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1 BIBLIOTECA DE AUTORES QUINDIANOS EL CAMINAR DE LOS OCÉANOS POESÍA

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BIBLIOTECA DE AUTORES QUINDIANOS

EL CAMINARDE LOS OCÉANOS

Poesía

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La Biblioteca de Autores Quindianos

La Biblioteca de Autores Quindianos tiene como propósito poner en circulación, en cuidadas ediciones, los trabajos creativos y de reflexión de los poetas, escritores e investigadores de nuestro departamento. La amplitud del panorama de las letras quindianas se refleja en esta colección, que incluye autores y obras de una tradición consolidada, al tiempo que abre el espacio para las nuevas miradas a la literatura y a la riqueza cultural del Quindío.

En este proyecto de carácter académico han unido sus esfuerzos la Gobernación del Quindío y la Universidad del Quindío, con el apoyo de un Comité Editorial conformado por expertos en literatura, historia y cultura.

Lo que nos convoca es una convicción que está en la base de nuestras políticas institucionales: Es indispensable promover, apoyar y difundir el producto de la actividad intelectual, y brindar a la región puntos de encuentro para que se piense en las fortalezas propias de su historia, dinámica y diversa.

Con este conjunto de obras en ensayo, narrativa y poesía, la Secretaría de Cultura de la Gobernación del Quindío y la Universidad del Quindío les proponen a los lectores un espacio para el asombro, el estudio y el descubrimiento.

Julio César López Espinosa Alfonso Londoño OrozcoGobernador del Quindío Rector de la Universidad del Quindío

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Juan Restrepo

El caminar de los océanos

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El caminar de los océanos© Juan Restrepo

Primera edición

Biblioteca de Autores QuindianosSecretaría de Cultura, Gobernación del QuindíoUniversidad del QuindíoArmenia, 2011

ISBN 978-958-8593-22-7

Edición al cuidado de Carlos A. Castrillón

Todos los derechos reservados.Se prohíbe la reproducción total o parcial de este libro, por cualquier medio, sin la autorización escrita del autor.

Diseño de la portada: © Lina María CocuyDiagramación: Julio César Pinzón Ospina

Impresión: Centro de Publicaciones de la Universidad del Quindío

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Índice

Prólogo. Darío Ruiz Gómez 11

Hades (1995) 19

Las Águilas de la Tristeza (1994)

Incendias de lo oscuro 125¿Piensas, riges? 126Leva el túmulo 127Cómo encendían las naves 128¿De dónde llega? 129Tan distante 130La mansión silenciosa 131Cuadro 132Breves palabras 133¡Ah! vosotras 134Los días 135Sacude el lomo 136Patio 137El salón de baile 138Venid, fermentos 139El devenir sucede 140Si el arquero 141¿Cuál forma representas? 142Las mansiones 143Los que nunca han tocado 144¿Quién desde las bellotas? 145Lleva el vilano 147La rota sombra 148Nada por estos cuerpos 149Calmos rayos 151Ahora del navío 152La inconfundible 153

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Hemos cantado 154¿Por qué, ¡ah! Capitanes? 156Pensadora tristeza 157El cuatralbo 158A los huertos fui 159Al mediodía el aroma 160Lo esperado 161Abro el fin 162Porfiados barracones 163Y su voz 167Rasga de sí el tiempo 168Esta bata 169Onda del zafiro celeste 170¡Ah! breves damas 171Lo callado 172Veamos 173Rojas sílabas 174Tierra 175Las cavernas salen de caza 176Alejandra 177Pesarosa clemencia 178Canta la oropéndola 179Hay estruendo 181Serena es la espesura 182

El Volcán de los Duendes (2001)

Proemio: Los Industriosos Cabalgantes 185Nacimiento: Duende Uno 186Gnomos 187Duende Dos 188Duende Tres 190Duende Cuatro 192Duende Cinco 193Duende Seis 194Duende Muerte 195Duende Ocho 197Duende Nueve 198

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Duende Diez 199Duende Once 200Duende Doce 201Duende Trece 202Duende Catorce 203Duende Quince 204Duende Dieciséis 206Duende Diecisiete 207Espíritus de la noche 208La memoria 211El sueño 213Coro de los Duendes soñantes 215La sombra 219Reflexión de un Duende 220Coro 221Duendes descendiendo de la memoria 222Gnomo 223Duende Dieciocho 224Duende Diecinueve 225Gnomo 226Epílogo 227Un descanso 228

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Prólogo

Darío Ruiz Gómez

Más de veinte libros de poesía escritos en el mayor silencio. Como única tarea, disimulada en las labores cotidianas, este eco de los días, ecos de noticias perdidas donde se asoma imprevistamente el rostro de los viejos dioses, el hilo extraviado de los viejos relatos. En ese sentido es preciso señalar en esta poesía algo importante: su alto grado de intemporalidad, alcanzado mediante esta escucha de lo inescuchable, de aquello que alienta en lo indecible. Lo cual señala una inmensa virtud en estos tiempos donde el éxito editorial se confunde con la calidad literaria: el saber colocar antes la poesía que los datos personales del poeta en un país donde el atraso cultural se pone de manifiesto en la persistencia de inventadas aristocracias del pensamiento, heredadas y confinadas por la supuesta minoría de siempre.

Borrar los datos personales es hacer entender que lo que cuenta como experiencia no es la biografía sino ese hilo que el poeta ha rescatado de la locuaz voz de los tiempos. La supuesta premisa de que la poesía debe estar ungida al presente y debe ser huella y testimonio de éste es propia aún de cierta literatura nacional, pero aquí, en el caso de Juan Restrepo, la relación se establece con el único interlocutor válido: la poesía que no ha dejado de estar en el mundo, por encima de las cronologías establecidas por la Historia. De ahí que la noción de intemporalidad no constituya una huida de la realidad sino lo contrario, el adentrarse en la única realidad posible a la poesía, que no es otra que ella misma. ¿Dónde más estarían las geografías de la memoria, los templos de la

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sabiduría, la palabra que se hace eufonía al incorporarse, naturalmente, al paso del viento?

Restrepo ha decantado las metáforas con que el surrealismo puso a flote la otra visión, la otra realidad alojada en el sueño, entrevista en el duermevela. O sea la otra gramática de vida en los ojos del subconsciente: aquello que no sabíamos que éramos nosotros y que gracias a la articulación poética de estas imágenes nos va descubriendo la sombra que vibraba detrás de la lógica diaria, como un presentimiento.

Se entiende que el método seguido no es el del azar ni el de la llamada escritura automática, ni mucho menos el del extravío, sino el más difícil: el de la lucidez que brota del resplandor de la vigilia y va descubriendo sin sobresalto, sin ofensa alguna, aquello que duerme en nuestra alma cautiva por la nostalgia del orden antiguo. La mirada es así la de aquel que está suspendido en el aire y mira la lontananza, las miles de pequeñas olas que rizan el mar original. Antes de emprender el vuelo, antes de la alucinación ante lo que discurre ante los ojos de esta alma: la lucidez es entonces una estrategia ante las trampas del destino, ante el chantaje del dolor. Si digo presentimiento es porque esta poesía ha sabido mantenerse en el umbral, ha escogido el umbral no por temor a dar el paso hacia la exterioridad o para retroceder hacia la penumbra bienhechora sino porque mantenerse en el umbral significa carecer de párpados, significa dejar la palabra en el reino de la imagen sin que la destruya la iniquidad de una gramática.

Aquí vemos lo que significa haber renunciado a la biografía: el carecer del dato que ensombrece la mirada como referencia de una vida personal, ese “saber que no me recuerdo es despertar” de Pessoa. Dejada atrás la miseria del existir como falsa agonía, como falsa confrontación con los otros, la búsqueda de la plenitud

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señala una necesaria ascesis en el poeta. El poeta no vive su vida particular, vive la vida que la poesía le invita a llevar, que la poesía le ha suministrado en el deslumbramiento. Es aquí donde la poesía de Juan Restrepo pone de presente aquella virtud alabada por Miguel Ángel: la discreción. Ya que el grito aleja, espanta al posible interlocutor, mientras la discreción invita a regresar, a descubrir pausadamente la imagen que se quiere compartir.

De ahí otra virtud bien escasa por estos pagos de Dios: el pudor. Virtud que la actual vulgaridad suele identificar con la incapacidad de abrirse a la procacidad de un erotismo comercial. En la medida en que la ascesis le ha permitido a esta gran poesía escapar de la contaminación de la Historia, de la reducción de lo humano a un existir sin mito, igualmente ha eludido la procacidad de la queja inventada, de la lágrima inventada alrededor de la orfandad, del exilio, del destierro. Al eludir esa queja esta poesía afirma su tarea implícita de no romper con la unidad primera en que Dios creó el mundo. Cuando se evita y se teme caer en la procacidad es porque ésta supone una saturación de la imagen que termina por anularla. El pudor —ese conocimiento que sabe que aún no ha llegado al final— enuncia a la imagen, la deja, pues, en el umbral, esperando que sea la misma metáfora la que defina su mayor virtud, esto es, su capacidad de hacer silencio.

Por eso cada libro es, naturalmente, una continuidad de los otros. Pero aquí el último puede ser el primero ya que precisamente en el espacio del subconsciente —ese espacio que desconoce la aridez de la historia, la miseria de la biografía— no se da la cronología del tiempo porque lo que se vive es la simultaneidad de los tiempos. Y desde el silencio conquistado, desde la reanudada continuidad entre la vigilia y el sueño, el espacio anterior a Aristóteles, el espacio que desconoce la mensura, se establece como

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un territorio mental único y al cual es necesario penetrar con las armas de la misma lucidez.

Que una poesía establezca de esta manera su territorialidad frente al lugar común, frente a los estilos nacionales, frente a las poesías que rinden culto a la época es decidirse por la incomprensión, es aislarse necesariamente. No digo, como podría pensarse según los parámetros de un sentimentalismo al uso, que aislarse es quedarse solo, fuera de los consabidos reconocimientos donde se alojan los filisteos. Aislarse es vivir y asumir esa territorialidad legitimada para que el diálogo continúe: aquí no hay fisuras porque la duda no ha resquebrajado la imagen. La poesía de Juan Restrepo fluye porque no ha sufrido interrupciones, porque no es víctima de traumas existenciales sino que viene y va hacia la claridad propia de quien se sabe guardián de una armonía única.

He leído sus libros inéditos y lo que estoy señalando es cierto, las imágenes se configuran en la lectura mental indicándonos paisajes y momentos que nunca creímos constituyeran parte de nuestro propio patrimonio. Es una poesía donde la metáfora se ha hecho innecesaria en su unión de contrastes porque, sencillamente, la contradicción tampoco se da en este espacio único donde leyenda y recuerdo se confunden sin indicar un final. ¿Es esta la tierra prometida o es el paraíso perdido? Lo trágico no puede darse en circunstancias como estas donde los elementos primordiales que componen el mundo y las metáforas que definen a éste se dan como presencia no traumática, como desgarramiento existencial, sino como constancia de aquello que ha permanecido en el aire, en las nubes, en los corredores de la casa, los pájaros que han llegado a borrar su nombre, las briznas de paja en el anuncio del verano, el ronco sonido de las aguas en las montañas de niebla, reinos de un universo intocado que esta poesía descubre ante nuestros ojos asombrados para darnos la certeza de que el orden de la creación no

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terminó en el séptimo día sino que continúa diariamente en el mayor secreto: “El silencio es norma que el labio consuela”.

Aquí se hace más claro el fruto del esfuerzo del poeta por oponerse a las falacias de la historia, a las argucias conceptuales del supuesto deber ante el presente: el mundo que está ahí exige de nosotros, tal como lo señaló Pico de la Mirándola, lograr adentrarnos en él para, de este modo, tratar de conseguir la eufonía y la plenitud, para que la llama del estío habite gozosamente en nuestro pecho y las rocas, los musgos, los ojos de los animales se reconstruyan en el flujo de nuestra sangre tal como lo certifica esta alta poesía, poesía del júbilo en tanto restituye un orden necesario de la vida y a la vida necesaria, como aquello que es porfiadamente inútil, rama que ventea, onda de agua, milano, verso que se aferra a la condición de la poesía para hacer el llamado a este silencio.

