neurosis la paralización que se produce en el devenir de cualquier sujeto cuando se halla detenido, en su proceso de llegar a ser, por un ejército de pavores infundados, irreales y fantasmagóricos, que relegan a una pelea que, cuando se contempla, puede recordar mucho a la que tuvo Don Quijote contra los molinos, y en la que lo único que va a lograr es perder su tiempo, distraerse de lo esencial y evitar su despliegue de lo profundo y llegar a ser él mismo”.

Este es el peligro real que trae de la mano toda esta gran cantidad de miedos irracionales pre-sentes en el modelo de sociedad en el que nos encontramos (“todo está mal, el futuro es muy negro, nuestros hijos no van a tener trabajo, la desconfianza, la prima de riesgo…”). El peligro de que los aceptemos, que los hagamos nuestros y sean ellos los que nos gobiernen y los que im-pidan que lleguemos a ser lo que cada uno de nosotros estamos llamados a ser. “Procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado” (Miguel de Unamuno).

Con valentía, como el caballero de Fisher. Seguro que, al encararlo, el dragón no es tan grande.

El miedo moviliza, pero la angustia suele paralizar a la persona, bloqueándola

tanto a nivel cognitivo como comportamental

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La OMS afirma que “el suicidio no es en sí una enfermedad, ni necesariamente la manifestación de una enfermedad, pero los trastornos menta-les son un factor muy importante asociado con el suicidio”. Asimismo estima que el riesgo de suicidio en personas con trastorno del humor (principalmente depresión) es del 6 al 15%; con alcoholismo, del 7 al 15%; y con esquizofrenia del 4 al 10%; y que alrededor del 80% o del 90% de los suicidios lo realizan personas que pade-cían un trastorno psiquiátrico. Es por ello que en este libro el autor divide los comportamientos suicidas en dos grandes bloques: aquellos en los que no se ha comprobado la existencia de una psicopatología anterior (suicidio y salud mental) y los que tienen como base un trastorno mental (suicidio y psiquiatría).

Intervención en crisis en las conductas suicidas está recorrido por tres ideas fundamentales: in-tervención en crisis, conductas suicidas y es-trategias terapéuticas, atravesado por otros tres conceptos básicos: la vulnerabilidad del consul-tante, la importancia de que el terapeuta tenga muy en cuenta en su intervención los factores protectores (no solamente los de riesgo) y la im-portancia de una intervención inmediata como forma de superar la crisis (aquí toman gran re-levancia los teléfonos de urgencia dedicados a la atención de esta problemática).

Todo el libro está impregnado de un deseo: ayu-dar a encontrar una salida sana a la persona que en alguna encrucijada de su vida ha contemplado el suicidio como la única solución. Y por eso la preocupación de Alejandro Rocamora por inten-tar comprender la compleja vivencia suicida y aportar las herramientas necesarias para que el terapeuta pueda realizar esa tarea.

Intervención en crisis en las conductas suicidas

Alejandro Rocamora (La Pueblanueva, Toledo, 1944) es psiquiatra, profesor del Centro de Humanización de la Sa-lud (CEHS), exprofesor de Psicopatología en la Facultad de Psicología de la Universidad Pontificia Comillas (Ma-drid), miembro fundacional del Teléfono de la Esperanza y vicepresidente de la Asociación de Investigación, Pre-vención e Intervención del Suicidio (AIPIS) en España.

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El miedo es ese compañero de viaje que puede ser nuestro amigo y mejor aliado o el enemigo más cruel, capaz de mantenernos atrapados en una cár-cel sin puertas e interponerse entre nosotros y la realización de los sueños, objetivos y metas que tenemos.

ANTÍDOTOS CONTRA NUESTROS MIEDOS

Por María Guerrero Escusa

Saber qué nos asusta, no querer controlarlo todo, no identificarnos con nuestros temores y conectar con nuestros deseos

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ANTÍDOTOS CONTRA NUESTROS MIEDOS

Cuando aparece en nuestra vida como amigo, el miedo es una respuesta que tiene un valor bioló-gico necesario para la supervivencia, supone una activación que pone en marcha un conjunto de respuestas que podemos utilizar ante las situacio-nes que vivimos como amenazantes. Nos avisa del peligro y enciende las luces de nuestras capacida-des y potencialidades para que podamos ponerlas en funcionamiento y movilizar nuestros recursos.

Digamos que es el despertador de nuestras de-fensas, así como el dolor nos avisa de que en el cuerpo algo requiere atención, el miedo nos moviliza para estar alerta. Si nos rompemos un brazo y no sintiéramos dolor, no iríamos al médi-co para que nos pusiera una escayola, del mismo modo si no tuviéramos miedo, podríamos acer-carnos al borde de un precipicio hasta el punto de arriesgar demasiado y caer.

Como enemigo, el miedo es el peor de cuantos pode-mos tener, se cuela por los rincones de nuestro ser, invade la intimidad dejándonos pasivos, nos vampi-riza manteniéndonos atrapados, cogiendo cada vez más poder y tomando más dominio en nuestra vida. Cuanto más crece, más nos limita; cuanto más po-der le damos, más aniquilados nos mantiene.

¿Cómo sabemos si nuestro miedo es amigo?

El desencadenante del miedo amigo es la per-cepción por nuestra parte de una amenaza real o imaginaria a nuestra seguridad, integridad, salud y bienestar tanto físico como psicológico.

El miedo es aliado cuando existe una adecuación en cuanto a la intensidad entre lo que sucede en nuestra realidad y el miedo que tenemos. La intensidad puede ir desde un ligero malestar o cosquilleo en el estómago hasta el pánico en su grado más extremo, al que se une la sensación orgánica de que el mundo se va a acabar y todo quedará destruido.

Si la valoración de las circunstancias que vivimos es ajustada, el miedo será directamente propor-cional y se convierte en un recurso adaptativo que nos reporta la energía suficiente para enfrentarnos a esa realidad y protegernos ante el peligro.

El miedo que se convierte en nuestro enemigo, tiene que ver con la valoración desproporcionada que hacemos de lo que nos sucede, otras veces con las anticipaciones negativas o catastrofistas respecto a eventos futuros.

Nos asustamos porque llegamos a creer que todo ese repertorio de pensamientos destructivos se hará realidad, en ese momento le abrimos la puerta al fantasma del miedo que poco a poco genera elementos bloqueantes de iniciativas, sentimientos, ideas y decisiones que acaban inhi-biendo nuestra riqueza vivencial y comenzamos a sufrir gratuitamente. Lo visualizamos como un fantasma que está detrás de nosotros dándonos cogotazos y envenenándonos permanentemente, miramos pero no lo vemos, solo cuando nos deci-dimos a mirarlo a la cara podemos quitarle su sá-bana de fantasma y mirarlo a los ojos, entonces, el miedo está perdido.

Un antídoto para vencer al miedo es conocerlo. ¿Qué te dice tu miedo?, ¿de dónde viene y a dón-de va?, ¿para qué lo necesitas en tu vida?, son algunas de las preguntas que te pueden ayudar a identificarlo.

Consecuencias del miedo

El miedo es un muro ante la vida. Cuando te-nemos miedo nos alejamos de nuestra realidad, obviamos los datos que ésta nos ofrece, enturbia nuestras percepciones, nos lleva irremisiblemen-

Nos vinculamos a las personas a través de dos sentimientos básicos, el

amor y el odio, y en ambos está presente el miedo:

cuando amamos, miedo a perder a la persona amada; cuando odiamos, miedo de

no volver a amar

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te a la anticipación negativa, imprimiéndonos una visión catastrofista que termina por convertirse en un círculo vicioso que nos mantiene atrapa-dos y arruina la posibilidad de movilizar nuestros recursos personales. Nos sentimos como si jugá-ramos en el equipo contrario sin posibilidad de marcar gol salvo en nuestra propia portería.

Uno de los efectos del miedo es el bloqueo de nuestros comportamientos, pensamientos y sentimientos, materializado en la ansiedad que ocasiona un estado de tensión permanente y que puede ocasionarnos la pérdida de control de las situaciones y de nosotros mismos. El estrés inhibe y bloquea iniciativas, produce falta de motivación, indolencia y pasividad, condiciones que impiden toda posibilidad de actuar con el temple necesario para que la actuación resulte gratificante.

En cualquiera de los casos, el miedo produce un des-posicionamiento de la forma conocida de actuar.

El miedo surge de la necesidad de mantener el control

Creemos que controlamos lo que conocemos, sin embargo ante situaciones nuevas entramos en un terreno que nos es desconocido y no dis-ponemos de un repertorio de respuestas prepa-rado para afrontarlo, entonces aparece el miedo ¿Qué hago ahora?, ¿y si me equivoco?, ¿y si no lo hago bien?, ¿y si me rechazan? Y así un sinfín de “y si” que forman un remolino en la cabeza que nos produce angustia y desasosiego, senti-mientos desagradables ante los cuales podemos responder de diferentes maneras: evadir, ocultar, sustituir, camuflar son solo algunas de ellas, con las que simplemente logramos fijar el miedo y sobredimensionarlo, convirtiéndolo en un mons-truo que intensifica nuestras emociones.

La vida es inseguridad, por mucho que lo inten-temos no podemos controlarlo todo, cada mo-mento es nuevo y diferente del anterior y no hay modo de controlarlo, tenemos que decidir momento a momento porque solo en ése esta-mos preparados para responder a lo que está en nuestro presente.

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Uno de los momentos en los que estaba escri-biendo este artículo viajaba en tren, pensé que si el tren continuaba por sus raíles sin duda llega-ría a mi destino, entonces me di cuenta de que la vida no tiene raíles ni destino prefijado, solo hay algo de lo que sí puedo tener certeza: el fi-nal de la línea es la muerte, que no es más que otra forma de vida. Me alegré al ser consciente. Este descubrimiento despertó en mí la ilusión por estar alerta para descubrir cada momento y aco-gerlo como único, aceptando las inseguridades de la vida como intrínsecas a la vida. De este modo me resulta apasionante vivir cuando tengo tantas cosas por descubrir.

Tú no eres tu miedo

Nos vinculamos a las personas a través de dos sentimientos básicos, el amor y el odio, y en cualquiera de ellos está presente el miedo: cuan-do amamos, miedo a perder a la persona amada; cuando odiamos, miedo de no volver a amar.

Nos identificamos con nuestros sentimientos pre-tendiendo fijarlos “para siempre”, no se puede fijar el amor para siempre y cuando tenemos esa in-tención es cuando aparece el miedo a perder, está claro que si no quisiéramos poseer ni perpetuar, el miedo no tendría cabida porque su lugar lo ocupa la libertad y ambos no pueden coexistir juntos, como no lo pueden hacer la luz y la oscuridad.

Un antídoto potente es la despersonalización del miedo, yo no soy mi miedo y por eso puedo ele-gir mirarlo con distancia emocional, erradicarlo o echarlo de mi vida.

El miedo se convierte en nuestro enemigo

cuando valoramos de forma desproporcionada

lo que nos sucede o hacemos anticipaciones catastrofistas respecto a

eventos futuros

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Detrás de cada miedo hay un deseo agaza-pado al que no nos atrevemos a dar vida

Un día acompañaba a una persona en el proceso terapéutico de superar su ansiedad. Constante-mente hablaba de que sus miedos la mantenían paralizada, se sentía sin energía e incapaz de hacer nada. “¿Cuál es el miedo al que más le temes?”, le pregunté. “Me aterra volverme loca, ese es mi mayor miedo”, me contestó. “¿Quieres trabajar tu miedo a volverte loca?”. “Sí”, respon-dió de inmediato. Entonces le ofrecí un folio en blanco y le di la consigna: “Escribe en la parte superior del folio ‘tengo miedo a volverme loca’” y así lo hizo. “Ahora escribe debajo ‘DESEO vol-verme loca PARA…’ y a continuación escribe todo lo que te venga a la mente”. En ese momento me miró negando con la cabeza. “Ya te he di-cho que ese es mi mayor miedo. ¿Cómo voy a desearlo?”. Entonces aclaré yo: “Ya te entendí y tú aceptaste trabajar este miedo, adelante, es-cribe lo que se te pase por la cabeza”. Después de unos minutos volvió a mirarme, esta vez su cara reflejaba el asombro, sus ojos estaban muy abiertos y rápidamente comenzó a escribir: “De-seo volverme loca para decirle a mi marido que ya estoy harta de que no me trate bien, a mis hijos que estoy hasta las narices de tener que ir siempre detrás de ellos quitando sus enredos, a mi jefe quiero decirle que es un explotador, a mi madre que me fastidia que me manipule con sus permanentes quejas…”

La responsabilidad significa responder y en este caso, como en muchos, el miedo es una buena excusa para ‘echar balones fuera’ y evadir nues-tra responsabilidad.

