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Julián E. González LAVANGUARDIA.ES EL CAPITAN Y SU NIETECITA

El Capitan y Su Nietecita

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Julián E. González

LAVANGUARDIA.ES

EL CAPITAN Y SU NIETECITA

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Dedicado a: Mi abuela Luisa y al Capitán Manuel Deschamps y Martínez Agradecimientos: Por haberme alentado en la iniciativa de este ebook Toni Rubies Cenoz Monica Ramoneda Rueda Redacción La Vanguardia Digital Ismael Nafría Director de Contenidos Negocios Digitales/Grupo Godo A la Hemeroteca y al Diario La Vanguardia Corrección literaria Susana González Edición Mónica González y Julián F.González

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Indice

Capítulo I Luisa sus años en Madrid……………………………. ………………….. 3 Capítulo II La partida……………………………………………………………… 10 Capítulo III Se inicia la amistad con el Capitán Deschamps…………………………17 Capítulo IV La primera escala Santa Cruz de Tenerife………………………………. 22

Capítulo V La tormenta……………………………………………………………… 28

Capítulo VI Luisa almuerza con el Capitán………………………………………….. 31

Capítulo VII " El Leon XIII” cruza la línea del Ecuador ………………………….. 35 Capítulo VIII El Capitán y sus recuerdos…………………………………………….. 39 Capítulo IX Encuentro con el prelado del asilo naval…………………………………45 Capítulo X La llegada a Buenos Aires……………………………………………… 50

Capítulo XI La correspondencia…………………………………………………………… 56 Capítulo XII Epílogo………………………………………………………………………… 61

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CAPITULO I

LUISA SUS AÑOS EN MADRID

Madrid 24 de mayo de 1898, en un caluroso día de esos que suelen hacer en esta

ciudad, un poco adelantado para esta época del año, nace en una casa de bella arquitectura sita

en la calle Duque de Rivas No.7 (Foto 1) , una hermosa niña: (Foto 2) Luisa Susana

Hernando Sanz, cuyos padres, Juan Hernando y Hernando y Petra Sanz de Hernando

(Foto 3), provenían de dos familias de clase media con ambiciones de progreso, y

tenían por ese entonces buenos vínculos con la alta sociedad madrileña. A los pocos

años de matrimonio ya contaban con seis hijos, por lo que debieron trasladarse a una

casa más espaciosa y con mejores comodidades, en la calle Toledo a pocas cuadras de

la Plaza Mayor , no muy lejos de donde vivían, pues sus hijos ya iban a la escuela y

Foto 1

Foto 2

Foto 3

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estaban familiarizados con el barrio y sus amigos, vecinos del lugar.

Los días de mi abuela Luisa transcurrían entre la escuela con que contaba la Colegiata de San Isidro, donde había

sido bautizada y cuya educación religiosa haría de ella una persona de profunda fe y gran fortaleza espiritual.

Los días domingos casi siempre, luego de concurrir a misa en la Colegiata de San Isidro (Foto

4), sus padres llevaban de paseo a sus hijos a la Plaza Mayor (Foto 5) para que jugaran y

corretearan con sus hermanos y amigos. Luisa era de baja estatura, pero su carácter se hizo

notar desde pequeña, pues era la líder entre sus hermanos, quienes siempre recurrían a ella

para que intercediera ante sus padres y apaciguara las reprimendas cuando hacían travesuras.

Su padre trabajaba arduamente en un negocio de costuras, bordados y confección de uniformes

varios, que compartían con un hermano de Petra y cuyo local estaba muy bien

puesto en una zona comercial de la ciudad, en la calle Postas 26, cerca de la Puerta del Sol.

Con el transcurrir del tiempo y sus buenas relaciones con familias conocidas que

apreciaban la buena calidad de sus trabajos, logran ponerse en contacto con la Casa Real ,

quienes encomiendan ciertas tareas de restauración, bordados y uniformes, lo que alivió en

Foto 4

Foto 5

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mucho su condición económica.

Muchas veces Luisa acompañaba a sus padres al negocio, sobre todo los días sábado

por la mañana, pues ella ya se perfilaba muy hábil para las manualidades en su colegio y sus padres

pensaban que en un futuro no muy lejano podría serles de gran ayuda en su pequeña empresa.

Se divertía mucho las veces que concurría y observaba con atención el trabajo de sus padres y no

transcurrió demasiado tiempo en animarse hacer sus primeros trabajos al crochet, además de tejer

algunas bufandas para sus hermanos.

Durante sus vacaciones casi siempre sus padres la llevaban al pueblo de Riaza, de donde era

oriunda su madre, Petra. A ella le gustaba mucho el viaje, ya que el paisaje que transcurre entre Madrid y

Riaza es muy pintoresco y además como sus vacaciones eran en invierno siempre había nieve con que jugar.

Se hospedaban en casa de unos amigos en una hermosa residencia de muy antigua construcción frente a la Plaza pública

(Foto 6). Una Plaza en forma circular dominaba el centro del pueblo, donde en los días festivos se hacían corridas de toros. La mayoría

de las casas importantes están junto al Ayuntamiento y miran a la Plaza.

Allí Luisa correteaba con sus hermanos y los días de nieve, abrigados hasta los dientes, se arrojaban copos de nieve.

Estos eran los días felices de Luisa y su familia, sin saber que un doloroso hecho cambiaría su destino y el de los suyos para siempre.

Foto 6Foto 6

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A fines de 1909, don Juan Hernando y Hernando (foto 7) padre de Luisa fallece, después de haber sufrido una corta

enfermedad. Este acontecimiento inesperado puso a doña Petra en una dolorosa y apremiante situación, la

pérdida de un ser querido y la de su apoyo económico.

Siendo que debía alimentar a sus seis hijos, se obligó a buscar todas las alternativas posibles para encontrar una

pronta salida. Por ese entonces doña Petra se enteró que un amigo de la infancia, Pedro, integrante de la familia

González Gómez (Foto 8), de Riaza, había viajado a Argentina y estaba haciéndose rápidamente una buena

posición en la comercialización de casimires. Estas historias se escuchaban muy seguido en el

viejo continente sobre las bondades que ofrecía el nuevo mundo.

Apremiada por su situación y teniendo en cuenta que su hija mayor, Felisa, se había recibido de maestra pero no tenía

aún la edad exigida para ejercer como tal, no dudó en ponerse en contacto con Pedro, por lo que

después de alguna correspondencia de por medio para conocer detalles más precisos de la vida

en este nuevo continente, comenzó a pensar en llevar adelante más seriamente esta primera loca

idea de irse de Madrid, de España, y abandonar a la sociedad que las conocía y las contenía.

Luego de averiguaciones y trámites documentales, los que llevaron algún tiempo, saca en la Compañía

Transatlántica Española (Foto 9) pasajes para ella y sus seis hijos en tercera clase del Vapor “León XIII” con

Foto 7

Foto 8

Foto 9

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fecha de partida el 07/07/1910, a las 22 horas desde el Puerto de Cádiz.

Pocos días antes de iniciar la travesía, Petra llama a Luisa para que reúna a sus hermanos, puesto que debía informarles

de tamaña aventura, pero Petra sólo los mira y permanece en silencio y es entonces que, mientras cenaban una rica tortilla que Luisa

había ya aprendido a cocinar, les cuenta que harían un largo viaje en un enorme vapor a través del Océano Atlántico con rumbo a un

nuevo país, donde un amigo de la familia los hospedaría durante algún tiempo.

Luisa y sus hermanos se miraron sorprendidos e impactados después de escuchar atentamente a su madre; algunos

cuchicheaban al oído expresando sensaciones de desconcierto e incredulidad. No tardó Petra en darse cuenta que ellos eran muy niños

para entender que esto no era un cuento de los que les solía contar por las noches, sino que era una realidad que la seducía y la

atemorizaba a la vez.

Por aquellos días de fines de Junio de 1910 en Madrid doña Petra organizaba la partida, haciendo gasto de sus últimos

ahorros en la compra de tres enormes baúles donde llevaría sus pertenencias y la de sus hijos y siete pasajes de Madrid a Cádiz en tren.

Luego se puso a acomodar toda la ropita de abrigo, pensando que adonde viajarían haría muchísimo frío, y fotos y

objetos de valor que testimoniaban que alguna vez habían vivido en Madrid, España.

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Ese mismo día, mientras Petra ultimaba los detalles del viaje, suena el llamador de bronce de la puerta de la casa,

apersonándose un hombre de uniforme ,de gran estatura, quien decía venir en nombre de la Familia Real, más precisamente de la

Infanta Isabel, trayendo entre sus manos un pequeño cofre conteniendo un pastillero con la inscripción de la Casa Real y un sobre con

las salutaciones del caso y que debía ser entregada al Capitán del vapor “León XIII” , don Manuel Deschamps y Martínez, en

agradecimiento a sus atenciones, puesto que había viajado con él a Argentina para las festividades del centenario de la revolución de

mayo (25-5-1910) (Foto 10) . Luego de las recomendaciones de que la entrega debía realizarse en persona, retiróse con los saludos de

sus eminencias.

Siendo el día 06/07/1910 , a las 21 horas en punto, llegó a la

puerta de la casa un coche que los llevaría a la estación de

Atocha de donde partiría el tren exactamente a las 22,30 hs.,

anunciándose con destino a Cádiz.

Dos personas robustas descienden del coche ayudando a doña

Petra con los baúles mientras Luisa colabora acomodando a sus

hermanos menores en los asientos.

Luisa y sus hermanos dan una última mirada al

Foto 10

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barrio que los cobijó en su niñez y su madre Petra se persigna como encomendándose al Señor por la aventura que recién comenzaba.

Alejándose lentamente el coche, se escuchaba sólo el ruido que hacían las herraduras de los caballos que golpeaban contra el

adoquinado de la calle.

Durante el viaje en el carro Luisa no deja de interrogar a su madre al ver que lo que estaba ocurriendo no era un cuento,

sino una realidad: “Madre, dime ¿Cómo es de grande el vapor? ¿Y el océano cómo es, tú lo has visto alguna vez? “, mientras los

hermanos mayores escuchaban con atención las preguntas de Luisa, los más pequeños ya empezaban a tener un poco de sueño.

