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Poemario en dos actos y un epílogo a la muerte de mi padre CARLOS AZAR MANZUR | El círculo de la presencia Tomando como punto de partida, primero, la muerte de su padre, Héctor Azar; segundo, Mortuos Plango, obra de Jonathan Harvey y, tercero, la osada lógica de Gerard Griséy —quien lograra encuadrar musicalmente dos di- mensiones cuyos límites son por demás difusos: el color y el ruido—, Carlos Azar conjuga mundos lejanos para crear otro, El círculo de la presencia, catártico, muy personal y sobre todo entrañable. Este libro es medido como el teatro y la música, e inasible como la poesía; como su título lo indica, es algo redondo que no tiene fin. Carlos Azar Manzur (México, 1970) ha dedicado gran parte de su vida a la enseñanza, actividad en la que se ha desempeñado, en todos los grados, impartiendo materias relativas a la literatura, cine, teatro, ópera y español. Es autor de La ópera, una voz misteriosamente suspendida, y de cuatro libros de poesía. Asimismo, colaboró en dos libros de docencia teatral y en Las dos caras de la historia. Pero sobre todo, es un defensa central. O1 O1

El círculo de la presencia

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Poesía de Carlos Azar Manzur

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Poemario en dos actos y un epílogo a la muerte de mi padre

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l círculo de la presencia

Tomando como punto de partida, primero, la muerte de su padre, Héctor Azar; segundo, Mortuos Plango, obra de Jonathan Harvey y, tercero, la osada lógica de Gerard Griséy —quien lograra encuadrar musicalmente dos di-mensiones cuyos límites son por demás difusos: el color y el ruido—, Carlos Azar conjuga mundos lejanos para crear otro, El círculo de la presencia, catártico, muy personal y sobre todo entrañable. Este libro es medido como el teatro y la música, e inasible como la poesía; como su título lo indica, es algo redondo que no tiene fin.

Carlos Azar Manzur (México, 1970) ha dedicado gran parte de su vida a la enseñanza, actividad en la que se ha desempeñado, en todos los grados, impartiendo materias relativas a la literatura, cine, teatro, ópera y español. Es autor de La ópera, una voz misteriosamente suspendida, y de cuatro libros de poesía. Asimismo, colaboró en dos libros de docencia teatral y en Las dos caras de la historia. Pero sobre todo, es un defensa central.

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Primera edición: 2013

Edición: Elefanta del Sur, s.a. de c.v.

d.r. © Carlos Azar Manzurd.r. © Elefanta del Sur, s.a. de c.v.

d.r. © 2013, Elefanta del Sur, s.a. de c.v. Río Tigris 137 interior 8, Col. Cuauhtémocc.p. 06500, México, [email protected] isbn: 978-607-9321-00-0

Todos los Derechos Reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización por escrito de los editores.

Impreso en México | Printed in MexicoHecho en México | Made in Mexico

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Poemario en dos actos y un epílogo a la muerte de mi padre

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Para Héctor Azar, mi papá

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ÍNDICE

Primera tristeza de un padre muerto Poema de Héctor Azar [17]

Prólogo cuasi una crónica [21]

LoaDesconocido [27]

Elegía I Palabras imprecisas sobre la muerte de mi padre [30]

Sueño en invierno [55]

IntermedioLa habitación del mar (Saudade) [57]

Elegía IIPalabras confusas sobre la vida de un hijo [61]

Sueño en verano [81]

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Elegía IIICuento las horas fugaces, lloro a los muertos y convoco a los vivos [86]

El combate de la memoriaEl descenso de la luzSecuenciaLa casa del sordoDonde tiemblan los contornosEl tiempo y la espumaLa tumba de los umbralesEn Modo Lidio

EpílogoEl ciego vuelve, el polvo… [105]

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El polvo es la carne del tiempo

Joseph Brodsky

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Primera tristeza de un padre muertoPoema de Héctor Azar

¡Eh! tú, Tristeza,¿acaso nunca acabarás conmigo?

H. A.

Anoche, mi padre que dormía,con su voz emergía del abismo inefablese acercó por su sueño hasta mis hombrospara decirme:—Jaime... Jaime... te llaman.Y me llamaba el mar, la sal y la montaña. Esta casa de hiedra(vieja casa en el mar,ausencia,ausencia)no sé si pueda habitarla de nuevoy alcanzar esa voz,ese momento de niños rubios—soliloquio de oro—que postrando mil ecos en ocasosse sumergen en mípara llamarme:

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—Jaime... Jaime... Y fue la voz, la casa y el ocaso. Hay un vértice vacíoa mitad de la llanura,en que una cama mutilada como la espigadesnuda,espera.¡Ay! Espera, sea dicho,en los ventisqueros de la soledad. ¡Cuántas alas me miran!Suspendidoa mitad de la puerta y la llanuramiro calles aéreas,chimeneas con acero de venas anterioresy metálicos brazos despidiendoa mi sombra detrás de una ventanaque marchita el almay va llorando:—Jaime... Jaime...En el puentela gentese amotina para matar a un guardia. Una mujer azulcon pupilas de cobreva metida en un tubo y camina golpeando

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sus caderas en la baranda grisa la orilla del puente.El cornetín despide una espiral de fuegoy en la pared caída un santoque se cubre entre las velas,junto a nosotros,nada. A la nueva techumbre de la aurorala misma ausencia aniquilada y fría,óxido del pasadolloviendo en mi cerebro que repitemonótono, lejano:—Jaime... Jaime... Y me dolió mi sombra para siempre.

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Prólogo cuasi una crónica

Concluir un proyecto que ha adoptado tantas formas, muchas veces sólo depende de la casualidad. Cuando murió Héctor Azar, mi padre, inmerso en el dolor de entender su ausencia más que de incluirme en la inmensa tradición de escritores que trataron el tema de la muerte del padre, tuve el impulso de escri-birle un libro, sólo eso. ¿Qué forma tendría? ¿Sería una biografía novelada, un libro de cuentos, una crónica de sus últimos 100 días, como si fuera un movimiento histórico?; si la decisión cayera en un libro de poemas, ¿cuán-tos poemas tendría? No lo había decidido. Al principio quise que fuera un libro gigantesco, sin pies ni cabeza, pero con la clásica idea melodramática de un alma y su inmensidad. Si lo pudieron hacer Manrique, Sabines y Auster, ¿por qué yo no? Fácilmente me decanté por un libro de poemas.