El antídoto es conectar con nuestros deseos y atrevernos a jugarlos. Si enfocamos nuestra

energía hacia el autorrespeto nos hacemos fuer-tes, aprendemos de las experiencias y transfor-mamos nuestro miedo en sabiduría.

El bienestar no depende de tener una vida sin problemas, sino en fijar la confianza en nuestra capacidad para afrontarlos.

Todo es según el color con que se mira

Cuando miras con negatividad lo que ocurre a tu alrededor, dejas que el miedo aparezca y se for-talezca, así que potencia tu optimismo y revisa la manera cómo interpretas la realidad, todo es cuestión de la perspectiva con la que te enfrentas a los acontecimientos.

Desde el miedo tendemos a ver las cosas peor de lo que son en realidad. Los pen-samientos negativos dañan tu cuerpo y tu equilibrio, así que revisa tu diálogo interno, cuestiona tus creencias internas y descubre los pensamientos con los que ali-mentas tu mie-do. ¡Suelta tu miedo!

Si no tu-v i e r a s m i e d o ¿qué ha-rías?

Te invito a parar un momento y preguntarte: ¿qué cosas no tengo hoy por culpa de mi miedo?

Seguro que encontrarás muchas cosas de las que te has privado por no atreverte a

El bienestar no depende de tener una vida sin

problemas, sino en fijar la confianza en nuestra

capacidad para afrontarlos

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realizarlas. Quizá no has buscado un empleo por-que has creído que no eres capaz; o no le has dicho a una persona que te gusta “me gustas” por temor a que te rechace; o has evitado tener amigos por miedo a no gustarles; o te has callado cuando que-rías hablar por miedo a que piensen ¡qué tontería está diciendo!

Aquí te dejo otra pregunta: ¿cómo sería mi vida si este miedo no existiera?Está en tu mano cambiar tu miedo por arrojo y valentía para ser quien eres. ¡ADELANTE!

Algunos antidotos más

- FLEXIBILIDAD. Si eres flexible y no inten-tas aferrarte a las costumbres, a lo conocido, podrás recibir los acontecimientos que te ven-

gan en el día a día sin miedo y podrás utilizar los recursos necesarios

para afrontarlos.

- ACTITUD POSITI-VA. Si tienes una ac-

titud positiva, pue-des enfrentarte

con más éxito a cualquier si-tuación, irás sin miedo porque sa-bes que te tienes a ti.

- CON-FIANZA. Si tienes conf ianza en tus capa-

cidades po-drás enfren-

tarte en mejo-res condiciones

al futuro incierto. Cuando estamos

confiados y serenos, dejamos venir y estamos

preparados, entonces el con-trol y el miedo no tienen cabida.

- APERTURA AL CAMBIO. Los cambios son inevitables. Las personas, las situaciones, las relaciones cambian, así que no te afe-rres y acoge ese cambio dinámico que te ofrece la posibilidad de aprender de ti y de lo que te rodea.

- ACEPTACIÓN DE LA REALIDAD. Las co-sas son como son nos guste o no. Pode-mos pelearnos, enfadarnos o deprimirnos, que no van a cambiar, así que cesa en ese esfuerzo inútil y abraza tu realidad, con lo que sea que tenga, acógela sin lucha, es la única que tienes.

- ESPIRITUALIDAD. Cada experiencia es una oportunidad rica y valiosa, vívela y aprovéchala. Potencia la actitud de aceptar y agradecer las cosas que te pasan cómo procesos de aprendizaje y crecimiento.

El miedo no es una catástrofe ni una enfermedad terminal a pesar de que a veces sientas que el mundo se te viene abajo. Tú tienes las herra-mientas y los recursos para vivir sin él. ¿Acaso no te has enfrentado a una situación a la que temías y después te has dicho “¡vaya, pues no era para tanto, después de todo he sido capaz!”?

El límite de tus actos solo lo imponen tus mie-dos, no permitas que el miedo marque el rum-bo de tu vida.

TÚ PUEDES ELEGIR,DECÍDETE A VIVIR SIN MIEDO,

HOY ES EL DÍA, AHORA EL MOMENTO.

Cuando tenemos miedo, se enturbian nuestras

percepciones, nos sentimos atrapados y esto arruina

la posibilidad de movilizar nuestros recursos

personales

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Libros que nos ayudan a superar nuestros temores Por José María Jiménez Ruiz

Es difícil encontrar a alguien que no conozca el miedo. Se trata, en efecto, de un sentimiento que todos hemos experimentado a lo largo de nuestra vida en numerosas y muy variadas circunstancias. Miedos más o menos difusos al fracaso, a la soledad, al desamor, a la falta de horizontes, a lo desconocido… Y miedos también concretos al jefe, a la oscuridad, a un examen, a los perros, a viajar en avión o a emprender una travesía en barco…

Sin embargo, los miedos no son siempre negativos para el hombre. Son de gran utilidad cuando nos alertan ante peligros reales o posibles, nos ayudan a percibirlos y, llegado el caso, a evitarlos. Por el contrario, se convierten en un peligroso enemigo si nos paralizan, nos hurtan la serenidad que nos es precisa para hacer frente a las circunstancias complejas por las que podamos atravesar y nos incapacitan, en consecuencia, para sacar a luz lo mejor de cada uno de nosotros.

Es importante aprender a identificar nuestros mie-dos, a reconocerlos…, analizar su verdadera natu-raleza y, si fuera posible, descubrir su origen. Con un claro objetivo: tan pronto como se conviertan en un problema, será preciso poner todos los medios a nuestro alcance para tratar de neutralizarlos.

El laberinto sentimental

Para alcanzarlo nos ayudará entrar en contacto con algunos textos que tratan de diseccionar los

entresijos de este universal sentimien-to. En El laberinto sentimen-

tal, José Antonio

Marina invita a sus lectores a adentrarse por los vericuetos del siempre complejo universo afectivo. Lo hace de la mano de la psicología, de la filosofía y de la ciencia. Y desde el convencimiento de que, al iluminar esas estancias del alma donde moran nuestros sentimientos, nuestras pasiones, nues-tras emociones, estamos realmente librando de las sombras la parte más profunda y más deter-minante de nuestra personalidad. En ese esfuerzo esclarecedor del contenido emocional de nuestra psique, aparece, nos dice Marina, el miedo como uno de los sentimientos más significativos. Cono-cer nuestros temores es condición necesaria para superarlos. Distingue este reconocido ensayista entre miedos innatos y miedos adquiridos. Como en otras especies vivas hay también en el hombre

cierta predisposición biológica a experimen-tar determinados miedos que emergen en

un momento dado, se debilitan y pos-

VENCER EL MIEDO

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teriormente pierden su poder intimidatorio. Sin embargo, la mayoría de nuestros miedos son ad-quiridos. ¿Cómo? Sencillamente, por aprendizaje. Como casi todo en la vida del hombre, también el miedo es aprendido. “Tememos, dice Marina, todo aquello que se asocia con cosas que teme-mos. Tememos todo lo que ha ido acompañado de un castigo. Tememos todo aquello que temen las personas con las que convivimos”.

Anatomía del miedo

Pero si en su Laberinto sentimental, nos da una visión del miedo dentro del contexto general de los sentimientos humanos más universales, en Anatomía del miedo Marina presenta un estudio monográfico lleno de interés sobre la que él con-sidera una de las emociones más importantes de cuantas anidan en el alma humana. “De todas las emociones que amargan el corazón humano –nos dice-, y son muchas (…), es la que más me ha preocupado y la experiencia me dice que no es una rareza mía”. Y añade más adelante:”El pers-picaz Hobbes escribió una frase terrible que po-dríamos repetir todos: “El día que yo nací, mi ma-dre parió dos gemelos: yo y mi miedo”. Y a partir de esa declaración nos ofrecerá en nueve apreta-dos capítulos una completísima radiografía de ese sentimiento “proliferante y contagioso” que es el miedo. Porque, si acierta en la afirmación de que “no hay especie más miedosa que la humana”, se nos impone, como exigencia de razonable y vi-tal interés, analizar su naturaleza, ver cuáles son las causas que provocan su aparición, bajo qué rostros distintos se nos puede presentar, cómo combatirlo con eficacia y, si fuera posible, qué podemos hacer para que, con el propósito de de-rrotarlo, se haga presente en nuestras vidas esa admirable virtud que conocemos como valentía.

El lector encontrará en este libro una magnífica descripción de los miedos individuales y colectivos porque “el miedo es una emoción individual, pero contagiosa”, un cumplida diferenciación entre los miedos normales y los patológicos que “se co-rresponden con una alarma desmesurada, tanto en su activación como en su regulación”. También un valioso estudio sobre los miedos provocados, a los que él llama “estratégicos”: aquellos gene-

rados por amenazas, por la supresión de recom-pensas, el acoso escolar, el cerrar a alguien las salidas porque “la desesperanza es el gran aliado del miedo”, el aislamiento, los miedos reverencia-les, la utilización política del miedo, el provocado por el terrorismo, el que inoculan en las almas determinados modelos de religión…

Marina nos hará entrar en contacto con el polo subjetivo y objetivo del miedo. Subjetivo porque “el miedo es un modo de percibir el mundo. Sur-ge de un polo subjetivo, el sujeto que lo siente, y un polo objetivo, lo que el sujeto percibe como amenazador”. Nos hará reflexionar sobre los lla-mados miedos patológicos: “un miedo normal se convierte en patológico cuando su desencadenan-te no justifica la intensidad del sentimiento, se presenta con demasiada frecuencia, se mantiene durante mucho tiempo y disminuye la capacidad de una persona para vivir y enfrentarse a la si-tuación”. Describe las conductas de evitación y, lo que él llama, “la noria de las preocupaciones”, las ocurrencias angustiosas, el pánico y el miedo al pánico, las fobias específicas, la hipocondría, los trastornos obsesivos compulsivos, las fobias so-ciales pues “de todos los miedos, sin duda el más frecuente, es el miedo a nuestros semejantes”…

Apunta algunas técnicas terapéuticas y concluye el capítulo sobre las fobias con Una carta a mí mismo, dándome nueve consejos contra el mie-do. Lúcidas recomendaciones, sin duda, que brin-da a sus lectores para enfrentarse a esos miedos que permanecen agazapados, como al acecho, pero a los que no debemos conceder la ventaja de perturbar nuestra existencia.

“Un miedo normal se convierte en patológico

cuando su desencadenante no justifica su intensidad,

se mantiene durante mucho tiempo y disminuye nuestra

capacidad para vivir”, explica Marina

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El libro concluye con unas interesantísimas consi-deraciones sobre la valentía. Se trata de una es-timable virtud que se mueve en el campo de la inteligencia creadora y aspira a superar nuestra naturaleza animal que nos haría reaccionar ante el miedo con los mecanismos de la huida, el ataque, la inmovilidad o la sumisión. Porque más allá de esas rutinas contrastadas, “el ser humano quie-re vivir por encima del miedo”. Éste nos arrastra a seguir sus dictados, a doblegarnos a su lógica, mientras que la inteligencia nos protege frente a esa servidumbre y nos hace someter ese senti-miento al juicio de la razón. Estamos, ciertamen-te, ante una obra muy recomendable para quienes quieran entender los vericuetos por los que circu-lan los miedos y los burladeros en que podemos refugiarnos para no ser corneados por ellos.

El poder del miedo

Libro muy serio es también El poder del miedo. Su autor, Jorge L. Tizón, psiquiatra, psicoanalista y neurólogo, aborda con tanto rigor como claridad la cuestión de la naturaleza del miedo y el poder que éste ejerce sobre el ser humano. Tras un pri-mer capítulo introductorio, el lector se encontrará con una iluminadora respuesta a la pregunta qué es el miedo, la psicología de su génesis y los fun-damentos neurológicos de tan importante senti-miento. Dejando bien sentado, por otra parte, que el miedo no es simplemente algo que nos paraliza o nos atormenta. Es también “un proceso adap-tativo, un mecanismo de defensa y supervivencia (…) En ese sentido el miedo es un mecanismo be-neficioso para el individuo y para la especie”.

