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Annotation

Francia, 1483. La joven Algonde, hija de la gobernanta del château deSassenage,hacaídoenlasaguasdeunimpetuosotorrente.Cuandotodosladanpormuerta, reaparece sobreuna roca, páliday exánime.Asegurahaber visto aMelusina, el hada con cola de pez que habita en una gruta. ¿Qué le ha dichoMelusinayporquélahadevueltoalavida?Lajovenseniegaarevelarlo.Ahoraconocesudestino…ylucharácontraélcontodassusfuerzas.

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MIREILLECALMEL

LagrutadeMelusina

ElcantodelasbrujasNº1

TraduccióndeArturJordá

CírculodeLectores,S.A.

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Sinopsis

Francia,1483.LajovenAlgonde,hijadelagobernantadelchâteaudeSassenage,hacaídoenlasaguasdeunimpetuosotorrente.Cuandotodos ladanpormuerta, reaparece sobreuna roca,páliday exánime.AsegurahabervistoaMelusina,elhadaconcoladepezquehabitaenunagruta.¿QuélehadichoMelusinayporquélahadevueltoalavida?La joven se niega a revelarlo. Ahora conoce su destino… y lucharácontraélcontodassusfuerzas.

TítuloOriginal:LechantdessorcièresTraductor:Jordá,ArturAutor:Calmel,Mireille©2008,CírculodeLectores,S.A.ISBN:9788467246087Generadocon:QualityEbookv0.84

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LagrutadeMelusina

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MireilleCalmel

Elcantodelasbrujas01TÍTULOoriginalLechantdessorcières

TraductorArturJordáPáginas340IdiomaEspañolPublicación2008(2011)EditorialCírculodeLectores,S.A.CategoríaNovelaRománticaISBN9788467246087

AMichelCourjaudyDanChartier,queregresarondemasiadopronto

alpaísdelashadas...

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—¡NO,tehedichoqueno!—exclamóairadaAlgondealavezquerechazabalasmanosqueMathieualargabaapresuradamentehaciasucintura.

—Sólo un besito, pues.Un besito chiquitín—insistió el hijo del paneteroformandounredondelconloslabios.

—¡Basta ya o te calmaré esas calenturas con la rodilla! —amenazó lajovenzuela.

Nobromeaba,yMathieuseapartódeella temiendoporsuentrepierna.Sepeleabanasídesdelacunaybiensabíadequéeracapazlabellamozuela,asíqueprobóconotrotalante.Sesentóconlaspiernascruzadassobrelapajadelavaca,que mugió en señal de desaprobación, mientras Algonde colocaba un taburetejuntoasucostado.

—Noeshoradeordeñar—seburlóél—.Conlatormentaqueseavecina,seteagriarálaleche.

—¿Ytúquésabesdeesascosas?—Lo sabe cualquiera... Me apuesto lo que quieras a que ha sidoMarthe

quientelohapedido.Algonde se encogió de hombros. Odiaba a aquella camarera que Sus

Señoríasllevabanensuséquitocuandoseinstalabanenelcastillo.Martheselopagaba con lamismamoneda, pues no perdía ocasión de atosigarla.De hecho,Marthesehabíaarrogado losderechosdeunadamadecompañía,sinquedoñaSidonieoelbarónJacques,consideradocomounodelosmáspoderososseñoresdelDelfinado, la desautorizaran.Aún peor, fuera lo que fuese lo que hiciera odijese su camarera, doña Sidonie siempre la disculpaba. Desde hacía tiempo,Gersende, madre de Algonde e intendenta de la casa, había acabado poraceptarlo.Algonde,porsuparte,sufríaaquellainjusticiaydebuenaganahubieraestranguladoaaquellapécoratanfeaComomalvada.

—¿Y si nos hacemos novios?—dijoMathieu para interrumpir su amargareflexión,cortándolaenseco.

Algondeinmovilizósusdedosenlasubreseinterrumpióelritmoalternativode los chorros que caían en cascada en el bote. Volvió la cabeza hacia él.Tumbado sobre un costado, sosteniendo alzado el busto apoyado en el cododoblado,conunabriznadepajaenlacomisuradeloslabiosyconmiradapicara,eljovenzueloparecíasatisfechodehaberconseguidodistraerla.

—¿Novios,túyyo?—seburlóellaconunmohíndedisgustoparadisimularsuemoción.

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Elcorazónledoliódentrodesupechopornopoderlosiquieraconsiderar.—¿Ypor quéno?Ya rondamos los quince años, soyunbuenpartidoyun

mozoapuesto...—Ytambiénmodesto,noloolvidemos—añadióellaalavezquereanudaba

sutarea.Si no se apresuraba,Marthe se escudaría en su retraso para hacer que la

castigaran.Ynoqueríadarleesegusto.AunqueJacquesdeSassenageteníaplenaconfianzaen su intendentaynoprestabaoídosa las recriminacionesdeMartheacercadeAlgonde,lajovenzuelasemanteníaenguardiacadavezquesealojabanenelcastillo.PresentíaquealgúnsecretouníaadoñaSidonieyasucamarera.

—¿Antestemorderíaslalengua,verdad?Algonde se sobresaltó, sumida en sus cavilaciones. Mathieu volvía al

ataque.—¿Antesdequémemorderíalalengua?—repitióAlgonde.—¡Antedeconfesarquetegusto,pardiez!—¿Sabesquémegustaría? ¡Que te fuerasa tuamasadero!¿Acasonooyes

lasvocesdetupadrequetebusca?Algonde juzgó que ya había ordeñado suficiente leche para satisfacer el

capricho de Marthe de untar con ella el rostro de doña Sidonie y dio porterminada aquella conversación.Apartó el taburete para tapar el recipiente.Alverladispuestaamarcharse,Mathieuescupiólabriznaquehabíamascado,estirósuslargaspiernasysepusoenpiecondesenvoltura,conloscalzonescubiertosdepaja.

—Sabes,afuerzadeserrechazado,podríaacabarenamoriscándomedeotra—amenazóaltiempoquesesacudíaeltrasero.

—¡Nocaeráesabreva!—leretóAlgonde,sosteniendoenunamanoelasadel botemientras con la otra se echaba hacia delante su larga trenza de colorcastañosobreelcorséenelquedespuntabandosbellasturgencias.

Sucinturadelgada,aprisionadapor lapretinadeldelantal, sesumabaasudelicadoporte.Pero sumayorencantoera ladulzurade su rostro, enelque labocadelicadamentepespunteadacontrastabaconlapicardíadeunamiradagrisyverde.Eradelejoslajovencitamásatractivadelacasa.

Mathieu se resintióde aquella reacción, pero lodisimuló.Erade carácterjaranero y no soportaba ver a Algonde apenada. Y, sin embargo, no habíarenunciado a su proyecto. Abrazó el cuello de la vaca y clavó su miradaesmeraldaenlosinexpresivosojosdelanimal.

—Dile,Blanquita...Aquella cómica situación por fin hizo reír a Algonde. Le era muy difícil

mantenerse seriamucho rato conaquelpillastre.Sino la estuvieranesperando.

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Si...—Osdeseomuchafelicidad—concluyóella,dándoselavuelta.Era inútil. En tres zancadas, Mathieu la atrapó a la puerta del establo,

mientrasBlanquitamugíaasusespaldas.—Porlomenosellasedesesperacuandolaabandono...—Noesdesesperación,sinoconsternación.Alavistadequeaqueldíanoconseguiríanada,Mathieurenuncióydeuna

vengativapatadahizosalirdisparadaunapiedraquesehallabaenelportaldelestabloyquefueadar,rebotando,máslejos.

Unojuntoalotro,losjóvenessalieronalpatiodelcastilloypasaronfrentealascaballerizasdondeelpalafrenerocepillabaloscaballosquerascabanconloscascos en sus establos, agitaban las cabezasy resoplaban ruidosamentepor losollaresapesardelascariciasyloscuidadosquelesprodigaban.

Mathieualzólafrente.Hacíapocoquehabíasonadolasexta.Elcieloerabajoyoscuro,yelcalor,bochornoso.Amenazabatormentay,a

todasluces,sepreveíaviolenta.Aunospasosdeellos,losmazazosrepetidosdelherrerosobreelyunquedespedíanchorrosdechispas.Decostumbre,Jeannotlesobsequiaba conunabromita cuando les veía acaramelados.Esa vez, estaba tanconcentradoensu laborqueni siquiera lesviopasar.Aquelprimerodeagostodel año de gracia de 1483, debido tal vez a la amenaza de tormenta o a lapresenciadedoñaSidonieydelbarónJacques,enSassenagereinabaunatensióninusual.Mathieunosedioporvencido.

—¿DeverdadvisteaMelusina?—preguntócuándollegaronalaescaleradeentrada al torreón desde el que se accedía al castillo, de una austeridadinalterabledesdehacíasiglos.

—Yasabesquesí—replicóAlgondebajandoeltonodesuvoz.—No,nolosé.Yonoestuvebajolamontaña.—Apartedemí,noestuvonadiemás,asíquedeunavezportodas,Mathieu,

nomevengasconesahistoria.—Asusórdenes, princesa...—se inclinópara hacer una reverencia—por

hoy... —añadió antes de marcharse corriendo prorrumpiendo en una grancarcajada.

Entre la exasperación y la tristeza, Algonde lo vio doblar la esquina delimponente edificio y desaparecer para volver a la panetería, en las murallasinterioresdelpatio,dondetambiénestabanlaforja,lascaballerizas,lacapillaylosaposentosdelaservidumbre.Cadadíalamismapregunta,cadadíalamismarespuesta.Ellanopodíadarleotrarespuesta...

Algondeentróeneltorreónporlapuertaabovedada.Lacomarcaestabaenpazdesdehacíamuchotiempoylossoldadosjugabanalosdadosenelcuerpode

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guardia. La mayoría de ellos, ya de cierta edad, habían visto crecer a lajovenzuelayaMathieu,elhijodelpanetero.ElbarónJacquesnohabíajuzgadooportunoaumentarsusfilasconotroshombresmásjóvenes,puesestimabaqueyaeran suficientes para garantizar la seguridad en los alrededores del castillo.ConfiabaenlaescoltacompuestaporunatreintenadehombresquesireDumas,eljefe de los mismos, fiel a su servicio desde hacía diez años, capitaneaba coneficaciaparaprotegerleensusviajes.

TodoelmundoapreciabaaAlgonde, amableygenerosapornaturaleza, aligualqueasumadre.Recompensóconunasonrisaamistosaalossoldadosque,asupaso,alzaronlavistadesujuego.SireDumas,conunaespesabarbahastasusorejasdesoplillo,sehallabaentreellos.

—¿EsmaeseJanissequientehacetrabajarasí?—sesorprendióaldescubrirsucarga.

—Vergüenzaledaría—respondióellaarrugandosunarizpicarona.Siel jefedecocinasupiera la recetaqueMarthesehabía inventado,se le

habríacalentadolasangre.—Miraquemandarte a ordeñar a estashorasy con este tiempo,medecía

yo...sólomeimaginoaesa...—Marthe...—terminóAlgondealzandolavistaalcielo.Dumasescupiósobrelaslosas.—Carroña...—Eso es lo que es... —refunfuñó uno de los soldados—, con el debido

respetoausted,señoritaAlgonde...—Habríaquearremangarle lafaldaparaalegrarleelcarácter,peronoveo

quiéndenosotrosleharáelfavor—seburlóotromientrashacíarodarlosdadosensumano,aguardandoelmomentodearrojarlossobrelamesa.

—Cierra tu bocaza delante de la chiquilla—le ordenóDumas dándole uncodazo.

Elhombrerió.—Puesmiraquelacríahacrecido...¡NohaymásqueveraMathieu!¡Ésesí

quesabeloqueesbueno!Lanzó losdadosyobligóa suscompañerosa seguir elmovimientode los

mismos.Sedetuvieronenundos.Maldijo.Yresonaronlasrisotadasdelosotros.—Apresúrate,pues—aconsejóeljefedelaescoltaalajovenzuela.Ellaasintióconlacabezaylesdejóenfrascadosensupartidaparadirigirse

alcuerpodeviviendas.Eledificio,cuadradoycoronadoporcuatrotorrecillasunidasaltorreónpor

unacrujía,sealzabaenelcentrodelpatiointerior.Enloslateralesdelpatiosehallabanaunladolapaneteríaregentadayhabitadaensuanexoporelpadrede

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Mathieuyalotroelestabloylascaballerizascontiguasalaforjadelherrador.LacapillaenlaqueoficiabaelpadreVincentylosaposentosdelaservidumbresehallaban frente a frente cerca de las torres de la puerta. Algonde y su madredisponían de un pequeño apartamento en el segundo piso del torreón, unido alcuerpodeviviendasporeldescansillodelaescaleradecaracol.Losguardias,aligualquelaescoltadesireDumas,sealojabanenelpatioexterior,cercade latorre de guardia oeste,mientras que la halconería se hallaba al otro lado, a lasombradelosacantiladosdelVercors.EnclavadoenlacolinadeCôtes,alpiedelasmontañas, el castillo no había cambiado desde su construcción unos siglosantes.Desdeelpuente levadizo,protegidopordos torres, arrancabauncaminoquealamitadsebifurcabaparadirigirsealaderechaalmolinoyalaizquierdaalpuebloy,deallí, aGrenoble.Másabajo, al este, el ríoFuron, serpenteandoentregargantas,desembocabaenel Isère,que sedivisabadesde lascrujíasdelviejocastillo.

Algonde tomó laescaleradecaracoldeunade las torrecillascuadradasydejó,enelsótano,labodegaylafresquera; luego,enelprimerpiso, lacocina,territoriodemaeseJanissey,enelsegundopiso,lasaladelhomenaje.EltercerpisoestabareservadoadoñaSidonieyasufamilia.SusSeñoríasdisponíanallídeunahabitaciónflanqueadapor letrinasconasiento,quesevaciabanadiario,de un rincón para el aseo y de otro para el lecho deMarthe. Contigua a esaestancia había otra donde comían, leían, cosían, bordabany en la que el barónJacquesletocabaelarpaylacítaraadoñaSidonie.

Algonde sedetuvo frente a lapuertade esa salay llamó.Comoesperaba,Martheaparecióenelresquicio.

—¿Quéquieres?—leespetó.Anormalmentealtaymacizaparaserunamujer,lacamareradedoñaSidonie

teníaunosdedosnudososdecuyosextremossurgíanunasuñaslargasycurvadas,yuna frente alta y ancha, coronadaporunbulto sobreunos arcos superciliaressobresalientesygenerosos.Consusojoshundidosprofundamenteenunasórbitashuecasynegras,lanarizganchudayafilada,lapielgranujientaysecapegadaasurostrohuesudosobreelquelaantorchaclavadaenelmuroproyectabasombrasoscilantes»Martheparecíasalidadirectamentedelinfierno.

—Letraigolalechequemehapedido—respondióAlgondecontantoascocomodeseosdepegarleunmordisco.

Lacamarerasaliódelaestancia,cerrólapuerta,avanzóunospasosy,dandolaespaldaalaescalera,ambassequedaronsolaseneldescansillo.

—¿Esfresca?—gruñóalavezquelearrancabaelrecipiente.—Acabodeordeñarla—seobligóaresponderAlgonde.«¡Carroña!»,pensóAlgondemientraslacamareradestapabaelrecipientey

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aproximabaellíquidoasunariz.—¿Acasotemofasdemí?¡Estáagria!—escupióalavezquelearrojabala

lechealacara.Algondelanzóungritodesorpresaydeiramientraslalecheseleescurría

desdelacaraalpecho.—¡Mala! ¡Mala! Sabías que con la tormenta se agriaría —rugió la

jovenzuelaantetanflagranteinjusticia.Se lanzó hacia delante para agarrarla, pero Marthe, más viva de lo que

pensaba,seechóaunlado,conunarisotadaaguda.Algondevioelvacíoanteella.Demasiadotarde.Rodóporlasescalerasy

segolpeódolorosamenteelbrazocontraelángulodelapared,allídondegirabalaescalera.

—¡Vete a quejar a tu madre! —le soltó la camarera, que se habíaaproximadoaella—.TengomáspodersobreSidoniedelquetendréisenvuestravida...

Y tras decir eso, se dio la vuelta y dejó a la jovenzuela frotándose elhombro,conlamiradabrillantepor las lágrimasdesuodio.Antesdeentrardenuevoenlaestanciadesuseñora,Marthediounapatadaalrecipientedelalecheconlapuntadelzapato.FueadaralospiesdeAlgondealavezquerecibíalaordendelimpiaraquello.

Oyócómosecerrabalapuerta.Alaluzdelaantorchadelapared,quehabíaevitadodemilagro,sediocuentadequeteníamanchasdesangreenlamanga.Sehabía arañadocontraun salientede lapiedra.Su trenza, susmejillasy su ropaapestabanacuajodeleche.

Humillada, se quedó allí unos minutos hasta digerir su resentimiento y,cuando se disponía a descender a su apartamento para lavarse y vestirse,reconoció lavozdelbarónenelpisodeabajo. IndicabaaGersendequepodíahacerservirlacena.

Para evitar que se riera de su vestimenta y la castigara por su torpeza, lajovenzuela sequitó rápidamente los zapatos, recogióelbote, se arrodilló eneldescansilloylimpióelsueloconsufalda.Actoseguido,subiólasescalerasquellevabanporunladoalaterrazadelcastillo,enelaladelcuerpodeviviendas,ypor el otro al piso tapiado del torreón. Debajo de ella, el barón llegaba a suhabitación. Como sabía que habría idas y venidas para servirle los platos,Algondejuzgómásprudenteaguardar.

Pasóbajoelporchedepiedraornadoenelfrontónconunamujerserpienteyse pegó sin miedo a la puerta tapiada que clausuraba la habitación maldita.¡Melusina,queantañoresidieraallí,noseloecharíaencara!

Le dio una risita nerviosa. En ciertamedida, el hada la había salvado de

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nuevo.

Dos semanas antes, Mathieu fue a decirle que se había visto una truchaenormeenlasCubasdelFuron.Semoríadeimpacienciaporpescarla.Acabadassus tareas, Algonde le siguió. Con el mismo gesto repetido desde su infancia,lanzaronsusanzuelos.Pronto,sinembargo,lajovenzuelatuvoquerendirseantelaevidenciadequeMathieusehabíaservidodeaquelpretextoparaestarasolasconellayhablarledeamor.Ella también le amaba, con todas sus fuerzasydetodocorazón,ynadalegustaríamásquesersuesposa.Peronosoportabaquelaengañaranyseenfadócuandoélfinalmenteconfesóquelatruchanoeramásqueun gobio y tan pequeño como el que estaba clavado en su anzuelo. Decidióregresar.ElFuron,enaquel lugar, sehallabaamásdemediahoraandandodelcastillo.Desde siempre, lasgentes lo evitabanpues según la leyenda allí vivíaMelusinayerapeligrosoprovocarla.

El jovenzuelo, herido en su orgullo por haber sido rechazado, fingió queseguíapescando.Algondeascendióelabruptotalud,entreelestrépitodeltorrenteque,trasunabalsanatural,desaparecíabajolasrocasalpiedelacantilado.Bajosus pasos, una piedra se desprendió yAlgonde cayó rodando por la pendientehastaelestanque.Sinpoderhacerpie, lacorrientelaarrastróenunossegundosantelamiradadesesperadadeMathieu.Algondesevioyaperdida,seahogaba,arrastradahacialosmeandrosdeaguasoscuras,cuandosúbitamentesintióquelaagarraban de la cintura. Emergió semiconsciente en una cueva subterránea,abrazadaauncuerpodemujerviscosoyfríoycuyacinturaseprolongabaconunacoladeserpientemarina:Melusina.

Incapaz de resignarse a haber perdido a Algonde, Mathieu, llorando alágrima viva, cayó de rodillas junto al río. Unosminutosmás tarde, que se lehicieroneternos,lavioresurgircomosilahubieranpropulsadofueradelagua.Selanzóalríoy laarrastróa laorilla,heladaperoaúnviva.Algondeseacurrucóentresusbrazosyleconfióquesehabíasalvadograciasalhadaperoquedebíaguardarelsecreto.

Al llegar la noche, la jovenzuela le dijo lo mismo a su madre. Algondehubieraqueridocompartirconella ladesagradable impresiónquesobresupielhabíacausadoaquelcontactoinhumano,asícomosusorpresaanteloacontecidodespués, pero al contrario de Mathieu, Gersende no quiso saber más. LaintendentadelcastillodeSassenagesimplementeasintiócon lacabezaantesdecambiardetema.

FuesóloaldíasiguientecuandoAlgonderecordóeljuramentoquelehabíahechoalhada.Apartirdeaquelmomento,suvidadiounvuelco.

Aunque le partiera el corazón, debía asumirlo: ya no estaba destinada a

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Mathieu,sinoaotro.

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ELbarónJacquesdeSassenagehabíaenviudadohacíacincoaños.Conelfindecumplir las últimas voluntades de Jeanne deCommiers, su esposa, envió a sushijosmayorescomopajesacasadeunadesusprimasyconfióatresdesushijasalacustodiadelaabadíadeSaint-Just-de-Claix,aunasleguasdesuresidenciaprincipaldeLaBâtieenRoyans.Sóloteníaconsigoasuhijapequeña,alcuidadodeunamadecríadesdelamuertedesumadre.

Apesardesuscincuentaaños,JacquesdeSassenageeraunhombreapuesto.Consugranestaturayaltanería,sucabellogris,suslabiosfinosperotangolososcomosusojosysufrenteysuspómulosaltosapesardesusrasgoscastigados,aún atraía lasmiradas.Unosmeses después de lamuerte de su esposa Jeanne,SidonielevisitóenLaBâtie.Susobrina,decuerpotanarmoniosocomosurostroenmarcadoporhermososmechonesdorados, conojosde color avellanayunoslabiosdecarmínnatural,teníamalareputación.Viudadeunviejonobledebajaalcurnia desabrido y arruinado, Sidonie tuvo tantos amantes durante sumatrimonio que los rumores decían que sus tres hijos eran ilegítimos. Jacquesnuncahabíaprestadooídosaaquellashabladurías.Alolargodesusencuentros,él se apegó a su alegría de vivir y Sidonie acabó cediendo a sus avances acambiodelapromesadequesecasaríaconellacuandoestuvieradispuesto.Losañoshabíanpasado,sinembargo,sinqueélcumplierasupromesa.ElrecuerdodeJeanneleobsesionaba.Sidonienolehabíaexigidonada,menosaúnpuestoqueJacques sentía gran afecto por Enguerrand, el menor de sus hijos que prontocumpliríadiecisieteaños.

A principios de julio de aquel año de 1483, Jacques quiso rehacer ladecoración de sus habitaciones en La Bâtie. Sidonie y él fueron a instalarse aSassenagemientras se llevaban a cabo las obras, puesto que el barón tambiénhabía encargado que se ampliara otra casa solariega de su propiedad, la de laRochette,enelcaminoaGrenoble.YesacasasolariegapensabaobsequiárselaaEnguerrand.

Paracomprobarelavancedelasobras,lahermosaysoleadamañanadel2.de agosto se apearon en el patio interior de aquellamoradamodesta pero conencantosituadaapenasaunaleguadelcastillodeSassenage.

Frente a la puerta que cerraba lamuralla de la Rochette había dos torresunidas entre ellas por un amplio edificio de dos plantas. La más alta estabaBanqueada por una escalera doble de unos quince escalones, desde la que el

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maestro de obras, un gigante con la hechura de un leñador, descendió parainclinarsecondeferenciaanteellos.

—Buenosdíastengan,misseñores.—Buenosdíastengáis,maeseDreux.—Vuestra visita es un gran honor para mí. Si tenéis la bondad de

acompañarme —les invitó antes de adelantárseles y encaminarse hacia laescalinatadeentrada.

Elinteriordeledificiosehallabaenobras.Lasparedesestabancubiertasdecalenalgunoslugaresmientrasqueotrosaúnerandepiedravistaylosobrerosestabanencalándolas.Másallá, serrabanunmaderosostenidosobrecaballetes.Allí, encaramado a una escalera, un carpintero lijaba una viga. En la pequeñacapilla,unmaestrovidrierorematabalacolocacióndeunavidriera.Asupaso,eltrabajo se paralizaba y los obreros se apresuraban a saludarles. El barón sedetenía ante cada uno de ellos y les preguntaba por sus hijos, felicitaba a uno,animaba a otro, tan satisfecho de los comentarios de maese Dreux como delpropiotrabajorealizado.

Durantemásdeunahora,pasaronasídeestanciaenestanciahastallegaralasaladelhomenaje,enlasegundaplantadelagrantorrerectangular.MaeseDreuxse detuvo frente a una gran chimenea en cuyomanto figuraba una escultura enpiedradeMelusina,conlacolaenroscadaalrededordeunaespada.

—Lasobrasestaránacabadasdentrodeunmes,comoyaestáterminadaestasala—afirmó,orgullosodepodermostrarlosacabados.

Sidonieseaseguródequenohubieraningúnobreroalavista*—¿Yelsubterráneo?—preguntó.Elmaestrodeobrasadoptóunsemblantedepreocupación.—UnoscanterosdeValenceexcavaronhastaaquí, tomandocomopuntode

partidael lugardelbosquequeme indicasteis,peronohanpodido llegarhastadondedeseabaispuestoquelarocasobreelloserademasiadodura.Asíquemelasheingeniado...—explicóelhombremientrasseaproximabaalhogar.

PulsóelojodeMelusinayseapartó.Girandosobresuejesinmásruidoqueunligerorozamiento,aparecióunapuertaocultaenlaprolongacióndelapared.

—Esunacrujíainterior,quepermiteunirestasalaalaotraestanciadesdedondearrancaelsubterráneo—explicómaeseDreuxorgulloso.

Sidonieseaproximóalumbralmientraselhombre,parailuminarla,sehacíaconunfarolilloquereposabasobreundintel.

—¿Nonosasfixiaremos?—preguntóelbarón.—Elairecirculaatravésdeunashendidurasenlabaseylapartealtadelos

murosexteriores.Tambiénabriréunasmirillasa laalturade losojosencuantoterminenlasobras.Ocultastrasuntapiz,permitiránveryescuchar.

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—MaeseDreux,osfelicito—lecumplimentóSidonie,consinceridad.Halagado,elhombreseloagradecióconunareverenciaantesdeadentrarse

enelpasadizoeiluminarleselcaminoconelfarol.Unosminutosmás tarde, llegaronaunapequeñasalacerradadesdedentro

queSidonienorecordabahabervisitadoantes.Doscaballetessituadoscercadela ventana sostenían una tabla sobre la que había* extendido, un plano de laresidenciajuntoaotrosplanosenroscados,plumas,tinterosyuncandelabro,

—Midespacho.Nadiepuedeentrar—anunciómaeseDreux, encantadodesuestratagemaparaahuyentaralosvisitantesnodeseados.

—¿El subterráneo arranca de la chimenea? —preguntó Sidonieaproximándoseaésta,esculpidadeigualmaneraquelaotra.

—Yanoesnecesario,SuSeñoría.Lacrujíaporlaquehemospasadobasta.Prosigue con un tramo de escaleras. Pero antes quería enseñarles dónde noshallamos.

Se dirigió hacia la ventana y la abrió de par en par. Frente a ellos, elpalomarmostraba su armazóndemadera. Se hallaban en la segunda torre,másmodestaycuadrada.

—¡Es un trabajo excelente! —se entusiasmó Sidonie—. No me he dadocuentadequerecorríamos tantocaminoycon tantafacilidad. ¡MaeseDreux,osfelicito!

Elhombreenrojecióantetantohalago.—Vayamosahoraaverloquemeencargasteis—dijo,ypulsódenuevoel

ojodeMelusinaparaabrirelpasadizo.Unos instantes más tarde, tras bajar las escaleras, desembocaron en una

galeríaestrechaquedescendíaenuna suavependiente. Iluminadosporel farol,avanzaronparacontemplareltrabajodeloscanteros.

—Alexcavardescubrieronunpequeñolagoenunagrutanaturalatrescientoscodosdeaquí.Dadoquenosondelaregión,nopodíansaberlodelhada...Yyonoosémolestarla...Igualpodríasersuguarida,nuncasesabe.

—Volvamosarriba—exigióderepenteSidonie,dandomediavuelta.Aunqueaquellasprisaslesorprendieron,elbarónseamoldóaladecisión.

MaeseDreuxabriócamino,visiblementealiviado.Cuandollegarondenuevoalasaladelhomenaje,Sidonierebuscóenlabolsaquecolgabadesucinturayextrajotresmonedasdeoroqueentregóalmaestrodeobras.

—¡Esdemasiado!—exclamósorprendidoyconhonestidad.—Nohagáiscumplidos.Habéisdadopruebadeiniciativaydeingenio,dos

cualidades que tengo en gran estima. Ya sólo os pediré una cosa, y es que novolváisabajaralsubterráneo.Nunca.¿Meloprometéis?

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—Osloprometo,SuSeñoría—afirmóelhombremientrasseembolsabasurecompensa, antes de acompañarles hasta el patio y mirar fijamente alpalafrenero.

El barón Jacques respetó el silencio de su amadamientras atravesaban lacortinaboscosaquerodeabalacasasolariega,conlaescoltaaciertadistancia.Sentíaqueestabainquieta.Conloscaballosalpaso,llegaronalcrucedecaminosqueporunladosedirigíaaGrenobleyporelotroaSassenage.Unojuntoalotro,tomaronesteúltimo.Sinpoder reprimirsemás,volvió lacabezahaciaellay lehizolapreguntaqueardíaensuinterior:

—¿Mediréisquétormentoosdesfiguraelrostro?—Osburlaríaisdemí.—¿Ysiosprometolocontrario?—insistióconunasonrisaembaucadora.Sidonie aún dudó un instante, el tiempo en que se cruzaron con un carro

tirado por bueyes cargado de toneles de vino. El cochero iba a entregarlos amaeseDreuxparacalmarlaseddelosobreros.Sidonierespondióconungestodelacabezaalsaludoyespoleóasumontura.Delantedeellos,elcaminoestabadesierto. El barón se situó de nuevo a la altura del cuello del caballo y asícabalgaronduranteunossegundos.

—EsagaleríamelareclamólamismaMelusina—dijoellaconunsuspiro.—¿Melusina?—Melusina—repitióSidonie.—¿El hada con la que se casó mi antepasado Raymondin y a la que

sorprendióenelbañoconvertidaenmujerserpiente?—Noconozcoaotra.—¡PorlosclavosdeCristo!¿YporquéquerríaMelusinaunsubterráneoen

laRochette?—Loignoro,peromeinsistióenellocuandomevisitó.—¿AorillasdelFuron?—Ensueños...Tomándoseloabroma,elbarónseechóareír.Sidonielemiróentristecida.—Sabíaquenomecreeríais.—Porsupuesto,oscreo,amadamía,sóloquemehacereírverospreocupada

porunsueñocomosisetrataradelarealidad.—¿Ysiavecesambosseentremezclaran?—Esoseríaartedebrujería—concluyóelbarón.—Pues entonces deberéis aceptar que yo sea una bruja al servicio de un

hada,puestoqueenesesueñoMelusinaseechabaalloraralverquemeresistíaaella. Emocionada, le enjugué la mejilla y en la mano me quedó una piedratranslúcidaenformadelágrima.

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—Comorezalaleyenda...Sidonie rebuscó en la bolsa que llevaba colgada de la cintura y de ella

extrajoelpuñocerrado.—En ese caso, ¿podríais explicarme por qué tenía esto en mi mano al

despertar?Abrióelpuñoantelosojosdesorbitadosdelbarón.La lágrimadeMelusinacentelleabacomounpequeñodiamantebajoelsol

ardientedelamañana.

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3

LAURENT de Beaumont sólo tuvo tiempo de llevarse el arma a la cara paradetener el golpemortal que le asestóPhilibert deMontoison.Las hojas de susespadas entrechocaron de nuevo con un estruendo que ahogó el rugido de untrueno. Un rayo desgarró la techumbre negra como el carbón de los cúmulosagolpadossobreloscerrosdeSaint-Just-de-Claixyfulminólacopadeunrobleenelbosquecercano.

Laurent de Beaumont se hizo a un lado y tras una finta se lanzó al frenteaprovechando el ligero desequilibrio de su adversario sobre el firme irregular.Recuperólaventajaperosediocuentadequenoeramásqueunaañagaza.

PhilibertdeMontoisonsepusodenuevoenguardiayseleencaró:—¡Ríndete!—leespetó.—¡Antes lamuerte!—gruñóLaurent deBeaumont, y se lanzóde nuevo al

combate.El agobiante calor de aquel mes de agosto de 1483 les volvía aún más

agresivos a pesar de que sus cuerpos flaquearan insidiosamente. Laurent deBeaumontlosentíaconelchoquedelmetalquerepercutíayahastaensuspiernasyletaladrabalasmuñecas.Notardaríaendesplomarse.

«¿Rendirse?—decidió—.¡Acabemoscomounvaliente!»Haciendo acopio de sus últimas fuerzas, se lanzó sobre Philibert de

Montoisonconlapuntadelaespadaalfrente.

PhilippinedeSassenagecontuvoungritodeespantoalverlos tancercaelunodelotrocomosifueranaensartarsealunísono.

—¡Estoacabarámal!—exclamósorAymonetteconunhilodevoz.HabíallegadoalamismaconclusiónquelahijamayordelbarónJacquesde

Sassenagey,ensudesesperación,seretorcíalasmanos.Denadahabíanservidosus oraciones ininterrumpidas desde que ambos hombres se enzarzaran en elcombate.

—Tenemosquehaceralgo—gimióPhilippine,volviéndosehacialaabadesaque,rígidaydigna,permanecíaasulado.

Estaúltimaledirigióunamiradafría.—¿Nohabéishechoyasuficiente?Los ojos de Philippine se humedecieron y, empero, trató de no bajar la

mirada.—Oslosuplico,madre—insistió.

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Enungesto impulsivo, la abadesa se enjugócon el reversode lamano lagotagruesaqueacababadeestrellarsecontrasurostropocoagraciado.

—Empiezaallover—dijo—.Osordenoqueregreséis.—Se trata de mi sobrino, señora... —le recordó sor Aymonette. Su voz

temblaba.Auncentenardemetrosdeaquellastresmujeres,loscuerposdeLaurentde

Beaumont y de Philibert deMontoison yacían boca abajo sobre la hierba quehabíanpisoteado.

La reverenda madre alzó el mentón. Aquel asunto la contrariabasobremanera y, sin embargo, no podía permitir que aquellos dos hombresagonizaranfrenteasupuerta.

—LapogneyLardeauseencargarándeellos—decidiólaabadesa,ydiolaespaldaaltrágicoespectáculoyseencaminóhaciaelrastrilloalzadodeaquellaantiguafortaleza.

Frentealpórtico,lasotrasmonjasallíreunidasnosehabíanperdidodetalledelaescenay,alverquelaabadesaavanzabahaciaellas,todasvolvieronasusquehaceres.SorAymonette,aliviadaalsaberquelosdosconversostrasladaríanalosduelistasalhospicio,lasiguióconsupasoclaudicante.

Porsuparte,Philippinenolograbaapartarlavistadelosmoribundos.Asusentimientodeculpabilidadvinoaañadirseelgritodelaabadesaporencimadesuhombro:

—Dejad demortificaros con esamórbida contemplación y aguardadme enmidespacho...¡Inmediatamente!

LatormentaseabatióconviolenciasobrelaabadíadeSaint—Just-de-Claixmientras la jovenzuela franqueabaelumbral tras susmayores, con loshombrosvencidosporelpesodesudesamparo.

Todo comenzó una semana antes, cuando a Philippine se le encomendó latareadelimpiardehierbajoselhuertodeplantasaromáticas.Lavidamonásticaselehacíapesada,aunaliviadagraciasalasderogacionesconsentidasalasdesurango.

SorAlbrante,laenfermera,conquienmejorseentendíaladoncella,lehabíadichoqueenlaabadíatodasesperabanverlapronunciarsusvotos.

PeroPhilippinenoteníadeseoalgunodeabrazarelnoviciado.Asuscatorceaños, tenía sentimientos incompatibles con la consagración a la fe. Estabaenamoradadelaideadelamor.Unodelostresconversosalosquesepermitíaaccederalaabadíaparaencargarsedelmantenimientohabíallamadosuatención.Unavezacabadoslosestudiosdelosquesebeneficiaba,Philippinenohacíamásqueespiarle,embriagadaporlaemociónqueaquellaesperaleprocuraba.

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Aquel día, acuclillada en el huerto de plantas medicinales, mientrasdesbrozabaunamatadeAlthaeaofficinalisdelagramaquelaparasitaba,unavozmasculinadesconocidalehizoalzarlacabeza.

Curiosa por naturaleza, se detuvo para juzgar al visitante que deambulabajuntoasorAymonette,responsabledelcorodelacomunidad.Deunosveinteañosdeedad,conunafrentedespejadayaltiva,elmozodesprendíaunajovialidadqueiluminabasusrasgosrefinadosyPhilippinedecidióponerapruebadeinmediatosupoderdeseducción.Sepusoenpie,selimpiólasmanosconlafalda,seajustólatocaysimulóunataquedetosparaatraersuatención.Comohabíaprevisto,lospaseantessedetuvieronysevolvieronhaciaella.

Con una sola mirada, Laurent de Beaumont se encendió. Desde entonces,descuidandoasutíaAymonettealaquevisitabaadiario,eljovenseñor,pajedelprimogénito del reyLuisXI,mostrabaun celo ardiente haciaPhilippine.Y, sinembargo,aunquelajovenzuelaestabaencantadaportanasiduocortejo,prontonotuvomásremedioqueadmitirasupesarqueLaurentdéBeaumontnolanublabatantocomohubieraesperado.

Elazar,pernicioso,quisoqueotrovisitanteseanunciaraunosdíasdespuésalaspuertasde la abadía realy solicitarahospitalidad.Elhombre,de tenebrosacuarentenaacentuadaporunmentónconunhoyueloyunosojosnegrosenformade almendra, era caballero de la Orden de los Hospitalarios de San Juan deJerusalényallegadodelgranpriordeAuvernia,GuydeBlanchefort.Apesardeser religioso, nada más cruzarse con Philippine se sintió atraído por ella ycomenzó a cortejarla so pretexto de que podía romper sus votos puesto que suhermanomayoracababadefallecersindescendencia.

Aqueldía,Philippinesehallabaensucompañíaenelhuerto,riendoalgunafraseingeniosa,cuandoLaurentdeBeaumontlossorprendió.Amboshombresseconocíanyvisiblementenoseteníandemasiadoaprecio.

Philippine se sintió henchida de orgullo al leer en sus rostros cómo se ladisputaban.Noamabaapasionadamenteaningunodelosdos,perolosencontrabaatractivosydisfrutabadelacompañíadeambos.Pocoimportaba,pues,acuáldeellos le eligiera comoesposo supadre.Asiéndolos a ambosde losbrazos, loscondujo bajo los frondosos manzanos, tomándose por un momento por una deaquellasdamasdeantañoquesuspirabanporamor.

—¡Quélástima—dijo,melindrosa—quenoshallemosenestafortaleza!Encuantosalgadeella,pediréamipadrequeorganiceuntorneoparadesempataros,puestoqueentrevos,Laurent,aquienmisojosvieronprimero,ovos,Philibert,quetanprontoloscautivasteis,yanopuedodecidir.

—¿Y por qué deberíamos esperar? —respondió Laurent de Beaumont,quedándoseinmóvilyforzandoalosdemásahacerlomismo.

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PhilibertdeMontoisonsoltóelbrazodePhilippineyseencaróasurival.—Salgamos—sugirió,llevándoselamanoalpomodesuespada.—Por favor, señores —Philippine trató de apaciguarlos, pestañeando

exageradamente—,¿acasoestáishablandoenserio?Portodarespuesta,seinclinaronanteella.PhilibertdeMontoisonsealzóel

primero:—Hacednoselfavordearbitraresteduelo,señora...Philippineyanosedivertía.—Osestáisburlandodemí,¿noescierto?—Por amor a vos y a ninguna otra nunca jamás —proclamó Laurent de

Beaumont,conlamanoderechasobreelcorazón.Nopudoretenerlos.Dejándolaallíplantada,unojuntoalotroabandonaron

eljardínensilencio,cruzaronelhuertoenelquehabíavariasmonjasysalieronporunadelasantiguastorresdevigilancia.

La incredulidaddiopasoa la angustia.Philippine se arremangó la faldaycorrió a pedir ayuda a lamadre superiora en el antiguo torreón reformado.Nonecesitó demasiadas palabras. La abadesa, desde la ventana de su despacho,siguió con la mirada los pasos de los dos visitantes y por el aspecto de losmismoscomprendiódequésetrataba.

—IdaavisardeinmediatoasorAymonette—leordenósecamente.—¿Lesimpediréisquesebatan,verdad?—Sabedquenohaynadamásobtusoquedoshombresheridosensuorgullo,

hijamía.Rezarestodocuantopodemoshacerporellos...Philippinesaliódeallísinalientoyaterrorizada,yaúnloestuvomáscuando

bajolasaltasmurallasalmenadasoyóelentrechocardesusespadas.

EldiluvioqueenaquelmomentoseabatíasobrelacomarcadeRoyansumiólaabadíadeSaint-Just-de-Claixenunasprecocestinieblas.Philippine,quenoseatrevíaaencenderlavelaparanoirritaraúnmásalaabadesaconsuiniciativa,dispusosusmanosenviseracontralaventanadelaantecámaradondeaguardaba.Sumiradadesesperadainspeccionabalacortinadelluviatraselcristalempañadoporsualiento.Lajovenzuelalofrotóconla

manga y retomó su postura en una última y muda plegaria. Frente a ella,PhilippinealcanzóaverasorAlbrante,laenfermeradelacomunidad,inclinadasobrelosduelistasalotroladodelpatiointerior.Senegabaacreerquehubieranmuerto. Esa idea se había apoderado de ella en dos ocasiones a lo largo deaquellosminutosquesedesgranabanenlapicotadesusoledad.Selecortabalarespiración,hipaba,seahogabapresadelpánico,letemblabatodoelcuerpoyel

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vértigolaobligabaaagacharse,conlafrentecontraelmurodepiedra.Tuvoquesacar fuerzas de sí misma para calmarse, sabedora de que la abadesa aún lafustigaríamássilahallabadeesaguisa.Philippineserepuso.

La lluvia amainaba y el retumbar del trueno se alejaba.Ya no tardaría enconocersudestinoyelde losotrosdos.Esperóla llegadade laabadesayaúnmás la de su castigo, segura de que sólo su propia sangre derramada podríaexorcizarlaqueporsuculpasehabíavertido.

La puerta se abrió por fin y se cerró a espaldas de Philippine, y en laestancia entró una vaharada de aire cargado de olor a turba. Interrumpió sumeditaciónysevolvióhacialaabadesaqueacababadeentrar.

—Seguidme—ordenóéstatrasdesprendersedelmantoconelquesehabíaprotegidoycolgarlo.

El farolillo que sostenía en su mano derecha vaciló y proyectó brillosfantasmagóricos en losmuros. Philippine siguió aquellosmeandros de luz a lolargodelcorredor,yoíacómosuspasosresonabansobrelaslosascualtañidodecampanas.

Lareverendamadredepositóelfarolilloenunnichodispuestoatalefecto,ala derecha de la puerta de su despacho. Fue allí donde la jovenzuela habíairrumpido unas horas antes, interrumpiéndola en la redacción de sucorrespondencia.Elpergaminoquehabíacomenzadoacubrirconsuescrituraaúnsehallaba sobre lamesade trabajo.La abadesabordeó elmueble y se instalódetrásdelmismo,ydejóquePhilippinecerraralapuertaantesdeponersefrenteaella,conlasmanosjuntasytemblorosas.

La abadesa la observó un instante sin la menor indulgencia y luego setempló.

—¿Osacordáisdevuestramadre?—preguntóporfin,quebrandoelsilencioquepesabasobresuscabezas.

LapreguntacogióaPhilippinedesprevenida.Sinembargo,deinmediatosumemoria puso unos ojos oscuros sobre un rostro elegante de rasgos regulares,cabelleratrenzadayrecogidaenunmoñobajolacofia,unasonrisaqueabombabaunasmejillasrosadas.UnsoplodeternurareconfortóaPhilippineyespantólascongojasdesustormentos.

—¿Cómopodríaolvidarla?—respondiósinmalicia.—Puesacabáisdehacerlo,hijamía—repusoasuvezlaabadesaenuntono

acusador.Philippinesintióque leflojeabanlaspiernas,peroseobligóapermanecer

erguidaydigna.Sabíaquenoseleperdonaríanada.—Fue en este bosque, cuando iba de camino a visitarme, donde unos

bribonesatacaronsuescolta.Yfueenestehospiciodondeagonizó—añadió la

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religiosa.Philippinedirigiómaquinalmentelamiradahacialaventana.—¿Sabéisporquéosconfióavosyavuestrashermanasamicustodia?Philippinesacudiólacabeza,conunnudoenlagargantaprovocadoporlos

sollozos,asediadaporotrasimágenes:sumadreatravesadaporunaespada.Antesusojoshúmedosbailabalarondamacabradelaescoltaquecaíaasualrededorcomopocoanteslosdoshombresenelprado.

—Murióenmisbrazosalalba,ymehizoprometerqueosdaríaatodaslaeducaciónqueellamismahabíarecibidoensumomentoaquí,amicuidado...

Laabadesahizounapausa, restregósudecepciónporel rostroexangüedePhilippineyluegosacudiólacabeza,enojada.

—SorSophiesehallabaenelhuertoymehatrasladadovuestraspalabras.—Yo...—¡Callaos!¡Oshabéiscomportadodemaneraimperdonable!Claroestáque

vuestra ignorancia de los hombres no os permitía medir las consecuencias devuestro juego, pero vuestra madre hubiera sido incapaz de semejantecomportamiento.

Unaslágrimassurcaronlasmejillasdeladoncella.Antetamañaafirmación,hubierapreferidocienvecesellátigo.

—Parecequeoshabitaeldemoniodeldesenfreno.Ysinmencionaraljovenconverso...

Philippine se sobresaltó y provocó un rictus afligido en el rostro de lamonja,quelafulminósinpiedad.

—¿Acasocreíaisquevuestrostejemanejeshabíanpasadoinadvertidos?Philippine sintió que su corazón latía con tanta fuerza en su pecho que le

astillabalascostillas.Laabadesasacudiósumanofrentealrostroparaespantarunamoscainoportuna.

—Sóloel cariñoque sentíaporvuestramadremeha impedidoexpulsaroshastaahora.Maspordesgracia—refunfuñó—,nohaydíaenquesumemorianoseamancillada. Por vuestro padre, que le ha ofrecido el lecho a su depravadasobrina,yporvuestraconducta,aquímismo,¡enlapropiaabadíadondevuestramadrerecibiósepultura!

Supuñoseabatióconirasobrelasuperficiedecastañoehizovolarplumaytintero.Sepuso enpie apoyándose sobre las falanges, arrugando el pergamino.Philippinediounpasoatrásanteaquellaexpresiónulcerada. Jamáshabíavistocóleraparejaensombrecerelrostrodelaabadesa.

—HabríaispodidoacordarvuestromatrimonioconLaurentdeBeaumontyellohubieraentradoenelordende lascosas,peroparecequeparavosnoera

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bastanteamable.¿Porquécontentarseconunconversosiunapuedetenerunpaje?¿Y por qué sólo un paje si se puede perturbar a un hospitalario...? ¿Qué seránecesario para satisfaceros? ¿Acabar como una ramera en el lecho de unpríncipe?

Philippineretrocedióimpelidaporelinsulto.Sushombrosgolpearoncontralamaderamaciza de la puerta. Se llevó lasmanos a la cara, asustada ante laimagenquelaabadesaponíafrenteaella.Surisasarcásticaaúnlahizosentirsemásmiserable.

—¿Ése es vuestro único arrepentimiento? ¿Cubriros el rostro?Me habéisdecepcionado,PhilippinedeSassenage.Vuestramadre esperabaqueundíamesucedieraisenestelugarquefuesutumba,peroprefieroarderenelinfiernoantesquepermitirquevolváisaprofanarlo.LasvidasdeesoshombresestánenmanosdelSeñor;pueslasheridasquesehaninfligidosonmuygraves.Y,sinembargo,elhechodequevivanomuerannocambiará lascosas.¡Sois indignadeformarpartedeestacomunidad!

Laabadesarematósucóleraconestaúltimafrase.Philippinenoseatrevíaamirarla,niaimploraromendigar.Sesentíaapabullada.Laabadesasedejócaerensusilla.

—Y ahora marchaos —le ordenó—. Debo informar a vuestro padre devuestros actos y de mi decisión irrevocable. Hasta que venga a buscaros,ayunaréis y rezaréis en el aislamiento y la absoluta austeridad de una de lasceldasdelsótano.Noveréisalasmonjasniavuestrashermanas,alasquedebopreservardevuestraconducta.

Philippineinclinólacabezaantesdedarmediavueltayabrirelpestillo.Sinembargo,sólopudodarunpasoenelumbraldelapuertaantesdedesplomarsesobreelsuelo,tragadaporelabismoqueellamismahabíaabiertoasuspies.

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4

PHILIBERT deMontoison entreabrió sus ojos vidriosos en una semioscuridadbarrida por arabescos claros.No sentía dolor alguno, simplemente un inmensocansancio.Enaquelmomentohubierasidoincapazdedecirdóndesehallabaynisiquieraquiénera,pero, curiosamente, esono lo asustaba.Permanecióunbuenratocontemplandoelmovimientodeaquelballetluminosohastaque,enunactoreflejo, su lenguachasqueóen suboca secay a lagarganta le llegóun sabor ahiel. Luego, un espasmo remontó a lo largo de su tráquea y le ahogó un poco.Volvió lacabezahacia laderechacon laesperanzadepaliarloy,a la luzde lavela consumida en sus tres cuartas partes sobre lamesilla de noche, descubrióquenosehallabasoloen laestancia.Unhombredormíaen lacamavecina.Lepareciómuypálido,respirabacondificultadysuspulmonesemitíansilbidos.

Philibert tuvo la intuición de que le conocía y concentró sumirada en elrostrodelotroyacentedurantevariosminutos.Lascontraccionesdesuglotissecalmaron. Poco a poco, comenzaron a aflorar fragmentos de recuerdos queestallabancomoburbujasenunacharcaoscura.Recuperósunombre,surangoeinclusolaidentidaddesucompañero.Ysúbitamentefuepresadeunaoladeirayviodenuevoelduelo,aunquelairaseapaciguóalconstatarsuvictoria.Porloquepodíajuzgar,surivalestabamásmalheridoqueél,yunrictusdesatisfacciónretorciósuslabios.

Lepicabanlosojosydenuevotuvolasensacióndequeunvelolenublabalavista.Loscerróparatratardealiviarla,convencidodequelehabíandrogadopara curarle y se concentró en los ruidos a su alrededor.Ademásde la sonorarespiración de Laurent de Beaumont, llegaban hasta él unos ronquidos. EraevidentequesehallabaenelhospiciodelaabadíadeSainr-Just-de-Claix.Conlas ideas más claras, pensó en sí mismo. No recordaba haber perdido elconocimiento,simplementeuntajoenelbrazoizquierdo.Sindudahabíaperdidomás sangrede laquecreía.Se llevó laotramanoalhombroynotóqueestabavendadohastalamuñeca.Esolotranquilizó.ComomuchoenunosdíasestaríadenuevoenpieypodríaavanzarsealaspretensionesdeaquelperrodeLaurentdeBeaumontanteelseñordeSassenage.Suritmocardíacoseaceleró.

¿PorquéevocarelnombredeSassenageletrastornabahastaaquelextremo?Claroestáquehastaentonces jamáshabíapensadoenelmatrimonio,pero,quédiablos,¿acasonoerauncaballeroalserviciodelgranpriordeAuvernia,GuydeBlanchefort?Sumisión...Sequedósinaliento. ¿CómohabíapodidoolvidardebidoalamiradadePhilippinelarazónquelehabíallevadoalacomarcade

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Royan?Debíadehaberlehechoperderlarazón...PuestoqueeraadoñaSidonieaquienhabíaidoaveryaquiennohabíahalladoenLaBâtieenRoyans.Alsaberque el barón tenía a sus hijas en Saint-Just, esperó hallarla allí. Ahora lorecordaba todo.Unestremecimiento taladróunavenade su frente.Se llevó losdedos a la sien apresuradamente y su angustia era cadavezmayor por haberseretrasado. Al día siguiente enviaría un correo a Guy de Blanchefort parainformarledesuretraso.Sudedoíndicedescubrióunvendajeysuspensamientosse interrumpieron.Resiguió lavendaa lo largode su frenteydio lavuelta.Sunuca también estaba vendada. ¡No había perdido el conocimiento a causa delbrazosinodeaquellaherida!

—¡Ojalá se te lleve la peste, Laurent deBeaumont!—gruñó a la vez quevolvíalacabezahaciaél,conlosojosinyectadosderabia.

Esta vez, su vista se nubló demanera tan intensa que una bruma escarlatacubrióelrostrodesurival.SintióundolorfulguranteenelcráneoyPhilibertdeMontoisonfuetragadoporelpozonegrodelquepocoanteshabíalogradosalir.

Tras la cortina que la separaba de los heridos, sorAlbrante se incorporósobresaltada en la cama.Abandonó su lecho rauday en camisóny seprecipitójunto al caballero. Lo halló en la posición en la que lo había dejado y, sinembargo, estabaextremadamentepálido.Condedoexperto, le alzóunpárpado.Teníalosojosenblancoyelpulso,quetomóenlacarótida,eradébileirregular.

Albrante recorrió con la mirada la sala abovedada sumergida en lapenumbra.Enlacamavecina,LaurentdeBeaumontdormía,conelpechovendadoylacabezaorientadaenelsentidoopuestodesuadversario.Aaquellahoranohabíanadiequepudierasorprenderla...Conlavela,fuehastalaoficina,abriólapuertaysedirigióhaciaunbaúlalto,flanqueadoporunacerraduraantigua,enelqueguardaba los ingredientesmedicinalesmáspreciados.Abrió la cerraduraycogióuncofrecilloqueabrióestavezconunallavericamentetrabajadadelaquejamásseseparaba.Ala luzde lacandelaaparecióunadamajuanapiramidaldecristalazulcubiertaconunaredecilladehilodeplata.Unaimagen,furtiva,vinoalamentede la enfermera.Albrante sehallabaenmediodelbosquey recogíaacorreprisamusgoparauncataplasma,aldíasiguientedeldíaenquelesllevaronalamadredePhilippinegravementeherida.

—Eseelixirposeeunpodersinparangón.Cuatrogotasparafortalecer,unacucharaditapararegeneraryunvasoenteroparasanar.Utilízalosiemprequelocreasnecesario.Cuandoestévacío,volverépararecogerlo—ledijolabrujaalconfiárselo.

Nadiesuponadadeeso.Aqueldía,sinembargo,lavidadeAlbrantesetambaleó.

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Sinmás dilación, la enfermera volvió junto a Philibert deMontoison. Enotrascircunstancias,desdeelprimerdíahubieradejadoquelanaturalezasiguierasu curso, pero se negaba a que Philippine arrastrara durante su vida entera laculpabilidad de aquella muerte. Destapó la damajuana y le abrió la bocatironeándoledelasmejillas.Unasgotassedeslizaronhastasugarganta.Esperó.Unminuto, dos, con un dedo apoyado sobre la carótida.No fue necesariomásparacalmarelritmocardíacoyquerecuperaraelcolor.

Cincocampanadassonaronenlaiglesia.Alcabodeunahorasecelebraríaelprimeroficiodeldía.Albrantesedijoqueyanomerecíalapenaacostarsedenuevoyfueaguardarladamajuana.

HabíantranscurridoyacincodíasdesdequeLaurentdeBeaumontyPhilibertdeMontoisonseenfrentaranenelcerrodelaabadía.

CincodíasyadesdequeelcorreodestinadoaJacquesdeSassenagepartierasinsaberdóndesehallabaesteúltimo.

CincodíastambiénalolargodeloscualesPhilippineesperabaasupadreen su celda, aceptando el castigo con mayor rigor incluso del que le habíanimpuesto.Laabadesahabíaordenadoquenoseledieranoticiaalgunaacercadelosdoshombres,paraqueladudalaayudaraensuarrepentimiento.Philippinenopidiónoticias.Pasaba losdías rezando, con las rodillas despellejadasde tantoarrodillarsefrentealaparedyalcrucifijoqueenlamismacolgaba.Cuandosesentíaentumecidahastaelpuntode trastabillarsobresus talonesreplegados,seestirabasobreeljergóndepajayseechabaallorar,noporellasinoporlasuerteque había hecho correr a sus pretendientes. Al despertar todo empezaba denuevo.No llamabaa lapuertamásquecuando lanecesidad laobligabaaello,paracambiarlavela,vaciarelorinalollenarlajarra.Enesoscasos,entrabaunaconversayrecogíaunauotracosaquePhilippinehabíadejadojuntoalmarcodelapuerta,conelfindequenotuvierasiquieraqueentrarenlacelda.Niunasolavezlemostróelrostro.Niunasolavezpronunciópalabra.

