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El cambio climático: hechos e hipótesis Ing. José VALDIVIA CAMPOS 

Dr. J. C. SÁNCHEZ ARNAU   Introducción

En los últimos decenios la Humanidad ha conocido varios procesos sin precedentes: un fuerte aumento de la población mundial, basado en las mejores condiciones de vida (sanidad, alimentación, vivienda y progresos de la medicina); un marcado aumento del consumo y de la producción de bienes y servicios, basado en un conjunto de factores (avances tecnológicos, disponibilidad de medios para la inversión, eliminación de barreras de los flujos comerciales y financieros, mejoras considerables en los medios de transporte) que se agrupan bajo el concepto de “globalización”. La combinación de ese aumento de población y de los consumos y la producción, ha dado lugar a una mayor explotación de los recursos naturales y ha originado emisiones de gases (especialmente de los llamados de “efecto invernadero”) y otros fenómenos (como la salinización de las aguas de los océanos) que, según la mayoría de las opiniones científicas, han tenido incidencia sobre el clima, esencialmente: aumentos generalizados de temperatura, aumentos y cambios temporales y regionales en las precipitaciones, mayor intensidad de los fenómenos climáticos.

Estos procesos, a su vez, han originado desplazamientos humanos

(migraciones) de importancia, por una parte debido a factores como desertificación, deforestación y habilitación de nuevas tierras a la producción y, por otra, a los cambios en las condiciones de vida y en las diferencias existentes en las condiciones de vida en medios urbanos y rurales Esto se ha traducido en desplazamientos de la frontera agrícola, en nuevas intensificaciones de la explotación de los restantes recursos naturales y, especialmente, en un gran proceso de urbanización a escala mundial. A mayor urbanización, mayores consumos de energía, de cemento y otros materiales de construcción y mayores producciones y consumo de combustibles fósiles y, por ende, mayores emisiones de gases. De este modo, hemos asistido a un proceso que se retroalimenta continuamente y cuyas consecuencias sobre lo que se ha dado en llamar “el cambio climático” son cada vez mayores. 

Ahora bien, este proceso de cambio climático, a su vez, se encierra en el

contexto de un proceso de lo que se ha llamado el “deterioro ambiental”, que es la expresión del cambio de las condiciones de vida, en términos de la disponibilidad y la calidad de las aguas, y también de la calidad del aire (especialmente debido a la presencia de gases tóxicos en el ambiente), a los riesgos de la presencia de nuevos productos en los procesos de producción (fertilizantes y herbicidas –o incluso semillas transgénicas algunas de las cuales podrían tener impactos negativos sobre la naturaleza o los consumidores) y cientos de productos

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utilizados en los procesos industriales y especialmente en los referidos a la elaboración y conservación de alimentos humanos y animales. Por otra parte, también se registran problemas de salud, que se expresan en el incremento de casos de ciertas enfermedades, como el cáncer cutáneo o los problemas de visión en regiones fuertemente castigadas por el aumento a la exposición solar y, a nivel global, en lo que se ha dado en llamar “perdida de la biodiversidad”, expresada en la desaparición de especies vegetales y animales afectadas por el cambio climático y por la extensión de la presencia del hombre en espacios antes “naturales”. De este modo, no siempre es posible separar los que es “deterioro ambiental” de lo que es “cambio climático”.

Además, y paradójicamente, estos dos procesos se dan en un contexto de mejora de las condiciones de vida y de crecimiento económico sin precedentes en la historia de la Humanidad. De modo que aparecen como un “costo inevitable” de logros que han beneficiados a miles de millones de individuos y que, por ende, hacen mucho más difícil llevar adelante cambios en las conductas humanas y en las políticas públicas en que se basan esos beneficios, y que generan –a la vez- los problemas antes citados. Esta es una de las razones por las cuales incluso el análisis científico de estos fenómenos aparece a menudo como sesgado y afectado en su seriedad, a veces por la influencia de los intereses creados, y otras, por el convencimiento de que, si no se remarcan los peligros de mantener estos hábitos y políticas en el futuro, corremos el riesgo de enfrentar elevados costos para el conjunto de la Humanidad.

Esto ha llevado a algunos investigadores y políticos a restar importancia a

las tesis basadas esencialmente en la influencia del Hombre sobre el clima y a explorar la importancia de otros factores, como el comportamiento de las radiaciones solares sobre el clima.

La contracara de aquella relación entre crecimiento económico y deterioro

del medio ambiente, es la marcada correlación que también existe entre pobreza y deterioro del medio ambiente. La primera lleva a la sobre explotación de los recursos y el consecuente deterioro de las condiciones medioambientales; y éste a su vez, genera más pobrezai. 

Por otra parte, debemos introducir aquí una temprana advertencia: “cambio

climático” es la instalación de una tendencia identificable, que define la emergencia de un nuevo clima, en el sentido de un nuevo patrón permanente de un conjunto de variables interrelacionadas. Hay expertos que consideran que, en realidad, no estamos frente a un tal cambio, sino a manifestaciones de la “variabilidad climática” que es propia de “un sistema geofísico en equilibrio termodinámico inestable, con influencia externa de la radiación solar y sus variaciones en la recepción por parte de nuestro planeta, teniendo en cuenta que, a más de la cuasiperiodicidad en la actividad solar -caracterizada de manera

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indirecta siguiendo la cantidad de manchas solares- nuestro planeta rota sobre sí mismo, y viaja en una órbita de excentricidad variable”ii

Además, el hecho de que las mediciones climáticas –o las de las radicaciones- sean relativamente recientes y que no contemos aún con un grado de precisión científica suficiente como para no poder invalidar muchas de las conclusiones a las que se han llegado en los últimos decenios, han generado espacios de duda e incertidumbre. Dudas que han sido meticulosamente explotadas por aquellos que tienen intereses específicos –políticos, industriales, comerciales o de prestigio científico- para cargar las tintas en una u otra dirección y así generar aún mayor incertidumbre sobre las conclusiones a sacar o las decisiones políticas a tomar.  