“Nada en mi reino es sujetado”. Esta poesía de Juan Restrepo se desprende de sí misma, rehúye la falsa imagen, destierra las profecías políticas y nos instala en el centro del verdadero reino que nos reconoce. Poesía para aquellos que están antes, para quienes, repito, han hecho del umbral su hábitat. Lo lírico no se da aquí por la contemplación sino por el haber permanecido ahí en el centro mismo de las cosas, en la habitación inicial de las palabras. Por eso esta poesía no describe sino que se describe desde el ámbito interior del tiempo que al fluir nos recuerda no el oprobio de la muerte civil sino la condición de caducidad de nuestras vidas, caducidad que nos hermana con el ave, con el animal, con la nube.

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Juan Restrepo, por Antonio Valencia Mejía (1984)

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Hades

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Llegad los convidadosa esta anca de misterio,con juiciosa pacienciaabordad los sitialesy asid, tocad las formasque desprenden y llevan.

Preguntad por el nombresin siquiera un susurro,sólo lo que en sentidollueva vuestra prudencia.

Lo que aquí halléis, calladlo,no será ya jamás.

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Cada rostro despidaoído, ojo, lengua,lo que solo navega;el buen rocín techado,el color si ha sentido;no el espantable océanode una cuenca dormida,cráneo niño perdidoen su búsqueda, tierno.

Es día y traspasamos;sus torres de llanuragotean azul, perpetuo.

Corre olvido a su mano,a su lengua vacío.

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Sombras

Bellas hacedoras,dejadlas que dancenbajo el caramillo.

Dispersan, reúnen,flotan y el sonidoes la única cumbre.

Vado donde puedesatrever, gozoso,pero ave que espantasi juegas la duda,el dado fermento.

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Sopla el cuerno,ladra la monturay el jinete es roce capotóna hombrosde la misma noche.

Parten de los cascosposadas, distancias,un velo se esparcey bello respiropliega, cae, ahondanada más que el rápidolistón que ha pensadocuando era su casa.

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Así la primerapuerta donde llegues,floresta ventana,óvalo tejado,corredizas hojas donde desprendidasaves de fortuna dan sus estaciones,desovan la inmensalaguna que abresus profundas alas,llama sus navíosy el mar de los seres,libra sus orillas.

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Regad, el tiempo llega,el eco jardinero;despide su rocío,tarde es o noche o alba,duende en pezón que ha ido.

Juguetón se diríasi allí le recordáramoso un alto hiciese,alivio, si no fuerala calcinada playade pies desnudos, yerta.

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Entonces el relámpago,la voz que se deshace,el fulgor ahora herido,el cálido ornamentode la augusta justicia,el verde lazarilloagraz oído al leñorapaz del aire, anillo,seco brazo vacío.

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Nada, nadasin tu vasija,agua o color,o aire;el dolor mismo,aquello que esperamos y no podrá;la brevegota de la aventuray la pompa que estalla;frescor para los doneso los dientes de caza;la indefensa bondaddonde deshabitadonuestro morral camina,vacía en el horizonte,deslíe, canturrea.

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No es de acertar la noche,alabar la balanzaque bien podría ocurrir,dar al dado su díao ver que el tiempo nuevoqueja de otra virtud.

Pensantes, quebradizos,diezmos pastores líquidosu otra razón.

Aquí el rayo,el trono,la penumbra infinita sin otra unción.

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Lento mensajero,¿qué llevasque a ti mismo retrasa?¿Nuevas ya idaso el ojo aún no visto?¿O ese escalofríodonde aún puede eterno?¿Zumbón es,cuchicheacuando helandoen su trono?

¡Ah! miríadas vocesen rama ciega,ahora.Mimbres lívidos,aguas.

Dejadle,lienzo es apenasel camino que cubre,desprende de la telasu fulgory va hilando.

Bello es el silencioso.

Ella guía,se pierde,mi casa no la encuentro.

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No era estación de juegos,se soñaba la antorchaaunque lumbre allí habíapero secas las puertas;se abría y era el cuchillode su único lecho;niño apenas, ondeabay diríase el leñoque dormita en la rama;de a poco fue y el cuerpocerrose hasta la mínimaexhalación que toca;despierta, ya es el alba.

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Respiró la tinieblay la vi ungida,astros, como si la llevasena una apartada niebla.Pero veía mi sombray ella en rostro lloraba,dos zagales corriendo,el viento en los despojosde ese bien que no llega.

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Llamas, llamas secasque el temblor traspasa,cauces hundimientos,resquebrajaduras del soplo,abandonos,oboes desprendidosa los mismos dedosde pulpa y ceniza.

Cantaba el silencioremoviendo hechos con que acariciaba.

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Arropó el velamendespidiendo el puerto que pude;conté de sus manoslargas aguas, ondas,pues eran las horasel venial engañoen que navegaba,un errante sueño,bellas rientes, anclas.

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Creí ver las trenzastantas veces vueltashacia mí, cegándome,cuando sacudías tu soly sus rayosdesprendían los díasdonde semiocultoscreábamos la noche,reclinando, sola.

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No vi lejanía;acercó el camino aún másy era el lejos.

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Orillas

¡Ah!, breveshermanas semejantes.Ni aun en la discordiahalláis la diferencia.¿Cuál la otra orilla?¿Aquella que permite?No el habla,ni el confín horizonte.Ellos, tus hijos,cantan,y el silencio es feliz.

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Sostener ese velo¡cuánto dolor!Si oscura es la mortajaque plateas,destejespara tu propia siembra.Preparas los avíosde su hilo,reluces,paseas y desdeñas.Tanto abrazasen mirada benignapues sólo el guiño dicede tu andar y su juego.

El lino va cediendo,el pastor de tus rayos;en capullos zarcillosseñala, desvanece.

Abre la casa el Padre.

Algún lugar se duerme.

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¿Quién ha abierto cruelesbondades a esta casa?¿Eres?;tan dulces pasos calzoque sólo podría el mirlodejarlos en mi oído;no comprenden mis ojosasí a la noche bajenotras voces, pregunten.

Pero entrad, dicha mía,aunque llore el rocío,otra sea esa tierra.

No hables,no muevan tus palabrasel rostro que ahora luces y un rayo tal vez huyao tema o aquí llore.

Como el sol del espacioo las constelaciones,gira,pues es leve su aroma y así en mi rama puedavolver a aprisionarley ver crecer nuestro árbol,recostarnos al tallo,sombrear por su memoria.

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¡Ah! tu distante mano,no hay pobre desestimoni cabo en esa llama;ave es y trino,olvido...Cruja la gran medidadel péndulo, detenga,anuncie de otra flama.

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Aún hay día, hay tiniebla,hay nada;en ningún lugarpuede ocultar la noche,zafar los eslabonesde las horas, matarsu deseosa cadena.

Brazos de los gigantesen el mínimo soplo,el alegre zumbidode la abeja o el nidoque la muerte construye.Destronados navíossi de las tempestadesvuela el sordo respiroy en su sombra acomoda;grata armonía tan solaen este inmenso ruedo.

Mas ría, goce tu tintineo,afloren los capullosy sea su danza mozaque nos festeje, aúnecada estación aquíen el astro pasado.

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Recuesta, hay cansancio,sigue el seno desnudoque ahora nos acoge;su espaciosa cantárida teje, es su tiempomientras ligero roncael buen ojo en que todoir y venir prosigue;sosiegue el breve mimbreque ahora te construye,aliente amable espaciomientras yo acá disuelvo.

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Soñar, dormir,¡ah! dulcísimo gritoque guía fiel a mi niña.

Su aposento es un guiñoque junto a ella duerme.

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De brillantees el don que recibo,me brinda sus mansionesy aún dispone los bosquespara robusta caza;el cuerno silenciosocuelga fugaz en mi hombroy mientras van mis párpadostras sus labrados brazosno hallan más que ese gestoya brillando en su arco;pienso, sin duda otrosea el caudal que ha servidoy no la dolorosa fuente que precipita,deja a salvo la heridaen su estuche por mi hombro;vuelvo a mí tan cercano;tal vez un astro míoguíe ya en otro cielo.

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Pude arder las majadas,los distantes zarcillosque crecen los susurros,el gentil en su arbusto,el charco saltarínen su pie tan inquieto.Poblado era el serenocampo de mi memoria,tan parecida orillaa esta rivera amable.

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Cintia

Miras y no distraesasí este mundo seaotra forma y atrevasa llamarle mañana.Deslizas y es la vidapor donde voy, atrevo.Tal vez tus reflexionesme den esos sentidosdonde aún no he llegadoal ver que apareciendoen el olvido aún vivesla muerte que has soñado.

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¡Ah! el pájaro zafiroal confín de la noche,¿quién podría prenderle?

Oye su canto,oscuro.

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Los poderosos galgosdel jilguero han partido,aún no dora el soly sus lomos relucen.

Bajan y asciendeny de ese trino en saltoo colina volátilzumos de bellas plumasa la grata memoriadonde la noche en rama,quieta, tan silenciosa.

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Despertar

Aún no, es la alondrao el engañoso pájarodel triste caramillo,el destello jilgueroque alguna nube ha dicho,el aldeano en su vueltaque ha regresado al lecho.

La pobre hora ha perdidoy teme, gracia temee implora así, desierta.

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La sonaja de broncey el dardo, ¿quién podríadarme de ti? Es nombreaquello que el oídode la mente susurra,tensa el prodigiosoarco de la memoria.Titanes u otros donesque de aquí prodigasen,tan distantes a aquellosojos de la discordia.

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Dulce el tronco de esta edad,amable su fronda,moviente dulcísimaen azul, brillantesy el jocundo lobo,pobre astro y la comadrejaque boga en su niebla;pesares dolientes aquíen camino o tristes cantaresen ecos durmientes;tempranos, ventanas,labrados silbidos.

Ven donde la endechaaún recuerda, llama,ve la débil líneadonde hubo, la muertede su alegre lira,su simiente casa.

Si al pasar entonas,entonces recuerdo, corra,entre a este lechotan fiel, donde lejosni reposo turban.

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Celestes caravanassobre nuestros desiertos,a veces confundidoso en el viento colmadossi el temporal acerca,tiende rayos y truenosen espejos tan clarosque ofrecen, caballerosde las límpidas aguasy esbeltas damas dátiles,el hortelano fuegopulsando mientras crujela brasa del relámpago.

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No temas, en ti sigue,pues guardián es el sueñode dos reinos y en ellossu condición afronta la verdad.No le engañan movedizas palabrasasí en alud descargueny aparezca la huesaen llanura o alondra,oscuro desdorandoo andante más seguro.Sabe de sí, iluminay aunque sea la tinieblaesa temida líneaque de seguro un sordovolcán corta, descuaja,sorpresiva le une,sonríe, palmea su hombro,le apacigua, revelaen más tierno misterio.

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¿Flotas, juegas?Recorres tu dulzuray en nada apoyas;el verdor es más vasto;gentes ríen la sombraque descansa, animande esa ilusión, gorjeanbuenas nuevas al mundo,envían los pichonesde su bondad.

No es presuroso el díasino a los calmos rayosque al pensar le sorprenden,le nombran y así nace.

Dormito, copo leve;el brillo del relámpagosalta, extiende, arrulla,tal vez un gesto tuyoque has traído,aquí sueltas.

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Caronte

Hoy temeel legendario.

Mas yo digo,no sabe.

Azul es su laguna.

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Ardan, enrojezcan sus ojos,broten de entre la llamasi no pueden las aguasdel cristal que refrescan,el desolado viaje,sólo el roer la líquidalápida donde imageny pensar ya no encuentran,sin una flor siquieraque en el fluir proponga,aquí yace, fue tristeo como veáis su tumba.

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Las cosas desoyeron,entornaron sus puertas,no habían aún olvidado;sólo un gemido heríay no iban sus rostros,vestigios, aire rotode sombrío misterio.

Distante era,fugaba,casi cercano espacio.

Sorprendía la cumbreque nevaba, ascendía.

El frío dibujaba.

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¿Qué nubesde maestro pico?

Ululan el hierro.

Perros de cinturaladran gotas,crujen,en chorro abalanzan.

Escuchad la cazadel cuerpotan triste,fulge en techo,arde.

Silencia,reúne,en su ojo yace.

