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EL ARREPENTIMI ENTO y LA LITERATURA León Pacheco (1 ) El poeta nicaragüense Luis Alberto Cabrales, en LA PRENSA de Managua del 22 de marzo de 1970, se ocupa de nuestro libro TRES ENSAYOS APASIONADOS, en un comentario polémico. No podía ser de otra manera, pues las pasiones siempre son polémicas, aun cuando con su calor humano se discutan ideas y se definan pensa- mientos. Se mete con nuestra edad, ya bastante trajinada por los tumbos de la vida, para recordar viejos tiempos de un París hoy muerto para siempre. No recordamos haber conocido, en ese entonces de nuestra juventud, a este poeta y comentarista, qui- zás por las razones que él mismo aduce para justificar sus dudas. Nos movimos en esos tiempos entre los latinoamericanos notorios que vivían en París y también entre los jóvenes franceses que formaban el grupo de los surrealistas. Nunca frecuentamos políticos y menos políticos reaccionarios como eran todos los que constituían la plana mayor de la ACTION FRANCAISE. Sólo recordamos haber estado una vez con Charles Maurrás por razones de nuestro oficio de Periodistas. Lo entrevistamos en el restaurante de la Gare d'Orsay donde el teórico del nacionalismo francés a ultranza, notable escritor de claridad un poco manida que recordaba la buena prosa del siglo XVII, solía tomar su desayuno. Maurrás habitaba cerca de la estación, en la rue de Lille. La entrevista fue difícil porque el maestro del "royalisme" era sordo y era preciso conversar con él por medio de preguntas escritas que contestaba con una escri- tura nerviosa y malhumorada. Fue éste nuestro único contacto con los hombres de la reacción francesa, cuyo recuerdo parece halagar la memoria del poeta nicaragüense que, como nosotros, "debe ser autor de gran edad". Olvidábamos decir que estos faná- ticos del nacionalismo terminaron sus días como miembros de la colaboración, con. la Alemania nazi a lo cual los llevaron sus teorías trasnochadas. Pero esta es la parte anedótica del comentario polémico que le provocó nuestro libro al poeta nicaragüense. De su lectura dice al final de su artículo: "Me confieso arrepentido de haber leído a León Pacheco", Nosotros no nos confesamos arrepentidos de haber escrito nuestras páginas que han hecho posible este comentario de José Luis Cabrales. Lanzamos nuestras páginas al viento y a veces caen en la cesta de los papeles inútiles, pero a veces frente a los ojos avispados de hombres sutiles, de buena memoria y de erudición sagaz. Vale la pena, en este último caso, escribir, pues la polémica es la fuerza que nos mantiene en la juventud, a pesar de los años que ya enervan nuestra propia razón de existir. Nos agrada que le agrade nuestra visión apasionada de los versos de César Vallejo. El ensayo que le consagramos 10 escribimos con sangre del espíritu. Fue Vallejo uno de esos latinoamericanos excepcionales que vivían en los años 20 en París. Formó parte de nuestro círculo. Extraña fue nuestra amistad como extraños son sus versos que hoy constituyen el pan lírico de cada día de quienes saben que el lirismo es la mejor cosecha humana. No conocemos desafortunadamente el ensayo de Ca- brales sobre nuestro viejo amigo y esto nos duele, pues tiene que ser un estudio de gran interés. En primer lugar, suponemos se enfrenta al marxismo del poeta peruano, (1) La República (San José, 19 de abril de 1970).

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EL ARREPENTIMI ENTO y LA LITERATURA

León Pacheco (1 )