A pesar de ello, existe un amplio consenso en los medios científicos acera

de la importancia de la acción del Hombre como causa central del cambio climático. Por ello, si analizamos la historia de los últimos cincuenta años, veremos que nunca se han registrado tantos acuerdos internacionales, de carácter global o regional, e iniciativas en los ámbitos nacionales, para hacer frente a estos problemas. Esto es la expresión de una conciencia generalizada de los problemas y de la necesidad de encontrarles solución. Lo que no significa necesariamente, que dichas soluciones se hayan podido concretar siempre.  

En el presente documento, tratamos de presentar sucintamente los

principales datos disponibles y las principales hipótesis sobre las causas del “cambio climático” y hacemos una rápida revisión de los esfuerzos hechos por la “Comunidad Internacional” para hacer frente a las posibles consecuencias de dicho proceso.

 

Los hechos

Entre las principales manifestaciones del cambio climático, se destacan:

El aumento generalizado de las temperaturas El aumento de los eventos climáticos extremos El retroceso de los glaciares El aumento del nivel del mar y la acidificación de sus aguas El cambio de circulación de los océanos. El aumento o disminución de las precipitaciones (según la zona geográfica)

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Todas las informaciones disponibles señalan un claro aumento de las temperaturas desde mediados del siglo pasado. Más aún, los registros confiables más extensos (desde hace unos doscientos años) y los obtenidos por diferentes métodos de cálculo, nos hablan de que no existen precedentes históricos de incrementos tan marcados.

Por otra parte, estos aumentos de temperatura serían más marcados en el Hemisferio Norte, fenómeno que tendría mucho que ver con las mayores emisiones de gases que están en el origen de dichas diferencias, aunque también existen algunos estudios que indicarían que esa diferencia es milenariaiii.

En los últimos150 años la temperatura promedio medida en la superficie terrestre registró un aumento del orden de un grado Celsius (1° C), buena parte del cual acaeció en las últimas 5 décadas. Se han construido múltiples análisis de series de temperaturas para el período conformado por el último siglo, que acusan un sinnúmero de diferencias entre ellas, por la casi imposibilidad de tomar mediciones en idénticas condiciones a lo largo del tiempo, pero todas desembocan en la conclusión apuntada y en el orden de magnitud expuesto.

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También se ha observado un permanente aumento de la alturaiv y de las temperaturas medias de las aguas oceánicas, aunque el aumento de temperatura del agua sería menor que el registrado en la tierra firme. Debe tenerse en cuenta, además, que el sistema oceánico es un regulador climático de gran inercia térmica, de modo que funciona como un reservorio de calor permanente. También existirían claros indicios de una mayor acidificación de las aguas de los Océanosv ,  causado por la absorción de dióxido de carbono antropogénico desde la atmósfera.

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“Los testigos de sondeo, los registros de los mareógrafos y, últimamente, las

mediciones por satélite demuestran que, a lo largo del siglo pasado, el Nivel Medio del Mar (GMSL, por sus siglas en inglés) aumentó entre 10 y 20 centímetros. Sin embargo, la tasa anual de aumento durante los últimos 20 años ha sido de 3,2 milímetros, más o menos el doble de la velocidad media de los 80 años precedentes….Alrededor de la mitad del aumento del nivel del mar que se produjo a lo largo del siglo pasado es atribuible al hecho de que los océanos, al calentarse, ocupan más espacio.”vi El resto del aumento puede ser atribuible al deshielo del casquete polar Ártico y de los glaciares antárticos.

Los escasos registros disponibles indican que los glaciares han estado

retrocediendo desde principios del 1800. Sin embargo, en la década de 1950 comenzaron las mediciones que permiten el seguimiento del balance de masa de los glaciares. A partir de los datos archivados por la “World Glacier Monitoring Service” (WGMS) y el “National Snow and Ice Data Center” (NSIDC) se puede ver el cambio del grosor medio de los glaciares. Ese fenómeno, sin embargo, no es uniforme y según algunas estimaciones también tendería a ser mayor en el Hemisferio Norte y en particular en el Ártico, como producto del continuo retroceso de los glaciares, el permafrost y la banquisavii.

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El fenómeno, puede verse claramente en el caso de Groenlandia, que significa “Tierra

verde”, dado que así la bautizó en el año 983 su descubridor, el rey vikingo Erik el Rojo, al observar su fértil aspecto.

Muchos de estos fenómenos, que están intercomunicados y se retroalimentan, también estarían generando un cambio en los patrones de las precipitaciones y una expansión de los desiertos subtropicales e incluyen otros efectos como fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes, tales como olas de calor y de sequías o lluvias torrenciales y fuertes nevadas.

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De este modo, la revista “The Economist” ha calculado, sobre la base de lasinformaciones reunidas por una de las mayores empresas de reaseguros del mundo,que el número de desastres naturales se ha más que cuadruplicado desde 1980llegando a aproximadamente 400 por año. Hoy hay seis veces más catástrofeshidrológicas, en lugares tan extremos como Texas o el Sudeste asiático, quecuarenta años atrás.