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Ardorosa palabraen este sol que amamos,tan liviano silencio;ave que nos prodigasólo el abrir sus alas.¡Ah! si el alisio fueseel bergantín sonoroque has dormido en el lechode tu arrullante lira,tal vez fuera este océanoque flota, ha olvidado.Desamarré las brisas,arranqué las cadenasal huracán que hirviendome iba helando,busqué, grité la formade mi sopor y no hubeni tiniebla de habla,mansión donde la dichauna vez reconvino,abrazo que indicase.Altas columnas supeque apoyaban sus mentesen el mismo vacíoy esperé, nave inquietahasta que de las velasuna señal,nuestras juntas sortijasdesde Profundo, un temploo rayo azahar fundiendo.

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Seráficos los dones,el tiempo de las avesentre el cielo y la tierra,la palabra que arqueacuando en su voz levanta,el gozo despertar.

¡Ah! el infante en su astroraudo de gracias, solo y el vacío de las cosascreciendo, guapo mozo.

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¿Es en mí o en la bóvedaque jamás se consume?

El silvestre aduaneroapresura el enjambre,llama quedo, señala,ordena la modestia,paso al clarín tempranodonde ardió la ventura.

Veamos si es el silboquien divide el camino,va aclarando el deleitey el aguzado goce recogeel grano puro,el más sentido silo;colores en el nombrede la inmortal memoriaque ahora brilla, convidaa ese gentil asombro.

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Es tiempo de mi casa,giró su rueda y dijo;tendió mi voluntaden ese asombro rotohasta juntar los cuerposque allí mi ojo yacían;sólo observé el tumulto,sombras que allí faltaban,voces sin otro nombreque partir hacia sí;vi el contorno y el dilatadomimbre donde recomenzaban;trozaban los alerosde azul tan prodigiosoque allí mismo el doradodeslizaba sus techosy el granate ya olía;arribé a sus sentidosaún sin saber un últimocaparazón de náufragoy en mi mano ya estabatu mano, el encendidocuerpo del mediodía.

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Aura joven nos guíe,fuerte ala del sueño;deduzca la pacienciaque pueda la paciencia.

No arma la voluntadde la furia sus riscosni las verdes llanurasdel trino el eco tierno;gritamos un enjambrey no sabemos cuándosonreirá la certeza;así el silencio,desboca, llama, espera,solloza el estampidosu razón misma;mueven de esta columnalos incansables miembros,el paso es ciertoy pasado medita,alimenta las fraguasde toda condición;busquemos en sus ráfagas,posemos la memoriadonde futuro anduvo;tal vez así un descansopodamos ofrecerley ver a Cintia al carrode Apolo aún soñante.

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Cálido es este asombro,no crujen sus cristalesni es camino del tiempo;nada aparece; el gocede ver todo en la nadaune, llama y extiendecada región y hay lucesmás ricas y pobladasque en nada le desdiceny el anhelo es el soplocon que se piensa eternoo a un costado le animas.

Vayamos, es Oriente,claro es él y seguroya en tu sereno nombre.

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Piensa, abre el goceen su propio infinitoy en él encaminemos;grácil forma de oscurotan luminoso en hechos,gruta misericordia.¿Ves la horda que acabade atravesar sus cielos?¿Las cimientes cadenasdonde el hierro sonríe?La indetenible lanzallora, no halla la casaque tan niña ha dejado;Hefestos, pobre Hefestos,no cesa y los relámpagostruenan su triste sombra,Mauthausen, los aullidosde la seca soberbia.

Mientras granan las ruinasdonde creció la glorianuestro rumor veamos;nos recibe, es amable,corre a reconocernoslos hechos que ha guardado,más diestro jardinero.

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Yérguete, yérguete,celebremos, celebremos,veamos estos túmulosrenacer en sus liras,ardamos en sus cuerdashasta que los refugiosabran su faz, despierten,miren de sus cadenas,asciendan y prodiguentodo lo que el silencio.

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¡Ah! las rocasdonde fuimos llorados,líquenes rojos siembransu color cada día,cortan sus ramos, tiernos,tienden pálidos hielos.

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Era el guerreroamado;en sombra anduvoherido,llegó hasta tus colinas.

Dos sepulturas tuvo.

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¿Qué habrá en esa corona nupcial?¿Correrá bajo ella tu carroza?¿O iremos tan distantesen nuestro anillo?

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Cómo callas¡oh! héroe;¿por qué el cenit caído?Polvo él en su tesoro,¿por qué en quejido, mudo?Sólo si faltas tiemblepecho, azor, poderío,la hierba un alto haga.

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Dos pájaros durmientes.

¿Cuál en vuelo?

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Temo,esta hoja dorada,se ahueca,me persigue.

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Como gajos de la voluntadolían tus frutos y ni altura,ni abismo, ni valle, ni colinasorprendían como ellos;la onda, el movimientoque los vientos zarpabany la quietud, el rastroque por mí desprendían.

Meditaba extranjero estas bellas razonesy sólo una caricia sentía jugar;no hallaba la templanzaque en lo oscuro me vieseo en la luz secretease.

Desde un tiempo que no hubemiraba yo tu casay era feliz mi casa.

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Todo espacio es el tiempoantes de la ceniza.Seguid llamas, arrulloscon la única ternuraque ahora ella habita;cuidad su sueño, vedsi aún éste respirao algún deseo persigue.

Custodiad mi palabraasí los cuatro nortestengáis por siempre atados,los cuatro hondos ladridos.

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¡Ah! dulcísima lágrimaque veo correr por ti,¡ah! dulcísimo labioque apenas se estremece,ojos leves que cierrancallan hacia mis ojos...

Todo es memoria,oíd, grite espacio esa queja.

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Canta,nodriza de los rayos,que nutransu instantánea lechada.

Tú, a los prados vuelve.

Casi en el alba, tiéndete.

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Aura joven nos guíe.

Cintia amable,eterna.

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¿Qué murmullos, susurros?Hay día, hay noche,hay día,nace y crece la lumbreen su extrema belleza,cae su fruto, germina;el poderoso árbol de la salud sepulta aunque yazga pues vuelve,verdece, da el camino.

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Nieblas, nieblasen los cuatro guardianesy sus capas lebreles,tristezas de Caronte.

Tristezas de Caronteaquí en los plenos reinos,macizos agujerosmuertos en la piedad.

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¿Lee la lejanía,niña que ha enarcado?Miradle los labios,sacadle del soplo,rozadle el color,disolved sus ojos,gañanes asombros,que lo suyo vean.

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Brilla, esplende,capitán de los sellos.Una hebra dadmey una viga de mimbre.Mi labio puedalo más frágil y atine.La sombra es eso,te mira iry teje.

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Ahora doblo el Pontoy me interno en sus selvas.¿Cuál tu límpida calleque alzas indiferente?Los días cierran sus puertas,alguien sacude esta sonaja, tiembla.

Pienso y no desdeño,arrimo bien y malo lo que ya no existo,bebo mi onda, sumerjo,duele sobre mi hombro.

Mas, ven,toco estas maravillasen tu serena lápiday el buen cuervo profesa:si a una nave te atrevesque seas tú mismo,allí el mar desconoce,será maravillado.

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Gris se adviertey no canta su vuelola luciérnaga;la araña desmadeja,no convierte su ovillomás razón que la tuya,pálida desvanece.

¿Existes?

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¿Qué batalla acontece dentro mío,qué batalla?

¡Ah dioses!, es de lejos mi sombra;lanzas son estas ondasy otro escudo no tengoque esa luz que me llama.

¿Qué corceles naveganentre las mismas lanzas,qué voces las espadasde estas ondas que habito?No otro arco poseoque ese arco que me llama,ven mi gentil saeta.

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En líquida memoriaremaba allí el barquero,golpes de niebla pudeentrever en tus labios.Había asomos trayendoen espaciosos cuencosfines o lejanía y preguntéal oído si era temor, certezao el paso en esta orilla.Una serena hoja deslizastey mi mano tocó esa fresca mano.

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Entonces agrupando un trozo de los vientosjugueteaste; se oía ir el verano por tus dedosy en ramas sombrear el aire;recordé los vigías, doblaban los atajosy era el tiempo cercano;leyó un trueno su niño;piensa, tiempo es de bayas,en lo alto juega, piensa;arqueaste el instante tan feliz de tu cuellopara oír el silencio,un arrullo en tus labios;el galgo soplo andaba,el arqueado lomo de los sueños, ¿de caza?

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Que caiga, vuele el talón en frutoy estos tallos se cierren,entornen las ventanas de su hoguera, detengan,piensen, piensen sus puertasy veamos sus cabezas, sobre el lecho, apacibles.

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Mullida sombra olíaal caer de tus párpados,nada más que el tendersedel olvido que somosy correr a ese hijo.

Un grito desoía.

Pasaba la memoria.

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Soñad, el abejorrotoca su ronda, esculpeagua ya más tranquila;tu gesto mordisquea;queda el nido sonriendo.

Vuela, libre cordaje.

¿Por qué herir?,aún la misericordia a ese fugaz,¿herir?, vacío rostro a la sombrade ese rostro vacío.

Soñad, trenzad mi manoy este espejo asombremos;tal vez tan sólo seamoslo no existido; vuela,libre cordaje.

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Pétreas dagas en los pétreos gemidosde la consolación,huyentes inaudibles, cegadas transparencias,caminantes, ya solos;¿será acá o allá o mínima o extensagota que nos recuerda,llama y es el comienzo?Desdecir si hay corriente de verdaden la huella no es hallar;divísenme las alas de tus rompientes,guíen, agítese la dicha,corra a mí, reme a ti;more quietud si es techo,si mente lumbre, more.

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Velas al seto del cardinal veleroque siembra a Oriente,ni rumbo o sombra aquí,traspasos que ha vaciadola igualdad, la fortunade quien ha sido y dadopues has llenado todo.

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Se descuelga la onda de su ramay en fruto ya maduro oigo abrir el sonido;¿abierta espuma o trueno o roca que su cáscaraexpande o flota o danzacierra contra los vientos?

Llegué a mi oído y hubey allí albergue reíste.

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Bellísimo canto fue hilando,sin rostro ni forma fue hilando;no es este el páramo de aguasque pueda herir a los ojos,ni aun nacimiento;viértete, salta de estas rocas bicornes,aflige la espuma,olvida tu nave en la mente.

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Bellísimo canto fue hilando,un capullo lento...Reíste; nada;nada, eco, nada...la sombra del lejos;reíste;la noche colgaba en su rama.

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En lo alto juego,pienso, juego, pienso;en lo alto, colina o vallado;al pecho he subido,corrido un momentojunto a lo deseado,mirado, corrido,sin puertas mi paso,abiertas tus puertas.

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Ahora doblo el Ponto;la gaviota del vinovaciando el pez,el frágilsaco de firmamento.

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Buen oído el caminode estas aguas,susurran las amables leyendasque leen aún sus ondaso aquellos que entre sueñoscorren por la memoriao solamente borrantodo vestigio y dejanque avance por la menteel aliviado olvidoo su fruto, ese abismo,nuestra única casa.

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Azul es el encaje,el timón de lo ido;verde amarillo, rojo,tan sólo ese descanso,ese instante que duerme.

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Nada a este óvalo que huye;verde amarillo hundensus brazos, siembran,desmontan hasta el últimofulgor que da la nochey el día otra vez,la nave,una mínima hojaque cae estremeciendo.

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El mismo árbol ¿silencias?Mientras alejo, ven,que estas frondas animen,arrullen en el soploque de tus ojos riela.

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Plata o marfil al bordedel chorreante lomoque parte, da la guíasólo al labio que hundesus ojos, ya sonrientes,ya en ti el timón que halla.

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¡Ah! Cintia, ven del mármol;vive, plateada cariciamás allá, más allá,construye, haz el sueño.

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¿Qué oigo, qué apaciguo?¿Acaso el cuerpo en los bellos sentidos?¿Acaso estos en su liberación?¿Qué uno, qué aspiro?¡Ah! dulce enjambreque trae a mí sus mielesles sirve en nuestra mesa,habla al silencio tan cuidados deleites.

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Seguid, anillo,bóveda anudada a tu ave tan dulce,instante que flota,siervo serenísimo de tu propia casa.

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¡Ah! verde sonido,¿escuchas tus pájarosdesde su gargantay el fruto que estallancuando transparentan?Sólo el día o la nocheson su sobrio oído,pueden en su viajegozar esa sombra,recordar al árboldonde han reposado,callado el camino,descifrado el ojoque mira, pues ¿dóndepodríamos hallarlesi no en esa gotadonde unidos venseya en sí traspasando?

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Como las cabrassalta el vientoen las rocas;su hato es fuerte;a veces en susurromueve su cornamenta.