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CAPITULO II

LA PARTIDA

Saliendo en el tren desde la Estación de Atocha (Foto 11) rumbo a Cádiz la familia

Hernando Sanz aprovecha el viaje para descansar y después de recorrer los casi 500 Km.

que la separan de Madrid y unas aproximadamente siete horas de viaje, llegan a la Estación

de Cádiz (Foto 12) que tiene la particularidad de estar a poca

distancia del mismo puerto y desde donde se lo puede divisar

en su totalidad. Notando que el tren disminuía su velocidad

Luisa se despierta y mirando por la ventanilla, restregándose

fuertemente los ojos como no sabiendo si lo que veía era realidad o

sólo la continuidad de su sueño, ve como se recostaba en el horizonte, anclado a sólo unos 600

metros de la costa, un imponente vapor de casi 123 metros de eslora. Era el “León XIII”

Foto 11

Foto 12

Foto 13

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(Foto13), ya el sol comenzaba a salir por detrás de la inmensidad oceánica; Luisa en su vida había visto un vapor y menos uno de

semejantes dimensiones; sólo conocía el mar por lo que había aprendido en la escuela.

El tren ha llegado con puntualidad dando su último silbato y ya son las

seis de la mañana de aquel 07/07/1910 y todavía faltan muchas horas para

la partida del vapor.

Al descender en la estación, doña Petra busca al guarda para que los

ayude con el equipaje y es allí donde se dan cuenta que no son sólo ellos

los que viajarían en el vapor. La mayoría del pasaje también sería de la

partida oceánica.

El vapor “León XIII” (Foto 14) era un gran buque dotado de los últimos

adelantos de la época y había sido construido en los astilleros A&J Inglis Pointhouse de Glasgow y el 31 de enero de 1888 era botado

con su primer nombre: “Taroba”, el cual al ser adquirido por la Compañía Transatlántica Española sería renombrado como “León

XIII.”. Desplazaba 4500 toneladas, tenía 123 metros de eslora, 46 metros de manga, propulsado por una máquina de triple expansión de

3 cilindros y proporcionaba 4500 caballos de potencia transmitidas al eje, impulsando a máxima velocidad casi 16 nudos, con 117

pasajeros en Primera Clase, 58 de Segunda Clase y casi 1.100 inmigrantes.

Foto 14

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Su casco era en un todo de acero, llevando refuerzos en su cubierta para 6 cañones de 14 cm. (González Hontoria) , que

es la artillería con que el buque sería dotado el día que el gobierno de S.M. juzgase oportuno utilizarlo como auxiliar de la marina

militar.

La flotabilidad estaba garantizada mediante nueve compartimientos estancos enterizos hasta la segunda cubierta y

quedando siempre bajo la línea de flotación. En toda su longitud poseía doble fondo y podía admitir hasta 700 toneladas de agua sin

hundirse.

Este era el vapor que partiría puntualmente a las 22 horas de aquel histórico día, para la familia, 07/07/1910. Los

pasajeros debían presentarse a embarcar con tres horas de antelación con pasajes y documentos en regla. Una larga cola se fue formando

y allí Petra esperaba el turno de la tramitación mientras sus hijos, sentados sobre los baúles, la seguían con la mirada sin perderla de

vista.

No sólo éste era el motivo por el cual debían presentarse con tanta antelación, también había que despachar el equipaje,

cosa que no era nada fácil por la gran cantidad de personas que iban y venían como autómatas con sus rostros desencajados e impávidos

y no disimulaban el tremendo momento que estaban enfrentando. Algo muy peculiar llamaba la atención y es que a pesar de tamaño

movimiento y desorden un profundo y conmovedor silencio cubría esta escena de despedida.

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Ya el bote auxiliar del “León XIII”, un pequeño paquebote, realizaba la tarea de llevar los pasajeros y sus pertenencias

desde el puerto hasta el vapor, pues por su gran calado y la poca profundidad del dique, no podía aproximarse a la zona de embarque.

Amarrado en el puerto el paquebote auxiliar, los guardiamarinas ordenaban abordarlo a un primer grupo de pasajeros, los que eran

llamados por su nombre, lista de por medio, quienes presurosos no veían las horas de acomodarse en el buque.

Luisa y su familia debieron esperar hasta el tercer llamado para abordar el auxiliar (Foto 15) y ya la noche se adueñaba

del puerto cuando una fuerte brisa comenzaba a provocar que al paquebote le costara avanzar, bamboleándose mientras a lo lejos ya se

veían las luces del inmenso vapor, que comenzaban a encenderse y que al acercarse hacían que su imponente

porte cobrara mayor magnitud.

Después de realizados unos diez viajes del auxiliar, la totalidad del pasaje apretujado en la cubierta

recibía el saludo del Capitán, y sus oficiales eran los encargados de acomodarlos, previa presentación del pasaje

donde constaba la clase.

El Capitán don Manuel Deschamps y Martínez (Foto 16), héroe

de la Marina Mercante, no dejaba de mirar su coqueto reloj de oro

que sobresalía entre la gran cantidad de condecoraciones de las

cuales gustaba hacer alarde, sobre todo el día de presentación del

Foto 15

Foto 16

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pasaje, pues no sólo siempre fue puntual en sus salidas y llegadas, sino que como gran conocedor del mar sabía que a esa hora, las 22,

se darían las condiciones óptimas de máxima marea, momento ideal de levar anclas y poner rumbo a toda máquina hacia el Océano

Atlántico.

El Capitán Deschamps era oriundo de La Coruña, pero su trabajo en las principales compañías navieras quiso que se lo

viera recalar en un bello poblado junto al mar: Conet del mar, muy cerca de Barcelona, donde tenía registrado su domicilio el que

ocupaba muy pocos días al año, pues su verdadero hogar era el mar.

Hombre de muchos antecedentes navales, era además acompañado por la suerte, pues no se le conoce en su carrera un

solo accidente con los buques a su mando. Uno de los pocos lobos de mar que sobrevivió a las tempestades más terribles que siempre el

océano tiene reservadas, para sorprender y poner a prueba la templanza de un gran marino, y el mar había reconocido en él a su

vencedor.

Siempre decía el Capitán Deschamps, cuando se le preguntaba si temía las tempestades: “¿Qué importa la tempestad? Si

salimos de ella bien no será más que un recuerdo y si nos traga ¿Qué sabemos lo que hay detrás de la muerte?”.

Cuenta un inmigrante, que alguna vez tuvo el honor de viajar en uno de sus buques, que cuando el mar se levantaba un

rugido lo envolvía todo, las olas azotaban el puente, en la cubierta silbaba furioso el viento entre el cordaje, Deschamps, imperturbable,

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mantiene firme su rumbo y con una voz imperativa dice: “¡Adelante!” En ese instante todo él se transforma pareciendo de piedra, rígido,

duro, sus órdenes no tienen más de tres palabras.

Así la mar océana se vio vencida una y otra vez por ese duelo inacabable de este valiente viejo contra las fuerzas de la

naturaleza, donde se entremezclan la inmensidad y la incertidumbre. Paseó su estampa de Capitán junto a la bandera española por los

mares más encrespados del mundo, y las costas de Filipinas, Islandia, Cuba, Liverpool, Amberes, Hamburgo y toda la América del Sur,

donde condujo a una multitud de inmigrantes ofreciéndoles una vida nueva y a quienes nunca dejó de conocer en cada uno de sus viajes,

sintiendo la satisfacción de un padre al ver el progreso de sus hijos. Alguien alguna vez dijo de Deschamps que si hubiera estado a

cargo del “ Titanic” éste jamás se hubiera hundido; era considerado el señor de los mares Capitán de Capitanes.

Este Capitán es quien cuidaría de Luisa y su familia durante su viaje a Buenos Aires. Petra estaba siempre atenta al cuidado de

sus hijos a quienes no desatendía un segundo, pero también había algo más que la preocupaba y era el recado de mucho valor que

ocultaba entre sus ropas, deseosa de entregarlo lo antes posible a su dueño.

Llegado el momento, son nombradas por el primer Ayudante que tenía la lista de pasajeros. Petra, pasaje de tercera clase en mano,

pide hablar con el Capitán Deschamps, quien se encuentra a pocos metros de ella saludando al pasaje uno por uno, como era su

costumbre. Ya frente a él, un poco temerosa ante tamaño porte del Capitán, cuya apariencia inspiraba gran respeto a quien lo

enfrentaba y al mismo tiempo seguridad ante las órdenes que impartía a sus subordinados, manifestando gran amabilidad con el

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pasaje, y balbuceando en sus primeras palabras, Petra se presenta junto a sus hijos y

entrega el presente real ante la sorpresa del Capitán. Éste no titubeó un instante en

ordenar con voz firme e imperativa al Camarero para que inmediatamente se trasladara

su equipaje y se ubicara esta familia en Primera Clase (Foto 17), ante la también

sorprendida y asustada Petra por los gestos del Capitán, quien no dejaba de agradecer

tamaño obsequio.

Esta fue la primera vez que Luisa estuvo frente al Capitán y quedó muy

impresionada, no sólo por su impecable uniforme, donde ya no había lugar para condecoraciones, su larga barba y su pipa humeante

sino sobre todo por su gruesa voz de mando.

Pero de algo Luisa estaba segura (a pesar de su corta edad) pues desde el mismo momento en que el Capitán estrechó su

mano con un fuerte apretón, sintió que entre ellos nacería una larga amistad que duraría por siempre.

Foto 17

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CAPITULO III

SE INICIA LA AMISTAD CON EL CAPITÁN DESCHAMPS

Los miembros de la familia " Hernando Sanz", ya acomodados en dos espaciosos y lujosos camarotes, se acostaron y

rápidamente se quedaron profundamente dormidos, exhaustos por las horas de tensión vividas.

Sólo Luisa aún permanecía despierta observando por uno de los ojos de buey que daban a su camarote como la ciudad de

Cádiz toda iluminada a lo lejos se hacía cada vez más pequeña, y sentía cómo el vapor alcanzaba la máxima velocidad y un fuerte

bamboleo hizo que la niña se meciera de un lado a otro provocándole un leve mareo.