Las hipótesis sobre las causas

Los informes del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) de lasNaciones Unidas, señalan que la acción humana es la principal responsable delaumento de la temperatura en el último siglo, donde “sumamente probable” equivalea un rango de probabilidad entre el 95% y el 100% (IPCC, 2013). Esta acciónhumana se expresa a través de modificaciones de la naturaleza, como ladeforestación, o la canalización de aguas o la urbanización, que tienen impacto sobrefactores condicionantes del clima, las emisiones calor y de vapor de agua propias dela actividad industrial y las emisiones de gases y calor resultantes de la quema decombustibles, especialmente carbón e hidrocarburos. Entre estas emisiones sedestacan, por su impacto sobre la conformación del clima, aquellos conocidos comode “efecto invernadero” (GEI).

El efecto invernadero es un proceso por el cual ciertos gases retienen partede la energía emitida por el suelo tras haber sido calentado por la radiación solar. Lacantidad de energía que llega al planeta por la radiación solar se compensa con lacantidad de energía radiada al espacio; por lo tanto, la temperatura terrestre semantiene constante. Esos gases, retienen la radiación y por consecuencia tienden a

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generar un aumento de la temperatura terrestre.

Los principales gases con efecto invernadero y su tiempo de permanencia en la atmósfera son los siguientesviii:

El vapor de agua, el más abundante y funciona como un gas que actúa en retroalimentación con el clima: a mayor temperatura de la atmósfera, más vapor, más nubes y más precipitaciones. El vapor de agua absorbe de manera muy efectiva la energía calorífica en el aire, pero no se acumula en la atmósfera como lo hacen los otros gases de invernadero; tiene una vida muy corta, que va de unas cuantas horas a unos días, debido a que rápidamente se precipita en forma de agua o nieve. La cantidad de vapor de agua que la atmósfera retiene se incrementa conforme se calienta el clima, por lo que las propiedades de efecto invernadero del vapor de agua se consideran más como parte del proceso del cambio climático que una causa directa de éste. Dióxido de carbono (CO2), es un componente menor, pero muy importante de la atmósfera. Se libera en procesos naturales como la respiración y en erupciones volcánicas y a través de actividades humanas como la deforestación, cambio en el uso de suelos y la quema de combustibles fósiles. Desde el inicio de la Revolución Industrial (aproximadamente 1760) la concentración de CO2 ha aumentado en un 43% (para el 2013). Es el GEI más importante producido por el hombre. También es, probablemente, el más difícil de determinar su permanencia en el aire, debido a que existen varios procesos que remueven el dióxido de carbono de la atmósfera. Ente el 65% y el 80% del CO2 liberado se disuelve en los océanos en un periodo que va entre los 20 y los 200 años. El resto se remueve con procesos más lentos que pueden llegar a tomar varios cientos de miles de años, entre los cuales se incluye la formación de rocas y la meteorización química.

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Metano (CH4), es un gas hidrocarburo que tiene origen natural y es resultado de

actividades humanas, que incluyen la descomposición de rellenos sanitarios, la agricultura (en especial el cultivo de arroz), la digestión de rumiantes y el manejo de desechos de ganado y animales de producción. Es un gas más activo que el dióxido de carbono, aunque menos abundante. En contraste con el CO2, se remueve de la atmósfera mediante reacciones químicas y su promedio de permanencia es de aproximadamente 12 años. Si bien es uno de los gases más potentes de efecto invernadero, el metano tiene una vida relativamente corta.

Óxido nitroso (N2O), es un gas de efecto invernadero muy poderoso, que se produce principalmente a través del uso de fertilizantes comerciales y orgánicos, la quema de combustibles fósiles, la producción de ácido nítrico y la quema de biomasa. El óxido nitroso se destruye en la estratósfera y es removido de la atmósfera más lentamente que el metano, durando aproximadamente 114 años.

Los Clorofluorocarbones (CFCs), son compuestos sintéticos de origen industrial que fueron utilizados en varias aplicaciones, que se encuentran actualmente ampliamente regulados en su producción y liberación a la atmósfera para evitar la destrucción de la capa de ozono estratosférico, permitiendo el paso de los rayos ultravioletas (UV) que tienen graves consecuencias sobre los seres vivos. Los compuestos que contienen cloro y/o fluor (CFCs, HCFCs, HFCs, PFCs) incluyen un amplio número de elementos químicos, que pueden tener una duración en la atmósfera que va de menos de un año a varios miles de años.

Ozono Troposférico (O3), (no confundir con el estratosférico, cuya capa protege la Tierra de las radiaciones solares) es un contaminante secundario, es decir, que se produce a partir de otros contaminantes emitidos por los automóviles o la industria.

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Los científicos del IPCC dejan en claro que, de continuar estas emisiones, será imposible evitar que el calentamiento global no supere los 2ºC promedio sobre la superficie del planeta, lo que podría generar daños catastróficos e irreversibles ligados a ese aumento de temperatura y a los fenómenos climáticos que le van asociados.

Por ello, el objetivo planteado por el IPCC para finales del siglo XXI, es el de no superar los 2°C de incremento de la temperatura media global respecto de los niveles pre industriales. Los escenarios provistos por los modelos climáticos muestran que limitar el aumento de la temperatura media global a 2°C con un grado de probabilidad de lograr alcanzarse, implica rebajar las emisiones mundiales de GEI con respecto a las de 2010 entre un 40% y un 70% para mediados de siglo y hacerlas casi desaparecer para finales del presente siglo.

