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Boris Groys El auto-diseño y la responsabilidad estética Boris Groys La producción de sinceridad En estos días, caso todos parecen estar de acuerdo que la época en que el arte trató de establecer su autonomía –con éxito o sin éxito—ha terminado. Aun así, este diagnostico se hace con sentimientos encontrados. Uno tiende a celebrar la disponibilidad del arte contemporáneo para trascender los confines tradicionales del sistema del arte, como si esta movida fuera dictada por una voluntad para modificar las condiciones sociales y políticas dominantes, para hacer un mundo major –si la movida, en otras palabras, es éticamente motivada. Uno tiende a deplorar, por otro lado, que los intentos por trascender el sistema del arte nunca parecen ir más allá de la esfera estética: en vez de cambiar el mundo, el arte solo lo hace verse major. Esto causa una gran frustración dentro del sistema del arte, en el cual el ánimo predominante parece cambiar casi perpetuamente, para adelante y para atrás, entre las esperanzas por intervener en el mundo más allá del arte, y la decepción (incluso desesperanza) que trae la imposibilidad de lograr dicha meta. Mientras que este fracaso muchas veces se interpreta como una prueba de la incapacidad del arte por penetrar la esfera política como tal, argumentaría en vez de esto que si la politización del arte tuviera una intención y una práctica serias, la mayor de las veces tiene éxito. El arte, en efecto, puede entrar en la esfera política y, efectivamente, el arte ha entrado en ésta muchas ARCHIVO DEL BLOG septiembre (1) agosto (1) junio (4) mayo (2) abril (1) febrero (2) enero (1) diciembre (2) septiembre (2) agosto (1) mayo (1) marzo (1) febrero (2) enero (1) diciembre (1) octubre (1) junio (1) mayo (1) abril (2) enero (1) noviembre (1) septiembre (1) junio (2) mayo (1) marzo (1) febrero (2) diciembre (1) Compartir Informar sobre mal uso Siguiente blog» Crear un blog Acceder FIN(ES) DEL ARTE

El auto-disenÞo y la responsabilidad esteìtica (1)

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  • Boris Groys

    El auto-diseo y la responsabilidad esttica

    Boris Groys

    La produccin de sinceridad

    En estos das, caso todos parecen estar de acuerdo que la poca en queel arte trat de establecer su autonoma con xito o sin xitohaterminado. Aun as, este diagnostico se hace con sentimientosencontrados. Uno tiende a celebrar la disponibilidad del artecontemporneo para trascender los confines tradicionales del sistemadel arte, como si esta movida fuera dictada por una voluntad paramodificar las condiciones sociales y polticas dominantes, para hacerun mundo major si la movida, en otras palabras, es ticamentemotivada. Uno tiende a deplorar, por otro lado, que los intentos portrascender el sistema del arte nunca parecen ir ms all de la esferaesttica: en vez de cambiar el mundo, el arte solo lo hace verse major.Esto causa una gran frustracin dentro del sistema del arte, en el cualel nimo predominante parece cambiar casi perpetuamente, paraadelante y para atrs, entre las esperanzas por intervener en el mundoms all del arte, y la decepcin (incluso desesperanza) que trae laimposibilidad de lograr dicha meta. Mientras que este fracaso muchasveces se interpreta como una prueba de la incapacidad del arte porpenetrar la esfera poltica como tal, argumentara en vez de esto que sila politizacin del arte tuviera una intencin y una prctica serias, lamayor de las veces tiene xito. El arte, en efecto, puede entrar en laesfera poltica y, efectivamente, el arte ha entrado en sta muchas

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    F I N ( E S ) D E L A R T E

  • veces en el siglo XX. El problema no es la incapacidad del arte porhacerse verdaderamente politico. El problema es que la esfera polticaactual ya se ha vuelto estetizada. Cuando el arte se vuelve politico,est obligado a hacer el desagradable descubrimiento de que lapoltica ya se ha convertido en arte que la poltica ya se ha situado enel campo esttico.