Durante la primera noche le fue muy difícil conciliar el sueño, pues todo aquello era nuevo para ella y además sentía una

rara sensación de desprotección en aquel enorme buque rodeado de la inmensidad del océano; de repente se apoderó de su mente la

imagen de su padre cuya ausencia se manifestó con profunda intensidad, ya que no volvería a llevarle su ramo de flores junto a su madre

quien nunca olvidaba acompañarla.

Luisa como todas las niñas de su edad, había comprado en una librería de su barrio en la calle Toledo, frente a la

Colegiata de San Isidro, un Diario de tapas duras y muy fina encuadernación con forro de cuero y letras doradas en su tapa que decía:

“Diario de mi Viaje”. Lo sacó de su bolso y se dispuso a escribir las sensaciones de aquel primer día. Muy poco tiempo pasó y Luisa

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quedó profundamente dormida sobre su Diario donde sólo decía: “07/07/1910, Parto del puerto de Cádiz a las 22 horas con mucho

miedo a los días que nos esperan y………”

Al día siguiente el Capitán Deschamps ordenó a uno de sus hombres, quien se encargaba de los menesteres de la comida,

enviase a la habitación de Petra un abundante desayuno finamente decorado, con un hermoso ramo de flores y un sobre con una nota

donde sólo decía: “Familia Hernando Sanz, a las 12 horas en el comedor”. Generalmente solían ser sus notas escuetas e imperativas

porque sonaban más a una orden que a una invitación y Petra, sorprendida ante tamaña atención, no duda en contestar en la misma

tarjeta, al dorso: “Muchas gracias, Capitán, estaremos todos”, entregando el sobre al mayordomo, quien permanecía inmutable al lado de

la mesita del desayuno, como esperando que se le ordenara retirarse.

Curiosos, los niños preguntaron a su madre qué decía el mensaje que contenía aquel misterioso sobre y que había

cambiado el semblante de Petra. “Sólo sé, niños, que tendremos que buscar nuestras mejores ropas, pues sospecho que el Capitán nos

ha invitado a almorzar”, contestó. Petra pasó casi toda la mañana higienizando a sus hijos y vistiéndolos para tamaño acontecimiento y

a poco del almuerzo, todos estaban impecablemente trajeados y una fuerte fragancia a perfume los envolvía.

Luisa, finamente vestida, llevaba puesta una hermosa pollera blanca, blusa y una delicada capa que cubría sus hombros,

que había sido confeccionada por su madre, pensando que alguna vez Luisa tendría la ocasión de lucirlo.

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Llegada la hora, Petra se dirige por los largos e interminables pasillos desde su camarote al comedor, seguida por todos

sus hijos, pero hay algo que Petra no sabe y es el tiempo que tardaría en llegar y algo peor aún, que el Capitán es muy exigente con la

puntualidad, una de sus peores obsesiones manifiestas.

Deschamps, sentado, solo, espera desde hace varios minutos en el lujoso comedor (Foto 18) y en una amplia mesa

principal, la cual se dejaba ver desde cualquier lugar, muy bien puesta con las mejores vajillas y cubiertos de plata. Lucía el Capitán

impecable con un hermoso traje azul marino, cruzado con ocho botones

dorados sobre el cual llamativamente no se veía ninguna condecoración, pero

sí había elegido llevar en esta ocasión tres de sus más preciados regalos: un

prendedor que llevaba en una de sus solapas, regalo de la Reina Cristina, sobre

sus hombros las insignias de oro de gentilhombre, regalo de la Marquesa de

Comillas y en la manga de su camisa unos llamativos gemelos de platino,

preciado recuerdo de la Infanta Isabel.. Había ya consumido dos de sus

interminables pipas de un penetrante y fino tabaco.

Ya incómodo por la espera, pues nunca gustaba estar solo en la mesa principal y menos ser el centro de atención de las miradas de los

presentes. En el preciso instante en que la paciencia del Capitán se había colmado, al punto de dar la orden de ver qué pasaba con la

Foto 18

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familia invitada, Petra ingresa con su numerosa familia y el Capitán se levanta rápidamente de su silla, saludando muy afablemente a

todos, y con un chasquido de sus dedos, un séquito de mozos acomodó a todos alrededor de su mesa de forma circular. En ese preciso

instante la orquesta del barco comienza su primera pieza.

Desde ya que Luisa había logrado ocupar un lugar preferencial en la mesa, junto al Capitán. Luego de un primer instante

de silencio toma la palabra el Capitán Deschamps, quien comenzó a enumerar una por una las bondades del lujoso buque, haciéndoles

saber que serían sus invitados de honor durante el viaje.

A Deschamps le caía muy simpática la familia de Petra y esto era porque se llevaba muy bien con los niños del pasaje, a

quienes solía contar con lujo de detalles sus aventuras y Petra tenía unos pícaros niños con los cuales se congraciaría muy rápidamente.

Solicitó a Petra que contara sobre los motivos de tan largo viaje, Familiarizada ya con el Capitán no le costó esta vez

expresarse con mayor soltura en la conversación. Luisa, que estaba a su lado, no sacó un instante la mirada del imponente Capitán,

como estudiándolo sin perder un detalle de él. Luego de terminado el almuerzo el Capitán invitó a los niños a conocer el vapor, a lo que

Petra asintió despreocupada.

Luisa, quien era la más conversadora entre sus hermanos, rápidamente congenió con el Capitán, a quien le había caído

muy desenvuelta para su edad, causándole mucha gracia algunas de sus desconcertantes preguntas.

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- Luisa, - dijo el Capitán, - mañana me acompañarás a mi sala de mando, donde doy las órdenes que se deberán cumplir

durante el día; allí verás cosas muy interesantes, que de seguro te sorprenderán. Aquél era un lugar que tenía el Capitán reservado sólo

para los pasajeros a los cuales consideraba muy particulares y especiales y Luisa era uno de ellos.

- Si mi madre me deja, con mucho gusto, - respondió.

- Te dejará seguro, te dejará niña, - dijo el Capitán, encendiendo su décima pipa del día, y retirándose a sus habitaciones,

no sin antes ordenar que acompañaran a Luisa y sus hermanos al camarote de doña Petra.

.

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CAPITULO IV

LA PRIMERA ESCALA SANTA CRUZ DE TENERIFE

Día 09/07/1910. Cuenta Luisa en su Diario que el día que compartió con el Capitán y su familia había sido uno de los

días más felices de su vida y lo ansiosa que estaba por la invitación del Capitán al día siguiente.

Muy temprano por la mañana de ese día se escucha tocar la puerta del camarote de Petra, Luisa aún dormía, era el

contramaestre 1er. Ayudante de Deschamps en la sala de mando, a quien había encomendado buscar a Luisa. Enterada, tardó muy

pocos minutos en estar lista, pues su curiosidad la inquietaba sobremanera.

El corpulento hombre que esperaba en la puerta tomó a la pequeña Luisa de la mano y la condujo a través de pasillos y escaleras

hasta la sala donde estaba esperando el imponente Deschamps.

El Capitán lucía ese día de riguroso blanco con su gorra al tono, su pipa esta vez apagada, pues todavía estaba saboreando

su primer café del día. Binoculares en mano, no dejaba de otear el horizonte desde su espaciosa cabina vidriada en su totalidad.

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Allí se veía una gran mesa sobre la que descansaban mapas arrollados de todo el mundo y uno cubría toda la mesa,

compases, una brújula, reglas, donde Deschamps seguía el curso del vapor, tratando que éste estuviera siempre en el lugar exacto, ni mas

adelante ni más atrás, él debía llegar con la puntualidad que lo caracterizaba.

Un gran timón centraba la habitación, conduciéndolo un marinero de tez muy oscura y barba muy blanca, era uno de los

subordinados de mayor confianza que acompañaba al Capitán en casi todos sus viajes y que había conocido en el África, más

precisamente en la colonia del Río Oro, en el Sahara Español.

La habitación, finamente revestida en madera de caoba, en donde colgaban de una de sus amplias paredes un gran

planisferio finamente encuadrado con unos adornos en su marco, un gran reloj con números romanos y las fotos de su madre y su padre.

Del techo, una hermosa lámpara pendulaba al compás del movimiento del vapor y un comunicador conectaba

directamente con la sala de máquinas. Dos marineros de menor rango (aprendices), se movían inquietos dentro de la sala, pues hoy no era

un día menor ya que el “León XIII” se aproximaba a toda máquina a su primera escala, Santa Cruz de Tenerife, antes de llegar a Buenos

Aires. Allí el vapor debía dejar algún pasaje, mercancías y reaprovisionarse de carbón para las calderas.

En su informe del día constaba que el “León XIII” ya había cubierto casi 900 millas náuticas, alrededor de 1.500

kilómetros en dos días.

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Esta era la situación en que se encontraban y el Capitán cada tanto repetía con su gruesa voz de mando: “Adelante,

continuad el rumbo!”

En una mañana donde el mar se mostraba apacible y el sol que recién asomaba, la amplia puerta corrediza se abrió

abruptamente produciendo un fuerte quejido debido a la falta de lubricación por demasiado tiempo. Ahí se hizo presente Luisa con su

acompañante. Lucía una hermosa pollera a cuadros, con el cabello recogido y

dos aritos pendían de sus orejas.

- Buenos días, Capitán, para lo que mande, - dijo Luisa colocándose la mano

en la frente en señal de hacer la venia. Estas palabras arrancaron en Deschamps

una sonrisa que pocas veces mostraba y menos en esas situaciones.

- Pasa , niña, como ves nos encontramos en un momento complicado, siempre

es así aquí, pero te he invitado porque hoy quiero que te sientes allí, -

señalando el Capitán su sillón principal, el cual se encuentra elevado sobre el

piso, más arriba que los asientos de los demás, - te pongas esta gorra, y te quedes quietecita y observa pues lo que vas a ver, muy pocos

tienen la oportunidad; hoy verás las maniobras de amarre en nuestro primer puerto de escala , Santa Cruz de Tenerife (Foto 19).