Sostiene Marina que la mayoría de nuestros

miedos son aprendidos, así “tememos todo lo que ha ido acompañado de un castigo y todo aquello que

temen las personas con las que convivimos”

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Aleccionador en el capítulo en el que describe la psi-codinámica del miedo, es decir, “los cambios que se dan en nuestra mente cuando actúa el miedo”. Muy rico el análisis que nos brinda de los miedos patoló-gicos, las fobias, los ataques de pánico, hipocondría, fobia social…, y de los nuevos miedos que él llama “los temores de una sociedad líquida” que tiene que ver con el hecho de que “en toda sociedad y toda cul-tura existen normas represoras, inspiradoras de mie-do e instituciones para asustar, castigar o reprimir”.

Jorge L. Tizón se detiene, muy especialmente, en la descripción de los miedos modernos o “la cultura del miedo”, miedo a la muerte, “uno de los más pri-mitivos”, nos dice, las guerras, la amenaza nuclear, el terrorismo, la inseguridad, el miedo a la verdad porque, cuanto mayor es el dominio psicológico de quienes ostentan el poder a través del control de la información, más difícil es que los individuos puedan defender y decir “su verdad” sin jugase la vida, el miedo en determinadas circunstancias sociales tales como el acoso escolar, laboral, violencia de género, el miedo a la enfermedad que produce una “hipe-rocupación temerosa” en relación a la salud con la consiguiente “medicamentación de la vida cotidia-na”, el miedo a que sea violentada nuestra priva-cidad “bien justificado por las múltiples invasiones que se hacen de la misma”, el miedo a la relación humana directa, “uno de los verdaderos miedos de nuestra era…”, el miedo al más allá o a los seres del más allá, el miedo al extraño o el chovinismo, el miedo a la pérdida de control o la locura, “uno de los miedos sobredeterminados de nuestros días”…

Los dos últimos capítulos los dedica el Dr. Tizón a explicar cómo “gestionar nuestros miedos de cada día” y qué hacer con los que atesoran más carga patológica. Se muestra convencido de que,

si identificamos nuestros miedos, pierden gran parte de su influencia dañina y, con una terapia adecuada guiada por la inteligencia emocional, pasan a ser como esos fantasmas que nos aterro-rizan solo hasta el momento en que nos atreve-mos a levantar el capuchón bajo el que ocultaban su sobredimensionada nocividad.

Más allá del miedo

Giorgio Nardone, considerado uno de los exper-tos más reconocidos en el campo del tratamiento de los trastornos fóbico-obsesivos, nos propor-ciona en este libro, de muy amable lectura, un instrumento verdaderamente útil para conocer y controlar el miedo, pues “al ser éste una emoción primaria y arcaica, desde siempre ha evocado en el hombre el deseo de conocerlo y controlarlo”.

Los miedos se convierten en un peligroso enemigo si nos paralizan, nos hurtan la serenidad y nos incapacitan para sacar a la luz lo mejor

de cada uno de nosotros

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Cree Nardone que es fundamental tener claro qué conviene saber respecto a las diversas patologías basadas en el miedo, cómo se constituyen y cómo se mantienen. Y desterrar “falsos conocimientos” que, por parecer basados en el sentido común, gozan de general reconocimiento, siendo, en rea-lidad, no solo falsos sino provocadores de general desorientación y generadores de complicaciones nada deseables.

El autor describe las diversas formas de miedo patológico: fobias simples, fobias generalizadas, obsesiones compulsivas, manías hipocondríacas, fobias postraumáticas, etc. Lo hace desde el con-vencimiento de que “incluso la más arraigada fobia puede ser desbloqueada y resuelta rápidamente”. Propone para ello una serie de estratagemas te-rapéuticas, “construidas ad hoc, con el objetivo de que la persona desbloquee el círculo vicioso

de intentos de solución patógena sin demasiado esfuerzo, sufrimiento o fuerza de voluntad”.

Magnífico el extenso último capítulo de este libro en el que ilustra con interesantes relatos e his-torias reales los extraordinarios resultados que puede llegar a obtener una acertada técnica te-rapéutica. Son relatos con los que pretende ex-plicitar el argumentario teórico que ha expuesto en la primera parte de su trabajo y que busca introducir al lector “en el interior de un fascinante arte de resolver complicados problemas median-te (aparentemente) sencillas soluciones”.

Concluyendo: el miedo no justificado, es decir, patológico es un feo monstruo al que nosotros mismos damos vida. Con frecuencia se convierte en un adversario que parece imbatible. Un pode-roso enemigo que nos acosa y que nos aterroriza. Pero precisamente en la medida en que es una invención de nuestra mente podemos destruirlo y no consentir que se convierta en una pesadilla paralizadora y angustiosa. Porque, bien lo sabe-mos, los fantasmas solo persiguen y hacen daño a quienes carecen de redaños para hacerles fren-te. Plantar cara, pues, a nuestros miedos, no huir de ellos, es garantía de victoria. La lectura de los libros que os presento, amigos lectores, os darán pistas, sin duda, para alcanzarla.

Para el psiquiatra Jorge L. Tizón, el miedo no es solo algo que nos atormenta, es también “un proceso

adaptativo, un mecanismo de defensa y supervivencia,

beneficioso para el individuo y para la especie”

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ENTREVISTA

“Todos los miedos tienen alguna conexión con uno fundamental: el miedo al dolor y a la muerte”

Por Gloria DíezFotos: Cristina Bezanilla

ELADIO MORALES HERNÁNDEZ psicoterapeuta humanista y presidente del Teléfono de la Esperanza de Madrid

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ENTREVISTA

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ELADIO MORALES HERNÁNDEZ psicoterapeuta humanista y presidente del Teléfono de la Esperanza de Madrid

Eladio Morales es un psicólogo curtido en cien batallas, desde el fracaso esco-lar a la tercera edad, pasando por la inmigración. Especialista en psicoterapia humanista, este hombre es cualquier cosa menos engreído. No le importa ha-blar del pánico y añadir con tranquilidad que él sabe lo que es sufrir un ataque de ansiedad, asegura que el miedo es un mensajero al que no conviene matar, al menos sin saber qué vino a contarnos y acaba de asumir un reto personal importante: dirigir el Teléfono de la Esperanza en Madrid. Para esa tarea, dice, tiene suficiente valor y el amor necesario.

En los cuentos infantiles están todos los mo-delos de comportamiento. Hay uno que se llama Juan sin miedo, pero nadie es “Juan sin miedo” ¿O sí?

El miedo es común a todos los humanos y a la mayoría de las especies. Es una emoción que, como el enfado, la alegría o la tristeza, tiene una función.

¿Cuándo es natural el miedo?

El miedo es natural cuando es funcional. Y la fun-ción del miedo es la de protegernos, la de alertar-nos, la de avisarnos.

A veces tememos lo que ocurre, pero con mucha frecuencia tememos “lo que puede ocurrir” y, en ese sentido, adelantamos el daño.

Sí, una cosa es el miedo ante una amenaza real, y otra ante una imaginaria. El miedo se produ-ce cuando el balance entre la amenaza y los re-cursos de que disponemos nos es desfavorable. Cuando disponemos de recursos más que sufi-cientes para afrontar una determinada situación, no nos causa temor.

Sobre todo tememos a lo desconocido. ¿No? Todo lo desconocido nos inquieta.

Sí, de hecho hay más de 250 tipos de miedos.

¿Catalogados?

Sí, y la mayoría de ellos, son fobias. Yo creo que básicamente tenemos miedo a tres cosas: teme-mos ser rechazados, ese es un gran temor; el se-gundo gran temor es de no ser capaces y de ahí derivan la mayor parte de las fobias, no ser ca-paces de soportar tal situación, tal persona, tal alimento, tal objeto… Y por último, está el mie-do fundamental, el miedo al dolor y a la muerte. Probablemente todos los miedos tengan alguna conexión con ese miedo fundamental.

Esa olvidada capacidad de lucha

¿Hemos olvidado el sentido de la aventura, el sentido de la lucha?

La capacidad de lucha está determina por los re-cursos conscientes de que disponemos. ¿Cuáles son los recursos conscientes? Bueno, cada per-sona dispone de los suyos. Imaginemos que yo

“El miedo se produce cuando el balance entre

la amenaza y los recursos de que disponemos nos es

desfavorable”

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ENTREVISTA

tuviera miedo a esta entrevista. ¿Cuáles serían mis recursos? El primero, mis conocimientos so-bre los miedos. El segundo recurso sería mi au-toestima; mi autoestima me diría que yo valgo, independientemente de lo que ocurra. Me gus-taría que esta entrevista saliera bien, pero si no sale, también voy a pasar un buen día. Y el tercer recurso es la actitud necesaria para aprender de lo que hacemos, incluidos los fracasos; y si esta entrevista no saliera bien, aprendería de la ex-periencia y, probablemente, la siguiente saldría mejor. ¿Por qué, entonces, seguimos asustados? Porque no somos conscientes de nuestros pro-pios recursos o porque los recursos que tenemos no están suficientemente desarrollados.

Entiendo. ¿Cuándo se hace patológico el miedo?

Cuando no es adaptativo. El miedo es patológico cuando nos limita, cuando nos paraliza y sobre todo cuando nos secuestra. Hay personas que se sienten secuestradas por el miedo, viven una es-pecie de secuestro emocional.

Y una fobia, ¿qué es una fobia?

Una fobia es un miedo sobre el que no tenemos nin-gún control y que hace que se disparen los resortes del sistema de alerta de una manera injustificada, porque la amenaza es subjetiva, no es real.

¿Podría ponerme un ejemplo?

Sí… me viene a la mente una chica que presen-ció una situación de ahogamiento de un niño pe-queño y eso le produjo un trauma importante. Esta muchacha, ya de adolescente, hizo lo que en términos psicoanalíticos se denomina un des-plazamiento del trauma. En una comida, sufrió

un atragantamiento accidental y desarrolló una fobia a tragar.

¿El niño murió?

No, afortunadamente no, pero estuvo a punto. Tenía unos dos años y medio, se atragantó con una salchicha y, cuando recibió asistencia médi-ca, estaba prácticamente ahogado. Lo que ella hizo, unos años más tarde, fue reproducir ese su-frimiento, ese trauma. En su caso no hubo un atragantamiento propiamente dicho, simplemen-te tuvo dificultades para pasar la comida, pero, a partir de ese episodio, se sentía incapaz de comer o beber, la garganta se le cerró. Tuvieron que ali-mentarla a través de sonda. Yo la estuve tratando con terapia cognitiva conductual y mejoró, pero luego, consideré oportuno que la tratara otra pro-fesional que está especializada en regresiones y creo que eso también la ayudó. Actualmente es enfermera, una buena enfermera y ha superado completamente la fobia a tragar.

Las emociones se contagian, el miedo también

¿El miedo se contagia?

Sí. Y es muy contagioso.

¿Los grupos humanos funcionamos como una manada frente al miedo colectivo?

El miedo se expresa y se contagia, las dos cosas. La expresión del miedo es básicamente facial. En la especie humana las emociones se expresan a tra-vés de la cara y ya venimos con la lección apren-dida, los bebés ya expresan el miedo y la alegría de una determinada manera. Todas las emociones

“La ingente cantidad de informaciones sobre recortes, desempleo,

conflictividad laboral está generando una fobia social”

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son contagiosas, todas: el miedo, la alegría… El miedo es algo que se mete por todas partes, cada vez queremos tener mayores índices de seguridad. Si vivimos en una urbanización cerrada, mejor; y si tenemos vigilancia las 24 horas, aún mejor. Últi-mamente tenemos miedo a los mercados, a la eco-nomía, a la crisis económica, a los demás…

¿Se puede hablar entonces de un miedo so-cial y de que estamos viviendo una etapa en la que el pesimismo se retroalimenta?

Sí, el miedo social existe y puede conducir a una patología más grave que es la fobia social. Cuando, en estas condiciones de crisis económica, damos prioridad a todas las informaciones sobre recor-tes, desempleo, conflictividad social; cuando da-mos más valor a todo eso que a otras noticias que se están produciendo, porque también hay noticias buenas… eso no ayuda. El miedo aparece, como decía antes, cuando hay un desequilibrio entre los recursos que yo dispongo y la amenaza, en este caso la amenaza social, a la que me enfrento.

Los niveles del miedo

Lo primero que bloquea el miedo es la razón, el análisis; una persona con miedo pierde el control racional.

Es que hay distintos niveles de miedo. El nivel de la emoción es el que determina si es funcional o no. En el miedo podemos citar tres niveles: el ni-vel uno, que es el nivel de temor; el nivel dos, que sería más alto, un nivel fóbico; y el nivel tres, que es el de la crisis de ansiedad.

