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EL CINE DE TESIS de "El cine de tesis y la opinión pública" Viernes, 24 de mayo de 2002 por Roberto Palmitesta, escritor, cineasta, crítico de cine. En estos tiempos en que la globalización cultural avanza a paso firme, es común afirmar que los medios audiovisuales nos influencian cada vez más en la formación de nuestras actitudes y acciones, quizás mucho más que la misma prensa impresa y electrónica que apela mayormente a la lectura tranquila, la reflexión serena y la decisión racional. En efecto, medios como el cine y luego la televisión (cuando transmite un filme con mensaje) tienen elementos emotivos y dinámicos que no pueden ser comunicados efectivamente sólo por medio de la palabra, por más que se utilice frases ingeniosas o ilustraciones impactantes. Sin embargo, el Internet -con su creciente capacidad audiovisual y popularidad-- se está acercando poco a poco al nivel de persuasión que se logra mediante la combinación óptima de la imagen móvil y el sonido, sin contar su accesibilidad y la pasividad que requiere del espectador, factores que facilitan la recepción de los mensajes. Los comunicadores, ahora convertidos en valiosos asesores de publicistas, relacionistas y políticos, conocen esas fortalezas de los medios audiovisuales y las han aprovechado intensamente desde el inicio del cinematógrafo hace poco más de un siglo. Ya mucho antes que eso, desde las primeras muestras de formas gráficas, los hombres han utilizado el arte para expresar sentimientos e influenciar al espectador para que concordara con sus emociones o mensajes. El arte clásico de la Antigüedad y el religioso de la Edad Media, tenían precisamente esa misión: la de hacer que la gente visualizara escenas de belleza, compasión, fe o repulsión, según el caso, para profundizar sentimientos de adhesión a causas políticas o dogmas religiosos. Por ejemplo, es difícil minimizar el impacto que causaban las horribles representaciones de dantescos infiernos en el temor acumulado por los crédulos fieles de la Edad Media, algo que fue amainando sólo con la irrupción

El Cine de Tesis

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Cómo hacer un documental a partir de una hipótesis.

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EL CINE DE TESIS

de "El cine de tesis y la opinión pública"Viernes, 24 de mayo de 2002por Roberto Palmitesta, escritor, cineasta, crítico de cine.

En estos tiempos en que la globalización cultural avanza a paso firme, es común afirmar que los medios audiovisuales nos influencian cada vez más en la formación de nuestras actitudes y acciones, quizás mucho más que la misma prensa impresa y electrónica que apela mayormente a la lectura tranquila, la reflexión serena y la decisión racional. En efecto, medios como el cine y luego la televisión (cuando transmite un filme con mensaje) tienen elementos emotivos y dinámicos que no pueden ser comunicados efectivamente sólo por medio de la palabra, por más que se utilice frases ingeniosas o ilustraciones impactantes. Sin embargo, el Internet -con su creciente capacidad audiovisual y popularidad-- se está acercando poco a poco al nivel de persuasión que se logra mediante la combinación óptima de la imagen móvil y el sonido, sin contar su accesibilidad y la pasividad que requiere del espectador, factores que facilitan la recepción de los mensajes. Los comunicadores, ahora convertidos en valiosos asesores de publicistas, relacionistas y políticos, conocen esas fortalezas de los medios audiovisuales y las han aprovechado intensamente desde el inicio del cinematógrafo hace poco más de un siglo. Ya mucho antes que eso, desde las primeras muestras de formas gráficas, los hombres han utilizado el arte para expresar sentimientos e influenciar al espectador para que concordara con sus emociones o mensajes. El arte clásico de la Antigüedad y el religioso de la Edad Media, tenían precisamente esa misión: la de hacer que la gente visualizara escenas de belleza, compasión, fe o repulsión, según el caso, para profundizar sentimientos de adhesión a causas políticas o dogmas religiosos. Por ejemplo, es difícil minimizar el impacto que causaban las horribles representaciones de dantescos infiernos en el temor acumulado por los crédulos fieles de la Edad Media, algo que fue amainando sólo con la irrupción de la imprenta, el humanismo y la ciencia. En épocas donde ha prevalecido gradualmente el racionalismo, o sea en los últimos tres siglos, se debió buscar maneras más sutiles y efectivas -además de la oratoria y la palabra escrita- para influenciar las opiniones de los ciudadanos, por lo que el realismo de la fotografía -y luego la imagen en movimiento y la banda sonora- llegaron en el momento oportuno gracias a inventores pioneros como Bell, los Lumiére, Edison y Eastman. Pero más profunda aun ha sido la contribución de los productores, directores, guionistas, técnicos de efectos y los actores, al posibilitar el desarrollo del cine como el arte más dinámico e influyente del último siglo, impacto que prosigue con más ímpetu durante la renovada popularidad de la televisión satelital, que -además de difundir más ampliamente las abundantes obras cinematográficas- está ayudando a informar, educar, entretener e influenciar a grandes contingentes de personas en todos los rincones del mundo. Junto con el Internet, la globalización de la televisión comercial conforman una verdadera revolución tecnológica y cultural que tiene hondas repercusiones sociales, económicas y geopolíticas, quizás comparables en su impacto a la que tuvieron la prolongada