AlnosabercuándoelbarónJacquesiríaarecogerla,laabadesahabíadadoporconcluidoelayunoparaquenoenfermara.PeroaPhilippineyanoleapetecíacomer.Porcómoflotabansus ropasa laalturade lascaderaspodíaadivinarsequehabíaadelgazado.

Cincodías,pensósorAlbrante,aquienunade lasconversas»preocupadaporsuaspectoenfermizo,sehabíaconfiado.

Eramásdeloqueestabadispuestaatolerar.—¿Cómo se encuentran? —preguntó la abadesa» en voz baja,

aproximándose a las camas junto a las cuales sor Albrante, que la aguardaba,habíaretomadosupuestodevigilanciatraslamisa.

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—Laurent deBeaumont,mejor. Perome preocupaPhilibert deMontoison.Esta noche su vozme ha despertado y sobresaltado. He acudido a su lado deinmediato, segura de que estaba consciente. Su estado me ha parecidoestacionario,peroenelvendajedelcráneoteníasangrefresca.

—Debéisdehaberlosoñado.—Es lo que he pensado, pero no estoy segura de ello. Si queréis

acompañarme, señora, podremos hablar más tranquilamente aquí al lado —lainvitósorAlbrantealzándosedesutaburete.

Laabadesaabandonóalosconvalecientesquereposabanysiguiósuspasos.Lapuertadelaoficinasecerrótrasambasmujeres.

—A pesar de que está embotado por las drogas que le suministro, estamañana Laurent de Beaumont me ha dicho que él también ha oído la voz delcaballero.

Laabadesahizounamueca.Aquellonoaugurabanadabueno.Seinstalaronfrenteafrenteenunbancodemaderaysecruzarondebrazos

conunmismogestosobrelamesaderoblecubiertademorterosdebojytarrosde toda suerte. Atenuado por la vidriera de la ventana, un débil rayo de solacariciabasusmanossecas.

—¿Philibert de Montoison os ha dado otras razones para hallarse entrenuestrasparedes?¿Razonesquelehabríanacongojadodenuevohastaelpuntodeprovocarleotrahemorragia?—preguntósorAlbrante.

—Nadaquenosepáisya.—Enesecasotalvezseríaatinadoregistrarsusenseres.Laabadesaledirigióunamiradadereprobación.—Olvidáisdequiénestamoshablando,hermana.—¿Noospareceextrañoqueunhospitalariosealojebajonuestrotechosin

nisiquierauncaballodealbardayunescudero?Laabadesareflexionóunosinstantes.Arrastradaporeltrágicocursodelos

acontecimientos,esaideanolehabíavenidoalacabeza.—Enverdadescurioso—admitió—,peroesononosconcierne.—Alcontrario,señora.Tengolaresponsabilidadyeldeberdesalvaraese

caballeroycuantopuedaayudarmeaellomeinteresa.—Lopensaré—decidiólaabadesa,poniéndoseenpie.—Aúnnoheterminado—añadiósorAlbrante.Susmiradassecruzaron.Lamiradadeterminadadelaenfermeraobligóala

abadesaavolvera tomarasiento.Albrante tomóunajarray llenódosvasosdeaguafresca.Empujóunohacialaabadesaybebióunsorbodelsuyo.Paraabordaraquellacuestiónquelesecabalagargantanecesitabaaclararsuvoz.

La abadesa, quenoquisobeber, entrecruzódenuevo susdedosnudososy

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esperó,consuspensamientoscautivos,asupesanporloqueacababadecontarleAlbrante.

—SetratadePhilippine—sedecidiólahermanaenfermera.Laabadesasesobresaltó.Unsúbitoacaloramientolahizoenrojecer.Abrió

laspalmasdelasmanosylaspusosobrelamesa.—Asunto cerrado—dijo en un tono seco y apoyándose en la mesa para

ponerseenpie,decididadeunavezportodasaabandonaraquellaestancia.—¡Sentaos,Isabel!—leordenósorAlbrante.Laabadesasepusoescarlata.—¿Cómoosáis?—preguntó,indignada.Estabaenpie,atrapadaaúnentreelbancoqueconelimpulsohabíaechado

haciaatrásylasuperficiedelamesa.Albrantesepusofrenteaelladelamismamanera.

—Osohablarosasípor elderechodeasistenciaqueen sudíamepusoalserviciodeestacomunidad.

El esfuerzo de la abadesa por contenerse era visible. Sin embargo, loconsiguióyconvozsecadijo:

—Osescucho.—SiPhilippinesiguesinquerercomerásuvidacorrerápeligro...Conlasmandíbulascrispadasporlacólera,laabadesaguardósilencio.La

rabiaseapoderódesorAlbrante:—¿Acasopreferísquemueraaperdonarla?Sequedaronfrenteafrenteunosinstantesenunsilencioviolento,casicomo

sifueranaenfrentarseagolpes.SorAlbrantecediólaprimera.—Nuncacambiaréis,¿noescierto?Henchidadeorgulloypresunciónhasta

la tumba. ¿Acaso debo recordaros nuestras obligaciones para con Jeanne deCommiers?

—Callaos—espetólaabadesa,convozapagada.—Noesmomentodedisputas,ynobuscopelea.Vosqueréissalvarelalma

dePhilippineyyoquierosalvarlaencuerpoyalma.Laabadesainclinólacabeza,derrotada.—¿Quéqueréis?—Que Philippine me ayude, y ello no atenuará su castigo. Ocuparse de

aquellosquehanestadoapuntodematarseentresíporellaleseráaúnmásdifícilquerezar.Peroalmenospodrévelarparaqueesolesirvadelecciónsinquelaabatalamelancolía.

Laabadesa sedirigióhacia lapuerta sinqueenestaocasión sorAlbrantetratara de detenerla. En elmomento de accionar el pestillo, se volvió hacia laenfermera.

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—¿Avecestenéisremordimientos?—Cada día desde que sucedió, pero he hallado en mí las fuerzas para

perdonarme.—Yocreíahaberlosdejadoatrás—confesó la abadesa antesde salir, con

loshombroscaídos.—Eldañoqueunohahechonunca seolvida—murmuróAlbrantepara sí,

poniéndoseasuvezenpiepararetomarsutareadevelaralosheridos.Por si tuviera poco trabajo, se encontró con una de las monjas que la

esperaba sentadaenunbanco, conunamanosobreelbajovientre.Saludóa laabadesaqueabandonabaelhospicio,pálidayderrotadaensudignidad.

—¿Menstrúas?—preguntóAlbranteacercándosealaenferma.ÉstaasintióconlacabezayAlbrantefueaporunremediofustigándosepor

sentirsetanabatidacuandoacababadevencerlabatallaquehabíaprovocado.

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5

PHILIPPINE estaba acurrucada en posición fetal sobre su jergón. Desde lavísperapadecíadolordeestómago,yaquellamañanaelmalestareratanviolentoquenisiquierasehabíaatrevidoalevantarseparabeber.Niseleocurriópedirayuda. Hubiera deseado vomitar, como había intentado dos o tres veces, paraescupir el ascoque se inspirabaa símisma,perocarecíade fuerzaspara ello.Llorabaensilencio,sosteniéndoseelvientreconlasmanos,;Laspesadillasquehabitabansuconscienciaduranteelsueñoyanolaabandonaban.Comosifueranfantasmas,rondabanporlaestanciaalrededordeella.Cadaruidolerecordabaeltintineodel acero, el rugidode la tormenta.Cadaolor; incluso el de supropiosudor, le traía el de los dos hombres sobre el cerro. Su danza macabra seensortijabaalrededordeella.Sedejabaarrastrarporlamismacomocastigoyensulocuradestructivasehabíaconvertidoenprisioneradeésta.

Nadaquedabadesualegríanatural,desubellezanidesumiradamaliciosa.Surostroestabademacrado,teníaojerasnegrascomoelcarbón,suslabiosysunarizreteníanunalientocortoy,apesarde lasmantas, temblequeabadebidoalfrío subterráneo de su celda. Morir le parecía la única escapatoria para sustribulacionesysuvergüenza.

Á veces, se sorprendía pidiéndole perdón a su difunta madre y luego semortificaba.Eldañoquehabíahechoasumemoriaeraindeleble.¿Quiéneraellaparapensarquepodríasalvarse?Eldiablohabíaechadosualientosobresualmaparamancillarla y sólo por ello ya se negaba a seguir viviendo en pecado. Elpurgatorio, tal como se lo habían enseñado allí, en Saint-Just, le parecíapreferible a las llamas de un infierno en el que, a todas luces, acabaría porarrojarse si llegara a sobrevivir. Almenos, allá arriba, junto al Señor, tal vezpodríaescapardeldiablo.

Sobrelosmurosdepiedra,laluzdelavelaparecíaunapira.Un retortijón hizo que se encogiera aún más y soltó un gemido. Satán se

quejaba, cautivo en sus entrañas vacías. Philippine apretó los dientes. ¡Que laquemara,laatenazara,laatravesara,yanadaimportaba!Novolveríaaceder,noledejaríaescapar.Enelmomentodemorir,noestaríacondenada.

Nooyóabrirselapuertanilospasosqueseacercaronaella.Sólosintióunamanosobresuhombroquetratabadehacerquesedieralavuelta.Larechazóconmanofirmeylosojoscerradosensudelirio.

—¡Jamás! —refunfuñó, imaginando que un demonio quería llevárselaconsigo.

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Laabadesapalidecióalverlatanpostrada.Nohabíaqueridover,nisabernioír.SeagachójuntoalacabeceradelajovendoncelladeSassenage,emocionadayalavezsintiéndoseculpable.Cómohabíapodidodejarsecegarporsupropioorgullocuandoenelúltimopisodesutorre...

—Philippine,hijamía...—murmuró,conlavoztomada.Lajovenzuelaseacurrucóaúnmás.Laabadesalasacudióconmanofirme.—¡Miradme, Philippine, en nombre de Dios todopoderoso, miradme! —

gritó,alaparquerecuperabasufirmeza.Sólo ella, fría y estricta tal como la conocía Philippine, podía hacerla

regresar.Philippine se debatió aún unos instantes, hasta que las palabras de la

abadesa llegaron a su subconsciente y le recordaronque le debía obediencia yrespeto.Abriólosojos,volviólacabezayreconociósobresuhombrolosdedosnudososdeuñascortasyestriadas.

—¿Soisvos,señora?—preguntóconvoztemerosa.—Soyyo,hijamía—dijolaabadesaconvozdulce.LaatrajohaciasíyPhilippinesediolavueltasobrelaespalda,llevándose

las rodillas al vientre, pues el espasmo la retorcía. Levantó lamano que teníaagarradaalvientreyasiólasuya,comosifueraunrefugio.

—Seacabó,estánasalvoyvostambién.Seacabóelcastigo,Philippine—dijolaabadesaenjugándoselafrenterelucientedesudor.

Eldolorabandonóelrostroatormentadodelajovenzuela.—¿Hallegadomipadre?—Aúnno.Haréqueostraiganaguaparaasearos,ropalimpiayunpotaje...

queoscomeréis.—Sí,señora—aceptóPhilippine.—Eso bastará para calmaros la acidez. Es probable que luego tengáis

náuseas o que vomitéis, pero no tienemayor importancia.Vuestro cuerpo debeaprenderdenuevoloquehabéistratadodehacerleolvidar.

—Sí,señora—repitióPhilippine,enactitudsumisa.—Cuandoestéislista,idalhospicio.SorAlbranteosnecesita.UnvelodepánicocubriódenuevolaspupilasdePhilippine.Palidecióyse

pusoatemblar.—Nopodréhacerlo—balbució.—Claroquesí.Tranquilizaos,hijamía,esunaorden.Philippineinclinólacabeza.—Vuestra redención tiene eseprecio—añadió la abadesa conuna sonrisa

apaciguadora antes de abandonar la estancia, sin volverse.Había hecho lo que

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debía.

CuandoentróPhilippine,sorAlbrante,situadaentrelasdoscamas,ayudabaaLaurentdeBeaumontamantenerserecostado.Deespaldasaella,elmozotosíacon unos espantosos silbidos. Philippine no tuvo tiempo para asustarse. Sunaturaleza caritativa la precipitó sin que ellamisma lo decidiera. Se arrodillódetrásdeélsobrelassábanasylemantuvoenlaposiciónenquelaenfermeralohabía puesto. Embrutecido por el licor de adormidera que le daban cada doshoras,LaurentdeBeaumonteraunpesomuerto,ysorAlbrante,visiblemente,nopodíaconél.

—Aquíestás,porfin—larecibió,conunasonrisa—.Yaerahora,nopuedomás.

Philippineasintióconuna inclinacióndecabezayderepentese lehizounnudoenlagarganta.

Acababadedarsecuentadequeaquellaespaldaampliaypoderosavendadaycubiertadeequimosiseradeunodeloshombresdelosquesehabíaburlado.Fuepresadeunvértigoycayóhaciaatrás.LamanodeAlbrantelaatrapó.

—Venga,vamos,Hélène—ledijo—,estoaquíno...Philippinelamirósincomprenderelapodoconelquesedirigíaaella.Su

mareoseatenuaba.—Perdón—dijo—,debedeserladigestión.—Vearespirarunpocodementa—leaconsejóAlbrante,mientrasLaurent

deBeaumontacababadetoseryexpectorabaunpequeñocoágulodesangre.Philippinesealejódelacama.Élvolvióatumbarse,conlosojoscerrados,

latezcadavérica,unhilillodebabasanguinolentaenlacomisuradeloslabios.Ladoncellasellevólasmanosalabocayseapresuróasaliralexterior.Apenashubovomitadosualmuerzojuntoaunmacizodeverbena,ledieronganasdehuir.Silasmonjasquesedisponíanaentrarenlaiglesianosehubieranhalladoallí,sindudahabríacedidoasudeseo.Enlugardeeso,conscientedequedenuevoera un penoso ejemplo para sus hermanas menores, se limpió con la manga yvolvióaentrarcabizbaja.SorAlbrantelaacogióenelumbral,lepasóunbrazobajolaaxilaylaacompañóalaoficina.

—Tendrásqueserfuerte.Comopuedesconstatar,nuestrosamigosaúnnosetienenenpie,ycuentocontigoparaayudarmeacuidardeellos.

—La reverenda madre me dijo que... —comenzó Philippine, que titubeóhastalamesa.

Suspiernasnoleobedecían.—¿Ella es enfermera? —la interrumpió Albrante—. Aquí sólo yo puedo

decirquiénestábienyquiénno.Túestásbien.Ellosno.Asíestánlascosas.

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—Os equivocáis, hermana, yo no estoy bien —la contradijo Philippinedejándosecaerenelmismobancoenelqueseenojaralaabadesa.

Tras cerrar la puerta, Albrante tomó del armario la damajuana azul de labruja.LadebilidaddePhilippinejustificabasuempleo.Vertiótresgotasenunacucharayselapusobajolanariz.

—Tómate esto en lugar de decir sandeces. En dos minutos estarásdivinamente,yándateconojodedecirleaquiensealoquehastomado.

Philippinehizounamuecaalsentirelcontactodeaquel líquidomarronosoensupaladar.

—Esmuyamargo—dijo,soltandounbufidocomouncaballo.Albranteseechóareír.—¿Los remedios ademásdeberían saberbien?Puesno,queridaHélène, o

portodoslossantosdelparaísoestehospicioestaríasiemprelleno.Unagradablecalorcillohizoqueenlasmejillasdeladoncellaaparecieraun

colorrosáceo;lellegóalanuca,descendióasushombrosyluegomuydespaciohasta llegar a los pies. Sonrió. SorAlbrante estaba frente a ella, con los ojosllenosde ternura,sentadasobre lamesa,ambascogidasde lasmanos,comodecostumbrecuandoantesestabanjuntas.

—Meacuerdo—dijoella,entonada—.Yalohabíaprobado.—Esverdad.—Fuejustodespuésdelamuertedemamá,cuandollegamosaquí.Estelugar

demurostanaltosymacizos,comolosdeunacárcel.Yelolordelincienso,portodaspartes.Recuerdoquememareéfrenteallugardondeyacíamimadre.Fuecuandoosconocí,hermana.Dijisteisqueeltiempoborraríamipena.

—Ytelovuelvoarepetir—leasegurólaenfermera—.Eltiempoloborratodo,peromehasatormentadodelolindo,¿losabes?

—Nomesientoorgullosadeello—confesóPhilippinesinvolverlavista.—Nohablabadeellossinodeti,deeseestadoalquetehasarrastrado.¿Era

necesarioqueteconsumierasdesemejantemaneraporesosdos?—laregañó.Philippineabrió losojoscomoplatos.Noseesperabaaqueldiscurso.Sor

Albranteagitólasmanoscomopalas.—Ynocreasquedisculpotuactitudparaconellos,señorita,nihablar,pero

detodasformasmoriratuedadportanpocacosa,quita,quita...—Por tan poco...—tartamudeó Philippine—, si Laurent deBeaumont está

tanpálido...

—No, Laurent de Beaumont se encuentra mejor, pero no puedo decir lomismo de Philibert deMontoison, queme preocupa, pero ese par se hubieranbatido en duelo por ti o por otra. El temperamento de los hombres de estos

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tiemposlesllevaaempuñarlaespadaalamenorexcusaparaprobarsuvalentía.Merecuerdanalosciervosfrenteaunacierva,mirapordónde...

—Soismuybuena, hermana, al querer aligerarmi carga, pero sé bienquetodoesculpamía—murmuróPhilippine.

—Lascosasnuncasonblancasonegras.Yalodescubrirás.Yaloverás.Demomento, conviene que te liberes de ese sentimiento de culpabilidad, ahoracompletamenteinútil,ymeayudesenmistareas.¿Tesientescapaz?

—Lointentaré.—Ya procuraré yo de que así sea. Por supuesto, sólome verás amí y a

nuestrosduelistas.—Porsupuesto.—Asísea.SorAlbranterecuperólacucharayechódosgotassuplementariasantesde

volveraguardarladamajuanaenelarmario.—Vamos—dijo,acercándosealajovenzuela—,másseríaglotonería.—Noloquisiera,hermana—aseguróPhilippine,ingiriendoelelixirconla

puntadelalengua,tapándoselanariz.—¡Vayamodales,siseguroquemásdeunoquerríarobarmeelsecreto!—Conmigoestaráasalvo—corroboróPhilippine.—Mejor,queridaHélène,puesantesdequetupadrevengaabuscartetengo

laintencióndeconfiarteunoscuantossecretos.Philippineledirigióunamiradarecelosayactoseguido,aladivinarqueno

se trataba de una broma, se puso en pie para darle un beso en la mejilla conternura. Desde su llegada a la abadía, era allí, junto a ella, donde siempre sehabíasentidomejor.

—Y ahora te daré en detalle las instrucciones para las curas de estosdoncelesdescerebrados.

—Una cosa más —preguntó Philippine, siguiendo sus pasos, ahora yacompletamenterestablecida—.¿PorquémellamáisHélène?

SorAlbrantesonriócontristeza.Laverdaderaunaespinaensucorazón.Lohabía jurado. A la bruja. A Jeanne de Gommiers. Devolverle su identidad aPhilippineeldíaenquetuvieraedaddecasarse.Peronohabíaprometidorevelarlasrazonesquellevaronaello.Secubrióconunamentiradecircunstancias.

—«CuidaddemiHélène»,mepidiótumadre,«puessubellezasuperaráaladelasdemásyentonceselnombredePhilippineyaserádemasiadotenueparaelcolordesupiel.»Hallegadoelmomentodecumpliresetestamento,mipequeña,porquepuedopredecirtequedeberásprepararte,puesseránnumerososaquellosalosqueencontrarásentucaminoyquerránposeerte.

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6

ALpiedelosacantiladosdelVercors,elpueblodeSassenagelanguidecíabajoelcalor bochornoso. Agosto se despanzurraba como un gato perezoso. Loschavalinessesalpicabanunosaotros,atorsodesnudoyconlospieshundidosenellimodelasorillasdelFuron.Eltorrentesedeslizabahaciaelvalleyelpuentesaltabasobreélconsus troncos.En laorillaopuestaa losalegres juegosde lachiquillería,unaspiedraslisasservíandelavaderonatural.Allísebatíansábanassumergidas en la corriente y frotadas con ceniza, entre risas y con la miradapuestaenloschiquillosquedejabanquelacorrientearrastrarasusembarcacionesde corteza de árbol. A lo lejos, hacia Grenoble, la cadena de los Alpes,majestuosa con sus picos de nieves perpetuas, se recortaba contra un azulinmaculado.

Eltiempoparecíahabersesuspendidoinclusoenlacallemayordelpueblodonde,frenteaunadelascasasbajasdepiedra,sentadosenunbancoyapoyadosenelmuro,conlanucagacha,labocadesdentadaabierta,dosviejoscabeceabanunoal ladodel otro.Enun rincón,unospillastres los espiabany tramabanunabroma.Juntoasuspiesdescalzos,curtidosysucios,unasgallinaspicoteabanunalimentoinvisible,ajenasaaquellasconfabulaciones.

Sin embargo, se dispersaron cloqueando en cuanto los bromistas sesobresaltaron sorprendidos por el ruido de un galope que se aproximaba.Abandonando igualmente su vigilancia de los ancianos, corrieron en banda deseishastaelpuente,antesdedispersarsealpasodeunmensajeroalomosdeuncorcelqueloatravesódandovocesparaabrirsepaso.Losdosviejos,alosqueelruido había despertado por completo, apenas tuvieron tiempo de esconder susrodillasbajoelbancocuandoeljinetepasófrenteaellosraudo,cruzóentrelascasas del pueblo, cabalgó junto a la iglesia y se alejó en dirección al castillo,cubriendo conunanubedepolvogris a unoshabitantes tan sorprendidos comoinquietos.

Enlasaladelhomenajedelcastillo,unahacendosaAlgondesacababrilloalaplatacuando,alertadaasuvezporelgalope,vioatravésdelaventanaabiertaal jinete detener a su caballo que espumeaba por los ollares y saltar al suelo.Curiosa,lajovenzuelaabandonósutareayseasomóalaventana.

—Tengo un mensaje urgente que debo entregar al barón Jacques deSassenage—oyóqueledecíaaunsoldado,dospisosmásabajodeella,antesdeadentrarseenelcastillo.

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DeseabacontodassusfuerzasqueesanoticiaprovocaselapartidadedoñaSidonieydesudetestablecamarerayledivirtióveraMathieupresentarsecomosinadaanteelporteroparapreguntarleacercadelvisitante.Nopodíaresistirseaincordiarlo,asíqueesperóaquesehallaraasualcance,cogióunajarradondequedabaunpocodeaguayselavertióencima.

—Especie de... So...—exclamóMathieu sobresaltado y enfadado, con elcabelloyloshombrosempapados.

Larisadelcentinelaacentuósuenfado.Elmozoalzólavistaalavezqueelpuñoysedioconelrostrochistosodelajoven,quesehabíacruzadodebrazosapoyadaenlaventanatrasdejardenuevoensusitolajarra.

—¡Diantre, menudo chaparrón repentino! Pobre Mathieu, mira que hasquedado empapado de pies a cabeza. Parece como si el cielo te hubiera vistodemasiadocaliente—semofóella.

—¡Tú,ríete!¡Esperayverás!—replicóalajoven,másenojadoporqueasualrededorsereíandeélqueverdaderamenteenfadadoconella.

Portodarespuesta,ellalesacólalenguaycerrólaventana.Unavezgastadalabroma,teníacosasmásimportantesquehacer.

Tras recoger las copas de metal que acababa de limpiar, se apresuró aguardarlasenunarcónyluegosubióalpisosuperiorporlaescaleradecaracol.A travésde lapuertaquehabíanolvidadocerraryque seabríaaldescansillo,pudoveralcaballeroqueentregabaelmensajealbarónJacques.Alverqueaúnse hallaba demasiado lejos para oír bien la conversación, amortiguada por losruidos que procedían de abajo, avanzó valientemente y se escabulló tras elbatiente.Acuatropatasenunángulo,sesacóuntrapodelamangaparadisimularyfuetodaoídos.

—Meenvíavuestrointendente.Hajuzgadoqueelasuntopodíaserurgente—añadióelhombremientraselbarónarrancabaelsellodeceraydesplegabaelpergaminomanuscrito.

—¿Dequé se trata?—preguntóSidonie alzando lavistadelbordadoparamiraraJacques.

Norespondió,absortocomoestabaenlalectura,peroporlaexpresióndesurostroellapudoadivinarqueelasuntoeragrave.Sinesperar,guardósulaborenlacestadelacostura,abandonósusillónsituadojuntoaldeMarthe,quetambiéncosíabajounadelasventanas,yavanzóhaciaelmensajero.

—Idalacocinayqueosdendecomer,oslohabéisganado.Unasonrisa franca sedibujóenel rostrodelhombre.Ledio lasgraciasa

Sidonie,sedespidióconunareverenciaysemarchó.

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Algondebajóunpocomás la cabezay sepusoa frotar con fuerza, conelcorazón desbocado, mientras el hombre descendía la escalera. La prudenciahabríaaconsejadoquesiguierasuspasos,peroseconvenciódequesinosehabíafijadoenella,searriesgabaaserdescubiertaalmoverse.Alpeligrosesumabalaexcitación provocada por su indiscreción. Se mordió el labio, contuvo larespiraciónysequedóinmóvil.Elbatientedelapuertaconstituíaunapantallademaderaqueamortiguabalasvoces,ydebíaestaratentaparanoperdersenada.

—¿Alguna contrariedad, querido? —preguntó Sidonie asiendo condelicadezalamuñecadelbarón.

Esteconsintióporfinaalzar lavistahaciaella.La tristezaquevioensusojosseleclavócomounpuñalenelcorazón.

—SetratadePhilippine—dijo.Sidonietambiénpalideciómientrasélleentregabalacarta.Sinembargo,no

lediotiempoaleerlayprosiguió:—Doshombressehanbatidoendueloporellafrentealaabadía.Sehallan

entrelavidaylamuerte.LaabadesapretendequefuePhilippinequienlesincitóaesaescaramuzamedianteprácticas indignasde la rectamoral—dijoconvozcansina.

LasmejillasdeSidonieenrojecierondeindignación.—No creo ni una palabra—afirmómientras depositaba elmensaje sobre

unamesitaque,aunospasosdeallí,sosteníauncandelabro.SevolvióhaciaMarthe:—Baja a avisar almensajerodequeprontonecesitaremos sus serviciosy

cierralapuertaalsalir.Sidonie esperó a que la camarera obedeciera para acercarse a Jacques y

deslizar entre los dedos que había cruzado sobre sus riñones una manotranquilizadora.

Huirhubierasidopeor.Algondesereconfortóuninstanteconlaideadeque,aligualqueelcaballero,Marthedescenderíasinpercatarsedesupresencia.Nocabíaesperarlo.Enlugardeeso,sepusoasacarbrilloalsuelodemadera,peroencuantoMarthelosdejósolos,sesintiódescubierta.

Algondesimulónoinquietarse,conlanarizpegadaalsuelo,peroderepentesintió un dolor tan vivo que chilló. Protegida del ruido por el espesor de lapuerta,Marthesehabíaabalanzadobruscamentesobreellaparaagarrarlade latrenzaalaalturadelanucayobligarlaaponerseenpie.

—Miraquératónacabodeatrapar.¿Aúnnohasaprendidolalección,conlade veces que has caído en mis garras?—gruñó tirando de la trenza con más

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fuerza.Algonde tuvo la sensación de que le arrancaba el cuero cabelludo.

Instintivamente,sellevóambasmanosalanuca,decididaadefenderse.—Suéltame—rugióalavezquesevolteabaparalibrarsedelapresa.—Cállate, bicho sarnoso—replicóMarthe a media voz—, o haré que te

azotenporespiar.—¡No estaba espiando y no pienso callarme! —decidió alzando

exageradamenteeltonodevoz.Enesaocasión,pasaraloquepasase,noestabadispuestaadejarsehumillar.

Lacrueldaddelamiradadelacamareraqueseencarnizabaconellalaenfurecíaaúnmássicabe.LapuertaseabrióyaparecióSidonieintrigadaporelvoceríoenelmomentoenqueleclavabalosdientesenelantebrazoalainfame.Demasiadotarde,empero,paraevitarunsonorobofetónenplenamejilla.

—Malditaperra,oparasote...Marthe no pudo terminar. Lamano que había alzado para pegar de nuevo

quedósuspendidaenelaireporelpuñodeSidonie.—¡Bastaya!Bajóelbrazo.—Lahesorprendidoescuchandodetrásdelapuerta.—¿Esesocierto,Algonde?—¿Y para qué tendría que escuchar? —mintió la jovenzuela, con mayor

convencimientopuestoquesenegabaadejarquesuverdugoleganaralamano.Martherió.—¡Maledicencias,pardiez!Estabaespiando,oslodigoyo.—No.Sacababrilloalsueloqueenceréayer—insistióAlgonde,yrecogió

su trapoantesdeponerseenpie.Loexhibiócomopruebayañadió—:Ibayaabajar,unavezterminadamitarea,cuandoestafuriasehaabalanzadosobremí.

—¿Hasoídoloqueestábamosdiciendo?—preguntóSidonie.—Estaba enfrascada en mis pensamientos, Su Señoría... —comenzó la

jovenzuela antes de corregirse, vencida por el recuerdo de lo que había oído:refutarlaevidenciahubieratraicionadosusintenciones.

—...maslapuertaestabaabiertayparecíaisapenada.

Martheexclamó,conjúbilo:—¡Esoes,porfin,perra!—Nosoyunaintrigante—lecontestóAlgonde.Sidonie tuvo suficiente. Estaba demasiado preocupada para perder el

tiempo.Conungestodelamanodioporterminadala:disputaysevolvióhaciaMarthe.

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—¡Espabílate!Marthe lanzó una nueva mirada terrible a Algonde antes de bajar las

escaleraslevantándoselafalda.—¿Puedo retirarme, Su Señoría? —pidió Algonde esperando poder

marcharse.—Envíameatumadre—decidióSidoniedándoselavuelta.AntesdequeAlgondehubierapodidocalibrarquépodíasignificaraquello,

lapuertasehabíacerrado.SidoniesehabíareunidoconJacques.Algondedescendiólosescalonesarrastrandolospies,apesadumbrada.Por

culpadesugansadaibanadespedirasumadre,seguro.Pensóenvolverjuntoasuseñoraparaconfesarlamentiraysuplicarquenocastigaranalaintendenteensulugar,peronotuvovalor.Aquellonoharíamásqueagravarsucaso.Lomejoreracontárselotodoasumadreypedirleperdónporsuinconsecuencia,antesdehacersumíseroequipaje.

ElrostrosonrientedeMathieupasófrenteasusojoshúmedosbarridoluegoporeldeMelusina,yseleescapóunarisaagria:atodasluces,elhadasehabíaequivocadoconella.

Se encogió de hombros. ¿Qué importancia tenía ya?Al llegar a la cocinadondeesperabahallarasumadreseencontrófrenteafrenteconMarthe,quesalíadeallítrasdarrecadoalmensajero.

—Acabaréporaplastarte—leespetólacamarera,conodio.Algondesepermitióellujodedesafiarlaaúnconunamueca,perosumirada

debiódetraicionarsudesamparopuestoqueMartheañadió,pérfida:—Aunquetalvezyalohayahecho...

En las cocinas del torreón reinaba agitación mientras se preparaba la

comida.Elolordecarneasadacompetíaconeldelastortasquesecocíanbajolaceniza.Sobreuntajodecarnicero,unaveacabadadedesplumaraguardabaaquelacuartearanparaponerlasobre lasbrasas juntoalguisoqueyahervía.Por logeneral, a Algonde le gustaba pasearse por aquel lugar para disfrutar de losperfumesqueallí seentremezclaban.Suglotoneríasiemprehallabaalgún fondodecremaqueleguardabamaeseJanisse.

Precisamenteloviohablandoconsumadre,aunospasosdelcaballeroqueestabaalamesafrenteasupitanza.Gersende,lamadredeAlgonde,eraloqueseda en llamar una mujer de armas tomar. Severa pero justa, de una intachablehonestidad, atenta con todos y de naturaleza generosa aunque disciplinada, eratambiéntanaltacomoredondaylesacabaunacabezaalcocineroalquedabalasórdenesenumerándolasconsusdedoscomosalchichas.Gersendehubierapodidovolveracasarsetras lamuerteaccidentaldesuesposo,peroprefiriócriarasu

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hija y dedicarse a su empleo como intendenta, al pensar que los hombres sólosirven para hacer criaturas y para caerse de un tejado porque han bebidodemasiado. ¡Y eso cuando, como sumarido, no zurraban a su compañera!Así,aqueldíacelebrabasustreintaañosorgullosadesuviudedad,peroaúnmásdesuoficioydesuhijaalaquetodoelmundoelogiaba.

Sabedoradehastaquépuntosuinconsecuenciaafectaríaalanaturalbondaddesumadre,Algondeavanzóhaciaellaconrostrosombríoyarrastrandolospies.

FuemaeseJanissequienlavioprimeroylarecibiócomodecostumbre:—¡Aquíestámiruiseñor!Y,volviéndosehaciaGersende,dijo:—Yaosdecíaquenotardaríaenaparecer.Bastaconquemezcleloshuevos

ylalecheparaqueasomesunaricilla.Pero el ruiseñor no tenía ganas de reír. Como el petirrojo con el que la

apodaban,estabaalicaídaysesentíaincapazdedesplegarlasalasparaalzarelvuelo.Sumadreledirigióunamiradainquieta.

—¿Estásenferma?—lepreguntóencuantosereunióconellos.—Síqueparecepachucha—añadiómaeseJanisse, limpiándosesusmanos

grasientaseneldelantal.

—Debohablaros,madre—espetóAlgonde,conunnudoenlagarganta.—¿Tienequeserahoramismo?—sesorprendióGersende.Algondesacudiólacabeza,conmiradasuplicante.MaeseJanisseseechóa

reír.—Venga,damaGersende,laspenasdeamoremponzoñanelvientrecomolas

bayasdelaurelysonigualdemortales.Gersendesemordióloslabios.Conocíademasiadoasuhijaparapensaren

esas cosas. Segura de que algo grave acababa de suceder, la siguióapresuradamentehastasusapartamentos.

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7

—MEhabéishechollamar,VuestraSeñoría—seanuncióGersende.Sidonie, al igual que el barón Jacques, inclinado ante su escritorio, tenían

aspecto grave, pero Gersende no era de esas que se escabullen de susresponsabilidades.

—Quería anunciaros mi partida precipitada, querida Gersende; estaréausente unos diez días, como mucho, y regresaré con Philippine. ¿Podéisprepararle una habitación? Me imagino que será difícil dadas las exiguasdimensiones del castillo, pero ha pasado muchos años en el convento y esindispensablequepuedaaislarse.

Enelmismo instante,conungestoquedenotaba faltadedeterminación,elbarónsellólacartaconcerayelperfumeagriódeéstaselemetióenlanarizaGersende.Laintendentadirigiósumiradafrancayhumildeasuseñora.

—¿Deseáisquelecedamisapartamentos?—¡Vaya ocurrencia!—le respondió prestamente Sidonie encogiéndose de

hombros—. Estáis instalada ahí con vuestra hija, y sería muy incómodo quetuvieraisquetrasladarosportanpocotiempo.Estoyseguradequedaréisconotrasolución,¿verdad,Jacques?

Sidoniesevolvióhaciaelbarón,yésteasintióconlacabeza,visiblementeabatido.

—NopodrépasarsinelconcursodeMarthe,evidentemente,asíquecuentoconvuestraAlgondepara servirde camareradelbaróndurantemiausencia—prosiguióSidonie,volviendohaciaGersende.

—¿Noestáisenojadaconella?—¿Yporquédeberíaestarlo?—Porsuindiscreción,haceunrato...Sidonieespantóaquelrecuerdoconunaspaviento.—Mientrasmantengalabocacerrada,pormínohaynadamásquehablar—

afirmó, antes de añadir, para dar por concluida la entrevista—:Haced quemesirvan una colación ligera. Almorzaré ahora mismo y partiré en cuanto hayancargado el equipaje en el carro. El barón, sin embargo, almorzará como decostumbre.

—AvisaréamaeseJanisse,asícomoalpalafreneroyasireDumas.Dentrodeunahorapodréisponerosencaminoconunabuenaescolta—dijoGersende,inclinándose con una breve reverencia.—Antes de retirarse añadió, sincera—:EstoyseguradequePhilippineseráfelizaquí.Osdeseobuenviaje,doñaSidonie.

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LarecompensaronconunasonrisayGersendeabandonólaestanciaconelcorazónenpaz.DoñaSidonielehabíarenovadosuconfianza.PormuyintrigantequefueraMarthe,¡nohabíaconseguidoquelaecharandeaquellacasa!

Algondehabíalloradoporúltimaveznueveañosatrás.Aquellanoche,comosucedíaamenudo,supadrehabíaregresadoacasadespuésdeltoquedequeda,borracho.Consumiradaextraviada,recorriólahabitaciónyAlgondetuvomiedo.Estabaempapadoporlalluviaquecaíasobrelacampiñayolíaapurinescomosisehubierarevolcadoenellodazaldeloscochinosvecinodesucasa.Gersende,discreta, lesirviósopa.Habíacomidoyaunascucharadascuandovomitósobresu escudilla, retorciéndose de dolor. Gersende acudió en su ayuda y éste larechazóviolentamenteantesdeponerseenpieempuñandouncuchillo.Algondeseacurrucóenunrincón,asustada,tapándoselasorejasconlasmanosyconlosojoscerrados.Cuandolosabrió,vioasupadreinclinadosobresumadre,tumbadaenelsuelo.Gersendesuplicaba...

—¡Delantedelaniñano...!No estaba en condiciones de escuchar. Le dio puñetazos y patadas y la

arrastródeloscabelloshastaeljergóndepaja,yluegoseechóencimadeella.Algondesequedóagazapadajuntoalarcónhastaquesupadreseechóaroncarysumadre,

tumefacta,fueaporella.Alamañanasiguiente,elpadrenorecordabanada.Semarchóalalba.Lavidaseguía.Algondepasólamañanatratandodeaplacarsupropia ira, hasta que ésta pudo con ella. Se dirigió a la casa vecina, donde supadre trabajaba construyendo una estructura de madera en el tejado. Queríadecirlequeyanopodíamás,quequeríaquevolvieraasersupadredeantes.Lemiródesde el suelo.Depie sobreunaviga, bebía a gollete de su cantimplora.Vino, como siempre. Algonde cerró sus puños con fuerza, presa de la ira.Deseabaquesecayeramuertoallímismo,asuspies.Enlossegundossiguientes,ungavilánsurgiódelanadaycomenzóadarvueltassobrelacabezadesupadre,antesdelanzarsesobreélenpicado.Elpadreperdióelequilibro.Lacantimploraleresbalódelasmanos.CayóalsueloantesqueélysalpicóaAlgonde.Gersendeacudiódeinmediato,mientraslavecinaselallevaba,aella,alruiseñor,lejosdeaquelrostrodeojosenblancoque,denuevo,sonreía.

Algonde tuvo la certeza de que la muerte había liberado a su padre deldemonioqueleposeía.Dehecho,desdehacíaunosmeses,andabaalagreñaencualquier momento y sin razón. Su violencia hacia los demás no cesaba deempeorar y había acabado por enemistarle con todo el pueblo. Si sumadre nohubiera sido la intendenta del castillo de Sassenage, como antes lo fueran su

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madreysuabuela,nadiesehabríamolestadoenirasuentierro.Enlugardeello,el difunto fue objeto de un homenaje con todas las de la ley que hizo dudar aAlgonde de los sentimientos que hacia él tenía. ¿Aquel padre al que detestócuandoalzabalamanocontrasumadreacasonoeraelmismoalquehabíaamadocuandolefabricababonitosjuguetes?Alserdemasiadojovenparaverlascosascon perspectiva, se sintió azorada durante varias semanas hasta que oyó a sumadre reír a carcajadas. Era la primera vez que veía a Gersende con aquellaexpresión, y desde entonces su complicidad había ido siempre en aumento, aligualquesualegríaysupicardíanaturales.

De repente, ante la tristeza que la asolaba aquel día, Algonde se sintiódesamparada.La ideamismadeverseobligadaaabandonarelcastillo,aquellaampliaestanciaenlaquesumadresealojódesdequeenviudara,lasumíaenladesesperación. Tenía el detestable sentimiento de ser el instrumento de ladesgraciadeGersendecomoañosanteslofuerasupadre,yseloreprochabaasímisma con amargura. No se recriminaba el hecho de haber espiado con laintención de ver si Marthe debía abandonar la comarca, sino el haber sidosorprendidayjuzgada.Enelfondo,sabíaquenohabíahechonadamalo,massuslágrimas seguían cayendo sobre su almohada hasta el punto de que no oyó aGersende abrir la puerta de la vivienda, atravesar la habitación principal yapartarlacortinaqueseparabasuscamas.

—Vamos,vamos...—dijolavozdesumadrealtiempoqueponíaunamanoentresusomoplatossacudidosporlossollozos.

AlgondealzólacabezaynisiquieraaguardóaqueGersendesesentaraasuladosobrelacolchaparalanzarseasusbrazos.

—¡Oh,perdón,perdón,perdón,madre!—sollozó.—¿Yquédeberíaperdonarte,porDios?¿AcasosermáshábilqueMarthe?Laligerezadeaqueltonotintadodeternurahizoquelajoven—citaalzarala

cabeza.SumiradaseperdióenlamiradaserenadeGersende.—¿Nonoshandespedido?—preguntóAlgondeentredossuspiros.Gersende sacudió la cabeza.Algonde le dirigióunapálida sonrisa, con el

corazónaúnacaballoentreelalivioyeltemor.—¿YdoñaSidonie?—Queríaanunciarmesupartidaconesapajarraca.El rostrodeAlgondese iluminóy recuperósuánimo.Rápidamenteenjugó

suspárpadoshúmedosehinchadosconelreversodelamanga.—¿No os ha reñido?—insistió de nuevo, ante el temor de que sumadre

omitierahablardelcastigopornoapesadumbrarla.—Niatiniamí,ruiseñormío.Alcontrario,tehanascendidoacamareradel

barón,alqueestimomuyamargadoconlaslocurasdesuhijaPhilippine.

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—¿Yo?¿Camareradelbarón?LasorpresahizoqueaAlgondeselepusieranunosojoscomo

platos. Enternecida por el tormento de su hija, Gersende le enjugó una

lágrimarebeldejuntoasunarizrectayfina.—Hasta que regrese la otra, pero espero que harás tanto y tan bien que

aconsejaráanuestraseñoraquesequedecontigoenlugardeconMarthe.—¿Yabandonaros?Niseospaseporlacabeza,madre.—Detodasformasacabaráspordejarme,miruiseñor.¿Acasonoesloque

dijoMelusina?La jovenzuela se quedó inmóvilmientrasGersende, divertida, le colocaba

traslaorejaunmechóncastañoquesehabíaescapadodelalargatrenza.—¿Habloensueños?—preguntóAlgonde,pesarosadehaberleocultadoasu

madre la razón por la cual el hada la había salvado de morir ahogada en lastumultuosasaguasdelFuron.

—No, pero te conozco bien,Algonde, y verte conMathieume ha bastadoparacomprendertusecreto.

Algondebajólacabeza.—Sólounaparte,madre—leconfesó.Gersendelealzólabarbillaafectuosamente.—Guárdate el resto, así ambas tendremos uno y llegado el momento los

intercambiaremos.Algondesesobresaltó:—¿Vos,madre?¿Vostambiéntenéisunsecreto?DeloslabiosdeGersendebrotóunarisaligera.—¿Yporquéno,señorita?Gersendesepusoenpietanprestamentecomosucorpulencialepermitíay

añadió:—Tengoquedejarte,debodarunasórdenes.Encuantotehayasrecobrado,

ventealacocina.CreoqueelbuenodemaeseJanissesehaquedadopreocupadoyqueserá felizalverquehas recuperadoelapetito.YacompañaaMathieualmolino,sepondrámuycontentoalsaberloqueacabodecontarte.Y,sinembargo,niunapalabraacercadelasdesgraciasdePhilippine...

—Osloprometo,madre—asegurólajovenzuelaponiéndosetambiénellaenpieyalisándoselafaldaconlapalmadelamano.

—Tendrásquehacer lomismocon tu rostro, ruiseñor,sinoquieresqueelpaís entero se extrañe de tu aspecto—se burlóGersende, apartando la cortinaparamarcharse.

Tras ella cayó el pesado cortinaje y Algonde se precipitó al espejo para

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juzgarporsímisma.

Elcaballeropartióalgalopetrescuartosdehoramástarde,paraprecederadoña Sidonie de camino a La Bâtie en Royans y ordenar que prepararan suestancia,porbrevequefuera.

ElbarónbesóasuamanteenlafrenteunavezéstasehuboinstaladojuntoaMarthe. Alrededor del carro, los caballos de la escolta al mando del capitánDumassacudíanlasorejasagobiadosporlasmoscas,enloquecidasporelcalorquedenuevoparecíaanunciartormenta.

—Apresuraos, querida —suplicó Jacques a oídos de Sidonie—, os amotantoqueyaosañoro.

Elbaróndescendiódelestriboycerrólapuertadelalitera.Apenaslahubocerrado,Sidonieseasomóparaasirlelamanoqueletendía.

No podía separarse de ella. En cuanto le propuso ir sola a Saint-Just-de-ClaixparaesclareceraquelturbioasuntoytraerdevueltaaPhilippine,fuepresadel recuerdo. ¿Acasonohabíavisto a Jeanne, sudifunta esposa,partir tambiénhacia laabadíade laquenoregresó jamás?Sidonie,aquienhabíaconfiadosutormento, lehabía aseguradoqueno le sucederíanada.Nopodíandejarque laabadesa hiciera acusaciones tan graves relativas a la moral de Philippine sinactuar.AunquefueraconscientedequesindudaSidonienoeralamejoraliadadelajovencitaenaquelasunto,elbarónnopudonegarse.Dehecho,sabíaqueantela abadesa se hubieramostrado cabizbajo y abatido, pues al proceso contra suhija se habría sumado el suyopropio.Sidonie tenía costumbrededefenderseyseríacapazdeevaluaren su justamedidaelgradodeobjetividadde lamonja.Desde aquel punto de vista, ella llevaba razón.Ella debía partir y él quedarseallí.ElbarónJacquesnoerauncobarde.Cuandoeranecesarioguerrear,eraelprimeroenponersea lacabeza frentealenemigo,pero losasuntosdelcorazóneransupuntodébil.Enlascosasdelamoreramásfrágilqueunreciénnacido.

—Estad en paz pues yo también os amo—aseguró Sidonie llevándose lamanoaloslabioscomoseñaldedespedida.

—¿Lo bastante como para casaros conmigo? —se decidió de repente elbaróndirigiéndoleunamiradaqueexpresabaalavezesperanzaygratitud.

LosojosdeSidonieseiluminaron.—Detodocorazónymásaún.—Encuantoregreséis—propusoJacques,serenadoporaquelaugurio.—Volveréenseguida—prometióSidonie.Elbarónseapartóyalzóendireccióndelcocheroaquellamanoenlaque

aúnpersistíaelperfumedesudama.Elefluvioespeciadohizoqueelcortejoseestremeciera. Susmiradas permanecieron unidas hasta que el carro atravesó la

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poternayelbarónsehallósolosobrelaslosas.

—Vuestro almuerzo se enfría —insistió Gersende al ver que tardaba enregresaralcastillo,consucráneodescubiertobañadoporelsol.

Elbarónsereunióconellaenloaltodelaescalera.—Acompañadme,Gersende,deseohablaros.Nofuesinembargohastadespuésdelacomida,queapenasprobó,cuandoel

barónsevolvióhaciaGersende,queaguardabajuntoalapuerta.—AcabodepedirleaSidoniequesecaseconmigoyhaaceptado.—Esunagratanoticia—lefelicitóGersende,encantada.—Porsupuesto,perocreoquenopodréesperaraqueacabenlasobrasde

LaBâtie.Dentrodeunmespodremosocuparnuestrosapartamentos,peroharánfaltacuatroocincomesesmásantesdequepodamosofrecerunarecepción.No,aunqueseacontrarioalosusosycostumbresyquetantaprecipitaciónimpidaquepuedan acudir todos mis vasallos, ya he tardado demasiado tiempo. Ya nosrendiránhomenajemásadelante.

—¿Quéproponéis?—preguntóGersende,inquieta.—Sorprenderla.¿Podríaisorganizadotododeaquíasuregreso?Gersendesequedópatidifusa.Erapeordeloquetemía.—¿Deaquíaochodías?Diosnosampare,señor,esimposible.—¿Deaquíafindemes,almenos?Elreysedebilitaymegustaríacontar

consubendición.Gersende suspiró. El argumento le pareció fuera de lugar y el capricho

inconsecuente,peroJacquesdeSassenageera suseñoryella sabíaque tardeotemprano acabaría por obedecer, así que mejor sería aprovechar desde aquelmismoinstanteeltiempodelqueluegocarecería.

—Elcastilloespequeño,peroeltiemposeprestaafestejosalairelibre.Uncampamento para alojar a los invitados, la frondosidad del viejo roble podríaalbergarelbanquete...—enumeróconsusgruesosdedos.

—Y la palestra para el torneo. Aymar de Grolée me ha afirmado queEnguerrandesunescuderodegranvalía.Hallegadolahoradehacerlecaballero.Podríaarmarlealdíasiguientedembodaparaquepuedatomarparteenlajusta.¿Quéopináis#;^

—Se merece tal honor, en efecto —consintió Gersende, que había vistocrecerlaEnguerrandentreaquellasparedes.

Dehecho, trassuviudedad,que lahabíadejadoen la ruina,Sidonieysushijos, ya acompañadosdeMarthe, se instalaron el castillodeSassenageque elbarón Jacques y Jeanne deCommiers pusieron graciosamente a su disposición.Algonde,MathieuyEnguerrand eran inseparables hasta que este último fuera a

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formarseenBressieuxconelbarónAymardeGrolée.—Puedocontarconvos,mibuenaGersende...—Noospuedogarantizarlaperfección.—Nadieosloreprochará.—En ese caso, y con la ayuda deDios y de todas las buenas voluntades,

trataremosdeconseguirlo.Enelrostrodelbarónsedibujóunasonrisadesatisfacción.—Ahorayapuedodecirosquetemíaquemevendríaisconlaexcusadeesa

viejaleyenda.—Las leyendas son lo que son, señor. Dudo que Melusina ensombrezca

vuestraboda.—¿Inclusosiabriéramoselúltimopisodeltorreón?Gersendepusomalacara.—¿Yporquéhabríaqueabrirlo?—ParaPhilippine.—¿NocreéisquedoñaSidonielohubierasugeridoenlugardepedirmeque

resuelvaeseproblemadehabitaciones?—No se le habrá ocurrido, eso es todo. Además, vos lo sabéis

perfectamente.Desdehacesiglosnadiehamodificadoorenovadonilamenordelascosasenestaresidencia.

Dehecho,Sassenageeraelúnicocastillodelaregiónquehabíaconservadosuaparienciaoriginal.EdificadocomoeldeLu—signanenPoitouporMelusina,poco tiempo después de sumatrimonio conRaymondin, conde de Forez, aquelcastilloalbergósufelicidad.Cincodesushijosnacieronallí.Nadie,nisiquieraelpropioRaymondin,hubierapodidosospecharquesuesposafueraenrealidadunhadaalaqueunamaldicióntransformabacadasábadoenmujerserpienteenelsecretodesualcoba.Eldíaenquelaverdadsalióalaluz,MelusinaselanzóalasCubasdelFuron.Raymondinhizosellarlapuertadesusapartamentosyexigióquenadieosaraabrirlasjamásbajopenadequeeldiabloseinstalaradenuevoallí.

Jacques de Sassenage, más por costumbre que por convicción, habíacontribuido a perpetuar la leyenda.Aquel lugar conservaba un almamisteriosaqueaveceslepermitíaabstraersedesusobligacionesasícomodesusdemasiadonumerososcortesanos,yalavezestarcercadelossuyos.Enaquellosmomentos,empero,lopresentía.Philippinenecesitabaesamagia.

—¿Seosocurreotrasoluciónparaalojaramihija?—Cederlemisapartamentosseríapreferiblealoqueproponéis.Elbarónnegóconunmovimientodelacabeza.—YsiosdijeraqueSidoniesehavistoconMelusinayqueentreambashay

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buenarelación,¿aúnpensaríaisqueesunalocura?—Concluiríaquese tratadeunaadvertenciade laquenosepuedenhacer

burlas.Susmiradasseenfrentaron.—¿Quiéntienelallavedelúltimopiso?—preguntóelbarón.Gersendecogióelmanojodellavesquecolgabadeunacadenadesucintura

y extrajo una llave ricamente trabajada que depositó sobre la mesa. Acontinuación,sepusoenpie,fríayresignada.

—Seharácomoordenéis.Elbarónsuspiróyempujólallavehaciaella.—Guardadla.IréaveramaeseDreuxenlaRochetteparapedirleconsejo.

Philippinedebedisponerdecomodidades.Sinoesposibleenelestadoactual,abriremoslossellos.Eltiempohatranscurridoyyanadiesabeenverdadloqueescuentooverdad.

—¿Acaso no creéis en la existencia deMelusina, señor?—se sorprendióGersende.

—CreomásenelreinodeDiosqueeneldelashadas...La intendenta ledirigióunamirada teñidade sincera compasiónqueélno

comprendió.—Mihijasepondráavuestroservicioencuantoregresedeunrecadoalque

laheenviado.¿Permitísquemeretire?—Retiraos,Gersende.Laintendentahizounareverenciaysalió,dejandoalbarónJacquessolocon

unascertezasqueellanocompartía.En cuanto ella se hubomarchado, el barón advirtió que había olvidado la

llave sobre la mesa. Ignoraba cómo se le había ocurrido la idea de alojar aPhilippine en los antiguos apartamentos de su antepasado. Unos días antes,desconcertado por la piedra que Sidonie le había mostrado en el camino deregresode laRochette,sequedómudo,perplejo.Negarseacreerlaopeoraún,burlarsedeSidonie,hubierasidouninsulto.Habíapreferidonovolverahablardeello.Élmismonopodíanegarelhechodequehabíasoñadoconlamaldicióncuandosuesposafalleció,antesdeconvencersefinalmentedequenosetratabamás que de supersticiones y de la supervivencia de un miedo pagano que lareligión cristiana había eliminado en buena medida. No se podía hacerresponsableaMelusinadelamuerteviolentadelasesposasdelosSassenageconlaexcusadequesesentíacelosadelafelicidaddeéstas.Eraunabobada.Atodasluces,Melusina era unamortal a la que su antepasado debió de sorprender engalante compañía y a la que había ahogado en el río para castigarla, antes deinventarse una historia para lavar su reputación.Como era bien sabido por los

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descendientesdelcondedeForez,degeneraciónengeneración,eranpuntillososyvengativosencuestionesdehonor.

Al día siguiente se iría a la Rochette para hablar con maese Dreux, yaprovecharía la ocasión para descender al subterráneo. Vería así si Melusinateníaalgoqueobjetar.

Segurodesudecisión,sefueasualcobaysetumbóadescansar.AñorabayaaSidonieysufríadeunaperniciosamigraña.

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8

NADIEhubierapodidoimaginarlostormentossufridosporAlgondealverlaconel cabello trenzadodenuevo, losojosbañadosconaguade toronjilyel rostrocubiertoconelungüentoquelabrujadelacomarcalehabíadadoasumadreparaaplacar los rubores. Maese Janisse vio en ella de inmediato una mirada másbrillantequedecostumbreyloatribuyósinreservaalgunaalapasiónamorosa.Le tranquilizó ver cómo la jovenzuela se zampaba los dos tarros de huevosbatidosconlechequedoñaSidonieysucamarerahabíandejadoparanoretrasarsumarcha.ConsiderabaaAlgondecomosuhijadesdelamuertedesupadre,ysehabríacasadoconsumadresiéstanolehubierarechazadotozudamente.Viudoéltambiéndesdehacíatresaños,sehubieraabandonadogustosamentealafectoqueleempujabadesdehacíatiempohaciaambasmujeres.GersendeyAlgonde,quecomo todos en el castillo estaban al corriente de los sentimientos de maeseJanisse, le correspondían una con amistad y la otra con la ternura de una hijahuérfana de padre, y no era extraño que Algonde le confiara sus secretillos.Aquellavez,sinembargo,comoenlorelativoalamisiónquelehabíaconfiadoMelusina,ellaseabstuvoyprefirióquecreyeraquehabíatenidotalpeloteraconMathieu que no le había quedado otro remedio que recurrir al consejo de sumadreparaconsolarse.Detalformaque,cuandolajovenzuelasedespidiódeélpara ir a encontrarse con el hijo del panetero, maese Janisse no pudo evitaresperarqueaquellosdosacabaranporcasarse.

—¡A buenas horas! —exclamó Mathieu, de pésimo humor, cuando ellaaparecióenlapuertadeltorreón.

—¿Meechabasdemenos?—lesoltóellamientrasdescendíalosescalonesparareunirseconél.