Los años pasaban y no lo lograba. Además del inevitable y freudiano bloqueo literario, quise imponerme límites: fijar un número de poemas;

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incluir algunos cuentos que hablaran de la muerte y así lograr alargar la inmensidad aun-que fuera farragosa; guardarlo en la cajuela de mi automóvil, que ha servido de biblioteca improvisada, para ver si se impregnaba de alguno de los libros vecinos, pero nada. Varias veces estuve a punto de creer que no lo lograría.

No obstante, hace poco asistí a una conferen-cia sobre el compositor francés Gérard Grisey que impartía mi querido amigo Pablo Chemor. En ella escuché un fragmento de la obra Mortuos plango, vivos voco del compositor inglés Jonathan Harvey. Al día siguiente bus-qué la obra completa en los avatares infinitos de la red y gracias a ella, a su dimensión y al juego impecable de su factura, entendí el mecanismo que el proyecto debía seguir: el libro El círculo de la presencia llevaría un sub-título en orden descendente —en escala cro-mática, en lamento—, de 3 poemas largos, 2 cortos y 1 epílogo. Así, el libro se centra en 3 elegías largas, 3 puntos de vista distintos: la primera se concentra en la confusión sobre la muerte de un padre, la segunda en la impreci-sión sobre la vida de un hijo y la tercera busca dialogar con la obra de Harvey. Entre las ele-gías, se insertan dos sueños irrealizables, y la obra culmina con un epílogo. Dichos poemas

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viven en el marco de una Loa, un Intermedio, doble diálogo que culmina en el epílogo.

El círculo de la presencia es la historia de un padre y un hijo, pero sobre todo de un duelo. El duelo del padre que murió, sin saber cuánto tiempo dura el duelo mismo; sin saber qué se siente una vez que ha quedado atrás o si sim-plemente te aísla. Hay lugares que desconozco y lugares a los que no quiero llegar. No puedo contarlo todo. Como un voyeurista me asomo a la ventana y la abro para enseñar una parte —la que recuerdo, la mía, la que puedo—, pero no la totalidad. Convencido de que lo único que le queda al poeta es la ausencia —la pena observada, como dijera Lewis—, que las palabras huyen, desaparecen, en el incendio de la muerte, sólo nos queda advertir las ceni-zas y el humo posterior a la devastación.

La marea de datos, lo que somos, es una combi-nación de gustos y costumbres que desaparece con nuestro fallecimiento, a no ser que alguien quiera contarlo y así tratar de entender —y tal vez de vencer— la pena de la muerte.

En la continuidad de este proceso que se con-virtió en libro, hubo nombres sin los que hubiera sido imposible llevarlo a cabo. Pablo

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Chemor, que me enseñó la obra de Harvey, y Ricardo Cayuela, Astrid Ceballos, Jimena Hernández y David Pruneda cuya lectura pre-cisa sólo se ve superada por su cariño y amis-tad. Finalmente, a Emiliano Becerril por creer en esta locura. A todos ellos gracias por vol-verme a demostrar la importancia del verbo ser y del verbo estar.

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LoaDesconocido(Charla con “Octubre” de Las estaciones

de Piotr Ilyich Tchaikovsky)

Mientras arden a fuego lento, los pájaros se muevende cuarto en cuarto.

Si te hablo del tiempo,escógelo imparcial.

Es justo ahí, en la bifurcación,donde debemos sentarnos.

Si te hablo de un lugar,ha desaparecido.

En la noche oblicua,amenaza la ruinade quedarse sin nombre;

Si te hablo del espacio,el infinito de dos cuerpos se divide.

Pero no hay cabidapara la humedad,sólo la escarcha.

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Si te hablo de las horas,triste pausa nocturna.

En la inclinación de una flor,dime qué escuchaste,o qué prometiste.

Si te hablo de un hombre,pronto morirá.

En la oscuridad, en las llamadas, en el desvelo.Si te hablo del día,es para erradicar tu ausencia.

En el desgaste cotidianode las venas,imagino la puerta del oído izquierdo.

Si te hablo de la melancolía, no hay límites.

Espantado por la atroz poesía de mis rasgos,como dice Aragon, ¿cómo dice?Me toco la cara.

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Si te hablo de la actualidad,es la licantropía.

Como si los discípulos de la luzinventaran tinieblas menos opacas; como si los ríos se retrasaran en nuestras tumbas; como si la noche fuera una serie de frascos diminutos; como si en las cuencas de los ojos se posara el último viaje; como si el eco celeste de Mandelstam no resonara en el pecho;como si la impaciencia no tuviera más remedio.

Si te hablo de la respuesta, es la vida que se muere entre las frases.

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Elegía IPalabras imprecisas sobre la muerte de mi padre

IFuera del esconditede la metáfora,no encuentro las palabras ni el momento.

Permíteme un espacioocular para borrar el rojoclavado en las paredesde los ojos. Permite que florezcaalgo másde los dedos,deja que el relámpagode aquellos díasilumine la silla.

Para abrirnos los ojos,sólo las cenizas se mueven.Acompáñanos a comprender la puerta,donde las manos intercambian

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su luz,se amotinan en tu ausencia, se reconocen,se envuelven.En el centro de esta inmovilidad,los ojosse agigantan por el corazón tristede la espiga verde.

Te fuiste para cerrar la puerta,tu sombra de cuatro hojas.

No sé cuál de los dos se apodera de la ausencia.

Pero de pronto llega la noticia del tope del sol,y el centro pasa de largo.El fuego se fracciona,y de la boca dequién-sabe-quienla caída elegante,el miedo,el desveloque no se detiene,el camino de mármolhacia las malas nuevas.

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IISe levanta el telóny estás en el abismodel ríoy el mar,aguas confundidas,sueños que no terminande charlarpara encontrarte,tramas sin cerrar,heridas que no gritan.

En el ríoclavamos un árbol,como la misma noche,también,como los clavoscontra uno mismo;en el mar, también,como la noche telarque nos envuelve,crecieron las raíces graves,las rocas viejasque no paran de sangrary nos visitanpara abandonarse a su peso,a su masa,al llanto de las vísceras

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profundas,y la rosa del viento,como el oleaje despeñadode la muerte,de tu muerteque finalmente está en el escenario.

Se levanta el telóny estás en el abismo...dirigiéndolo, escribiéndolo.