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revolución industrial que experimenta el planeta, con sus máquinas a vapor, aparatos eléctricos, la telefonía, el transporte motorizado, y finalmente la electrónica y la computadora. Desde los inicios del cine, este medio fue utilizado por comunicadores visionarios no sólo para entretener o para hacer dinero, sino para expresar sus opiniones y hacer crítica social. De este modo se empezó a mostrar -además de secuencias documentales, dramáticas o cómicas-- toda una variedad de tramas inteligentes y polémicas, a veces prestadas de la literatura y el teatro, que transmitían un mensaje diseñado para influenciar la actitud del público y moverlo a cambiar opiniones y -quizás- modificar ciertas situaciones sociales claramente inconvenientes. Los primeros intentos serios se remontan a las películas de Griffith, quien con películas como El Nacimiento de una Nación e Intolerancia quiso mostrar la génesis cultural de su país y diversos conflictos históricos, comentando así sobre fenómenos como el nacionalismo, la esclavitud, los abusos del poder y la intolerancia ideológica. Había nacido en Hollywood el "cine de tesis", medio que buscaba comunicar ideas y mensajes, con prioridad -o simultáneamente- a la función de entretener o lograr una ganancia financiera. En la URSS, Alemania, Italia, y Japón los nuevos gobiernos totalitarios fueron prestos a explotar el medio cinematográfico para fines propagandísticos y, en la primera posguerra, montaron las industrias más activas del viejo mundo. Es difícil subestimar, por ejemplo, la marcada influencia que tuvieron documentales como El triunfo de la voluntad en la consolidación del régimen nazi, así como filmes actuados como El acorazado Potemkin y Octubre, ambas de Eisenstein, en la revolución comunista, sin contar otros esfuerzos menos conocidos en países conscientes de las posibilidades persuasivas del nuevo arte, todavía sólo visual. El cine norteamericano, más dirigido hacia la diversión y ocupado en los aspectos técnicos, reaccionó más lentamente en los intentos de aprovechar el nuevo medio para fines persuasivos, aunque luego los utilizó extensamente en la actividad publicitaria. En décadas posteriores aparecieron numerosos filmes sobre temas como las huelgas laborales, el trabajo y el abandono infantil, los políticos corruptos, la usura y la especulación, el drama carcelario, el crimen organizado, la liberación femenina, la rutina industrial, la soledad en las ciudades, la desintegración de la familia, entre otros. Se consolidaba así el cine con mensaje, que aprovechaba la imagen en movimiento, el diálogo y la actuación teatral, y luego el color, la estereofonía y la pantalla panorámica, para narrar historias de la manera más realista posible, pero siempre con la intención de formar opinión y motivar al público hacia los cambios propuestos. Dentro del conjunto de artistas y técnicos responsables de los mismos, dominaba la figura del director, quien -aún más que el productor, el guionista y los actores- era el responsable por transmitir adecuadamente el mensaje, de modo que fuera percibido sin distorsiones temáticas, ideológicas o emotivas. Sin embargo, los cineastas independientes o tesistas (luego denominados auteurs) fueron más prominentes al principio en el cine europeo que en Hollywood, donde el productor dominaba generalmente la escena, especialmente en su época silente y dorada. Al comenzar el nuevo siglo, la televisión aparece cada vez más efectiva en difundir las películas mencionadas a través de retrospectivas y canales artísticos, así que el espectador moderno no tiene que estar pendiente de las

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programación de las cinematecas, donde -obviamente- se podrán ver películas antiguas, poco comerciales e incluso experimentales que nunca llegarán a la pantalla chica. Al mismo tiempo, la televisión -al disponer de más recursos financieros por la creciente popularidad de los canales satelitales - está realizando muchos más largometrajes serios que la misma industria cinematográfica, dedicada ahora mayormente al gran espectáculo, la violencia efectista y el erotismo. De este modo, la televisión está abordando -con sus crecientes recursos-polémicos temas sociales, que no serían aptos para el cine comercial, pero que están enriqueciendo grandemente la variada temática del séptimo arte, acrecentando así la influencia de estos medios en la formación de opinión pública. El progreso técnico del Internet hará que la difusión de material audiovisual sea mucho más fácil y el futuro, simplificando así la distribución y exhibición de una multitud de películas, antiguas y modernas, de modo que el interesado pueda ver eventualmente cualquier filme en su televisor o en su computador personal, pronto compatibles entres sí, obteniendo el cine una influencia mediática que nunca soñaron los pioneros del séptimo arte hace poco más de un siglo, cuando había que encerrarse en una sala oscura a una determinada hora para ver un filme. Muchos cinéfilos añorarán esa época y preferirán ir a un teatro, pero los tiempos han cambiado sensiblemente y ahora existe una visible cooperación y sinergia entre los distintos medios audiovisuales, aunque nada puede sustituir la relación entre un espectador -sentado en una sala oscurecida- concentrado en el mensaje que un cineasta sensible le quiere transmitir en una enorme pantalla de plata frente a él. Nota final. Sin pretender el haber agotado el tema de cine de tesis o denuncia o haber nombrado a todos los auteurs, al menos espero haber señalado las películas más influyentes que llegaron a nuestras pantallas, lista obviamente incompleta por limitaciones del espacio, pero que seguramente será útil para coordinadores de cine-foros. Obviamente, es una lista muy personal, basada en experiencias propias, y puede que algunos lectores disientan de algunas de las escogencias o apreciaciones de esta reseña panorámica.