El poeta nicaragüense Luis Alberto Cabrales, en LA PRENSA de Managua del22 de marzo de 1970, se ocupa de nuestro libro TRES ENSAYOS APASIONADOS,en un comentario polémico. No podía ser de otra manera, pues las pasiones siempreson polémicas, aun cuando con su calor humano se discutan ideas y se definan pensa-mientos. Se mete con nuestra edad, ya bastante trajinada por los tumbos de la vida,para recordar viejos tiempos de un París hoy muerto para siempre. No recordamoshaber conocido, en ese entonces de nuestra juventud, a este poeta y comentarista, qui-zás por las razones que él mismo aduce para justificar sus dudas. Nos movimos enesos tiempos entre los latinoamericanos notorios que vivían en París y también entrelos jóvenes franceses que formaban el grupo de los surrealistas. Nunca frecuentamospolíticos y menos políticos reaccionarios como eran todos los que constituían la planamayor de la ACTION FRANCAISE. Sólo recordamos haber estado una vez conCharles Maurrás por razones de nuestro oficio de Periodistas. Lo entrevistamos enel restaurante de la Gare d'Orsay donde el teórico del nacionalismo francés a ultranza,notable escritor de claridad un poco manida que recordaba la buena prosa del sigloXVII, solía tomar su desayuno. Maurrás habitaba cerca de la estación, en la rue deLille. La entrevista fue difícil porque el maestro del "royalisme" era sordo y erapreciso conversar con él por medio de preguntas escritas que contestaba con una escri-tura nerviosa y malhumorada. Fue éste nuestro único contacto con los hombres de lareacción francesa, cuyo recuerdo parece halagar la memoria del poeta nicaragüenseque, como nosotros, "debe ser autor de gran edad". Olvidábamos decir que estos faná-ticos del nacionalismo terminaron sus días como miembros de la colaboración, con. laAlemania nazi a lo cual los llevaron sus teorías trasnochadas. Pero esta es la parteanedótica del comentario polémico que le provocó nuestro libro al poeta nicaragüense.De su lectura dice al final de su artículo: "Me confieso arrepentido de haber leídoa León Pacheco",

Nosotros no nos confesamos arrepentidos de haber escrito nuestras páginas quehan hecho posible este comentario de José Luis Cabrales. Lanzamos nuestras páginasal viento y a veces caen en la cesta de los papeles inútiles, pero a veces frente a losojos avispados de hombres sutiles, de buena memoria y de erudición sagaz. Vale lapena, en este último caso, escribir, pues la polémica es la fuerza que nos mantiene enla juventud, a pesar de los años que ya enervan nuestra propia razón de existir.

Nos agrada que le agrade nuestra visión apasionada de los versos de CésarVallejo. El ensayo que le consagramos 10 escribimos con sangre del espíritu. FueVallejo uno de esos latinoamericanos excepcionales que vivían en los años 20 en París.Formó parte de nuestro círculo. Extraña fue nuestra amistad como extraños son susversos que hoy constituyen el pan lírico de cada día de quienes saben que el lirismoes la mejor cosecha humana. No conocemos desafortunadamente el ensayo de Ca-brales sobre nuestro viejo amigo y esto nos duele, pues tiene que ser un estudio degran interés. En primer lugar, suponemos se enfrenta al marxismo del poeta peruano,

(1) La República (San José, 19 de abril de 1970).

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y después porque debe tratar de liberado de sus agnosticismo por medio de la negacióndel materialismo histórico a que tan aficionado fue el autor de TRILGE. Y decimosesto porque Cabrales nos cobra la frase en que afirmamos: "Lo importante es queasistimos en esta poesía a un- mundo épico sin Dios". Seguimos creyendo lo mismo,es decir, que puede existir un mundo épico sin Dios, sobre todo después de la angustiahumana a que han arrojado al hombre las religiones cuya misión es salvarlo, mientraslo que hacen es lanzarlo incesantemente a la incredulidad. Además, todos los poetasde nuestro tiempo, existenciales por definición y por arraigo, llevan en su concienciaeste sentimiento arreligioso en que Dios es una sombra vaga. Esto no les quita nada.Los poetas satánicos siguen siendo grandes poetas a pesar de su satanismo. Lo queinteresa en ellos e~ su auténtico lirismo, es decir, que son grandes poetas más allá detoda definición. Como también interesan los místicos eximios que, como San Juande la Cruz, invocaron la eternidad para hacer vivir esa eternidad en la sensación con-tagiosa de su lirismo magnífico. No contradice en absoluto la poesía de Arturo Rirn-baud la de San Juan de la Cruz. Es más, un excelso poeta católico de nuestro tiempo,Paul Claudel, dice que Rimbaud es "un místico en estado salvaje".