El pánico.

El pánico, sí. Yo últimamente vivo en el miedo de nivel uno, en el temor. Vivo con un miedo que me sugiere, me avisa, me alerta, pero que, a veces, también me molesta. Ese miedo que te avisa, te puede proteger. Yo, a este primer nivel, le pon-dría la etiqueta de saludable, sería adaptativo. El

“Después de 40 años de servicio, es oportuno que

el Teléfono de la Esperanza abra sus ventanas y se

actualice”

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ENTREVISTA

segundo nivel es un nivel fóbico, el nivel fóbico crea una sensación de inseguridad que te parali-za o te limita. Este nivel es disfuncional y patoló-gico. Luego, hay un tercer nivel que es el pánico, son las crisis de angustia. Desde el punto de vista clínico las crisis de angustia están muy bien defi-nidas. El sujeto experimenta una sensación total de pérdida de control, de muerte inminente, de despersonalización.

¿Despersonalización?

La despersonalización es la sensación de salirse del cuerpo y es común a casi todas las personas que han padecido un ataque de pánico, incluido el que habla. También se pueden producir visualiza-ciones. Lo peor del ataque de pánico, por supues-to, es el mal trago que se pasa, pero además es-tán las consecuencias. Un ataque de pánico suele inducir fobias, el individuo trata de evitar que la si-tuación se repita y ahí estamos hablando del mie-do a sentir miedo. Como consecuencia, el paciente evita todas aquellas situaciones o todas aquellas personas o todos aquellos objetos que le puedan elevar el nivel de ansiedad. Yo creo que el miedo y la ansiedad son hermanos, van de la mano. De hecho, en psicología clínica, cuando nos encontra-

mos con personas temerosas, siempre tenemos un ojo avizor hacia la ansiedad, porque en la ma-yoría de los casos, en esas personas que tienen fobias, o que padecen ataques de pánico, lo que subyace es un trastorno de ansiedad. La ansiedad es un estado de inquietud mantenido, un estado de desasosiego sobre el cual la persona no tiene ningún control. Ese estado, al final, termina indu-ciendo fobias, e incluso ataques de pánico.

Jugar con el miedo

Dicen que solo hay que tener miedo del mie-do…

Al miedo hay que afrontarlo, hay que ponerlo en su justa medida, hay que jugar con él, pero pri-mero hay que identificarlo.

¿Jugar?

Hay que tomarlo como un compañero, un compa-ñero que nos protege. Si nos llevamos bien con él, lo hace. Si no nos llevamos bien con él, pode-mos sufrir mucho, incluso podemos llegar a des-perdiciar nuestra vida.

“Si identificamos nuestros miedos, si nos hacemos

‘amigos’ suyos, llegaremos a conocerlos tan bien que

terminaremos queriéndolos, ‘abrazando al monstruo’, y entonces no nos causarán

sufrimiento”

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¿Qué sugieres, invitarle a unas “cañas”?

Primero hay que identificar el miedo, porque evitar los miedos, rechazar los miedos no es un comportamien-to saludable. Al miedo hay que reconocerlo, ponerlo en valor, ver que tiene una función y, a continuación, ver cómo le sienta esa emoción a mi persona.

Seguramente fatal…

Pues si me sienta fatal, lo que tengo que hacer es relacionarme con esta emoción de otra forma, porque probablemente la tendré desatendida. Leslie Greenberg dice que el miedo, como el res-to de las emociones, nos moviliza y nos informa, pero, sobre todo, cuando nos hacemos cargo de él, nos proporciona conocimiento, nos hace más sabios. Realmente todas las emociones, cuando nos han informado, nos hacen más sabios, más que si utilizamos solo el intelecto. Por lo tanto, tenemos que integrar bien esta emoción en nues-tra vida, tenemos que ver qué es lo que nos quie-re decir, porque el miedo nos informa de cómo somos. Si rechazamos la emoción la estamos…

¿Fortaleciendo?

Claro. Hay que explorar ese miedo porque segu-ramente tiene un mensaje que darnos. Tenemos que jugar, porque la única manera de atravesar-lo, la única manera de superar esa fobia, es es-tando cerca de los objetos que nos la producen.

Hay quien dice que en estos casos hay que “abrazar al monstruo”.

Es posible… A nuestros miedos, si los identificamos, los trabajamos, los ponemos en valor, si nos hace-

mos ‘amigos’ suyos, llegaremos a conocerlos tan bien que terminaremos queriéndolos, “abrazando al monstruo”, y entonces no nos causarán sufrimiento.

El amor suficiente

Hablando de miedos. Se hace cargo usted de la dirección del Teléfono de la Esperanza de Madrid. ¿Para eso se necesita valor?

Sí hace falta, pero ese valor se genera cuando consideras que el esfuerzo merece la pena, cuan-do dispones del afecto y del amor suficiente para que eso se produzca y en mi caso se da. También hay un reto personal por dinamizar esta institu-ción, que lleva cuarenta años funcionando de una manera satisfactoria, pero de la misma manera. Y después de cuarenta años parece oportuno. De hecho la gran mayoría de los asociados lo ha con-siderado así. Es necesario abrir las ventanas y tra-tar de actualizar el servicio de fomento de la salud emocional que damos al resto de la sociedad.

¿Actualizar el proyecto de Serafín Madrid?

Las bases de lo que somos están bien puestas. Nosotros somos una organización sin ánimo de lucro, que tiene un tesoro: los voluntarios. Lo que hacemos, tratar de ayudar a las personas que están en crisis, fomentando su salud emo-cional, que fue el propósito para el que se creó esta institución, eso, sigue vigente. Lo único que tenemos que hacer es actualizar la manera de llegar a esas personas, pero los valores de crea-ción del Teléfono de la Esperanza creo que están más vigentes que nunca. Y la necesidad de que haya personas que de forma solidaria y altruis-ta se encarguen de esta tarea, sigue existiendo ahora tanto como antes o quizá más…

“El miedo y la ansiedad van de la mano, por eso

en la mayoría de los casos de personas que tienen

fobias o padecen ataques de pánico lo que subyace es un

trastorno de ansiedad”

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LA EXPERIENCIA LIMITE EN LA PANTALLACine de terror o cómo curar el miedo con más miedo

Por Norberto Alcover

CINE

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Como la historia del cine es pródiga en formas de producir pánico, miedo, terror, angustia, es-panto, aprensión, alarma, amenaza y cosas se-mejantes, intentaremos construir un dodecálogo de películas que aparecen como sintomáticas de sus correspondientes formas pánicas, a par-tir de las que el lector podrá moverse con fa-cilidad en este mapa tantas veces recorrido a solas o bien acompañados.

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1. Los pájaros (Alfred Hitchcock, 1963). Cuando invaden la pantalla, tales animales alados, cuyo origen desconocemos pero sobre todo cuya agre-sividad mortal también nos es desconocida, la adrenalina alcanza niveles de exorcismo y junto al pánico se abre camino una misteriosa sensa-ción de relax. Este maridaje de miedo en estado purísimo y de radical descanso interior es la cla-ve antropológica para explicarnos el por qué la historia del cine está repleta de imágenes que amedrentan a un ser humano que lleva en sí mis-mo el débito de la contingencia como ingrediente sustancial de su naturaleza.

Repetir una vez más que no somos dioses ilimi-tados y por lo tanto carentes de nada, antes bien una criaturas limitadas y deficientes siempre en peligro, siempre en el límite existencial, repetirlo una vez más es casi inútil, pero también necesa-rio a la hora de explicarnos esta insuperable incli-nación a sufrir con la víctima…, pero no menos a situarnos en el arma del asesino, en una especie de pascua pagana de muerte y de resurrección. Caín y Abel en toda historia de miedo. El poder divino de dominar la vida, la naturaleza, la mis-mísima muerte, partiéndonos en dos.

Los pájaros nos aterran, nos quiebran el alien-to, pero en ese lugar tan recóndito de nuestro espíritu, nos hacemos pájaros y permanecemos en ellos cuando concluye el film, con los anima-les aquietados pero amenazantes en los hilos de electricidad. El cine nos permite vivir en la pan-talla tantas cosas como preferiríamos ni ser, ni pensar, ni mucho menos desear. Miedo para el miedo. Y misterioso miedo para la serenidad que apacigua nuestra limitación.

2. Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960). El film pá-nico de referencia en el cine moderno (el que co-mienza en 1945), porque condensa en una histo-ria de naturaleza psicológica todo el dramatismo de la guerra fría, además de una realidad mucho más metafísica, como es el suspense terrorífico del mal destructor que avanza de forma inexo-rable en ese personaje emblemático interpreta-do por el gran Anthony Perkins. La secuencia del intento de asesinato de la chica en la ducha, con la cortina de plástico por medio entre ella y el

asesino, es antológica por el mal dominante pero también por el montaje excepcional de la ima-gen. Hay que reconocer que el blanco y negro, es decir, la gama de grises, facilita la creación del miedo en cuanto tal en la misma fotografía en pantalla. Por otra parte, el grueso y atildado Hitchcock, permanece como el gran maestro del suspense, un elemento necesario en el cine de miedo moderno…, que recoge el legado de los creadores del género, por ejemplo, Murnau, Lang y Wegerer y de films como El gabinete del Doctor Caligari, El Golem y Drácula (años 20) entre tan-tos otros que recomendamos al lector.

Los espectadores buscamos en el cine ese miedo relajante

que llevarnos a casa como terapia necesaria para

superar tanta contención de adrenalina cual la vida

cotidiana nos impone

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3. La semilla del diablo (Roman Polanski, 1968). El miedo un tanto apocalíptico entra en el cine por medio de este film que consuma una década prodigiosa en lo bueno y en lo malo. Y es que esa criatura demoníaca que nacerá de una joven mujer, víctima del conjunto urbano que la rodea, adquiere específica maldad, y en cuanto tal nos atemoriza, precisamente porque sabemos lo que va a suceder, algo de resonancias planeta-rias a partir de una sencilla familia de clase media como tantas otras. El más allá se convierte en berbiquí del más aquí en una especie de encar-nación pagana de Lucifer. ¿Quién no recuerda la cuna en la que yace el recién nacido y las miradas estupefactas de cuantos le rodean, con pánico o con satisfacción manifiesta? Esta inclusión de lo trascendente en lo profano nos remite a películas como La noche de los muertos vivientes (George A. Romero, 1968) y La casa de Bernarda Alba (Mario Camus, 1987), de forma indirecta.

4. Días contados (Imanol Uribe, 1994). Desta-camos este film entre tantos otros como se han realizado sobre la cuestión terrorista, porque es una creación española recia, contundente, mati-zada y situada en un contexto como el ya histó-rico de ETA en nuestra historia contemporánea. Uribe consigue introducirnos en las interioridades organizativas pero no menos personales de un

grupo de personajes entre fanáticos y margina-les que, al encontrarse, nos sumergen en un rit-mo narrativo que golpea nuestras conciencias y nuestra tranquilidad de ciudadanos al margen de cuanto sucedía sobre todo en el País Vasco. El miedo, previamente conocido en los medios de comunicación, se ve en pantalla y de esta ma-nera se convierte en nuestro propio miedo, que además nos enfrenta a la muerte conclusiva.

Sin embargo, no podemos olvidar ese otro terri-torio mucho más subterráneo y sutil, pero pro-bablemente más peligroso y dañino, que es el de estado mediante los servicios de seguridad o el económico a través de la bolsa. Destacamos algu-nas películas norteamericanas que han impactado la opinión pública, porque su dimensión política se ha visto potenciada por la experiencia pánica de los espectadores: la inquietantemente olvida Leones por corderos (Robert Redford, 2007), que nos traslada al terrorismo político en relación con la Guerra de Afganistán; Margin Call (J. C. Chan-dor, 2011), que nos sumerge en ese terrorismo económico que elimina la esperanza de tantos ciu-dadanos mediante argucias financieras y, en fin, la muy aplaudida Inside Job (Charles Ferguson, 2011) que, en la misma línea que la anterior, ex-plica mucho mejor las razones del célebre crack de 2008 en Wall Street y desde allí al mundo entero.

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En estos casos, el ciudadano normal (cualquiera de nosotros) es llevado al corazón de las tinieblas actuales, personales y colectivas, mediante la participación en un miedo tremendo por el mero hecho de vivir sumergido en este sistema concre-to, que probablemente él mismo ha colaborado a crear. Y en tales casos, es un hecho que tal miedo nos ha obligado a informarnos mucho más a par-tir de las historias en pantalla. El cine demuestra así su relevancia cultural en una sociedad del es-pectáculo, como escribía Vargas Llosa, utilizando el concepto de civilización.