—¡Sólofaltaríaeso!—Puesenesecaso,notienesmásqueirtesoloalmolino...Élsepusoenpie,llevándoselospuñosalascaderas.—¡Nihablar,esoseríademasiadofácil!Ahorasíquiero,ahoranoquiero...

Yanoaguantomáshacerelridículo,señorita.Algondeseencogiódehombros,conunaexpresiónirónica.—Solitolohacesmuybien...Antesdequeélpudierareplicarle,ellaseencaramóenelcarrodebueyes

queMathieuhabíadispuestoapocadistanciadeallíyseacomodó.—¡Vete con ella, cabeza de chorlito, o acabarás ahí plantado con cara de

bobo!—leaconsejóunoquepasabaporallí.

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—Haríasbienenescucharloquetedicen—replicóAlgondedesdeloaltodelcarro—.Encualquiermomentopuedecaerunchaparrón...

El recuerdo de la broma de la que había sido víctima hizo que la rabiaenrojecieralasmejillasdeMathieu.Vengativo,sesubióalpescantey,empuñandolas riendas, dio un grito para hacer que los animales avanzaran antes dedistendersedegolpe.ElsolbrillabaensucénityAlgondecanturreabajuntoaél.

Una vez franqueadas las dos torres de la puerta, atravesaron el patioexterior,elcuerpodeguardiayluegoelpuentelevadizo,mecidosunoyotroporlacancioncillaqueAlgondetarareaba.Así,alpasolentodelosbueyes,llegaronalcrucedecaminosqueconducíaalmolino,ellaconlamiradaextraviadaenloscampos de trigo que los campesinos segaban en mangas de camisa y él en elpueblodelvalle.

—¿Qué quería el caballero? ¿Es a causa de su visita que se hamarchadonuestradama?

Algondeestuvoapuntodeexplicarleloquelehabíasucedidoalahijadelbarón,perosecontuvo.

—¿Quétienequeveresoconnosotros?—NomegustacuandoMarthehacequeestéstriste.—¿Teparecequeestoytriste?—Hasllorado.Algondesevolvióhaciaélconexpresióndesorpresa.—¿Ytúquésabes?Élseencogiódehombros.—Porelcolordetusojos.Hacambiado.Algondehubieradeseadodisponerdeunespejilloparacomprobarlo.—¿Ydequécolorlostengo?—preguntó,intrigada.Norespondió.Derepente,parecíaserioyapenado.—¿Dequécolortengolosojos?—insistióella.—ComolasaguasdelFuroncuandoselotragalamontaña.Comolasaguas

delFuroncuandosetetragóati.Algonde se quedó inmóvil. Curiosamente, el timbre sordo de la voz de

Mathieulaasustó.—¿Quéquieresdecir?—QueteníaslosojosdelcolordelFuroncuandotearrastréhastasuorilla.Unsilencioespesose instalóentreambos,puntuadoporelarrastrardelos

cascosdelasbestiassobreelsuelopedregoso.YMathieuañadió:—Haceunratotambiéntehasahogado,¿noescierto?—MarthemesorprendióespiandoadoñaSidonie.Élsacudiólacabeza.Unapálidasonrisailuminósusrasgos.

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—Undíalamataré—declarófríamente.Algondeseestremecióapesardelcalorreinante.—Nomerecelapena,yademásfueculpamía.Queríasaberlasnoticiasdel

caballero... Creía que iban a castigarme y también a mi madre, a la que esaintrigante pretende destronar, pero me he equivocado. Doña Sidonie se la hallevadoconellaymehaascendidoacamareradelbaróndurantesuausencia.

—¿Camareradelbarón?—sesobresaltóMathieuylamiró,inquieto.—¿Marthe no se moriría de envidia al marcharse? Hubiera querido

comprobarlo,perohabríasidoencarnizarse...—Sitetoca,lamataré—juróelmuchacho,fulminándolaconsuímpetu.—¿Quiénibaatocarme?—El barón, ¡por Dios! ¡Al haber partido su dama bien pudiera ser que

quisieraconsolarse!Algonde fruncióel ceño.Pocosabíaacercadel amorpues, en su infancia,

sólohabíavistolaviolenciadesupadresobresumadrecuandohabíabebido.ElbarónnoparecíapeligrosoalavistadelafelicidadquecentelleabaenlosojosdeSidonie.¡VayaideasteníaMathieu!Siellahubieracorridopeligro,Gersendelahabríaprevenido.

—Estarélomáslejosquepuedadeél—afirmóparatranquilizarle.Él asintió. El molino, cuyas aspas giraban en una lenta cadencia, iba

aumentandodetamañoalfinaldelcamino.Undiscretorechinardelamuelallegóhastaellos.

—¿Nomevasacontarlodelcaballero?—Heprometidoguardarelsecreto.—¿ComoconMelusina?Algondesuspiró.—Noconfíasenmí,ésaeslaverdad,yteequivocas,Algonde,puesjuropor

Dios,quesifueranecesarioseríacapazdematarparadefenderte.Mataríaporquetequieroypreferiríacolgardeunacuerdaqueperderteparasiempre.

Algonde no supo qué responder y se alegró de ver avanzar hacia ellos almolineroquelesaguardaba.

JacquesdeSassenagenosabíasiestabadespiertoosisufríaunapesadilla,pero parecía que de su cuerpo bañado en sudor quisieran surgir escamas,aprisionándole las piernas como si se las atornillaran dolorosamente. Trató depensar.ConlaexcepcióndeMelusina,¿alguiensehabíatransformadoalgunavezdeaquellamanera?Yademás,¿quéhacíaenaquellugar?Atodaslucessetratabade una habitación, pero no se parecía a ninguna que conociera, con una camaricamente esculpida sobre la cual colgaban unas cortinas rasgadas.Uno de los

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montantes demadera, roído por la carcoma, se había roto por lamitad.Olía ahumedadya ruina.Sólo lachimeneamanteníasubelleza,consusmontantesdepiedra labrada. Hubiera querido acercarse a la misma para examinar condetenimientoelretratosobremaderaqueallíhabíadeunahermosadamavestidade azur, que en su delantal sostenía una brazada de flores silvestres. Estabasegurodeconoceralajoven,consucabelleracastaña,pero¿quéhacíaenaquelvetusto entorno?Al diablo la verdady el dolor de sus pantorrillas, Jacques sesentíaatraídoporella.Ensusoídos,unavozdulceleencantabaconunamelodíaque juzgó antigua. Se dejómecer por lamúsica antes de percatarse de que secontoneaba sobre el polvoriento suelo de madera como una serpiente, con laspiernas pegadas la una a la otra, y se llevó lasmanos a las orejas y cerró lospárpados, con el corazón desbocado. Al volver a abrirlos, vio que se hallabatumbadosobrelacolchadesucama,yqueunrayodesolledabaenlafrente.Sepusoenpieycomprobóquesuspiernaseranlasmismasquelesosteníandesdesuinfanciayquepodíamoverlasconsoltura.Seriódesuestupidez,antesdecaerdeespaldas sobre la almohada, fulminado por el dolor. Su migraña habíaempeorado.

Algondesepusodenuevoacantarencuantovolvióasubirsealcarroyenaquella ocasión, dejándose llevar por su temperamento,Mathieu, a su lado, laacompañabaconvozdefalsete.Elmolinerohabíaayudadoaljovenzueloacargarlossacosdeharina,mientrasAlgondejugabaconelmáspequeñodeloshijosdelacasahaciéndolesaltarsobresusrodillas,echándoleasíunamanoalamadre,que pelaba verduras. A Algonde le gustaba la apacible dulzura del hogar deaquellaparejayamenudosesumabaalasvisitasqueeloficiodeJean,elpadredeMathieu,exigían.Antesderegresar, losdosjovenzuelos,quenoteníanprisaalguna,siemprebajabanhastaelpueblopararemojarse lospiesbajoelpuente,allídondeelFuronfluíamástranquilo.Seencontrabanallíconotrosdesuedadquesedabanunrespiroensudurajornadayaprovechabanlasúltimaslucesdelverano. Fieles a su costumbre, ataron los bueyes a una estaca junto al camino,puesnadietocaríaaquellacargaquesesabíadestinadaalcastillo,ydescendieronporelsendero.Llegadosa laorilla,sedescalzaronysemezclaronalegrementeconelpequeñogrupoqueserefrescabaentrerisas.

Llegaron a las torres de la puerta dos horas más tarde, tras haberintercambiadobromasy banalidades, y se separaron ante la puerta del torreón,húmedosaúndesusjuegosyalaveztristespordeberretomarsustareas.

Cuando subíapara arreglarseunpoco antesdepresentarse al serviciodelbarón, Algonde oyó la voz exasperada voz de sumadre encima de ella, en laescalera.

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—Podríashabermeavisado...—Nopensabaque...—Pensar, pensar... ¿acaso se te pide que pienses? Bastaría con que me

obedecieras—gruñóGersende.LajovenzuelaalaquesedirigíaestallóensollozoscuandoAlgondellegóa

sualtura.—Ah, por fin llegas —refunfuñó su madre al verla, antes de añadir,

dirigiéndosealacriada—:Dejadellorar.Elmalyanotieneremedioyyaverécómomelasapaño,perodeahoraenadelante...

ElgruesodedoíndicedeGersendeseagitóamenazadoramenteanteelrostrodelapobrecilla,queinclinólacabezaresoplando.AGersendelebastóseñalarconeldedohaciaelpisoinferiorparaquelacriadaseprecipitarahaciaallí.

—Sígueme—ordenólaintendentaasuhija.Gersende ascendía los escalones con paso apresurado y, por encima del

hombro,leexplicó:—Lehepedidoaesabobaquequitaralamesadelbarón.Sonabalanonay

ellasemarchabacuandolehaoídogritar.¿Creesquehaidoaverquésucedíaoquehavenidoaavisarme?¡Ca!Hapegadolaorejaalapuertaycomonoseoíanadahavueltoasusocupaciones.

—¿Y qué hay de malo en ello?—preguntó Algonde, que no alcanzaba acomprenderlarazóndelainquietuddesumadre.

Para ella, el barón era lo bastante valiente para cuidar de sí mismo.Gersendesequedóinmóvily,volviéndosesúbitamente,dominóasuhijadesdeunpeldañomásarriba.

—Deesohaceyatreshoras.Deberíahaberidoalacapillaparaeloficioynosehapresentado.

Algondecalló.Algohabíacambiadoenlamiradadesumadre.Nohubierasabidodecirquéera,puestoquefuefugaz,pero,aligualquecuandocayeraalasaguasdelFuron,lajovenzuelapercibiólasensaciónfríaytraicioneradelpeligro.

Seadentraronenlaviviendaseñorial.Lamesarectangulardesólidaspatasytravesaños había sido limpiada, y dos candelabros encuadraban una copela dehigos.Entrelasdosventanashabíaunabandejadeplataconunaguamanilyotrabandeja con una copa. Todo estaba demasiado ordenado.El barón no se habíalevantado.Inquietas,sedirigieronhacialapuertadeldormitorio.Gersendellamóalapuerta:

—Señor...Como no se oía ruido alguno, insistió. Un silencio tan pesado como su

angustiareinóenlaestancia.

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—Entremos—decidióGersende.Alzó el picaporte y entró en la habitación. Allí estaba el barón, tendido

sobresucama,con losbrazoscruzados.Algondecreyóqueestabamuertopuesestaba muy pálido y se quedó en el umbral, asustada, mientras su madre seprecipitabahaciaél.

Apenaslaintendentasehuboacercadoalacama,sevolvióhaciasuhija:—Ardede fiebre.Anteshevistoa labrujaentrarencasadelherrero.Tal

vezaúnestéallí.Correabuscarla.Algondeobedeciódeinmediato.Una vez sola, Gersende desabotonó el jubón de su señor. No se había

desvestidoparaecharselasiestayestabamuysudado.—Barón—probó,dándolecachetesenlasmejillas.Lerespondióungemido.—¿Estáisenfermo?Lospárpadossealzaronconunesfuerzoqueellaadivinóconsiderable.—Luz —imploró él con voz mortecina a la vez que volvía a cerrar los

párpados.Gersende avanzópara echar las cortinas frente a las ventanas y hacer que

sóloentraraenlahabitaciónunhilillodelaluzdeldía.—Yaestá,señor.Losojosdelbarónseabrieronenunadolorosagrieta.—Migraña—consiguióarticular.—He mandado en busca de ayuda para curaros —le dijo Gersende—.

¿Deseáisunpocodeagua?Comprendióquesugemidoeraunaafirmaciónyfueenbuscadeunacopa.—Deberíaisincorporarosunpoco.¿Podéis?Élseparólasmanosparaintentarloyalgoseescapódeunadeellasycayó

alsueloconunruidometálico.Sinperdertiempo,Gersendeleacercóelvasoalabocayluegoloayudóaacostarsedenuevo.

—Aquíestoy—sepresentólabruja,cruzandoelumbral,enelmomentoenqueGersendeseinclinabaparamirardebajodelacama.

Laintendentaseguardórápidamenteloquehabíahalladoysepusoenpie.—¿DóndeestáAlgonde?—preguntó.—Aquí,madre—lerespondióéstaasomandolacabezaporelquiciodela

puerta.—Quédateahí,necesitarédetusservicios—leordenómientraslaanciana,

que en el castillo también ejercía de comadrona, examinaba al barón, crispadoporeldolor.

—¿Haestadoantesalsol?

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—Sí, un buen rato y sin cubrirse, cuando nuestra señora ha partido —recordóGersende.

—Esunainsolaciónfuerte—diagnosticólabrujaincorporándosetantocomolepermitíasuespaldaarqueada—.Serecuperarápronto.¿Meoís,barón?

Lerespondióungruñido.—Estanochedesaparecerálafiebre,perodebéispermanecerencamahasta

lanochesiguienteconelfindequeloshumoresosabandonendeltodo.Sinesperarrespuesta,levolviólaespaldayseaproximóaGersende.—Volvedavuestrasocupaciones.Yolevelaré.—Almenorproblema...—No habrá ningún problema —le aseguró la bruja con una sonrisa

desdentada.Gersendeasintióconungestodelacabezaantesdereunirseconsuhija.—Cogeunavelaysígueme.Lajovenzuelasiguiósuspasos.Elaspectogravedesumadrenolegustaba.

Gersendesubiólospeldaños,entróeneltorreónysedetuvofrentealapuertadelahabitaciónmalditaparaverificarlossellos.

—¿Quésucede,madre?¿Aquéhemosvenidoaquí?—Creoqueha llegadoelmomentode revelartemi secreto—respondió la

intendentamientrasdelbolsillosesacabalallavequehabíarecogidodedebajodelacamadelbarón.

La hizo girar en la cerradura. La puerta se abrió con él rechinar de susherrumbrosos goznes y Gersende se apartó para permitir que la jovenzuela laprecedierayrasgaralaoscuridad.

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9

A pesar de que aquel 10 de agosto de 1483 Laurent de Beaumont hubierarecuperado el color y el vigor, Philippine de Sassenage no conseguíadesembarazarse de un profundo sentimiento de culpabilidad. Provista de suremedio,seaproximóaljovenseñor,recostadocontrasualmohada.

—Philippine,queridaPhilippine—ledijocomobienvenida.—Os he pedido que me llaméis Hélène —refunfuñó la jovenzuela

tendiéndoleelvaso.Lo vació de un trago y se lo devolvió, dócil y con una mirada tierna.

PhilippineaplicósumanosobrelafrentedelenfermocomolehabíaenseñadosorAlbrante.Sesintióaliviada.Aquellamañananoteníafiebre.

—Cadadíaosrecuperáismás—sealegró.—Graciasavuestroscuidados,amigamía.Letomólamanoyselallevóaloslabios.Molesta,Philippinesesoltócon

firmeza.—Esta poción es amarga, ¿deseáis un poco de agua para tomárosla? —

preguntóella,esperandoasíalejarlaconversacióndelafutilidad.—Sóloosdeseoavos...—¡Vayamodales,sobrinomío!Philippine se volvió con alivio hacia la recién llegada. Sor Aymonette

acababadecruzarelumbralacompañadadesorAlbrante.—¿Acaso me reprocháis que siga vivo, tía? —se defendió Laurent de

Beaumont.—Siosáisutilizardenuevoeselenguajeyomismameocuparéderemataros

—gruñó la prechantresa mientras Philippine se alejaba hacia el fondo de lahabitacióntrasgratificarlaconunasonrisadeagradecimiento.

LarespiraciónregulardePhilibertdeMontoison,aquienhabíandesplazadoparamayordiscreción,larecibiótraslacortinaqueacababadeabrir.Seacercóaél,víctimadelamismainquietud,delmismoasco.Lainconscienciaenlaqueseconsumía le hacía semejarse a un yacente y le daba un aspecto que infundíamiedo.Conlabarbarala,pálido,elcaballeroestabademacradoapesarde losconstantescuidadosdequeeraobjeto.Además,aquellugarolíaaorines.Unavezmás, se sintiómal y un espasmo le retorció la glotis. Para calmarlo, volvió aecharlacortinay,apoyadacontraunacolumna,rebuscóenlabolsitaquecolgabadesucinturaysellevóalanarizuntrozodetelaimpregnadodelicordementa.Hasta ella llegó la risa de Laurent de Beaumont. ¿Cómo podía mostrarse tan

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despreocupadoyligerocuandohabíasentidoelalientodelamuerteyéstaaúnlerondaba?Paraellaeraunmisterio.Seleinsinuabayyanosabíaquéhacerparamantener lasdistancias, ynoosaba rechazarlo totalmenteparanoperjudicar sucura.Enelfondo,hubierapreferidoregresarasucelda,novernadaynosabernada.PhilippinedeSassenagedescubrióqueeracobardeanteDios.Yante loshombres. Aunque tratara de demostrar lo contrario. Claro está que comía, sorAlbrante no hubiera permitido lo contrario, pero lo hacía sin apetito y con elestómago revuelto.Claroestáquedormía,peroeraunsueño inquieto,presadepesadillas.VelaraPhilibertdeMontoison la turbaba.Yesosin tenerencuentaaquella cosa deforme e inerte, fofa y apestosa. Asquerosa. Descubrió laexistenciadelamismaaldíasiguientedesullegada,cuandolaenfermeralepidióque se volviera: «Un momento, debo ponerle la sonda o, de lo contrario, seorinará en las sábanas y con este calor el olor sería insoportable», le habíaexplicadoéstaporencimadelhombro.

Paraconfirmarsuspalabras,elorinaljuntoalacamasellenódeinmediatomediante un junco. Cuando sor Albrante se dio la vuelta, Philippine alzó lasábana, por curiosidad. ¡Cuánto lo lamentaba! Durante la noche entera estuvodándolevueltasalarazónporlaquesubajovientreeradiferente,hastallegaralaconclusióndequesi tantomisterioexistíaacercadeunpuntode laanatomíaeraporqueestabarelacionadoconlaprocreación.Evidentemente,aquellono lereportó respuestaalgunaacercade lamaneradeproceder,perosólo la ideadeque un día tuviera que vérselas con aquella excrecencia meona le revolvía elestómago,hastaelpuntodepreguntarsesianteelmatrimonionohubierapreferidoquedarseenaquellacomunidad.Esareflexiónlallevabaasupropiamiseria,alamiseria de Philibert de Montoison, Philibert de Montoison a Laurent deBeaumont,yLaurentdeBeaumontalmatrimonio.

Con las náuseas atenuadas por los efluvios mentolados, volvió junto alcaballero.Procedersinmirarle,asíseveíaobligadaaactuarparapoderllevaracabo la tareaque le habíanordenado.Cambió el cubo llenodeorinapor otro,limpio, e iba adirigirse apresuradamente a laventanaparavaciar el contenidocuandolaabadesaapartólacortina.

—¿Cómoseencuentra?—Estáestacionario—dijoPhilippineconunhilodevoz,conpicoresenla

gargantaprovocadosporaquelolorfétidotanpróximoasunariz.—SorAlbrantemeha informadodequeestanochehahabladomientras le

velabais.Víctimadenuevodelasnáuseas,lajovenzuelaasintióconlacabeza.—Dejadesoyvenidconmigo—lepropusolaabadesa—,yaacabaréisluego

vuestratarea.

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¡Philippinelehubieradadodosbesos!Deinmediatosehallófrenteaella,sehabíaquitadounpesodeencimaydejabaatrásalosdoshombres.

—Contadme,hijamía.—Hedebidodesoñar,señora,yaqueelcaballeroestabainmóvil—explicó.—Dejadqueseayoquienjuzgue.¿Quéhabéisoído?—«Seapríncipeono,elturcosequedarádepiedraunavezleHayacortado

lacabeza.»Esohadicho.Yaveis,señora,quenoesmásqueunsueño.Laabadesafruncióelentrecejo,intrigada.—¿Nadamás?—Nadamás.—Enesecaso,hijamía,podéisvolveravuestrasocupaciones.—¿Tenéisnoticiasdemipadre?—preguntóPhilippine.—No, pero aúnme alegro de haberos autorizado a ayudar a sorAlbrante.

Tenéis mejor aspecto —le dijo la abadesa cuando se reunió con ellas laenfermera,quehabíaacompañadoasorAymonette.

LaurentdeBeaumontsehabíaadormiladobajolosefectosdelamedicación.Al comprender que estaba de más en la conversación entre ambas mujeres,Philippineregresóaallídedondevenía,tapándosedenuevolanariz.

—Este asunto, sor Albrante, me parece de lo más misterioso —dijo laabadesaenvozmásbaja.

—¿Habéisregistradosuspertenencias,comoosindiqué?—Sí, lohice,peronomehanaportado indicioalguno.Hayque reconocer

queestecaballeronosplanteaunproblema,puestoquelafrasequehadichoestanoche...

—... hace referencia a un crimen, eso está claro, señora. Y eso esincompatibleconlamisióndeloshospitalarios.

—¿Uncrimen,decís...?Setratadeunturco—afirmólaabadesa.Laenfermerasesonrojó.—¿Ycuálesladiferencia?—Veamos,Albrante—se burló la abadesa—, los turcos son paganos.No

vamosareescribirlahistoria...—Perounacruzada,porquéno...La abadesa consideró el desdén de la enfermera con sorpresa, antes de

encogersedehombros.—Siempre tendéis a exagerar, hija mía. Y además este asunto no nos

concierne.—Disculpadme,señora,peromedisgustadarcobijoaunasesino.Anteaquellaspalabras,laabadesaseexasperó.

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—Pero¿quéossucede?—Sucede—refunfuñólaenfermera,conunbufido—quesiesecaballeroes

loqueparece,talvezPhilippineseainocentedeloscargosqueselaacusan.—No seáis tan angelical, hijamía—se burló la abadesa, que conocía su

capacidaddeindulgencia.—LafrasehablabadeunpríncipeyLaurentdeBeaumontesunodelospajes

denuestrodelfínCarlos.—¿Yaquévieneeso?Albranteseirritó.Atodasluceslaabadesanodeseabacomprender.—Nuestro reyestá enfermo,¿yacasonopodría tramarseunaconspiración

contra el delfín para asesinarlo? Sabéis tan bien como yo que el delfín aún esdemasiado joven para reinar y que el duque de Orleans suspira por el trono.SupongamosquePhilibertdeMontoisondescubrióaquíaLaurentdeBeaumont,dequienconocíasucualidad.Talvezquisodeshacersedeélantesdequellegarala persona a la que esperaba. Esos asuntos de Estado a menudo requierenvergonzosas alianzas. Así pues, quémejor pretexto para acabar con un testigoincómodoquelabellezaylainocenciadeunajovenzuela...

—¿Y siPhilippine sólo lo ha soñado?—preguntó la abadesa, a quien eseasuntolapreocupaba.

—Nopodemosquedarnosdebrazoscruzados—insistióAlbrante.—¿Yporquéno?PhilibertdeMontoisontransitaentrelavidaylamuerte,

así que hasta nuevas noticias es inofensivo. Dejemos que Nuestro Señortodopoderosolejuzgue.

—Insistoencreer...—Persistid,Albrante, estáis en vuestro derecho. Pero elmío es velar por

quelaregladenuestraordenysumoralseanrespetadas.LaurentdeBeaumontnoparece tener para con Philibert deMontoisonmás intenciones que una disputaamorosa,asíoslohaconfirmadoélmismo.Extrapolarnonosllevaráaningunaparte,másquelejosdelaverdad.Esperemos.Es...

Sequedóinmóvil,dejandoensuspensoelfinaldesufrase.—¿Quésucede?—sesorprendióAlbrantevolviéndosehacia lapuertaque

laabadesaobservabaconmiradatanintrigadacomoinquieta.—¡Jesúsdeldulcenombre!—murmurólaenfermerasantiguándosemientras,

imperturbable y altiva, Sidonie de laTour-Sassenage penetraba en el hospicio,contraviniendotodaslasreglas.

Enelmismomomento, abandonandopor fin aPhilibertdeMontoison,unavezterminadaslascuras,Philippinecorríalacortina.

—¡Prima!—exclamófeliz.AunqueaSidonielaimpresionóverlatanpálidayconelrostrofatigado,no

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lo dejó entrever, y se contentó con abrir los brazos para ofrecerle un abrazomientras la joven se abalanzaba sobre ella sin prestar atención a su paso a lasmonjas. Las dos se fundieron en un abrazo, y se separaron cuando a ellas seunieronlaabadesaysorAlbrante,enactitudgraveysilenciosa.

—¿Dóndeestámipadre?—preguntóPhilippine,adelantándosealapreguntaquelasmonjasaguardaban.

—HadebidoquedarseenSassenage—explicóSidonie—,peroyohevenidoabuscarte.

—Nocreoqueesoseaposible—lerespondiólaabadesaconacritud.Sidonie sostuvo lamiradade lamadre superiora.En elmismo instante en

quelepropusoalbarónJacquespartirhaciaSaint—Just-de-Claix,presintióquelepondríanreparos.Yalhaberle»previsto,sacódesumangalarecomendaciónquesuamantehabíaredactado.

—Ve a preparar tus cosas, Philippine. La abadesa y yo tenemos algunosasuntosqueresolver.

Laabadesafruncióelentrecejoantetamañaseguridadyadoptóunaausteradignidad.

—Seguidme—ledijo,entonoseco.Sidonieasílohizo.Unavezabandonaronlaestancia,laenfermeratomóaPhilippinedelhombro

conunamanocalurosa.—Vamos,Hélène—dijoconvoztriste—,parecequehallegadoelmomento

dequenosabandones.Dejemosqueesasdos libren suguerraypreparémonos.Aúndebohacertealgunasrecomendacionesyconfiartedosotressecretos.

—Esinútilfingir.Niosrespetoniostengoenestima—declarósinambageslaabadesaunavezsehubocerradolapuertadesudespacho.

Ambasmujeresquedaronfrenteafrente,ylasmiradasdeambasexpresabanlamismadureza.

—Locontrariomehubieraindispuesto,reverendamadre.—En ese caso, acabemos cuanto antes—decidió la abadesa, apartándose

pararefugiarseenelconfortableasilodesumesa.Sidoniedejóqueseinstalarayquearrancaraelsellodelmensajeconpulso

firme.Asabiendasdequenolainvitaríaasentarse,tomóellamismalainiciativapara demostrarle que no estaba a sus órdenes. La abadesa leyó la elegantecaligrafíadelbarónydejóaunladolamisiva.

—Estaprocuraciónnoosconcedetodoslosderechos—comenzó.—Losé,peromeimponeeldeberdellevardevueltajuntoasupadreauna

hijamancilladayhumillada,convuestroconsentimientoosinél.—Paraenseñarlevuestrosmodales,sinduda—semofólaabadesa.

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—AjuzgarporelestadoenqueseencuentraPhilippine,mismodalesnosonpeoresquelosvuestros.

Laabadesasemordióloslabiosreconcomidaporeldeseodeexpulsardelaabadíaaaquellaimpertinente.Apretólospuñoscontralasuperficiedemaderadesumesa.

—Elbarónexigeexplicacionesacercadeloshechos,yoslasdaré—dijolaabadesa—.Además,habéistenidoocasióndeverconvuestrospropiosojosaunade las víctimas de la inconsecuencia de vuestra prima, el señor Laurent deBeaumont,aquiennohabéisqueridosaludar.

—Dormía—alegóSidonie,encogiéndosedehombros.Siésaeralamalababadelaabadesa,teníaconqueenjugársela.—Lo acepto —le concedió—. Y sin duda diréis lo mismo del señor de

Montoison,queagonizajuntoaél.—¿PhilibertdeMontoison?—dijoSidoniesorprendida.Suinquietudfue tanpalmariaque laabadesasepreguntósi la respuestaal

enigmaquepocoantesselesplanteabaaellayaAlbrantenoseríaunaartimañadeaquellaperversa.

—¿Acasoleesperabais,paraverostanafectada?—preguntólaabadesaconunavozdefalsetequehizoqueSidonierecobrarasúbitamentesuaplomo.

—Nuestros padres se apreciaban, pero hace tiempo que no le he visto—respondió Sidonie, absteniéndose de añadir que esa última vez ella tenía laspiernas alrededor de su cintura y gozaba del movimiento de vaivén que lededicaba.

—Dudodequelereconocierais—prosiguiólaabadesa,sabedoradequenoobtendríamásconfidencias.

—¿QuélereprocháisaPhilippine?¿Queseabellaycándidahastaelpuntode haber provocado una carnicería? Realmente, debéis de haberos aislado delmundo,reverendamadre,paraignorarqueloshombresestánhechosparabuscarpeleasincesar.

—Y vos bien espabilada para lucir colgados de vuestro cuello sushomenajescomosifuerauncollar...

Sidoniesoltóunarisitaqueinterrumpióensecoysepusoenpie:—Lo que llevo al cuello no os concierne y os aconsejo que os guardéis

vuestros sarcasmos. Dentro de poco estaré casada y podría ser que vuestroaspecto de vieja cuaresma me molestara tanto que le pidiera a Jacques queinterviniera ante el rey para libraros de la carga de esta comunidad. ¿He sidosuficientementeclara?

Larabiahizoenrojecerelrostroajadodelaabadesa.Apoyandolasmanosenlosbrazosdesusillón,sepusoenpiealaalturadelrostrodeSidonie.

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—¡JacquesdeSassenagenuncasecasaráconvos,nuncajamás!—¿Yquiénvaaimpedirlo?—Yoseloimpediré...—¿Con tres padrenuestros y dos avemarías?Como no le plantéis ante las

naricesvuestropenososecreto...—laprovocóSidonie.LaabadesapalideciótantoaloíresaspalabrasqueSidonieseechóareíra

carcajadas.—Habéispodidoengañaralashijasyalmarido,¡peroamíno!RecordadqueyoestabaaquícuandoenterrasteisalaseñoradeSassenage,

vuestraqueridaprotegida,unasantamujer...—¡Callad, hija de Satanás! ¡Os prohíbo que mancilléis su memoria! —

espetólaabadesa,seguradequesetratabadeunafanfarroneríadeSidonie.Todaslasmonjaspresentesenaquelmomentohabíanhechovotodesilencio

anteDios.Ningunapodíahaberhablado.—Sumemoria...Eltérminoestábienelegido,puestoquedeesosetrata,¿no

es cierto? De un cuerpo sin alma, sin recuerdos y sin razón que mantenéisencerradocomounareliquiaenelúltimopisodeltorreón.

Sidonie remató sus palabras con una mueca de asco ante el lamentableespectáculodeladescomposicióndelareligiosa.Desdelasprimeraspalabrasdesuadversaria,laabadesasehabíahundidoensusillón,conundolorsordoenelpecho.Sidonienosedejóenternecer.

—Atreveosaconfesar—añadióSidonie—,atreveosaconfesarlealbarónJacquesquesuqueridaytanlloradaesposasiguevivaperotanmarcadaporsusheridas que ni siquiera le reconocería a él si se cruzaran. ¡Confesad quementisteisante los suyos!Y,aúnpeor, ¡quehicisteisbendecirunataúd llenodetierra!¿Yporquérazón,Diosmío?¿Porquenotuvisteiselvalordesepararosdeesamujera laqueamáis?¿Yosatrevéisa juzgarme?¿Ya juzgaraPhilippine?¡AntesNuestroSeñortodopoderosomepermitiráescupirsobrevuestratumbaeldíadelJuicioFinal!

—¿Cómo... cómo lo averiguasteis? —farfulló la abadesa, con el alientoentrecortadoapesardequeeldolormenguaba.

Sidonielamiródearribaabajoconhirientedespecho.—Yaoslohedicho.Estabaallí.Noséporquéalcélavistacuandotodoel

mundo estaba cabizbajo, pero la reconocí al ver— la asistir desde aquellaestrechaventanaasupropiofuneral,impávida,conunamiradaausente.Fueunavisión fugaz, ya que sor Albrante apareció detrás de ella para apartarla, perobastóparaqueyolocomprendiera.

—Si no actuasteis entonces, sois tan culpable como yo —la desafió laabadesa, que recobraba la confianza en sí misma al tiempo que los colores

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asomabandenuevoasurostro.Sesirvióunvasodeaguaylobebióapequeñossorbos.—¿Culpable? ¡Ni por asomo! Como mucho cómplice, pero habría que

demostrarlo.JeannedeCommiers,esposadeJacquesdeSassenage,estámuertapara todos los vivos y el barón es libre de volver a casarse. Lo demásme esindiferente,puestoquealcontrariodeloquecreéis,amosinceramenteaJacquesylohagomásfelizdeloqueseríadeconocerlaverdad.VuestracabezapendedemimatrimonioydelarehabilitacióndePhilippine.Noquerréisdarmeelgustodehacerlarodar,¿verdad?

Laabadesasesabíavencida.Sidonie ledesagradabaprofundamente.¿Quépodía entender ella de las razones que habían impulsado su gesto y el deAlbrante?FuesóloamorycompasiónhacialamadredePhilippine,cuyocerebromalirrigadodurantemuchotiemposehabíaconvertidoeneldeunaniñaalaquefue necesario enseñárselo todo de nuevo, incluso a hablar. ¿Qué podía saberaquella intrigante del tiempo que cada día pasaba junto a Jeanne, como si setrataradesupropiahija?

ClavósumiradaenlosojosdeSidonie,alaqueveíajubilosa,yleespetó,contodalaironíaqueaúnconservaba:

—HacedloqueosplazcaconPhilippineytambiénconelbarón,Sidoniedela Tour-Sassenage, pero una vez hayáis abandonado esta abadía, ¡no regreséisjamás!

Sidonie,altiva,sedirigióhacialapuerta.—Aúntenéislacustodiadesusdosotrashijas,madre,ynovoyadejarde

visitarlas,peroprometonoverossinoosmostráis.Sinunadiós,descorrióelpestillo.

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10

PHILIPPINE no conseguía meter en su baúl las pociones y ungüentos que sorAlbranteletendía.Yaniseveíansusescasosenseres.

—Yésteparalossabañones,yesedeahíparafortalecerelcolordelapiel,porque te has quedado pálida de no ver el sol. Ándate con cuidado que no tequeme.Ponteunveloparaprotegerte,yunacofia,y...

Sor Albrante se detuvo, con una mirada emocionada en los ojos, ante latiernasonrisadelajovenzuelaqueyanopodíasostenermáscosasensusmanos.

—Lo sé, lo sé, chocheo y desvarío, pero qué quieres, no puedo evitarañorarte ya. Cinco años, cinco años, Hélène. ¿Cómo quieres que los borre encincominutos?—dijoconunsollozoahogadoensuvoz.

—Volveremos a vernos, hermana. Vendré con mi padre a visitar a mishermanas y la abadesa no podrá impedirlo porque ya no dependeré de suministerio.

—Esverdad,vescomosoyunatonta—seexcusóAlbrante.Letendiódosbotesdearcilla,quefueronaañadirsealosqueyasosteníala

joven.—Detodasformas,llévatetambiénésos.Lediounapalmaditacariñosaenlamejillayunpellizcoparasacarlecolor

alospómulos.—Ydejadeatormentarte.Hevistocómoteacongojabasalayudarme,yalo

sabes. Es cierto que Philibert de Montoison, en su estado actual, es pocoapetitosoyLaurentdeBeaumontdemasiadoemprendedor,peroprontoolvidarássus miserias, ya verás. Sidonie no es un dechado de virtudes y tendrás queproteger la tuya del contacto con ella, pero aliviará tu pena y mal que bien,pasaránlosdíasy...

Denuevohizounamuecaylecayóunalágrimaqueenjugóconlamanga.—Lo sé, lo sé —repitió—, soy una boba y demasiado sentimental. Te

alejarásdenosotras,esoformapartedelordendelascosas,yseréfelizcuandotenganoticiadetuboda,ydelnacimientodetushijosy...

—Aúnfaltaparaeso—lainterrumpióPhilippine,súbitamenteasqueadaporel recuerdo que le vino a la mente de aquella trompa en el bajo vientre dePhilibertdeMontoison.

Alejóesavisiónde inmediato.Enelmomentodepartir,sedabacuentadehastaquépuntosentíaapegoporsorAlbrante,porsutemperamentolunático.Sualegríapordejaratráselcalvarioseensombreció.Teníaanteellaalaenfermera

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y la vio atolondrada y febril a la vez, abatida por la tristeza. Se lanzóespontáneamente a sus brazos, y dejó caer los botes de ungüentos sobre lasbaldosasdelaoficina,dondeserompieron.

Unlargosilenciopunteadoporsussollozoslasmantuvoasíabrazadas,hastaqueAlbrantetuvoelvalordeapartarseydetomarentresusmanosaquelrostrodeshecho,pálidoreflejodelsuyo.

—Vamos,vamos—dijoalavezqueensuslabiossedibujabadenuevounasonrisa—,¿quiénvaacreeralvernosquehoyesundíadegraciayalegría?¡Mipequeña Hélène se prepara para su primer baile y aquí estamos con cara defuneral!

Consusdedosíndices, leborrólaslágrimasquecorríanporlalíneadelanariz.

—Yaestás apañada, hijamía.Yesaspomadaspor los suelosdepocomevanaservir.

—Losiento,semehancaído—seexcusóPhilippine.Una mirada cómplice, y se pusieron a reír antes de abrazarse de nuevo

cariñosamente.—Yo también la echaré de menos, hermana —aseguró Philippine—. Le

escribiré.Cadadía...—Meharíamuyfeliz,perounavezalmesbastará.Tendráscosasmejores

quehacer.Nosiemprehevividoentreestosmuros,asíquesédequéhablo.Vive,Hélène,vive.Piensaenmícomounaquesepreocupadeunaamigaquerida,peronomalgasteseltiempo.

—Osloprometo.Ycuidaddemishermanaspequeñasydelosenfermos.Elcaballerolonecesita.

Philippineseapartóydesumangasacóunmensaje:—Teníaestacartaparaél.Quisieraqueselaentregaraiscuandodespierte.

Porquesedespertará,¿verdad?—SóloDioslosabe—respondióAlbrantealtomarelpergaminodobladoy

sellado—.Pero puedes contar conmigo, siempre que lo necesites.Debes saberquemipuertaestaráabiertaparatimientrasNuestroSeñormeconcedavivir.

—Dudoqueesolegustealaabadesa—opinóPhilippine.—Megustaríavercómoloimpide—rióAlbrantefrunciendolascejas.Philippineseechóareír.Lapenasealejabayquedabasuafectomutuocomo

cimientossólidos.—VoyadespedirmedeLaurentdeBeaumont—decidiólajovenzuela.—Yyoalimpiartutorpeza...Dateprisa.Sidonienotardará.Philippine asintió y cruzó la puerta cuando Albrante ya empuñaba una

escoba.

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LaurentdeBeaumontechabaunvistazodistraídoalaestanciacuandoellase

acercóasucama.Lamedicacióndelaenfermeraleembrutecíaenelmomentodetomarla,perolosefectosdesomnolenciadurabanpoco.

—Osayudaréaincorporaros—propusoPhilippineinclinándosehaciaél.De inmediato la rodeó con sus brazos para atraerla hacia él. Philippine

chilló,sorprendida,antesdeforcejearparaliberarsedelabrazo.—¡Soltadme—ordenóella—,ojuroporDiosqueosdesollarévivo!Élobedeció,másporquelosmovimientosyelpesodelajovenzuela,quea

pesardeserliviano,comprimíanlascostillasensuherida,quepormiedoasusamenazas. Philippine se incorporó mientras, alertada por su grito, Albranteaparecíaenlapuerta.

—Laurent de Beaumont —gruñó la enfermera señalándolo con un índiceamenazador—, ¡cuidad vuestros modales bajo mi techo u os echaré afuera yvuestrosrestosservirándecomidaaloscarroñeros!

—Estabaaúnenplenodeliciososueño,hermana—seexcusóeljovenzueloconunasonrisaangelicalquenoengañóanadie.

—Enesecaso,¡olvidadlo!¡Ydeprisa!—lefustigóAlbrantevolviéndosedeespaldasaél.

Esperóaqueellahubieradesaparecidoparapreguntar:—¿Yanomeayudáis?Philippineacercóuntaburetealacama,sesentóysecruzódebrazos.—Puestoquetanbienparecéisencontraros,yaospodéisespabilarsolo—le

soltó,enojada.Se escondió bajo la almohada de plumas, suspiró como un niño al que

hubieran reñido,hizovariasmuecase inclusogimióparaenternecera la joven.Ellanosemovió.

Desesperado,seincorporóenlacamayledirigióunamiradaangelicalquecontrastabaconsusmejillasorladasconunabarbaincipiente,suslabiosgolososysuscabellosalmidonadosporelsudor.

—Estosmodalesdebrutosonfrutodemidebilidad—comenzó.—¿Vuestradebilidad?¡Oscomportáiscomouncochino,señor,ymehabláis

dedebilidadcuandoesperovuestrasdisculpas!—leespetóPhilippine,queaúnestabaenfurecidaporhabersidoabrazadacomounacriada.

Laurent deBeaumont agachó la cabeza, dolido.Por espaciodeun instanterecordóalajovenzuelaconlaquehabíareídoensusvisitasasutía.Unajovenalegre, rica demente y de esperanza, alimentada de espera y promesas,mejordispuestaquecualquierotra,yapesardel lugar, a losmisteriosdel amor.Unajovenalaquehabíarespetadohastaqueellahicieramelindresbajolosárboles

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delhuerto,enfrentándoleasurival.Sedabacuentadequeenlugardesanarle,suactitud sólo la había hecho aúnmás deseable, cual flor venenosa cuya bellezafascina hasta el punto de cogerla ymorir. Por espacio de un instante, la habíadeseadotantoquesehabíanegadoaverlamarchita.Y,sinembargo,laverdaderaotra.PhilippinedeSassenagehabíacambiado.Separecíamásaunamonjaquealaimpertinentealaquehabíadeseadoposeerapasionadamente.

—Perdonadme—imploró—.Lleváisrazón,notengoexcusa.—Osperdonosimejuráisnovolverahacerlo,niahoraninunca.—Sin vuestro permiso, jamás—aceptó—, pues os amo Phi... Hélène, os

amoperdidamente.Casaosconmigoyosprometoquepasarémisdíascuidandodevosmásymejorquecualquierotroenelmundo.

Philippine suspiró. Finalmente, prefería que fuera él quien abordara lacuestiónpuestoqueellanohubierasabidocómohacerlaaflorar.

—Esimposible,señor,losientomucho.LaurentdeBeaumontendurecióeltono:—¿Acasodudáisdemipasión?—¿Cómopodríadudardevuestrapasiónsiporpocoosquema?Yyosoyla

responsable, lo sé. Mi inconsecuencia y mi pecado de orgullo que me hizoregodearmeenvuestroscelos...

—PhilibertdeMontoisonyyoteníamosotrosasuntospendientesantesdeserrivales—lainterrumpióLaurentdeBeaumont—.Nomegustansusmodales.Sí,será un hospitalario, pero es engreído y a mis ojos indigno de los votos quepronunció.Endosocasiones,estandoyoalserviciodeldelfín,meatropellóyseregodeóenmiridículo.Sinuestropríncipenohubieraestadopresente,lehabríaprovocadoparaexigirunareparación.Noosapesadumbréis,querida,puestardeo temprano nos hubiéramos enfrentado y, Dios me perdone, preferiría verlemuertoquesanadoymealegraverleagonizar.

LejosdetranquilizaraPhilippine,estaúltimaconfidencialamortificó:—Niseosocurrasemejantecosa.Ymenosaúnenestelugar...—Haycosaspeoresparalasalvacióndemialma,Hélène,puessólopienso

envos,díaynoche.Yeseamoralimentamiodiohaciaél,puestoquesólopensarqueaúnpuedacortejarosyposeerosmevuelveloco.

Philippinesepusoenpie,asustada.—Juradme,LaurentdeBeaumont,quenoharéisnadacontraél.—¿Mecreéis tancobardecomoparaacabarconélmientrasduerme?—se

indignóLaurentdeBeaumont,apartandolaalmohadaparaincorporarseaúnmás,apesardeldolorqueseleclavabaenlascostillascomounpuñal.

—Claro que no—atemperó Philippine—. Acostaos, por favor. La sangreabandonavuestrorostroynopodríasoportarserdenuevolacausadevuestros

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males.Él obedeció, pues de hecho le faltaba el aliento. Comenzó a toser y

Philippinefueaporunvasodeagua.Lediodebeberentredosarranquesdetos,sosteniéndole la nuca con la otra mano, inquieta por los silbidos de susbronquios.

—Continuaremosestaconversaciónmástarde,¿queréis?—preguntó,conlosrasgostensos.

—Lodudo—lerespondióellaalejándose.Esperóaquesehubieraacostadodenuevoyañadió:—Hevenidoadespedirme.Vuelvoacasademipadre.—¿Haocurridoalgunadesgraciaenvuestrafamilia?—Llegóporvuestraespadaymecondenaalosojosdeestacomunidad.La

abandono,pues,antesdeloprevisto,peronoantesdeobtenervuestrapromesadeque suceda lo que suceda, jamás volveréis a poner vuestra vida en peligro ennombredeunapegoquenocomparto.

Palideció,peroenesaocasiónnoeradebidoasuherida.—¿Debocomprenderquenomeamáis?—NiavosniaPhilibertdeMontoison,oslorepito.Locreí,inocentemente

ymeequivocaba.Olvidadme,serálomejor-confesóPhilippineconvozapagadaantelaactituddeél,conlasmandíbulascrispadas.

Apretólasábanaconelpuño,comosidesearaaprisionarsuorgulloherido.—Mepedísloimposible.—Rezaréparaqueloconsigáis.Ledirigióunamiradadolorosa.—¿Estáislista,prima?Sidonieacababadeentrarenlaestancia.—Vuestro para siempre, hagáis lo que hagáis —murmuró Laurent de

Beaumontamododeadiósantesdevolverelrostrohaciaelotrolado.Philippine no insistió. Con unos pasos se reunió con Sidonie, que la

aguardaba.—¿Nuestroamigoestádespierto?—No—mintióPhilippine.—Lástima. Sor Albrante le transmitirá nuestros deseos de un pronto

restablecimiento...Sidonielepasóunbrazoporencimadeloshombros.—Acabode estar convuestrashermanasque estánmuy tristes por vuestra

partida,ysifueraisaverlasseconsolarían.—Pero¿y laabadesa?¿Ymicastigo?—sesorprendióPhilippine,dejando

sinembargoquelacondujera.

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—Nopenséismásenello,asuntoresuelto.Salieron del hospicio y Philippine sintió de repente el calor. Lo había

olvidado,encerradaparacumplirconsudebereneledificioconservadofrescogracias al espesor de los muros y las estrechas ventanas. Atravesó el patio,revigorizada por los olores de las plantas aromáticas del huerto y llegó aldormitoriodondelasaguardabanlashijasdeJacques.

Éstasseabalanzaronsobresuhermana.Philippinelasabrazódeunaenuna,felizdepoderdarlesalgunasrecomendaciones.Sólounosminutosmásdelrestode su pasado, antes de dejarlas. Prometió visitarlas a menudo y tambiénescribirles y, acto seguido, mientras las campanas sonaban para anunciar elalmuerzo,lesdijoqueseapresuraranparairacomer.

Encuantohubieronsalido,Philippinevolvió juntoaSidonie,quesehabíaquedadomásapartada.

—Quisierasaludaralaabadesa.Sidonieasintiócon lacabeza.Elvelode tristezaquePhilippinedescubrió

en los ojos de su prima la sorprendió. Fuera cual fuese el motivo, Sidonie loespantóconunasonrisaafectuosa:

—Micarruajeosesperafrentealrastrillo.Laabadesa,enposefirmeyconlasmanosalaespalda,barríaelpatiocon

lamiradadesde la ventanade la habitaciónde JeannedeCommiers, la esposaoficialmentedifuntadelbarónJacquescuandollamarona lapuerta.Permanecióinmóvil.

—Hanllamado,señora—ledijoJeanne,alverqueinsistían.—Loheoído.—¿Queréisqueabralapuerta?Laabadesasuspiró,abandonósupuestodevigilanciayfueaabrirlapuerta

traslaque,comohabíaadivinado,sehallabalasirvienta.—EsPhilippine,señora,deseaverosantesdepartir—murmurólaconversa.—Decidlequenomehabéisencontrado...Esunaorden—añadiólaabadesa

al ver que la sirvienta bailaba sobre uno y otro pie mientras buscaba algúnargumentoparaconvencerla.

Semarchóconlatristezaenlamirada.—Bonitonombre,Philippine.¿Quiénes?—preguntóJeanne.Laabadesasedetuvofrenteaella.—¿Noosevocanada?Jeanneabriósubocadelicada,rebuscóentrelanadadesuentendimientoy

preguntó,comounacriaturasorprendidaenfalta:—¿Debería?—No—la tranquilizó dolorosamente la religiosamientras se plantaba de

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nuevoantelaventana.Vioalajovenzuelaque,desdeelpatio,dirigíasumiradahacialasventanas

de su despacho, con el rostro descompuesto por su expulsión. A su espalda,Jeanneinsistió:

—¿Porquésemarcha?—Paradesposarse—respondiódistraídamentelaabadesa,queenaquellos

momentosseguíaconlamiradaelpasolentodePhilippinehacialamuralla.Allí la aguardaba sorAlbrante. Cruzaron el portón juntas y las perdió de

vista.—¿Estáistriste?—Siempreseestátristecuandolaspersonasqueamamosnosdejan.Hubounlargosilencioduranteelcuallaabadesavioelcarruajeatravesarla

murallaalpasolentodeloscaballos,protegidoporunanutridaescolta.Yanoeramomentoderemordimientos.La abadesa envejecía. Había esperado que Philippine tuviera la piedad

necesaria. En ese caso, la hubiera nombrado su sucesora y la joven hubieracomprendidoporquéAlbranteyella lahabíanprivadode la caricaturadeunamadre. Hubiera comprendido que el lugar de Jeanne de Commiers sólo habíapodido ser y sólo podría ser allí, al abrigo de los hombres.Al abrigo de ellamisma.Talcosahabíaesperadoysehabíaequivocado.PhilippinedeSassenageestaba hecha para el matrimonio, como antes su madre. Demasiado ligera,demasiadodespreocupada.Laabadesanohubierapodidoconfiarenella.Aunquese le profesaraungran amor, ocuparsede JeannedeCommiers eraunapesadacarga y ninguna de sus hijas podría compartirla.Así que su decisión ya estabatomada.SiSidonie semantenía callada, la abadesamoriría con su secretoy lacomunidadseharíacargodeJeanne.Asíeramejor.Paratodos.

Decaminoalhospicio,conlosbrazoscolgandoyarrastrandolospies,sorAlbrante alzó su mirada hacia el último piso de la torre austera, reservado aJeannedeCommiers.Laabadesanoseescondiódelamiradadelaenfermera.Supena,losabía,erasimilar.Albrantesólohabíatenidoelcorajedemostrarla.

—¿Quésignificadesposarse,señora?—preguntósuprotegida.Yanoeramomentoderemordimientos.Sevolvióhacialamujerniñaquelesonreía,instaladacomodecostumbreen

aquelsillón,enaquellahabitaciónquejamásabandonaba.Apesardesustreintaycincoaños,aparentabaquinceacausadesuconstituciónmenuda.ElvivoretratodePhilippine.Alverquelaabadesanorespondía,Jeanneolvidósupreguntayletendiósulabor:

—Mirad,casinomehesalido.Laabadesasintióunvuelcoenelcorazón.Sobreelcañamazo, larosaque

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hubieradebidobordarnoerasinounamasijodepuntosdesordenados,unramodeespinasqueyanuncaseabriría.

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MIENTRASlaliteratraqueteabaporelcaminoalpasolentodeloscaballosquetirabande lamisma,Philippine leexplicó todoaSidonie.SuconversaciónconLaurentdeBeaumontyPhilibertdeMontoisonenelhuerto,elduelo,sucastigo,suextravíoencerradaenlacelda,susnáuseasjuntoallechodelosenfermos,lanegativadelaabadesaavolveraverlayelafectodesorAlbrante.Sualivioalabandonarlaabadíaytambiénsudesgarroporloqueallídejabatrasella.

—Al crecer siempre dejamos atrás algo de nosotras mismas —aseguróSidonieantesdeañadir,convivezayentusiasmo,dirigiéndoleunguiñocómplice—:Conelpasodeltiemponosdamoscuentadequenosiempreeralomejor,asíqueseimponedesprendersedeellocuantoantes.Ymáximecuandoesosdosserecuperaránymuyprontoandaránalagreñadenuevoporotracomohicieronporti.

Philippineexclamó:—EslomismoquemehadichosorAlbrante.¿Esésalaúnicamaneraque

tienenloshombresparahacerseamar?Sidonie se echó a reír, con una risa profunda que caía en cascada, pura y

generosa.—Esaymuchasmás,puedescreerme.Enmateriadetejemanejesydeamor,

nuncaandanfaltosdeideas.Verás,Philippine...—Hélène—lainterrumpiólasusodicha—.Asíescomohayquellamarmea

partir de ahora en memoria de mi madre, que me bautizó de nuevo antes deexpirar.

—Hélène...Vabiencontucolordepielytusméritos.¿Sabesqueexisteotrabeldad de gran renombre, una griega cuya belleza fue nefasta para quienes larodeaban?

—Loignoraba...Enesecaso...—Nocambianada—la tranquilizóSidonie,posandounamanoensortijada

sobresumuñeca.Suvozenronqueció,mientrasañadía,contristezaenlamirada—:Amabasinceramenteatumadre.Fuedulceycomprensivaconmigo.Nuncamecerró su puerta, ni me negó su ayuda o incluso su hombro. Poseía ese donprecioso de saber leer en los corazones de los demás y las habladurías no leimportaban.

—¿Eran fundadas? —preguntó Philippine en ese tono de confidenciainiciadoporSidonie.

—Sin duda —respondió su prima encogiéndose de hombros—. Tenía tu

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edadcuandomearrojarona lacamademiesposo.Erafeo,gordoyapestabaasudoryvinoagrio.Yonosabíanadadelmatrimonioytuvequeacostumbrarme,como otras, pero no me resigné. Esa fue mi culpa. Mi esposo se mostróconciliador porque era un pervertido. Le excitaba verme en pleno lance conotro...

Sidoniesecalló,alertadaporlasmejillassonrojadasdePhilippine.—Perdóname—dijo ella, enternecida—.Es verdad que aún ignoras todas

esas cosas. La abadesame azotaría por haber permitido que las oyeras.Y, sinembargo, debes aprenderlas puesto que no deseo que sufras como sufrí yo.Nodejaré que nadie te mancille ni te humille por tan poca cosa como un orgulloescarnecido.Seducirnoesuncrimen,Hélène,esundeber.Sóloelamordeberíaconduciralmatrimonio.Elamorynoelinterés.

—Pero¿cómopuedereconocerse?—Es él quien te reconoce,Hélène. Él y sólo él. Por ello te enseñaré sus

trampas,susobstáculosysusamenazas.Paraquenopuedaengañarte.Yloharéenmemoriadetumadre.

—¿Ymipadre?¿Leamabaisantesdequeellamuriera?—Desdeelprimermomentoysinesperanza.Nuncaselohabríaconfesado

siélnohubierainsistido.Durantemuchotiempomesentículpablederobárseloaaquelladamaquetantomehabíadado.

—Nosoisresponsabledeello.Fueellaquiensefue.Sidonieledirigióunamiradatristeantesdeconcluir:—Esofueloqueacabéporaceptar,paradarunsentidoasumemoriayestar

junto a él como ella hubiera estado si aún hubiera podido. Y recordarla en elafectoqueosprofesabayaque,Hélène,paramínohaynadapeorque llegaraolvidaralaspersonasalasquehemosamado.

Durantemucho rato, Philippine semeció en el silencio que siguió a esaspalabras.Conlosojoscerradosaunsueñoalquelajovenzuelanoteníaacceso,Sidoniedejóqueelcaminoavanzara/Luego,suvozligeraseoyódenuevo:

—PasaremosporLaBâtieantesdellegaraSassenage.Hepensadoqueatitambiéntegustaríaverladecoracióndetuhabitaciónantesdequeempiecenlasobras. Era la de una niña y ya eres unamujer. Tu padre no nos lo reprochará.Además,tuhermanaClaudinenopartehastamañanaacasadesumadrina,dondesealojaráhastaquetodoestéacabado.Asípodrásdarleunabrazo.