El comentarista nicaragüense se basa en eso que él llama "una imperdonableligereza" para seguir el hilo de sus ideas y extrañarse de que digamos: "Cuán lejosestán nuestros indios enmudecidos en su profundidad humana de los griegos parlan-chines y sofistas". No nos explicamos por qué salta del agnosticismo a esta afirmación.Esta es una verdad de Perogrullo, pues el silencio indígena americano nada tiene quever con la claridad insultante del Mediterráneo. Nos quedamos con la barbarie nues-tra, muy nuestra, más que con la pendantería griega, pese a sus contornos civiliza-dores, y mal que le pese al poeta Cabrales, que cree que sentimos desprecio por nues-tra robusta raza. Bastaba ver y sentir a César Vallejo para sentir el misterio de nuestrosindios. Y basta leer sus versos para ahondar, sin mucho costo, en la intimidad deeste misterio.

En cuanto a la alegría de la vida que se respira en los poemas de Vallejo esauténtica. Un poeta que se realiza con tan intensa alegría no pudo sino gozar inten-samente de la vida. No de los bienes materiales de la existencia, "los pequeños cui-dados", que decía Rubén Darío. El goce de estos bienes es muy relativo, aun cuandosabemos cuán duros fueron los días, los meses y los años de nuestro pobre amigo. Nosabemos si Cabrales conoció en París a César Vallejo como lo conocimos y quisimosnosotros. Fue hombre que muy poco se preocupó de su bienestar, que vivió siempreen función de su compromiso y de su arte. Sin embargo de su pobreza, había algode optimista en su tristeza y en su abandono. La alegría vital es cosa muy distinta acomo parece entenderla este comentarista. Quizás los hombres más ricos son aquellosque saben renunciar a todo. Esta es la fuerza constructiva de Cristo. La máximaalegría está en la conciencia. Y el gozo de esa alegría es la materia nutritiva de todapoesía

No hemos pretendido, en nuestras reflexiones sobre don Miguel de Unarnuno,descubrir el agua caliente. Cuando abordamos sus ensayos fundamentales bien sabía-mos que sobre estos libros existe toda una literatura, toda una exégesis, a la cual nopoco contribuyó el mismo maestro de Salamanca. Lo que nos importó fue lo que esoslibros habían dejado en nuestro espíritu, por qué nos indujeron a afinar nuestra pro-pia angustia. No quisimos explicar a Unamuno, 10 cual resulta ridículo y temerario.A Unamuno no se le explica como no se explica a Pascal ni a Montaigne. A Unamunose le siente, se le vive, se le combate, se pelea con él. Unamuno es de esos espíritusque están más allá de toda clasificación y por eso, cuando uno se enfrenta a sus ideas,siempre dejan algo nuevo en la inteligencia. Nada más y nada menos. Pretender hacerun sistema del pensamiento de don Miguel de Unamuno es el mayor de los absurdoscuando no el más divertido de los disparates. Aun el mismo maestro, que se burlóde sus ideas y ocurrencias, tomándolas, eso sí, siempre muy en serio, como hombre

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de pasiones firmes y contradictorias que era, no lo hubiera permitido. Alguna noche,en casa de Andrés Suárez, lo oímos explicar su AGONIA DEL CRISTIANISMOY la suya no fue una explicación sino una nueva agonía del cristianismo. Unamunopensaba en el filo de la navaja, tejía y tejía ideas, paradojas, chistes filosóficos, enredosespañoles. Seguimos su método, lo confesamos con el perdón de sus manes, y tratamosde formular algunas conclusiones que son las que parecen desconcertar al críticonicaragüense.

Es muy fácil destruir ideas y conceptos citando aisladamente un texto. El lector,para formarse un juicio, debe conocer el contexto donde generalmente se explica loque la malicia quiere hacer prevalecer. Es lo que hace este comentarista, como lohacen, por lo demás, todas las gentes cuando sus rutinas de pensamiento se sientenincomodadas por los autores que leen y a los cuales terminan por decides que se arre-nienten de haberlos leído.1