Es necesario señalar que, aún en el supuesto caso de lograrse el objetivo impuesto (de no superar los 2°C en la temperatura media global para fines de siglo), la disminución o aún la eliminación de los GEI, no implica que el planeta detenga su calentamiento, implicaría solamente que recién dentro de 200 o 300 años aproximadamente, el clima lograría estabilizarse y adaptarse a los valores actuales de concentración atmosférica de dichos gases.

En definitiva, en la Tierra seguirá aumentando la temperatura media y el clima se

seguirá modificando durante los próximos 200 o 300 años, aunque hayamos logrado eliminar totalmente dichos gases de la atmósfera

Otras hipótesis sobre las causas del cambio climático

El calentamiento en el sistema climático es, según la hipótesis de la “Huella Antrópica” que hemos expuesto más arriba, basada en los informes del IPCC, inequívoco. Sin embargo, la “Huella Antrópica” asociada a la emisión de GEI, no es la única hipótesis que en la actualidad los científicos vinculados a las ciencias de la tierra manejan como probable causa del Calentamiento Global.

La llamada “Hipótesis de la Actividad Solar” es el otro esquema científico de análisis que también aporta mediciones, focalizadas estas en la actividad solar y su impacto directo sobre las temperaturas atmosféricas. Bajo esta segunda hipótesis de trabajo, el comportamiento de la Humanidad nada puede hacer para modificar los cambios climáticos

El “Sistema Climático” terrestre es complejo. Incluye la atmósfera, los océanos y otros cuerpos de agua continentales, las superficies terrestres, y los hielos continentales y marinos. Estos componentes interactúan entre si de una forma que nada tiene de sencilla. El clima evoluciona con el tiempo debido a la influencia de factores o “forzantes Internos” y “forzantes externos”. Los primeros comprenden los mecanismos de interacción entre los diferentes componentes del sistema climático, a los que nos referimos como influencia de la dinámica interna. El fenómeno conocido como “El Niño-Oscilación del Sur” es un

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excelente ejemplo de la variabilidad interna del Sistema Climático, independiente de la acción antrópica.

Los factores externos incluyen fenómenos naturales (por ejemplo, erupciones volcánicas, y los denominados efectos biogeoquímicos, que también son generadores de GEI; variaciones de la actividad solar o en la órbita terrestre) y también efectos de la actividad humana o “forzantes antropogénicos”, como las modificaciones de la composición química de la atmósfera por la emisión de gases debido a la quema de combustible fósiles, o cambios en la cobertura vegetal del suelo por la agricultura o la urbanización.

Estos “forzantes externos” determinan el balance radiativo de la tierra, es decir el balance entre la energía recibida desde el Sol y la emitida por la Tierra y su Atmósfera. Las variaciones en la magnitud de dichos forzantes resultan en cambios de dicho balance radiativo y, como consecuencia, en cambios del clima.

Es necesario tomar en cuenta la escala temporal en la que se producen los cambios. Las variaciones climáticas que acaecen a lo largo de millones de años pueden ser mucho mayores y tener causas diferentes (por ejemplo, la alteración de las posiciones y forma de los continentes y la posición de los polos de la tierra) que aquellas acontecidas en el lapso de un siglo.

¿En qué medida pueden afectar el clima los cambios de los forzantes externos? Y ¿En qué escala temporal?

El esfuerzo por responder a estas preguntas permite, en primer lugar, entender las variaciones climáticas del pasado y, a continuación, proyectar la evolución futura del clima. El clima de los últimos 1000 años ha recibido recientemente considerable atención en la literatura científica, debido al interés por distinguir entre forzantes naturales y forzantes antropocéntricos en las variaciones de la temperatura terrestre. Si bien las mediciones instrumentales de la temperatura y los correspondientes registros solo abarcan, aproximadamente, los últimos 150 años, se han podido realizar estimaciones de la temperatura global o hemisférica de los últimos siglos, sobre la base, entre otras fuentes, de documentos históricos, anillos de crecimiento de árboles, datación de fósiles, sedimentos acumulados en el fondo de lagos, polen y núcleos de aire atrapados en capas de hielo glaciares y polares. Estas fuentes, denominadas “proxys paleoclimáticas”, permiten identificar períodos con condiciones climáticas particulares.

A partir de una estadística de los últimos 200 años se conoce que los máximos solares (o máximo de manchas solares originadas en las explosiones que se producen en el Sol) siguen una periodicidad de aproximadamente 11 años, tal como se muestra en los siguientes gráficos.

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Los análisis de la actividad solar indican que un “gran máximo” de la actividad solar similar al contemporáneo se presentó en el siglo XII, dando origen al denominado “pequeño óptimo climático”, cuando las temperaturas cálidas permitieron que se colonizaran Groenlandia e Islandia por parte de los escandinavos y que la producción de trigo y de vid llegaran hasta el Norte de Europa.

Durante el “Gran Mínimo de Maunder” experimentado durante los años 1680 a 1710, se registraron en Europa las menores temperaturas de los últimos 400 años y se congelaron ríos y canales durante todo el invierno. A ese fenómeno se lo conoció como “La pequeña edad del hielo”.

Durante ese período, denominado “La pequeña edad de hielo” las menores temperaturas se registraron durante los llamados “Mínimos de Munder tardío”, cuando las

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manchas solares prácticamente desaparecieron, situado temporalmente entre 1680 y 1710, caracterizado por una “actividad solar” casi nula pero con una intensa actividad volcánica, y el “Mínimo de Dalton”, que tuvo lugar hacia 1820. En 1859 una super tormenta solar en forma de plasma impactó la tierra, fenómeno conocido como “Suceso Carrington” comenzando así un nuevo “ciclo cálido.”