—Cómo debe de haber cambiado—se alegró de inmediato Philippine—.¡Laúltimavezquelavieraunaniñita!

—Puesahora,asussieteaños,esmásvivaqueunaanguila,mássaladaqueunduendecilloyredondacomounacalabaza.Ledamuchotrabajoasuniñera.Note ofusques, pero tu hermana pequeñame llamamamá y no he tenido valor de

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contradecirtepueslaquieromucho.—Habéishechobien.¿Habéisdichounduende?—Espera a que lleguemos—se lamentó Sidonie alzando cómicamente la

miradahaciaeltecho.Philippinesevioenvueltaporlosrecuerdos.Laúltimavezquehabíatomado

aquelcaminofueensentidocontrario,consushermanas, tansólounassemanasdespuésdelamuertedesumadre.

Cincoaños.El paisaje que se recortaba tras la cortina alzada no le pareció diferente.

Sólo ella había cambiado. Oyó un ligero ronquido f volvió la cabeza haciaSidonie. En la banqueta de cuero oscuro, su prima se había adormilado y sumejilla se bamboleaba contra elmontante forrado. Philippine no pudo reprimirunasonrisa.Otras,enaquellapostura,hubieranparecidodescuidadas.Noeraelcaso de Sidonie. Aquella gracia con la que adornaba todos sus gestos laaureolaba incluso en el sueño. Philippine sintió una bocanada de ternura. Sesentíamejor,másserena.

AmedidaqueelcarrodevorabalasleguasquelasseparabandeLaBâtie,lajoven se desprendía de la abadía, de sor Albrante, de los duelistas y de sushermanaspequeñas.Sushombrossealigerabandelpesodesuculpabilidad.LaconversaciónconSidonielaayudabaytambiénsusconfidencias,inclusoaunquesehubierasentidoincómodaporsuspalabrasapesardeignorarsusignificado.Asus ojos demasiado castos, los lances amorosos tenían la forma de uninterrogante.SeprometióasímismapreguntarleaSidonie,alabrigodelacertezade que su prima vería en ello una legítima curiosidad, lejos del espíritu dedepravaciónquelaabadesalesatribuíaaambas.

La corriente de aire que se coló en el habitáculo llevaba el perfume delhumusdelosbosquesqueelcarroatravesabaylareanimó.Lavidavolvíaaella.CuandoreconocióelpueblodeSaint-Laurent-en-Royansqueacababandecruzar,nopudoresistirsealplacerdeasomarsepor laventanillay llenarse lavistadesushabitantes,indiferentesalanubedepolvoquelevantabanlasruedasyeltrotedeloscaballosdelaescoltasobreeláridocamino.

Acabópor resguardarsedenuevoenel interior,presadeunataquede tosquesobresaltóaSidonieyladespertó.

—¡Pardiez!—exclamóéstaalverlatoseryestornudar,despeinada,conlosojos irritados, las mejillas ardiendo a causa del sol que le había dado y delesfuerzoprovocadoporlatos.

Tardóunosminutosen recuperarelaliento,y la jovenzuelasesonóconelpañuelodealgodónqueletendióSidonie,enelmomentoenquefranqueabanlasaltastorresdelcuerpodeguardia.

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Así fue como Philippine de Sassenage llamadaHélène regresó a su casa,pues antes de que tuviera tiempo de asearse y de componer su vestimenta, enmedio del patio del magnífico castillo octogonal, se abrió su portezuela yaparecióuna chiquilla traviesa.SuhermanaClaudine se encaramóágilmente alestribodispuestaadarlelabienvenidaaaquellaquehabíaadoptadocomomadre,pero vio cómo Sidonie se desvelaba por consolar a aquella pobrecilla quélloriqueabayexclamaba,presarepentinamentedelegítimoscelos:

—Pero¿cómoseosocurre,mamá?¡Esacochinaospegarásuspulgas!—Esacochinaesvuestrahermana—dijoSidonie,riéndosealegremente—,y

sinoosdisculpáisdeinmediato,¡envezdepulgasósdaréunazurra!Enmudecidaporunos instantes, lachiquillaexaminóaaquelladamiselade

cabellosyrostropolvorientosy,másdecididaporlaamenazaqueporelrespeto,decidiódeclarar:

—Acepto que sea mi hermana, mamá, pero si debo darle un abrazoaguardaréaquesehayalavado.

Paracontradecirla,Philippine,queyaserecuperaba,agarróasuhermanadelamanga,latumbósobrelabanquetaapesardesusenérgicasprotestasylehizotantascosquillasquelaotraseretorcíaderisahastapedirclemencia.Encuantolahubosoltado,ClaudineselanzósobrePhilippineparavengarse.Laniñera,quesehabíaacercadoalaportezueladelalitera,lasdescubrióaambasrevolcándoseyriendoacarcajadas.SusrisashabíancontagiadoaSidonie,Dumaseinclusoalcochero.

—¡Claudine!¡Vamos!—seindignóMarie.—Dejadqueseconozcan—objetóSidoniemientrasdescendí»delcarruaje.—Perovamos...¡asuedad!—Sisólotienesieteaños,Marie...—NohablabadelaseñoritaClaudine,señora...Sidonie volvió a reírse a carcajadas. Al verla tan mustia en el hospicio,

temióquePhilippinetardaríaenrecuperarsualegría.¡Cómoexplicarlepuesalaniñeraqueaquellapelealereconfortabaelalmayque,unavezmás,leimportabauncominoquenoserespetaranlasconvenciones!

—Osdoylabienvenida—dijoMarthe,plantándoseanteella.Sidonie adoptó de nuevo un serio semblante ante la gravedad de su

camarera.—¿Sehancumplidomisórdenes?—He velado personalmente para que así fuera —afirmó Marthe con una

inclinacióndecabeza.—¿Puedoretirarme?—preguntóasuvezsireDumas,quehabíapermitidoel

descansodesushombresunavezcruzadoelrastrilloyqueacababadeentregarla

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bridadesucaballoalpalafrenero.Sidonieleautorizóaretirarse.Ibaahacerlomismoconelcochero,aljuzgar

quelapequeñaClaudineyahabíajugadobastante,cuandolachiquilladescendiódel carruaje descamisada, seguida de Philippine, con los ojos centelleando dealegría. Marie reprimió un grito de enojo y se oyó una voz aflautada querespondía:

—¡Osdigo,mamá,queestahermananolevaagustaralseñorcura!Trassuafirmación,Claudinesemarchóconsuniñera,quejurabaqueibana

volverlalocayqueyasedaríancuentaentoncesdeldesaguisado,yesohizoquelachiquillasevolvierahaciasuhermanayledirigieraunguiñocómplice.

Philippine le respondió con una señal de lamano, pero se quedó inmóvilcuandodescubrióaMarthejuntoaSidonie.Yalahabíavistoencompañíadesuprimay lamentóquesiguieraconella.Loque lahabíadejadoheladanoera lafealdad deMarthe, sino la siniestramirada que le había dirigido, traicionera ycruel. Philippine procuródeshacerse de aquella desagradable sensación ante elrostroalegredeSidonie.Sisuprimalasoportaba,nohabíarazónparaqueellano hiciera lo mismo. Pero el júbilo de aquel momento se había fastidiadoirremediablemente.

—Ospidoperdón,puesarmar jaleoyanoescosademiedadynosabríadeciros qué me ha sucedido, tal vez sea el recuerdo de este lugar y de losmomentosfelicesqueenélviví—ledijoaSidonie.

—Nise tepasepor lacabezadisculparte.Noshemosreídomucho,¿noesverdad,Marthe?

—Enefecto,señora.Sedbienvenida,señoritaPhilippine.Philippinelasaludóasuvezyvolviólacabeza.Decididamente,surazónno

bastaba,pueshastaaquellavozronca,queparecíasurgirdelasprofundidadesdelatierra,ledesagradaba.

Sidonie pasó su brazo afectuosamente por los hombros de Philippine y lacondujohacialasescaleras.

—¿Quieresquetedigaunacosa,Hélène?Talveznosepascómosehacen losniños,pero tienesel instintoparahacerque tequieran.

Conesepequeñomonstruo,créeme,¡noeracosadecoserycantar!

Marthe, inmóvil en medio del patio, sintió que su ritmo cardíaco seacelerabayqueunaalegríamalsanaseapoderabadeella.Hélène.SidoniehabíallamadoHélènealajovenzuela.

Contuvounacarcajada.SiJeannedeCommiershabíatratadodeprotegerasuhijabautizándolaPhilippine,seequivocó.Visiblementeeldestinodelajovenla había alcanzado cuando su madre ya no era capaz de evitar lo que pasara.

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Habíallegadoelmomento.¡Porfin!Siguió a la jovenzuela con una mirada voraz hasta que, en compañía de

Sidonie, desapareció de su vista una vez traspuso la puerta. Marthe dio unaszancadasparaunirseaellasperoderepentesedetuvoenseco.Conlossentidosexacerbadosporaquellanuevaasícomopor laproximidadde la luna llena, sevolvió sobre sí misma, con la certeza de que estaba siendo observada. Unospasosmásallá,unasirvientaquetrabajosamenteacarreabauncubollenodeaguadesdeelpozovecino,sehabíadetenidoparaenjugarse lafrente.Martheachicólosojos.

—¿Notienesnadamejorquehacer?Lamozuela,másjovenyenclenquequePhilippine,sesorbiólosmocos,se

apresuró, tropezó, arrolló a la camarera y le derramó agua sobre la falda. SutorpezaexasperóaMartheyalavezlaexcitó.Agarrandoalasirvientadelbrazo,laalzóylaabofeteórugiendoconvozsorda:

—Como castigo, vendrás a verme cuando anochezca. ¡Y ni se te ocurradecírseloaalguienoaúntecostarámáscarodeloquehayaspodidooír!

Aterrorizada, lamozuelasearrastróhastaelcubo,sepusoalpie,corrióallenarloyestaveztuvofuerzasparallevarlohastalacocinarezandoaDiosparaquealejaradesucaminoaaqueldiabloantesdequellegaralanoche.

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LAhistoriaqueGersende reveló a suhijaparecíaunode esos cuentosque losjuglarescontabanporloscaminos.Algondenoselocreíay,sinembargo,sabíaconfusamentequetodoeraverdad.

Noconseguíaconciliarelsueño.Aquellanoche,comolasanterioresdesdequecruzaranlapuertadelahabitaciónmaldita,dabavueltasenlacama.Alotroladodellechoquecompartían,sumadreroncaba,agotadaporladurajornada.

Aqueldía,losacontecimientos,además,sehabíanencadenadounotrasotro.Enprimerlugar,porfinelbarónJacqueshabíadejadodetenerfiebre.Estahabíadesaparecido tal como había hecho acto de presencia. Tras cuatro días dedelirios,sedespertóenlacamaconlasensacióndequeacababadetumbarseenella tras la marcha de Sidonie. Gersende se vio obligada a desmentir sussuposicionesy,sobretodo,aexplicarlequeatodasluceshabíarotolossellosdelapartamentodelúltimopisoantesdedesvanecerse.

—¿Estáisseguradeello,Gersende?Nolorecuerdo.—Loheverificadopersonalmente,señor.—¿Ybien?—Puesnada—replicólaintendentaconaplomo.—¿YMelusina?—Nohaaparecido.—Lachimenea...¿Habíaunretratosobrelachimenea?—insistióalrecordar

laimagendesusueño.—No,señor.Nohabíaningúnretrato.Parecióaliviado.—Sedice,sinembargo,quehabíaunodelhada—dijolabruja,queseguía

juntoallechodelbarón.

—Habrá que suponer que la leyenda es lo que es, una leyenda—objetóJacques,visiblementefelizdepoderhacertalafirmación.

La bruja hizo unamueca, pidió permiso para retirarse ahora que el señorhabíarecuperadolasaludydesaparecióencuantoéstelehubodadolasgracias.

Gersende la siguió puesto que Jacques de Sassenage, restablecido, habíapedido que le sirvieran comida y bebida. En la cocina, maese Janisse habíapuesto al horno dos perdices y una tarta de setas y le daba a los fuelles paraalimentarlasbrasasbajolaolladecaldomientrassilbabacomplacido.Unacasaenlaqueelseñorestáenfermovegetaconélyreviveencuantosana.Lanoticia

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corrió hasta el pueblo y el posadero ofreció una ronda de cerveza a cuantospasabanfrenteasuestablecimiento.

SóloAlgondepermanecía retraídapues conocía, al igual que sumadre, laverdaderanaturalezadelmalquesufríaelbarónJacquesylasrazonesporlasquehabíasanado,independientementedelaspocionesquelehubieranadministrado.

Consigilo,paranodespertarasumadre,selevantódelacamaysecubrióconunchaldelanafinasobresucamisón,peronosecalzóparaquesuszapatosno hicieran rechinar el suelo demadera. Se dirigió hacia la puerta, la abrió ysalió al descansillo. En uno de los refuerzos del muro, un farolillo encendidodesprendíaunasuaveclaridad.Algondehubierapodidocogerlo*perosabíaquenoleseríadeutilidad.Subiólaescalera,pasófrentealapuertademaeseJanisse,que vivía encima de ellas con sus pinches, y llegó al último piso del torreón.Gersendelehabíaconfiadolallavedelahabitaciónmaldita.Tansilenciosamentecomopudo,Algondelaintrodujoenlacerradurayentró.Unautillolanzóungrito.La jovenzuela se encerró en la habitación, y sintió un extraño escalofríoprovocado a la par por la angustia y la excitación, frente a los objetosdeterioradosqueamueblabanaquellaestanciaantañoespléndida.

La cama con dosel cuyas cortinas granates desgarradas parecían unastelarañasmonstruosas.Losmontantesdevoradosporlahumedad.Lacolcharoídahasta el colchón de paja por ratones glotones. Las alfombras y los tapicescubiertosdepolvo,descoloridosallídondeleshabíadadolaluzdelsolatravésde las tablas claveteadas frente a la ventana hasta hacía unos días. El taburetejuntoalhusosobreelqueunalanasuciayoscurayanoesperabaaserhilada.Elbiombo de papel parafinado en su día terso, ahora apenas una mamparaagujereadaquenoocultabalabañeradelhada.

Bañados por la luz blanquecina de la luna llena, los objetos parecíanmíserosya lavez tocadosporunmisterioque lacruda luzdeldía leshubierarobado. La mirada de Algonde se detuvo en la chimenea. Las cenizasrevoloteaban intermitentemente mecidas por un fuerte viento antes de caer denuevosobrelosmorillosdebronceosobreelsuelodemadera.Unaratacorrióatravésdelahabitaciónydesaparecióporunagrietaentredospiedrasenelmuro.Algondenosesobresaltó.Enaquelmomento,teníasuvistafijadaenelmantodelachimenea,allídondeseveíalaseñaldejadaporelretratosobretablaqueconsumadresehabíanllevadoyocultado.

Enuninstantevolvióaversecuatrodíasantes,alentrarenaquellaestanciaporprimeravez,conunamezcladeaprensiónydecuriosidad.

Asusojosleshabíacostadohabituarsealapenumbra.—Ayúdame—exigióGersendedirigiéndosehacialaventanacondenada.Trasserpenteartrasellaentrelosmuebles,conelcorazóndandobrincosal

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menor ruido, la jovenzuela se apuntaló siguiendo el ejemplo de sumadre paraarrancarunadelastablas.Cediósinesfuerzo,pueslamaderaestabapodridaporlos efectos de la intemperie. La luz invadió la estancia. Una de las tablas delsuelodemadera,estropeadaporelaguadelasgoterasalolargodelosaños,serompió bajo el talón de la jovenzuela.Algonde tuvo que apoyar lamano en laparedparaliberarsupie,distraídaporunosinstantesdecuantolarodeaba.

—¡Asíqueeraverdad!Lavozacongojadadesumadrejuntoaellahizoquesevolviera.Lamirada

deAlgondesiguióladesumadrehacialachimenea.Sequedósinalientoytuvoqueapoyarseenlapared,yel

piequeacababade liberarvolvióahundirseenel agujero sinqueella sedieranicuenta.

«Noesposible,noesposible...»,repetíaunayotravezunavozdentrodesucabezaquenoalcanzabaa traspasarsus labios.Alasclaras,el retratosobreelmantodelachimeneaeraeldeMelusina.Y,sinembargo,loqueveíaAlgondeerasu propio retrato: el mismo rostro alargado de pómulos altos, la misma bocacarnosa.Lamismamiradapicara,lamismatrenzacastañasobreelpecho.

Sumadrelacogiódelamanoysusmiradasseencontraron.FueAlgondequieninterrumpióelsilencio.—HevistoaMelusina,madre.Lavicuandomesalvó,ynoesellani soy

yo...—Losé—lainterrumpióGersende,envozbaja,paraqueelcentineladela

terrazanopudieraoír suconversación—.Sentémonos,me tiemblan laspiernas.Deboexplicartemuchascosas.

Seinstalaroncaraacarasobrelacolchapolvorientaydescolorida.—EseretratoeseldeMelusina—comenzóGersendeamododepreámbulo

—,talcomosepintóenvidasuyaporencargodeRaymondin...—Pero...La objeción deAlgonde se desvaneció ante lamirada conminatoria de su

madreyéstaprosiguió:—Aquella a la queviste probablemente estaba irreconocible debido a los

siglos pasados en las aguas del Furon. De hecho, la historia de MelusinacomienzamuchoantesdesumatrimonioconRaymondin,elmenordeloshijosdelconde de Forez, antepasado de los Sassenage. Se inicia con la historia de unaraza,larazadelashadas.¿HasoídohablardelaleyendadeBretaña?

—¿LadelreyArturoyelmagoMerlín?—Esamisma.—Eljuglarquevinoelinviernopasadolacantó—recordóAlgonde,queno

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veíaquérelaciónpodíaexistirentreaquelpoemayelextrañoretrato.—En la isladeAvaloncohabitaban lascriaturasde luzque,comoMerlín,

poseíanelsaberoriginal,losdruidasylassacerdotisas,mortalesencargadosdeenseñarloalospueblosdelatierra,criaturasservilescomoloselfos,losgnomosy los duendes, maléficas como las harpías, o también las hadas, de naturalezainmortalcomolasharpías,perogenerosas,benefactorasydeunabellezasuperiora ladecualquiera.Entresusnumerosospoderes figurabaelde la invisibilidad,que les permitía ir y venir del mundo de los humanos sin que éstos seapercibieran.Sinembargo,hubonumerososhimeneos,tandesastrososqueMerlíndecidióprohibiralashadasabandonarlaislaysucumbirdenuevoalosencantosdeunhombre,bajopenadeserexpulsadasparasiempre.Dehecho,elpoderdelaIglesia se extendía por doquier, transformaba los lugares paganos en santuariosdivinos y poco a poco relegaba los cultos antiguos a las fronteras de loimaginario.Lashadasyano tenían lugarparaellasenesaaustera realidad.Poresemotivo aceptaron la imposición deMerlínmientras la reina deAvalon, lagransacerdotisa, tratabadepreservarsusantiguasalianzasydeconseguirotrasnuevasparaquelapuertaentreambosmundosnosecerraranunca.Hubounhada,sinembargo,quesenegóaresignarse...

—Melusina—intervinoAlgonde,súbitamenteapasionada.:—No,sumadre,Presina.Elpueblodeloshumanoslafascinaba.Noperdía

ocasióndeque leexplicarancuantosucedíaen tornoa la isla.Undía,al saberqueelreydeEscociadeseaba«revistarseconlareina,Presinaseocultótrasuntapiz del palacio para verle.El reyElinas le gustó tanto que se enamoróde élhasta el punto de que, al regresar a la semana siguiente, se le apareció en elbosquequeatravesaba.Mintióysehizopasarporunadamaceltadealtolinajenacidaconlafacultaddelaprofecía.AñadióqueesedondeDioshabíacausadopreocupaciónenAvalondondepretendíanser losúnicoscapacesdeposeerloyquedesdeentonceslateníansecuestradaenlaisla.SubellezaysufervorhicieronqueparecieratanconvincentequeElinasseprendódeelladeinmediatoyyasólosoñabaconliberarla.PresinaburlólavigilanciadeMerlínysereunióconElinasfueradeAvalon,enlacapilladeCanterbury,dondeesteúltimolaesperabaparacasarse con ella. GuandoMerlín supo que Presina los había engañado ya erademasiado tarde, pues el matrimonio se había consumado. Se contentó conadvertiraPresinaacercadelasconsecuenciasdesusactosyconhacerquejuraraquenuncadiríaquiéneraenverdad.Elhadaaceptócuantose lepidió, inclusohacerse pasar por muerta y regresar a la isla en cuanto falleciera su esposo.Prometiótambiénnodaraluz.

—Aparentemente, no cumplió su palabra—comentóAlgonde volviéndosedenuevohaciaelretrato,ávidadesaberenquélaconcerníaaquellahistoriatan

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apasionante.—En efecto —replicó Gersende con un suspiro—, pues ahí es donde

empiezanuestrolinaje.Algondesesobresaltó.—Nuestrolinaje—repitió,incrédula.Con una sonrisa triste en los labios, Gersende acarició afectuosamente la

mejilladesuhija.—Yesaprofecíaquevaunidaaélydelaque,estoyconvencida, tehabló

Melusina.Algonde asintió con la cabeza, invitándola con la mirada a proseguir el

relato.—Los primeros años de ese matrimonio contra natura fueron felices. Tan

felicesqueelhadaolvidósu juramentoy seabandonóaaquellaexistenciaquealimentabasufascinaciónporelmundodeloshumanos.ElamorquesentíaporElinas era tan intenso que le ofreció los hijos que esperaba, segura de querespetaríasupromesadenotratardeverlamientrasdieraaluz.Aquellanoche,dioaluztrillizas:Melusina,MelioryPlantina,enlomásaltodelatorrealaqueteníaporcostumbreretirarseparaentregarseasunaturalezadehada.Perturbadapor el dolor del parto, olvidó cerrar la puerta. Al oírla gritar, Elinas forzó laentradayladescubriórodeadadeunaluzazuladaydeelfosquehabíanacudidoaayudarla.Enlugardemaravillarse,sesintióengañadoporlareina.

—¿Porqué?—preguntóAlgondecadavezmásfascinada.—Convencidodequeaquelloredundaríaenprovechoparasupueblo,Elinas

había autorizado a las sacerdotisas a extender su poder en Escocia. La únicacondiciónquehabíaexigidoeraquesusangrenosemezclarajamás,puesqueríaevitarhallarseundíabajodominiodeAvalon.CreyóquePresinahabíarecibidoelencargodelareinadepervertirsulinajeparahacerseconesecontrol.

—¿QuéfuedePresina?—LacóleradelreylamandódenuevoaAvalonconsushijas,sinqueéste

aceptarasiquieraescucharsusmotivos.AsífuecomoEscociasevioprivadadela influencia deAvalon.Y por ello también la reina siempre guardó un rencortenazaPresinareprimidoporelrespetoqueledebíaaMerlín.

—Así queMelusina y sus hermanas eran de sangre mestiza... ¿Qué lugarpodíanocuparenAvalon?

—En verdad, ninguno, puesto que como temiera Merlín, a pesar de serinmortaleseranmuydiferentesdelasdemás.Yaúnmáspuestoqueselesocultólaverdadacercadesunacimiento.Acabaronpordescubrirlocuandocumplieronquince años, porunode los elfosque asistieron a suparto.Aldarse cuentadetodo aquello de lo que su padre las había privado, decidieron castigarle.A lo

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largo de los años, habían descubierto que poseían poderes mágicoscomplementariosquedecidieronunir.Melusinapodíanadarcomounaserpientedemardurantehoras,MeliorposeíaungavilánquedabacuerpoasussueñoslasnochesdelunallenayPlantina,ademásdelafacultaddecambiardeaparienciacomosumadre,cuandolodeseabapodíadesapareceryreaparecer juntoaella.Hasta aquel momento, en Avalon, no habían tenidos muchas oportunidades deutilizar sus poderes. FueMelusina quien logró localizar el reino de su padre.Meliorenvióallíasugavilán,yElinasfuecapturadoyencerradoenelcentrodelamontañadeBrumbloremmlion,mientrasPlantina seapoderabadel tesorodelreino.Evidentemente,ladesaparicióndelreyllegóaoídosdePresina,quenuncahabía tenido resentimiento hacia él y no había podido olvidarle. Oliéndose laverdad,convocóasushijasytratódequeleconfesarandóndeteníanprisioneroaElinas.Seburlarondelasensibleríadesumadre.Furiosaydesesperada,Presinalascastigóconvirtiendosuspoderesentaras.AMelusinaleaparecióunacoladeserpientetodoslossábadosyfuecondenadaaerrarporloscaminos,MeliorfuerecluidaenuncastillodeArmeniavigiladapor sugavilán.Laúltima,Plantina,fue emparedada en Aragón con el tesoro de su padre que tuvo que hacerprosperar.Lareina,porsuparte,exigióqueesamaldiciónfueraeterna.Yasífue.Mas para gran inquietud de la reina, en cuanto las tres hermanas abandonaronAvalon,lagranprofetisadelaislaleyólasrunasydijoquenadaseríacomoellaesperaba.

»“ElpoderdelastresfrentealmaleficiotriunfaráyelhijovellosonacidodeHélèneydeunpríncipedeAnatoliaconquistarálasTierrasAltas”—enuncióAlgondeenelsilenciodelahabitaciónmaldita,frenteaaquellalunaredondaquelesonreíaconcomplicidad.

Un gavilán dio vueltas a contraluz antes de posarse sobre la copa de unárbol.

GraciasalaúltimarevelacióndeGersende,ahoratodocobrabasentido.—No sé cómo las tres hermanas descubrieron la profecía —prosiguió

Gersende—,peroéstalesdiocorajeparaenfrentarseasudestino.IgnoroquéfuedePlantina,peroMelusinaseenamoródeRaymondin, reprodujoelerrordesumadrey,comoésta,fuecondenadaadexilioporsuesposotrashaberledotadodeunasólidadescendencia.Melior,porelcontrario,senegóasobreviviralhombrequeamabaynocesóensubúsquedadelmediodeliberarseellamismaperdiendosuinmortalidad.Loconsiguióofreciendolosojosdesuamadocomosacrificioasugavilán.Permaneciójuntoalciegohastaqueambosllegaronalavejezyseloslevara a la par. No podía, sin embargo, abandonar a sus hermanas. La propiaprofecíaparecíademostrarquesupoderdebíasobreviviraella.Antesdemorir,tuvounavisiónqueconfióasuhija,mortal,yleencargóqueavisaraaMelusinay

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que transmitiera de generación en generación que una de sus descendientesnaceríaparareemplazarla,alaqueelgavilánobedeceríayquesepareceríahastaenelmenordesusrasgosalastrillizas...Tú,Algonde.Lotemícuandoelgavilánse arrojó sobre tu padre, al día siguiente de que lo descubrieras dándome unapalizabrutal;locomprendícuandoMelusinatesalvó...Yahora,conesteretrato,disponemosdelaprueba.

Algondebostezófrentealaventana.Arrojándosedesdelacopadeunárbol,ungavilánselanzóenpicadohaciaelsueloparacazarunapresainvisible.¿EraelgavilándeMelior?¿Elmismoqueprovocó lamuertedesupadre?¿Eraellaresponsabledelosucedido?Nosesentíaculpable.¿Cómosaberlo?Habíatantascosas que ignoraba aún sobre símisma y sobre lo que le aguardaba... Si sólopudieracontarconMathieu.Elgritoinsistenteeindescifrabledelarapazresonóen lanochemientrasque,con lasalasdesplegadas,planeabasobreel lindedelbosque con un vuelo largo. Con los párpados pesados, Algonde abandonó lahabitaciónsinolvidarcerrarconllave.

Mástardeomástempranollegaríanlasrespuestas.

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13

ENpieeneldescansillo,JacquesdeSassenagealzólamiradahaciaeltramodeescaleras.Desdeque sedespertó sentía el deseode subir al pisodeMelusina,peroaloírqueyahabíaactividaddudabay tratabadedarconunabuenarazónpara ir allí. Argüir curiosidad hubiera sido dar demasiada importancia a unaleyendaenlaquesuescepticismoleimpedíacreer.Diounosgolpesconelpieenelescalón.¿Teníanecesidaddeunaexcusa?Eraelseñor.Todopoderosoensustierras. ¿Por qué necesitaría una excusa?Alzó la rodilla y la notó pesada, y levolvióelrecuerdodelapesadillanocturna.

Seviodenuevoenlahabitaciónhastaentoncescondenada»conlaspiernasigualmentepegadaslaunaalaotra,recubiertasdeescamasrelucientes,frentealretratocolgadodelmantode lachimenea.Melusina... ¿oAlgonde?Elparecidoconlahijadesuintendentaeratalquesedespertómientrasleperseguíaunarisacavernosaquehubierapodidojurarqueproveníadedetrásdelosmuros.

Atravésdelascortinasdesucamasefiltrabaunrayodeluz..HizosonarlacampanillaparallamaraAlgondejuntoasulecho.Lajovenzuela,servicialcomodecostumbre,ledeseóbuenosdíastrasdescorrerlascortinas.

Cuandoella llegó junto a lospiesde su camaparapreguntarle si deseabaqueselesirvieraeldesayunoenlacamaojuntoalamisma,enlamesa,elbarónserecostóenlasalmohadas.

—Melevantaré—decidió,trasmirarlaunbuenratoensilencio.Comohombredebuengusto,observóquelajovenserefinabaalhilodesus

visitas.Porprimeravezfueconscientedequesehabíaconvertidoenunabelleza.Excesivamente bella. Sin duda incomodada por aquel escrutinio, ella bajó lamirada y pidió permiso para retirarse. El barón no la retuvo. El deseo que derepentehabíaprovocadoenéllehabíaperturbado.Noerajustamenteunhombreque rehusara satisfacer sus pulsiones cuando éstas se veían refrenadas por laabstinencia,aunqueconelpasodelosaños,esaspulsionessehubieranembotado,pero le desagradó la idea de forzar a la jovenzuela. Precisamente a causa deaquelsueñoydelsentidodelmismoquenoconseguíadescifrar.Unavezsehuboaseadoydesayunado,Gersendeleanuncióquehabíapodidofijarlafechaparasuboda con Sidonie el 26 de agosto, y que le había ordenado a Algonde quelimpiaralahabitacióndePhilippine.

—HacedensillarmipalafrénparaquepuedairacaballohastalaRochetteeinformar a maese Dreux de los nuevos plazos —ordenó él a continuación,serenadoporlasnoticias.

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Unosminutosmástarde,cerrólapuertadesuapartamentoydenuevodeseóverificarsieldecoradodesupesadillaeraconformealarealidad.

Unruidosordoprocedentedelpisosuperioracabópordecidirle.Al empujar la puerta ligeramente entreabierta, descubrió a Algonde de

espaldas,envueltaenunanubedepolvolevantadapor laescobaquemanejaba.Un simple vistazo bastó para que el barón volviera a sentir aquel malestar.Inmóvilenelumbral,miróhaciaelmantodelachimeneadondepodíaverse laseñaloscuraqueuncuadrohabíadejado.Su ritmocardíaco seaceleróy sintióque sehinchabaunavena en su sien.OGersende le habíamentidoo el retratohabíasidosustraídoantesdequeellaentraraenlaestancia.Enesecaso,eraélmismoquienlohabíaretiradoaunqueyanoseacordaradeello.¿Yparaocultarlodóndeyporqué?Enamboscasossetratabadeunmisterio.Y,puestoqueelbaróneraunpaladíndelaverdad,nopodíaquedarsesatisfechosinelucidarlo.

Lajovenzuelainterrumpiósuvaivényseprecipitóalaventana,presadeunataque de tos. Temeroso de que se volviera y le descubriera allí inmóvil, diomedia vuelta y descendió las escaleras. La respuesta a todo aquello tal vez sehallabaenlaRochette,enaquelsubterráneoqueMelusinahabíapedidoensueñosaSidoniequeexcavara.

Algonde sintió su presencia. Aún permaneció unos minutos inmóvil,simulando un ahogo, con el corazón desbocado, y aliviada al ver que susubterfugio para alejar al barón había dado resultado. Lamirada que le habíadirigido antes la asustó. De inmediato le había venido a la memoria laconversaciónconMathieu.Ésteteníarazón,estabaclaroqueelbarónladeseaba.Sealejódelaventana.Sielbarónhubieratratadodeviolentarla,habríagritado,alertando al centinela de la terraza, y luego ya hubiera dado con lamanera depermanecer fueradel alcancede su señor.Sedirigió a lapuertay la cerrópordentro, recriminándosenohaberlohechoantes.Recuperó laescobaabandonadaen el suelo y, en aquelmomento, le pareció oír una voz que la llamaba por sunombrecontantainsistenciaqueseacercóalconductodelachimenea,dedondeprocedía.Sinserconscientedeloquehacía,pusosumanocontralahuellatalladaen la piedra, en la parte interior de la chimenea. Sus dedos coincidían a laperfección con aquella forma. Una losa pivotó y descubrió una escalera quedescendíaporelinteriordelamuralla.Labañabaunaluzdiáfana,comosimilesde luciérnagas tapizaran las anfractuosidades del muro. Sin dudarlo, Algondepusoelpieenelprimerescalón.

Trasuncentenardeescalones,fueadaraunacriptavisiblementeantiguayexcavadabajo loscimientosdelcastillo.Siempreaquella luz,por todaspartes.Avanzósintemorbajolasbóvedassecularestalladasenlaroca.Lavoz,atodas

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luces, procedía de lo que creyó que era un altar de piedra en el centro de laestancia.La jovenzuelaseaproximó.Enrealidadse tratabadeunbrocalque lellegaba hasta la altura del pecho y que rodeaba un estrecho estanque de aguanegra.Aunqueyanolallamaranporsunombre,sesintióirresistiblementeatraídapor la superficie líquida y tuvo que contenerse para no lanzarse, presa aún delrecuerdodeldíaenqueestuvoapuntodeahogarse.

—Mostraos,Melusina—ordenóalavezqueretrocedía—.Noquisieraquetuvieraisquesalvarmedenuevo.

Unsilbidoasuespaldarespondióasudemanda.Parecíaeldeunaserpiente,amplificadoporelecodelasala.Algondetragósalivacondificultad,rebuscandoentreelrecuerdodelhadaalgunacosaquepudieratransmitirleconfianza.Viosusombraproyectadaporundiscretocontraluzenelmuroyatisboladeunacriaturadesplegarse lentamente detrás de ella hasta sobrepasarla. Se estremeció.No setrataba deMelusina y esperó que aquelmonstruo fuera tan sumiso con el hadacomoelgavilánlohabíasidoconMelior.

—Soyyo...Algonde—seaventuróadecir,esforzándoseendarselavueltalentamente, como si el mero hecho de pronunciar su nombre bastara paraprotegerla.

Soltó un grito ahogado al descubrir la realidad. Una serpiente negra yamarillaconunasalasdemurciélagodesplegadasylacabezatangrandecomolasuyaoscilabasobresubase,enroscadasobreelsuelo,yconlamiradaclavadaenella.Algondeseechóatrás,ysusriñonesdieroncontraelbrocal.Conlalenguabífida y silbante hacia delante, la bestia se abalanzó sobre ella antes de quetuvieratiempodeesquivarla.Sintióunaquemaduraenelpechoyluegountirónenloshombros,ycayódeespaldas.

Elaguanegralellenólabocaylanarizsinquetrataradeoponerresistencia.Detodasformas,paralizadaporlamordedura,hubierasidoincapazderespirar.

Obsesionadoporlahistoriadelretrato,elbarónrecorriósindarsecuentaladistanciaqueleseparabadelaRochette.Cadavezmás,leparecíaquelaúnicaposibilidad era que Gersende lo hubiera hecho desaparecer. El hecho de queAlgonde se pareciera aMelusina demanera tan impresionante podía justificaraquellateoría.Acondición,sinembargo,dequetodoellofueracierto,puesenelfondonadaprobabaquesusubconscientetrastocadoporlabellezadelajovennohubieradeformadolaimagendelretrato.Enesecaso,inclusosupesadillateníaexplicaciónpor lamezclasutildefantasmasysuperstición.AlhablarleSidoniede su sueño con Melusina debió de provocarle el suyo, así como la idea dereformarelpiso.ElretratohabíaconcretadosudeseohaciaAlgonde.Yencuantoa sus pies inmovilizados, sin duda simbolizaban su aprensión ante un nuevo

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himeneo.Aldescabalgarfrentealcastillo,estabaconvencidoyadetodoello.Aquella

explicación satisfacía su anhelo de racionalidad mejor que cualquier otra.Quedaba por resolver el enigma de la desaparición del retrato, aunque eraprobable que uno de sus antepasados hubiera visitado aquella estancia y lahubieraclausuradodenuevoparamantenerelrespetoalaleyenda.

Orgulloso de tal explicación, avanzó hacia las escaleras por las quedescendíayamaeseDreux,alertadoporsuaprendiz,unrelucientepelirrojoconlasropasblanqueadasporelsacodecalqueacarreabaahombrosenelmomentoenqueelcaballodelbarónhizosuentradaenelpatio.

—Tenga usted un buen día, mi señor—le acogió maese Dreux—, no osesperaba tanpronto trasvuestraúltimavisita.Esperoqueelmotivoqueos traeaquínoseaalgúnproblema.

—Alcontrario,amigomío,alcontrario.¿Cómoavanzanlasobras?—Simeacompañáis,podréisjuzgarporvosmismo—ledijoelmaestrode

obrasinvitándoloaseguirleconungesto.Accedieronuno trasotroa lacasasolariegadonde losobrerosproseguían

consustareasmientraselbarónexponíaloshechos.—Dos semanas, decís... Incluso trabajando día y noche no podría

prometéroslo,señor—selamentómaeseDreuxvisiblementepreocupado.—Talvezsidoblaraisvuestrosefectivos—aventuróelbarónJacques,que

constatabaquelasobrasenelinteriornohabíanavanzadomuchodesdesuúltimavisita.

Sóloelpalomar,cubiertopor tejas,habíacambiado.MaeseDreuxretorcíasugorroentrelasmanosysemordíaellabio.

—Los acabados es lo que lleva más tiempo, y los buenos operariosescasean. Tal vez, comomucho, podría dar con dos o tresmás enGrenoble acondicióndequenoestén trabajandoyaenotraobra,peronobastaría.Debéishaceros a la idea, señor. Haré lo que esté en mi mano para que la torre estéacabadaylasaladelhomenajeamueblada.Elebanistaestámontandolamesaylosbaúles.Enlacocina,loshornosseestánsecandoyprontoestarándisponibles.Escuantopuedoaseguraros.Enloquerespectaalresto,nopongáisencuestiónmioficio.Podríaganarunafortunaperoperderíaenellomiprestigio.

JacquesdeSassenageasintióconlacabeza,resignado.—Esooshonra.Seaasí,pues.Yaúntengoquepedirosotrofavor.Tras haber recuperado la sonrisa, maese Dreux inclinó la cabeza. Si le

dejabantrabajarasumanera,podíasatisfacercuantolepidieran.El barón se aseguró con unamirada a su alrededor de que nadie pudiera

oírlesy,acercándoseaél,ledijo:

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—Tengoalgoquehacerenvuestrodespacho.—¿Nopensaréisloquepiensoquepensáis?—balbucióelmaestrodeobras.—Másdeloquepensáis—leaseguróelbarónconunaspectotandecidido

quemaeseDreuxseestremeciódelacabezaalospies.—SeloprometíadoñaSidonie—argumentó.—Notengointenciónalgunadedecírselo.Esa afirmación envalentonó un poco almaestro de obras, y su curiosidad

naturallevenció.—Sea—decidió,ysesacóunallavedelbolsillo.Unos minutos más tarde, en la angosta oscuridad del pasadizo secreto,

descendíanunotrasotrolaescaleraa la luzdeunfarolquemaeseDreuxhabíaencendido.

LasensaciónerapeorinclusoquecuantoAlgondehubierapodidoimaginar.Durante varias noches, el recuerdo delmomento de ahogarse la despertó en lacamacubiertadesudorysintiendoopresiónenelpecho.Ydenuevoerarealidad.Hubiera querido perder el conocimiento desde el momento en que se sintióarrastrada hacia el fondo en el agua helada, incluso morir al instante, perosorprendentemente, aunque creía tener los pulmones vacíos, seguía viva. Sehallabaenapnea.UnaapneaqueduromásdeloconcebiblemientrasMelusinalaarrastraba seseado tras segundomásal fondoa travésdegalerías tanestrechasqueasupasonotabalasasperezasensusmiembrosabotargados.Eldolorenelpecho fue breve pero fulgurante. Se había producido una transformaciónfisiológica, sindudaaquellaquepermitíaaquelprodigio.Enalgunosmomentostrataba de inspirar de manera refleja, y era presa del pánico al sentir surespiración bloqueada, se estremecía y luego se calmaba al oír la voztranquilizadoradeMelusinaque,sosteniéndolaestrechamentecontrasucuerpo,leasegurabaquenocorríapeligroalguno.Algondeseconcentrabaentoncesenlosmovimientosdelacolaquesentíabatircontrasuspantorrillasyseesforzabaporcalmarse: debía tener confianza en el hada.Acabó por abandonarse, formar unúnicocuerpoconellayabrirlosojos.Sellevótamañasorpresaqueolvidóenelacto todo lo demás. Lejos de la negrura que se la había tragado en el pozo,descubrióellechodeunríoprofundohabitadoporuninsospechadouniversodealgasypeces.Éstoshuíanenbancoso se esparcían rápidamente frente a ellas.Melusina, evitando las rocas, remontó la corriente, sin sentir apenas su carga,antesdelanzarsedenuevohacialamanchaoscuradeunagalería,tanestrechaqueAlgonde tuvo la impresión de que se quedarían atoradas allí. Al cabo de untiempo que a la jovenzuela le pareció una eternidad, un espaldarazo las llevóhacia un agujero iluminado y salieron a la superficie en un lago en una gruta

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subterráneallenadepuntillascalcáreas.Algonde abrió la boca demanera refleja. Para su sorpresa, de inmediato

sintióqueentrabaairequeatravesóardientesutráqueaysusbronquiosantesdeapoderarse de sus pulmones como si pretendiera hacerlos estallar. Comenzó atoser, fulminadadenuevopor eldolor enel lugardelmordisco.Melusina,queseguíasosteniéndola,lepusolamanosobrelabocayletapólanariz.Algondesehalló de nuevo en apnea, pero en esa ocasión su cuerpo parecía no podersoportarlomás.Sedebatió,enbuscadelairequelefaltaba.

Sin soltarla,Melusina apartó la palmade sumano.Algonde sintió el olormarino.Respirabadenuevoconnormalidady,sinembargo,tuvonáuseas.Antesdequepudierapreocuparse,unmartilleodepasosamplificadoporelecorompióelsilenciodelasala.

—Ven—murmuróMelusinaasuoído—.Tenemosqueescondernos.Algondenadótrassuestelahastaelabrigodeunmontículoderocasbañadas

porlaoscuridad.—Aquíestamos,señor—indicómaeseDreuxbarriendoconsufarolelarco

naturalqueuníalagaleríaexcavadaporloscanterosalasalasubterránea.Jacquesseadentróenlasalasindudarunápice.Bañadoporelhazde luz

quecaíadesdeunagujeroenlabóvedaaunosdoscientospiesdealtura,ellagodecolordebronceseaureolabaconunamanchamásclaraenelcentro.Esehazera suficiente para descubrir las imponentes dimensiones de la caverna y susuntuosa decoración. Jacques de Sassenage jamás había visto una labor tantrabajadaconganchilloporunadama.Caíaendrapeadosenalgunoslugaresyseunía como una telaraña a las puntas calcáreas que ascendían o descendían,resplandecientespor el agua.Parecíaque la sala entera silbaragotaagotaunamelopeacontinuayrenovadasincesar.

—Esmagnífico—dijoelbarón.—Mágicomepareceríaunepítetomásapropiado—corrigiómaeseDreuxal

llegarjuntoaél.JacquesdeSassenagenorespondió.Avanzóhastalaorilladelaguaqueun

remolinoacababadeagitarysiguiólaondulaciónconmiradacuriosa.—Sindudasetratadeunaanguila.SedicequeenlasaguasdelFuronhay

algunasextraordinariamentelargas—ledijoalmaestrodeobras.MaeseDreux le obsequió conuna amplia sonrisa antes de apartarse de la

orilla. Si su presencia no era del agrado de Melusina, podría arrastrarlos encualquier momento a las profundidades. El barón era libre de arriesgarse. Aldescubrir una piedra lisa suficientemente alejada, se instaló allí y, al acecho,esperóaverloquesucedía.

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14

—NOtemuevas,desdedondeestánopuedevernos—murmuróMelusinaaloídodeAlgonde,queacababadereconoceralbaróninclinadosobrelasaguasoscurasdellago.

Lajovenzuelaasintió.Yanoledolíaelpecho,aunqueacadaexpiraciónlospulmonessilbarandiscretamente.Ahoraqueyaeraconsciente,elaguafríaquelacubríahastalacinturalahelabaydebíaesforzarseparaquenolecastañetearanlosdientes.Losdedosconlosque,paramantenerseenlasuperficie,seagarrabaa una de las rocas que las ocultaban a ella y el hada se habían amoratado yestabanentumecidos.SepreguntósiMelusinaeraconscientedelesfuerzoqueelladebíahacer.Sevolvióhaciaella.Comolaprimeravezquelaviera,leasqueósupielverdosa,granujienta,fláccidayagrietada,aunqueyanolaasustara.Detrásdelas orejas se abrían unas branquias ocultas por la cabellera rala, de estopa ydescolorida.Laboca,otroracarnosaysonriente,semejantealasuyaenelretrato,noerayamásqueuntrazocaídoyespeso.Sobrelacintura,lossenoslecaíanapesardequeaúnestuvieranbienmoldeados.Enlaespalda,unasalasatrofiadasrecordabanvagamente lavastaenvergaduradeaquéllasque la leyenda lehabíaconferido.Sólosumirada,concentradamásalládelasrocas,seguíasiendovivae incisiva.CuandoMelusina se sintióobservaday abandonó suvigilanciaparamirarla,levinoalamemoriaelcomentariodeMathieu.

—SusojostienenelcolordelFuron—murmuróAlgonde.Enlosojospudoverselasorpresa.—YosoyelFuron—replicóMelusina,comosifueraalgoevidente.Algondenotóqueeltonoeramástristequeorgulloso.—¿Dóndeestamos?—preguntóconvozcasiinaudible,deshaciéndosedela

piedadqueleinspirabaaquellacaricatura.Apesardelfríoquelaatenazaba,lasituaciónseprestabaalasconfidencias

yteníaintencióndeaprovecharla.—En la Rochette —respondió Melusina, siguiendo con la mirada los

desplazamientosdelbarón,quepaseaba juntoa laorillayavecesseagachabaparacogerunapiedrayvolveradejarlacaer.

Sabíaloquebuscabaysonreíasatisfecha.—¿Debajodelacasa?—sesorprendióAlgonde.—Exactamente. Hay un subterráneo que conduce desde la casa hasta esta

gruta.—¿Porqué?—preguntóAlgonde.

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Melusinasevolvióhaciaella.—Erestancuriosacomolofuiyo—ledijo—Y,sinembargo,sólohayuna

respuesta.Laprofecía.—Me pedisteis que os trajera al niño del que habla, pero no entiendo la

razón, la verdad sea dicha. ¿Quién es? ¿Dónde puedo dar con él? ¿Dónde sehallan esas Tierras Altas que debe conquistar? ¿Cuál es esa serpiente cuyamordedura posee sorprendentes cualidades? ¿Por qué me habéis dado esascualidadescuandosóloelpoderdeMeliorpuedeliberarosavosyaPlantina?

MelusinarozóconundedopalmeadolamejilladeAlgonde.—Estaráscercadelniñocuandonazca,esoesseguro.Estáisligadoseluno

al otro y él a mí. Es lo único de lo que debes preocuparte. El resto no teconcierne.Losiento,Algonde,peronoteníaotraelecciónqueobligaralbarónaromperlossellos.Esepasadizoenmiantiguahabitacióneraelúnicocaminoparapermitirque te reunierasconmigo.Esta serpientees laguardianade la criptayprotegemisecreto.Sumordeduraesmortalparaquiennoestáinmunizado.Ynosconduceaesto—añadióseñalandoaJacquesdeSassenage,quealzabaa la luzunapiedraparaexaminarlamejor.

Algondefruncióelceño.Lafrentedelbarónsehabíaarrugadoysubocaseretorcíaenunaextrañamuecaqueparecíadecuriosidadescéptica.

—¿Quéeseso?—Algoquealimentarásusdudasylellevaráasatisfacermivoluntad.—Pero ¿qué es? —insistió Algonde, sabedora del placer que le daba a

Melusinaplantearleenigmas.—Unademislágrimascristalizadas.—Vamos,maeseDreux—oyeronpronunciarenaquelmomento.ElbarónJacques sedirigíahaciaelmaestrodeobras, con lapiedraenel

bolsillo.—Afindecuentas,Melusinanohaaparecido—dijodesoladoésteybajóde

unsaltodelaroca.—Unaleyenda,amigomío,noesmásqueunaleyenda...¿Acasodaisfeala

ideadelainmortalidad?—Yamegustaría, señor...Aunque...Nome tentaríamucho tener que vivir

eternamenteenestelugar.UnsilenciopesadoseabatiósobreMelusinayAlgonde,congelada,mientras

el ruido de los pasos se extinguía a medida que remontaban hacia la casasolariega.Elhadainterrumpióaquelsilencioconvozteñidadefatalismo.

—Al salvarte de morir ahogada el otro día te insuflé con qué sobrevivirprovisionalmentealvenenodelaserpiente,peroacabarácontigosinopreparasel antídoto, y sólohayunamanerade conseguirlo.Hacerte fecundar estanoche

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porunodemidescendencia,Jacquesporejemplo.Algondesesobresaltó.¿Elhadahablabaenserio?—Séhastaquépuntoesdifícil loque tepido—dijoMelusinaponiéndole

unamanosobreelhombro.Enlugardereconfortarla,esecontactonohizomásqueagravarsumalestar.

AlgondepalideciótantoqueMelusinasediocuentadelagravedad.—¡Quéidiotasoy!—semaldijoasímisma—.Tantosañosenestelugarme

hanhechoolvidarqueaúnnoestásadaptada.Ven—ledijo,tendiéndolelamano.Algonde la asió, entre el temor del deslizamiento del agua sobre sus

hombros y la esperanza de verse pronto liberada. A punto de perder elconocimiento, se dejó engullir de nuevo, temblequeando, con las mismassensacionesqueantesagravadasenesaocasiónporelentumecimientoquepocoapocose ibaapoderandodeella.Emergieronenunasalamásestrecha, llenadevapor.EstavezMelusinanotuvoquecubrirlelabocaotaparlelanariz.Elpasode un estado a otro tuvo lugar por sí solo. Su cuerpo se aclimataba.Así comohabía dejado de respirar en cuanto sumergió la cabeza, recuperó el aliento enaquellaextrañaatmósfera.Melusinalaizóalaorilla.

—Túmbatejuntoalafuentecaliente.Pocoapocoterecuperarás.Algonde la obedeció. Durante unos minutos sus bronquios silbaron, pues

entreelaguayelaireyanosabíancómofuncionar.Susdientescastañeteabandemanera intermitente y sentía escalofríos.Acodada a una roca lisa,Melusina lavigilabaysesentíaculpabledesunegligencia.Cuandovioquesecalmaba,soltóunsuspirodealivio.Algondevolvió lacabezahaciaella.LabrumacálidaquelasrodeabahacíaqueelrostrodeMelusinaaúnparecieramásdesagradable.Susmiradassefundieron.Ladelhadaeradeunagrandulzura.Algondeseemocionó,sólouninstante,puestoque,comounabofetada,volvióasumemoria lamiradaconcupiscentedelbarón.

Elmiedolasumergiómásaúnquesubañoforzado.—Noquiero,noquiero—dijosimplemente.Melusinafruncióelceño.Debíaaprovecharaquellaaparentedebilidadpara

convencera la jovendequeconfiaraenella.Convencerla.Nodarle tiempodepensar...

—Hay tantas cosas que nos parecen imposibles... —murmuró con vozmortecina—.Tuve que catar el amor de un hombre para comprender hasta quépuntomimadrepudoquereranuestropadre.Noteníamosderechoaburlarnosdelossentimientosqueellahabíasentido,delperdónqueleofrecióyquenosotrasno queríamos aceptar. ¿Fuimos egoístas, mis hermanas y yo? Sí, lo mimos sinsaberlo,sinmedirlasconsecuencias.EnAvalonanadieseleocurrióprotegernosde esapartehumana ennosotrasmismas: la cólera, el rencor, la venganza.Las

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recibimos en herencia, de sopetón, sin haber sido preparadas para ello. No tepuedesimaginar,Algonde,cómoodiéamimadreporcastigarnosdeestamanera,ycómolaperdonécuandoconocíaRaymondin.Enaquel instantecomprendí loquehabía querido enseñarnos.Comprendí su sufrimientoy su felicidadpasada.Quiseliberaranuestropadre,peroyahabíafallecido.Fuiaveraunasacerdotisaen tierras celtas y le supliqué que se lo explicara todo a Presina. Misremordimientos, mi arrepentimiento. Fue entonces cuando supe acerca de laprofecía. En cuanto a mi madre, había desaparecido. En Avalon nadie sabíadóndesehallaba.Cuantopodíahacerlasacerdotisaerarelevarmimensajeconlaesperanza de que un día llegara hasta ella. Aguardé, esperé que sucediera,reconfortadaporlaideadequeelamordemiesposomemanteníaalabrigodeloquemimadre había vivido junto al suyo.Di ocho hijos aRaymondin, construívarios castillos en diversos lugares, entre ellos el de Lusignan y Sassenage,prestandooídoalosrumoresconlaesperanzadeacercarmeaella.¡Envano!Lacontinuación ya la conoces. La angustia deRaymondin cuando uno de nuestroshijos incendió la abadía de Maillezais donde residía su hermano. Su miradaenloquecidaporeldolor,laincomprensión,quemeacusaradehaberpervertidosuraza.Mevimonstruosa,comosindudalofuemimadreparaelhombrealquehabíaamado.MearrojéalasCubasdelFuron.Pasaronlossiglos.LamuertedeMeliormedemostróquetodasteníamosuntalóndeAquiles,peronosupehallarelmío.Sudescendenciaylamíasehanvueltobastardas.Creíquelaprofetisasehabíaequivocado.

YyaprácticamentemehabíaresignadocuandoterepesquéenelFuron.—¿Por qué me explicáis todas esas cosas? —dijo Algonde sorprendida,

trastornadaporlaelocuenciadeaquellaconfesión.—Porquetenecesito,Algonde.Tusacrificiosuponemilibertad.Algonde se sentó en la roca y se llevó las rodillas al pecho. Junto a ella

hervía la fuente caliente en una cubeta y eructaba burbujas a la superficie. Sumalestar se había transformado. Aunque la historia del hada la emocionara, lasuyaleparecíaaúnmásinjusta.

—Me pedisteis que rechazara aMathieu para serviros. ¿No es suficientepena?Yasabéiscuándifícilesparamí.Nodeseoalbarónynoquierollevarsudescendencia.¿Quéharíaconella?

—Yatelohedicho.Elantídotodelvenenodelaserpiente.Eseniñoesmuyvalioso paramí.Debes vivir,Algonde.Debes vivir para traérmelo.Vivir paraliberarnos.Yesoesimposiblesinelpoderdelastres,losabes.

Algondeseendureció.Algooscuroacababadevelarlosrasgosdemasiadodulcificados del hada. Y se mostró enojada, convencida de que pretendíaengañarla.

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—¿Yquéventajaobtendréyo?¿Ysiprefirieramorirasoportaresedestino?Sí,soydescendientedeMelior,peroellonosuponeparamíobligaciónalguna.Niresponsabilidad.Vuestrahermanaosabandonódemaneracobarde,¿yyodeberíaocuparsu lugar?Mentís,Melusina.Vuestro talóndeAquilesesvuestroorgullo.Como Melior, hubierais podido sanar de vuestra inmortalidad si hubieraisofrecidoaRaymondinavuestracriatura,estoysegura.Laverdadesquesiemprehabéissidoegoístayqueloúnicoquedeseáisesvolveraserlaqueerais.Sóloquenodeseoprescindirdelhombre al quequiero.Noquiero expiarun crimenquenohecometidosopretextodequeparavosnosoymásqueunabastardayunmedioparaconseguirvuestrosfines.

En cuanto se extinguió el eco de su voz, un largo silencio las envolvió.Visiblemente,Melusinanohabíaprevistoaquellarebelión.Suvozsevolviómásseca,aunqueeltimbresiguierasiendoencantador.

—Te equivocas conmigo acerca de mis intenciones, pero comprendo tudesconfianza y la respeto. Haz lo que creas mejor. No puedo evitarlo. Sinembargo,debessaberquesieligesmorir,morirásconsufrimientosespantosos.