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Tiembla el espanto,hay gritos,golpea el astro navío,mas aún, amada, hay torresaunque en mi mente ahorados péndulos distingairse al viento apagando.

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Tierna, tierna Medea,he caminado tanto como tú,¡oh! alivios,dioses, dioses crueles.

¿Qué hemos vistopor estos caminos que nos huyen?

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Tu sandalia en las zarzasduele;sangra mi paso,el pechose me ha hecho extranjero.

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Ella

¿Dónde huyeron los vientoscuando tristeslos espacios flotaron?Callado fue el sonido, partió,aquí las lágrimas.

Seguid, seguid remeros.

Flotaba el tiempo,el díasobre aquellas molduras;en largo hilo dejabacantar a sus colores.

¿Dónde huyeron los vientos?

¿Y la roca de agua que subía a mirarla,lo profundo en los hilosde su final cortina?

¡Ah! si el tiempo llegaracaballero en planicievolviendo los atajosa sus ojos,buscara.

¡Seguid, seguid remeros!

Estos son los espacios,sólo que ahora rotos.

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¿Qué tormentas son esas?¿Bandadas de la hondura?¿Alturas que han llegadohasta verter y ahoraen sus vasijas, secas?

Dadme esos chorrossolos, que fluyan;el aire en mimbrepueda recogerles, sentirles,tejer de sus cariciasy verles cómo duermen.

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Óvalo desoladoen este mardel hombre.

Engañosoha dado vuelta así,en sí ha quedado.

Pero es mozo sereno,tal vez por siempretriste.

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No apaguéis en el hiloque ella os ofrece,ni cortéis su labranza.

Venid a esta hoguera,haced la ronda.

Corre el cuerpo de leñaen sangre roja,sangre de salmoen gracia a su victoria.

Chispea su arroyoen ráfaga,le encima,atrapa,su cabrillo más finoque en sombra salta.

Venid a esta hoguera,haced la ronda,canten nuestros carbonesentre su llama.

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Cuando el viento olfateay en troncos de airesaltan los ciervos,miran sus cornamentas,¿dónde habrá de poblarse el huracán?El paciente vilanoque vemos sorprendidobien puede conducir.

Era aquella la chispade la que hablabasfijando al horizonte.No encendía tu cestaaunque allí la guardasesy sigiloso ibaa mirar aquel niño.Sonreía aún dormido.Flotaba, despertandoel terreno allá abajo.

Me oía llamado y junto a mítu rostroque él callaba,más lúcido.

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A veces, ante el solde una hebra tejías,bromeabas aspa agujadeslizando en el vientosin saltar de tu telalo que en ella pensaba.

Un abanico iríaa otro ardor, apoyaría el desmayoo apagaría en los labiosdistraído, olvidado.

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¿Qué venia inclina, abriga, colorea este gesto o cascadaque entreoigo, rueda verdado en su bello torrente mira las vocesdonde ahora cristalina?;¿corres en rayo, aquietas, ríes, desapareces?;¿saltas en júbilo a este tablado mío?

El Monte de las Gracias,la araña ardienteen vilo, cacareando;el tigrelínea en curvaa plumas blancas.

Tendida águila en soploaquí dejadme,haced de mí la hebraen esta cima,un ojal a su agujaen sombra blanca;su mano riegue,leve,en tela azul de alturaal sueño llegue.

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Reíste, ardilla ardiente,en mí esbelta reíste.

Era otoño, doraba, el manantial del pájaro bogaba hacia occidente.

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¿Fornidos nadadoresllegáis de Troya?¿Habéis visto el Erebo?¿Qué rostro le designael encuentro a su manocuando extranjero avanza,ofrece en bien su casa?

¿Dona su hogary hay viandasniñas en sus palabras?

¿Ama?Dama es su honory el trinode la estrella le oculta;no viviría sin esa virtud; grave señor,ligero,tal vez insistay marchebien servido el camino.

Su reino sufre;heraldos han venidoy con ellos presente.

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Entonces, desde el tiempo,la inabarcable ave de las transformaciones.

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Seguid voces volátilescon collares acaso meditantes;el bostezo de un díaque ha crecido y regresa,ve vuestras nucas,tenuemente acomoda su cuerpoen esos visosque acodados desgranan,van separando el tiempo,la trilla donde doran.

¡Ah! ese chorro maderoque alza de sus costadosy en el gozo jineteonda a onda desmonta,brisa del cabeceoque en la silla sucedeantes que el lecho sirvasu festín, esa turbade acariciantes horas.

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Todo, nada anochece, atisbo,es el coloso búho poniente,fornido en el lamentojuega salvo, sonríe,¿Selene, Apolo, Augusto?;serena breve mía,no temas sus visionesni esculpas, fijes, huyas,deja que los prodigiospuedan ver este mundo,presientan, den el auraque destruye, ilumina.

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Ven, vayamos, sí, vayamos;a las puertas del Padre hemos visto,puertas desnudas donde glorificamos.

Bajo este sol frondoso un descanso apoyemos,veamos cómo el vientohace caer las horasya secas, por nosotros,dora en estremecernuestros cálidos cuerpos.

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Las Águilas de la Tristeza

A María Zulma Álvarez,mi esposa.

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Incendias de lo oscuro

Incendias de lo oscuroy no veo la verdad.Confuso es el espacioque llega a sostenerme.Me recuesta una láminaallá lejos,un antiguo bosquejode cuando eras.

La mano que me tiendesfue cierta en el caminoque aún no he transitado;le exiges entre el brillola altura donde cabesin duda el alba pálidaen que apoyas y dueles;osa al azul violentoen su ajuar ya tan dulcecuando más cerca sientesque he desaparecido.

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¿Piensas, riges?

¿Piensas, riges?¿Rasgas al tacto amanteel lecho donde has sido?

Acial venado en saltosque del tiempo desprende,cae así su cornisa,el buhonero viajey altivo nada rindeasí el astro dispuestopara el hogar vacíede sus rayos la sombra,la reciente sandalia,la espléndida barbilladel iniciante día.

Ve, pues.Erija en don la duda,no apague el caminante.

Veo en mí los desbordesdel confundido huesotras la cóncava graciaque ha herido, no comprende,oficio lejanía tan deseado al triste.

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Leva el túmulo

Aclara, leva el túmulodonde habito o apenas formo la escasa hierbaque le guarda, le oyey el ciprés veneradoque el sol ocaso enciendecuando entreabres las puertasde mi gozo, silencia,da sus amados frutos,las levísimas aves de la espera,la ausencia.Lejana es la osadía de ese instante perpetuoque en esta perla únicaque gira nuestro océanovuelve a dar los caminosdonde anima este mundo.

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Cómo encendían las naves

Cómo encendían las navesel agua, niebla llama;las hornallas del viajehervían abundantes,los tronquillos de olasy de surcos corrían,soberanos atletas del fuegoy entre el humoa veces un descansoal verdor de su tallo,una molicie ojeadaa su íntima pradera.A babor la canciónde los nómadas vientosno cesaba, fluíay de su huella el caldode los días empinabasu casa, más robusta.

Iban.

Los ríos del hogara la excelsa ceniza.

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¿De dónde llega?

¿De dónde llegala voz de ese quejidoque escala el airetumbándose imposible?¿Quién allí le ha dejadoy sigue alimentando?Se acerca y disminuyecomo si de las lágrimasfuese el desprendimientoy en el vacío que caese oculta y no percibomás que el tiempo que ausenta,breve sombra que a tientasapenas huyo, arribo,levanta hacia su frenteotro espacio que existo,sonríe, me contempla,extiende en don sus brazos,llora en mis ojoslos más bellos jardines.

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Tan distante

Tan distante es la rueda,susurró, cuatro abismos le guardany no hay puerta en los ojosde estos graves gigantes.Vio el frío que veníaa suplicar consuelo,a mendigar un pocode las secas corrientes.Hiela oscuro, predijo,y quienes contemplabanesta sentida ráfagacayeron, mansas filasal dolor que sufríansus desprovistas formas.

Nada, ni el ir previendoo avanzando el perdidoojo donde redimes;cuenca floral que agota,balbuceó.

Hubo sonoro espacio,tal vez húmedos párpadosque flotando buscaban.

Era allí, recordó;el redimido truenojugaba por su mente.

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La mansión silenciosa

Nada en los huesosde la piedad,la mansión silenciosa,la de ojos postrados.Más allá de la escalade Jacob, en subienda,el de grietas profundas,el gris, herido anillo.Más allá,en el ánfora negra.Seco el camino de los lagos,la húmeda voz de los jardines.Seco el barquero en su retumbo,sin muerte,dado quieto,sin muerte.¡Oh! más allá...En el gesto del santoel túmulo entreabriendo.

Si la rueda en pendóntrozando flamearalejos cercanos,buenos amigos al abrazo,torres de labios cálidos y linosblancos hasta el deseono harían los precipiciossus moradas tan solas,sin altares, sin canto,la frente de lo oscuroprecipitando siempre.

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Cuadro

Cóndores en albatroscuando encienden los riscoslas tormentas y en alasde poderosos fuegosrompen en sus llanuras,juegan en los senderosde los truenos profundos,el rastro de los vientos;corpóreos manantialesvaciando en estampidassus pavorosos toros,el escarpado sueño...

Perdidas rosas tiernas,el sacro Minotauroa un costado del tiempo,sombrío insepulto al lomode su insepulta niebla.

Pliega la codornizsu aire, libra el remoa su oculta corriente,empuña el vivo faro que corre a sus criaturas.

Venid, ved estas formasbajo el plácido cuadroque habita, centellea,el poderoso techoque mira cómo emplumansus polluelos su casa,mientras ase el abismocon que les alimenta.

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Breves palabras

Breves palabras para el susurrante.Aquí es la casa de los allegados,los aún desprovistos,los vastos sorprendidos,los guías mensajeros,los fantasmas polluelosen las cabalgadurasde los días ya muertos,los sin fin en el vuelodel sueño que todo abre.Aquí es la casa de los allegados.

Crece la espiga del dedal,encurva la invisible bondadque el cuello doraal ir del hilo al sueño,galgo amabletras la presa que flota.

Agua rota en la piedrapara los condenados,sombra rota en la piedra.Aquí es la casa,rojo ahora en su águiladesterrada, muriente.

¡Ah! la mano que hendiendomás allá, desolada,el morral del vagido,lo sombrío en su caja.

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¡Ah! vosotras

¡Ah! vosotras,tan prepotentes blusas blancasque a la palomaoscuro vuelodais como canto.

Y de las rejas que apartandoparecerían libre espaciono se oye el ruidode la paja;el tintineo de pichonesal picoteo azul que calla.

Riega la sombra su árbol verde,la rama seca poda, gime.

Grito aleteo por el reino.

El coro cierto llora,espanta.

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Los días

Como diamantes se desgajan,ruedan a un sombrío atributo,perlas sobre la palmaaún secreta, volcando;la algarabía infinitaal infinito paño.

¡Ah! navíos que han vistoesa sombra radiante,los puertos tenues, lejos.

El escribiente asombroque ve sobre su mesala jugada en acecho.

En la sagrada casacantad crucificadosel padecido nombre.

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Sacude el lomo

Sacude el lomo el triste,tal vez en rayos seasu descanso o le acudaya por el mediodíael sistro de la tarde.El desdoblado dardode su sombra aún errantea la fimbria cadenaque sopla, ciega, tañe.Arrulla un alto oficioy de la amada rutaalborozos acantos,suspensos aires librespor el mármol flotante.Y el espigado sueñode una gota que abre.

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Patio

Llegaban del tejado.Cinco picos brillantes.En la gran explanada,fugándonos en trozos,diminutos arietestitilantes, en velos,caían de montículos,brisa azul,seda lenta que hilandohelaba por nosotros.

Algo aún sin espaciomovía en quietud.Corríamos dispersoscuerpo a la vasta bóvedaque cerraba, fluía.

Así, entonces,desde los meditantes,el traspaso volátilal levísimo llantoque alumbraba el camino,hoz granero, mirando.En lo oscuro, escondido,otro veloz más lentoy desde sus orillaspronto hacia sus corrientesel vigía de una gotapestañeante, hiriente,sólo al desprendimiento.

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El salón de baile

Caes, el tallo ahí dejas.

Le visten ahoraluciérnagas sedasal desmoronarse.