Ahora bien, desde el fin de ”la pequeña edad de hielo” y hasta el presente, el incremento de la temperatura fue sostenido y a ritmos sin precedentes, lo que permitiría suponer un cierto vínculo entre la actividad solar y el aumento de temperatura.

Un “óptimo climático”, según esta hipótesis, se estaría experimentando en la actualidad, debido a las explosiones y emisiones de plasma producidos en los últimos años, que habrían generado el actual Calentamiento Global.

El Sol registra actualmente, según las permanentes observaciones realizadas por los ingenios espaciales en órbita terrestre, o mediante las sondas enviadas a las cercanías de Venus y Mercurio, escasa actividad. Sin embargo, en el año 2003 ocurrió la más grande explosión observada directamente. Produjo una llamarada enorme, con una energía de dos trillones de veces superior a la liberada por la bomba tirada en Hiroshima. Esto originó una gigantesca emisión de plasma solar, cuya onda embistió la magnetósfera terrestre a una velocidad de 45.000 veces la velocidad del sonido en la atmósfera.

Los analistas de estos fenómenos, basado en mediciones y en modelos matemáticos, y en series históricas de observaciones predicen que está en sus comienzos un nuevo “Gran Mínimo de Maunder”, que abarcará la totalidad del siglo XXI.

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Una de las consecuencias de los máximos solares es que el Sol incrementa la emisión de partículas elementales muy energéticas (el viento solar) en lo que se conoce como tormentas solares. Los principales efectos de los máximos solares en la Tierra son los siguientes:

Problemas de interferencias en las redes de comunicación (terrestres y satélites) Posibles problemas en el suministro eléctrico debido a la llegada masiva de

electrones a la superficie terrestre. Posibles efectos en el clima terrestre. Aumento de la frecuencia y luminosidad de las auroras polares.

Por otra parte, una investigadora argentina ha expresado que: “Los modelos computacionales del clima que sostienen la hipótesis explicada anteriormente (la de la influencia antrópica) contienen numerosos parámetros cuyos valores no se conocen con certeza. Dado que esos modelos incluyen como única fuente de energía solar a la radiación proveniente de ese astro, y hacen caso omiso a otras fuentes también provenientes del Sol (como ser las explosiones solares, que se caracterizan por presentar manchas en su superficie), y que han tenido en el transcurso del último siglo un incremento del 100%, subestiman la contribución de la “actividad solar” al calentamiento global y por ende al cambio climático” ix. Y agrega que :” Aparentemente, desde 2003 se están enfriando las capas superiores de los océanos, que son en definitiva los depósitos más grandes de calor del sistema climático terrestre. Los últimos inviernos en el

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hemisferio norte fueron los más fríos de los últimos 100 años. Si estas tendencias se confirman en los próximos 20 años, se habrá confirmado el papel crucial de la actividad solar en los cambios climáticos”.

Al fin de cuentas, sostienen los partidarios de la tesis de la influencia solar en el clima, el Sol es el suministrador de casi toda la energía en el sistema climático de la Tierra. Más aún, una comparación de la actividad solar y el clima durante los últimos 1.150 años encontró que las temperaturas se correspondían estrechamente con la actividad solarx.

Sin embargo, después de 1975, las temperaturas comenzaron a aumentar rápidamente mientras que la actividad solar mostraba poca o ninguna tendencia a largo plazo. Esto llevó a concluir a un grupo de científicos norteamericanos que “durante estos últimos 30 años ni la irradiancia solar total, ni la irradiancia solar de rayos ultravioleta (UV), ni el flujo de rayos cósmicos han mostrado tendencia secular significativa alguna, de modo que al menos este episodio de calentamiento más reciente debe tener otra causa"xi.

De hecho, un número de mediciones independientes de la actividad solar indican que el sol ha mostrado una ligera tendencia de enfriamiento desde 1960, durante el mismo periodo en que las temperaturas globales se han estado calentando. Durante los últimos 35 años de calentamiento global, sol y clima han estado moviéndose en direcciones opuestas. Un análisis de tendencias solares concluyó que el sol realmente ha aportado solo una ligera influencia de enfriamiento en las últimas décadas.

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Cambios en la temperatura global anual (línea azul clara estrecha) con la media móvil de 11 años de la temperatura (línea azul clara gruesa). La temperatura procede del Goddard Institute for Space Studies de la NASA. Irradiancia solar total (TSI, por sus siglas en inglés) (línea roja clara estrecha) con la media móvil de 11 años de la TSI (línea roja clara gruesa). La TSI desde 1880 a 1978 procede de trabajos de Sami Solanski, del Instituto Max Plank para la Investigación del Sistema Solar.

Una visión del futuro

En todos los escenarios de emisiones evaluados, las proyecciones señalan que la temperatura en la superficie terrestre y marítima continuará aumentando a lo largo del siglo XXI y lo más probable, según lo pronostican los modelos meteorológicos disponibles, es que este proceso tienda a acelerarse en las próximas décadas. Así, sería muy probable que las olas de calor ocurran con mayor frecuencia y duren más tiempo, y que los episodios de precipitaciones extremas sean más intensos y frecuentes en muchas regiones. El océano se seguirá calentando y acidificando y el nivel medio global del mar continuará elevándose. Esas mismas proyecciones indican aumentos de la temperatura media significativos, especialmente en el Hemisferio Norte y en las regiones subtropicales del Hemisferio Sur, así como en los casquetes polares.

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Por otra parte, los expertos han comenzado a expresar su preocupación por los riesgos de conflictos originados en la lucha por el control de recursos hídricos que generará el calentamiento global y la creciente escasez de agua en regiones afectadas por la sequía o la desertificación.

