El Concilio de Nexos_por Enrique Krauze

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El concilio de Nexos

El concilio de Nexos1992

El Concilio de Nexos

Enrique Krauze A raz del escndalo pblico alrededor del Coloquio de Invierno, un amigo me pregunt qu sientes: enojo, tristeza, confusin, extraeza? Amenazaba con seguir el catlogo de probables sentimientos, cuando lo ataj para hacer un examen de conciencia frente a l, una suerte de introspeccin que no tengo empacho en compartir con los ms ntimos confidentes de un escritor: los lectores.

Mi sentimiento predominante y casi nico ha sido la decepcin. Mi empeo personal al realizar el Encuentro Vuelta en septiembre de 1990, fue traer a Mxico a los exponentes ms representativos del cambio en nuestros das, traerlos para que frente a las cmaras, los micrfonos, la radio, la televisin, los diarios y revistas expusieran su experiencia de primera mano.

Quise, adems, que compartieran y debatieran sus ideas y convicciones con un grupo selecto de intelectuales mexicanos.

Desde un principio propuse que la izquierda tuviese la ms amplia cabida en el Encuentro. No iba a ser un concilibulo de voces unnimes o apapachos mutuos, sino un foro abierto a la discusin y la discrepancia. De all que la revista Nexos estuviese representada por ocho intelectuales destacados, exactamente los mismos de Vuelta.

Este empeo se plasm en 11 mesas redondas que el pblico pudo ver por televisin y ahora adquirir en la coleccin de libros "La experiencia de la libertad'' (perdn por el comercial) en "libreras y tiendas de autoservicio''.

En ambos medios, el visual y el escrito, el pblico puede apreciar los criterios de equilibrio y justicia que nos movieron en la integracin de nuestras mesas.

Nadie nos obligaba a invitar a los ocho participantes de Nexos y anexas; nadie, salvo un elemental sentido de la limpieza intelectual. Y algo ms: el deseo autntico de servir a la vida pblica abriendo DE VERDAD el debate, es decir, abrindolo a los autnticos adversarios.

Estos hechos, sencillamente, no encontraron su contraparte en el Coloquio de Invierno. Bajo cualquier criterio que se emplee, el fair play en la eleccin de invitados no fue, en modo alguno, la norma.

Es verdad que tres escritores pertenecientes al Consejo de Colaboracin de Vuelta (Alejandro Rossi, Ramn Xirau y Julieta Campos) asisten al Coloquio. Su caso es explicable porque los tres son antiguos miembros de la Universidad a la que le deben lealtad y viejos amigos del director de CONACULTA a quien tambin deben lealtad. (Junto con ellos asiste tambin un desertor de Vuelta, hombre sin lealtades y sin hombra, Ruy Snchez).

Pero frente a esas tres invitaciones, cmo olvidar la ausencia de Paz y Zaid? Este ltimo no hubiese aceptado su norma es nunca acudir a actos pblicos, pero una invitacin oportuna era lo menos a lo que la nobleza obligaba. Se le ningune invitndolo tardamente igual que a nuestro Premio Nobel.

Es triste que para enfrentar a un puado de escritores independientes y heterodoxos, los ortodoxos tengan que acudir al valeroso expediente de organizar un acto multitudinario en el que una centena de voces unnimes se aplaude entre s y critica a... los que han sido excluidos y no tienen voz.

Esta cobarda evidente (nacida de la inseguridad de sus posiciones ideolgicas y de la quiebra de sus esquemas doctrinarios) entristece ms que su carencia de grandeza, de equidad, de nobleza.

As, solos, en su guarida universitaria, fingiendo discrepancias que no tienen, aplaudiendo las ms aejas posiciones tercermundistas, alardeando valor ante un pblico cautivo, "sienten'' que analizan los ""grandes cambios'' de nuestro tiempo, cambios que los propios textos de sus ponencias niegan, atenan, relativizan o deploran.

Quien lea con cuidado los ortodoxos textos del Coloquio Nexos, podr comprobar que en lo sustancial no postulan los cambios sino la resistencia a los cambios. En efecto, su Coloquio es lo opuesto a "la experiencia de la libertad''.

Si iba a ser financiado con dinero estatal, la opinin pblica mexicana mereca un debate abierto en el que las posiciones liberales y libertarias pudiesen contender con las posiciones criptopostmarxistas y populistoides.

Lo sano, lo digno, lo til hubiese sido que se escuchasen voces divergentes que pusiesen en tela de juicio los anacrnicos desplantes nacionalistas (sobre todo en tiempos que exigen las actitudes contrarias: espritu de apertura, disposicin a la competencia, arrojo frente a lo que la propia retrica del rgimen llama "los retos de la modernidad'').

Ninguna voz disidente, verdaderamente heterodoxa, se ha escuchado ni se escuchar en el Coloquio. Por eso, en una entrevista incidental que conced a La Jornada, declar que ms que Coloquio se trataba de un Concilio.

Decepcin, no indignacin, me provoc en suma la organizacin equivocada del Coloquio, equivocada intelectual y moralmente. Decepcin por nuestra pobre vida pblica. En lo personal, mi exclusin no me provoc el menor pesar. La atribuyo a la hereja de algunos de mis textos, sobre todo aquel horrible ensayo cruz, cruz en el que Dios me ampare y perdone me atrev iluso de m, insensato a criticar la persona, el personaje, las ideas y la literatura del "Guerrillero Dandy'': Carlos Fuentes.

Lo peor para los pontfices y lo mejor para m es que con el paso de los aos pienso que de ese ensayo... no quito una coma. En la mejor tradicin ortodoxa, los concilios son actos colegiados de poder que excluyen lo heterodoxo, lo hertico.

Me regocija sentirme un poco excomulgado.

El Norte, 16 de febrero de 1992