Foto 19

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Deschamps, como siempre en momentos difíciles de máxima tensión como éste, en los cuales estas maniobras siempre

suelen ser peligrosas y exponen al máximo la experiencia y pericia del Capitán, su semblante se endurece, sus maxilares se tensan y

nuevamente comienza a mirar reiteradamente el reloj como si esperara de él las órdenes e indica fuertemente: “Adelante, continuad el

rumbo”. Nervioso, se comunica con la sala de máquinas y ordena más fuego a esas calderas.

Luisa pregunta:

- ¿Falta mucho para llegar a puerto, Capitán?

- Nunca se sabe, niña, nunca se sabe, - contesta el Capitán, quien no deja de dar órdenes. Acercándose a la mesa, coloca

el compás que gira sobre unos puntos, saca unos números y nuevamente mira el reloj.

- Perdón, Luisita, -animó a decirle,- creo que con todo esto olvidé ofrecerte el desayuno. ¿Qué prefieres, leche caliente o

chocolate?

- Chocolate, respondió sin pensarlo mucho.

- Muy bien,.

Se acercó al camarero y dio la orden de servir el desayuno mientras encendió su primera pipa del día.

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Sobre el horizonte comienza a divisarse una primera mancha oscura y los primeros pájaros sobrevuelan el barco, señal de

que están cerca, el vapor está llegando antes de tiempo y el Capitán da una contra orden a la sala de máquinas. Esa primera mancha va

cobrando la forma de una inmensa isla montañosa y rocosa, y los primeros barcos anclados en el puerto, comienzan a divisarse a lo lejos.

Una nueva orden del Capitán: “Adelante, pero despacio, adelante pero despacio, - repitió,- no quiero que nos llevemos por

delante ningún banco de rocas”.

Giró sobre si, miró fijo a Luisa y le dice:

- Luisita, no es fácil, no es fácil.

Los dos sonrieron y Luisa permaneció en silencio como temiendo interrumpir las órdenes del Capitán.

La marea no era adecuada en esos momentos para llegar hasta el dique del puerto, por lo que el Capitán decidió anclar a

unos trescientos metros de la costa y enviar en un pequeño bote a uno de sus marineros con la orden de solicitar uno de los ayudantes

anclados en el puerto la provisión de 2 toneladas de carbón.

Mientras el pasaje esperaba en cubierta la orden de abordar con sus pertenencias al auxiliar este hacía la descarga del

combustible en uno de sus depósitos del “León XIII”. El Capitán y Luisa observaban desde la cabina de mando el desarrollo de tales

movimientos sin perder detalle, los que duraron un par de horas, y sin desperdiciar un minuto, mientras el auxiliar se dirigía a puerto con

el pasaje, Deschamps ordena gritando: “Levad anclas, que no tenemos todo el día!”, ,mientras sostiene su pipa con una mano con la otra

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alcanza el telecomunicador diciendo: “Quiero ver esas calderas al rojo, que no falte fuego, a toda máquina ¡ Adelante, con rumbo seis

grados cuarenta y cinco minutos sur y 28 grados oeste, y girando sobre si dijo:

- Luisita, mira bien ese puerto porque en los próximos diez días no verás más tierra ,la función ha terminado por hoy, -

dijo, y mirando al ayudante 1º le ordena llevar a Luisa a sus habitaciones.

Luisa agradece devolviéndole la gorra al Capitán, sin atreverse a preguntar cuando se volverían a ver.

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CAPITULO V

LA TORMENTA

Después de haber recorrido cuatrocientas treinta millas náuticas, unos ochocientos kilómetros, desde Santa Cruz de

Tenerife, la posición del “León XIII” es de 20º 55’ Norte; 17º 45’ Oeste. Ya de noche se pueden divisar unas pequeñas luces en el

horizonte; hacia el este es Cabo Blanco (África).

Desplazándose a máxima velocidad, los vigías están atentos ante cualquier cosa extraña en la sala de mandos, mientras el

Capitán descansa en sus habitaciones. En el comedor todavía permanecen algunos pasajeros jugando una partida de naipes después de

cenar. La luna llena se deja ver entre los ventanales y la orquesta todavía sigue tocando, la familia de Petra descansa en sus cómodos

camarotes, mientras Luisa comienza a tejer una bufanda roja para el Capitán, pensando en regalársela cuando lleguen a Buenos Aires.

A las cuatro de la mañana de ese día, Deschamps se despierta sobresaltado, se viste rápidamente como olfateando que

algo estaba por ocurrir y cubre casi corriendo los metros que separan su habitación con la sala de mando. No estaba equivocado, grandes

nubarrones comienzan a cubrir el cielo, la luna apenas se ve ya. “Mierda, - dice el Capitán,- llamad inmediatamente a todos mis

ayudantes - ordenó a uno de los vigías de turno, que no falte nadie”.

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El moreno timonel de confianza de Deschamps de inmediato se hizo cargo y algunos medio vestidos estaban en pocos

minutos presentes frente al Capitán. Éste guarda un profundo silencio, mira a sus hombres y les dice acariciando su larga barba:

“Señores, quiero decirles que nunca he perdido un solo buque a mi mando y menos éste, así que espero que cada uno de ustedes siga al

pie de la letra mis indicaciones”. Todos se miraron y Deschamps continuó: -“ Creo que se avecina una fuerte tormenta. Todos a sus

puestos! - gritó, - y mantenedme informado de la mínima cosa que vean, así sea una de esas malditas ratas, (de las que se veían de vez

en cuando en su barco y de las que nunca pudo deshacerse). Luego dijo: “Adelante,

pero despacio, mantened el rumbo hacia el sur este, quiero arrimar el buque más

sobre la costa por las dudas”. A poco de decir esto el mar comienza a levantarse,

grandes olas sacudían el vapor, y la cubierta comenzaba a llenarse de agua. Truenos,

relámpagos y el silbido de un fuerte viento completó la terrible escena.

- Ajá - dijo Deschamps poniéndose su gorra; parecía como si hablara consigo mismo,

murmurando en voz baja, como una súplica o algún rezo; pero no, estaba hablándole al

mar, se escuchaba decir: “No me vencerás, no me vencerás, ya sabes quien manda aquí”, como si fuera una vieja disputa entre ambos.

Sin dudar un segundo el Capitán se transforma en una máquina de dar órdenes, como sabiendo la secuencia de cada una de

ellas. Está mirando fijamente a uno de sus ayudantes y dice: “Rápido, dirígete al telégrafo (Foto 20) y comunica nuestra posición. Tu

Foto 20

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avisa a los marineros que estén preparados con los salvavidas y los botes”. Mira al moreno timonel y le dice:”Mantén la posición, asegura

el timón, toma el comunicador de la sala de máquinas, que no falte el fuego en las calderas, que no falte el fuego. Debemos tener máxima

potencia para maniobrar”,

Unos minutos más tarde, al ver que la situación empeoraba, mira nuevamente al timonel y da una contraorden:

“Desasegura el timón, mantén la proa enfrentando siempre a las olas, que no nos ganen el costado. Dos horas y cinco minutos después

como si nada, el mar parece desinflarse, las nubes comienzan a disiparse y en el horizonte el amanecer anuncia el nuevo día.

Deschamps, exhausto por la tensión, mira a sus hombres y diciendo; - “Creo que esto fue todo, - se retiró nuevamente a

sus habitaciones. Al Capitán no se lo vio en todo el día, agotado por el esfuerzo, no se levantó de su cama. Luisa lo había estado

buscando, pero no lo encontró.

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CAPITULO VI

LUISA ALMUERZA CON EL CAPITÁN

Día 12/07/1910. Dice el diario de Luisa: “Ayer busqué al Capitán y no lo encontré, trataré de verlo hoy”.

No había terminado de escribir estas líneas, cuando sonó la puerta de su camarote y un sobre se

escurrió por debajo, solo decía. “Para Luisita” (Foto 21) . Luisa lo abrió rápidamente y en la

nota leyó: “Perdóname que ayer no pude verte pero como sabrás la tormenta me tuvo muy

atareado. Hoy mandaré a buscarte al mediodía y almorzarás conmigo”.

Habiendo recorrido unas ochocientas diez millas náuticas unos (1.500 Km) desde Santa Cruz de

Tenerife, la posición del “León XIII” es ahora 14º 29` Norte, 19º 53’ Oeste, el buque se

encuentra equidistante entre el archipiélago de Cabo Verde y Dakar. Es un hermoso y apacible

día de sol, el mar se presenta espejado y algunas aves surcan el cielo.

El Capitán ha ordenado que el almuerzo sea servido en cubierta donde sólo hay dos lugares, dos

cómodas sillas están colocadas una junto a la otra apuntando hacia el oeste.

Ya Deschamps, sentado, toma los binoculares, se incorpora y echa una ojeada

Foto 21

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sobre el horizonte, y vuelve a sentarse, toma su pipa y el mayordomo que está parado a su lado la enciende, mira su reloj de oro y

ordena: - “Ya es hora de que busques a Luisita”.

A los pocos minutos Luisa aparece corriendo y se abalanza sobre el Capitán dándole un fuerte abrazo:

- Buenos días, Capitán,.

- Buenos días, Luisita, niña, mi nietecita, - balbuceó, - la verdad no sé como te gusta a ti que te llame.

- Luisita está bien para mí, - contestó.

- Bien, pero creo que me gustaría que fueras mi pequeña nietecita.

- Mira, te he invitado a almorzar conmigo pues he hecho preparar esta carne asada con papas, - levantando la tapa de

plata que cubría la fuente- y de postre te ordenaré un rico helado de chocolate que espero sea de tu agrado.

-Desde ya, Capitán, - contestó Luisa.

- Pero hay algo más, ayer di la orden de recostar el buque más sobre la costa, así que la posición de hoy es ideal para

mirar con los binoculares; estamos navegando entre las islas de Cabo Verde al oeste y Dakar (Africa) al este. Mira hacía allá. - ,

estirando su brazo el Capitán señala el lugar exacto, verás unas islas, las de Cabo Verde.

-Es fantástico. - dijo Luisa, mirando el horizonte mientras el camarero la ayudaba con los pesados binoculares.