La historia ubica la primer guerra importante hace tres mil años, y fue por el control del Éufrates. Sin embargo, el hombre parece haber sido muy juicioso ante la posibilidad de un conflicto, en la administración de tan valioso recurso: “Desde el año 805 se han redactado más de tres mil seiscientos tratados relativos a los recursos internacionales del agua”, nos dice un informe de la FAO. A pesar de ello, hoy se registran varios conflictos importantes originados en el control del agua. Los principales de ellos son:

- Egipto y Etiopía, por la iniciativa etíope de construir la represa “Renacimiento”, utilizando las aguas del Nilo Azul;

- Mozambique y Zimbabwe, por el control del río Zambeze; - Bolivia y chile, por el control de las aguas del río Silala; - Israel y Palestina, por las aguas del río Jordán y los acuíferos de Gaza y Jordania; - La guerra civil en Siria, ha dado lugar a bombardeos intencionales y destrucción

de plantas de tratamiento de agua, manantiales y represas, que han afectado a millones de personas en ciudades como Damasco y Aleppo.

Pero lo que es más grave, ante el riesgo de avance del calentamiento global, la desertificación resultante y la certidumbre del aumento poblacional futuro, “existen aproximadamente trescientas zonas del mundo en las que se presagia un conflicto a causa del agua en (o a partir de) 2025” xii

Los impactos climáticos que hoy sufre el planeta obligan entonces a tomar medidas inmediatas que implican grandes esfuerzos económicos. A menudo, son los países que aún no han alcanzado su pleno desarrollo los que sufren con mayor gravedad este fenómeno, a pesar de no ser los principales causantes. En este sentido, el cambio climático incrementa las desigualdades ya existentes entre los diferentes países, pudiendo generar un nuevo obstáculo al desarrollo de los países económicamente menos avanzados.

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En todo caso, la Humanidad se encuentra ante grandes dilemas. Resulta claro que la acción del Hombre, al tiempo que ha generado un crecimiento económico y social sin precedentes, está exigiendo de la Naturaleza recurso que no son infinitos y, además, es posible que esté originando consecuencias -que se expresarían a través del cambio climático- que pueden perdurar en el tiempo y llegar, incluso, a causar graves consecuencias para las generaciones futuras. Desde hace decenios, no faltan las advertencias sobre los costos y las consecuencias ambientales de una cultura consumista que carece de límites y llevan a un predominio de pautas culturales (en términos de valores y conductas) difíciles de modificar porque incorporan como “necesidades sociales” consumos de bienes y servicios de elevado costo ambiental y bajo aporte a la satisfacción de las “necesidades reales” del individuoxiii.

Además, la aceptación de una noción de “cambio climático” que nos plantea los fenómenos que le van asociados como algo inevitable y que está por encima de la voluntad de las sociedades y los individuos, tiende a reforzar esas conductas y a restar importancia a la posibilidad, a través de las políticas y las conductas adecuadas, de evitar parte de aquellas consecuencias, si no para nosotros mismos, al menos para las generaciones futuras.

La Comunidad Internacional frente al Cambio climático 

En 1972 sale a la luz el primer informe al Club de Roma (fundado en 1968 por Aurelio Peccei y Alexander King) elaborado por Donella Meadows y titulado “ Los límites del crecimiento” ( “The limits to growth”) que, con sus aciertos, errores y críticas, fue toda una revelación en las conciencias de los dirigentes y de los estudiosos.

Este estudio y otros trabajos de aquella época, estuvieron en el origen de La Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Humano (también conocida como Conferencia de Estocolmo) que fue convocada por la Organización de las Naciones Unidas entre el 5 y el 16 de junio de 1972. Fue la primera gran conferencia de la ONU sobre cuestiones ambientales internacionales, y marcó un punto de inflexión en el desarrollo de la política internacional del medio ambiente.

En la reunión se acordó una Declaración que contiene 26 principios sobre el medio ambiente y el desarrollo y un plan de acción con 109 recomendaciones. Fue el primer intento de la comunidad internacional por llevar adelante una acción conjunta destinada a hacer frente a una serie de problemas climáticos que generaban creciente preocupación en los medios científicos y políticos.

A partir del momento que se alcanzó un amplio consenso sobre el efecto invernadero de las emisiones de ciertos tipos de gases, la Comunidad Internacional adoptó la Convención de Viena para la Protección de la Capa de Ozono, de 1985, y el Protocolo de Montreal relativo a las sustancias que agotan la capa de ozono, de 1987, que fue a su vez ajustado y enmendado el 29 de junio de 1990. El Protocolo de Montreal es un protocolo de la Convención de Viena para la Protección de la Capa de Ozono, diseñado para proteger la capa de ozono reduciendo la producción y el consumo de numerosas sustancias que se ha estudiado que reaccionan con ella y se cree que son responsables del agotamiento de

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la misma. El acuerdo fue negociado en 1987 y entró en vigor el 1 de enero de 1989. La primera reunión de las partes se celebró en Helsinki en mayo de ese 1989. Desde ese momento, el documento ha sido revisado en varias ocasiones, en 1990 (Londres), en 1991 (Nairobi), en 1992 (Copenhague), en 1993 (Bangkok), en 1995 (Viena), en 1997 (Montreal) y en 1999 (Pekín). Se cree que si todos los países cumplen con los objetivos propuestos dentro del tratado, la capa de ozono podría haberse recuperado para el año 2050.