IIILa muerte quizá,día a día, en la montaña inspirada,se nos viene la pregunta.Quisiéramos dejar de lloraro seguir llorandoporque no entendemosel origen de la lengua.El dicho del recuerdocomo la titeresca piadosaque se desvaneceal honor de sus sílabasmuertas de frío, omuertas de sueño, da igual,

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finalmente no aprendimos,finalmente no escuchamosla última de las tres etapasde la vida,la inconstancia realy traicionera.

IVEn la carreteraaprendimos a escucharpalabras amordazadas,pinos desde las curvasperversasque suben desvanecidas.Ahora no queda nadade las compañíasy escucho en los camposla adolescencia tardía,la necedad avergonzada,dueña del silencioy la esterilidad.

Escucho el tiempoy la ruina,como el filo de la guillotina,como el veredicto,como las cataratas de polvos compactos,sombras

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y escombros enel corazón de nuestros hechos.

El ríoy los torrentes negrosque acarrean los desastres.

En la soledad entrechocan fragmentos de astros;

las ramas de un árbol giganteforman olasatadasa las mandíbulas,a las gargantas purasy a los pechos como bloques de diamante.

No escucho el tiempopero sí tu soledady el filamento que dibuja mi mano.

VTu voz dejó de resonary se fue apagando, poco a poco,como si ya no importara,como si las preocupacionesfueran,

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apenas,minúsculas razonesen las bocas abiertas.

Ya no la pudimos escuchary ahora resultaque nos hace falta.Tu voz geométrica,aritmética,astronómica,capaz de recogerel llanto amargo,se fue llenandode trinosy de espasmos,cayó sobre las rodillas,como tábulas rasas,como las mesas aisladas por el pasado friolento.

Voz de humo.

Voz de viento indiferentecomo el silencio,

al carajo con el silencioy todo su ejércitode representantes en la tierra.

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Así es el aprendizaje,“a sangre y fuego”,dijera mi maestro,y así es, eso creo.

VINo esperábamos, o más bien,no quisimos darnos cuenta,fuera de un presentimientoy de una amenaza, porque así fue:“éste es un caso difícil”y a lavarse las manosmientras yo cerraba la tuya por última vez.

¿Presentimiento?¿Cómo puedo hablar así?Sentimiento debería decir,porque todavía no lo puedo explicaro enfrentar“sí lo enfrento, pero me hundo”cuando en la palidezde mis cuatro años caí en el agua,en el calambre,en la sordera.

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Pero no puedo alejarme de mí mismoy de la espina que atraviesa las yemas de mis dedos,ahora,instante de titubeoscada vez más frecuente,marea de imágenesque nublan mis palabras,ventana al precipicio de la lucidez.

Ojalá enterrara esta hojapara siemprejunto con mi impotenciay los versos confundidoscon el aire.

Ojalá, ojalá.

VIITristeza estérilde dardos acerados.

Una vida nada más,y ahora el fuego.

El cielo fracasó como azul,

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ahora es rojo lejanoy fue, no volverá a serun elemento lascivo más.Algo, sólo algo,de la tristeza estérilcomo cataratas climáticasque llegan para quemar.

Tuvimos el derecho de acceder al fuegoy doblaron las campanas,lo seguimosy nos dejamos llevar.

Ahora siento que lanada me invade, la del fuego encantador,y no puedo dejarla.Ahora siento que el agobio dirige,que la distancia vence.Ahora siento que nada más.

La tierra llegó al fuegopara convertirse en polvoy el polvo permanece,intacto,

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tras la puerta.

Alas sin tiempo,polvo de fuegosalmodiando un lamentode palabra impalpable.

Recuéstateen las alas del pájaro de plataque acaba de pasar.

VIIIY resulta que contigovivió un corazón cansado,la mano temblorosa.Los ojos cerrados,sílabas abiertasporque están llorando.Resulta que debemos entenderel murmullo francoque llega de Atlixcoy no está en tu cuarto.Resulta la heridaausente del campo,el aullido errante, soplo perforado,la orquesta que suena,hostil, lamentandoque el fruto maduro

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nos cae en la mano.Resulta que el tiempoes, de cenizas, canto,y la ausencia,oración y asalto.El violín no suenaa pesar de tanto;el mundo se estanca,grito, sin embargo.

El violín no suenaa pesar de tanto, montaña inspirada,astro derrumbado.Sueño del presente,te estoy esperando,y mamá,Cecilia y Paco,que regreses prontoa decirnos cuandodebemos callar.El violín no suenaa pesar de tanto,a pesar de tanto, a pesar de tanto.

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IXLa sola diferenciaes que nos quedamos sin tiempo.Desde la imprecisión,el error de mi memoriaes un saco de nombres petrificados.Hoy,la lluvia cae más oblicuaque de costumbre,tanto que, para verla,nos recostamos,

así, bueno, sólo un poco.

Mi mirada no ha podidodespoblar el mundoy descubrir la forma de esta pausa.

Parecemos ciegos peleándonos a bastonazos.Parecemos hojas arrancadas, horas que se guardan

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en la bolsa para que, un día,desmenucemos cada minuto,pero ese día nunca llegay este día de la muerte, sí.La sola diferenciaes que nos quedamos sin tiempo.

XEl aire pintaun arco secretocon rayos de lunaque puedo olvidar.Fragmentos de argón,con fuerza en la pleura,estallan en las grietas del aire.Palabra de cobre,humo calcáreo,el ambiente de las transfiguraciones,imantado.El aire inventa soledadesy juega, en blanco y negro,a escurrirse, a retratarse, a romperse,como si tuviera dos carasy no entendiéramos lo que dice.

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El cedro poniente se demoraa juntar, en el aire, los destinos.

XILa luz se mueve.

Remuevo el polvode tu vaso inerte,luz de impaciencia,fotografías en desequilibrio.¿Será posible que llegues, habitado en el rayo,a decirnos que acabas de morir?El negro pabilo de cerase arrulla en la monotonía,enterrar tus manosal filo de los días,separar paredes diagonalesen el diafragma,construir destellos animalesen la herida.

Reflejo indestructible,cuerpo nebuloso de hermanay la luz estranguladase enroscaen el silencio de la piel del ojo.

“¡Asómate, no te vayas a empinar!”

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Todavíate buscoen cualquier pliegue de luz,

en cualquier rumor futuro,en cualquier oscuridad.

Mis ojos son dos tijeras de luzen el polvo opaco de la arcilla.