AlgondeseencogiódehombrosydirigiósumiradaaMelusinaconmayordeterminación.

—Peoresquelascariciasdelbarón—insistióelhada.Algonderodeósusrodillasconlosbrazosyapoyóelmentónsobreellas.—Noquierollevarunhijosuyo.—¿Yquiénhabladeeso,Algonde?—Aunque parezca inocente, sé perfectamente qué quiere decir «hacerse

fecundar».—Unanochedelunallenacuandoyanoeresdeltodohumana...—Con más motivo —respondió Algonde, terca, que ni siquiera quería

imaginarquécosapodríadaraluz.—Muy bien—decidió Melusina—. Creía que era mejor no decirte nada

todavía, pero puesto queme obligas a ello, serámejor que decidas con plenoconocimiento de causa. Sí aceptasmeterte en el lecho del barón, guardarás susemillasóloduranteseismeses.

—¡Sólo!Porloqueveo,notenemoslamismanocióndeltiempo...—Pasadoesetiempo,perderásalgoqueseasemejaaunhuevo—prosiguió

Melusina,quesenegabaaescuchar—.Deberásdejarlosecardurante tres lunasmás antes de convertirlo en polvo. Deberás ingerirlo para que los efectos delveneno sean permanentes en ti sin condenarte, pero procurarás conservar unamedidacomounauñaquedeberásponerle en labocaalniñoantesdedarle elpecho.Esesencialparaprotegerle.Tráemeaesereciénnacido,Algonde,éleslallavedelaprofecía.Elconcentrarálospoderesdelastres.Tráemeloytupapel

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habrá llegado a su fin, te lo prometo. Serás libre, libre de amar aMathieu, decasarteconélydedarletantoshijoscomoteplazca.

—¿Niñosserpiente?—seburlóAlgonde,cínica.Melusinaretuvounsuspirode irritación.Atodas luces,aquella jovenzuela

teníarespuestaparatodo.Yacertaba.Convencerlanoseríatanfácilcomoenunprincipioimaginara.Debíasermuyhábil.

—Noeresunabastarda,Algonde.Nidelejos.Aunqueseasmortal,portusvenas corre sangre de hada, en mayor cantidad que en el caso de cuantas teprecedieron.Nuestroparecidoeslapruebadeello.Ereslibredeutilizaronotuspoderes,losquehasheredadodeMelioryahoralosmíos,quetehaofrecidolamordedurade la serpiente.De loshijosque tuveconRaymondin,ninguno teníaescamas.Tudescendenciatampocoseveráafectada.

Algondepermanecióaladefensiva.—¿Sabemimadrelodelaserpiente,elbarónydemás?—No,nisiquierameheencontradoconella.—MedijisteisquedebíaapartaraMathieudemicaminosinoqueríaque

fueracondenado...—Yasílocreoaún,almenoshastaquesehayacumplidolaprofecía.—¿Porqué?Melusina reprimió unamueca de satisfacción.Había dado en el clavo. El

miedoaperderasumozueloharíaentrarenrazónaaquellaimpertinente.—Lasharpíashansidoliberadas.LasorpresacalmóporuninstantelacóleradeAlgonde.—Mimadremehablódeellasperoignoroquéson.—En su origen, se trataba de tres criaturas inmortalesmitadmujer,mitad

pájaro, de una fealdad repugnante, tan viciosas como maléficas, que estabancautivasenAvalondesdesuexpulsióndeGrecia.Cuandolagranprofetisarevelóa la reinaMorganaque la llegadadeunniñodenuestra sangre al tronode losAntiguosnos liberaríade lamaldición,éstanopudosoportarlo.Hastael findesusdíastratódetenerunaherederaparatransmitírselo.Sinéxito.Todossushijosnacieronmuertos.Aúnpeor,conexcepcióndeArturodeBretaña,de laqueeramedia hermana, ningún rey aceptó la alianza que ella propuso, y prefirieronacomodarse a los sacerdotes católicos antes que a la influencia druídica.Convertidayaenunaanciana,lareinadecidióvengarsedetodos.Deloshombresque la habían despechado. De Merlín, que rechazó sus proposiciones. De mimadre.Denosotras.Hizounpactomágicoconlasharpías:lamuertedelniñodela profecía contra el reino de las TierrasAltas del queAvalon no es sino unaparte. Para conseguirlo, las dotó de apariencia humana, les aconsejó que sepusieran al servicio de nuestro linaje y las liberó antes de arrojarse al mar.

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Mientras, Melior había muerto llevándose el secreto de su descendencia. Laharpía encargada de ella volvió a Avalon para recibir nuevas órdenes y fuesorprendida porMerlín.Eso es lo queme contó la descendiente de una de lasúltimasgrandessacerdotisasconlaquecoincidíenAnjou.IgnorodóndesehallalaharpíaencargadadevigilaraPlantina,peroséquiéneslaterceraytútambiéndebesdesospecharlo.

—Marthe...—murmuróAlgonde,denuevohelada.—Debedesaberelcautiveriodesuhermana,peropocacosamás.Estamos

solas,Algonde.MerlínnopuedeabandonarAvalonparaayudarnos.Hastaahora,laharpía ignora tuparentesco.Se contenta con aguardar el nacimientodel niñoparamatarlo, segura de queMelior, Plantina y yo aún somos prisioneras de lamaldiciónyqueencuantoesosucedayanadapodremoshacer.

—Seguroquesehadadocuentadenuestroparecido.—Nunca me ha visto. Sólo el retrato te hubiera podido delatar; pero me

parecequelorobaste.Nocantesvictoria,sinembargo.Ahoraquemihabitaciónhasidoabierta,laharpíaestaráalacechoytratarádeaveriguarelmotivo.

—¿Nadiepuededetenerla?—Tú,túpuedes.Sipermitesquesecumplalaprofecía.Unavezlibre,seré

laregentedelreinodelasTierrasAltashastaqueelniñotengaedaddereinar.Yentonces mis poderes podrán salvaros de sus garras, a ti y a tuMathieu. Ves,Algonde,hastaquépuntoeresimportanteparamí.

Algonde se puso en pie de un salto, presa de nuevo de la cólera que leremovíaelestómago.

—Claro, ya lo veo.Lo veo tan claro quemi lucidezme da asco.Y estoyhartadequeseríandemissentimientos,demisemocionesydemivida.Sinomuero por culpa del veneno de la serpiente, será Marthe quien sigapersiguiéndome.¿Ytodoesoparaqué?Parapermitirqueunreinodesaparecidoyquenoleimportaanadieenestatierracaigaenvuestrasmanos.

—Porelbiendelahumanidad,Algonde.—A vuestra mayor gloria, sobre todo. Esa es la verdad. ¡No contéis

conmigo, Melusina! No le daré aún más argumentos a Marthe para acabarconmigo.Alcontrario.Quesellevealacriaturayhagaconellaloqueleplazca,¡mellevasincuidado!OlvidaréesapesadillaconMathieu,talcomodecidíydelamaneramásdiscreta.Siparaellodebosacrificarmivirginidadenlacamadelbarón,sea,estoydispuestaaello, ¡peroesoes loúnicoque leconcederéaesaprofecía!Loúnico,¿mehabéisentendido?Por lodemás,oshabéisequivocado.¡Nosoyaquellaquenecesitáis!

Ydichoesto,se lanzódecabezaa lasaguasoscuras,decididaaencontrarpor sí sola el camino si el hada no quería ayudarla. Sin embargo, el brazo de

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Melusinalacogióporlacintura.Unosminutosmás tarde,Algonde salíadelpozoyatravesaba lacripta sin

apercibir a la serpiente, segura de ser de nuevo la única dueña y señora de sudestino.

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UNcloqueomuyparecidoaldeunapintadaacogióaPhilibertdeMontoisonenelprecisomomentoenqueemergíadellimbofantasmagóricoenelquesuheridalemanteníacautivo.Prolongandoelsueñoenelqueseveíadeniñopersiguiendoaun ave por un patio, extendió susmanos hacia delante para atraparla, con unasonrisavictoriosaensuspálidoslabios.

Ungritodesorpresaresquebrajólaimagenysusatisfacción.Niporasomopensóenabrirlosparaentrardenuevoencontactoconlarealidad,persuadidodeque sumadre acababa de pillarle y se aproximaba para darle un buen tirón deorejas.Sellevóinstintivamentelasmanosaéstasy,conlosrasgosachicadosporlaaprensión,hundiólacabezaenelcuellocomounatortugaensucaparazón.

Atribuyendolaexclamaciónde lanoviciaasusmanosque,osadamente, lehabíanarremangado la túnica,LaurentdeBeaumontprosiguió laexploracióndesusmuslos, conteniendo la respiración y desvergonzadamente. Prisionero de sutemperamentocarnalcontrariadodesdehacíayamucho tiempo,sehabíadejadodomar por las miradas de la bella Marie que ayudaba a sor Albrante en sustareas. A Laurent de Beaumont le bastaron unas horas para comprender que legustabaperdidamentea la jovenzuela.Y tresnochesdesueños libidinososparapersuadirse de que sería conveniente ayudarla a dar rienda suelta a su piedadantesdepronunciarsusvotos.Yconesacerteza,sehabíaaseguradodequesorAlbrante estuvieraocupadapreparando sus remedios, tareaque la retenía en laoficina después de nona, y se reunió con sor Marie junto a Philibert deMontoison. Unas palabras bien elegidas y la jovenzuela se fundió entre susbrazos,tanturbadaporelcortejoqueyanisiquierasabíaloqueseestilaba.Lahabía arrinconado contra elmurode piedra, de espaldas al caballero,mientrasvigilaba el resto de la estancia a través del discreto espacio que separabasutilmentelacortinadelapared.

—¡Jesús bendito!—exclamó de nuevoMarie,mientras se retorcía, con elcuerpotenso.

LaurentdeBeaumontsintióqueseleescapaba,sindudatrasentrarenrazónporunasacudidadesuconciencia,yseenojó.

—Ya no puedo más, amor mío, no te resistas —susurró a su oído,desabotonandoconurgenciasubragueta.

—Delantedeélno,delantedeélno...Sedespierta...Nopuedo...—imploróellaempujándoleconlasmanos.

Sedebatíacontantafuerzaquejuzgómásprudenteapartarseantesdequese

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pusieraagritar.Presadelacólera,dejóqueellaselanzarafrenteaPhilibertdeMontoison,decididoaposeerlaaunquefueraarrodilladajuntoallecho,cuandosedio cuenta por la actitud del caballero que ella decía la verdad. El ardor deLaurentdeBeaumontseenfrióenelacto.

—SeñordeMontoison...¡Miseñor!¿Meoís?—implorabasorMarie.LaurentdeBeaumontsearreglósusropas,dirigióunasombríamiradaa la

penosa resurrección de su rival y desapareció tras la cortina. Necesitaba aireparacalmarlasganasdematarqueseapoderabandenuevodeél.

Apesardequelecostóreconocerelsonidosordodeaquellavoz,PhilibertdeMontoison, en su delirio infantil, estaba seguro de que aquellos dedos quetrataban de agarrar los suyos eran los de sumadre.Apretó conmás fuerza lospárpados,arrugólanariz,torciólabocaytratócomopudoderesistirse.Alveraquelloeignorantedequéhacer,lajovenzuelaleabandonóasussueñostalcomohabíadejadoaLaurentdeBeaumontconsusfantasmasysemarchócorriendoenbuscadeayuda.

Sor Albrante, apenada, removía distraídamente una decocción de plantasmedicinalesenunpequeñocalderosituadosobreelhogar.Sesobresaltóaloírlapuerta abrirse de golpe y se apartó rápidamente del fuego para proteger suescapulariodelaproyeccióndechispasavivadasporlacorrientedeaire.Consularga cuchara de madera en la mano, se volvió, contrariada, y descubrió a lajovenzuela que tomaba aire, con una mano en el pecho, la túnica ladeada ydespeinada.

—¡Vayamanera de presentarse, sorMarie! ¿Acaso no os han enseñado allamaralapuerta?

—Sí,hermana,sí...—seexcusólanovicia,conelalientoentrecortadoporlacarreraylaemoción.

—¿Y pues? —refunfuñó Albrante que, tras la marcha de Philippine, noconseguíarecobrarsutalante.

Que hubieran destinado a Marie para sustituirla no había arreglado lascosas, bien al contrario.Estaba al corriente de las componendasdeLaurent deBeaumont con ella, demasiado bella y vulnerable. Sor Albrante era de naturaltolerante, pero pronto se desbordarían los límites del decoro y de su propiapaciencia.

—SetratadePhilibertdeMontoison,creoquesehadespertado—acabóporsoltarMarie,desopetón.

—¿Esverdad?—respondióAlbrante,escéptica.—Estoysegura—afirmólajovenzuelasacandopechoantelaimportanciade

suresponsabilidad.

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—Sea—dijo la enfermera para no humillarla—. ¿Dónde está Laurent deBeaumont?

Lanoviciasesonrojó.—Meparecequeestátomandoelfresco—dijo.Albrante suspiró. ¿Cupidono teníanadamejorquehacerqueperturbarde

aquella manera el corazón de la abadía? Depositó la cuchara en un tarro dearcillaenelqueyahabíaotras,sobreunaestantería,yavanzóhaciaMariequenosehabíamovido,decolorescarlataporelrecuerdoindecentedelascariciasdelasquehabíasidoobjeto.

—Creéismucho,perovisiblementeno lo suficienteparaconsagrarvuestravidaalSeñor.

Lajovenbajólamirada,apurada.—Osasegu....—Silencio.Mentiroscargaríaconunpecadosuplementario—interrumpióla

enfermera.La jovenzuela se puso a temblar y Albrante sintió que estaba a punto de

echarseallorar.Enternecida,seplantóanteellaylacogiódeloshombros.—¿Algoirreparable?Lanoviciasacudiólacabeza.—Laurent deBeaumont partirámañana.Seha recuperado lo bastante para

poderviajar.Consideroqueeselúnicoresponsableyporellonodirénadaalamadre superiora acerca de vuestra complicidad. Dejo a vuestra discrecióncomunicarle personalmente a ésta vuestra decisión de abandonar la vidareligiosa.

—¿Esesonecesario?—selamentóMariealzandolanariz.—Noesuncastigo,hijamía.Desdevuestrallegadahaceseismesesadiviné

quevuestrapiedadestabacondicionadaporeldeseodevuestrospadres,asíquenocreoqueelejemplodePhilippinesealacausadevuestrosdesmanes.

—Nopuedoacusarla—asintiólajovenzuela.—Deacuerdo.Apoyaréconmisentimientolosargumentosqueledeisala

abadesa,perohastasumarchaosprohíboqueosacerquéisaesediablo.Mariepalidecióderemordimientosyasintióconungestodelacabeza.—Ahora que eso está resuelto, explicadme qué truco os ha hecho ese

caballeroquehablaensuextrañosueño.—Perosinohahablado—lacorrigióMarie,alcomprenderqueAlbranteno

lacreía.—¿Ah,no?¿Yquéhahechoahora?Apenas transcurrido el tiempo de ahogar entre los raros y largos pelos

negrosdesumentónelexabruptoqueestuvoapuntodeescapárseleencuantola

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jovenzuelaacabódeexplicarlelosucedido,AlbranteseprecipitóhaciaPhilibertdeMontoison,presadelacuriosidad.

Lohallóincorporadoyconlosojosabiertosquemirabanaunayotrapared.Sumiradasedetuvoenellaencuantoapareciódedetrásdelacortina,conMariealostalones.

—¡Por todos los santos del paraíso, es verdad! —exclamó mientras sesantiguaba.

Una leve sonrisa se dibujó entre los rasgos pálidos del hombremientras,movidapor un reflejo condicionado,Albrante se acercaba a él para tomarle elpulsoenlacarótida.

—Creo, hermana, que me ha crecido la barba —dijo llevándose su otramanoalamejilla—.¿Quédíaeshoy?

—QuincedíasdespuésdeldíaenqueosbatisteisconLaurentdeBeaumont.¿Lorecordáis?

Elcaballeroarrugólafrente—Eldieciséisdeagosto,pues—contó,visiblementemolesto.—¿Recordáiselduelo,miseñor?—insistióAlbrantemientraslelevantaba

elpárpadoparaobservarmejorlosmovimientosylablancuradelojo.—YtambiénaPhilippine.—En ese caso—pareció alegrarse Albrante—, puedo afirmar que estáis

salvado.¿Tenéisapetito?—Ysed.YestoyimpacienteporveraPhilippine,aligualquealaabadesa,

conquiendebohablar.—Haréque avisen a la abadesa.En cuanto aPhilippine, nopodéis contar

coneso,señor.Yanoestáentrenosotras...—añadióAlbranteconsequedad.LainquietudseadueñódelrostrodePhilibertdeMontoison.—Acasoha...—Philippinehavueltoacasadesupadre—lotranquilizóMarie,aquienno

le habían preguntado y que comprendió de inmediato al ser fulminada por lamiradadereprobacióndelaenfermera.

PhilibertdeMontoison,sinembargo,laobsequióconunasonrisaaduladora.—Vuestravoz...—dijo—.¿Estabaisjuntoamilechocuandohedespertado

deeseextrañosueño?—Ignoro cómo era vuestro sueño, señor, pero así es —le respondió

amablementelajovenzuela.—Idalacocinaytraedalgodecomeralcaballero—ordenóAlbrante,que

nodeseabaquelanoviciasedejaraseducirahoraporPhilibertdeMontoison.Marieasintióydesapareció.—Voy a quitaros esa sonda que ya no necesitáis —declaró sor Albrante

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apartandolasábanaencuantosehubocerradolacortina.Elcaballerono tuvotiempode inquietarsepormostrarsuspartesyella le

retiróeljuncodelauretrasincontemplaciones.Eldolorlesorprendiótantoquenopudoevitargritar.

—Síquesoiscobarde—seburlóella,soltandoconindiferenciasuórganomaltratado.

Poruninstante,aPhilibertdeMontoisonlevinoalacabezaquetalvezlohubiera hecho expresamente, pero prefirió dejar eso de lado. ¡Su virilidad nopodíasercuestionada!

—Debodaroslasgraciasporvuestroscuidados—dijo,contrariamente.Albrante recogió elorinalymetió en él el drenaje, satisfechapor laduda

que había sembrado en su mente. ¡Se lo tenía bien merecido por haberatormentado a Philippine! Sin hablar de lo demás, puesto que hasta que sedemostraralocontrarionopodíaevitarconsiderarlaposibilidaddequePhilibertdeMontoison fueraunasesino. ¡Ypensarquehabíaderrochadoaquelpreciosoelixirparasalvarlo!

—Sentiréisquemazóndurantelasprimerasmicciones.Sientresdíasnooshadesaparecido,os trataréenconsecuencia.Demomentoymientrasos traenlacomida,deboaconsejarosquereposéis.

—¿Qué ha sido deLaurent deBeaumont?—preguntó aúnmientras ella sevolvíaconlavisibleintencióndealejarseparavaciarelorinal.

—Estáapuntodemarcharse,comovosmismoencuantovuestrasfuerzasoslopermitan.

—¿E1regresodePhilippineasucasaanunciasumatrimonio?El recuerdo de lamirada concupiscente de Laurent de Beautnont aMarie

arruinólamentiraquehabríapodidodecirleparaquedejaraenpazaPhilippine.—Dejóunacartaavuestraatención.Oslaentregaré—decidióvolviéndose

deespaldasparaindicarlequelaentrevistahabíaconcluido.Él no insistió y cerró los ojos, consciente de sus propios límites.Cuando

Marie regresó con caldo, pan y un vaso de vino, dormía. Temerosa de que nohubiera caído de nuevo en su letargia, depositó la bandeja sobre la cama y lesacudióelhombroconviolencia.

—Señor...—insistió.Seapartócuandovioqueabríaunojo.—Vuestracomida—balbucióparadisculparse.Le puso la bandeja sobre las rodillas en cuanto se hubo incorporado, le

deseóbuenprovechoyseescapóparareunirseconLaurentdeBeaumont,queselo había propuesto aprovechando que sor Albrante había ido en busca de la

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abadesa.Eljovenlaaguardabajuntoalaoficina.Abriólapuertayellaentrótrasél,a

lavezdeseosadesuabrazoydecididaanoceder.—ComosorAlbranteacabadedeciros,mañanapartís,señor.Asíquesime

queréiscomoyoosquiero,mereuniréconvosypodremoscasarnos—leanuncióellasinrodeosyapartándosedeéllosuficienteparanosucumbir.

—DulceybellaMarie—susurróavanzandounpaso,conscientederepentedelatrampaqueletendían—.¿Cómohepodidosertanegoístaalpensarqueamiladovossóloosdivertíaisdevuestrapiadosaexistencia?Sihubieraescuchadoelmurmullodevuestro corazóny leído envuestrosojos en lugarde ahogarmeenellos...

Ellaretrocedió,pálida.—Nooscomprendo,señor...—Amigamía,antesdequereneguéisdevuestravocacióndebohacerosuna

confesión.Amoaotrayestabasinceramentesegurodequelosabíais.Lejosdemivoluntadelpropósitodeengañaros.

Elmentóndelajovenzuelacomenzóatemblar.—Noquieresabernadadevos.Oslohadichoyaquílosabemostodas.Os

creíaresignado.—Sóloestabatrastornado...—Noloentendéis...Esporesoporloqueinsistíenreemplazarla.Osamo,

señor.OsamodesdeelprimerdíaqueosvipasearconsorAymonette.Muchoantes que ella y para siempre. Me ofrecí en cuanto os rechazó. No podéisrechazarme.Memoriría—confesóconlavoztomadaporeltormento.

Adivinósusinceridadysequedódesarmado.Nosetratabadeunatrampa,sinoelimpulsodeunamujerqueinclusohubierapodidollegaraenvilecerseparahacersenotar.

A pesar del odio que en él despertaba Philibert de Montoison, alabó suresurrecciónque lehabía impedidodeshonrarla.Philippine lohabía trastornadohasta el punto de llegar a atacar comoun predador implacable a una presa tanvulnerableytanpura.¡Yenaquellugar!Habíaacusadoalcaballerodetodaslasperversidades imaginables, pero en aquel momento no era mejor que él. Derepentesesintiómiserableysedesprecióporpensarlo.Frenteaél,laslágrimasdeMariesedeslizaban,silenciosas,desdesusojosclaros.Tantoamor...NohabíavistoniunadécimaparteenlosojosdePhilippine.Sóloorgullo.

—Dejadmetiempo—murmuró,sincreerlo—.Tiempoparaolvidarla.—Osesperaré,perosinmentiras.Ahoraquemehabéistocadoyanopuedo

pronunciarmisvotos.Regresaréacasademispadresyjuradmequeiréisallísiconseguísolvidarla.Juradlo,señor.AnteDiosyenlacasadelSeñor.

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—Lojuro—aceptó,estavezconsinceridad.Si a pesar de todos sus esfuerzos Philippine se obstinaba, se casaría con

Marie.Eratandignacomootrayaúnmásporelafectoquelepodríaprofesar.—Ahora dejadme —dijo ella, más serena—. La abadesa y sor Albrante

estaránporllegar.Laurent deBeaumont semarchó, con pena en el corazón por la que había

provocado.HabíahechounapromesaylacumpliríasiPhilippinesecasaraconotro.Concualquierotro,exceptoPhilibertdeMontoison.Alatravesar lasalaabuenpaso,seloencontróenelmomentoenquelanzabaunescupitajoalsuelo.

—Veoquehabéisconservadovuestrosmodalesporcinos—ledijo.Philibert deMontoison se volvió hacia él. En sus ojos refulgía un brillo

maligno.—Yladestrezaparahacerqueostraguéislosvuestros.LaurentdeBeaumontseaproximóaél.

—Metemoquevuestrasaptitudespresentesnoesténalaalturadevuestras

pretensiones.—Así que deberé soportaros —reconoció Philibert de Montoison a

regañadientes—.Simedaisnoticiasdeella...—Nuestroduelolaafectódeunamaneraconsiderable.Seniegaavercómo

nosmatamoselunoalotrodenuevo.PhilibertdeMontoisonhizogaladeunasonrisacínica.—Yporsupuesto,osatendréisaello.—Heprometidonovolveramancharmeconvuestrasangreeinclusodejara

Diosdecidirvuestrasuertecuandocadanocheeldeseodecortaroselcuellomereconcomía.

PhilibertdeMontoisonseechóareír.—¿Acasodeberíaagradecerosquenoseáisunasesino?—Másbienporamarlalobastantecomoparanocederalaspulsionesque

meinspiráis.Susmiradasseenfrentaron,tanaguzadascomoelfilodesusespadas.—Tomo nota de ello—asintió Philibert deMontoison—. ¿Qué proponéis

paradesempatar?—Quedejemosqueseaellaquienelija,comportándonoscomocortesanosy

nocomohombresdearmas.—¿Ysiesonobasta?—objetóelcaballero.—Tendremosocasióndemedirnosenlostorneos.—Deacuerdo—decidióPhilibertdeMontoison—.Conlealtad...—¿Lojuráissobrelacruzquelleváis?

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—Meinsultáis,señor...—El insulto sería no reconocer lo que valéis —le saludó Laurent de

Beaumontmientrasdejabacaerlacortina.Larisacínicadelcaballerosiguiósuspasosmientrassealejaba.Frenteaél,

laabadesaysorAlbranteseaproximaban.—He tomado una decisión —les anunció—. Mi permiso ya ha durado

bastante,asíqueregresojuntoaldelfín.—QueDiososacompañe,hijomío—lebendijo laabadesa tendiéndole la

mano.Inclinó la frente para acercar sus labios y, al alzarse de nuevo se volvió

hacia sor Albrante. El alivio que ésta sentía por su partida se dibujaba en suexpresión.

—Hermana —dijo—, al alba habré partido. Ahora mismo se lo diré alpalafrenero e iré a darle un beso ami tía. Sabed queme llevo el recuerdo devuestrasbondadesyquerezaréporvos...

—Lomismoharéyo—asegurósorAlbrante—,einsistiréanteelSeñorparaqueosayudeenvuestravirtud...

Susmiradas se cruzaron.LaurentdeBeaumontbajó la suya, las saludódenuevoconunainclinacióndecabezaysevolvió.

—¡Unomenos!Veamosahoraquénos reservaelotro—murmuróAlbrantesiguiendolospasosdelaabadesahaciaelfondodelasala.

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16

CUANDO PHILIBERT de Montoison despertó, la campana de la iglesiaanunciabalaslaudes.TeníasedytendiólamanohacialajarradearcillaquesorMarie lehabíadejadosobrelamesitadenoche, justoal ladodelavelaqueseconsumía, desmoronada sobre sí misma. Bebió directamente de la jarra, sinutilizarelvaso.Elaguaserpenteóporsubocacomounacascadahastalagargantay lecalmóelardor.Depositó la jarrayaguzóeloído.En laabadía reinabaunsilenciosepulcral.SorAlbranteylanoviciadebíandehabersesumadoaloficio,como las otras hermanas. El día apenas despuntaba. Philibert de Montoisonvolvió a recostarse sobre la almohada y se llevó la mano al cráneo que sorAlbrantehabíadesvendado.Enel lugardel impacto,elhuesoteníauncortedelanchodeunauña.Sobrelacicatrizvolvíaacrecerelvello.Segúnlaenfermera,elchoqueeraelúnicoresponsabledesuletargia.Sihabíalogradosalirdeéstaera sin duda porque la sangre coagulada bajo la bóveda craneal había sidoreabsorbida. Para ella no había riesgo de recaída y aquella noticia habíatranquilizado al caballero. La curiosidad de ambas respecto a sus asuntos, sinembargo,lehabíatranquilizadomuchomenos.

—Nospreguntábamosaquiénhabríaqueprevenir,señor,desconocedorasdesi vuestra estancia bajo nuestro techo tenía alguna relación con la Orden —susurrólaabadesademaneraanodina.

Y,sinembargo,lapreguntalehabíapuestoenguardia.—Lacuestiónestáresuelta,puestoqueyameherecuperado.Yanodebéis

preocuparosporello—respondióconligereza.—Apesardetodo,caballero—insistiósorAlbranteconaspectosevero—,

un hombre de vuestra condición, llegar hasta Saint-Just sin ni siquiera unescudero...Sóloparaorar...

Sefelicitóporhabertenidolaprudenciadedejarsuescuadraaunasleguasde allí, con la orden de esperarle. Unas copas de vino les hubieran vueltoindiscretos. Sin embargo, al ver que no regresaba, su lugarteniente Hugues deLuirieuxpodíapresentarseencualquiermomentoalaspuertasdelaabadíaparapreguntarporél,conmásrazónaúnpuestoquesudueloconLaurentdeBeaumontno podía haber pasadodesapercibido. Se preguntó qué podía haber despertadopues ladesconfianzade lasmonjascuando lehabían recibidosin reservasa sullegada.¿Habríahabladoensueños?¿DelpríncipeCemydesucautiverio?¿DelosacuerdosfinancierossecretosdelaOrdendeSanJuanconelsultánBeyazid,suhermano?¿HabríaconfesadoqueestabaallíparapedirayudaaSidoniedela

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Tour-Sassenage?¿Quehabíasidosuamante?Demasiadaspreguntassinrespuesta.Aquellaincertidumbreleincomodó.

Habíadadoporterminadalaconversaciónaduciendoqueestabafatigado,nosin antes reclamar la carta que Philippine le había escrito. La evocación delnombredelajovenendureciólosrasgosdelaabadesa.Pusoeldedoenlallaga,insistiendoenelafectoqueporellasentía.Aquellobastóparaquelaabadesasepusieraenpieylerecomendaraelreposoalqueaspiraba.SorAlbrante,quelaacompañó,fueallevarleelpergaminounosminutosmástarde.

—La confesión, hijo mío, es el mejor modo de liberar el alma de lasoscuridades que pesan sobre ella y, por consiguiente, un complemento nodesdeñable al tratamientoqueoshe administrado—ledijo sinmás zarandajas,mientrasélabríalacarta.

—Loheentendido,hermana,yosestoyagradecido.Osprometoquepensaréenello.Ahora,simepermitís...

Ella se inclinó. Él leyó la nota: «Olvidadme, caballero», le suplicabaPhilippine tras haberle expuesto todas sus razones. Las había aplastado en sumano. Laurent de Beaumont había dicho la verdad. Y como aquél, tampoco éltenía intención de doblegarse. Al contrario. Su misión, demorada durantedemasiadotiempo?leofrecíalaocasióndeacercarsedenuevoalajovenfueradelcontextoopresivodeaquellaabadía.

Laperspectivadetomarleladelanteraasurivalconsiguiódistraerleduranteun rato. Hasta que le volvió a la mente aquella frase que le lanzó a guisa dedespedida.Enaquelmomento,lehizoreír.Ahora,iluminadasporelcontextodesospechaenelquesedebatíanlasmonjas,laspalabrasdeLaurentdeBeaumontlepreocuparon.

«El insulto sería no reconocer lo que valéis...» Philibert de Montoisonreprimióun exabrupto.Era seguro que había habladomás de la cuenta y en untonosuficientementealtocomoparahabersidooídoporel señordeBeaumont.¿Cómo explicar sino la desconfianza de la que éste había hecho gala hacia supalabra dada? Sin mencionar su precipitada marcha en el momento en querecobró la conciencia. Se puso en pie, abatido por la idea de que aquel tipejopudiera comprometer sus proyectos al revelarle al delfín el doble juego queestaballevandoacabolaOrdendeSanJuan.Destapándose,sesentóenelbordedelacama.Teníaquelevantarse.Costaraloquecostase.Sintióunmareoytratódedominarlo.LaurentdeBeaumontnodebíallegarhastaeldelfín.APhilibertdeMontoisonletemblaronlaspiernasyseapoyóconunamanoenlapared.Elsolcrecíaatravésdeunadelasventanas.Mientraspermitíaquesucuerporecobrarafuerzas, recorrióelespaciocon lamirada.Sobreunasilla, sus ropas lavadasyrecompuestasdieronalasasuproyecto.

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Apenasdoshorasdespuésdehabersetomadoelcaldolavíspera,teníatantahambrequeconvencióasorAlbranteparaquelesirvieranalgomásconsistente.Devoró la comida a bocados ante la mirada estupefacta de sor Marie. Susupervivencia así como aquella recuperación milagrosa eran para él un granmisterio.SorAlbranteparecíaserlaúnicaquenoestabasorprendida.Sihubieratenidomástiempo,lehubierapedidoqueleconfiaraelsecreto.Másaúnpuestoque,denuevo,teníaunhambrevoraz.

Asegurósusandares,elnerviosismohizomellaenéldebidoa su lentitud,peroacabóporhacerseconsusropas.Sepusoloscalzonesylasbotas,maldijopara sus adentros la pocadestrezade suhombro atravesado aúnporunaburdacicatriz, se ajustó la camisa, luego el jubón y por último la chaqueta, y se diocuenta entonces de que faltaban el talabarte y la espada.Lasmonjas debíandehabérselosconfiscadoaljuzgarquenoleseríandeutilidad.Nosecontrarió.Eltiempoapremiaba.Acabadoeloficio,lasreligiosasvolveríanasusquehaceres.EncuantoaLaurentdeBeaumont,alnopoderactuarentreaquellasparedesparareducirlo al silencio,debería sermás rápidoqueél, reunirsedenuevocon sushombresytenderleunaemboscada.Sielbarónmoríaenunbosqueseacusaríaaunodeesosbandidosqueavecesandanporlosmontes.

Avanzóa travésde la sala, satisfechoalverquesudeterminación ledabamás empujedel que suprimer contacto con el suelohubierapermitido esperar,hastaellechodesurival.Lassábanasestabanarrebujadasalpiedelacama.Elpájarohabíaalzadoelvuelo.Fuehastaelpatio.Desdelacapillaseelevabauncanto litúrgico.Seescabullóhasta losestablosyhallósucaballo,quemascabaunasbriznasdepajadelamanodelpalafrenero,sindudadespertadoporLaurentdeBeaumontalpartir.

Philibert de Montoison no dudó ni un instante. Hacer que le ensillara elcaballo aquel hombre que bostezaba como si fueran a desencajársele lasmandíbulas hubiera llevado demasiado tiempo. Más aún, puesto que segúnrecordabaaquelhombresufríadedebilidad.Enconsecuencia,erainútilesperarpoderobligarleadoblegarsupropianaturaleza.Silasmonjaslesorprendían,leimpediríanpartir,aljuzgarqueaúnestabademasiadodébil.

Y justificar su apresuramiento estaba fuera de lugar. Si el animal, alreconocer el olorde su amo, alzó lasorejas, visiblemente elpalafrenerono sehabía percatado de su presencia. Philibert de Montoison se deslizó conprecaución hasta detrás de él y, habituado a las aproximaciones discretas, leasestó un golpe detrás de la oreja. El hombre cayó sin ruido entre sus brazos.Cuandosedespertaraenunrincón,sobrelapajaenlaquePhilibertdeMontoisonlotumbó,habríaolvidadoquelehabíanayudadoallegarhastaallí.Elcaballerohizounosestiramientosdesuhombrodoloridoporelesfuerzoysepusomanosa

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laobra.UnosminutosmástardefranqueabalapuertaqueleabrieronSindificultady

lanzó su caballo al galope por el camino del sur, sin ni siquiera un arma paradefenderse.

El asuntoque justificaba aquellasmedidas radicaleshabía comenzadodosañosantes,muylejosdelastierrasdeFrancia.

El emperador otomano Mehmed II tenía varios hijos, entre los cualesBeyazidyCem,elpequeño,aquienhabíaprometidoeltrono.MehmedIIeraunhombrefuerteyvoluntariosoquevencióalapotenteConstantinoplaylarebautizóEstambul.Aquel3demayode1481sehallabaalfrentedeuninmensoimperio,pensabaquedispondríadetiempoparaorganizarsusucesiónyseenorgullecíadehaberdadoasushijoselgobiernodeprovinciaslejanas.BeyazidyCemejercíancondedicaciónsusfuncionescuandolamuertesellevóatraiciónaMehmedII.ElhombreencargadodedarlanoticiaaCemfuecapturadoporelcamino.Porello,cuando Cem fue informado, su hermano ya había sido proclamado sultán enEstambul.Seisdíasmástarde,CemsehacíaconlaciudaddeInegol,favorableasuhermano.Laguerraentreamboshombreshabíacomenzado.El28demayo,elejército de Beyazid fue derrotado y Cem, tras proclamarse sultán deAnatolia,hizodeBursasucapital.Defensordeladiplomacia,quepreferíaalasarmas,lesugirió a su hermano repartir el imperio. Beyazid no cedió un ápice. SeenfrentaronenunasangrientabatallacercadeYanisehir.ElejércitodeCemfuederrotadoyéstetuvoquerefugiarseenElCairoconsumujerysushijos.

Unañomás tarde, traicionadoporunode los suyos, tuvoque capitulardenuevotrasasediarKonya,enAnatolia,durantedossemanas.

Agotadossusrecursos,CembuscóentonceselapoyodelgranmaestredelaOrden de los Hospitalarios de San Juan. Si el rey de Francia le ayudaba arecuperar el trono, Cem estaba dispuesto a favorecer sus intercambioscomercialesenelMediterráneo.

El granmaestre le recibió con todos los honores que tenía el derecho deesperar y le prometió una alianza a favor de sus intereses comunes. El 1 deseptiembre de 1482, Cem se embarcó rumbo a Francia con la idea deentrevistarseconelrey,sinsaberqueelgranmaestreyahabíanegociadoconsuhermano,elsultánBeyazid,elpreciodesucautiverio.

Philibert de Montoison, que había acompañado a los hospitalarios hastaEstambul,fueabordadodiscretamenteporunasirvientaenunrincóndeunpasillodel palacio de Topkapi. El sultán Beyazid quería estar seguro de que loscaballerosdeSanJuannocambiaríandeideayestabadispuestoapermitirselosserviciosdeunodeellosporunasumaquenopermitíaremordimientoalguno.

DesdequeCemdesembarcó,loshospitalariosleembaucaban,aturdiéndolo

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defiestaenfiesta,llevándolodeunsitioaotro,pretextandoavecesquefaltabanlos salvoconductos para aventurarse en tierras del rey de Francia o que loscaminosestabanimpracticablesdebidoalmaltiempo.Laverdaderaquealrey,enfermo desde hacía tiempo, poco le interesaba Cem. Le bastaba con queBeyazid,porsulado,respetarasuscompromisosyqueelcomerciomarítimodeFranciafuerafloreciente.

Sin embargo, Cem era codiciado por otros soberanos que no esperabanayudarlesinohacerseconélybeneficiarsede lasmismasventajasgraciasasucautiverio.Porellohabíaquedesplazarloamenudo.GuydeBlanchefort,aquienelgranmaestrehabíaconfiadolacustodiadeCem,lehabíaencargadoaPhilibertdeMontoisonquehallaraunlugarapartadodetodaencomienda,fácildeprotegery, por supuesto, discreto. Philibert deMontoison recordóSassenage, donde tanbuenosratoshabíapasadoencompañíadeSidonie.Ellugarlesparecióperfecto,yenviaronaPhilibertdeMontoisonparadarporcerradoelasunto.

Si no se hubiera enamorado perdidamente de Philippine con lasconsecuenciasquesudesmesuradoorgullohabíanacarreado,ahoramismonoseveríaobligadoarecorrerlalindedeunbosqueparadarconlamarcagrabadaenlacortezadeun roblecentenarioporunode loshombresde laescoltaqueallídejara.

Acabópordarconlamuesca.Trasponerpieatierra,conelcabestrodesupalafrén en la mano, con la otra se abrió camino entre las ramas dispuestasanárquicamenteparaocultarelestrechosenderotalladoagolpedeespadaentrehelechosyplantasespinosas.PhilibertdeMontoisonseadentrósintemor,consucaballo,dócil,alpasotrasél.Dadoqueconocíabienasushombres,sabíaqueyaestaban alerta, prevenidos por uno de los centinelas situados alrededor delcampamento. Para confirmarles su presencia, silbó dos veces, según el códigoacordado.Comosuponía,unodeellossaliódedetrásdeunárbolparacortarleelpaso.

—¡PorDiosNuestroSeñortodopoderoso,quéalegríavolveraveros,señor!—¿Acasolodudabais,Garnier?—Noerayoelúnico.—¿Habéistenidoalgúncontratiempo?—Un zorro, una cierva y dos jabalíes. Y algunos rateros desdentados y

miserablesquetuvieronladesgraciadaocurrenciadequererrobarnos.Tantolosunoscomolosotrosyanorespiran—sedivirtióelsoldado.

Philibert de Montoison asintió. Volver a hallarse en su elemento lereconfortaba.SiguiólospasosdeGarnier,interrumpiendoelsilenciovegetalconestridentes silbidos a intervalos regulares. Pronto llegaron a un pequeño claro

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dondeloshombreshabíaninstaladoelcampamento.Secomponíadeunacabañaderamasrecubiertademusgo,cercadeunafuentequeformabaunriachueloentrelasrocas.Enelcentro,sobreunfuegorodeadodepiedras,habíaunastaconunconejo que, acabado de asar, desprendía un olorcillo delicioso. El hambre dePhilibertsetornódesmesurada.

Su amigo Luirieux, que estaba al mando de la escolta en su ausencia, seprecipitóasuencuentroparadarlelabienvenida.Amboshombressefundieronenunabrazoamistoso,felicesdevolveraverse.

—Tienesmal aspecto, amigomío. A todas luces, las cosas no han salidobien—seinquietóLuirieuxalverelcráneodePhilibertdeMontoison,afeitadoporelgolpedelaespada.

—Peor de lo que te imaginas—respondió éste—. El tiempo se nos echaencima.Tenemosquepartirdeinmediato.

—Nada nos complacerámás—aseguró el lugarteniente volviéndose hacialosdemásparadarleslanoticia.

Les bastaron unos minutos para disponerlo todo, mientras Philibert deMontoisonresumíalasituaciónasucompadre.Despiezaronelconejoycadaunocogióunpedazoquesecomieronabocadosmientrasatravesabanelbosque.

En la linde,montaron a caballo y cabalgaron hasta el cruce de caminos amenosdeunaleguadeallí.

PhilibertsevolvióentonceshaciaGarnier.—Ve—dijo.—Notardaré,señor.Antesdequecaigalanochemiespadasemancharácon

lasangredeesetipejo.NosveremosenLaBâtie.Garnier se encaminó hacia Amboise, donde residía el delfín Carlos.

Philibert deMontoison lo vio alejarse, con una sonrisa de satisfacción en susdelgadoslabios.Lehubieragustadoencargarsepersonalmentedesurivalperoyahabíaacumuladodemasiadoretraso.

Espoleó su caballo, y losdemás le siguieronen su estela.Estavez estabasegurodeque,unavezcumplidasumisión,Philippinelepertenecería.

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17

ENSASSENAGEdespuntabaelalbaycoloreabaderosalapequeñaventanadeltorreónhacialaqueAlgondedirigíasumiradadesdelapuestadesol.Gersendeacababa de levantarse y su hija tardaba en imitarla, triste ante lo que leaguardaba.Una vezmás, como todas lasmañanas siguientes a su retorno de lacripta,lasnáuseasletraíanlasmismasimágenes.

Volvía a verse franqueando el umbral de su apartamento, calada hasta loshuesos,conloslabiosmoradosyarritmiadelcorazón.Felizmente,allísehallabasumadre,ocupadaendoblarlaropalimpia.Gersendelaayudóadesnudarseylediounafricciónconalcoholdelavanda.Lepreguntóporlasdosmarcasdecolorcerezaentresussenos,allídondeloscolmillosdelaserpientehabíanatravesadola tela de la túnica. Poco a poco, Algonde entró en calor. Y le explicó losucedido.Todo,salvosudecisióndedesafiaraldestino.Noqueríainquietarasumadre.Decirlequeestabadispuestaaofrecersealbarónparacurarsedelvenenoyaerasuficientepena.

—¡Hubierapreferidocienvecesseryo!—selamentóGersende.Se abrazaron. Los labios de Algonde temblaron durante unos segundos y

luegoseserenó.Enella,elinstintodesupervivenciaeraelmásfuerte.Ylosabía.Lajovenseseparódesumadreconternuray luego, trasvestirseconropa

seca, salió, sedienta de leche fresca. Al no verse con fuerzas de muñir aMariquita,sedirigióalacocinadondemaeseJanisselediodebeber.Elcocinerosesentófrenteaellaydejóquesuspinchessepusieranatrabajar.

—Estásmuypaliducha,ruiseñor.TeconsumeslasangreporMathieu,yaveo.¿A qué espera ese borrico para pedírtelo? ¿Tendré que darle una patada en eltraseroparaquesedecida?

—Sobretodonohagáisnada,memoriríadevergüenza—suplicóAlgonde.MaeseJanissesepusoenpieconunsuspiroylediounbesopaternalenla

cabeza.—Comoquieras,pero la tristeza teafea.Siquieresmiconsejo,acepta las

miradasdeotroyveráscómoeseboboespabila.Algonde sintió una opresión en el corazón. Al caer la noche, pensó al

ponerseenpieasuvez,conunpocodenatade la lecheen lacomisurade loslabios,losconsejosdemaeseJanisseprobablementesehabríanllevadoacabo.

TraspreveniraMathieudequenotendríamuchotiempoparaélhastahaberdejadolahabitaciónmalditaencondiciones,pasóallíelrestodeldía.Yalimpiade polvo y reluciente, la habitación recobró otro aspecto. A última hora de la

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tarde,Gersendehizollamaralcarpinteroparaquerepararalacamaylastablasdel suelo de maderas gastadas o rotas, y que además pusiera un ventanalacristaladoenelagujeroenlapiedradelapared.Igualmente,lacosturerafueatomar medidas para cambiar las cortinas y tapices. Se llevaron el tapiz querepresentaba un cortejo amoroso dominado por una jovenzuela con el rostrocubiertoporunveloparafrotarloconcenizaylavarloconaguadelríoantesdedejarlosecarsobrelahierbadeunpradovecino.

Lasaprendizasdemodistaqueentraronenlalegendariahabitaciónhicieroncorrerelrumordelaaperturadelamismahastaelpueblo,dondeseencendieroncirios para protegerse de la eventual ira del hada. Por todas partes, al caer lanoche,eratemadeconversación.Algunoslocossealegraban,aunquelamayoríacerrabansusventanas,convencidosdequelamujerserpientebarreríaelpuebloenteroconsualientodemoníaco.

Elbarónhabíaregresadoaúltimahoradelamañana.Elsimpleruidodesusbotasenlaescaleraasustóalajovenzuela,quehabíaencerradoenlahabitaciónqueacababadeencerar.Tardounosminutosencalmarse,sentadaenelsuelo,laespaldacontraelmarcodelapuerta,losojosclavadosenlachimeneay

pasadizo secreto que ésta ocultaba.A sumiedo sucedió un renovado odiohaciaMelusina.

No.Algondenolesseguiríaeljuegoaunosseresimprobables.Linaje o no, eramás humana que hada y quería seguir siéndolo. Era sólo

cuestióndevoluntad.Elbarónnohabíasubidoyellahabíareanudadosusfaenas.Sonabanonaen

laiglesiadelpueblocuando,porlaventanaabierta, leoyóllamaralhalconero.Seprecipitóalaventanaparaasegurarsedequeseibaacazar.Elcorazónlediounbrincoenelpecho.Sindudatristeporsuausencia,Mathieuestabaplantadoenmediodelpatio.Lacabezahaciaatrás,lamanoaguisadeviserasobrelalíneaespesadesuscejas,mirabahacialaventana.Determinadaanodejarentrevereltormentoquelareconcomía,lehizounaseñalconlamano.ÉlseinclinóconunareverenciaantesdeenviarleunbesoydedarmediavueltaenelmomentoenqueelbarónJacquesmontabaensucaballo,acompañadodelhalconeroquesosteníauna rapaz sobre su puño cubierto con un guante.Al igual queMathieu, alzó lacabezahacialatorre.Algondesealejórápidamentedelaventana.

Cuando, tras la cenadel barón, tuvoque franquear el umbral de su puertapara prepararle la cama, la mordedura de la serpiente apenas era ya unaquemazónquejaspeabasupielconunaestrellanegruzca.

Algondecambió lavelayabrió lacama, resignadaya lavezasustada.Elbarónentróenlahabitación.Ellasepusofrenteaélybajólamirada.

—¿Mequieres,Algonde?—lepreguntó,acercándoseaella.

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Hubierapodidorechazarlo.Nolahabríaobligado.Ellaasintióconlacabezaysedejóabrazar.Alalba,conelvientredoloridoapesardeladelicadezaconlaqueélladesfloró,selevantóparavomitaryvolvióasuhabitación.

Gersende la esperaba, sentada en la cama en camisón, a la luz de la velasobrelamesitadenoche.

—Yaestá—dijoAlgonde.—Duerme.Tesustituirécuandoselevante.Una vez corrida la cortina tras Gersende y ya desvestida, la jovenzuela

acercósuespejoalpecho.Lasvenillasnegrascomolatintaquearrancabandelamordedura corrían ahora sobre las curvas de sus senos y le irrigaban losbronquiosy lospulmones.Apretó losdientes enun arranquede iraypensó enMathieu.

«Sielbaróntetoca,lemataré»,habíaamenazado.Nodeberíasaberlo.Nunca.Sehundió,vencidaporelsueño,ysedespertóconlamanodesumadreque

lasacudía.—Escasimediodía.Levántate.Tehepreparadounbañodeasiento.Algondeobedeció, se limpió la sangredesusmuslosysepusoa trabajar.

Eraundíacomolosdemás.Gersendesehabíadedicadoalospreparativosdelaboda.Algondevolvióalúltimopisodeltorreónparacomprobarquelostrabajosencargadosporsumadreavanzabanabuenritmo.Alanochesiguiente,elbarónlaabrazóylabesó,yluegolarechazócondelicadezaalverqueseponíatensaaltocarla.

—Hasta que doñaSidonie regrese, vendrás ami cama al alba.Desnuda ydispuesta.Ahoramárchate,estoycansado.

Ellaseretiró,casiagradecida,antesdecomprenderqueaquellaobligaciónle fastidiaría las noches aún más que los días. Hasta el punto de que se lerevolvióelestómago.

Ungallocantóenelpatio,alpiedeltorreón.Algondesedestapó,selevantódelacamaycogiósuespejoparaexaminarcomocadamañanalaprogresióndelvenenoenella.Lasorpresasedibujóensuexpresión.Lastrazasdelamordedurahabían desaparecido. Las venillas también. Aquello sólo podía significar unacosa:estabaembarazada.

Melusinahabíadicholaverdad.Estabasalvada.Poruninstantecontemplólaposibilidaddenoresponderalainvitacióndelbarón,depretextarquesehabíadormido,perode inmediatorechazóaquella idea.Eradulceypacienteconellacuando si lohubieradeseadohubierapodido tratarla conbrutalidad.Senegóacorrer el riesgo de encolerizarlo. Si se decidía a pegarla para infligirle un

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castigo,corríaelriesgodeperderaquellacosaquellevabaenelvientre.Conesacertidumbre,sepusomanosalaobraparanohacerleesperar.

ElbarónJacquesdeSassenageseincorporóensucama,despertadoconunsobresalto por una pesadilla. Se hallaba en un carruaje sin conductor que loscaballos,enloquecidosporlaaparicióndeMelusinaserpenteandoporlosaires,conducíaninexorablementeaunprecipicio.Apesardesusdesesperadosintentosdesalirdelcarruaje,noconseguíaabrir lapuerta, sacudidopor los tumbosdelcamino.Frenteaél,enelbanquillo,estoicaydescompuesta,sudifuntaesposalocontemplabadebatirsecontrasufinineludible.Hallarseseguroensucamalehizolanzarunsuspirodealivio.Sedejócaerdenuevosobrelaalmohada.

NohabíavueltoasoñarconMelusinadesdequefueraalagrutaconmaeseDreux. Tal vez porque sus esfuerzos para iniciar a Algonde en los juegosamorososlehabíandistraído.Habíaolvidadoelretratodesaparecidoylapiedrarecogidacercadellagosubterráneo,similaralaqueSidonielehabíamostrado.Laconservabaaúnenunabolsitacolgadadesucinturón,preciosareliquiadeunmisterio que había renunciado a dilucidar.De hecho, sus días transcurríanmásdeprisadeloquehabíaimaginadopuestoqueGersendelepedíaconstantementesuopiniónacercade lospreparativosde laboda.En laRochette,maeseDreuxhabíacumplidosupalabramásalláinclusodesusexigencias.Eledificiohervíacon lamano de obra finalmente reclutada y a la que llamaba sus «obreros deDios»,porsertanprovidencialesyreconocidosensuscorporaciones.EncuantoalahabitacióndePhilippine,Algondeselahabíaabiertolavíspera,antesdelapuestadesol.Apenashabíareconocidolaestanciaylafelicitócalurosamente.ElregresodeSidonieseanunciabaespléndido.

Elbarónsedesperezó.Ajuzgarporelnúmerodetañidosdelcampanariodela capilla, Algonde no tardaría en reunirse con él. Había renunciado acomprender por qué le atraía tanto.Ymás aún por qué ella se había ofrecido,pueseraevidentequenodisfrutabaconsuscaricias.Sinembargo,teníafamadeserunbuenamanteynorecordabaaningunaquehubieraestadoentresusbrazosynohubiesedeseadovolver.Claroestáqueellaseaplicabaparasatisfacerle,peroconlospárpadoscerradosyelcuerpotriste.Sinungemido,nada.Nisiquieraelesbozodeunasensación.Aquelpensamientoloentristecía.

Un ligero roce en su puerta. Reconoció sus pasos, discretos. Apagados.Mientrasqueunosdíasantes,ellaeraaúnmaliciosa |alegre.Senegóahacerseresponsable de ello y, sin embargo, no podía descartar esa idea.Descorrió lascortinasynosesorprendióalverledespierto.

—Ven—ledijo,tendiéndolelamano.Desnuda,sedeslizóasulado,conunapálidasonrisaenloslabios.Porun

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momentosesintiómiserableporobligarla,perodesechóeldeseodedecirlequesemarchara. Con ternura, decidió entregarse a ella. Era demasiado bella parapermanecerenlaausteridad.Alcabodeunosminutosdeacariciarlasinobtenermás reacción que en otras ocasiones, detuvo su mano sobre su bajo vientre,sosteniéndolelamejillaconlamanoparacontemplarlamejor.

—¿Teparezcofeo?—preguntócondulzura.Algondesesobresaltóyabriólosojos.—No,señor.—¿Demasiadoviejo,pues?Y,sinembargo,creíaserfornido.—Losois.Fornido,quierodecir.Noviejo...—dijo la jovenzuelaantesde

preguntar—:¿Acasonooscomplazco?Élsonriócontristeza.—No, puedes estar tranquila. Simplemente me sorprende tu falta de

reacción.UnvelodesorpresacubrióelrostrodeAlgonde.—¿Esesoanormal?—Creoquesí.—Noqueríadecepcionaros.—Nosetratadeeso,tedigo.Tengolacostumbredevercómomisamantes

seexcitanytúpermanecesfría.Asíquemeinterrogo—¿Sufrescuandotetomo?—Laprimeravezmedolió.Luegoyano—dijoellaconsinceridad—.¿Qué

deberíasentir?—Placer. Intenso.Fulminante.Queestallaríaaquí—pusolamanosobreel

pubis—yaquí—sobresusmuslos—ytambiénaquísobresuestómago.

Algondesacudiólacabeza,afligida.—Nadadeeso,señor.—¿Qué,entonces?Subocaesbozóunamuecadeaburrimiento.—Hablasinmiedo.Notedeseomalalguno.Alcontrario.—Nolosé.Meparecequenomegusta.—Nopuedeserquenotegusteatuedadycontutemperamento.Algondenorespondió.¿Quépodíadecirle?¿Quesehabíametidoensucama

paranomorir?¿Quéledesagradaba?Noporsufísicooporsudeseosinoporelmerohechodeque...

—Amoaotro—terminaronsuslabiosenlaprolongacióndesupensamiento.—¿Elhijodelpanetero?Asintióconlacabeza.—¿Teentregasteamíparaponerleceloso?

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—No.No—repitióAlgonde,horrorizadaanteesaidea—.Loignoraysobretodonodebesabernada.

—¿Porqué,pues?Nadateobligaba.—Soiselseñor.Medeseabais.Hubieraispodidoecharnosamimadreya

mí.Elbarónfruncióelceño.Parecíasinceray,sinembargo,dudaba.—¿Ésaeslareputaciónquetengo?Ellanorespondió.Dehecho,ledescubríabajounanuevaluz,muylejosdel

señor cruel e intransigente queMathieu le había descrito.Mathieu, a quien nohabíavistodesdesuregresodelossubterráneosdeSassenage,sopretextodeunasobrecargade trabajo.¿Acasosospechabaalgo?Nopodíani imaginárselo.Poramoraélhabíarenegadodesudestinoyaceptadoelcuerpodeotro,mancilladosualma.Ydeberíallevarladeshonra.