En los hechos, desde que el Protocolo de Montreal entró en efecto, las concentraciones atmosféricas de los clorofluorocarbonos más importantes y los hidrocarburos clorinados se han estabilizado o se han reducido. La concentración de halones ha continuado en aumento a medida que los halones que se encuentran almacenados en los extinguidores de incendio son liberados. Sin embargo, la tasa de aumento ha disminuido y se espera que comience a declinar su presencia hacia el 2020. La concentración de los HCFC ha aumentado significativamente, en gran parte debido a los múltiples usos en los que reemplazan a los CFC (por ejemplo, como solventes o refrigerantes). A pesar de que ha habido informes sobre intentos quienes para evitar la prohibición por medio del contrabando desde países en vías de desarrollado hacía los desarrollados, el grado de cumplimiento con el Protocolo ha sido enorme. Por ello, el Protocolo de Montreal ha sido considerado el acuerdo ambiental internacional más exitoso hasta la fecha. En un informe del 2001, la NASA halló que el debilitamiento del ozono sobre la Antártida se había mantenido igual al de los tres años anteriores. A pesar de ello, en el 2003 el agujero de ozono alcanzó su segunda mayor extensión de la historia. La última evaluación científica (2006) sobre los efectos del Protocolo de Montreal afirma que “El Protocolo de Montreal está funcionando. Existen claras muestras de una disminución en la presencia de sustancias que agotan el ozono y algunas señales tempranas de una recuperación del ozono estratosférico..”

Por otra parte, en 1988, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) crearon el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) con la función específica de analizar, “de forma exhaustiva, objetiva, abierta y transparente, la información científica, técnica y socioeconómica relevante para entender los elementos científicos del riesgo que supone el cambio climático provocado por las actividades humanas, sus posibles repercusiones y las posibilidades de adaptación y atenuación del mismo. El IPCC no realiza investigaciones ni controla datos relativos al clima u otros parámetros pertinentes, sino que basa su evaluación principalmente en la literatura científica y técnica revisada por homólogos y publicada”. Desde entonces una de las principales actividades del IPCC es hacer una evaluación periódica de los conocimientos sobre el cambio climático. Hasta el presente, ha publicado cinco informes, basados en las actividades de tres grupos de trabajo:

El Grupo de trabajo I evalúa los aspectos científicos del sistema climático y el cambio climático.

El Grupo de trabajo II evalúa la vulnerabilidad de los sistemas socioeconómicos y naturales al cambio climático, las consecuencias negativas y positivas de dicho cambio y las posibilidades de adaptación al mismo.

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El Grupo de trabajo III evalúa las posibilidades de limitar las emisiones de gases de efecto invernadero y de atenuar los efectos del cambio climático.

Las conclusiones de este panel, como ya se vio antes, se inclinan plenamente en el sentido de que el cambio climático es esencialmente fruto de la acción del Hombre.

Otro hito importante de este proceso de toma de conciencia colectivo sobre el cambio climático, fue la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, aprobada en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD), que se efectuó en Río de Janeiro del 3 al 14 de junio de 1992, celebrando los veinte años de la primera conferencia internacional -dla de Estocolmo- dedicada a los problemas del medio ambiente. Esta conferencia estuvo dedicada a la búsqueda de soluciones comunes a los grandes problemas medioambientales planteados por aquel entonces:

1. La reducción de la producción de productos contaminantes o tóxicos 2. La mayor utilización de energías no contaminantes y renovables 3. El apoyo por parte de los gobiernos al transporte público, para reducir el tráfico y la

contaminación de CO2 y de ruido. 4. La escasez de agua potable en distintas partes del planeta, y soluciones de como

poder ahorrar la poca que tienen

La etapa siguiente, de este largo proceso de acuerdos internacionales, fue la aprobación de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, adoptada en Nueva York el 9 de mayo de 1992 y que entró en vigor el 21 de marzo de 1994. A partir de esta Convención, en 1997, los gobiernos miembros acordaron incorporar una adición al tratado, conocida con el nombre de Protocolo de Kioto. Este es un acuerdo internacional que tiene por objetivo reducir las emisiones de seis gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global: dióxido de carbono (CO2), gas metano (CH4) y óxido nitroso (N2O), y los otros tres son gases industriales fluorados: hidrofluorocarbonos (HFC), perfluorocarbonos (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6), en un porcentaje aproximado de al menos un 5 %, dentro del periodo que va de 2008 a 2012, en comparación a las emisiones a 1990. Por ejemplo, si las emisiones de estos gases en 1990 alcanzaban el 100 %, para 2012 debían de haberse reducido como mínimo al 95 %. Esto no significa que cada país deba reducir sus emisiones de gases regulados en un 5 % como mínimo, sino que este es un porcentaje a escala global y, por el contrario, cada país obligado por Kioto tiene sus propios porcentajes de emisión que debe disminuir la contaminación global.

El protocolo fue inicialmente adoptado el 11 de diciembre de 1997 en Kioto, Japón, pero no entró en vigor hasta el 16 de febrero de 2005. En noviembre de 2009, eran 187 estados los que ratificaron el protocolo. Estados Unidos, que es el mayor emisor de gases de invernadero mundial, no ha ratificado el protocolo. En 2006 se enmendó en Nairobi este Protocolo a la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático y se tenía previsto adoptar un nuevo protocolo en el año 2009. Sin embargo, fue necesario esperar hasta el 2015., para que se llegara a aprobar el El Acuerdo de París, que establece medidas para la reducción de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero a través de la “mitigación, adaptación y resiliencia” (entendiéndose a este último término como la capacidad que posee un sistema natural de recibir impactos negativos, sin

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destruir su estructura básica de funcionamiento) de los ecosistemas a efectos del Calentamiento Global.

