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EL ASIENTO VACÍO Olimpia era una niñita indígena que vivía en un país de la América Central. Cuando tenía doce años entregó su corazón a Jesús y fue bautizada. La ley de su país exigía que todos los niños asistieran a la escuela seis días por semana. Así que Olimpia debía asistir a la escuela los sábados también. Pero ella no quería asistir a la escuela en el día de Dios, porque era un día santo. La niñita estaba afligida. “¿Qué puedo hacer? —pensaba ella—. Como la maestra parece simpatizar conmigo, voy a pedirle que me permita faltar los sábados”. Muy silenciosamente Olimpia se dirigió hacia la maestra para hacerle su pedido. En la gran aula todos interrumpieron sus trabajos y observaron a Olimpia. Se preguntaban qué estaría diciendo su condiscípula, porque la maestra parecía disgustada. Los alumnos no tuvieron que esperar mucho tiempo. La maestra dijo en voz alta: “Eso de guardar el sábado es una estupidez. Nosotros tenemos clase seis días por semana, y Ud. señorita Olimpia, debe venir a la escuela como todos los demás”. Esta era una prueba grande para una niña tan pequeña. ¿Iría a la escuela o guardaría el sábado? Ella oró acerca de esto. Cuando la maestra pasó lista el sábado siguiente, Olimpia no estaba presente. Había ido a la iglesia. La maestra se sorprendió al ver que su alumna no había obedecido, porque siempre había sido muy obediente. El lunes de mañana Olimpia estaba en su sitio en la escuela. El aula estaba muy silenciosa. Casi nadie se movía y nadie decía una palabra. Todos miraban a la maestra y se preguntaban qué sucedería ahora. La maestra dijo: “Olimpia, puedes pasar al frente”. La valiente niñita hizo lo que la maestra le decía, pero su corazón latía fuertemente. Por un momento la maestra la miró sin decir una palabra. Entonces le preguntó: “Olimpia, ¿por qué no estuviste en la escuela el sábado?” Olimpia contestó: “Porque era el día de descanso y yo debía guardarlo”. La maestra volvió a preguntar: “Pero, ¿por qué debes guardar el sábado?” Todos los niños escuchaban atentamente. Olimpia contestó: “Porque Jesús guardó el séptimo día como día santo y pronto vendrá para buscar a todos los que le obedecen”. La maestra parecía no saber qué decir, pero al fin dijo: “No debes faltar otro sábado, porque si lo haces serás castigada, Olimpia”. La niñita regresó a su asiento y pensó, y pensó. Ella no podía ir a la escuela los sábados. Cerró los ojos y oró: “Querido Jesús, ayúdame a guarda tu santo día, amén”. El siguiente sábado el asiento de Olimpia estaba vacío. Pero cuando llegó el lunes de mañana, Olimpia estaba como de costumbre en la escuela. La maestra la llamó nuevamente, y le dijo: “Te quedarás parada en frente de la clase desde las ocho hasta las diez”. ¡Dos largas horas! ¡Cómo le dolían las piernas a Olimpia! Los niños se reían y burlaban de ella, pero Olimpia no lloró. Recordaba cuánto había sufrido Jesús por ella. ¡Sin duda estaría dispuesta a sufrir por él! Pasaron las semanas. Cada sábado Olimpia iba a la escuela sabática y cada lunes de mañana permanecía parada dos horas delante de la clase. La maestra notó que Olimpia era bondadosa y cumplidora. Aun cuando la niña era castigada nunca decía una palabra descortés. Una mañana la maestra dijo amablemente: “Olimpia, no necesitas pasar adelante para ser castigada. Desde hoy en adelante puedes faltar a la escuela los días sábados. Eres una niñita fiel y todos te amamos”. ¡Qué feliz se sentía Olimpia de haber sido fiel en guardar el santo sábado de Dios!

El asiento vacio

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  • EL ASIENTO VACO Olimpia era una niita indgena que viva en un pas de la Amrica Central. Cuando tena doce aos entreg su corazn a Jess y fue bautizada. La ley de su pas exiga que todos los nios asistieran a la escuela seis das por semana. As que Olimpia deba asistir a la escuela los sbados tambin. Pero ella no quera asistir a la escuela en el da de Dios, porque era un da santo. La niita estaba afligida. Qu puedo hacer? pensaba ella. Como la maestra parece simpatizar conmigo, voy a pedirle que me permita faltar los sbados. Muy silenciosamente Olimpia se dirigi hacia la maestra para hacerle su pedido. En la gran aula todos interrumpieron sus trabajos y observaron a Olimpia. Se preguntaban qu estara diciendo su condiscpula, porque la maestra pareca disgustada. Los alumnos no tuvieron que esperar mucho tiempo. La maestra dijo en voz alta: Eso de guardar el sbado es una estupidez. Nosotros tenemos clase seis das por semana, y Ud. seorita Olimpia, debe venir a la escuela como todos los dems. Esta era una prueba grande para una nia tan pequea. Ira a la escuela o guardara el sbado? Ella or acerca de esto. Cuando la maestra pas lista el sbado siguiente, Olimpia no estaba presente. Haba ido a la iglesia. La maestra se sorprendi al ver que su alumna no haba obedecido, porque siempre haba sido muy obediente. El lunes de maana Olimpia estaba en su sitio en la escuela. El aula estaba muy silenciosa. Casi nadie se mova y nadie deca una palabra. Todos miraban a la maestra y se preguntaban qu sucedera ahora. La maestra dijo: Olimpia, puedes pasar al frente. La valiente niita hizo lo que la maestra le deca, pero su corazn lata fuertemente. Por un momento la maestra la mir sin decir una palabra. Entonces le pregunt: Olimpia, por qu no estuviste en la escuela el sbado? Olimpia contest: Porque era el da de descanso y yo deba guardarlo. La maestra volvi a preguntar: Pero, por qu debes guardar el sbado? Todos los nios escuchaban atentamente. Olimpia contest: Porque Jess guard el sptimo da como da santo y pronto vendr para buscar a todos los que le obedecen. La maestra pareca no saber qu decir, pero al fin dijo: No debes faltar otro sbado, porque si lo haces sers castigada, Olimpia. La niita regres a su asiento y pens, y pens. Ella no poda ir a la escuela los sbados. Cerr los ojos y or: Querido Jess, aydame a guarda tu santo da, amn. El siguiente sbado el asiento de Olimpia estaba vaco. Pero cuando lleg el lunes de maana, Olimpia estaba como de costumbre en la escuela. La maestra la llam nuevamente, y le dijo: Te quedars parada en frente de la clase desde las ocho hasta las diez. Dos largas horas! Cmo le dolan las piernas a Olimpia! Los nios se rean y burlaban de ella, pero Olimpia no llor. Recordaba cunto haba sufrido Jess por ella. Sin duda estara dispuesta a sufrir por l! Pasaron las semanas. Cada sbado Olimpia iba a la escuela sabtica y cada lunes de maana permaneca parada dos horas delante de la clase. La maestra not que Olimpia era bondadosa y cumplidora. Aun cuando la nia era castigada nunca deca una palabra descorts. Una maana la maestra dijo amablemente: Olimpia, no necesitas pasar adelante para ser castigada. Desde hoy en adelante puedes faltar a la escuela los das sbados. Eres una niita fiel y todos te amamos. Qu feliz se senta Olimpia de haber sido fiel en guardar el santo sbado de Dios!

    EL ASIENTO VACO