    En nuestra poca, cada politico, hroe de los deportes, terrorista oestrella de cine genera un gran nmero de imgenes, porque losmedios automticamente cubren sus actividades. En el pasado, ladivision del trabajo entre la poltica y el arte eran muy claras: elpolitico era responsable de la poltica y el artista representaba estaspolticas por medio de la narracin o la representacin. La situacincambi drsticamente desde entonces. El poltico contemporneo yano necesita a un artista para cobrar fama o inscribirse dentro de laconciencia popular. Toda figura y evento poltico es inmediatamenteregistrada, representada, descrita, esbozada, narrada e interpretada porlos medios. La mquina de cobertura de los medios ya no necesita unaintervencin artstica individual o decisin artstica para echarse aandar. En efecto, los medios masivos contemporneos han emergidohasta ahora como la ms grande y ms poderosa mquina productorade imgenes mucho ms extensa y efectiva que el sistema del artecontemporneo. Constantemente somos alimentados con imgenes deguerra, de terror y de catstrofes de todo tipo, en un nivel deproduccin y distribucin con el cual las habilidades artesanales delartista ya no pueden competir.

    Hoy en da, si un artista logra ir ms all del sistema del arte, esteartista comienza a funcionar de la misma manera como ya funcionanlos polticos, los hroes del deporte, los terroristas, las estrellas de ciney otras celebridades menores o mayores: a travs de los medios. Enotras palabras, el artista se convierte en la obra. Mientras que latransicin del sistema del arte al campo poltico es posible, estatransicin opera primordialmente como un cambio en elposicionamiento del artista con respecto a la produccin de la imagen:el artista deja de ser un productor de imgenes y se convierte en unaimagen en s mismo. Esta transformacin ya haba sido registrada a

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  • finales del siglo XIX por Friedrich Nietzsche, quien declar que esmejor se una obra de arte que un artista. Claro, convertirse en obra dearte no slo provoca placer, sino que tambin la ansiedad de ser sujetode una manera muy radical a la mirada del otro a la mirada de losmedios funcionando como super-artistas.

    Yo caracterizara esta ansiedad como de auto-diseo, porque obliga alartista as como casi cualquiera que llegue a ser cubierto por losmediosa confrontar la imagen del ser: corregir, cambiar, adaptar,contradecir esta imagen. Hoy en da, uno muchas veces escucha que elarte de nuestro tiempo funciona cada vez ms como un diseo, y hastacierto grado es cierto. Pero el problema final del diseo tiene que verno con cmo diseo el mundo exterior, sino como me diseo yo o,ms bien, cmo lidio con la manera como el mundo me disea. Hoyen da, esto se ha convertido en un problema general y dominante, quetodos y no slo los polticos, las estrellas de cine y las celebridades--confrontan. Hoy en da, todos estn sujetos a una evaluacin esttica se requiere de todos tomar la responsabilidad esttica de susapariencias en el mundo, de su auto-diseo. Donde fue una vezprivilegio y carga para unos cuantos elegidos, en nuestra epoca elauto-diseo se ha convertido en la prctica cultural de masas porexcelencia. El espacio virtual de Internet es primordialmente una zonaen la cual mi pgina en Facebook est permanentemente diseada yrediseada para ser presentada en Youtube, y viceversa. Pero de lamisma manera en el mundo real o, digamos, anlogose espera queuno sea responsable de la imagen que presentamos a la mirada delotro. Incluso podra decirse que el auto-diseo es una prctica que uneal artista y al pblico por igual de la manera ms radical: aunque notodos producen obras de arte, todo mundo es una obra de arte. Almismo tiempo, se espera que todos sean sus propios autores.

    Ahora bien, todo tipo de diseo incluyendo el auto-diseoesconsiderado primordialmente por el espectador no como una manerade revelar cosas, sino como una manera de ocultarlas. La estetizacinde la poltica se considera igualmente como una manera de sustituirsustancia con apariencia, temas reales con una fabricacin superficialde imagen. Sin embargo, mientras que los temas cambian

  • constantemente, la imagen permanece. As como uno puedefcilmente convertirse en prisionero de su propia imagen, nuestrasconvicciones polticas pueden ser ridiculizadas como si fueran unsimple auto-diseo. La estetizacin muchas veces se identifica con laseduccin y la celebracin. Walter Benjamin obviamente tena esteuso de trmino estetizacin en mente cuando opuso la politizacinde la esttica a la estetizacin de la poltica al final de su famosoensayo La obra de arte en la era de la reproduccin mecnica. Perouno podra decir, por el contrario, que todo acto de estetizacin es yauna crtica del objeto de estetizacin, simplemente porque este actollama la atencin a la necesidad del objeto por un suplemento que lepermita verse mejor de lo que ya es. Dicho suplemento siemprefunciona como un pharmakon derrideano: mientras que el diseo haceque el objeto se vea mejor, de la misma manera levanta sospechas deque este objeto se vera especialmente feo y repelente si la superficiede su diseo se llegara a extraer.