Tal como se enumera en su Artículo 2, el acuerdo tiene como objetivo "reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático, en el contexto del desarrollo sostenible y de los esfuerzos por erradicar la pobreza" para lo cual determina tres acciones concretas:

a) Mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 °C con respecto a los niveles preindustriales, reconociendo que ello reduciría considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático;

b) Aumentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático y promover la resiliencia al clima y un desarrollo con bajas emisiones de gases de efecto invernadero, de un modo que no comprometa la producción de alimentos; y

c) Elevar las corrientes financieras de apoyo a estas medidas a un nivel compatible con una trayectoria que conduzca a un desarrollo resiliente al clima y con bajas emisiones de gases de efecto invernadero.

La aplicación plena de estas medidas está prevista para el año 2020, cuando finaliza la vigencia del Protocolo de Kioto. El acuerdo fue negociado durante la XXI Conferencia sobre Cambio Climático (COP 21) por los 195 países miembros, adoptado el 12 de diciembre de 2015 y abierto para firma el 22 de abril de 2016 para celebrar el Día de la Tierra. A fines de 2016 este instrumento internacional había sido firmado por 97 países, lo cual comprende 96 países firmantes individualmente y la Unión Europea, la cual ratificó el acuerdo el 5 de octubre de 2016. De este modo, al ser ratificado por más de 55 partes que suman más del 55 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, se cumplió la condición para la entrada en vigor del mismo. Estados Unidos firmó dicho Acuerdo, Sin embargo, el 1 de junio de 2017, el presidente de los EE.UU. Donald Trump anunció la retirada de Estados Unidos de este acuerdo, dadas sus promesas de campaña en pro de los intereses económicos de su país. Todos los demás países del mundo reiteraron su compromiso y comunicaron que no se iban a retirar del Acuerdo aunque Estados Unidos lo hiciese.

El antedicho anuncio no tiene aplicación inmediata, toda vez que el Protocolo de Kioto y el Acuerdo de París no permiten una salida inmediata del acuerdo, sino que lo autoriza solo luego de tres años después del anuncio. Es decir, en teoría, Estados Unidos. seguirá formando parte del acuerdo del clima hasta el año 2020.

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Buenos Aires, 1º de septiembre de 2017

                                                            i  Ver  al  respecto  los  trabajos  de  Rolando  García  vinculados  a  las  sequías  y  el  hombre  en  África:  “La Naturaleza se declara No Culpable “(“Nature Pleads Not Guilty”) 1980. 

 

 

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                                                                                                                                                                                     ii Reflexión aportada por el M. Sc. Alberto Terneus, climatólogo y experto del Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica de Argentina, en una etapa temprana de discusión de este texto.  iii «Nature Climate Change» (doi:10.1038/nclimate2174). Resultados de un estudio de la Universidad 

Complutense de Madrid. 

iv.  El  gráfico  que  se  presenta  muestra  los  cambios  en  los  niveles  del  mar  medidos  por  los  satélites NASA/CNES Topex/Poseidon and Jason‐1; and NASA/CNES/NOAA/EUMETSAT Jason‐2) entre 1992 y 2012. El planisferio  indica cambios en  las masas de agua entre  los mares y  los continentes entre 2010 y 2011:  los mares perdieron agua que ganaron los continentes (primariamente Australia, el norte de Sud América y el Sudeste de Asia, debido a  las  intensas  lluvias originadas por el  fenómeno de “La Niña” Para mediados de 2012, el nivel del mar había recuperado más de 5mm que había perdido el año anterior.  v El uso del término "acidificación oceánica" para describir este proceso fue introducido por Caldeira y Wickett: «Anthropogenic carbon and ocean pH». Nature 425 (6956) (2003)  vi National Geographic, 10 de septiembre 2010.  vii  Para  este  último  punto  ver:  Dr.  Yermolin  Yevgeniy,  “Cambio  Climático  y  crioesfera  de  la  península Antártica, Campo de Hielo Patagónico Sur y Andes centrales”. Instituto Antártico Argentino.  viii Para un detalle de las emisiones de GEI que puede producir un país, ver los informes bianuales nacionales producidos por los países miembros del Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático. En el caso de Argentina: “Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero, 2017”, publicado por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable.  ix Ver al respecto, Silvia Duhau, “Actividad solar y cambio climático”. Facultad de Ingeniería, Universidad Nacional de Buenos Aires. Argentina, 2017  x Usoskin, Ilya G, “AQ history of solar activity over millenia”. University of Oulo, Finland.  xi National Research Center, de los Estados Unidos: resultado de una mesa redonda sobre el impacto de la actividad solar en el clima terrestre. 2017  xii FAO: “Riesgos de conflictos por el agua dulce”. Doc. Interno 2014.  xiii Recuérdense los tempranos trabajos de Vance Packard:  Las formas ocultas de la propaganda, de 1957; “ Los “Buscadores de Prestigio” de 1959 y “The Waste Makers” de 1960. El “Modelo Mundial Latinoamericano” de la Fundación Bariloche, elaborado entre 1972 y 1975 bajo la dirección de Carlos Mallman, o “Los límites del Crecimiento”, de Donella Meadows de 1972. Y más recientemente: Sánchez Arnau, J. C. (editor) “La culture, clef du développement”, UNESCO, 1980; Welzer, Harald, “Guerras climáticas ¿Por qué mataremos (y nos matarán) en el Siglo XXI?, 2008 y la Encíclica del Papa Francisco I “Laudato Si” (Alabado Seas) de mayo de 2015