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El arte de postergarPSICOLOGÍAUn nuevo libro contradice la norma de no dejar para mañana lo que puedas hacer hoy y argumenta que las mejores decisiones se toman en el último minuto.Sábado 28 Julio 2012
La mayoría de los seguidores del deporte blanco cree que en partidos como la final del torneo de
Wimbledon gana quien responde más pronto. Sin embargo, estudios recientes demuestran que lo cierto
es lo contrario. Así fue el año pasado, en la final entre Novak Djokovic y Rafael Nadal. Según
investigadores especializados en deportes de gran velocidad, el serbio ganó pues su secreto es que
espera milésimas de segundos más que su oponente para contestar.
Las cuentas son así. El servicio del contrincante se acerca a 160 kilómetros por hora, lo que significa
que Djokovic tiene entre 400 y 500 milésimas de segundo desde que la bola sale hasta que llega a su
raqueta. Lo primero que hace es contraer los músculos y moverse al punto donde debe ejecutar el
golpe. Esto sucede casi de manera instantánea, en 100 milésimas de segundo, por lo cual le queda
tiempo de sobra. No obstante, el tenista no se impacienta por contestar sino que espera, analiza la
información sobre la velocidad y trayectoria de la bola y, con base en eso, decide, se prepara y golpea.
“Djokovic gana porque sabe procrastinar a la velocidad de la luz”, dice Frank Partnoy, profesor de
Finanzas y Leyes de la Universidad de San Diego, California, y autor del libro Wait, the art and science
of delay (Esperar, el arte y la ciencia de demorarse), que acaba de aparecer en librerías de Estados
Unidos. Según él, administrar esa pausa, como hace el tenista, funciona con éxito en todos los aspectos
de la vida cotidiana.
Todo depende del tiempo que exija el reto. Por eso lo primero que se debe preguntar es cuánto tiempo
tomará hacerlo y cuánto plazo hay para cumplir la tarea. Lo segundo es demorar la respuesta hasta el
último momento. Si se tiene solo una hora, hay que esperar hasta el minuto 59; si se tiene un año, hay
que tomarse, sin remordimiento, 364 días; si solo se tiene un segundo, la mejor decisión se da cuando
queden unas milésimas de segundo.
Partnoy entrevistó a más de 100 expertos en diferentes campos y revisó cientos de estudios que
muestran los beneficios de aplazar. Los seres humanos, dice, tienden a actuar impulsivamente y esto se
ha marcado aún más con internet, un medio en donde fluye información a mayor velocidad que antes.
“Hay señales de que la gente decide mal porque actúa muy pronto. La evidencia científica sugiere que la
gente está mejor, tiene más éxito y está más feliz si demora sus decisiones”, dice el autor.
El libro ha generado gran curiosidad porque va en contravía del lema “no dejes para mañana lo que
puedes hacer hoy”. Pero actuar rápido, basado en la intuición, puede ser catastrófico, y el autor da
ejemplos de hechos reales para probarlo. El más trágico es el del capitán del barco USS Vincennes
quien en 1988 ordenó derribar un avión en pleno vuelo con 290 personas a bordo porque creía que se
trataba de un bombardero iraní. También esta el caso de Lehman Brothers, cuyos directivos, en 2005,
acogieron la teoría de Malcolm Gladwell , autor de Blink, un libro en el que se asegura que los dos
primeros segundos son suficientes para tomar una buena decisión. “Con base en esta idea se tomaron
las peores decisiones en la historia de los mercados financieros”,dice Partnoy.
Y es que, además del tenis, manejar un tiempo de espera es beneficioso en las finanzas. Partnoy
expone el caso del millonario Warren Buffett, cuyo lema es “hacer poco y lo más tarde posible”. Esta
idea también aplica en el fútbol, pues está comprobado que el método más efectivo para tapar un tiro
penalti es que el portero se quede quieto hasta el último momento.