—Cierralosojos—ledijoelbarón.Ella obedeció. La mano sobre ella reinició el viaje, lentamente, como el

largodeslizamientodeunahojamecidaporelviento.—Olvidaquiénsoyydóndeestás.Piensaenél.Ellasesobresaltó,estupefacta:—¿EnMathieu?—¿Quierescomplacerme?—Noquierodesagradaros—matizóella.—Imaginaqueestasmanossonlassuyas.Imagínalo,Algonde,yéstaserála

últimavez.Aquella promesa le dio fuerzas para obedecer. Los párpados cerrados

aprisionaronelrostrodeMathieu,surisa,susmuecas,suvoz.«Sólounbeso,unbesito»,reclamabaél,acercandosuslabios.Loslabiosdelbarónlarozaron.Abriólabocaparabesarlaspalabrasdesu

amado.Sedejó domar por la caricia de la lengua.La sangre se calentó en susvenas mientras más abajo, en sus senos, los dedos titilaban tímidos y torpes.Mathieuhubierapodidotenerlosmismosdedos.Pocoapocosedejóconvencer.Pasósusbrazosalrededordelanuca.Sualientoseentrecortóperopornadaenelmundo hubiera querido deshacerse de aquella boca contra la suya. Le parecíaoírledecirasuoído,conunmurmullo:

—Teamo,Algonde.Losdedoshurgaron supubisy sintió el aguijóndel deseo.Conel roce se

arqueóysesorprendiódeaquellavibraciónqueseextendíahastasusriñonesyde querermás aún.El cuerpo la cubrió.Cálido.Tenso.Abrió las piernas pararecibirlo y se apartó de aquellos labios que de repente le impedían respirar,volvió lacabezade izquierdaaderechaenbuscadelalientoque le faltaba,sin

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hallarlo,ygritó.Gozóporsorpresa,alabrir losojos.Seapropióde la imagen.Los tapicesoscuros, el rostrodelbarón sobreel suyobailandoal ritmode suspropiosmovimientos.Unasúbitavergüenzalahizosonrojarse.Quisorechazarlo,pero no tuvo fuerzas para hacerlo. Estimulada, su carne abierta se negaba aobedecerla.Súbitamente la inmolaba.Tortura.Del cuerpo.De lamente.El unofustigandoalaotra.SeencabritóalunísonoconJacquesconungemidoagónico,ylosojosanegadosdelágrimas.

Viva,abuenseguro.Pero¿podríaperdonárselo?Elbarónsedejócaerjuntoaella,conunasonrisadesatisfacenensusfinos

labios. Ella permaneció inmóvil. Una ola de bienestar recorría su cuerpo quenegabasualma,vencidaatraición.

—Ereslibre—murmuróelbarón,presadelsueño.Cuando sucumbiera, como siempre, se retiraría sin hacer ruido. No

respondió.Aguardó.—Noquieroqueelamorseaparatiunatareaingrata,bellaAlgonde.Asíquesólovendrássiasílodeseas.Ahoralaelecciónestuya.—Nopodrévolvermás—confesóella.Él volvió la cabeza hacia su perfil. Ella había cerrado loe con

determinación,a laespera talvezdesu ira.Élhubierapreferidootra respuestapero,extrañamente,laqueleacababadedarlebastaba.

—Megustatufranqueza.Esrara.Comorecompensa,hoytedispensodetuservicio.Correareunirteconél.Serémuyteladebendecirvuestrocompromisoeldíademihimeneo.

Algonde sintió el alivio en su corazón. Inmóvil junto a ¿I, buscó en vanodurante un buen rato las palabras para darle las gracias. Un ronquido lainterrumpió.Elbarónsehabíadormido.

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18

GERSENDE estaba sentada frente a su pupitre, verificando las cuentasprovisionales de la fiesta, cuando su hija apareció en el umbral de suapartamento.

—El barón me ha dicho que no vuelva —anunció Algonde sin máspreámbulo.

—¿Acasonolehascomplacido?Unasonrisaalegreiluminólaexpresióndelajovenzuela.—Al contrario —respondió—. Hemos hablado de Mathieu y me ha

concedidosubendición.Gersendefruncióelceño,escéptica.—Ándate con cuidado. Esas gentes tienen el don de cambiar de opinión

segúnelhumor.Algondeasintióconlacabezaysefuetraslacortinaparalavarse,presurosa

de eliminar de su piel el olormasculino del barón. Se sentía aún culpable delplacer experimentado, pero estaba dispuesta a convencerse de que aquello, enresumidascuentas,noeramásqueotrosecreto.

Unosminutosmás tarde, tras darle un beso a sumadre en lamejilla paradulcificarsutormento,descendiólaescalera.Apenasrodeóeltorreón,reconocióloshombrosdeMathieuquien,cubiertodesudor,seinclinabaparameterelpanenelhorno.Seacercósinhacerruido,presadeunredescubiertodeseodehacerunatravesurayconelcorazóndandobrincosensupecho.

Unsolrojohacíaarderlasmurallas.LanieblaquehabíacubiertoelVercorsaquellosúltimosdíassehabíadisipado.UnodelosaprendicesdemaeseJanissetirabadelacadenadelpozoparasubirelcuboquehabíasumergido.Asuspies,un cachorro ladraba, brincaba, se tumbaba en el suelo y le mordisqueaba loszapatos,dabavueltasasualrededoragitandolacola,detalmaneraquehastaelmozosesentíaazorado.Lamadre,tumbadamáslejos,observabaasucachorro,conelmorrosobrelaspatasdelanteras,indiferenteaotrodesuscachorrosquelemordisqueabalasorejas.

La escena movía a la risa y, sin embargo, Algonde no veía más que aMathieu.

Eljovenzuelo,conundelantalcubiertodeharina,cargabadenuevolapalacon lamasa que su padre había trabajado la noche precedente.Movido por lafuerzadelacostumbre,yconunvigorosoempuje,lahizodeslizarsobrelaplacacalientedelhorno.

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El olor de la cocción de los panecillos dorados que ya había sacado delhornoperfumabaelpatiodelcastillo.Algondesediocuentadequeteníahambre.Unhambredevidainsaciable.Sacudiéndosedeencimaelsufrimientoquese lepegabaalcuerpodesdesuestanciaenlagruta,sedeslizódetrásdeél,habiendorecuperadosubuenhumor.

—¿Quémedaríasacambiodeunbeso?Tal fue el sobresalto de Mathieu, que a punto estuvo de darse contra la

puertadelhorno.Sevolvióprestamentecuandolajovenzuelaseapartaba,conlasmanos a la espalda, mirada maliciosa y un mohín en los labios. Una sonrisacándidasedibujóensurostro.Unavezlapalavacía, laapoyócontralapared.Condospasos seplantóante la estantería, eligió elbollomás redondoy se loofreció,tanfelizdesuvisitaquesehabíaquedadomudo.

—Acercapuestumejilla—dijoella.Sedisponíaaobedecercuandounarepentinalucidezleretuvo.Seenfurruñó.—Paradarmeunpellizco,¿noesasí?Puesgracias...Algondeseechóareír.Enotros tiempossí, lohabríahecho.Seguramente.

Mathieuseencogiódehombros,convencidodequeletomabanelpelo.Sevolvióparavigilarlacoccióndelospanecillos.Ellaleatrapó,conelbolloenlamano,y rápida como un rayo besó la mejilla que le negaba. Se quedó petrificado.Algonderetrocedió.Aquelsimplecontactoacababadedespertarenellaeldeseoqueelbarónlehabíadescubierto.Sumiradalotrasladó,asupesar.Mathieusevolvió, rindiéndose súbitamente a la evidencia de que algo en ella habíacambiado.

—Hoytengofiesta—farfullóAlgonde,bajandolamirada—.Medecíasi...—Podríamosirhastaelrío—propusoMathieu,conelcorazónlatiendocon

fuerza.—Cuandohayasacabadolahornada...Élasintióconlacabeza.Con un nudo en la garganta, ella dio media vuelta antes de añadir,

discretamente,porencimadelhombro:—Graciasporelbollo.Loechabademenos.Mathieu la contempló alejarse hasta que la voz de Jeannot, su padre, que

volvíadelasletrinasenunrincóndelamuralla,lollamasealorden.—¡Ponte a trabajar, corazón loco! Lasmujeres son como el pan, hay que

hincarleseldientecuandoestánapunto...O loquees lomismo,cuando tehascasado.

Mathieuvolvióaocuparsedelhorno,agradablementetrastornado.

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Unahoramás tarde,sedirigióa lacocina,consucesta llenaalbrazoquecadadíaintercambiabaacambiodesudesayuno.MaeseJanisselecogiólacestayleguiñóunojo.

—Sírveteunbatidodelecheyhuevoparaahogartuspenas—dijoseñalandocon un gesto de la cabeza la jarra de crema líquida que se enfriaba sobre unamesa.

Algondeestabasentadaalamesa.Eljovenzuelo,quesehabíaliberadodesucarga, avanzó hacia ella, con la mejilla aún ardiente de su beso. Algonde lorecibió con una sonrisa.Ayudar amaese Janisse a preparar sus tortas le habíapermitidorecuperarse.Yelbuenhombresehabíaalegradodeverladenuevoconempujeeintenta.Habíanhabladodelaboda,paralacualyaseconfeccionabantoda suertedepatés.Y tambiéndeMathieu.Sobre todo.Algondehabíadadoaentenderalcocineroqueeljovenzueloporfinsehabíadecidido.

Ellaletendióunbol.Élsequemóloslabios.—Muycalladitosestáis—seriómaeseJanissealacercarseaellos,conuna

gruesarebanadadepancubiertademantequillaenlamano.Ladepositófrenteaellosylapartióconelcuchillo.—La culpa es de vuestro batido de leche y huevo—sedefendióMathieu,

quesesentíatorpeantelarenovadacomplicidaddelajovenzuela.—¿Habéis oído? —pregonó maese Janisse, con los brazos en jarras—.

¡Unoscuantosdulcesysequedansinvoz!Lasrisotadasdelospinchesdecocinalesincomodaron.—¿Vienes conmigo? —preguntó Mathieu a la par que depositaba su bol

vacío.Algondeasintióconlacabeza.Unamiradacómplice.Salieronpitandoala

vezcomocuandoeranniños.—¿Ymirebanadadepan?—selamentómaeseJanisse.Nosevolvieronhaciaél.Elcocinero,enternecido,cogióunpedazoconsus

dedosregordetesyse lo llevóasubocaglotona.Nohabíaquemalgastarnada.Nunca.

En lasgargantas, elFuron formabaavecesenclavesmás tranquilosdondeantañoMathieuyAlgondeibanabañarse.Enelcastillohabíaotrosniños,perotodoseranmayoresomáspequeños,demaneraqueunoslesmolestabanyotrosles desdeñaban. La mayoría de las veces, rehuían a unos y a otros en cuantoterminaban sus tareas. A lo largo de los años, las tareas les dejaban cada vezmenos tiempo para los juegos. Ahora, raramente iban a aquella hondonadaaislada,alabrigodemiradas indiscretas.Llegaronallísinalientoysesentaroncadaunosobreunarocaquesobresalíasobreelaguaviva.Conelmismogesto

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tantasvecesrepetido,sedescalzaronymetieronlospiesenelagua.—Habíaolvidadoqueestabatanfría—seestremecióAlgonde,alrecordar

degolpeladetestablesensacióndelsubterráneo.Y,sinembargo,almismotiempoleapetecióenormementearrojarsealagua.

Volvió a poner los tobillos sobre la roca y estuvo a punto de zozobrar,sorprendidaporelchaparróndeaguaproyectadoporlospiesdeMathieu.Élrió.Ella recobró el equilibrio. El verano anterior, ella cayó al agua y se vengóremojándolocopiosamente.Paradefenderse,Mathieusemetióasuvezenelrío.Acabaronpeleándose,tratandounayotrodesumergiralcontrarioparavencerle.Despreocupados.Enamoradossinsajarloaún.

—¿Te acuerdas?—preguntó él, sin duda tras rememorar la visión de suscuerposenlazados.

De aquel beso que les sorprendió, casto, tan puro como el agua. Desdeentoncesyanadahabíasidoigual.

Algondeasintióconungestodelacabeza,conlamiradafijaenlacorrientequeunatrucharemontaba.

Unsilencioembarazosose instalóentreambos,entrecortadopor los trinosdeungavilánquedabavueltassobrelosárbolesdelbosquecercano.Mathieulointerrumpióconunsuspiro.

—¿CómoeslahabitacióndeMelusina?—Banal—respondióAlgonde.Ellahubierapreferidoabordarotrotema,peronoseleocurríaninguno.—¿Aúnnoquiereshablarmedeella?—No hay nada que decir, te lo aseguro. Se abrió la habitación y la he

limpiado. Bastien, el carpintero, hizo algunas reparaciones y Bertille, lacosturera,lahadecorado.Estáapuntoparaacogeralahijadelbarón.

—Dicenquedoshombressebatieronendueloporella...—¿Quiéntelohadicho?—preguntóAlgonde,sorprendida.Élseencogiódehombros.—Todosesabe.Ellaseestremeció.¿Alguiensehabríadadocuentadesuscitasconelbarón?

Nosehabíacruzadoconnadie.~«Tútebatiríasenduelopormí?—preguntóella.—Yalosabes.Peronohayrazónparaello,¿verdad?—No.—¿Tehatocado?Ellacomprendióquehablabadelbarón.Seaclarólavoz.Sinmirarle.—No.—¿Lohaintentado?

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—No.—Porqueyo,ensulugar...Ellasevolvióhaciaél.—Prefieroeltuyo.Élsonriósatisfechoysacópecho.—Llevasrazón.Soyguapo,divertido,joven...—...ytequiero—lecortóAlgonde,alaquelaconfesiónlaahogaba.Mathieucalló.Susmiradassecruzaron.—¿Lobastanteparacasarteconmigo?Porquehastaahoratú...—...nomelohaspedidodeverdad.—¿Ysitelopidieraaquímismo?¿Ahora?—farfullóhurgandoellimodel

río con un palo que acababa de recoger del suelo, tratando de disimular sussentimientos.

—Pruébalo...—¿Noteburlarásdemí?—seinquietó.Algonde le miró con ternura. Él apartó la vista y titubeó unos instantes.

Buscabalaspalabras.Lasdibujabaconformasimaginariasenellechodelcursode agua. Perdía allí su orgullo despechado en otras ocasiones. Luego,bruscamente, como si unbicho le hubiera picado en el trasero, se puso enpie,franqueó los dos pasos que les separaban, con lasmejillas ruborizadas por suapuroy,enlugardearrodillarsecomoellaesperaba, laempujóalrío.Algondebatióconlosbrazosparamantenerseaflote,peroleentróaguaporlanarizylaboca,provocándolesensacionesfamiliares.NohabíatenidotiempodepercatarsedequenopodíaahogarseyMathieulaabrazaba.Seencontraronderodillas,conelaguahastaelpecho,chorreandoyabrazados.Sedientos.

Susbocasseunieron.Seexploraron.Tímidamentealprincipio.Fogosamenteluego.Mucho tiempo.Cuando él la dejó recobrar el aliento, ella sintió que ungobiolecosquilleabalosdedosgordosdelospies.Loahuyentóconundiscretomovimiento del pie. Fue el momento queMathieu eligió para aprisionarle lasmejillasentrelasmanosyclavarlelamirada.

—¿Quieressermiesposa,Algonde?Elinstantehubieradebidosersolemne.Ellaseechóareír,nerviosa.¿Podía

saberélqueellaacababadedarsecuentadequehabíaescogidoparasupeticiónaquelríoenelquesuamorhubieratenidoqueahogarse?¿Cómoundesdénalaprofecía?El jovendejócaer losbrazos.Sumiradaseensombreció.Herido.Sedisponíayaadejarlaallíplantada.Ella leretuvoconungestodelamano.Conunamiradallenadeamor.Conunafrase.

—Sóloatiyparasiempre.—¿Entoncesesesounsí?

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—Sí—repitióAlgonde,entregándoseaunnuevoabrazo.Laabrazó.—Eresimposible—murmuró—.Contigonuncasesabe...—Vaya idea, tú también, este remojón —se lamentó Algonde—. Estoy

helada.—Teníaquebesarte.Antes.Paraestarseguro.Perocontigonuncasesabe—

repitió,mientraslaayudabaaregresaralaorilla.Sedejaroncaersobrelahierbabajoelsolqueyacalentabayatravesabael

frondoso ramaje de las hayas junto al río. Ella temblequeaba con sus ropascaladas.Mathieusearrodillóasu lado.Ellaestornudó.Él rozó los lazosdesucorsé.

—Seríamejor...Quizá...Parasecar...Ellasonrió.—Noseríalaprimeravez.—Éramosinocentes...—Notaninocentes.Túmemirabas.Siempre.Élsonrió.—Porcuriosidad.Yoeraunniñoytúunaniña.Queríasaberdóndeestabala

diferencia.—¿Yahora?—preguntóAlgondetirandoellamismadeloslazos.Mathieutragósaliva.—Podríadeshonrarte.Ella tuvo de nuevo ganas de reír, pero contuvo aquel cinismo. ¿Acaso le

negaríaalhombrealqueamabaloquelehabíaconcedidoasuseñor?Lanecesidaddeborrarlainjuriadelplacermentirosoensuhizoimperiosa.—Quéimportanciatiene—murmuróelladescubriendounodesushombros

—sitevasacasarconmigo...

—Sóloatiyparasiempre—juróélasuvezantesdequitarseelchaleco.Sedesnudaronen silencioy evitaronmirarsemientras extendían sus ropas

sobrelasrocas,yluego,desnudoscomoenelorigendelacreación,sereunieronenaquelmaravillosolugarcubiertoporlavegetaciónquelesofrecíalaorilladelFuron.

Se abrazaron con ternura hasta que el deseo mezcló sus alientos y lescondujoaambosalafelicidad.

Cuando Algonde recobró la conciencia del lugar en el que se hallaba,Mathieu se revolvía en su sueño, cosquilleado por una oruga que avanzabalentamentesobresuvientre.Seresistióalasganasdereírse,sepusoenpieyse

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metió en el agua para lavarse losmuslos. Se echó también agua a la cara. Sesentía libre, purificada de lo sucedido anteriormente con el barón.Mathieu eramás torpe, tenía menos experiencia, pero el placer que sus caricias le habíanprovocadoeraincomparableconloquehabíasentidoalalba.

Sentíaquehabíaidomásallá.—Eresbella.Lavozdesuamantehizoquesedieralavuelta.Sentadoenelsueloconlas

piernas cruzadas,mientras con lamano se despeinaba sus cabellos hirsutos, lacontemplabafascinado.Ellacogióaguaconlamanoylesalpicó.

—Demasiadocorto—seburlóél—.Peronopierdesnadaporesperar.Estiró sus piernas largas y musculosas, se puso en pie y se lanzó hacia

delante. Se debatieron juntos entre risas, recuperando la despreocupación y laligerezadesusjuegosdeantaño,antesdeacabardenuevoentrelazados.Apesardel deseo en el bajo vientre que le endureció la verga, esta vez, sin embargo,Mathieuseapartódeella.

—No debemos hacerlo más hasta que nos hayamos casado —decidió—.Podríadejarteembarazada.

Algondenopodíaargüirqueelmalyaestabahecho.Secontentóconasentirconlacabeza.

—Vistámonos,esmejor—decidióélalsalirdelagua.Avanzóhastasusropasysepusoloscalzones.Estabanyacasisecos.—¡Hemosdebidodedormirmuchotiempo!—Noshemosacariciadomuchotiempo—rectificóAlgonde,abrazándolela

cintura.—Nometientes.Yaesbastantedifícil...Seseparócondesgana.Elbarónllevabarazón.Estabahechaparaelamor.Volviéndosedeespaldas,acabarondevestirseensilencioy,unotrasotro,se

deslizaronentrelasparedesdelacañadahastallegaralsenderoqueserpenteabaatravésdelbosque.

—Será mejor que regresemos por separado —juzgó Mathieu, en cuantollegaronallindero.

—Siemprenoshanvistojuntos,Mathieu.Sinosescondemosserápeor.Noquierocambiarnada.Volvamos,lehaceslapeticiónamimadrey...

Algondecalló.Alolejos,enelcaminoqueascendíadesdeelpueblohaciaelcastillo,unaliteratiradaporcuatrocaballoscubiertosconloscoloresdelosSassenage y acompañada de una nutrida escolta de hombres con armaduraavanzabaalpasodelcarreteroque,delante,laguiabaapie.

—DoñaSidonie—dedujoMathieu,quehabíaseguidosumirada.

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UnescalofríorecorrióelespinazodeAlgonde.—YconellaMarthe—murmuró.—Bah,silaseñoritaPhilippineestanguapacomodicen,estapesteveráen

ellaaunarivalmáspeligrosaquetúytedejaráenpaz.“Ojaládigas laverdad—suspiróAlgonde,quede repentenopodíaevitar

pensarenlaspalabrasdeMelusina.Un desagradable presentimiento le provocó un nudo en la garganta. Tenía

quecasarseconMathieuloantesposible.Eralaúnicamaneradeapartardeellalassospechasdelaharpía.Llevarunavidanormal,almargen,discreta.—¡Allí,elgavilán!—exclamóMathieuagarrándoladelbrazo, corazónde

Algondeseaceleróensupecho.Siguióladireccióndeldedoquetendíahaciaelcielo. Como hiciera antes con su padre, la rapaz había tomado la litera comopresa.Conlasgarrashaciadelanteygritosestridentes,parecíaquererlacerareltecho. Con la visión limitada por sus anteojeras, los caballos relinchabandespavoridos, con los movimientos obstaculizados por las maderas del cocheenganchadas a sus costados,mientras el carretero se apuntalaba en el cabestroparahacerlosavanzaryloshombresdelaescoltaagitabanlosbrazosparahacerhuiralarapaz.Todoeraenvanoyéstaseencarnizaba.

—¿Habíasvistoalgosemejante?Algonderepudiócondeterminaciónelpensamientoquelehabíavenidoala

menteunosinstantesantes.Porunmomento,conenormefuerza,eldeseodequeMarthedesapareciera...

Nodejarsevencerporelmiedoqueleinspiraba.PensarenMathieu,ensuabrazo, en la dulzura de sus palabras a su oído, en su placer compartido yalimentarsedeello,sí,alimentarsedeelloaligualquedelacertidumbredequeaquélerasuúnicodestino.Sepegócontrasutorsopararecobrarelolordepantibioquedesprendía.

Tras abandonar su presa tan repentinamente como la había atacado, elgavilán remontó el vuelo y desapareció a la sombra de los acantilados delVercors.Unodelossoldados,Dumassinduda,sepusoalfrenteparaayudaralcarreteroaapaciguaraloscaballos.

—Regresemos—decidióAlgonde.—¿Tantaprisatienesporveraesapécora?—seburlóMathieusiguiéndole

el paso que ella había retomado, rápida, para rodear las fortificaciones delcastillo.

—¡Nodigasbobadas!QueríasquenuestroregresopasaradesapercibidoylallegadadeSidonienosofreceunabuenaocasión.

—Tienesrazón—dijo,cogiéndoladelamano.

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Algondelaestrechóenlasuya.Lamurallalescubríadesombra.Éllaatrajohacia sí y ella se abandonó al beso que le dio, fogoso, intenso. Y a la veztranquilizador.

—Corramos hacia el puente levadizo, como si la curiosidad nos hubierallevadohastaallí—decidióapartándosedeellacondesgana.

Seecharonacorreryllegaronalpatiodelcastillosinaliento,conelpechoardiendo.JacquesdeSassenageyasehallabaallí.

Unosminutosmástarde,conDumasalfrenteyrodeadoporsushombres,elcochededoñaSidoniesedetuvoenelpatiointerior,cercadelaescaleradondeAlgonde y Mathieu acababan de instalarse, con los dedos de uno y otradiscretamenteentrelazados.

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19

SEGÚNsudetestablecostumbre,Marthenohabíadejadoderefunfuñar.Cualquierpretextoleerabuenoparadespotricar.Losbachesdelcamino,elcalorasfixiante,lasparadasdemasiadolargasenlosabrevaderosdelosanimales,laindecenciayel tiempo que Philippine y Sidonie dedicaban a poner en remojo sus tobilloshinchadosmientrasellasequedabadentrodelcarruaje, laabadíaencuarentenaque no había podido albergarlas al caer la noche, la posada tremendamenteruidosa a la que fueron a dar en el pueblo vecino, gracias a la escolta de sireDumas, las chicas fáciles y lascivas abrazadas a los viajeros, su cena sosa, elvinodeespecias,elcolchón,lamantarecosida...Tantascosasnuevasyexcitantesque,porelcontrario,encantaronaPhilippine.Negándoseaqueselasarruinaran,no había cesado de comentarlas, convirtiéndose en objeto de las flagrantesmiradas cargadas de animosidad de la camarera, que ella era la única quepercibíapuestoqueSidonienolesprestabaatenciónalguna.

«Tiene carácter, pero le tengo apego—le había explicado aPhilippine suprima—.Piensaque tras lamuertedemiesposo, cuandomivientre crecíaconaudacia,fuelamáslealdemissirvientasapesardelashabladurías.Misamigasme rehuían para no verse asociadas a aquel nacimiento supuestamenteescandaloso. En resumidas cuentas, rechazada por mis pares me hundí en unaprofundasoledaddelaquesóloellamedistrajo.Decamarera,pasóahacerdedamade compañía.Yaúnhoyconservaunosprivilegiosde losquenomeveocapaz de despojarla. Compréndelo, Hélène, a pesar de que no es legítimo yaunquelehayaaseguradolocontrario,Martheveacuantasmujeressemeacercancomounpeligroquepodríadevolverlaasucondiciónprimera.Sufrialdadeselreflejodesumiedo.»

Esta nueva prueba de la generosidad del alma de Sidonie no habíaapaciguado su sentimiento. Philippine no conseguía acostumbrarse a aqueladefesio.

Así llegaron a las puertas de Sassenage donde el ataque del gavilán, tanrepentino como incomprensible, acabó por forjar definitivamente la opinióndetestabledePhilippineacercadeMarthe.Encuantoseoyeronlosgritosdelave,entremezcladoscon losde lossoldados, lacamareraapretó lospuñosconunosdedosdeuñaslargasycurvadasy,silbando,arañabaelairesobresucabezaconaquellasimprovisadasgarras.

Sidonie creyó que estaba imitando el vuelo de la rapaz y se echó a reír.Martheseacurrucóensuasiento,conlacabezagacha.Aunqueadoptódenuevo

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una actitud normal, Philippine pudo constatarmirando de reojo que susmanoshabían conservado la crispación hasta que los trinos del pájaro se hubieronalejadoyfueronliberadasdesuacoso.ElcocheretomósubalanceoalpasodeloscaballosyapesardelrecuerdohirientedesullegadadespeinadaaLaBâtie,Philippine asomó la cabeza por la portezuela. Frente a ellos, un campesinoescoltadoporunajovenzuelaconlafaldaarremangadahastalaspantorrillasyunatrenza castaña saltando sobre sus riñones, pasaron corriendo por el puentelevadizo. La impaciencia de éstos por descubrir su rostro apaciguó un poco aPhilippine,aquienelaspectoausterodelcastillolehabíarecordadoaquelenelqueestaba radicada laabadíadeSaint-Just.Sinembargo,aldescubrir laaltivasiluetadesupadrequelaaguardaba,desechólaideadehallarseprisioneradelasimpertinenciasylasrepetidasextravaganciasdeMarthe.

En cuanto el coche se detuvo frente a la escalera empinada que subía alcastillo,descendióparalanzarseasusbrazos.

—¡Cómohascambiado,miPhilippine!—exclamóelbaróndándoleunbesoenlamejillamientras,asupesar,ellaseseparabadeél.

Dehecho, estabamuy cambiada, con su vestido de seda azul Jaspeada, lacabezacubiertaconunatocaaltaycónicadelmismo0nodesupielqueresaltabala finura de sus rasgos. El barón estaba más emocionado de lo que hubieraesperado.Poruninstante,incluso,creyóbesarasumadrealamismaedad.

—Elméritoesdemiprima,padre.Esellaquienmehavestidoyarreglado.—Nolacreáis,Jacques.VuestrahijatieneelgustosegurodelosSassenage

—dijoSidoniealegremente,avanzandoasuvez.—Os echaba de menos, amiga mía, pero heme aquí colmado por las dos

damasmásbellasdelreino.—Siempre presto a exagerar, Jacques—semofóSidonie asiendo lamano

queésteleofrecía—,peroosperdonamosdecorazón,¿verdad,Hélène?—¡Oh,sí,padre,detodocorazón!—confirmóPhilippinevolviéndoseaun

ladoparabesarledenuevo.Sumirada descubrió entonces a los dos jovenzuelos a los que había visto

correr.Estabanunodetrásdelaotra,traselcontrafuertedelaescalera,asomadospara no perder detalle de su llegada.A pesar de susmejillas coloradas por elesfuerzode lacarrera, la jovenzuelaacababadepalideceryunvelode tristezaempañabasusojosdeungrisverdosoclavadosenPhilippine.

—Hélène...¿Heoídobien?—preguntóelbarón,inquieto.—Esunalargahistoria,padre,yaoslaexplicaré—leprometióPhilippine

tras dirigir espontáneamente una sonrisa a la joven, que acababa de retrocederhastapegarsecontralacamisadesuvecino.

—Es inútil. Yo elegí ese nombre cuando naciste, pero tu madre logró

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disuadirme.PreferíaPhilippiney,comosabes,nuncapudenegarlenada.—MadredebíadetenerremordimientospuestoquepidióasorAlbranteque

medieraesenombre.Segúnsuspalabras,fuesuúltimodeseo.¿Mepermitísquelohagarealidad?

Elbarónseencogiódehombros,emocionadoanteaquelobsequiopóstumoque le hacía su esposa. Se refugió rápidamente en la mirada envolvente deSidonie.Ella era supresentey su futuro.Elpasadodebía seguir siendo loqueera.

—Venid, tengo ganas de oír cuanto ambas tenéis que contarme —dijo,acompañándolascogiéndolasdeloshombros.

Tresde losbaúlesquenohabíancabidoen la carretadel equipajehabíansidoapiladossobreeltechodelalitera,yuncriado

seencaramóparadescargarlos.Antessiquieradetocarlos,lacuerdadeunodeellosserompió.Elbaúlsebalanceóyfueacaeralospies

deMarthe. Esta lo evitó dando un salto hacia un lado, gritando sorprendida, ydirigióalhombrelamiradafuriosaquehastaaquelmomentodedicabaalbarónyasuhija.

Frente a los escalones,Gersende apenas pudodisimular el placer que eseincidenteleproporcionaba.

—¡Bienhecho!—murmuróMathieualaorejadesuprometida.AprovechóquelasmiradassedirigíanaMarthe,queinsultabaviolentamente

al criado, para añadir un beso leve. Algonde ni siquiera lo notó pues estabaparalizada,tantoporlacertidumbredequelahijadelbarónparalaquesehabíaabiertolahabitaciónmalditaeralaHélènedelaprofecíacomoporelaccidentequeacababadepresenciar.¿AcasonohacíauninstantequehabíapensadoenqueestaríaencantadadequeaMarthelecayeraunodelosequipajessobrelacabeza?¿Eraposiblequepudieradesencadenaracontecimientossimplementegraciasalafuerzadesupensamiento?Comoparaconvencerladeello,elcriadosedeshacíaenexcusasmientraslacamarerasesacudíaelpolvoymaldecía.

—Noesculpamía,doñaMarthe,lacuerdasehasoltado.—¡Apuestoaqueesegavilánlahapicoteado!—refunfuñóelcocherodela

litera.Elbarón,alertadocomosusdamasporelestrépito,fruncióelceño.—¿Dequéestáshablando?—Unarapaznoshaatacadoalaspuertasdelcastillo—interrumpióDumas.—Era muy agresivo, mi señor —añadió el carretero—. Haríais bien en

informardeelloalhalconero.—Dice la verdad, Jacques —intervino Sidonie—. Sería mejor que 'o

capturaran.

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—Meocuparédeelloestamismatarde—leprometióelbarónYlediounbesoenlafrente.Luego,hartodelamaneraenqueMarthehabíatratadoalcriado,sevolvió

haciaella.—Puestoqueyaoshabéisrecuperado,Marthe,recogedesosvestidosantes

dequeelpolvolosmancheaúnmás.Laharpíaestuvoapuntodeatragantarse.—¿Yo,señor?—Sí,vos—insistióelbarón,parafelicidaddesuhija.Asulado,Sidonienoosóreprenderleybajólamiradaparanoencontrarse

con la deMarthe. Sin embargo, sabía que tarde o temprano ésta la castigaría.ContrariamentealoquelehabíadichoaPhilippine,larelaciónquemanteníaconsucamareranoerafrutodeunreconocimientojustificadosinodeunaesclavitudque seprolongabadesdehacía años.Antes inclusode enviudar,Sidonie erayaprisioneradeMartheynadie,nisiquieraJacques,losabía.

—Unasirvientapodríahacerlo—respondióaltivaMarthe.Fueradebidoalatensióndelatormentaqueparecíaavecinarseoeltemora

quelacamarerasevengaradeaquelasuntoconalgunodelacasa,cuandoMarthebarrió el patio con su mirada todos habían desaparecido y no halló a quiendesignar, con excepción de Gersende, que visiblemente disfrutaba al verlahumillada,ydeMathieu,queladejóconunpalmodenarices...

—¿Unasirvienta?¿Acasonoesloquesois?—preguntóelbaróncuandoibaallegarleelturnoaAlgonde.

AlnohallarenSidonieelapoyoqueesperaba—cuando,además,elbarónlasconducíadenuevoaellayaPhilippineendirecciónalaescalera—,Marthesetragósurabiaysearrodillóparaobedecer.—Estoy contenta de volver a veros, señorita. Ha pasado mucho tiempo. SoyGersende,laintendentadelcastillo—sepresentóéstatrasdarlelabienvenidaaSidonie.

—Sí, ha pasado mucho tiempo, pero yo he cambiado más que vos, doñaGersende—rióPhilippine.

—Éstaesmihija,Algonde,quesehaocupadodevuestrahabitación.—Espero,señoritaHélène,quetodoserádevuestroagrado—dijoAlgonde,

avanzando,mientrasMathieudesaparecíaporlaescalera.—Así,miqueridaGersende,habéissabidoacomodarosconelpocoespacio

queofreceestecastillo—seregocijóSidonie.

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—Hemos gozado de una ayuda inesperada, querida. Si queréis seguirme,desearíahablarosdeelloenprivado—interrumpióelbarón,súbitamenteserio.

—Como deseéis, amigo mío —aceptó Sidonie, intrigada—. Mas hubierapreferidohacerloshonoresaHélènedeestacasaqueapenasrecuerda.

—Algondeseocuparádeello—propusoelbarón.—Estaréencantadadehacerlo—aseguróésta.—Enesecaso,Hélène,nosreuniremosdenuevocontigoencuantohayamos

terminado—dijoSidoniesubiendolosescalonesconpasodecidido,conJacquestrassustalones.

Philippine aguardó a que su padre y Sidonie hubieran desaparecido paradirigirunamiradafrancaaAlgonde.

—¿Tu galán es tan tímido que prefiere ocultarse antes que saludarme?—preguntósinmáspreámbuloyenvozsuficientementealtaparaqueelinteresadolaoyera.

Dado que no deseaba desatar la ira de sus señores, Mathieu salió de suescondrijoenlaescalerayseaproximó,cabizbajo.

—SiestáaquíMathieu...—legruñóGersende,comosinosupieraqueasíera.

—QueVuestraSeñoríameperdone—seexcusóofreciéndoleunareverenciaaPhilippine—,pero tras un baño en el ríomis calzones estánmanchados y nodeseaba ofenderos. Hubiera venido dentro de un rato junto conmi padre parasaludaros.

LamiradavivarachadePhilippinedescubrió la trenzamojadadeAlgondequegoteaba sobre sus ropas.A todas luces, aquellos doshabían compartido lamismaaguaantesdesullegada.Degolpeconsideróquelecaíanbien.

—Conestecalor—dijo—,eraunabuena idea.Tendrásque llevarmeallí,Algonde.Encuantoati,Mathieu,confiesaquetehasescondidoparareírtemásagustodeMarthe—espetóPhilippine«ajandoeltonodevozyaprovechandoqueGersendesehabíadejadopararesponderalasvocesdelcochero,quepreguntabasidebíasubirlosbaúlesdelaseñorita.

—Claro—serióMathieu—,puestoquevosloaprobáis...Se volvieron al unísono hacia la litera, junto a la que había llegado

Gersende.Marthehabíaacabadosutareaylamirabaconojosávidosycrueles.—Llevalamaldadpegadaalapiel.Ladetesto—refunfuñóPhilippine.—Nosotrostambién—confesóMathieu—.Simepermitís,señorita,ydado

queelespectáculohaconcluido,osdejaré.Mipadre,elpanetero,abuensegurotienetareasqueconfiarme.

—Siesasí,vete—concedióPhilippineconunaampliasonrisa.Semarchósindemora.

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—Volvamos —decidió Philippine, molesta por la mirada fija de Marthesobreella—.Sientocuriosidadporverlahabitaciónquemehasreservado.Silajuzgo por el estupor inscrito en el rostro del criado cuando ha oído hablar delúltimopiso,nodebedeserexactamentecomolasdemás.¿Llevorazón?

—No—respondióAlgonde,alrecordarlaspalabrasdeMelusina.El ataque del gavilán, Philippine convertida enHélène, los sellos rotos...

EranmuchoselementosquedeberíanhaberpuestoaMartheenguardia.¿Trassupista? Algonde se estremeció. Aquellos últimos días no había calculado elpeligro,demasiadoperturbadapor su relaciónconelbarón,perocon laharpíaentreaquellasparedes...

Algondedeberíahilarmuyfinoparanoserdesenmascarada.PrecedióaHélènedeSassenagepor lasescaleras.Ladama leagradabay

era un sentimiento recíproco, eso era un hecho. Apesadumbrada, avanzó másdeprisa,RenunciaraserviraMelusinasignificabasacrificaraPhilippine.AhoraquesabíaquédemoníacastinieblashabitabanelalmadeMarthe,Algondeestabaseguradequelaharpíaselazamparíadeunbocado.Empero,Algondesenegóaentristecer, sacando fuerzas del recuerdo de su abrazo con Mathieu. Lasupervivencia de ambos era lo único que debía contar. Se serenó. Ésa era suverdad.Si sóloseocupabadeMathieu, suamor triunfaría.Lasdemáscosasnodebíandistraerlaniconcernirla.

Sedetuvoenelumbraldelúltimopisodeltorreón.—Hemosllegado.LahabitacióndeMelusina—revelóconlavozafirmada

porsudeterminación.—¿Elhada?¿LadenuestroantepasadoRaymondin?—seexcitóPhilippinea

quien,sumadre,antaño,habíacontadolostristesamores.portodarespuesta,Algondehundiólallaveenlacerraduraydiovuelta.La

puertaseabrióylasorpresadeladamitasetornóenjúbilo.Entraronunatrasotraenlahabitación.

—¡Megusta,megusta,megusta!Es...¡Oh,Algonde!—exclamóPhilippinetomándola de las manos junto a la ventana abierta—, ¡eres la camarera másinspirada! Este lugar me parecía muy austero y gracias a ti y a Melusina miestanciaenSassenageserádelomásalegre.

Algonde se disponía a agradecerle su confianza cuando vio el reflejo deSidonieenelespejodepie,delamanodelbarón.Ambosacababandeentrar.Enlos rasgos de Sidonie podía leerse una emoción intensa mientras recorría laestanciaconlamirada.SedetuvoasuvezenlamiradadeAlgondequeelespejotambiénledevolvía.

SidoniedelaTour-Sassenagelesonrió.

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—Algonde,tudedicaciónmereceunarecompensa—dijo—.ApartirdeestemomentoyhastaqueHélènelodecida,setepromocionaasuservicioexclusivo.

Aquel 18 de agosto de 1483, un escalofrío recorrió la espina dorsal deAlgonde,gélidocomoelalientodeMelusina.Máximecuando,regocijadaporesanoticia,Philippineañadió,contodainocencia:

—¡Enesecaso,Algonde,creoqueseráportodalaeternidad!

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20

MARTHEenjugóconlamangaelhilillodebabaquepespunteabalacomisuradesuslabios.Lafiebresehabíaapoderadodeella.Unafiebredelujuria.Desdesucamaapartadaacausadelpocoespaciodisponibleenelcuartuchocolindanteconla alcoba de Sus Señorías, los gemidos de Sidonie, a la que el barón habíacomenzadoamontarencuantoseacostaron,laexcitaban.Alnopoderresistirlo,pronto apartó el cortinaje para entrever sus escarceos a la luz de las velas yolisquear los efluvios de sus cuerposmezclados. El suyo reclamaba lo que semerecía.Babeabadeimpaciencia,hastaelpuntodeverseobligadaacontenerseparanolanzarseentrelosamantes,degollaralverracodelbaróny,comoantaño,doblegaraSidonieasusjuegossáficosentrelasangrederramada.Conelalientoentrecortado, sin embargo, se obligaba a guardar silencio. Un asesinato bajoaquel techo arruinaría sus planes. Estaba cerca de su objetivo. Todo se loindicaba.Inclusosussentidosinhabitualmenteexacerbadosencuartomenguante.

Unasacudidalaceranteenelpubislehizoapretarlosmusloshastatocarse.Llevóunamanoalaunióndeambosmuslosydespellejósupielimberbe.

«Queseduerman.¡Rápido!»Tuvoquesalir,abandonaraquellugar.Sacrificarunacarneinocente.Ahogó

un quejido. Gozar. No podía gozar entre aquellas paredes y la necesidad, sinembargo, se convertía en sufrimiento. Y aquellos dos que no acababan deabrazarse,comosiaquelgorrinoaúntuvieraveinteaños.Aldíasiguienteverteríaensuvinoalgoqueapagarasusardores.Lahabíanhumillado.¡Venganza!,gritósuvientre.Apretósusdientespuntiagudosconunquejidoahogado.

Eldelbarón,porfinsatisfecho,lellegócualliberación.Unosmomentosmásypodríaescapar.

—Laausenciadevuestrapiel,querida,eraunatortura—murmuróIJacquessinaliento,tumbándosejuntoasuamante.

—¿Pretenderéishacermecreerquenohabéishalladoalgunasirvientacapazdecolmarla?—seburlóSidonie,arrebujándosecontraél.

—Porsupuesto,perofueronpálidosabrazoscomparadosconlosvuestros.—Subellezaaugurabalocontrario...LamiradaburlonadeSidoniecapturóladesuamante.—Asípues,nopusisteisaAlgondeamiservicioalazar.—Erademiagradoymeparecióevidentequeseríadelvues...Unbesoardienteahogóelfinaldelafrase.Sidoniebebiódeél,largamente.

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Tambiénellahabíasufridoaquelalejamiento.—Osamocomonoimaginabaquepodríaamardenuevo—gimióelbarón

abandonando sus labios para hundir los suyos en el hueco del cuello, bajo ellóbulofinamenteorladodelaoreja.

Sidonie languideció. Tras las emociones contradictorias que le habíaproducido el regreso, era feliz. A todas luces Melusina bendecía su himeneo,puesto que se había revelado a Jacques como a ella. Inspiró. Era el momentopropicio.

—Estoyembarazada...Labocaseinmovilizósobrelapequeñamanchadenacimientoenformade

estrellaqueteníaenelhombro.Sidonieseapartóligeramente.Enelfondodelosojosdelbarónsehabíailuminadootraestrella.

—Lo descubrí en La Bâtie —añadió ella con una sonrisa—. MisMenstruacionessonmuyregulares,asíquenopuedetratarsedeunerror.

—Mehacéismuyfeliz—seenternecióelbarón—.¿Hélènelosabe?—Aún no. Quería que fuerais el primero en saberlo. Y además, aún es

demasiadopronto.Podríaperderlacriatura.—Diosnolopermitirá,perolleváisrazón.DejemosqueHélènedisfrutede

sufelicidad.Lospreparativosdelaboda,estahabitación,inclusoAlgonde,todoparecegustarle.DurantelacenasurisaresonabacomolasaguasvivasdelFuron.

—Amítambiénmehaencantado,amormío.Oslopredigo:elmañanaseráfeliz.Ahoradurmamos.Mehabéisdejadoextenuada.

Albarónseleescapóunarisaligeramientrasellaseacurrucabaenelhuecodesuhombro.

—Amiedad,esunmilagro...—Pues entonces he hecho bien aprovechándolo... —se burló de nuevo

Sidonieconunbostezo.

—Nosabescuántarazónllevas...—refunfuñóMarthemalignamente.¡Yallegaríasuhora!Dejótranscurrirunosminutos.Desdelaalcobacontigua

lellegóunronquido.Se puso en pie, con el vientre contraído por los espasmos del placer. El

gavilán. La habitación abierta. La hora de la profecía había llegado. ¡Por fin!Pronto ella y sus hermanas reinarían en las Tierras Altas. Sí. Muy pronto. Secubrió conunmanto negro por encimadel camisóny corrió la cortina.Conunsimple gesto de lamano en dirección al candelabro, apagó las velas y todo sesumió en tinieblas. Se adentró en ellas con una ligereza y una agilidadinsospechables para quien la hubiera visto andar de día. Guiada gracias a suaguzadavisiónnocturna,saliódelaestancia,descalza.

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En el descansillo, sintió un mareo. ¿Por qué ir más lejos?, le gritaba suvientre.Bastaba subir alúltimopisodel torreón,abrir elpestillo, sorprenderaaquellapécoradePhilippinedurmiendoygozardeella...

DescendiólaescaleraparaevitarlatentaciónytuvolamismapulsiónfrentealapuertadelapartamentodeAlgondeydesumadre.

Se apoyó en la pared, con el aliento entrecortado. Recordó su llegada alcastillo. Volvió a verse ascendiendo aquellos peldaños, seguida por dossirvientesquecarreteabanelbaúlroto.

Sesituóenelumbraldelahabitaciónmaldita,conlossentidosaguzadosylavenganzabatiendoenelcorazón.Lasdosdamiselassevolvieronhaciaellaalavez,visiblementedisgustadasporsupresencia.

Unaagujadefuegoseleclavóenlaentrepierna.Ellasno.Nopodíahacerlosindesenmascararseynecesitabaaambasparallevaratérminosusproyectos.

Descendió la escalera y atravesó el cuerpo de guardia, desierto a aquellahora,pueslossoldadossehallabanenlaterrazadeltorreón,enlasgaritasoenlas almenas. Tras girar la llave en la cerradura, abrió la puerta maciza ycimbrada.Afuera, iluminadapor la luna llena, lanocheera clara.Unmantodeestrellascubríaelsueñodelosjustos,comolegustabadeciralcurapárrocodelcastillo.Laimagenprovocóunrictusperversoensurostroinmundo.Eran,ellaysushermanas,eligualdeaquellacaricaturadivina.Eldiablodeloshumanos.Lanegrura del mundo. ¡Tenían que hacerse con el control lo antes posible!¡Dominarlosatodos!Marthetiróelbatientehaciaella,secubrióconlacapuchaydescendiólaescalera.

Sefundióconlassombrasdelafortificación.Enlasviviendaspegadasalasmurallasdelpatiointeriortodosdormían,apaciblemente,alaesperadelalbaquevería retomar la actividad con la primera hornada de pan. En cuanto a loscentinelas,sabíaqueestabansoñolientosapoyadosensusalabardas,habituadosala tranquilidad de aquella comarca. El verdadero riesgo de verse sorprendidaresidíaenloshombresdeDumas,quesealojabanenunpequeñoedificiojuntoaunadelastorresdevigilanciadelpatioexterior,elmismoquedebíacruzar.Losrestosdeunbraserorefulgíanfrenteaella.Tressoldadossehabíanaproximadoalasbrasasparajugaralosdados.Otrolemostrabaelarcodesusriñones.Silbabamientrasorinabaalegrementesobrelahierba.Nadiemirabaendirecciónaella.

Cubriéndosecon lacapa,pasó juntoa losmuroshasta lapoternayalzó lavista. No había centinela en lo alto. Las costumbres del castillo no habíancambiado.Pasóbajoelarcodepiedraf| la torre,quitósinhacerruidolabarraquecerrabalapuertamaciza,salióycerrólapuertatrasella.

Alnordeste,alargándoseenformadeperadesdelaiglesiahastaorillasdel

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Furon,elpueblodormitabaalpiedelacolina.ElojodeMarthesiguióeltrazadodel caminoque, deGrenoble, al este, a travésdeFontainedonde sehallaba laRochette,pasabafrentealahacienda,saltabasobreelFuronporelpuentealaspuertas del pueblo y lo atravesaba para conducir a la derecha hasta elmolinocuyasaspaspendíaninmóvilesaaquellashoras,yalaizquierda,alcastillo.Enlaparte visible no había alma viviente. Sólo al oeste, una pareja de corzos quepacíanenellinderodelbosquevecino.Alertadossindudaporsuolor,alzaronlacabezaensudirecciónydeunbrincobuscaronrefugiobajo losárbolesqueseextendíanhastaelacantilado.

De nuevo, un espasmo de deseo contrajo los muslos de Marthe. Sabíaperfectamente a quién buscar para contentarla. No recordaba su nombre,solamentelaclaridaddesutez,ysusformas,apenasesbozadasbajoelcorsé.Unavirgentanfrescacomouncapulloderosa.Lahijadelaparcero.SehabíacruzadoconellaenvariasocasionescuandoacompañabaasupadrearendirpleitesíaaJacques.Aguijoneadaporlaperspectivadesuscaricias,comenzóadescenderlacolina, indiferente ya a la mirada de los centinelas. Los conocía lo suficientecomo para saber que no se inquietarían si por casualidad uno de ellos ladescubriera.

Quinceminutosmástardesehallababajoelmuroquerodeabalahacienda.Unaverjacerrada impedíaelacceso.Hacíafaltamuchomásparadetenerla.Sesituódelantedelamisma,seconcentróenelmecanismoyalzólosbrazosconlaspalmasde lasmanoshaciaelcielo.Larejase levantó lentamente,sinemitirunchirrido.Canturreando,accedióalpatio.Niloshombresnilosanimaleseranyacapacesdepercibirla.Dehecho, ni unode los tres perros tumbadoshechosunovillofrentealacasarechistómientrasaccedíaalaestanciaprincipal.Alfondo,unacortinaseparabalacocinadelaalcoba.Seaproximóyladescorrió.Conungorrodedormirsobresucráneocalvoyunpiequeasomababajo lasábana,elaparcerodormíajuntoasuesposaysuhijomáspequeñoenelextremodelacamaqueteníaenfrente.Allílosdejóyseacercóaotra.Unacabellerarubiatrenzadadescansaba sobre la manta. Marthe sonrió. Bella e inocente. Sí, la hija delaparcero era tal como la recordaba. El timbre de su voz se volvió zalameromientrasponíalamanosobreelhombrodesuvíctima.Éstaabriólospárpados,prisionera ya del hechizo que el canto de la harpía producía. Ante tal fealdadinclinada sobre ella, el rostro de la jovenzuela mudó de terror. Marthe no seofuscó,alcontrario.Sudeseocrecía,cadavez.Seapartóyletendiólamano,conuna cruel sonrisa en sus labios demasiado finos, el bajo vientre húmedo anteaquelcuerpofrágilque,conscientedeestarabocadoasuperdición,sinembargonopodíasustraersealamisma.Lavirgenapartólassábanas,selevantó,asióconsusdedoslosdeMartheylasiguió.

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Atravesaron de nuevo la casa dormida y luego el patio. Unas lágrimasrodaronporlasmejillasdeladoncellamientraslasuñascurvadasdesuverdugosehundíanensucarneparaconducirlaalbosque.Sinembargo,desuslabiosnosalióniungemido.Suvoluntadestababajocontrol.Nosuconciencia,empero.Cuando estuvieron a cubierto bajo los árboles, Marthe soltó la manitasanguinolentaydiounpasoatrás.Ardientedevicio.

—Desnúdate—ordenó,jadeando.Desesperada y, sin embargo, sumisa como tantas otras antes que ella, la

jovenzuelaobedeció.

Philibert deMontoison estaba extenuado.Tras los dolores esporádicos, elsufrimiento provocado por la herida de su hombro se había vuelto continuodespuésdehorascabalgando.Pornohablardesumigraña.Suúltimacomidayaquedaba lejos, la habían consumido someramente junto al camino y habíaconsistidosóloenunpedazodetocino,untrozodequeso,unmendrugodepanyunostragosdevino.AmediocaminoentreSaint-Quentin-sur—IsèreySassenage,habíanprevistopasarlanocheenunatorre,antañopropiedaddelostemplariosyque,comoelrestodesusbienes,habíaidoamanosdeloshospitalariostrassucondena.No se habían imaginado que el lugar pudiera estar tan degradado.Lapuertacolgaba,rota.Todocuantohubierapodidotenervalorhabíadesaparecido.Incluso losmuebles. Sólo quedaban algunos jergones de paja, roídos por ratasgordas como un brazo, que renunciaron a utilizar. El lugar apestaba. Loscampesinosdebíandehaberloutilizadoparahacersusnecesidades,puessobreelsuelo de madera, algunas de cuyas tablas habían sido arrancadas, habíaexcrementos.

—Prefierouncampodealfalfa—dijoLuirieuxmientras se limpiabaenelcantodeunpeldañolabotaconlaquehabíapisadomierda.

—Vayamos hasta Sassenage —decidió Philibert de Montoison,infundiéndosevalorasímismo.

SuencuentroconSidoniesedemorabademasiado.Dehecho,laadversidadleshabíadistanciadodenuevo.EncuantollegaronaLaBâtielesanunciaronquehabía partido tres días antes en litera, con Philippine. Para no despertar lacuriosidaddelintendentedelcastillo,noperdierontiempo.Trasdarbuenacuentade un contundente estofado en una posada de Saint-Romans, estuvieronaguardando a Garnier durante cuatro horas en el lindero de un bosque quedominabaelcaminoprincipalyelrío,alestimarquenonecesitaríamástiempoparaliquidarelasuntodeLaurentdeBeaumontyreunirseconelloscomohabíanconvenido.Peroaqueldiablodebíadehaberlepuestolascosasdifíciles.Contratoda lógica para quien conocía las aptitudes guerreras del gigante, Garnier no

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había aparecido. Al atardecer, Philibert de Montoison decidió levantar elcampamento,enelconvencimientodequeinformaríanasucompañeroacercadesudestinoencuantosepresentaraasuvezenLaBâtie.

El caballero deseaba llegar a destino. Para aliviar su pena, al final delcaminosedibujóelcontornodeunaaldea,másalládelpuentequecruzabaelrío.Congestoidéntico,loscuatrohombrestirarondelronzalparasosegarelpasodelosanimales.Loscaballosseinmovilizaronsobrelagravilla.

—Hemosllegado—aseguróPhilibertdeMontoison—.Reconozcoellugar.Elcastilloestásobreelpromontorio.

—Aguardemos a que amanezca para presentarnos, tendremos un mejorrecibimiento—sugirióLuirieux.

Philibert de Montoison asintió con un gesto de la cabeza. Sólo deseabadormir,ysabíaqueteníamalaspectoyestabamuypálido.Aunquetalvezaquellopudierafavorecerleparapresentarse

antePhilippine.—Estoyseguroqueenelpueblohabráunaposada—deseóeltercerodesus

compañeros,denombreBurgotynaturaldelBerry.—Tendríamosquearmarunescándaloparaqueconsientanabrimosaestas

horasynoquieroque losdel pueblo sehaganpreguntas.Elbosquepor el queacabamosdepasarnosbastará.Seguroqueencontraremosalgúnclaro.

Burgot suspiró, resignado, antes de empuñar las bridas y seguir a su jefe.LuirieuxsehabíaalejadodelgrupoparaquesumonturaabrevaraenelFuron,unpoco más abajo. Se reunieron con él, descabalgaron y bebieron junto a losanimales,bañadosporlasombradelosalisosenlaotraorilla.Enpiesobreunaroca lisa, Philibert de Montoison estiró el brazo para aliviar la mortificadaarticulacióndesuhombro.Frenteaél, lamasaoscuradeunmurose recortabasobre el camino que acababan de abandonar. Si su recuerdo no le traicionaba,debíadetratarsedelahacienda.Sepreguntósielaparceroaúndestilaríaaquelaguardiente de arándanos que una vez le ofreció aSidonie en su presencia.Lohubiera robado a gusto para engañar a su extenuación. Sumirada descubrió laverja.Sesobresaltó.Apesardelasombraquebañabaelporche,hubierajuradoque estaba abierta. Eso era contrario a la prudencia más elemental. Se pusoinstintivamente en guardia. Si unos ladrones habían allanado la morada ymaltratado a los habitantes, en el castillo estaría mal visto que no hubieraintervenidoconsushombres.Unadescargadeadrenalinalesacudiólasangre.

—¡Amí,caballeros!—exclamó,volviéndosehaciaellos.Partierondeinmediatoconlamanoeneltalabarte.Endospasosestuvieron

a su lado, silenciosos y dispuestos a desenvainar las espadas, y ataron los

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caballosauntroncoviejoaorillasdelrío.PhilibertdeMontoisonseñalóeledificioconeldedo.Asintieronconungestodesuscabezas.Ladudaseconvertíaencertidumbre.