El salón de bailerecoge, alumbra,da cuello a la noche,oye de los brazosy el veloz silencioque al rostro asemejano calla,pecho recostadosi es en el susurrocuando nos golpeaal ir disolviendo.

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Venid, fermentos

Venid, fermentos,refugiémonos.Acercan los solemnes,mancas muletaso desbordantes tiarasde estos míseros pueblos.Cojean los leñosde la enferma ceniza.No cantansino un ocre gemidocuando quiebran las brasas.Un tambor en refriegalevanta de su llanolos verdores del toroy al compás de ese cueroya muerto, las cervicesde castos matadores.Gestos de gloriaen pastos burbujeantes,los cuidados tonelesde la razón,la espumante virtud,más añeja,el cristal donde habita,verdad donde se duelenlos cuidados, ocultan.

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El devenir sucede

¡Ah! los ríos del vientocon las puertas abiertas y piadosas ventanasaún tan melancólicas.Asomadas, qué puedendecirnos si la búsquedaesconde entre el granizo, ama desde la niebla.

El devenir sucede.

Algún rayo es la rosaque puede ser,el labio que entreabre,apenas dice, tiembla.

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Si el arquero

Si el arquero en colinaonda u otra fortunadel movimiento, hallas,su alejado destino¿podríamos ver?;asir hondo el sentidoque aún nos desconoce,encontrarse y mirandodesde donde procedetransparentar la Graciahasta ese canto últimoaún inacabadoy regresando juntostal vez hasta el espejoque el instante detieneantes que el curso borreen otra honduray se oiga el arroyo surtiendo,¿podríamos comprender?

Designios por la huellatitilante que en piedraevaporada y únicabusca su llano,guía seguro al sueñosin más visión que el tiempoallí infinito, solo,la flama entre la flamade la vida y la muerte.

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¿Cuál forma representas?

No veo el aire de las ocasionesni el fuego donde animala tormenta que fraguaniño de piedra y duerme.El tallo de los lechos no halloni el crecer que le llame.El labio de las sábanasseca hoja es. Así la horaque traías en el pasosoltabas y mirandocómo se iba extendiendocambiabas a su muecarientes orillas, voces,barrancos moradoresde saltimbanquis guiños,mientras de la butacade aire que estremecíasveías a los telonescallando, recubriendoel aplauso vacío.

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Las mansiones

Alas de roca,ecos,doblada luz goteante.

Las mansiones se han ido.Niñas horas ancianaspalidecen, se llevanlas últimas visiones.Puertas que se abren,huyen,ventanas que nos mirany en la fulmínea risade una palabra escapan.

Las mansiones se han ido.Huecos, huecos de airey tejados cisternassin la alumbrante agua,la barca de la manoque se recoge, acerca,rema al sentido yermoque le oye, compadece.

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Los que nunca han tocado

Los que nunca han tocadoen la provincia de los sucesoscomo en la Kaabalos poderosos ángeles,no han llegado al Destino.Vagan aún sin sombra.Negros vestidosde coloresabundando su aguaentre solemnes rápidosde bien pulida piedra,lejos de las orillasde devastado rostro,hombros sepultosentre los arco iris que la brillante mesabalancea cuando elloscaen de sus mendrugos,vacía el tizón...,ascienden al tablado,sin huellas, manantialesdonde al beber las cuencasdel agua reaparecen.

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¿Quién desde las bellotas?

¿Quién desde las bellotascurva el peso, le extiende?Destreza amarillentadonde aúna la nieve,su propio sueño, ocurre.Y del vaivén el manto,el razonado arcángeldonde al final se apaga.

Aves del celopor el color que diáfanomira cómo le ausentan,a otra región le vuelven,tal vez las callejuelasde un venidero tiempo,un eco que ha sentidoque sus columnas, rotas,dan al ojo abismadootro esplendor, el ascuaque bogará sin dudaotro bello fulgor.

Fluye la abeja de lo dichoy entrambos punzón o almíbar,derrama sus caballospor la huida praderaque la gota detiene,la animosa figuraque esa dulce coronamás brevísima entoncesabre de azul, resuena, tira el abismotal vez entre sus lágrimas.

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¿Qué veríamos entoncessi no la inacabadarompiente que golpea?Sin duda días más cálidospensándonos dulcísimos,rocas sentadasviendo correr el agua.

La razón de un ovilloque a tejer se disponey ve cómo su mentees finísimo lienzonos acierta en el cantode la hebra, desunequietud y muerte.Entonces la rapazmuestra al oído el ojo,donde atizan los brillos,los sagrados halcones,profundas hondonadasdel huidizo alimentocuando el horno encendidode la noche proveey en el recogimientode los lindes, espacios,festejos de carbones,hechos del porveniro la oscura, esplendenterompiente donde apaga,duerme sin duda, duele,la plácida anuncianteen su asombro:el oceánico,supremo hijo,lejos.

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Lleva el vilano

Lleva el vilanoun eco pobrepara la casadel vacío.Puerta de vientogira, dice,se oye en la vozque llama, gime.

Adentro soplaen su mortajala fragua sola.El lento animaen fosa, prende,abriga en blanco,niebla, duerme.

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La rota sombra

La rota sombra del ópaloque desde tu oreja acariciaen una helada corrienteme nubla.Golpea remota otros seres...un lento socorro de agua,mirada, descanso.

Hechos hay en la solaprontitud de una lágrimasi ha callado el amanteo la cerviz del llantoaún hala, forma dulce.

Talo ahora los trozosy recojo el poniente.No estás.Sólo el murmulloque al moverse recortaen la seda más finasu vado, y le alimentacon la onda que caede tu cuerpo y fallece.

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Nada por estos cuerpos

Nada por estos cuerpos,el árbol que despide,la avellana llanuraque se va desprendiendo.Las grietas del rojizo,el vaso de avalancharío de blanco, desliendo.Los témpanos de ocasoya construido el día.Nada por estos cuerpos,yazgo aquí... yazgo aquí.

Sopla en el horizontehorizonte su concha,emprende turbulenciasu camino, reúnelos hambrientos legajosy del pálido orosola en su ajuar la mente,sin comprender apenaslos alejados ojoscuando al abrir los párpadosoye cantar de nuevo,mira partir su niño.

Vastos, amados círculosalargando en la gotala pendiente verdadque el cordel suelta, hunde.

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Y del violento charcode sus tinajas,soles, disparos, duendes,la orilla que tocamosal ladrido buhonerodonde el viaje prosigue.

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Calmos rayos

Qué atroces, calmos rayostras las constelaciones;se han ido,muerto el foso del sagrado perpetuo;algún águila en sueño,un lejano ladrido,el hornillo que calzasu pie, llama los rayosa la caza infinita.Ya ascienden, corren, unenen dispersa jauría,acorralan el cuencoprofundo donde oteanlas pacíficas flamas,la edad de oro,las vastas cornamentasdonde al final suceden,dan rondas a la noche,tocan la roja lumbredonde les sacrifican.

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Ahora del navío

¿Qué ha coloreado,bebido en nuestra joya?La alta voz de septiembrese alza, suena el júbilo,arranca de lo lívidotodo olvido, engasta.

Del fin de las palomas se oye el humo,poblado de ventanasque a las alas se lanzany rojizo chasquido que llega,dora el vientre,ve amamantar sus puertas,aviva los tizones,toca en leve, levanta.

Crece en rastro este aro donde apoya, expandeahora del navíodonde va sucediendo.

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La inconfundible

La inconfundible zarpacuando llega es lejana;no sabe o no predice;deshace el vasto aliviode una mínima gotay allí encamina,rema del tejido lamento.

Límpida desnudezdel agua cuando hundiendosu susurro en la piedrave sus hilos jugandoy cierta ya, en jolgoriodesdobla hasta que el brillosólo es su cuerpo errante;el apiadado enjambreque baja del seráfico,bulle a ese templo,abre, toda visión.

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Hemos cantado

Hemos cantado,en arzones urdidonuestro ruego.

Debajo de los puenteslas pilastras del fríomeditando los cuerpos,las cuchillas ventiscasen sus desarrapadosciclones, niños muertosentre los agujerosde sus prendas desnudas.

Sueños entre las arcasque conmueven, aúnantal vez la niebla al ramocayente donde cálidoscreen su niño,vuelan entre los pasosa la adulta razón.

Sube el susurropues los muros no ceden,el trino caballete,el desbordante pájaroen copos que retumban,traen del horizonte,animan de los hombroslas miradas que flotan,posan, callan, suceden.

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Soleado es el gesto del domo,la corriente que dora.Corre el atardecer,le habita,desmigaja a esta taza vacía.

¿Tocas el humo,cada porción que entrega?Siempre de sus tizonesanimando a otra danzaque en lumbre sombra sirve.

Y del tronco que ensanchanlas pavesas del búhoal ojo de sus ramas,la inmensa noche, abierta,gustando de sus sorbos.

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¿Por qué, ¡ah! Capitanes?

¿Por qué, ¡ah! Capitanes,yacen estas moradas?,no hay brillo en sus chisterascuando el sable era aún ámbar,corría la cisterna del galloa dar su agua,cantaban por la mozalos sueños, bellos astrosen sus botas celestesy el clarín, ese océanoentre la luz naciente.

Zumban estos tejadosen sus cuencas, lastiman;desde el pechoque bien ha protegidono miran y los trozoscaídos, de aire secono ciñen, no pronuncian,sin su sombra se han ido.

Columnas de geranios ausentes,la solitaria hierbay astillas de algún patio.

El correr divisanteque llega cuando parteen fila el buen momento,el umbral de lo lejosen su paciente puerta.

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Pensadora tristeza

Duele el pronto relámpagosi es suya la tormenta, el ceniciento trueno,retira a la memoria,pierde allí, ojo inmensodonde sepulta, duerme.

Pensadora tristeza,si de las codornicesla gentil sombra vuelaqueda en sus manos sola la aguja y es ahorael temblor que desea;no puedomás vida ni deseo.

El festón que segurocuando de la texturadel viento llueva el rostrode una proeza amaday el ala de las cosasvuelva a jugar su cuerpo.

Llamados, leves fértilesal rodar distraídode lo que nos advierte.

Animo. Vuelvo al tiempo.

Por las cumbres los hechosdel murmullo que habitan,errantes sus columnas,sin despertar.

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El cuatralbo

El cuatralbo,viento de las praderas,no oye el simún,ronroneasu galope en las cumbresimitándole.Más poderosos riscosarrancan de las crestas,tiran sus arosy entre voces oscurascolumpian los arroyosde la piedad.

¡Ah! tú de los navíos,sube hasta lo íntimo,haz el aveentre su regocijo,vibra los aparejosde la espuma colmada.

Entre el verde resonarla caída del aéreo errante,el custodio a las puertasde la orfandad.O esa brisa colinaque del ciervo desprende,el casco donde flota,curva, desaparece.

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A los huertos fui

A los huertos fui,caminé el espacio de aromaque alzaba. Diluido era,casi distraído andar que perdidonada desoía.Un alto de pronto se desmoronabaen sombra de aveo corría el terreno de su cuerpo.De lo aleteante se veía la frutade un panal dorando,zumbido en cortezaso casi el espejo que el agua recogecuando entre sus manosun trozo de sol redondea.Y allí no se calmaaunque sienta el juego correry cansarle una espesa nubey la lluvia llegue,levante entre tallos al inquieto niño,le abrigue otro rostroentre lo que quedade ausente en nosotros.

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Al mediodía el aroma

Al mediodía el aromase siente dividido.Los cuatro, cardinales espíritus,bajan desde la hondura.Redondea el metaly ante esos cascos mirael plato azul. Recuerdo,en tu inocenciacuando nos deparábamosel filo más agudoy a la risa cortábamossu cáscara, exprimiendo.Había dudas, si el díahabía vuelto a su lechoo la luz demorado.Desde los caminantes que a veces deteníanen un corto saludonos veíamos salir.Llevaban su cosecha.Y nuestras dos espigaslos dedos enlazadosdevolvían el regresoa las trojes, en fardosde más digno trabajo.

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Lo esperado

Han abierto estas páginaslo esperado, leído.Acá tu agua, tus viandas.Aún es cálido el humoque desprenden las sábanas,sonriente aún el lecho.Mira, toca este aire,tuyas son las palabrasdel hogar, el silencioque afuera el grillo lleva.Dispone de la nocheque el sueño acá nos traey del alba que anuncia.Dos caminos la luzte ha elegido, extranjero;llamarán cuando Cintiafrente a Aurora se unay suelten el aladoresplandor con que Feboenciende nuestra casa.Veréis la oscura nocheque encamina hacia el humoo la hermosa tinieblacuyas huellas relucentan sólo los joyelesque abismo abre,Titanesdonde la muerte ha muerto,no sabe o se refugia.