XII—¡Ay, dolor!El cuerpo de Diosno es más que una comaen la plenitud semántica.

Nada cambió verdaderamente,sólo que la vida es más clandestina,señor,sólo que es soneto para el fin de siglo, señor,sólo que es la noche sobre todo,señor.

—¡Ay, dolor!—Te rogamos, señor.

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El viento de la derrotatodo se lleva.

—¡Ay, dolor!—Te rogamos, señor.

Oigo rugirlas piedras que se desprenden de los años.

—¡Ay, dolor!—Te rogamos, señor.

Siempre la misma hora imbécilen el reloj,siempre.

—¡Ay, dolor!—Te rogamos, señor.

No conozco algo más atroz que la luz del alba perdidaen el verano maduro.

—¡Ay, dolor!—Te rogamos, señor.

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Vacía,la noche ávidarecupera tus nostalgias.

—¡Ay, dolor!—Te rogamos, señor.

Vacilamos ante tus signos,apártanos de toda densidad.

—¡Ay, dolor!—Te rogamos, señor.

—¡Ay, dolor!No podemos decir algo mássin escuchar el cuerpo,ese otro yoque se parece a la oscuridad,al hambre,al retraso.

—¡Ay, dolor!—Te rogamos, señor.

XIII¡Óyeme, Dios, tenemos un pendiente!Alzo, ligeramente,

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la vistay llego a la músicade los ramales.El cometa abandona su mantoy la hojarasca es unpuente de vértigos sonorosbajo mis pies.Canciones descalzas en las hojas.El viento, tras nuestras pisadas,se ha llevado los últimos vestigios.

Dan vueltas las corcheasen las alturas del aireolvidadas, aquí, cortantes,historias de la vidamultiplicadas al infinito,el silbo de la noche,la percusión natural,toc, toc,avanzado, silente, nemoroso,toc, toc, toc,evaporando el impulso de nombrar,toc, toc,aquellas instancias del verbo,toc,

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morir, toc, despacio, toc,porque no es de este mundola esperanza perdida,toc, toc,aventado, como de pie,con el chicotazo del aire,aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaatoc, toc,desnuda región de plegaria,conocimos la edad de las heridaspor la edad de la muerte,toc, toc, toc.

XIVEl vitral nocturno,las palabras turbias respiran tras de mí.

La sangre se detuvo en el dolorimpreciso.Frente a la ventana,tu rostro, dividido en distintas sangres,

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prestando los ojosa frases descoloridas,como si bastara abriruna ventana,para que, al vuelo,observáramosla cadena de un anclaa la deriva.

Cuerpo de sangre,un instante suspendidoen mis dedos.

Como las venasle tuvieron amora envejecer,tu mirada, también,carente de mis brazos,sin mayor sueñoque ver caer las hojaspara cubrirtelas manos desnudas,el puente ausentede la ausencia que nos concierne.

No pudimos amarte másque por la sangre,

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y, ahora,la ventana se cierrasobre la miradahirsutade las piedras calientes.

Oscura sentenciaque hace más pesado el corazón.

En la ventana,como una grieta en la ráfaga sanguínea,se nos descubre la acidezreveladora del día.

Sin lluvia,el piso parece mojado.

XVMientras me escucho,el reflejo de una velame arroja un nuevo comentariosobre la casualidad.

Medir el alientopor la gracia del gesto,la bellezapara calmar las dudas.

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¡Cuánto daño puedehacer un momentoen la hora vacía!

En mi ventana,el aire está dormidoa medianoche,mi brazo se alzamás que el brillo,la cita de nunca másen las ciudadessin límite.

Abrimos tarde los ojosy aún vemostu respiración cerca,bajo los párpados,madura,inaccesible,como las dudas.

En la penumbraconfusa de las apariencias,amanece,nada es real, todavía,pero mis dedos recorrenel calor de la piel,

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y en el silencio abismalde mis ojos,se detienen,como aceitunas de sangre,como palabras cansadassin tu consejo.

Cuencas vacíasen el tiempo sin viaje;cerramos los ojoso, más bien,los abrimos hacia adentro,

tu cara de media tarde, tu voz de aspiraciones, tus ojos de resurrección.

Está lloviendo,la noche es menos nocheen la oscura vaguedadde la rutina.

XVICODA

Tallaste palabrasque viven en nosotros,ahora.

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Yo esculpo sombrasde agua encaminada.Nos iremos encontrandopor la vida,esa plenitud no escrita en las piedras.

Mientras tanto,deja que lance preguntas a mi dolor de hijo y que las páginas respondan.

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Sueño en invierno

esa borrosa patria de los muertosOctavio Paz

El campo es un tecladomarino de esperas precisas.

Poesía futuraalrededordel hombre descalificado.

Milagro en la impaciencia,los cabos sueltosde un verbo escalado;amadísimo tiempode señales apagadas,instantánea y lenta muerte,cara de lava,por si las revelacionesllegaran de golpeen el océano mentalde la sensibilidad.

Espirales más que círculos,las manos del veranoincapaces de cerrarse,el humo que sale del agua.

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Charlemos un pocomientras el símboloardeen los campos visuales.

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IntermedioLa habitación del mar (Saudade)(Charla con el Preludio de La Catedral

para guitarra sola de Agustín Barrios Mangoré)

El mar, el mar, siempre vuelto a empezar

Paul Valéry

Otra vez, otra mañana,ante el olor plateado de las bestias marinas,para mirar la sinalefacreciente en esta cornisa de espuma.Así, el agua caminapor el cansancio rutinario de esta orquestaazul, el largo lamento,y esta lengua que no atina la certeza.Tengo la necesidadde una vasija en las axilas del mary volverte a recordarcomo una viga para las horas doblegantes

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y más, en este instante,fijar la imagen de una alondra que se pierde.Miento y escribode lo que queda en blanco y lo que mueresobre mí, me desgarray desgarro al final la aurora nocturna,escrita, descritacomo la inicial del mar, sin querer, moribunda.El tiempo que no pasaen inusitadas dolencias matinales;el tiempo invertido,como los siete dolores del ojo con hambre;el tiempo, de nuevo,las sombras de hoy, la flor del incendio;el tiempo de la noche,la noche del corazón que no amanece,noche que resplandecepara imantar las tinieblas mentalesporque los carnavales

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imaginarios me son insuficientes,rostros monumentales,la gesticulación de las sombras pacienteslanza comentariosdel sol, hipertrófico y valiente.Tarde, en el mediodía,eclipse de dunas, viejo, sanguinario.Mes de luz, de silencio,los momentos turbios se parecen tanto,y en el mar virulentola noche lluviosa, el relámpago largo.Las sombras hacen pactosen julio como en domingo,y pronto, me inclinoa confundir la sangre con incienso.El mar de soslayo,filarmonías de sables en mis manosy el júbilo de lluviaincapaz de desaparecer.