    En efecto, el diseo incluyendo el auto-diseoes principalmente unmecanismo para inducir a la sospecha. El mundo contemporneo deldiseo total muchas veces se describe como un mundo de seduccintotal, desde donde el carcter desagradable de la realidad hadesaparecido. Pero yo argumentara, en cambio, que el mundo deldiseo total es un mundo de sospecha total, un mundo de peligrolatente que acecha por debajo de las superficies diseadas. La metaprincipal del auto-diseo, entonces, se convierte en una neutralizacinde la sospecha de un posible espectador, de crear el efecto desinceridad que provoca la confianza en el alma del espectador. En elmundo actual, la produccin de sinceridad y confianza se haconvertido en la ocupacin de todos y no obstante fue, y siguesiendo, la principal ocupacin del arte a travs de toda la historia de lamodernidad: el artista moderno siempre se ha posicionado como lanica persona honesta en un mundo de hipocresa y corrupcin.Investiguemos brevemente cmo la produccin de sinceridad y laconfianza ha funcionado en el periodo moderno, para podercaracterizar la manera como funciona hoy en da.

    Uno podra decir que la produccin modernista de sinceridad funcioncomo una reduccin del diseo, donde la meta fue la de crear unespacio en blanco, vaco, en el centro del mundo diseado, para

  • eliminar el diseo, para practicar el grado cero del diseo. De estamanera, la vanguardia artstica quera crear reas libres de diseo quepudieran percibirse como reas de honestidad, de alta moralidad,sinceridad, y confianza. Al observar todas las superficies diseadas delos medios, uno espera que el espacio oscuro, oscurecido debajo de losmedios, de alguna manera, se traicione o se exponga a s mismo. Enotras palabras, estamos esperando un momento de sinceridad, unmomento en el cual la superficie de diseo se abra para ofrecer unavista a su interior. El diseo Cero intenta producir artificialmente estequiebre para el espectador, permitindole ver las cosas comorealmente son.

    Pero la fe rousseana en la ecuacin de la sinceridad y el cero-diseo seha desvanecido en nuestro tiempo. Ya no estamos dispuestos a creerque el diseo minimalista sugiere algo sobre la honestidad ysinceridad del sujeto diseado. La aproximacin de la vanguardia entorno al diseo de la honestidad se ha convertido, por lo tanto, en unestilo entre muchos estilos posibles. Bajo estas condiciones, el efectode la sinceridad es creado no al refutar la sospecha inicial dirigidahacia toda superficie diseada, sino al confirmarla. Esto quiere decirque estamos listos para creer que una ruptura en la superficie diseadaha sucedido que somos capaces de ver las cosas como realmente sonslo cuando la realidad detrs de la fachada se muestra muchsimopeor de lo que habamos imaginado. Confrontados a un mundo dediseo total, slo podemos aceptar una catstrofe, un estado deemergencia, una ruptura violenta en la superficie diseada, comorazn suficiente para creer que se nos permite un vistazo de la realidadque se encuentra por debajo. Y claro, esta realidad tambin, debemostrarse como una realidad catastrfica, porque sospechamos queest pasando algo terrible destrs del diseo manipulacin cnica,propaganda poltica, intrigas ocultas, intereses creados, crmenes.Seguido de la muerte de Dios, la teora de conspiracin se convirti enla nica forma sobreviviente de metafsica tradicional, como undiscurso sobre lo oculto e invisible. Donde una vez tuvimos a lanaturaleza y a Dios, ahora tenemos diseo y teora de conspiracin.