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Abro el fin

Abro el fin;has dicho y no he rosadoel vocablo que existes;¿blanco donde aún andante?,¿oscuro u otro vuelo?

Silencio tintineoa mis tristes coloresque siento ahora al caucedel arroyo buscado;piedra seca que extiendehasta perder sus alas,llamar lo que apacibledibuja en aire, guarda.

La bella sombra ardidaen el halo que ha visto,la fugitiva auroradeshabitada, lejos.

En lo callado armomi casa, la alimento,doy a su rostrogozo, quietud,guardas que erijosi volvieses halladapor lo desconocido.

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Porfiados barracones

Porfiados barraconesdonde al fin yo tumbabatu sombra.Demoraba la brasaen extender el linoy dar el nombre último.Volvía a recrearsey sentíamos los pájarosantes que el tronco huyeraa la fosa sombría,quebrara su hebra única,partiera el ave oscura.No fúnebre rocíohasta esta congoja,hora al aspa verdor.

Eran cabalgaduras de marfil,dominantes apuestasen brechas de cerrojosululando horas prontas.

Soltamos las amarrasen el gajo propicio,subían y bajaban las ramassus escollosjugando los plisadosverdeazules suavísimos.Secreteaste a mi oídouna selecta brisay fuimos por un velo

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más azul que ondulabala voluntad segurade algún dios, esos díastan amados que ellosseparan con sus dedos,como el lienzo más puro,nos dany es otro sueño.

Doblegamos la espumaen un hilo más finoque podía alargarseno en viento hacia las playas,—antiguas tejedoras—,sólo de las mareascuando en las crestas tañelas bellas vestidurascon que toca y protege,el alumbrado sistroque dirige y demorael tiempo de las cosasmostrándoles el arcode su niñezy un grito es el comienzoy otro el final.

Entoncesla gran ave corpórease hundió en colinay fuimosdespacio tan serenos,apenas agitadospor el solo nacer.

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Y pensadores ecoscon cuidado acercando,veloces mas distantes,ojivas, transparencias.

El comprensivo vueloque posa un foso oímos,tan suave olvido que otroseran ya nuestros límitesy al emprender cerrabahacia otra oscuridad.Dando contra los vuelcosde donde proveníamospude argüirun salmo en que dolientesen barcas ya cansadas,sin la bella asperezade la esperanzao el nudo que profierela voz final.

Paciente era la casa,gota de cuello lento.Sólo el color de un vasoque se deslíe y en él todo se expande.¡Ah! y los acres peldañoshuyeny los pasos de muertey en jarrón los coloresvan inclinando, plumoneshacia el rojo brevísimo.

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Dadme el ave,gritaste, arrancando al oído.

Allí la tierra ibaen muchedumbre, ardiendo,rodeándose en bondadesde polvo triste, quieto.

Seres de vientre lejosdonde pulsan los dedosaún su ausente cuenco.

Verde Sidón en tablasdel verano marino.Mi dardo aún te guarda.

Ha crecido.En robustas escotillas ejercelos atajos que tu arcodisparaba y de a pococansaban por tu ojo.

Seguían los carbones,inquietos, humeando.

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Y su voz

Y su voz desgajose,llovió tan doloridagritando en frío granizo.

Calló yertos sus labiosy arrojose hacia el tiempocon su puñal de tiempo.

Los verdes animalesde la ilusión gimieron,cavó el padecimiento.

Frío el altar donde aún ocurrenen el lujoso polvo.

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Rasga de sí el tiempo

Vela la corneja,desune las cuestasde luz o de aire,tal vez sus colinasen la rama misma.

Veo quebrar la noche,un gajo tendido.

¿Qué atrapa la sombrao lo que conmuevecuando la caídava cerrando el rostrode aquello que aparta?

Rasga de sí el tiempoy tal vez no sepaya de su cortejo.Ceniza en sonido,lámpara perpetua.Sin duda en el filoha puesto su sueño,en las viejas rocas,y partiendo cavalo altísimo al brillo,guía nuestra casa.

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Esta bata

Esta bataronroneaen sus plieguescuando alarga sus brazos,despereza la sombraque alza el lomoy se apaga.Ahora está en su sitio,quieta,fijo el felino corazónen un cuadroque ella habitó,cuando era.

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Onda del zafiro celeste

Cuando mi manojunto a tu seno,la arena tras la espalda,onda del zafiro celeste,el viento blancoo en colinas,príncipe de variados tejidos,es distante. Pero hilando,ellos, magníficos,los que tejende nosotros su ovillo,largo hilo en coraleshasta el fornido hombro,y los hondos navíosviandas en los manteles,donde augustos sentadoscortan la ausencia en cascostan frescos todavía.Tú y yo, entonces,en quietud braceando,oyendo cómo atizael corazón, avanza,mira en tristeza,tan cercanos ahora.

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¡Ah! breves damas

¡Ah! breves damasde olorosos caminoscon fuentes espaciosas,guirnaldas por orillashechas de pasos suavesdonde el agua golpeaen cristal y remontaen movediza luz,translúcidas libélulasen remos coloreando,vestidos de pasajesque el aire olvida siempreasí encienda la tórtola,el océano desfile su cabelleraen nombres, sonrientes surtidoresque les llamen, anuncien,sin poder esa graciaque en ellas ha emprendidotal vez la Diosa única,la aún no hallada, solemne,perdida entre nosotros.

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Lo callado

Tiempos, ¡ah! brevesen sus etéreas sillas,vapores, lazos, cuencas,desvanecidos ojos.¿Quién guarda, pliega, ocultaadonde caminandoes ahora extranjero?Un golpe en una puertaque de pronto a la orillay espacio más sereno.Bellos, altos recintoscon lumbres que conducen,caminos serenísimos,mármoles acabadosen tan livianos pasos,sin techos, en pilares,alas sin duda, copos.Y la pesada aurora, allí,en piedra, en seno,lecho tan maternal.

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Veamos

Veamos si estos leñoslumbre joven ofrecen,queman su lejanía.Un alivio descansopor estas soledades,tal vez joviales libres,llamas de raso al pliegueque se desdobla, vuelve,reclina el tibio cuerpo,canta en luz, tenue canta.Veamos si estos leñospues tan cercana empiezala pared del destinoque el sello cae de pronto,de pronto prolongando.

Sirve el tendero lienzostan deliciosos,paños frescos, humeantes,que no alcanzan los dedosa saciarse ni el ojoa zarpar estas viandas,pues de la hornalla partentan seguras, deseosasque el mar corpóreodebe otras brasasy en ellastallar de nuevo, verse,arcón o la deriva.

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Rojas sílabas

Rojas sílabas tañen de los pájaros,azules maneras sobre las que nimbanlos cantos, acuden las liraspues teje el sonido que tan dulce mira,ahonda si amas, alzas de tu vista,aunque percibamos sólo lo invisible.Horadada sombra del soplo que duermey luego desliza a su caña y suenaen lamento el día de sus deshaceresasí en el estanque del advenimientocabrillee la duda, cave de sus labios.No es otra la rosa que al caer deshace,a sí misma acoge o el violeta amado.

Se han ido, se han ido las vocesy no hay hoja encinta en la rama.Se han ido, se han ido.Consumado el viento, polvo ahora, nada.Tal vez en su cuello un grito dormido.

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Tierra

Ven, acosa este silencio,paséale tus ojos,que abandone la casa.Honda es la horasi el joven verbo vuelvede cada nacimiento.Ha pastoreado,visto cómo el asombroes aquella penumbradonde otros procederesestallan, rompen, lanzancon leve pie hacia el ojoperdido, árido, solo.El techo albatrosde un detenido gesto,el muro evanescente.

¡Ah! la esbelta figuraque pasea en nuestra mente,asoma allí su hogar,abriga ese vacío que suspende,medita.

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Las cavernas salen de caza

Calla, oye,las cavernas salen de caza.Veo los gritos de los lugareñosen el susurro de las cosas,caer sus ojos,huir dispuestos a otra sombra o luzmás cierta.

¿No oyes el cuerno en sus lebreles?¿Al seno mismo herir su leche?

Noche de filos monta el díacuando en su curva alegresurgen y al propio azul desgarran,hunden,en roce triste.Sujeta al viento, corre, guárdaleen miedo firme;este deseo bien podríahuirles tierno.El vuelo es prado donde elloscuentan sus presas,les animan.En esa lámpara se expanden.

El tiempo enluta,se recoge.

Vuelven mastines acezantesen sangre abierta.

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Alejandra

A Alejandra PizarnikPoeta

Me dio su díaen la mano.Una sonrisa, dijo.

Ángel muertoentre vivos,le vi,asió la nubede una palabray puso sobre el mantelun rayo.

Subía de las volutasel arroyo de labios;sorbeo lanza los dadosde nuestro encuentro.

Lejos...el moscardón del ojootra unción anunciaba.

No le lloréis,oídle,hacia adentrose ha ido,cantadlaen los espejos.

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Pesarosa clemencia

Pesarosa clemenciahan dado estos motivosy en tan incierto ovillono hallo guía o razónu óvalo aparteque nos llame a la rondade una conseja amable.

Transcurre el horizonteen su astro ladrido,hay olvido en las cosas,estacas manantialesarrancando en lazadasbriosos sentidos, ancas,y la penosa muerte.

Y por las altas mesas,inclinados, jocundos,leyendo por nosotrosel verbo augur, senderosdonde habrán de encontrarseentre líneas, tal vez,del polvo que han escrito.

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Canta la oropéndola

Canta la oropéndola.¡Óyela!,animallamando a horizonte,hundiendo su pezen el lejos.

Coletean vigíasla estela espumantede la decisión,sea que la cascadaahora tendidaarranque del airela grácil caídaque nos reconoce.Cumbres donde en rápidosabren esas sombrasque penden, nos cercan,crecen sus turbionesya invisible el fuegoo el serpenteantebáculo en sus reinos.

¿Es acaso el aireque en colores mueve o de lo inasibleel cuerpo que escapay al oído cae,ese rayo que ama?¿O el fin de la noche?

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El sabio granateaúna en sus ondas,cae en sus alas,duerme.

Buitreshacia los solemnes,entre los navíossecos, vaporosos,los faros huyentes.Y la mar tendidasobre las velocesláminas argivas,rasgando la muertedel resplandecienteverano del hombre.

Lloramos.

Los dioses custodiosrecogen sus carnes,les unen. Los seres,desde la alba lágrima.

Cierran las monedas,apaga la llama.

En el sicomoroda el dolor su tiempo.

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Hay estruendo

Juega por la tristezala sorpresiva dicha,hay estruendo allá arriba,alguien ha dado el sitiodel polvo y el profundofoso que le silencia.

El orden ha regidoy Orión vuelve a su casacon la muerte en los hombros.

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Serena es la espesura

Serena es la espesuraque abre de esta mañana;avanza, habla la lumbreo con su hilo guíaen tan incierto ovillo.

El fin desdicela modesta conseja,no detiene aunque a vecesdemore en el cayadola caudalosa nada,ponga freno al profundoladrido que en mastinesu otro heridor colosoabisme por su mente,vuelva tal vez al gestoque amamos, la esperadaprontitud de la dicha,su deseada hija,lo lejano que vive,le ensueña, le conduce.

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El Volcán de los Duendes

A mi hijo,Esteban Restrepo Álvarez.

A la ternura de sus 22 meses.

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Proemio

Los Industriosos Cabalgantes

Los industriosos cabalgantesduendes rocíos que deslizanvoces en perlas hasta el albapodemos verles si a las hojasdonde traspasan acercamosel dulce infante que invisibleasombro escapa de nosotrosy de la noche que aún escondenentre el cristal que les protegepodemos ver en plata tierna,a Cintia niña irse apagando.

Luego es el canto que la luzen gota inmensa va rodando,hasta el poniente que nos dejajunto al camino de sus astros.

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Nacimiento

Duende Uno

Apartó del espaciouna frágil figura,movió la luz,dio a su ligero el leveque bien pudiese hallarle,libre astro de penumbra.