No defiende, a pesar de las sutilezas, la tradición filosófica de España. Novemos la necesidad de hacerla porque cada nación posee su genio propio y en él serealizan sus verdaderas creaciones. España no es país de filósofos. España es paísde místicos (de máximos escritores). Nadie, que sepamos, haría una excursión a Españapara documentarse en una filosofía vigente y para encontrar en su acervo ideológico unsistema que explique lógicamente los problemas del mundo. El pensamiento de Españaes trascendente sin ser trascendental. Los sistemas filosóficos se buscan en Francia,en Alemania, en Inglaterra y en nuestros días en Estados Unidos. En cambio, laexplicación mística del mundo se buscará provechosamente en sus mejores escritores.Es cierto que España tuvo su pensamiento renacentista porque en esa época fue laprimera potencia de Europa. Pero nunca tuvo una filosofía como sí la han tenido y lasiguen teniendo Francia, Alemania, Inglaterra. La autoridad que cita Cabrales es Me-néndez y Pelayo. Este eminente polígrafo español, en efecto, en su discurso en laAcademia de Ciencias Murales y Políticas del 15 de mayo de 1891, CRITICISMO YESCEPTICISMO, trató de demostrar, entre otras cosas, que Descartes, el primerfilósofo moderno, no hubiera existido sin Vives y sin Gómez Pereira. Que Montaignese inspiró en Raimundo Sabundio. Debemos aclarar que nadie conocería a este ingenioteológico si no fuera por la traducción excelente, que es en verdad una anotación magis-tral del pensador español, del autor de los ENSAYOS. y de esta manera trata deseguir probando la influencia filosófica de España en Europa. Si se hila por lo másdelgado tendría que llegarse a la conclusión de que sólo tres filósofos han existido enel mundo occidental y que de ellos se deriva todo el pensamiento europeo: Sócrates,Platón y Aristóteles que plantearon, y resolvieron a su manera, los problemas metafí-sicos que han inquietado al hombre a través de la historia. Tendríamos que llegarhasta nuestro tiempo y tropezar con Hegel para encontrar un filósofo cuya talla nodesdice frente a los pensadores griegos. Pero no es el caso de Cabrales, suponemos,ni de los antihegelianos de nuestros trópicos atolondrados.

Albert Carnus es, ante todo, un gran prosista, quizás el máximo de la lenguafrancesa de la segunda mitad del siglo XX. Si nos ocupamos de él como filósofo esporque tiene dos libros en los cuales analiza el pensamiento de nuestro tiempo y seincorpora a sus corrientes: LE MYTHE DE SISYPHE Y L'HOMME REVOLTE.Es verdad que sus tesis filosóficas las defiende con mayor maestría en sus novelas yen sus piezas de teatro. Al igual que Vallejo y Unamuno se halla en la torrentada delexistencialismo, hoy tan de capa caída, pero cuyas tesis son una de las mayores mani-festaciones de nuestro siglo. A los tres los une el sentimiento trágico de la angustia, dela nada, de la muerte. Camus le agrega el sentimiento del absurdo. Son la pasión denuestros ensayos, la fuerza que les da unidad. Por lo menos es lo que pretendemosen estas páginas escritas en un momento de crisis, lejos de la patria.

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Le recordaremos a nuestro crítico, que siente alergia por la lectura de lasnovelas, este hecho que nos sucedió por los tiempos en que éramos estudiantes enParís. El verdadero formador de la Francia contemporánea, el profesor Alain, le res-pondió cierto día a uno de nuestros condiscípulos que le preguntó dónde se podíainformar sobre el pensamiento filosófico romántico: "Lea a Balzac. En sus novelasencontrará 10 que no le dirán varios tomos escritos por los más notables especialistas".Ahora mismo Jean-Paul Sartre, que sí es un filósofo, anuncia que sui próximo libro defilosofía es un estudio sobre el novelista Gustave Flaubert. Suponemos que lo escribe,no porque sienta nostalgia de las deliciosas liviandades de Madame Bovary, sino por-que en las novelas del normando se halla todo lo que el ácido polemista francés ansíaconocer del genio de su pueblo.

Ya ve José Luis Cabrales, cómo el "arrepentimiento" tiene sus ventajas paralos que no nos arrepentimos de leer lo que nos cae entre manos. Los achaques de lavejez no nos han quitado el entusiasmo de la juventud para saber que la beligeranciaes siempre una virtud de los espíritus alertas.