Unasiluetaencapuchadadenegroacababadecruzarelumbral.—Burgot a la derecha, Fabre a la izquierda, Luirieux conmigo—decidió

cuandolasombrasealzabafrentealaverjayalzabalosbrazosalcielo.Selanzarontodosaunaparacortarlelaretirada.

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21

ALGONDE apartó con un movimiento enérgico las cortinas que oscurecían lahabitación. Tenía ojeras de cansancio a consecuencia de un sueño lúgubrepobladodeharpíasgesticulantesquegirabansobreellaantesdelanzarsesobreelgavilánparahacerlopedazos.Aesapesadillahabíasucedidounestadocomatosoen el que la risa diabólica de Marthe se entremezclaba con las súplicas dePhilippine, a la que tenía cautiva en aquellamisma torre,mientrasAlgonde sealejabaparareunirseconMathieu.Atodasluces,laconcienciadelajovenzuelase desgarraba por la decisión que había tomado. Aquel día, sin embargo, nolograbasentirseculpableniapenada.

—Enpie,señorita,elsolyaestáalto—dijoconalegría,plantándosealpiedelacamadePhilippine.

Éstaabrióunojoylocerróconungruñido,yparahaceraúnmáspatentesudesaprobaciónsecubrióelrostroconlasábana.

—Como deseéis —se divirtió Algonde—, pero debéis saber que estamañana muy temprano se ha presentado un caballero y en estos momentos osespera.

—¿Uncaballero?¿Quécaballero?—No os diré nada hasta que aceptéis levantaros de la cama —amenazó

Algonde.Reaparecieronlosojosyluegolanariz,fruncida.—¿Tienes idea de cuántos despertares a la aurora he tenido que soportar

durantecincoaños,parairarezarenelfríoylaausteridaddeunacapilla?—Ésteloscompensasobradamente.Sonlasdiez.Oshabéissaltadolamisa

yeldesayuno.Enpie.Esteúltimooslohetraídoconelalmuerzo.La jovenzuela soltó un suspiró que partía el alma, pero apartó la colcha.

Algondeseacercóaellayleofrecióunmanto.—Esta mañana estás muy impertinente —refunfuñó Philippine mientras

Algondelaayudabaaponérselosobreelcamisón.—QuejaosadoñaSidonie,quehainsistidoenqueosdespabileunpoco.—¡Vayapesteesmiprima!Philippine avanzó hasta la ventana que Algonde había dejado abierta y,

frentealvalle,sedesperezócomouncachorrodegato.—Nuncahabíadormidotanbien—confesóalvolverse.Sobrelamesa,habíaunhuevopasadoporaguayunasopa,untrozodepollo

a las especias y unamanzana.Algonde untaba demantequilla una rebanada de

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pan.Esaatenciónlaemocionó,inexplicablemente.Enlaabadíalascomidaserantantristesquehabíaolvidadoelsabor.

—Vamos,señora,sevaaenfriar...Susmiradassecruzaron.Philippinelesonrió,sintiendo,aligualqueeldía

antes,asullegada,unasorprendenteternura.—LlámameHélène—exigió,mientrassesentabaalamesaanteaquelfestín.—Iríacontralacostumbreyluegootramañanameharíaisazotartachándome

deimpertinente.Philippine le dio un bocado a la rebanada de pan untada conmantequilla

mientraslasopaqueleservíaAlgondeibadelcucharónalaescudilladeplata.NisiquieraenLaBâtiesehabíasentidotanligera.Tragóysuspiróreconfortada.

—MellamarásHélènecuandoestemossolas,esunaorden.Y no te quedes ahí plantada viéndome comer. Me estropeas el placer.

Siéntateysírvete.Haysuficientespanecillosparalasdos.Algondeaceptó.—Yahoraháblameunpocode ese caballero. ¿Quién es? ¿Quédesea?—

preguntóPhilippineantesdeengullirunnuevobocado.—Muchomepedís.SóloséquepertenecealaOrdendelosHospitalariosy

quesehapresentadocontresmásenelcuerpodeguardia.SireDumasesquienloharecibido.HandescansadoenelcuerpodeguardiahastaqueelbarónydoñaSidoniesehanlevantadoyhanestadodispuestospararecibirlos.Ignorodequehan hablado, pero el barón les ha ofrecido hospitalidad. Estaba en la cocinacuando ha llegado su jefe, guiado porMarthe, que peroraba dándose aires degrandeza.MaeseJanisseleshadadodecomer.Cuandohesubido,doñaSidoniemehapedidoqueosdespertara.

—¿Esoestodo?—Estodo.Notengoporcostumbreescuchardetrásdelaspuertas.—Lástima. Hasta ahora, por lo menos —matizó Philippine antes de

lamentarse—.Nocomesnada...—Mathieume ha ofrecido su primera hornada de bollos—se disculpó la

jovenzuela,conbrilloenlosojos.—¿Leamas?—Másqueacualquierotracosa.Bajólamirada,agobiadacomolavísperapor loqueaquellosuponíapara

Philippine.—EnSaint-Justdoshombressebatieronenduelopormí.Unodeellosera

unhospitalario.Estabaagonizandocuandomemarché.Esperoqueésosnohayanvenidoacomunicarnossufallecimiento.

—Noseríaisresponsabledelmismo.

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—¿Túquésabes?—Sé loquedoñaSidonie ledijoamimadre.Y loqueveo.—Ah,¿yqué

ves?—Vuestrabelleza,Hélène.Atractivayperturbadora...No prosiguió, presa de una extraña emoción que la evidencia de aquella

constataciónacababadedespertar.Denuevo,sumiradabarriólasuperficiedelamesa.

—Tedevuelvoelcumplido,Algonde—añadiólavozligeramenteroncadePhilippine.

Tosióparaaclararlayprosiguió:—Eso,sinembargo,nocambialascosas.Mesientoculpable,diganloque

digan,hagaloquehaga.Teenvidio,¿sabes?,porpoderamarsincoacciones.Masprefieroandarcontientoconlospobresquerevivirsemejanteenfrentamiento.

—Y sin embargo, amaréis —le aseguró Algonde, para endulzar aquellaangustia que adivinaba que latía en lomás secreto de ella. ¡En aquel instante,hubieradadocualquiercosapordecirlehastaquépuntolacomprendía...!

—Jamás,yatelohedicho.Algondenoinsistió.Philippineapartólaescudilla.ElrecuerdodePhilibert

deMontoisonlahabíadejadosinapetito.—Gracias por el pan con mantequilla. Mi madre me lo preparaba igual

cuandoeraunaniña.Esunrecuerdofelizydeseoquecompartamosotros,muchosmás.

Algondeasintió,perturbadadenuevoporladulzuradesumirada.Nadadehombres, había dicho. ¿Aquello permitía sobrentender algún tipo de relacióncontra natura?Desechó la idea sorprendida, empero, dehaberla concebido conmenosascodelquelehubieraprovocadounosdíasantes.LaculpaerasindudadelplacerqueMathieuhabíadespertadoenellaconsuscariciasyelbarónconsuempecinamiento.

—Ahora, vámonos. Puesto queme esperan, enfrentémonos con dignidad alos hechos. Elígeme un vestido de circunstancias, sobrio pero no demasiadoaustero—decidióPhilippine,apartandosusilla.

Algonde se puso en pie a su vez y se dirigió con decisión hacia el arcóndondeeldíaanteshabíaguardadoescrupulosamentelosefectosdePhilippine.PhilibertdeMontoisonescuchabaconairedistraídolasdivagacionesculinariasdemaeseJanissesobreelarteylamaneradelograrunbuenhojaldredeconejocon mizcalos acerca del cual había tenido la ocurrencia de felicitarle

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efusivamente.Sindejardehablardesdehacíadiezminutos,elcocinerohenchíaelpechoyhacíamolinetesconlasmanos,bajolamiradaburlonadesuspinches,elmayorde loscuales,alverelagobiodelhospitalario,seapresuróaservirleelpostre. Aquello no perturbó al maestro, orgullosamente feliz ante elreconocimientodesutalento.

—Undientedeajo,undiente,másnopuesseapoderaríadelaboca,ymenosnospareceríadesabrido.Undiente,ésaeslamedida,másatención,caballero,nocualquier diente de ajo, no, no, no... Tiene que ser carnoso y fresco, con elcorazón de un blanco límpido. Si ya está verde, os dejaríamal aliento. Ponedvuestramano,ahí, frentea labocaysoplad,sí, sí, insisto,sopladydecidmesioléisaajo...

—No es necesario, os creo —afirmó Philibert de Montoison paradeshacersedeél,antesdellevarsealabocaelúltimotrozodetartaquelehabíanservido, envidioso del silencio del que debían de estar disfrutando suscompañerosquesehabíanquedadoconloshombresdesireDumas.

—¡Ah,señor,cuandounotieneantesíaunhombredevuestrascualidades,que ha sido servido enmesas de príncipes, la dosificación es primordial!Quédigo yo... ¡Vital! Imaginad que os levantarais de una mesa oliendo a ajo sinsaberlo...Odaroscuentadeserportadordeesatarajuntoaalgunahermosadama.Oaúnpeor,declararlevuestroamoryverlaecharseatrás...No,oslorepito.Undiente,sólouno,tanvirginalcomoseaposible,¡éseesmisecreto!

—Lorecordaréyosestoyagradecido,maeseJanisse,perodebodejaros—dijoPhilibertdeMontoisonaprovechandoqueelcocinerotomabaaliento.

Elcocineroseinclinóconunareverenciayluegootramás,yunaterceraaúnmáscercanaalsueloquesusexcesosasícomosucorpulenciaconvirtieronenungestotremendamenteridículo.

—Haced, haced lo que debáis, mi señor. Estoy a vuestra disposición, acualquierhora.

PhilibertdeMontoisonseapresuróhacia la salidasindarse lavuelta,pormiedo a darle excusa para seguir hablando.Descendió la escalera del torreón,perseguidoporelcalorardiente.A todas lucesaquella tardesedesencadenaríauna tormenta. En aquel fomento se sentía agobiado y no por la volubilidad demaese Janisse sino por el hecho de que, desde el amanecer, nada había tenidolugarcomohubieradeseado.

Empezandoporaquel improbableencuentroante lahacienday la sorpresade los cuatro alver cómo laverjadescendía lentamente al ritmode losbrazosalzadosdelacriaturaqueestabafrentealamisma.Aloírelruidodesusbotasenel camino, la figura sehabíadado lavuelta súbitamente, y el rostroparecíaunagujerodesombrabajosucapucha,conlasmanosdededoscurvadoscomolas

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garras de un ave de rapiña frente al pecho Retrocedieron, instintivamente,presintiendounapresenciadiabólica.

Armado sólo con la daga que le había dado Luirieux cuando los demásempuñaronsusespadas,PhilibertdeMontoisonseenfrentóaella.

—Muéstrate,bruja.—¿Tantodeseáismorir,caballero?—Diosnoslibre—aventuróLuirieux.Consóloelmovimientodesumuñeca,enviósusespadasalsuelo,comosi

selashubieranarrancado.—¿Osbastaesootambiéndeboarrancaroslasentrañas?Seapartaronparadejarquepasara.—Noosmetáisenmisasuntossinodeseáisquememetayoenlosvuestros

—añadióconvozroncaantesdedejarlosallíplantadosenmitaddelcaminoydeperderseenlanoche.

En el patio de la hacienda los perros comenzaron a aullar. Lascontraventanasdeledificiopermanecieroncerradas.Noseveíaniunaluz.

Recogieronsusespadas,recuperaronsuscaballosqueaúnespumeabanporelhocico,conlosojospresadelterror,yseadentraronenelbosqueensilencio.

—Mepreguntóquéhacíaesacriaturainfernalenelpatiodeesahacienda—dijo finalmente Burgot cuando cortaban helechos con las espadas para hacerseunoscolchonesenunclarodelbosque.

—Eso no nos concierne en absoluto —decidió Philibert de Montoisontumbándoseenelsueloyprontoimitadoporlosdemás,tandecididoscomoélaolvidaraquellaaventuragraciasaunsueñoreparador.

Elcacareoalunísonodelosgallosdelpuebloydelahaciendalesdespertóalalba.PhilibertdeMontoisonteníatodoelcuerpodolorido.Ledolíaelhombrosobremanera,perohabíalogradovencerlafatiga.Habíadormidodeuntirón,conelojoalacechoyelvientrevacío.

—He soñadoquehabíamosvisto aunabruja—dijo entrebostezosFabre,frotándoselabarba.

Todos le dirigieron susmiradas, atrapados por elmismo recuerdo. Fabreescupióentrelosdedosíndiceycorazónparaconjurarunaeventualmaldición.

—Ya es tarde para eso, ¿no crees?—se burló Luirieux, sacudiéndose lasbriznasdehierbapegadasasuscalzones.

Fabre ledio larazónencogiéndosedehombros.Fue laúnicaalusióna losacontecimientosque sepermitieron.Haymisterios en estemundoqueponen enpeligroelalmasiunotratadedarconlasllavesdelosmismos.

Recuperaron sus monturas atadas a un árbol, fueron al río para asearsesumariamente y volvieron a montar a caballo. Philibert deMontoison deseaba

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llegardeunavezalcastillo.Dumaslesacogióylesofrecióundesayunoquelesdevolvió las fuerzas.Elhombre,afable, lesaconsejóemperoquedejaranpasarunas horas antes de anunciarse anteSusSeñorías.Una risotada vulgar permitiósobrentender que el reencuentro del barón y de su dama anunciaba que aquellamañanaselesibanapegarlassábanasyquenoseríaconvenienteimportunarlos.PhilibertdeMontoisonaprovechópararecortarse labarbaylamelena.Cuandose presentó, limpio y aseado, ante Sidonie y su amante, eran las nueve de lamañana.

—¡Qué alegría volver a veros! ¡Según tengo entendido, hace apenas unosdíasagonizabaisenSaint-Just!—ledijocomobienvenida, condestellosen losojos que, tal como la conocía, demostraban queDumas llevaba razón y que lanoche...

—Estuve agonizando, doña Sidonie, lo estuve, pero Nuestro Señortodopoderoso juzgó que aún debía servirle en esta tierra. Así que aquí estoy,frenteavosymilagrosamenterecuperado.

—¿Y a título de qué? —preguntó el barón en un tono más seco que subienvenidahubieradejadoentrever.

PhilibertdeMontoisonloatribuyóalhechodeque,fascinadoporlaradiantee intacta belleza de Sidonie, le había estrechado la mano a ésta durante mástiempodelpermitidoporlosusosycostumbres.Semoderódeinmediato.Azuzarlos celos del barón Significaba ganarse un enemigo. Y necesitaba su dobleconsentimientoparallevaracabosuambición.

—Estoy al cargo de unamisión de lamayor importancia y discreción—añadiódirigiendosumiradaalrostrofeodelacamareradeSidonieque,ocupadaenhilar,sehabíavueltohaciaélconunamiradamaligna.

No pudo evitar un escalofrío al verla alzar una mano en su dirección ycrispar sus uñas curvadas. De inmediato reconoció las garras de la bruja. Ycomprendiólasilenciosaamenaza.Rápidamenteañadió:

—LaordenmeladioelgranpriordeAuverniay,salvovuestrorespeto,ennadaconcierneavuestrasirvienta...

—Ibaadejarles—consintióMartheconunaexpresióndesatisfacción.Y,sinembargo,nosesintióaliviado.Guardabaensumemorialadetestable

impresiónqueledejaraañosatrásensusvisitasaSidonie.Descubrirqueademásposeíapoderesdiabólicosleintranquilizabasobremanera.

—Sentaos—propusoSidonie,quenosehabíapercatadodelosucedido.La mirada del barón, empero, seguía siendo inquisitiva. Philibert de

Montoisonnodudabadequesehabíadadocuentadesuembarazo,ydequesabíaquetraselmismohabíarecuerdoscarnales.Sialgopuedepercibirsinmargendeerror un hombre enamorado es a los antiguos amantes de su querida. Trató de

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engañarle:—Ante todo, barón, permitidme que os pida noticias de vuestra hija,

Philippine.Cuandodespertéfuiinformadodelostormentosquenuestroduelolehabíancausado.Lapropiacartaquetuvolaamabilidaddedejarmemeconmovió.Ynadapodréhacersiantesnosemeconcedesuplicarlequemeperdone.

JacquesdeSassenagefruncióelceño.—¿Ydequésoisculpable?—Vos lo sabéis mejor que cualquier otra persona, amigo mío —suspiró

PhilibertdeMontoison—,vosqueosdisponéisacasarosconlamujeralaqueamáis.Loscelossonunaastillaclavadayquisearrancármela.

—Conlapuntadevuestraespada—precisóSidonie,entrerisas.—Pordesgracia—admitióPhilibertdeMontoisonconexpresióndedisgusto

—. Podría argüir, en mi defensa, aquellas batallas en Oriente que forjaron elacerodemiespadaymicarácter.Nadadeeso.Amoavuestrahija,barón,contodamialma.

Jacquesserelajó.—¿Certificáis,pues,quenadatuvoqueverellaenvuestroenfrentamiento?PhilibertdeMontoisonsepusoenpie.—Seríafaltarlealrespetosimplementeimaginarlo.—Selodiréisvosmismocuandodespierte—concluyóSidonie—.Puessois

nuestroinvitado,¿noesasí,Jacques?—Claro,porsupuesto—consintióelbarón,visiblementeasupesar.Élmismo encadenó la conversación para abordar el segundo objeto de la

visita.—¿Qué desea Guy de Blanchefort que no pudierais desvelar frente a una

sirvienta?—Hospitalidad,miqueridoamigo,perounahospitalidadmuyparticular.Les explicó la versión oficial. Cem, sultán que había perdido el trono;

Beyazid, su hermano, que conspiraba para asesinarlo. Los hospitalariosentregadosasuseguridad.ElreydeFranciaque,apesardeestarmuyenfermo,semanifestabadispuestoaayudaralexiliado.Intereseseconómicosypolíticos.Ylaesperanza de dar conun lugar alejadode los caminosmás transitados y de lasposesiones de la Orden para protegermejor a Cem de los atentados tramadoscontraél.

—PensamosenSassenage—concluyóPhilibertdeMontoison,orgullosodesudiscurso.

Siguióunlargosilencioy,contracualquierexpectativa,fueSidoniequienlointerrumpió.

—En este momento no vemos cómo podríamos comprometeros, querido

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amigo.Esunagraveresponsabilidad.Habláisdeuntotaldedoscientoshombresyestecastilloesmodesto.Alojaratantagentedurantetodouninvierno,yaunquesólosetratara

príncipeysussirvientes,meparecedifícil.—Porsupuestohabríaquehacerreformasyobligaríaasumaralatareaalos

habitantesdelpueblo,pero,naturalmente,recibiríaisunagenerosacompensación.Elbaróninclinólacabeza,conunamuecacircunspectaenlacomisuradelos

labios.Sidonie,porsuparte,sepusoenpieparadespedirse.—Aúnestáismuypálido,miqueridoPhilibert.Sindudaaconsecuenciade

vuestrasheridasagravadasporellargoviajeacaballo.Descansadcuantoosseanecesario. Dado que no podemos ofreceros una habitación, sé que no osofuscaréis por compartir alojamiento con vuestros compañeros en el cuartel desireDumas.Noestaremosmucho trasestosmurospuesnoshallamosenplenospreparativos de nuestro himeneo, pero estoy segura de que Philippine, feliz deque os hayáis repuesto, os concederá la compañía que esperáis. Por lo demás,mañanaoscomunicaremosnuestradecisión.Seráunadecisiónencomún,puestoquedentrodeunosdíaselbarónyyoyanoseremosmásqueuno.

PhilibertdeMontoisonseinclinó,conlacertezadelasreservasesgrimidasy furioso al no entenderlas. En el descansillo le esperaba Marthe, junto a laescaleradecaracol.

—Noquiero negocios contigo, bruja.Tengootros asuntos que resolver—gruñó.

—Estoy a tu servicio. En la cocina te han preparado una colación, teacompañaréhastaallí.

—Conozcoelcamino,¿acasolohasolvidado?—En absoluto —dijo ella—, y sobre todo porque en tu última visita te

dejasteunacosa.Algoqueestimoprecioso.Élsedetuvoenlosescalones,Marthetrassustalones.—Deesohaceyamuchotiempo,peroestoyconvencidodelocontrario.Y

detodasmaneras,¿enquéteconcerniríaeso?—Ennada,llevasrazón.Perotienesunadeudaconmigo...Susonrisaburlonaledejóhelado.Atodaslucessabíaalgoqueélignoraba.

Sucuriosidadlepudoeinclinólacabeza:—Habla, criatura del diablo. ¿Qué pude olvidar que hoy pudiera

interesarme?—Unhijo,caballero,alqueSidoniellamóEnguerrand.Manifestóbrevementesusorpresaperoseencogiódehombros.—Noeselprimerbastardoquehedejadoporahí.—Losé,peroelviejoquehubierapodidolegitimarloestabamuertocuando

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nació...Muerto de hambre desde que salió de su letargia, no quiso responder y

prosiguióeldescensodelasescalerashastalacocina.Queeseniñofuerasuyoono le era indiferente. Tal vez en otros tiempos, antes de alistarse a loshospitalariosenRodas,hubierapodidocasarseconSidonietrasenviudaréstaycriar a su hijo. Fueron otros tiempos. En aquellos momentos, aunque aún leparecieraatractiva,sehabíaprendadodePhilippine,conunapasiónnuncaantesconocida,yaquellaviejahistorianisiquieraleproducíaremordimientos.

Al dirigirse hacia el patio exterior para reunirse con sus hombres en elcuartel de sire Dumas, se preguntó si la bruja no llevaría razón y si a fin decuentasaquellainformaciónnoleseríaútilmástardeomástempranoparaservirasusintereses.

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22

—TODOpareceenorden,mibuenaGersende—lafelicitóSidoniealcerrarelregistrodelaprevisióndegastosquelaintendentalehabíapresentado.

SentadasalamesaunaalladodelaotraenelapartamentodeSusSeñorías,ambasestudiabanlascifrasdesdehacíacasiunahora,bañadasporlosrayosdesolqueatravesabanlasvidrieras.

—Como habéis visto —prosiguió Gersende—, lo que nos faltará seránlechones,teniendoencuentaquelosfestejosseextenderándurantetresdías...

—¿Tres?Sidonie se volvió hacia Jacques que, en su silla de tijera, se frotaba su

barbitaconmanonerviosa.—¿Esnecesario?¿Nobastaríandosdías?—Tres,niunomenos.Oscasáisconmigoyquieroquesesepa.Sidonienoinsistió.EraevidentequelavisitadePhilibertdeMontoisonle

habíaenojadoysehubierapreocupadosiGersendenosehubierapresentado.Erael i9 de agosto. Faltaban sólo seis días para la boda y la intendenta deseabarepasarlotodoaldetalle.Hubierantenidoquehacerloantes,incluso.

—MaeseJanissedaráconalgunasoluciónparasustituirloslechones,confíoenél.Ytambiénenvos,Gersende.

Ésta contuvo su exasperación.A todas luces doñaSidonie no sabía ni porasomolasdimensionesdesutarea.Prosiguió:

—Paralaboda,debéishablarconlacostureradeinmediato,delocontrarionotendrátiempoparafestonearlacoladelvestido.

—Sea.Que venga después de cenar. La cena debe servirse en la sala delhomenajeconnuestrosvisitantes,eslomenosquepodemoshacerporesepobrePhilibertdeMontoison,¿noesasí,Jacques?

El barón refunfuñó algo incomprensible que Sidonie prefirió considerarcomounasentimiento.

—Ya he tomado la iniciativa de informar a maese Janisse —asintióGersende.

—¿Algo más?—preguntó Sidonie, presurosa por aclarar las razones delextrañocomportamientodesuamante.

—¿Algomás?Coneldebidorespeto,doñaSidonie,hayaúntantascosasporhacerquemeveréobligadaapermanecerdespiertasininterrupciónhastavuestraboda—leespetóGersende.

—Afindecuentas,talvezdoñaSidonieyanotengaprisaporcasarse...

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EstavezSidonienopodíahacercomosinolohubieraoído.—Dejadnos a solas,Gersende.Osprometo examinar luegohasta elmenor

detalle.Convocadparaelloaquienconsideréisnecesario.Antesdeestanoche,todoestaráresuelto.

Laintendentainclinólacabezaydesapareció,contagiadadelatensiónquereinabaenlaestancia.PorunaveznopodíaacusardeelloaMarthe,ausente.Encuanto la puerta se hubo cerrado tras ella, Sidonie se plantó frente a Jacques,tristeydesconcertada.

—¿Quéossucede?Selevantódegolpedesusilla.—¿Qué sucede? ¡Sucede que no estoy ciego! ¡Seré viejo, sí! ¡Demasiado

viejo!¡Peronoestoyciego!Esoesloquemesucede.Atreveosadecirque...—¿Adecirqué?—preguntóSidonie,perpleja.Elbarónibadeunladoaotro,conlasmanosalaespaldaParacontenersus

celosquealolargodelosúltimosminutosnohabíanhechomásquecrecer.—Lo sabéis perfectamente. ¡Vos y Philibert de Montoison! ¡fuisteis su

amante!—Sí—le respondió Sidonie, con una sonrisa súbitamente aliviaba en los

labios.Ahoratodoestabaclaro.Élsedetuvo,abatido.—¿Loconfesáis?—titubeó.—¿Porquédeberíahacerdeellounmisteriocuandoesahistoriapertenece

alpasado?Además,vosmismolohabéisoído,hoy,yanotieneojosmásqueparavuestrahija.

Ellalepasólosbrazosalrededordelcuelloylemirófijamente.—Osamo,Jacques.¿Aúnlodudáisparaatormentarosdeestamanera?—Tiene la mirada viva, los rasgos regulares, los hombros robustos, en

resumidascuentasesapuesto,yyoyanolosoy.—Y presto a recorrer los caminos como los de su calaña, en cuanto

amanezca.Cuántasmañanasheconocidoenlasquetuvequeaferrarmisdedosalvacío. Gloria y poder son su compañía. Sólo aman la libertad. ¿Montoison esdiferente? No lo creo. Aunque hoy desee romper sus votos para casarse conHélène,ladejaríamarchitarsealasombradeuncastillomientrasélvolvíaasuscabalgadas.Pormiparte,creedme,sigoprefiriendovuestrasarrugas.

Enlaabrazó,sinsentirseaúnseguro.—Misarrugashacensombraavuestrabelleza,queridamía.Ymepreguntoquéveisenmí.—Todocuantolosdemásnoposeenynuncamedarán.Conlaexcepciónde

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un hijo. Enguerrand tiene la edad que tenía Montoison cuando me dejóembarazada.

Jacquesseapartó,sonrojadodenuevoporlaangustia.—Nojuzguéoportunorevelarlesupaternidad,portemoraquemeobligaraa

casarme—añadió,conunasonrisaburlonaenlos labios—.Ved,amigomío,yosoñabayaconotro.Convos,necio.

Laabrazófogosamenteylabesóconigualardor,deseosodemarcarunavezmássuterritorio,comounanimalalqueotrohubieraretado.

—Nosoportaríaperderos—gimióélmientrasellarecuperabaelaliento.—Tampocoyo.Nohablemosmásdeello.—NoledaréaHélène—insistió,sinembargo,elbarón,vengativo.—Mejoraporqueellanolequiere.

—Tampocoimpondréanuestragentelosrústicosmodalesdeeseturco.Nia

las gentes de la comarca los desmanes de un regimiento, aunque sea de loshospitalarios.

—Loaprueboabsolutamente.Susmiradasseencendieron.Llamaronalapuertaysesepararonunodelaotracondesgana.Martheaparecióenelumbral,conunabandejadeplataenlamano,conuna

jarrayunacopa:—Vuestra cerveza, señor—anunció depositándola sobre lamesa antes de

llenarle la copa al barón, como cada día a aquella hora. —Gracias, queridaMarthe—dijoSidonie.

Aprovechandoqueelbarónlesdabalaespalda,unamiradagélida,cargadademalsanaspromesas,lerespondió.Apesardesunochedemoníaca,lacóleradeMarthehaciaellanosehabíaapaciguado.Alaprimeraocasión...

Sidonietragósaliva.Seguirleeljuego.Comosinosucedieranada.¿Acasonoestabayaacostumbradaahacerlodesdehacíamuchotiempo?Seserenó.

—¿HasvistoaHélène?—preguntó.—Aúnno,miseñora,peroAlgondehasubidoasuhabitaciónharácasiuna

horaconsudesayuno.Nocreoquetarde.—¿Yelcaballero?—Sehareunidoconsushombres.Heprometidoquelemandaríallamaren

cuanto la señorita Hélène esté dispuesta. Con los preparativos de la boda,Gersendeestádesbordada.

—Bienhecho.Cuentocontigoparaayudarlasenloposibleaellayasuhijadurantelospróximosdías.Teocuparásdetodolorelacionadoconelalojamientodelosinvitadosydemiguardarropía,porsupuesto.

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Marthe,falsamenteservil,asintióconlacabeza.—Paradisponerlastiendasnecesitaríaconocerelemplazamientoexactodel

terrenodelasjustas.Supongo,miseñor,queParéisindicármelo.Sidonie se sobresaltó. También el barón, y fulminó a la camarera con la

mirada.—¿Habéisorganizadountorneo?Jacques,enojado,depositósobrelamesalacopaqueacababadevaciar.—Ignoraba que se lo ocultabais a vuestra dama, cuando lo sabe todo el

castillo—sedefendióMarthe.—Noseloocultaba,sinoquesetratabadeunasorpresa.Ydiórdenesdeno

irsedelalengua,cosaquemeparecequenoesunadevuestrasvirtudes.Suspiró.—Bueno,dadoqueelmalestáhecho,mejorseráquesepáistodalaverdad.

Enguerrandestaráconnosotros.Sidoniesequedóestupefacta.—¿Eltorneoesensuhonor?—Creoquehademostradosuficientementesuvalorenlosúltimostiempos.Sidonieselanzóasucuello,presarepentinamentedeunaalegríapueril.—¡Yospreguntabaisporquéosquierotanto!—exclamóella.Apesardesudeseodeabrazarla,dejólosbrazoscaídos,incómodoporla

presenciadeMarthe,cuyosojossehabíanachicadoparaobservarlosmejor.Al sentirlo tan distante, Sidonie también se dio cuenta de aquella

promiscuidad.Seserenódeinmediatoyseapartó.—¿Cuándollegará?—Mañanaopasadomañanaamástardar.Tambiénhehechoqueavanzaran

lasobrasenlaRochette.—Soymuyfeliz,Jacques,ymihijotambiénloserápuesostienegranafecto

—aseguróella,emocionada.Elbarónlatomódelasmanosyseinquietóaúnmásalnotarquetemblaban.—Yotambiénletengomuchoafectoyloquemehabéisexplicadonocambia

missentimientos.Sidonie inclinó la cabeza antes de volverse hacia Marthe, que había

comenzadoatoseryasorberselosmocos.—Vaya,pobrecitahijamía,losmiasmasdelanecedadossalenporlanariz

—se burló el barón, que no se había dejado engañar por sus artimañas paraestropearlesaquelmomento.

Laharpíaseencogiódehombros.Sidoniefuemáscaritativa.

—Bebedunpocodeaguaparaaclararoslagarganta.

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Marthe sacudió la cabeza, volvió a sorberse losmocos y luego se calmó.Aclarósuvoz.

—Noesnecesario—afirmó—,yasemehapasado.—Mejor,asípodréisdejarnosyaguardaraqueosllamemosantesdesubir

—laconminóelbarón.Al salir ella, el barón se dio cuenta de que cada vez soportabamenos su

permanente presencia. En cuanto estuvieran casados, debería mantener unaconversaciónseriaconsuesposarespectoaesacuestión.

Dadoquenoconfiabaenquelesdejaríatranquilos,barrólapuerta.—¿Esesorazonable?—semofóSidoniecuandoélsedirigíahaciaellacon

pasodecidido.Por toda respuesta, la cogiópor la cinturay la sentó sinvergüenza alguna

sobre la mesa, junto a la bandeja que apartó enérgicamente. Sidonie rióahogadamentemientrasél learremangaba lasenaguasdescubriendo ladesnudezdesuentrepierna.

—Vamos,Jacques...—Niunapalabra,querida,omeenfadaré.Osdeseo,aquíyahora,ynoes

negociable.Deslizólacabezaentresuspiernasqueacababadeabrirconlasmanos.Ella

setumbósobrelasuperficiederoblegimiendodeplacer,aunquetuvieralanucacontra laaristade lamesa.Eranargumentoscontra losquenopodía luchar.Seabandonó,jadeandoyconcrecienteimpaciencia.Eraenesosmomentosconélysólo con él cuando olvidaba sus actos pasados, la dominación deMarthe.ConJacquesdisfrutabade la ilusiónde libertad.Gozómordiéndose los labios,paranoalertaralrestodelcastillo.

Llamaron a la puerta cuando el barón se ponía en pie, con avidez en lamiradaylamanoenloscalzones.

—Sus Señorías no están visibles, señor cura—oyeron al otro lado de lapuerta.

Marthe.SusolicitudinquietóaSidoniemásquesucólera.—¿Aestahora?—dijoelcura.Sidonie no oyó el resto de la conversación. Con un fuerte impulso,

aguijoneadoporelresquemordeloscelos,lapenetró.Olvidandotodolodemás,ellasearqueóyahogóungritoantesdeapoyarseenloscodospararesponderalvaivén, más lánguido que de costumbre. A pesar del creciente placer que éldespertabaenella,vioenlamiradainquietayenelrostrocrispadodelbarónquesuardorsólorespondíadébilmenteasudeseo.Ellasintió,empero,unespasmo,alaesperadelsiguientequelallevaríainevitablementealorgasmo.Conlosdedosagarradosalaparteexteriordesusmuslosylafrentechorreandoelsudordesu

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concentración,Jacquesparecíasufriralnopoderquedarsatisfechoélmismo.Seinmovilizódentrodeella.Susbocasseatrajeron.Labesóconardormientraslosdedosnerviososdesuotramanodeshacíanloslazosdelcorsé.Denuevoladanzapunzantedeaquelsexodentrodelsuyo,aquellosdedosqueamasabansussenos,la lengua que le relamía el aliento. Sidonie se agarró de los hombros de suamante, consciente de su dificultad para mantenerse firme dentro de ella yexcitadaalavezporeltemordenopodergozar.

Unaveintenadevaivenes.Violentos,desesperados.Jacqueslaempujóparasalirdeella,conelrostroenrojecido,jadeante,antesdellevarseunamanoalavergaparaentregarleunpocodesusoberbia.

—Datelavuelta—leordenóél,convozgraveyronca.Sin elmenor titubeo, Sidonie bajó de lamesa y pegó su vientre contra la

superficiedemadera.Recogiéndoseenloshombroselespesordelacabellera,leofreció la visión de sus nalgas, firmes e idealmente carnosas.Hacía ya tiempoquenosecontentabacondejarsecubrircomounadamarespetable.Legustabanlacarne,losjuegos,losviciosyJacquesdeSassenageeradelejoselamantemásexpertoydelicadoquehabíaconocido.Esavez, sinembargo,yapesarde susesfuerzos,sóloleofrecióunatímidacaricaturadesuvergayserindióalcabodeunosminutosdeesgrimirtristementeensuinterior.

Sinrencor,ellaseapoyóensutorsoparadejarqueloslatidosdesordenadosdesuscorazonessecalmaran.Susmanosseentrelazaron.Jacqueslediounbesoenelhuecodelhombro.

—Creo —dijo con resentimiento hacia él mismo— que he presumidodemasiadodemitemperamento...

—Otro,aunquehubierasidomásjoven,sehubieraestrelladoigual,Jacques.¿Acasonomehabéissatisfechobuenapartedelanocheydenuevoaldespertar?

—Con veinte añosmenos, esta vez tampocome hubiera curado del deseohaciavos.

Ellasevolvióyleacariciólamejilla.—Veinte añosmenos y hubiera suplicado clemencia.Concedeos el reposo

delguerrero.—¿Acasotengootraelección?—suspiróél.Ellasonrió.—Paraayudaros,pensadenesepobrecurapárrocoalquesindudahemos

escandalizado.—Senecesitaríaalgomásparaescandalizarlo,figuraos.Ayermismoporla

mañanalesorprendímientrassedejabalibarlavergatraslacortinaquellevaalasacristía.

A ella la tranquilizó verlemás animoso. Él la besó sobre el hombro y se

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apartóparaarreglarselasropas.Sidonie dejó que las enaguas cubrieran de nuevo sus pantorrillas antes de

volversehaciaél.Jacquesleapartóunmechónquesehabíaescapadodesucofia,yselopusodenuevodetrásdelaoreja.

—Así—dijoél—desaparecenvuestrosultrajes.—Pongámonospuesmanosalaobra,enesecaso.EstelugarnoescomoLa

Bâtieparadarunafiesta,peromegustamásquecualquierotro,Jacques,puesfueaquí donde nos amamos por vez primera. Quiero que se sepa y que quienesvengan no lo olviden jamás—concluyó ella, besándole en los labios antes dedirigirsealapuertaparaabrirelcerrojo.

La abrió, miró fríamente a la sirvienta y recibió al párroco. Martheaguardaba,apoyadaenelmontantedelaescaleradecaracol.LacruelsonrisaqueledirigióconfirmóaSidoniecuantotemía.LaimpotenciadeJacquesnoeramásqueelprincipiodelcastigoquelesreservaba.Aquellamisma tarde,contra todopronóstico,PhilibertdeMontoisonpartióconsushombres.Estabaenfurecido.Pormásde

unarazón.Pasadalaemocióndevolveraverleconmejoraspectodelqueteníacuando

ledejó,Philippinesedioairesdeindiferenciaencuantohubieronalmorzado.Y,sin embargo, él había organizado las cosas de manera elegante, se habíainformadoacercadeun lugarnomuyalejadode lasmiradasyemperoaislado.DoñaGersendeleaconsejóunbancoalasombradeunroblesecularcuyoramajeseextendíaalesteenelpatioexteriorybajoelcualeracostumbreenSassenagedarse el primer beso. ¿Acaso la camarera, que no se alejó de ellos, habíaadvertido a Philippine? El caso era que en todo momento había estado a ladefensiva, con las manos cruzadas sobre las rodillas, inclinando la cabeza amenudo en señal de asentimiento a sus preguntas, sin apenas sonreír ante sussalidasingeniosascuandorecordabasurisaenelhuertodelaabadía.Luegotratóde aturdiría con sus méritos y le habló de Oriente y de sus sortilegios, de labellezade la isladeRodasasentadasobreunarocacomoundiamanteenbrutorodeadodelapislázulis.DelassangrientasbatallasquelospirataslibrabanenelMediterráneoydelasemboscadasdelosturcos.InclusoevocóalpríncipeCem,sinemperodesvelardetallealgunodelamisiónasucargo.

AquellaAlgonde,bastantebella,esodebíareconocerlo,parecíamáscuriosaque su señora, y preguntaba dónde se hallaba Anatolia, de la que había oídohablar.PhilibertleexplicóqueelpríncipeCem,precisamente,eraoriginariode

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allíyquesehabíaproclamadosultándeesaprovinciadurantelaguerracontrasuhermanoBeyazid. Por unmomento, al caballero le pareció que los papeles sehabíantrastocado,puesPhilippineparecíadistraídaysusirvientamuyatenta.Alcabodedoshorasdepalabrasestérilesparasuproyecto,Philippinesedisculpóy,conelpretextodequelapróximabodadesupadremovilizabaatodoelmundoenelcastillo,expresósudeseode regresar.Élse infiltróen labrechaqueellahabíaabiertoinocentemente.

—Concedednos el tiempo de evocar vuestro matrimonio—le susurró él,tomándolelamanoconautoridad.

Ellasesobresaltóylaretiróenérgicamente.—¡Creíahabersidomuyclararespectoaesetema,señor!Élinsistió.Ellanoquisooírhablardesussentimientos,desusalabanzaso

desuspromesas.—Noosamo,yestátododicho.Vuestrosdiscursosnomeharáncambiar.Os

loheescritoypersistoenello.¡Nomecasaréconvosynoquierovolveraoírhablardeesetema!

Éldisimulósucólera trasunasonrisaafligida,coneldeseoardienteensuinterior de tumbarla allí mismo sobre la hierba. Ella se puso en pie y él laacompañóhastaelcastillo,conAlgondetrasellos,tenazguardianadelavirtuddesuseñora.Yapensabaéleneldiscursoquedirigiríaasupadreparaobtenersuconsentimiento a pesar de ella. Al fin y al cabo, no sería la primera que sedoblegara a la razón a falta de amor. Sidonie, a quien si fuera necesario lerefrescaría la memoria, apoyaría su causa. Philippine sería suya, se lo habíajurado.

Una vez solo al pie de las escaleras de la puerta, preguntó dónde podíaencontraraJacquesdeSassenage.Traspasarfrentealherreroque,ocupadoensutrabajo, ni siquiera levantó la cabeza a su paso, fue hasta una de las torres devigilancia del patio interior y luego en dirección a la halconería. Jacques deSassenageseenfurruñóanteélantesderesponderasupeticiónconunanegativa.

—Pero¿quémereprocháis,señor?—exclamó,agotadoslosargumentosconlosquequeríadoblegarlo.

—Nada,osloaseguro.Alcontrario,mecomplaceelinterésquedemostráishaciamihija,perosoyunodeesospadresquesepreocupanporlafelicidaddesushijos.

—¿Seríaiscapazdecasarlaconunpordioserosisehubieraenamoradodeél?

—Enabsoluto—respondióJacques,vejadoporelinsulto—,perodeseounmatrimonioquesatisfagaasucorazónyasurazón.

—Nomelaconcederéis...

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—Nunca,sólosiellamelosuplicara.Philibert deMontoison apretó los puños. Frente a él, imperturbables, dos

halconesdormitabanensuspalos,aprisionadosporunacuerdaatadaaunadesuspatas mediante un brazalete de hierro.Más allá había otras rapaces atadas deigualmanera.

Lamiradadelcaballerodistinguiólasiluetadelhalconeroalasombradelacantilado,consagradoasustareas,aunospasosdeallí.Noeraellugaridóneoparaunapelea.

Sinduda,trasllegaralamismaconclusión,elbarónsevolvióysedirigióhaciaelcastillo.Duranteuntramo,avanzaronunojuntoalotro,ensilencio,cadauno sumido en sus sombríos pensamientos, y luego Philibert pasó de nuevo alataque:

—¿Yporloquerespectaalapeticióndelgranprior?—DecidleaGuydeBlanchefortqueseríaunhonorparanosotros,peroque,

comohabéispodidojuzgar,estecastillo,pordesgracia,noestádisponibleparasusproyectos.

—Barón,cometéisunerror...Jacquessedetuvobruscamenteparaenfrentarseaél,conelceñofruncido.—¿Meamenazáis,señordeMontoison?CruzaronsusmiradasyPhilibertbajólasuyaporconveniencia.—Debo advertir a mis superiores. Comprended que, en consecuencia, no

puedopermanecerbajovuestrotecho.—Noquieroreteneros—ledespidióelbarónalentrarenelpatiointerior.Reconcomido por el odio y con la mente obtusa debido a una terrible

migraña, el caballero había preferido no seguirle para saludar aSidonie, de laque le habían dicho que estaría muy ocupada el resto del día. En cuanto aPhilippine, puesto que era de su voluntad de la que todo dependía, tarde otempranodaríaconelmediodeobligarlaaceder,¡aunqueparaellotuvieraquemasacrarasusrivalesopactarconlabruja!

Talcertidumbrenoleserenó.Paracolmo,latormenta,tanviolentacomolahabía presentido, estalló al cruzar la verja él y sus hombres. PeroPhilibert deMontoisonhubierapreferidoahogarsebajo aqueldiluvio antesquedesandar elcaminoyconfesarsuderrota.

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23

AL día siguiente, la larga caravana de artesanos y comerciantes venidos desdetodos los rinconesde lacomarca llegó finalmentealcastilloysedetuvoen lasinmediaciones,queaúneranunbarrizal.Indiferentesanteelhechodequeselesensuciaraelcalzado,saltarondesuscarrosydeunoenunosepresentaronpararecibirórdenesoparadescargarsumercancía.Lospañerosorquestaronelbailedelasrayasyfestonesdestinadosalastiendasdelosinvitadosmientras,desdehacía ya un rato, en el bosque circundante podían oírse los hachazos repetidossobrelostroncosdelosárbolesjóvenes.Notardaronenarrastrarlostroncosconbueyes hasta el aserradero junto al Furon. Los carpinteros, encargados de lastribunasdeltorneoydelestrado,hicieronsonarenlaexplanada,enelexteriordelas murallas, un concierto de chirridos y martilleos, a medida que lessuministraban tablas. Aquel ajetreo reinaba también en el interior del torreón.Unospinchessuplementarioshabían invadido lacocinaymaeseJanisseandabayadesorientadoyagitado.Sudabalagotagorda.MientrasGersendehacíallevarcerveza,vino,verdura,huevos,frutayespeciasalabodegadelsótano,dispuestainclusoasobrecargar losestantesya tenerqueapilar los toneles,élverificaba«reservadeleñaparasushornosyfogones,ordenabaquecortaranmásaltamañoadecuado, gruñía, maldecía y hacía aspa— lentos, tan excesivo como era deordinario.

Enlasaladelhomenajedelcastilloinvadidaporlascostureras,lasrisasylos comadreos se multiplicaban, al ritmo de los dedos que medían, cortaban,hacíanpatrones,bordaban,enhebrabanlasagujasyluegocosíanlosdobladillos.Enelpisosuperioral igualquePhilippineensuhabitación,Sidonieveíacómolaspiezasdesedacubríanlaampliamesaypuntillasyvelosseenrollabanasualrededor.

Losdíassesucedieronasídesdeelalba,ajetreadosyalegresbajouncieloplomizo y un calor asfixiante.Al caer la tarde, las nubes reventaban sobre lospreparativos.Alamainarlatormenta,desplazándosedesdeeleste,lanochedabapasoahermososreencuentrosbajoelmantodenubesqueelvientotibioalejaba.Sesentabanentoncesalamesajuntoalgranroble,bañadosporlaluzdanzarinayaltadelasantorchas.Lasopa,espesa,seservíaenescudillas.Seoíanrisasylaslenguassesoltaban.Luego,uncaramilloresonabaconsutimbreunpocoagrioyle respondían cantos hasta que todos se dormían sobre unas mantas o inclusosobre la hierba húmeda aún de la lluvia que la tierra sedienta durante el díaacababadedrenar.

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Como todos,Algonde también se veía arrastrada por ese torbellino, demaneraquehabíatenidopocotiempoparapensarenloquehabíaaveriguadodebocadelcaballerodeMontoison.Susúltimasdudas,sinembargo,sehabíandisipadoantela presencia en tierras francesas de aquel príncipe otomano. Por descontado,ignoraba cómo le conocería Philippine; aún más puesto que Philibert deMontoison se convertiría, estaba segura de ello, en un obstáculo de peso, peroaunque aquélla lo rechazara con todas sus fuerzas, su destino estabainexorablementeenmarcha.EllaseaferrabaemperoaúnasussueñosdeunavidajuntoaMathieu.Lavíspera,eljovenzuelosehabíaacercadohastasuhabitación,conaireinocente.Retorcíacómicamentesugorraentrelasmanosybailabasobreunoyotropiemientrasledirigíamiradasfurtivas.

—¿Acaso tienes que confesar alguna bobada? —le preguntó Gersende,divertidaanteaquellasituación.

—No,enabsoluto...—¿Teenvíatupadre?—No,enabsoluto...—Enesecaso,Mathieu,meparecequeestásenfermo.—No,enabsoluto...Algonde se echó a reír, ocultándose con lamano, preguntándose cómo su

madre, que doblaba ropa, conseguía mantenerse seria. Era tal el sonrojo deMathieumientras trataba de dar con las palabras adecuadas que parecía bobo.Gersendeseplantóanteél,conlosbrazosenjarrasyunamiradainquisitiva.

—¿Acasoteestásburlandodemí?—No,enabsoluto—repitiódenuevo,sacudiendolacabeza.Enesemomento,Algondeseechóa reír, comocuandose ledeclaróenel

río.Heridoensuorgullo,lafulminóconlamirada.—Cuandoestemoscasados...—laamenazóagitandoelíndice.Gersende se lo inmovilizó entre sus dedos regordetes y Mathieu bajó la

cabezaantesusairesfalsamentefuriosos.—Paraello,mozo,necesitarásmiconsentimiento.¿Esesoloquehasvenido

apedir?Antesdequeélpudieraabrirboca,Gersendelelanzóunamiradasombría.—Piensaantesdecontestar,yaquesipordesgraciavuelvoaoírun«no,en

absoluto»,¡terompoeldedo!—¿Sí,qué?¿Quierespensaroquierescasarteconella?—Casarmeconella.

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—¡Yaestá!¡Vescomonoeratandifícil!—serióGersende.La tensióndeMathieu se relajóy los tres acabaron juntos lavelada.Sólo

esperabanelacuerdodeSusSeñoríasparaoficializarsusesponsales.De golpe, Algonde quiso creer que tenía derecho a elegir. Rechazar su

herencia, ser el juguetede sus sombrasmaléficas.Pero sentíaqueunapartedeella,sindudalaquepudríasusentrañasconelvenenodelaserpientemezcladoconlasemilladeJacques,doblegabasudeterminaciónensutratoconPhilippine.

Olvidó la angustia que tal constatación le provocaba sumergiéndose confervor en lospreparativosy, en aquelmomento, comootrasmozasdel castillo,estabaocupadarecogiendofloresenuncampoenbarbecho.Inclinadaenlazanjajunto al camino,Algonde alzó la cabeza al oír el galope de un caballo que seaproximaba. La silueta del jinete le pareció familiar. Entrecerró los ojos y sepuso la mano a guisa de visera para asegurarse. Su corazón dio un brinco.EnguerranddeSassenage.

Conelramodefloresensudelantalrecogido,leesperó,conunasonrisaenloslabios.ApesardequeelbarónAymardeGrolée,dequieneraescudero,vivíaatreceleguasdeGrenobleensufeudodeBressieux,EnguerrandnohabíavueltoaSassenagedesdehacíadosaños.Tiródelbocadopara inmovilizarelcaballofrenteaella.

—¿Tenéismiedodeperderoslaboda?¡Vaisconmuchasprisas,señor!—ledijoella.

—Teníamásprisapordarteunbeso—exclamóél saltandode sumonturaparaabalanzarsesobreellaentrelasrisasburlonasdelassirvientas.

Reverencialmente,Algondeletendiólamanoparaqueselabesara.—¡Qué diablos! Antes me ofrecías tu mejilla —dijo él, llevándose sin

embargolamanoaloslabios.—Antesnoestabaprometida.—¿Ah,no?¿Acasosoñéelpuñetazoquerecibíenlanarizcuandoteníadiez

años?—Sinduda,puestoquedijistequehabíasresbaladoenunasrocas...Rieronconcomplicidad.Aquellaalgaradacimentódefinitivamentelaamistaddelostres.Enguerrand

pasabamucho tiempo con ellos, jugando, compartiendo sus bromas.El día queAlgondecumplióochoaños,Enguerrandleregalóunapequeñajoyadeámbarquecompró a un buhonero y la besó en la comisura de los labios. Mathieu lessorprendió.Furioso,esteúltimoolvidólamáselementaldelasreglasporlaqueun señores elúnicodueñode sus tierras. \ le soltóunpuñetazo.Tresdíasmástarde,sinhaberdenunciadoasuamigo,EnguerrandsereuniódenuevoconellosylejurósolemnementeaMathieuquesemantendríaalejadodeAlgonde.

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—¿CómoestáMathieu?—Comotodosaquí,cargadodetrabajo.—Bienvenido, señorEnguerrand—intervino lavozagudadeunapelirroja

quesehabíaaproximadoparaofrecerlesuramo.—¡Fióla!¿EresFanette,lahijadelherrero?—Sí—sesonrojólajovenzuela.—Estásmásguapaquecuandomefui.—Noeradifícil—rióotra.Fanettelafulminóconlamirada.Larisasegeneralizó.Conlasfloresenuna

manoylabridaenlaotra,EnguerranddirigióunamiradacariñosaaAlgonde.—Acompáñame,porfavor.Mecontarásnoticiasdetodos.Algondenodudóunsegundoyacompasósupasoaldeél.Sealejarondel

grupo.—¿Cuándoserá?—¿Qué?—Laboda...—Pronto,supongo.Encuantoelbarónhayadadosubendición.Enguerrandmeneólacabezaysuspiró.—Ya le ha costado tiempo. Yo, en su lugar... Bueno, al fin y al cabo tu

felicidadesloprimeropuestoqueesaélaquienamas.—Dejademortificarme.¡Comosiunseñorpudieracasarseconunacriada!—Unseñorabuenseguroqueno,peroyo...Ellaseencogiódehombros.—Siempre con el mismo cuento, por lo que veo aún le das vueltas a lo

mismo...Él apartódeunapatadaunapiedramásgrandeque lasotrasdemitaddel

camino.—Sisupieraquésangrecorrepormisvenas,talvezseríadiferente.—Pregúntaseloatumadre,siparatitienetantaimportancia,porqueparamí

notieneimportanciaalguna,Enguerrand.Tienesmásaspectodepríncipequedemozodeestablo.¿Dequétienesmiedo?¿DequédoñaSidonieseacostaraconeljardinero?

—PreferiríaamaeseJanisse...Algondenopudoevitarecharseareír.—En serio,Algonde. Jamás le haría la afrenta de preguntarle eso pero sé

perfectamentequeelpadredemihermanonopuedeserelmío.Nonosparecemosenabsoluto,yademásnotengoelalmadeunSassenage.Sólosueñoconaventurasy tierras lejanas, aúnmás desde que sirvo aAymar deGrolée.Administrar lastierras,darfiestasodoblarlarodillacomouncortesanomeprovocapesadillas

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sólodepensarenello.Algondedudóuninstante.Decírseloleaguaríalasorpresaperocallar...—Metemoquenosonésaslasambicionesdetumadreydelbarón.Sesobresaltóyvolviólacabezahaciaella.—Cuéntame.—¿Teharáseltontollegadoelmomento?—¿Noesésemipapelpreferido?—LaRochette.Laestánampliandoparati.Enguerrandfruncióelceño.—¿Ves cómo llevaba razón? ¿Tendrían que hacerme ese regalo si fuera

legítimo?—Nolosé,peroelbaróntequierecomoaunhijoyesodeberíabastarte.Llegaronalaverjaqueseparabaelcuerpodeguardiadelpatioexterioryse

callaron.Hasta lapuertadel torreón lesacompañarongentesdelcastilloqueseprecipitabanparasaludaraljovenzuelo.

Mathieu les vio al subir la escalera de entrada cuando iba a llevarle unacestaamaeseJanisse.PreguntóaEnguerrandconvozalegre:

—¿Siempretienesquecruzarteenmicamino?Enguerrandsevolvióhaciaél,conunasonrisa.—Yahímequedaréparaabrazarte—afirmóenvozaltayclaraparaabolir

ladistanciaentreseñorysirviente.

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24

GUYdeBlanchefortseenjugólafrentealtayamplia,víctimadelafiebrealaquenoqueríarendirse.ElgranpriordeAuverniadestinadoalacustodiadelpríncipeCemhabíaabandonadosulechoaldespuntarelalba,trasunanochedeinsomnio,reconcomidoporundolordemuelas.Habíatomadoyaunadecisión.Duranteeldíairíaaqueunsacamuelasselaarrancaraysedesharíadeaquelpremolarquelehabíaprovocadounabsceso.Hubieratenidoquedecidirlolavíspera,peroledistrajolallegadadeunmensajero.Lamisivaerabreve.Enellasedecíaqueelreyestabaagonizando,quemoriríaencuestióndehoras.Atodasluces,yteniendoencuentael tiempotranscurridoparahacerle llegarelmensaje,pudieraserqueyahubieradejadoestemundo.

YlamuertedeLuisXItendríaconsecuenciasparasusasuntos.Hastaaquelmomento,Guy deBlanchefort había afirmado aCemque el único impedimentopara suencuentroera laenfermedaddel rey. ¿Quéargumentopodríadarleparaimpedirleverseconsusucesor,eldelfínCarlos?Oconlahermanadeéste,Anade Beaujeu, designada por el difunto Luis XI como regente hasta su hermanotuvieraedadparagobernarFrancia?Loshospitalariosjugabanundoblejuegoconlosmonarcas de la cristianad. Todos ignoraban queBeyazid les pagaba sumascolosalesacambiodelcautiveriodesuhermano.Paraellos,Cemsehallabaenunexiliovoluntario.Paraellos,habíarenunciadoaretomareltronodelImperiootomanoysólosehallababajoproteccióndeloshospitalariospuestoquetemíapor su vida.Cem disponía, en la encomienda de Poét-Laval, de un ejército detrescientos izaros armados hasta los dientes que, hasta el momento, se habíanmantenido obedientes a su paciencia. Pero con el paso de los días, Guy deBlanchefort sabía que esa paciencia se agitaba. Tarde o temprano la verdadsaldríaa la luzynosóloCemdesearíavengarconsangre suhonormancilladosinoqueotrostrataríandeapoderarsedeélparadisfrutardelosprivilegiosquelaOrdensehabíareservado.