¿Podrían abrir los rayosese orden que las cosasllaman a sus silencios?¿Esas lentas miradasque de repente se huyen,cuencas al limpio fuegoque la noche prodiga?

Detuvo su jornadapues el camino halladono heríani era de luz o sombrao llamaba a la orillaa reposo o disputao fin donde ocultase.

La razón aún no era,pero agradable vientoplantaba su gran árboly apoyada a su troncouna canción decía.

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Gnomos

Ven, camina el tiempoy es propicia la hora,sobre estas cumbres veamos.El salir de los sueñosinicia. Nada temassi de ellos una briznaacudiese en su niebla,vieran de otra formala actitud de los días.Son fieles, calzan bellasvestiduras aunque ásperapienses su luzo el gris de sus veranosjuegue tan reflexivo.En puntillas es otrosu dolor y nos puedendesoír nuestros dones.Anima un sorbode esa fértil mañana.No parten. Acá el bronce pondrán de nuestros cuerpos.

Alondra lejos, soplasu saco diminuto.Mi vara hará el prodigioque el buen bordo repone.

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Duende Dos

Otro sea este sitio,alégrense las cosaspues doy a la tristezacolores más segurosy si hay noche es en Cintiaen quien mi humor confío.Saltimbanquis oficios,¡llegad!, dejad el humode la destreza ardiendoaunque sea duro el airede los altos senderoso en vendaval fustigue.No me cansan caprichosni ceños de otros dones.Doy asaz mi fortunaaunque un arco percibansin aljabas ni flechaso codorniz huyente.Mi cofia es fija,dadle ese nombre u otroque en el cenit diluyapero no oirás en ellasino acudir mi mano.

Avanza el día en la noche,el poniente zarpazo nada detiene.Salid los tintineosal brillo de las formas,cread los burbujeantes,rodad pies, lenguas, nada.

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El tiempo acá o alláen mi dado jolgorio.Se oye el mastín, emprendoa los hilos del alba,corcel dorado ahorapor sus filtros ligeros;sea la frentede entre sus corredoresel alazán sonidoque erguido bien dirigemientras yo entre mis cuerdasalivio, me sumerjo,medito nuevos hechos a este orbe gimiente.

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Duende Tres

Yo que mezclo alba ocasotallando en lo sombríootras luces y sombrasque deleiten, acojancon el tierno desganode un bello mediodía.

Yo un espíritu vuestro,hijo de las hondurasque habéis cantado,dejo por vuestras mentesgracia, sonido, fuentes,como las breves formasen que podéis nombrarmey hallaros si es el preciode un gentil caminante.

Regreso a lo profundo,vuestro taller de sueños,así este mundo pueda su visión aunque seacada instante fulgoro rapazuela muerte.Vivir es lo llamadoy alas me han proferidodentro vuestro otras gracias.

Vastas visionesa tan pequeñas glorias.Dormid entonces y despertad.

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Dormid.Serás el extranjero aún no ungido,esperado.

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Duende Cuatro

Corto la oscuridad,dos mitades que alojoen esta llama e invocoa rodar a otro nombrepues propicios los vientosdan el camino y ecola astuta guía.

Es sereno el momentoy aunque el trueno distraigaes sólo bello fuegoque al sonido acomoda,un lento caballero.

Mis manos doy al airey escondo en él mi cuerpo.La hoja que se mueve,el susurro que calla,no son más que los donesque al reposar liberosi acudo alguna graciao el terror que desdigosi algo en mí no hallo amable.

El temor es un soploy en puntillas tan tierno,un copo ligerezadonde mis saltos duermen.La magia es esto, oíd,un color movimiento.¡Que conmuevan las Gracias!Bajen de nuestras cumbresmal y bien y fortuna.

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Duende Cinco

Bebo el vino apolíneoque Dionisos me ofrece,cuelo por cerraduras,arrebato las sombrasaquí o allá en delfínpor esta agua de aire.¿A quién lleva?¿A quién llevassi animas por tu mente?No dudes, soy el gesto,en mis dos piernas vivo,puedo desde la llama.Enciende, pon la luzen su cuna doraday si es la noche el sitioque se acerca y dibujaeste aro que nos cercave a su oído y dile,verás que Cintia llegay hay festejos alegres.

Disipo, nada oculto;así lo visto es sombraque en un soplo tomamos.

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Duende Seis

Mimbre es la cunasi has amanecido;yo el ovillo, el girante,el jocoso manceboen la luz de mi anillo.El desviador de cantos,el soplo cornamenta.Yo sentado en lo altodel mastín, dardo secoal ladrido del salto.

Senderos, troncos, gallos,el galope del grillo,el rebuzno del gato,el propio amaneceren mi morral de espanto.

Soplad y ved mi mano,nada y ved mi rostroal soplo, nada y mi cuerpoespacio a la otra orilla,

Sin Mercurio que arranquede sus alas el tiempoo Atenea que me brindeun descanso de su arco.Pobre zagal de piedra.

Llevadme en la memoriapues no es Erebo mi astro.

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Duende Muerte

No urdimosni ardemos del espaciofrías criaturas, huestes,vamos tras de los ojosdonde pace el engaño,cuida desde su alientoel canto oscuro, lejos.

Huesos callados, huesos,esparcida su casa,niña vacía, seca.

La he visto, la he tocadojunto al oscuro aciertoque la verdad predicejugueteando el vocabloposible que la nochedé en sus primeros rayos,ella, la mensajera,el perdido habitante.

Alivio, doy el rumbo,jineteo el ocaso.Doy virtud a la ruedaen que profundo giratras de la gran tinieblay de su orilla salto.

Que vaya el agrio ríode mis pies, pues mis manos

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doblan el tiempo,cubren allí una rosaque os entrego y habitopara vuestra fortuna.

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Duende Ocho

Ni noche ni díafuera de este óvalo sufriente,su ojo navegantey de pronto la vozque su hallazgo le arranca,el mar de los océanos.

¿Quién es ese o aquelque aleteando desliza?,¿brilla, oscurece?Límpidas Gracias vense,juegan las gotasdonde ha sido la altura.

Desvanece en la lanzala fiera, su rugidoqueda en la orilla solay por la negra capadel corcel la cabezaque cae, salta al ancadel viento helado, yerto.

Por el artesonadoque veneran las lápidasla arropada memoria,el prolongado juiciode la zarpa que ora.

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Duende Nueve

La anaranjada casa,el limón de cisterna,el arroyo de olivo,el patio que mi manosopla y es ojodonde pueden seguiros,volved al primer día,os doy. Es mi descansoque escapa cuando en vilove los padecimientosy acude, goce dulce,a esparcir vuestros dones,los que en sonrisa veodisfrutar y presientoson mi encantada cunade donde aún deslizo,disuelvo, vuelvo al hado.

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Duende Diez

Ceden de los andamios las torres verdes huesosde la almendra en camino.Anuncian los portalesdonde habrán los descansosde reclinar,guardar si es de lo ocultoo el rastro que concede.

Me pregunto y atisboen qué sitio distraigoel momento que habita,si extranjero es, anuncia.Tal vez ángel vacíoen mí desaparezcay pueda daros todoel esplendor que busca.

Bondadosa es la carneen su íntima casa.

Regreso.

Camino vuestro ánimo,mis pies viven, ausentanen ese alado espacio.

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Duende Once

Llegad dispuestos, comedidos gigantes, solos o quebrantados,atando o desatando.¿Es esta la llanura que flota?Bellas horas caminany no vemos el rostrode congregadas naves,dolientes, apresados olvidos,llantos a remover.

¿Qué tierra es estaen la verde laderade nuestro nombre?¿Viven los trinosen el soplo cadalso,el heridor predice?¿O la lumbre es la guíade sus mentes y hay cuestas,cimas en sus abismos,silencios de ancha copabajo quienes desliza,agrupa las visionesque acaso seamos ya?

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Duende Doce

Así fue y será,pero dadme la gracia,imaginad y el tiempoverá siempre sus hijos.Ha crecido por ellosy amigo es el descansocuando de pronto adviertesy sin duda predices.Nombrad, oídle el labio,un sonido tan hondoque puedo en él hallaros,desplazad ese abismoa una gota en que habiteslo que en mí tuyo arde.

Extenso azor en airetan manso, cuenco trino.Así fue y será.En mi mano retengola puerta de los vientos,sople lumbre o disparoel logro donde puedareír tibia tu mente.Pero dadme la Gracia.Imaginad... Y el tiempoverá siempre sus hijos.

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Duende Trece

Acallo, juego el llanto,suplo al cuerno sus galgosy desde la alabanzacorro tras sus ladridos,aquí o allá en el soplo o la voz de mi guiño.Inviolables los juegos,saetas, horas, lámparasque al tañer he entregado.

Resuena la infaltablejovialidad del astroo la dócil cabezaque lejano desgranaen ese cubo ciertodonde abismo es la sombra,apacigua, sostiene.

Es tiempo,hollamos vuestras mentesy en todo sitio el reinovuestro glorificamos.

Partimos.

Volved hasta la cunade las cosas, mecedlesel despertar que en ellasos ha buscado siempre.

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Duende Catorce

Hay susurros, detente,deberes de filosa tiniebla.

¿Animales de acecho?¿Vapores entre túnicas?¿Lazos simientesdel cansado prodigio?

El zumbido de un truenodurmiendo entre su abejasoñaría este fanal,el mismo ruegoa las puertas que Erebodisipa ya en su niebla.

Si observas, has crecido,han huido a las cosas,viajado los copiosos;agudos saltimbanquishan guardado el vacío.

Cuida, cuida tu hora.Indico a mi tañido.

Aquí la orilla,el luminoso andrajoque reverbera.La estrella solitaria.

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Duende Quince

Disuelvo, es la medidaque pude siempre daros,cuanto halléis es mi forma,le habéis dado su acierto;el misterio es anilloque un día a mi dedo disteisy en el que pude alegreocultarme y deciroscon prodigios y donesaunque en batalla a vecescon el bajel del llantotrocé mis propias aguas,hundí ardides, conjuros;mas mirad, asombrados,todo es lo que en vosotrosel mismo asombro ha dado;el hado si es el nombreque el tiempo a sí se ha dado,la veloz ocasión donde todo reúne,Mercurio si hay un puertodonde una desterradotierra, fuego, aire, aguaen vuestra mente hallo,todo cabe en mi soploen el puño de tu habla.

Pero esperad, refrena,dejad vuestras pantuflas,vuestra sagrada cofia;las mías junto al hornillo

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del juego os dejo, asínadie sabrá ya nada.Pero esperad, refrena.

¡Hablad sombras y luces!;serenas o estallantes el venir recordad.

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Duende Dieciséis

¡Abrid!, adentrad en las puertasde este mundo encantado;es él quien ha esperado,crecido su fortuna o hundido su desdichaen el mar que has creado;hay bellas tempestadesque adelantan su niño,arriman vuestros brazosa esa infante tibiezaque jamás ni el susurropodría en su sueño hallado.

¿Tristezas, soledades?¿Virtud y sombra, luces?Qué encendido crepúsculo,la poderosa nochequé esbelta llamarada.

¡Ah! cimientos, bondadesdonde hemos visto al tiempotañer en vuestras manos:el más rico instrumento.

Id, id pues,veos en vuestro orbeque el día al susurroora en su cabo, guía;asombro es el legadoque habéis dado a esos hijos,nos habéis entregado.

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Duende Diecisiete

Tome el timón lo oculto,navegue este zafiro,este alado diamante,este nido esmeralda.

Sea o no turbulenciatome el timón lo oculto.

¡Velas! A vuestro oficio.Despertar es senderoprodigado al durmiente.

Bello día a los días,bella noche a las noches.

Vuelvo a mi templo,el vuestro,la sagrada memoria.

Buen tronco allí me alberguey pueda oír el mástilOdiseo entre las ondasde la vida y la muerte.

(Hablan los duendes)

Partamos, hay caminos,son propicias las ondas.

(Los duendes desaparecen)(Lo invisible se trueca en un susurro)

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Espíritus de la noche

(Un espíritu)

¡Oh! Formas o aquellas nebulosasque vienen a pediros vuestros ojos y manospara poder entrar al deseado reinode la vida y la muerte…Sois la alumbrante gracia,volvéis del nacimiento;(Se silencia)¿qué lo oculto, entonces,no visible a la simplesolemnidad de un pájaro, un pedrusco, un camino,el féretro llorado del más quieto durmiente?(Se oyen voces, gritos, borrascas en el fondo)Y la cambiante charlahace reír las horas…Una pena se doblaen sus perdidas lágrimas…Sois la alumbrante gracia,volvéis del nacimiento.