    Aun cuando estamos generalmente inclinados a desconfiar de losmedios, no es accidental que estamos inmediatamente dispuestos acreerle cuando nos habla sobre una crisis financiera global o nospresenta las imgenes del once de septiembre, directo en nuestros

  • departamentos. Aun los tericos de la simulacin ms comprometidoscomenzaron a hablar sobre el regreso de lo real, mientras vean lasimgenes del once de septiembre. Existe una vieja tradicin en el artede occidente, que presenta al artista como una catstrofe andante y por lo menos desde Baudelaire en adelantelos artistas modernosfueron expertos en crear imgenes del mal que surgan detrs de lasuperficie, lo cual inmediatamente les otorg la confianza del pblico.En nuestros das, la imagen romntica del pote maudit es sustituidapor la del artista siendo explcitamente cnico codicioso,manipulador, de orientacin empresarial, que busca slo la gananciamaterial, e implementando al arte como una mquina para engaar alpblico. Hemos aprendido esta estrategia de auto-denuncia calculada un autodiseo de autodenunciaa partir de los ejemplos de SalvadorDal y Andy Warhol, o de Jeff Koons y Damien Hirst. No obstantequ tan vieja, esta estrategia rara vez ha dejado de hacer mella. Al verla imagen pblica de estos artistas, tendemos a pensar, Qu atroz,pero al mismo tiempo, Qu cierto. El auto-diseo como auto-denuncia sigue funcionando en una poca en la que el vanguardistadiseo-cero de la honestidad fracasa. Aqu, de hecho, el artecontemporneo expone cmo funciona toda nuestra cultura de lacelebridad: por medio de revelaciones y auto-revelaciones calculadas.Las celebridades (incluyendo los polticos) son presentados al pblicocontemporneo como superficies diseadas, a las cuales el pblicoresponde con sospecha y teoras de conspiracin. Por lo tanto, parahacer que el poltico se vea confiable, uno debe crear un momento derevelacin una oportunidad para atisbar a travs de la superficie paradecir, Ah, este poltico es tan malo como siempre supuse que iba aser. Con esta revelacin, la confianza en el sistema se restaura pormedio de un ritual de sacrificio simblico y auto-sacrificio,estabilizando el sistema de las celebridades al confirmar la sospecha ala que necesariamente ya est sujeta. De acuerdo con la economa delintercambio simblico que Marcel Mauss y George Batailleexploraron, los individuos que se muestran especialmente repugnantes(esto es, los individuos que demuestran el sacrificio simblico mssustancial) reciben mayor reconocimiento y fama. Este hecho por ssolo demuestra que esta situacin tiene menos que ver con una visinverdadera que con un caso especial de auto-diseo: hoy en da, decidirpresentarse uno mismo como ticamente malo es tomar una decisinespecialmente buena en trminos de auto-diseo (el genio es lo mismo

  • que un cabrn).

    Pero tambin existe una forma ms sutil y sofisticada de auto-diseo yauto-sacrificio: el suicidio simblico. Siguiendo esta estrategia mssutil de auto-diseo, el artista anuncia la muerte del autor, esto es, supropia muerte simblica. La obra resultante no se proclama a s mismacomo mala, sino como muerta. La obra resultante, entonces, sepresenta como colaborativa, participativa y democrtica. Unatendencia hacia la prctica colaborativa y participativa esinnegablemente una de las principales caractersticas del artecontemporneo. Numerosos grupos de artistas alrededor del mundoestn afirmando una autora colectiva, e incluso annima, para susobras. Adicionalmente, prcticas colaborativas de este tipo tienden aestimular al pblico a unirse, a activar el mbito social en el que sedesenvuelven estas prcticas. Pero este autosacrificio que renuncia a laautora individual tambin encuentra su compensacin dentro de unaeconoma simblica de reconocimiento y fama.