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Deschamps se incorporó de su asiento, tomó la mano de Luisa y dijo: “Ven, acompáñame, - dirigiéndose a la cubierta

opuesta del vapor que da al este, señalando nuevamente con su dedo índice el horizonte, se le escapa un: “ Nietecita, mira hacia allá”

Luisa tomó los pesados binoculares, ahora ayudada por el mismísimo Deschamps, preguntándole:

-¿Que ves?

- Una hermosa y extensa playa. - contestó Luisa.

-Bueno, eso es el desierto que rodea a Dakar.

A punto de preparar su pipa estaba Deschamps cuando el camarero les recuerda que la comida se enfría

-Ven Luisita, vamos, que el viento del mar me ha despertado el apetito.

Sentados Luisa y Deschamps se colocan sus servilletas muy finamente bordadas con la inscripción “León XIII”. Se

disponen a comer el primer bocado y el Capitán dice:

- Hoy nos dirigimos hacia mar abierto, trataré de poner el buque en cinco o seis días cerca de las costas de Recife

(Brasil); a partir de mañana de seguro empezamos a sentir un intenso y húmedo calor, no te asustes, no estamos llegando al infierno,

cruzaremos la línea del Ecuador; cuando llegue el momento te mostraré mejor por dónde navegamos.

Luisa escucha atentamente los planes de Deschamps y lo interrumpe abruptamente con sus simpáticas preguntas:

-Capitán, usted no tiene hijos?

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Un silencio de hielo recorre y se apodera de la mesa, Deschamps mira el horizonte como queriendo encontrar la

respuesta, luego al camarero, y los ojos comienzan a brillarle sin derramar una lágrima, quiso hablar y no pudo, tomó el vaso de vino y

lo terminó de un sorbo, mientras Luisa lo miraba fijamente, esperando una respuesta.

- Mira Luisita, la verdad es que con todos mis viajes, no he tenido tiempo, en verdad mi hogar es el buque y mis hijos son

todos ustedes, señalando al pasaje.

- Vea, Capitán, - dijo Luisa - he estado pensando que como yo no tengo papá me parece muy buena la idea de ser su

nietecita; Deschamps enmudeció nuevamente, esta vez se incorporó, dio la espalda a Luisa, caminó unos metros, extrajo un pañuelo de

su saco, secó sus ojos y simuló un estornudo, pues una de sus reglas bien aprendidas, era que el Capitán nunca debía hacer demostración

de sus emociones con el pasaje.

Giró nuevamente sobre sí mismo mirando fijamente a Luisa, exclamó:

- Será un honor para mí que seas mi pequeña nietecita.

Mientras Luisa devoraba su postre, llaman a Deschamps desde la cabina de mando.

- Luisita, es hora de irme. - Extrae unos chocolates cubanos que le habían quedado de su glorioso paso por Cuba, y se

los entregó a Luisa diciéndole:

-Repártelos entre tus hermanos.

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CAPITULO VII

EL “LEON XIII” CRUZA LA LINEA DEL ECUADOR

Dos días después la posición es 0º y 24º 28´ 39"O y el “León XIII” ha alcanzado la línea del Ecuador y se dirige en un cruce

diagonal del Atlántico hacia las costas del Brasil.

El calor se hace casi insoportable ya, y Deschamps se pasea por la proa vestido elegantemente con una camisa y medias

blancas, pantalones cortos y unas botitas que le llegan hasta los tobillos; con su pipa sin encender todavía, pensativo, mira su reloj por

un instante, ya son las tres de la tarde, se asoma por la borda y en ese momento una voz le dice:

-¿Se encuentra bien Capitán?. Es Luisa.

-Oh, mi nietecita , - dice el Capitán.

-¿Algo le preocupa?. - inquirió Luisa.

-Es que estamos pasando por la línea del Ecuador, como te comenté los otros días. Ven Luisita, acompáñame a mi sala

de mandos, donde quiero que veas algo.

Ya sobre su mesa donde están desordenados algunos mapas, toma uno de ellos, lo extiende y señala con su índice:

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- Sabes, Luisita, ésta línea que ves aquí es la línea del Ecuador, una línea muy particular porque divide al mundo en dos

partes, el norte y el sur, además los rayos del sol son perpendiculares a la tierra en todo momento, por eso hace tanto calor, - continuó, -

pero hay algo más que debo decirte, existe una tradición marinera según la cual es costumbre que el Capitán ofrezca una fiesta a sus

pasajeros, cuando el vapor atraviesa ésta línea del Ecuador.

- Una fiesta…, - repitió Luisa como riendo sin poder creerlo.

- Sí, una fiesta y ya que estas aquí Luisita, te ruego digas a tu familia que hoy por la noche sería un honor que

compartieran nuevamente mi mesa.

Luisa ya iba a salir corriendo cuando Deschamps dice:

- Espera, - alcanzando un sobre de lo alto de su escritorio, - lleva a tu madre esta invitación.

Como todo lo que hacía Deschamps debía estar puntillosamente organizado, mandó llamar a sus ayudantes, cocineros,

músicos; sin dejar de dar órdenes, encomendó a cada uno de ellos rigurosamente las tareas que se debían realizar, ordenó la comida y el

horario en que se debía servir estrictamente, eligió la música que había que tocar y el orden y la hora en que debía comenzar y finalizar.

Deschamps siempre decía a sus cocineros y músicos: - “No es lo mismo comer un primer plato escuchando un vals, que escucharlo a los

postres.

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- Tú, - señalando a uno de sus ayudantes,- ve a la lavandería y lleva esto, quiero que esté bien limpio y planchado dos

horas antes del comienzo de la fiesta.-

Era un fino traje de frac, que el Capitán solía lucir en muy pocas oportunidades y que se había hecho a medida en una de

sus estancias en Liverpool.

A las diez en punto esta vez, como decía la tarjeta, Petra y su familia son conducidos hasta la mesa del Capitán, quien se

levanta de su asiento para saludar a todos, con su frac impecable, donde no había ya lugar para más condecoraciones.

Petra y desde ya Luisa custodiaban al Capitán, que compartía afablemente sus hazañas captando la atención de los más

pequeños.

Promediando la fiesta, Deschamps, que había consumido un poco más alcohol que de costumbre, se mostraba más

animado que otras veces, brindando una y otra vez con pasajeros de otras mesas que se acercaban a saludarlo, sintiendo que ya poco

quedaba de fiesta para él. Levantándose de su silla toma de la mano a una Luisa sorprendida, la conduce hacia el centro del comedor,

donde está la pista de baile, mira fijo al director de orquesta, quien cambia abruptamente lo que estaba tocando y lo reemplaza por un

hermoso vals. Reclinándose ante la pequeña Luisa, le dice: “Espero que sepas bailar y si no sigue mis pasos”, - ordenó. Suavemente

tomó las manos de Luisa intentando iniciar lo que parecían ser unos primeros pasos de baile, y con una voz de mando, casi gritando

invita a los demás pasajeros, quienes miraban atentamente esta tierna escena: - “No quiero ser el único aquí, vamos todos!”

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. No terminó la orquesta de tocar la primera pieza que el Capitán, ya exhausto, lleva a Luisa hasta la mesa de Petra.

Saluda a todos haciendo la venia y se retira a sus habitaciones, mientras la fiesta continúa.

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CAPITULO VIII

EL CAPITÁN Y SUS RECUERDOS

Pasada la línea del Ecuador, el vapor “León XIII” se encuentra a unas dos mil cuatrocientas millas náuticas, unos 4.500

kilómetros desde su partida del puerto de Santa Cruz de Tenerife, sus coordenadas exactas lo señalan a 8ºS, 30º32´58"O, en dirección

hacia Recife (Brasil).

Son las diez de la mañana del 14 de julio de 1910, en un día muy caluroso todavía. Ese día el Capitán decidió quedarse

en la sala de fumadores del vapor, uno de los lugares más distinguidos y frescos del buque, un ambiente tranquilo para ordenar sus

planes y sus recuerdos, allí se lo ve sentado por primera vez descalzo, con los pies sobre un apoyo que está cerca de su sillón, rodeado

de papeles y manuscritos, recortes de diarios y notas.

Coge la pipa con su mano temblorosa, a la vez que lee una de sus notas, quizás un recuerdo importante navega por su

mente al leerlo. La sala de fumadores está contigua al comedor, adonde Luisa se había dirigido en busca de un buen refresco para calmar

un tórrido día. Uno de los mozos del comedor, como sabiendo que Luisa podría estar buscando al Capitán, sin decir nada, señala la

puerta que une el comedor con la sala de fumadores.

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Luisa abre la puerta lentamente y una gran nube de humo la envuelve, Deschamps con su pipa humeante dice :

-¿ Que haces por aquí, Luisita?. Este es un lugar para hombres.

- Perdón, Capitán pero es que me quedaban algunas preguntas por hacerle.

- ¿No crees que me has hecho bastantes preguntas ya?, - respondió.

- Sí, pero si a usted no le incomoda, me gustaría saber algo sobre las grandes medallas que a veces lleva puestas.

No había sido mejor momento para esta pregunta, pues Deschamps estaba ordenando sus papeles, recortes de diarios

donde se hacía mención a sus proezas y condecoraciones.

- Ven Luisita, has llegado en buen momento, - dijo el Capitán, - siéntate aquí, - señalando un lugar cercano a él,- que te

leeré y mostraré algunas cosas que todavía no sabes de mí.

- Mira lo que dice este diario “La Vanguardia” del día 25 de mayo de 1898

- Capitán, lo interrumpió Luisa, usted sabía que yo nací el 24 de mayo de ese año.

- Pues ves, Luisita, tu estabas naciendo y yo ya estaba haciendo de las mías en el mar.

- Perdón , Capitán , lo interrumpí, siga usted , - dijo Luisa.

- Como te decía, Luisita, este diario dice: “A las 2 de la tarde se ha verificado la ceremonia de colocar en el pecho del

señor Deschamps, Capitán del vapor “Monserrat” las insignias de la Gran Cruz que le han sido concedidas. El acto ha tenido lugar en

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el Ministerio de Marina, pronunciando palabras muy elocuentes el Vicealmirante Señor Butler en honor del bravo Capitán”“Por la

mañana, a las diez, había sido recibido por la Reina, interesada S.M. por conocer detalles de su viaje y entrada en el puerto de

Cienfuegos y del espíritu que domina en Cuba. El señor Deschamps se muestra altamente complacido con las distinciones que le ha

colmado la Reina.”

