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Concepto Niño
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EL CONCEPTO DE NIÑO
1. EL NIÑO COMO CONCEPTO CONSTRUIDO SOCIAL E
HISTÓRICAMENTE
Parece ser que el concepto de niño fue desarro- llándose a lo largo de la historia como
resultado de diversas circunstancias. Durante siglos fue considerado únicamente un
renuevo de la estructura social, su valor estaba determinado por su pertenencia a una
familia y como tal se consideró en las primeras atribuciones de derechos subjeti- vos que
lo excluyeron como titular individual, incluyéndolo en la esfera paterna del ciudadano-varón-
propietario. No es sino hasta hace muy poco que se comienzan a estudiar los rasgos
distintivos del niño y se ve la necesidad de garantizar ciertas condiciones para su
desarrollo.
1. El origen de la infancia como categoría con características propias
El niño y la vida familiar en el antiguo régimen (1987), de Ariès, constituye uno de los
primeros intentos por escribir una historia de la in- fancia, tarea difícil por corresponder al
ámbito de la vida privada.
Los niños no fueron diferenciados de los adultos, y que hasta este periodo no se comienza
a realizar una distinción.
En Historia de la infancia (1982) ), De Mause concuerda con la tesis de Ariès en que la
infancia fue ignorada durante siglos, pero difiere en cuanto a las consecuencias de esta
situación y sostiene que este desconocimiento fue causa de que los niños fueran
maltratados a lo largo de todo este tiempo por sus padres, debido a las ansiedades que
despertaban en ellos
El niño tradicional era feliz porque podía mezclarse libremente con personas de diversas
clases y edades” (De Mause 1982, p. 22)
Anderson, en Approaches to the History of the Western Family 1500- 1914 (1980) este
autor sostiene que durante una misma época pueden coexistir diversas actitudes en
distintas comunidades.
Gélis (1988) “La indiferencia medieval ante el niño es una invención; y en el siglo XVI,
como hemos visto, los padres se preocupan de la salud y curación de sus hijos” (Gélis
1988, p. 328).
Pollock (1993) Pollock cuestiona que los humanos puedan obrar en sentido
completamente opuesto a su herencia biológica, desa- tendiendo a su prole hasta el punto
de poner en peligro su supervivencia, como parecen afirmar las teorías que sostienen la
existencia de un mal- trato generalizado durante siglos. Finalmente, basándose en
diversos do- cumentos escritos a partir del siglo XVI, concluye que en todos los tiem- pos
los padres han cuidado de sus hijos.
Igualmente excesivo resulta el decir “historia de la infancia” como género, siendo que en
la mayoría de los casos las fuentes se refieren exclusivamente a los varones, que al
parecer tuvieron una evolución mucho más acelerada en cuanto al trato diferenciado que
las mujeres.4 A pesar de estas consideraciones, creo que los trabajos disponibles
sustentan la inexis- tencia de un concepto de niño durante una larga etapa de la historia
1. Las diferentes etapas de la infancia: su construcción y evolución histórica
Hoy nos parece perfectamente normal y deseable que los niños asistan al colegio en cursos
organizados con compañeros de la misma edad y que con los miembros de su generación
compartan actividades e intere- ses; estas circunstancias permiten al niño establecer
relaciones igualitarias
A lo largo de la historia es frecuente encontrarnos con la inclinación a dividir la vida en
ciclos relacionados con números mágicos. Al parecer, Hipócrates (460 a. C.) fue uno de
los primeros en hacer una clasificación de las etapas de la vida, medidas por el número
siete: bebé (0 a 7 años), niño (7 a 14 años), adolescente (14 a 21 años), hombre joven
(21 a 28 años), hombre maduro (28 a 45 años), hombre de edad (45 a 56 años) y anciano.
Galeno (131-201) propuso también una clasificación en cuatro fases, de acuerdo con los
elementos cósmicos que predominan en cada una de ellas: infancia (aire), juventud
(fuego), madurez (tierra) y vejez (agua) (Delgado 1998, pp. 33 y 34).
Durante la Alta Edad Media la lactancia concluía cerca de los tres años y la mayoría de
edad se alcanzaba alrededor de los 12 años, edad en la cual también se contraían nupcias
(Rouche 1988, p. 448).
En el Renacimiento, los ciclos estuvieron determinados por el destete, y posteriormente por
el comienzo de la educación (ya sea con un precep- tor o enviándolo a la escuela) a los
siete años. A partir del texto de Eras- mo, los reformadores dirigen prioritariamente la
educación escolarizada a los niños de entre siete años (“la edad del juicio”) y doce años
(“las amenazas de la pubertad”). Ariès (1987, p. 319) nos dice que hasta mediados del siglo
XVII había una división entre la primera infancia, que abarcaba hasta los cinco o seis años,
edad en la que el niño se separaba de su madre o niñera y entraba en el colegio;
posteriormente se retrasó este ingreso a los diez años.
En Rousseau se advierte una noción bastante avanzada de las diferen- cias de
acuerdo con las etapas. Divide la infancia en cinco periodos:
a) Primer estado de la infancia: nacimiento, lactancia, desarrollo de capacidades
psicomotrices.
b) Segundo estado de la infancia: adquisición del lenguaje, desarrollo de cierta
autonomía y conciencia de sí mismo. Se le empieza a considerar como ser moral y
tiene necesidad de libertad bien regulada.
c) Tercer estado de la infancia (12-13 años): excedente de facultades y de fuerzas,
actividad y curiosidad, primer libro.
d) Pubertad (16 años): desarrollo de la sexualidad, crisis, cambios físi- cos, identidad
sexual (conciencia de su sexo).
En España, Mariano Carderera elabora una clasificación de la vida en cuatro etapas:
infancia (0 a 12 años en las niñas y 15 en los niños), adolescencia o pubertad (hasta los 21
años en mujeres y 25 en hombres), virilidad y vejez.
Finalmente, durante el siglo XX, gracias en buena medida a Piaget (1896-1980), se definen
claramente las etapas de la infancia, sus caracte- rísticas y necesidades especiales: “A
Piaget se debe, según la opinión aceptada, el haber establecido etapas claramente
definidas a través de las cuales el niño adquiere su desarrollo intelectual, conquista el
lenguaje, se convierte en el centro del universo, se interesa por mundo que le rodea,
conquista el pensamiento lógico, se vuelve realista y se socializa” (Delgado 1998, p. 203).