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Estoy, en la distancia,casi como tú, casi como tú.

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Elegía IIPalabras confusas sobre la vida de un hijo

Hay jardines que ya no tienen paísy que están solos con el agua

palomas los atraviesan azules y sin nido

Mas la luna es un cristal de dichay el niño recuerda un gran desorden claro

Georges Schehadé

Qué lugar hay para un yo en el régimen discursivo en que yo vivo

Michel Foucault

Hablo a solascon la intención de abolir la memoria,hincado en los murosde mi cráneo metálico.

Hablo a solaspara esperar el sueño de la miradaentre dos jueves del octubre que se fue.

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Hablo a solascon las manoscargadas de higosde ninguna tempestad.

Hablo a solascon el tiempo muerto,con una parte de los hombres,de los dientes,con una parte de las palabras.

Así,a solas,para repetir queel silencio esuna necesidad.

Esta palabra arrojadaes hacia ti.

La antigua queja que se desgarra,la confusión de la sangre y el conocimiento,el futuro en fuga.

Me gustaría sentir sobre la piel de los ojos —sobre los labios de aire—,algo distinto a la gravedad.

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Éstas son mis palabras,pero no es mi voz.

Me gustaría encontrar otra capade interpretación.Hay demasiados dedos sobre las cosas;

demasiadas uñas sobre los párpados;

Tú decías que la memoriase cansa de las condiciones —me acuerdo—,pero a veces el misterio poéticose mancha,con tal facilidad,que a menudo engendrauna enseñanza de impotencia.

Sólo te amas a ti mismo.

Tal vez, pero tampoco mucho.

A veces me gustaría acostarme lejos de mí,a ver si así encuentroel camino de regreso.

Esa palabra arrojadaes hacia mí.

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Mente quemada.Devuélveme la memoria, escritura,y hagamos de cuenta que la melancolía existe.

Autobiografía:

mis actos frágilesse han acostumbrado a la muerte.

Epitafio:

sentado en mis pasos,me miro en cada accidentedel cielo.

Nunca las segundas partes fueron buenas.

Los días se me fueron en el intento de impresionar a los mayores.Como respuesta a un miedo atrozde perder el pulso de la memoria, y la memoria nunca la perdí.

Tengo las manos calientes,tengo dos labios de pajay una rodilla cuarteada

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que cuelga sobre dos membranas,entre dos enzimas.

Y mi voz,en el suelo, obsesionadapor buscar una metáfora de la paciencia.

Esta niñez no envejece.Más amarilla solamente,distinta al contornode las palabras,como si los días no se persuadieran de que ahí siguey la ocultaran de cualquier espantapájarosque no quiere llorar,que no se ha dado cuentade sus brazos amputadosy escribe,sin gerundios,por la pasarela huecade esta noche. BUENAS NOCHES.Siempre he jugado a ser piedra:bastaba con no moverme,durante mucho tiempo

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y en el sueño infantil,las piedras eran ranas que dormían.Aprendí que la piedra realmente es una rana, pero en lugar de dormir,no deja de mirarme.

Más amarilla solamente,con la fuerza perdida de la escaleray el viento que la hace tambalearmientras me acerco a la cima,el viento de la tarde,el viento que rompe su boca innumerable,el viento amarillo, también.

En la noche hay algo que bucea,es el calambre, es la sordera,y en el ruido de esos rayos, intento huir bajo los tiros.

¿Qué hice mal para que quieras irte?

Nada.

No es el desvelo,sino otra la fuerza que respira.

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El camino es largoy sin curvas.

Medir la sangre.una vez, por lo menos,en la cara del aguaengendradorade imágenes inoportunas.

Todo eso que empezóes necesario que termine.

La generosidad no se compracon sangre vendida;ahora sé que no te podré convencer.

Tú lo sabías todo,menos en quien confiar.Supongo que yo tampocoera confiable.

Medir la sangre,respirar el mary desdoblar una década.De pronto,revuelvo un papel,

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alzo la frente,y no me reconozco:

el corazón azulde las preguntas.

Paseo de la manode verbos en infinitivo.Ausencia gramática de luzy la primera páginatodavía en blanco.

Recreo. Pleamar. Cansancio.

Me enseñaron que el compromisoes superficial,el conocimiento,fragmentadoy era necesarioidealizar a los expertos;

aun así,no puedo creer en la neutralidadcomo una condición de integridad.Tienes 15 años…No cambies las botellas de lugar...Despierta…

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Abre el libro…Límpiate los pies antes de entrar…

Garganta joven y agobiada.He vivido casi todas mis siete vidas.En la comunión del dolor,cada abismo es más voraz.El tumor como una naranjaque devora la mariposa,en el perfil arenoso de mis vísceras.

Confundir movimiento con acción.

Te he hecho fracasar como padretantas vecesque no sé si se divide el pensamiento.Se pierde el trazoen las quemadurasdel primer año,la mano flexible,la lengua que naufraga.Se han robado los ojos.

Es muy sensible; necesita superar la timidez; está claro que no puede con el sistema.

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De pronto es real la espina clavada en el pulgar.

Manos frágiles, abiertas y agitadas,como esqueletos de pájaro.

Garganta joven y agobiada,sólo me concentroen el golpe del martillo,en el dolor que baja como campanapara cerrarme el ojo izquierdoy siempre ser el secreto mejor guardado.

Ahora,sólo espero huirde la inmovilidady buscar los dientes del recuerdo.

Quiero agradecerte que hayas sido el conejillo de Indias.

La luz es otra forma de la ausencia.

Silencio imbuidoen una mano atravesada.

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Tantas cosasdonde colgar la primera infancia.

El gran cerebro del vacío.El último salto. La tercera ventana.Una pequeña eternidad de polvose instala en el rostroy permanece.

Aguacero de segundosfragmentados.

La historia repetidaen su máscara.

La memoria no guardasino el desgaste de lo pulverizable.