La real cédula que concede al Capitán del “Montserrat” la Gran Cruz del Mérito Naval dice así: “ Don Alfonso XIII, por

la gracia de Dios Rey de España, y en su nombre de Reina Regente del reino por cuanto en actuación a las prevenciones del reglamento

de la Orden del Mérito Naval y atendiendo a los méritos contraídos por vos el Capitán del vapor mercante español “Montserrat”, don

Manuel Deschamps y Martínez, presentándose en Cienfuegos con dicho vapor estando el puerto bloqueado por fuerzas enemigas,

llevando auxilios y correspondencia”.

“En mi resolución del 7 del corriente mes y año he venido a concederle la Cruz de Primera Clase del mérito Naval con el

uso del distintivo rojo y pensión de la señalada por el artículo 23 del mencionado reglamento para la recompensa de los servicios

distinguidos”.

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Revolviendo los diarios con una Luisa impactada y totalmente callada, Deschamps dice:

- Luisita esto, es de un día anterior al que tu nacieras, es del 23 de mayo de 1898 del diario La Vanguardia y por una

casualidad me hacía en Madrid por esos días. Dice: “Ha llegado

a Madrid el Capitán del Montserrat señor Deschamps, lo

esperaban en la estación el Marqués de Comillas, acompañado

del personal de la Transatlántica y unas 800 personas. El

recibimiento ha sido entusiasta dándose vivas al bravo Capitán,

a España, al Ejército y al Marino Militar y Mercante. En el

coche del Marqués de Comillas se ha dirigido Deschamps al

Ministro de Guerra, entregando al General Correa pliegos del

General Blanco”

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Una enmudecida Luisa sigue con atención el relato, mirando asombrada los diarios y recortes de la época, que el Capitán

guarda con tanta nostalgia.

- Entonces estoy sentada al lado de un héroe, - se escuchó decir a Luisa. Con cierto tono de emoción en su voz

entrecortada:

- Eran otros tiempos, Luisita, eran otros tiempos, - dijo Deschamps.

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CAPITULO IX

ENCUENTRO CON EL PRELADO DEL ASILO NAVAL

Hoy ya es 15 de julio de 1910, ocho días de viaje y 5.200 kilómetros desde Santa Cruz de Tenerife, el León XIII, se

desplaza a su máxima velocidad de 15 nudos, unos 30 kilómetros por hora frente a Salvador (Brasil); a 250 kilómetros de la costa, su

posición exacta era 13º 52’ S y 36º 8’ O.

Es la ruta que habitualmente siguen todos los vapores que hacen el trayecto de Europa a América del Sur. El “León XIII”

está desplazándose hacía el Sur, en paralelo a las costas del Brasil. A las l4 horas de ese día avistan a lo lejos a otro vapor haciendo

señales de luces, como queriendo comunicar algo en un día donde el mar se veía bastante encrespado.

No teniendo respuesta del “León XIII”, reciben una comunicación por vía telegráfica. Es un día gris y ventoso, Luisa

continúa escribiendo en su diario las vivencias de esos días y de vez en cuando teje la bufanda para el Capitán. Éste, en su sala de

mandos, recibe el mensaje del encargado del telégrafo: “Nos informan que el prelado doctor don Eladio Santamaría Carreras, encargado

del Asilo Naval y otros reverendos sacerdotes, enterados de vuestra presencia a cargo de este vapor, piden permiso para entrevistarse con

usted para saludarlo y entregarle un presente”.

- Contéstele que aminoren la marcha, mantengan una distancia prudente que yo enviaré por ellos.

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Inmediatamente ordenó tres canoas y tripulación para buscar a los visitantes, en medio de un mar embravecido.

El Capitán Deschamps y el alto personal a bordo del “León XIII” esperaban al prelado, que venía escoltado por niños del Asilo Naval.

Luego de los saludos del caso, son invitados a recorrer las principales dependencias del vapor, elogiando el prelado el

orden, la limpieza y el confort de dicho buque; la oficialidad daba toda clase de detalles y explicaciones requeridas.

Después del recorrido, Deschamps ordena un pequeño lunch que se realiza en el comedor, en un solemne acto, donde el

prelado doctor don Eladio Santamaría Carreras, luego de elogiar la heroica trayectoria del Capitán Deschamps y hacer mención a sus

vastos antecedentes marineros, los que conocía al detalle, y dirigiéndose a su reducido grupo de asilados que lo escoltaban, futuros

marinos, mirándolos fijamente los instó a seguir los pasos del gran Capitán.

Seguidamente se ofreció un brindis, y cuando todos creían que el acto había finalizado, el prelado recitó un verso que

parecía haber aprendido de memoria. Dijo: “A la República Yankee” , de Carlos Luis de la Cuenca

Soñaste en vano, con artero trazo,

A mansalva lograr tu felonía;

Que al peso abrumador de tu amenaza,

No inclina la cerviz la patria mía.

¿Qué nos importa el insolente alarde

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De tu poder, que tu soberbia aumentó?

Calcula el riesgo…el mercader cobarde,

No al caballero al vindicar su afrenta.

Quien por las leyes del honor se rige,

Al reto acude sin pasión bastarda;

¡Siempre por el decoro que lo exige,

nunca por el provecho que lo aguarda !

No hay honor en la fuerza codiciosa

Que empuja contra el débil al malvado.

Sólo el vigor del alma generosa

Siento la gloria del morir honrado.

Tú, que el lucro y en el agio vives,

Por la codicia hidrópica que sientes,

Ya sé que no esperabas ni concibes

Que así luchen y mueran los valientes.

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Mas los verás en la terrible brega

Cómo alcanzan la gloria soberana.

¡Si el triunfo es don de la fortuna ciega

La gloria es justa prez de quien la gana.

Y con gloria ha de ser si sucumbimos,

Y con honra ha de ser como triunfemos;

Que en Numancia y Lepanto lo aprendimos,

Y contra tu poder lo probaremos.

Raza formada con la vil escoria,

Ni el oro, ni el poder te regenera.

No se roban los timbres de la historia,

Ni se compra el honor de la bandera.

Glorias hay en el triunfo y en la muerte,

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Pero el que en Dios y en su derecho fía:

Nunca en el despotismo del más fuerte,

Jamás en la cobarde alevosía!

¡No! No has de ver tu orgullo satisfecho

Ni lograr del honor lo ejecutorio;

Pudiendo sin razón y sin derecho,

Caerás con mengua o vencerás sin gloria.

Luego de estas palabras, su eminencia se mostró emocionado y sacando de los bolsillos de su sotana un hermoso rosario,

luego de más elogios al Gran Capitán por haber tenido el grato gesto de haberlo recibido, bendijo el barco, su tripulación y pasaje

.Luego de terminado el acto, fueron acompañados nuevamente por los marineros al buque que los estaba esperando, a los que gratificó.

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CAPÍTULO X

LA LLEGADA A BUENOS AIRES

Dos días después, 17 de julio, manteniendo el rumbo sur a 250 kilómetros de la costa de Río de Janeiro, posición

21º18´ S , 39º 50´ O, habiendo recorrido ya unos 6200 kilómetros desde Santa Cruz de Tenerife , el ”León XIII” aparece como una

postal ,dibujado en un mar en calma reflejado por la luz de la luna y a pesar de las altas horas de la noche se siente un bullicio en el

vapor; muchos pasajeros permanecen conversando y divirtiéndose en el comedor , otros descansan en sus camarotes.

El Capitán Deschamps aun está despierto en la sala de mandos haciendo los últimos cálculos, esperando llegar a tiempo

al puerto de Montevideo, última escala hacia Buenos Aires.

Centró su atención en un gran mapa del Río de la Plata, donde se muestran las boyas que señalan los canales de mayor

profundidad por donde deben navegar los buques que llegan a puerto.

Con la meticulosidad de siempre y a pesar de haber hecho este trayecto muchas veces, Deschamps llama a reunión

urgente a sus ayudantes para ultimar los detalles de la etapa final, que debe realizar con éxito evitando los bancos de arena, muy

comunes en la desembocadura del Río de la Plata.

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De acuerdo a sus cálculos, decide alejarse de la costa y posicionarse dos días después es decir el 19 de julio en las

coordenadas 35º 46’ S, 51º 47´O

Luisa había estado ayudando a su madre en el cuidado de sus hermanos. Le preocupaba no saber cuánto faltaba para la

llegada, pues debía terminar la bufanda para el Capitán.

Éste ya empezaba a sentir los síntomas de la tensión pues se aproximaban momentos decisivos de maniobra en los que un

error puede tirar todo por la borda. Comenzó a dar órdenes en su tono de voz gruesa y fuerte: “¡Que todos estén en sus puestos!”, y

mirando al negro timonel dice : “Ya es hora , gira hacia el noroeste 130º ,toma el comunicador de la sala de máquinas y ordena aminorar

la marcha, sacadle presión a esas calderas”

“¡Que todos estén atentos a mis indicaciones!”. Lentamente la proa del “León XIII” va dejando de mirar hacia el sur

buscando el N-O .El vapor se dirige ahora a media máquina al ingreso del Río de la Plata.

En los cálculos del Capitán constan 8000 kilómetros recorridos desde Santa Cruz de Tenerife y ya están a solo 700

kilómetros de Montevideo, casi un día y medio de viaje a la velocidad de 9 nudos; y el clima que se había mostrado cálido hasta esas

alturas cambia bruscamente a un frío intenso.

Luisa respira al ver que ha concluido su bufanda roja en la que ha bordado las iniciales de Deschamps en azul. Ansiosa de

entregar al Capitán el presente, no duda un instante en salir a su encuentro.

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Deschamps siendo las 5 horas de la tarde de aquel día, se encuentra saboreando un fino té inglés, con su humeante pipa

descansando por unos instantes.