5. Seven (David Fincher, 1995). El miedo que nos provoca toda historia de un asesino en serie multi-plica el efecto de los films de policías y delincuen-tes, tan frecuentes en la historia cinematográfica, extensivo a los de gánsteres y semejantes. Seven nos sitúa en la mismísima búsqueda de un asesino en serie implacable que, para colmo, deja pistas a los policías para que puedan seguir su propia sis-temática de muertes en cadena. De esta manera se crea un suspense criminal, todavía más pode-roso porque, hasta el final, parece que el asesino impone sus medidas demoledoras. Tememos por los muertos. Tememos por los policías. Tememos por las posibles víctimas futuras. Tememos, en fin, por el poder del mal en cuanto tal.

Un film tan mítico en la creación de este sus-pense criminal, como el famosísimo Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), que lanzó a su creador a los cielos fílmicos. En este momento, no pode-mos dejar de citar las tres partes de El Padrino (Francis Ford Coppola, 1972, 1974 y 1990), que consiguen sumergirnos en un ámbito amedrenta-do mediante una historia con tantos detalles hu-manísticos. Una auténtica revolución del género, siempre sobre el personaje de Brando.

6. Apocalipse now (Francis Ford Coppola, 1979). El miedo puede convertirse en autén-tico pánico metafísico, cuando el impacto de la guerra (el llamado cine bélico) se integra en un viaje alucinado que sitúa al protagonista en una realidad que ni domina ni conoce pero debe transitar de forma inexorable. Es el caso, por ejemplo, de tantos films en territorio ene-migo, como el excelente y reciente Malditos bastardos (Tarantino, 2010). Pero la situación se hace todavía más temible cuando alguien in-esperado en su auténtica personalidad (el per-sonaje interpretado por Brando) irrumpe en la acción y deshace todas las expectativas, sus-citando en todos nosotros el pavor de la locura absoluta, a menudo frecuente en soldados que luchan al límite.

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Anticristo (Lars Von Trier, 2009) se enfrenta al mismo tipo de pánico/miedo pero en un contexto todavía más global, si bien menos asequible para un público medio. La narración se hace absoluta teoría, convirtiéndose en una especie de marco de todos los horrores humanos, en una especie de re-creación pagana del Paraíso y del Misterio Pascual. Una película que debe completarse con la ya citada Melancolía (Lars Von Trier, 2011). En casos como éste, el cine muestra su capacidad para entrar a saco en nuestra inteligencia y sensibilidad some-tiéndonos a la destrucción de toda seguridad y es-peranza. Prácticamente, no hay catarsis clásica.

7. La mosca (David Cronenberg, 1986).El maes-tro de la ciencia ficción de naturaleza sumamente científica (valga la redundancia), penetra en no-sotros hasta levantarnos de la butaca mediante una historia tan elemental como terrorífica, en la que una exageración médica conduce al exter-minio humano a partir de unas moscas, sin más. El miedo en este caso, y otros semejantes, nos perturba todavía más porque aquello en lo que nos apoyamos para construir el futuro (la cien-cia) acaba por hundirnos en el presente, apenas con capacidad de recursos para sobreponernos. Los mitos de Frankenstein y Drácula en todas sus versiones, parten e instauran este tipo de miedo

en las pantallas, pero con el tiempo la figura hu-mana se hace figura animal o natural, modifican-do de esta merma toda la narración fílmica: en nuestro caso, las moscas.

En esta línea, vale la pena recordar La mujer pan-tera (Jacques Tourneur, 1942) y el originario El ga-binete del doctor Caligari (Robert Wiene, 1919).

8. Mystic River (Clint Eastwood, 2003). Uno de los mejores films de los últimos veinte años de cine y de cine del pánico interior. Tres amigos viven evo-luciones diferentes hasta que se reencuentran al cabo de los años en torno a un misterioso crimen. Aquel que fue objeto del maltrato y abuso infantil, es la víctima propiciatoria de una acción intensa y un tanto imprevisible, siempre agónica, lacerante, sin poder evitar el hundimiento de ese impresio-nante Tim Robbins, cuyo sufrimiento nos cala hasta la médula. Es el miedo ante la injusticia con los menos capaces de defenderse, precisamente por-que la vida les golpeó antes y deshizo su persona-lidad. Un film tremendo, en el que un miedo ingen-te acreciente su intensidad porque se conjuga con una com-pasión natural. De necesaria visión, y por supuesto meditación, porque de fondo yace el mal del mundo en estado puro y duro. Como en todos los films del larguirucho amante del rifle.

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9. Gritos y susurros (Ingmar Bergman, 1972). En otra clave diferente como narración, recorda-mos otro film fuera de serie. Una familia exquisita se hunde en el pánico a la relación corporal y en de-finitiva al amor, pánico que alcanza el clímax de te-rribilidad espiritual y no menos física en la hermana menos agonizante, solamente acogida en cuerpo y espíritu por la doncella que la cuida. No se ha filma-do una historia relativa a la gracia cristina de tanta dolorida hermosura y reivindicación del sentido del

dolor y de la urgencia de acoger al dolorido. Noso-tros, espectadores, tememos el desenlace y tam-bién la hiriente distancia de las demás hermanas. Tomemos, en definitiva, huir de la gracia por rehuir el don del abrazo humano. Bergman nos dejó per-plejos con esta obra en 1972 y de siempre.

10. El submarino (Wolfans Petersen, 1981). De nuevo un tríptico de eficacia demostrada para producirnos un miedo insuperable que se prolonga durante todo el metraje del film: ha-bitáculo reducido (pánico claustrofóbico), peli-gro inminente y persistente (pánico inevitable) y primeros planos en cadena del pánico de los protagonistas (el miedo ajeno que produce miedo propio). Todos los grandes films bélicos discurren por este tríptico, incluso los más espectaculares,

como es el caso del injustamente tratado binomio bélico de Clint Eastwood, formado por Las ban-deras de nuestros padres (2006) y Cartas desde Iwo Jima (2006), sumergida parte de la acción en los túneles excavados por los soldados japoneses en la célebre montaña. Añadamos Soldados de Salamina (David Trueba, 2003), El ángel exter-minador (Luis Buñuel, 1962) y Tesis (Alejandro Amenábar, 1996), entre tantos films de esquema semejante, siempre eficaz.

11. Camino a la perdición (Sam Mendes, 2002) es un film negro donde los haya pero sin parecerlo de inmediato, referente de esta corriente nacida del expresionismo alemán en los años 20, y que se centra en un protagonista individual relacionado con una serie de co-protagonistas que le producen pánico y a los que él mismo a su vez atemoriza, creándole el espectador un envoltorio narrativo que amedrenta sobre todo psicológicamente. Fas-cinante interpretación de Tom Hanks, pero sobre todo, una antológica fotografía de Conrad L. Hall (este tipo de cine depende en gran parte del di-rector de fotografía, puesto que los ambientes lu-mínicos son claves en el resultado final). En esta misma línea, no podemos olvidar Sed de mal (Or-son Well, 1958), Plenilunio (Imanol Uribe, 1999) y La jungla humana (Don Siegel, 1968).

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12. Te doy mis ojos (Icíar Bollaín, 2003), el cine del miedo es necesario extenderlo a realidades desgraciadamente novedosas, por lo menos en la medida en que han saltado a la superficie social, tal que el maltrato machista contra las mujeres, como el que muestra esta enérgica realizadora española con este film capaz de estremecer hasta el llanto. Laila Marull y Luis Tosar consiguen crear una situación concreta pero de ambiciones uni-versales con todos los matices necesarios para

no convertirla en un panfleto irrelevante. Cuan-do la sociedad entera y multicultural adolece de un determinado mal, el espectador asiste a su mostración con una predisposición espontánea al rechazo pero no menos a la empatía enorme. Así la desgraciada abundancia del maltrato machista nos inunda y todos, ante films de esta natura-leza, nos sentimos directamente aludidos y, por ello mismo, más atemorizados por horrorizados.

Algo semejante sucede en Solas (Benito Zam-brano, 1998) y en general en todo el cine de gánsteres en los que la mujer es tratada con un menosprecio humano irritante, como mera com-parsa decorativa de la narración…, salvo que sea la protagonista como en determinadas historias de El Padrino (Francis Ford Coppola 1972, 1974

y 1990), por ejemplo. En todo caso, una realidad que debiera ser abordada mucho más para pasar de la repulsa a una com-pasión efectiva.

Ciudadanos necesitados de un miedo rela-jante

Un dodecálogo de films emblemático de sus co-rrespondientes formas de mostrar ese miedo

relajante que llevarnos a casa como terapia ne-cesaria para superar tanta contención de adrena-lina cual la vida cotidiana nos impone. Llorar con la víctima y relajarse con su propia eliminación es la dialéctica que, sin reconocerla, nos tiene pen-dientes, sin poder evitarlo, de este miedo para el miedo, con que titulábamos este ensayo cinema-tográfico, que seguramente deberá completarse con las aportaciones de otros compañeros en este mismo número.

Pero más allá de cualquier dialéctica, Los pájaros (Alfred Hitchcock, 1963), siguen ahí, expectantes tras el drama deseado, en los hilos elevados de nuestras vidas…, puede que en espera para con-traatacar. ¿Cuándo? Ahí reside el meollo último del miedo. De la vida. Porque no somos dioses.

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EL MIEDO ES LIBREDesde siempre, el ser humano ha tenido miedo. A lo desconocido, a lo inex-plicable, a la guerra, a la enfermedad, a lo que puedan hacer sus semejan-tes... El miedo paraliza, pero hay personas a las que esta sensación les da fuerza para seguir. Por Antonio Saugar

A PIE DE CALLE

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Son muchos los miedos que pueden acechar a una persona. La enfermedad, lo inexplicable, una película, ciertos animales, el propio ser humano... Hay personas que se bloquean ante una sensa-ción de miedo. Otras ven en el miedo -o en no sentirlo- una especie de trampolín que les lleva a superarse en la vida.

En estos tiempos en los que la crisis campa por sus respetos, no son pocos los miedos que ace-chan. Son muchas las personas que tienen mie-do a perder su empleo, a ser desahuciadas de sus casas por no poder pagar la hipoteca que les acompañará, de una u otra manera, toda la vida.

Quedarse en el paro

Las personas mayores o los enfermos crónicos tienen miedo a no poder pagar sus medicinas, a que su calidad de vida baje a límites casi desco-nocidos en un país del denominado Primer Mun-do. Los pequeños empresarios temen perder sus negocios debido a los impagos, al escaso consu-mo y a la falta de ayudas.

Padres y madres ven con miedo los recortes en la educación de sus hijos. Y a los niños les da miedo la crisis que puede llevar a sus familias a situaciones difíciles.

El Barómetro de diciembre del Centro de Inves-tigaciones Sociológicas (CIS) señalaba que el 77,1% de los ciudadanos teme quedarse en paro. Después, la mayor inquietud siguen siendo los problemas económicos del país, de los que habla-ba el 39,5%. Les siguen los políticos y los parti-dos, que preocupa al 29,8% de los españoles, y un tema relacionado, la corrupción, que alarma al 17,2% de los encuestados. En quinta posición, la sanidad inquieta al 12,9%.

El miedo es libre. Nadie parece estar libre de en-frentarse al miedo. Pero hay personas a las que el miedo no se ha atrevido a mirarles a la cara. Una de esas personas que no se bloquean ante el miedo es Mariano, que perdió la vista con casi 18 años. “Indudablemente, cuando te toca en la vida uno de estos trances tan contundentes, que te marcan para siempre, surgen muchas sensacio-nes: desazón, incertidumbre, vacío y desamparo son algunas de ellas y el miedo siempre suele surgir”, señala.

Este periodista ciego afirma que sintió “miedo a lo desconocido. A no saber por dónde tirar y qué hacer y en esos instantes en los que, valga la expresión, ‘lo ves todo negro’. Si preguntamos a la gente si tiene miedo a perder la vista, todos confesarían su miedo a dejar de ver, pero en mi caso, sobre todo, tenía miedo a encarar el futuro, porque entonces era muy joven”.