En una sala de emergencias, aunque parezca inverosímil, hay campo para procrastinar. “El cirujano
tiene que tomar decisiones relativamente rápidas pero toda la demora que pueda darse en ese lapso es
buena”, dice. En hospitales donde han adoptado esperar un minuto en ciertos procedimientos se ha
visto una reducción de muerte de 50 por ciento, según el autor.
Darse un tiempo ayuda a tomar decisiones más objetivas debido a que las personas tienen sesgos. En
un estudio publicado en el Journal of Internal Medicine, en 2007, se encontró que algunos médicos eran
proclives a prescribir tratamientos menos agresivos a pacientes afroamericanos. “Muchos no se
consideraban racistas pero las decisiones que tomaron impulsivamente los llevó a tratar a algunos de
manera diferente”. En cambio, los que analizaron la situación y descifraron que el estudio podría estar
enfocado en determinar si ellos tenían prejuicios raciales, trataron a todos sus pacientes de igual forma.
Algo parecido sucede en los sitios web para conocer pareja, donde la gente rechaza posibles candidatos
con solo ver su foto. Partnoy da el ejemplo de It’s just lunch, un portal que aconseja a sus clientes evitar
las decisiones rápidas y, a cambio, sugiere salir a almorzar con sus potenciales parejas antes de
descalificarlas o aprobarlas.
Demorarse ayuda en asuntos personales como pedir perdón. A la gente se le educa para excusarse
inmediatamente después de una falta, y eso funciona si se trata de una situación menor. Pero los
estudios científicos señalan que en temas más graves, como una infidelidad, las excusas son más
efectivas si se espera pues “hay que darle tiempo al ofendido de procesar la información sobre lo que
pasó”.
Todo el mundo procrastina porque siempre habrá cosas para hacer que pueden aplazar. Pero mientras
para los griegos esta práctica era bien vista, hoy todos se sienten culpables al aplicarla. Partnoy explica
que postergar se empezó a ver mal en 1970, cuando Peter Drucker y otros expertos en administración
reforzaron la importancia de hacer las cosas ahora para ser más eficientes.
Sin embargo, Partnoy ha encontrado que hacerlo es bueno cuando el tiempo de tardanza se administra
bien. En el ejemplo del estudiante que espera al último minuto para hacer un trabajo, la clave es
entender cuán rápido puede hacerlo. “Si le toma cuatro días, empezar a estudiar dos días antes de la
entrega es esperar demasiado”, explica.
La psicología diferencia entre procrastinación pasiva, que implica no hacer nada, y la activa, cuando
alguien deja de hacer algo para ocuparse de un asunto prioritario. “La pregunta no es si estamos
procrastinando sino si lo estamos haciendo bien. No todos los ‘emails’ requieren de una respuesta
inmediata, no todos los clósets se deben limpiar todos los días”, dice. Y una manera de saberlo es
preguntarse si los beneficios de postergar una tarea son mayores que sus costos. Partnoy, quien como
buen académico se considera un procrastinador, recuerda que su mamá un día le pidió que arreglara su
cama antes de irse para el colegio, porque alguien iba venir a las seis de la tarde y no quería que su
cuarto estuviera en desorden. Como sabía que le tomaría un minuto hacerla, Partnoy esperó a que
fueran las 5 y 59 para ocuparse del asunto.
John Perry, un profesor de Filosofía de Stanford University, quien en 1996 estableció el concepto de
procrastinación estructurada, cree que quienes la ejercen postergan actividades porque no tienen
motivación suficiente para hacerlas. Para evitar eso sugiere hacer una lista encabezada por cosas
importantes, que seguramente no querrá hacer y postergará, seguidas de otras no tan importantes que
también debe hacer. Los procrastinadores cometen el error de minimizar sus obligaciones pues creen
que si tienen pocas cosas que hacer, se ocuparán de lo importante. En la práctica terminan de brazos
cruzados.
El libro de Partnoy no pretende ese tipo de inactividad sino ayudar a que la gente no se sienta mal por
procrastinar, a tomarse una pausa, a contemplar toda la escena, antes de actuar. Pues, como decía
Mark Twain, no tiene sentido “dejar para mañana lo que se puede hacer pasado mañana”.