Un pisoteo de sombrasentre los dedosy la estructura no cambia.

Jamás.❉

El espíritu de la escalera.

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Las texturas de los cojinesy del papel periódico,el tintineo de las llaves,el pasador del cerrojo;el eco de las pisadasperdido en el hueco de la escalera, como si rieran,pocas respuestas,muchas disculpas,réplicas pocas veces pronunciadas.

Cuando llegue el momento de hacer las paces,¿sabré qué decir?

El dolor físico de aquello que muriócon el ritmo.

En los dedos,la memoria grafica confusiones,lo inexplicable,las malas traducciones.

Después del TractatusWittgenstein se volvió maestro de primaria,Rimbaud huyó a Áfricay Duchamp renunció al arte para dedicarse al ajedrez.

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Tienes todos los errores de la poesía joven

¿Todos?

En el mérito imposible de esconderse,escogí el silencio, ¿así de duro?,y torpemente,el hábito del verso.

Escribir es acordarsedijo el francés,y mientras mantenemos el rostrodel hermano,queda en nosotrosel eco de una renuncia.Proceso que une los años con el pensamiento.Apostemos a la muertey,tal vez,no perdamos la memoria.

Tal vez.

Debajo de la Nadaestán los años.Arriba,

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sólo el sistemade cicatrización.

Pues, ¿qué haces?

La muerte es,de todas las aguas claras,la que tarda menosen reflejarse en sus puentes,y en ese reflejohay una hora en la que todose convierte en abismo.

Sueño e insomnio,gemido y gritoy el tiempo quema el fondo de las lágrimas.Inocente aventura de sercon otra cara,en el enjambre de la vejez joven,en las renuncias,en los labios sin memoria.

A veces veo tus manosen mis manosy mi cara se parece cada vez mása la tuya.

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No sé si mis huesosson simplementelos viajes hacia lugaresque no conociste.

Aquí no hay estacionesque nos evoquen que vamos envejeciendoy, por eso,la muerte es tan festiva,tan transparente,perohay trenes que ya nadietomaráy memorias alimentadas de distancia.

En la confusa oxidaciónde la ventana que da a otras ventanas,por unos instantes,no sé de dónde estoy.

La lluvia más allá de la ventaname lo recuerda.

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Zarpemos, pues,y que el aúnpersista en esta noche.

Fragmentos de una génesis secuestrada:

(Aprendí a leer por desgracia) una derivación del sexto sentido(y no lo olvido) el encadenamiento feroz de la vida con la muerte(la simplicidad aún) y nunca decir “detente”(sobre todo jugar aengañar al mundo) con el ojo que se atasca en una herida(descrito en una sentencia) y mantenerse húmedo, con las mandíbulas llenas

(obra de arte o nada) de toda la noche caminada, escuchada

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(pues nada) perdí el atajo de la fiebre, lo universal(en serio) y todo parece prácticamente real(la mano tendidasin otro argumento que el horizonte) por lo menos, destruyo la lengua materna

(en la imposibilidad deuna metáfora flotandoen el río) puro discurso, poca agonía,

(y ahora resulta que laTierra se pandeó y tiene forma de pera) como las obras de Satie(que perdimos el eje,choque de repetición) en la personalidad exacerbada de las lenguas no aprendidas(espalda con espalda) que se pierden en la pequeñez

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de nuestros labios(para no vernos) y no nos dicen.

Ahí en tu tumba,hay pedazos de escrituraperdida en la memoria.Parecen murmullos que se inventan al perderse,parece la mancha de un ríoque se roba el tiempo(sólo me quedan las milenariasimágenes de Heráclito),y confesar que no he podidosoñar con la rosacon la que despierto,

pero todavía tengo tiempo,todavía, la noche es un verbo transitivodel presente.

(el eco devastado por el secreto de las avalanchas).

Lejos de mí,

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despierto en lo más alto del ser,te busco en la tristeza y no estás,en la esperanza, quizá;he dejado de creeren la melancolíay,sin embargo,a veces la encuentroen el espejo.

Vamos,el alma se elevaen un relámpagode sonrisa de piedra,habla nuestra lengua con su cóncava sed,con sus vibraciones.

Recuperamos la confianza,mecha nocturna,la lucidez de la ceray,entre la línea del agua y lo negro,un rayo de luzcruza por la reja.

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Hemos vuelto a empezary estoy conmovido.

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Sueño en verano

Hice de todo el veranouna gota de sangre,una mano en la cabeza.

Hice de todo el veranouna casa de piedraen las piedrasy el corazón, su reino provisional, tarde o temprano;más tarde escucho un batir de alas,lo escucho y de mis brazos nada más,la frescura del tiempo,el nombre tórrido de exaltacióny la avidez de nombrarte soledad.

Palabras para la muerte, para nadie, ni siquiera para mí,el desprecio,

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el recuerdo insoportablede perderse; palabras para no ser, para diluirseentre los signos,lentamente,en el afán perdido de la tinta y el espanto.

Testamento literalmentedeshonesto.

Hice de todo el veranoel espantoso suplicio del tiempo.

NO.

A veces creemosque no nos volverá a pasarsin que escuchemoslas lágrimas eternas del vecino.

Hice de todo el veranouna mala fotografía,al fin y al cabo,y de repenteestás en el techocuando no dejo de verlo.

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Hice de todo el veranouna palabra imprecisade tus manos, tu memoria.

Tengo miedo cuando callas, miedode la constancia,de la eternidad.

Hice de todo el veranoel largoy amargo aprendizajede callar al fin,de hablar en secreto.Frente a la muerte, ahora sí,ningún secreto tiene el corazónde seguirlo siendo, helo aquí, vino ebrio,semejante a una espina enquistada en la garganta.

De repente el silencio, ESTA TARDE EN UNAel papel más amarillo, FLORACIÓN DE SIMETRÍAS,nada más,

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DE PRONTO EL ROJO,el ruido de las calles, EL MINUTO EN LA DISTANCIA,para volver resonancia LA VOZ PÁLIDA DEL OJO,la literatura extinta —hecha tinta que no es—EX-TINTA

y la expulsión del lugaral que no soy invitado.

TÚ LO HAS DICHO.

Otro crepúsculo,

TÚ LO HAS HECHO.

El papel más amarillo,con una que otra letra perdida,nada más.

Siempre más.

Hice de todo el veranola voz del pintory el tiempo que se expresacambiando los colores.