Cuando se le pregunta a Mariano quién siente más miedo: la persona ciega o su familia, responde: “Estos trances tan dramáticos en los que lo pasas mal, te influye cómo se comporte tu entorno más cercano. La familia, los amigos y todos los que te conocen sufren contigo ese golpe. Quizás la clave es quitar importancia a lo ocurrido y buscar so-luciones, que seguro las habrá. El miedo en cada familia creo que siempre se origina por pensar en el futuro incierto de la persona a la que le ha ocu-rrido algo (en mi caso quedarme ciego), por no saber si se podrá adaptar o será toda su vida un lastre o no podrá tener una vida normalizada. De todos modos, es un miedo compartido y la familia lo sufre más que la persona afectada”.

EL MIEDO ES LIBRE

Según el CIS, el 77,1% de los ciudadanos teme

quedarse en paro

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Lo que no se puede controlar

Pero, ¿qué es el miedo para Mariano? “El miedo para mí es lo desconocido, lo que no puedo con-trolar. Tengo miedo cuando percibo situaciones extremas o violentas, pero también cuando no me gusta una película, como la de El exorcista. Creo que cuando uno está seguro no surgen los miedos y que, en la mayoría de las ocasiones, los miedos aparecen por la inseguridad”.

“Creo que no tengo miedo a nada, porque siem-pre he pensado que los miedos no existen, y que somos nosotros quienes los creamos. Con segu-ridad y cautela no puede llegar el miedo. Sólo la violencia, por ser algo en muchas ocasiones incontrolable, es lo que me pone más nervioso, lo que me hace sentir miedo”, explica Mariano.

“Quizá por el hecho de haberme quedado ciego, todo el mundo pensaría que se originarían en mí

más miedos, pero ha sido al contrario. Es cier-to que me tengo que fiar muchas veces de una tercera persona que, a lo mejor, no conozco de nada; pero a su vez, veo menos el peligro, de ma-nera que situaciones peligrosas o dantescas pier-den fuerza y dramatismo al no poder verlas, por lo que se suavizan las cosas”, afirma Mariano.

No dejar de hacer algo por miedo

Mariano ha practicado el esquí, el ciclismo en tán-dem, se ha tirado en paracaídas, maneja a la per-fección las nuevas tecnologías de la comunicación (adaptadas a su situación de persona ciega)... “Nunca he dejado de hacer algo por miedo”, afir-ma. “Creo que los miedos no deben impedir realizar actividades, porque, si una persona entra en esa dinámica, al final no haría nada. Puedes tener pre-caución, cautela y una mínima seguridad para no lanzarte a lo desconocido; pero no miedo”, añade.

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“Hace poco me tiraba en paracaídas, y mucha gente me decía que no lo harían porque les daría miedo. Yo tuve claro que en este ejemplo, como en muchos más, hay mecanismos de seguridad y debes de fiarte del otro, que sabe más que tú, para que sea un éxito la experiencia y la puedas realizar con garantías y disfrutar ampliamente de ella”, explica este polifacético periodista que, además, es escritor.

Si es importante no tener miedo para poder ir por la vida, también es importante saber vencer los miedos que nos asaltan. Mariano es claro en esto: “Los miedos se solventan teniendo seguridad en uno mismo. Es preciso tomar el toro por los cuer-nos y enfrentarte a ese miedo directamente, para

poder ganarlo. Creo que muchos miedos son in-fundados o creados por algún motivo final, pero que no son reales. Es distinto cuando, por ejem-plo, vives en un país en guerra, y puedes tener un miedo constante a los bombardeos. Pero esa realidad es coyuntural y, en circunstancias nor-males, no hay que tener miedo al miedo”.

Para Mariano, “el miedo es libre y de cada uno. Hay personas que ante una misma situación re-accionan de manera distinta. Hay que vencer siempre al miedo para conseguir que la vida se normalice, poder ver la parte positiva de las co-sas y apreciar la vida sin miedos”.

Quizá el mayor miedo nos lo damos nosotros mismos. Nuestras actuaciones hacia los demás, nuestros comportamientos, incluso, nuestra in-consciencia. Es cierto que el miedo está en el ambiente, pero también lo es que hay que luchar contra él.

“El peor de los miedos es el que se tiene a lo

desconocido”, afirma un periodista ciego

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Euskadi acogió por primera vez el Congreso Estatal de Voluntariado, que en su XV edición se celebró en el Bilbao Exhibition Centre (BEC) durante los días 27, 28 y 29 de noviembre. Al mismo asistió una representación del Teléfono de la Esperanza de Bilbao y el presidente de la Plataforma del Vo-luntariado de Andalucía, Manuel García Carretero, voluntario del Teléfono de la Esperanza, quien tuvo una activa y destacada participación en el mismo.

En este Congreso se reunieron voluntarios de nu-merosas asociaciones de todo el Estado, con la fi-nalidad de vivir unas jornadas de concienciación de que otro mundo es posible con la colabora-ción de todos, por esta razón el lema del Congre-so fue “Un granito, una montaña”. Para promover la participación de los asistentes y propiciar el in-tercambio de opiniones, hubo ponencias, mesas redondas, grupos de trabajo... El objetivo de este Congreso era analizar la situación en la que se en-cuentra el voluntariado en estos momentos de cri-sis económica y marcarnos nuevos retos de cara al futuro, nuevas formas de trabajar, aprendiendo unos de otros y trabajando como una red.

El Teléfono de la Esperanza estuvo presente, como hemos dicho, a través de nuestro compañero Ma-nolo García Carretero, que en la actualidad presi-de la Plataforma del Voluntariado de Andalucía y

que participó en una de las mesas redondas. En su turno de intervención, se encargó de dar a co-nocer públicamente al Teléfono de la Esperanza en Euskadi. Después, en otra mesa redonda, partici-paron las voluntarias del Teléfono de la Esperanza de Bilbao, Fátima y Roswitha, quienes dieron tes-timonio de nuestra presencia en Euskadi.

Durante el congreso sucedió una simpática anéc-dota, de la que damos constancia gráfica: la prin-cesa Letizia, asistente al Congreso, se dirigió a los voluntarios del Teléfono de la Esperanza de Euska-di y éstos le entregaron un simbólico teléfono de fieltro, elaborado por ellos mismos, que la prince-sa Letizia recogió con gusto, departiendo anima-damente con nuestros compañeros y mostrando interés por la labor del Teléfono de la Esperanza.

El Teléfono de la Esperanza, presente en el XV Congreso Estatal de Voluntariado

Fátima Montenegro, delegada del Teléfono de la Esperanza en Vizcaya, conversa en el Congreso de Voluntariado con su Alteza la Princesa de Asturias, doña Letizia Ortiz.

De izda. a dcha., los voluntarios del Teléfono de la Esperanza Rosa Sacristán, Mª Carmen Cardas y Begoña Mesperuza, Ma-nuel Gª Carretero y Fátima Montenegro.

La princesa Letizia recogió un teléfono simbólico de

fieltro que le ofrecieron los voluntarios del Teléfono

de la Esperanza y conversó animadamente con ellos sobre la labor que realiza

nuestra Asociación

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Coincidiendo con el Día de la Escucha, que cada año celebramos el 15 de noviembre con el objetivo de sensibilizar a nuestra sociedad sobre los efectos beneficiosos que para todos tiene la promoción de una “cultura de la escucha”, indisolublemente ligada al respeto al otro y al que piensa distinto, el Teléfo-no de la Esperanza de Granada instauró el “Premio a la Escucha”. Este galardón pretende reconocer a aquellas instituciones o personas que hayan desta-cado por llevar a cabo una escucha activa, profun-da y respetuosa a otras personas. En esta última edición, el premio recayó en la Orden Hospitalaria de los Hermanos de San Juan de Dios.

El Salón de Plenos del Ayuntamiento de Granada acogió el 15 de noviembre la celebración del Día de la Escucha y la entrega del “Premio a la Escucha”.

El acto comenzó con una alocución de la presi-denta de la sede granadina del Teléfono de la Es-peranza, Lola López, en la que explicó la labor que realizan los voluntarios de nuestra Asocia-ción y lo que queremos transmitir con la celebra-ción del Día de la Escucha.

Seguidamente, intervino la directora general de Bienestar Social y Familia, Esther Aguilera, quien destacó la importante contribución a la sociedad que realiza el voluntariado, agradeció la labor del Teléfono de la Esperanza y manifestó públi-camente su disposición a seguir colaborando con nuestra Asociación.

A continuación, Mª Luisa Pérez Casanova, di-rectora del colegio de educación especial San Rafael, impartió la conferencia Escuchando y cuidando al cuidador, centrada en el colectivo social y profesional en el que habíamos pues-to nuestra atención en este edición del Día de la Escucha.

Por último, tomó la palabra el Hermano Román Vallejo, quien compartió con los asistentes una pequeña reflexión sobre lo que definió como Los mandamientos del cuidador, y seguidamente re-cogió agradecido, en nombre de su congregación, el galardón concedido por el Teléfono de la Espe-ranza de Granada.

El Teléfono de Granada concede el “Premio a la Escucha” a los Hermanos de San Juan de Dios

1.- De izda. a dcha., Mª Luisa Pérez, directora del colegio San Rafael; Esther Aguilera, directora general de Bienestar Social y Familia de Granada; Lola López, presidenta del Teléfono de Granada; Hermano Román Vallejo de la Orden de San Juan de Dios; y la voluntaria Mercedes Torres.

Lola López hace entrega del “Premio a la Escucha” al Herma-no Román Vallejo.

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El Teléfono de la Esperanza de Valladolid recibe el premio SERVIR del Rotary ClubLa familia del Rotary Club de Valladolid volvió a darse cita en una gran cena de gala para entre-gar los Premios Servir 2012. Los galardonados fueron el Teléfono de la Esperanza, “por su dedi-cación altruista y anónima a la mejora de la salud emocional de las personas”; y el músico contem-poráneo Diego Fernández Magdaleno, “por su ex-traordinaria y permanente labor de difusión de la música de nuestro tiempo”.

Fue el actual presidente del Rotary Club de Va-lladolid, Eduardo Pascual, el encargado de entre-gar la rueda que simboliza la cadena de ayuda de la fundación humanitaria más antigua del mundo a los dos premiados. Esta cena benéfica, que se

celebró en el Casino de Castilla y León, en Boeci-llo, tiene por objeto enviar ayuda al Hospital Co-marcal en Belle-Fontaine, de Haití, que todavía su-fre las consecuencias del terremoto que asoló este país en enero de 2010; así como destinar recursos

1.- De izda. a dcha., Eloy González Arranz, presidente del Teléfono de la Esperanza de Valladolid; Eduardo Pascual Díez, presi-dente del Rotary Club de Valladolid; y el músico Diego Fernández Magdaleno.

Eloy González: “Este reconocimiento es un aliento

a la labor que llevamos desarrollando 23 años en Valladolid y 41 en España”

Fotos: Henar Sastre / El Norte de Castilla

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económicos para la erradicación de la poliomielitis en el mundo, un proyecto que siempre está pre-sente en las acciones del Rotary Club, además de intentar mejorar la vida de personas afectada por alzheimer y daño cerebral adquirido.

Eloy González Arranz, presidente del Teléfono de la Esperanza de Valladolid, aseguró que “este recono-cimiento es un aliento a la labor que llevamos de-sarrollando 23 años en Valladolid y 41 años en toda España”. Esta organización cuenta en la actualidad con 25 centros en España, otros 14 en Europa y La-tinoamérica y prepara la apertura de otros. Desde su fundación, en 1971 en Sevilla, ha atendido cua-tro millones de llamadas gracias al apoyo de 14.000 voluntarios. De esas llamadas, 80.000 han sido res-pondidas desde el centro de Valladolid, donde cola-boran en la actualidad cuarenta voluntarios, algunos de los cuales arroparon ayer a su presidente. Gon-zález Arranz reconocía que “ahora más que nunca necesitamos gente, apoyo y recursos, sobre todo en estos tiempos de recortes de ayudas sociales”.

Por su parte, Diego Fernández Magdaleno recono-cía que el premio le ha “emocionado” porque, pre-cisamente, “todo lo que tiene que ver con la música contemporánea es lo menos difundido”. Además, señaló que “le hace especial ilusión haber sido ga-lardonado junto al Teléfono de la Esperanza”, una entidad que desarrolla una gran labor social.

Rotary es una organización integrada por líderes empresariales y profesionales dedicada a propor-cionar servicios humanitarios. Su labor en todo el mundo se caracteriza por los sólidos vínculos de compañerismo y los significativos proyectos de servicio. En la actualidad, cuenta con cerca de 1,6 millones de hombres y mujeres distribuidos en 36.000 clubes y actúa en 200 países.