    El arte participativo reacciona ante el estado moderno de la cuestin,con un arte que fcilmente puede describirse de la siguiente manera: elartista produce y exhibe arte, y el pblico ve y evala lo que estexhibido. Este arreglo parecera beneficiar primordialmente al artista,que se muestra como un individuo activo, opuesto a un pblico pasivoy annimo. Mientras que el artista tiene el poder de popularizar sunombre, las identidades de los espectadores siguen siendodesconocidas, a pesar de su papel de proporcionar la validacin quefacilita el xito del artista. El arte moderno, por lo tanto, fcilmentepuede malinterpretarse como un aparato para manufacturar lacelebridad artstica a expensas del pblico. Sin embargo, muchasveces se pasa por alto que en el periodo moderno, el artista siempre hasido entregado a la misericordia de la opinin pblica si una obra noes favorecida por el pblico, entonces es reconocida de facto comocarente de valor. Este es el principal dficit del arte moderno: la obrade arte moderna no tiene un valor interno propio, no tiene mritoms all de lo que el gusto del pblico le otorga. En los templosantiguos, la desaprobacin esttica no era una razn suficiente pararechazar una obra. Las estatuas producidas por los artistas de esapoca era consideradas como las encarnaciones de los dioses: eranreverenciadas, uno se arrodillaba frente a ellas para rezar, uno buscaba

  • una gua y se les tema. dolos pobremente elaborados e iconos malpintados eran de hecho parte tambin de este orden sacro, ydeshacerse de alguno de ellos hubiera sido un sacrilegio. Por lo tanto,dentro de una tradicin religiosa especfica, las obras de arte tienen supropio valor individual, interno, independientemente del juicioesttico del pblico. Este valor deriva de la participacin tanto delartista y del pblico en las prcticas religiosas comunales, unaafiliacin comn que relativiza el antagonismo entre artista y pblico.

    Por contraste, la secularizacin del arte conlleva a su devaluacinradical. Es por eso que Hegel afirm al inicio de sus Lecciones sobreesttica que el arte era cosa del pasado. Ningn artista moderno podraesperar que alguien se arrodillara para rezar enfrente de su obra, exigirasistencia prctia de sta, o usarla para apartar al peligro. Lo ms queuno est preparado a hacer hoy en da es sentir que una obra esinteresante, y claro, preguntar cunto cuesta. El precio inmuniza a laobra de arte del gusto pblico hasta cierto grado si lasconsideraciones econmicas no hubieran sido un factor que limita laexpresin inmediata del gusto pblico, gran parte del arte que seencuentra en los museos hoy en da hubiera terminado en la basuradesde hace mucho tiempo. La participacin comunal dentro de lamisma prctica econmica, por lo tanto, debilita la separacin radicalentre artista y pblico hasta cierto grado, incitando una ciertacomplicidad en la cual el pblico est obligado a respetar una obra dearte por su precio, aun cuando dicha obra no es muy apreciada. Sinembargo, sigue habiendo una diferencia significativa entre el valorreligioso de una obra de arte y su valor econmico. Aunque el preciode una obra de arte es el resultado cuantificable de un valor estticoque se ha identificado con ste, el respeto que se le otorga a una obrade arte a partir de su precio de ninguna manera se traduceautomticamente en cualquier forma de apreciacin vinculante. Estevalor vinculante del arte, por lo tanto, puede buscarse en las prcticasno comerciales, si no es que directamente anti-comerciales.

    Por esta razn, muchos artistas modernos han intentado recuperar unabase comn con sus pblicos, al atraer a los espectadores para quesalgan de sus roles pasivos, al unir la cmoda distancia esttica quepermite a los espectadores que no se involucran a juzgar una obra dearte imparcialmente desde una perspectiva segura y externa. Lamayora de estos intentos estn relacionados con un compromiso

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    poltico o ideolgico de algn tipo u otro. La comunidad religiosa, porlo tanto, es reemplazada por un movimiento poltico, en el cual losartistas y los pblicos participan comunalmente. Cuando el espectadorse involucra en la prctica artstica desde el inicio, toda crticaenunciada se convierte en autocrtica. Es as como las conviccionespolticas compartidas hacen que el juicio esttico sea parcial ocompletamente irrelevante, como fue el caso con el arte sacro delpasado. Para decirlo sin rodeos: hoy en da, es mejor ser un autormuerto que un autor malo. Aunque la decisin del artista de renunciara la autora exclusiva parecera principalmente que es del inters de unempoderamiento del espectador, este sacrificio finalmente beneficia alartista, ya que lo libra a su obra de la mirada fra del juicio noinvolucrado del espectador.

    Una versin de este texto se present como conferencia en el FriezeArt Fair, Londres, el 16 de octubre de 2008.

    Fuente: Revista e-flux. http://www.e-flux.com/journal/view/68

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