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La memoria crípticay el deseo de que, todavía,alguien corra entre los ruidos.

Hice de todo el veranoun nuevo paréntesis.

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Elegía IIICuento las horas fugaces, lloro a los muertos y convoco a los vivos.

Como el ojo suspendido, hay momentosque nuestra mente olvida incluso a los muertos,flores marchitasde su incisivo no ser.

Pero basta un estremecimiento.

A pesar de esta indiferencia,advierto homologías,

el corazón de la planicie,mi vergüenza teatral,el amanecer desplomado en las nupcias,el miedo al infinitode las partículas elementales.

No logro descubrir el silencio entre dos palabras,ni distinguirla mano que se despide.

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En la campana inconstante,veo el reflejo del tratomás amargo,de las crucestendidas en las barrancas,tantas horas, tanto peso en los hombros.

La voz es un trueno de ceraacotado en la mesa.

El combate de la memoria

Con los átomos suspendidos,el horizonte crece.

Nuestro inmensointerior desconocido: el dolor de insomnio perpetuoy la erupción múltipleque no llega.

Espejo de espejos,el Egeo plural reverdecidopara esperar —una vez más—,que los ojos me arrojen lejos del alma

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enrojecida,dudosa,en archipiélago.

Me parece que pertenecemosmás a las sillasque al piso,a los cortes que bordeaninvisiblementeel quicio de la puerta, la única,como tinieblas en flor, como actores idiotas,como semanas que entran por la bocasin poder salir.

Es necesario simularque hablamos.

El descenso de la luz

La luz desciende equilibrada en abalorios,en triángulos avanzapara esconderse en el agujero,frío y atemporal,

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de las miradas ausentes.Después de la estrella amarilla del vecino,después del silencio empapado en los árboles,después de la voz superada,los ojos caminanresecospor el bosque sangrientode palabras,adaptados,contraídos,suscritos enrespuestas.Esa extraña pazde saberte conmovido.

La traducción del viento invisiblepor las hojasque lo esculpen al pasar,como ahogarsepara permaneceren la silueta de un daguerrotipo.

Inseparables del otoño,mis palabras tienen la necesidadde velara medianoche,de obligarme

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a describirtu reposo,inmóvil y fijamente,como si fuera posiblecaminar con un bastóny olvidara las sombras,enteleridas en el polvo,en la grietaque se levantapara que perdamos la memoriay así,no saber quién es más viejo,tú o yo.

Secuencia

Miro vacío el polvo,sin palabras, el polvo sin palabras,las tumbas,recogido,las tumbas retiradas,en la espera,para que nada hicieran los pasos,el polvo un díalos días mientras,

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siempre mientras,el río retumba,las tumbas rielan,el camino cuando la noche cae,la caída en un salmo, un rezo salmodiado,una plegaria enardecida al gruñido del viento,el bien tomado que forcejea y pasapara que el sol alumbrela mano prisionera, que gime lo que toca sin piedad,cuando toca para decir que no hay piedad.

Miro pulverizado el vacío, inútil,y naufrago por la fatiga,cansado busco a tientasla vibración que acorte los pasos,la pasión que aflore de lasvigas de lo ajeno,el sueño que descubrela sombra tejida,el tajo de los rastros que dispersala angustia individual,pálidos soles arrastradospor la fatalidad.

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Vacío mira la turbulentapresencia de una casa,manos que acosan cerradas,sin la palabra que contengaun cuerpo, sin la posibilidadde sostener por un tiempo,una mirada, y suspender las ilimitadas proporciones del silencio,la voracidad compartidade las brújulas mortuoriasque descansan en las alasde un pájaro cuántico.

Polvo vacío de la mirada,horas fugaces que rompencada dedo porque ya no hace faltaagacharse hasta la sangredesde una torre muy baja,la boca perdió el signode los nombres,la muerte empieza cuando la luz se agrieta,animales atribuladosque casi nunca se encuentran,porque los finales anuncianuna historia que comienza.

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Vacío polvoso que mirael temblor de los circuitos.

Polvo, mirada vacía,en la carne del tiempo.

La casa del sordo

Oigo lo que desoyen los demás,terciopelo de hojarasca,suspiro bajo el sello de una carta, las cuerdas tiemblan, las cuerdas de aire,huyo en la continuidad, continuamente oculto, ocultamente silencioso.

Veo cada vez menos,vestido con la risa que se escondeen los pliegues de la luz.

Oigo la locura de la más hermosa, de la que suele serlo,y de rodillas me pongo (¡Nunca de rodillas!),para detener un tanto la esperanzadel miedo al desengaño.

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De pronto,nadie se acerca al vergelporque no se ve;yo tampoco logro bordearlas dunas del silencio.Mire donde mire, es invierno.

Incluso el cerdo que se inclinasobre el jarrón antiguo,añora la rosa blanca.

Es menos triste morir en invierno.

El vacío de las islasy la bruma que se arraigame alcanza velozmente.

Donde tiemblan los contornos

Lucharpara que el futurono sea el rostro inmóvil.Por la bocade la intenciónmuere la arena,por la estrella del mayonocturnoque masculla

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palabras indecisas.En voz baja,no fuimos más que manos caídasenamoradas de una verdaddudosa.

Paso a paso,nos unimos al golpeteodel aire,al bejuco de la luna,transparencia sin decoro,y tocar con la sombra el espiral,súbito encuentro,súbito respirar,trenza inicial, palabras que lleganlentamente.

En voz baja,

en voz baja.

El tiempo y la espuma

Las piedras comomoneda de cambio,las cortezas como

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señales del caminoque debimos tomar,sueños entrelazadosa la eternidad de la tierra que no vemos,el rostro del otoño,antesala, palabra, confusiónde un paso con el otro,los mismos pasos,tropezandounos y otros,desvanecidos, desdentados, entretenidos.Minutos que se pierdena la velocidad de la sangre,venas inflamadasa la alturade lo desconocido,vocaciones microcelularesque nos toman de la mano,como península, en el pecho,cansado de repetirla misma historia,

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derrames, destellos, deslavesde un corazón que se agota,poco a poco,a lo largode terremotos milimétricos,migracioneshacia ninguna parte,hacia la sombra perdidaque nos arrastraa vivir en sociedad,una vez más, en archipiélago,depósito de ojos abruptos,de visiones súbitas,idiotas,que chocan de frentecontra nervios mutilados,para que estemos listosa quedarnos sin tiempo,a recibir las noticias.

