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“Hasta los confines con el Evangelio con el Señor hasta el día final” Octubre 2015 / N° 005 Pastor Ock Soo Park www.ocksoopark.net El árbol tiene que estar plantado en la tierra para que dé fruto Génesis 1:9-11

El árbol tiene que estar plantado en la tierra, para que de fruto

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Mensaje del mes de Octubre del 2015, por el pastor Ock Soo Park

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“Hasta los confines con el Evangelio con el Señor hasta el día final”

Octubre 2015 / N° 005

Pastor Ock Soo Park www.ocksoopark.net

El árbol tiene que estar plantado en la tierra

para que dé fruto Génesis 1:9-11

¿Cómo les va queridos lectores?

La vez pasada les expliqué que Dios separó las aguas, y las puso arriba y debajo de la expansión. Hoy les hablaré sobre el tercer día de la creación del mundo.

En Génesis capítulo 1 desde el versículo 9-11 dice: “Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar,

y descúbrase lo seco. Y fue así. Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamo Mares. Y vio Dios que era bueno. Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así.”

Dios ordenó dos cosas distintas

¿Por qué Dios mandó a la tierra que produzca hierba y que dé semilla, y al árbol que dé fruto sobre la tierra?

¿Por qué no sobre los mares?

Nosotros podemos pensar: “claro, es imposible que se produzca hierba so-bre el mar...”, pero yo les voy a decir que yo tengo la clara creencia que si Dios quiere hacerlo así, él tiene el poder para realizarlo. Pero, ¿Por qué Dios mandó que las plantas y las hierbas sean producidas por la tierra y no por el mar?

Un día yo estaba leyendo el libro de Santiago y comprendí estas palabras: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos

abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.” Stg 1:5-7

El mar es igual al corazón dudoso de un hombre. El pasaje de Santiago nos da

a conocer el corazón de ciertas personas, ya que hay algunos que si tienen la fe en las palabras de Dios, sin duda las creen; pero, el corazón de otras personas no es así. Tales personas dudan, y a veces es muy imposible de creer en la palabra de Dios. Es desde ese momento que surgen muchas preguntas en el corazón.

Las preguntas frecuentes de tu corazón

“Realmente ¿El señor habrá perdonado todos mis pecados? ¿De verdad el Señor escuchará mis oraciones? ¿Es cierto que Dios está conmigo?”

A este tipo de corazones, Dios los comparó con la onda del mar, aquel que es arrastrada por el viento. Pero, si el corazón no es influenciado por el mundo, cree también que Dios cumple sus promesas, y si así, confía fuertemente en las pala-bras de Dios, ése es realmente un corazón firme al igual que la tierra.

Algunas personas dudan que Dios escuche sus oraciones. A veces piensan que Dios está escuchándoles, pero en ciertas ocasiones piensan que Dios no les escu-cha. Otras personas dicen que el Señor Jesucristo murió en la cruz por sus peca-dos, pero dudan de lo que dice la Biblia. Por eso, están en conflictos de creer y pensar que ya son justificados por el Señor e incluso piensan que aún les quedan algunos pecados en sus corazones.

A este estado del corazón, Dios lo comparó con la onda del mar, que es arras-

trado por el viento. En el libro de Santiago nos dice que ese tipo de personas no pueden recibir nada del Señor. En la Biblia, también hay muchas promesas de Dios a nuestro alcance, y tenemos el deseo que aquellas promesas se cumplan en nuestras vidas ¿Pero cuál es el problema? El problema es que no tenemos la fe de que esas promesas se van a cumplir.

¿Cómo actúa la fe?

La Biblia nos habla en el libro de Hebreos 11:1 “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.

Hoy en día muchas personas aspiran que su fe se vuelva realidad. Pero en su corazón no hay la convicción de que su petición se realizará por la fe.

Dios les daría con seguridad los frutos a ustedes, si es que no le dan importancia a cualquier pensamiento que se levante en contra de dicha promesa, y a la vez creen las palabras de Dios, guardando en sus corazones solamente las promesas.

Al igual que Dios no permitió que el mar produzca las hierbas, los árboles y las flores, así también un corazón que duda constantemente no obtendrá frutos como las ondas del mar, pero un corazón firme por la fe en Dios, sí obtendrá los frutos de Dios.

Una vez yo estuve gravemente enfermo del estómago durante muchos meses, y la pasé sin poder comer muy bien. Para ese entonces yo tenía que ir a las cam-pañas evangelísticas de diferentes lugares, porque ya todo había sido planificado con anterioridad.