Luisa, luego de preguntar por él a varios tripulantes sin tener respuesta, se encuentra con el ayudante principal quien la

escolta ante Deschamps ; al verla su rostro adusto cambia rápidamente y una sonrisa lo ilumina:

- Luisita, tanto tiempo que no nos vemos. He estado muy atareado con estas maniobras de posición del vapor para la

llegada a Montevideo y Buenos Aires. Nos falta poco, sabes?. ¿Qué te trae por aquí?, - preguntó.

- He venido a entregarle esta bufanda con sus iniciales, que tejí durante el viaje y quería regalársela porque usted ha sido

muy bueno con nosotros.

Deschamps se incorporó rápidamente de su silla, emocionado tomó el regalo de Luisa y no dudó un instante en ponerse

la bufanda, la que combinaba muy bien con su sobretodo azul.

- Siéntate, Luisita, no esperaba esta hermosa sorpresa,- y sin preguntar, llama al mozo ordenando un chocolate caliente.

- Mira, Luisita, nos quedan sólo dos días para llegar a Buenos Aires y mi deseo es poder despedirte antes de que dejes el

vapor. - No había terminado de decir esto que es llamado por el ayudante a la sala de mandos.

- Ves como es esto, Luisita, nunca se sabe.

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Luego de recorrer 600 kilómetros por el Río de la Plata en dirección a Montevideo, Deschamps salió sólo un instante de

la sala de mandos para despedir al poco pasaje que dejarían allí y al que, según su costumbre saluda uno por uno. Se lo vió vestido con

su impecable sobretodo azul cruzado con botones dorados, botas , gorra, su pipa encendida y por supuesto no olvidó ponerse la bufanda

que Luisa había tejido . Muy pocas horas estuvo el “León XIII” en Montevideo. Deschamps decidió no bajar a puerto y

encomendó a su ayudante 1º las tareas del caso. Se lo notaba un poco triste por esos días y permaneció en la sala de mandos hasta la

llegada a Buenos Aires .Desde ya que se aproximaban momentos decisivos, no sólo por la llegada al puerto de destino sino por la

despedida de Luisita, a quien Deschamps sospechaba que no volvería a ver.

Ya el 21 de julio, a las 12 del mediodía, en una mañana fría y

gris puntualmente el vapor “León XIII” hace su entrada al puerto

de Buenos Aires (Foto 22) anunciándose con unos fuertes pitazos.

Deschamps, en su sala de mandos, con su rostro desencajado

observa los movimientos por los grandes ventanales con la mirada

extraviada, gira sobre si y ordena un whisky escocés.

En los camarotes los pasajeros acomodan sus pertenencias en sus

valijones. En el camarote de Petra una apesadumbrada Luisa no

Foto 22

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deja de pensar, ya no en cual sería su nuevo hogar, sino en la despedida del Capitán Deschamps.

La cubierta se hace cada vez más transitada y los marineros ya empiezan el amarre y la colocación de las escalinatas de

descenso. En el dique se encuentran otros vapores recién llegados y el movimiento de pasajeros en las dársenas es intenso.

- Bueno, llegó la hora, - dijo para si Deschamps , prendiendo su vieja pipa; se incorporó y abriendo la puerta de la sala

de mandos, respiró profundamente, en un día de invierno que ya comenzaba en estas latitudes.

¡Que toda mi tripulación se haga presente, busquen a Luisita y ayuden a su familia con su equipaje!, - gritó fuera de sí.

Ya Luisa, sus hermanos y Petra están frente al Capitán Deschamps que aún estaba con su sobretodo y la bufanda, y

ordena realizar un cordón de escolta a sus marineros hasta las escaleras de descenso. Se detiene frente a Luisa la mira fijamente hace la

venia, extiende su mano saludándola mientras con la otra saca de sus bolsillos una pequeña caja de terciopelo que contiene una pequeña

estrella de mar. Con voz entrecortada le dice:

- Luisita, quiero entregarte esta estrella de mar en señal de mi amistad, es de gran valor para mí ya que me la había

regalado un viejo pescador que conocí en mi paso por Cuba y me dijo que me traería mucha suerte y ahora espero que te la traiga a ti

,que de seguro la necesitarás.

Luego de esto Luisa no quiso decir muchas palabras, sólo alcanzo a decir:

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- Gracias, Capitán. - Luego enmudeció, temblorosa dio la mano a Deschamps y éste saludó a toda la familia ,siendo los

primeros en descender. Luego siguió saludando a los demás pasajeros.

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CAPITULO XI

LA CORRESPONDENCIA

- ¡Petra! ¡Petra!, - se oyó decir cuando descendían por la escalera del vapor mientras Luisa volvía la mirada hacia el

Capitán.

El amigo de la familia con el cual Petra se escribía desde Madrid, Don Pedro González Gómez, con el que había

compartido su infancia en Riaza, los había ido a recibir.

La familia de Petra se instaló por un tiempo en la casa de éste en Santa Fe.

Como el país se estaba construyendo se necesitaban maestros y recordemos que la hermana mayor de Luisa, Felisa, era

maestra. Gracias a las relaciones de Don Pedro, Felisa fue designada en una escuela de Serodino, un pueblo que dista 100 km. de la

ciudad de Santa Fe, por lo que la familia se trasladó a este poblado.

Luisa intentó durante este tiempo ponerse en contacto con el Capitán Deschamps enviando correspondencia a distintos

buques en los cuales suponía que se encontraría sin lograr respuesta .Un día de mucho calor en el pueblo de Serodino, a comienzos de

la temporada estival en estas latitudes, Luisa se encontraba en su casa preparando el árbol de navidad junto a sus hermanos pues se

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aproximaban las fiestas de fin de año. De pronto, sintió que alguien golpeaba la puerta y deslizaba suavemente un sobre por debajo

.Para Luisita Hernando, se leía en el sobre.

Remitente: Cap. Manuel Deschamps y Martínez, buque de “Borbón” : “Buenos Aires. 23 de Diciembre de 1915. Hoy,

querida Luisita, llegué a este puerto y recibo la tuya del 22 de noviembre, veo que te equivocaste de buque, éste no es el “Infanta

Isabel” de la Compañía Pinillos pues sabes que este es de Borbón y si te fijaras verías que yo no tenía tiempo para estar en esa fecha,

pero en fin, me alegra la equivocación, porque así tengo tiempo de tener otra tuya y además tu retrato, no dejes de mandármelo

enseguida, pues estoy hasta el día 2. Deseo a todos Felices Pascuas y una buena entrada de año nuevo. Cariñosos saludos a todos y un

abrazo de tu amigo que mucho te quiere. Cap.Manuel Deschamps y Martinez

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En varias oportunidades, teniendo noticia de la llegada del Cap. Deschamps a Buenos Aires Luisa y su hermana

Juana,dos años mayor, viajaban a esa ciudad para saludarlo.

Se hospedaban en la casa de una familia amiga y vecina de la época en que vivían en Madrid.

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Le siguieron otras cartas del 28/6/ 1916; 26/8/ 1916; 14/11/1916; 4/9/1917.

“Buenos Aires, 4 de Octubre 1917. Hoy, querida Luisita, en mi poder tu grata y cariñosa que recibí, a mi llegada a ésta.

Como arribé con cuatro días de retraso, la verdad que estaba muy disgustado y por eso no te he escrito antes. Mucho tendría que decir

sobre tu carta pero ahora sólo me concreta decirte que todavía estamos en el dique de Carenas por falta de agua. Desde el día 30 estamos

esperando que suba el agua y por el contrario baja, y después de salir necesitamos dos o más días para cargar el buque, en fin es una

calamidad! Pensaba salir el 6, pero ya estoy creyendo que no podrá ser, en fin, paciencia. Saludos cariñosos para todos y para ti muchos

besos de tu abuelo. Cap.Manuel Deschamps y Martínez

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Siguió la correspondencia el: 27/2/ 1918; 30/4/ 1918; 17/11/1918. La última carta del Capitán hace referencia a lo

cansador de los viajes y que está a punto de retirarse a su casa de Caldetas en “Villa Miramar”.

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CAPITULO XII

EPÍLOGO

Cinco años después, Luisa ya maestra igual que su hermana, se traslada a Santa Fe para ejercer la profesión. Estando en

su nueva casa ordenando sus fotos, cartas y recuerdos entre los que se encontraba su diario del viaje, que le traía a la memoria su

amistad con Deschamps del que no había tenído más noticias.

Un fuerte llamado a la puerta paralizó a Luisa, como percibiendo que ese llamado no traía buenas noticias. Era el cartero

que portaba una carta certificada de España, enviada por Leonor, su amiga de la infancia en Madrid, en la que le anunciaba el

fallecimiento de su gran amigo, el Capitán Manuel Deschamps y Martínez y adjuntaba recortes del diario “La Vanguardia” de

Barcelona, del día 21 de agosto de 1923 con los anuncios que atestiguaban la desaparición del gran Capitán.

“21 de Agostó de 1923 --, LA VANGUARDIA”

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“Manuel Deschamps: En su casa-torre de Caldetas, donde residía desde hace algún tiempo, ha fallecido el veterano y

experto capitán de la marina mercante don Manuel Deschamps, que durante muchos años estuvo al servicio de la Compañía

Trasatlántica, que le confió el mando de sus más importantes vapores-correos, habiendo sido el último en que desempeñó dicho cargo el

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«Infanta Isabel de Borbón», del que desembarcó por su delicado estado de salud. Marino meritísimo, por sus relevantes prendas

personales y exquisito don de gentes se grangeó la estimación y simpatía de cuantos navegaban con él a sus órdenes o como pasajeros”.

“Como recordarán nuestros lectores, mandando el «Montserrat», durante la guerra de España con los Estados

Unidos, consiguió forzar el bloqueo que los yanquis tenían establecido en la isla de Cuba, a donde llevó los importantes cargamentos

que conducía. Por los extraordinarios servicios que prestó a la patria, mereció que se le otorgaran dos cruces del Mérito Naval y una roja

del Mérito Militar, pensionadas y algunas otras distinciones.”

“La muerte del ilustre marino ha sido sentidísima en esa capital,, donde contaba con muchas y valiosas amistades.

Reciban su desconsolada viuda y la Compañía Trasatlántica la expresión de nuestro sentido pésame por tan irreparable como sensible

pérdida”.