El Teléfono de la Esperanza de Valladolid recibe el premio SERVIR del Rotary Club

Voluntarios del Teléfono de la Esperanza de Valladolid.

Colaboradores del Teléfono de la Esperanza.

“Ahora más que nunca necesitamos gente, apoyo y

recursos, sobre todo en estos tiempos de recortes sociales”,

reclama el presidente del Teléfono de Valladolid

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La cuarta entrega del Premio a la Labor Voluntaria del Año, concedido por el Ayuntamiento de León, sirvió para homenajear al Teléfono de la Esperan-za como entidad destacada, así como a una de sus voluntarias, Sagrario Riaño Villalba, por sus 40 años de dedicación desinteresada al servicio. Un “ejemplo de compromiso social”, como ensal-zó el alcalde, Emilio Gutiérrez, quien alabó la fun-ción de “las más de un centenar de asociaciones de voluntariado que hay en la ciudad”.

La presidenta del Teléfono de la Esperanza, Merce-des Martínez, puso cara a la labor de los 34 volun-tarios que integran el colectivo, que atiende “ma-ñana, tarde y noche, fines de semana y festivos, a las personas necesitadas con una escucha verda-dera, empática, respetuosa y profesional”. Atención telefónica, que en los cinco años de la organización en la ciudad ha atendido a casi 8.000 personas, que se completa además con “diversos cursos y ta-lleres para promover una mejor salud emocional”.

El cuadro de honor lo completó Sagrario Riaño: vo-luntaria en la Hospitalidad de Lourdes desde hace 40 años, acompañante de los sacerdotes ancianos no válidos en la residencia, voluntaria en el Teléfo-no de la Esperanza desde hace 5 años, en la cár-cel desde hace 8 años y en el Hogar del Transeúnte desde hace 12 años. “El voluntario siempre recibe más de lo que da”, dejó como lección.

Sagrario Riaño, segunda por la izquierda, y Mercedes Martí-nez, junto al alcalde de León, premiadas.

León premia al Teléfono de la Esperanza y a una de sus voluntarias por su trayectoria solidaria

Sagrario, una mujer de bienNunca la verás subida a un escenario o dirigien-do al público más allá de media docena de palabras. La vida para ella es mucho más que hablar, sea bella o ruin la palabra. Que sigue al pie de la letra el bien de-cir de Gracián: “lo bueno si breve, dos veces bueno”.

Sagrario es grande en el bien hacer. Después de di-

gerir el trago amargo de la muerte de Segundo –su marido y compañero– la ciudad de León la pone en su frontispicio, ese lugar reservado para las perso-nas de bien, aquellas que han hecho un espacio más amable para todos, espe-cialmente para los más desfavorecidos. La gran-deza de una persona no está en las riquezas que

acumula o en los aplausos que recibe o en los puestos encumbrados que ocupa, sino en la honestidad y en la autenticidad de su vida.

Sagrario es una mujer de una pieza, con un corazón que no le cabe en la pulcra leonina y todo el tiempo del mundo es poco para ella, poco para crear soli-daridad y ternura.

El reconocimiento que el Ayuntamiento de León le ha otorgado como “vo-luntaria del año 2012” ha ganado el aplauso de los transeúntes y meneste-rosos de la ciudad, de los expresidiarios que buscan empezar de nuevo una vida sin tantos tropiezos, de los enfermos que mal-dicen o bendicen sus que-

jidos, de los tristes, los so-litarios, los abandonados, los trastornados que lla-man al Teléfono de la Es-peranza en busca de con-suelo, calor y escucha. No hay reconocimiento ma-yor que el que te dan los de abajo, los que no te lo pueden pagar o aquellos a los que incluso les cuesta ser agradecidos.

En este caso las institu-ciones y los pobres se han unido en un afán común: realzar la bonhomía de una mujer, que con paso lento, tranquilo, sereno, recorre cada día nuestra ciudad enjugando lágrimas y acogiendo desahuciados, como una Teresa de Calcu-ta en medio de nosotros.

Gracias, Sagrario.

Texto: A.C. Foto Ramiro / Diario de León

Texto: Valentín Turrado

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José María Jiménez, vicepresidente internacional de ASITES, y Salvador Moya, presidente del Te-léfono de la Esperanza de Albacete y vocal de la Junta Directiva, recogieron el premio que acredi-ta al Teléfono de la Esperanza como entidad cas-tellano-manchega en el año 2011. Se premia, así, el largo recorrido de la institución en su dedi-cación a los que más sufren en la región.

Cada nuevo año, distintos profesionales reparti-dos por toda la región reciben el reconocimiento a una larga trayectoria desde la Casa de Castilla-La Mancha en Madrid, que no se olvida de las im-portantes labores que se llevan a cabo en la co-munidad autónoma.

Esta nueva edición queda marcada por una extensa lista de nombres propios, compuesta por el depor-tista albaceteño Andrés Iniesta; la diseñadora tole-dana Rosa María Salinas; el comentarista deportivo, natural de Ciudad Real, Tomás Gómez Díaz Ron-cero; el filósofo Ciriaco Morrón, de Guadalajara; el compositor conquense Manuel Millán de las Heras.

Pero no son los únicos castellano-manchegos del año a los que la Casa de Castilla-La Mancha reco-noce su labor, pues ha hecho lo mismo con distintas entidades y asociaciones. En el apartado de pue-blos villas y ciudades, se ha premiado a la localidad ciudadrealeña Almadén, declarada recientemente Patrimonio de la Humanidad. En la sección de ins-tituciones, la ONG Teléfono de la Esperanza ha sido la encargada de recibir el galardón. El Premio Na-cional de Folclore “Hidalguía” ha recaído sobre José Antonio Alonso Ramos, por su labor de investiga-ción del folclore castellano-manchego y la dirección del grupo de la Diputación de Guadalajara. Asimis-mo, también ha sido premiada Globalcaja.

Cabe destacar que la Casa de Castilla-La Mancha en Madrid comenzó su andadura hace ya más de seis décadas. Del año 1951 datan sus comien-zos, sus reuniones en el Café de Levante... y, des-de entonces, ha quedado más que manifiesta su apuesta por el reconocimiento de quienes han de-sarrollado una importante labor en la región y fue-ra de ella, aportando a ésta cierto carácter único.

El Teléfono de la Esperanza recoge el galardón como ONG castellano-manchega del año

Galardonados con los premios de la Casa de Castilla-La Mancha en Madrid. Los dos primeros por la izda. y adelante, José Mª Jiménez y Salvador Moya.

Texto: Laverdad.es Foto: Casa de Castilla-La Mancha en Madrid

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“Habrá que preguntarse qué estamos haciendo y qué se puede salvar después de esta crisis, porque detrás de la angustia siempre queda algo. El últi-mo recurso es la persona y todos somos respon-sables de salir adelante”, sentenció Carlos Gaspar, el presidente del Teléfono de la Esperanza de Na-varra, en la inauguración de las jornadas Nuevos valores para retos actuales que se celebraron en Pamplona los días 5, 6 y 7 de noviembre.

El acto de apertura del ciclo reunió en una mesa redonda a personalidades de diversos ámbitos que lidian, de una u otra forma, con la crisis. Así, se dieron cita José Antonio Sarría, presidente de los empresarios navarros; Ángel Iriarte, delegado de Cáritas; Ángel Gastón, gerente de la empresa Elkarkide; y Carlos Gaspar, que ejerció como an-fitrión. El coloquio que bajo el título Construcción personal para la construcción social aportó una amplia perspectiva de la situación actual al tratar la crisis desde aspectos concretos y muy diferen-tes, pero con un mismo objetivo: qué habrá cam-biado en España cuando termine esta crisis. Los ponentes coincidieron en que la cultura del es-fuerzo y estructuras sociales como la familia, que están debilitadas en la sociedad actual, serán las grandes beneficiadas.

De modo similar, Luis Arbea, filósofo y profesor de psicología en la UNED, incidió en el problema de caracterizar como importante aquello que no lo es y orientar la propia vida de un modo inade-cuado. En una sesión titulada Operación rescate personal, Arbea apuntó la necesidad de salir de esta crisis desde la persona y hacia el resto de prioridades y no a la inversa, priorizando la solu-ción de los problemas.

La clausura de las jornadas estuvo dedicada al deporte. Ruth Beitia, campeona de Europa de sal-to de altura; Andrea Barnó, medalla de bronce en

balonmano en los Juegos Olímpicos de Londres 2012; y Laura García, diploma en judo en los Jue-gos Paralímpicos en Londres; abordaron Records y metas: hacia el crecimiento personal. Pero el deporte actuó solo como excusa para abordar, de nuevo, el éxito personal y su función esencial para acabar con una crisis que va más allá del perfil económico.

Carlos Gaspar, presidente del Teléfono de Navarra: “Todos somos responsables de salir adelante”

De izda. a dcha.: 1. Ruth Beitia, campeona de Europa y de Es-paña de salto de altura. 2. Alfonso Echávarri, coordinador de programas del Teléfono de la Esperanza de Navarra. 3. Carlos Gaspar, presidente del Teléfono de la Esperanza de Navarra. 4. Laura García, diploma en judo en los Juegos Paralímpicos en Londres 2012. 5. Lourdes Barragán, administración Telé-fono de la Esperanza de Navarra. 6. Maite Moro, jefa de pro-gramas y periodista de la cadena COPE en Navarra. 7. Paula Fuentes, psicóloga del Teléfono de la Esperanza de Navarra. 8. Andrea Barnó, medalla de bronce en balonmano en los Jue-gos Olímpicos de Londres 2012.

Texto y foto: Miguel Ángel Echávarri Goñi

El Teléfono de la Esperanza de Navarra organizó las jornadas Nuevos valores para retos actuales para reflexionar sobre las consecuencias sociales de la crisis económica y las oportunidades de crecimiento personal que se presentan en esta época de cambios.

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Algunos de los cursos que imparte el Teléfono de la Esperanza computarán como horas de formación para el profesorado y el personal especializado de los centros escolares navarros, en virtud de un convenio suscrito por el consejero de Educación, José Iribas, y el presidente de nuestra Asociación en Navarra, Carlos Gaspar Koch. Ello implica que se tendrán en cuenta de cara a la acreditación de la formación permanente.

En concreto, podrán acreditarse las actividades formativas relacionadas con los ámbitos de la promoción de la salud emocional y el desarro-llo personal (autoestima, comunicación positiva, inteligencia emocional, encauzando las emocio-nes, elaboración del duelo, etc.) y los programas del área “Enseñando a ayudar, Agentes de Ayu-da” (Conocimiento de sí mismo, Crecimiento per-sonal, Relación de ayuda, curso de Educadores, formación para el voluntariado, formación en di-námicas de grupo, etc.).

El Gobierno de Navarra dará a conocer a través de las webs del Departamento de Educación y de las redes sociales aquellas actividades formativas

organizadas por el Teléfono de la Esperanza que puedan ser de interés para el personal docente y otros profesionales que prestan servicios en los centros escolares y las apymas.

En el marco de este convenio, se prevé además la posibilidad de que el Teléfono de la Esperanza colabore directamente en los cursos que organi-za el Departamento de Educación, así como que el personal técnico de la asociación pueda ofrecer atención a los docentes.

El consejero Iribas ha indicado que con la firma de este convenio “se acerca al profesorado una herramienta de gran valor para el desarrollo de sus tareas y se da un importante respaldo al des-empeño de su autoridad moral”.

En el acto de rúbrica acompañaron a los firman-tes, Fermín Castiella, representante al Depar-tamento de Políticas Sociales; Pedro Beráste-gui, vicepresidente del Teléfono de la Esperanza de Navarra; y Alfonso Echávarri, coordinador de programas de la sede navarra del Teléfono de la Esperanza.

Los cursos del Teléfono de la Esperanza computarán como horas de formación para el profesorado navarro Foto: Navarra.es

Firma del convenio entre la Consejería de Educación de Navarra y el Teléfono de la Esperanza. De izda. a dcha., Pedro Berás-tegui, Carlos Gaspar, José Iribas y Fermín Castiella.

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El 25 de noviembre se celebra cada año el Día Internacional para la Eliminación de la Violen-cia contra las Mujeres. La Comunidad de Ma-drid, con su presidente, Ignacio González, y su consejero de Asuntos Sociales, Jesús Fermosel, a la cabeza, quiso conmemorar este día con la celebración el viernes 23 de noviembre de un acto en la sede del Gobierno regional al que fueron invitadas las organizaciones de volunta-riado que trabajan en este ámbito, entre ellas el Teléfono de la Esperanza. En representación de nuestra Asociación, estuvo presente en la celebración el presidente del Teléfono de Ma-drid, Eladio Morales.