Yo tenía que ir a esos sitios a predicar, soportando el dolor estomacal. La comida salada, el picante, y cosas ácidas me provocaban mucho padecimiento. Andaba muy enfermo. En unos meses disminuí muchísimo de peso.

Un día estuve orando a Dios para que sa-nara mi estómago. Cuando estaba orando a Dios, me acordé de un versículo que dice así: “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.” San Marcos 11:24

Parecía que Dios me estaba contestando así: “Ten fe de que ya estás sano, ten fe de que has recibido la respuesta.”

Mi situación en aquel momento era que yo estaba apenas tomando nada más que un cal-do. Pero si yo creería a las palabras de Dios,

en que ya estoy sano, entonces debería empezar a tomar el café, los picantes y la carne...!

Calculé que si yo empezaba a comer todas estas comidas, enseguida me moriría. Entonces yo oré a Dios así: “Señor, si tú me sanas, entonces te creeré.” Pero Dios continuamente me decía: “Si me crees, entonces te sanaré.” Cerré mis ojos y empecé a pensar: “Realmente… ¿seré sano, si creo en las palabras de Dios? Dios no puede ser un mentiroso…”

Las palabras de Dios no cambian, ni antes ni ahora. Finalmente yo decidí creer en las palabras de Dios en mi corazón, porque con aquellas palabras, Dios creó el Universo, y las mismas palabras están obrando ahora mismo.

Aunque me seguía doliendo mi estómago, yo creí que ya estaba sano. En aquel día tuvimos visitas en mi casa, y mi esposa había preparado muchas comidas es-peciales como la carne adobada con picante, las verduras picantes, kimchi, etc. Aquel día estuve comiendo todo aquello, yo las comí con la fe. Yo decía: “mi estó-mago ya está sano, porque yo le oré al Señor por ello, y mi Dios ya me sanó.”

Mi esposa al verme se sobresaltó. ¿Saben ustedes qué pasó después de comer la comida? De repente me dolió tanto mi estómago que fui corriendo al baño. Estuve agachado abrazando mi estómago con mucho sufrimiento. Y entonces dije: “Lo que estoy viendo es solamente la circunstancia. La promesa de Dios está viva. Dios no es un mentiroso, pues a pesar del dolor que tengo, ya estoy curado”.

En el siguiente momento de comer, comí un platazo de comida. En el mismo día por la noche, fui a visitar a una casa y allí también comí exageradamente. Y al día siguiente pude descubrir que mi estómago ya estaba curado por completo.

Muchas personas cuando están enfermas oran a Dios para que se sanen. Luego

cuando se sienten bien, piensan que ya están sanos, pero cuando no se sienten bien, creen que no están sanos, esto es porque creen en las circunstancias y no en las palabras de Dios.

Dios nunca cambia

¡Señores!, las circunstancias cambian, pero Dios no cambia. Su corazón florece-rá cuando ustedes crean en el Dios que nunca cambia sus palabras. Las palabras de Dios muchas veces son diferentes a nuestras circunstancias.

Satanás nos engaña por muchas cosas haciéndonos creer que mis opiniones son mucho mejores que las palabras de Dios. Eso hace para que no creamos a Dios. Al igual que cuando una persona sigue al espejismo en el desierto. Tal persona se va por el espejismo porque piensa que está yendo hacia el agua.

Actualmente, también muchas personas están yendo hacia sus pensamientos y

así están muy lejos de las palabras de Dios. Ahora nosotros tenemos que darnos la vuelta, desde la vida que hemos vivido, siguiendo por nuestros propios pensa-mientos, hacia la fe de creer en las palabras de Dios.

Dios dará los frutos a nuestro corazón, si creemos en las palabras de Dios, sin darle importancia a nuestra circunstancia, ni tampoco darle importancia a lo que ven nuestros ojos. En sus corazones, Dios obrará por el Espíritu Santo y nos traerá un cambio espectacular.

Después de aquella experiencia, pude ver muchas obras de Dios en mi vida, porque pude aceptar las palabras de Dios. Yo les quisiera aclarar a ustedes por el testimonio de mi propia vida, que las palabras de Dios están vivas y trabajando.

¡Queridos lectores! Dios está vivo ahora y sus palabras también. Recibirán la bendición de Dios si aceptan las palabras de Dios. Si quiebran sus propios corazo-nes, podrán experimentar la obra de Dios. Si aceptaran, por la fe, las palabras de Dios, aunque parezcan diferentes que sus opiniones y sus pensamientos, habrá un gran cambio en sus vidas.

Espero que todos ustedes crean en las palabras de Dios, para que las palabras

vivas puedan trabajar en sus propias vidas. Gracias.