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Esta pérdida golpeó fuertemente a Luisa quien pasó algún tiempo apesadumbrada y callada.

Tres años después Luisa ya contaba con 28 años y era toda una mujer y quiso el destino que Julián Carlos González, uno

de los 14 hijos del amigo de Petra Don Pedro González Gómez, y a quien conociera de niño en ocasión de un viaje que realizara con su

familia a Madrid, pusiera sus ojos en ella y el 9/1/1926 contrajeran matrimonio teniendo tres hijos : Susana, Julián y Alicia.

El 10 de agosto de 1953 fallece el esposo de Luisa y ella muere el 13/5/ 1987 en la ciudad de Santa Fe, dejando en estas

tierras a sus tres

hijos, cinco nietos

y once bisnietos

de los cuales

alcanzó a conocer

a dos.

Luisa y su Esposo Julián Bodas de Plata de Luisa, esposo e hijos , Julián , Susana, Alicia Luisa nunca dejó de tejer

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Esto decía La Vanguardia del Gran Capitán

26 DE ABRIL DE 1957 Colaboración de LA VANGUARDIA La proeza del vapor de la Compañía Trasatlántica «Montserrat» gracias al denuedo y pericia de su capitán, don Manuel,, Deschamps, quien, buen cristiano y buen hijo de Cataluña, la atribuía — son palabras suyas — a la protección de la excelsa Patrona de las tierras catalanas «que desde la cima de su alta montaña vela por la marinería española», qué un destello de luz en el entenebrecido horizonte español del aciago año 1898. El 10 de abril zarpó el «Montserrat» de Cádiz y el 14 de Las Palmas de Gran Canaria transportando más de medio millar de soldados y un cargamento de material de guerra, dinero y víveres para las tropas de la isla de Cuba. Aún no se había declarado la guerra con los Estados Unidos, pero su estallido parecía cosa inminente. Deschamps estimó prudente hacer escala en la colonia francesa de Fort de France, isla de Martinica, para enterarse de la situación, ya que entonces no se disponía de T.S.H., y allí supo la ruptura de hostilidades y el establecimiento del bloqueo contra las Antillas españolas por la flota norteamericana. Pudo optar impunemente el bravo capitán por la más cómoda solución de permanecer en aquel puerto neutral, pero eso si, con la ingrata consecuencia de quedar internadas las fuerzas militares que el buque conducía y embargado el cargamento tan valioso para nuestro ejército combatiente. No vaciló en tomar la resolución de mayor riesgo y el «Montserrat» se hizo a la mar dispuesto a burlar el bloqueo, lo que consiguió llegando al puerto de Cienfuegos, perseguido por tres buques enemigos que no pudieron hacerle blanco de los disparos de su artillería. El recibimiento que se le dispensó fue apoteótico y en la Península produjo el hecho sentidas manifestaciones de entusiasmo popular. Cuando el «Montserrat» hubo desembarcado en Cienfuegos el día 27 su pasaje y cargamento, se dispuso a zarpar cruzando por segunda vez la línea de bloqueo, llegando felizmente a España donde no permaneció más que el tiempo necesario para volver a Cuba, rindiendo viaje en el puerto de Matanzas sin novedad. La gesta del capitán Deschamps y su «Montserrat» fue noblemente encomiada por nuestros adversarios de entonces. Terminada la guerra volvió el «Montserrat» a la navegación normal sirviendo la carrera de América durante más de un cuarto de siglo. Había sido construido en Alemania, botándose al agua en 1889, en los astilleros Vulkan, de Stettin, adquiriéndolo la Trasatlántica en 1895. En sus últimos años de navegación, como si le faltaran ya fuerzas para dar el salto del Atlántico, abandonó su tráfico habitual transoceánico y quedó asignado a la línea Península al golfo de Guinea. En 1926 se hallaba amarrado y en desarme en Cádiz, y por R. O. de fecha 30 de septiembre fue autorizada su venta, que se verificó por el precio de 218545 pesetas en los primeros días del año

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siguiente, siendo sus compradores la Empresa italiana «Metalúrgica Ligure», de Sestri Ponente, donde el bizarro navío de benemérito historial por sus afortunadas andanzas de 1898 pronto quedó reducido a vil chatarra. A los treinta años del desguace del primer «Montserrat» un segundo navío del mismo nombre y armadores viene a sumarse a nuestra flota mercante. Construido en los Estados Unidos en 1952 se denominó «Vasar» y «Castel Verde» al adquirirlo en Italia. Es mayor que su homónimo, que medía 113'8 metros de eslora, 10'4 de manga y 9'1 de puntal con 4.000 toneladas de arqueo bruto y 7.400 de desplazamiento, mientras que las medidas del nuevo son 140 metros de eslora por 19 de manga y 10*3 de puntal. El viejo «Montserrat» sin ser en su tiempo un barco de porte extraordinario comparado con los grandes «linners» extranjeros, hizo un buen papel en la flota española y sobre todo su triple hazaña de burlador de un estrecho bloqueo diole una muy merecida nombradía. Juan B. ROBERT

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MINISTERIO DE DEFENSA 26872 REAL DECRETO 2525/1998, de 20 de noviembre, por el que se dispone el traslado de los restos mortales del Capitán de la Marina Mercante, don Manuel Deschamps y Martínez, al Panteón de Marinos Ilustres. El Capitán de la Marina Mercante don Manuel Deschamps y Martínez nació en La Coruña en 1853, de ascendencia catalana, y murió en Canet de Mar (Barcelona) el 19 de agosto de 1923. A lo largo de una intensa vida profesional desarrolló una gran actividad al mando de buques mercantes que le hicieron completar una intachable hoja de servicios. Poco antes de declararse la guerra entre Estados Unidos y España, salió el citado Capitán de Cádiz el 10 de abril de 1898, al mando del vapor «Montserrat», con material de guerra, carga general, pasaje y correspondencia, con destino a Santa Cruz de Tenerife y Cuba, llegando a La Martinica el día 22 de abril. Informado de la situación en Cuba, ya en plena guerra, salió aquella misma tarde para Cienfuegos, navegando con precaución y burlando la línea de bloqueo norteamericana, fondeando en este puerto el día 26. Por orden del Capitán General de Cuba regresó a España el día 6 de mayo, conduciendo pliegos para el Gobierno. Tras una dificultosa derrota, evitando nuevamente la vigilancia enemiga, se dirigió a La Coruña, arribando a este puerto el 20 de mayo. Por estas acciones se le concedió la Cruz Roja del Mérito Naval, que le regaló S. M. la Reina Regente e impuso el Ministro de Marina. El 15 de julio se hizo nuevamente a la mar desde Cádiz hacia Cuba, transportando víveres y material de guerra. El día 28 arrumbó a un punto próximo a Matanzas, navegando a dos millas de la costa cubana. Avistado por un buque enemigo que le abrió fuego de cañón, forzó Deschamps la máquina dirigiéndose a Matanzas perseguido por el buque americano, consiguiendo en la mañana del día 29 fondear en dicha bahía que quedó bloqueada por un acorazado y varios cruceros. La popularidad del citado marino en España y particularmente en Cataluña fue extraordinaria en su época, de tal forma que, en 1910, Capitanes de la Marina Mercante de diversas naciones le rindieron un homenaje en Buenos Aires, puerto a donde arribó al mando del trasatlántico «Alfonso XII», llevando a bordo a la Infanta doña Isabel de Borbón, con motivo del Centenario de la Independencia de la República Argentina. El Capitán don Manuel Deschamps y Martínez representó para la Marina Mercante un claro exponente de profesionalidad y espíritu de sacrificio abnegado, en paz y en guerra, por todos los mares del mundo. Por todo lo expuesto, don Manuel Deschamps y Martínez es acreedor a que la Patria y la Armada le enaltezcan y distingan conservando sus restos mortales en el Panteón de Marinos Ilustres, para ejemplo de generaciones futuras. En su virtud, a propuesta del Ministro de Defensa, y previa deliberación del Consejo de Ministros en su reunión del día 20 de noviembre de 1998, D I S P O N G O : Artículo 1.

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Los restos mortales del Capitán de la Marina Mercante don Manuel Deschamps y Martínez serán trasladados solemnemente al Panteón de Marinos Ilustres, una vez cumplidos los requisitos que, al efecto, fijan las disposiciones vigentes. Artículo 2. Se le rendirán los honores reglamentarios correspondientes al empleo de Capitán de Navío, con mando de Agrupación Naval, debiendo adoptar el Ministerio de Defensa cuantas disposiciones convenga para honrar debidamente la memoria del difunto Capitán de la Marina Mercante. Dado en Madrid a 20 de noviembre de 1998. JUAN CARLOS R. El Ministro de Defensa, EDUARDO SERRA REXACH

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Diario La Vanguardia 28 de noviembre de 1998 Homenaje al capitán del barco “El Catalá” Los restos de Manuel Deschamps, el capi tán del barco “Montserrat”, conocido como “El Catalá”, que inspiró la habanera “El meu avi”, serán trasladados mañana desde el puerto del Masnou hasta San Fernando (Cádiz), donde serán enterrados en el panteón de marinos ilustres. El capitán ha permanecido 75 años enterrado en Sant Vicenç de Montalt. — El capitán de “El Catalá” emprende su último viaje ANTONIA DE LA FUENTE. EL MASNOU. - El capitán Manuel Deschamps emprendió ayer su último viaje, 75 años después de su muerte. El capitán de “El Montserrat”, “El Catalá” de la habanera “El meu avi” —entonada ayer por medio millar de personas—, partió del puerto de El Masnou rumbo a San Femando (Cádiz) para ser en terrado en el Panteón de Marinos Ilustres. Con el traslado a su nueva morada, la Armada española rinde homenaje a Deschamps por su heroica gesta como capitán de “ElMontserrat” en la guerra de Cuba. Deschamps nació en La Coruña en 1853. En 1878 comenzó a trabajar en la compañía Trasatlántica, donde llegó a ser capitán. Al mando del vapor “Correo Montserrat” —que no era un barco de guerra, como asegura la habanera— consiguió burlar en varias ocasiones el bloqueo de la escuadra americana y llevar a Cuba material de guerra, víveres, pasaje y correspondencia..

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