GuydeBlanchefortyanoteníaelección.Debíadesarmaralosjenízarosloantes posible. Se había acabado el tiempo de las reverencias. Durante el día,partiríanmensajeroscondestinoalosprioratosvecinosconórdenesdeacudirdeinmediatoconochocientoshombresarmados.Igualmente,cerraríaalosvisitanteslas puertas de la encomienda en la que residían desde principios del verano,incumpliendoasí la reglade suOrden.Estaúltimamedida le causabadesazón,peroyacorríanrumoressegúnloscualeselduquedeSaboyadisponíadeunplanparasecuestraralpríncipeCem.

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Cemhabíafraguadoamistadconeljovenduqueconmotivodeunencuentrofortuito.GuydeBlanchefortnohabíadesconfiadoyCem,corroídoporlasdudasacerca de sus verdaderas intenciones, ya estuvo a punto de escapar en unaocasión. Si a ello se añadía que Beyazid había encargado que Cem fueraasesinado para ahorrarse su mantenimiento, Guy de Blanchefort contaba conbuenasrazonesparareunirunejército.

Asuscincuentaaños,yapesardesereldemayoredaddelgrupo,elgranpriordeAuverniaeraaúnunhombrecorpulento.Deconstituciónrobusta,lucíaensus rasgoshundidosunaautoridadnaturaly sabíahacerlavaler.Por logeneral.Aqueldía,estabahartodeengañar.Sealisóconungestomaquinallabarbaquelucíaenformadepuntadelanzaalamaneraoriental,antesdebeberdeuntragounacopadelicordealmendrasamargas.Sesirvióotrotrago,perodejósucopajunto a la carta que no conseguía terminar, distraído a la vez por el dolor y lairritación.

Sobreél,contraelmurodesnudodecualquierartificio,unCristocrucificadole bendecía con su oblicua mirada de moribundo. La estancia, demasiadoespaciosa,demasiadodesnudaaexcepcióndelamesadetrabajo,dosincómodassillasdetijera,unbancoyunarcón,ofrecíaelmismoaspectoqueelrestodelaplantacompartidapor loshospitalarios.Cemsehallabaenelpiso inferior,consusmujeres,suscompañerosysussirvientes,rodeadosporelfastodesusenseresymueblesorientalesqueacarreabandeunladoaotro.Ungrancontraste.GuydeBlanchefortyanosepreocupabaporello.

Se levantó de su escritorio y abrió la ventana que daba a las montañascircundantes.Necesitaba,más que otros días, impregnarse de su aire.Hasta élllegó ruidode cencerros.Observó el flancodelPoét ydescubrióun rebañodecorderos. Los perfumes de ajedrea y de flores silvestres acariciaron su nariz,impulsados por un viento tibio. Suspiró, apaciguado durante unos instantes.Aunquesintieraciertasimpatíahaciaelpríncipe,noconseguíaadaptarsealmododevidadeéste, talvezuna trazadelodioque sentíahacia losmusulmanes.ElgranpriordeAuverniadebíareconocer,sinembargo,que,lejosdelabarbariedesudifuntopadre,elpríncipeCemeramuchomásrefinadoquemuchosmiembrosdesucofradía.

Este pensamiento le llevó aPhilibert deMontoison, dequienno tenía aúnnoticias.Laideadequepudieranoregresardesumisiónleafectaba.PhilibertdeMontoison siempre había sido un compañero leal, fiel, pero tras aquellos dosañoscustodiandoalpríncipeCem,suconfianzaenélsehabíadebilitado.Y,sinembargo, nada flagrante le inducía a ello. Sólo detalles. Una miradaconcupiscentealculodeunadelasesclavasdelturco,otraaunapiedrapreciosade la que Cem hacía ostentación. Eran detalles, S1i pero que poco a poco le

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condujeronalacertidumbredequePhilibertdeMontoisonhabíacambiado.GuydeBlanchefortnoignorabaque,antesdeunirseaellosenRodas,habíallevadounavidadedesenfreno.¿Yacasoélmismo,ensujuventud,nohabíadisfrutadoaultranza de todos los placeres de la vida, antes de responder a la llamada delSeñorydejarsellevarporeldeseomásPotentequecualquierotrodedefenderala Iglesia y a la cristianad en los lugaresmás amenazados, sin jamás arriar labandera,Pedircuartel,retrocederorendirse?

Desde hacía algún tiempo ya no creía que a Philibert de Montoison leanimara la misma motivación. A buen seguro, y para Asolarse, Guy deBlanchefortcontabaconelejemplodeaquellosnumerosospreladosdevientresprominentes y dedos cubiertos de anillos que no por servir aDios dejaban desatisfacern,avaricia,yeldeCharlesAllemand,comandantedeaquellaplazaysodomitaensusratosmuertos.¿PodíaasícondenaraPhilibertdeMontoisonporhabersedejadopervertirporaquelambientedondetodossebañabanencontactoconelturco?Elharén<feesteúltimo,formadoporesclavasprocedentesdetodaslasorillasdelMediterráneoera,porsímismo,unallamadaalvicio.Desdehadados años llevaban una vida de corte de la nobleza. Juglares,! bailarinas ymalabaristas se sucedían tras las competicionesy fespartidasdecaza.A todasluces,PhilibertdeMontoisonhabíasucumbidoatodoello.Noeraelúnico.GuydeBlanchefortlosabía,perolosdemásnohabíanformadopartedesuescuela,lasuya, la del gran prior de Auvernia. Sin mencionar el lazo secreto de suparentescoquetodos,incluidoPhilibert,ignoraban,laverdaderaqueechabaencaraaesteúltimonohaberestadoalaalturadelafectoquehaciaélsentíaydelos votos pronunciado». Obediencia. Castidad. Pobreza. Guy de Blanchefortdebía rendirse ante la evidencia. Tarde o temprano, Philibert de Montoisonrompería aquellos votos. Aunque no le creyera capaz de traicionarlos, el granpriorsehabíasentidoaliviadoalverlepartircomonegociadoranteJacquesdeSassenage.

Lasemanaanterior alverquenoregresaba,CharlesAllemandsepusoencontacto con su sobrino Barachim para pedirle asilo en su castillo deRochechinard.Avueltadecorreo,Barachimaceptóalbergarlos.EncuantoCemhubierasidodesarmado,sepondríanencaminoparainstalarseallí.

GuydeBlanchefortvolvióasumesadetrabajoyalzófecopa.«Diantre—pensóalsentirunaguijoneoenlamejilla—.Esamalditamuela

meestámortificandocomolahojademíaespada.»Cuando se estaba enjuagando la boca con unas gárgaras para purificar su

alientodelrelentepútridoquesufría,llamaronalapuerta.—¡Entrad!—dijotrasengullireltrago,sorprendidodequelemolestarana

aquellashorasdelamañana.

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CasiseahogóalveraparecerprecisamenteaPhilibertdeMontoison.Suciodepiesacabeza,conlosojosrodeadosporprofundasojerasnegras,

elrostrodesfiguradoporelcansancioycomidoporlabarba,noeramásquelasombra de símismo.Guy deBlanchefort dejó de lado de inmediato sus tristespensamientosysedirigióhaciaél.

—¡Portodoslossantosdelparaíso,Philibert!¿Erestú?—Másenhuesosqueencarne,amigo,perosí,soyyo.—Aúnhallófuerzas

parabromearelcaballeroantesdecaerenbrazosdelotro.Apesarde la suciedadque le recubría,Guy lediounsinceroabrazoy se

apartóencuantoleoyógemir.Sabedordelafuerzadecarácterdesucompañerofrentealdolor,sumanifestaciónera,porlomenos,inquietante.Dehecho,lateladesusropasalolargodelbrazoysobreelpechoestabacubiertadesangrefrescaquenohabíavistodebuenasaprimera.

—¡Diosmío!¡Estásherido!Portodocomentario,Philibertsedirigióhaciaelescritorio,impulsadopor

lavisióndeunabotella.Selallevóalabocaybebiólamitaddelcontenidodeuntrago.GuydeBlanchefortfruncióelentrecejo,peroaguardó,plantadoenmitaddelasala,¡quedejarasobrelamesalabotellaysehubieraenjugadoloslabiosconlamanga.

—Apelo a tu perdón—dijo Philibert deMontoison, dejándose caer en ellugar que Guy de Blanchefort había ocupado precedentemente—, pero lonecesitabaantesdeexplicartemisnuevas.

GuydeBlanchefortseacercóaél,preocupadoporsuaspecto.—Muéstrameelbrazo.~No es nada, sólo un tajo que seme ha vuelto a abrir al contacto de una

rama.Guyno ledioelección.Tomóunestiletedeencimade lamesay rasgó la

tela.—Estámuyinfectado—diagnosticódeinmediato.—Laverdadesquemelotemía—dijoPhilibertconunamuecadedolor.—Hayquecurarlaheridaycauterizarlaalrojo.Teacompañarealhospicio.Philibertleretuvoconsumanoútil.—Aunno,Guy.Noheempleadomisúltimasfuerzascabalgandodíaynoche

pararendirmealllegaralameta.—Nohaynadaquenopuedaesperar.—¿Nisiquieralaconfesióndeunamigoquehafracasado?Guy de Blanchefort tragó saliva. Así que sus sospechas eran ciertas. Se

acercóaélylepalmeóelhombro.—Nisiquieraeso.

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PhilibertdeMontoisonsoltóunacarcajadaamarga.—Ahí se hace patente lamagnanimidad de tu alma.Y, sin embargo, vas a

escucharme.Esnecesario.Siéntate.Aún tengoalgunas reservasymás tendré sihacesquemetraiganunpocodequesoydevino.

GuydeBlanchefortsedirigióhacia lapuertaqueabriódeparenparparallamar a uno de los conversos. La cerró de nuevo en cuanto hubo dado laspertinentes instrucciones, pues prefería dejar aquella conversación a su únicadiscreción.Acercóuntaburetealamesadetrabajo,seinstalófrenteaPhilibertque,enjuagándosedenuevoelgaznate,acababadevaciarlabotella.

—Paraempezar—dijotraschasquearlalenguayrecostarseenloscojinesde la silla de tijera—, debes saber que mi misión ha fracasado. Jacques deSassenagenoestádispuestoadejarnossusposesiones,y sinomeequivocodefecha...

—Hoyesveintiséis...—Esoes,elveintiséis.Soltóunarisita.—El señordeSassenageestá contrayendomatrimoniocon lamadredemi

hijo—refunfuñóPhilibertdeMontoison.GuydeBlanchefortsesobresaltóyprovocóunanuevarisotadadePhilibert.

Ademásdeasudor,turbaysangre,ahoraapestabaaalcohol.—Has oído bien, Guy, pero estate tranquilo, fue mucho antes de que

pronunciaramivotodecastidad.Esonocambianadade loqueenrealidadmeatormenta.Laverdadesqueyanosoydignodetuconfianza.

—¿Noshastraicionado?Philibert deMontoisonmovió la cabeza, dubitativo. ¿Era el cansancio, el

alcohol o la sangre que había perdido?De repente se sentía extenuado.Ya noestabasegurodenada.Sellevóunamanoalafrente.

—Responde,Philibert—leordenólavozimperiosadeGuydeBlanchefort.Aqueltonosecolehizosobresaltarse,recuperarciertodominiodesímismo.

Lemiróalosojos.—Enciertamedida,sí.Estoyenamorado.Guy de Blanchefort se relajó un poco. Por un instante había temido que

Philibertsehubieraaliadoconlosenemigosdelpríncipe.—Otroslohanestadoantesquetú.Tecurarás.Philibertapretólasmandíbulas.—Nolocreo,Guy.Soytodocólera.Esapécoramerechaza.Ypuestoquelamuertedemimayormedaderechoaello,quierocasarme

conella.Laquiero,¿mecomprendes?Laviolenciacontenidaenaquella afirmaciónasustóaGuydeBlanchefort.

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Porloquepodíarecordar,sudiscípulojamáshabíamanifestadoalgosemejante.Antetodo,deberíacalmarle.

—Nomalgastestusfuerzas—leaconsejó—ydimequiénesella.—LahijamayordeJacquesdeSassenage.Philibert deMontoison se sintió obligado entonces a explicarlo todo, con

sumodetalle.SóloomitiósuintentodeasesinaraLaurentdeBeaumont,quehabíafracasado. Philibert supo de ello a mitad de camino tras enviar a uno de lossoldadostraslapistadeGarnier.AesteúltimolohabíanapuñaladolosmiembrosdeunabandadeladronesantesdepoderdarconLaurentdeBeaumont.

Trasconcluirsurelato,comiólamitaddelquesoydelahogazadepanquelehabíantraído.Encuantoalvino,noquedabamunagota.GuydeBlanchefortledejóhablarsin interrumpirle,sinsabersidebíaalegrarsedeaquellaaventuraobiensentirsedesolado.Afindecuentas,lajovenzuelahabíacristalizadoloqueélya había adivinado. Philibert de Montoison se curaría, de eso no cabía duda,aunque en aquellos momentos su orgullo y su frustración de hombre se vieranmaltrechos.ElgranpriordeAuverniasesintióaliviado.Había temido lopeor.Lopeornohabíatenidolugaryyanosucedería.

—Vamos—ledijoapoyandounamanoamistosasobreelbrazoútil—paseloquepase,loúnicourgenteesreponerte.

—Te he decepcionado, ¿verdad? —preguntó Philibert con una mueca deamargura.

Guy de Blanchefort suspiró. ¿Cómo reprocharle lo que él mismo hicieraantañoycuyosecretoloreconcomía?Apaciguólosánimosdesuamigo.

—Todos tenemos nuestras debilidades. La mía, esa glotonería que mearruina la boca. Sufro por ello de una manera atroz, pero no puedo evitarcatarlo...Aprecioquemehayasconfiadolatuya.Esonotealiviarádemasiadoyaquenoquieresqueseteabsuelva,peropenacompartidaamitadperdonada.

Sesonrieronmutuamente.GuydeBlanchefort,trasleersuescapulario,fueelprimeroenponerseenpie.

Unos instantes después, descendían la escalinata de amplios peldaños depiedra blanca que conducía al hospicio. Pasaron frente a una puerta macizaesculpida con el blasón de la Orden. Dos jenízaros armados con lanzascustodiabanlaentrada.Pordebajodelapuerta,secolabaunamúsica.

—Elpríncipeyasehalevantado—dedujoGuydeBlanchefort.—Apropósito—recordórepentinamentePhilibertdeMontoison,alvolver

unaesquina—,coincidimosconungriegoquesedirigíaalaciudad.Nospreguntósiformábamospartedelaguardiadelpríncipe.Leescoltamos...Aestahora,debedehallarseconCharlesAllemand.

—¡Haberlodichoantes!—exclamóGuy.

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—Cuandosubíaverteestababajocustodia...—Deprisa —decidió Guy, antes de resumirle la situación en la que se

hallaban.Unosminutosmástardeledejóenmanosdelcirujanoyfueaaveriguarpor

símismodequésetrataba.El hombre, voluble, que halló en el gabinete de Charles Allemand le

desagradódeinmediato.Apesardelariquezadesusropajes,suaspectodelatabalatraiciónyelengaño.EncuantoGuydeBlanchefortfranqueólapuerta,además,elgriegovolviólaespaldaasuinterlocutoryseabalanzósobreélparapostrarseasuspies.Apesardesudetestableacento,visiblementehablabafrancés.

—Benditoseas,señor,benditoseas—martilleóalzandohaciaélunrostrodesonrisadesdentadaymiradadegarduña.

Apestabaarancioyaexcrementos.—¡Bastaya! ¡Tusmodalesme incomodan!—exclamóGuydeRlanchefort,

quecontabaconexperienciasuficienteparanodejarseengañar.Elhombreuniósusmanosy retrocedió, sindejardededicarle reverencias

fueradelugar.—¿Quiéneres?¿Quéquieres?—Se llamaHusseinBey, esun renegadogriegoypretende serun enviado

del sultán Beyazid—respondió en su lugar el comandante Charles Allemand,cuyosrasgosalgoafeminadosnodejabanadivinarsuardorenelcombate.

—Asíes,señor.Benditoseasportugranbondad.Elgriegocomenzóa rebuscar febrilmenteentre losplieguesdesu túnicay

extrajodeellosunmensajedobladoylomostrócualtrofeo.—Tengounacarta,señor.Unacartaparaelpríncipe,desuhermano,queAlá

todopoderosoleproteja.—Dámela, yo se la entregaré —dijo Guy de Blanchefort, tendiéndole la

mano.El griego escondió de nuevo la misiva entre los pliegues de sus ropas y

retomósuszalemas.—PorelDios todopoderosode los cristianos, señor, quémásquisierayo,

peroloprometí.Aunariesgodemivida,sifueranecesario.Hussein,medijomiseñor,queAlátodopoderosoteproteja,perodebesentregarlapersonalmente.

Exasperado,GuydeBlanchefortseabalanzósobreél.Elhombreseencogióenunaservilreverencia.

—Benditoseasgranprior,entugranbon...¡Ahhhhh!—concluyollevándoselamanoalaorejaporlaqueGuydeBlanchefortehabíaagarradoylevantadoenvolandas.

—Vamosaver,¿aquiénvasinvocarahora,alDiosdelosmusulmanesoal

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deloscristianos?—Alque túprefieras,granprior, alquequieras..,. ¡Ay,ay, ay!Aporreó la

manoquelemartirizabatironeandoaúnmásdesuoreja.Charlesseechóareíryseplantóanteélpararecuperar

Carta,apesardelpataleodeltiparracoquetratabadeimpélelo.—Estate quieto, maldito gusano, o te cortaré en pedazos para ver si te

vuelvenacrecerlaspartescomoatuscongéneres.—Piedad,piedad,señor.Simelaquitas,moriré.—Si te obstinas, a buen seguro morirás —refunfuñó Charles Allemand

plantándolelapuntadelcuchilloenlagarganta.HusseinBeysequedóquieto.—No me mates, señor, tengo doce hijos que alimentar —le suplicó

alargandoelcuello.—Vaya, pero si esto es la cueva de Alí Baba—exclamó el comandante

Charles extrayendo de debajo de sus ropas, además de la misiva sobrepergamino, unpuñal curvado conuna empuñaduradenácar ricamente adornadaconpedrería.

—Piedad,piedad—selamentóelhombre—.Nosoymásqueunemisarioymiseñor,elsultán,meharáempalar.

—¡Quedisfrute,pues!—seburlóCharles,retirandolahojadesucuchillo.GuydeBlanchefortlesoltó.Conelvientredesinflado,HusseinBeysefrotó

la oreja, con una mirada turbia y vengativa, mientras Charles desplegaba elpergamino.

—No es turco, y tampoco griego —constató. Aunque no hablara esaslenguas,sabíareconocersusalfabetos.

—Nolosé,lojuro,nosénada—dijoHussein,agachándose,protegiéndoselasorejasconlasmanos,frentealainquisitivamiradadeGuydeBlanchefort.

—¿Cómo es que hablas tan bien la lengua franca?—le preguntó CharlesAllemand.

—No lo sé, no sé... —quiso repetir, ensordecido por el contacto de laspalmasdesusmanos.

Elcomandanteleamenazóconlahojadesucuchillo.HusseinBeyapartólasmanos y las unió de nuevo en unamuda oración. Charles Allemand repitió supreguntaconungruñidoqueaugurabalasseviciasqueestabadispuestoahacerlesufrir.

—Nosoymásqueunemisario,señor.Elsultán,miseñor,Alátodopo...LamiradatorvadeGuydeBlanchefortlecondujoaunamayorconcisión.—Meenseñó.Losdoshombresbuscaronlamutuaaprobaciónenlamirada.

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—Quédateenlaciudad.Situcartaexigeunarespuesta,sabremoscomodarcontigo.

—¿Puedo quedarme con mi puñal? Será necesario que me proteja de losbribones—aventuródirigiendosumiradaalobjetoqueCharlesAllemandhabíadepositadosobreelángulodesumesadetrabajo.

GuydeBlanchefort se lo tendió, y el hombre retrocedió sinplantearotrasdemandas.

—Vayamosaveranuestrosintérpretes—sugirióGuyBlanchefort.QuisieraconocerelcontenidodelamisivaantesdeentregárselaaCem.

Tras esta decisión, abandonaron la sala. El dolor de muelas de Guy deBlanchefortdeberíaesperar.

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25

AQUELLAmañanadel26deagostodelañodegraciade1483,elpríncipeCemestabademalhumor.

—Ámame una vez más—murmuró a su oído la dulce Almeida antes demordisquearlelaoreja.

Larechazóconungestocariñosoperodecidido.—Déjame,estoyhartodetuscaricias.Asabiendasdequenoeraaconsejablecontrariarasuseñorcuandoestaba

atormentado, Almeida desapareció deslizándose sobre las sábanas cual unapantera.Lagriegateníalaparticularidad,ademásdesuincomparablebellezaydelasedosasuavidaddesupielambarina,dellegarsinqueunolapercibieraydedesaparecerdeigualmanera.Eralapreferidadelasseismujeresqueconstituíanaquellaespeciedeharén.CuandoCemvolviólacabeza,ellasehabíafundidoconlapenumbraquebañabalaestanciayhabíadesaparecido.Sóloperduróaquellaendechainterpretadaporunodelosmúsicosalosquesehabíallevadoalexilio.Noalcanzabaadistinguirloperosabíaqueelviejociego,comodecostumbre,sehallabaacurrucadoalfondodelahabitación.Durantelosfastosamorosos,Cemnecesitabaaquellamelopeaquelellegabaalomáshondodelalma.ProcedíadesuabueloBeyazidI,quienlahabíaheredadodesumadre.Lepermitíaborrareldecorado que le rodeaba, las humillaciones dulzonas, las promesas abortadas.¡Tantos engaños! Se fustigó una vez más. ¿Por qué no había hecho caso a susconsejeros?

«¡No sepuede confiar en esosperros cristianos!», exclamaron aquéllos alunísono.Senegóaescucharles.Ennombredesumadreydesufe,intactadurantetantos años enamorada de su esposo musulmán. Desde su infancia, Cem habíavistoaaquellaprincesa,primadelreydeHungría,rezarporaquellosalosqueMehmed II el Conquistador atravesaba con su lanza y a la vez celebrar lasvictoriasdeéste.

—Todos tenemos el mismo Dios, hijo mío, sólo nuestros profetas sondiferentes.¿SabesquelapalabradivinalefuereveladaaMahomaporelarcángelGabriel?

No,nolosabía.Yentoncesellaleexplicabaloqueguardabaensucorazón,orgullosadeserlaKhanum,laquedirigíatodoslosgremiosdeoficiosdelosquedependíalabuenamarchadelpalacio,peroaúnmásdeserlapreferidadelsultán,eclipsandoconsuinigualablebellezaalasdemásmujeresdelharénHomayun.

—Zizim, Zizim querido—le susurraba ella a la oreja, rechazando desde

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siempre llamarle Cem—, tu padre es el más rico y el más justo de todos loshombresde la tierra.Su imperio,deCiliciaa losCárpatosydelPeloponesoaCrimea,estanvastoqueenunavidaenteraacaballonopodríanexplorarsetodossus pueblos. El emperador reina sobre el comercio del mar Negro y delMediterráneo. Pero ése no es sumayor tesoro. Su riqueza, su orgullo, eres tú,Zizim.

—¿Porquésoydiferentedemishermanos,Annadjun?—Túeresmihijo—respondióellaalzandolacabezaysumergiéndoseenel

brilloprofundodesusojosdeunazulintenso.DeellahabíaheredadoCemlabellezaaltivadesurostro.Lanarizaguileña,

lascejasespesasperobientrazadas,labocadelicadamentedibujada,elmentónfinoylapielmorenaleproporcionabanunencantoincomparablerealzadoporsualtaestaturaysumarcadamusculatura.Sumadreseenardecíadeorgulloalverle.

—Eresmihijo,Zizim,perotambiénelelegido.Elhijodeam-0smundos,elcristianoyelmusulmán.LavivarepresentaciónParatupadre

deloqueDioslepidióalarmarsubrazo:latolerancia,pordoquier.Ellaseenardecía.—Esoeslomásimportantedetodo.Lomásimportante.Elpoderalservicio

delasdisparidadesculturalesyreligiosas.Túereslapiedraangular.Poresoelsultántehaelegidoatiparasucederle.Paragobernarelimperioypreservaresoantetodo.Sugloriaenelreinodeloscielos.

—Pero es contrario a nuestras costumbres. Es Beyazid quien deberíasucederle,éleselmayor.

Sophia, llamadaÇiçekHatoune, hinchó aquel día el torso hasta que de sutúnica asomó la forma generosa de sus senos. Su rostro adoptó un rictus dedesprecioy,conelpuño,cubiertodemúltiplesanillosdeoro,hizoungestoquedenotabasuhartazgo.

—¿Esetaimado,esegandulquehueleaopio?¿Quépuedecomprenderésedetodoesto?¡Separeceasumadre!Beyazidsabequeeshijodeunmatrimoniodeconvenienciapolíticayquenovaleparanada.Túteharásconeltronoyharásqueloejecuten,comoasuhermanoMustafá.Asídebeser.

—Sinembargo...—No hay pero que valga. Siéntate y te enseñaré los mandamientos de la

religióncristianaydejadellevarmelacontraria.Túserássultán,hijomío.AsílohadecididotupadreytambiénDiostodopoderoso.

Teníaentoncesdiezaños,perodesdeaqueldía,Cemestabadesgarradoentreaquellosdosmundos.Dosmundosqueprontose revelaroncubiertosdesangre,de honor y de poder tras la fe. Dosmundos que, desde hacía tres años, habíadescubierto que tan ciegos eran el uno como el otro ante la verdadera

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misericordia.Sumadresehabíaequivocado.NoeraelelegidodeDios.Tampocoelde

Alá,comocreíasupadre.Enaquelmomento,enrealidad,noeranada,apenasunaestacaplantadaen

mediodeldesiertoyporlasombradelacualsepeleabanlosescorpiones.Cerró de nuevo los ojos. Trató de provocar las imágenes que el desgarro delrebabevocaba.Unaondarecorrióelvellonegroydensoquelecubríaelcuerpo.Unescalofríoconelquealimentabasusecretodesamparo.

Dibujó en sueños el contorno triangular de la antigua Constantinopla,bordeadaalsurporelmardeMármara,alnorteporelestrechogolfodelCuernode Oro y de este a oeste por las setecientas torres de las fortificaciones queprotegían las casas blancas y los palacios sobre más de trescientas hectáreas.Esbozó luego las numerosas y macizas puertas esculpidas que atravesaban adiario comerciantes llegados de todos los rincones de Europa y de Asia, encarretas tiradas por asnos. Podía verlos.Les oía responder a los soldados quedebían vigilar el paso mientras chiquillos andrajosos se encaramaban a loscargamentos para robar unos dátiles. Peregrinos con el rostro cubierto por lascapuchassecruzabanconellos,pasandojuntoalasruedasdeloscarros.Otros,conlafrentegachabajosuturbante,ladronesdedíayasesinosdenoche,robabanunabolsaalpasodelospeatones.Entreaquelajetreo,nadiesedabacuenta.Todoeramovimiento,transformaciónenlamultitudquecomounaolallegabahastaelcentrodelaciudadporsuscallejuelasestrechasbañadasdepolvorojo.Eloloraalmizcle semezclaba con el de lamugre y el sudor, el del aceite de oliva envasijas,eldelasfrutasdemasiadomadurasdelasquealgúnmonoseapropiabaantes de encaramarse de nuevo al hombrode su dueño.Con el pensamiento, alhilodesumemoria,él,Zizimelprudente,seadentróhastaelzoco,atraídocomodepequeñoporelperfumeyelcolordelasespecias.Reconocíasusmatices:laspimientas,delbeisocrecolordearenaalnegroprofundodelanoche,lapimientadelasmontañasdeAnatolia, lacúrcuma,lacanela,alláenaquelpequeñocofreconservada como un tesoro, la flor de azafrán, sin parangón con ninguna otra.Rojosyanaranjadosrobadosalasuntuosapuestadesolyalasdunasmovedizas.Lamezcladeperfumesdevorabacualquierotroolorenelambiente,purificabaelaire y fe despertaba el hambre.Daba igual, porque al volver la esquina de unviejomuroblanqueadoconcal, le aguardaríaunpedazodeCawamaceradoenhierbasaromáticasyasadoalpunto,amenosqueno learrancaraunapataaunpollo que diera vueltas en el espetón y dejara caer en una copela depositada

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sobrelasmismasrasasunagrasaambarinadesglasadaconzumodelimón.Secupólosdedos.Esperaraún,prolongarelpaseo.Dirigirsumiradaalospuestosdeventa.Evitar las alfombraspersas extendidas a suspies, acariciar condedodeentendidolassedasdeDamasco,unatelastornasoladasquelainclinacióndelsolhacíaaúnmáscambiantes,alláunosnarguilés,jarrosdearcilla,teterasdecobre.

Losdejóatrás.Conocíael camino.Andabaenbuscadeaquelhombreconunos ojos tan achicados por la profundidad de las arrugas que se creía que noteníaojos.Justoalladodelosporteadoresdeagua.¿Cómosellamaba?AliBenSaid. Sí, eso era.AliBenSaid y sus sementales. Losmás bellos animales delreinocapturadosenlasmontañasdelCáucaso,velocescomoelrayo,fieroscomovírgenes, de pelo negro azulado y musculatura bien definida. Allí estaban loscaballos,alladodelmercadodeesclavas,apenasretenidasporuncerco.Unodeellossealzabasobresuspatastraseras,golpeandoelaireconlasdelanteras,conmiradaoscura,loslabiosretraídosenunrelinchoamenazador,desconfiadoantelamanotendidahaciaélporundervichebarrigón.CuántodesearíaCemtocarlotambién él, soplarle en los ollares, acariciarle la grupa, domarlo, agarrar entresus dedos su crin ymontarlo a pelo para recuperar aquella libertad de la quesiempresehabíasentidotanorgulloso.Formarunosoloconél,lamejillacontraelcuelloy llegarhastaelCuernodeOro.Detenerseun instantesobreelpuertoparacontemplarlasfalúasque,entrevelerosdevariostonelajes,cabeceabanenunlentobalanceomecidasporlabrisa.Luego,denuevo,remontaraltriplegalopelas centelleantes aguas del Bósforo. Galopar con las bridas sueltas hasta elantiguocastillobizantino,allídondesupadreleconfirmóporprimeravezloquesumadrelesusurrabaenvozbaja:«Túserássultán,hijomío...».

Tiraría del bocado frente a las puertas que, al cerrarse aquel día, habíanemparedadosudestino,yalzaríalacabezaparaseguirelvuelodeunarapazantesde descender la colina, para luego ascender el promontorio entre elCuernodeOro y el mar de Mármara. Desde allí se distinguía el palacio de Topkapi,elevándose cerca de la garganta por la que su padre, unos años antes, hizo suentradacomovencedorenlaarroganteciudadylarebautizóEstambul.Desdeallíarriba, seguiría las puntillas ocres delmacizo de losDardanelos, deslumbradoporelreflejodelsolsobrelacúpuladoradadeSantaSofíaydejándoseacunarporelcantodeunmuecínllamandoalaoración.SantaSofía.LajoyadeOriente.Aquella perla bajo cuya cúpula tantos cruzados, con sus reyes a la cabeza, sehabíanrecogidoalolargodelossiglos.¿CuántasveceshabíaentradoallíantesdeaccederasusfuncionesdegobernadordeKatmuni?¿Cuántasvecessehabíaarrodilladoél,musulmán,pararezarlealDiosdeloscristianoscomohacíaanteAlá,quedieralargavidaasupadre?Aquelrecuerdoeratanpoderosoenaquelmomentoquecasipodíasentirensunarizelperfumedulzóndel inciensoyver

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antesusojoscerradoseldulceresplandordemilesdevelas.—¡Serásperro,Beyazid!—murmuró,convencidodequesupadrenohabía

muertodegotacomolehabíananunciado.Sabíaquesuhermanolehabíahechoenvenenar.Cemestrujólasábanacon

elpuñocerrado.—¿Queréis que siga tocando, príncipe?—preguntó el viejo ciego que al

perderlavistahabíaafinadosuoído.¿Cuántotiempohacíaqueyanosonabamúsica?Cemeraincapazdedecirlopuesformabapartedeél,comolasescenasde

aquelimaginariorecorridoquehacíacadamañanaparanoolvidar,jamás.—Tócame esa endecha que me cantaba mi madre —le pidió Cem para

calmarsuira.Sedejómecerpor lamúsica, recordó ladulzuradesurostro,sucabellera

doradaretenidaporunasartadeperlas.¡Cuántolaechabademenos!¿Seguíaaúnconvida?Beyazidamenazóconmatarlasiélseresistía.Noteníaotrasnoticiasdeellamásquelasquesuhermanohabíaqueridodarle.

Suspiró con tristeza, vencido de nuevo por el peso que cargaba sobre sushombros.

Engaños,mentiras...Yanopodíaconfiarmásqueensímismoyensustrescompañerosyamigos,Huchang,NasuhyAnuar, losúnicosquenunca lehabíantraicionado.Aquellamañanadenuevodeberíafingirsucredulidad.Estabahartodeaquelpapel,perotalvez,sieljovenduquedeSavoyacumplíasupromesadeayudarle a evadirse, conquistaría su libertad a ese precio.Abrió los ojos. Losperfumes de especias de su infancia no eran más que una engañifa. Él, cuyaerudiciónsuperabaampliamenteladelamayoríadelosreyes;él,queenKatmunise había codeado con poetas y sabios, había aprendido geografía, ciencias ehistoriasabíatraducirelpersayhablarlalenguafranca,griegoeitalianodeberíacombatirconlasfuerzasdeladesesperaciónaaquellosqueledespreciabantantocomoparacreerleestúpido.Eramásguerrero,caballeroyvalientequecualquierade sus carceleros. Llegado elmomento, los hospitalarios lo descubrirían a susexpensas. Tras esta reflexión, Cem se incorporó y tiró de la cuerdecilla quecolgabajuntoasucama.

Una sirvienta apareció de inmediato y abrió las persianas interiores de lahabitación.

—¿Habéisdormidobien,príncipe?—preguntó.Iba a responderle cuando la impresionante envergadura de Huchang se

recortóenlapuerta.AquellacorpulenciasiemprelehabíainspiradoseguridadaCem. Con el apurado afeitado de todas las mañanas, la piel oscura de sucompañero relucía en el óvalo regular de su rostro casi tanto como sumirada

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chispeante.Bajo el bigotillobien recortado, la bocaparecíanopoder contenerlaspalabras.Cemdespidióalasirvientayelmúsicosemarchóconella,conlosdedosfatigadostrastocarelrebabdurantehoras.

—Habla—ledijoencuantosequedaronsolos.—HusseinBeyhaestadoaquí.Melohecruzadocuandoélsalíadelaplaza

yyoregresabadeentrenarmeenelmanejodelasarmas.MehadichoquelehabíaentregadounacartaparatiaeseperrosarnosodeGuydeBlanchefort,quenolehapermitidoverte.

Cemapretólasmandíbulas.—Si no me la trae, iré a reclamársela—afirmó—. Vuelve a la ciudad y

buscaalgriego.Dudoquemihermanolehayaenviadoaquísólocomomensajero.Hayqueaveriguarquésetraeentremanos.

—Talvezlacartaestéenvenenada—aventuróHuchang.—Elintérpretedelosfrancosseráelprimeroentocarla—seregodeóCem.—Enesecaso,yanohaypeligro.—En cuantoHussein Bey haya hablado y si esa carta no exige respuesta,

mátale.Huchang inclinó su hermosa cabeza cubierta con un fez rojo rodeado con

terciopeloazul.Nadaleharíamásfelizqueliquidaraaquelchacal.SalióyCemselevantóparahacersusablucionesyvestirse.

Notuvoqueaguardarmuchotiempo.Nobienacababasucolación,sentadoenelsuelo sobre una alfombra persa entre almohadones y rodeado de sus mujeres,cuandoGuydeBlanchefortseanunció,conlacarta,rotoelsello,enmano.

—Buenosdíastengáis,príncipeCem.—Salamaleikum,amigomío.Almeida,déjalesitioalgranprior.La favorita se apartó contoneando las caderas y mostrando unos muslos

finos.Bajoelforroblancodesuabrigopodíaadivinarsesudesnudez.Subellezaera espectacular y Cem sabía que, aunque fuera monje, el caballero no erainsensiblealamisma.Loutilizabaasuantojo,mezquinamente,comounairrisoriarevancha.GuydeBlancheforttomóasientoyleentregóelpergamino.

—Mehanentregadoestoparati,departedetuhermano—dijo.—Lahasabiertoyteestoyagradecido.Esaprecauciónparaponermeasalvo

delvenenoquehubierapodidocontenermellegaalcorazón,amigomío.Guy de Blanchefort sonrió, algo desconcertado. A todas luces, era una

hipótesisquenohabíacontemplado.Al leer lacarta,Gemcomprendióporquéfinalmente se la habían entregado: estaba escrita en farsi, una lengua que no

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utilizabaningunodelostraductores.Fruncióelentrecejosobresusojosazules.Felicitándose interiormente por las órdenes dadas a Huchang, aparentó

desolaciónysacudiólacabeza.—Mi hermanome pide que reconozca la legitimidad de su reinado y que

regreseaEstambul.Measeguraacambioquemividaestaráasalvoyquecuentoconsuafecto.Pordesgracia, laspalabrasnomeengañan.Conozco la tradiciónmejor que nadie y me hará decapitar en cuanto ponga un pie en la ciudadsoberana.

—Soydelmismoparecer,Cem.Elsentidocomúnnosdicequeconfiéisaúnennosotrosparaprotegeros.InclusoentierrasdeFranciaestáisenpeligro.

—Contáis con mi agradecimiento—afirmó falsamente Cem, antes de darunaspalmadasydeañadir,enuntonotanalegrecomoleeraposible—:Danzad,mujeres,paramiamigo...

Esperando que aquello fuera el suplicio de Tántalo para el gran prior,disfrutó de verdad cuando comenzó lamúsica y vio a lasmujeres contonearsemoviendolascaderas,losbrazosylossenos.

Cuando Huchang regresó por la tarde, Cem se relajó de la tensión quedurantetodoeldíalehabíaimpelidoarefugiarsetrasunamáscarafestiva.Antesdemorirporlapuntacurvadesupropiopuñaldenácar,HusseinBeyconfesósuverdaderamisión:entrevistarseconel reydeFrancia.Acambiode lapromesadelreyLuisXIdequeimpediríaporcualquiermedioqueCemsealzaracontraél, Beyazid le ofrecía, además de una suma considerable, reliquias cristianasconservadasenEstambul.Elgriego,sinembargo,habíafracasado.Elreysenegóaverleyescucharle.Estabaagonizando.

Aquella noticia dejó a Cem a la expectativa. Lamaniobra de su hermanodemostraba que aún le temía, mientras que lamuerte del rey originaba nuevasdificultades.Lucesysombras.Siempre.

Elverdaderoconsueloseloaportóungritoterroríficoaúltimahoradeldía.SaliódesusestanciasparainformarsedelaprocedenciadelmismoyseencontróconAnuar,suhermanodeleche,eltercerodesusfielescompañerosdeinfortunio,quesereíaconNasuh.

—Es Blanchefort. La muela que le estaban arrancando se ha roto y elverdugohoradadesdehacediezminutosensucarneparatratardeextraerlaraíz.

Si Cem no le hubiera guardado tanto rencor por sus mentiras, habría idohastaélconaquelladamajuanadecristalazulcubiertaconunaredecilladehilodeplataqueunabruja ledieraañosatrásenAnatolia.Sólodosgotasdeaquelelixirambarinoqueconteníayelgranpriorhubierasentidounalivioinmediato.Enlugardeello,sinembargo,elpríncipefestejóconlosdemáselmalratoque

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estabapasandosucarcelero.

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26

AQUELLAmañanadel 26de agosto,Sidonie se revolvía de impaciencia en elvestidoqueMartheleanudaba.Alavez,estabahelada.Lasuñasdesucamareralearañabanlaespaldaperonoosabaquejarse.

—Yaestá,yaestáslistaparaesecerdo...—gruñóMarthe.La puerta estaba cerrada. Se hallaban a solas. Era innecesario fingir. Sin

contemplaciones,Marthelaagarródeloshombrosylaobligóadarselavuelta.Ladurezadesumiradanopermitíaescapatoriaalguna.

—Noloolvides,siestabodasecelebraesporqueyolopermito.Encuantotedesvíesdelcamino,élmorirá.Unsolodesvío...

—No puedo controlarlo todo—intentó Sidonie, negándose a imaginar dequéseríacapazparacastigarla.

—Pues tendrás que hacerlo. No volveré a tolerar que me trate de esamanera.¿Lohasentendido?

Las uñas de Marthe se hundieron en sus riñones mientras la atraíaviolentamentehaciasí.Sidoniedejóescaparungemidodedolorqueseperdióenelalientodesuverdugo.

—¿Acasoprefieresquelecuentecómomuriódeverdadtuprimermarido?¿Oelplacerquetediosuagonía?

—Calla—suplicóSidoniecerrandolosojos.Cuánto hubiera deseado poder borrar aquellas imágenes del Sabbat

diabólico.Ella no era verdaderamente responsable de lo sucedido.FueMarthequienloorquestótodo,quienloorganizóparaperderla.Ladrogó,lahechizó.

—Bésame—leordenólacamareraclavandoconmásfuerzasusuñas.DelosojosdeSidoniebrotaronunaslágrimascomolasgotasdesangreque

notabacómoseahogabanenelgranatedesuvestido.Suslabiosbuscaronlabocavenenosa, con una mezcla de asco y deseo, aunque sabía que el segundo seimpondría,comotodaslasvecesenqueMarthelaobligabaabeberdeella.Podíatratardedeshacersedeella,peroeracomounveneno.Unaponzoñaqueaquellacriaturahabíadestiladoensusvenascuandolaviolóenunanochedelunallena.Sidonieseencabritóyjadeó.Marthelarechazó,dominadoraycruel.

—¡Abuenashoras!—secarcajeó—.Meperteneces,sóloamí.—Haré cuanto desees, pero no le hagas daño a Jacques. Sabes cuánto le

quiero—suplicóSidonie,desesperadaunavezmásantesuspropiasreacciones.—¡Oh, sí, ya lo sé! ¿Acaso no me deshice de su esposa para que tú lo

tuvierasaél?

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Sidoniecerrólosojos.—Nomeculpesdeesecrimen.Sihubierasabidoloquetramabas,jamáste

lohabríapermitido.Jamás.Jeanneeraunasantaynosemerecíaloquelehiciste.Martherió.—¿Dequételamentas?Contratodaexpectativa,siguevivaytúdisfrutasde

suesposo.Lascosasnopodíanhabertesalidomejor.Sidonietuvoganasdevomitar.—Cadadíadescubroqueeresmásmonstruosae inhumana—murmuró,sin

sabersiselodecíaasímismaoaMarthe.—Pero si es eso lo que soy, querida, monstruosa e inhumana. Basta.

Acabemosdevestirteparalaboda, lascampanasacabandesonaryyaestamosrodeadasdeplebeyosque, juntocon losnotablesqueJacquesha invitado, sóloaguardanparallenarselapanza.

En un silencio mórbido, Sidonie se dejó arreglar el vestido, Peinar ymaquillar. Su tristeza desapareció bajo el maquillaje, ilusión. ¿Cómo habíallegado a detestarse tanto? Sólo con él, con Jacques de Sassenage, se sentíarenaceryolvidabaelyugoimpuestoporaquellabruja.¿Porquéseencarnizabatantoconella?Cadavezquehabíatratadodepreguntárselohabíatopadoconunmurodedesprecio.

—Hacertesufrirmeayudaavivir—respondía.Y,sinembargo,Marthepodíaserdeunaamabilidadyunadulzuraextremas.

Sobretodoconlosniños.Perosóloeraunatretaparamejorhincarsusgarras.Amenudo,trashaberlavistoasí,Sidoniehabíadescubiertoqueenlosalrededoressehabíaproducidoalgúnactodiabólico.NoleperdonabaquehubierarecurridoaaquellosbribonesparaeliminarasuprimaJeanne.CuandoMartheseloconfesó,tratódequitarselavidacortándoselasvenas.Peroaquellademoníacacriaturalaencontródesangrándoseenelsuelo,allídondeuntiempoantes,trasasesinarasuesposo,seentregóavarioshombres.

—Sóloyotengoderechodevidaydemuertesobreti—ledijolacamareraalzándolaenbrazos.

Tres díasmás tarde, no quedaba ni rastro, ni una cicatriz en susmuñecas.AqueldíaSidoniesediocuentadelalcancedesuspoderes.Nopodríaescapar.Amenosque...

—¿Porquémelohasconcedido?Nohacesnadaporlabondaddetualma.¿Por qué permites queme case con él si tanto le detestas?—preguntó, curiosasúbitamenteacercadeaquellaincongruencia.

Martheacabódeajustarleelcapirote,indiferente.—Séquealgúnprovechoobtienes—insistióSidonie.—Conténtateconelquesacas tú.Esposiblequenodureeternamente—la

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amenazólacamarera.Sidonie no lograría averiguar nada más. Pero una luz de esperanza se

encendió en ella.Marthe tenía un punto débil. Ignoraba cuál era, pero a todaslucesaquelhimeneoeralaclavedelmismo.

Se puso en pie y se cubrió con su alegría habitual. Una chispa de esafelicidadquesuamanteleproporcionabaapesardelprecioqueteníaquepagarporella.Estabalista,magníficamentevestida.¿Seatreveríaaañadirasucollarlalágrima deMelusina que había hechomontar en un pendiente sin decir nada anadie?No,lerespondiólavozdelaprudencia.AquelsecretolocompartíaconJacques.Marthe no sabía nada del sueño ni del subterráneo de la Rochette, niacerca de las visiones que habían trastornado a Jacques antes de romper lossellos de la habitación. Como si de repente Melusina fuera su aliada. Esepensamientoleinfundióvalor.Apesardesuspoderes,Marthenoteníaeldeleerelfuturooelpensamiento.Conunpocodepacienciaydeastucia,talvezSidoniedescubriríaelmediodeliberarse.Sedirigióhacia lapuerta.Martheleabrió,yrecobró instantáneamente la deferencia de la que hacía gala para interpretar supersonaje. Tanta falsedad. Tantas mentiras. Si Sidonie no temiera tanto por sufamilia,selohabríaconfesadotodoaJacques,masenlugardeesoavanzóconelportedeunareina.

En el patio, al pie de la escalera del torreón, la aguardaban los suyos,rodeadosdeloshabitantesdelcastillo.Salióentrevítores,yechóenfaltaquesupadrenoestuvieraallíparaconducirlaalaltar.Aldiablo losprotocolos.Teníatreinta y nueve años y el hombre al que amaba más que a su propia vida laesperababajoelviejo roble.Consushijosal lado, sedirigióhaciaélconunasonrisafrancaenloslabios.Sóloesodebíacontar.Sentadosentrelasalmenas,conlospiesenelvacío,loscampesinospermanecíanen silencio y recogidos con el sombrero en la mano. Se oyeron algunasexclamacionesquedemostraronaSidonieelamorqueleprofesabansussiervos.¿Acasono lahabíanaceptadocomoseñoraencuantose instalóallí?AlmismotítuloqueJacquesyJeanne.Enlamentedeaquellasgentes,eraunaSassenage.Eljuegode las alianzas y las hermandades les traía sin cuidado.Desde el primerdía, pasó a formar parte de sus vidas. Y por ello no era de extrañar aquellasincerademostraciónde alegría.Al igualque el curapárrocoVincent, a quien,Bibliaen ’nano, se leescapabauna lágrima.Unpicaro redomado,empero,quehabíaidoadarallítrasunacarrerademercenarioyquehabíaelegidolafeparalibrarsedelahorca.Sidonieeralaúnicaqueconocíasupasado.¿Nohabíasido

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compañero de armas de uno de sus amantes? Se reconocieron cuando fuenombrado cura de la parroquia y ella le dio a entender que no desvelaría susecreto.Desdeentoncessentíahaciaellalapasiónqueunsacerdoteprofesaaunasantayunmalhechoraunaputa.Perohubierapreferidosufrirtormentoantesqueconfesarlo.Juntoaél,bajolasguirnaldasdeflores,estabaJacques,vueltohaciaella. La miraba avanzar, fascinado, bien lo sabía ella, por su belleza. ¿Seexaltaría así si descubriera que eran unos ungüentos diabólicos los que se laconservaban?Olvidó esa idea al atravesar las filas de bancos.Cien invitados.Pequeñaogrannobleza,primos,vecinosyamigos.Contanpocotiempo,Jacquessólo había logrado avisar a los que vivíanmás cerca de ellos.Le bastaba.Noqueríamirarles.Aún no. Si les dedicaba sonrisas se perdería parte de aquellaimagenquequeríaconservarparasiempre:lamiradadesuamantebañadaporlaluz,sumanotendidahaciaella,suprestanciasutilmenterealzadaporsusropasdebodadeunpúrpura,arenayoroajuegoconloscoloresdelvestidodeella.

Sí,sóloaquello.Elamor,eseamorinmensoqueélleofrecía.—Estáresplandeciente—nopudoevitarextasiarseAlgonde,quepermanecíauntantoalejada, juntoa loscriados,ycercadeMathieu,quesehabíareunidoconella.

—Menosquetú.PorlasangredeCristo,esevestidotesientatanbienquetelo arrancaría aquí mismo —le susurró al oído mientras se revolvía con lainsensata esperanza de ofrecerle cierta comodidad a aquella verga que, en suentusiasmo,ocupabamásespaciodelquedisponía.

¡Entre todo aquel gentío no iba a meterse la mano en los calzones paracolocárselabien!Sehallabaenunaprieto,ysusmiradasalcorsédeAlgondenohacían sino ponerle en un compromisomayor, y no se percató de queAlgondehabíaapartadolavistadelaltaralqueacababadellegarSidonie.LaadmiracióndeAlgondenoibadirigidaalafuturaseñoradeSassenagesinohaciaPhilippine,queeclipsabaasuprimaconsudeslumbrantebelleza.Apesardeldesasosiegoqueleproducía,Algondereprimióunbostezo.Aquellanoche,denuevo,apenashabíadormidounaspocashoras.

Sepreguntóporun instantecómopodía tenerseenpiecon tantocansancioacumulado,sincontarconelembarazo.¿Embarazo?Enverdad,nosabíamuybiencómollamaraaquellacosaque,aunqueimperceptibleaúnbajosucorsé,crecíadentrodeella.Seloquitódelacabeza,yvolvióalcentrodesureflexión.

La tensión nerviosa, eso era lo que le infundía fuerzas y coraje. ¿Cuánto

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tiempo lo resistiría?Lavíspera, en cuanto se adormeció, la asaltaron imágenesviolentasydesconcertantes.SevioenbrazosdeEnguerrand,carnalyapasionada.Unosinstantesdespués,escondidatraseltroncodeunárbol,vioaMathieu,conelojoderechoatravesadoporunafeacicatriz,dirigiendounataquedebandidosyapuñalando con frialdad a un comerciante. Algonde se despertó sobresaltada,febril, creyendo que se trataba de una pesadilla, pero aquello se sucedió a lolargo de la noche, encadenando una escena tras otra, como si asistiera a lasmismaso lasvivieserealmente.Undesconocidodepieloscuraquese tumbabasobrePhilippine,luegounniñodecortaedadvellosodeunosojosdeunazultanclaroqueparecíaqueenellossereflejaraelpropioazur.Acontinuaciónunríode sangre comenzóahervir alrededordel niño, y lo arrastró.Sucedieron luegonubarronesnegros,extrañosyamenazadores.Perseguíanelgalopedeuncaballoalomos del cual una jovenzuela armada con un carcaj se dirigía hacia unasmontañas singulares, como conos con pisos y llanos en la cima. Un hombreataviadoconunatúnicablancaesperabaalpiedelasmismas,conlafrenteceñidaporunacoronadeoro.YMathieu,denuevo,queahoraluchabaconEnguerrand,perono comootrasveces.Sus espadas entrechocabanbajoun cielometálicoytranspiraban uno y otro sus respectivos odios. Un hombre les sucedió a laspuertasdeuncastillo.Luirieux,ellugartenientedePhilibertdeMontoison,tirabadeloscabellosdedosmujeresarrodilladas,conlasmanosatadasalaespalda.Philippineyotra.SiAlgondenosupieraqueestabamuerta,hubierajuradoquesetrataba de su madre, Jeanne de Commiers, cuyo retrato colgaba aún sobre lachimenea de la sala de Sus Señorías. Frente a ellos, un túmulo funerario,aprisionadoenunresplandorazulado.Luego,nadamás,unagujeronegro,comositodo aquello hubiera sido engullido, barrido por las tinieblas. Como si elmismísimodiablohubieraprohibidoqueellatuvieraaccesoaaquellasvisiones.

Yanosabíaquépensar.De momento, a su lado, Mathieu, indiferente a la masa, le susurraba «te

quiero» al oído. Cuánto hubiera deseado ella cogerle de la mano y correr alabrigodelosbosquesparasentirlodentrodesí,recobrarconfianzaconsusbesosysuabrazo,decirsequeaquellasvisionesnoeranmásqueladeformacióndesusfantasmas,desumiedoalmañana,deaquelveneno,yquenadadetodoello,pormuchoquelehubierapodidoparecerreal,nadadetodoaquellopodíaacontecerrealmente. No quería ese destino de odio y sangre. Quería su amor, el de él,Mathieu,ycomoSidonieenaqueldía,decirlequeleaceptabadetodocorazónycontodasualmacomoúnicoesposohastaquelamuertelosseparara.

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Uncantolitúrgicoseelevótraslabendiciónnupcial.Algondeentonóelestribillo,respondiendoalavozdefalsetedeMathieuque,sinvergüenzaalguna,masacrabaalegrementeletraymúsica.Hastatalpunto,quesevolvieronhaciaélconmiradahoscaparaexigirlequecallara.

—Yoquepretendíaganarmelagraciadelcura—semofóinclinándosehaciaella.

—Cállate,impío—leordenóGersendevolviéndosehaciaellos.Bajó la cabeza de inmediato, mirándose los zapatos. Algonde también lo

hizo,paraescaparalamiradatenebrosadelaharpíaquelesmirabacondureza.Marthe no cantaba. Esa evidencia sumió de nuevo a Algonde en

pensamientos sombríos: «Con una sola nota, la harpía podría hacer de ti suesclava.Si de repente ves que sus ventanas nasales se le pegan al huesode lanariz, ándate con ojo y tápate las orejas antes de salir corriendo», le advirtióMelusinaantesdesepararsedeellaenlacriptaalaquelallevó.

¿Por qué hasta el presente la harpía no había utilizado sus encantos paradestruirlas,aellayasumadre, siestabaclaroque lasdetestaba?¿Seríaacasoporque, a pesar de su odio, era consciente de la eficacia de Gersende en lagestióndelasposesionesydequeotrahubierapodidoindisponerla?¿Otalveznopodíautilizarsuspoderescontantafacilidadcomoquisiera?Y,además,¿porquéMelusina no había eliminado aMarthe? ¿O a la inversa? ¿Acaso la razónestaba relacionada con su inmortalidad respectivaque sólopodía ser destruidapor aquel niño, el chaval de ojos de color azur que Algonde había vistopremonitoriamente?Mhabíaotra razón?¿Qué le impedíaaMarthedescenderalas grutas? ¿La serpiente? Amenos que ignorara el pasadizo secreto desde suhabitación. Y a pesar de ello, si Marthe no podía respirar en el agua, suinmortalidadlaprotegíademorirahogada.¿PorquénosehabíasumergidoenlasaguasdelFuron?Esperaralnacimientodelniño,aladvenimientodelaprofecía,paramataratodoelmundoyreinar.AAlgonde,todoesoleparecíaestúpido.SiestuvieraenellugardeMarthe,hubieraanticipadolosacontecimientosyhubieraasesinadoatodaladescendencia,porejemplo.AlgondeestabapersuadidadequeMelusina le ocultaba alguna cuestión esencial. Pero ¿qué? ¿Y por qué?Y otracosamáslareconcomía:¿cuálerasupapel,eldeella,enrealidad?EntregarelniñoaMelusina...Nolocreía.¿Concebirelantídotodelveneno,esacosaensuinterior cargada con los poderes conjuntos de Melior y de Melusina, tanimprescindibleparaprotegeralniño?¿Protegerledequé?¿Delaserpiente?Eraabsurdo.¿Protegerledequién?¿Delaharpía?Eraimprobable,puesenesecaso,queAlgondeentregaraonoelniñoaMelusinanocambiaríanadaparaéste.Esonocuadraba.Claroestáqueellanoteníaeducaciónalguna,apartedesaberleeryescribir puesto que de madre a hija se habían transmitido ese privilegio. Sin

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embargo,lahistoria,lageografía,lascienciasolafilosofíanohabíancontribuidoadesarrollarsuinstintoniaenriquecersusconocimientos.No