(Se oye el susurro de los duendes que pasan)

(Otro lugar, otro espíritu)

En los llanos, los montes,los mares, los roquedos,flotad, flotad;en el agua, la tierra,

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el aire, el fuego, el cielo,flotad, flotad, flotadun paso, el mismo…Amor o diferenciaen la escala vacía.

(Aparecen espíritus oscuros)(Hablan al público)

Nada sabéis,nada sabéis,(Ríen burlonamente, conjuran)la deshollante bruja (Aparece)el gusano, el murciélago,el desolado adiós.(Ríen con tristeza burlona)(Desaparecen)(Ruido de vuelo)(Risas provocantes)

(En un pequeño paraje una hechicerarevuelve un cocimiento mientras ríe y con solemnidad conjura espíritus malignos).

Luzbel, Belial, venid, mis serafines,es nuestra fiesta, es nuestra fiesta.(Se desnuda y danza).

(Un fogonazo la hace ver deforme,pretende ante esto sentir terror; grita)Patas de cabra, patas de cabra,prestadme el viento,prestadme el viento;

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(Una bruja pasa galopando sobre un saltamontes)(Grita)(Al público)galopad, galopad,la capa por los vientosy no os equivoquéis.(Azota su cabalgaduray desaparece entre carcajadas)

(Un coro de espíritus guía a los duendes en la mentedesde la memoria hasta los sueños).

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La memoria

Llegad, llegad senderosa este vuelo profundo,sois lámparas vestales,días con que ha tejidoel mando que en vosotrosbrilla y no coloramás que al feliz que hace,le da ese siervo saltoque ha dispuesto en mañana,medio día, firmamento,el cristalino ojocon que acaso se mira.Siempre habrá este destinomientras haya infinito,destile en huella prontatoda mente, así seaeste viviente mundoo inerte sufrimiento.

Llegar, partir,leve forma de olvidodonde asienta solemne sus murosnuestra casa,llamados a la puertadel veloz extranjero;vivir, soñar,soplo ardiendo en su brasa,vacío en su vacío.(Un sopor va invadiéndoles)

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Vayamos, desvanece en su casala gentil habitante,hay duelo, llora el tiempo;tan bello entre sus lanzaspuede herir,golpear su misma queja.

Vayamos, es distante,vasto su rostroen la estrella de su ojo.

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El sueño

Duro día habéis hecho,cumplido la jornada;ha cantado el prodigiode vuestros sortilegios,acercado los tiempos,surtido sus vasijas,vuelto a beber el astroaquello que buscadoha dolido a su pecho,manjar donde ha pensado;oíd los carretelesde su esbelta corrientecruzando entre las vocesque el triste ojo dejadesmadejando sombras,amándoles el rostrosi es sombrío o extranjerodeja abismal su sombra;sois sueños, mas soñad…Todo es sueño, olvido,nada, soplo, relámpago,el nacer, el morir,el medio día del tiempo,la fosa que de pronto.Decid, hablad congojas,el silencio que sóloacá podréis decir,así los huracanesoculten de su frente,vuele en búho la corneja,

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ría en arroyo el puñal,pues acá nazco, yazgo,son estos mis dominios,acá los vuestros, todo;os doy su niebla, ¡ved!Así por el trabajo de la razónpodréis ir acercando al podiodonde amor os esperay tiernamente os llevaa aquello donde hubisteiscon dolor o alegría;este es el mundo… este es…nuestro mundo, la casa;soñad… soñad…Que arrullen los asombros,pues duende soy y vuelvoa mi vestal saeta,su vuelo, templo estío.

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Coro de los Duendes soñantes

Casi al despertar

Tres pesadillas sucesivas;la pesadilla del sueño de los duendes,la de Odiseo en el mar,la de Penélope en su hogar.

¡Qué huracán se abalanza!,¡qué fuego hierve el fuego!,¡qué yelo el mismo yelo!Corred, suspiros, llantos,acoged tras los monteso si es el mismo vientoguareceos en él,aquí el volcán del odio,la esperanza, la fe,aquí el miedo, la furia,la oculta sombra, el grito,el trueno de piedad;la verdad, el olvido,la muerte, sacra muerteen su lápida muerte.

Odiseo

(Gritando)

Poseidón… Poseidón…Dios sin fe… dios sin fe,

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así escale tu reinollegaré hasta mi reino.

Penélope

(Incorporándose)

Qué huracán he sufrido,qué triste frente he visto.(Camina hacia la ventana, mira a la lejanía)Por qué lugar de míencaminas ahora,corres el aireo navegas la tierra;(Recordando que ha soñado)qué he soñado,quién ha andado en mi sueño,qué heraldos han llegadoa herir mi propia casa;descender los ribazosde nuestra misma mentey sólo hallar la muerte;no, no, ningún féretro puedesino luz engañosa,lengua de oscuro filoherirte, contenerte,arrojar al oídotu voz, árida, seca,tu ánima insepulta;mas si así lo han dispuestolos inmortales diosessea mi carne tu únicaperpetua sepultura…

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Mas, no, no,qué acontecer arrimaa mi mente su auroracomo si fuera ocaso,puñal, noche agorera;huya de míeste olor pestilente,caiga en él la ceniza,desgárrelo la naday tú, mi generoso,mi piedad, haz mi tiempo;que renazca este reino,canten las gloriasa tu fértil fortuna;qué siento, qué alegríaaparta hasta mis huesos,borra de ellos su polvo,quita en mí lo mortal,pues le veo, le veo…Tan transparente díaes su forma, su paso,su noche ahora en mi nochedormida entre mis labios.

(Se ve una ola gigantesca que cubre la nave de Odiseo)(Penélope grita)

No, no, no,no descansas, ¡oh! Muerte,¿muerte?... ¿Cuáles tus potestades?,¿cuál tu hogar, vuestro padreque así aún desconoces la heredady te lanzas a arrasar sus cimientos?¿Cierta eres, existes

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u otra razón te esperao eres tú quien ha vistoeste único caminoa quien llamamos viday acunaste dolientesin duda tierna, bella?Qué pensar, si no somosmás que estos balanceos,sin duda engaño, nada,susurros de este astroen sus manos gentiles;(Llora… ríe…, camina con dignidad real)pues bien, representemos,trae amor las visionesa tu amada fortuna,

Coro de los Duendes

(Duendes despertando, aún confusos)

¿Quién habla, qué se calla?¿Qué gritos desvanecen, abren terror,descuajan?Oímos, susurramos,lo que tal vez os digo…¿O es el propio soñar?

(Se oye una sombra que avanzandova haciéndose más nítida)

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La sombra

¿Quién ha traído a estas inseparables formashasta el desvanecido tiempo donde

translucen?¿Sesteamos o es otra la virtud que acongoja?Volátiles, penumbras,audiencia de las cosas que dicen voceandoeste grito silencio;¡ah! espantables suspiros que entre sus

mismas lápidassufren nuestros suspiros,caminar sin su huella,herir sin que la daga arroje su crepúsculo,rasgue al fin a la noche de su negro madero;¿llegamos o partimoso solamente somos el continuado barco,la ilusión a este viaje bellamente vacío?Quién sabe…Todo es esta inhallable quietud,el relámpago, el soplo, el quebradizo trueno,el cabalgante caballero que estallapor su perdida ráfaga;así la sombra,el correntoso casco entre el sagrado ojoque todo asombro puebla.

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Reflexión de un Duende

Has desaparecido,sombra apenas temprana,quejumbre has dicho, olvido;por mi abismada costael paso de la estrella,el rostro firmamento.¿Aún hay cumbre en el cascoque corta hacia tu casarocas hielo en sus velas,sombras tiempo en su tiempo?Qué digo, qué desdigo,quién en mi habla…pues dulce voz me acoge,ocurre mi memoria.¡Ah! los cuatro horizontes,los cuatro caballerosen sus ricas monturashacia esta alba míaque ahora distingo,abrazo. Reconozco mi nombre,veo su portal y a élencamino este aireque ahora respiro y beboen su taza de aire.

Aligere mi cofia,salten de mis pantuflaslos caminos y seanmás pródigos al hombre.

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Coro

Tristes, sordos colores,de la verdad,desgarros en el albaque hemos alimentado,pobres tinieblastan sufrientes aún;aquí el cantar he oídode otra noche, otra albay en la verdad ha dichosu tiniebla, su noche;id y decid lo escritoy así los torrencialesojos de nuestra vida.

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Duendes descendiendo de la memoria

Qué soles, qué tinieblasflota este firmamento,se abren mis ojos,mis pies sobre otros pies,mis brazos, rostro, pasode otra virtud, mi cuerpo¡ah! y mi menteaún en esta riquezaque ha gemido, callado;tristes, sordos coloresde la verdad,desgarros en el albaque hemos alimentado,pobres tinieblas, solas.

Apelo al tiempo y buscosu colosal guarida,es hora de que amablesveamos otro rostroen lo que percibidoduele y es tan amado.

Encumbra nuestra bóveda,ha escrito en luz y ellopuede bien conducir.

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Gnomo

Apenas aire, vedlesy podad toda dudaasí en el soplo quedealguna estéril rama,el pichón que ha esperado;vengan así las ráfagasy traigan ya en silencioforma y pensar,el hadoque ellos sólo desprenden.

Han regresado y veoen mi vara el bostezo;celebremos la noche,celebremos los días.

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Duende Dieciocho

¿Presiento? Aún enjambrees la vasta luciérnaga,el poderoso mirlo.

Va el olvido y detienecada hostal que le acerca,e indaga si allí ha sido,hay barbecho, rige el venir,es fuerte el padrecomo cuando su cumbredesprendía las lanzas,quebraban las gargantasen coagulados leños.Lentas fuentes de oscuro,sacras nodrizas, soploentreabriendo en su soplo.

Doy mi sonido: un vuelco,dejo allí mis oboes,violines, chelos, flautas,la agreste horda rocaque en silencio he gemido…Y pienso, amadas, pienso,corto al dedal lo oscuro,las tristísimas ánimas,el hielo de sus cuerpos.

Vuelvo a mí,soplo mi astro;vivos aún soñemos.

Oigamos a los Dioses.

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Duende Diecinueve

¡Oh azul! ¡Águila de los tiempos!Veo unción que apacigua,sueña nuestras criaturasdonde ama, se embellece;zorzales días, destellos,las comarcas ventiscasde un zafiro que ha sido.

Volvemos de nosotrosa este rojo tablado,la amarillenta lumbreabre la sola fuenteque erguimos, olvidamosy a beber llega el saltode la ayuda sonrisa;mi blusa anida, vuela,mi cofia, copa de airereclina en sueño, aire.

Seguid, el tiempo vuelvey puede ser la noche;punza mi atenta orejay no podrían los rayosde Cintia ser heridosy Puck callarel dolor que no puede.

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Gnomo

Callad, no sujetéis las horas,el día es la razón;no invoquemos la nocheantes que el buen descansole allegue hasta su ocasoy aún nosotros gocemosalgo de lo profundo,pues vedlos, siento cimasque disparan los hechosque han sembrado,bondades, astros niñosque alegres nos abriganjugueteando tan tiernos;cómo acercan y pueblany hay jolgorio en la mentede este mundo doliente.

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Epílogo

Duende Uno

Ver es el sacrificiode lo que apenas vistoes seco, árido oído;amasamos lo ausentey es cálido ese rostroque va precipitandoasí en frío marmóreonos acune, transluzca,vuelva en piedra a mirarnosahora hijos en piedra.

Duende Dos

¿Urdimos?, ¿auguramos?Nada en la nada es sombra,sin pasado no hay eco,horizonte es la manotendida hacia horizonte.

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Un descanso

(De los Gnomos)

Vayamos, pues,juguemos el sentidoque el bien nos atribuye;un descanso azulinopodría ser nuestra mesay departir el tiempobajo el frescor amableasí engañoso trinonube oscura regase,seco zorzal en rama;dejaríamos la tardeen sus serenas alasen busca de su árboly el fruto a hombros,vasto.

Bello ha sido…un relámpago.

Vuelve a engendrar espacio,vese su lento paso.

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Este libro se terminó de imprimiren los talleres del Centro de Publicaciones

de la Universidad del Quindío(Armenia, Colombia)

en el mes de abril de 2011.