Durante el acto de conmemoración, el presidente regional recordó que este año ya han muerto 43 mujeres a causa de la violencia machista en Es-paña, cinco de ellas en la Comunidad de Madrid. Ignacio González insistió que “el maltrato no es un asunto privado. Cuando a una mujer se la hu-milla y se la golpea, cuando unos niños viven un infierno porque su padre les pega, es toda la so-ciedad la que sufre”.

Asimismo, el consejero de Asuntos Sociales de-nunció que “el silencio es el mayor cómplice y principal encubridor de la violencia machista, por eso también queremos reconocer el coraje de tantas mujeres que han logrado superar el miedo y romper el silencio a través de la denuncia”.

Por otra parte, cada año, personajes destacados del mundo de la cultura, la música o el deporte se unen a la celebración de este día internacio-nal. En esta ocasión, el acto contó con la partici-pación del cantante Álex Ubago, que interpretó el tema No te rindas, y con la lectura dramatizada de la cantante Diana Navarro sobre fragmentos de cartas escritas por mujeres víctimas de la vio-lencia de género.

Tanto si eres víctima de maltrato como si cono-ces un caso cercano de violencia de género pue-des ponerte en contacto con el teléfono gratuito 016. Funciona las 24 horas del día los 365 días del año y no deja rastro en la factura del teléfono. Nadie sabrá que has llamado. Es absolutamente confidencial.

El Teléfono de la Esperanza, presente en el acto de celebración del Día Internacional contra la Violencia de Género

Personalidades asistentes a la celebración en la Comuni-dad de Madrid del Día Internacional contra la Violencia de Género.

Elena Granados, subdirectora de la Comunidad de Madrid para la Atención a las Víctimas de la Violencia de Género, y Eladio Morales, presidente del Teléfono de la Esperanza de Madrid.

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Comunicando

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Cartas de los lectoresEs una tarde calurosa de septiembre de 2012. El verano continúa y la ciudad recu-pera su frenética actividad a la vuelta de las vacaciones. He dejado atrás la calle principal y me dirijo hacia la sede del Teléfono de la Esperanza de Madrid. Reco-rro los últimos metros. Estoy nerviosa pero contenta, ilusionada y expectante. Al llegar a la verja, me detengo, miro la puerta, la fachada, escucho el trino de algún pájaro que vuela por el jardín y me recorre un escalofrío a la vez que se agolpan en mi cabeza recuerdos y pensamientos:

También era el mes de septiembre, aunque no recuerdo la fecha exacta, tal vez fue en 1995. Había recorrido el mismo camino, a la sede, pero yo era otra persona: cansada, deses-perada, confusa, angustiada... En el último año había perdido mucho peso, tenía dolores difu-sos, problemas gastrointestinales, crisis de ansiedad. Me había hecho un chequeo y el informe con-cluyó que mi estado de salud era bueno, salvo una ligera anemia y taquicardia, pero nada patológico que reseñar.

Estaba todo en mi cabeza. El médico me prescribió unas pastillas para dormir y unas vacaciones: “Necesitas descan-sar, lo que tienes es agotamiento nervioso”, me dijo.

Pero ni siquiera de vacaciones conseguí que mi cabeza funcionase. No me sentía bien en ninguna parte. Era imposi-ble huir de mí misma.

Recuerdo especialmente una noche de insomnio. Sabía que estaba haciendo sufrir a mi familia pues estaba triste, an-gustiada, no disfrutaba de nada. A veces, una lágrima me traicionaba y mis hijos pequeños la veían, y me preguntaban: “Mamá ¿por qué lloras? ¿Te duele algo?” Y yo pensaba: “Sí, el alma”. ¡Y ese sentimiento de culpabilidad por hacer daño a quienes más quieres! Esa noche, llegué a ver atractiva la idea del suicidio. Todo acabaría. ¡Punto final!

No sé si fue el instinto maternal: “mis hijos, tan pequeños aún, de 3 y 5 años, dejarles así... Si al menos fueran más ma-yores, que pudieran entender...” O tal vez fue el instinto de supervivencia: “no puede ser, la vida no me puede vencer, tiene que haber algo más... alguna respuesta”. Entonces comprendí que yo sola no podía salir, que necesitaba ayuda, y llamé desesperada y derrotada al Teléfono de la Esperanza.

Y ahí estaba, una tarde de septiembre, de hace ya muchos años, cruzando aquella puerta. Me recibió un psiquiatra, sólo sé que se llamaba Nicolás, a quien creo que nunca tuve ocasión de agradecerle sus primeras sesiones de terapia. ¡Cuán-ta energía me dio! ¡Cómo empezó a disolver mi sufrimiento! No sé qué fue más efectivo, si sus pastillas, o sus palabras.Intuyo que lo segundo.

También Concha, la psicóloga con quien realicé casi un año de psicoterapia. Para mí fue como una segunda madre. Me dio todas las herramientas y recursos que necesitaba. Yo le decía: “siento que he nacido dos veces: mi primer na-cimiento biológico, a través de mi madre; y ahora mi nacimiento psicológico, a través de la psicoterapia”.

Después de eso, mucho trabajo personal: cursos, seminarios, grupos de terapia, libros, libros, libros. Algunos escritos por personas del Teléfono de la Esperanza, como Pedro Ortega o Alejandro Rocamora, y de los colaboradores de la revista AVIVIR. Tengo la sensación de que son mis amigos. A través de sus escritos les he ido conociendo y teniendo afecto por su acompañamiento a lo largo de todos estos años.

Y aquí estoy, otra vez, frente a la verja, años después, con más edad, con más experiencia. Con mis hijos ya mayores, volando por su cuenta, realizando su camino. Orgullosa y con la serenidad que da el deber cumplido. Y ahora sí. Éste

es el momento de devolver la ayuda que me prestaron. De intentar dar a otros lo que en otro tiempo me fue dado al-truistamente y que salvó mi vida del desastre. Aquí estoy, cruzando la puerta de la sede del Teléfono de la Esperanza en Madrid, en mi primer día como voluntaria, para atender y acoger a todos aquellos que, como yo hace unos años, lla-marán buscando una voz que les diga: “Teléfono de la Es-peranza, buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?

Alicia

Aquellos lectores que deseen dar su opinión sobre cual-quier tema tratado en esta revista pueden hacerlo envian-do un correo electrónico a:comunicació[email protected] especificando, por favor, un teléfono de contacto. Los tex-tos no deberán superar las 200 palabras. AVIVIR se reser-va el derecho a publicar las cartas recibidas, así como a resumirlas o extractarlas.

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CENTROS DEL TELÉFONO DE LA ESPERANZA EN ESPAÑAAtención en Crisis

902 500 002ALBACETE C/ Federico García Lorca, 20-1º02001 ALBACETEE-mail: [email protected]

ALICANTEC/ Benito Pérez Galdós, 41-Entr. C03005 ALICANTEE-mail: [email protected]

ALMERÍAPlaza Administración vieja, 1-1º izda.04003 ALMERÍAE- mail: [email protected]

ARAGÓNC/ Lagasca, 13 - 1º50006 ZARAGOZAE-mail: [email protected]

ASTURIASAvda. de Bruselas, 4 bajo33011 OVIEDOE-mail: [email protected]

BADAJOZC/ Ramón Albarrán, 15-1º dcha.06002 BADAJOZE-mail: [email protected]

CÁCERESAvda. de los Pilares, 1- bloque 8-3ºB10002 CÁCERESE-mail: [email protected]

CANARIASC/ Mesa de León, 4 - 3º dcha.35001 LAS PALMAS DE GRAN CANARIAE-mail: [email protected]

CASTELLÓNC/ Segorbe, 812004 CASTELLÓNE-mail: [email protected]

GRANADAC/ Horno del Espadero, 2218005 GRANADAE-mail: [email protected]

HUELVAAvda. de Andalucía, 11 - Bajo21004 HUELVAE-mail: [email protected]

ISLAS BALEARESC/ Miguel Marqués, 7 - 1º07005 PALMA DE MALLORCAE-mail: [email protected]

JAÉNC/ La Luna, 23 - 2º A23009 JAÉNE-mail: [email protected]

LA RIOJAC/ Duquesa de la Victoria, 1226003 LOGROÑOE-mail: [email protected]

LEÓNAvda. Padre Isla, 28 4º Izda.24002 LEÓNE-mail: [email protected]

MADRIDC/ Francos Rodríguez, 51 - Chalet 4428039 MADRIDE-mail: [email protected]

MÁLAGAC/ Hurtado de Mendoza, 3 - “Villa Esperanza” 29012 MÁLAGAE-mail: [email protected]

MURCIAC/ Ricardo Zamora, 830003 MURCIAE-mail: [email protected]

NAVARRAC/ San Blas, 13 - bajo31014 PAMPLONAE-mail: [email protected]

SALAMANCAPaseo de Canalejas, 56 - 1º B37001 SALAMANCAE-mail: [email protected]

SANTIAGO DE COMPOSTELAC/ Diego de Muros, 16 - 1º15701 SANTIAGO DE COMPOSTELAE-mail: [email protected]

SEVILLAAvda. Cruz del Campo, 2441005 SEVILLAE-mail: [email protected]

TOLEDOC/ Panamá, 2 - 1º N.45004 TOLEDOE-mail: [email protected]

VALENCIAC/ Espinosa, 9- 1º- 1ª46008 VALENCIAE-mail: [email protected]

VALLADOLIDC/ San Fernando, 7 - Local47010 VALLADOLIDE-mail: [email protected]

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BARRANQUILLA (COLOMBIA)Calle 53, 50-53BARRANQUILLATel.: (00 57 5) 372 27 27E-mail: [email protected]

BOGOTÁ (COLOMBIA)Cra 25 calle 48-114813 BOGOTÁTel.: (00 57 1) 323 24 25E-mail: [email protected]

CHILLÁN (CHILE)C/ 18 de septiembre, 456380-0650 CHILLÁNTel.: (00 56 42) 22 12 00/02/08E-mail: [email protected]

COCHABAMBA (BOLIVIA)Tel.: (00 591 4) 425 42 42E-mail: [email protected]

LIMA (PERÚ)C/ Gustavo Yabar 221-225. Urbanización Vista Alegre. Santiago de Surco.Tel.: (00 51 1) 273-8026E-mail: [email protected]

LONDRES (REINO UNIDO)Lorrimore Square. SE17 3QULambeth Accord. 336 Brixton Road. SW9 7AATel.: (00 44) 20 77733 0471E-mail: [email protected]

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CENTROS DE PRÓXIMA INAUGURACIÓNMIAMI (ESTADOS UNIDOS), Y SANTO DOMINGO (REPÚBLICA DOMINICANA)

CENTROS EN PROYECTOGUAYAQUIL (ECUADOR), LEÓN (NICARAGUA), PARÍS (FRANCIA), SAN JOSÉ (COSTA RICA) Y SANTIAGO (CHILE)

OPORTO (PORTUGAL)Rua Duque de Loulé 98, 2º esqTel.: (00 351) 222 03 07 07E-mail: [email protected]

PASTO (COLOMBIA)Parroquia de Santiago Apóstol de los Hermanos CapuchinosTel.: (00 57) 3014927430 / (00 57) 3104987978E-mail: [email protected]

QUITO (ECUADOR)C/ Capitán Edmundo ChiribogaN-47227Tel.: (00 593 2) 6000 477 / 2923 327E-mail: [email protected]

SAN PEDRO SULA (HONDURAS)Colonia Alameda, 13 y 14 Avenidas, 5ª calle, N.E.Tel.: (00 504) 2558-0808E-mail: [email protected]

TEGUCIGALPA (HONDURAS)Col. Florencia Norte. 1ª Calle, 1ª Avenida. Casa 4058, 2ª Planta TEGUCIGALPATel.: (00 504) 2232-1314E-mail: [email protected]

ZÚRICH (SUIZA)Bederstrasse 768002 ZÚRICHTel.: (00 41 43) 817 65 65E-mail: [email protected]

VALENCIA (VENEZUELA)Av. Principal Callejón Mañongo. Hogar San José de Mañongo N° 2 Urb. Mañongo.Naguanagua. Edo. Carabobo. Venezuela. Zona Postal 2001.Tel.: (00 58) 241 8433308E-mail: [email protected]

CENTROS DEL TELÉFONO DE LA ESPERANZA EN EL MUNDO

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