Murmullos. Transmutaciones. Cansancios.Aun así.Frente al espejo que nos olvida.

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Reflejodepositado y repelido en otra orilla, tristeza que nos devuelvela contradicción del viento, el organismo del tiempo, el humo de permanecer cuarenta horas dormido,solo, disminuido,tal vez, tal vez, en la ceguera de la costumbre,respirando al piede una cama árida.

Casualidad. Casualidad.

La tumba de los umbrales

Soplos, sílabas, silbidoscomo el canto del muecínque perfora el silencioal amanecer.

El río se desborda

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y no lo puedo escribir,solamente recojo palabras al azar,solas, sueltas, silenciosas.

Respiras, resistes, resientes; prisas, presientes,persistes.

Tu recuerdo se escondeal pie de un árbol cualquiera,indeciso,asombradosigue el curso del poemay llega antes al final.

Aunque hablemos de la memoriaque se parece más a la amnesia,o del pesar inevitableque se aparece en la mesa,

lucho al final,

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por no evitar que el círculo se cierreen el umbral imperdonablede cualquier puerta.

En Modo Lidio

Mi esqueleto da tumbos.Cuando todo acabe,habrá más.

Desde la noche,en el inicio,aun un libro,en la luna bendita de los insomnios,en la luna marchita,en los escombros,casi encrucijada sin fuente.

Te quiero personalmente.

Sólo por hoy,necesito tus ojos,así que no hay razónpara permanecer,así que no hay razónpara no envejeceren esta muerte,como débil carne

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por mis arterias;el talento se vuelve lunar,en la apócrifa lectura de mis célulasla insulina se pierde,¿entienden?Las ínsulas extrañasen el suelo natal,territorio de calma sin lección,inmóvilpara bajar, un poco más,el candilde las bellezas vespertinas,un tono, un tono, un tono,un semitono,y la coloración harta de las rodillas rotas,de las voces convertidasen ramas atoradas en un nudoen la garganta;un tono, un tono,un semitono,un recién nacidoperdido en un valle con su padre muerto a un costado;

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hace media horaque no oigo el pedaleode la ciudad; hace media horaque las cuerdas se tiendenolvidadasen la sordera,en la constante crispaciónde los dedos,melismas enredados de arterias,en la vena cava azula simple vista.Un tono, un tono, un tono, un semitono,el murmullo aligeradotramando, por aquí por allá,para casar el trabajo y la indolencia,como las manos del cuerpoen la noche imposible.

En el finalde la serenidad,el canto de acción de gracia

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de un convalecientequiere perdurar,caminar en la tristeza,en la búsqueda de los hijos de las flores,como las margaritas de los cerdos.

Sumergidoen la lentitudde la melodía,avanzo y buscoel movimiento de una mano,cerca del final,un semitonoque retoma, siempre,el cantoy que impide terminar.

Un tono, un tono, un tono,un semitono,la escalera interminable,el escudo,la constancia.

Un tono, un tono,un semitono,

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la destrucción de las islas,el proceso,la luz, la luz.

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Epílogo

El ciego vuelve, el polvo…(Charla con el 2º movimiento del Concierto Italiano

BWV 971 de J. S. Bach)

El ciego vuelve,

el polvo en una silla que bala profusamente.

La belleza que camina en el óvalode una almendra.

Instalado entre dos ídolos elegíacos que no debo preferir,

la tierra mordidapor dientes que permanecen, puntos vacíos más acá de la llovizna, palas retorcidasen el caracol de la oreja,en la búsqueda originaria,en la tristeza abandonada de un esqueleto.

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La polvorienta muerte de los colores, el amargo viaje del silencio.

Los rigores del tiempo

el derrame que caía como campana, subdural,ya que cada poema es silencio, no, es enigma,

poeta de adentro hacia afueralas piedras que aterrizan en el páncreas, lipasas y amilasas,en la inflamación transparente, como el olor del durazno (perdón),como las tentaciones-de-la-duda-en-el-dios-del-abismo, poeta de afuera hacia afuera

en el caracol de la lengua, en la esfera angular de la nostalgia,

ME ENAMORO DEL BISTURÍ

y desconozco la diferencia entre la distancia y las distancias

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(perdón),en la lectura apócrifa de mis células,en la vena que se escapa por un poro como uva ácida,en el esternocleidomastoideo, como única palabra hermosa.

You have to hear the sound before you play the sound —dice Taggart. Y sólo me queda la facultad de ubicar mal los adjetivos.

El ciego vuelve, el polvo.

En el fondo del mar,alguien secuestró mi esqueletorecubierto de hormigas,

pa la bras que pe sancomo si las hubieran desangrado,refugios nocturnos para la bruma de la renuncia,

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para caminar acompañado por el amigo, aunque esté muerto,en el calor vacante de una ventana dibujada en la puerta,la mano al fuego,tarde o temprano,

para escribir en la arena—o correr en la arena—,

fácil confusión,como si el golpe en el pecho

se oyera en el horizonte.a lP a b r a s de vida,

lo que esto quiera decir,

confiar en el hecho de hablar o de caminar,en el hecho de desconocer.

Y resulta que la sola salida honesta es la respiración.

El eco se vuelve árbol, se ramifica, un día entero,

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en la parálisis de una silla,se transmite la mañana creciente.

No hay secretos

en la contradicción del viento,la sed sale de la tierra,calcula el foso que penetra y no alcanza el centro.

En la inmensidad del acento,el pensamiento gira y se topa con el crepúsculo.

El ciego vuelve, el polvo…

La geometría me segmenta en la cerveza de acero,y caigo de bruces en las arrugas del pavimento.

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Para su formación se utilizó la familia tipográfica Bauer Bodoni™ originalmente presentada en 1926 en la Bauer Type Foundry de Frankfurt, Alemania. Diseñada por Heinrich Jost, quien se desempeñaba como director artístico de la fundición de tipos desde 1923 hasta 1948. Sus formas están íntimamente relacionadas con la fuente Bodoni original, y son consideradas más deli-cadas y gráciles que otras interpretaciones de Bodoni.

Impreso sobre papel bond alta blancura de 90 g/m2 en interiores y cartulina sulfatada de 12 puntos para los forros.

El cuidado de la edición estuvo a cargo de Emiliano Becerril Silva, [Elefanta Editorial].

Ciudad de México, MMXIII.